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Félix Barderas Basaldúa

Mis cuentos
inmorales
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Nota del autor


Estos relatos pueden confundir al
lector si son reales o imaginarios, no lo
voy a aclarar; que saque él sus propias
conclusiones.
He dado mi nombre a algunos de los
protagonistas de los mismos: Félix, pero
no es ninguna pista; simplemente tenía
que bautizarles con un nombre, ¿Y por
qué no el mío?
Lo que cuenta Félix, en la primera
parte de este libro no es la visión real de la
sexualidad de los españoles de esa época,
¡ni mucho menos! Es la visión de un
adolescente ante la incertidumbre del bien
y del mal, o entre lo natural y lo
prohibido, pero que predomina más la
fantasía y los deseos ocultos del narrador,
que la realidad. Por lo tanto, vean lo
escrito como cuentos parecidos al
Decamerón.
Follar (o si lo prefieren, hacer el amor)
es lo más natural de la Naturaleza
humana, y no sé porqué el Clero puso
tantos tabúes a lo que ningún ser humano
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puede poner límites. Sólo la misma


Naturaleza los pone con el tiempo.
Que lo disfruten. (Los cuentos) Sé de
sobra que del sexo lo disfrutan a tope.
Estos relatos inmorales no son aptos
para menores, mojigatos, gazmoños,
santurrones, puritanos, remirados,
pudibundos, afectados, melindrosos ni
ñoños.
El que avisa no es traidor.

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Cuentos

de mi

pubertad
1950 - 1960

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En Prosa
(y algo de verso)

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Aquella moza de la academia de don
Pedro

Dos portales más debajo de mi casa, había una


academia en un piso: la academia de don Pedro. Un maestro
que daba clases particulares de cultura general a niños y
niñas.
Ya tendría mis catorce añitos, y mis pelitos por esas
partes que estás deseando que salgan para presumir de
"macho". Ya saben que en aquel Madrid, la palabra "macho"
se empleaba mucho entre la población varonil, sobre todo en
los jóvenes.
-¡Jo! Macho
-¡Qué macho!
-¿Qué haces macho?
Los chicos de hoy la han cambiado por el vocablo "tío"
y "tía".
Pues como decía, tendría mis 14 añitos y mis pelitos en
"las bolas", cuando me apunté por las tardes a dar clases en
aquella academia.

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Recuerdo aquella mocita rubita de pelo largo y muy
espeso que se sentaba a mi lado en el pupitre de dos plazas
que yo ocupaba; y que me daba chicle de su boca. Aquel
chicle Bazooka que a los niñas y niñas tanto nos gustaba
masticar y masticar hasta extraer el último sabor a fresa.
Antes nos conformábamos con masticar aquel celebre palolúz
o el regaliz.
La niña me decía:
-Felisín, no a todos les doy el chicle de mi boca.
No sabía entonces que es lo que me quería decir,
porque a mí me parecía a la sazón una cochinada eso de dar
algo de la boca de otro. ¡Bueno! Menos los besos ¡claro!
Un día nos encontramos por la calle, y me dijo:
-Felisín, ¿no vas a la academia?
-No, hoy no. Voy al cine que ponen una de Errol Flyn.
-¡Qué bien! Me voy contigo.
Entonces costaba la entrada de patio de butacas una
peseta con quince céntimos; y sólo llevaba lo justo.
-No te puedo invitar, porque no me llega para los dos.
-No te preocupes, yo pago mi entrada.
-Bueno, como quieras. No supe decir más.
La verdad, la verdad. La niña estaba como un "jamón"
de buena. Demasiado buena, pero algo bastorra. A la sazón,
me gustaba las niñas muy finas, aunque tuvieran poca
cadera y poco tetamen; por lo que la visión de aquella chavala
sin que me produjera aversión, no era objeto de mis fantasías
eróticas.
En el patio de butacas del cine, en un rincón había dos
asientos aislados junto a una de las columnas. Y allí me llevó
la moza.
No le hice ni caso; la película que echaban era Robin
de los Bosques, y no me perdí un detalle de la misma. La niña
seguro que pensaría hasta que fuera marica, porque a partir
de ese día, ya no se volvió a sentar a mi lado en clase, ni
darme chicle de su boca.

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Aquella niña que me masturbó en el
cine Argel

Sucedió en el otoño del año 1956. Lo recuerdo porque


había cumplido los 16 años hacía unos días; nací el mes de
Octubre de 1940.
Fui solo al cine Argel, ubicado a escasos metros de mi
casa; en la calle de Ayala, entre las calles de Alcalá y
Montesa.
Estaba un servidor tan calientito y a gusto sentado en
su butaca viendo la película, cuando sentía repetidos golpes
en el respaldo. De momento no tuve ninguna reacción ni me
preocupé de saber de donde procedían.
¡Pero coño! Que al rato, más golpecitos. Y ya un tanto
mosqueado, miro para atrás sin ningún disimulo, y vea a una
niña bastante agraciada que me sonreía.
¡Joder! Que claro lo tuve, la moza me estaba invitando
a que me sentara a su lado para “hacer guarrerías”.
No me lo pensé dos veces; además el cine estaba casi
vacío, y ni corto ni perezoso me senté junto a la nena que
requería un macho con tanta insistencia.
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Como en los cines no se debe hablar por motivos
obvios, la dije muy bajito:
-Hola.
Otro hola me dijo ella, también muy bajito.
Y de repente sentí su mano por los alrededores de mi
bragueta. Estuvimos un buen rato metiendo manos el uno al
otro.
La primera vez que se hace algo así, no puedes evitar
que los nervios te traicionen. Aquel sobeo mutuo me gustaba
y me excitaba, pero sentía una extraña sensación de
culpabilidad; como si estuviera haciendo algo malo. Y no es
que pensara que aquello fuera pecado, pero, no sé, una
extraña sensación me invadía, y que no permitía
concentrarme bien en la tarea.
No sé si se daría cuenta de mi nerviosismo, el caso es
que tomó mi mano izquierda (estaba sentada a mi derecha) y
se la llevó por debajo de su falda a entre sus muslos.
¡Joder! Casi me da un calambre al sentir aquella cosa
tan mojada, pero me resultó tan excitante la maniobra que
desaparecieron como por arte de magia todos mis nervios; y
con más ansias que pericia me dedique a abrir la boquilla de
la braga para manipular aquella vulva que parecía que se iba
a derretir por momentos.
Recuerdo como deslizó su culete hacia delante, para
quedar situado al borde de la butaca, de modo que la niña
pudo abrirse de piernas con más facilidad.
Como ya había manipulado el chichi de las dos
Carmencitas, supe hacerlo de modo que la niña parecía que
gozaba con aquel toqueteo.
Al rato me dijo al oído:
-Ahora yo a ti.
Obvio que ya tenía la bragueta desabrochada y la colita
fuera.
¡Joder! Que sensación más placentera. Nunca una
chica me la había meneado de esa manera (ni yo mismo) sólo
me acuerdo que no pasaron muchos segundos cuando por mi
uretra corría como un rió a punto de desbordarse. Saqué mi

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pañuelo y me lo puse en la desembocadura para que aquel río
de semen no rebosase, ya que la ropa me la lavaba mi madre,
y no era cuestión dar explicaciones, ya que las manchas de
lefa son muy difíciles de quitar sin lavar.
Salimos del cine sobre las nueve de la noche, ya que
me dijo que tenía que estar en casa antes de las diez. La
acompañe hasta las inmediaciones de su domicilio; vivía al
final de la calle Jorge Juan, pasado el Paseo del doctor
Esquerdo. Nos dimos el último beso pegados a una tapia
oscura, y allí se acabó todo.
Nunca más nos volvimos a ver.

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Aquella niña que trabaja en una
farmacia

Tendría 17 años cuando conocí aquella chavalilla, lo


que no recuerdo es como sucedió.
Trabajaba de auxiliar de una farmacia situada en la
Plaza Ruiz de Alda de Madrid. Era algo bajita para mi gusto,
pero como era muy mona de cara compensaba y merecía la
pena salir con ella.
Debo decir que a los 17 años un servidor, y feo está
que lo diga, ya medía un metro ochenta. Para aquella época,
donde nos alimentábamos basado en pan y aceitunas, tener
esa altura era casi un record; lo normal en el hombre estaba
en torno al metro setenta.
Con ella fui a mi primer guateque. Estaban de moda en
los años cincuenta y sesenta; todo aquel chaval o chavala que
sus papis le dejaban el piso los domingos por las tardes, los
organizaban. Circulaba un chiste sobre los guateques que me
hacía mucha gracia.
Una amiga le dice a otra.
-Pili, me han invitado a un guateque y me han dicho
que lleve una amiga. ¿Te vienes?
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-¿Un guateque...? ¿Y qué es eso?
-¡Ah! No lo sé, pero por si acaso, mejor que llevemos
bragas limpias.
Se decía que se le echaba a la bebida una especie de
limonada con algo de licor, una droga llamada Yumbina. Por
lo visto es para las vacas, pero decían que unas pequeñas
dosis en el licor, ponía a las chavalas a cien.
No lo sé porque nunca lo vi echar, pero lo que si puedo
jurar, que, la niña de la farmacia cuando bailábamos aquellos
boleros de moda cantados por el gran Lucho Gatica, o
Antonio Machin se pegaba como una lapa; y uno, en vez de
arremeter contra ella me apartaba, estúpido de mí, creyendo
que igual la niña me montaba un numerito por fresco.
Pero lo que es cierto, y que nadie se mosquee, en aquel
entonces, existía la clásica “calienta pollas”. La tía que te
ponía a mil bailando, y cuando atacabas te pegaba el corte, y
te dejaba patidifuso.
Lo que si puedo asegurar, analizando después aquellos
detalles que entonces no percibía, (pues vuelvo a repetir que
el concepto que yo tenía de la mujer frente al sexo), me
impedía creer que eran como los chicos; que sentían los
mismos deseos carnales, y que se masturbaban también
como nosotros. ¡Pero que ingenuo era!
Y lo que más me jode, fue a la cantidad de chavalas
que dejé con las braguitas húmedas, y seguramente
cagándose en mi padre, por panoli.
Poco duró mi romance con la farmacéutica, dos o tres
semanas a lo sumo. Pero cada vez que paso por la plaza de
Ruiz de Alda y veo la farmacia me acuerdo de ella.
Y lo que más me revienta que por preservativos, casi
imposible de conseguir un chaval entonces, no hubiera tenido
problemas.

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Aquellos besos de "La Bombilla"

Se denomina La Bombilla a los márgenes del río


Manzanares que transcurre por el Paseo de la Florida.
En una de las orillas había unos espacios en donde
hacían baile los veranos, y allí se concentraban gran cantidad
de chachas (Hoy llamadas empleadas de hogar) y modistillas
con deseos de encontrar un novio, o simplemente para ligar.
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Tenía 18 años cumplidos, quizás, (o sin quizás) la edad
años más esplendorosa de este mozo: (vean la foto y digan si
miento), y ya era todo un don Juan en las artes amatorias.
¡Bueno! Limitado a la época y el lugar, ya que echar “un
polvete” a la salida del baile, y acabado de conocer a una
chica normal no prostituta, no es que fuera difícil, ¡era un
milagro!
Aquellas niñas no fornicaban a las primeras de
cambio, había que prometer y prometer, para llegar a
conseguir colocársela entre los muslos, o que hiciera “una
manuela” ¡cómo mucho! Pero metérsela era más complicado;
primero, por la moral que reinaba, y segundo, porque no
tenías un sitio donde poder hacerlo tranquilamente. O sea,
que cuando lo conseguías, a una tapia oscura o al campo.
Salía entonces con una chavalilla que no recuerdo su
nombre, pero los besos a tornillo que nos dimos allí si que los
recuerdo perfectamente, porque fueron sin duda la envidia de
decenas de chicas que sentadas alrededor de nuestra mesa,
esperando ser invitadas a bailar por los mozos que pululaban
por el lugar; y que miraban entre estupefactas y excitadas,
(porque en sus pueblos no se imaginaban presenciar tal
escena), como la moza y un servidor, nos “comíamos los
morros” de una manera desaforada.
¡Muy buenos recuerdos me trae La Bombilla! Cada vez
que voy ahora a Casa Mingo, que está situado precisamente
allí a tomar una sidriña con un pollo asado, no puedo evitar
acordarme de aquellos momentos tan maravillosos.
¡Qué pena que sólo se puedan cumplir los 18 años una
vez nada más en la vida!

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Como conocí a Petri, en el Café de Levante

El café de Levante se encontraba en la Puerta del Sol y


fue inaugurado aproximadamente en 1860. Estuvo en
funcionamiento hasta 1966. Era el más discreto café de los
ubicados en el centro a finales de siglo. Tranquilo y
silencioso, por esta razón era frecuentado por militares
retirados, gente mayor huyendo del bullicio de otros cafés. A
pesar de todo tenía tertulias. Este café servía comidas y era
famoso su bistec de la casa. Manuel Fernández y González
escribió su novela titulada El cocinero de su majestad (1857)
en este establecimiento.
La primera vez que entré en este café de fama en
Madrid fue el año 1960, tenía diecinueve años. Decían que
las mejores prostitutas frecuentaban el local de una forma
muy discreta, que no se les notaban lo que eran.

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Esa idea me gustó, ya que lo me daba asco era al
ambiente creado alrededor de la prostitución, y lo que me
deprimía; por lo que un buen día y con unas pesetillas en el
bolsillo, decidí entrar a conocer el ambiente.
Sentada en uno de aquellos bancos junto a la pared
estaba la que al momento me acerqué en demande de sus
favores sexuales, ¡bueno! de favores es un decir, ya que había
que pagarlos.
De unos treinta años; y aunque se suponía que era
una prostituta, porque en aquellos años era impensable que
una mujer decente estuviera sola en un establecimiento de
hostelería, no lo parecía. Además como me recordaba a mi
vecina Mari Luz (página 55) que me gustaba cantidad, fue lo
que me animó.
No puedo recordar el diálogo que utilicé para iniciar el
contacto, pero recuerdo perfectamente que me pidió
doscientas pesetas de las de entonces, casi el sueldo de un
mes.
Lo más gracioso "del cuento" es que al ser la mayoría
de edad a los veintiuno años, y yo solo tenía diecinueve, no
me dejaron entrar en los tres establecimientos hoteleros
(pensiones) de los aledaños de la Puerta del Sol que me llevó.
Pero como la "señorita" no quería perderse la
oportunidad de echar "un polvo" con un chaval tan guapo y
jóven como yo, ya que estaría acostumbrada a ir con vejetes
de pieles arrugadas y "cataplines colgantes"; al ver que
desistía de intentar buscar una habitación por allí, le dije que
se quedara con las doscientas pesetas, pero que yo me
marchaba.
-Ni mucho menos chaval, tú hoy follas conmigo y
siempre que quieras.
-Igual se cree usted que yo dispongo todos los días de
doscientas pesetas para ir con señoras como usted. Le dije un
tanto displicente.
-No niño bonito (recuerdo perfectamente que me llamó
así) cuando quieras me llamas y tu amiga Petri te
complacerá.

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Este diálogo se desarrollaba en el taxi que tomamos
para dirigirnos a su casa, que recuerdo que estaba en el
Barrio de Argüelles, en la calle Fernández de los Ríos; el
número si que no me acuerdo.
No las tenía todas conmigo; la sombra de la Venancia
(página 18) y aquel olor de la habitación de la rubia (página
71) de la Avenida de Donostiarra, envolvían mi mente.
-Te veo un poco preocupado chaval. ¿Eres primerizo?
Me dijo Petri al verme la cara.
-Un poco, porque la verdad va a ser mi primera vez.
-¿Descapullas? Me preguntó.
Afortunadamente desde muy jovencito me acostumbré
a echarme "el pellejo" para atrás. Por lo que le dije muy
resolutivo:
-Sí, sí, descapullo sin problemas. ¿Por qué lo
pregunta?
-Sería un incordio, meterla la primera vez sin
descapullar te puede hacer daño. Me figuro que te harás
pajas ¿verdad?
-Sí, bastantes.
-Normal... A tu edad...
Llegamos a su casa, y ella pagó el taxi; acto que me
satisfizo, y más al no hacer ninguna insinuación de que lo
pagara yo, ya que no me quedaban ni dos pesetas; lo justo
para volver en el tranvía a casa.
Debo decir en honor de la verdad, que Petri fue como
una "madre"; seguro que me vio tan indeciso que en vez de
haberme despachado en un santiamén, tuvo una paciencia
infinita conmigo.
-Ven cielo. Me dijo a la vez que me llevaba al baño.
Vamos a lavarnos los dos un poco, que aunque se nos ve muy
limpios, y a ti como "un pincel", es recomendable lavarnos
"esas partes".
Empezaba a sentirme bien; Petri me estaba tratando si
no como "una madre", (como dije antes), sí, con una
delicadeza extrema. Y cuando se bajó las bragas para lavarse
"el chirri" en aquel bidé; (por cierto, que era el primer bidé

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que veía) me sobrevino una oleada del perfume de su
entrepierna, que disipó de mi mente los fantasma de la
Venancia y de la Rubia; porque me recordó al aroma de
Carmencita; aquella fragancia parecida que si otrora me
enervó los sentidos, ahora hizo que me empalmara a tope.
-¡Caray chaval! Cómo se te ha puesto. Me dijo
sonriente, al ver mis 18 centímetros "de arboladura".
Otra escena que me impresionó, es el ver como Petri se
lavaba "el conejo". Bien abierta de piernas y con el pitorro del
grifo por donde salía un chorro de agua que recogía con su
mano derecha y se lo llevaba al centro de sus piernas. Centro
que estaba cubierto de tanto pelo, que no se le veía "la raja".
También me impresionó la cantidad de pelos que tenía
en las axilas. Debo aclarar, que no estaba de moda afeitarse
las mujeres esa parte; es más, el hacerlo no estaba bien visto.
Se lavó bien el "sobacamen" y a continuación se dio un
desodorante que olía a jazmines.
-Ahora te toca a ti, cariño. Me dijo a la vez que me
tomaba de la mano y me acercaba a su vera.
Me bajó los pantalones; acto seguido los calzoncillos
cuarteleros (los slips todavía no se habían puesto de moda).
Me tomó el "pito" que ya estaba como apunté antes, y con el
glande bien descapullado; y con ambas manos empezó a
lavarme, manos que se deslizaban por toda la superficie de la
piel suavemente, porque previamente te había untado una
especie de jabón transparente.
No lo pude evitar, pero media docenas de sacudidas
bastaron para que derramara toda mi esencia en sus manos.
-¡Pero cielo! ¿Qué has hecho?
-Ya lo ves Petri, no he podido contenerme.
-¡Qué pena! Con lo que hubiera gustado tenerte encima
de mí.
-Yo me recupero en 15 minutos. Le dije con ánimo de
consolarla. Pues ya estaba totalmente convencido de que Petri
estaba conmigo, no por las doscientas pesetas.

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-Mira cielo. Son casi las ocho de la noche, y como estoy
en casa, aquí me quedo, ya no vuelvo al Café Levante. ¿Tienes
prisa?
-No, ninguna. No me espera nadie.
-¿Tampoco tienes novia?
-No, no.
-Estupendo, cariño. ¿Tienes hambrecita?
-Pues ahora que lo dices, si tengo algo de apetito.
Me llevó a su habitación; se puso una bata rosa
transparente y salió de la misma hacia la cocina. Fueron
suficiente los cinco pasos que dio de la cama en donde me
dejó hasta la puerta para observar su trasero. ¡Joder! que
pedazo de culo, parecía repujado. A cada paso, la nalga
correspondiente se elevaba de la otra unos centímetros, por lo
que los andares de Petri, a través de aquella bata de gasa o de
tul, parecía que ambas caderas querían salirse de la caja que
les contenía.
A los poco minutos me trajo una tortilla a la francesa
de dos huevos en un plato, y una loncha de jamón a lado.
Plato que devoré en escasos minutos.
¡Qué bien me sentía! Estaba totalmente relajado y sin
temores. Petri olía a hembra en flor, a limpieza; y en la
habitación se aspiraba cómo un aroma de rosas. Suficiente
para que mi verga adquiriera otra vez la contundencia
necesaria para penetrar en su "cuevita".
-¡Pero niño! ¿Ya estás dispuesto para la faena? Me dijo
al ver el mástil que miraba hacia el cielo.
La tomé por ambos hombros (estaba sentada en el
borde de la cama). La besé en la boca, y ella no rechazó la
caricia, al contrario, se abrazó a mi cuello; con sus manos
atusaba mis cabellos mientras las lenguas se entrelazaban en
las cavidades de nuestras bocas.
-Ábrete de piernas, que no aguanto más.
Petri me ofreció su vagina, pues pude ver en su rostro
el deseo. No era un cliente, en ese momento era su amante.
Mis manos se aferraron a sus caderas con la intención
de que no quedara ni un milímetro de mi miembro sin

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alojarse allí; ella lo captó, y aupó el culo a la vez que con las
piernas entrelazaba mi cintura con el fin de facilitarme la
labor. Y así fue, sentía como mis testículos repicaban en sus
ingles, y su pubis peludo junto al mío.
Me abrazaba con una delicadeza exquisita, por lo que
pude observar a escasos centímetros toda la "floresta" de sus
sobacos. No lo pude evitar, arrimé mis narices allí con la
intención de oler los efluvios que emanaban de aquel lugar.
Olían a jazmines, pues de aroma de jazmines es el
desodorante que usa. Lamí aquella axilas con la
complacencia de Petri, que a cada lametón por las
profundidades de sus sobacos daba como un respingoncillo y
emitía un suspiro de las cosquillitas que le daba mi lengua.
Al instante noté como me asía de mis nalgas y me las
apretaba contra ella, dando unos gritos entrecortados, que
aunque suponía que era un orgasmo, no estaba seguro; era la
primera vez que sentía una mujer correrse.
Llegó un momento que no sentía mi pene dentro de su
vagina; estaba la zona tan "suave" que se deslizaba sin
apenas enterarme, pero no fue obstáculo para que yo
descargara "un río de semen" dentro de ella.
Quedamos los dos rendidos, exhaustos, extenuados y
postrados uno al lado del otro. Fue maravilloso.
Aquí comprendí la diferencia que existe entre el follar y
hacer el amor. Y también entendí, que una prostituta, por
muy materialista que sea, siempre le quedará un rincón de su
corazoncito para amar como a mí me amo Petri ese día. ¡Al fin
y al cabo es una mujer!

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Confesiones sicalípticas de un abuelo

Dentro de unos días voy a cumplir los setenta y uno.


Me parece increíble pero cierto. Tengo en la memoria los años
de mi juventud más vigentes que los de mi senectud; y
aunque sé que es imposible luchar contra la Naturaleza,
asumo mi puñetera realidad; pero por eso no voy a dejar de

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rememorar aquellos maravillosos años que vivieron mis
neuronas en su plenitud.
Sin embargo, bajo la perspectiva de como se ve la vida
a los setenta años, por muy maravillosos que fueran mis
veinte, te dejan un sabor agridulce al darte cuenta ahora que
lo extraordinario de aquellos años era la inconsciencia, la
ignorancia que se tiene a esa edad, no la razón de las cosas
de la vida.
Es común en todos los mortales decir que si volvieran
a nacer sabiendo lo que saben ahora, harían mejor las cosas.
Creo que no, pues si a los veinte años tuvieras la sabiduría de
un hombre de setenta, no ibas a disfrutar de lo que concede
en la candidez, la ternura, la inocencia y el mocedad, e ibas a
rechazar aquello que se descubre en la pubertad y se disfruta
como algo asombroso.
El primer "chichi" que tuve delante de mí, fue el de
Carmencita. Tendría mi edad: 13 añitos, o quizás uno más.
La emoción al ver aquella "rajita" tan sonrosada y con
algunos pelitos negros y rizaditos que ya empezaban a
florecer por aquel "monte y sus laderas" fue tan enorme que
me paralizó la mente. No supe que hacer, tanto que no hice
nada. Sólo mirar absorto aquella "rosa encendida" y tocarla
con mis deditos con mucha delicadeza, no fuera que se
"deshojara".
Si en aquel momento hubiera tenido la mente de
ahora, sin duda aquel "precioso conejito" hubiera sido
"devorado" con la avaricia del más asqueroso pederasta; y
posiblemente hubiera hecho una desgraciada a Carmencita.
No, no me arrepiento de no haber disfrutado de
"aquella rosa" tan delicada que la niña me ofrecía
seguramente sin tener plena conciencia de lo que hacía.
Pero aquella Flor me subyugó. Soñaba con la "rosa
húmeda y cálida" de aquella niña morena alta y preciosa día y
noche. Y no sé por qué, esa escena no se volvió a repetir.
¡Bueno! Es que Carmencita no vivía en mi barrio; era prima
de mi amigo Manolo, y de vez en cuando visitaba a sus tíos. Y

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aquel "inusitado cuadro" fue producto de ¡vaya usted a saber
porqué! Pero no se volvió a repetir.
Aquella escena, sirvió para encandilar mis sentidos. El
hacer "guarrerías" se había convertido a mis 13 añitos en una
obsesión. Pero en aquel entonces, el follar (como se dice hoy)
era algo tan imposible de alcanzar para un niño como yo
educado bajo los preceptos de la Santa Madre Iglesia; era
como conseguir un sueño irrealizable.
Era pecado mortal, sí, mortal, de esos que te condenan
al fuego eterno para la eternidad. ¡Y coño! Qué un chumino
no merecía la pena tanto sufrimiento. Pero esa idea te duraba
menos tiempo de lo que tarda en cocerse un espárrago; y al
momento, otra vez con "la pilila tiesa" soñando con lo
prohibido.
¡Cuántas pajas me hice pensando en tu coñito
Carmencita! ¡Cómo te recuerdo! Jamás te olvidaré. ¿Por qué
tanto me sublimabas?

Mi primera "gayola"

No sé si fue mi primera "paja", pero si que la recuerdo


como la primera, ya que me la hice inmediatamente después
de ver el chichi de Carmencita, ¡y por supuesto! Que fue a su
salud.
Parece mentira como se quedan grabados en el cerebro
los recuerdos, sobre todo aquellos que te fueron gratos. Y lo
peor, también quedan grabados los ingratos; pero de estos no
voy a recordar ninguno, ya que se me pone la carne de
gallina, y me entran tiritonas al evocarlos.
No puedo precisar la fecha ni la hora, pero si recuerdo
que estaba solo en la cama en la que dormía con mi hermano.
El chichi de Carmencita lo tenía tan incrustado en el cerebro,
que me parecía que todo el mundo de mi alrededor lo podía
ver.
También recuerdo perfectamente aquel aroma; sí, fue
la primera vez que supe como olía "la flor" de la mujer.

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Debo hacer un inciso, para relatar algo que tiene
relación con los olores corporales. Había una señora muy
mayor que solía ayudar a mi madre en las tareas domesticas;
y cada vez que pasaba por mi lado, el aire que respiraba en
ese momento parecía estar impregnado de un tufillo que mis
fosas nasales intuían que procedía de "sus fondillos". Un tufo
que me resultaba algo asqueroso, y me preguntaba: ¿Olerán
todos los chuminos cómo este?
Y como no había olido ninguno en su verdadera
fragancia natural una vez pasado por el bidé... ¡Bueno! a la
sazón por la palangana, porque el bidé no se conocía en las
casas de los pobres, o al menos en la de mis padres, no lo
había; no tenía conocimento claro del olor íntimo de la mujer.
Me decía: "cómo todos huelan igual que el de esta
señora, mucho me temo, que no voy a catar de esa sopa". Y
no es que fuera un niño asqueroso, pero aquel olorcillo a
añejo, me tenía algo inquieto y preocupado.
Pero no. De repente me vino el recuerdo del olor del
chichi de Carmencita. Debo aclarar, que cuando tuve a
centímetros de mis narices aquel "clavel reventón", sus
vapores inundaron mis sentidos, llenándolos de sensaciones
tan deleitosas que desde entonces no concibo hacer el amor
sin sentir la fragancia de la hembra en celo. Porque por lo
visto, cuando la mujer está en ese estado sus hormonas
emiten "ese perfume" tan especial, que para el hombre es
bálsamo de vírgenes que le traslada "al séptimo cielo".
¡Qué diferencia de aromas, Señor! El perfume de "su
amapola" me producía tales sensaciones y emociones, que
(gracias a Dios y a Carmencita) descubrí que el olor de una
hembra, es sin duda uno de los bálsamos o aceites que
inundan intensamente la libido del hombre.
Y es verdad; al recordar aquella fragancia, mis "carnes
colgantes" sufrieron como un estremecimiento. Aquellos
"diciocho centímetros" parecía que querían liberarse de algo
que les constreñía.
Efectivamente ¡Ay que joderse! Que sabia es la
Naturaleza. A mí no me enseñaron como ahora pretenden

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enseñar a los chavales asignaturas sobre la educación sexual.
Ni puñetera falta que me hacía; la Naturaleza es la mejor
educadora para los temas de "la braga y la bragueta", y te lo
enseña todo con naturalidad, sin falsos conceptos morales.
Pues como decía, "aquello" se puso más duro que "el
cerrojo de un penal". El olor de Carmencita volvía a mis fosas
nasales que las inundaba con sus fragancias de morena
sureña, creo que de Motril. (Es que las "granainas" tienen un
encanto especial)
"Aquel nardo" reventó a las primeras "vueltas de
manivela", dejando en aquellas sábanas viejas, pero blancas,
(mi madre las lavaba con añil), las huellas de la primera y
maravillosa sensación sexual que tuvo este imberbe a sus
trece añitos.

Mis erecciones pensando en Isabelita

La recuerdo con mucha alegría, pues júbilo es lo que


me producía mi vecina Isabelita. Era (y me figuro que lo
seguirá siendo) una preciosidad de mujer: delgadita, alta,
morena con el pelo largo, y una carita de muñequita. Todavía
siento en mis brazos su talle el día que en la cocina de mi
casa nos quedamos solos, y bailamos una melodía
imaginaria.
Mi hermana era amiga de su hermana; y como
nuestras respectivas casas se comunicaban a través de un
patio de luz interior, las relaciones familiares eran bastante
frecuentes.
Tendríamos la misma edad, mes más o menos,
aproximadamente unos trece años en el tiempo de este relato.
Año 1954.
Ya se me había pasado el síndrome de Carmencita,
pues como digo antes, no vivía en el barrio, y la dejé de ver
después de "aquello" tan bonito. Pero sí me quedó un bello
recuerdo que como ven todavía perdura. Allá donde estés
Carmencita, te mando otro beso.

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Isabelita era ahora "la niña de mis ojos"; pero no sé si
por apocado o por miedoso no me atrevía a insinuarme, no
era capaz de hacer realidad mis pensamientos hacia ella.
Debo aclarar, que los niños de aquellos años salvo
excepciones, estábamos bajo la influencia de aquel régimen
"tan espiritual" que pretendía elevar a los jóvenes a través del
alma hacia Dios.
La separación de niños y niñas en los colegios era una
muestra evidente para evitar las tentaciones del sexo; puesto
que pecar contra ese mandamiento fuera del matrimonio, era
uno de los pecados mortales que te mandaba al Infierno sin
remisión en caso de no arrepentirte. Por eso no es de
extrañar, que cuando a un joven de la época le preguntaban:
-¿Y tú, para que te quieres casar?
La respuesta inmediata era:
-¡Para joder!
Quizás aquel sistema tan excesivo a reprimir toda
actividad sexual fuera del matrimonio, fue el que me privó de
saborear las mieles de aquellas niñas; y hoy me doy cuenta
que me lo pedían casi a gritos, pero a mis trece o catorce
añitos ni me enteraba. Y voy a contar porqué.
Era un niño bastante mono; delgadito, muy alto para
la época. Mediría por los menos un metro setenta y cinco
centímetros, morenito y con cierto aire de galán latino. Pero
con un concepto totalmente equivocado del pensamiento
femenino: tenía la absurda creencia, que todas las mujeres
venían al mundo para ser esposas y madres ejemplares,
(como mi madre y mi hermana) ¡Pero que inocente era!
Recuerdo mil detalles de mujeres solteras y casadas,
que me lo pedían casi a gritos, y como digo antes, yo sin
enterarme por culpa de ese concepto. También debo de
aclarar, que mis inclinaciones sexuales iban encaminadas por
la senda del espíritu. Me explico:
Hacer el amor, sólo lo imaginaba a través de una
atracción más bien espiritual que material. No concebía el
follar por follar; no entraba en mis parámetros sexuales. Con
esta mentalidad no es de extrañar, que desestimara aquellas

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que no entraban en mis conceptos sobre el sexto
Mandamiento.
Isabelita era todo deseo, pero como era tan cándido y
la respetaba tanto, sólo los satisfacía en la soledad de mi
habitación, y entre mis sábanas níveas.

Isabelita me invitó a su casa a merendar

Lo que más recuerdo de aquel momento, es que mis


labios estaban plagados de calenturas que me daban un
aspecto nada indicado para besar a una chica; por eso me
sorprendió que me invitara a merendar chocolate con
picatostes, que dijo haber hecho para mí.
Fue por la tarde, pero cual no sería mi sorpresa que no
estaba sola, estaban con unas amiguitas del barrio. No puedo
precisar cuantas eran, pero por lo menos cuatro.
No supe que hacer al encontrarme allí con aquellas
niñas de más o menos de mi edad: entre los trece y los quince
años.
Y hoy, al cabo de más de cincuenta años, estando más
claro que el agua la intención de aquellas infantas, todavía
me resisto a creer, que, en el año 1954, en plena represión
sexual, unas niñas pudieran urdir semejante lance con un
niño, y precisamente conmigo.
Una de las chicas, que por más esfuerzo que hago en
recordar su nombre no me viene a la memoria; pero si
recuerdo que siempre tenía la carita colorada, al igual que las
piernas por la parte de los tobillos; rubita y bastante mona,
me constaba que me miraba con muy buenos ojos, y que le
gustaba hablar de picardías conmigo. Fue la primera que se
quitó el vestido, para quedarse en enaguas, porque antes las
niñas llevaban esa prenda debajo de la falda.
La estoy viendo ahora exactamente igual que la veía a
la sazón. Unos brazos y hombros redondeados, las piernas
algo gorditas, como dije antes, y coloraditas por los tobillos.
Sin duda, era el cuerpo más desarrollado de todas, porque me
fijé muy detalladamente que llevaba un sostén que le dejaba

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casi al descubierto unas tetitas más desarrolladas que
incipientes.
Y como un servidor no había visto entonces ninguna
teta femenina, ni tan siquiera las de mi hermana, me produjo
una cierta impresión, ya que no suponía que una niña en esa
guisa, tuviera ese cuerpo de mujer, cuando estaba harto de
verla como a una niña con su faldita, sus calcetines, y su
blusa o jersey todos los días que jugábamos al rescate los
niños y niñas juntos, o las niñas al corro.
Recuerdo también que estaba un poco contrariado,
porque la presencia de tanta niña, sinceramente me aturdía.
Y además, mi ilusión era la de estar a solas con Isabelita.
Pero ¡leche! Aquel pedazo de cuerpo empezaba a ponerme en
tensión, (sobre todo un miembro muy particularmente)
cuando se quitó la combinación y se me quedó en braguitas y
sostén; mientras las otras niñas empezaban también el "baile
del destape".
Cada vez que lo recuerdo, me proviene una sensación
de frustración tremenda, ya que aquello que parecía iba a ser
una desenfreno, quedó en agua de borrajas, por lo que
sucedió al momento.
Una llamada inesperada a la puerta fue lo que me hizo
saltar por la ventana del patio (estaba a ras del suelo) y salir
de naja por otra ventana que daba al corredor de los pisos.
Era otra amiguita de Isabelita que quería jugar con
ellas. Lo que nunca supe, es si estaba al tanto de lo que allí
acontecía, o fue simplemente a charlar.
¿Y cómo acabó aquello?
Pues acabó, que este estólido, no volvió a la "escena del
crimen" porque del susto... ¡Menudo era el padre de Isabelita!
casi se "giña" en los calzoncillos.

De aquel verano en el Real de San


Vicente - 1954
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Fue el verano de 1954, o sea, que tenía 13 años. Lo


recuerdo como si hubiera sucedido ayer.
Resulta que mi abuelo paterno era natural de esta
localidad toledana, y en la misma vivían varios primos; por lo
que fui invitado por unas de mis tías a pasar ese verano.
En aquel entonces, el ser de Madrid parecía como ser
algo especial, no sé, pero la gente te miraba o consideraba
cómo si fueras de otra galaxia.
Y así debía ser, ya que notaba en los niños de mi edad
del pueblo con los que me relacionaba una especie de envidia
y respeto hacia alguien que creían superior a ellos. Y en las
niñas, unas miradas furtivas que denotaban cierta
admiración.
También he de decir sin que me supere la vanidad, que
mis modales de niño fino y educado chocaban con los de
aquellos mozalbetes con más aspecto de gañanes que de
chavales.
¡Cómo no recordar el bar Tico-Tico! Donde di mis
primeros pasos bailando. Pero sobre todo me quedó el
recuerdo muy grato de una niña en especial; se llamaba
Carmen y de apodo "La Vilana" (no sé si con uve o con be).
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Era alta, morena y muy guapa. Me gustaban las altas porque
yo era (y soy) un hombre alto: 1.80 metros, y las niñas
bajitasno es que no me gustaran, pero por razones de
armonía, siempre me inclinaba a intentar ligar con las más
altas.
Según ya he contado era un niño muy inocente, exento
de toda malicia, y que todavía sigue creyendo que todo el
mundo es bueno. Por eso me era imposible ver, y menos
intuir las maquinaciones de las personas ante aquello que
desean conseguir.
Sé, que durante ese verano fui el centro de atención de
todas las niñas de mi edad; pero no supe sacar provecho de
esa situación por mi forma de creer en la mujer. Ya he dicho
que creía que todas venían al mundo para ser esposas y
madres ejemplares; y por esa creencia, aún sintiendo los
ardores de la pubertad que empezaba a hacer mella en mi
metro casi ochenta (a la sazón) y en mis 60 escasos kilos de
peso por falta de vitaminas, (en aquellos años se comía poco y
mal), ni se me pasaba por la cabeza el usar a la mujer como
instrumento sexual. Y también creía, que, todas buscan en el
hombre a ese esposo y padre modelo con el que sueñan.
Pero no, eso lo descubrí muy de mayor; la mujer
también busca en el hombre otros objetos que satisfagan no
precisamente la situación familiar.
Un día sucedió algo que todavía no soy capaz de
interpretar. ¿Qué es lo que buscaban aquellas niñas con
aquella acción que me desconcertó bastante?
Una de ellas, no puedo precisar cual fue, estando
sentado en el poyo de la puerta de la casa de mi tía, me
entregó una copa de esas que se suelen usar para tomar
licores, con la intención que bebiera su contenido: un licor
entre amarillo y anaranjado que parecía coñac.
Imbécil de mí, ni pude sospechar que las muy cochinas
se habían orinado en la copa. ¡Las madres que las parieron!
Escupí aquel líquido viscoso, amargo y caliente con asco y
estupor, pero ante las risitas de aquellas niñas que estaban
observando mi reacción a escaso metros.

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Y así acabó mi veraneo en el Real de San Vicente, no
sabiendo si aquellas niñas me querían envenenar, o me
ofrecían "sus licores" para que catase de ellos.

Diario íntimo de mi prima Marucha

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En aquellos de los años cincuenta, vivimos un poco


hacinados en mi casa, mientras los papás de mi prima
encontraban alojamiento en Madrid; ya que su papá,
hermano del mío, se vino del pueblo destinado a Madrid.
Ambos eran militares.
Este pasaje de "mis fantasías" acaeció en el año 1958,
unos cuatro años después de mi veraneo en el Real de San
Vicente. Por lo tanto ella tendría veinticuatro primaveras
¡Pero qué primaveras, madre mía! ¡Qué hembra más hermosa!

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Yo tenía 18 años y empezaba a despertar a las
disquisiciones del sexo. He de decir, que en aquella época los
niños íbamos más atrasados que las niñas en picardías; me
di cuenta después, cuando leí el diario de mi prima y cuando
rememoraba aquellas escenas en que las niñas me lo ponían
en bandeja y yo sin enterarme. ¡Es que yo era un niño muy
mono! ¿Saben ustedes?
Pero era tan cándido, que estaba convencido que las
niñas no sentían como los niños en materia de sexo. Que
ellas sólo habían nacido para ser mamás, cuidar a sus hijos y
quererles mucho. ¡Ah! y para ser alcahuetas, lo que le
llamaba mi tío a mi tía. No sabía lo que significaba entonces,
pero nada bueno, ya que se lo decía cuando se cabreaba.
Yo espiaba a mi prima Marucha, y lo que más me
gustaba era buscar entre la ropa sucia sus braguitas y
olerlas; ya que como he contado en el "cuento de la otra
Carmencia" el aroma de "un coño en flor" me sublima, y
porque producen en mi mente muchas fantasías que me
ayudaban a "cascármela" con más ilusión.
Revolvía en sus cosas buscando cosas íntimas de ella.
Deseaba alimentar mis quimeras, porque como todos sabéis,
"una paja" sin fantasía no sabe a nada. Y buscaba todo
aquello de mi prima que ayudara a mi tarea.
Mi tía le decía a mi mamá.
-María, alguien me revuelve en la maleta y el armario.
-¡Pero Felisa, mujer! Quien te va a andar en la ropa.
-¡Ay no sé! Pero no me la encuentro como la dejo.
-¿Te falta algo?
-¡Mira, eso no! Nada me falta.
-Entonces cuñada no te preocupes, igual es Marucha.
-No, no creo.
Las oía y me partía de risa. Estaba considerado como
el "lila" de la casa, incapaz de hacer lo que hacia, ¡Sí, sí! Me
tenían como a un niño tipo "Ginesito" que no se entera de que
va la misa, y que sólo se dedicaba a estudiar y a jugar con los
soldaditos de plomo.

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Un día no sé porqué, se me ocurrió mirar debajo de la
cama que dormía ella, y vi una caja de lata, (como aquellas de
las de carne de membrillo) pegada a la pared, y como medio
escondida entre una de las patas.
Me dió un vuelco el corazón, intuía algo terrible para
mi morbo. Ese día estaba solo en casa con la tripita mala; mi
mamá y mi tía habían ido a comprar los garbanzos y las
patatas, y mis hermanos y Marucha en el cole.
Antes de tomar aquel tesoro para mis ansias, me fijé
muy bien en la posición que estaba para dejarla exactamente
igual. Estaba mi tía y mi prima mosqueadas con que alguien
tocaba sus cosas, y no quería dejar más pistas.
Miré al reloj y eran las once y cuarto de la mañana.
Tenía 45 minutos por delante, hasta las doce no venía mi
prima. El corazón me latía cada vez con más fuerza.
Tomé aquella cajita de lata, pero me parecía de nácar
por lo que esperaba encontrar en ella. La emoción era tan
intensa que sólo el contacto de mi mano para abrirla, se me
puso tan gorda (la mano no, lo otro) que al igual que el
corazón, hacía contra la tripita: ¡pom... pom... pom...! ¡Qué
momento! ¡Qué momento!
Una libreta de tapas de hule rosa, tomé con mis
manos, y leí en la tapa que ponía: MI DIARIO.

Lunes: 1 de Septiembre de 1958

Hoy ha sido un día muy triste para mí, a mi novio Jorge


se lo ha llevado el ejército para hacer la mili; y nada menos
que a África ¡Qué mala pata! Estoy muy afligida y no hago
nada más que llorar; sólo me consuela la foto que tengo en mi
mesilla y el recuerdo de sus besos.
Ayer hicimos el amor, sí, eso que los niños llaman hacer
guarrerías; no pude negarme, llevamos casi tres años
gustándonos, desde que tenía 20, y nadie puede saber las
terribles ansias que tengo. Sólo la castidad que me debo
guardar, me retiene los impulsos de tocarme, me dice mi
confesor que no lo haga, que es pecado mortal.

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Es terrible para una chica que ha sido mujer a los 12
años. Las de veces que me he tenido que confesar este pecado.
El cura señor Tobías que es muy bueno me dice cuando le
confieso mis terribles sensaciones:
-Marucha hija mía, esa flor que tienes nunca dejes que
se deshoje y marchite; guárdala como guardas tu alma: limpia
y pura...
-Padre, limpia si que la guardo, me la lavo todos los
días.
-No me refiero a esa clase de limpieza hija, me refiero a
la limpieza espiritual de tu rosa. Debe ir limpia de contacto de
varón hasta el matrimonio. Que el hombre que Dios te tiene
reservado para ti, recoja esa flor en su máximo esplendor. No
le defraudes.

Martes: 2 de Septiembre de 1958

Tengo unas terribles dudas espirituales. No he tenido


valor para confesar lo que he hecho con Jorge y me siento muy
mal. Pero no puedo evitar el emocionarme al recordarle y como
me hizo el amor. ¡Juro que yo me resistí! Pero su voz cálida
empañó mi mente y me dejé hacer.
Cariño... Me dijo con los ojos húmedos. Te juro, dijo
sacando de la cartera una estampa de la Virgen del Pilar, (es
que Jorge es maño) por mi Virgencita que es lo que más quiero
después de ti, que cuando acabe la mili nos casamos. Dame
"tu cosita", deja que su recuerdo me de luz y fuerza para
sobrellevar estos años lejos de ti.
Fueron tan sinceras sus palabras, que unidas a mis
deseos no puede negarme a tan sublime decisión.
Todavía siento escozor en mis ingles; Jorge fue todo
delicadeza, como sabía que era virgen me puso vaselina. Yo le
pedí por favor que no me la metiera toda, que sólo la puntita,
pero cuando sentí esa cosa gorda y sin pellejo en la entrada de
"mi rosa", fui yo la que tirando de su culo, me la metí hasta
dentro. ¡Y más que hubiera tenido! Una vez que eso apunta, el
tiro hasta los ovarios es irremisible.

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Supe lo que es el placer que da el hacer eso (antes no se
llamaba orgasmos) y lloré de felicidad en los brazos de Jorge.
¡Me sentí la mujer más feliz del universo!

Miércoles: 3 de Septiembre de 1958

Hoy me siento más equilibrada de mente. Lo que hice


con mi novio fue amor, estoy segura, y aunque dice la canción
esa de: "niña Isabel ten cuidado, que donde hay amor hay
pecado", no es cierto, donde hay amor, hay amor. Por eso
acabo de tocarme, lo he hecho pensando en Jorge y he tenido
también mucho placer ¡más que nuca! El recuerdo de él encima
de mi me ha excitado de tal manera, que ha liberado mis
represiones... Me siento una mujer plena y llena de amor.
Mañana confesaré y le diré al padre Tobías lo mucho
que ama mi corazón a Jorge, seguro que lo comprenderá...

Jueves; 4 de Septiembre de 1958

El Padre Tobías me ha regañado y me ha puesto una


penitencia terrible: diez credos, diez Padre Nuestros con sus
correspondientes Ave María, diez Salves y diez Yo Confieso. He
cumplido la penitencia a "rajatabla", sin trampas.
-Ya te dije Marucha que la mujer debe conservar sus flor
limpia y sin mácula para entregarla íntegra al varón que Dios
le designe como marido.
-Pero Padre, Si Dios ya me asignado a Jorge como el
varón que será mi esposo.
-No-hija, no. Jorge, tu novio, es una prueba que te ha
enviado el Señor, porque en su bondad infinita, antes de
designarte al esposo, desea que las novias sean las que al
final elijan al que dar su virginidad. Por eso debes dejar a
Jorge, no es el hombre designado para ti, ya que ha intentado
robar "tu flor".
-Pero si yo le amo, Padre Tobías.
-No es un amor casto ni puro, hija. Y como ese hombre te
haya desflorado, vivirás eternamente en pecado, y Dios no te

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enviará a ningún varón puro y casto que se haga cargo de tu
desgracia.
Salí compungida del confesionario; Jorge me había
robado "la flor" y estaba en un mar de dudas. Pero lo terrible
es que no podía consultar con nadie mi desgracia, porque:
¿quién iba a rebatir la sentencia de un cura?
¡Dios mío! Como Jorge no cumpliera y se casara
conmigo, me veía en la calle, en el arroyo... y lo más horrendo;
en el Infierno.

Viernes: 5 de Septiembre de 1958

He decidido hablar con doña Pura, una vecina de más


de cincuenta años, y que durante sus años mozos fue la
querida (según cuentan) de un alto cargo político del Régimen.
No me atrevo a hacerlo, pero es tanta la angustia que
tengo, que de no hacerlo puedo reventar y va a ser peor. Me
armo de valor y un día a la hora que sé está sola en casa,
llamo a su puerta.
-¡Hola Marucha! ¿Qué te trae por aquí? Pero pasa, pasa,
no te quedes en la puerta.
-Verá doña Pura, es que no me atrevo a contarle lo que
me pasa.
-Tranquila niña, tranquila. Que si lo que me quieres
contar a mí, no se lo quieres contar a tu mamá, intuyo que
debe ser algo relativo al Sexto Mandamiento. ¿A qué sí?
-Jolin, que lista es usted, ¿Cómo lo ha sabido?
-Porque a tu edad, querida niña, de los Diez
Mandamientos de la Ley de Dios, es el que más nos preocupa
a las mujeres. Alegra esa cara, que cuando me lo cuentes,
verás como te vas a sentir más tranquila y segura.
No sabía como empezar mi relato, por lo que doña Pura
al verme tan dubitativa me dijo.
-No hace falta que me lo cuentes porque sé de sobra lo
que te pasa.
Otra vez quede alucinada cuando doña Pura supo
exactamente de mis angustias.

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-Te he visto varias veces con ese chico que sales, y que
se ha marchado a la mili hace unos días. ¿Voy bien?
-¡Jolín! Va derecha al asunto. Pensé sin hablar, pero mis
ojos me delataron.
-Y ese chico te ha pedido que le des lo que a todas las
mujeres nos piden los hombres, y se lo has dado. ¿Me
equivoco?
-Así es, doña Pura. ¿Cómo ha podido adivinarlo?
-No hace falta ser adivina Marucha, sólo tener cincuenta
años y haber pasado por lo que tú hace mucho tiempo. -A ver si
sigo adivinando. Y tú desasosiego proviene porque tu confesor
te ha dicho que estás en pecado mortal.
-Bueno, ya no, porque he cumplido mi penitencia y Dios
me ha perdonado. Mi ansiedad es porque no sé que hacer
ahora que ya no soy virgen.
-Mira niña: si ese chico te ama, te responderá, y si te
olvida, ponle "un puente de plata". Pero no creas que es porque
Dios lo ha querido, ha sido porque los hombres son así.
-¿Y qué hago si no me responde?
-Lo que te he dicho, olvidarle tú también.
-Pero me ha dicho mi confesor que desvirgada ya ningún
hombre me querrá.
-Tu confesor es gilipollas. Yo, con el virgo más roto que el
de "La Lirio" (la postituta más famosa de Madrid), he tenido
decenas de hombres a mis pies pidiéndome matrimonio.
-Pero es que usted doña Pura, se ve que ha sido y sigue
siendo una mujer muy hermosa.
-Esa es la clave niña: la belleza. Y tú eres más bella que
yo lo fui a tu edad. Manda a ese cura a "tomar vientos a la
farola", y ve con la seguridad absoluta que cientos de hombres
se pondrán a tus pies.

Sábado: 6 de Septiembre de 1958

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Los consejos de doña Pura me han dado mucho valor y
ánimo. Me miro al espejo desnuda y ¡es verdad! soy muy
bella. Mis pechos son firmes como rocas pendientes de un
abismo. Mis piernas como dos pedestales, y mi rostro es
como la "belleza de un valle de cerezos en flor". ¡Sí soy una
mujer muy hermosa! y si el imbécil de Jorge se olvida de mí,
que también se vaya "a hacer vientos a la farola".
Acabo de recibir una carta de Jorge. ¡Ay! Qué emoción.

Mi amada Marucha, y cada vez más recordada:


No te puedes ni imaginar lo que te añoro; y el haber
entrado en tu alma a través de tu cuerpo aquel maravilloso
día, hace que no te despegues ni un momento de mi mente.
¡No sabes amor mío lo qué te extraño!
Tengo muy buenas noticias que darte; me ha asegurado
el Teniente Coronel al mando del regimiento, que voy a ser
destinado a Madrid, porque como ya sabes, mi padre tiene
muchas influencias. ¡Por cierto! le he hablado a mis padres de
ti, y en cuanto acabe este periodo de instrucción quieren
conocerte. Y ya me han comprado un piso en Moratalaz,
(famoso barrio de Madrid que empezó a construirse por
aquellos años) para que sea "nuestro nidito" de amor. En
cuanto termine la mili, nos casamos. ¿Verdad que tú también lo
deseas, amor mío?
Tu Jorge.

¡Qué feliz me sentía! Y aunque dudaba si mi confesor o


doña Pura tenían razón en sus apreciaciones sobre el amor y
el matrimonio, ya no me importaba. Pasara lo que pasara,
estaba segura de mi futuro. Mi cuerpo (no mi alma) se
impondría en la vida.
Las voces de mi madre y mi tía sentidas por la ventana
de mi habitación, me despertaron de mi tremenda excitación.
¡Coño! Las doce ya.
Corriendo puse el diario de Montse en cu caja de lata,
y la caja de lata exactamente como me la había encontrado.

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-Felisín, ¿que haces? Dijo mi mamá nada más abrir la
puerta de la casa.
-Nada mamá, estudiando como siempre en la cama.
-¿Tienes fiebre?
-No, no creo.
-Ahora voy y te pongo el termómetro.
-Vale mamá.
¡Jopé que si tenía fiebre! Como mi mamá me ponga el
termómetro en las ingles, seguro que se sale el mercurio.
Aquello me reventaba.
¡Jopelín con mi prima! ¡Vaya, vaya! Conque las niñas
también se hacen "pajas".
No lo creía. Mejor dicho, mi estupidez sobre el
comportamiento de las niñas de mi edad ante el sexo no me
permitía ver que ellas en esa materia tienen las mismas
fantasías y deseos que nosotros. Lo que pasa, que aún
viéndolo no lo asumí hasta bastante mayorcito.
Me las prometía muy felices leyendo el diario de
Montsita, "Las gayolas" que me esperaban ansiosas iban a
ser de competición.
Al día siguiente fue a por "mi tesoro" ¡Y oh Dios! no
estaba, no estaba... no estaba...
Nunca supe como pudo desaparecer de allí el diario de
mi prima. Jamás vi en ella una mirada de reproche o de
sospecha... Ya no podía seguir leyendo sus intimidades, pero
si oliendo sus braguitas de algodón o de piqué, y con mucho
disimulo, como jugando le olía las yemas de los dedos de sus
manos, como intentando encontrar en ellos mis ilusiones
perdidas.
Al poco tiempo se fueron mis titos a un piso de la calle
Ayala y dejé de espiar a mi prima.
Ya nunca más mis "pajas" de púber fueron como antes.

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El chichi de la otra Carmencita

Ya saben que el chocho de la Venancia con "aquel


colgajo", me causó una terrible impresión, y me preguntaba:
¿A todas las mujeres cuando se hacen mayores se les pondrá
el chichi cómo al de ésta?
Recordaba el de Carmencita, tan rosadito y tan
agradable de mirar y sin esos colgajos; y me entró como una
especie de decepción: ¡Qué asco! Si de verdad los coños de las
mujeres se vuelven así de feos con la edad.
Ya me había dicho mi amigo Manolo, que, "la pipa" de
la Venancia era anormal, que era una especie de hipertrofia
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de ese órgano; pero a mí no se mi iba aquella imagen, y cada
vez que me venía a la cabeza, se me quitaban las ganas de
follar. Y me preguntaba:
-¿Con lo bonitas que son las pollas, porqué es tan feo
el chocho? Estaréis conmigo de acuerdo, son más bonitas que
los coños. ¿A qué sí?
Porque a mis dieciséis añitos, ya se la "meneaba" y se
la chupaba a mi amigo Paco. Tenía una polla preciosa, cortita
pero muy gorda, apenas me cabía en la mano, y se la lamía y
sacudía en su casa cuando estaba solo. Pero a lo que voy.
A esa edad, sentía una terrible atracción por el mundo
femenino; y a pesar de que le hacía pajas a Paco, más que
nada era porque los chicos y las chicas de entonces, vivíamos
en mundos muy diferentes; de ahí buscar la satisfacción
dentro del mismo sexo.
Carmencita era una vecina con la que había cierta
relación entre las familias, debido a que nuestras mamás
eran paisanas, y era muy normal que frecuentáramos ambas
casas.
Las matemáticas se me daban muy bien, siempre
sacaba sobresaliente; pero sin embargo eran la cruz para ella.
Un día me dijo su mamá, la señora Adela:
-Felisín. ¿Te importaría dar algunas clases de "mates"
a Carmencita? A esta hija mía no le entran ni con calzador.
-No señora Adela, por mí encantado. Dije bastante
decidido.
Carmencita era dos años mayor que yo, tenía ya los
dieciocho años cumplidos; y sé que le gustaba porque sus
miradas eran provocadoras, y en los juegos de equipo siempre
procuraba ser mi compañera.
Quedamos que después de comer, pasaría a su casa
para darle esas clases, sobre todo de quebrados que los tenía
atragantados.
El día que comenzamos aquella especie de lecciones,
estaba un podo cortado ya que nunca había estado con
Carmencita a solas y en su casa; y la verdad que no sabía

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como abordar aquella situación; me producía una especie de
morbillo.
Su papá, el señor Rogelio era taxista y estaba todo el
día fuera de casa, y su único hermano también regresaba del
trabajo muy tarde. Y su madre, no paraba de trajinar por la
casa o fuera de ella en otros quehaceres domésticos.
-¡Bueno niña! Le dijo el primer día que comenzamos las
clases. A ver si te aplicas y aprendes lo que te va a enseñar
Felisín.
-Sí, mamá.
-Os pongo el brasero en la mesa camilla, para que no
paséis frío.
-Gracias señora Adela, nos vendrá muy bien ya que
hace un frío que pela. De vez en cuando, le echáis "una
firmita".
Ya saben que las mesas camillas suelen ser redondas,
con un cubierta generalmente de hule o tela que llega hasta
el suelo, y que sirven como manta para los que se sientan
alrededor les cubran las piernas y estén calentitos.
El brasero se sitúa en un bastidor justo en medio del
fondo de la mesita, y se cubre con una campana de alambre
para evitar que por un descuido alguien meta los pies, y se
queme.
Comencé muy serio y circunspecto, no quería
defraudar la confianza que la señora Adela había depositado
en mí. La niña se sentó a mi derecha, casi pegada a mi
cuerpo, cuando lo normal hubiera sido que se sentara
enfrente, y lo primero que sentí fue su muslo como se pegaba
al mío por debajo de aquellas faldas de la mesilla.
La señora Adela estaba en la cocina, y nosotros en el
comedor, bastante retirado, ya que a las dos estancias les
separaba un pasillo de unos diez metros de largo.
Empecé la clase hablando muy alto, para que me
oyera.
Me dijo Carmencita. -No hace falta que grites tanto,
que no soy sorda. Obvio decir, que no le dije que si hablaba

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alto, era para que su mamá viera que estábamos estudiando.
Por lo que me volvió a decir, leyéndome el pensamiento,
-No te preocupes por mi madre, ella te tiene por un
chico muy serio y formalito.
Al momento dijo la señora Adela:
-Carmen, voy al mercado, cuida el cocido que tengo
puesto en la lumbre, y dale algunas vueltas cada diez
minutos.
-Sí, mamá. Se oyó la puerta de la entrada como se
cerraba.
-Felisín, ¿No te gustaría que jugáramos a otra cosa en
vez de dar la clase de "mates?
Me entró como una especie de "temblaera" que ella
notó, ya que como dije tenía su muslo izquierdo pegado al
mío.
-¿Qué te pasa? ¿Tienes frío?
-No, no... es que estoy un poco nervioso...
-No seré yo la que te pone nervioso, ¿verdad?
-Pues sí, Carmencita. Eres tú la que me está poniendo
nervioso. Dije un tanto exasperado. Pero no era porque me
disgustara la situación, era porque no sabía que hacer, aún
deseando "meter mano".
-¡Joder! con las niñas ¡Qué verdad es, que son más
listas, astutas y sagaces que los niños! Cómo adivinado mis
temores, me tomó la mano a la vez que me decía:
-No me dirás que no te gusta que estemos los dos
solos. ¿verdad?
-No. No... me encanta... Pero... (balbucee) –Es que me
da corte.
¡La madre que la parió! al momento sentí por debajo de
la mesilla, como su mano derecha se iba derecha a mi
bragueta.
-Carmencita...
-Dime
Me respondió pero sin soltar la mano e intentado
buscar un bulto que todavía no se había formado.
-¿Tú cómo tienes el chichi? –Le dije con un hilo de voz.

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La risa escuchó hasta en el primer piso, a la vez que
me decía:
-¿Es que nunca has visto ninguno?
-Sí, he visto dos: uno de niña me pareció muy bonito,
pero otro de mujer mayor, me pareció horrible.
-No es que el sexo de la mujer sea muy bonito, pero
bien que los hombres se vuelven locos por él. Pero bueno,
cuéntame, ¿por qué me haces esa pregunta? Me dijo como
intrigada.
-Si me prometes guardar el secreto, te lo cuento.
-Seré como una tumba.
Le conté mi desagradable visión del coño de la
Venancia; y esta vez si que su carcajada se escuchó hasta en
el último piso de finca. ¡Y tiene siete!
-Ven...
Se levantó, me tomó de la mano, y me llevó a la
habitación contigua al comedor.
Quedé totalmente alucinado de lo que estaba viendo.
Se levantó la faldita, se bajó la braga, y se tumbó en la cama
totalmente abierta de piernas, a la vez que me decía:
-¿Es cómo éste?
Mi alucinación se tornó en deslumbramiento; su coño
era... era... ¡Cómo podría describirlo..!
Por mi mente pasaba a velocidad de vértigo aquella
asquerosa pierna vendada de la Venancia; pero al ver las de
Carmen en su totalidad quedé absorto, conocía su pedestal,
pero nunca pensé que el capitel de aquellas piernas, fueran
como el de una catedral.
La "cúpula rosada" de aquel "cimborrio" era
espectacular: dos labios de un color rosa emergían
suavemente como los pétalos de una flor entre una floresta de
cabellos rubios como el trigo. En la parte superior brotaba
algo que me dejó totalmente embelesado: cómo una fresa
surgía de aquella especie de capucha que brillaba e
iluminaba todos mis sentimientos.
Al ver la maravillosa obra de la Naturaleza, aquel asco
se tornó en deseos irrefrenables de llevarme a los labios tan

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delicada cosa. Carmen se percató de mi estupefacción, y me
llevó ante las majestuosas columnas de su Templo.
Allí, en aquel momento empecé a adorar y venerar al
"Dios Coño".
Fue la primera "fresa" que libaron mis labios y saboreó
mi boca". La mixturas de aquel cóctel de flujos que emanaban
de aquella "fruta", me sabían a gloria; desde entonces no
concibo hacer el amor sin antes saborear las malvasías que
de allí se extraen.
Carmencita quedó como extasiada, no se pudo ni
imaginar mi reacción, por lo que me dijo una vez repuesta de
la impresión.
-¡Jolín Felisín! Te he dicho que lo mires, no que lo
chupes.
-¿Es que te ha desagradado?
-No, no, pero ya acaba lo que has empezado. Me dijo a
la vez que me echaba mano "al paquete" que amenazaba
romper el lazo que lo envolvía.
Pero no pudo ser, en ese momento se escuchó como se
abría la puerta de la entrada; la señora Adela volvía.
A toda prisa Carmencita se subió las bragas, se colocó
bien la faldita y nos fuimos a la mesa camilla a seguir con los
quebrados. ¡Quebrado es cómo quedó el pito!
-¿Todo bien Carmencita?
-Sí mamá, todo bien.

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La "pipa" de la Venancia

He contado varias veces que el "sexto" durante la


Dictadura y fuera del matrimonio, además de ser un pecado
mortal que quebrantaba uno de los Diez Mandamientos de la
Ley de Dios y te condenaba al fuego eterno del Infierno, era
casi inalcanzable para los adolescentes de aquella época. Pero
la Dictadura ni los curas podían impedir "los picores" de la
entrepierna que los chicos y chicas que nos sobrevenían a
todas horas.
Recuerdo mis dieciséis años con más claridad que lo
que hice ayer; era un efebo que como la mayoría estábamos
obsesionados por el sexo. Pero quedaba tan lejos de nuestro
alcance por motivos espirituales y económicos, que sólo
teníamos una solución a esas edades: "pajas y más pajas".
A esa edad, no teníamos acceso a bailes ni cines ni
teatros reservados para mayores; aparte de que con dos o tres
pesetas, que era la paga que tus padres te daban los
domingos, no te llegaba nada más que para una bolsa de
cacahuetes y dar un paseo por el Parque del Retiro de

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Madrid. Pero los espectáculos para mayores estaban tan
vigilados por los censores, que en las revistas de teatro
alertaban la moral y la decencia de una forma estricta, y los
cortes en las películas americanas eran tan drásticos, que en
la película Mogambo, Grace Kelly, la censura hizo que fuera
la hermana de su marido, no su esposa.
Esto que voy a contar, aconteció en el año 1956, en el
mes de Mayo. Lo recuerdo bien porque en ese mes los
colegios e institutos que estudiaba le dedicada a la Virgen
María, con aquella canción que nunca olvidaré:
Venid y vamos todos...
Con flores a María. Con flores a María...
Que madre nuestra es.
Estudia segundo de bachiller elemental en uno de los
Institutos oficiales del Estado. ¡por supuesto! no como hoy.
Entonces los niños con los niños, y las niñas con las niñas.
Ni tan siquiera en clase podías tener ni el más leve roce con
una compañera.
Un buen día Manolito, un compañero de clase, muy
espabilado él, me dijo:
-Félix, me han dado la dirección de una tía, que le
puedes echar un "kiki" en su casa por diez pesetas.
Para que tengan una idea, diez pesetas del año 1956,
equivaldrían a un euro o un dólar de hoy, cantidad aunque
no muy grande para un estudiante de padres pobres, suponía
lo que te daban a la semana para el transporte y tus gastillos.
El metro costaba 25 céntimos de pesetas, por doce viajes, ya
se te iban tres pesetas a la semana. O sea: que te quedaban
siete para los gastillos. Por lo que le dije:
A mí no me llega, me quedan siete pesetas que las
guardo para el domingo.
-No te preocupes, yo te presto lo que falta
Los padres de Manolito tenían un bar, y el muy cabrón
metía la mano "en la caja de las galletas", por lo que nunca le
faltaba un billete de cincuenta o cien pesetas.
Quedamos una tarde, y para la casa de la Venancia
nos fuimos a echar ese "kiki". Pero lo que allí vi, fue algo que

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al cabo de los cincuenta años lo tengo tan grabado en mi
mente que no se me borra. No, no es ningún trauma, ya que
esa imagen para nada perturba mis neuronas, pero si supuso
una decepción para mis pobres nociones de lo que suponía
eran los coños de señora mayor; me imaginaba que eran
como el de Carmencita, pero con más pelo.
La Venancia estaba ocupada en ese momento, por lo
que Manolito y yo esperábamos turno "para entrar". Al rato
sentimos una voz vieja y cascada de mujer que provenía de
una habitación que decía:
-Pasa chaval.
Manolito y yo nos miramos con cara de estupefacción,
aquella voz cavernosa nos había acojonado.
-Pasa tú Félix. Me dijo Manolito con cara de miedo.
-Vale, pero déjame las diez pesetas para pagar.
Pasé a una habitación contigua, y allí estaba la
Venancia tumbada en un catre más que cama, boca arriba y
en pelotas.
Una venda más negra que blanca le cubría toda la
pierna izquierda. Nunca supe que hacía aquella venda allí,
pero es muy fácil suponer, que ocultaba algo muy asqueroso
de ver. Tendría, entre sesenta y setenta años.
-¿Traes las diez pesetas, chaval? Me dijo con esa voz de
cazalla.
-Sí señora, tenga usted.
-Déjalas encima de esa mesilla. ¡Venga! Monta y
espabila, que hay más gente esperando.
Juro que no sabía que hacer; quizás por vergüenza u
otro instinto me bajé los pantalones. La estancia estaba
iluminada por una luz mísera, por lo que la pierna vendada
de la Venancia le daba un aspecto de momia. Con los
pantalones y los calzoncillos por los tobillos, me sitúe
enfrente a un metro escaso de su coño.
¡Dios! Qué coño.
En aquella penumbra y entre un monte de pelos
negros, sobresalía de su entrepierna un colgajo de carne
negra cómo de unos quince centímetros de largo. La

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impresión fue terrible, me subí los calzoncillos y el pantalón,
y salí de allí como alma que lleva el Diablo.
Manolito que esperaba, (ya no me acordaba de su
existencia) al verme salir de la casa a "toda leche" me siguió
escaleras abajo. Al llegar al portal paré mi carrera loca.
-¡Pero se puede saber que te pasa! Me dijo con cara de
cabreo.
Un tanto repuesto de la impresión, le dije:
-¡Qué es un tío Manolito! ¡Qué tiene polla, no coño!
Manolito, bastante más espabilado que yo en esos
temas, empezó a reírse de una forma desaforada.
-¡Se puede saber de qué te ríes, gilipollas! Ahora era yo
el cabreado.
-¡Qué no! lila, ¡Qué no! Qué eso no es una polla, se
llama: "la pipa", y todas las mujeres la tienen.
-¿Pero tan larga? Pregunté confuso.
-¡Bueno! "la pipa" de la Venancia es un caso especial.
Por regla general a muchas mujeres no les sobresale de "la
raja", pero que tengan uno o dos centímetros fuera, es muy
normal.
Aquella visión apagó un poco mis ardores sexuales, "se
me bajaba" cada vez que me acordaba de "aquel colgajo". Pero
gracias a que poco tiempo después vi en todo su esplendor el
chichi de otra Carmencita, una linda niña de dieciocho años,
quedé reivindicado con el coño. Gracias a Dios no eran todos
como el de la Venancia.
Mucho más tarde supe, que "esa cosa" que a algunas
mujeres les cuelga del chichi, se llama: clítoris.
Es que la educación sexual de aquellos años, era muy
"estrecha"; la Naturaleza es la que se encargaba de
enseñarnos todo lo relativo al sexo.

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Las “querindongas" de la calle Ayala

La finca donde mi padre ejercía de portero, destino que


tomó después de jubilarse de la Guardia Civil, era como un
pueblo: 72 viviendas lo componían, que multiplicado por una
media de cuatro personas nos dan 288 habitantes. ¡Vamos!
Casi como una aldea.
La moraban personas de muy distintos niveles
sociales, y entre sus habitantes figuraban “dignas queridas”
de señores millonarios y famosos de la época.
Me perdería por los recovecos de mi mente si recordara
todas las oportunidades de follar que perdí. Fueron
innumerables, y a mujeres de bandera. Ya digo:
“querindongas” de alto standing que me provocaban con
tanto descaro que me ruborizaba. Pero aquel temor a hacer
mal, y que dieran una queja a mi padre “me la arrugaban”.
Voy a empezar por orden de viviendas las que se
quedaron con ganas de probar “mi nardo”, y yo catar “de sus
higos”.

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La del segundo letra B. Una tía de impresión, de unos
30 años, querida de un pelotari vasco como un armario de
grande.
Un día le dijo a mi padre si Felisín (un servidor) podía
subir a arreglarse no sé que aparato.
Allí fue Felisín con sus 16 añitos a la casa de la
aludida para ver que había que arreglarle. Me dijo acostada
en la cama:
-Felisín. Mira, aprieta la tuerca del somier que está
floja y hace mucho ruido.
Y Felisín en vez de sacar “el nabo” y apretarle el chocho
como lo estaba pidiendo con los ojos encendidos de pasión,
tomó una llave inglesa, y apretó la tuerca del somier.
Y se fue, dejando a la cachonda seguramente
haciéndose una paja.
La asistenta de un maestro soltero que vivía el cuarto
letra I. También ¡cómo me lo pedía la tía! Sólo me atreví un
día abrazarle y tocarle una tetita por encima del vestido, un
día que nos cruzamos por aquel pasillo lóbrego, largo y
estrecho. Me dijo que entrara en su casa, que no estaba el
señor. Pero otra vez el miedo a pecar, y a las hostias que me
caerían si se enteraba mi padre, me la volvieron a “arrugar”.
Lo que si me doy de hostias por no haberme follado, es
a Mari Luz, del sexto D. Querida de un millonario. La tía
estaba tan buena, que mi íntimo amigo José (q,e.p.d.) decía
que se hacia “una diaria” a su salud.
La muy “putona” cada dos por tres me estaba llamando
para arreglarle: ayer la lámpara del salón, antes de ayer un
enchufe y otro día cualquier otra cosa.
Me recibía con una blusa azul cielo, con un lacito en el
centro, y con las dos tetas más en las afueras que en los
adentros.
Y el pobre Felisín dudando entre meter mano en
aquellas macetas y “regarlas” abundantemente, o reprimirse
ante las consecuencias que se podrían producir en caso de
equivocarme.

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¡Qué buena estaba, Mariluz! No me extraña que tu
querido te pusiera un piso y te tuviera como a una reina. Tú,
seguramente hubieras dado algo por tener “una pollita”
jovencita y dura en tus entrañas, y yo hubiera dado todo
porque la tuvieras, pero los dos nos quedamos con las ganas.
Por eso circulaba una poesía por Madrid, con estos
versos, en la relación a la supresión de las casas de citas que
había en Madrid.

¡Ole tus cojones Paco!


Por tu decreto antiputa,
nos sigues dando por el culo
aunque aquí ni Dios discuta.
A favor de la moral
sales con disposiciones,
más para atajar el mal
sería más radical
nos cortaras los cojones.
¡Fuera las bajas pasiones!
que sólo traen desdichas,
además de los cojones.
córtanos también la picha.
España, el país de la desventura,
Del abanico y de la navaja.
Lo han convertido los curas,
en el reino de las pajas.

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Las siestas con mi prima Marucha

Mi prima Marucha es mayor que yo. Si en el año 1954


que estuve veraneando en la casa de mis tíos del Real de San
Vicente tenía 13 años, ella, tendría sobre los veinte.
Cómo era un pésimo conocedor del alma femenina,
pues no tenía ni repajolera idea de lo que cabe en la mente de
una mujer por muy decente que sea; por eso nunca supe lo
que le pasaba por la de mi prima en las siestas que me
echaba junta a ella, en aquellas cálidas tardes de verano.
Por la mía si que pasaban cosas "muy feas" ¡Bueno!
Muy feas según el concepto que tenía en aquel tiempo de las
cosas del sexo.
La tenía acostada a mi derecha, boca arriba, vestida,
eso sí, no nos desnudábamos. Yo, con mis pantaloncitos
cortos y mi camisita, y ella con su faldita y blusita. Los dos
tumbaditos boca arriba callados como tumbas.
Daría algo, sólo por curiosidad, por saber en que
pensaría en aquellos momentos. ¿Una moza de muy buen
ver, morenaza y de carnes prietas y excitantes para darle un

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buen pellizco en las partes más mollares, con 19 o 20 años,
que pensaría en esta circunstancia descrita?
Podría ser, que, por su mente no pasaran pasajes
eróticos; quizás el pensar que tenía a su lado a un niño
imberbe no se le ocurriera la más mínima elucubración
erótica. Sinceramente no lo sé, y nunca lo sabré, entre otras
razones porque a mi prima no la veo por lo menos desde
hace 50 años. Sé que está (o estaba) felizmente casada.
Recuerdo como si fuera hoy mismo, que fuimos los dos
solos a dar un paseo por un monte cercano. Quien no
conozca El Real de San Vicente, le digo que es un pueblo
serrano de la Provincia de Toledo situado el límite de la de
Avila. Famoso por sus finas aguas; es un sanísimo lugar para
tomar el aire más puro que se puede respirar.
Nos paramos al lado de unas piedras, y de pronto salió
una culebra de entre las mismas, una culebrilla tan pequeña
que no era para asustarse. Pero mi prima se aferró a mí como
muy asustada, y se pegó a mi cuerpo como una lapa durante
unos segundos.
Tampoco puedo ni tan siquiera acercarme a la
realidad, si hizo ese gesto por miedo a la culebrilla, o que
deseaba abrazarme para echar allí mismo "un casquete". No
lo sé la verdad. Pero lo que si puedo asegurar, que yo le
hubiera echado no-uno, por lo menos tres.
Pero cuando estuve seguro de que con ella hubiera
llegado por lo menos a darme un revolcón, fue cuando al poco
tiempo ella y mi tía (su madre) pararon en nuestra casa de
Madrid unos días porque venían de médicos.
Una mañana entré en el servicio y estaba en
combinación lavándose la cara. Se le marcaba el tafanario
como a la chica en la ventana del cuadro de Salvador Dalí. No
sé cómo pude atreverme, pero la abracé por detrás y recuerdo
perfectamente como "la restregué la cebolleta" por las nalgas.
Ella giró la cabeza, me miró y no me dijo nada. El caso es,
que deshice el abrazo y salí del servicio como si no hubiera
pasado nada.

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¡Joder! Prima. Durante un tiempo fuiste el motivo de
mis placeres solitarios. Y hoy, allá donde estés, te mando un
beso muy fuerte y te deseo lo mejor.
¡Cuántas sábanas mojaron con tu imagen en mis
poluciones nocturnas!

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Mi amigo José Luis, yo, y aquella puta.

Mi amigo José Luis Burgos Burgos con el que me unió


una amistad tan grande, que llegamos a ser casi como
hermanos. Hasta que ese amistad derivó por sendas muy
distintas por que dos mujeres marcaron nuestras vidas; muy
mal para él, cómo supe muchos años después; y muy bien
para mí, ya que estos cuentos inmorales los estoy escribiendo
a los 43 años de mi matrimonio, y a los ocho del fallecimento
de José.
Eramos muy distintos en el tema de buscar el
divertimento a esa edad; José era muy introvertido y apocado
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con las chicas, por lo que nos corrimos juergas juntos. No era
de baile los fines de semana, era más bien de partidas de
cartas en algún bar del barrio; pero un día...
Ibamos por la Avenida de Donostiarra, no sé para que,
el caso que vimos a una rubia de impresión parada en un
portal de la calle.
- ¿Te la follabas? Le dije a José
-Ahora mismo si pudiera.
Ni corto ni perezoso, me dirigí a ella con "mi carrete"
habitual, y como resultó que era una prostituta, pero que no
lo aparentaba para nada; me dijo sin más preambulos:
-¿Queréis entrar?
-¿Qué? Al momento no entendí la pregunta.
-Qué si queréis echar "un polvete".
José Luis que estaba "al loro":
-Sí, sí. ¿Cuánto?
-¿Cuánto tenéis?
-Veinte duros. (Cien pesetas) Dijo José sacando el
billete del bolsillo para que lo viera. Pero entramos los dos.
Cien pesetas del año 1958, equivaldrían más o menos
a unos cincuenta euros de hoy.
-Vale, subir, pero uno a uno. Al cuarto letra B.
Aunque no era la primera vez que veía el cuerpo de
una mujer adulta desnuda quedé impresionado. ¡Joder! que
de curvas, y que pedazo de culo tienen las mujeres mayores.
Tanto que me entraron unas ganas terribles de defecar, yo
creo que de la impresión, y casi "me cago" por el pasillo
buscando el water.
Mientras yo "cagaba", José se las entendía con la
rubia; ya que no quise entrar juntos, no sé, me daba corte.
Terminé de hacer mis necesidades y en ese monento salía
José muy colorao y abrochándose los botones de la bragueta.
-Macho, ¿qué tal?
Sólo recuerdo que dijo:
-¡Uff!

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Entré con más miedo que vergüenza a aquella
habitación donde olía a una mezcla de "sobaco y entrepierna"
que me hizo dar dos arcadas.
La rubia tendida en cama, boca arriba, y con un paño
limpiándose la zona perianal, en donde se advertían una
rojeces alrededor de la misma.
La sombra de la Venancia otra vez me vino a la cabeza;
a pesar de que la rubia tenía un cuerpazo de carnes rosadas;
la imagen que vi, y el olor a pedo o a yo que sé, me echaron
para atrás, y sin decir nada salí de la alcoba. No corriendo
como otrora hice con la Venancia.
-Chaval, ¿no entras?
-No. No supe decir otra cosa.
José Luis me estaba esperando en el comedor.
-¡Ya has terminado!
-No he entrado.
-¿Y eso?
-Ahora te cuento.
Salimos de aquella estancia en silencio. Una vez en la
calle.
-Macho, ¿me puedes decir que te ha pasado?
-No pude, me dio asco el ambiente que me encontré al
entrar.
-Pues yo le he echado "un polvo" que me ha dejado
aliviado para una semana.
Y allí acabó otra desgraciada aventurilla sexual, la que
me estaba anunciando que de "putero" no tenía nada, que las
putas no eran de mi devoción.

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Mi primo y aquel puchero en la lumbre

Como ya he dicho, tenia varios primos en este pueblo


serrano; hijos de dos primos hermanos de mi padre, por lo
tanto primos de segundo grado.
Aunque algunas siestas las hacía con mi prima,
dormía en casa de mi tío que tenía tres hijos; dos chicos y
una chica.
El hijo mayor, José Luis, tendría dos o tres años más
que yo, y fue con el que pasé casi todo el veraneo, y ahora me
doy cuenta porqué. No se separaba de mí ni un instante,
siempre quería jugar a mi lado ¡Y vaya si al final jugó
conmigo! el muy mariconazo.
Tenía una escopeta de perdigones, y nos pasábamos el
día matando pájaros, y hasta una gallina matamos del corral
de una vecina. La recuerdo con ella agarrada del cuello y
pidiendo a gritos quien se la había matado.

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Recuerdo aquel hogar de leña, que servía también de
cocina, y aquel puchero de barro con todos los ingredientes
para hacer un buen cocido. Me dijo mi tío Lucio:
-Felisín, no tienes más que mover el puchero, y de vez
en cuando le das una vuelta con esta cuchara de palo.
Aquel cocido para comer cinco personas, a las dos de
la tarde estaba vacío. Juro y por jurar no me arrepiento, que
me lo zampé todo yo solito, no dejé ni un garbanzo perdido
por el fondo del perol. Todavía, al cabo de más de cincuenta y
cinco años, conservo en el paladar, el sabor de aquel tocinillo,
de aquella morcilla y de aquel choricillo.
¡Qué hambre se pasaba en aquellos años!
Volviendo a mi primo, dormía con él, ya que no
disponían de una cama para que durmiera solo. No tardó ni
una semana de manifestar en mi culo sus deseos libidinosos.
Debo decir, (y no hace falta que lo jure) que jamás
pensé hacer lo que conmigo hizo José Luis; pero también he
de confesar que no me desagradó, ya que me convertí en su
"novia" el tiempo que estuve en su casa; ya que todas las
noches me follaba.
Una noche desperté, y le tenía pegado a mí, con su
polla bien tiesa soldada a mi culo. Recuerdo muy vagamente
que le dije:
-¿Eres maricón? (Entonces lo de gay no se conocía)
No dijo absolutamente nada, se limitó a seguir con su
polla pegada a mi culo, y yo tampoco hice nada por separarla
de allí, al contrario, aquella cosa adherida a "mi raja" me
producía un cosquilleo que me gustaba; así que le deje hacer
hasta que empezó a dar unas sacudidas y suspiros; y al
sentir en mis nalgas una cosa caliente y mojada, comprendí
que aquello era la "lefa" de mi primo que se había corrido.
Y así, durante aquellas vacaciones me convertí en una
linda mujercita que mi primo follaba todas las noches con
desmedia pasión y que "a una servidora" le enantaba.

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Mi primera carta de amor

He tardado en decidirme. Publicar esta auténtica carta


de amor y mi primer verso que compuse a la chica de la que
creí estar enamorado a los 13 años, me produce inquietud.
Pero salió de mi alma, y la verdad, que no tengo porque
avergonzarme por algo que pasó hace más de medio siglo, y
que partió de un niño de corazón inmaculado.
Fue el verano de 1954. El grupo escolar: Juan de
Villanueva, de Madrid. Nos llevaron a Valencia de vacaciones.
Bebía los vientos por una niña de 12 años, Isabel. Mi vecina.
¡Qué emoción! Pensando en ella tuve mi primera erección.
Nunca lo supo, porque el sexo entonces era algo tan
prohibido para un niño, que sólo sentir sus inevitables
efectos en tus carnes te entraban sudores.

¡Pobres sábanas blancas!


Y aquel colchón de lana...
¡Cuánta eyaculación, cuántas!
Se fueron sin amor de dama.

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Recuerdo a Isabel con tanta ternura que todavía
conservo su frescura, y al encontrar esta carta en un rincón
de donde no tengo nada; allí estaba.

