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MÓDULO II

INFORMES PSIQUIÁTRICOS

Informe psiquiátrico legal desde la óptica laborativa de la Srta.


M. N. C.

Quien suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y


legista, doctorado y especialista universitario en psicología clínica,
especialista en medicina del trabajo y postgraduado en criminología,
matrícula nacional nro. 38.691, inscripto en la AFIP con CUIT nro. 20-
1111111-8, monotributista, con domicilio legal constituido en la Av.
Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
presenta, a los efectos pertinentes, su informe psiquiátrico legal desde
la óptica laborativa sobre la Srta. M. N. C.

Entrevista semiestructurada sobre personalidad y


fenómenología preexistente y actual, pesquisando aspectos
biopsicosociohistórico clínicos con abordaje semiológico y
rastreo de psicodinamismos

El presente informe fue solicitado por Sucundrule S. A., como


segunda opinión especializada respecto a la eventual patología
psiquiátrica que podría afectar a la Srta. C., cajera de la empresa,
actualmente en uso de licencia laboral desde el 20/2/05 hasta la fecha,
por presumibles razones médicas del carácter referido “ut supra”.
Para no redundar indagando en detalles ya prolijamente consignados
por el Dr. R. R. H., el profesional a cargo del presente informe optó por
explorar los condicionantes subjetivos que incidieron en las
manifestaciones conductuales de la examinada.
Cabe señalar que la Srta. C., citada por Sucundrule para presentarse
al consultorio del suscripto el 11 del corriente a las 11:00 horas, llegó al
mismo ½ hora antes. Por razones estratégicas, se decidió entonces
iniciar de inmediato la evaluación. Se le solicita consecuentemente un
documento para identificarse, a lo que accede, pero requiriendo al
mismo tiempo que el profesional actuante le expusiese su matrícula
profesional.
A continuación, fundamenta su pedido aclarando que ella viene a una
entrevista “contra” el Dr. Ugarte. Cuando se le puntualiza que el vocablo
“contra” que instrumentara no es pertinente con la situación, no se
justifica -como sería razonable- aduciendo un”lapsus” involuntario, sino
que procura atribuirle a dicha palabra un significado no confrontativo.
El profesional evaluador decide entonces obviar el atípico inicio de la
entrevista, y pasa, en consecuencia, a incursionar en el segmento
operativo de la misma.
Refiere la examinada que el 19/2/05, siendo aproximadamente las
16:00 horas, en ocasión de estar trabajando en una de las cajas, un
cliente, ante una pregunta de rutina que ella le formulara en el
momento de pagar, tuvo una reacción insólita agraviándola
verbalmente. La intervención del personal de seguridad impidió que
aquél pudiese llegar a la agresión física.
El citado cliente concurrió luego secuencialmente a otras cajas y en
todas generó el mismo violento alboroto. Ella, por su parte, muy
asustada, cerró la caja y se dirigió al vestuario, donde, sentada en el
suelo, irrumpió en llanto. Pese a que su horario de salida era a las 17:00
horas, permaneció allí hasta las 19:00 horas, en que la “jefa de la
tarde”, tras consolarla, posibilitó que la madre de la angustiada cajera
viniese a buscarla.
Aparentemente, el citado incidente parecería ser solo un lamentable
pero accidental episodio, de los que a veces se producen en los sitios en
que interactúan clientes y empleados. No obstante, en esta
circunstancia, una lectura más profunda de los hechos permite
externalizar antecedentes disruptivos.
La Srta. C., desde su incorporación laborativa en la empresa, se
desempeñó satisfactoriamente y gratificada por el abanico de
posibilidades que la misma le ofrecía. Su desempeño era adecuado y
distante de comportamientos altisonantes. Pese a ello, las rotaciones en
cuanto a lugares de prestación, respecto de sucursales, que
habitualmente estilan implementar las grandes compañías, determinó
que en un momento determinado, el 1/11/03, fuera a recalar en otra
sucursal.
Este centro de ventas, quizás el más importante en su rubro de la
metrópoli, habría de llegar a tener una particular gravitación sobre el
psiquismo de la examinada. Aquí la competencia humana por ascender
en la escala jerárquica es sumamente severa, sin marginar que sea
aceptablemente leal y legítima. No obstante, pese a la supuesta licitud
de las reglas, en ciertas ocasiones, por el afán de ganar, algunas de sus
compañeras le restringieron colaboración y le hicieron vivenciar como el
desarraigo de un excluido.
Naturalmente que estos son aportes de una joven mujer que se
siente damnificada, y por ello pueden ser parcialmente objetivos. Pero
esto no implica desconocer que en algunas oportunidades,
particularmente cuando flaquea la demanda laboral y el entorno
comunitario expone cierta recesión económica, las poblaciones
laborales dentro de las empresas que las cobijan endurecen sus pautas
competitivas, siendo la confrontación de las mismas más ardua y
desgastante.
Situaciones cotidianas en el devenir del trabajo de la examinada
comenzaron a hacer mella en ella. El pago con tarjetas de crédito, lo
que requiere acreditación de la identidad con documentos apropiados. O
la eventual retención de las mismas por indicaciones desde la pantalla
del monitor de caja no tenían solución a través de consultas con las
supervisoras. Refiere que recibía órdenes contradictorias. Y era
recriminada verbalmente tanto si procedía de una manera como de otra
Conforme al relato de la examinada, es como si la gerencia o dpto. de
RRHH de Sucundrule no tuviese manual de procedimientos, o como si
cada agente en dependencia lo interpretase a su modo.
Lo que ocurría con la Srta. C., menciona ella, afecta a la mayoría de
los que se desempeñan en las cajas. Casi todos ingieren psicotrópicos
para tranquilizarse, pero no protestan porque temen perder sus
trabajos.
Pero no todas las personalidades asimilan sin desmedro el mismo tipo
de injurias psíquicas. Hay quienes son más vulnerables, y el tipo de
gradientes circundantes, cuando son tensionantes, logran desarmonizar
los mecanismos de defensa de la psiquis de aquellos más proclives a
recepcionar esta clase de vectores sociolaborales.
Quizás RRHH no pesquizó inicialmente en sus exámenes
psicotécnicos de admisibilidad las peculiaridades caracteriales de la
Srta. C., y la destinó a un tipo de actividad no compatible con su
personalidad, o bien aceptando dicha tarea, no supo ubicarla en un área
menos estresógena. Obsérvese que la examinada, inicialmente, tuvo
una actuación sin complicaciones secundarias al desempeñarse en otras
sucursales más tranquilas.
La Srta. C. tomó sus últimas vacaciones en marzo/04, durante 15
días, o sea que la crisis que desencadenó su actual licencia médica se
produjo casi 11 meses después.
Conforme a lo referido por la examinada, en junio/04 comenzó a
experimentar los primeros síntomas de desasosiego y ansiedad,
síntomas progresivamente crecientes y que se fueron agravando a
través de los meses con dificultades para conciliar el sueño, inseguridad
y temor generalizado, y con manifestaciones somáticas de angustia
(náuseas, trastornos en el tránsito intestinal, cefaleas [dolores de
cabeza], etc., etc.).
El cortejo sintomático, de alarmante evolución, fue generando una
minimización de su autoestima; la desagradable vivencia de sentirse
disvaliosa como persona. La percepción de estar en el centro de una
escena en la que su entorno presionaba cada vez con más fuerza sobre
ella.
Todo esto la llevó a que, en septiembre/04, iniciara un tratamiento
psicoterapéutico con el Lic. en psicología Á. N. (una sesión semanal), en
procura de entender qué era lo que le estaba pasando. La opresiva
frustración y el sentirse cosificada la iban invadiendo en forma
inexorable. A fines de año, el citado proceso determinó que
incrementara su frecuencia psicoterapéutica (dos sesiones semanales).
El año 2005 no posibilitó que la examinada se sintiera protagonista
de un mejoramiento. Por el contrario, su estado aprehensivo y su
ansiedad fueron incrementándose, pese a su postura arreactiva, de
vacío en sus expectativas.
Gravitaba en su resignada pasividad, pero de reprimidas tensiones, la
falta de respuestas a un cambio laborativo solicitado por ella, y la falta
de respuestas por los vericuetos burocráticos de la infraesctura
administrativa presente en la empresa.
Lo que antecede sirvió de correlato estresógeno para derivar en la
crisis del 19/2/05. Dicha circunstancia fue el emergente de una
saturación continua con estímulos ansiógenos, que superando las
barreras del joven psiquismo de la examinada, lo sumieron en la
sensación de estar inmerso en un medio hostil y renuente a ayudarla a
superar sus dificultades.
A partir de allí, como ya se dijo, comenzaron sus inasistencias
laborales. La examinada se sentía amedrentada, sin fuerzas, sin ánimo
para retomar sus tareas. La embargaba una tristeza y un abatimiento
ingobernables. Experimentaba como un vacío interior y una gran
inquietud semejante a lo proporcionado por una pérdida vital e
imprescindible para su sobrevivencia.
Su psicoterapeuta le indicó incrementar aún más las sesiones (tres
por semana) y al mismo tiempo hizo la recomendación de consultar con
un médico psiquiatra, en éste caso alguien de su conocimiento, el Dr. P.
La Srta. C. fue controlada inicialmente en sus inasistencias por
profesionales de ayuda médica y de un hospital interzonal de La
Matanza. Su cuadro fue rotulado como “hipotensivo”, lo cual solo
configuraba un signo del síndrome que la afectaba. El Dr. P. fue quien
elaboró posteriormente el diagnóstico preciso de la afección que
aquejaba a la joven empleada. Asimismo, dicho profesional confeccionó
el esquema psicofarmacológico adecuado para su asistencia, esquema
sustentado asimismo por el abordaje psicoterapéutico. El Dr. H., luego,
en su impecable informe, corroboró la estrategia instrumentada por el
Dr. P., y sugirió asimismo la eventual reinserción de la examinada, por
un tiempo, dependiente de su evolución, en otras funciones, en lo
posible, alejadas del trato con clientes.
Obviamente, el diagnóstico psiquiátrico laborativo y legal de la
evaluada, efectuado por quien suscribe, coincide con el expresado por
los Dres. J. P. y R. R. H. La Srta. M. N. C. padece un “trastorno adaptativo
mixto con ansiedad y estado de ánimo depresivo”, codificado por la
Organización Mundial de la Salud (OMS), en su Clasificación
Internacional de las Enfermedades (CIE 10), como F43.22, y por la
Asociación Americana de Psiquiatría (APA), en su Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales – Texto Revisado (DSM-IV-TR),
como [309.28]. Del mismo modo, coincide con el tratamiento
psicofarmacológico y psicoterapéutico instituido, y comparte también
con la sugerencia del Dr. H., de cambio transitorio de actividades por
parte de la evaluada.
No obstante, el responsable del presente informe, estima que la Srta.
C. debería volver a trabajar desde junio próximo, sabiéndolo ella de
antemano, a los efectos de que su retorno no fuera demasiado abrupto,
posibilitando de este modo que ella tenga tiempo para internalizar en su
psiquismo dicha opción. Por otra parte, tras una prudente etapa en otras
actividades, sería conveniente que su reincorporación como cajera se
diese en una sucursal de menor movimiento que en la de su último
desempeño.
La Srta. C. configuró, en su más reciente etapa, una actitud un tanto
paranoide, por la hostilidad que le pareció vivenciar a su alrededor (el
pedido de poder ver la matrícula de quien suscribe es el ejemplo más
puntual). También fue muy significativo su “acto fallido”, al instrumentar
el vocablo “contra” en el comienzo de la entrevista.
Al empezar a faltar perdió alrededor de 10 kgs., sustantivando una
especie de autoextinción. Ahora recuperó 3 o 4 kgs. y se siente mucho
mejor. Pese a ello, su afectividad sufrió llamativos cambios al mutar en
fraternización sus roles erógenos, al dejar de escribir los testimonios de
su vida cotidiana en un “diario personal” en el que registraba sus
vivencias desde los 11 años, y al dejar que desfallecieran sus proyectos
perdiendo futuridad.
No obstante, el proceso de recuperación es ostensible y se hace más
notorio cuando se evalúa la secuencialidad cambiante y con atenuación
de su constelación sintomatológica operante “a posteriori” de su
ausentismo.
La examinada, cuando comenzó a faltar a sus tareas, vivió durante
un período continuas crisis de “panic attacks” (ataques de pánico) con
palpitaciones, hiperhidrosis, temblores, sensaciones de ahogo, opresión
en la garganta, opresión precordial, trastornos abdominales, mareos,
sensaciones de irrealidad, sensaciones de despersonalización, miedo a
alienarse, miedo a morir, parestesias, escalofríos, sofocaciones, etc.,
sumado a una falta de energía, a dificultades para concentrarse,
sentimientos de desaliento y de desesperanza, con el agregado de una
gran tristeza y desapego por sus preferencias recreativas.
Todo lo expuesto se fue diluyendo, y podría afirmarse que,
actualmente, la Srta. C. está en un progresivo rescate de sus
potencialidades.
Al concluir la entrevista con quien suscribe la presente, tras dos
horas de un diálogo que se inició en forma monologal y terminó siendo
completamente interactivo, la examinada perdió su reticente actitud del
comienzo, bajaron los decibeles de su cierta hostilidad defensiva y
afloró alguien distendido, con visible expresión de mayor confianza y
serenidad.

Buenos Aires – 12 de mayo de 2005.


Evaluación psiquiátrico legal efectuada en consultorio particular

Entrevista semiestructurada sobre factores etiológicos,


fenoménicos y psicopatológicos preexistentes, aspectos
evolutivos a partir de inicio evento mórbido actual, rasgos
previos y posteriores de personalidad, y pesquisando,
asimismo, síntomas psíquicos actuales con abordaje
semiológico y rastreo de psicodinamismos

El sujeto a examinar se presentó a las 16:20 horas, 40 minutos antes


de lo previsto (indicio de su ansiedad o de algún factor extemporáneo),
acompañado de quien dijo ser su cónyuge, Sra. A. L.
No se aceptó inicialmente que aquella asistiera a la evaluación, pese
a que invocara tal sugerencia por parte del personal del Centro
Psicoasistencial XYZ, clínica en la que su marido se estaba asistiendo.
Mediante DNI se identificó la persona a examinar. De 50 años de
edad (nacido el 20/3/1933), de nacionalidad argentina y, conforme a su
declaración de estado civil, casado.
Informa que ingresó a la empresa Metalúrgica T hace alrededor de 37
años, entre 1970 y 1971 (no puede precisar la fecha).
Refiere que ésta se dedica a la fabricación de menaje, en este caso,
particularmente muebles y accesorios de cocina.
Dice tener el cargo de capataz, con funciones nominales de
supervisor, pues en realidad debe cumplimentar todo tipo de funciones,
y que en ello no se diferencia lo que hace de lo que realizan otros
operarios de la empresa (incluyendo manipulación con objetos
pesados).
Menciona estar asistiendo tres veces por semana al “hospital de día”
del Centro Psicoasistencial XYZ (dependiente de su obra social), al cual
concurre desde el día 2 del corriente, habiéndosele extendido una
licencia laboral por 20 días, con nuevo control al final de la misma para
evaluar su grado de evolución.
Se lo diagnosticó como afectado por un trastorno depresivo y estrés,
medicándoselo con clonazepam 1 mg/día y con citaolopram 20 mg/día.
La psicofarmacoterapia, dado el tiempo transcurrido desde su inicio
(16 días), ya podría tener una posología doble a la instituida, lo que
hace inferir que el cuadro que se viene observando en el “hospital de
día” no amerita como para incrementar la dosis.
Quien suscribe, decide rastrear con criterios diacrónicos y sincrónicos
la historia vital y la biopatografía del examinado.
Su progenitor falleció hace l6 años, a los 73 años de edad, como
consecuencia de un cáncer de próstata. Su madre vive, es sana y
cuenta actualmente con 82 años. Tiene además siete hermanos sanos,
y dos ya fallecidos. No registra entre sus ascendientes tendencias al
etilismo y a las tóxicomanías.
Personalmente, refiere que nació de parto eutócico, que su
deambulación y acceso al habla no tuvieron particularidades. Que
padeció las enfermedades infantiles corrientes, las que no tuvieron
complicaciones ni le generaron secuelas. Agrega que fue
colecistectomizado hace aproximadamente 10 años. Que nunca tuvo
fracturas óseas ni sufrió tampoco accidentes de tránsito, y que no
ingiere bebidas alcohólicas ni está supeditado a ninguna
drogadependencia (obviamente las ilícitas).
No obstante, entre sus antecedentes laborativos figuran, desde
diciembre del ‘99 hasta fines de abril de 2007, numerosas ausencias
laborales de diversa etiología. Cervicalgias, un traumatismo
sacrococcígeo, una manifestación costocondral (síndrome de Tíetze),
lumbociatalgias, cefaleas occipitales, un síndrome vertiginoso, etc., sólo
mencionando los cuadros más llamativos.
La etiología de las lumbociatalgias pudo objetivarse mediante la
instrumentación de resonancias magnéticas lumbosacras, que
evidenciaron la presencia de hernias discales desde L2-L3 hasta L5-S1.
En total, 4 discopatías que, aún siendo leves, contraindicaban la
prestación laborativa en trabajos pesados (ya detectadas en agosto/01).
Es factible que a la fecha estén agravadas.
También es viable suponer que el examinado nunca habría superado
un examen preocupacional siendo portador de esas patologías, las que
presumiblemente se engendraron por razones etarias y de su
compromiso laboral, actuando ambos factores concausalmente. Tales
exámenes se toman por derecho en la Argentina desde antes de 1950.
Presumiblemente, a nivel cervical, el compromiso columnario con las
arterias basilares y las raíces raquídeas regionales facilitaron el
surgimiento del síndrome vertiginoso, cefaleas y mareos.
La sumatoria de gradientes mórbidos y la posible incidencia de otras
causas sustantivaron la aparición de sintomatología psicopatológica,
como expresión secundaria de patologías matriciales (lumbociatalgias,
etc.) y con el posible agregado de rasgos preexistentes en la
personalidad del examinado.
Antes de continuar con el análisis de los vectores patógenos que
vulneraron la homeostasis psíquica del examinado, se seguirán
desglosando los elementos puntuales rescatados a través de la
entrevista.
El examinado nació en la ciudad de Buenos Aires, exactamente en el
barrio de Mataderos. Siendo él todavía muy pequeño, sus padres lo
llevaron con el resto de la familia a San Justo (Pdo. de La Matanza, Prov.
de Buenos Aires).
Allí concluyó sus estudios primarios y tuvo una infancia y
adolescencia conformes a su condición sociocultural.
Posteriormente se domicilió en Ramos Mejía (Pdo. de la Matanza,
Prov. de Buenos Aires), y en esta localidad se casó con quien es
actualmente su mujer. Tienen tres hijos, dos varones de l6 y 11 años y
una nenita de 2 años y 8 meses.
Continuando nuevamente con el buceo de los detonantes patógenos
que incidieron sobre el sujeto examinado, es viable evaluar lo que
refiere en cuanto a su desempeño laborativo en la empresa. Plantea,
con cierta connotación de disgusto, que tuvo varias desavenencias con
la Sra. M. C., esposa de uno de los dueños. Que ésta lo reprendía frente
a sus subalternos cuando él daba trabajos a alguno de los operarios,
que se había presentado a trabajar sin alta médica, hecho del que no lo
habían notificado. O cuando ella le exigía efectuar tareas que, por el
esfuerzo que demandaban, iban en desmedro de su columna vertebral.
Todas circunstancias que lo llevaban a un malestar constante.
“La Sra. M.” – puntualiza – “es una persona mandona”, aclarando que
tiene una personalidad autoritaria y que tiende a perseguir
implacablemente a quienes toma “entre ojos”.
El 10/3/2007 concurrió a la Clínica E. a ver una neuróloga, la Dra. L.
E., M. N. nro. ZZZZ, por el tema de sus cefaleas occipitales, y de cierta
depresividad que se había agregado. Ésta lo examinó neurológicamente,
e incluso le hizo hacer una tomografía axial computada de cerebro, pero
no obtuvo resultados significativos. Y entonces, tras medicarlo con un
analgésico y un miorrelajante, le recomendó concurrir a una psicóloga.
Vio a la psicóloga semanas después y ésta (de la cual no presenta
constancias), al conocer su problemática, lo remitió casi de inmediato a
psiquiatría.
De esta manera –señala– concurrió al Centro Psicoasistencial XYZ.
Pasó previamente –dice– por clínicos, traumatólogos, cirujanos (pues
algunos profesionales quisieron operarlo), kinesiólogos, etcétera.
Prosopográficamente, impresionó como un hombre de edad media,
expresión algo apocada y reticente, vestido con informalidad, de
gestualidad reprimida y disposición dubitativa. Quien suscribe debió
llamar a la esposa para completar datos, dado que el examinado
exponía cierto repliegue anímico.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva no permitió
detectar desniveles en la sensopercepción, pero en lo que atañe a
aspectos ideativos, curso y contenido del pensamiento, juicio y
raciocinio, se observó una notoria bradipsiquia y orientación al
pensamiento concreto. Sus aspectos vinculados a prosexia y aptitud
para concentrarse, evidenciaron desvíos de la media previsible para su
edad, y así se detectó hipoprosexia y desconcentración. En cuanto a su
perfil mnésico, es el propio de una persona quincuagenaria, aunque por
momentos se advierte cierta hipomnesia de grado mayor a la de esa
edad. No expone trastornos referidos a lucidez de conciencia, aunque se
muestra ensimismado (incluyendo conciencia de situación, de aspectos
mórbidos y de orientación auto y alopsíquica).
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observa
absoluta normalidad. Pero sí se detectan rasgos hipobúlicos en lo
referido a deseos y decisiones, como también en lo atinente a
recreación y sociabilidad. Respecto al segmento trabajar, exhibe un
aparente desgano o desinterés.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron rasgos de un
trastorno hipertímico en el polo del displacer (exaltación emocional de
carácter penoso) con manifestaciones discretamente depresivas,
ansiosas y fobígenas. Es real que hay abulia, hipoafectividad y
dispersión atentiva. Sólo evidenció notoria irritabilidad durante marzo y
abril de 2007 y una visible autosegregación familiar, situación que
mejoró apreciablemente en el corriente mes.
La persona examinada evidencia apreciable temor, focalizado en la
empresa con la que mantiene una relación de dependencia. Sólo pensar
en ella lo amedrenta. Tiende a dormir casi todo el día. Fácilmente puede
permanecer en la cama 20 horas diarias, sólo levantándose para comer
o ir al baño. No le preocupa bañarse o rasurar su barba. Apaga las luces
y cierra las ventanas. Busca la oscuridad. Es como si replegándose o
durmiendo pudiese escapar mejor de la fábrica. No le gusta levantarse
porque vivencia en la escena generada una aproximación al trabajo.
Y no se trata de una psicosis o una depresión mayor, sino la
presentación pirotécnica de una reacción vivencial anormal neurótica
con manifestaciones depresivas, ansiosas y fobígenas, de grado
moderado, compatible con los trastornos distímicos presentes en los
“trastornos de los estados de ánimo” y en los “trastornos del humor” del
“DSM-IV-TR” y del “CIE 10” respectivamente, cuya etiología no se
encuentra en un “trastorno por estrés postraumático”, dado que el
sujeto no protagonizó ni presenció ni le refirieron una eventualidad de
trágico dramatismo. Pero sí ha estado transitando, cotidianamente
desde hace unos años, una neurosis situacional, de carácter subclínico
con manifestaciones larvadas, en muchos casos, con externalización
psicosomática (las gastroenterocolitis, precordialgias, etc.).
Las “neurosis situacionales” descriptas brillantemente por el eximio
maestro de la psiquiatría universal, Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández,
como “aquellas depresiones determinadas primordialmente por
circunstancias psicosociales conflictivas y traumatizantes, en las que su
agente determinante fundamental no consiste en una vivencia aguda y
aislada, una especie de emoción traumática, sino una situación
prolongada, entendiendo por situación, el modo esencial de la relación
existente entre la persona y su ambiente, es decir, el corte transversal
de la interacción entre el yo y su mundo” (“La depresión y su
diagnóstico”, del citado autor, ed. Labor, Barcelona).
Y dentro de los “tipos etiológicos de depresión situacional”, Alonso-
Fernández ubica la llamada “depresión por sobrecarga con hundimiento
energético”. Especifica que se trata no de un agotamiento físico, sino
emocional, dando cabida al estrés como su mejor encaje nosográfico. Y
agrega que “las orientaciones psicofisiológicas coinciden con las
psicoanalíticas al señalar que la sobreestimulación puede conducir al
vaciamiento depresivo”.
Enrique Rojas, en “Psicopatología de la depresión” (Salvat,
Barcelona), obra que goza del Premio Conde de Cartagena de la Real
Academia Nacional de Medicina (Madrid), formula en “alteraciones de la
delimitación del yo”: “…los depresivos que se encapsulan sobre sus
propias vivencias se van paulatinamente aislando y pierden la
capacidad de comunicación… por este camino se puede llegar a su
desconexión con lo mundano”.
En base a todo lo expuesto, se logra dilucidar la estrategia
implementada mediante el “hospital de día”, conjuntamente con una
medicación básica, para posibilitar disolver el encapsulamiento
defensivo en que ha incurrido el examinado.
Se busca hacerle recuperar su accionar en vigilia, recrearlo mediante
diversos talleres que tiendan a rescatarlo de su exilio psíquico y
posibilitar una eventual reinserción laborativa sin condicionamientos
que el examinado vivencie como acosadores y persecutorios.
Quien suscribe estima que concluido el período de abordaje
psiquiátrico, dentro de 20 días más a partir de la fecha, el sujeto
examinado debe reincorporarse al servicio pero con contención
psicológica externa durante unos meses.
Pero es esencial que lo haga prestando tareas que no le demanden
esfuerzo físico, pues, de lo contrario, su deteriorada columna vertebral
puede agravar sus patologías, y ello probablemente reiniciaría un nuevo
ciclo recurrente de ausencias.
No obstante, el mayor riesgo para la empresa no sería justamente el
que se prevé, sino que la eventual aparicición trasnochada de algún
abogadillo deseoso de lucrar aconsejase al examinado demandar a su
parte empleadora, aduciendo que ingresó sano en la empresa y que los
“esforzadísimos” trabajos que le impusieron, lesionaron gravemente su
columna, siendo objetivables las secuelas a través de los estudios
realizados o los que los peritos judiciales puedan ordenar, sin contar el
posible agregado de daño moral y daño psiquiátrico, todo ello
instaurado no en el fuero laboral, sino en el fuero civil.
No se detectaron trastornos facticios, dado que las estrategias
distractivas no ofrecieron particularidades, tampoco elementos propios
de un síndrome sinistrósico.
Concluyendo, el sujeto examinado expuso moderada sintomatología
psiquiátrica que remite a su personalidad preexistente con el
aditamento patógeno de la concausalidad derivada de su entorno
situacional laborativo, que compromete su historia en las casi últimas
cuatro décadas.
Informe sobre el Sr. J. H. G. Evaluación psiquiátrico legal
efectuada en consultorio particular

