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Sumario
1. ¿Por qué un curso de Filosofía?
2. ¿Por qué “Filosofía aquí y ahora”?
3. ¿Cuáles son las preguntas de la Filosofía?
4. ¿Qué hacemos con lo que hicieron de nosotros?
Esa pregunta hace a su grandeza. Esa pregunta lo llena de angustia porque esa
pregunta, en efecto, quizás no tenga respuesta. Este ser metafísico que se
pregunta por el sentido del Universo quizás no llegue nunca a obtener esa
respuesta. No sé si ustedes recuerdan la escena de una película de Woody
Allen, donde Woody Allen chiquitito no quería seguir yendo al colegio porque
decía que nunca iban a poder enseñarle todo lo que él necesitaba saber porque
el Universo estaba en expansión. Y, claro, si el Universo está en constante
expansión nunca vamos a poder saber todo lo que tenemos que saber porque
nunca vamos a poder alcanzar la expansión del Universo. Woody Allen, en este
sentido, es un filósofo. Hace filosofía a su modo, hace filosofía desde las
películas, desde el espectáculo. Hay una frase que dice Einstein muy famosa
que dice así: “Dios no juega a los dados con el Universo”, y Woody Allen dice sí,
Dios no juega a los dados, juega a las escondidas. La frase tiene una
dramaticidad muy grande que el cinematógrafo sueco que acaba de morir,
Ingmar Bergman, interpretó como el silencio de Dios. Cuando Woody Allen dice
que Dios no juega a los dados con el Universo, juega a las escondidas, lo que
está diciendo es que Dios está pavorosamente ausente de los terribles dolores
que aquejan a los hombres.
Yo les voy a decir por qué hay Filosofía. Por qué hay todo lo que hay, por qué
hay arte, música, pintura, por qué hay todas las expresiones por las cuales el
hombre intenta inmortalizarse, trascenderse a sí mismo. Todos esos intentos
existen porque el hombre es un ser finito. Porque el hombre muere. Cuando
digo el hombre digo la mujer también, lo que pasa es que no hemos
encontrado otra manera. Tendríamos que hacer una revolución y en lugar de
hombre decir mujer, pero estaríamos más o menos en lo mismo. El hombre es
un ser finito, sus días están contados y él tiene, sin embargo, aires de
inmortalidad: nadie quiere morir. Shakespeare hubiera entregado Hamlet,
Mcbeth, Otelo si le hubieran garantizado dos años más de vida. El hombre
tiene pavor a la muerte y sin embargo, sabiendo que es un ser finito,
se pregunta por la finitud. La afronta, no la niega. Muchos la niegan. La
droga, el sexismo, son montones de ceremonias para ocultar el hecho de saber
que morimos. En cambio la Filosofía pone este hecho por delante. Bueno, el
hombre es un ser finito y porque es finito es un ser que se angustia. Como el
hombre se angustia, se angustia porque muere. La angustia le revela al
hombre que su destino es la nada, le aparece la idea de la nada, y la idea de la
nada lo lleva a la idea de que él va a ser nada durante mucho, mucho tiempo.
Cuando yo digo que la grandeza del hombre reside en que sabe que muere y
sin embargo sigue viviendo, esto está en la Filosofía pero también está en otras
expresiones. No solamente la Filosofía plantea estas cosas. La plantean las
novelas, la plantean la pintura, la plantean la música; toda partitura termina y
cuando termina sentimos la angustia de aquello que termina. Hay montones de
libros escritos sobre esto. Los libros de Filosofía se escriben muchas
veces para responder a cuestiones estrictamente filosóficas pero, en
el fondo de todos ellos, está el intento del hombre por pensar su
situación en este mundo. Por eso esto se llama “Filosofía aquí y ahora”, aquí
es donde hacemos Filosofía. No estamos en la Sorbona, no estamos en
Friburgo, no estamos en la académica norteamericana, estamos en la
Argentina y vamos a hacer filosofía como argentinos inevitablemente
porque estamos situados. Nuestro pensamiento es un pensamiento situado.
Y “ahora” porque o la hacemos ahora o no sabemos si la vamos a hacer más
adelante, porque el hombre es un ser abierto a miles de posibilidades pero en
todas esas posibilidades está la posibilidad de que muera. En consecuencia, sin
urgencia, sin desesperación, pero tenemos que considerar que cada minuto es
absolutamente precioso, que el “ahora” tiene una densidad ontológica es decir
una densidad de ser en la cual tenemos que participar, en la cual tenemos que
comprometernos y que filosofar aquí en la Argentina y ahora es necesario
porque este país necesita pensar. Este país necesita salir de todo aquello que
distrae a sus ciudadanos en medio de la pavada y de la estupidez. Quisiera
decirlo claramente: en la televisión se trabaja para estupidizar a las personas.