16 de Julio de 1954

Mi querida Isabelita:
Lo primero que he hecho nada más llegar a esta playa
de La Malvarrosa, es buscar tintero y pluma para aplacar la
ansiedad que me devora el alma: escribirte esta carta. Doce
horas en ese vagón viendo pasar los árboles por la ventanilla,
y en cada uno ver tu cara cruzando a toda velocidad, alargar
mis brazos y no poderte abrazar ha sido como un tormento. ¡Mi
querida Isabel! ¡Qué mal momento!
Me han dicho mis papás que me conviene un cambio de
aires, dicen que estoy muy delgadito y que no como. Ellos no
saben que con tus besos furtivos no necesito más alimento.
Aquí dicen que se come muy bien, pero el no verte... ¡Quién
me quita a mi este sufrimiento! ¡Un mes aquí sin ti!
Estamos en un colegio de internos, al lado de la playa,
entre naranjos y flores y dormimos todos los niños en un
pabellón muy grande. Estoy tumbado en mi cama desde donde
veo el mar; pero lo que miro son tus ojos y tus labios, y acaricio
tu pelo como si fueran las olas. ¡Me gusta tu pelo moreno
Isabel! El mechoncito que me traje lo tengo guardadito en un
estuche que le he quitado a mi mamá. No sabes la fuerza que
me va a dar para poder sobrellevar un mes sin coger tu mano.
No te rías, pero mirando al mar se me ha ocurrido un
poema... mi primer verso. Me da vergüenza leerlo, pero como
me ha salido del corazón, sé que para ti será como un regalo
que no tiene precio. Cierra los ojos que te lo voy a leer.
Al igual que los cielos se miran en el mar...
Yo me miro tus ojos de misteriosa profundidad.
De verdad Isabelita. No hago nada más que pensar en
ti. ¿Esto es amor, verdad? ¿A ti te pasa lo mismo?
El otro día que me dijiste que pasara a tu casa, que
estabas sola, te juro Isabelita que si no pasé es porque me dio

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mucho miedo, ¿sabes? Nunca he estado con una niña, y no
sabía que hacer. Ya sé que hiciste un chocolate muy rico para
mí, pero era tanta vergüenza y temor que se me paralizaron las
piernas. Cuando vuelva a Madrid, si te parece en tu casa o en
la mía nos veremos un día y nos cogeremos de la mano y nos
daremos un beso. ¿Vale?
No me atreví a decirte si quieres ser mi novia, pero te lo
pido ahora, y si me dices que si, mi próxima carta empezará
por: Querida novia. ¿Qué ilusión me hace? ¿Y a ti?
Cuando llegue a Madrid
y estemos los dos solitos
Te voy a llenar de besitos.
Isabelita: me haces feliz.
Nada más de momento, escribe pronto ¡por favor! me
corroe la impaciencia.
Te quiero.
Tú Félix

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Mis aventuras eróticas durante el
Franquismo

Uno, que vivió los años sesenta en su plenitud sexual;


gracias a las chicas de mentalidad liberal, (las que hoy se
denominarían progresistas) tuve solucionado un problema
muy acuciante para los jóvenes de la época: el tema del
folleteo, y gracias también a mi metro ochenta, y a lo guapito
que era “el nene”.
Hay que explicar para que se comprenda este relato,
que durante la dictadura, habían temas que no se podían
abordar, salvo peligro de cárcel o "condena al fuego eterno del
infierno": política y sexo. El que atentara contra el régimen su
destino era el presidio, y los que atentaran contra el Sexto
Mandamiento, "la condena era el Infierno".
Comprenderéis, que ante tales perspectivas, los
jóvenes, sobre todo ellas, con su intelecto poco desarrollado
debido a las consignas del Estado: ir a misa, ¡con velo! cantar
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el Cara al Sol; hacer el servicio social en donde las embutían
las excelsitudes de la castidad y la pureza; y en Semana
Santa ir a las procesiones; los temas sexuales estaban tan
proscritos fuera del matrimonio, que las tremendas ganas de
sexo propias de la edad, se te diluían por las manos, o en
poluciones nocturnas. Follar no es que fuera difícil... ¡Era un
milagro!
La moral cristiana predominaba en las mayorías de las
familias; uno de los slogan era: “Familia que reza unida,
permanece unida” así que los: “Virgos Venerandas y Virgos
Clementísimas” sólo se conocían en el Rosario.
¡No, no! no es la señora Rosario que probablemente ya
no tendría virgo, es una oración llamada Rosario, que se reza
con una especie de collar en la mano, para ir contado lo que
se va diciendo. (O rezando)
Pero lo curioso, es que, esa moral sexual también
arraigaba en las familias de ideas republicanas; que te saliera
un hijo maricón, (lo de gay se desconocía a la sazón) o una
hija preñada de soltera, era tal deshonor que si acaecía en
una localidad pequeña se consideraba tal tragedia, que los
pobres tenían que emigrar a otros lares desconocidos para
ocultar sus “pecados”; el sexo era tabú para los pobres
(azules o rojos).
Ya me dirán ustedes señoras y señores, con este
cuadro que acabo de pintar, como los chavales ávidos de
sexo, nos las apañábamos “para meter”.
Es cierto, que, existían las llamadas casa de tolerancia,
(o de putas), para que todos nos entendamos, pero que chaval
de entonces tenía los veinte duros que costaba “el saltito”.
Pocos, o casi ninguno; eran inaccesibles para la mayoría de
los estudiantes o currantes.
Pero como nada ni nadie es perfecto, ni Franco pudo
evitar que existieran chicas que se revelaran contra aquel
sistema represor de mentes, bragas y braguetas; y
abanderando posiciones contrarias al régimen, a la iglesia y a
la moral cristiana, y solucionaron el problema sexual de los

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que como un servidor necesitaba de un chohito como agua de
Mayo que llevarse a sus tristes y llorosas partes.
Era arduo complicado el dar con ellas, ya que no
mostraban su “libertinaje sexual” a las primeras de cambio;
¡no, no! no lo pregonaban a los cuatro vientos, había que
ganarse la confianza de que uno era un caballero, y que no le
guiaba otra intención que la del amor ¡Madre mía! Las que yo
podría narrar aquí. ¡Cuántas pasaron por el arco de mis
triunfos! Pero lo que más me jode, son las que desearon pasar
por ellos, (por mis arcos) y yo por un prurito de sólo
“cepillarme” a las que me gustaban, dejé con las bragas
húmedas a chavalas, que hoy daría un pastón por bajárselas.
Estas niñas, tenían muy claro que todos los tabúes en
torno al sexo eran rollos macabeos de la iglesia, pero no
tenían más remedio que guardar las apariencias, porque
éramos tan cabrones los chavales de entonces, que encima
exigíamos por esposa a una mujer virgen. Eso de no desvirgar
a la novia la noche de bodas era algo inadmisible para el
novio, máxime si durante el noviazgo no “habías mojado el
pizarrín”.
Os recuerdo con una afecto inmenso, niñas. Gracias a
vosotras pude saber con tan sólo 16 añitos las delicias del
sexo. ¡Cuántas escenas maravillosas me vienen a la mente!
¿Qué será de vosotras? Os deseo las mayor felicidad del
mundo. Un fuerte beso, allá donde os encontréis.
Empecé sobre los 15 o 16 años a ir a los bailes, ya que
representaba los 18 años sin ninguna duda, que era la edad
mínima exigida para poder entrar a las salas.
Recuerdo perfectamente mi debut, tan bien como el día
de mi boda. Fue una sala que se llamaba "El Frontón", de la
calle de Bravo Murillo de Madrid; los días laborables se
jugaba a la pelota y los fines de semana hacían baile.
Nada digno que reseñar aquí, salvo que fue la primera
sala que pisarón mis pies en Madrid. Además no era de mi
agrado, "el ganao" que había no correspondía a las exigencias
de aquel chico aunque algo delgadito, muy alto y guapo.

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Las salas Toky-Eder y Pensylvanía fuero las que
frecuenté inmediatamente después que la del Frontón.
Tampoco aquí nada importante que describir eróticamente.
Recuerdo que en Pensylvania costaba la entrada diez pesetas
y ta daban un cigarrillo y un vaso de vino.

Los amiguetes de correrías y juergas

En la época que relato, (entre los años 1956 y 1958),


solía salir con los amiguetes de la foto; el de mi derecha,
Conceso, que cantaba muy bien el tango. El otro Nino, un
chaval muy cachondo (no hay nada más que verle la cara) y
su primo, que no recuerdo como se llamaba.
Recuerdo una anécdota de Nino. Paseando la tarde de
un domingo buscando alguna sala de baile por una zona que
no conocíamos, se dirigió a un grupo de chicas que andaba
por allí, y le dijo muy serio y circunspecto:
-Por favor señoritas, ¿No podéis decir donde hay algún
baile por aquí donde se pueda "restregar la cebolleta"?
Ni que decir tiene, que las niñas salieron corriendo
asustadas, pero las my "joias" se reían más que lloraban.

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Después de conocer numerosas salas, me decanté por
cuatro: en invierno, La Tuna y Studio, y en verano, los
Jardines Virginia y la Terraza del Hotel Montesol. Y desde
estas, se fomentaron casi todas mis "hazañas eróticas".
Juro (y cuando juro, no juro en vano) que puedo contar
con los dedos de la mano los noes que me dieron las que
saqué a bailar. Primero porque no sacaba a bailar a
cualquiera, y segundo, porque siempre estudiaba las
posibilidades de éxito provocando a "la víctima" de turno con
miraditas insinuantes, lo cual me indicaba la predisposición
de la moza, si estaba o no receptiva.

Con mi amiguete Eduardo

Eduardo a la sazón era un guapos mozo, más alto que


yo y mejor formado. Hijo único, estudiante de perito de
agricultura y deportista nato, sobre todo natación.
Al conectar ambos en el tema del "mujerío" durante los
años 1958 a 1960 salimos muchas veces juntos a la caza "del
conejo", y juntos vivimos numerosa aventuras por esos
"bailes de Dios".
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Solíamos ir un baile de la Ciudad Universitaria
denominado "El Puente". Me gustaba por que lo frecuentaba
el tipo de chica que me gustaba, chicas con cierta clase y
educación. Allí conocimos a bastantes niñas con las cuales
nos dimos bastantes "lotes".
Cómo a la sazón era impensable llevar una moza a la
cama a las primeras de cambio; y como coche tampoco
teníamos la mayoría de los chavales, te dabas "el lote" donde
se podía, pero siempre en la oscuridad de un cine, o por la
noche en una tapia o un descampado.
Recuerdo una anécdota. Salimos Eduardo y yo con dos
chavalas, y nos las llevamos al Parque del Oeste, (los bajos
del paseo de Rosales). Después de darnos el "lote"
correspondiente, se le ocurrío a Eduardo que cogiéramos a
"nuestra mozas" en volandas (como se coge a las novias a la
entrada del tálamo del amor) y subirles por una de aquellas
cuestas.
Uno que estaba flaquito y con pocas fuerzas, al dar el
primer paso, bien por que ella no estaba bien asida a mi
cuello, o porque a mí me faltaron las fuerzas, los dos nos
fuimos al suelo.
¡Qué bonitos son los dieciocho años! Y aunque ahora
me doy cuenta lo cándido que era, y las de chicas que dejé
con "ansias de que le bajara las bragas", no me arrepiento.

La pastelera de la calle de Lista


Era un pedazo de mujer: alta, morena, y con un
cuerpazo de impresión, pero más bien fea; y a la sazón me
gustababan las chicas de rostros agraciados. Al cuerpo le
daba menos importancia, aunque las amplias caderas y
tafanarios generosos siempre me han impresionado, pero eso
sí, en un rostro bonito.
Solíamos quedar la pandilla en una piscina que estaba
por el barrio de Canillejas; y como en todas las pandillas,
siempre hay alguno o alguna que se decanta por otro u otra,
y la pastelara de cuyo nombre no me acuerdo de verdad (no
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es que no me quiero acordar) porque me dejó un buen
recuerdo, buscaba siempre el estar a mi lado.
Me dijo un domingo:
-Félix, mañana estoy sola en casa, mi tía y mi prima
van a estar de medicos por lo menos hasta la hora de comer.
¡Joder si la pillara hoy!
Y uno, que buscaba en la mujer esa flor maravillosa
exenta de inmoralidades y desenfrenos, desestimó con el
desencanto de la moza cuya "flor" quedó sin mancillar por un
servidor.

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Cuentos de mi juventud
y soltería

1958 - 1967

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Los líos amorosos de un niño guapo

Capítulo 1
Debo decir aún a riesgo de parecer un pedante, que
tuve veinte años esplendorosos teniendo en cuenta la época:
año 1960.
Medir un metro ochenta, una mata de pelo negro como
el azabache, un rostro agraciado, y andares de torero, no es
de extrañar que las mozas contemporáneas me vieran como a
un "latin lover", y vinieran a mis brazos a la menor
insinuación. (Aunque me gustaba más que ellas se me
insinuaran)
A la sazón, la mayoría de edad era a los 21 años, pero
voy a empezar mi repaso mental desde los 18. Aunque desde
los 14 hice mis pinitos sexuales con aquellas vecinas que me
provocaban, voy a omitir relatar ese período no sea que algún
lector o lectora pudibunda me acuse de pederasta.
Además, que más que follar fueron tocamientos y
besos castos y puros, ya que los años cincuenta para un
chaval de 15 años, sin una peseta en el bolsillo, el follar no es
que fuera difícil, era un milagro, puesto que la inmensa
mayoría de las chicas eran "decentes"; y aunque "les picaba"
exactamente igual como "les pica" a las de ahora, no
permitían a las primeras de cambio que se "lo rascara" el
chico que acababa de conocer en el baile. Se aguantaban lo
indecible las muy puñeteras.

Mi primera novieta

Se llamaba (y se seguirá llamando) María; pero como


entonces estaba de moda Paul Anka y su canción Diana, le
dio por llamarse como la de la canción; así que un servidor le
llamaba Diana.
La conocí en el verano de 1958, por lo que ya tenía los
17 cumplidos, y a punto de los 18, puesto que nací en el mes
de Octubre de 1940. Sucedió en el club La Tuna, local de
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moda para los jóvenes de cierta clase, aunque no tuvieran
dinero.
Según mis normas, antes de lanzarme a sacar a bailar
me dedicaba a observar, sobre todo que fueran altas, ya que
bailar un alto con una bajita aparte de antiestético es
incomodísimo.
La vi, y me cautivó su cara (sobre todo sus labios y su
melena rubia) era una muñeca, simplemente preciosa. Sólo
tenía un defectillo, las piernas; muy delgadas y sin forma,
parecían como la de la canción "Popotitos": -Qué tiene unas
piernas que parecen palillitos...
-¿Bailamos? Le dije adoptando esa pose del galán que
está seguro de si mismo.
Estaba sentada en una de las mesas, tomando un "San
Francisco", bebida típicamente femenina. Mi miró a los ojos
en una posición algo forzada, ya que por motivos de la
ubicación y del espacio del local me hallaba casi detrás de
ella. No lo dudó, me dijo.
-Sí.
Efectivamente era alta, medía 1,69 estatura ideal para
mis 1.80.
Una vez en la pista, nuestros ojos no se apartaban el
uno del otro, y es cuando vi de cerca el esplendor de su
rostro. La abracé con mi mano derecha por su cinturita, y
con la izquierda tomé la suya, que asida de la mía la llevé a
mi pecho, a la altura de mi corazón. Su otra mano libre la
asentó en mi otro hombro, muy cerca de mi nuca, (casi
acariciando mi pelo)
-¡Joder! Pensé para mí. Se me va a dar esta moza.
Intenté atraerla a los dominios de mi bragueta, con la
pretensión de "restregarle la cebolleta" pero ella lo impidió
con su brazo izquierdo, el que tenía apoyado en mi hombro
derecho. Y con una mirada de desaprobación a mi actitud,
pero no me hizo ningún reproche verbal.
Bailamos y bailamos, y como nos estábamos
enamorando por momentos, ninguno hacíamos intención de

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abandonar la incipiente relación que se adivinaba excitante.
(Y así fue durante casi un año)

Nuestro primer beso


Acaeció en el Parque del Retiro de Madrid, a los diez
días de habernos conocido y a punto de oscurecer.
-¿Quieres ser mi novia, Diana? Le pedí tomando sus
manos. (Seguramente poniendo cara de lila)
-Sí, Félix, deseo ser tu novia.
No es que fuera un experto besucón de labios de
mujer; pero me fijaba mucho como besaban los galanes de
moda del cine american: Errol Flyn, Gark Gable o Tyrone
Power, y procuraba imitarles.
-No Félix, la lengua no, que esos no son besos puros de
novios.
La verdad es que la represión sexual era brutal, los
curas lo primero que te preguntaban al confesar era si habías
cometido actos impuros, y el cometerlos era pecado mortal,
de los que te condenas al infierno eternamente. Por lo que
uno para no contrariarla, posaba sus labios dulcemente en
los de ella. Y las manos quietas, a lo sumo abrazarla por la
cintura o por los hombros.

¡Por fin aceptó la lengua!


Fue en el mismo banco, a las pocas semanas. Nos
solíamos ver casi todos los días, ya que vivíamos
relativamente cerca, y próximos al Parque del Retiro; lugar en
donde las parejitas sin recursos económicos para tener su
nidito de amor se amaban al amparo de aquellos frondosos
árboles y setos; pero con un ojo puesto en la teta de la
amada, y el otro atento a que el guarda que vigilaba el parque
no te descubriera; ya que la consecuencia de aquel ardor
juvenil, era una multa y el apercibimiento a tus padres de tal
"criminal" acción.

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Esa tarde vi a una Diana distinta; la verdad, que
nunca he sido un buen psicólogo del alma femenina;
posiblemente porque estaba poseído de una vanidad
demasiado grande. Aquellos mis dieciocho años no me
dejaban analizar el mundo femenino y sus consecuencias,
quizás por estar tan poseído de mí mismo.
-¿Qué te pasa mi amor? Te noto algo alterada y
sofocada. Le dije al observar sus mejillas sonrosadas y su
respiración más agitada que lo habitual.
Al acercarme más, con la intención de darle un beso,
me sobrevino un olor que enseguida identifiqué que provenía
de su sexo; efluvio que alteró mis neuronas, y que me produjo
unas extrañas sensaciones.
Se percató de mis incertidumbres y plasmó su boca en
la mía, abriendo la suya y ofreciéndome la lengua que
introdujo en mi cavidad bucal ante mi asombro.
Fue un beso interminable, nuestras lenguas
entrelazadas se rozaban apasionadamente como queriendo
fundirse en una misma. Llegó un momento que tuve que
despegar mi boca de la suya, pues me faltaba la respiración.
Sólo fui capaz de decir.
-¡Pero! ¡Pero! María. ¿Y esto? ¿A que es debido? ¿No
decías que los besos con lengua son impuros?
-¡Pero mira que eres panoli, Félix! Qué poco conoces a
las mujeres.
-Bueno María, la verdad, es que tú eres mi primera
novia formal, y trato de ser ese hombre capaz de merecerte;
por eso no quiero llegar a donde quizás no me lo permitas.
-Pues hoy te pienso permitir todo, para que veas lo
mucho que te quiere y te desea tu novia.
Aquel aroma procedente de "sus abismales" me
enajenaba; cada vez era más intenso e inundaba mis fosas
nasales del perfume que me enajena y me sublima, y que de
la mayoría de las mujeres (menos la Venancia) emana de sus
"parterres". Tomó mi mano izquierda (estaba sentada a mi
derecha) y la condujo sutilmente por debajo de sus faldas y

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por el enramado de sus piernas, hasta llegar al final de aquel
valle.
-Tócame por favor, ¡tócame Félix! Hoy necesito sentirte.
Se abrió de piernas para que mis dedos pudieran
descorrer aquella cortina de blondas y sedas, y mis dedos
temblorosos se introducían por aquella braga buscando el
tesoro que custodiaban.
-¡Así! ¡Así! Félix ¡Así! me decía entre suspiros y jadeos.
Estaba tan nervioso que no me percaté hasta bien
tarde, que me estaba desabrochando los botones de la
bragueta (entonces no llevaban cremallera), y sólo cuando
sentí su mano acariciándome, percibí de la realidad.
Las manos de María alternando en las caricias los 18
centímetros de mi verga a punto de estallar, (cuando no la
acariciaban las dos a la vez), me volvían loco. Era la primera
vez que una mujer me masturbaba.
Mis dedos seguían manipulando aquella rosa tan
mojada, y se deslizaban con pasmosa suavidad de arriba
hacia abajo y viceversa, ante los suspiros y jadeos de Diana
María que no cesaba de repetir.
-¡Ah! Así, así cariño... sigue así y no pares. ¡Qué bien
me lo haces!
La verdad, no sabía como lo hacía, ya que era el primer
coño que de verdad tocaba; pero sus muslos se cerraban en
torno a mi mano hasta el punto que me impedía moverla. Se
retorcía de placer; lo notaba en sus ojos entornados y en olor
tan excitante que emanaba de "aquella rosaleda".
Un impulso me hizo apartar la mano de aquel horno
para oler mis dedos; y efectivamente, volví a creer que el olor
de una mujer en celo es el aroma más excitante que he olido
en mi vida. Desde entonces, todas la vulvas de las que he
gozado lo primero que hago es olerlas; y aunque los exudados
de las mujeres varían de intensidad según el Ph de las
portadoras, solamente su perfume me eleva los sentidos, y el
pene a sus máximas cotas de altura. Evidentemente me
refiero a las mujeres limpias, que a esa edad son todas, y
cuidadoras de su higiene íntima.

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-No quites la mano cariño, que estoy a punto. Me dijo
casi suplicando.
Seguí moviendo mis dedos alrededor de su vulva,
introduciendo el medio y el índice en su vagina, acción que le
hacia mover el culo hacia adelante en suaves convulsiones.
Supe que se había corrido porque centró sus manos en
mi pene, mi mano chorreaba, y porque ya no me pedía más;
era ella la que ahora me daba.
Saqué el culo del banco, y lo puse en el borde del
mismo, estiré las piernas de modo que aflorara por la
bragueta en su totalidad; y me saqué los testículos para que
con la otra mano los pudiera sopesar bien.
-¡Jolín! Félix, qué cataplines más gordos tienes.
¡Cierto! tengo un par de huevos que da gusto mirarlos
(y más tocarlos) además, a esa edad los tenía muy duros y
bien pegados al culo.
Saqué el pañuelo a toda prisa, pues la catarata de
semen anunciaba su llegada. Tan inminente era, que el
primer disparo fue a incrustarse en su blusa color azul
celeste, y en su ojo izquierdo.
Fue inusitado, sencillamente maravilloso. De verdad
que estaba colado por aquella niña de 17 años, y a pesar de
mi inexperiencia, gocé de lo lindo.
Hoy al recordar, y con la experiencia sexual
acumulada, pienso que podría haber sacado más placer de
aquella situación. ¡Pero claro! no contemplo que tenía 18
años.
Desgraciadamente, mis sueños hacia aquella niña se
truncaron. No era aquella que decía que los besos de los
novios deben ser sin lengua, y que yo idealicé.
Un día, Manolo, uno de mis más íntimos amigos me
dijo.
-Félix, no sé si hago bien en decírtelo, pero a tu novia
la he visto en la discoteca Studio dándose el lote con un
menda.
No lo podía creer, mi niña pura y casta poniéndome los
cuernos.

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La seguí un día que me dijo que no podía salir, y lo que
hizo fue quedar con un chico bastante mayor que ella, y por
lo visto un torerillo de poca monta que no llegó a triunfar.
Efectivamente, se dirigieron a la disacoteca Studio, y
allí la pillé abrazada a aquel menda.
-¡Joder! que disgusto. Me sentí cual Otelo devorado por
los celos. Pero de nada sirvieron, la culpa no la tenía aquel
hombre; y opté por lo más prudente: saludarla como si nada
hubiera pasado, tragármelos y seguir viviendo.

En mis memorias le dedico estos versos.


Dentro de poco, los dieciocho cumplirían
cuando conocí a la que dijo llamarse Diana,
pero su nombre verdadero era María.
Paul Anka y aquella canción de fama,
posiblemente le cautivaría
por eso apodarse “Diana”, le dio la gana.

Nuestros besos eran puros y castos


y aunque mis recuerdos ya menguan,
decía Diana, que eran muy bastos
los besos apasionados con lengua.
Un servidor no daba abasto
besando aquellos labios sin tregua.

Guapa era la moza, ¡Guapa, si señor!


pero flaca y piernas “de madero”.
Pero en sus labios, un cálido candor,
Por eso fui tan majadero.

Me ahogué en las efluvios de su olor,


y aquel amor se fue por un sumidero.
Me la pegó la muy mala con un torero;
Emilio, creo recordar que se llamaba,
un disgusto me costó, os soy sincero.

¡Dónde fueron aquellos besos que le daba!

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¡Dónde fueron Diana, aquellos te quiero!
¡El amor a mi puerta ya no llamaba!
¡Ay! de esos amoríos de mocedad
en aquellos años tan sombríos;
hervía la sangre debido a la edad
todo era ardor, ¡Qué poderío!

Y las mozas con su virginidad


no bebían el agua “de aquel río”.
Pero veinte años más tarde
(la de vueltas que da la vida)
la niña Diana hizo un alarde:
(pues era muy extrovertida)
intentó a este moreno ligarle.
Un día por aquella avenida.
casada y con dos doncellas,
me habló de su matrimonio,
y se sus continuas querellas,
más propias de manicomio
“Ya no veía las estrellas”;
ese fue su testimonio.

¡Qué gran verdad!


segundas partes no son buenas,
se torna en oscuridad,
la luz que iluminó aquella escena;
aquella moza de extraña beldad

¡Hoy ya no merecía la pena!


La niña quiso revivir,
los besos de lontananza,
y lamento mucho decir,
que la que me tuvo en danza
hoy no me pudo uncir:
las cañas se tornaron lanzas.

Qué distinto saben los besos

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de aquella que todo era aroma,
recordar me pone el vello tieso
lo digo en serio, no es broma,
aquella boca de embeleso,
mis ínfulas ya no retoman.

¿Recuerdas en Pavillón?
Te llevé a ver a Paul Anka
para escuchar aquella canción
que hasta “las trancas”
me llena tu cara de emoción,
y suspiros me arrancas.

¡Ay! Diana María


que será hoy de ti.
Pero que bonito parecía
¿A qué sí?

Volver allí me gustaría;


Por mis 18 años. No por ti.
Eres un vago recuerdo, Diana,
mi primer amor de juventud.

Dicen, que más pasión desgrana;


pero aseguro sin acritud,
que el amor que más calor derrama,
es el que se alcanza en la plenitud.

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Capítulo 2

Pepita, aquella moza de Trujillo


Sobre la confesión de mis pecados
Quedé desencantado del mundo femenino después de
la mala experiencia que tuve con mi primera novia formal; de
aquella Diana María, la que al principio de nuestro noviazgo
me hizo creer que todas la mujeres del mundo eran tan puras
como ella; y como mi madre y mi hermana.
Tenía a la sazón la vetusta idea que la novia debe
transitar ese periodo del cortejo por la senda de la decencia; y
llegar blanca e inmaculada al altar, donde las rosas blancas y
su vestido simbolizan la pureza y su castidad.
Sin embargo, a pesar de la fogosidad de aquella niña
de 17 años que en aquel banco del Parque del Retiro de
Madrid en creer que aquello que hicimos no era amor, era
puro vicio y una indecencia, y me sentía mal. Por lo que
decidí confesar aquel pecado que creía mortal.
-Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida. -¿Cuánto tiempo hace que no
te confiesas?
Debo aclarar que no era de ir a misa todos los
domingos, y que no creía demasiado en las cosas de la Iglesia,
pero no sé, ese día tuve la necesidad de contarle mi decepción
amorosa a alguien, y pensé: ¡Qué mejor que a un cura! Al
menos ellos han estudiado teología, y podrían comprenderme,
¡y mira! si de verdad fuera que aquello que hice fue pecado
mortal, al menos se me perdonaría. Pero en mala hora me
confesé, porque a los pocos minutos salí huyendo del
confesionario. Verán los motivos.
-No lo puedo precisar padre, pero tal vez hace más de
un año que no me confieso.
-¿Es qué no tiene pecados un joven tan guapo y tan
apuesto como tú?

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-Aquí empecé a mosquearme. ¡Qué coño tiene que ver
mi físico con el acto de la confesión!
-¡Bueno padre! Más que confesarme, quisiera aclarar
unas dudas que me han sobrevenido sobre el amor.
-¡Cuenta hijo, cuenta!
Aquí me escamé más, porque el cura pegó su oído a mi
boca y me tomó por el hombro, tanto que noté su aliento en
mi nuca, y sentí tanta repugnancia que hice esfuerzos para
no levantarme y dejarle allí plantado. Tragando saliva, dije.
-¿Es pecado la masturbación mutua entre los novios
que de verdad se quieren?
-¡Hijo mío! el onanismo, de por si es un pecado mortal,
y si la masturbación es compartida con otra persona, el
pecado es gravísimo. Aunque dependiendo del nivel a que se
llega.
-No le entiendo, padre.
-Sí, hijo. Quiero decir si la masturbación fue superficial
o profunda.
-Sigo sin entender, padre.
-Qué si el contacto fue de piel a piel, o a través de la
ropa.
-¡Bueno! aquí balbuceaba y no podía discernir si este
interrogatorio era necesario para darme la absolución. o el
curita se estaba poniendo cachondo. Tendría unos cincuenta
años.
-La verdad padre, la verdad, el contacto fue profundo,
calculo que unos diez centímetros de hondura; lo que mide
mi dedo índice de la mano izquierda.
Me miró, con cara de estupefacción, ya que mi
respuesta fue tan socarrona como inesperada. Pero prosiguió.
-O sea, que le metiste los deditos.
-Pues sí, padre. He entendido que una masturbación
profunda a una chica, es meter los dedos por la vagina.
-¡Bueno! ¡Bueno! efectivamente, lo que hiciste es una
masturbación profunda, y de las más graves, por lo tanto
estás en pecado mortal. ¿Sabes si ella se ha confesado?
-Pues no lo sé, porque me ha dejado por otro.

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-Hijo.
-Dígame, padre.
-En caso de que no lo haya hecho, debes interceder por
ella, y contarme lo que te hizo, para que os pueda dar la
absolución a los dos.
Ya lo tenía muy claro. Al igual que otrora la proximidad
de Diana María me acaeció el aroma de su sensualidad,
ahora me sobrevino un olor a pene rancio que sin duda
volatilizaba de la sotana del cura. Lo tenía clarísimo, Dios no
necesita conocer esos detalles tan íntimos para perdonar a
sus hijos de sus pecados. Desde aquella confesión al día que
escribo "estos cuentos" han pasado cincuenta años, y no he
vuelto a pisar un confesionario. Pero decidí proseguir el acto
de confesión sin ninguna fe, lo hice para vacilar con el cura.
-¿Si le cuento lo que me hizo, también la perdonará?
-Intercederé ante nuestro Señor por ella, y si se ha
arrepentido de corazón, aunque no se haya confesado, si la
perdonará, Dios es misericordioso.¡Cuenta, cuenta!
-La verdad padre, fue ella la que tomó la iniciativa, ya
que mi pensamiento, a la sazón mi novia, la quería pura y
casta hasta el matrimonio.
-Eso te honra hijo. Prosigue.
-Cuando me quise dar cuenta, mi mano izquierda se
hallaba en su entrepierna.
-¿Y por qué no la retiraste inmediatamente?
-Pues porque no quemaba lo suficiente, y ese calorcillo
que emanaba, me era muy grato.
-¡O sea! que descorriste el telón.
-¿Qué si le bajé la braga?
-Sí, más o menos eso.
-Bueno, no exactamente se la bajé, ya que estaba
sentada, lo que hice fue meter ambos dedos por la boquilla
descorriéndola a un lado para poder maniobrar como Dios
manda.
-¡Calla, blasfemo! Qué Dios no manda esas cosas.
-Perdona padre, es una expresión muy común, ya lo
sabe.

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-Y mientras, ¿qué hacía ella?
-Recuerdo que gemía y movía el culo, hasta que entró
en un estado por mí desconocido.
Ya no podía aguantar más la situación, el olor a
requesón que segregaba la sotana era insoportable, unido a
que pegó literalmente su hocico en mi cara, hizo que me
levantara como si fuera un resorte y salí pitando de allí, con
su voz aflautada repicando en mis oídos.
-¡Hijo! que no has hecho la penitencia, sigues en
pecado mortal...

Como conocí a Pepita


Pepita es la antitesis del tipo de mujer que yo soñaba,
y sin embargo salí con ella durante unos meses. La conocí
inmediatamente después de que me dejara Diana María por
aquel torerillo; y si me enrollé con ella que fue por despecho,
ya que en el fondo seguía enamorado de mi ex novia.
Fue en un club de baile que tenía fama de ser
frecuentado por chicas de servir, aquellas mal llamadas
"marmotas". La recuerdo con agrado porque era una chica
muy buena y se enamoró de mí perdidamente, pero
físicamente no tenía ningún atractivo, salvo los labios, sobre
todo el inferior, muy carnosos.
No puedo recordar que me motivó para sacarle a
bailar, pero lo hice. Creo que le impresioné, puesto que no
daba crédito que un chico tan majo como yo estuviera
bailando con ella. Y lo afirmo sin querer pecar de fatuo,
porque la veía tan feliz y contenta en mis brazos, que a los
pocos compases de aquel bolero que cantaba Antonio Machín,
no se me resistió al pegarme a ella como una lapa. Al
contrario, ella hizo por pegarse más.
Pero si recuerdo algo que me causó impresión. La pista
estaba a tope de parejas bailando, por lo que casi apenas
podíamos movernos en aquellos pocos centímetros cuadrados
que nos tocaba. Metí mi pierna derecha entre sus muslos y
noté un bulto entre las de ella.
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-¡Coño! ¿Pero qué es esto? Pensé.
Un pene seguro que no, porque en esa época era
impensable encontrarse con un travestido, además el
abultamiento que notaba en mi muslo derecho pegado entre
sus piernas, no era puntiagudo, era más bien redondo. Seguí
pensando.
-¡Joder! ¡Qué coño más gordo tiene la tía esta!
Al momento cambió la posición de sus manos sobre
mis hombros, y las puso rodeando mi cuello. Me
impresionaba aquello ¡de verdad! ¡Cómo sentía su abultado
Monte de Venus en mi pierna!
Bien pegada, la moví suavemente de izquierda a
derecha con la intención de restregársela. Ella se pegó aún
más si cabe a mí, y no pudo contener un suspiro. Qué se
estaba corriendo seguro, ponía los ojos en blaco; y de repente,
fue tal el achuchón que me pegó que lo evidenció.
Como dije antes, Pepita era la clase de mujer que
jamás hubiera pensado fuera mi novia, pero aquellos labios
tan sensuales, y lo abultado de su entrepierna, me picaron
para descubrir lo que me impresionaba.
Muy pocas veces me he "corrido" bailando, no creo que
haya llegado a la docena; pero con Pepita fue la primera vez.
Y tampoco soy de los que "se empalman" fácilmente en esa
situación. Pero esa vez, no lo pude evitar.
Ella, al sentirla bien pegada a su vientre, no hizo nada
por separarse, al contrario, seguramente agradecida por lo
acontecido anteriormente movió tu tripita suavemente. No
creo que hicieron falta más de dos movidas, al instante
inundé mis calzoncillos de mi semen que me salía a
borbotones.
Pero lo más gracioso, es que todo esto transcurrió sin
dirigirnos ni una sólo palabra; nos mirábamos de reojo, y
comprendíamos.
Al darse cuenta por mis incontrolados espasmos,
sonrió. Y yo, a pesar de que no ver en aquel rostro el tan
angelical de Diana María, y estando seguro que no podría

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enamorarme de ella, decidí hacerle mi novia; propuesta que
aceptó alborozada cuando se lo propuse.
No puedo precisar el tiempo que anduve saliendo con
ella, pero seguro que más de tres meses no, ya que a finales
de ese año ingresaba en la Academia de la Guardia Civil de El
Escorial para hacer el Servicio Militar, y la conocí finalizando
el verano de ese año.
Pepita servía en casa de unos señores que a juzgar por
la finca donde vivían, en el Barrio de Salamanca, deberían ser
muy pudientes, y porque además también tenían cocinera.
A la sazón, yo estaba bastante flaquito a pesar de mi
uno ochenta de estatura no llegaba a pesar los setenta kilos.
En mi casa no abundaban los manjares: lentejas, judías,
algún cocido con tocino más que carne, y pan con aceitunas
negras eran los sustentos cotidianos.
-Estas delgadito Félix, me dijo una tarde que
paseábamos por el Paseo del Pintor Rosales; y más abajo está
el Parque del Oeste, en donde las parejitas podían retozar,
pero previamente apagando los faroles que lo iluminaban.
-Bueno, le dije, pero estoy muy sano y fuerte. He de
aclarar que en aquella época se llevaba el tipo de mujer y
hombre llenitos, no como ahora que prima la delgadez.
Nos sentamos en un banco, seguro que no tenía en los
bolsillos más de diez pesetas, y ante mi asombro sacó del
bolso un bocadillo de jamón de impresión.
-Toma, a ver si te gusta el jamón de mi pueblo.
¡Joder! Que si me gustaba. Tenía una idea de lo que
era el jamón, que se extraía de las patas de los cochinos, pero
catarlo, ni idea.
Devoré aquel bocadillo en un plis plas. ¡Qué bien me
supo!
Al verme tan feliz y contento por aquello de: "las penas
con pan son menos", sacando un billete de veinticinco
pesetas, me dijo.
-Acéptalos, son para que te tomes una cervecita y me
invites a una Coca-Cola.

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Juro por mi honor, que jamás he chuleado a una
mujer, es más, detesto la figura del chulo; pero los acepté.
De verdad que sentía pena por aquella chica que tanto
me quería, y que estaba tan ilusionada conmigo; pero el caso
es que me la follaba.
Yo, defensor del amor puro exento de lascivia, aprendí
que más vale meterla en un chochito calentito que hacerse
una paja, por lo que fui asumiendo, y el tiempo me lo ha
demostrado, que la mayoría de los seres humanos follan más
que hacen el amor.
Al recordar como lloraba al decirle que debíamos cortar
aquella relación, y precisamente al acabar de follar en un
palco de un cine de la calle de Alcalá, me siento un poco
canalla. Me porté muy mal contigo Pepita, porque nunca debí
consentir que te hicieras ilusiones conmigo.
Sin embargo nunca podré olvidar tu coño, era un
placer recorrer con mi polla bien tiesa aquellos labios
menores tan abultados, antes de metértela hasta los huevos.
Mi glande paseando de arriba abajo y viceversa por tu vulva
era una gozada; ¡y cómo me pedías que te la metiera toda! Y
cuanto más me lo pedías, yo más la paseaba por tu vulva tan
jugosa y carnosa, hasta que no podías aguantar, y tu mismo
te la metías. ¿Recuerdas?. Yo sentado en una de las sillas del
palco, cerradas las cortinillas, y tú sentada encima de mis
piernas estiradas y con la polla en ristre.
No te amé Pepita, pero te juro que guardé una gran
recuerdo tuyo, que todavía hoy perdura.
Que te vaya bonito por tu Trujillo (Cáceres) natal, y que
seas muy feliz.

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Capitulo 3º

Aquella moza del metro


A finales de Diciembre de 1960, después de tres meses
de instrucción militar, fue destinado a un puesto de la
Guardia Civil de la Provincia de Alava. Vuelvo a pedir
disculpas a mis lectores por ser tan engreído; pero la verdad;

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el uniforme me sentaba tan bien y realzaba mi figura, que
más de una nena me miraba con descaro.
Antes de relatar lo que pasó en el cuartel, voy a contar
una anécdota que tiene su gracia, ya que no es no habitual
que las mujeres se dejen tentar en los transportes públicos.
Esto sucedió en el metro de Madrid, unos días antes de
incorporarme a mi destino.
Tomé el metro en la estación de Manuel Becerra, la
más próxima al domicilio de mis padres donde a la sazón
vivía. Me situé en una de las paredes del vagón, al final, justo
a la última puerta; con mi uniforme y tricornio bien plantado.
En la siguiente parada; Goya, entró una avalancha de
personas que lo llenó a tope, hasta el punto, que otras
empujaban desde fuera para poder entrar; y por casualidad o
adrede, una chica de unos veinte años plantó su culo entre
mis piernas.
No era lugar ni momento para darse un lote, y menos
de uniforme, por lo que opté por retirarme de esa ubicación,
entendiendo a priori, que había sido una casualidad que la
moza aterrizara su ojete precisamente ahí.
Con bastante dificultad, ya que estábamos como
sardinas en lata, aparté "mi paquete" del tafanario de la
moza, ya que amenaza en ponerse bravo; pero a la mozuela al
parecer le molestó que retirara mis atributos de macho del
"valle de sus nalgas", (léase raja del culo) y la muy descarada,
otra vez que lo coloca donde estaba hacía unos segundos.
-¡Pero leches! La cosa estaba clara: su culete
disfrutaba notando mi bulto.
-¡Pues toma paquete! Pensé para mí. Y en uno de los
traqueos del tren, empujé de tal guisa sobre aquella masa
carnosa, que su dueña me miró de reojo y trazó una sonrisa
que claramente quería decir: "empuja más".
Y así fue. No despegué "mi nabo" del culo de la
chicuela hasta la estación de Sol en la cual se bajó, no sin
antes echarme una mirada tan seductora que me invitaba a
que me fuera con ella.

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Para sentir mejor sus protuberancias y ella las mías, la
rodilla de mi pierna más propicia se la metía por su raja (la del
culo) la otra, obviamente por la posición que nos hallábamos
no podía.
Es muy excitante pegar el rabo en el culo de una
desconocida en un transporte público, y si es joven y guapa
como aquella más. Lo apasionante radica en lo sibilino de la
acción y en la presa, ya que hacerlo a la novia o ligue de
turno no mola. Pero ¡ojo! Que también tiene sus riesgos, ya
que lo más probable es que la moza que sienta en su trasero
algo duro se despegue, o que te arme una que te puede poner
la cara como un tomate.
Fueron unos quince minutos apasionantes los que
duro el metro-polvo, y si no me corrí fue porque la niña se
apeó en Sol; si se hubiera bajado en la siguiente estación;
Ópera, seguro que hubiera almidonado los calzoncillos.

El Brigada, su hija, y la madre que la


parió
Después de la Epifanía de los Reyes Magos del año
1961, salí rumbo a mi nuevo destino; que como ya he
apuntado era una pequeña localidad de la provincia de Alava,
y allí ocurrió el evento que voy a relatar.
El brigada comandante del Puesto (Cuartel) al cual fui
destinado, tenía una hija algo mayor que yo. ¡Y mira que mi
padre me lo había avisado!
-¡Hijo! Dónde mores jamás te metas con las esposas o
hijas de los guardias, pues te verás en muchos compromisos
si lo haces.
¡Pero claro! Esos consejos a un don Juan como yo
cayeron en saco roto, y si la niña se enamoró de mí nada más
llegar al cuartel. ¡Qué quieren que le haga!
La moza era novia de un alto ejecutivo de una empresa
de automoción en la zona, por lo que el novio era del agrado
del papá brigada y mucho más de la mamá brigadesa. Pero

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tuvo que llegar un niño guapo de Madrid para "joder la
marrana". ¡Y bien que la jodí!
Para un joven de 20 años y con ínfulas de
conquistador, (me viene de familia, ya que se contaba que
una se suicidó por el desamor de mi padre), unido a que en
esa localidad pequeña no había lugares como en Madrid para
ir a "la caza del conejo", no me resistí a las insinuaciones tan
descaradas que me hacía la moza.
No llevaría en el cuartel más de una semana, cuando
haciendo guardia de puertas. O sea: de portero del cuartel un
día frío del mes de Enero...
-Hola Félix, ¿Te apetece un caldo de cocido bien
calentito?
Lo que me apetecía de verdad, era echarle "un polvete",
pero como tenía novio y era la hija del jefe, ni se me pasó por
la cabeza tan descabellada idea.
-Ya lo creo Sara (vamos a llamarla Sara), un caldito a
esta hora (sobre las 12:30) viene de maravilla.
-Ahora te lo bajo.
Salió Sara del cuarto de guardia donde me hallaba
cubriendo el servicio; y a los pocos minutos bajaba con una
taza (más bien tazón) de un caldo que humeaba.
-¡Qué rico está! ¿Lo has hecho tú? Le pregunté con el
fin de halagarle.
-Parece que eres caldero, ¿verdad Félix?
-Pues sí, mira. Tanto me gustan, que me los hago
hasta de Avecrem o caldo Maggi.
-Se nota, porque te lo has tomado con mucho gusto.
-¡Joer! Sara. Es que este caldito tenía sustancia el
condenado.
Observé satisfacción en su semblante, y aquí es donde
empecé a entender que Sara venía a por mí; que su novio le
importaba un comino.
Juro por Dios que hoy me arrepiento de lo que hice,
porque destrocé una relación y la ilusión de una mujer,
aparte del problema que supuso para la familia, pero es que
con 20 años, un hombre es capaz de cometer las mayores

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locuras conscientes o inconscientemente. Pero sigamos con la
narración de los hechos.
Digo que vi en Sara, (a pesar de no ser un experto en
interpretar las intenciones del alma femenina) el deseo de
estar conmigo, y aunque no tenía claro el enrollarme con ella
pudo en mí más el deseo carnal que la sensatez, y me dejé
hacer. Al día siguiente...
...Venía de hacer el servicio de carreteras con otro
colega. (Los servicios exteriores se hacen pareja) De ahí el
dicho de: "la pareja de la Guardia Civil".
Sara estaba asomada al balcón de su habitación. Al
verme (seguro que estaba esperando mi llegada) bajó al patio,
acceso por donde forzosamente tenía que pasar para llegar al
pabellón donde dormían los solteros. (Yo era el único soltero).
Esperó a que mi compañero con el que venía de hacer
el servicio desapareciera por el patio rumbo a su pabellón de
casado, para decirme:
-Hola Félix. ¿Qué tal el servicio?
-Un poco cansado, hemos estado toda la mañana
andando.
-¿Te apetece otro caldito?
-Con estos fríos, y a esta hora, vienen de maravilla.
Voy a hacer un inciso en la narración para contar unos
hechos que sucedieron paralelamente,

Las dos hijas del tío Nicasio


A pocos metros del cuartel había una fonda en la cual
hacía mis comidas: la fonda de Nicasio.
Tenía dos hijas a cuál más feas y gordas como la
madre. La pequeña, más "percherona" que la mayor tenía
unas piernas que ya las hubiera querido para si Kubala, y la
cara siempre colorada. La verdad que no me gustaban
absolutamente nada.
Pero eso de ser guapo, no se crean los feos que es una
gran ventaja; y si además de guapo eres sentimental y buena
persona, lo tienes muy complicado. Verán.
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La nena menor, la de las piernas gordas y la cara
siempre colorada, me atizaba unos platos de comida que se
no los asaltaban un gitano, me decía.
-Vamos Felisín (no sé porque narices me llamaba así)
lo cual no me gustaba pero que nada. -Que estás muy
delgadito, y tienes que comer más.
Al principio, no le di más importancia que la de ser
amable conmigo, hasta que un día, dos antes de abandonar
el cuartel...
...Luego contaré que pasó. Ahora vamos a volver con
Sara.
Sara subió a su casa, y yo me dirigí al pabellón de los
solteros, donde ya he dicho que yo era el único núbil que
había en el cuartel.
Como al cuarto de hora, llamó a la puerta; la verdad
que no esperaba que llegara hasta mi dormitorio.
-¡Cómo te has atrevido a venir hasta aquí! Le dije
preocupado. ¡Mira que si te ven!
-No te preocupes, me he asegurado que nadie me vea.
Además es la hora de la siesta y mis padres duermen.
-¿Y tú, no te echas la siesta? Pregunté con cierta
malicia en mi voz.
Se puso un poco colorada, ya que había captado en mi
tono la carga de intención que llevaba. Me di cuenta al
instante que me estaba pidiendo un beso; y sin medir las
consecuencias, y sabiendo que podría buscarme un lío muy
gordo, no pude evitarlo...
Mis veinte años...
En aquel pueblo...
Lejos de mi Madrid...
De mis amigos...
Me lié la manta a la cabeza, la tomé en mis brazos y la
bese apasionadamente durante un tiempo interminable. No
sin antes retirar de sus manos la taza de caldo humeante que
con tanto amor me traía.
Debo confesar, que, nunca estuve enamorado de Sara,
y que inconscientemente le hice mucho daño. ¡pero coño! es

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que era la única mujer soltera del cuartel, aunque como ya he
apuntado tenía novio.
Para descargar mi conciencia diré que fue ella la que
provocó mis ansias de mujer en aquella situación. Fue cual
Eva que en vez de manzana, con un caldo del cocido me
tentó; y yo, cual débil Adán sucumbió a sus encantos.
Era una mujer muy atractiva, rubia, melena en
cascada hasta los hombros. Boca muy bien dibujada aunque
algo finos los labios. Ojos muy azules, preciosos, que le daban
a su mirada el tono del horizonte del mar en un día de luz.
Tenían un brillo especial que alumbraban el ambiente de
donde se hallaban.
A mis veinte años había besado pocos labios de mujer,
sólo los de Diana María, los de Pepita, y los de Petri. Sara
(seguramente porque tenía novio) me besó de una forma
totalmente desconocida, ya que nunca había sentido esa
fuerza tan arrolladora que imprimió su boca en la mía.
Fue enorme la erección que tuve al instante; jamás
había sentido tanta turgencia en mi miembro viril.
-¡Qué me has hecho, Sara! Sólo pude balbucear.
-Lo que he deseado hacer con ansia ilimitada el día que
llegaste. Me enamoré de ti, al instante.
No podía soportar más aquella presión en mi bragueta;
ella se dio cuenta al instante y se arrodillo frente a mí. Sus
manos desabrochaban los botones con una serenidad
pasmosa; me temblaban las piernas.
Cuando se introdujo en "el interior de la jaula", en
busca del ave que la habita para concederle la libertad tan
ansiada; y cuando comenzó a besarle con sus labios y con su
lengua...
Fue le delirio...
La apoteosis...
El arrebato...
... Aquellos labios circundando la superficie de mi
glande me trasladaron a un mundo desconocido; era la
primera vez que me "la mamaban".
-¡Joder! Que placer más inmenso.

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Sara sorbía de mi polla a la vez que con ambas manos
me masajeaban los testículos, que parecía que me iba a
electrocutar, puesto que una especie de corriente eléctrica
circulaba desde la planta de mis pies hasta la nuca.
-Para... para... por favor Sara... que no lo resisto.
-Cariño, túmbate en la cama y relájate. Me dijo con esa
carita de ángel divino que tenía.
Y así lo hice, pero antes ya me había quitado las botas,
el pantalón y los calzoncillos. Allí quedé tumbado, boca
arriba, con el pene en su máximo esplendor.
Se tumbó a mi lado, los dos de costado ya que el catre
era de un sólo cuerpo. Ella en braguitas y sujetador; yo, sólo
con la camiseta.
-Cariño, me dijo mirándome a los ojos, los cuales los
tenía a escasos 20 centímetros de los míos. Su aliento me
quemaba. -Te prometo que soy una mujer muy decente; ya
sabes que tengo novio, y si he hecho esto contigo, ha sido
porque una fuerza irresistible me ha conducido a ello.
Ya repuesto algo de la impresión, le dije.
-Sara... balbucee, estoy confundido. Has llegado a mi
vida como un ciclón, sólo tengo 20 años, sin experiencia... y
además tú... la hija del brigada...
-Estoy dispuesta a jugármelo todo por ti.
Y aquí estuvo mi error, ya que en aquel momento sólo
deseaba follar, y ante el temor de desilusionarla, le dije lo
mismo: que yo también me había enamorado el mismo día
que la vi.
Jamás había sentido las entrañas de una mujer, como
lo sentí con ella. Fornicar en los años sesenta en plena
Dictadura con una mujer decente, no es que fuera un difícil,
era casi un milagro.
¡Cómo me folló Sara! Nunca se me olvidará aunque
viviera mil años Y además en una cama. Mis folladas
anteriores salvo con Petri, habían sido malamente en parques
y en tapias con poca luz, y casi siempre de pie. ¡Por cierto!
que mal se jode en esa posición.

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Se despojó de sus braguitas y sujetador, y me quitó la
camiseta. Intentó montarse encima de mí, pero yo prefería
hacerlo al revés, deseaba tenerla presa entre mis brazos para
entrar hasta lo más profundo de su ser.
-Prefiero montarte yo. ¿Te importa?
-No, no, me encanta sentirme rodeada y dominada por
el macho.
Cuando sus piernas formaron un ángulo de 180
grados, abiertas al máximo que permiten las caderas, y al ver
aquella mata de pelo que cubría hasta más arriba de su
Monte de Venus; y cuando alzó los brazos para rodear mi
cuello y vi sus axilas también cubiertas de vello, me arrebaté.
Me acorde de Petri, y lo que le gustó que se las lamiera.
La emoción que sentía es indescriptible, ver las tetas y
el coño de Sara ahí mismo; sintiendo la belleza del paisaje y
el aroma de su floresta, para un joven de los años sesenta sin
apenas recursos, tener en esa posición a una mujer que
siente lo mismo que tú, que está contigo buscando el placer y
el amor, sólo era posible en el matrimonio.
Cuando su mano tomó mi pene porque se dio cuenta
que no atinaba a la primera, y lo dirigió a la bocana de su
puerto casi no lo resisto. Sentía el calor y la suavidad de su
vulva tan directamente que parecía que mi corazón iba a
estallar. Pero cuando empezó a restregársela en movimientos
perpendiculares a la vez que movía el culo en movimientos
circulares, no lo podía resistir, por lo que me retiré con un
movimiento brusco, de haber seguido tres segundos más
hubiera eyaculado un torrente de semen.
-¡Qué has hecho Félix! Si estaba a punto del orgasmo.
-Lo siento Sara, también yo lo estaba, pero quiero
prolongar esta situación tan maravillosa.
-Gracias mi amor.
Paramos y fumamos un cigarrillo a medias. Y
habíamos perdido la moción del tiempo y del espacio. Juro
que no sabía en aquellos momentos si estaba en la Tierra o
en el Cielo.
-Sara.

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-Dime mi amor.
-¿Te creerías que eres la primera mujer con la que me
acuesto?
-No te creo. -¿Nunca has estado con una chica?
-Por amor, nunca te juro que es verdad, sólo he estado
con una prostituta.
-Se nota. Me dijo un tanto sarcástica.
-¿Y eso? pregunté intrigado.
-Porque te temblaban las piernas y no atinabas a
meterla.
-Es cierto Sara, apenas tengo experiencia sexual.
-No te preocupes, que yo te enseñaré.
-¿Y tu novio?
-No me hables de él ahora, ¡por favor!
-¿No le quieres, verdad?
-La verdad que no, es un compromiso que nunca debí
aceptar, pero mi madre le adora; es un buen chico y con un
gran porvenir. Pero no le quiero.
-¿Te molesta si te pregunto si follas con él?
-Después de casi seis años de relaciones, ya me dirás.
Pero por favor, cambiemos de tema, que me enfrío.
Instintivamente sin mediar palabra nuestras manos se
dirigieron a nuestros respectivos sexos. Tocar su vulva era
una gozada, sobre todo manipular aquella especie de lengüita
que le afloraba por su rajita, tan suave, tan delicada. (Luego
supe que son las ninfas o labios menores) y que algunas
chicas lo tienen tan desarrollados que les sobresale de la
vagina. Creo les llaman "orejas de elefante".
Al instante otra vez estaba en plena erección, se me
había bajado un poco en el transcurso de la breve
conversación.
Salté sobre ella con un ímpetu inusitado pero con
delicadeza...
Se abrió de piernas y me ofreció su húmeda y delicada
rosa roja...
Esta vez no hizo falta que su mano guiara el camino
hacia el placer.,,

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¡Qué placer más inmenso! la polla me reventaba, y los
testículos parecía que iban a explotar de un momento a otro.
-¡Cómo la siento mi amor! ¡Cómo la siento! Me devora
las entrañas... Me dijo casi llorando.
Fueron dos orgasmos terribles al unísono. Me tuvo que
meter el canto de una de sus manos para que la mordiera y
no gritara, ya que los espasmos y sacudidas que daban los
disparos de mi semen dentro de su vagina me hacían perder
la razón. Ella meneaba el culo como queriendo extraer todos
los vertidos de mis testículos a través de mi falo.
Quedamos rendidos, extasiados, suspendidos en
nuestra propia felicidad.
Sí, quedé prendado de Sara. Pero... Luego vino lo que
tenía que llegar.

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Capítulo 4

Lo que pasó después


Quedé tan conmovido después de aquella tarde con
Sara, que me sobrevinieron grande dudas.
-Si no estaba enamorado de ella, ¿por qué no la
apartaba de mi pensamiento?
Con veinte años, y creyendo que el mundo femenino es
inmaculado y blanco como la Virgen María; pues como ya he
apuntado, creía que las mujeres vienen al mundo para se
esposas ejemplares y madres abnegadas, la actitud de Sara
me sobrepasaban.
-¿Seis años de novia, y folla conmigo que me acaba de
conocer? -¡Pero si es un chica muy decente!
No es de extrañar que a esa edad, y educado en un
sistema represivo sexual en donde la pureza y la castidad
decían que eran virtudes imperecederas de la mujer española,
me asaltara muchas dudas respecto a ellas; pues no podía
asumir el hecho que en el sexo tuvieran los mismos deseos
que los hombres.
Como ya he dicho antes comía en la fonda del tío
Nicasio, que estaba en las proximidades del cuartel. Y que
tenía dos hijas, y que la pequeña. Estibaliz, me miraba con
buenos ojos; pero era feilla y con un cuerpo que parecía un
armario, y la cara siempre colorada.
Debería estar pendiente de mi llegada, porque nada
más entrar por la puerta, salió a recibirme.
-¡Hola Félix! Te he preparado un estofado de carne que
te vas a chupar los dedos.
Más tarde entendí, porque no me avergüenza decirlo,
que era (y sigo siendo torpe para descifrar lo que piensan las
mujeres), que Estíbaliz trataba de conseguirme a través del
estómago, ya que evidentemente a través de su físico era
imposible; porque estaba a años luz del tipo de mi mujer
ideal.

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-Te lo agradezco Estibaliz, porque vengo de hacer un
servicio y traigo más hambre que un perro flaco.
Pasé al comedor; había una mesa alargada rodeada de
sillas donde todos los comensales comía juntos, como en
familia.
El señor Nicasio me miraba desde la esquina de la
mesa donde se sentaba habitualmente. Seguro que
sospechaba la actitud de su hija hacia mí, y la madre seguro
que más; pero como yo iba a zampar no me entera de nada;
hasta el punto que mis miradas eran sólo para el aquel plato
de estofado, ignorando el mundo que me rodeaba en ese
momento.
Cada vez que Estibaliz pasaba por mi lado me rozaba
con su culo gordo, pero yo a lo mío: al estofado de carne. La
verdad que ni me planteaba follar con ella. Sara estaba
incrustada en mi mente, y no sabía como quitármela.
Luego contaré lo que me pasó con ella. (Con Estibaliz)

La actitud de Sara después de aquello


Lo que me extrañó es que seguía con su novio, al que
veía casi todos los días, y me ignoraba. Pensé que había
satisfecho conmigo un deseo pasajero, y una vez realizado
¡Hasta luego Lucas!
La verdad, que lesionó mi orgullo; el pensar que una
mujer me hubiera utilizado sexualmente no entraba en
aquellos parámetros míos de medir el amor puro y verdadero.
Una mujer decente es incapaz de hacer lo que hizo
Sara. Pero como vivíamos en la misma casa, eso de verla a
cada momento me llevaban los demonios.
Un día, a la hora de la siesta en donde el silencio era el
rey del cuartel, llamó a la puerta de mi pabellón.
-¡Cariño! ¡Mi amor! Me dijo echándose a mis brazos. No
sabes lo que estoy sufriendo.
-Más sufro yo con tu actitud tan distante.
-Calla, calla... amor mío... qué no sabes lo que pasa.
-No me asustes... ¿Qué es lo que pasa?
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-Mi madre, que está muy mosqueada, se huele algo
entre nosotros, y no me quita ojo. Vamos a dejar pasar un
tiempo hasta que deje de vigilarme.
-¿Pero no me dijiste que estabas dispuesta a todo por
mí?
-Sí, mi amor lo estoy, pero tenemos que esperar a que
yo vea el momento oportuno, llevas muy poco tiempo aquí.
Debemos esperar, ten paciencia mi amor. Y ahora me voy,
que no me fío de mi madre.
-¡Pero no vamos a hacer el amor!
-No cariño, ahora no puedo, además estoy con la regla.
Me tumbé sobre mi catre pensando en ella, y al final no
puede evitar masturbarme rumiando sobre todo en su coñito
tan jugoso y en sus tetitas pequeñas de pezón tipo cereza, ya
que cuando me lo metía en la boca me parecía eso: una
guinda.
Llegó la primavera, y si la sangre altera la mía hervía;
necesitaba una mujer pero no sólo para follar, la necesitaba
para que llenara con sus besos de amor mi alma lastimada.

Aquellas mocitas de la localidad


Pido otra vez disculpas a mis lectoras por mi
petulancia, pero de verdad, el uniforme me sentaba tan bien
que las nenas de aquella pequeña localidad me miraban con
disimulo, y algunas mamás también.
Sara seguía viéndose a diario con su novio, y ya no
hacía por verme como al principio; lo cual me demostraba
que si aquel día se jugó el tipo por follar conmigo, es que ya
no le inspiraba el deseo de estar eternamente a mi lado, tal
como me juró aquella tarde cuando estaba entre sus muslos.
El problema de estar con Sara se complicó, ya que a
finales de Marzo se incorporó al cuartel otro guardia soltero;
por lo que tuve que compartir el pabellón con él. Se llamaba
Timoteo, y era algo mayor que yo, calculo que unos cinco
años.

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Después de las presentaciones de rigor me preguntó
por la vida en general de la localidad.
-¿Qué tal la vida aquí?
-Muy tranquila Teo; (le llamábamos así) del cuartel al
servicio y del servicio al cuartel; y a comer y cenar al Mesón
de Nicasio.
-¿Y de chavalas, que tan anda el pueblo?
-Llevo poco más de dos meses aquí, y la verdad, que no
me he preocupado mucho de ese tema?
-¿Es que tienes novia en donde vives?
-Vivo en Madrid, y no tengo novia.
-¿Y aguantas "sin meter"?
-Ya me dirás que voy a hacer.
-Mira, mañana es domingo, y si te parece después del
servicio nos damos una vuelta por el pueblo.
-Me parece muy bien. Pensé en ligarme a una chavala
para darle celos a Sara. Y así fue; no nos fue difícil ligar dos
chavalillas preciosas y jovencitas que estaban sentadas en un
banco de la plaza, no tendrían más de dieciocho años.
-Disculpad nuestra tardanza. Dijo Teo dirigiéndose a
las mozas.
Ellas y yo, nos quedamos un tanto extrañados de su
salida. Éste mirándome me dijo.
-Félix, ¿pero no eran las mozas con las que habíamos
quedado?
Comprendí, y las chicas también, y se rieron.
-Pues ya hemos llegado, siguió con la broma.
Obviamente les caímos muy bien a las chicas porque
nos invitaron a sentarnos en el banco después de las
obligadas presentaciones. Instintivamente me senté al lado de
Silvia, la más jovencita; una preciosidad de niña.
Mi intención era pasear por las inmediaciones del
cuartel para que Sara me viera paseando con ella, y así fue.
Estaba conversando con su novio en la misma puerta;
con ellos sus padres (el brigada y su madre) y como es
preceptivo hicimos el saludo de rigor.

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Sara, me pareció que no le afectaba para nada verme
con una chica bastante más joven que ella, pues no observé
ninguna reacción en su rostro. Pero en el de su madre si me
pareció observar un gesto de animadversión; o me lo pareció.
No sé, pero me dio que pensar.

Al día siguiente.
-¡Vaya, vaya, Félix! Ligando a las mocitas del pueblo.
Me dijo Sara aprovechando que ese día estaba de servicio de
puertas.
-Bueno, le dije con cierta indiferencia. Ya que me has
olvidado, que para ti sólo fui un capricho, he de buscarme
una amiga al menos para pasear;
-Ahora no puedo hablar, y estás de servicio. Después
de comer te espero en la arboleda detrás del cuartel, y te
cuento.
Justamente detrás del cuartel había una frondoso
bosque. Sentado en la base de un árbol y apoyado en su
tronco esperaba la llegada de Sara. No me hizo esperar
mucho, ya que se presentó enseguida. Se sentó junto a mí, a
mi derecha.
-Mi amor, ¡qué ganas tenía de estar contigo! Me dijo
con los ojos húmedos.
-Pues la verdad Sara, no me lo parecía.
-Cariño compréndeme. Llevo más de seis años con mi
novio, estoy a punto de casarme, y romper con todo esto
necesito tiempo, y sobre todo que tu estés decidido a casarte
conmigo.
Reconozco que se me pusieron los pelos de punta; eso
de casarme a los veinte años me parecía algo totalmente fuera
de lugar; y en los ojos de Sara vi que estaba decidida a dejar
todo por mí. Pero como tenía unas ganas terribles de follar,
reconozco que fue un canalla. Le dije.
-Mi vida, estoy loco por ti, a la vez que juntaba mis
labios a los suyos.

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Me abrazó de una manera apasionada y casi llorando.
Comprendí que estaba viviendo un drama, y que era sincera.
Pero en ese momento a mí lo que me importaba era follar.
¡Qué inconscientes son los 20 años!
Introduje mi mano izquierda entre sus piernas
buscando sus humedales, a la vez que se me ocurrió una
terrible maldad para ganar sus favores.
-Mi amor, creo que tengo la solución para solucionar
los problemas que nos impiden estar juntos.
-¿Cual? Me dijo con un brillo de esperanza en sus ojos.
-Dejarte embarazada.
Quedó perpleja, pues no esperaba esa solución, pero
después de pensarlo unos segundos, me dijo.
-Pero Félix, ¿Estás seguro de lo que dices?
-Creo Sara que es la mejor solución. Tu novio te dejará,
y tus padres no tendrán más remedio que aceptar al padre,
que evidentemente soy yo.
Calló, y algo raro me olí, ya que apartó los ojos de los
míos. Y cosa rara en mí entendí su silencio. Pero que ingenuo
soy. Si Sara follaba con su novio casi todos los días, pues casi
todos los días se veían... ¡Cómo iba a demostrar que yo fui el
que le dejé embarazada!
Me leyó el pensamiento, y me dijo con la voz
entrecortada.
-Mi vida, es que... me acuesto con mi novio...
¿Comprendes?
-Ya, o sea ¿Qué lo más lógico es que tu novio fuera el
padre?
Y aquí se acabó la conversación, pues perdí el
conocimiento; pero no fue de la impresión de lo que me dijo
Sara, fue del terrible batacazo que me dio su madre con una
estaca y que me abrió la cabeza.

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Capítulo 5

Como la mujer del brigada me abrió la


cabeza con un palo
La madre, que se olía nuestra relación furtiva, estaba
al acecho de lo que su hija hacía; no le quitaba ojo. Lo que no
sé cómo Sara no se percató esa tarde, seguramente creyó que
su mamá hacía la siesta, ¡pero sí, si! La muy "lagarta" (la
madre, no Sara) seguro que se hizo la dormida con un ojo
abierto, y la siguió.
Estábamos retozando (como ya he contado antes) a la
sombra de un árbol haciendo planes. Yo, la verdad no tenía
plena conciencia de lo que hacía, pero si sabía que ver a Sara
era empalmarme. Era tan inexperto de las cosas importantes
de la vida, que pensaba que ésta era un continuo idilio; que lo
importante era amar y ser amado.
De repente, el estacazo que me arreó la por la espalda
en la cabeza fue de órdago. Allí me dejó tirado sin saber lo
que me había pasado.
Cuando tomé conciencia de lo sucedido, y no deseando
moverlo ni elevarlo a la superioridad, acepté lo que me
propuso su padre el brigada: trasladarme a Madrid, lo cual
acepté sin poner ninguna objeción, al fin y al cabo era mi
deseo.
Tuve que abandonar el cuartel por razones obvias
durante los quince día que tardó en llegar la orden de mi
traslado, y me fui a la fonda de Nicasio también a dormir,
alegando que iban a hacer obras en el pabellón de solteros del
cuartel. La cara de alegría que puso Estibaliz al saber la
noticia no la pudo disimular.
-¿Y cómo es que no viene a dormir también Teo? Me
preguntó Nicasio con cierta sorna.
-Pues no lo sé señor Nicasio, pregúnteselo a él cuando
venga a comer.

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Obvio decir, que, convine con Teo la excusa que iba a
dar en la fonda, para que estuviera prevenido. Lo sucedido,
no debía de trascender fuera del cuartel.
Esa noche estuvo Estíbaliz pendiente de mí; éramos
sólo dos los que cenábamos; el señor Nicasio estaba en un
salón contiguo al lado de la lumbre del hogar, y la madre
zascandileaba de aquí para allá con sus labores, seguro que
los papás de la nena no sospechaban nada de lo que iba a
pasar tres horas después, sobre la una de la madrugada. Si
ni yo mismo lo sabía, ¿cómo lo iban a saber ellos?
Estaba dando vueltas a la cabeza de lo acaecido, y la
tenía hecha un lío. (mi cabeza, no Sara)
También me sentía culpable de lo sucedido, ya que me
temí haber arruinado su noviazgo y su futuro. ¡Nunca debí
permitir su acercamiento! ¡Y mira qué me lo dijo mi padre!
Hijo: Nunca hagas daño en los cuarteles que vivas.
-¡Pero coño! a los veinte años se te pone como el
pedernal a cada momento. ¡Cómo un chaval de esa edad se va
a resistir a un coñito que se lo ponen en bandeja!
Estaba fumando un cigarrillo, formando con el humo
figuras en el aire; sobre todo aros que se iban diluyendo en el
espacio; imaginaba que eran el coñito de Sara. Sólo sabía que
su imagen me ponía cachondo, y sus recuerdos más todavía;
¿Era amor o lujuria? No estaba seguro, la verdad, pero no le
apartaba de mi cabeza.
Abracé mis 18 centímetros con una de mis manos con
la intención de masturbarme a su salud, cuando de repente
escuché unos pasos sigilosos y unos golpecitos muy suaves
en la puerta de mi habitación. Me sobresalté.
-¡Pero coño! Quien será a esta hora. Miré al reloj que
siempre dejo en la mesilla; eran la 01:20 horas.
Antes de que me levantara para saber quien era,
Estíbaliz estaba entrando en la habitación, ya que no había
echado la falleba.
Estaba (la habitación), iluminada con la luz tibia que
desprendía la bombilla de la lámpara de la mesilla, pero

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suficiente para ver sus muslos a través de su camisón
trasparente (seguro que se lo había puesto para la ocasión)
-¡Joder! Que impresión Aquello no eran muslos. Yo que
soy delgadito de piernas aquello me parecía dos columnas;
pero no sé porqué me excitaron. Quizás porque lo que me
faltaba a mí de cintura para abajo lo tenía ella; o porque
estaba caliente; el caso es, que sobrepuesto del susto le dije:
-¡Jo! Estibaliz Que susto me has dado. -¿Qué haces
aquí? Pregunté poniendo cara de lelo, seguramente.
-¿Tú que crees? Pero si quieres me voy.
-¡No, no, por favor! Pero comprende que no te
esperaba, y...
-¿Me haces un lado? Te he dado esta habitación
porque la cama es de matrimonio.
-¡Anda! Pues es verdad. Dije por decir algo.
Y sin decirle nada más, se acostó a mi lado, a mi
derecha.
Estaba totalmente abrumado, pues en aquella época (e
incluso hoy) que una tía se te meta en la cama sin previo
aviso, no era ni es muy normal que digamos.
-Félix.
-Dime.
-Sé que te vas de aquí.
-¡Coño! ¿Y cómo lo sabes?
-Ya sabes las noticias vuelan. Pero no te preocupes y
no se hable más del tema. A mí no me importan tus líos con
la hija del brigada; lo que quiero es otra cosa.
Repuesto de la sorpresa y la moza a mi lado, rozando
su muslamen con los míos, la verdad que me empalmé a
tope; mis neuronas no la rechazaron a pesar de que a la
sazón era muy especial a la hora de estar con una mujer.
Cosa rara en mí, ya que en Madrid había desestimado
muchas insinuaciones de chicas que no eran de mi agrado.
¡Joder! si las pillara hoy.
Quizás el estar solo allí, y sin mas mujeres donde
poder elegir, pudo ser el detonante que decidió el que antes
de hacerme "un pajote" a la salud de Sara, la metiera en el

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chochito de Estibaliz, que dicho sea de paso, la muy puñetera
ardía.
-Félix. Me dijo otra vez.
-Dime, le dije al unísono que mi brazo derecho lo
pasaba por debajo de su cuello abrazándola, y mi mano
izquierda buscaba sus zonas húmedas por debajo de su
camisola.
-Soy virgen.
-¡Eh! Dije pasmado. ¿Virgen a tus años?
-Voy a cumplir treinta años próximamente, desde niña
ayudando a mis padres en el hostal, y ningún chico me ha
pretendido.
Al ver su rostro compungido entendí, y la verdad que
me dio algo de pena. ¡Desde luego! que más bien era feilla,
añadido a su carita siempre colorada, no era precisamente
una muñeca que deslumbrara a los tíos. Por eso ninguno se
habían acercado a ella. Pero cuando se levantó de la cama
para quitarse el camisón de espaldas a mí, casi me da un
telele. -¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! ¡Qué corpachón!
Lo primero que me llegó a mis ojos fue su tafanario tan
redondo y bien colocado que me impresionó. ¡Qué pedazo de
culo! Era lo más hermoso que había visto en mi vida.
Los muslos, torneados y firmes como las columnas del
Templo de Venus, que tapaban el defecto de sus pantorrillas
gruesas y sin labrar.
Pero cuando se dio la vuelta y la vi toda ella por
delante, aluciné. ¡Qué pechos más firmes y erguidos! Parecían
dos ánforas, dos cántaros, dos botijos con sus pitorros y todo.
-¿Te gusta mi cuerpo? Félix.
No supe que decir, y añadió:
-Sé, que vestida no me has hecho caso a pesar de mis
insinuaciones, pero desnuda, espero que si me lo hagas.
Se volvió a acostar a mi lado y pegó sus enormes tetas
junto a mi pecho. Su mano izquierda se posó sobre mi pene;
entornó los ojos y dijo:
-Es el primer "pito" que tengo entre mis manos.
-Me cuesta creerte Estíbaliz, y perdona si te ofendo.

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-Me voy Félix, yo no he venido a ti para conquistarte
con mi virginidad, es la pura verdad y no me avergüenza
decirlo.
-Espera, por favor... Espera. No te vayas. Pero reconoce
al menos mi incertidumbre; serás virgen y ahora lo
comprobaremos si tu quieres, pero la entrada en mi
habitación ha sido más propia de una puta que de una
virgen.
-¡Menos mal que le dio por reirse!
-Mira Félix, me dijo muy seria. -No tienes ni idea lo que
supone para una mujer como yo. Desde los trece años que me
vino la menstruación con deseos sexuales reprimidos, en este
pueblo, con mis padres, y guardando mi honra.
Aquí hizo un inciso para esbozar una mueca que
pretendía ser una sonrisa.
-¡Mi honra! ¿Para qué? Para que se la coman los
gusanos. Me ha costado Dios y ayuda dar este paso, y todavía
no me lo puedo creer, pero al saber que te ibas, me he
arriesgado a darlo aún a sabiendas de lo que me jugaba. He
preferido ser considerada por una puta por ti, a que me veas
siendo una mujer decente.
La callé con un beso en los labios. Vi tanta amargura y
a la vez tanta sinceridad en su rostro y en sus palabras, que
me emocioné.
-Estibaliz. No sigas por favor, que me enterneces. Por
mi puedes estar segura que lo que pase aquí, sólo las paredes
y esta cama podrán proclamarlo al viento; porque yo te juro
que de mis labios nunca saldrán las emociones que deseo
vivir contigo esta noche.
No había soltado mi pene durante su alocución, lo
tenía asido a su mano de tal modo, que parecía que se le
podía escapar en cualquier momento.
-No soy un experto amante, pero voy a hacer que tu
primera noche de amor se incruste en tu cerebro para que
nunca la olvides.

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La noche mágica, y el virgo de Estíbaliz
Estibaliz no me gustaba como mujer, pero su ternura y
su sinceridad me cautivaron. Unido a ese cuerpo tan
hermoso, decidí que su primera noche de amor, como dije
antes la iba a recordar de por vida.
-Cariño, le dije poniendo la voz más dulce que podía.
Sé, que te gustaría que esta fuera tu noche de bodas, y que
yo sea ese hombre con el que te acabas de desposar. Cierra
los ojos, y vívela como si fuera realidad.
Cerró los ojos y se dispuso a consumar lo que durante
tantos años había soñado despierta.
-Sí, mi amor, despósame, mi honra la he estado
guardando durante treinta años para ti.
Tenía curiosidad por saber como es un virgo; en un
revista extranjera, no de sexo, trataba sobre ginecología y
todos los órganos sexuales de la mujer venían reproducidos,
incluido un himen intacto.
Abrí de piernas a Estíbaliz para ver su virgo; no es que
desconfiara de ella, pero tenía curiosidad por comprobar si el
himen es igual que el que vi en la revista.
-¿Qué me vas a hacer "esposo mío"? Me dijo con voz
trémula; se palpaba que la emoción le sobrepasaba.
-Hacer que tu noche de bodas, "esposa mía", sea
inolvidable.
-¡Dios mío! ¡Qué muslos! Abierta de piernas todo el
ángulo que daban de si sus caderas, alucinaba ante tanta
abundancia de mujer. ¡Con el hambre sexual que pasábamos
en aquellos años los solteros!
Decidí hartarme de hembra, aparqué mis prejuicios
espirituales basados en el amor puro, esta vez pudo el
materialismo: lo refrendaban mis dieciocho centímetros de
"macho" que amenazaban romper el frenillo que le une con el
glande.
Abrí muy suavemente los labios mayores de su vulva,
y... ¡Efectivamente! la entrada de su vagina totalmente
cubierta por una especie de tela rosada. Estaba presenciando
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un espectáculo grandioso que muy pocos hombres se han
molestado en contemplar.
-Cariño. Voy a preparar tu coñito antes de desflorarte.
Sus muslos temblaban, quizás de la emoción ¿o de la
impaciencia? Porque emanaban de aquella fuente dos
arroyuelos de agua que serpenteando por ambas laderas de
sus piernas se perdían por el valle que las formaban.
Sumergido en la contemplación de su virgo inmaculado
no reparé en su floresta. Alrededor de la vulva, invadiendo
ambas ingles y ocultando el monte de venus, una mata de
vellos negros y muy rizados formaban aquella selva
inexplorada por varón alguno. Iba a ser el primero en
mancillar aquel rincón sagrado que toda mujer decente lleva
al matrimonio.
Entre el follaje emergía un clítoris que me causó
impresión. No es que hubiera visto muchos, pero el de
Estibaliz me parecía excepcional. Al instante de posar mi
lengua, la portadora de tan delicado manjar dio un respingo
con el culo que casi me parte los labios; menos mal que los
coños no tienen dientes. ¡Qué si no!
-¡Uf! Félix. ¡Pero qué me has hecho, ahí!
-¿Es qué no te ha gustado? Le pregunté mientras
apartaba mis labios de tan delicada fresa.
-¡Jolín! cariño Es que no he podido resistir el gusto que
me ha dado.
-Pero mi amor... Si esto es sólo el principio.

-Sigue, sigue, "esposo mío". Dame más placer como


el de antes; y si no lo puedo resistirlo y me muero, di a
todos que he preferido morir siendo puta una noche, que
decente toda una vida.

He resaltado esta frase en negrilla, porque fue sublime,


y siempre la recordaré como la expresión de amor y pasión
más grande que de mujer emanó de sus sentimientos hacia
mí.

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Tuve que ponerle mis calzoncillos en la boca a forma
de tapón (es lo primero que encontré a mano) porque no
podía aguantarse el no gritar; pero se conoce que con mis
labios mamando de su vulva, y mi slip en su boca, (oliendo a
macho), la enervó tanto que entró en tal estado de excitación
que me asusté, y presto dejé de succionar su clítroris y
ninfas, y quitarle los calzoncillos de la boca para que tuviera
que tomar aire. Estaba más colorada que una Sandía de
Lanzahíta
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! no cesaba de repetir.
-No me asustes Estibaliz ¡Coño! Qué me arruinas.
¡Joder! lo que faltaba, que después del affaire con la
hija del Brigada, otro lío con la hija del señor Nicasio. Para
salir del pueblo a hostias.
-¡Ya! ¡Ya! Ya se me pasa el soponcio.
Respiré aliviado. Es que había que verla, ella que de
por si es de piel coloradita, en ese momento era pura candela.
-¡Joder! Qué susto.
Ya serena y tranquila, se arrimó a mí; sus dientes
jugueteaban con el lóbulo de mi oreja derecha.
-Mi amor: el momento que me acabas de hacer vivir, es
lo más grandioso que he sentido en mi vida. ¡Jamás pude
suponer que esto daría tanto gusto!
-Pero. ¿No te masturbas?
-¿El qué?
-No me digas que no sabes lo que es masturbarse
-Pues no, la verdad que no.
-Pero ¿es qué no hablas con tu hermana y amigas de
estas cosas del sexo?
-No, no. Nos da vergüenza.
-¿Y cuándo te confiesas, el cura no te hace preguntas
de estas cosas?
-Me dice el Párroco don Senén, que si cometo actos
impuros, pero como yo no fumo ni bebo, le digo que no.
No me estaba vacilando; era totalmente clara y sincera.
El prototipo de aldeana sin más visión de la vida que su
limitado entorno, y sus cortitas entendederas le señalaban;

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que unido a la represión sexual de principios de los años
sesenta, y al no tener hermanos; no era de extrañar su
ignorancia en estos temas.
-¿Pero tampoco te tocas el chichi cuando estás
excitada?
-Sí, pero no siento nada. ¡Bueno! alguna vez me da
cosquillas, pero no el gusto que he sentido contigo.
-Pues esto sólo ha sido el preludio, ahora vendrá la
verdadera obra del arte del amor. Prepara una toalla.
-¡Una toalla! ¿Para qué?
-Para no manchar las sábanas.
-No te preocupes, soy yo la que se encarga de la
limpieza de las habitaciones.
-Pero puedes sangrar bastante, convendría que te
pusieras una toalla debajo.
-¡Ay! sí. Que tonta soy, no había caído en ello.
-¿Estás preparada, "esposa mía"?
-Sí, preparada y totalmente entregada a ti, "esposo
mío".
Eso de desvirgar a una mujer, me parecía algo
totalmente fuera de mi alcance, y menos fuera del
matrimonio, pero ahí estaba el virgo de Estibaliz esperando
ser desflorado por mí.
Me miró con tanta dulzura esa carita coloradita y fea,
que me pereció la flor más hermosa de la rosaleda, y por un
momento viví esa maravillosa sensación que dicen que
concede la noche de bodas.
La estampa era para ser pintada por Rubens, y haber
incluido a Estibaliz en su obra pictórica "las tres gracias",
porque su cuerpo sobrepasaba en hermosura a las otras tres.
Ahora fui yo el que entró en un estado que no puedo
explicar; aunque un amigo estudiante de psiquiatría me dijo
después, cuando se le conté, que era "el síndrome de
saturación de los elementos a mi alcance". Ni puñetera idea
que es ese síndrome, pero el caso que debió ser cierto, porque
me quede totalmente paralizado y sin saber que hacer.

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Estíbaliz esperaba con las piernas totalmente abiertas
que "su marido" consumara el acto de pasar de doncella a
esposa, pero yo seguía sin saber por donde coño empezar. Y
mira que la cosa estaba clara: por su coño.
-Cariño. La turbación me embarga, es tanta la emoción
que tengo en esta nuestra noche de bodas, que tu hermosura
me ha paralizado. Le dije para salir del paso de ese trance.
-No te preocupes mi amor, ven a mi lado y abrázame; y
esperemos que tu corazón se reponga de la impresión. Toma.
Su hermoso seno izquierdo me lo puso en la boca, que
la llenó totalmente con su areola y su pezón. Mamando de su
hermoso pedúnculo, fue tranquilizando los ímpetus
descontrolados mientras ella me acariciaba mis cabellos
rizados color del azabache.
No era un noche de bodas; pero ¡Cuántas novias y
novios quisieran vivirlas como nosotros la estábamos
viviendo!
Miré la reloj de la mesilla, y daba las tres y veinte
horas. Me quedé medio dormido en su regazo al roce de las
yemas de sus dedos en mis bozos.
Desperté a las cinco y cinco, había dormido poco más
de hora y media; el aroma de los exudados de Estíbaliz
inundaron mis fosas nasales, y mi pene se alzaba formando
una especie de alcor en la sábana, había llegado el momento.
Me subí delicadamente al cuerpo de mi amada que ya
estaba preparado para tan delicada operación. Con los dedos
de mi mano derecha, observé la lubricación de su rosa,
estaba totalmente dispuesta para ser cortada. No pudo evitar
un profundo suspiro.
-Tranquila amor mío, tranquila...
-Lo estoy corazón mío, lo estoy...
Lleve mi pene con una de mis manos a la embocadura
de aquel puerto, quedando allí quieta...
-¿Te duele, amor mío?
-No mi vida, traspasa sin piedad ese telón, y llega
hasta el fondo de mi corazón.

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Y traspasé aquella malla
que custodiaba su tesoro...
Quedando en aquella toalla
lo que guardaba el decoro.
Te juro, que allá donde vaya
guardaré como un tesoro,
lo que te robó este canalla,,,
Aquel que se fue a "su Foro".

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Capítulo 6

Mi vuelta a Madrid. (Mayo de 1961)


Volví al Madrid de mi alma con cierto sabor agridulce
de aquella localidad alavesa en donde fui destinado; y que en
tan sólo cinco meses viví dos aventuras tan intensas que me
hizo ver el mundo femenino tal como es, no tal yo creía que
era. Tenía la creencia (como he repetido muchas veces) que
para la mujer el sexo era consustancial con el amor; es decir,
que la mujer sólo ama, hace el amor. No folla.
Pero ¡Sí! Sí! Estibaliz sabía muy bien antes de entrar
en mi alcoba que me marchaba para siempre de allí. ¿Qué es
lo que la motivó a que un joven diez años más joven que ella
la desvirgara?
Estaba muy claro, que fue la llamada del sexo lo que le
motivó, ¿O quizás la desesperación? Evidentemente unido a
la elección del hombre que tuviera ese honor; no creo que se
hubiera ido con cualquiera. Pero con 30 años, una mujer que
no ha sido desvirgada todavía, debe ver su futuro con cierta
hipocondría, y le llegará el momento que rompa con sus
conceptos morales y haga lo que hizo Estibaliz conmigo.
Lo de Sara si que fue algo insólito. ¿Cómo una mujer
con seis años de novia de un alto ejecutivo, pudo perder la
cabeza por un chiquillo de 20 años por muy guapo que fuera?
Esas dos experiencias sexuales me habían hecho
reflexionar sobre la conducta femenina; pero la de Estibaliz
mucho más. No sentí ningún deseo sexual por ella durante
todos los días que me servía la comida y la cena en la fonda
de su padre; sin embargo le amé, Sí, hice el amor con ella la
última noche. ¿O quizás fue un simulacro del amor? No lo sé,
la verdad.
Allá donde estés, te mando un cariñoso beso, y ¡ojalá!
hayas encontrado el amor verdadero. Lo mismo te deseo a ti,
Sara.

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Aquellas chachas de la calle Amador de
los Ríos
Vine destinado al destacamento del Ministerio de la
Gobernación, ubicado a la sazón en esta calle Amador de los
Ríos.
Justamente frente a la puerta principal se hallaba (y se
sigue hallando) uno de los restaurantes más famosos de
Madrid, y en los pisos superiores viviendas de lujo.
Cada vez que me tocaba hacer el servicio en
mencionada puerta, observaba como desde una de las
ventanas de la finca de enfrente dos chicas de servir
(chachas) me hacían señas y se reían. Pero mi mentalidad
con respecto a la mujer estaba por encima de aquellas chicas,
por lo que no les hacía caso, ya que en mis días libres me
dedicaba a ligar a otras de mi agrado.
Pero resulta, que, con ninguna de las que ligaba en los
sitios que frecuentaba conseguía pasar más allá del beso y
algún toqueteo indirecto; y como no quería compromenterme
con ninguna para llegar a mayores, no tenía un chochito
donde meterla sin más compromiso que el placer mutuo.
Y después de conocer intesamente los goces que
concede el contacto carnal con mujeres como con Sara y
Estibaliz, eso de "meneármela" ya no me satisfacía.
-¡Joder! Vengo de un pueblo pequeño y me he follado a
dos tías. Y aquí en Madrid no "me como un colín". Pensaba. Así
que me plantee el hacer caso a aquellas dos chachas que me
provocaban desde la ventana; al fin y al cabo también
tendrían dos chochitos jugosos, y no parecían feas.
Tenía tres o cuatro servicios de guardia a la semana
en la puerta ya mencionada; por lo que me propuse "estar al
loro". Pero seguro que ellas estaban "más al loro" que yo.
¡Efectivamente! Nada más hacer el relevo al
compañero, y plantar mi metro ochenta y mis setenta y cinco
kilos de peso en la esquina derecha de la puerta del
Ministerio, ya estaban las dos haciéndome las señitas con las
manos y las caras.
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Obvio que tenía que mantener una postura
circunspecta y estar pendiente del personal que entraba y
salía, por lo que no debía abandonarla y mantenerme firme;
así que opté por mirarlas directamente, y levemente movía el
cuello de izquierda a derecha y viceversa para decir que si; y
de arriba abajo y viceversa para decir no. Entendieron a la
primera mis gestos.
Me dijo una de ellas por señas, que a las doce de la
noche me esperaba en el portal de su casa; le dije que sí con
la cabeza.
El portal, como dije antes estaba justamente frente al
Ministerio, por lo que sólo bastaba cruzar la calle. A la sazón
existía en Madrid la figura del sereno; una especie de
vigilante nocturno que se encargaba de cerrar los portales de
la fincas a las diez de la noche; y naturalmente de atender a
los vecinos que llegaban después del cierre de los mismos,
con la consiguiente propina preceptiva. Y también de
mantener el orden en su distrito durante toda la noche.
Hacía una noche fresquita, por lo que me puse la capa
y me dirigí al lugar del encuentro; allí estaba la que dijo
llamarse Celia, detrás de la verja con cristales del portal de la
finca; en la penumbra y con la luz apagada.
Me abrió la puerta y me llevó a un cuarto trastero que
se hallaba en los bajos del edificio.
-Aquí nadie puede vernos a estas horas, porque este
cuarto solamente lo utilizamos la cocinera y yo. Disculpa, me
llamo Celia.
-Encantado Celia. Me llamo Félix.
-Encantada Félix, ¿Sabes que eres más guapo de cerca
que desde mi ventana?
-Yo sólo te veía medio cuerpo, pero ahora al verte
entera, maldigo la hora en que no te conocí antes.
-Pues las veces que me insinuaba desde la ventana, y
tú ni caso.
-¡Bueno! Comprende que mi situación es delicada,
estando de guardia no podemos hacer estas cosas. Le dije
para salir del paso.

