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Fort NINAMANCCO CÓRDOVA.

La irrevocabilidad del poder de representación en el


Código civil peruano: propuesta para la superación de un nocivo límite a la autonomía
privada. Tesis para optar el título profesional de Abogado. Lima: Facultad de Derecho y
Ciencia Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2008. Capítulo I.2.
1.2. De cómo se concibe actualmente la estructura de las soluciones a los problemas
sociales típicos: la formación de las situaciones jurídicas subjetivas.

Todo grupo humano que aspire a tener, al menos, un grado mínimo de civilización, deberá
necesariamente ordenar las relaciones que empiezan a establecerse entre sus propios
miembros. Para la consecución de este fin, no existe instrumento más idóneo que el
Derecho, al cual podemos entender como un sistema de normas dirigido a regular las
relaciones entre los miembros de cualquier estructura social. Sin embargo, antes de iniciar
la construcción de todo ese conjunto de preceptos que conformaran el Derecho, se presenta
un problema inevitable que debe ser resuelto si no se quiere ver instaurada la ley de la selva
en la sociedad. Nos referimos al problema de la regulación de los intereses privados, de la
circulación de los bienes. Este problema puede ser resuelto de dos maneras: i) que una
autoridad superior sea quien regule los intereses privados, o ii) que éstos sean directamente
regulados por los mismos interesados según su libre juicio1.

Es esta última opción la que se ha de considerar en el análisis de ahora en adelante, toda


vez que es la consagrada en nuestro sistema legal y en la mayor parte del mundo. Por lo
demás, un estudioso de la talla de Fritz VON HIPPEL ha observado que la segunda opción
constituye una solución histórica al problema de la regulación de intereses, que tiene sus
raíces, por otro lado, en la naturaleza humana misma, en el principio de la libertad
individual, y que parece ser, por tanto, en líneas generales, la mejor2.

Ahora bien, autorizar a las particulares a regular por sí mismos sus propias relaciones
involucra, necesariamente, reconocerles una esfera de bienes de su pertenencia, es decir:
reconocer la propiedad individual. Así, el Derecho objetivo atribuye a los particulares una
esfera de intereses y un poder de iniciativa para la regulación de éstos 3. Surge aquí la
autonomía privada, la cual es considerada–a grosso modo – como el poder que tienen los
individuos para regular por sí mismos sus intereses y, por tanto, para disponer de su propia
esfera jurídica4.

1 Cf. BETTI, Emilio. Teoría General del Negocio Jurídico. Traducción española de Antonio Martín Pérez. Granada:
Editorial Comares, 2000, p. 48 y 49; SCOGNAMIGLIO, Renato. Contribución a la teoría del negocio jurídico.
Traducción española de Leysser León. Lima: Grijley, 2004, pp. 116 y 117.
2 SCOGNAMIGLIO, Renato. loc. cit.
3 Cf. BETTI, Emilio. loc. cit.; SCOGNAMIGLIO, Renato. loc. cit.
4 Aparte de los autores que se acaban de citar: BIANCA, Massimo. Diritto Civile. T. III. Milano: Giuffrè, 1987,

p. 31; GALGANO, Francesco. El Negocio Jurídico. Traducción española de Francisco de P. Blasco Gasco y
Lorenzo Prats Albentosa. Barcelona: Tirant lo Blanch, 1992, pp. 65 y ss; SACCO, Rodolfo y DE NOVA,
Giorgio. Il Contratto. T. II. Torino: Unione Tipografica Editrice Torinese, 1993, p. 3 y ss; las citas serían
innumerables.
No obstante que la regulación de intereses privados va estar a cargo de los propios
particulares, resulta necesario que el ordenamiento provea a los sujetos de los instrumentos
jurídicos necesarios para la satisfacción de la multiplicidad de intereses que experimentan5.
Entonces, la construcción del ordenamiento debe contemplar la asignación de dichos
instrumentos, veamos cómo:

Según una autorizada corriente de opinión, ya no debe considerarse a la relación jurídica


como la partícula elemental en torno a la cual se construye el ordenamiento jurídico. En
efecto, durante mucho tiempo se sostuvo que la relación jurídica era el concepto base de
todo el sistema jurídico6. Sin embargo, la dogmática, preocupada por lograr una cada vez
más acabada sistematización conceptual de lo que nos proporciona la realidad normativa,
en un determinado momento advirtió que el concepto tradicional de relación jurídica
(configurado por la dicotomía derecho subjetivo-deber)7 resultaba insuficiente para abarcar
a toda manifestación subjetiva reconocida por el ordenamiento jurídico. De este modo,
una nueva categoría fue reconocida por la dogmática jurídica: la situación jurídica subjetiva.

En efecto, la dogmática actual ha demostrado que los individuos no sólo se encuentran


“protegidos” por derechos subjetivos ni “sometidos” por deberes jurídicos. En realidad,
existe un conjunto de situaciones jurídicas subjetivas que, cumpliendo una función análoga a
los derechos y deberes, no pueden ser identificadas con los mismos bajo ningún punto de
vista. Así, la situación jurídica subjetiva sí puede servir de base para la construcción de todo
el sistema legal, toda vez que por medio de la misma también es posible explicar, de manera
idónea, toda aquella gama de fenómenos jurídicos que sólo involucran a un sujeto de
derecho8.

5 Cf. DIEZ PICAZO, Luis. Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial. T. I. Madrid: Civitas, 2002, p. 46.
6 De allí que dicho planteamiento tomara el nombre de Teoría relacional del Derecho, siendo el más preclaro de sus
expositores- durante la segunda mitad del siglo XX- el jurista italiano Alessandro LEVI (en su: Teoria Generale
del Diritto. Padova: Cedam, 1953, pp. 23 y ss) quien consideraba a la relación jurídica como una relación
intersubjetiva, o mejor dicho, como una relación entre dos sujetos, uno de los cuales era titular de un derecho
y el otro de un deber.
7 Nótese que LEVI reconocía la existencia de categorías más simples que la relación jurídica (deberes y

derechos), sin embargo consideraba a ésta como la base fundamental para la construcción de un sistema legal.
La relación jurídica era el concepto jurídico central porque, según LEVI, la misma se constituía en una categoría
fundamental y originaria para la comprensión del Derecho, roles que no podían ser cumplidos por las mentadas
categorías más simples, toda vez que la intersubjetividad (cuya manifestación primigenia se da en la relación
jurídica) posibilita la distinción del derecho de la moral (que es subjetiva) y de la economía (que vincula al
hombre con las cosas). LEVI sostenía firmemente que la valoración jurídica, valga la redundancia, no valoraba
el acto en relación con las cosas, o con el mundo espiritual, sino sólo en relación con los demás sujetos.
8 En nuestro país, Gastón FERNÁNDEZ CRUZ realizó un interesante trabajo (La Obligación: Apuntes para una

