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UNA ÉTICA QUE PERDURA EN UN MUNDO QUE CAMBIA

La palabra en español “ética” viene de la palabra griega ethos. La palabra


“moral” o “moralidad” viene de la palabra mores.
En primera instancia, la ética es llamada una ciencia normativa; es el estudio
de las normas o estándares por los cuales las cosas son medidas o evaluadas.
La moral, por otro lado, es lo que llamaríamos una ciencia descriptiva. Una
ciencia descriptiva es un método para describir la manera en que las cosas
operan o se comportan.
La ética, o ethos, es normativa e imperativa. Se trata de lo que alguien debe
hacer. La moralidad describe lo que alguien está haciendo en realidad.
En última instancia, la ciencia de la ética se ocupa de lo que es correcto, y la
moral tiene que ver con lo que es aceptado. En la mayoría de las sociedades,
cuando algo se acepta, es juzgado como correcto. Pero a menudo, esto
provoca una crisis para el cristiano. Cuando lo normal se convierte en lo
normativo, cuando lo que es determina lo que debería ser, es posible que,
como cristianos, nos encontremos nadando con dificultad contra la corriente
cultural.
El concepto cristiano de la ética va en curso de colisión con gran parte de lo
que se está expresando como la moral. Esto se debe a que no determinamos
lo correcto o incorrecto basándonos en lo que hacen los demás.
La Biblia dice que nos inclinamos hacia mentir, y sin embargo estamos
llamados a un estándar superior. Como cristianos, el carácter de Dios es lo que
suple nuestra ética, o ethos, definitiva; el marco definitivo por el cual podemos
discernir lo que es correcto, bueno, y agradable a Él.

La ética cristiana presupone o asume dos asuntos fundamentales: la existencia de Dios, y la


autoridad de las Santas Escrituras como revelación de Su mente y voluntad. Dicho con otras
palabras: que hay un sólo Dios Verdadero, Inmortal, Sabio e Invisible, y se ha revelado a Sí
mismo. En relación con la conducta humana, significa que tenemos absolutos morales, y
por tanto Ética, o lo que es lo mismo, un deber moral innato. Así que: la ética es ese deber
moral innato en todo ser humano.

Por tanto, si la existencia de Dios es negada, entonces la moralidad y la ética


automáticamente desaparecen; la conducta humana caería bajo la esclavitud de un
relativismo moral interminable. Allí quitarle la vida bajo anestesia a un niño de tres años
porque sea paralítico (Eutanasia de hoy día), pudiera ser visto como un bien moral.
Necesitamos, pues, una ética de valores morales absolutos, que regule la conducta
recíproca de los hombres, o que mis deberes ciudadanos no sean establecidos por
estadísticas que pueden ser manipuladas para probar cualquier cosa, sino por la verdad,
equidad y compasión del carácter del Creador.

Su naturaleza
El fundamento de la Ética queda establecido en las palabras del Señor Jesucristo: “Todo cuanto
queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos” (Mt.7:12). Este
precepto es la regla de la vida.

Su primer componente es la verdad, porque nadie se miente a sí mismo, la conversación


interna o en nuestras mentes es sincera, franca, veraz; de manera intencional no nos mentimos
a nosotros mismos; aunque si nos auto engañamos cuando tenemos una perspectiva errada de
la realidad, lo cual es común en nosotros los humanos.

Un segundo componente es la justicia o equidad, pues delante de la Ley de Dios todos los
hombres son iguales, y los iguales no tienen poder de autoridad entre ellos. No soy juez de mi
prójimo.

El tercer componente es la bondad, porque nadie es difamador ni cruel consigo mismo. En


resumen, la ética es como una mesa de tres patas: Verdad, justicia y bondad. Cualquiera de
estas columnas que falte, la mesa se cae. Vamos a abundar un poco más sobre estos elementos.

Elementos de la ética evangélica cristiana

La verdad
Previo a definir la verdad en la comunicación, es necesario explicar la mentira y el error. La
mentira es una disociación entre lo que se piensa y lo que se dice, o lo que se dice con lo que se
hace. Una persona miente al declarar que tiene cuarenta años de edad, cuando él sabe en su
interior que tiene cincuenta. Si nuestro hablar no está de acuerdo con nuestro entendimiento,
es mentira; aunque esté en conformidad con la esencia del asunto en cuestión.

Un ejemplo de hablar y vivir una mentira es este: «Una persona que vive como si tuviera los
ingresos que él sabe no tiene. Se le oye hablar y suena a que sí tiene esa posición económica y
trata de vivir en esa apariencia, engañando a los otros». A diferencia del error o falsedad, que es
una disociación entre lo que se piensa y la realidad, por ejemplo, el niño dice ser supermán;
¿está mintiendo? No, está en un error.

En su naturaleza, la verdad es la conformidad de nuestras expresiones a la esencia de las cosas, o


a nuestro entendimiento o comprensión de esas cosas. Por cierto, que acarrearía culpa cuando
un comunicador dispone de los medios necesarios para conocer la esencia de un asunto, pero
no hace uso de ello, o que por negligencia difunde rumores como si fueran verdad.

La justicia
Definir esta virtud es difícil por su amplia aplicación, y en la época que nos ha tocado vivir se
dificulta aún más entenderla y aplicarla. Su definición bíblica y aplicable a todo trato con
nuestro prójimo es dada en la regla que dio el Señor Jesucristo: “Todas las cosas que queráis
que los hombres hablen de vosotros, así también hablad vosotros de ellos”. Esto es, habla de
los otros lo que tú esperas que ellos hablen de ti en iguales circunstancias. En sentido general y
humano, Hablar con justicia es aquella virtud del alma que inclina al hombre a hablar de su
prójimo con bondad y sin engaño. Lo que se conoce como el hacer una buena construcción de
las intenciones del prójimo. Esta justicia es un hábito de mente que nos dispone a decir del
otro lo que es debido o es nuestro deber por amor a Dios.

La fuente donde ha de brotar esta santa virtud es el deseo de ser bueno como Dios es bueno. El
buen hombre guiado por la equidad todo lo cree, o que acepta como sana la intención del otro,
mientras las evidencias no testifiquen lo contrario. Es un hábito mental, no una acción aislada,
sino de una regla general de vida. Justicia es equivalente a equidad, rectitud, honradez,
honestidad, amante de lo honesto y decente. Es alguien que procura de corazón mostrarse a los
demás como lo que dice ser, un hombre de corazón justo. Un ladrón no debe ser nombrado
custodio de los bienes del Estado. Eso sería mayúscula injusticia; ni a un hombre de mente
injusta dársele cabida en los medios de comunicación social.

La bondad
Oiga este mandamiento del Señor nuestro Dios: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt.
22:39). El amor o bondad a nuestro prójimo es algo que se discierne con facilidad, o que el
amor me dice lo que es bueno para mí, y si es bueno para ti, dáselo a tu prójimo. Así que, en la
ética, ejercer bondad es una regla bien sencilla: Lo que Tú quieres que se diga de ti, tanto en
público como en privado, dilo de tu prójimo. Esta no es una tarea fácil, y quienes se
comprometan a este virtuoso esfuerzo pudieran ser llamados con propiedad como nuestros
líderes modernos.

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