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La Teoría del Caos

La Teoría del Caos, conocida también como teoría de las estructuras


disipativas, se refiere a ciertos modelos matemáticos y a sus aplicaciones.
Plantea que el desarrollo de los fenómenos del universo no sigue una conducta
previsible y determinada, como la de un reloj, sino que presenta aspectos
caóticos; pero, que esta imprevisibilidad o inestabilidad no son producto de la
ignorancia del observador, más bien, son una característica inherente a la
realidad misma.
Una característica del caos es su dependencia sensible a las condiciones
iniciales; esto significa que la realidad depende de muchos factores inciertos:
un sistema caótico, que parte de dos estados iniciales muy similares, puede
tener resultados completamente diferentes.
Esta dependencia sensible es conocida como el efecto mariposa.
Cambios muy pequeños, en las condiciones iniciales, pueden tener efectos
enormes imprevisibles por acontecimientos posteriores, lo que ha llevado a
algunos teóricos de la caología a afirmar que cualquier predicción sería inútil.

Veremos, posteriormente, en qué medida eso es cierto. Pero, esto no es nuevo.


La teoría de las decisiones nos plantea las enormes consecuencias de una
decisión que pueden cambiar la historia de una organización de un modo
totalmente impredecible.

¿En qué radica el giro radical de la teoría del caos con respecto a la tradicional
idea de que los microcambios pueden producir macroefectos impredecibles?

La Teoría del Caos, por su naturaleza, emplea un modelo matemático


determinista, expresado en ecuaciones dinámicas, para predecir la evolución
que tendrá un fenómeno de la realidad y, si queremos utilizar esta teoría,
nuestro primer paso es fijar las condiciones iniciales con las que trabajará el
modelo.
Pero, nunca estaremos plenamente seguros de conocer la realidad, por lo que
solamente estamos en capacidad de conocer las condiciones iniciales con
algún nivel de error; únicamente podemos conocer la verdad con alguna
aproximación.
Como las condiciones iniciales, que se introducen en las ecuaciones, llevan un
grado de error, el modelo producirá una solución errónea que puede crecer con
el tiempo.

Para que el modelo sea útil para establecer predicciones, debemos conocer
con qué velocidad nuestro modelo dinámico aumenta los errores introducidos
en las condiciones iniciales y, de acuerdo a los teóricos del tema, los modelos
caóticos de mayor interés son aquellos que reproducen el error a una velocidad
exponencial.
Cuando decimos que los modelos que emplea la Teoría del Caos son
dinámicos y deterministas, nos estamos refiriendo a que tratan con fenómenos
del mundo real que cambian con el tiempo y que determinan una evolución
única para unas condiciones dadas y a lo largo de un período. Las ecuaciones
deterministas, que representan a los modelos caóticos, son aquellas que, para
cualquier conjunto de valores iniciales, plantean una solución única a lo largo
de un plazo de tiempo; por consiguiente, las trayectorias en el espacio de fases
no pueden intersectarse ni unirse, y una trayectoria única tampoco puede
cortarse a sí misma, porque si esto sucediera contradeciría el supuesto
determinista. Puede suceder que la variable de estado única sea atraída hacia
un punto fijo. En el caso de ecuaciones con dos variables, las trayectorias
pueden tomar la forma de bucles varias veces y definir un ciclo cerrado.
Estos puntos fijos y ciclos de atracción son llamados atractores: conjuntos
delimitados de puntos en el espacio de fases tales que las trayectorias que
comienzan en sus inmediaciones convergen hacia ellos (Smith, Peter, 2001,
16). Los atractores son muy importantes para explicar el comportamiento de las
trayectorias a largo plazo.

