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F o n d o d e ( :u l t u r a E c o n ó m i c a
419
I A FILO SO FÍA
DE LA IN VESTIG A CIÓ N SOCIAL
T rad u cció n de
M ó n ic a U trilla de N eira
La filosofía de la
investigación social
/wrJOHN H ughes
y W es S harrock
Título original:
The Philosophy of Social Rusearch
© Longm an Group UK Limited 1990 ^
© Addison Wesley Longm an Limited 1997, para
la presente edición
ISBN 0-582-31105-5
D. R.© 1999, F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i c a
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F.
ISBN 968-16-5656-3
Impreso en México
PREFACIO
Esta tercera edición ha sido considerablemente re
visada de diversas maneras; en prim er lugar, al in
vitar a Wes Sharrock como coautor. Wes y yo he
mos estado trabajando juntos sobre toda una
variedad de proyectos durante buen número de
años, y esta tercera edición no habría sido factible
siquiera sin su docta y considerable participación.
En segundo lugar, incluye exposiciones de varias la
gunas que había en la segunda edición; especial
mente faltaban Foucault, Derrida y los esfuerzos de
los posempiristas por sostener el espíritu del posi
tivismo. El tercer cambio, uno de los más im por
tantes, se encuentra en la estructura del libro. En
efecto, la revisión de los argumentos se divide aho
ra más claramente en dos partes: la prim era trata
del positivismo y la segunda examina toda una
gama de ideas que constituyen reacciones a aquél.
La trama que une ambas partes es la del funda-
mentalismo y el antifundamentalismo, y ayuda a
dar cierta continuidad temática a las que podrían
parecer cuestiones muy diferentes e inconexas. El
texto ha sido extensamente revisado e incluye dos
capítulos nuevos, los cuales responden a las inte
rrogantes que rodean la fundamentación del len
guaje en la ciencia social. También la conclusión ha
7
8 PREFACIO
sido totalmente reescrita, para darle un aire aún
más wittffensteiniano.
O
Como de costumbre, hay muchas personas a
quienes debemos dar las gracias. Ulrik Petersen, es
tudiante de ciencias políticas, sumamente inteligen
te y jovial, llegado de Dinamarca, nos dio mucho y
muy necesario consejo, apoyo y estímulo, además
de brindarnos cierto “apoyo líquido”. Jon O ’Brien y
Mark Rouncefield defendieron el fuerte mientras el
libro se terminaba. Nunca se quejaron, lo cual es
notable testimonio de su generosidad. Tom Rod-
den, como de costumbre, mostró ser un colega in
mensamente generoso. Lou Armour, quien escribió
la mejor tesis doctoral que los dos autores han vis
to durante muchos años, siempre nos dio consejos
profundos y nos concedió generosamente su tiem
po. Andrew Crabtree, Jenny Ball, Cal Giles, Jason
Khan, John Alien, Preben Mogensen, Catherine
Fletcher, Karen Gannnon, Barry Sanderson y Chris
Quinn son otras personas que merecen mención es
pecial por las diversas facilidades que nos dieron
mientras se escribía este libro.
I. LA FILOSOFÍA
DE LA CIENCIA SOCIAL
I n t r o d u c c ió n
La ontología, la epistemología
y la autoridad intelectual
Una de las razones principales de que la filosofía y
la ciencia social sigan profundam ente interconecta-
das es el m odo en que los científicos sociales se han
adherido a la visión filosófica conocida como “fun-
dacionismo”. Esta visión considera a la epistemolo
gía —la investigación de las condiciones de la posi
bilidad de conocim iento— como previa a la
investigación empírica. No es necesario asegurar
la posibilidad del conocimiento empírico en contra
18 LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL
de la persistente duda escéptica, el tipo de duda que
plantea argumentos en el sentido de que nunca po
demos conocer nada acerca del m undo real y exte
rior, nunca podemos, legítimamente y con plena
confianza, afirmar que conocemos algo. Para pro
tegernos contra este tipo de escepticismo se arguye
que la posibilidad y la realidad del conocimiento no
deben ser concluyentemente demostradas identifi
cando métodos o medios sólidos e irrefutables de
adquirir conocimiento. Si podemos sentirnos segu
ros de nuestro derecho a la confianza que, por
ejemplo, a m enudo sentimos sobre nuestro conoci
miento científico, entonces no es necesario que po
damos dem ostrar que nuestro sistema de conoci
miento está edificado sobre fundamentos sólidos.
Así pues, fundacionismo es la idea de que el cono
cimiento verdadero debe descansar sobre un con
junto firm e e indiscutible de verdades indisputables
a partir de las cuales se pueden deducir lógicamen
te nuestras creencias, reteniendo así el valor de ver
dad de las premisas fundacionales de las que se de
rivan, y en términos de las cuales pueden ser lícitos
nuestros métodos de formar nuevas ideas sobre el
mundo y de investigarlo.
La influencia del fundacionismo es tan fuerte en
las ciencias sociales que se da por hecho que la prio
ridad de los fundamentos no sólo es lógica sino
también temporal. De este modo, es común que las
cuestiones filosóficas —especialmente las epistemo
lógicas— sean consideradas como las primeras y
preliminares que se deberán abordar con objeto de
LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL 19
poder establecer métodos sólidos de investigación,
antes de la propia investigación empírica. Como
pronto veremos, las propias concepciones de la na
turaleza y la organización de la investigación social
a m enudo se derivan de una u otra concepción fi
losófica respecto a la naturaleza de la investigación
científica. Como resultado, enfoques y técnica de
investigación se desarrollan frecuentemente como
aplicaciones y demostraciones de nuestros prejui
cios filosóficos. Por consiguiente, el objetivo de
gran parte de la investigación social consiste, de he
cho, en m ostrar la diferencia que establece la adop
ción de un punto de vista filosófico particular, es
pecialmente en cuestiones epistemológicas. La
consecuencia es que la crítica de los resultados de
la investigación y de los métodos que los generan va
dirigida, a menudo, a través de ellos, contra las con
cepciones filosóficas subyacentes, y son hechas con
frecuencia desde una posición filosófica diferente y
conflictiva. Vemos así que es difícil considerar que
las ciencias sociales representan disciplinas que
producen descubrimientos empíricos acumulativos,
descubrimientos que se levantan unos sobre otros
dentro de marcos más o menos establecidos. En
cambio lo que tenemos, en diversos grados, son
unos argumentos filosóficos que están basados en
torno a descubrimientos empíricos putativos y pro
vocados por ellos.
“¿Cómo es posible, si lo es, que obtengamos co
nocimiento del m undo?”, es la pregunta principal
de la epistemología. Relacionada con ella viene otra
20 LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL
de no m enor importancia: “¿Qué tipos de cosas
existen realmente en el mundo?”, pregunta que per
tenece a la rama de la filosofía conocida como on
tología. Dicho en pocas palabras, la epistemología
se preocupa por evaluar las afirmaciones acerca del
m odo en que podemos conocer el m undo y, como
tal, incluye cuestiones sobre qué es conocer algo.
Como preguntas filosóficas,' éstas no se refieren
tanto a métodos particulares de investigación o téc
nicas de recabación de datos, o ni siquiera de cues
tiones de hechos específicos. Se supone que son
cuestiones generales que se interrogan respecto a
estos particulares métodos de las técnicas, o bien los
hechos que supuestamente están establecidos por
su uso, y si satisfacen los requerimientos generales
para poder decir que sí, en realidad, conocemos
algo. Desde luego, tales preguntas presuponen que
podemos identificar esos requerimientos generales,
y todas las controversias epistemológicas son acerca
de la naturaleza de estos supuestos requerimientos.
Es evidente que las cuestiones ontológicas y las
epistemológicas no están desconectadas. Puede su
ponerse que la capacidad de cualesquiera métodos
o procedimientos para darnos conocimientos de lo
que existe ha de depender, en parte, de aquello que
se va a conocer. Sin embargo, im porta insistir en
que las preguntas ontológicas y epistemológicas no
pueden recibir respuestas de la investigación empí
rica, va que se dedican a examinar, entre otras cosas,
la naturaleza y el significado generales de la misma.
No podem os investigar em p‘ricamente la cuestión
LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL 21
de si existen o no cosas que pudieran llamarse “he
chos empíricos”. Parece que podemos establecer al
gunos hechos particulares —como, por ejemplo,
cuál fue la tasa de suicidios en el Reino Unido en
1973—, pero preguntar qué es lo que justifica esa
afirmación es algo muy distinto de preguntar si en
realidad existen hechos y, de haberlos, si nuestras
maneras ordinarias de descubrir las cosas pueden
darnos la base para establecer su existencia. Ésta no
es una pregunta empírica, pues suponer que pode
mos darle respuesta acumulando hechos equival
dría a cometer petición de principio. Más bien in
vita a responder en términos de reflexionar sobre
las presuposiciones mismas del conocimiento y
de la identidad de los hechos. Esta reflexión obvia
mente no se puede hacer en términos de hechos,
pues la idea es preguntar si en realidad existen al
gunos hechos, qué caracteriza —si acaso— algo
como hecho y cómo identificar correctamente esos
hechos.
En nuestras vidas cotidianas y en nuestra prácti
ca profesional de investigación tenemos bases abun
dantes sobre las cuales estamos dispuestos a afir
mar y defender nuestra pretensión de conocer algo.
Pueden incluir, según los casos, referencia a méto
dos experimentales, procedimientos correctos de
análisis, fuentes autorizadas, inspiración espiritual,
edad, experiencia, etc.; es decir, referencia a los
procedimientos colectivamente acreditados como
"buenas razones” para conocer. Es de esta pública
licencia colectiva de la cual prácticamente se deriva
22 LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL
la autoridad intelectual de nuestro conocimiento,
aunque basarse en ella no siempre es garantía sufi
ciente fde que conocemos. Lo que aqu- estamos su
brayando es la naturaleza arraigada de nuestras
pretensiones de conocimiento y la forma en que, en
condiciones apropiadas, ciertos motivos particula
res adquieren categoría de autoridad; pero, por la
naturaleza misma de los motivos, se los puede de
safiar y refutar. Dicho de otra manera, en caso de
alguna afirmación particular de conocimiento, pue
de haber razones por las que motivos normalmente
considerados “buenos”, no resultan “suficiente
mente buenos”. Ver si los motivos en que de ordi
nario nos basamos soportarán un interrogatorio
más intensivo es uno constituye los objetivos que
impelen a la filosofía.
