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¿Qué es la dopamina
y para qué sirve?
La dopamina es una molécula que produce nuestro cuerpo. Esta
sustancia está detrás de nuestra lujuria y nuestras pretensiones más
secretas. La dopamina es deseo, es amor, es infidelidad, es motivación,
es atención, es feminismo, es aprendizaje, es adicción.
La dopamina puede definirse como un mensajero químico,
un neurotransmisor, que se encarga de enviar las señales del sistema
nervioso central (del cerebro). Esta sustancia es la responsable de pasar
la información de una neurona a la siguiente.
Los efectos que produce la dopamina en nuestro cerebro dependen de
múltiples factores, y de con qué otros neurotransmisores se
combine. Aunque al principio se creía que esta sustancia estaba
relacionada con el placer consumado real (“el gustar”), en los últimos
tiempos se ha argumentado que la dopamina está más asociada con el
deseo anticipatorio y a la motivación (el “querer”).
La dopamina está implicada en la activación de los sistemas de
recompensa cerebrales, sobretodo del núcleo accumbens. Este núcleo
es una estructura clave en el despliegue de conductas ante estímulos
con carga emocional, tanto positivos como negativos, y es considerado
el principal centro del placer del cerebro. El núcleo accumbens se
comunica con los centros cerebrales asociados a las emociones, con los
centros implicados en la memoria tanto emocional. Por ello tiene mucho
que ver con el aprendizaje, como veremos más adelante.
Los estímulos que más activan el circuito de recompensa del cerebro
son los novedosos, es decir que aquellos de los que conocemos poco
cosa, y/o que son inesperados.
¿Qué funciones tiene la dopamina?
La dopamina tiene múltiples funciones. Es la principal responsable
de las sensaciones plancenteras y de nuestra
motivación y curiosidad por las cosas. Pero sobretodo está
involucrada en la coordinación del movimiento, la toma de decisiones, la
regulación del aprendizaje y la memoria. Aquí profundizamos en cada
función.
3. Dopamina y motivación
Muchos estudios, como este, apuntan a la función motivacional de la
dopamina. Parece ser que este neurotransmisor no solo nos
recompensa cuando hemos llevado a cabo una acción placentera, sino
que actúa antes de eso. La dopamina es liberada para lograr algo bueno
y evitar algo malo. La falta de dopamina que cursa en muchas
enfermedades se refleja en sintomas como la baja motivación o
anhedonia.
4. Dopamina y curiosidad
La curiosidad es el tipo de motivación intrínseca que nos empuja a
buscar respuestas a los enigmas o cosas que no conocemos. La
curiosidad es el aspecto emocional que nos mueve a la exploración, la
investigación y el aprendizaje y puede considerarse como un mecanismo
de subsistencia.
Estos dos aspectos también parecen estar relacionados con la
curiosidad. Normalmente sentimos curiosidad por las cosas que no
conocemos y que rompen nuestros esquemas. Además la curiosidad es
un tipo de motivación, y en este sentido es regulada por la dopamina
(como la motivación extrínseca). En reciente trabajo de
Grubber sobre la curiosidad y la memoria, se ha visto que en la
curiosidad intervienen las conexiones y estructuras implicadas en los
mecanismos de recompensa como el sistema dopaminérgico y la
activación del núcleo accumbens. Las personas recuerdan mejor la
información por la que sienten curiosidad, incluso si esa información es
irrelevante.
5. Dopamina y creatividad
Los estudios científicos sugieren una relación entre el circuito
dopaminérgico y la creatividad. Los receptores de dopamina de
personas sanas muy creativas son similares a los de las personas con
esquizofrenia. Estos receptores están muy ligados al pensamiento
divergente.
Tanto las personas creativas como con esquizofrenia tienen menor
densidad de estos receptores en el tálamo, área encargada de filtrar la
información que nos llega. Interviene en la cognición y en el
razonamiento. Esto implica que se filtrarán menos la señales,
produciendo un gran flujo de información al cerebro. Esto explica que
las personas creativas vean numerosas conexiones poco comunes a la
hora de solucionar problemas y las asociaciones extrañas en las
personas con trastornos mentales.
