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De Lellis, M.; Rebottaro, K.; Possetto, H.

2008

CENTROS DE DIA Y RESIDENCIAS EN LA


COMUNIDAD: UNA ALTERNATIVA AL MODELO
ASILAR

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INDICE

1. EMERGENCIA DEL MODELO ASILAR

2. CRISIS DEL MODELO ASILAR: EXCLUSIÓN SIN PROTECCIÓN

3. EL PROCESO DE REFORMA: PROTECCIÓN E INCLUSIÓN SOCIAL

4. MODELOS DE REHABILITACION: UNA EXPERIENCIA COMPARADA

4.1. Los pabellones como eje estructurante del modelo asilar


4.2. Alternativas al modelo asilar: Centros de Día y Hogares como
nuevos dispositivos de rehabilitación

5. UN BALANCE DE LA EXPERIENCIA EN LOS NUEVOS DISPOSITIVOS DE


REHABILITACION

6. PSICOLOGIA Y REFORMA DE LAS INSTITUCIONES ASILARES

7. COMENTARIOS FINALES

BIBLIOGRAFIA

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CENTROS DE DIA Y RESIDENCIAS EN LA COMUNIDAD:
UNA ALTERNATIVA AL MODELO ASILAR

1. EMERGENCIA DEL MODELO ASILAR

Hasta bien entrado el siglo XVIII las personas con sufrimiento psíquico eran
recluidas en instituciones de encierro junto con otras categorías poblacionales
cuyo denominador común era la carencia, la transgresión moral y la condición de
irracionalidad “Mendigos y vagabundos, gentes sin hacienda, sin trabajo o sin
oficio, criminales, rebeldes políticos y herejes, prostitutas, libertinos, sifilíticos y
alcohólicos, locos, idiotas y hombres estrafalarios, pero también esposas
molestas, hijas violadas o hijos derrochadores fueron por este procedimiento
convertidos en inocuos e invisibles” (Dorner, K. 1974 pp.29).
Predominaba entonces la respuesta basada en la coerción y reclusión, que
comprendía la utilización de duchas, chalecos de fuerza, cadenas y medidas de
encierro prolongado y sistemático que perseguian el declarado fundamento de
proteger el orden público de la amenaza que tales grupos representaban.
La medicalización de lo que entonces configuraba el dominio de la locura, la
demencia y la imbecilidad fue un proceso que se planteó conjuntamente con la
emergencia en un nuevo dispositivo institucionalizado de segregación: el Asilo
psiquiátrico o manicomio (Rosen, G. 1974); (Ackernecht, L. 1979).
Recluido en el asilo y separado así de la familia, el enfermo mental quedaba
bajo la autoridad del médico, quien ejercía su influencia en base a la autoridad
científica y moral que por entonces había logrado entre la sociedad. El Asilo se
constituirá en un ámbito legitimado científicamente, y el cargo de
Superintendente o Alienista será uno de los más prestigiosos y codiciados entre
la naciente comunidad profesional (Shorter, R. 2002) .
A medida que se profundiza el disciplinamiento de la mano de obra que exigía el
desarrollo del capitalismo industrial, la categoría trabajo adquiere un valor
terapéutico y una función moralizante que ya no estará regulada solamente por
la actividad religiosa sino que adquirirá relevancia como medio para el
ordenamiento de la vida social.

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Esta concepción, fuertemente arraigada en la creación y mantenimiento de las
Instituciones con régimen asilar, permitirá comprender el peso que tendrá la
ocupación dentro de las estrategias rehabilitadoras destinadas al cuidado y
tratamiento de la enfermedad mental y la discapacidad intelectual.
Poco antes de que la República Argentina festejara el centenario se designa al
Dr. Domingo Cabred para que, presidiendo la Comisión de Asilos y Hospitales
Regionales, contribuya a fijar una política de Estado de carácter nacional para
dar una respuesta concertada al problema de la enfermedad, la indigencia y la
locura (Vezzetti, H. 1994).
Luego de aprobarse la construcción de asilos en distintas regiones del territorio
nacional Domingo Cabred (1899) .introducirá un modelo pedagógico-social
cuyos lineamientos se proponían como una importante innovación respecto del
régimen anterior de tratamiento, el cual abreva en cuatro fuentes principales: a)
La humanización del proceso de atención, que destaca como legendario pionero
a Pinel pero que alcanza máxima expresión en la filosofía de los Retreats
(Retiros) instalados en Inglaterra los cuales, inspirándose en el lema “sin
restricción, sin coerción” intentará restituir derechos fuertemente conculcados
por el anterior régimen represivo; b) La rehabilitación por medio de la educación
y el trabajo, prolongando los métodos pedagógicos y laborterapéuticos que,
entre otros, desarrollara en Francia Desiré Bourneville; c) El sistema de puertas
abiertas (open door) que merced a la influencia escocesa se habían diseminado
en varios países de Europa, y en el cual se practicaba la supresión de las
barreras físicas entre el Asilo y la comunidad; d) El enfoque de corte
rousseauniano que promovía el aislamiento terapéutico en zonas rurales, para
evitar que las personas con enfermedad o debilidad mental se expusieran a las
tensiones y complejas demandas que caracterizan la vida en las ciudades
(Montanari, A. 1991)
La dependencia política directa al Presidente de la Nación, la extensión territorial
del proyecto de Asilos y Hospitales Regionales, los importantes recursos
volcados a la creación y mantenimiento de tales proyectos asistenciales y la
estabilidad institucional son un ejemplo del sustento que tenía esta política
pública. Una concepción estratégica asociada a la necesidad de ubicar el
problema de la marginalidad asociada a la enfermedad mental como una

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cuestión de Estado y que requería, por lo tanto, de una unidad política de acción
y de abundantes recursos volcados hacia este fin. (Veronelli, J. C. 2004).
Sin embargo, las Colonias y hospitales psiquiátricos no pueden superar las
restricciones del horizonte temporal en el cual operan: son tributarios, por
consiguiente, de las representaciones acerca de la niñez, el retardo mental y de
los beneficios asociados a la asistencia en los asilos, instituciones que protegen
a los pacientes al precio del aislamiento y exclusión social.
A pesar de las distinciones teóricas entre la Discapacidad Intelectual y la
enfermedad mental, en la práctica, tales diferencias no parecen haber tenido
demasiada incidencia, ya que ambos coexisten en ámbitos psiquiátricos con
características. Asilares (de Lellis, M. Rossetto, J. 2007). En este proceso, el
sujeto que por diversas causas ha sido excluido de su entorno socio afectivo
comienza a formar parte de un régimen de aislamiento total en la cual no hay
lugar alguno para la afirmación de la identidad y la diferencia, y donde hasta el
acto más íntimo cobra el estatuto de lo público, de lo que puede colocarse bajo
el control permanente del orden institucional.

2. CRISIS DEL MODELO ASILAR: EXCLUSIÓN SIN PROTECCIÓN

El propio éxito de los asilos promovió una ingente internación de enfermos, no


con fines terapéuticos sino como depositación y aislamiento, muchos de los
cuales desbordaban las posibilidades de tratamiento conque contaba la
psiquiatría, poniéndose cada vez más en evidencia dos de las principales
dificultades que la acompañarán desde entonces: el efecto iatrogénico que
producirá la institucionalización prolongada y el altísimo costo que representará
su mantenimiento.
Se inicia entonces una nueva etapa, asociada con una profunda crisis de la
misión, el sentido y la sustentabilidad de este tipo de instituciones y que puso en
cuestión sus fuentes de legitimación histórica:
a) Se cuestiona al Asilo en términos de su ineficacia terapéutica y
económica, ateniéndose a las siguientes constataciones: por un lado, la
carencia de dispositivos asistenciales que resultaran eficaces para dar
respuesta terapéutica a las específicas características y dolencias que
presentan estos enfermos y la ausencia de programas de rehabilitación que

