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UNIDAD EDUCATIVA FISCAL

“DANIEL LOPEZ”

NOMBRE: CAMILO ADRIÁN


CHOEZ RODRIGUEZ

TEMA: LEYENDAS ECUATORIANAS

MATERIA: LENGUA Y LITERATURA

CURSO: 5to “A”

DOCENTE: SILVIA SOLÓRZANO P.


ÍNDICE
1 LEYENDAS DE LA COSTA ............................................................................................................................................ 3

1.1 LA PRINCESA TRISTE DE SANTA ANA ................................................................................................................. 3

1.2 LA TACONA ........................................................................................................................................................ 5

1.3 EL TINTÍN ........................................................................................................................................................... 6

1.4 EL CERRO MUERTO ........................................................................................................................................... 8

1.5 EL CHUZALONGO............................................................................................................................................... 9

2 LEYENDAS DE LA SIERRA ......................................................................................................................................... 10

2.1 CANTUÑA Y SU PACTO CON EL DIABLO .......................................................................................................... 10

2.2 LA DONCELLA DE PUMAPUNGO ..................................................................................................................... 11

2.3 El guagua Auca ................................................................................................................................................ 12

2.4 EL PADRE ALMEIDA ......................................................................................................................................... 13

2.5 EL GALLO DE LA CATEDRAL ............................................................................................................................. 15

3 LEYENDA DEL ORIENTE............................................................................................................................................ 16

3.1 KUARTAM EL SAPO.......................................................................................................................................... 16

3.2 ETSA Y EL DEMONIO IWIA ............................................................................................................................... 19

3.3 NUNKUI Y LA YUCA.......................................................................................................................................... 21

3.4 EL AYAYMAMA ............................................................................................................................................... 23

3.5 LA BOA Y EL TIGRE .......................................................................................................................................... 24


1 LEYENDAS DE LA COSTA

1.1 LA PRINCESA TRISTE DE SANTA ANA

En Guayaquil Ecuador existe el cerro Santa Ana que se levanta imponente sobre toda la
ciudad, en su cima hay un faro que se puede ver desde todos lados.
Sin embargo ese cerro que todos los Guayaquileños pueden ver, esconde una historia, tan
maravillosa como increible.
Hace muchos años, antes de la Revolucion Francesa, antes de la llegada de Colón, antes,
mucho antes…cuando el indio hablaba con los árboles, y el viento se comunicaba con las
personas de forman inteligibles. En esa época existió un rey Inca.
Este Rey tenia riquezas interminables, castillos de oro macizo que brillaban con la intensidad
del sol, riquezas infinitas, opulencia interminable. Se jactaba de sus excelsos tesoros, y
ademas de su hija….cuya hermosura era casi tan maravillosa como todos los tesoros del rey.

Su hija a quien amaba con el alma, un día enfermó, a pesar de que llamaron cientos de brujos
que curaban con el canto, cientos de hechiceros de las cuatro esquinas del mundo, miles de
magos de extraños universos….ninguno fue capaz de curar a su hija.
Sin embargo UNO llegó, cuando todo estaba perdido. Y dijo que tenia una cura para la hija. El
rey lo exhortó a que hablara…pero lo que dijo el mago lo llenó de cólera absoluta.
-SI QUIERES QUE TU HIJA SE CURE..DEBERÁS RENUNCIAR A TODAS TUS RIQUEZAS, SOLO ASÍ SE
SALVARA-
NOOOO NOOOOO-, respondió el rey con los ojos inyectados de furia, y tal era su rabia que
mando a sus guardias a torturarlo durante meses para después matarlo.
El rey jamas renunciaría a sus riquezas, aunque eso signifique la muerte de su hija…si! Hijas
podría tener muchas pero ORO, EL ORO LO ERA TODO PARA EL!!!
Cuando el mago que supo como salvar a la princesa murió, una terrible maldición cayó sobre
el reino, el cielo se volvió negro, la tierra se levantó hambrienta para castigar al reino del
soberano ambicioso….las montañas rodearon el reino y lo devoraron como un gigantesco
monstruo de piedra.
Vivieron miles de años en la oscuridad infernal…
Cada 100 años la princesa debía aparecer con la oportunidad de salvar su reino. Pero jamas
podia, pues la ambición en los corazones de los hombres corroía su alma.
Cuando un expedicionario español escaló el cerro sucedió que se encontró con la mujer más
hermosa, era como un hada cubierta de vestidos de arcoiriris, ojos magníficos que reflejaban
un vasto mar.
Ella le mostró al expedicionario una ciudad de oro, y le prometió que si él lo deseaba todo
podía ser suyo, sin embargo también podía escoger casarse con ella, con la promesa de que
seria su esposa fiel, lo cuidaría hasta siempre con devoción. Seria la mejor esposa que jamas
habría tenido hombre alguno.
Pero el prefirió…la ciudad dorada !
La princesa gimió, el rey apareció maldiciéndolo y pretendiendo arrastrarle a la oscuridad
eterna, para que compartiera con ellos su destino, el expedicionario en su pánico le rezó a la
virgen de SANTA ANA.
Y la Virgen lo rescató, en su honor se bautizó al cerrito con el nombre del cerro de SANTA
ANA, lugar donde inició la fundación de la ciudad de Guayaquil.
1.2 LA TACONA

Cuenta la leyenda, que en Esmeralda, había una joven de cabello rubio, que estaba paseando por las calles,
en una noche donde no había luna llena. Cuando pasaba por una calle angosta, se cruzó en su camino un sujeto
que, al verla, la arrinconó en una esquina y abusó de la mujer.

Una hora después de lo sucedido, la mujer llega a su casa con su vestido manchado y las lagrimas por todo el
rostro, decide bañarse y maquillarse. Mientras se maquillaba, se miraba al espejo y juró que nunca mas, nadie
iba a hacerle daño.

