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Ámbitos argumentativos no judiciales

Partiendo del enfoque del Derecho como argumentación propuesto por Manuel
Atienza (2009), el trabajo analiza los ámbitos fundamentales de los ámbitos
argumentativos no judiciales, el proceso legislativo consta de una exposición de
motivos en una iniciativa, los dictámenes de las diversas comisiones de análisis o
dictamen y los debates que se lleven a cabo en estos procesos, es este proceso
mediante el cual de los distintos frentes políticos, el proceso parlamentario y
legislativo es aquel mediante el cual se consolida la racionalidad legislativa en una
decisión. El proceso legislativo en un estado democrático está basado en la
Constitución sin embargo el Poder Legislativo produce Leyes y Normas que
desarrollen ésta y que además deben pasar por un proceso argumentativo para que
justifiquen a las mismas. La dogmática es conocida como la ciencia del derecho, la
argumentación en este caso implica una explicación detenida de la producción
normativa y aplicación de la misma, es decir, el derecho como un todo. Es un
proceso democrático y según el derecho de estado el legislador es el encargado y
capaz de elaborar un producto normativo racional y lógico de aplicación efectiva, el
cual pueda reducir y resolver conflictos sociales. El juez se da a la tarea de aplicar
las fuentes del derecho, mediante una interpretación, misma que además deberá
ser argumentada y explica, de manera en la que se resuelvan conflictos de la forma
más pacífica posible.
Los ámbitos argumentativos no jurisdiccionales se refiere a la argumentación al
momento de la toma de decisiones en los que se resuelven sobre actos de autoridad
impugnados, mismo que el poder ejecutivo tiene la facultad de ejercer gracias a las
leyes y normas creadas por los legisladores, para esto es necesario que toda
resolución de los asuntos sea debidamente argumentado, toda vez que se trata de
una interpretación. La ciencia de la legislación constituye en el proceso de
producción de las leyes y normas en general, su objeto es la legislación como
actividad y no como elemento intangible, aunque la labor legislativa implica una
racionalidad de los intereses políticos y partidistas no son ajenos a esto. Aunque no
siempre racionales, en todos los casos están involucrados en la toma de decisiones
legislativas. En diversas ocasiones las negociaciones y debates políticos caen en la
irracionalidad puesto a que los representantes populares no cuentan con una debida
preparación jurídico-legislativa, por lo que es importante la racionalidad política y
jurídica siempre se debe presuponer. La racionalidad económica implica que, la
legislación y establecimiento de recursos, obligaciones, prohibiciones o sanciones
deben ser analizados tanto en su costo como eficiencia, la erogación de derechos
no es para nada un tema menos y los errores económicos o falta de medida en este
ámbito cuestan carísimos, el conocer y actuar con base a la situación económica,
costos, beneficios y buscar un punto, por lo menos, de equilibrio consta en un
argumento económico, que independientemente a la importancia de este existen
valores superiores que siempre se buscara privilegiar.
ARGUMENTACIÓN JUDICIAL
Se puede afirmar que la función llevada a cabo por los jueces, en donde deben
resolver un caso concreto con base en normas generales y abstractas, implica toda una
tarea argumentativa cuya justificación decisora consiste en atribuir un significado a las
palabras del legislador. De ello es consciente el propio Kelsen y lo deja sentado al momento
de establecer que: “Cuando el derecho tiene que ser aplicado por un órgano jurídico, éste
tiene que establecer el sentido de la norma que aplicará, tiene que interpretar esas normas.
La interpretación es un procedimiento espiritual que acompaña al proceso de aplicación del
derecho, en su tránsito de una grada superior a una inferior” y según Alf Ross este puede
ser especificado por el contexto o por la situación en que son empleados dichos términos,
puede ser hecha de manera tal que frente a un conjunto de hechos concretos
experimentados en forma definida sea posible decidir con un “si”, un “no” o un “quizá”, si el
conjunto de hechos constituye o no una referencia que corresponde a la expresión”.
Surge la interrogante de si dicha asignación sólo admite una o bien varias posibles
respuestas en la interpretación de un mismo enunciado. Por un lado a autores que
defienden la idea de que existen varias posibles respuestas correctas y por otro, a aquellos
que opinan que únicamente puede una sola respuesta válida. Hans Kelsen quien afirma
que la interpretación es necesaria en virtud de la indeterminación de la norma. “la
interpretación de una ley no conduce necesariamente a una decisión única, como si se
tratara de la única correcta, sino posiblemente a varias, todas las cuales -en tanto son
cotejadas solamente con la ley que haya de aplicarse- tienen el mismo valor, aunque solo
una de ellas se convertirá en derecho positivo en el acto del órgano de aplicación de
derecho, en especial, en el acto del tribunal”.
H. L. A. Hart, quien asevera que en cualquier grupo social de dimensiones considerables
“el principal instrumento de control social tiene que consistir en reglas, pautas o criterios de
conducta y principios generales, y no en directivas particulares impartidas separadamente
a cada individuo”.
Dworkin a pesar de que admite que puede haber colisión entre principios y reglas o entre
principios entre sí, sostendrá que ni aún en los casos difíciles es posible defender una
discrecionalidad judicial fuerte como lo hace Hart.
Señala Jerzy Wróblewski que la interpretación jurídica no sólo es el terreno en el que los
casos prácticos son decididos, sino que también es el campo de los ya viejos e intrincados
desacuerdos de la Ciencia jurídica y de la jurisprudencia.
Pues bien, en torno a estas ideas, Wróblewski ha dicho que es una característica del
lenguaje legal la vaguedad y la contextualizad del significado, aseverando que hay núcleos
de referencia positivos y negativos en los casos lingüísticamente claros y dudas en la zona
de penumbra y ello porque el lenguaje legal es un lenguaje incorrecto.
Esto lo dice expresamente Kelsen, al afirma que dicha apreciación de las lagunas es una
“teoría errada, puesto que reposa en la ignorancia del hecho de que cuando el orden jurídico
no estatuye ninguna obligación a cargo de un individuo, su comportamiento está permitido”.
No obstante lo anterior, ya sea que se trate de lagunas aparentes o auténticas, el hecho es
que cuando no existe una disposición expresa por el legislador en la que el juez pueda
fundar su resolución, debe acudir a las reglas de inferencia del lenguaje jurídico admisibles.
Entre ellas, podemos citar al argumento a simili o a pari, el argumento a contrario o el
argumento a fortiori.

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