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ANNUA
26 - 27
ROMA
1979-1980
A N T U O LOGIC A
ANNU A
REDACCIÓN E INTERCAMBIO
DISTRIBUCIÓN:
PPC
E. Jardiel Poncela, 1
Teléf. 2592300
M A D H I D - 1 6
ISBN: 84-7009-110-7
Depósito legal: BU-576. - IÍJ8I
ANTHOLOGICA ANNUA acepta intercambio
con publicaciones científicas similares
Págs.
ESTUDIOS:
Guillermo de Taillante, abad de Sahagún y cardenal de la
iglesia romana, por AUGUSTO QUINTANA PRIETO 11
Diego de Muros ¡U, obispo de Mondoñedo y de Oviedo /1505-
1525), por JOSÉ Luis GONZÁLEZ NOVALÍN 85
La presencia real de Cristo en la Eucaristía en Bartolomé
Carranza, Pedro de Soto y Bartolomé de Medina, por
JOSÉ ALJIBE YETI 181
Pasión religiosa y literatura secreta en la Valencia de Mi-
guel de Molinos f!612-í6'¿5l, por RAMÓN ROBRES LLUCH ... 281
Entre Madrid y P.oma. La nunciatura española en 1675, por
JOSÉ M. MARQUÉS 407
Semblanza biográfica del Obispo de Orihuela Don José Es-
teve Juan (1551-16031, y sus relaciones "ad limina", por
JOAQUÍN MARTÍNEZ VALLS 555
Inicio y clausura del "Studium Arabicum" de Túnez fs. xnu,
por PEDRO RIBES MONTANÉ 615
NOTAS Y DOCUMENTOS:
La declaración del Beguino Gallego, fray Alonso de Mellid,
sobre los orígenes del Cisma de Occidente, por JOSEP PE-
RARNAU ESPELT 619
DOS PALABRAS
cantaba Ercilla las épicas hazañas. Y más tarde aún, cuando pa-
recía que debería estar agotado, surge Calderón con el alma pura,
con el alma inocente, dispuesto a celebrar los mejores atributos
de la nobleza y de la fe [...].
Los antiguos eran más francos que nosotros; no les ofendía
tanto la licencia del lenguaje. Tomaban además la literatura en
sentido de juego, de diversión y de solaz, al contrario de nosotros
que le atribuimos un sentido transcendente y moral. Alternaban,
pues, las historias de los caballeros andantes y los episodios de
los picaros, tal como en las viejas catedrales coinciden las gro-
tescas y obscenas tallas de los capiteles con las elevadas naves
anhelantes hacia lo alto y hacia el infinito puro '."
Más de doscientos personajes y personajillos se arraciman en
los puntos de la pluma del escritor, dispuestos a saltar a la esce-
na. Constituyen —porque lo digamos de una vez— todo un mundo
en animada visión, con distintas carátulas: papas, cardenales y
obispos, frailes y clérigos, gentes de pro, soldados y mendigos,
santos y picaros, luteranos, alumbrados y simonistas. Leyenda y
novela, pasión y fuentes documentales salen contextas y tejidas
para ofrecer al lector —como de alta, redonda y grandiosa cla-
raboya— la dimensión humana de los que andan en el cortejo. Ter-
cian en la historia controversias de angelicales elevaciones, actúa la
Inquisición, se atizan rivalidades entre dominicos e iñiguistas. Es la
España de Felipe III, los virreyes, el Conde-Duque de Olivares,
"dueño del Rey y del Imperio español", y de Don Rodrigo de Cal-
derón, Marqués de Siete Iglesias. En este cuadro de costumbres
tienen cabida Lope de Vega, los moriscos y hasta el ingenioso Hi-
dalgo Don Quijote de la Mancha.
El ojo de un gran ciclón espiritual pasa por el meridiano de
Valencia. Sus efectos impresionan en Madrid, en Roma, en Flan-
des y hasta en la Rubia Albión.
Mas no todo es oscuridad y tragedia. Entre las invectivas del
Padre Predicador no falta un manípulo de hilarantes escenas, co-
hermanas de las que nos regalaron el Diablo Cojuelo, El Lazari-
llo, el Gobernador Panza. Timoneda y el Buscón.