La muchacha se había puesto un vestido rojo, vestía unos tacones muy altos y su maquillaje era uno de los
mas bonitos, se fue a una covacha, donde decidió tomar para olvidar todas su penas y lo que le había sucedido
horas antes. Al ingresar a la covacha, los hombres la miraban admirando su belleza y todos querían bailar con
ella. Los hombres de aquella covacha la apodaron "la Tacona". Un hombre, con muy buen parecer, la saca a
bailar y le propone ir a la playa para que puedan estar a solas. La mujer acepta muy decidida y se van a la
playa.

Cuando ya estaban en aquel lugar, el hombre trató de abusar de ella, y en ese momento, al ver el rostro de la
mujer, se dio cuenta que ella era un cadáver, inmediatamente, por el susto, la soltó y corrió sin dirección
alguna. Cuando ya estaba muy cansado, ser dio cuenta que había llegado a un cementerio. Al sentarse sobre
una tumba, leyó un nombre sobre una lápida y recordó el nombre de la mujer a quien trató de hacer daño. Era
ella, pero estaba muerta.

Muchos años después, cuando el hombre ya era un anciano, fue a visitar la tumba de aquella chica, y
arrodillándose sobre la tumba le agradeció por todo, pues a partir de ese incidente que tuvo ya no usó a las
mujeres para satisfacer sus malos hábitos y fue un hombre de bien. En ese momento el hombre siente una
palmada en la espalda y escucha un susurro que le dice: “eso era lo que quería oír.” Él regresa a ver y observa
la espalda de una mujer rubia con un pequeño vestido rojo que se aleja del lugar.
1.3 EL TINTÍN

"Rosa era una chica sencilla de casa. Cumplía quince años cuando empezó a darse cuenta que cada vez que
miraba para atrás, alguien se escondía rápidamente entre los callejones o los carros parqueados.

Por las noches ella se despertaba de un brinco ya que alguien le agarraba las piernas los senos o sus partes
íntimas. Prendia de inmediato la luz pero nadie había en su cuarto.

Cierta noche la despertó un extraño silbido interminable. Frente a ella, en el árbol que había afuera por la
ventana, vio parado en las ramas a un enano que le tiraba besos y le sonreía. A precipitada carrera fue al
cuarto de sus padres a contarles. Su padre salió con un palo afuera de la casa para espantar al intruso pero no
vio nada. Ella lo describió como un enano viejo horrible con sombrero grande. Sus padres pensaron en un
producto de alguna pesadilla. Pero sin embargo el enano seguía molestandola, en el baño le abría la cortina,
abajo de la cama le agarraba la pierna cuando ella se iba a poner las sandalias, cuando regresaba a casa tarde
lo veía venir caminando de forma extraña a lo lejos mirándola con esos ojos de miedo. Ella gritaba desde su
cuarto. Gritaba y lloraba. -Déjame en paz! Se le escuchaba decir.

Un día fue a casa de su abuela que era en un tercer piso, y mientras subía las escaleras ella escuchaba el
silbido desde abajo y al mirar, veía al enano subiendo a brinquitos por la escalera. Horrorizada subió a prisa
las escaleras llamando a su abuela. Sólo para llegar a la puerta y descubrir al enano parado a un lado de esta.
La abuela abrió la puerta al escuchar los gritos y la hizo entrar rápidamente, no sin antes gritar fuerte
nuevamente ya que el ser le agarró las nalgas.

-Que te pasa mija. Dijo su abuela. Y Rosa le contó todo lo que estaba pasando.

- Uy mijita, dijo la abuela....-Te está siguiendo el tintín....

El duende que se enamora de las chicas pelonas, velludas y ojonas. Y justamente Rosa tenía estas
características.

De inmediato se pusieron a orar y su abuela le dijo que si quería que la dejará en paz, la próxima vez ella
tenía que armarse de valor y hacer sus necesidades fisiológicas donde ella este y hacer como si se comiera
sus propias heces. -El tintín es bien asquiento. Y cuando te vea hacer esto, nunca más te volverá a molestar.
Y le contó la historia de una prima de ella a la que le sucedió lo mismo y que se libró del enano haciendo
este acto que ella le sugirió.

Cierto día Rosa se estaba cambiando de ropa y el silbido nuevamente a sus espaldas. Se le erizo la piel. Sus
labios temblaban, y giro despacio para ver nuevamente al tintín parado agarrandose el miembro viril. Y
caminando hacia ella con los pies al revés. La chica recordó las palabras de su abuela y con el miedo que
sentía se hizo sus necesidades en su ropa interior, el duende se quedó paralizado viéndola, y ella metiendo su
mano y sacando un pedazo de porquería se la mostró e hizo como si la comía. El enano pelo los ojos y con
cara de repudio y asco desapareció en una nube negra, de la cual aún existe la mancha en el piso del cuarto
de Rosa y efectivamente, el tintín nunca más se le volvió a aparecer. Y Rosa descubrió también lo común
que era que esta entidad se apareciera desde hace mucho tiempo a todas aquellas chicas pelonas, de grandes
ojos y velludas.

Nunca pudo olvidar eso sí, el perturbador sonido de aquel silbido sin fin"

-En los libros de duendes y leyendas urbanas se lo describe como “un enanito con un gran sombrero y una
cabezota de unos 30 o 40 centímetros, los pies vueltos hacia atrás y el miembro viril sumamente
desarrollado, al extremo de llevarlo arrastrando por el suelo.

Usa sombrero que le llega un poco más abajo de las orejas y produce un silbido lúgubre”.
Persigue y acecha a las mujeres casadas o solteras, “melenudas y cejonas” para poseerlas carnalmente, luego
de sumirlas en un trance hipnótico.

Cuando se enamora de una mujer sale por las noches de los huecos donde vive, y lleva una piedra imán en
un mate, la cual coloca debajo de las escaleras para que todos los habitantes de las casas se duerman.-
1.4 EL CERRO MUERTO

El nombre del Cerro del Muerto se debe a que según los primeros navegantes de mar afuera, se ve como
un muerto acostado. Antiguamente se consideraba ¨pesado¨porque a las 12 de la noche se escuchaba a
una banda de música que producía sorpresa.