Entrevista semiestructurada sobre factores etiológicos,


fenoménicos y psicopatológicos preexistentes, aspectos
evolutivos a partir de inicio evento mórbido actual, rasgos
previos y posteriores de personalidad, y pesquisando,
asimismo, síntomas psíquicos actuales con abordaje
semiológico y rastreo de psicodinamismos

La persona a examinar se presentó a las 15:00 horas en punto,


habiendo sido acompañada por un amigo personal, que la esperó luego
en la calle hasta el momento de su retiro del consultorio.
Se identificó con DNI declarando nacionalidad argentina y estado civil
divorciado. Nacido el 15/10/1951, por lo que actualmente cuenta con 64
años de edad.
Inicialmente informa que cree haberse divorciado hace 4 años de su
segunda esposa, pues enviudó de la primera hace 30 años. De dicho
primer matrimonio le quedó una hija de 37 años, radicada en Angola,
que dentro de unas semanas lo convertirá en abuelo.
Vacila en sus expresiones y emite sus palabras lentamente. Es
evidente la cristalización trabajosa de sus pensamientos en palabras.
Declara que con su ex consorte mantiene una buena relación.
La lentitud mental le hace dilapidar sus conocimientos. Dudas
perceptibles en la búsqueda de vocablos, que en algunos casos
encuentra y en otros no.
Menciona que la instauración crítica en su “modus vivendi” laboral,
de un clima dramático de incertidumbre e inseguridad, llevó su psiquis a
un paroxismo de pánico y angustia. Recalca que ello ocurrió hace
aproximadamente un año y medio.
Naturalmente que lo referido “ut supra” es la transducción de un
relato farragoso sin llegar a la incoherencia, en el que los aportes de
información obligaban a una continua decodificación de los emergentes
semánticos. El mismo criterio se siguió respecto de la información que
se vierte en los párrafos “infra” relativos a su historia laboral, aunque
para confeccionar el presente informe, quien suscribe, debió asesorarse
para completar algunos conceptos, de las precisiones y detalles,
brindados telefónicamente por la ex cónyuge del Sr. G., Sra. H. S.
A principios del año 2006, el Sr. G. se enteró, a través de infidencias
del staff ejecutivo, de que los directivos de la empresa en la que él
mismo, con un cargo jerárquico de importancia, prestaba servicios en
relación de dependencia, que los citados directivos estaban tramitando
su venta a otro grupo empresario.
El Sr. G. advirtió que a él solo se le hicieron conocer aspectos
tangenciales de la operación, pero que se le restringía el acceso a los
detalles más medulares de dicha transacción.
Ello despertó su preocupación y una creciente ansiedad, en función
de su situación personal. El entrevistado presumía que sería despedido
y que en razón de cumplir 65 años el 28 de septiembre de ese año,
dicha circunstancia determinaría que se le iniciase el trámite jubilatorio
en forma inmediata.
Aduce que en su actual compañía sólo se desempeñó los últimos 8 a
10 años, siempre con cargos de elevada responsabilidad y en los que
puso en evidencia una personalidad dinámica, de alta performance y
eficacia. Últimamente era el gerente de marketing, dado que en sus
antecedentes curriculares había accedido en nivel universitario a la
licenciatura en administración de empresas y en mercadotecnia. Y años
atrás había sido gerente comercial de una firma multinacional de
prendas denim.
En tiempo intermedio trabajó en la República de Malawi, también en
funciones gerenciales, a lo largo de 12 a 15 años, aportando en ese país
a la caja jubilatoria correspondiente. Pero aclara que no hay convenio
previsional entre Argentina y Malawi, y por esta causa, los aportes
efectuados en el citado país, no serían computados para calcular su
futuro haber jubilatorio. De dicho país vino a la Argentina a propuesta de
la firma en que ahora se desempeña, por lo que la prospectiva
económica en un futuro inmediato del Sr. G., es absolutamente
desalentadora. La potencial recepción de una jubilación precarizada por
haberse calculado en base a sus aportes de los últimos exiguos años en
su carrera como ejecutivo empresarial, determina una abrupta caída en
lo que atañe a su “status” de vida.
El relativo confort de que había disfrutado hasta ahora,
desaparecería. Sus dos pequeñas hijas, de cinco y tres años,
respectivamente, tendrían que dejar de concurrir a un colegio privado. Y
el panorama de futuridad que vislumbra para su familia, tras su
eventual deceso, es absolutamente desolador.
Consciente de que por razones etarias su ex esposa tiene 37 años
(casi 28 años menos que él), percibe para sus hijas, incluso con la
previsible orfandad de padre, un devenir preñado de apremios en todas
las dimensiones de su existir.
Esta conjetura dramática, alimentada día a día por la reticencia
directiva a informarle en cuanto a la marcha de la venta empresarial, el
percibir que amablemente se lo apartaba de las intimidades del trámite,
lo hizo inferir que él notoriamente formaría parte del personal
marginado del negocio.
La conclusión mencionada lo posicionó rápidamente, casi desde un
principio, en una maraña de cavilaciones desesperantes que lo fueron
deslizando gradualmente hacia un mundo catastrófico de desaliento y
desesperanza.
Se instaura en él lo que podría definirse como un trastorno por estrés
agudo de etiología laboral. Un trastorno que crece día a día alimentado
por la caldera de rumores que circula por la empresa.
El Sr. G. siente que se hunde en una aterradora perspectiva. No
encuentra continencia adecuada en sus superiores, que no advierten el
daño que están causando en un subalterno paradojalmente jerárquico
con el hermetismo instrumentado, dado que ahondan en él las
presunciones de un desenlace laborativo de emergentes desastrosos
prevalentemente sobre su familia.
Como relámpagos imprevistos empiezan a darse en el Sr. G.
situaciones panicosas. Palpitaciones, diaforesis (sudación), temblores,
disnea “sine materia” (sensación subjetiva de no poder respirar),
parestesias (percepción de hormigueos), síntomas sincopales
(manifestación de desfallecimiento), etcétera. Son crisis o ataques de
pánico, que en un principio el Sr. G., trabajosamente, con tremenda
angustia visceral, puede sobrellevar.
Su estrés agudo culmina con una crisis panicosa que no es
situacional (durante situaciones límite) ni de predisposición
(experimentación anticipada de algo temido por sobrevenir), sino
inesperada, pues se produce de noche, probablemente, en una de las
intermitencias de su dormir con insomnio lacunar (insomnio
característico de quienes viven bajo la presión de un factor
estresógeno). Ello lo lleva a una breve internación en el Sanatorio San
Tito, internación en la que no se le detectan trastornos médicos y,
consecuentemente, se le da alta, retornando a su domicilio.
Los ataques de pánico se producen por un desequilibrio en la
ecuación ácido carbónico-bicarbonato de sodio provocada por la
taquipnea (respiración acelerada), propia de los estados de gran
ansiedad, taquipnea que determina una desviación hacia la alcalosis (lo
contrario de acidosis) del ph (potencial de hidrogeniones) sanguíneo. Se
produce entonces la sintomatología del pánico, cuadro que tiene
resoluciones terapéuticas, pero en las que el propio organismo, si no
tiene asistencia, acude a la situación sincopal, a la lipotimia o al
desmayo como forma de protección. El síncope o las otras formas de
defensa interrumpe la taquipnea y ello lleva al restablecimiento del
equilibrio ácido base de la sangre. En consecuencia, pasa la crisis y el
sujeto queda sin huellas respecto del trastorno vivido. Por esta causa,
en el nosocomio no encontraron improntas de connotaciones
patológicas.
El miedo, enriquecido constantemente por la reverberación de
comentarios alarmantes en torno al futuro de la empresa, va
inexorablemente desguazando las defensas psíquicas del Sr. G. Como
estrategia inconsciente, el temor lapidario va rotando hacia la
irritabilidad. Sus pensamientos comienzan a desordenarse, surgen
dramáticos vacíos en su memoria, su discurso se torna fragmentario,
por la dilapidación de sus recuerdos y el extravío de las palabras. Se
siente extraño para consigo mismo, y su entorno se convierte por
momentos en algo distante e irreconocible.
Cree haber dicho que estaba como “loquito”. Sus compañeros,
personajes de una escena en la que él era un prófugo de su propia
desesperación, le sugieren asistencia profesional. Y así, casi sin darse
cuenta, de pronto se ve envuelto en el encuadre de una psiquiatra, una
psicóloga y una acompañante terapéutica. Comenzó la parafernalia, o
se ratificó, da a entender, su residencia en el infierno.
El tratamiento iniciado determina posteriormente que deje de
trabajar y se interne con su anuencia en el Instituto de Neurociencias
Buena Esperanza.
En dicha institución permaneció internado desde el 20/12/06 hasta el
23/2/07. Se le efectuó un estudio psiquiátrico que incluyó resonancia
magnética nuclear de cerebro y la administración de un tratamiento
psicotrópico en base a ácido fólico (un antianémico), quetiapina (un
antipsicótico) y paroxetina (un antidepresivo). Un intento de incremento
en la dosis del último no fue bien tolerado por el paciente.
La resonancia magnética nuclear, efectuada en enero de 2007
evidenció atrofia cortical leve a predominio en ambos hipocampos. Cabe
aclarar que esta atrofia no es congénita, puede ser de etiología etaria,
psicoorgánica, o bien, provocada por factores estresógenos agudos.
Habrá comenzado a generarse con el inicio de los conflictos del Sr. G.,
exteriorizando la sintomatología anómica que peculiarizó la patología
del paciente. La atrofia es el proceso degenerativo de las células
superficiales de los elementos estructurales en cuestión. Su pronóstico
es habitualmente evolutivo, acentuándose, por ende, las patologías
consecuentes.
Fue externado con la anuencia de su hermana, transitoriamente en
Capital Federal, pese a estar radicada en Puelches, con el
consentimiento telefónico de un hermano que vive en Canadá y de su
letrado personal.
Dado que el Sr. G. sigue desmejorando, se consulta con el Instituto
Filipo, donde realizaron una evaluación neuropsiquiátrica que incluyó
una nueva resonancia magnética nuclear de cerebro, con la
administración de una batería de tests neuropsicológicos.
Por la última resonancia, practicada en mayo de 2007, se observa
aumento de la atrofia, sobre todo a nivel de los parietales, en particular
el izquierdo. Y un intento de agregar duloxetina (un antidepresivo) a su
esquema posológico, tampoco es tolerado por el examinado.
La impresión diagnóstica formulada el 1/6/07 plantea, conforme a los
ejes del DSM-IV, trastorno de depresión mayor moderado, en remisión
parcial, con deterioro cognitivo en estudio, rasgos de personalidad
propios del cluster B, colecistectomía, intervención quirúrgica por
varicocele, dificultades con el sistema primario de soporte, más
dificultades económicas y laborales, y en la escala de evaluación de la
actividad global: 30 (equivalente a “la conducta está considerablemente
influida por ideas delirantes o alucinaciones, o existe una alteración
grave de la comunicación, o el juicio o incapacidad para funcionar en
casi todas las áreas”).
Cabe consignar que en el trastorno por estrés laboral agudo, como
estimó quien suscribe, especialmente cuando el factor estresógeno ha
operado en forma prolongada, aparecen elementos de
despersonalización, de desrealización y de amnesia disociativa.
Los síntomas de despersonalización y desrealización se han
reconocido como parte de la imagen clínica en una amplia variedad de
trastornos mentales. Algunos aspectos comunes de ambos son la
perturbación temporal de la experiencia subjetiva con la realidad, de
modo que el sentido de alejamiento o falta de realidad reemplaza la
cualidad general de familiaridad asociada a percepción. En la
despersonalización, la perturbación ocurre en la percepción de uno
mismo, en la desrealización, la alteración ocurre en la percepción del
exterior.
Por su parte, la amnesia disociativa es la incapacidad para recuperar
información personal importante, generalmente de naturaleza
estresante o traumática, muy generalizada como para que pueda
confundirse con un olvido normal y que, por otra parte, puede
extenderse de anterógrada a retrógrada.
Las bases neurofuncionales de la victimización que implican el
padecer un trastorno por estrés agudo en forma prolongada, exponen
alteraciones en el secuenciamiento dinámico de sus neurotransmisores.
Así, aparecen cambios en los sistemas glutamatérgico, gabaérgico,
noradrenérgico, dopaminérgico y serotonérgico. Asimismo, en el eje
hipotálamo-hipófiso-adrenal, en los receptores glucocorticoides de los
linfocitos, en el sistema opioide, en el eje hipotálamo-hipófiso-tiroideo,
en la testosterona, en el sistema inmunitario, bloqueos en algunas vías
cerebrales y modificaciones en el flujo sanguíneo a nivel cerebral. Del
mismo modo, por estudios de neuroimagen con resonancia magnética
nuclear, se observa descenso del volumen hipocámpico bilateralmente
(objetivación de atrofia).
Obviamente, en el Instituto Filipo no se le hicieron estudios que
entran ya directamente en el campo de la neurociencia, sino que el
abordaje fue, como es lógico, de naturaleza esencialmente clínica. Se
detectó un proceso evolutivo, sin llegar a pesquisar disociaciones,
porque precedió al examen actual en 45 días, aunque sí se advirtieron la
presencia de fallas anómicas y de parafasias semánticas, además de
otros trastornos cognitivos.
El paciente evidencia también sintomatolgía depresiva, pero como
complemento reactivo a un desorden de ansiedad grave, como es el
trastorno por estrés agudo, especialmente cuando ha tomado
características crónicas, y se ve nutrido mórbidamente por un futuro
cáusticamente desolador.
Indudablemente, su ánimo está más sereno por obra y gracia del
accionar psicotrópico y del apuntalamiento psicoterapéutico, pero el
trastorno cognitivo es irreversible, porque se sustenta en el deterioro
orgánico cerebral.
No es posible objetar que hay daño psíquico o daño psicopatológico
como diría el Prof. Dr. Alejandro Basile, con el agregado de daño
biológico, como lo designaría la eminente ministra de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, Dra. Elena Highton de Nolasco, en base a la
jurisprudencia italiana..
El daño psíquico es una formación de naturaleza reactiva que se
constituye en el psiquismo por incidencia de una noxa (agente mórbido)
traumática. Genera un plus de incapacidad psíquica que valora el perito.
Incapacidad que puede ser parcial, total o absoluta — o bien temporal o
permanente.
El daño moral implica sufrimiento ante una circunstancia disvaliosa
de carácter espiritual. No genera plus de incapacidad psíquica, y es
valorado por el juez.
El daño psicopatológico es una alteración o trastorno morboso de
repercusión psicológica o somatomorfa, sobre áreas afectiva, volitiva,
cognitiva o somatofuncional, en forma individual, combinada o conjunta.
Prosopográficamente, el Sr. G. impresionó como un caballero
sexagenario, de expresión amable y vestido con informalidad, de
gestualidad moderada y disposición colaboradora.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva permitió detectar
severos desniveles en la sensopercepción (presencia de rasgos de
despersonalización y desrealización), aspectos ideativos confusos, curso
bradipsíquico o sea lentificado y contenido arborizado del pensamiento,
juicio debilitado y raciocinio extravagante. Sus aspectos vinculados a
prosexia (atención), y aptitud para concentrarse (posibilidad de
mantener focalizada su atención sobre un tema específico por un cierto
tiempo), evidenciaron desvíos notorios de la media previsible para su
edad. En cuanto a su perfil mnésico (memoria), expuso trastornos
amnésicos lacunares vinculados a diversos momentos de su historia. Su
discurso, sin ser disártrico, es carente de fluidez. Visible presencia de
manifestaciones afásicas (trastornos del lenguaje) de tipo anómico
(dificultad para encontrar palabras), como también de parafasias
semánticas (sustituye palabras por otras vinculadas con ellas). Expone,
asimismo, desórdenes referidos a lucidez de conciencia (incluyendo
conciencia de situación, de aspectos mórbidos y de orientación auto y
alopsíquica o sea témporoespacial).
En la esfera de la actividad, vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observó
enlentecimiento grafomotor. Se detectaron, asimismo, rasgos
hipobúlicos (de voluntad disminuida) en lo referido a deseos y
decisiones, como también en lo atinente a lo recreativo y social. Expuso,
en lo que atañe a trabajar, que ve esto como algo inalcanzable, que le
agradaría poder hacerlo, pero que lo percibe ahora fuera de sus
posibilidades por su deterioro actual.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron rasgos de un
trastorno hipertímico en el polo del displacer (exaltación emocional de
carácter penoso) con manifestaciones importantemente ansiosas y
depresivas. Señala que sus sentimientos respecto de los suyos,
actualmente, no variaron en lo más mínimo consecuentemente a las
penurias que en estos momentos le toca vivir.
Se le administró un test de Fostein (muy básico y que solo evalúa
“orientación”, “fijación”, “concentración y cálculo”, “memoria”,
“lenguaje y construcción”). Obtuvo 23 puntos sobre 35 posibles (un 34
% menos que el óptimo). Dibujó trabajosamente un reloj marcando una
hora determinada. Fue proclive a firmar una hoja de papel en blanco
(tendencia a que capten su voluntad).
Finalmente, debe señalarse que el Sr. G. no puede trabajar en ningún
tipo de tarea que requiera comunicación fluida. Está aquejado de una
incapacidad psíquica parcial y permanente. Es decir, irreversible, que lo
invalida para cualquier tarea de carácter intelectual. Empero, puede
acceder a pequeñas tareas domésticas de autoasistencia por el
momento. Ello no implica ubicarlo, por ahora, dentro del alcances de los
artículos 141 y 152 bis del Código Civil.
Lo expuesto en los párrafos precedentes configura el resumen de la
entrevista que quien suscribe mantuvo con el Sr. G., en el lugar, fecha y
hora consignados “ut supra”.
Evaluación psiquiátrico legal efectuada en consultorio particular

