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Biblioteca del Polimodal

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PANORAMA DE LA LITERATURA
ARGENTINA
Escrituras, temas, estilos

A lfred o E . F ra s c h in i
PANORAMA DE LA LITERATURA
ARGENTINA
Escrituras, temas, estilos

A lfre d o E . F r a s c h in i

Kapelusz
DEPARTAMENTO DE EDICIONES
Dirección: Martha Güerzoni de García Lanz

Editor: Jorge Darrigrán


Copieditora: Dora Di Sari!
Proyecto: Sara Melgar

DEPARTAMENTO DE ARTE
Dirección: Sandra Donin

Diagramación: Martín Castro


Diseño de tapa: Ariana Jenik
Ilustración de tapa: Mariana Rodríguez Nemitz
Ilustración: Pablo De Bella

Están prohibidas y penadas por la ley la reproducción y la


difusión totales o parciales de esta obra, en cualquier forma,
por medios mecánicos o electrónicos, inclusive por fotocopia,
grabación magnetofónica y cualquier otro sistema de
almacenamiento de información, sin el previo consentimiento
escrito del editor.

KAPELUSZ editora s.a.


San José 831 CP: 1076 Buenos Aires
Tel. 382-7400
ISBN 950-13-2440-0
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Libro de edición argentina
Introducción Módulo 2. Las generaciones rom ánticas
Palabras al alumno, 6 Un largo camino hacia la república, 27
Palabras al docente, 8 D ogm a S ocialista: O jead a retrospectiva,
Esteban Echeverría, 27
B ases y pu n tos d e p a rtid a ...,
Módulo 1. Nacimiento e infancia Juan Bautista Alberdi, 28
de nuestra literatura Unitarios o federales; urbanos o campesinos;
El punto inicial, 11 criollos o extranjeros, 29
R om an ce eleg ia co , Luis de Miranda, 11 F acu n do, Domingo F. Sarmiento, 29
La A rgen tin a, Ruy Díaz de Guzmán, 12 Romanticismo: política y estética, 30
La A rgen tin a y con qu ista d el Río Discurso en la inauguración
d e la P lata, Martín del Barco Centenera, 12 del Salón Literario, Juan María Gutiérrez, 31
La cultura colonial, 13 Echeverría y la renovación de la literatura, 31
Luis de Tejeda: el primer poeta, 13 S obre e l arte d e la p oesía,
S on eto a S an ta R osa d e Lim a, Esteban Echeverría, 31
Luis de Tejeda, 14 La cau tiva, Esteban Echeverría, 32
Testimonios de otro viaje, 14 E l m atad ero, Esteban Echeverría, 35
El la z a rillo d e cieg os cam in an tes, F acu n d o: entre la narrativa y el ensayo, 38
Concolorcorvo, 14 F acu n do, Domingo F. Sarmiento, 39
La cultura virreinal, 15 A m alia: historia de un amor frustrado, 42
O da a l m ajestu oso P aran á, A m alia, José Mármol, 4 3
Manuel J. de Lavardén, 16 Una mirada sobre los personajes y las cosas, 43
Literatura culta y literatura popular, 17 ¿Y la literatura rosista?, 45
Soneto, Juan Baltasar Maciel, 17 H im no d e los restau rad ores,
C anta un g u aso..., Juan Baltasar Maciel, 18 José Rivera Indarte, 4 6
Hacia una literatura rioplatense, 19 A la m em oria d el p o eta Ju a n C ruz V arela,
Jo sé Rivera Indarte, 4 6
S obre la lib erta d d e escribir,
Romanticismo tardío, 4 7
Mariano Moreno, 19
E l cu erpo y e l alm a, Ricardo Gutiérrez, 4 7
O ración in au g u ral...,
P rom eteo, Olegario V. Andrade, 4 8
Bernardo de Monteagudo, 19
Otros textos
M archa p atriótica,
E l h o g a r p atern o, Domingo F. Sarmiento, 4 9
Vicente López y Planes, 20
E l n id o d e cón d ores, Olegario V. Andrade, 4 9
P or la lib ertad a Lim a el 10 d e ju lio d e 1821,
Juan Cruz Varela, 21
Módulo 3. Civilización urbana
La p reocu p ación , Juan Cruz Varela, 22
y barbarie rural
Bartolomé Hidalgo:
un claro antecedente de la gauchesca, 22 El país después de Rosas, 51
Un g a u ch o d e la G u ard ia d el M onte “Aquí me pongo a cantar...” Ascasubi,
con testa..., Bartolomé Hidalgo, 22 del Campo, Hernández, 51
D iálog o p a trió tico in teresan te. .., Santos Vega, Hilario Ascasubi, 52
Bartolomé Hidalgo, 23 Fausto, Estanislao del Campo, 52
R elación q u e h a c e e l g a u ch o M artín F ierro y la frontera, 53
R am ón C on treras..., Bartolomé Hidalgo, 24 M artín F ierro, Jo sé Hernández, 53
Otros textos L a vu elta d e M artín F ierro, 55
R om an ce h eroico, Pantaleón Rivarola, 25 Entre la ciudad y el campo, 5 7
C an ción p atriótica, Esteban de Lúea, 25 Santos Vega, Rafael Obligado, 58
L oa a l ex celen tísim o C abildo, Literatura y vida ciudadana en el 80, 59
Fray Cayetano Rodríguez, 25 V iajes y observacion es, Eduardo Wilde, 60

3
P or m ares y p o r tierras, Eduardo Wilde, 60 Flirt, Fray Mocho, 96
Vida m od ern a, Eduardo Wilde, 61 Roberto J. Payró:
Retrato y caricatura, 6 l periodista, narrador, dramaturgo, 96
R etratos y recu erdos, Lucio V. Mansilla, 62 C om icios baratos, Roberto J. Payró, 9 8
L a g ran a ld ea , Lucio V. López, 62 P on ch o d e veran o, Roberto J. Payró, 98
Ig n acio P irovan o, Eduardo Wilde, 63 Realidad, ciencia-ficción y mundos extraños
Ju v en ilia, Miguel Cañé, 64 en la prosa de Lugones, 98
Del Realismo al Naturalismo. Otros textos
Eugenio Cambaceres, 6 6 C osas d e la p o lítica , Nemesio Trejo, 100
Sin rum bo, Eugenio Cambaceres, 6 7 Los hom bres sin p erson alid ad ,
El ciclo de la Bolsa. Julián Mattel, 69 Jo sé Ingenieros, 100
L a B olsa, Julián Martel, 70 H as vuelto, Evaristo Carriego, 101
Otros textos
L a lluvia, Eduardo Wilde, 7 4 Módulo 5. La masas, el poder y las letras
Una excu rsión a los in d ios ran qu eles,
Después del Centenario, 103
Lucio V. Mansilla, 7 4
E sp a tod os la co b ija ..., Arturo Jauretche, 104
Q uilito, Carlos María Ocantos, 75
Horacio Quiroga:
la revelación de una experiencia, 105
Módulo 4. Las letras del nuevo siglo
A la deriva, Horacio Quiroga, 106
Política, artes y ciencias entre las luces Ju a n D arién , Horacio Quiroga, 107
del Centenario, 77 E l p e c a d o o rig in al d e A m érica,
Rubén Darío: una presencia definitoria, 78 Héctor A. Murena, 108
A u tobiografía, Rubén Darío Hacia una nueva novela argentina, 109
P a la b ra s lim in ares, Rubén Darío, 7 8 Ricardo Güiraldes:
Carlos Guido Spano: la delicada transición el rescate del mundo gauchesco, 109
del Romanticismo al Modernismo, 79 D on Segundo Som bra, Ricardo Güiraldes, 109
H ojas a l viento, Carlos Guido Spano, 79 La canción criolla: del sainete al disco, 112
M arm órea, Carlos Guido Spano, 79 P ara qu ererte n ací, Antonio Martino, 112
M yrta en e l bañ o, Carlos Guido Spano, 80 H opa, hopa, hopa,
O da a u n a m u jer am ad a , José Alonso y Trelles, 113
Carlos Guido Spano, 80 Roberto Arlt: entre la picaresca
Leopoldo Lugones y la culminación y la utopía, 113
de un estilo, 81 E l ju g u ete rabioso, Roberto Arlt, 114
E l bu qu e, Leopoldo Lugones, 81 Los siete locos, Roberto Arlt, 115
D electación m orosa, Leopoldo Lugones, 82 E l tu rco q u e ju eg a y su eñ a, Roberto Arlt, 116
C laro d e lu n a, Leopoldo Lugones, 82 Oliverio Girando y Alfonsina Storni:
A los g a n a d o s y las m ieses, dos formas de transgresión, 117
Leopoldo Lugones, 83 S alu d o a l hom bre, Alfonsina Storni, 117
E l jilg u ero, Leopoldo Lugones, 8 4 Voy a dorm ir, Alfonsina Storni, 118
Periodismo y literatura entre dos siglos, 85 El auge del tango, 118
C an illita, Florencio Sánchez, 85 Tango, Ricardo Güiraldes, 118
Del circo al teatro, 8 6 E l tango, Jorge Luis Borges, 118
Ju a n M oreira, Eduardo Gutiérrez, 8 7 G riseta, José González Castillo, 119
El sainete criollo. L a n ov ia au sen te, Enrique Cadícamo, 119
Un patio de conventillo..., 88 E l d ía q u e m e qu ieras, Alfredo Le Pera, 120
La com parsa se divierte, Alberto Vacarezza, 88 E l últim o organ ito, Homero Manzi, 120
Los d isfrazad os, Carlos M. Pacheco, 8 9 N aran jo en flo r, Homero Expósito, 120
Definición de la escena nacional, 90 Los hermanos Discépolo,
El drama rural. Florencio Sánchez, 90 testigos y fiscales de una época, 121
L a grin ga, Florencio Sánchez, 91 Los sainetes de Armando, 121
Gregorio de Laferrére, genuino M ustafá, Armando Discépolo, 122
representante de la comedia urbana, 93 M ateo, Armando Discépolo, 123
L ocos d e veran o, Gregorio de Laferrére, 93 Los tangos de Enrique, 124
Las d e B arran co, Gregorio de Laferrére, 94 T orm enta, Enrique Santos Discépolo, 124
La picaresca criolla, 95 C am balach e, Enrique Santos Discépolo, 125

4
El cine y la radio, nuevos caminos Arrabales, esquinas y patios, 1 4 5
de la comunicación estética, 125 C alle co n a lm a cén rosad o,
Las grandes preocupaciones nacionales. Jorge Luis Borges, 145
Eduardo Mallea y las dos Argentinas, 1 2 6 El infinito y los laberintos, 145
H istoria d e u n a p a sió n a rg en tin a , E l h a c e d o r o el fin de una etapa, 1 4 6
Eduardo Mallea, 1 2 6 ^■Borges y y o, Jorge Luis Borges, 1 4 6
Sociología del porteño. L eop old o L ugones, Jorge Luis Borges, 1 4 6
E l h o m b re q u e está solo y esp era, 1 2 7 A rte p o étic a , Jorge Luis Borges, 1 4 7
Ezequiel Martínez Estrada: La transición, 1 4 7
el hombre y la naturaleza, 1 2 7 La n o ch e c íclica , Jorge Luis Borges, 1 4 7
R a d io g ra fía d e la p a m p a , La construcción de un “aleph” poético, 1 4 8
Ezequiel Martínez Estrada, 1 2 7 Julio Cortázar: Latinoamérica y el exilio, 1 4 9
Leopoldo Marechal: tradición clásica, Lo fantástico y la irracional, 1 4 9
vanguardia y vida cotidiana, 1 2 8 La palabra y la imagen, 1 5 0
A d án B u en osay res, Leopoldo Marechal, 1 2 9 Torito, Julio Cortázar, 1 5 0
Otros textos L a n o ch e b o ca rrib a , Julio Cortázar, 151
C arta a B orges, Macedonio Fernández, 1 3 0 R ay u ela: búsqueda y discusión, 151
F u i a l río, Juan L. Ortiz, 130 R ay u ela, Julio Cortázar, 151
E sp an tap ájaros, Oliverio Girando, 131 Ernesto Sabato:
de la ciencia a la literatura, 153
M ódu lo 6. D e la s v a n g u a rd ia s H om bres y en g ran ajes, Ernesto Sabato, 153
a la p o s m o d e r n id a d S ob re alg u n os m ales d e la ed u ca c ió n ,
Ernesto Sabato, 1 5 4
Del peronismo al antiperonismo, 1 3 3
Narrativa y revelación, 1 5 4
La democracia vigilada, 133
Los tiempos finales, 155
Autoritarismo y violencia, 134
A b b a d ó n e l ex term in ad or,
El precio de una dura experiencia, 134
Ernesto Sabato, 155
Una vez más, la identidad nacional
El teatro: lo viejo y lo nuevo, 1 5 6
com o problema, 135
En busca del público perdido, 1 5 7
Rodolfo Kush:
Sergio de Ceceo y una nueva visión
cultura e identidad nacional, 135
del mundo clásico, 1 5 7
La sed u cció n d e la b a rb a r ie,
E l reñ id ero, Sergio de Ceceo, 1 5 8
Rodolfo Kush, 136
Roberto Cossa y el “neogrotesco”, 1 5 8
G eocu ltu ra d e l h o m b re a m erica n o ,
G ris d e a u sen cia , Roberto Cossa, 1 5 9
Rodolfo Kush, 136
La cultura popular y las manifestaciones
Cultura oficial y cultura popular, 1 3 6
folclóricas, 160
Héctor A. Murena:
Un fenóm eno llamado rock nacional, 160
Europa, América, la Argentina, 1 3 7
Frente al nuevo milenio, 161
P oten cialid ad es, H. A. Murena, 1 3 8
Otros textos
La lecció n a los d esp oseíd os:
L a ca sa , Carlos Gorostiza, 162
Martínez E strada, H. A. Murena, 1 3 8
V ariacion es so b r e e l tiem po,
Ix*s años 60: el cambio y la apertura, 1 4 0
's -01ga Orozco, 162
Una visión estética de la historia
D av id ca n ta su salm o, Marco Denevi, 1 6 3
y de la vida, 140
Bomarza lo bello y lo monstruoso, 141
P r o y e c to , 1 6 4
B'-jmarzo, Manuel Mujica Láinez, 141
La ciudad y su historia menuda, 142
G lo s a rio , 1 6 6
B h om b recito d el azu lejo,
Manuel Mujica Láinez, 143
B ib lio g r a fía , 1 6 8
El desarrollo de la televisión, 1 4 4
Jorge Luis Borges:
una presencia ineludible, 144
B u en os A ires (de E logio d e la som bra),
Jorge Luis Borges, 145
B u en os A ires (de El otro, e l m ism o),
' : rge Luis Borges, 145

5
Palabras al alumno

Al hojear este libro, te encontrarás con representantes del período colonial, de los
un puñado de escritores argentinos. Algu­ primeros años de vida independiente, de
nos de ellos, com o Florencio Sánchez, los duros tiempos de enfrentamientos entre
Horacio Quiroga, Alfonsina Storni y Julio unitarios y federales, de la Organización
Cortázar, nacidos en otras tierras, pero ar­ Nacional, de los años iniciales del siglo XX,
gentinos por elección y permanencia en un del lapso entre las dos guerras, y de los
modo de ser, pensar y sentir. Verás también tiempos modernos, a lo largo de la segun­
que, de acuerdo con la división en etapas da mitad de ese siglo.
que hemos adoptado, en ese puñado hay

Presencias y ausencias

Es probable que conozcas a muchos de y te preguntes dónde están Baldomero


los escritores citados, ya porque hayas leí­ Fernández Moreno y Adolfo Bioy Casares,
do sus obras, o porque, a través de la tele­ por ejemplo, o busques en vano a los
visión, la radio, los diarios o las revistas, poetas “de Boedo y Florida”, de los que
hayas tenido noticia de sus vidas, de sus seguramente oíste hablar, y te deje con­
opiniones políticas, religiosas o literarias, y fundido la ausencia de algunos escritores
de lo que otros han pensado, dicho o es­ de los que recordás algún pasaje leído en
crito sobre ellos o sobre sus producciones. clase, algún poema memorizado para un
Es probable, también, que conozcas a acto escolar o alguna opinión que te ha
otros y los eches de menos en estas páginas; dejado pensando.

¿Las vidas o las obras?

Quizás te resulte curioso que nos de­ literario, hagamos puntuales referencias a
tengam os m ucho en sus textos y digamos las circunstancias históricas, políticas y
muy poco sobre sus biografías; que sien­ sociales que dieron marco a la com posi­
do el tema de este libro em inentem ente ción y publicación de esos textos; y que

6
junto a las creaciones consideradas “gran- no siempre han tenido lugar en los libros
des”, por su calidad, su estilo o la fama destinados a la formación estudiantil, co­
que han alcanzado, hayamos colocado mo el sainete, el tango, la canción folcló-
otras manifestaciones de la literatura que rica y el rock.

Literatura y marco cultural

Creemos (y esto lo ha afirmado Jorge cultural y social en la que se halla inmerso.


Luis Borges repetidas veces) que cuando un /En cuanto a lo “grande” y lo “peque-
escritor ha concluido una obra, esta ya no ñ o "7 l° erudito y lo popular, son califica­
le pertenece; y que al ser humano que en ciones que las circunstancias han elabora­
determinados momentos de su vida escribe do en su momento y que no tienen por
ficciones o poemas, le ocurren cosas que qué seguir vigentes. La sonoridad de un
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no tienen por qué volcarse puntualmente verso, la fuerza expresiva de un diálogo,
en tales creaciones. Pero a la vez pensamos la agudeza de una descripción, la tensión
que, más allá de las experiencias persona­ narrativa, la originalidad de una metáfora
les del escritor, el entorno en el que piensa o la belleza de una imagen pueden darse
y produce ejerce una notable influencia en tanto en un texto de Borges o de Mujica
su obra, que proviene fundamentalmente Láinez como en uno de Charly García o
de su posición frente a la realidad política, Enrique Santos Discépolo. ~J

Lectura y motivación

Queremos que conozcas a los autores guía de tus profesores, a vincular obras y
que aparecen aquí y que disfrutes de sus autores y establecer líneas de contacto en­
textos. Aspiramos a que, a partir de ellos, tre la literatura y las otras artes.
te acerques a otros autores y otros textos. Nos gustaría, por fin, que el placer de
Estamos seguros de que esos conocim ien­ la lectura y el conocimiento de los proce­
tos y esas lecturas te ayudarán a com­ sos culturales que permitieron el naci­
prender la historia cultural de tu país y los miento de esas obras, te motivaran para
fenómenos de los que hoy sos actor y es­ escribir y convertirte así, vos también, en
pectador. un creador de situaciones, de belleza, de
Confiamos en que las actividades indi­ ideas, y en un crítico de la realidad histó-
viduales y colectivas que proponemos, así rico-social y de las creaciones ajenas.
como el proyecto de investigación con el Un largo camino comienza, necesaria­
que cerramos el libro, te inducirán, con la mente, con un paso. Atrevete a darlo.

7
Palabras al docente

Vicisitudes de un libro de literatura

A veces, para presentar un producto estética de la literatura argentina, porque no


cualquiera, un libro, por ejemplo, es útil se­ cubre, aun con las limitaciones propias de
guir el camino de la eliminación y comen­ un texto de ese tipo, la totalidad, o al me­
zar por decir qué es lo que ese producto, nos la mayor parte del complejo proceso de
en este caso, un libro, no es. una literatura de ricas raíces y abundantes y
Esta no es una historia de la literatura ar­ muy variados frutos.
gentina porque una obra de esas caracterís­ Y si se lo calificara como antología co­
ticas, hecha con seriedad y buen criterio, mentada de textos de autores argentinos,
demandaría centenares de páginas que aquí se estaría viendo un sólo perfil de la obra,
no tenemos. Visto al revés, una historia que contiene, es verdad, muchos fragmen­
comprimida en límites tan estrechos no se­ tos de esos autores, aunque su inclusión
ría más que un catálogo de nombres, obras, no depende de un criterio previo de clasi­
movimientos y fechas. Y este libro no lo es. ficación y ordenamiento, ni específicamen­
Tampoco puede considerárselo un ma­ te comentados de acuerdo con pautas
nual, entendido como síntesis histórica o preestablecidas.

Presencias y ausencias

Nos hemos propuesto, en estas páginas, Ello no significa que dejemos de lado a
presentar un panorama de la literatura argen­ otros porque no los consideremos impor­
tina a través de algunas muestras de distintos tantes o representativos. Con ellos podría­
géneros y autores, elegidos por su indiscuti­ mos hacer varios libros similares a este, e
ble calidad literaria y por la importancia que igualmente seguiríamos en deuda con otros
manifestaron en el momento de producirse y poetas, narradores, dramaturgos o ensayis­
en la influencia que ejercieron sobre el pen­ tas de los muchos y buenos que hay en las
samiento o las letras argentinas. letras argentinas.

8
Literatura, historia y sociedad

Frente a los muy diversos modos de pe- mayores márgenes de interpretación cada
riodizar la literatura argentina, complejo te­ fenómeno literario en su contexto socio-
ma sobre el que se han llegado a hacer cultural.
congresos con especialistas, hemos optado
por cortes vinculados con la evolución po­ Hemos tratado de compilar textos de dis­
lítica y social del país: la época colonial y tintos géneros y especies en cada módulo;
los primeros años de vida independiente, pero a la vez consideramos que no debían
el largo enfrentamiento entre unitarios y faltar en ellos las expresiones de la cultura
federales, la Organización Nacional y los popular, literarias y poético-musicales, co­
grandes contrastes entre la vida porteña y mo el sainete, el tango, las producciones de
la vida rural, los años de progreso y ex­ inspiración folclórica, el rock y otras simila­
pansión y las oleadas inmigratorias, la res. De allí, la inclusión de algunos textos
irrupción de las masas en el campo políti­ ensayísticos de autores que han trabajado
co con sus secuelas de inestabilidad demo­ sobre la problemática cultural argentina y
crática y las alternativas de los últimos los distintos tipos de cultura que conviven
tiempos. Ello nos permite encuadrar con en nuestra sociedad.

El libro en el aula

Nos hemos esforzado por idear activi­ como modelo de organización y presenta­
dades que fueran motivadoras de nuevas ción de otros que el alumno deba realizar.
lecturas y a la vez, incentiva doras de la No dudamos de que hay en el libro más
producción individual y la discusión co­ huecos que materiales; pero estamos segu­
lectiva amplia y enriquecedora. ros de haber trazado un camino a través del
Incluimos también un Proyecto final, de­ cual el docente podrá ir llenando esos hue­
liberadamente pautado, para que además cos a partir de su propia formación y expe­
de ofrecer una propuesta determinada sirva riencia.

A lfr e d o E. F r a s c h in i

9
Nacimiento e infancia de nuestra literatura
Los prim eros cronistas y poetas. La cultura colonial. La cultura virreinal.
N eoclasicism o y barroco. Literatura y política. P oesía patriótica de nivel culto y
popular
El punto inicial
Allí levantamos una ciudad que se llam a Buenos Aires, esto quiere decir buen viento.
También traíamos de España, sobre nuestros buques, setenta y dos caballos y yeguas, que
así llegaron a dicha ciudad de Buenos Aires. Allí, sobre esa tierra, hemos encontrado unos
indios que se llaman Querandís, unos tres mil hombres con sus mujeres e hijos; y nos tra­
jeron pescados y carne para que comiéramos.

A. sí contaba el soldado alemán Ulrico parte del continente y titulado Viaje a l Río
Schmidel, integrante de la expedición de de la Plata- registra los sucesos de esa vida
Pedro de Mendoza, los primeros momentos dura, en una aldea rodeada por un foso y
de la historia de la ciudad fundada en 1536 una empalizada, pendiente, para su susten­
por el Adelantado a orillas del Río de la to, de la buena relación con los indígenas.
Plata. Entre la historia y la n o v e l a e l texto Uno de esos episodios recuerda un caso de
-e l primero en su género12* escrito en esta antropofagia provocada por el hambre:

Fue tal la pen a y el desastre del ham bre que no bastaron ni ratas ni ratones, víboras ni
otras sabandijas; hasta los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido. Sucedió que tres
españoles robaron un caballo y se lo com ieron a escondidas; y así que esto se supo se les
prendió y se les dio tormento para que confesaran. Entonces se pronunció la sentencia de
que se ajusticiara a los tres españoles y se los colgara en una horca. Así se cumplió y se los
ahorcó. No bien se los había ajusticiado, y se hizo la noche y cada uno se fu e a su casa,
algunos españoles cortaron los muslos y otros pedazos del cuerpo de los ahorcados, se los lle­
varon a sus casas y allí los comieron. También ocurrió entonces que un español se com ió a
su propio herm ano que había muerto.
U lrico Schm idel
Viaje a l Río de la Plata, Buenos Aires, Ediciones Nuevo Siglo, 1995.

Esta penuria es el primer motivo inspi­ que venían con Mendoza, lo recoge en su
rador de desarrollo literario en estas tierras. Romance elegiaco.
Luis de Miranda, uno de los ocho clérigos

Lo que más que aquesto* junto que algunos ni digerían


nos causó ruina tam aña muchos tristes los com ían
fu e la ham bre más extraña que era espanto.
que se vio; Allegó la cosa tanto
la ración que allí se dio que como en Jerusalén,
fueron seis onzas u ocho la carne de hom bre también
m al pesadas; la comieron.
las viandas más usadas Las cosas que allí se vieron
eran cardos que buscaban, no se han visto en escritura,
y aun estos no los hallaban ¡comer la propia asadura
todas veces; de su hermano!
el estiércol y las heces
Luis de M iranda
“Romance elegiaco”, en Los fundadores, Buenos Aires, CEAL, 1967.

1 Para el estudio puntual de la literatura narrativa se recomienda la consulta de Alicia Susana Montes de Faisal,
El v iejo o fic io d e c o n ta r h istorias. E l d iscu rso n arrativo. Buenos Aires, Kapelusz, 1999 (Biblioteca del Polimodal).
2 Género (literario): cada una de las tres grandes formas de la literatura: la narrativa, la poesía lírica y el teatro.
? Aquesto: arcaísmo por “esto”.

11
Miranda atribuye a estas desgracias un No muchos años más tarde el cronista
origen de orden moral: la condena a muer­ asunceño Ruy Díaz de Guzmán (1558-1629)
te, sin derecho a juicio, de Juan de Osorio, recogió el episodio y lo incluyó en un capí­
ordenada por Mendoza en las costas de Río tulo de La Argentina manuscrita-.
de Janeiro.

En este tiempo padecían en Buenos Aires cruel hambre, porque faltándoles totalmente la
ración, com ían sapos, culebras, y las carnes podridas que hallaban en los campos, de tal
m anera que los excrementos de los unos com ían los otros, viniendo a tanto extremos de
ham bre como en tiempo que Tito y Vespasiano tuvieron cercada a Jerusalén y com ieron car­
ne hum ana; así le sucedió a esta mísera gente, porque los vivos se sustentaban de la carne
de los que morían, y aun de los ahorcados p or justicia, sin dejarles más que los huesos, y tal
vez hubo herm ano que sacó la asadura y entrañas a otro que estaba muerto para susten­
tarse con ella.
Ruy Díaz de Guzmán
La Argentina,
Buenos Aires, Secretaría de Cultura de la Nación, 1994.

Esta obra histórico-novelesca abarca los fue testigo de la segunda fundación de Bue­
hechos acaecidos en estas tierras del sur nos Aires por Juan de Garay: Argentina y
americano a lo largo del siglo XVI y primeros conquista del Río de la Plata. El nombre que
años del XVII; y su título se vincula con el de después tomaría el territorio de nuestro país
un extensísimo poema escrito hacia 1580 por significa “platense” o “de plata”, a partir del
el sacerdote Martín del Barco Centenera, que nombre latino de la plata, “argentum”.

Del indio chiriguana encarnizado


en carne hum ana origen canto solo,
p or descubrir el ser tan olvidado
del Argentino Reyno, gran Apolo,
envíam e del monte consagrado
ayuda con que pueda aqu í sin dolo
a l mundo publicar en nueva historia
de cosas adm irables la memoria.

M artín del B arco C entenera


La Argentina y Conquista del Río de la Plata,
Buenos Aires, Secretaría de Cultura
de la Nación, 1994.

En un estilo renacentista* algo recargado históricos acaecidos en el Plata, el Perú, Tu-


y de escaso nivel poético, con manifiestas cumán y Brasil desde el descubrimiento del
huellas del poeta latino Virgilio (siglo I a. Río de la Plata hasta la segunda fundación
C.) y del español Alonso de Ercilla4, Cente­ de Buenos Aires.
nera mezcla leyendas fabulosas con hechos

4 Véase Alonso de Ercilla, L a A rau can a. Buenos Aires, Kapelusz, 1970 (GOLU).
* El asterisco remite al Glosario que figura al final del libro.

© 12
1. M anuel M ujica Láinez recrea en “El ham­ cias entre cada fuente y el cuento de M u ji­
bre ” -el prim er cuento de su libro Misteriosa ca Láinez.
Buenos Aires- el episodio de las penurias vi­ 2. En esta etapa de la historia americana se es­
vidas por los hombres de Pedro de M e n d o ­ criben obras historiográficas muy importantes
za en la aldea recién fundada. Se sugiere la como La Argentina manuscrita de Ruy Díaz de
lectura de este cuento por p a rte de todo el Guzmán, los Comentarios reales de Garcilaso
‘curso y la form ación de tres equipos para el de la Vega, el Inca, y la Verdadera historia de la
análisis de sus fuentes. Un equipo tra b a ja rá conquista de la Nueva España de Bernal Díaz
sobre el relato de Schmidel; otro, sobre el ro ­ del Castillo. Se sugiere la formación de equipos
mance de Luis de M ira n d a ; el tercero, sobre para que cada uno de ellos compare fragmen­
la crónica de Ruy Díaz de Guzm án. Los tos de las tres obras en aspectos estilísticos e
alumnos redactará n un informe final en el ideológicos y elabore un informe para discutir
que señalarán las coincidencias y d ife re n ­ en clase.

La cultura colonial

La colonización del territorio americano, particulares para comentar esos libros y


efectuada desde mediados del siglo XVI otros temas de interés.
hasta fines del XVII estuvo signada por el
estilo autoritario de gobierno impuesto por Córdoba, en cambio, poseía en ese tiem­
los Austria desde la corona española y por po los caracteres de una ciudad con inquie­
una creciente intolerancia religiosa de parte tudes intelectuales y estéticas. La radicación
de los poderes civiles y religiosos. Hasta de la sede del obispado del Tucumán y la
1776 los territorios de las actuales repúblicas acción educativa de los jesuítas en la ciudad
de Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay y la Ar­ mediterránea, crearon las condiciones para
gentina pertenecían al Virreinato del Perú, y la fundación de una casa de altos estudios
las ciudades más importantes del centro y en 1613, el Colegio Máximo, que luego se
noroeste argentino -Córdoba, Santiago del convertiría en Universidad de Córdoba. An­
Estero, Tucumán, Salta, Jujuy- estaban ali­ tes de finalizar el siglo ya existía allí un es­
neadas en una ruta obligada hacia Lima. tablecimiento preparatorio, que hoy llama­
ríamos de enseñanza media, el Colegio de
A principios del siglo XVII Buenos Aires Nuestra Señora de Monserrat, y una nutrida
era una aldea portuaria habitada por una biblioteca que a mediados del siglo XVIII
burguesía* medianamente adinerada rodea­ llegó a poseer cerca de diez mil volúmenes.
da de numerosos esclavos y sirvientes, con
una actividad casi exclusivamente ceñida al A Córdoba venían a estudiar jóvenes
comercio y el contrabando. No existían bi­ provenientes de las ciudades del Tucumán,
bliotecas públicas ni colegios, y los pocos el Alto Perú, el Guayrá, Cuyo y el Río de la
intelectuales que allí vivían se conformaban Plata; y a dar clases, profesores de todas las
con la lectura de algunos libros que llega­ latitudes europeas, especialistas en Filoso­
ban de Europa y con reuniones en casas fía, Teología, Ciencias y Letras.

Luis de Tejeda: el primer poeta

Alumno de una de las primeras promo­ americano, cuyo soneto en honor de San­
ciones del Colegio Máximo de Córdoba ta Rosa de Lima es un modelo de discurso
fue el poeta Luis de Tejedá (1604-1680), poético* místico-ético*.
ilustre representante del barroco* literario

13
Nace en provincia verde y espinosa Mas ya del cairel desaprisiona
tierno cogollo; apenas engendrado la virgen hoja, previniendo engaños;
entre las rosas, sol es ya del prado, la corta y pone en su guirnalda o zona.
crepúsculo de amor, mayo de rosas.
Así esta virgen tierna en verdes años
De los llantos del alba apenas goza; cortó su Autor, y puso en su corona:
cuando es del Dueño singular cuidado, ¡Oh, bien anticipados desengaños!
temiendo, o se lo tronche algún arado,
o se lo aje mano artificiosa.
Luis de Tejeda
“Soneto a Santa Rosa de Lima”, en Obras (selección),
Buenos Aires, Secretaría de Cultura de la Nación, 1994.

La marca de Góngora sé detecta en expre­ de hacerla morir joven para evitar que las
siones complejas como “llantos del albd’ y fuerzas del mundo puedan dañarla.
“crepúsculo de a m o f, y en el encadenamien­ Tejeda es autor de un extenso texto en
to de imágenes y metáforas que conforman verso y prosa, poblado de experiencias au­
una alegoría. A través de este recurso, el poe­ tobiográficas y reflexiones morales: El Pere­
ta delinea la vida virtuosa de Rosa y manifies­ grino en Babilonia 5, que recoge el tema del
ta la necesidad del “Dueño” y “A utof (Dios), viaje cuyo modelo es la Odisea homérica.

Testimonios de otro viaje

¿Cómo eran por entonces los paisajes y vos com erciantes que tratan de muías; y
las ciudades de la región que luego sería el otras históricas- cuyo autor, Calisto Busta-
Virreinato del Río de la Plata? ¿Cómo eran mante Carlos Inca, alias Concolorcorvo,
y cómo vivían sus habitantes rurales y ur­ compuso a partir de las memorias del fun­
banos? ¿Qué medios de comunicación cionario de correos don Alonso Carrió de
existían? Un entretenido libro con larguísi­ la Vandera, nos brinda una descripción co­
mo título -E l lazarillo de ciegos cam inan­ lorida de paisajes, personajes, usos y cos­
tes desde Buenos Aires hasta Lima, con sus tumbres de las regiones atravesadas en el
itinerarios según la más puntual observa­ viaje del título.
ción, con algunas noticias útiles a los nue­ Así habla de Buenos Aires:

Esta ciudad está situada a l Oeste del gran Río de la Plata y, me parece, se puede contar
p or la cuarta del gran gobierno del Perú, dando el prim er lugar a Lima, el segundo a l Cuz­
co, el tercero a Santiago de Chile y a esta el cuarto. (...) Hay pocas casas altas, pero algunas
bastante desahogadas y muchas bien edificadas con buenos muebles, que hacen traer de la
rica m adera delJaneiro por la Colonia del Sacramento. Algunas tienen grandes y coposas p a ­
rras en sus patios y traspatios. (...) No hay estudios públicos, por lo que algunos envían sus hi­
jos a Córdoba y otros a Santiago de Chile, no apeteciendo las conveniencias eclesiásticas de
su país, por ser de muy corta congrua 6 y sólo suficientes para pasar una vida frugal. (...) Es­
ta ciudad está bien situada y delineada a la moderna, dividida en cuadras iguales y sus ca­
lles de igual y regular ancho, pero se hace intransitable a p ie en tiempo de aguas, porque las
grandes carretas que conducen los bastimentos y otros materiales, hacen unas excavaciones
en medio de ellas en que se atascan hasta los caballos e impiden el tránsito de los de a pie,

5 Este es, en rigor, el título del segundo tramo de la obra, que Ricardo Rojas tomó como título general para la edi­
ción de la obra que él dirigió.
6 Congrua: ganancia, poder económico.

14
principalmente el de una cuadra a otra, obligando a retroceder a la gente, y muchas veces a
quedarse sin misa cuando se ven precisados a atravesar la calle.
C on colorcorvo
El lazarillo de ciegos caminantes. Buenos Aires, Emecé, 1997.

El texto de Concolorcorvo registra por primera vez la figura del gaucho, al que llama
■gauderio", con estos caracteres:

Estos son unos mozos nacidos en Montevideo y en los vecinos pagos. Mala cam isa y peor
lestido, procuran encubrir con uno o dos ponchos, de que hacen cam a con los sudaderos
del caballo, sirviéndoles de alm ohada la silla. Se hacen de una guitarrita, que aprenden a
tocar muy m al y a cantar desentonadamente varias coplas, que estropean, y muchas que
sacan de su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores. Se pasean a su albedrío p or to­
da la cam paña y con notable com placencia de aquellos sem ibárbaros colonos, comen a su
costa y pasan las sem anas enteras tendidos sobre un cuero cantando y tocando. Si pierden
el caballo o se lo roban, les dan otro o lo toman de la cam paña enlazándolo con un cabres-
to muy largo que llam an rosario. Ob. cit.

Desde un ángu\o más técnico y erudito, pecialistas vinculados con la orden jesuíti-
la descripción geográfica y etnográfica fue ca y con el emprendimiento cultural cor­
abordada en la misma época por Thomas dobés: Nicolás del Techo. Franfois Charle-
Falkner -físico inglés, discípulo de Newton voix y Martín Dobritzhoffer. entre otros,
que enseñó en la Universidad de Córdo­ escribieron tratados de historia de los pue­
b a - en su Descripción de la Patagonia y blos e instituciones de la región. Otros dos
sus adyacencias en Sud América, y por Pe­ profesores de Córdoba. Antonio Machioni
dro Lozano en su Descripción del Gran y Alonso de Barzana escribieron gramáti­
Chaco Gualumba. Los aspectos históricos cas y vocabularios de algunas lenguas in­
fueron estudiados entonces por varios es­ dígenas americanas.

1. Los centros educativos de los jesuítas dieron 2. Varios templos católicos del centro y noroes­
gran importancia al desarrollo de la música. Do- te argentino -como la Catedral de C órdoba-
ménico Zipoli, llamado “el Vivaldi de Córdoba”, tienen rasgos del llamado barroco americano ,
compuso numerosas obras de claro estilo barro­ variante local con caracteres propios del barro­
co. Se sugiere que los alumnos escuchen algunas co español. Los alumnos buscarán material g rá ­
obras de Zipoli 7 y de Vivaldi, y con apoyo del fico sobre estos templos y, con ayuda del profe­
profesor de Música realicen una comparación sor de Plástica, organizarán una clase sobre es­
técnica, formal y estética, entre unas y otras. te estilo.

La cultura virreinal
La creación del Virreinato del Río de la educación y la cultura de la región del Tu-
Plata en 1776 da a Buenos Aires un impul­ cumán y una virtual anulación de activida­
so político notable que se refleja en la cul­ des culturales en las Misiones del Guayrá.
tura y en las letras. Intelectuales, artistas y artesanos provenien­
tes de esos centros educativos se instalaron
La expulsión de los jesuítas, en 1767, ha­ en Buenos Aires y se incorporaron a los
bía provocado cambios importantes en la grupos locales de acción cultural.

Existe una producción discográfica del sello Melopea 992) titulada M ú sica d e la s m ision es d e C hiqu itos que
contiene varias obras de Zipoli.

15
Durante la gestión virreinal de Juan José neoclasicismo*, tendencia estética a la que
de Yértiz y Salcedo se funda el Real Colegio adhirieron varios poetas de entonces, entre
de San Carlos, en el predio de la llamada ellos el autor de nuestro Himno Nacional,
"manzana de las luces” (actuales calles More­ Vicente López y Planes.
no. Perú. Alsina y Bolívar, en las proximida­
En abril de 1801, durante la gestión del
des de la Plaza de Mayo), y cerca de allí se
virrey Joaquín del Pino, aparece el primer
levanta el Teatro de la Ranchería8. En el Co­
periódico porteño, El Telégrafo Mercantil,
legio se irán formando intelectual e ideológi­
Rural, Político, Económico e Historiográfi-
camente los hombres que habrán de dirigir el
trayecto de la transformación política de las
co, fundado por Francisco Cabello y Mesa.
En ese número inicial Lavardén publica su
colonias en una nación independiente. En el
“Oda al majestuoso Paraná”, obra que pro­
escenario de la Ranchería los porteños cono­
voca polémicas críticas, imitaciones y paro­
cerían muchas obras de origen europeo y
dias. Inspirado en las Geórgicas de Virgilio,
también el primer drama argentino, Siripo, de
el poeta da sentido didáctico9 a sus versos
Manuel José de Lavardén, obra de la cual só­
(agrega incluso algunas notas explicativas
lo se conservan algunos fragmentos.
al texto), que acaso por esto mismo pier­
Este escritor, más conocido por su pro­ den vuelo poético y adquieren una expre­
ducción lírica, es un representante del sión más adecuada a la prosa.

Augusto Paraná, sagrado río,


primogénito ilustre del Océano,
que en el carro de nácar refulgente,
tirado de caim anes recam ados
de verde y oro, vas de clim a en clima,
de región en región,vertiendo fran co
suave frescor y pródiga abundancia,
tan grato al portugués com o a l hispano.

M anuel Jo sé de Lavardén
“Oda al majestuoso Paraná” (versos 1-8), en La Lira Argentina,
Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1982.

Con estas palabras Lavardén inicia su in­ pañado con señales de victoria y escoltado
vitación al río para que descienda desde la por sus afluentes, el Paraguay y el Uruguay,
escondida gruta en la que se había replega­ a los que presenta como dioses tributarios.
do a causa de la incursión de los corsarios A su paso, los campos sedientos recobrarán
ingleses. Desea que ese retorno sea acom­ su fecundidad.

Extiéndete anchuroso, y tus vertientes,


dando socorros a sedientos campos,
den idea cabal de tu grandeza.
No quede seno que a tu excelsa mano
deudor no se confiese. Tú las sales
derrites, y tú elevas los extractos
de fecundos aceites; tú introduces
el hum or nutritivo y, suavizando

8 Teatro de la Ranchería: Es el primer teatro que tuvo la ciudad de Buenos Aires en la época del virrey Vértiz.
9 Didáctico: relativo a la enseñanza; sentido didáctico es sentido educativo.

16
el árido terrón, haces que admita
de calor y hum edad ferm entos caros.

Ob. cit., versos 47-56.


Tras el presagio de que las riquezas dustrias, Lavardén finaliza con una visión
materiales mencionadas promoverán el triunfal de los reyes de España Carlos IV y
desarrollo de las artes, las ciencias y las in- María Luisa de Parma.

1. Leer en forma completa la “O d a al majes­ temática entre ias tres obras.


tuoso Paraná" de Lavardén, la “Silva a la a g ri­
cultura en la zona tó rrid a ” de Andrés Bello, y 2. Leer las Geórgicas de Virgilio y buscar en esa
"A los ganados y las mieses” de Leopoldo Lu- obra los elementos fundamentales en los cuales
gones; y establecer una comparación formal y los poetas citados se inspiraron.

Literatura culta y literatura popular

La oposición entre lo “culto” y lo “popu­ en 1776 se convirtió en primer Virrey del


lar” que caracteriza a tantos campos de la Río de la Plata) sobre los portugueses que
cultura argentina, sobre todo el de las letras, pretendían invadir la Banda Oriental, Ma­
se manifiesta por primera vez en dos com­ ciel escribe un soneto en lengua culta,
posiciones de Juan Baltasar Maciel, canciller adornada con todo tipo de recursos retó­
y director de estudios del recién fundado ricos*, con una puntual alusión al pasaje
Colegio de San Carlos y promotor de la ac­ del canto X de la Eneida de Virgilio en el
tividad teatral en Buenos Aires. que Eneas mata a Lauso, hijo de su enemi­
go el rey etrusco Mecencio, y con men­
Con motivo del triunfo de Pedro de Ce- ción de personajes míticos, en el mejor es­
vallos (gobernador de Buenos Aires que tilo neoclásico.

Cuando el invicto Eneas vio rendido Tal es ¡oh, generosos lusitanos!,


a l joven Lauso, que a sus pies postrado, la gloria que revela vuestra caída
sintiendo de su suerte el fa ta l hado cuando del gran Cevallos sois trofeos.
m aldice el polvo que mordió rendido;
Pues mucho gana quien se rinde a ma­
no te aflijas, le dijo condolido, nos
por ser despojo de mi brazo airado; de este hijo de Minerva, que la egida
que el mayor timbre de tu orgullo osado, blandió mejor que Ulises y Teseo.
es ser mi espada la que así te ha herido.
Ju an B altasar M aciel
‘Soneto. Se consuela a los portugueses vencidos por Excmo. D. Pedro Cevallos”,
en La literatura virreinal, Buenos Aires, CEAL, 1967.

Y con el mismo motivo, escribe un ro­ ta un guaso10, en estilo campestre, los triun­
mance octosilábico en lengua coloquial, de fos del Excmo. D. Pedro Cevallos”. Es, sin
dudosa ortografía, con sintaxis sencilla y lé­ duda, el más lejano antecedente de la lite­
xico salpicado de términos típicos de los ratura gauchesca.
suburbios y de la zona rural, titulado “Can­
10 Guaso: ordinario, rústico; para algunos es sinónimo de “gaucho”.
Aquí me pongo a cantar y repartido en las pampas,
abajo de aquestas talas, donde con guam pas y lazo
del mayor guaina del mundo sean de nuestra lechigada.
los triunfos y las gazañas,
del Señor de Cabezón Su colonia, raz con raz,
que por fu erza es cam arada desque queda con la playa,
de los guapos Cabezones y en ella ¿quando la otra
que nada tienen de mandrias. harán de azulejos casas?
Hé de puja, caballero Perdone Señor Ceballos
y bien vaia toda su alm a mi rana silvestre y guaza,
que a los portugueses jaques que las germ anas de Apolo
a surrado la badana. no habitan en las campañas.
Como a obejas los ha arriado

Ju an B altasar M aciel
“Canta un guaso...”, en La literatura virreinal,
Buenos Aires, CEAL, 1967.

(En nivel culto actual, el texto dice.- Aquí me pongo a ca n ta r/ debajo de estos ta la s/ del
mayor hom bre del mundo / los triunfos y las hazañas, / del Señor de Cabezón / que p or fu er­
za es cam arada / de los guapos Cabezones / que nada tienen de cobardes/H om bre de va­
lor, caballero, / y bien vaya toda su alm a / que a los portugueses fan farron es / les ha dado
una paliza. / Como a ovejas los ha arreado / y repartido en las pampas, / donde con cuer­
nos y lazos/sean de nuestra cuadrilla. (...) Su colonia, ras con ras1111, /d e s d e que queda con
la playa, / y en ella ¿cuándo la o tra / harán de azulejos casas?/Perdone Señor C evallos/ mi
rana silvestre y sencilla, / que las herm anas de Apolo / no habitan en los campos.)

La única alusión mitológica del texto -las -cuyo croar poco tiene de canto refinado-
“germanas de Apolo”, esto es, las Musas*, es una clara oposición a figuras como el
que no habitan en nuestros campos- sirve ruiseñor y otras aves tantas veces evocadas
para renegar de las referencias al mundo por los poetas para subrayar la excelencia
clásico en un texto popular. Paralelamente, de su canto.
la mención de la “rana silvestre y guasa”

1. Los conceptos de “culto" y "popular” han sido las manifestaciones folclóricas; entre la pintura
muy discutidos y confrontados en la Argentina, de Fernando Fader y los dibujos de Florencio
por las connotaciones sociales y políticas que M olina Campos.
ellos encierran. Se sugiere la formación de tres
Será muy importante el asesoramiento de los pro­
equipos que investigarán aspectos “cultos” y
fesores de Música y Plástica para este trabajo.
“populares" en distintas manifestaciones de la
cultura argentina: la literatura, la música y la 2. Con los informes obtenidos puede realizarse
plástica, por ejemplo. Pueden establecer com­ un debate sobre lo culto y lo popular en las a r­
paraciones formales, de vocabulario y recursos, tes y las letras argentinas, coordinado por el
temáticas y técnicas, entre la poesía de Borges profesor de Literatura y los profesores de Músi­
y el tango o el rock; entre la música sinfónica y ca y Plástica.

11 Ras con ras: borde con borde, de manera pareja.

18
Hacia una literatura rioplatense

El proceso de enriquecimiento cultural Mayo, campañas militares libertadoras, de­


iniciado con el virreinato y desarrollado par­ claración de la independencia, entre otros -
ticularmente durante las gestiones guberna­ motivaron a los escritores rioplatenses para
mentales de Juan José de Vértiz y Joaquín la composición de obras alusivas de distin­
del Pino se manifestó en el periodismo, el to tipo (artículos periodísticos, discursos,
teatro, la educación, las artes plásticas y la obras teatrales, poemas). “La Patria es una
música. nueva musa que influye divinam enté’, de­
cía Fray Cayetano Rodríguez a propósito de
Los sucesos políticos acaecidos en Euro­
esta actividad literaria.
pa y en América durante los primeros años
del siglo XIX - expansión del poder napo­ Así defendía Mariano Moreno, por en­
leónico, invasiones inglesas, Revolución de tonces, la libertad de expresión:

¿No sería la obra más acepta a la humanidad, porque la pondría a cubierto de la opreso­
ra esclavitud de sus preocupaciones, el dar ensanche y libertad a los escritores públicos para
que las atacasen a viva fuerza, y sin compasión alguna? Así debería ser seguramente: pero la
triste experiencia de los crueles padecim ientos que ban sufrido cuantos han intentado com ­
batirlas, nos arguye la casi imposibilidad de ejecutarlo. (...) Desengañémonos a l fin que los
pueblos yacerán en el embrutecimiento más vergonzoso, si no se da una absoluta franquicia
y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades san­
tas de nuestra augusta religión, y a las determinaciones del gobierno, siempre dignas de
nuestro mayor respeto. (...) Seamos, una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opi­
niones; tengamos menos am or propio; dese acceso a la verdad y a la introducción de las lu­
ces y de la ilustración: no se reprima la inocente libertad de pensaren asuntos del interés uni­
versal; no creamos que con ella se atacará jam ás impunemente a l mérito y la virtud, porque
hablando por sí mismos en su fav or y teniendo siempre por árbitro im parcial a l pueblo, se re­
ducirán a polvo los escritos de los que indignamente osasen atacarles.
M ariano M oreno
“Sobre la libertad de escribir”, en Gaceta de Buenos Aires, 21 de junio de 1810.

Y así caracteriza a la revolución americana Bernardo de Monteagudo:

Empezó nuestra revolución y en vano los mandatarios de España ocurrirán con mano tré­
mula y precipitada a empuñar la espada contra nosotros: ellos erguían la cabeza y juraban
apagar con nuestra sangre la llama que em pezaba a arder; pero luego se ponían pálidos al
ver la insuficiencia de sus recursos. La Plata rasgó el velo; La Paz presentó el cuadro; Quito
arrostró los suplicios; Buenos Aires desplegó a la fa z del mundo su energía y todos los pueblos
juraron sucesivamente vengar la naturaleza ultrajada por la tiranía. Ciudadanos, he aqu í la
época de la salud: el orden inevitable de los sucesos os ha puesto en disposición de ser libres si
queréis serlo: en vuestra mano está abrogar el decreto de vuestra esclavitud y sancionar vues­
tra independencia. Sostener con energía la majestad del pueblo, fom entar la ilustración; tales
deben ser los objetos de esta sociedad patriótica, que sin duda hará época en nuestros anales,
si, como yo lo espero, fija en ellos los esfuerzos de su celo y am or público.
B ern ard o de M onteagudo
Oración inaugural pronunciada en la apertura de la Sociedad Patriótica
la tarde del 13 de enero de 1812.

19
Política y poesía

Desde un punto de vista literario, lo más De los 132 poemas que incluye la colec­
valioso de toda esa producción inspirada en ción, 37 son de autor anónimo, y el resto de
sucesos políticos, como testimonio y como poetas como Fray Cayetano Rodríguez,
manifestación estética, es la serie de poe­ Juan Cruz Varela, Francisco de Paula Casta­
mas aparecidos en periódicos y revistas en­ ñeda, Vicente López y Planes, Bartolomé
tre 1801 y 1824 que en su mayoría fueron Hidalgo, y otros de menor fama. Con res­
recopilados bajo el título general de La Li­ pecto a su temática y a sus formas, dice Pe­
ra Argentina. dro Luis Barcia:

“Cuanto hecho m ilitar o civil reafirm e el cam ino de la independencia iniciado en Ma­
yo, encontrará aqu í su celebración poética. Las form as preceptivas - la loa, la oda, el can­
to, las canciones y m archas m usicalizadas- son maneras de encomio, vivas poéticos, expre­
siones del festejo, de la alabanza, de la conm emoración; form as del aplauso por los triunfos
en los campos de com bate o los aciertos decisivos en los salones de asam bleas y congresos. El
ánim o que nutre esta poesía es común a todos los poetas del momento. ” (La Lira Argentina.
Edición crítica, estudio y notas de Pedro Luis Barcia. Buenos Aires, Academia Argentina de
Letras, 1982J.

Uno de esos poemas es la “Marcha pa­ reconstruida por Juan Pedro Esnaola, es
triótica” de Vicente López y Planes que la una oda lírico-épica* en nueve octavas de
Asamblea del año XIII consagró como Him­ versos decasílabos y un coro constituido
no Nacional. Inspirado en La Marsellesa de por dos octosílabos y dos decasílabos.
Rouget de Lisie y en el Canto guerrero p a ­
ra los asturianos de Gaspar de Jovellanos, El apostrofe* inicial exhorta a los hom­
el texto de López y Planes que musicalizó bres a contemplar el surgimiento de una
Blas Parera y hoy cantamos en la versión nación:

Oíd, mortales, el grito sagrado:


¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas;
ved en trono a la noble Lgualdad.
Se levanta a la fa z de la tierra
una nueva y gloriosa nación,
coronada su sien de laureles
y, a sus plantas, rendido un León.

V icente López y Planes


“Marcha patriótica”, en La Lira Argentina, edición citada.

El sentimiento de libertad que conmueve vinculadas con las guerras de la indepen-


a toda Latinoamérica se manifiesta en el dencia en distintos países del continente:
Himno en las interrogaciones retóricas

¿No los veis sobre México y Quito


arrojarse con saña tenaz?
¿Y cual lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabam ba y La Paz?

20
¿No lo veis sobre el triste Caracas
luto y llantos y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
Ob. cit.

Pero Buenos Aires se pone a la cabeza saludan al argentino por su triunfo sobre los
de la resistencia y logra la victoria: los tira- opresores,
nos se repliegan y los pueblos americanos

La victoria a l guerrero argentino


con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infam ia a la fu ga se dio.
Sus banderas, sus arm as se rinden
por trofeos a la libertad
y sobre alas de gloria alza el pueblo
trono digno a su gran majestad.
Ob. cit.

Vocabulario, sintaxis, recursos y alusio­ traductor de Virgilio y Horacio, propulsor


nes definen el carácter neoclásico del texto de un estilo neoclásico abundante de re­
de López y Planes; y otro tanto puede de­ cursos retóricos y alusiones eruditas. Su
cirse de la música de Parera. oda sobre la liberación de Lima por parte
del general San Martín -e n la que se obser­
Uno de los poetas más notables registra­ van reminiscencias de Horacio- rescata el
do en La Lira Argentina es Juan Cruz Vare- valor de la poesía como trasmisora de la
la (1794-1839), hombre de vasta cultura, memoria heroica.

Sólo es dado a los versos y a los dioses


sobrevivir a l tiempo. ¿Quién ahora
a Eneas y sus hechos conociera?
¿Quién de Príamo triste los atroces
dolores, y la llam a asoladora
de su infeliz ciudad, si no viviera
la musa de Marón? Y sin Homero,
¿qué fu era ya de Aquiles? Los loores
cantad, cantad del inmortal guerrero,
y tributadle honores
que no puede mi lira,
porque es débil la musa que me inspira.

Ju an Cruz Varela
“Por la libertad a Lima el 10 de julio de 1821”,
en La Lira Argentina, ed. cit.

Una fuerte carga ideológica antiautori­ mo irracional que la reforma eclesiástica


taria y anticlerical trasciende de algunas emprendida por el gobierno liberal de
de sus composiciones. Así en “La preocu­ 1823 había provocado en algunos secto­
pación” 12 apunta Varela contra el fanatis­ res sociales. Luego de evocar el sacrificio

12 Este título, que encierra una clave de la filosofía epicúrea, fue cambiado por “La superstición” en ediciones pos­
teriores del poema.

21
de Ifigenia por parte de su padre Agame­ para obtener la victoria en Troya, exclama
nón, instigado por el sacerdote Calcas, el poeta:

¡Religión!, ¡religión!, tu nombre santo La religión es hoy el instrumento,


doquiera se profana; como siempre lo ha sido,
y en vano la deidad manifestarse de la astucia, la intriga; y confundido,
bondadosa ha querido el resplandor de la verdad divina,
a la m enguada inteligencia humana. todo el orbe cam ina
Los mismos que escucharla han pretendido, en ciega oscuridad, lo mismo ahora
entre tiniebla densa que en los siglos de atrás; y elpueblo ignora
y entre negra impostura lo que saber debiera
han logrado ocultar su lumbre pura. si, a l gritar ¡Religión! no se mintiera.

Ju an Cruz Várela
“La preocupación” (versos 54-71), en La Lira Argentina, ed. cit.

La fuente literaria y filosófica de esta Más allá de su condición de poeta, Juan


composición es un pasaje del Libro I del Cruz Varela mostró una particular preocu­
poema didáctico Acerca de la naturaleza pación por el problema educativo y la mi­
de las cosas de Lucrecio, poeta latino del sión de los intelectuales en la contención
siglo I a. C., que hizo conocer en Roma el del pensamiento popular, en un momento
pensamiento epicúreo*. Es muy probable en que la intolerancia y el fanatismo habían
que Varela la haya consultado en su ver­ convertido a la palabra escrita en un instru- *
sión original, en la biblioteca del Colegio mentó de agresión y a las columnas de los
de San Carlos. periódicos en campos de batalla verbal.

Bartolomé Hidalgo: un claro antecedente de la gauchesca

Pero La Lira Argentina registra también alude a un tipo de canción bailable típica de
poesía escrita en lengua popular como los la llanura bonaerense) el poeta, identificado
cielitos y los diálogos del oriental Bartolomé como “un gaucho de la Guardia del Monte”,
Hidalgo (1788-1822), que pueden conside­ saluda irónicamente al Conde de Casa Flo­
rarse antecedentes válidos de la poesía gau­ res, enviado español de Fernando VII resi­
chesca. En uno de esos “cielitos” (el nombre dente en la corte de Río de Janeiro.

Quien anda en estos m aquines 13 El conde cree que ya es suyo


es un conde Casa-Flores, nuestro Río de la Plata:
a quien ya mis compatriotas ¡cómo se conoce, amigo,
le han escrito mil primores. que no sabe con quién trata!

Cielito digo que no, Allá va cielo y más cielo,


siempre escoge don Fernando cielito de Casa-Flores,
para esta clase de asuntos Dios nos librará de plata
hombres que andan deletreando. pero nunca de pintores.

B artolom é Hidalgo
“Un gaucho de la Guardia del Monte contesta al manifiesto de Fernando VII y saluda
al conde de Casa-Flores con el siguiente cielito, escrito en su idioma”,
en La Lira Argentina, ed. cit.
! Maquines: intrigas, trampas.

22
Los motivos críticos de la política y las tan d a que separa a los amigos, son moti­
malas costumbres sociales aparecen en va­ vos p ara mostrar actitudes, costumbres,
rios de sus “diálogos”, así llamados porque modos de com portamiento del gaucho que
en ellos son dos los interlocutores: Jacinto se entrelazan con la exaltación de las glo­
Chano, capataz de una estancia en las islas rias guerreras y los ideales ciudadano s”.
del Tordillo, y Ramón Contreras, gaucho de (A.R. Cortazar, Folclore y literatura. Bue­
la Guardia del Monte. nos Aires, Eudeba, 1964).

Augusto Raúl Cortazar, estudioso de En el “Diálogo patriótico interesante”


las manifestaciones folklóricas argentinas, Chano pasa revista a los acontecimientos de
dice que los “Diálogos” de Hidalgo “tie- los últimos años y hace hincapié en la falta
’nen elem entos com unes en su estructura, de unión de los compatriotas y las deficien­
fon d o y form as. Jacin to Chano y Ramón cias de la ley, que debería ser pareja para
Contreras son los únicos interlocutores; a porteños y provincianos, para pobres y ri­
modo de introducción se relatan siem pre cos; luego ataca la corrupción y el mal uso
episodios que tienen p o r eje a l caballo, de los dineros públicos; finalmente, a través
que ocupaba, en efecto, un prim er plan o de un episodio paradigmático, denuncia la
en el mundo m ental del gaucho. Las visi­ desigualdad en el tratamiento de la justicia
tas hechas y retribuidas a p esar de la dis- a gauchos y puebleros.

Roba un gaucho unas espuelas tiene una casualidá...


o quitó algún mancarrón, ya se ve ... se remedió...
o del peso de unos medios Un descuido que a un cualquiera
a algún paisano alivió; le sucede, sí señor,
lo prienden, me lo enchalecan, a l principio mucha bulla,
y en cuanto se descuidó embargo, causa, prisión,
le limpiaron la caracha, van y vienen, van y vienen,
y de malo y saltiador secretos, almiración,
me lo tratan, y a u n presidio ¿qué declara? que es mentira,
lo m andan con calzador. que él es un hom bre de honor.
Aquí la lay cumplió, es cierto, ¿Y la mosca? No se sabe,
y de esto me alegro yo; el Estao la perdió,
quien tal hizo que tal pague. el preso sale a la calle
Vamos pues a un Señorón; y se acabó la junción.

B artolom é Hidalgo
Diálogo patriótico interesante entre Jacinto Chano, capataz de una estancia en las islas
del Tordillo, y el gaucho de la Guardia del Monte”, en La Lira Argentina, ed. cit.

El ya citado Cortazar afirma que los sen­ momento, ya locales y menudos, ya de reso­
timientos que animan a estas composicio­ nancia nacional’.
nes son “el am or a la patria sobre todo, y,
como consecuencia, el ansia ardorosa y por Tal vez la más famosa de las produccio­
momentos conminatoria, de unión, de con­ nes poéticas de Hidalgo es la que contiene
cordia, de justicia y libertad. No se expresan el relato de la celebración del duodécimo
como invocaciones abstractas, sino que flu ­ aniversario de la Revolución de Mayo en
yen naturalmente de los temas propios de Buenos Aires, obra que anticipa ciertos re­
una conversación de gauchos y se apoyan cursos festivos del Fausto de Estanislao del
en la referencia a los sucesos candentes del Campo.

23
¡Ah, fiestas lindas, amigo! en coronas rematando
No he visto en los otros años y ramos llenos de flores
junciones más mandadoras, puestos a modo de lazos.
y mire que no lo engaño. Las luces como aguacero
El veinticinco a la noche colgadas entre los arcos,
como es costumbre empezaron. el cabildo, la pirami,
Yo vi unas grandes columnas la recoba y otros lados.