Aseguran los antiguos que allí existió un encanto, por los rumores que se oían en la noche. Se cree que allí
se acostumbraba a enterrar a los muertos con todas sus prendas en vasijas de barro.

Dicen que existían unos pozos de agua dulce en el sitio. Gente que escuchaba bandas de músicos y salían
asustados. A los chicos que acostumbraban a salir por ahí, se les presentaba una luz en forma de
relámpago que seguía a la persona y luego se desaparecía, la persona que veía la luz, s ele erizaba la piel y
la cabeza ase le hacía grande.

En otra ocasión, en invierno, se presentó un burro grande, cuyos ojos brillaban en la noche, la gente que lo
montaba se perdia, los moradores temerosos, ya no querían salir de sus hogares.

A las doce de la noche se sentía un murmullo, eran las ánimas que salían a la iglesia para rezar y luego
regresaban al cementerio, se sentía que eran bastantes. Las personas que lo escuchaban, se asomaban y
no veían nada.

Para llegar al Cerro del Muerto. Partiendo de Guayaquil se viaja por la carretera vía a la Costa, hasta
General Villamil (Playas), situada a 90 kilómetros de esta ciudad. De Playas, se toma la vía al Morro. Antes
de llegar al poblado, del lado derecho de la carretera, hay una entrada con el letrero: “La Virgen de la
Roca”. Continuando por este camino lastrado se llega al área de parqueaderos. El viaje en bus toma
aproximadamente dos horas y en carro particular una hora y media.
1.5 EL CHUZALONGO

El “chuzalongo” vive en las montañas; allí se encuentran las pisadas, es del tamaño de un niño de seis años,
con el cabello largo y sucu; del ombligo le sale un miembro como un bejuco de “chuinsa”.

Para que no “aviente” el aire malo del chuzalongo que causa la muerte, se entra en la montaña, se rompe una
rama y se marca; así ya ni puede hacer nada. Cuando está marcado ya no ataca a nadie, es muy juguetón e
inquieto y ya no hace nada; pero en cambio tiene un “humor malo”, después de un momento da un “aire
fuerte” y le deja cadáver a una persona.

Se cuenta q un agricultor tenía sus tierras en lo alto del monte, una noche cayo una tormenta y él, muy
preocupado por el ganado solo, mando a sus dos hijas a encerrarlos en el granero, ellas llegaron amarraron al
ganado y se entraron en la cabaña. Alguien golpeo la puerta abrieron y no había nadie, se dieron la vuelta y
era un pequeño ser con un enorme miembro viril enroscado en su cuerpo gritaron; pasaron las horas y ellas
no regresaron con una mal presentimiento el anciano tomo su escopeta y se enrumbó hacia la cabaña ,la
lluvia caya a cantaros fría y pesada el viento soplaba tan gélido y triste, por fin al mirar a lo lejos la luz dela
cabaña corrió y tumbo la puerta, encontrándose con una escena horrenda y macabra. Las muchachas tiradas
en el piso descuartizadas en medio de un charco de sangre, y frente a ellas, el ser llamado el chuzalongo
todavía limpiándose su enorme falo dela sangre de las mujeres salto ,corrió y jamás fue visto de nuevo...
2 LEYENDAS DE LA SIERRA
2.1 CANTUÑA Y SU PACTO CON EL DIABLO

Cuenta una leyenda muy famosa en la ciudad de Quito, capital del Ecuador, que en los tiempos de la
Colonia existió un indio muy famoso por ser descendiente directo del gran guerrero Rumiñahui.
Este indio, llamado Cantuña, tenia mucho poder sobre los demás indígenas de la región.

Aprovechando esto se comprometió a construir un hermoso y gran atrio para la Iglesia de San Francisco,
pero su compromiso con la iglesia fue hacerlo en seis meses, caso contrario no cobraría nada.

El trabajo no era tan fácil, porque tenía que traer los bloques de piedra desde una cantera lejana y aunque
los indios se esforzaban, era muy trabajoso cortar los bloques y formar los cuadrados para el atrio y
colocarlos.

Cuando el tiempo de entrega de la obra estaba a punto de terminar, Cantuña se hallaba desesperado, y
ofrecía entregar loque sea a quien le ayudase a terminar el atrio, qu apenas estaba iniciado.

Sus ofrecimientos llegaron a oídos del demonio, y aprovechando la situación se presentó y le ofreció
terminar el atrio esa misma noche, siempre y cuando Cantuña le entregara su alma como pago. Cantuña
aceptó, y miles de pequeños diablillos empezaron a trabajar en cuanto la obscuridad cayó en la ciudad.

De pronto Cantuña se dió cuenta de la rapidez con que trabajaban y que su alma estaría destinada a sufrir
castigos por toda la eternidad, así que decidió retar al demonio. Cantuña se alejó a una esquina y tomó
una piedra, en ella escribió en latín: "Aquel que tome esta piedra y la coloque en su lugar, reconocerá que
existe un solo Dios y que está por sobre todas las criaturas del universo".

Cuando el atrio estaba a punto de ser terminado el mismo diablo quiso poner la última piedra, pero al leer
lo que esta contenía no pudo hacerlo y así rompió su pacto.

Cantuña guardó la piedra para siempre y nadie pudo completar la obra. Si alguna vez visitas la Plaza de
San Francisco, busca cuál es el sitio en donde falta la famosa piedra.
2.2 LA DONCELLA DE PUMAPUNGO

Pumapungo, localizado en Cuenca, era el destino de descanso preferido por los emperadores incas. Este lugar
estaba impresionantemente decorado y hoy en día es posible visitar sus ruinas. El lugar contaba con una fuente
sagrada que era usada exclusivamente por el emperador.

También se encontraba atendido por unas doncellas conocidas como las Vírgenes del Sol. Estas mujeres eran
criadas desde pequeñas en distintas artes y habilidades que usaban para entretener a los emperadores.