Entrevista semiestructurada sobre factores etiológicos,


fenoménicos y psicopatológicos preexistentes, aspectos
evolutivos a partir de inicio evento mórbido actual, rasgos
previos y posteriores de personalidad, y pesquisando asimismo
síntomas psíquicos actuales con abordaje semiológico y rastreo
de psicodinamismos

La persona a examinar se presentó a las 14:50 horas, acompañada


por su marido, quien asistió a toda su entrevista
Se identifica con DNI, declarando nacionalidad argentina y estado
civil casada. Nacida el 26/5/72, por lo que actualmente cuenta con 38
años de edad.
Domiciliada en Av. Las Heras esq. Bari, Barrio La Alameda, Ingeniero
Maschwitz (Prov. de Buenos Aires).

I. Relato inicial

Refiere que es gerente de front office (oficina central) de la empresa


Honolulu S.A., licenciataria que explota el Hotel M de Pilar (Prov. de
Buenos Aires), lugar en que prestó servicios la examinada. Se mantuvo
en actividad, es decir, trabajando en su hábitat laborativo hasta el
domingo 15/10/09. Al día siguiente, lunes 26 de ese mismo mes y año,
salió de vacaciones para Río de Janeiro (Brasil), a bordo de un avión. Ya
al embarcarse para el vuelo, se sintió algo mareada, pero pensó que
sería algo transitorio.
Alojada ya en un departamento en la ciudad carioca, se acentúan los
trastornos. Y desde ese momento, con la intervención de facultativos y
su progresivo agravamiento, se instauró un denodado intento por
encontrar el diagnóstico de su patología, que se presume es de carácter
neurológico.
Sometida a diversos estudios, que incluyen una RMC (resonancia
magnética cerebral) y asistida por profesionales de un importante
centro médico, en razón de sus dificultades para respirar y de una
paresia general progresiva, se decidió entubarla e inducirle un coma
farmacológico. El cuadro se complicó incluso con la presencia de una
neumonía.
Se estima que padece un síndrome de Guillain-Barré. Pero una
evaluación previa de ACV (accidente cerebro vascular) le plantea
dificultades con su medicina prepaga Estafadorus, a través de su
mediadora A. C.
Se suman a ello los afanosos trámites administrativos realizados por
el cónyuge para cubrir los costosos gastos de internación y tratamiento,
incluyendo los de vivienda y de retorno a la Argentina en un avión
sanitario.
Finalmente, abandonó Brasil el 13/11/09, y en Buenos Aires se la
ubicó en el Sanatorio Otamendi, donde le efectuaron una traqueotomía.
Fue derivada entonces a la Clínica Ulme de Saint Germain S.A., sita en el
barrio porteño de Saavedra.
Desde el 15/11/09 hasta el 20/1/10 la examinada solo podía mover la
extremidad cefálica.
Resolvieron también trasladarla al Hospital Británico de esta capital.
Allí le efectuaron un EMGcVC (electromiograma con velocidad de
conducción) en sus cuatro miembros.
Se obtuvo como resultado la confirmación de un severo síndrome de
Guillain-Barré, compatible en su gravedad a un cuadro de botulismo o
de porfiria.
Le indicaron un tratamiento a base de propoxifeno y paracetamol
(“Klosidol”), complejo de vitamina B en altas dosis, metasona, hierro en
diversos compuestos, conjuntamente con sesiones de gimnasia dos
veces por semana, terapia ocupacional y fonoaudiología.
Estuvo sin control de esfínteres hasta enero/10, teniendo sonda
vesical y nasogástrica simultáneamente.
Comenzó a recuperar su movilidad el 20/1/10. Primero, los miembros
superiores, y luego, los inferiores. Le dieron el alta el 16/3/10.
Caminaba primero con la ayuda de un andador y con sus piernas
sostenidas por valvas. Gradualmente fue logrando una mayor
independencia locomotriz.
No obstante, aún persisten improntas psíquicas y secuelas somáticas,
resultantes de la patología albergada en su economía psicofísica, cuyo
pronóstico y evolución son imprevisibles, como así también las
disfunciones que operarán sobre la damnificada, sustantivadas como
incapacidad permanente y de grado parcial, aunque quizás elevado, que
la acompañarán irreversiblemente en su futuridad.

II. Antecedentes heredo-familiares

Refiere que su progenitor vive, que tiene 75 años y que es sano. Su


madre falleció a los 68 años, en enero de este año, y padecía demencia
tipo Alzheimer. Tiene dos hermanas de 40 y 35 años, respectivamente, y
un hermano de 32 años, todos vivos y también gozando de buena salud.
Niega antecedentes psiquiátricos entre sus ascendientes, pero
admite que su abuela materna también padecía Alzheimer, como
asimismo dos tíos abuelos por la parte de su progenitora.

III. Antecedentes personales

Menciona que nació de parto eutócico (normal), a término, con peso


corriente. Accedió al habla y a la deambulación sin particularidades.
Controló a edad común los esfínteres. Sufrió las enfermedades infantiles
habituales sin complicaciones ni secuelas.
Menarca a los 14 años. Operada de estrabismo a los 2 y 9 años.
Apendicectomizada a los 14 años. Dos intervenciones cesáreas a los 29
y 31 años, microcirugía de varicosidades a los 32 años e implantes
mamarios a los 35 años.
No tuvo enfermedades importantes de adulta, salvo una serie de
bronquitis asmáticas entre la pubertad y adolescencia. Nunca sufrió
fracturas óseas ni tampoco padeció accidentes traumatológicos.
Fuma exiguamente y sólo ingiere bebidas alcohólicas
moderadamente en reuniones sociales, y jamás fue adicta a
estupefacientes.

IV. Perfil previo a su ingreso al Hotel M de Pilar

Recuerda que su estado de ánimo era siempre normal, aunque


admite que tenía carácter fuerte, pero no obstante era tolerante y
amiga de consensuar.
Se casó en 1999, y su vida conyugal se desarrolló sobre parámetros
corrientes. El advenimiento de sus hijos la puso contenta y muy
cariñosa con ellos.
Trabajó previamente a su ingreso al Hotel M, 8 años en el Hotel C, 3
años en el Hotel P y 3 años en el Hotel R. En todos ellos tuvo excelente
desempeño y renunció a los mismos ante la aparición de mejores
oportunidades.
En general, su vida tuvo un discurrir apacible y gratificante.

V. Perfil durante su desempeño en el Hotel M de Pilar

Advirtió casi desde el comienzo, hace 6 años, que su vida se tornaba


más acelerada y agotadora. El ritmo en sus tareas era mucho más
intenso que antes y a veces casi vertiginoso.
Notaba que ella percibía un mandato subjetivo de optimizar la
excelencia. El trato era respetuoso, pero la rigurosidad cronométrica de
los tiempos era implacable. Sentía que tenía que autoexigirse hasta el
límite, y que su tarea en el hotel era lo prioritario, más allá incluso de
las demandas familiares.
El hotel era como un gran seductor insaciable al que brindaba todas
sus fuerzas. Su compromiso y dedicación la fueron afianzando en el
“staff” del hotel hasta que ella sintió que se mimetizaba
simbióticamente con su empleador.
El trabajo era algo envolvente y hierático como una adicción, algo en
que veía sumergidos a todos sus pares, aunque todos quizás no sentían
la misma devoción que ella.
Notaba la tensión en que vivía y las presiones que la acorralaban,
pero confiaba en que su voluntad y esfuerzo le permitirán
sobrellevarlas.
No obstante, reparaba en que más frecuentemente estaba de
malhumor; quizás más irritable e impaciente, y ello repercutía
especialmente sobre su familia.
Recibió sus vacaciones últimas con gran satisfacción; se sentía
abrumada.
VI. Estado actual

A partir de su alta y rehabilitación comenzó a recomponer su vida


familiar. El diálogo con su marido mejoró, al igual que con sus hijos. Son
alrededor de ocho meses en que los tiene cerca. Antes, las guardias en
su trabajo la separaban con frecuencia del ámbito familiar.
Su dormir ha mejorado un tanto, y de día está más tranquila, pero
siempre la acecha el temor de una recidiva de la enfermedad que
vivenció como algo horrible.
Completó estudios terciarios en el Instituto Mariano Moreno, en el
que se graduó con una tecnicatura en administración hotelera.
Mira televisión, preferentemente películas y noticieros, y
eventualmente, algunas series. Lee diarios y libros diversos con cierta
frecuencia.
Deportes no practica, pero lleva una activa vida social. Concurre de
visita a casa de amigos, y los recibe también en su domicilio.
Suele ir con su marido a comer a restaurantes, a bailar o a ver
espectáculos cinematográficos o teatrales.
Mantiene una buena relación con los familiares de ella y de su
cónyuge.
Con sus vecinos (barrio cerrado), el vínculo es moderado.
Nació en San Isidro (Prov. de Buenos Aires), pero a los 2 años fue a
vivir a otra localidad bonaerense. Lima, donde se encuentra la Central
Nuclear compuesta por Atucha I y II. Lima es un pequeño pueblo situado
pasando Zárate.
A los 14 años volvió a San Isidro, por razones laborativas de su padre,
experto en química nuclear. Actualmente jubilado.
Tanto su infancia como adolescencia fueron felices.
Prosopográficamente, la examinada impresionó como una mujer
joven y agradable, de edad media, y vestida con informalidad pero
sobriamente. Gestualidad moderada y disposición colaboradora.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva no permitió
detectar desniveles en la sensopercepción, aspectos ideativos, curso y
contenido del pensamiento, juicio y raciocinio. Sus aspectos vinculados
a prosexia (atención) y aptitud para concentrarse evidenciaron estar
dentro de los parámetros corrientes para su rango etario. En cuanto a su
perfil mnésico (memoria), no está restringido en cuanto al propio de una
persona de su adultez. No expone tampoco trastornos referidos a
lucidez de conciencia (incluyendo conciencia de situación, de aspectos
mórbidos y de orientación auto y alopsíquica témporo-espacial).
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observa
absoluta normalidad. Hay real compromiso en lo que atañe a estrategias
de futuridad. Tiene voluntad para el trabajo. Es muy activa en su
subjetividad; solo la amedrentan un tanto sus antecedentes patológicos.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron moderados rasgos
de un trastorno hipertímico en el polo del displacer (hipertrofia
emocional de carácter penoso), de connotaciones ansiosas orientadas
hacia lo fóbico. Mantiene el nivel óptimo de sus afectos y vivencia los
sentimientos de los otros hacia ella. Sus grandes amores –señala– son
su marido, sus hijos y su familia en general. Es decir, su capacidad
afectiva se mantuvo inalterable.
En resumen, la examinada expone matices sintomatológicos
vinculados a su personalidad y vertientes concausales en lo
etiopatogénico.
Se advierte cierta decepción de la sujeto de examen en cuanto a la
empresa de la que depende laboralmente. Recibió la afectuosa visita de
la directora del hotel, que agradece por su calidad humana y
extrainstitucional. Pero en lo formal tiene la percepción que la empresa
Honolulu S.A. (sita en República de Alto Volta 1702, 2º piso, “D”,
C.A.B.A.), licenciataria -como ya se dijo- del Hotel M de Pilar, que como
institución, operó con bastante indiferencia, siguiendo simplemente las
pautas de un manual de procedimientos.

VII. Aspectos referidos a la patología que afectó a la examinada

El síndrome de Guillain-Barré, también denominado síndrome de


Guillain-Barré-Landry es un trastorno neurológico en el que el sistema
inmunitario del cuerpo humano ataca a una parte del sistema nervioso
periférico, particularmente a la vaina de mielina, que es la capa aislante
que recubre los nervios, que integran la citada red nerviosa. Cuando
esto sucede, los nervios, consecuentemente, no pueden vehiculizar las
señales en forma eficaz, los músculos efectores pierden su capacidad de
responder a las órdenes del encéfalo, y éste a su vez recibe menos
señales sensoriales de los receptores del resto del cuerpo. El resultado
es la incapacidad de sentir calor, dolor y otras sensaciones, además de
paralizar progresivamente varios músculos del organismo.
Esta paradoja en que la misma economía orgánica se autoagrede
configura lo que nosográficamente podría considerarse la manifestación
clínica de una patología de autoinmunidad.
¿La inmunología en sí a que remite? Es viable consignar que es la
disciplina que investiga los mecanismos moleculares y celulares
comprometidos en la defensa de la integridad biológica del organismo a
través de la identificación de sustancias propias o endosustancias y
detección de sustancias extrañas o exosustancias, con la consiguiente
neutralización o destrucción de las mismas.
¿Y a su vez la autoinmunidad qué implica? Se ha aclarado que una de
las funciones del sistema inmunitario es proteger el cuerpo
respondiendo ante los microorganismos o sustancias invasoras, como
virus o bacterias o de elementos generados en su propia mismidad
anatómica, mediante la producción de anticuerpos o linfocitos
sensibilizados (que neutralizan o destruyen los intrusos o enemigos
íntimos). En condiciones normales, no se puede producir una
inmunorespuesta contra las células del propio cuerpo. Pero en ciertos
casos, las células del sistema inmunitario atacan a las mismas células
que deberían proteger; es decir, las células del mismo organismo. Esto
puede conducir a una gran variedad de enfermedades llamadas
autoinmunes, dependiendo de cuál sea el órgano o sistema atacado.
Muchas enfermedades autoinmunes comparten dos características
comunes: la desregulación del sistema inmunitario y las vías del estrés.
Dos vías, el eje hipotalámico-adrenal y el sistema nervioso simpático,
que regulan la respuesta inmune a través de la liberación de
corticosteroides y de noradrenalina, respectivamente. Estos
neuroinmunomediadores actúan sobre células inmunes como los
macrófagos por la vía de receptores adrenérgicos alfa o beta sobre su
superficie, para modular la producción de importantes citocinas
regulatorias, y generalmente actúan inhibiendo la inflamación. Sin
embargo, bajo determinadas circunstancias, la noradrenalina promueve
la inflamación a través de la interacción con receptores adrenérgicos
alfa-1 de los macrófagos y el subsecuente incremento en la producción
de necrosis.
No debe olvidarse tampoco la participación de los linfocitos T, de los
linfocitos B y de las células NK, elementos todos que participan
asimismo de las complejidades del sistema inmunitario.
Los linfocitos T son los responsables de coordinar la respuesta
inmune celular constituyendo el 70% del total de los linfocitos que
segregan proteínas o citoquinas. También se ocupan de realizar la
cooperación para desarrollar todas las formas de respuestas inmunes,
como la producción de anticuerpos por los linfocitos B.
La denominación de estos linfocitos como “T” se debe a que su
maduración tiene lugar en el timo (órgano linfoide que constituye uno
de los controles centrales del sistema inmunitario del organismo).
Los linfocitos B son los leucocitos, de los cuales depende la
inmunidad mediada por anticuerpos con actividad específica de fijación
de antígenos. Las células B, que constituyen un 5 a 15% del total de
linfocitos, dan origen a las células plasmáticas que producen
anticuerpos. Se diferencian en el hígado y el bazo fetal, y en la médula
ósea del adulto.
Por último, las células NK o “células asesinas” (del inglés, natural
killer), son también un tipo de linfocitos pertenecientes al sistema
inmunitario.
A esta altura ¿cómo se definirían las mencionadas enfermedades
autoinmunes? Son aquellas enfermedades en las que el sistema
defensivo ataca el propio organismo. Autoanticuerpos como en el caso
de: artritis reumatoide, diabetes insulinodependiente, lupus
eritematoide, enfermedad de Graves, esclerosis múltiple, síndrome de
Guillain-Barré, etc., etcétera.
Asimismo ¿participa el psiquismo en la generación de dicho tipo de
patologías? Los factores psicológicos que inciden en el psiquismo
pueden influir en la respuesta inmune mediante prevalencia directa del
sistema nervioso central o por mecanismos hormonales. Los cambios de
conducta, asociados a características de personalidad, a procesos de
adaptación, o de afrontamiento ante situaciones estresantes, o estados
emocionales negativos, también pueden alterar la inmunidad, y tener
consecuencias autoinmunes o inmunosupresoras.
Hay anuencia acerca de que el estrés modifica la inmunidad e
incrementa la susceptibilidad a enfermedades mediadas por el sistema
inmunitario. La respuesta al estrés se compone de elementos cognitivos
y emocionales, que por mecanismos neuroendocrinos más conductuales
influyen en el sistema inmunitario.
Definir al estrés es remitirse al médico fisiólogo húngaro, radicado en
Montreal, Dr. Hans Selye, que acuñó el término en 1950 al presentar su
tesis doctoral. Configura lo que llamó “síndrome general de adaptación”,
al que describió como respuesta global del organismo a estímulos
estresantes o sea a vectores tensiógenos (acoso de factores ansiosos de
alto voltaje).
Se sabe que el incremento de su vulnerabilidad ante la cruenta
adaptación a la realidad de la vida laboral produce en muchas personas
tristeza, angustia y hostilidad psicológica, mientras que en otras resulta
en una total desesperanza. El cuerpo reacciona entonces ante estos
estados disímiles mediante mecanismos que, al principio, constituyen
una adaptación forzada, pero que ante lo reiterado y la frustración de no
poder contrarrestarlos, en su quizás involuntaria virulencia, se
transforma en cuadros de enfermedad orgánica y/o depresión
psicológica.
En general por ello ya casi es un axioma el afirmar que el estrés de
etiología laboral hipertrofia la proclividad del organismo a las
enfermedades autoinmunes.
Se tuvieron en cuenta los principales rasgos biológicos por el gran
impacto de la glándula suprarrenal, y se admitió que el sistema
endocrino tenía un papel muy importante en la parte efectora del
sistema inmunitario, puesto que aparecía exaltación suprarrenal. Así se
llegó al concepto de que el estrés cambiaba el perfil de dicha glándula
endocrina y que, mediante los cambios en la liberación de sus
hormonas, producía alteraciones inmunológicas.
En resumen, el estrés laboral, especialmente cuando es un cuadro
permanente, tiene una gran relación con la respuesta inmune y afecta
de esta forma el desarrollo de procesos autoinmunes, como en este
caso, el síndrome de Guillain-Barré, patología que tiene la peculiaridad
de aparecer a veces en forma repentina, tras un período de desarrollo
subclínico.
Se puede agregar que la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
se refiere al estrés laboral como una enfermedad peligrosa para las
economías industrializadas y en vías de desarrollo que perjudica la
producción de la empresa, así como la salud física y mental de los
trabajadores.
También podría definirse a aquel trabajador que ostenta la función de
ejecutivo como una persona que desempeña un cargo de alta dirección
en una empresa, y que estos, al igual que los más humildes empleados,
están expuestos a los más lesivos vectores estresantes. Y hasta quizás
la relación sea asimétrica, y el bombardeo de presiones
organizacionales sea más feroz en las partes más altas de la cúspide
jerárquica.
Obviamente, no todas las personalidades son iguales. Algunas
pueden soportar las tempestades estresógenas, pero otras no. Algunas
se manifiestan en poco tiempo y la sintomatología patológica demora
en aparecer en otras varios años. Cierta gente no expone nunca
dificultades pero externaliza una extraña simbiosis empresarial. Son
como apéndices humanoides de una entelequia neohumana. Y están
asimismo los normópatas que viven felices las danzas rituales de la
exigencia sobreactuada.
El “management” del siglo XXI no adolece de las aberraciones de la
revolución industrial del siglo XIX, pero incurre en desprolijidades
psicológicas grotescas cuando impone demandas cognitivas, afectivas y
volicionales que solo pueden cumplimentar algunos seres humanos al
precio de robotizarse con deterioro de la autoexplotación de sus cuerpos
y de sus mentes.
El medio ambiente empresarial dentro de la empresa está
consignado implícitamente en la llamada “responsabilidad corporativa”.
La responsabilidad social de la empresa pretende buscar la
excelencia en su seno, atendiendo con especial dedicación a personal y
sus condiciones de trabajo, así como a la calidad de sus procesos
productivos.
Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la
responsabilidad social de la empresa es el conjunto de acciones que
toman en consideración dichas compañías para que sus actividades
tengan repercusiones positivas sobre la sociedad, y que afirmen los
principios y valores por los que se rigen, tanto en sus propios métodos y
procesos humanos internos como en su relación con el entorno social
que las rodea. Dicha iniciativa es un propósito de carácter voluntario.
Indudablemente, el ambiente empresarial que se crea alrededor de
un ejecutivo no implica que sea una burbuja que lo proteja de todas las
noxas (agentes mórbidos) que puedan generarse en el competitivo
hábitat corporativo. No obstante, es prudente que la inteligencia
directriz diseñe procedimientos que salvaguarden la integridad
psicofísica de sus mediadores de dirección.
No puede fantasearse siguiendo un imaginario paralógico con un
concepto fundamentalista sobre la resistencia humana. Solo un
personaje novelesco puede superar, con su subjetividad incólume, las
presiones que superan a muchos sujetos corrientes, aunque todos
manifiestan el impacto en forma distinta. No como lo hacen los héroes
infantiles. Sorprendentemente, numerosos directivos tratan de creer
que los ejecutivos son personas con un psiquismo invulnerable;
superhombres nietzcherianos con una mente impasible de lama
tibetano.

