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Curso

básico de
Astrología
clásica

Pepa Sanchis

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Introducción

1-Astrología y ciencia

Dos paradigmas científicos distintos

La física imperante desde el siglo XVIII ha seguido un paradigma mecanicista. Con Descartes se desarrolla
una forma de pensamiento analítica y, por ende, fragmentaria. La física atómica que divide la materia has-
ta sus partículas más pequeñas fomentó ese tipo de perspectiva del universo. Esa forma de pensamiento
se apoya sobre dos presupuestos:

A-La separación entre el sujeto y el objeto:


Se presupone que no hay relación entre el observador y el objeto observado, y que el primero no
puede influir sobre el segundo. Las leyes de la física son inmutables y si pongo una olla a calentar el
efecto será el mismo lo mire quien lo mire. Incluso se puede prescindir del observador humano y el
resultado será el mismo. Las leyes físicas son absolutamente objetivas (objetividad fuerte).

B-La dualidad:
Todo se puede dividir. La materia está compuesta de átomos y moléculas. Sólo existe una causali-
dad local que depende de las leyes de la física. La casualidad no es más que el cruce ocasional y no
significativo de series causales independientes (Cournot). Cada subdivisión se puede analizar sepa-
radamente y en relación exclusivamente con su propia serie causal. Estamos en el mundo de la di-
versidad y el dua-lismo.

Sin embargo, la física actual apunta a otras conclusiones: donde pensábamos encontrar los átomos, como
partículas diminutas de la materia, contrapuestos al vacío, tenemos campos de energía. La diferencia entre
materia y energía ya no es tan tajante. Ni entre materia y vacío. De hecho del vacío pueden surgir partícu-
las. Lo que existe quizás sean funciones de ondas que ocasionalmente se localizan en forma de partícula.

Por otro lado, las cosas no parecen tan autónomas como se creía. Supongamos dos fotones X e Y proyec-
tados en direcciones distintas y supongamos que exista una relación de conservación entre ellos (por ejem-
plo, que su spin sea igual a cero). Según la física clásica es imposible que Y esté informado de lo que le ocu-
rre a X. Son elementos ya separados y proyectados en direcciones opuestas. Para que Y esté al tanto de lo
sufrido por X tendría que haber una transmisión de información. Son dos procesos distintos y susceptibles
de ser estudiados separadamente. Este era el punto de vista de Einstein en su controversia con Niels Bohr.

Sin embargo, no es así: si se toma un par de fotones que tengan una correlación entre ellos, la medida de la
polarización del primero, X, implica que el segundo quedará automáticamente polarizado de manera per-
pendicular al primero, sin que haya relación de causa y efecto ni transmisión de información entre ellos.

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En 1981 y en 1981, Alain Aspect (en el instituto de óptica de Orsay) demostró que así era
(http://es.wikipedia.org/wiki/Alain_Aspect). Eso era la prueba de que cuando se observa una partícula X y
se la saca de su indeterminación, la partícula Y sufre una modificación sin que intervenga una influencia
causal directa (como en el caso de las bolas de billar). Esto sugiere que en el nivel más sutil de la materia
podría existir un campo unificado en el que, de alguna manera, cada punto tiene de manera holográfica
TODA la información. No es necesario que haya una influencia directa de X sobre Y, ni transmisión de
información, para que Y esté determinado por X.

Este punto es muy importante, porque es un concepto totalmente distinto del universo: frente a la visión
del universo que se nos daba hasta ahora, un universo frío y mecánico, donde las cosas no estaban relacio-
nadas entre ellas, se nos sugiere ahora la posibilidad de un universo que sería realmente “universo” (“uni-
versus” en latín significa “todos a una”). Esto sería un universo significativo y en el que las cosas estarían
relacionadas en el nivel más profundo. No se necesitaría intercambio de energía mecánica ni de informa-
ción entre ellas, pues estarían siempre conectadas. Por eso si se descripta la información que da cada una
de ellas, se puede conocer la información pertinente respecto a la otra.