Pero, si recordamos el ejemplo del camión de le
che, ¿cómo podría haber duda acerca de los hechos,
de que transportaba leche, o dudas sobre cómo po
dríamos descubrir cuáles son los hechos? En el sen
tido práctico ya mencionado, no hay ninguna ra
zón, salvo en los casos en que, por ejemplo, existan
sospechas de contrabando, engaño o casos simila
res que, asimismo, son muy prácticos. En casos
como éstos, simplemente estamos dando por senta
do, y no reflexionando escépticamente sobre un
marco de norm as dentro del cual hacemos nuestros
juicios, sobre si existe evidencia pertinente y sufi
ciente para establecer hechos similares. Pero tales
afirmaciones, y la evidencia de la cual dependen,
sólo pueden expresarse cuando existe algún marco
LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL 23
para fundamentarlas como afirmaciones y eviden
cia sobre las cuales sea razonable preguntar: “Aun
que este marco sea bastante bueno para todo fin
práctico, en realidad ¿basta para establecer una
identificación indiscutiblemente segura del modo
en que realmente son las cosas en el m undo?”.
Desde luego, en un sentido práctico aprendemos
tales marcos como parte de lo que aprendem os
acerca del mundo. Sin embargo, en un sentido filo
sófico, esta realidad no nos lleva a ninguna parte
porque es posible que lo que aprendemos sea erró
neo, y así ocurra sistemáticamente. Podemos estar
soñando, ser engañados o cegados por el prejuicio
personal o haber aprendido prácticas culturales y
creencias falsas. En otras palabras, se considera po
sible ser “profundam ente escéptico” acerca de todo
el marco dentro del cual se ubican nuestros juicios
específicos.4 Es decir, podemos dudar de todo
nuestro m odo de descubrir el mundo y, en el caso
del escepticismo más extremo, podemos dudar de
que sea siquiera posible saber algo. Al fin y al cabo,
podemos limitarnos a señalar la variedad de opi
niones y concepciones acerca del m undo que son o
han sido sostenidas por diversas sociedades históri
cas —creencia en la brujería, dioses sentados en las
cumbres de las montañas, la procreación como re
sultado de saltar sobre el fuego, el poder de la ma
gia y muchas más— para sugerir que no podemos
4 La frase “profundam ente escéptico” fue tom ada de Phillips
(1996), que constituye una excelente introducción a la filosofía y
sus problemas.
24 LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL
permitirnos confiar demasiado en la validez de
nuestras propias concepciones, pues bien podría
mos estar equivocados. Entonces, en ese caso, sur
gen preguntas sobre cómo podemos saber si el
m undo en realidad es lo que parece ser para noso
tros; es decir, si nuestras propias creencias son sóli
das. Eso no puede hacerse ofreciendo lo que, en
otros contextos, contaríamos como prueba empíri
ca concluyente, ya que lo que se está poniendo en
duda es el hecho de que dependamos de esa su
puesta evidencia. Después de todo, los dioses de la
antigua Grecia, por ejemplo, eran hechos reales e in
discutibles para los miembros de esa sociedad, que,
a su vez, acaso consideraran una especie de magia
ciertos hechos de nuestro mundo, como el motor
de combustión interna, la televisión o la aviación.
Pero no es claro lo que puede implicar esta dife
rencia acerca de la naturaleza del conocimiento en
general. ¿Se engañaban los antiguos griegos; cómo
podemos dem ostrar que se engañaban y, lo que es
aún más importante para nosotros, que no estamos
tan engañados como ellos? ¿Qué nos da derecho a
pronunciarnos contra los antiguos griegos dado
que, para todo fin práctico, la facticidad de sus dio
ses era algo de lo que ellos no podían dudar? ¿Qué
hace nuestras certidumbres más seguras que aqué
llas, tan fervientemente sostenidas por los antiguos
griegos? Algunas de estas cuestiones serán conside
radas más ampliamente en el capítulo VI y en los si
guientes.
La epistemología se ocupa particularmente de la
LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL 25
necesidad de encontrar respuestas al más persisten
te escepticismo. Se concentra en tratar de asegu
rarse de que hay verdades que pueden sostenerse
contra toda duda posible, o en constatar si es inevi
table reconocer ante el escéptico que, a la postre,
no podemos estar verdaderamente seguros de nada
y que hasta nuestras certidumbres dilectas no son
más que cuestión de una confianza injustificada. En
realidad, una de las actividades principales de las
teorías del conocimiento ha consistido en lo que
Quinton llama dar “cuenta del orden lógico de la
justificación” (Quinton, 1973: 115). A menudo esto
ha adoptado la forma de una búsqueda de las certi
dumbres indiscutibles que puedan dar fundam en
tos seguros al conocimiento humano; es decir, pen
sar en el conocimiento como una estructura similar
a un edificio que necesita estar cimentado sobre
una base estable, junto con la creencia concomitan
te de que hay algunas creencias más básicas que
otras, y por la cual se pueden sostener y justificar
estas últimas. Si pudieran formularse tales creen
cias, de las que es imposible dudar, podrían dispo
nerse todas las creencias en un orden jerárquico, en
cuya base se encontrarían aquellas que, aunque jus
tificaran a las de arriba, no requerirían por sí
mismas un apoyo justificatorio. Esta concepción
particular, conocida como “fundacionismc y ya
mencionada, a últimas fechas se ha identificado
como uno de los componentes clave en La forma
ción de la “filosofía m oderna ’, es decir, el periodo
que ha transcurrido desde el siglo xvn, y fue legada
26 LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIAL
a épocas ulteriores por la obra de René Descarnes
(1596-1650), a menudo considerado padre de la fi
losofía moderna. El ataque al “fundacionismo” y su
rechazo han sido algunos de los rasgos principales
del pensamiento reciente y una clave de la recons
trucción radical de la filosofía misma.
El p o s it iv is m o de D u r k h e im
E l LENGUAJE DE LA OBSERVACIÓN
Uno de los rasgos importantes de las filosofías po
sitivistas de la ciencia fue la preminencia otorgada
102 POSITIVISMO Y LENGUAJE
a la investigación empírica en la producción de co
nocimiento. Se afirmaba que todos los grandes
avances científicos habían resultado de la paciente
acumulación de hechos acerca del mundo, para
producir las generalizaciones conocidas como leyes
científicas. Ante todo, la ciencia era una empresa
empírica y su base estaba en la observación de lo
que podemos llamar “datos brutos”, es decir, datos
que no son resultado de interpretaciones del juicio
ni de otras operaciones mentales subjetivas (véanse
Anscombe, 1957-1958; Taylor, 1978: 60). De la mis
ma m anera que los naturalistas o científicos natu
rales describían y clasificaban fenómenos anotando
“datos brutos” como la forma, el tamaño, el movi
miento, etc., así también los sociólogos o científicos
sociales habían de definir y precisar los fenómenos de
su interés.
Los positivistas sostenían, entonces, que la obje
tividad de la ciencia dependía del hecho de que
existe un “lenguaje de observación”, teóricamente
neutro, en el que los investigadores pueden hacer la
descripción más escueta de su experiencia directa
del mundo, presentando así datos de los que el cien
tífico puede estar absolutamente seguro, ya que
describe lo que ha sido observado en forma direc
ta. Sin embargo, las teorías científicas tratan de ir
más allá de lo que simplemente se ha observado,
para explicar los fenómenos observados y, por con
siguiente, deberán crear hipótesis acerca de lo que
no ha sido directamente observado pero que, por
ejemplo, sólo se puede inferir a partir de ello. Por
POSITIVISMO Y LENGUAJE 103
eso, el lenguaje de la observación es ontológica y
epistemológicamente primario; ontológicamente
porque informa de fenómenos que se han observa
do, y epistemológicamente porque son estos fenó
menos observados los que presentan los objetos de
explicación y los datos de la ciencia.1 En el lengua-
e de la observación, las declaraciones pueden ser
directamente evaluadas como verdaderas o falsas,
sin más que relacionarlas con los “hechos” observa
dos del mundo.
El concepto de un “lenguaje de la observación”
establecía, para los positivistas, la conexión entre el
lenguaje y el mundo, e implicaba una “teoría de la
correspondencia de la verdad”, a saber, que las de
claraciones hechas en el lenguaje de la observación
coinciden directamente con los fenómenos obser
vados; por consiguiente, la verdad de una declara
ción, incluyendo las declaraciones teóricas, queda
rá determinada por su correspondencia con los
hechos observados. A partir de las declaraciones teó
1 Carnap (1967, la. ed. en A lem ana, 1928), por ejemplo, da
una explicación de codo el aparato del discurso ciemífico en tér
minos de una similitud recordada entre impresiones sensoriales.
Estos son los elementos básicos a partir de los cuales se constru
yen, con moida de la lógica, los conceptos de las cosas materia
les, otras mentes e instituciones sociales. Los temas del pensa
miento se encuentran en varios niveles, reductible cada uno al
que lo precedió. Las declaraciones de nivel su p o n er se justifican
por inducción a partir de declaraciones de los niveles inferiores;
las declaraciones del nivel más bajo no necesitan ni pueden te
ner justificación inferencial. En este punto el sistema de decla
raciones hace contacto, por m edio de la observación, con el
m undo del hecho empírico ‘'b ru to ’ .