VIII. Consideraciones psiquiátrico legales

Notoriamente, la Sra. A. V. K., durante su prestación de servicios para


el Hotel M de Pilar fue configurando subclínicamente un síndrome de
Guillain-Barré, en razón de la constelación de múltiples estresores que
operaron masivamente sobre su psiquismo.
Ella ingresó en la empresa mencionada en óptimas condiciones de
salud. Aprobó sin dificultades el examen preocupacional y la
correspondiente evaluación psicotécnica. Además, entre sus
antecedentes, cabe consignar que pasó satisfactoriamente tres
instancias similares en el ámbito de hotelería.
El examen psicotécnico, si bien no es un psicodiagnóstico, cuenta con
ítems que posibilitan pesquisar vulnerabilidades psíquicas.
En una simple evaluación psicotécnica de tipo básico se encuentran
indagaciones respecto a: estabilidad emocional, ansiedad y tensión,
tolerancia a la frustración, reacción frente a conflictos, etcétera.
Las exigencias de adaptación sin flaquezas frente a factores
estresógenos aumentan para profesionales, y especialmente para
ejecutivos y directores. Debe consignarse que, en cada ascenso
eventual, deben evaluarse las fortalezas y debilidades en lo que atañe a
potenciales liderazgos.
La Sra. K. superó todas las barreras mediante su tesón y
autodisciplina, pero las fallas preventivas de la organización empresaria
posibilitaron que en ella se generara una patología que le podría haber
costado la vida o que se la invalidara para siempre.
El vocablo estrés es genérico. El eustrés es la forma de estrés
positiva que ayuda eficazmente a competir saludablemente en la
cotidianidad. Pero el distrés es la forma de estrés negativa que vulnera
las defensas del individuo pudiéndolo llevar a la muerte.
Las empresas tienen que aprender a instrumentar sus recursos
humanos con la sutil intuición de los magos babilonios. Prevenir para
crecer y no desguazar el psiquismo humano a expensas de falacias
improcedentes.
Hace breves días, “The Economist”, el conocido periódico inglés,
publicó una nota con reproducción traducida en el matutino local “La
Nación” (11/7/10), la que titula “Mens sana en corporación sana”, y que
menciona a megaempresas como Rolls-Royce, BT, Grant Thornton, Astra
Zeneca, IBM, que han introducido programas de salud mental en su
desempeño cotidiano, a los efectos de prevenir los daños derivados del
estrés laboral sobre su personal de todas las categorías.
El ritmo circaanual, el ritmo cardíaco, el ritmo vital, etc., posibilitan
que se diseñe un ritmo laborativo circadiano para optimizar el valor-hora
de los que trabajan, pero cuidándolos.
Éstos son los íconos laborales del siglo XXI, que ya las corporaciones
previsoras han implementado.
Evaluación psiquiátrico legal efectuada en consultorio particular

Entrevista semiestructurada sobre factores etiológicos,


fenoménicos y psicopatológicos preexistentes, aspectos
evolutivos a partir de inicio evento mórbido actual, rasgos
previos y posteriores de personalidad, y pesquisando asimismo
síntomas psíquicos actuales con abordaje semiológico y rastreo
de psicodinamismos

La persona a examinar se presentó sola minutos antes de las 16:00


horas, pese a la concesión equivocada mediante notificación por carta
documento indicándole que podría concurrir acompañada por un
profesional médico.
Se identificó con DNI, declarando ser de nacionalidad argentina y
estado civil soltera, nacida el 28/6/79, por lo que actualmente cuenta
con 28 años de edad.
Inicialmente informa, bajo la requisitoria de quien la examina, que
sus progenitores -el padre, de 50 años de edad, y la madre, de 47- están
vivos y que ambos gozan de buena salud. Agrega que también se
encuentran muy bien sus cinco hermanos y –acota- quizás con cierta
ironía, que ella es “la loca” de la familia.
Sus palabras las emite con naturalidad, pero evidenciando una
discreta connotación de ansiedad.
No tiene conocimiento de que algún antecesor suyo haya padecido
enfermedades neuropsiquiátricas, o que hubiese habido
drogadependientes entre ellos.
Respecto de sí misma, aclara que, según le refirió la figura materna,
su parto fue normal, es decir, eutócico, pero del tipo de los suelen
llamarse “partos reina”, por su gran celeridad, concomitante a la
aparición de líquido amniótico.
Su deambulación, acceso al habla y control de esfínteres estuvieron
dentro de los parámetros corrientes. Asimismo, sostiene haber sufrido
las enfermedades infantiles corrientes, las que no tuvieron
complicaciones ni le dejaron secuelas.
Menarca a los 12 años, con los rasgos sintomáticos propios de su
pubertad.
En su joven adultez, no tuvo que sobrellevar enfermedades
importantes. Nunca tuvo accidentes ni fracturas óseas, únicamente
tratamientos dentarios.
Niega fumar, ingerir bebidas alcohólicas, excepto moderadamente en
los brindis que se suscitan en algunas situaciones. Respecto de
estupefacientes, refiere que jamás los probó ni tuvo ni tiene interés en
hacerlo.
Al indagar que haga hincapié en su estado actual desde la óptica
psicofísica, menciona experimentar “tristeza” permanentemente.
Rehuye estar con gente. No siente ganas de hacer nada.
Plantea que ingresó a la Facultad de Ciencias Económicas de la
Universidad de Buenos Aires en 1999, en la carrera de contadora
pública, pero que en los últimos tres años dejó de estudiar por sentirse
desanimada.
Conoció a quien luego sería su pareja en 1996. Comenzaron a
convivir en el año 2000, pero se separaron en el 2005.
Su ex concubino padecía insuficiencia renal, pero ello no obstaculizó
su vinculación afectiva. Lamentablemente, aquel, en el año 2005, debió
comenzar a hacerse hemodiálisis para compensar su falla nefrológica.
El tener que acompañar a su ex conviviente a sus numerosos
exámenes clínicos, ecografías, ecodoppler, angioplastias renales, etc.,
determinó que en varias ocasiones tuviera que pedir permisos para salir
dentro de sus horarios laborales, e incluso, a tener que faltar a la
prestación laborativa.
La tensión con su concubino fue aumentando en forma geométrica.
Ella le exponía que estaba poniendo en riesgo su trabajo, pero aquel no
aceptaba razones, y por esta circunstancia todo derivó en la ruptura.
Paradojalmente, el año siguiente, o sea, en el 2006, aquél accedió a un
trasplante renal.
La examinada admite que durante los años 2003 y 2004, pese a que
el Sr. R. no destaca ausencias de su parte, ella dice que tuvo permisos
para faltar en diversas ocasiones para rendir exámenes en la facultad o
para estar junto a su ex conviviente en diversas circunstancias médicas.
Lo crítico de lo que estaba viviendo la llevó –señala– a no poder
seguir trabajando y, consecuentemente, en función de los síntomas que
padecía, a iniciar un reposo laboral, fundamentado por diversas
constancias emitidas por una profesional licenciada en psicología. Pero
fue un reposo perturbado –puntualiza– por la gran cantidad de cartas
documento que le remitía la empresa.
Agrega luego, cambiando de tema, tras su catarsis inicial, y también
inducida por quien suscribe, que duerme mal, que le cuesta conciliar el
sueño y que tiene frecuentes pesadillas. Es común que tenga –dice–
reminiscencias oníricas, de las que vivencia angustiosas discusiones.
A partir de su separación vivió 15 días en casa de su familia parental,
en la que había vivido hasta iniciar su concubinato. Como su padre era
viajante de comercio, durante su infancia vivió en diversas localidades
del país. Por ello, nació en Cutral Co, pero a partir de l989, su familia se
radicó en la Capital Federal. Recuerda haber tenido una infancia y
adolescencia sin mayores particularidades.
Actualmente vive sola. Después de las 2 semanas con sus padres,
tras su separación afectiva, se mudó a una vivienda en el conurbano.
En su vida cotidiana mira muy poca televisión; hace mucho tiempo
que no va a un cine, no va a bailar, no sale con amigas, no recibe visitas
ni las hace tampoco. Dejó de ir a un gimnasio y de participar en
excursiones. Solo esporádicamente viaja a Junín para ver a una abuela.
Con su ex pareja no se volvieron a ver nunca más. Viven a 5 cuadras
uno del otro. Pero ninguno tiene deseos de volver a encontrarse.
Parecería que quedó entre ambos una constante de resentimiento.
Prosopográficamente, la examinada impresionó como una joven
agradable, vestida con informal pulcritud y sobriedad. Gestualidad
moderada y visible disposición colaboradora.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva no permitió
detectar desniveles en la sensopercepción, aspectos ideativos, curso y
contenido del pensamiento, juicio y raciocinio. Sus aspectos vinculados
a prosexia (atención) y aptitud para concentrarse no evidenciaron
tampoco desvíos de la media previsible para su edad. En cuanto a su
perfil mnésico (memoria), es el propio de una persona joven. No expone,
asimismo, trastornos referidos a lucidez de conciencia (incluyendo
conciencia de situación, de aspectos mórbidos y de orientación auto y
alopsíquica).
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observó
absoluta normalidad. Del mismo modo, no se detectaron rasgos
hipobúlicos en lo referido a deseos y decisiones y en lo atinente a lo
recreativo, aunque se percibe moderada restricción en lo social. Hay
además aspectos dubitativos en lo que atañe a estrategias de futuridad.
Se advierte su deseo de volver a trabajar, pero hay indefiniciones
ostensibles.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron discretos matices de
un trastorno hipertímico en el polo del displacer (exaltación emocional
de carácter penoso), de connotaciones ansiosas orientadas hacia lo
moderadamente depresivo. Mantiene el nivel óptimo de sus afectos
básicos pero expone incertidumbre afectiva respecto de su entorno.
Indudablemente, la examinada está perturbada emocionalmente,
pero no puede, en modo alguno, imputarse en un 100 % el trastorno
que padece a la etiología y fisiopatogenia que expone a los entredichos
generados en su vinculación laborativa.
El elemento concausal (causalidad preexistente) que operó
fundamentalmente sobre el psiquismo de la Srta. C., determinando el 80
% de su desorden psíquico, fue el desarrollo traumático y el final
abrupto de su dramática relación afectiva.
Obsérvese la curiosa coincidencia temporal, año 2005, en que su
pareja inicia el tratamiento de hemodiálisis por insuficiencia renal, un
tratamiento que requiere al paciente concurrir tres veces por semana a
un servicio sanitario especializado, en el que es conectado al depurador
durante 4 horas, y tratamiento en el que debe ser acompañado en la ida
y retorno a su domicilio, o eventualmente trasladado en ambulancia.
Ese mismo año, meses después, tras los disensos ya consignados,
rompió la relación con su concubino, y ese mismo año también,
comenzó llamativamente a empeorar el vínculo entre la dependiente y
su empleador. Un sorprendente vertebramiento entre causas y efectos.
Obviamente, el traumático corte de una relación afectiva que se
había iniciado alrededor de casi 10 años antes, dejó improntas
irreversibles y no elaboradas. Un duelo patológico instaurado sobre una
base de personalidad premórbida, proclive a lo depresógeno que, por su
historia biopatográfica, acuñó una conjugación de fustración resentida
conjuntamente con remordimiento y sensación de autoculpabilidad.
Esta situación concausal posibilitó, por los matices dramáticos de su
desarrollo y por las características penosas de su final, un progresivo
desencuentro dialogal entre la Srta. C. y el Sr. R.
La examinada presentó inicialmente una constancia que le extendió
la Lic. en psicología A. G., m. n. nro. xx, cuya copia le hizo llegar al
examinador, el Sr. R. En ella consta que la Srta. C. “presenta un
trastorno adaptativo con estado de ánimo ansioso y depresivo”. Está
fechada el 2/10/07, y se le prescriben 15 días de licencia.
Los trastornos adaptativos implican la aparición de síntomas
emocionales o comportamentales en respuesta a un estresante
identificable, que tienen lugar dentro de los tres meses siguientes a su
aparición, conforme a lo textualizado por el “Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales”, en su versión DSM-IV-TR, de la
Asociación Americana de Psiquiatría.
La Srta. C. –agrega– que tiene otras constancias que incrementaron
su licencia, constancias que el Sr. R. no hizo retirar de su domicilio a
través de los profesionales pertinentes.
A tal efecto, entrega al examinador una nueva y peculiar constancia.
La misma es una historia clínica, en la que se da prevalencia, sobre la
entrevista y lo semiológico, al psicodiagnóstico. Pero lo que la diferencia
ostensiblemente de la que presentó inicialmente, es la conclusión
diagnóstica a la que arriba. Aquí menciona una “reacción vivencial
anormal neurótica –grado III– 35 % de incapacidad (depresión y
ansiedad)”, insólitamente, basada en el baremo del decreto 478/98.
Habría que aclarar, respecto de este disparatado diagnóstico, que las
reacciones vivenciales anormales neuróticas son una manifestación
secundaria de los trastornos por estrés postraumático. Y que la Srta. C.
no ha padecido ninguna patología de esa naturaleza. Dichos trastornos
son protagonizados por sujetos en los que su vida estuvo en peligro de
muerte, situación por la que la Srta. C. no pasó, afortunadamente, en
ningún momento.
El baremo (tabla que mide porcentajes) utilizado es el previsional,
que aporta normas para la evaluación, calificación y cuantificación del
grado de invalidez del sistema integrado de jubilaciones y pensiones.
Nada más alejado de la Srta. C., de solo 28 años de edad. A menos que
la Lic. G. la vea como una candidata a jubilación por invalidez.
Por el contrario, en el baremo laboral de las ART, decreto 659/96,
reglamentario de la ley 24557, le corresponde un 20 % de incapacidad,
y deben externalizarse crisis conversivas, crisis de pánico, fobias y
obsesiones, síntomas éstos que no fueron detectados en el abordaje
semiológico del examinador.
A su vez, en el “Baremo general para el fuero civil” de Altube y
Rinaldi se estima que el trastorno por estrés postraumático deriva en
una incapacidad del 35 % únicamente en los trastornos crónicos graves,
algo que tampoco fue pesquisado en la Srta. C.
Únicamente la sobreviviente de de un accidente con graves lesiones
físicas, quien superara un dramático secuestro extorsivo, quien sufriera
una violación con violencia física acompañante, puede exponer una
incapacidad del monto desmesurado que expuso la Lic. G., en su
presunta afirmación, esencialmente hipotética.
La examinada no evidencia lo que podría llamarse daño psíquico o
daño psicopatológico, sino que expone únicamente las secuelas de un
duelo patológico mal elaborado. Es víctima de un trance afectivo que
culminó penosamente.
Quizás, el Sr. R. remitió muchas cartas documento en la última y
prolongada ausencia de su empleada, pero estas no sustantivan estimar
que con su envío se incurrió en acoso laboral (“mobbing”). Es casi
frívolo pensar en tal insólita consecuencia.
En su primer diagnóstico remitido al Sr. R el 2/10/07, la Lic. G. habla
de “trastorno adaptativo…”, justamente un tipo de trastorno que no
determina incapacidad. Cesado el factor estresante, cesa al poco tiempo
el trastorno sin dejar huellas de ninguna clase. Y, asombrosamente, en
la constancia que entrega la Srta. C. al examinador en el momento del
examen, con el diagnóstico de “reacción vivencial anormal neurótica…”,
aparece como fecha 17/9/07. ¿Cómo es posible esto? Hay una grosera
contradicción. Para la Lic. G., en septiembre, su paciente estaba peor, y
15 días después, el 2/10/07, estaba mejor. Solo puede inferirse una
posible adulteración de la fecha en la constancia que me entregara la
Srta. C., o una increíble tergiversación diagnóstica en el siguiente
diagnóstico, de la cual la Srta. C. no es supuestamente responsable,
sino -por el contrario- lo sería la Lic. G.
Por otra parte, la cuestionada constancia no es más que un
psicodiagnóstico dirigido a una tal Dra. P. M. P.
Y véase qué dicen destacados autores de los mentados
psicodiagnósticos. Por dignísimo ejemplo, el eminente catedrático Prof.
Francisco Alonso-Fernández, de renombre universal, en sus
“Fundamentos de la psiquiatría actual” (4ª ed., Ed. Paz Montalvo,
Madrid, 1979, tomo I, pág. 170) dice: “Si cotejamos el valor de los tests
con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los clínicos llegamos a la
conclusión de que la libre conversación con el enfermo mental
representa la tónica exploratoria más segura y completa, cuyo material
debe elaborarse después adecuadamente con el concurso de la
comprensión psicológica, la explicación somatopsíquica y el análisis
fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en la clínica psiquiátrica
les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M.
Palem y otros, entre los más destacados autores de la psiquiatría
occidental.
Como puede advertirse, para los más notables especialistas de la
psiquiatría contemporánea, el abordaje clínico sigue siendo soberano en
la aproximación a la diversidad de las patologías mentales. En
neurología, los trastornos paroxísticos (epilepsia, por ejemplo) no se
diagnostican por electroencefalograma, sino a través de la
instrumentación clínica.
Notoriamente, la examinada no tiene elementos médicos ni legales
que la respalden para no presentarse en su lugar de trabajo.
En resumen, la Srta. C. puede retomar servicio de inmediato. Su
pretendida enfermedad laborativa no es más que la instrumentación
tendenciosa de problemas personales, fundamentándose
maliciosamente en diagnósticos contradictorios, fechas
incomprensibles, baremos inaplicables, etcétera.
Evaluación psiquiátrico legal efectuada en consultorio particular

Entrevista semiestructurada sobre factores etiológicos,


fenoménicos y psicopatológicos preexistentes, aspectos
evolutivos a partir de inicio evento mórbido actual, rasgos
previos y posteriores de personalidad, y pesquisando asimismo
síntomas psíquicos actuales con abordaje semiológico y rastreo
de psicodinamismos