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sustituyan adecuadamente a los tradicionales. No obstante el hecho de que
Cabred adopta el método de rehabilitación a través del trabajo, poco a poco
fueron decayendo las actividades vinculadas con la ocupación de los internos,
agravado ello por las denuncias de los abusos y explotación que se efectuaba
de los mismos como “mano de obra disponible” y también por las escasas
inversiones en equipamiento y en el mantenimiento preventivo de los existentes.
b) Se cuestiona al Asilo por carecer de un fundamento científico que legitime
su accionar. Más allá de los avances que experimenta la psiquiatría en el plano
farmacológico, se objeta que a menudo el uso de la medicación psicotrópica
refuerza una respuesta de naturaleza custodial, sin que se demuestre
fehacientemente cómo a través de este medio se contribuye a la recuperación
psicológica y física de las personas. Desde esta perspectiva, el saber
psiquiátrico se aliará a un régimen que, ignorando las finalidades terapéuticas,
se consolida como una respuesta predominantemente custodial. (Castel, R.
1980)1 Todo ello sucede aún cuando se planteen innovaciones en los
dispositivos asistenciales y nuevos recursos tecnológicos (incluyendo avances
en la elaboración de psicofármacos) que ejercieron un impacto positivo sobre el
mejoramiento en el bienestar y la calidad de vida de la población general.
c) En tercer lugar, conforme se profundiza el desplazamiento de los fines
originales que dieron sentido a su emergencia como Instituciones, la reclusión
indefinida y sin objetivos terapéuticos de personas se convierte en un
denominador común, y las mismas se constituyen en un espacio de exclusión
social caracterizado por el abandono y la pérdida de derechos sociales y civiles.
Surge ello con claridad al analizarse la filosofía asociada a la internación en
asilos, que recibe una consideración o tratamiento específico en casi todos los
marcos legales o normativos que han regido en las sociedades modernas.
Cuando la internación de aquellas personas que ingresan a la institución para su
asistencia por problemas vinculados a una discapacidad o enfermedad mental
carece de objetivos, se vuelve una forma de reclusión o privación de la
libertad, lesionando y vulnerando derechos humanos fundamentales.

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Uno de los procesos más destacados que ha caracterizado históricamente a estas Instituciones se plantea
en lo que hemos denominado, en anteriores trabajos, el desplazamiento de fines. Este fenómeno ha
implicado una torsión desde el objetivo original de mejorar la calidad de atención de personas con
enfermedad o discapacidad mental hacia un proceso en el cual lo más importante es la perpetuación de las
actuales condiciones institucionales, independientemente del fin al que sirven.

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Este cuadro de situación se completa con las condiciones de vida y de trabajo
de los propios empleados. Originalmente, el personal de la Institución (médicos,
celadores, profesionales, personal de enfermería y maestranza, religiosas)
solían fijar residencia en la propia Institución por una razón fundamental: el difícil
acceso geográfico que entonces planteaba esta Institución. Se crea así la figura
de los “necesariamente internos” que justificaba el alojamiento de los pacientes
en casas o residencias emplazadas dentro del perímetro interno de la Colonia.
La imposibilidad de establecer lazos de interacción y/o articulación con
referentes institucionales, familiares o comunitarios (ejemplo, dificultades para
viajar a través de programas de formación, establecer lazos permanentes con
familiares para asegurar externación). Ambas situaciones han llevado a que los
propios empleados no puedan a menudo concebir otras posibilidades de
desarrollo laboral si no es mediante lo que es provisto por la Institución. 2
Un fenómeno análogo resultó observable a través de la situación que se plantea
en aquellas redes familiares que, atravesando distintas generaciones, se
vinculan laboralmente a la Institución. Esta situación es característica de todas
las instituciones estatales o gran parte de ellas, pero en el caso de la Institución
que nos ocupa esta situación se ve acentuada por el aislamiento geográfico que
refuerza las relaciones endogámicas. Instituciones que se levantaron en el
campo y donde la vida (laboral y privada) transcurre en torno a ellas.

3. EL PROCESO DE REFORMA: PROTECCIÓN E INCLUSIÓN SOCIAL

El reconocimiento de las características opresivas que implicaba el régimen de


las Instituciones totales estaba fuera del marco ideológico en el que Cabred se
había formado y a partir del cual había diseñado la respuesta asilar (Cabred, D.
1923). Pero aún cuando la ideología de la beneficencia propia de dicho período
hará luz sobre aquellas características de protección, cuidado y refugio que
también connota el concepto de asilo (de Lellis, M. 2006), se afirmaban algunos

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A los aspectos antes enumerados deberíamos añadir el problema representado por la crónica
inestabilidad política, que ha corroído toda posibilidad de generar proyectos sustentables que trasciendan a
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las intervenciones de turno en las principales instituciones psiquiátricas .

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fundamentos que permitirían, décadas más tarde, reconocer los efectos
degradantes que la institucionalización tenía sobre la calidad de la vida de las
personas alojadas.
La reforma del modelo de atención se sitúa en un proceso dinámico, conflictivo,
surcado por contradicciones y determinaciones de muy distinto orden, y se
sustenta en dos vertientes fundamentales de legitimación:
En primer lugar, la crítica que sobre el modelo manicomial ejercieran
representantes de la antipsiquiatría (Anguelergues, R. et al. 1975), los trabajos
de inspiración historiográfica realizados por Michel Foucault (2001), los ensayos
de Szasz (1994) en el cual se denunciaba el mito de la enfermedad mental o
Ronald Laing (1969), a las que cabe añadir los aportes de la Psiquiatría de
Sector en Francia, en cuyos lineamientos participaron notables psiquiatras
como Henry Ey (1979), los aportes de Maxwell Jones acerca de la comunidad
terapéutica, el movimiento de desintitucionalización iniciado en Estados Unidos
durante la década del 60 y la experiencia italiana de Reforma Psiquiátrica
realizada durante los años 70 (Bassaglia, F. 1973), la cual ha representado un
hito significativo en el desplazamiento del paradigma asilar, al menos en Trieste
y Milán.
En segundo término, la perspectiva de protección y defensa de los derechos
humanos del paciente con sufrimiento mental, que comprende un abigarrado
conjunto de leyes, normativas, acuerdos y declaraciones internacionales que
definen axiológicamente un modelo de acciones a adoptar y otorgan dirección y
legitimidad al proceso de reforma (Kraut, A. 2005).
Los instrumentos legales o normativos tales como la Declaración Universal de
Derechos Humanos (específicamente en los artículos 3,5,7,12 y 17) o los Pactos
y acuerdos que amplían los derechos de ciudadanía acompañaron o fueron la
resultante de intensos movimientos sociales que colocaron la cuestión en la
agenda pública y desataron un fuerte debate acerca de cómo debía tratarse la
enfermedad mental.
Luego de firmarse la Declaración de Caracas, que propone la progresiva
supresión de los establecimientos psiquiátricos, a la que adhieren y se
comprometen formalmente los distintos países de América Latina, en la mayoría

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de los países (incluida la Argentina) se ponen en marcha iniciativas para lograr
la reducción de camas y la constitución de una red integrada de servicios de
salud mental basada en la estrategia de Atención Primaria de la Salud (Levav, I
1991).
En tal sentido puede mencionarse en nuestro país iniciativas o programas tales
como la experiencia realizada en Río Negro, en la cual se plantea el cierre de la
institución manicomial emplazada en Allen (Cohen, H; Natella, 1995), la Colonia
Oliveros situada en la Provincia de Santa Fe, la experiencia desarrollada el
Hospital Neuropsiquiátrico Liniers de Entre Ríos (Ellerman, L. et al. 1999), en el
Hospital Escuela de San Luis (Pellegriini, J. 1999) y en diversas instituciones
asistenciales emplazadas de la provincia de Buenos Aires.
En todas las experiencias mencionadas se demuestran las ventajas de la
aplicación de un modelo de atención comunitaria en salud mental respecto del
modelo manicomial hegemónico en la mayor parte del territorio argentino. Entre
las propuestas más centrales de este modelo comunitarios podemos citar la
concepción de la atención de la salud mental de forma integral e integrada al
sistema local de salud, la cobertura universal de las necesidades de salud sin
ningún tipo de discriminación, la descentralización en función de la puesta en
marcha de equipos multidisciplinarios diversificados territorialmente, la
redefinición del tratamiento hospitalario para alentar estrategias ambulatorias y
una mejor coordinación entre los sectores sanitarios y los otros sectores
gubernamentales que tienen por objetivo las problemáticas sociales para evitar el
desarraigo y la anomia que sucede a la progresiva institucionalización (Stagnaro,
J.C.. 2006)
En síntesis, las políticas de reforma de las instituciones asilares basadas en la
perspectiva de los derechos humanos comprenderán alguna de las siguientes
estrategias:
a) La implementación de nuevos dispositivos de externación asistida tales
como subsidios a familias biológicas o sustitutas para reinserción de pacientes,
relocalización de los mismos en su localidad de origen, convenios para emplazar
dispositivos residenciales en la comunidad.
b) La adopción de medidas de cuidado y humanización en el trato que
aseguren la satisfacción de necesidades básicas (alimentación, vestuario,
higiene, cuidados relativos al aseo y la higiene personal) y la supresión de toda