Las fuerzas físicas

En física se habla de 4 tipos de fuerza:

1-Gravitacional: atracción entre los cuerpos (por ejemplo: la gravedad)


2-Fuerza nuclear fuerte: interacción entre los protones y neutrones.
3-Fuerza nuclear débil (termonuclear por ejemplo)
4-Electromagnética

Se supone que no pueden existir más fuerzas que esas 4. Si intentamos dilucidar cuál de ellas explica el
fenómeno astrológico, nos encontraremos con un serio problema. Veamos las siguientes pegas:

1-Los planetas no ejercen sobre los seres humanos ninguna influencia gravitacional (están muy lejos),
tampoco electromagnética (por la misma razón). Y aún menos la nuclear fuerte o débil. Incluso en el
caso de que así fuera, resultaría peliagudo explicar por qué Saturno me deprime y Venus me pone alegre.

2-Ese tipo de fuerzas (gravitacional, nuclear etc.) se aplican sobre objetos concretos y no afectan a aque-
llos que no están presentes por el simple hecho de tener relación con el primero. Por ejemplo, suponga-
mos que tengo una cazuela con su tapadera: si pongo la cazuela al fuego y la tapadera está a más de 1000
kilómetros, la tapadera no se va a calentar. El hecho de que exista una relación entre A (cazuela) y B (tapa-
dera) no hace que la energía aplicada a A (calor) se transfiera a B.

Sin embargo, la astrología no funciona así. En un tema astral hay sectores que describen al sujeto, su casa,
sus medios de transporte etc. Si la carta del nativo anuncia problemas en sus medios de transporte para un
momento dado, es posible que su coche sufra una avería. Incluso aunque esté a miles de kilómetros de
distancia. Ninguna energía física puede actuar sobre un objeto situado lejos del sujeto por el simple motivo
de que el primero pertenece al segundo. Es decir: si le doy una descarga eléctrica a Pedro que está en Es-
paña, su coche, que se halla en Alemania, no va a recibirla. Y tampoco a la inversa.

3-Las energías físicas no son discriminativas por motivos sociales. Es decir: si someto a 1000 personas a la
misma descarga eléctrica, puede haber resultados distintos por la naturaleza biológica de cada cual, pero la
descarga no perdonará al uno por ser poeta y freirá más al otro por ser director de banco.

Pero la astrología sí funciona así: supongamos que un ingreso solar (un tipo de carta que se levanta para
conocer los acontecimientos del año) anuncia la muerte del presidente. Hay elecciones ese año y el que
fallece es el segundo presidente del año. ¿Por qué esa “energía” mató al uno y no al otro? Y lo más gordo:
¿Cómo sabía esa energía quién era el presidente? ¿Les pidió el carnet de identidad? No nos perdamos ese
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detalle: si el país tiene 180 millones de habitantes, es realmente asombroso que una energía física sepa
encontrar al único de los 180 millones que es presidente.

Otro caso: imaginemos a una señora que tiene un marido. Su carta anuncia problemas de salud para su
marido en determinado periodo. ¿Cómo sabe esa supuesta energía emitida por los planetas quién es su
marido? ¿Esta vez la energía física pidió el libro de familia?

4-Los procedimientos de prognosis de la astrología son simbólicos, no reales. Por ejemplo, en cierto tipo
de técnica (las direcciones primarias) se avanza todos los planetas de la carta natal un grado ecuatorial por
año. Existe el simbolismo de que un grado es igual a un año. Es decir: si el astrólogo me dice que en mi
carta Júpiter está en estos momentos “en cuadratura en primarias a Saturno”, esto no tiene nada que ver
con el cielo actual, ni con la posición en dicho cielo de Júpiter y Saturno, los planetas reales. Tampoco es la
posición donde estaban esos planetas el día de mi nacimiento, pues el astrólogo ha avanzado esa posición
un grado ecuatorial por año.