El Sr. P. concurrió solo y llegó al consultorio 15 minutos antes de la


hora prevista para su examen psiquiátrico legal el día 4/2/09.
Inicialmente, el suscripto expondrá en forma somera la información
biopsicosociohistórica y patográfica rescatada del examinado.
Dijo tener 42 años de edad (nacido el 1/2/69), ser de nacionalidad
argentina y de estado civil casado, datos que fueron corroborados con
su DNI.
Refiere que trabaja en Tele K (canal 789 de televisión abierta), desde
1986, o sea, desde los 19 años, siendo su tarea inicial la de asistente de
camarógrafo.
Posteriormente fue adquiriendo más conocimientos relativos a su
prestación de servicios, y llegó de esta forma a camarógrafo titular,
quizás el mejor de la empresa, dice con cierto orgullo. Prosiguió su
ascenso y fue designado jefe de camarógrafos, pero luego por
“supuestas” razones de salud fue desplazado del cargo, aunque le
mantuvieron el sueldo. En su desempeño colaboró con diversos y
conocidos directores.
No obstante luego confiesa, con todo desparpajo, que es “psicótico
paranoide”, y que en razón de ello tuvo varias internaciones.
Señala que está medicado con trifluorperazina (“Stelazine” NR), 10
mgs/día (posología antipsicótica), valproato de magnesio (“Logical” NR),
400 mgs./día (medicación antiepiléptica), y con lorazepam (“Trapax”
NR), 2,5 mgs./día (dosis ansiolítica).
Agrega que hace cinco años incursionó en la ingestión importante de
bebidas alcohólicas, hasta convertirse en un adicto a estas. Para superar
la embriaguez consecuente recurrió a la cocaína, aunque con esta no
llegó a generar una drogadependencia. Como forma de lograr una
estabilización en su adicción alcohólica comenzó a concurrir a
Alcohólicos Anónimos.
El comienzo de sus problemas psiquiátricos lo remite a 5 o 6 años
hacia atrás.
Se instauraron en él pensamientos de que era perseguido, que la
gente estaba conspirando para matarlo. Accesos de rabia y depresivos
(delirios paranoides, de eventual furor epiléptico y posibles
manifestaciones melancólicas).
Lo medicaron con risperidona (“Risperdal” NR), 2 mgs./día (dosis
antipsicótica); olanzapina (“Midax” NR), antipsicótico del cual no
recuerda la posología y divalproato de sodio (“Valcote” NR),
antiepiléptico, del cual tampoco recuerda la dosis.
La entrevista lleva a indagar sobre sus antecedentes heredo-
familiares.
Informa que su padre falleció a los 60 años, y de ello hace 7, por un
paro cardiorespiratorio. Su madre, de 62 años, vive y es sana. Tuvo un
único hermano, cuyo deceso se produjo el 18/9/09, por estar afectado
de H.I.V. Niega que entre sus ascendientes hubiera padecimientos
neuropsiquiátricos, etilismo crónico o adicciones tóxicomaníacas.
Continuando con sus antecedentes personales, menciona que, por
referencias maternas, sabe que su parto fue normal (eutócico). Afirma,
además, que accedió al habla, a la deambulación y al control de
esfínteres a la edad común y sin particularidades. Sufrió las
enfermedades infantiles corrientes, que transcurrieron sin tener
complicaciones ni dejarle secuelas. Apendicectomizado a lo 20 años. No
padeció enfermedades importantes de adulto. Tampoco fracturas
ósteoarticulares ni intervenciones quirúrgicas. Pero si padeció un
accidente viajando en su moto, cuando al hacerla circular en una sola
rueda aquella se dio vuelta arrojándolo al pavimento. La rótula de su
rodilla izquierda, por el impacto sobre el suelo, se desplazó de lugar y
debió ser reacomodada por traumatólogos.
Por otra parte, siempre bebió cerveza, pero antes lo hacía con
moderación. En cambio, desde joven, fue un gran fumador (100
cigarrillos por día).
Entrando más operativamente a confeccionar la entrevista
semiestructurada sobre personalidad y aspectos fenomenológicos
preexistentes a su circunstancia actual, matices psicoevolutivos a partir
de la confluencia factorial que la gestó, pesquisando manifestaciones
psicopatológicas vigentes, con rastreo de psicodinamismos e
instrumentando estrategias de prospectiva conductual, se inicia la
dialéctica psiquiátrica legal.
Dice, con voz de tonalidades vacías, sentirse bien. Que duerme sin
inconvenientes, pero solo cuando toma su medicación. Si no lo hace, no
duerme. Agrega que experimenta algo de tristeza porque está
separándose de su mujer. En razón de esto, ahora duerme en casa de su
madre. Su vida en pareja se desgastó tras 20 años de convivencia.
Además, no tuvieron hijos.
El examinado expone sentirse profundamente aburrido. En su vida
cotidiana se levanta al mediodía. Come, y luego, ocio permanente.
Desea, y lo reitera en diversos momentos, reintegrarse a su actividad
laboral.
Sostiene que tiene alta laboral de sus especialistas asistenciales,
pero que el Dr. Montoya -“su archienemigo”- no lo deja trabajar, dado
que argumenta verlo “flaco”. Puntualiza que el profesional de Tele K lo
único que quiere es justificar el sueldo por las pocas horas que trabaja.
Si bien dice sentirse tranquilo, y admite que en ello coopera la
medicación que tiene prescripta, su discurso algo monocorde deja
traslucir un monto de ansiedad reprimida.
Refiere que realizó estudios secundarios completos, pero no tiene
planes que impliquen continuar estudiando.
No mira televisión. Va al cine de vez en cuando. No hace vida social,
aunque tiene dos amantes, pero sin compromiso alguno. Pese a que
tiene muchos amigos, su contacto con ellos no es frecuente.
En épocas anteriores, solía actuar los fines de semana como
camarógrafo para Campeonatos y Extravagancias. Si bien en algún
momento hizo cine, le gusta más ser camarógrafo de televisión. En esta
se usan tres cámaras; en cine, una sola.
Practicó varios deportes. Boxeo, aerobics y aparatos. Actualmente no,
aunque piensa volver a ellos cuando se normalice su situación laboral.
Se considera muy “estructurado”. Quiere tener horarios con
obligaciones que cumplir. No tiene “hobbies”. Nada en particular le
interesa.
Buen diálogo con su madre. A los vecinos de su progenitora los vio
poco. Pero tenía buena relación con los vecinos de su domicilio
conyugal.
Llama la atención que su discurso, salvo los indicios de ansiedad, es
en general reiterativo y sin inflexiones emocionales.
Prosopográficamente, impresionó como un hombre joven, de
expresión algo distante, vestido con informalidad pero con pulcritud. De
gestualidad ambigua y disposición ligeramente reticente.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva no permitió
detectar desniveles apreciables en la sensopercepción, pero sí se
detectó un monto apreciable de taquipsiquia y bradipsiquia alternantes
en los aspectos ideativos, curso y contenido del pensamiento, juicio y
raciocinio. Por momentos, el discurso se volvió obsesivoide y logorreico,
con ideación estereotipada. Lo atinente a prosexia y aptitud para
concentrarse evidenció encontrarse dentro de parámetros normales
para su edad. Puntualiza que lee diarios y que no tiene dificultades para
concentrarse. En cuanto a su perfil mnésico, no es el propio de una
persona joven. Hay apreciables lagunas amnésicas en sus evocaciones.
Expone sutil atenuación referida a su lucidez de conciencia, que no
incluye conciencia de situación, pero sí de aspectos mórbidos, en los
que no repara. Paradojalmente, menciona sus patologías pero no parece
advertir su importancia. Orientación auto y alopsíquica, por el contrario,
sin particularidades.
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observa
leve hipomimia y bradicinesia. Se detectaron también discretos y
dubitativos rasgos hipobúlicos en lo referido a deseos y decisiones,
como además en lo atinente a lo recreativo y social. Sus deseos de
trabajar son, asimismo, paradojales: los verbaliza de manera pendular,
por momentos, con un énfasis casi ritual, y por instantes, en forma
apagada y sin convicción. Pareciera como un quiste eidético incrustado
fijamente en su psiquismo. No obstante, desea resolver qué pasará con
su mujer, porque la separación –aclara– es transitoria.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron rasgos de un
trastorno hipertímico en el polo del displacer (exaltación emocional de
carácter penoso) con manifestaciones sutilmente ansiosas. Externaliza
una hipoafectividad de tintes singulares. Con matices declarativos pero
que encubren labilidad emocional. Y por instantes se desvelan señales
de vacuidad. Puntualiza que quiere a su madre y que tiene amigos, pero
los ve esporádicamente. El resto de la gente solo le brinda desconfianza
e inseguridad. Percibe a su entorno sociocultural como algo alejado de
su persona. Expone un repliegue, donde su sitio se encapsula y disocia
respecto del medio ambiente.
Resumiendo lo consignado, puede decirse que el examinado,
equipado con el “approach” de su logística psicotrópica, es un sujeto
ligeramente atípico en el intercambio dialogal, pero que puede
cumplimentar las tareas de su prestación laborativa.
No obstante, si el mismo sujeto rompe la indemnidad que le otorga el
tratamiento psiquiátrico, desbarata su lectura de la realidad, que pasa
entonces a depender de su suvbjetividad alienada.
El Sr. A. R. P. necesita imperiosamente la compensación que le otorga
su esquema farmacológico y un sostén emocional psicoterapéutico.
Sus derrapes delirantes son emergentes de un psiquismo constituido
sobre una personalidad esquizofreniforme con rasgos paranoides e
histriónicos obsesivoides.
Los desvíos estructurales en psiquiatría, lo mismo que las adicciones,
no se curan, solo se compensan.
El historial de desequilibrios conductuales externalizado por el
examinado, durante su desempeño laboral, remiten a una reiterativa
desprolijidad en el mantenimiento de sus esquemas terapéuticos.
El examinado recae periódicamente por fallas de su voluntad. No
tiene la consistencia monolítica de persistir con sus prescripciones a
ultranza.
Se aúnan, para sus diversas recidivas, el ambiente estresógeno del
medio televisivo, cierta inmadurez emocional (expuesta en sus
circunstancias afectivas) y cierta labilidad volitiva.
Quien suscribe estima que con el examinado habría que aplicar una
estrategia con dos vertientes. Una conservadora, y la otra, de aplicación
eventual.
Primeramente, aleccionar el examinado sobre el compromiso que
implica para él y su futuro cumplimentar rigurosamente su tratamiento,
porque otro desborde psíquico implicaría su internación en el Hospital
José T. Borda, con obligatoria notificación judicial.
Podría ofrecérsele trabajar un mes 4 horas diarias, el siguiente, 6
horas, y finalmente, en adelante, su horario habitual, para posibilitar la
reeducación de sus aspectos volitivos, con la consecuente estabilidad
psiquiátrica.
Pero si el programa de reinserción gradual, en esta primera etapa
conservadora, no pudiese llevarse a cabo por la aparición de un nuevo
episodio psicopatológico, se daría paso a la etapa eventual. Etapa
drástica, a saber, plantear irrevocablemente su desvinculación de Tele K
por razones de política empresarial.
La desvinculación debería efectuarse a la semana de reincorporarse
tras una nueva alta privada o una externación del Borda.
Debe, en lo posible, evitarse un juicio, pues en el fuero laboral prima,
como axioma, el criterio de “in dubio pro operario”, es decir, en la duda
se está a favor del trabajador.
Además es viable que la empleadora le hubiese efectuado, al ubicarlo
en relación de dependencia, un examen preocupacional con la
pertinente evaluación psicotécnica, que seguramente habrán sido
favorables, dado que fue incorporado a la empresa. Un juicio
posibilitaría que el examinado demandase a Tele K por enfermedad-
accidente generada durante su prestación de servicios.
Tampoco debe obviarse la ley 25689 de discapacidad, que en su art.
1º modifica el art. 8º de la ley 22431, al decir:
“El Estado nacional — entendiéndose por tal los tres poderes que lo
constituyen, sus organismos descentralizados o autárquicos, los entes
públicos no estatales, las empresas del Estado y las empresas privadas
concesionarias de servicios públicos — están obligados a ocupar
personas con discapacidad que reúnan condiciones de idoneidad para el
cargo en una proporción no inferior al cuatro por ciento (4%) de la
totalidad de su personal y a establecer reservas de puestos de trabajo a
ser exclusivamente ocupados por ellas”.
Con lo expuesto, el suscripto cree haber cumplimentado lo que
oportunamente se le peticionara.
Informe psiquiátrico legal sobre el Sr. E. A. G.

Entrevista semiestructurada sobre personalidad y


fenomenología preexistente y actual, pesquisando aspectos
biopsicosociohistórico clínicos con abordaje semiológico y
rastreo de psicodinamismos