dogmática del concepto. En: THEMIS. Revista de los estudiantes de la PUCP. No. 28 -29. Lima. 1994. pp. 41 y ss),
en el cual arriba a conclusiones propias de la Teoría relacional del Derecho. Así es, al igual que LEVI,
FERNANDEZ reconoce la existencia de categorías más simples (la situación jurídica) que la relación jurídica,
sin embargo sostiene que “si reconocemos al derecho una función básica y esencial como creación humana,
esta será necesariamente su función relacional” (op. cit. p. 42, resaltado nuestro). Más adelante (op. cit. p. 44), al
igual que LEVI, señala rotundamente que “(…) si la relación jurídica es la gran herramienta de construcción
del lenguaje relacional del Derecho es, precisamente, por la necesidad de cooperación humana”. Ahora bien,
dado que la situación jurídica no puede expresar por sí misma la idea de cooperación, no adquiere un papel
protagónico dentro de la construcción teórica de FERNÁNDEZ. Nuestra opinión, sin embargo, es diferente
a los postulados de la teoría relacional. En efecto, resaltar la idea de intersubjetividad o de cooperación para
configurar la categoría central del ordenamiento jurídico, en nuestra opinión, no armoniza con la esencia de los
derechos reales (y en general, de toda situación jurídica subjetiva autosuficiente), ya que la posibilidad de obrar
sobre un bien no implica cooperación. Además, en nuestro concepto, la tesis relacional bien puede dar pie a
sostener que todo derecho subjetivo se resuelve en una pretensión (mejor dicho, que frente a todo derecho
existe un deber correlativo) lo cual tampoco encaja con los derechos reales, que se caracterizan por subsistir al
Dicho esto ¿qué debe entenderse por situaciones jurídicas subjetivas 9? En lugar de dar o
citar una definición de forma inmediata, preferimos explicar primero, aunque de manera
apretada, el génesis de las mismas. Para esto, resulta necesario valerse de los datos de la
experiencia, que condicionan y nutren este tipo de estudio. Y es que cuando se estudian
categorías fundamentales del ordenamiento, nunca debe perderse de vista que la ciencia
jurídica es ciencia antropológica, ciencia del hombre, de sus acciones10. Asimismo, no debe
resultar extraño el hecho de que el estudio de estos aspectos generales se encuentre cercano
a las ciencias económicas. En efecto, Salvatore PUGLIATTI, uno de los principales
estudiosos de las situaciones jurídicas, pone énfasis en el hecho de que la concepción
económica del hombre juega un papel trascendental en la determinación de las categorías
que sirven de soporte para la construcción del sistema jurídico11, de allí que la íntima
relación entre el Derecho y la Economía no pueda ser negada.

De acuerdo con el ilustre profesor de Messina12, es en virtud a dicha relación que el proceso
de construcción del Derecho toma como punto de partida el comportamiento del hombre
en relación con sus necesidades, y, en un segundo momento, las acciones de éste en relación
con los otros miembros de la colectividad. Veamos:

Como se sabe, la naturaleza humana y el mundo que lo rodea imponen a los sujetos toda
una gama de carencias que éste aspira a satisfacer13. Esas carencias, mientras no sean
satisfechas, generan una sensación de carencia de algo, es decir, un estado de insatisfacción,
el cual, en general, es denominado como necesidad. Ahora bien, toda aquella entidad
(material o inmaterial) que tiene la capacidad de eliminar dicho estado usualmente se le

margen de otra situación jurídica. Al respecto Cf. RESCIGNO, Pietro. Voz. Proprietà (diritto privato). En: AAVV.
Enciclopedia del Diritto. T. XXXVII. Milano: Giuffrè. 1988. p. 276 (ver nota 21)
9 No es poco lo que se ha escrito sobre el particular, sin embargo, el mayor trabajo sobre el tema en sede

nacional, en nuestra opinión, es el de Freddy ESCOBAR ROZAS: La estructura de la obligación. Tesis para optar
el título profesional de abogado. Lima: Escuela de Graduados de la PUCP, 1997. Sin embargo, destaca por su
encomiable poder de síntesis para graficar la situación de la doctrina nacional y extranjera sobre el tema:
CASTRO TRIGOSO, Nelwin ¿El contrato sólo genera Obligaciones? A propósito de los trabajos de reforma del Código
Civil. En: Cathedra Discere. Revista de los Estudiantes de la Facultad de Derecho de la UNMSM. Lima. Año
V. No. 8-9. pp. 210 y ss.
10 Cf. PUGLIATTI, Salvatore. Il trasferimento delle situazioni soggettive. T. I. Milano: Giuffrè, 1964, p. 63 y ss.
11 No podemos dejar de señalar que quizá esta constatación explica porque muchos exponentes que cultivan el