B artolom é Hidalgo
“Relación que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano, de todo lo que vio en
las fiestas mayas en Buenos Aires, en el año 1822”, en La Lira Argentina, ed. cit.

Hidalgo, al ofrecer una visión costumbris­ pruebas o manifestaciones festivas, como el


ta de la ciudad en la que se llevan a cabo palo enjabonado, los bailes y la carrera de
los festejos, coloca al gaucho, sin ridiculizar­ sortija, entre otros.
lo, como observador o actor de una serie de

Vine a la plaza: las danzas prem ios para el que llegase.


seguían en el tablado; El inglés era baqueano:
y vi subir a un inglés se le prendió a l palo viejo,
en un palo enjabonado y moviendo pies y manos
tan alto com o un ombú, a l galope llegó arriba, *
y allí en la punta colgando y a l grito, ya le echó mano
una chuspa con pesetas, a la chuspa y se largó
una muestra y otros varios de un pataplús hasta abajo.
Ob. cit., versos 173-188.

Después de la muerte de Hidalgo siguie­ mayas”, firmadas o anónimas, en periódicos


ron apareciendo estas “relaciones de fiestas porteños, durante varios años.

1. Leer en forma completa el Fausto de Esta­ 4. Los hombres de M ayo han sido tomados co­
nislao del C am po y la “Relación...” de B arto­ mo protagonistas de obras de distintos géneros
lomé H idalgo y an a liza r los recursos em plea­ en la literatura argentina moderna. Se propone
dos por uno y otro poeta para caracterizar el la formación de cuatro equipos, cada uno de los
relato que un gaucho hace de un aconteci­ cuales leerá una de las siguientes obras: Maria­
miento público como una función en el Teatro no Moreno de Gustavo G abriel Levene, Tres jue­
C olón en un caso, y la celebración patriótica ces para un largo silencio de Andrés Lizarraga,
en el otro. El arrabal del mundo de Pedro Orgambide, y La
revolución es un sueño eterno de Andrés Rivera.
2. Escribir un relato de alguna celebración p a ­
Luego elaborará un informe en el que se anali­
triótica en la plaza principal de la ciudad en
cen las semblanzas que cada autor ofrece de
que el alumno vive.
los principales personajes de su obra. Los cuatro
3. Los alumnos, acompañados por el profesor, informes se leerán en clase y se organizará un
asistirán a una función teatral, y luego efectua­ debate, dirigido por el profesor, sobre la visión
rán, individualmente, una crítica de la obra y ha­ que dan los libros de historia acerca de aque­
rán observaciones sobre la reacción del público llos personajes y la que aparece en las obras
en distintos momentos de la representación. leídas.

© 24
Romance heroico

Y vos, oh, gran Carlos cuarto,


dueño y señor de esta tierra,
recibid los corazones
que con am or os presentan
estos humildes vasallos
que tan distante os veneran.
No queremos otro Rey,
más corona que la vuestra.
Viva España en nuestros pechos;
vuestra lealtad nunca muera.
Vos, ilustre Ciudad,
ciudad fie l a toda prueba,
recibid los parabienes
de todos la enhorabuena.

Pan taleón R ivarola


en La literatura virreinal, Buenos Aires, CEAL, 1967.

Si el déspota impío
atentare vil
vuestra libertad,
a l punto acudid.
«
Sudamericanos,
Esteban de Lúea
m irad ya lucir
de la dulce patria En La Lira Argentina, ed. cit.
la aurora feliz.

La América toda Loa al excelentísimo Cabildo


se conmueve a l fin.
y a sus caros hijos Al que es de las virtudes ornamento,
convoca a la lid, y padre de este pueblo tan glorioso,
a la lid tremenda es muy débil señores mi instrumento
que va a destruir para encom iar su celo laborioso:
a cuantos tiranos templa la lira, y desde el firm am ento
ásenla oprimir. veloz desciende Apolo luminoso
p or elogiar en el divino coro
De la gloria el genio a este sabio Cabildo con decoro.
ardor varonil
infunda en los pechos; Fray C ayetano Rodríguez
su fu erza sentid. en La Lira Argentina, ed. cit.

25
Las generaciones románticas
La Argentina dividida. Cultura unitaria y cultura federal.
Europeísm o y criollism o. El m ovim iento rom ántico en la Argentina.
G en eración de 1837. Literatura e ideología. Segunda g en eración rom ántica.

© 26
Un largo camino hacia la república
“Nosotros hemos tenido dos existencias en el mundo -d ecía Juan Bautista Alberdi en el
Fragmento prelim inar a l estudio del derecho- una colonial, otra republicana. La prim era
nos la dio España, la segunda, la Francia. ”

1 3 esde la instalación de la Primera Junta, los españoles realistas- a través de la ac­


en 1810, que gobernaba en nombre del ción ideológica y armada de sus caudillos
rey de España Fernando VII, hasta la pro­ hizo fracasar las intenciones de aquellos
mulgación de la Constitución Nacional de documentos.
1853, uno de los puntos más delicados
que debieron afrontar las clases políticas Hasta 1828 -fecha del fusilamiento del
argentinas fue el de la forma de gobierno. federal Manuel Dorrego por el unitario Juan
Las ideas democráticas de la Revolución Lavalle- la antinomia unitario/federal pare­
Francesa y los ecos de la filosofía suarista* ce centrada en una forma de gobierno, en
que habían recogido los intelectuales for­ un equilibrio de poderes entre la nación y
mados en Córdoba, en Charcas o en el Co­ las provincias. La aparición de Juan Manuel
legio de San Carlos ponían acuerdo sobre de Rosas en el panorama político cambia
la forma representativa* y republicana*; pe­ los caracteres de dicha oposición. El gober­
ro la realidad de un territorio inmenso, nador de Buenos Aires, autotitulado federal,
apenas poblado con cierta densidad en ciu­ concentra en su persona no sólo la suma
dades muy distantes unas de otras, con di­ del poder público sino la representación
ficultades económicas serias, y la acción de exterior de las Provincias Unidas del Río de
caudillos regionales que cuestionaban el la Plata, instalando así una forma de gobier­
centralismo porteño, creaba serias dudas no típicamente unitaria.
sobre la conveniencia de un sistema unita­ Lo federal pasa a ser sinónimo de resis­
rio* o federal*. Los diversos estatutos y ta y lo unitario -calificado de “salvaje” por
constituciones anteriores y posteriores a la el rosismo-, sinónimo de anti-rosista. De
declaración de la independencia en 1816 Constitución Nacional, ni hablar.
optaron por el unitarismo, pero el fortaleci­
miento de las provincias -logrado en gran Un texto de Esteban Echeverría (1805-
medida durante la guerra de expulsión de 1851) echa luz sobre esta división.

Vosotros creisteis que a l em anciparnos de los partidos de nuestro país -s e refiere a las
ideas de confraternización expuestas en el Dogma Socialista de la Asociación de Mayo, de
1837- queríamos ponernos en lucha con ellos y disputarles la suprem acía social: os
engañasteis. Queríamos solamente, haciendo abstracción de las personas, traer las cues­
tiones políticas a l terreno de la discusión, levantando una bandera doctrinaria. Queríamos
echar en nuestra sociedad dilacerada y fraccion ada en bandos enemigos un principio
nuevo de concordia, de unidad y de regeneración. Queríamos, en suma, levantar la tradi­
ción de Mayo a la altura de una tradición viva, grandiosa, imperecedera, que, a l través de
los tiempos y de las revoluciones, brillase siempre como la estrella de esperanza y de sal­
vación de la Patria. Eso mismo queremos hoy y por ese interés, más grande que cualquiera
otro, volvemos a m ortificar vuestras nimias susceptibilidades.
Ya veis, pues, que si ahora com o entonces os volvéis a im aginar que intentamos arrojar
con un cisma una nueva tea de discordia entre las pasiones que nos dividen, os volveréis a
engañar, y a reproducir en vuestros corrillos las cóm icas escenas del pasado.
Esteban E ch everría
Dogma Socialista: Ojeada retrospectiva, en La Cautiva, El m atadero y otros escritos,
Buenos Aires, CEAL, 1967.

27
Teniendo en cuenta la experiencia histórica y la visión de Echeverría, ¿podríamos hablar
de una cultura unitaria y una cultura federal?
En nuestro trabajo La Cultura Argentina dedicamos un espacio a la caracterización de la
cultura unitaria y la cultura federal como manifestaciones opuestas, y entre otras cosas, de­
cimos que “la cultura unitaria es la dem ocracia, el respeto al disenso ideológico; es la aper­
tura a las ideas románticas provenientes de Francia e Inglaterra y el consiguiente rechazo
del despotismo ilustrado -y p or entonces ni siquiera ilustrado- español, con su carga de re­
presiones con m áscara religiosa, con su pesado neoclasicismo y su ceguera a las form as de
progreso; es la adhesión a los sistemas económ icos liberales y flexibles, y la abjuración de to­
da form a de monopolio; es la búsqueda de perfeccionam iento de las instituciones a través de
la educación de los ciudadanos y la negación al culto de los personajes providenciales, por
creíbles que parezcan sus promesas.
La cultura fed eral es, en la superficie, el refinamiento de un Pedro De Angelis, el polígrafo
que acom pañó a Rosas a lo largo de todo su gobierno; son las temporadas de ópera, ballet y
conciertos en los lujosos teatros porteños; son las vastas lecturas y los estudios lingüísticos de
Rosas; pero en el fon do es también el culto a la personalidad, a la autoridad y a l paternalis-
mo; y es la censura, el rechazo a todo lo moderno, sobre todo si viene de Francia o de Ingla­
terra; es el mantenimiento de una primitiva econom ía pastoril; es la obsecuencia de persona­
jes subalternos, concretada a veces en poemas, himnos o cantos rayanos en la chabacanería.
La cultura unitaria se elaboró a distancia, en el exilio, lejos de la problemática concreta de un
país que seguía su marcha; la cultura federal se desarrolló dentro de ese país, pero con fronteras
cerradas, conociendo la realidad cotidiana pero negándose a otras realidades trascendentes.
Lo más grave de esta situación es que, más allá de toda dicotomía, estaba enjuego un mo­
delo de país. Y ese país terminó modelado con muchas cargas negativas de uno y otro bando.
Las contradicciones que nos persiguen hasta hoy no son casuales.
A. Frasch in i, T. Fritzsche, y F. Leocata,
La Cultura Argentina, Buenos Aires, Docencia, 1995. Tomo I.

Detrás de esta división subyace otra más y a veces conformista, un obstáculo para el
profunda, que se agudizará en los tiempos progreso.
de la Organización Nacional: la del criollis­
Juan Bautista Alberdi (1810-1884) propo­
mo frente al europeísmo.
ne una apertura a la inmigración europea
El pensamiento anti-rosista veía en la fi­ como medio de progreso y cultura para es­
gura del criollo, en su carácter conservador tas latitudes americanas.

Cada europeo que viene a nuestras playas nos trae más civilizaciones en sus hábitos, que
luego com unica a nuestros habitantes, que muchos libros de filosofía. ¿Queremos plantar y
aclim ataren América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hom bre de
Europa y de Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ella en las costumbres de sus ha­
bitantes y radiquémoslas aquí.
Ju an Bautista Alberdi
Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina,
Buenos Aires, Estrada, 1970.

Alberdi entiende que la educación de las en los extensos territorios vacíos sudameri­
masas populares a través del contacto con canos contribuirán a formar un país digno,
personas de mayor nivel cultural y el au­ según los cánones de su ideología liberal y
mento sustancial de la población distribuida progresista.

28
H aced pasar el “roto”, el “gaucho”, el “cholo”, unidad elem ental de nuestras masas popu­
lares, por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción; en cien años no ha­
réis de él un obrero inglés, que trabaja, consume, vive digna y confortablemente. Poned el
millón de habitantes, que form a la población m edia de estas Repúblicas, en el mejor p ie de
educación posible, tan instruido como el cantón de Ginebra en Suiza, como la más culta
provincia de Francia: ¿tendréis con eso un grande y floreciente Estado? Ciertamente que no:
un millón de hombres en territorio cóm odo para cincuenta millones, ¿es otra cosa que una
miserable población?
Se hace este argumento: educando a nuestras masas, tendremos orden; teniendo orden
vendrá la población de afuera. Os diré que invertís el verdadero método de progreso. No ten­
dréis orden ni educación popular, sino p or el influjo de masas introducidas con hábitos
arraigados de ese orden y buena educación.
Ob. cit.

1. Los alumnos realizarán, con ayuda del pro­ 2. Cada alumno escribirá un breve ensayo so­
fesor de Historia, una investigación sobre los bre el tema “Los extranjeros en mi barrio / o en
movimientos migratorios en la Argentina, des­ mi ciudad / o en mi provincia; su vida, sus apor­
de mediados del siglo XIX hasta la actualidad. tes, su integración”.
Se determinarán primero las etapas de inmi­ Recordar que el ensayo es una prosa literaria
gración y se las encuadrará en cada contexto sin estructura prefijada que admite la exposi­
político y social. Luego se examinarán estos fe­ ción y la argumentación lógica, junto a las di­
nómenos teniendo en cuenta los países de ori­ gresiones, en un escrito breve sin intención de
gen, la cantidad de inmigrantes y los lugares de exhaustividad. Recomendamos la consulta de El
radicación en nuestro país. Los resultados finales ensayo o la seducción de lo discutible de Ana
se volcarán en un informe que será comentado Bravo y Javier Adúriz, Buenos Aires, Kapelusz,
y discutido en clase. 1999.

Unitarios o federales; urbanos o campesinos; criollos o extranjeros

Esta larga serie de oposiciones, que se técnica, tiene su mejor representación sim­
extiende más allá de la elección de una for­ bólica en la frase de Sarmiento “Civilización
ma de gobierno, un enfrentamiento políti­ y barbarie”, con la que subtitula su libro
co, una distribución geográfica o una dife­ más famoso, Facundo.
rencia de niveles de formación escolar o

Esta es la historia de las ciudades argentinas. Todas ellas tienen que reivindicar glorias,
civilización y notabilidades pasadas. Ahora el nivel barbarizador pesa sobre todas ellas. La
barbarie del interior ha llegado a penetrar hasta las calles de Buenos Aires. Desde 1810 has­
ta 1840, las provincias que encerraban en sus ciudades tanta civilización fueron dem asia­
do bárbaras empero, para destruir con su impulso, la obra colosal de la revolución de la In­
dependencia. Ahora que nada les queda de los que en hombres, luces e instituciones tenían,
¿qué va a ser de ellas? La ignorancia y la pobreza, que es la consecuencia, están com o las
aves mortecinas, esperando que las ciudades del interior den la última boqueada para de­
vorar su presa, para hacerlas campo, estancia. Buenos Aires puede volver a ser lo quefue, por­
que la civilización europea es tan fuerte allí que a despecho de las brutalidades del gobierno,

29
se ha de sostener. Pero en las provincias, ¿en qué se apoyará? Dos siglos no bastarán para
volverlas a l cam ino que han abandonado, desde que la generación presente educa a sus hi­
jos en la barbarie que a ella le ha alcanzado. Pregúntasenos abora ¿por qué combatimos?
Combatimos para volver a las ciudades su vida propia.
D om ingo Faustino Sarm iento
Facundo.
Buenos Aires, Kapelusz, 1970. (GOLU)

Surge del texto que Sarmiento asocia la esa antinomia sólo puede superarse con un
civilización con la ciudad y la barbarie con fuerte impulso educacional.
el campo, y esta actitud proviene no sólo
de su formación intelectual sino, en gran A propósito de ella, dice Jorge Luis Borges
medida, de su experiencia personal; y que en su edición comentada de la obra:

El Facundo nos propone una disyuntiva -civilización o barbarie- que es aplicable, según
juzgo, a l entero proceso de nuestra historia. Para Sarmiento, la barbarie era la llanura de
las tribus aborígenes y del gaucho; la civilización, las ciudades. El gaucho ha sido reempla­
zado por colonos y obreros; la barbarie no sólo está en el cam po sino en la plebe de las gran­
des ciudades y el demagogo cumple la función del antiguo caudillo, que era también un de­
magogo. La disyuntiva no ha cam biado. “Sub specie aeterniiatis” fbajo la apariencia de eter-
nidadj el Facundo es aún la mejor historia argentina.

D om ingo Faustino Sarm iento


Facundo. Edición anotada y comentada por Jorge Luis Borges.
Buenos Aires, El Ateneo, 1974.

Volveremos luego sobre el Facundo, para definir y discutir sus valores literarios.

1. Con el asesoramiento de los profesores de His­ 2. A través de la observación de la realidad co­


toria y Formación Ética y Ciudadana, los alumnos tidiana, cada alumno escribirá dos “Cartas de
investigarán, en los documentos constitucionales lectores” dirigidas a algún diario: una se titula­
redactados entre 1810 y 1994, las características rá “Actos de barbarie" y la otra “Actos de civili­
del gobierno representativo, republicano y federal zación". El profesor seleccionará algunas de
y aplicarán sus conclusiones al estudio de la eta­ esas cartas para comentarlas y generar un de­
pa que se desarrolla en el presente Módulo. bate en el curso.

Romanticismo: política y estética

El pensamiento unitario y europeísta -y Lord Byron, Víctor Cousin, Frangois René


en este contexto al hablar de Europa se ex­ de Chateaubriand, Walter Scott y Alexandre
cluye a España- introduce en la Argentina Dumas, entre otros, que los jóvenes, sobre
los principios estéticos e ideológicos del todo, leían y comentaban en las tertulias.
romanticismo.
En la Librería Argentina de Marcos Sas­
Desde 1830 entraban en Buenos Aires li­ tre comenzó a funcionar, en 1837, un lugar
bros de autores franceses e ingleses, como de encuentro de intelectuales que se llamó

30
Salón Literario. En él intervinieron escrito­ contribuir al perfeccionamiento de la ju­
res de la talla de Esteban Echeverría, Vicen­ ventud a través de la lectura guiada y ac­
te Fidel López, Félix Frías, Juan Bautista Al- tualizada de obras progresistas y Juan
berdi y Juan María Gutiérrez, entre otros. María Gutiérrez señaló la necesidad de es­
tudiar prioritariamente lo nacional, ya que
En la reunión inaugural Marcos Sastre la literatura de cada pueblo se apoya en
manifestó el propósito central del Salón: su geografía y en su historia.

Esta importación del pensam iento y de la literatura europea no debe hacerse ciegam en­
te, ni dejándose engañar por el brillante oropel con que algunas veces se revisten las inno­
vaciones inútiles o perjudiciales. Debemos fijarn os antes en nuestras necesidades y exigen­
cias, en el estado de nuestra necesidad y su índole, y sobre todo en el destino que nos está
reservado en este gran dram a del universo en que los pueblos son actores. Tratemos de dar­
nos una educación análoga y en arm onía con nuestros hombres y nuestras cosas; y si he­
mos de tener una literatura, hagamos que sea n acion al que represente nuestras costum­
bres y nuestra naturaleza, así como nuestros lagos y anchos ríos sólo reflejan en sus aguas
las estrellas de nuestro hemisferio. Antes de ser sabios y eruditos, civilicémonos: antes de des­
cubrir y abrir nuevos rumbos en el campo de las ciencias físicas o morales, empapémonos
del saber que generosam ente nos ofrece la Europa culta y experimentada.
Ju a n M aría G utiérrez
Discurso en la inauguración del Salón Literario el 23 de junio de 1837,
en El ensayo romántico, Buenos Aires, CEAL, 1967.

Echeverría y la renovación de la literatura

El mismo año de la inauguración del Sa­ Echeverría escribió una serie de notas y
lón Literario se publica la primera composi­ reflexiones con el propósito de incluirlas
ción poética valiosa del romanticismo riopla- en alguna edición de sus obras. Juan Ma­
tense: La Cautiva de Esteban Echeverría, ría Gutiérrez las recogió después de la
obra con la que parecen cumplirse los pro­ muerte del poeta, y aquí transcribimos al­
pósitos de crear una literatura identificada gunas de ellas que seguramente echarán
con el medio geográfico e histórico y con las luz sobre el texto de La Cautiva al que nos
modalidades expresivas de nuestro pueblo. referiremos luego.

La renovación de la literatura estriba principalm ente en la perspectiva de los objetos y de


las ideas. El aspecto de una montaña varía según el punto de donde se la observa, y la hu­
m anidad con el curso de las edades cam bia de posición al contemplar el universo y exam i­
nar los sucesos y las cosas.
La poesía nacional es la expresión anim ada, el vivo reflejo de los hechos heroicos, de las
costumbres, del espíritu, de lo que constituye la vida moral, misteriosa, interior y exterior
de un pueblo. La poesía rom ántica vive de recuerdos y esperanzas; es lo pasado y el porve­
nir. Lo presente no le interesa sino en cuanto se encadena con las dos regiones del mundo
que habita.
Sabido es que las concepciones del hom bre primitivo son espontáneas; que la hum anidad

1 Progresista: renovador, que tiende al progreso, que se opone a lo conservador.

31
en su cu n a es inspirada y reflexiva; d e a h í resulta qu e toda la p o esía prim itiva sea p a rto d el
entusiasm o y d e la f e y, p o r consiguiente, em inentem ente lírica. Las p asion es en ton ces son
un verdadero canto.
E ste b a n E c h e v e rría
“Sobre el arte de la p oesía”, en P rosa literaria,
B uenos Aires, Estrada, 1971.

L a C a u tiv a

Es este un poem a dividido en nueve can­ ven María, la huida de ella junto a su esp o ­
tos y un epílogo. Echeverría destaca, en una so Brian de las tolderías y la m uerte de uno
advertencia preliminar netam ente románti­ y o tro - es el eje argumental qu e perm ite al
ca, la necesidad de adecuación de la forma poeta trazar cuadros de dolorida belleza, en
y el fondo de la com posición; por eso mis­ el m ejor estilo romántico.
m o elige los versos octosílabos, que consi­
La incorporación del desierto com o mar­
dera entre los más herm osos y flexibles de
co paisajístico de gran parte del poem a es
nuestra lengua, y los agrupa en décim as, ro­
un recurso que acentúa la soledad de los
m ances y octavas, y en ciertos pasajes, pa­
personajes y adquiere categoría de sím bolo
ra lograr efectos de rapidez o de lentitud,
de la soledad de los artistas e intelectuales
opta por los hexasílabos y los decasílabos,
en una sociedad barbarizada.
respectivamente.
Así pinta Echeverría, con criterio a la vez
Un episodio de la lucha fronteriza entre estético y moral, el desierto que separa a la
blancos e indígenas - e l cautiverio de la jo- civilización de las tolderías:

Era la tarde y la hora G ira en vano, recon cen tra


en qu e el sol la cresta dora su inm ensidad, y no en cu en tra
d e los Andes. El desierto la vista, en su vivo an h elo
inconm ensurable, abierto do fija r su fu g a z vuelo
y m isterioso a sus p ies com o e l p á ja r o en el mar.
se extiende, triste el sem blante, D oquier cam pos y hered ad es
soliario y taciturno d el ave y bruto gu aridas;
com o el mar, cu an do un instante d oqu ier cielo y soledades
el crepúsculo nocturno d e D ios sólo con ocidas,
p o n e rien da a su altivez. qu e Él solo p u ed e sondar.

E ste b a n E c h e v e rría
El m atadero. La cautiva.
Buenos Aires, Kapelusz, 1970. (GOLU)

El segundo canto, titulado “El festín”, la fiesta con que coronan el regreso del
muestra la ferocidad del indio en m edio de malón.

A rden y a en m edio d el cam po el ten ebroso recinto


cu atro extendidas hogueras, d on d e la chusm a horm iguea.
cuyas vivas llam arad as En torno a l fu eg o y sen tados
irradian do, colorean unos lo atizan y ceban ;

32
otros la jugosa carne y a borbollones arroja
a l rescoldo o llam a tuestan; la caliente sangre fuera,
aquel come, este destriza. en pie, trémula y convulsa,
Más allá, alguno degüella dos o tres indios se pegan
con afilado cuchillo como sedientos vampiros,
la yegua a l lazo sujeta, sorben, chupan, saborean
y a la boca de la herida la sangre, haciendo murmullo,
p or donde ronca y resuella, y de sangre se rellenan.

Ob. cit.

En el canto séptimo, “La quemazón”, Ma­ nancia de estrofas de versos octosilábicos


ría, rodeada por el humo y el fuego y car­ con las de versos hexasilábicos es un recur­
gando el cuerpo de su esposo herido, huye so sonoro del poeta para intensificar el apu­
tratando de acercarse a un arroyo. La alter- ro y la agitación de la joven.

Era la plaga que cría los brutos rugiendo,


la devorante sequía los hombres huyendo,
para estrago y confusión: confusos la ven.
de la chispa de una hoguera,
que llevó el viento ligera, Sutil se difunde,
nació grande, cundió fiera cam ina, se mueve,
la terrible quemazón. penetra, se infunde;
cuanto toca, en breve,
Ardiendo sus ojos reduce a tizón.
relucen, chispean; Ella era; y pastales,
en rubios manojos densos pajonales,
sus crines ondean, cardos y animales,
flam ean do también: ceniza, humo son.
la tierra gimiendo,
Ob. cit.

La muerte de María, tratada con criterio tra valiosa de imágenes de colores, luces,
pictórico y emoción contenida, es una mues- sombras y texturas propias del romanticismo.

Murió; p or siempre cerrados Pero de ella aún hay vestigio.


están sus ojos cansados ¿No veis el raro prodigio?
de errar por llanura y cielo, Sobre su cándida frente
de sufrir tanto desvelo, aparece suavemente
de afan ar sin conseguir. un prestigio encantador.
El atractivo está yerto Su boca y tersa mejilla
de su mirar. Ya el desierto, rosada entre nieve brilla,
su útimo asilo, los rastros y revive en su semblante
de tan hechiceros astros la frescura rozagante
no verá otra vez lucir. que m architara el dolor.

Ob. cit.

33
Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, en sus pueblo de frontera y que el malón vuelve
Ensayos argenntinos. De Sarmiento a la perm anentem ente contenciosos. Y con res­
vanguardia, opinan que en La Cautiva se pecto a la figura de María, “la fu erza inves­
sintetiza un tema presente en la sociedad, el tida en este personaje fem enino reafirm a los
de la relación entre la ciudad -sím bolo de valores de la civ ilización y tiene un carác­
la civilización cristiano-europea- y el cam­ ter fu n dacion al en más de un sentido: a la
po bárbaro “donde se borran los límites en­ grandeza sobrehum ana del escenario am e­
tre el mundo rural organizado y el mundo ricano, a la crueldad sin límites, precultu­
desierto, es decir, el espacio indio, límites ral, del sa lv a je, la cultura opone su mode­
que la cultura repite una y otra vez en los lo m oral y social. ”

1. Leer en forma completa La Cautiva y formar blanzas espirituales, acciones y reacciones.


varios equipos para que cada uno trabaje uno - Tratamiento del tiempo y del espacio.
o dos cantos del poema según los puntos que 2. En nuestro Panorama de los movimientos lite­
sugerimos a continuación: rarios de esta misma colección, hay una serie de
- Análisis métrico, estrófico y de rima. consideraciones y testimonios sobre el movi­
- Análisis de recursos poéticos -construcción de miento romántico en Europa y América. Se su­
la frase, tipos de adjetivación, imágenes, metá­ giere que los alumnos comparen los principios
foras, personificaciones- y apreciación del valor del Romanticismo europeo con los que pueden
expresivo de los mismos en su contexto. leerse en los textos de los hombres del Salón Li­
- Tratamiento de los personajes: retratos, sem­ terario de 1837.

El matadero: prim er cuento argentino

Un par de años después de la publicación insulta, un toro que se escapa y un niño que
de La Cautiva, el mismo escritor compone la muere decapitado por un lazo, aparece un
primera narración alegórico-testimonial* de unitario a caballo. Matasiete, uno de los fae-
las letras argentinas, El matadero, que fue nadores, lo derriba e invita a los otros a atra­
dado a conocer por Juan María Gutiérrez par y atar al muchacho para afeitarlo “a la
mucho después de la muerte de Echeverría. fedérala” y someterlo a alguna tortura degra­
dante. En medio de los forcejeos por desnu­
Es un relato ubicado en Buenos Aires,
darlo y la resistencia del joven a soportar la
durante la Cuaresma del año 183..., que su­
afrenta, este sufre un ataque hemorrágico y
ponemos debe ser 1839, uno de los peores
muere sobre la mesa de tormento.
en la represión ideológica del rosismo. Con
motivo de las torrenciales lluvias que inun­ Este texto de Echeverría, que tantas lec­
daban a la ciudad, no entraban en el Mata­ turas -sociológica, estética, psicológica, his­
dero de la Convalescencia, o del Alto, las re­ tórica- admite, marca el inicio del desarro­
ses necesarias para la alimentación, por lo llo de una especie narrativa, el cuento, que
menos de niños y enfermos. Al cabo de die­ alcanzará en la Argentina niveles de exce­
ciséis días logran hacer llegar una tropilla de lencia poco frecuentes en autores como
cincuenta novillos. Mientras están faenando Horacio Quiroga, Fray Mocho, Jorge Luis
las reses en medio de una turba que grita e Borges y Julio Cortázar, entre otros.

34
Antonio Pagés Larraya, uno de los más importantes investigadores de las letras argenti­
nas dice al respecto:

'El matadero preside la historia del cuento argentino. La preside no sólo en un sentido
cronológico, pues el poder suscitante que sus páginas conservan adquiere el significado de
una pauta invariable. Un soplo recio, vivificante, en contraste con la insulsez de la literatu­
ra sin arraigo en la tierra, las recorre y las m antiene inm architas.(...) El matadero sorpren­
de por su vigor como diseño costumbrista, por la audaz rudeza de su form a, p or lo que re­
fleja com o am biente social y lo que representa como alegato político. (...) Por su estilo bre­
ve, directo, por su rotunda fran qu eza -en imprevista contraposición con los rasgos román­
ticos de la restante producción de Echeverríar- este cuento constituye un sugestivo anticipo
naturalista *. Entroncado en la fuerte corriente realista * española, tiene una entonación
nueva, de original acento am ericano.
A ntonio Pagés Larraya
Estudio preliminar a Cuentos de nuestra tierra. Buenos Aires, Raigal, 1952.

Estructuralmente, se distinguen en el tex­ La descripción de la ciudad azotada por


to un primer tramo descriptivo, de la ciudad la lluvia incesante prepara el clima trágico,
y del matadero, y un segundo tramo narra­ casi apocalíptico2, en que ocurrirán los he­
tivo, con el episodio del joven unitario. chos.

Los caminos se anegaron, los pantanos se pusieron a nado y las calles de entrada y sali­
da a la ciudad rebosaban de acuoso barro. Una tremenda avenida se precipitó de repente
por el Riachuelo de Barracas, y extendió majestuosamente sus turbias aguas hasta el p ie de
las barrancas del Alto. El Plata, creciendo embravecido, empujó esas aguas que venían bus­
cando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, case­
ríos, y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras. (...) Parecía el am ago
de un nuevo diluvio.
Esteban E ch everría
El m atadero. La cautiva.
Buenos Aires, Kapelusz, 1970. (GOLU)

La voz de los sacerdotes comprometidos fines, las profecías del Apocalipsis, acordes
con el régimen agregan, acomodadas a sus con la situación angustiosa de la población.

Es el día del juicio, el fin del mundo está por venir. La cólera divina rebosando se derra­
ma en inundación. ¡Ay de vosotros, pecadores! ¡Ay de vosotros, unitarios impíos que os mo­
fá is de la iglesia, de los santos, y no escucháis con veneración la palabra de los ungidos del
Señor! ¿Ah, de vosotros si no imploráis m isericordia a l pie de los altares! Llegará la hora tre­
menda del vano crujir de dientes y de las frenéticas imprecaciones. Vuestra impiedad, vues­
tras herejías, vuestras blasfemias, vuestros crímenes horrendos, han traído sobre esta tierra
las plagas del Señor. La justicia del Dios de la Federación os declarará malditos.
Ob. cit.

La descripción del matadero traslada la ámbito de muerte y sangre humanas. En vi­


concentración de la desgracia a ese limita­ sión casi carnavalesca desfilan los persona­
do lugar de muerte y sangre de animales jes grotescos, si no siniestros, que pululan
que, en pocas horas, se transformará en entre el barro y las reses.

2 Apocalíptico: desastroso, que revela el final de los tiempos.

35
La perspectiva del m atadero a la distancia era grotesca, llena de anim ación. Cuarenta y
nueve reses estaban tendidas sobre sus cueros, y cerca de doscientas personas hollaban
aqu el suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias. En torno de cad a res resaltaba un
grupo de figu ras hum anas de tez y raza distintas. La fig u ra m ás prom inente de cad a gru­
p o era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuel­
to, cam isa y chiripá y rostro em badurnado de sangre. A sus espaldas se rebullían, caraco­
leando y siguiendo los movimientos, una com parsa de m uchachos, de negras y m ulatas
achuradoras, cuya fea ld a d trasuntaba las arpías de la fáb u la, y entrem ezclados con ellas
algunos enorm es mastines, olfateaban, gruñían o se daban de tarascones p o r la presa.
Ob. cit.

La violencia y la sangre del matadero, ciones, y hasta los juegos de los chicos y
de manera similar a lo que ocurre en la las conductas de los animales se conta-
sociedad, se infiltran en las mínimas ac- gian de ellas.

Por un lado dos m uchachos se adiestraban en el m anejo del cuchillo, tirándose horrendos
tajos y reveses; p o r otro, cuatro, y a adolescentes, ventilaban a cuchilladas el derecho a una
tripa gorda y un mondongo que habían robado a un carnicero; y no de ellos distante, p or­
ción de perros, flacos y a de la forzosa abstinencia, em pleaban el mismo m edio p a ra saber
quién se llevaría un hígado envuelto en barro. Simulacro en pequ eñ o era este del m odo bár­
baro con que se ventilan en nuestro p aís las cuestiones y los derechos individuales y sociales.
Ob. cit.

El revuelo que provoca la huida desen­ recuperación y sacrificio del animal consti­
frenada de un toro, el casi cóm ico espec­ tuyen una articulación que lleva al episo­
táculo de un inglés revolcado en el barro dio más importante del cuento: la captura
con su caballo asustado por la gritería, y la del unitario, la tortura y la muerte.

—¡Allí viene un unitario! —y a l oír tan significativa p a la b ra toda aqu ella chusm a se de­
tuvo com o herida de una impresión subitánea.
—¿No le ven la patilla en form a de U?No trae divisa 3 en el fra q u e 4 ni luto en el som brero.
—Perro unitario.
—Es un cajetillas.
—Monta en silla com o los gringos.
—¡La M azorca con él!
—¡La tijera!
—Es preciso sobarlo.
— Trae pistoleras p o r p in ta r6 .
— Todos estos cajetillas unitarios son pin tores7 com o el diablo.
—¿A que no te le anim ás, M atasiete?
Ob. cit.

Divisa: distintivo; la divisa federal, de uso obligatorio, era una esp ecie de escarapela roja co n dos cintas. El
luto (una cinta negra) por la muerte de Encarnación Ezcurra, era tam bién obligatorio.
^ Fraque: chaqueta, saco.
’ Cajetilla: elegante, de aspecto aristocrático.
7 P>ntar: hacer alarde de algo, mostrarse; aún hoy, en lenguaje coloquial porteño, se dice “hacer pinta”.
Pintor: el que alardea o “hace pinta”.

36
Echeverría marca aquí el contraste entre Ante el juez del matadero, caudillo de los
el aspecto interior del joven unitario, bien matarifes que ejerce una especie de suma
vestido, prolijo, con la patilla y la barba re­ del poder en el matadero, por delegación
cortada en forma de U, y otros caracteres del mismo Rosas, el joven unitario sufre las
europeos, y el de los integrantes del mata­ vejaciones que le infligen los ayudantes del
dero; contraste que refleja, una vez más el siniestro personaje. Y allí Echeverría incluye
que se da culturalmente entre los rosistas y un diálogo de juez y víctima que recuerda a
los opositores. Se plantea una diferencia cul­ los agones* de la tragedia griega.
tural que surge a la vista, entre dos sectores
bien marcados de la sociedad argentina.

—¿Por qué no traes divisa?


—Porque no quiero.
—¿No sabes que lo m anda el Restaurador?
—La librea 8 es para vosotros, esclavos, no para los hombres libres.
—A los libres se les hace llevar a la fuerza.
— Sí, a la fuerza y a la violencia bestial. Esas son vuestras armas, infames. ¡El lobo, el tigre,
la pantera, también son fuertes como vosotros! Deberías andar como ellos, en cuatro patas.
—¿No temes que el tigre te despedace?
—Lo prefiero a que m aniatado me arranquen, como el cuervo, una a una las entrañas.
—¿Por qué no llevas luto en el sombrero p or la heroína?
—Porque lo llevo en el corazón por la patria que vosotros habéis asesinado, infames.
Ob. cit.

La imagen de la víctima atada a quien los La descripción de la muerte del unitario


cuervos devoran las entrañas es una alusión amarrado a la mesa de torturas es breve, pe­
a Prometeo, el héroe griego que recibió ese ro contundente. La imagen de la cruz y la
castigo por su rebeldía contra los dioses9. desnudez recuerdan el martirio de Jesucristo.

Sus fu erzas se habían agotado. Inmediatam ente quedó atado en cruz y com enzaron la
obra de desnudarlo. Entonces un torrente de sangre brotó borbolleando de la boca y las na­
rices del joven, y extendiéndose com enzó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa.
Los sayones quedaron inmóviles y los espectadores estupefactos.
Ob. cit.

Echeverría cierra el relato con una refle­ po, y resume en la imagen de un matade­
xión que pinta en pocas pero coloridas ro el estado de la sociedad en que le ha to­
pinceladas un cuadro siniestro de su tiem­ cado vivir.

En aquel tiempo los carniceros degolladores del m atadero eran los apóstoles que propa­
gaban a verga 101y puñal la federación rosina n, y no es difícil imaginarse qué federación
saldría de sus cabezas y cuchillas. Llam aban ellos salvaje unitario, conform e a la jerga in­
ventada p or el Restaurador, patrón de la cofradía, a todo el que no era degollador, carnice­
ro, ni salvaje ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo patriota
ilustrado amigo de las luces y de la libertad y por el suceso anterior puede verse a las claras
que el fo co de la federación estaba en el matadero.
Ob. cit.

8 Librea: en la Antigüedad, uniforme característico de servidores y esclavos.


9 En este mismo módulo hay referencias al poema P rom eteo de Olegario Andrade, en el que se desarrolla tam­
bién el tema del autoritarismo que castiga con crueldad a sus víctimas.
10 Verga: palo, látigo.
11 Rosina: rosista.

37
D o cu m e n to h istó rico -so cio ló g ico y a leg o ría

En nuestro ya citado trabajo La Cultura Argentina, al realizar una evaluación del cuen­
to de Echeverría, afirmamos que “m ás allá d e su intención estética, El matadero p u ed e con ­
siderarse un docum ento histórico o sociológico. A legóricam ente alu de a la violencia d e un
sector político que detenta el poder. Cabe adem ás una lectura de acu erdo con un código re­
ligioso, teniendo en cuenta el apoyo que la Iglesia C atólica brinda a Rosas. La lluvia es re­
m em oración del antiguo diluvio y de la salvación de los justos. La época d e acción es la Cua­
resm a (los cuarenta días que preceden a l sacrificio de Jesucristo), con referen cia concreta
a l décim o sexto día (víspera del de D olores). La justicia, según los predicadores, es dispen­
sada p o r el “Dios de la Federación ”. Los unitarios son tildados de impíos, herejes, blasfem os.
La abstinencia de carn e h ace llover sobre el p u eblo m illones d e indulgencias plen arias. En­
carnación Ezcurra es patron a de los carniceros, elegida p o r sus virtudes cristianas. Los f e ­
derales arrastran a l infeliz joven “com o los sayones a l Cristo”. Pide un vaso a l ju e z p a ra re­
frescarlo. El unitario le daría a su enem igo una de hiel. Finalm ente m uere atad o en cruz.
El narrador llega a la conclusión de que los carniceros eran los apóstoles qu e p ropagaban
la Federación, y Rosas, el patrón de la cofradía."
A. F ra sch in i, T. F ritz sch e , y F. L eo cata,
La Cultura Argentina, ed. cit.

1. Leer en forma com pleta El matadero de Este­ ralm ente en la A rgentina d e hoy, re fle je los as­
ban Echeverría y efectuar un análisis del texto pectos negativos de la cultura y los sistemas
de acuerdo con las siguientes pautas: políticos y económ icos que nos rigen.
- Posición del autor en el relato.
3. El d ra m a tu rg o c o n te m p o rá n e o R icardo
- Estructura del relato: división en secciones
M o n ti escribió una obra titulada La oscuridad
mayores y menores; descriptivas o narrativas;
de la razón, cuyo argum ento, inspirado en la
reflexivas o polémicas.
Orestíada de Esquilo, está a m bientado en un lu­
- M a n e jo de los tiempos y los espacios.
g a r de Sudam érica (sin duda alguna, Buenos
- Lenguaje y escritura: niveles de lengua en el
Aires) en 1830. Algunos críticos han visto en el
vocabulario y la morfosintaxis.
personaje de M a ria n o (trasposición del O re s­
- Tratamiento de los personajes.
tes de la tra g e d ia g rie g a ) un re tra to d e Este­
- Recursos expresivos: discurso directo, im áge­
ban Echeverría. Se recom ienda la lectura de
nes, metáforas, ironías.
esta obra y el análisis psicológico y social de
- Lectura política, psicológica y sociológica del
cuento. sus personajes, con el fin de discutir en clase
las condiciones de un hombre ilustrado y p e n ­
2. Se sugiere a los alumnos la escritura de un sante frente a un esquema social ríg id o y re ta r­
cuento cuyo argumento, ubicado local y tem po­ datario.

F acu n do: entre la narrativa y el ensayo

En 1845 apareció en Santiago de Chile, prestigiar a Rosas y a los caudillos y a la vez


primero com o folletín* en el periódico El justificar la causa y el accionar de los exilia­
Progreso, y luego en forma de libro, una dos argentinos: C ivilización y barbarie. Vi­
obra con la que Sarmiento intentaba des­ d a de Ju a n Facundo Q uiroga 12.

12 Este título de la primera edición fue luego m odificado po r el d e F a c u n d o . C iv iliz a c ió n y b a r b a r ie .


La obra está organizada en una Intro­ las características geográficas, las costum­
ducción y tres partes. En la Introducción, bres y las tradiciones. Para iniciar puntual­
Sarmiento presenta los objetivos de su tra­ mente dicha explicación convoca a Facun­
bajo: buscar la explicación de lo que está do, un hombre irracional y primitivo, una
ocurriendo en el país a través de la interpre­ especie de héroe romántico movido por las
tación de los hechos del pasado colonial, pasiones y una firme voluntad.

¡Som bra terrible de Facundo, voy a evocarte p a ra que, sacudiendo el ensangrentado p ol­
vo que cu bre tus cenizas, te levantes a explicarnos la inda secreta y las convulsiones inter­
nas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto, ¡revélanoslo! D iez
añ os aún después de tu trágica muerte, el hom bre de las ciudades y el gaucho de los llanos
argentinos, a l tom ar diversos senderos en el desierto, decían: “¡No!¡No ha muerto!¡Vive aún!
¡Él vendrá!”¡Cierto! Facundo no ha muerto: está vivo en las tradiciones populares, en la p o ­
lítica y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su com plem ento; su alm a ha p a sa ­
do en este otro m olde m ás acabad o, m ás perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación,
tendencia, convirtióse, en Rosas, en sistema, efecto y fin . La naturaleza campestre, colonial
y bárbara, cam bióse en esta m etam orfosis, en arte, en sistema y en política regular capaz
de presen tarse a la fa z del m undo, com o el m odo de ser de un pu eblo en carn ado en un
hom bre qu e h a aspirado a tom ar los aires de un gen io que dom ina los acontecim ientos, los
hom bres y las cosas.
D om ingo Fau stin o S arm ien to
Facundo, Buenos Aires, Kapelusz, 1970. (GOLU)

Dice al respecto Jorge Luis Borges en el vía. No era exactam ente un caudillo, no ha­
ya citado comentario a la obra: bía m anejado nunca una lan za y ofrecía el
Sarm iento com prendió que p a ra la com ­ notorio inconveniente de no haber muerto.
posición de su obra no le bastaba un rústico Sarmiento precisaba un fin trágico. Nadie
anónim o y buscó la fig u ra de más relieve, m ás apto p a ra el buen ejercicio de su plum a
que pu diera person ificar la barbarie. La h a­ que el predestinado Quiroga, que murió
lló en Facundo, lector som brío de la Biblia, acribillado y apuñalado en una galera. El
que h abía en arbolado el negro pendón de destino fu e m isericordioso con el riojano; le
los bucaneros, con la calavera, las tibias y la dio una muerte inolvidable y dispuso que la
sentencia Religión o Muerte. Rosas no le ser­ contara Sarmiento.

Estructura de la obra

La prim era parte del F acu n do consta (el gaucho malo, el cantor, el baqueano,
de cuatro capítulos relacionados: el pri­ el rastreador); el tercero, con la vida so­
m ero, con el aspecto físico de la Argenti­ cial del gaucho; y el cuarto, con las cir­
na; el segundo, con los caracteres, co s­ cunstancias que produjeron la Revolución
tumbres e ideas que esa geografía engendra de 1810.

El m al que aqu eja a la República Argentina es la extensión: el desierto la rodea p or todas


partes y se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación hum ana,
son, p o r lo general, los límites incuestionables entre unas y otras provincias. Allí la inmensi­
d a d p o r todas partes: inm ensa la llanura, inmensos los bosques, inmensos los ríos, el horizon­
te siem pre incierto, siem pre confundiéndose con la tierra entre celajes y vapores tenues que no
dejan en la lejana perspectiva, señ alar el punto en que el m undo aca b a y principia el cielo.

39
En ese paisaje, tan parecido al de los de- terísticos, similares en algunos casos a los del
siertos árabes, se asientan personajes carac- mundo islámico, como “el gaucho malo”.

Es un personaje misterioso; mora en la pam pa; son su albergue los cardales; vive de per­
dices y mulitas; y si alguna vez quiere regalarse con una lengua, enlaza una vaca, la vol­
tea solo, la mata, saca su bocado predilecto y abandona lo dem ás a las aves mortecinas. (...)
Si el acaso lo echa alguna vez de improviso entre las garras de la justicia, acom ete a lo más
espeso de la partida y, a m erced de cuatro tajadas que con su cuchillo ha abierto en la ca­
ra o en el cuerpo de los soldados, se hace paso p or entre ellos y, tendiéndose sobre el lomo
del caballo p ara sustraerse a la acción de las balas que lo persiguen, endilga hacia el desier­
to, hasta que poniendo espacio conveniente entre él y sus perseguidores, refrena su trotón y
m archa tranquilamente. (...) Este hom bre divorciado con la sociedad, proscrito p o r las le­
yes; este salvaje de color blanco, no es en el fon do un ser más depravado que los que habi­
tan las poblaciones.
Ob. cit.

Y en ese mismo paisaje se desarrollan pe- de su vida sin emociones ni alternativas, co­
queóos ambientes que distraen al hombre mo la pulpería.

Allí concurren cierto número de parroquianos de los alrededores; allí se dan y adquie­
ren las noticias sobre los anim ales extraviados; trázanse en el suelo las m arcas del ganado;
sábese dónde caza el tigre; dónde se le han visto rastros a l león; allí, en fin , está el cantor;
a llí se fratern iza p or el circular de la copa y las prodigalidades de los que poseen. En esta
vida tan sin emociones, el juego sacude los espíritus enervados, el licor enciende las imagi­
naciones adorm ecidas: Esta asociación accidental de todos los días viene p o r su repetición
a form ar una sociedad más estrecha que la de donde partió cada individuo, y en esta asam ­
blea sin objeto público, sin interés social, em piezan a echarse los rudimentos de las reputa­
ciones que, más tarde, y andando los años, van a aparecer en la escena política.
Ob. cit.

La gente que se movía en esas grandes las pocas ciudades diseminadas en la Re­
extensiones, generalmente guiada por al­ pública. Por eso la Revolución de Mayo
gún caudillo local, tenía ideas de libertad tuvo una significación diferente para unos
distintas de aquellas de los habitantes de y otros.

Para las cam pañas, la revolución era un problem a; sustraerse a la autoridad del rey era
agradable, p o r cuanto era sustraerse a la autoridad. La cam paña pastora no p od ía m irar
la cuestión bajo otro aspecto. Libertad, responsabilidad del poder, todas las cuestiones que la
revolución se proponía resolver eran extrañas a su m anera de vivir, a sus necesidades. Pe­
ro la revolución le era útil en este sentido: que iba a dar objeto y ocupación a ese exceso de
vida que hemos indicado y que iba a añ adir un nuevo centro de reunión, mayor que el tan
circunscripto a l que acudían diariam ente los varones en toda la extensión de las cam pa­
ñas.

La biografía propiamente dicha de Juan riojano en el que acentúa los caracteres de


Facundo Quiroga ocupa la segunda parte violencia y audacia de su personalidad,
del libro, capítulos V a XIII. Allí Sarmiento tanto en los hechos privados como en los
desarrolla un relato de la vida del caudillo públicos.

O 40
Sus ojos negros, llenos de fuego y som breados por pobladas cejas, causaban una sensa­
ción involuntaria de terror en aquellos sobre quienes alguna vez llegaban a fijarse, porque
Facundo no m iraba nunca de frente, y p or hábito, por arte, p or deseo de hacerse siempre te­
rrible, tenía de ordinario la cabeza inclinada y m iraba p or entre las cejas. (...) La estruc­
tura de su cabeza, revelaba sin embargo, bajo esa cubierta selvática, la organización pri­
vilegiada de los hombres nacidos p ara mandar. (...) La sociedad en que nacen da a estos
caracteres la m anera especial de manifestarse: sublimes, clásicos, p or decirlo así, van al
fren te de la hum anidad civilizada en unas partes; terribles, sanguinarios y malvados, son
en otras su mancha, su oprobio.
Ob. cit.

Muchas páginas del Facundo están dedi­ zas, militar y política, tanto de Facundo Qui-
cadas a describir y analizar los enfrentamien­ roga como de sus seguidores y enemigos,
tos entre unitarios y federales y entre caudi­ particularmente el general José María Paz.
llos provinciales, lo que Sarmiento llama “la
guerra social”. En esa guerra, batallas como El asesinato de Quiroga en Barranca Ya­
La Tablada, Oncativo y Ciudadela le sirven al co y la referencia al castigo de sus atacan­
autor para enriquecer los retratos y semblan­ tes cierra la segunda parte de la obra.

Llega el día, porfin, y la galera se pone en cam ino. Acompáñanle, a más del postillón que
va en el tiro, el niño aquel, dos correos que se han reunido por casualidad y el negro, que
va a caballo. Llega a l punto fa ta l y dos descargas traspasan la galera por am bos lados, p e­
ro sin herir a nadie; los soldados se echan sobre ella con los sables desnudos, y en un mo­
mento inutilizan los caballos y decuartizan a l postillón, correos y asistente. Quiroga enton­
ces asom a la cabeza, y hace p or un momento vacilar a aquella turba. Pregunta por el co­
m andante de la partida, le m anda acercarse, y a la cuestión de Quiroga “¿Qué significa es­
to?”, recibe por toda contestación un balazo en un ojo que le deja muerto. (...)
El gobierno de Buenos Aires dio un aparato solemne a la ejecución de los asesinos de
Ju an Facundo Quiroga; la galera ensangrentada y acribillada a balazos estuvo largo tiem­
po expuesta a l exam en del pueblo, y el retrato de Quiroga, com o la vista del patíbulo y de
los ajusticiados, fu eron litografiados y distribuidos por millares, com o tam bién extractos
del proceso, que se dio a luz en un volumen en folio. La Historia im parcial espera todavía
datos y revelaciones para señalar con su dedo a l instigador de los asesinos.
Ob. cit.

La tercera parte, integrada por los capítu­ una rigurosa exposición de ideas, lo acerca
los XTV y XV, contiene una dura condena al al ensayo o a la novela histórica; por otro,
gobierno de Rosas, que califica de “unita­ no faltan en el texto situaciones planteadas
rio” y una exhortación a la unidad nacional y resueltas como escenas teatrales y pasajes
mediante la instalación de un nuevo orden en los que Sarmiento se muestra como un
político y social. maestro de oratoria social y política. Esta in­
definición ligada a una combinación inteli­
Uno de los problemas literarios que pre­ gente de recursos de los distintos géneros
senta Facundo es la dificultad de encua­ es característica del Romanticismo al que
drarlo dentro de un género definido. Por un Sarmiento adhirió ideológicamente y dedi­
lado, la combinación de una biografía con có largas lecturas.

41
1. Analizar los retratos y semblanzas de los per­ giere que se proyecte una de las versiones y
sonajes principales del Facundo. Observar qué que se discuta en clase el resultado de la a dap­
rasgos físicos y psíquicos de cada uno destaca tación del texto sarmientino al lenguaje cine­
Sarmiento. matográfico.
2. Cada alumno elegirá un personaje histórico 4. La figura de Quiroga ha atraído la atención
argentino y trazará un retrato físico y psicológi­ de Jorge Luis Borges. El poema “El general Q ui­
co de él. Estos trabajos pueden comentarse y roga va en coche al muere" y el cuento “Diálo­
discutirse en clase. go de muertos” son claros ejemplos de esa
3. El cine argentino ha llevado varias veces a atención. Se recomienda la lectura y el comen­
la pantalla la vida de Facundo Quiroga. Se su­ tario de ambos textos.

A m a lia : historia de un amor frustrado

Si bien a mediados del siglo XEX se co­ nuelita, su cuñada María Josefa Ezcurra, sus
nocían algunas novelas de autores argenti­ hermanas, y algunos funcionarios como
nos, la que realmente marca el rumbo ini­ Corvalán, Cuitiño, Victorica, y el embajador
cial es Amalia, de José Mármol (1818-1871), de Inglaterra, aparecen seres inventados
aparecida como folletín en La Semana de por Mármol o inspirados en figuras reales,
Montevideo, en 1851, y publicada como li­ como Amalia Sáenz de Olavarrieta, Eduardo
bro, en su versión definitiva, en 1855, en Belgrano, Daniel Bello (acaso un autorretra­
Buenos Aires. to de Mármol o una idealización de Esteban
Echeverría), y los casi grotescos don Cándi­
Si bien se trata de una novela política,
do y doña Marcelina.
pues describe con apasionamiento los años
de terror bajo el rosismo y traza un colori­ A través de una historia de amor frustra­
do cuadro de la situación del país en ese do, Mármol se interna en los mecanismos
tiempo, Mármol prefirió darle el nombre de de una sociedad sometida a un régimen au­
la protagonista, como hacían muchos nove­ toritario que también la frustra.
listas románticos europeos. Esta elección es
Amalia Sáenz de Olavarrieta es una jo­
coherente con el tratamiento de algunos te­
ven viuda tucumana de ideología unitaria
mas a lo largo del relato: el peso de los sen­
que vive en una amplia residencia de la Ca­
timientos frente a la razón; la valoración de
lle Larga (actual avenida Montes de Oca, en
los aspectos locales y costumbristas, la divi­
el barrio de Barracas). Su primo Daniel Be­
sión del mundo en buenos y malos.
llo, también unitario, ayuda a los persegui­
Amalia transcurre en Buenos Aires du­ dos del régimen a huir hacia Montevideo.
rante cinco meses de 1840, uno de los años Uno de ellos es el joven Eduardo Belgrano,
en que la represión gubernamental actuó quien ha resultado herido en una embosca­
con mayor violencia, particularmente entre da contra los fugitivos, y a quien Bello ha­
mayo y octubre, y el episodio inicial -e l ce refugiar en casa de Amalia. Allí la salud
asesinato de un grupo de unitarios que in­ de Belgrano se recupera lentamente bajo
tentaba escapar a Montevideo- es un hecho los cuidados de Amalia, y entre ambos na­
real que da motivo al autor para desarrollar ce un afecto que se va intensificando hasta
su historia. convenirse en verdadero amor.
Esta combinación de lo real-histórico Una red de intrigas y delaciones maneja­
con la ficción novelística se da también en da por María Josefa Ezcurra termina en una
los personajes: junto a Rosas, su hija Ma- violenta irrupción de la Mazorca en la casa

42
de Amalia, cuya consecuencia es la muerte capítulos, con una “Explicación preliminar”
de la protagonista, la de Belgrano y los y una “Especie de epílogo”, que sirven pa­
otros personajes que allí se encontraban. ra ubicar al lector en el antes y el después
de la historia contada.
Esta línea argumental se desarrolla en
cinco extensas partes integradas por varios En la explicación, Mármol manifiesta:

La mayor parte de los personajes históricos de esta novela existen aún, y ocupan la mis­
ma posición política o social que en la época en que ocurrieron los sucesos que van a leer­
se. Pero el autor, p or una ficción calculada, supone que escribe su obra con algunas gene­
raciones de por medio entre él y aquellos. Y es esta la razón por que el lector no hallará nun­
ca en presente los tiempos empleados a l hablar de Rosas, de su fam ilia, de sus ministros.
Jo sé M árm ol
Amalia, Buenos Aires, Kapelusz, 1971. (GOLU)

Y en el epílogo:

La crónica, que nos revelará más tarde, quizás, algo interesante sobre el destino de cier­
tos personajes que han figurado en esta larga narración, por ahora sólo cuenta que a l si­
guiente día de aquel sangriento drama, los vecinos de Barracas que entraron p or curiosi­
dad en la quinta asaltada, no encontraron sino cuatro cadáveres: el de Pedro, cuya cabe­
za había sido separada del tronco, y los de tres miembros de la Sociedad Popular Restaura­
dora; y que allí estuvieron hasta la oración de ese día, en que fueron sacados en un carro
de la policía, a la vez que eran robados los últimos objetos que quedaban en las cómodas,
mesas y roperos.
Ob. cit.

Una mirada sobre los personajes y las cosas

Mármol manifiesta una particular dedica- de su novela, realiza el de Amalia, incluyen-


ción en el trazado de retratos de sus perso- do todos los detalles característicos de las
najes. Así, al comienzo de la segunda parte heroínas románticas:

H abía algo de resplandor celestial en esa criatura de veintidós años, en cuya hermosura
la Naturaleza había agotado sus tesoros de perfecciones, y en cuyo semblante perfilado y be­
llo, bañado de una palidez ligerísima, m atizado con un tenue rosado en el centro de sus
mejillas, se dibujaba la expresión m elancólica y dulce de una organización amorosamente
sensible. (...) Sus labios rojos com o la flo r del granado, se abrieron para dejar libertad a un
suspiro arom atizado con las esencias de su corazón. (...) Sus brazos, que habrían dado en­
vidia a l cincel que labró la Venus de losM édicis (...) se extendían descuidados sobre los del
sillón; y su pequeño pie, desnudo, dentro de una chinela de cabritilla, se escapaba del p ei­
nador de batista.
Ob. cit.

En cambio, el retrato de Rosas se desa­ ginal, ya que, sin nombrarlo y partiendo


rrolla en acción, a lo largo de extensos del espacio y los personajes que lo ro­
diálogos y descripciones; pero su presen­ dean, lo caracteriza claramente en unos
tación, al comienzo de la obra, es muy ori­ pocos trazos.

43
En el cuarto de la mesa cuadrada había cuatro hombres en derredor de ella.
El prim ero era un hom bre grueso, como de cuarenta y ocho años de edad, sus mejillas
carnudas y rosadas, labios contraídos, fren te alta pero angosta, ojos pequeños y encapota­
dos p or el párpado superior, y de un conjunto, sin embargo, más bien agradable, pero cho­
cante a la vista. Este hom bre estaba vestido con un calzón de p añ o negro, muy ancho, una
chapona color pasa, una corbata negra con una sola vuelta a l cuello y un som brero de p a ­
ja, cuyas anchas alas le cubrirían el rostro a no estar en aquel momento enroscada hacia
arriba la parte que daba sobre su frente.
Los tres hombres eran jóvenes de veinticinco a treinta años, vestidos modestamente, y dos
de ellos excesivamente pálidos y ojerosos.
El hom bre del sombrero de p a ja leía un montón de cartas que tenía delante y los jóvenes
escribían.
En un ángulo de esta habitación se veía otra figura hum ana y, a l parecer, con vida. Era
la de un viejecito de sesenta a sesenta y dos años de edad, de fisonom ía enjuta, escuálida,
sobre la que caían las guedejas de un desordenado cabello, casi blanco todo él, y cuyo cuer­
p o flaco, y algo contrahecho p or la elevación del hombro izquierdo sobre el derecho, estaba
vestido con una casaca militar de pañ o grana, cuyas charreteras cobrizas, con sus canelo­
nes más decrépitos que el portador de estas, caían de los hombros, la una hacia el pecho y
la otra hacia la espalda.
Ob. cit.

El hombre de sombrero de paja es Rosas ciones, la de la casa de Rosas y la del dormi­


y el aspecto casi grotesco de sus acompa­ torio de Amalia, para mostrar cómo Mármol
ñantes, un marco adecuado a su figura. aplica su mirada de modo distinto en cada
caso, subrayando de ese modo la diferencia
El crítico argentino David Viñas concibe a
de uno y otro ámbito.
Rosas y Amalia como símbolos de dos mun­
dos opuestos13, y se detiene en dos descrip­ Así describe la casa de Rosas:

Del zaguán, doblando a la derecha, se abría el muro que cu adraba el patio, p o r un an ­


gosto pasadizo con una puerta a la derecha, otra a l fon d o y otra a la izquierda. Esta últi­
ma daba a un cuarto sin com unicación, donde estaba sentado un hom bre vestido de ne­
gro y en una posición m editabunda. La puerta delfon d o del pasadizo daba entrada a una
cocina estrecha y ennegrecida; y la puerta de la derecha, p o r fin , conducía a una especie
de antecám ara que se com unicaba con otra habitación de mayores dimensiones, en la que
se veía una mesa cuadrada, cubierta con una carpeta de bayeta grana, unas cuantas si­
llas arrinconadas a la pared, una montura com pleta en un rincón y algo más que descri­
biremos dentro de un momento.
Ob. cit.