El Sr. G. concurrió solo y llegó al consultorio 15 minutos antes de la


hora prevista para su examen psiquiátrico legal (17:00 horas) el día
11/2/2009.
Inicialmente, el suscripto expondrá en forma somera la información
biopsicosociohistórica y patográfica rescatada del examinado.
Dijo tener 30 años de edad (nacido el 2/1/79), ser de nacionalidad
argentina (siendo oriundo de la localidad de Ulapes [Prov. de La Rioja]),
y de estado civil soltero. Datos que fueron corroborados con su DNI.
Como domicilio mencionó Ing. Jacobacci 119.000 (José León Suárez –
Prov. de Buenos Aires).
Menciona que su primer desempeño laboral fue en B., como
empleado. Pero que a los 8 meses renunció.
Posteriormente –señala– durante un tiempo (no aclara cuánto) se
dedicó a pintar rejas. Pero como esto no lo conformaba, decidió buscar
algo mejor.
Refiere que trabaja en C. S. M. desde junio /01. No recuerda si
previamente a incorporarse a la empresa le hubiesen tomado examen
preocupacional.
Inicialmente, se desempeñó como “repositor de frutas y verduras”.
Ulteriormente (no aclara en qué fecha), fue derivado a “pescadería”.
Cumpliendo esas funciones se fracturó un codo (no aclara cuál),
configurando un accidente de trabajo, en julio/07. La lesión sufrida y su
recuperación lo llevaron a tener un año de licencia laborativa.
A partir de entonces lo invadió una gran “ansiedad de volver a
trabajar”. En la empresa evaluaron que su “nerviosismo” hacía
necesaria su derivación a psiquiatría.
Consecuentemente, comenzó a tratarse con profesionales de GXXX.
Si bien conforme a información brindada por el área pertinente de la
empresa, el examinado fue asistido por dos médicas psiquiatras, el
mismo sólo expone las constancias de una médica psiquiatra, la Dra. G.
E. L. B., m. n. NNNN, quien otorga a su paciente alta para el 28/1/09, y
de una médica neuróloga, la Dra. M. E. I., m. n. 000, que, por su parte,
con fecha 10/12/08, sólo dice que el Sr. G. debe continuar con el
tratamiento psiquiátrico, informando además lo emergente de un Spect
practicado al paciente el 6/11/08: defecto de perfusión en corteza
frontal supraorbitaria bilateral, aunque más acentuado en hemisferio
izquierdo.
El examinado no deja copia de ninguna de las dos constancias.
La entrevista lleva a indagar sobre sus antecedentes heredo-
familiares. Informa que sus dos progenitores están vivos, son sanos y
que ambos tienen 63 años de edad. Aclara que son 4 hermanos: un
varón de 38, una mujer de 35, otro varón de 33, luego, penúltimo, el
examinado, y finalmente, una mujer de 25. Todos gozando de buena
salud (se incluye él). Niega que entre sus ascendientes hubiera
padecimientos neuropsiquiátricos, etilismo crónico o adicciones
tóxicomaníacas.
Continuando con sus antecedentes personales, menciona que por
referencias maternas, sabe que su parto fue normal (eutócico). Afirma
además que accedió al habla, a la deambulación y al control de
esfínteres a la edad común y sin particularidades. Sufrió las
enfermedades infantiles corrientes, que transcurrieron sin tener
complicaciones ni dejarle secuelas, aunque señala que cuando era un
lactante padeció una meningitis, la que superó sin consecuencias
posteriores. Tampoco admite haber tenido fracturas, accidentes,
intervenciones quirúrgicas o enfermedades importantes en su adultez.
Fuma poco, no ingiere bebidas alcohólicas y niega tener alguna
drogadependencia.
Entrando más operativamente a confeccionar una entrevista
semiestructurada sobre personalidad y aspectos fenomenológicos
preexistentes a su circunstancia actual, matices psicoevolutivos a partir
de la confluencia factorial que la gestó, pesquisando manifestaciones
psicopatológicas vigentes, con rastreo de psicodinamismos e
instrumentando estrategias de prospectiva conductual, se inicia la
dialéctica psiquiátrica legal.
Dice, con voz de tonalidades vacías, sentirse bien. Que duerme bien,
con alguna que otra esporádica pesadilla. El ejemplo que brinda de
pesadilla expone tonalidades llamativas: “siento que me muerde un
perro”.
Dice que la medicación que toma lo tranquiliza y a requerimiento del
examinador brinda su esquema terapéutico: “Risperin” (risperidona),
1mg./día, y “Alplax” (alprazolam), 1 mg./día. Esquema que no coincide
con el prescripto por la Dra. A. E., primera médica psiquiatra que
asistiera al Sr. G., conforme a los informes que brindaran al examinador,
el Dr. N. A. T. y personal de C. S. M. De acuerdo a ellos, la dosis diaria de
risperidona del examinado era de 3 mgs./día, y la de alprazolam, 1,5
mgs./día. Posteriormente, según los mismos informes, la Dra. L. B.,
segunda médica psiquiatra que lo asistiera en GXXX, mantuvo similar
esquema farmacológico.
El examinado, luego que mantuvo la licencia psiquiátrica hasta fines
de 2008 su deseo ferviente posterior, se centró en su reinserción
laboral.
Si bien dice sentirse tranquilo, y que en ello coopera la medicación
que tiene prescripta, su discurso, algo monocorde, deja traslucir un
monto de ansiedad reprimida. Bebe continuamente agua, dispuesta en
una jarra con copas a su lado y concurrió dos veces al baño.
Refiere que realizó estudios secundarios completos, pero no tiene
planes que impliquen continuar estudiando.
En su vida cotidiana mira poca TV, casi exclusivamente noticieros. No
concurre a cines ni teatros. Tiene pocos amigos y con ellos su contacto
no es frecuente.
No lee diarios, libros ni revistas, ni hace deportes, pero afirma que
jugó cada tanto a la pelota antes de fracturarse. Confiesa que tuvo
algunos altercados al practicar ese deporte.
No tiene “hobbies”. Nada en particular le interesa.
Paradojalmente sostiene tener novia, una joven de 30 años que
estudia para ser contadora pública. No suelen ir a bailar, algo que no le
gusta, pero sí en algunas ocasiones van a comer de noche a un
restaurante. Con ella pasa todo el tiempo libre de que aquella dispone.
Su novia, de nombre Natalia, vive con sus padres, al igual que él,
dado que convive con sus progenitores. Aquélla vive en el barrio
capitalino de Mataderos. Cuando va a visitarla, luego se queda a dormir
en el domicilio de ella.
La relación con su familia es –aclara– bastante buena.
Menciona que con el vecindario de su vivienda, también tiene buen
vínculo.
Cuando murió su mejor amigo, a quien había conocido en el colegio
secundario, pasó uno de sus peores momentos. Ello ocurrió en octubre
de 2007. Su amigo era vendedor de celulares. Lo asaltaron y lo
ultimaron a balazos para concretar el robo.
Llama la atención que su discurso, salvo los indicios de ansiedad, es
en general reiterativo y sin inflexiones emocionales.
Comentando su trayectoria en la empresa C. S. M., refiere que nunca
tuvo discusiones con sus pares o superiores, y menos aún peleas. Ello
contrasta con lo informado por el personal de C. S. M.
No obstante, admite que tuvo sanciones por llegar tarde o por no
afeitarse. Le quitaban el “presentismo” y lo suspendían por 3 días en el
mes. Estima que fue suspendido unas 6 veces. Sus llegadas tarde eran
de 5, 10 o 15 minutos. Primero, entonces, le quitaban el premio, luego
le daban 1 día de suspensión y la reincidencia en el mes aumentaba los
días de suspensión.
Pese a lo expuesto, considera que era un “buen empleado”, y que su
diálogo con sus compañeros de trabajo era aceptable.
Estima que al volver a trabajar tras el alta por su fractura, el médico
laboral de la empresa lo derivó a psiquiatría por verlo muy ansioso.
La fractura de la cúpula radial del codo derecho, reducida por
osteosíntesis, conforme a lo informado por C. S. M., se produjo en el
sector “carnicería”, lugar al que había concurrido a buscar un “secador”,
y en el que accidentalmente cayó.
Fue asistido por su ART. Lo operaron en la Clínica S. M. y luego hizo
rehabilitación kinesiológica.
No recuerda la fecha del accidente, aunque presume que puede
haber sido en octubre de 2006.
Prosopográficamente, impresionó como un hombre joven, de
expresión algo distante, vestido con informalidad no muy pulcra, de
gestualidad ambigua y disposición ligeramente reticente.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva no permitió
detectar desniveles apreciables en la sensopercepción, pero sí se
detectó un monto apreciable de taquipsiquia y bradipsiquia alternantes
en los aspectos ideativos, curso y contenido del pensamiento, juicio y
raciocinio. Por momentos el discurso se volvió obsesivoide y logorreico,
con ideación estereotipada. Del mismo modo, lo atinente a prosexia
(atención) y aptitud para concentrarse evidenciaron desvíos notorios de
la media previsible para su edad. Puntualiza que lee sólo “lo básico”. En
cuanto a su perfil mnésico (memoria) no es el propio de una persona
joven. Hay llamativas lagunas amnésicas en sus evocaciones. Expone
sutil atenuación referida a su lucidez de conciencia, que no incluye
conciencia de situación, pero sí de aspectos mórbidos, en los que no
repara. Orientación auto y alopsíquica, por el contrario, sin
particularidades.
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observa
moderada hipomimia y bradicinesia. Se detectaron también discretos y
dubitativos rasgos hipobúlicos en lo referido a deseos y decisiones,
como además en lo atinente a lo recreativo y social. Querría tener su
propia casa, pero no le atrae gozarla y divertirse. Es como si tener una
casa fuese un mandato arcaico. Sus deseos de trabajar son asimismo
paradojales. Los verbaliza de manera titubeante, por momentos con un
énfasis cuasi ritual, y por instantes, en forma apagada y sin convicción.
Pareciera como un quiste eidético incrustado fijamente en su psiquismo.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron rasgos de un
trastorno hipertímico en el polo del displacer (exaltación emocional de
carácter penoso) con manifestaciones notoriamente ansiosas (bebió
agua en diversos momentos de la entrevista e incluso fue al baño dos
veces). Externaliza una hipoafectividad de tintes singulares, con matices
declarativos pero que encubren labilidad emocional. Y por instantes se
desvelan señales de vacuidad. Señala que quiere a su familia y a su
novia, pero que sus amigos le son absolutamente indiferentes. El resto
de la gente sólo le brinda desconfianza e inseguridad. Percibe a su
entorno sociocultural como algo alejado de su persona. Expone un
repliegue, donde su sitio se encapsula y disocia respecto del medio
ambiente.
El episodio confusional al que adscribe el Dr. T., la incoherencia
detectada por el Dr. M. M., médico laboral de C. S. M., es de aparición
esporádica. Algunos trastornos confusionales responden a una etiología
endógena y no exógena. Habitualmente son debidos a un uso indebido
de sustancias (polifarmacia o dosis excesivas de fármacos,
eventualmente de estupefacientes), pero también pueden determinarlos
endotoxinas de origen fracturario o de cuadros necróticos viscerales.
En el “trastorno esquizotípico de personalidad”, codificado por el CIE
10 como F21 y por el DSM-IV-TR como [301.22] aparecen las siguientes
modalidades:
Una persona que tiene varias de estas características se puede
considerar que padece un trastorno de la personalidad esquizotípica.
1. Ideas de referencia (la creencia de que la conversación, las
sonrisas u otras acciones de la gente se refieren a uno mismo).
2. Ansiedad social excesiva que no disminuye con la familiaridad y
tiende a relacionarse con temores paranoides en lugar de juicios
negativos.
3. Creencias o pensamientos extraños de que tiene poderes mágicos
(por ejemplo, “otras personas pueden experimentar mis sentimientos”).
4. Experiencias perceptuales poco comunes que incluyen ilusiones
corporales.
5. Lenguaje y pensamientos extraños (por ejemplo, muy vago,
circunstancial, demasiado elaborado).
6. Ideas paranoides o suspicacia.
7. Comportamiento o apariencia extraña o excéntrica
(gesticulaciones poco comunes, hablar consigo mismo, lenguaje
extraño).
8. No tiene amigos cercanos ni confidentes (o quizás sólo uno) que no
sean familiares, sobre todo debido a la falta de deseo de contacto, la
incomodidad constante con los demás o excentricidades.
9. Afecto inapropiado o restringido (frío, restringido, etc.).
Las personas con trastornos paranoides, esquizoides y esquizotípicos
de la personalidad tienen en común un grado de alejamiento social y
manifiestan un comportamiento “extraño” o idiosincrásico que se puede
observar de manera mucho más extrema en la esquizofrenia.
Los criterios para el trastorno de la personalidad esquizotípica se
refieren a molestias persistentes en la percepción y conocimiento de las
relaciones entre uno mismo y los demás. Estas alteraciones no se
limitan a los períodos de estrés; están presentes casi todo el tiempo.
En la “esquizofrenia paranoide”, codificada en el CIE 10 como F20.0x,
y en el DSM-IV-TR como [295.30], se distinguen las siguientes
cacterísticas:
Es el tipo más frecuente de esquizofrenia en la mayor parte del
mundo. En el cuadro clínico predominan las ideas delirantes
relativamente estables, a menudo paranoides, que suelen acompañarse
de alucinaciones, en especial de tipo auditivo y de otros trastornos de la
percepción. Sin embargo, los trastornos afectivos, de la voluntad, del
lenguaje y los síntomas catatónicos pueden ser poco llamativos.
Las ideas delirantes y alucinaciones paranoides más características
son las siguientes:
a) Ideas delirantes de persecución, de referencia, de celos,
genealógicas, de tener una misión especial o de transformación
corporal.
b) Voces alucinatorias que increpan al enfermo dándole órdenes, o
alucinaciones auditivas sin contenido verbal, por ejemplo, silbidos, risas
o murmullos.
c) Alucinaciones olfatorias, gustativas, sexuales o de otro tipo de
sensaciones corporales. Pueden presentarse también alucinaciones
visuales, pero rara vez dominan.
d) El curso de la esquizofrenia paranoide puede ser episódico, con
remisiones parciales o completas, o crónico. En esta última variedad, los
síntomas floridos persisten durante años y es difícil distinguir episodios
aislados.
Las ideas delirantes pueden ser casi de cualquier tipo, pero las más
características son las ideas delirantes. De ser controlados, de
influencia, de dominio y las ideas de persecución de diversos tipos.
Se han textualizado los dos diagnósticos expuestos en el tema que
convoca a este evaluador. El “trastorno esquizotípico de personalidad”
sostenido por la médica psiquiatra, Dra. L. B., de GXXX, al que arribó
aparentemente mediante semiología psiquiátrica y “esquizofrenia
paranoide”, fundamentado por la Lic. en psicología, M. G. L., m. n. aaaa,
mediante psicodiagnóstico, que incluyó entrevista semidirigida, test de
Bender, HTP, cuestionario desiderativo, persona bajo la lluvia y
Rorschach, aunque no adjuntó verbalizaciones, gráficos ni protocolos.
Esta última administró la batería por orden de C. S. A.
También se realizaron, por cuenta de GXXX, diversos estudios de
diagnóstico por imágenes: TAC cerebral, EEG con activación compleja,
RMN con gadolinio y Spect cerebral. El último estudio permitió detectar
“defecto de perfusión en corteza frontal supraorbitaria bilateral, aunque
más acentuado en hemisferio derecho”. El resto del informe, dentro de
parámetros normales.
El defecto de perfusión en corteza frontal supraorbitsria aparece en
cuadros demenciales tipo Pick y vascular, en algunos cuadros
paroxísticos epilépticos con foco prefrontal, en neoplasias primitivas o
metastásicas frontoparietales, en toxicomanías, fundamentalmente
cocaínicas, en esquizofrenias donde no se encuentran respuestas
cognitivas adecuadas y en trastornos de la personalidad del tipo del
esquizoide y del esquizotípico.
El trastorno esquizoide se diferencia del esquizotípico en que sus
respuestas en los estados de emoción violenta patológica son tardíos,
algo que no ocurre en el segundo de los trastornos.
En resumen, podría decirse que el defecto de perfusión mencionado
“ut supra” está presente o ausente en muchas patologías cerebrales, no
siendo algo patognomónico de ninguna.
Todo lo que antecede llevó al examinador a intentar, para fortalecer
su propia opinión diagnóstica ante presunciones diagnósticas previas
con cierta similitud pero controvertidas en el fondo, a solicitar un
“inventario multifásico de la personalidad” (MMPI-II), creado por la
Universidad de Minnesota, a los efectos de tener una referencia de
trascendencia científica mundial, que afianzara aunque no de manera
vinculante, dado que el evaluador, al igual que el insigne maestro, Prof.
Dr. Francisco Alonso-Fernández, de relevancia universal, cree que, en
estos menesteres, el abordaje clínico es soberano.
Antes de seguir, se puntualizará qué es capacidad e incapacidad civil
y qué es capacidad e incapacidad laboral:
Capacidad civil es la que posibilita ejercer actos civiles y gozar de
derechos.
Según Krafft-Elving requiere tres elementos médico legales:
i) Madurez mental, suma de conocimientos respecto a derechos,
deberes y reglas sociales.
ii) Juicio suficiente.
iii) Firmeza de voluntad.
Incapacidad civil es la falta de aptitud para ejercer actos civiles o
gozar de derechos.
La incapacidad civil sólo puede ser dictaminada por sentencia judicial
en un juicio de insania, conforme al art. 141 del Código Civil.
A su vez, la capacidad laboral puede ser estimada como la aptitud
para prestar servicios.
Consecuentemente, la incapacidad laboral puede considerarse como
la falta de aptitud para prestar servicios.
Dicha incapacidad laboral puede ser parcial, total y absoluta. Es
parcial cuando incapacita al trabajador hasta un 66 por ciento de la total
obrera. Total, cuando lo incapacita por encima del 66 por ciento y no le
permite hacer su tarea habitual, pero sí otra que le requiere menos
esfuerzo. Y es absoluta, cuando no puede realizar ningún tipo de tarea.
Asimismo, la incapacidad laboral puede ser transitoria o permanente.
Es transitoria cuando dicha incapacidad dura menos de un año. Y es
permanente cuando ha superado el año. En esta fecha se considera que
ya hay consolidación jurídica (aunque médicamente se ve esto como
algo arbitrario, porque no se admite un guarismo matemático para
definir en qué momento una patología pasa a su cronicidad).
La incapacidad laboral se mide mediante diversos baremos, pero el
que se usa habitualmente en el fuero del trabajo es la “tabla de
evaluación de las incapacidades laborales” de la ley 24.557 (decreto
659/96).
En este baremo se asignan incapacidades derivadas de accidentes
del trabajo o de enfermedades profesionales. Las enfermedades
inculpables no se tabulan como generadoras de incapacidad.
El dictamen de incapacidad laboral procede mayoritariamente de
juicios del trabajo, y son estimados por los peritos de oficio,
especializados en medicina del trabajo, y designados por los
magistrados del fuero.
En muchos casos, a nivel de cabotaje cotidiano cuasi doméstico, se
buscan certificados de incapacidad mental en el Servicio Nacional de
Rehabilitación y Promoción de las Personas con Discapacidad (Ramsay
2.250, Cáp. Fed.), y en hospitales municipales, como el Pena, el Argerich
y el Álvarez.
Y no debe olvidarse la ley 25.689 de discapacidad, que en su art. 1º
modifica el art. 8º de la ley 22.431, al decir:
“El Estado nacional — entendiéndose por tal los tres poderes que lo
constituyen, sus organismos descentralizados o autárquicos, los entes
públicos no estatales, las empresas del Estado y las empresas privadas
concesionarias de servicios públicos — están obligados a ocupar
personas con discapacidad que reúnan condiciones de idoneidad para el
cargo en una proporción no inferior al cuatro por ciento (4%) de la
totalidad de su personal y a establecer reservas de puestos de trabajo a
ser exclusivamente ocupados por ellas”.
Evaluación psiquiátrico legal del Sr. C. R. S., en base a
documentación y testimonios referidos a él