Así que el astrólogo me está hablando de un planeta que no está ni donde estaba el día de mi nacimiento,
ni donde está ahora en el cielo real. Está en una posición simbólica.

¿Realmente hay alguien que crea que un físico va a tragar eso? ¿Va a creer que me ocurre esto o aquello
porque el astrólogo dice que los planetas están en un sitio donde no estaban el día del nacimiento ni están
en la realidad actual, una posición simbólica? Es un insulto a su inteligencia.

Conclusión

Realmente, suponer que el fenómeno astrológico se explica por un tipo de energía que emana de los plane-
tas, una energía que aún no se ha descubierto, sería posible. Pero pretender que esa energía física hace
además cosas que ninguna energía física hace, como afectar a seres u objetos relacionados indirectamente
con el sujeto (y sometidos ellos mismos a otra energía distinta) y saber discriminar los sujetos a los que va a
afectar siguiendo criterios sociales y no biológicos (por ejemplo: el presidente del país, o el marido de fula-
nita) parece ya un chiste.

Y es que, por el camino, nos hemos perdido un detalle muy importante: la astrología clásica dice, por ejem-
plo, que el corazón es análogo al Sol, pero no dice en ningún momento que salga del Sol ningún rayo espe-
cial que afecte más al corazón que a los demás órganos. La palabra utilizada desde la antigüedad es “aná-
logo” al Sol. “Analogía” no es influencia directa, física, sino un parecido. La definición de analogía que en-
contramos en la wikipedia es: “Analogía, del griego αναλογíα (ana -reiteración o comparación- y logos,
razón), significa comparación o relación entre varias razones o conceptos; comparar o relacionar dos o más
seres u objetos, a través de la razón, señalando características generales y particulares, generando razona-
mientos basados en la existencia de semejanzas entre estos, aplicando a uno de ellos una relación o una
propiedad que está claramente establecida en el otro.”

¿Cómo se puede entender la analogía? Pongamos un ejemplo: imaginemos dos copos de nieve semejantes
el uno al otro. Si uno de ellos pudiera pensar, al ver el otro sabría cómo es él mismo. Y si lo viera fundirse
al sol, podría imaginar lo que le iba a ocurrir a él. Esto es lo que nos dice la astrología: no hay influencia
directa, pero puesto que A y B se parecen, B puede saber muchas cosas de sí mismo observando a A.

Me dirán que dos copos de nieve tienen un parecido lógico, pero que no ocurre lo mismo entre los seres
humanos y los planetas (que pertenecen a categorías claramente distintas). Veamos pues otro ejemplo de
cómo funciona esto: imaginemos a un hombre en una estación. Viene de una tribu lejana y no entiende
nada de nuestra civilización. Sin embargo, ve que cuando las manecillas del reloj están en tal o cual posi-
ción, llega el expreso de Málaga o el de Barcelona. Este hombre tal vez acabe creyendo que el reloj es un
instrumento mágico que hace llegar trenes, pero no es así. Nosotros sabemos que reloj y trenes están sin-
cronizados sobre una misma variable, el tiempo, y que por eso coinciden, aunque ni A causa a B ni B a A. Es

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esa sincronización respecto a una misma variable la que explica que dos cosas tan distintas (reloj y tren),
que no interactúan entre ellas, puedan usarse para saber algo la una de la otra: el reloj para saber si va a
llegar el tren o el tren pasa saber qué hora marca el reloj.

Cabe pues descartar completamente una influencia física de los planetas sobre los seres humanos o sobre
los objetos o países. La astrología es una ciencia demasiado simbólica para que sus efectos se puedan ex-
plicar por medio de una energía física.

Extrapolando el experimento de Alain Aspect y suponiendo que sí hay un plano sutil de la materia en el
que no existe la dualidad, sino la uni-versalidad (en su sentido etimológico), podemos pensar que hay
una conexión profunda entre todas las cosas. Si ese plano existe, si todo es uno y todo está conectado, si
cada punto del universo tiene una información subliminal y holográfica en cada momento de todos los de-
más puntos del universo, si el universo ya no es algo frío y mecánico con cosas dispares sin relación entre
ellas, entonces sí podemos creer en la astrología.