Y así, el dormitorio de Amalia:

Toda la alcoba estaba tapizada con papel aterciopelado de fon d o blanco, m atizado con
estambres dorados, que representaban caprichos de luz entre nubes ligeramente azuladas.
Las dos ventanas que daban a l patio de la casa estaban cubiertas p o r dobles colgaduras,
unas de batista hacia la parte interior, y otras de raso azul, muy bajo, hacia los vidrios de

13 Ver David Viñas, L iteratu ra y p o lítica . Buenos Aires, Sudamericana, 1995.


la ventana, suspendidas sobre lazos de metal dorado, y atravesadas con cintas corredizas
que las separaban, o las juntaban con rapidez. El piso estaba cubierto por un tapiz de Ita­
lia, cuyo tejido, verde y blanco, era tan espeso, que el p ie parecía acolchonarse sobre algo­
dones a l pisar sobre él. Una cam a francesa, de caoba labrada, de cuatro pies de ancho y
dos de alto, se veía en la extrem idad del aposento, en aquella parte que se com unica con el
tocador, cubierto por una colcha de raso color jacinto, sobre cuya relumbrante seda caían
los albos encajes de un riquísimo tapafundas de Cambray. Una pequeña corona de marfil,
con sobrepuestos de nácar figurando hojas de jazm ines, estaba suspendida del cielo raso por
una delgadísima lanza de metal plateado en línea perpendicular con la cam a y de la coro­
na se desprendían las ondas de una colgadura de gasa de la India con bordados de hilo de
plata, tan leve, tan vaporosa, que parecía una tenue neblina abrillantada por un rayo de sol.
Ob. cit.

Opina David Viñas que la mirada de comenta, deteniéndose en los detalles y


Mármol sobre la casa de Rosas es atenta, adornos. Los adjetivos de significación du­
preocupada, quiere reconocer y saber, ra y sombría que abundan en la primera
tiende a avanzar: “nos hundimos, nos de las descripciones se oponen a la clari­
adentram os y no podem os volver atrás en dad y delicadeza de los que adornan la se­
esa casa que a la vez nos p en etra”. En gunda. Es la rusticidad de Rosas frente a la
cambio, en el dormitorio de Amalia, esa urbanidad de Amalia, dos polos de una so­
mirada no enumera objetos sino que los ciedad dividida.

1. En las décadas de 1920 y 1930 los temas ne una audición de este m aterial y un a n á li­
referidos al periodo rosista, y particularm en­ sis de su letra y su música.
te los que se tratan en Amalia, fueron tom a­
2. La novela de M árm ol es muy rica en des­
dos por autores de canciones. Hay numero­
cripciones de ambientes interiores. Se sugiere
sos valses, tangos, milongas y otros tipos de
que los alumnos escriban textos descriptivos
composiciones populares grabados por fa ­
inspirados en los lugares que habitualmente
mosos vocalistas de entonces. El poeta Héc­
frecuentan (la casa, el barrio, la escuela, el
tor Pedro Blomberg es autor de muchas de
club, los comercios, otras instituciones).
esas canciones, cuyas letras pueden consul­
tarse en los cancioneros publicados por 3. Agrupados en equipos, los alumnos realiza­
CEAL, Ricordi, y otras editoriales. Existen tam ­ rán un guión televisivo de la novela, eligiendo
bién producciones discográficas de estas previamente aquellos pasajes que ofrezcan las
obras, accesibles en comercios dedicados a mayores posibilidades tanto en lo visual como
la música popular de Buenos Aires. Se p ro p o ­ en el desarrollo de los diálogos.

¿Y la literatura rosista?

Durante el largo gobierno de Rosas la generación de exiliados y proscriptos se


casi totalidad de los intelectuales porteños enriquece, como vimos, con los nombres
y de otras ciudades argentinas debió elegir de Esteban Echeverría, Juan Cruz Varela,
entre el silencio y el exilio. La represión José Mármol y Juan María Gutiérrez, entre
ideológica, tanto política como religiosa, y otros.
el peligro de ser catalogado como “salvaje
unitario” y correr serios riesgos de vida, Sólo un intelectual de fuste, el escritor e
obligaron a la escritura secreta y a la publi­ investigador italiano Pedro De Angelis, per­
cación fuera de los límites del país. Una maneció al lado de Rosas durante toda su

45
gestión y se vio marginado y duramente in­ Pero el tono de la época lo dan obras de
juriado después de la derrota de Caseros. escasa calidad literaria, llenas de elogios
desmedidos y fanático endiosamiento de la
De Angelis escribió biografías de Rosas,
figura del Restaurador, compuestas por poe­
Estanislao López y el general Arenales, re­
tas menores como José Rivera Indarte -fer­
copiló todas las leyes y decretos promulga­
voroso resista convertido, por circunstancias
dos en Buenos Aires entre 1810 y 1835, y
poco claras, en feroz anti-rosista-, Claudio
publicó una inmensa colección de docu­
Cuenca y Francisco Baraja, entre otros.
mentos históricos y literarios vinculados
con la cultura de estas latitudes, entre los En 1835, Rivera Indarte escribía estas en­
que se cuentan el poema La Argentina de cendidas estrofas en honor del gobernador
Martín del Barco Centenera y La Argentina de Buenos Aires, poseedor y ejecutor de la
manuscrita de Ruy Díaz de Guzmán. suma del poder.

Alza, ¡oh, Patria!, tu fren te abatida, Del poder la Gran Suma revistes,
de esperanza la aurora lució; a la patria tú debes salvar;
tu adalid ''' valeroso ha jurado ¡Que a tu vista suspire el honrado
restaurarte a tu antiguo esplendor. y a l perverso se mire templar!
La ignorancia persigue inflexible,
¡Oh, gran Rosas! tu pueblo quisiera a l talento procura animar.
mil laureles poner a tus pies; ¡Y ojalá que tu nombre en la historia
mas el gozo no puede avenirse una página ocupe inmortal!
con el luto y tristeza que ves.
¡Aguilar y Latorre no existen! Jo sé R ivera Indarte
Villafañe, el invicto, murió; “Himno de los Restauradores”,
y a tu vida tal vez am enaza en La época de Rosas. (Antología),
de un malvado el cuchillo feroz. Buenos Aires, CEAL, 1967.

Cuatro años más tarde, desde una ópti­ el exilio provocado por la intolerancia del
ca totalmente opuesta, su homenaje se di­ régimen para quienes piensan de manera
rige a un escritor ilustre que ha muerto en distinta.

En lecho de dolor yace tendido diciendo con acento dolorido:


el vate ilustre y de la Patria ausente, ¡Cara esperanza de la Patria mía,
la horrenda esclavitud, las penas siente, dichosos más que yo!, con fuerte brazo
no el dejar este mundo aborrecido. la coyunda 14516romped que la mancilla'6;
Cien guerreros de nombre esclarecido, y daréis muerta ya la tiranía,
cercan su estancia en adem ás doliente, a mis hijas asilo en su regazo,
y el noble moribundo alzó la frente a m í una tumba en la Argentina orilla.
Jo sé R ivera Indarte
“A la memoria del poeta Juan Cruz Várela”, en ob. cit.

14 Adalid: caudillo, conductor (especialmente, en la guerra).


15 Coyunda: soga, correa; en sentido figurado, sometimiento, sujeción.
16 Mancillar: manchar, lastimar.
Romanticismo tardío

A partir de la Constitución de 1853 se creimiento de ciertos valores, el dolor de la


produce en la Argentina un reacomoda­ soledad y el pesimismo, se incorporan a los
miento de ideas políticas y culturales, con poetas argentinos que viven en esta nueva
nuevos objetivos. Ha quedado atrás el en­ etapa histórica. Ellos forman la “segunda
frentamiento entre federales y unitarios, generación romántica” de nuestro país.
pero se acentúa el de las provincias con el
centralismo porteño. El contacto con Euro­ Ricardo Gutiérrez (1838-1896), gran mé­
pa, reducido durante el rosismo, se inten­ dico, fundador del Hospital de Niños de
sifica a través del ingreso de importantes Buenos Aires, es uno de esos poetas. Su li­
obras literarias provenientes de Francia, bro Lázaro incorpora la figura del gaucho
Italia e Inglaterra; de ese modo se ponen desde el ángulo del fatalismo y la soledad;
al alcance del público las ideas estéticas, sus otros poemarios, El libro de las lágrimas
políticas y filosóficas que predominan en y El libro de los cantos, siguen la línea me­
los países europeos y que se inscriben en el lancólica de los románticos europeos como
punto más alto y rico del Romanticismo. Lord Byron. El fragmento que reproduci­
Varios elementos sustanciales de este mo­ mos a continuación es una muestra valiosa
vimiento, como el individualismo, el des­ de su estilo.

Sobre los llanos de la tierra mía, ¡Parece que la fu erza del destino
sobre los montes de la tierra extraña, el cuerpo mío de tu cuerpo aparta,
sobre el abism o de la m ar inquieta, la senda tuya de mi senda borra,
sobre el fún ebre campo de batalla, la vida mía de tu vida arranca,
como una sombra, y lejos hunde
como un fantasm a, y lejos alza
¡ah, siempre lejos de tu hogar querido el rumbo sin oriente de mi huella,
la trom ba17 de la vida me arrebata! el paso sin reposo de mi planta!

R icardo G utiérrez
“El cuerpo y el alma”, en Selección de poemas.
Ricardo Gutiérrez / Olegario Víctor Andrade, Buenos Aires, CEAL, 1967.

Olegario Víctor Andrade (1839-1882) re­ titán18 castigado por Zeus por haber robado
presenta al romántico combativo, en su de­ el fuego para entregárselo a los hombres,
fensa de la Confederación contra el centralis­ Andrade realizó una serie de investigaciones
mo porteño desde el periodismo y al poeta sobre las distintas versiones literarias que
capaz de describir la sencilla vida provincia­ ese mito había tenido a lo largo de la histo­
na y los afectos familiares y a la vez de abor­ ria y compuso, finalmente, un extenso poe­
dar temas mayores, como la gesta sanmarti- ma en el que exalta la lucha del titán contra
niana o los antiguos mitos helénicos. el poder de los dioses olímpicos 19 y descri­
be los suplicios a los que la venganza de es­
Interesado en la figura de Prometeo, el tos lo someten hasta morir.

17 Tromba: torbellino.
18 Titán: gigante; los titanes (o gigantes) se rebelaron contra los dioses, según la mitología griega.
19 Olímpicos: los grandes dioses de la mitología griega que vivían en el monte Olimpo.
Tendido está el gigante, verdugos turbulentos
que am arraron los cíclopes 20 soberbios, que Júpiter envía, enfurecido,
tras larga lucha fiera, a desgarrar la entraña palpitante
con tem pladas caden as de diam ante: de su rival temido.
aún su pecho ja d ea
com o cráter hirviente; Así en la larga noche de la historia
y, cad a vez que se retuerce inquieto, bajan a escarnecer el pensam iento,
el sol vela su frente, a apagar las centellas de su gloria,
y la vieja m ontaña bam bolea. con asqueroso aliento,
odios, supersticiones, fanatism os;
Convidados ham brientos y, con ira villana,
a l salvaje festín de su martirio el buitre del error clava sus garras
vienen los cuervos, en revuelta nube en la concien cia hum ana.

O legario V ícto r A ndrade


Prometeo, en ob. cit.

El martirio de Prometeo tiene puntos de gativa y el concepto de redención del hom­


contacto con otros casos históricos, como bre por el amor y la solidaridad ponen en
el de Sócrates, el de Jesucristo y el de Ga- pie de igualdad, para Andrade, a Prometeo
lileo, víctimas del fanatismo y la intoleran­ y Jesucristo, tanto en el hecho puntual de
cia (recordemos el episodio de la tortura y la muerte injusta y cruel, com o en la tras­
muerte del joven unitario en El m atadero cendencia de esa muerte y en la firmeza
de Esteban Echeverría). El enfrentamiento con que ambos obran, más allá del dolor y
entre una antigua religión autoritaria y ven- el miedo.

1. Los alumnos leerán en forma completa el Pro­ 2. A p a rtir de las lecturas de Echeverría,
meteo de Andrade y buscarán otras versiones M á rm o l y Andrade, y del exam en d e otras
del mito para establecer comparaciones sobre instancias históricas en las cuales la re p re ­
el tratamiento que cada versión da. N o deben sión y la censura c o b ra ro n sus víctimas, los
faltar el Prometeo encadenado de Esquilo, el Pro­ alumnos e s c rib irá n un breve ensayo sobre el
meteo de Edgard Q uinet y el de Leopoldo Lugo- tem a “Libertad y autoritarism o. Una visión del
nes (en este caso, los fragmentos de la obra re­ fin de un m ile n io ”.
feridos específicamente al mito).

20
Cíclopes: gigantes m itológicos co n un solo o jo en m edio de la frente.
Otros textos

El hogar paterno

La casa de mi madre, la obra de su industria, cuyos adobes y tapias pudieran computar­


se en varas de lienzo tejidas p or sus manos para pagar su construcción, ha recibido en el
transcurso de estos últimos años, algunas adiciones que la confunden hoy con las demás ca­
sas de cierta m edianía. Su form a original, empero, es aquella a que se apega la poesía del
corazón, la imagen indeleble que se presenta porfiadam ente a mi espíritu, cuando recuer­
do los placeres y pasatiem pos infantiles, las horas de recreo después de vuelto de la escuela,
los lugares apartados donde be pasado horas enteras y sem anas sucesivas en inefable bea­
titud, haciendo santos de barro para rendirles culto en seguida, o ejércitos de soldados de la
misma pasta para engreírme de ejercer tanto poder.
H acia la parte del sud del sitio de treinta varas de fren te por cuarenta de fondo, estaba
la habitación única de la casa, dividida en dos departamentos: uno sirviendo de dormito­
rio a nuestros padres, y el mayor de sala de recibo con su estrado alto y cojines, resto de las
tradiciones del diván árabe que han conservado los pueblos españoles. Dos mesas de alga­
rrobo indestructibles, que vienen pasando de mano en mano desde los tiempos en que no
había otra m adera en San Ju an que los algarrobos de los campos, y algunas sillas de estruc­
tura desigual, flanqueaban la sala, adornando las lisas murallas dos grandes cuadros al
óleo de Santo Domingo y San Vicente Ferrer, de malísimo pincel, pero devotísimos, y here­
dados a causa del hábito dominico. A poca distancia de la puerta de entrada elevaba su co­
p a verdinegra la patriarcal higuera que som breaba aún en mi infancia aquel telar de mi
madre, cuyos golpes y traqueteo de husos, pedales y lanzadera, nos despertaba antes de sa­
lir el sol para anunciarnos que un nuevo día llegaba y con él la necesidad de hacer p or el
trabajo fren te a sus necesidades.
D om ingo Faustino Sarm iento
en Recuerdos de provincia, Buenos Aires, Kapelusz, 1970.

El nido de cóndores

Muchas nubes pasaron a su vista; H ablaban en voz alta, y el anciano


holló muchos volcanes; con acento vibrante,
su plum aje mojaron y rizaron “¡Vendrá, exclam aba, el héroe predilecto
torrentes y huracanes. de esta cumbre gigante!”
Es algo más querido lo que causa El cóndor, a l oírlo, batió el vuelo;
su agitación extraña: lanzó ronco graznido,
¡un recuerdo que bulle en la cabeza y fu e a posar el ala fatigada
del viejo m orador de la montaña! sobre el desierto nido.
En la tarde anterior, cuando volvía Inquieto, tembloroso, como herido
vencedor inclemente, de fún ebre congoja
trayendo los despojos palpitantes pasó la noche, y sorprendiólo el alba
en la garra potente, con su pupila roja.
bajaban dos viajeros presurosos (fragmento)
la rápida ladera;
un niño, y un anciano de alta talla O legario V íctor Andrade
y blanca cabellera. en ob. cit.
Civilización urbana y barbarie rural
B u en o s Aires y la C onfederación. Literatura porteña y literatura d e la pam pa. La
literatura gau chesca en las guerras civiles. El m un do d e la frontera y el M artín Fierro.
La prosa culta. La G eneración del 8 0 y la crisis política y financiera d e 1890.
El país después de Rosas
L os vencedores de Caseros constituían un con aquel de los unitarios y los federales.
grupo cuyo único elemento de unión era el Un verdadero caudillo nacional, el general
odio hacia Rosas y los personajes que se Julio Argentino Roca, encarna entonces el
movían a su alrededor. Incluso en el plano sistema político autoritario pero progresista
militar, había numerosos soldados de ori­ conocido como el “unicato”.
gen extranjero a los que hubo que retribuir
No obstante, las diferencias sociales en­
su colaboración.
tre pobres y ricos en la ciudad, y entre por­
Sin embargo, todos coincidieron al princi­ teños y campesinos en la provincia de Bue­
pio en la necesidad de celebrar un acuerdo nos Aires y en el resto del país, se acentúan
nacional y redactar una Constitución Nacio­ aceleradamente. En 1890, una grave crisis
nal. El Acuerdo de San Nicolás y la Constitu­ financiera provoca la ruina de numerosos
ción de 1853 cumplieron con estos objetivos, empresarios y el enriquecimiento de unos
pero el país estaba ya dividido entre Buenos pocos especuladores; estalla una revolu­
Aires y el resto de las provincias, unidas ba­ ción popular y el presidente Miguel Juárez
jo el nombre de la Confederación Argentina. Celman es obligado a renunciar.
Las batallas de Cepeda (1859) y Pavón
Buenos Aires, a la que muchos llaman
(1861) marcan los puntos de mayor conflic­
“la gran aldea”, es una ciudad que se acer­
to y el triunfo final del centralismo porteño.
ca a ritmo acelerado a sus modelos euro­
peos, con sus salones, sus clubes, sus tea­
Numerosas familias provenientes del exi­
tros, sus exposiciones, su periodismo y su
lio y gran cantidad de inmigrantes europeos
literatura.
se integran poco a poco a una sociedad que
va adquiriendo nuevos caracteres. Un fuer­ En las pulperías, los gauchos cantores si­
te impulso dado a la educación y a la cul­ guen improvisando al son de la guitarra,
tura durante los gobiernos de Sarmiento y mientras otros poetas recogen y dan nueva
Avellaneda y una paulatina aniquilación del vida a las sencillas formas sobre las que
indígena en las luchas de fronteras van de­ cantan sus experiencias, alegrías, dolores y
lineando un país que poco tenía que ver esperanzas.

"Aquí me pongo a cantar..." Ascasubi, del Campo, Hernández

Hemos visto en el primer Módulo cómo la cabeza, poncho pampa de vistosos colo­
ya a fines del siglo XVIII se registran com­ res, chiripá oscuro y botas de potro con es­
posiciones en lengua popular campesina, y puelas. El caballo lleva una manta bordada
hemos señalado a Bartolomé Hidalgo como con las letras F O M, Federación o Muerte.
importante autor de “cielitos” y poesías pa­
El gaucho unitario, a su vez, surge con la
trióticas compuestas también en ese nivel
Revolución de los Libres del Sur, en 1839,
de lengua.
se agrupa en torno de Juan Lavalle y se
convierte en un perseguido después de la
Hacia 1830 se consolida la figura del
derrota de Quebracho Herrado. Su vesti­
gaucho federal. Su imagen ideal puede ver­
menta es similar a la del otro gaucho, pero
se en el cuadro de Monvoisin titulado, pre­
difieren los colores: en lugar del rojo, pre­
cisamente, Gaucho federal, un paisano que
dominan el blanco y el celeste.
lleva el caballo de la rienda, listo para mon­
tar; su rostro es tostado y su mirada, enér­ Unos y otros componen y cantan cielitos
gica; lleva sombrero alto de panza de burro con los que animan a sus respectivas tropas
con cintillo rojo, pañuelo floreado atado a en pie de guerra.

51


Hilario Ascasubi (1807-1875) es uno de nes políticas del momento. Santos Vega o
los primeros poetas que, en lengua popular, Los M ellizos de la Flor es su obra más famo­
dan testimonio de los problemas políticos y sa; en ella Ascasubi se propone “p oetizar la
sociales del país durante la época rosista. vida del gaucho, en los cam pos y las p ra d e­
Su periódico El G aucho de Cam paña y su ras argen tinas”.
semanario Aniceto el Gallo recogen compo­
siciones poéticas y artículos interesantes; y Veamos un fragmento del “Cielito patrió­
su Paulino Lucero, cielitos, décimas, medias tico” dedicado por Aniceto el Gallo a los san-
cañas y pericones que ilustran a los habi­ tafesinos que luchan junto a Urquiza contra
tantes de la campaña sobre graves cuestio- Rosas.

¡Qué lindo! En la Patria nueva Ya en los cam pos del Rosario


el pueblo santafesino las pam pas p arecen montes,
alzó el poncho, acreditando p o r cien colum nas que form an
ser Federal argentino. en la llanura horizontes.

Cielito, vana esperanza ¡Mi cielo!, y d e lejos brillan


la que tuvo Ju an M anuel las arm as a l resplandor
que la santafesinada del sol en los escuadrones
se haría m atar p o r él. de Urquiza el Libertador.
H ilario A scasubi
en Santos Vega y otros poem as.
Buenos Aires, CEAL, 1967.

Estanislao del Campo (1834-1880), cu­ Fausto de Charles G ounod en el primitivo


yo seudónim o A nastasio el Pollo imita teatro Colón. El tono hum orístico está
graciosam ente el de Ascasubi, fue tam­ acentuado por la falta de com prensión
bién periodista y poeta. Su poem a gau- adecuada de la obra, por parte del Pollo.
ch eco Fausto, escrito en forma de diálogo Así, por ejem plo, describe la escena en
(com o ciertas com posiciones de Bartolo­ que el viejo D octor Fausto invoca al D e­
mé Hidalgo) entre el Pollo y el paisano m onio para que, m ediante un pacto, lo
Laguna, narra las experiencias de un gau­ ayude a conseguir el am or de la joven
cho durante la representación de la ópera Margarita:

¡Viera a l D iablo! Uñas d e gato, Le dijo el D iablo a l Dotor,


flacón , un sable largóte, que estaba m edio asonsao.
gorro con plum a, capote,
y una barba de chivato “Mi Dotor, no se m e asuste
qu e yo lo vengo a servir:
M edias hasta la berija : . p id a lo qu e h a d e p ed ir
con cad a ojo com o un charco, y ordenem é lo qu e guste”.
y cad a ceja era un arco
p a ra correr la sortija. El D otor m edio asustao
le contestó qu e se ju ese...
“A quí estoy a su m andao, —H izo bien, ¿no le parece?
cuente con un servidor”. —D ejuram ente 2, cuñao.

E stan islao d el C am p o
Fausto. Buenos Aires, Kapelusz, 1974. (GOLU)

Berija (o verija): ingle.


Dejuram ente: seguram ente.

52
Este tratamiento de la figura del gaucho pasó al sainete criollo y hasta fue empleada
con tintes grotescos y hasta ridículos se ex­ en el cine.
tendió en la literatura de fin del siglo XIX,

M a r t ín F ie r r o y la frontera

A mediados del siglo pasado, la frontera ridiculizar al personaje. Siete años más tar­
separaba dos mundos bien diferenciados: la de aparece La vuelta de Martín Fierro, se­
zona de los pastos tiernos y el desierto, las gunda parte del poema que, en el futuro,
tierras de los blancos y las tolderías del in­ ha de llamarse simplemente Martín Fierro,
dio. El gaucho de esa época estaba ligado y sus partes. "La Ida” y “La Vuelta”.
por intereses a los blancos pero su forma
En el poema, el protagonista representa
de vida y sus costumbres lo acercaban más
un tipo humano altivo e indolente que per­
a los indios.
tenece a una clase social postergada. Her­
nández no imita el lenguaje de los gauchos;
José Hernández (1834-1886), un federal
más bien lo recrea y enriquece.
no rosista que ejercía el periodismo y se
acercaba a la política, compone en 1872 Siguiendo la tradición de las epopeyas*,
El gaucho Martín Fierro, con la intención que comienzan con el anuncio del canto y
de diferenciarse de otros poemas gauches­ el pedido de auxilio a los seres del más allá,
cos que sólo aspiran a entretener al lector o Martín Fierro inicia así la suya:

Aquí me pongo a cantar Pido a los Santos del Cielo


a l compás de la vigüela, que ayuden mi pensamiento;
que el hom bre que lo desvela les pido en este momento
una pen a estrordinaria 3, que voy a contar mi historia
com o el ave solitaria me refresquen la memoria
con el can tarse consuela. y aclaren mi entendimiento.

Jo sé H ernández
Martín Fierro, Buenos Aires, Kapelusz, 1968. (GOLU)

En el primer canto se enumeran los múl­ posibilidad de gloria, desafío, opinión, an­
tiples sentidos que el cantar asume en todo helo de libertad.
el poema: consuelo, inspiración natural,

Que no se trabe mi lengua y si me quieren probar


ni me falte la palabra; salgan otros a cantar
el cantar mi gloria labra, y veremos quién es menos.
y poniéndom e a cantar,
cantando me han de encontrar Mi gloria es vivir tan libre
aunque la tierra se abra. com o el pájaro del Cielo,
no hago nido en este suelo
Yo soy toro en mi rodeo a n d e 4 hay tanto que sufrir;
y toroso en rodeo ajeno, y nadie me ha de seguir
siempre me tuve por güeno, cuando yo remonto vuelo.

3 Estrordinaria: extraordinaria
4 Ande: donde.

53
En el segundo hay una nostálgica evoca­ hacen cuando aluden a la Edad de Oro*, en
ción de la vida campesina de épocas pasa­ la cual el trabajo, más que una pesada nece­
das, tal como muchos poetas épicos o líricos sidad, es una ocasión de mostrar habilidades.

Y apenas la m adrugada este un lazo, otro un rebenque,


em pezaba a coloriar, y los pingos relinchando
los pájaros a cantar, lo llam an desde el palenque.
y las gallinas a a p ia rse 5
era cosa de largarse Y m ientras dom aban unos,
cad a cu al a trabajar. otros a l cam po salían
y la hacien da recogían,
Este se ata las espuelas, las m anadas repuntaban,
se sale el otro cantando, y an sí sin sentir p asaban
uno busca un pellón blando, entretenidos el día.

Los cantos tercero y cuarto se refieren a buyen a las desdichas del gaucho, com o el
la leva6*, los padecimientos en la frontera, la Juez de Paz, el Comandante, el Pulpero; y
huida y el retorno doloroso al pago. Allí dos grupos profundamente antipáticos para
aparecen personajes siniestros que contri- Fierro: los gringos y los indios.

A m iel Ju ez m e tomó entre ojos Allí s í se ven desgracias


en la última votación; y lágrimas, y aflicciones;
me le había hecho el remolón n aid es 9 le p id a perdon es
y no m e arrim é ese día, a l indio, pues donde dentra
y él dijo que yo servía roba y m ata cuanto encuentra
a los de la esposición 8. y quem a las poblacion es.

Era un am igo d el Jefe No salvan de su fu ro r


que con un boliche estaba, ni los pobres an gelitos 10;
yerba y tabaco nos d aba viejos, m ozos y chiquitos
p o r la plum a de avestruz, los m ata del mesmo 11 m odo;
y hasta le h acía ver la luz que el indio lo arregla todo
a l que un cuero le llevaba. con la lan za y con los gritos.

Dos muertes, la del Moreno y la del gua­ prenderlo. Fierro se defiende con tanta va­
po provocador, marcan profundamente la lentía que uno de los policías, llamado
vida de Fierro com o gaucho matrero. Una Cruz, se pone de su parte y juntos definen
noche, lo rodea una partida que viene a la lucha.

Pegué un brinco y entre todos Tal vez en el corazón


sin m iedo me entreveré; lo tocó un Santo Bendito
hecho ovillo me quedé a un gau cho qu e pegó el grito,
y y a me cargó una yunta, y dijo: “¡Cruz no consiente
y p o r el suelo la punta que se com eta el delito
de mi fa có n les jugué. de m atar a n s í 12 un valiente!"

5 Apiarse: apearse, bajar del lugar donde estaban dur­ 9 Naides: por "nadie”.
miendo. 10 Angelitos: niños, criaturas de corta edad.
6 Leva: reclutam iento obligatorio de soldados. 11 Mesmo: por “m ism o”.
12
' Gringo: extranjero. Ansí: p o r “a si”.
8 Esposición: por "oposición”.

54
Y a y 13 nomás se me a p a rió 14 pues entre dos era robo;
dentrándole a la partida; y el Cruz era como lobo
yo les hice otra embestida que defiende su guarida.

A partir del canto décimo será Cruz canto, pero es un amigo incondicional.
quien cuente su vida y sus desdichas, que Juntos deciden marchar a la tierra de los in­
tienen mucho en común con las de Fierro. dios. pues hasta allí no llega el poder del
Cruz no posee la capacidad del otro para el gobierno.

Ya veo que somos los dos que viva entre los infieles,
astillas del mesmo palo; yo seré cruel con los crueles,
yo paso por gaucho malo ansí m i suerte lo quiso.
y usté anda del mesmo modo,
y y o p a ’ acabarlo todo, Y siguiendo elfie l del rumbo
a los indios me refalo 15. se entraron en el desierto.
no sé si los habrán muerto
Pido perdón a mi Dios en alguna correría,
que tantos bienes me hizo; pero espero que algún día
pero dende que es preciso sabré de ellos algo cierto.

L a v u e lt a d e M a r t ín F ie r r o

En la segunda parte del poema, el prota­ rrolla el tema de la vida en las tolderías, jun­
gonista continúa la narración de su vida, to a Cruz. Con detenimiento aparecen deta­
para lo cual vuelve a pulsar la guitarra que lladas las costumbres de los indios, la situa­
había destrozado al concluir la primera. ción de la mujer, la preparación y ejecución
Luego, a lo largo de nueve cantos, se desa- de los malones.

El indio pasa la vida a p ia r 16 de su condición,


robando o echao de panza; ha nacido indio ladrón
la única ley es la lanza y com o indio ladrón muere.
a que se ha de someter;
lo que le falta en saber Cuanto el hombre es más salvaje
lo suple con desconfianza. trata pior a la mujer;
yo no sé que pueda haber
Todo el peso del trabajo sin ella dicha ni goce,
lo dejan a las mujeres; ¡feliz el que la conoce
el indio es indio y Uo quiere y logra hacerse querer!

Tras la muerte de Cruz, víctima de la vi­ En este punto, Hernández cambia la


ruela, se inicia el episodio de la cautiva, una voz cantante del poema, que pasan a ser
mujer castigada duramente junto con su hi- el hijo mayor y el hijo menor de Fierro, su­
jito, al que un indio mata. Fierro lucha con cesivamente. El primero cuenta su doloro-
el indio hasta que logra vencerlo y huye sa experiencia en una cárcel, injustamente
con la pobre mujer hacia la tierra de los acusado de una muerte; el segundo, su vi­
blancos. Al llegar, encuentra a dos de sus da miserable junto a su tutor, el Viejo Viz­
hijos. cacha, cuyos consejos son un verdadero
manual de conducta cínica17.

13 Ay: por “ahí”. 16 Apiar: salirse, alejarse.


14 Se me aparió: se puso a mi lado. 1 Cínico: falso, hipócrita.
15 Me refalo: me resbalo, m e escapo.

55
El prim er cuidao del hom bre vos te debes encoger,
es defender el pellejo; pu es siem pre es güeno tener
llévate de mi consejo, palen qu e an d e ir a rascarse.
fíja te bien en lo que hablo:
el diablo sabe p o r diablo Yo voy donde m e conviene
pero más sabe p o r viejo. y jam ás m e descarrío,
llévate el ejem plo mío
H acete am igo del Juez, y llenarás la barriga;
no le des de qué quejarse, apren dé de las horm igas,
y cuando quiera enojarse no van a un n o q u e 18 vacío.

Fierro se encuentra con Picardía, el hijo dónde nace el amor y qué entiende por ley.
de Cruz, quien también cuenta su vida con El Moreno reponde con gran habilidad y
distintos patrones, sus habilidades en el jue­ formula sus preguntas a Fierro acerca del
go, su caída en una leva y su permanencia tiempo, la medida, el peso y la cantidad; a
en la frontera. Su relato constituye una de­ las que el gaucho contesta con gracia y sa­
nuncia sobre la triste condición social del biduría. Finalmente, cuando comienzan a
gaucho. payar sobre temas estrictamente rurales, el
Moreno se declara vencido, pero recuerda
Ya en el tramo final de la obra, aparece
que hay una muerte que no se olvida (la de
el Moreno, hermano del que Fierro mató
su hermano) y que sobre ella decidirá el
años atrás, quien lo desafía a una payada,
destino.
esto es, un canto alternado entre los dos, a
través del cual se verá quién es mejor can­
Todos se alejan, y antes de separarse,
tor e improvisador.
Fierro da una serie de consejos a sus hijos,
Martín Fierro lo interroga sobre los can­ frutos de la experiencia y de una concien­
tos del cielo, la tierra, el mar y la noche; de cia moral adquirida con el sufrimiento.

Yo nunca tuve otra escuela M uchas cosas p ierd e el hom bre


que una vida desgraciada; que a veces las vuelve a bailar;
no estrañen si en la ju g ad a p ero les debo enseñar
alguna vez me equivoco; y es bueno qu e lo recuerden:
pues debe saber muy p oco si la vergüenza se p ierd e
aqu el que no aprendió nada jam á s se vuelve a encontrar.

D ebe trabajar el hom bre El hom bre no m ate a l hom bre


p a ra gan arse su pan ; ni p elee p o r fan ta sía ;
pues la m iseria en su afán tiene en la desgracia m ía
de perseguir de m il modos, un espejo en qu e m irarse:
llam a en la puerta de todos saber el hom bre gu ardarse
y entra en la del haragán. es la gran sabiduría.

El poema de Hernández ha sido estu­ Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada.


diado, analizado y criticado por numero­ Distintas miradas sobre el texto han produ­
sos escritores y especialistas, entre ellos cido opiniones a veces encontradas sobre
Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas, Jorge sus valores literarios, políticos y sociales.

Noque: recipiente de cu ero o de m adera para guardar alim entos.

56
Lo innegable es que cada vez que alguien siempre, puntos de contacto con la reali­
vuelve sobre el Martín Fierro, encuentra dad actual. Allí está, seguramente, la razón
nuevas posibilidades de interpretación y de su vigencia.

1. Leer en forma completa el Martín Fierro. luego discutan en grupo la validez actual que
Hacer un análisis del lenguaje em pleado por conservan.
Hernández en sus distintos planos:
4. Jorge Luis Borges, en “Biografía de Isidoro Ta-
- Características fonéticas (acentuación, pérdi­
deo Cruz” imagina, a partir del Martín Fierro,
da o agregado de sonidos a las palabras).
detalles de la vida del compañero de Fierro. To­
- Características morfológicas (formaciones de
mando figuras como Picardía, el Moreno, la
género y número, conjugación de verbos).
cautiva, los hijos de Fierro, Vizcacha, los alumnos
- Características sintácticas (construcción de las
escribirán biografías de estos personajes, ubi­
oraciones, concordancia).
cándolos en su época y su medio social.
- Características semánticas (vocabulario culto,
popular, regional y gauchesco). 5. Las aventuras de Picardía tienen puntos de
contacto con los héroes de la novela picaresca,
2. Analizar los consejos de M artín Fierro a sus
como Lazarillo de Tormes. Se sugiere que los
hijos y los del Viejo Vizcacha. Establecer las di­
alumnos hagan una lectura comparativa del
ferencias morales entre unos y otros.
episodio de Picardía con algunos pasajes de la
3. A lo largo del poema, Hernández cita un novela española; por ejemplo la aventura con
gran número de refranes y frases proverbiales. el ciego (Tratado primero) y la del clérigo (Trata­
Se propone que los alumnos hagan un releva- do segundo). Como corolario, cada uno elabo­
miento de esos refranes y frases y los clasifi­ rará un cuento en el que narre otra aventura
quen según el sentido moral de cada uno, y atribuida a Picardía o a Lázaro de Tormes.

Entre la ciudad y el campo

La figura del gaucho, su vida en la llanu­ los criollos en el campo argentino.


ra, sus aventuras y leyendas, fue motivo de
Todas estas novelas también fueron lle­
otro tipo de literatura, distinta de la gau­
vadas al teatro con el agregado de bailes,
chesca tradicional.
canciones y escenas de destreza; y poste­
Así, por ejemplo, se publicaron en forma riormente, a la radio y al cine.
de folletín a partir de 1879 las novelas de
En otra línea estética, la de una poesía
Eduardo Gutiérrez Ju an Moreira, Ju an Cue­
de tema gauchesco no costumbrista ni testi­
llo y Hormiga Negra, escritas en un estilo
monial, y escrita en lengua culta, se ubica el
conversacional con el objeto de entretener
Santos Vega de Rafael Obligado (1851-
a los lectores y a la vez denunciar las injus­
1920), visión idealizada de una figura parti­
ticias que se cometían contra los gauchos y
cular, la del payador, y de su marco paisa­
las ventajas que los extranjeros tenían sobre
jístico propio.

Obligado defendió los valores de lo nacional, de lo aferrado a la tierra, pero no debió ves­
tirse de gaucho ni reproducir el habla rural para hacerlo. Cuando alguna frase o algún ver­
so traen ecos del decir popular, en medio del nievl culto y académ ico que caracteriza a l poe­
ma, lo sentimos como una nota de color, una pincelada que ayuda a vincular a l lector con
la raíz del tema allí tratado.
A. F rasch in i; T. Fritzsche, y F. Leocata, La Cultura Argentina,
Buenos Aires, Docencia, 1995- Tomo I

57
El poema está dividido en cuatro cantos, una evocación de Santos Vega, ya muerto,
cada uno de los cuales lleva un título. El a través de las manifestaciones de su alma
primero de ellos, “El alma del payador”, es en el paisaje pampeano.

Cuando la tarde se inclina


sollozando a l occidente,
corre una som bra doliente
sobre la pam pa argentina.
Y cuando el sol ilum ina
con luz brillante y serena
del an cho cam po la escena,
¡a m elancólica som bra
huye besando la alfom bra
con el afán de la pen a.
R afael O bligado
Santos Vega, en Carlos Guido Spano y Rafael Obligado, Poesías,
Buenos Aires, CEAL, 1967.

El poeta manifiesta su propia presencia y el sentido combativo de su canto en la estro­


fa final de este primer canto.

Yo, que en la tierra b e nacido


donde ese genio b a cantado,
y el pam pero h e respirado
que a l p ay ad or h a nutrido.
beso este suelo querido
que a mis caricias se entrega,
m ientras de orgullo m e an ega
la convicción de que es m ía
¡la Patria de Echeverría,
la tierra de Santos Vega/

En el segundo canto, “La prenda del pa- la música y los ruidos y el silencio anticipan
yador”, aparece Santos visitando a su ama- su muerte,
da. La figura del payador se identifica con

Leve rum or de un gem ido,


d e una caricia llorosa,
tendió la sobra m edrosa,
crujió en el árbol dorm ido.
Después el ronco estallido
de rotas cuerdas se oyó;
un rem olino pasó
batiendo el rancho cercano,
y en el circuito del llano
todo en silencio quedó.
Dos momentos importantes se destacan por la situación privilegiada de los extranje­
en “El himno del payador”, el tercer canto ros en nuestra patria. La figura del payador
del poema: la descripción de una partida de se inscribe en una estrofa de transición en­
pato y una queja entonada por Santos Vega tre ambos momentos.
19
Anegar: inundar.

58
El sol ya la hermosa frente
abatía, y silencioso,
su abanico luminoso
desplegaba en occidente,
cuando un grito de repente
llenó el campo, y al clam or
cesó la lucha, en honor
de un solo nombre bendito,
que aquel grito era este grito:
“¡Santos Vega, el payador!”

Finalmente en el cuarto canto, “La muer­ jo en el campo, un inmigrante que con su


te del payador”, aparece la figura del con­ conocimiento irá modificando la vieja socie­
trincante ante el cual Santos caerá vencido: dad pastoril. El criollo interrumpe la payada
es Juan Sin Ropa, un forastero con rasgos aceptando su derrota.
diabólicos que entona canciones nunca oí­ El poema concluye con una referencia a
das, un hombre que simboliza el progreso la memoria que guarda la intervención del
que ha de transformar los medios de traba­ demonio en la historia del cantor.

Ni aun cenizas en el suelo


de Santos Vega quedaron,
y los años dispersaron
los testigos de aquel duelo.
Pero un viejo y noble abuelo
así el cuento terminó:
- “Y si cantando murió
aquel que vivió cantando,
fu e -d ecía suspirando-
porqué el Diablo lo venció”
Ob. cit.

1. Se sugiere la proyección de la película de 2. En el primer descenso al Infierno, narrado


Leonardo Favio Juan More/ra y la posterior rea­ en la novela de Leopoldo M arechal Adán
lización de un debate coordinado por el profe­ Buenosayres, los personajes encuentran al
sor. Los puntos analizables son: el desarrollo del N eocriollo, una especie de monstruo que ma­
argumento, el tratamiento de los personajes, los nifiesta varias transformaciones. Se sugiere la
diálogos y los niveles de lengua, la reconstruc­ lectura del pasaje y la com paración con el
ción de la época (vestimenta, espacios abiertos texto de Santos Vega en lo referente a la pre­
y cerrados, costumbres, vida social y política), la sencia del gaucho y de los inmigrantes en la
fotografía y los recursos visuales y sonoros. pam pa argentina.

Literatura y vida ciudadana en el 80

Hubo hacia 1880 un conjunto de escrito­ ría evolucionista* de Charles Darwin, se ha­
res en la plenitud de su madurez creadora, bían formado intelectualmente en el Cole­
en su mayoría hijos de proscriptos, nacidos gio Nacional de Buenos Aires o en el de
en el exilio de sus padres. Hombres de Concepción del Uruguay, las más prestigio­
ideología positivista*, partidarios de la teo­ sas casas de estudios medios. Hombres de
vida múltiple, en la que se combinaban la Ellos -Miguel Cañé, Lucio Vicente López,
política, la diplomacia, el derecho, la medi­ Lucio Victorio Mansilla, Eduardo Wilde, en­
cina, la vida de club, la afición al teatro y a tre los más destacados- forman la llamada
la música, los viajes y la literatura, grandes Generación del 80, verdadero equipo de
conversadores capaces de volcar en un ar­ producción literaria que vuelca sus creacio­
tículo periodístico brillante y agudo el resul­ nes sobre una ciudad ávida de novedades,
tado de una conversación valiosa; artículo de una sociedad en plena transformación.
que luego recogerán importantes periódi­ Ricardo Rojas los llama “prosistas fragmen­
cos porteños como La Tribuna, La Prensa, tarios”, por las características formales de
La Nación y El Nacional. sus trabajos.

Pequeños grandes textos

Un aspecto interesante de la produc­ sonalidades de la cultura, periodismo, ca­


ción literaria de los hombres del 80 es la racteres lingüísticos, comercio.
crónica de viajes. Miguel Cañé (1851- Eduardo Wilde (1844-1913), prestigioso
1905), abogado y profesor, agrupa en su médico, da a conocer detalles geográficos y
libro En viaje una gran cantidad de artícu­ sociales de países lejanos del este europeo,
los sobre Burdeos, París, Londres, el Mar el norte de África y Asia Menor, en una co­
Caribe, las Antillas, Colombia, Nueva lección de artículos periodísticos agrupados
York, las cataratas del Niágara, que versan luego en sus libros Por mares y por tierras
sobre los más variados aspectos: geogra­ y Viajes y observaciones. Veamos esta des­
fía, costumbres, artes, comidas, política, cripción de El Cairo en la que establece vin­
vida social, literatura, encuentros con per­ culaciones entre lo edilicio y lo social.

El barrio de la ciudad vieja es un desastrado paraje, todo en él es como lo de las ciudades


orientales y aún más viejo, más sucio, más barroso, más oprimido y más repelente. En algu­
nas angosturas llega un coche y sorprende a los habitantes; los jugadores de damas, de do­
minó o naipes instalados en toda la calle, se ven obligados a alzar campamento para dar p a ­
so a l invasor. No hay en ese barrio ni rudimento de veredas, ni casas señoriales y los sitios de
venta son pulperías con aires de desenterradas. (...) La parte nueva es otra cosa; hace recor­
dar a Budapest en las vecindades del parque: es preciosa, am plia , rica, llena de palacios, ja r­
dines y bosques donde nada ha sido olvidado de cuanto constituye la comodidad, el lujo y el
buen gusto. En realidad, por este contraste. El Cairo es como un pedazo de Chicago ligado
con otro de Jerusalén.
Eduardo W ilde
Viajes y observaciones,
Buenos Aires, Belmonte, 1939-

Es novedosa e importante la reflexión versación sostenida a bordo del tren que lo


sobre las características de la religiosidad lleva de Orán a Argel,
árabe, que Wilde reproduce como una con-

¿Usted pregunta por qué los árabes destruyen las plantas? Porque no comprenden ni su
utilidad palpable ni su efecto benéfico indirecto. Saben que las lluvias favorecen a las cose­
chas, pero con su aforismo “lloverá si Dios quiere” oponen una resistencia invencible a l co­
nocido principio de que la vegetación determ ina y aum enta las lluvias. (...) Yo me atrevería
a convencer a un árabe de la necesidad de actuar para que llueva, con este simple racioci­
nio: está escrito que lloverá si Dios quiere, pero también está escrito que Dios querrá si usted

60
planta árboles, si los árboles dan sombra, recogen el rocío, humedecen la tierra, determinan
fenóm enos eléctricos y por fin traen la lluvia por orden de Dios, quien también necesita con­
diciones para hacer las cosas. No es lógico ser fatalista para un hecho y no serlo para todos.
Eduardo W ilde
Por mares y por tierras
Buenos Aires, Belmonte, 1939.

Estas imágenes del norte de África nos Pero más allá del interés que puedan
recuerdan a las de Sarmiento en su libro despertar esos trabajos resultantes de la
Viajes, que tanto le sirvieron para establecer observación atenta de paisajes y socieda­
paralelos entre la sociedad árabe del desier­ des lejanas, uno de los puntos sobresa­
to argelino y la que surge alrededor de los lientes de esta literatura fragmentaria es la
caudillos locales, como Facundo Quiroga, crítica social y costumbrista de la ciudad
en algunas provincias argentinas. en su tiempo. Así, en “Vida moderna”, ar­
Muchos años después esos mismos pai­ tículo recogió en su libro Prometeo y Cia.,
sajes volverán a inspirar a otro escritor ar­ Wilde carga las tintas sobre ciertas manías
gentino, Roberto Arlt, para numerosas de acumular objetos y adornos en las ca­
Aguafuertes y para una colección de cuen­ sas que tienen los habitantes de Buenos
tos titulada El criador de gorilas. Aires.

Ya no hay donde poner nada; para pasar de una pieza a otra es necesario volar. Uno de
mis amigos, muy aficionado a los adornos, ha tenido que alquilar una barraca para depo­
sitar sus mármoles, sus bronces y sus cuadros. Yo tengo una estatua de la caridad que es el
terror de cuantos me visitan; no sé por qué arte todos tropiezan en ella... En casa de otro am i­
go se perdió hace poco un niño que había ido con su mamá. Cuando esta quiso retirarse, se
le buscó inútilmente en todas partes; al fin se oyó un llanto lastimero que parecía venir del
techo y voces de “¡aquí estoy, aqu í estoy!”. El pobre chico se había metido en un rincón del
que no podía salir porque le cerraban el paso un chifon ier 2U, dos biombos, un ánfora de no
sé dónde, los doce pares de Francia2021, ocho caballeros cruzados, un cam ello y Demóstenes de
tamaño natural en cinc bronceado.
Eduardo W ilde
“Vida moderna”, en Páginas escogidas, Buenos Aires, Estrada, 1952.

El tono humorístico de Wilde y sus exa­ nivel económico, porque tales acumulacio­
geraciones parecen reflejar una moda gene­ nes se ven, y no con sentido crítico, en pa­
ralizada en las casas de personas de buen sajes de otras obras escritas en esta época.

Retrato y caricatura

Los escritores del 80 se destacaron co­ llaneda, Santiago Derqui y Domingo Faus­
mo hábiles retratistas, tanto de los perso­ tino Sarmiento, entre muchos otros. Es in­
najes de sus artículos y cuentos, como de teresante la de Juan Bautista Alberdi, ini­
sus amigos, colegas o individuos pública­ ciada como oposición a la de Sarmiento y
mente conocidos. Lucio V. Mansilla dedicó desarrollada como retrato dinámico del
un libro, Retratos y recuerdos, a trazar sem­ hombre, en el que los rasgos físicos son
blanzas físicas y psicológicas de personajes correlativos de sus cualidades intelectuales
notables de su época, como Nicolás Ave- o afectivas.

20 Chifonier: cómoda, mueble con cajones para guardar ropa.


21 Los doce pares de Francia: según la tradición, los doce nobles más allegados a Carlomagno.

61
Im aginaos un hom bre antípoda de Sarmiento; éste, músculos y fuerza, de manos burdas,
ágil como los boxeadores, listo siempre a mostrar los puños por cualquier cosa; aquél, todo
lo contrario, un cartílago nervioso, alim entado sobriamente. No he visto nunca dos carac­
teres sobresalientes más antitéticos22, dos naturalezas más discordantes, com o sus letras, sus
procedim ientos; la letra de Sarmiento, g ran d e, redonda, clara, casi sin perfiles, una letra
gorda, m aciza com o su estilo vigoroso, preñado; la de Alberdi, una letra puros perfiles, p e­
queña, ligada p or rasgos continuos-com o su pensam ento-, una letra finísim a como su fr a ­
se incisiva. (...) Aunque proporcionado el cuerpo, la cabeza parecía no corresponder a l bus­
to. Era una cabeza casi homogénea, lo habría sido del todo, si hubiera tenido visiblemente
pronunciada la veneración; de perfil que habría podido ser ciceroniano, si hubiera tenido
desarrollado el órgano del lenguaje, como tenía desarrollada la individuaidad, la causali­
dad y la circunspección, facultades que explican sus aptitudes naturales de pensador y es­
critor; lo que era y no otra cosa.
Lucio V. M ansilla
Retratos y recuerdos, Buenos Ares, Borocaba, 1953-

En La gran aldea, Lucio V. López retrata a cuyos conceptos y modos de componer sus
dos personajes con risueños trazos de carica- discursos resultan también una grotesca ca­
riara en medio de una reunión de políticos ricatura de la política.

El doctor Trevexo se sentó en el sofá, a l lado de dos caballeros, uno muyfla co y el otro su­
mamente grueso.
E lflaco era un hom bre alto, con una cabeza diminuta. Entre las cejas y el pelo tenía una
fa ja blanca que le servía de frente; la boca era hundida como la de un cráneo, la nariz de
un atrevimiento procaz, no por la enorm idad de su tamaño, sino p or su afligente exigüi­
dad, y, sobre todo, p or la insolencia con que la Naturaleza la había respingado para pre­
sentar a l espectador sus dos ventanas, com o el hocico de un cra ck 23 que olfatea el aire. El
gesto pecu liar de aquel hom bre me sugería la idea de un ser que vive aspirando un m al olor
constante a su alrededor. (...)
El otro caballero era lo que se llam a un hom bre de peso. (...) La cabeza grande, y aun­
que vulgar p or la vertiginosa rapidez con que descendía hasta la frente, exhibía un rostro
lleno de m ajestad y de satisfecha suficiencia.
El abdom en, am pliam ente pronunciado, lo era bastante p ara poner en conflicto la resis­
tencia pertinaz de las abotonaduras del chaleco y del pantalón, a las que estaba confiada
la solemne misión de contener susform as. La fisonom ía tenía grandes pretensiones a la fo r ­
m alidad; pero yo no sé qué diablos había en aquella cara de luna llena, que me hacía ver-
la en menguante, a pesar de su redondez.
Lucio V. López
La gran aldea, Buenos Aires, Kapelusz, 1972. (GOLU)

Un texto famoso de Eduardo Wilde, “Ig­ del autor, hombre destacado tanto por su
nacio Pirovano”, incluido en su libro Tiem­ excelencia profesional como por su buen
po perdido, traza la semblanza de uno de humor, sus cualidades humanitarias y tam­
los más famosos médicos porteños de la bién por su capacidad para tramar bromas
época, amigo y compañero de aventuras y diabluras.

22 Antitético: totalmente opuesto.


23 Crack: caballo de pura sangre, especial para carreras.

62
Pirovano tiene todas las cualidades físicas para el trabajo y todas las aptitudes intelecua-
les para ser un m édico notable. Es bondadoso de carácter, reservado, m editador y pacien ­
zudo; parece ser muy dúctil, aunque siempre concluye por hacer lo que le da la gana; tiene
una gran facilid ad para hacerse querer de sus maestros; sabe evitar que lo envidien sus con­
discípulos y el hecho de conservar, com o reliquias de su carácter, ciertos rasgos de m ucha­
cho y ciertas diabluras de estudiante, que contrastan singularmente con su aspecto serio, le
da una fisonom ía particular y simpática.
Eduardo W ilde
“Ignacio Pirovano”, en Páginas esogidas, edición citada.

1. El profesor seleccionará artículos costumbris­ y los medios masivos exponen diariamente, y lo


tas de Miguel Cañé, Eduardo Wilde, Lucio Victo- desarrollarán en un texto breve.
rio Mansilla y Lucio Vicente López; y los alumnos,
3. Los alumnos buscarán diarios, revistas y publi­
trabajando en grupos, analizarán los aspectos
caciones de interés general, artículos en los que
criticados de la sociedad porteña de 1880. Las
se critiquen acciones y actitudes de la gente, las
conclusiones de cada equipo serán expuestas y
autoridades, las instituciones o empresas, y los
discutidas en clase.
comentarán en clase.

2. Cada alumno redactará un artículo de cos­ 4. Aplicando las técnicas que los alumnos des­
tumbres, siguiendo las líneas generales de los cubran en la lectura de estos autores, se propo­
que han leído. Tomarán algún aspecto negativo ne que elaboren retratos y semblanzas de per­
o risueño de la sociedad en que viven, de los sonajes actuales (políticos, artistas, científicos,
personajes de su barrio o de los que la política familiares, amigos, profesores).

El hoy y el ayer

Los hombres del 80 sintieron con fuerza Dichos sucesos se desarrollan en el edi­
la nostalgia de una niñez lejana, en un ficio central del Colegio, en el campo de
mundo distinto, más sencillo y amable; por vacaciones situado en la Chacarita de los
eso todos dejaron importantes testimonios Colegiales, y en una ciudad de ritmo acele­
autobiográficos detenidos precisamente en rado y llena de tentaciones.
esa etapa de sus vidas: Mansilla, en Mis me­
Desfilan en Juvenilia autoridades y pro­
morias-, Cañé, en Juvenilia; Wilde, en
fesores del Colegio, como Eusebio Agüero
Aguas abajo; López, en La gran aldea. En
y Amadeo Jacques, el pensador francés que
algunos casos, las evocaciones personales
imprimió un carácter académico y una dis­
se extendieron a la edad madura, como lo
ciplina que la institución mantuvo durante
hace Mansilla en Una excursión a los indios
décadas; alumnos, porteros y empleados,
ranqueles.
todos ellos con algún rasgo digno de recor­
De estas autobiografías la más famosa, darse con humor. Abundan las escapadas y
sin duda, es Juvenilia, en la que Miguel Ca­ las trampas para eyadir castigos o imposi­
ñé relata una serie de sucesos de sus años ciones autoritarias, las anécdotas graciosas,
de estudiante en el Colegio Nacional de como el robo de sandías en la Chacarita, y
Buenos Aires organizado por Bartolomé las más personales, como la aparición de
Mitre sobre el antiguo Colegio Real de San los primeros amoríos, y las reflexiones so­
Carlos. bre la marcha del país, dadas por un Cañé

63
maduro que se enriquece con la perspecti­ expresivo estilo lleno de galicismos* y una
va del tiempo. gran cantidad de alusiones a escritores que
Treinta y seis capítulos de desigual exten­ reflejan las numerosas y variadas lecturas
sión, precedidos de una Advertencia y una del autor, iniciadas en las horas robadas al
Introducción, integran este texto escrito con sueño en las noches del viejo Colegio.

Las novelas, durante toda mi perm anencia en el Colegio, fueron mi salvación contra elfa s­
tidio, pero al mismo tiempo me hicieron un fla co servicio como estudiante. Todo libro que no
fu era romance* me era insoportable, y tenía que hacer doble esfuerzo para fija ren él mi aten­
ción. ¿A cuál de nosotros no ha pasado algo análogo más tarde en el estudio de la historia?
Miguel Cañé
Juvenilia
Buenos Aires, Kapelusz, 1969- (GOLU)

La evocación de Amadeo Jacques ocu­ fleo y pensador que lograba imprimir a


pa numerosas páginas de la obra, en las sus alumnos un sentido de responsabili­
que se manifiesta la admiración y el cari­ dad trascendente en su formación intelec­
ño que Cañé llegó a profesar a ese cientí- tual y cívica.

Amedée Jacques pertenecía a la generación que a l llegar a la juventud encontró a la


Francia en plena reacción filosófica, científica y literaria. (...) H abía crecido bajo esa at­
mósfera intelectual, y la curiosidad de su espíritu lo llevaba a l enciclopedismo. A los treinta
y cinco años era profesor de filosofía en la Escuela Normal, y había escrito, bajo el molde
ecléctico24, la psicología más adm irable que se haya publicado en Europa. (...) Jacques se
dirigió a la República Argentina, se hundió en el interior, casóse en Santiago del Estero, em­
prendió veinte oficios diferentes, llegando hasta fab ricar pan, y por fin tuvo el Colegio Na­
cional de Tucumán el honor de contarlo entre sus profesores. Fueron sus discípulos los doc­
tores Gallo, Uriburu, Nougués y tantos hombres distinguidos hoy, que han conservado por él
una veneración profunda, com o todos los que hemos gozado de la luz de su espíritu. (...)
Adorábamos a Jacques, a pesar de su carácter; jam ás faltábam os a sus clases, y nuestro or­
gullo mayor, que ha persistido hasta hoy, es llam arnos sus discípulos.
Ob. cit.

La costumbre de castigar físicamente a los y medios para escapar de los encierros, que
alumnos no era ajena a la pedagogía de Jac­ jamás estudiaba pero tenía una rara habilidad
ques. Así lo recuerda Cañé en el episodio de y una agilidad envidiable para defenderse de
Corrales, un especialista en inventar trampas cualquier ataque, aun de los más grandes.

Así, cierto día que Jacques nos explicaba que los tres ángulos de un triángulo equivalen
a dos rectos, Corrales, oyendo como el ruido del viento la explicación, desde los últimos ban­
cos de la clase, estaba profundam ente preocupado en construir, en unión con su vecino, el
cojo Videla, que le ayudaba eficazmente, un garfio para robar uvas de noche. De pronto,
Jacques se detiene, y con voz tonante exclam a: “Corrales, tú eres un imbécil, y tu com padre
Videla otro. ¿Cuánto valen los dos juntos?”
“¡Dos rectos!”, contestó Corrales, que tenía en el oído esas dos palabras tan repetidas du­
rante la explicación, y sin darse cuenta, en su sorpresa, de la pregunda de Jacques. Este se
fu e encima, y nosfu e dado presenciar uno de los combates más reñidos del año. (...) No bri­
lló en manos del vencedor la daga de misericordia, pero sí sonó, uno solo, soberbio bofetón.
Ob. cit.
24 Ecléctico: que asocia y combina distintas ideas, que no sigue una única línea ideológica.

64
Cañé limita su evocación a los años de permanencia en el Colegio, por eso la cierra con
la finalización de sus estudios.

Y, sin embargo, ¡cuántas cosas dejaba allí dentro! D ejaba mi infancia entera, con las pro
fu n das ignorancias de la vida, con los exquisitos entusiasmos de esa edad sin igual, en la Y
que las alegrías explosivas, el movimiento nervioso, los pequeños éxitos reem plazan la feli­
cidad, que más tarde se sueña en vano.
A bandonaba el Colegio para siempre y, abriendo valerosamente las alas, me dejaba caer
del nido, en medio de las tormentas de la vida.
Ob. cit.

Dos capítulos finales, ubicados en el fundamente clavados en su memoria. Allí


tiempo en que Cañé escribe sus memorias puede revivir, examinando a los actuales
de adolescente, narran la visita que el au­ alumnos, situaciones similares a las que él
tor hace al Colegio como examinador. Allí y sus condiscípulos habían protagonizado
puede ver los lugares que conoció y que en ese tiempo que le parece tan lejano y
guardan huellas de su paso y el de sus tan vivo. Y allí, mirando el futuro, puede
compañeros, y recordar, en ellos, otros epi­ iluminar para sus lectores el sentido de su
sodios, otros personajes, otros afectos pro- evocación.

Yo diría al joven, que tal vez lea estas líneas paseándose en los mismos claustros donde
transcurrieron cinco años de mi vida, que los éxitos todos de la tierra arrancan de las ho­
ras pasadas sobre los libros en los prim eros años. Que esa quím ica y física, esas proyeccio­
nes de planos, esos millares de fórm ulas áridas, ese latín rebelde y esa filosofía preñada de
jaquecas, conducen a todo a los que se lanzan en su seno a cuerpo perdido.
Ob. cit.

La lectura de Juvenilia, tras su aparición gina, no viendo mi nom bre sino el tuyo a l
en Buenos Aires, provocó emociones que p ie de ella, un sentim iento legítimo me ha
se tradujeron en elogios y en una acepta­ invadido y he pensado con justicia que la
ción masiva de la obra. Se conservan cartas envidia es una grande y noble cu alidad
de amigos de Cañé que dan testimonio de hum ana”.
tales emociones y elogios.
%
Y Martín García Mérou: "Usted, tal vez
Así, Eduardo Wilde, le dice: "Tu libro sin pensarlo y sobre todo sin proponérselo,
será leído en los colegios con cariño y con ha hecho el poem a de esa edad tan intere­
deleite y, fu era de ellos, con aqu ella dulce sante y tan llena de sensaciones, poem a
m elancolía de los recuerdos. Así lo he leí­ completo, donde el análisis es más de una
do yo, alternando mis impresiones entre vez delicado y profundo, donde nada falta,
la risa, la tristeza, la suave em oción y la donde Ud. ha puesto lo mejor que hay en
fra n ca alegría. Y a l concluir la última p á ­ cada hombre: ¡su corazón!"

1. Leer fragmentos de Mis memorias de Lucio V. las enfermedades, la muerte de los seres queri­
Mansilla, de Aguas abajo de Eduardo Wilde y dos, por ejemplo. Establecer un cuadro compa­
de La gran aldea de Lucio V. López. Analizar los rativo y destacar los elementos comunes a las
elementos de la infancia que con mayor fuerza tres obras.
se manifiestan en la memoria de sus autores: la
casa paterna, la familia, los amigos, la escuela, 2. Luego de haber leído en forma completa Ju­
el barrio, las experiencias afectivas, la religión, venilia, se sugiere la proyección de la película

65
argentina del mismo título. Luego, se procederá 3. Lo alumnos com pondrán individualmente un
al análisis del proceso de transformación de la breve relato sobre uno o varios episodios de
narración en filme (pasajes elegidos, tratamien­ su infancia, tratando de que en él se manifies­
to de los personajes, diálogos, ambientes abier­ ten con cla rid a d aquellos recuerdos que más
tos y cerrados, calidad de la actuación y de la lo tocan. Luego pueden comentarse en clase
dirección!. Cada alumno escribirá, finalmente, algunos de los trabajos y organizar una discu­
una crítica de la película que abarque los ele­ sión sobre el valor de la memoria en la vida
mentos analizados. del hombre.