Nina era una de las Vírgenes del Sol residentes en Pumapungo y aunque estaba prohibido, se enamoró de uno
de los sacerdotes del templo. Este par solía reunirse en las noches de luna llena en los jardines del lugar.

Cuando el Emperador se enteró de este hecho mandó a matar al sacerdote, pero prohibió que se informara a
Nina de esto.

La doncella al ver que su amante no acudía a sus encuentros finalmente murió de pena moral. Se dice que hoy
en día en las mismas noches de luna llena se puede oír su lamento entre las ruinas del lugar.
2.3 El guagua Auca
Sin un solo centavo en los bolsillos, el borracho salió de la cantina cerca de la media noche. Lo había
perdido todo apostando al cuarenta. Menos mal su compadre de toda la vida le invitó a unos cuantos
tragos de contrabando, sino le hubiera tocado aguantarse la derrota a secas.
Dirigió los pasos hacia su hogar ubicado cerca del cementerio. Caminó por el Penipe desierto de
calles en penumbra, cercos de cabuyo negro y lúgubres sombras de cedros en la oscuridad. En medio de
la embriaguez, estuvo consciente cuando pasaba frente al campo santo. Aceleró sin atreverse a dirigir ni
una sola mirada a las tumbas porque le aterraba. Dobló a la derecha en la esquina y anduvo unos metros
más. Ahí estaba el lugar que le advirtió su abuela señalándolo con el índice ¡Huy, cuidado con esa parte
del cementerio hijito!, por ahí ronda el diablo.
No le sorprendió la mala fama de ese sector del panteón, pues por causa de las novelerías de la
iglesia, ahí era donde se enterraban a los suicidas y a los niños que morían sin el perdón del pecado
original. El borracho pensó que la noche se tornaba cada vez más oscura, de pronto, escuchó el llanto de
un bebé. Fue un ruido casi imperceptible, un leve quejido entrecortado apenas audible, al cual, no le
prestó atención. Siguió caminando, avanzó unos cuantos pasos más, y entonces el llanto fue más
evidente. Era un lamento desgarrador, un cloqueo repentino y estridente que le pareció el de un recién
nacido. El borracho samaritano buscó por todas partes al bebé, fue difícil por la ausencia de luz, pero al
final lo halló, debajo de un enorme cabuyo negro, estaba envuelto como una humita llorando sin tregua.

De pronto afloraron los sentimientos altruistas del borrachín, que compasivo, lo tomó entre sus
brazos, pensó que su mujer podría cuidarlo por esa noche, mientras buscaban a la madre desnaturalizada
que lo había abandonado. Le pareció que el niño no podía moverse, de manera que lo desenvolvió con
ternura y le dijo, Mira qué lindo bebe ¿Por qué te abandonaron?

Siguió su camino con el infante en brazos, todavía no terminaba de cruzar por el lado izquierdo del
cementerio, cuando se fatigó por el esfuerzo de la carga. Sintió que la embriaguez le pesaba también, no
conseguía caminar en línea recta y el bulto era más pesado a cada paso que daba, aunque esta última
afirmación, le pareció dudosa, de manera que se detuvo para comprobar la certeza de su absurda
percepción acerca del peso del niño ¿Cómo podía un bebé crecer tan rápido?
Levantó el velo que le cubría el rostro, mudo de espanto fue testigo de cómo la fisonomía de la
creatura cambió. Los ojos se le crisparon, sus rasgos se tornaron diabólicos y le crecieron unos colmillos
descomunales. Papá, Papá, ve qué lindos ojos tengo. Papá, Papá ve qué lindos dientes tengo, dijo el niño
con voz gutural. En menos de un minuto el borracho estuvo sobrio por el golpe del susto, pero se quedó
paralizado. Papá, Papá, ve qué lindo rabo tengo. Cuando el diabólico bebé dijo esto, el joven salió del
estupor y vio que tenía entre los brazos al demonio en persona, no supo de dónde sacó fuerzas para
arrojarlo por los aires y salir corriendo tan pronto como sus pies le permitieron.

Al siguiente día, encontraron al desafortunado joven, estaba despatarrado muy cerca del la esquina
izquierda del panteón, tenía residuos de espuma en la boca. Los vecinos no dudaron que el guagua auca
fue el responsable, pues hace poco un niño murió sin el sacramento del bautismo.
2.4 EL PADRE ALMEIDA