-por decirlo de alguna manera- método tradicional del estudio del Derecho, sostienen que muchas veces el sano
empleo de éste conduce a los mismos resultados que el empleo de lo que conocemos hoy como análisis
económico del Derecho (AED). Este dato ha sido resaltado hace poco (2003) por Richard CRASWELL
(prestigioso profesor de la Universidad de Stanford), cuando indica que en lo primeros días del AED, sus
mismos seguidores planteaban seriamente que el ordenamiento jurídico, tal cual era antes del surgimiento del
AED, siempre había sido eficiente (Ver su: En ese caso, ¿cuál es la pregunta? Economía y exigencia de la teoría contractual.
En: Ius et veritas. No. 32. Lima. 2006. p. 57 y 58.). Si bien es cierto que esta afirmación se efectuó en el seno
del common law, es perfectamente aplicable al civil law, cuyo método tradicional de estudio no se diferencia
demasiado de su correspondiente anglosajón, máxime si se tiene en cuenta que ambos sistemas se han
caracterizado por el desarrollo de grandes categorías conceptuales para la consecución de sus fines. Es más,
como se ha puesto de relieve la obra de Wesley HOHFELD, no han faltado teorías nacidas en un sistema, pero
que se caracterizan por su alto grado de adaptabilidad al otro (Cf. Konrad ZWEIGERT y Hein KÖTZ.
Introduzione al Diritto Comparato. Traducción italiana de Barbara Pozzo. Milano: Giuffrè, 1992, p. 41;
HOHFELD, Wesley. Conceptos Jurídicos Fundamentales. Traducción española de Genaro Carrió. Buenos
Aires: CEAL, 1968).
12 PUGLIATTI, Salvatore. op. cit. Fundamentalmente el punto 23 de su magnífica monografía.
13 Pero cuidado, es de notar que en un mundo como el actual, los estados de carencia no son experimentados

únicamente por los seres humanos, pues las personas jurídicas (rectius, personas colectivas) han aprendido
también a experimentar situaciones de carencia.
denomina bien. Por consiguiente, el sujeto aspirará a conseguir bienes, dado que por su
naturaleza busca eliminar necesidades.

Al observase el proceso de búsqueda de satisfacción de necesidades, se aprecian


comportamientos y acciones humanas, que no son otra cosa que manifestaciones concretas
de la voluntad tendiente a un fin. Aquí surge lo que se denomina interés, al que la doctrina
concibe como la relación de tensión existente entre un sujeto que experimenta una
necesidad y el bien idóneo para satisfacerla. En consecuencia, “el hombre actúa, (…) en
cuanto sujeto del mundo jurídico, para realizar sus intereses”14. Hasta aquí el primer
momento.

A diferencia de las plantas, por ejemplo, no siempre le será suficiente al hombre valerse de
sí mismo, en interacción con la naturaleza, para satisfacer sus necesidades. Ciertamente, es
un dato de la experiencia cotidiana, que no necesita demostración, el hecho que el ser
humano, dada su naturaleza social, se encuentra inmerso también en el fenómeno de la
cooperación, ya que sin la misma no podría afrontar muchas de sus necesidades. Sin
embargo, no siempre las conductas de los hombres habrán de concurrir en un mismo
sentido cuando de realizar intereses se trata, sino que muchas veces las mismas
contrastaran, se contrapondrán entre sí. De este modo, aparece ante nuestros ojos la razón
práctica que explica el origen y la función del Derecho. En efecto, para que la sociedad se
mantenga y no perezca por causa de los conflictos de intereses que se presentan como
consecuencia de la escasez de bienes en relación al número de sujetos, se hace precisa la
pacífica convivencia. En este contexto, y como ya se anotó más arriba, hace sentido el
establecimiento del Derecho objetivo.