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forma de violencia institucionalizada que se halle encubierta o justificada
eufemísticamente desde lógicas pretendidamente asistenciales;
a) La ampliación en los niveles de ciudadanía, mediante acciones que
apuntan a la reinserción social, la revinculación familiar y al fortalecimiento de
competencias que ofrezcan posibilidades de inclusión mediante la educación, el
trabajo, la acción social, la inserción cívica o política en la comunidad.
b) La desnaturalización de aquellas prácticas institucionales que
legitiman un modelo de reclusión asilar violatorio de los derechos humanos de
las personas asistidas, incluyendo aquí el efecto de la institucionalización del
personal empleado (CELS, 2005). Como efecto subsiguiente a este proceso, el
mejoramiento de las condiciones de trabajo de los profesionales, a fin de
recuperar un sentido más pleno a la labor asistencial desarrollada.

4. MODELOS DE REHABILITACION: UNA EXPERIENCIA COMPARADA

4.1. Los pabellones como eje estructurante del modelo asilar


Con una clara filiación al modelo del Hospital Público que se estableció
inicialmente en Europa (especialmente en Francia) para la atención de
pacientes que sufrían enfermedades transmisibles, la estructura pabellonada de
los Asilos y/u Hospitales psiquiátricos tenía por objeto asegurar la adecuada
circulación de pacientes y cuidadores entre un ámbito y otro, servir de
alojamiento a quienes debían recibir internación y concentrar la atención técnica
especializada según las características de la dolencia que presentaban quienes
allí eran recluidos. Esta estructura se mantendrá aún para aquellos casos en los
que debía congregarse a pacientes con otra clase de dolencias, como los
enfermos o discapacitados mentales.
Asociado a dicha estructura se planteaba una fuerte descentralización del
poder, pues el jefe de pabellón o servicio ejercía una amplia discrecionalidad en
la toma de decisiones, resistiendo a menudo los intentos de incidir sobre la
práctica que, por sus facultades directivas, le estaban reservados a la función
del Director Médico o del Director General de la Institución.
En el caso de los asilos psiquiátricos, en la práctica este modelo consagró un
modo de funcionamiento en el cual ha imperado la anomia, la fragmentación y
desarticulación de los equipos de trabajo y en los cuales resultaba difícil

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cuestionar la hegemonía verticalmente ejercida por el médico jefe del servicio.
Esta cuestión estructural se profundizó porque la internación de los pacientes
terminó constituyéndose en una reclusión indefinida y sin objetivos terapéuticos,
o como se ha afirmado comúnmente, como depósito de marginados e
incurables..
Al mismo tiempo que se produce una distorsión de los objetivos terapéuticos
originales, los pabellones fueron reflejando en sus códigos una cultura de tipo
carcelaria: a los pacientes comienza a denominárselos internos, al abandono
voluntario de los pacientes del régimen de clausura institucional se lo denomina
fuga, a las salas de contención o aislamiento para quienes manifestaban
conductas sin control se los termina por denominar, en la jerga institucional,
calabozos3.
La condición de encierrro exacerba la dependencia del paciente hacia la
institución que, por su carácter total, vigila cada uno de los detalles que
componen la vida cotidiana del paciente: comida, aseo, trabajo, recreación y
descanso.
En tales ámbitos pabellonados se hacen a la vez más claramente visible los
efectos de degradación que podían observarse en la condición psicológica y
física de los pacientes, que fueron insistentemente observados desde el
enfoque crítico de las condiciones de institucionalización asilar. Genera,
asimismo, una serie de procesos menoscabantes cuya consecuencias directas
son las lesiones o perjuicios a la identidad: naturalización del maltrato,
desposesión y ultrajes al propio cuerpo, uniformización del vestuario, rapado
indiscrminado del cabello, desposeimiento de objetos o bienes personales,
mantenimiento prolongado de situaciones de indocumentación que priva de los
derechos cívicos elementales a las personas allí alojadas.
Desde este modelo el ejercicio de la función de los agentes terapéuticos pasa a
ser de tipo custodial, tratando de lograrse el control del máximo número de
pacientes a cargo del menor número posible de cuidadores.

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Cabe detenerse en el significado de estas salas de aislamiento porque refleja, más que la aberración, la exacerbación
del modelo. Mientras haya asilo, será siempre inminente su restauración, porque expresa la lógica de privación,
aislamiento y desocupación que se extiende, con menor intensidad, en la rutina habitual de las instituciones con régimen
custodial.

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Por ejemplo, en la Colonia Nacional Montes de Oca el número de pacientes
recluidos en los pabellones oscilaba entre los 50 y 125, con un equipo
asistencial cada vez más reducido en número a medida que se extiende el
régimen horario. Durante la noche, por ejemplo, se observan situaciones en las
que solo un enfermero debe tomar a su cargo el cuidado de los pacientes allí
internados, a menudo sin otra función que la vigilancia nocturna.
Basado en un modelo de disciplinamiento rígido y tendiente a la uniformización,
en el pabellón se estructuran rutinas inflexibles y seriadas: por ejemplo, los
pacientes deben comer invariablemente en el mismo horario y los cuidadores
deben velar no sólo porque se complete la realización de la actividad
programada sino también porque no se produzcan transgresiones que pongan
en cuestión el ejercicio de la violencia institucional. Es común, por ejemplo,
observar largas filas de pacientes ingresando al salón comedor y alineándose en
los bancos dispuestos a tal efecto y un encuadre excesivamente rígido en todas
las actividades programadas para un horario fijo de realización.
En este modelo maquinal, en el cual los pacientes son a la vez engranajes y
productos, los talleres ocupacionales se justificarán de manera casi excluyente
por la manera en que logran emplear la totalidad del tiempo útil que la persona
dispone en la Institución más que por el modo en que los mismos se constituyen
en estímulos promotores para el desarrollo cognitivo y las posibilidades de
inclusión social.
Esta mecanización del trabajo cotidiano conduce a una práctica alienada; pues
al no proyectarse aspectos valorados del ejercicio profesional no es posible
establecer un vínculo constructivo y empático en el trabajo con los pacientes. El
sentimiento de disociación y la baja motivación de logro se expresará a su vez
en distintos indicadores: ausentismo, escasa proyección profesional, bajo
interés por el trabajo en equipo.
Otra manifestación de este proceso está vinculada a la naturalización de las
condiciones de trabajo, que han resultado a menudo harto difíciles de
sobrellevar, sin advertirse o registrarse alternativas viables que permitieran una
modificación del estado de cosas existente. Así, la aceptación de las condiciones
del trabajo en pabellones como normales, aunque demuestren aberrantes por
los efectos violatorios sobre los derechos humanos de los pacientes y porque
profundizan las condiciones de alienación en el personal empleado. Lo que