Evaluar psiquiátrico legalmente al denunciado en base a lo


manifestado en diversos testimonios, más lo referido en la
documentación jurídica y policial, implica rastrear, a lo largo de su
biopatografía, aquellos elementos cuya secuencia diacrónica e
historicidad, conjuntamente con los entrecruzamientos sincrónicos de
sus circunstancias vitales, posibiliten, en la forma más objetiva posible,
un acercamiento a su intrincada personalidad, pese a los rasgos
presumiblemente simples y esquemáticos que ofrece una lectura
superficial de los dramáticos emergentes en la conducta de un sujeto
que parece reñido con los valores interpersonalmente básicos en la
cultura de convivencia.
C. R. S., desde su lejana adolescencia, cuando solo tenía 16 años de
edad, ya puso en evidencia matices de una personalidad díscola,
replegada en sí misma, huraña, a la que los lazos afectivos de la
amistad no parecían sensibilizarla. Alguien distante con su medio,
encapsulado en su reticencia.
Las referencias prontuariales en las que un tanto confusamente se
menciona la agresión de que hizo objeto a un ayudante de física de 4°
año del colegio secundario del que aquél era alumno, ponen de
manifiesto su precoz hostilidad. El joven S., tras un período de
aparentemente mutua animosidad con el citado ayudante, identificado
como I. F. B. H., decide definir la situación, atacándolo por la espalda
cuando aquél salía de un aula, al tomarlo de los hombros y hacerlo girar
sobre sí mismo, descargando entonces sobre el rostro de aquél violentos
golpes de puño, que terminaron provocándole, en el arco superciliar
izquierdo, una herida contusa de 5 cm. de longitud, que debió ser
suturada en el Hospital Ramos Mejía. Cabe señalar que el damnificado
no atinó a defenderse ni a repeler la agresión y que el ataque tuvo
connotaciones alevosas, pues se hizo por la espalda, sorprendiendo a la
víctima en forma tal que le ocasionó la lesión antedicha, pese a que el
victimario tenía la mitad de años que aquél.
Pero lo antedicho solo fue el comienzo disruptivo de una vida
preñada de soledad, desafectación de los sentimientos y en la que la
violencia injustificada y, por ende, imprevista e insólita, configuró
notoriamente el diseño caracterológico de alguien portador de un
desorden compatible con un trastorno grave de la personalidad.
A los 22 años, en ocasión de estar internado en el Sanatorio Podestá
de esta Capital, por haber sufrido en el campo de su propiedad un
percance traumatológico en su miembro inferior derecho, que lo llevó a
tener enyesada parte de dicha extremidad, en tal circunstancia, un
enfermero con tareas de maestranza, perteneciente a la planta del
citado nosocomio, identificado como V. F. R., al intentar higienizar el piso
de su habitación (dado que previamente aquél había sido asistido por
un peluquero), fue ferozmente agredido por el denunciado, dando otra
prueba de su atípico y beligerante comportamiento, en razón de que en
forma imprevista e inmotivada, tras preguntarle si sabía bailar, comenzó
a dispararle con un arma de fuego corta, que de repente el agredido vio
aparecer en manos del agresor. El hecho determinó que el empleado
abandonara sus elementos de limpieza y huyera fuera de las
dependencias asignadas al paciente, pero ya herido por los proyectiles
del desquiciado.
Posteriormente, el facultativo policial que examinó al denunciado no
advirtió en aquel sintomatología compatible con una excitación
psicomotriz, aunque sí describió un discreto desorden cognitivo, que no
le posibilitó encuadrarlo en una alienación.
Pueden rescatarse, como hechos llamativos de la situación detallada,
la cierta indiferencia o frialdad con las que el denunciado se expuso
ante quienes lo abordaron inicialmente. Mirada huidiza, fabulación
espontánea, al decir que había arrojado el arma por la ventana,
ocultarla ingenuamente dentro de una guitarra, falta de bochorno ante
el descubrimiento de su grosera mentira, percepción de estar frente a
un alterado mental por parte de los demás profesionales (consignados
como de opinión autorizada en el mismo prontuario), la absoluta falta de
razones valederas que justificasen aunque fuese sólo en parte su
irracional actitud, y la falta completa de reacción emocional, aunque
fuese mínima, de quien ha protagonizado una situación de extremada
violencia, como si en su tabla de valores ese hecho pudiese adscribirse
a lo común y corriente de su cotidianeidad.
Pero el itinerario conocido del denunciado (pues este tipo de
personalidades no deja pasar un día sin que quede algún producido,
habitualmente no registrado por nadie, discretas maldades encubiertas
por la farragosidad diaria), vuelve a dar trágicas evidencias, algunos
años después, de su perversa personalidad.
En efecto, teniendo ya el denunciado 52 años de edad, y
transcurriendo por ese entonces el año 1973, en Sumampa (Santiago
del Estero), su predisposición a procurar resolver con violencia sus
contingencias circunstanciales, determinó que incurriera en un doble
homicidio, hiriendo asimismo a un tercero, en una situación que en
modo alguno podría hacer presumir ese terrible desenlace. C. R. S.
había concurrido a una cancha donde se estaba jugando a la taba, para
tratar de reclutar allí algunos peones para su establecimiento de campo.
Aparentemente, le pareció “reconocer” gente que había practicado
hurtos (en el robo se puede reconocer, pero en el hurto sólo se puede
presumir) en sus posesiones. Tras un diálogo encriptado, por lo ambiguo
y contradictorio, conforme a sus declaraciones posteriores, el
denunciado atacó con un arma de fuego que portaba habitualmente a
tres de los asistentes al juego que se estaba desarrollando, R. N. R., L.
O. y el hermano de aquél, N. La increíble agresión ocasionó la muerte de
los dos primeros y una herida menor en el último. El dramático episodio
determinó que el denunciado, el 25/4/74, fuese sentenciado a 14 años
de prisión.
Según el testimonio del sobreviviente, el denunciado era un hombre
que no participaba en nada, que no le gustaba tomar, jugar ni bailar.
Que ese malhadado día se acercó al grupo que jugaba, con “cara de
mala fe, cara rara, enojado”, generando temor por su aspecto
amenazante.
Nuevamente esta desafortunada circunstancia externaliza aspectos
intrincados, tortuosos, de una personalidad impulsiva, que no se detiene
a reflexionar sobre las consecuencias de sus actos, que actúa con una
inmediatez insensata, y en la que la brutalidad destructiva puede
sustituir las palabras.
Promediando el año 1998, C. R. S. puso nuevamente en evidencia su
proclividad a estallar en forma desaforada cuando algo lo contrariaba. Y
no se trata de exabruptos de alguien rústico y, por ende, mal educado,
sino de explosiones caracteropáticas cuando a veces algo
singularmente trivial podría molestarlo. Puede decirse que tendía a una
banalización de la violencia. Un determinado día le disgustó
sobremanera el ruido de un grupo electrógeno (ubicado de 100 a 200
metros de su vivienda) que se había comprado el encargado de su
estancia S. R. de la Prov. de Buenos Aires, R. R. A. (dado que no le
permitía utilizar la electricidad de la estancia). Exasperado, lo desafió
con una daga empuñada en su mano derecha a que se enfrentaran.
Ante la negativa del encargado, empezó a dispararle con un revólver
que portaba en la otra mano. Acompañado por su mujer y sus dos hijas
adolescentes, que intentaban protejerlo, el grupo buscó refugio en un
galpón próximo. Sólo la advertencia por parte de los acosados de que
llamarían a la policía hizo al energúmeno deponer su actitud, pero con
la intimación de tener, aquéllos, que abandonar el trabajo en pocos
días, en razón de no haber aceptado el encargado A. darse algunos tajos
con él. Igualmente, antes de retirarse, destruyó con un hacha el grupo
electrógeno, dejando así a los pequeños hijos de A. sin luz para estudiar
de noche. En realidad, lo que quería el bestializado S. era, lisa y
llanamente, ultimar a su inventado contrincante. Su sed de crueldad
necesitaba ver derramar sangre de otro para experimentar una
enfermiza gratificación. El denunciado se consideraba un experto en la
lucha con armas blancas, además de un eximio tirador.
Es apropiado señalar que en una ocasión anterior había dado a un
hijo del encargado, de sólo 12 años de edad, un fortísimo golpe en la
espalda con un rebenque, por no haber atendido adecuadamente a uno
de sus caballos. Al día siguiente lo desafió a duelo, por entender que el
menor ya tenía edad suficiente para pelear. Otra prueba de su
descabellado discernimiento. Previamente había amenazado a sus
padres con que los despediría si denunciaban el hecho a la policía.
Asimismo, en el año 1998, el denunciado, en una situación molesta
pero corriente en nuestro país en los últimos años, al tener que
interrumpir su desplazamiento en un automóvil por una manifestación
de protesta social, bajó de su vehículo y descargó un violento planazo
con su facón sobre el cuerpo de uno de los manifestantes.
Consecuentemente, los compañeros de protesta del agredido
reaccionaron con iracundia apedreando el automotor.
De la lectura de la diversificada documentación a la que este
consultor tuvo acceso, también impresiona la quema de una importante
colección de libros de su padre, algunos autografiados por ilustres
autores, efectuada en la Prov. de Santa Fe, e incluso la venta de todas
las condecoraciones otorgadas a su progenitor, tras despedir sin
miramientos al anciano mucamo que las custodiaba desde hacía varios
años en un departamento. Como broche insólito, cabe consignar el
desafío a duelo que hizo llegar al Dr. D. J. I., a sus 96 años (2 antes de su
deceso), a quien había sido el primer administrador agropecuario de su
familia. Desafío absurdo y llamativamente sin fundamentación.
Como puede advertirse a lo largo de esta sucinta reseña (que no
puede incluir los hechos que habrán ocultos en los diversos vericuetos
existenciales de su protagonista), en las ilustrativas situaciones,
lindantes con la barbarie, bestialidad y la soberbia primitiva, el
personaje de marras nunca evidenció arrepentimiento, sentimiento de
culpa o remordimiento de conciencia. Siempre pareció necesitar la
confrontación violenta como propulsora de su autoestima o como
condimento condicionante de una oscura satisfacción degradada y
predadora.
C. R. S. exhibe una personalidad antisocial o disocial, como dirían los
europeos. Expone crudamente un trastorno grave de la personalidad.
Recorriendo su ominosa historia sólo resaltan, como signos
paradigmáticos, la prepotencia, el despotismo humillante, la compulsión
homicida y la violencia exacerbada como artículo identificatorio de su
conducta.
El distinguido maestro de la Psiquiatría Forense argentina, Dr. Vicente
Cabello, en su tesis nosológica sobre inimputabilidad, sostenía, en
disenso con la tesis alienista del Dr. Nerio Rojas, que en el art. 34 de
nuestro Código Penal debía equipararse, en su primer inciso, lo referido
a “alteraciones morbosas” con “enfermedad mental”, para de esta
forma dar la posibilidad de incluir a una gran parte de la patología
psiquiátrica, que era, en cambio, excluida por la tesis alienista, más
restrictiva y acotadora, que sólo incorporaba a psicóticos profundos,
deficitarios graves, etcétera. La tesis de Cabello considera que puede
estar indemne lo intelectivo, y pone énfasis en cuanto a “dirigir sus
acciones”.
Trasladando este criterio a lo conceptualizado por el art. 141,
eventualmente a lo consignado en el segundo inciso del art. 152 bis,
ambos del Código Civil, podría decirse que el síndrome presente en el
denunciado podría ubicarse tanto en uno como en el otro segmento
jurídico (más especialmente en el primero) como un trastorno grave de
la personalidad, compatible con lo que en el “Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales – texto revisado” (DSM-IV-TR), de
la Asociación Americana de Psiquiatría, se rotula como “trastorno
antisocial de la personalidad” y se codifica [301.7], mientras que en la
Organización Mundial de la Salud (OMS), en su “Clasificación
internacional de enfermedades” (CIE 10), se denomina “trastorno
disocial de la personalidad”, codificándose como F60.2.
El citado cuadro configura la típica y vilipendiada psicopatía,
responsable de un proteiforme espectro de ilícitos de diferente
peligrosidad, desde actitudes desleales en la competitividad laboral,
pasando por los manejos políticos manipulativos, hasta el despliegue
sanguinario de homicidas seriales.
Dicho grave desorden, con imprevisibles derivaciones conductuales,
puede encuadrarse perfectamente dentro de la concepción genérica de
demencia jurídica, demencia que abarca a quienes “...no tengan aptitud
para dirigir su persona o administrar sus bienes”. O tal vez, si V. S. lo
estima prudente, dentro de la inhabilitación que implica “...a los
disminuidos en sus facultades”.
Un psicópata cumplimenta algunos de los siguientes criterios
diagnósticos, encabezados de ésta forma por el DSM-IV-TR.
Se observa un patrón general de desprecio y violación de los
derechos de los demás, que se presenta desde la edad de 15 años,
como lo indican tres (o más) de los siguientes ítems:
1) Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al
comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos
que son motivo de detención.
2) Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un
alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer.
3) Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro.
4) Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas o
agresiones.
5) Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás.
6) Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de
mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones
económicas.
7) Falta de remordimiento, como lo indica la indiferencia o la
justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros.
Obviamente, C. R. S. cumple sobradamente con tres o más de estos
criterios. Y por ello, puede considerárselo, sin ninguna duda, como
portador de un trastorno de personalidad de tipo antisocial o disocial,
más comúnmente conocido como psicopatía. En el análisis de su
lamentable historia, hay una secuencia de hechos que configuran
matices caracteropáticos. Historia que debe abundar en situaciones no
registradas, encubiertas por la unicidad actuante del denunciado o por
el respeto al patrimonio ilustre de sus ascendientes.
También el CIE 10, mediante sus criterios diagnósticos de
investigación, establece para el llamado trastorno disocial de la
personalidad, la presencia al menos de cuatro de los siguientes:
1) Cruel despreocupación por los sentimientos de los demás y falta
de capacidad de empatía.
2) Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y desprecio de
las normas, reglas y obligaciones sociales.
3) Incapacidad para mantener relaciones personales duraderas.
4) Muy baja tolerancia a la frustración, con un bajo umbral para
descargas de agresividad, dando incluso lugar a comportamientos
violentos.
5) Incapacidad para sentir culpa y para aprender de la experiencia,
en particular del castigo.
6) Marcada predisposición a culpar a los demás o a ofrecer
racionalizaciones verosímiles de los comportamientos conflictivos.
Se puede añadir al cuadro clínico una irritabilidad persistente y la
presencia de trastornos de conducta durante la infancia y la
adolescencia.
Del mismo modo que con el DSM-IV-TR, y aún con más énfasis, se
detecta aquí que C. R. S. cumplimenta taxativamente no cuatro, sino los
seis criterios diagnósticos presentes.
El señalado por esta denuncia se enmarca definidamente dentro de
lo previsto por el art. 141 del Código Civil, y sólo con un margen mayor
de tolerancia podría asentar su florida patología dentro del 2° inciso del
art. 152 bis del Cód. Civ:. “...quienes no tengan aptitud para dirigir su
persona o administrar su bienes”, dice en parte el primero de los
artículos citados. Y obsérvese lo fácil que es ubicar al Sr. S. dentro de los
alcances de esos criterios, particularmente dentro del 1), 3), 4), 5), 6) y
7). Incluso en el criterio 1), cuando en una parte se puntualiza
“...perpetrar repetidamente actos...”, téngase en cuenta que el llevar en
forma casi constante consigo mismo armas de fuego, dagas o facones,
implica un acto (vocablo derivado del latino “actus” – expone acción
[ejercicio de la posibilidad de hacer]) reiterativo, que practicaba tanto
en el campo como en la ciudad, y que define a su practicante como
alguien peligroso (algo que demostró en distintas situaciones),
susceptible, por la ilicitud de su costumbre, de ser detenido. No es un
agente de seguridad o miembro de las fuerzas armadas ni ninguna ley
lo autoriza (si no va de caza) a portar ese mini arsenal. Sin embargo, el
susodicho personaje no tenía reparos para pasear, exhibir y abusar de
sus letales instrumentos como si se tratase de un pañuelo o un par de
guantes.
“Si se acepta que la personalidad es un concepto que resume la
idiosincrasia funcional de cada individuo, no hay duda de que puede
haber personalidades trastornadas”, así dice J. Vallejo Ruiloba en su
“Introducción a la psicopatología y la psiquiatría” (4ª ed., Ed. Masson,
Barcelona, 1998, pág. 571), y agrega, en la pág. 577 de la misma obra,
refiriéndose al trastorno antisocial de la personalidad: “...destacan por
su frialdad y falta de miedo... alta impulsividad...).
Hablando del mismo tema, R. E. Hales, S. C. Yudofsky y J. A. Talbott,
de las Universidades de California y Maryland, afirman en su “Tratado de
psiquiatría, 2ª ed., Ed. Ancora S. A., Barcelona, 1.996, pág. 754),
“Pritchard, en 1.835, empleó el concepto locura moral para referirse a
aquellos individuos con un repetido patrón de conducta inmoral...”,
agregando, en la pág. 755 del mismo volumen, que “la característica
central del trastorno antisocial de la personalidad es un patrón duradero
de conductas socialmente irresponsables que refleja una
desconsideración hacia los derechos de los demás. Muchas personas
con este trastorno toman parte en repetidos actos ilegales. Las
características de la personalidad más relevantes incluyen una falta de
interés o preocupación por los sentimientos de los demás y, más
notablemente, una falta de remordimiento sobre el daño que ellos
puedan causar a los otros”.
H. I. Kaplan y B. J. Sadock, de la Universidad de Nueva York, autores
de “Tratado de psiquiatría/VI” (6ª ed., Ed. Intermédica, Buenos Aires,
1997, vol. 3, pág. 1363), plantean que “las características esenciales del
trastorno antisocial de la personalidad son el desprecio y la violación de
derechos de los demás...”.
Por su parte, D. Barcia Salorio, de la Universidad de Murcia, en su
“Tratado de psiquiatría” (Ed. Arán, Madrid, 2000, pág. 570) puntualiza
que “las personas con un trastorno disocial de la personalidad se
caracterizan por su impulsividad... su tendencia a la mentira y a la
manipulación... perciben el mundo como un medio hostil”. Y en las págs.
821 a 829 de su misma obra las incluye en el capítulo “conductas
violentas”.
A su vez, la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de
Chile, en su “Psiquiatría clínica” (Ed. Andrés Heerlein L., Santiago de
Chile, 2000, pág. 522) consigna, sobre lo que llama personalidad
disocial (antisocial, sociopática, asocial, amoral, psicópatas
desalmados), que “estos sujetos aparecen fríos, agresivos o
irresponsables... Estos sujetos entran, a veces, en más contacto con el
sistema judicial que con el de la salud, por su historia de agresividad,
robo, vandalismo, expresiones sexuales inadecuadas, uso de drogas,
etcétera”.
Recurriendo a N. M. S. Koldobsky, de la Universidad Nacional de La
Plata, puede leerse en su obra “La personalidad y sus desórdenes” (Ed.
Salerno, Buenos Aires, 1995, pág. 274), refiriéndose al desorden
antisocial de la personalidad: “...irritabilidad y agresividad...
impulsividad, desprecio por la verdad... imprudencia... Sienten placer
compitiendo y humillando a las otras personas... Tienen muy baja
tolerancia a la frustración... reaccionan con rabia y hostilidad... Buscan
situaciones y emociones de riesgo... actúan con furia, vengativamente,
atacando, desmereciendo o dominando a los otros...”.
Asimismo, Enrique Echeburúa, de la Universidad de San Sebastián,
en su trabajo “Personalidades violentas” (Ed. Pirámide, Madrid, 1994,
pág. 57), al hablar del trastorno antisocial de la personalidad dice: “las
personalidades antisociales constituyen el caso más llamativo de
anomalías en la adquisición de los aprendizajes normativos y
acostumbran a crear trastornos de todo tipo en las personas que los
rodean. Además, han suscitado una gran alarma social por los factores
de criminalidad que están asociadas a ellas. Estas personalidades han
sido llamadas por Millon (1.981) personalidades agresivas...”.
Mencionar una cita sobre Vicente P. Cabello, quien fuera catedrático
de la Universidad Nacional de Buenos Aires y ex decano del Cuerpo
Médico Forense, es casi una obligación. En su célebre obra “Psiquiatría
forense en el derecho penal” (Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1985, tomo
III, págs. 457 y ss.), llama a la personalidad del denunciado
personalidad psicopática perversa. Y le atribuye tres notas. En la
primera: “amoralidad, inafectividad, inadaptabilidad e impulsividad”. En
la segunda: “el psicópata delinque con su personalidad, el psicótico con
su enfermedad”. Y en la tercera, aceptada por la mayoría de los autores,
“los perversos serían incorregibles, refractarios a la persuasión, al
castigo y a la amenaza penal. Cualquiera sea la función de ésta,
reformar, resocializar, intimidar, caería en el vacío porque el perverso no
metaboliza los sentimientos éticos y por consiguiente la pena sería tan
inútil como inapropiada”.
T. Millon, que tampoco puede ser omitido, incursiona magistralmente
en lo trastornos antisociales de la personalidad. Su obra “Trastornos de
la personalidad – Más allá del DSM-IV” (Ed. Masson, Barcelona, 2000,
págs. 447 y ss.) posibilita leer: “impulsivo – irresponsable – carente de
ética – paranoide – vengativo – atribuye las culpas a los otros –
indisciplinados – insensibles – irritables – agresivos – desdén por la
compasión – inclinación al riesgo – cinismo”.
Finalmente, en esta recorrida por diversos autores, al indagar en la
opinión de Santiago Delgado Bueno, de la Audiencia Provincial de Santa
Cruz de Tenerife, en su mundialmente conocida obra “Psiquiatría legal y
forense” (Ed. Colex, Madrid, 1994, vol. I, págs. 531 a 550 y 639 a 811),
en la parte correspondiente a “la conducta anormal”, del capítulo sobre
“agresividad y violencia”, dice en algunos de sus puntos: “1, la
conducta antisocial en la edad adulta probablemente requiere de la
presencia de conducta antisocial en la niñez...” “– 3. El tipo de conducta
antisocial manifestada en la niñez puede resultar un buen predictor de
la conducta antisocial adulta, más que cualquier otra conducta
particular – La conducta antisocial adulta es mejor pronosticada por la
conducta manifestada en la niñez que por los antecedentes familiares o
la clase social de crianza – La clase social contribuye poco en el
momento de predecir la conducta antisocial grave en la edad adulta”.
El sujeto que se ha ido examinando en toda esta evaluación
mediante documentos y testimonios también expone matices de un
trastorno esquizoide de la personalidad, registrados en forma parecida
tanto por el DSM-IV-TR y por el CIE 10.
Estos son algunos de los criterios consignados por el DSM-IV-TR y
que, como podrá observarse, son también aplicables al denunciado: 1)
ni desea ni disfruta de las relaciones personales, incluido el formar parte
de una familia – 2) escoge casi siempre actividades solitarias – 3) tiene
escaso o ningún interés en tener experiencias sexuales con otra persona
– 6) se muestra indiferente a las críticas de los demás – 7) muestra
frialdad emocional, distanciamiento o aplanamiento de la afectividad.
Habitualmente, en los trastornos de la personalidad, particularmente
en los graves, las diferentes caracteropatías están acompañadas de
elementos de otras, que generalmente robustecen las características de
las primeras.
Visiblemente, la personalidad de C. R. S., a través de lo que brinda la
evaluación de su historia y la confrontación de sus matices con lo que
textualizan los más afamados investigadores académicos, sólo posibilita
inferir que aquélla es vehículo de una patología caracterial
extremadamente peligrosa e incontenible, proclive a las más
sangrientas contingencias, que no se detiene ante el homicidio o en
generar conductas de tinte bestializado. Hay momentos en su vida que
parecen impregnados de la más abyecta monstruosidad. Recuérdese el
inverosímil intento de batirse a cuchillo con un niño que cruzaba su
pubertad sin haber llegado a la adolescencia Su carnicera avidez llevaba
al denunciado a construir motivaciones que le permitieran herir o matar
sobre la base de satisfacer su arrogancia o soberbia.
Debe también tenerse en cuenta que el denunciado cursa
actualmente 83 años de edad, nivel etario que pone en exposición el
grado de persistencia de lo patológico en su personalidad. Es alguien,
podría decirse, que ya vino “fallado de fábrica”. Alguien a quien ahora
se agregan los ribetes psicofísicos de decadencia propios de una
persona que ya debe haber comenzado hace un tiempo con las
manifestaciones signosintomáticas de la senilidad.
La psicopatía perversa que caracteriza a la personalidad disocial
homicida no genera indemnidad cognitiva en los caracterópatas o
sociópatas que la vehiculizan. El deterioro de la añosidad también ejerce
su influencia en estas personalidades abyectas. Ese leve retraso mental,
que en sus años de adolescencia pesquisara un médico legista policial,
en el entuerto estudiantil que protagonizara el denunciado, asentado
oportunamente por los escribas del prontuario, es el hilo conductor que
permite inferir, asociado a su sombría personalidad, su incapacidad,
primero como adulto y después en su madurez, para justipreciar,
comprender y asumir intelectualmente los excesos y barbarie de su
conducta. Del mismo modo, su inerte afectividad le impedía sostener
una tabla axiológica de valores éticos y morales. Y su esfera volitiva
únicamente lo empujaba a la acción inmediata, irreflexiva y salvaje,
sedienta de gratificaciones reverberantes en su malignidad.
El mencionado retraso mental, aunque no se hubiese acentuado en
las casi siete décadas desde que fue consignado, ante la falta de la
multiestimulación que implica participar del esfuerzo laborativo para
sostener un patrimonio, de la demanda cotidiana de instrumentación
intelectual al mismo efecto y de la ejercitación cognitiva que implica
invertir, vender o negociar, al haber vivido casi toda su vida con
asesoramiento y reemplazo hasta en los menores menesteres, como si
fuese un inválido sensorial e intelectivo, rodeado por un conjunto de
personas pensantes y plenas de lealtad a sus dignísimos ancestros, que
le permitieron obviar sus limitaciones, por no tener voluntad ni
inteligencia para liderar, sino sólo para usar inescrupulosamente a sus
fieles colaboradores, ese mismo retraso mental consustanciado con su
enfermiza personalidad, cristalizó en su psiquismo, coaguló en las
entrañas de su mismidad, llevando su patología a un grado tal de
involución disociativa que lo alejó por último de quienes habían sido sus
más fieles colaboradores.
Sin embargo, es corriente que este tipo de sujetos, crueles,
sanguinarios, manipuladores y advenedizos, cuando los años van
desvastando sus percepciones heterogéneas y divorciadas de la
realidad en lo que atañe a la frontera que separa el altruismo de la
ignominia, suelen ser encarnadura propicia de sujetos análogos, de
verdaderos adláteres, con quienes conforman asociaciones simbióticas,
alianzas en las que no se vertebran las personalidades por sus
afinidades creativas, sino por sus aspectos más disvaliosos. Vínculo en
que, paradojalmente, el psicópata se subordina sumisamente a otra
personalidad psicopática, generalmente más joven, fuerte y
desbordante, aunque a veces aparente todo lo contrario.
Quien suscribe ha procurado redescubrir al citado C. R. S. a través de
una hermenéutica de los diversos escritos y testimonios referidos al
denunciado.
Informe psiquiátrico legal de la Srta. B. A. R.

I. Entrevista semiestructurada sobre personalidad y


fenómenología preexistente y actual, pesquisando aspectos
biopsicosociohistórico clínicos con abordaje semiológico y
rastreo de psicodinamismos