104 POSITIVISMO Y LENGUAJE
ricas, se podían deducir y com probar las implica
ciones sobre los hechos que debían ser observables,
compulsándolas contra las declaraciones de la ob
servación. De este modo podía elegirse entre teo
rías rivales viendo cuáles hechos observables debí
an seguirse a partir de diferentes principios, y luego
comparando éstos con las declaraciones de la ob
servación, para ver qué consecuencias predichas
coincidían mejor con los hechos observados. La im
portancia de la “neutralidad teórica” del lenguaje
de la observación queda así de manifiesto; los he
chos se pueden plantear en términos que no de
penden ni se derivan de las suposiciones de cual
quiera de las dos teorías rivales, permitiéndoles así
ser comparados contra testimonios observacionales
independientes . Por lo tanto, las teorías deben ser de
tal claridad que permitan hacer una comparación
inequívoca con los hechos, de modo que pueda de
cirse de modo definitivo si los hechos lógicamente
implicados por una teoría prescribían o no prescri
bían lo que se había observado que ocurría. Si co
rrespondían, entonces la teoría era cierta; si no, era
falsa. Más adelante, en manos de los positivistas ló
gicos, el hecho de que una teoría pudiera ser apro
vechada en el sentido de que confirmara o rebatiera
inequívocamente las declaraciones de la observa
ción se convertiría en norm a del sentido mismo de
la teoría y por lo tanto, en cierta forma, en manera
de distinguir las declaraciones científicas de las me
tafísicas.
POSITIVISMO Y LENGUAJE 105
Los positivistas lógicos
Los positivistas lógicos propusieron la versión que
tal vez sea más clara y más influyente del positivis
mo en el siglo XX. El grupo comenzó en Viena a fi
nales de los veinte, encabezado por Ernst Mach,
Mauritz Schlick y Rudolf Carnap.2 Habrían de dar
le a la filosofía positivista de la ciencia una forma y
un sistema que servirían para convertirla en la vi
sión predominante de la primera mitad del siglo XX.
Al igual que otras formas de positivismo, ellos
rechazaron la metafísica al reconocer sólo dos tipos
de proposiciones: la analítica y la sintética. Las pro
posiciones analíticas incluían las de las matemáticas
y de la lógica que, por sí solas, no tienen nada que
decir acerca de los hechos empíricos del m undo
pero que son verdaderas o falsas por virtud de las
reglas y definiciones del sistema formal al que per
tenecen. De este modo, la proposición 2 + 2 = 4 es
verdadera por causa de las definiciones contenidas
en el sistema numérico utilizado, de igual modo
que “este libro rojo es de color” es tautológicamen
te cierto por virtud de la conexión que hay entre las
palabras “rojo” y “color”. “Rojo” es una palabra que
define un color, entre otros, y por lo tanto utilizar
una de las palabras que significan color es, precisa
2 Como es bien sabido, muchos miembros del Círculo de Vie
na fueron a Estados Unidos antes de la segunda G uerra Mundial
y ejercieron gran influencia sobre la filosofía de la ciencia nor
teamericana, así como sobre la filosofía en general. Véanse, por
ejemplo, Ayer (1959) y Achinstem y Barker (1969).
POSITIVISMO Y LENGUAJE
m ente, decir que es de color. Decir “Este libro rojo
no es de color” sería contradecirse. En contraste, la
verdad de las proposiciones sintéticas queda verifi
cada por la observación empírica, es decir, al deter
minar si lo que la proposición dice corresponde o
no a los hechos del mundo. La verdad de la propo
sición “este libro es rojo” no depende del significa
do de sus palabras constitutivas, sino de que se haya
identificado el verdadero color del libro. Si en rea
lidad el libro es de color verde, entonces la propo
sición es falsa. El hecho de que la proposición sea
verdadera o falsa puede determinarse viendo cuál
es el color del libro. Sin embargo, las declaraciones
que no son tautolog(as ni declaraciones empíricas
no son proposiciones y, por lo tanto, carecen de
sentido.
Las declaraciones religiosas, morales y estéticas,
junto con las metafísicas, fueron consignadas así al
basurero del absurdo o a un destino apenas mejor,
reducidas a declaraciones acerca de gusto o prefe
rencia personal, ya que no eran verificables ni por
observación empírica ni por deducción lógica. Por
ejemplo, la declaración “Este cuadro muestra dos
perros y un gato’’ es una declaración empírica y sin
tética. Declara algo que es directamente observable
en el cuadro. Podemos ver en el cuadro si en él apa
recen, o no, dos perros y un gato. Pero la declara
ción “Este cuadro es herm oso” no nos dice nada
por el estilo. En la pintura no hay nada directa
mente observable que podarnos señalar como eviden
cia observable o falsedad de la afirmación. Por con
POSITIVISMO Y LENGUAJE 107
siguiente, para algunos positivistas lógicos este últi
mo tipo de declaración no nos dice nada, y carece
de sentido. Ya se dijo que otros tolerarían tales de
claraciones como expresiones de gusto personal.
Pero no nos dicen nada acerca de la pintura sino
acerca de la persona que hace la declaración, y equi
valen a decir: “Me gusta este cuadro”. Utilizando el
ejemplo de Ayer como nueva ilustración, “el Abso
luto entra en la evolución y el progreso, pero es in
capaz de hacer éstos” no es una frase analítica y, ni
siquiera en principio, es verificable; es una locución
“literalmente insignificante”.-^ El principio de veri
ficación, es decir, si una declaración puede compa
rarse con algunos hechos directamente observados,
sirvió de norm a para decidir si una declaración
era significativa o no.
El positivismo lógico también difirió de las ver
siones decimonónicas del positivismo al subrayar el
carácter lógico del m étodo científico, así como del
empírico. La lógica siempre había sido un proble
ma para las filosofías positivista y empirista, dada
su insistencia en lo empírico como fuente del cono
cimiento, y de allí su rechazo de las doctrinas ra
cionalistas como apenas mejores que las metafísicas.
Algunos, como J. S. Mili, plantearon una interpre
tación empirista de la lógica y de las matemáticas.
Para Mili la lógica y la matemática pura consistían
en proposiciones que eran generalizaciones a partir
3 Esto fue tom ado de Ayer (1990: 114). La selección fue to
mada de Ayer (1946), quien cita al hegeliano británico F. H.
Bradley como fuente del ejemplo.
108 POSITIVISMO Y LENGUAJE
de la experiencia; según esto, declaraciones mate
máticas como 2 + 2 = 4 eran susceptibles de refuta
ción empírica. Losfavances de la lógica formal des
de mediados del siglo XIX ofrecieron una solución a
la desconfianza con que las filosofías empiristas veían
la lógica y las matemáticas. La lógica —y las mate
máticas como rama de la misma— llegó a ser consi
derada como una colección de reglas formales para
construir proposiciones y estipular las condiciones
en que, dentro del sistema formal, podían tomarse
como verdaderas o falsas. En otras palabras, la ló
gica formal elabora la estructura relacional de tér-
minos dentro de un sistema simbólico, pero en sí
misma carece de todo contenido empírico. La lógi
ca puede decirnos, por ejemplo, que si la proposi
ción a es verdadera, entonces la proposición p, que
se sigue deductivamente de ella, también debe ser
verdadera, sin que importe lo que declaren, respec
tivamente, las proposiciones a y p. Sin embargo, la
lógica no tiene nada que decir sobre si a es o no es
verdadera. De este modo, aunque estuvieran más
allá de la experiencia, la lógica y las matemáticas,
en contraste con la metafísica, expresarán verdades
analíticas; es decir, sus declaraciones son verdade
ras o falsas por virtud de las reglas para manipular
los símbolos. Las verdades matemáticas y lógicas
son a priori, no, como pensaban muchos racionalis
tas, porque reflejan el modo en que funciona la
mente humana o pertenecen a un ámbito platónico
de esencias, sino porque son analíticas y reciben su
verdad del modo en que se han planteado las reglas
POSITIVISMO Y LENGUAJE 109
del sistema de símbolos. Una m anera de decir esto
es afirmar que plantean verdades que son verdade
ras por virtud de su significado, y otra es contarlas
como verdaderas por convención. Gomo verdades
analíticas, podrían incorporarse a la estructura mis
ma de la ciencia sin temor al contagio de la metafí
sica. Es decir, sin riesgo de llevar a la ciencia unas
verdades que supuestamente eran verdaderas del
m undo empírico pero que no eran empíricas y, por
lo tanto, no podrían engendrar declaraciones de
observación inequívocas. De acuerdo con las nor
mas positivistas, tales declaraciones sólo se entro
meterían inútilmente en la ciencia porque carecen
de todo sentido y sólo dan una apariencia ilusoria de
plantear verdades acerca del m undo empírico.
En lo tocante al positivismo lógico, estos desa
rrollos de la reconceptualización de la naturaleza
de la lógica y de las matemáticas constituyeron el
fin de la filosofía tradicional. Su principal empeño,
el metafísico, había intentado descubrir las verda
des fundamentales acerca de la realidad, las cuales
eran más profundas o más generales que las que
podía alcanzar la ciencia. Para el positivismo lógico
las únicas verdades acerca del m undo eran las al
canzadas por la ciencia, porque la metafísica no te
nía ningún sentido. El análisis lógico, como método,
podía resolver problemas filosóficos y paradojas re
construyendo los planteamientos filosóficos en el
lenguaje de la lógica formal. También ayudaron a
reformular el concepto de empirismo. A partir de
Hume el conocimiento empírico se había concebi
110 POSITIVISMO Y LENGUAJE
do en términos de ideas o de conceptos, que eran
los restos de impresiones sensorias, es decir, cosas
creadas- en la mente por el contacto causal con co
sas del m undo exterior. Éstas eran la fuente, la úni
ca fuente, de nuestro conocimiento del m undo ex
terior, todo lo cual debía llegarnos a través de los
sentidos. Como ya se dijo, contra los racionalistas
como Descartes, no había ideas innatas, pues si las
ideas se creaban en la mente sólo por contacto con
el m undo exterior, no podía haber ideas ya presen
tes en la mente que fueran anteriores al contacto ex-
periencial con el mundo de las cosas.