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está allí dado es lo que debe ser (casi como se tratara de una ley natural) y lo
que deben hacer los empleados no es proponerse una transformación de lo
existente sino una mejor adaptación a dichas condiciones.
Como expresábamos anteriormente, el régimen pabellonado tenderá a la
reproducción y a la estereotipia, consolidando un modelo rígido que estará
sustentado a la vez en el aparato burocrático encargado de su administración.
En este régimen de clausura se demarca nítidamente el exterior del interior,
primando una lógica que destaca el dominio de las normas que rigen hacia el
interior de los muros institucionales. Este aislamiento crea las condiciones para
que, con el transcurso del tiempo, se cristalice una ideología en la cual todo
contacto con el exterior sea concebido como una amenaza al precario equilibrio
entre las personas institucionalizadas.
Tales condiciones estructurales, asociado a la escasa motivación en los equipos
profesionales, lleva a que el paciente vea cercenada la expresión de sus
malestares, deseos, temores o demandas, en suma no puede fundarse el
reconocimiento recíproco entre ambos términos de la relación asistencial.
En relación al fundamento científico desde el que opera este modelo tiende a la
fragmentación disciplinaria, pues cada profesional opera sin integración con los
restantes, privando al paciente de aportes teóricos y técnicos fundamentales
para su proceso de rehabilitación. Esta fragmentación, no sólo se convierte en
obstáculo insalvable para el trabajo en equipo, sino que priva al mismo de una
mirada integral en torno a los problemas de salud. La atención está fuertemente
medicalizada, aún cuando desde este modelo no se resuelvan
satisfactoriamente las necesidades psicológicas de los sujetos en proceso de
rehabilitación.
Por último, al basarse en un régimen de reclusión el trabajo en pabellones tiende
a fragmentar el proceso de atención, divorciándose la respuesta asistencial
propia del nivel terciario de las acciones de protección o prevención primaria. En
tal sentido, en su práctica asistencial el pabellón y la institución asilar se
autonomizan en exceso, desarticulándose de los restantes servicios que operan
en la Institución y de las redes sanitarias que operan en el nivel local y
desaprovechando así oportunidades para actuar en prevención primaria o en la
rehabilitación basada en la comunidad.

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Un ejemplo emblemático del modelo anteriormente descrito se observaba en el
uno de los pabellones (el Nº7) , sobre el cual se concentraron permanentemente
las denuncias mediáticas que señalaban la situación de abandono y despojo en
el que se hallaban las personas alojadas4. La violencia imperante, acompañada
de olores y hacinamiento fue creando fantasmas de segregación y temor que
desnudó, de una manera elocuente, el carácter siniestro que suelen acompañar
la vida cotidiana en las Instituciones Totales (Goffman, 1984).
A la mayoría de quienes allí se alojaban se los denominaba gatosos por su
bajísimo grado de autonomía funcional y social. Estos pacientes, a quienes se
los juzgaba incapaces de ejercer conductas de autocuidado (pues desgarraban
sus ropas en aquellas situaciones que no se hallan observados o controlados
por sus cuidadores más cercanos) se exhibían en un estado de casi permanente
desnudez, racionalizándose tal situación por características aparentemente
inherentes a su patología.5
Sobre ellos recaía el peso más fuerte del estigma social, pues primaba entre los
profesionales que allí trabajaban (y el resto del personal) una percepción
generalizada en torno a la imposibilidad de cualquier tipo de rehabilitación en la
población objetivo del servicio, lo que cercenaba cualquier iniciativa destinada a
transformar las condiciones de trabajo y el mejoramiento progresivo de la
calidad de atención.
Al momento de iniciarse la actual gestión, tales pacientes se hallaban hacinados
en planta baja y en una situación de virtual abandono, encerrados y sin ningún
tipo de actividad ocupacional. Se encontraban allí alojados aproximadamente
120 pacientes distribuidos en tres pisos en una gran construcción de estilo
inglés: 59 pacientes diagnosticados con retardo mental profundo y discapacidad
motriz, 29 con retardo mental grave, 9 moderados, 2 leves, 9 deterioros
cognitivos y 13 con psicosis. Al no brindarse siquiera una asistencia elemental,
recrudecían los problemas de comportamiento tales como autolesiones,
agresiones, conductas estereotipadas que requerían de apoyos extensos y
generalizados y, dado que muchos de ellos manifestaban conductas de

Desde allí partieron las denuncias mediáticas que, realizadas en el año 2000, se difundieron masivamente a través de los
medios de comunicación.
5
El Dr. Florencio Sánchez escribe, desde su prisión, un libro testimonial que recoge esta perspectiva racionalizadota en
el mismo título del trabajo: “El desnudo de la inocencia”.

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incontinencia fecal, se hacía virtualmente imposible el objetivo de mantener un
ambiente en condiciones mínimas de higiene y confort.
Los derechos del personal a cargo de los mismos se hallaban fuertemente
amenazados por las condiciones de trabajo allí prevalecientes. El mismo se
hallaba sometido a una carga de trabajo que desbordaba el límite de las propias
capacidades y ponía a los sectores más expuestos y en contacto más directo
con los pacientes en situación de burnout profesional.
De allí que, en relación a las acciones que se juzgan prioritarias al inicio de la
actual gestión, se focalizan inicialmente en el Pabellón, porque allí se producía
una mayor desprotección y una posible vulneración de los derechos de los
pacientes internados, y porque el cambio que allí se produjera podía generar un
efecto de irradiación sobre otros ámbitos de la vida institucional.
Con el objetivo de revertir esta situación, se decide la reorganización del
Pabellón 7º, dividiendo al mismo en tres unidades funcionales independientes y
autónomas, cada una a cargo de un equipo responsable, constituido por
personal de enfermería, de rehabilitación, psicólogos y asistentes. El equipo se
puso bajo bajo la coordinación general de un médico psiquiatra, comprometido
en avanzar sobre la descentralización técnica y administrativa de cada una de
las unidades.
Entre las medidas adoptadas se incluyen, por un lado, aquellas destinadas a
reestructurar el servicio otorgándole mayor autonomía técnica y administrativa,
tratando de que los logros obtenidos en este sector específico puedan ser
diseminados a los restantes servicios de la Institución; y por otro lado instaurar
un programa de tratamiento que permita a los pacientes una ocupación acorde a
su grado de autonomía y capacidad funcional.
De esta forma, se redistribuye a los pacientes de la siguiente forma: a) En el
piso superior se ubica a los pacientes mas independientes en cuanto a su
alimentación e higiene y también con mas capacidad de incorporar consignas;
b) En el primer piso, los pacientes con los que solo se pueden hacer actividades
recreativas, asi como también actividades de la vida diaria, supervisado todo
ello por personal destinado a tal efecto; c) En planta baja, finalmente, hállanse
los pacientes con dificultades motoras más severas y con multidiscapacidades.
En forma simultánea, se realiza, por un lado, un examen exhaustivo de la
medicación que era administrada a los pacientes, y se efectúan las indicaciones

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que permitirían que los mismos pudieran aumentar su nivel de concentración y
así lograr su participación en los distintos talleres; y por otro lado se inicia un
trabajo con los familiares de los pacientes en el que participan distintos
profesionales del equipo, con el objetivo de aumentar las visitas en la Institución,
las salidas terapéuticas y, si las condiciones lo permitieran, la externación de
los mismos.
En la actualidad, y más allá de constatar la perduración de un modelo podemos
señalar que se ha disminuido en 110 el número camas asilares, y se ha
comenzado el proceso de reconversión de los pabellones en hogares
(adecuándolos a la Resolución 1328/2006 que actualiza el Marco Básico de
Organización y Funcionamiento de Prestaciones de Atención a personas con
Discapacidad). Se ha comenzado, en tal sentido, con la reestructuración de la
planta física (baños, tabiques, etc) como forma de reconvertir edificios poco
funcionales y con múltiples barreras físicas para personas con discapacidad.