Nuestro dominico hablará a sus anchas, si bien ha sido menes-
ter hilvanar puntos y añadir aclaraciones; eso sí, con parquedad,
procurando que los árboles no impidan ver el bosque.
Nos guia el afán de iluminar un tanto la Historia de la Iglesia
Católica en España en el siglo xvn, pobre —aunque otra cosa pa-
rezca— en logros de investigación, si bien, rica en perspectivas.
1. MIGUEL DE LA PINTA LLÓRENTE, Aspectos históricos del sentimiento reli-
gioso en España, Madrid 1961, pp. 13-14.
I. — F U E N T E S
A. — Impresas
B. — Manuscritas
II. — BIBLIOGRAFÍA
1
QUETIF-ECHARD, Scriptorcs Ordinis Predicatorum, II Paris 1719-1723.
Rius SERRA, J., San ./osé y la Ciudad de Valencia, "Analecta Sacra Ta-
rraconensia" 25 (1952) pp. 183-188.
ROBRES LLUCH, R., En torno a Miguel de Molinos y los orígenes de su
doctrina. Aspectos de la piedad barroca en Valencia, "Anthologia
Annua" 18 (1971) 354-465.
ROYO MARÍN, A., Teología de la perfección cristiana, Madrid BAC, 1955.
SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio, España, un enigma histórico, I, Buenos
Aires 1956.
SANCHIS GUARNER, M., La Ciuíat de Valencia. Sintesi d'Historia i de Geo-
grafía urbana, Valencia 1972.
SAÜX, H. - ABHISIKTANANDA, Preghiera e presenza, Citta di Castello 1973.
SCADUTO, M., ¡I P. Antonio Francesco (Candelari) da Ancana e il quietis-
mo marchigiano. "Miscellanea Melchor de Pobladura", II, Roma
1964.
SOBRINO, A., Vida Espiritual y perfeción Christiana, con la confutación
de un error antiguo que aora algunos en Flandes despiertan con
color de perfeción y espíritu, Valencia 1612.
SURIUS, Historiae seu vitae sanctorum iuxta optimam coloniensem edi-
tionem, XI, Augustae Taurinorum 1879.
VALVEKENS, G. Bta., Ermanno Giuseppe, "Bibliotheca Sanctorum", V,
Roma [1964] p. 27.
PARTE PRIMERA. — EL ANTIHEROE
CAPÍTULO I
DE LIMO TERRAE
2. Siguiendo su coro
22. Md., pp. 9-11. Cfr. SAN AGUSTÍN, Sermones Madrid BAC 1950, p. 157.
296 HAMON ROBRES LLUCH [16]
6. Amplia y circunstanciadamente
CAPÍTULO I
DESPINTANDO LAS HONRAS
1. Presagios funestos
De las hermanas Inés y Angela Pérez afirmaba con aplomo
que si al exterior guardaban todas las apariencias de beatas, en
realidad eran redomadas brujas. Daba también por descontado
que el martes es mal día: "a 4 de junio, que fue el día siguiente
martes, día aciago."[...] •". Temeroso respeto le merecían los años
terminados en diecinueve por ser "fatal, critico o judicial"50. Y
no digamos de ciertos fenómenos naturales, contemplados siem-
pre como heraldos del misterio.
Bajo el prisma de tales augurios, interpreta la muerte de Simó.
Tiene el relato un doble principio. Cuatro son las notas mar-
minales algo extensas que, con posteridad, redondearon el capí-
tulo. La primera y más amplia es el relato de uno de estos pro-
nósticos. Pocos meses antes de que muriese mosén Simó, una mu-
jer dio a luz un hijo de pecado, con dos cabezas, en la calle de
las Barcas, en casa de una comadrona. La clandestinidad y la no-
vedad volaron de boca en boca. Pudieron contemplar la monstuo-
sa criatura cuantos quisieron, sin excluir algunas comunidades
religiosas, por aquello de rogar a Dios les diese a entender si en-
cerraba algún aviso. Lo llevaron al convento de los dominicos —"y
aquí en Predicadores le vimos" atestigua. Ni aún los más santos
entendieron la profecía. Pero tras la muerte del beneficiado de
San Andrés concluyeron —pasados unos días o semanas— que
aquel monstruo había simbolizado a los simonistas, pues "se apar-
taron del prelado, que es cabeza, y llevan al vulgo, que es mul-
torum capita felina".