Para los positivistas lógicos, así como para el po
sitivismo en general, la observación empírica del
mundo era el fundamento del conocimiento y, por
lo tanto, de la ciencia. Sin embargo, quedó claro que
la observación empírica no era cosa sencilla. Hasta
nuestra experiencia “directa”, de sentido común,
del m undo que nos rodea —m undo de mesas y si
llas, naranjas y limones, programas de televisión, ta
zas de café, copas de vino y demás— no eran simples
percepciones directas sino conjuntos complejos de
impresiones sensoriales más básicas, entre otras co
sas. Tales experiencias no podían satisfacer el per
sistente escepticismo y, por lo tanto, no pudieron
servir como piedras angulares del conocimiento. En
cambio, lo que se necesitaba era la identificación de
los datos elementales básicos de la observación,
de los que no se pudiera dudan y sobre los cuales se
edificarían estas percepciones más complejas.
POSITIVISMO Y LENGUAJE 111
El l e n g u a j e d e l a o b s e r v a c ió n
Y LOS ESTADOS MENTALES
C o n ju n t o s s o c ia l e s fr e n t e a in d iv id u a l is m o
METODOLÓGICO
E l POSITIVISMO Y LA TEOPÍA
U na v ez m á s, el m o d e l o d e e x p l ic a c ió n
HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO
El r e f u t a c io n is m o de P opper y el c a m in o
A LA SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA
En el capítulo anterior se llamó la atención del lec
tor hacia el fracaso del inductivismo como justifi
cación de las generalizaciones teóricas. Popper es
tuvo de acuerdo. El modelo clásico de inducción no
podía librarse lógicamente de la incertidumbre que
planteaban las sucesivas observaciones. El conoci
miento científico no puede proceder a la verifica
POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA 181
ción de teorías por medio de pruebas empíricas
sino que, en cambio, tiene que depender de un mé
todo crítico de “conjeturas audaces” e intentos de
refutación. Sin embargo, la filosofía de la ciencia de
Popper es más que una crítica del inductivismo; ¿1
se interesó enorm em ente en buscar lo que era dis
tintivo del método científico. No todas las formas
de conocimiento son científicas y, como el positi
vismo lógico, Popper se interesó en crear una nor
ma de demarcación que pudiera distinguir la “cien
cia”, en prim er lugar, de la metafísica, que podía
disfrazarse en algunas de las formas de las ciencias,
pero que en realidad solo comprende una “pseudo-
ciencia”. El inductivismo no distinguió a la ciencia
de la pseudociencia, ya que muchas actividades que
aspiran a la categoría científica, pero cuyas preten
siones de ciencia fueron rechazadas por Popper, de
pendían de la inducción. El inductivismo no sólo
no había logrado dar una justificación adecuada a
la verdad de las generalizaciones científicas sino
que también había corrido el riesgo de admitir den
tro de la colección de las disciplinas científicas es
fuerzos tales como la astrología, el psicoanálisis y el
marxismo, para no mencionar más que tres que
Popper negó fueran auténticamente científicas; las
dos últimas eran de naturaleza metafísica. Popper
deseó separar la ciencia de la metafísica y, en el
curso de su demostración, mostrar que el freudis
mo y el marxismo, aunque creyeran ser científicos,
eran pseudociencias, porque en realidad eran me
tafísicas.
182 POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA
La “norma de demarcación” que ofreció Popper
fue la de la refutabilidad. Ninguna cantidad de ob
servaciones podría confirmar finalmente una gene
ralización de la forma “Siempre que A, entonces B.”
Lo más que podría confirmar serían frases del tipo
de £‘Muv a menudo, cuando A, entonces B ’, o “En
todos los casos observados hasta la fecha, cuando
A, entonces B”, que no alcanzan la universalidad.
Las pretensiones universales del tipo de las leyes
Entre ellos todos los hechos de la clase apropiada,
incluyendo los que ocurrirán en el futuro y, como
lo había sostenido Hume, no puede haber certi
dumbre de que lo que ha ocurrido siempre hasta
hoy tendrá que seguir ocurriendo la próxima vez.
Existe una asimetría entre la confirm ación y la re
futación. Un contrae¡emplo, de una A que no va
seguida por una B, refutaría concluyentemente la
generalización universal y esto, sostuvo Popper,
indica el verdadero método de la ciencia: buscar la
refutación de las predicciones de una teoría. Las teo
rías científicas bona fide se exponen al riesgo de la
refutación al declarar inequívocamente, en sus pre
dicciones, lo que debe ocurrir en circunstancias es
pecíficas, en caso de que sean ciertas. De este
modo, exhiben la condición de su fracaso como teo
rías, lo que no hacen las teorías de la pseudocien-
cia. Por decir algo, estas últimas tienen cláusulas de
escape para dar explicaciones a toda falla de sus
predicciones y, por consiguiente, no se las puede re
futar. Por ejemplo, las teorías astrológicas son irre
futables v, por lo tanto, no son científicas; lo mismo
POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA 183
ocurre, sobre la misma base y de m anera mucho
más importante en opinión de Popper, con el mar
xismo, el freudismo y hasta el darwinismo.
De esta manera, Popper revisó la concepción po
sitivista ortodoxa de la ciencia y consideró que con
ello había hecho lo suficiente para disociarse de los
positivistas. El objeto de la ciencia no es hacer infe
rencias de instancias específicas a generalizaciones,
sino buscar modos de rechazar las que él llamó “hi
pótesis conjeturales”. La ciencia no es un cuerpo de
teorías ciertas acumuladas y acumulantes sino una
colección de conjeturas que aún están por ser refu
tadas; la ciencia es un “sistema de conjeturas o pre
dicciones que en principio no se pueden justificar,
pero que sólo pueden afirmar ser válidas en este
sentido: hasta hoy, han resistido las pruebas más di
fíciles que los científicos han podido ponerles”
(Popper, 1959: 317). Además, las mejores son las
teorías que hacen predicciones precisas y por con
siguiente las que más probablemente fallarán con
un experimento o una prueba cruciales.1 La capa
cidad de las teorías para resistir pruebas, su “corro
boración”, está relacionada con la improbabilidad
de sus predicciones. Plantean cosas que prima facie,
e independientemente de la teoría, parecerían inve
rosímiles, como lo pareció inicialmente la predicción
de Einstein de que la luz se curvaría en la vecindad
del sol. Las mejores teorías, como la teoría general
1 Para un tratamiento más completo, véase A nderson et al.
(1986: 236-243).
184 POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA
de la relatividad de Einstein, establecen condicio
nes muy precisas a lo largo de toda una gama de
pruebas y, por lo tanto, tienen un alto contenido
empírico que, según Popper, significa que pueden
excluir muchas posibilidades diciendo, si son cier
tas, lo que debe ocurrir y lo que no puede ocurrir.
Son esas teorías, irrefutables en principio, las que
están virtualmente carentes de contenido empírico;
no pueden excluir nada pues nunca dicen inequí
vocamente lo que debe ocurrir. Por consiguiente, la
ciencia es ante todo una busqueda crítica, implaca
blemente competitiva, que siempre intenta destruir
o refutar sus conjeturas, incluso las mejores. Por
prueba y error críticos procede la ciencia, descar
tando aquellas teorías que no pasan las pruebas e
intentando intensificar las pruebas de aquellas que,
al menos de momento, han pasado las mejores
pruebas que se puedan inventar para ellas. Sólo me
diante el rechazo de teorías puede progresar nues
tro conocimiento pues, dada la naturaleza del argu
mento de Popper acerca de las generalizaciones
universales, nunca podemos tener la certidumbre
de que alguna de éstas sea verdadera. Lo único de
que podemos estar plenamente seguros es de que
algunas de tales generalizaciones han resultado fal
sas. Mientras “reconozcamos que no hay autoridad
más allá del alcance de la critica que pueda encon
trarse dentro de todo el ámbito de nuestro conoci
miento [. . .] entonces podemos conservar [. . .] la
idea de que la verdad está más alia de la autoridad
hum ana” (Popper, 1965: 29-30). Para Popper esta
POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA 185
“epistemología evolucionista” no es diferente del
modo en que todas las formas de vida se adaptan, y
en realidad sólo es una extensión del modo de
aprender por prueba y error (tentativo). Desde luego,
existe siempre el riesgo de aferrarse a una teoría fa
llida o, para el caso, de abandonar prematuramen
te una buena. Pero la ciencia no tiene más remedio
que vivir con estos riesgos ya que, como lo reconoce
Popper, no hay normas no lógicas que participen
en la selección y promoción de las teorías científi
cas. Como lo han demostrado los estudios de la so
ciología y de la historia de la ciencia, hay muchas ra
zones por las que a menudo nos hemos aferrado a
teorías, o hemos descartado otras, por normas que
no han sido estrictamente científicas, incluyendo
cosas tan prosaicas como la preferencia personal, el
avance en la carrera o la convicción religiosa. Pero,
según Popper, aunque tales cosas sean rasgo me-
rradicable de la historia social de la ciencia, no for
man parte de su lógica, y es en esto en lo que pare
ce estar principalmente interesado. La única
preocupación defendible de la epistemología como
teoría del conocimiento científico es con respecto a
los verdaderos procedimientos y productos de la
ciencia. La ciencia busca la verdad en el sentido de
correspondencia con la realidad, y sin embargo
nunca podemos demostrar de manera concluyente
que nuestras conjeturas son verdaderas. Antes
bien, la verdad se pone a prueba eliminando la fal
sedad: “Somos buscadores de la verdad pero no so
mos sus poseedores” (Popper, 1972: 59).