4.2. Alternativas al modelo asilar: Centros de Día y Hogares como nuevos


dispositivos de rehabilitación

Conjuntamente con la reorganización técnica, administrativa y edilicia del


Pabellón se desarrollaron otras iniciativas tendientes a la mejora de la calidad
asistencial y a promover un mayor grado de inclusión o reinserción social en
pacientes en general: a) La habilitación de una Unidad de Cuidados Especiales
para pacientes considerados de alto riesgo para sí como para terceros; b) Un
programa de subsidios destinado a familiares de pacientes en proceso de
reinserción social; c) Apertura de Hogares y residencias descentralizadas; d) El
programa de rehabilitación integral en Centros de Día destinado a pacientes con
multidiscapacidades y retraso mental profundo.
A los fines del presente trabajo, nos detendremos especialmente en la
exposición del último dispositivo mencionado, por considerar que refleja, de
modo más palmario, un modelo de atención alternativo al régimen asilar.
En diciembre del 2005 se realiza la apertura del primer centro denominado
“Yenu Aiken” (Amigos de la Vida) en la localidad de Torres, a la que suceden la
creación de los siguientes Centros de Día (Abriendo Puertas, Dulce Sonrisa,

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Vivir Mejor y Atrapando Sueños) cubriendo a un total de 152 pacientes
atendidos en alojamientos residenciales pertenecientes a la Colonia, cumpliendo
con los objetivos del proyecto de que la mayoría de los pacientes allí alojados se
encuentren en programas desarrollados en establecimientos emplazados fuera
del pabellón.
El Centro de Día Yenú Aikén comienza a funcionar en una residencia situada en
Torres, con una estructura que posibilitaba la adaptación para el funcionamiento
del mismo, en la cual los pacientes realizan actividades de convivencia y
ocupacionales. En sus inicios, la población atendida, era de quince hombres
internados en Pabellón 7. Actualmente se encuentran en tratamiento 32 personas
internadas en Pabellón 5, 6 y 7, habiéndose incorporado mujeres de Pabellón 1 y
4. El horario de atención es de lunes a viernes de 8 a 18 hs. Al finalizar el tránsito
por el Centro, regresan al Pabellón de origen y a las dos Casas Convivenciales,
que se habilitaron en el año 2.007.
El organigrama está estructurado con: 2 coordinadores (psicólogo y
psicopedagogía), 4 enfermeros, 4 talleristas, 1 T.O, 3 Pf. de educación especial, 1
Pf de plàstica, acompañan 5 residentes, en su rotación por Rehabilitación durante
6 meses (psicología, psiquiatría y trabajo social) .
El Centro de Día fue definido entonces como “un espacio socio-terapéutico
donde se concentran acciones integrales destinadas a la rehabilitación de
pacientes con discapacidad mental tendiente a promover el máximo desarrollo
posible de sus potencialidades.”.
El carácter innovador de la experiencia residía en que se trataba entonces del
primer Centro de rehabilitación ubicado fuera de la Colonia y enteramente
dependiente de ella. Los pacientes continuaban recibiendo atención y alojamiento
en la sede central, pero durante el día son objetos de una atención intensiva,
personalizada y con un amplio esfuerzo concedido a las actividades de
rehabilitación.
La población inicialmente asistida presentaba múltiples impedimentos: bajísimo
grado de expresividad, sin pulsión para contactarse y en su mayoría muy
temerosos por la experiencia de desarraigo inicial de los Pabellones.
Sin embargo, el menor número de pacientes facilitó desde el inicio una
asistencia más personalizada de parte del personal, un mayor compromiso hacia
el trabajo y la posibilidad de apropiación de la experiencia.

17
Confrontada ante una realidad de casi nula ocupación del tiempo libre, en el
Centro de Día se estableció una combinación planificada y sistemática de
actividades recreativas, terapéuticas, de estimulación sensorial y de formación
de hábitos con la finalidad de mejorar la resocialización y la rehabilitación.
El trabajo se sostiene con una frecuencia regular de días y horarios que organiza
la actividad en tiempo y espacio, el cual permite un ordenamiento de la
temporalidad que corta la inacción y la repetición.
Las prácticas y actividades, si bien están concebidas con la finalidad de ocupar
el tiempo del paciente y propender a su rehabilitación, se desprenden de la
situación de cada persona internada y respetando (hasta donde sea posible) su
libertad de elección.
Se establecen en tal sentido metas programadas, ajustadas y renovables en
función de los logros parciales que e/los pacientes van logrando en la tarea. Las
actividades programadas comprenden, con un total de 16 talleres que
promueven oportunidades, recreativo-terapéuticas, lúdico-expresivos,
productivas y facilitan el desarrollo de habilidades para la vida diaria.
El taller de cocina, por ejemplo, resalta las actividades de la vida diaria,
habilidades relacionadas con la preparación de alimentos, proporcionando a la
vez oportunidades para la ejercitación de la coordinación óculo-manual, la
motricidad fina y gruesa y favoreciendo a su vez el desarrollo emocional
relacionado con la confianza, iniciativa y autonomía.
En el taller de almuerzo, por ejemplo, se entrena al paciente proponiendo el
desarrollo de habilidades que incluyen la orientación y el comportamiento
durante la comida, y permite dotar de sentido a una ceremonia diaria en la cual
todos participan mediante alguna actividad: preparación de los utensilios o
vajillas, arreglo de la mesa colectiva, ubicación en la misma, utilización de los
cubiertos, respeto de los tiempos concedidos al almuerzo y la sobremesa,
limpieza de utensilios, vajillas y ambiente general.
En algunas actividades el concurrente puede seguir una secuencia del ciclo
productivo que le facilita una mayor aprehensión y apropiación del sentido de la
experiencia: por ejemplo, -preparación del espacio a sembrar, -señalización del
espacio a sembrar; creación de abonera orgánica; preparación de tierra fértil en
mesa-cajón; -sembrado en pequeños cajones; -trasplante de plantines a
macetas; -pasaje de plantines a terreno delimitado.

18
En virtud de los efectos que produce la institucionalización sobre el bienestar
corporal de los pacientes, también se ha dado énfasis a los talleres de arreglo
personal, afeitada, corte de pelo, baño, cepillado de dientes y autocuidado, pues
se adjudican prendas y calzados personalizados a cada uno de los
concurrentes. A partir de tales estímulos y actividades se han podido ir
apropiando de una manera personal en relación a dichos objetos y son ahora los
pacientes quienes piden sus prendas para exhibirse en un espejo cercano que
les devuelve una mirada.
Desde este modelo uno de los focos principales de la actividad se orienta a
promover o restituir el sentimiento de la propia identidad, profundamente
lesionados por las condiciones de prolongada institucionalización: habilitación
de espejos que devuelven la propia imagen, cajas o muebles en los cuales
poder depositar elementos considerados como personales (ej: fotografías),
espacios de juego y expresividad que permiten trabajar con las fantasías y
deseos que más definen al sujeto.
En esta línea de trabajo fueron creándose nuevos espacios, compartiendo hoy
con la comunidad productos elaborados en los nuevos talleres: huerta, jabones,
dulces, telar, cerámica y granja, produciendo el efecto terapéutico de una mayor
reapropraiaciòn de su historia personal y familiar.
Como medio para facilitar la coordinación técnica de todos los talleres en curso,
durante la reunión de equipo semanal se produce el intercambio acerca del
avance y logros obtenidos en los distintos concurrentes, lo que tiene
consecuencias en el tratamiento a seguir.
Simultáneamente a la realización de los talleres programados, se pone a
disposición de los concurrentes un conjunto de actividades para que cada sujeto
pueda realizar su propio recorrido y producir algún objeto que lo represente.
A partir de las tareas programadas por el Centro de Día para realización de
actividades rehabilitadoras, se establecen nuevas relaciones con la comunidad.
Al hallarse emplazado en Torres, los concurrentes al Centro de Día son
reconocidos y se relacionan de manera más intensa con vecinos que comparten
un mismo espacio territorial: caminatas, participación en eventos, visitas a
lugares clave (iglesia, club, zoológico, otras instituciones similares) constituyen
la oportunidad para intensificar todas aquellas interacciones que tendrán en