La Física Cuántica
Fue el físico alemán Werner Heisenberg el que sentó las bases definitivas de la
nueva física con su famoso principio de incertidumbre, el cual transforma
completamente la relación entre el observador y lo observado.
En la física clásica, se supone que la acción recíproca entre el observador y el
objeto observado es insignificante porque el primero casi no afecta al segundo
y, por lo tanto, puede despreciarse o puede eliminarse del resultado. En
cambio, en la física cuántica, la interacción entre el observador y el objeto
produce enorme cambios imposibles de controlar y, por lo tanto, todo intento
para conocer en forma exacta los valores simultáneos de dos variables, resulta,
en muchos casos, imposible.
La exactitud con que pueden conocerse tiene límites: cuanto más conozca el
valor de una variable, menos conocimiento podré obtener sobre el valor de la
otra y esto no se debe a la incapacidad de los instrumentos de observación,
sino que es una característica propia de la realidad.
A mayor determinación de una, mayor indeterminación de la otra. Este es el
principio de incertidumbre o de indeterminación.

INTRODUCCIÓN
Aprimera vista, en el Universo reina orden y organización: el amanecer siempre llega
después de la noche, los veranos siguen las primaveras, un objeto lanzado al aire
siempre cae al suelo.
El Universo parece funcionar mecánicamente y las leyes de la naturaleza se presentan
como eternas e inmutables. Más aún: aparentemente, toda la historia del Universo
apunta al hecho que orden y organización van creciendo cada vez más, lo cual se
manifiesta en el desarrollo de la vida desde las primeras bacterias hasta la aparición del
hombre y en el progreso cada vez mayor y orden cada vez superior de las sociedades
humanas.
Hasta la mitad del siglo XX el modelo metodológico positivista, destinado a estudiar
este Universo ordenado y organizado, desempeñó un papel dominante en el campo de la
ciencia. Toda investigación, por más sencilla que fuera, tenía que adaptarse a sus
exigencias; en caso contrario, nadie la tomaba en cuenta, considerándola una
especulación. Las ciencias naturales, caracterizadas por cuantificación, se esforzaban
por lograr la certidumbre y objetividad de sus hallazgos, y postular leyes universales
acumulativas, mientras que las ciencias sociales miraban a las naturales como un
ejemplo a seguir, a pesar de que las ciencias sociales siempre se han caracterizado por la
noción de incertidumbre, subjetividad, interpretación y por no ser acumulativas
(Bondarenko, 2002).
De repente, a partir de la segunda mitad del siglo XX, la dicotomía que aparentemente
existía entre las ciencias naturales y sociales se empezó a desvanecer. Una serie de
descubrimientos en la física puso en tela de juicio hasta las teorías mejor corroboradas
de todos los tiempos, como lo era la ley de gravitación de Newton, introduciendo los
elementos de subjetividad, desorden e incertidumbre en las ciencias naturales. Estos
descubrimientos fueron los siguientes:
1. En el nivel macroscópico, la nueva interpretación del segundo principio de
termodinámica (descubierto por Carnot y Clausius e introducido por Boltzmann y
Gibbs), la cual anuncia el principio de degradación irreversible de energía en cualquier
parte del Universo donde haya trabajo y transformación.
2. En el nivel microscópico, el descubrimiento de la doble identidad del quantum de
energía, dividida entre corpúsculo y onda, hecho por Max Planck, el cual demuestra el
desorden constitucional de todo ser físico.
3. En el nivel cosmológico, la expansión del Universo, evidenciada por el
desplazamiento hacia el rojo de la luz emitida por las galaxias, descubierta por Hubble.
Una irradiación isótropa fósil confirmaba que la expansión del Universo es fruto de una
catástrofe inicial.
De esta manera se derrumbaron los tres pilares fundamentales del positivismo y la idea
del Universo mecánico, ordenado y eterno quedó desplazada por la del Universo
desorganizado en expansión, cuyo origen fue una catástrofe primaria y cuyo fin es
inminente.
Fue Ilyia Prigogine quien demostró que desorden y organización no son
fenómenos mutualmente excluyentes y que “la probabilidad y el
determinismo no se oponen ni siquiera a escala macroscópica, sino que se
complementan” (Prigogine, 1999). Él describió cómo de un desorden total
puede surgir espontáneamente una estructura organizada en condiciones
alejadas del equilibrio, destacando el papel constructivo que el desorden
puede llegar a desempeñar en el proceso de la creación del orden y
demostrando que las estructuras ordenadas emergen a partir de un juego
complicado de interacciones entre los elementos implicados. Prigogine
llamó las estructuras de no equilibrio estructuras disipativas, las cuales sólo
existen “mientras el sistema disipa energía y permanece en interacción con
el mundo exterior” (ibid). Bolaños (1998-2000) menciona también el
principio conservativo , el cual junto con el disipativo forma el principio
epigenealógico y hace posible la permanencia de las estructuras en el
tiempo.
Igualmente, Prigogine estableció que el desorden no sólo precede al orden
sino que también es posterior a él, ya que todo sistema, de acuerdo con el
segundo principio de la termodinámica, tarde o temprano se desintegra.
La palabra caos para designar el desorden y la teoría que lo expresa se debe
principalmente a Henri Poincaré y a Edward Lorenz. La teoría del caos, nacida en 1961
(Ferrer, s/f), se define como “estudio de la incertidumbre y la impredictibilidad en las
matemáticas y en la naturaleza” (s/f: www). El objeto de estudio de la teoría del caos lo
constituyen fenómenos dinámicos fuera de equilibrio de comportamiento no lineal. Esta
teoría se utiliza en muchas disciplinas, pero uno de los sistemas caóticos más estudiados
ha sido la atmósfera. Después de aplicar la teoría del caos a los fenómenos naturales, los
teóricos del caos la extendieron también a los fenómenos sociales.
TEORIA DEL CAOS Y FRACTALES
Publicado por: Myriam Mahiques en Ciencia 10/10/2009 16 Comentarios

