Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Pero este cerebro, sobre el cual hay tantas expresiones que aluden al
mismo como: “¡Qué inteligente!, que gran cerebro tenés”, “dejá de estudiar que el
cerebro te va a explotar”, entre otras, en realidad es el mismo cerebro que
acompañó al hombre desde el inicio de su especie. Es que si bien este cerebro ha
cambiado en muchos otros aspectos, sigue, aún hoy, teniendo una única función:
LA SUPERVIVENCIA.
A nuestro cerebro le pasó algo parecido. Con el paso de los siglos y de las
demandas medioambientales, sociales, culturales, etc. fue evolucionando y (lleva
consigo una información genética) que le permitió ir adquiriendo nuevas tareas
pero no perder las anteriores; es así que en este siglo XXI seguimos teniendo dos
tipos de estímulos muy fuertes: pro-supervivencia y contra-supervivencia.
Ahora bien, esto explica entonces que nuestro cerebro primitivo era un
cerebro instintivo, es decir, más impulsivo y básico, ya que sólo debía responder a
dos manifiestos: el ataque y la huída. Atacar para sobrevivir o huir ante el peligro
inminente.
Gracias a esta última evolución somos capaces de evitar que una emoción
o un sentimiento muy fuerte nos lleven a concretar hechos de los que después
podemos arrepentirnos. Aunque en realidad, el ser humano por ser un SER
SOCIAL, muchas veces sea capaz de actuar según las emociones que
detectamos a nuestro alrededor, por ejemplo, si entramos en un lugar y saludamos
cordialmente y ese saludo es respondido de la misma forma, los sentimientos y
emociones que se desencadenen a partir de ahí serán positivos, pero pasará todo
lo contrario si este no es respondido o es devuelto en un tono poco “afectivo”.
Así llegamos al punto donde podemos empezar a entender qué nos pasa
cuando vemos a alguien triste, alegre, agresivo, etc. Tenemos la habilidad de
detectar las emociones que están a nuestro alrededor, que forman parte de
nuestro medioambiente, de nuestra cotidianeidad.
Nosotros somos capaces de ver un rostro y de percibir qué es lo que le
pasa al otro, que emoción lo invade en un determinado momento o qué
sentimientos empiezan a influir en sus acciones.
Poder ver en los otros cuáles son las emociones que lo están afectando en
un determinado momento u ocasión específica, y, a su vez ser capaces de
identificar y controlar las propias nos hace diferentes de otras especies y nos
demuestra la evolución por la que hemos pasado desde ese cerebro primitivo
instintivo hasta este cerebro reflexivo, ejecutivo y también emocional.