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SEGURIDAD DE LA INFORMACION Y
PROTECCION DE DATOS
El Ejército español y empresas privadas la usan para evitar que un espía capte los campos
electromagnéticos que generan las máquinas. Los que trabajan con información clasificada han de
apantallar las máquinas
La protección se basa en introducir las unidades críticas de los cuarteles en salas blindadas
especiales que cumplen medidas Tempest, una certificación creada hace décadas por Estados
Unidos para garantizar la seguridad de los centros de comunicaciones gubernamentales.
¿Por qué es necesario este tipo de seguridad? Los aparatos modernos, aunque deben
cumplir normativas de compatibilidad electromagnética, pueden desprender campos
electromagnéticos y eléctricos. Por ejemplo, un disco duro emana distintas señales cuando lee un
0 de cuando lee un 1. Un atacante, cómodamente instalado a cientos de metros e incluso a
kilómetros, podría captar las ondas y reconstruir la información pertrechado con aparatos
adecuados. Los consumidores pueden respirar tranquilos: el vecino espía lo tiene difícil porque
acceder a este tipo de materiales es caro, y su manejo, para expertos.
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Las salas Tempest son unas habitaciones construidas con materiales especiales. Atenúan
los campos electromagnéticos emanados por los aparatos y se vuelven impermeables a las
interferencias creadas por centros de transformación de energía, por ejemplo.
La certificación Tempest se consigue cuando la reducción de las ondas sobrepasa los 110
decibelios (DB); por debajo son medidas Soft Tempest. A más decibelios, mayor protección, pero el
coste se dispara. Una atenuación de 40 DB representa una efectividad del 99,9%. A pesar de la
cifra, es poco seguro; alcanzar los 110 DB exige atenuaciones del 99,999999%: milésimas caras y
difíciles de conseguir. Un diminuto poro en los paneles echaría todo al traste. "Ahora también se
apantallan ordenadores, ristras de servidores y otro tipo de equipos informáticos", asegura Carmen
Ibáñez, responsable de Proysa, empresa burgalesa de seguridad.
Salas Tempest
Proysa está instalando 25 salas Tempest en cuarteles del Ejército español. Son espacios de dos
habitáculos: uno para los operadores y otro para almacenar datos. El proyecto también afecta a
hangares y zonas de diseño de aviones.
La Marina también ha protegido algunos navíos con estas salas y el Ejército ha preparado en el
extranjero camiones de comunicaciones, con cajas Tempest que deben soportar baches y agua sin
que se desajuste ni un tornillo, por donde podrían pasar las ondas. Consultado sobre el alcance de
estas medidas, el Ministerio de Defensa no ha ofrecido ningún detalle.
No siempre son necesarias las salas Tempest. Para evitar emisiones no deseadas de antenas de
telefonía móvil o líneas de media tensión, basta con introducir los equipos informáticos en armarios
apantallados. Algunos computadores y periféricos son en sí mismos pequeñas jaulas Tempest: ni
irradian ni se ven afectados por las señales.
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Una instalación puede durar de dos a tres meses y afectar a un edificio entero. Tres empresas de
diseño de prototipos de vehículos, dos entidades financieras y un operador de telefonía fija son
algunos de sus últimos clientes. El espionaje industrial preocupa cada vez más, pero también los
posibles daños de grandes bases de datos a causa de las interferencias.
Advanced Shielding Technology (AST), del grupo Daunert, también trabaja con técnicas Tempest.
Ha creado una filial en Alemania y es proveedor de dos grandes multinacionales informáticas
norteamericanas en temas de auditoría y apantallamiento de centros de datos europeos. Joseba
Calvo, responsable de AST, destaca que ahora existe un mayor interés por este tipo de protección
frente a los campos eléctricos y, en algunos casos, electromagnéticos. Sobre todo en aeropuertos,
hospitales y oficinas.
Protección cara
En todas las situaciones, el equipo prioritario a salvaguardar es el ordenador, donde residan los
datos o el servidor conectado a la Red. No merece la pena blindar teclados, el ratón, impresoras o
monitores, señala Ibáñez: "Es como matar pulgas a cañonazos, porque para captar lo que emiten
esos aparatos periféricos es necesaria una tecnología muy sofisticada y cara".
Una sala típica cuesta alrededor de 40.000 euros. Apantallar un ordenador, unos 1.500 euros. Los
cables de red estándar salen a unos 72 euros el metro. Pero los niveles de contramedidas más
altos sólo están al alcance de instalaciones de alta seguridad.
Con un presupuesto de 12.000 euros, un manitas puede encontrar en Internet todo lo necesario
para construir un equipo de espionaje básico; la efectividad dependerá del desembolso, de los
conocimientos técnicos y del objetivo a atacar, afirma Calvo.
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