Crisis y testim onio a fines del siglo XIX

El entusiasmo optimista que trasmiten al­ mistas* como Schopenhauer o de científi­


gunos textos de los escritores del 80, con su cos como Darwin, provoca en algunos es­
confianza en el progreso y en la cultura eu­ critores argentinos la necesidad de producir
ropea trasplantada a nuestra sociedad, con una novela de tipo experimental, ajustada a
su ideología liberal y su anticlericalismo, las leyes de influencia del medio geográfico
choca de repente con otras visiones de esa y social, de la herencia biológica y los orí­
sociedad, provenientes de hombres con genes fisiológicos de los sentimientos, las
otros tipos de compromiso político. emociones y las pasiones; una novela en la
que se reflejen los caracteres de la lucha
La lectura de narradores franceses del por la subsistencia, la selección natural y la
realismo y el naturalismo, de filósofos pesi­ supervivencia de los más aptos.

Del Realismo al Naturalismo. Eugenio Cambaceres

Hijo de inmigrantes franceses, abogado novela, Sin rumbo, que es un verdadero


brillante y prestigioso político de ideas libe­ estudio —así lo manifiesta el autor como
rales, Eugenio Cambaceres (1843-1888) de­ subtítulo- de los actos de un personaje, An­
jó de lado su profesión, como muchos otros drés, insensible, carente de voluntad, domi­
de su tiempo, para dedicarse a la literatura. nado por la creencia de que la vida y el
De su permanencia en el campo, en Bue­ mundo no tienen sentido. Hombre de buena
nos Aires y en Europa, extrajo experiencias posición que se mueve en ambientes refina­
que volcaría en su breve producción litera­ dos de la ciudad pero que no deja de lado
ria. Su primera obra, Pot-Pourri o Silbidos las tareas de sus campos, seduce a la joven
de un vago, es un relato bastante desorde­ Donata, con quien tiene una hija, mantiene
nado en el que se juzgan situaciones fami­ amoríos con una cantante, y participa del
liares como el adulterio y socio-políticas co­ torbellino financiero y social de su tiempo,
mo la corrupción y el fraude electoral. En la incluido el juego. Pero la sombra de la des­
segunda, Música sentimental, reflexiona gracia lo cubre: muere Donata, su fortuna se
con agudeza sobre la vida de apariencias derrumba al ritmo del crecimiento de sus
que ciertos argentinos llevan en París, sobre deudas, y la niña se enferma gravemente de
la situación de la mujer en la sociedad de crup25. El cierre de la novela acumula violen­
su tiempo y sobre el rápido enriquecimien­ tamente la muerte de la niña, el suicidio de
to de los inmigrantes. Andrés y el incendio de los galpones de la­
En 1887 publicó Cambaceres su tercera na en su campo.

25 Crup: enfermedad infecciosa de la garganta y las vías respiratorias. Causó muchas muertes hasta que se desarrolló
la vacuna que la previene.

66
Está dividida en dos partes; la primera La descripción del campo a partir de las
tiene treinta y dos capítulos y la segunda tareas típicas inicia la novela como marco
(cuya acción se ubica dos años más tarde adecuado de gran parte de la acción,
con respecto al final de la primera), trece.

En dos hileras, los anim ales hacían calle a una mesa llena de lana que varios hombres
se ocupaban en atar.
Los vellones, asentados sobre el plato de una enorm e balanza que una correa de cuero
crudo suspendía del m aderamen del techo, eran arrojados después a l fon do del galpón y allí
estibados en altas pilas semejantes a la fa ld a de una m otaña en deshielo. (...)
Alrededor, a lo largo de las paredes, en grupos, hombres y mujeres trabajaban agachados.
La vincha sujetando la cerda negra y dura de los criollos, la alpargata, las bombachas,
la boina, el chiripá, el pantalón, la bota de potro, a l lado de la zaraza 26 harapienta de las
hembras, se veían confundidos en conjunto mugriento. (...)
El viento entró en remolino. En medio de la densa nube de tierra que arrastraba, se oyó
el ruido repicado de las tijeras hundiéndose entre la lana, sonando com o cuerdas tirantes
de violín.
Eugenio (a m h acer es
Sin rumbo. Estudio. Buenos Aires, Huemul, 1966.

La descripción general de la ciudad y diálogo entre el marido de la Amorini, una


algunos de sus ambientes distinguidos, célebre cantante de ópera, y Andrés, y
como el Club del Progreso y el antiguo continúa en boca del narrador,
teatro Colón, se desarolla a partir de un

-H erm osa ciudad Buenos Aires, señor, me ha dejado sorprendido. Nunca me figuré que
en América hubiese nada igual.
-¿Usted cree?
-L a belleza de sus edificios, el ruido, el vaivén, el com ercio que se observa en sus calles,
esa multitud de tranvías cruzándose sin cesar a l ruido de sus cornetines, producen en el ex­
tranjero una impresión extraña y curiosa, un efecto nuevo de que no tenemos idea en nues­
tras antiguas ciudades italianas. (...)
En el Club, los hombres serios, los pasivos, lectores de diarios de la tarde y jugadores de
gu erra 27 y de chaquete 28, poco a poco habían ido desapareciendo. (...) En un rincón, a me­
dia luz, una mesa redonda y una carpeta verde esperaban. (...)
El teatro lleno, bañado por la luz cruda del gas, sobre un em pedrado de cabezas levan­
taba su triple fila de palcos, com o fa ja s de guirnaldas superpuestas, donde el rosado mate
de la carne se fu n día desvanecido entre las tintas claras de los vestidos de baile.
Ob. cit.

El retrato de Donata es una muestra va- prosistas fragmentarios del 8 0 - ponían en


liosa de la dedicación que los escritores la presentación dinámica de sus persona-
realistas -tal como hemos visto con los jes.

26 Zaraza: tipo de tela sencilla con que se confeccionaba la ropa de mujer.


27 Guerra: juego de billar.
28 Chaquete: juego de tablero y fichas parecido al de damas.

67
Donata, atareada, iba y venía por el cuarto, se vestía.
A cababa de trenzarse el pelo largo y grueso, con reflejos azules como el pecho de los re­
negridos 2930.
El óvalo de alm endra de sus ojos negros y calientes, de esos ojos que brillan siendo un mis­
terio la fuente de su luz, las lineas de su nariz ñata y graciosa, el dibujo tosco, pero provo­
cante y lascivo, de su boca mordiendo nerviosa el labio inferior y mostrando una doble fila
de dientes blancos como granos de mazamorra, las faccion es todas de su rostro parecían
adquirir mayor prestigio en el tono de su tez de ch in a 50, lisa, lustrosa y suave.
Ob. cit.

En cuanto a Andrés, el autor prefiere carácter y anticipa las actitudes frente a la


presentarlo a través de una semblanza inte­ vida que va a manifestar a lo largo de los
rior, que revela el sentido pesimista de su episodios de la novela

Insensible y com o muerto, encerrado dentro de las paredes mudas de su casa, días en­
teros se pasaba sin querer hablar ni ver a nadie, arrebatado en la corriente destructora de
su siglo, pensando en él, en los otros, en la miseria de vivir, en el am or-u n torpe llam ado
de los sentidos-, la am istad-u n a ruin explotación-, el patriotism o -u n oficio o un rezago
de barbarie-, la generosidad, la abnegación, el sacrificio -u n a quim era o un desam or
monstruoso de sí mismo-, en el cálculo de la honradez, en la falta de ocasión de la virtud;
y nada ni nadie hallaba gracia ante el fu ero inexorable de su am argo escepticismo.
Ob. cit.

La enfermedad y la muerte de su hijita, tivaciones ni alegrías, una existencia cali-


el suicidio y el incendio constituyen el fi- ficada por el título mismo de la novela, sin
nal esperado de una vida trágica, sin mo- rumbo.

Tres días después de haber caído enferma, Andrea dejó de sufrir.


Como si se hubiesen secado de súbito en Andrés las fuentes del sentimiento, como si el do­
lor lo hubiese vuelto de piedra, ni una lágrima lloraron sus ojos, ni una queja salió de sus
labios, ni una contracción arrugó su frente; impasible la vio morir, la veía muerta. (...)
Se detuvo Andrés y miró: el galpón de la lana estaba ardiendo. Anchas bocas de fuego re­
ventaban por el techo, por las puertas: las llamas, serpenteando, lam ían el exterior de los
muros com o azotados de intento con un líquido inflamable. (...)
Volvió, se sentó, se desprendió la ropa, se alzó la fa ld a de la camisa, y tranquilamente,
reflexivamente, sin fluctuar, sin pestañear, se abrió la barriga en cruz, de abajo arriba y de
un lado a otro, toda... (...)
La negra espiral de humo, llevada por la brisa, se desplegaba en el cielo com o un inmen­
so crespón.
Ob. cit.

29 Renegrido: pájaro de la llanura pampeana así llamado por el color de su plumaje.


30 Tez de china: piel con aspecto de porcelana.

68
Sin rumbo es, históricamente, la primera cuencia, planteos program áticos de orden
novela realista argentina. Al respecto, dice ético; sólo se circunscribe a verificar el des­
Isabel de Santacatalina en la Introducción calabro social que lo atorm enta y a l que de­
de la edición citada de Sin rumbo: “Con sea penetrar en su momento de crisis. ”
ella Cam baceres aproxim a una visión nue­
La cuarta novela de Cambaceres, En la
va de la realidad y esa nueva visión está en
sangre, se inscribe ya en la línea naturalista
los ojos del personaje principal, Andrés, de­
con su temática basada en la acción de las
salentado y escéptico. Ni el bien, ni el honor,
grandes olas inmigratorias que poco a poco
ni los grandes ideales de libertad y defensa
llenaban las ciudades y los campos de la
individual o colectiva, típicos de la novelís­
Argentina. Su aparición causó un gran re­
tica romántica, existen en el am biente don­
vuelo en Buenos Aires, por haberse visto en
de viven los personajes de esta novela; por
ella una clara alusión al origen de ciertos
eso el protagonista arrastra una existencia
políticos muy influyentes, y por las acusa­
sin entusiasmos profundos. La sociedad se
ciones de inmoralidad que partieron de los
presenta disminuida y nada parece poder
grupos más conservadores de la sociedad
mejorarla. El autor no introduce, en conse-
porteña.

1. Se sugiere, como trabajo en equipo, escribir se desarrolla en varias de sus obras. El episodio
un guión televisivo sobre Sin rumbo. Se elegirán de Vicentita en Aguas abajo de Eduardo Wilde;
los pasajes más adecuados de la obra para su el cuento "Tini", del mismo autor; el episodio de
adaptación, tratando de que no queden ele­ Andrea en el final de Sin rumbo, de Eugenio
mentos importantes sin incluir. Se elaborarán Cambaceres; la trágica muerte de la hija de
los diálogos a partir de los que aparecen en la G raciana en La gran aldea de Lucio V. López,
novela, y se indicarán los movimientos a d ó ra ­ son valiosos ejemplos. Manuel M ujica Láinez,
les generales de cada escena. Finalmente se en su famoso cuento “El hombrecito del azulejo",
escribirá el guión indicando los movimientos de retoma el tema y lo ubica precisamente en
cámara, los decorados correspondientes, los 1875, incluyendo entre sus personajes a Eduar­
efectos visuales o sonoros sugeridos, y la posi­ do Wilde e Ignacio Pirovano. Se sugiere la lec­
ble música de fondo. tura de todos los textos mencionados y su poste­
rior discusión en búsqueda del sentido profundo
2. La enfermedad y la muerte de los niños es un que ese tema posee en las circunstancias en
tema que preocupó a los prosistas del 80 y que que aquellos fueron escritos.

El ciclo de la Bolsa. Julián Martel

En los últimos años del siglo XIX apa­ con el subtítulo Estudio social, la publicó
recieron varias novelas inspiradas en la en forma de folletín en La Nación, en
crisis económica de 1890, cuyo centro 1891.
fue la Bolsa de Comercio de Buenos Ai­
res, entre ellas Quilito de Carlos María El título alude a la institución financie­
Ocantos, Horas de fie b re de Segundo Vi- ra qué en 1888, gracias al crecimiento co­
llafañe, Grandezas, de Pedro Morante y, mercial e industrial argentino, contaba con
sin duda la mejor de todas ellas, La Bol­ cinco mil asociados y que un año más tar­
sa, de Julián Martel (1867-1896), seudóni­ de cerraba sus puertas por orden del go­
mo del periodista José María Miró que, bierno, tras el desastre que provocó una

69
devaluación total de acciones de las em­ La novela -estructurada en dos partes
presas más importantes del país. de nueve capítulos cada una- se inicia
con una semblanza de la ciudad, a través
El protagonista de La Bolsa es el prestigio­
del viento que penetra en cada rincón y
so abogado Luis Glow, quien ha dejado su
pone de manifiesto el estado de deterioro
profesión para dedicarse a la especulación fi­
que se esconde en las calles y los edifi­
nanciera, con la que logra amasar una gran
cios. Arranca las rojas banderas de rema­
fortuna. Está casado con Margarita, una mujer
te, corre por las azoteas, desemboca furio­
ambiciosa pero decente, que trata de apartar­
so en la Plaza de Mayo y desfila frente al
lo de los riesgos de la Bolsa cuando lo nota
Congreso exclamando ¡pobre libertad!,
desontrolado. Glow no le hace caso y termi­
arremete contra la Casa de Gobierno y lle­
na por convertir a su estudio jurídico en pun­
ga, por fin a la Bolsa, con una furia que
to de reunión de aventureros que rápidamen­
parece querer barrer y limpiar de una vez
te lo abandonarán cuando sepan que se ha
toda la mugre financiera.
arruinado. El abogado trata de rehacer su for­
tuna en el hipódromo, pero el juego no lo fa­ El interior de la Bolsa de Comercio, con
vorece y su situación se agrava al punto de su agitación y sus gritos en varias lenguas,
enfermar gravemente. Cuando parece recupe­ sus corredores, inversores y curiosos, es un
rar su salud, una carta de su corredor Ernesto escenario en el que juegan su papel una se­
Lillo (personaje tras el cual parece esconder­ rie de personajes que fluctúan entre lo trá­
se el autor) termina por arrojarlo a la locura. gico y lo grotesco.

Elfastuoso banquero, cuyo nombre, sólo con ser m encionado, hace desfilar p o r la men­
te un mundo fan tástico de millones, estrecha con su m ano pulida la grosera garra del
chalán m arrullero 31; el hum ilde com isionista se codea fam iliarm ente con el propietario
acaudalado, a quien adula según las reglas de la dem ocracia en boga; el m ozalbete re­
cién iniciado en la turbulenta vida de los negocios, p asea p o r todas partes sus m iradas co­
diciosas; (...) el especulador arrojado form u la sus hipótesis paradojales ante las caras ató­
nitas de los corredores sin talento (...). el an cian o enriquecido p or largos años de duro
trabajar, comenta, con la fria ld a d del egoísmo que dan los años y el éxito tras rudos a fa ­
nes alcanzados, esa crónica diaria de la Bolsa, m uchas de cuyas págin as están escritas
con sangre; el usurero fam élico gira y gira describiendo círculos siniestros en torno de sus
víctimas infelices.
Ju lián M artel
La Bolsa
Buenos Aires, Estrada, 1946.

Pero los valores que se manejan no re­ pas de la corrupción sobre los inmigrantes,
flejan la realidad de las empresas, ya que particularmente los judíos. El retrato de Fili-
por lo general surgen de especulaciones no berto Mackser corrobora el puntual ataque
siempre claras. contra ellos, cuyo “peligro obsesivo” sobre
Desviando la atención de estos artos que la economía argentina se constituye en una
todos conocen, los inversores cargan las cul­ verdadera obsesión del narrador.

31 Chalán marrullero: comerciante astuto y tramposo.

70
El que h ablaba m asticando las palabras fran cesas con dientes alem anes, y no de los más
puros, p or cierto, era un hom bre pálido, rubio, linfático, de m ediana estatura, y en cuya ca ­
ra antipática y afem in ada se observaba esa expresión de hipócrita hum ildad que la costum­
bre de un largo servilismo ha hecho com o el sello típico de la raza ju d ía. (...) Llam ábase Fi-
liberto M ackser y tenía el título de Barón que había com prado en A lem ania creyendo que
así daba im portancia a su oscuro apellido.
Ob. cit.

Otro tanto ocurre con los que Martel lla­ lo extranjero refleja una ideología que, más
ma “judíos invasores” y con el banquero y que al autor, parece pertenecer a quienes
prestamista francés Jacob Leony, al que re­ buscaban culpables de una situación que
trata con perfiles siniestros. Este rechazo de no podían manejar.

Venido Ja c o b a Buenos Aires, n adie recordaba en qué fech a , pretendió y obtuvo, a fu er­
za de intrigas y bajezas de todo género, la m ano de una rica heredera, cuya fa m ilia g a ­
nó h ace p oco un ruidoso pleito a cierto person aje muy conocido en los círculos foren ses y
literarios. (...) A segurábase que Leony d aba m alos tratam ientos a su mujer, y se contaban
horrores de su m anera de p roceder con los que caían en sus garras satánicas. C obraba
intereses infam es, y entre otras historias más o m enos parecidas, citábase la de una opu­
lenta dam a, muy generosa y d ad a a las prácticas devotas, a quien Leony iba arruinando
lentam ente con sus préstam os.
Ob. cit.

El ritmo vertiginoso de la narración cul­ retratos de quienes consumen su vida en la


mina, en la primera parte, con un desfile de especulación con las reflexiones del autor
carruajes que se dirigen a Palermo por la sobre el medio social y la carga moral que
barranca de la Recoleta. Allí se alternan los esa locura del dinero provoca en la gente.

¡Pobres burgueses! Mozos de tienda, de alm acén, em pleadillos de todas clases, es inútil
que vuestros ojos devoren a las lindas dam as que cruzan com o hechiceras visiones ante vo­
sotros. Es preciso gastar coche, tram pear a l sastre, si no hay con qué pagarlo, frecu en tar tea­
tros y salones, p ara que ellas os hagan gracia de una m irada o una sonrisa. (...)
Allá va el doctor Glow, a quien la última ju gada de la Bolsa ha dejado más de un millón
de ganancia, sentado a l lado de su m ujer y de sus hijos; (...) allá va el buen doctor, com o
representación viva de la especulación irresponsable, de la fieb re de los negocios turbios. (...)
Allá va el fu n d ad or de veinte sociedades anónim as cuyas acciones, ficticiam ente valoriza­
das, recuperarán tarde o temprano su verdadero valor ¡ay! el cero. (...) Allá va Granulillo,
el estafador de sus amigos, el socio del ladrón de cadáveres, el dueño de la casa de juego, el
dilapidador de los fon dos del Banco a cuyo directorio tiene el honor de pertenecer. (...) Y
m ientras tanto, un poeta, joven, alto, enlutado, de fison om ía triste y resignada, (...) mira
con am argura los esplendores de aquella bacan al fastuosa, y su mente visionaria le presen­
ta un cuadro pavoroso.
Ob. cit.

71
Los ojos de ese poeta, tras el cual se es­ tamos usurarios, la tentación del juego, la
conde seguramente Martel, ven una catás­ traición de los que se decían amigos, el de­
trofe en la que carros, caballos, damas y ca­ rrumbe de una clase social nacida a la som­
balleros, banqueros y prostitutas, todos bra de la corrupción, el torbellino de pape­
caen despedazados en medio de un clamor les, dinero, corredores y fortunas que nacen
que se eleva por los aires y cubre al mun­ y mueren, todo eso constituye una verdade­
do entero. ra y concreta locura. La misma locura que,
Las previsiones que se enuncian en la como una bellísima mujer transformada en
primera parte se cumplen trágicamente en monstruo detestable, abraza mortalmente a
la segunda. La pérdida progresiva del valor Luis Glow, protagonista y víctima del apara­
de las acciones, la falta de dinero, los prés­ to financiero.

Durante un momento, él probó todos los goces del am or y de la vanidad satisfecha, vién­
dose dueño de la criatura más hermosa que habían contemplado sus ojos. Pero de pronto
vio que los brazos que lo estrechaban transform ábanse en asquerosas patas provistas de lar­
gas uñas en sus extremos. Y el seno palpitante se transform aba también, y echaba pelos, p e­
los gruesos, largos, cerdosos, que pinchaban com o las púas de un erizo. Ycuando quiso huir,
arrancarse a la fu erza que lo retenía, fu e en vano. Las uñas se clavaron en su piel, y sus ar­
ticulaciones crujieron haciéndose pedazos. En su espantosa agonía, alzó los ojos buscando
la cara que momentos antes besara con pasión, y vio que las hermosas faccion es que tanto
había adm irado, se m etam orfoseaban lentamente. La boca se alargaba hasta las orejas, y
agrandábanse y multiplicábanse los dientes, en tanto que los ojos, furiosos y bizcos, se revol­
vían en unas órbitas profundas y sin párpados. Y él entonces, debatiéndose en el horror de
una agonía espantosa ¡loco, loco p ara siempre! oyó estas tres palabras que salían roncam en­
te p o r la boca del monstruo: -Soy la Bolsa.
Ob. cit.

Algunos críticos han comparado La Bol­ Más allá del desbarranco financiero, la
sa con Amalia, por el panorama social de desigualdad económica y la violencia polí­
su tiempo que cada una de las novelas pin­ tica, el país parece encarrilarse en el cami­
ta con tanto detalle y maestría. Adolfo Mi­ no del progreso proclamado como gran ob­
tre, en el Prólogo de la edición citada de jetivo por Julio Argentino Roca, el hombre
La Bolsa, afirma que esta comparación que domina el panorama político del fin del
'plantea de inm ediato el cotejo entre el siglo.
Buenos Aires de 1840, con el nervio heroi­
Las oleadas inmigratorias, la afluencia
co tenso pese a l bochorno de la tiranía, y la
de capitales extranjeros, el ritmo acelerado
capital de cincuenta años después, con la
de las obras públicas, van a dejar atrás, poco
fib ra patriótica intacta pese a l entroniza­
a poco, el fantasma de la miseria que asoló a
miento de la corrupción. (...) Son, en es­
la sociedad de 1890; pero no se acallarán las
tampas sim bólicas, cincuenta años de his­
voces de quienes piden la participación po­
toria, con una transform ación de las cos­
pular en las decisiones de los gobiernos.
tumbres, con una superación de los aspec­
tos m ateriales de la vida y un cam bio en Los escritores de la vuelta del siglo re­
las norm as de la convivencia, com o muy flejarán esta nueva situación, y a ellos nos
p ocas colectividades pueden presenta f . referiremos en el módulo siguiente.

© 72 H
1. Realizar una investigación sobre la crisis eco­ las con la crisis de 1890 y señalar similitudes
nómica de 1890. Con ayuda del profesor de y diferencias.
Historia, buscar documentos y bibliografía ade­
3. Escribir una narración (puede inspirarse en he­
cuada para explicar los problemas centrales de
chos reales) enmarcada en alguna de las últimas
esa crisis: la especulación, la corrupción política
crisis económicas padecidas por los argentinos.
y económica, las graves fallas éticas del equipo
gobernante, la influencia de los grupos finan­ 4. Se sugiere un trabajo en equipo para trans­
cieros en la fluctuación de los valores del dine­ formar La Bolsa en una obra teatral. En primer
ro y las acciones de las empresas. Estudiar las lugar se elegirán los pasajes que mejor se ade­
medidas del presidente Carlos Pellegrini para cúen a esa transformación y se les dará un o r­
conjurar los efectos de la crisis. den, en actos y escenas, que permita al espec­
tador segó - con facilidad la trama original del
2. En los últimos treinta años nuestro país ha relato. Luego se elaborarán los diálogos, tratan­
sufrido distintas crisis económicas manifesta­ do de mantener e, enguaje del autor y el ca­
das con devaluaciones, inflación, pérdida del rácter que este da a los personajes. Einalmente
valor adquisitivo de los salarios, endeuda­ se ajustarán las acotaciones escénicas y de mo­
miento interno y externo, desocupación, con­ vimiento actoral. Como conclusión, podría ha­
vertibilidad. Realizar una investigación sobre cerse una sesión de teatro leído e invitar a ella
esas crisis y redactar un informe. C o m p a ra r­ a alumnos de otros cursos.
Otros textos

L a llu v ia

No hay tal vez un hom bre más am ante de la lluvia que yo.
La siento con cad a átom o de mi cuerpo, la an ido en mis oídos y la gozo con inefable
delicia. (...)
Las nubes viajaban en montones, arrastradas p o r caballos invisibles que el vivido relám ­
pago apuraba tocándolos con látigos d e fuego.
El cielo en sus confines sem ejaba un cam po de batalla; el oído estrem ecido recogía el fr a ­
gor de la p elea y los ojos seguían el fu lgor de los disparos de la gran batería m eteorológica.
¡Pobres viajeros con sem ejante lluvia! Mi im aginación los acom pañ aba en su cam ino p or
los desfiladeros, p o r los bañados, y los veía recibiendo el agua en las espaldas, con el som­
brero metido hasta las orejas y llena de inquietud el alm a; aqu í atraviesan un río cuya co­
rriente h ace p erder p ie a los caballos, a llí cae una carga, más allá se despeña un com pañe­
ro cuya cabalgadura se espantó del rayo.
¡Pobres navegantes con sem ejante lluvia! Sobre la cubierta de la nave solitaria que toma
un bañ o de asiento en el océano y recibe una ducha a l mismo tiempo, corren los m arine­
ros con sus ropas enceradas a recoger las velas, mientras el capitán se m oja las entrañas con
ron en su cam arote p a ra que todo no sea pu ra agua. Las puntas de los mástiles convidan
centellas, la lona se muestra indócil, la m adera cruje y el buque se ladea hacia las ondas
com o si fu era un som brero de brigadier puesto sobre la oreja del m ar irritado.
Solamente los mineros están a sus anchas con un tiempo tan hidráulico; sin ninguna noticia
salen de su trabajo, negros de polvo de carbón o de metal y se sorprenden del caso acontecido.
¿Y las lavanderas? Nunca he podido explicarm e p o r qué se apuran a recoger las ropas,
juntarlas en atados y con ellas correr hasta su casa.
Eduardo Wilde
en Páginas escogidas, edición citada.

U n a e x c u r s ió n a lo s in d io s r a n q u ele s

Una rastrillada son los surcos paralelos y tortuosos que con sus constantes idas y venidas
han dejado los indios en los campos.
Estos surcos, parecidos a la huella que h ace una carreta la prim era vez que cruza p o r un
terreno virgen, suelen ser profundos y constituyen un verdadero cam ino an cho y sólido.
En plen a pam pa, no hay más cam ino. Apartarse de ellos un palm o, salirse de la senda,
es m uchas veces un peligro real; p>orque no es difícil que a h í mismo, a l lado de la rastrilla­
da, haya un “g u ad al” en el que se entierren caballo y jin ete enteros.
G uadal se llam a un terreno blando y m ovedizo que no habiendo sido pisado con fr e ­
cuencia, no ha podido solidificarse.
Es una palabra que no está en el diccionario de la lengua castellana, aunque la hemos
tom ado de nuestros antepasados, que viene del árabe y significa agua o río.
La pam pa está llena de estos obstáculos.
¡Cuántas veces en una operación militar, yendo en persecución de los indios, una columna
entera no ha desaparecido en medio del ímpetu de la carrera!
¡Cuántas veces un trecho de pocas varas 32 ha sido causa de que jefes muy intrépidos se
viesen burlados por el enemigo, en esas pam pas sin fin !
¡Cuántas veces los mismos indios no han perecido bajo elfilo del sable de nuestros valien­
tes soldados fronterizos p or haber caído en un guadal!
Las pam pas son tan vastas, que los hombres más conocedores de los campos se pierden a
veces en ellas.
El caballo de los indios es una especialidad en las pampas.
Corre por los campos guadalosos, cayendo y levantando, y resiste a esa fatiga hercúlea
asombrosamente, como que está educado a l efecto y acostum brado a ello.
El guadal suele ser húmedo y suele ser seco, pantanoso y pegajoso, o simplemente arenoso.
Es necesario que el ojo esté sumemente acostumbrado para conocer el terreno guadaloso.
Unas veces el pasto, otras veces el color de la tierra son indicios seguros. Las más. el guadal
es una em boscada para indios y cristianos.
Lucio V ictorio M ansilla
Una excursión a los indios ranqueles.
Buenos Aires, Kapelusz, 1972. (GOLU)

Q u ilito

Si la Bolsa levantaba a tantos, ¿por qué no había yo de subir también? El empleado, en


nuestro país, está sujeto a l capricho del jefe, sin la salvaguardia de un reglamento que, en to­
dos los casos, es siempre la arbitrariedad y el favoritismo más vergonzoso, más humillante,
más indigno. No llega sino el que es amigo del ministro, el que es pariente del ministro; los
méritos contraídos, los servicios prestados nada significan, y sin buenas cuñas no hay ascen­
sos, y sin adulación y sin bajeza: el empleado que quiere m archar por sus cabales, es conde­
nado a vegetación perpetua, y esto si en un día de m ala digestión del señor ministro, no se
borra del cuadro de una plum ada. El deseo de salir de una situación semejante y el mal ejem­
plo me arrastraron, y jugué, jugué lo que tenía y lo que no tenía. ¡Ochenta mil nacionales!
¿De dónde sacarlos? Mi alm a a l diablo vendería. ¡Que venga el diluvio! ¡Ojalá! (...)
Detrás, se contaba dinero sobre las mesas, afanosam ente: no se escuchaba la agradable
música de las monedas, porque eran enormes mazos de billetes, sucios y deleznables, espul­
gados por dedos que la práctica hacía parecer mecánicos. Las mesas desbordaban; sobre las
sillas cercanas había pilas simétricas: era una orgía de dinero, tentadora, insolente y cruel,
como mesa cubierta de suculentos platos, a los que es prohibido tocar, y que el hambriento
mira encandilado, de lejos, bajo la tortura de su estómago y de su olfato. Las narices se in­
flaban , y sorbían con delicia el arom a que la diosa Fortuna desparram aba en la sala, co­
mo oxígeno vivificante, estímulo fu g az de cansados pulmones; regocijábanse los ojos, y las
manos sentían cosquilieos extraños, impulsos poderosos de pasearse sobre las mesas y tocar
y acariciar tanta riqueza acum ulada, y revolcarse en aquel lecho voluptuoso, poseídas de
una sensualidad irresistible.
C arlos M aría O cantos
Quilito, Buenos Aires, Eudeba, 1964.

32 Vara: medida de longitud equivalente a 8,66 metros.

75
m
Las letras del nuevo si
Panoram a cultural de la Argentina de 1900. D e la crisis de 1890 a los proyectos
del Centenario. Rom anticism o tardío y m odernism o. Periodism o y literatura.
Surgim iento del teatro nacional. Narrativa realista y fantástica: la ciudad, el
suburbio y el cam po; criollos e inm igrantes; testim onio y fantasía.

76
Política, artes y ciencias entre las luces del Centenario

E l comienzo del siglo XX encuentra a la En 1908, tras la muerte de Manuel Quin­


Argentina en plena realización del proyecto tana, José Figueroa Alcorta asume la presi­
liberal de 1880. Las riquezas agropecuarias dencia de la Nación, en el momento en que
se ubican con facilidad y a muy buenos los preparativos de la celebración del Cen­
precios en los mercados extranjeros; los fe­ tenario de la Revolución de Mayo entran en
rrocarriles comunican los centros de pro­ su fase decisiva. Los festejos asombran a los
ducción con el puerto de Buenos Aires; la. ilustres visitantes, políticos, artistas y diplo­
idea del progreso está instalada en la men­ máticos de todo el mundo, entre los cuales
talidad de políticos y dirigentes de todo ti­ sobresale la Infanta de España Isabel de
po. Pero las diferencias sociales son muy Borbón. quien con su presencia avala sim­
grandes: la riqueza está en manos de unos bólicamente la aceptación de nuestra vida
pocos y hay enormes porciones de la po­ política independiente por parte de España.
blación en los límites de la miseria.
La inauguración del actual Teatro Colón,
Por otra parte, la participación popular en 1908, abre un nuevo campo de expre­
en las decisiones políticas es mínima: las sión cultural en Buenos Aires. Óperas, ba­
elecciones son fraudulentas y la oposición llet, conciertos sinfónicos y recitales de
está fragmentada y perseguida. En 1904, a grandes solistas se suceden en ese escena­
raíz de un cambio en la estructura del pla­ rio, al que se suman los de varios teatros de
no electoral porteño, logra ingresar en el zarzuelas y comedias musicales y de salas
Congreso Nacional el primer diputado so­ destinadas a la música de cámara.
cialista, Alfredo Palacios, representante del
En los mismos días se organizan el Mu­
barrio de la Boca. Un año más tarde, un le­
seo, la Academia y la Sociedad de Estímu­
vantamiento cívico-militar coloca en primer
los de Bellas Artes, espacios en los que
plano de la oposición a quien sería, en
muestran su producción numerosos artis­
1916, el primer presidente argentino demo­
tas plásticos que regresaban de formarse
cráticamente elegido, Hipólito Yrigoyen.
en Europa con los grandes maestros del
Cuatro millones de habitantes se repar­ impresionismo y otras tendencias modernas.
ten por entonces en el amplio suelo argen­ Pintores, dibujantes y escultores de la talla
tino, de los cuales cerca de un millón se de Eduardo Sívori, Ernesto de la Cárcova,
concentra en la ciudad de Buenos Aires, Lucio Correa Morales y Pío Collivadino cau­
una ciudad que crece vertiginosamente a tivan en sus exposiciones a los amantes de
causa del constante flujo inmigratorio pro­ la plástica, que compran sus obras a precios
veniente de Europa y del cercano Oriente. altos.
Esos inmigrantes traen las técnicas adquiri­
Las universidades cuentan con profeso­
das en sus países de origen, pero sobre to­
res de excelente nivel académico que
do, ideas políticas y económicas distintas de
aportan las últimas novedades del panora­
las que aquí prevalecían.
ma científico, filosófico y jurídico que se
La educación primaria está encaminada a manifiesta en Europa. A los estudios tradi­
partir de la ley 1.420; falta encarar una pla­ cionales se unen los iniciales de psicología,
nificación de la educación media. Osvaldo sociología y antropología. Figuras como
Magnasco y Leopoldo Lugones elaboran un Alejandro Korn, José Ingenieros y Coriola-
proyecto educativo interesante, que presen­ no Alberini divulgan desde la cátedra, el
tan al presidente Julio Argentino Roca, pero periodismo y la exposición en congresos y
las luchas internas en el más alto nivel im­ seminarios, sus ideas en los campos de la
piden la realización concreta de ese y otros filosofía, la ciencia y las nuevas manifesta­
proyectos similares. ciones de las humanidades.

77
La poesía culta se debate entre la agonía los payadores, como José Bettinotti y Gabi-
del Romanticismo y las nuevas luces del no Ezeiza, y por otro a la mirada barrial,
Modernismo, en tanto las creaciones popu­ sencilla y evocadora, como se puede ver en
lares se aferran por un lado al modelo de la producción de Evaristo Carriego.

Rubén Darío: una presencia definitoria

Precedido por la fama que le había dado porteños, Rubén Darío llegó a la Argentina
su libro Azul, y ampliamente conocido por en 1893, como Cónsul General de la Repú­
sus colaboraciones en los grandes periódicos blica de Colombia.

Y heme aquí, por fin, en la ansiada ciudad de Buenos Aires, a donde tanto había soñado
llegar desde mi perm anencia en Chile. Los diarios me saludaron muy bondadosamente. La
Nación habló de su colaborador con términos de afecto, de simpatía, de entusiasmo, en lí­
neas confiadas a l talento de Julio Piquet. La Prensa me dio la bienvenida, también en frases
fin as y amables, con que me favoreciera la gentileza del ya glorioso Joaquín V. González.
Rubén D arío
Autobiografía, en Obras Completas,
Buenos Aires, Anaconda, 1947.

El ilustre poeta nicaragüense recuerda en rescatados de proyectos anteriores- que for­


sus memorias los vínculos amistosos que marían su libro más importante desde el
desde su llegada estableció con el mundo punto de vista de la afirmación del Moder­
intelectual argentino: los músicos Alberto nismo: Prosas profanas.
Williams y Julián Aguirre, los citados plásti­
Las “Palabras liminares” de esta obra
cos Ernesto de la Cárcova, Eduardo Sívori y
contienen principios estéticos que habrán
Lucio Correa Morales, y un gran número de
de reflejarse en la producción de importan­
escritores, entre los que sobresalen Roberto
tes poetas y prosistas argentinos, como Leo­
J. Payró, Leopoldo Lugones, Rafael Obliga­
poldo Lugones y Ricardo Güiraldes: la bús­
do y Lucio V. Mansilla.
queda de originalidad, la conciencia de una
Por el largo tiempo que permaneció, en poesía americana cuyas raíces se remontan
dos oportunidades, en nuestro país, y por a los refinados monarcas aztecas e incas, el
esos vínculos, que se multiplicaron y estre­ respeto a las fuentes de la antigüedad gre-
charon notablemente, Darío consideraba a colatina y de las creaciones que a lo largo
la Argentina su segunda patria. del tiempo continuaron aquella lejana tradi­
ción en Europa, la afirmación de. un indivi­
Sus colaboraciones en diarios y revistas dualismo poético ajeno a las críticas de los
de Buenos Aires fueron por entonces nume­ académicos, el convencimiento de que el
rosísimas; paralelamente fue reuniendo los arte nuevo no es masivo, sino para un gru­
textos -la mayoría, nuevos, pero algunos, po muy selecto.

Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, adem ás de la arm onía verbal,
una arm onía ideal. La música es solo de la idea, muchas veces. La gritería de trescientas
ocas no te impedirá, Silvano, tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruise­
ñor esté contento de tu melodía. Cuando él no esté para escucharte, cierra los ojos y toca p a ­
ra los habitantes de tu reino interior.
Rubén D arío
“Palabras liminares” de Prosas profanas, en Obras completas, ed. cit.

78
Esta idea de exclusividad, que coloca a La profunda huella de Rubén Darío en
los poetas -y a los intelectuales, en gene­ la poesía escrita en lengua española, confir­
ral- en lo que se ha dado en llamar “la to­ mada explícitamente por escritores como
rre de marfil”, aislados del gusto general de Pablo Neruda y Federico García Lorca, se
la gente masificada, había sido desarrollada extiende en las letras argentinas, a lo largo
por Darío en varios textos de su libro Azul, de varias décadas. No hay renovación poé­
como “El rey burgués”, “El pájaro azul”, “El tica que no le deba algo al maestro de Ni­
velo de la reina Mab” y “El sátiro sordo”. caragua.

Carlos Guido Spano: la delicada transición del Romanticismo al


Modernismo
Los muchos años que Carlos Guido Spa­ Guido Spano son Hojas al viento, publicado
no (1827-1918) dedicó a la literatura lo en 1871, y Ecos lejanos, en 1895, época en
convierten en actor y testigo de cambios la cual persisten claros rasgos del romanti­
estéticos fundamentales, como el paso del cismo tardío y comienzan a desarrollarse los
Romanticismo al Modernismo inaugurado del modernismo naciente. Sus escritos en
por Rubén Darío e instalado como forma prosa, de crítica histórica, política y literaria,
característica exquisita de la expresión lite­ aparecen en 1879 con el título de Ráfagas.
raria en los bordes de uno y otro siglo.
El poema que da título al primero de los
Los libros de poemas más importantes de libros nos recuerda a Bécquer.

¡Allá van! son hojas sueltas Esas hojas los ensueños


de un árbol escaso en fruto; de la vida simbolizan,
humildísimo tributo cuando puros divinizan,
que da al mundo un corazón. la ventura o el afán;
Allá van, secas, revueltas son emblem a de risueños
en confuso torbellino, devaneos que en su aurora
sin arom a, sin destino, la ilusión virgen colora,
a m erced del aquilón 1. y que nunca ¡ay! volverán.
C arlos Guido Spano
“Hojas al viento” (versos 1-16), en Poesías escogidas,
Buenos Aires, Jackson, 1945.

En cambio, se perciben con mayor clari­ la frase, el vocabulario exquisito, por ejem­
dad los trazos modernistas -la sonoridad de plo- en este poema del segundo libro:

¡Marmórea, triste enferma!... Desmayada y cual si orase ante el altar de hinojos1,


com o el sauce llorón que en la laguna dulces los vuelve sin querer, a l cielo.
mira su verde fa z desconsolada,
en neblina se viste, en luz de luna. En éxtasis quizás escucha un canto
divino, m elancólica plegaria,
Ya apenas se sonríe, ya sus ojos himno tal vez de am or o eco de llanto
irradian solo un vago y tierno anhelo,12 de alguna alm a doliente y solitaria.
C arlos Guido Spano
“Marmórea”, en ob. cit.

1 El alquilón es un viento frío que sopla con intensidad en los inviernos del hemisferio Norte.
2 De hinojos: de rodillas

79
Hay en la poesía de Guido Spano una “p iel más suave que la sed a ”, “labios de
visión estetizante de lo femenino, elabo­ rosa”. Esta visión da particular relieve al
rada con filtros románticos y levemente desnudo femenino, elaborado como una
adornada de recursos modernistas, que descripción de imagen pictórica o estatua­
otorga a la mujer caracteres que la poesía ria. Un bello ejemplo de lo dicho es el
antigua atribuye a las diosas: “blancura poema cuyos primeros versos aquí trans­
de cisn e”, “senos blancos com o la lech e”, cribimos:

Fresca es la onda, azul y cristalina, m ezclando en un conjunto soberano


en que baña su cuerpo de alabastro la grana tiriai y el m arfil indiano.
la rubia Myrta, al resplandor del astro Al desflocar4 gentil sus blondos rizos
que pálido las sombras ilumina. p or el agua escarchados, sem ejaba
del río una alba y vaporosa ondina,
La juventud divina que de las grutas de coral se alzaba
ennoblece sus mágicos hechizos, jugando en sus cristales movedizos.
C arlos Guido Spano
“Myrta en el baño” (versos 1-13), en ob. cit.

Pero existe un punto en el que románticos y la Antología Palatina6, a través de algunos


y modernistas coinciden, tanto en los aspectos autores de poesía erótica* incluidos en ella.
estéticos formales como en los temas poéticos, Veintitrés poemas -traducciones de los poe­
y ese punto es la recurrencia a las fuentes an­ tas citados, hechas casi seguramente sobre
tiguas, particularmente las helénicas, cuando otras traducciones inglesas o francesas-
sienten que los motivos de inspiración y los agrupados con el título de Poesías griegas
recursos de escritura se ven disminuidos o fueron incorporados en la edición de sus
agotados. Poesías, en 1911. Uno de ellos es el que ti­
tula “Oda a una mujer amada” y correspon­
Guido Spano acudió a dos modelos líricos de al fragmento 137 de Safo, traducido al la­
de la Antigüedad: la poeta Safo de Lesbos345 tín en el siglo I a. C. por Catulo de Verona.

Rival es de los dioses el m ancebo Se pega a l p alad ar mi lengua; cunde


que de ti en frente tu beldad contempla, súbita llam a p or mis venas; fija
y escucha de tu voz em belesado la mirada, la vista se me anubla;
resonar la harm onía 7. zúm banm e los oídos.
Sonríes y mi pecho se conturba, Frío sudor mi sien que palidece
el corazón me late, desfallezco; cubre, y mis miembros trémulos, crispados;
si te miro, mis labios a l instante lívida, sin aliento, anonadada',
convulsos enmudecen. ¡me desmayo, me muero!
C arlos Guido Spano
“Oda a una mujer amada”, de Poesías griegas, en Poesías, Buenos Aires, Maucci, 1911.

3 grana tina: la púrpura, tintura de color rojo intenso que los tirios (o fenicios) extraían de un molusco.
4 desflocar: destejer, desenredar, alisar.
3 Safo de Lesbos: poeta lírica griega, llamada “la décima Musa”. Vivió en Mitilene (isla de Lesbos) en el s. VII a. C.
Su obra se conserva en forma fragmentaria.
6 Se conoce como Antología Palatina o Antología griega a la gigantesca colección de epigramas que comenzó a
recopilarse en Alejandría en el siglo II a. C. y se concluyó en Bizancio en el XI d. C..
harmonía: forma etimológica (en su origen griego la a inicial es aspirada) de “armonía”.

80
Este amor por lo griego y esta búsqueda largos desvelos a sus dos series de Estudios
de motivos de inspiración y composición helénicos, que incluyen numerosas traduc­
en los modelos clásicos se manifestará de ciones de los cantos homéricos; y Leopoldo
manera especial en dos autores argentinos Díaz, autor de más de trescientos sonetos
contemporáneos de la madurez de Guido dedicados a héroes, mitos y personajes his­
Spano: Leopoldo Lugones, quien dedicará tóricos de la antigüedad clásica.

Leopoldo Lugones y la culminación de un estilo

Caracterizado él mismo como “discípulo esa etapa es Las montañas del oro, obra
y amigo de Rubén Darío”, Leopoldo extravagante en la que se traza la figura del
Lugones (1874-1938) adhiere fervientemente poeta como conductor de pueblos y orien­
a los principios estéticos del Modernismo y tador de "una gran columna de silencio y
lo demuestra con nítidos perfiles en sus de ideas en m a r c h a Ubicado en una línea
libros poéticos publicados entre 1905 y de pensamiento anarquista combativo,
1912: Los crepúsculos del jardín, Lunario Lugones inicia en ese primer libro un largo
sentimental y El libro fiel. Años más tarde camino pendulatorio que lo llevará treinta
volverá, como gesto de despedida, a la años más tarde al otro extremo ideológico,
estética modernista en Las horas doradas. el del fascismo intolerante. De allí intentará
regresar hasta que él mismo ponga fin a su
Antes de volcarse a esta corriente poéti­ vida en medio de una crisis profunda, ali­
ca Lugones había cultivado una poesía de mentada por el desconsuelo frente a una
protesta y denuncia con notables huellas realidad en la que no había pensado cuan­
del Romanticismo tardío. Muestra valiosa de do alcanzó ese punto extremo de sus ideas.

Los crepúsculos y las lunas

Dividido en cinco series y catorce poe­ bito particular: la hora de la tarde propicia
mas sueltos, Los crepúsculos del jardín, libro para la melancolía; el jardín, lugar decorati­
al que Lugones, en su Prefacio, califica de vo en el que la naturaleza está marcada­
“ramillete”, “pasatiempo singular”, o “epo­ mente modificada por la mano del hombre;
peya baladí”, presenta una actitud poética y el amor, expresado con sensualidad y re­
más clara, que se manifiesta en la búsqueda finamiento. En “El buque”, por ejemplo, Lu­
de una perfección formal inspirada en el gones vincula las tonalidades de los distin­
ejemplo de Rubén Darío. tos momentos de la tarde con las etapas del
amor en la vida de un hombre.
Desde el título mismo se percibe un ám­

Suena la hora: en traje de oro va la tarde a la ribera.


Sobre el brillo de las aguas una barca va a zarpar.
Suena la hora: en traje de rojo va la tarde a la bahía.
Sobre el brillo de las aguas orza un lúgubre bajel.
El oleaje está sangrando de irritada pedrería
como un río de rubíes y el bajel se va con él.

Leopoldo Lugones
“El buque”, de Los crepúsculos del jardín, en Obras poéticas completas,
Madrid, Aguilar, 1974.

81
En la serie “Los doce gozos”, sonetos de se tratara de un cuadro. Uno de esos sone­
exquisita perfección formal, Lugones apela tos, cuyos versos iniciales leemos a conti­
a la trasposición de arte, esto es, la cons­ nuación, se ha constituido en modelo de
trucción de un poema descriptivo como si ese tipo de procedimiento de escritura.

La tarde, con ligera pincelada,


que iluminó la p a z de nuestro asilo,
apuntó en su m atiz crisoberilo 8
una sutil decoración morada.
Leopoldo Lugones
“Delectación morosa”, de Los crepúsculos deljardín, en Páginas vivas de Leopoldo Lugones,
Buenos Aires, Kapelusz, 1994. (GOLU)

Observen los términos vinculados con la Una serie de textos que muestran, por un
pintura que aparecen en estos versos: “pince­ lado, la culminación modernista, y por el
lada”, “iluminó” (es decir, ilustró), “apuntó” otro, el camino hacia otra revolución, la ul-
(hizo un apunte, un croquis), “matiz crisobe­ traísta*, forman el Lunario sentimental, libro
rilo”, “decoración morada”. En el resto del que numerosos críticos consideran el mejor
poema se agregan otros elementos: la com­ de esta etapa lugoniana.
paración del cielo con un biombo chino, la
Está organizado en cuatro partes -acaso
presencia de un plinto (base de una colum­
pensando en las cuatro fases de la luna-, ca­
na), la descripción de un paisaje nocturno.
da una de las cuales se cierra con un relato
En otros poemas aparecen constantes refe­ en prosa. Esta inclusión sirve para marcar
rencias a telas de refinada fabricación, perfu­ con nitidez las diferencias entre la prosa y el
mes raros, abanicos, flores y plantas extrañas. verso, al que Lugones defiende ardorosa­
mente con sus atributos tradicionales: la ri­
A propósito de los elementos exóticos que
ma, la medida y el ritmo.
abundan en las páginas de este poemario, en
nuestra ya citada La Cultura Argentina opi­ La tercera parte, titulada “Lunas” presen­
namos que existe "una m arcada predilec­ ta un repertorio interesante sobre el tema
ción por cierta atmósfera refinada, por las te­ central de la luna, adornado con originales
las suntuosas, las flores raras, las piedras pre­ combinaciones métricas y de la rima: “Un
ciosas, los símbolos de plástica elegancia. Se trozo de selenología”, “Luna maligna”, “Lu­
percibe además la tendencia a buscar moti­ na ciudadana”, “Luna bohemia”, “La muerte
vos de inspiración en religiones alejadas en de la luna”. Una famosa sonata de Beethoven,
tiempo y espacio, sobre todo en Oriente. La ex­ llamada “Claro de luna”, sirve a Lugones de
tranjería concede a los objetos descriptos un motivo para un poema homónimo, cuyos
nuevo valor conocido por pocos, lo exquisito”. versos finales dicen:

Al resplandor yerto, del m édico loco.


la misma soledad se desencaja: Su m irada serena,
y paralizado en la lunar mortaja, dice infortunios de romántico joven.
diríase que el tiempo ha muerto. Y es tan pura su pena,
Cuando he aqu í que poco a poco, que el abism o lunar lentamente se llena
en la próxim a ventana, de divino Beethoven.
aparece la cabeza arcana
Leopoldo Lugones
Claro de luna”, de Lunario sentimental, en Obras poéticas completas, ed. cit.

crisoberilo: color verdoso amarillento.

82
Algunos textos del Lunario presentan for­ esas composiciones, titulada “La copa inhalla­
mas teatrales, como las cinco composiciones ble”, es una égloga* escrita a la manera de los
que integran la segunda parte del libro, en las Idilios de Teócrito y de las Bucólicas de Vir­
que aparecen los personajes de la “Comme­ gilio9 , en la cual el escultor Anfiloquio en­
dia deU’arte”*, y las cuatro de la cuarta parte, cuentra el modelo ideal para construir una
titulada precisamente “Teatro quimérico”, por copa de gran belleza en el pecho de una jo­
el tipo de personajes (literarios o del mundo ven pastora, al que logra vislumbrar por un
de las artes) que aparecen en ellas. Una de rayo de luna que se filtra bajo su túnica.

La patria y la tradición grecolatina

Menos modernistas y más cercanas a la Lugones trazar un cuadro complejo de las ac­
concepción neoclásica de la poesía conme­ tividades de aquel momento que califica co­
morativa son las Odas seculares, compues­ mo “estelar” en la vida argentina.
tas por Lugones para celebrar el Centenario
La oda titulada “A los ganados y las mie-
de la Revolución de Mayo. Resuenan en
ses”, que sigue el criterio expositivo de Vir­
ellas los ecos de Juan Cruz Várela, Vicente
gilio en las Geórgicas, contiene un repertorio
López y Planes, Esteban Echeverría, y a lo
temático que resume el ideal de una Argen­
lejos, los de las Geórgicas de Virgilio, el
tina opulenta alentado por los gobiernos
Carmen Saeculare y la Odas rom anas de
conservadores de entonces: descripción de
Horacio.
la llanura pampeana; el toro, su figura y su
La composición inicial titulada “A la Pa­ hábitat; el ferrocarril; los rebaños, símbolo de
tria”, es la única que aparece suelta; las de­ riqueza; las parvas, la cebada, la alfalfa, el
más se reúnen en tres series: Las cosas útiles duraznero; la tierra personificada como ma­
y magníficas, Las ciudades y Los hombres. dre; el trigo; los colonos; el maíz; la vida co­
tidiana según las estaciones; las aves, las
Opina Julio Irazusta que la novedad de la hierbas y los insectos; el lino, el maní, el al­
épica en las Odas seculares consiste en “can­ godón y la caña de azúcar; las napas subte­
tar las cosas útiles y magníficas de la Argen­ rráneas; la viña y el vino; la lana, la carne, la
tina llegada al mediodía de su feliz centena­ grasa, el cuero y la leche; el caballo; el co­
rio, aunque sin olvidar a los héroes que cus­ mercio en las poblaciones rurales; el asno, el
todiaron su marcha en el camino recorrido“: cerdo, el pavo, la oca y el avestruz; las palo­
y agrega que su capacidad poética permitió a mas: las abejas y la miel.

Así en profunda intim idad de infancia,


el día de la patria en mi memoria,
vive a aquella dulzura incorporado
como el perfum e a la hez de la redoma.
¡Feliz quien com o vo ha bebido patria,
en la miel de su selva y de su roca!
Leopoldo Lugones
“A los ganados y las mieses' (versos finales), en Odas seculares,
en Obras poéticas completas, ed. cit.

9 Teócrito de Siracusa (siglo III a. C.) y Virgilio (siglo I a.C.) son los cultores más importantes de la poesía pas­
toril en la Antigüedad clásica. Su influencia se hizo sentir con intensidad en los poetas españoles del
Renacimiento y el Barroco.

83
El regreso a los valores elem entales

Con la publicación de El libro de los p a i­ Una de las diez series de la obra, titula­
sajes, en 1917, la obra poética de Lugones da Alas, reúne treinta y cuatro semblanzas
experimenta el inicio de un abandono de las de pájaros argentinos como el hornero, la
exquisiteces modernistas y un intento de ex­ calandria, la golondrina, el pito-juan, el pi­
presión sencilla, en lenguaje comente, sin caflor y otros cuyos caracteres aparecen hu­
abandonar la riqueza sonora del verso ni la manizados y vertidos en versos y estrofas
profundidad expresiva de la metáfora. de notable variedad.

En la llam a del verano, Canta, y a l son peregrino


que ondula con los trigales, de su garganta am arilla,
sus regocijos triunfales trigo nuevo de la trilla
canta el jilguerillo ufano. tritura el vidrio del trino.
Leopoldo Lugones
“El jilguero”, de El libro de los paisajes, en Páginas vivas de Leopoldo Lugones,
Buenos Aires, Kapelusz, 1994. (GOLU)

Siguiendo en esta línea sencillista en la das locales y antiguas costumbres de su


forma pero de sutil profundidad en los temas provincia, como “La yegua bruja”, “El reo”,
y recursos, Lugones publica en 1924 su Ro­ “Las carreras”, “Los tahúres”, “La viuda” y
mancero, en el que recoge la tradición euro­ “El tigre Capiango”.
pea volcada en la poesía americana; en 1928
Para Guillermo Ara, Romances del Río Se­
sus Poemas solariegos, y poco antes de morir,
co es, después de Lunario sentimental, “La
sus Romances del Río Seco. Este libro es un
obra de Lugones que lo muestra en mayor
homenaje a la historia argentina no escrita en
ambición de estilo. Ambos representan al mis­
los grandes tratados y al lenguaje popular en
mo tiempo los libros de más firm e unidad y,
el que, con serena brevedad, se cantan los
comparados, los de mayor disparidad de
hombres, las tradiciones y los acontecimien­
principios en lo conceptual y en los medios
tos que forman la base de nuestra cultura.
técnicos. (...). El Lunario sentimental es sobre
Lugones dedica tres romances a la his­ todo un fastuoso espectáculo y los Romances,
toria del caudillo entrerriano Francisco Ra­ una serie de cuadros épicos contemplados en
mírez: “La cabeza de Ramírez”, “La presa” despierta actitud de simpatía, que es decir de
e “Historia de la Delfina”; uno a Fray Ma­ significación afectivd’. (Leopoldo Lugones,
merto Esquiú, “El obispo”; varios, a leyen-1 Buenos Aires, La Mandragora, 1958.)

1. Elegir un grupo de poemas de la etapa mo­ - Tema central y motivos conductores de cada
dernista de Leopoldo Lugones (se sugieren los poema.
que figuran en Páginas vivas de Leopoldo Lugo­ Con los datos obtenidos, redactar un informe y
nes). Hacer un análisis técnico (formal) y estético sacar conclusiones sobre los caracteres del mo­
según el siguiente plan: dernismo en la obra de Lugones.
- Versificación (tipos de estrofas, medida de los 2. Es frecuente, en la poesía modernista, el re­
versos, rima, ritmo). curso de la trasposición de arte, esto es, vol­
- Recursos sonoros (aliteraciones, onomatopeyas, car en palabras sensaciones producidas por
búsqueda de efectos especiales). otras artes, como hemos señalado en el co­
- Adjetivación real y figurada. mentario de Los crepúsculos del jardín. La “Sin­
- Metáforas, personificaciones, imágenes sen­ fonía en gris mayor” de Rubén Darío es otro
soriales. buen ejemplo.

84
Se propone la realización de trasposiciones de en la época (por ejemplo, La valse de Maurice
arte a cargo de los alumnos. Como primera apro­ Ravel, Preludio a la siesta de un fauno de Claude
ximación, el profesor puede leer en alta voz el ci­ Debussy, o un fragmento de La consagración de
tado poema de Darío, con el fondo musical de “El la primavera de Igor Stravinsky).
mar" de Claude Debussy. Terminada la lectura, y 3. Reportaje a los hombres y mujeres represen­
con la misma música de fondo, los alumnos ¡lustra­ tativos del fin del siglo XIX. Se elegirán cinco
rán el poema con distintas técnicas plásticas (di­ personajes importantes (por ejemplo, Rubén
bujo, acuarela, dibujo coloreado, colage). Darío, Auguste Rodin, Sarah Bernrhardt, Leo­
Luego pueden proponerse otras variantes: poldo Lugones, Claude Debussy), se buscarán
- Que los alumnos escriban un texto descriptivo datos sobre ellos, y, trabajando en grupos, los
o narrativo inspirado en un cuadro (los más alumnos elaboraran un cuestionario y las posi­
apropiados, para la época que están estudian­ bles respuestas de aquellos, sobre artes, litera­
do, son los impresionistas). tura, política, filosofía, y otros temas generales.
- Q ue produzcan un texto poético o en prosa, Los reportajes serán comentados y evaluados
motivados por una música de fondo compuesta por el profesor.

Periodismo y literatura entre dos siglos

Durante muchos años los diarios se reci­ Darío, Gilbert Chesterton y Paul Groussac,
bían en las casas por medio de una suscrip­ entre muchos otros.
ción que hacían los lectores. La aparición
Ya entrado el nuevo siglo se publican los
de los diarieros data de 1867, año en que
dos primeros diarios porteños de la tarde,
comenzó a publicarse un diario polémico,
La Razón y Crítica, en los que, a lo largo de
con muchas notas críticas y abundante pu­
los años, colaboran escritores con un perfil
blicidad que se vendía en las calles.
ideológico más combativo, como Pablo Ro­
Los diarios existentes entonces en Bue­ jas Paz, Raúl Damonte Taborda, Carlos de la
nos Aires, La Tribuna, El N acional y La Púa y Roberto Arlt.
Nación Argentina, debieron modificar su
forma de distribución y venta y defender Cuando Florencio Sánchez escribió su Ca­
su estabilidad frente a la aparición de nue­ nillita, en 1902, los vendedores de periódicos,
vos periódicos como La Nación y La Pren­ que más tarde tomarían su nombre del título
sa, en los que escribían importantes pro­ de esta pieza, provenientes en general de las
sistas y poetas argentinos, americanos y clases sociales más humildes, constituían una
europeos, como Lucio V. Mansilla, Rubén parte esencial del paisaje de la ciudad.

Vendemos los diarios se venden lo mismo


en esta ciudad que si fu era pan.
por calles y plazas,
boliches y bars10. Llevamos nosotros
la curiosidad
La Nación, La Prensa, por los diez centavos
Patria y Standard, que el público da.
Floren cio Sánchez
Canillita, en Teatro completo de Florencio Sánchez,
Buenos Aires, Claridad, 1941.

10 El plural incorrecto “bars”, en lugar de “bares”, se da aquí por una necesidad de la rima.

85 Q
Las ciudades del interior tienen también fundas huellas en la cultura argentina a lo
sus periódicos importantes en esta época: La largo de muchos años de publicación ven la
Capital en Rosario, La voz del interioren Cór­ luz en estos años: Caras y Caretas, fundada
doba, La Gaceta en Tucumán, El Día en La por José S. Álvarez (Fray Mocho) en 1898, y
Plata, Los Andes en Mendoza. Esos diarios Nosotros, dirigida por Alfredo Bianchi y Ro­
traen noticias culturales que, con el tiempo, berto Giusti. Ellas preanuncian a las que,
se agrupan en suplementos especiales de con otros puntos de vista, enriquecerán el
aparición semanal. En esos suplementos pue­ panorama en los años siguientes: Proa,
den leerse páginas de célebres escritores de Martín Fierro, y Sur, esta última, creada por
todas las nacionalidades. Victoria Ocampo y abierta a las más nota­
Dos revistas que habrían de marcar pro- bles plumas de América y Europa.

1. O rganizar una investigación sobre suplemen­ - Autores de las colaboraciones (nombres, na­
tos literarios y culturales de los principales pe­ cionalidades, especialidad científica o humanís­
riódicos de las ciudades capitales de la nación tica de cada uno)
y las provincias. Se sugiere la formación de cin­
Reunir los datos en tablas estadísticas y elabo­
co equipos que trabajen sobre La Nación y C la ­
rar un informe comparativo de los suplementos
rín de Buenos Aires, La Caceta de Tucumán, La
analizados.
voz del interior de Córdoba y Los Andes de
Mendoza, por ejemplo. 2. O rganizar la publicación de una revista lite­
raria en la escuela. Delinear el posible formato,
Tomar un período determinado, de no más de cin­
número de páginas, tipo de artículos y espacios
co años, en una etapa previamente acordada y,
de publicidad. Establecer las secciones fijas y
en el archivo del diario o en hemerotecas de las bi­
las que surjan como problemática puntual de
bliotecas importantes, buscar dichos suplementos.
cada número.
Señalar en cada uno de ellos:
Diagram ar un número piloto y escribir las notas
- Cantidad de páginas y frecuencia de publicación. y artículos correspondientes.

