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Buenpr
ovecho!
DonLucho
Recetas de quinua o quinoa. Receta básica.
http://donlucho.com/2009/05/recetas-de-quinua-quinoa-receta-basica April 25, 2012
Primera parte:
cómo preparar la
quinua misma.
Quien aprendió a hacer la quinua que me ha convertido es Alicia, no yo. Ella, tal vez porque nunca
vio cocinar quinua en su casa y porque tiene una saludable desconfianza por las recetas
establecidas, es la que logró llevar la quinua al punto en que deslumbró a mi paladar. Lo que sigue
es su método, bastante distinto al que yo vi desde mi infancia, bastante más cuidadoso y tal vez un
poco más complejo. Yo lo he seguido, y el resultado ha sido idéntico, una quinua que es otra cosa.
Y dice así.
Primero: lavado en serio. Por más que el envase sugiera que la quinua está pre-lavada o
que no necesita lavarse, hay que lavarla en varias aguas. La quinua se protege de los
ataques de pájaros e insectos con una superficie llamada saponina que sabe a jabón. El
lavado tiene que ser hasta que el agua salga transparente, como para el arroz basmati.
¿Toma tiempo? Las cosas buenas toman tiempo. Así es la vida.
Segundo: cocción muy cuidadosa. La quinua húmeda del lavado va a la olla, y se cubre
de agua con las justas. La parte superior de la quinua debe estar cubierta de agua, pero muy
poquito. La cocción es en fuego medio, y hay que estar pendiente: en cuanto la quinua
empieza a aflorar, un poquito de agua para que se zambulla, pero no mucha como para que
se ahogue.
Tercero: cuidado con el agua. Esto parece una exquisitez, pero la diferencia es notable.
Alicia descubrió que la quinua sale mejor con agua de botella. Para que podamos beberla, el
agua de la canilla tiene cantidad de cloro, y el cloro no le hace daño a las pastas ni a las
legumbres, pero la quinua es más delicada, le gusta el agua pura de la montaña, y lo más
parecido es el agua filtrada de botella.
Cuarto: cero condimentos. Esta quinua que me gusta se cocina sin nada. Solo agua pura.
Los sabores vienen luego y uno puede dejar que la imaginación vuele, pero no en la cocción.
Quinto, y lo más importante. Saber cuándo parar. Este es el punto más importante. Hay
un punto mágico en la cocción en que la quinua revienta. Los granos de la parte exterior se
abren, y se ve como una tímida uñita blanca. Ésa es la señal de apagar la olla. No más fuego,
no mas calor. Simplemente tápela y déjela estar. Si ha tenido el cuidado de que no le sobre
líquido, lo absorberá dulcemente y terminará de cocerse en paz, por sus propios medios.
Eso es todo En unos minutos su quinua estará en punto de perfección, lista para casarse con
los sabores que quiera.
Con el procedimiento anterior, va a sacar la materia prima para el plato de quinua que se le antoje,
salado o dulce, de inspiración peruana o inspiración universal. Aquí en esta página tenemos las
siguientes opciones. Tómelas como un estímulo para hacer lo que quiera a su gusto.
Caramelizada
Quinua
libanesa
de la
abuela
Elisa
Quinua
con
setas y
tomates
cherry
Primer
Chaufa
de
quinua,
con pollo
Segundo
chaufa de
quinua (con
chancho)
donlucho.com http://donlucho.com/2009/06/quinua-libanesa-de-la-abuela-elisa/
¿Quínua libanesa?
¿Estamos todos locos?
¿De dónde acá, don
Lucho la quinua de los
Andes puede convertirse
en un plato del medio
oriente? Milagros, mis
amigos, de las
migraciones y de esta
cosa que hoy llamamos
mundo globalizado que
empezamos a construir
junto con el telégrafo y los
barcos a vapor. Vamos
por partes, porque esto es una buena receta, pero es una mejor historia.