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Estaba maciza la tía, de unos treinta y cinco años
aproximadamente, sobre todo de tetas, eran descomunales,
por lo menos, un contorno de 120 centímetros de pecho.
En el trastero, de unos doce metro cuadrado había un
sillón que estaba pendiente de que se lo llevara el chatarrero,
pero que en ese momento me vino de perlas, ya que follar de
pie es incomodísimo.
Me quite la capa que dejé encima de unas cajas. Los
ojos de Celia estaban encendidos y me miraba con unos
deseos reprimidos. Mis ojos no se apartaban de sus pechos.
-¿Te gustan? Me dijo al darse cuenta lo que mis ojos
contemplaban atónitos.
-Toma mi amor, son tuyos. Me dijo a la vez que se
abría la blusa y se desabrochaba el sujetador.
Emergieron dos enormes tetas, que al verse liberadas
del opresor sostén parecían que querían dominar aquella
pequeña estancia con su exultante tamaño. ¡Joder! que dos
tetas, por poco me mandan contra la pared al liberarse del
sujetador. Pero lo que me dejó estupefacto fueron los
pedúnculos ¡Madre mía, que par de pezones! Parecían dos
cerezas del Valle del Jerte. *
-¡Chupa, mi amor! ¡Mama!
Y Félix mamaba de aquellos botones con la misma
ansia que un choto mama de la ubre de su mamá vaca.
Se sentó en aquel sillón, y adoptó una postura
parecida a la que ponen las mujeres cuando las ausculta el
ginecólogo: el culo en el borde, y las piernas cada una
bordeando los brazos del mismo.
-Uffff. ¿Se imagina el lector/a donde quedaba el coño?
Me bajé hacia aquel manantial con el ansia del
sediento ante la fuente de agua cristalina.
Quizás sea mi sentido del olfato el más desarrollado a
la hora de hacer el amor. Desde luego que la vista y el tacto
se subliman ante la contemplación de un cuerpo femenino
Pero el olfato, me arrebata. El aroma de la vulva, me exalta.
Ya he dicho, (página 27) "El chichi de la otra Carmencita"
despué de libar de su fuente del amor, que no concebiría

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hacer el amor sin antes haber disfrutado y llenado mi olfato
de los aromas de mujer en celo.
El olor natural que desprende una hembra caliente, me
enajena, me transfiere a otro mundo, me traslada al "Valle de
los Aromas Divinos". No sé como todavía no se ha
comercializado el "aroma de coño". Y lo que sería el summun,
que las famosas actrices igual que prestan sus rostros y
cuerpos para la publicidad, prestaran sus exudados
naturales para venderlos en frasquitos pequeños. Por
ejemplo: "aroma del coño Ava Gadner" o: "Perfume del coño
de Marilyn Monroe".
Yo hoy compraría la "fragancia del coño de Sharon
Stone", el de Angelina Jolie, o Julia Roberts. Las evocaciones
que transportarían a la mente serían sublimes. Hacerse "un
pajote" oliendo el aroma del chumino de tu actriz preferida,
sería una pasada.
-Como iba relatando: al ver a Celia de la guisa que se
pueden imaginar debido a la postura en que se hallaba, me
causó una escalofriante impresión debido a que como las
mujeres de aquellos años sesenta no se afeitaban el pubis y
aledaño, "aquello" parecía un bosque; no se veía por ningún
lado "la raja".
Se dio cuenta de mi incertidumbre, y con los dedos
medio e índice de ambas manos, se separó los pelitos y se lo
abrió.
-¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! que pedazo de chocho. Rojo
como el carmesí y el fuego.
-Por aquí la puedes meter, cariño, para que no te
pierdas.
-Gracias Celia, porque la verdad, encontrar el camino
entre esa espesura, no es nada fácil.
Me arrodille hasta situar mi miembro viril a la altura
adecuada, perpendicular a la entrada de su vagina; me la
apuntó con su mano derecha, y yo sólo tuve que empujar
para que entrara hasta los mismísimos testículos, que se
balanceaban como un péndulo de reloj de pared debido a la
posición, ya que quedaban colgando por la postura adquirida.

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Me estaba resultando un polvo desagradable, ya que el
follar para mí es un rito en el que hay que rodearse del marco
adecuado; no necesariamente entre sábanas de satén y
alfombras persas ¡Pero coño! si al menos en una habitación
limpia y con una cama de sábanas blancas.
El caso es, que al sentirme ridículo en aquel cuarto
trastero, con una bombilla colgando de un cable desde el
techo, unido a que me dolían los riñones por aquella
posturita tan atípica, se me bajó.
-¿Qué te pasa cariño? ¿Es que me vas a dejar a
medias?
-Lo siento Celia, pero no puedo.
-¿Es que de repente te he dejado de gustar?
-No-cariño, es que me supera el ambiente. ¿No
podíamos subir a tu habitación?
-Es que duermo con Josefa, la cocinera, y no sé si
ella...
-Seguro que si le propones hacer un trío, acepta.
-Eso es lo malo, que la muy puta también anda detrás
de ti.
-¿Eres celosa, Celia?
-No, no, pero lo que jode es que no me jodas ahora.
-Comprende cariño, que tú te mereces una noche de
amor mejor que esta Le dije para conformarla, y añadí.
-Mira mi amor, el día que libremos los dos, te llevo al
mejor hotel de Madrid, (mentira y gorda) y lo pasamos de
lujuria.
-¿De veras mi amor, que no se te ha bajado porque no
te gusto?
-Al contrario cariño, se me ha bajado porque tú te
mereces que te folle como a una princesa. Me gustas con
locura.
Parece que se conformó. Se subió las bragas y yo los
calzoncillos y quedamos para otro día follar como Dios
manda.

* Valle del Jerte, Valle de la provincia de Cáceres, cerca de


Plasencia, famoso por sus cerezas.
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Capítulo 7

El trío con Celia y Josefa


Dos días después del polvo inacabado con Celia en el
cuarto trastero de la finca donde servía, hice otra guardia en
la puerta principal del Ministerio; y como de costumbre,
asomada a la ventana junto a Josefa, estaba también la
cocinera. Me dijo que sí, con la cabeza; entendí que lo del trío
que le propuse era aceptado por las dos, por lo que saque tres
dedos de mi mano derecha con disimulo para que me lo
confirmara; me volvió a decir que sí.
He dicho muchas veces, que, para los solteros el
folleteo en esos años era casi un milagro; o te casabas o te
ibas de putas. Por lo que hacer un trío (por la cara) de dos
mujeres y un tío ni se pensaba, era inalcanzable para un
chaval de 20 años, y sin un duro en el bolsillo.
Me entró cierto temor. ¡Hosti tú! eso de estar con dos
titis a la vez me parecía demasié, una pasada, y la verdad,
que me preocupaba. Me inquietaba, pues al no ser un follador
nato de esos que se les pone dura ante una "escoba con
faldas"; ya que buscaba a una mujer más espiritual que
material: o dicho de otra forma: buscaba que me inspiraba
una cadena de sentimientos, aunque sin ser amor si fueran
más místicos que prosaicos. Por eso temía dar un gatillazo a
pesar de tener 20 años. Y Celia y Josefa mal comparado, eran
más "cardos que rosas".
Pero un orgasmo es un orgasmo, conseguido con amor
o sin amor, y da el mismo gustirrinín, por lo que aparqué mis
misticismos, y me dispuse a disfrutar de "cuerpos sin almas".
Además me pregunté a mí mismo:
-Vamos a ver Félix: no tienes novia, no estas enamorado
de ninguna mujer. Entonces ¿Por qué te la meneas día sí, y día
también? y no me digas que lo haces pensando en los
angelitos.
Me convencí a mí mismo, y volvía decirme:

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-¡Es verdad! Celia y Josefa serán como mis manos, que
cuando me canso de "sacudírmela" con la derecha me la
"sacudo" con la izquierda.
Convencido por mí mismo, me dispuse a preparan el
plan a seguir para "cepillarme" a las dos nenas (o ser
"cepillado" por ellas)
El problema era doble: primero, el lugar del encuentro,
porque en los hoteles pedían el libro de familia a las parejas,
y el segundo, que no sabía dónde podía llevarlas, ya que no
conocía habitaciones clandestinas para esos menesteres.
Quedé con Josefa en un momento que no estaba de
servicio, para comunicarle los inconvenientes que tenía, pero
ella me dio la solución; sus señores, un matrimonio de
mediana edad iba a hacer un viaje de negocios al extranjero,
por lo que se quedarían solas durante una semana. Sólo
bastaba saber el día que no tuviera servicio, y a partir de las
diez de la noche que cerraban los portales, y sin que me viera
el sereno me abrirían la puerta para acceder al piso. Y así
sucedió una cálida noche del mes de Mayo.
¡Qué poca responsabilidad se tiene a los veinte años!
Me estaba jugando un consejo de guerra, ya que la España de
1960 era una Dictadura represiva, y además yo era militar,
por lo que la pena podría ser muy dura. Pero cuando el sexo
domina al seso, no se pueden controlar las pasiones. Y llegó
la gran noche.
Tuve que salir del destacamento por la puerta que da a
la calle Fernando el Santo, y sortear a la patrulla que hacía
ronda por el exterior, ya que de verme algún compañero
tendría que darle explicaciones. ¿Y que explicación iba a
darles? ¿Qué iba a follar?
Eran las diez y cuarto cuando llegué al portal, allí
estaba Celia oculta tras las rejas esperándome. Abrió sólo lo
suficiente para que pudiera entrar.
-¿Qué te ha pasado cariño, que has tardado tanto?
Pensé que ya no venias.

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-Lo siento, pero me las he tenido que ingeniar para
poder llegar hasta aquí, a pesar que son menos de veinticinco
metros los que separan los dos edificios.
-Me lo supongo, he visto a la patrulla de guardia
recorrer la calle. Pero vamos para arriba, no sea que vaya a
venir el sereno y nos vea.
Subimos por la escalera del servicio hasta el tercer
piso, ya que el ascensor no funcionaba. Celia iba delante
unos tres o cuatro peldaños; y aunque la iluminación era
tenue, si lo suficiente para contemplar como su hermoso
tafanario se movía a cada peldaño que subía a través de una
sutil falda azul que llevaba; pero lo que me llamó la atención
fue, que se la marcaba la raja del culo de una forma muy
descarada.
-Celia: ¿no llevas bragas? Le dije muy bajito.
-¡Calla¡ qué nos pueden oír. No, no las llevo.
-Vale. Me callo. Pero me sobrevino una erección.
Josefa estaba asomada con la puerta entreabierta unos
centímetros, esperando nuestra llegada.
-¡Por fin llegáis! Ya me estaba poniendo nerviosa. Dijo
nada más llegar al rellano del piso.
Entramos, tenía Josefa la luz apagada. Sólo la conocía
de lejos o a través de la venta; pero quedé embobado al ver el
pedazo de culo que tenía. Si el de Celia era hermoso, el de
Josefa era descomunal.
Aquello me produjo tal excitación que se me puso a
tope, y suspiré...
-¡Menos mal! Porque temía que la situación me
superara, y no pudiera empalmarme. Como dije antes, hacer
un trío en aquella época por la cara y en nido ajeno no estaba
al alcance de cualquiera, y temía que los nervios me jugaran
una mala pasada.
¡Mira Celia! Le dije a la vez que le tomaba de su mano
derecha y se la llevaba a mi bragueta.
¡Cómo la tentaría que dijo!
-¡Jo! Félix, que dura la tienes, esperamos que no se te
baje en toda la noche.

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-¿Tienes hambre? Me dijo Josefa, que como ya saben
es la cocinera.
La verdad que no tenía hambre, pero al ver aquel
jamón de pata negra que colgaba de un gancho de la pared,
me entraron de repente.
Seguía empalmado a tope porque las caderas y el culo
de Josefa me impresionaban. Nunca podría imaginar, que
una mujer tuviera tanta carme por ahí. Se dio cuenta y me
dijo la muy picarona.
-Por la cara que pones, seguro que prefieres mejor mis
jamones ¿a qué sí? Dijo subiéndose la falda hasta más arriba
del vientre. Desde que has entrado no me quitas los ojos del
culo.
La verdad que sí, que miro muy descarado a las
mujeres, pero sin darme cuenta; ya me lo advierte mi
hermana María.
-¡Jolín! Félix ¡Miras con un descaro a las mujeres!
Celia se reía al contemplar la escena ¡Menos mal que
no era celosa!
Los muslos de Josefa no eran unos muslos cualquiera.
Impresionaban, y más en aquellos años de tantas carencias.
-¿Dónde te parece que vayamos? Le dijo Celia a Josefa,
por lo bajito.
-¡Qué mejor que en el cuarto de los señores! Ni están,
ni se les esperan.
De súbito me entró un cierto temor, quizás debido a
que tomé conciencia de la situación: follar a la criada y a la
cocinera en aquella habitación tan lujosa me parecía una
profanación. Luego supe que el señor era un alto cargo del
Régimen, y marqués para más señas.
-Tranquilo Félix. Me dijo Celia al observarme, que
sabemos lo que hacemos. No va a pasar nada.
Me acordé de las escaleras, cuando subíamos al piso, y
le alcé la falda. Efectivamente, no llevaba bragas.
-Ponte unas bragas Celia. Le dije con un autoritarismo
simulado.
-¿Pero para qué?

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-Porque lo que más me gusta, es bajar las bragas a la
mujer que me follo.
Josefa reía. A la vez que le dijo: -Anda mujer dale ese
placer, y ponte esas bragas rojas que te compraste ayer.
-¡Rojas! Exclamé casi en un grito. Mi color preferido.
Al poco, aparecía Celia con unas braguitas rojas, de
esas que van por debajo del ombligo y transparentes, y ese
maravilloso tetamen de 120 cm al aire, libres.
Desde ese momento empezaba a comprender, y a la vez
se derribaban todos los mitos que yo creía que portaban las
mujeres decentes. ¡Cómo si a las decentes no les picara el
chumino igual que a "las otras"! ¡No te jode!
Josefa se desprendió de su bata ¿o era un vestido? No
me acuerdo, y también se quedó en bragas. Eran de las
llamadas de "cuello alto". Pero es que a ese pedazo de culo,
unas bragas de "cuello bajo" quedarían ridículas.

Josefa y Celia

Las tumbé a las dos en la cama del Marqués; boca


abajo; el espectáculo era deslumbrante y maravilloso,

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aquellos dos culos juntos causaban asombro e impresión,
pero sobre todo, emoción.
Las dos hembras no me inspiraban ninguno de los
sentimientos afectos al corazón, pero la polla me daba golpes
contra el ombligo. Aquí rompí la barrera que me separaba
mentalmente entre el sexo por amor en toda su pureza, del
sexo por puro placer. Y una vez mentalizado que los cuerpos
están concebidos para el deleite de los humanos; que el alma
y el corazón sólo pertenecen a la espiritualidad, me dispuse a
gozar de aquellos dos a través de la lujuria y la
voluptuosidad, que son sentimientos del animal, porque
animales al fin y al cabo somos.
Describir minuto a minuto lo que aconteció en la
habitación del Marqués, desde las once de la noche hasta las
cinco de la madrugada que me quedé dormido es complicado,
porque hubo momentos en que me abandoné a las caricias de
las dos sicalípticas cerrando los ojos dejándome hacer. En
algunos momentos no sabía si la que me comía la polla era
Celia o Josefa, porque las dos mamaban al unísono; y la
vulva que yo lamía, de cual de las dos era.
Me encontraba en el reino de los lujuriosos. Y cuando
las cataratas de semen se desbordaban por aquellos glúteos y
pechos, era tal el placer que sentía todo mi ser, que
comprendí que el espíritu es un obstáculo que ponen aquellos
que aseguran que el desenfreno y la liviandad en el sexo, son
un pecado mortal.

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Capítulo 8

Mi primer amor

Seguramente los chicos de hoy no sentirán las


emociones que sentíamos los de hace 50 años cuando
subíamos las escaleras que conducían al piso donde íbamos a
echar el "kiki".
Ya he dicho que aquellos años el follar fuera del
matrimonio con una chica decente era un milagro. Aquella
sociedad machista a las que se quedaban embarazadas por
culpa de un mal hombre no las consideraban decorosas; eran
repudiadas, y si vivían en un pueblo pequeño tenían que irse
a una capital a servir o a prostituirse.
Esta feo que lo diga, pero uno tuvo unos veinte años
primorosos. Hoy pasaría como un mozo más, pero en aquellos
años el medir 1.80 metros, el pelo moreno y ondulado
"molaba cantidad". Por eso tuve el privilegio de enamorar a

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más de una moza que se "mojaba las braguitas" con sólo
pensar en mí.
Mi problema residía en la moral. Jamás premedité un
engaño ni hice promesas a moza par lograr sus favores. ¡Lo
juro! por lo que me era muy difícil llevarlas al catre si no era
con promesas de matrimonio; mi conciencia me lo prohibía,
por lo que con las que ligaba el sábado les decía muy claro,
que de noviazgos nada. ¡Y claro! Así era casi imposible
"meter", y el lunes se acaba el ligue. Lo triste es que ellas lo
deseaban tanto o más que tú, ¡Pero amigo..! Estaban muy
bien aleccionadas por sus madres...
-Hija.. "La peseteja" bien guardada entre las bragas
hasta la noche de bodas.
Como era un mocito bastante escrupuloso y selectivo,
eso de ir con putas de 25 pesetas "el polvete" no me molaba. Y
como no disponía de las doscientas o más pesetas que te
costaba una puta de lujo del Café de Levante, Chicote o El
Abra... ¡Pajas a diestro y siniestro!
Pero un día conocí a la que fue mi novia durante casi
tres años, Lourdes se llamaba, (y me figuro que así se seguirá
llamando). Me enamoré como un cadete y bebía los vientos
por ella; nuestros contactos sexuales se limitaban a lo besos
y tocamientos por debajo de la braguita, y por la bragueta;
nada más.
Al año de novios, fue Lourdes la que me propuso que
hiciéramos el amor. Un servidor que se creía conocedor del
alma femenina ¡Sí... sí! dejaba para después del altar el hacer
el amor. Debo decir aunque hoy no se comprenda, que para
un joven de aquellos años el desvirgar a la novia en la noche
de bodas, era un rito sacro santo. Y aunque te la hubieras
desvirgado un día antes de la boda, ya no era lo mismo. ¡Pero
que candorosos éramos! ¿Verdad?
Anduve varios días buscando una habitación porque
en un hotel imposible, exigían el libro de familia, y en un
hostal o pensión asquerosa no me apetecía. El marco es tan
importante que el cuadro, follarme a Lourdes en una pensión
dedicada a recibir parejas no me seducía.

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Pero un buen día surgió la solución. Un cliente con el
que tenía cierta confianza al comentarle mi problema, me dio
el teléfono de una señora viuda que vivía en el Barrio de la
Concepción de Madrid, y que por motivos económicos cedía
sólo por las tardes una de sus habitaciones a personas
recomendadas o de mucha confianza.
Llamó a la señora, porque a mi me temblaba la voz y
los nervios no me dejaban articular palabra. Me concertó la
habitación a las seis de la tarde de un día laborable, y podía
disponer de su uso hasta las nueve de la noche. ¡Tres horas,
madre mía! ¡Tres horas con mi amada Lourdes en la cama..!
No me lo podía creer.
Recuerdo que era un tercer piso y el ascensor no
funcionaba. Era la primera vez que me iba a la cama con la
mujer que amaba intensamente, y la emoción era tan enorme,
que hoy al rememorar, me sigo emocionando.
Nos dijo la señora que no entráramos juntos para no
despertar sospechas en los vecinos, pero Lourdes me pidió
que no subiera muy lejos de ella, que le daba como cosa subir
sola.
Subía a unos tres o cuatro pasos detrás por aquellas
escaleras. Y aunque nos conocíamos desde hace más de un
año, me parecía que le había conocido esa misma tarde.
Nunca había reparado en su culo de esta forma tan intensa
como estaba reparando en ese momento. Llevaba una falda,
creo que se llamaban de tubo, y una blusa; era un mes de
Junio. La redondez de su tafanario me impresionó como
nunca. ¡Bueno! La verdad es que nunca había reparado en
aquellas caderas tan rebosantes, porque mis ojos siempre se
posaban en los suyos o en sus labios.
Sin embargo la emoción que sentía era muy distinta a
la misma situación que se dio con Celia cuando subía las
escaleras hacia la cama del marqués. Con Celia y Josefa sentí
emociones digamos terrenales, ya que sabía muy bien que iba
a follarme a dos coños.
Con Loudes, mi novia, mi amor, de la que estaba tan
enamorado, la emoción me embargaban tanto el corazón y el

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alma que llenaban todas mis neuronas de sensaciones
desconocidas pero excelsas.
Sus nalgas marcadas a través de su falda, y
acentuadas por los movimientos ascendentes de sus piernas,
me impresionaron tanto, que sólo pensar que dentro de unos
minutos podría repicar en ellas "mi badajo" como el de la
torre de una Iglesia en la campana, el corazón me hacía...
¡Pom...pom...pom...!
Las piernas si que las conocía muy bien, sobre todo
sus rodillas; ya que sentada con las dos juntas, se semejaban
a dos columnas del Olympo, y de pie, a una autopista llena
de curvas; eran (y seguirán siendo) piernas de locura.
Cada peldaño que subía, una de sus caderas se
elevaba sobre la otra, dando a su precioso culo, una
dimensión para mi desconocida.

El momento más emocionante. Tres


horas con Lourdes
Como digo, cada escalón de la escalera que conducía al
tálamo del amor, magnificaba las nalgas de Lourdes a fases
por mí desconocidas.
-¡Joder! Pero que pedazo de culo tiene mi novia, y yo
sin enterarme hasta hoy.
Recorda cuando hablamos de la posibilidad de hacer el
amor como Dios manda, en una cama, no el la oscuridad de
una calle o en el banco de un jardín, era ella la que me
animaba. Me decía:
-Qué ganas tengo cariño de que me rodees con tus
brazos desnudos, y sentir tu pecho desnudo junto al mío.
Sentirme penetrada por "el macho", es algo que me lleva a
límites extra sensoriales.
-También a mí, cariño, pero ya sabes que no podemos
ir a un hotel, nos pedirían el libro de familia; pero pronto
vamos a solucionar el asunto; un cliente me ha hablado de
una señora que alquila habitaciones a las parejas de mucha
confianza, y me va a recomendar.
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-Qué ganas tengo... Félix. Qué ganas tengo de sentirte
dentro de mí.
También recuerdo el salón de aquella cafetería de la
calle de Alcalá casi esquina a la calle de Conde de Peñalver;
allí pasábamos muchas tardes tocándonos las partes íntimas.
La emoción aumentaba en mis entrañas en tal
cantidad, que temía que colapsara en el momento de la
verdad todas mis funciones viriles. Esa duda me asaltó, ya
que la contemplación de las cachas de Lourdes tenía que ser
motivo suficiente para "empalmarme" a tope. ¡Pero no! No me
la sentía entre las piernas.
-¡Pero leche! Que me pasa. –Será la emoción del
momento la que paraliza mi sangre.
Llegamos al piso, y juro que los segundos que
tardamos en subir fueron tan emocionantes que hoy, al cabo
de más de cuarenta años no recuerdo haber sentido tan
intensa conmoción. Echar un "polvete" a la mujer de tus
sueños en aquel entonces, era una emoción que jamás
sentirán los jóvenes de hoy. ¡Eso que se pierden!
Llamó ella a la puerta, mientras yo estaba fuera del
rellano, tal como nos indicó la señora. Lourdes entró, esperé
como un minuto (que me pareció una eternidad) y entré.
La puerta había quedado entre abierta para no tener
que volver llamar al timbre otra vez.
Era un piso muy acogedor, amueblado con sencillez,
pero con mucho gusto.
-Su novia le espera. Es la habitación del final del
pasillo. –Me dijo la señora, una dama, parecía una gran
señora. Ese detalle tanto me satisfizo, el creer que Lourdes y
yo, estábamos en buenas manos.
-Le importa caballero. ¡Me llamó caballero! Abonarme
ahora, son cien pesetas –Me dijo con mucho tacto y
delicadeza.
-¡Cómo no señora! Le di ciento veinticinco pesetas,
para que viera que aunque pobre, era un hombre rumboso.
-Gracias y que disfrutéis. Ya saben que a las nueve
debe quedar libre la habitación.

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-Seguro señora. A esa hora nos marcharemos.
Recorrí aquellos diez metros de pasillo que terminaban
en el receptáculo donde me esperaba mi amor, y abrí la
puerta con mucha delicadeza, pero con tanta emoción que me
sentía más que en la Tierra en el Cielo. Daría parte de mi vida
por volver a sentir aquellas emociones que embargaron mi
alma.

Allí estaba mi diosa,


sentada en el lecho.
¡Qué hermosa rosa!
¡Dios! que he hecho
para merecer tal cosa.

Lourdes me miró con carita asustada, temblaba, como


si se diera cuenta en ese momento que estaba cometiendo un
pecado terrible.
-Tranquila mi amor. – Le dije acariciando sus cabellos
rubios. Es tan grande nuestro amor, que hoy será confirmado
por Dios. No se de donde me salieron aquellas palabras, ya
que un servidor nunca ha sido un hombre de fe.
-Lo que vamos a hacer no es pecado, cariño. –Mira
como nos sonríe el Cristo de la cabecera. -Sabe muy bien que
lo nuestro no es lujuria ni bajas pasiones; es la confirmación
de un amor puro y casto.
Lourdes quedó convencida, ya no temblaba. Tomé la
iniciativa armándome de valor; ya que aunque era la tercera
vez que compartía lecho con hembra, era la primera vez que
me hallaba en tal excepcionales circunstancias.
La besé en los labios a la vez que delicadamente la
tumbaba boca arriba en el lecho. Ella rodeo mi nunca con
sus manos, y me ofreció su lengua para que la succionara.
Cosa que hice con delicada pasión, y al límite del paroxismo.
Fue la tarde más emocionante que había vivido hasta
ese día; emoción que no creo que un chico o una chica de hoy
puedan sentir, ya que el sexo para la juventud actual es algo
cotidiano, y que aunque evidentemente sigue reportando al

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cuerpo mucho placer, al alma no le concede esa catarata de
emociones que por razones de la educación sexual de la
época los jóvenes si percibíamos con inusitado candor.
Hoy me causa hilaridad mi actitud; pero entonces
procuré ser para ella, ese caballero andante, o ese príncipe
enamorado que se ha sublimado ante su amada, y que
postrado a sus pies desea ser su amante perfecto.
Pero con veinte años y primerizo en las artes del amor,
por mucho que te quieras esforzar no puedes ser ese amante
que deja a la hembra al borde del extasis de la locura.
¡Joder Lourdes! Si te hubiera pillado hoy, te juro que te
hubiera postrado a mis pies suspirando mi amor para toda la
vida; aunque también hoy me doy cuenta que para ti pudo
más el egoísmo que el amor, ya a los pocos días de creer que
nuestro amor había quedado allí encriptado, me despidió
para siempre con aquellas cuatro palabras.
He dejado de quererte.
Lourdes. No creo que leas esta relato, han pasado 43
años, y sé que estás casada, pero si por un casual, llegara a
tus ojos, eres parte y testigo, de la realidad de lo que digo.
Que te vaya muy bien, te lo deseo de verdad.

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Aquellas preciosas enfermeras alicantinas

A mis 25 años, afirmo que era un hombre muy


atractivo, de verdad. Ese metro ochenta; esa frondosa
cabellera azabache; ese rostro agradable estilo Tony Curtis, y
esos andares de torero hacían que un servidor fuera el "objeto
del deseo" de miles de femeninas; mujeres que a pesar de la
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represión sexual de la época, en sus ojos se observaban las
ganas de sus devaneos libidinosos hacia mi humilde persona.
Aquellas damitas podrían estar muy reprimidas por el
Régimen, e incluso por sus preceptores y padres, pero el
chumino "les picaba" exactamente igual que "les pica" a las
de hoy. ¡O quizás más! Porque antes "esas mozas célibes" no
consentían que un mozo "se lo rascara" aunque lo estuvieran
deseando. Tenían que llegar "enteritas y sin catar" al altar.
A la sazón, trabajaba de comercial en una importante
empresa distribuidora de productos de alimentación para la
Zona del Levante Español. Vivía en Madrid, y como estaba
solterito y sin novia salía de viaje tal día, y tardaba unos dos
meses en volver; por lo que "este morenazo" con su cochecito,
sus quinientas pesetas diarias de dietas; (pesetas del año
1965) y su palmito, ni que decir tiene que era el "rey de la
carretera"; frecuentaba buenos hoteles, y por la noche me
quedaba peculio para visitar los locales nocturnos de las
capitales donde hacía noche.
Tengo que agradecer a Franco su sistema represivo
sexual en la mujer española, aunque le odiaba con todas mis
fuerzas, ya que "la caza del conejo de monte" estaba vedada.
Y digo que se lo agradezco, puesto que de haber estado tan
liberada en el sexo como está la de hoy, este galán
posiblemente estaría "criando malvas" de tanto fornicar, o en
una silla de ruedas. ¡Quién sabe!
Un buen día tuve un accidente en el hotel de Alicante
donde me alojaba; resbalé bajando las escaleras y me fracturé
los huesos cubito y radio del brazo izquierdo, y me disloqué la
muñeca del derecho. Ni que decir tiene que a mis 25 años no
podía ir al baño para hacer mis necesidades solo, y mucho
menos abrocharme los botones de la bragueta; y aquí viene
mi "odisea", que al final se convirtió en una especie de "dicha
y gozo". Placer que comprenderán cuando les cuente lo que
aconteció en el hospital al que me llevaron.
Como tuvieron que operarme dos veces para soldarme
los huesos fracturados, estuve casi un mes en ese hospital
antes de que me dieran el alta y volver a mi casa a

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141
recuperarme. Era atendido por las enfermeras de turno, sobre
todo por dos preciosidades de unos 20 o 22 años, a las que
llamaremos Pilar y Carmen, nombres de mujer muy comunes
en España.
Nunca he sido una persona tímida, y no recuerdo que
se "me subiera el pavo a la cara" (sonrojarse de vergüenza),
pero para mí era "un trago" eso de que una mocita por muy
enfermera que fuera, tuviera que llevarte al baño a hacer
caquita o pis con todo los ritos que conllevan tales acciones,
me hacía sentirme muy mal; sobre todo lo de la caquita.
¡Joder! que apuros pasaba a la hora de hacer fuerza para
soltar los detritus de mi cuerpo. Obvio decir, que podía
levantarme para ir al baño, por lo que no me ponían esas
incómodas cuñas para hacerlo en la cama.
Pero como casi todo se supera en la vida ¡qué gran
verdad es! Yo también superé aquellos malos momentos
escatológicos: que una mujer por muy enfermera que fuera
(vuelvo a repetir) y muy acostumbrada a esos eventos, tuviera
que oler los "aromas" que emanaban de mi vientre, uno que
presumía de oler a esencias de Lowe me ponían en evidencia.
Pero a la semana más o menos, aquella vergüenza se
me había pasado. Seguía con mi brazo izquierdo en
cabestrillo, y el derecho escayolado hasta el codo ¿Se
imaginan la guisa? Pues así estaba este "moreno guapo". Y al
final pasó lo que irremediablemente tenía que pasar.
Mi vergüenza se tornó en descaro; ¡eso si! con mucho
tacto y delicadeza, (propias de mi educación y clase); sabedor
por "los mensajes" que me mandaban los ojillos de las
galanas empecé a tender "mis redes" para intentar "llevarles a
mi huerto". Un buen día.
-Buenos días Carmen. Le dije a las ocho de la mañana,
(hora en que me hacía la primera visita). Hoy te veo más
guapa que nunca; seguro que tu novio te ha hecho un bonito
regalo.
-¡Pues no! Porque no lo tengo. Me dijo con una risita. Y
añadió –¿Has hecho pis y caca?

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-No tengo ganas de hacer caca, ando algo estreñido,
pero me estoy meando que reviento.
-Hala vamos, que te pongo.
Debo aclarar que estaba en una habitación doble, pero
que la otra cama ese día estaba desocupada; por lo que me
atreví a "atacar" con más motivo.
Es compresible que por los efectos naturales de la
situación, uno no sintiera en su entrepierna los otros efectos
propios de la edad. Pero en ese momento la tenía como el
"palo mayor" de un barco de vela: 18 centímetros
enarbolados.
-Verás Carmen... es que hoy...
-Hoy ¿qué?
-¡Qué!... Qué!... Mis dudas, sacaron las de ella. Se dio
cuenta enseguida lo que me turbaba. La "muy lagarta", puso
su vista en mi bragueta del pijama de una forma descarada, y
dijo con cierta guasa.
-Venga, vamos. Me dijo a la vez que me ayudaba a
incorporarme del lecho.
Evidentemente Carmen o Pilar "me la sacaban" cada
vez que tenía ganas de hacer pis, pero era como el que se la
saca a un niño de tres añitos, ya que el dolor me impedía
notar los efectos eróticos que las dos mozas me producían
con sus manipulaciones en semejante parte. Pero esa
mañana habían remitido los dolores y a mi mente volvieron
los deseos sexuales que casi nunca me han abandonado a lo
largo de mi vida.
Me puse en posición delante de urinario, y "aquello"
seguía tieso como la mojama. Carmen situada a mi costado
derecho desbrochó los dos botones de la abertura del
pantalón del pijama; pero esta vez para "sacarla" tuvo que
hacer una maniobra distinta, ya que no es lo mismo "sacar el
pájaro de su nido" despierto que dormido, por lo que tuvo que
meter su mano derecha más adentro de "la jaula" con el fin
de poder asirlo con más seguridad.

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Cuando noté la mano de Carmen como abrazaba todo
el contorno, se me puso todavía más dura, y di un respingo
mi culo que casi me meto dentro del urinario.
-¿Qué te pasa? Dijo conteniendo una carcajada, ante
aquella escena.
-¡Joder! Carmen. Qué no soy de piedra.
Como me estaba meando, y no aguantaba más, ella me
la apuntaba hacia la taza haciendo fuerza para abajo con el
fin de que la meada no hiciera el efecto de un surtidor, pues
"aquello" subía y subía. Oriné como pude, ya que el contacto
de su mano con mi pene ardiendo me llevaba al borde de un
orgasmo.
No sé si por piedad o por placer, al acabar la micción,
en vez de dar las tobas de rigor para que caigan las últimas
gotas, lo que hizo fue movimientos de muñeca ascendentes y
descendentes a la altura del frenillo; justamente el punto de
más placer en el hombre. "La corrida" fue inevitable. El
primer chorro de semen se estrelló contra los azulejos del
servicio. Carmen quedó como asombrada, pero al momento
empezó a reírse de una forma desenfrenada contemplando
como aquel borbotón de semen resbalaba muy lentamente
por los baldosines queriendo alcanzar el suelo. Los siguientes
borbotones quedaron en su mano, que no les hizo ningún
asco. Y hasta me dio la impresión de que le entraron ganas de
lamerlos, pero se contuvo.
-Gracias Carmen. Sólo supe decir. Lo necesitaba más
que el comer.
-Ya lo sé, cielo. Por eso te lo he hecho. Pero de esto, a
nadie, ¿eh?
-¡Por favor! Qué soy un caballero. Esto no saldrá de
estas paredes.
A partir de esa "furtiva paja", estuve en el hospital
quince días más. Excuso decir, que de "aquello" pasamos "al
polvo". Los días que le tocaron servicio nocturno, si no
recuerdo mal fueron seis. En el turno de las tres de la
madrugada, iba preparada con el condón, que me colocaba en
mi pene hambriento de sexo. Me lo ponía con un amor

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exquisito. Y como un servidor no podía utilizar ninguna de las
dos manos, me quedé sin ese magreo que preludia al amor;
pero no me importaba, ya que ella sabedora de mis
limitaciones manuales me pasaba sus hermosas tetas por la
boca para que lamiera sus pezones, pedúnculos que emergían
de sus pechos como dos cerezas.
Por las circunstancias relatadas, era ella la que me
follaba, yo no podía poner nada más; pero eso de no asir sus
redondas nalgas y abrazar sus caderas con mis manos me
llevaba los demonios.
-No te preocupes, me decía. Cuando te quitemos las
escayolas ya podrás acariciar mi cuerpo.
-¡No sabes cuánto lo deseo! Carmen.
-Vivo con una compañera en un apartamento cerca de
la Explanada, ya buscaremos el horario que esté sola. Y
aunque esté no importa, si se lleva a su novio muchas
noches.
Cuando me dieron el alta salí disparado para mi casa
de Madrid. Ardía en deseos de estar con mi familia, que dicho
sea de paso dos fines de semana fueron mis padres a verme,
pero deseaba estar en Madrid lo antes posible.
No volví a ver a Carmen porque me hubiera enamorado
de ella, pero guardo un mechoncito de los pelitos de su coñito
en una cajita de nácar con el siguiente poema.

¡Carmen! Más virgen que mujer.


Postrado allá, en esa triste cama,
hiciste en mi alma y mente tejer,
apasionantes y asombrosas tramas.
Con inmenso amor y adoración,
Llevo segmentos de tu "anagrama"
que me confirieron tanta emoción,
y que mi mente con pasión desgrana.
Te lo confieso con el alma y el corazón.

Lo que pasó con Pilar es digno de ser contado A ver si


tengo ganas otro día.

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Anécdotas sicalípticas de aquellos
años de la Dictadura.

Este relato no pretende ser un fiel reflejo de lo que


representaba la sexualidad para aquella sociedad regida por
una dictadura, pero que era machista nadie lo puede negar; y
que la hipocresía ante el sexo, fue el denominador común en
aquellos que pretendían formar a los jóvenes sobre los
Mandamientos de la Santa Madre Iglesia.
Fue una constante que dio sus frutos en las mentes
estrechas de aquellos años cuarenta, cincuenta, e incluso los
sesenta. Por lo tanto, no es extrañar, que, al advenimiento de
la Democracia a mediados de los años setenta, esta sociedad
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reprimida, pasara de ser "la reserva espiritual", a la más
disoluta de Europa.
Viví de niño, de púber, de jovencito y de casado,
aquellos años de la Dictadura en donde la represión sexual
fue tan enorme y absurda, que era como pretender ponerle
puertas al campo. Pero la Iglesia Católica Apostólica y
Romana en sus mandamientos decía que fornicar fuera del
matrimonio, y desear a la mujer de tu prójimo, eran pecados
mortales. Lo que me choca es que no hubiera otro
mandamiento que dijera: "no desearás al hombre de tu
prójima". Lo que evidenciaba como digo antes que era una
sociedad machista cien por cien.
El ir a misa, confesar y comulgar con regularidad, era
como una asignatura, ya que los niños y niñas de las
escuelas públicas o privadas que no cumplieran con estos
preceptos, mermaban sus notas o calificaciones.
Una de las preguntas que se hacían a los que se
sospechaba que no habían asistido a la Santa Misa, era sobre
el color de la casulla que llevaba el oficiante. Los más listillos,
los que solían escaquearse de asistir, ya se habían informado
del color que llevaba el cura. ¡Por si las moscas!
Cuando me confesaba, lo primero que me preguntaba
el cura inmediatamente después del Ave María Purísima,
preceptivo, era:
-¿Cuántas "pajitas" te has hecho desde la última
confesión? Y como mentir era un pecado más grave que la
masturbación, le decías la verdad.
-Padre, sólo me hecho seis.
-¡Hijo mío! ¡Esa mano! ¿Pero tan malos pensamientos
tienes?
-No padre, es que todos los días me levanto con la
pililla tiesa, y no lo puedo remediar. ¿Qué quiere que haga?
-Duchas de agua fría hijo. Mucha agua fría para que se
te baje la calentura.
-¿Y has jugado a tocamientos con alguna niña?
-Verá padre, no sé muy bien a que se refiere.

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-Que si has jugado con alguna niña a los papás y las
mamás, o a los médicos.
-Sí, padre, alguna vez he jugado con unas vecinitas a
eso que dice. -¿Qué si les has tocado? -¡Pues! ¡Pues! Algunas
veces he llegado hasta tocarles el chichi por debajo de las
braguitas.
-Hijo mío, eso está muy feo, estás en pecado mortal.
Y te ponía una penitencia tremenda: rezar seis rosarios
por lo menos.
Entonces no me daba cuenta de las cosas, porque mis
catorce años fueron los de un niño temeroso de Dios y creía
en el Infierno; creencia que teníamos la mayoría de los niños
y niñas de la época.
Creo que las niñas lo pasaron peor que los niños.
Primero, porque se hacen mujeres antes que el niño hombre.
Y segundo, porque el peso de los pecados sexuales se
fundamentaban en ellas; ya que la mujer fue, es, y será
siempre el motivo sexual del hombre. (Menos de los gays,
¡claro!)
La mujer por lo visto había nacido para ser madre y fiel
esposa, y la sexualidad era ajena a su cuerpo y a su mente.
Digo que las mujeres tenían más represión que los hombres
porque la mentalidad del "macho ibérico" era: "la esposa en
casa, y con la pata quebrada". Pero, ¡sí! ¡sí! Sentían más
deseos que los niños a esas edades, porque eran ya casi
mujeres. Una amiguita me decía:
-Yo me consuelo restregando la entrepierna con el pico
de la mesa. Y me demostraba "in situ" como lo hacía.
Lo recuerdo como si hubiera sucedido hace un rato.
¡Palabra! Y uno cándido como una amapola, no captaba que
lo que me estaba pidiendo era que se lo restregara yo.
Era aquella mentalidad infantil incapaz de entender las
pasiones de la mujer, a la que creía pura y casta y pura
(como mi madre y mi hermana), y exenta de esos
pensamientos impuros.
Puedo contar tantas anécdotas cargadas de sexo, que
uno no conseguía captarlas por su educación sexual tan

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restrictiva. Hasta tal punto, que aquella represión me supuso
un grave problema de mayor. Un psiquiatra que consulté
inmediatamente después de licenciarme del Ejército,
determinó que los problemas de erección que tenía cuando
iba con una mujer, provenían de mi niñez.
Mi dificultad no es que no me empalmara, ¡no! ¡no!
Todos los días me levantaba con el pene más tieso que el "el
pan de ayer". El problema era, que con las chicas que bailaba
o ligaba no podía, algo me lo impedía. Luego al tiempo,
cuando había una cierta confianza si conseguía erecciones
completas y larguísimas bailando. Por eso no iba de putas,
porque sabía que por muy buena que estuviera, no conseguía
la erección.
Los amigos decían:
-En cuanto una tía se me arrima bailando, se me pone
"el pijo" "como la mojama". Y lo que más me jode, es que en
cuanto le "restriego la cebolleta" un par de veces, "me corro
como un loco".
Y yo pensaba: -Qué suerte, ¡coño! A mi las titis se me
pagan como lapas, "y se me esconde". ¡Cierto! Lo digo sin
presunción: cuántas mozas tuvieron que desencantarse de
mí, porque a este morenazo de un metro ochenta no se lo
ponía en condiciones bailando con ellas.
Sin embargo, cuando me eché mi primera novia formal
si que se me ponía tiesa hasta reventar, sobre todo cuando
estábamos solos en el parque haciendo manitas; o la trincaba
en aquella tapia del un solar sin iluminación.
Sin duda, eran los efectos de la represión sexual en un
alma cándida como la mía. Afortunadamente superé ese
trauma a los veinticinco años, y tía que me gustaba le sacaba
a bailar, y nada más abrazarle por la cintura, ya estaba
empalmado. ¡La de calzoncillos que mojé bailando! Pobre
madre que era quien me los lavaba.
Sin embargo, la doble moral era normal en aquellos
que disponían de recursos económicos. La figura de la
"querida mantenida", era consecuencia de aquella situación.
Miles de mujeres vivían gracias a la financiación de sus

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gastos por aquellos ricachones, la mayoría paletos que
hicieron millones y millones con el estraperlo.
Todos se compraban el coche más grande que "aiga".
De aquí proviene la denominación popular de "aiga"; aquellos
coches americanos que deslumbraban a los pobres por sus
dimensiones y lujo. Sobre todo aquel Cadillac con colas.
Fui testigo durante los años cincuenta y parte de los
sesenta, de numerosos casos de prostitución, infidelidades y
demás golferías. Y digo que fui testigo porque esto que voy a
relatar, sucedía en un finca de una calle de Madrid, (página 54)
finca famosa por los taxistas, ya que el "puterío" que allí vivía
era popular entre los del gremio. Y porque un servidor vivió
en ella con sus padres y hermanos durante quince años.
Moraban más de 400 personas distribuidas en más de
setenta viviendas en siete plantas más sótano; pero también
hay que decir que vivían familias muy honestas y virtuosas.
No me arrepiento de no haberme follado por lo menos a
20 ¡o más! mujeres de aquellas. ¡Lo juro por mi honor!
Aunque la verdad, tonto si que fui a mis 18 esplendorosos
años.
¡Joder! y mira que estaban buenas la mayoría de
aquellas "querindongas". Pero que inocente era el chaval de
aquellos años. Al menos yo, si que lo era.

Las dos hermanas de Alcazar de San


Juan
Más tarde ligué con dos hermanas naturales de un
pueblo de Ciudad Real, y que estaban trabajando en Madrid;
y fue porque sólo les faltaron ponerme sus coños en mis
narices para hacerles caso. Pero es que uno, y lo vuelvo a
repetir, no sé si por instinto o por vergüenza, a esa edad era
un chico muy selectivo a la hora de entablar amistad con una
chica; me gustaba la mujer cuyos valores espirituales
sobresalieran sobre los materiales.
Por eso no me follé "como Dios manda", a aquellas dos
hermanas de la calle Francisco de Icaza esquina a la avenida
149
150
de Oporto de Madrid. Vivían en la misma finca que mi
hermano José Antonio de casado. Las llamaremos Lola y
Pepa.
A la mayor, Lola si la llevé al "catre" un sábado de
verano, lo recuerdo perfectamente. A Pepa en el coche
hicimos lo que pudimos. Ya lo contaré después.
En San Martín de Valdeiglesias encontré la casa de
una señora que alquilaba habitaciones; la idea era pasar la
noche, y el domingo ir al Pantano de San Juán a bañarnos, y
que se halla en los aledaños del pueblo.
Fue la primera vez que hice el "sesenta y nueve", y digo
sin vergüenza que a pesar de hacerlo con una chica de mi
edad que no estaba nada mal, no me desagradó.
La muy puñetera me dijo que todo lo que quisiera
menos penetrarla, le pregunté:
-¿Eres virgen?
-Sí Félix. Sólo te pido que por "ahí no", lo demás, todo
lo que quieras.
Me acordé del virgo de Estíbaliz y como la desvirgué, y
volví a sentir curiosidad por saber si todos los virgos son
iguales, por lo que le dije.
-No me lo tomes a mal Lola, ni pienses que no te creo,
pero... ¿Te importa que te vea el virgo?
¿Es que nunca has visto un coño?
-Sí, coños si he visto algunos, pero virgos ninguno
(mentira y gorda) y siento mucha curiosidad por saber como
son.
-Bueno, si sólo es eso, mira.
Ver este himen fue más fácil, ya que Lola lo tenía
depilado casi en su totalidad, sólo se habia dejado una matita
de vellos en el pubis, y ambos lados del chumino totalmente
afeitados. Se abrió de piernas todo lo que pudo y sólo me dijo.
-Anda mira, y satisface tu curiosidad.
Aquella actitud no dejaba lugar para la duda de que
era verdad su virginidad, de lo contrario habría se hubiera
negado.

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Con los dedos pulgares de ambas manos separé los
labios mayores, que por cierto no le sobresalían como a
Estíbaliz. Exteriormente parecía el chichi de una niña, sólo se
le veía la rajita. Los labios mayores, ninfas y clítoris estan
inmersos.
Acerqué mis ojos para contemplar el espectáculo que
me consta que muchos hombres no han contemplado en sus
vidas.

Efectivamente, la vagina de Lola estaba tabicada por


esa telita rosácea que le llaman vulgarmente virgo.
-Ves como no te mentía, Félix.
-¡Coño Lola! Que te he creído desde un principio. Ya te
dije que era pura curiosidad.
-¿Y que te ha parecido?
-Muy rico, lo que me da rabia no ser yo el que te
desvirgue.
-Lo siento Félix, pero eso queda reservado para el que
me lleve al altar.
-¿Y si no te casas?

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-Si así sucediera, ya viese en su momento que decisión
tomaría al respecto. Pero si te apetece me puedes desvirgar
por atrás.
¡Hostias! Con esto si que no contaba.
Habían pasado como una hora desde que hicimos el
sesenta y nueve; que por cierto me corri en su boca, cosa que
me causó un poco de extrañeza que no me avisara o retirara
la suya al ver "que me venía", por lo que le pregunté.
-¿A que sabe mi semen?
-Como verás no me lo ha tragado, lo he escupido en el
lavabo.
-Sí, ya lo he visto, pero el sabor si que lo habrás
notado.
-No sé como explicarte, entre un sabor dulzón y
amargo.
En esto de dio la vuelta, se puso con el culo en pompa
a la vez que me decía. -Por aquí si que me la puede meter. Se
notaba que quería cambiar de tema, y tenía los ojillos
chispeantes y con ganas de más juerga.
Debería ser verdad que también era virgen por esa
parte, ya que se veía perfectante los pliegues como cerraban
completamente el ano. Y como estaba otra vez empalmado a
tope, me dispuso a darle por el culo.
Pero me fue imposible, ya que los flujos naturales de
mi polla y los de su coño, no fueron suficientes para que
pudiera entrar con facilidad y sin dolor. Al primer empujón
pegó un grito y quitó "el ojete" de la posión que estaba a toda
prisa.
-¡Uffff! Cómo duele!
-Es que sin vaselina no creo que pueda entrar.
-Entonces lo dejamos para otro día. -¡Ay! que escozor.
Me dijo poniendo una carita de dolor.
Me hizo otra "mamada", esta vez si reciprocidad en la
caricia. (no tenía ganas de "comer más coño")
Y nos quedamos dormidos hasta la nueve de la
mañama de aquel domingo. Y entre baño y baño y algún
achuchón dentro del agua del Pantano de San Juán, después

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de comer una paella en un chiringuito, nos volvimos para
Madrid.

Lola y Pepa

Mi aventura con Pepa, la hermana


menor de Lola.

Pepa, es algo mayor que su hermana Lola, por lo


menos cinco años. Y bastante más atractiva, sin que fuera fea
Lola, pero Pepa era un bombón de mujer. Si yo tenía 25 años
a la sazón, ella tendría unos 20 o 21. Lola me confesó tener
26 años, uno más que yo.

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Aunque yo vivía en casa de mis padres, en la calle de
Marcelino Alvarez, entre Carmen y Quintana de la calle de
Alcalá, pasaba mucho tiempo en casa de mi hermano, ya que
allí hice una pandilla de amiguetes y jugámos a la cartas en
el bar de Paulino, o al fútbol en un descampado que existía
cerca de su casa, en la Avenida de Oporto.
Nunca sabré si Lola le contó a su hermana la aventura
que tuvo conmigo en San Martín de Valdeiglesias, porque ni
se lo pregunté ni nada me comentó Pepa. El caso que un día
le propuse salir con ella y aceptó a las primeras de cambio.
Trabaja en Valdivielso, S.A. por lo que tenía un Citröen
2CV de la Casa a mi disposición para las tareas comerciales
que tenía asignadas. Y en el Citroen en un descampado en las
cercanías del barrio, allí hicimos mil y una (como dice
Chiquito de la Calzada) "guarreridas españolas".
Con Pepa, descubrí la diferencia de los aromas del
coño y culo de las mujeres, que aunque me figuro que no
todos olerán igual, "la fórmula" será la misma; ya que ambos
"perfumes" son genuinos en todos "los fondillos" de las
damas.
En el asiento de atrás del coche es donde hacíamos las
orgías. Lo que más me gustaba era aquella bendita
incomodidad que en aquel estrecho habitáculo poder
maniobrar. Pero era tan grande la emoción que sentía, que,
parecía que estaba en la mejor habitación del hotel Ritz. Y al
final la mano la metías hasta el corvejón.
Como su hermana Lola, no consintió la penetración
vaginal, me dijo lo mismo: que "eso" estaba destinado para el
hombre que la llevara al altar. Pero las "mamadas" que me
hizo fueron de antología. Lo malo, es que un servidor debido a
la posición obligada del asiento, no pude "comerla el potorro"
como Dios manda; pero olerlo y sobarlo todo lo que quise.
Pero me qudé con las ganas de degustar aquel coñito que olía
a hembra en celo.
Digo que aquí descubrí que las fragancias de chichi y
culo de dama difieren, pero las dos son igual de excitantes.
Resulta que después de una de las sesiones de magreo, y

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dejar a Pepa en su casa, tomé el volante del "dos caballos"
con dirección a mi casa; y al picarme la nariz en un momento
y rascarme con uno de los dedos, me sobrevino el olorcillo de
Pepa, lo que la pasa que no sabía si era del ojete o del chichi.
Me olí el otro dedo y olía igual de excitante pero con otra
"esencia".
-¡Vaya! ¿Cuál será el aroma correspondiente a cada
"frasquito"? Me pregunté.
Me figuraba que todos los ojetes deben oler de forma
similar, (pues la verdad, un servidor no se dedica ni se
dedicaba a ir oliendo culos por ahí) y como obviamente yo no
tengo coño; ahuequé un poco el mío, y con un dedo de la otra
mano anduve entre las costuras de mi pantalón colindantes a
mi oroficio anal, para extraer las misturas allí depositadas.
Por esa pista pude saber cual de mis dedos había
manipulado el ano de Pepa. Lo que se deduce que es el
cerebro el que controla todas las reacciones del ser humano;
porque aunque el dedo que rascó mi culo olía muy parecido al
que rascó el de Pepa, no me producía la mismas emociones.
Total, que no recuerdo los motivos, pero dejé de salir
con las dos hermanas manchegas que tantas satisfacciones
dieron a mi cuerpo. Porque la verdad, a mi alma no le dieron
ninguna.

Mi aventura en Benidorm con Karin y


Kristen
Los años sesenta cambiaron un poco las cosas del
sexo, pero fue debido principalmente al turismo. España se
convirtió en uno de los países más importantes de cara al
turismo mundial, con aquel eslogan de: "España es diferente".
Las costas españolas se llenaban de turistas, sobre
todo de los países del norte de Europa. El bikini estaba de
moda, y el Régimen tuvo que tolerarlo porque de no hacerlo
hubiera ido en contra del desarrollo turístico español.
Los españoles creíamos que las alemanas, suecas,
holandesas, danesas y demás, venían a follar con los "Machos
155
156
Ibéricos". Pero a lo que de verdad venían era a gozar de
nuestro sol, a comer tortilla y paella, y sobre todo por los
precios. El cambio de marcos, libras, florines y otras divisas
con la peseta, les salían quince días en España, mucho más
barato que en sus países.
Y como casi todos éramos unos salidos buscando
coños desesperadamente, porque los autóctonos eran muy
difícil de encontrar fuera del matrimonio, pensábamos que los
de de las vikingas y alemanas se nos iban a regalar. ¡Sí! ¡Sí!
Follar si que follaban, pero con quien ellas querían, y cuando
querían. Por eso, millones de españolitos se quedaron sin
catar "chocho foráneo". Aparte que el idioma era una barrera
insalvable.
Un servidor, en los años sesenta, (era la década de mis
veinte años) una vez que recorría el Levante Español en
labores comerciales con mi cochecito Citröen 2CV, me
sucedió lo siguiente: ¡Qué 20 años, más primorosos, madre
mía! A esa edad, a uno le revienta lo que está dentro de la
bragueta.
Estaba tomando una horchata (célebre bebida valencia
extraída del néctar de las chufas) en una de las cafeterías del
Paseo de la Playa de Levante; serían sobre las doce del
mediodía. Se acercó a mi mesa una pareja despampanante: él
de unos treinta años más o menos, algo más alto que yo,
sobre un metro noventa, rubio como la cerveza y guapísimo.
Ella de unos veinte años. De un metro setenta, o quizás algo
más. Una muñeca rubia; espectacular. Él, se dirigió a mí:
-Do you speak English ? -¿Habla usted inglés?
-Just a little and if I speak slowly. –Un poco, pero
hábleme despacio.
-Could tell me a good restaurant? -¿Podría decirnos
algún buen restaurante?
-I know several very good. -Conozco varios muy
buenos.
Mientras me hablaba, ella me miraba descaradamente
y sonreía. Como no conocía la idiosincrasia de los
extranjeros, no sabía de que narices se reía, y empecé a

156
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mosquearme un poco. Pero luego me di cuenta, que aquella
risa, era para atraerme a lo que poco después me
propusieron.
Medio chapurreando el inglés, y ellos el español, y
sobre todo con señas, nos medio entendíamos.
-We want to eat paella – Nos gustaría comer paella.
-I will take you to where you eat the best paella. -Yo os
llevaré un donde se come la mejor paella.
Después de las oportunas presentaciones, supe que
eran una pareja danesa, de Odense; que habían elegido
España para pasar estas vacaciones, que llevaban casados
un año, y que se llamaban Kristen y Karin.
Me invitaron a comer, y me ofrecí a hacer de guía
turístico. Cosa que aceptaron con mucho gusto, pero a
condición de que ellos pagaban todo los gastos, lo cual me
vino muy bien porque mis dietas no daban más que para
manutención y hotel.
Sobre las nueve de la noche, me dirigí al hotel Delfín.
Pregunté en recepción por el señor y la señora de la
habitación 229. Al momento me dijo el recepcionista que
subiera, que me estaban esperando.
Llamé a la puerta, Karin me abrió como su madre le
había traído al mundo. O sea, ¡en pelotas! Y con toda la
naturalidad del mundo me invitó a entrar. Se dio la vuelta
para avisar a Kristen y vi el cuerpo más maravilloso que
había percibido en mi vida.

Aquel no era cuerpo de mujer.


Era algo tan extraordinario...
Algo tan maravilloso de ver,
que aquel poderoso tafanario
sólo de una diosa, pudiera ser.

Kristen salía en ese momento del baño también en


pelotas.
-Sorry Arturo for the reception. –Disculpa Arturo por el
recibimiento

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Me quedé mudo, quieto y más parado que el "caballo
de un fotógrafo". Al ver la entrepierna de Kristen mi corazón
no pudo evitar pegar un sobresalto. Recuerdo perfectamente
que la tenía en posición de reposo, ligeramente inclinada
hacia la izquierda; pero lo que más me llamó la atención
fueron las venas como se le marcaban por la superficie de la
piel, y su tamaño; le medía por lo menos 25 cm. ya que le
llegaba hasta casi la mitad del muslo. De piel blanquísima, y
se le apreciaban al trasluz unos vellos rubios que le daban el
aspecto de un Apolo del Olimpo.
Karin al otro lado de la cama se estaba poniendo las
bragas y el sujetador, y a pesar de haber descrito su cuerpo
de diosa; mis ojos la ignoraron y se clavaron en el cuerpo
(sobre todo en el pene) de Kristen. La contemplación del
"cuerpo de ese dios" llenaba todos mis sentimientos sexuales,
y entonces me di perfecta cuenta, que, aunque me gustaban
las mujeres, hombres como Kristen rompían todas mis
barreras hacia el culto de la hembra; emergiendo sobre mis
meollos la idolatría al macho.
Y ahí mismo, sentí un irrefrenable deseo de ser Karin,
para ser poseída hasta la extenuación por tan "maravilloso
dios". No sentía en ese momento deseos de follar con aquel
monumento de mujer; sentía unos terribles deseos de ser
poseído por ese macho que rompía todas mis expectativas
sexuales hacia lo femenino.
Kristen se dio perfecta cuenta de mi ensimismamiento,
Karin no, porque seguía de espaldas. Me dijo en un
entendible español.
-"Agtugo": ¿Gustar a ti Karin and mí, verdad?
No sabía que decir. Para un español joven de a pie en
aquellos años, la situación que estaba viviendo era más un
sueño que una realidad.
-"Agtugo". Si tú querer, luego de la discoteque, hacer
trío. Me dijo Kristen con cara de complicidad.
Me acordé del trío con Celia y Josefa, (página 130) pero
esta vez iba a ser al revés, y la verdad, casi me seducía más
una para dos, que dos para una. El trabajo iba a ser más

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tranquilo y de menos responsabilidad. Pero como no quiero
mentir, el pene de Kristen me tenía totalmente subyugado, y
podría someterme a todas las varientes que el sexo brinda,
podría ser mujer y hombre a la vez.
-Pogque tú "Agtugo" español, guapo, "mogueno y
toguego". You latin Lover, and to mi you, too much like.
-But.-¡Vaya! Hay un pero. Pensé
-But. Tú for mi and for Kristen. Tú fuck with mi and
with Kristen. ¿Understand?
Ya lo creo que comprendía. Es que uno en los temas
del folleteo espabila rápido. Por lo que una vez repuesto de la
emoción que me creó esa situación, dije muy convencido:.
-Ok. Ok. I fuck and yoy and Kristen. Very like... Very
like. ¡Ya lo creo que quiero follar con los dos!
Estuvimos bailando en las discotecas, KU Benidorm y
en Penélope hasta las tantas de la madrugada. Al llegar al
hotel el recepcionista de noche me miró de forma sospechosa.
He de aclarar que a partir de las doce de la noche había una
severa vigilancia por la policía en los hoteles, y pedir la ficha
de los clientes alojados era bastante más frecuente que lo
normal. Saqué 200 pesetas y se las pasé al vigilante, a la vez
que le decía bajito al oído: soy muy amigo de los señores. Es
que 200 pesetas de año 1965 abrían cualquier puerta.
Lo que aconteció en la habitación 229 del hotel Delfín
de Benidorm la noche del mes de Agosto del año 1965, las
paredes lo contarían mejor que yo, porque seguro que se
estremecieron, ya que fueron testigos directos de lo que
sucedió. Yo intentaré contarlo de la forma más real, pero si
me permiten dando un toque celestial al relato, ya que hice el
amor "con un dios y una diosa".
Tenía la ventaja de que ya conocía los cuerpos de "los
dioses"; en las discotecas ya había notado la turgencia de los
senos y el trasero de Karin, y eso me salvó de la impresión
que hubiera recibido en caso de no haberles conocido antes.
Seguro que la emoción no me hubiera permitido una
erección, al menos durante un buen rato.

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Karin me tomó de la mano y me llevó al baño. Kristen
se lavaba los dientes en uno de los dos lavabos.
-Toma. A la vez que me daba un paño higiénico.
-¿Para qué? Pregunté algo confuso.
-Tú, cuando yo acabe, tú limpiarme.
No entendía los motivos, si Karin no era manca y se
podía limpiar ella solita; pero la idea me ponía a cien. Nunca
en mi vida había visto a una mujer mear, excepto a mi
hermana cuando éramos pequeños. Y eso de limpiarle "la
chirla" después de la micción a una mujer como ella no me
producía ningún asco. La verdad que ni me molesté en
averiguar los motivos de ese capricho, y un servidor con el
paño higiénico en la mano derecha esperando que Karin
acabara de mear.
No se sentó, lo hizo medio agachada. El sonido de su
meada que hacía al caer en chorro hacia el fondo de la taza
enervó mis neuronas.
-Ya. Me dijo.
Se abrió de piernas, y un servidor como un vulgar
mucamo pasando el paño por su chichi, procurando dejarlo
sin una gota de pis. A la vez que ella me decía
-¿Tú querer que yo lavar en bidé..? ¿Or like taste of
woman?
-No, no. Do not wash, I like the taste of women. Me
acordé del chichi de la otra Carmencita (página 27), mi
primera "comida de coño", desde entonces no había vuelto "a
catarlo", pero el de Karin me invitaba "a degustarlo", y me
dispuse a ello.
Al momento, pendiente "del chirri" de Karin me había
olvidado de Kristen, sentí un brazo en mi hombro y una cosa
muy dura entre mis dos nalgas que me hizo dar un respingo.
Me había colocado su "precioso rabo" entre las cachas. Juro
que sentí una emoción tan fuerte ante aquel contacto que me
estremeció, y me dispuse a ser junto a Karin, otra "mujercita"
para Kristen.
Salimos del baño de una forma que me pareció algo
grotesca. Karin pegó su culo a mi polla empalmada a tope, y

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Kristen pegada la suya al mío. O sea: como bailando la conga,
pero pegados y sin mover las piernas de un lado para otro; y
así llegamos a la cama de matrimonio.
Karin apoyada en la almohada de la cabecera de la
cama se abrió de piernas en el máximo ángulo que dan: unos
180 grados. Me hizo una seña inequívoca: se llevé su dedo
índice de su mano a la boca, y acto seguido con el mismo
dedo se señalaba el coño. Más claro agua: me pedía que "se lo
comiera".
¡Qué emoción! Una mano en cada cacha de Karin, y mi
lengua y labios en el mismo centro. Karin aupaba sus nalgas
para que su pubis quedara más al alcance de mis belfos;
suspiraba y gemía de una forma que me parecían las
"cantigas de una reina". Lamía, mordisqueaba y succionaba
de "aquel panal de rica miel como las moscas" . ¡Qué manjar
más rico! Pero que fino estuvo Dios cuando recreó el sexo de
la mujer.
De pronto sentí que mi ano estaba siendo lubrificado,
un dedo de la mano de Kristen lo untaba de "aceites
celestiales" hasta sus profundidades. Si ese dedo me daba un
placer exquisito, supuse que su polla sería el summum del
placer. Y así fue; cuando me quise dar cuenta, la tenía
metida hasta sus mismísimos testículos.
Y así, mientras yo "comía" los labios, ninfas y clítoris
de Karin, Kristen follaba mi culo con tanta saña que me hacía
enloquecer. Los orgasmos fueron bestiales: Karin parecía que
quería meter en mi boca todo su sexo, con movimientos de
vientre de arriba abajo convulsivos, a la vez que gritaba de
forma desaforada. Kristen derramaba en las simas de mis
intestinos todo su esperma; le sentía tan caliente que me
quemaba. Y yo, derramé "mis alegrías" en aquellas sábanas
blancas.
Descorchamos la botella de champagne que habíamos
subido para celebrar el encuentro, y entre cigarrillo y
cigarrillo hablamos de mil cosas, entre otras que a Kristen
sólo le gusta penetrar a los hombres, pero a él no le gustaba
ser penetrado.

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Al cabo de buen rato, me la puso en la boca para que
se la chupara. Aquí si que dudé algo más, pero al final me
lancé a ella con la boca abierta y se la mamé a placer.
Confieso que me gustó tanto o más que el coño de
Karin. Ya no tenía dudas, era bisexual, con la diferencia, que
me podía follar muchas tías, pero tíos pocos. Como Kristen
por lo menos, pero feos ni uno.
A principios de los años setenta, el Régimen había
abierto la mano en temas del sexo. Funcionan aquellas
películas llamadas de "Arte y ensayo" en salas especiales, y
cuya finalidad era demostrar la tolerancia del Sistema, pero
que no las entendía nadie. Las playas se llenaban de bikinis y
las discotecas funcionaban a tope.
Predominaba una gran clase media (uno de los éxitos
del Gobierno), y España estaba de moda en el mundo. Aquella
célebre canción: ¡Qué viva España! Se escuchaba en todas
partes, y los españolitos cruzaban la frontera francesa hacia
Perpigñan o Biarritz para ver como Marlon Brando
sodomizaba a María Schneider en "El último tango en Paris".
Se respiraban aires de libertad. Lo bueno de la
Dictadura Franquista, es que no prohibía salir a los
españoles de España. Podían viajar por todos los países del
Orbe, excepto Rusia y sus países satélites; de modo, que el
que más y que el que menos, se enteraba de lo que pasaba
por el mundo.
Pero la mujer de la época todavía pensaba que el
matrimonio era la solución a su vida. Encontrar a un hombre
bueno, honrado y trabajador para ser esa esposa y madre
abnegada de sus hijos.
Por lo que a la hora de "meter", no había alcanzado su
plena liberación. Por lo que el follar como se folla hoy: "polvo"
y adiós, y si te he visto no me acuerdo no existía. Todavía la
mujer media española guardaba "su tesoro" para el hombre
que Dios (o San Antonio) le destinara para esposo.
Por eso era muy normal, que el hombre se casara entre
los 25 y 30 años, y las mujeres alrededor de los 20. ¡Eso sí!
Por la Iglesia y con las bendiciones del cura.

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Y como un servidor ya estaba casado en esos años, no
voy a relatar mis aventuras extramatrimoniales, no sea que
mi mujer se entere y me pida el divorcio

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Aventura en el expreso Madrid Sevilla

Los que tengan menos de 40 años no recordarán los


trenes que circulaban por España durante los años de la
Dictadura. Casi todos los españolitos viajaban en aquellos
expresos de noche, y que paraban en casi todas la estaciones,
por lo que llegar desde Madrid a cualquier ciudad de la costa
de España, tardaban sus doce horas largas.

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Un servidor viajaba con bastante frecuencia desde
Madrid, (lugar de residencia) a Andalucía; y como era por
cuenta de la empresa, ya que era su Delegado de Ventas para
la Zona Sur, lo más cómodo era el coche cama individual. Al
llegar me esperaba el vendedor de la Zona, y en su coche
hacíamos la ruta prevista para esa semana.
Sucedió lo que voy a relatar el 12 de Enero, seis días
después de acabadas la Fiestas de Navidad del año 1966. Lo
recuerdo perfectamente porque ese mismo día un servidor
cumplía sus 26 primaveras. ¡Bueno! En mi caso, 26
inviernos.
Ese viaje lo hacía un tanto malhumorado; mi novia me
había puesto un ultimátum: o me quedaba en Madrid o
rompía nuestro noviazgo de casi tres años de relaciones. No
soportaba un novio viajante. ¡Y un marido! Ni pensarlo. Eso
de vernos sólo los fines de semana, y no todos, ya que
algunos me quedaba en Cádiz o Almería el sábado y el
domingo, para no tener que madrugar el lunes para volver.
¡Bueno! Eso es lo que le decía, pero la verdad, la verdad es
que había ligado con alguna andaluza, y me pasaba el "finde"
con ella.
Estaba fumando un cigarrillo en la ventanilla del
pasillo del tren coche cama, justamente en la de enfrente de
mi departamento, cuando una señorita me pidió permiso para
pasar, ya se sabe la estrechez de aquellos pasillos, había que
ponerse de perfil para que se pudiera pasar.
-¿Me permite pasar? por favor.
-Claro señorita. Pero si le digo la verdad le dejo de mala
gana, ya que no me importaría que no pasara y se quedara
conmigo para charlar un rato.
No sé como me salió eso, porque llevaba un humor de
perros. Quizás aquella mirada triste de ojos azules que vi en
su rostro, me invitaron a realizar esa invitación. O porque la
moza era una belleza.
Cuando la tuve a un metro escaso de mis ojos,
comprobé la magnitud de su belleza. Rubia, de casi un metro
setenta de estatura o algo más. En ese momento, por la

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proximidad de "la bella", o por la estrechez del sitio no pude
fijarme en sus caderas, culo y piernas, lugares donde se suele
dirigir mi mirada casi siempre, y sin mucho disimulo, para
que negarlo.
Por eso, al no estar "esas curvas" al alcance de mis
sagacidades me fijé en su boca. ¡Dios mío! ¡Pero que boca!
Era de ensueño, de locura, para dormirse en sus labios
y no despertar jamás. O para rezar mil rosarios contando los
misterios con los dientes blancos e inmaculados que de forma
milimétrica la configuraban. Y lo que más me impresionó, es
que no los llevaba pintados; aquel rojo carmesí que se
reflejaba en la tenue luz del vagón era el albor propio de su
carne.
-¡Bueno! Dijo "la hermosa". Pero no un ¡bueno! de
compromiso, sino de ayuda, intuí en su mirada deseos de
olvidar, de sentirse ausente, de no pensar. Y siguió diciendo:
-Estoy a punto de separarme de mi marido, no le
aguanto más. Es un machista asqueroso y celoso. Me voy a
Sevilla, a casa de mis padres.
¡Vaya! una casada. Dije para mis adentros. Me temo
que esta noche "no meto".
-¡Mujer! Le dije en un tono conciliador. Ya sabes que el
hombre español es un poco moro; somos una especie de
"Otelo". Además, una mujer como tú... ¡Disculpa! ¿Te puedo
tutear?
-Sí, sí... Por favor, tutéame.
-Gracias. Decía, que no es de extrañar que tu marido
tenga celos, es que a una mujer con tú...
-¿Una mujer como yo? ¡Qué! -¿También tú eres
machista? Me dijo algo contrariada.
-¡No! No! ¡por favor!
Había metido "la patita" y no sabía como sacarla. Quise
exponer un hecho penoso pero real: la mentalidad del hombre
español de hoy, por desgracia, era así.
-La verdad, la verdad, no lo sé. Ya que no sé lo que es
el amor verdadero. Mentí descaradamente, intentando salir
del trace. -El día que ame a una mujer, te lo podré decir.

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Pero, (subrayé bien ese pero) Creo que los celos no tienen
porque existir en los hombres seguros de si mismos. Además,
soy de los convencidos que la confianza mutua es la mejor
fórmula para que triunfe la relación en pareja.
Mis palabras surtieron el efecto deseado. Irene como
así se llamaba "la bella", puso cara de satisfacción ante mi
declaración del hombre moderno.
-Me alegra escuchar esas palabras, Félix.
(Ya nos habíamos presentado) Se advierte en ti un
porte distinguido y de un hombre de palabra.
-Gracias Irene, al menos lo intento.
-¿Y cómo es que no tienes novia? Me preguntó en un
tono entre sarcástico y curioso.
-La verdad, viajo mucho por España y Europa por
motivos de trabajo, y no me planteo tener una novia que me
espere todos los fines de semana. Creo que sería un fracaso
de noviazgo.
-¡Ya! O sea: un ligue en cada puerto.
-Pues no. Irene La mujer española lo que busca es la
estabilidad matrimonial, y los "ligues" como tú dices, ¿cómo
no sea con "mujeres malas"..?
Quedamos unos segundos en silencio. En ese preciso
instante el tren hacía parada en Alcazar de San Juan, nudo
ferroviario hacia el Sur. Lo que aproveché para romperlo.
-¿Te apetecen unas tortas? Tienen fama las de aquí.
-Sí, gracias.
Eran las 01:45 horas, y a pesar de la calefacción, en el
pasillo hacía algo de frío ya. Llegó el momento de "entrar a
matar".
-¿En que departamento del vagón estás? Yo, en este de
aquí al lado.
-Ya quisiera viajar en coche cama como tú. Viajo en
segunda clase; venía de los servicios, y me dirigía a mi vagón
que es el contiguo a éste.
-¿Por qué no pasas la noche conmigo? Le dije casi en
un soplo de voz.

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El año 1966 en España, proponer así de repente a una
mujer desconocida y casada que se acostara contigo, las
respuestas más probables serían:
¿Pero tú quién te crees que soy yo?
Creo que te has confundido, majo.
Cuando no una bofetada, o la denuncia al encargado
del vagón.
Pero no. Me miró con una sonrisa que potenciaba sus
labios y dientes a dimensiones de belleza extraordinaria, y
dijo con voz clara y segura.
-¿Y por qué no?
Permitan que relate en verso lo que pasó en aquel
departamento de coches camas del expreso Madrid – Sevilla.

La "celestial" entró primero


en aquel vagón coche cama;
y mi corazón quedó prisionero
al contemplar aquella dama,
ese día frío del mes de Enero.
¡Qué belleza, qué portento!
mi imaginación al retortero,
contemplando "ese monumento",
mis neuronas en un atolladero.
¡Qué momento! ¡Qué momento!
Braga azul y rosa de finas blondas...
Piernas cual columnas de un templo...
Pecho de encajes que nada esconda.
¡Me sobrecoge lo que contemplo!
Entró en su "cálida y húmeda cueva",
jadeante mi "nardo encendido";
se apaga ante la luz de esa estrella.
Queda allí... orgulloso... dirimido,
en las entrañas de dama tan bella.

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Asesinato en el burdel

El inspector jefe de la comisaría de "Romelloso", Pablo


Rebollo examinaba el cuerpo sin vida de Petra, alias "La
Perica". Eran exactamente las 01:05 horas de la madrugada
de un miércoles. Yacía en lo alto del catre de una de las
habitaciones de la casa de citas que "Doña Patrocinio" rige en
esta localidad.
Totalmente desnuda y en una posición un tanto
extraña: los muslos totalmente apretados, y con ambas
manos cubriéndose los pechos, como queriéndose defender
de una violación, pero sin signos aparentes de violencia. Los
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ojos desorbitados mirando hacia el techo de donde colgaba
una lámpara en forma de un gran brazo que contenía la
bombilla que iluminaba la estancia. Una expresión mezcla de
estupor y horror todavía conservaban los ojos inertes pero
abiertos de "La Perica".
Había dado orden a sus subalternos que nadie
abandonara la casa, por lo que en ese momento se
encontraban en el local Patrocinio, y las cinco chicas que
ejercían la prostitución: "la Tragasables", "la Morcillona", "la
Tetuda", "la Culorroto" y "La Pezones". También se hallaban
tres clientes, al parecer forasteros o viajantes, y, el mozo del
local: Melecio "el Tontaina".
Después de un primer examen del cuerpo, mandó que
nadie tocara nada en espera de la llegada de Lopetegui,
medico forense del distrito. Reunió a todos los presentes en el
salón de la casa para interrogarles.
-Díganme: ¿cuántas personas han accedido a este local
desde la hora de su apertura?
Patrocinio bastante nerviosa y preocupada. -Pues...
pues... "habemos" abierto sobre las once de la noche, ¿verdad
niñas? Dijo a las chicas, como queriendo reforzar sus
palabras, a lo que dijeron éstas al unísono:
-¡Sí!
-O sea, hace poco más de una hora. ¿Y cuántas
personas han abandonado el local en ese espacio de tiempo?
Prosiguió con el interrogatorio el inspector Rebollo.
-Nadie señor inspector, nadie. Los presentes que
"habemos" ahora, ni más ni menos.
Los tres forasteros o viajantes que se hallaban
sentados en aquel sofá de color cobre bastante mugriento, se
revolvieron entre sí ante la mirada del inspector.
En ese momento se personaba Lopetegui; a una orden
de Rebollo se dirigió a la habitación de los hechos para
determinar la hora del óbito y realizar el análisis ocular
pertinente.
Rebollo prosiguió con el interrogatorio dirigiendo su
mirada a los tres clientes a la vez que les preguntaba:

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-¿Quién de ustedes ha usado los servicios de "la
Perica"?
Los tres forasteros se levantaron del sofá tan cutre
como tres resortes, y acorde dijeron que ninguno había
estado con la difunta.
Las comprobaciones oportunas fueron confirmadas por
las chicas y Patrocinio. Uno de ellos había estado con "la
Tragasables", otro con "la Tetuda", y el tercero con ninguna,
ya que prácticamente acababa de llegar al burdel.
En ese momento bajaba Lopetegui de la estancia
superior en donde se encontraba el lugar de los hechos. Hizo
una seña al inspector para que se acercara. Durante unos
momentos le habló en voz baja por lo que nadie pudo percibir
lo que le dijo.
Volvió Rebollo al salón del interrogatorio con una
expresión triunfalista en su rostro; por lo que le había
contado el forense, y por que había captado y deducido
durante su inspección ocular del lugar del crimen, tenía las
pruebas necesarias para detener al culpable, sólo le faltaba
comprobar un dato.
Dirigiéndose a los tres forasteros con voz grave y
autoritario les dijo:
-Inmediatamente los tres se me bajan los pantalones y
los calzoncillos.
Aquellos pobres hombres sin comprender nada
dudaron, pero un tremendo grito les conminó a que
cumplieran su orden. Y en un santiamén los tres se quedaron
con la guisa que se pueden imaginar: los pantalones en los
tobillos y los calzoncillos en las rodillas.
Miró Rebollo a Lopetegui que se encontraba a su
derecha con cara de decepción. Éste a su vez mira al
inspector con cara de resignación.
En ese preciso instante, muy sigilosamente, Melecio "el
Tontaina" se deslizaba hacia la puerta de salida; el ruido que
hizo al pisar una cáscara de avellana indicó que Rebollo se
apercibiera de las intenciones y le intimara.
-¡Alto! No se mueva, y ni de un paso más.

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"El Tontaina" quedó petrificado.
-Bájese inmediatamente los pantalones. Con voz de
trueno le ordenó Rebollo.
Al pobre "Tontaina", del susto que tenía encima se le
bajaron los pantalones y gayumbos a la vez.
Rebollo y Lopetegui quedaron alucinados ante aquello
que "el Tontaina" portaba entre sus piernas. Aquel
sobrepuesto de la impresión dijo a la vez que sacaba el arma
reglamentaria y las esposas.
-Queda usted detenido por el asesinato de La Perica.

DESENLACE.
El forense Lopetegui había confirmado las sospechas
del inspector Rebollo. La muerte de "La Perica" se había
producido por una terrible impresión que le sobrevino ante la
contemplación de algo tremendamente monstruoso.
Ésta, antes de morir y como pudo comprobar
Lopetegui, había clavado sus ojos en aquel brazo de la
lámpara que parecía un símbolo fálico, y había apretado sus
muslos con tal fuerza que hubo que llamar a un cirujano
para que pudiera abrir aquello que el rigor mortis había
sellado. Señales inequívocas que la tremenda impresión que
le causó el sincope tenía relación con aquel objeto.
El pene de el Tontaina comprobadas sus medidas en
comisaría eran de 45 cm. de larga por 25 cm. de perímetro.
Medidas capaces de matar de la impresión a la tía más puta
del mundo.
En un descuido de doña Patrocionio, se introdujo en la
habitación de "La Perica" con intención de violarla, ésta, al
ver "aquello" no pudo resistir la enorme impresión que le
causó la insuficiencia respiratoria y parada cardiaca mirando
al techo.
"El Tontaina" se declaró culpable y relató los hechos tal
como los recreó Rebollo.

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Ayudé a mamá a que recuperara su
sexualidad

Parte primera
Me llamo Ana, tengo treinta años, casada felizmente
con un hombre maravilloso que me llena en todas las facetas
que una mujer desea de su matrimonio; con dos preciosos
hijos (niño y niña) de seis y tres años respectivamente.
Soy excesivamente fogosa sin llegar a la ninfomanía,
pero si no hago el amor todos los días, mi cuerpo nota que le
falta algo. Gracias a Dios, mi marido responde sin problemas
a pesar de sus cuarenta y cinco años.
Pero no les voy a hablar de mí, voy a hablar de mi
madre, una hermosa mujer que me dio a luz a sus dieciocho
años, por lo tanto, ahora tiene 48. Y lo que más me ilusiona:

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que para los extraños no somos madre e hija, somos
hermanas. Lo que vacilamos con esta situación cuando
salíamos juntas por ahí de marcha.
Mi padre, desgraciadamente ha fallecido hace menos
de un año; tenía 56 años, un cáncer precoz se lo ha llevado
en la flor de la vida. Mi madre no lo supera, ha caído en una
profunda depresión que la está marchitando, y como no lo
supere "se va" con él en poco tiempo.
Me tiene tan preocupada que estoy haciendo todo lo
que está en mi mano, y el amor que le tengo para que se
recupere. Pero inútil, se ha encerrado en su desgracia y dice
que no tiene deseos de vivir, ya que la vida le ha quitado lo
que más quería.
-Pero mamá. Le digo con ademán de enfado. ¿Es que
yo y tus nietos no llenan el vació que te ha dejado papá?
-Sí, hija, ¡Cómo no me van a llenar! Pero el vació que
ha dejado tu padre en mi alma y corazón no hay nadie quien
lo llene.
-Pero mamá, la vida sigue, eres muy joven y no te
puedes encerrar en ti misma. Va a hacer un año que ha
muerto papá, y aunque me consta que va a estar en tu
recuerdo eternamente, seguro que si te está viendo se enfada.
Sabes de sobra lo liberal que era.
-Dame más tiempo hija, dame más tiempo, todavía
siento en mi piel el contacto de las manos de tu padre.
Esta confidencia y la cara que puso al decirlo, me
indicó, que, mamá necesita el contacto de un hombre, pero
no es capaz de entender que con papá es imposible.
Hablé con Félix, (mi marido) después de haber hecho el
amor tan apasionadamente como siempre lo hacemos.
-Me tiene preocupada mamá. Sigue encerrada en si
misma con el recuerdo de papá, y me temo que va a entrar en
una profunda depresión como no seamos capaces de
convencerla que debe rehacer su vida.
-Lo que no me explico. Dijo Félix. -Con lo hermosa que
es, y con la vitalidad de la que siempre ha hecho gala, no sea

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capaz de superarlo; máxime cuando me has dicho que en el
aspecto sexual has salido a ella.
-Creo que mamá necesita de un hombre; ayer vi una
expresión en su rostro que le delataba; le vi un deseo
contenido, unas ganas terribles de follar, pero reprimidas por
sus conceptos morales y religiosos.
-¿Sabes si se masturba?
-¡Ay! Pues no sé.
-Mira cariño, vamos a urdir un plan para que mamá
recupere las ganas de vivir. Me sugirió Félix.
-¿Qué pretendes?
-Lo primero vigilarla.
-Me parece eso una canallada, marido. Invadir su
intimidad.
-No te precipites, que mi plan no es morboso, es para
conocer su estado anímico.
-¿Qué propones?
-Voy a instalar una mini cámara en su habitación, de
esas que usan los espías, y veremos su comportamiento en la
intimidad.
-Me parece una cerdada, marido.
-¡Quieres o no quieres ayudarla! ¿O es qué te crees que
lo hago por morbo? No hija no, lo hago para ayudar a mamá,
pero si no sabemos su estado psíquico interior, (el que vemos
superficialmente no nos sirve) no podremos actuar en
consecuencia.
-Vale, marido. Pero lo que grabemos se borra
inmediatamente,
-Eso por descontado, niña. Ese material no sale de
casa bajo ningún concepto.

Parte segunda
Debo aclarar, que desde la muerte de papá, mamá vive
casi siempre con nosotros, porque yo le obligo; no quiero que
esté sola en su casa de casi 200 metros cuadrados.

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Félix, situó una mini cámara de video en un lugar
inaccesible, imposible que pudiera reparar en ella. La toma
era de la superficie de la cama en sentido perpendicular; es
decir, desde los pies a la cabeza, y se activaba por luz, por
muy tenue que fuera. Además de ser de 720X576. Máxima
calidad de imagen en ese tipo de mini cámaras.
Como la tarjeta era de 5 gigas, la capacidad de
grabación era de varias horas; lo que daría lugar a ver su
reacción en solitario. Que es lo que hacía, y como se
comportaba en su soledad.
Se acostaba sobre las doce de la noche, encendía la luz
de la mesilla y solía apagarla sobre la una. Lo que sí
sabíamos, que, le gustaba leer en la cama; por lo que
suponíamos que esa hora la dedicaba a la lectura.
Estuvo la mini cámara ubicada en su habitación
durante 15 días, tiempo que calculamos habría agotado la
capacidad de grabación. Esperamos al próximo fin de
semana que se iba a Valencia donde vive mi único hermano,
ya que le tenía prometido ese viaje para ver a sus otros dos
nietos, pues hacía tiempo que no iba. Mi hermano José
Antonio no cesaba de regañarla por no ir a visitarles.
-Jolin mamá. Le decía mi hermano por teléfono. No
tienes excusa para no venir. El Inter City tarda sólo tres
horas, y vamos a recogerte a la estación.
Una vez dejado a mamá en la estación de Atocha el
viernes de ese "finde", nos invadía la emoción ante la visión
de lo grabado, pero no exenta de preocupación; ya que
aunque lo hicimos para intentar convencer a mamá de que
debería rehacer su vida en vista de lo que viéramos, no
dejaba de ser una putada. Si se enterara, no nos dirigiría la
palabra de por vida. Pero lo que teníamos muy claro, que lo
grabado sería borrado inmediatamente una vez visto por
Jorge y por mí.
Nos acomodamos en el salón con dos copas y a través
del HMDI de la tele nos dispusimos a ver que hacía mamá en
su intimidad. Nos miramos a los ojos como se miran "los
cómplices" cuando delinquen.