- Tipo de artículos que posee (reseñas, escritos Es importante la ayuda de profesores de Lengua
sobre política, filosofía, artes, espectáculos, y Literatura, Plástica, Música y otras áreas que
ciencias, crítica literaria, etc.). tengan cabida en la revista.

Del circo al teatro

En 1884, en el circo Politeama Argentino, y esas condiciones eran ampliamente cubier­


los hermanos Cario presentaron un espectá­ tas por el uruguayo Juan José Podestá.
culo de despedida con gran fin de fiesta, pa­
ra el cual solicitaron a Eduardo Gutiérrez El éxito resonante obtenido por esta re­
que adaptara su Juan Moreira a una panto­ presentación motivó que se repitiera y se
mima* con agregado de canciones y baile. incorporara definitivamente al repertorio
Para el papel protagónico se necesitaba un del circo de los hermanos Podestá, que re­
actor que fuera buen jinete, bailarín y cantor;1 corría el país con sus espectáculos11.

11 En aquellos tiempos, el circo criollo ofrecía una primera parte con payasos, equilibristas, malabaristas y
trapecistas, y una segunda, con la representación de una obra en la que se incluían bailes y cantos. Eran muy
poco frecuentes los números con animales salvajes, com o en los circos de origen extranjero.

86

Juan Moreira, de la pan tom im a al d ram a

Dos años más tarde de aquel estreno, al­ público de todo el país. En cambio, para
guien sugirió a Podestá que le agregara un otros, la obra marca una interferencia del tea­
texto, tomado de la novela de Gutiérrez, a tro uruguayo (que tiene por entonces caracte­
la obra, y que, de pantomima*, la convirtie­ res bien definidos) en el argentino, y su éxito
ra en drama, manteniendo los bailes, los se debió fundamentalmente a la personalidad
cantos y las escenas de destreza. Así fue co­ del actor que encamaba al personaje central.
mo en un circo de Chivilcoy se llevó a ca­
Veamos un fragmento de la Escena 5 del
bo la primera representación de este drama
segundo acto, en la que Moreira da una
criollo que marca un hito fundamental en la
semblanza de su vida de perseguido y de su
historia del teatro argentino.
capacidad para enfrentar a quienes quieren
Para algunos historiadores de la literatura matarlo. Obsérvense las acotaciones escéni­
argentina, el Juan Moreira de los Podestá cas, que indican la participación de jinetes,
inaugura el teatro auténticamente argentino, cantores y bailarines, y la brevedad del tex­
pues en él confluyen elementos que definen to, que muestra que todavía predomina el
a la escena nacional: intérpretes criollos, tex­ juego visual y la improvisación sobre las pa­
to con resonancias locales, crítica atenta y labras escritas.

(Representa una pulpería de cam paña. Van entrando gauchos a caballo, en carro y de
a pie -guitarreros, acordeonistas-. Se juega a la taba, se can cha 12, se ceba mate, se hacen
tortas fritas, se bailan bailes nacionales: después entra Moreira; todos lo rodean y le pregun­
tan de su vida.)
MOREIRA: Mi vida es andar vagando, porque ya no encuentro un sitio donde descansar
a gusto. Mi vida es pelear siempre con las partidas13 y matar al mayor número de justicias14
que pueda, porque de la justicia he recibido todo el mal en esta vida, y por ella me veo
acosado como una fiera, ande quiera que me dirijo; qué le hemos de hacer al dolor, es pre­
ciso matar las penas, paisano, y el que me quiera acompañar, yo pago esta güelta. A ver,
pulpero, eche que yo pago.
TODOS: ¡Viva Moreira! ( Entra un gaucho y a l ver a Moreira se asom bra y le dice .-)

PAISANO: ¿Cómo, amigo Moreira, y usted anda por estos pagos?

MOREIRA: ¿Por qué, paisano?


PAISANO: Porque esta mañana la partida de plaza ha salido en su busca, con orden de
recorrer todo el partido y matarlo donde quiera que lo hallaran, pudiendo alegar después
que se había resistido a la autoridad, como siempre, a mano armada.

MOREIRA: ¡Pues se irán como han venido, y soy capaz de pelearlos a zurdazos y con el
rebenque!
Eduardo G utiérrez
Ju an Moreira, en Breve historia del teatro argentino (tomo II),
Buenos Aires, Eudeba, 1962.

12 canchar (o canchear) es un argentinismo por “vistear”, esto es, simular una pelea, bromear fingiendo que uno
ataca a otro.
13 partida: piquete o patrulla de fuerza de seguridad o militar.
14 Justicia: funcionario judicial (juez, fiscal, comisario, policía).

87
Tras la muerte de Podestá y la decaden­ En los primeros años del siglo, el circo y
cia del circo criollo y del teatro gauchesco, el teatro se disputaban la preferencias del
la obra permaneció en el repertorio de al­ público en las ciudades y pueblos de ambas
gunos elencos menores y de ella se hicie­ márgenes del Plata. En Buenos Aires y en
ron distintas versiones radiales y una pelí­ Montevideo el teatro ganó tempranamente
cula muy elogiada por la crítica. la batalla, generando un nuevo campo de
posibilidades creadoras para los escritores.

El sainete criollo. Un patio de conventillo...

Concebido como forma intermedia entre En España adquirieron notable fama los
la representación circense y la teatral, el sai­ sainetes de Ramón de la Cruz en el siglo
nete, que, como la farsa y el entremés, debe XVIII, y en la Argentina, los de Carlos Mau­
su nombre a un bocado sabroso15 es una ricio Pacheco, Alberto Vacarezza y Arman­
obra breve, graciosa, a veces con algún to­ do Discépolo, entre muchos otros autores,
que trágico, en la que los diálogos alternan a partir de los primeros años del siglo XX y
con canciones y bailes. Algunos se desarro­ hasta fines de su tercera década. Y es pre­
llan en el ámbito rural, pero son muchos cisamente Vacarezza quien así lo caracteri­
más los que se encuadran en el urbano. za en uno de sus numerosos sainetes:

Un patio de conventillo, un chamuyo, una pasión,


un italiano encargao, choque, celos, discusión,
un yoyega retobao, desafío, puñalada,
una percanta, un vivillo, aspamento, disparada,
dos malevos de cuchillo, auxilio, cana... telón.
A lberto Vacarezza
La com parsa se divierte

El conventillo, generalmente ubicado en criollo de frecuente aparición en los saine­


Villa Crespo, San Telmo o La Boca; los inmi­ tes, lo incorpora a su repertorio y define con
grantes españoles, italianos y “turcos” (así se él un nuevo estilo del tango cantado. A par­
llamaba a los árabes provenientes de los tir de entonces, los saineteros usaron como
países dominados por el Imperio Otomano, medio de atracción del público el estreno de
como Siria y El Líbano), eventualmente al­ nuevos tangos en el transcurso de sus obras.
gún judío y algún alemán; los criollos, gene­
ralmente de situación humilde y con serios Debemos marcar una diferencia entre los
problemas laborales; y los personajes típicos sainetes de la primera etapa, centrados en
de las orillas urbanas, como el malevo, el problemas locales, económicos y políticos y
compadrito, el jugador, todo ello conforma en enredos sentimentales, y los de la etapa
la materia prima del sainete, adornada con de culminación -entre 1920 y 1935 aproxi­
tangos, milongas y canciones camperas. En madamente-, que recurren a temas vincula­
1917, el sainete de José González Castillo dos con la inserción de los inmigrantes en
Los dientes delperro incluye el tango de Pas­ la sociedad urbana o rural y con los conflic­
cual Contursi y Samuel Castriota “Mi noche tos familiares y vecinales. Numerosas piezas
triste”. Carlos Gardel, hasta entonces cantor de esta etapa se inscriben en el grotesco*.

15 Las formas del teatro breve toman su nom bre del vocabulario de la alimentación. “Entremés” es una comida
ligera; “farsa”, un alim ento relleno, co m o un em butido; “sain ete” (de “saína”, com ida, a la vez, del latín
“saginare”, alimentar, ceb ar), bocad o sabroso.

88
I
I
!

Los disfrazados

Los disfrazados, de Carlos Mauricio Pa­ las mujeres humildes y de los obreros explo­
checo, y Los políticos, de Nemesio Trejo tados, las supersticiones populares, y la per­
suelen señalarse como los mejores sainetes turbadora influencia de los folletines y dra­
de la primera etapa. mas gauchescos. Todos ellos tejen una trama
que. bajo una apariencia graciosa, esconde
El de Pacheco presenta varios conflictos
una terrible realidad: todos fingen, todos usan
sociales: el casamiento de criollas jóvenes
máscaras, tocios participan de una especie de
con gringos viejos y ricos, la aparición de
carnaval perpetuo para seguir viviendo.
ideas socialistas y anarquistas en un medio
en el que la voz popular está acallada por el En la indicación escénica general, Pache­
dominio de un único partido, la situación de co señala:

No es el conventillo porteño sucio y complicado. Es un patio donde el autor toma sus


apuntes de la vida popular sin necesidad de taparse las tutrices. Hay en el ambiente cierto
aseo, cierta limpia alegría de día de fiesta, que no se encuentra en las oscuras lecindades
cosmopolitas. No es, pues, el conventillo propiam ente. Son unos cuantos tipos que en la tarde
carnavalesca mueven ante los ruidos cómicos de la calle, el respectivo cascabel interno.
C arlos M auricio P ach eco
Los disfrazados, en Los disfrazados y otros sainetes,
Buenos Aires, Eudeba, 1964.

La obra transcurre durante un Carnaval, instituciones porteñas. El tema de la apa-


situación que el autor aprovecha para incluir riencia que dan la máscara y el disfraz sirve
el paso de una comparsa y aludir a los con- como reflexión de vida en varios pasajes,
cursos de máscaras y comparsas en algunas como el siguiente.

PEPA: ¿Ya ha dormido la siesta?


HILARIO: Cállese, señora, ¿quién duerme con este escándalo? ¿Qué me dice don Pietro
de todo esto?
PIETRO: ¡Eh! Miro l’humo.
HILARIO: ¡Qué cosa! Es un bochinche... Ahora no más empiezan a cantar los otros... La
“Unión ítalo Argentina de San Cristóbal” ¡Hágame el favor! La grevanada16 en comparsa.
PEPA: No es aquí solamente. Toda la ciudad es un bochinche.
ROSALÍA: Para eso es carnaval.
HILARIO: Por mí podrían suprimirlo. No se puede andar por ninguna parte...
ROSALÍA: ¿De dónde vendrá eso de disfrazarse?
HILARIO: Debe ser cosa vieja. Mirando bien, ¡qué macana!, ¿eh?
ROSALÍA: Cierto. Eso de ponerse una cara ridicula y salir por ahí a recorrer las calles.
HILARIO: ¿Sabe lo que dice don Andrés? ¡Qué rico tipo! Dice que es una pavada disfrazarse,
porque todos vivimos disfrazados y que la vida es el corso, un corso largo... ¡Qué sé yo! Que
unos van en coche con campanillas y flores y otros a pie y tropezando. Tiene cada cosa...
PEPA: Es un hombre que sabe mucho. Me extraña que haga así esta vida de haragán.
Ob. cit.

16
grevanada: italianada, conjunto o colectividad de italianos (también llamados “grévanos” en lenguaje orillero).

89
Don Andrés es un libre pensador, un un pobre italiano casado con una mujer
anarquista que está escribiendo un libro en joven que lo engaña. Lleva en su vida un
el que, dice, va a poner a la luz muchas disfraz de hombre bonachón y distraído,
mentiras de la historia. Representa al hom­ disfraz que se quita precisamente en día de
bre interesado por problemas sociales, que carnaval para cumplir su venganza contra
lee mucho aunque no llega a ser un intelec­ Machín, el amante de su mujer, en medio
tual, cuya actividad les parece haraganería a de un alboroto del que participan todos los
sus vecinos, ya que no lo ven producir ma­ vecinos del conventillo menos don Andrés,
terialmente o trabajar en ocupaciones co­ que permanece abstraído en sus pensa­
munes. Don Pietro, el que mira el humo, es mientos, hasta que reacciona por la gritería.

VARIOS: ¡Lo ha muerto! ¡Lo ha muerto!... {Machín y ace en el suelo. Gran sorpresa .)
MALATESTA: (Acercándose a don Pietro i) ¿Qué ha hecho, don Pietro?
PIETRO: ( Tirando el cuchillo .) ¡Eh! Miro l’humo... ( Amontonamiento de curiosos. Don
Andrés se ha dado cuenta de la escena y se ha erguido)
ANDRÉS: ¿No les dije?... Éste también. ¡Era un tigre disfrazado! ( Música que pasa).

Ob. cit.

De Los políticos transcribimos un frag- referiremos con mayor detalle a los sainetes
mentó al final de este Módulo. En el 5 nos de la segunda etapa.

Definición de la escena nacional

Cuando se habla de “teatro nacional” de­ La transición entre el circo-teatro de los


be entenderse una dramaturgia de “tema na­ Podestá y el teatro de los grandes creadores
cional” escrita con procedimientos más o me­ de principios del siglo XX se da en algunas
nos universales. En ese sentido, el sainete y obras de ambiente rural que presentan con­
los dramas gauchescos de circo pueden con­ flictos de carácter más general y carecen de
siderarse, según hemos visto, formas valiosas elementos externos (canto, baile), por lo
de teatro nacional, pero lo que completa la menos en lo que surge del texto. Las más
significación de este concepto es la represen­ importantes son Calandria, de Martiniano
tación en un escenario convencional, con los Leguizamón, La piedra de escándalo, de
criterios generales seguidos en los países eu­ Martín Coronado, Al campo, de Nicolás
ropeos sobre diálogos, escenografía, movi­ Granada, y Sobre las ruinas, de Roberto J.
miento actoral, duración y división interna de Payró.
las obras, entre los principales.

El drama rural. Florencio Sánchez

Florencio Sánchez (1875-1910) -uruguayo caso, la diferencia de nivel educacional entre


de nacimiento pero argentino por adopción- la generación de criollos o de inmigrantes
estrenó en 1903 su drama M’h ijo el dotor, que sufrieron los embates de las sucesivas
obra que presenta un conflicto generacional crisis de fines del siglo XIX y la que florece a
serio, vinculado con la evolución social del principios del XX, que en muchos casos al­
país en los primeros años del siglo; en este canza el universitario.

90
La gringa

Al año siguiente, Sánchez presentó La grin­ gringos -doña María y don Nicola- que no
ga, drama cuyo título se dirige a la figura de la ven con buenos ojos esta relación, trata de
mujer capaz de fusionar a dos grupos enfren­ convencer a su padre de las ventajas de
tados en el ámbito rural: los viejos criollos, una explotación racional -cambiar la siem­
con sus costumbres inamovibles, y los inmi­ bra por el pastoreo- de su campo, que se
grantes dispuestos a cambiarlas con el trabajo encuentra empeñado, por un préstamo
y la tecnificación. La acción se ubica en Santa otorgado precisamente por don Nicola, y
Fe, zona de gran actividad agrícola, con enor­ con escasas posibilidades de rescate. Ante
mes estancias y pequeñas chacras, en la que la intransigencia del padre, Próspero deci­
la llegada de colonos europeos, la instalación de irse a trabajar a Rosario, para merecer
de empresas de manufactura y el tendido de así la confianza de su novia y sus padres.
la red ferroviaria, habían producido una nota­ Leamos la escena del acto segundo, el más
ble transformación social y económica. colorido y dinámico de la obra, en el que
Próspero, hijo del viejo criollo don Can- Próspero, en la fonda del pueblo, mani­
talicio y novio de Victoria, una hija de fiesta su decisión.

PRÓSPERO: ( En traje pueblero aparece nervioso y alegre, saludando a todos los parro­
quianos a piacere y se acerca por último a la mesa del cura.) ¡Salud, señores!.. ¡Buenos
días!... ¿Qué tal esa escoba?... ¿Quién pierde? ...
EL CURA: Hola, Próspero. Conque te vas, ¿eh?
PRÓSPERO: Sí, señor. Ahora mismo. En el tren del Rosario. ¡A hacer patria a otro lado!...
EL CURA: No vas mal encaminado, muchacho. No vas mal encaminado... ¡La cuestión es
tener juicio, ahora!... Da usted, doctor... Ese míster Daples es una buena persona, y si te to­
ma cariño, vas a ir muy lejos con él.
PRÓSPERO: Efectivamente. El hombre me tiene fe... Pero por algo ha de ser... Si yo no
sirviera para nada, no me protegería. ¿Tata no ha venido? Quedamos de vernos aquí... ¡Po­
bre viejo! No le hace un chiquito de gracia que yo me vaya... Dice que soy un renegao, que
me he vendido a los gringos, que lo abandono ahora que está pobre...
EL CURA: Preocupación de criollo viejo, no más...
PRÓSPERO: ¡Es natural!... ( Viendo que Victoria se asom a tímidamente a la puerta .) ¿Cómo
está usted, señorita Victoria?... (La obliga con el gesto a avanzar .) Su mamá, ¿está buena?
VICTORIA: (En voz baja.) ¿Se va, entonces?
PRÓSPERO: No hay más remedio... Le juro que he hecho todo lo posible por quedarme...
VICTORIA: No lo ha hecho. ¡No!... Si me quisiera de veras...
PRÓSPERO: Eso es lo que usted no sabe... Porque la quiero y mucho es que me voy...
a trabajar... a hacerme gente, a ganar dinero para merecerla...
VICTORIA: Si yo no preciso eso...
PRÓSPERO: Pero su padre sí.
Floren cio Sánchez
La gringa , Buenos Aires, Kapelusz, 1974. (GOLU)

Cantalicio pierde el campo y don Nicola lo transforma con nuevas técnicas. Finalmente,
las familias se reconcilian.

HORACIO: Entonces, viejo... No hay que hablar...


NICOLA: ¡Eh!... Si vos te pensás que el muchacho vale la pena y a ella le gusta... a mí
no me importa... Con tal de que sea trabajador...
PRÓSPERO: Gracias, Horacio...
HORACIO: Ahí la tenés a Victoria... Supongo, Próspero, que nos harás gratis la trilla... Y
usted, viejo... ¿se reconcilia ahora con los gringos?...
CANTALICIO: Con los gringos... en la perra vida... ¡Con la gringa y gracias!...
HORACIO: ¡Mire qué linda pareja!... Hija de gringos puros... hijo de criollos puros... De
ahí va a salir la raza fuerte del porvenir...
Ob. cit.

Como vemos en los textos transcrip­ mático del extranjero para adaptarse a su
tos, Sánchez trata de reproducir el len­ nuevo hábitat.
guaje cotidiano, con una sintaxis sencilla, El tema del deterioro de la vida del criollo,
una expresión breve y directa, cargada de ahondado por el enfrentamiento con otros
frases inconclusas, interjecciones y jura­ criollos acomodados en los rincones del po­
mentos. Con respecto a los inmigrantes, der, se manifiesta en el último drama rural de
no exagera la deformación del español, Sánchez, Barranca abajo, obra de perfiles trá­
sino que lo salpica con palabras italianas, gicos en la que por primera vez aparece el
como si quisiera mostrar el esfuerzo idio- suicidio de un personaje gaucho.

El teatro de tesis

El realismo y el naturalismo europeos Pero la obra de Sánchez mejor inscripta


habían logrado excelentes manifestaciones en el teatro de tesis es En fam ilia, drama so­
teatrales en las obras del ruso Máximo Gor- bre la quiebra de valores que produce la po­
ki, el alemán August Strindberg y funda­ breza cuando está acompañada por la falta
mentalmente el sueco Henrik Ibsen. Sus de sentido moral. Un padre jugador compul­
obras suelen llamarse “de tesis”, ya que en sivo, una madre angustiada que llega a ro­
ellas se desarrollan historias cuyos conflic­ bar los ahorros de una criada, dos hijas pre­
tos, sociales o personales (enfermedad, po­ tenciosas, un hijo haragán, un hogar que se
breza, abandono, marginalidad), merecen derrumba hasta que otro hijo, voluntarioso,
especial atención y constituyen una tesis, trabajador y con buena posición económica,
esto es, una propuesta, un enunciado de­ decide poner orden y ayudar a sus padres y
mostrable, que rescata esa atención y denun­ hermanos. Como prueba de confianza, en­
cia el reclamo para mejorar los antedichos carga a su padre el pago de una suma im­
conflictos. portante de dinero en Montevideo; pero el
hombre no cumple, movido por su vicio, y
Aquellos autores, a quienes Sánchez co­
el hundimiento de la familia es total.
nocía por sus lecturas y por las representa­
ciones de sus obras en Montevideo y Buenos Tres obras de Roberto J. Payró se inscri­
Aires, provocan hondas huellas en la pro­ ben en esta línea dramática: Marco Severi,
ducción escénica del dramaturgo argentino. un alegato contra la ley de residencia, que
establecía la expulsión de extranjeros acusa­
Así, en Nuestros hijos, Sánchez muestra a
dos de algún delito, y la de extradición, que
un padre que, desafiando las convenciones
permitía deportar a un extranjero reclamado
sociales, defiende la maternidad de su hija
para ser juzgado en su país de origen; El
soltera; en Los derechos de la salud plantea
triunfo de los otros, encendida defensa de
el problema de la convivencia familiar de
los derechos que un creador tiene sobre sus
enfermos terminales de tuberculosis; y en
obras; y Fuego en el rastrojo, drama de la ve­
Los muertos, el problema de los males here­
jez en la que todavía no están extinguidas
ditarios y los ambientes sórdidos en que es­
las pasiones ni la capacidad de amar.
tos se desarrollan.

92
Gregorio de Laferrére, genuino representante de la comedia urbana

Los conflictos familiares expuestos desde el espiritismo, el deterioro de una familia,


una óptica sanamente humorística, las ma­ la incomunicación, la creencia en la “jetta-
nías personales, las creencias y hábitos de tura”, esto es, el poder de ciertas personas
personas de todas las clases sociales son para crear situaciones desdichadas-, y so­
motivos constructores del teatro de Grego­ bre él delinear los personajes y ambientes
rio de Laferrére (1867-1913), fundador de la adecuados.
comedia de costumbres, de ámbito urbano,
De su breve producción se destacan dos
en el teatro argentino.
obras que son modelos del teatro argentino
El procedimiento de Laferrére consiste en en todo su desarrollo: Locos de verano y Las
partir de un asunto notable -la maledicencia, de Barranco.

Locos i verano

La acción de esta comedia se sitúa en el demás, y una prima pobre que, a pesar de
marco de una familia integrada por maniá­ ser víctima de alguna locura de sus parien­
ticos de distinta índole: un escritor fracasa­ tes, termina perdonándolos.
do que insiste en seguir produciendo obras
La escena final del segundo acto mues­
que nadie lee y dramas que no atraen pú­
tra, con agilidad en la acción y gracia en los
blico alguno; una coleccionista de autógra­
parlamentos, cómo, en una circunstancia
fos de personajes célebres, no importa en
seria, en este caso la enfermedad de Sofía,
qué categoría se ubique su celebridad; un
cada uno, salvo Enrique y Lucía, piensa so­
adolescente que delira con el fonógrafo y la
lamente en lo suyo: Don Ramón, en la po­
fotografía; una joven ansiosa de figurar en
lítica; Elena, en la figuración social; Pepe,
las notas sociales de las revistas distingui­
en su última obra teatral; Severo, en sacar
das; un anciano fanatizado con la política
alguna ventaja económica quedándose con
que no se pierde una sola sesión del Con­
algún vuelto; Juancito, en su amor oculto;
greso Nacional; un aficionado a la lotería y
Tito, en su fonógrafo y sus fotografías, pe­
los juegos de azar. Cada uno vive alrededor
leando siempre con su hermana; Antonio,
de su propia manía y es incapaz de comu­
en las carreras de caballos.
nicarse con los demás si no es a través de
ella. Dos personajes encarnan el buen sen­ Veamos un fragmento de esta escena, a
tido: un hermano que vive y trabaja normal­ partir del momento en que Pepe sale de la
mente y trata de hacer entrar en razón a los habitación de su mujer enferma.

PEPE (volviendo). ¡Pobrecita! Está delirando con mi drama. ¡Qué lástima me da! ( Apare­
ce Juancito.)
LEOPOLDO: ¿Sí?
PEPE: Le ha dado con Raúl, el protagonista de la obra. Lo que tiene es que confunde.
Habla de versos y el drama es en prosa. ¡Lo que es la fiebre!
JUANCITO ( aparte, suspirando, encantado)-. ¡Yo soy Raúl! ( Mutis.)
PEPE: ¿No cree usted que convendría llamar a otro médico?
DON RAMÓN: ¿Otro médico? Sí. No estaría de más. ¡Caramba! Si no fuera porque...
PEPE: ¿Qué?
DON RAMÓN: Que no quiero pedirles nada a los diputados. Hay uno que, además de
diputado, es médico. ¡Siquiera fuese de la oposición!

93
ELENA: ¿No sería bueno avisar a algún diario para que diese la noticia?
FEDERICO: ¿A un diario? ¿Cómo no? ¡Inmediatamente voy!

PEPE: ¿Dónde está mi secretario? Tengo que avisar al teatro que esta noche no me espe­
ren. (Mutis.)
SEVERO (por foro): Dice el médico que para evitar confusiones conviene que sea uno
solo el que dirija la compra de los remedios. ¡Yo me encargo! (Gritos dentro .)
DON RAMÓN: Ya está Tito peleando con Josefina. Hacé que se callen. (Mutis Severo.)
ANTONIO (por foro): Señor, ahí vienen a avisar que le ha dado un ataque y está muy
mal la señora Carolina.
DON RAMÓN: ¡Es lo que faltaba ahora!
ANTONIO: Dice el boticario que el domingo es otra fija para Oíd Man.

LUCÍA: ¡Valor, Enrique, valor!


ENRIQUE: ¡Imbéciles o locos! ¡Y son los míos!
LUCIA: ¡Ni locos ni imbéciles! Sencillamente humanos. ¡Ese es el mundo... y así es la vida!...

G regorio de L aferrére
Locos de verano, Buenos Aires, Kapelusz, 1972. (GOLU)

Las de Barranco

En esta comedia el autor presenta a una otras dos muchachas siguen sin objeciones
familia venida a menos (el apellido sugiere el juego de la madre: Manuela con su co­
precisamente un descenso más o menos quetería y su facilidad para entusiasmarse
violento), cuya jefa, doña María, viuda del con los muchachos; Pepa, con sus celos y
capitán Barranco, acude a toda clase de re­ su resentimiento, emocionándose por las
cursos para engrosar la escasa pensión que frases rebuscadas de Rocamora, un comer­
cobra por la actuación militar de su marido: ciante que aporta su cuota de regalos con el
alquila dos habitaciones de su casa y acep­ fin de conmover a Carmen, pero que termi­
ta los regalos que envían los pretendientes na seduciendo a Pepa.
de sus hijas, tratando de que estas no for­
La obra resulta una colorida imagen de la
malicen con ninguno, pues así se perderían
sociedad argentina que cambia sus esquemas
las posibilidades de seguir recibiendo tales
al ritmo de las renovaciones que trae el pro­
obsequios.
greso, algo ilusorio, en que se ve envuelto el
De las tres hijas, Carmen es la única que país. La soledad final de doña María, la huida
toma conciencia de la absurda situación de sus hijas y el derrumbe del cuadro con las
creada por su madre; así pasa de una acti­ medallas del capitán Barranco son un com­
tud sumisa y resignada en las primeras es­ plejo símbolo de ese cambio, concentrado en
cenas a otra valiente y decidida en el final. la última escena del cuarto acto. Doña María
Linares, uno de los inquilinos, enciende en ha sorprendido a Rocamora besando a Pepa;
la joven sentimientos diferentes, en defensa indignada, lo echa y le arroja las cajas de sus
de los cuales ella debe huir de la casa. Las regalos, ante la desesperación de la muchacha.

PEPA (con angustiosa desesperación ): ¡Rocamora! (Volviéndose como una fiera hacia doña
María, a l convencerse de que Rocamora no vuelve.) ¿Qué es lo que ha hecho? ¿Qué ha hecho
usted? ¡Vieja loca! ¿Con qué derecho me quita lo que es mío? (Amenazadora.) ¡Diga!... ¿con
qué derecho? (Levanta el brazo como si fu era a pegarle .)
DOÑA MARÍA (retrocediendo asustada): ¡Pepa! ¿Estás en tu juicio?

94
I

MANUELA (gritando desde el interior delforo)-. ¡Mama! ¡Mama! ( Apareciendo .) ¡Carmen y


Linares no están por ninguna parte!
DOÑA MARÍA {azorada)-. ¿Qué?... ¿Qué decís? (Se abalan za hacia M anuela.)
MANUELA: ¡Que Carmen se ha ido, mama!
DOÑA MARÍA (precipitándose por elforo): ¿Que se ha ido? (Con voz angustiosa) ¡Carmen!
¡Carmen! ¡Carmen! (Manuela ha salido junto con ella y la voz de doña María se va apagando
gradualmente hasta apagarse del todo. Después de salir doña María, Pepa vacila un momen­
to, concluye por hacer un gesto enérgico y poniéndose precipitadamente el sombrero desapa­
rece a su vez por la derecha. La escena queda un instante vacía y después se derrumba con
estrépito el cuadro de las medallas y el telón comienza a descender lentamente mientras se oye
de nuevo la voz de doña María que se aproxima llamando a Carmen)
G regorio de Laferrere
Las de Barranco. Buenos Aires, Kapelusz, 1986. (GOLU)

1. Se sugiere organizar una sesión de teatro leído. los recitales, las figuras importantes, los video­
Por la cantidad y variedad de personajes, es clips), la televisión (programas de moda, actores o
oportuna Locos de verano de Gregorio de Laferré- actrices famosos, las publicidades), la moda (ropa,
re. Bajo la dirección del profesor y previa asigna­ desfiles peluqueras, lugares para reunirse o bai­
ción de papeles, los alumnos encargados de la lar), la computación, los negocios, y otras que se
lectura estudiarán el texto y fijarán un día para la les pueda ocurrir a cada uno.
lectura. Los que no intervengan en la obra, harán
3. Con la guía del profesor y el apoyo de libros
la crítica de la actuación de sus compañeros.
de historia argentina de la época, los alumnos
efectuarán un análisis social de Las de Barranco,
2. Trabajando en equipos, los alumnos elabora­
ubicando a cada personaje en un lugar determi­
rán, en forma de guión televisivo, un texto en epi­
nado del espectro socio-económico. Luego saca­
sodios (no más de tres o cuatro), ubicado en la Ar­
rán conclusiones y tratarán de establecer com­
gentina actual. Tomarán como línea argumental
paraciones con los tiempos actuales.
alguna situación que remita a la vida cotidiana y
cada personaje estará dominado por una manía: Finalmente elaborarán una narración en la que
los automóviles (antiguos, ultramodernos, veloces se presente un caso similar al de Las de Barranco,
o de una determinada marca), el rock (los discos, pero ubicado en la Argentina del 2000.

La picaresca criolla
F ray M ocho

Entrerriano de origen, alumno del famo­ Su labor periodística fue intensa en los
so Colegio Nacional de Concepción del últimos años del siglo XIX. Colaboró en El
Uruguay, periodista y comisario de la Poli­ Nacional, La Patria Argentina, La Nación,
cía Federal, José S. Álvarez (1858-1903) es y fundó la célebre revista Caras y Caretas,
uno de los escritores argentinos que con en la que publicó numerosísimos relatos de
mayor gracia e ironía pintó los ambientes corte crítico y humorístico, los que, des­
marginales de la ciudad y el suburbio. Más pués de su muerte, fueron agrupados con
conocido por el seudónimo de Fray Mo­ los títulos de Cuentos de Fray Mocho, Cua­
cho y algo menos por el de Fabio Carrizo, dros de la ciudad y Salero criollo.
volcó la rica experiencia de sus múltiples
actividades en cuadros coloridos, general­ En uno de esos cuadros urbanos, Fray
mente de breve extensión, en los que se Mocho construye un diálogo entre dos mu­
muestran personajes típicos de la ciudad y jeres acerca de las costumbres femeninas y
sus orillas. masculinas en temas amorosos.

95
—¡Pero si ha sido un atrevido conm igo el tal García, que p a recía un hom bre decente...
un caballero!... Figúrate que salgo p a ra casa de m am á y en cuanto doblo la esquina, se me
p on e a l lado com o si yo fu ese una m ucam ita o una cocinera e intenta em prender conver­
sación... Es un indigno, un changador, un cualquiera...
— Convenido... ¡Un cualquiera!... Ese es el térm ino... ¿Ypara qué lo m irabas cad a vez que
p asabas p o r delante de su tienda, desperdiciando en ese insignificante la incom parable luz
de tus ojos?... ¿Esposible que halague tu vanidad de m ujer linda y elegante, la babosa a d ­
m iración de un tenorio de trastienda? Vaya aprendiendo, prim a, vaya aprendiendo... y su­
fr a las decepciones consiguientes y aguante que el alm acenero de la esquina, el lechero, el
carbonero y tutti cuanti crean que ella, la reina d e las flores, es la consentida del tendero..
y de envidia p o r la suerte de este, pretendan deshojarla y repartirse entre todos sus despo­
jos... Y no te adm ire que hasta el mismo barrendero haya soñado alguna vez, m irándote a l
pasar, ¡que su escoba pu diera transform arse en aban ico!
—D ecí todo lo que quieras, che... pero yo te aseguro que los hom bres son muy cochinos...
Bien decía la otra tarde mi tía Petrona: “¡Querés creer, m ’h ijita, que hasta a m í me dicen
cosas todavía!... Al p a sar una bocacalle, un pillastre me ha echado una m iradita que era
un chorro de agua caliente y m e ha dicho que las flores más lindas eran las violetas... ¡que
nacían solam ente en el invierno!”
F ra y M ocho
“Flirt”, en Cuadros de la ciudad, Buenos Aires, Eudeba, 1961.

El carácter fragmentario de la literatura de político-sociales del siglo recién iniciado.


Fray Mocho no es extensivo a toda su obra. Dice que es el único escritor que trascendió
Así, Vida de los ladrones célebres de Buenos por los rasgos populares de su estilo, influi­
Aires y sus m aneras de robar y Memorias de do por los acontecimientos políticos y la
un vigilante son series de relatos que tienen transformación social que se operó en el
cierta continuidad dada por el ambiente en país en la última década del siglo XIX.
que se desarrollan; En el m ar austral y Via­
José Edmundo Clemente, por su parte,
je a l p aís de los matreros tienen extensión y
afirma que el arte de Fray Mocho desciende
estructura comparables a las de una novela.
del Lazarillo de Tormes, de R inconetey Cor­
El crítico Luis Gudiño Kramer traza una tadillo, de Quevedo y de Gracián, no sólo
colorida semblanza de Fray Mocho, al que por el análisis social y el empleo sistemático
considera miembro muy particular de la Ge­ de intenciones e ironías, sino también por la
neración del 80 y fiel testigo de los cambios riqueza de un lenguaje popular.

Roberto J. Payró: periodista, narrador, dram aturgo

Periodista de profesión, militante de la sus dramas, a los que hemos hecho breve
Unión Cívica y agudo observador de la rea­ referencia en un punto anterior.
lidad social urbana y rural, Roberto J. Payró
(1867-1928) es un ilustre exponente del rea­ El crítico Enrique Anderson Imbert opi­
lismo-naturalismo en las letras argentinas. na que tres obras de Payró -la novela cor­
Su enorme producción periodística, par­ ta El casam iento de Laucha, la serie de
te de la cual se volcó en libros como La cuentos Pago Chico y la extensa novela Di­
Australia argentina y La pam pa de agua, vertidas aventuras del nieto de Ju a n Morei-
no alcanza los niveles de calidad literaria rar- conforman una visión abarcadora de la
que tienen sus cuentos y novelas y también democracia en gestación.

96
El casamiento de Laucha

Laucha es un picaro que, como Lazarillo cura Papagna, a cambio de una contribu­
de Tormes, se las ingenia para sobrellevar lo ción monetaria, no lo inscribe en el libro pa­
mejor posible su pobreza, aunque para ello rroquial; ello le permite a Laucha, cuando
deba a veces dejar malparado a un semejan­ por su falta de control en el juego echa a
te. Sus habilidades, no siempre honestas, le perder su largo trabajo, abandonar a su mu­
sirven para hacer de la humilde pulpería de jer sin que a ella la asista derecho alguno.
doña Carolina un lugar importante, con jue­ Payró lo “perdona", lo pinta simpático aun
gos por dinero incluidos. Su casamiento con en sus peores perfiles, porque es una vícti­
la dueña está viciado de nulidad, ya que el ma de un sistema social injusto.

Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira

En el otro extremo, Mauricio Gómez He­ Avellaneda hasta la de Miguel Juárez Cel-
rrera, el “nieto de Juan Moreira”, es un pica­ man. Si Sarmiento estableció una tajante
ro de guante blanco, encaramado en el po­ oposición entre civilización y barbarie, en
der y sumergido en la corrupción; hijo de un esta novela Payró la establece entre ascenso
caudillo de familia rica, heredero de un ca­ político y descenso moral. Por eso lo “con­
mino político triunfal, se convierte en un dena”, lo pinta con trazos cada vez más crue­
símbolo de las vicisitudes del país en los les, y termina logrando el desprecio del lec­
años que van desde la presidencia de Nicolás tor hacia semejante personaje.

Pago Chico

Los cuentos de Pago Chico, nombre con Domingo Luna, el juez de paz Pedro Macha­
que el autor alude a Bahía Blanca, constitu­ do, fundador de El justiciero, periódico ofi­
yen un desfile de personajes y situaciones cialista con el que se enfrenta La Pampa,
propias de una sociedad pequeña y cerrada, fundado y dirigido por el opositor Viera. En
cuya proyección es válida para todo el país. el segundo capítulo aparece el comisario Ba­
En el primer capítulo, titulado “La escena y rraba, modelo de autoritarismo y prepoten­
los actores”, Payró presenta los caracteres ex­ cia, cuyos abusos de poder se hacen sentir
ternos de ese pueblo -edificios particulares y en quienes no piensan como él.
públicos, comercios, iglesia, clubes- y los de
Varios de los relatos, como “La elección
sus habitantes, volcados con notable fervor
municipal”, “El caudillo”, “Libertad de su­
hacia la actividad política que se manifiesta
fragio” y “El desquite de don Ignacio”, es­
con mayor intensidad en el periodismo local
tán destinados a pintar, con agudeza, ironía
oficialista y de oposición.
y una alta dosis de humor, el mecanismo
Aparecen allí el boticario Silvestre Espín- perverso del sistema electoral anterior a la
dola, los médicos Carbonero, Filipini y Pérez Ley Sáenz Peña, dominado por el fraude y
y Cueto, el escribano Ferreiro, el intendente la violencia.

Las elecciones de ayer han pasado tan tranquilas, que ni mesas se instalaron en el atrio,
¡date cuenta!
Los escrutadores no se acordaron de la votación hasta que Bustos, el secretario de la Mu­
nicipalidad, les llevó las actas fraguadas en casa de Ferreiro, para que las firm aran y m an­
darlas después a la capital. Dicen que uno le dijo:
—¡No se apure tanto, amigo! ¡Si las elecciones son el domingo que viene!...

97
Y lo mejor es que Bustos se quedó en la duda y corrió a consultarlo a Ferreiro, que, a la
noche, lo contaba en el club, riéndose a carcajadas.
Total, sin que nadie se moviese de su casa, sin gastar un centavo, hubo mil doscientos vo­
tantes por la lista del gobierno, lo que da a Pago Chico una enorm e importancia política.
Así se hace patria.
R oberto J . Payró
“Comicios baratos”, en Pago Chico, Buenos Aires, Kapelusz, 1984. (GOLU)

El único cuento que no admite humor ni hombre envuelto en un cuero crudo que es
ironía, porque es un alegato contra el poder paseado bajo el sol de verano para que la
irrestricto de un comisario corrupto lanzado contracción del cuero, al secarse, lo vaya
contra Segundo, un pobre infeliz acusado de comprimiendo hasta hacerle crujir los huesos.
cuatrerismo17 (delito frecuente en la pampa),
cuando el hombre sólo había carneado un El pueblo asiste asombrado a ese terrible
animal para alimentar a su familia, es el titula­ espectáculo que llena de terror e indigna­
do “Poncho de verano”. El tema del castigo ción. Pero el diario oficialista aplaude la ac­
corporal, la tortura, se presenta aquí en un titud del funcionario público.

El Comisario Barraba ha satisfecho ampliamente la vindicta pública y m erece el aplau­


so de todas las personas honradas, pues la terrible y m erecida lección que acaba de dar a
los cuatreros hará que cesen para siempre los robos de hacienda, aunque algunos la tachen
de cruel y arbitraria, amigos como son de la impunidad. ¡Siempre que extirpe un vicio ver­
gonzoso y perjudicial, una aparente arbitrariedad es evidente buena acción!
Dos meses después Segundo estaba en Sierra Chica, su fam ilia en la miseria y el señor co­
misario se com praba otra casa.
R oberto J . Payró
“Poncho de verano”, en ob. cit.

La denuncia sobre injusticias sociales es abusos de los dueños de conventillos con


un tema que desarrollan con frecuencia los los humildes inquilinos.
escritores de esta época. Recordemos aquí
la novela N acha Regules, de Manuel Gál- Esa línea crítica se ha de continuar, con
vez, ambientada en el Buenos Aires del perfiles a veces trágicos y otras, fuerte­
Centenario, en la que se muestran los ma­ mente irónicos, en la obra de Roberto
nejos de los tratantes de blancas y los ne­ Arlt, autor al que nos referiremos en el
gocios de la prostitución, así como los Módulo 5.

Realidad, ciencia-ficción y mundos extraños en la prosa de Lugones

En los años en que daba a conocer sus fronteras en el noroeste argentino durante
poemarios modernistas, Lugones escribió el proceso de emancipación) y Prometeo,
importantes obras en prosa en las que so­ un proscripto del sol (voluminoso ensayo
bresalen los rasgos formales de ese movi­ sobre las artes, el pensamiento y las letras
miento estético. La guerra gaucha (serie en la antigua Grecia) constituyen dos mo­
de relatos encadenados sobre la guerra de delos de esta producción.

17 cuatrerismo o abigeato es el robo de ganado.

98
Las fuerzas extrañas

Valiosa por las mismas razones estéticas, animales que adquieren jerarquía humana y
pero con el agregado de las fantasías creadas terminan sometiendo a la población a su
a partir de un desarrollo asombroso de las despotismo, hasta que Hércules los vence;
ciencias, es la colección de trece cuentos y y la religión cristiana, para “El milagro de
un ensayo titulada Las fu erzas extrañas, San Wilfrido”.
que Lugones publicó en 1906. La articula­
Se vislumbran en algunos cuentos cuestio­
ción de lo científico y lo mágico con aparien­
nes científicas que por entonces seguramen­
cia de armonía perfecta, es el común deno­
te estaban en las hipótesis de los estudiosos,
minador de los relatos: las fuerzas -físicas,
como la transformación de sonidos en colo­
psíquicas, divinas o diabólicas- que aquí se
res, en “La metamúsica”, el ultrasonido y el
califican de “extrañas” lo son, en la medida
rayo láser, en “La fuerza Omega”, y el com­
en que no se las puede observar e interpre­
portamiento psicológico de los animales, co­
tar desde un único punto de vista.
mo en “Yzur” y “El escuerzo”.
Lugones acude a la Biblia como fuente de
En el "Ensayo de una cosmogonía en diez
dos de sus relatos: “La lluvia de fuego”, que
lecciones”, desarrolla una teoría sobre la for­
evoca la destrucción de Sodoma y Gomorra
mación de la materia a partir de la energía
a causa de la iniquidad de sus habitantes a
pura: en ella las fuerzas se conciben como
través del testimonio de uno de ellos que se
puntos, rectas, planos y volúmenes que se
suicida en medio del desastre; y “La estatua
van generando en la dimensión temporal.
de sal”, en el que un monje halla el cuerpo
de la mujer de Lot convertido en sal por la Lugones se sintió atraído por el tema de
ira divina, la vuelve a la vida por medio del los descubrimientos arqueológicos en el Va­
agua bendita, pero cae fulminado al tratar de lle de los Reyes, en Egipto, que se produje­
saber qué es lo que esa mujer vio para me­ ron a comienzos de la década de 1920. Así
recer semejante castigo. fue como en 1924 publicó Cuentos fatales,
cinco relatos fantásticos de los cuales dos,
La mitología griega da elementos argu­ “El vaso de alabastro” y “Los ojos de la rei­
méntales para “Los caballos de Abdera”, na”, se vinculan con el Egipto faraónico.

1. La lectura de los textos de Fray Mocho y de que sirve de fuente al relator, la destrucción de
Payró puede motivar a los alumnos a escribir so­ Sodoma y Gomorra (Génesis, XIX, 1-29).
bre aspectos censurables de la sociedad en la
3. A partir de la lectura de Las fuerzas extrañas, se
que viven. Se trata de que cada uno escriba un
propone a cada alumno la escritura de un texto
artículo de costumbres, tratando de colorearlo
de ciencia-ficción. El motivo del relato puede ser:
con humor e ironía, y el profesor seleccione algu­
nos de los traba|os para comentarlos en clase. - Un descubrimiento arqueológico.
- Una fuerza desconocida que surge de una com­
2. Se sugiere una lectura atenta, guiada por el putadora, un teléfono o una fuente de energía no
profesor, de “La estatua de sal” y “La lluvia de tradicional.
fuego”, de Las fuerzas extrañas de Leopoldo Lu­ - La aparición de seres extraterrestres.
gones; y una comparación con el texto bíblico - La visita a un planeta lejano.
Otros textos

Cosas de la política

BALDOMERO ( a Juan): Nosotros pertenecemos a este partido, porque don Enrique es


el caudillo; que mañana se güelve don Enrique, media güelta nosotros también.
JUAN: Bueno, eso ya lo sé yo de memoria porque lo hemos hecho otras veces.
MIGUEL: Y el caballo que es baquiano...
BALDOMERO: Se va solo a la tranquera, ya lo sé; pero ustedes no son políticos como
yo, de carrera. Yo figuro desde el tiempo de don Pepe el de la Boca. He metido cada ba­
tifondo en los atrios con el Goma y el Pesao, que daba chucho, hermano. Los chafes se me
venían al humo como gallareta al bofe y ¡zas, zas!, biaba y biaba, y me les escurría como
lagartija; y así he hecho carrera en la política.
MANUEL: ¡Lindo criollo!
MIGUEL: Pero, ¿qué es la política, vamos a ver?
JUAN: Es una olla donde se guisan los gobiernos.
BALDOMERO: La política, hermanos, como yo la entiendo, es una mujer bonita, pero
caprichosa. Con el cuento de que tiene muchos festejantes, le da esperanza a unos y a otros.
Los más sonsos se lo creen, los más vivos se desengañan y, en general, todos los que le
andan bajando el ala se hacen unas ilusiones bárbaras por conseguir la presa y en lo me­
jor se les hace humo, cambia de rumbo y aquel que ni ha pensao siquiera en cortejarla re­
sulta ser su amante decidido y el dueño de sus caprichos. ¿Vos conocés la enredadera?
JUAN: Sí.
BALDOMERO: Pues es igual de caprichosa: por más de que uno la inderieza se enrosca.
Hay quien se gastó una fortuna por conseguirla cariñosamente y otros pelagatos, sin comer­
lo ni beberlo, se pegan como sanguijuela y se trepan de un tirón sobre el carro del gobier­
no. ¿Querés un ejemplo? Ahí lo tenés a don Francisco. ¿Quién era don Francisco? El dueño
de una tropa de carros; aura es jefe de no sé qué. Esos son los caprichos de la política.
¿Quién te dice a vos que mañana la taba cae de suerte y me ves a mí de fra-kulini y totora,
pisando juerte en la barránquita del Congreso?
N em esio Trejo
Los políticos, en Teatro Rioplatense (1886-1930),
Buenos Aires, Biblioteca Ayacucho, 1986.

Los hombres sin personalidad

Individualmente considerada, la m ediocridad podría definirse como una ausencia de


características personales que perm itan distinguir al individuo en su sociedad. Esta ofrece
a todos un mismo fard o de rutinas, prejuicios y domesticidades; basta reunir cien hombres
para que ellos coincidan en lo impersonal: “juntad mil genios en un Concilio y tendréis el
alm a de un m ediocre”. Esas palabras denuncian lo que en cada hom bre no pertenece a él
mismo y que, a l sumarse muchos, se revela por el bajo nivel de las opiniones colectivas.
La personalidad individual com ienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia
de los demás; en muchos hombres ese punto es simplemente imaginario. Por ese motivo, al
clasificar los caracteres humanos, se ha comprendido la necesidad de separar a los que ca­
recen de rasgos característicos: productos adventicios del medio, de las circunstancias, de la
educación que se les suministra, de las personas que los tutelan, de las cosas que los rodean.
“Indiferentes” ha llam ado Ribot a los que viven sin que se advierta su existencia. La socie­
dad piensa y quiere por ellos. No tienen voz, sino eco. No hay líneas definidas ni en su pro­
p ia sombra, que es, apenas, una penum bra.
Cruzan el mundo a hurtadillas, temerosos de que alguien pueda reprocharles esa osadía
de existir en vano, com o contrabandistas de la vida.
Jo sé Ingenieros
El hom bre mediocre, Buenos Aires, Losada, 1992.

Has vuelto

Has vuelto, organillo. En la acera fam iliar motivo que el año pasado
hay risas. Has vuelto llorón y cansado gem ía a la luna de invierno.
como antes. El ciego te espera Con tu voz gangosa dirás en la esquina
las más de las noches sentado la canción ingenua, la de siempre, acaso
a la puerta. Calla y escucha. Borrosas esa preferida de nuestra vecina,
memorias de cosas lejanas la costurerita que dio aquel m al paso.
evoca en silencio, de cosas Y luego de un valse te irás como una
de cuando sus ojos tenían mañanas, tristeza que cruza la calle desierta,
de cuando era joven... la novia... ¡quién sabe! y habrá quien se quede mirando la luna
Alegrías, penas, desde alguna puerta.
vividas en horas distantes. ¡Qué suave ¡Adiós, alm a nuestra!, parece
se le pone el rostro cada vez que suenas que dicen las gentes en cuanto te alejas.
algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspira! ¡Pianito del dulce motivo que mece
Has vuelto, organillo. La gente memorias queridas y viejas!
modesta te mira Anoche, después que te fuiste,
pasar, melancólicamente, cuando todo el barrio volvía a l sosiego
pianito que cruzas la calle cansado -q u é triste-
moliendo el eterno lloraban los ojos del ciego.
E varisto C arriego
“Has vuelto”, en 2 6 poetas argentinos (1810-1920),
Buenos Aires, Eudeba, 1960.

101
Las masas, el poder y las letras
P anoram a p o lítico y so cia l d e la A rgentina en tre 1914 y 1955. Las letras
y las artes. Las id eo lo g ías filosó ficas e n el n u e v o m arco so cial. La p o e sía :
trad ición y vanguardia. La narrativa: el cu e n to y la n o v ela c o m o e x p e rie n cia
existen cial. El teatro fren te al cin e. El en sa y o y la realid ad p olítica.

102
Después del Centenario

A. penas se apagaban los festejos del Dispuesto a terminar con un régimen


centenario de la Revolución de Mayo, cuan­ electoral corrupto, propuso la adaptación a
do el presidente José Figueroa Alcorta co­ nuestro medio de un sistema que se em­
nocía a su sucesor, Roque Sáenz Peña, triun­ pleaba con buenos resultados en los países
fador en las últimas elecciones llevadas a más adelantados. Estaban frescas en su me­
cabo con el viejo sistema de lista comple­ moria las crisis que el pueblo había soporta­
ta y ganador seguro, fraude mediante. Era do sin tener, en el Ejecutivo o en el Congreso
hijo de otro presidente, Luis Sáenz Peña, y Nacional, alguien por quien se sintiera re­
lo acompañaba el salteño Victorino de la presentado y respetado. Hacía falta que la
Plaza, un conservador que no lograba oposición hiciera oír su voz y que el ciudada­
imaginar las novedades que el cabeza de no común se sintiese protegido por las leyes
fórmula traía bajo su aspecto tranquilo y y por aquellos a quienes había elegido libre­
sonriente. mente para que lo gobernara.

Los gobiernos populares

El presidente Roque Sáenz Peña no logró El ala "antipersonalista" de la Unión Cívi­


ver la coronación de su proyecto de dar al ca Radical consagró a Marcelo T. de Alvear,
pueblo un arma política valiosa: el voto uni­ un hombre de hábitos refinados, acostum­
versal, secreto y obligatorio, con el sistema brado a los ambientes diplomáticos y artís­
de lista incompleta (esto es, con representa­ ticos europeos, como sucesor de Yrigoyen.
ción de la primera minoría). Sancionada y Entre 1922 y 1928. la "Argentina opulenta"
promulgada la ley que lleva su nombre, pu­ vivió una etapa de desarrollo notable, con
do aplicarse en forma integral en 1916 (Sáenz una efectiva colocación de mercaderías, a
Peña murió en 1914 y fue sucedido por el muy buenos precios, en el exterior.
vicepresidente Victorino de la Plaza) en la
Tras la pujanza progresista del aristocrá­
elección que consagró al radical Hipólito Yri-
tico Alvear. el partido sintió la necesidad de
goyen, el primer presidente elegido por un
volver a sus raíces populares, por lo que
método aceptablemente democrático.
propuso la reelección de Hipólito Yrigoyen.
Este acceso de las masas al poder produ­ Con una masa de votantes muy alta, Yrigo­
jo cambios en el esquema social: los humil­ yen ocupó nuevamente la Casa Rosada en
des se sintieron protegidos, los campesinos 1928. viejo, algo enfermo, y con las faculta­
empezaron a tener confianza en sus esfuer­ des muy limitadas.
zos, los obreros comprobaron que ciertas le­
yes de dignificación laboral podían no sólo Los conflictos no tardaron en aparecer, y
promulgarse sino también cumplirse en to­ tanto la oposición como los militares (parti­
dos sus términos, los intelectuales lograron cularmente el Ejército) se lanzaron a termi­
una reforma universitaria que democratiza­ nar con el gobierno débil e instaurar en su
ba el gobierno de las casas de altos estudios. lugar un régimen fuerte, de mano dura, que
pusiese en su lugar a todos los que protes­
A pesar de tantas cosas positivas, episo­
taban por las condiciones inhumanas de tra­
dios como la huelga patagónica y la de los
bajo que sufrían los obreros en todo el país.
talleres de Vasena, en la Capital Federal, en
los que las fuerzas de seguridad reprimie­ El 6 de setiembre de 1930 se produjo un
ron al pueblo en favor de los grandes capi­ golpe de estado que inició una serie -1943,
talistas, echaron negras nubes sobre el go­ 1955, 1966, 1976- que pudo cortarse en
bierno de un dirigente popular que había 1983, luego de una dictadura que, además
prometido otras cosas. de sembrar muerte y miseria, condujo a la

103
¡

Argentina a una guerra que no se podía humildes y a la formación de una clase


ganar. media de profesionales y empresarios, en
desmedro de los grandes poseedores de
El fenóm eno popular acallado por el
tierras y empresas que habían dominado el
golpe de 1930 resurge en 1945 con carac­
país con criterio feudal durante largos
teres renovados. Un país enriquecido por
años.
la guerra europea pero con una muy desi­
gual distribución de sus bienes era el esce­ La élite intelectual argentina, que veía en
nario ideal para un proceso de com pensa­ Perón una caricatura de los jefes de regí­
ción que, con grandes dificultades e inex­ menes políticos europeos de corte fascista,
plicables errores, se cumplió en los diez com o Francisco Franco o Benito Mussolini,
años de gobierno peronista. Elegido por el militó en la oposición más cruda. Excepcio­
voto popular en 1946 y reelecto por amplí­ nes fueron escasas figuras com o Leopoldo
simo margen en 1952, Juan Domingo Pe­ Marechal, Homero Manzi, Cátulo Castillo,
rón apuntó en su ideología de la “tercera Enrique Santos Discépolo, Arturo Jauretche
posición” \ también llamada “justicialis- y Raúl Scalabrini Ortiz, quienes adhirieron
mo”, a una mejora en las condiciones de a una ideología popular, cristiana y refor­
vida y de trabajo de las clases sociales más mista, más que a la figura de un caudillo.

La llamada "década infame"

Entre los dos gobiernos populares antes Después, a Uriburo, Justo


citados se extiende un régimen conserva­ le metió la zan cadilla:
dor apoyado en el fraude electoral, la per­ siem pre he visto hacerse astillas
secución política, el autoritarismo militar y la am istad en los negocios,
policial, el caudillismo local y la desintegra­ y a l p eje de los socios
ción de la economía nacional en favor de jugársele a la pandilla.
los grandes capitales extranjeros, particular­
mente ingleses. Y el p aís cam bió de m ano
pero no alivió sus lutos,
Durante las presidencias de Jo sé Félix
pues es este gaucho astuto
Uriburu, Agustín P. Justo, Roberto M. Ortiz
si gau cho m alo era el otro:
y Ramón Castillo, es decir, entre 1930 y
y yo apren dí con los potros,
1943, el país vivió lo que ha dado en lla­
a preferir los m ás brutos.
marse “década infame”, signada por la de­
Y la nación desde entonces
sigualdad social, con picos de pobreza ex­
va de H erodes a Pilatos;
trema, y los escándalos económicos.
todos le ofrecen buen trato
Una colorida pintura de esa época apa­ y el arreglo de sus cosas,
rece en estos versos del militante político p ero ellos rompen la loza
Arturo Jauretche: y el pueblo p ag a los platos. .
Primero vino Uriburo
diciendo. ¡Yo lo acom odo! A rtu ro Ja u re tc h e “Es pa'todos
Pero lo arregló de un modo la cobija o es pa’todos el invierno”,
que era m ejor el barullo: en Susana Pereira, Literatura testimoni­
dejó arreglado lo suyo a l de los años treinta, Peña Lillo,
y em peoró lo de todos.1 Buenos Aires, 1979.

1 Al concluir la Segunda guerra Mundial, el presidente francés Charles De Gaulle acuñó la expresión “tercera po­
sición” para aludir a un régimen que fuera ni capitalista ni comunista.

104
Se organizará una investigación sobre la histo­ El de artes plásticas, sobre la producción de pin­
ria socio-política y cultural de la Argentina en la tores, escultores y arquitectos, realización de ex­
primera mitad del siglo XX. posiciones, actividades de museos y publicación
de libros de arte durante el aludido medio siglo.
Se formarán grupos de trabajo para las siguien­
tes áreas: historia política, historia social, artes El de literatura reseñará la producción literaria,
plásticas, literatura, música, medios masivos (ci­ según géneros y estilos, y trazará semblanzas
ne, radio, periodismo). de los más importantes escritores de la época
histórica indicada.
El equipo de historia política trabajará sobre los
cambios de gobiernos, actuación de partidos po­ El de música y el de medios masivos trabajarán
líticos y sus dirigentes, regímenes militares y otros sobre la producción en cada área.
acontecimientos acaecidos entre 1900 y 1950.
Resultaría de mucho interés la confección de
El de historia social, sobre legislación de trabajo, un cuadro cronológico, a p artir de los datos
familia, salud y protección, sancionada en ese obtenidos en la investigación, que resuma los
mismo período, y sobre los cambios sociales aspectos fundamentales de la política y la cul­
(particularmente, la relación de las masas con el tura durante ios primeros cincuenta años del
poder) resultantes de aquellas legislaciones. siglo XX.

Horacio Quiroga: la revelación de una experiencia

Nacido en Salto, Uruguay, pero argenti­ Su primera colección de cuentos, El cri­


no por derecho de sangre (su padre lo era men del otro, data de 1904; pero su produc­
y desempeñaba un cargo diplomático en ción más importante se da durante su per­
esa ciudad uruguaya), Horacio Quiroga manencia en San Ignacio, en plena selva
(1878-1937) es uno de los cuentistas más misionera, lugar al que había visitado por
notables de la literatura latinoamericana. primera vez en 1903, acompañando a Leo­
Lector insaciable, aficionado a las ciencias poldo Lugones, como fotógrafo, en el rele-
naturales, la fotografía, las armas de fuego, vamiento de las ruinas jesuíticas de la re­
el estudio de la psicología y las ciencias gión, y en el que se instala en 1910.
ocultas, supo desgranar en sus relatos la ri­ Allí escribe las colecciones Cuentos de
queza de sus experiencias en tantos cam­ am or de locura y de muerte, Cuentos de la
pos y, además, revelar secretos del paisaje, selva, Anaconda, El salvaje, El desierto, Los
la sociedad y el hombre en medios hostiles. desterrados y Más allá.

Una mirada sobre sus cuentos

Las narraciones de Quiroga se centran liar, frente al amor, la felicidad o la desdi­


en individuos o en grupos reducidos, nun­ cha, la vida o la muerte de los seres queri­
ca en masas o multitudes; y así los conflictos dos; en su medio geográfico y social, como
sociales se explican como proyección de integrante de una clase o un grupo carac­
los casos individuales tomados como sím­ terizado por su condición, su oficio o su
bolos. El hombre aparece con una gran personalidad, sometido a las presiones
cantidad de matices: solo, frente a sí mis­ económicas, morales o políticas, frente al
mo y a los demás, frente a la naturaleza, la misterio y a las fuerzas naturales.
enfermedad y la muerte; en su ámbito fami­ En “A la deriva” es un hombre solo, en

105
su canoa, en la inmensidad del río bordea­ mortales de la picadura son progresivos. Su
do por el bosque, buscando una ayuda que agonía ocupa la casi totalidad del texto, que
igualmente será vana, pues ha sido picado culmina abruptamente con una seca refe­
por una serpiente venenosa y los efectos rencia a la muerte.

El Paraná corre allí en el fon do de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien me­
tros, encajonan fúnebrem ente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de ba­
salto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, atrás, siempre la eterna
muralla hígubre; en cuyo fon do el río arrem olinado se precipita en incesantes borbollones
de agua fangosa. El paisaje es agresivo y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin
embargo, su belleza sombría y calm a cobra una m ajestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fon do de la canoa, tuvo un
violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadam ente la cabeza: se sentía
mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta
inspiración. (...)
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada
ni en la pierna ni en el vientre. (...)
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.
¿Qué sería? Y la respiración...
Al recibidor de m aderas de míster Dougald, Lorenzo Cabilla, lo había conocido en Puer­
to Esperanza un Viernes Santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...
El hom bre estiró lentamente los dedos de la mano.
— Un jueves...
Y cesó de respirar.