180 POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA
No obstante, aunque la norm a de refutabilidad
de Popper pretende ser lógica, se han expresado re
servas sobre “si su punto es descriptivo o prescripti-
vo. En el prim er caso, entonces, como descripción
de cómo funciona la ciencia, es manifiestamente
deficiente. Los científicos no son críticos todo el
tiempo, no necesariamente buscan los terrenos de
pruebas más rigurosos para las teorías, y no siem
pre pueden cumplir con las condiciones de la es
tricta refutación. En el segundo caso, entonces, el
refutacionismo no sólo excluye ciertas teorías bien
conocidas y respetadas de la especie humana sino
que tiene el mismo efecto sobre cierto número de
teorías científicas naturales incluyendo, por ejem
plo, la teoría evolucionista de Darwín. En lo tocan
te a Popper, las teorías deben ser predictivistas; es
la predicción la que las expone a la refutación. No
se admiten teorías heurísticas. Además, no se toma
nota de la inmensa cantidad de trabajo taxonómico
que es fundamental en muchas ciencias. Dejando
aparte estas cosas, hasta como descripción de la ló
gica de la ciencia, la de Popper es idealizada y pres
ta poca atención a las razones lógicas que no sean
las más estrictas que los científicos puedan tener
para rechazar y aceptar hipótesis. Esto es im portan
te si se invoca prescriptivamente la norm a de Pop-
per, pues ya no sólo describe la diferencia entre la
ciencia “propiamente dicha” y la pseudociencia sino
que empieza a estipular cómo se debe practicar la
ciencia.
A pesar de todo, debe decirse en defensa de Po-
POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA 187
pper que, en lo general, insiste en que no está tra
tando de describir cómo se debe practicar toda la
ciencia, sino tan sólo la ciencia que puede contri
buir al aumento de nuestro conocimiento, la ciencia
que se presenta en tal forma que corre el riesgo de
refutación. Popper no nos da una versión generali
zada de cómo actúan todos los científicos; muchos
de ellos lo hacen con un espíritu burocrático, son
cautelosos y evaden todo riesgo intelectual, y care
cen manifiestamente del implacable espíritu crítico
que Popper recomienda. Lo que éste considera que
está describiendo es cómo se practica la ciencia
buena, cómo los grandes científicos han dado gran
des saltos de nuestro conocimiento al revisar por
completo nuestros modos de pensar. Científicos
como New ton y Einstein m ostraron una inclinación
a correr riesgos intelectuales. Popper también ad
mitiría las “teorías heurísticas” mientras fueran uti
lizadas para trabajar en pos de teorías que fueran
refutables. Sin embargo, a fin de cuentas, para él no
importa cómo se llega a la teorías, sino tan sólo que
deben conducir a “conjeturas audaces” y estar ex
puestas a refutación, pues es en esto en lo que se
encuentra el progreso científico.
En lo tocante a las ciencias sociales, el prim er im
pacto de la obra de Popper fue devastador. Los re
querimientos de refutación proscribieron efectiva
mente del tribunal de la ciencia muchas teorías de
la ciencia social, puestas a prueba y en las que se
confiaba, porque no podían expresar teorías en una
forma que las expusiera a la posibilidad de refuta
188 POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA
ción. Se parecían más al freudismo y al marxismo
—en realidad, a menudo se derivaban de ellos— que
a las teorías newtonianas e einsteinianas. En lo con
cerniente a Popper, todo lo que ofrecían eran m o
dos de ver o puntos de vista sobre la vida social; no
eran teorías científicas . Este aspecto de la obra de
Popper fue desarrollado en sus vehementes argu
mentos contra las visiones colectivistas de la socie
dad, como la del marxismo, diciendo que no pro
vocaban más libertad para el individuo, sino menos.
Cualquier intento de imponer la igualdad como el
más importante principio social organizador —o en
realidad em prender cualquier tipo de reconstruc
ción general de la sociedad en nombre de alguna
ciencia social o principio general— tenía grandes
probabilidades de producir tiranía (véanse Popper,
1945; Sharrock, 1987). Los argumentos están co
nectados, poderosamente, con el sentido que Pop-
per tenía de las limitaciones del conocimiento hu
mano y, a este respecto, con su desconfianza de las
inspiraciones de la ciencia social (cuyo precursor
fue Comte), que la ven como una m anera de au
mentar la intervención racional en la reorganiza
ción completa de la sociedad humana para reducir
sus males. Para Popper semejante ambición, si se la
concibe en forma holística, ha de invitar inevitable
mente a la tiranía, pues requeriría el sometimiento
de toda la sociedad a una autoridad central encar
gada de controlar y de planear y que, a su vez, daría
por resultado la supresión de todas las alternativas
al punto de vista predominante. El conocimiento
POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA 189
científico es cuestión de ensayo y error, efectuado
por medio de pruebas y de crítica, y esto sólo se
puede realizar institucionalmente en una sociedad
“abierta” donde exista toda una pluralidad de pun
tos de vista que compitan entre sí. Semejante pro
ceso requiere que florezca la crítica, que aumenten
los argumentos, que pulule la disensión, y esto no
se puede hacer en sociedades “cerradas”. Sin em
bargo, no se les niega a las ciencias sociales toda po
sibilidad de intervención social útil, pero esto sólo
puede lograrse en modesta escala, en lo que Pop-
per llamó “ingeniería social por partes”.
De este modo, la doctrina del refutacionismo de
Popper dio una buena razón sobre por qué el es
quema hipotético-deductivo era tan importante
para la filosofía de la ciencia al ser un formato que
imponía la exigencia de expresión en una forma re
futable a una teoría científica. Fuese interpretado
en términos verificacionistas o en los términos re-
futacionistas de Popper, el esquema hipotético-de
ductivo ha sido una idea poderosa en la filosofía de
la ciencia, como en todo lo demás, aunque no le ha
yan faltado críticos. Pretendía evitar las dificultades
filosóficas del inductivismo pero también, a veces
inadvertidamente, aunque preocupada por mante
ner la racionalidad del método de la ciencia, al mis
mo tiempo puso de relieve la importancia de la his
toria y de la sociología de la ciencia, aunque sólo
fuera, dicho en términos popperianos, para com
prender cuáles teorías entraban en la carrera evolu
cionista.
150 POSITIVISMO Y CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA
EL GIRO KUHNIANO
R azones fr e n t e a causas
C o n c e p c io n e s a ltern a tiv a s d e l a c ie n c ia s o c ia l
C o n c l u s ió n
L enguaje y significado
De nuevo el lenguaje
En el caso de Kuhn, el argumento contra la idea de
una teoría nueva y ahora triunfante que haya mos
trado una captación más íntima de la naturaleza de
la realidad última que sus predecesoras descartadas
se origina en su rechazo de la distinción entre el
“lenguaje de la teoría” y el “lenguaje de la observa
ción”, que fue un elemento clave de la tradicional
filosofía empirista de la ciencia, como ya hemos vis
to. Según Kuhn, esa distinción no se puede soste
ner, porque el lenguaje en que se ponen las obser
vaciones está, a su vez, preñado de teoría. Como lo
hemos visto en el capítulo anterior, en relación con
el análisis de la lógica conceptual de motivos e in
tenciones, éstos son conceptos que entran en la des
376 LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD
cripción de acciones de modo que resulta difícil
sostener una distinción discreta entre, digámoslo
así, un lenguaje de'observación conductual y un
lenguaje de estados mentales, ya que ambos perte
necen —para tomar una concepción de Wittgen
stein— a una “gramática de los conceptos de ac
ción”, en la que los dos se encuentran íntimamente
entrelazados. Una teoría similar aparece en la no
ción de que el lenguaje de la observación está pre
ñado de teoría.
La distinción entre los lenguajes de la “teoría” y
de la “observación” pretendía dar una seguridad de
que las teorías científicas sí establecían conexión
con el mundo. En una teoría formulada en forma
verdaderamente deductiva, los conceptos generales
abstractos en extremo se conectarían sistemática
mente con los fenómenos observables, por medio
de los niveles cada vez menos generales que inter
vinieran en la cadena de las proposiciones deduci
das, lo que, a la postre, conduciría a hacer predic
ciones acerca de estados de cosas concretos,
específicos y observables, asegurando así que la teo
ría respondiera al modo en que era el mundo y per
mitiendo hacer una comparación directa y que —se
gún se esperaba— embonara entre los hechos del
mundo y las pretensiones de la teoría. Sin embargo
—y según Kuhn— dado que la observación científica
real se hace en los términos de alguna teoría, los ti
pos de cosas que se observan deben depender de la
teoría; por ejemplo, si un fisiólogo está interesado
en los efectos de un medicamento sobre la hemo-
LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD 377
globina en el torrente sanguíneo, sus observaciones
deberán hacerse en términos de una teoría en la
que ya se encuentren definidos muchos de los fe
nómenos observacionales clave. De este modo, y
una vez más según Kuhn, no es posible describir el
m undo independientem ente de alguna teoría. Y
—lo que pesa más que esto—la idea de un mundo in
dependiente de alguna teoría no puede tener' signi
ficado, y el científico sólo puede encontrar al mun
do en los términos de una teoría que acepte; Kuhn
glosa este punto describiendo a los protagonistas te
óricos como si vivieran en “mundos diferentes”.
Por lo tanto, la discontinuidad entre las fases prerre-
volucionaria y posrcvolucionaria del cambio cientí
fico es tan grande que casi no tiene sentido hablar
de que una teoría ofrece una mejor versión del mis
mo mundo que su predecesor a. Más valdría decir
que la nueva teoría nos pone en un mundo distinto
del de su predecesora.14
E l REALISMO
Realismo y ciencia
Un intento importante por recuperar el terreno per
dido por el ataque al positivismo, y así retener la
idea de una ciencia social, fue hecho por Bhaskar
(1978), quien presentó lo que llamó un “realismo
trascendental”, que incluiría a las ciencias sociales
entre las ciencias. Permitiría, en su opinión, retener
un modo marxista de explicación revisado, junto
con diagnósticos de falsa conciencia y la implica
ción política de la posibilidad de emancipación,
pero no tan vulnerable al tipo de objeciones inspi
rado por Winch y otros como las concepciones po
sitivistas de la ciencia.