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Paré la cámara, pues me asaltó algo que no había
reparado, ¡Pero que tonta fui! Félix verá a mi madre desnuda,
y eso me produjo ansiedad.
-¿Qué haces? Me dijo al ver que le daba al stop.
-Cariño, que me da "cosa" el que puedas ver a mamá
"en pelotas".
-¿Ahora me vienes con esas..? Vamos niña, no me seas
mojigata. Mamá tendrá el cuerpo como todas ¡No te jode! Eso
sí, con dos tetas y un culo algo más desarrollado que la
media nacional.
-¡Cómo el mío! ¿Verdad? Gracias por la indirecta.
-Va nena, no te enfades. ¿Ayudamos a mamá, o no la
ayudamos?
-Venga, va.
Le di al play, y nos dispusimos a ver "la película"
(presumiblemente porno).
Evidentemente Sara (así se llama la mamá) se
desnudó. Pero lo que nos dejó estupefactos fue, cuando del
fondo de un cajón del armario sacó un picardías color malva.
Se desprendió de hasta la braga y el sujetador y quedó como
vino al mundo.
Tuve el arrebato de parar la grabación, pero me di
cuenta en un segundo que sería una estupidez, ya no había
marcha atrás; aunque con cierta vergüenza, me dispuse a
afrontar todo lo que viniera después.
Mamá se puso el picardías color malva que le dejaba al
descubierto casi todo el pecho aún turgente; y la mitad de
aquellos glúteos y muslos que Félix miraba con los dos ojos
abiertos como platos.
Se acostó boca arriba, y se ubicó la cámara de tal
forma, que se le veía el pubis y los muslos casi en un primer
plano. Estaba esplendorosa, parecía una diosa recién salida
del Olimpo.
Yo me sentía rara ¡Coño! que era mi madre, y una no
está acostumbrada a ver a su mamá de esa guisa; y temiendo
algo terriblemente fuerte. Mi marido estaba más "colorao" que
un tomate, y los ojillos le brillaban.

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Lo que vino después fue algo que me "heló la sangre" y
a Félix le puso lívido. Mamá saco un consolador de un cajón
de la mesilla de noche que parecía "la polla de un Senegalés"
(No por el color, sino por el tamaño). A la vez de otro cajón de
la misma, sacaba dos marcos con dos fotos, una de ellas era
la de papá, la otra no se distinguía bien por la ubicación del
marco en ese momento.
Colocó ambas fotos, una a su derecha y otra a su
izquierda. Se abrió bien de piernas; lubrificó el dildo con una
especie de crema transparente que extrajo de un tubo, y se lo
metió hasta los mismísimos huevos artificiales.
Entre jadeos y suspiros, mirando a la foto de su
difunto marido, y moviendo el culo y caderas de arriba abajo
y de izquierda a derecha, decía con palabras entrecortadas.
-Manolo (Así se llamaba mi padre) ¿No querías verme
follar con otro hombre? Ya que no te quise dar ese capricho
en vida, te lo doy ahora, por si desde donde estás puedas
verme.
Tomo el retrato del señor Manolo, le dio un beso y le
dejó donde estaba. Se nos heló la sangre cuando tomaba el
otro marco, que situándolo delante de sus ojos, le decía en su
delirio a la imagen que lo contenía:
-Fóllame Félix, follame, soy todo tuya, pero antes deja
que te "coma la polla". Se sacó el consolar y empezó a lamerlo
con una avidez desmedida.
-Seguro que la puta de mi hija, no te folla cómo yo. ¿A
que no, Félix? ¡Cómeme el coño, cariño!
Se volvió a introducir el consolador hasta los fondos de
sus entrañas con una mano, mientras con la otra besaba
aquella foto de hombre guapo al que no cesaba de llamar:
Félix... Félix... follame mejor que follas a mi hija.

Parte tercera
Fue tan grande la impresión recibida ante aquel
descubrimiento, que a Félix y a mí nos costaba mirarnos a los
ojos. Pero como ambos somos personas muy juiciosas y con
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sentido de la realidad de las cosas, llegamos a una conclusión
dialogando.
-Mira amor. Me decía Félix. Lo que hemos visto ni tú ni
yo tenemos nada que ver; todo son fantasías de mamá; y si en
esas fantasías nos ha involucrado a los dos, yo te juro por mi
honor, que jamás le he dado motivos para ser objeto de ellas.
-No hace falta que lo jures, marido, sé de sobra que tú
jamás te has insinuado a mamá; que todo es producto de su
imaginación. Y ahora lo comprendo.
-¿Qué es lo que comprendes? Cariño.
Conozco a mamá, y sé muy bien que ella es incapaz de
realizar esas visiones con un extraño, con un desconocido.
Tenía sospechas de que le gustas; hay miradas por muy
sutiles que sean, las mujeres las captamos, y aunque en su
momento no le di importancia, ahora me doy cuenta que eran
miradas cargadas de deseos.
-Te juro Ana, que yo jamás me di cuenta.
-Ya lo sé, si tú no ves "tres montados en un burro"; y
menos analizar las miradas femeninas.
-Porque solo tengo ojos para ti, mi amor.
Una vez repuesta de la impresión, ya fría, decidimos
trazar un plan para que mamá pudiera hacer realidad sus
utopías.
-¿Qué plan trazamos? Me preguntó Jorge.
-Sólo hay uno.
¿Cuál?
-Qué folles con mamá.
-¡Ehhhh!
-Cómo te lo digo. Mamá es incapaz de ligar, le costaría
años y dudo que lo consiga.
-¿Ni por algún chat, podría ligar?
-Por ahí menos, se lo he propuesto cientos de veces, y
dice que son ridículos.
-Pero... Sabes el peligro que tiene ese plan.
-Por mi parte ninguno. Que hagas feliz a mamá es algo
que una hija desea para su madre del alma; además, todo
quedará en casa. ¿Tú te la follarías?

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-¡Joer Ana! ¡Qué fuerte!
-O sea, que sí.
-Bueno... Si no hay más remedio.
-Entonces.. ¿Qué propones?
-Qué tomes la iniciativa, después de lo visto, no creo
que te sea muy difícil llevar a mamá a la cama. El día que
tenga guardia de noche (Ana es médico) aprovecha.

Parte cuarta (Viernes siguiente por la noche)

-Ana.
-Dime, marido.
-¿Qué cuando ponernos en marcha el plan?
-¡Ahora mismo! La mamá Sara, entraba en la
habitación de sus hijos con aquel picardías malva que tan
cachondo puso a mi marido. Hazme un ladito Félix. Y tú Ana,
vete a dormir a mi habitación.
-Pero mamá. Dijo Ana llevándose las manos a la
cabeza. ¡Qué haces!
-Pues follarme a tu marido, tal cual lo has planeado.
¡Cómoooooo!
-Sí, hija sí. Félix no se percató de que la mini cámara
que puso en mi habitación, al activarse se enciende un
pequeño piloto rojo; que aunque muy pequeño quedó al
descubierto, y por una de esas casualidades y por chiripa lo
vi. -¡Qué será esto! Me pregunté.
Cuando supe lo que era, me propuse averiguar las
intenciones del que puso la cámara, y como no podía ser
más que Félix o tú, o los dos de mutuo acuerdo; coloqué esta
pequeño micrófono inalámbrico en el cuadro que hay encima
del sillón del salón en el que soléis sentaros, y desde mi
habitación, he escuchado todas vuestras maquinaciones.
-Pero mamá. Dijo Félix que al ver aquel pedazo de culo,
y aquellas tetas que las tenía pegadas a su boca. No negará
que todo ha sido para recuperar su sexualidad que creíamos
perdida.
-Gracias hijo. Mi sexualidad nunca la he perdido...
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-Ya vimos ya... Cómo se lo monta con su juguete... Por
cierto; ¿No lo había más gordo y más grande?
-Prefiero el tuyo, que aunque es más pequeño, es de
carne. A la vez le que metía la mano en la bragueta
Miraba la escena estupefacta y no sabía que hacer.
-No te quedes así hija, que al fin y al cabo tú has sido
la autora del invento. Vete a mi cuarto, y deja que con tu
marido disfrute lo que desde años vengo recreando en mi
soledad.
Los dejé solos; me parecía muy fuerte quedarme con
ellos. Cuando me repuse de la sorpresa, juro que me entró
como una especie de complacencia; ver a mi madre tan
eufórica y con ganas de sexo, derribó todas mis
preocupaciones con respecto a su futuro; ya que la veía tan
decaída que me daba miedo.

Epílogo
Sara se pegó al cuerpo de su yerno como una lapa; su
cuerpo parecía encendido debajo de aquel transparente
picardías color malva. Su mano derecha asía su pene, al que
meneaba de arriba abajo y viceversa.
-¡Chulo mío! ¡Mi vida! ¡Por fin! hemos conseguido follar
con total libertad, y con el consentimiento de mi hija.
-¡Joder suegra!
-Por favor Félix, cuando follemos no me llames suegra,
¡Coño! que me enfrío.
-Lo siento Sara, no se me volverá a escapar. Pobre del
señor Manolo... ¡Si levantara la cabeza!
-A ese, déjale donde está, que donde esté está muy
bien. Y ahora "cabrón mío" échame ese par de polvos salvajes
que me vienes echando todas las noches que mi hija tiene
guardia de noche en el hospital.

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Carta a mi desconocida Pilita. Poseedora
de este hermoso coño.
Estimada Pilita: Me has enviado cientos de fotos de
mujeres preciosas que me he han hecho feliz durante esos
minutos que me la "he cascado" a la salud de todas. Pero no
hay imagen que me conceda más satisfacciones que las de tu
coñito. Cada vez que le miro, más le admiro, y cada vez que lo
contemplo lo pongo de ejemplo. Tu coño es para adorarlo en un
templo.

Gracias amor que enriqueces mis fantasías...


Que colmas de sensaciones mis neuronas...
Que haces realidad la inalcanzable utopía..
Que permites que con mi mente "te lo coma"...
Eres el principio de todas mis algarabías...
Soy todo tuyo: mi corazón, mi pene... Toma...
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Cómo hacer un cunilingüs debidamente

El sexo de la mujer es sin duda es el manjar más


exquisito que ha creado la Naturaleza; lo que pasa que como
todo lo primoroso, hay que saber degustarlo. Ya lo dice el
refrán:

"No se hizo la miel para la boca del asno"


Obvio decir, que, estamos hablando de señoras que
saben que es el arma más poderosa que poseen para someter
al macho. Y lo tienen siempre a punto para ser degustado,
como el jardinero cuida a la mejor rosa de su rosaleda o de su
parterre.
No dudo que tu ama y señora debe tener una vulva
exquisita; ya me gustaría darte unas lecciones prácticas,
querido lector, para que aprendieras a degustarlos en toda su
exquisitez. No obstante te daré unos consejos para que
disfrutes y hagas disfrutar a su dueña, como las vestales eran
adoradas en sus templos por sus idólatras.

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Debes conocer el grado de acidez (PH) de la propietaria,
no es que tenga mucha importancia este dato, pero un buen
"coñólogo", debe sabe apreciar sus grados en el momento de
degustarlo; como el enólogo sabe apreciar un buen vino para
saborearlo en su punto óptimo.
Un ejemplo gráfico: Un buen coño recién pasado por el
bidé y con desodorante íntimo se puede comer, sí, no te digo
que no; pero debe saber a lavanda o a aloe vera, y entonces
adultera su aroma y sabor.
Para conseguir el máximo sabor y fragancia, al igual
que el mejor jamón, debe sudar. Una vulva sosa es incomible,
y si no está depilada, es como masticar un estropajo.
Me preguntan muchos "coñologos", que es mejor;
saborear uno con la frondosa espesura de sus vellitos rizados,
o totalmente rasurados. Las dos formas tienen sus ventajas e
inconvenientes, y siempre será a gusto del "comensal".
Como siempre quedan partículas de orin y de los
exudados propios de la moza en las puntas de los pelitos
cuando orina, potencian su aroma y sabor; aparte de que en
su estado natural, es con sus vellos negros o rubios. Por lo
tanto, "comerse" uno peludo, tiene esa ventaja: sabe más a
coño.
La ventaja de degustar uno totalmente rasurado, es el
acceso a "su carne", es decir: a las ninfas (labios) mayores y
menores y clítoris; la boca del "coñólogo" accede de una forma
limpia "al mogollón", aparte de que la contemplación "del dios
del amor" se observa en todo su magnificencia.
La mejor postura para comérselo, es posicionar a la
dama boca arriba, con las piernas bien abiertas. Auparle el
culete con una almohada o cojín de modo que la lengua
pueda desplazarse libremente desde el capuchón del clítoris
hasta el ano; puesto que la elevación que le hemos dado al
culo: unos 20 o 25 centímetros de la superficie de las
sábanas, la barbilla puede apoyarse, descansa el cuello, y la
lengua queda exactamente apuntado a la entrada de la vulva.
El buen "coñólogo" sabe que el clítoris es el órgano que
concede el mayor placer a la mujer; no tiene otra función que

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esa: conceder placer. Pero no puede pasar por alto los demás
órganos. Por lo tanto, el clítoris será el final de la función, la
apoteosis.
Las lamidas se alternarán entre los labios y la lengua.
Los labios para besar los "otros labios" y succionarlos. La
lengua para lamer y rebañar las profundidades de la vagina.
Cuando observemos que la mujer empieza a levitar, es
decir; que notamos como su culo se levanta e intenta
incrustarse en nuestra boca, es que le está llegando el
orgasmo.
Ahora es cuando con ambas manos abrazar los glúteos
de la dama, engancharse al clítoris como un bebe se
engancha al pezón de su madre; y entonces hay que actuar
con toda la intensidad requerida: labios y lengua deben de
mamarlo y succionarlo a la mayor velocidad que se pueda.
La mujer queda rendida, abatida, vencida, gracia a esa
gran lamida. ¡Y lo mejor! Profundamente agradecida.

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Cómo y donde tiré mi último "cohete"

PRIMERA PARTE

Durante los años del 2000 al 2005 fui uno de los


"reyes de los chats"; habitual en las salas de más de
cincuenta, ya que por mi edad eran las más apropiadas; y
además, nunca me ha gustado entrar en otras en donde tenía
que falsificar mi identidad para estar a altura de las
circunstancias.
Jamás he mentido a una señora cuando pasábamos a
un privado o al Messenger; siempre he ido con la verdad por
delante de mis intenciones: Eso de:

"Prometer hasta meter, y una vez metido nada de lo


prometido"
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Nunca ha sido mi técnica para seducir a una dama y
llevarle al tálamo.
Por eso las señoras que me han invitado a compartir
su lecho, lo han hecho totalmente convencidas de que
invitaban a un señor serio, y que no había recurrido a
subterfugios ni martingalas para conseguir sus favores
sexuales. Posiblemente esa actitud formal y sincera para
llegar al "folleteo", me privó de follar con más de una, pero
precisamente por eso, nunca se me plantearon problemas de
conciencia.
Sucedió en el año 2005. Era sin duda, uno de los más
atractivos chateros por mi forma de escribir. Todo lo escribía
en rima versada, y siempre con frases oportunas al caso
suscitado. ¡Vamos! Que tenía el don de decir siempre aquellas
palabras que encandilan a un mujer, y en el momento
oportuno. También es muy cierto que a otras les cabreaba
mis formas de decir, y más de una enemiga me surgió.
La mujer por lo general admira al hombre que sabe
tocar sus fibras sensoriales a través de la semántica. Por eso
los chats para mí, son el mejor vehículo para expresarme y
ligar en la virtualidad.
Crean ustedes que más de una y más de dos me
seguían por la Red, bien a través de mi E-Mail, el Messenger
o las salas de chats, buscando quizás "un bálsamo" a su
soledad, ya que obviamente estas damas eran viudas o
divorciadas que buscaban sexo virtual, y mucha veces real,
como me ocurrió con una señora de Valencia que llamaremos
Amparo.
Amparo me buscaba a todas horas por la Red. Nuestra
amistad virtual se consolidó cuando nos conocimos a través
de la Webcam. Ella vio en mí, aparte de un señor culto y
educado, un hombre de un metro ochenta y cinco de estatura
y bastante guapetón. Y yo vi en ella una dama de mucha
clase además de atractivo físico para su edad. Me confesó
tener 55 años.
Varias veces me propuso hacer cibersexo, pero yo me
negué alegando que un día lo probé y no me excitó para nada,

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es más, lo vi algo absurdo; pero la verdad era, porque soy
impotente y no quería que ella lo supiera. Pero el negarme no
fue obstáculo para seguir siendo muy buenos amigos.
Amparo me había invitado a su casa de Valencia, y
aunque vivía con dos hijas casi siempre estaba sola, y los
fines de semana casi todos, ya que sus hijas los
aprovechaban para viajar con sus novios a otros sitios. Pero
yo le daba largas, ya que no quería pegar un"gatillazo".
Un día me dijo:
-Félix: -¿Sabes qué es lo que creo?
-Pues no sé. Respondí algo mosqueado.
-Qué si no aceptas mi invitación de pasar en mi casa
un "finde", es porque no te gusto.
Quedé un tanto perplejo, ya que no era cierto; pero
¡claro! Amparo no sabía que no "se me empinaba". Y yo
tampoco tenía porque decirle esa circunstancia personal.
Pero había llegado el momento de aclarar que estaba
muy equivocada, que si no me atrevía a acostarme con ella,
era por ese motivo. Por lo tanto le dije muy serio. A través de
la webcam:
-Te equivocas Amparo, me gustas y mucho.
-Entonces no lo entiendo, y menos sabiendo porque tú
me lo has dicho, que por tu trabajo te puedes escaquear sin
que tu mujer sospeche.
-Mira Amparo. Te voy a ser sincero. Tengo un problema
de erección, y estar con una mujer como tú, y no poder
penetrarla me supone un trauma.
Amparo se rió de una forma descarada, y dijo a
continuación:
-Pero que estúpidos sois los hombres. No pensáis nada
más que en "meter y meter", e ignoráis que una mujer se
puede sentir inmensamente feliz en los brazos del que ama,
sentir sus labios en los suyos, y una mirada de amor.
Quedé un tanto abstraído por sus palabras. Además,
siguió diciendo:
-¿Sabes que soy enfermera, y "tu problema" tiene
solución?

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-No, biagra, no. Salté como un resorte. Tengo
problemas cardiacos, y está contraindicado.
-Te aseguro Félix, que hay un remedio local que no
hace falta injerir ninguna sustancia química que afecte al
corazón.
-Si es la ventosa por succión, respondí, no sirve, en
cuanto deja de succionar, "se me baja".
-Tú ven, y te convencerás.
-¿Y si falla conmigo?
-Pues no pasa nada. Nos abrazamos, nos besamos, nos
lamemos, y tan felices.
Quedé tranquilo y satisfecho. Amparo ya sabía mi
problema eréctil, y si iba a su casa no podría llamarse a
engaño. Por lo tanto, un buen fin de semana, decidí ir a verla.

SEGUNDA PARTE
Llegue a Valencia el tren Talgo que hacía su entrada a
las 14:00 horas en la estación de la calle Játiva. En casa
había puesto la excusa de un seminario de fin de semana.
Bastante habitual para la empresa que colaboraba como Jefe
Nacional de Ventas.
Vivía en la calle de la Paz, vía muy céntrica cerca de la
plaza de la Encarnación. Allí estaba esperándome; en el
balcón del segundo piso de la finca. Un leve saludo con la
mano, y una expresión de regocijo. Era la primera vez que me
veía en persona, y por el gesto de su rostro comprendí que le
daba como mínimo sobresaliente a mi aspecto físico en la
realidad.
Subí las escaleras que conducían a su vivienda. No
había ascensor, es una finca antigua de cuatro plantas. El
corazón me latía más deprisa que lo normal, pues la emoción
me embarga al pensar que si era verdad que Amparo tenía un
remedio infalible; y que mis 18 centímetros iban a sentir la
delicia de alojarse en su cálida y húmeda vagina. Porque me
decía en nuestras charlas por messenger que "se empapaba"

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cuando hablaba conmigo. ¿Qué pensaría? Si yo evitaba el
tema.
Ni me acordaba cuando fue la última vez que pude
penetrar a una mujer, por eso, la emoción me embargaba.
Abrió la puerta, y allí estaba. Como esperando "al
guerrero" que busca la paz del hogar después de la batalla.
La atracción fue tan potente como el imán. Allí mismo,
en el recibidor (con la puerta de la entrada cerrada, ¡claro!)
nos dimos tal beso que "que temblaron las paredes y el
techo". ¡Joder! que beso. Fue apoteósico, pero no me
empalmé, cuando lo normal es que ese beso hubiera
"ensamblado hasta un muerto". Y me preocupó hasta el
punto que ella se dio cuenta, y dijo:
-Tranquilo Félix, tranquilo. Que aunque no he notado
la contundencia de tu miembro viril en mi vientre, si he
notado los latidos de tu corazón.
Esas palabras fueron como un bálsamo para mis
angustias. Pues no estaba totalmente convencido todavía del
remedio de Amparo para que "aquello" volviera a renacer.
Eran exactamente las 14:15 horas.
-Tengo reservada paras las tres una paella en una de
las mejores arrocerías de Valencia. ¿Te gusta la paella?
-Me chifla, es uno de mis platos preferidos. Mi suegra
es de Oliva, y hace unas que te chupas los dedos. ¡Ah! Y el
socarraet me encanta.
-Espera que me arregle y nos vamos. Si quieres asearte
un poco, ahí tienes el servicio principal.
Amparo no dejaba de sorprenderme, porque lo que vi
en el baño seguro que lo había preparado. Estaba más limpio
que la patena, y la combinación de azulejos color malva con
el suelo de linoleum anaranjado, te invitaba a hacer tus
necesidades eternamente. En un rincón, una cesta
entreabierta, y asomando los tirantes de un sujetador.
No pude resistir la tentación, la abrí, y allí estaba una
de sus braguitas para ser lavadas. No era ni tanga ni de
"cuello alto", era el tipo de braga que me gusta bajar muy
lentamente de las "columnas del templo más maravilloso que

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hizo la Naturaleza". De las que quedan debajo del ombligo, y
por la parte de atrás cubren la mitad de los glúteos.
Llevé aquella prenda tan delicada a mis fosas nasales
con la intención de llenarlas del efluvio de los flujos de
Amparo. Quedó un tanto decepcionado, ya que olían más a
desodorante íntimo que a sus exudados. Pero pensé que
después, en el "fragor de las batallas" emanarían de su
"fuente del amor" su aroma natural, y podría saborearlos con
delectación.
-¡Va, Félix! Que se nos hace tarde, y la paella no
espera, el arroz se pasa.
Salí de mi ensimismamiento con aquella llamada de
aviso, y no s fuimos hacia la arrocería.

TERCERA PARTE
Lo que pasó después es digno de ser cantado por los
poetas en verso, porque la prosa queda paralítica ante la
magnitud de lo acontecido. Si de verdad existe vida en los
paraísos, aquello fue sin duda el reflejo de ella.

De rodillas le pedía al Señor


fuerzas para ganar esa batalla,
¡Dios! soy hombre de honor,
no me dejes en la estacada,
te lo pido con infinito fervor.

Entre la pilastras de Morfeo


surgía una druida, o diosa,
portando una joya o camafeo.
¿Qué es eso, mujer preciosa?
De ella me sentí como un reo.

Aunque preguntar este feo,


pregunté que era aquella cosa.
No sufras, mi Galán Maduro,
son aceites y aguas de rosas,
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para que "el nardo" se "ponga duro".

Con una delicadeza extrema,


la sílfide escaló aquel muro;
posó suavemente sus yemas,
en lo que brotar le daba apuro,
¡Zas! se liberó de aquella trena.

¡Aquel nardo daba gracias al cielo!


Le había redimido aquella sisella,
que no podía remontar el vuelo.
Y esa espada se torno en lanza;
hoja que vencía en todos los duelos.

Y del Galán su gran esperanza;


luego de trenzar mil y una danzas
a la que por el Bello fue sometida,
quedó allí, con la gran templanza
de haber sido plenamente servida.

Gracias, muchas gracias, Amparo.


Diste a mi alma paz y al vigor, vida,
hoy te recuerdo con enorme agrado.
Y aunque no vuelva más la recidiva,
Fui "en tu cielo", infinitamente amado.

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Confesiones de la Marquesa de Tócame
Roque

25 de mayo de 1950
-Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida. Buenos días hija. Qué te trae
otra vez por aquí, si sólo hace tres días te fueron perdonados
todos tus pecados. ¿Otra vez pecando contra el sexto
mandamiento?
-Sí, padre, sí. Por más que lo intento, por más que me
mortifico no puedo controlar mis deseos. Es algo superior a
mí. ¿Es qué El Señor me ha abandonado?
-No-hija, no. El Señor lo que hace es poner a prueba la
fe de sus hijos.
-¡Claro! Ahora me explico porqué me ha enviado a ese
jardinero tan macizo, para poner a prueba mis deseos
carnales, seguro.
-¡Pero leches! señora marquesa. ¡Uy! Perdón Dios mío,
que no sé lo que digo. ¿Pero no fue con el chofer la otra vez?

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No padre. Pedí a la agencia de empleo un jardinero, y
me han enviado a un tío de uno noventa y más guapo que el
Rock Hudson ese. Y...
-Bueno hija, bueno. Relájate y cuéntame cómo ha sido.
-Salí como de costumbre a tomar el desayuno al atrio
de mi mansión. Había pasado una noche muy inquieta
luchando con mis pensamientos impuros.
Siguiendo sus consejos me levanté de la cama y me
dirigí a la capilla dispuesta a rezar hasta que se me pasara el
furor. Me arrodillé delante del Cristo, ya sabe, la talla tan
valiosa del siglo XVI que preside el altar. Miré a los ojos del
Señor y me sentí avergonzada, por lo que aparté la vista de
los suyos. Bajé mis ojos, y fueron a estrellarse justo en el
lienzo que cubre sus sagradas partes.
-Nunca jamás había reparado en ello ¡Se lo juro padre!
Pero una fuerza irresistible me impedía apartar la vista de
aquel bulto que sobresalía de entre sus piernas. Una voz que
sin saber de donde provenía retumbaba en mis oídos de una
forma obstinada.
-¡Pero qué puta eres! ¡Pero qué puta eres! ¡Pero qué
puta eres...!
El cura con cara de mucha preocupación.
-¡Hija mía! Sin duda es un mensaje del Demonio. Tu
alma se halla en una encrucijada, y si no quieres condenarte
al fuego eterno debes ponerte en gracia de Dios. Casarte y
satisfacer tu carne como Él manda.
-Pero padre, ya le he dicho que mi Donato que en paz
descanse, dejó escrito que si me casaba perdería todos sus
bienes, salvo la legítima ¡claro! pero que son "dos reales"
comparado con su fortuna, y que la heredaría el convento de
los Frailes Berenjenos.
-¡Pero hija! ¿Es qué prefieres condenar tu alma
eternamente por unos millones?
-No padre, no. Además ya sabe que cuando muera toda
la fortuna ira a parar a ese convento, pero mientras viva
quiero disfrutar de ese patrimonio.
-Bien hija mía. Prosigue tu confesión.

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-Salí muy preocupada de la capilla; la voz de: ¡Puta!
¡Puta! ¡Puta..! no cesaba de repicar en mis oídos... Al infierno
irás para purgar tus pecados. ¡Puta! ¡Más que puta!
-¡De pronto! En mi carrera loca tropecé, y fui a caer en
los brazos hercúleos de mi jardinero, que no sé cómo se
encontraba allí. Eran sobre las dos de la madrugada. Me
tomó en sus brazos y muy delicadamente me llevó a mis
aposentos. Me sentía tan feliz, que el contacto con su carne
disipó todos mis miedos.
El cura muy circunspecto.
-Seguro hija que era un ángel, tu ángel salvador. El
que te devolvió el pudor.
-¡Caray! Es cierto, ¿Cómo lo sabe?
-Hija mía, es mi oficio. Pero prosigue.
-Me colocó con suma delicadeza ente mis sábanas de
seda, y dándome un beso en la frente me dijo con voz dulce y
canora: descanse señora Marquesa; sus demonios ya se han
disipado.
-Le pedí por favor que me acompañara un ratito más.
¡Tan feliz me sentía a su lado..! Qué mis pensamientos
lascivos se tornaron puros ante la presencia de aquel mozo.
-¿Ve como es un ángel señora marquesa? ¿Ve cómo el
Señor no la ha abandonado? Dijo el pater con cara de
satisfacción. –¿Se da cuenta hija mía, que por muchas
satisfacciones que de el cuerpo, son efímeras, y las del alma
son infinitas?
-¿Y qué pasó después? Inquirió el cura con los ojillos
vivillos.
-Me dijo que sí, que se quedaba conmigo hasta que me
durmiera. Pero ¡imposible! Los ojos de aquel galán me atraían
tanto... ¡Y sus labios! Labios sensuales como hespérides
celestiales. No, no podía dormir. Otra vez el deseo invadía mis
carnes. Tomé su mano en un arrebato con el ánimo de
llevarla a mis pechos para que sintiera los latidos de mi
corazón, pero muy delicadamente y con esa voz que parecía
salida de un pórtico celestial, dijo.
-Señora Marquesa.

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-No me llames marquesa. ¡por favor! Para ti desde
ahora soy Fifí.
-Lo siento señora marquesa, pero soy un hombre puro
y casto, y sólo haré el amor a la mujer que Dios me de por
esposa.
-¿Ves? Dijo el cura muy convencido. Es un ángel que
El Señor le ha enviado para satisfacer tus instintos
voluptuosos dentro de los preceptos de la Santa Madre
Iglesia. Pero sigue, sigue hija.
-Que sí, padre Matías, que no me quiero condenar al
fuego eterno del infierno, y aunque pierda la fortuna de mi
difunto Donato, no puedo vivir en pecado mortal; el furor
uterino devora mis entrañas; la lucha entre mi alma y mi
cuerpo es terrible. No puedo vivir así padre. ¡No puedo!
-Calma hija, calma. No llores, que todo tiene solución.
El Señor Todopoderoso te está poniendo a prueba. Te casas
con un hombre bueno, eres feliz y no vives en el eterno
pecado. ¡Qué importan unos millones más o menos! La
felicidad no tiene precio hija mía, nuestro Señor sólo te pide
que seas pura y casta de obra y de pensamiento. No dudes
que te ha enviado a tu ángel salvador en forma de jardinero.
Nunca olvides que sus designios son incognoscibles.
-Sí, padre, sí.
-Ve con Dios hija. Ego te absuelvo en el nombre del
Padre, del hijo....

Mismo dia: 12:34 PM


Rinnnng... rinnnng... rinnnng...
-¡Diga!
-Es la parroquia de San Apapurcio.
-Sí, aquí es.
-¿Está el padre Matías?
-Soy yo. ¿Quién es?
-¡Ah! Hola Matías. Soy Fray Peponcio, no le había
reconocido por la voz.

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-Es que acabo de confesar a la marquesa de Tócame
Roque, y es acabar con la garganta irritada.
-Precisamente de eso quería hablarle. ¿Cómo va el
asunto?
-Viento en popa, padre prior. Seguro que la casamos.
¡Oiga! Menudo galán que le han enviado esta vez. Manolo, el
jardinero ese, la tiene en "el bote". El chofer que le enviaron
hace unos meses, ese tal Paco, no ha dado resultado. El muy
cabrito se la ha "cepillado", pero de matrimonio, nada.
-Oiga padre, que si Manolo no da juego, tengo en
reserva a un gachó parecido a Cark Gable, hasta con su
bigotito y todo. Hay que casar a la marquesa como sea, que
son muchos los millones que entrarían en el convento.
-Y de lo mío... ¿Qué?
-Su diez por ciento asegurado. No hay problemas.
-¿Qué tal ha funcionado ese aparato que nos han
traído de Alemania, ese que habla?
-¡Superior! Lo puso en marcha Manolo en el momento
oportuno, y creo que ha sido definitivo para convencer a la
marquesa que se case. Seguro padre Peponcio, seguro. La
marquesa se casa... ¡Vaya que si se casa! Cuente con la
herencia del excelentísimo señor Donato, marques de "No me
Toques" que en gloria esté.
-Así lo espero.
-Descuide.
-Espero pronto sus noticias.
-Las tendrá y muy agradables.
-Adiós..
-Adiós.

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Cuento de fachas y rojos

España vista por los foros de Internet parece que está a


punto de despedazarse; las posturas de unos y otros que leen
o escriben en el medio indicado así lo proclaman.
Los fachas y los rojos se definen sin ningún tapujo ni
disimulo, lanzan sus opiniones a los cuatro vientos y sus
posiciones son claras, no admiten dudas.
Mira por donde, que este puente tenía previsto pasarlo
en Marbella. Me encanta esta localidad malagueña la cual
conozco muy bien. Y me dije: Voy a ver sin consigo averiguar
a través de mi agudeza visual fuera de los foros quienes son
los fachas y quienes son los rojos, y me dispuse a esa tarea
los siete días que iba a permanecer allí.
Tenía reservas en el Hotel Melia Don Pepe, de cinco
estrellas. Ante el temor de que el "rojerío" no se alojara en un
hotel de tanta categoría, pensé cambiarme a otro más propio
acorde a lo que buscaba, pero desistí, no merecía la pena
sacrificar mi comodidad por esa causa.
La primera duda que se me planteó fue en la inmensa
caravana de vehículos que invadían la autovía. Si once
millones votan a la izquierda y diez a la derecha, la mitad
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más o menos de todo este gentío serán de una ideología o de
otra. ¿Pero como saberlo si todos los coches que circulan son
de equivalente cilindrada y precio? ¡Imposible! conocer la
tendencia política por el coche que portan. Mi primo es de IU
y tiene un BMW de ocho millones, por lo tanto desistí
averiguar a través del coche la identidad política de cada
cual.
Hice una parada en Córdoba para comer. Me apetecía
hacerlo en el Caballo Rojo. Recomiendo esta local para
degustar el rabo de toro. ¡Exquisito!
Tenía que haber ido a Casa de Paco Acebo, frente a la
Torre de la Mal Muerta, es más popular y el rabo lo ponen
igual de exquisito, y las manitas de cerdo ¡de fábula! Pero
pensé lo mismo sobre lo del hotel: no merecía la pena
cambiar de restaurante.
El local estaba completo de comensales. Me disponía a
degustar mi segunda ración regado con un tinto de Rioja,
(sabido es que los tintos de Córdoba son foráneos) y no me
apetecía un Moriles o un Montilla, ya que no son apropiados
para la carne; cuando me llamó la atención en una mesa de
al lado como dos señores pedían un Vega Sicilia reserva
especial. Orienté mis "antenas" para aquella onda con la
seguridad de que iba a sintonzar con los primeros "fachas".
¡Pero cojones! ¡Qué es lo que oigo!
-No veas de "la hosti" que estoy Manolo. Habló uno de
aspecto de ejecutivo de multinacional a juzgar por sus
atrezos.
-Ya me he enterado ya. -¡Qué cabronazo! Dijo el otro
que portaba una carátula similar. -De los 60 millones de
euros que me corresponden por el "pelotazo" de "Cerro
Murtiano" se me van a quedar en 50 por culpa de mamón de
Lopetegui.
-¿Ese mamón del PP?
-!Ese! ¡Ese!
-¡Coño! Me quedé perplejo. Pero si no son fachas, son
rojos. Seguí pegando la oreja.

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-Que a pesar de que los de "Zocata Reunida" somos
mayoría en el Consistorio, quiere el muy pedazo de cabrón
cobrar la misma parte que nosotros, que de lo contrario
"levanta la liebre"
-¿Y qué vais a hacer? Pregunto otro.
-Hemos quedado en sacrificar cada uno "diez kilos"
para que él también se lleve 50.
Salí un tanto contrariado del restaurante. No me
importaba demasiado que fueran rojos millonarios, lo que me
jodía de verdad es que entendieran de vinos tan selectos; esos
caldos siempre han estado reservados para paladares
exquisitos como el mío. A este paso, cualquiera va a tener
acceso a las malvasías retenidas para los dioses.
Me disponía seguir mi viaje rumbo a Málaga, cuando
en el parking del local un señor trataba infructuosamente de
poner en marcha un Volvo. Una señora de aspecto
impresionante se apeaba del coche de muy mal humor. Al ver
como abría mi Mercedes 500 dispuesto a seguir mi viaje, me
espetó, así de repente.
-No irás para Málaga, ¿verdad? Me quedé por un
momento "parao" al ver tanta desfachatez en la forma de
abordarme, pero sólo supe decir:
-Sí.
-¿Me llevas? Es que voy volada.
-Suba, suba. No supe decir otra cosa.
-Pascasio. Te espero en Málaga, ya sabes, en el hotel
Curro. Procura arreglar pronto la avería que se nos va el
puente. Dijo muy resolutiva a aquel que seguía intentando
arrancar el Volvo.
La dama era de categoría, de marquesa para arriba la
catalogué. Olía a facha que apestaba, por lo que me satisfizo
la idea, la hora y pico que nos separaban de nuestro destino
se haría más amena.
-¡Oh! Qué bien, Joaquín Sabina; me pirria.
Un Cd de Sabina estaba sonando en mi radio. Debo
reconocer que de Joaquín me hacen gracia sus denuncias
sociales, por eso cuando me quiero reír un rato, le pongo. No

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me apetecía escuchar a Albinoni en compañía de una
desconocida.
-Seguro que eres más rojo que yo. Me dijo la morena a
la vez que me rozaba el muslo derecho con su mano
izquierda.
-Bueno. Balbucee -Paso un poco de política la verdad.
-Ese olor a Loewe te delata. "El facherío" antes usaba
esa esencia, ahora es patrimonio nuestro.
-¡Ya! ¡Ya! Estaba otra vez desconcertado. ¡Pero cómo un
rojo puede usar Loewe! Si la mayoría son albañiles. Pensé
para mis adentros.
Me alojo en el Hotel Curro. Te invito a una copa
cuando lleguemos. Me dijo muy resuelta.
-Me encantaría, de verdad, pero es que voy volado
-¿Tanta prisa tienes? Me dijo a la vez que se subía la
falda hasta la mitad de los muslos.
Su actitud no me dejó ninguna duda de que le apetecía
echar "ese polvo" que a todos nos apetece después de comer.
Y a ellas más, (si han comido rabo). Pero desistí, no me
apetecía en ese momento follar con la interfecta.
Pero la muy "puta" seguramente al notar en mi
expresión que no estaba por la labor, me echó mano a la polla
de una forma que di un respingo.
-¡Pero que haces!
-Nada cariño, sólo quiero comprobar como tienes "la
palanca de cambios".
La tía con una destreza inaudita, ya me había bajado
la cremallera der la bragueta y metido la mano dentro de la
"jaula".
Aquí si que ya no pude resistir. Sentir una mano
femenina abrazando la polla, o hay que estar muerto o ser
maricón para no empalmanse; y juro que no soy maricón; por
lo que se me puso "el pajarito" la mar de contento.
-Para, para... que nos podemos estrellar.
Estábamos en las proximidades de Lucena, paré el
coche en una zona peatonal y pensé:

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-Si me espero llegar a Málaga para echarla un par de
polvos me va a compremeter todo el día y la noche, y no puedo
porque me esperan en Marbella esta noche.
-¿Qué piensas, cariño?
-Haciendo planes. Mira, le dije muy serio. Me apetece
que echemos un par de polvetes. Son las cuatro y media y
tengo que estar en Marbella antes de las doce, de lo contrario
pierdo un gran negocio. Paramos aquí en Lucena, nos vamos
al Hotel Ciudad de Lucena...
-¿Conoces este hotel?
-No, no.
Es un hotel precioso, con su jacuzzi y todo. Nos
"pegamos un par de polvos", y ...
-¿Pero podras echar dos en tan poco tiempo? me
preguntó con cara de guasa.
-Te echo dos polvos aunque me hagas una mamada
aquí y ahora mismo. Le dije muy resolutivo. (Pero era un
"farol)
-Va a ser que aquí no. Mejor vamos al hotel que la
jacuzzi me mola.
-Vaya. Dije poniendo cara de mohín. Creía que era mi
polla lo que te molaba; pues no la sueltas para nada.
-Anda tontín... ¡Por cierto! no nos hemos presentado.
Me llamo Rosa. ¿Y tú?
-Félix, me llamo Félix. Encantado Rosa.
-Mas encantada estoy yo Félix, eres un amor.
Sacó Rosa su mano de mi bragueta, (que como ya he
apuntado todavía la mantenía dentro de "la jaula" y me
extendió para que se la estrechara). Entre sus dedos portaba
el líquido prostático que inevitablemente se derrama en esas
situaciones.
-¿No te dará asco, verdad? Es tuyo.
-No-mujer, ¡Cómo me va a dar asco! Además, es una
muestra de lo cachondo que me has puesto.
-Pues no lo parecías.
-¡Mujer! Es que estaba preocupado por motivos de un
negocio; pero soy todo tuyo hasta las diez de la noche; cinco

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horas para amarnos intensa e inmensamente. ¡Por cierto! ¿Y
ese tal Pascasio que has dejado en Córdoba?
-Es un amigo, podrido de millones. Me ha invitado este
finde y estoy arrepentida de haber aceptado. Me encanta
follar, pero con tíos como tú, no como ese...
-¿Un facha? me figuro.
-¡Facha Pascasio! Pero si más rojo que el Lennin ese...
¡Joder con los comunistas! Comiendo en el Caballo Rojo
y con Volvos. Pensé. En esta España ya no se sabe quien es
quien
-¿Y por qué has aceptado?
Porque me he enfadado con mi marido... Una de las
peleas que tenemos cada dos por tres.
-¡Coño! ¿Y cuando os peleáis te da por follar con otros?
-Lo mismo que hace él; así que ya le pueden ir dando
por el culo.
Corté el rollo. Al fin y al cabo a mi que me importaba.
Estabá aparcado en parking de una gasolinera, a unos 30
metros de los suridores, no había nadie por los alrededores...
Le subi la falda del todo, (me facilito la labor aupando
el culo del asiento). ¡Joder! que muslos... Y además con la
braga roja y transparente. ¡Mi delirio!
-Toma mi amor... Le dije a la vez que me la sacaba...
Al preparar su boca para la fellatio, le paré a la vez que
de dije: Espera, espera que me la limpie un poco... que por tu
culpa la tengo mojada. Me parecia una guarrada que me la
chupara mojada.
-No te preocupes amor, me encanta "el caldo de polla".
La mamada que me hizo fue de campeonato. Sorbía de
mi polla como si se fuera en helado de fresa y nata; los
lametones era escalofriantes..¡La madre que la pario...! ¡Pero
que bien la mamaba..!
Pero lo que son las cosas. Salimos del coche con la
higiénica intención de lavarnos, y miren ustedes por donde,
en ese preciso instante, Pascasio, (ya saben el amigo
comunista de Rosa, que se quedó en Córdoba porque no le

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arrancaba el Volvo) aparcaba en uno de los surtidores. Rosa,
iba delante de mí como unos cinco metros
-¡Vaya Rosa! Qué bien, te suponía ya en Málaga.
No pude ver la cara que puso Rosa porque no se la
veía, pero me lo pude suponer por la que puso Pascasio que
estaba frente a mí. Pondría cara de decepción.
Me quedé allí quieto, no era de mi incumbencia lo que
trataban, por lo que les dejé donde estaban mientras me
dirigí a los servicios. Suponía que los vería en la cafetería, y
al menos me despediría de ella, y le saludaría a él.
¡Pero qué va! No creo que tardé más de quince minutos
en mear y asearme un poco; tiempo suficiente para que
desaparecieran del lugar. Parecia que se les había tragado la
tierra a los dos.
-Mejor, así me quito el compromiso; igual me lío con la
tal Rosa, y doy plantón a los coleguis que me esparan en
Marbella.
Pero no pude dejar de pensar en sus muslos, sus
braguitas rojas transparentes y en la "gran mamada" que me
hizo, y en ese polvo que le hubiera echado; mientra conducía
hacia mi destino.
Llegué a Marbella un tanto dubitativo. No me había
percatado que la nueva ola de tecnócratas son en la mayoría
de izquierdas. ¡Claro! es que mi entorno es más Franquista
que Franco. Me temo que estoy un tanto desubicado de la
realidad actual de España. Perdón, de este País.
Menos mal, que en el Hotel Don Pepe me iba a
encontrar con Nacho, Piluca y Cuca y me desintoxicaría de
tanto rojo.
Al llegar a la recepción del hotel, un conserje me dijo a
la vez que me entregaba un sobre.
-Don Félix, esta nota la han dejado para usted hace un
momento.
-¡Coño! ¡Pero de quién será esto! Me sobresalté un
tanto. -Si nadie sabe que estoy en Marbella.
Abrí aquel sobre algo disgustado, intuía que me iban a
joder estas mini vacaciones de este puente de Noviembre.

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-Felisín: Vuelve inmediatamente para casa que
nuestros padres nos desheredan como no asistamos con ellos
a la misa en el Valle de los Caídos por el descanso eterno de
nuestro excelso Caudillo Francisco Franco Bahaamonde en el
treinta y cuatro aniversario de su fallecimiento. -
¡Cojones! pues claro, (dándome un golpe con la palma
de la mano derecha en la frente). Cómo no voy a encontrar
todo lleno de rojos, si los fachas están todos en Cuelgamuros.
Tomé mi Mercedes500 y salí echando leches para
Madrid. ¡Menudo es mi padre! No tiene mala leche "ni ná".

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Daría mi vida de macho, por ser mujer

Me subyuga tanto el mundo femenino, que ahora


mismo daría mi vida y todo lo que tengo por volver a nacer,
pero siendo mujer.
El caso es que no soy homosexual masculino, ya que la
hembra me fascina físicamente, y feo está que lo diga, pero lo
digo sin presunción que he besado centenares de labios
femeninos; he libado de los pechos de mil hembras, y he
lamido y penetrado decenas de culos y coños. (De mujer, se
entiende) De tíos ninguno.
Soy... Bueno, he sido un hombre muy atractivo. Con
20 años: 1.80 metros. 80 kilos de peso, y una cabellera
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morena ondulada que era (y sigue siendo) la envidia de los
calvos. Hoy sexagenario, soy un abuelete guapete, con 15
kilos de más, con "el muelle flojo"; y con "más esencias"
femeninas que masculinas.
Sí, en mi cerebro vive una hembra que me atormenta,
ya que no puedo gritar al mundo que soy mujer, puesto que
sería un mamarracho, una cosa grotesca, el hazme reír de mi
entorno social.
En mis delirios, me siento doncella, muy femenina,
alta, rubia de ojos verdes y de medidas; 90.60.90. Vamos, lo
que se dice una modelo.
Pero no sueño sólo con hombres, no, sueño con otras
mujeres, o sea, que soy bisexual, tirando a lesbiana, ya que
cuando veo a una enamorada que es abrazada y besada por
su enamorado, de verdad "que me mojo". Lo que siente en ese
momento el hombre, me lo sé de sobra; pero lo que siente la
mujer, debe de ser algo tan maravilloso y excelso, que mi
mente no es capaz de descubrirlo.
Y lo que me lleva a los suplicios mentales más
escalofriantes, es cuando la mujer, rendida a los manejos de
su hombre; por la vulva "escurriendo" sus deseos de ser
amada.
Ese abrirse de piernas hasta que no dan más de si...
Ese coño expectante y delirante...
El sentir los 80 o 90 kilos del macho cubriéndola...
Y concebir como entran por su vagina esos 20 cm, de
miembro viril buscando sus entrañas...
¡Joder! me vuelven loco. ¡Qué gusto os debe de dar...
jodias!
¡De acuerdo! Al hombre también le da mucho placer
tener su polla metida hasta el fondo de una vagina, Pero no
hay nada más que observar las reacciones de los dos en el
enajenación del orgasmo, como la mujer gime, grita, llora,
araña, muerde y al final solloza ante tanto placer recibido.
¡Y los ritos diarios de poneros guapas...! Eso me lleva a
la desesperación; sobre todo el de ponerse el sujetador y las
bragas. A veces en mi intimidad, me pongo un sostén y unas

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bragas de mi mujer, me miro al espejo... Y me dan ganas de
devolver; pero cuando me pongo ese vestido tan bonito, y veo
que no me cabe por el pecho, pero se me escurre por el culo y
los muslos... Lo que me dan, son ganas de suicidarme.
Ahora voy a narrar algunos de mis sueños de lesbiana.
Ya sabéis que soy una hembra preciosa y muy
femenina, ¡eso sí! Busco en mis quimeras la feminidad más
absoluta. Tengo 20 años y suspiro por estar con una chica
algo mayor que yo.
Entro en el chat de lesbianas, y escribo:
-Lesbiana de 20 años, muy guapa y femenina, desea
relación con chica similar o algo mayor.
A los pocos segundos me entran varios privados; me
decido por atender el nick que me parece más sugestivo: Rosa
Blanca.
Le abro y leo:
-Hola.
Le respondo. -Hola, me llamo Laura y soy de Madrid,
Tengo 20 años, ¿y tú?
-Me llamo Sonia, tengo 23 años y también vivo en
Madrid.
-¡Qué bien! ¿Y cómo eres?
-Si te parece no conocemos por MSN. ¿Tienes webcam?
Esto me da confianza, ya que los chats de lesbianas
están plagados de tíos. ¡Si lo sabré yo!
-Sí, sí, tengo cam y micro. ¿Me agregas o te agrego?
-Dame tu correo, te agrego yo.
-Vale.
A los pocos segundos me llega la invitación de Rosa
Blanca. Por si acaso he quitado mi foto del MSN y he puesto
ese patito tan mono, nunca se sabe.
Abro el MSN y veo una foto que se supone es la de
Sonia, por lo que inmediatamente pongo una foto mía, me
gusta jugar limpio con quien juega limpio.
-Hola Laura, que mona eres.
Evidentemente ha visto mi foto.
-Tú también eres muy guapa, Sonia. Le respondo.

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-¿Te parece bien Laura que conectemos la webcam?
Me da más confianza, dar la cara a la primera es
síntoma de que va de legal.
-Me parece bien Sonia, ¿me invitas tú?
-Mira cariño. (Me gusta este tratamiento) y a
continuación me dice: a mí me gusta mostrar la cara a la
primera, nada tengo que ocultar, pero entiendo perfectamente
a las que no la quieren mostrar.
Este detalle me convence del todo, y le respondo.
-Yo tampoco tengo nada que ocultar, Sonia, por lo
tanto webcam con caras, ¿Qué clase de amigas iba a ser, si
de entrada vamos con desconfianzas?
Me llega la invitación de la video conferencia; acepto.
Son unos segundos excitantes. ¡Al fin se abre su webcam, y la
veo! Preciosa, simplemente preciosa.
-Hola cielo, me dice a través del micro y saludándome
con la mano.
-¿Me ves bien, Sonia? Le pregunto.
-Perfectamente Laura, y eres más bonita que lo que
das en la foto que tienes puesta. Me gustas, de verdad, me
gustas.
-Tú también me gustas, Sonia.
-¿Qué es lo que más te gusta de lo que ves?
-Lo femenina que me pareces.
-Jajaja...
-¿De qué te ríes? Le pregunto algo intrigada.
-Qué también a mi lo que más me gusta de ti, es lo
femenina que te veo.
La verdad; empiezo a excitarme, la imagen de Sonia me
resulta tan agradable que empiezo "a escurrirme".
-¿Te gusto para novia, Laura?
-Me encantas Sonia, de verdad me encantas.
-Entonces... ¿Novias?
-¡Ummmmm! la idea me sigue excitando, ya no "me
escurro", ¡chorreo!
-¡Novias corazón! somos novias.

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Debo aclarar que las dos estábamos vestidas, yo con
una blusa estampada azul, y Sonia con una especie de
camiseta rosa de tirante finos. Y que este diálogo se
desarrolla a través del micro; estoy sola en casa, y ella
también, (según me dijo después) Su voz es dulce y
aterciopelada, vocalizando de una forma melodiosa.
-¿Llevas braguitas o tanguita? Me pregunta con una
sonrisa que hace que luzca una dentadura perfecta.
No me gustan los tangas, eso de que se me meta la tela
por la raja del culo, no me mola.
-¿Las quieres ver, cariño?
-Claro mi vida, ver las braguitas de mi novia "me
pone".
Yo, que ya estaba "encharcada", me pongo de pie, ya
que al estar las dos sentadas, sólo nos veíamos las caras y los
bustos. Me bajo los pantalones y me quedo en braguitas.
Unas braguitas azules muy monas.
-Qué muslos más preciosos tienes Laura.
-¿A ver los tuyos cariño?
Se pone también de pie, se sube la bata que llevaba, y
me nuestra un tanguita rojo con una rosa blanca al frente. Se
da la vuelta y veo un culo precioso. Redondo pero sin las
temidas "cartucheras" que tanto odiamos las mujeres. Un
culito de concurso.
-¿A ver tu culito, princesa mía? Me pide a la vez que
me guiña el ojo. Me bajo la braga hasta los tobillos y me doy
la vuelta.
-¡Toma mi amor! Todo para ti. Estoy tan cachonda que
no resisto.
-Un silbido de Sonia, es más elocuente que mil
palabras. Me dice.
-Mi amor, vamos a acomodar las webcam para
masturbarnos. Yo prefiero correrme viendo tu coñito. ¿Y tu
que prefieres ver de mí?
-También tu coñito, pero cuando estamos a punto de
corrernos nos vemos las caras. ¿Vale?

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-¡Maravillosa idea Laura! Quiero ver la cara de mi
princesa cómo se corre por mí.
Fue mi primer ciberorgasmo, ¡maravilloso! Sonia se
masturbaba de una forma que me hacía gracia; yo "me lo
hago" con las yemas de los dedos índice o corazón, bien a la
vez o alternándolos, frotando el clítoris.
Sonia, lo hace con los mismos dedos que yo, pero de
abajo arriba, es decir; los introduce entre los labios mayores y
los menores, y se frota toda la zona con movimientos
longitudinales.
Quedamos las dos exhaustas, rendidas, abatidas. Fue
maravillosa esa experiencia, pero me quedó un sabor
agridulce, ya que Sonia me dijo que había sido muy bonito,
pero que ella nunca repite, porque tiene novia real desde hace
dos años, y se van a casar.
La lección me sirvió para gozar del cibersexo sin
hacerme ilusiones, ya que la virtualidad es así la mayoría de
las relaciones.
Crean amigas y amigos lectores, que soy una mujer
con cuerpo de macho que tira para atrás. Lo cual deduzco
que el cerebro masculino es igual que el femenino. Son las
sociedades y las culturas, las que se encargan de
diferenciarlos.

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De la desesperación a la felicidad en
un minuto

Me llamo Félix, tengo 45 años y quiero contaros como


un hombre puede pasar de la desesperación más terrible y a
punto de suicidarse, a la felicidad más completa en muy
poquito tiempo. Es imprescindible que se sepa algo de mi
personalidad para llegar a comprender las reacciones que se
van a contar en este relato.
Soy un hombre conservador, muy de derechas. Con
unos conceptos de convivencia social muy definidos basados
en el respeto, en la disciplina, el orden la moralidad, y sobre
todo, fiel cumplidor de los preceptos que nos manda nuestra
Santa Madre la Iglesia Católica. Estos son a grandes rasgos
mis parámetros para andar por la vida.
Profesional de la informática bastante cualificado,
adjunto a dirección de una multinacional y con unos ingresos
netos de 145.000 euros al año, más gastos de representación

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en mis viajes continuos por el mundo, pero sobre todo por
Centro América.
Me casé tan enamorado de Rosa a los 25 años, que
todo mi mundo se eclipsó ante ella. Era mi universo, mi
cosmos, nada era comparable con Rosa... Pero...
... Pero Rosa. Aquel capullo encarnado por el que mis
sentidos perdieron toda su perspectiva, se tornó en una
hiriente flor que en el corazón me clavó todas sus espinas.
Me puso un ultimátum: o nos íbamos a vivir a un
chalet en Puerta de Hierro y la compraba otro en Marbella
para pasar los veranos, o me dejaba. Lo terrible es que Rosa
henchida de razón, me hizo tal cantidad de reproches sobre
mi comportamiento que no supe reaccionar ante tamaña
injusticia. ¡Juro por Dios! que sólo vivía para ella. Después
comprendí que para hacer feliz a una mujer como Rosa no es
suficiente vivir sólo para ella, hay que vivir también para sus
caprichos.
¡Imposible! Hice números y lo que ella me pedía más
los servicios que tal demanda requerían, me suponían unos
gastos de unos 24.000 € el mes. Se lo hice saber con la
esperanza de que lo comprendería y solo obtuve de ella, una
terrible respuesta:
-Ah, tú sabrás lo que haces, pero tengo quién me
ofrece eso y más.
Ver en su rostro la dureza del pedernal y la veracidad
de su amenaza que sólo pude derramar dos lágrimas que sin
poderlo evitar se me deslizaron por mis lagrimales.
Caí en tal espantosa depresión que sólo veía una salida
a mi horrible crisis. ¡Ay! que ver como se puede perder esa
profunda fe que crees tener y tus convicciones religiosas en
un segundo. Yo, al borde del suicidio por un amor que aún
sabiendo del que no era merecedor, no podía apartarlo de mis
esperanzas ¡Pobre de mí!
Mi empresa "El ABC del PC" que así se denominaba,
me pidió que sin demora fuera a Santo Domingo para
entablar relaciones comerciales con un compañía nacional
que se iba a establecer en la República Dominicana.

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216
Pensé que era la situación ideal para llevar a cabo mi
proyecto de suicidio. Quedaría bien con mi empresa y
después de solucionar mis cometidos me suicidaría. ¡Qué
mejor que en El Caribe! Lejos de todo lo que me angustiaba;
una simple nota a la empresa y al juez y ¡hala! para el "otro
barrio".
Decidí instalarme en el hotel Marien Coral by Hilton de
Puerto Plata localidad paradisíaca de Playa Dorada. Estaba
absorto conmigo mismo cuando sentí que llamaban a la
puerta de mi habitación.
-Sí.
-Hola señor. Soy la camarera y le traigo lo que ha
pedido en la cafetería.
Ya ni me acordaba. -Pase, pase, por favor.
¡Coño! ¡Qué pedazo de tía! 1.75 de estatura. Aquellos
pechos no eran normales; ninguna mujer tiene el pecho
perfecto. ¡Juro! que esta niña si los tenía. La hermosura de su
rostro era tal, que era casi imposible poder apartar la vista de
aquella boca, ojos y cabellos. Eran como imanes que
irremisiblemente te atraían. Lo que soy incapaz de describir
son sus caderas, tafanario y muslos; ¡irrealizable! Me pierdo
entre ellos.
¡De repente una luz misteriosa se encendió en mis
tegumentos! ¿Y por qué no "me suicido" entre los muslos de
esta hembra?
Elsa es su nombre. Me hizo el amor en una dimensión
desconocida. Con mi ex mujer, Rosa, nos limitábamos a la
postura del misionero y ¡pare usted de contar!
Con Elsa descubrí que el amor va mucho más allá de
las fronteras que yo lo limitaba; que el amor de una mujer
como ella es cósmico, galáctico, astronómico... extra terrestre.
Después de una felación que extrajo de mi cuerpo
todas las vitaminas que lo sustenta, y de mi alma todas los
espíritus que la atormentaban, mirándome a los ojos con una
expresión que me transportaba, y que semejaba a la virgen
más pura en su candidez, me dijo:

216
217
-Félix, Sería para ti una esclava, tu cautiva, tu
prisionera, si me llevaras contigo a España.
La puse dos dedos en su boca para que callara.
-¡Por favor! Elsa. Qué no soy ningún tirano.
-Además, dijo muy dubitativa y temerosa. Si también
pudieras llevar contigo a mis primas Sara y Vera te
adoraríamos como al dios Oaxaca y Teojomulgo.
¡La madre que me parió! Cuando Elsa me presentó a
sus primas se me cayeron al suelo "todos los palos del
sombrajo".
Hoy soy el hombre más feliz del mundo. La empresa
me ha doblado el sueldo y me ha nombrado director
comercial. Elsa, Sara y Vera viven en mi piso de la Castellana
de 300 m2, de Madrid; cada una en su habitación. Mi casa no
es una casa, es el paradigma de lo bello, lo celeste, la
limpieza, la organización.
Las tres besan por donde yo piso. Mando a sus
respectivas familias de Santo Domingo 500 euros cada mes, y
a ellas les doy mil euros al mes para sus gastillos.
Sólo les he pedido un favor: que me dejen respirar un
poco; que no las puedo follar a las tres todos los días. Son tan
comprensivas las pobres, que me tienen tan sobrealimentado
que estoy engordando unos kilitos. Soy el hombre más feliz
del mundo.

Epílogo
Me ha dicho mi confesor que me voy a condenar al
fuego eterno por vivir en pecado mortal. ¡Pero coño! Más
mortal era el suicidio que Dios ha evitado gracias a la fe que
le tengo.
A mi ex mujer, le he puesto un telegrama con una sola
palabra.
¡Perreeeeeefffffff,

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Diálogos de matrimonios
-Cariño.
-Dime, mi amor.
-Hace tiempo que no dejo de pensar en una cosa, y que
cada vez más se arraiga en mi mente, o te lo consulto o
exploto.
-Mejor me lo consultes, mi amor. Que haría yo si
explotaras.
-Verás... Es que el tema es muy delicado, ya que jamás
en ti he visto ni por insinuación la misma incertidumbre que
a mí me asalta sin cesar.
-Ya sabes que soy muy comprensivo, y que te quiero
más si cabe desde que nos casamos, pero como tú eres de
unos profundos sentimientos cristianos, no sé si te dolerá.
-Precisamente esos sentimientos son los que me dan
fortaleza para soportar todo dolor del corazón o del alma.
Habla con la sinceridad de la que hacemos gala desde que
nos casamos.
-Es qué... ¡Uff! Que difícil es explicar algo que puede
herir los sentimientos de la persona que más amas, porque te
juro que eres lo que más quiero en el mundo.
-Tómate el tiempo necesario, pero no te quedes con ese
obstáculo en tu mente, sería nefasto para nuestra
convivencia.
-Lo que me preocupa, es que si desembarazo este
obstáculo de mi mente, no sé si será peor para nuestra
relación de pareja.
-Lo más nefasto para las relaciones de pareja son el
engaño, la mentira, los disimulos y los subterfugios. No
dudes mi amor, que hasta lo más mefítico, si se expone con
claridad y mirando a los ojos, siempre será más valorado que
las alabanzas fingidas.
-¡Bueno! Como te digo, desde hace algún tiempo, me
sobrevienen fantasías eróticas fuera ajenas a nuestro
matrimonio.

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-Eso es normal, cariño. Las fantasías son patrimonio
de las mentes abiertas.
-Ya, ¿Pero y si esas fantasías "en la tercera fase",
pasan a querer hacerlas realidad?
-Depende. ¿Qué tipo de fantasías son esas?
-Hacer el amor con otra persona.
-¿Es qué yo no lleno todas tus expectativas sexuales?
-Sí, mi amor... ¡Claro que llenas mi cuerpo y mi alma!
Pero las fantasías siempre concurren fuera de tu entorno real.
¿Comprendes mi cielo? Contigo no son fantasías, son hechos
consumados que los tengo al alcance de mis manos.
-Ya. Sabía desde el principio que lo que tu llamas
fantasías, es simplemente morbo, pero he preferido que te
manifestaras abiertamente.
-¿Te has enfadado?
-No, no. El morbo es muy común en las personas.
-¿Tú también tienes morbo?
-Mi morbo no es consustancial a mis sentimientos, por
lo tanto, analizo los pros y los contras de las acciones
ulteriores a los hechos morbosos, y calibro sus
consecuencias.
-Me asustas. ¿Crees que mi morbo puede deteriorar
nuestro amor?
-No exactamente cuando se tienen los pies en el suelo.
Si no me quisieras, ya me habrías sido infiel hace tiempo. La
máxima infidelidad como dije antes, es la mentira, y tú me
estás siendo fiel ante una deseada infidelidad. Por lo tanto, tu
fidelidad está manifiesta.
-¡Ay! amor. Que peso me quitas de encima; creí por un
momento que había herido tu sensibilidad.
-¡No cariño! Al contrario, me alegra que te hayas
sincerado conmigo, por lo que vamos a tratar "tu tema" como
dos personas modernas y civilizadas. Lo primero que deseo
saber si tienes completa seguridad que deseas realizarle el
cambiar de pareja.

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-No es que tenga la completa seguridad, es que si no lo
realizo, nunca podré quitarme "esta cosa" de la cabeza, y
nunca podré saber la verdad de "esta locura".
-Vamos a ver, mi amor. Entiendo que me puedes
querer con toda tu alma, porque en mi existen los elementos
humanos que te subliman; y que una relación sexual
esporádica con otra persona, sería por puro morbo, y que no
buscas otros sentimientos que le falten a tu alma, y que en
mi no encuentras.
-¡No, no! Mis sentimientos, todos sin excepción giran
en torno a ti.
-Te comprendo cariño, te comprendo. Lo tuyo es cómo
una especie de sarampión, contagiado por la vida moderna de
los matrimonios. No te preocupes que satisfaré tus deseos, y
te acostarás con otro hombre. Mañana mismo, pondré un
anuncio en la sección de contactos de una revista
especializada.

Sección de contactos de la revista: INTERCAMBIOS

Matrimonio gay, de 35 y 30 años, ambos muy bien


parecidos y con clase y educación, con lugar de encuentros,
desean contactar con otro matrimonio similar para intercambio
de parejas sin ningún compromiso. Se exige discreción e
higiene

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El arte de saber bajar unas bragas

Una braga, puede ser la prenda por antonomasia, la


guinda de la culminación de la obra perfecta del cuerpo
femenino, la representación del erotismo en su más alta
forma.
Debo reconocer sin ningún pudor, que soy un
fetichista e idólatra de las bragas; ¡qué quieren que yo le
haga! Para mi unas braquitas colocadas, bien colocaditas
entre las piernas de mi "diosa", es el más alto pináculo del
erotismo. El rito de desbragar a una señora, lentamente...

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muy lentamente... es una de las emociones más fuertes que
un servidor puede obtener entre los placeres de este mundo.
Lo que no me gustan demasiado son los tangas, pero
no, no es que no me gusten colocaditos en el cuerpo de una
mujer, al contrario, quedan monísimos para contemplarlos
puestos, pero para bajarlos, no mola ¡Coño! si no tienes nada
que bajar.
Para ver a una señora en el máximo esplendor la
anatomía de su hermoso y precioso culo, tienes primero que
imaginártelo, ya que la superficie de seda y blonda lo cubre, y
después ir "descorriendo el telón" como dije antes, muy
lentamente.
Un buen bajador de bragas que se precie, debe de
seguir todos los pasos pertinentes con la máxima precisión
que requiere el rito. La ceremonia se debe efectuar con toda la
pompa, boato, magnificencia y esplendor, ya que el "ídolo"
que se esconde entre ellas, es el dios del placer y de la vida, y
¡coño! a los dioses hay que adorarlos y venerarlos.
Lo primero que debe hacer, es colocar a "la diosa vestal
guardiana del tesoro" boca abajo, extendida en toda la
superficie de su anatomía y contemplar las esculturales
formas de los glúteos de la "divina", esas redondeces tan
sugestivas que hacen brillar y bailar nuestros ojos.
Si el tafanario es descomunal, se aconseja centrar la
vista en un solo glúteo, y dejar para mañana el otro, pues si
te quieres centrar en las dos a la vez, mucho me temo que te
perderás entre esas enormes montañas, y no podrás disfrutar
del panorama con la perspectiva adecuada.
Si tiene celulitis, imaginad que son surcos para
sembrar los deseos del amor, da resultado, ¡oigan! Y si su piel
es de las que llaman piel de naranja, imaginad que es un
frondoso valle de cerezos en flor. La imaginación todo lo
puede.
Sigamos con el culto: Una vez "la celestial" posicionada
como antes dijimos, hay que hacer un ejercicio mental para
que lo que vamos a descubrir en unos segundos no nos lleve
a la locura, y cedamos ante la tentación de llegar al final por

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la vía rápida; entonces se rompe el encanto y caemos en lo
vulgar y grosero de los albañiles del sexo. ¡Hala! a follar ya.
No, no y no, paciencia y control de las emociones.
Asir con ambas manos muy delicadamente la prenda
por la parte superior de la misma, (por donde pone Cacharel).
Muy despacito, muy despacito ir descorriendo "esa cortina"
maravillosa e ir disfrutando del inusitado espectáculo que se
ofrece.
Una vez descubierta la parte posterior de las fuentes
del placer, aspirar muy profundamente para llenar los
pulmones de esa fragancia mezcla de tomillo y Chanel que
emanan volátilmente de ella, llenando la estancia de efluvios
afrodisíacos.
Dar la vuelta con delicadeza a la hembra, y ¡oh! La
apoteosis, el delirio, el arrebato, el máximo júbilo. El
espectáculo que se ofrece es asombroso. Allí, desafiante,
arrebatado, sonrojado... se descubre el "gran dios del placer".
Las emanaciones de sus aromas alcanzan el máximo sopor
que te invade el cerebro y llegan a hacer perder el sentido de
la realidad. ¡Aguanta! ¡Aguanta! ¡Aguanta...! No sucumbas,
que ya falta poco para "acabar la misa".
Esa braga medio vencida, doblegada en si misma, ya
sólo espera que la rescates de su situación. Tira de ellas con
dulce energía y que deslice por las columnas del templo hasta
su total liberación.
Y ahora dispón tu espíritu a la consagración del sacrificio
"más cruento" que creó la naturaleza.

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El ciberpolvo

Ha sucedido esta madrugada, sobre las cinco hora de


la madrugada hora española, y confieso que ha sido muy
gratificante.
No tenía sueño, y navegando por Internet “tome
puerto” en un chat que no conocía; estaban todas las salas a
tope, y elegí entrar en una de más de 40, por razones obvias.
Al momento me di cuenta, que la mayoría de las que
chateaban eran sudamericanas, sobre todo de Argentina y
México.
Con mi “piquito de oro” pronto llamé la atención del
personal femenino, y al momento me abrieron varios
privados. Una me dijo: ¿Te importaría chatear con una de 24
años?
Siempre que no sean menores de edad, encantado. Y le
pregunte: ¿Qué hace una chica de 24 años en un chat de más
de 40?
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Me respondió: me gustan los maduros.
Al instante me preguntó si tenía webcam, y le dije que
sí. Le di mi messenger y al momento me agregó al suyo.
Conectamos las cámaras, y mi sorpresa es que ante mi se
mostraba una mujer bandera. ¡Preciosa! Me dejó alucinado.
Le pregunté. ¿Te gusto? Y me respondió: ¡Me encantas! Eres
un maduro que estás mas bueno que un queso.
Me puse los cascos y micro en la boca, y me dispuse a
hacer algo que nunca había hecho. Después de unas
palabras amorosas, le pedí que me ensañara una teta. Me
respondió: vamos a hacerlo poco a poco.
De acuerdo le dije, y añadí; pídeme lo que quieras y lo
iré haciendo.
A la vez que se sacaba la teta izquierda decía: Mama de
mi pezón hasta que no dejes ni una gota. Su voz argentina
melosa entraba por mis oídos. y llegaba a mi miembro a toda
velocidad poniendo “firmes” los 18 centímetros.
Se sacó la otra teta, y acercó a la cámara a los pezones,
yo acerqué mis labios a mi webcam y hacía con la
onomatopeya de la succión. Chups... chups.. chups...
Me dijo: ¡Qué cachonda me estás poniendo! Quiero
verte la polla. Bajé la cam a “mis bajos” y contempló mi
miembro a punto de reventar. Acto seguido ella me enseño
“su concha”, roja como una rosa.
Cuando te corras, quiero verte la cara. Ella se
masturbaba, sentía sus jadeos a través de los cascos como
penetraban en mis nervios. ¡Qué coñito más precioso! Hacía
siglos que no contemplaba la vulva en flor de una chica tan
joven. Fue mi delirio.
Ahora era yo, el que jadeaba a la vez que me la
meneaba de una forma bestial. El cuadro era de alucinación:
Ella se frotaba el clítoris, y se metía dos dedos por la vagina.
Durante un tiempo que no puedo precisar cuanto duró;
ambos jadeábamos y suspirábamos como una perra y un
perro en celo.
Cuando te corras, te quiero ver la cara. Y la cara me
vio, (seguramente cara de gilipollas) porque no creo que en

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ese momento del orgasmo, nadie ponga otra cara que no sea
esa.
De verdad, ha sido alucinante; nunca pensé que un
polvo virtual pudiera ser tan excitante. Inténtenlo, es
sorprendente, pero si no le echas imaginación, mejor que no.

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El coleccionista de vello púbico

Matías lloraba amargamente. Solo en aquel asilo,


abandonado por todos menos por sus recuerdos. Su llanto no
tenía fin y pedía que le llegara la parca; para qué quería vivir
si le habían quitado la razón de respirar.
La hermana Filomena había destrozado la única
esperanza de seguir vivo: sus recuerdos. Para qué quería
seguir en este mundo si ya no tenía el talismán que avivaba
sus evocaciones.
Una noche aciaga, la "monja cruel" descubrió al pobre
Matías disfrutando del gran placer que le reportaba la
contemplación de su gran secreto: La colección de pelitos de
pubis que conservaba en cajitas de nácar y plata
debidamente ordenados y engarzados en lacitos de sedas
multicolores.
Matías esperó pacientemente a que se durmiera
Cipriano, su compañero de habitación. Sus ojillos reflejaban
el fulgor de las emociones, ese resplandor que aviva el fuego
de las entrañas y te da la razón de vivir en tu mísero
concurrir. ¡Triste es para un anciano no tener otras razones
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para recordar! Matías había vivido para lo que nació: para
amar a su prójima, y a ello dedicó su existencia.
Tomó la primera cajita de nácar, en ella se leía:
Margarita. Octubre de 1965. Madrid. La abrió con tal
delicadeza y tal exquisitez como en aquella fecha tan
señalada bajaba las bragas a Margarita.
En el interior de aquella cajita se hallaba un
mechoncito de pelitos negros y muy rizados engastados en un
lacito marrón, igual que el color de los ojos de Margarita.
Los tomó con las yemas de sus dedos índice y pulgar
de su mano derecha y se los llevó a sus fosas nasales para
aspirar aquel aroma que sólo estaba en su sentido. ¡Oh! Dios
de la Misericordia ¡Qué recuerdos más placenteros! Milagros
de la mente. El separar la espesura de Margarita para que su
lengua pudiera saboreas aquella fresa colorada en flor como
la más dulce malvasía. Cerró los ojos a la vez que cerraba la
cajita, y la posaba suavemente en su lugar de reposo.
Recordó con lágrimas en los ojos aquel poema que le
compuso.

Margarita, mi bien amada Margarita:


quisera manifestar con esta poesía
las penas que tu recuerdo me quita;
y torna a mi corazón aquella algarabía,
que le produjo a mi alma aquella cita.

De tus besos me acuerdo todos los días;


caricias que en mi espíritu se recitan,
que convierten en piel tersa mis estrías;
que a mis neuronas con pasión excitan,
y a mi espíritu le concede nuevos brios.

Tomó otra cajita ovalada con serigrafía de ninfas y


sirenas amadas por el dios Neptuno. En ella se leía: María
Botas. Agosto de 1967 Albacete. Con la misma parsimonia
Matías abrió la cajita.

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Un vuelco le dio el corazón que le paralizaron sus
dedos, y recordó aquel poema que con tanto deleite compuso
en aquella alcoba a la dueña de sus enredos.

María de las Botas,


cercana a mis deseos
pero lejana y remota;
pido al dios Prometeo
que este amor que brota
se grabe en este camafeo
con la ilusión más devota
del más ansiado trofeo.

No pudo evitar que dos suspiros se le escaparan de su


resuello. Aquella noche de Agosto, víspera de la Virgen la
conoció. ¡Qué emoción la contemplación de aquella moza
manchega en todo su esplendor! El amor fue fulminante, en
un instante llego el fulgor. ¡Qué noche de pasión!
Los dedos de Matías descorrían aquella cortina de
blondas y sedas, rosas y azules con inusitada porfía.
Aquel telón echado y descorrido, mostraban tal escena
que el pobre Matías no pudo reprimir un gemido cual toro
herido de muerte al ver aquella fosa en la que sepultaría toda
su hombría.
Tomó aquellos pelitos con infinita ternura y los besó
con una enorme dulzura.
¡Satanás de los avernos en forma de monja cruel!
Quitaste de mis labios la miel que me da la vida.
Filomena que ha tiempo espiaba las elucubraciones de
Matías, como una huracán irrumpió en su aposento sin
piedad y sin miramientos, robó a aquel anciano el motivo de
sus vivir aquellos momentos.
A las ocho horas de aquella mañana, por Matías
doblaban las campanas.
Aquellas cajitas que Filomena con cruel sin razón
quemara, las cenizas de aquellos pelitos por el aire volaban, y
con sutileza en la tumba de Matías se posaban.

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"El Consolador"

No crean ustedes que es fácil este oficio, ¡Qué va! Poder


y saber llegar a las profundidades del alma, del pensamiento
y del útero de una mujer, es una tarea ardua y complicada.
Las mujeres por naturaleza son más sutiles y
perspicaces que el hombre; a un hombre le consuelas con
una palmadita en la espalda y con un juego de pilas, pero
consolar a una mujer hay que utilizar una gama de recursos,
que sólo los buenos consoladores sabemos hacerlo.
Aliviar el alma de una mujer, consolarla y dejarla
satisfecha con un orgasmo espiritual es el gran éxito que
debe alcanzar el buen Consolador. Un orgasmo clitoridiano
está al alcance de cualquier mano, pero el placer de un
orgasmo cósmico, somos capaces unos pocos humanos.
Para ser un buen Consolador debes de conocer todos
los recovecos de la mente de la mujer; en ella se cuecen las
mayores sensaciones y elucubraciones que puedas imaginar.
Son tantas sus pasiones ocultas que estallan como un

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castillo de fuegos artificiales en cuanto sepas prender la
mecha.
Sólo existen en el mundo dos consoladores capaces de
encontrar el punto exacto del placer espiritual de la mujer: yo
y otro. La combinación de este punto con el punto "G", bien
conjugados, es un cóctel de amor tan inmenso que llevan al
éxtasis, al summun del placer, al paraíso, a la mujer.
El problema para los consoladores es cuando requiere
tus servicios ese tipo de mujer arcaica, obsoleta, poco
agraciada y mojigata. Por eso no vayan ustedes a creer que
nosotros nos ponemos las botas en nuestro trabajo ¡ni mucho
menos! Cuando nos sale un servicio de estas características,
entonces si “que nos aprieta la bota”. Las pasamos canutas.
Imagínense una señora de unos 60 años, de unos 120
kilos de peso, con bigote y barba, y encima humanista. ¡A ver
quien es el guapo que le arranca un orgasmo! El alma la tiene
llena de pelos, y donde tiene que haber pelo, lo tiene lleno de
“moscas”. Pero gracias a nuestra habilidad y dos juegos de
pilas Duracel, conseguimos el éxito y la satisfacción plena del
cliente.
Un día casi di en el paradigma del fracaso. Una clienta
que para ver si era mujer tenías que ponerte las gafas de ver
de cerca, con pinta de macho más que de hembra, me pidió
algo extraño, que la concediera un capricho que llevaba más
de 60 años con esa fantasía para realizarla.
Me quedé de piedra al oír su capricho: Quería ser ella
la consoladora. Ante la cara de súplica que puso, y gracias a
mi buen corazón, no quise que esa pobre mujer se muriera
sin cumplir esa fantasía. Cargue el consolador con pilas
nuevas y me dispuse al sacrificio.
Me dijo que no la hacía falta “el aparato” que lo ponía
ella. Sólo recuerdo un colgajo que la pendía del monte de
Venus, de unos 20 cm. Que me lo introduzco por mis
entrañas sin miramientos. Desde entonces me tengo que
sentar a “media cacha”. Pero ella fue inmensamente feliz.
Otras veces tienes que ser más astuto que el Lazarillo
de Tormes para conseguir que tu clienta quede aliviada y

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satisfecha. Es el tipo de mujer, que su vida es una mentira,
un engaño. La realidad la asusta, tienes que recurrir a las
historias más absurdas y esperpénticas para que entre en
trance.
Aquí debes proveerte de varios juegos de pilas para que
“el aparato” siga funcionando. Suelen ser mujeres “muy
estrechas” y con vaginismo, por lo que también debes
proveerte de varios tubos de vaselina. “Meter” a estas mujeres
las trolas que las tienes que meter (las trolas, no las colas),
tienes que armarte de paciencia y dar el do de pecho (de
pecho, no de picha). Pero al final, un profesional del consuelo
como un servidor, triunfa.

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El diario de un "consentidor"

Aviso: Cualquier parecido de este relato con la


realidad es pura coincidencia. Aunque algún lector puede
que encuentre bastantes analogías en su matrimonio.
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Jueves: 15 de Marzo de 1980

Tengo 35 años, llevo casado ocho con la mujer más


maravillosa del mundo de la cual sigo enamorado hasta la
médula.
Después de muchas vacilaciones, decido comenzar hoy
a escribir este diario; las múltiples sensaciones que desde
hace un tiempo machacan mi mente, y que me están llevando
a unos estados emocionales que aunque sin llegar a la locura,
si me producen ciertos desvaríos en esos sentimientos en
donde deberían afincarse la estabilidad, la paz y el
asentamiento del hombre realizado.
Esta es la cuestión; no me siento realizado a pesar de
haber alcanzado lo que cualquier hombre de mi edad
ambiciona: carrera universitaria; trabajo estable bien
remunerado, secretaria, un coche de gama alta; piso
confortable; chalet en la sierra para pasar los fines de
semana, y un apartamento en Benidorm para veranear. Y lo
más importante: dos hijas que me dan la vida.
Yo mismo me pregunto lo que seguramente se
preguntarán los que lean este relato: ¿Qué es lo que me falta
en la vida para encontrar la estabilidad emocional? Y llego a
la siguiente conclusión: ¡Necesito sentir los efectos
devastadores del amor!
Pero no un sufrimiento material, no. Necesito
experimentar en mi alma el "infierno de los celos". Me siento
egoísta y ruin; no es justo que posea todos los bienes
materiales y espirituales que dicen dar la felicidad completa.
Qué es la felicidad completa ¿Existe?

Viernes: 16 de Marzo de 1980

Hoy me he levantado con un estado de ánimo


excelente. Hace poca más de un hora hemos hecho el amor
apasionadamente. Mi mujer llena tanto mis neuronas, que no
concibo la vida sin ella. Y me vuelve asaltar la misma
pregunta: ¿Merezco tanta felicidad? Ella me dice:

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-Cariño, no sé si será una impresión mía, pero desde
hace un tiempo a esta parte te noto extraño, cambiado, sobre
todo cuando hacemos el amor.
-¿Y cuál es ese cambio que notas? Le pregunto con
curiosidad.
-No sé. Veo en tus ojos una expresión distinta, y tus
orgasmos me parecen más frenéticos que de recién casados
Debo aclarar, que mi mujer tiene un sentido finísimo
de percibir las cosas; no se le escapa ni una, aunque también
me consta, que, se calla la mayoría de las que observa por
delicadeza. Y también digo muy alto y claro, que es la
discreción hecha mujer.
-Cariño. Dije algo molesto. ¿Pero es qué también me
auscultas cuando "me corro"?
-Mi vida: tengo tu rostro junto al mío, y el ver a mi
hombre la cara de emoción que se le pone en ese momento
cumbre, para mí es contemplar algo tan maravilloso como los
efectos que le produce mi amor.
-Pues cuando tú "te corres" yo me entero sólo por los
suspiros que pegas, no me entretengo en mirar la cara que
pones.
-Porque los hombres vais a lo vuestro, no tenéis la
sensibilidad de la mujer.
Quedé un momento pensativo, y es cuando me di
cuenta que sí, que no la podía ocultar por más tiempo de
donde provenía ese cambio, cambio que yo nunca le había
insinuado; pero por su sagacidad lo había detectado.

Sábado: 17 de Marzo de 1980

Hoy decido abordar con mi mujer el tema, se ha


percatado de mis inquietudes y como entre ella y yo no
existen más secretos que aquellas irrelevantes cosas que es
mejor callarlas para que no sean mal interpretadas, me
sincero con ella.

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-La verdad cariño, que igual es una tontería, pero que
cada día me asalta más una idea, hasta el punto que lo has
notado.
-Me figuro lo que es. ¿La sombra de otra mujer?
-No.. no... Replico con autoridad. Ni mucho menos, no
necesito el placer de otra mujer... Necesito... –Enmudecí, no
me atreví a seguir.
-El placer de otro hombre será, ¡digo yo! Porque otra
cosa no sé que puede ser.
-No te lo puedes ni imaginar cariño, es algo que se sale
fuera de tus percepciones.
-Me tienes en ascuas, ¡Explícate de una vez!
-Verás... Necesito sentir... no sé si el placer o el dolor
de los celos...
Quedó estupefacta, nunca podría haber imaginado tal
declaración, porque jamás se había hablado de ese tema.

Domingo: 18 de Marzo de 1980

A mi señora se le notaban en los ojos las


consecuencias que le dejó "mi confesión". Se percibía muy
claramente que había estado todo el día dando vuelta al
tema. Por lo que a la hora de la siesta lo volvió a abrir.
-He estado dando vueltas y más vueltas a lo que me
dijiste ayer noche, y sigo asombrada. ¿Para qué quieres sufrir
con los celos?
Me vino a la cabeza una respuesta del genial músico
catalán Xavier Cugat, cuando alguien le comentó, que su
mujer Abe Lane, le ponía los cuernos, Dijo:

"Es preferible compartir un bombón con otro, que


comerse una mierda uno solo"

-Cariño, sabes que soy un hombre muy equilibrado.


-Por eso me extraña tanto esa actitud tuya. ¿No será
un sarampión de primavera?

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-No, cielo, no... Es algo que ha entrado dentro de mi
mente, me excita, me provoca, y hurga en mis neuronas cada
vez con más insistencia
-O sea: ¿Qué me quieres ver follar con otro? Es eso,
¿verdad?
Quedé algo confuso. Mi mujer detesta el vocablo "follar"
jamás lo emplea cuando hablamos del tema. Por eso no supe
reaccionar debidamente.
-Pues lo siento cariño, pero conmigo no cuentes para
esa cochinada, yo soy una mujer muy decente. Y además, si
se enteraran las niñas...

Lunes 19 de Marzo de 1980

Mi mujer es como la mujer del Cesar: "además de


honrada, lo parece". Por eso cerré el tema. ¡De momento! Pero
me dispuse a encontrar la forma de llevar a cabo aquello que
me atormentaba cada vez más. Imaginar a mi mujer debajo
de un tío, ensartada por "una buena verga", me enervaba
hasta límites insospechados.
Pero lo que me trasladada a la locura más exquisita,
era imaginar ser besada por otros labios masculinos. Mi
mujer tiene unos labios tan perfectos y bien formados que
rompieron el molde cuando les dieron forma. Dos hileras de
dientes que semejan un mar de coral; y un óvalo de cara, que
ya quisiera para sí, Ava Gardner.
De repente me vino la gran idea. Tuvo un novio antes
de conocerme, un tal Félix Baldasúa, y al que llegué a
conocer. Un chaval muy simpático, mundano y ocurrente,
aparte de un bello ejemplar de hombre moreno de un metro
ochenta y cinco, y porte distinguido. Me consta, que, tardó en
olvidarle bastante tiempo, incluso aún ya casada, y que le
quedó un bonito recuerdo de aquella relación; pero que
rompieron porque el tal Félix era un golfo de mucho cuidado;
viajante de comercio, y con una novia en cada puerto.

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No tardé en encontrar su dirección, ya que conocía
muy bien sus apellidos, por lo que le localicé en la guía
telefónica sin problemas.

Martes: 20 de Marzo de 1980

-Ringgg... Ringgg... Ringgg.


-Diga.
-Hola, ¿eres Félix?
-El mismo, quillo.
Félix es sevillano. Para los que no lo sepan, la palabra
"quillo" es una expresión muy sevillana, diminutivo de
chiquillo = chico.
- ¿Quién eres tú?
-Ni te lo imaginas. Soy el marido de tu ex novia.
-¿Cuál de ellas?
-¡Coño tío! La novia más guapa que has tenido en tu
vida. La que la llamabas "Muñequita de Marfil".
Quedó parado, se le escuchaba como le había alterado
la respiración al escuchar aquel sobrenombre.
-Tú dirás que es lo que quieres.
-Hablar contigo personalmente.
-¿No me puedes decir por teléfono lo que sea?
-No, no, es algo delicado e íntimo.
-Pues yo salgo mañana para Barcelona.
-¿Y cuándo vuelves?
-El viernes por la tarde.
-Te llamo y hablamos. ¿Te viene bien?
-Sí, sí. Vale.
-Un abrazo y hasta el viernes.