De alguna manera esto sería como un solo y único cuerpo que manifiesta un mismo sentimiento de mane-
ras distintas, pero con idéntica intencionalidad. Puedo decir: “Me alegro de verte”, y esa alegría la transmi-
tiré a través de mis palabras, del tono de la voz, de la expresión del rostro, de la posición del cuerpo. Son
códigos distintos y ninguno causa al otro, pero todos transmiten cada uno a su manera la misma idea: la
alegría de verte. Planetas y seres vivos serían por lo tanto códigos distintos de un mismo cuerpo que
transmiten un mismo mensaje.

Entonces el planeta sería sólo una señal, como lo era el reloj del ejemplo, no una causa. Viendo esa señal
podemos saber lo que va ocurrir, no porque ella (la señal) lo cause, sino porque ambos (planetas y seres
vivos) estamos sincronizados sobre la misma variable, a la que llamaremos X. La pregunta entonces ser-
ía: ¿Cuál es esa variable sobre la que estamos sincronizados?

2-Astrología y neoplatonismo

La astrología no nació de una mente científica en el sentido actual de la palabra. Esa manera que tienen las
ciencias físicas tradicionales de ver la realidad -como una suma de pequeñas partículas separables y clara-
mente diferenciadas, metidas cada una en sus propias series causales autónomas- no es la propia de la
astrología. Para la astrología no existe la di-versidad (di = dos), sino un uni-verso (“universus” en latín signi-
fica “todos a una”). La forma de pensamiento de la que nace es el pensamiento mágico tal como lo cono-
ció la humanidad en los albores de su historia. Sí, he dicho “mágico”. No tengamos miedo a las palabras.

El pensamiento mágico tiene dos leyes fundamentales según el antropólogo Frazer (“La rama dorada”).
Cito textualmente al autor:

1- Ley de semejanza: “Si analizamos los principios del pensamiento sobre los que se funda la magia, sin
duda encontraremos que se resuelven en dos: primero, que lo semejante produce lo semejante o que los
efectos semejan a sus causas”.

2-Ley de contacto: “y segundo, que las cosas que una vez estuvieron en contacto se actúan recíprocamen-
te a distancia, aún después de haber sido cortado todo contacto físico”. Para el hombre primitivo, todo es
uno y todo se tiene. Si nos fijamos en esta segunda ley y volvemos a leer después el experimento de Alain
Aspect ya citado, se puede comprender que aquellos a los que Frazer llama repetidamente “salvajes” tal
vez no iban tan desencaminados.

La mente astrológica –con sus analogías- funciona así: lo que se parece experimenta procesos parecidos
(ley de semejanza o magia imitativa). Si el Sol es analógico al corazón, lo que le pase al Sol también le pa-
sará al corazón. Para lograr esto, no hace falta que parta del primero ningún rayo que actúe sólo sobre el
corazón de Juan y no sobre el de Pedro. Y si esas cosas suceden, si existe ese parecido entre nosotros y los

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planetas, es porque existe una conexión profunda entre ellos y nosotros (ley de contacto): el origen uni-
versal.

La astrología nace pues de un pensamiento mágico y, puesto que su etapa de formación más importante
coincide con el helenismo, está profundamente impregnada de neoplatonismo, así que, para entender el
pensamiento astrológico, tenemos que conocer primero la filosofía sobre la que se sustenta.