Bhaskar sostiene que la ciencia hace descubri
mientos acerca de la naturaleza y de los poderes de
las cosas reales, cosas que existen independiente
mente de esa ciencia y de nuestro conocimiento de
aquéllas, y que continuarían existiendo y compor
tándose como lo hacen aun si no existiera ninguna
ciencia para explicarlas. Es decir, Bhaskar desea in
sistir al mismo tiempo en que la ciencia, lo que co-
LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD 385
nocemo.fi y lo que podemos decir acerca de la natu
raleza y el poder de las cosas reales, a su vez es con
tingente, es un fenómeno producido histórica y so
cialmente. Así, al menos en parte, está dispuesto
a aceptar conclusiones supuestamente relativistas,
pero desea argüir que relativismo y realismo no es
tán en conflicto. Según el plan de Bhaskar, dado
que la posibilidad misma de la ciencia requiere que
reconozcamos la existencia de un mundo real, in
dependiente de la mente y que funciona de acuer
do con la necesidad natural, lo que tenemos es un
realismo ontologico. Sin embargo, también debemos
reconocer que la ciencia y su conocimiento son una
actividad humana, forjada cultural c históricamen
te. Por lo tanto, también se requiere un relativismo
epistemológico. Existe allí, dicho de otra manera, una
diferencia entre nuestras descripciones de la reali
dad y la realidad que queda descrita. Aunque sólo
por medio de nuestras descripciones científicas co
nocemos —en la medida en que conocemos— las co
sas en la realidad, los tipos de descripciones que
aparecen en la ciencia son, a su vez, productos his
tórica y socialmente formados, resultado de la obra
de anteriores investigadores y teóricos. Son ellos
quienes han forjado la terminología que emplea
mos para hablar acerca de la realidad, y no es ne
cesario que describamos las relaciones naturales y
necesarias entre los fenómenos en la terminología
que casualmente hemos heredado. Podemos descri
bir estos fenómenos de otras manci as, y los hemos
conocido bajo descripciones diferentes de las que
586 LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD
hoy tenemos. Pero esto no significa que la natura
leza ele las cosas conocidas sería diferente. La natu
raleza de las cosas en la realidad no es lo mismo
que sus descripciones. Por ello una descripción de
una cosa de una manera y no de otra no modifica
la naturaleza de la cosa cuando alteramos el len
guaje de la descripción.17
Dentro de la posición “naturalista” de Bhaskar,
los tradicionales dualismos de naturaleza frente a
hermenéutica, voluntarismo frente a reificación, e
individualismo frente a colectivismo, no son oposi
ciones necesarias en las que tengamos que escoger
lo uno o lo otro. Bhaskar trata la oposición entre el
naturalismo y la hermenéutica como si consistiera
en los otros dos dualismos y pudiera ser superada
mediante un modelo transformacional de la acción
social. Las estructuras sociales no son reificadas
como cosas que poseen una vida propia y que de
terminan las acciones de los individuos, como en el
colectivismo. Las estructuras sociales preexisten a
las acciones individuales y son condición previa
para ellas. Al mismo tiempo, son productos de esas
acciones 18 La vida social no es algo constituido ex-
1 Esta fue una posición hacia la que se inclinó Kuhn, pero
luego se retiró en favor de la idea de que la naturaleza de las co
sas dependía de nuestras descripciones de ellas y que, por consi
guiente, los cambios en los modos ele describir significaban cam
bios de la naturaleza de las cosas. Para Bhaskar las diferentes
descripciones tratan de captar la naturaleza intrínseca de la cosa.
18 La noción no es muy diferente del concepto de Giddens de
"estructuración”, en que “la sociedad es a la vez la condición y el
resultado de la agencia hum ana, y la agencia hum ana es a la vez
la producción y reproducción (o transformación) de la sociedad”
(Giddens, 1986: 92).
LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD 387
elusivamente por individuos, ni comprendido por
conjuntos sociales autosubsistentes, sino una red de
relaciones sociales, un conjunto de posiciones da
das, actividades y prácticas asociadas, ocupadas por
individuos que son agentes capaces de tomar deci
siones y de hacer elecciones y que, por consiguien
te, pueden cumplir con los requerimientos de esas
posiciones y, por ello, son capaces de transformar la
estructura que ellos u otros ocuparán más adelante.
Estos argumentos aseguran, para Bhaskar, que las
“ciencias sociales pueden verse como ciencias en el
mismo sentido que la ciencia experimental de la na
turaleza, como la química orgánica, pero en formas
que son tan distintas de la materia como específicas
de la naturaleza de las sociedades” (Giddens, 1986:
93). En otras palabras, las ciencias sociales tendrán
que tomar en cuenta el tipo de fenómenos que, se
gún Winch y otros, socavaron su posición misma
como ciencias, como la interpretación de los acto
res sociales —Bhaskar llama a esto el “momento her-
menéutico”—, y un reconocimiento de que la reali
dad social consiste, en parte, en los conceptos e
interpretaciones de los actores sociales.
CONCLUSIÓN
Hemos planteado —pero no respondido directa
mente— la pregunta de si las opiniones de Witt
genstein acerca de la “autonomía de la gramática”
no dieron por resultado la desconexión de la “rea
388 LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD
lidad externa’' del tipo que teme Bhaskar, y si éste
trata de reconectarla con su propia declaración de
un realismo elaborado. No respondimos directa
mente a la pregunta, pero debe ser bastante claro
que no da por resultado esa desconexión. Antes
bien, el argumento de Wittgenstein va contra el
planteamiento de la pregunta acerca de la relación
del lenguaje con la realidad como algo que se de
bería plantear y responder de manera general. Es
bastante claio que el nombre “FidoMno es el mismo
que el perro Fido, y cuando le damos el nombre
“Fido'’ al peí ro establecemos una conexión entre
algo lingüístico, un nombre, y algo no lingüístico, a
saber, el perro vivo. Sin duda Wittgenstein no está
negando tan obvios hechos. Sin embargo, lo que
está intentando hacer es disuadirnos de empezar por
y enfocar exclusivamente los hechos de dar nombres a
las cosas como si representaran la esencia misma
del lenguaje. También desea hacernos recordar que
establecer dichas conexiones entre palabras y cosas
no representa la raíz ni el fundamento del lenguaje,
que tales conexiones presuponen la existencia de
una actividad humana organizada, de la que el len
guaje forma parte. El hecho mismo de dar nombres
a los perros es una práctica social que también ha
cemos extensivas a otras mascotas, pero que no
aplicamos a los animales en general. Sin embargo,
disponer de esta práctica sociocultural es algo que
ya queda presupuesto en el ejemplo más básico de
relacionar palabras con cosas, como darle nombre
* a un perro. Reflexionando sobre lo que sería un
LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD 389
conciso sumario de opiniones wittgensteinianas, y
hasta kuhnianas, podemos proponer esto: el reco
nocimiento de la importancia del contexto socio-
cultural en nuestras prácticas lingüísticas y de otros
tipos no nos priva de la capacidad de “hablar acer
ca de la realidad”, sino que nos da la capacidad de
hacer esto. Dependemos de una realidad sociocul-
tural para que la expresión de “hablar acerca de la
realidad” tenga un sentido y una aplicación inteli
gibles.
VIII. LA EVAPORACIÓN
DEL SIGNIFICADO
E n LOS dos capítulos anteriores hemos revisado las
posiciones que intentan sostener que los fenómenos
sociales son intrínsecamente significativos y que,
por lo tanto, la labor esencial de las ciencias socia
les debería ser el estudio del significado y de la
creación de significado. En el último capítulo nos
preguntamos si esto conduciría a diversas conse
cuencias aparentemente indeseables, como subjeti
vismo, idealismo y relativismo, y sostuvimos que ta
les temores eran en gran parte ilusorios. Sugerimos
que ni la opinión de los wittgensteinianos ni la de
los kuhnianos tiene semejantes implicaciones. Sin
embargo, ahora necesitamos considerar ciertas po
siciones que intentan volver a la idea de que los fe
nómenos sociales son intrínsecamente significativos.
Aquí presentamos dos com untos de opiniones muy
diferentes. En primer lugar, las del “posempiris
m o”, posición encabezada por W. V. O. Quine; en
segundo lugar, las de la teoría "posestructuralista'
europea, por medio de sus dos figuras más desta
cadas, Michel Foucault y Jacques Derrida. Por razo
nes muy diferentes y con consecuencias considera
das de manera muy distinta, estos dos enfoques
incluyen la idea de que la noción de los fenómenos
390
LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 391
sociales como “intrínsecamente significativos” es
una concepción en esencia metafísica, y que la ne
cesidad de purgar de manera radical el pensamien
to de todos sus elementos metafísicos entraña el
abandono de la noción de significado, liquidada
por un ataque frontal a las anteriores teorías del sig
nificado.
Los argumentos revisados en los dos capítulos
previos se dedicaron a explorar la pertinencia y las
implicaciones de la cuestión del significado y, por
lo tanto, del lenguaje, para el estudio de los fenó
menos sociales. En este capítulo deseamos volver a
ciertos argumentos que tratan de negar que los fe
nómenos sociales, en especial el lenguaje, tengan
un significado. En pocas palabras, estas tendencias
surgen de dos fuentes muy distintas, sin ninguna re
lación entre sí. Una de ellas se origina con la teoría
social europea, la cual tiende a incluir la filosofía
tanto o aún más que la sociología, y aquí las in
fluencias fundamentales son las ideas “estructura-
listas” y “posestructuralistas”. La otra surge de la
corriente principal de la filosofía angloamericana
contemporánea y de las doctrinas “posempiristas” con
que suele asociarse al positivismo.
Sin embargo, aunque las discusiones son acerca
del lenguaje y el significado, también se preocupan
profundamente, a través de éstos, por la cuestión de
la racionalidad y de la naturaleza de la ciencia. Los
argumentos wincheanos habían sido interpretados
de modo relativista, como si afirmaran que no ha
bía norma absoluta de racionalidad y, por lo tanto,
392 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO
no había medios seguros
O de determinar una autori-
dad intelectual para la ciencia. Se suponía que la he
chicería no era mejo'r ni peor que la ciencia o, mejor
dicho, que no había una manera (con principios)
que mostrara que una fuese mejor que la otra. De
formas muy diferentes, puede verse que estas ten
dencias se refuerzan, y que incluso —en el caso de
la teoría social europea— llevan mucho más allá las
supuestas consecuencias de las opiniones del tipo
de las de Winch.