Miércoles: 21 de Marzo de 1980

Hoy he puesto en marcha mi "conspiración", ya no hay


marcha atrás. Sé que estoy jugando a algo terriblemente
peligroso, y que podría llegar a ser mi ruina moral, pero no
puedo seguir con esta incertidumbre. ¿Y si después de ver a

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mi mujer en los brazos de otro hombre disfrutando como una
loca, no lo soporto y me pego un tiro? ¡Qué me entierren! Yo
solito me lo he buscado.
Pero necesito otro cómplice, en este caso femenino. ¡Ya
lo tengo! Marta, mi secretaria. Poca agraciada ella, pero de mi
absoluta confianza.
Le cuento toda mi intriga. Marta sonríe, le excita el
papel que va a desempeñar. Está soltera y sin compromiso, y
le importa un pito si mi mujer se entera que ha hecho de
"Celesina".
La muy jodía, como mujer que es, y encima "lagarta",
que sabe más de estas cosas que yo, me propone el siguiente
plan:
-Te doy mis bragas más eróticas, colócalas en un sitio
no visible, pero que se mire con frecuencia, por ejemplo la
guantera del coche. Pero antes debemos preparar el terreno
poco a poco
-¿Cómo?
-Primero con una levísima mancha de carmín en la
camisa.
-Muy bien, muy bien. ¿Y después?
-Después, te coloco un chupetón en el cuello;
simulando el mordisco frenético en una follada.
-Me parece fantástico ¡Joder! cómo sois las tías.
-Y la guinda. Que huela todos los días a llegar a casa el
perfume caro de mujer. Naturalmente distinto al suyo.
Quedé encantado de la sutileza de Marta, y me dispuse
a seguir el plan.

Jueves: 22 de Marzo de 1980

Se produce un distanciamiento entre los dos que se


palpa en el ambiente, en parte provocado por mí para
demostrarle que su rechazo a satisfacer mi morbo ha enfriado
nuestras relaciones sexuales, y por otra parte, ella ha
quedado desencantada de saber que su marido es un
"consentidor".

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Hoy no hacemos el amor, y apenas hablamos en la
cama como siempre solemos hacer antes y después de "echar
el polvo".

Viernes: 23 de Marzo de 1980

He contactado con Félix, como saben un novio que


tuvo mi mujer. Quedamos en la cafetería Riscal. A pesar de
haber pasado casi diez años desde la última vez que le conocí,
sigue siendo un hombre muy atractivo, ¡demasiado atractivo,
diría yo!
Empiezo a sentir algo extraño en mi interior; me lo
estoy imaginando en la cama con mi mujer y se me remueven
los intestinos, pero no me repele la idea, al contrario, tengo
una erección completamente inesperada.
El encuentro fue frío pero cortés. Félix no tenía ni idea
que hacía allí, y yo me estaba jugando mi dignidad de hombre
íntegro ante sus ojos; eso de decirle que el motivo de este
encuentro era porque quería "ser cornudo". ¡Joder! que fuerte
es.
Pero la suerte estaba echada, no había marcha atrás.
Por eso decidí no andarme con subterfugios absurdos, e ir al
grano. Después de sentarnos en una mesa del fondo, y pedir
unas copas, le dije sin más preámbulos.
-Félix: ¿te gustaría acostarte otra vez con tu antigua
novia? A tu ex Muñequita de Marfil, hoy mi mujer.
Quedó con la boca más abierta que el túnel de
Guadarrama. Por lo que tardó unos segundos en reaccionar.
-Dices, ¿volver a acostarme? (Recalcó bien estas
palabras) si yo nunca me he acostado con tu mujer.
-¡Bueno! fue una impresión mía, creo que fuisteis
novios casi un año, y un galán como tú... no creo yo... que...
en ese tiempo, si llegaríais a...
-Pues crees muy mal. Precisamente el motivo de la
ruptura de aquel noviazgo, fue: primero, por mis continuos
viajes de negocios, apenas nos veíamos tres o cuatro veces al
mes.

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Y segundo: que tenía que buscarme unas amigas para
desahogarme; tu mujer no consentía las relaciones sexuales
de novios, decía, que después del altar, o nada. ¿O es que no
fue virgen a tu matrimonio?
Sí, la verdad, fue virgen, pero me salió esa pregunta no
sé los motivos concretos, quizás para empezar a crear el
morbo que buscaba, pero satisfizo mi corazón de "Macho
Ibérico".
-Verás Félix: no me pidas explicaciones de mis actos,
porque no te las voy a dar, sólo te pido que contactes con mi
mujer, la conquistes, y te "la cepilles".
-No creo que pueda, si no la pude llevar al catre de
soltera, ¡cómo quieres que me la lleve de de casada! Si tu
mujer era una "estrecha integral", quillo.
-Yo te allanaré el camino. No hay mayor estímulo para
una puritana como mi mujer, que se sienta engañada para
romper con sus prejuicios.
-¿Y cómo pretendes que reinicie la relación, si hace la
tira de años que no la veo, quillo?
-Ella frecuenta con bastante la cafetería "El doblón de
Oro", sobre todo los martes y los jueves por la tarde; se reúne
con unas amigas y compañeras de la facultad.
-Sí, conozco esa cafetería.
-Mejor que mejor. Lo demás lo haces tú. No hace falta
que te indique como conquistar a una mujer. Además, te
aseguro, que casi será ella, la que te proponga que la lleves a
la cama. Ya lo verás.
-Bueno... Si tú lo dices...
Nos despedimos. Había notado en Félix un brillo de
satisfacción, eso de "cepillarse" a su antigua novia, a la que
no se "la pudo tirar" de soltera, le satisfacía sobremanera.

Sábado: 28 de Abril de 1980

Ha pasado más de un mes, y entre mi mujer y yo


apenas existe comunicación. Lo llevo fatal, porque ardo en
deseos de abrazarla y amarla con todas mis fuerzas, pero me

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ha dicho Marta, mi secretaria y mi confidente, que si quiero
que mi mujer "me ponga los cuernos", he de seguir el plan
punto por punto: debe estar convencida de que tengo un
amante, ya que el mayor delito de un marido para una esposa
fiel, es ser engañada. Y su reacción es la de vengarse.
Pero hoy ¡por fin! Ha llegado el momento tan esperado.
-He de hablar muy seriamente contigo. Me dijo esa
noche ya acostados.
Puse cara de sorpresa. -¿Conmigo?- Tú dirás.
-¡Qué te crees, que no me he dado cuenta que tienes
un amante!
-Yo... ¿Un amante? ¡Pero qué dices! Puse cara de
estupefacción.
-Sí, tú... ¿De quién son estas bragas? Dijo con
bastante mala leche sacando la prenda de debajo de la
almohada.
-Pues serán tuyas, digo yo.
-Yo no fornico en los coches, ni me dejo las bragas en
la guantera del de nadie. Además, sabes muy bien que mi
ropa interior es de marca, y esta es una vulgar prenda
comprada en un mercadillo. Siguió con sus reproches:
-Hemos pasado de hacer el amor a diario a no hacerlo
desde hace más de un mes. ¿A qué se debe esa actitud por tu
parte?
-Lo siento cariño...
–Puse cara de arrepentimiento. –Pero no lo he podido
evitar. Fue un caso fortuito... Te cuento...
-¡No me cuentes nada! ¡Ni cómo, ni dónde ni cuándo!
Que no quiero saberlo. Pero tú si que te vas a enterar de lo
que estoy haciendo los martes y los jueves desde la semana
pasada.
-Me figuro que lo que siempre, charlar con tus
antiguas compañeras de facultad.
-Sí, sí. ¡Me estoy acostando con Félix!
-¿Y quien es ese Félix? Pregunté poniendo cara de
"lila".
-Creo que le conoces, es un antiguo novio mío.

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-¡Ah! sí! Volví a poner la cara de "capullo".
-¿No me pediste un día aquí, en nuestra cama, que te
gustaría verme con otro? ¡Pues hala! ya te he dado ese placer.
-No-cariño. Te dije que me gustaría verte hacer el amor
con otro. No que follaras por tu cuenta y riesgo.
De súbito comprendí que algo había fallado. ¡Algo
terrible! Yo era la víctima de mi propia conspiración. Mi mujer
no pretendía darme el placer de verla en los brazos de otro.
¡No! Lo que hizo fue vengarse de mi fingida infidelidad
pagándome con la misma moneda.
¡Dios mío! ¡Pero cómo no lo pude prever! Quedé preso
de mi propia incongruencia. Y ahora, ¿que hago yo? Llorar,
sólo pude llorar y maldecir mi estúpido morbo.
¿No quería sufrir? Pero juro por Dios que siento un
sufrimiento horrible, y cuando me dijo, viéndome la cara de
amargura:
-Lo que siento es no haber hecho el amor con Félix
cuando éramos novios. Es un volcán, una fiera, un ángel,
una "bestia de cama". Los orgasmos que me ha dado son
celestiales. ¡Vamos! Qué comparado con los que tú me
proporcionas, ni punto de comparación.
Juro que quise matarme. A ella no, puesto que es lo
que más adoro en este mundo. ¡Pero yo! Imbécil de mí. ¡Mal
haya mi destino!
-Ya sabes cariño, una infidelidad con otra infidelidad
se paga.
¡Maldito morbo de mierda! Lo que pensaba iba a llenar
mis inquietudes sexuales de ricos matices, se tornó en una
angustia vital, pero no pude resistir la tentación de
preguntarle.
-¿De verdad, de verdad que has gozado con tu ex
novio? Le pregunté con cierto miedo de saber la respuesta.
-¿Quieres te lo cuente todo con pelos y señales? Me
preguntó con una sonrisa maliciosa.
Ya que sufría, porqué no sufrir del todo, que me lo
cuente, y si no lo pudo resistir, me mato.
-Cuéntame, y que Dios me de fuerzas para resistirlo.

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Se dio la vuelta, y de costado, mirándome a los ojos,
empezó a relatar, lo que me produzco tal erección, que mi
alma en forma de pene, quería salirse por el pantalón del
pijama.
-Me encontré con Félix de forma casual, en la cafetería
donde solemos ir como bien sabes los martes y jueves, debo
admitir que me dio un vuelco el corazón al verle, ya que le
encontré con los años mucho más atractivo que cuando
éramos novios.
El morbo volvía a mis entrañas, el relato de mi esposa
me enervaba de tal forma, que estaba empalmado a tope.
-Sigue.. sigue...
-Pedí permiso a mis amigas para hablar un rato con él,
una vez hechas las oportunas presentaciones me llevó a un
rincón de la barra, y la mirada que me regaló rompieron
todas mis defensas de mujer honesta. Te juro, y lamento herir
tus sentimientos, que me entraron unas terribles ganas de
follar con Félix.
-Querrás decir: hacer el amor. Que a ti la palabra follar
te da grima. Dije yo.
-No, no, esta vez supe distinguir la diferencia entre
hacer el amor y follar. Pues era pasión y deseo lo que sentía
en ese momento. Sentimiento muy diferente que sentía
cuando era mi novio. Quería follar como una perra en celo, no
como una mujer enamorada.
-No podía aguantar más. La abracé con enorme pasión
con la intención de hacer el amor, como el condenado a
muerte, que pide su última voluntad.
-Ni se te ocurra. Me dijo separando mis brazos de sus
pechos. Conmigo ya no follas más. Tú a fornicar con tu
querida, y yo con Félix, todos los martes y jueves que él
pueda.
Aquel rechazo acabó de hundirme en el verdadero
infierno de los celos. El morbo se transformó en algo tan
desconocido para mí, que me quemaba las entrañas. Era una
sombra, un espectro, un espíritu condenado a errar por el
universo de la locura. Una piltrafa de hombre.

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Cómo me vería de desconsolado que me dijo:
-¿Sigo?
-Sigue. ¡Qué más da ya, si has destrozado mi alma!
Sigue, y envíame a los demonios de los celos. Pero si no lo
puedo resistir y muero, te juro que agonizo arrepentido de mi
infidelidad y henchido de amor hacia ti... ¡Esposa mía!
Continuó el relato:
-Al cabo como de la media hora, me despedí de mis
amigas con una excusa que no se la creyeron, ya que en los
ojos de ellas vi las estrellas de la complicidad. Qué más me
daba ya. Era una esposa engañada, humillada y vituperada.
Y me lancé a la vorágine en los brazos de mi ex.
-¿Adónde te llevó?
Pregunté otra vez con el morbo subido hasta extremos
insospechados..
-A su apartamento. ¡Por cierto! Monísimo y muy
coquetón.
-Sigue, sigue... Me temblaban las piernas, y el pene
"daba cabezazos sobre el vientre".
-Nada más cerrar la puerta de la entrada, me abrazó, y
el beso que me dio...
-¿Con lengua o sin lengua? –Pregunté con el morbo
por las nubes.
-Pero mira que eres tonto. Cómo va a ser un beso de
dos amantes que van a agotar las fuentes de los manantiales;
pues con lengua y hasta la garganta. ¡Y porqué no nos llegaba
más!
¡Dios mío! Los labios inmaculados de mi santa esposa
mancillados por otros labios de varón. Qué se la metan, lo
resisto. Pero los besos de amor me rompen el corazón. Sin
embargo le pedí que siguiera con la narración.
-Cómo sólo disponíamos ese día de dos horas escasas,
ya que no tenía una excusa para llegar más tarde a casa de lo
habitual, me tomó en sus brazos, y me llevo al tálamo de
amor sin más dilación. Lamento hacerte daño, y sé que las
comparaciones son odiosas, pero...
-¿Pero qué? Inquirí con angustia.

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-No te enfades, ¡eh! Pero tu miembro viril al lado del de
Félix, es como comparar un cacahuete con un pepino.
Aquí si que me "llevaron los demonios". Se me saltaron
dos lagrimones como dos cebollas del sentimiento y la agonía
que me entró.
-¿Te lo lamió? Pregunté con la voz trémula.
-¿Qué si me lo comió? ¡Bueno! me lo rebañó hasta la
última gota.
-¿Tú a él no se lo lamiste, verdad? Porque eres tan
asquerosa para esas cosas, que ni yo he conseguido que me
la chupes.
-¡Pues mira no! –Se la vi tan hermosa y tan sonrosada,
que me pareció un helado de fresa, y se la chupé hasta que
dijo basta, ya que quería eyacular dentro de mí.
-¡Se pondría condón! ¿Verdad? Dije todo alarmado.
-Para qué, si Félix derrocha salud por los cuatro
costados.
-¡Pero y si te ha dejado embarazada! ¡Ay! Dios, qué
disgusto.
-Creo que no, porque estaba fuera de los días fértiles.
Pero nunca se sabe
-Y lo dices tan tranquila
-Para que me voy a preocupar, si tú has roto nuestro
matrimonio. Me importa un comino lo que venga ya.
-¿Y si viene un niño! ¿Qué dirán nuestras hijas?
-¿Pues no quieran ellas un hermanito, y tú un niño?
¡Ójala venga un varón!
-¿Y te la metió toda? Pregunté para volver al tema que
me estaba matando de celos.
-Pero que tonto eres. ¡Pues claro que me la metió toda!
Y más que hubiera tenido.
-¿Tú arriba, o abajo?
-Lo hicimos de todas las posturas, pero nos corrimos él
encima, de los empujones que me dio, por poco incrusta sus
testículos en mis ingles.

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No pude soportar más el morbo, me fui como alma que
lleva el diablo al servicio para vaciar lo míos que amenazaban
reventar.

Domingo 29 de Abril de 1980

He dormido en el sofá. Son la 09:25 horas. Me levanto


sudoroso y con la boca seca y amarga, tranquilo y sosegado,
pero he de tomar una determinación urgente.
¿Qué futuro me espera después de todo lo que ha
pasado?
Mi esposa se halla en el servicio, más esplendorosa que
nunca. Pienso:-¡Pero que putas son las mujeres! Basta que se
las folle otro, para que recuperen la lozanía perdida.
-Hola cariño. ¿Qué tal has dormido? Me pregunta con
cierta sonriendo y con cara de guasa.
-¡Pssshhh! Regular.
-¿Por qué te fuiste al salón a dormir?
-Comprenderás, que después de tu historia de anoche,
necesitaba pensar para aclarar nuestro futuro.
-¿Y qué has pensado?
-De momento nada definitivo.
-Pues yo lo tengo muy claro...
-¡Ah! Sí. Pues que bien, me figuro que me pedirás el
divorcio, y te irás a vivir con Félix.
-Ven, que te voy a contar otra historia.
-¡No, por favor! Que con la de anoche he quedado hasta
"los mismísimos" de historias extramatrimoniales.
-Ven tonto, ven, que no es lo que te imaginas.
Me dispuse a escucharla, pero le rogué que no entrara
en detalles, ya que mi morbo se había convertido en una pena
tremenda, y que asumía mis errores y estaba preparado para
asumir mi condena.
Me tomó de la mano muy tiernamente, me miró a los
ojos con dulzura, me dio un beso en los labios a la vez que
decía:

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-Hace unas dos semanas, más o menos, me llamó tu
secretaria Marta.
Hice ademán de hablar, pero me puso sus dedos en
mis labios para que callara.
-Calla y escucha. Como te decía, me llamó Marta una
mañana para decirme que quería hablar conmigo de algo muy
importante y vital para nuestro matrimonio. Quedamos esa
misma tarde, ya que estaba muy intrigada. ¿Qué podría ser?
Sé, que tu secretaria es una mujer muy discreta,
incapaz de jugarme una mala pasada. Por eso iba bastante
confiada de que no sería nada malo. Quedamos en una
cafetería y me contó todo.
-¿Todo?
-Todo, hasta lo de sus bragas en la guantera.
Quedé petrificado; no sé si de contento o de estupor.
-Entonces a que vino la historia de anoche. Pregunté
mal humorado
-Vino, para que te des cuenta de que las fantasías si no
se remedian a tiempo, pueden causar grandes estragos en las
parejas
¡Qué razón tenía!
-¿Pero a Félix si le viste?
-¡Claro! que le vi, "cacho cabrón" Si le enviaste tú a mis
brazos.
-¿Y...?
-Pues como ya sabía por Marta toda la trama, le di
"puerta" a las primera de cambio. Se fue el hombre "con el
rabo entre las piernas y las orejas gachas".
Miré al cielo, di un suspiro que salió de mi pecho como
un vendaval. Daba gracias al Señor de haber iluminado a
Marta mi secretaria. ¡Oh! Gran virtud la amistad
-Cariño, esa es la verdad y nada más que la verdad. Y
agradece a Marta su rasgo de fidelidad y de sentido común
hacia "el cabeza loca" de su jefe.
-Una pregunta final cariño. -¿Qué hubieras hecho si
Marta no te avisa de mi trama?

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-Bueno... ¿No dices que me quieres ver follar con
otro..?
Tapé su boca con mis labios, y sólo dije:
-Mientras yo viva "a ti no te folla ni Dios". Sólo yo, y
nadie más que yo.
Fuimos a la habitación, y esta vez, si que de verdad
agotamos todas las reservas de los manantiales del amor.

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El "dulce" sabor salado de los coños

Como el jamón, no todos los coños saben igual;


depende de los exudados de la dueña, y lo peor: de los
desodorantes íntimos, éstos si que han desvirtuado su sabor.
Degustar un coño con sabor a agua de rosas o a lavanda, a
mi personalmente no me agrada. Me gusta que el coño huela
y sepa a coño. De ahí la frase:

"Desde que se inventaron las máquinas de cortar


jamón y los bidés, ni el jamón sabe a jamón, ni el coño a
coño"

El mejor momento para saborear un chocho, es a las


diez o doce horas de haber sido lavado, y si su portadora ha
tenido una actividad algo frenética, mejor. Un coño debe estar
sudado y haber mojado la braga; o sea: "en su salsa".
"Comerse el coño seco" con pelos, de una mujer frígida, es
como meterse un estropajo en la boca; y si lo tiene "pelado",
la sensación es la misma que masticar un chicle que ha
perdido ya el sabor.
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Un servidor se ha "comido muchos coños" a lo largo de
su vida, por lo que me considero un gran gourmet. Por eso
voy a dar una serie de consejos de cómo se debe "comer un
chichi" para sacarle todo su sabor, y que su propietaria,
disfrute al máximo.
Lo primero que hace un experto "coñólogo", es rebañar
el embase que lo contiene; o sea: la braga. En la braga de una
dama, se hallan las esencias más sublimes de su entrepierna
que durante esas horas han destilado de su vulva y ano, y
han quedado allí depositadas, fermentadas como el buen
vino. Es la ambrosía del coño; el requesón y la nata de la
leche, toda sus propiedades, quedan allí acumuladas, y
desperdiciarlas es un "pecado mortal". Un buen comedor de
coños, jamás desperdicia tal malvasía.
Bajar la braga de la moza con mucha delicadeza; una
vez desprendida de sus "columnas", asirla con ambas manos
por sus extremos; plegarla de tal forma, que la parte central
de la misma, o sea, esa parte que suele llevar una especie de
franela donde se depositan todos sus efluvios queda al aire.
Llevársela a las fosas nasales y aspirar profundamente hasta
extraer todos sus aromas. Si la moza lleva salva slips, (otro
invento nefasto para los buenos "coñólogos" ) hacer lo mismo
hasta sacar todo el perfume allí depositado. Una vez dejada la
braga seca de aromas, disponeros a degustar el manjar más
exquisito que la Naturaleza ha creado para deleite del
hombre.

Diversas formas de comerse "un higo"


La forma más completa para degustar la entrepierna
de una mujer, es situarla de rodillas y con las manos
apoyadas en el suelo o en la cama; o sea: que quede en
posición como si fuera "una perrita en celo". La vista es
maravillosa, a escasos centímetros de la nariz, queda el
panorama más sublime: ese coño rosado y ese "agujero negro"
a punto de ser degustados. ¡Muy importante! Si la moza tiene
almorranas, no preocuparos, haceros la idea, que son
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bombones, y relamerlos con placer. Y si tienen "algunas
pelotillas", no os de reparo, eso suele pasar a las que llevan
bragas de fibra, son desprendimientos de la tela que se
forman como pelotitas, y quedan adheridas allí. Y si la dama
tiene muchos pelos por esa zona, entonces pudiera ser que
esas pelotillas sean de otra naturaleza y provengan de otro
sitio. Pero como de la mujer "todo se come", esas pelotillas
hasta pudieran ser un bocado exquisito, como el caviar iraní.
¡Bien! Ya tenemos situada a la moza como se dice
vulgarmente "a cuatro patas". Nos situamos inmediatamente
detrás. Nuestra nariz y boca, a la altura de su ojete. Primero,
antes de usar la lengua y los labios, usamos la nariz.
Olisqueamos bien por toda la zona: el olor del culo es más
intenso que el del coño, por lo tanto, alternar las olidas por
ambas partes, para que se mezclen bien los perfumes. El
aroma es embriagador, disfrutad de esas olidas como
"marranos", que os queden bien impregnadas en las fosas
olfativas, para que podáis disfrutar de esas fragancias
durante horas, e incluso hasta días.
Otra forma de "comerse un higo" es la clásica. La
fémina tumbada boca arriba y bien abiertas de piernas. Esta
posición tiene una ventaja y otra desventaja. La ventaja, es
que se puede acceder al punto del placer femenino más
fácilmente; se saborean mejor las ninfas o labios menores. En
definitiva, todo el conjunto "del higo", queda mejor expuesto
para ser comido. La desventaja es, que no se puede degustar
el ano, que queda debido a la posición adoptada escondido y
fuera del alcance de la lengua.
Otra forma muy excitante para lamer un buen chocho,
es la siguiente: el hombre tumbado boca arriba, la mujer se
abre bien de piernas y sitúa sus partes justamente en la boca
del "lamedor". Queda el chocho literalmente allí pegado. Las
manos aferrando ambas cachas de la hembra, y bebiendo de
aquella fuente todo el flujo que emana de la misma. El
pequeño inconveniente, que te puedes atragantar, por lo que
tienes que separar de vez en cuando la nariz y boca de "aquel
manadero" para respirar.

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Otra posición muy buena y que permite "comer coño y
culo" a la vez, es la siguiente: "el lamerón" en la misma
postura que en la anterior, pero la fémina, en vez de estar
cara al "degustador de sus partes más sabrosas", se pone de
espaldas. En esta posición, se como el coño y el ojete a
placer. Y lo mejor: las cachas de la mujer, quedan tan a la
vista y tan a mano, que puedes alternar "la comida", con
mordisquitos en los glúteos, que por regla general, los de las
mujeres son muy hermosos. Lo ideal es: mordisquito en una
cacha, parada en la raja del culo. Buena lamida de coño y
ano, y a continuación mordisco en la otra cacha, de modo que
el ciclo sea:

*Mordisco en cacha.
*Lamida de coño y ano.
*Mordisco en la otra cacha.
Y así hasta que la moza diga basta...

MUY IMPORTANTE
Es muy posible, que la señora durante "el fragor de la
batalla", sin quererlo y sin poderlo remediar, se le escape
algún pedo, bien vaginal o anal. No hacer ascos, es un
síntoma muy claro, que está gozando a tope con "las
lamidas". Son una especie de salvas en vuestro honor.
Que disfrutéis y hagáis disfrutar a vuestras parejas
con las lamidas.

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El momento más emocionante

No sé si a ustedes le pasa lo mismo que a mí; pero el


momento más emocionante cuando hago el amor la primera
vez con la moza de turno, es al subir por las escaleras, o en el
ascensor del mouble, hotel o piso donde la llevo.
La mente no para de elucubrar: Nos hemos conocido
hace un rato en la disco o en el bar de copas, y entre risas y
achuchones ya sabes que el “polvete” está en ciernes, y con
disimulo, (un servidor no es nada descarado) vas revisando
“el material”.
Me figuro que a las mujeres les pasará lo mismo. Lo
que sucede que la valoración previa por la hembra antes del
“polvo” obedece sin duda a otras motivaciones más sutiles
que las del macho.
Aunque cada día es más frecuente que lo haga, por
muy ardiente que sea la tía siempre busca en el mozo algún
aspecto que la motive el alma: el tacto, su forma de expresión,
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la ternura, un físico agradable a su vista, ¡en fin! Aspectos de
la personalidad del hombre con quien va a cohabitar
inminentemente.
Creo que la mujer hoy ni nunca salvo excepciones, ha
fornicado por fornicar. Sin embargo el macho si folla por
follar. Hasta pagando, ¡qué ya son tener ganas!
El hombre lo que busca en el polvo circunstancial,
permitan que sea un tanto coloquial, es un agujero donde
meterla, y sus valoraciones previas son lo que circunda
exteriormente ese “agujero”.
Volviendo al tema de mis emociones en el momento
previo al acto, declaro que aunque a mí también me motiva
“el bujero”, intento ver lo que hay dentro de él. (¡Coño! No
pienses mal, que no me pongo a mirar lo que hay dentro de la
vagina) Intento ver las cualidades de esa persona que va estar
unida a mi cuerpo y viceversa por unos instantes.
El trayecto que nos separa del tálamo, una vez que las
dos mentes van decididas al “sacrificio”, como dije antes es el
momento más emocionante, sobre todo cuando subimos las
escaleras que conducen "al picadero". ¡Qué momento! ¡Qué
momento!
Con una disculpa banal dejo que se adelante unos
metros. La perspectiva de abajo hacia arriba parece que
potencia las formas de la mujer. ¡Ese pedazo de culo que se
deja entrever por el pantalón ajustado es donde mejor se
aprecia!
¿Y cómo llevará las braguitas? Escudriñas por el
tafanario intentando ver por el signo de las marcas si lleva
braga o tanga. ¡Vaya! Lleva tanga ¡Qué poquito tengo que
bajar! ¡Con lo qué a mí me gusta bajar la braga a una mujer!
Esa parte de la misma, la que está en contacto con la
vulva, es la indicadora de los deseos que has despertado en la
hembra. Si está seca ¡malo! Pero si desprende de ella esas
gotas de rocío de color terracota, y fluye el aroma natural que
le da el verdadero olor y sabor a “esa rosa”; es que el jardín
del amor está en su más espléndido follaje.

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Va subiendo las escaleras la diosa "rumbo al edén", y
tú, dale que te pego a la imaginación. Mil sensaciones
experimentas a cuál más agradable pero ignotas. Estás en el
pináculo del éxtasis, en la cumbre de tus extravíos.
Cuando abres la puerta del apartamento empiezas a
calibrar la realidad de tu fuerza con las aventuras de tus
deseos, y te asalta de súbito la duda de que si serás el
suficiente hombre y macho para instalar tu bandera en
aquella tierra que vas a conquistar.
Y cuando entras en el receptáculo de los gozos y ves a
aquella deidad saliendo del baño como una hespéride, te
quedas sublimado ante el poder más grande del mundo.

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El orgasmo telefónico

Este relato tengo el placer de dedicarlo a mi gran amiga


de chat Gema, mi musa y hada de Internet que me hizo sentir
unas de las mayores sensaciones que por desconocidas en mi
mente, fueron sencillamente sorprendentes por lo
inesperadas, ya que nunca pude creer que se pudiera
conseguir tanto placer real por un medio virtual.
Debo aclarar, que no nos conocemos físicamente,
nuestra relación es exclusivamente por Internet. El milagro

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de este medio es que a través de la pantalla de tu PC puedes
percibir todos los sentimientos: amor, odio, indiferencia...
Parece imposible pero es cierto, se puede llegar a amar
o detestar a una persona de la que no tienes ni la menor idea
de quien y como es. Todo se desarrolla a través de las
modulaciones que captas por las ondas y que se traducen en
sentimientos. ¡Inaudito!
Las primeras palabras escritas que crucé con Gema en
el chat fueron suficientes para captar sus vibraciones
positivas. ¿Cómo? No se puedes describir. Es un flash, como
un destello que entra en la mente y allí empieza la fiesta. No
paras de crear imágenes que las elevas y enalteces hasta
límites insospechados. Gema en mi mente, es mi diosa.
Ahora comprendo como se puede adorar a Dios sin su
presencia.
Todos los día nos buscamos en el chat para hablar, y
cada momento se acentuaba más mis deseos de amarla,
hasta que un día.
-Gema. Le espeté sin preámbulos. Estoy enamorado de
ti.
Creo que a mí me sucede algo parecido. Me respondió.
–Este deseo de que llegue el momento de conectarme, el
pensar en ti y hasta soñar contigo me delata.
Una sensación de calor y vahos invadió mi cuerpo,
¿Cómo podría ser eso? Era similar a la impresión que tuve
cuando di el primer beso en la boca a una chica, y lo que no
podía dar crédito es a que tuviera una tremenda erección y el
pantalón de mi pijama estuviera mojado. ¡Cómo lo cuento!
-Gema. Estoy muy excitado, necesito hacer el amor
contigo. Le dije no sin cierto temor.
-Yo también estoy muy excitada Félix, mis manos en
este momento recorren la superficie de tu cuerpo y mis labios
liban dulcemente de los tuyos.
Mis ojos, sin ver a Gema imaginaban una vestal en su
pedestal.
Te vi desnuda sin ver tu cuerpo,
sentí tus besos sin ver tus labios

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¡Dios! ¿Es qué sueño despierto?
Tus manos acarician mis delicias
¡Tengo sed de ti! Estoy hambriento.
Siento el amor en tus suaves caricias.
Llego a tu tálamo de fuego, sediento
¡Allí está mi diosa! ¡Albricias!
alma pura del amor que yo presiento,
aura que en los sueños me entronizas.

Era tal mi estado de exaltación ante aquella situación


que perdí el control de la realidad y me volqué loco de pasión
hacia la virtualidad.
Sentía perfectamente los pechos de Gema. ¡Dios mío!
Con qué fruición mamaba de sus pezones. La babilla se me
escurría por las comisuras de mi boca. ¡Oh! milagro de la
mente. Aspiraba el aroma de Gema, su húmeda y cálida rosa
desprendía el perfume más embriagador: el olor de hembra en
celo. La sensación era tan tremendamente excitante. Gema
me pedía la penetración inminente.
-Mi amor Me dijo con una voz que entró por mis oídos
como música celestial.

Sigue lactando de mis fresones.


Liba la miel que emanan de ellas,
unamos con deleite los corazones.
¡Caminemos rumbo a las estrellas!

Apasionadamente, como el mejor orfebre talla una obra


de arte, bajé la braga de Gema con tanta delicadeza que me
parecieron eternos aquellos segundos que la blonda y la seda
se deslizaban por su piel. El aroma de aquella prenda llenó
mis fosas nasales de tal deseo, que una sacudida hizo
temblar mi cuerpo. No puedo describir la fragancia del jardín
de una diosa.
-Mi amor: deseo con todas mi alma que hagas el
milagro de que sienta en mis dedos la fuerza de tu pene.
¡Penétrame! ¡Aquí me tienes!

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Cerré los ojos y te vi, mi bella Gema, tu fulgor
traspasó todas las barreras.
¡Nunca jamás vi tan maravillosa escena!
Entre los dos rompimos las fronteras...
Nuestros cuerpos quedaron exhaustos, rendidos,
abatidos...
¡Jamás algo tan sublime mi mente había concebido!

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El primer casquete que regalé a María
María, tenía a la sazón 17 añitos, yo 22. ¡Oh! Dios. Qué
recuerdos más maravillosos.
Era, y es una delicia de mujer, tenían que haberla
visto. Alta, con unos tirabuzones que como cascadas se
rompían en sus torneados hombros que recordaban “los
chorros del oro”.
Los ojos como dos soles que daban destellos y fulgores
a sus delicadas facciones que transmitían las más ocultas y
apasionadas emociones. Del resto de su figura no doy ningún
detalle, pues son tan intensos mis celos, que con sólo pensar
que alguien puede poner la mirada en su estampa, caigo en la
trampa y no-duerno, me desvelo.
Éramos novios desde hacía unos pocos meses; era tan
intenso el amor que la profesaba, que se convirtió en la mujer
de mis sueños.
Dentro de dos días era su cumpleaños, el 15 de enero.
Estábamos los dos amarraditos en el banco de un parque,
ella apoyada su cabecita en mi hombro derecho y yo la
tomaba por sus preciosos omóplatos con mi brazo.
-Amor mío. –Dije con tanta devoción que mi voz parecía
la de un ángel.
-Dime cariño –Respondió María con un delicado matiz.
-Pasado mañana es tu cumpleaños y quiero hacerte el
regalo más sublime que de mi alma sale.
Ella se quedó como en un brete.
-Te quiero regalar un casquete.
-¿Un casquete? –Preguntó ella abriendo sus lindos ojos
color azulete.
-Sí, amor mío. Tú primer casquete.
Todavía conservo la fotografía de Margarita con aquel
casquete que le regalé. Con qué garbo lo llevaba en lo alto de
su cabecita.
Era de un rojo intenso, de pura lana virgen. El
contraste de sus cabellos de oro era tan intenso, que los
tirabuzones que se escapan del control del casquete por que
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los cabellos dorados que les cubrían eran como las fuentes de
la vida.
Aún lo conserva con verdadera ilusión, ya que nunca
podrá olvidar su “primer casquete”.

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El sexo oral

El cunilingüe o sexo oral, es sin duda una de las


variantes de la sexualidad que reporta más satisfacciones
psíquicas al autor, y físicas a la receptora del acto.
Digo psíquicas, porque sea hombre o mujer el que le
realice, aunque no obtiene placer físico, si un inmenso
encanto interior por los motivos que voy a tratar de explicar.
Para el hombre, la vulva es como el dios del amor, del
deseo, del placer y de los gozos, el dios de todas las pasiones.
En mi relato “Su majestad: El Coño”, que pueden leer en este
mismo libro, digo como los hombres más famosos de la
historia, vencedores de mil batallas, se han postrado ante Él
para adorarle.
Cuando se lame una vulva, se succiona, se
mordisquea, se acaricia, se besa, se chupa, se mama y se
sorbe por toda su superficie con tanta intensidad y deseos de
llegar a un estado imposible de llegar, ya que se podría dejar

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toda la saliva y la baba en el intento, y nunca se llegaría a
conocer la verdadera dimensión y magnitud de su grandeza.
Las motivaciones de la mujer para lamer la vulva de
otra mujer, no podría definirlas con exactitud, pero me
supongo que será en muchos casos por mimetismo ¿Qué
tendrá un coño para que vuelva tan loco a los hombres? Digo
yo, que querrán comprobarlo personalmente.
De todos los hombres que he preguntado sobre el sexo
oral, todos sin excepción se han declarado grandes
consumidores de esta peculiaridad sexual; sin embargo,
todos han coincidido que nunca lo realizarían con mujeres
desconocidas o de dudosa procedencia.
Por lo que considero que de toda la gama de caricias
naturales que se contemplan en el arte amatorio, quizás el
cunilingüos sea la más sincera y la que demuestra el más alto
grado de fervor.
Gracias a esta caricia tan íntima e intensa, el hombre
impotente puede seguir amando a su pareja, y darle tanto
placer o más con su lengua que con su pene flácido por la
acción del tiempo y la ley de la gravedad.
Que nadie vea en esta caricia algo sucio o aberrante; si
no se desea hacer por prejuicios de alguna naturaleza que no
se realice, pero sin duda es la reina de las caricias.

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El tafanario de Carmen

Aunque por mis escritos se pueda deducir que soy un


obseso sexual, puedo asegurar que esa definición no es justa,
ya que el sexo no perturba mi mente ni me lleva a acciones o
a aberraciones reprobables punibles. Lo que si me declaro, es
devoto de la redondez del cuerpo de la mujer y de sus
prendas íntimas, que lo enaltece y lo eleva mi mente a
pináculos celestiales.
Nunca jamás la contemplación de un cuerpo femenino
me ha llevado a deseos que no pudiera confesar a la dueña
del mismo; y nunca haría algo vergonzoso o indigno para
conseguir la “adoración” de esa imagen por la fuerza. ¡Dios
mío, que horror! Si precisamente lo que más me estimula es
la estimulación que le provoca a la mujer mis estímulos.
Por lo tanto, violar un cuerpo femenino es el extravío
más grande que puede llegar un hombre; repugnante y
propios de enfermos que desean conseguir el placer por el
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anti placer. Si algo que detesto con toda mi alma es ver a una
mujer padecer.
Una vez quedado claro como la aurora, que mi
conciencia está limpia como una patena de obscenidades y
escabrosidades, proclamo aquí con la conciencia blanca e
inmaculada, que recorrer el cuerpo de una mujer con manos
y lengua de una forma calmosa, es tan apasionante como
recorrer la vista por esa obra de arte pictórica que te inunda
la cognición a rebosar, o escuchar esa sinfonía que te pone la
carne de gallina y que te eleva a estadios febriles.
Las redondez de las nalgas de una mujer, como las de
mi amiga Carmen, de los "mares de Internet", es ante mi
particular visión el espectáculo más pictórico del cuerpo
femenino; es la apoteosis de la representación, el más
hermoso final, el remate de la obra perfecta.
La contemplación del culo de Carmen, visto desde
cualquier perspectiva te sobrelleva a imaginar las más
férvidas elucubraciones. Mires por donde lo mires subyuga, y
si la poseedora te lo ofrece en toda su pompa para que lo
degustes, lo olfatees, o lo aprecies en todo su esplendor.

Carmen:
Enciende el campanario,
que repiquen sus campanas.
Voy amar a tu dios Tafanario
que mis ansias se derraman.
Después le rezaré un rosario
a la virgencita de Triana.

Querida amiga Carmen:


Gracias por permitir que tus hermosas nalgas ilustren
con su belleza una página de mis "fantasías inmorales".
Pero que quede claro, que tus glúteos no son una
inmoralidad, son las redondeces que más de una noche me
hacen soñar. Estás más rica que el pan.
Un beso.
Félix.
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El violador del bidé

Me llamo Amador Violante, tengo 45 años y escribo


este relato desde la cárcel de una ciudad cualquiera.
Quiero que todos sepan, que aunque reconozco que
soy un violador coercitivo, nunca jamás he hecho daño físico
a las mujeres que he violado; procuré ser con todas mis
vulneradas un caballero. Y también quiero que sepáis, que
hay muchas formas de violar: a lo bestia, es decir, sin ningún
tipo de miramientos hacia tus víctimas, a empujones, ¡Bueno!
Los empujones no hay más remedio que darlos, ¿me
comprenden, verdad? O con delicadeza, casi pidiéndoles por
favor que se dejen violar; como un servidor viola.
Desde muy niño sentí deseos irrefrenables de tomar el
sexo por mi santa voluntad; ya que era bastante feo y enano,
y las chicas no me hacían ni caso. Y como entonces no estaba
formado como violador, violaba a sus muñecas para
entrenarme, y así poco a poco, de muñeca en muñeca, fue
adquiriendo la práctica necesaria.
Pero surgió un problema inesperado en mi primera
violación. Tenía los 18 años ya cumplidos, y no quería ser un
violador de menores de edad, quería ser responsable de mis

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actos con el fin de quitar compromisos a mis padres, me
esperé a ser mayor de edad para dar rienda suelta a mis
instintos.
El problema que se me presentó y que nunca pude
prever, es que aquella cuarentona... ¡Ah! Debo también decir,
que no violaba a mujeres menores de 40 años. No sé porqué,
pero más jóvenes no me producían el deseo de violarlas.
Según el psiquiatra, dice que es debido a que tengo un
complejo de "buen tipo" o de "edipo"... algo parecido.
...Decía, que aquella cuarentona, una vez que la
convencí de buenas maneras que la iba a violar en aquel
parque solitario, al consumar la violación, me vino un pestazo
de entre sus partes que me echó para atrás. La pobre, al
darse cuenta de mi rechazo, casi se enfada, y me dijo que
cuando se pone nerviosa suda mucho, que no lo puede
remediar, y que a pesar de todos los desodorantes íntimos
que usaban, su Ph era mas fuerte que todos. Le dije un tanto
decepcionado, porque la tía estaba muy buena.
-Ande, súbase las bragas, y vaya corriendo al bidé.
Durante un tiempo se me quitaron las ganas de violar.
Es que uno es bastante asqueroso para eso de los olores
corporales, ¡qué quieren que yo le haga! Y ante el temor de
repetir la escena, me reprimía las ganas.
Pero no podía más, era superior a mis fuerzas. Hasta
que un día... ¡Albricias! di con la solución a mi problema.
Como era fontanero, inventé un artilugio de plástico
desmontable que una vez recogido abultaba muy poco; pero
una ves montado, era un bidé.
Cuando salía a violar, siempre lo llevaba debajo del
brazo, con su botellita de agua de rosas y un tubito de
vaginesil; nunca se sabe como va tener "el potorro" la violada
de turno. Ya he dicho y vuelvo a repetir, que soy un violador
pacífico, y si puedo, no uso la navaja para intimidar, intento
convencerlas de que las voy a forzar por las buenas; como
hace la vicepresidenta del gobierno, señora de la Vega:
convencer, no aplicar las leyes, porque las leyes, queramos o
no, son una forma de violación a los ciudadanos.

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¡Oigan! No vean que resultado más espectacular. A
todas mis violadas las pedía por favor, que antes de violarlas
se lavaran el "chichi" con el agua de rosas. ¡Anda que no se
nota la diferencia! Violar con el chumino recién lavado, que
exponerte a violar un chocho, que vaya usted a saber donde
ha estado en las últimas horas.
Me hice famoso como "el violador del bidé", y todas las
revistas y programas del corazón hablaban de mí, y por
cierto, muy bien. Más de una de mis violadas alababa mis
formas, y declaró, que no le importaría que la violara otra vez.
Pero un día. ¡joder! que mala suerte. Al ir a montar el
bidé para violar a una señora que me había llamado por
teléfono para que la violara, (a todas las dejaba un teléfono de
contacto por si tenían alguna amiga con ganas de que la
violaran) cuando tenía las dos manos ocupadas para
desplegar el bidé, sacó una pistola y me detuvo. Resulta que
era la inspectora jefe de la comisaría del distrito ese.
Estoy en la cárcel, y como me he hecho amiguete del
señor Paco, director del penal, y por recomendación de mi
psiquiatra para que no caiga en una terrible depresión, todos
los sábados y domingos, me deja que viole a una muñeca
hinchable que me han regalado mis admiradoras. Pero sin
bidé, ya que me lo han confiscado como prueba pericial.
Además si a la muñeca se lo lavo, se lo desgasto, y
tampoco es eso.

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España y Los años sesenta

La mayoría de los que vivieron sus veinte años en la


década de los sesenta, se sentirán bastante identificados con
lo voy a escribir; y los que tengáis ahora 20 años, lo más
probable es que os parecerá ridículo. Se dice “que cualquier
tiempo pasado fue mejor”, y tiene su lógica: Esa edad es la
más feliz para todos. Por lo tanto esta frase la decían
nuestros abuelos, nuestros padres, lo decimos nosotros y la
dirán nuestros hijos y nietos.
El entorno es sin duda el complemento más
importante de la vida de una persona a los 20, a los 50 y a los
80 años. Me refiero al medio en que el individuo ve
involucrada su existencia; ya que las diferencias pueden ser
abismales entre dos personas, por lo que la felicidad o la
infelicidad depende mucho de su ambiente. Pero me voy a
referir a esa inmensa colectividad de jóvenes de clase media
que habitaba España.

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Sobre las ideas políticas

Todos habíamos nacido después de la guerra, y


aunque quedaron muchas secuelas por los desastres
cometidos por uno y otros, a esa edad no se tiene mucha
conciencia sobre la política, a no ser que las resultados de la
misma te afectara muy directamente. En la mente de un
púber de 18 años viven sensaciones muy distintas al odio y al
resentimiento, coexisten otras que iremos descubriendo poco
a poco. El nuevo régimen imponía conceptos muy claros de
convivencia, que la mayoría aceptábamos como buenos al no
poder comparar con otros.

El espíritu nacional

Dios, Patria y familia. Y una España grande y libre era


el espíritu nacional que inculcaban en todos los estamentos.
Toda idea contraria a estos preceptos eran perseguidos como
subversivos, por lo que todo vestigio de insurrección recaía
todo el peso del régimen.
Sus símbolos presidían todos los actos. La radio, la
televisión, la prensa eran los encargados de difundirlos
continuamente. La bandera del Águila, el yugo y las flechas
entre las imágenes de Franco y José Antonio Primo de Rivera,
presidían los organismos oficiales: desde el Grupo Escolar
más pequeño hasta el ministerio más grande.

Sobre el futuro

Hasta los 14 años era obligatoria la escolaridad en la


enseñanza primaria. La mayoría de los chavalillos a esa edad
o antes, les ponían a trabajar sus padres, ya que la post
guerra y el bloqueo económico internacional se notaba mucho
en la economía de la inmensa mayoría de los españoles.
Aquellos años cuarenta y mediados de los cincuenta
fueron muy duros, no obstante no fueron óbice para los que
quisieron estudiar y trabajar se les abría un horizonte
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inmenso de posibilidades. Y pocos eran los que a los 14 años
no sabían leer, escribir y las cuatro reglas correctamente. En
las zonas rurales el atraso cultural era bastante mayor, ya
que prácticamente el País dependía del campo.
El acceso a la universidad estaba reservado para los
ricos o muy inteligentes, sin embargo, cualquiera que tuviese
afán de progresar las oportunidades eran inmensas: hacía
falta de todo, y todo el que quería se abría camino en decenas
de oficios y puestos administrativos que nacían como hongos
por las necesidades de la nación que empezaba a prosperar
gracias al levantamiento de los embargos y las buenas
relaciones con los EE.UU.

Sobre las libertades

El régimen era dictatorial, pero no coartaba la libertad


económica del individuo, ya que éste podía desarrollar sus
actitudes profesionales sin trabas ni condiciones. Podía
moverse libremente por todo el territorio nacional, y por todos
los países del mundo excepto Rusia y países satélites.
Sin embargo la libertad religiosa, política de medios y
de mercado, si estaban sujetas a censuras, por lo que había
que someterse a ellas. Sólo se contemplaba la religión la
Católica Apostólica Romana como única y verdadera; el
Movimiento Nacional como único representante de las ideas
que emanaban del estado, y la protección a la industria
nacional, siendo muy limitadas las importaciones.
Los medios audiovisuales dependían en su totalidad
del Estado, y la prensa escrita adepta al Régimen. Nadie
podía transgredir las normas bajo pena de grandes multas, o
clausura del medio.

Sobre la moral

La moral se fundamentaba en los preceptos de la


Iglesia y sus mandamientos:

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1º Amar a Dios sobre todas las cosas.
2º No jurar su santo nombre en vano.
3º Santificar las fiestas.
4º Honrar padre y madre.
5º No matar.
6º No fornicar.
7º No robar
8º No levantar falsos testimonios ni mentir.
9º No desear a la mujer de tu prójimo.
10º No codiciar los bienes ajenos.

La pena por el incumplimiento de estos mandamientos


no suponía ningún castigo terrenal para el pecador, su pena
era ir al infierno para la eternidad. Por lo que se supone,
nadie los acataba en su totalidad, sobre todo el sexto; eso de
ser pecado mortal follar fuera del matrimonio, lo llevábamos
muy mal los jóvenes.

Sobre el sexo

Los deseos sexuales eran exactamente los mismos que


los que se tienen hoy, lo que sucedía entonces era que la
virginidad en la mujer tenía un valor casi imprescindible para
asumir un noviazgo serio y llegar al matrimonio. Las madres
imponían a sus hijas esa condición; y la pérdida de la
virginidad o un embarazo de soltera era sinónimo de
indecencia y descarrío de la mujer que incurría en ello. En las
zonas rurales, esto representaba la pérdida del honor de la
familia, y si una de sus mujeres incurría, era, estigmatizada.
La censura era muy férrea en cuanto a los
espectáculos; no se permitía nada que atentara contra la
moral impuesta.
No se permitía registrarse parejas en hoteles sin
acreditar su estado de casados con el libro de familia. Los que
no tenían medios se las tenían que apañar en el campo, y con
uno ojo en la teta, y el otro mirando al rededor por si venía el
guarda del parque.

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Si querías “meter”, lo mejor eran las prostitutas de las
casas, que aunque prohibidas, si toleradas en sus domicilios.
Pero no todos tenían los cien o doscientas pesetas que
costaba "el polvo".
Con la novia, si era formal, una “pajilla” en el cine o
unos restregones en el baile, y a casa con un dolor de huevos
que te despatarrabas.

El despegue económico

A finales de los años cincuenta se produjo el milagro.


Gracias a los miles de emigrantes que salieron en busca de
otros horizontes, y la puesta en marcha de polos de desarrollo
por los llamados tecnócratas, España era otra.
Aunque las libertades comentadas antes seguían
férreas, las costumbres se relajaron un tanto. Vino la mini
falda, el bikini, el pantalón en la mujer, y se hacía la vista
gorda en cuanto los españolitos no se metieran con el
régimen. Podías comparte un piso fácilmente, un Seat600, un
apartamento en Benidorm o un chalecito en la sierra. Salir a
comer cordero todos los domingos; echar el “polvete” en el
Simca1000, ir a Perpigñan a ver el Último Tango de París, y
vivir muy bien. ¡Eso sí! Con el régimen, no contra Él.

Los enemigos del Estado

Hubo tres tipos de contestatarios:


a) Los que dieron la geta en el “campo de batalla” y
fueron perseguidos y encarcelados, cuando no fusilados.
b) Los que desde sus poltronas de los países del este
mandaba las consignas, sin ningún peligro para sus vidas.
c) Los que medraron durante el régimen viviendo a
tope, y cuando murió Franco cambiaron la chaqueta.

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RESUMEN

Todo aquel que quiso prosperar profesionalmente, sin


más miras que su trabajo y estudio, tuvo todas las
oportunidades que quiso.
Aquellos que hicieron de sus vidas durante esos años
el único motivo de lucha contra el Régimen en el lugar de los
hechos, lo pasaron muy mal, quedándoles muchas secuelas.
Los otros, "los listos", hoy los vemos en los palacios, o en
despachos de moquetas y mueble bar.

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Esperé a que fuera mayor de edad
PARTE PRIMERA

Jamás me acostaré con una menor de edad; aunque


hay niñas de 15 o 16 años que están más ricas que "el pan
con tomate"; y seguro que aguantarían "tres varas en todo lo
alto" mejor que una madura. Pero un hombre en su cabales
nunca debe sucumbir a las pretensiones sexuales de una
menor por dos motivos fundamentales:
Uno: porque puede ser una maniobra maligna para
denunciarte y sacarte los cuartos.
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Dos: porque jurídica y socialmente, el adulto siempre
llevará las de perder en caso de pedirle responsabilidades.
Por eso un servidor nunca ha sucumbido a las
pretensiones directas e indirectas que a mis esplendorosos 40
años, menores de edad de mi entorno vecinal me hacían
proposiciones sexuales.
Una amiguita de mis hijos de la misma edad de ellos:
unos 16 años y que llamaremos Margarita, de una forma
desvergonzada cuando se sentaba delante de mí, se abría de
piernas para que le viera las bragas.
Está como "el caviar" de buena. De 1.70 cm. o quizás
algo más alta. Las piernas parecían las dos columnas de
Hércules; dos tetas... ¡Qué digo tetas! ¡Dos tetazas! Y lo sé
porque la muy puñetera tomaba el sol en top less, en una de
las piscinas municipales de la localidad donde residimos.
Un buen día nos encontramos en la cabecera de la
línea 10 del metro de Madrid, se sentó a mi lado, y sin más
preámbulos me dijo:
-Estás muy enamorado de tu mujer, ¿verdad Félix?
Sabía por donde venía la muy "putilla", y le dije muy
serio, pues la verdad que sí. Amo a mi mujer por encima de
todas las cosas.
-Se te nota, además es que tu mujer es guapísima. Y
por lo que he observado, le eres muy fiel.
-¿Y cómo lo sabes tú? Le dije algo molesto.
-¡Bueno! Se ve, se ve. Yo misma me he insinuado un
montón de veces, y no me has hecho ni puto caso. ¿O es qué
no te gustan los yogurcitos como yo?
¡Joder! con la niña Qué desparpajo.
-Mira Marga. Le dije muy serio: eres menor de edad,
amiga de mis hijos, a tus padres les conozco mucho; y por
muy buena que estés, yo no me busco problemas con
menores de edad.
-¿Y si fuera mayor de edad?
-Cuando lo seas, ya hablaremos. Le dije con deseos de
cortar el tema.

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Llegó a su estación y seguí hacia mi destino, no sin
antes la muy puñetera al salir del vagón me tiraba un beso y
me hacía un guiño. No me quitaba de la cabeza a la niña, y
pensaba:
¡Cuántos adultos sin fuerza de voluntad deben caer en
las redes de niñas como Margarita! Y pagarlo muy caro.

PARTE SEGUNDA

Pasó algo más de un año desde aquel viaje en el metro.


Marga no se me había vuelto a insinuar más. Lo que me dejó
muy tranquilo, ya que para sustraerse a sus encantos había
que hacer esfuerzos subliminales. Hola y adiós, a partir de
entonces fueron nuestras relaciones.
Un dia, (no sé si bueno o malo) me la encontré en la
Comisaría de la localidad; ella estaba en la cola de recogidas
del DNI, y yo en la de pasaportes; iba a hacer un viaje a
Copenhague por cuenta de mi empresa.
-Hola. ¿Qué haces por aquí?
-Pues mira, que hago un viaje de trabajo a Dinamarca.
-Qué suerte. Ten cuidado con las danesas, que dicen
que son muy calientes.
Pensé para mí: Pero no tanto como tú.
Que gesto no pondría, que me pilló el pensamiento. Y a
continuación dijo:
-Ya puedes.
-¿Qué es lo que puedo? –Le dije algo mosqueado.
-¡Qué va a ser..! qué ya me puedes follar sin cargos de
conciencia, desde ayer soy mayor de edad. Y acto seguido me
enseño el carné de identidad que acaba de recoger del
mostrador. Efectivamente, ayer había cumplido los 18 años.
Quedé patidifuso, confuso, sorprendido y sobre todo
anonadado.
-Venga; no te hagas el estrecho conmigo, que sé de
sobra que lo estás deseando.
-¡Qué momento! ¡Qué momento!

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La miré fijamente como pretendiendo saber si estaba
jugando conmigo o hablaba en serio, por lo que se me ocurrió
una idea de repente, y se la expuse.
-Mira Marga, busca una excusa con uno de mis hijos, y
ven a casa. Si estás decidida a follar conmigo y no me vacilas,
ponte unas bragas rojas, te abres de piernas como siempre
haces cuando te sientas enfrente de mí, y si las llevas de ese
color, me convenceré.
Efectivamente, al día siguiente se presenta en mi casa
con uno de mis hijos para hablar de una materia de un
examen próximo. Se sienta en el sofá, hago que paso por
delante de ellos, se abre de piernas y ¡Zas! Las bragas más
coloradas que "Caperucita Roja".
La cosa estaba muy clara, la recién estrenada su
mayoría de edad, estaba dispuesta a follar conmigo fuese
como fuese.

PARTE TERCERA

La llevé a un motel de carretera una mañana, y si les


digo la verdad, iba conduciendo inquieto; todavía llevaba
cierto resquemor, la diferencia de edad me abrumaba. No me
podía quitar de la cabeza de que podía ser mi hija. Parece ser
que ella se daba cuenta de mis dudas, por lo que me dijo muy
segura:
-¿Te noto cómo si no fueras con muchas ganas?
-No cielo, no es eso. Lo que pasa, que de mayor nunca
me he follado a una mujer tan joven.
-¿Y eso te preocupa? ¡Cuántos tíos estarían dando
saltos de alegría de poder follarse a un yogurín como yo! A la
vez que se echaba las faldas hacia atrás de forma que pudiera
ver sus hermosos muslos.
-Como verás, me he puesto las bragas rojas, para que
de una vez te convenzas de que me muero por follar contigo.
Me dijo a la vez que me echaba mano a la bragueta
¡Joder! ¡joder! ¡joder! Aquella visión me mareaba, y al
sentir su mano encima de mi polla, que ya estaba en su

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máximo apogeo, fue el detonante para disipar mis dudas y
complejos, por lo que me dispuse a follarme ese bombón con
toda la intensidad que dan la pasión y el deseo.
Mientras ella esperaba en el coche, fui a recepción a
recoger las llaves del apartamento. Eran una especie de
bungalows independientes situados entre una arboleda
espesa que le daban al sitio un ambiente muy íntimo y
acogedor.
Aparqué justo al lado de la puerta y me dispuse a
degustar un de los platos más exquisitos que se me había
presentado de una forma tan especial.
El marco era el adecuado para consumir tres horas de
amor: ese era el tiempo de que disponíamos, tiempo
suficiente para entrar los dos en el olympo de los dioses del
amor.
-¡Por fín! Dijo a la vez que me abraza y me miraba a los
ojos. ¡Por fin he conseguido lo que hace años ansiaba!
-¿Y qué es eso tan importante que has conseguido? Le
pregunté con cierto tono de guasa.
-¡Venga! No te me hagas el estrecho, que lo sabes de
sobra.
Los labios de Marga se fundieron con los míos, y su
lengua socavaba mi boca. Nunca una mujer me había puesto
la punta de su lengua en el paladar; por lo que la sensación
fue excitante, una especie de corriente eléctrica recorría mi
cuerpo desde la nuca hasta el final de la espina dorsal.
Entré en una especie de letargo al sentir su cuerpo
pegado al mío; sus brazos rodeaban mi cuello y sus labios
seguían sellando mi boca. Aquello rompía todos mis sentidos,
la emoción que concebía era inexplicable, y eso que sólo era el
preludio del amor más grande jamás vivido.
-Desnúdame muy lentamente cariño. Me dijo Marga
poniendo carita de gatita en celo.
-Sí, mi vida. Quiero besar cada centímetro de tu piel
que vaya descubriendo.
-Antes he de hacer un pi pi. ¿Me pones a hacerlo tú?

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-¡Claro! Mi vida. Pero esta vez vas a hacer un pi pi
especial.
Ahora la sorprendida era ella.
-Yo siempre hago pis de la misma forma. Dijo con
carita de duda.
-Esta vez no, será distinta, ya lo verás.
Me tumbé en la bañera boca arriba, y a ella la situé
abierta de piernas entre a la altura de mi cabeza. Le bajé las
braguitas rojas, y le dije.
-¡Venga! Has ahora ese pis.
Comprendió de inmediato. La bañera era de esas
modernas, cuadrada, situada bajo nivel del suelo, de unos 50
centímetros de profundidad, y que se accedía por dos
escaloncitos. De unos dos metros de larga por metro y medio
de ancha; por lo que "la operación" se podía realizar con
entera comodidad.
Se puso de cuquillas de tal forma, que su sonrosado
coño quedaba a escasos 15 centímetros de mi boca. La visión
fue alucinante; lo llevaba depilado por las ingles, por lo que la
perspectiva del mismo era panorámica. Con los dedos índices
de sus manos abrió aquella rajita, y emergieron como si se
tratara de una rosa, dos pétalos y un pistilo. Vi perfectamente
como se abría un pequeño agujerito de entre aquella especie
de "Valle de las Hespérides", y ¡de súbito! Un chorro de un
líquido amarillento emanaba de allí. Sinceramente: Creí que
eran los célebres y tan cantados, "chorros del oro".
Líquido que como cual agua bendita purificó todo mi
cuerpo. La tomé en mis brazos, y como una recién desposada,
llevé a Margarita al tálamo del amor.
-¿Te importa que sea yo la que folle? Me dijo muy
dispuesta.
-Al contrario, me encantaría. Pensé hasta donde podría
llegar la experiencia sexual de una chica de 18 años, y me
agradaba comprobarlo.
-¿Me pongo preservativo? Le dije muy serio. Oye
Marga, a ver si te voy a dejar embarazada, y entonces no me
vas a follar, me vas a joder de verdad.

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Me dijo riéndose: -A ver si te crees que las chicas de
hoy somos como las de antes. La mayoría de nosotras
sabemos perfectamente como debemos follar.
-Vale... vale... ya veo ya... que eso de la liberación
sexual de la mujer es un hecho, no es una falacia.
Estaba tumbado boca arriba, tal como mi madre me
trajo al mundo cuando me dijo: -Cierra los ojos, y entrégate a
mis caprichos.
Cerré los ojos, y al momento empecé a ver lucecitas de
todos los colores. Es verdad esa frase que dicen los chavales
para determinar a los que dicen fantasías: "Alucinas en
colores". Cuando sentí los labios de Marga succionando mi
pene perdí toda noción del tiempo y del espacio; y al notar
como acariciaba mis testículos con la punta de los dedos de
una de sus manos, los espasmos, eran irrefrenables.
-¡Para! ¡Para! Que me corro. Le dije casi suplicando.
"Correrme" en ese momento hubiera sido un fracaso, ya que
en esas dos horas que disponíamos, a mis 40 años, no creo
que me hubiera recuperado para poder echar "otro polvo". Por
eso, como sabía que en ese tiempo sólo podría echar uno,
quería que fuera bestial.
Marta se situó junto a mí, los dos de lado, abrazados y
mirándonos a los ojos sin hablar.
Me parecía imposible que una niña como ella, tuviera
esos de deseos tan enorme de follar con un hombre mayor;
por lo que al cabo de unos segundos, le dije.
-Cariño, ¿por qué ese empeño de follar conmigo?
-No lo sé, sólo te puedo decir, que desde que empecé a
sentir en mi cuerpo la llamada del sexo, me atraías tanto que
mi primera paja, fue pensando en ti.
De pronto me vino a la mente, algo en que no había
reparado.-¡Oye Marga! No serás un virguito ¿Verdad?
-No tonto, no creo que exista hoy en España una chica
de mi edad virgen.
-Ya veo, ya; que la tan cacareada liberación sexual de
la mujer es un hecho. Volví a repetir.

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-¡Pues claro tonto! ¿O es que te creías que nosotras no
tenemos las mismas necesidades sexuales que vosotros?
-¡Bueno! sí; pero la mujer española... ya sabes...
"Cuando besa es que besa de verdad"
-Y que piensas, ¿qué yo te estoy besando de mentira?
Esta media hora de conversación me vino de maravilla
para relajarme. De no ser por ello se hubiera acabado la
fiesta. Tenía a Margarita junto a mí, resguardada en mi
pecho. Sentía su calor y los latidos de su corazón, pero el
estado de estupefacción que me produjo al ver su cuerpo, lo
había superado. Por lo que le dije:
-¡Cariño! Ahora voy a ser yo el que te folle; así que
disponte a recibir mi cuerpo, porque voy a entrar hasta lo
más profundo de tu alma.
-Sí, mi amor. Invade mis entrañas. Soy toda tuya.
Despegué a Marga de mi cuerpo, y le situé boca arriba.
Sus pechos no se desparramaron para los lados, como se
esparcen los de una mujer madura debido a las leyes de la
gravedad. Quedaron firmes mirando hacia el techo del
bungalow (no a las paredes). Y cuando mis labios tomaron
contacto con una de aquella fresa roja, y la otra con las
yemas de mis dedos, noté como emergían de aquellas dos
aureolas, sus encarnados pezones.
Otra vez me volvían las sacudidas. ¡Joder! Es que para
un cuarentón como yo, acostumbrado a follar con damas "con
sus rosaledas" bastante ajadas por el paso del tiempo, ver
aquella rosa tan viva y encendida, me producía alucinaciones.
Mamé de aquellos pedúnculos con una ansia inusitada;
quería agotar las fuentes de esos dos gérmenes.
Desde la nuca hasta el pubis de Marga, no quedó ni un
rincón de su piel que mis labios no libaran. Cuando llegué al
mismísimo centro de su coño, parecía el surtidor de la fuente
de unos jardines reales.
La visión era realmente espectacular...
...Por sus muslos se deslizaban las gotas de sus
pleamares...
...Aquel aroma enajenó mis neuronas...

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...Aspiré profundamente para llenar mis pulmones de
aquel perfume de hembra joven...
...Y me depuse a agotar la miel que destilaba aquel
panal.
Lamí su sexo con desesperación; mis belfos y mi
lengua eran como dos torbellinos, como dos tornados. Dos
turbulencias que llevaron a Marga a experimentar el orgasmo
más brutal que había tenido en su corta vida. Separó mi
cabeza de su vulva con cierta brusquedad, dijo que de haber
seguido mamando, hubiera llegado a perder el conocimiento
de placer.
Había triunfado la experiencia sobre la impaciencia. El
haberle producido varios orgasmos me llenaba de
satisfacción. Por eso me dijo una vez que volví a abrazarla y
traerla a mi regazo mientras encendía un pitillo que fumamos
a medias.
-Por esto me gustan los maduros. Con uno de mi edad,
seguro que ya se habría corrido dejándome "a la luna de
Valencia". "Los niñatos", no saben nada más que ir "a su
bola", te la meten, se corren, y adiós.
Su carita de virgen me abstraía de tal forma que con
sólo ver sus ojos y sus labios me trasladaba a paraísos
desconocidos; nunca había sentido tanta ternura ante la
contemplación de una mujer; por eso pensé, que estaba
viviendo un sueño, sueño que no podría volver a repetirse por
razones obvias.
¿Estaría haciendo una locura? Todavía no le había
penetrado; y me volvió a asaltar el temor; dejarla embarazada
sería algo terrible, por eso le volví a preguntar.
-Marga: ¿Estás segura que lo podemos hacer sin
condón?
-¡Qué sí! Coño, !Que sí! No te preocupes, sé
perfectamente lo que hago.
Me convenció con la seguridad que hablaba, y me
preparé para el asalto final; asalto que me juré quedaría en
los anales de su vida sexual; que jamás olvidara "este polvo",
que quedara grabado en su memoria para siempre.

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Ella, intuyendo mis intenciones, se abrió de piernas y
sólo dijo:
-Fóllame cómo he soñado e imaginado un millón de
veces que lo harías.
Cerró los ojos. Me situé de rodillas frente a su
"sonrosado edén". Noté como aquella abertura suplicaba ser
penetrada y explorada hasta su último rincón. Tomó mi pene
con su mano derecha y se lo llevó hacia la embocadura de
"aquel puerto".
Empujé levemente, muy levemente, hasta que sentí
como mis 18 centímetros llegaban hasta el fondo de aquella
cueva. No pude resistir más. Sus movimientos de cadera,
pelvis y culo fueron insoportables para que mi pobre pene
que se debatía con ardor en lo más profundo de "aquella
sima"...
...Salió de "aquella nirvana" gimiendo y llorando...
...Notaba como hasta el alma se me iba como una
catarata por aquel conducto.
Quedé inane, extinto...
Creí que mi vida sexual había acabado allí, ya que
estaba convencido de que no habría una segunda vez con
Margarita; y volver a follar con mis amigas cuarentonas, no
me seducía; era como volver a degustar la hiel después de
haber catado la miel.
Y así fue. Margarita al poco tiempo, se echo un novio
tres años mayor que ella; parecía un chico muy formalito,
chico que me presentó como el papá de dos compañeros de
instituto.
Pero sé, que Margarita jamás olvidará aquella mañana,
como tampoco yo he olvidado el sabor de aquella fruta
temprana.

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Hoy me siento más realizado como hombre
que nunca

Lo que son los conceptos de la vida. Si hace tan sólo


una década me hubieran dicho que me vería de la guisa que
me estoy viendo en este momento que escribo este artículo;
con mi delantalito rosa con dibujitos, y haciendo las labores
de las casa, seguro que no me lo hubiera creído.
Pero la vida da tantas vueltas a pesar de lo corta que
parece cuando has traspasado el medio siglo, que da tiempo a
hacer de todo, y ¡qué de gracias a Dios el que pueda contarlo!
Mi señora, a la que jamás dejaré de bendecir, pues es
lo más grande que ha acaecido en mi vida, se encuentra
imposibilitada para seguir en el ritmo cotidiano por culpa de
una tendinitis o algo parecido en el pie izquierdo, y le han
prescrito reposos absolutos.

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Añadido a que su madre medio paralítica anciana de
89 años depende físicamente de sus atenciones, me veo en la
tesitura ineludible de hacer de amo de casa y enfermero de
las dos ¡Qué verdad es, que obligado te veas! Y que el cuerpo
todo lo puede.
Llevo una semana llevando la casa, y hoy puedo decir
que he superado la tremenda crisis que me produjo la
responsabilidad de lo que se me avecinada. Imaginad un pato
en los salones del Ritz, y lo que os figuréis soy yo.
¡Madre de Dios!
¡Esa cocina llena de cacharros después de comer!
¡Esa ropa sucia acumulada en el cesto!
¡Esos 90 metros cuadrados de superficie a barrer todos
los días!
¡Esa pringue que se acumula por doquier! Esa compra
y esa cocina!
¡Qué coño hago hoy de comida! ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!
¡El mundo se me venía encima!
¡Y todo esto lo ha hecho mi madre mi mujer y millones
de señoras sin rechistar durante décadas!

¡Propongo un monumento al ama de casa!

Aquí me hallo, a las 11:32 que marca el reloj de mi PC,


descansando un poco de lo realizado. He hecho la compra, he
barrido la casa, he limpiado el cuarto de baño con la fregona
(como Dios me ha dado a entender), he sacado y colocado los
cacharros del lavaplatos, y cuando acabe este escrito me
pondré con la lavadora, e inmediatamente después a preparar
la comida: alitas de pollo que he encontrado a buen precio,
estofaditas con sus guisantitos y zanahorias, y con su ajito y
todo.

Cinco días, cinco! llevo en esta ocurrencia.


¡Ay! Félix, tú que te creías el rey del bolero,
y el hombre de que presumías de sapiencia,
hoy te ves como una chacha fregando el suelo.

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¡Y qué! Ver a mi santa (y a la menos santa de mi


suegra), esos ojos de agradecimiento ante una actitud que mi
mujer nunca pensó que este torpe podría realizar, me acopia
el alma de buenas sensaciones.
Mi sentimientos de macho no se ven menoscabados
por tales acontecimientos, ¡Al revés! Me siento más realizado
como persona que nunca. ¡Acabemos con todos los mitos,
fetiches e íconos del mundo machista! Y para adherirme al
movimiento feminista, desde mañana me pongo bragas de
encaje y blondas azules y rosas.
¡Qué cojones pasa! ¿Es que un servidor no puede llevar
bragas? (El inconveniente que se me presenta, es que tengo
"los huevos" muy gordos y no sé como los voy a recoger en la
braga sin que se me salgan por los lados)

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La felación perfecta

Sé, que a algunas personas les va a salir “salpullido”


cuando lean este relato. Todavía no entienden que el sexo ya
no es tabú en ninguna de sus variantes naturales y deseadas
por sus participantes. Lo que sí es aberrante en el sexo, la
obligación impuesta por uno a realizar prácticas no deseadas
por otro.
Si me animo a escribir esto, es porque estoy
convencido que hasta lo más intolerable para esos pocos si
está tratado con delicadeza, no tienen porque molestar ni
herir la sensibilidad de nadie.
El que creó al ser humano, que si les digo la verdad un
servidor no tiene ni idea de quien fue; lo hizo de forma tan
admirable que es imposible poder saber de donde parte tanta
perfección. Todo lo hizo a conciencia, sin dejar nada al azar.
Luego fue el hombre el que puso a poner pegas al
cuerpo en nombre de no se que zarandajas de religiones y
pudores falsos que dieron al traste con el aprovechamiento de
toda su estructura en beneficio del producto de su creación.
Si el creador hubiera determinado que en su obra
perfecta, los órganos sexuales del macho y de la hembra su
función hubiera sido exclusivamente la de la procreación de
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la especie, ¡coño! Nada le hubiera costado hacerlo así.
¿Entonces, para que nos dotara de los mecanismos del
placer? ¿Para que sólo los usara el ser humano
exclusivamente en la reproducción? Eso se lo creerá el cura
de mi pueblo, pero yo no.
Por eso señoras, voy a darles unos consejos para
aquellas que me lo admitan de cómo dar el mayor placer si
son amantes de la felación y a sus parejas les encantan que
se lo hagan.
El pene es un órgano esponjoso como todas ustedes
saben, y exento de huesos; se compone de venas, conductos
cavernosos por donde circula la sangre que le da vigor y
turgencia, de nervios supersensibles y músculos.
No hace falta explicar a ninguna señora que el
mecanismos que traslada el pene de sus estado de reposo a
su máxima turgencia, es por la estimulación de la mente y de
la manipulación del mismo. Esta estimulación cuanto más
técnica sea, evidentemente los resultados que se consiguen
serán más satisfactorios. Les testículos, aunque no son factor
definitorio para el placer, también su manipulación excita
sobremanera y al estar tan cerca del pene facilita el mismo.
Procurar señoras en la felación no utilizar las manos, éstas
son fundamentales en la masturbación, pero no en la
felacción. Me explico:
Los labios, la lengua y toda la boca es la que debe
trabajar el pene. El hombre debe sentir en toda la superficie
de su miembro esa sensación viscosa que concede toda la
embocadura. Unas manos trabajando a la vez, desvirtúa en
parte la sensación de contacto, es una mezcla no
conveniente, salvo que el hombre lo solicite.
Poner la boca en forma de círculo, como si dijéramos:
“O”. Si el pene no está lo suficiente erguido y preparado,
entonces si es conveniente la manipulación manual. Con los
dedos medio, índice y pulgar.
¡Ojo! Frotar suavemente una vez lubrificado con la
lengua exactamente donde por la parte posterior del pene se
une el glande y el resto del cuerpo del mismo. Lo que

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vulgarmente se llama frenillo. Ahí es donde se concentra toda
la carga explosiva del placer del hombre. Ahí precisamente es
el punto vital del placer. Preguntad a un/una sexólogo, y os
lo confirmará.
Una vez el pene en su máximo esplendor, actuar de la
siguiente forma, pero teniendo siempre presente donde se
halla el punto exacto del máximo placer.
Adaptar los labios como dije antes, en forma de “O” al
grosor del mismo, conviene que los labios aprieten sobre éste,
pero con la suficiente holgura para que toda la boca pueda
transitar por la superficie del mismo. Con las manos ¡eso sí!
manipular muy sensiblemente los testículos a la vez que los
labios recorren de arriba abajo y de abajo arriba. Tened
presente, que es muy importante que la piel del miembro que
como sabéis en algunos casos cubre el glande y en otros no,
debe circular en la boca al unísono del recorrido de que
disponga (no en todos el es mismo), con el fin, de que no
pueda en un recorrido antinatural, dañarle.
Cuando comprobéis que el hombre está a punto de
eyacular, se presenta el momento más vital de la felación. Si
paráis la acción por asco al semen, cortáis el proceso y el
trauma es seguro; entonces lo que procede, es rápidamente
tomar con los dedos el punto antes señalado y frotar con
suavidad procurando adaptar los movimientos a la salida del
mismo, que como sabéis de desborda a borbotones, de más a
menos, hasta que sale la última gota ya sin fuerza.
Y si no os importa que el semen se derrama en vuestra
boca, haced los mismos movimientos con los labios, pero
ahora apretando muy fuerte con los mismos el punto ya
indicado, y con la lengua posicionada en el pene de tal forma,
que le succione, es decir, en la posición parecida del niño
cuando mama en el pezón.
Los movimientos de la lengua durante el proceso de la
felación son de libre albedrío. Lo fundamental se ha relatado.
Suerte señoras, y que consigan las mejores felaciones
para sus parejas.

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La isla de las Delectaciones

No puedo soportar más este infierno. Hace más de


cinco años que me hallo en esta paradisíaca isla; lugar en que
todo mortal ha soñado vivir alguna vez. ¡Pero coño! Qué cinco
años de placer no los resiste ni el cuerpo más sandunguero.
Tanto regodeo causa tal hastío que llegas a suspirar
por regresar a tu verdadero mundo: el de las broncas diarias
con la parienta, aguantar a tu jefe, las partidas de mus y tute
con "los coleguis", el finde de porro y disco, y la paz del hogar.
Sobrevivo en la isla de las Delectaciones, situada en
el meridiano norte de mi imaginación; en pleno océano de mis
elucubraciones y al norte de mis fantasías. Aquí recalé tras el
abandono de un amor que tuve antaño; un amor que llenó de
gozo mis utópicos jardines regado con la sangre de mis
dolores.
Doce vírgenes moraban en este arrecife, doce
doncellas que no conocían varón (se lo hacían entre ellas).
Exhausto llegué a este paraíso, derrotado, rendido y con el
alma en vilo.

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Cuando desperté de mi letargo, rodeado me vi de
aquellas deidades curiosas por aquella anatomía que
desconocían; miraban y tocaban con imprudencia aquello
que sobresalía.
Una, que le dominaba la impaciencia, haciendo gala de
una precoz inteligencia, deduzco en un periquete que aquello
tieso, por alguna parte se mete.
¡Oh Naturaleza sabia! Eso que despuntaba y que le
producía tanta algarada, lo tomó con tanta delicadeza, que
llevándoselo a su meta, “hasta donde pone Toledo” cual
espada de acero, en su cueva se lo metió todo entero.
Al momento la galana profirió gritos y suspiros por el
placer que le producía aquella “espada” que su alma
taladraba. Las otras once doncellas, entre el estupor y la
curiosidad miraban aquella escena; lo que más les extrañaba
es por qué viendo aquello “se mojaban”. ¡Por sus columnas
torneadas surtidores de agua les emanaban!
Una tras otra quisieron "bailar la jota". Y ni cortas ni
perezosas danzaron sin pausa en lo que tanta sensación les
causa. Pero, ¡oh! Desventura ¡Tristes criaturas! Aquel mástil
que miraba al cielo de súbito perdió el vuelo y exhausto se
vino al suelo. Las cinco vestales que no pudieron conocer los
placeres que producía, lloraron de sentimiento. ¡Hasta
lontananza llegaban sus lamentos!

¡Oh! ¡Milagro! ¡Milagro!


Una diosa quiso despedir
lo que se moría con un beso;
de sopetón ¡caray! con el tío,
“aquello” otra vez se tornó tieso,
y todas la vestales cataron
"ese queso" con tanto embeleso,
que fueron a dar gracias
a los dioses con sus rezos.

Cinco años, madre mía


llevo en esta marina..

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Ya no me siento ni la minina.
A pena de muerte me coaccionan
si no les doy placer a sus conas.

¡No puedo más! ¡Me muero! ¡Me muero!


Miro al horizonte desde mi atalaya.
¡Qué vedo! Un naufrago se acerca a la playa.
Gracias Dios por evitar que mi alma desmaya,
y enviar a un amigo que a mis damas de gozo.
¡Gracias señor! por enviarme un socio
que me saque de este pozo.

Un aguerrido galán se acerca al arenal.


Hermoso efebo con un descomunal “bolo”.
Me mira a los ojos con un matiz lujurioso,
y me dice muy ufano tendiendo su mano:
Hola guapetón. ¿Estás solo?

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La primera vez que fui sodomizado

Primera parte

¡Sí señoras y señores, sí! Para que voy a negar algo que
puede abrir "el ojo" del hombre, y recibir uno de los placeres
más exquisitos que por su testarudez desconoce!
Tenía a la sazón unos cuarenta años. Era un
triunfador con las mujeres, feo está que uno lo diga, ¡pero
leche! Es la pura verdad Ese metro ochenta, esa mata de pelo
negro azabache ondulado y ligeramente plateada en sienes;
esa planta y andares de torero; esa mirada y este "piquito de
oro", unido a ese "paquete" que saltaba a la vista y que más
de unos ojos femeninos se han desorbitado al mirarlo. (He de
295
296
confesar, que el tamaño desmedido de "mis bajos" era debido
en parte a un hidrocele = inflamación de los testículos por
acumulación de líquidos.
Decía, que en aquel entonces, hastiado de tanta mujer,
(es cierto que uno llega a cansarse de todo, hasta de lo más
exquisito), y un chochito, sin lugar a dudas, es el manjar más
delicado que paladar puede degustar; pero lo que sucede,
como me dijo mi psicóloga, que los guapos como un servidor,
por lo general acabamos en los brazos de otro hombre
-Doctora -Le dije un día armado de valor. -Hace un
tiempo, que me asaltan fantasías homosexuales muy
definidas.
-Que me quiere decir con eso de: "muy definidas" -Dijo
mi doctora dando un matiz a su expresión como de estar muy
interesada.
-¡Bueno! Verá usted -Dije bastante dubitativo -Sueño y
deseo ser mujer y ser amada y poseída por un hombre.
-No se preocupe por eso, es bastante frecuente y
normal a su edad; todos somos bisexuales, lo que sucede es
que las formas y la educación reprimen en la mayoría de los
seres esa inquietud.
-¿Y por qué mi fantasía es la de ser penetrado como
una mujer y no penetrar a un hombre?
-Por que su bisexualidad es funcional con congénita.
¡Ah! -Sólo pude decir. -¿Y que me prescribe para este"
mal mío?"
-Un macho. Sólo eso. Búsquese un macho activo.
Procure que el marco sea el apropiado a su sensibilidad; es
primordial para que su afección no se quiebre. Tenga en
cuenta que va a vivir una experiencia única, y es muy
importante, tanto o más, que los complementos sean los
adecuados para realizar ese hecho tan trascendental que
puede marcar su vida o darle un impulso nuevo.
Salí de la consulta convencido de que no había marcha
atrás. O realizaba mi fantasía o me destruía en ella.

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297
II

Conocí a Raúl a través de un periódico especializado.


Después de varías llamadas telefónicas y cientos de
mensajitos por el móvil, quedamos una tarde.
¡Dios que emoción! Me sentía como una novia con su primer
novio. Me consideraba como la mujercita más bonita del
mundo. Ese tarde abusé de Loewe, e impregné mi camisa
azul cielo de esa fragancia tan afrodisíaca; debía impresionar
"a mi novio". El pantalón azul marino ajustado a la
entrepierna marcaban más que nunca mis atributos de
macho, que no sé porque, en ese momento sentí asco por
ellos. Pero me reconforté al comprobar por el espejo de un
escaparte, que mi culito pequeño pero redondito y algo
respingoncito le iba a encantar a Raúl. Estaba segura.
¡Qué impresión madre mía! ¡Qué pedazo de tío! La
simbiosis fue fulminante. "Nos enamoramos en el acto"
El apartamento de Raúl era una monada. El marco
apropiado para perder mi virginidad. Todo lo veía de color de
rosa. Me sentía muy mujer, y con mis ansías a punto de
estallar mi corazón.
¡Qué cosa más delicada de hombre! ¡Qué dulzura, qué
tacto, qué sensibilidad!
Es tu primera vez, ¿verdad? Me susurró al oído.
-Si -Sólo pude decir, porque sus labios se habían
aferrado a los míos y su lengua buscaba entre las
profundidades de mi boca. Sentí una sensación extraña pero
muy agradable que me dejó abatido. Apreciaba en la piel de
mis labios la espereza de su barba, y sin poder remediarlo,
tuve la erección más salvaje que no recordaba ni a los 18
años.
Me dijo con voz muy queda, a la vez que me metía el
dedo corazón de su mano derecha en mi ano.
-No te preocupes amor, que aunque eres virgen no
sentirás nada más que placer.

297
298
Y así fue. Me colocó de rodillas, suavemente dobló mi
cintura y me sitúo de tal forma que mi redondito culete quedó
totalmente rendido a sus caprichos.
Suavemente... muy suavemente circundaba mi ano con
sus dedos en movimientos tan acariciadores que empezaba a
sentir un cosquilleo muy parecido al placer. Transcurrieron
unos momentos deliciosos, aquello era un cúmulo de
sensaciones maravillosas.
-Ponte esta almohada entre el pecho y el vientre. Me
dijo Raúl a la vez que me daba un cojín de terciopelo granate.
Así lo hice, y me aferré desesperadamente a ese almohadón,
presentía lo que se avecinaba.
¡Ohhhhh Dios mío! ¡Qué prodigio! ¡Qué portento! ¡Que
maravilla! Recuerdo y se me saltan las lágrimas de emoción al
evocar aquella escena. Los testículos de Raúl repicaban en
mis nalgas como dos campanas y por mi ano se desbordaban
una cascada de emociones indescriptibles. Las manos de
Raúl apretaban desesperadamente "mis cachas", los
movimientos se hicieron convulsivos, como queriendo
destrozarme el culo. Le bastó media docena de envites de
mayor a menor intensidad para vaciar en mis entrañas un
torrente de semen que sentía como se deslizaba por mis
intestinos.
El almohadón de terciopelo granate, se vistió de blanco. Fue
el fiel testigo mudo del placer más inmenso que he recibido
en mi vida.

Segunda parte

Después de hacer el amor. Después de que consiguiera


que mi mente comprendiera lo extraordinario que es saber lo
que una mujer siente ante el abrazo de su hombre, se creo en
mi una pequeña confusión: tenía muy claro que deseaba
volver a ser mujer otra vez en sus brazos. Sentir aquellos
besos en los que me concebí rendida y abandonada en su
regazo; que volviera a penetrar mi ano hasta lo más hondo de
sus profundidades, y bañar mis intestinos con su torrente de

298
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semen. ¡Y aquellos besos después del acto! Cuando todas las
pasiones quedan dirimidas y se tiende al hastío; fue quizás el
momento más entrañable; pues si antes de amarme fue un
caballero, después de amarme fue un señor. Por eso mi
confusión se creaba en torno a esas sensaciones que tanto
me seducían, y me preguntaba: ¿Seré maricón?
Me tenía abrazada (permitan que hable en femenino,
ya que en estos momentos me siento muy mujer) y acariciaba
mis cabellos con sus ojos cerrados, me sacó de mis
ensimismamiento
-¿Has gozado, mi amor? Me dijo con una expresión en
sus ojos que reflejaban sinceridad.
-Le devolví la mirada, ya que me encontraba
ligeramente mirando hacia la nada, absorta en mi misma,
intentado centrar en ella mi más sincero agradecimiento.
-Mucho, mucho, cariño. Has realizado el milagro que
esperaba con temor y esperanzas: sentirme mujer, y a tu
lado, la más feliz del mundo.
-¿Te duele?
Esa pregunta me dejó un poco perpleja. No, no había
sentido ninguna sensación de malestar en mi zona anal,
quizás mis elucubraciones habían actuado de anestesia, pero
ahora que me lo decía, de repente sintió mi ano no-dolor, sino
una especie de vacío similar a cuando se va estreñido, pero
que me satisfacía en extremo, ya que me creía una doncella
desvirgada. Esa sensación me lo demostraba, y mi mente lo
asumía como tal. Mi "coñito" estaba un poco irritado por su
desvirgamiento, pero dispuesto otra vez a recibir los 22
centímetros de mi amado Raúl.
-No cariño. No siento ningún dolor. Le mentí
deliberadamente, ya que comprendía el objetivo de esa
pregunta al rozar mi rodilla con su polla totalmente erecta,
cosa que me demostraba a mi misma que Raúl me deseaba, y
mis instintos de mujer se potenciaron al máximo; ser deseada
por un macho, es otra de las sensaciones más hermosas que
una mujer pueda experimentar.