¿Cómo imaginan el universo los neoplatónicos? Consideran que hay 3 hipóstasis:

-La primera hipóstasis es el Uno, es decir, Dios. Ese Dios (muy abstracto, por cierto) es el origen de todo,
pero él sólo ES: no es esto o aquello, sino la esencia en su grado más puro. Es un ente que simplemente
existe sin movimiento, ni acción alguna, ni siquiera pensamiento, porque si tuviera alguna de esas cosas
dejaría de ser el Uno. Dice Plotino: “Porque el que es absolutamente uno no tiene en qué ejercitar su activi-
dad: estando solo y a solas, se estará completamente quieto. En cuanto actúa, comporta diversidad. Si
hubiera diversidad, ¿qué haría? ¿A dónde avanzaría? Y por eso quien actúa, o debe actuar en otro, o debe
ser múltiple, caso de que haya de actuar en sí mismo. Mas si no avanza un paso hacia otro, se estará quie-
to. Pero si está quieto en absoluta quietud, no pensará. Por tanto, el pensante, cuando piensa debe estar
en dos”. Lo que nos viene a decir es que en el Uno no puede existir la diversidad (dejaría de ser uno), ni el
movimiento ni el pensamiento.

Es importante entender ese concepto, porque diversidad/movimiento/pensamiento suponen cambio, ya


que “cambiar” es pasar de un estado a otro o de una situación a otra. Por lo tanto, a partir del momento
en que uno hace algo, está cambiando, pues hace una cosa que no había hecho antes. Esto por sí mismo
engendra la dualidad, ya que, de todas las cosas que haga, algunas serán mejores y otras peores. Como
mínimo existe la dualidad entre no realizar ese acto y realizarlo. Ahora bien, en cuanto uno entra en la dua-
lidad, entra en el bien y en el mal. Y en la muerte. Porque todo lo que puede cambiar es mortal. La enfer-
medad no es otra cosa que el cambio de un estado perfecto de equilibrio a uno imperfecto. La vejez tam-
bién es cambio. Y la muerte. Sólo lo que no cambia no puede morir.

Así pues el “Uno primordial” (el Dios en su sentido absoluto) no puede cambiar: es simplemente esencia.

Es posible que el lector no sea creyente, pero la palabra “Dios” en este contexto no tiene las mismas conno-
taciones que en las religiones que conocemos. Más bien alude a un estado de la energía previo a la mani-
festación de dicha energía.

-La segunda hipóstasis, la mente: Para los neoplatónicos, en algún momento emana algo de ese ente pri-
mero, el Uno. Toma conciencia de sí mismo. Piensa. Es lo que llaman la “mente” (el Nous). Aquello que
surge de Dios, su conciencia, es la primera emanación, pero, si bien es algo que nace de él, ya no es ÉL.
Para describirlo usan mucho la metáfora del fuego y el calor: el calor viene del fuego, pero no es el fuego.

La física actual nos habla del Big Bang y creo que ellos también lo concebían como un destello de luz ema-
nado del Uno, pero la diferencia con el concepto de Big Bang (energía puramente física) es que para ellos es
una luz que piensa. No es algo mecánico, sino una oleada de energía luminosa inteligente.

Pero en cuanto ese Uno toma conciencia de sí mismo y se observa, nace la dualidad, pues él es el objeto
observado y el observador. Y de la dualidad surge la multiplicidad. Ese Uno que podía ser todas las cosas
empieza a reconocer las posibles formas de las cosas, aquello que puede llegar a ser. Es el mundo de los
inteligibles (mundo de las ideas) de los que hablan los astrólogos como Morín. Si el caballo puede llegar a
existir, es porque primero existía un inteligible “caballo”.

-La tercera hipóstasis es el Alma. La fuerza está en el Uno, la conciencia se halla en la Mente (con sus “pro-
yectos” de cosas) y es el Alma la que crea el movimiento, dando a la materia la forma imaginada por la
Mente e insuflando vida y movimiento. La palabra “Alma” no tiene aquí las connotaciones cristianas. Es
más bien la transformación de la energía mental emanada del Uno.

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Si explicáramos lo mismo en un lenguaje actual, podríamos decir que existe una energía inicial inmutable
(el Uno) del que en algún momento emana una luz que piensa (Mente) y que esa luz se va transformando y
adaptando (Alma) dando origen al universo. Eso significa que todo el universo es luz (más o menos pura, o
densa) y que la luz contiene la información de lo que va a ser aquello que modela. Porque, recordemos, la
luz para ellos es física y mental a la vez. La luz piensa.