Por un motivo puntual de trabajo me encuentro unas semanas en Quito, capital de Ecuador, conocida también como
“La Florencia de América” por su riqueza artística de museos y templos, o también como “Luz de América” por haber
sido cuna de las ideas libertarias que condujeron a la independencia de América.
De todos los ecuatorianos que estoy conociendo, hay algo realmente envidiable en ellos, y es su amabilidad, su
cordialidad, y el estar siempre con una sonrisa en la cara, muchos deberíamos aprender de ellos.
Pero si hay una característica especial por la cual se le conoce a Quito, es por ser una ciudad de historias y leyendas.
El otro día en un restaurante, leí una de estas historias Quitenses escrita en un mantel, que transcribo y la resumiré
todo lo que pueda:
Manuel de Almeida Capilla, ingresó con 17 años en la orden de Franciscanos, más que por devoción, por un
desengaño amoroso. Pero el encierro y la oración, hicieron bien poco para vencer sus ímpetus juveniles.
Un compañero de convento, le conversó un día sobre sus evasiones nocturnas para ir a visitar a unas damiselas de la
vida alegre, que se prestaban a compartir sus encantos con los buscadores de aventuras.
Una noche, con sus atuendos de sotanas, saltaron el muro del convento, y fueron a una fiesta concertada con una de
las damiselas, que pretextando llegar a misa, se ponía en contacto con cualquiera de los frailes cuando pasaba el
cepillo, para recoger limosnas durante la misa.
Al empujar la puerta de la casa de las divertidas jóvenes inmencionables que los esperaban, se sorprendieron al ver a
un grupo de frailes franciscanos tomados de la mano con las señoritas, parece ser, que se les habían adelantado,
pero aun así, la fiesta aquella noche fue larga.
Manuel Almeida se quedó fascinado con la aventura, y debido a su buen porte, el saber tocar la guitarra y su bien
timbrada voz de tenor, logró conquistar los favores de las anfitrionas que se disputaban entre ellas, por colmarle de
mimos. Y es así, como comenzaron sus escapadas del convento. Se convirtió en el promotor de las escapadas. Acabo
haciendo sólo esas escapadas, ya que sus compañeros tenían miedo a ser descubiertos.
El cura coadjuntor del convento, sospechando de alguno de los desmanes de los miembros de la congregación,
mandó elevar la altura de los muros del convento, para que ya no fuese fácil escaparse
Manuel Almeida buscó la manera de de salir de su encierro, y la encontró saliendo por una ventana de la capilla,
pero para alcanzarla, debía utilizar una escultura con un Cristo crucificado a manera de escalera, hasta alcanzar sus
hombros y saltar hacia fuera del convento.
Cuenta la historia, que repitió tantas veces la aquella operación de escapatoria, que una noche, el Cristo, cansado de
tener que soportar el cuerpo del novicio sobre sus hombros, abrió los labios y le dijo:
¡¡HASTA CUANDO, PADRE ALMEIDA!!
Sorprendido al escuchar que el Cristo le hablaba, con la rapidez de su ingenio, el joven atinó a responderle:
¡¡HASTA LA VUELTA, SEÑOR!!.
La historia se repitió a la noche siguiente, y cuenta la leyenda, que una madrugada en la que el padre Almeida se
había extralimitado en tragos, se encontró con un funeral, y al preguntar a uno de los acompañantes quien era el
difunto, este le contesto: ”Es el padre Almeida que llevamos a sepultar”.
También cuentan que esa fue la última vez Manuel Almeida se escapó del convento, y desde aquella, se convirtió en
el más devoto de los novicios y inicio una carrera que llego hasta la santidad.
El convento de San Diego, aún se levanta hoy en el mismo lugar que se edificó. Lo que ha desaparecido es el diario
en el que se dice que le padre Almeida escribió sus memorias.
2.5 EL GALLO DE LA CATEDRAL

Había una vez un hombre muy rico que vivía como rey. Muy temprano en la mañana comía
el desayuno. Después dormía la siesta. Luego, almorzaba y, a la tarde, oloroso
a perfume, salía a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se paraba delante del
gallo de la Catedral y burlándose le decía: ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de
gallo!

Luego,don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina.


Entraba en la tienda de laseñora Mariana a tomar unas mistelas. Allí se quedaba hasta la noche. Al
regresar a su casa, don Ramón ya estaba coloradito. Entonces, frente a la
Catedral, gritaba: ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la
Catedral!

Don
Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar, volvió a desafiar al
gallo: ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!

En
ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba las piernas.
Cayó herido. El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:

- ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!

- ¡Ni siquiera tomaré agua!

- ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!

- ¡Ni siquiera te nombraré!


- ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra
de honor!
- Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.

Cuentan quienes vivieron en esos años, que don Ramón nunca


más volvió a sus andadas y que se convirtió en un hombre serio y responsable.
Además dicen algunas personas que el gallito nunca se movió de su sitio, sino
que los propios vecinos de San Juan, el sacristán de la Catedral, y algunos de
los amigos de don Ramón, cansados de su mala conducta, le prepararon una broma
para quitarle el vicio de las mistelas.
3 LEYENDA DEL ORIENTE
3.1 KUARTAM EL SAPO

Dice una vieja historia que hace muchísimos años, en lo más profundo de la selva del Ecuador, vivía un
sapo diferente a los demás sapos del mundo porque tenía una peculiaridad: si alguien le molestaba o se
burlaba de él, se convertía en tigre y atacaba sin piedad.

Tan solo algunos ancianos afirmaban haberlo visto cuando eran niños, así que para la mayoría de los
indígenas de los poblados cercanos al Amazonas el extraño animal era como un ser de leyenda que se
ocultaba en la jungla. Eso sí, sabían que existía porque a veces, amparado por la noche, cantaba a grito
pelado desde su escondite:

– ¡Kuartam – tan! ¡Kuartam – tan! ¡Kuartam – tan!

Como ‘Kuartam – tan’ era lo que repetía sin cesar, con el nombre de sapo Kuartam se quedó.

Según cuentan, un joven de la tribu shuar llamado Nantu quiso salir una noche a cazar. Antes de
abandonar el hogar, su esposa le advirtió:

– Ten mucho cuidado ahí fuera, y por favor, si ves al sapo Kuartam ni se te ocurra burlarte de él. ¡Ya sabes
la mala fama que tiene por estos lugares!

– ¡Bah, tonterías! Estoy seguro de que eso de que se convierte en tigre es pura invención, pero ¡quédate
tranquila! Te prometo que si me lo encuentro no le diré nada y pasaré de largo.

Nantu dijo esto al tiempo que mostraba una sonrisa pícara que no gustó demasiado a su mujer.

– Nantu, insisto en decirte que no seas irresponsable.

El chico guiñó un ojo y le propinó un sonoro beso en la mejilla.

– ¡Confía en mí! Y ahora me voy que se hace tarde… ¡Estaré de vuelta antes de medianoche!

Bajo la luz de la Luna el joven deambuló por la selva tropical apartando la frondosa vegetación con un
afilado machete y fijándose bien por si aparecía alguna posible presa. Desgraciadamente no vio más que
una serpiente y dos o tres ratones diminutos correteando de un lado para otro.
– Aquí no hay bicho que me pueda servir de comida… ¡Vaya manera de perder el tiempo!

Pasado un rato llegó a un claro y se tumbó en el suelo a descansar. Le dolían los músculos, pero sobre todo
estaba aburrido de dar vueltas y vueltas sin obtener resultados.

