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Escrito por Gabriela Rodríguez.
He dado el título de “queer Lacan” a esta intervención, en una mesa que se interroga por
los modos de vivir la pulsión en nuestra época, para traer un cierto espíritu de
controversia que rescate el efecto de extrañeza que todavía se puede hacer resonar a partir
de la enseñanza de Jacques Lacan, respecto de lo que llamare siguiéndolo: la encrucijada
sexual[i]. Efecto extraño que se mantiene lejos de todo puritanismo que regularmente se
asocia a las nostalgias inspiradas en la ideología edípica, pero también de cándidos
progresismos que se empeñen en extraer un arreglo para tal encrucijada por vías que
dependen de la ciencia o de las soluciones contractuales.
La encrucijada sexual.
Por un lado tenemos los géneros como identidades sexuales construidas culturalmente,
son performativos traduce Judith Butler, a poco más de 20 años del Sex and gender de
Robert Stoller corrigiendo la perspectiva. El género no se agrega al sexo biológico como
una interpretación del mismo, antes bien es por su carácter realizativo que sexo y género
se materializan a causa del discurso, lo que pone de relieve una dimensión de actuación.
Idea que será la piedra de toque de lo que se conoce como teoría queer, que hace de las
identidades sexuales entidades móviles en virtud de su carácter construido. Por otro lado
tenemos un vacío que habita en el inconciente: “no hay relación sexual”, sostiene Jacques
Lacan a partir de los años 70, en el mismo momento que en otra latitud se gestaban las
teorías del género. La afirmación de Lacan quiere decir sucintamente que el problema
sexual no tiene solución significante y con ello que cualquier armonía de la copulación es
una pura idealización. ¿Se abre entre estos dos desarrollos alguna conexión o una hiancia
irreductible?.
Para quienes intentan ensamblar ambos lados del problema puede producirse el efecto del
que pone un pie en tierra, olvidando que el otro permanece a bordo de un barco que va a
zarpar. Se dirá los planteos no transcurren en el mismo registro, y ciertamente el amasijo
simbólico-imaginario del género no se confunde con la dimensión real del goce. La
encrucijada sexual que mora del lado de lo imposible segrega según el viento de las épocas
las ficciones que la racionalizan, en un movimiento por el que desconocen el lugar de
donde esta proviene. Esa fue al menos la respuesta de J. Lacan a Jacques Alain Miller en
Televisión a principios de los años setenta.
queer theory …
Por el síntoma.
(*) Este escrito retoma una intervención en la mesa redonda: “El malestar en la cultura
hoy” realizada el viernes 21 de mayo de 2010, en el marco del ciclo de conferencias:
“¿Cómo vive nuestra época la pulsión?”. Organizadas por la Asociación de Psicoanálisis de
La Plata – como grupo asociado al Instituto Oscar Masotta -.
Texto publicado en revista Conceptual -Estudios de Psicoanálisis- Nro. 11