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Con la publicación en 1980 del Decreto-Ley Nº 3.

500 se consolidó en Chile una


reforma definitiva al sistema de pensiones que, hasta ese entonces, adoleció
de falencias en su regulación. A partir de este momento se puso fin a un
sistema basado en beneficios establecidos, gestionado por múltiples Cajas de
Previsión y financiado mediante el mecanismo de reparto administrado
mayoritariamente por el Estado, de carácter obligatorio para empleados y
obreros en relación de dependencia. El nuevo modelo propuso la opción de las
contribuciones definidas, gestionado por la Administradora de Fondos de
Pensiones (AFP), reguladas y supervisadas por el Estado, financiado mediante
la capitalización en cuentas individuales y que, además, fuese obligatorio para
los trabajadores que tuvieran contrato.

En 1980, el sistema de pensiones antiguo fue modificado por el Sistema de


Capitalización Individual, sobre el que se sustenta gran parte del sistema
previsional actual, explica la Superintendencia de Pensiones, regulador del
sector.

La novedad fue la creación de la cuenta individual, en la cual el afiliado al


sistema deposita sus cotizaciones previsionales obligatorias (10% del sueldo
bruto) en una administradora de fondos de pensión (AFP), dinero que gana
rentabilidad al ser invertido de manera colectiva en instrumentos financieros.

A cargo de la administración de estos montos están las AFP, las cuales son
fiscalizadas por la Superintendencia.

Al llegar a la edad de jubilación (hoy 65 años en el caso de los hombres y 60


años las mujeres), estos ahorros son devueltos a los afiliados o los
beneficiarios sobrevivientes en forma de pensión.

Cabe mencionar que en la actualidad los INP, fueron modificados por los
institutos de Previsión Social IPS

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