Dos buenas berenjenas, cortadas en cubitos y puestas a cocinar en olla tapada y fuego
suave sobre un poquito de agua, básicamente para que se hagan en su propio líquido.
Un pimiento morrón, quemado al fuego hasta que quede negro. Así, le sacó la cáscara con
una toalla de papel y lo cortó en tiras, que añadió a las berenjenas cuando ya estaban
cocidas, pero no deshechas.
Un mazo, bonche o manojo de hierbabuena cortado finito, que incorporó a la mezcla de
berenjenas y pimientos
Como diez buenas aceitunas negras sin semilla, cortadas en rodajas. Las aceitunas
peruanas son bastante saladas, así que por el momento no le puso sal
Como sazón, una pizca de canela y otra de pimienta.
Una vez todo combinado y bien sabroso, mezcló este preparado con la quinua y un buen chorro de
aceite de oliva extravirgen. Este fue el punto para probar la sazón. Sal y nada más.
Eso fue todo. Sencillísimo. Algunos de los sabores y texturas básicos del Medio Oriente
entrañablemente atados a la quinua de los Andes. La abuela Elisa debe estar sonriendo.
Nota dietética La quinua, ya se sabe, es uno de los cereales perfectos. Integral, siempre.
Cultivada generalmente sin pesticidas. Con el paquete completo de proteínas que el ser humano
necesita. Para carbohidrato, baja en calorías. Para carbohidrato, baja en índice glicémico. La
berenjena, que constituye la parte principal del plato (fuera de la quinua) es una gran fuente de
minerales y fibra. Una de sus virtudes es que es muy llenador. Preparada como en esta receta se
elude fácilmente uno de sus mayores riesgos: cuando se prepara frita, es como una esponja de
grasa. Peor que las papas fritas. El aceite de oliva extravirgen es especialmente saludable, y el
pimiento aporta vitaminas y antioxidantes. La hierbabuena es una buena fuente de vitaminas. En
suma, buen plato para todo, salvo que usted esté en dieta de engorde.
Chaufa de quinua
Arroces, Comida saludable, Destacado, Platos Principales, Quinua, Recetas de fusión u origen
desconocido, Recetas de inspiración oriental, Recetas de preparación sencilla o normal, Recetas
para adelgazar, Recetas para controlar el colesterol, Recetas para diabéticos Edit
ago 152009
Desgraciadamente para mí, en los últimos tiempos no he podido saciar mis apetitos por un buen
chaufa. El arroz está fuera de mi dieta, salvo como acompañante ocasional y en pocas cantidades.
Y un buen chaufa es básicamente arroz. Por eso oir hablar del chaufa de quinua me pareció
deslumbrante.
Le pedí a Alicia que me preparara una quinua perfecta, como sólo ella sabe hacer para que me
sirviera de base. ¿Por qué no la hice yo mismo si tengo la receta? Por perezoso, probablemente.
Ya que estábamos en estación de pedidos, le encargué que me picara finito todos los
ingredientes, y lo hizo con mejor mano que yo. Así cuando me puse a cocinar, ya tenía listos cuatro
tazones que contenían mi materia prima
Comencé como siempre, calentando fuertísimo un wok y esta vez una sartén, para ganar
tiempo.
En el wok puse a saltear en un poquitín mínimo de aceite, los ajos y el kion.
Cuando empezaron a dorarse agregué las cebollas.
En ese momento puse el pollo en la sartén.
En cuanto las cebollas estuvieron medianamente cocidas, añadí el pimiento al wok y seguí
salteando a dos manos
Cuando el pollo empezó a estar listo, le agregué la piña y salteé con entusiasmo.
Puse los calabacines a saltear en el wok.
En cuanto los calabacines estuvieron más o menos listos, vertí todos los elementos del wok
en la sartén, para dejarme espacio, y puse la quinua en el wok, al que le puse un poquitín
más de aceite.