– Como llegue a casa con las manos vacías el menú de mañana será fruta para desayunar, fruta para comer
y fruta para cenar. ¡Voy a acabar odiando los cocos y las bananas!

De repente, dejó de lamentarse porque una idea de lo más divertida pasó por su cabeza.

– ‘¿Y si me burlo un poquito del famoso sapo?… ¡Voy a probar a ver qué pasa!’

Sin ningún tipo de pudor comenzó a llamar a Kuartam. Estaba convencido de que, aunque el sapo cantaba
raro, no tenía poderes de ningún tipo y por tanto no había nada que temer.

– ¡Kuartam!… ¡Kuartam!

Solo escuchó el aleteo de una familia de pajaritos, así que siguió erre que erre.

– ¡Kuartam!… ¡Kuartam!…

Como allí no había ni sapo ni similar, Nantu se fue envalentonando y su voz se tornó más guasona:

– ¡Yujuuuuu!… Sapo Kuartam, ¿estas por aquí ?… ¿Es cierto que eres un sapo mágico?… ¡Si no lo veo, no lo
creo!… ¡No seas cobarde y da la cara!

No obtuvo respuesta, pero Kuartam sí estaba allí, agazapado en la copa de un árbol. Por supuesto lo había
escuchado todo, y llegó un momento en que se sintió tan molesto, tan enfadado, que su paciencia se agotó
y sucedió lo que tenía que suceder: su cuerpo, pequeño como una naranja, empezó a crecer
descomunalmente y se transformó en el de un tigre.

Nantu, ajeno a todo, siguió llamando al batracio sin dejar de mofarse de él.

– Kuartam, sapo tonto… ¡Eres un gallina! ¡Clo, clo, clo! ¡Gallinita, ven aquí! ¡Clo, clo, clo!

Kuartam, antes simple sapito y ahora enorme félido, no pudo más y emitió un rugido que hizo que
temblaran las nubes. Acto seguido saltó desde lo alto, abrió las fauces lo más que pudo, y se tragó de un
bocado al insensato cazador.

Mientras todo esto sucedía, la esposa de Nantu aguardaba en el hogar sintiendo que la noche transcurría
muy lenta. Durante horas esperó junto a la puerta el regreso de su esposo, pero al ver que no volvía se
puso muy nerviosa.

– ‘¡Es rarísimo que Nantu no haya vuelto todavía!… ¿Qué le habrá pasado?… Conoce la selva como la
palma de su mano y es el más ágil de la tribu… La única explicación posible es que… que… ¡se haya
encontrado con el sapo Kuartam!’.

Sin pararse a pensar salió corriendo de la cabaña. Por suerte no había llovido y pudo seguir el rastro de las
huellas de los pies que Nantu había dejado tras de sí.

Todo fue bien hasta que llegó a un claro en la jungla; en ese lugar, por alguna razón que no alcanzaba a
comprender, las pisadas se esfumaban por completo, como si a Nantu se lo hubiera tragado la tierra.
La muchacha se sintió muy triste y empezó a decir en alto:

– ¿Dónde estás, amado mío, dónde estás?… ¿Debo ir hacia el norte?… ¿O mejor rumbo al sur?… ¡No sé por
dónde buscarte!

En ese momento, escuchó una especie de resoplido que venía de las alturas. Miró hacia arriba y, en una
gruesa rama, vio un sapo gigantesco, dormido panza arriba y tan hinchado que parecía a punto de estallar.

– ‘Ese fenómeno de la naturaleza debe ser Kuartam. ¡Apuesto a que se ha zampado a mi esposo y por eso
está tan gordo!’

Efectivamente era Kuartam, que después de devorar a Nantu había vuelto a transformarse en sapo pero
manteniendo unas dimensiones colosales.

La chica, en un acto de auténtica valentía, cogió el hacha que llevaba colgado de la cintura y comenzó a
talar el tronco. El sapo, que debía estar medio sordo, ni se enteró de su presencia y continuó roncando
como si con él no fuera la cosa.

– ¡No tienes escapatoria!… ¡Acabaré contigo!

Tras mucho esfuerzo, el árbol se vino abajo y Kuartam cayó de espaldas contra el suelo. El tortazo fue tan
impresionante que abrió instintivamente la boca y Nantu el cazador salió disparado como la bala de un
cañón.

¡Pero eso no fue todo! Al quedarse vacío el imponente sapo empezó a desinflarse, y en un abrir y cerrar de
ojos, recuperó su pequeño cuerpo de siempre. Tras la conversión se sintió muy dolorido, pero temiendo
que tomaran represalias contra él, sacó fuerzas de flaqueza y dando unos brincos desapareció entre el
verde follaje.

Nantu, afortunadamente, seguía vivito y coleando. Su esposa le había salvado por los pelos y no podía
dejar de abrazarla.

– Si sigo aquí es gracias a ti, a tu valor. Estoy avergonzado por mi comportamiento y por no haber cumplido
la promesa que te hice cuando salí de casa. ¡Te ruego que me perdones!

La muchacha se dio cuenta de que Nantu estaba siendo sincero y se arrepentía de verdad, pero aun así
levantó el dedo índice y le dijo muy seriamente:

– El respeto a los demás, sean personas o animales, está por encima de todas las cosas. ¡Espero que hayas
aprendido la lección y jamás vuelvas a burlarte de nadie!

– Te lo prometo, mi amor, te lo prometo.

Es justo decir que Nantu cumplió su palabra y fue amable con todo el mundo el resto de su vida, pero tuvo
que cargar con la pena de no poder pedir disculpas al sapo Kuartam porque sus caminos jamás volvieron a
cruzarse.
3.2 ETSA Y EL DEMONIO IWIA

En Ecuador existe una comunidad indígena llamada Shuar, nuestros abuelos nos cuentan leyendas muy
antiguas que nos pasamos de generación en generación.
Los abuelos dicen que el pequeño Etsa vivía en nuestra comundad, su nombre, quería decir Sol, el valiente
Sol, el generoso Sol de sus antepasados.

