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Universidad Nacional de Colombia

Galileo
Óscar Andrés Mosquera Ñañez
Filología e idiomas: inglés
04861397 – 1023934201

GALILEO Y LA IGLESIA

La concepción histórica de concebir la relación entre la iglesia católica y Galileo

como la batalla absoluta entre la religión y la ciencia es discutible. Nieto y Sánchez (2005)

se adhieren a este concepto al decir que debe ser revisada la idea de la vida de Galileo fue

la lucha trágica de la razón iluminada “contra la fe ciega y dogmática”. Estos autores

mencionan que Galileo fue protegido de los Medici en Florencia y respetado por el papa

Urbano XIII en Roma. No obstante, vale la pena analizar resaltar tres aspectos que

configuran la relación tan compleja entre Galileo y la iglesia: primero, el poder de la iglesia

y su influencia sobre la cultura y la ciencia; segundo, el proyecto de Galileo respecto a la

teoría copernicana y la extensión del rechazo hacía los planteamientos copernicanos por

parte de la iglesia y por algunos de sus miembros; y tercero, las motivaciones para acusar a

Galileo.

Es innegable que la iglesia católica atravesaba una crisis de poder sin precedentes

durante la segunda mitad del siglo XVI, pues los movimientos protestantes – los luteranos

en Alemania, los calvinisnistas en Suiza y los anglicanos en Inglaterra- habían mermado la

influencia de Roma sobre los reinos y principados de Europa occidental. Pero a finales del

siglo XVI y en la primera mitad del siglo XVII, como lo advierte Geymonat (1986), la

iglesia católica” se reforzaba rápidamente y había recuperado ya mucho terreno en

comparación a las Iglesias reformadas” (p.72).


En este sentido, la Iglesia católica debía ser capaz de movilizar una importantísima

cantidad de poder político, aunque mucho de este era compartido con las familias

poderosas, como los Medici. Tal poder se materializó en muchas formas, pero sobre todo

en una manifiesta influencia sobre la cultura y la ciencia (Geymonat, 1986). Galileo fue

católico practicante, pero también entendía la capacidad organizativa de la Iglesia para

influir sobre la cultura y la ciencia, y esto fue lo que llevó Galileo a evitar una

confrontación abierta en búsqueda de un nuevo patrimonio a nivel filosófico-teórico, tal

como hizo Bruno (Geymonat, 1986). Al contrario, Galileo buscó el favor de los poderosos

para iniciar una grandiosa empresa en aras del desarrollo de la investigación científica:

causar a la Iglesia para una evitar la fractura que retrasara sobremanera la investigación

científica (Geymonat, 1986). Pero ¿qué podría causar dicha fractura? La respuesta es bien

conocida: el copernicanismo

Geymonat (1986) explica que para Bruno y otros pensadores

“el copernicanismo había adquirido un significado bastante más amplio que el

original, fundamentalmente astronómico; esos pensadores habían interpretado la

adhesión a este sistema como una ruptura con todo el antiguo mundo aristotélico

medieval y como principio de una nueva concepción de la realidad” (p. 69).

Para el mismo autor, Galileo tiene una visión distinta respecto a la concepción

copernicana, que

“tiene para él un valor de punto de convergencia de todas las nuevas investigaciones

– de la matemática a la astronomía y a la mecánica-, de modo que aceptarla o

rechazarla significa aceptar la metodología que hace posibles estas ciencias o


permanecer ligado, en cambio, a todos los viejos prejuicios. La importancia para la

filosofía de la teoría copernicana no consiste en abrir el camino a nuevos tipos de

metafísica, sino en el hecho de que hace imposible la fidelidad al viejo espíritu

metafísico” (Geymonat p. 69-70).

Galileo era consciente de que él era el máximo responsable en conciliar para la

ciencia el copernicanismo con la iglesia católica (Geymonat, 1989). Este proyecto se fue

sin duda alguna una empresa de dimensiones colosales, pues las ideas de la escolástica y su

piso aristotélico, a pesar de ser refutados contundentemente por autores como Oresme,

ejercían una presión enorme en el raciocinio de los intelectuales de la iglesia en el siglo

XVII dado que “oficialmente” estas se encontraban en concordancia con las escrituras.

Pero no todos los actos de la iglesia católica eran absolutamente acordes al

pensamiento “oficial”. Geymonat (1986) afirma que los jesuitas, que para principios del

siglo XVII tenían una presencia importante en el mundo católico, antes de 1616 nunca

estuvieron del todo decididos a declararse abiertamente contradictores de la teoría

copernicana a pesar de su evidente incompatibilidad con el aristotelismo.