Salteé la quinua con entusiasmo y la mezclé con el huevo. En el chaufa clásico, se suele
poner tortilla de huevo, y yo generalmente lo hago así, pero también lo he comido con el
huevo cocido al calor del arroz. Se me ocurrió hacerlo con la quinua, y no quedó nada mal.
Ya con el huevo cocido, devolví al wok todos los demás ingredientes, sazoné con salsa de
ostión, apagué el fuego y solté unas gotas de aceite de ajonjolí picante.
Revolví, serví. comí.
Al servir, lo coroné con unas rebanaditas de palta, totalmente fuera de la receta tradicional del
chaufa. Pero, digo yo, si me salgo de receta en el ingrediente principal, tengo perfectísimo derecho
a salirme de receta en el acompañamiento. En la cocina uno hace lo que se le canta.
¿Qué le puedo decir? Baste con comentarle que Alicia pidió más, cosa rarísima. Que yo rasqué la
olla. Que cuando terminé me quedé tristísimo porque no quedaba un átomo de chaufa de quinua
para recalentar. Mi conversión a la quinua es reciente, y tal vez escribo con el entusiasmo de quien
ha descubierto hace poco la luz de la fe. Pero un breve examen de conciencia me dice que mi
entusiasmo se debe a otra cosa. Simple y llanamente es una combinación maravillosa. Los
sabores del chaufa se compenetran perfectamente con la quinua, seguramente por la misma razón
que lo hacen con el arroz: ambos son vehículos neutros que los asientan y les dan una base común.
La quinua responde bien al salteado. Es un poco más frágil que el arroz y hay que tratarla con
cariño, pero resiste a pie firme.
Lo único que me queda es agradecer a quien me dio la idea, con mis disculpas por no recordar
quién fue.
Lo primero, me dice Ali, fue lavar y lavar la quínua y lavarla de nuevo y lavarla
a otra vez en varias aguas. En sus lecturas ella descubrió que la quínua
crece recubierta con una saponina (que le da el mal sabor a jabón al que
parezco especialmente sensitivo) como mecanismo de protección contra las
plagas, y en especial los pájaros. Todos los envases y las recetas
recomiendan lavar. Ella lavó, lavó. En serio. Lavó hasta que el agua del
lavado saliera totalmente transparente y luego lavó más y la dejó escurriendo en un colador.
Después la cocinó siguiendo las instrucciones del paquete. Básicamente como arroz, o para el
caso, como cualquier cereal. Dos partes de agua por una de quínua, hervor rápido y fuego lento
hasta que se cocine. Prudentemente la cocinó sin ningún sabor.
Mientras la quinua se cocinaba, hizo el preparado de los sabores, que es lo que la convirtió en un
plato para chuparse los dedos.
Ralló una generosa porción de kion o jengibre. Tal vez una pieza entera (unos tres
centímetros cúbicos) y la puso a sofreír en aceite de canola (sin sabor)
Añadió cáscaras de naranja a las que había retirado cuidadosamente toda la parte blanca,
cortadas en tiritas
Agregó la parte blanca de un poro (porro, puerro, como usted lo quiera llamar) cortado en
rodajitas finas
Incorporó a la mezcla una pechuga de pollo cortada en cubitos
Usó también el jugo de la naranja que amablemente había cedido su cáscara.
Le echó una taza de vino blanco
Todo esto lo sazonó con sal y lo cocinó hasta que las cáscaras y el pollo estuvieran tiernos y
bien cocidos.
Para entonces la quínua ya estaba lista y como era un montón, incorporó la mitad a la mezcla
Terminó la preparación incorporando un pimiento morrón que previamente había pelado al
fuego y había cortado en cubitos pequeños, y las rodajitas de la parte verde del poro,
cortadas finitas.
Tapó y dejó guardado unos minutos, hasta la hora de almorzar.