6. Dopamina y personalidad
Uno de los rasgos de personalidad que más nos define a cada uno es
nuestro nivel de extraversión. La extraversión tiene dos componentes
principales: el gusto por la interacción social y la impulsividad. Este
rasgo depende mucho de la dopamina.
Según varios estudios, las personas con mayor niveles de impulsividad
y búsqueda de nuevas sensaciones (normalmente extravertidos) ,
tienden a tener una mayor capacidad para activar los circuitos de la
dopamina. También suelen ser más proclives a las adicciones
y conductas de riesgo.
¿Qué pasa si me falta
o me sobra
dopamina?
Hay algunas enfermedades que cursan con falta o exceso de dopamina:
Cuando nos falta dopamina nos podemos sentir desmotivados,
aburridos, deprimidos o incluso angustiados. También es posible que
lleguemos a sentir anhedonia, que nos resulte complicado experimentar
y disfrutar del placer. Algunas enfermedades que se caracterizan por
niveles bajos de dopamina son la depresión, la fobia social, el
TDAH(trastorno de déficit de atención e hiperactividad) y la
enfermedad del Parkinson. Es por ello por lo que los fármacos
usados habitualmente para tratar estas enfermedades producen
aumentos en los niveles de dopamina en el cerebro, a unas dosis bajas,
regulares y controladas, ya que pueden ser adictivos como otros tipos
de drogas.
En estos trastornos, excepto en el Parkinson, la causa no es la falta de
dopamina, sino un descenso en la búsqueda activa de estímulos
placenteros y un descenso en la motivación. Esto conlleva un descenso
en la producción de dopamina. Lo que ocurre en la enfermedad de
Parkinson es una degradación de las áreas que producen dopamina, la
sustancia nigra.
Unos niveles altos de dopamina se relacionan con enfermedades
mentales como la esquizofrenia y el trastorno bipolar. En
estos trastornos, los fármacos usados suelen suelen inhibir la acción de
la dopamina, haciendo que se quede menos tiempo en el espacio entre
neuronas.
¿Cómo interviene la
dopamina en las
adicciones?
La adicción implica el deseo intenso por algo, pérdida de control sobre
su uso y la implicación continua en ello, a pesar de las consecuencias
adversas. La adicción cambia el cerebro, modificando la forma en la que
registra el placer y corrompiendo el funcionamiento normal del
aprendizaje y la motivación.
Además de aumentar la producción de dopamina, con las drogas se
inhibe de forma artificial su recaptación o eliminación. Es decir,
acumulamos mucha cantidad de dopamina en el espacio sináptico (más
del 150%) y durante muchísimo tiempo.
Sin embargo, no solo las drogas, que aumentan artificialmente los
niveles de dopamina en el cerebro, pueden facilitarte una adicción.
Muchas conductas que producen un aumento en los niveles de
dopamina te hacen proclives a la adicción a esa conducta, tal como
ocurre con la adicción al sexo, al juego, las compras, los videojuegos y a
la comida basura.
La exposición repetida a una sustancia adictiva o conducta provoca que
las células nerviosas en el núcleo accumbens y en la corteza prefrontal
(área implicado en la planificación y toma de decisiones) se comuniquen.
De esta manera que se asocia el que nos guste algo con quererlo,
haciéndonos ir a por ello. Este proceso nos motiva a actuar para buscar
la fuente del placer.
Este mecanismo le ha resultado adaptativo y evolutivamente
beneficioso, ya que asociamos el placer a conductas esenciales para
nuestra supervivencia y la de nuestros genes, como los alimentos y el
sexo.
La acumulación de dopamina en el cerebro hace que se vayan
generando nuevos receptores para esta hormona. Con el tiempo, el
cerebro se adapta y la dopamina deja de tener efecto. Así disminuye la
sensación de placer que esa sustancia o conducta provoca. Es por ello
que las personas con adicciones necesitan cada vez dosis mayores para
tener el mismo efecto. Esto se denomina tolerancia.