El p o s e m p ir is m o
El conductismo de (¿uine
Uno de los m a s destacados conductistas contempo
ráneos es W. V. O. Quine, quien, al menos desde el
decenio de 1960, ha sido uno de los filósofos an
gloamericanos que mayor influencia han ejercido.
Ya hemos analizado algunas de las ideas de Quine
en relación con la discusión de la ciencia en el ca
piculo IV. Sin embargo, el modo en que Quine ha
ejercido mayor impacto en el periodo posterior a
1960 es por medio de sus ideas sobre la naturaleza
del lenguaje y'el significado, organizadas en torno
de la cuestión de la “traducción”, y que incluyen la
que debe ser una de las cuestiones más frecuente
394 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO
mente discutidas en la filosofía contemporánea: la
“tesis de la indeterminación de la traducción”.
La filosofía de Quine se formó a partir de una
adopción selectiva de la herencia del empirismo y
del positivismo. En su opinión, una de las conse
cuencias graves de la posición conductista es presu
poner que las tareas principales de la filosofía han
sido hoy predominantemente efectuadas por la
ciencia. El principal objetivo de la filosofía, la meta
de sus preocupaciones metafísicas, era decirnos
aquello en que, en última instancia, consistía la rea
lidad, pregunta ahora atinadamente contestada —o,
al menos, tan bien como hoy es posible hacerlo—
por los últimos descubrimientos de la ciencia. Otra
de sus toreas principales, la epistemología, la deter
minación de cómo es posible que conozcamos la na
turaleza del mundo externo, aún no ha sido entre
gada a la ciencia, pero Quine recomienda que así se
haga. La epistemología debe ser “naturalizada” al
convertirla en el estudio empírico del desarrollo del
aparato cognoscitivo humano. La filosofa no pue
de aspirar a desempeñar un papel que tradicional
mente ha anhelado, el de “primera filosofía” que
elabora la base del conocimiento y prescribe a la
ciencia cómo debe organizarse para tener éxito.
Sin embargo, aunque Quine reduce en forma
considerable el papel de la filosofía, ésta no es en
teramente redundante. Todavía puede desempeñar
el papel de aclarar qué es lo que la ciencia nos dice
y de verificar el modo en que “ordinariamente ha
blamos contra la norma que la ciencia ha estableli-
LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 395
E l POSESTRUC.TLJRALISMO
Las ideas resumidas en la última parte del párrafo
anterior se originan, como su nombre lo indica, en
una reacción contra el estructuralismo francés,
mientras retienen muchas continuidades con el es
tructuralismo. La crítica, en términos muy sencillos,
era que el estructuralismo no había aclarado el sig
nificado de sus propias doctrinas. En particular no
había sido claro al plantear hasta qué punto esas
mismas doctrinas invalidaban la idea de “ciencia", a
contra ella; sobre tocio, como lo ha observado, por ejemplo, Kirk
(1986), el propio Q uine se m uestra propenso a replantear el ar
gum ento en térm inos lo bastante distintos como para que equi
valgan a diferentes tesis. El intento de decir lo que está mal en la
tesis de la “indeterm inación” se complica con el esfuerzo por de
cir lo que la tesis definitivamente afirma.
4)8 LA EVA P O RAO IÓ N DEL SIGNIFICADO
pesar de insistir en que tal era su aspiración. Aban
donar la idea de que se podía tener una ciencia del
lenguaje fue algo motivado, en parte, por desear
abandonar asimismo la idea de que se podía pasar
de ideología a ciencia. El problema del estructura-
lismo fue que no comprendió plenamente hasta
qué punto el lenguaje es ideología; hasta qué punto
nociones como significado, y sobre todo realidad,
son, a su vez, nociones ideológicas.
El estructuralismo fue otra táctica en el recu
rrente esfuerzo por convertir los estudios sociales y
culturales en ciencias, modelándolos de acuerdo
con otra ciencia exitosa, en este caso no una natu
ral sino una humana: la lingüística. Al parecer la lin
güística había logrado cierto éxito como ciencia
dura gracias a la obra de Ferdinand de Saussure
(1959) quien había sostenido que el lenguaje debía
comprenderse como un sistema cerrado de con
trastes. Tal como después lo hizo Wittgenstein, De
Saussure atacó el intento de interpretar el lenguaje
en términos de palabras que representaban cosas.
Argüyó que las palabras en realidad “representan
cosas”, pero que ésta no es base para una lingüísti
ca científica. La conexión entre las palabras y las co
sas que representan es arbitraria, como puede ver
se en la manera en que, en diferentes lenguajes,
distintas palabras representan la misma cosa. La
forma correcta de interpretar el lenguaje es como
sistema diferenciado, en el que las unidades, para
ser tales, deben caracterizarse por su diferencia, así
como, por ciemplo, las posiciones en un partido de
LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 419
fútbol están definidas por los diferentes papeles que,
supuestamente, desempeñarán sus ocupantes. De
este modo, dentro del equipo, las posiciones que
dan identificadas por el contraste entre sí, y lo mis
mo ocurre con las palabras de un lenguaje.
El estructuralismo de Lévi-Strauss
Esta concepción, triunfalmente aplicada en la lin
güística, fue adoptada por un antropólogo, Lévi-
Strauss, en sus estudios de la cultura.8 A partir de
la opinión de que, en el fondo, la mente humana es
la misma por doquier, Lévi-Strauss consideró que el
modelo de la lingüística estructural podía aplicarse
a la antropología para demostrar la universalidad
del pensamiento lógico. Utilizando el ejemplo del
mito, argüyó que aun cuando se cree que los “sal
vajes” piensan de modo diferente que el nuestro, si
examinamos cómo se desenvuelven las historias mí
ticas podremos ver que no es así o, al menos, que lo
es sólo en modos superficialmente distintos. Su
pensamiento no es menos lógico que el nuestro.
La apariencia superficial de las diferencias se de
riva de que poseemos ciencia y matemáticas, las dos
disciplinas que se especializan en el pensamiento ló
gico y que han desarrollado instrumentos muy com
plejos para permitirnos pensar en abstracciones.
8 La obra ele Lévi-Strauss es voluminosa. Pero véase, por
ejemplo, Lévi-Strauss (1966, 1968, 1969, 1970).
420 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO
Pese a su falta de rales instrumentos, los “salvajes”,
arguye Lévi-Strauss, tienen exactamente los mismos
poderes lógicos que nosotros, pero se expresan en
forma diferente, como los relatos míticos. Los “sal
vajes", por ejemplo, tienen un conocimiento in
menso, profundo y detallado de la flora y la fauna
de su mundo, y por medio de su conocimiento em
pírico logran ejercer sus poderes lógicos. En lugar
de emplear recursos abstractos, como las matemáti
cas y la lógica simbólica, el “salvaje” opera con ma
teriales concretos que en gran parte encuentran su
expresión en los relatos míticos. Por lo tanto, Lévi-
Strauss se interesa en ellos menos como cuentos y
más como construcciones lógicas. Tales mitos com
prenden relatos que muestran fenómenos tomados
del mundo que rodea a quienes los narran. La refe
rencia a esos materiales puede desempeñar el mis
mo papel que las abstracciones en la lógica y las ma
temáticas, salvo que el razonamiento es “concreto”
y no abstracto.
La idea clave para analizar la estructura lógica
del mito es la misma que en De Saussure y en la es
cuela de lingüística estructuralista que se despren
dió de su obra. Para comprender los relatos míticos
lo importante es el contraste. En otras palabras, la
idea es asistir a su organización como patrón de
contrastes, es decir su estructura, no su sustancia.
Por ello el método de Lévi-Strauss consiste en pre
guntar por el papel que desempeña, digamos, una
especie particular de animal, persona u otro fenó
meno en un mito dado o hasta en una serie conec
LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 421
tada de mitos. Por medio de una paciente investi
gación del intrincado patrón que compara todos los
lugares y las conexiones que ocupa el elemento, pri
mero en el mito y luego —idealmente—, en todos los
demás mitos en que aparece, se puede elaborar el
“valor semántico” de ese punto;9 esto no es un fin
en sí mismo sino un medio de descubrir la lógica
subyacente del “pensamiento mítico’’ y demostrar
de qué modo este pensamiento se enfrenta a algu
nos de los problemas profundos y perennes del
pensamiento humano.
Como ejemplo muy sencillo, Lévi-Strauss obser
va que los mitos tratan “arriba y “abajo” como dos
opuestos con respecto a su relación en la escala ver
tical. También están separados uno del otro, hl
“arriba” no es accesible a los seres humanos ordi
narios pero a menudo se lo considera morada de
seres celestiales. Sin embargo, el agua es un ele
mento capaz de atravesar esa división pues, en for
ma de lluvia, puede pasar de arriba a abajo. De ma
nera similar, la "niebla” se encuentra a la mitad
entre arriba y abajo. Tiene las mismas característi
cas que las nubes, que se encuentran en el cielo
pero que, a su vez, aparecen cerca del nivel del sue
lo. De este modo, dichos fenómenos naturales, por
virtud de sus propiedades naturales, pueden apare
cer en los mitos para representar relaciones lógicas,
como las de la oposición entre “arriba” y “abajo”, o
11 El “valor sem ántico” no necesita m antenerse constante a lo
largo de diferentes mitos.
422 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO
una condición intermedia —'“lo uno y lo otro”— cual
el agua que viene de arriba abajo, o como ni lo uno
ni lo otro, cual la niebla.
Los fenómenos naturales y los sociales, para los
modos y las prácticas de la gente, también pueden
ser elementos en los mitos, aportar materiales con
los cuales presentar relaciones lógicas y, dada la
disponibilidad de estos recursos básicos y sencillos
para el razonam iento lógico, se los puede utili-
/.ar para formar patrones sumamente elaborados.