Pues bien, de la calificación de estos intereses, que la norma jurídica efectúa, depende la
asignación de los instrumentos mencionados líneas arriba. En efecto, el legislador, al
momento de diseñar las reglas que conformaran el Derecho objetivo, debe realizar -
necesariamente-un análisis o calificación en abstracto de los intereses en conflicto, a través
de un criterio de valoración (cosa axiomática, ya que no es posible que todos los intereses de
todos los sujetos sean realizados en su totalidad y de manera plena), que no es otro que el
de tener en consideración la conservación y el desarrollo de la sociedad.

De esta manera, si la realización de un interés es considerado congruente con estos dos


fines sociales que se acaban de mencionar, el legislador procede a crear una norma que
dispone un mecanismo orientado a procurar la satisfacción del interés valorado, es decir,
le reconoce una situación de preeminencia a su titular. Esta situación, este mecanismo, no
es otra cosa que la llamada situación jurídica subjetiva, que la moderna doctrina suele
entender como aquella específica posición en la que se sitúan los sujetos de derecho
respecto de las reglas que conforman el ordenamiento jurídico. Asimismo, para la
realización de ciertos intereses (que el legislador considera dignos de tutela en el sentido ya
mencionado) se requiere inexorablemente la cooperación de otro individuo. Entonces,
como la satisfacción de estos intereses confluyen o son congruentes con los valiosos fines
sociales mencionados, el ordenamiento jurídico dispone un mecanismo que de cierta forma
asegure dicha cooperación, esto es, otra situación jurídica subjetiva. Pero ésta última
implica ya no un reconocimiento de una situación ventajosa a su titular, sino una de

14 PUGLIATTI, Salvatore. op. cit. p. 65.


subordinación. El establecimiento de esta situación de subordinación es indispensable,
puesto que cumple una función de tutela (o de “garantía”).

En efecto, resultaría un contrasentido que se conceda situaciones ventajosas sin que a los
terceros se les impida perturbar la satisfacción de los intereses que sirven de presupuesto a
dichas situaciones. Ello porque, de no ser así, es decir, si todos los sujetos pudieran
transgredir o no respetar dicho reconocimiento, sin que su actuación les reporte
consecuencia jurídica desfavorable de ninguna clase, se tendría que los mencionados
sujetos ostentarían la misma situación que el titular de dicha situación de preeminencia,
quedando la satisfacción del interés presupuesto supeditada a la ley de la selva lo que es,
evidentemente, inconcebible, más aún en un sistema como el nuestro que admite sólo
excepcionalmente la autotutela privada15.

Ahora bien, existen tres tipos de situación jurídica subjetiva que la dogmática actual
reconoce:

El primer tipo surge en el primer momento del análisis, es decir las que no implican
cooperación ajena (llamadas situaciones jurídicas autosuficientes o, en los términos de
PUGLIATTI, neutras). Los otros dos tipos se manifiestan en el segundo momento del
análisis, es decir, cuando se hace precisa la cooperación ajena. Así, aquella situación de la
que goza el titular del interés que el ordenamiento considera digno de tutela y facilita su
realización, se denomina situación jurídica de ventaja, y aquella otra, con la que el
ordenamiento graba al individuo cuya cooperación es precisa para la satisfacción de dicho
interés, se denomina situación jurídica de desventaja16.

Las situaciones jurídicas pueden ser activas o inactivas. Eso depende de si para la protección
o la subordinación del interés, respectivamente, el legislador ha contemplado la realización
de cierta conducta. Así, la situación de ventaja es activa cuando el sujeto puede obrar para
satisfacer su interés (ej: derecho subjetivo, poder jurídico). En cambio, la situación de
ventaja es inactiva cuando el sujeto no tiene que obrar para satisfacer su interés (ej: interés
legítimo). Por otro lado, la situación de desventaja es activa cuando el sujeto tiene que obrar
para satisfacer un interés ajeno (ej: deber jurídico, carga). En cambio, la situación de
desventaja es inactiva cuando el sujeto no tiene que obrar para satisfacer un interés ajeno,
sino tan solo permanecer “expuesto” a los efectos de la actuación del titular de dicho interés
(ej: estado de sujeción).