Otro aviso del cielo fue una brava tormenta nocturna con ra-
yos y truenos "pocos días antes de que muriese[...]; eran demo-
nios, que hacían la fiesta a lo que había de suceder51."
El proceso diocesano —que ya vimos— da como cosa cierta que
la muerte del beneficiado fue rodeada de tales circunstancias co-
mo suele acontecer en los siervos de Dios. Se alegró del anuncio
de que llegaba su última hora, recibió los Santos Sacramentos,
sufrió lo indecible con ejemplar paciencia, y rezando salmos, in-
vocando a la Santa Cruz, y con la Salve Regina en los labios, ex-
piró dulcemente.
Gavastón ofrece una relación deshilacliada y pobre. Toma in-
formaciones en tiempos diversos y construye al fin un mosaico,
según sus prejuicios. Habían transcurrido ya siete años.
Sentencia que sucumbió a unas calenturas y dolores de las en-
fermedades contraídas, "que arriba se han apuntado". En el mo-
mento supremo, rodean la cama, las ya conocidas mujeres de vida
airada: las hermanas Inés y Angela Pérez, mosén Estevan y una
beata sobre la cual nada objeta, llamada Falcona, que había ve-
nido de Cocentaina.
Con igual aplomo escribe que "otra persona de cuenta, ni de
frailes, ni de clérigos, ni de su parroquia, ni ajena, ni seglares no
se halló alguna, con haber muchos días que estaba enfermo 52 ."
Espigando, sonsacando arteramente, obtuvo de labios de mo-
sén Estevan esta fría confesión, que sin tomar aliento, confió al
papel: "Enfermó y yo le he confesado, y poco antes que muriese,
se volvió a reconciliar. Y estando ya para morir, jamás le oí pa-
labra, con la grande melancolía que tenía. Sólo le oí dar un gran-
de suspiro, y díjele yo: ¿Que es alguna saeta del Esposo? Y res-
pondióme: Si. Al fin murió, vuelta la cabeza hacia la pared53."
Entregado al martilleo iconoclasta, se desentiende del opúscu-
lo impreso de las honras, donde se halla una anotación autógra-
fa de mosén Jerónimo Martínez de la Vega. Volviendo una vez
más sobre lo dicho, el folleto era propiedad de Gavastón y se
halla cosido al manuscrito suyo. Dice, pues, la nota marginal
acerca de la paciencia en la enfermedad del combatido andresia-
no: "Tan notable, que jamás se le oyó quejar una sola palabra.
Y la última reconciliación que conmigo hizo, acabada, dijo vuelto
a una imagen: Ya, gloria a Dios, no tengo cosa en esta vida que
me dé pena. Ahora, vamos, Señor. Yo le reconcilié toda la enfer-
51. nía., p. 45, y nm.
52. Ibid., p. 45.
53. Ibíd., p. 49.
316 KAMON ROBRES LLUCH [36J
3. La negra paloma
Las obras de renovación en la ruinosa parroquia de San An-
drés tomaron admirable empuje tras la muerte de Simó. En su
honor afluían los donativos. Se estaba cumpliendo una profecía
del beneficiado, y sobre esto, escrutaban cielo y tierra con el an-
sia de nuevos milagros. Un arquitecto de la obra nueva, "mestre
Alonso", y alguno más, aseguraron que el bendito mosén se ha-
bía aparecido y ellos en persona lo habían visto mientras traba-
jaban 67 .