Los fractales son la representación geométrica de la teoría del caos.


Llamamos caos a todo aquello que no somos capaces de sistematizar.
En 1970, desafiando la física clásica, unos pocos científicos de Estados Unidos
y Europa comenzaron a buscar un camino a través del desorden: fue el
comienzo de la teoría del caos. Matemáticos, físicos, fisiólogos, economistas,
químicos, biólogos, intentaron buscar conexiones entre diferentes tipos de
irregularidades; reflexionaron que si bien hay fenómenos que pueden ser
descriptos linealmente, es decir que el resultado de una acción es proporcional
a su causa, la mayor parte de los fenómenos en la naturaleza son no-lineales,
“incontrolables”, como el clima, las turbulencias, el tránsito en una gran ciudad,
fluctuaciones en la bolsa, la física del cuerpo humano, etc.
Todo lo investigado se relacionaba directa y formalmente con el mundo natural
-las formas de las nubes, las bifurcaciones arteriales, la textura pulmonar, las
agrupaciones de estrellas, etc. Al mismo tiempo que el físico matemático
Mitchell Feigenbaum comenzaba a pensar en la teoría del caos en Los Alamos,
EEUU, en Berkeley se formaba un pequeño grupo de matemáticos que se
dedicaba a estudiar “sistemas dinámicos”. En Berkeley, California, se estudiaba
el complejo comportamiento de modelos biológicos simples; en Francia se
estudiaban turbulencias en fluídos y atractores extraños y en IBM, Benoit
Mandelbrot, descubría modelos de comportamiento del precio del algodón a
través de todas las escalas e inventaba un neologismo -fractal- para describir
una familia de formas dobladas, fracturadas, plegadas que él consideraba un
principio organizador en la naturaleza.