15 Cf. MORINEAU, Oscar. Il concetto di diritto soggettivo. En: JUS. Rivista di Scienze Giuridiche. Vol. I. Anno V.
Milano: Università del Sacro Cuore, 1954, p. 160.
16 Hoy por hoy, ya no se pone énfasis en la idea de cooperación para explicar el génesis del Derecho. Por ello,

pensamos que no deberíamos valernos de dicha idea para configurar la categoría fundamental sobre la que se
construye el sistema legal. La noción de situación jurídica subjetiva tiene la ventaja de graficar y no perder de
vista la esencia de cada manifestación de subjetividad que dentro de la realidad jurídica es posible identificar.
Es por ello que la doctrina que se ocupa de las categorías fundamentales se vale de este instrumento conceptual
como punto de partida. Probablemente, alguno querrá defender o salvar la idea criticada en las citas precedentes,
sosteniendo que nosotros descuidamos la naturaleza social del Derecho, la cual es graficada convenientemente
por el concepto de relación jurídica. Sin embargo, dicha objeción seria harto discutible, puesto que la teoría de
las situaciones jurídicas subjetivas también grafica y capta la esencia social del Derecho en el que hemos
denominado el “segundo momento” del análisis, sin descuidar en absoluto que el Derecho también posee una
faceta humano-individual, que hace referencia al “primer momento”. Esto último ha sido resaltado por el más
ilustre de los discípulos de PUGLIATTI, Angelo FALZEA (de éste último ver: Introduzione alle Scienze Giuridiche.
T. I. Milano: Giuffrè, 1991, p. 2 y ss).
De este modo, cuando el legislador, al diseñar la norma, considera tutelable un interés
frente a otro, coloca al titular de aquél en una situación de preeminencia frente al titular
de éste, el cual resulta situado en una posición de subordinación. Es inconcebible que dado
un conflicto de intereses, todos sus titulares resulten colocados en una situación ventajosa
o de preeminencia. No resulta ocioso recalcarlo, lo que ocurre, como con todo rigor lo
precisó PUGLIATTI, es que los intereses en conflicto son evaluados (rectius, calificados)
tomando como referencia los fines valiosos de la sociedad toda. Si un interés resulta más
valioso que el otro (nótese, ambos pueden ser valiosos), resulta más congruente con los
fines fundamentales de la colectividad, simplemente se procede, a través de la creación de
una norma, a sacrificar el interés que se le opone, gravando al titular de éste con una
situación jurídica de desventaja.

En resumen, la situación jurídica no es otra cosa que la posición que el sujeto tiene frente
al conjunto de preceptos que conforman el ordenamiento estatal. Debido a que puede
subsumir cualquier fenómeno de protección o de subordinación de intereses
(patrimoniales o extramatrimoniales, individuales o colectivos, etcétera), la situación
jurídica subjetiva, en abstracto, se identifica con la circunstancia de la existencia jurídica
personal, en la cual están contenidas, en potencia, una o más posibilidades de la vida del
sujeto, con arreglo a las cuales (i) se satisface un interés o (ii) se sacrifica otro17.

17Para a aproximación al fenómeno, junto al magnífico texto de PUGLIATTI, puede revisarse: ZATTI, Paolo
y COLUSSI, Vittorio. Lineamienti di Diritto Privato. Padova: Dottore Antonio Milani, 1989, pp. 63 y ss; NICOLÒ,
Rosario. Le Situazioni Giuridiche Soggettive. En: AAVV. Letture di Diritto Civile. Padova: Dottore Antonio Milani,
1990, pp. 129 y ss; y BRECCIA, Umberto; BIGLIAZZI GERI, Lina; NATOLI, Ugo; BUSNELLI, Francesco
Donato. Derecho Civil. T. Vol. I. Traducción española de Fernando Hinestrosa. Bogotá: Universidad Externado
de Colombia, 1995, pp. 329 y ss.

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