H oracio Q uiroga
“A la deriva”, en Cuentos de monte y río, Buenos Aires, Kapelusz, 1994. (GOLU)

En “Juan Darién” Quiroga narra “la histo­ un interrogatorio despiadado, que culmina
ria de un tigre que se crió y educó entre los en la revelación tan temida. A partir de allí,
hombres (...) asistió cuatro años a la escuela la eliminación física del niño se transforma
vestido de pantalón y camisa, y dio sus leccio­ en una necesidad. Lo meten en una jaula, lo
nes correctamente, aunque era un tigre de la desnudan y lo torturan exigiéndole que
selva”. El tema de la metamorfosis2 , tan fre­ muestre las rayas de su cuerpo; llegan in­
cuente en las narraciones y mitos populares, cluso a quemarlo con fuegos de artificio.
se une en este relato, al de la intolerancia
Recobrada su forma de tigre, Juan se
social para con los que son distintos y al de
venga de un domador al que quema vivo, y
la cacería brutal por parte de los hombres.
se dirige por fin al lugar donde estaban en­
El inspector de escuelas, sospechando terrados los restos de aquella mujer que,
que Juan es un animal salvaje, lo somete a habiendo perdido a su hijo en una epide-

2 La palabra griega “metamorfosis” significa “transformación”. Muchos mitos antiguos refieren la transformación de
seres humanos en animales o vegetales, y viceversa. El poeta latino Ovidio escribió un largo poema en quince li­
bros titulado precisamente M etam orfosis, en el que evoca gran cantidad de casos en la mitología griega y latina.

© 106
mia, lo recogió y alimentó siendo un pobre bia intervención de una serpiente terminó
cachorro de tigre abandonado, y por la sa- convertido en ser humano.

— ¡Madre!— murmuró por fin el tigre con profunda ternura— . Tú sola supiste, entre to­
dos los hombres, los sagrados derechos a la vida de todos los seres del universo. Tú sola com­
prendiste que el hom bre y el tigre se diferencian únicamente por el corazón. Y tú me ense­
ñaste a amar, a comprender, a perdonar. ¡Madre! Estoy seguro de que me oyes. Soy tu hijo
siempre, a pesar de lo que pase en adelante, pero de ti solo. ¡Adiós, m adre mía!
Y viendo a l incorporarse los ojos cárdenos de sus herm anos que lo observaban tras la ta­
pia, se unió otra vez a ellos.
El viento cálido les trajo en ese momento, desde elfondo de la noche, el estampido de un tiro.
—Es en la selva—dijo el tigre— . Son los hombres. Están cazando, matando, degollando.
Volviéndose entonces hacia el pueblo que ilum inaba el reflejo de la selva encendida, ex­
clamó:
—¡Raza sin redención! ¡Ahora me toca a mí!
H oracio Q uiroga
“Juan Darién”, en ob. cit.

El tema de “Una bofetada” es la vengan­ secto escondido en su interior va sorbiendo


za de un mensú3 contra la arbitrariedad de la sangre de una pobre mujer que enferma
su patrón. Ambientado en un obraje del gravemente y muere sin que se conozcan
nordeste argentino, lugar donde los obreros las causas de su mal.
vivían en un estado de semi-esclavitud, el
cuento denuncia aspectos de esa terrible Entre las muchas y maravillosas creacio­
realidad. “La gallina degollada” muestra una nes de Quiroga vale la pena recordar aquí
familia sobre la que ha caído una desgracia: “El hombre muerto”, un intento de aplica­
sus hijos enferman a corta edad y quedan ción de la técnica del fluir de la conciencia*
mentalmente retardados; así ocurre cuatro en un cuento cuya lectura tiene la misma du­
veces, hasta que nace una niña sana y her­ ración de los hechos en él narrados, esto es,
mosa. Imitando el degüello de una gallina la agonía de un hombre herido por un ma­
que han visto, los cuatro matan a su herma- chete al cruzar un alambrado, cuya muerte
nita. En “El almohadón de plumas” un in­ es advertida finalmente por su caballo.

"Decálogo del perfecto cuentista"

En la plenitud de su actividad literaria. La idea central del texto es que la obra


Quiroga publicó un “Decálogo del perfecto de arte no es fruto de una inspiración mo­
cuentista” en el que desplegó sus ideas so­ mentánea sino resultado de un ejercicio
bre la producción narrativa en forma de constante. En ese ejercicio es necesaria la
consejos a los escritores que se mueven en guía de los grandes maestros, como Edgar
el género y extensiva sin duda a los poetas Alian Poe y Guy de Maupassant4, y la con­
y dramaturgos. ciencia de que no existe un punto definitivo

3 mensú (de mensual, que percibe un salario una vez por mes) es la palabra con la que, durante mucho tiempo,
fueron designados los obreros de las plantaciones y obrajes madereros en la Mesopotamia argentina.
4 El poeta y cuentista norteamericano Edgar Alian Poe (1809-1849) y su similar francés Guy de Maupassant (1850-
1893), romántico el primero, realista el otro, llevaron la narración breve a exquisitos niveles de perfección.

107
de llegada en la carrera de un escritor. mo, sugiere que, para obtener imagen de
Aconseja que, en la composición de un vida en el cuento, este debe contarse co­
cuento, tenga el autor idea clara de todo lo mo si el autor fuera uno más de sus perso­
que va a suceder en él y lo desarrolle dan­ najes.
do a las palabras el peso significativo que
normalmente tienen, sin fijarse demasiado Quiroga percibió de un modo especial el
en su morfología o su sonido. Por eso re­ accionar de las fuerzas naturales sobre el
sulta importante la cuidada elección de los espíritu humano y la sensación del horror
adjetivos y la limpieza y claridad del texto, frente a lo que no puede enfrentarse ni evi­
despojado de cargas inútiles. Con respecto tarse, y logró trasmitir esa percepción y esa
a las emociones personales, el cuentista sensación en sus relatos, a través de un
debe aprovecharlas como evocación, pero equilibrado manejo del lenguaje y una par­
no intentar escribir mientras ellas están en ticular intuición de las estructuras. Así ca­
desarrollo, porque no le permitirían avan­ racteriza esta compleja cualidad del escritor
zar serenamente en la escritura. Por últi­ un gran ensayista argentino:

Quiroga entendió que cada cosa que había dicho, cada cosa de las que podía seguir di­
ciendo p or ese fá c il cam ino del espíritu que proporcionaba Europa, incluso las más sutil­
mente com binadas , eran encubrimiento del horror, vanidad, eran sacrilegio. Porque ahí, en
torno a él, com o aún en torno a nosotros, a cada paso, en cada instante de la vida, estaba
todo aquello de lo que todavía nunca se habló: los campos inmensos, las calles secretas y re­
cogidas, la form a en que nos am am os y en que nos odiamos, los paraísos en noviembre, el
lenguaje que articulamos, los hermosos ríos salvajes, las poblaciones y las alm as que las nu­
tren, nuestras propias alm as sepultadas con sus laceraciones y sus ansias, todo eso que mar­
cha hacia la muerte sin que nadie le dé otra vida, la redención de un nombre, todo eso que,
por hallarse sumergido y frustrado, es vergüenza adem ás de horror, todo eso que se nos tor­
na, incluso la propia alma, en triste enemigo.

H. A. M urena
El pecado original de América, Buenos Aires, Sur, 1954.

1. Tres cuentos de Horacio Quiroga: "Una bofe­ Se sugiere la discusión del tema, tomando como
tada", del libro El salvaje; “Un peón", de El desier­ base la novela de Augusto Roa Bastos El trueno
to; y “Los destiladores de naranja", de Los deste­ entre las hojas, el cuento de Horacio Quiroga
rrados han sido integrados en el guión de la pe­ “Los mensú", y la película de Hugo del Carril Las
lícula argentina Prisioneros de la tierra, dirigida aguas bajan turbias. Los alumnos podrán incre­
por M a rio Soffici. mentar la información a través de la lectura de
Se propone la lectura de esos tres cuentos, la pro­ obras de historia social argentina. .
yección de la película y el análisis del traslado de
3. El tema de las metamorfosis abunda, como se
los textos de Quiroga al lenguaje cinematográfico.
dijo, en los mitos y cuentos populares. Trabajan­
2. El tema de las injusticias sociales en los obra­ do en equipo, los alumnos investigarán sobre
jes de la Mesopotamia ha sido desarrollado por transformaciones animales y vegetales en la mi­
el mismo Quiroga y por otros escritores en tex­ tología regional argentina, como el “kakuy", el
tos narrativos que son testimonios y denuncias “capiango”, el “lobizón" y la flor de ceibo. Una
de situaciones lamentables que muestran la vez reunido el material, harán una clasificación
existencia de un poder local superior al de los de los personajes transformados según sexo, po­
gobiernos provinciales o nacionales que a me­ sición social y cualidades físicas y morales.
nudo son cómplices de este.

0 * *••§
Hacia una nueva novela argentina

Una visión panorámica de la narrativa ar­ la condición marginal de los personajes y el


gentina nos permite situar a mediados de la inhóspito medio urbano en el que se desen­
década de 1920 el comienzo de una nueva vuelven. La sinceridad del narrador consis­
forma de novela, cuyos modelos, publica­ te, fundamentalmente, en penetrar a fondo
dos ambos en 1926, serían Don Segundo en el íntimo mundo de sus criaturas y en
Sombra de Ricardo Güiraldes y El juguete otorgarles sus propias, aunque limitadas,
rabioso de Roberto Arlt. posibilidades de evasión.

Una y otra -opinamos en La Cultura Ar­ Alrededor de esos modelos se ubican


gentina- ofrecen una visión oblicua de la novelas excelentes como Los caranchos de
realidad, producto en gran medida de la na­ La Florida y El inglés de los güesos de Beni­
turaleza sensible y de la condición adoles­ to Lynch. Historia de arrabal y El mal me­
cente de los protagonistas, que les permite tafísica de Manuel Gálvez, y textos de rara
cuestionar abiertamente el mundo cerrado complejidad como No toda es vigilia la de
e hipócrita en que se mueven los adultos. los ojos abiertos y Papeles de Recienvenido
En el caso de Arlt, a esos factores se agrega de Macedonio Fernández.

Ricardo Güiraldes: el rescate del mundo gauchesco

La producción narrativa de Ricardo Güi­ principios del siglo. Su protector, el dueño


raldes (1886-1927) comprende varios cuen­ de la estancia, don Fabio Cáceres, lo lleva
tos y cuatro novelas, de las cuales la más al pueblo a casa de unas supuestas tías y lo
importante es Don Segundo Sombra, publi­ hace ingresar en un colegio, a los seis años.
cada en 1926.
Siendo adolescente, conoce a don Se­
El narrador, Fabio, detrás del cual se ven gundo, un forastero que le servirá de padri­
algunos rasgos muy claros del mismo Güi­ no y guía después que se aleje del pueblo
raldes, cuenta su vida, iniciada en una es­ y de su familia adoptiva. Así lo presenta
tancia de la provincia de Buenos Aires a Güiraldes en el capítulo II:

Oímos un galope detenerse frente a la pulpería, luego el chistido perm anente que usan los
paisanos para calm ar un caballo, y la silenciosa silueta de don Segundo Sombra quedó en­
m arcada en la puerta.
—Güeñas tardes —dijo la voz aguda, fá c il de reconocer— . ¿Cómo le va, don Pedro?
— Bien, ¿y usted, don Segundo?
— Viviendo sin dem asiadas penas, graciah’a Dios.
Mientras los hombres se saludaban con las cortesías de uso, miré a l recién llegado. No era
tan grande en verdad, pero lo que le hacía aparecer tal hoy le viera, debíase seguramente a
la expresión de fu erza que m anaba de su cuerpo.
El pecho era vasto, las coyunturas huesudas com o las de un potro, los pies cortos con un
empeine a lo galleta, las manos gruesas y cuerudas como cascarón de peludo. Su tez era ain ­
diada, sus ojos ligeramente levantados hacia las sienes y pequeños. Para conversar mejor
habíase echado atrás el chambergo de ala escasa, descubriendo un flequillo cortado como
crin a la altura de las cejas.
R icardo Güiraldes
Don Segundo Sombra, Buenos Aires, Kapelusz, 1985. (GOLU)

109 -
En esta primera parte de la novela Güi- En el décimo capítulo, Fabio traza una
raldes se detiene frecuentemente en la des­ profunda semblanza, complementaria del
cripción del paisaje pampeano y de las ta­ retrato anterior, de su padrino, inspirador
reas propias del gaucho, como la doma, el de sus primeros logros en la vida, a partir
arreo y la carneada. de las habilidades y conocimientos que ob­
tuvo a su lado.

Cinco años habían pasado sin que nos separáramos ni un solo día, durante nuestra p e­
nosa vida de reseros. Cinco años de esos hacen de un chico un gaucho, cuando se ha teni­
do la suerte de vivirlos a l lado de un hom bre como el que yo llam aba mi padrino. El fu e
quien me guió pacientem ente hacia todos los conocimientos del hom bre de pam pa. El me
enseñó los saberes del resero, las artim añas del domador, el manejo del lazo y las boleado­
ras, la difícil ciencia de form ar un buen caballo para el aparte y las pechadas, el entablar
una tropilla y hacerla p arar a mano en el campo, hasta poder agarrar los anim ales dónde
y cómo quisiera. Viéndolo me hice listo para la preparación de lonjas y tientos con los que
luego hacía mis bozales, riendas, cinchones, encimeras, así como para injerir lazos y colo­
car argollas y presillas.
Me volví médico de mi tropilla, bajo su vigilancia, y fu i baquiano para curar el m al del
vaso dando vuelta la pisada, el moquillo con la medida delperro o labrando unfiad or con tro­
zos de un mismo maslo5, el m al de orina poniendo sobre los riñones una cataplasma de barro
podrido, la renguera de arriba atando una cerda de la cola en la pata sana, los hormigueros
con una chaira caliente, los nacidos, cerda brava y otros males, de diferentes modos.
También por él supe de la vida, la resistencia y la entereza en la lucha, el fatalism o en
aceptar sin rezongos lo sucedido, la fu erza m oral ante las aventuras sentimentales, la des­
confianza para con las mujeres y la bebida, la prudencia entre los forasteros, la f e en los
amigos.
Ob. cit.

La segunda parte de la novela posee un rit­ dente que mantiene a Fabio inactivo por
mo más acelerado y en ella abundan escenas cierto tiempo.
de muy distinto tipo: el baile, la riña de gallos,
Güiraldes subraya las condiciones de na­
la feria, el remate, el duelo criollo, el juego.
rrador de don Segundo, en dos oportunida­
Un difícil rodeo concluye con un acci­ des: en el capítulo XII y en el XXI.

Pedro se levantó, el rebenque en alto, tomado de la lonja.


—Negro indino — dijo—, o cuenta un cuento, o le hago chispear la cerda de un talerazo.
—Antes que me castigués —dijo don Segundo, fingiendo susto para seguir la broma—
soy capaz de contarte hasta las virgüelas.
Las m iradas iban del rostro de Pedro, mosqueado de cicatrices, a la expresión impávida
de don Segundo, pasando así de una expresión jocosa a una admirativa.
Yyo adm iraba más que nadie la habilidad de mi padrino que, siempre, antes de empe­
zar un relato, sabía m aniobrar de modo que la atención se concentrara en su persona.

De grande y tranquilo que era el campo, algo nos regalaba de su grandeza y su indife-

' maslo: tronco de la cola de los cuadrúpedos.

110
ren da. Asamos la carne y la comimos sin hablar. Pusimos sobre las brasas la pavita y ce­
bé unos amargos. Don Segundo me dijo, con su voz pau sada y com o distraída:
— Te vi’a contar un cuento, para que se lo repitas a algún amigo cuando este ande en la
mala.
Cebé con más lentitud. Mi padrino com enzó el relato:
“Esto era en tiempo de Nuestro Señor Jesucristo y sus Apóstoles. ”
Quedé un rato a la espera. Don Segundo nos dejaba caer, así, en un reino de ficción. íba­
mos a vivir en el hilo de un relato. Saldríamos de una parte a otra. ¿De dónde y para dónde?
Ob. cit.

Aquí, don Segundo cuenta la historia del Leandro Galván y del hijo de este, Raucho.
herrero Miseria, quien, con habilidad dis­
La misión del viejo gaucho estaba cum­
cursiva y astucia de gaucho viejo, logra en­
plida: Fabio era ya un hombre capaz de ma­
gañar al Diablo y propinarle un castigo.
nejar su vida y sus nuevas empresas y don
Hacia el final de la novela, Fabio se en­ Segundo debía marcharse así como había
tera de que don Fabio Cáceres es su padre llegado varios años antes. Los párrafos fina­
y que, por lo tanto, deberá hacerse cargo de les de la obra, de una hondura poética po­
la herencia luego de la muerte del patrón. co frecuente en un texto narrativo, corren
Esta inesperada riqueza, que cambiará su un velo de misterio sobre la figura que ha
vida, lo expone a una prueba de la que sal­ dominado el hilo de la historia contada por
drá airoso con la ayuda de don Segundo, de Güiraldes.

La silueta reducida de mi padrino apareció en la lom ada. Pensé que era muy pronto. Sin
embargo era él, lo sentía porque a pesar de la distancia no estaba lejos. Mi vista se ceñía
enérgicamente sobre aquel pequeño movimiento en la pam pa somnolienta. Ya iba a llegar
a lo alto del cam ino y desaparecer. Sefu e reduciendo com o si lo cortaran desde abajo en re­
petidos tajos. (...)
“Som bra”, me repetí. Después pensé casi violentamente en mi padre adoptivo. ¿Rezar?
¿Dejar sencillamente flu ir mi tristeza? No sé cuántas cosas se am ontonaron en mi soledad.
Pero eran cosas que un hom bre jam ás se confiesa.
Centrando mi voluntad en la ejecución de los pequeños hechos, di vuelta a mi caballo y,
lentamente, me fu i para las casas.
Me fui, como quien se desangra.
Ob. cit.

El camino del héroe

La interpretación de esta novela como perar una serie de pruebas para demostrar
viaje de iniciación6 o perfeccionamiento es­ su resistencia física y moral - “hacerse du­
piritual nos permite llevar su argumento a ro”, en el lenguaje de don Segundo- y re­
un plano mítico y atribuir a Fabio las cuali­ gresar renovados a su punto de origen.
dades de un héroe como los que protago­ Hacia el final del capítulo VI, el cruce del
nizan las epopeyas clásicas, que deben su­ río simboliza el ingreso en un mundo mágico

6 Iniciación es un proceso por el cual un hombre, con la guía de otro más experimentado, adquiere un tipo de sa­
biduría que excede los límites del conocimiento racional.

111
donde se cumplirá el ritual de iniciación. en la alucinación de don Sixto, al que sólo
Sus virtudes se irán probando en las tareas calma la mención de Dios por boca de don
rurales, en la superación de conflictos amo­ Segundo.
rosos y de su afición al juego, en el enfren­ Una vez que Fabio logra matar a un to­
tamiento con los problemas políticos. ro montaraz y cumple el duelo criollo al
El episodio decisivo de ese proceso es la que lo lleva su vínculo afectivo con Paula,
“catábasis” (descenso a los infiernos), que puede afirmarse que su maduración física
aquí se cumple en el arreo de seiscientos y espiritual se ha cumplido; en resumen,
novillos hasta un cam po cercano al mar. se ha hecho duro, com o le aconsejaba su
La presencia demoníaca aparece entonces padrino.

1. Tomando como base los procedimientos de que ellas encierran. Luego los alumnos escribi­
escritura de retratos y semblanzas de persona­ rán un cuento (sobre ideas o propias o como
jes que aparecen en el texto de Güiraldes, los reescritura de otro). De acuerdo con el criterio
alumnos escribirán retratos y semblanzas de del profesor, po d rá n leerse y comentarse algu­
personajes reales (políticos, artistas, profesores, nas de esas producciones.
compañeros, gente de su barrio).
3. El cuento del herrero y el diablo (capítulo XXI)
2. Se analizarán en clase las narraciones que ha sido llevado al teatro en algunas oportunida­
Güiraldes pone en boca de don Segundo, te ­ des. Se propone una reescritura del mismo, con
niendo en cuenta el tipo de historia contada, el criterio teatral, y la puesta en escena con títeres
modo de narrarla, los recursos formales y expre­ o marionetas, tarea para la cual pueden colabo­
sivos empleados y el sentido moral o didáctico rar los profesores de Plástica y de Música.

La canción criolla: del sainete al disco

Con algo de huella* y de zamba sureña*, la amistad, la traición, la belleza de la mujer,


con un poco de gato* y de estilo*, con un en un lenguaje sencillo y entrador.
dejo de milonga* y de vals*, de cifra* y ai­
Sos la tibia resolana
res de tonada*, la canción criolla es una for­
que calienta mi existir;
ma casi exclusivamente destinada al canto,
la que no m e h ace sentir
en el transcurso de obras teatrales primero,
el frío d e la m añana.
en recitales y audiciones radiales, en el cine
Sos grueso pon cho de lan a
y en el disco. No hay un esquema básico o
que cobija m i osam enta
un ritmo determinado en la com posición de
su música o su letra: hay un modo criollo
contra la ruda torm enta
de escribirla y cantarla.
de m i vida borrascosa;
la que en noche tenebrosa
Los payadores cantaban a veces con ritmo la p a z de mi alm a sustenta.
de milonga en estrofas de seis o diez versos,
y otras, en estrofas de diez versos, con for­ A n ton io M artirio
ma de cifra. “Guitarra mía”, “Gajito de ce­ “Para quererte nací”.
drón”, “Pobre mi madre querida”, “El moro”,
“La criolla”, son composiciones que, en la El poeta español Jo sé Alonso y Trelles
voz de Carlos Gardel y otros cantores de la escribió, con el seudónim o de “El viejo
época alcanzaron enorme fama. Por lo gene­ Pancho”, varias can cion es criollas de ma­
ral, tocaban temas corrientes como el amor, yor vuelo poético, que tam bién fueron

112
popularizadas por los grandes vocalistas No había en estas composiciones una in­
de la época que estamos transitando. tención de rescate folclórico ni un cuidado
especial en reproducir formas tradicionales
Cuasi anochecido, de las regiones argentinas.
cerquita ‘e mi rancho,
El primer intento de hacer algo con crite­
cuando con mis penas
rio científico, a la vez que estético, fue el tra­
conversaba a solas,
bajo de recopilación de Andrés Chazarreta,
sentí aquel ruidaje
poeta y músico santiagueño que, a mediados
como de pezuñas,
de la década de 1920, dio a conocer en Bue­
y el grito campero
nos Aires versiones bastante fieles del canto
de ¡Hopa, hopa, hopa!
y el baile popular del noroeste argentino.
Salí y en lo escuro
vide uno de poncho, Esta tarea continuó intensivamente con
llevando en los tientos los trabajos de Ismael Moya, Manuel Gómez
lazo y boleadoras, Carrillo, Carlos Vega, Silvia Einsestein y Au­
que a l trote cansado gusto Raúl Cortazar, y, en el nivel de la di­
de un matungo zaino fusión masiva, con los conjuntos de Juan de
arreaba anim ales los Santos Amores, los hermanos Ábalos,
que parecían sombras. los hermanos Abrodos, y muchos más que
abrieron el camino de la gran eclosión fol­
Jo sé A lonso y Trelles clórica de los años 50, a la que nos referire­
“Hopa, hopa, hopa”. mos en el Módulo 6.

Roberto Arlt: entre la picaresca y la utopía

El juguete rabioso

El mismo año de la publicación de Don Novela de personajes bien trazados,


Segundo Sombra aparece en Buenos Aires, lindantes a veces con la caricatura o el
como ya hemos dicho, Eljuguete rabioso (el grotesco, sus caracterizaciones contienen
título alude a las armas de fuego en manos los rasgos más valiosos de su escritura, co­
de un niño), la primera novela de Roberto mo ocurre en general en la tradición pica­
Arlt (1900-1942). Narrada en primera perso­ resca.
na por Silvio Astier, el protagonista, abarca
hechos de la vida de éste entre sus catorce Silvio Astier es aficionado a los libros
y sus dieciséis años. La división en cuatro de aventuras; había leído “los cuarenta y
partes coincide con los momentos de opti­ tantos tomos que Ponson du Terrail escri­
mismo o depresión que padece el adoles­ biera acerca de Rocambole, y aspiraba a
cente: en “Los ladrones”, fracasa en las in­ ser un bandido de alta escueld’; había inven­
cursiones de robo planeado por una pandilla; tado un cañón que podía matar y destruir, lo
en “Los trabajos y los días” fracasa también cual le alimentaba la convicción de haber
como incendiario; “El juguete rabioso” creado “un peligro obediente y m ortal”
muestra su frustración como suicida; la de­ que lo enajenaba de alegría. Su violencia,
lación de un compañero de correrías, en encarrilada en lecturas e inventos y en la
“Judas Iscariote”, termina por darle sentido acción delictiva, tiene algunos remansos
a su vida, como traidor. en los que el amor se desliza a través de

113
la figura de Eleonora, una novia idealiza­ do una bandera de Nicaragua para un
da a la que no es capaz de decirle cuánto concurso de figuritas), es uno de los pillos
la quiere. que integra la banda de picaros ladron­
zuelos, y en el momento en que se escri­
Enrique Irzubeta, un p elafu stán a be la novela, el narrador sabe que está
quien siem pre o í llam ar con el edificante preso. Arlt lo describe en pocos y certeros
apodo de “el falsifica d or” (había falsifica­ trazos:

Era alto y enjuto. Sobre la abom bada frente, m anchada de pecas, los lustrosos cabellos
negros se ondulaban señorilmente. Tenía los ojos color de tabaco ligeramente oblicuos y ves­
tía traje marrón adaptado a su figura p or manos poco hábiles en labores sastreriles. (...) Era
el correveidile necesario para el buen funcionam iento de aquella coja m áquina económ ica.
(...) Un bronce era más susceptible de belleza que su fin o rostro.
R oberto A rlt
El juguete rabioso, Buenos Aires, Kapelusz, 1992. (GOLU)

El plomero, en cuyo negocio Enrique y de su esposa”, pero para sus intereses era
Silvio guardaban los objetos robados en un águila.
las casas, parecía “un crom o de C acaseno7 Larga y colorida galería de personajes cu-
con cara de luna, crecido en años, vientre yos defectos y miserias resumen los de una
y cuernos, porque sabíase que toleraba sociedad enferma, sin rumbo seguro, ace-
con pacien cia franciscan a las infidelidades chada por peligros políticos y económicos.

Política, ética y locura. Los siete locos y Los lanzallamas

La palabra “utopía”, que empleamos en el en la que la paz, la caridad, la moral y las


título anterior, señala aquel lugar o situación virtudes cristianas reinen en una armonía
inalcanzable, en el cual transcurre todo lo sin disonancias, deben procurarse fuentes
deseable, armonioso y bueno que uno pue­ de ingreso económico lisa y llanamente in­
da imaginar. A partir de la obra de Tomás morales, como la explotación de mujeres en
Moro que lleva ese nombre y describe una prostíbulos y manejar una política severa de
sociedad ideal para su tiempo (siglo XVI), el espionaje y ejecuciones espectaculares.
término se ha aplicado a sistemas político-
Estas novelas funcionan como inmensas
sociales de excelencia, a los que los pueblos
parodias de lo heroico, inspiradas en concre­
pueden tal vez acercarse, de acuerdo con la
tas situaciones contemporáneas como la Pri­
filosofía político-institucional de sus formas
mera Guerra Mundial, el accionar de la mafia
de gobierno y organización social.
en Europa y en Estados Unidos, los regíme­
nes totalitarios, el capitalismo y el comunis­
En Los siete locos y su continuación, Los
mo; situaciones que no hacen sino provocar
lanzallamas, Arlt describe un proyecto revo­
constantes alienaciones en el hombre.
lucionario utópico de un grupo de persona­
jes de muy diverso origen, en el cual, para Los “locos” del relato funcionan como
construir y mantener una sociedad perfecta, actores de una farsa que gustosamente

7 Cromo: estampa, ilustración en colores obtenida por un sistema llamado cromolitografía. Cacaseno, personaje de
la novela de Croce y Dalla Fratta Bertoldo, B ertold in o y C acasen o, es sinónimo de hombre simple, feo y un poco
tonto.

114
manifiestan sus dobleces de personalidad y que transita entre los ideales más sublimes
solos van marchando hacia su propia de­ y los ambientes más abyectos; perdido,
sesperación, al crimen y el suicidio, como ofendido y humillado, agresivo con su pro­
objetivos finales de una vida oprimida por pio ser, vive en una perpetua confusión en­
un sistema político mecanizado y castrador tre la realidad y la fantasía.
de potencias humanas. Remo Erdosain,
personaje conductor en la narración, es Perfilados con gruesos trazos de caricatu­
una versión del propio Arlt, un hombre ra, los personajes de estas novelas provocan
lleno de contradicciones y resentimientos, en el lector una sensación de tremendismo.

Lo esperaban el director, un hombre de baja estatura, morrudo, con cabeza de jabalí, pelo
gris-cortado a “lo Humberto I ”, y una mirada implacable filtrándose por sus pupilas grises co­
mo las de un pez; Gualdi, el contador, pequeño, flaco, meloso, de ojos escrutadores, y el subge­
rente, hijo del hombre de cabeza de jabalí, un guapo mozo de treinta años, con el cabello to­
talmente blanco, cínico en su aspecto, la voz áspera y mirada dura como la de su progenitor. (...)

Alp ie del poste de una glorieta dorm itaba un perro, y cuando se detuvo para llam ar fren ­
te a la escalinata apareció por la puerta la gigantesca figura del Astrólogo, cubierto con un
guardapolvo am arillo y la galera echada sobre la frente, som breándole el anchuroso rostro
romboidal. Algunos mechones de cabello rizado se escapaban sobre sus sienes, y su nariz,
con el tabique fracturado en la parte media, estaba extraordinariam ente desviada hacia la
izquierda. Bajo sus cejas abultadas se movían vivamente unos redondos ojos negros, y esa
cara de mejillas duras, surcadas de estrías rugosas, daba la impresión de estar esculpida en
plom o. ¡Tanto debía de pesar esa cabeza!

¡Qué lista! ¡Qué colección! El capitán, Elsa, Barsut, el Hombre de Cabeza de Jabalí, el As­
trólogo, el Rufián, Ergueta. ¡Qué lista! ¿De dónde habrán salido tantos monstruos? Yo mis­
mo estoy descentrado, no soy el que soy, y, sin embargo, algo necesito hacer para tener con­
ciencia de mi existencia, para afirm arla. Porque yo soy como un muerto. No existo ni para
el capitán, ni para Elsa, ni para Barsut. Ellos si quieren pueden hacerm e meter preso, Bar­
sut abofetearm e otra vez, Elsa irse con otro en mis barbas, el capitán llevársela nuevamen­
te. Para todos soy la negación de la vida. Soy algo así como el no ser.
R oberto A rlt
Los siete locos, Buenos Aires, Futuro, 1950.

M iserias del m und o urbano. Aguafuertes porteñas

Las Aguafuertes porteñas, publicadas Aparecen allí las calles, las plazas y
en el diario El Mundo a partir de 1928 hi­ parques, los comercios, los talleres, las ofi­
cieron de Arlt una figura popular y rápi­ cinas y las casas particulares, algunas con
damente consagrada para el gran público. marcadas muestras de mal gusto y otras
Son más de mil quinientas notas en las llenas de miseria. Y se expone la socie­
que su ojo agudo y su pluma mordaz dad empobrecida y engañada por los po­
ofrecen pequeñas escenas de Buenos Ai­ líticos que toman sol en el Jardín Botáni­
res, sus personajes y situaciones, que co, en la que unos pocos, con inmenso
constituyen una minuciosa crítica de cos­ sacrificio, llegan a convertirse en “pequeños
tumbres. propietarios”. Y desfilan los tipos porteños

115
e inmigrantes que pueblan los ámbitos ur­ coimeros, tímidos, enfermos y malcasados.
banos: el “fiacún”, el que no quiere casar­ Ya que hemos tratado el tema de la inmi­
se, el mirón, el que juega y sueña, las mu­ gración en otros pasajes de este libro, resulta
chachas que trabajan, y una multitud de interesante la visión que da Arlt del “turco”
médicos, abogados, empleados públicos, vendedor ambulante y aficionado al juego.

La atracción del azar sobre la fan tasía oriental es extraordinaria. La suerte, la suerte
inesperada es lo que pone en ese hombre, en apariencia tan fatalista, un fren esí de juego,
que lo impulsa todas las sem anas a jugarse en una guitarrita o una quiniela, las míseras
economías.
R oberto Arlt
“El turco que juega y sueña”, en Aguafuertes porteñas, Buenos Aires, Losada, 1958.

El carácter soñador del árabe, que le ha frente a la suerte; actitud que difiere de la
dado fuerzas para luchar en un medio no del criollo, para quien ganar o perder no in­
siempre propicio, es la clave de su actitud fluye en su pasión por el juego.

De allí que en las tardes de verano, cuando el sol raja la tierra y los caballos se adorm e­
cen a la sombra de los árboles, insensibles a l sol y a las nubes de polvo, avanza el turco con
su carga y su fatiga que le cubre de agua el semblante. No le importa. Aguanta y avanza,
pensando en un número, en un número que le perm ita volver rico a esa Turquía que en mi
imaginación infantil era una ciudad redonda, rodeada de agua azul, y con muchas igle­
sias doradas.
Ob. cit.

El mundo islámico atrajo la atención de varias de sus Aguafuertes españolas, en la


Arlt, particularmente después de su visita a colección de cuentos El criador de gorilas
Marruecos, que quedó documentada en y en su drama África.

1. Varias obras de Roberto Arlt han sido lleva­ a la forma teatral algún pasaje de El juguete
das al cine; de ellas, la producción más impor­ rabioso, Los siete locos o Los lanzallamas que no
tante es Los siete locos, dirigida por Leopodo To­ exceda los veinte minutos de representación.
rre Nilsson. Como en otros casos, se sugiere la Una vez concluida la tarea, cada equipo lee­
proyección de la película y el análisis del tras­ rá, con adecuada distribución de papeles, su
lado del texto literario al lenguaje cinemato­ trabajo, que será sometido a crítica por el res­
gráfico. to del curso.

2. Aplicando el criterio de traslado de lengua­ 3. Producción de “aguafuertes”. Sobre la base


jes, se propone la transformación de un texto de los vicios y defectos de la sociedad en que los
narrativo en uno dramático. Se form arán cin­ alumnos están inmersos, se le pedirá a cada uno
co equipos, cada uno de los cuales trasladará que escriba un breve artículo de crítica social.
Oliverio Girondo y Alfonsina Storni: dos formas de transgresión

Cubismo, creacionismo, futurismo, da­ de mayúsculas y signos de exclamación), y


daísmo, ultraísmo, surrealismo, son tenden­ violentos desbordes verbales en los que no
cias estéticas que florecen en Europa en el faltan palabras extranjeras, el libro es como
primer cuarto del siglo XX (sus característi­ una piedra que se arroja a la cara de una so­
cas, desarrollo y época de florecimiento ciedad hipócrita, aun sabiendo que esa pe­
pueden verse en nuestro Panoram a de los drada no producirá efecto alguno.
movimientos literarios) y que confluyen, de
Los otros libros de Girondo, Espantapá­
manera desordenada pero intensa, en la
jaros, En la masmédula, Interlunio, lo defi­
obra de uno de nuestros poetas más nota­
nen como el mayor renovador de nuestra
bles, fundador, en 1924, junto a un grupo
poesía contemporánea.
notable de escritores, de esa fuente inago­
table de novedades que fue la revista Martín Al final de este Módulo se reproduce,
Fierro-, Oliverio Girondo (1891-1967). con el esquema gráfico original, el poema
que da título a su libro Espantapájaros.
Sus Veinte poem as para ser leídos en el
tranvía -título antirromántico, antimoder­
En una línea estética cercana al Moder­
nista y deliberadamente transgresor, que
nismo, pero con un mensaje contestatario
alude al medio de transporte habitual de las
frente a las hipocresías de la sociedad, a sus
clases más humildes- aportan el humor de
convenciones y envejecidas pautas morales,
un hombre que recorre el mundo y percibe
la poesía de Alfonsina Storni (1892-1938) es
lo asombroso de cuanto lo rodea, pero a la
una muestra de feminismo del mejor nivel.
vez advierte las falsedades y los logros mi­
Alfonsina defendió, a través de la poesía,
serables de ese mundo. Los seres, objetos y
los derechos de la mujer para amar y ser
ambientes recreados por Girondo no son,
amada, para ser madre sin documentos ci­
sino que actúan como si fueran; esto con­
viles, para gobernarse a sí misma y ejercer
vierte a su visión de la vida en un teatro
cargos de gobierno. Atacó al varón en la
donde todo es falso.
medida en que este se mostró autoritario e
Con pasajes en prosa y en verso libre, pe­ intolerante, pero lo veneró como ser pen­
culiares indicaciones gráficas (usos anormales sante, sensible y bello.

Con mayúscula escribo tu nombre y te saludo,


hombre, mientras depongo mi fem enino escudo
en sencilla y valiente confesión de derrota.
Omnívoro: naciste para llevar la cota
y yo el sexo, pesado como un carro de acero
y humilde (se delata en función de granero)
brindo p or tu adiestrada libertad, la soltura
con que te sientes hijo claro de la natura,
y lector aplicado de aquel su abecedario
que enseña el solo verbo que es interplanetario.
A lfonsina S torni
“Saludo al hombre”, en Poesías, Buenos Aires, SELA, 1988.

Su muerte cierra el trágico ciclo de sui­ compromiso estético. Muerte anunciada


cidios -H oracio Quiroga y Leopoldo Lu- en un soneto al que Roberto Giusti llamó
gones se habían quitado la vida poco an­ “testamento poético”, cuyos versos inicia­
te s- de escritores argentinos con un alto les dicen:

117
Dientes de flores, cofia de rocío, Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
manos de hierba, tú, nodriza fin a, Ponme una lám para a la cabecera;
tenme prestas las sábanas terrosas una constelación; la que te guste;
y el edredón de musgos encardados todas son buenas; bájala un poquito.

A lfonsina Storni
“Voy a dormir”, en Ob. cit.

El auge del tango

El tango nace como danza callejera o de Buenos Aires tararea y a los que a veces se
lugares nocturnos de escaso prestigio; se le acomoda alguna letrilla más o menos za­
desarrolla en cabarets, “bailongos” y salo­ fada. Los fonógrafos multiplican los ecos de
nes, y recala en los sainetes criollos como conjuntos y orquestas como las de Juan Ma-
nota pintoresca. Su ritmo cortado y su co­ glio “Pacho”, Roberto Firpo y Francisco Ca­
reografía compleja, combinada con los to­ ñara; grupos que amenizan los bailes en
nos oscuros de la vestimenta de los bailari­ clubes y asociaciones vecinales en celebra­
nes, determinan una forma de expresión ciones de cierto nivel.
que calará hondo en la mentalidad del por­
teño. Ángel Villoldo, Eduardo Arólas, Vi­ Así lo caracteriza alguien que muchas
cente Greco y Enrique Saborido, entre los veces se lució bailándolo en los mejores sa­
principales, componen tangos que todo lones de Buenos Aires y París:

Tango severo y triste.


Tango de am enaza.
Tango, en que cada nota cae pesada y com o a despecho, bajo la mano más bien desti­
nada para abrazar un cabo de cuchillo.
Tango trágico, cuya melodía juega con un tema de pelea.
Ritmo lento, arm onía com plicada de contratiempos hostiles.
Baile que pon e vértigos de exaltación viril en los ánim os que enturbia la bebida.
Creador de siluetas, que se deslizan mudas, bajo la acción hipnótica de un ensueño san­
griento.

R icardo Güiraldes
“Tango”, de El cencerro de cristal, en Obras completas,
Buenos Aires, Emecé, 1985-

Poco después diría Borges del tango:

Esa ráfaga, el tango, esa diablura, que sólo es tiempo. El tango crea un turbio
los atareados años desafía; pasado irreal que de algún modo es cierto,
hecho de polvo y tiempo, el hombre dura el recuerdo imposible de haber muerto
menos que la liviana melodía, peleando en una esquina del suburbio.

Jo rg e Luis Borges
“El tango”, de El otro, el mismo, en Obras completas,
Buenos Aires, Emecé, 1974.

118
El tango com o poesía

Pero un día alguien pensó en el tango la producción de tangos, con una estructura
como poesía y nació así otra forma de ex­ estrófica bastante pareja, a los que ponen
presión, más compleja y significativa. A par­ música algunos profesionales de la nueva
tir de aquella experiencia de “Mi noche tris­ guardia como Enrique Delfino y Juan Carlos
te”, ya comentada en el Módulo 4, el mismo Cobián, entre otros.
Contursi y con él algunos saineteros como
Alberto Vacarezza, Samuel Linning, Roberto En 1922, un tango levanta su voz para
Cayol y José González Castillo, y jóvenes integrarse, por unos instantes, con la litera­
poetas como Enrique Cadícamo, se lanzan a tura europea:

Mezcla rara de Musetta y de Mimí,


con caricias de Rodolfo y de Schaunard,8
era la flo r de París
que un sueño de novela trajo al arrabal...
Y en el loco divagar del cabaret,
a l arrullo de algún tango compadrón,
alentaba una ilusión,
soñaba con Des Grieux. quería ser M anon 9.
Jo sé G onzález Castillo
“Griseta”. Música de Enrique Delfino.

Después, de la mano de Carlos Gardel, testimonio poético de su tiempo. El vínculo


vendrán Enrique Santos Discépolo, Homero con la “otra literatura” es débil; sólo apare­
Manzi, Enrique Cadícamo, Manuel Romero cen Evaristo Carriego y Rubén Darío como
y muchos otros que dejarán en sus letras el referentes literarios externos.

Al raro conjuro de noche y reseda


temblaban las hojas del parque también;
y tú me pedías que te recitara
esta “Sonatina” que soñó Rubén.
Enrique Cadícam o
“La novia ausente”. Música de Guillermo Barbieri.

Desde Europa primero y más tarde des­ poética de las letras. Una de las obras más
de los Estados Unidos, Gardel con sus mú­ famosas de Le Pera, por ejemplo, es una
sicos y el poeta brasileño Alfredo Le Pera reescritura de un poema del modernista
plantean una serie de cambios en la estruc­ mexicano Amado Ñervo.
tura, el ritmo, la armonización y la calidad

8 Musetta, jovencita enamoradiza de conquista fácil; Mimí, humilde costurera enferma de tuberculosis; Rodolfo y
Schaunard, dos muchachos con ideales artísticos, poco dinero y muchas ganas de vivir un gran amor, son los per­
sonajes centrales de la novela E scen as d e la v id a b o h em ia , de Henri Murger, que, con música de Giacomo Pucci-
ni, fue transformada en ópera con el título de L a bohém e.
9 Manon Lescaut y el caballero Des Grieux son los personajes centrales de la novela del abate Antoine Prévost d’Éxiles
L a historia d e M anon Lescaut.

119
El día que me quieras, la rosa que engalana
se vestirá de fiesta con su mejor color;
a l viento las cam panas dirán que ya eres mía,
y locas las fontanas se contarán su amor.
Alfredo Le Pera
“El día que me quieras”. Música de Carlos Gardel.

D espués de G ardel

Muerto Gardel en 1935, su repertorio se de Caro- llega a las orquestas llamadas “tí­
incorpora al de nuevos cantores, como picas”: Aníbal Troilo, Carlos Di Sarli, Osval­
Charlo y Hugo del Carril y cancionistas co­ do Pugliese, Osvaldo Fresedo y muchos
mo Libertad Lamarque y Azucena Maizani, otros, revisan los antiguos criterios instru­
entre otros. En tanto, Agustín Magaldi abor­ mentales y elaboran nuevas orquestaciones
da tangos de denuncia social y política, con el apoyo de músicos de alto nivel, en­
compuestos por su hermano Emilio, e Igna­ tre ellos, el muy joven Astor Piazzolla.
cio Corsini recrea, con un estilo cercano al
La hora del despegue llega también para
de la canción criolla, aspectos de la vida
los poetas, que aportan su palabra para con­
porteña en tiempos de Rosas con los poe­
formar ese nuevo fenómeno de la música
mas de Héctor Pedro Blomberg armoniza­
popular. Cátulo Castillo, Homero Expósito,
dos musicalmente por Enrique Maciel.
Homero Manzi y otros que venían ya produ­
A partir de 1940 el aire de renovación ciendo hermosos poemas en forma de tan­
-q u e años antes se había manifestado en go, despliegan ahora, con el fondo musical
las producciones de Carlos Gardel y Julio de grandes maestros, su enriquecida poética.

Y allí molerá tangos, para que llore el ciego,


el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fum a, fu m a y fum a, sentado en el umbral.
H om ero Manzi
“El último organito”. Música de Acho Manzi y Aníbal Troilo.

Después, ¿qué importa del después?,


toda mi vida es el ayer
que se detiene en el pasado;
eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado
com o un pájaro sin luz.
H om ero E xp ósito
“Naranjo en flor”. Música de Virgilio Expósito.

Y así como en los años 20 el sainete ha­ y valses porteños. Clara muestra de ello dan
bía sido adecuado marco para el estreno de películas como Besos brujos, Adiós, pam pa
los tangos, es ahora el cine el medio en el mía, La cumparsita, Pobre mi m adre queri­
cual numerosos artistas se muestran en su da, El ídolo del tango, y muchas otras de si­
condición de intérpretes de tangos, milongas milares características.
En la llamada época de oro del tango, que abar­ Se sugiere el análisis técnico y expresivo de una
ca algo más de dos décadas (entre 1927 y 1950 serie de tangos compuestos en esta época; se
aproximadamente), tanto los músicos como los poe­ recomiendan las obras de Homero Expósito,
tas se esfuerzan por lograr perfección formal y ri­ C átulo Castillo, Homero M anzi, Enrique Santos
queza expresiva equiparable a los poemas cultos Discépolo, Enrique Cadícamo, Alfredo Le Pera y
de los autores consagrados argentinos y extranjeros. Emilio M a g a ld i.

Los herm anos Discépolo, testigos y fiscales de una época

En la segunda etapa del desarrollo del sai­ La denuncia social y moral que algunas
nete porteño -según la caracterización, que de estas producciones contienen bajo el as­
hemos adelantado en el Módulo 4 - la figura pecto de una comedia reidera con toques
de Aunando Discépolo (1887-1971) sobresale trágicos es coherente con la que Enrique
por la calidad literaria y escénica de sus obras Santos Discépolo (1900-1951) desarrolla en
y por el valor testimonial que las mismas os­ sus tangos, verdadero compendio de la vi­
tentan. Babilonia, Mateo, Stefano, Relojero, sión crítica de un hombre desalentado al
Cremona, Mustafá, algunas escritas en colabo­ que todavía le quedan hilachas de humor
ración con Rafael de Rosa o con su hermano para seguir burlándose de la estúpida con­
Enrique, son creaciones que marcan una hue­ dición de tantos seres humanos, de tantos
lla indeleble en la historia del teatro argentino. grupos sociales.

Los sainetes de A rm ando

Los grotescos de Armando Discépolo "se de abrirse cam ino h acia un porvenir que
desenvuelven en una sociedad en cam bio no fu e, en general, tan accesible y prom iso­
que va erigiendo nuevas pau tas de conduc­ rio com o lo habían soñado".
ta, nuevos m ecanism os p a ra el desenvolvi­
(Beatriz de Nóbile, Estudio preliminar a
m iento del hom bre, nuevos métodos p ara
Armando Discépolo, Mateo. Stéfano. Bue­
arribar con m ayor celeridad a l éxito econ ó­
nos Aires, Kapelusz, 1995. (GOLU))
m ico; en una palabra, a l progreso que, en
escala espiritual, será un retroceso. De en De su extensa producción, elegiremos
m edio de esta atm ósfera asom an los desilu­ aquí dos sainetes para comentar y mostrar a
sionados inmigrantes europeos, italianos y través de algunos fragmentos, los procedi­
españoles en su m ayoría, que se apiñaron mientos escriturarios de este importantísimo
en los alrededores de Buenos Aires tratando dramaturgo argentino: Mustafá y Mateo.

Mustafá

La línea argumental de M ustafá es senci­ turco, ya que su negocio marcha bastante


lla. El turco Mustafá es un humilde vende­ bien. Un día, Mustafá compra un billete de
dor ambulante que vive muy pobremente lotería y, a instancias del italiano, decide
con su familia en una pieza de conventillo. compartirlo con este, conservando él el
Don Gaetano es un verdulero italiano que mencionado billete. Llegado el sorteo, el nú­
vive en el mismo conventillo, a quien la mero compartido obtiene el premio mayor
suerte parece haberle sonreído más que al y aquí se forma el nudo tragicómico del

121 G
sainete: Mustafá niega tener el billete en su Dos pasajes de la obra interesan particu­
poder, primero, y luego niega que don Gae- larmente para iluminar el problema de la
tano lo comparta. A solas con su mujer, el inmigración y la convivencia de extranjeros
turco le confía que con el dinero del premio de distinto origen.
podrán regresar todos a su tierra natal10. Sa­
ra, hija de Mustafá, y Peppino, hijo de don Uno es el monólogo de Mustafá, apenas
Gaetano y novio de Sara, intervienen para interrumpido por su mujer o sus hijos, en el
que la pelea de sus padres no termine en un que cuenta su experiencia como inmigran­
desastre. Cuando todo parece arreglado y el te, con los dolores que la marcan y las es­
turco acepta compartir el premio, descubren casas satisfacciones resultantes. Discépolo
horrorizados que los ratones se han comido reproduce fonéticamente el habla del turco*
el billete y se han esfumado así las ilusiones con la confusión de vocales y consonantes
de riqueza. y el corte de algunas sílabas.

—¿Sabe qué biensa tuda la noche?Biensa queJintina istá lejus Durguía, muy lejus. (...)
Mustafá istaba bodre e queré gana mucha blada para cumprá vistido y brillante a durqui-
ta quirida. B oreso salió Durguía y vino Mériga. (...) Jintina es linda, bero linda ojos. Jintina
breciosa... bero trabajo nu hace rigo drabajador. Jintina drabajo cansa, bone fla co a durgo
gam ina sempre, bero no pone rigo. (...) Badre biensa, biensa... Badre quiere irse Jintina,
badre quere volver Durguía con hijos bueno y mujer valiente.
A rm ando D iscépolo
Mustafá, Buenos Aires, revista El teatro argentino, 1922.

El otro es el monólogo de don Gaetano mezcla. Aquí Discépolo emplea el “cocoli­


sobre la integración de razas en los conven­ che”, habla de los italianos radicados en la
tillos y la posibilidad de formar una nueva Argentina que combina ambos idiomas.
estirpe, fuerte y vital, a partir de aquella

— L ’e staba deciendo a don Mustafá que il mundo se istrañará que se acáseno no hijo de
italiano e na hija de turco. (...) ¿La razza forte no sale de la mescolanza? ¿E dónde se pro­
duce la mescolanza? Al conventillo. (...) Es así, no hay voelta. ¿Per qué a Bonasaria está sa­
liendo esta razza forte? Perque este no paíse hospitalario que te garra toda la migrazione, te
la encaja a lo conventillo, viene la m escolanza e te sáleno a la cale todo esto lindo mocha-
chopateadore, boxeadore, cachiporrero e asaltante de la m adonna. (...) E lo lindo ese que
en medio de este batifondo nel conventillo todo es arm onía, todo se entiéndono: ruso co ja -
ponese, francese co tedesco, taliano co africano, gallego co marrueco. ¿A qué parte del mon­
do se entiéndono com e acá: catalane co españole, andaluce co madrileño, napolitano co ge-
novese, romañolo co calabrese? A nenguna parte. Este e no paraíso. Ese n ajau ja. ¡En que-
remo todo!
Ob. cit.

El núcleo positivo del mensaje de este es también la sensación de que el dinero


sainete es la esperanza en un futuro cons­ que no proviene del trabajo no da necesa­
truido por los descendientes de aquellos riamente felicidad y puede convertir en de-
que vinieron a probar suerte en América, y licuente a un hombre honesto y sacrificado.

10 Obsérvense aquí los elementos señalados por Roberto Arlt en “El turco que juega y sueña”, aguafuerte comen­
tada en este mismo Módulo.

o 122
Según David Viñas, en este sainete se los terrores del valiente y las vacilaciones
manifiestan claramente los caracteres del del sólido, yo soy lo que soy, pero, además,
grotesco, sin carcajadas ni llanto. “La conta­ lo que no soy, la ambivalencia, la plurali­
minación, el matiz, el revés de la trama, la dad de significados en fin!'
risa-llanto, el gana-pierde, las lágrimas {Grotesco, inmigración y fracaso: Arman­
equívocas, el avaro en su secreto generoso, do Discépolo. Buenos Aires, Corregidor, 1997.)

Mateo

En Mateo Discépolo confronta las con­ muertos a los cementerios, y ha logrado


ductas de dos hermanos: Miguel es un po­ juntar dinero que presta a alto interés, in­
bre cochero, cuyo trabajo decrece día a día cluso a su propio hermano.
a causa de los automóviles que cada vez
abundan más en la ciudad; tiene un hijo Veamos este diálogo entre los hermanos
que quiere ser boxeador y que anda en ma­ Miguel y Severino, con breve intervención
los pasos; Severino es funebrero, conduce de doña Carmen, la mujer de Miguel, ade­
los coches de caballos que trasladan los rezado de humor negro:

MIGUEL: Adelante, Severino, adelante. ¿Trabaja hoy?


SEVERINO: (Arrastra las palabras. Tiene una voz de timbre falso, metálico. De pronto sus
ojos relampaguean) Sí; tengo un entierro a las nueve. Al coche de duelo.
MIGUEL: Siéntase. ( Indica a la vieja que se siente).
SEVERINO: Gracia. {Se sienta).
DOÑA CARMEN: ¿La familia?
SEVERINO: Vive.
MIGUEL: ¿Mucho trabajo? (Se sienta entre los dos).
SEVERINO: ¡Uh!... {Las diez yem as de los dedos juntas). Así; a montone. {Silencio). ¿Sabe
quién ha muerto ayere?
MIGUEL: ¿Quién?
SEVERINO: Cumpá Anyulino.
DOÑA CARMEN: ¡Oh, pobrecito!
MIGUEL: ¿Y de qué?
SEVERINO: Na bronca-neumonía. {Triste). Lo hemos llevado a la Chacarita. Yo iba al
fúnebre. {Despectivo). Con do caballo, nada más.
DOÑA CARMEN: ¡Oh, qué pena, qué pena! {Tiene lágrimas ya).
MIGUEL: Mejor para él; ya está tranquilo. {Silenció).
SEVERINO: ¿Sabe quién ha muerto el sábado?
DOÑA CARMEN: ¿Otro?
SEVERINO: Una hija de Mastrocappa.
DOÑA CARMEN: ¡Oh, poveretta!
SEVERINO: Vente año. Tubercolosa. {Don Miguel ya está fastidiado). La hemos llevado
a la Chacarita también. {Despectivo). A un nicho, al último piso, allá arriba. {Silenció). Hoy
voy a la Recoleta. Ha muerto el teniente cura de la parroquia.
DOÑA CARMEN: ¡Vergine Santa! ¿E de qué?
MIGUEL: ¡De un acchidente!
SEVERINO: No. A un choque de automóvile.

123
MIGUEL: ¿Ah, sí? ¡Me gusta, estoy contento! ¡Mata, aplasta, revienta, no perdone ni al
Patreterno! Me gusta.
SEVERINO: (Sin inmutarse). En medio menuto ha entregado el rosquete. Se muere la gente
a montone. Da miedo. Ayer, a la Chacarita, entraron ciento cincuenta cadáveres. Ante de ayer,
ciento cuarenta y cuatro... ( Doña Carmen llora, moviendo la cabeza). Ante de ante de ayere...
A rm ando D iscépolo
Mateo. Stefano, Buenos Aires, Kapelusz, 1980. (GOLU)

Los tangos de Enrique

Actor, autor teatral, músico y poeta, es a una mujer que reprocha a su marido la
“Discepolín”, como lo llamaban por la fla­ pobreza en que la tiene sumida por querer
cura y la escasa altura de su cuerpo, uno de vivir honestamente en una época en que “a
los testigos privilegiados de esa difícil épo­ la honradez la venden a l contado y a la
ca de la historia social argentina, porque su­ m oral la dan p or m on editaf ; en “Esta no­
po expresar en textos siempre teñidos de che me emborracho” retoma el viejo tema
humor, a veces bastante ácido, las sensacio­ de la mujer vieja, arruinada física y moral­
nes de un hombre inteligente, sensible y so­ mente, que alguna vez fue bella y alentó el
lidario frente a la situación miserable, enga­ amor del poeta, que ahora se emborracha
ñosa y mezquina de su tiempo. Sus tangos para no pensar en esa “fiera venganza del
0os primeros son de 1926, aproximada­ tiempo"-, en “Yira, yira” se desarrolla el tema
mente) son imágenes coloridas de tipos y de la ingratitud, la falsa amistad, el abando­
ambientes sociales, filtradas por la ironía y no en que queda el ser humano cuando la
el pesimismo. buena suerte lo deja y ya no hay nada que
sacarle.
En “Victoria” se burla del viejo tema del
marido engañado o abandonado y presenta Discépolo es uno de los pocos poetas
a un hombre feliz porque su insoportable del tango que aborda el diálogo polémico
mujer lo ha dejado y preocupado por la con la figura de Dios, a quien reclama una
suerte del que se la llevó y no la conoce a reacción frente al triunfo del mal y a la des­
fondo como él; en “Qué vachaché” muestra dichada derrota de los buenos.

Si la vida es el infierno del esfuerzo de seguirte, Dios,


y el bonrao vive entre lágrimas, para no odiar
¿dónde está el bien a l mundo que me desprecia
del que lucha en nom bre tuyo, porque no aprendo a robar;
limpio, puro, p ara qué? entonces de rodillas hecho sangre
en los guijarros moriré feliz
Enséñame una flo r que haya nacido p or ti, Señor.

Enrique Santos D iscépolo


“Tormenta”.

Pero, sin duda, el tango más famoso de de elementos de muy distinto origen y jerar­
Discépolo es aquel en el que plantea el dete­ quía, amontonados “igual que en la vidriera
rioro de los valores de su tiempo, la mezcla irrespetuosa de los cambalaches11”.

11 Eran los cambalaches negocios de compra-venta y de em peño de objetos de todo tipo. En sus vidrieras podían
encontrarse desde libros, pipas o juegos de copas, hasta fonógrafos, muebles o calefones.

124
Hoy resulta que es lo mismo Si es lo mismo el que labura
ser derecho que traidor... noche y día com o un buey,
Ignorante, sabio, chorro, que el que vive de las minas,
pretencioso, estafador... el que mata, el que cura,
Todo es igual, nada es mejor: o está fu era de la ley.
lo mismo un burro que un gran profesor.

Enrique Santos D iscépolo


“Cambalache”.

Hacia 1950, Enrique escribió e interpre­ adelante. El tema del dinero y el poder
tó una obra dramática, Blum, que anticipa que no hacen la felicidad de un hombre
la vorágine del mundo de los ejecutivos y que sólo necesita un poco de amor, da
directivos de empresa que se haría paten­ sentido a esta obra fundamental del teatro
te en la Argentina de fines de los ‘60 y en argentino.

1. El sainete porteño se presta para presen­ 2. Tomar diez tangos de Enrique Santos Discé­
tarlo con títeres. Se sugiere poner en escena polo y hacer, en grupos, un análisis de los mis­
un grotesco como Mustafá, M ateo, Babilonia, mos según los siguientes lineamientos:
Cre mona, u otro de Armando Discépolo con
- Tema central y temas periféricos de cada uno.
ayuda de los profesores de Plástica (para la
confección de los muñecos y sus vestimentas, - Aspectos testimoniales y sociales que se mani­
de los decorados y demás elementos de utile­ fiestan en dichas composiciones.
ría) y de Música (para la ambientación sonora
- Aspectos psicológicos de los personajes de
de las distintas escenas). Los papeles se re­
esos esos tangos.
partirán entre aquellos alumnos que manifies­
ten cualidades de lectura para un texto de es­ - Tratamiento de algunos tópicos fundamentales:
te tipo. la vida y la muerte, el amor y la traición, la
amistad, la miseria, el trabajo, el olvido.
Quienes no participen en la presentación actua­
rán como críticos y elaborarán artículos al Luego del trabajo grupal, cada alumno escribi­
respecto. rá un breve ensayo sobre la obra poética de
Enrique Santos Discépolo.

El cine y la radio, nuevos caminos de la comunicación estética

Luego de años de pantalla muda y de Las primeras películas sonoras argentinas


una enorme producción de películas de las contienen numerosas intervenciones musica­
que muy poco queda, el cine argentino en­ les, pero es Tango, dirigida por Luis Moglia
tra, a principos de la década de 1930, en el Barth en 1933, la que muestra a las grandes
gran camino de la sonoridad que se había figuras del canto popular y de la escena na­
iniciado en los Estados Unidos con El can­ cional, como Tita Merello, Luis Sandrini, Pe­
tor de jazz, protagonizada por el legendario pe Arias, Azucena Maizani y muchos más.
Al Jolson. Por entonces se funda la empresa Argentina
Sono Film, que produciría tantos filmes a lo El inglés de los güesos, Safo, La piel de zapa,
largo de varias décadas; poco después sur­ La novela de un joven pobre, Mateo, Con las
ge Lumiton, otra importante empresa cine­ alas rotas, La guerra gaucha, entre otras.
matográfica, con Los tres berretines, en la
La radio actúa sobre la imaginación de
que Luis Sandrini se consagra como el cómi­
los oyentes a través de los radioteatros que,
co por excelencia.
en emisiones diarias, desgranan historias de
La lista de grandes directores que se ini­ amor, ambientadas en los medios más insó­
cian en esta época incluye a Mario Soffici, litos: estancias de la pampa húmeda, pala­
Manuel Romero, José A. Ferreyra, Luis Sas- cios de la aristocracia, la España del siglo
lavsky, Luis César Amadori, Daniel Tinayre y XIX, la Francia de los Luises, el Buenos Ai­
Alberto de Zavalía. Junto a ellos, los grandes res de la época de Rosas.
actores y actrices que del teatro pasaban a la
pantalla, como Mecha Ortiz, Santiago Arrie- El escritor Manuel Puig ha trazado en sus
ta, Florencio Parravicini, Niní Marshall, Enri­ novelas una semblanza de los efectos fan­
que Muiño, y tantos otros. Guionistas de la tásticos que el cine y la radio provocaban
talla de Ulyses Petit de Murat y Homero en el público de aquellos años en que to­
Manzi adaptan al lenguaje cinematográfico davía la imagen de la televisión no había in­
novelas y dramas argentinos y extranjeros: gresado en los hogares.