Dio mucho que hablar una paloma, que se metió en lo alto de
la bóveda de la iglesia, y se estuvo allí fija tres días o cuatro, sin
comer, volando de una cornisa a otra, "a vista de la gente, que
como bobos acudían a verla fi pendón herido. Dijéronse en el
tiempo de estos tres días los mayores disparates que se han oído
en las cosas de mosén Simón." Decían unos que era el Espíritu
Santo; opinaban otros que un ángel o el alma del santo. Hombre
hubo que de una pluma que se le cayó a la paloma, dio ocho rea-
les y la llevaba consigo "y la daba a adorar. Y hubo quien le
daba por ella diez escudos, y respondió que no la diera, aunque
por ella le dieran mil."
El autor aclara: "Esta negra paloma, que era blanca en las
plumas, pertenecía al rector, que criaba palomas para su recreo
en el terrado de su casa, contigua a la iglesia. La paloma había
dejado temporalmente el palomar, porque se le había muerto el
macho, y con el sentimiento de haber perdido su compañero, se
apartó de las demás."
Y no podía ser el Espíritu Santo. Para confundir a los crédu-
66. OV, pp. 51-52.
67. PORCAR..., I, p. 139.
324 RAMÓN ROBRES I.LUCH [44]
Y añade en nota:
Non possiamo non ramentare qui le terribili mortiflcazioni
(come per essempio quella di succhiare con la proprie labra fe-
73. nía,., p. 412.
[47] PASIÓN RELIGIOSA Y LITERATURA SECRETA... 327
CAPÍTULO II
MAESTROS Y PROFETAS
86. Ibíd., pp. 40-41. Se refiere a Santa Cristina, pastorcilla, nacida hacia
el a. 1182. "La Vita le attribuisce una serie di azioni straordinarie, special-
mente casi di levitazioni che superano tutti gli altri conosciuti". AI.BERT D'HAE-
NENS, Cristina, s., "Bibliotheca Sanctorum", IV ,c. 330.
87. ANTONIO PANES, Chrónica cíe la Provincia de San Ivan Bautista, de
los Religiosos Menores Descalzos de la Regular Observancia de Nuestro Scrá-
phico Padre San Francisco, II, Valencia 1665, p. 719.
334 RAMÓN ROliRES I.LUCII [54]
mente que he dicho verdad, porque más quiero pagarlo aquí, que
no en el otro mundo. Y este Sacramento que he de recibir me sea
en condenación si no es esto verdad. Y a todos los circunstantes
doy por testigos de lo que digo. De tal suerte, que si otra cosa
contraria a este dijere en otra ocasión, o por tormento, o por vio-
lencia, entiendan desde ahora que será por habérseme trastor-
nado el juicio, o por estar borracho, y no quiero que me den cré-
dito, porque esta es la verdad.
Esto dijo el buen hombre compungido y pesándole intrínseca-
mente su pecado, y deseándolo pagar aquí en este mundo por
salvarse, como era pecado de bien común, y porque le molestaban
mucho de parte del Cotanda a que se desdijese, para que así se
librase.
Habiéndose valido el Cotanda de muchos y eficaces medios
para este efecto, y no le aprovechando, como queda dicho, de-
terminó valerse de un medio sóio que quedaba, tan eficaz como
infalible, como se vio por la obra y fue ponerlo en manos de los
teatinos, para que emprendiese al Martínez y se lo persuadiesen.
Hiciéronlo los padres con muchas veras, y el trujamán fue el pa-
dre Mirón, mallorquín de nación, mas ladino en cosas tan impor-
tantes, y muy conocido en Valencia por este oficio, hombre igno-
rante, pero animoso y muy atrevido a semejantes empresas, y
cursante de la cárcel y de la horca.
Tan bien hizo su oficio el buen teatino, que a pocas visitas,
le tuvo como un guante al dicho Martínez, y le hizo desdecir y
volver atrás de toda su confesión, desculpando al dicho Cotanda.
Causó esta tragicomedia tan grande escándalo en Valencia,
que calificaron por grande oficial al padre Mirón chicos y grandes.