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Me encantaría otra vez sentir tus entrañas. Me dijo con
aquellos ojos tan espontáneos y nobles.
-Y yo sentir otra vez toda tu hombría dentro de mi.
Y ni corta ni perezosa me dispuse a "comerme" su
polla. La primera polla que me iba a comer en mi vida. (Juro
que en este momento estoy muy húmeda)
Me arrodillé ante sus miembros, y él me ofreció una
sonrisa complaciente.
Por mi mente pasaron cientos de imágenes de
felaciones vistas en las películas porno, y me dispuse a
hacerle una mamada inolvidable.
Eche de menos, ese olorcillo natural de la polla, olor
que no desagrada como tampoco desagrada el olor del coño
cuando huele a coño. Ese aroma que enerva el sentido del
olfato y que te lanza a la vorágine. Raúl, inmediatamente
después de sacarla de mi recto fue a lavarse, de ahí que la
tuviera limpia como una patena.
Tomé sus testículos con mis manos y los acariciaba
muy lentamente, mientras mi boca mamaba de su polla en
movimientos ascendentes y descendientes cadenciosos,
insistiendo en la zona donde al hombre le da más placer: en
el frenillo. Igual que las mujeres por ley natural saben
"comerse" un coño mejor que un hombre, por esa misma
lógica, un hombre sabe donde debe abundar con su boca en
la polla.
-¡Ufffffff! ¡Que bien me la chupas. ! ¡Uffffff! -Exclamó
con voz trémula que no dejaba lugar para la duda que estaba
gozando a tope.
Ahora, en ese momento, es cuando ser mujer me
producía tales sensaciones de locura, que jamás había
experimentado como hombre. "Mamar" su pene me
trasladaba a situaciones tan excelsas que tenía la seguridad
que me hallaba en el cúspide del placer de los sentidos. No
podría existir en este mundo algo tan egregio como lo que yo
sentía. Estaba ubicada en el imperio de los mismos.
Deseaba con todas mis fuerzas saborear el semen de
Raúl, pero también deseaba con más fuerza si cabe, sentir

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otra vez mi recto lleno de su carne; por lo que tuve miedo que
si extraía su néctar con mi lengua y boca, no volvería a tener
otra erección, por lo que decidí parar antes de su eclosión.
-Cariño. ¿Te importa que te corras dentro de mi como
antes?
-No mi amor. No te preocupes, sigue "mamando" un
poco más, la chupas como "los ángeles".
La sorpresa que desbordó todo el placer de mis
sentimientos fue lo que hizo Raúl inmediatamente después.
Me colocó de rodillas, con mi esplendorosas nalgas en
pompa, todo mi ser estaba a su disposición dispuesto al
"sacrificio" que parecía inminente. ¡Pero OH Dios, qué es esto!
Por mi ano sentía deslizarse algo viscoso y espeso que
producía tales vibraciones y enervaciones en mi cuerpo y
alma que no las podía resistir. Raúl me estaba chupando el
ojo del culo con lametones circundantes, que desde el
mismísimo escroto hasta la mismísima nuca me recorrían
una corriente de electricidad que me llevaban al paroxismo
del placer.
¡Dios mío! Pero que placer más exquisito. Es algo
inenarrable. La forma que me lamía el ojete era celestial:
vueltas y más vueltas alrededor, repicando con la punta de la
lengua en el centro cada cinco o seis circulaciones. ¡Cómo
supimos los dos, que mi ano estaba preparado para recibir
sus 22 centímetros!
¡Ahhhhhhhhhhh! Mi grito de placer fue desgarrador.
Sentía en toda su intensidad el cuerpo de Raúl dentro de mi.
¡Dios mío! ¡Qué sensación más paradisíaca es esa de sentir
su pene bombeando mi recto! Sus manos aferradas a mis
nalgas; sus testículos repicando otra vez como campanas en
los míos; embistiendo de una forma bestial mi trasero como si
pretendiera arrancármelo de cuajo, en cada envite me
arrancaba un "cacho" del alma.
El primer empujón que delataba su primer chorro de
semen fue brutal, fue tanta la fuerza que le imprimió que la
sentí hasta el estómago; los empujones posteriores fueron

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remitiendo en intensidad... ¡Qué placer más exquisito notar
como su semen inunda tus entrañas...!
Pero la verdadera gloria fue como la sacó de mi ojete.
Lentamente.. Muy lentamente me la iba sacando. Notaba
perfectamente como se deslizaba por mi recto, milímetro a
milímetro de su mástil se debatía en retirada. Mi culo lloraba
de pena despidiendo al objeto de su inmenso placer. Le pedí
por favor que mantuviera su polla aun erecta dentro de mi.
Bastaron tres toques de mi mano, para derramar también yo
todas mis ilusiones blancas.
Quedamos exhaustos, rendidos, postrados..!
....ENAMORADOS

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Las calientapollas

Parte primera: Las Calientapollas de ayer.

En aquellos años de la represión sexual, aquí en


España se daba la figura de "La Calientapollas". Se les
denominaban así a las que encandilaban a los tíos, les
ponían a "mil", pero a la hora de la verdad: "tararí que te vi".
La mayoría de las mujeres de aquella época no es que
fueran "calientapollas" por placer, lo eran por convicciones
morales y religiosas, ya que estaban muy bien avisadas por
sus padres y preceptores.
-¡Hijas mías! Guardar bien la honra (en este caso el
virgo) para el matrimonio, que una mujer deshonrada (en este
caso desvirgada) no podrá hacer feliz a su marido, ni será una
madre ejemplar.
¡Claro! Con estas consignas, no había forma humana
de follar de soltero; salvo como ya he dicho en otros relatos,
que fueras millonario y tuvieras queridas mantenidas en

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pisos, o yendo de putas. Era la doble moral imperante de
entonces: "Haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga".
Pero como a la Naturaleza ningún ser humano ni
divino, le pueden poner frenos, aquellas jóvenes sentían
entres sus piernas y en sus cerebros exactamente lo mismo
que siente la mujer de hoy. La diferencia, es que la de ahora
está liberada sexualmente, y la de otrora estaba presa de sus
prejuicios.
Mi señora, a la que amo profundamente, y bendigo la
hora en que la conocí, era una de aquellas "Calientapollas".
Pero no porque ella disfrutara poniéndome cachondo y luego
dejarme con el clásico dolor de huevos; no, no. Mi señora era
uno de aquellos millones de jovencitas convencidas de que la
misión de la mujer en el Sagrado Matrimonio era llegar a ese
Sacramento puras cual auras puras. Y sin duda, gracias a su
formación espiritual, me lleva aguantado cuarenta y dos
años. Nos casamos en 1968, ella 20 añitos, y un servidor 27.
Nuestro noviazgo fue breve, (8 meses) ya que tuve la
absoluta seguridad de que había encontrado a la mujer
perfecta. Pero durante ese tiempo, ya novios formales y con el
piso comprado, no me dio "ni un anticipo". Recuerdo con
inmensa ternura, e infinito amor aquellas pláticas en el pisito
que nos compramos en el Barrio de Moratalaz de Madrid, o
en mi primer coche; un Simca 1000.
-Cariño; pero si nos vamos a casar dentro de quince
días. ¿Me vas a dejar así?
Hay una frase acá en España, que cuando se hace
referencia a algo sólido o duro, se suele decir:
"Eso está más duro que la polla de un novio"
¡Cierto! ¡Muy cierto! A esa edad, se le pone a uno que
parece que va a reventar, y al no disponer de un chochito
donde "fraguarla" , pues "paja que te crió".
Íbamos al piso casi todos los días, para amueblarlo y
prepararlo, ya que la boda era inminente: Recuerdo un día....
-¡Mi vida! Pero si nos vamos a casar la semana que
viene, ¿Es qué también hoy me vas dejar así?

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Antes de terminar de decir "así", ya tenía fuera de la
bragueta mis 18 cm para que viera en "que estado se
encontraba".
-¡Pero que cochino eres! ¡Anda! Guárdate eso. ¿Es qué
no puedes esperar a la noche de bodas?
-Cariño. –Que cara pondría que se asustó. –O te follo
por las buenas, o te violo aquí mismo. Porque lo que tú eres,
es una "calientapollas".
Debo decir, que, durante nuestro noviazgo no pasamos
de los besos, o algún otro sobeo por encima de la ropa. Nada
más.
Pobrecita, al escuchar aquella palabra, vocablo que era
la primera vez que lo escuchaba, entró en una especie de
llanto que me asustó. Hacia pucheritos igual que un bebe, y
entre gemidos decía.
-¡Tú crees que yo no tengo ganas! ¡Qué me muero por
abrazarte! ¡Qué eres el hombre de mi vida!
Callé, pero la miré con profundo respeto.
-Mi ilusión es que en nuestra noche de bodas te
sientas el hombre más feliz del mundo, y que tengas la
absoluta seguridad que te has casado con una mujer virgen.
En los pocos días que faltan para nuestra boda, pueden
ocurrir muchas cosas
La verdad, al ver la actitud tan sincera, equivocada o
no, pero sincera, de la que a los ocho días después fue mi
esposa, "se me arrugó". Entendí sus razones y la respeté.
A los ocho día nos casábamos, y si quieren saber que
pasó en la noche de bodas.

Lamento decepcionaros
aunque los ojos se os enturbie
y el espectáculo aguaros,
puse el cartel: "do not disturb".
Pero podéis fácilmente imaginaros
aquella imagen, aunque os turbe.
Pero si os diré que fue maravillosa.
Noche que nunca se olvidará en la vida.

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Cuando el amor supera todas las cosas
el alma queda por siempre ungida
tañendo las campanas gestas gloriosas
en honor de aquella sobrevenida.
Queda pues todo dicho
de lo que se supone hecho;
y si alguno tiene el capricho
de saber que se hizo en el lecho,
todo está ya sobredicho:
sólo diré que tembló el techo.

Segunda parte: las calientapollas de hoy

Hoy también existe la figura de "la calientapollas", pero


no por motivaciones religiosos o de tipo moral. A la
"calientapollas" de ahora lo que le gusta y como disfruta es
poniendo a los tíos cachondos, y luego dejarles con el pene
"gimiendo y llorando".
Se suele dar en Internet. Es la mujer generalmente
casada o con pareja estable; exhibicionista y con mucho
morbo. Su satisfacción no es el follar con otros, es la de
lucirse ante los hombres a través de las redes sociales;
preferentemente en foros, chats y messenger.
Buscan por las redes a los que ellas calculan
adecuados a sus caprichos: suelen ser hombres que intuyen
por sus comentarios, cultos y con grandes capacidades de
respuesta, pues creen son los idóneos para sus juegos.
Desestimando a los que no responden a sus insinuaciones
con la actitud que buscan.
He sido "víctima" de varias damas a través de la Red;
seleccionado por ellas por creerme el tipo ideal para sus
juegos morbosos.
La primera fue una que me perseguía por todos los
chat; casada y con dos hijos, según me dijo, pero aburrida, y
que buscaba a alguien como yo, que le pusiera un "poco de
sal" en su vida.

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Llegamos a ser ciberamantes, pero nunca me mostró
su rostro, sólo su cuerpo. Al principio entendí su postura,
pero a los dos o tres meses que duraba nuestro ciberidilio, y
con promesas por parte de ella de hacer reales nuestros
ciberpolvos; le pedí ver su cara, pero seguía negándose.
¡Eso sí! Me enseñaba su coño peludo y sus preciosas
tetas. Yo también le mostraba la polla por la webcam, y nos
hacíamos unas pajas tremendas.
Lo que empezó a mosquearme fue, que me pedía a la
hora de eyacular ver mi cara, ver como la ponía y que gestos
hacía. Eso era lo que de verdad le ponía cachonda; ver la cara
de los tíos a la hora de "correrse". Y un servidor accedía a sus
deseos: que viera la cara de gilipollas que ponía cuando me
corría. Hasta que un día le dije:
-Yo también quiero ver tu rostro, me parece absurdo
esta situación. De lo contrario lo dejamos.
Decir estas palabras, y no volver a conectar con ella,
fue fulminante.
Otra Calientapollas que conocí a través de un foro
erótico, fue la que respondía a mis versos eróticos colgados en
ese foro con encendidas palabras de elogios. Decía:
-Si yo tuviera un marido como tú, que me compusiera
esos versos, sería la mujer más feliz del mundo -Tus versos
me trasladan a edenes y vergeles maravillosos.
Pero cuando le compuse algunas odas para ella, decía
que se derretía de placer. A ésta, si llegué a ver su rostro, y ¡lo
juro! que quedé prendado. Era sencillamente preciosa: rubia
de unos 30 años, y con un cuerpo que me enseñaba por
webcam en todas nuestros "ciberpolvos". Me enamoré (o me
ilusioné) de tal manera, que le pedí en unos de nuestros más
ardorosos "polvos por teléfono", hacer realidad "este amor".
Recuerdo que me decía por teléfono, una vez dado
rienda suelta a nuestras pasiones: -Acabo de follar con mi
marido, hace menos de una hora, pero el placer que he
sentido en el "polvo telefónico" que me acabas de echar, tus
palabras me han hecho disfrutar más, que la polla de mi
marido.

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Y uno que nunca aprende (ni aprenderá) a conocer a la
mujer, se lo creía. Hasta que un día le dije.
-Voy a donde me digas, tomo el avión, el tren, o el
medio que sea para llegar hasta ti. No aguanto más, necesito
hacer real esta situación
A partir de aquí, nunca más volví a saber de ella.
Otras dos mujeres, casadas según me confiesan,
responden a mis relatos eróticos con respuestas llenas de
arrebato y exaltación a mi imagen. Dicen masturbarse o
pensar en mi cuando follan con sus maridos o parejas. Pero
ninguna accede a mis deseos de sexo real, a pesar de que una
de ellas, vive muy cerca de mi localidad.
Estas son las "calientapollas" de hoy. Mujeres casadas,
estables e incluso felices con sus parejas; pero con un morbo
que les domina; y gracias a los medios de que hoy se
disponen, puede hacer virtual esa inquietud, ya que no les
representa ningún peligro ni compromisos a sus situaciones
personales y sociales.
Gozan como "gatas en celo" viendo como ponen
cachondos a los tíos. Como dije antes, esta actitud
corresponde al tipo de mujer, sabedora de sus atractivos, y
que por causas normales de las rutinas que llegan a
desembocar los matrimonios, necesitan potenciar esos
encantos en otras personas extrañas, para seguir sintiéndose
"diosas" de sus Olympos.

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Las dos lavativas que me han puesto
en mi vida

Esta narración por mucho que intente plasmar en ella


todas las sensaciones que sentí antes, durante y después de
las dos lavativas que me han puesto en mi vida, no será
entendida o creída por los que me lean.
¡Qué más da! Que importancia tiene. Pero lo cierto es,
que todo en la vida incluidas las lavativas, te producen

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sensaciones o emociones dependiendo en gran medida por no
decir en su totalidad de la persona o personas implicadas o
complicadas en tus acciones.

La primera vez
Tenía 20 años y había ingresado en el ejército de
voluntario. Por la no afloración de un pelo, se creó un
pequeño quiste en mi rajita del culo, como unos tres
centímetros más arriba de del orificio del ano. No me
molestaba en absoluto, pero como supuraba de vez en
cuando, y me resultaba antihigiénico ver los calzoncillos
manchados como si de las braguitas de una adolescente se
tratara, decidí operarme.
Fue en un hospital militar de Madrid. Recuerdo un
pabellón en donde éramos unos 40 pacientes allí reunidos en
espera de nuestra correspondiente operación u otras medidas
terapéuticas. Un tío con más aspecto de mono que de persona
me dijo:
-Vamos chaval, que te voy a preparar para el
quirófano.
Me llevó a unos retretes colindantes y sin ningún
miramiento me puso en la posición que todos imagináis, con
lo cual me ahorro el describirla, y de un empellón me metió
por todo el ojete una cánula que a mi más bien me pareció el
cipote de un senegalés. ¡Joder! Qué mal lo pasé; menos mal
que por la posición que me tenía el “mono” no podía verlo.
Eso me salvó de vomitar. Fue un mal rato. ¡Lo juro!

La segunda vez
¡Oh! Milagros de la mente. Cómo sabes desentrañar las
imágenes creadas por los acontecimientos. Lo que otrora me
produjo ascos y repulsiones, ahora me trae las más
excitantes emociones.
Por culpa de un hidrocele (líquido en un testículo)
decidí operar, salvo que “el huevo” se me pusiera como una
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calabaza. La operación es muy sencilla: una pequeña incisión
en el escroto y extracción de los líquidos allí acumulados;
salvo complicaciones post operatorias.
Unas tres horas antes de la intervención se presentó
en mi habitación Laura con una serie de artilugios que
presumía que era un irrigador moderno.
Supe que se llamaba Laura porque una compañera le
llamó por ese nombre. De unos 22 años, alta, rubia y
preciosa. (Ya quisiera Sharon Stone parecerse a ella)
-Date la vuelta que te voy a evacuar el vientre. Me dijo
con voz suave y complaciente. Hoy la gente joven te llaman de
tú, lo cual me complació y me dio confianza.
Estaba solo en la habitación, por lo que de dije:
-No puedo darme la vuelta, mira. La enseñe una
erupción que me había salido a la altura de los riñones. ¿Me
la puedes poner así? Boca arriba.
-¡Vale! Abre bien las piernas.
Me puse como una parturienta que va a dar a luz, me
colocó debajo del culete una almohada para que el ano
quedara bien expuesto “al sacrificio”, y ella a lo suyo se
dispuso. Obio decir que deseaba con todas mis fuerzas a
Laura mientras de “canulizaba”.

¡Qué momento! ¡Qué momento!


Aquella cánula de Laura en su mano
ungida de un líquido o un ungüento,
la acercó lentamente a mi ano.
Y muy dócilmente. ¡Oh! que portento,
me lo metió hasta el último tramo.
El "clítroris" de laura siento...
Placer por mi recto derramo...
¡Juro por Dios que no miento!
Sensaciones divinas desgrano.
Al placer le hago un monumento.

¡Lástima que el Creador de la vida no haya dotado a la


mujer además de lo que dispone, de un clítoris en forma de

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pene que la habilitara para poder hacer pis de pie, y para
esos momentos en el que el hombre se siente a merced de la
mujer!

Conclusión
Como se desprende de “este cuento" (que no es
cuento), las situaciones a las que nos vemos sometidos los
humanos a lo largo de nuestra vida, el grado de bienestar o
molestias serán dadas en función de la estima o del
aborrecimiento del que te las provoque.

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La imaginación: el poder y el deseo

Gracias a la imaginación, el ser humano puede


satisfacer hasta lo imposible. Es el gran poder para
desahogar hasta los más íntimos instintos.
Dicen que imaginar es vivir, y yo digo que es mucho
más que vivir, ya que nadie imagina aspectos negativos de la
vida; todos soñamos con edenes y paraísos, y el placer radica
precisamente en que es eso: sueños.
Las realidades acaban indefectiblemente en el tedio.
Los sueños y utopías nunca se desgastan; son cataratas de
fuentes inagotables.
El que tiene poder de imaginar sabe muy bien que los
deleites y satisfacciones que le proporcionan sus
elucubraciones, son más subyugantes que sus existencias.
Generalmente vive su realidad como una obligación
ineludible, no le satisface plenamente por muy placentera que
sea a la vista de los ojos de otro; su percepción le conduce a
llegar a estados imposibles, ya que aquello que puede lograr
con más o menos facilidad no le motiva para idealizar.
Al imaginativo mórbido, no le preocupan aquellos
aspectos consuetudinarios que le inquietan al pragmático o al
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314
ambicioso; éstos necesitan llegar a sus objetivos materiales
para conseguir satisfacciones, pero al final son gozos que
mueren fagocitados por la misma ambición, y tienen que ser
renovados nada más logrados. El pináculo de la gloria
paradójicamente no consigue en alcanzarla; consiste en soñar
conquistarla.
Un soñador jamás dejará de amar a la mujer, o
mujeres de sus entelequias.
Para el imaginativo, el amor es la sublimación de todos
los deseos, el compendio de todos los placeres, la verdadera
razón de sus composiciones.
Todo lo que imagina lo preside una mujer. ¡Sí! Sin
duda, la mujer es la protagonista de sus quimeras; sin una
mujer idealizada no tendrían razón sus ensueños.
El sexo soñado por el ilusionista le traslada a
emociones tan extracorpóreas, que son difíciles de
comprender por un realista, por no decir imposible. Amar en
el éter es tan extraordinario para el romántico porque no le
limita en nada. Puede desarrollar todas sus fantasías
sexuales de una forma tan excelsa que le conduce a lo que
jamás le conduciría el sexo físico.
Parece evidente que un romántico soñador no es un
ese gran macho que quizás algunas damas buscan para
satisfacer sus cuerpos; ese semental capaz de mantener una
erección durante horas y horas hasta dejar rendidas a sus
amantes.
¡No! El gran romántico nunca puede ser un gran
macho; se parece más a un ángel, a un poeta o juglar que
canta las alabanzas del amor místico y capaz de llevar al
orgasmo cósmico a una mujer sin necesidad de erecciones ni
penetraciones.
El idealista tiene la ventaja sobre el versado, que
nunca mueren sus fantasías. Para el ansioso sus deseos son
insaciables, y vive y muere sin disfrutar verdaderamente de lo
que codicia, ya que la codicia nunca podrá ser satisfecha.

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Sí, sí, Ya sé que el soñador también necesita realidades
para subsistir, pero son las que necesita su cuerpo, al que no
le presta más que lo perentorio para su existencia.
Vivir soñando es tan extraordinario que no da lugar a
ser víctimas de la cruda realidad, salvo lo imprescindible.

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Las locuras de la Marquesa de “Tócame
Roque”

Los que han leído el anterior relato de “Las confesiones


de la Marquesa de Tócame Roque”, saben que es una señora
de mediana edad, viuda y con una enorme fortuna que le ha
legado su difunto marido el marqués de “Tócame Roque”,
pero con la condición de que si se casa, esa fortuna irá a
parar al convento de los “Frailes Berenjenos”.
La señora marquesa es una beata de “mucho cuidado”,
fiel cumplidora con los preceptos que manda la Santa Madre
Iglesia; pero su terrible pecado es que tiene tal “furor

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uterino”, que su lucha es constante contra sus instintos
carnales; por eso, cada vez que peca contra el sexto
mandamiento (que es casi todos los días) se va a confesar con
fray Pepo, su guía espiritual.
La trama es, que los frailes la quieren casar para
heredar la fortuna del difunto marqués, y han comprado a
fray Pepo con la promesa de darle un 10% de lo heredado
para que la case. Una agencia de empleo, de acuerdo con los
frailes, le han enviado un jardinero muy guapo, tanto o más
que el Clonney ese para que consiga llevarle al altar.
La última confesión, (que fue ayer) casi la tiene
convencida para que se case con Carlos, ese jardinero tan
“macizo” que le han enviado. Le han prometido darle un par
de milloncetes de pesetas si lo consigue.

30 de Mayo de 1950
Carlos acudiendo a la llamada de la marquesa (desde
ahora la llamaremos Fifí)
-¿Me llamaba, señora marquesa?
-Te he dicho mil veces, que cuando estemos solos me
llamen Fifí. –Dijo con cara fingida de mal humor.
-Ya sabe señora que me cuesta mucho trabajo. Soy su
jardinero, y por lo tanto le debo un respeto siempre.
La marquesa para sus adentros. ¡Ay cacho cabrón! Si
cuidaras "la rosa" que tengo entre las piernas cómo las del
jardín, que feliz me harías.
-¿Decia algo, señora..? ¡Ay perdón! ¿Decías algo Fifí?
Carlos intuyó la mirada lasciva que la marquesa le echó hacia
sus partes.
-Te digo, y por cuarta o quinta vez, que desde que me
libraste el otro día de las garras del pecado de la carne, y vi
en ti tanta dulzura y tanta bondad... Y como me dijiste que
no harás nunca el amor conmigo si no es bendecido por Dios
nuestro Señor, he decido que sí, que me caso contigo. No me
cabe duda, que eres ese “ángel” que me envía el Señor para
evitar mis pecados del sexo.
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-Fifí. Ya te lo dije cuando tuve la ocasión de poseerte.
Soy un hombre puro y casto, y jamás (aquí Carlos se esforzó
por ser muy convincente) no haré el acto sexual si no es con
la mujer que Dios me dé.
Tomó por el brazo a Carlos diciéndole con voz dulce y
canora.
-Ven corazón, siéntate junto a mí. Se hallaba la
marquesa acostada en su cama
Carlos se sentó junto a ella, fingiendo el recato
necesario para convencerla de sus buenas intenciones.
-Cariño. –Estoy totalmente decidida a casarme contigo.
Los doce mil millones de pesetas de la fortuna de mi difunto
Donato que me deshereda si me caso no me importan. ¡Qué
se los lleven los frailes! Mi alma vale mucho más.
Como platos se le pusieron los ojos a Carlos al oír esa
cifra. ¡DOCE MIL MILLONES! ¡La madre que les parió a los
frailes! ¡Y a mí sólo me van a dar dos asquerosos millones!
-¿Qué piensas cariño? Preguntó Fifí al ver la cara de
estupor de Carlos.
-Nada, nada, Fifí. Que tu oferta de matrimonio me
complace mucho. ¡Pero coño! Que de multimillonaria pases a
pobre en un soplo, no lo veo justo.
-¿Es que no me querrías pobre? –Dijo a la vez que le
metía mano a la bragueta.
-No, no... ¡te juro que no! Pobre soy, pero muy rico de
alma. Pero podemos buscar una solución que no perjudique
tu patrimonio.
-De momento cariño, solucióname el problema que
tengo entre las piernas.
Tomando la mano de Carlos se la llevo a su coño, que
chorreaba como los “Caños de Meca” (1)
-Mira cómo me tienes. Y como nos vamos a casar..
¿verdad que si? El Señor comprenderá mis ansias, y no me
condenará por este anticipo. –Anda mi amor, ven junto a mí.
Carlos en un alarde de ingenio, y sabiendo que la
marquesa haría lo que él quisiera, ya que le tenía absoluta
confianza, urdió un plan que debería poner en práctica ya

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mismo. No podía fracasar, por que dependía el éxito de su
pericia. Se propuso follar a la marquesa de tal forma, que
nunca olvidaría esa follada. DOCE MIL MILLONES de pesetas
merecían la pena.
Se desnudo lentamente ante la mirada expectante de
Fifí. Los ojos le hacían “chirivitas”. Lo que se intuía debajo del
mono(2) de Carlos era tremendo. Cuando Fifí contempló
aquellos 25 centímetros de polla a medio erguir, no pudo
evitar un gritito de placer.
Mientras Carlos parecía que rezaba musitando:

¡Nunca hice el amor con una marquesa!


pero si Dios decide que sea ello posible,
¡juro! que mi alma quedará aquí presa;
mi exaltación por ti, Fifí no será punible,
toma "mis atributos" como una posesa.

Pues lo que sería espeluznante y terrible,


que "esta" (mirándose a polla) muy tiesa,
buscando con amor ese cariño imposible
que le saque de tanta indigencia aviesa,
malgastara esta oportunidad tan posible.

Carlos ungido por un halo de “santidad putera” se


dispuso a realizar “la faena” más grandiosa de su vida. Sus
25 centímetros de larga y 20 de envergadura llenaban la
vagina de Fifí de tal forma, que la dilatación de la misma
llegaba a su límite, un milímetro más y seguro que se la
hubiera desgarrado.
-¡Chof... chof.... chof! De una manera cadenciosa
sonaba el coño de Fifi ante las embestidas bestiales de la
polla de Carlos. La abertura de sus piernas era total para
poder cobijar ente ellas “aquella cosa” que le estaba llevando
al borde de la locura.
Ambas manos de la marquesa apalancaban las nalgas
de Carlos como en un desesperado intento de meterse toda la
polla.

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-¡Más polla..! Quiero más polla..! –Gritaba Fifí
desesperada.
Paró Carlos un momento en sus envites, en la postura
que se hallaba: ella debajo, no la tenía en el acceso
perpendicular a la vagina. La tomó por ambas nalgas, nalgas
tremendas y redondeadas. El tafanario (3) era descomunal.
Como se maneja un pelele, así manejó el culo de ella. Lo aupó
un poco, lo justo para situar su glande en dirección recta a
sus ovarios. Antes de pegar el empujón definitivo, Fifí ya
había tirado con todas sus fuerzas de sus riñones para
introducirse "aquella espada" hasta “donde pone Toledo” (4).
Los amantes quedaron fatigados ante tanta pasión
Fifí lloraba de alegría. Su carne había quedado tan
satisfecha, y su alma ¡Por fin! quedaba serena. Ya no pecaría
más.
-Gracias Carlos. Estoy segura que Dios te ha enviado
para salvar mi alma. El amor que me has dado es tan
hermoso, que me doy cuenta, que los millones no sirven para
nada cuando el espíritu se atormenta.
Carlos, satisfecho de su perfecta actuación, y seguro
que tenía a Fifí “en el bote”. Dijo:
-Fifí. No voy a consentir que por mí te arruines, si nos
casamos, la inmensa fortuna del marqués irá a parar a esos
frailes, y no es justo.
-¡Pero que dices! ¡Qué no nos vamos a casar! ¡Me has
engañado! Rompió a llorar como una desconsolada.
-¡Verás! (Carlos puso la cara que pone para estas
situaciones delicadas. Es que Carlos tiene mucha cara). –Es
cierto que El Señor me ha enviado a ti para salvarte del
infierno por tus pecados de la carne, pero no para arruinarte.
Si te casas pierdes tu fortuna, y si no te casas vas a vivir en
continuo tropiezo tu alma; pero Dios es muy comprensivo y
ha previsto esta situación. Nos hacemos socios, que al fin y al
cabo es una forma de matrimonio, me cedes el 50% de tu
fortuna; tu sigues inmensamente rica, y yo te prometo que te
proporcionaré todos los días el consuelo para tu cuerpo.

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Fifí parecía convencida, tenía toda la confianza en
Carlos, pero le asaltó una duda.
-¿Y qué hacemos con los curas del convento?
-A esos, que los den por el culo. Dijo Carlos totalmente
convencido. Y hablando de culo, ponlo en pompa que te lo voy
a reventar.
La marquesa totalmente enamorada y convencida de
que Carlos era el salvador de su alma y su fortuna, le puso su
hermoso culo en pompa para que "su ángel" le diera por vía
anal todas sus bendiciones.

(1) Caños de Meca. Chorros de agua que caen desde la


montaña a la playa en esta localidad próxima a Barbate –
Cádiz. España.
(2) Mono. Es España, pantalón de trabajo.
(3) Formas redondas, nalgas.
(4) En las espadas de souvenirs que vende en Toledo,
famosas en el mundo, en la empuñadura, es decir en la base,
pone en todas: Toledo.

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Los besos de mi amor
¿Cómo podría describir los besos de mi amor?
Si fueran besos puramente materiales no me sería muy
dificultoso, ya que la física es latente, se ve, se toca y se
siente. Pero describir las sensaciones que concede el alma, es
arduo complicado.
Los besos de mi amor son tan místicos e íntimos, que
por eso digo la dificultad de trasladarlos a la comprensión de
los mortales de forma que puedan ser interpretados.
Cuando nos besamos, nuestras bocas son simplemente
el vehículo que nos traslada a ese paraíso en donde sólo
acceden los que son capaces de llegar con un beso a tal
estado de éxtasis, que se pierde toda la razón del mundo.
Dejamos de ser mortales; somos dos espíritus, dos
halitos, dos soplos de viento que navegamos por el Universo,
traspasando tosas sus galaxias, y aterrizando en un lugar
donde sólo existe el amor puro y verdadero.
-¡Vida mía! Llévame con un beso a ese mundo
maravilloso en donde todo es luz, paz y canción.
-Sí, mi amor. Te llevaré con mis alas de coral, a donde
los dos seamos los reyes del Universo.
Unimos nuestras bocas...
Nuestras lenguas repican en arrebato cual torre de
campanario...
Volamos... volamos... volamos...
Hacia donde los besos de los enamorados se funden y
se plasman en el aire y en el viento, y allí quedan vagando
hasta la eternidad.
Sólo tenemos un pequeño problema que nos impide
remontar las cotas más altas de los cielos, pero pronto vamos
a solucionar, para que nuestros besos sean el paradigma del
amor.
Mi novio Jorge, también tiene bigote. ¡Ah! Me llamo
Alberto, y unos de los dos se lo tiene que afeitar, ya que el
contacto bigote con bigote, desvirtúa nuestros besos.

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¡Qué feliz me siento cuando mi Jorge me besa!


Creo que ni Julia Roberts debe sentir tantas emociones
como las que yo siento cuando le besa Richard Gere. Porque
mis besos son de puro amor, de "hembra enamorada". Los de
ellos son de película.
¡Qué maravilloso es ser mujer!
Por eso voy a operarme, me repugma ese bulto que
convive furtivamente en mi cuerpo, y que me impide llevar las
braguitas y tanquitas que me gustan; pero "mi novio" Alberto,
no quiere que lo haga, ya que aunque es el "macho" de la
pareja, le gusta sentir "mi bulto" de vez en cuando en sus
entrañas.
Pero le he dicho que me opero y me opero, una
"hembra" como una servidora no debe tener ese colgajo ahí. Y
si quiere que le den por el culo, que se busque a otro macho.
Así que ya lo saben.

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Los pedos en el tálamo del amor

No se rían por favor, que tengo un problema tan


angustioso que me puede costar el matrimonio: el no poder
evitar tirar pedos en la cama, y lo peor, que son "pedos
rebozados" que huelen a mil rayos.
Tengo la costumbre de evacuar el vientre
inmediatamente recién levantado. He intentado cambiar este
ritmo a las diez de la noche, con el fin de acostarme con el
vientre defecado, y evitar esos olorosos cuescos que a mi
mujer tanto asco le dan, y que me has puesto un ultimátum,
pero por más que lo intento y hago fuerzas, imposible.
-Mira: o dejas de tirar esos pedos, o no duermo más
contigo. Me dijo una noche.
Generalmente me suelo acostar antes que ella; ya se
sabe del ritual de las mujeres antes de acostarse: se tienen
que desprender de todos los potingues que han configurado
sus rostros durante el día; y eso a la mía le lleva como una
media hora, tiempo suficiente para que haya caldeado la
alcoba de tal manera, que cuando entra se tiene que ir al
salón hasta "que pase la tormenta".

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Mi mujer es muy "asquerosa" hasta tal punto le dan
repulsión ciertas cosas, no he conseguido en los años que
llevamos casados "que me la chupe", dice que es superior a
sus fuerzas. Una vez a base de mucho insistir, conseguí que
accediera a hacerme una "mamadita", pero estando su boca a
menos de un centímetro de mi polla, le sobrevinieron unas
arcadas que casi echa toda la cena por la boca.
-¿Qué te pasa cariño?
-Que huele muy mal. Huele como a sardinas.
Debo aclarar, que olía a polla, a su olor natural, no a
"requesón" como suelen oler la de los tíos guarros que no se
la lavan. Y un servidor es de calzoncillo diario.
-Mi amor: a mí me encanta como huele tu coño,
naturalmente me refiero a su olor natural, y no me da asco,
al contrario, me excita.
-Pues eso es de cochinos. Los olores corporales son
una cochinada.
En ese preciso momento me sobrevino un pedo tan
descomunal que me fue imposible evitar. ¡Joder! que pedo,
uno de los más hermosos que han salido de mi ano.
Al momento, el receptáculo del amor se inundó de
unas fragancia mezcla de repollo, coliflor y judías pintas.
¿Ustedes se imaginan como se puede hacer el amor con una
mujer que dice que la polla huele a sardinas, y que no
soporta el olor de los pedos de su marido?
El rostro de mi señora se desfiguró por completo; aquel
rostro tan bello, se transformo en algo feo, compuso una
mueca tan grotesca, que al punto comprendí los efectos tan
negativos que hacían en su alma y corazón los efluvios
corporales de su marido.
He de aclarar, que esta situación (la de los pedos) me
sobrevino a los cinco o seis años de casados, antes no me
peía en la cama como ahora, por lo que no había problema,
pero algo cambió en mis intestinos que se convirtieron en una
maquina de titar pedos.
Le pregunte a mi padre si había algún precedente en la
familia, y me dijo:

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-Sí, hijo sí. Nuestra familia es una familia de pedorros.-
Y me contó la siguiente anécdota:
-Recuerdo que tendría unos doce años, iba mi padre
(mi abuelo) montado en un mulo, y yo (mi padre) a unos dos o
tres metros por detrás jugando con una vara de olivo. De
pronto se oyó tal pedo que me asusto, y dije:
-Padre, quien ha sido ¿Usted o el mulo?
-Yo hijo, ¿Porqué lo dices?
-No por nada, es que me parecía muy gordo para ser
del mulo
Es cierto, recuerdo de niños a mi hermano José
Antonio, como se tiraba tales descomunales pedos, que el
vecino del tabique de al lado de la habitación que dormíamos
gritaba:
¡Animal!
Como intuía que el problema que se generaba en mi
vientre era un obstáculo muy serio para la buena marcha de
mi matrimonio, consulté a mi doctora de cabecera. Me dio
unas pastillas, pero el efecto que me producía era tal dolor de
tripas y una cagalera, que al ser el remedio peor que la
enfermedad dejé de tomarlas. Por lo que el problema persiste,
y lo peor: acentuado por la edad. Mis pedos son cada vez más
odoríferos.
No se rían por favor, que mi problema es muy grave.
Amo a mi mujer por encima de todas las cosas, hasta el
punto que he renunciado a dormir en la habitación de
matrimonio, con el fin de no inundarla de las "fragancias de
mi ojete". Y no dormir con la mujer que amas, abrazarla,
besarla y echar esos "polvazos" que solíamos echar, es un
tormento que se me hace cada día más insoportable.
Estoy atravesando una terrible crisis matrimonial por
culpa de mis pedos.
¡Qué quieren que yo le haga! Si no los puedo evitar.
Mi pregunta es la siguiente: ¿Debe estar el amor
supeditado a los pedos de los cónyuges?

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Las ejecutivas

Marta del Río, la hija de mi vecino acaba de terminar la


carrera de económicas y quiere trabajar en el departamento
de marketing y ventas de una multinacional, ya que le
encantan las relaciones humanas, y en esta profesión sin
duda las relaciones con muy diversos tipos de personas, es
consustancial a la misma.
Conocedora de que he ejercido la profesión de ventas
durante toda mi vida laboral en muy diversas
multinacionales, quiso que le diera unos consejos sobre ese
mundillo, ya que su experiencia es prácticamente nula. Me
comentó, que en la empresa que seguramente desarrollaría
su labor, el equipo de ventas lo componen en su inmensa
mayoría hombres.
Cuando en la relación laborar hombre-mujer, ésta ha
de ejercer el mando sobre aquel, todavía no está asumido
socialmente por el hombre. Ser jefe, hombre o mujer, requiere
poseer una serie de condiciones que le habiliten para el
mismo, condiciones que nada tiene que ver con el sexo, pero
si mucho con la formación profesional y el carácter de la
persona.

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Sin embargo la mujer tiene un hándicap que ha de
superar: que sus subordinados le vean como jefe, nunca
como mujer. Este sin duda es uno de los escollos más
complicados de salvar.
Marta me escuchaba con mucha atención y asentía.
Me preguntó: -¿Eso significa que he de perder mi femineidad?
-No mujer. No quiero decir que dejes de ser femenina,
quiero decir que tus subordinados tienen que llegar a aceptar
que son dirigidos por una mujer, y para conseguirlo no valen
las mal llamadas “armas de mujer”; tienen que aceptarte
como la persona que les conduce al éxito en la labor
encomendada al equipo, mantener la disciplina y armonía en
el grupo, solucionar de una forma equitativa los problemas
individuales, formarles día a día, controlar y supervisar la
labor de cada uno, y adoptar las medidas disciplinarias
cuando sean precisas; y todo ello con la anuencia de la
empresa.
Marta puso cara de preocupación. -Comprendo,
comprendo. ¿Y qué he de hacer para conseguir la aceptación
de los que he de dirigir?
-Un buen jefe ha de conocer al detalle la política de la
empresa y seguir sus directrices. Es el responsable de la
consecución de los objetivos marcados en su departamento, y
para llegar al éxito es imprescindible que conozca la
capacidad profesional y carácter de su empleados para poder
adecuar y repartir responsabilidades; no olvides Marta, que el
triunfo dependerá de la labor realizada por el grupo, labor
que el jefe debe designar de una forma que sea posible su
realización con los medios y elementos a su disposición.
-Ya, ya. Dijo muy convencida. Pero a mí lo que me
preocupa es que los hombres a mi cargo me vean como a una
extraña, y me creen problemas de identidad. ¿Cómo podría
salvar esta circunstancia?
-De una manera natural. Debes asumir las reglas de
oro para el jefe.
-¿Y cual son esas reglas?

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La primera condición para ser un buen jefe, es que sus
empleados le reconozcan como su líder, que estén
convencidos de que sus problemas laborales ante la empresa
y los clientes estarán siempre apoyados por él o ella. Y esto
sólo se consigue con acciones que crean satisfacciones a la
comunidad.
-Otra cosa que me preocupa, Félix, es que... (Dudó un
poco Marta) –Mi físico. Tú mismo me has dicho más de una
vez que soy un “bombón” de mujer. ¿No me traerá esto
problemas? Ya sabes como sois los hombres.
-Vamos a ver Marta: tú eres como eres. Un “bombón”
de mujer, es cierto, y eso nadie te lo va a reprochar; y no tiene
porque ser obstáculo para el desarrollo de tus funciones
profesionales. Lo que si debes de cuidar es tu “envoltorio”
¿Comprendes?
-Creo que sí, ¿pero me lo puedes razonar?
-Muy sencillo. Tu actitud general en el trabajo debe
limitarse a adoptar las formas requeridas para el mismo.
Debes aparcar todo signo de apariencia física dirigida a la
motivación de los instintos, me explico: ir a una discoteca o
quedar con un chico al que te gusta, has de utilizar los
recursos requeridos para a acción que vas a desarrollar,
potenciar el “bombón” que eres; y para ello te preparas de la
forma más atractiva que sabes.
Pero para conseguir el rendimiento en tu trabajo y el
respeto de tus empleados, no hace falta que les excites con
mecanismos extra laborales. Tu vestimenta debe causar
impacto por su sencillez y elegancia, no por su aparatosidad.
Y la elegancia en la mujer no provoca la libido, pero produce
admiración.
-Ya te comprendo. No hace falta que des más detalles.
Marta salió bastante convencida de mis argumentos
ante la mujer dirigente, y seguro estoy que será una gran
ejecutiva.

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Lluvia dorada de una fuente sagrada

Mi empresa, como todos los años celebraba la


convención trimestral en unos de los hoteles de cinco
estrellas de Torremolinos - Málaga.
Se iba a lanzar al mercado español, un producto
adelgazante que se fabricaba en Copenhague; y para su
puesta a punto en el equipo de ventas, había venido a
explicar sus maravillosas virtudes, la jefa de marketing de la
empresa fabricante del mismo.
Frigga, como así se llama, es una máxima exponente
de la belleza "vikinga". De un metro setenta y cinco de altura.
Sus cabellos se deslizan en cascada hasta unos veinte
centímetros por debajo de sus hombros, y brillaban a la luz
de los focos de la estancia como el oro. Ojos azules como el
Mar Mediterráneo, busto erguido, desafiante, mirando al
frente. Cintura de náyade, y piernas imposibles de
contemplar sin estremecerte. Ni el tornero más exacto, podría
haber torneado las formas de Friggia. Es la perfección hecha
mujer.

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El equipo de ventas, catorce hombres y siete mujeres,
contemplábamos extasiados sus explicaciones, ya que su
español es casi perfecto. Desde luego, los catorce "tíos"
estábamos más pendientes de su cuerpo que los datos
técnicos del producto; y las siete compañeras, seguro que
admirando (o envidiando) los atributos de aquella Venus.
Acabó la reunión de ese día a las 20 horas. Por cierto
era jueves, y hasta el sábado siguiente teníamos que estar allí
medio enclaustrados; ya se sabe como son las convenciones
de ventas, los "tíos" cuando acaba la sesión salen como
"toros" a la ducha, y a buscar un chochito donde poder
liberar toda la carga sexual que Frigga nos ha estado
embutiendo horas y horas; porque ninguno nos habíamos
planteado ligar con ella; nos parecía inalcanzable, es un
"plato" demasiado exquisito para saborearlo catorce
"palurdos".
Duchado y perfumado con Loewe; con mi camisa de
seda amarilla, mi pantalón blanco y mis zapatos de rejilla, me
hallaba en la barra de la cafetería del hotel con mi "cubata de
Beaffiter", pensando que iba a hacer esa noche. ¡Miento!
Estaba pensado en ella, ¡En quien va a ser coño! Pues en
Frigga. De repente escucho una voz a mi espalda.
-Tienes tipo de torero, Félix.
Como me llamo Félix, y la voz procedía justo tras de
mi, giré mi cuello hacia donde provenía esa voz, y allí estaba
ella. Abrí los ojos como platos para asegurarme que no estaba
soñando. No soñaba, era ella que al instante se situó junto a
mi lado.
-Que tienes todo el aspecto de un torero. –Me volvió a
repetir con voz cálida y sonrisa complaciente.
Y debe ser cierto, ya que me lo han dicho más de una
vez. Mi metro ochenta, cuerpo espigado y derecho como una
vela, y esa mata de pelo moreno ondulado, sin duda me
conferían ese aspecto.
-Bueno. Balbucee - ¿Te gustan los toros?–Sólo se me
ocurrió decir.

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-Me gustan más los toreros. –Dijo otra vez con esa
sonrisa de diosa.
O era un indirecta (muy directa), o yo soy gilipollas. La
correlación de sus palabras no admite duda. Si me ve como
torero, y le gustan los toreros, ¿Qué me está diciendo? Pues
que le gusto. ¡Coño! No hay duda.
¡Joder... joder ... joder..! No me lo podía creer. O Frigga
me había elegido a mí como "el macho español" para
satisfacer sus ansias de sexo, o me estaba vacilando. Decidí
salir de la duda inmediatamente, por lo que me la jugué a
una carta.
-Los colegas están a punto de bajar, y aquí se va a
forma un "corrillo de obsesos sexuales", y la verdad Frigga,
me apetece estar a solas contigo. ¿Cómo lo ves?
-Lo veo como tú, Félix, llévame a donde podamos estar
solos.
Por poco se me ocurre decir: vamos a mi habitación o a
la tuya a echar "un par de polvos", ¡Pero leche! A las nueve de
la noche, no procedía, antes había que caldear el ambiente,
con copas y bailoteo.
Seguía un tanto obnubilado, no podía creer que era yo
el afortunado mortal elegido por la diosa. De súbito me vino
un mal pensamiento.
-A ver si esta va a ser una "calienta pollas", que
después de la juerga, "cada mochuelo a su olivo".
No, no creo, veo en sus ojos deseos irrefrenables de
follar. Seguro que esta noche me follo a la druida más
hermosa de Dinamarca.
La llevé a Eugenio´s, piano bar de la localidad. Lugar
muy acogedor y lejos del mundanal ruido.
-Si prefieres otro ambiente, me lo dices.
-No, no, me parece ideal. Hoy busco intimidad, no-
bullicio.
¡Joder! Más claro ni el agua. Nos sentamos en una
mesa situada en un rincón, ideal para los juegos preliminares
del amor. Eugenio en el piano tocaba en ese momento la
canción. "Bésame mucho".

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-¡Félix! Me dijo Eugenio desde le piano, a la vez que
desgranaba las notas de la inmortal canción de Consuelo
Velázquez. (Eugenio y yo nos conocemos de otras
convenciones, ya que frecuento su local en mis visitas de
negocios a Málaga) Ven a cantar conmigo.
Debo aclarar, que tengo una voz melodiosa, ideal para
el bolero.
-¿Te importa Frigga?
-¡Pero también cantas!
-Bueno... cantar.. Lo que se dice cantar... Ahora lo
verás.
Como conozco muy bien esa hermosa melodía, me salió
redonda. Frigga me esperaba en la mesa, sus labios
chorreaban miel. Fue sublime, me abrazó por los hombros y
la nuca, y me ofrecía aquella boca con dientes de malvasías y
lengua de ambrosías para que se derritiera entre mis fauces.
El beso fue mortal de necesidad. La cabeza me hacía...
¡Pío... pío... pío...!
A las cuatro de la madrugada, ambos llegamos a la
misma conclusión: ¡o follamos o reventamos! Al separar su
braguita, los dedos de mi mano izquierda, se inundaron en el
piélago de "sus humedales". Y ella, al descorrer la cremallera
de mi bragueta, observó como "aquello" estaba a punto de
reventar.
-Félix, es la hora del "sacrificio". ¿En tu habitación o en
la mía?
-En la tuya, cariño. La mía la comparto con un
compañero. ¿Estás sola, verdad?
-Sí.
Entramos en su habitación. Un perfume desconocido
invadió mis fosas nasales. Era una mezcla de los exudados de
Frigga y un aroma que embriagaba. Aquella fragancia rompió
todas las pocas defensas que me quedaban para hacer frente
a las magnitudes corporales de "la Vikinga". Quedé rendido,
abatido, inerte a sus pies.
-Ven. Que te voy a purificar antes de hacer el amor .

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Tengo la costumbre antes de follar, de darme una
ducha, máxime si he estado de juerga. Pero esa vez no me
apetecía, una ducha iba a eliminar los excitantes aromas que
de forma natural se desprendían del cuerpo de Frigga. Y para
un servidor, el olor de los sobacos y coño de "una hembra
caliente" me trasladan a paraísos desconocidos. Pero no, no
se iba a duchar. Iba a hacer algo que jamás había ni
imaginado. Algo que me dejó marcado para toda mi vida. Y
que no he vuelto a hacer con otra mujer, para que no se borre
jamás aquel encanto.
Me desnudó muy lentamente, ella quedó sólo con la
braguita malva y rosa. Me situó en la bañera boca arriba, con
mi cabeza apoyada en uno de los bordes. Pensé:
-Coño, nos vamos a bañar, no a duchar.
Pero no. Ella se puso en cuquillas de forma que mi
pecho y cabeza quedaron aprisionados entre sus piernas.
Situó su coño a diez centímetros escasos de mi boca.
Descorrió su braga con su mano hacia un lado, dejando al
descubierto el coño más hermoso que había visto en mi vida.
Rosado como una frondosa rosaleda. Las ninfas (labios
menores) surgían como espigas en primavera; y del
capuchón, emergía un clítoris excitado del tamaño de una
avellana. No daba crédito ante tan maravilloso panorama.
De súbito, un torrente de lluvia dorada emanaba de
aquella celestial nube, agua bendita que regaron mis fauces,
saboreando su sabor agridulce que apagaron mi sed de amor.
-Ya estás purificado
-Dijo mi diosa. –Ahora bebe las últimas gotas de "mi
licor sagrado" que han quedado en "la fuente".
Mi lengua con ansias inusitadas, absorbió aquellas
"gotas divinas" como el licor que da la vida al sediento. Mi
lengua se pegó a aquella "abertura" como un lapa. Mis dos
brazos se aferraban a sus glúteos desesperadamente; quería
introducirme en esa "sima" y morar allí eternamente.
Frigga secó mi cuerpo purificado, y me llevó
dulcemente al tálamo del amor.

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Lo que no escribió Cervantes, lo escribo
yo

Don Quijote hablando con Sancho a lomos de sus


jamelgos camino a la posada de Calatrava.

D.Q. Amigo más que vasallo Sancho. Hoy que mal me


hallo.
S.P. ¡Carallo! ¿Qué le sucede a vuestra merced, acaso
le duele un callo?
D.Q. ¡Peor Sancho, peor! Recuerdas aquel mesón que
más que mesón parecía un serrallo?

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S.P. ¿Aquel mesón de Argamasilla, en donde pilló su
merced las ladillas?
D.Q. ¡Más que peor Sancho! Aquellas ladillas me las
quitó un matasanos de Motilla. Lo que pillé en aquel infesto
mesón fue peor incluso lo que me pasó con aquel moro. Un
malandrín sin hacienda y sin tino, bellaco, ruín y desgraciado
que me tiene enajenado y muy cabreado.
S.P. ¡Bah! mi señor Alonso Quijano. Que vos
desfacedor de entuertos, de espada triunfadora y lanza
demoledora, no debe ser causa de castigo de que un mendigo
os quiera comer de vuestro huerto los higos.
D.Q. No crea mi fiel escudero. Lo que más me
solivianta de ese fullero que no ceja de tocarme los cojones
con su descaro y desacato. Esperad un momento que me
aprieta el meato.
Don Quijote se baja del caballo y acercándose a una
encina para dar rienda suelta a aquello que tanta desazón le
produce y que algunos llaman orina.
D.Q. Descansemos al pie de aquella acequia, que los
sinsabores de mis pensamientos me producen estertores y
remordimientos. Vayamos prestos a reponer lo que acabo de
evacuar hace un momento.
S.P. Vayamos sin vacilamientos y repongamos sin
miramientos; y de paso si a vuestra mercé le place, asaré
unos choricillos con aquellos sarmientos. ¿Le satisface?
D.Q. ¡Ah! Mi fiel asistente ¡Qué verdad que las penas
con pan son menos! Eso del chorizo es un buen atino. ¿Traéis
también vino?
S.P. Mi señor don Quijote. Una viandas sin vino es
como tener un jilguero y no escuchar su trino. Traigo un
clarete especial de Gerindote.
D.Q. ¡Buen vino! ¡Sí señor! Que este trago me ha
quitado el mal trago que desde hace días ese villano que no sé
lo que me hago.
S.P. ¿Y decid señor, que ese bellaco es de mala
psicología?

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D.Q. Mucho más grave. Lo que no puedo soportar es
su osadía. ¡Qué tormento madre mía! ¡Qué tormento! Me tiene
comido el coco todo el día.
S.P. Para mi que ese follón os vacila. Seguid el consejo
de vuestra amada Dulcinea ¡Qué nada ni nadie perturbe mi
alma tranquila!
D.Q. ¿Creéis Sancho que ese rufián me está tomando
el pelo?
S.P. Seguro mi señor. Conozco bien a esa clase de
villanos, a nada ponen reparos y lo mismo les da la Pepa que
la Juana.
D. Quijote con gesto malhumorado.
Tenéis razón, ese cabrón se va a reir de la puta de su
hermana.

Don Quijote sale del retrete. Antes de ir a fenecer bellacos tiene


la costumbre de vaciar la tripa para que la armadura de hoja de
lata por su cuerpo, aunque muy flaco nos le impidan sus
mondongos por ella deslizarse.

Don Quijote a su amada.


¡Señora de mis desvelos!
¡Protectora de mis cielos!
¡Poseedora de mis enhelos!
¡Congoja de mis demonios!
¡Suspiros de mi firmamento!
¡Mi eterno atroz tormento!
Hoy necesito más que nunca vuestra bendición. Un villano
que en mala hora conocí en una venta ataca con vil fiereza y
sin decoro a las buenas gentes que allí moran en alegre
compadreo, dando cornadas a diestro y siniestro como un
toro.
Su amada
¿Y quién ese bellaco que tanto os perturba, que refleja en
vuestra tez otrora rosada, ahora con ese color tan amoratado
que cual crisálida mariposa alfireteada? ¿O es debido a que
no habéis hecho bien la defecada?

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Don Quijote
¡Oh! no mi dama.
No, no, no, mis intestinos,
aunque algo intrincados por ese infame,
se han vaciado de antemano
a pesar de ser muy vago...
Sabed que antes de pelear con villanos:
cago.
Su amada
¡Diga mi señor don Quijote que puede hacer por vos esta
doncella...
Don Quijote
¡Bueno! ¡Bueno... ! Eso de doncella...
Es que no recordáis...
aquella noche que mirando a sus ojos
con la pasión que se mira a una estrella;
turbado por la protuberancia de vuestro senos,
en aquel lecho de heno,
de un meneo os arrebaté el himeneo.
¿De veras que no recordáis?
Su amada algo turbada
Dejemos aventura aquella que no quiero recordalle.
Me tomaste por el talle mientras mareada me halle,
Sirviendo aquel vahído para tomar la fruta de "mi valle".
No, mi señor don Quijote. ¡No me gustó aquel detalle!
Don Quijote
¡Viva el Cielo! ¿Decís que no os gustó aquel lance?
Por favor señora, que conmigo no sirven disimulos,
que mientras yo me esforzaba en aquel gran trance
vos, mi amada, con que pomposidad moviáis el culo.
Su amada.
¡Calle! ¡Calle! Que aunque mi cuerpo bien gozalle,
mi alma en pena y mi corazón lánguido suspiralle.
Yo, una gentil pichona, mariposa de tierno talle...
No pudo al ver aquella cosa dura, evitar me escandilalle,
y al infierno de las pasiones mi alma al pecado llevalle.

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Don Quijote
Cesad en el llanto y en vuestra derrama,
Mi hermosa y gentil dama,
que porque os hice mía en aquel lecho de heno y alfalfa,
que por cierto, ¡cuánto me costó quitaros la faja!,
no se os mancilló vuestro honor.
¡Miradme a los ojos, por favor!
decidme:
¿No veis en ellos el amor?
Su amada dando un leve suspiro
Sí, mi caballero andante.
Y ahora decidme quien es ese tunante
que os trae a mal traer cual infierno del Dante.
Don Quijote
Es un conde de mala baba llamado Basaldúa,
ruin, bellaco y más pajarraco que una cacatua.
Por los prados cabalga el villano...
con aires del tirano Gargantúa.
Su amada
¡Coño! ¡Ay! Perdonad mi expresión,
pero es que yo tuve con ese fulano tiempo ha,
lides incruentas.
Don Quijote exaltado
¡Qué me decís señora! ¡Cuál fueron esas lides!
Su amada
¡Ya perdí la cuenta!
Don Quijote muy escamado
¡Sabed señora que eso muy mal me sienta!

Sale don Quijote del aposento haciendo cábalas más de la


cuenta

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¿Me estaré volviendo gay?

Dicen que los hombres altos y guapos como un


servidor, (y disculpen si creen que peco de vanidoso o
inmodesto, pero es la realidad) que a lo largo de sus vidas no
les ha costado nada ligar con las mejores "titis"; llega un
momento que hartos de tanto follar no se excitan ni ante la
presencia del "coñito" más exquisito, o ante las tetitas de una
novicia. Y debe ser verdad, porque a mis años me está
sucediendo algo parecido, y me estoy planteando el
consultarlo a mi psicóloga.
El primer síntoma, me sobrevino con respecto a mi
señora. Mi mujer era un bombón cuando la conocí de
jovencita, y ahora en la cincuentena, es una señora "de
bandera", de las que los tíos se volvían para piropearla. Digo
"volvían", porque el hombre de hoy no es dado al piropo como
en aquellos años de mi juventud, donde el requiebro y el

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piropo eran consustanciales con la belleza y el palmito de las
mujeres.
Amo a mi señora por encima de todas las cosas, y me
aterra el pensar que la puedo perder; y le pido a Dios que me
lleve a mi de este mundo antes que a ella, pero ya no me
excita sexualmente. Es un fenómeno que le sucede a todos
los matrimonios con más de treinta años de convivencia,
incluso con muchos menos. Pero esto no el lo peor, ya que es
normal que una pareja llegue al hastío sexual y busquen
nuevas fórmulas, tales como los intercambios de parejas.
Dice un amigo de la peña, que la solución es "cambiar
de burra", pero para mí no lo es, ya que he estado
últimamente con más de una docena de señoras conocidas a
través de los chats y el Messenguer, y "ni fu ni fa". ¡Ojo! No es
que las despreciara, no. He disfrutado con ellas, hemos
follado a tope, pero por mi parte de una forma mecánica,
como el que cumple un trámite. Y con ninguna he repetido,
ya que sinceramente no me apetecía. Y ahora voy a lo que
preconiza el título de este escrito.
Digo si me estaré volviendo gay, porque al igual que el
coño para mi siempre ha sido el pináculo del placer; la
cumbre del cuerpo femenino, y la corona de la mejor reina;
hoy no me produce sensaciones sicalípticas.
Sin embargo, las pollas me subliman de tal forma, que
mis masturbaciones actuales se centran mi mente y fantasías
en tormo a esos miembros que conozco y que admiro casi
todos los días. Esto que relato, empezó hace
aproximadamente dos años.
Soy socio de un club de natación con piscinas de
verano y cubiertas. Del mismo han salido campeones
olímpicos, chavales de cuerpos esculturales, y ex campeones,
hoy monitores, que a pesar de sus treinta y tantos años
conservan unos cuerpos de impresión.
Estoy... no sé si enamorado de Carlos. (Así le llaman
sus amigos) Digo que no lo sé, porque amor puro y verdadero
no creo que puede ser; pero lo que si es real, que no hago

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nada más que pensar en él. Mis pajas pensando en sus
piernas, culo y polla, son bestiales.
Sé, la hora que se ducha, y procuro ducharme yo a la
misma para coincidir con él, ya que servicios son comunes y
no existen barreras que los limiten.
¡Miren ustedes! Tenían que verlo por la parte
posterior,
¡Esas piernas!, ese "pedazo de culo" respingón, y esa
espalda, me tienen loco. ¡Ya quisiera Apolo ser así!
Y por delante... ¡ay por delante! Ese torso y ese "peazo
de polla" me tienen loco... loquito perdío...
Hasta el punto que tengo que hacer esfuerzos
sobrehumanos para contenerme; (antes me pego un tiro en
un pie que insinuarme) porque por muy "maricón" que me
vuelva, mi dignidad y decoro están por encima de mis
aberraciones, y jamás haré nada que pueda ponerme en un
serio compromiso conmigo mismo o con mi entorno social y
familiar.
¡Pero miren por donde! ¡Ay que joderse lo que es la
vida! La noche de un jueves, (los fines de semana los dedico
enteramente a mi señora) tomando una copa en Chueca con
unos clientes de Barcelona que querían conocer el ambiente
gay y lésbico de Madrid, me encuentro a Carlos. Debo aclarar,
que nuestras relaciones en el club de natación son de: hola y
hola.
Soy bastante psicólogo, y al verme, la expresión de su
rostro fue como de alegría; es algo instintivo que no se puede
controlar: como el estupor, el miedo, la vergüenza, etc. Le
acompañaba un chico también guapísimo, pero con claras
definiciones corporales y sicológicas de ser gay. Carlos no;
tiene aspecto de macho, pero de macho, macho como yo.
(Porque un servidor tiene una pinta de "tío" que tira par atrás)
Se dirigió a saludarme, y con unos reflejos de felino
aproveché la ocasión para que se uniera a nosotros (éramos
tres) mis dos clientes y un servidor. Y con la disculpa de que
querían conocer (mis clientes) el ambiente gay de Madrid, le
pregunté a Carlos si nos podrían informar al respecto.

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-No faltaba más, me dijo muy convencido a la vez que
hacíamos las presentaciones de rigor.
Nos llevó a varios locales del ambiente donde tomamos
unas copas los cinco. Al final, sobre las tres de la madrugada
recalamos en Antinoo's, local para gays, pero que también lo
frecuentan muchas parejas heteros. Mis dos clientes coparon
al amigo de Carlos, y nosotros nos quedamos unos metros
separados, estábamos sentados en la barra, en un taburete,
uno enfrente del otro; me puso la mano en un muslo, a la vez
que me decía abiertamente:
-¿Eres gay, verdad?
-Pues la verdad que no, porque toda mi vida he estado
follando tías, lo que pasa que este mundo me inquieta, me da
morbo, y tengo pensamientos homos.
-Ya me he dado cuenta.
-¡Cómo..! Dije algo mosqueado.
-En las duchas del club. Aunque creas que no, y crees
que lo evitas, me miras de una forma... qué...
Quedé paralizado, con ganas de huir de allí... Mi
dignidad está como dije antes, muy por encima de mis
inmoralidades, y sólo soy "inmoral" con otro inmoral y de
mutuo acuerdo ambos. Pero significarme con una persona
decente... ¡Qué me trague la tierra!
Pasé unos momentos angustiosos; gozo de un gran
predicamento en mi entorno social. Pero no es ese el
problema, si algún día me convenzo de que me he vuelto
maricón no lo voy a ocultar; lo asumiré como algo inevitable y
"saldré del armario" con dignidad. Pero mientras no esté
absolutamente seguro, pues bien pudiera ser un "sarampión"
pasajero, lo llevaré con el sigilo adecuado.
Al cabo de unos minutos se me pasó el estupor.
Hubiera jurado mil veces, que Carlos no tenía ni idea de mis
emociones hacia él. Pero la alegría fue inmensa al saber que
"el hombre de mis sueños", por el que en mi más estricta
intimidad bebía los vientos, y que hubiera dado un mundo
por estar entre brazos, se iba a hacer realidad.

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-¿Pasamos a un reservado? Me dijo con una sonrisa
que no dejaban lugar para la duda sus intenciones.
Mis dos clientes se lo estaban pasando fenomenal con
su amigo a juzgar por sus risas y expresiones; eso me
tranquilizó, ya que no me echarían de menos ni requerirían
mi presencia.
-Vamos, le dije también sonriendo.
En los reservados de Antinoo's no hay mesas ni sillas,
hay colchonetas. Tomas una de las que están preparadas
para ser usadas, y la ubicas en el sitio que quede disponible;
en un suelo enmoquetado de color granate.
Previamente has de desnudarte en un cuarto anexo en
donde en unas taquillas numeradas se deja la ropa. Una
señora mayor cuida de que todo esté organizado y que no
ocurran indidentes desagradables.
Serían sobre las cuatro de la madrugada y estaba a
tope de parejas follando, todas muy juntas para aprovechar el
espacio. Unas luces rojas situadas en el friso daban a la
estancia la justa iluminación requerida para que los amantes
pudieran verse y ver a los demás.
La escena era de lujuria y arrebatadora, los suspiros,
ayes y gozos se sentían por doquier, y el sonido de las pollas
entrando y saliendo de los coños y de los culos de los
receptores, sonaban como cuando llueve sobre un bosque.
Al poco rato una pareja hetero recogía la colchoneta
que habán utilizado para follar, y la dejaban en un lugar
donde aquella señora se encargaba de retirarla para ser
supuestamente desinfectada; ya que la limpieza era extrema,
y olía como a un desinfectante aromático.
También olía la estancia a una mezcla de sudor y
diversas fragancias, supuestos aromas de los desodorantes
que cada cual usaba; pero juro que era excitante. Al menos
para mí si lo era, y me ponía cachondo.
Una vez ambos desnudos, Carlos tomó una de aquellas
colchonetas y la ubico en el sitio que quedaba libre, me tomó
por el brazo y me dijo:
-¡Va cariño! Dos palabras que me sonaron a gloria.

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Al lado derecho, una pareja de chicos follaban a
destajo. De una ojeada rápida conté que habrían unas doce
parejas; de la cuales seis seguro eran heterosexuales; los
culos de ellas no mentían.
-¿Quieres ser esta noche me mujercita? Me dijo Carlos
al oído.
-Sí, mi amor. Solo pude decirle eso, ya que me
encontraba en un estado emocional desconocido pero
excitante.
-Ven cariño. Carlos me tomó en volandas, como se
toman a las desposadas para llevarlas al tálamo del amor. Me
abracé a su cuello, me besó en los labios tan dulcemente que
vi todas las estrellas del Universo. Y al momento me dejó en
la colchoneta, boca arriba.
Él, seguía de pie; desde mi posición, pude ver a placer
su enorme pene erguido y sus testículos hinchados. Sus
muslos y sus pantorrillas son las de un campeón de natación.
Cerré los ojos y le ví como le veía en las duchas del club. Mi
sueño estaba a punto de cumplirse.
Era tanta mi emoción que no reparaba en el ambiente;
era como si estubiéramos los dos solos. Tomé conciencia,
cuando los ayes y estertores propios del orgasmo que
provenía de la pareja vecina, me ubicaron en la realidad. Miré
hacia allí, (no había más de medio metro) y ví como uno
sacando su pene del ano de su pareja también masculina,
decargaba un río de semen en sus nalgas entre jadeos y
gemidos.
Volví a cerrar los ojos, hasta que sentí como Carlos me
abrazaba y me besaba con infinita pasión. Obvio decir, que
ambos estábamos de costado, ya la que las colchonetas son
de un metro de ancho aproximadamente.
-Date la vuelta cariño, ponte boca arriba. Me dijo con
esa voz tan melosa pero que transmite fuego en las entrañas.
-¿Qué me vas a hacer? Le dije con voz trémula por la
emoción.
-Te voy a hacer los que leo en tus ojos cada vez que me
ves a mi en las duchas del club. Que me "comas la polla".

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He hecho el sesenta y nueve con mujeres decenas de
veces; (por no decir centenas) siempre abajo, pero esta vez fue
distinto, me situé encima. La polla de Carlos ahí estaba, a
escasos cincuenta centímetros de mi boca. De pronto sentí
algo viscoso por mi zona perianal, era su lengua que buscaba
los rincones de mis entrañas.
Doblé la cintura lo justo para situar mi boca ante su
miembro que de lo tieso que estaba daba golpecitos contra su
vientre a la altura del ombligo. Se la habia visto muchas
veces en las duchas del club, pero siempre flácida, nunca
tiesa como se la estaba viendo ahora.
Miré al frente, y justamente en la colchoneta contigua
y de cara a mi y a los pies de Carlos; como a medio metro de
mis ojos, una rubia le comía la polla a su pareja de una forma
que me parecía arrebatadora.
Salvo de niño y de eso hacía años, no había chupado
niguna; y aunque no hace falta ser un experto, si al menos
saber la técnica que de más placer. Me fije en la rubia como
la lamía, e intenté seguir los mismos pasos que ella.
Me centré en la de Carlos, y empecé a hacerle una
mamada, que según me dijo después había sido sublime; y
debió serlo, porque mucho antes de lo que me suponía y
esperaba, un catarata de esperma inundaba mi boca; líquido
que paladee y tragué, y me supo al licor de que deben beber
los dioses en el Olympo.
Hice intención de ir al lavabo anexo al habitáculo para
lavarme la boca, pero Carlos me retuvo; en un abrazo me
llevó hacia la suya y me metió la lengua hasta donde ya no
podía llegar más.
-Quiero saborear la mixtura de mi semen en tu boca.
Me dijo muy quedo. -Y siguió lamiendo mi cavidad como
queriendo encontrar allí el maná prometido por los dioses.
Quedamos los dos exhaustos, boca arriba muy
pegados el uno al otro.
-Qué bien me la has chupado, Félix.
-¿De verdad? ¿Te has quedado satisfecho?
-¡Ufff! ¡A tope!

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-¿Estas abierto? Me dijo a continuación.
-Bueno, de adolescente un primo mío me la metió
varias veces, pero de eso hace ya más de veinte años.
-Voy a ver. Me dijo a la vez que me metía un dedo por
el ano.
-¿Te duele?
-Todo lo contrario, me encanta. Pero tu polla no es el
dedo.
-Tranquilo. Ponte como una perrita, verás como no te
va a doler.
Me puse como me dijo, "a cuatro", justamente otra vez
frente a la colchoneta de la rubia. Aquí la escena fue sublime
y digna de haberla grabado; porque la rubia también estaba
situada "a cuatro", mirando para mí; de modo que nuestras
cabezas quedaron a escasos veinte centímetros la una de la
otra.
Fue algo instintivo, inconsciente, sin premeditar. La
rubia sacó la lengua y me la ofrecía, no tuve nada más que
sacar la mía para que ambas lenguas se entrelazaran.
Cuando me quise dar cuenta, la polla de Carlos me la tenía
metida toda; sentía como entraba y salía de mi recto de una
forma suave y cadenciosa.
La rubia succionaba de mi lengua de una forma que
parecía un torbellino, por lo que la dejé todo lo que daba de sí
fuera de la boca, para que pudiera mamar a placer de la
misma.
Llegó un momento que me desentedí de la rubia; ya
que los empujones que daba Carlos sobre mis nalgas eran de
tal intensidad, que presagiaban lo que sobrevino segundos
después: una serie de envites aferrado a mis caderas como
una lapa, amenazaban con partirme el culo.
Pero lo que ya fue la apoteosis por lo inesperado, y que
resultó maravilloso, fue que alguien "mamaba de mi polla" al
unísono. ¡Claro! Obviamente Carlos no podía ser porque me
la tenía metida haste el jarrete; y tampoco podía ser la rubia.
Sólo sé, que sentía como me la mamaban de forma tan
asombrosa como jamás había pensado ni imaginado. El

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resultado fue, que un chorro de semen salió de mi pene con
tal presión que llegó hasta los pechos de la rubia que
observaba la escena alucinada. Un mocetón era el que me
estaba haciendo la fellatio tan magistralmente, resultó
llamarse Iñaki, de Bilbao. Después de la orgía tan inesperada,
acabamos en la barra del Club tomando unos "cubatas" los
seis: Carlos y yo; la rubia, que dijo llamarse Magda, y su
pareja, un chaval de Logroño muy majo que se presentó como
Paco. Iñaki nos presentó al que dijo ser su novio, un tal
Jhonny, americano y de una plante admirable.
Por lo visto, es costumbre y normal, que otras parejas
se inmiscuyan en "las labores" de otra, siempre y cuando lo
hagan con la debida delicadeza y sean aceptadas.
Al rato, salían de aquel cuarto de las orgías mis
clientes junto al amigo de Carlos con caras de satisfacción; lo
cual me alegró infinito, ya que lo que sucedió esta noche de
jueves, me supuso hacer el contrato más rentable de mi vida.
Pero lo malo ¿o lo bueno? es que estas situaciones son
tan extrañas, que no suelen repetirse en la misma medida.
Carlos, en el Club seguía con la misma actitud de
indeferencia hacia mí. Supe que tenía novia formal, que se
iba a casar, y que su bisexualidad era circunstancial e
interesada.
Y aquí acabó esa maravillosa jornada. LLegué a mi
casa sobre las seis de la mañana. Mi mujer dormía como un
tronco, acostumbrada a mis salidas con clientes.
Me duché, me acosté en el cuarto de los invitados para
no despertarla, y me quedé profundamente dormido.

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Me gusta como huele "la flor" de Sandra

Puedo jurar por mi santa madre, que me he "comido"


muchos coños en esta vida (y los que me seguiré comiendo en
la otra), aunque dicen que los ángeles no tienen sexo, que
cómo sea verdad, ¡vaya putada! Bueno, a lo que iba.
Como dije en mi otro escrito: "el manjar más exquisito",
el coño es sin duda el verdadero dios al que hay que adorar y
bendecir todos los días, pues es el que te ofrece el placer más
grandioso que la naturaleza hay podido crear. No existe nada,
absolutamente nada que se pueda parangonar con el dios de
los placeres, es el canto del poeta en su máximo arrebato.
Pero como todo en la vida, tiene sus categorías,
también las tienen los coños, no todos son iguales y huelen y
saben igual, ¡no que va! Son como el jamón, que los hay
demasiados salados o demasiado insípidos, por eso todo
jamón o coño que se precie debe estar en su punto. Como el
coño de mi amiga Sandra Madraza. ¡el coño perfecto para
saborear en toda su intensidad!

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El coñito de mi amiga Sandra es como la concha más
bonita que se puede encontrar en una playa (nudista,
naturalmente) .

Esa hendidura longitudinal


que fluye entre sus nalgadas
cual fuente de un manantial
entre selvas de druidas y hadas.
La flor de una virgen vestal
que nace entre la enramada
de un vergel seráfico y celestial
cual rosa roja ensimismada.
Manjar de dioses cual ambrosía
que devora con ansiedad Ares
dulce y maravillosa malvasía
néctar de mis glorias y avatares.
¡Vulva sagrada de una diosa!
En tu busca recorrí mil mares
y me cantaran sirenas ociosas
para que viviera en sus lares.
¡Pero no! ¡Oh Sandra preciosa!
Tu eres la diosa de mis altares,
mi fantasía, mi quimera, mi cosa.
Eres la calma de mis pesares.

Lamer el coño de Sandrita y sentir sus aromas, es


llegar a lo mas profundo e insondable de los placeres. Ese
delicado incienso que se desprende de sus exudados
naturales, sin ardides de desodorantes que desvirtúan el
auténtico olor y sabor a coño.
Los transpirados de Sandra son como los fragancias
que desgajan las vulvas de las náyades que inundan los
valles de los jardines de Ala. Semejantes al bálsamo que
emana las hespérides cuando ofrecen sus cuerpos a los
dioses que las protegen y las miman.

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Aspirar el coño de Sandra, es sin duda el momento
más emocionante de mi vida. Cuando la desnudo
lentamente...
Cuando bajo sus bragas con parsimonia angustiosa...
Cuando descubro ante mi su "gran dios"...
Me arrodillo ante él y le venero con la devoción más
inmensa...
Como se deben adorar a los dioses.

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Me gusta sentirme mujer y ser
penetrada por un macho

¡Sí, señoras y señores, sí! Qué le voy a hacer si creo


que las emociones sexuales son infinitamente más gratas,
excitantes y placenteras en las mujeres que en los hombres.
No soy mujer, por lo tanto esto que digo no es que lo
pueda asegurar porque lo haya sentido, materialmente es
imposible, pero si lo siento psíquicamente, ya que los
cerebros son exactamente iguales.
Cuando me siento mujer, sé que estoy sintiendo lo
mismo que ellas, porque mi mente se transforma de tal

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forma, que vivo ese rol exactamente igual que una hembra. Y
aunque mi cuerpo es el mismo, mi cerebro llega a
identificarme como la mujer más femenina del mundo, y
experimento las mismas sensaciones. Sensaciones virtuales
¡de acuerdo! Pero las vivo tan reales que me hacer sentir lo
maravilloso que es ser mujer.
Cuando "estoy en celo", necesito un macho
urgentemente, mi culo me pide polla de una forma
desesperada; y como tengo varios novietes que les gusto
cantidad, les llamo para que apaguen el furor de mi ano. (A
partir de ahora, mi coño)
El que más me gusta, se llama Enrique; y no porque
sea el más guapo ni el más "macho"; me gusta porque es que
mejor me comprende, y me trata con la delicadeza que nos
gustan a las "mujeres sensibles". ¿Verdad que nos gusta que
el hombre nos trate con dulzura?
Cuando nos vemos en su apartamento, lo primero que
hace nada más traspasa el umbral de la puerta, es abrazarme
y darme un beso que me deja mareada. Enrique es unos diez
centímetros más alto que yo; ese es otro de los aspectos que
me hacen sentirme más mujer a su lado. Hacer el amor con
un hombre más bajito, no es que me importe mucho, pero no
me transmite esa emoción que sentimos "las mujeres" cuando
el macho más alto que "nosotras", nos abraza y tenemos que
alzar la boca para ofrecérsela a la suya. ¿A que sí, chicas?
-Hola mi amor Me dice inmediatamente después de
besarme, como él sólo sabe hacerlo.
-Hoy te veo más bella que nunca.
-Ya sabes cariño. Le respondo yo "muy coqueta" -Que
cuando nos vemos, toda la mujer que llevo dentro de mí
explota de emoción, y me entrego a tus caprichos con
devoción para darte los mayores placeres.
-Pero que "putita" eres Silvia.
¡Ah! Se me olvidaba decir que mi nombre de mujer es
Silvia. Cada día me gustas más. Y vuelve a darme otro beso
de tornillo y lengua que hace que las piernas me tiemblen.

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La tarde, o algunas veces noches que las paso con
Enrique, me sumo en mi papel de hembra de tal manera, que
llega un momento en que pierdo mi verdadera identidad.
Tiene Enrique esa virtud. Virtud de hacerme sentir lo que
más deseo en este mundo: haber nacido mujer; por eso estoy
"tan enamorada" de él.
En los preludios del amor, que duran más de una
hora, y a veces dos, antes de irnos a la cama me seduce de tal
forma, que confieso sin pudor que ardo en deseos que me la
meta, pero el "muy cabrón" me lo hace desear de una forma
que me "vuelve loca" porque esa demora potencia más aún si
cabe mi rol de mujer.
-¿Qué música prefieres? Me pregunta muy dulcemente.
¡No espera, voy a sorprenderte!
Sabe que el Canon de Pachelbel me vuelve "loca", y
aunque no sea lo más indicado para follar al compás de sus
acordes, para los prolegómenos del amor, a "una servidora" le
prepara de tal forma sus notas que cuando acaba la obra, me
siento mucho "más receptiva" ante "mi macho".
Nos sentamos en el sofá, "mi novio" a mi derecha, ya
que tengo falta de audición en el oído izquierdo.
Debo decir que el apartamento de Enrique guardo
bastante ropa femenina, sobre todo lencería fina. ¡Qué por
cierto es carísima! Y antes de amarnos, me transformo con la
ropa adecuada. Me pinto los labios, los ojos, me doy colorete
y me pongo una peluca rubia que le llega por debajo de los
hombros. Ese día me puse una falda negra de raso, y una
blusa de seda color azul celeste. El liguero negro que tanto le
gusta a Enrique, y unas braguitas de color malva.
-Hoy estás más guapa que nunca Silví.
–Él me llama así. Y a "una servidora" "el chochito" se le
empieza a hacer "Pepsi-Cola". Sus brazos rodean mi cuello, y
me da otro beso de desmayo.
-Sabes mi amor, que para ti siempre me pongo lo "más
guapa" que puedo.
Con suma delicadeza lleva mi mano izquierda hacia su
polla, que ya la tiene en ristre, y me dice suavemente:

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-Cariño, hazme una de esas mamadas que sólo tú
sabes hacer.
-Si, pero no te corras, ya sabes que me vuelve loca,
sentir "tu leche" en mis entrañas.
-No te preocupes mi vida. Que si me corro, tengo "más
leche" para llenar tu coñito a tope.
Cierto que soy una "mamadora" excelente, ya que sé
exactamente donde se halla el punto más sensible de la polla.
Enrique se retuerce de placer. Mis labios succionan su
glande de tan forma, que noto su espasmos.
-¡Ahhhhh! Sigue mamando sigue... ¡Ahhhhhh! Pero que
bien me la chupas. ¡Ahhhhhhh!
Al momento, un chorro "de leche calentita" emana de la
polla de Enrique, entre convulsiones y jadeos. Mi boca se
llena de su semen, que degusto como el licor más espirituoso.
Me encanta sentir "la leche" de Enrique en mi boca,
pero más me gusta sentirla en "mi coño". Por eso ahora, tengo
que esperar un buen rato a que se vuelva a poner dura. Pero
no me importa, ya que Enrique sabe muy bien como llenar
ese espacio.
-¿Qué braguitas te has puesto hoy, mi amor? Me
pregunta con los ojillos vivarachos.
-Las que más te gustan, mi cielo.
-¡Las malvitas!
-Esas, esas... que son las que te gustan más.
Mete su mano derecha por debajo de mi faldita de raso;
me abro de piernas para que pueda maniobrar mejor. Abre la
boquilla de la braga, y con su dedo medio, empieza a
circundar "mi coño" . Me abro más de piernas, echo el culo
para adelante, y lo introduce hasta la última falange.
-¡Uff! El placer ve creciendo de forma alarmante; saca y
mete el dedo de una forma tan ágil, que le tengo que decir...
-¡Para... para...! que me corro. Prefiero eso en la cama.
Ahora bésame con la pasión y el deseo que conllevan tus
labios.
Me besa con tal apasionamiento mi Enrique, que veo
las estrellas y todas las galaxias del Universo. Llego al grado

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máximo de sentirme mujer. No creo que exista más cerebro
de hembra que el mío en esos momentos. Me olvido por
completo que nací hombre, y me lleno el alma de las
ambrosías femeninas. ¡Soy mujer! ¡Muy mujer! En sus
brazos.
Lo que hacemos después en la cama, todos más o
menos os lo imagináis; pero voy a relatar los dos momentos
más emocionantes, cuando me penetra.
El primero; es cuando me coloca una almohada en los
riñones, de forma que me culete quede bien alto; ya que le
gusta follarme cara a cara, mirándome a los ojos. Por lo
tanto, me tumbo boca arriba, me abro bien de piernas, y me
coloco de tal forma que la hermosa polla de 20 centímetros de
Enrique, apuntan directamente a "mi coño".
El sabe, que me gusta sentirla como entra, por lo que
me la mete muy despacito, muy despacito, de manera que
siento como se va deslizado milímetro a milímetro. Son unos
segundos que me hacen sentir la verdadera locura del sexo,
hasta que siento sus testículos como repican en mis nalgas
por el vaivén que producen sus empujones.
El segundo; es cuando me la saca. Lo hace igual, muy
lentamente; el efecto es maravilloso, siento como su pene sale
"gimiendo y llorando" y se despide de "mi coño" con honda
tristeza. El placer es inmenso: esa polla que me ha perforado
durante unos minutos, que me he llegado a las entrañas, y
que me ha hecho sentir los prodigios de ser una mujer
penetrada, dominada y sumisa al macho.
El beso de Enrique después de depositar en el hondo
de mis profundidades su caliente liquido seminal que me
quema; y me lleva a las delicias del séptimo cielo, con mis
labios prácticamente "comidos" por los suyos; mis braguitas
mojadas, y mi liguero negro tirado en la alfombra de la
alcoba, es el paroxismo del placer. ¡Qué extraordinario es ser
mujer!

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Mi colección de vellitos de pubis

Una de las aficiones que he tenido, es la de coleccionar


los "pelitos del chichi" de las damas que he tenido el honor de
compartir el mismo lecho. ¡Bueno! lo del lecho fue cuando era
mayor y ganaba lo suficiente para llevar a una señora a un
hotel como mínimo de tres estrellas; porque de púber, se los
arrancaba en la butaca de "la fila de los mancos" de un cine
de barrio, o cuando se la "metía ente los muslos" en la tapia
de un solar sin luces.
Empecé a los 18 años. Pedía permiso a la amiga, novia
o amante de turno, si la importaba que guardara como
recuerdo unos vellos de su pubis, y como aquellos años de mi
juventud la mujer no se depilaba, no estaba de moda llevar el
chumino afeitado, ni las axilas siquiera, no me era difícil
arrancarles unos pelitos. Vellitos que guardaba en una cajita
de chapa; de esas que se utilizan como pastillero, y que
escribía una breve reseña de lo acontecido en aquella fecha.
Algunas incluso, con una pequeña foto que pegaba en el
interior.

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Obvio decir, que absolutamente nadie, salvo las
interfectas, que no tengo ni idea que será de ellas, ya que
hace muchos años de aquello, sabe de la existencia de
mencionada cajita, para mi una reliquia.
De vez en cuando en la soledad del hombre mayor que
ha visto como la vida se le ha ido de un soplo, rememoro las
vivencias pasadas ¡Qué maravillosas vivencias! Y me recreo
en los versos que dedicaba a cada una de aquellas que tuve el
honor.. ¡Bueno! más bien placer de entrar en las
profundidades de sus coñitos, succionar con deleite sus
pezones, y beber el agua de sus bocas.
Tengo exactamente 126 cofrecitos con sus
correspondientes inscripciones: nombre, fechas, algunas
fotos de las que amé, y unos versillos acordes con lo vivido.
He hecho el amor con más de 126 mujeres en mi vida,
pero no de todas conservo "estos recuerdos". Quizás porque
no hubo ocasión, o porque no procedía el "robarles" esos
pelillos rizados. No sé. Pero sin duda, estas 126 cajitas que
guardo como un tesoro y con sus lacitos de cintas de diversos
colores, alegran mis remembranzas, y dan cierto sentido a mi
pasado. Que si me avergüenzo de algunas cosas que hice mal,
nunca me arrepentiré de todo lo que he follado.
Van a ser los lectores de Relatos Eróticos, los primeros
que leen estas evocaciones mías.
¡Sí, sí! Ya sé que no tienen ningún valor literario, pero
al menos si servirán para comprobar los "lilas" que éramos
los jóvenes de aquella época. Pero "lilas" o no, el caso, que un
coño tenía un inmenso valor, era como el dios del amor, y por
el que nos desvivíamos por alcanzarlo.
¡A ver chavales de hoy! ¿Os impresiona ver un
chochito? ¿A qué no? Hoy los chuminos están al alcance de
cualquier mano o polla, y como la mayoría están rapados, no
pedéis coleccionar sus pelitos.