Ahora bien, todo esto es una serie de emanaciones y cada emanación es más débil que la anterior, y menos
perfecta. Usemos de nuevo la metáfora del fuego: Imaginemos un fuego que no quemara, sino que diera
calor y fuera la fuente de todos los bienes. Para empezar, no experimentamos el fuego en sí mismo, sino
su calor, que no es lo mismo, aunque emane de él. Por otro lado, cuanto más lejos estemos del fuego,
más débil será ese calor, hasta que desaparezca completamente. Si no hubiera más fuego que ése, el
alejamiento de él sería sufrimiento, pues cada vez tendríamos más frío, hasta que llegaríamos a morir. La
ausencia del bien no es el vacío, es el dolor.

Es importante también entender que no puede haber nada si no existe la dualidad. Ese Uno primordial es
una energía estática y si no emanara de él la Mente, nada podría desarrollarse. Pero la dualidad supone los
contrarios. Si la temperatura no variara, no habría ni calor ni frío. Ni siquiera existiría el concepto de “tem-
peratura”. Cada cosa tiene su contrapunto. Lo mismo que la ausencia de calor dio el doloroso frío, la au-
sencia de inmutabilidad da la mutabilidad (y por ende la enfermedad, la vejez y la muerte, pues todo debe
rodar y cambiar), la ausencia de armonía da la fealdad (pues la fealdad no es más que falta de armonía) etc.

Huelga decir que cuando hay dualidad y principios opuestos, hay posibilidad de desequilibrio. Por ejemplo,
como decía antes, la salud es un punto de equilibrio de todos los componentes del cuerpo. Si uno de esos
componentes se desequilibra y se vuelve excesivo o deficitario, habrá enfermedad. Lo que entendemos
pues por “mal” no es otra cosa que el desequilibrio entre los contrarios. Y es inevitable porque viene implí-
cito en el hecho de la existencia. Cuesta entenderlo, pero usemos un símil: si tuviera una piedra absoluta-
mente inamovible, no sufriría, pero tampoco sentiría. Si la comparo con un ser vivo, el ser vivo va a sufrir
más porque siente más y porque está sujeto a cambios y desequilibrios (fuente de dolor, como la enferme-
dad, o de placer). Pero si no cambiara, no estaría vivo. La medida del placer es la medida del dolor.

Sólo lo que cambia mucho está vivo y tiene acceso al placer y al dolor.

Dibujo: la bajada de la luz y su retorno

Todo esto tiene varias implicaciones en el terreno de la astrología:

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-Todo en el universo es luz, por eso no es tan extraño que haya una conexión profunda entre todas
las cosas y seres. Como planetas y hombres.

-Si vivimos en el mundo de la materia iluminada a la que el alma ha dado forma, el mundo de las
causas no está aquí abajo, sino arriba. Y cuando digo “arriba”, es más alto que las esferas planeta-
rias. Si nuestra vida es un proyecto preexistente, la situación de los planetas a la hora de nuestro na-
cimiento sólo muestran ese proyecto, no lo crean.

-Nuestro nacimiento no es el fruto del azar ni su hora es el producto de la casualidad. El proyecto


“Pedro” existía antes de nacer. El hecho de que nuestra hora de nacimiento no es casual se demues-
tra fácilmente: cuando nacemos, todos los dados están echados. Todos los tránsitos, progresiones y
direcciones están ya allí. Y gracias a éstos sabremos no sólo lo que nos va a ocurrir a nosotros, sino a
todos nuestros allegados: padres, hermanos, parejas, hijos, amigos etc. Si nuestra hora de nacimien-
to fuera casual, ¿cómo podría estar sincronizada con la de tanta gente?