19
definitiva como una de sus consecuencias la disminución del prejuicio y el
estrechamiento de la distancia social entre pacientes y pobladores del lugar.
Se crean las condiciones que favorecen el trabajo interdisciplinario, pues en la
ardua y a menudo conflictiva tarea de integrar los distintos saberes que
conforman un nuevo paradigma se requieren confrontaciones, aperturas,
intercambio y discusión continua entre los miembros del equipo.
Dentro de este encuadre se propicia la conformación de un equipo de
profesionales con estructura flexible, que deja lugar para que los integrantes
puedan desplegar su potencial creativo. Si bien existe un equipo básico de
funcionamiento conformado por psicólogo, psicopedagogo, terapista
ocupacional, auxiliares de enfermería, operadores y talleristas, nadie tiene un
lugar altamente formalizado en el equipo de trabajo.
Respecto de los nuevos dispositivos asistenciales implementados en la Colonia,
cabe señalar que a partir de esta experiencia se han habilitado 5 nuevos
Centros de Día, en alojamientos residenciales pertenecientes a la Colonia,
cumpliendo con los objetivos del proyecto de que la mayoría de los pacientes
allí alojados se encuentren en programas desarrollados en Centros de Día fuera
del pabellón. En tales Centros se adoptan la filosofía, los lineamientos de
trabajo, la concepción de trabajo interdisciplinario y la integración con la
comunidad que se reflejan, como características salientes, en la experiencia
desarrollada por Yenú Aikén durante más de dos años. En este contexto,
comenzó a surgir en el discurso de algunos pacientes, la posibilidad de
completar el día en el Centro de Día y, en otros casos, de no regresar al
Pabellón. Es para señalar, que esta demanda fue formulada por algunos de los
concurrentes diagnosticados con mayor discapacidad (ej: oligrofenia profunda).
Como resultado directo de esta experiencia, se habilitaron viviendas aptas para
funcionar como unidades residenciales que sirvan como Casas de Convivencia
“Casa del Sol”,o bien como Casas de Medio Camino,” Los Cerezos” y que sirvan
como nexos de articulación con la actividad diaria que el paciente realiza en el
Centro de Día.
Estas casas ofrecen la apertura de nuevas posibilidades y oportunidades al
trabajar con dos conceptos claves en discapacidad: tales como las fuentes de
los apoyos y la intensidad de los mismos. A la mayoría de residentes se le
propone realizar una actividad ocupacional fuera de la Residencia comunitaria.

20
Surgen entonces relaciones con establecimientos de la zona como
supermercados o verdulerías y la realización de algunas tareas simples como
acomodar mercadería o hacer mandados en los cuales deben administrar el
dinero que se les entrega. Se trabajan en el Centro ciertos aspectos básicos que
definen la relación laboral, tales como el cumplimiento de horarios, la paga y el
régimen de contratación. Uno de los pacientes, por ejemplo, concurre a trabajar
a la verdulería del pueblo tres veces por semana trabajando en la carga y
descarga de verdura. A partir de entonces, y entre otros aspectos destacables
referidos al manejo del dinero, comienza a aparecer la idea del ahorro para
adquirir algo que se desea.

En las personas que hoy viven en la Casa y que demuestran mayores


capacidades de autovalimiento, comienza a establecerse entonces un circuito ya
habitual entre la Casa, el Centro de Día y el lugar de trabajo que refuerza
sinérgicamente sus posibilidades de rehabilitación, y en algunos casos aparece
también la incorporación a la Escuela para el aprendizaje de habilidades
básicas. Por ejemplo, los convivientes de la Casa acuden al Centro durante los
fines de semana, continuando con las actividades programadas para los días
hábiles.

Dado este contexto de logros ya adquiridos, los residentes demandan ahora tres
aspectos fundamentales:
a) Vivir solos, sin operadores convivenciales;
b) Obtener un trabajo que sirva como medio para la subsistencia;
c) Realizar salidas a otros lugares sin compañía de asistentes u
operadores.
En las residencias supervisadas los sujetos son capaces de llevar un régimen
de vida autónomo, que abarca la capacidad de autocuidado y autonomía
personal y los operadores diseñan un sistema de apoyos en las áreas que lo
requieran.
El tiempo de permanencia está circunscripto a cada caso en particular, debiendo
en todos ellos tender a la reinserción familiar o, en su defecto, a una
derivación que pueda darse por su cobertura social.
Se establecen pautas aceptadas por todos, lo cual implica una ardua y a la vez
provechosa interiorización de derechos, normas y obligaciones a los que cada

21
uno debe ajustarse, para una adecuada convivencia, las veinticuatro horas del
día en las que comparten el mismo hogar.

5. UN BALANCE DE LA EXPERIENCIA EN LOS NUEVOS DISPOSITIVOS DE


REHABILITACION

En el corto tiempo de implementación de la experiencia, la habilitación de (seis)


nuevos Centros de Día revelan impactos favorables sobre los pacientes y
profesionales incluidos, en torno a las ventajas de adoptar un modelo de
rehabilitación alternativo al régimen asilar.
a) Aumento de la ocupación del tiempo libre, que se expresa en la
participación alcanzada por el paciente en distintos talleres y en la obtención de
diferentes productos que refuerzan su compromiso y motivación de logro. Esta
programación del tiempo quiebra el vacío que impone la carencia de ocupación
real del tiempo libre y propone un encuadre y una estabilidad fundada en la
actividad.
b) En los pacientes que acuden a tales Centros y/u Hogares se ha podido
profundizar, al mismo tiempo, las relaciones con integrantes significativos del
entorno familiar y social, que facilitaron la recuperación de la identidad en
pacientes anteriormente catalogados como NN.
c) El total de abandonos voluntarios sin autorización (denominados como
fugas en la jerga institucional) ha resultado prácticamente nulo entre los
pacientes que concurrieron a los Centros de Día en el transcurso de dicho
período. Los escasísimos casos de abandonos voluntarios han culminado
rápidamente y se han debido a causas muy precisas que los pacientes se
hallaban luego en condiciones de justificar, en muchos casos con el objetivo de
establecer el intento de una revinculación familiar.
d) De acuerdo a este seguimiento y a este marco terapéutico se realizó una
re-estructuración en la medicación psicofarmacológica. A partir de ello se ha
logrado reducir la polifarmacia, se eliminó la medicación ansiolítica, se redujeron
los antipsicóticos sedativos que se daban por la noche, pudiendo observarse
una mejoría clínica en la mayor parte de las personas internadas. En síntesis, ha
descendido la dosis de medicación, la misma se administra analizando las
condiciones y posibilidades subjetivas de cada paciente y trata de establecerse

22
por todos los medios un plan farmacológico disminuido que facilite la actividad
simbólica y la inclusión del paciente en actividades propuestas por el Centro. El
tratamiento se realiza de manera más personalizada y con la finalidad de
establecer una instancia de apuntalamiento externa, y se trata de combinar la
medicación con terapia, reforzando la capacidad vincular y ocupacional.
e) La creación de estos dispositivos tiende a mejorar la calidad de vida de
los usuarios en forma integral, a saber: alojamiento, comida, apoyo personal y
supervisión en los cuidados básicos (personales y domésticos), actividad
ocupacional y de ocio. Se han logrado disminuir de manera significativa los
episodios de violencia y las lesiones intencionales entre los pacientes
comprendidos en tales dispositivos. No sólo se reportan un número
significativamente menor de lesiones producto de la agresión que sobre el
paciente descarga un tercero sino también se observa la disminución o
supresión de aquellas manifestaciones más reveladoras del ejercicio de la
violencia institucional: los pacientes se hallan correctamente vestidos, pueden
acceder a condiciones más adecuadas para el descanso y el aseo personal,
utilizan los elementos básicos que les permiten desenvolverse con mayor
autonomía y control en el manejo de la vida cotidiana. Según los coordinadores
de la experiencia, la mayor disponibilidad de espacio físico y un mayor número
de cuidadores son elementos coadyuvantes al proceso de reforma. También
señalan que la instalación de la palabra que nombra, describe y significa ha sido,
según el juicio de los coordinadores, el principal antídoto contra la disrupción de
la violencia institucionalizada así como la organización de un encuadre
específico para tratar y resolver en ocasiones conflictos suscitados entre los
asistentes a la Institución. La violencia comienza a desnaturalizarse, pues a
menudo se observa que los propios compañeros que acuden al Centro quienes
denuncian que uno de los pacientes se hallaba abandonado en el piso, y
solicitando a partir de esto la mediación de un tercero (ej: coordinador u
operador).

f) Mejora en los niveles de autonomía funcional, los que fueron evaluados


mediante la aplicación de una escala de ABL e instrumentos protocolizados para
el seguimiento de los mismos, quienes a menudo solo necesitan alguna
indicación verbal. Solo una pequeña minoría requiere asistencia total, debido a su

