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https://www.pagina12.com.ar/181315-la-moda-del-socialismo-millennial
The Economist usa el término “socialismo millennial” debido a que 51 por ciento de
los estadounidenses de 18 a 29 años tiene una visión positiva del socialismo.
Existe una creciente insatisfacción con el sistema capitalista en el mundo
occidental. En ese contexto, se verifica el fenómeno del aumento de la atracción
popular del socialismo en países del Primer Mundo. El socialismo vuelve a
aparecer porque ha formado una crítica incisiva de lo que ha ido mal en las
sociedades occidentales
Una dificultad en resolver la grieta es que se la toma como una cuestión nacional.
The Economist en la edición del 14 de febrero demuestra que grietas como la
argentina o la brasileña son sólo una pequeña expresión de una grieta mucho
mayor: la creciente insatisfacción con el sistema capitalista en el mundo
occidental. Bajo el título “El crecimiento del socialismo millennial”, la tradicional
revista procura entender el fenómeno del aumento de la atracción popular del
socialismo en países del Primer Mundo, particularmente en Estados Unidos.
Hace treinta años, cuando cayó el Muro de Berlín, “el capitalismo había ganado y
el socialismo se convirtió en sinónimo de fracaso económico y opresión política”,
se afirma en el artículo. Pero hoy “el socialismo está de moda nuevamente” en
referencia a nuevos líderes políticos como Alexandria Ocasio-Cortez que califica
como “una sensación” y Jeremy Corbyn en Gran Bretaña.
Para The Economist: “El socialismo vuelve a aparecer porque ha formado una
crítica incisiva de lo que ha ido mal en las sociedades occidentales. Mientras que
los políticos de la derecha han abandonado con demasiada frecuencia la batalla
de las ideas y se han retirado hacia el chovinismo y la nostalgia, la izquierda se ha
centrado en la desigualdad, el medio ambiente y la forma de otorgar poder a los
ciudadanos en lugar de a las elites”.
Visión positiva
The Economist aplica el término “socialismo millennial” debido a que 51 por ciento
de los estadounidenses de 18 a 29 años tienen una visión positiva del socialismo y
a casi un tercio de los votantes franceses menores de 24 años en las elecciones
presidenciales de 2017 votaron por el candidato duro de izquierda. Observa que,
en 2018, entre los demócratas y los independientes con tendencia a los
demócratas, las visiones positivas del socialismo y del capitalismo eran 55 y 45
por ciento, respectivamente, cuando en 2010 eran básicamente iguales. Lo que
The Economist encuentra en común entre los seguidores actuales del socialismo
es considerar que la desigualdad de riqueza en el capitalismo actual está fuera de
control y que la economía está manipulada en favor de intereses creados, por
medio de lobbying, burocracias y empresas en una economía que ya no sirve a los
intereses de la gente común.
No obstante, si bien considera que parte del diagnóstico de los nuevos socialistas
está equivocado, sostiene que “el verdadero problema radica en sus
prescripciones, que son perversas y políticamente peligrosas. La visión socialista
millenial de una economía ‘democratizada’ difunde el poder regulatorio en lugar de
concentrarlo”. Fundamentalmente, apunta a la propuesta de sus voces más
radicales que proponen que se incorporen trabajadores en las mesas directivas de
las empresas e, incluso, que se distribuyan acciones de las empresas a los
trabajadores.
Desigualdad
Tecnología
Paul Krugman, en su columna en el New York Times del 28/12/2018, “El caso de
una economía mixta”, sostiene que si el socialismo histórico al estilo soviético
fracasó, tanto en su modelo político autoritario, como en su ineficiente economía,
no hay razones para despreciar la ampliación de la actuación del Estado en
generación de ciertos bienes y servicios públicos. Escribió el ganador del premio
Nobel: “De hecho, hay algunas áreas, como la educación, donde el sector público
claramente se desempeña mejor en la mayoría de los casos, y otras, como la
atención de la salud, en donde el argumento en favor de la empresa privada es
muy débil. Juntos estos sectores, son bastante grandes. En otras palabras,
aunque el comunismo fracasó, todavía hay un argumento bastante válido por una
economía mixta, con un componente importante, aunque no mayoritario, de
propiedad/control público en esta combinación. Rápidamente, por lo que sabemos
sobre el desempeño económico, podría imaginarse manejando una economía
bastante eficiente que solo es 2/3 capitalista, 1/3 de propiedad pública, es decir,
en cierta manera socialista”.
La impresión que surge es que lo que buscan las nuevas generaciones más
simpáticas al “socialismo” es poder vislumbrar un futuro en un mundo donde el
cambio tecnológico rompe rápidamente las relaciones laborales tradicionales y
apuntan a la precariedad de los vínculos mercantiles heredadas de la gran
industrialización que se extendió por todo el mundo entre el final del siglo XVIII y la
segunda mitad del siglo XX. En particular, la nueva generación que llega a edad
adulta no confía que los mercados podrán garantizar la cohesión social en un
planeta con 10 mil millones de personas para el año 2050, bajo acuciantes
problemas ambientales y la incapacidad de absorción de trabajadores que se van
quedando excedentes por las nuevas tecnologías derivadas de la combinación de
la propagación de la inteligencia artificial con la robótica.
De “izquierda” a “derecha”
A esto se suma otro problema que está presente en quienes manifiestan rechazo
universal “a la izquierda”. Como The Economist expresa, el “socialismo millennial”
es un grupo muy amplio y genérico. Como se sabe, en política la expresión
“izquierda” surgió durante la ebullición de la Revolución Francesa porque en la
Asamblea representativa que fue empujando la caída de la monarquía, los que
incitaban por reformas más radicales se encontraban a la “izquierda” y los más
conservadores del antiguo régimen, a la “derecha”.
Más allá de estos límites, Keynes considera que su teoría “es moderadamente
conservadora en sus implicaciones. Porque “si bien indica la importancia vital de
establecer ciertos controles centrales en asuntos que ahora se dejan
principalmente a la iniciativa individual, hay amplios campos de actividad que no
se ven afectados… no hay un caso obvio para un sistema de socialismo de Estado
que abarque la mayor parte de la vida económica de la comunidad. No es la
propiedad de los instrumentos de producción lo que es importante que el Estado
asuma”.
Pero como expresara John K. Galbraith, “para mucha gente no hay mucha
diferencia entre Keynes y un comunista”. Y para James Meadway, asesor de John
McDonnell, el canciller en la sombra de Corbyn, según expone The Economist, “el
keynesianismo no es suficiente” en medio de la brecha: el “socialismo millennial”.