Yo estaba preparado para tener una urgente reunión en la calle o fingir inanición. Pero el bendito
plato era tan fragante y se veía tan alegre y tan bonito que no pude resistirme a meterle una
renuente cuchara. Empecé y no pude parar. Era rico, rico, rico. Por poco la dejo a Alicia sin
almuerzo. Así, de un solo envión consiguió eliminar la única fobia alimenticia seria que me
conozco.
El secreto no sólo era la maravillosa conjunción de sabores del guiso, sino el cuidado en el lavado
de la quinua. Lo comprobé científicamente, porque con la mitad que sobró la convirtió Alicia luego
en un budín maravilloso que me comí sin dejarme tiempo para fotografiarlo. Otra vez será.
En el Perú, su país de origen, escribimos Quinua con u, no quinoa con o. En inglés y en francés se
dice quinoa con o, y de allí debe haber venido la moda, que todavía no reconoce el Diccionario,
donde sigue siendo quinua con u.
El plato lucía tentador, el sabor respondía a la tentación. La quinua proporcionó una base neutra de
sabor limpio y textura compleja, los tomates aportaron dulce y ácido, la cebolla y el perejil sus
aromas compatibles, y las setas, salteadas sin trozar y por poco tiempo, una textura sensual y
carnosa, apoyada por la fragancia del aceite de oliva. Póngalo en su restaurant, preséntelo con
arte y tendrá un plato serio. Hágalo en su casa y sienta que está de mantel largo.
Piqué muy fino una buena cantidad de menta y albahaca recién sacadas de la planta y un
buen puñado de perejil. Para darle crocantez quise picar algo de almendras, pero no había
y piqué unas cuantas pecanas.
Agregué una pequeña paltita de esas que llamamos de dedo, picada en cubitos pequeños y
unos cuantos tomatitos cherry picados también chiquito.
Mezclé todo con aceite de oliva, sal con especies (canela, cardamomo, pimienta) y un
chorro de vinagre de buena calidad.
Dejé reposar este tabuleh peruano mientras calentaba el pastel de quinua. Cuando lo comí,
era una verdadera belleza.
No le quiero mentir, ésta no es una receta nueva, pero la tenía escondida junto con la receta del
pastel de espinaca y quinua, y el otro día me llegaron preguntas sobe otras ensaladas de quinua, y
me di cuenta que ésta merecía estar en un post independiente
LA SEMANA DE LA
QUINUA (4)
Receta dedicada a
Leticia y Emilio. Les va
a gustar.
La última receta de la
serie, es la que más nos
gusta, y probablemente la
que se convertirá en una
de nuestras favoritas. Es
extraordinariamente
simple. Si está contento
con su cebolla
caramelizada,
simplemente prepárela y
mézclela con la quinua
antes de servir. Le
advierto una cosa. Una
vez que empiece a
comérsela, le va a ser
difícil parar, así que sea
precavido y prepárese
una segunda ración. Si no
está seguro si sus cebollas caramelizadas son algo fuera de este mundo, siga leyendo, y le
contaré cómo las hace Alicia.
Lo primero. Mejor le saldrá con cebollas blancas que con cebollas coloradas.
Lo segundo, dispóngase a preparar mucha cebolla, porque al caramelizar se reducen
enormemente. En nuestro caso, este plato, como para tres personas, lo hizo con cinco cebollas
medianas
LA SEMANA DE LA
QUINUA (3)
Simplemente salteó en un wok poro (porro, puerro, ajoporro, como usted l0 quiera llamar)
cortado muy fino, sin olvidarse de sacar las hojas duras del exterior.
¿Cantidad? un puerro chico por cabeza. Parece un montón, pero reduce y concentra su
sabor.
Lo sazonó con sal casi desde el comienzo para ayudarlo a soltar sus jugos
En este caso, le añadió tomillo seco para agregar sabor y una cáscara de mandarina
cortada en juliana luego de limpiarle bien todo el blanco. Se ve verde en la foto porque eran
mandarinas satzuma, de las pequeñitas y verdes, pero dulcísimas. Otrosí, no sea cosa de
desperdiciar, el jugo de la mandarina también entró en la preparación.