-Si el mundo de las causas está arriba, el astrólogo sólo puede usar la astrología para mejorar su
vida, no para cambiarla. Puede aprender a adaptarse al universo y a sus energías, fluyendo con
ellas, pero no puede alterar ningún destino, pues no tiene poder sobre el nivel de las causas. Para
entrar en el mundo de las causas debería ser un Dios o parecido a un Dios.

-Una persona sólo puede cambiar su destino si llega a un nivel espiritual muy elevado, pues enton-
ces está en conexión más directa con el alma y el mundo de las causas. Si está en contacto estrecho
con el alma, se halla por encima de la materia y ya no está sujeto a sus leyes. Entonces, no es que
cambie su destino, es que ya no tiene destino.

Evidentemente, uno se preguntará entonces para qué sirve la astrología, si conocer el destino no permite
evitarlo. Pues sirve para fluir mejor con el universo: uno no puede cambiar las grandes líneas de su destino,
pero sí mejorar su día a día y usar mejor la energía. Hay un proverbio chino que dice que si no puedes
cambiar tu destino, cambia tu carácter. No es tan importante la experiencia vivida (que es inevitable)
como la forma de vivirla. Uno puede hacer que lo bueno sea mejor y que lo malo sea una fuente de
aprendizaje. Es como una partida de cartas: te han dado una mano y con ésta te las tienes que arreglar,
pero puedes desarrollar tus propias estrategias de juego para sacarles mejor partido.

Por otro lado, la visión de Dios de los neoplatónicos como una energía primordial de la que todo emana
también nos puede incitar a mejorar nosotros mismos para regresar a esa fuente de energía. La astrología
te sirve entonces de test para observar si has evolucionado estudiando cómo reaccionas a las energías ad-
versas puntuales. Una persona no avezada en astrología reaccionará, por ejemplo, cabreándose en un mal
tránsito de Marte. En cambio, si entiende esas energías, observará cómo nace en él la cólera (Marte), pero
evitará alimentarla e, incluso, invertirá ese exceso de energía en actividades prácticas, como el deporte,
limpiar cosas o arreglar armarios (actividades físicas relacionadas con Marte).

Entonces la astrología nos servirá para despertar y ver en nosotros mismos la actuación de las fuerzas uni-
versales, aprendiendo a aceptarlas y a amarlas. Esto se puede hacer sin astrología, pero con ella aumenta
nuestra comprensión profunda de los mecanismos universales: favorece la conexión mental con el mundo
de las causas.

Acabo con un texto de Patrick Burensteinas

“Esta mesa existe, parece inmóvil pero está llena de agitación. En su interior los átomos giran a toda veloci-
dad y si no paso a través de ella, es porque los átomos que me componen giran a la misma velocidad. Por lo
tanto, chocan unos con otros de vez en cuando, y como chocan entre ellos, tengo la ilusión de que la mesa
es sólida. Pero si uno de los nosotros dos no girara a la misma velocidad, pasaría a través de la mesa. Si yo
fuera un poco más denso, este mundo sería como humo para mí; y si fuera más sutil, soy yo el que parecería
humo para el mundo. La materia es solamente una cuestión de reglaje.

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La aguja gira para hacer la materia, pero si esa aguja se detiene, ¿qué pasa? Supongamos que cojo todos
los átomos que hay aquí y los detengo. Si fuera capaz de hacer eso, aquello ya no sería una mesa, sino un
montón de átomos. Usted me dirá: “Bueno, los átomos siguen existiendo”, pero nadie ha visto nunca un
átomo. Vemos sus efectos, pero no tenemos ni idea de lo que puede ser.

El átomo es probablemente una "nada" que se mueve, es decir, quizás las partes del átomo (neutrón,
protón, electrón) no sean más que corrientes de aire. Si le impidiera seguir girando sobre sí mismo, es posi-
ble que, al no haber ya movimiento, se convirtiera en una "nada" al nivel de la materia o un "todo" al nivel
de la luz. Dejar un cuerpo inmóvil es una manera de volverlo luminoso.
Patrick Burensteinas

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