En general en los medios de comunicación y no sólo en la Argentina, pasa en
todo el mundo. El poder, a través de los medios de comunicación,
intenta colonizar la subjetividad de los sujetos. O sea, sujetar a los
sujetos. Entonces ese señor que llega cansado a su casa, que trabajó todo el
día, y llega y enciende la televisión, la televisión lo atrapa con el espectáculo
infinito de la pavada. Y la pavada le impide pensar su situación, le impide
pensar que quizás el trabajo que está haciendo no le gusta, que quizás debería
cambiar de trabajo, que quizás debería irse de su casa o debería estar más en
su casa, o debería amar más a su mujer o amarla menos, o a sus hijos; o
debería irse al Congo Belga y escapar de todo. O debería quizás darse cuenta
que ese aparato que está ahí idiotizando está para eso, para idiotizarlo.
Entonces el día en que tome conciencia crítica de esto hace algo muy sencillo:
lo apaga. Cuando un tipo apaga el televisor porque sabe que desde ahí le están
quitando la libertad subjetiva que él merece tener, ahí comienza su libertad.
Las preguntas de la Filosofía, las fundamentales, son del siguiente tipo porque,
digamos, la hicieron los griegos. Los griegos se asombraron de estar en medio
de tanta maravilla y dijeron: todo esto que hay y que yo veo, es algo. Pero es
un algo enorme. Y si en lugar de todo esto, no hubiera nada. Entonces esta
pregunta surge del asombro. Pero hay otra pregunta fundamental que
inaugura la modernidad del capitalismo y es la que hace René
Descartes en 1637 en uno de los textos más bellos de la historia de la
Filosofía: El discurso del método; que cualquiera lo puede comprar, lo
puede leer en una hora o dos horas. Y la pregunta de Descartes no surge del
asombro, surge de la duda y vamos a ver cuánto tiene que ver con nosotros.
Un día este señor simplemente dijo voy a dudar, eso fue revolucionario. No hay
nada más revolucionario que plantarse un día en frente de toda la realidad y
decir: bueno, yo voy a dudar de todo. No me vendan más buzones, no quiero
que me convenzan más. Descartes dudó de toda la teología medioeval, dudo
del aristotélico-tomismo, dudo de las verdades evangélicas, dudó de la
Inquisición; dudó, en última instancia, de Dios. ¿Por qué dudó de Dios? Porque
Descartes dijo voy a dudar de todo, y cuando alguien dice voy a dudar de todo
tiene que dudar de Dios. Y Descartes estaba en 1637, la Inquisición había
quemado a Giordano Bruno. Descartes estaba preocupado, por eso se fue a
Holanda que era un país en donde todavía se podía pensar con mayor libertad.
Vemos que el pensamiento requiere de libertad para ejercerse. En Holanda
Descartes dice voy a dudar de todo, y después dice: de lo que no puedo dudar
es de mi duda. Pero si yo dudo, es porque pienso, porque mi duda surge de
una actitud del pensamiento. Entonces dice: de qué puedo no dudar… de mi
pensamiento. Y saca la célebre fórmula: “pienso, luego existo”.
Qué tal si nosotros un día de éstos estamos en casa y estamos en casa como
estamos habitualmente dale que te dale con el zapping, de una cosa a la otra,
y no nos importa nada, qué vemos: vemos una catástrofe, el hambre, vemos la
tortura, vemos la guerra, a las modelos, vemos a los traseritos –porque en un
programa de Filosofía uno dice trasero en lugar de culo-, los vemos
abusivamente, nos tiran con todo eso y quedamos idiotizados hasta que nos
dormimos. Lo que hace Descartes es decir basta con esto, tiro el control
remoto al diablo y apago el televisor. Empiezo a pensar. Yo estoy dudando de
eso porque en realidad todo ese vértigo creo que están tratando de metérmelo
a mí, en mi conciencia, y yo no quiero que mi conciencia sea el vértigo de
lo que me están vendiendo. Quiero que mi conciencia sea libre y
piense mis problemas, entonces comienzo a dudar. Cuando comienzo a
dudar comienzo a ser libre, libre, porque sólo una conciencia crítica es
libre. No hay libertad si no está alimentada por la crítica. Y la crítica
sólo puede ser ejercida a partir de la autenticidad del sujeto crítico.
Y ahora vamos a irnos porque, como todo lo que llega, se va. Es una ley de la
vida y una ley del desarrollo histórico: llegar e irnos. Bueno, hasta luego.