Cuando el puerro estuvo cocido, apagó en fuego y virtió un puñado pequeñito de queso azul
desmenuzado. Era el único queso fuerte que teníamos en la refri. Podría haber sido otro
queso poderoso.
Dejó que el queso se ablandara y semi-derritiera al calor de los puerros para que
combinaran sus sabores.
La quinua, mientras tanto iba calentando en otra olla, muy dulcemente.
Mezcló en el wok la quinua con el puerro saltado, cuidando de no romperla. Es bastante
resistente, pero ¿por qué no tratarla bonito?
Dejó estar la mezcla con el fuego apagado para que los sabores terminaran de casarse,
mientras tostó brevemente en sartén unas pecanas, que incorporó a la mezcla antes de
servir.
Este es el plato que terminó mi proceso de conversión. Si con base de quinua se puede crear un
plato de la nada, si ese plato es instantáneamente extraordinario, si ya el sabor no me ofende, si
espero su textura, la quinua es mi ingrediente.
Y la verdad es que, así preparada, es un plato de lujo. La quinua tiene un sabor sutil, casi como el
del agua fresca (por eso salarla de más es criminal). El puerro tiene a su vez un sabor propio, pero
menos poderoso que el de su prima, la cebolla. Y a diferencia de la cebolla, bien cocido alcanza
una mayor complejidad de texturas: el interior se deshace mientras las capas exteriores conservan
algo de su crocante. La nuez o pecana agrega justamente el toque de crocante necesario, y el
queso fuerte, azul u otro parecido, proporciona un sabor complejo, poderoso, pero no invasivo y un
toque de textura untuosa que redondea el plato.
Los quesos fuertes tienen una virtud secreta para la gente que está a dieta
para controlar su peso. Aunque tienen tanta o más grasa animal que
cualquier otro queso, vienen tan cargados de sabor, que se comen en muy
pequeñas cantidades. En este plato en particular, habría que usar mucho
queso suave para que tenga sabor. Un queso intenso no. Al contrario, si se
pasa de queso, desnaturaliza el plato. Puesto dentro de un ambiente tan
saludable como la quinua y el puerro, me lo comí sin asomo de culpa
Una pechuga de pollo cortada en cubitos y dejada sazonando con sal y un chorrito de aceite
de oliva
Un bowl con la parte blanca y el comienzo del tallo de un atado de cebollitas chinas
(cebollinos) picado en trozos de un par de centímetros.
Otro bowl con la parte verde del susodicho atado de cebollitas, cortado finito, como he
escuchado decir en chiffonnade, aunque el nombre es incorrecto, porque no se refiere a la
finura del corte sino al estilo de doblar hojas verdes como si fueran cigarros, para cortarlas
en rebanadas finísimas.
Un calabacín mediano (zucchini) cortado en cubitos y sazonado con un chorrito todavía más
chiquito de aceite de oliva
Un ají picado muy pequeñito, como dirían para continuar la onda pedante, en brunoise.
Un pimiento morrón cortado en tiras de medio dedo de ancho.
Cuatro dientes de ajo cortados en laminillas y un par de centímetros de jengibre pelado y
cortado en bastoncitos en julianne.
Una botella de salsa de ostión. Podría ser salsa de soya, pero ya sabe, en esta casa cunde
la alergia a la soya. La salsa de ostión sazona y da color: buen y sabroso sustituto
¿Se ha fijado que en el chifa ya tienen todas las cosas picaditas y el cocinero lo único que hace es
batirse con el wok? Esa es la idea.
Un par de horas más tarde, cuando ya apretaba el hambre, corrí a la cocina, en mi fuego más
fuerte puse un wok y en mi fuego normal puse una sartén de teflón.
Al wok le puse un poquitín de aceite de canola. Esto es un saltado, no una fritura, y el papel
del aceite no es cocinar, sino transmitir eficientemente el calor del wok a los alimentos.