Al fin, acompañó al suplicio al dicho Martínez, y él, no una
vez sola, delante todo el mundo, con ansias de su salvación, que
quebrantaba el corazón de los que le oían, se volvió por la vuelta,
y en la misma horca, al buen Mirón, y le decía: Padre, ¿me sal-
varé? —Si, hijo, le respondía el buen padre. Y haciendo que le
desculpase en alta voz al dicho Cotanda, al quererle echar, aca-
bada la disculpa, dijo, que todos lo sintieron: Y con esto, padre.
¿me salvaré? Respondióle el santo padre: No ex hora de eso. Aho-
ra decid: ¡Jesús! Y le dieron el vaivén."
Si Martínez, en la hora suprema, de cara a la eternidad, sin
más plazos, se desdijo, es menester creerle. Si el jesuíta le obli-
gó en confesión a reparar la calumnia que traía aparejada la
muerte del falso cómplice, no hubo exigencia censurable. Está
102. GV, pp. 31-32.
344 RAMÓN ROBRES LLUCH [64]
3. Los canónigos
Cuando el infatigable censor recapacita en torno a lo que es-
tán viendo sus ojos, queda perplejo en atribuir la culpa original
a tal o cual persona. La primera es la beata al servicio del be-
neficiado. Al momento de expirar mosén Simó "luego se alborotó
sor Inés, que tenía gran gana de hacer un santo de su mano, y
empezó a aclamar: ¡Santo, santo!, y al punto saliendo a la igle-
sia de S. Andrés, la conmovió con la aclamación de un grande
santo que en aquel punto había muerto; y por las calles se fue
aclamando y conmoviendo a la gente fuesen a S. Andrés que había
muerto un clérigo que hacía grandes milagros"I05.
Comparten los honores de la primacía el padre Sobrino y la
beata Francisca. Mas todo aquel aparato y escenografía termi-
narán pronto de no terciar la Iglesia Mayor. Fueron los canóni-
gos quienes ayudaron desde un principio "con no más fundamen-
to que su definición"; que tal puede llamarse el conjunto de ac-
titudes —las honras predicadas, la capilla erigida en el exterior
de la catedral misma y el Proceso diocesano, abierto sede vacan-
te— y lo que es más, la intransigente postura "contra su perla-
do, contra la Iglesia, inquisición y aun contra Dios" m.
Ya hemos tocado con amplitud el punto. Mas para no amino-
rar la fuerza de la narración gavastoniana en sus interminables
diatribas y para dar mayor coherencia al esquema en que se ar-
ticulan estas páginas, conviene recoger lo que advierte sobre los
altares. Levantaron uno al pie de las escaleras del portal de Se-
rranos, "lugar tan sucio, hediondo y inmundo, que no sólo era la-
trina, sino albañar de inmundicias, que pasar por allí revolvía
las tripas [...]" Todos los lugares y capillas fueron instalados en
rincones y lugares faltos de toda policía, "donde se suciaba todo
el mundo" m.
Viene a propósito el Madrid de aquellos tiempos:
Una de las cosas más deplorables en las vías madrileñas fue
el piso [...] Tampoco existían aceras I . . . J Los portales de to-
das las casas y rincones de las calles servían de basureros y re-
tretes. Creyóse que aprovecharían contra tales desahogos el
colocar cruces en los lugares donde las gentes acostumbraban
a aliviarse de urgencias perentorias; mas fue inútil, y se añadió
105. Ibid., p. 45.
106. Ibíd., p. 60.
107. Ibíd., p. 65.
346 RAMÓN ROBRES I.LUCH | 66]
CAPÍTULO III
2. De lego a lego
109. GV, pp. 66-71. El Concilio Provincial de 1565 prohibía estas vigilias
y las procesiones de flagelantes.
[71] PASIÓN RELIGIOSA Y LITERATURA SECRETA... 351
naba todo. En otro de los pasos iba Cristo con la Cruz a cuestas,
y Simó arrodillado a sus pies.
Averiguó el arzobispo quien era el autor de aquellas invencio-
nes, y puso en la cárcel a mosén Blay García, lector de retórica
en la Universidad. Personas de autoridad le rogaron que le sol-
tase, por el malestar de la gente y el peligro de tumultos.