Primera cajita. Isabel. Madrid. Febrero de 1956

Gracias Isabelita por este vello,

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te prometo que será mi destino,
y que al fulgor de sus destellos,
recordaré siempre tu chumino.

Segunda cajita. Rosita. Madrid, Mayo de 1957

Mi querida amiga Rosita:


perpetuamente guardaré,
adentro de esta arquita;
y con pasión olfatearé
los vellitos de "tu rajita".

Si, si... ya sé que son unas cursiladas de versos, pero


hay que situarse en el tiempo y en el espacio. Tenía a la sazón
17 o 18 años, y a esas edades uno es inexperto en los temas
del folleteo, pero sabía, que a las mocitas de mi edad, les
gustaban muchos los chicos románticos. Y un servidor lo era,
y les cantaba las canciones de Machín, Jorge Sepúlveda y
Lucho Gatica.

Tercera Cajita: Pepita. Madrid, Septiembre de 1959

Irene, guapa moza de Trujillo


que un tiempo me tuvo en danza.
Llegar a su coño no fue sencillo,
pero con tesón y constancia
conseguí arrancarle estos pelillos.

Cuarta Cajita: Pilar. Madrid, Enero de 1960

Pronto seré militar


donde no veré más que tíos,
por eso le pedí a Pilar
en la orilla de aquel río,
que me permitiera entrar
(porque hacía mucho frío)
en su ardoroso lupanar,

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que por un día hice mío.

Quinta cajita. Arantxa. Alava. Mayo de 1960

Me emociono al ver el mechoncito


que arranqué de aquel "monte poblado".
Pelitos de un excitante chochito
que me tuvo tanto tiempo ilusionado,
y que no han quedado marchitos;
pues en mi alma quedaron grabados.

Podría seguir hasta la 126 cajita, pero sería aburrirles.


Con cinco cajitas ya creo que hay "pelitos" suficientes.

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Mi hija es lesbiana

Nota: Este relato totalmente imaginado y que no está


basado en la experiencia personal de nadie, pretende poner de
manifiesto, que, la sexualidad aunque es un factor muy
importante y que permite la multiplicación de las especies, no
es concluyente en el desarrollo de las sociedades modernas;
puesto que aunque el sexo determina la concepción del ser
humano, no establece el progreso; ya que la perfección no se
halla en los genitales, se encuentra en el cerebro.
Por lo tanto, que el sexo sea una causa, pero que sus
efectos no sean devastadores en el ser humano, como
desgraciadamente lo son en muchas personas.

Marta y Silvia, las protagonistas son lesbianas, pero su


lesbianismo no les ha condicionado para nada; son dos
profesionales muy cualificadas, y saben muy bien "dar al sexo
lo que es del sexo", pero nada más.
Afortunadamente ser gay o lesbiana a principios del
siglo XXI no es una desgracia en España. Sin embargo tan
sólo hace 40 ó 50 años, para unos padres, (sobre todo para el
padre) hubiera sido en algunos casos, motivos de suicidio.

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Tampoco es que hoy sea un orgullo para un padre que
sus hijos sean homosexuales; pero si por encima de su
sexualidad son personas serias, honradas y muy cualificadas
profesionalmente, atenúa en gran aparte aquello "del que
dirán"; porque aunque las sociedades por muy avanzadas que
sean, todavía no admiten como forma natural el matrimonio
entre personas del mismo sexo. Lo negativo de esta situación,
es que, no creo que vaya a tener nietos de la forma tradicional
que durante milenios ha sido la forma natural de ser abuelo.
Voy relatar la circunstancia personal de mi hija Marta.
tiene 35 años, y se ha casado por lo civil con Silvia, cuatro
años menos que ella. Es ginecóloga, directora del
departamento de ginecología de un gran hospital, y su
"esposa" abogada. Las veo muy felices y unidas; eso me
consuela. Llevan cuatro años casadas.
Ha sido una estudiante muy brillante; no ha repetido
ningún curso, y acabo la carrera a los 25 años con varias
matrículas de honor, y sin ningún suspenso, Recuerdo su
enojo cuando un curso, me enseñaba sus notas.
-Papá estoy disgustada.
-¿Por qué hija? si las notas que me enseñas son
extraordinarias.
-No ves papá, que hay dos notables.
-Lo que veo Marta, es que las demás asignaturas son
sobresalientes y matrículas de honor.
-Ya, papá, pero me fastidia que por dos errores de
nada, esos dos notables no sean dos sobresalientes.
-Venga hija ¡por favor! no seas tan exigente contigo
misma. ¡Cuántas chicas darían por tener estas notas!
Marta es tan femenina, que durante su infancia ni a su
madre ni a mí nos dio motivos de sospecha de su
lesbianismo. El que estudiara tanto, y siempre con amigas; y
el que no saliera con chicos, siempre con chicas, no nos
infundía dudas de su inclinación sexual, ya que pensábamos
que para ella sus estudios eran lo primero. Ya tendría tiempo
de tener novio. Hasta que un día...

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...Regresé del despacho muy pronto, no me encontraba
bien, y decidí volver unas tres horas antes de lo habitual a
descansar. Nuestra casa es muy grande: un dúplex de seis
habitaciones, salón principal, cuarto de estar, despacho y
tres baños. Más las dependencias del servicio.
Era un jueves, día libre de la sirvienta. Casi siempre
llamo al timbre; me es más cómodo que me abra la chica y
que de paso me da las novedades del día, si las hubiera. Y mi
señora, Celia, sabía que tampoco estaba; por lo que tuve que
abrir yo.
Casi toda la vivienda es de moqueta, apenas se hace
ruido al andar por el pasillo. Al pasar por el cuarto de Marta,
sentí como una especie de jadeos y suspiros que procedían de
dentro. Marta tenía a la sazón dieciocho años. Me paré un
tanto extrañado, y "pegué la oreja" a la puerta, que además
no estaba cerrada del todo, como unos diez centímetros
estaba abierta. Marta sabía perfectamente que los jueves la
casa se queda sola desde las 16 hasta las 22 horas.
-Qué ganas tenía de estar a solas contigo Silvia. Era la
voz de mi hija, clara y limpia, (como suele hablar)
-Y yo contigo Marta. Desde que somos novias apenas
tenemos oportunidades salvo los jueves, y no todos, de estar
solas.
¡Pero que oigo! Mi hija es novia de otra chica. Estuve a
punto de saltar, pero no, algo me contuvo. ¿Quizás morbo?
No lo sé, la verdad, el caso que decidí seguir "pegando la
oreja".
Miré por la abertura sin cerrar de la puerta, ya que era
imposible que me vieran, pues el cabecero de la cama está
ubicado detrás de la misma, no frente a ella. Y las dos
estaban en ella como Dios las trajo al mundo.
-Te voy a comer la boca a besos, Marta.
-Y yo el alma a suspiros, Silvia. Le decía mi hija "a su
novia".
No sé que me pasó, pero tuve una erección terrible, ver
a los dos niñas con cuerpo de diosa desnudas, me causó una

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sensación conmovedora. Pero tuve muy claro que jamás
invadiría la intimidad de mi hija.
Los chasquidos de los besos repicaban en la alcoba
como campanas tocando a gloria.
-Mi vida, mi amor, lo que siento por ti es indescriptible;
es la erupción de todos mis sentidos. Le decía mi hija a Silvia,
otra chiquilla preciosa de su misma edad, o quizás un año
mayor.
-Lo mismo que yo por ti Marta, jamás pensé que podría
amar y desear tanto a una mujer.
Mi conmoción fue terrible, cuando vi a mi hija situarse
encima de Silvia, pero a la inversa; es decir adoptando al
clásica postura del 69. Por la posición en que me hallaba, (ya
he dicho que el cabecero de la cama miraba hacia la pared de
enfrente de la puerta de la entrada) por lo tanto, veía
perfectamente el sexo de mi hija, y como Silvia se lo devoraba
de una forma casi salvaje.
Los gemidos y los suspiros se convertían en estertores;
estaban tan creídas de que estaban solas, que no reparaban
en nada más que amarse de esa manera tan feroz.
-Mi amor, mi vida, como de tus entrañas y bebo de las
fuentes de tus manantiales. Le decía Silvia a mi hija mientras
le lamía la vulva y el ano.
Como digo antes, por la posición que se hallaba mi
hija, sólo podía ver sus partes traseras, y quedé alucinado de
su cuerpo ¡bueno! de lo que veía. Tiene un culo precioso,
como el de su madre, y juro, que la sombra del incesto rondó
por mi cabeza, pero se me pasó enseguida, sólo pensarlo me
horrorizaba, por lo que cerré los ojos para no volver a caer en
ese pensamiento.
Una vez acabadas las caricias buco genitales en
aquella posición tan excitante, Marta se dio la vuelta, y es
cuando vi todo el esplendor de su cuerpo: sus pechos
turgentes como las tulipas que iluminaban la estancia. Pero
lo que más enervaron mis neuronas, fue cuando las dos
chicas, con sus bocas y aledaños todavía rezumando los

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jugos de sus vulvas, se besaban con tanta ansias y deseos
que parecía querer licuarse en un mismo cuerpo.
-Mi vida. Le decía Mi hija a Silvia. -Llevo en mi boca los
zumos del "Piélago de las Ninfas", toma, bebe. A la vez que le
daba la lengua.
-Y yo amor mío. Le dijo Silvia. -En mis labios
transporto las fresas más sabrosas del "Valle de tus
Encantos".
Y las dos hembras se fundieron en una caricia digna
de ser cantada por los poetas.
No quise ver más, porque no sabía quien era yo en ese
momento; si el padre de Marta, o un ser perverso que
deseaba intervenir en aquella pasión desenfrenada de ambas
chicas. Y me salí de aquella escena con una escalofriante
sensación de abatimiento. ¡Cómo iba yo afrontar este hecho
que me superaba! ¿Y mi mujer? ¡Cómo se lo tomaría!
El sábado siguiente, quedamos solos en casa, mi mujer
había salido a realizar una compras.
-Papá, quiero hablar contigo. Yo no había comentado
absolutamente nada con mi mujer, ya que estaba analizando
los hechos para buscar la mejor forma de abordarlos, y el
mejor momento. Y mucho me temía que iba a ser mi hija, que
hacía unos días había cumplido la mayoría de edad, la que
nos expondría su condición sexual.
-Dime hija.
-Ha llegado el momento de lo que lo sepáis.
-¿Qué es lo que debemos saber, Marta?
-Venga papá, no te hagas el tonto, que el otro días nos
vistes.
Quedé petrificado, pues estaba seguro de que ellas no
me vieron.
-Sí, papá. ¿O es que no sabes que hay un espejo en la
pared enfrente de la cama de mi habitación?
La verdad que no caía, pues muy pocas veces frecuento
su habitación. Y el día que hice de "voyeur" ni me di cuenta.
Posiblemente la excitación me lo impidió.

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-Pues sí papá, a través del espejo vi como nos
observabas.
Ahora si que casi me derrumbo. Mi hija me estaba
exponiendo su lesbianismo de una forma tan natural que
demostraba una preparación intelectual a prueba de todas
las situaciones por muy escabrosas que fueran. Alucinaba en
colores. Sólo se me ocurrió decir:
-¿Qué va a pensar mamá?
-Nada mamá, lo sabe.
-¡Quéeeee!
-Qué mamá también lo sabe. ¡Pero cómo una madre no
va saber los secretos de su hija!
Me di cuenta, que los hombres estamos o somos ajenos
a los problemas de los hijos; creemos que nuestra misión es
procurar el bienestar de ellos. ¿Pero de sus sentimientos, que
sabemos? ¡Nada!
-¿Y mamá que piensa? Casi balbuceaba.
-Nada que te preocupe, papá. Mamá me contó que a mi
edad tuvo alguna experiencia lesbi. Está al tanto de todo.
-¡Ah! Sí.
-Sí papá. ¿o es que tu de jovencito no tuviste
tocamientos o algo más con algún amigo?
-Bueno, bueno niña, dejemos de hurgar en el pasado, y
dime cual va a ser tu futuro sexual.
-Papá. ¿Te preocupa mi futuro profesional?
-No hija, sé que lo que emprendas triunfarás, eres una
mujer fuera de serie; sacar un diez en la selectividad está al
alcance de muy pocas mentes.
-Si no te preocupa mi futuro profesional, ¿por qué te
ha de preocupar mi futuro sexual? ¿Es que acaso es más
importante?
Estaba asombrado de la actitud de mi hija. ¡Cómo
dominaba la situación! Con esa actitud iba también a
dominar el mundo; por lo que mi asombro sobre su
lesbianismo, se me había pasado.
Estaba ante un ser privilegiado y de una inteligencia
asombrosa; y me di cuenta, que el sexo es algo que debe estar

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sometido exclusivamente a la voluntad de la persona, y que
nadie, absolutamente nadie debe inmiscuirse.
-No, hija no. Estoy muy orgulloso de ti. Tu vida sexual
es tuya y si decides unir tu vida sentimental a otra mujer, te
desearé la mayor felicidad del mundo.
-Gracias papá. Sabía que me comprenderías.
Debo reconocer como hombre que soy, que a pesar de
estar orgulloso de mi hija por la carrera fulgurante que lleva,
en la boda con su novia de toda la vida, Silvia; tenía un sabor
agridulce. Sé, que la familia tradicional tiende a desaparecer,
que las relaciones de pareja tanto homo como heterosexuales,
estarán basadas en la inteligencia más que en la entrega y en
la sumisión.
Un ejemplo de lo que digo son Marta y su esposa, (o
viceversa). Son dos profesionales tan cualificadas, que el sexo
para ellas es la demostración del amor que se profesan, pero
no les condicionan para nada en el proyecto común de vida
que tienen.
Han conseguido la adopción de una niña oriental
preciosa, que para mí es como si fuera mi nieta de sangre. Lo
que evidencia, que es el roce, no la sangre lo que confiere el
afecto.
Soy un padre y un abuelo feliz.

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Mi primer "polvete" del año

El día 30 de Diciembre sobre las siete de la tarde me


llamó jorge, un antiguo novio que tuve hace dos años; creo
que en algún relato me he referido a él. Tuvimos una relación
tan intensa, y estaba tan enamorado de mí, que hasta me
propuso matrimonio. Propuesta que no acepté, ya que
aunque soy "muy maricona", y sentirme mujer es una de las
sensaciones de las que considero que me merece la pena
seguir viviendo esta vida, no acepté porque esta locura mía de
ser hembra, no me hace perder el norte de las cosas de la
vida.
Y si la Naturaleza me hizo "la gran putada" de crearme
un macho de un metro ochenta y cinco, guapo y con un pene
de 18 cm y gordo, y encima una persona con un nivel de
inteligencia superior a la media, sus razones tendría. Por lo
que intento llevar esta doble faceta de "hembra/macho" con
la mayor dignidad posible; y porque soy de los que detesta los
esperpentos, provengan de donde provengan. ¿O es que yo no
sería un esperpento si intentara convencer a mi entorno
social que soy una mujer porque lo llevo en el cerebro, y como
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mujer voy a vivir las 24 horas del día? ¡Pues no! Me verían
como a un adefesio.
Como iba relatando, me llamó Jorge el día 30 sobre las
siete de la tarde.
-Hola Silvia bonita (ya saben que es este mi nombre de
"guerra", cuando hago de mujer) ¡sorpresa! ¿Te acuerdas de
mí?
¡Cómo no iba a acordarme! Si fue el hombre que me
hizo más feliz como mujer. ¡Jamás me dio el más mínimo
detalle, para recordarme que soy hombre! Todas sus acciones
¡absolutamente todas! Fueron encaminadas a que me sintiera
la mujercita más feliz del mundo. Y de verdad que lo
consiguió. En mi mente se agolparon aquellos recuerdos tan
maravillosos que viví en sus brazos.
Aquellos labios tan sensuales, sobre todo el superior,
muy poco común que en el hombre sea tan marcado, me
hacían enloquecer...
Aquellos besos en las que me tenía totalmente
dominada, abstraída, ensimismada en la gracia de su boca...
He tenido bastantes amantes, ¡pero cierto! Sentirme
mujer, mujer al cien por cien, como con Jorge, con ninguno.
-Cómo no voy a acordarme de ti, Jorge. Si tu voz dulce
y melodiosa sigue acariciando mis oídos lo mismo que
antaño.
No sé como me salió esta frase. ¡Juro que no lo pensé!
Fue totalmente espontánea, lo cual indica que mi
subconsciente estaba pensando por mí.
-Lo que me sorprende es tu llamada. Lo nuestro fue
muy lindo, pero te dejé muy claro por mi parte, la
imposibilidad de vivir en pareja.
-Ya, ya. Silví. Ya, ya. Pero mi llamada no es para volver
a las andadas... Es para...
-¿Para qué es tu llamada entonces? Pregunté algo
nerviosa.
-Te llamo para revivir una noche de pasión. Sin
compromisos ni vueltas al pasado, sin reproches. Sólo para
amarnos hasta la extenuación la última noche de este año.

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Me dio un vuelco el corazón y me "mojé" como nunca.
Mis braguitas así lo confirmaban. Evidentemente no era flujo
de mujer; era líquido prostático, pero mi entrepierna estaba
hecha "caldo" por la propuesta de Jorge.
-Me seduce la idea. -¿Pero cómo es que no tienes
pareja para esta noche tan especial?
-Primero, porque no tengo pareja fija, y segundo, que la
pareja de turno se va a casa de sus padres, a Burgos; y
aunque me han invitado, no tengo ni puñeteras ganas de
entablar relaciones familiares con nadie. Lo que me temo es
qué tú no puedas, que tengas otras razones más poderosas
de pasar la noche con "tu antiguo novio".
-Pero que malo eres Jorge. Cómo sabes tocar mis fibras
más sensibles!.
La verdad era que tenía otros planes, pero ¡Joder! Era
tan fuerte la idea de volver a revivir sus besos y sentir su
polla hasta el fondo de mis entrañas, que le dije que sí, (aún
sin saber que excusa iba a dar en casa), y quedamos en un
lugar después de tomar las uvas con mi familia.
Allí estaba Jorge, más espectacular si cabe que la
última vez que nos vimos. Quizás con un par de kilos más, y
algunas canas más en sienes, canas que le daban un aspecto
de galán de cine. Con un abrigo azul marino cruzado de
solapa ancha ( a la moda ) y su pañuelo blanco alrededor del
cuello.
Yo me puse un liguero granate, porque sé que a Jorge
le encantan los ligueros de ese color. Unas medias especiales
que había visto en una tienda de lencería muy famosa,
imitaban a las burbujas de champán en un fondo
precisamente de ese color; y unas braguitas rojas preciosas
con un pequeño encaje que lucía más junto al liguero.
Obviamente exteriormente mi aspecto era de hombre. ¡Ah!
Debo decir, que, estoy depilada totalmente: pecho, espalda y
piernas! ¡Y mi dinerito me cuesta!
Soy bastante observadora, y la cara que se pone ante
una primera impresión es inequívoca de interpretar. Y la cara
que puso Jorge al verme fue de una sorpresa muy agradable.

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Por lo tanto la fiesta, la locura y la pasión estaban
aseguradas esa noche.
Habíamos quedado en Macumba, una de la sala de
Fiestas más acogedoras del ambiente gay de Madrid. El local
estaba repleto de personas todas a cuál más espectacular. El
"Orgullo Gay", se mascaba en el ambiente. Orgullo que nunca
he entendido, puesto que si tengo orgullo de algo en mi vida
es de ser una buena persona que ha sabido ganarse el
respeto de mi entorno social, precisamente como persona y
profesional. Ser mujer en la intimad es un sentimiento que
llevo, que me produce muchas sensaciones agridulces, pero
ningún orgullo.
-Estás más hermosa que nunca Silví. Me dijo rodeando
sus brazos por mi cintura. Le ofrecí mis labios para que me
los besara con sólo Jorge sabe hacerlo. Mis dedos de ambas,
manos jugueteaban con los cabellos de su nuca, mientras
sentía su lengua como buscaba los rincones más melosos de
mi boca.
Bailamos como dice Sergio Dalma: muy pegados, y sus
labios solo se separaban de los míos para respirar. Le dije.
-Jorge, mi amor, haz esta noche perpetúa, quiero
sentirte tan dentro de mí, que hasta el fin de mis días te
sienta en mis esencias, que nunca salgas de ellas.
-Sí, mi vida. Te prometo que esta noche será
perdurable en nuestras mentes, nada ya podrá quitarles este
recuerdo.
-Cariño. Le dije, al verle tan empalmado, con su polla
que no despegaba de mi vientre: -Aguanta, lo que puedas, ya
sabes que me muero por saborear "tu leche", no la derrames
aquí inútilmente.
-Tranquila Silví, ya sabes, que para mí eres la mujer
más hermosa del Universo.
Por poco soy yo "la que se corre" al escuchar estas
palabras. Es que Jorge me hace sentir tan mujer, que hasta
yo mismo me lo creo.
Sobre las seis de la madrugada, ya el primer día del
año 2011, ambos cegados de pasión y deseando hacer el

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amor hasta donde nuestros cuerpos lo permitieran, me llevó a
su apartamento de Argüelles, uno de los barrios más chips de
Madrid. Apartamento que no conocía.
-¿Te gusta?
-¿Me encanta? –Le dije a la vez que le ponía la boca
para que me "la comiera".
Hacía como poco menos de un año, que mi culo no
había sido follado. Se lo dije a Jorge, y no me creyó.
-Venga Silví, ¿No me digas que no has follado en ese
tiempo?
-¿Gano algo con mentirte?
-La verdad que no, porque te voy a follar con las
mismas ganas, hayas o no hayas follado con otros.
Y así fue: Porque jamás me había sentido tan hembra
en mi vida, lo que me hizo Jorge rompió tosas mis nociones
sobre el amor.
La cama era de matrimonio, pero no tenía cabecero, no
sé si lo quitó para la ocasión, o es que era así. El caso es que
me situó boca arriba con mi cabeza muy pegada a la pared,
de modo que sin hacerme daño me tenía cono acuñada a la
misma; me puso un cojín en los riñones, y otro más ancho
justamente debajo de mi culo, y las piernas me las subió casi
a la altura de la cabeza. Me vi en esa posición por espejo
lateral que estaba (o había colocado aposta) no le sé. El caso
es que estaba totalmente sometida a sus csprichos, no podía
hacer nada por escapar de aquella postura.
Vi por la abertura que dejaba mis piernas, como se
lubrificaba la polla, que por cierto, se me antojó más grande
que nunca. No lo pude resistir, con mi mano derecha, se la
tomé, y la llevé directamente a mi ano, esperando la
embestida inmediata.
Pero Jorge sabedor de mis gustos no empujo, no. Hizo
lo que me "vuelve loca", lentamente, muy lentamente, me fue
metiendo su hermosísima polla milímetro a milímetro. Cada
cachito que entraba en mi ansioso culo me estremecía; mis
testículos recibían terribles descargas nerviosas, parecía que

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iban a reventar por aquella terrible presión. Fue un momento
eterno que jamás olvidaré.
Una vez toda dentro de mi "ansioso coño", me di
cuenta de lo Jorge pretendió con acuñarme contra la pared:
una vez ensartado hasta sus huevos, no tenía escapatoria,
pero me hizo gozar como jamás hubiera pensado gozar. "Me
rompió el culo" a placer; y cuando me la sacó chorreando
todavía su "leche calentita", me sentía como si hubiera
parido, un escozor de ano ¡bendito escozor! Que me hizo
sentir toda su virilidad.
Dormimos como dos horas. A eso de las diez, me
despertó con su polla en mi boca.
-Cariño. Todavía me queda un buen chorro de leche
calentita, para que te nunca olvides tu "primer desayuno" del
nuevo año.
¡Cierto! Nunca jamás olvidaré el maravilloso desayuno
que me ofreció Jorge ayer. Absorbí de "aquel manantial" como
si se fueran a secar todas las "fuentes del amor".
Fue la "mamada" jamás cantada por poetas ni juglares;
ni escrita por lo mejores prosistas. Fue sin duda: "La gran
mamada". Todavía conservo en mis labios, las malvasías de
aquel germen celestial.

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Mis ligues por Internet

Creo que soy uno de los primeros internautas a nivel


particular de España; ya que empecé a navegar por la Red a
mediados de los años noventa.
Mi nombre y nicks figuran en los buscadores hasta en
chino y japonés; ya que he tenido varios blogs, he colaborado
en numerosos foros de diversa índole y tendencias, y sobre
todo, he sido uno de los "reyes de los chats" de habla
española.
He ligado todo lo que he querido a través de los
mismos por mis dotes de escribir; sabido es, que a la mujer
se le llega muy bien "regalándola" el oído; y mi especialidad
era la de llevar al ligue de turno fantasías virtuales. Puedo
componer un soneto o una odas en dos minutos elevando sus
virtudes.

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Mis ligues por la Red han sido virtuales, porque no
podrían ser de otra manera los de allende del Atlántico, y
bastante reales los de España.
Correría el año 1995, cuando conocía a una señora de
Valparaíso – Chile, profesora de Instituto, según me dijo y le
creí, porque la cultura que denotó el tiempo que estuvimos
chateando lo certificaba, y soltera y de 45 años.
Era reacia al principio a mantener cibersexo, pero al
hacernos cibernovios, porque los dos así lo deseábamos, le
dije que en Chile no sé, pero en España los novios tienen
relaciones sexuales. Me dijo que en Chile también, pero que le
deba un poco vergüenza y que le parecía muy frío, además no
disponía de webcam, pero que se la iba a comprar.
Nos conocíamos por fotos, ya que el intercambio era
casi continuo, y los dos nos gustábamos físicamente además
de identificarnos intelectualmente. Cuando nos vimos por la
webcam, reforzamos nuestras expectativas eróticas el uno
sobre el otro, y a partir de ahí, es cuando de verdad empezó
nuestro ciber idilio.
"Las pajas" que nos hacíamos uno frente al otro del
monitor eran brutales. Ella me pedía que le enfocara mi polla
cuando iba a correrme, le excitaba verme eyacular, y a mí,
que me enseñara las tetas y el coño durante el ciber coito,
pero cuando se corriera, quería ver su rostro.
Le susurraba al oído, (llevaba cascos), palabras dulces
de amor, y observaba como se enervaba; (sin duda el rostro
transmite las esencias del alma y del corazón) se mordía los
labios y entornaba los ojos cuando le decía:

Vida, mi amor, mi pasión.


A pesar de la enorme distancia,
te siento aquí, junto al corazón.
Deja, me extasíe de tu fragancia,
sabor de malvasía, menta y limón.

Sabía que me fascinan los ligueros negros, y me daba


ese placer. No recuerdo haber visto unos muslos tan

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hermosos y bien formados como los de "mi novia chilena". La
impresión que me daba cuando se me exponía por la webcam
con una especie de salto de cama rosa transparente, era de
infarto. Se lo desprendía lentamente y me mostraba su
hermoso cuerpo embutido en aquel liguero negro que me
hacía ver las estrellas y el Universo; era mi delirio.

Dame tus dos cerezas encarnadas


que emergen de tus pechos en flor.
En mis labios quedarán disipadas;
como dos gotas de espirituoso licor.

Se acercaba la cam a su pezones, mientras que yo


hacia la onomatopeya de la succión...
-¡Chupss! ¡Chupss! ¡Chupss!
Ver su rostro, era ver un cuadro de Rubens; la emoción
le embargaba tanto como a mí. Nunca supuse que un "polvo
virtual" pudiera conllevar tantas emociones. Ella me decía
con su acento meloso, propio de su tierra:

Mi amor... mi vida... mi ternura...


Sigue absorbiendo de mis pezones,
quiero ver como se te pone de dura,
y probar el tamaño de "tus razones".

Situaba mi cámara justo enfrente de mi entrepierna,


donde pudiera ver perfectamente las consecuencias de ese
amor virtual. Y me decía con voz entrecortada y susurrante:

¡Oh! Qué cielo más hermoso.


¡Qué paraíso más sonrosado tiene!
Mi alma y mi sexo buscan ansiosos,
que derramen en mi toda su nieve.
Y yo le respondía, con voz trémula:

Mi amor chileno, mujer que apagas todos mis fuegos...


Estoy a punto de derramar el volcán de mi lava ...

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-Espera... espera... ¡No te vayas! Que me quiero ir
contigo...¡Ya me llega..! Me decía ella.
-Espero lo que haga falta ¡amor mío! ¡Vamos los dos
juntos al valle de los placeres!
Acercó más la cámara hacia su coño...
¡Joder! que coño. La pantalla, de 20 pulgadas de mi
monitor, era todo de la vulva de mi amante chilena. Entre sus
vellos negros y ensortijados, emergían sus ninfas como dos
amapolas, y del capuchón brotaba su clítoris sonrosado como
el pistilo de una rosa.
No pude aguantar más. La visión que aquel coño que a
pesar de estar a más de diez mil kilómetros de distancia,
virtualmente lo tenía a 30 cm, y me subyugaba de tal forma,
que mi mente lo podía oler, tocar y degustar.
¡Oh! Milagros de la imaginación. Juro que la emoción
era tan fuerte, que jamás la había sentido con tanta
intensidad en la realidad. Había tenido al alcance de mis
manos, lengua y polla, decenas de coños, pero como ese...
jamás...
El deseo era tan enorme, que mis sentidos traspasaron
todas las barreras de lo imposible, y me mente se lo folló de
tal forma, que me quedé exhausto, rendido...
Aunque fue un polvo virtual, sin duda me reportó uno
de los mayores placeres. De mi vida.

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Mi otra vida virtual

No Pretendo con mis escritos, además de dar rienda


suelta a los detritus de mis sentidos, intentar llevar al
convencimiento del que los lee, que todas aquellas acciones
naturales que son consustanciales con el cuerpo y por lo
tanto indivisibles de él, no tiene porqué avergonzarnos.
Todo aquello que sea común se ha de aceptar como tal,
y nunca como materia de reproche. ¡Claro! ¡Claro! Ya sé que
tampoco se va a hacer gala de ciertas cosas que el cuerpo
humano realiza; es sabido por todos y no hace falta
recordárselo a nadie.
Dice mi psiquiatra, que los seres humanos sin
excepción tenemos a lo largo de nuestra vida fantasías de
diversas naturalezas; como si soñáramos despiertos y que
imaginamos otras formas de vida y otras conductas; que en
nuestras quimeras somos todo menos nosotros mismos. Y
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debe ser verdad porque un servidor en mis 70 años de vida
fantaseada, he sido de todo, hasta maricón.
Y juro por mi honor, que lo que ha dado impronta a mi
real forma de ser ha sido y sigue siendo hoy aunque en
menor medida, el mujerío. La mujer como he dicho antes ha
sido siempre la protagonista de mis sueños y mis realidades,
y nunca jamás ha faltado ella de mis pensamientos.
Es tanta devoción que tengo por la mujer, que la mayor
frustración es no serlo. Mi mente es una simbiosis de hombre
y mujer, en ella están asociados los dos sexos.
Quiero pensar que pienso en mujer, porque el
pensamiento de ésta es tan sublime en todas sus facetas, que
siento sin sentir las mayores conmociones femeninas.
Cuando veo a una mamá dando el pecho a su bebé, es
tal la ternura que invade mi mente, que lo único que me
subyuga de ese hecho es el inmenso amor de esa mamá al
alimentar a su tierno infante. Yo jamás podré experimentar
en la realidad esa emoción, pero mi mente la vive como real.
El entorno de la mujer me llega a fascinar de tal manera, que
a veces me sorprende a mi mismo.
Lo cotidiano de un hombre me resulta hasta ridículo,
pero sobre todo basto. La rutina de una adolescente desde
que tiene su primera regla, ver como sus pechos crecen y ese
pezón que se forma en el centro de su aureola; ese, su primer
sostén ¡qué emoción más hermosa debe experimentar cuando
compra su primer sujetador!
Yo les juro a ustedes que no me invade ninguna
vibración interior cuando me compro unos calzoncillos; pero
en mi otra cara de mujer, cuando imagino que me compro
unas braguitas. ¡Ummm! O mejor aun cuando me las
compras acompañada de esa amiga íntima con la que
compartes todos tus secretos.
-Sonia, mañana voy a tener mi primera relación con mi
novio. Tú que sabes más que yo de estas cosas, que color de
braguita me aconsejas.
-¡Ay! hija. No puedo saber cual es el color de bragas
preferido de tu novio. A los hombres les suele excitar los

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rojos, negros y malvas, pero fíjate en sus corbatas y te las
compras del color que predomina en ellas
-¡El rojo! el rojo sin duda; las llevaré rojas al tálamo.
¡Joder! que emoción siento sólo con escribirlo
¡Bueno! ¡Bueno! ¡Bueno! Lo que ya me pone los bellos
retorcidos es la actitud de la mujer cuando es abrazada y
besada por el galán.
Cuando Julia Roberts se ve rodeada de los brazos de
Richard Gere, envuelve con sus brazos el cuello y acaricia su
nuca jugueteando los dedos con el pelo, le ofrece su boca
medio abierta para que Richard libe de esos labios y empieza
a saborear las mieles que se desprenden de ellos...
...Daría en ese momento días de mi vida futura por ser
sólo un minuto el chichi de la Roberts.
¡Cada minuto de la vida de una mujer debe ser tan
excitante!
¡Sí! ¡Sí! ya sé que son fantasías mías. Que la mujer
también sufre y algunas su vida es un rosario de penas y de
sinsabores, pero de lo que estoy seguro, que la vida emocional
de la mujer es inmensamente más rica y llena de matices que
la del hombre.
El sentimiento maternal, sentimiento que nunca podrá
experimentar el hombre, sin duda debe ser algo imposible de
imaginar por él.

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Mi vida: un mundo lleno de emociones
y satisfacciones

¡Si señoras y señores. sí! Desde que me levanto hasta


que me acuesto, vivo una sucesión de emociones y
satisfacciones que me trasladan a los maravillosos universos
que giran alrededor de mis fantasías y mis realidades.
Nada más despertar, y comprobar que ha amanecido
un nuevo día, empieza mi caravana de emociones: ¿O es que
ver amanecer otro día no es motivo para que nuestra alma se
alboroce y experimente el corazón una gran satisfacción?
Me levanto dando gracias al creador de la vida por
haberme permitido poner otro día más los pies en el suelo, y
me dispongo a vivir otro repleto de maravillosas sensaciones.
Es la primera emoción que mi alma experimenta.
La segunda satisfacción que recibe mi cuerpo es la de
ir a cagar (permitan el vocablo) pero es que eso de: defecar,
hacer del cuerpo, hacer de vientre, evacuar, descomer y otras
definiciones, me parecen cursis. CAGAR, es la auténtica y

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genuina definición del hecho de vaciar el vientre de los
detritus que desecha el cuerpo. ¡Vamos! De la mierda.
Cuando giño, mi cuerpo y mi alma entrar en una
extraña simbiosis cuyos efectos me crean maravillosas
impresiones.
Como todo hijo de vecino, nunca cago sin leer lo que
pillo a mano: una revista, un catálogo, el periódico de ayer,
cualquier cosa sirve para acompasar la mente con el ano. Esa
sensación tan placentera y reparadora de liberar al cuerpo de
presiones a la vez que ilustra mi intelecto se documenta, es
una asociación maravillosa, hasta el punto de que lo leo
cuando cago, no se me olvida.
Una vez mi vientre redimido de mis propios
excrementos, mi gula (uno de los elementos que me
proporciona más placeres), me predispone al goce maravilloso
del desayuno. ¡Ay madre! El desayuno. Mi gama de
desayunos es muy extensa: desde los huevos fritos con
jamón, hasta el chocolatito con churros y porras. Durante
esos quince minutos que dura el rito, cada segundo es una
maravillosa conmoción, sobre todo el momento de mojar el
pan en la yema del huevo frito, o la porra en el chocolate o el
café. ¡Qué momento, qué momento! Indescriptible, oigan.
Una vez satisfecha mi ansia, me dispongo a purificar
mi cuerpo de las contaminaciones que se han depositado en
su liviano vivir. No me gusta ducharme en ayunas, no
disfruto, ya que el pensamiento con el estómago vacío no me
permite disfrutar de los placeres del agua calentita, y
perturba mi mente. Por eso, con el estómago satisfecho, los
poros de mi cuerpo están más predispuestos a ser depurados.
¡Qué gran placer sentir el agua transcurrir por las
arrugas de piel! ¡Y cuando mis manos con esa esponja suave
se desliza por las mismas! ¡Y cuando llega a la zona del
escroto! Allí se detiene, y con una suave parsimonia roza mis
genitales, y con más infinita suavidad acaricia mi glande
(sobre todo por la parte de atrás) para extraer todo "el
requesón" acumulado por la batalla amorosa mantenida hace
unas horas. ¡Qué gran placer siente el alma cuando el cuerpo

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está impoluto! Y esa sensación de limpieza que invade el
cuerpo, es sencillamente maravillosa.
¡Llevo levantado apenas una hora y soy inmensamente
dichoso! Estoy preparado para seguir gozando de mis
emociones.
A esas cosas absurdas de la vida, como el trabajo, el
dinero, los disgustos, los facturas, los compromisos, y las
enfermedades, no les hago ni puto caso, ¡anda qué los den
por el culo!
Dicen que el dinero es imprescindible para gozar de la
vida. ¡Mentira y gorda! A un servidor no le hace falta eso para
regocijarse inmensamente de los placeres que da. Mi mente
es capaz de desarrollar las más emocionantes aventuras sin
que me cueste "una perra gorda" . Igual me follo a Sharon
Stone que a la Julia Roberts, o le doy por el culo, al George
Clonney. O viajo a las estrellas y a nirvanas desconocidas por
el ser humano.
Mi última satisfacción y emoción, (porque como todo
en la vida es perecedero, y hay que renovar también la
imaginación), son las pajas que me hago mirando una foto de
las caderas y el bello del pubis de la foto de la página
siguiente.
Puedo asegurar que consigo más placer virtual que si
pudiera hacerlo en la realidad, ya que por circunstancias
físicas, me sería imposible hacer realidad mis emociones.
¡Pero en la virtualidad! Soy el amo de mis sentimientos y los
manejo a mi antojo.
Lástima que en esa foto no pueda contemplar lo que se
esconde entre esas piernas y debajo de su “Monte de Venus”,
pero le hecho imaginación y me figuro un coño de labios
menores emergiendo por encima de los mayores, y un clítoris
que se sale fuera de su capuchón. Que los lamo, los absorbo
y los succiono con delectación y ansia. Afirmo que la media
docena de pajas que me he hecho esta semana con la foto de
mi amante secreta como fondo de escritorio de mi PC son de
campeonato.

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¡Y las siestas! ¡Joder que gozo!
con la barriguita bien repleta,
el corazón y alma en alborozo
dispuesta y alerta "la cebolleta",
se prepara este aguerrido mozo
meter hasta el fondo la bayoneta.

Mi divina lava los platos,


ansioso con ansiedad la llamo,
se me escurrre el meato,
por tenerla a mi vera clamo,
le ruego con pasión a Priapo,
que aguante erguido mi "cálamo". *

¡Ya viene! ¡Ya viene! ¡Ya viene!


destellos veo en sus pupilas,
¡Pero que hermorso culo tiene!
La boca se me llena de babillas
muy contento se pone el pene...
Para ti, toda todita su lechecilla.

¡Qué maravilloso polvo siestero!


Después de un cocido madrileño,
en un día frío del mes de Enero.
A mis ojos le envuelve el sueño,
mi niña me arropa con esmero.
Duermo contento y alegro el ceño.

¡Qué maravilla follar en las siesta!


Después de una copiosa pitanza.
Retozar por el bosque y la ginesta
que se hallan debajo de su panza;
y el esplendor de toda su floresta
que a mis sentidos ponen en danza.

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Mujer presa en cuerpo de hombre

Hola amigos: soy un error de la Naturaleza, esa que


dicen que es perfecta pero que ha cometido los errores más
grandes del Universo. Yerros que han destrozado miles de
vidas de personas que por su capricho han llegado al mundo
en las condiciones más horribles para vivir, y que ni el más
vil ser humano sería capaz de realizar.
Pero no quiero ser injusta. ¡Ah! Permitan que me
presente. El nombre de mi cuerpo es Sergio, pero el de mi
cerebro y alma es Sonia. Por lo tanto la que os habla es
Sonia, de ahí que lo haga en femenino.
Decía que no quiero ser injusta, ya que la Naturaleza
conmigo no se ha portado de esa forma tan horrible que se
porta con otros seres que trae al mundo, especie de
monstruos que pueden llevar al caos y al desorden, y que a
través de la historia han estado a punto de llevarle muchas
veces.
Ha sido sarcástica, irónica, mordaz y satírica, porque
las desgracias del alma no se ven, y por lo tanto no se pueden
dimensionar. Un cuerpo defectuoso produce conmiseración,
pero el mío produce envidias y rencores a quien le contempla.
Nadie puede saber la enorme angustia y tormento que
siente un hombre con alma de mujer cuando se mira en el

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espejo y le devuelve la figura que más detesta. La de un
asqueroso macho de un metro noventa, ochenta y cinco kilos
de músculos repartidos uniformes por toda su anatomía, un
rostro masculino tan hermoso y bello que causa admiración a
quien le contempla.
Y lo más horrible, lo que me lleva al borde del suicidio
cuando veo ese pedazo de polla de 20 cm. en estado flácido y
30 cm en erección. ¡Oh! Dios mío.
Las que pasa una servidora para que no se me vea ese
"paquetón" por la braguita. Seguro que más de una se estará
riendo de mi desgracia.
He intentado operarme y tomar hormonas femeninas,
pero una malformación renal pone en peligro mi vida.
Además, ¿qué tipo de mujer iba a ser una servidora
con este metro noventa y este mentón mío que parece una
quijada de caballo? ¡Quita! !Quita! Iba a ser un verdadero
monstruo, y aquí no podría echar la culpa a la Naturaleza.
Porque una tiene mucho sentido del pudor, y eso de
ser mujer de laboratorio no me gusta. Al menos con este
cuerpo de macho provoco ¡suspiros! y ¡ayes! de las mujeres, y
miradas de envidias de los tíos. Si me hiciera mujer de
quirófano, lo único que iba a provocar serían risas. Y una,
repito es muy pudorosa y remirada, por lo que jamás caeré en
el esperpento.
Hasta los 30 años de mi asquerosa existencia
transcurrieron en un continuo vivir en la angustia. Ser mujer
¡Muy mujer! y no poder demostrarlo, (mi entorno me lo
prohibía) me producía tales estados de depresión no
entendibles por los ajenos al drama ¡Nadie puede saber lo
terrible que es eso!
Ir a la sección de lencería del "Corta Ingles" y
contemplar esos sujetadores y braguitas, esos vestidos que
hacen más mujer a la mujer. Los vaqueros que enaltecerían
mis redondas nalgas, y sólo poder lucirlos en tu imaginación.
Y no poder usar compresas o tampax para esos días en que la
mujer culmina la función más hermosa de su creación. Y
cuando veo al George Clonney en la tele (es mi novio virtual) y

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tener que hacerme “un dedo” a su salud ¡Horrible! ¡Horrible!
¡Horrible!
No aguantaba más. Estaba al punto del suicidio, hasta
que un día mi hermana Maruja que es la única persona que
conoce mi secreto me dio la solución. ¡Gracias Maruja por
salvar mi vida! Me dijo.
-Sonia. Ella me llama Sonia cuando estamos solas.
Hacte lesbiana.
Me quede perpleja, alucinada, incierta irresoluta, pero
como viendo una luz al final del túnel de mis desgracias. La
idea no la había contemplado porque en mi mente no hago el
amor nada más que con mi Clonney. Pero la asquerosa
realidad se impone, o mueres con tus sueños.
Hoy a mis 35 años me estoy follando a tía diaría
¡Oígan! Que me he acostumbrado y me gusta esto de ser
lesbi. Por lo que me he propuesto ser lesbiana por muchos
años más.
¡Ah! He quitado la foto del Clonney que presidía la
cabecera de mi cama y he puesto la de Sharon Stone. Escribí
una carta a su productora con mi foto, y me ha respondido
ella de su puño y letra notificando que cuando venga a
España me quiere conocer.
¡Gracias a Dios! Que he solucionado un terrible
problema que me llevaba al borde de las desesperación.

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Noches de amor en el Hotel Puerto Bahía

Hotel Puerto Bahía. Puerto de Santa María - Cádiz

Capítulo 1º
Me hallaba por tierras gaditanas en mis labores
comerciales de supervisión de la zona; me alojaba en el Hotel
Puerto Bahía de La Valdelagrana: del Puerto de Santa María -
Cádiz; hotel con magníficos servicios y un entorno
maravilloso; por lo que le escogí como "cuartel general" de mis
operaciones, que generalmente se desarrollan de lunes a
viernes.
Pero miren ustedes por donde, que el viernes,
dispuesto a regresar a la paz de mi hogar en Madrid, un buen
cliente me dijo que si pudiera estar el lunes siguiente a
primera hora en su despacho de Jerez de la Frontera, para
tratar un negocio muy rentable; por supuesto quedamos el

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lunes próximo a las nueve de la mañana, me interesaba
mucho hacer esa operación.
¿Cómo me voy a Madrid (650 Km) para pegarme un
madrugón el lunes? Decidí lo más sensato, quedarme en el
Hotel tranquilamente y el lunes ver al cliente de Jerez que
desde El Puerto de Santa María está un paso.
Sería sobre las tres de la tarde, cuando me dispuse a
llamar a mi mujer para comunicarle que me quedaba en
Cádiz por los motivos ya expuestos, lo cual, lo entendió
perfectamente.
Estábamos a mediados del mes de Septiembre, por lo
que apenas estábamos dos o tres turistas de la tercera edad y
dos o tres viajantes nada más. La perspectiva era desoladora,
me esperaba un fin de semana tranquilo, muy tranquilo. Pero
claro, un viajante con 40 años, fuera de casa toda la semana,
el viernes con "la pluma" tan cargada y deseando descargarla
con "la parienta", estaba que bramaba, necesitaba una mujer
desesperadamente "para meter".
La recepción está situada enfrente la puerta principal,
de unos grandes ventanales que dan a la zona privada del
Hotel, y que también sirve de aparcamiento.
Estaba apoyado en el mostrador de la recepción
hablando con una de las recepcionistas.
-Don Félix ¿Cómo es que se queda en el Hotel este fin
de semana?
-Ya ves hija, un cliente que me ha hecho la puñeta y he
tenido que quedarme para no darme la paliza el lunes.
Me miró con cara picaresca la nena, a la vez que me
decía:
-Aquí le espera un fin se semana movidito.
-No te entiendo, si esto se queda vacío.
-¿Espere un poco y verá?
-¿Qué es lo que tengo que ver? Dije entre intrigado y
mosqueado.
-No sea impaciente, que llegarán en un par de
minutos. Tienen la entrada a las tres y media, y ya son y
veinticinco.

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-¡Pero quien coño va a venir! que me tienes intrigado.
Dije un poco cabreado, ya que con la señorita recepcionista
me une cierta amistad por el tiempo que llevo alojándome en
el Hotel.
-Muchos de esos... que acaba de mentar.
-¿De coños?
No había acabado de pronunciar la palabra, cuando a
escasos metros de la puerta... Uno. dos, tres, cuatro y cinco
autobuses aparcaban.
Al momento, una riada de mujeres salía de los mismos.
Supe después porque me lo dijo la recepcionista, que eran
550 mujeres esteticistas de una gran empresa multinacional,
que hacían su convención anual de cinco días de duración. Y
lo mejor: todas entre los 30 y los 50 años. Creí volverme loco
al ver tanto coño (perdón) mujeres, y yo el único cliente
hombre disponible.
-Ve don Félix como le dije que le espera un "finde"
movidito. Me dijo la recepcionista poniendo cara de pillina.

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Capítulo 2º

Como la conocí

A los pocos minutos el hall del Hotel que es muy


espacioso, se llenó de "aquel mujerío".
Ni que decir tiene, que subí presto a mi habitación
para ponerme lo más guapo que pudiera. Debo decir que mis
40 años fueron esplendorosos, de verdad: ese metro ochenta;
esa cabellera color del azabache con algunas incipientes
canas por las sienes; esos ojos negros de mirada profunda, y
ese porte de caballero... Ya había sido objeto de algunas
miradas furtivas de aquellas damas, presumiblemente
casadas a juzgar por sus edades.
Bajé al salón bien arreglado y perfumado (Loewe de
caballero) aroma que "hace estragos" en la libido femenina.
Serían sobre las cinco de la tarde; las cabinas
telefónicas estaban ocupadas por las damas que

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presumiblemente llamaban a sus maridos o a sus familiares
de que ya habían llegado.
Una señora, la mayor del grupo, (pues así lo
aparentaba sus sesenta años por lo menos) me miraba y se
sonreía sentada desde unos de los sillones. No era una risa
provocadora, más bien era una risa con mensaje; y
efectivamente así era, un mensaje que la señora me quería
trasmitir.
Me acerqué a ella, y con el debido respeto le saludé
una vez presentado.
-Siéntate aquí, a mi lado, buen mozo.
Estas fueron sus palabras, tal como las transcribo.
-¿Estarás algo confuso, verdad?
-La verdad que sí, de repente a estar el hotel vacío a
estar repleto de mujeres. ¿A qué se debe? Pregunté.
-Somos esteticienes de una multinacional, y
celebramos este año la convención anual aquí.
-Después de conversar de una forma formal sin
ninguna trascendencia me dijo muy resoluta.
-¿Querrás ligar, verdad?
Al observar en mí cierta incertidumbre, pues quizás
pensó que eso de ligar se refería con ella, se apresuró a
aclarar.
-Conmigo no, que yo no estoy para ligues.
Quise responder al detalle diciendo.
-Una pena, porque estás en el punto más sabroso de
una mujer.
-Sí, como las gallinas viejas que hacen el mejor caldo.
-Por Dios, Pilar (ya nos habíamos presentado) no diga
eso.
-Calla y escucha, Félix. La mayoría de todas estas
señoras están casadas y alguna separadas, y a ninguna le
importaría "echar un polvete" extra. La convención del año
pasado se hizo en Marruecos. No veas el desmadre que hubo,
corrían por los pasillos del hotel en bragas como posesas en
busca de la "polla mora". Así que ya sabes buen mozo, que te
lo pases bien.

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Se fue con una amiga que venía a buscarla y me dijo
adiós a la vez que me guiñaba el ojo.
Se llamaba Monserrat, de unos 50 años (no le pregunté
la edad ni falta que me hacía saberla). Era a la sazón una
mujer de exuberante belleza de algo más de un metro setenta
de estatura; y lo que me cautivó fueron sus caderas y sus
piernas, eran de impresión; embutidas en unos pantalones
vaqueros parecían que querían estallarlos, pero no por que
fueran estrechos, no, no, es que sus piernas estaban tan bien
torneadas, que seguro rompieron el molde que las formaron.
Y de los glúteos mejor no hablar, pero era uno de los culos
más excitantes que hasta la fecha había contemplado.
De cara muy bonita, sin llegar a ser belleza, pero
aquellos ojos tan vivarachos transmitían destellos propios
que le daban al rostro una luminaria especial. La boca algo
grande, sobre todo el labio inferior, parecía ser así de tanto
haber sido besado; el superior más fino, pero muy bien
dibujado.
Estaba sentada en uno de las mesas del bar con otras
dos amigas o compañeras. Yo me hallaba en otra mesa de
enfrente, como a unos tres o cuatro metros.
Ni que decir tiene que los cuchicheos que se traían de
"oreja a oreja" eran sobre mí, aquellas miradas (sobre todo las
de Montse) lo evidenciaban. Bastó un guiño de mi ojo derecho
para que las dos amigas o compañeras se levantaren y se
despidieran de ella con sendos besos en las mejillas. Señal
inequívoca que nos dejaba "el campo libre".
-Buenas tardes, ¿me permite hacerla compañía, ya que
sus amigas la "han abandonado"?
-¡Cómo no caballero! Y muy agradecida.
Qué gran verdad es que los ojos y la expresión del
rostro nunca mienten. Los de Montse destellaban, que unido
a la sonrisa de sus labios, evidenciaban el buen grado con
que me aceptada.
Voy a soslayar los prolegómenos iniciales, ya que
fueron los propios en estos casos: presentación, a que te
dedicas, de donde eres, etc. etc.

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-¿Estás solo? Me preguntó.
-Solo y sin compañía, soy un triste viajante que vaga
de hotel en hotel por esos mundos de Dios.
-Y de mujer en mujer, me supongo.
-No lo creas, no lo creas. No soy ese vulgar mujeriego
que sólo busca satisfacer su libido.
-¿Qué buscas entonces en una mujer?
Miré a mi reloj, eran la siete y cuarto.
-¿Qué te parece si lo vas descubriendo tú poco?
-¿Cómo?
-De momento te invito a tomar el pescadito frito de la
zona. Está riquísimo con una cervecita o un vino fino.
-De acuerdo Félix, tenemos toda la noche para
descubrir el secreto que escondes, al parecer tan
celosamente.
-Secreto que descubrirás cuando quieras.
La cosa estaba clara, ahora sólo me faltaba llevarle a la
cama con la mayor delicadeza y exquisitez. No era mujer de
"un polvo" y adiós, era una señora con la que antes de llegar
al tálamo del amor, había "que pasearla por todos los paisajes
del Cielo".
Después de cenar en el Restaurante Romerijo una de
sus espléndidas mariscadas de pescados y mariscos
autóctonos, le dije si le apetecía bailar en la discoteca del
Hotel. La mirada que me echó fue tan elocuente que
comprendí que sería inoportuno, ya que con toda seguridad
estaría a rebosar de compañeras, y no tendríamos la
intimidad que los dos sin decirlo buscábamos. Ese detalle me
confirmó que estaba deseando lo que yo.
-Si no te importa Félix, prefiero un local más íntimo y
acogedor, la discoteca del Hotel irán mis compañeras,
¿comprendes?
-Comprendo, cariño. Le dije a la vez que acercaba mis
labios a los suyos. Beso fugaz que no rechazó, y que fue el
preludio de una de las noches de amor más maravillosas que
había vivido en mi vida.

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Capítulo 3º

La maravillosa noche de amor

Salimos del restaurante convencidos de que la noche


iba a ser apoteósica. Los ojos de Montse lo anunciaban; y yo
tuve una terrible erección que amenazaba con descorrer la
cremallera de la bragueta.
Tenía el coche aparcado en el parking del restaurante
ubicado en la parte de atrás. La luz que lo iluminaba era sólo
la de la luna, y un farolillo rojo situado en la esquina del
parking; luz tenue y sonrosada como dicen que son las
noches de Veracruz: tibia y sensual.
Una vez ubicados la atracción fue fulminante, nuestras
bocas se buscaron tan desesperadamente deseando libar el
néctar de las mismas; que nuestras lenguas como dos
mariposas de bellos colores, absorbieron toda la miel allí
depositada.

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Fue un beso interminable, infinito, nuestras bocas
estaban tan selladas que no había forma de desunirlas; como
dos desesperados buscamos en todos sus rincones el jugo de
la mejor fruta.
-¡Uf! Félix, ¿siempre besas así?
-¿Tú crees que un beso cómo este se puede dar a
cualquiera?
-¡Desde luego que yo no! Me dijo muy convencida.
-Pues te prometo que yo tampoco lo doy así a cualquier
mujer.
Bailamos hasta las dos de la madrugada con los
cuerpos unidos como el dos siameses; mi pene a plena
tersura, repicaba como badajo de campana en su vientre
plano y duro,
-Cariño, me dijo susurrando al oído, mientras movía su
vientre cadenciosamente en torno a mi virilidad. De qué
manera te siento. ¡Ummm! me tiembla el alma sólo con
pensar que dentro de poco te voy a sentir todavía más
adentro.
-Sí mi vida. Y yo me muero por llegar hasta el fondo de
tus entrañas.
-Pues vamos a ese cielo, cariño, que me derrito, mis
fuentes del amor me van a inundar... me voy a licuar...
Montse compartía su habitación con una compañera,
por lo que obvio decir que fuimos a la mía; y como tengo la
costumbre de dormir en cama grande, (siempre pido cama de
matrimonio en todos los hoteles) la tomé en volandas como se
toman a las novias en la noche de bodas, y así traspasamos
la puerta de la alcoba.
La deposité dulcemente en la cama. Ella que me tenía
abrazado por el cuello, me atrajo hacia si, y me volvió a besar.
-Mi vida, soy tu esposa, tómame, soy toda tuya.
¡Qué bonito es hacer el amor! La verdad que es muy
distinto al follar. Lo que más me emociona son los
prolegómenos; los besos, las miradas llenas de pasión, las
caricias por todas las partes como queriendo descubrir cada

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milímetro de piel de la amada. Acciones que obviamente no
realizas con una prostituta o un ligue sólo para "meter".
Fumar ese cigarrillo a medias; la botella de champagne
y las dos copas, que previamente habíamos subido a la
habitación. Entre sorbo y sorbo un beso, bebiendo de
nuestras bocas.
Cuando la desnudé, (soy de los que desnudan a mis
amantes) es un rito tan maravilloso que no concibo amar sin
ser yo el que deja a la amada en su traje de piel.
Cuando sólo faltaba bajarle la braga, le pedí a Montse
que se pusiera boca abajo, quería contemplar la inmensidad
de sus caderas, glúteos y piernas desde esa perspectiva. ¡Qué
espectáculo más maravilloso! ¡Dios!
Empecé admirando la cascada de cabellos del color de
la miel que se deslizaba hasta la espalda a la altura de sus
omóplatos. De piel tersa y ligeramente morena. Deslicé mis
dedos por ella en una caricia ligera y casi superficial, pero
que fue suficiente para que Montse se estremeciera y se le
escapara un suspiro de delectación.
Cuando posé mis labios allí, noté como se le ponía la
"carne de gallina"; y cuando bajé la braga hasta debajo de sus
glúteos y baje mi boca hasta situarla en la embocadura de su
recto, es cuando su estremecimiento fue mayor.
Intuyendo la caricia, aupó sus nalgas a la vez que con
los dedos pulgares de mis manos le abría ambas hasta dejar
su ano al descubierto.
-Cariño... Que estará sucio. Me dijo.
El olor que emanaba de "aquella cueva" era
embriagador: mezcla de sus exudados naturales y rosas.
Quien no haya olido el ano de una mujer limpia, le aseguro
que es de un aroma que te llena el cerebro de mil fantasías.
¡Bueno! al menos a mí si que me lo llena, y me transmite
tantas emociones que hay veces que no despego mi boca de
lugar tan excitante.
-¿Sucio mi vida? Pero si lo tienes como las ondinas,
claro y trasparente como las fuentes del paraíso.
-Nunca me han hecho eso...

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-Me alegro ser yo el primero que pruebe su ambrosia.
Introduje mis belfos hasta lo más hondo de aquel pozo;
mi lengua incansable lamía con ansia todo su contorno,
desesperada, insaciable...
Montse jadeaba y suspiraba... ¡Qué placer más
refinado! Jamás supuse que esto podría dar placer tan
exquisito. Decía entre gemidos entrecortados.
La caricia se nos hizo interminable, lamí hasta que se
me quedó la boca seca; y unas ganas terribles de orinar
llamaron mi atención.
-Voy a hacer un pis, mi vida.
-Y yo otro cariño, que me llevo aguantando desde que
salimos de la disco.
Hicimos ese pis juntos. El sonido que hacía llamó mi
atención; era una especie de siseo que excitaba. Miré al lugar,
y como lo estaba haciendo en cluquillas sobre la taza de
water, vi perfectamente su coño rosado, ya que lo tenía
totalmente depilado; y como salía un chorro de liquido
amarillo y humeante que me estimuló de tal forma que no
pude reprimir el deseo de lamerlo y absorber aquellas gotitas
que pendían de sus ninfas.
Acto seguido, sin lavarme la boca, me besó de tal forma
que su lengua baldeaba mis labios.
-Quiero comprobar como saben mis líquidos en tus
labios. Me dijo sobre excitada.
Abrí la boca, y metió su lengua hasta lo más profundo
como queriendo encontrar "las fuentes del placer" para saciar
toda la libido que le reclamaba su sed de amor.
Tengo la costumbre de lavarme los dientes antes de
dormir, amén de hacerlo también después de cada comida.
Pero esta vez Montse me lo impidió.
-No-cariño. No quiero lamer de tu boca sabiendo a
dentífrico; la quiero lamer degustando las emanaciones de tu
alma.
-Vamos a la cama, mi vida, vamos tal como somos.

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Debo decir que me había lavado bien el pene, sobre
todo por la parte de atrás. No a todas las mujeres les excita
su olor natural.
Estaba empalmado a tope, me situé boca arriba,
invitándole a que me "la mamara". Cosa que hizo presto, no
hizo falta ninguna indicación por mi parte.
-¿Te lo has lavado, verdad?
-Sí cariño, lo tenía algo sucio.
-Yo también tenía el culo sucio y a ti no te ha
importado.
-Ya lo sé cariño, pero me ha parecido oportuno
lavármela.
-Una pena, porque me encanta como huele el macho
por aquí. Se entiende, el macho que me sublima, no cualquier
tío.
Lo siento cariño, lo tendré en cuenta para mañana.
Montse lamía de mi pene de tal forma que me
electrizaba, me ponía los pelos de punta. La tuve que parar
porque me corría, y quería hacerlo dentro de ella; ya que a los
40 años echar dos polvos seguidos no es posible. O al menos
a mí no me es posible.
Cuando "la cubrí" en la posición "del misionero", y
sentí mis 18 cm totalmente introducidos en su vagina,
parecía que se me iba el alma detrás de la polla. Me aferré a
aquellas caderas como un naufrago se aferra a la tabla que le
sostiene a flote en el océano. Hice mil esfuerzos mentales
para aguantar "allí dentro" toda una vida. Imposible, el
movimiento de sus caderas y culo lo impidieron. Derramé y
dejé en su cueva de amor, todas mis esencias de hombre.
Miré al reloj, eran las 5.24 horas. -Qué te parece si
dormimos un rato.
-Lo siento cariño; pero a las siete debo estar en mi
habitación.
-¿Y eso? ¿Tienes algún compromiso con tu compañera
de habitación?

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-No-cielo, pero es que espero a mi marido que viene a
buscarme para irnos juntos a casa. Y como comprenderás
debo quitar todas "las secuelas" de "tu amor".
Aunque suponía que estaba casada, no pude prever
que vendría su marido a buscarla. Supuse que estaríamos
juntos hasta el día de su marcha para vivir intensamente el
romance, y luego despedirnos con lágrimas en los ojos. Por lo
que otra vez me asaltaron las mismas dudas. ¿Por qué
cojones tengo que idealizar a la mujer que me follo? ¿Cuándo
voy a aprender que esto es follar, no hacer el amor?
-¿Cuándo os vais? Pregunté contrariado.
La convención empieza el lunes, dura tres días, por lo
tanto, el jueves saldremos para Sevilla y tomar el avión para
Barcelona.
Se rompió el idilio como se rompen los sueños vanos.
Ya no vi a Montse como la había idealizado. No me parecía
aquella hermosa mujer que mi mente formó como a una
sacerdotisa del amor.
Quedamos los dos mudos. Ella se fue al servicio para
arreglarse. Cuando desperté, eran las 12.20 del medio día.
Montse se había ido sin despedirse, seguramente para no
despertarme.

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Capítulo 4º

Alfonsina y el verdadero amor

Parte primera

Desperté con resaca y con amargor de boca, y eso que


apenas había bebido. También sentía en mis labios los
efluvios que me había dejado Montse tras esa noche de
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desenfreno sexual. Alcé mis labios a la altura de la nariz para
olerlos mejor; pero al recuerdo de cómo acabó lo que podía
haber sido un romance maravilloso, me irritó su fragancia,
por lo que fui inmediatamente al baño para quitarme los
restos de aquel amor etérico, que se evaporó como una nube
de verano.
Eran las 14.10 horas. Lavado, afeitado y perfumado,
además de bien trajeado, me dispuse a comer en el
restaurante del Hotel, donde se come bastante bien, sobre
todo el pescado de la zona. Pedí una ración, que aunque es
para dos, me permití darme ese capricho por aquello de que
"las penas con pan son menos", y "con marisco mucho
menos".
No había pasado ni cinco minutos, cuando Montse,
más esplendora si cabe que ayer, entraba en el comedor del
brazo de un caballero de aspecto distinguido que debería ser
su marido. Pasaron por mi lado, tanto, que, su vestido rozó
mi brazo derecho.
-Qué aproveche. Me dijo el señor que le acompañaba.
-Gracias, ¿Si gusta?
Ella ni me miró.
Se situó en la mesa al envés de mí, por lo que sólo
podía ver su espalda y esas caderas que hace unas horas
habían sido mías.
-¡Ay que fastidiarse! Cómo son las mujeres ¿O uno que
es un romántico que cree sigue siendo la diosa de la creación
a la que hay que adorar? Me reía de mi mismo. Puse borrón
al tema asunto, y a buscar otra mujer que me "aliviara el
dolor". Pues como es sabido, "la mancha de una mora, con
otra mora se quita".
Entraba sola al comedor, que por cierto estaba a tope,
no quedaba ni una mesa libre. Antes de que alguna
compañera le llamara para que se sentara con ellas, me
apresuré, (ya que en ese momento pasaba justo por mi lado)
para cederle un sitio en la mía.
-Señora ¿O señorita?. Si no tiene inconveniente y viene
sola, le cedo con mucho gusto mi mesa. Estoy solo.

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-Gracias caballero, pero es que me esperan unas
compañeras. Dijo señalando a una mesa del rincón de donde
dos señoras le llamaban.
-De nada señora.
Se fue, pero la sonrisa que me echó me daba a
entender que hubiera preferido comer conmigo; por lo que me
propuse observarla.
Se podía haber sentado de cara hacia mí, o dándome la
espalda, ya que tenía esas dos opciones; eligió la primera,
unido a que no me quitaba la vista, comprendí que después
de comer seguro que habría "rollo".
Las miradas que nos cruzamos desde nuestras
respectivas ubicaciones fueron constantes. No era una mujer
tan espectacular como Montse, pero sin embargo me parecía
más espiritual; quizás se le adivinada detrás de su rostro, que
sin ser bello un alma noble; y seguro que no estaba casada.
No sé si será una impresión o una cualidad mía, pero
por la expresión de sus rostros distingo a la mujer que fornica
mucho de las que no, o lo hacen muy poco. No me pregunten
el secreto que ni yo mismo lo sé. Quizás las casadas tienen
un halo especial en la expresión, y otro color. Las solteras
parecen cómo más pálidas y una expresión como la vírgenes
que pintan los maestros del arte.
Y deduje por la expresión de su rostro, que la dama
que estaba enfrente de mí, y que me miraba con cara de
ingenua, estaba soltera. Y no me equivocaba; Alfonsina como
así se llamaba era célibe. Pero no adelantemos
acontecimientos.
Salí del comedor y me dirigí a la cafetería colindante
con la intención de tomar un café y copa, y con la seguridad
de que ella haría por encontrarme.
No había pasado media hora, cuando salía del comedor
con las dos compañeras; éstas se despidieron y ella se quedó
en la barra, en la que pidió un café con leche.
Más claro que el agua, sus amigas sabedoras de que
tenía ligue a la vista, "abandonaron el campo de batalla".

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Como estaba de pie, y a escasos metros de la mesa
donde me hallaba saboreando mi café y copa, pude observar
su figura a placer. Mientras pedía al camarero, se encontraba
de espaldas a mí. La verdad que me decepcionó un poco;
hacía menos de 12 horas que había estado con un
monumento de mujer; y las piernas y tafanario que estaba
contemplando en este momento, no eran los de aquella. Sin
embargo cuando se dio la vuelta y miró hacia mi ubicación, si
vi un rostro de una dulzura que me cautivó tanto, que me
hizo olvidar el cuerpo de la otra.
Me levanté y me dirigía a ella, que seguía como
mirando al vacío.
-Señorita, no me tome por un desahogado, pero mi
deseo es invitarle a que siente en mi mesa.
-Gracias por su ofrecimiento. ¿Y cómo sabe usted que
soy señorita? Me dijo con una sonrisa. (Ya sentados)
-La verdad que no lo sé, pero su rostro exento de
arrugas y preocupaciones de las casadas, así lo expresa.
-Muy sagaz caballero, ha acertado en mi soltería, pero
arrugas tengo unas pocas, y preocupaciones, muchas.
-Permita que me presente, me llamo Félix, y si usted
me lo permite, este domingo me gustaría hacerle olvidar sus
preocupaciones.
-Encantado Félix, me llamo Alfonsina. Pero si me
llamas de usted, dudo que lo consigas.
-Pues te aseguro Alfonsina que voy a hacer todo lo que
esté en mi mano para que las olvides, al menos por esta
noche.
-¡Ah! ¿Es que vamos a pasar la noche juntos? Me
preguntó con cierta ironía.
Pronto me di cuenta que llevarle al receptáculo iba a
ser arduo difícil, lo vi en su mirada; no era una mirada de
deseo, me miraba de una forma que me hacía sentir algo
especial, en donde el sexo no era su principal motivo.
Siempre me he preguntado si para las mujeres el sexo
es como para el hombre: el motivo principal y la consecuencia
de una relación entre dos personas adultas. Dicho de otra

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forma. ¿La mujer busca también un contacto sexual fugaz
cuando liga? Me refiero a las mujeres solteras o separadas,
las casadas se supone que cuando ligan, es porque les
apetece lo mismo que al hombre. Aunque lo que sí estoy
seguro, que la mujer por regla general es más selectiva en
aceptar al hombre para esos menesteres.
La verdad que estaba muy cómodo con ella, pero
desconcertado. Me inspiraba algo más que el fornicar; no sé,
vivir como ese cuento de hadas en donde el príncipe salva a la
princesa de las garras de dragón de mil cabezas sólo para
darle un beso.
-La verdad Alfonsina, que no me importaría pasar la
noche contigo; pero no necesariamente como dos amantes;
como dos amigos o dos camaradas podría ser igual de
maravillosa. Le dije con la intención de parecerle un
caballero, no un ligón.
-Desconozco lo que es un amante, ya que como sabes
no estoy ni he estado nunca casada; y los amantes los tienen
los y las casadas, ¿verdad?
-¡Claro, claro! Los solteros y solteras tienen novios o
amigos.
-¿Estás casado, Félix? Así, de sopetón me lo preguntó.
-No te voy a mentir, sí, si estoy casado.
Me daba ya por vencido; Alfonsina no buscaba un ligue
para esos días de convención. Por lo que decidí cortar por lo
sano. Aunque como dije antes, me cautivaba su compañía.
Ya he repetido que no soy un mujeriego nato que se va
con cualquier mujer. Si no vivo una especie de romance no
"me motivo". Tengo la absurda idea que las mujeres por muy
ardientes que sean, son algo más que un cuerpo con curvas
excitantes.
Se dio cuenta de mi actitud; por lo que me dijo a
renglón seguido.
-¿Me llevas a bailar?
Cuatro palabras habían cambiado la situación, por lo
que aproveché para "entrar a matar", y saliera por donde

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saliera ya me importaba poco, por lo que le dije mirándole a
los ojos.
-Cómo creo que compartirás habitación con una
compañera, y no querrás molestarla, me figuro que querrás
dormir en la mía.
-¿Pero tú crees que vamos a dormir?
-Yo siempre después de hacer el amor me quedo como
un tronco. ¿Y tú?
-Yo es que no hago el amor.
-No lo puedo creer.
-Pues es muy cierto. Vivo en una población muy
pequeña, y gozo de un gran predicamento de mujer seria y
formal.
-Entonces, ¿tampoco tienes novio ni amante?
-No, no tengo nada de eso.
-Ya, comprendo. Y hoy si estás dispuesta a amar ¿me
equivoco?
Esta es mi primera convención con la empresa, me
encuentro desubicada de mi medio natural y me hallo algo
confusa.
¿Sólo te puedo decir que soy un caballero, y conmigo
no tienes nada que temer. Vamos.
La tomé del brazo. Eran las 18:20 horas. Te voy a
llevar a un lugar maravilloso.
Partimos rumbo a Cádiz, ya que no lo conocía
Alfonsina, y tenía deseos de hacerlo. El Puerto de Santa
María está poco más o menos a 25 kilómetros por el Puente
de Carranza, por lo que tardamos poco menos de media hora
en llegar.
Estuvimos paseando por amarraditos de las manos a
orillas del Atlántico por el Paseo del Vendaval y la calle
Campo del Sur, hasta el Parque Genovés. Al lado se halla el
Hotel Atlántico, en donde arribamos.
No sé que me pasaba; aunque creía que me estaba
enamorando, ya que sólo el haber paseado amarradito a su
mano o a su talle durante ese largo paseo, me produjo más

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emociones que las que me había producido Montse hacía
menos de veinticuatro horas en esa noche frenética.
Es cierto que las "flechas del amor" se te pueden clavar
en un momento, y a mí se me estaban empezando a clavar;
tanto, que no pensaba con lujuria, pensaba en vivir un
sueño, una ilusión, una quimera... Como las que se viven a
los dieciocho años.
-¿Qué piensas Félix? Me dijo al verme abstraído
mirando al Océano desde la terraza del Hotel.
-Algo maravilloso, pero utópico.
-¿Se puede saber cual es esa utopía?
-Que estás jugando con los caballitos en el fondo del
mar, y yo soy el Dios Neptuno que voy a desposarte.
-De Alfonsina Storni, sólo tengo la soledad, pero
gracias a Dios una salud muy buena, no una enfermedad
incurable como a ella que le llevó al fondo del mar. ¿Eres
soñador, Félix?
-Desgraciadamente bastante
-¿Por qué dices desgraciadamente?
-Porque a los sesenta años un hombre sólo debe
pensar en realidades, no en quimeras.
-O sea, que yo soy una quimera.
-Hoy sí. Pero si estuviera soltero serías una realidad.
-Pero en España ya existen las separaciones. No me
mal interpretes, que no lo digo por ti; lo digo, porque "esos
sueños" se pueden lograr con el divorcio.
Me estaba metiendo en un terreno absurdo, terreno
propio de los ilusos; ya que era una ilusión la que estaba
viviendo mi mente respecto a Alfonsina.
Lo que más me fastidia, es que amo a mi mujer con tal
fuerza, que no concibo vivir sin ella; pero esta mentalidad mía
tan infantil me estaba sublimando a retornar al pasado en
donde robar un beso a la mujer amada, era el mayor premio
que aspiraba el enamorado.
¡Claro! mi mujer no es capaz de llevar mi mente a ese
estado. Son casi cuarenta años de matrimonio, y si le digo

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que quiero vivir otra vez la juventud con ella, lo más probable
es que me diga que despierte.
Acerqué mis labios suavemente a los de Alfonsina, que
me miraba como queriendo escudriñar mis pensamientos.
Cerró los ojos, y allí, ya obscurecido, a la luz de la tenue luz
rosada de una farola, nos besamos como se besaban los
niños de aquella España de los años cincuenta.
-¡Ah! que no saben como se besaban los niños y las
niñas de antes Pues sin lengua. Los labios solamente
pegaditos. Besos que materialmente no saben a nada, pero
sin embargo espiritualmente saben a Gloria.
-Alfonsina.
-Dime Félix.
-¿Quieres hacer el amor conmigo?
-Cuando me enamore, lo haré con inmenso amor.
Era un no tan rotundo, pero dicho de una forma tan
sutil que comprendí y volví a la realidad. Las mujeres como
Alfonsina no fornican, hacen el amor cuando se enamoran de
verdad. Que al fin y al cabo, eso es hacer el amor.
Que expresión no pondría, de decepción supongo, que
me dijo solamente.
-Lo siento Félix.
Mis sueños se derrumbaron como un castillos de
naipes. Y me sentí como ese enamorado que su amada le ha
dejado por otro después de un largo noviazgo. Y sin embargo
había disfrutado de estas horas con Alfonsina, más que
anoche con Montse. ¿Por qué?
Fue porque estaba acostumbrado a hacer mis
caprichos con las mujeres que sólo buscan lo que yo.
Alfonsina busca el amor, el verdadero amor.

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Novias anhelantes. Esposas y amantes.
Madres enaltecidas, y compañeras
indiferentes

El hombre que lleve conviviendo en matrimonio más de


40 años sin que se haya roto ese vínculo por las separaciones
o divorcios tan corrientes, habrá pasado por las diferentes
etapas que voy a intentar analizar, quizás con más voluntad
que fortuna.
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La etapa del noviazgo está llena de ilusiones y
entusiasmos. Todo es proyecto de futuro. La mujer vuelca
todos sus sentimientos en el hombre que adora; es su único
objetivo: hacer feliz al hombre de sus sueños, y ser más feliz
con la realización de los mismos.
El deseo carnal unido al amor que sin duda se
profesan es la culminación del placer. Viven el uno para el
otro, y los deseos continuos de fundirse ambos novios en uno
es el elemento primordial en la escala de valores de los dos.
La boda es la culminación de todos los deseos. La
novia vive ese día como el más grandioso de su existencia;
son las lágrimas más felizmente derramadas. Él, se siente
como en una nube; el cambio de la irresponsabilidad
comedida de su soltería, a la responsabilidad obligada de
casado le tienen un tanto perplejo, pero sin duda es un paso
muy meditado y se siente también muy dichoso.
Los primeros años de matrimonio es un vivir el uno
para el otro. Ella se siente inmensamente feliz teniendo a su
maridito como a un príncipe (sin duda lo es), y él a ella como
a una princesa.
Salvo excepciones que no voy a entrar en este estudio,
esta etapa del matrimonio es maravillosa. Siguen haciendo el
amor de una forma tan sublime, que el Cristo que preside la
cabecera de su cama sonríe también de felicidad al
comprobar el amor de los esposos.
Viene el primer hijo. ¡La culminación de su amor! Es
tan inmensa la alegría de los nuevos papás, que la irradiación
de su dicha se transmite a todos los familiares.
Vienen dos, tres, cuatro hijos más, la alegría sigue
siendo inmensa, pero los problemas han empezado a surgir a
partir del nacimiento del segundo hijo. Para una madre el
amor a un hijo es de una naturaleza tan especial que el
hombre jamás podrá llegar ni tan siquiera imaginar en que
consiste. Como nunca las mamás entenderán la forma de
querer un padre a su hijo. Un hijo, para la madre es más
importante que su propio corazón; para un padre un hijo es
el orgullo, la transmisión de sus conceptos. Una madre jamás

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se verá decepcionada por un hijo por muy “monstruo” que
sea ante la sociedad; un padre puede llegar a la
desesperación por ese mismo motivo.
El esposo ha pasado en cinco, diez, o doce años, de ser
ese príncipe azul insustituible, a un obstáculo en los planes
futuros. Los hijos con la madre forman un clan en el que el
marido suele estar al margen de muchos temas; más que
temas “comidillas” en las que el hombre es un obstáculo, no
una solución.
El marido en esta etapa es considerado para solucionar
los posibles problemas que afecten a la familia en lo
económico y en lo práctico, pero está al margen de los
problemas que plantean los niños en la adolescencia, y al que
hay que ocultar o deformar. ¡No los entendería!
Ya no hacen el amor, simplemente follan. La mujer es
muy consciente de que el hombre tiene unas necesidades
fisiológicas muy acuciantes, y sabe que por el sexo puede
perder el afecto y la confianza de su marido. Ella por regla
general no tiene esas necesidades tan apremiantes, pero se
presta de muy buen grado a satisfacer a su hombre a pesar
de que muchas veces utiliza subterfugios para evadir
encuentros amorosos.
Para la mujer, lo primero en la escala de sus valores
sin duda son sus hijos. El marido ha pasado a un circuito en
donde será considerado en tanto en cuanto sepa sobrellevar
la nueva situación creada en la familia.
En esta etapa es cuando se producen la mayoría de las
escisiones. “El Rey” de la casa ha sido destronado por las
circunstancias. Aquel esposo que sepa asumir su nuevo
estado; el de ser un miembro más de la familia que debe
renunciar a sus afectos y pasiones en detrimento de la buena
armonía y convivencia, llevará este discurrir con templanza y
sin grandes sobresaltos que provocan las malas relaciones.
Y el hombre que no pueda asumir esta última etapa de
su matrimonio, y necesite el afecto y comprensión de su
esposa por encima de todos los componentes y lazos que se
han formado en torno a ella, la convivencia entre ellos será

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imposible. Él, tenderá a buscar en otras mujeres esa
admiración y halo de macho que ha perdido. Lo terrible para
el hombre en esas circunstancias: es un "juguete roto” que
sólo servirá según el valor de sus emolumentos hacia ellas.
La mujer después de 30/40 años de matrimonio, y aún
el balance que haga del comportamiento de su marido en
todos esos años sea muy positivo, nunca podrá retornar a los
ímpetus y arrebatos hacia el hombre que fue de sus sueños.
Pide a su compañero un tránsito tranquilo y pacífico hacia el
final.
Este es el proceso normal de un matrimonio feliz. Que
nadie espera más.

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Nunca creí que en mi ano cupiran 25
cm

Una de las frustraciones de mi vida es tener que


abandonar este mundo sin saber que siente una mujer
cuando la penetra un hermoso pene; me lo puedo figurar más
o menos por sus reacciones una vez penetrada. Pero sentir en
toda su intensidad ese momento, me moriré sin saberlo.
Ser mujer, aunque me consta que socialmente conlleva
miles de dificultades, y si vive en un mundo machista puede
llegar a ser un calvario, creo que en el terreno sexual es
maravilloso ser hembra.
El rol de la mujer en el sexo me fascina; ha sido la
portadora de los sentimientos más nobles y aberrantes del
hombre. Sin duda alguna su sexo ha sido durante miles de
años el icono del amor; el pináculo de las más altas pasiones,
y el trofeo más apreciado por el que miles de hombres han
librado terribles batallas; "han matado a dragones de mil
cabezas", "y han escalado rocas escarpadas" para conseguir
aquello rara flor que nace y crece en lo más alto, para
ofrecerla a su princesa a cambio de sus favores.
Con esta mentalidad que tengo, no es de extrañar que
mi cerebro sea más de mujer que de hombre. Pero las
normas, las costumbres sociales de la época en que viví mi

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juventud me impidieron cambiar el sexo, y convertirme a base
de hormonas en una linda muchachita de pechos generosos,
caderas anchas, y tafanario generoso.
Las bragas me fascinan, de hecho tengo mi colección
que me pongo casi siempre, apenas uso el calzoncillo. Y
además me quedan monísimas, ya que tengo unos muslos
torneados y un culete respingoncillo, y el poco vello que me
sale me lo depilo. Ya digo, en braguitas estoy monísimo.
Y lo que me subyuga, son esos momentos que se
dedican a ponerse guapas, ese rito frente al espejo, con los
aceites, los pinceles, la barra para los labios... Simplemente
me hechiza.
Lo que me traumatiza es no poder ponerme sujetador,
por razones obvias, pero también me embrujan. El poder ir
por el mundo con sostén, braga, liguero, faldita y blusa, sería
el colmo de mi felicidad.
Naturalmente, con este cerebro de mujer a nadie le
extrañe que me gusten los tíos ¡eso sí! los guapos y atractivos,
los feos no me molan; y lo que me vuelvan "loca", son los
miembros viriles.
Sin embargo al principio de mis inquietudes
femeninas, y a falta de un coñito intenté suplirlo por mi
culito, obviamente no es lo mismo, pero en mis fantasías,
intentaba que mi "ojete" lo supliera, ¡pero leches! por ahí no
entraba ni "el bigote de una gamba", y aunque empecé por
introducirme zanahorias bien lubrificadas con vaselina, me
dolía, y desistía en los intentos. El ojete me escocía mucho, y
no conseguía que entrara nada más que un poco; si intentaba
meterme más, casi gritaba de dolor.
Un día leí en el consultorio de una revista gay, que la
introducción por el ano de artefactos en forma de pene, no es
recomendable, ni aunque sean maleables, ya que siempre
será algo extraño lo que entre, y que nuestro cuerpo tiende a
rechazar. Que lo lógico, es que sea un pene auténtico el que
se introduzca en el recto, ya que el acoplamiento carne con
carne humana, el cuerpo lo admite mejor.

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No me quedaba más remedio si quería saber que se
siente con una polla metida en tu cuerpo, aunque sea por el
culo, tendría que buscar un macho que me lo hiciera sentir. Y
ese macho fue Adolfo, un compañero de trabajo.
Acaeció en la convención de Septiembre que tuvimos
en Lloret de Mar. Nos tocó dormir en la misma habitación;
pero como Adolfo tenía fama de mujeriego, y así lo pregonaba
a los cuatro vientos, deseché la idea de que pudiera ser él que
me la metiera para saber lo que siente una mujer con una
verga bien metida en sus entrañas.
Pero cual no sería mi sorpresa, que al desnudarme con
toda la naturalidad del mundo que se desnudan dos personas
del mismo sexo que comparten habitación, no me di cuenta
¡lo juro! que llevaba unas bragas rosas con blonda y puntilla,
en vez de calzoncillos.
¡Bueno! ¡Bueno! fue uno de los momentos más
angustiosos de mi vida, y deseaba que la tierra me tragara,
cuando Adolfo empezó a reír al verme de esa guisa. Pero no
con una risa de cachondeo, no. Su risa me parecía de
complacencia, y dijo:
-Qué bueno estás, tienes un culo precioso.
Quedé confuso, pues aunque un sexto sentido me
decía que no se estaba burlando de mí, no estaba muy seguro
de sus intenciones; por lo que me propuse averiguarlo
enseguida.
Acabamos la reunión de la mañana a las 13 horas, a
las 14 horas era la comida, por lo que tenía una hora libre.
-¿Nos damos un baño antes de comer? Me dijo con una
voz que se me antojaba suplicante, como si lo deseara más
que yo. La playa estaba a escasos cien metros del hotel, y
además tenía piscina.
-Vale. Le dije. –Pero tengo que subir a la habitación a
por el bañador.
-No hace falta que subas, siempre llevo dos en el
maletín de trabajo, para no perder tiempo en estos casos. Me
dijo muy seguro de si mismo.
-¿Y dónde nos cambiamos? Pregunté inocentemente.

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-Aquí mismo, en los servicios del hotel.
Me introdujo en uno de los diez o doce retretes que
había en los lavabos de caballeros próximos a la sala de
reuniones; ante mi asombro y sin que apenas me diera
cuenta, cuando quise reaccionar ya estaba dentro del servicio
con él. Servicio amplio y de lujo, como corresponde a un hotel
de cinco estrellas.
-Llevas todavía puestas las braguitas, ¿verdad?
-Pues no. Después del apuro que he pasado hace un
rato me las he quitado y me he puesto calzoncillos.
-Qué pena, porque estabas monísima con ellas.
Me dio un vuelo el corazón al llamarme en femenino.
Me llamo Silvia en el círculo de mis amistades afines al sexo.
Pero casi me da un infarto cuando Adolfo al quitarse los
calzoncillos, portaba un pedazo de pene que le llegaba por los
menos dos centímetros por encima del ombligo.
-Mira como la tengo por tu culpa. Me dijo a la vez que
ponía carita fingida de enfado, pero con una risa picarona.
No había duda que le gustaba, que su fama de
mujeriego era de cara a la galería; esto me lo confesó
después. Que lo que de verdad, de verdad le gustaba con
locura, era los culos de los tíos, sobre todo como el mío.
No pude resistirlo. Agarré su hermosa polla, y juro que
la rodee con mis dos manos alrededor de la misma, una
encima de la otra, y todo el capullo quedó sin abrazar, por lo
que calculé que le mediría unos 25 centímetros.
-Creo que las cosas están claras, ¿verdad? Me dijo con
cara de pillo. Así que esta noche prepara tu lindo culo para
mí.
-Clarísimas. Le dije. –Esta noche mi culo será tuyo.
Pero te quiero decir que soy virgen, lo vas a comprobar
después.
-No te preocupes que te la voy a meter hasta los
huevos, y sólo vas a sentir placer.
Anduvimos hasta las tantas de discoteca en discoteca,
tomando "cubatas" y tonteando con las niñas, sobre todo

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fracesitas que agotaban allí sus vacaciones. Pero sin ligar con
ninguna, ya que esa noche tocaba "mariconeo".
Sobre las dos de la madrugada llegamos a la
habitación. Ambos deseábamos estar juntos.
-Vamos a aprovechar el tiempo, que a las nueve
empieza la reunión.
-Tranquilo Adolfo, que en seis horas podemos hacer
todo, hasta dormir un poco.
Empecé a desnudarme, sabía que lo deseaba. Me puse
de espaldas: Adolfo, sentado expectante en el borde de su
cama. Cuando quedé en aquellas braguitas rojas (sin llegar a
tanga) y que sólo me cubrían una pequeña parte de mis
glúteos, sentí al instante su polla pegada a la raja de mi culo,
con ellas a medio bajar. Me tumbó en la cama boca abajo a la
vez que las acababa de bajar con sus manos.
Con los dedos pulga e índice de ambas manos, abrió la
raja de mi culito para ver lo que se escondía allí. Y dijo como
asombrado.
-¡Coño! si es verdad Tienes los pliegues de ano
totalmente cerrados
-Ya te lo dije, soy virgen, la primera polla que va a
entrar por ahí, va a ser la tuya
-Lo que no sé, es como me va a entrar sin que me
duela.
-Te aseguro que no te va a doler si te relajas. Me dijo
muy seguro de lo que decía.
-Soy todo tuyo, Adolfo. Relajado estoy, y deseando que
me desvirgues.
Me situó como si fuera una perra, por lo que no podía
ver lo que hacía. De repente empecé a sentir por toda la
superficie de mi ano una cosa blanda y viscosa que no podía
ser la polla. Era su lengua que recorría en movimientos
circulares la circunferencia de mi ojete. Movía mi culo al bies
de sus lamidas; en sentido contrario al recorrido de su
lengua, de modo, que el efecto producido era mucho mas
excitante.