23
importante limitación, aunque colaboran en algunas destrezas dentro de dicha
tarea. Desde este modelo de trabajo centrado en la adquisición de competencias,
el cambio se origina por la organización del comportamiento ocupacional de
manera que puedan aprenderse o restaurarse los ciclos adaptativos
proporcionando directamente una ocupación que actúa como terapia, asesorando
y solucionando problemas con la persona para identificar y alterar el estilo de vida
ocupacional maladaptativo y facilitando el compromiso en la ocupación que
mejora la adaptación entre la persona y su ambiente.
g) Respecto de las relaciones de integración con la comunidad, se han
obtenido los siguientes logros: i) Se fomenta el sentido socializador, pues los
pacientes ven a los integrantes del pueblo fuera del contexto laboral y éstos ven
a los pacientes en otra condición; ii) Conviven con los recursos simbólicos e
institucionales de la comunidad: colegio, iglesia, policía, biblioteca, etc.; iii) Al
desplazarse por nuevos lugares los aleja de una posición pasiva y favorece su
autodeterminación. pues logran reconocer el espacio urbano, muestran
seguridad en sus movimientos, crean vínculos en el pueblo, revalorizan su
autonomía.
h) Un mayor grado de autonomía en la toma de decisiones y en la
determinación del contenido y organización de las actividades, expresado en
indicadores tales como el incremento del lenguaje interno; la mejora del tiempo
de escucha; el respeto de los roles; la toma de iniciativa; el sostenimiento de los
dispositivos de aprendizaje; la elección para transitar espacios de talleres
ofrecidos; el reconocimiento y disfrute de lo producido.
i) La manifestación de demandas que expresaban la satisfacción ante los
logros adquiridos, y un incremento en el grado de expectativas respecto de lo
que se considera una mejor convivencia en los nuevos dispositivos de
externación. Por un lado, pacientes considerados anteriormente gatosos y que
no podían mantenerse cubiertos con la vestimenta solicitaban a sus cuidadores
cambiarse de ropa, o aquellos que solicitaban la refacción de un desperfecto
sucedido en el hogar o bien, de manera casi generalizada, el reiterado reclamo
de no desear el regreso al Pabellón en el que estaban anteriormente alojados.
j) En el equipo profesional, se ha incrementado notoriamente el grado de
motivación en los participantes del proyecto, expresado, por ejemplo, en
sistematizar la experiencia en foros y jornadas científicas, en la disminución del

24
ausentismo entre el personal comprometido en el proyecto y en las iniciativas
manifestadas por continuar el proyecto, expresado tanto por el personal como
por los propios pacientes concurrentes a esta nueva modalidad asistencial. Pero
cabe resaltar muy especialmente la adhesión de enfermeros con numerosos
años de trabajo en la institución quienes comienzan a percibir, aunque todavía
con ciertas limitaciones, posibilidades de nuevos proyectos desde el propio
pabellón. Por ejemplo, el enfermero y la trabajadora social que se
desempeñaban en el pabellón 6, adoptan la iniciativa de un programa
denominado Jugarse en la acción conjuntamente con una ONG especializada en
las intervenciones lúdicas para favorecer procesos educativos y/o de
rehabilitación6, así como la iniciativa de la jefa del Pabellón 4 de habilitar un
centro de día donde funcionaba el Calabozo, o la adhesión general a desarmar
las camas cuando un paciente fallece o se va de alta.

6. PSICOLOGIA Y REFORMA DE LAS INSTITUCIONES ASILARES

Como hemos visto a lo largo del trabajo, los procesos de externación llevados a
cabo en la Colonia a través de nuevos dispositivos asistenciales implican la
transformación del régimen y la cultura institucional que se ha seguido
históricamente, desplazando el eje de gravedad desde el asilo a la comunidad.
Señalaremos, a modo de síntesis, los principales aportes realizados en este
proceso por profesionales de la psicología, que emergen como alternativas
visibles precisamente a la luz de dichas transformaciones.
Las áreas que han sido cubiertas, en los niveles de conducción. por la labor de
psicólogos han sido las siguientes: Servicio de Admisión, Centros de Día, Casa
de Sub-Programa Regreso al Hogar; Casas de Convivencia; Consultorios
Externos en Salud Mental; Docencia e Investigación; Residencia Interdisciplinaria
en Salud Mental, Unidad de Cuidados Especiales. Su relevancia se pone de
manifiesto en el actual escenario, porque son profesionales de esta disciplina
quienes lideran actualmente la mayoría de las iniciativas de cambio así como, de
manera no menos importante, la conducción general de la Institución.

6
El equipo de dicho Pabellón obtuvo el premio Cabred, instituido por la misma Colonia durante el año 2006, en premio a
la mejor iniciativa y/o proyecto de mejoramiento de la calidad institucional, con un jurado integrado por el Director del
Programa Nacional de Garantía de la Calidad de Atención, la Directora del Servicio Nacional de Rehabilitación y el
Director de Fiscalización y Regulación Sanitaria del Ministerio de Salud de la Nación.

25
En relación al trabajo asistencial directo sobre el paciente, los psicólogos
intervinieron acompañando el proceso de cambio para que se facilite la
convivencia y aceptación social del enfermo, quien debe asumir nuevos roles y
responsabilidades sociales en el proceso de inclusión social. Aquí las
intervenciones de los psicólogos se han orientado a facilitar el proceso de
rehabilitación promoviendo en los pacientes internados, además de todas
aquellas competencias asociadas con mayores grados de autonomía funcional, el
fortalecimiento de vínculos con las personas que integran los nuevos contextos de
socialización. De particular importancia ha sido la participación del psicólogo en la
restitución de la identidad de un paciente considerado como NN y en la
decodificación de las demandas discursivas o expresadas a través de conductas
por los residentes en las nuevas propuestas de participación que se habilitaban
en cada nuevo escenario (por ejemplo: talleres).
La mirada del psicólogo clínico se orientó no solo al paciente sino hacia todo el
grupo familiar, sobre los cuales se trabajó mediante capacitación para facilitar que
el paciente pueda desarrollar junto con ellos un proceso gradual de inserción.
Aquí se han planteado los principales obstáculos, pues se ha observado que las
configuraciones familiares se hallaban frecuentemente desintegradas, bien
porque reproducían la patología que empujaba a la internación o bien porque,
ante la reclusión indefinida del paciente, las mismas han organizado un régimen
de vida en ausencia del mismo y resisten adaptarse a las condiciones que
promueve el proceso de externación. Por ello se han evaluado los recursos con
que cuentan las familias (biológicas o sustitutas) para definirse como un ámbito
continente para la reinserción de los pacientes y se ha trabajado mediante talleres
de formación la intensificación de lazos vinculares con el paciente debilitados por
el abandono o desgaste experimentado por las redes más cercanas. (Sluzki, C.
1996). Otro de los obstáculos surgía de la propia formación de los profesionales,
quienes no se posicionaban en relación a la discapacidad mental, debiendo
generarse un conjunto de aptitudes inéditas respecto de la formación tradicional
que ellos sostenían.
Debido al grado de estigmatización presente en la sociedad respecto a los
enfermos mentales, se planteó continuamente el riesgo de que los mismos
padezcan el efecto del aislamiento y la marginación, privándolos de
oportunidades para su inclusión laboral y familiar. La prioridad fundamental ha

26
sido entonces actuar en la mitigación o disminución del prejuicio y del estigma,
constituidas como las más fuertes barreras a la inclusión social, tanto en la
opinión pública general como en las comunidades territoriales en donde se
emplazan las iniciativas comprendidas en el programa de reforma.
Principalmente, el prejuicio se expresó en la identificación de los programas de
externación asistida como perjudiciales para sus intereses (descenso en el valor
de las propiedades; sentimiento creciente de inseguridad; manifestaciones de
rechazo, no posibles de satisfacer, hacia el enfermo).
Fue allí donde se recortaron más nítidamente las contribuciones de los
psicólogos con formación en salud comunitaria, en la cual ha sido fundamental las
acciones destinadas a incrementar la tolerancia social de grupos y comunidades
en torno a una situación de difícil aceptación, como es la inclusión en calidad de
vecinos de los sujetos padecientes de sufrimiento psíquico y/o discapacidad
mental, ambos institucionalizados. Contactos con referentes claves, visitas a
sitios altamente convocantes de la vida comunitaria, participación en eventos o
festividades locales, formación de agentes sensibilizadores (ex pacientes) y
difusión a través de los medios locales de todas aquellas actividades que tuvieron
como destinatarios a los sujetos en proceso de desinstitucionalización.
Al tratarse de un proceso de transformación con impacto institucional, se
produjeron fuertes resistencias de ciertos grupos de interés, manifestándose los
conflictos en indicadores como la falta de colaboración en los nuevos proyectos
(que se constituyeron, para los mismos, en amenazas a la situación existente) o
bien en confrontaciones y/o sabotajes directos que tenían como blanco al Director
y su grupo más cercano de colaboradores.
Muy particularmente, y aún cuando el personal asistencial que realiza tareas de
contacto directo con el paciente repreenta uno de los grupos más susceptibles a
problemas vinculados con la sobrecarga o burnout laboral (stress, fatiga, trastornos
de ansiedad, seguido todo ello de sentimientos de desmoralización y rechazo por la
tarea realizada), se ha observado en ellos un importante grado de resistencia a
modificar sus condiciones de trabajo. Esta dependencia explicaría la baja adhesión
que han encontrado entre el personal los proyectos asistenciales encaminados
hacia una reforma del modelo de atención, justificado ello en la posibilidad de que
dichas transformaciones pongan en cuestión la existencia misma del trabajo que se
desempeña. La dependencia se plantea asimismo en relación con el paciente,