Crecía el odio contra los dominicos, se injuriaba la memoria
de sus santos: Debajo de los pies me los pongo yo, decía un es-
tudiante. Y discutiendo otro con un franciscano calzado, se atre-
vió a exclamar: ¡No sabemos quién era San Francisco, que es-
tuvo amigado con Santa Clara catorce años! Quién, se burlaba
de San Vicente Ferrer; quién, llamaba a San Luis Bertrán loco
furioso: "Cosas son estas que hacen temblar, y no sé cómo los
santos no tomaron luego venganza de tan graves blasfemos."
A río revuelto, ganancia de pescadores. ¡Quién sabe si entre
aquellas efervescencias andaban ocultos simpatizantes de la he-
rejía! Luteranos y erasmistas menospreciaban el monacato, el
culto de los santos y de las imágenes. Favorece la presunción el
siguiente episodio, que de ningún modo se podría achacar a un
verdadero católico: "En los pies de un Crucifijo grande, que está
bajito para poderlo adorar, en la iglesia de Santa Catalina Már-
tir, entrando por la puerta de los sombrereros, tres veces, (cosa que
pone horror decirla), pusieron estiércol de persona; porque ad-
virtiéndolo la primera vez una pí;.i mujer de un sastre, que está
al lado de dicha puerta de la iglesia, lo quitó [...]. Y el hereje
que lo puso, viendo esto, volvió hasta tres veces a hacer una cosa
tan horrible como esta'"."
Los capítulos cuarto, quinto y sexto de esta segunda parte los
consagra el escritor al alboroto y manifestación contra ellos (los
dominicos) siempre según su óptica y con la minuciosidad que le
es posible.
La suma gravedad de lo que piensa narrar, teniendo en cuen-
ta los años venideros, le sugiere algunas consideraciones previas:
"Ha sido tal la persecución, agravios, afrentas, amenazas,' males
y trabajos que habernos padecido, aun padecemos, y aguardamos
padecer, que desde que en la Iglesia se fundaron las sagradas re-
ligiones, ninguna ha padecido tan grandes trabajos. Y aunque la
Orden de Predicadores los ha padecido excesivos de herejes, de
malos cristianos, de personas graves, pero ningunos llegan a es-
tos, como se verá en el discurso de esta historia, con ser el con-
vento más grave de toda la orden por su santidad y número de
111. !l>id., p. 91.
[73] PASIÓN RELIGIOSA Y LITERATURA SECRETA... 353
clan hacer. Y por las calles por donde yo pasaba para volverme
a casa —ya que debían ser las once del día— sallan a las ven-
tanas mujeres y hombres a decirme mil desvergüenzas. Y para
mí tengo que los demonios debieron publicar esta mentira por
toda la ciudad, porque hombres era imposible que en menos de
tres horas dieran noticia a todos los de las calles y casas, como
se vio.
La iglesia mayor parecía que se encendía en fuego, puestos
todos a corrillos, diciendo cada uno blasfemias y herejías que
aterraban, pues un caballero bien conocido, don Baltasar Merca-
der, dijo allí: Este santo no ha de ser canonizado como los de-
más, sino con la espada. Así enseñaba Mahoma que se había de
defender su secta y canonizar sus santos.
Otro decía: Si el Papa no nos lo canoniza, nosotros nos lo ca-
nonizaremos.
Y otros decían otros disparates y parecía un infierno la seo
y la plaza.
Otros decían: Vamos, y hagamos pedazos los sepulcros de los
santos de Predicadores m."
Se disiparon en parte los densos nubarrones con un bando de
la ciudad, mandando se hiciesen fiestas y luminarias por tres
continuos días.
Más serena, razonada y completa es la versión de los antece-
dentes del pregón y de la turbación, de labios del obispo Aparici,
simonista. El cabildo catedralicio se juntó a deliberar; el virrey
mandó convocar el consejo; el vicario general, por su parte,
manifestó que ni al señor arzobispo ni a él les había pasado por
la imaginación publicar edicto para que se retirasen las imáge-
nes del padre Simó y se prohibiese su culto, porque ambos eran
devotísimos del Venerable.