Cuando estuvo que quemaba, achachay candela, tiré encima de un solo envión la parte
blanca de las cebollitas, el ají, el ajo, el kion y el pimiento morrón. Todas esas cosas tienen
un punto de cocción parecido.
Mientras tanto, eché los calabacines en cubitos a la sartén de teflón.
Me puse a saltear a dos manos, mueva, jale, levante y de vuelta. Es todo un ejercicio físico y
de control mental. Si a uno se le va la mano, el piso de la cocina queda lleno de ingredientes.
Malo, malo, malo.
Cuando los calabacines empezaron a dorar, los volqué en el wok y sobre la sartén
calientísima dejé caer el pollo en cubitos.
Salteé y salteé con entusiasmo hasta que vi que estaba dorándose por los cuatro costados.
Como son pedazos chicos, no es necesario que se tuesten. En una cocina doméstica llegar
al punto de dorado total sin ayuda de grasa o de empanizados, conduce a un pollo seco
como lengua de loro.
En ese punto volqué el pollo sobre el resto de ingredientes que se estaban haciendo en el
wok
Al final, sólo al final puse la parte verde de las cebollitas. No las quería mustias, no las quería
recocidas, las quería verdes, fragantes y sabrosonas.
Vertí un poquitín de agua a la mezcla para limpiar bien el fondo de wok, que ya tenía cosas
pegadas, y eso es malo por dos cosas: que se queman y que después es una jeringa la
operación lavado.
Ya con todo seco, empecé a poner uno tras otro cuatro generosos cucharones de la quinua
cocida que reposaba en su olla al lado del wok. Revolví bien.
Vertí una cantidad moderada de salsa de ostión. Probé y vi que estaba chuma, como
decimos en esta tierra a las cosas bajas de sabor. Otra prudente ración y llegué a un punto
de sal perfecto.
Una vuelta más, y finalmente unas gotitas de aceite de ajonjolí más por aroma que por sabor
o textura.
Listo para servir. que no se enfríe. Quedó tal como lo ve. Notará que he sido muy cuidadoso con la
sal. Antes de cocinar, sólo se la puse al pollo. Al final, sólo sazoné el conjunto. Los ingredientes
vegetales se cocieron solos, sin sazón alguna. Todo esto tiene un propósito.
Las carnes, no solo el pollo sino las demás carnes, quedan mejor cuando uno las sala con tiempo,
una o dos horas. La sal extrae los jugos de la carne y los vuelve a meter. En el caso de la verduras,
la sal extrae líquidos, y cuando uno cocina en seco, como en un salteado, si se llena de líquidos, de
saltado pasa a sancochado, con verduras blandas. Yo las quería crocantes.
Pero además las quería con el propio sabor que ganan en la cocción, no homogenizadas por la
sal. Así, cada trozo de ajo me supo a ajo, el kion no perdió un ápice de su pungencia, el ají me dio
su mágica mixtura de dulce y picante (lo corté con cuidado, casi sin venas) las cebollas chinas
ganaron todo su dulzor, y los calabacines me supieron clara, nítidamente a calabación. Fue como
comer en tres dimensiones, cada cosa con su sabor y el conjunto con sabor propio, pues la quinua
absorbió como sabe hacer todos los sabores mezclados del plato.
En este sentido, la quinua se parece muchísimo al arroz y la pasta, que no son acompañantes,
sino cómplices camaleónicos que cambian de sabores según la sazón
abr 212010
Lo primero, naturalmente, es la quinua bien preparada. Todos los días cerca de cien personas
llegan a esta página y leen la receta básica de quinua o quinoa de Alicia.
1. Ella comenzó allí, con una taza de quinua cuidando muchísimo de no pasarse de cocción.
Cortó el fuego en el momento en que saltaron de los granos de quinua esas uñitas blancas
que indican que ya está cocida.