El abuelo Arútam -que en shuar quiere decir Poderoso Espíritu Tigre de la mañana- mientras caminaba por
la selva, entre gigantescos matapalos y frondosos copales, chambiras y pitajayas, relataba a los niños de
qué manera el luminoso Etsa le devolvió la vida a los pájaros.

Iwia es un demonio terrible -les explicó Arútam-. Desde siempre ha tenido la costumbre de atrapar a los
shuar y meterlos en su enorme shigra para después comérselos. Fue así como, en cierta ocasión, el cruel
Iwia atrapó y luego se comió a los padres de Etsa. Entonces raptó al poderoso niño para tenerlo a su lado y,
durante mucho tiempo, le hizo creer que su padre era él.

Cuando Etsa creció, todos los días, al amanecer, salía a cazar para el insaciable Iwia que siempre pedía
pájaros a manera de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las
especies, pero una mañana, cuando apenas empezaba su cacería, descubrió con asombro que la selva
estaba en silencio. Ya no había pájaros coloridos por ninguna parte. Sólo quedaba la paloma Yápankam,
posada sobre las ramas de una Malitagua.

Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente.

-¿Me vas a matar a mí también? -preguntó la paloma Yápankam.

-No- dijo Etsa-, ¿de qué serviría? Parece que he dejado toda la selva sin pájaros, este silencio es terrible.

Etsa sintió que se le iban las fuerzas y se dejó caer sobre el colchón de hojas del piso. Entonces Yápankam
voló hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar juntos en medio de ese bullicioso silencio en
el que aún flotaban los gritos de los monos y las pisadas de las hormigas, se convirtieron en amigos.

La paloma Yápankam aprovechó para contarle al muchacho la manera en que Iwia había matado a sus
verdaderos padres. Al principio, Etsa se negó a creer lo que le decía, pero a medida que escuchaba las
aleteantes palabras de Yápankam, empezó a despertar del engaño que había tejido el insaciable Iwia y,
entonces, como si lo hubiera astillado un súbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada ni nadie podía
consolarlo: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza, golpeando con sus puños el tronco espinoso de la
enorme malitagua.

Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse, le dijo:


-Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún puedes devolvérsela
a los pájaros.

-¿Como? -quiso saber Etsa.

La paloma explicó: «Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado, y sopla.»

El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga cerbatana empezaron a salir miles, millones de pájaros
de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegría poblaron nuevamente la selva. Desde
entonces -les aseguró su abuelo Arútam- Etsa, nuestro amado Sol y el demonio Iwia son enemigos
mortales.
3.3 NUNKUI Y LA YUCA

Hace muchos años, cuando el pueblo shuar recién empezaba a habitar las tierras orientales del Ecuador, la
selva no existía. En su lugar se extendía una llanura manchada por escasas hierbas. Una de éstas era el
“unkuch”, el único alimento de los shuaras.

Gracias al “unkuch”, pudieron soportar durante mucho tiempo la aridez del suelo y el calor sofocante del sol
ecuatorial. Cierto día, la hierba se esfumó y los shuaras comenzaron a desaparecer lentamente.

La gente mayor, recordando antiguas desgracias, culparon a Iwia y a Iwianchi, seres diabólicos que
desnudaban la tierra comiéndose todo cuanto existía. Pero otros continuaron sus esfuerzos por encontrar el
ansiado alimento.

Una mujer, Nuse, venciendo sus temores, buscó el “unkuch” entre los sitios más ocultos y tenebrosos, pero
todo fue inútil. Sin desanimarse, volvió donde sus hijos, y contagiándoles su valor, reiniciaron la búsqueda.

Caminaron muchos días siguiendo el curso del río. Pero a medida que transcurría el tiempo, el calor
agobiante terminó por aplastarlos. Así, Nuse y sus hijos quedaron tendidos en la arena.

Entre sueños, le pareció ver que sobre la transparencia del río aparecían pequeñas rodajas de un alimento
desconocido. Nuse se lanzó al agua y las tomó. Era la yuca.

Apenas probó esa raíz sabrosa y dulce, sintió que sus ánimos renacían misteriosamente y enseguida corrió a
socorrer a sus hijos. Nuse se estremeció cuando sintió que alguien la observaba. Inquieta, hundió sus ojos
por todos los rincones, mas sólo vio la soledad inmensa del desierto. De pronto, descubrió a una mujer
bellísima frente a ella.

Nuse retrocedió asustada. Pero la mujer le sonreía dulcemente.

—¿Quién es usted, señora? —preguntó Nuse temorosa.

—Yo soy Nunkui, la dueña y soberana de la vegetación. Sé que tu pueblo vive en una tierra desnuda y triste,
en donde apenas crece el “unkuch”.

—El unkuch ya no existe —replicó Nuse—. Era nuestro alimento y ha desaparecido. Por favor, señora,
¿sabe dónde puedo hallarlo? Sin él, todos los de mi pueblo morirán.

—Nada les ocurrirá. Tú has demostrado valentía y por ello te daré, no sólo el “unkuch”, sino toda clase de
alimentos.
En segundos y ante los ojos sorprendidos de Nuse, aparecieron huertos exuberantes con plantas olorosas y
frutos de todos los colores.

Nuse quedó extasiada pues jamás había visto nada semejante. El paisaje era majestuoso y la música que
cantaba la floresta le había robado el corazón.

Nunkui continuó:

—Y para tu pueblo, que hoy lucha contra la muerte, te obsequiaré una niña prodigiosa que tiene la virtud de
crear el “unkuch” y la yuca que has comido y el plátano y todos los alimentos que necesiten.

—¡Gracias Nunkui, gracias!

Nunkui desapareció y en su lugar surgió la niña prometida.

Nuse aún no salía de su asombro cuando la pequeña la guió entre la espesura. Tan a gusto llegó a sentirse en
ella, que deseó permanecer allí para siempre. Sin embargo, el recuerdo de su pueblo la entristeció. Entonces,
la pequeña, la hija de Nunkui, como luego la llamaron, le anunció que allá, en el territorio shuar, la
vegetación también crecería majestuosa. Entonces, alborozada, Nuse reanimó a sus hijos y retornaron a su
pueblo.