No debió bastar este desengaño para que le tuviese aquella
inquieta multitud, pues no sólo se mantenía, sino que se aumen-
taba. En vista de esto, lo que en el Vicario General hasta enton-
ces había sido cuidado, comenzó a ser susto; y juzgó prudente-
mente que para deshacer aquel nublado era menester otro más
fuerte y eficaz conjuro. Y sabiendo que los Justicias y Jurados
estaban juntos en su Consistorio, se valió de Don Fernando Ruiz
de Prado, caballero del hábito de San Juan, Comendador de To-
rrente, muy afecto, y de grande aceptación en el pueblo, y le
rogó que fuese a la Casa de la Ciudad, juntamente con el doctor
Pedro Martín Cifre, Abogado Fiscal de la Curia; y después de
haber asegurado a los Jurados del engaño que se había conce-
113. Ibíd., p. 79.
[75] PASIÓN RELIGIOSA Y LITERATURA SECRETA... 355
4. Desposorios místicos
rio del caso era que este anillo se dejaba ver ciertos días aun ex-
teriormente. No sólo tuvo que enseñarlo en todo el convento por
orden de la Superiora, sino que el mismo Provincial de la Orden
dominicana emprendió un examen riguroso del caso y quedó con-
vencido de su autenticidad; luego lavó el anillo con agua bendi-
ta y trató, aunque en vano, de sacarle algunas raspaduras con
un cuchillo, para comprobar la materia l32.
Otra estigmatizada —Maria Julia Jahenny (1850-1941)— fue
favorecida el 20 de febrero de 1874, con la gracia de los despo-
sorios místicos, que se manifestó al exterior con la repentina
aparición del anillo en la mano, cosa que fue observada por ca-
torce testigos. Como la estigmatizada había predicho la fecha de
este acontecimiento, el párroco, por orden del obispo, había in-
vitado a éste un número considerable de testigos.
Fue un gran día en La Fraudáis. A las ocho y treinta de la
mañana,
se comprobó que las llagas estaban todavía secas y que el dedo
anular de la mano derecha, que estaba como pálido y como
muerto, estaba intacto y sin la menor señal de anillo. Después
de las nueve y cuarenta y cinco, comenzó a corrc.r sangre por
encima y por debajo del dedo, y a poco se vio formarse el ani-
llo, que ahora quedaba formado para toda la vida. En 1891, el
doctor Imbert pudo observar la mística señal bien formada 133
en
su carne, como un anillo rojo de coral encerrado en la piel .
CAPÍTULO IV
EL ARZOBISPO Y LA INQUISICIÓN
1. Errada prudencia
piedras del suelo. Y ahora fuese por él, o por descuido del cru-
cero, se quebró la cruz del guión que llevaba delante y cayó en
el suelo, y la hubieron de atar con una cinta de seda; y asi fue
toda la procesión atada. En estas dos cosas no faltó quien pro-
nosticó los grandes trabajos que había <*.>. tener su Señoría en
Valencia us."
Los coches ocupaban la carrera desde el portal de Cuarte a
la plaza de la seo. No existían las aceras, refinamiento urbano
algo posterior. Y sucedió que amontonándose los vehículos, "es-
taban que se tocaban unos a otros sin poder ir adelante ni vol-
verse atrás, encallados, que ni ellos, ni la demás gente, gozaron
de la fiesta". Ilustra la curiosa escena el comentario de un via-
jero francés, Bartolomé Joly, que pasó por Valencia en 1604:
Hi ha a Valencia tants de cotxes que, llevat París, no cree
que n'hi naja tants en cap altra ciutat de Franga. De les per-
sones de ma mitjana, sovint se n'ajunten dues per poder pos-
seir-ne un. Els qui no teñen cotxera on guardarlo, de nit l'acos-
ten a sa casa, fent que la llanga del cotxe entre per una flnes-
tra on el lliguen i queda subjecta; com que l'ivern en aquesta
ciutat es temperat, els cotxes no s'hi fan malbé a la inter-
perie13i).
2. Bárbaro consuelo
5. El Edicto no se cumple
6. El "ídolo" caído
CONCLUSIONES