2. Apagó el fuego, y la dejó reposar.
3. Tomó un paquete de espinacas, de esas espinacas que llaman baby en el Perú, y que son
más bien adolescentes, y las picó groseramente con tronco y todo. Las puso al fuego con un
poquito de agua, muy brevemente. Todavía estaban casi crudas cuando apagó.
4. En otra olla puso a caramelizar en aceite de oliva cuatro dientes de ajo, seguidos por una
cebolla blanca.
5. Cuando la cebolla estuvo bien caramelizada, negrita y dulce, virtió las espinacas y las mezcló
bien
6. Virtió luego la quinua y unos trocitos de queso parmesano y queso fresco cortados a
cuchillo
7. Espolvoró algo de canela y de comino molido y ralló su buena media nuez moscada.
8. Sazonó con sal gruesa y un poco de pimienta molida directamente sobre la olla.
9. Al final, ya mezclados todos los ingredientes, añadió tres huevos batidos, en ese punto que
están entre mezclados y batidos, todavía sin hacer espuma, con una cucharadita de polvo
de hornear.
10. Puso todo en un molde de pyrex.
11. Encima, colocó tiritas de queso fresco. Buen queso fresco del que hace la señora Leonor
de Leo-Ray en Chupaca y que trae cada sábado a la Bioferia de Miraflores.
12. El horno estaba precalentado a 350ºF (180ºC)
13. Allí estuvo hasta el punto en que dejaron de salir burbujitas de agua en el centro del pastel, y
cuando los bordes indicaban que el pastel estaba cuajado. Lo siento, esos son los
indicadores, no el tiempo.
Como se hace con todo pastel bien nacido, lo guardó en la refrigeradora hasta el día siguiente. Un
golpe de horno, y listo para comer.
El resultado es un pastel que tiene las virtudes del pastel de acelga y algunas más. Como el pastel
de acelga, se deja comer tanto con la mano, porque no se rompe ni se desmenuza, como con
cuchillo y tenedor, si uno quiere comerlo en la mesa.
Pero a diferencia de los pasteles de acelga regulares, no tiene harina ni tiene grasas, fuera del
nominal aceite de oliva en el que se caramelizan ajo y cebolla. Es de sabor poderoso, con su
carga de especies y de quesos, y ya sabe que sabor sin sabor no camina en esta casa. Es
contundente, como un buen pastel de acelga, que, ya se sabe, puede hacer que uno se aguante un
par de horitas más antes de almorzar en serio.
Naturalmente no es un invento. Nada se puede inventar en la cocina. Mientras escribo estas líneas,
una búsqueda en Google me revela una receta similar en Argentina, repetida, citada y copiada
hasta la saciedad, qué mejor homenaje. Y veo referencias a pasteles similares. Tal vez usted
misma, querida lectora, se enorgullezca del pastel de espinaca con quinua que se come en su
casa desde siempre.
Pero si nunca lo ha comido o preparado, haga la prueba. Si tiene restaurant, cafetería o panadería,
avíseme e iré a probarlo, si no queda tan lejos que la pereza me gane. Salvo que nos conozcamos
de antes, no sabrá quien soy ni se lo diré, pero le mandaré mis comentarios. En público si son
buenos, en privado si no lo son.
Nota dietética. No necesito cantar las bondades de la quinua o quinoa. Es el cereal com más
contenido de proteínas y menor carga glicémica. Bueno para todo. Pero el pastel es mucho más.
Con los lacteos en cantidad moderada de los quesos, la porción también moderada de huevo y la
presencia importante de verdura de hoja verde, ajo y cebolla, este pastel es una especie de sueño
de nutricionista. Incapaz de engordar a nadie, los diabéticos y hasta los celíacos lo pueden comer
con entusiasmo. Y la ensalada tiene además una cantidad importante de hierbas de olor, cuya
potencia en micronutrientes es muchísimas veces más significativa que la de las verduras
normales.