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Cuando vio que me deshacía de gusto, que mis caderas
no cesaban de menearse en círculo, sentí que en el mismo
centro de mi ano, se alojaba algo extraño.
-¿Te duele?
Juro que aquello no me dolía absolutamente nada.
Sentía algo que no puedo describir, pero cuando con mi mano
derecha intentaba descubrir buscando por detrás de mi
espalda que era aquello, y sólo encontró sus testiculos
pegados a la raja de mi culo, entendí, que sus 25 centímetros
estaban metidos hasta el fondo de mis cogollos.
Sin soltar "sus bolas", empecé a acariciarlas con suma
delicadeza y suavidad, mientras él bombeaba dentro de mí. Al
rato sentí como un líquido se derramaba en mi interior. Sus
manos se aferraban a mis nalgas de una forma desesperada,
y de los empujones que pegaba en su "desesperada corrida",
la verdad si que me hicieron un poco daño, porque los sentía
hasta los riñones. Pero era tan fuerte la emoción que sentía
en ese momento, que el placer aplacaba al dolor.
Me sentí muy mujer, ¡Por fin! Había realizado un sueño
Lo que siente una hembra con una gran polla metida hasta el
fondo de sus entresijos.
Sencillamente fue maravilloso. Adolfo supo como
hacerme feliz, y nuestro idilio duró hasta que le destinaron a
Galicia.
Y todavía sigo asombrado, como "aquel pedazo de 25
centímetros" pudo caber en algo tan estrecho. ¡Bueno!
estrecho antes. Ahora me cabe cualquiera por muy gorda y
larga que sea.

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Por culpa de una almorrana no pudo
ser

Una de mis frustraciones sexuales fue la que tuve con


Luis, el tío más guapo y más cachas que he conocido en mi
vida. Voy a contar el motivo.
Nos conocimos en uno de los clubs que existen en
Chueca; el barrio de gays y lesbianas más famoso del
ambiente de Madrid. Era viernes por la noche, y ese día no
estaba de buen humor porque el amigo que había quedado,
me llamó por teléfono para comunicarme que no podía venir
por razones de trabajo. ¡Bueno! Esa fue la excusa que me
puso.
Estaba tomando una copa en Wagabon. Para mi gusto
unos de los mejores locales de la zona, por su decoración
estilo pop con tonos rosas, amplios ventanales y ladrillo visto;
aparte de una carta muy variada a base de recetas
mediterráneas e internacionales (especialmente orientales).
De pronto le vi; alto, como de un metro noventa, muy
bien proporcionado, pero lo que más me llamó la atención
fueron sus piernas. Piernas que se marcaban en un pantalón
ajustado de color gris plateado, y en que se adivinaba entre
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ellas un "paquete" de ensueño. Moreno, de pelo ondulado y
ligeramente plateado en sienes. Guapo, muy guapo. El tío
estaba de bueno que "crujía". De unos treinta y cinco años.
Pero si yo le miré con cierto descaro, su mirada hacia
mis ojos fue de puro desvergüenza, no se cortó ni un pelo. Y
sin ambages ni rodeos se vino hacia mí como el que no quiere
la cosa.
Debo reconocer, que, me molestó un tanto su
insolencia. A uno (como a queda quisquei) le gusta ligar, pero
de una manera sutil, saboreando el preludio de la obra que se
avecina como irremediable.
-Hola, ¿Está ocupado este taburete? Me dijo en un
tono muy amable que suavizó mi primera impresión.
-No, no... Está libre, si quieres lo puedes coger
Supe que la pregunta sobre el taburete era para saber
si estaba solo o acompañado, y me agradó esa sutileza. Mis
dudas sobre si era un impertinente se habían disipado:
primero por sus formas, y segundo, porque visto de cerca
estaba más bueno que "un queso".
-Estás solo, ¿verdad? Por la hora que es, intuyo que no
tienes compañía.
-Intuyes muy bien. Le dije intentando enviarle un
mensaje mental positivo. –Mi novio, me ha dado plantón.
Captó, captó el mensaje. Ya que a continuación me dijo
muy convincente:
-Las relaciones fijas son lo que tienen; que te llevas
muchas decepciones.
-¿Tú no tienes pareja? Se me ocurrió decir.
-Pues la verdad que no. Tengo amigos, pocos pero de
verdad. Pero con ninguno me une compromisos ineludibles,
salvo el de la educación y la formalidad.
-Me parece muy bien tu postura, lo que pasa, que, así
nunca te vas a enamorar.
-¿Y para qué me quiero enamorar?
-¡Hombre! Le dije un tanto desencantado. –Amar a
otra persona y formalizar lazos es muy bonito. ¿No te parece?

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-Bueno verás. ¡Ah! Antes me voy a presentar. Me llamo
Luis.
-Y yo Roberto. Encantado Luis.
-Igualmente.
-Te quería decir, que, soy bisexual, no gay, y que estoy
casado desde hace diez años. Naturalmente con una mujer.
-Quedé algo confundido, pero pronto reaccioné, por lo
para mis adentros dije:
-Y a mí, que coño me importa que esté casado.
La cosa estaba muy clara, Luis buscaba para esa
noche un culo que follar, cosa que me satisfizo, por lo que me
dispuse a atacar sin rodeos.
-O sea Luis, que lo que buscas es una aventura para
esta noche.
-¡Exacto! Eso es lo que busco.
Iba a preguntarle por su vida familiar, por su mujer, si
sabía de su bisexualidad o le engañaba. Y volví a pensar para
mis adentros:
-Y a mí, que coño me importa sus circunstancias
personales. Y ni corto ni perezoso, me la jugué a la carta más
alta.
-Pues si te gusto, ya la has encontrado la aventura.
-Me encantas Roberto, sobre todo el culito que adivino
debes poseer. Y las teticas que se te marcan a través de la
camisa. ¡Ummmmm! Están para lamerlas.
Me quedaba una pequeña duda, si Luis fuera pasivo,
como yo. ¡Pero no! A todas luces era activo. O sea, de los que
les gusta meterla hasta el corvejón.
-Tengo ganas de hacer pis, ¿me acompañas? Me dijo a
la vez que me guiñaba el ojo derecho.
Me dio un vuelco el corazón, porque ardía en verle la
polla. Pero le dije, mientras nos dirigíamos al servicio:
-Oye Luis, aquí no se te ocurra hacer nada, que este
local es muy serio, y no permiten intimidades en los servicios.
-Tranquilo Roberto, que soy un señor.
Situados en sendos urinarios contiguos, Luis se la sacó
de forma que pudiera verla; era un pedazo de rabo que

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quitaba la cabeza; estaba medio empalmado. Ni que decir
tiene que no quitaba mis ojos de allí
-¿Te gusta lo que ves, Robert?
-Sólo pude decir: ¡Uf!
Volvimos a la barra para ver la forma de quedar.
-¿Qué te parece Robert, si tomamos unas copas por la
zona, y luego vamos a mi casa?
-Me parece de perlas. ¿Pero tu mujer?
-Ha salido con amigas. Ella también es bisex, y
tenemos hecho un pacto: unos fines de semana ligo yo, y
otros ella. Y solemos traerles aquí.
-Pero me da miedo que nos pille.
-Tranquilo Roberto, que cuando llegue se va derecha a
su dormitorio; éste es el "picadero" de ambos, y nunca
invadimos nuestra intimidad cuando está ocupado por uno
de los dos.
Quedé convencido. Pero a continuación me sobrevino
la tragedia. Seguramente debido a las tapas picantes que
tomamos por la zona, una de mis almorranas, empezó a
crecer y crecer de una forma alarmante. Debo aclarar que
casi siempre las tego secas, y no impiden que sea penetrado,
pero de vez en cuando, sobre todo por las comidas, se me
inflamaban y el dolor es insoportable.
-¡Y ahora, que hago yo! ¡Dios mío!
No me queda otra que contarle la verdad. Y la verdad le
conté. Me encantó su reacción.
-Por mí no te preocupes, me haces una buena mamada
y que me quedo tan feliz. Si lo siento es por ti, que no te la
puedo meter en esas condiciones.
-Gracias Luis. Me da rabia no poder sentir ese pedazo
de polla en mis entrañas. ¡Pero que se la va a hacer! Otra vez
será.
Para acabar este relato, sólo diré, que, Luis se portó
como lo que dijo en los urinarios: como un señor. Me trató de
una forma tan delicada que me sentí en sus brazos como la
más tierna mujercita.

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Se la mamé todo lo que quiso y más. Se corrió en mi
boca dos veces, y nos despedimos como dos personas que
han sido felices una noche.
Pero me quedó un pequeño trauma que me duró un
tiempo, ya que al preguntarle si habría una segunda vez, me
dijo.
¡No Roberto! Nunca repito con nadie.
Comprendí, que es la mejor forma de satisfacer los
deseos sexuales; pero maldije mi almorrana de una forma
atroz; me había privado de sentir en mi culo, una de las
pollas más apetecibles de mi vida.

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¿Por qué yo no tengo mamá?

Soy un niño de cinco años adoptado por un


matrimonio de dos hombres desde que sólo tenía tres meses,
y aunque mis papás son muy buenos y los quiero mucho, he
empezado a hacerme tantas preguntas que no consigo hallar
las respuestas, y me veo sumido en una profunda depresión.
Se han dado cuenta de que algo me pasa y me colman
de caricias y regalos pero no consiguen hacerme comprender
porque soy el único niño del cole que no tiene mamá.
Me invitó a merendar mi amiguita Silvia por su
cumple. Fueron otras niñas y niños con sus papás y mamás
a la fiesta. Silvi vive en un chalet muy grande. Los niños
jugaban en el jardín y los mayores estaban en el salón de la
casa, les veía por el ventanal.
Me acerqué a la ventana y vi como los papás de Silvi se
besaban en la boca mientras bailan una música muy lenta.
Sentí una extraña sensación inexplicable al verles, sólo pude
saber que era muy placentera.

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Los de Raquel también bailaban muy juntitos y se
decían cosas al oído. Mis dos papás estaban sentados en un
sofá, les miré a los ojos y me pareció verles como ausentes.
Un día me pregunto Silvi en el recreo del cole:
-¿Tus papas se besan en la boca?
Nunca desde que recuerde había visto a mis papás
darse un beso en la boca, por lo que no supe que
responderla, simplemente le dije.
-No sé, nunca les he visto.
-¡Uy! Me dijo Silvi. –Mis papás se quieren mucho,
¿sabes? Siempre que están juntos se hacen caricias.
-¿Delante de ti? Pregunté con curiosidad.
-¡Claro! Y a muchas veces nos abrazamos los tres
juntos.
Estaban mi papá Fernando y mi papá Ricardo
sentados en el sofá de cada uno en sus cosas, como perdidos
en la distancia. De súbito, sin saber por qué les dije.
-Papás. ¿Vosotros os queréis mucho, verdad?
Me miraron un tanto extrañados.
-Claro que nos queremos hijo.
-¿Por qué nunca os besáis?
Mis dos papás estaban muy turbados ante mi
pregunta, sus rostros denotaban estupor y sé que en ese
momento no eran dueños de si mismos. Mi pregunta les
había paralizado. Los segundos me parecieron eternos. En
ese preciso instante ¡qué casualidad! Richard Gere y Julia
Robert se daban un beso en la tele como el que vi darse a los
papás de Silvi. Entonces mi papá Ricardo rozó sus labios con
los de mi papá Fernando como comprometido, pero con claras
muestras que lo hizo para complacerme.
No vi en mis papás el amor que vi en los de Silvia y en
Gere y Julia Robets, vi en ellos sólo compromiso y vergüenza.
Pero también comprendí que mis papás Fernando y
Ricardo eran muy buenos y me querían mucho. Eso estaba
fuera de toda duda. Pero desde entonces eché de menos a mi
mamá, aquella mujer que nunca pude conocer porque había
dado su vida por mí, al nacer.

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Y me juré a mí mismo que a mis hijos si Dios me los
daba, nunca les faltaría una mamá.

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Que da más placer en el sexo

Evidentemente para el heterosexual, si es mujer dirá


que el pene da más placer, y si hombre, dirá que la vulva o el
culo femenino. Pero existen cada vez muchas más personas,
sobre todo acá en España, que como decía mi padre hacen "a
pelo y a pluma" (bisexuales) que a lo mejor dudan en cual de
esas partes de la anatomía humana, consiguen más placer.
Yo creo que las preferencias sexuales, las determina la
edad. No es lo mismo el deseo de un señor de 60 años, que el
de un adolescente de 18. El señor puede que esté saturado de
follar y hacer cunilingüos, y busque otras "platos" que le
satisfagan más. Y el adolescente, que empieza a degustar los
placeres del sexo, busca el coño con avidez, deseando "meter"
cuanto antes, porque considera que allí reside la única fuente
del placer. Voy a relatar aquí mis experiencias y de cómo se
han ido desarrollando a lo largo de mi dilatada vida sexual.
Evidentemente me voy a referir al sexo de mutuo
acuerdo entre los participantes, no al sexo pagado con
moneda.
En mi etapa de adolescente mi obsesión era el coño;
me refiero a la hora de follar, ya que cuando tenía a una moza
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a punto no me andaba con rodeos, iba al coño derecho, y me
corría en dos minutos. Era el ansia de follar, y ¡claro! De esa
forma apenas se disfrutaba, ya que esas glotonerías te
impedían degustar bien las exquisiteces de la mujer.
Cuando adquirí alguna experiencia en el tema, ya no
buscaba el coño como la única fuente de placer; se convirtió,
digamos en la guinda del pastel, o sea, que antes había que
degustar la tarta. Y con las mozas que conseguía llevar al
catre después de arduas conquistas, aprendí que la
sexualidad te ofrece tantos matices para gozar, que llegué a la
conclusión de que el "follar era de albañiles". Pretendía hacer
del sexo algo tan excelso y sublime que me elevara a todos los
cielos del placer. Y lo primero que aprendí fue a no tener
prisa en la cama. Asimilé a disfrutar cada instante del cuerpo
de mi dama. Cada segundo lo vivía con tal intensidad, que se
me olvidaba el momento "de meter". Mis manos, lengua y toda
mi piel se impregnaban de los aromas y de los efluvios que
emanaban de las fuentes de aquel "mar de placer". Y lo más
grandioso: que tú placer, era más placer para ella.
Mi lengua empezaba lamiendo los pabellones
auriculares de mis amantes; dicho de otra forma más
coloquial: introducía me lengua todo lo que podía en sus
oídos internos. Esas cosquillas que dan, ponen el vello de
punta. Hagan la prueba, y verán sus efectos.
No había centímetro de piel de la moza, que mi lengua
no recorriera, cuello, hombros vientre... Y sobre todo
"escarbar" con la punta de la lengua en el ombligo, algunas
no pueden resistir las cosquillas que da. Inmediatamente
después de lamer su ombligo, le daba la vuelta y le ponía
boca abajo, de modo que su hermoso tafanario quedaba a mis
antojos, para "comer bien sl ojete" ; es menester aupar un
poco el culete, y con los dedos pulgar de ambas manos abrir
la raja del culo...

-¡Y allí se halla!


Ese agujero marrón,
que aunque allí vaya

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a diario su zurrón
para soltar su tralla,
es un dulce bombón,
que a mi alma halaga.

Quizás para algunos, el "beso negro" sea una


cochinada, pero doy fe, que uno de los placeres más
delicados, es que te pasen la punta de la lengua en círculo
repetidas veces, por el ojo del culo.
Pero a esa edad, a pesar de que todo el cuerpo de la
mujer es un manjar exquisito, sin duda alguna, su coño era
además de la guinda del pastel, la apoteosis de la función.
A partir de los cuarenta años, buscaba nuevas
experiencias en el sexo. No es que estuviera harto de mujeres,
de eso nunca se ve uno harto, pero me asaltaban ideas
homos; que con la llegada a España la Democracia, la
liberación del mundo homosexual, que había estado proscrito
durante cuarenta años fue fulminante; "salían del armario"
miles y miles de gays y lesbianas reivindicando el orgullo gay.
Por lo que un servidor, sin ser gay declarado, me
dispuse a saber que se siente en los brazos de un hombre,
porque mi supuesta homosexualidad era pasiva. No me
seducía dar por el culo a un tío. Lo que a mí me fascinaba era
ser follado. Y al cabo de muchas vueltas, que sí... que no me
atrevo... que no... me decidí a responder a un anuncio
publicado en una revista especializada en contactos de todo
tipo.
Debo decir al cabo de los años, que hoy me da más
placer una polla que un coño. Pero es por pura sicología. He
follado y lamido tantos coños, que quedé saturado. Mamar de
una buena polla, es algo nuevo para mí, además ¡hay tanto
que chupar! Huevos, capullo... la boca se me pierde lamiendo
una jugosa verga bien dura y rosadita, aunque no sé porqué,
la mayoría de las pollas son morenas.
¡Bueno... bueno... bueno...! y esa sensación... Puesto "a
cuatro patas" como una perra en celo... Notas primero como
las manos de tu follador te las coloca en las caderas...

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empiezas a temblar de la emoción. Al momento, sientes como
se ubica su capullo justamente en la entrada de tu ojete...
Esperas con impaciencia y algo de temor como se te va
romper el culo, porque te la va a meter hasta "donde pone
Toledo"*.
Les pido a mis amantes que me la metan muy
despacio... muy despacito... quiero sentir en mis carnes cada
milímetro como entra. El bombeo de la polla ... ese mete y
saca frenético, que parece que te va reventar las entrañas te
traslada a sitios desconocidos. Y cuando te inunda el recto
de"su leche calentita", esa media docena de empujones que
hacen que los cojones queden pegados a los tuyos... ¡Ufffff! Es
la Gloria...
A partir de los sesenta, ya un poco harto de mamar y
de recibir tanta polla por el culo, te gustaría probar ser el que
des por el culo a un tío, y empiezas a fijarte en ellos, y dices:
-¡Coño! Pero que culitos más ricos.
¡Joder! Y que verdad es: hay tíos que tienen unos culos
tan apetecibles, que mis ultimas masturbaciones, las hago
pensando en el vecino del quinto, un chaval de unos treinta
años y culo de impresión. Imagino que se la meto hasta los
huevos, y me corro como un descosido. Supongo mi polla
dentro de ese culito tan estrecho, y me pongo a cien. El
problema es, qué, a los sesenta años ya no se te pone tan
dura como a los treinta, y para perforar un ano, hay que
tenerla bien dura y tiesa.
¡Y que decir del gusto que da una boca! A un servidor
le han hecho mamadas que he levitado; me han levantado un
metro de la cama sin más soporte que la boca de la
mamadora succionado la polla.
De todas formas, y para acabar este relato, sigo opinando que
el coño, es el"dios del placer" y la polla "el rey" para la mujer.
Sin polla ni coño, el tema de la jodienda no sería lo que es.

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Restregando la cebolleta

Los jóvenes de los años sesenta, llamada también "La


década prodigiosa", nos contentábamos con "restregar la
cebolleta" cuando íbamos al baile los sábados y los domingos,
porque en una tarde, bailar, ligar y follar, era imposible.
Lo que más me jode, es que, la mujer de aquella época
tenía las mismas necesidades sexuales que la de hoy, pero se
las aguantaba ¡y de que manera! Voy a relatar un hecho tan
real como mi vida, ya que fui el protagonista del mismo.
Antes de la boda ¡Por supuesto que por la Iglesia! Los
novios se inscribían en el juzgado, en el cual se anotaban
todos su datos; y que realmente es lo que tiene valor jurídico.
Me casaba un sábado, y el jueves anterior ya tenía
todos los documentos fiscales registrados en el departamento
de matrimonios del juzgado, y el libro de familia en la mano.
O sea: que ya estábamos casados.
Le dije a mi suegro, (más ateo y rojo que Zapatero) que
me dejara a su hija, (ya mi esposa civil) y que esa noche
llegara más tarde de las diez, ya que quería celebrar el
"matrimonio civil" con cena, baile y "polvo", pero me dijo:

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-Pasado mañana os casáis por la iglesia, y podrás
disponer de mi hija como quieras, pero hasta entonces sigue
mis normas: a las diez, en casa.
Tenía a la sazón un Citroen 2CV, y durante los meses
que estuvimos de novios me fue imposible "metérsela". Besos,
toqueteos, y alguna "pajilla" mirando "ella al tendido". Decía
que le daba vergüenza.
Una vez casados, hablamos muchas veces de cuando
éramos novios. Yo le decía:
-Joder Sofia, la de veces que me dejaste con dolor de
huevos.
-Y tú a mí, con dolor de ovarios.
-Vaya. Dije yo algo mosqueado. ¿Es que de novios te
negué algún día esta polla? Tú a mí si que me negaste el
chumino las mil veces que te lo pedí. Así que si te dolían los
ovarios después, no me eches la culpa.
-Ya lo sé cariño, pero comprende que de haberme
quedado embarazada... ¡Qué hubiera sido de mí!
-¿Y tú crees que yo no te hubiera respondido como el
hombre que te ama de verdad?
Calló. No dijo nada. Pero al rato dijo:
-¿Es que no te aliviabas cuando nos pegábamos en
aquellos bailes de parejas, con poca luz?
-¡Joder! Que "restregar la cebolleta" es un recurso, y de
cien veces que la "pegues", dos te "corres" y noventa y ocho
sales con dolor de huevos.
Volvió a callar.
era el recurso que teníamos la inmensa mayoría de los
jóvenes de los años sesenta: primero porque las mujeres
solteras decentes no follaban, y las que follaban, sólo servían
para eso: para follar, no para llevarlas al altar. Lo sabían muy
bien las condenadas, y bien que se aguantan las terribles
llamadas de sexo a los dieciocho años.
A los jóvenes de hoy no les hace falta "restregar las
cebolletas". Vivo cerca de un polígono de copas y de botellón;
cuando voy a hacer footing los sábados y domingos por las
mañanas, la ruta desde la zona de copas hasta el Parque de

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Polvoranca, está plagada de condones, tampax, compresas y
toallitas de papel; no exagero, se pueden contar por cientos; y
además todo "muy fresco", lo que se deduce, que para los
jóvenes de hoy, ligar y follar la misma tarde/noche debe ser lo
normal.
¡Qué pena no haber nacido en esta época!

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Retretes públicos unisexo

Todavía quedan vestigios de un pasado reciente en el


que las diferencia sociales entre el hombre y la mujer eran
muy manifiestas. Por ejemplo: los servicios públicos. Ir a
hacer tus necesidades fisiológicas en los servicios de un cine
o restaurante la discriminación todavía existe a la hora de
evacuar, arreglarte un poco el pelo o pintarte los labios: los
servicios para damas y caballeros diferentes.
Yo creo que más por motivos de pudor fisiológico, son
por motivos psicológicos; porque no creo que a nadie le
asuste o le sorprenda ver a una señora o a un caballero con
las bragas o los calzoncillos por las rodillas haciendo pis o
pos. Más que por preservar la intimidad del cuerpo, es por
preservar la intimidad de unas acciones que aparentemente
groseras son patrimonio total de la humanidad, y que
deberían verse con total indiferencia y naturalidad.
Lo primero que tenían que inventar es un aparato para
que las señoras pudieran hacer aguas menores de pie. De
momento, la bragueta en los pantalones femeninos ya se ha
inventado.
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Si se pudiera hacer un conducto artificial con materia
del mismo cuerpo para que no tuviera rechazo, desde la vejiga
hasta el exterior, y allí empalmado a rosca con un especie de
pene de silicona articulado, sería la solución. Bastaba bajarse
la bragueta, sacarse el artilugio y ¡hala! Las tobitas de rigor
para evacuar las últimas gotas no harían falta. Por las noches
se desenrosca el aparato, se lava y listo para ser usado de
nuevo.
Al principio iba a producir un poco de morbo y
extrañeza ver a una señora a tu lado orinando, y la vista
irremisiblemente se iría para ese sitio, por lo que recomiendo
que se hicieran esos aparatos de varias medidas; más que
nada, para que las féminas al igual que los tíos, comentaran
sobre las medidas de sus ostentaciones.
-Piluca, ¿cuánto te mide el tuyo?
-18 centímetros. Me lo quise comprar de 22 pero se
habían agotado.
-¿Y es muy gordo?
-Mira.
-¡Uy! Gordísimo -¡Jolín Piluca! Tú, como siempre de
abusona.
Sería inevitable que los primeros días a los hombres se
les fuera la vista hacia las braguetas de las mujeres para ver
“sus medidas”, pero llegaría el momento que pasarían
desapercibidos.
Otro de los inconvenientes de los servicios comunes
serían las conversaciones que allí se mantienen, y el tiempo
que se utilizan. Los caballeros en un par de minutos hacen
“sus gestiones” en el lugar, pero las damas se tiran un buen
rato, entre carmín y carmín, y horquilla y horquilla
acapararían los espejos de los lavabos de tal forma que los
caballeros tendríamos que lavarnos las manos con el agua de
la cisternas.
Lo que sería un corte al principio es que en los
urinarios del "Corta Ingles" coincidieras con la vecina del
quinto en el “mingatorio” ¡Joer! ¿De qué se podría hablar con

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una vecina en esas circunstancias? A mí, no sé si se me
ocurriría decirle algo.
Pero lo que es seguro, que con el tiempo a nadie le
extrañara, y sería visto de la forma que se deberían ver las
cosas naturales de la vida: sin falsos pudores ni mojigatería.

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Sobre el intercambio de parejas o
swinging

El intercambio de parejas o swinging, es un fenómeno


social que de declaró en España nada más desaparecer la
Dictadura; y al instaurarse la Democracia decenas de
publicaciones ofrecían a los matrimonios, parejas y demás
adultos a través de sus secciones de contactos, relaciones
sexuales de todo tipo.
Se puede contemplar desde diversas inquietudes, y que
suelen ser distintas en el hombre que en la mujer; y sin duda,
el morbo es lo que más prima en el hombre.
El deseo de estar en la cama con otra persona distinta
a tu pareja, es algo inevitable al cabo de cierto tiempo de
matrimonio, que mentalmente tanto en ella como en él lo
piensen.
El pensamiento es tan libre, que nada, absolutamente
nada divino ni humano lo puede coartar.
Sólo la mente del propio individuo es el que puede
ponerle freno, nadie más. Por lo que llegar a la realización del
cambio de pareja, llegará o no llegará en consecuencia de los
valores espirituales de ambos cónyuges.

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Generalmente es el hombre el que inicia el proceso; se
supone que conoce bien a su esposa, y busca la forma más
sutil de iniciarlo.
Es muy normal que aquellos "polvos" de recién
casados, ya no sean iguales hoy; por lo que los maridos
buscas la forma de "revivirlos" con otras mujeres. La mujer,
mucho más reflexiva que el hombre, aunque la idea de
"cambiar de burro" le seduce, pero no le produce tanto
morbo como al esposo; no le ciega el deseo, ya que ve la parte
negativa o las consecuencias posteriores que conlleva, y eso le
llega a retraerle hasta negarse al cambio. Ve más
inconvenientes que ventajas.
Los matrimonios que han llegado a realizar el cambio
de parejas, generalmente han sido porque el marido ha
convencido a la esposa, y seguro que ha recurrido al
argumento de que él nunca le será infiel ni se irá con otra sin
que ella lo sepa; pero que necesita "aires nuevos" a su vida
sexual, pero con la promesa de amarle toda la vida.
Este deseo de cambiar de pareja, se da igualmente en
los matrimonios muy felices y estables; para ellos es un juego
en donde sin ánimo de destruir sus lazos, se lo pasan
divinamente, y lo suelen hacer juntos, no separados, pues
tienen muy claro a lo que juegan. Y lo más positivo para
ambos es que después, ellos solos recordando "aquellas
batallas con otros enemigos", echan unos "polvos" bestiales.
Una pareja muy mal avenida y al borde de la
separación, nada positivo les va a reportar el cambio de
parejas. Ya he dicho, que el morbo es el motor que mueve a
los esposos a realizar el cambio, y una persona que deteste a
su pareja para nada siente ese morbo; y se "buscan la vida
sexual" por separado.
El swinging puede reactivar la vida sexual de ese
matrimonio que había caído en la rutina. ¿Y cómo? Muy
sencillo: por los celos, me explico:
Ese marido desea con fervor follar con otra mujer, pero
por amor y fidelidad a la suya no le permite engañarla; si
consigue que su mujer participe en el juego, va a ser para él

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una prueba de fuego, ya que no puede prever las reacciones
ulteriores que indefectiblemente se van a dar, y que son
éstas:
* Desencanto total. Aquella mujer de otro con la que
hace el cambio, no cubrió sus expectativas que en mente
tenía, y hasta es muy posible que de "un gatillazo" ante una
situación inesperada.
* Le sobrevengan unos celos terribles. Celos que en su
ofuscación en "follarse a otra" a cambio de que su mujer
"fuera follada por otro", no había contemplado como posibles,
De producirse esta situación, sería muy beneficiosa
para ese matrimonio, ya que el hombre había comprobado los
efectos que le produjeron el cambio, y "los fantasmas" sobre
el tema se le disiparán de su mente, y volverá a hallar en su
mujer el encanto que creía haber perdido.
Hay matrimonios que se han... digamos
profesionalizado en el cambio. Viven juntos, se respetan, y
tienen que conservar en común ciertos aspectos legales.
Son como compañeros que por separado buscan
placeres en otros matrimonios. A estos no les mueve el morbo
ni los celos, simplemente, "van de putas y de putos".

CONCLUSIONES

Si sois un matrimonio bien avenido, os respetáis, os


amáis, tenéis una familia que os llena de felicidad, pero a él,
a ella, (o a los dos), os ha entrado "el sarampión" de tener
relaciones con otras parejas, y al fin os animáis a hacerlo,
seguir estos consejos.
1º Nunca hacer el cambio sin estar ambos de acuerdo
el realizarlo con la pareja que habéis contactado. Es muy
posible, que a uno de los dos os guste la persona que habéis
conocido, pero al otro no le guste la suya. Absteneros de
sacrificar al cónyuge en beneficio propio. No es justo.
2º Mejor hacerlo por separado, por aquello de: "ojos
que no ven corazón que no siente". Hacerlo por separado, es

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asumir la propia responsabilidad, y ya no caben reacciones
de última hora.
3º Una vez realizado el cambio, si de verdad, de verdad
ese matrimonio se aman, se darán cuenta que el cambiar de
pareja era una fantasía, una quimera, una vana ilusión, y
volverá la normalidad a sus mentes. Los conceptos normales
de la relación en pareja volverán a su sitio, y sólo les servirá
de recuerdo esa experiencia que tanto desearon vivir.
La vida de una persona no la cambia otra, puesto que
es "más de lo mismo". Somos nosotros los que debemos
darnos cuenta de nuestros fallos y errores con respecto a
nuestros cónyuges, e intentar cambiarlos y remediarlos para
ser felices. El intentar ser feliz con otro u otra, la mayoría de
las veces es como decimos acá en España:
"Salir de Málaga para entrar en Malagón".

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Sobre el orgasmo masculino

Una amiga bastante morbosilla ella, cuarentona y de


muy buen ver, casada y con muchas ganas de sexo a casi
todas horas, me preguntaba un día hablando con bastante
rigor y seriedad sobre la sexualidad en el hombre y la mujer;
que si podría describirle, (ya que según ella me explico muy
bien) que se siente durante esos momentos que el hombre le
llega el orgasmo, que se lo expusiera de cabo a rabo y de
principio a fin.
¡Bueno! Explicar con palabras esa sensación es arduo
complicado, ya que transmitir las emociones que una mujer
nunca podrá sentir, y por otra parte el orgasmo de la mujer,
al menos en su mecánica no es como el del hombre, la
verdad, me resulta muy difícil. Pero por intentarlo que no
quede.
El hombre tomando como referencia su etapa más
capacitada para crear sexo, o sea, entre los 18 y 40 años, y
en función de una serie de aspectos muy particulares en cada
uno, tales como educación, reparos, capacidad sexual, deseos
naturales, etc. etc. su comportamiento será distinto unos de
otros.
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-Ya. Me cortó mi amiga. -Pero a la hora de "correros"
todos lo hacéis de la misma manera, eyaculando semen.
-Espera mujer, que estoy en los preámbulos.
-Vale, vale, sigue.
Hay hombres que se corren con una prostituta, eso es
lo que yo llamo sexo mecánico, pero otros no pueden. Por eso
voy a intentar explicarte el orgasmo con amor, no el "orgasmo
mecánico".
Todas las sensaciones son órdenes del cerebro, por
ejemplo: la sed, el hambre, las ganas de orinar y defecar son
comunes a todos los humanos y no hace falta explicárselas a
nadie. En el sexo pasa lo mismo. Cuando el hombre se
estimula debido a los mecanismos que le produce el deseo a
través de los sentidos corporales: la vista, el olfato, el oído, el
gusto y el tacto en aquella hembra que se los provoca, el
dispositivo es muy sencillo y lo sabes de sobra: el pene se
hincha debido a que se llena de sangre los vasos cavernosos y
adquiere la turgencia necesaria para penetrar en la vagina.
Durante esta etapa el hombre lo que siente es una muy
agradable sensación que le están produciendo esos sentidos,
y cuanto más mira, chupa, huele y toca a su amada, más se
excita y más le llega el deseo de llegar al clímax. El pene se
pone tan terso, que llega hasta causar tirantez, los testículos
se endurecen, y es cuando necesita penetrar de una forma
inminente, el líquido prostático se le derrama; es el momento
de la penetración, no se aguanta más.
La sensación que produce el pene dentro de la vagina
es tan placentera, que te recorre como una especie de
calambre por la zona perineal. En esas condiciones el macho
busca desesperado el orgasmo que llega irremisiblemente por
sus propios movimientos, y si la hembra se los acompasa, en
segundos se produce la eyaculación.
-¡Eso! ¡Eso! Ahí es cuando quiero saber que se siente.
Me dijo mi amiga con los ojillos brillantes y seguro que con la
braga empapada.

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El comienzo del orgasmo es algo indescriptible, pero
voy a intentar ser fiel a lo que acontece. Le dije no muy
convencido de ser lo suficiente gráfico.
Cuando llega, sientes como por la uretra fluye una
corriente de semen que sabes que va a desembocar de
inmediato; durante esos segundos nada puedes hacer por
evitarlo, es una catarata incontrolada que sale a borbotones,
y en cada borbotón, un espasmo de placer que te hace decir
los más sublimes disparates.
El goce del primer borbotón es enorme, inmenso; das
un terrible empujón con los riñones contra la vagina, como
queriendo llegar hasta lo más profundo de ella y dejar allí la
vida. Lo que se siente desde la punta del pene, (epicentro del
"terremoto") hasta la nuca y los pies, es indescriptible. Son
sacudidas, espasmos y convulsiones, que te hacen perder la
noción de las cosas. El placer es enorme.
El segundo, baja un poco la intensidad, el envite es
menos bestial pero más profundo, no quieres salir de "aquella
cueva", y sigues empujando contra la vagina, como queriendo
dejar en ella todo tu ser; te enganchas a las nalgas de tu
amante con inusitado ímpetu. El placer, sigue recorriendo
todos los rincones del cuerpo
El resto de la corriente ya débil, transcurre por tus
vías urinarias de una forma plácida que te invita a dar
empujoncitos cada vez más flojos hasta quedar rendido e
inane postrado ante los muslos de tu amada que te besa con
pasión y te acaricia el pelo. Ves como a tu seducida le chorrea
parte de tu semen por su vagina totalmente lubrificada por el
amor más inmenso que ha creado la Naturaleza.
-¡Uf! Félix. Calla. No digas nada. Que no debemos...
Seguro que a mi amiga le sirvió de mucho mi
explicación del orgasmo masculino, porque a Manolo, su
marido, le encuentro como más feliz y contento desde ese día.

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Soy el mejor "lamerón" del mundo

A partir de lo que sucedió en este relato, me convertí


en el mejor "lamerón" del mundo; y aunque no existen
concursos oficiales de "lamerones" (degustadores de coños)
con el que se pueda demostrar quien el es número uno de la
especialidad; yo me auto proclamo el mejor.
¿Y por qué así lo creo? Lo creo, porque las portadoras
de los que me he "comido" en mi vida, después del de Laura,
(y han sido docenas) han dicho con admiración:
-¡Nadie, ningún hombre ni ninguna mujer, me han
"comido el coño" como tú!
Una mujer puede fingir un orgasmo cuando es
penetrada, porque el pene es ciego, sordo y mudo; y en su
locura, cuando esta "envaginado" sólo piensa en desembocar
ese torrente de semen que circula por su uretra y le hace
perder el sentido de la realidad. En el momento del orgasmo
masculino, es imposible pensar en otra cosa que no sea dar
salida inmediata a esa cascada de placer.
Sin embargo, la lengua es hierática y sibilina, su placer
consiste en satisfacer a otros, por lo tanto, está siempre
pendiente de que sus lametones lleguen a lo más profundo de
las delicias; su única preocupación es esa: dar deleite.
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Por motivos que no hacen falta detallar, quedé
impotente a los cincuenta y cinco años. No sería terrible la
falta de erecciones para poder penetrar un coñito o un culito
sino sintiera el enorme deseo cada vez mayor de consumarlo.
La Naturaleza fue injusta conmigo, me quitó la fuerza, pero
me confirió más apetitos sexuales.
Anduve al borde de la desesperación durante unos
años; porque no concebía unas relaciones sexuales sin
penetración; y aunque las caricias bucogentilas son
importantes como formas preliminares del amor,
sinceramente no era muy amante de las mismas: prefería que
"me chuparan" antes que "chupar". Por lo tanto aún si hacer
ascos al cunilingüs, prefería utilizar mi lengua en lamer los
pechos de mis amantes, y mis labios en besar los suyos.
Era tanta la desesperación que me producía el no
poder "meter", que desistí de ligar. ¿Para qué? Eso de ir en
"gatillazo en gatillazo", me llevada al borde de la locura.
Un día... ¡Bendito día! Una gran amiga, viuda, y muy
atractiva. y que a pesar de conocernos por Internet, llegamos
a tener una gran amistad que perdura hasta hoy. Me dijo en
una de nuestras sesiones de Messenger.
-Félix. Me tienes confundida, hablamos y hablamos de
sexo virtual, pero rehuyes el sexo real conmigo. ¿Por algún
motivo?
De pronto supe que sería el momento de decirle la
verdad. Me armé de valor y le dije de una forma un tanto
atropellada:
-No Laura, no. Es que... dudé unos instantes...
-Es ¿qué...? Me dijo un tanto intrigada.
-Qué soy impotente. Me salió seguido, como un
torrente.
Debo aclarar, que durante ese tiempo, no había estado
con mujer alguna, ya que el pensar que no podría penetrarla
me angustiaba de tal forma, como expuse antes, que me
paralizaba todo mi ser. Pero el deseo era cada vez más fuerte.
¡Horrible! Horrible!

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Laura calló un momento, pero dijo un segundo
después dijo:
-Félix. ¿Pero tú crees que para las mujeres la
penetración es lo más importante? Y siguió diciendo: la mujer
no es como el hombre, que sólo piensa en "meter y meter". A
nosotras nos place más el varón delicado con tú, capaz de
elevar nuestro espíritu con sus palabras a paraísos
desconocidos. Una flor, una beso, una caricia, una mirada
dedicadas con pasión son capaces de darnos el placer más
exquisito. Y tú, seguro que puedes dar muchos orgasmos al
alma.
-Sí, pero... Respondí algo confuso. Pero un orgasmo, no
creo que vosotras lo consigáis con palabritas, ¡Digo yo!
-Qué equivocado estás. Acepta la invitación de pasar
un fin de semana conmigo, la que te llevo haciendo desde
hace meses, y verás como no hace falta un orgasmo para que
los dos nos sentamos como en la Gloria. ¿Y sabes porqué?
-¿Por qué?
-Porque hay como una especie de halo entre nosotros,
que nos sentimos muy a gusto hablando, y que el sexo entre
los dos (si algún día lo hay) estará basado en el la admiración
y el cariño que nos tenemos. Para mí Félix, un beso tuyo ya
sería suficiente para sentirme plena de tu amor.
Quedé convencido. ¿Porqué me sentía tan a gusto
hablando con ella, si sabía que no podría penetrarla?
Quedamos un fin de semana. Di en casa una excusa
banal que mi mujer creyó, porque está acostumbrada a mis
continuos viajes de negocios.
Salí de Madrid a las nueve de la mañana, y llegué a
Zaragoza sobre las dos de la tarde. Debo decir, que nos
conocíamos físicamente a través de la webcam; ella me
enseñaba sus teticas y su coñito, y un servidor hacía lo que
podía detrás de la pantalla con mi triste pene. Y digo sin
mentir, que es una dama de una clase exquisita y un físico
para su edad, muy excitante.
Me recibió de una forma tan efusiva y natural, así, a
las primeras de cambio, que me hizo sentir seguro y despejó

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todas mis dudas sobre su reacción a la realidad. Quizás mi
metro ochenta y cinco; mi frondosa cabellera ondulada y
morena plateada en sienes, fueron clave para ella me
recibiera tan cordialmente. La verdad, es que vio a un buen
mozo.
Ella no me defraudó, la webcam no le hacía justicia. Es
más señora de lo que suponía; su clase y señorío me
impresionaron hasta el punto de que sólo pensar que me
sería imposible penetrar en lo más profundo de sus entrañas,
me desesperaba. Para el hombre es vital la penetración; sentir
la sedosidad de una vagina impregnada en sus efluvios
naturales, ese calor que te trasmite hasta el cerebro; el
caminar del pene por esa cueva de misteriosas sensaciones...
...Y el asirte a sus nalgadas apretando más y más,
como queriendo penetrar hasta lo más hondo...
...Me angustiaba la idea de no poder realizar tan
maravilloso sueño.
Me tomó del brazo y andamos unos metros hasta su
domicilio, sito en la Plaza de los Sitios. ¡Maravilloso lugar!
-¿Te gusta mi casa, Arturo? Me dijo nada más entrar
en el recibidor.
-Más me gustas tú. Le dije a la vez que la tomaba por
el talle, y le besaba sus labios.
Ella acariciaba mis cabellos a la vez que me ofrecía su
lengua para que libara de ella. El beso fue interminable, y el
preludio de algo maravilloso que iba a suceder.
Mi corazón latía vertiginosamente, pero mi miembro
estaba impasible, ausente, irresponsable del acontecimiento.
Ella, mujer sensible pero muy suspicaz, me dijo al
oído:
-Aunque tu miembro no responda a mis caricias, tus
labios y tu corazón se estremecen. No te preocupes por eso
Félix. Verás como gozaremos intensamente. No nos hace falta
"eso" dijo en tono despectivo mirando hacia mi bragueta, para
deleitarnos en el arte del amor.
Podría relatar y no parar nunca, porque aquella noche
pasará a los anales del amor. Fue la primera vez que "sorbía

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de las fuentes de una mujer". Porque me juré, que si una
gran dama como Laura no podría sentir la turgencia de mi
pene, si iba a sentir todas sus sinuosidades en su vulva. Al
fin y al cabo, como me dijo, casi todas las mujeres sienten el
placer por el exterior, no por dentro de la vagina.
La sensación de tener la vulva de Laura en mi boca,
fue sublime. Sublime porque ella es de labios llamados de
oreja de elefante, de los que sobresalen de una manera
bastante fuera de la vulva; y de clítoris prominente, más o
menos del tamaño de una almendra. Y fue en ese momento
donde mentalmente me juré poniendo el coño de Laura por
testigo, convertirme en el mejor lamerón del mundo.
-No te importa que tenga un coño tan feo. Me dijo, no
sé si en broma o en serio, pero bien abierta de piernas para
que mi cuello y cabeza pudieran maniobrar bien en aquella
caverna.
-¡Feo! Pero si tienes un coño precioso. Sólo se me
ocurrió decir.
Laura abrazaba mi cabeza y atusaba mis cabellos
mientras notaba por sus espasmos que la caricia bucogenital
era de su total agrado. Una mujer podrá fingir orgasmos con
gritos, pero con suspiros no. Y los suspiros de Laura eran
profundos y desgarradores, parecía que se le marchaba el
alma en cada unos de ellos.
Tuvo múltiplos orgasmos, no tenía la menor duda que
había gozado a tope. Hileras de flujo vaginal recorrían sus
muslos que llegaban hasta sus rodillas; como arroyuelos de
agua pura y clara.
-Es la mejor caricia que me han hecho en mi vida. Dijo
con palabras que denotaban sinceridad. Y añadió: Se nota
que eres un experto en la materia.
-Te juro Laura que el tuyo, es el primer coño que me
"como". –Le dije muy serio y convincente.
-No me mientas Félix, que no me importa que lo hayas
hecho mil veces y con mil mujeres.
-Pues es la pura verdad, creas o no lo creas, Laura. Le
dije algo molesto por su desconfianza

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-Te creo, te creo. Pero has puesto tanta alma. que
parece realizado por un ángel.
-Es que a lo mejor soy el "dios del Cunilingüos". Dije
con cierta ironía.
He mandado a hacer puñetas a mi polla. ¡Sólo la
empleo para mear! Mi lengua es tan poderosa y tan sublime,
que no hay dama de coño ardiente que pueda sustraerse a
sus elucubraciones. Es incansable, puede estar un siglo
recreándose en una vulva, hasta dejarla exhausta,
extenuada, rendida y postrada ante ella.
Y lo mejor: me produce tanto placer el ver como gozan
las damas que tiene el privilegio de que mis labios se pose en
sus vulvas, que mis orgasmos son cósmicos al verles tan
felices y contentas. Ya no necesito orgasmos materiales.

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Soy un CABRON en potencia

Dice el Diccionario de la Real Academia Española


(RAE) en su segunda acepción sobre el vocablo cabrón:

CABRON. dj. vulg. Se dice del hombre al que su


mujer es infiel, y en especial si lo consiente.

Este escrito, más que un relato erótico es una especie


de ensayo sobre la actitud de los españolitos y las españolitas
ante el sexo de los últimos treinta años.
España, país milenario, y uno de los más antiguos del
mundo. Tierra de conquistadores y de héroes; que expulsó al
moro de sus tierras después de ochocientos años de
dominación árabe, y que pretendió ser la reserva espiritual de
Occidente durante cuarenta años, hoy, es uno de los países
más libertinos de Europa, y donde se consume más droga.
A los que nacimos y vivimos durante la Dictadura nos
formaban con tres conceptos muy claros: Dios, Patria y
familia. Y sobres estas nociones forjaban nuestras mentes.
Por lo tanto todo lo que saliera fuera de estos conceptos, era
pecado e incluso delito.
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En cuanto al sexo, el homosexual era una enfermo; la
prostituta un desecho social, y el cabrón, un hombre digno de
ser despreciado.
La mentalidad de un español medio en cuanto al sexo
era muy clara: de soltero follar todo lo que pudieras en la
clandestinidad, pero de casado buscar una mujer casta y
pura, y que fuera desvirgada por ti. Eso de casarte con una
mujer desflorada por otro era una mancha, una mácula que
te marcaba. Por eso muchos jóvenes pedían a sus novias el
certificado de virginidad antes de casarse con ellas.
Un servidor tuvo la enorme suerte de dar con una
mujer tan maravillosa, además de bella y hermosa, que al
cabo de los 42 años de casado, lo proclamo a los cuatro
vientos: la gran suerte de mi vida, fue conocerla... Pero...
... Pero con la llegada de la Democracia y con ella las
libertades, también llegaron "el libertinaje". o dicho de otra
forma: el rompimiento de todos los tabúes sexuales que
durante 40 años había constituido la Dictadura.
Ser homosexual ya no era una enfermedad, era orgullo;
ser prostituta ya no era una marginación social, era digno de
ser contado en los medios del corazón; y ser cabrón, era signo
de progresía y de modernidad.
Por consiguiente, el machismo pasó de ser el símbolo
de identidad del hombre ibérico, a ser repudiado socialmente
por las actuales generaciones femeninas. Hasta el punto, de
que, de cien mujeres de todas las edades y condición social e
intelectual, preguntadas que con quien preferian convivir en
pareja, si con un machista o con un gay. Las cien,
respondieron que con un gay. ¡El machismo haz muerto en
España!
Por lo expuesto, es fácil entender que la mente de los
españolitos medios rompieran con aquellos lemas desfasados,
y pretendieran unirse a los nuevos iconos sociales que la
Democracia ofrecía.

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Años ochenta

Llevaba casado a mediados de esta década, quince


años, y seguía muy enamorado de mi mujer. ¡inmensamente
enamorado! Pero mi mente elucubraba algo que hace años ni
se me hubiera ocurrido imaginar: hacer el cambio de parejas.
Las revistas y los clubs en donde se ofrecía y se
realizaban los intercambios estaban a la orden del día. Miles
de anuncios a través de decenas de revistas se ofrecían, y
funcionaban multitud de club en donde se podía hacer el
cambio allí mismo.
La idea me seducía, pero no por follar con otra mujer,
ya que en mis viajes continuos por España y Europa estaba
harto de hacerlo con muchas. Lo que me seducía y me daba
un terrible morbo, era el ver a mi mujer follando con otro. Esa
idea se me había incrustado en el cerebro de tal forma que
me quemaba. Pero... tenía perfectamente asumido que ella lo
iba a rechazar totalmente. Para mi mujer, eso era algo
aberrante, indigno de los matrimonios que se aman de
verdad. Por lo que poco a poco fui dando forma a mi
"elucubración" con el fin de que algún día ella accediera.
-Cariño –Le decía en la cama - ¿Tú no tienes fantasías
sexuales?
Tenía muy claro que sí, que las tenía, porque por muy
decente que sea una mujer no puede evitarlas. Otra cosa es,
que las oculte y que sólo queden para ella.
A la sazón, sé que le gustaba un actor de moda al que
llamaremos Michael, sus ojillos me lo decían cuando veía una
de sus películas.
-Cielo, sabes que te quiero más que a nada en este
mundo, y que tú me quieres igual que yo. ¿Pero no te
gustaría que en nuestros momentos de amor imaginemos con
estamos follando con otros?
-Pero que cosas tienes, Fernando... ¡Qué pasa! ¿qué ya
no te hago feliz?
-Cariño, que no es eso, se trata de un juego para
enriquecer nuestras relaciones sexuales. No me quieras

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convencer que al cabo de los quince años de matrimonio,
follas conmigo con la misma pasión que de recién casados
Calló, su silencio decía que sí, que ella pensaba en
Michael, o en otros hombres.
-Vamos a hacer una prueba. Imagina que yo soy otro,
pero te tienes que meter de lleno en esa idea, de lo contrario
no vale
-No sé si podré, me da mucha vergüenza.
-Inténtalo, mujer, a ver que pasa.
-¿Y si te enfadas?
-No me puedo enfadar porque soy yo el que propone el
juego, si vemos que no nos gusta nos lo decimos, y no pasa
nada. Entonces sabremos que no es positivo para nuestras
relaciones.
No dijo nada, pero en sus ojos vi el deseo de jugar.
-¿Estás preparada? ¿Quieres que empecemos ahora
mismo el juego?
Eran sobre las dos de la madrugada de un sábado, y
precisamente veníamos del cine, de ver una película de
Michael y de Sharon Stone.
-Bueno, pero tú te imaginas que yo soy Sharon. ¿vale?
-No cariño, mi morbo es que tú folles con otro hombre,
no follar yo con otra.
Quedó un poco confusa, cómo no entendiendo bien mi
juego.
-¿Qué raro? Siempre pensé que lo que tú querías es
hacer el amor con otra. Los hombres soléis ser así de
"cochinos".
-Pues ya ves que no. Me hace muy feliz que tú folles
con otro.
Vi en su faz el deseo de follarse a Michael. Me "monté"
sobre ella, a la vez que abría bien sus piernas. No sé, pero me
pareció que las abría con otro énfasis. A la vez que le decía:
-Pero si quieres que esto funcione, mi nombre para
nada lo tienes que pronunciar, de lo contrario se rompe el
encanto.
-Si "Michael", como tú digas.

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La polla me dio tal respingo al escuchar en los labios
de mi mujer pronunciar el nombre de otro hombre, que por
poco se separa el capullo de la base. Se la metí hasta los
"mismísimos".
Sus uñas se aferraron a la piel de mi espalda que me
hacía jirones. Mis 18 centímetros sentían un calor enorme;
había una temperatura en la vagina de Loreto, mi mujer, que
nunca había sentido..
-¡Dame tu polla! Michael... ¡Más polla! ¡Más polla!
¡Quiero toda tu polla, Michael! ¡Ah! Ah! ¡Ah! que bien me
follaaaaaas... ¡Más! ¡Más! ¡Dame más fuerte! ¡Más...!
Quede entre sorprendido y admirado. Jamás ni soñé
que mi mujer fuera "tan puta" en la cama con otro tío. Pero
me excitaba la idea, y le seguí el juego.
-Tú si que follas bien, mucho mejor que la Stone.
A escuchar esto, se aferró a mis nalgas, e hizo tan
presión contra ellas a la vez que elevaba su culo como
queriendo que todo el cuerpo de Michael entrara en su vulva.
Su orgasmo fue indescriptible, si conmigo tardada ente
diez y quince minutos en correrse, "con Michael" le sobraron
trece, en dos minutos se "iba" como una loca entre sollozos y
delirios.
Su chocho chorreaba tanto flujo que mojaron hasta las
sábanas. No había tenido la precaución, (probablemente de la
emoción) de poner el paño higiénico que siempre ponía debajo
de la almohada.
Nunca la polla de Michael... ¡Perdón! la mía, había
expulsado tanto semen, y con tanta fuerza que me asombré.
Sucedió en ese momento algo que me asombró y me dejó
estupefacto ante ese "chorro de leche calentita". No eyaculé
dentro de su vagina por precaución, y al sacarla, hizo con
"Michael" algo que conmigo se negaba a hacer porque de daba
asco (eso alegaba), llevarse la polla a su boca y saborear su
semen. ¡Joder! la de veces que le había pedido que me la
"mamara", pero inútil.
Al rato, consciente de la situación, entró en una fase
de sollozos que me preocuparon.

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-Soy una puta, una adúltera, una mala mujer ¡Dios
mío! Perdóname.
Tardé días en convencerla de que no había hecho nada
malo. Que era algo normal en los matrimonios después de
cierto tiempo de casados. Y que lo realmente malo es caer en
el tedio y la rutina sexual.
¡Por fin! Entendió, que era bueno para nuestras
relaciones sexuales, y que no hería mis sentimientos, al
revés, potenciaba mi libido; ya que mi felicidad era verla
gozar.
Pero me dijo una cosa muy seria que no admitía
réplica:
-Bien está como juego, y confieso ya sin pudor que me
satisface y me encanta, pero... recalcó bien el pero. –Bajo
ningún concepto me pidas que lo hagamos en la realidad. Me
negaré rotundamente.
A la sazón el síndrome del virus VIH estaba en la
mente de las personas. Sé, que entre otros conceptos de tipo
moral, el miedo al contagio del Sida le aterraba. Por eso fue
imposible hacer el cambio de parejas real.
Ella se "ha follado" virtualmente a quince o veinte tíos
con mi polla durante unos cuantos años, hasta que se apagó
el furor de su útero. Ha sido feliz, y yo también viendo como
gozaba.
Soy un Cabrón virtual, y reconozco que me hubiera
gustado también serlo en la realidad, pero ha sido imposible.
Mi mujer ha tenido muy claro, que ese paso no podía
dar.

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Su majestad, el coño

Ruego humildemente a las señoras que lean este


esperpento, no lo interpreten como un pensamiento fijo o
propio, pues puedo jurar ante un altar que de machista no
tengo nada. Para escribir este adefesio he intentado ponerme
en la mente de una mujer, pero jugando con la ventaja de que
soy hombre y puede prever las dos reacciones.
Este escrito es simplemente una reflexión ante mi
mismo sobre los tan gastados veredictos de las relaciones
mantenidas entre el hombre y la mujer a través de la historia.
¡Sí! ¡Sí! ya sé que la mujer ha sido esclavizada,
humillada, avasallada y tiranizada por el hombre, y yo
maldigo sin paliativos a esos monstruos. Sin embargo...
... Se me ocurre hacer un balance de los resultados
obtenidos por unos y otras en la "cruenta" contienda que han
mantenido desde los albores de la humanidad; y creo que la
mujer ha sido la triunfadora, ya que todos los grandes
hombres desde Julio Cesar y Marco Antonio ante Cleopatra;
Augusto ante Livia; Claudio ante Mesalina; Napoleón ante
Josefina: los Kennedy ante Jacqueline o Marylon Monroe; y
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yo ante mi mujer; después de las grandes batallas
conseguidas en nuestras vidas profesionales, hemos acabado
irremisiblemente postrados ante los coños de nuestras
amantes.
Su majestad El Coño; sin duda es el arma más
poderosa del mundo que la mujer no ha sabido utilizar en
toda su potencia, y cada vez se devalúa más por que la
fémina de hoy, no tiene plena conciencia de la sublimación
del macho ante su Coño.
Por una vulva, el hombre ha sido capaz de matar mil
dragones y escalar mil rocas escarpadas en busca de aquella
rara flor que le permite que su amada se le abra de piernas.
Inmensas fortunas se han gastado sólo para glorificarse ante
ella, y miles de corazones se han destrozado al no alcanzar
tan codiciado deseo.
Esto es lo que la mujer de hoy en aras de unos
criterios absurdos de domeñar al macho por los derroteros de
la competencia intelectual no llega a comprender. A preferido
devaluar su Coño a cotizaciones de saldo, e intentar elevar su
cotización como hembra por los caminos del servicio a unas
causas profesionales.
Pero por muy inteligente que sea una mujer de hoy;
aunque consiga llegar a lo más alto de la escala socio laboral,
y llegue a dominar el mundo de la política y de los negocios,
por esa vía podrá conseguir todo del macho, menos su
sublimación al pináculo de su feminidad.
¡Allá ustedes!

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Una esposa puritana, y un marido
obseso

Con la combinación que dice el título de este relato,


parece imposible que un obseso sexual y una mujer
"estrecha", puedan unir sus vidas en matrimonio. Si ambos
fueran jóvenes y vigorosos, ¡desde luego! que ese matrimonio
sería un fracaso a muy corto plazo; pero si ambos han llegado
a la vejez juntos, si es posible de darse. Es nuestro caso, y lo
voy a relatar por si puede servir de algo.
Somos un matrimonio de 65 y 60 años. Y si llevamos
casados 35 años, es porque ambos nos consideramos
personas que hemos superado los múltiples avatares que
ofrece irremisiblemente la vida en pareja.
No podría asegurar el porcentaje de buena voluntad
que ha puesto cada uno; pero sí creo, que ella ha puesto

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mucho más que yo para que hayamos podido llegar tan lejos
en nuestras relaciones matrimoniales; y si digo alto y claro,
que hoy no concibo la vida sin mi mujer, y que prefería morir
antes que perderla.
¿Y cuál es el problema? Se preguntará el amable lector,
o lectora de este relato.
El problema existiría si la situación que voy a relatar
seguidamente, se hubiera dado inmediatamente después de
casados; pero no es nuestro caso, ya que durante estos años
nuestras relaciones sexuales fueron tan intensas y llena de
matices, que, ambos disfrutábamos como dice la canción
"Derroche".
El inconveniente viene a partir de ahora. Pero
afortunadamente ese problema no fue (ni es) decisorio para
que desunamos lo que unimos hace 35 años. Es una
contrariedad que afortunadamente no puede con la razón y la
lógica que dan los años.
Permitan que rememore en voz alta aquellos "polvos"
tan llenos de vida que echábamos durante los primeros años
de nuestro matrimonio. Ella: 22 años. Yo: 27.
Sonia (la llamaremos así), no había noche que no
buscara mi miembo viril.
-Dámelo Arturo (yo me llamaré así). Lo necesito más
que el respirar.
Recuerdo como de su sexo salía tanta vida en forma de
flujo, que mis 18 centímetros de pene, y de un grosor
considerable, se deslizaban por su vagina de una forma tan
suave, que en el momento del orgasmo ella se aferraba a mis
nalgas como queriendo encontrar más "carne", y aunque la
tenía metida hasta el fondo de sus entrañas parecía que no le
satisfacía; y al no encontrar más que meter en sus
profundidades, lo que hacía era cerrar sus muslos con el fin
de sentirla más. Y así explotaba de placer.
Cuando cumplió los cincuenta y cinco, empezó a no
sentir ningún deseo sexual. ¿Adónde se había ido aquella
fogosidad? Y al poco, el sexo se le había convertido en algo
desagradable (por no decir asqueroso). Su vulva se quedó

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más seca que un desierto; ya no emanaba ni una gota de
flujo. Y por más que uno intentaba con su lengua y dedos
extraer "agua de ese pozo", ¡imposible!
Hablamos del tema miles de horas, pero lo
irremediable fue que no había solución posible: detestaba el
sexo, y lo peor: que todo lo que le rodea lo encuentra sucio y
asqueroso. Me decía:
-Pero si a ti Arturo, ya no se te empina.
Es cierto, por motivos que no vienen al caso relatar, no
tenía erecciones suficientes para penetrar.
–Si se te empinara, no me importaría abrirme de
piernas y con vaginisil me la podrías meter. ¡Pero cómo no
puedes!
Sabía perfectamente que era un subterfugio, ya que si
ella sintiera deseos de hacer el amor como yo los sentía,
encontraríamos otras formas de satisfacer la libido, pero
cómo no tenía ningún apetito sexual, intentaba justificarse
con mi impotencia.
Hasta que llegué a asumirlo y aceptarlo; ya ni la toco
ni la rozo... ¡Para qué! Y dormimos en habitaciones
separadas.
Pero un servidor, a sus 65 años ¡Quién lo diría! Es de
dos o tres "pajas" a la semana. ¡Vamos! Qué me la meneo más
que cuando tenía 14 años. Gracias a Internet me estimulo de
tal forma, que mis "orgasmos pajeros "son tan "sabrosos"
como aquellos "polvos". ¡Cómo! La mente, la mente es la que
trabaja, y con una mente bien enseñada se pueden conseguir
"pajas cósmicas".
Recuerdo un amigo de la juventud que decía que se
había follado a todas las artistas de cine de la época. Y un día
estando en el cine del barrio, echaban una película en la que
trabajaba una actriz nueva. Por lo que le dije:
-Pepe, ¿También te has follado a esa?
-Me la estoy follando ahora. Me respondió entre jadeos
y suspiros.
Como iba relatando, gracias a la virtualidad que me
concede el medio, "me follo" todas las semanas a dos o tres

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mujeres. La red está llena de videos de féminas hermosas,
pero tengo predilección por las lesbianas y por las
cuarentonas. ¡Joder! Me ponen a mil. Además tengo una
amiga desconocida que me envía videos y fotos de las mujeres
más espectaculares, de las cuales hago una selección para
llevarlas a "mi cama virtual".
No me gustan las jovencitas, no. Por lo tanto en mi
obsesión sexual, no entra la pederastia ¡gracias a Dios! Por lo
tanto que nadie me llame "viejo verde", me gustan "las
jamonas", y cuanto más "jamonas" mejor. Y las de caderas
anchas y de tafanarios descomunales, me "vuelven loco".
Y así, queridos y amables lectores que leéis este relato
transcurre mi vida sexual de casado, sin sexo real. Primero,
por lo que he expuesto; y segundo, que buscarlo en la
realidad implica un comportamiento que no estoy dispuesto a
asumir; ni aunque mi mujer me lo permitiera, ya que el sexo
real requiere unas actitudes y aptitudes que un servidor ya
no posee.
También me ponen como un "verraco", (se entiende
mentalmente) ya que como sabéis no "se me pone gorda", la
escatología. Tengo videos de tías meando y giñando, tías
buenas, se supone; porque la verdad, ver a una abuela
haciendo sus necesidades, por muy bien conservada que esté
no me pondría como me ponen las rusas y japonesas pilladas
con las bragas por los tobillos. Videos que he bajado de Ares.
-Mi mujer me dice, porque ha veces me ha pillado:
-Pero que cochino eres, mira que gustarse esas cosas.
La relación entre mi mujer y yo está basada en el
respeto y el cariño. Ya he dicho que daría mi vida por ella.
Son muchos años de una convivencia armoniosa; y si
la Naturaleza nos ha llevado por caminos sexuales totalmente
opuestos, habrá que asumirlo. El cariño, el amor fraterno y el
respeto que nos profesamos, es tan fuerte que vence al
"Demonio de la Carne".
Pero si digo que daría la pensión de un mes por sentir
mi pollita (ya no es polla, la Ley de la Gravedad todo lo tira
para abajo), durante unos minutos dentro de una vagina.

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Podría, ¡es cierto! Tener prolongadas erecciones con
Caberject, inyecciones que se aplican directamente sobre la
base del pene, y se te pone a los diez minutos, como "el
cerrojo de un penal" de dura. ¿Pero dónde la meto? Si sé que
mi mujer lo aceptaría como una obligación de esposa. ¡Y eso
no me vale! Sería como una especie de violación. Mi mayor
satisfacción, más que la propia, es ver a la mujer que tienes
debajo (o encima) gozar "como una loca".
Y os dejo, que me voy "a follar" a la Sharon Stonta"
ahora mismo, que me está esperando que le baje las bragas.

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Vírgenes pero putas

Era bastante frecuente en aquellos años de la


represión sexual, dar con chicas (yo di con dos y doy fe de lo
que escribo) que bajo ningún concepto se dejaban penetrar
por vía vaginal; ya que el himen o virgo, era el símbolo de la
pureza de la mujer; y que debían llevar intacto al matrimonio
para no ser repudiadas; o que el mismo novio la desvirgara
antes y asumiera el riego que la dejara plantada ante el altar.
Pero como eran tan calientes y "les picaba" lo mismo
que les "pica" a las chicas liberadas de hoy, se buscaban las
formas de satisfacerse y satisfacer al amigo o novio, sin
perder la virginidad.
Recuerdo aquellas dos hermanas que vivían por la Av.
de Oporto de Madrid, solas, ya que eran de un pueblo de
Ciudar Real, que estaban estudiando en Madrid, financiadas
por su papá, que hacían de todo, menos que las penetraran.
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Con la mayor, pasé toda la noche de un sábado en una
habitación de San Martín de Valdeiglesias; localidad próxima
al Pantano de San Juan, también llamado, la playa de
Madrid. Me la chupó como una profesional de la felación,
pero lo que más me llamó la atención, fue que llevaba en el
bolso un tubito de vaselina. Mira que las mujeres llevan cosas
en los bolsos; las de hoy casi todas llevan su cajita de
preservativos. ¿Pero vaselina?
-¿Para qué llevas eso? Le pregunté un tanto asombrado
al sacar el tubito. ¿Es que no te mojas?
-Sí, mi amor, pero es para que me la metas "por la
colita".
-¿Cómo por la colita?
-Sí, cariño, por el culito.
-¡Ah!
-Verás. Es que tengo novio en el pueblo, y si me
desvirgan, me deja, no se casa conmigo.
-¡No me digas!
-Sí, corazón, los hombres de mi pueblo suelen pedir a
las novias antes de llevarles al altar, certificado de virginidad.
-¿Pero... y si las desvirga el novio?
-Pues es posible que también las dejen, por putas.
-¡Pero cómo puede ser eso!
-Sí, cielo. Una mujer que se deja desvirgar por el novio,
lleven el tiempo que lleven, es una fresca, ya que los novios
tienen que presumir y demostrar a sus amigos, que han
desvirgado a la novia en la noche de bodas; porque si va
desvirgada, pueden pensar que la ha podido desflorar otro
hombre,
-¿Cómo lo demuestran?
-Enseñando por la ventana o el balcón de donde
consuman el acto, un paño o las bragas de la novia
manchadas de sangre.
-Pero pueden enseñar un trapo manchado de sangre.
-Pudiera ser, pero el certificado de virginadad emitido
unos días antes de la boda, confirma a "la virgen".

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-¡Joder! Con los hombres de tu pueblo. ¿Y si una mujer
se ha desvirgado por algún accidente, que pasaría?
-Un médico podría certificar que fue desvirgada por
accidente, no por contacto sexual. -¿A ti no te importaría
casarte con una chica sin el virgo?
-La verdad, de una mujer pido algo más importante
que "esa telita" que os tapa la vagina. Si la amara de verdad,
no, no me importaría.
-Es que los chicos de Madrid tenéis otra mentalidad.
Los de mi pueblo son unos brutos.
-Ya veo, ya.
Mientras manteníamos esta conversación, ella se
estaba untando bien el ano de vaselina; y a renglón seguido,
tomó mi pene, y también le engrasó bien.
-Ya, mi vida, ye me la puedes meter por "la colita".
Verás como te dará tanto o más gustito que por delante.
Se puso a cuatro, y la verdad es que me impresionó.
En esa posición el culo de la mujer se contempla en toda su
magnitud, y si es culona cómo esta manchega,* todavía más.
Es un espectáculo maravilloso ver a la mujer a "cuatro
patas".
-Va mi amor, que quiero sentirte hasta lo más
profundo de mis intestinos. Me dijo con voz cachonda.
-Cariño, que sólo dispongo de dieciocho centímetros,
hasta donde llegue.
Me situé de rodillas frente a su ojete. De repente me
sobrevino un olorcillo que esa zona expele, y la verdad que me
puso a mil. Ese aroma natural a coño y culo fresco, (no
rancio) enervaron mis sentidos, y el pene me dio tal respingo,
que rebotó en la tripa.
Puse las manos en ambos glúteos, mientras ella con su
mano derecha, por debajo de sus piernas me la cogió y se la
llevo justo a la embocadura de su ano.
-Métela muy despacio, por favor. Que la quiero sentir
milímetro a milímetro como entra.
Con mis manos posadas en sus nalgas, miré hacia ese
abujerito marrón y observé como se abría, la moza hacía

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fuerzas como cuando se hace al defecar, de modo que los
esfínteres se abren. Una vez metida, se deja de hacer fuerza,
por lo que al cerrarse, crean una especie de succión que mete
el pene para adentro de una forma suave.

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"La Diosa de la Abundancia" de Comalcalco

Esta historia canta a la exaltación de lo más


sobresaliente que porta una mujer: sus senos. Y por lo que
los hombres desde que nacen viven hechizados ante esas dos
protuberancias que de tiernos infantes les da la vida, y de
adultos "dan su vida" por seguir sorbiendo de esas dos
fuentes de las que emanan los deseos más desenfrenados, y
los apetitos más disolutos "para devorar" como se devora el
pan de la vida, o como la ambrosía: alimento de los dioses.
La Madre Naturaleza quiso, que, su gran obra quedara
plasmada en México, esa gran nación que fue obra de los
dioses y diosas aztecas; y que Ahkushtal diosa de los
partos, hoy desde su Paraíso, sigue llorando de envidia por no
haber podido amamantar al Pueblo Azteca con los pechos que
hoy "la diosa" de Comalcalco (La Perla de Chontalpa), apaga
la sed de aquellos que tienen la dicha de poder sorber de los
manantiales que emana el néctar divino de Ahmakiq diosa
azteca de la abundancia, hoy reencarnada en Paty. Pero
dejemos que sea ella, la que nos cuente los milagros que
hacen sus "dos divinidades".
Me llamo Patricia, tengo veintisiete años y vivo en la
preciosa ciudad mexicana de Comalcalco del Estado de
Tabaxco. Soy mujer, no una diosa ni creo descendiente de
ninguna de las Aztecas. Pero si es verdad que la Madre
Naturaleza me ha dotado de dos senos tan hermosos, que son
cantados y comentados por los hombres de mi región, y cómo
no, también por algunas mujeres que cuando miran mi
escote, observo como de sus ojos se escapan destellos de
desazón por no ser ellas las portadoras de tan noble y
poderosa razón. Por lo que el dicho de. "Tienen más fuerza
dos tetas que dos carretas" se hace realidad en mi
condición.
Podría contar mil historias protagonizadas por mis "dos
poderosas razones" pero voy a narrar una que sucedió hace
unos dos años, y de la que guardo un simpático recuerdo
porque fue Sergio, el chico que se perdió entre "mis dos

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alcores", dejando en ellos el torrente de su virilidad. Pero no
adelantemos acontecimientos.
Era la tarde de un sábado de primavera; y no recuerdo
porqué ese día estaba escéptica y sin ganas de salir ni ir a la
Disco Vogga Lounce. Por lo que me dispuse a "navegar por los
mares de Internet" en busca de "islas paradisíacas" que me
animaran y me sacaran de esa especie de nostalgia que me
invadía; y sin saber los motivos, ya que soy una chica de
temperamento alegre y positivo; debió ser esa hora tonta que
dicen tenemos las mujeres.
Al rato vino Elena mi mejor amiga, muy arreglada,
como es habitual en ella, ya que es una chica "muy mona" y
presumida; y al verme en ropa de casa y si arreglar me dice:
-¡Pero cómo es que no te has arreglado! ¿Es qué no
piensas salir hoy?
-No Elena, no tengo ganas de salir, me voy a quedar en
casa navegando por Internet.
-¿Es qué quieres buscar un cibernovio en algún chat?
Me dijo Elena con sorna.
-Qué va, que va. Es que no estoy de humor.
-¡Chica! Qué raro en ti, si eres alegre como las
castañuelas. No me digas que tienes mal de amores.
-No seas tonta Elena, sabes muy bien que los chavos
me sobran.
-Espero que mañana estés animada porque he
quedado con Jaime y trae un amigo para ti.
-Y eso. ¿Pregunté intrigada?
-Ya sabes que ando medio novia con Jaime, y me ha
pedido que seas pareja de ese amigo.
-¿Sabes como es?
-Se llama Sergio y es muy majo, seguro que te va a
gustar
-¿Y qué tal te va a ti con Jaime? ¿Sois ya novios
formales? Pregunté para cambiar la conversación. No me
hace mucha ilusión las citas a ciegas.
-¡Ay Paty! Me tiene loquita, loquita. Es tan galante y
tan guapo...

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-¿Os habéis besado ya?
-¡Ay hija! Mira que eres tonta... Pues claro... ¡Y cómo
besa! Cada beso que me da "se me caen las bragas a los
tobillos".
-¡Hala exagerada. Dije riendo la metáfora.
-Pero no me cambies el tema y dime si estás dispuesta
mañana para salir con Sergio. No me digas que no, que me
haces una faena, que le he dicho a Jaime que sí.
-¿Conoces a ese tal Sergio? Ya sabes que las citas a
ciegas no me gustan.
-Sí le conozco, y es muy guapo, seguro que te va a
gustar. No lo dudes Paty, verás que bien lo vamos a pasar.
-¿Y cómo ha surgido esta cita? Le pregunté a Elena.
-Bueno, verás...No te lo quería decir. Resulta que el
amigo de Jaime te conoce de vista, y como sabe que soy tu
mejor amiga, le ha pedido a Jaime que te presente y si es
posible que os conozcáis, ya que según me dice está
enamorado de ti.
-No será un freso, de esos que sólo van a aprovecharse.
¿Verdad? Porque esos amores, me escaman. A ver si lo quiere
es otra cosa.
-Ya sabes que todos los chicos intentan "meter mano",
pero para eso estamos nosotras para cortar sus instintos.
-Vale, vale. Pero conste que lo hago por ti. Para eso
somos amigas. Hoy por ti, mañana por mí.
-Eres un sol Paty. Sabía que no me ibas a fallar.
Mañana a las cinco venimos a buscarte. Verás como no te vas
a arrepentir.
-¿Quiénes vienen?
-Jaime y yo, luego vamos a buscar a Sergio.
-¿Y cómo vamos a la discoteca? Pregunté a Jaime.
-Tú con Sergio en su coche, y Elena conmigo en el mío.
-¡Ah vale! No me pareció mal la idea
No sé porqué, pero el caso es que al acostarme me vino
la imagen de un chico muy guapo y la asocié con Sergio; y
mis manos se dirigieron a mis pechos, los cuales froté con
ellas imaginando eran las de él. Alcé mi teta izquierda hasta

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mi boca, la cual llegaba perfectamente, y con mi lengua libe el
pezón que empezaba a salir de su aureola pidiendo que
mamara para liberarle "de su agonía".
Mi otra mano, (la derecha) se dirigió presta a "apagar el
incendio" que se propagaba de mis tetas hacia la vulva, que
estaba encendida como una rosa roja. Los dedos índice y
medio se deslizaban suavemente por mi clítoris, que salido de
su capuchón esperaba las caricias para sofocar el ardor y el
fuego que me quemaba las entrañas. Y mientras los dedos de
mi mano sofocaban el ímpetu del "pistilo de mi rosa roja", mis
labios sorbían del pezón de mi teta izquierda con tanta
lujuria, que en sus mordisquillos sentía una mezcla de placer
que me hacían estremecer.
Mi vulva se semejaba a la catarata "del Valle de las
Ninfas", agua bendita fluían desde el fondo "del manantial del
placer", que como el "Río Onanismo" recorría mis muslos
formando meandros
hasta que se perdían por el horizonte de mis
extremidades.
El orgasmo fue "brutal", tanto, que mordí mi pezón con
tal fuerza, que el dolor y el placer se juntaron como si fueran
los elementos del placer. Y quedé dormida, rendida ante la
magnitud del amor hecho con "el varón de mi imaginación".

Al día siguiente. Domingo

Elena y Jaime, tal como quedamos vinieron a


recogerme a las diecisiete horas.
-Hola Paty. Cada día estás más guapa... ¡Y más
exuberante! Dijo Jaime mirándome al pecho de una forma un
tanto atrevida. Elena le echó una mirada que casi le fulmina.
-Y tú siempre tan galante Jaime, y tan atrevidillo. Le
respondí a la vez que nos besamos las mejillas.
Me vestí para la ocasión un tanto atrevida; no es que
quisiera impresionar al chico que me iban a presentar y al
que no conocía; pero basta que Elena me dijera que estaba
enamorado de mí, para que me viera más guapa que nunca.

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Me vestí con una camiseta negra con tirantes con escote
redondo que dejaba al descubierto la parte superior de mis
pechos que juntos eran como dos collados que encerraban el
valle de las codicias. Minifalda azul tubo y chaleco vaquero.
Cinturón negro abrochado por tres prendedores de plata
justamente a la altura del pubis, como simbolizando un
cinturón de castidad. Melena recogida hacia mi hombro
izquierdo sujeta por un broche de abalorios.
-¡Jo, Paty! Cuando te vea Sergio le va a dar un infarto.
Estas tremendamente arrebatadora. Me dijo Elena con
admiración. Jaime no me quitaba ojo "de la pechera".
-Jaime: como sigas mirando así te vas a quedar bizco.
Le dijo Elena un tanto disgustada. Yo creía que sólo tenías
ojos para mí.
-Y los tengo sólo para ti, cariño, pero de vez en cuando
hay que mirar "otro panorama" para cotejar. Y te juro Elena,
que "tu paisaje" es único.
-Ya, ya, palabritas no te faltan. Paty rió la salida de
Jaime.
-Venga vamos ya, que Sergio nos espera, y seguro que
impaciente por ver "la salida del Sol".
El chico: Sergio merecía la pena: Elena no me había
mentido, era guapetón, moreno, de 1,70 cm
aproximadamente, detalle que me gustó, porque aunque yo
no soy muy alta, sí me gustan los chicos altos.
-Os presento. Dijo Jaime. Paty, aquí Sergio. Sergio,
aquí Paty.
Sergio hizo esfuerzos para mi fijar su vista en mis
pechos, y me dio la mano mirando a mis ojos. Ese detalle me
gustó, ya que demostraba cierta educación y respeto.
-Encantada de conocerte Sergio. Y cómo quise ser
amable por su detalle, añadí: Elena me hablo muy bien de ti,
y compruebo que te describió muy bien, eres todo un galán.
Sergio quedó un poco ruborizado; quizás no esperaba
esa reacción tan favorable a la primera vista.
Elena se fue en el coche de Jaime que estaba allí
mismo, y nos dijo: -Os esperamos en la "Disco".

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El de Sergio estaba aparcado unos metros más allá,
por lo que fuimos andando hasta el lugar donde se hallaba
-¿Te importa que te coja del brazo? le pregunté, pero
sólo porque lo creí más oportuno. Además me sentía más
segura.
-¡Cómo no! Paty, es para mí un honor que la chica más
linda de Comalcalco vaya cogida de mi brazo.
-Eso se lo dirás a todas. Le dije en plan irónico.
-Te juro que no Paty. No soy un "picaflor".
El chico se le veía bastante tímido por lo que supuse
que no era de esos que a la primera de cambio buscan sexo.
Me acordé de "la paja" que me hice anoche, y la verdad, que sí
identificaba a Sergio con "aquel varón surgido de mi
imaginación".
Pero no soy una mujer que busca sexo por sexo, para
mí, una relación sexual es deseo, y el deseo no surge de la
nada, surge de algo más allá de los órganos sexuales, éstos
son los que reciben la llamada su llamada; llamada que brota
de algo más profundo del cuerpo. ¿Quizás del alma?
Me abrió la puerta del vehículo, detalle del que seguí
valorando como todo un caballero. Puso en marcha el coche y
salimos rumbo a la Disco Bogga Lounge.
Bailando empecé a notar cierta excitación en Sergio. Lo
cual valoré como positivo. ¿Que chico no es excita con una
chica? Aquel que no siente nada por ella. Aunque también los
hay que "se empalman" con el palo de una escoba con faldas.
Pero a Sergio le veía una excitación controlada, lo cual me
indicaba que no era de esos que "quieren meter" ya. Además
yo no estaba dispuesta a permitir nada, porque aunque el
chico me agradaba, no soy las que busca "al macho" para
satisfacer el instinto de "hembra caliente".
En una de la piezas que bailamos era un bolero
cantado por Luis Miguel, creo que era "Noches de Veracruz"
del gran Agustín Lara. Aquí si que noté claramente la
excitación; le dejé que se arrimara un poco a mí ¡Y joder..!
¡Ay! Disculpen la expresión, pero lo que sentí en mi vientre
estaba duro como una piedra. Y eso que el cinturón

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amortiguó un poco la embestida... Nos miramos a los ojos, y
no dijimos nada, pero al ver su carita de arrepentido, como
aquel que comete un pecado... Dejé que siguiera rozando mi
vientre al compás de aquel bolero.

Lo que pasó después...

Elena y Jaime al verme abrazada a Sergio bailando tan


pegaditos, se desentendieron de nosotros y fueron a lo suyo.
Al punto, que se marcharon sin despedirse de nosotros. Al
día siguiente me dijo Elena que no se despidieron para no
romper el encanto que vieron en los dos.
Subimos en el coche, eran casi las cuatro de la
madrugada. Tomó dirección a mi casa; en el camino paró el
coche en un solar de la calle Gardenia.
-¿Te importa que paremos un rato mientras me fumo
un pitillo? Me rogó casi más que preguntar?
Sabía lo que quería, su bragueta lo anunciaba, porque
con mucho disimulo miré hacia ese lugar, que a pesar de ser
de noche se notaba abultada. Y como yo estaba muy segura
de mi misma, y sabedora que me iba a proponer hacer el
amor, llegaría hasta donde yo decidiera que llegara.

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INDICE Páginas

Cuentos de mi Pubertad 006


Aquella moza de la academia 007
Aquella moza del cine Argel 009
Aquella moza de la farmacia 012
Aquellos besos de La Bombilla 014
Petri del Café de Levante 016
Cuentos sicalipticos de un abuelo 022
El chichi de Carmencita 023
Mi primera "gayola" 024
Mis erecciones con Isabelita 026
Isabelita me invitó a merendar 028
De aquel verano en el Real de S. Vicente 030
Diario íntimo de mi prima Marucha 033
El chichi de Carmencita 042
La "pipa" de la Venancia 048
Las querindongas de la calle de Ayala 052
Las siestas con mi prima Marucha 055
Mi amigo y aquella puta 058
Mi primo y el puchero en la lumbre 061
Mis aventuras eróticas en la Dictadura 066
Cuentos de mi juventud y soltería 074
Los líos amorosos de un niño guapo 075
Aquellas enfermeras alicantinas 139
Aquellas anécdotas de la Dictadura 145
Aventura en el expreso Madrid - Sevilla 164
Mis escritos proscritos 170
Asesinato en el burdel 171
Ayudé a mamá a recuperar su sexualidad 175
Carta a mi desconocida Pilita 184
Cómo hacer un cunilingüos debidamente 185
Donde tiré mi "último cohete" 188
Confesiones de la Marquesa de "Tócame Roque" 195
Cuentos de facchas y rojos 200
Daría mi vida de macho por ser mujer 208
De la desesperación a la felicidad en un minuto 214
Diálogos de matrimonios 218
El arte de saber bajar unas bragas 221
El ciberpolvo 224

474
475
El coleccionista de pelitos de pubis 228
El consolador 230
El diario de un consentidor 233
El dulce sabor salado de los coños 250
El momento más emocimocionante 254
El orgasmo telefónico 257
El primer "casquete" que regalé a María 261
El sexo oral 263
El tafanario de Carmen 265
El violador del bidé 267
España y los años sesenta 270
Esperé a que fuera mayor de edad 276
Hoy me siento más realizado de hombre que nunca 285
La felación perfecta 289
La isla de las delectaciones 292
La primera vez que fui sodomizado 295
Las calientapollas 303
Las dos lavativas que me han puesto en mi vida 309
La imaginación: el poder y el deseo 313
Las locuras de la Marquesa de "Tocameroque" 316
Los besos de mi amor 322
Los pedos en el tálamo del amor 324
La ejecutivas 327
Lluvia dorada de una fuente sagrada 330
Lo que no escribió Cervantes lo escribo yo 335
¿Me estaré voliendo gay? 340
Me gusta como huele "la flor" de Sandra 349
Me gusta sentirme mujer y ser pentrado por un macho 352
Mi colección de pelitos de pubis 357
Mi hija es lesbiana 361
Mi primer "polvete" del año 368
Mis ligues por Internet 374
Mi otra vida virtual 378
Mi vida: un mundo lleno de satisfaciones 381
Mujer presa en un cuerpo de hombre 385
Noches de amor en el hotel de Puerto Bahía 388
Novias anjelantes, esposas .... 409
Nunca creí que en mi ano cupieran 25 cm de polla 413
Por culpa de una almorrana no me la pudo meter 419
¿Por qué yo no tengo mamá? 424
Qué da más placer en el sexo 427

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Restregando "la cebolleta" 431
Retretes públicos unisexo 434
Sobre el intercambio de parejas 437
Sobre el orgasmo masculino 441
Soy el mejor lamerón del mundo 444
Soy un cabrón en potencia 450
Su majestad el Coño 456
Un marido obsexo y un esposa puritana 458
Vírgenes pero putas 463
La diosa de la abundancia de Comalcalco 467

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Mi bibliografía:
Mis recuerdos. En verso
Arrepetidos los quiere Dios
Mis cuentos inmorales
Mis escritos proscritos
Reflejándome en mis versos
Cuentos de mi pubertad
Historia de dos amores

Félix Barderas Basaldúa (1940 - )

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