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Rene Leonardo Ruiz González

Código: 2013232033
Universidad Pedagógica Nacional
Materia: Ilustración y formación en la modernidad
Argumento de la tercera meditación
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Descartes se ocupa de un tema muy importante para su época, pues en ésta todo aquel que
pretendiera disertar o hacer filosofía, tendría también que argumentar la existencia de dios;
así es que Descartes pretende llegar a sostener esto valiéndose de conclusiones a las que lo
ha llevado su análisis.

Resulta necesario saber si las ideas o pensamientos que el hombre se hace de su realidad
objetiva, son generados por la intervención de los objetos o entes externos al sujeto
pensante, y si dichas ideas son semejanza de los objetos. Descartes llega a la negación de
estas dos afirmaciones: 1. los pensamientos o sensaciones que tiene quien piensa, no
siempre están ligadas o limitadas a la intervención del objeto del que se sigue la idea o
sensación, es así el caso de un sueño, cuando en éste se piensan o sienten cosas que no
están siendo intervenidas por ninguna cosa exterior; 2. La idea respecto a un objeto exterior
no es siempre la misma, pues se encuentra la que se debe a los sentidos y a cómo estos
perciben el objeto, y la que se refiere a conclusiones y conocimientos a los que llega el
hombre cuando analiza dicho objeto, es decir, se forman dos ideas distintas de los objetos,
lo que nos lleva a concluir que las ideas no pueden siempre llegar a ser la semejanza del
objeto.

Ahora bien, tiene que haber algo que le de existencia a las cosas que se encuentran en la
exterioridad y que al mismo tiempo permita la relación de esta con el hombre (ser pensante)
pues si el hombre existe en tanto que piensa ¿qué podría darle existencia a las cosas de las
cuales éste ha formado ideas?, y si las ideas que el hombre tiene no son producto de
intervenciones exteriores, ¿qué podría ser lo que les dé un valor real? Se trata de un origen
causal, es decir, cada objeto de la exterioridad (objetividad) debió tener su origen en algo
que tuviese en sí, los mismos atributos, “Por ejemplo, la piedra que aún no existe no puede
empezar a existir ahora si no es producida por algo que tenga en sí formalmente o
eminentemente todo lo que entra en la composición de la piedra” (Descartes, p. 21). Este
mismo origen es el que contiene cada uno de los atributos que de las cosas se puede
percibir, pues debe ser un ser (infinito) que contenga todos y cada uno de los atributos, ya
que no es posible que los objetos deban su existencia a una multiplicidad de causas. Ahora
bien, “para que una idea contenga tal realidad objetiva más bien que tal otra, debe haberla
recibido, sin duda, de alguna causa, en la cual haya tanta realidad formal, por lo menos,
cuanta realidad objetiva contiene la idea.” (Descartes, p.22) Es decir, las ideas que
formamos de las cosas debieron tener su origen también en una causa con el mismo o
mayor valor de existencia, pues tales ideas no pudieron provenir de la nada, y sus atributos
no pueden mucho menos, devenir de ella.

Dentro de las ideas que tiene el hombre, Dios es la única que parece ser certera e innegable,
pues su soberanía y perfección son algo de lo que no puede dudarse, así es que si las cosas
deben su existencia a una causa única, que contiene cada uno de los atributos y
componentes de las cosas del mundo, ésta debe ser sin duda alguna Dios, pues es el ser más
perfecto, y del único que puede salir algo existente.

¿cómo podría yo saber que dudo y que deseo, es decir, que algo me falta y que no soy
perfecto, si no hubiese en mí la idea de un ser más perfecto, por comparación con el cual
advierto la imperfección de mi naturaleza? (Descartes, p. 24)

Esto es parte del segundo argumento que usará Descartes para demostrar la existencia de
dios. Si el hombre es finito y duda, es porque es imperfecto y le falta algo, y si éste mismo
tiene la idea de perfección, es precisamente porque así como existe algo imperfecto y finito,
debe existir también algo perfecto e infinito, y ese precisamente es dios, pues es en el único
en el que podríamos encontrar una completud y perfección suficiente como para darle
existencia a lo imperfecto y finito.

De este ser perfecto e infinito es de donde debe su existencia el hombre (cosa que piensa),
pues si así no fuera, y el hombre fuese él mismo quien se da existencia, no habría razón
alguna para que dude, ya que se proveería de una completud y claridad respecto a su
existencia; además no tendría la idea de un ser más perfecto que él, ni mucho menos
superior y con más valor real que él.

REFERENCIAS:

 Descartes, Rene. Meditaciones metafísicas. Ed. Alfaguara, Trad. Vidal peña.

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