La obra principal de Lévi-Strauss consistió en Se
Oguir de cerca estas elaboradas estructuras.10
Uno de los aspectos del mito en que Lévi-Strauss
se mostró particularmente interesado fueron las
cosmologías que construye, y que intentan explicar
la naturaleza más general de las cosas, incluyendo
por ejemplo la diversidad de las mismas: ¿por qué
hay diferentes tipos de cosas, en lugar de uno solo?
Dado que existen diversos tipos de cosas y que se
originaron de una cosa, ¿cómo enfrentarnos al lógi
co enigma de que muchos se originen de uno solo?
En L ’ Ilistoire de Lynx existe un análisis del papel de
los gemelos desiguales. En estos mitos los gemelos,
aunque casi idénticos, no lo son en realidad, por te
ner características opuestas: uno de ellos es brillan
te, estúpido el otro; honrado el uno, mentiroso el
otro, etc. Según Lévi-Strauss, la idea de los gemelos
puede utilizarse para elaborar una estructura fun
damental de la naturaleza de las cosas. Empieza así:
10 Esto totaliza, hoy, cerca de cuatro mil páginas publicadas.
LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 423
Estos mitos representan la organización progresiva del
mundo y de la sociedad en forma de una serie de do
bles escisiones, pero sin que las partes resultantes de
cada estado sean nunca verdaderamente iguales. Co
moquiera que sea, una siempre es superior a la otra
(Lévi-Strauss, 1995: 213].
Criaturas
creador
Indios Blancos
Buenos Malos
Fuertes Débiles
Derrida y la deconstrucción
La noción de “deconstrucción”, término acuñado
por el crítico literario Paul de Man y por el filósofo
Jacques Derrida, adopta una línea drástica hacia la
posibilidad de significado.13 El esfuerzo de Derrida
es nada menos que una crítica de toda la tradición
filosófica occidental como principal representante
de la idea de la razón y de una búsqueda de lo im
posible. En ciertos aspectos parte del mismo punto
que Hegel, al observar que la filosofía se preocupa
Aquí nos basam os en la versión de Derrida. Véase Derrida
(1976).
440 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO
por las oposiciones, por lo verdadero contra lo fal
so, lo bello contra lo feo, lo mental contra lo iísico,
lo finito contra lo infinito, etc. Hegel trató de mos
trar cómo podían superarse, y hasta reconciliarse,
estas oposiciones. Pero el proposito de üerrida,
muy diferente, es demostrar que se las puede soca
var. Las oposiciones no sólo son de contraponer
opuestos, que suelen estar ordenados por jerarquías,
donde un elemento de la pareja es considerado su
perior al otro, y esto reí leja la profundidad con que
la dominación está arraigada en el pensamiento oc
cidental.
Las oposiciones clave en eme se concentra Derri-
da son dos parejas interrelacionadas: presencia y
ausencia, habla y escritura. Como acabamos de ob
servarlo, no sólo están opuestas sino también jerár
quicamente conectadas. La presencia es preferida a
la ausencia, el habla a la escritura, entre otras cosas
porque se considera que la última pareja está ejein
plificando a la primera pareja. En la manera en que
la filosofía occidental trata del conocimiento vj la
certidumbre, lo que está “presente” es lo que pro
mete el conocimiento veidadero y cierto. Por ejem
plo, en las filosofías positivista y empirista la bús
queda era de aquellos “hechos brutos” con los que
tenemos contacto inmediato y acerca de los cuales
podemos no tener dudas, una búsqueda de cosas
que estuvieran indiscutiblemente “presentes’' y que
a menudo encontrábamos en nuestra “experiencia
sensorial' Sin embargo, la lingüística saussuriana,
reconstruida por Derrida, viene a subvertir esta no-
LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 441
ción. Toda la idea acerca del significado de una pa
labra que le es dado por medio de una serie de con
trastes implica que el significado de una palabra en
particular, si está presente para nosotros, depende
de cosas que están ausentes. El significado de una pa
labra hablada queda determinado por un contraste
con otras palabras que ahora no están siendo habla
das, que pudieron haberse usado pero no se usaron.
Esto subvierte la idea de oposición v de jerarquía en
tre las categorías de “presencia”, pues la naturaleza
misma de lo que está presente para nosotros queda
determinada por lo que no lo está. Son su presencia
y su ausencia anidas lo que determina el significado
de una palabra, y esto quiere decir que la presencia
no puede ser preferida sobre la ausencia.
La distinción entre habla y escritura, como he
mos observado, también encarna la tradicional
oposición jerárquica de presencia y ausencia; el ha
bla está presente, la voz es inmediata para nosotros,
producida en presencia del que escucha. Se ha con
siderado que la escritura es algo secundario y deri
vado del habla y que representa al habla para
hacerla presente cuando está ausente. Por su natu
raleza misma, la escritura incluye la ausencia, ya
que el escritor no está al alcance del lector del
modo en que el hablante lo está del escucha. Esto
también quiere decir que no es posible determinar
el significado de lo que está escrito del mismo
modo que el de lo que se ha dicho. Se puede veri
ficar con un hablante si hemos comprendido su sig
nificado, por ejemplo, haciéndole preguntas, pero
442 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO
no podemos preguntarle al autor de una pieza es
crita, quien, después de todo, acaso haya muerto
desde hace siglos.
Derrida cuestiona la oposición de habla y escri
tura tratando de invertirla y de aboliría. Quiere de
cir que es el habla la derivativa de la escritura, y
para hacer esto suprime la diferencia entre ambas,
haciendo que el habla sea una forma de escritura.
No abandona la idea de que es problemático esta
blecer el significado definitivo de un texto, ya que
ésta es la plataforma de toda su obra. En cambio,
propone que no haya en este punto una diferencia
entre el habla y la escritura, ya que es imposible de
terminar concluyentemente el significado. Y la ra
zón se encuentra en la naturaleza del lenguaje.
El punto decisivo de la diferencia entre los es-
tructuralistas y los deconstruccionistas no es que
los últimos nieguen que lo que importa en el len
guaje es el contraste. Lo que se niega es el trato
dado por el estructuralista a estos contrastes, como
si formaran un sistema cerrado. En opinión de De
rrida el lenguaje no es un sistema cerrado sino un
sistema en proliferación dentro del cual están abier
tas las posibilidades del contraste. Esto significa
que no se pueden agotar los contrastes relativos a
una determinación del significado; es imposible
identificar un conjunto determinado de contrastes
relacionados establemente para llegar así a un cie
rre del significado. Lo que es en definitiva el signi
ficado deberá dejarse como algo incierto y sin re
solver, por decirlo así, abierto.
LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 443
C o n c l u sió n
En algunos aspectos D en ida y Wittgenstein están
de acuerdo acerca de la naturaleza del lenguaje. Por
14 Esta insistencia en la deconsrruc ción ha hecho que se re
descubra al gran pensador ruso Bahkm, quien defendió la idea
de que cualquier texto es en realidad una polifonía com puesta
por toda una diversidad de voces interactuantes.
448 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO
ejemplo, Wittgenstein convendría en que el lengua
je no es un sistema cerrado sino que prolifera. La
analogía establecida' por el propio Witt.genslein,
como la hemos descrito antes, es que el lenguaje
es como una gran ciudad que ha evolucionado a lo lar
go de muchos años. Aunque es un conjunto, no es
un conjunto plenamente integrado. Tiene distritos
v zonas, algunos de los cuales son limpios y cuida
dos, mientras que otros están degenerando y son
caóticos; algunos son espaciosos mientras que otros
están atestados, etc. Desde el punto de vista de un
aeroplano que volara muy alto se tendría poco sen
tido de la variedad y del carácter de las diversas
áreas de la ciudad. Desde dentro de la propia ciu
dad, es decir, desde dentro del lenguaje, absorbe
mos el sabor y los detalles pero no apreciamos el
cuadro general. Wittgenstein también convendría
con Derrida en que el significado no es intrínseco a
la palabra en pleno aislamiento; el significado per
tenece al lenguaje mismo. Donde surgiría el desa
cuerdo profundo sería ante la cuestión de que exis
te un principio, como el de oposición, que es
candidato a establecer el significado de una palabra
dentro del lenguaje. Según Wittgenstein el signifi
cado se deriva del uso del lenguaje en formas ordi
narias, v de la organización y las necesidades de las
actividades dentro de las cuales se originan las pa
labras (junto con los significados). El lenguaje no es
un sistema que subsista por sí solo, sino que es algo
absolutamente entrelazado con las actividades de
los pueblos, y sus partes obtienen su carácter del
LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 449
modo en que participan en esas actividades. Por
ejemplo, la identidad misma de palabras como
“love”, “empate”, “ventaja", etc., es como términos
para establecer los marcadores en el tenis. Surgen
dificultades cuando el lenguaje “se va de vacacio
nes”, cuando, por ejemplo, los filósofos aíslan los
conceptos sacándolos de su uso ordinario, olvidan
la íntima conexión que tienen estas palabras en el
contexto de las actividades, y de este modo pierden
el sentido de aquéllas. En otros términos, el ataque
de Wittgenstein va dirigido contra la idea de que
necesitamos una teoría del significado. En cambio,
lo que precisamos para disolver nuestros acertijos
filosóficos acerca del significado es una “vista
perspicua” del uso de las palabras dentro de las ac
tividades en que tienen su hogar. El esfuerzo de
Derrida por ver en el lenguaje un principio gene
ralizado!' de la organización en torno de las oposi
ciones, la presencia y la ausencia, es el de ofrecer
una teoría del significado que es innecesaria para
las prácticas del lenguaje. El problema de la falta de
un “significado definitivo” sólo surge si creemos
que hace falta tal cosa para que el lenguaje tenga
significado. Sin embargo, no debemos empezar con
esta suposición ni, de ser rechazada, tenemos que
adoptar la opinión diametralmente opuesta de que
si el lenguaje no puede tener “significado definiti
vo”, carece entonces de todo significado.
CONCLUSIÓN