Las grandes preocupaciones nacionales. Eduardo Mallea y las


dos Argentinas

Durante la experiencia de los primeros go­ argentina, subraya Mallea la división de


biernos populares, algunos pensadores como la Argentina en dos partes bien diferen­
Eduardo Mallea pusieron su vista sobre la ubi­ ciadas, a las que llama Argentina visible y
cación del país en el contexto americano y Argentina oculta. La visible, frívola, inte­
europeo y sobre la real identidad de ese país resada, superficial, está cercana a los re­
que, como americano, era demasiado euro­ sortes del poder; la oculta, laboriosa, sen­
peo y como europeo, demasiado americano. cilla, sincera, feliz en su pobreza, es la
que trabaja y construye la identidad na­
Ya en sus primeros trabajos, funda­ cional. Así son los integrantes de una y
mentalmente en Historia de una pasión otra, según Mallea:

Los unos gárrulos y contentos; los otros, hilando en las noches de llanura, o en la oscuri­
dad creadora de la ciudad, o a l borde boscoso de las montañas, o en el templado litoral, o
en el sur frío, su pertinaz silencio sin am argura a lo largo de las jornadas argentinas; los
unos, ricos de solemnidad; los otros, solemnes de orgullosa pobreza; los unos, triviales ante
la m ateria dem asiado dócil; los otros, trabados con las alternativas de una perenne resisten­
cia, resistencia de tierra, roca, clima, ciencia; los unos representando, los otros creando.
Eduardo Mallea
Historia de una pasión argentina, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1970.

Esta idea tendrá clara vigencia en obras ciudad sobre el río inmóvil y La bahía del
posteriores como El sayal y la púrpura, La silencio, por ejemplo.

126
Sociología del porteño: E l h o m b r e q u e e s t á s o lo y e s p e r a

Dejando de lado la amplitud abarcadora Ese Hombre es “un ritmo de las vibracio­
de Mallea y concentrándose en el ámbito nes comunes, un magnetismo en que todo lo
de la gran ciudad, Raúl Scalabrini Ortiz mar­ porteño se imana, una aspiración que sin
ca un hito en la interpretación sociológica pertenecer en dominio a nadie está en todos
del porteño en su libro El hom bre que está alguna vez. (...) No es un obrero ni un em­
solo y espera. Siguiendo los lincamientos de pleado anónimo. Es el vértice en que el torbe­
José Ortega y Gasset12, reflexiona sobre el llino de la argentinidad se precipita en su
ser porteño a partir del paisaje: la llanura más sojuzgador frenesí espiritual. (...) Nació
pampeana genera en ese hombre una des­ en apuntes apresurados de un partido de fú t­
confianza que rige su visión del mundo; vi­ bol o de un asalto de box, en la agresión a un
sión que necesita un nuevo idioma para ser indefenso, en la palpitación de las muche­
expresada, razón por la cual ese mismo dumbres de varones que escuchan un tango
hombre dedica tantas energías para modifi­ en un café, en el atristado retomo a la mono­
car el idioma que ha recibido por tradición. tonía de sus barrios de los hombres que el sá­
bado a la noche invaden el centro ansiosos de
El arquetipo de Buenos Aires creado por
aventuras, en las confesiones amicales arran­
Scalabrini Ortiz se llama “el Hombre de Co­
cadas por el alba, en los bailes de sociedad... ”
rrientes y Esmeralda”, esquina que simboliza,
por la proximidad de tantos lugares de diver­ (Raúl Scalabrini Ortiz, El hom bre que es­
sión, la noche de la ciudad, con sus misterios, tá solo y espera, Buenos Aires, Plus Ultra,
sus rincones sombríos y sus luces artificiales. 1983.)

Ezequiel Martínez Estrada: el hombre y la naturaleza

Para Ezequiel Martínez Estrada (1895- como Sarmiento y Alberdi, esto es, el
1964) el predominio político, social y eco­ progreso, la educación popular, el aporte
nómico de Buenos Aires sobre todo el país inmigratorio, el trasplante de cultura y
tiene cargas altamente negativas. tecnología. Entiende que la antinomia ci-
vilización/barbarie ya no tiene vigencia; en
En Radiografía de la pam pa atribuye a la cambio sí hay una civilización corrupta so­
naturaleza un poder desmesurado sobre el bre la que actúan fuerzas mecánicas, como
hombre. No está de acuerdo con los reme­ la ley y la burocracia, y psíquicas, como el
dios sociales que proponen los ideólogos ansia de riqueza y la apetencia del poder.

Lo que Sarmiento no vio es que civilización y barbarie eran una misma cosa, comofuerzas
centrífugas y centrípetas de un sistema en equilibrio. No vio que la ciudad era como el campo
y que dentro de los cuerpos nuevos reencarnaban las alm as de los muertos. Esa barbarie ven­
cida, todos aquellos vicios y fallas de estructuración y de contenido, habían tomado el aspec­
to de la verdad, de la prosperidad, de los adelantos mecánicos y culturales. Los baluartes de
la civilización habían sido invadidos por espectros que se creían aniquilados y todo el mundo
sometido a los hábitos y normas de la civilización, eran los nuevos aspectos de lo cierto y de

12 José Ortega y Gasset es un filósofo y escritor español de la llamada Generación del 98. En sus trabajos sobre
problemas sociales hizo hincapié en la vinculación del hombre con el medio geográfico en el que vive.

127
lo irremisible. Conforme esa obra y esa inda inmensas van cayendo en el olvido, vuelve a
nosotros la realidad profunda. Tenemos que aceptarla con valor, para que deje de pertur­
barnos; traerla a la conciencia para que se esfume y podam os vivir unidos en la salud.
Ezequiel M artínez Estrada
Radiografía de la pam pa , Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

En La cabeza de Goliat, subtitulado "Mi­ otros; sobre las distintas formas de comer­
croscopía de Buenos Aires", Martínez Es­ cio que se extienden en la gran ciudad; so­
trada, a través de ochenta y siete escritos bre las enfermedades, las supersticiones,
fragmentarios, agrupados en cuatro partes, los juegos, los cafés y los cementerios; y fi­
reflexiona sobre la condición del hombre nalmente, sobre las diversiones, los espec­
como víctima del medio en que vive y de táculos típicos del fin de semana, los esta­
sus modos de comunicación, como el telé­ dios y la tristeza del final del domingo, al
fono, la música, el automóvil y tantos regresar a casa.

Se propone a los alumnos que escriban un sobre la conformación social, la organización

I
breve ensayo que podría titularse "Radiografía externa e interna, las costumbres y los malos
de mi pueblo", en el cual harán un comentario hábitos del lugar donde viven.

Leopoldo Marechal: tradición clásica, vanguardia y vida cotidiana

La nueva novela argentina de la década textos de autores argentinos. El curioso desor­


de 1920 recogió el legado del realismo y el den intencionado del mundo real y la trans­
naturalismo y lo transformó en una adecua­ gresión de las estructuras lógicas, propios del
ción al ámbito rural y urbano de nuestro surrealismo, se dan en los poemas de Olive­
país, con un lenguaje local enriquecido y rio Girondo y en las prosas de Macedonio
una proyección hacia los valores políticos, Fernández; el pesimismo, la angustia y la de­
religiosos y morales, con amplitud poco fre­ sesperanza, la desconfianza en las fuerzas
cuente. Por su parte, la que se desarrolla a humanas, la ausencia de una fe religiosa en­
partir de la década de 1940 contiene, ya ela­ cuadrada en un sistema y la negación de po­
borados, elementos de las nuevas corrientes sibilidades de superación, característicos del
literarias y filosóficas de la vaguardia euro­ existencialismo, aparecen en algunos textos
pea, como el surrealismo*, el existencialis- de Horacio Quiroga y Benito Lynch; el mane­
mo* y el llamado “fluir de la conciencia”. jo de un tiempo de ficción que tiende a igua­
larse al tiempo de lectura, recurso del "fluir de
Estos elementos habían asomado ya en la conciencia", es empleado por Quiroga en
forma embrionaria o accidental en numerosos algunos cuentos.

Adán Buenosayres

La obra que resume, elabora y desarrolla Es una obra muy extensa, dividida en
todas las tendencias anteriores y da nuevos siete libros, cuyo complejísimo argumento
rumbos a la narrativa argentina en una se encierra en un lapso muy breve (unas
etapa de grandes cambios sociales es la treinta y seis horas).
novela de Leopoldo Marechal (1900-1970)
Adán Buenosayres, publicada en 1948.

128
Mi plan se concretó a l fin en cinco libros, donde presentaría yo a mi Adán Buenosayres
desde su despertar metafísico en el número 303 de la calle Monte Egmont, hasta la m edia­
noche del siguiente día, en que ángeles y demonios pelearon p or su alm a en Villa Crespo,
frente a la iglesia de San Bernardo, ante la figura inmóvil del Cristo de la Mano Rota. Lue­
go transcribí yo el Cuaderno de Tapas Azules y el Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia,
com o sexto y séptimo libros de mi relato.
Leopoldo M arechal
Adán Buenosayres, “Prólogo indispensable”, Buenos Aires, Sudamericana, 1968.

.En medio de una cantidad apreciable co a la manera de Ulises y Eneas en las


de personajes, aparecen en la obra algu­ epopeyas clásicas; y todo ello, aplicando las
nos de carácter histórico y con su nombre técnicas narrativas de vanguardia.
real, como Juan Manuel de Rosas, Hipóli­
El “Viaje a la oscura ciudad de Caco­
to Yrigoyen y Arturo Capdevila, y otros,
delphia". que ocupa los dos libros finales
disfrazados con nombres de ficción, como
de la obra, es una “catábasis”, a la manera
el poeta Jacobo Fijman bajo el nombre de
de los descensos de Ulises (en Odisea, can­
Samuel Tesler, Jorge Luis Borges bajo el
to XI) y de Eneas (en Eneida, canto VI) y
de Luis Pereda, el pintor Xul Solar bajo el
del viaje infernal de Dante en La Divina Co­
del astrólogo Schultze. Detrás de otros
media.
personajes menores se adivinan figuras
como las de Victoria Ocampo, Roberto
El resultado de estas combinaciones es
Arlt y otros escritores, artistas y políticos
un gigantesco cuadro alegórico de la socie­
de la época.
dad y la cultura argentinas en la que un
Marechal ha combinado en su novela los hombre llamado precisamente Adán, como
elementos de la vida cotidiana -e l barrio, el el primer hombre del relato bíblico, repre­
conventillo, los personajes típicos de las ca­ senta la rara y cambiante identidad de ese
lles suburbanas- con los del camino heroi­ ser nacional que nadie logra definir.

129
Otros textos

Carta a Borges

Querido Jorge Luis:


Iré esta tarde y me quedaré a cenar si hay inconveniente y estamos con ganas de traba­
jar. (Advertirás que las ganas de cenar las tengo aun con incovenientes y solo falta asegu­
rarme las otras.)
Tienes que disculparme no haber ido anoche. Soy tan distraído que iba para allá y en el
cam ino me acuerdo de que me había quedado en casa. Estas distracciones frecuentes son
una vergüenza y me olvido de avergonzarm e también.
Estoy preocupado con la carta que ayer concluí y estampillé para vos; como te encontré
antes de echarla al buzón, tuve el aturdimiento de romperle el sobre y ponértela en el bolsi­
llo: otra carta que por falta de dirección se habrá extraviado. Muchas de mis cartas no lle­
gan, porque omito el sobre o las señas o el texto. Esto me trae tan fastidiado que rogaría que
se viniera a leer mi correspondencia en casa.
Su objeto era explicarte que si anoche vos y Pérez Ruiz en busca de Galíndez no dieron
con la calle Coronda, debe ser, creo, porque le han puesto preso para concluir con los asal1
tos que en ella se distribuían de continuo. A un español le robaron hasta la zeta, que tanto
la necesitan para pronunciar la ese y aun para toser. Además los asaltantes que prefieren
esa calle por com odidad, quejáronse de que se la mantenía tan oscura que escaseaba la luz
para su trabajo y se veían forzados a asaltar de día, cuando debían descansar y dormir.
De modo que la calle Coronda antes era esa y frecuentaba ese paraje, pero ahora es otra;
creo que atiende a l público de 10 a 4, seis horas. Lo más del tiempo lo pasa cruzada de ve­
redas en alguna de sus casas; quizá anoche estaba metida, en lo de Galíndez: ese día le to­
có a él vivir en la calle.
Es por turnos y este es el de que yo me calle.
M acedonio Fernández
en Papeles de Recienvenido (1929).

Fui al río

Regresaba
-¿era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí, corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en m í con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en m í los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
¡Me atravesaba un río, me atravesaba un río!
Ju an Laurentino O rtiz
en El ángel inclinado (1938).

Espantapájaros

Yo no sé nada
Tú no sabes nada
Usted no sabe nada
Él no sabe nada
Ellos no saben nada
Uds. no saben nada.
Nosotros no sabem os nada.
La desorientación de mi generación tiene su explica­
ción en la dirección de nuestra educación, cuya
idealización de la acción, era -¡sin discusión!-
una mistificación, en contradicción
con nuestra propensión a la me­
ditación, a la contemplación y
a la masturbación. (Gutural,
lo más guturalmente que
se pueda.) Creo que
creo en lo que creo
que no creo. Y creo
que no creo en lo
que creo que creo.
“Cantar de las ranas”
Y Y ¿A ¿A Y Y
su ba llí llá su ba
bo jo es es bo jo
las las tá? tá? las las
es es A A es es
ca ca quí cá ca ca
le le no no le le
ras ras es es ras ras
arri aba tá tá arri aba
ba!... jo!... /••• ba!... jo!

O liverio G irondo
en Espantapájaros (1932).

131
De las vanguardias a la posmodernidad
La so cied a d argentina e n la segu n d a m itad d el siglo X X . P ro y ecto s p o lítico s y
fru straciones. La gran u niversidad argentina. A utoritarism o y fu erza pop ular. Las
letras y las artes fren te a d ictaduras y d em o cracias. El p ro b lem a d e la identidad
cultural argentina. Las figuras d o m in an tes e n las letras arg en tin as del siglo X X . La
cultura popular. El teatro: d en u n cia, g ro te sco y trascen d en cia.

132
Del peronismo al antiperonismo

í_ !n a de las preocupaciones básicas del go­ tamiento militar de intención golpista, que
bierno peronista (1946-1955) fue la cuestión fue aplastado.
social. Era necesario elevar el nivel de vida
Al asumir por segunda vez, en 1952, Perón
de los obreros y dictar una legislación que
tenía por delante un problema económico de
los protegiera de las arbitrariedades de los
muy difícil solución y una relación poco cla­
grandes o pequeños empresarios. También
ra con algunos sectores de las Fuerzas Arma­
lo era garantizar la atención médica, las va­
das. el sindicalismo, el empresariado y la Igle­
caciones, la estabilidad en el cargo, el pago
sia Católica. La muerte de Evita, en julio de
de un sueldo anual complementario, la ju­
ese año. precipitó el deterioro del sistema.
bilación en condiciones dignas, la represen­
tación en organismos de control y la defen­ El conflicto con la Iglesia hizo crisis en
sa de cada logro obtenido. 1954 y se extendió hasta el golpe de estado
de 1955. El 16 de junio de ese año aviones
Las mejoras sociales incorporadas a la
navales bombardearon la Plaza de Mayo y
Constitución Nacional de 1949 fueron una
produjeron más de quinientas muertes, pero
realidad, a menudo sacudida y desnaturali­
no lograron su objetivo de derribar el régi­
zada por la obsecuencia y la intolerancia de
men. Varios políticos de la oposición partici­
los grupos cercanos al poder. La dirigencia
paron en ese acto de subversión institucional
política y la sindical se confundieron en un
y debieron exiliarse en los países limítrofes.
coro de alabanzas al gobierno que sólo lo­
La noche de aquel día. una multitud saqueó
gró aislarlo de las bases.
e incendió las principales iglesias de Buenos
Aires, como respuesta a una acción en la que
El crecimiento industrial en el conurba-
se sospechaba cierta vinculación de las auto­
no bonaerense trajo como consecuencia el
ridades eclesiásticas.
abandono de las actividades rurales y la con­
centración de numerosos pobladores prove­ El gobierno militar instalado en 1955
nientes del interior del país, particularmente anuló la Constitución de 1949 y proscribió
del noreste y el noroeste, a quienes se llamó al peronismo, que se mantuvo en la ilegali­
despectivamente “cabecitas negras”. Estos lle­ dad hasta 1972. Esta situación generó nu­
garon a conformar una especie de clase so­ merosos conflictos sociales y políticos que
cial con sus códigos, sus gustos y sus cos­ caracterizaron a un país dividido y enfren­
tumbres bien delineados. tado internamente durante muchos años.

A fines de 1951 el gobierno soportó dos Mediante un acuerdo electoral con los
golpes fuertes: el renunciamiento de Eva Pe­ principales dirigentes peronistas, Arturo
rón a la candidatura vicepresidencial, por Frondizi se impuso en las elecciones presi­
presión de las Fuerzas Armadas, y un levan­ denciales de 1958.

La democracia vigilada

Frondizi soportó más de cincuenta plan­ Durante su gestión de gobierno se firma­


teos militares durante los cuatro años de su ron contratos de explotación petrolera muy
gobierno, el último de los cuales, motivado discutidos y se reglamentó el ejercicio de la
por el triunfo de los candidatos peronistas enseñanza privada en todos los niveles,
en la renovación de gobernadores de varias cuestión que generó enfrentamientos calle­
provincias, terminó en un golpe de estado, jeros, toma de escuelas y largos paros en la
en marzo de 1962. educación. Pero más allá de estos aciertos o

133
errores, hubo un notable crecimiento en la La creación de una editorial universita­
vida universitaria estatal, donde se aplicó el ria en Buenos Aires permitió la difusión
sistema de gobierno tripartito, con represen­ de numerosos autores de disciplinas di­
tación de docentes, graduados y alumnos en versas cuyas obras aún no habían sido tra­
todos los niveles, y se cubrieron las cátedras ducidas.
mediante concursos.

Autoritarismo y violencia
Los esfuerzos de Frondizi por democrati­ ultranacionalistas y conservadores. Los par­
zar al país fueron vanos; así y todo, los mi­ tidos políticos fueron disueltos y la educa­
litares que lo derrocaron respetaron algu­ ción sufrió un golpe decisivo en la llamada
nos puntos constitucionales y dispusieron “noche de los bastones largos”, cuando las
que el presidente provisional del Senado, universidades nacionales fueron interveni­
José María Guido, ejerciera la presidencia das y centenares de docentes debieron de­
hasta que se lograra un acuerdo para la su­ jar sus cargos y en muchos casos marchar al
cesión. Dos sectores del ejército, los “azu­ exilio para ejercer su profesión en un me­
les” y los “colorados” se enfrentaron varias dio menos hostil.
veces, provocando situaciones difíciles para
La censura literaria y cinematográfica se
la población. El triunfo de los “azules” per­
generalizó, lo cual favoreció el florecimien­
mitió la realización de elecciones, con au­
to de formas subalternas de arte patrocina­
sencia de candidatos peronistas, y en octu­
das por los organismos estatales, en detri­
bre de 1963 asumió el nuevo gobierno.
mento de creadores que no comulgaban
Le fue muy difícil al radical Arturo Illia con la ideología del poder. Esto fue el ini­
gobernar con sólo el 25 % del electorado a cio de un proceso represivo que alcanzó su
su favor y bajo la implacable tutela militar punto culminante en los años duros de la
de los “azules”. De todos modos, y a pesar dictadura instaurada en 1976, y que no lo­
de las presiones, la cultura y la educación si­ gró detenerse aun en los breves espacios
guieron el rumbo favorable que habían ini­ democráticos que se produjeron entre el fi­
ciado durante la gestión de Frondizi. Las nal del gobierno militar en 1973 y el golpe
universidades estatales argentinas conocie­ que derrocó a Isabel Perón.
ron entonces uno de los más altos niveles
La bonanza económica que reinó en los
académicos de su historia, aun con la com­
primeros tiempos del gobierno de Onganía
petencia de las primeras universidades pri­
comenzó a quebrarse en 1969 con el cierre
vadas, que habían absorbido, al principio, a
de fuentes de trabajo y la aparición de bro­
muchos de los profesores cesanteados por
tes de violencia en las regiones más castiga­
razones políticas a partir de 1955.
das. El “cordobazo”, el secuestro y asesinato
Acusado de lentitud e incompetencia, de gremialistas y políticos (entre-ellos, el ex
Illia fue desalojado del poder por un gol­ presidente de facto Pedro Eugenio Arambu-
pe militar y en su lugar asumió el general ru), el ataque a instituciones civiles y milita­
Juan Carlos Onganía, ex Comandante en res, la toma de fábricas, fueron escalonando
Jefe del Ejército, con el apoyo de sectores un clima de violencia no conocido antes.

El precio de una dura experiencia

Años de violencia política, terrorismo de perdida, una economía destrozada, una


Estado, miles de desaparecidos, una guerra deuda externa gigantesca, una cultura y una

134
educación desarticuladas, fueron algunos de notables mejoras en el ámbito cultural y
los elementos más dolorosos de la pesada educativo.
herencia que recibió la democracia renaci­
Las universidades recobraron el sistema
da en 1983 con la elección presidencial de
democrático de gobierno y el nivel acadé­
Raúl Alfonsín.
mico, que había descendido notablemente
La reconstrucción de un país en las con­ por la censura ideológica. Muchos docentes
diciones en que la dictadura lo había deja­ e investigadores regresaron del exilio y se
do no era cosa fácil para un gobierno pre­ incorporaron al quehacer educativo. Otro
sionado por reclamos populares y a la vez tanto ocurrió en el campo de las artes y la
por quienes pretendían conservar la impu­ literatura. Los renovados aires de libertad
nidad de los actos aberrantes que habían crearon un clima en el que, a pesar de los
cometido desde el poder dictatorial. problemas económicos y sociales que no
cesaron, pudo desarrollarse una cultura que
A pesar de los enormes problemas que desde entonces se proyecta con fuerza ha­
debió afrontar, la gestión de Alfonsín logró cia el futuro.

Una vez más, la identidad nacional como problema

Volvamos ahora a los comienzos de la se­ ha de culminar con el viaje a la Luna en


gunda mitad del siglo XX. La compleja situa­ 1969; la creciente masificación de los medios
ción político-social argentina, agravada por informativos, con su secuela de interferen­
enfrentamientos y proscripciones en un mar­ cias y manipulaciones en los cuerpos socia­
co de democracia tutelada por las armas; la les; todo esto y mucho más despierta en los
situación mundial con su “guerra fría” y sus pensadores, sociólogos y escritores argenti­
cruces ideológicos extendidos hacia el Me­ nos de la década de 1960 la necesidad de un
dio Oriente y el sudeste asiático; la irrupción nuevo examen que permita explicar los he­
de grupos pacifistas como los “hippies”, por­ chos actuales y prepararse para los futuros,
tadores de una cultura que se rebela contra trazando el esbozo de un proyecto cultural
la violencia y el consumismo (“hagamos el de mediano plazo para nuestro país. De
amor y no la guerra” es uno de sus lemas); ellos, tomaremos aquí dos: uno, Rodolfo
el incremento del consumo y el tráfico de Kusch, inclinado a la antropología; el otro,
drogas; el comienzo de la era espacial que Héctor A. Murena, a los estudios sociales. «

Rodolfo Kusch: cultura e identidad nacional

Rodolfo Kusch (1922-1979), que desde Geocultura del hombre am ericano y Esbozo
1949 venía trabajando sobre el tema de la de una antropología filosófica americana.
identidad latinoamericana, con su indigenis­
Kusch trabaja sobre una serie de temas
mo, su europeísmo y su “mestizaje cultural”,
que, encadenados, conforman la base de
y que en 1953 había publicado La seducción
una cultura nacional: la sociedad, la políti­
de la barbarie, un ensayo que replantea la
ca, el pensamiento, la historia, la religión, la
vieja oposición entre civilización y barbarie a
filosofía y la ciencia. Todos ellos confluyen
la luz de la Argentina de su tiempo, produ­
en el campo de la cultura, cuya vía de trans­
ce, a partir de 1962, una serie de trabajos que
misión planificada es la educación.
se constituyen, globalmente, en un proyec­
to cultural válido. De ellos hay tres que se Ese campo de confluencia, sin embargo,
destacan por la amplitud y la minuciosidad no es de fácil recorrido y son muy variados
de su composición: América profunda, los productos que en él se generan.

135
Nuestra cultura se halla aún en los plan os más profundos del hom bre y no ha logrado
una realidad objetiva. Lo que se diga de esa cultura debe ser, p o r lo tanto, subjetivo, hasta
lin dar con el caos. ¿Que se afronta el peligro de que sólo resalte el caos? Tanto mejor. Peor
sería repetir las perezosas mentiras que hem os cultivado sobre nuestra realidad.
R odolfo K usch
La seducción de la barbarie, Buenos Aires, Raigal, 1953-

Nuestro concepto de cultura, com o todo lo que concebimos, es siempre algo exterior. Puede ser
tomado en su sentido antropológico cuando se refiere a la cultura como entidad biológica. Por
otra parte, colocam os bajo el término de cultura a l quehacer intelectual y artístico que se desa­
rrolla en las ciudades. En am bos casos, el concepto de cultura se concibe com o algo que está an ­
te los ojos. (...) Un inditnduo no consiste sólo en una unidad biológica concretada en su cuerpo,
sino que el límite de su razón de ser trasciende a este cuerpo y se prolonga en su cultura...
R odolfo K usch
Geocultura del hom bre am ericano, Buenos Aires, García Cambeiro, 1976.

Cultura oficial y cultura popular

Con estas denominaciones clasifica Kusch una mala elaboración local de una cultura
las dos vertientes, por momentos irreconci­ occidental en crisis, con los caracteres exter­
liables, en que parece bifurcarse nuestra nos europeos, pero con sujetos culturales
cultura argentina. La primera, la “oficial”, es no-europeos.
incoherente porque no tiene integración, es

No tenemos una cultura nacional. (...) Ella se encuentra com o sectorizada a nivel popu­
lar con características que no se prolongan en un ám bito superior. Arriba se hacen cosas que
nada tienen que ver con lo que se espera abajo. Quizá de a b í se expliquen los conflictos p o ­
líticos, el estado d e convulsión de nuestra República que no vacila en seguir importando so­
luciones de afu era porque cree que somos una parte de una así llam ada cultura universal.
(...) Nosotros recibim os el objeto, los productos definidos de Occidente, pero no la totalidad de
la cultura occidental, o sea eso que hace a la autenticidad de una cultura, su suelo y su ho­
rizonte sim bólico. (...) Recibimos la crisis convertida en cosa sin la posibilidad del juego.
Ob. cit.

La segunda, la “popular”, es mediterránea, distante del intelectual de clase media, cargada


de pasiones y de irracionalidad.

Entre nosotros hay que pen sar los fracasos a partir de una escisión entre una cultura p o ­
p u lar y otra que no lo es. Y nuestro com portam iento depende de una cultura m editerránea,
y no es otra que la popular. Es más, nuestro p aís está constantem ente presionado p o r la cul­
tura popular. (...) Cuando se dice “cu lturapopu lar”se m arca una distancia entre nosotros
y ella. En cierto m odo es verla p o r fu era, pero no p o r dentro. Se crea entonces un abism o.
Ob. cit.

Considerar la existencia de una cultura de la antinomia para construir un proyec­


nacional es superar, o al m enos ponerse to abarcador.
en camino para ello, los aspectos exteriores

136
La cultura nacional está en el gesto y en la decisión de manifestamos. Todo gesto es cultu­
ral, desde el insulto hasta el saludo. Y en este sentido también escribir un libro entra en lo ges-
tual. Detrás está la decisión cultural, por la cual la cultura se constituye. (...) Cada cultura tie­
ne su sujeto, y uno mismo se torna sujeto de esa cultura en tanto utiliza el gesto.
Ob. cit.

Señala Kusch que nuestra época tiene que realmente tenemos que saber. Nada
un exceso de información y de datos, a puede brindarnos un saber total, ni siquie­
través de libros, periódicos y todo tipo de ra eso que llamamos cultura; a lo sumo,
medios masivos de comunicación, pero mediante el bombardeo informativo, logra­
que aun así nos sentimos descontentos, mos un saber parcial que no es el de uno
porque no logramos discernir qué es lo mismo.

Vivimos una rara mezcla de un no saber de la vida íntima o cotidiana y un saber enciclo­
pédico del siglo XX, y es más, sabemos escamotear hábilmente ese saber enciclopédico y simu­
lar posiciones, o profesiones, o datos técnicos leídos al fin de cuentas en las cuatro líneas de al­
gún libro de divulgación.
Ob. cit.

A partir de estos conceptos, la raíz de popular y la que no lo es; y esto genera


los fracasos políticos argentinos puede dos modos opuestos de ver y sentir al
detectarse en una escisión de culturas, la país.

Por un lado en Buenos Aires la lógica blanca con la euforia de la afirm ación del otro, una
lógica negra, el pueblo con el pesimismo de la negación, como dos lógicas simétricamente
inversas. El pesimismo de la negación irrumpe en 1820, como en el gobierno de Rosas, en
Yrigoyen, y en Perón. La euforia de la afirm ación se da sólo en figuras como Belgrano, Riva-
davia, Sarmiento, Mitre, la oligarquía del 30 y muchos otros más, hasta llegar a esta psicosis
de economistas, sociólogos actuales que creen realmente que con su simple afirm ación ha­
brán de determ inar qué pasa con el país.
Ob. cit.

Héctor A. Murena: Europa, América, la Argentina

Cuando los conflictos europeos y nor­ Díaz y el feudalismo criollo; luego, la revo­
teamericanos dejaron a Sudamérica a mer­ lución cubana con su notable proyección
ced de sí misma, el continente recobró una ideológica en el continente; los sucesivos
conciencia de totalidad y un reconocimien­ golpes de estado en muchos países; la ac­
to de problemas comunes y de respuestas ción política de las empresas multinaciona­
ideológicas y estéticas compatibles. La pre­ les, sobre todo petroleras y mineras, capa­
sencia de caudillos populares como Perón ces de transformar o destruir la economía
en la Argentina, Getulio Vargas en Brasil y de un país en poco tiempo; estos y otros
José María Velasco Ibarra en Ecuador; la es­ acontecimientos alientan a la toma de con­
tabilización del proceso político mexicano ciencia de una realidad que atañe a todos
iniciado en la revolución contra Porfirio los latinoamericanos.

137
El ensayista Héctor Alberto Álvarez Mu­ doble expulsión: la del Paraíso y la de la
rena (1923-1975), más conocido como H. Historia.
A. Murena, que desde tiempo atrás venía
escribiendo en las páginas de la revista Murena señala la presencia de dos tipos
Sur sobre la necesidad de los intelectuales bien definidos de hombre americano: el que
argentinos de desviar la vista puesta en Eu­ hubiera querido nacer en Europa y el que se
ropa hacia la realidad argentina y america­ siente miembro de la barbarie. Hay en uno
na, publica en 1954 El pecado original de y en otro, más allá de sus posiciones extre­
América, serie de ensayos en los que de­ mas, graves errores que es necesario supe­
sarrolla la tesis de que vivir en América rar para hallar un camino del espíritu que
constituye purgar un segundo pecado ori­ pueda llevar a todos los americanos a una
ginal, ya que el americano ha sufrido una conciencia de su identidad.

Esa hum anidad expulsada del recinto de las concretas form as del mundo europeo es una
gran alm a privada súbitamente de sus medios materiales de expresión, de las form as que le
permitían realizarse en la tierra, tanto en el orden de lo social como en el de lo religioso, tan­
to en el de lo estético como en el de lo moral, es un alm a que ha perdido su encarnación y que,
instante tras instante, busca encarnarse otra vez. Pero su contacto con este mundo al que debe
arrancar su form a de encarnación está gravado de entrada por una mala disposición. Y lo
grave es que esa m ala disposición está ya fundida con los rudimentos de susform as de encar­
nación peculiares. La tarea de la fe, por tanto, no puede consistir en una repulsa, en una ana-
tematización, en una aniquilación ideal, sino en un esfuerzo por comprender esa m ala dis­
posición en las causas que la han originado, por iluminarla en sus tendencias capitales, pues
éstas apuntan hacia las nuevas form as en que nuestro espíritu tiende a encarnarse. Con ello
se facilitará su desarrollo, y se irá conjurando esa m ala disposición originaria, que no es en
suma más que un resultado de la frustración de tales tendencias, y que, al igual que todo mal
que estuvo en la raíz de una vida y a l que esa vida envolvió con su impulso y superó, se des­
vanecerá como una ilusión.
H. A. M urena
“Potencialidades”, en El pecado original de América, Buenos Aires, Sur, 1954.

Murena dedica no pocas páginas de este Estrada. En el capítulo destinado a este autor,
libro a trazar semblanzas muy ricas de algu­ emite duras opiniones sobre el fenómeno
nos escritores a los que particularmente ad­ social latinoamericano y rescata la visión lú­
mira, como Edgar Alian Poe, Horacio Quiro- cida y descarnada que en su momento dio
ga, Florencio Sánchez y Ezequiel Martínez Martínez Estrada de dicho fenómeno.

Digámoslo de entrada: los americanos somos los parias del mundo, como la hez de la tie­
rra, somos los más miserables entre los miserables, como unos desposeídos. Somos unos despo­
seídos porque lo hemos dejado todo cuando nos vinimos de Europa o de Asia, y lo dejamos to­
do porque dejamos la historia. Fuera de la historia, en este nuevo mundo, nos sentimos solos,
abandonados, sentimos el temblor del desamparo fundamental, nos sentimos desposeídos.(...)
Después del rubenismo, después de Lugones, después de Rodó, que presumían que la cultura
am ericana podía ser una cultura ecléctica, es decir, una cultura que tomara un poco de aquí
y un poco de allá, una cultura hecha con un retazo de Grecia y un retazo de Francia, una

138
cultura partícipe, dueña de todas las culturas, Martínez Estrada, después de haber practicado
él mismo en sus poem as tal presunción, entendió, dijo que no, quemó las navesfáciles. Esefu e
el colapso: advertir que el eclecticismo era un vicio, vislumbrar a través de él la paralizante
verdad de la desposesión. (...) Las palabras de Martínez Estrada son la dramática y exacta des­
cripción de la enferm edad hecha por un médico narrando sin concesiones la génesis, el desa­
rrollo y las perspectivas de un cáncer que se ha instalado en su propio cuerpo.
H. A. M urena
“La lección a los desposeídos: Martínez Estrada”, en ob. cit.

Las palabras de Murena nos recuerdan de dominio, de Poder. Dioses que podemos
aquellas que Leopoldo Marechal (otro de encumbrar para que justifiquen el desvarío
los escritores más admirados por Murena) de nuestra voluntad. Denominaciones, en
vierte en Adán Buenosayres cuando afirma suma, con las que disimulamos al dios con
que sólo seremos nación el día que poda­ el que hemos suplantado al verdadero: noso­
mos atar los cabos de los hilos que nues­ tros mismos somos los reemplazantes. Quisi­
tros antepasados cortaron al emigrar de sus mos ser dioses. (“Murena: pecado y culpabi­
patrias de origen con los cabos de los hilos lidad”, en Ldentikit de los argentinos, Buenos
que nosotros estamos tejiendo en nuestra Aires, Corregidor, 1991.)
tierra.
A partir de Homo atómicas, publicado
Juan Carlos Dido realiza un agudo análi­ en 1961, Murena asume una posición más
sis del pensamiento de Murena con relación universal y traslada el problema de la iden­
a las ideas de Martínez Estrada alrededor del tidad al hombre, más allá de su nacionali­
“pecado” y del “castigo” que los americanos dad. La carrera espacial iniciada en 1957
cometimos y recibimos con respecto a pone a la ciencia por encima de la política
nuestro puesto en el mundo: Murena es dis­ y marca la pérdida de la condición del
cípulo directo de Martínez Estrada. Las res­ “homo sapiens”1 transformado en “niño
puestas del maestro en su Radiografía, sin atómico”. El avance de la propaganda, el
embargo, no le dejaron satisfecho. (...) De culto fanatizado del deporte, la música
Martínez Estrada acepta que América confi­ estridente, el reemplazo de la filosofía por
gura la concreción de un “castigo”. Murena las estadísticas sociales, terminan por dar
admite la teoría como una evidencia y se muerte al hombre. Ya no es solamente
pregunta por la causa de esa sanción inape­ América la que carece de historia: Europa
lable. ¿Por qué fuim os castigados? La res­ se debate entre los límites que le imponen
puesta es: porque llevamos en nosotros una las superpotencias; el nihilismo comunista y
culpa; somos culpables. ¿Culpables de qué? el caos capitalista caminan hacia el
La respuesta es: de un pecado que hemos co­ cumplimiento de la profecía de Nietzsche:
metido. ¿Y cuál es ese pecado? Respuesta: es la muerte de Dios.
un nuevo pecado original, pero los hechos,
las responsabilidades y la fatalidad que lo En sus últimos libros -E l nombre secreto,
definen son confusos, indeterminables, os­ de 1969, La cárcel de la mente, de 1971, y
curos. (...) Es posible que ese pecado indefi­ La metáfora y lo sagrado, de 1973- Murena
nido sea, en última instancia, el mismo que insiste en el problema de la identidad del
relata la Biblia en el Génesis: el pecado de hombre moderno y la necesidad de volver
soberbia, sustituyendo a Dios y su universo a los valores espirituales que la tecnología y
por otros dioses y territorios. Endiosar el el culto de los bienes materiales nos han
afán de conquista, de riqueza, de posesión, hecho olvidar.

“Homo sapiens” en latín, “hombre que sabe”, es el ser humano considerado como eslabón desprendido de la
cadena animal

139
1. Formar un panel de discusión con un grupo El trabajo se completará con una monografía
de alumnos previamente preparados, con bi­ individual sobre la cultura argentina tal como la
bliografía adecuada, fundamentalmente con la vivimos en la actualidad.
lectura de textos de Rodolfo Kusch, Ezequiel
2. Leer y comentar el ensayo de H. A. Murena
M artínez Estrada, Raúl Sclabrini Ortiz, Arturo
“La lección de los desposeídos: M a rtín e z
Jauretche, Héctor Murena y Juan José Sebreli,
Estrada" y confrontar los conceptos allí vertidos
en cada uno de los puntos de dicha discusión:
con los de M artínez Estrada en Radiografía de
- Cultura oficial frente a cultura popular.
la Pampa.
- Cultura europea frente a cultura americana.
- Cultura argentina: ¿europea, am ericana o 3. Escribir un ensayo sobre la evolución de la
mestiza? sociedad argentina en los primeros diecisiete
- Cultura, literatura y artes. años de democracia recuperada. Tener en
- Cultura y educación. cuenta los cambios laborales, comerciales, artís­
Cada miembro del panel expondrá su tema y ticos, literarios y de costumbres. Se recomienda
luego el resto de los alumnos, que habrán prepara­ la lectura previa de los Módulos 1 y 3 d e El
do también, voluntariamente, uno o varios de los ensayo o la seducción de lo discutible, de Ana
temas tratados, harán preguntas y polemizarán Bravo y Javier Adúriz, Buenos Aires, Kapelusz,
con los expositores, con la supervisión del docente. 2 0 0 0 . Biblioteca del Polimodal.

Los años 60: el cambio y la apertura

La breve presidencia de John F. Kennedy alguna película, algún libro o algún disco
con su final trágico, la guerra de Vietnam, el atraviese las barreras de la censura, son fe­
mitológico festival de Woodstock, el mayo nómenos repetidos y formadores de un es­
francés2 con su lema “la imaginación al tado cultural distinto.
poder”, las denuncias sobre sangrientas per­
La reedición de una olvidada novela,
secuciones en la URSS, son algunos de los
Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal,
puntos claves de la historia de una década ca­
se convierte en un éxito editorial que mues­
racterizada por el intento de cambiar estructu­
tra la necesidad de una búsqueda de raíces
ras, renovar conceptos, liberar al hombre de
que den sentido al movimiento de cambio
la pesada carga de una cultura represiva.
y apertura. La prohibición de la versión
Buenos Aires es caja de resonancia de operística de la novela de Manuel Mujica
tanta efervescencia verbal e ideológica. Las Láinez Bom arzo advierte sobre la mentali­
canciones de protesta, los espectáculos dad represiva que se anida en los mecanis­
“underground”, las exposiciones atrevidas mos del poder, a pesar de los cambios apa­
del Instituto Di Telia, la posibilidad de que rentes del pensamiento argentino.

Una visión estética de la historia y de la vida

Manuel Mujica Láinez (1910-1984) es un argentina sino de Europa, a la que se agrega


escritor con caracteres que lo hacen difícil­ una aguda visión de los hábitos y costum­
mente clasificable en la literatura argentina. bres de ciertas clases sociales de nuestro
Su obra narrativa es el resultado de una país, desde la temprana época colonial has­
gran investigación sobre la historia no sólo ta mediados del siglo XX.

Mayo Francés: con este nombre se conocen los acontecimientos ocurridos en Francia, especialmente en París,
en mayo de 1968, cuando grupos de estudiantes protestaron violentamente durante varios días, contra el sistema
educativo vigente y manifestaron propuestas renovadoras en ese campo.

140
Sus dos obras más famosas son la ya sa Buenos Aires, que traza un cuadro histó­
mencionada novela Bomarzo, ambientada rico y social de la ciudad a través de histo­
en el renacimiento italiano, y su colección rias personales enmarcadas en sucesivas
de cuarenta y dos relatos titulada Misterio­ épocas.

B om arzo: lo bello y lo monstruoso

Bomarzo, extensa novela que fue trans­ su argumento, basado en las vicisitudes de
formada en ópera con música de Alberto Gi- la familia Orsini, propietaria de uno de los
nastera y que, como ya dijimos, tuvo serias palacios más suntuosos de la periferia ro­
dificultades con la censura en un período mana. el de Bomarzo, cuya belleza interior
bastante delicado de nuestra historia con­ contrasta con la presencia de horribles
temporánea, es una obra de una riqueza monstruos de piedra en los jardines. Esa ra­
notable, tanto por la reconstrucción litera­ ra característica arquitectónica es una metá­
ria de esa época tan brillante de la historia fora* de la que participa su dueño, Pier
europea como por la profundidad psicoló­ Francesco Orsini, protagonista y narrador
gica con que son delineados los personajes de la obra, deforme y atormentado, en un
-reyes, papas, cardenales, políticos, comer­ mundo que se rige por cánones* de belleza
ciantes, sirvientes, prostitutas- que pueblan y sensualidad.

Creo que ha llegado el momento de que aborde el tema que hasta abora he eludido y que
p or principal debí tratar al com ienzo de estas memorias. Me refiero a l tema de mi físico. Lo
revelaré enseguida, de un golpe, sin perífrasis, aunque me cueste, me duela hacerlo. Allá va:
cuando nací, el Esculapio3 hogareño que tuvo a su cargo la tarea de facilitar mi ingreso en
el mundo destacó una anom alía en mi espalda, provocada p o r la corvadura y desviación
de mi colum na vertebral hacia el lado izquierdo. Luego, a l crecer y definirse mi cuerpo,
se tuvo la certidum bre de que aquello era una giba, corcova, joroba, llám esela com o se
la quiera lla m a r-y a lo he dicho, ya lo he dicho-, deform ación a la cu al se sumó otra,
en la pierna derecha, que me obligó a arrastrarla levemente y que el Esculapio en cuestión
no pudo advertir en el prim er instante. (...)
Desde muy niño, obsesionado por mi deform idad congénita, me apliqué a disfrazarla en
la m edida de lo posible, ensayando ante el espejo las posturas y los ángulos más propicios.
(...) Mi horror a la feald ad y mi pasión por la belleza, en los humanos, en los objetos, en los
juegos de la poesía, que me produjo desengaños y amarguras pero le dio a mi vida un tono
exaltado y cierta atorm entada grandiosidad, procede de mi horror a m í mismo y del asco
resultante que me causaba cualquier aberración teratológica. (...)
En los sentimientos que evoco hay que rastrear las raíces de mi entusiasmo, compartido
con tanta gente de la época, por los testimonios de la antigüedad clásica. En esos sen­
timientos también, como aclararé más tarde, se afirm a la paradoja del Sacro Bosque de los
Monstruos que inventé en Bomarzo.
M anuel M ujica Láinez
Bomarzo, Barcelona, Seix Barral, 1984.

3 Esculapio: en la antigua Grecia, dios protector de la medicina; en este contexto equivale a “médico".

141
El conocimiento minucioso que Mujica la coronación del emperador Carlos V (Car­
Láinez posee sobre la vida y costumbres de los I de España) por parte del papa León X
la época en que transcurre su novela se ma­ (Giovanni de Médicis), celebrada en Bolonia
nifiesta en cada detalle. Por ejemplo, en el en 1520.
pasaje en el que Pier Francesco Orsini evoca

El esplendor del triunfo culm inaba en la explanada. Elpapa en un caballo turco, y el em­
perador en uno blanco, aderezado riquísimamente, el uno con la tiara, el otro con la coro­
na, avanzaban bajo un palio que sostenía la flo r de los gentileshombres.
Encabezaban la m archa los fam iliares de los cardenales y los príncipes también a caba­
llo; los de los Médicis y los de Carlos Quinto, con telas de oro de sus colores y divisas; los cua­
renta regidores de Bolonia y los doctores de los colegios; el gonfaloniero4 de la justicia; los
estandartes del papa, del emperador, de Roma; los trompeteros, los atabaleros, las cuatro ha-
caneas5 blancas de Su Beatitud; el colegio de los abogados consistoriales de Roma; los cléri­
gos, los acólitos, los cubicularios; después el Santísimo Sacramento, en una engualdrapada6
yegua de cuyo cuello colgaba una cam panilla y que precedía un subdiácono en una muía,
con una linterna de cristal; doce caballeros con hachas de cera encendidas rodeaban el
cuerpo de Nuestro Señor (...). La gloria efím era y espléndida del mundo atravesaba a Bolo­
nia, com o si en ella hubiera desbordado un río de metalfulgente que cabrilleaba al sol. Di­
visé a Tiziano 7dibujando en un cuaderno, volteando velozmente las páginas; a Galeazzo 8,
que imponía por la sola m ajestad de su carne inmensa y dura; a mis primos, que de repen­
te me parecieron bellos com o unos ídolos de bronce.
Ob. cit.

La ciudad y su historia menuda

Cada uno de los cuentos que integran la esquina de Florida y Corrientes. “El imagi­
Misteriosa Buenos Aires tiene indicación del nero” rescata la historia de Manuel Couto,
año en que transcurre la historia en él con­ célebre escultor portugués, autor de varias
tada. El primero, titulado “El hambre” (1536), tallas que adornan la catedral porteña, que
recuerda el terrible episodio que, durante la sufrió persecución y cárcel por la Inquisición
corta vida de la ciudad fundada por Pedro de Lima a causa de su posible filiación judía.
de Mendoza, culmina con un acto de caniba­ La bajante total del Río de la Plata producida
lismo a causa de la escasez de alimentos; su­ en 1792, que dejó al descubierto su lecho
ceso que, como hemos visto en el Módulo 1, entre ambas costas, inspira “El pastor del
registran Ulrico Schmidel, Luis de Miranda y río”, cuento en el que San Martín de Tours,
Ruy Díaz de Guzmán. En “La fundadora” patrono de la ciudad, bajo la forma de un ji­
(1580), Mujica Láinez evoca la figura de Ana nete armado, va a exigirle al río que vuelva
Díaz, la única mujer que formó parte del gru­ a su cauce. En “El granadero”, es la noticia
po de Juan de Garay y a la que, en el repar­ de la muerte del general San Martín, en 1850,
to de tierras que efectuó el fundador, le tocó recibida con frialdad y sin manifestaciones
un terreno ubicado en lo que actualmente es oficiales de duelo, la que golpea y conmueve

4 Gonfaloniero: en un desfile o formación militar, persona encargada de llevar el estandarte.


3 Hacanea: caballo de baja estatura pero de contextura robusta.
6 Engualdrapada: cubierta con una larga vestidura de seda o lana, ricamente adornada.
Tiziano: famoso pintor renacentista italiano (1477-1576), fundador de la escuela veneciana.
8 Galeazzo: cortesano famoso por su corpulencia.

0 142
a un ex soldado del Libertador, que no pue­ sido colocado en un zócalo con otra deco­
de comprender la indiferencia de las autori­ ración. Daniel, un niño, lo descubre, lo
dades ante tan dolida pérdida. bautiza con el nombre de Martinito, y se
hace su amigo. Un día, el niño enferma
Caracteres fantásticos se manifiestan en
gravemente y el hombrecito, saliendo de
uno de los más difundidos relatos de la co­
su rincón, enfrenta a la Muerte, que acecha
lección, “El hombrecito del azulejo” (1875),

I
en el patio de la casa, distrayéndola y di­
ambientado en el barrio de San Miguel y en­
virtiéndola con historias que le hacen olvi­
riquecido con la presencia de dos persona­
dar el cumplimiento de su trágica misión,
jes históricos, médicos famosos de la época,
y finalmente ofrece su vida por la de Da­
como Eduardo Wilde e Ignacio Pirovano.
niel. Pasado el tiempo, alguien encuentra,
El tal hombrecito es una figura esmalta­ intacto, en el fondo del aljibe, el mágico
da en un azulejo que acaso por error había azulejo.

Ni un rumor se oye en la casa. El am a recomendó a todos que cam inaran rozando ape­
nas el suelo, como si fueran ángeles, para no despertar a Daniel, y las pardas se han reuni­
do a rezar quedam ente en el otro patio, en tanto que la señora y sus herm anas lloran con
los pañuelos apretados sobre los labios, en el cuarto del enfermo, donde algún bicho zum ­
ba como si pidiera silencio, alrededor de la única lám para encendida.
Martinito piensa que el niño, su amigo, va a morir, y le late el frágil corazón de cerám i­
ca. Ya nadie acudirá cantando a su escondite del zaguán; nadie le traerá los juguetes nue­
vos, para mostrárselos y que conversen con él. Quedará solo una vez más. mucho más solo
ahora que sabe lo que es la ternura.
La Muerte, entretanto, balancea las piernas magras en el brocal poliédrico de mármol
que ornan anclas y delfines. El hombrecito, da un paso y abandona su cuadrado refugio.
Va hacia el patio, pequeño peregrino azul que atraviesa los hierros de la cancela asom bra­
da, apoyándose en el bastón. Los gatos a quienes trastorna la proxim idad de la Muerte, ce­
san de maullar: es insólita la presencia del personaje que podría dormir en la palm a de la
mano de un chico; tan insólita como la de la enlutada mujer sin ojos. Allá abajo, en el p o ­
zo profundo, la gran tortuga que lo habita adivina que algo extraño sucede en la superfi­
cie, y saca la cabeza del caparazón.
M anuel M ujica Láinez
“El hombrecito del azulejo”, en Misteriosa Buenos Aires, Buenos Aires, Sudamericana, 1974.

El conocimiento detallado y preciso que también en otras obras suyas como Don
Mujica Láinez tiene de su ciudad natal, su G alaz de Buenos Ares, Aquí vivieron, El
historia y la de sus habitantes, se despliega gran teatro y Los cisnes.

1. Se propone un trabajo de investigación, a 2. Se sugiere la escritura de un cuento am­


partir de Misteriosa Buenos Aires, que podría ti­ bientado en el marco de la ciudad o el pueblo
tularse “Literatura e Historia". Trabajando en en que cada alumno vive. Ese cuento puede
equipos, los alumnos reconstruirán, mediante la reflejar el estado actual del lugar o bien otras
consulta en libros de historia, enciclopedias y circunstancias vividas en su historia (acci­
otras fuentes de información, el marco histórico, dentes, acontecimientos políticos, anécdotas
político, social y cultural en que se inscribe cada graciosas, visitas de personajes importantes,
una de las narraciones. por ejemplo).

143
El desarrollo de la televisión

Las primeras emisiones televisivas argenti­ alternaron con los que venían de afuera, co­
nas se llevaron a cabo en 1951. Durante mo Yo quiero a Lucy, El show de Benny Hill,
años, el Canal 7, única emisora, difundió no­ los dibujos animados de los Picapiedras y los
ticieros, programas musicales y de entreteni­ Simpson y las películas de Los tres chiflados.
mientos, películas nacionales y extranjeras,
Hay programas periodísticos y de entrete­
encuentros deportivos, y teleteatros que ocu­
nimientos que llevan ya muchos años de
paban buena parte de la franja horaria de
permanencia, como el de Mirtha Legrand y
transmisión. Alberto Migré, Alma Bressan y
el de Susana Giménez, y otros de vida más
Nené Cascallar, entre los más famosos, tejían
efímera, todos ellos enfrentados por la
historias a veces demasiado complicadas pe­
competencia del rating, medición de la au­
ro siempre con final feliz, que actores y ac­
diencia que influye notablemente en la
trices de moda representaban con increíbles
continuidad y en el aporte económico de la
niveles de audiencia. Series diarias o sema­
publicidad dentro de ellos.
nales como El am or tiene cara de mujer,
Cuatro hombres para Eva y Rolando Rivas, La llamada “televisión educativa” se ha
taxista; producciones espectaculares como visto muy limitada desde sus comienzos,
Elfantasm a de la ópera, El muñeco maldito por falta de medios o de imaginación de
y Obras maestras del terror, programas “óm­ sus creadores, pero sobre todo por el ma­
nibus” como Sábados circulares y desfiles de nejo de un falso concepto de cultura con­
futuros cantantes famosos como El Club del fundida con solemnidad o con pesadez y
Clan, marcaron huellas imborrables en erudición. Actualmente algunos canales de
aquella televisión en blanco y negro que aún cable dan muestras de los aciertos que pue­
no conocía el cable ni los decodificadores. den lograrse en documentales de todo tipo
con los que se difunden interesantes aspec­
Junto con la televisión en colores co­
tos culturales de diversos países del mundo.
menzaron a llegar numerosos teleteatros de
origen mexicano y venezolano que compi­
La televisión ha modificado muchos hábi­
tieron con los nacionales y aumentó nota­
tos argentinos, como la lectura, la concurren­
blemente el número de series norteamerica­
cia a funciones de cine o teatro, las charlas
nas policiales, cómicas y de ciencia ficción.
de sobremesa; la fuerza comunicativa de la
El humor, no siempre de buen gusto, tuvo imagen, la rapidez en la difusión de noticias,
amplio espacio en nuestra televisión: los ci­ la oferta agresiva de programas de todo ti­
clos teatrales de Osvaldo Pacheco y Darío Vit- po, son atractivos muy grandes que conti­
tori, los programas de Alberto Olmedo y Jor­ núan deslumbrando a un público a menudo
ge Porcel, los de Pepe Biondi y Carlos Balá, poco crítico.

Jorge Luis Borges: una presencia ineludible

Testigo y actor de tantos cambios, en su larga vida a través de los libros y las
avances y retrocesos producidos en el si­ conversaciones.
glo XX, Jorge Luis Borges (1899-1986) se
yergue como la figura máxima y ejemplar Su ingreso en el mundo literario se pro­
de la literatura argentina. Dueño de una duce en sus años juveniles a partir de su
gigantesca formación cultural, erudito en adhesión al movimiento ultraísta*, por un
letras, filosofía e historia, ilustrado en cien­ lado, y a su pasión por describir e interpre­
cias y artes, supo volcar en sus poemas, tar los hechos menudos y la historia cotidia­
narraciones y ensayos, la propia versión, la na de la ciudad y del país al que lo unieron
“reescritura” de todo lo que había asimilado sentimientos encontrados.

144
Buenos Aires es la otra calle, la que no pisé nunca, es el centro secreto de las manzanas,
los patios últimos, es lo que las fach ad as ocultan, es mi enemigo, si lo tengo, es la persona a
quien le desagradan mis versos (a m í también me desagradan), es la modesta librería en
que acaso entramos y que hemos olvidado, es esa racha de milonga silbada que no recono­
cemos y que nos toca, es lo que se ha perdido y lo que será, es lo ulterior, lo ajeno, lo later­
al, el barrio que no es tuyo ni mío, lo que ignoramos y queremos.
Jo rg e Luis Borges
“Buenos Aires”, de Elogio de la sombra,
en Borges. Poesías, Buenos Aires, Kapelusz, 1996 (GOLU)

Aquí la tarde cenicienta espera


el fruto que le debe la m añana;
aqu í mi sombra en la no menos vana
sombra fin a l se perderá, ligera.
No nos une el am or sino el espanto;
será por eso que la quiero tanto.
Jo rg e Luis Borges
"Buenos Aires”, de El otro, el mismo, en ob. cit.

Arrabales, esquinas y patios


Es su ciudad, precisamente, la que inspira barrios, las calles, las esquinas y los negocios,
la mayoría de las composiciones de sus pri­ las fiestas populares, los momentos del día,
meros poemarios. En Fervor de Buenos Aires, las muertes, los juegos, los personajes histó­
de 1923, en Luna de enfrente, de 1925, y en ricos y los cotidianos; y todo ello a través del
Cuaderno San Martín, de 1929, aparecen los verso libre y la metáfora audaz.

Pienso si tus paredes concibieron la aurora,


alm acén que en la punta de la noche eres claro.
Pienso y se me hace voz ante las casas
la confesión de mi pobreza:
no he m irado los ríos ni la m ar ni la sierra,
pero intimó conmigo la luz de Buenos Aires
y yo forjo los versos de mi vida y mi muerte,
con esa luz de calle.
Jo rg e Luis Borges
“Calle con almacén rosado”, de Luna de enfrente, en ob. cit.

El infinito y los laberintos


Ficciones (1944) y El aleph (1949) muestran casa de Asterión”, entre otros. Abundan en
la excelencia de Borges como cuentista. En ellos las referencias a las estructuras laberín­
esos dos libros se concentran los relatos más ticas y a las formas del infinito como el
significativos de su producción: como “Las “aleph”9 (pequeño espacio en el que con­
minas circulares”, “El jardín de los senderos fluyen todos los puntos del universo).
que se bifurcan”, “Funes el memorioso” y “La

9 Aleph: nombre de la primera letra del alfabeto hebreo y del primer número transfinito, en la teoría matemática
de conjuntos; por extensión, nombre del conjunto de infinitos elementos.

145
Arribo ahora a l inefable centro de mi relato; empieza, aquí, mi desesperación de escritor.
Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los inter­
locutores comparten; ¿cómo trasmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria
apenas abarca? (...) Lo que vieron mis ojos fu e simultáneo, lo que transcribiré, sucesivo,
porque el lenguaje lo es.
Jo rg e Luis Borges
“El aleph”, de El aleph,
en Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1974.

E l hacedor o el fin de una etapa

En 1960, Borges publica El hacedor, li- necesidad de iniciar otra con otros temas y
bro que marca la culminación de una eta- otros procedimientos,
pa en su proceso creador y manifiesta la

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. (...) Nada me cuesta confesar que ha
logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo
bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro sino del lenguaje o la tradición. (...) H ace años
yo traté de librarm e de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y
con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi
vida es una fu ga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
Jo rg e Luis Borges
“Borges y ) , de El hacedor, en Obras completas, ed. cit.

Dedicado a Leopoldo Lugones e inte­ Borges admiraba a Lugones (seguramente


grado con poemas y textos en prosa de lo consideraba el gran “hacedor” de la poesía
muy diverso carácter, el libro tiene un tí­ argentina), escribió, en colaboración, un libro
tulo que alude a Homero, el “hacedor” de sobre su obra, y más de una vez afirmó que
la poesía más antigua de Occidente, y por en nuestras letras había un antes y un des­
extensión, a otros “hacedores” a quienes pués de Lugones. Pero el escaso trato que tu­
Borges admira particularmente, como Cer­ vieron fue lejano y desdeñoso por parte del
vantes, Shakespeare, Dante Alighieri, Ca- ilustre cordobés. Por eso, en la dedicatoria
moens, Ariosto y Alfonso Reyes, cada uno imagina una situación doblemente imposible:
de los cuales es motivo central de un tex­ la de entregarle el libro (han pasado ya más
to en el libro. de veinte años desde la muerte de Lugones)
y la de que este lo acepte complacido.

Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara


algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con
aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la
práctica deficiente le importa menos que la sana teoría. (...) Mi vanidad y mi nostalgia han
arm ado una escena imposible. Así será (m e digo)pero m añana yo también habré muerto y
se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de al­
gún modo será justo afirm ar que yo le be traído este libro y que usted lo ha aceptado.
Jo rg e Luis Borges
“A Leopoldo Lugones”, de El hacedor, en Obras completas, ed. cit.

146
Espejos, relojes, tigres, arena, símbolos Elvira de Alvear, Susana Soca y sus antepa­
de la ilusión, el tiempo y el infinito, alternan sados, los Borges.
en este libro su presencia con la de perso­
najes históricos como Rosas, Quiroga y Ju­ El cierre del libro es una reflexión sobre
lio César, de personajes literarios como Don la poesía que por un lado resume concep­
Quijote y Martín Fierro, y de amigos, ami­ tualmente lo que Borges venía haciendo des­
gas y otros seres queridos como Alfonso Re­ de sus primeras obras y por otro, anticipa el
yes, Paul Groussac, Delia Elena San Marco, cambio que se avecina en su producción.

Ver en el día o en el año un símbolo que es inmortal y pobre. La poesía


de los días del hombre y de sus años, vuelve com o la aurora y el ocaso.
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo, También es com o el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
ver en la muerte el sueño, en el ocaso Heráclito inconstante, que es el mismo
un triste oro, tal es la poesía y es otro, como el río interminable.

Jo rg e Luis Borges
“Arte poética”, en ob. cit.

La transición

Entre El hacedor y La rosa profunda, li­ Se acentúa en estos libros la preocupa­


bro con el que inicia la etapa final de su ción del poeta por el tiempo, la relación en­
producción, Borges publica uno de relatos, tre tiempo y espacio, y la repetibilidad de
El informe de Brodie, otro de poesías para los hechos en un tiempo infinito. Así lo ma­
ser cantadas como milongas, Para las seis nifiesta, por ejemplo, en “La noche cíclica”,
cuerdas, y tres compilaciones de textos bre­ poema que desarrolla la idea de una repe­
ves en verso y en prosa: El otro, el mismo, tición exacta de los hechos vividos por ca­
Elogio de la sombra y El oro de los tigres. da hombre, en un tiempo futuro.

Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:


los astros y los hombres vuelven cíclicamente,
los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.

Volverá toda noche de insomnio: minuciosa.


La mano que esto escribe renacerá del mismo
vientre. Férreos ejércitos construirán el abismo.

No sé si volveremos en un ciclo segundo


com o vuelven las cifras de una fracción periódica;
pero sé que una oscura rotación pitagórica
noche a noche me deja en un lugar del mundo

que es de los arrabales....


Jo rg e Luis Borges
“La noche cíclica”, de El otro, el mismo,
en Obras completas, ed. cit.

147
Se multiplican también en estas obras las los textos homéricos y evangélicos. Parecie-
alusiones a aquellos escritores y filósofos ra que, en esta etapa de transición, el poe-
con los que Borges tiene particular afinidad, ta revisara su propia historia literaria y vol-
como Pitágoras, Heráclito, Baltasar Gracián, viera a las fuentes que le sirvieron como
John Milton, Jam es Joyce y Cervantes, y a modelo o motivo de inspiración.