27
llevando ello a variadas racionalizaciones que justificarían la internación indefinida
como la única práctica viable. Por ello resultó aún más justificado que en los
procesos de externación los psicólogos con mayor adherencia al proyecto de
cambio ofrecieran el asesoramiento, la contención, el apoyo y la transferencia de
habilidades indispensables para acompañar una tarea centrada en la rehabilitación
comunitaria como sustitutiva de la internación asilar.
Todos los referentes de programas debieron adquirir y desarrollar competencias
propias del rol de conducción: planificación, coordinación de equipos, manejo de
recursos, responsabilidad en la formulación de metas y evaluación continua. En tal
sentido, los psicólogos a cargo de las principales iniciativas trabajaron apoyados en
el concepto de empoderamiento, pues reconocieron que si no se delegaban en su
propio equipo de trabajo responsabilidades y competencias para el liderazgo los
proyectos carecerían de sustentabilidad.
Por ejemplo, cabe esperar que ciertas prácticas institucionales consideradas por un
observador externo como aberrantes en la medida que se vulneran allí los derechos
de las personas alojadas, resulten naturalizadas por los propios empleados: el
desnudo de los pacientes, el hacinamiento, las lesiones a la identidad y el
desposeimiento general resultan fenómenos no problematizados por quienes se
habitúan a convivir con los mismos desde muchísimos años atrás. Por esta razón
psicólogos de la institución, en conjunto con psicólogos referentes de la Secretaría
de Derechos Humanos de la Nación, han promovido talleres y encuentros que
tuvieron como objetivo final promover una mirada crítica o desnaturalizante en
torno a las condiciones y los resultados del proceso de atención para facilitar, a
partir de ello, la transformación de las prácticas desde las perspectivas asumidas
por los profesionales (de Lellis, M; Di Nella, Y; Rossetto, J. 2007).
Por último, cabe destacar que, en vista de que las reformas adoptadas se han
focalizado sobre un conjunto de proyectos o experiencias testigo que señalen un
futuro distinto para la Institución, se impuso como necesaria la difusión de ideas en
escenarios claves para la formación de opinión: Juzgados, Universidades,
Legislatura, Instituciones defensoras de los Derechos Humanos, foros y congresos
realizados sobre la especialidad. La necesidad de realizar una intensa abogacía o
defensa de la Salud Mental confrontó a los psicólogos que hoy conducen la
institución y las principales iniciativas de cambio ante una serie de desafíos que
obligan a desarrollar nuevas competencias de rol: las actividades de persuasión,

28
liderazgo y promoción de ideas que, resistidas inicialmente por la mayoría, resultan
sin embargo fundamentales para impulsar y dar fuerza al proceso de
transformación social (Rossetto, J; de Lellis, M. 2006).

7. COMENTARIOS FINALES

El cumplimiento del propósito general del actual programa de Reforma ha sido la


mejora de la calidad de vida y la satisfacción de las necesidades y posibilidades
de cada uno de los sujetos asistidos.
Podemos señalar que ambos objetivos han sido cumplidos satisfactoriamente, en
parte por lo que se evidencia en los logros antes enumerados, aún cuando sea
mucho lo que resta transitar en el camino de reforma hasta ahora emprendido.
Pero tales logros no deben eximirnos de diseñar alternativas a mediano y largo
plazo que permitan una nueva respuesta integral ante la problemática de la
enfermedad y la discapacidad intelectual, que profundice la línea de trabajo que
exhiben alguna de las experiencias testigo más relevantes desde el año 2004
hasta la fecha. La existencia de aproximadamente un 44,44 % de personas con
posibilidad de externación que permanecen aún internados nos urge
perentoriamente a repensar la misión institucional y el trabajo de cada uno de
psicólgos, en pos de facilitar la reinserción del paciente a su comunidad.
La importancia que adquieren los dispositivos de externación en una institución
asilar no solo se manifiestan en el número total de internos bajo programa, sino
en las posibilidades de inclusión social y revinculación familiar de los pacientes
incorporados a los mismos, que emergen a partir de la puesta en
funcionamiento de tales acciones.
En tal sentido, la apertura de nuevos dispositivos asistenciales en el seno mismo
de la Colonia, si bien todavía exiguas por el número de pacientes que allí se
atienden, van debilitando gradualmente el protagonismo que han tenido
históricamente los pabellones y profundiza las contradicciones entre dos modelos
contrapuestos de atención: el tradicional de corte asilar y el que denominamos, en
este trabajo, de rehabilitación integral.
A través de su puesta en marcha, los Centros de Día han logrado cuestionar el
modelo de clausura, masificación, seriación, deshumanización y privación
ilegítima de la libertad que caracterizan al modelo asilar para apostar a la

29
construcción de un modelo de asistencia personalizada, flexible, humanizado, en
el cual se destaca la apertura al medio externo y las interacciones sostenidas con
miembros de la comunidad.
A pesar de que es evidente una oposición- pabellón-hogar o residencia o centro
de día, hoy después de 4 años de gestión los mismos actores que sostuvieron el
pabellón en las condiciones mas degradantes y críticas (por ejemplo, ej pabellón
7 y el pabellón 4 ) hoy valoran la política de reforma, presentan proyectos que
tratan de profundizar la reforma del modelo de atención en los pabellones (por
ejemplo, 1 y 10) y comienzan a expresar la necesidad de plantear pasos más
concretos que acerquen al escenario de una Colonia libre de pabellones en el
proceso de transición institucional.
Este se constituye, a juicio de los autores del presente trabajo, en uno de los
indicadores más estimulantes en torno a las posibilidades de reforma
institucional que contemple el quehacer y las aspiraciones de los propios
trabajadores que han sostenido a la Institución en las circunstancias más
difíciles de inestabilidad, anomia y carencia de un proyecto sustentable de
futuro.
La experiencia descrita no ha podido ser llevada a cabo sin la presencia
protagónica de los psicólogos en tareas de conducción, asesoramiento
estratégico, formulación de proyectos, resolución de conflictos, apoyo a los
profesionales que desempeñan tareas en situaciones de alto riesgo, reclamo
ante los poderes públicos, disminución de las barreras institucionales y
comunitarias que perpetúan la exclusión y la marginación del enfermo mental.
Asimismo, se hace manifiesta la necesidad de fortalecer la formación de los
psicólogos desde una perspectiva que, basándose en el enfoque epidemiológico,
integre la enorme complejidad de factores que incide en el área de la
discapacidad mental y habilite para actuar en los distintos niveles en los que se
plantea una experiencia institucional como la que aquí se ha relatado: biográfico-
individual, grupal, institucional, comunitario, político-social (Saforcada, E. 2000).
En último término, aunque no por ello menos importante, debemos señalar un
imperativo ético que compromete al psicólogo de manera similar al resto de los
profesionales de la salud: adoptar la perspectiva de defensa de los derechos
humanos de las personas con enfermedad mental a fin de no convalidar con sus
prácticas la privación ilegítima de la libertad y la violencia institucionalizada.

30
Allí descansa el más trascendente desafío, que demandará con renovada
intensidad a los psicólogos comprometidos a trabajar en la reforma de las
instituciones asilares.

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