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TEMA 5

NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO TEOLÓGICO DE DIOS

5.1 Sentido y Valor del Conocimiento Analógico de Dios: "Analogía Entis", "Analogía
Fidei"

Analogía entis (analogía del ser): Al hablar de Dios, algunos de los atributos que más
sobresalen son su omnipotencia e infinitud, Él está sobre todas las cosas y es infinito; con
esto, se afirma que a Dios no se lo puede conocer por completo, pues de lo contrario ya no
sería infinito. Sin embargo, afirmar que no se puede comprender a Dios por completo, no
quiere decir que no sea cognoscible, por lo menos en una parte. Entonces, lo que se niega
es la posibilidad de alcanzar un conocimiento perfecto de Dios, y lo que se afirma es la
posibilidad de alcanzar un conocimiento imperfecto, que, aunque imperfecto, no deja de ser
verdadero. En el estado de la vida presente podemos alcanzar un conocimiento de Dios
que se llama conocimiento analógico, el cual se realiza a través de la especie no propia,
sino ajena. Analogía es una manera de emplear las palabras para que, en determinadas
condiciones, digan algo acerca de lo que Dios es y hace. La palabra analogía significa
semejanza, en parte igual y en parte distinta: de algo conocido, pasamos a conocer algo
nuevo, pero que guarda cierta semejanza con lo que ya conocemos (Sayé).

Con el conocimiento analógico conocemos a Dios a través de los conceptos del mundo
finito aplicados a Dios, en la medida de las posibilidades; es decir, conocemos a Dios a
través de las perfecciones de las creaturas. Tal conocimiento se funda, por tanto, sobre la
semejanza entre el Ser Divino Subsistente (Creador) y el ser participado (criatura); las
criaturas son efecto de la Causa Primera. Esta semejanza nos permite usar, dentro de
ciertos límites, un lenguaje común a ambos. Cuando se dice: "Dios es bueno" afirmo lo
mismo que cuando un hombre es bueno (vía positiva), pero lo afirmo en sentido algo
diferente (vía negativa) y en el máximo sentido que pueden recibir esas palabras (vía de
eminencia) (Tomás).

Toda analogía tiene carácter relacional. No expresa semejanza de esencia, sino proporción
de cosas diferentes. Puede darse así entre Creador y creatura, entre lo infinito y lo finito.
En la analogía la palabra humana se trasciende a sí misma, reteniendo, sin embargo, su
sentido propio. Concretamente, la "analogía entis", es mencionada en el libro de la
Sabiduría cuando dice: "Por la grandeza y hermosura de las criaturas se descubre, por
analogía, a su Creador” (Sab 13,5); permite a nuestra mente y a nuestro lenguaje englobar
al Creador y a la criatura bajo un mismo pensamiento y un mismo modo de hablar, aunque
la enorme diferencia entre ambos siempre deba tenerse en cuenta. La teología, pues, se
ve urgida a utilizar el lenguaje analógico tanto para hablar de la razón natural, como para
meditar sobre la revelación. En definitiva, por la analogía del ser, podemos tener un
conocimiento de Dios partiendo de las cosas creadas por Él (Fernández).

"Analogia fidei” (Analogía de la fe): Se refiere a la forma en que la analogía se utiliza en


la Revelación. Se trata de una analogía nueva, creada por Dios mismo en el hecho de la
Revelación. Implica y se apoya en la analogía del ser y al mismo tiempo la trasciende. Por
ejemplo, lo sucedido en el pasaje del Pan de Vida del Evangelio de Juan 6, 26-35: La
analogía del pan (analogía entis) se sabe lo que quiere decir, es decir, la alimentación
fisiológica del hombre. En cambio, cuando Jesús habla del pan, está hablando de un
alimento sobrenatural, es decir, una realidad espiritual y trascendente. El pan recibe una
nueva relación, porque es apto para recibir esa nueva relación pero, al mismo tiempo, esa
nueva relación le trasciende absolutamente. Por esta razón se dice que la analogía fidei se
fundamenta en la analogía entis y, al mismo tiempo, la trasciende. La analogía fidei es un
principio muy importante para interpretar el AT en relación con el NT, según el esquema de
promesa-cumplimiento o tipo-forma perfecta. En definitiva, por la analogía de la fe,
podemos tener un conocimiento de Dios basado en el hecho de la Revelación (Sayé). Dice
el Catecismo de la Iglesia en el numeral 114: “Por analogía de la fe entendemos la cohesión
de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación”.

5.2 Dios y la cuestión del ser: Principales Aspectos Teológicos

Debemos tener claro que para hablar del “ser”, debemos afirmar que todas las cosas “son”,
o sea, no puede haber algo que “no es”. El “ser” es un acto, una perfección de las cosas;
es un acto universal y no algo exclusivo a un tipo de realidad. El ser es un acto constitutivo,
aquello por lo que las cosas “son”. Por tanto, constituye el acto primero de la realidad, que
desde dentro confiere al sujeto toda su perfección (Tomás).