La búsqueda de una explicación a los fenómenos complejos e irresolubles


mediante modelos matemáticos, configuró la Teoría del Caos, de carácter
interdisciplinar, que no niega la ciencia clásica sino que propone dejar de lado
el reduccionismo, aplicando otros métodos de estudiar la realidad en una visión
de todo. La principal ley de la teoría del caos es que hasta el desorden tiene
sus reglas.
El sustento de esta nueva ciencia, que algunos consideran disciplina, se debe
al matemático, físico y filósofo francés Henri Poincaré, quien a fines del S. XIX,
destruyó la imagen clásica de la naturaleza al dudar de la estabilidad del
sistema solar y considerar la extraña posibilidad de la existencia de órbitas
erráticas y caóticas, preguntándose qué pasaría si al sistema ideal de dos
cuerpos añadimos el movimiento de un tercer cuerpo?. Poincaré demostró que
el caos es la esencia de un sistema no lineal y que aún un sistema
completamente determinado, como los planetas en órbita, podrían tener
resultados indeterminados. El sistema, de pronto podría romper en una
inquietante complejidad.

La teoría del caos sugiere un mundo fluído e interconectado, concebido como


un todo. Contrariamente a los postulados científicos tradicionales, que toman a
los seres humanos y la naturaleza como objetos individuales, la teoría del caos
considera que todo tiene un valor intrínseco, como el arte. Esto se debe a los
efectos no lineales o de retro-alimentación: por ejemplo, los planetas no
pueden ser tratados como si sus efectos fueran independientes y se pudieran
sumar: si la débil atracción entre un planeta y otro comienza a retro-alimentarse
y a acumularse, algunos planetas podrían cambiar su órbita y hasta salir
despedidos del sistema solar. Bajo la teoría del caos, los eventos no suceden al
azar, las condiciones iniciales son determinantes, pero el producto, por ser
dinámico y complejo, implica un resultado impredecible.
Los fractales representan los sistemas dinámicos, la geometría de la
naturaleza, las infinitas retro-alimentaciones, en síntesis, lo que no puede ser
medido en términos Euclidianos. Un fractal es un modo de ver el infinito.
El término que en latín significa fragmentario o interrumpido, fue presentado por
el matemático polaco Benoit Mandelbrot (1924-) por primera vez en su libro
“Les Objets Fractals: Forme, Hasard et Dimension” (1975).
Aún no se ha definido un fractal, sino se enumeran sus propiedades
características:
Un fractal tiene una estructura fina; esto es detalle en escalas arbitrariamente
pequeñas.
Un fractal es demasiado irregular para ser descripto con la geometría
euclidiana tradicional, tanto local como globalmente.
Con frecuencia un fractal tiene una cierta forma de auto-semejanza, quizás
aproximada o estadística.
En general, la “dimensión fractal” es mayor que su dimensión topológica.
Se pueden generar fractales geométricos en forma muy simple, por lo general
recursiva. (Spinadel V., Perera J. G, Perera J.H. p. 2, 2000).
Muchos objetos en la naturaleza son mejor descriptos geométricamente como
fractales, con caracteres de auto-semejanza en todas las escalas. El universo
consiste en racimos de galaxias, organizado en racimos de racimos de
galaxias, y así siguiendo. Un excelente ejemplo de fractal es el coliflor: la flor
grande contiene florcitas más pequeñas, que a su vez contienen otras, todas
con la misma estructura.

Si bien se ha hecho un esfuerzo por caracterizar los fractales geométricamente,


no ha habido mucho progreso en comprender su origen dinámico. Tenemos
una tendencia a pensar que el universo se forma a partir de estructuras
estáticas porque la dinámica que forma estas estructuras tiene mayor escala
que el período de observación, que puede ser la vida de un ser humano. Los
terremotos que observamos duran unos pocos segundos, y la formación de la
falla parece estática, pero se construye en millones de años.
Por lo tanto, el origen de los fractales es más bien un problema dinámico, no
geométrico. Las leyes de su física son locales, pero los fractales nunca se
organizan en las mayores distancias, a no ser que sean absolutamente
deterministas, como el Fractal de Mandelbrot.

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