La construcción de un "aleph" poético

A partir de La rosa profunda, de 1976, la definidas que se van acercando con tenden­
escritura de Borges se manifiesta como una cia a fundirse en un conjunto esencial que
reescritura de sí misma. Los textos de La mo­ sólo contenga sus puntos terminales. Ese
neda de hierro, Historia de la noche, La cifra conjunto final es el “aleph” del universo li­
y Los conjurados tienden a presentar un re­ terario de Borges.
pertorio de la temática de obras anteriores,
de modo que algunos de ellos resultan ver­ El poema “Las causas”, incluido en Histo­
daderas enumeraciones de símbolos o alu­ ria de la noche, podría ser el modelo de este
siones a símbolos que se plasmaron y desa­ procedimiento poético. En él, Borges pasa re­
rrollaron a lo largo de toda su producción vista a una serie de hechos de la historia de
previa: el hombre, la historia, el tiempo, el la humanidad y de la que cada hombre pue­
lenguaje, la muerte, la memoria y el olvido. de llevar en sí, para concluir afirmando:
Esos juegos son manifestaciones de una Se precisaron todas esas cosas
serie de líneas de pensamiento claramente p a ra que nuestras m anos se encontraran.

1. Varios cuentos de Jorge Luis Borges han sido ensayos juega con estos conocimientos para
llevados al cine, como “Emma Zunz” en la pelí­ producir efectos de misterio o situaciones para-
cula Días de odio, "Hombre de la esquina rosa­ dojales. En “El aleph" y en “El libro de arena" se
d a ”, “La intrusa" y “El sur", Como lo hemos suge­ confrontan dos sistemas aritméticos, el tradicio­
rido para otros autores, proponemos el análisis nal y el conjuntista; en “El disco" y en “Tlon, Uq-
com parativo de alguna de esas películas con el bar, O rbis tertius” se discuten las dimensiones
texto original, haciendo hincapié en el traslado geométricas. Se sugiere una investigación sobre
del lenguaje literario al cinematográfico. la presencia de elementos científicos en los
cuentos de Borges, para lo cual podrá pedirse
2. Los alumnos tra bajarán sobre el sentido de la
el asesoramiento de los profesores de M a te m á ­
dedicatoria que un escritor hace de sus obras.
tica y Física.
Para ello analizarán las dedicatorias de los li­
bros de Jorge Luis Borges y las confrontarán con 4. La filosofía griega tiene una presencia nota­
otras de obras célebres: la de Cervantes en el ble en los textos de Borges, tanto poesías como
Quijote, la de G arcilaso de la Vega en la Églo­ cuentos y ensayos. Trabajando en equipos y con
ga I, la de Horacio en el libro primero de sus ayuda de un docente de Filosofía, los alumnos
Odas, la de Ricardo Güiraldes en Don Segundo buscarán, en un corpus previamente delimitado
Sombra, y algunas otras que el profesor consi­ por el profesor, alusiones a los filósofos griegos,
dere adecuadas. Se trata de encontrar elemen­ sus ideas, principios y métodos. C ada equipo
tos comunes que delineen el vínculo entre el elaborará un cuadro con los resultados obteni­
creador y aquel a quien está dirigida su obra. dos, de modo que, en una confrontación gene­
ral de los datos recogidos, puedan obtenerse
3. Borges manifiesta un conocimiento bastante conclusiones sobre el peso del ideario filosófico
amplio de la matemática, y en varios cuentos y griego en la obra borgeana.
Julio Cortázar: Latinoamérica y el exilio

Europeo de nacimiento y argentino por latinoamericanas, lo mantuvieron alejado de


opción, Julio Cortázar (1914-1984) se refu­ su tierra, gobernada por sistemas que recha­
gió tempranamente en Francia, donde si­ zaban todo tipo de ideología “izquierdista” a
guió escribiendo en la lengua de su querida la que calificaban de “atea y apátrida”. Sin
ciudad de Buenos Aires. Su militancia políti­ embargo, se respira en cada texto suyo un
ca, su adhesión a la revolución cubana y a aire innegablemente argentino, aun en
la revolución sandinista de Nicaragua, la aquellos que, por su carácter fantástico, po­
ayuda que brindó en París a los refugiados drían ocurrir en cualquier otro lugar del
argentinos y exiliados de otras dictaduras mundo.

Lo fantástico y lo irracional

La primera compilación de cuentos que en cerdos, una joven, Delia, despierta rece­
publica Cortázar data de 1951 y lleva por tí­ los en sus vecinos a causa de la misteriosa
tulo el de uno de los relatos: Bestiario. En muerte de dos novios que tuvo, quienes
ellos se manifiestan los elementos irraciona­ asocian esos acontecimientos con la afición
les que, en ciertas circunstancias, ocupan o que la mujer tiene por la fabricación de lico­
invaden una zona interior del hombre para res y bombones. La cucaracha que Mario, su
destruirla y en algunos casos lo hacen a tra­ tercer novio, descubre en el interior de un
vés de figuras animales (hormigas, cucara­ bombón, parece confirmar las sospechas de
chas, conejitos, un tigre, mancuspias que brujería que caen sobre ella.
no logramos saber a qué categoría animal
En “Las puertas del cielo” hay una inva­
pertenecen) o a través de “los otros”, ya
sión de seres animalescos y monstruosos
sean seres concretos o apenas aludidos e
que pertenecen al mundo marginal de la
innominados.
prostitución y el ambiente bailable.
En “Casa tomada” el supuesto invasor se
Valgan estos ejemplos para explicar por
presenta como “un sonido impreciso y sordo"
qué algunos críticos, en su momento, ensa­
que obliga a los dos hermanos, un varón y
yaron lecturas políticas o psicoanalíticas de
una mujer, que llevan allí una vida rutinaria,
los textos de este libro. Según esas lecturas,
aburrida y sin proyectos, a reconocer que
los invasores podrían ser las masas que
ya no podrán volver a la parte de la casa
irrumpieron en la vida nacional con el adve­
donde han dejado cosas queridas. Ellos tal
nimiento del peronismo y que produjeron
vez sepan quién es ese invasor, pero lo ca­
un quiebre en la sociedad tradicionalmente
llan y en ese silencio se apoya el carácter
estratificada; y los efectos personales de esa
fantástico del relato. La ocupación avanza y
irrupción estarían dados en las extrañas ac­
alcanza a todo el edificio, que los hermanos
titudes de los personajes, caracterizados por
deben abandonar apurados, con lo puesto,
una oscura y tortuosa forma de comunica­
y arrojando la llave a una alcantarilla para
ción. En el caso de la bruja, hay quienes
que nadie pueda entrar en la casa tomada.
han visto una forma de perversión sexual
En “Circe”, nombre que recuerda a la (la versión cinematográfica de Manuel An-
bruja que en la Odisea retiene a Ulises en su tín lo marca puntualmente) sublimada en la
casa y convierte a los compañeros del héroe fabricación de dulces.

149
La palabra y la imagen

Cortázar ha comparado, en algunos textos aparece como algo normal, en un desarro­


críticos, la novela con el cine y el cuento con llo temporal ordinario.
la fotografía. Una película tiene un orden
Esos caracteres se evidencian con clari­
abierto y sucesivo; una fotografía presupone
dad en todas sus producciones del género.
una limitación dada tanto por el campo de la
cámara como por la intención del fotógrafo, Final de juego es el título -tomado tam­
es un orden cerrado y simultáneo. La pelícu­ bién de uno de los relatos- de una colec­
la y la novela suponen desarrollos de ele­ ción de dieciocho cuentos publicada por
mentos arguméntales; la foto y el cuento, Cortázar en 1956. Figuran allí algunos de
síntesis de acontecimientos significativos. sus más importantes textos narrativos, co­
mo “Torito” y “La noche boca arriba”.
En cuanto al mundo creado por el escri­
tor o el productor de imágenes, su carácter El primero de ellos (inspirado en la figu­
de “fantástico” reside no en una evasión de ra de Justo Suárez, un campeón argentino
la realidad sino en un nuevo sistema de le­ de box que fracasó en Estados Unidos en la
yes y estructuras distinto del que el raciona­ década de 1920) está concebido como un
lismo tradicional nos ha impuesto, lo que monólogo de un boxeador en estado de se-
en el fondo resulta una manera de penetrar mi-inconciencia al que ha llegado por una
más profundamente en esa realidad. De allí grave enfermedad y por los castigos recibi­
que en los cuentos de Cortázar lo fantástico dos en el ring.

Lástima esta tos, te agarra descuidado y te dobla. Y bueno, ahora hay que cuidarse, mucha
leche y estar quieto, qué le vas a hacer. Una cosa que me duele es que no te dejan levantar, a
las cinco estoy despierto y meta m irarp’a rriba. Pensásy pensás, y siempre lo malo, claro. Y los
sueños igual, la otra noche, estaba peleando de nuevo con Peralta. P orqué justo tengo que ve­
nir a em bocarla con esa pelea, pensá lo que fue, pibe, mejor no acordarse. Vos sabés lo que es
toda la barra ahí, todo de nuevo como antes, no como en Nueva York, con los gringos...
Ju lio C ortázar
“Torito”, de Final de juego, en Ceremonias, Buenos Aires, Biblioteca de bolsillo, 1990.

El segundo presenta una superposición de la “guerra florida”101a la que sacrifican en


de tiempos y espacios: un joven accidenta­ un altar durante la noche, sin que se sepa
do al que operan en un quirófano vive si­ cuál de las dos situaciones es la real y cuál
multáneamente la situación de una víctima es un sueño.

El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras a l salir del pozo negro
había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del bra­
zo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio a l vol­
ver al día y sentirse sostenido y auxiliado. (...) Como dorm ía de espaldas, no lo sorprendió la
posición en que volvía a reconocerse, pero en cam bio el olor a humedad, a piedra rezuman­
te de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. (...) Quiso enderezarse y sin­
tió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el suelo, en un piso de lajas
helado y húmedo. (...) Lo habían traído a l teocalis , estaba en las mazmorras del templo a

10 Guerra florida: cacería humana que algunas comunidades indígenas americanas realizaban periódicamente entre
sus enemigos.
11 Teocalli: templo de las antiguas civilizaciones mexicanas.

150
la espera de su turno. (...) Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce,
a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían
callados. (...) Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Duran­
te un segundo creyó que lo lograría, porque otra vez estaba inmóvil en la cama, a salvo del
balanceo cabeza abajo. Pero olía la muerte, y cuando abrió los ojos vio la figura ensangren­
tada del sacrificador que venía b a d a él con el cuchillo de piedra en la mano.
Ju lio C ortázar
“La noche bocarriba”, en ob. cit.

Las arm as secretas es una compilación convirtió “Las babas del diablo” en el fil­
de cinco relatos de mayor extensión, tres me Blow up.
de los cuales (y recordemos la opinión
de Cortázar sobre literatura e imagen) En Todos losfuegos el fuego son ocho los
han llamado la atención de importantes cuentos reunidos, el más famoso de los
directores para su realización cinemato­ cuales es “La autopista del sur”, visión de
gráfica: Manuel Antín filmó “Cartas de una sociedad alienante y opresiva desarro­
mamá” con el título de La cifra impar, llada a través de la descripción de un mons­
Sergio Renán, Elperseguidor, sobre el cuen­ truoso atascamiento del tránsito en una de
to homónimo; y Michelangelo Antonioni las vías de ingreso a la ciudad de París.

R a y u e la : búsqueda y discusión

En 1963 Cortázar publica una obra po­ cuestionamiento a la literatura, y cuyos capí­
lémica, calificada como novela experimen­ tulos pueden leerse con distintos ordena­
tal, en la que la ficción se duplica como mientos: Rayuela.

La rayuela se juega con una piedrita que hay que m anejar con la punta del zapato.
Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferente­
mente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la
piedrita al Cielo, casi siempre se calcula m al y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin
embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas
(rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende
a salir de la Tierra y rem ontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo.
Ju lio C ortázar
Rayuela, Buenos Aires, Seix Barral, 1985.

La condición de “experimental” que tiene no establece divisiones, altera el orden de


la obra se revela en las dos propuestas de capítulos e incorpora los prescindibles, en
lectura que da el autor: una de ellas, dirigi­ los que se incluyen comentarios específicos
da al “lector hembra”, de carácter pasivo, sobre la novela como forma literaria. Este ti­
que sigue el orden de las partes (capítulos 1 po de organización argumental abierta obli­
a 36 reunidos con el subtítulo “Del lado de ga al lector a descubrir la trama secreta y re­
allá” y capítulos 37 a 56, con el de “Del la­ construir la unidad de la obra.
do de acá”) y omite los llamados “capítulos
prescindibles” (57 a 155, subtitulados “De En el cuerpo de la novela se definen al­
otros lados”); la otra, que incorpora al lector gunas secuencias narrativas: la relación en­
como “cómplice” de la creación del autor, tre Horacio y Lucía, la Maga, la sesión del

151
Club de la Serpiente, la muerte de Roca- De esas secuencias recogemos aquí dos
madour, hijo de la Maga, el concierto de pasajes de caracteres francamente opuestos.
Berthe Trépat, los últimos días de Horacio El primero, burlesco y patético, es el retrato
en París y las escenas del puente, el circo de la pianista Berthe Trépat, a punto de abor­
y el manicomio. dar la ejecución de una obra ultramoderna.

Los aplausos le hicieron abrir los ojos y asistir a la trabajosa inclinación con que múda­
me Berthe Trépat los agradecía. Antes de verle bien la cara lo paralizaron sus zapatos, unos
zapatos tan de hombre que ninguna fa ld a podía disimularlos. Cuadrados y sin tacos, con
cintas inútilmente fem eninas. Lo que seguía era rígido y ancho a la vez, una especie de gor­
da metida en un corsé implacable. Pero Berthe Trépat no era gorda, apenas si podía defi­
nírsela como robusta. Debía tener ciática o lumbago, algo que la obligaba a moverse en blo­
que, ahora frontalm ente, saludando con trabajo, y después de perfil, deslizándose entre el
taburete y el piano y plegándose geométricamente hasta quedar sentada. (...) Otra vez de
perfil, su menuda nariz de pico de loro consideró por un momento el teclado mientras las
manos se posaban del do al si como dos bolsitas de gam uza ajada.
Ob. cit.

La segunda es la carta que la Maga escribe a su hijo muerto, un verdadero llamado a los
sentimientos del lector.

Rocamadour, ya sí que es como un espejo. Estás durm iendo o mirándote los pies. Yo aqu í
sostengo un espejo y creo que sos vos. Pero no lo creo, te escribo porque no sabés leer. Si su­
pieras no te escribiría o te escribiría cosas importantes. Alguna vez tendré que escribirte que
te portes bien o que te abrigues. Parece mentira que alguna vez, Rocamadour. Ahora sola­
mente te escribo en el espejo, de vez en cuando tengo que secarm e el dedo porque se moja
de lágrimas. (...) H oracio tiene razón, no me importa nada de ti a veces, y creo que eso me
lo agradecerás un día cuando comprendas, cuando veas que valía la pen a que yo fu era co­
mo soy. Pero lloro lo mismo, Rocamadour, y te escribo esta carta porque no sé, porque a lo
mejor me equivoco, porque a lo m ejor soy m ala o estoy enferm a o un poco idiota, no mu­
cho, un poco, pero es terrible, la sola idea me da cólicos, tengo completamente metidos p a ­
ra adentro los dedos de mis pies, voy a reventar mis zapatos si me los saco, y te quiero tan­
to, Rocamadour, bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, nariz de azúcar, ar­
bolito, caballito de juguete...
Ob. cit.

Hay en esta novela una intención de li­ De la enorme producción cortazariana,


berar el lenguaje a través del goce creativo. que incluye también poesía y ensayo críti­
El particular modo de expresión de la Maga co, son los cuentos los que con mayor in­
en ciertos pasajes, el “juego del cemente­ tensidad brillan sobre el resto, aun las obras
rio”, a propósito de las palabras que nadie extensas como la ya citada Rayuela, Los
usa, el diálogo de sordos y la superposición premios, El libro de Manuel, que, si bien tie­
de textos del mismo Cortázar con otros de nen pasajes dignos de incluirse en las más
autores de muy diversas épocas y estilos, exigentes antologías de la prosa, no logran
como Benito Pérez Galdós y César Bruto, esa magia con que la brevedad del cuento
Aulo Gelio y Octavio Paz. Todos estos pro­ envuelve al lector y por un instante lo colo­
cedimientos constituyen una revelación de ca en otra dimensión.
los vacíos que pueden encerrarse en un sis­
tema lingüístico.

152
1. A partir de las ideas de C ortázar sobre la poético que la convierten, para algunos críticos,
narrativa fantástica se sugiere la lectura y el en un poema lírico en prosa. Su argumento gira
análisis de textos fantásticos de su autoría, como alrededor del mito de Minotauro y el laberinto
“Casa tomada”, “Lejana”, “Ómnibus" o “La auto­ de Creta, el cual ha tenido numerosas versiones
pista del sur". y reescrituras a lo largo de la historia de la lite­
ratura. Se propone un análisis comparativo del
2. Como lo hemos dicho, se han filmado varias
texto de C ortázar con el de las fuentes primiti­
películas sobre textos de C ortázar (Circe, El per­
vas (la Biblioteca de Apolodoro, el poema LXIV
seguidor, Blow up, La cifra impar, y el cortome­
de Catulo de Verona, el libro VIII de las Meta­
traje Instrucciones para subir una escalera, entre
morfosis de Ovidio) y con algunas reescrituras
las más importantes). Como en casos similares,
modernas como el cuento “La casa de Asterión”
proponemos la proyección de algunas de esas
de Jorge Luis Borges, y la novela Minotauroamor
películas y el análisis comparativo de la misma
de Abelardo Arias. La comparación puede cen­
con el texto original, haciendo hincapié en la di­
trarse en dos puntos:
ferencia de lenguajes y los resultados de la tras­
lación del texto a la imagen. - Tratamiento de los personajes del mito (M ino­
tauro, Ariadna, Teseo, Minos, Pasifae) por parte
3. En 1947 C ortázar escribió Los Reyes, obra
de cada autor.
que, bajo la forma teatral, con diálogos e indi­
caciones escénicas, guarda un profundo sentido - Significación del laberinto en el relato.

Ernesto Sabato: de la ciencia a la literatura

Graduado en Ciencias Físico-Matemáticas los más diversos puntos de vista, acerca de


y becado en el Instituto Curie de París, Ernes­ la relación entre el hombre y el mundo físi­
to Sabato (1911), abandonó su actividad pro­ co y social que lo rodea. El tema lo obse­
fesional y, a principios de la década de 1940, siona y en su segundo libro, Hombres y en­
se dedicó a la literatura, movido por una cri­ granajes, de 1951, denuncia la amoralidad
sis ideológica y por la certeza de que la cien­ de una ciencia que, tanto en el mundo ca­
cia cada vez se alejaba más del hombre. pitalista como en el socialista, ha sido inca­
paz de resolver las inquietudes espirituales
Su colección de ensayos Uno y el univer­ del hombre y lo ha acorralado y dominado,
so, publicada sobre el final de la Segunda convirtiéndolo en una especie de máquina
Guerra Mundial, es una meditación, desde obediente.

Si en 1900 un curandero curaba por sugestión, los médicos se echaban a reír, porque en
aquel tiempo sólo creían en cosas materiales como un músculo o un hueso; hoy practican
esa misma superstición, con el nombre de “m edicina psicosom ática”. Pero en el fon do sub­
siste en ellos el fetichism o de la máquina, la razón y la materia, y se enorgullecen de los
grandes triunfos de su ciencia, p or el solo hecho de haber reem plazado el auge de la virue­
la por el del cáncer.
E rn esto Sabato
Hombres y engranajes, Buenos Aires, Emecé, 1951.

Otras colecciones ensayísticas suyas ficación de la cultura generada por los me­
contienen mayores referencias a problemas dios de comunicación, que envenenan al
artísticos, literarios y educativos. Así en He­ pueblo con “el folletín de la historieta o la
terodoxia, de 1953, advierte sobre la masi- fotonovela, un cine para oficinistas, y una

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retórica para chicas sem ianalfabetas y cur- censura y los males de la educación conce-
sis”. Y en Apologías y rechazos, 1979, carga bida como mera acumulación de conoci-
contra la intolerancia racial y cultural, la mientos y habilidades.

La cultura no sólo se trasmite por los libros: se trasmite a través de todas las actividades
del hombre, desde la conversación hasta los viajes, oyendo música y hasta comiendo. (...)
La sabiduría es algo diferente, sirve para convivir mejor con los que nos rodean, para aten­
der a sus razones, para resistir en la desgracia y tener mesura en el triunfo, p ara saber qué
hacer con el mundo cuando los “savants” (en francés, sabedores, eruditos especialistas) lo
hayan conquistado, y, en fin , p ara saber envejecer y aceptar la muerte con grandeza. Pa­
ra nada de eso sirven las isotermas y logaritmos, cuyo valor en el dominio de la naturaleza
es indudable y necesario: la verdadera educación tendría que hacerse no sólo para lograr
eficiencia técnica sino también p ara form ar hombres integrales. (...) Estoy hablando de esa
educación que debería recibir el ser hum ano en sus etapas iniciales, cuando su espíritu es
más frágil, ese instante que para siempre decide lo que va a ser: si mezquino o generoso, si
cobarde o valiente, si irresponsable o responsable, si lobo del hombre o capaz de acciones
comunitarias.
E rn esto Sabato
“Sobre algunos males de la educación”, en Apologías y rechazos,
Buenos Aires, Seix Barral, 1991.

Sabato presidió la CONADEP, creada por Sabato ha resumido muchas de sus ideas
el gobierno de Raúl Alfonsín en 1985 para en una suerte de ensayo autobiográfico ti­
investigar los crímenes de la última dictadu­ tulado Antes d elfín y, en los últimos tiem­
ra militar, y de esa investigación surgió Nun­ pos, ha publicado otro, La resistencia, que
ca más, un libro que recoge los horrores de pudo leerse antes en su versión electrónica,
los sobrevivientes del terrorismo de Estado. es decir, vía Internet, que en papel.

Narrativa y revelación

Tres novelas integran la producción na­ escena política nacional, predomina el pla­
rrativa de Ernesto Sabato, las cuales, aun no personal: el mensaje de Pablo Castel, su
habiendo sido escritas en épocas cronológi­ protagonista, es de desesperanza, a la ma­
camente separadas (1946, 1961 y 1975), nera de un anti-evangelio. En Sobre héroes
conforman una unidad apoyada en los luga­ y tumbas, escrita después de la experiencia
res en que transcurren (barrios de Buenos peronista y en un clima de democracia opri­
Aires) y en la presencia común de ciertos mida por la prepotencia castrense, sobre­
personajes, pero sobre todo caracterizada sale el plano social: hay una clase que se
por la coherencia de un mensaje apocalípti­ derrumba y, con ella, un modelo de país:
co que se va tejiendo en las tres. Martín Castillo, el joven “revelador" de la
novela, no pertenece a esa clase y perma­
La revelación sobre el trágico e irrepara­ nece al margen de la caída pero no del do­
ble destino del hombre y la inminencia de lor que esa caída entraña por el amor que
un final se va dando en distintos planos a lo une a Alejandra Vidal Olmos que sí per­
través de los tres relatos. En El túnel, escri­ tenece, a pesar suyo, a aquella clase; pero
ta en la posguerra, con la carga de horrores su mensaje lleva en sí una luz de esperanza.
y forzadas migraciones, y en el momento En Abaddón el exterminador, publicada en
de aparición de las masas populares en la el momento en que la violencia comienza

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a gestarse de forma desesperante en el marcha por la Quebrada de Humahuaca
cuerpo social argentino, el plano es univer­ con el cuerpo muerto de su jefe se contra­
sal; ya no hay individuos ni clases sociales pone, a lo lejos, al bombardeo de la Plaza
más o menos afectados: todos estamos en de Mayo y el incendio de los templos cató­
el barranco final; los reveladores se multi­ licos en junio de 1955, en Sobre héroes y
plican y se despersonalizan, pasan de los tumbas, la campaña de Ernesto Guevara en
personajes al autor y de este a las noticias Bolivia, que culmina con su fracaso y muer­
periodísticas. te, la eliminación masiva de pobladores
inocentes en Vietnam y la represión policial
Hechos históricos lejanos en el tiempo argentina de los años 70, con su secuela de
actúan como situaciones paralelas de coinci­ secuestros y torturas, en Abaddón el exter­
dencia u oposición. La violencia despiadada minador, son perfiles de una terrible reali­
e irracional de los campos de concentración dad americana y mundial: el triunfo de los
nazis revolotea sobre la angustia irremedia­ manejos sucios sobre los ideales nobles, la
ble de Pablo Castel en El túnel-, la epopeya entronización del terror y la muerte como
del ejército destruido de Juan Lavalle en reaseguro del ejercicio del poder.

Los tiempos finales

Tomadas como unidad, las tres novelas por la ambición y la soberbia, por la guerra
siguen el esquema del Apocalipsis bíblico y el ejercicio indiscriminado del poder, apa­
atribuido al apóstol San Juan, con sus sím­ recen en boca del Loco Barragán, una espe­
bolos y sus señales. Una de ellas, la de la cie de profeta de barrio a quien nadie le
Bestia de siete cabezas a la que adoran los cree y del cual todos se burlan, al comien­
pecadores, imagen del mundo corrompido zo y al final de la última novela.

Natalicio Barragán apuró su copita de caña quem ada y salió tambaleante. (...) Al llegar
a Pedro de Mendoza, las aguas del Riachuelo, en los lugares en que reflejaba la luz de los
barcos, le parecieron teñidas de sangre. Algo le impulsó a levantar los ojos, basta que vio por
encim a de los mástiles un monstruo rojizo que abarcaba el cielo hasta la desem bocadura
del Riachuelo, donde perdía su enorme cola escam ada. Se apoyó en la pared de zinc, cerró
los párpados y descansó, agitado. Después de unos momentos de turbia reflexión, en que sus
ideas trataban de abrirse paso en un cerebro lleno de desperdicios y yuyos, volvió a abrirlos.
Y de nuevo, ahora más nítidamente, vio el dragón cubriendo el firm am ento de la madru­
gada como una furiosa serpiente que llam eaba en un abismo de tinta china. (...) Cuando
volvió a mirar, su terror se hizo más intenso: el monstruo echaba fuego por las fau ces de sus
siete cabezas. (...).
En la esquina de Brandsen y Pedro de M endoza se apoyó en la pared, en la misma p a ­
red, y cerró los párpados. (...) Por fin se decidió a abrir los ojos y a levantarlos: sí, a h í esta­
ba, lanzando fuego por sus narices, con ojos de sangre, revelando una fu ria silenciosa, que
p or eso resultaba más terrible: com o si alguien nos am enazara en la soledad y en un silen­
cio absoluto, sin que ningún otro pudiese advertir el tremendo peligro. (...) Venían tiempos
de sangre y fuego, les decía, mientras am enazaba con su índice admonitorio a los grandu­
lones que se reían y lo empujaban, les repetía que el mundo iba a ser purgado con sangre
y con fuego.
E rn esto Sabato
Abaddón el exterminador, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985.

155
Estos tiempos de derrumbe se caracteri­ cos recuerdan aquella edad de oro en la
zan por el desmedido avance tecnológico y que la vida campesina determinaba una di­
por la desmesurada acumulación de bienes mensión ética notable frente a la fiebre ac­
en manos de unos pocos; el hombre ha lle­ tual de las ciudades.
gado a la mítica edad de hierro y muy po­

Pero sin embargo aquellos eran lindos tiempos. No había ciencia, pero había más hon­
d a ... Nadie tenía apuro... M atábamos el tiempo tomando mate y contemplando el atardecer
desde la galería... No había tantas entretenciones como ahora, no había biógrafo ni televi­
sión. Pero teníamos cosas lindas: los bautismos, la yerra, el santo de tal o cual... La gente no
sabía tantas cosas com o hoy en día, pero era más desinteresada. El campo era pobretón, so­
bre todo el nuestro, esa costa de la M agdalena. Pero era grande y noble. Hasta la ciudá era
distinta. La gente era com edida y cortés. (...) El mundo se ha llenao de mentiras, m 'hijo; to­
dos desconfían. (...) Y ahora esos bom bardeos... Esas criaturas del Vietnam... (...) Me pare­
ce difícil que el campo vuelva a ser lo que fu e. Con sus lagunas, sus ánades rosados, sus te­
ruterus...
Ob. cit.

Recordemos que, de la narrativa de Sa- sección titulada “Informe sobre ciegos”


bato, su primera novela fue llevada al ci­ fue filmada con el título El poder de las ti­
ne hace muchos años y de la segunda, la nieblas.

1. La "catábasis”, descenso al infierno o al mun­ infernales narrados por Leopoldo M arechal en


do del más allá, es una etapa fundamental en Adán Buenosayres constituyen excelentes ejem­
el camino del héroe, ya que en ella se adquie­ plos de “catábasis" y “anábasis en la literatura
ren las fuerzas que permiten a quien todavía es argentina.
un ser humano que se transforme en mito luego
Se propone una lectura guiada (tal vez conven­
de sus acciones heroicas y eventualmente de su
ga dividir los materiales en equipos) de las fuen­
muerte. Así aparece en Homero (Odisea , canto
tes y los textos argentinos sobre la base de dos
XI), y en Virgilio (Eneida, canto VI). Dante Alighie-
núcleos temáticos:
ri, en La divina comedia, construye una “catába­
sis" (descenso al Infierno) y una “anábasis" (as­ - Características del descenso y el ascenso (lugar
censo a los cielos, pasando por el Purgatorio) geográfico, espacio puntual, época, tiempo de
como camino del conocimiento de Dios. acción, personas que integran la experiencia).

El cuento “El aleph” de Jorge Luis Borges, el “In­ - Proceso psíquico del personaje central, motivo
forme sobre ciegos" incluido en Sobre héroes y de la búsqueda, elementos de encuentro, trans­
tumbas de Ernesto Sabato, y los dos descensos formación personal.

El teatro: lo viejo y lo nuevo

La producción teatral argentina no resul­ de Agustín Cuzzani, como Una libra de


ta muy significativa en cantidad ni en cali­ carne, El centroforward murió a l am ane­
dad entre 1940 y 1960. Honrosas excepcio­ cer y Los indios estaban cabreros-, la trage­
nes son las farsas* de Aurelio Ferreti, como dia de Leopoldo Marechal Antígona Vélez
Las bodas del diablo y Pídela- las farsátiras* y el clásico de Carlos Gorostiza El puente,

156
de 1949, obra que señala un rumbo que ha Teatro, dirigido por Alejandra Boero y Pe­
de recoger años después el llamado “teatro dro Asquini y que contaba en su elenco
de la gente” de la década del ‘60. con un actor de los quilates de Héctor Al­
terio, dio a conocer numerosas obras de
El teatro experimental o independiente, autores argentinos y extranjeros y se con­
que poseía una larga tradición iniciada con virtió en un símbolo de la calidad teatral
La m áscara y el Teatro del Pueblo, creció frente a una abundante oferta de espectácu­
notablemente durante esos años; el Nuevo los mediocres.

En busca del público perdido

Hacia 1960 un grupo de dramaturgos jó­ Juan Carlos Gené, entre otros, debieron
venes, entre los que sobresalían Roberto marchar al exilio e intentar mejor suerte en
Cossa, Osvaldo Dragón, Carlos Somigliana, el exterior, particularmente en España.
Ricardo Halac, Eduardo Pavlovsky y Sergio
En 1981, la experiencia conocida como
de Ceceo, se propuso sacudir la inercia del
Teatro abierto resultó un verdadero desafío
teatro nacional y devolverle el brillo que
a la censura ideológica de una dictadura
había lucido en otras épocas. Para ello acu­
que comenzaba a resquebrajarse. Una serie
dieron a las fuentes del realismo de Floren­
de obras de autores importantes, cuyos
cio Sánchez, enriquecido con la experiencia
contenidos encerraban testimonios y críti­
del cine neorrealista italiano y el teatro tes­
cas de un esquema social objetable, fueron
timonial de algunos autores teatrales con­
presentadas en “El picadero”, sala teatral
temporáneos como Bertolt Brecht y Arthur
que luego fue incendiada, a lo largo de va­
Miller. Los resultados fueron excelentes y el
rios días, con horarios amplios y a precios
teatro argentino dio un enorme salto que
muy bajos. Algunas de esas obras, como
permitió, además, el trabajo frecuente e in­
Gris de ausencia de Roberto Cossa y El
tenso de grandes actores y actrices como
acom pañam iento de Carlos Gorostiza, se
Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Rodolfo
constituyeron en clásicos del teatro breve
Bebán, Oscar Ferrigno, Pepe Soriano, Leo­
argentino.
nor Manso y muchos otros cuya populari­
dad se vio incrementada por la televisión. En los últimos años se ha destacado Ri­
cardo Monti, dos de cuyas obras, Maratón
Los años difíciles dejaron también su se­ y La oscuridad de la razón han sido trans­
llo en el teatro: actores y directores como formadas en óperas y representadas en el
Luis Politti, Walter Vidarte, Héctor Alterio y Teatro Colón.

Sergio de Ceceo y una nueva visión del mundo clásico

Una vida breve y una producción exigua la primera de ellas, llevada al cine por Re-
pero de altísima calidad hacen de Sergio de né Mugica. Prometeo, El invitado y Capocó-
Ceceo una figura particularmente interesan­ mico completan su catálogo dramático.
te en el panorama de la dramaturgia nacio­
nal. Sus creaciones más importantes, El re­ El drama en dos actos El reñidero, estre­
ñidero y El gran deschave, fueron represen­ nado en 1962, es una reelaboración del mi­
tadas en varios escenarios de la Argentina, to clásico de la familia de Agamenón
y también en Londres, Madrid, Nueva York, quien, al regresar de la guerra de Troya en­
Caracas, San Pablo, Río de Janeiro y la cuentra a su mujer unida a otro hombre y
Unión Soviética. Ambas fueron premiadas y recibe muy pronto el peso de la venganza

157
que ella hace ejecutar contra su primer ma­ de esta joven ha sido catalogada en una ti­
rido por el sacrificio que años atrás hizo de pología psicológica de validez universal, se­
su hija Ifigenia, requerido por los dioses gún Sigmund Freud: el “complejo de Elec­
para facilitar su marcha hacia la guerra. Sus tra”, versión femenina del “complejo de
hijos Electra y Orestes toman partido por Edipo”. Ambos “complejos”, aplicados a la
su padre y traman una nueva venganza relación de cada hermano con cada uno de
contra su madre y el amante de esta, que sus padres constituyen el eje de esta versión
se cumple como culminación del proceso argentina del mito.
trágico.
De Ceceo introduce un personaje, el Tra­
Las primeras fuentes griegas, como la pero, que podría resultar un equivalente de
Orestía de Esquilo dan a Orestes una di­ Tiresias, el vidente ciego que aparece en
mensión protagónica que se va diluyendo numerosas tragedias griegas, aunque no en
en las versiones posteriores en favor de su las que son fuentes directas de El reñidero.
hermana, como ocurre en la Electra de Só­ Sus palabras fluctúan entre lo irónico y lo
focles y en la de Eurípides. La personalidad profético.

— Yo, a la noche, abro el atao, saco los trapos y los miro despacito: las costuras... el fo ­
rro... y aprendo a conocerle la índole a los hombres. Taitas que por afuera eran más esti­
raos que cueyo ‘e pavo, p or adentro eran puro remiendo y retazo, cosidos de m ala gana, co­
mo con bronca y vergüenza. (...) En estos días, los hombres no se am asijanpor unos tragos
más, ni p or un naipe, o una hem bra... se am asijan por cosas que traen del nacer. Hoy la hi­
ja se vuelve en contra de su m adre y el hijo, de su padre. Hoy se aparejan herm ano y her­
m ana y la leche que se dan, es leche de sangre.
Sergio de Ceceo
El reñidero, Buenos Aires, Huemul, 1980.

El tradicional bidialectalismo12 de la tra­ cargo de las mujeres; y otro, familiar tam­


gedia griega se refleja, en El reñidero, en bién, pero cargado de porteñismos en la
dos niveles de lengua claramente definidos pronunciación, la morfología y el vocabula­
por el sexo de los personajes: un nivel fa­ rio (no exento de lunfardismos tempranos),
miliar correcto, sin altibajos gramaticales, a para los varones.

Roberto Cossa y el "neogrotesco"

En un reportaje de 1977, año del estreno rrio del sur de la ciudad, en el seno de una
de La nona, su autor, Roberto Cossa familia de clase media baja descendiente de
(1934) afirmaba que llevaba el grotesco inmigrantes italianos, La nona presenta a
muy dentro de su piel y que había llegado una abuela cuya personalidad dista notable­
el momento de mostrar el producto de su mente de los estereotipos reiterados por el
asimilación. Por entonces ya había dado a cine, el tango y el periodismo: la viejecita
conocer Los días de Julián Bisbal, La pata santa, sabia, inspiradora de amor y ternura.
de la sota y El avión negro, mezcla de sai­ Esta nona que carece de nombre propio en
nete y drama testimonial inspirado en el la obra y cuyo aspecto sí puede evocar a las
anunciado e improbable regreso de Perón aludidas ancianas de la tradición popular,
de su largo exilio madrileño. vive en una realidad que pasa sólo por la
comida, que devora incesantemente, provo­
Ambientada en la actualidad, en un ba­ cando desequilibrios económicos en la fa-

12
La tragedia griega se representaba en dos dialectos: el ático, reservado a los parlamentos de los personajes, y
el dórico, a los cantos del coro.

158
milia. A lo largo de un deterioro progresivo, origen italiano radicada en la Argentina y
todos los miembros de la familia trabajan con hijos argentinos, regresa a Italia y allí se
para alimentarla, venden sus bienes y hasta produce una suerte de desencuentro entre
se van muriendo, mientras la abuela, impa­ realidad y fantasía, máscara y rostro, según
sible, sigue reclamando alimentos. los términos del grotesco. Ese desencuentro
se manifiesta en la falta de comunicación
En medio de la falta de piedad que el au­
entre los personajes y en la confusión tem­
tor parece manifestar por sus criaturas, la
poral y espacial de algunos de ellos, parti­
obra se erige como un símbolo, en la visión
cularmente el abuelo, que mezcla la Plaza
de un país que devora a sus propios hijos.
Venezia con el Parque Lezama, juega a las
Gris de ausencia , título tomado de la le­ barajas con un vecino que está a diez mil
tra del tango “Canzoneta”, es una alegoría kilómetros, confunde a Perón con Mussoli-
del exilio y el desarraigo. Una familia de ni y no se da cuenta de que está en Italia.

ABUELO: Cucá osté, don Pascual. Spada e triunfo. Termenamo el partido e dopo no va-
mo a piazza Venechia, ¿eh? Agarramo por Almirante Brown... cruzam o Paseo Colón e no
vamo a cucar a l tute baco lo árbole. Cuando era cóvene, sempre iba a l Parque Lezama. Con
el mió babbo e la mia mamma... Mi herm ano Anyelito... Tuto íbam o al Parque Lezama... E
il Duche salía a l balcón... la piazza yena de quente. E el queneral hablaba e no dicheva:
“Descamisato... del trabaco a casa e de casa a l trabaco”. E eya era rubia e cóvena. E no di­
cheva: “Cuídenlo a l queneral”. E dopo il Duche preguntaba: “¿Qué volete?¿Pane o canune?”
E nosotro le gritábam o: “Leña, queneral, leña queneral”. (...) ¿Cuándo vamo a volver a Ita­
lia, don Pascual? ¿Cuándo vamo a volver a Italia?
R oberto Cossa
Gris de ausencia, en Teatro breve contemporáneo argentino,
Buenos Aires, Colihue, 1988.

En esta línea del “neogrotesco”, que en Defilippis Novoa, se inscriben otras impor­
gran medida es continuación de aquel que tantes obras de Cossa, como Ya nadie re­
se inicia con Trejo y con Pacheco y que ad­ cuerda a Federico Chopin, El viejo criado y
quiere peculiar desarrollo con Discépolo y Yepeto.

1. El mito griego de los Atridas, que aparece en 2. La mayoría de las piezas breves presenta­
los cantos homéricos y en varias tragedias del das en el ciclo Teatro abierto, de 1981, se pres­
período clásico, ha sido retomado en la Argen­ tan para una lectura y una evaluación crítica
tina por Sergio De Ceceo en El reñidero, en la en el marco de un módulo de clase. Se sugie­
década de 1960, y por Ricardo M onti en La os­ re una sesión de teatro leído seguida de un
curidad de la razón, en la de 1990. Se propone debate sobre la obra y la representación de
un análisis comparativo de estas dos obras con alguna de las siguientes obras: Papó querido,
respecto a sus modelos griegos: Agamenón, Las de A ída Bortnik, C ris de ausencia, de Roberto
coéforas y Las eumén/des (trilogía conocida co­ Cossa, El acompañamiento, de C arlos Goros-
mo Orestía); Electro de Sófocles, Electro y Ores­ tiza.
tes de Eurípides. Conviene formar dos equipos,
uno para cada obra argentina. El eje del análi­ 3. En los barrios es frecuente encontrar perso­
sis puede constituirse en el proceso de adapta­ nas que, física y espiritualmente, están cerca de
ción (lugares, personajes, situaciones, secuencias los personajes del grotesco. Se propone una es­
de la acción, recursos) y reescritura del mito, así critura colectiva, en grupos de cinco alumnos,
como en las intenciones que cada autor deja de obras ambientadas en un barrio, con perso­
ver a través de su versión. najes y situaciones grotescas.

159
La cultura popular y las manifestaciones folclóricas

El predominio del tango, el jazz, el bole­ de Quilla Huasy”, y cantantes solistas como
ro y la música brasileña a lo largo de dos Julio Molina Cabral, Jorge Cafrune y José
décadas entre 1930 y 1950, oscureció el de­ Larralde lograban éxitos de venta y difusión
sarrollo y la difusión de manifestaciones de sus discos similares a los que poco
folclóricas. Estas se circunscribían a los ám­ después alcanzarían Mercedes Sosa y la
bitos específicos de cada provincia y muy primera versión de la Misa criolla de Ariel
pocas figuras, como Atahualpa Yupanqui o Ramírez, lejano anticipo del que hace po­
Eduardo Falú, eran ampliamente conocidas co provocó Soledad.
en el país y en el exterior.
Mientras esto ocurría, se gestaba en Esta­
La aparición de los primeros discos del dos Unidos una particular forma de expre­
conjunto salteño “Los chalchaleros” marcó sión musical llamada “rock and roll”, muy
un cambio de rumbo notable. Se populari­ apta para bailar con movimientos acrobáti­
zaron zambas, chacareras, cuecas y otras cos, cuya figura más destacada era Elvis
formas folclóricas recreadas por artistas im­ Presley. Poco después, en Inglaterra, el
portantes como Jaime Dávalos, Ernesto Ca­ cuarteto The Beatles iniciaba una nueva ex­
bezas, Manuel Castilla, “Cuchi” Leguizamón periencia estética que marcaría profunda­
y Ariel Ramírez; se multiplicaron las “peñas” mente el gusto musical de la época.
y los lugares de reunión con comidas, mú­
La vieja comedia musical de historias con
sica y danzas regionales; y la guitarra pasó
final feliz y muchas canciones y bailes de
a ser un elemento indispensable en toda
melodía pegadiza se transforma y adquiere
reunión de jóvenes.
un tono de denuncia, protesta y rebelión,
Algunos grupos vocales como “Los fron­ que se inicia con Amor sin barreras, y cul­
terizos”, “Los Huanca Huá” y “Los cantores mina con H air y Jesucristo Superstar.

Un fenómeno llamado rock nacional

Con algunos elementos del rock nortea­ Podría afirmarse que, como fenómeno
mericano, no pocos tomados de los Beatles, de cultura popular, este es sólo comparable
y un acento puesto en el mensaje de sus le­ al del tango, entre 1930 y 1950, y al del fol­
tras, a menudo de tono rebelde, surge, a clore entre 1950 y 1970, sin olvidar al de los
principios de los 70, un movimiento musical baladistas como Sandro, Palito Ortega y
cuyos ecos aún resuenan en manifestaciones Leonardo Favio, que florecieron en la déca­
actuales: el “rock nacional”, producto típica­ da de 1960.
mente argentino por la variedad de sus orí­
genes, que inicia la era de los recitales masi­ Hoy, la llamada “música tropical”, inspi­
vos en lugares destinados a otras actividades, rada en ritmos vivaces como la cumbia co­
como estadios o espacios públicos. lombiana pero con marcado color local, y
los “cuartetos” de origen cordobés, que ya
Charly García, Litto Nebbia, Nito Mestre,
incluyen más músicos que los tradicionales
Luis Alberto Spinetta son nombres asocia­
cuatro que se integraban con los cantantes
dos con una forma particular de concebir la
solistas, tienen su lugar de manifestación
música; “Sui generis”, “Serú Girán”, “Vox
más notable en las “bailantas”, lugares de
Dei”, conjuntos que marcaron huellas pro­
concentración masiva de público que baila
fundas en el desarrollo de ese tipo de mú­
y se divierte con sus ídolos, generalmente
sica que enmarca textos de alta calidad
de vida efímera.
poética y fuerte sentido testimonial.

160
De todos modos, Charly García y los vie­ y la luz de Astor Piazzolla brilla en los grande
jos rockeros siguen convocando multitudes auditorios y en los pocos reductos de buen
en sus recitales, se reeditan discos de Sandro tango que quedan en las ciudades argentinas.

1. Se propone la compilación de una antología 2. Los recitales masivos, con sus distintos matices
comentada de letras de rock nacional escritas de alegría y violencia, con la sombra de la
en los últimos treinta años. Para ello, los alumnos muerte en no pocas oportunidades, merecen un
se dividirán en equipos, cada uno de los cuales análisis de corte social. Se sugiere a los alumnos,
tra b a ja rá sobre uno o dos autores. Las letras trabajando en forma individual o en grupos, que
se agruparán por temas (el amor, la vida y la escriban informes sobre sus experiencias perso­
muerte, la memoria y el olvido, la sociedad, nales en encuentros de este tipo o que expresen
la guerra y la paz, los conflictos generaciona­ sus opiniones sobre los mismos. El profesor toma­
les) y se colocarán notas aclaratorias o críticas rá nota de las ideas más importantes o más fre­
a cada una de ellas. cuentes que aparezcan en esos informes y a par­
tir de ellas organizará un debate en el curso.

Frente al nuevo milenio

Las nuevas generaciones literarias argen­ sica de Gerardo Gandini, y luego Plata que­
tinas viven la ruptura de las vanguardias y mada, inspirada en un episodio policial
la extinción de ese fenómeno inasible lla­ acaecido en los años 60, que es llevada al
mado posmodernismo*. cine por Ricardo Piñeyro.

En poesía coexisten líneas sociales, neo- Algo similar ocurre en el teatro, donde la
rrománticas y experimentales, con formas y palabra sigue teniendo vigencia por sobre
significados abiertos a la discusión. la espectacularidad vacía de las posturas ex­
tremas y siguen interesando las historias
En la narrativa hay una tendencia a re­
que implican al espectador por sus vínculos
crear la historia del país a través de las his­
con la vida cotidiana.
torias personales. Las novelas de Manuel
Puig, César Aira, Juan José Saer y Abel Posse, El periodismo político invade campos li­
entre muchos otros, dan testimonio de ella. terarios con obras de crítica y denuncia, y la
televisión promueve una cultura de consu­
Andrés Rivera rescata, en La revolución
mo cargada de frivolidad y carente de sen­
es un sueño eterno, la figura de Juan José
tido estético.
Castelli en el ámbito políticamente incierto
del Buenos Aires que logró un gobierno
Vivimos un fenómeno de cultura de ma­
criollo pero no decidió el tema de la in­
sas y de hiper información cuyos resultados
dependencia y la Constitución; y en The
concretos no estamos aún en condiciones
farm er, la vejez de Juan Manuel de Rosas
de evaluar con mediana certidumbre. Una
en su exilio inglés.
clara comprensión de la evolución cultural
Ricardo Piglia, creador de climas espe­ argentina desde sus raíces ayudará a todos
ciales, luego del éxito de Respiración arti­ a comprender esto que hoy nos rodea y a
fic ia l publica La ciudad ausente, que tiem­ corregir con seguridad los rumbos equivo­
po después se convierte en ópera con mú­ cados.

161
Otros textos

La cusu

TERE: Bueno, pusimos un aviso en el diario, ¿sabés? ¡Llegaron dos!


ELENA: ¡Qué suerte!
TERE: Para qué te voy a contar, ¿no? Cuando vieron que la casa tenía seis habitaciones, die­
ron media vuelta y se fueron.
ELENA: ¡Qué barbaridad!
TERE: ¡No, si ya no se puede vivir! ( Las dos están de completo acuerdo .)
ELENA: ¡Realmente, che! ( Pausa .) ¿Querés tomar una copita de algo? {ELENA, que se había
sentado, se levanta en dirección a l barcito .)
TERE: ¡No, che! ¡Para qué te vas a molestar! ( ELENA trae igual, durante el diálogo siguien­
te, botella y copitas; luego sirve a TERESA) ¿Y tu marido? ¿Qué tal?
ELENA: ( Recuerda e instintivamente mira el teléfono.) ¡No sé, todavía no ha llegado! Es de
lo más extraño. Cuando no puede venir, siempre avisa.
TERE: (En voz confidencial.) ¿No se habrá ido por allí, che? (Ríe estúpidamente.)
ELENA: ¡Luis! ¡Qué esperanza! ¡Entonces vos no lo conocés!
TERE: ¿Siempre es tan serio?
ELENA: ( Con una sonrisa) Casi aburridor.
TERE: Si vos lo decís... tendrás tus razones... ( Ríen tontamente las dos)
ELENA: Pero es un buen hombre.
TERE: Eso es algo, ¿no es cierto? (La misma risa, menos intensa .)
ELENA: Ya lo creo... Hoy en día hasta ellos escasean. (Ríen tontamente las dos)

C arlos G orostiza
El puente, Buenos Aires, Kapelusz, 1995. (GOLU)

V ariacion es so b re el tiem po

Liemos luchado a veces cuerpo a cuerpo.


Nos hemos disputado com o fieras cada porción de amor,
cada pacto firm ado con la tinta que fraguas en alguna
instantánea eternidad,
cada rostro esculpido en la inconstancia de las nubes viajeras,
cada casa erigida en la corriente que no vuelve.
Lograste arrebatarm e uno por uno esos desmenuzados
fragm entos de mis templos.
No vacíes la bolsa.
No exhibas tus trofeos.
No relates de nuevo tus hazañas de vergonzoso gladiador
en las desmesuradas galerías del eco.
Olga O rozco

Mutaciones de la realidad, Sudamericana, Buenos Aires, 1979.

D av id ca n ta su salm o

El que mata, mata por algo, p or alguien, por lo que sea, pero mata por algún motivo. ¿Por
qué mató Camilo Canegato a Rosaura? Ahí está la cosa, a h í está el problem a. ¿Ustedes lo sa­
ben? Sea franco. No lo saben. La ban tenido a la señora Milagros como testigo, hágam e el
favor. Les habrá dicho que, mire, com o si la oyese, un alm a de cántaro, un pobrecito, inca­
p a z de m atar una mosca, incapaz de hacerle m al a nadie, correctísimo, perfecto, pero que
“in ipsis rebus veneris” (en latín, “en las cosas mismas del am or”) se estrangula a la novia
la misma noche de bodas, así, como quien se toma un vaso de agua. Claro, habrá sido un
rapto de locura, habrá sido una cosa rara que le salió de repente, como un grano en el pes­
cuezo. ¿Y eso tiene lógica? La vida, mi amigo, la vida es la rueda del Karma. Todo procede
de un antecedente, todo es el antecedente de una consecuencia futura. Un acto, aunque
aisladam ente considerado parezca arbitrario, ilógico, paradojal, en rigor es lo que tiene
que ser dentro de la cadena de la causación universal. Le habrá encontrado justificación
a l crimen de Camilo diciendo que era ella la que, ¿no es cierto? Claro, la apelación a l di­
funto. Como Rosaura no puede defenderse, es muy fácil.

M arco Denevi
Rosaura a las diez, Buenos Aires, Corregidor, 1988.

163 ■i
LA LITERATURA, EL HOMBRE Y EL PAISAJE

Objetivos
1. A d q u irir la e x p e rie n c ia d e a p lic a c ió n d e una m e to d o lo g ía d e tra b a jo a d e c u a d a a la
inve stig ació n d e fenóm enos culturales p o r p a rte d e los alumnos del Polimodal.

2. Lograr un conocim iento pa n o rá m ico d e la literatura argentina, a m p lia to rio del que puedan
obte n e r a p a rtir del libro, centrado en los aspectos regionales y sociales de nuestro país.

3. Incentivar la producción d e textos d e distinto tip o (informes, reseñas, críticas, reflexiones,


narraciones, descripciones) m otivados en las lecturas efectuadas durante la investigación.

4. C o n o c e r a los escritores que viven o han vivid o en la región, p ro vin cia o ciudad en la
que los alumnos están cursando sus estudios; leer sus obras y e sta b le ce r una c o m p a ra ció n
con otras d e otras regiones.

5. D escubrir los vínculos que un autor m an tie n e con su lu g a r d e o rig e n y que vuelca en las
actitudes d e sus personajes y en la visión e sp a cial y te m p o ra l d e l paisaje.

Hipótesis de trabajo
1. Existe un vínculo p a rtic u la r e n tre el escrito r y el lugar d o n d e transcurren sus ficciones,
espe cialm e n te si ese lu g a r es el d e su n a cim ie n to o re sidencia hab itu a l.

2. Existe un vínculo p a rtic u la r que el escrito r e sta b le ce e n tre los personajes y los grupos
hum anos d e su o b ra y el p a is a je en el que esta se encuadra.

3. Existen diferencias de calidad e intensidad d e los vínculos entre el escritor, los personajes y el
paisaje, de acuerdo con el género al que pertenezca su obra.

Metodología de trabajo
I. Los alumnos se a g ru p a rá n en seis equipos.

II. Se p ro p o n e un re c o rte d e l tem a según dos c rite rio s: el re g io n a l a rg e n tin o y el g e o -


g rá fic o -s o c ia l; c a d a crite rio te n d rá seis subdivisiones, d e m odo que c a d a e q u ipo tra b a ja rá
sim u ltá n e a m e n te con uno re g io n a l y uno g e o g rá fic o -s o c ia l.

- C rite rio re g io n a l arge n tin o : - C rite rio g e o g rá fic o -s o c ia l:

1. C iudad d e Buenos Aires 1. El hom bre y la gran ciudad


2. Pampa húm eda 2. El hom bre y la pe q u e ñ a ciudad
3. C e n tro y N oroeste 3. El hom bre y la llanura
4. M e s o p o ta m ia 4. El hom bre y la m ontaña
5. Cuyo 5. El hom bre y la selva
6. P atagonia 6. El hom bre y el río

164
III. Se establecen pautas generales p a ra la form ación d e un Corpus y p a ra su análisis.

1. Se o rg a n iz a un relevam iento d e escritores, con d a to s sobre su vid a y obras, que vivan o


hayan vivid o en la re g ió n to m a d a com o re fe re n cia p a ra c a d a equipo.

2. Se hace una selección d e textos d e dichos escritores.

3. Se toma, de acuerdo con una primera lectura de los textos, uno d e los temas agrupados se­
gún criterio geográfico-social, preferentemente el que con mayor frecuencia aparezca en los tex­
tos seleccionados.

4. Se p ro ce d e al análisis d e dichos textos, te n ie n d o en cuenta:

- Aspectos form ales y g e n é rico s (prosa o verso, g é n e ro lírico, n a rra tiv o o teatral).

- M o d o s d e representación d e la re a lid a d u rb a n a o rural (aspectos externos, paisajísticos,


interiores, psicológicos y sociales).

- Vínculos del autor con el p a isa je y la gente; vínculos d e los personajes con el p a isa je y la
gente; otros vínculos.

- Análisis de caracteres locales de las obras leídas: tipo de paisaje y tipo de población; calles (o
senderos) y edificios; oficios típicos de los pobladores; costumbres personales y sociales.

- C o m p a ra ció n con obras d e escritores consagrados.

H abrá un corpus de base, que servirá como referente regional y g e o g rá fic o social. Se sugieren
algunas d e las siguientes obras:

M a n u e l M u jic a Láinez, Misteriosa Buenos Aires


Roberto A rlt, Aguafuertes porteñas
F ernando G u ib e rt, Poeta al pie de Buenos Aíres
José A ntonio W ilde, Buenos Aires desde setenta años atrás
A rturo C a p d e v ila , Córdoba del recuerdo
Roberto J. Payró, Pago C h ico y Nuevos cuentos de Pago Chico
G ustavo G a b rie l Levene, N iñ ez en Catam arca
Joaquín G ó m e z Bas, Barrio gris
Ricardo Güiraldes, Rosaura y Don Segundo Sombra
Benito Lynch, El inglés de los güesos y El romance de un gaucho
Vicente B arbieri, El río distante
M a rc o s Sastre, El Tempe argentino
H oracio Q u iro g a , Cuentos
Juan C a rlo s D ávalos, Cuentos
Joaquín V G o n z á le z , M is montañas

IV. Conclusiones. C a d a e q u ipo e la b o ra rá un inform e con los análisis d e los textos elegidos
y la co m p a ra ció n d e uno o varios d e la lista d e referentes. Esos inform es se le e rá n fre n te
al curso y se e stable ce rá un d e b a te fin a l c o o rd in a d o p o r el profesor.

V Producción. C a d a alum no e la b o ra rá un texto (narrativo, poético, descriptivo, crítico, satí­


rico, teatral) inspirado en algunos caracteres del lugar d o n d e vive.

165
agón: En la tragedia griega, diálogo en el que se epopeya: composición narrativa en verso, de
discuten problemas de fondo y en el que cada considerable extensión, en la que se destaca la
personaje sostiene una posición francamente figura de un héroe, como la lita d a , la O disea, y
opuesta a la del otro. el P oem a d el Cid.
alegórico-testimonial: alegórica es la composi­ erótica (poesía): rama de la poesía lírica cuya
ción que se maneja con símbolos; testimonial, la temática es el amor y la belleza corporal,
que trata de reflejar una realidad determinada estilo: tipo de canción criolla, lenta y nostalgio-
(política, social, económica); en E l m atad ero se sa, en ritmo temario.
dan ambas características,
evolucionista: teoría que explica la aparición
apostrofe: invocación breve dirigida a llamar la del hombre como resultado de la evolución de
atención del interlocutor o interrumpirlo. especies animales inferiores, y se opone a las
barroco: estilo literario, plástico y musical que versiones religiosas de esa aparición,
floreció en los siglos XVII y XVIII, caracterizado existencialismo: movimiento filosófico con­
por la abundancia de elementos decorativos. temporáneo que procura resolver el problema
(Ver P a n oram a d e los m ovim ien tos literarios. del ser centrándose en el análisis de la existen­
D esde la A n tig ü ed ad clá sic a h asta e l siglo XX. cia del hombre. Tuvo importantes manifestacio­
Buenos Aires, Kapelusz, 1999 ) nes literarias.
burguesía: clase social medianamente acomo­ farsa: obra concebida para el teatro en la que
dada. personajes caricaturescos o grotescos y situa­
canon: modelo o norma al que que las artes y ciones reideras conforman una visión crítica
las letras se ajustan en un determinado momen­ de la sociedad.
to de la historia cultural. farsátira: término creado por el escritor Agustín
cifra: tipo de canción con melodía muy simple Cuzzani para referirse a las farsas más agudas o
que, en forma estrófica de décimas, solían em­ violentas, como las que él escribía,
plear los payadores de la zona pampeana. federal: sistema político en el cual un país está
Commedia delTarte: forma del teatro italiano dividido en regiones o provincias con una auto­
de fines de la Edad Media y comienzos del Re­ nomía regulada por la constitución y las leyes,
nacimiento donde ciertos personajes típicos (una fluir de la conciencia: recurso propio de la na­
joven bella, un viejo rico enamoradizo, un ton­ rrativa contemporánea, por medio del cual el au­
to) viven situaciones risueñas y previsibles, y cu­ tor muestra las situaciones tales como se presen­
yos parlamentos son improvisados por los acto­ tan en el pensamiento, de forma caótica o fuera
res, sobre un esquema argumental previo, de las estructuras sintácticas.
discurso poético: forma de expresión particu­ folletín: novela publicada por capítulos en un pe­
lar de la poesía. (Remitimos a Carmen Bavio, El riódico o revista, a menudo con ilustraciones,
im perio d e la su bjetiv id ad . E l discu rso p oético.
galicismo: palabra, frase o construcción sintác­
Buenos Aires, Kapelusz, 1999.)
tica copiada de la lengua francesa y no aceptada
Edad de Oro: en la mitología clásica, época ini­ por la Academia Española,
cial de la civilización, en la que el hombre vivía
gato: danza criolla de ritmo vivaz, que se baila
en contacto con los dioses y la tierra brindaba
en pareja.
sus frutos sin esfuerzo.
grotesco: modo de presentación de las situacio­
égloga: composición poética de asunto pastoril,
nes dramáticas que apela a los grandes contras­
epicúreo: perteneciente al epicureismo, movi­ tes de la personalidad humana, recargando
miento filosófico fundado por Epicuro en Atenas, aquellos rasgos que provocan a la vez risa y
en el siglo III a. C., según el cual el objetivo del compasión.
hombre es hallar la felicidad, entendida como
huella: danza criolla de ritmo cadencioso.
“ausencia de preocupaciones”, y lograr el placer.

166
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A ra, G uillerm o, Leopoldo Lugones. Buenos Aires, La Mandrágora, 1964.
A rrieta, R afael A lberto (d ire cto r), Historia de la literatura argentina. Buenos
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B osch , M ariano, Historia de los orígenes del Teatro N acional Argentino y la
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Kapelusz Editora S. A. dio término a la presente edición en el mes de Febrero de 2001


en Quebecor Impreandes, Santa Fe de Bogotá, Colombia.
K E 1928
r

O tros títulos:

L O S JU E G O S D E L L E N G U A JE
El discurso literario
A licia Susana M ontes de F aisal

L IT E R A T U R A Y R E P R E S E N T A C IÓ N
E l discurso dramático
A na Bravo - Jav ier Adúriz

N O -S Í E S T O Y D E A C U E R D O
Claves de la argumentación
Vicente José D urante

E L V IE JO O F IC IO D E C O N T A R H IS T O R IA S
E l discurso narrativo
A licia Susana M ontes de Faisal

E L T E X T O IN S T R U M E N T A L
Q raciela P ian tan ida
M ónica C. de Rojo

EL IM P E R IO D E L A S U B JE T IV ID A D
El discurso poético
Carm en Bavio

L A L E N G U A EN L O S M E D IO S D E
C O M U N IC A C IÓ N
D ébora Clxomski - Diego Levis

P A N O R A M A D E L O S M O V IM IE N T O S L IT E R A R IO S
Desde la Antigüedad clásica hasta el siglo X X
A lfredo E . Fraschini

E L E N SA Y O O LA S E D U C C IÓ N
D E LO D IS C U T IB L E
A na Bravo - Jav ier Adúriz

G R A M Á T IC A PA R A JÓ V E N E S
El análisis sintáctico. Teoría y práctica
M aría Silvia Chozas

T E X T U R A D E ID E A S
La modernidad en cuestión
Vicente José D urante

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