Cuentan que la niña cumplió su ofrecimiento y la vida de los shuaras cambió por completo. El dolor fue
olvidado. Las plantas se elevaron en los huertos y cubrieron el suelo de esperanza.
3.4 EL AYAYMAMA

Esta es la historia de dos hermanitos muy pequeños de una familia típica de la selva, que envueltos por la
curiosidad planifican seguir a sus padres, a fin de darles una sorpresa. Los padres siempre responsables y
trabajadores, muy de madrugada tenían que internarse en las profundidades del bósque tropical para cazar y
recolectar frutos, no sin antes dejar provisiones para sus hijos, quienes quedaban bajo el cuidado de la hermana
mayor, pues eran tres los hermanos en total. Aprovechando que esta dormía como un tronco, deciden
emprender la marcha. Muy confiados que el camino al borde de una ribera era el correcto, avanzan por horas
deteniéndose solo a jugar con mariposas que agrupadas y detenidas en la tierra húmeda, parecían colorear
tapices azules, verdes y amarillos sobre el camino.

Cuando la barriga comienza a sonar por hambre y con la sensación de sentirse perdidos en medio del bósque,
deciden regresar. Luego de horas de caminata encuentran más y más vegetación, pues sin mayor orientación,
la selva parecía un laberinto. Comienzan a llorar por el miedo de no saber a dónde ir y la desesperanza de no
ver más a los suyos. Todo a su alrededor era vegetación, con árboles gigantes que muchas veces cubrían los
rayos del sol, que con dificultad ingresaban a las partes más bajas. El pánico se apoderó de ellos, corren y
gritan pidiendo ayuda, pero en medio de la jungla solo el cantar de algunos pájaros e insectos parecen
responder a sus demandas. Algunos sonidos singulares de aves comenzan a aterrorizarlos, hasta parecía que
el enmarañado bósque cobraba vida y que las ramas de los árboles cobraban aspectos siniestros y pretendían
cogerlos. Cada cosa a su alrededor solo les ocasionaba más terror.

El espíritu de la madre del bósque apenada por la situación de los niños decide enviarles algo de comer. Por
lo que al rato se percatan que hormigas comestibles salen a su encuentro. Luego que el hambre se ha saciado,
deciden descansar más tranquilos bajo la protección de un árbol de huayruros. Cuando la tarde comienza a
abrir paso al ocaso y la oscuridad comienza a cubrir la densa vegetación, los niños lloran nuevamente
reclamando esta vez la presencia de su madre, repitiendo desconsoladamente: “ay ay mama, ay ay mama,
dónde estas”. El espíritu de la selva al ver que el llanto de los niños entristece las plantas, decide convertirlos
en aves a fin que pudiesen salir y regresar a casa alzando vuelo. Al llegar a casa, por desgracia encuentran que
su madre había muerto por la impresión de no encontrar a sus hijos en ninguna parte. Luego, las aves
emprenderían vuelo perdiéndose en dirección de la selva y desde entonces cantarían melancólicamente: “ay
ay mama, ay ay mama”. En adelante el desconsuelo y la pena de la pérdida sería inagotable en sus cantos.

Los pobladores de la selva asocian los cantos de esas aves, con los niños desaparecidos en medio del bósque
tropical y la melancolía por la pérdida de la madre. Por ello, el mensaje del canto de esas aves les recuerdan
que deben regresar a casa temprano y velar por la salud de la madre hasta el final de sus días. Las aves que
dicho sea de paso repiten ese canto, se llamarían en adelante pájaros “Ayaymama”.
3.5 LA BOA Y EL TIGRE

Por el camino que lleva a Misahuallí, a 6 Km. de Puerto Napo, en la comunidad de Latas vivía una
familia indígena dedicada a lavar oro en las orillas del río Napo. Un día la madre lavaba ropa de la
familia, mientras la hija más pequeńa jugaba tranquilamente en la playa: tan concentrada estaba la
seńora en su duro trabajo, que no se percató que la nińa se acercaba peligrosamente al agua, justo
en el lugar donde el río era más profundo. Una súbita corazonada la obligó a levantar su cabeza, pero
ya era demasiado tarde; la nińa era arrastrada por la fuerte correntada y sólo su cabecita aparecía
por momentos en las crestas de las agitadas aguas.

La mujer transida de dolor y desesperación, hincando sus rodillas en la arena implora a gritos ...
yaya Dios! .... yaya Dios! Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa, la tierna nińa retorna en la
boca de una inmensa boa de casi 14 metros de largo, que la deposita sana y salva en la mismísima
playa; la mujer abrazando a la nińa llora y sonríe agradecida. Desde aquel día la enorme boa se
convirtió en un miembro más de la familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo
cotidiano, el gigantesco reptil se encargaba del cuidado de los nińos.

Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva en busca de guatusas para la cena, la
boa no llegó a vigilar a los nińos como solía hacerlo todos los días. Este descuido fue aprovechado
por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo presente con intenciones malignas.
Los muchachos desesperados gritaron a todo pulmón “!yacuman amarul! (boa del agua), el
gigantesco reptil al oír las voces de los nińos salió del río y deslizándose velozmente entró a la casa;
se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre que trataba de entrar sigilosamente en el hogar de
sus amigos; la lucha que se desató fue a muerte; la boa se enroscó en el cuerpo de felino, pese a las
dentelladas del sanguinario animal; los anillos constrictores del reptil se cerraron con fuerza,
mientras el tigre la mordía justo en la parte de la cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos
rotos y ambos animales quedaron muertos en la entrada de la casa.

Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con dolor los restos de su boa amiga y
ceremoniosamente la velaron durante dos días, para luego enterrarla con todos los honores y ritos
que se acostumbraban utilizar para con los seres queridos.

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