Además, Nieto y Sánchez (2005) dicen que existía hasta un cierto grado de

aceptación por la teoría copernicana.

“Un padre carmelita de Nápoles envió al Cardenal Roberto Bellarmino una copia de

un escrito suyo, en el cual reconciliaba la Biblia con el sistema planetario de

Copérnico. La respuesta del Cardenal fue cordial y únicamente objetaba que se

sostuviera que el modelo trascendía el carácter hipotético”.


Unfortudamente la empresa de Galileo de conciliar el copernicanismo con la Iglesia

católica falló. El 19 de febrero de 1616 el Santo Oficio sometió a sus teólogos dos ideas o

proposiciones en las cuales pretendía abarcar el núcleo de la cuestión copernicana

(Geymonat, 1986):

1) “Que el sol es el centro del mundo, y por consecuencia inmóvil de de

movimiento local”.

2) “Que la tierra no es el centro del mundo ni está inmóvil, sino que se mueve de

por sí, etiam de movimiento diurno”.

A pesar de evitar un proceso en 1616, dado su respeto como protegido de los Medici

(Geymonat, 1986), es indudable que dichas afirmaciones no solo estaban cargadas de un

carácter simbólico, además estaban impregnadas con un carácter político. Las ideas

copernicanas rechazadas por la iglesia católica no nacieron exclusivamente en el seno de

los defensores aristotélicos del clero. Los profesores universitarios sostenían su praxis a

través de la validez de las teorías aristotélicas en las sagradas escrituras; los académicos de

Florencia vieron amenazado su monopolio intelectual por la idea transformadora de

Galileo, y, como afirman Nieto y Sánchez, “acusarían a Galileo de herejía, obligando a la

iglesia a tomar partido” (p.40).

Por otro lado, los jesuitas, estaban en un franco conflicto con las ideas de Galileo en

torno a los conceptos copernicanos, pero, sobre todo, hacia la figura revolucionaria que

representaba Galileo, que amenazaba también su emporio académico como intelectuales de

la iglesia. Estos a pesar de no acusar abiertamente a Galileo frente al Santo Oficio, su odio

a Galileo se vio reflejado en la influencia que ejercieron para que la iglesia asumiera la

actitud censuradora que asumió con Galileo.


Pero el poder político de la iglesia se vio amenazado con las ideas de Galileo hacía

Copérnico. La iglesia se veía a si misma en una clara situación de desventaja si se

demostraba la realidad de un sistema distinto del que aparece en las sagradas escrituras.

(Nieto y Sánchez, 2005). Hay que tener en cuenta que los escritos en italiano Galileo

estaban a disposición de la mayoría y no sólo de una élite. Sin embargo, en el registro de la

iglesia Galileo fue condenado porque “al igual que Platón, no se interesaba por la

naturaleza de las cosas sino por un mundo matemáticamente perfecto fuera de la realidad”

(Nieto y Sánchez, 2005,p.41).

Conclusiones:

La batalla histórica entre la religión y la ciencia no debe asignada a las ideas de un solo

individuo respecto a otro, en cambio debe ser entendida como una mancomunión de

eventos, circunstancias y personajes. Es claro que la relación entre la iglesia y Galileo

estuvo impregnada de muchos elementos que configuraron su existencia, como, por

ejemplo; el poder y la influencia tan bastas que tuvo la iglesia en la cultura y la ciencia.

Esta influencia atrajo a Glileo para que desarrollara un proyecto conciliador entre el

copernicanismo y la iglesia. Como consecuencia de fallar en este objetivo, Galileo fue

condenado por motivos más allá de lo teológico-filosófico, en cambio, sus contradictores y

la iglesia hallaron motivos políticos para hacer prevalecer sus intereses sobre las ideas

copernicanas de Galileo. Al final, como bien lo sabe la historia, Galileo se retractó, de boca,

de su afiliación hacía las ideas copernicanas.


Referencias

 Geymonat, L. (1986). Galileo Galilei. Barcelona. Edicions 62.

 Nieto, M. and Sánchez, N. (2005). Aristotelismo, teología y física: concepiones

medievales del movimiento. Galileo Galilei y el debate sobre el nacimiento de la

ciencia moderna. Bogotá: Uniandes.

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