Si queremos hablar de Dios y la cuestión del ser, debemos tener presente cuanto se dijo
de la analogía; vemos que para hablar de lo que es Dios, no tenemos más punto de partida
que el discernimiento del mundo material que conocemos por medio de los sentidos; los
conceptos de esencia están tomados de este mundo. Entendemos por esencia de una cosa
aquello por lo que una cosa es lo que es. Por ejemplo: Una flor es una flor y no un gato.
Apreciamos aquí una relación entre el sustantivo y el verbo ser. Con el término esencia nos
referimos a lo que una cosa es realmente. Siguiendo a santo Tomás, sabemos que las
cosas que nos sirven de punto de partida están compuestas de esencia y de existencia;
pero en Dios no hay tal composición. No se puede concebir a Dios como a una esencia que
estuviese puesta en acto por la existencia. La esencia divina no es otra cosa que su propia
existencia. Dios es acto puro, es decir, Dios es su propio acto de existir, no limitado por
ninguna forma de ser. Dios no tiene el ser, Él es el Ser. Dios no tiene vida, es vida ilimitada.
Al mismo tiempo no hay que olvidar que existe una esencia o naturaleza divina, es decir,
un cúmulo de perfecciones que le constituyen en Dios y le diferencian de todo lo creado.
Dios es Dios, es decir, es un ser infinito y eterno. (Grabmann)

Esto, se puede evidenciar en las Sagradas Escrituras, por ejemplo en el Éxodo cuando Dios
se nombra a sí mismo como "El que es". Los Padres griegos interpretan el Ex 3,14 como
que Dios es el Ser. La reflexión filosófica y teológica ha partido de ahí y ha llegado a Dios
como el Ser. La postura exegética afirma que "El que es" no tiene un significado
propiamente metafísico desde el punto de vista de la filosofía griega pero, sin duda, se está
dando la idea del Ser. En Juan 8,28 leemos: "Cuando hayan levantado al Hijo del hombre,
sabrán que yo soy el que soy…” Aquí aparece también la noción de Dios bajo la idea del
Ser. El " ἐγώ εἰμι" es un modo de expresar la divinidad de Cristo. Para San Agustín el ser es
la inmutabilidad; ser es ser siempre del mismo modo. Lo propio de Dios es ser inmutable.
En definitiva, en Dios, la esencia y la existencia se identifican, por eso Dios no tiene el ser,
sino que Él es el ser. Dios es.

5.3 "Dios es Amor": Significado y Alcance Teológico de esta Verdad Revelada

Con lo anterior afirmamos entonces que Dios es inmutable, que no puede ser cambiado.
Pero, ¿existe otro término más accesible a nuestro alcance para referirnos a Dios? Afirma
1 Juan 4,8: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Si hemos dicho
que en Dios la esencia y la existencia se identifican y que Él es la causa primera de todo,
debemos decir que todo ha sido creado con una finalidad, según la voluntad de Dios. En
este caso, se identifica a la voluntad divina con su acto, y este acto no puede más que
identificarse con el amor, que es el acto propio y primero de la voluntad. Sin este movimiento
no puede darse ningún otro movimiento de la voluntad. Bien dice san Agustín que el amor
es la raíz de la cual no pueden salir frutos malos. Toda la actividad volitiva del ser inteligente
descansa, pues, sobre el amor como su acto primario. También, debemos considerar el
nexo que existe entre el amor y el objeto amado. Volvamos a recordar el texto joanico: “El
que no ama no ha conocido a Dios”. El amor de Dios es tan infinito como su bondad y su
inteligencia. Se trata, pues, de un acto único de amor, que es universal. Dios abraza con su
amor todo lo que es bueno y todo lo que existe; al ser creación de Dios, es bueno.

Dentro de la universalidad de este amor, es necesario recalcar que el amor de Dios recae
primaria y necesariamente sobre sí mismo. Dios se ama a sí mismo con amor infinito y
necesario. Dios es el infinito y se conoce a sí mismo con infinita perfección. De la necesidad
intrínseca con la que Dios mismo es el objeto primario de su amor se sigue que Dios no
puede crear el mundo más que para su gloria, porque Él mismo no puede tener ningún fin
fuera de sí mismo. Si lo tuviera, no sería la Causa incausada. Por otra parte, sólo en Dios,
que es el Bien infinito, encuentra su fin la criatura racional, que está hecha para el
conocimiento de lo inefable y para el amor de un infinito que es entrañablemente personal.
Por eso dice el santo de Hipona: “Tú Señor nos hiciste para ti y nuestro corazón estará
inquieto hasta que descanse en ti”. En este punto, se podría pensar que Dios necesita de
nuestro amor, tomando la necesidad como cierta negación de la infinidad e imperfección de
Dios, pero vale aclarar que la infinita perfección divina lleva consigo el que Dios no necesite
nada. Dios no crea el mundo por una necesidad interna o para obtener algo del mundo,
sino por una inefable y absoluta gratuidad. El infinitamente sabio y poderoso no es un ser
indigente, sino un ser infinitamente feliz, y el que tenga sed de nuestro amor no es más que
una muestra de su infinita bondad y gloria (Fernández).

Bondad y gloria a la que ha hecho participe a sus criaturas. Ser creada para la gloria de
Dios es pues, la mayor gloria de la criatura. El amor con que Dios se ama a sí mismo no es
egoísta, sino que este amor forma parte de la santidad de Dios. Por eso dice el Catecismo
de la Iglesia en el numeral 68: “Por amor, Dios se ha revelado y se ha entregado al hombre.
De este modo da una respuesta definitiva y sobreabundante a las cuestiones que el hombre
se plantea sobre el sentido y la finalidad de su vida”. Se trata de un amor purísimo que hace
imposible que Dios quiera el pecado. El amor y el gozo están en Dios según su más elevada
perfección, sin limitaciones (Benedicto XVI).

En definitiva, en Dios, por la identificación entre la esencia y la existencia, se da también


una identificación entre la voluntad divina con su acto, y con esto se ha identificado ese acto
con el amor, por lo tanto Dios es Amor. El amor de Dios es lo que causa el ser de las cosas
y por lo tanto son buenas.

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