Inicialmente, el suscripto expondrá en forma somera la información


biopsicosociohistórica y patográfica suministrada por la examinada.
La Srta. R. concurrió al examen acompañada por una hermana y otra
mujer de apariencia juvenil. Se presentó puntualmente a las 17:00
horas del día 12 de este mes.
Dijo tener 35 años de edad (nacida el 4/2/71), ser de nacionalidad
paraguaya (oriunda de la localidad de Ciudad del Este) y de estado civil
soltera, datos que corroboró con su DNI.
Cabe señalar que vaciló fugazmente al dar su lugar de residencia.
Informa que aceptó el examen a que es sometida porque estima que
está solicitando lo que le corresponde. Al requerírsele que aclare el
sentido de su reclamo, señaló que su letrado considera que debe
indemnizársela porque “todavía” no puede trabajar.
Refiere sentirse muy depresiva y que es “alguien que se olvida de
todas las cosas”.
No obstante, recita detalladamente su medicación actual:
“Halopidol Decanoato” (haloperidol de acción prolongada) – 1
ampolla IM de 1 ml. cada 4 semanas.
“Risperin” (risperidona) – 1 comprimido de 2 mg. a la noche.
“Akineton” (biperideno) – 1 comprimido y medio (3 mg.) una vez por
día.
“Psicoasten” (paroxetina) – 1 comprimido de 20 mg. por día.
“Clonax” 2 mg. (clonazepam 2 mg.) – medio comprimido, dos o más
veces por día (según necesidad).
Quien suscribe menciona las monodrogas y precisa la posología.
Menciona que la medicaron así por su “depresión y fobias”. Tiene
“miedo a salir a la calle” y aclara de inmediato que lo que siente es
“temor a la gente” más que a la calle en sí.
Agrega que sufre esta situación desde marzo del 2003. “Un día” –
prosigue- “tuve como un ataque de nervios, porque me vi rodeada por
mucha gente”. Aclara luego, al ser indagada, que estaba trabajando en
Dumbo Palermo. Al preguntársele qué hacía, puntualiza que se
desempeñaba como “supervisora”.
Acota que esto ya le había ocurrido a fines del 2001, pero que en un
mes y medio o dos se recuperó.
No así en marzo del 2003, en que empezó a inasistir a su trabajo. Y
continúa: “durante un tiempo me pagaron el sueldo, luego solo me
conservaron el puesto”. Posteriormente –aporta– un abogado le sugirió
que pidiera ser indemnizada.
Sin embargo –recalca–, no pretende ni quiere una jubilación por
invalidez.
Ingresó en Dumbo en 1996, y prosigue relatando que hasta fines del
2001 no tuvo problemas.
Comenta que llegó a Argentina “más o menos” en 1990. Aquí ayudó
a su hermano, que trabajaba como “autónomo en refrigeración”
manejándole “los papeles”. Luego laboró pero por poco tiempo en un
supermercado chico y en una “boutique”. No recuerda en qué orden.
Cuando vivía en Paraguay no trabajaba. Actualmente vive sola.
Aunque tiene una “chica” que la acompaña.
Sus dos progenitores fallecieron. Ambos por sendas cardiopatías. Ello
ocurrió cuando ella aún vivía en Paraguay.
Tiene seis hermanos y tres hermanastros. En Argentina viven tres
hermanos mayores que ella (dos mujeres y un varón). En Paraguay
residen los otros tres, también mayores (los tres mujeres). Y en Miami
(EEUU) viven sus tres hermanastros, estos, menores que ella, y que son
hijos extramatrimoniales de su padre, dado –aclara– que sus
progenitores eran casados. Así, ella es la menor de sus hermanos
directos, agrega con énfasis.
Realizó escolaridad primaria y luego estudios secundarios completos.
Posteriormente cursó media carrera de relaciones internacionales en
Asunción, que abandonó para venir a Buenos Aires. O sea, que todos
sus estudios los llevó a cabo en Paraguay.
Informa que si bien nació en Ciudad del Este, posteriormente vivió en
Encarnación, para finalmente residir en Asunción.
Tuvo –dice– una infancia buena. Pero su padre falleció cuando ella
tenía 7 años, y su madre, cuando solo contaba 15 años.
Quedó a cargo de una hermana, con la que convivió hasta los 21
años, momento en que decidió irse a Buenos Aires. Vino a Argentina
incitada por sus hermanos, que ya habían venido a vivir a este país.
En Buenos Aires vivió varios años con una hermana, aunque no
recuerda hasta cuándo. Pero sí recuerda que desde hace “más o menos”
5 años vive sola.
No mira televisión, ni escucha radio o música. Tampoco concurre a
cines, teatros, fiestas o bailes. Trata de salir con amigas, pero le cuesta
hacerlo. Tampoco le gusta recibir visitas. Sus amistades, en algunas
ocasiones, quieren visitarla, pero ella se siente sin ánimo de recibirlas.
Tuvo pareja hasta hace dos años. Mantuvieron un buen vínculo por
varios años. Pero se separaron por motivos “particulares”. No por lo que
le pasó a ella, puntualiza con énfasis.
Nunca practicó deportes. En realidad –aclara– nunca le interesaron.
Comenta: “me llevo bien con mis vecinos”.
Expone dificultades para conciliar el sueño, y que se despierta
muchas veces durante la noche. Suele acostarse a las 22:00 horas,
levantándose por la mañana entre las 8:30 y las 9:00 horas.
Al principio, por la mañana, se siente “bastante nerviosa”, estado
que se aminora después de tomar su medicación.
En su vida cotidiana suele salir acompañada por su empleada. Y ese
es el meollo de su cotidianeidad. Sale, camina, vuelve a su casa,
descansa y vuelve a salir. Y ello ocurre más de una vez en el día.
Depende de su estado de ánimo.
Su esquema de medicación lo viene manteniendo desde hace
alrededor de un año, aunque señala que también tomó otros fármacos
durante el tratamiento, que ahora no los tiene indicados y de los que
tampoco recuerda sus nombres.
Concurre a su médico psiquiatra asistencial cada 15 días. Controla su
medicación y hablan de temas diversos durante una hora.
No recuerda si le hicieron tests, aunque sí tiene presente que le
administraron algunos cuando ingresó en Dumbo.
Es asistida por el Dr. G. A. K., mat. nro. zzz, médico especialista en
psiquiatría.
La Srta. R. adjunta una constancia rotulada como “secreto médico”,
emitida por el profesional mencionado, fechada el 22/9/04, en la que
consta la examinada como su paciente.
En dicha constancia figura el diagnóstico de la patología que se
presume padece la paciente del citado profesional. Dicho diagnóstico
está codificado conforme al DSM-IV en dos vertientes, la primera, como
295.30 (lo que remite a “esquizofrenia paranoide”), y la segunda, a
300.21 (que a su vez remite a “trastorno de angustia con agorafobia”).
Expone, asimismo, el esquema de psicotrópicos prescriptos a la Srta.
R. El citado esquema no difiere del mencionado por ella al comienzo de
este examen psiquiátrico legal (aunque permitió detallar la posología).
Concluye además la mencionada constancia señalando que la
examinada “actualmente se encuentra imposibilitada de trabajar”.
Posterirmente, la examinada admite ser irritable, susceptible, pero –
aclara– que tiende a “tragar todo”. A veces, ciertas contrariedades la
llevan a llorar. Pero no recuerda haberse “desmayado” nunca.
Remitiéndose a sus antecedentes, dice haber nacido de parto normal
(eutócico). Que su deambulación inicial y locuela no tuvieron
particularidades. Que padeció las enfermedades infantiles comunes, las
que no tuvieron complicaciones ni le dejaron secuelas. Nunca tuvo
convulsiones febriles. Menarca a los 13 años. De adulta no sufrió
enfermedades importantes. Nunca debió ser sometida a intervenciones
quirúrgicas. Solo padeció accidentalmente fractura de clavícula
izquierda. Niega fumar, ingerir bebidas alcohólicas o padecer alguna
drogadependencia. Asimismo, niega, tanto en ella como en sus
antecesores, la presencia de patologías neurológicas o psiquiátricas.
Promediando la entrevista, la examinada se pone de pie y camina
algo ansiosa por el consultorio. Dice que la pone “nerviosa” el lugar.
Manifiesta sentirse como “ahogada”, aunque admite que esto le pasa en
muchos lugares.
Prosopográficamente, la Srta. R. se presentó como una mujer joven,
de rasgos agradables, vestida con informal sobriedad. Gestualidad
moderada y disposición relativamente colaboradora, pero por
momentos evidenció impaciencia, y en algunos instantes se mostró
reticente y con cierta desconfianza. Pero lo que prevalece es cierto aire
de ausencia que irrumpió por momentos en la entrevista, y cierta apatía
y aplanamiento discursivo.
Desde lo semiológico, el abordaje de la esfera cognitiva permitió
detectar desniveles en la sensopercepción. Admite haber visto
“personas en la calle” que luego constató que habían sido percepciones
sin objeto, como diría Ball en su definición de alucinaciones. Pero en
este caso, dichas figuras admitieron que ella las autocriticara, por lo que
se habría tratado de fenómenos alucinósicos, de origen neurotóxico de
etiología endógena o exógena, y por otra parte, al ser de naturaleza
visual y no auditiva, descartan una eventual raíz psicótica. No obstante,
el juicio impresiona como si estuviera forzadamente conservado, y
consecuentemente, la racionalidad evidencia un ordenamiento algo
disperso. Respecto del curso y contenido del pensamiento, se observó
cierta bradipsiquia, arborización y tendencia monotemática. En los
aspectos mnésicos, fueron visibles modalidades lacunares de tipo
hipomnésico que le quitaron solidez a sus evocaciones. Asimismo, pudo
advertirse matices discretos de hipoprosexia, un tanto incluso
inestables, complementados con un nivel de concentración algo
fragmentario. Cabe también señalar que hay lucidez de conciencia, no
se observa la obnubilación de los cuadros confusionales, y hay además
conciencia de situación y de orientación auto y alopsíquica, pero
notoriamente solo hay conciencia de los aspectos mórbidos menores, y
no de las características radicales de su patología.
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observó
una marcada hipobulia. No se detectaron alteraciones cualitativas ni de
la acción explícita. Pero sí se pesquisó un visible achatamiento en
cuanto a deseos y decisiones, atinentes a lo voluntario, recreativo y
social.
Por último, en la esfera afectiva, se observaron visibles rasgos de un
trastorno hipertímico en el polo del displacer, con consistentes
manifestaciones ansiosas connotadas con matices depresivos. Refiere
sentirse querida por familiares y amigos, pero lo dice con cierta
inexpresividad. Es como si la Srta. R. fuese algo alexitímica, o bien,
tuviese matices de anhedonia.
En resumen, se efectuó un recorrido anamnésico con exploración
psicopatológica que posibilita inferir que se está en presencia de la
portadora de una psicosis crónica, parcialmente compensada mediante
la administración de fármacos psicotrópicos, dado que vehiculiza un
trastorno esquizofrénico de tipo paranoide, en el que si bien la
orquestación positiva de alucinaciones y delirio está acotada, persisten
no obstante los síntomas negativos, pese a que a los neurolépticos se
agregaron antipsicóticos atípicos. Asimismo, como patología
complementaria, se detecta un trastorno de angustia con agorafobia y
depresividad de tipo distímica, cuyas manifestaciones están solo
discretamente controladas.
Antes de retirarse, la Srta. R. dejó en manos de quien suscribe una
copia de una constancia de internación efectuada en la Comunidad
Terapéutica María Magdalena, desde el 28/5/04 hasta el 9/6/04, firmada
por la Dra. M. C. G., médica psiquiatra, mat. nro. xxx, fechada el 9/6/04,
y en la que consta que al internarse presentaba un cuadro de
“descomposición psicótica aguda”. Medicada con “Psicoasten 20 mg.”
(1 compr. por la mañana), “Risperin 2 mg.” (medio compr. con almuerzo
y medio compr. con la cena), “Valcote 250” (1 compr. con almuerzo y 1
compr. con la cena) y “Rivotril 2 mg.” (1 compr. a la noche). Se aclara al
final que se le dio el alta para que continúe su tratamiento en forma
ambulatoria a través de su obra social.

II. Consideraciones psiquiátrico legales

Conforme a los datos aportados por la empresa de control médico


laboral “Laborex”, el 30/7/96, empresa instrumentada por la parte
empleadora, la Srta. R., ya al poco tiempo de ingresar al trabajo con el
cual aún mantiene una relación laborativa, empezó a manifestar mareos
de origen visual, dolores en el pecho y falta de aire cuando se ponía
nerviosa. Registro de historia personal firmado por la Dra. J. R., médica,
mat. nro. 000.
Dicha sintomatología configura tres de los criterios diagnósticos del
llamado por los americanos “panic attack”, incluido por la “American
Psychiatric Association” como “crisis de angustia” en el “Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM,
actualmente en su versión IV-TR, es decir, texto revisado).
Los mareos eran expresión de la inestabilidad percibida por la Srta. R.
al sentir opresión precordial (mencionada como “dolores en el pecho”) y
sensación de ahogo (traducida como “falta de aire”), que es la llamada
“disnea sine materia” a nivel académico.
Este cuadro, muy polifacético, y en el que sobresale el “miedo a
morir”, es propio de personalidades predispuestas, vulnerables,
portadoras generalmente de historias traumáticas.
No se olvide que la examinada sufrió la muerte de sus progenitores;
en cuanto a su padre, al iniciar la segunda infancia (momento al que J.
Piaget atribuye gran importancia y al que denominó período de las
operaciones concretas, estadio en el cual el o la menor pasan de la
moral heterónoma infantil, unilateralmente adoptada, a la autonomía
generadora de su propia escala de valores), y en cuanto a su madre, en
un momento crucial de su adolescencia, solo dos años después de
haber tenido su primera menstruación y concomitantemente con sus
primeras vivencias de un mundo al que debía transitar en completa
orfandad.
Y no se olvide tampoco la incidencia del desarraigo (vivir en otro país
y hacerlo luego en una inmensa metrópoli, lejos del ambiente
provinciano donde vivió la mayor parte de su vida, con la probable
colisión de culturas, pese a la común estirpe del cono sur).
Tampoco debe obviarse que el trabajo en Dumbo era el primer
desempeño en una empresa importante por parte de una joven
extranjera y, además, provinciana.
Remitiéndose quien suscribe a examinar la información fechada en el
año 2001, aparecen constancias de “AM SA” firmadas por el Dr. J. O. H.,
médico psiquiatra, mat. nro. 666, con ambigua información. Se hace
referencia a “tto. psiquiátrico” en un “episodio agudo”, a lo que se
agrega en el resumen de “sonvida”, “crisis nerviosa” “síndrome
depresivo”, conforme a distintos informes que constan en historia clínica
(documentación, esta última, a la que no se tuvo acceso). Se aclara que
tuvo baja médica desde el 29/10 al 2/12/01.
Lo suministrado y transcripto en el párrafo anterior y lo obtenido a
través de la entrevista, no permite fundamentar consideraciones
psiquiátrico legales objetivas y de fehaciente elocuencia.
Ya en el año 2003 aparece constancia, fechada el 6/3/03 del Dr. A. J.
P., médico, mat. nro. 45, quien refiere que la examinada padece una
metrorragia (agrega también dismenorrea el resumen citado “ut
supra”). Y en el Sanatorio de la Virginidad de San Isidro, el Dr. G. P.,
médico, mat. nro. 79, extiende otra constancia donde se asienta:
disnea, dispepsia, acompañadas de crisis ansiosa, constancia fechada el
11/3/03.
Obviamente, esta última constancia remite nuevamente al “panic
attack”, ya referido en los síntomas pesquisados por la profesional de
“L” en 1996. A ello puede sumarse el trastorno somatomorfo,
encuadrable en la somatización, que implica la referencia al desorden
dismenorreico con metrorragia de la constancia previa.
A partir de allí aparecen numerosos certificados del “Centro de
Psicoterapias S.R.L.”, firmadas por el Dr. K. con períodos variables pero
consecutivos de licencias médicas, que abarcan desde el 17/3/03 hasta
4/9/03. Inicialmente, el diagnóstico menciona “estrés y trastorno
adaptativo mixto con ansiedad y ánimo depresivo”, y posteriormente, se
hace referencia a “estrés con trastorno de pánico con agorafobia”
La lectura de la documentación ofrecida por “Sonvida” más la
brindada por la Srta. R, y los resultados emergentes del examen
psiquiátrico legal, llevan a quien suscribe a solicitar copia de la historia
clínica de internación que aquella tuviera a mediados del corriente año.
Cabe consignar que la examinada tuvo dicha internación en la
también llamada Clínica Moldavia, institución cuyo director es el Dr. D.
A., prestigioso profesional del campo de la psiquiatría.
De la evaluación de la citada historia clínica se extrae como
conclusión que la Srta. R. tuvo que ser internada por haber padecido un
brote psicótico de naturaleza esquizofrénica paranoide, lo que fue
rotulado como “descompensación psicótica aguda”, porque el tiempo
transcurrido desde el comienzo de la patología no posibilitaba
cumplimentar adecuadamente los criterios diagnósticos del DSM-IV-TR y
del CIE 10 (esto último, sigla de la Clasificación Internacional de las
Enfermedades [Capítulo V {F} dedicado a los “Trastornos Mentales y del
Comportamiento” de la Organización Mundial de la Salud” {OMS}]).
Habiendo transcurrido casi 6 meses de dicho episodio, puede ya
confirmarse que no se trató de una manifestación transitoria, y que el
cuadro por sus características configura la patología mencionada en el
penúltimo párrafo del capítulo inicial de este informe.
“La esquizofrenia es una patología cerebral que se traduce en signos
y síntomas múltiples que involucran el pensamiento, la percepción, las
emociones, el movimiento y la conducta”, puede leerse en el “Tratado
de psiquiatría/VI” (H. I. Kaplan y B. J. Sadock, 6ª ed., Ed. Inter Médica,
Bs. As., 1997, vol. 2, pág. 837). Y lo mismo sostiene Demetrio Barcia
Salorio (“Tratado de psiquiatría”, Ed. Arán, Madrid, 2000), como también
R. E. Hales, S. C. Yudofsky y J. A. Talbott (“Tratado de psiquiatría”, Ed.
Masson, Barcelona, 2000), y asimismo, S. Delgado Bueno (“Psiquiatría
legal y forense”, Ed. Colex, Madrid, 1994).
Como puede advertirse, la opinión de catedráticos de prestigio
universal coincide respecto a una de las más graves patologías
mentales que afecta a la humanidad. Y no solo ellos, unánimemente, en
todas las universidades, impera el mismo concepto.
La forma paranoide de este padecimiento mental comienza a
alrededor de los 35 años de edad, y su aparición no se manifiesta a
través de un desarrollo, sino de forma repentina, transformándose el
afectado en un nuevo ser en el mundo, como diría Karl Jaspers.
Es viable ahora intentar relacionar el cuadro que actualmente expone
la Srta. R. con los diversos trastornos padecidos por ella en años
anteriores.

III. Conclusiones

Indudablemente, los cuadros presentes en 1996, 2001 y 2003


responden, en principio, a factores historiográficos, de desplazamiento
migratorio y, en lo fundamental, a rasgos de personalidad.
No se estima que pudieron gravitar aspectos vinculados con
simulación, metasimulación, hipersimulación o retrosimulación.
La examinada pasó por un examen psicotécnico de admisión en
Dumbo, y si bien no puede confundirse esto con un psicodiagnóstico,
podrían haberse detectado algunas vulnerabilidades caracteriales. ¿Por
qué se desempeñó tan poco tiempo en sus trabajos de dependencia
laboral anteriores? ¿Era portadora de una subjetiva conflictividad a
quedar inerme en manos de la angustia al estar rodeada eventualmente
de una muchedumbre anónima?
Los profesionales que controlaron las ausencias a su prestación
laborativa, obviamente, no podían presumir que ella se enajenaría en un
momento determinado. Las psicosis esquizofrénicas no tienen
manifestaciones prodrómicas. No hay vínculo etiopatogénico entre los
cuadros que precedieron y el brote psicótico. Tampoco el defecto
esquizofrénico residual en cuanto a la sintomatología negativa,
resistente incluso a la acción de la risperidona, puede amalgamarse
integralmente con los síntomas de ansiedad, angustia, agorafobia y
depresividad que la acompañan, pese a la medicación antipanicosa y
antidepresiva que tiene prescripta. Le administran clonazepam y un
inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina como la paroxetina.
No obstante, sus síntomas complementarios del cuadro mayor siguen
circulando en torno a su psicosis.
La Srta. R. debió hacer una psicoterapia de contención y
esclarecimiento de su problemática caracterial. Y quizás debió haber
rotado en su ámbito de prestación laborativa.
Ello no permite inferir que estas medidas hubiesen evitado la
aparición de la psicosis. La psicosis se habría dado cualquiera que
fuesen las circunstancias.
Pero una oportuna terapia probablemente habría aminorado la
connotación estresante que la examinada atribuía a los factores de su
entorno. Hubiera mejorado un tanto su calidad de vida y hubiera, es
posible, atenuado sus inasistencias previas a la detonación psicótica.
Como así también, es viable pensar que se habrían reducido los
síntomas periféricos de su patología nuclear.
De todos modos, desde la óptica laboral, el cuadro psicótico que
afecta a la Srta. R. no guarda ningún vínculo de causalidad ni de
concausalidad con la prestación que la mencionada brindaba a su firma
empleadora.
No tuvo ningún accidente laboral ni padeció ninguna enfermedad
profesional. Tampoco puede imputarse un eventual “mobbing” (acoso
moral) como factor desencadenante de una psicosis.
La Srta. R tuvo la poca fortuna de que algún factor genético, vírico,
neurobiológico, neuroquímico, neuroevolutivo o sociofamiliar infantil
gravitara poderosamente en la configuración de su psiquismo.
Ella fue el emergente de entrecruzamientos atípicos, aunque
infrecuentes.
La examinada hubiera padecido la misma patología incluso si se
hubiera quedado viviendo en su país natal.
Informe exponiendo evaluación psicológica y psiquiátrica legal
en consultorio particular

Entrevista semiestructurada sobre factores etiológicos,


fenoménicos y psicopatológicos preexistentes, aspectos
evolutivos a partir de inicio evento mórbido actual, rasgos
previos y posteriores de personalidad, y pesquisando asimismo
síntomas psíquicos actuales con abordaje semiológico, rastreo
de psicodinamismos e instumentación del Inventario Multifásico
de la Personalidad (MMPI-II) de la Universidad de Minnesota
(USA)

La persona convocada para la evaluación psicológica y psiquiátrica


legal, Sra. E. M. C. menciona su presencia minutos después de las 13:00
horas, en la puerta de calle del edificio que aloja el consultorio
profesional.
La Lic. H. le informa por el portero eléctrico que concurrirá a la
entrada a facilitarle el ingreso. Curiosamente, repara la profesional,
desde el final del pasillo de acceso, que la convocada aguarda inmóvil y
sola junto a la puerta, pero que al advertir a través del vidrio la
aproximación de la profesional, comienza de inmediato un llamativo
temblor de todo su cuerpo.
Ascienden luego juntas al piso del consultorio, y segundos después la
Lic. H. presenta a la Sra. C. al Dr. Ugarte, quien las aguardaba allí.
Desde la óptica prosopográfica, la examinada ofrece una imagen de
discreta pulcritud, informalmente ataviada, gestualidad casi reprimida,
paradojalmente, un curioso temblor generalizado, una actitud vigilante
y defensiva, expresión facial alertada y una disposición basculante entre
la reticencia y la colaboración.
Declara tener 42 años de edad, habiendo nacido el 18 de agosto de
1967. Refiere ser de nacionalidad argentina y de estado civil casada. Se
identifica con DNI.
Menciona, como antecedentes heredo-familiares, que sus
progenitores viven y son sanos. Su padre tiene 72 años y su madre, 67.
También integran su familia primaria, una hermana de 43 años y un
hermano de 33. Ambos, asimismo, vivos y gozando de buena salud.
En lo que atañe al aspecto personal de sus antecedentes, aclara
tener conocimiento de que nació de parto eutócico (normal). Refiere que
accedió a la deambulación, al habla y al control de sus esfínteres a las
edades corrientes de esta comunidad. Confiesa haber padecido las
enfermedades infantiles comunes, las que evolucionaron en la forma
habitual, sin proporcionarle complicaciones ni dejarle secuelas.
Menarca a los 12 años de edad, con irrupción natural en su
desarrollo. Durante su adultez no sufrió enfermedades importantes.
Tampoco protagonizó accidentes ni tuvo fracturas osteoarticulares. Pero
fue intervenida quirúrgicamente de un quiste sinovial a los 17 años, y le
practicaron además dos operaciones cesáreas a los 24 y 31 años.
Dice fumar alrededor de tres cigarrillos de tabaco diarios. Niega
ingerir bebidas alcohólicas y del mismo modo señala que jamás fue
adicta a estupefacientes.
Ya ingresando de lleno en la entrevista semiestructurada, manifiesta
sentirse siempre “nerviosa”, afectada por un temblor constante.
Puntualiza que por ello está en tratamiento desde abril de 2009.
Pormenoriza que inicialmente consultó en marzo de ese año con su
médica de cabecera, la Dra. A. A., buscando una solución a las diversas
dificultades que la aquejaban. Le costaba enormemente conciliar y
mantener el sueño. Problemas crecientes en su memoria que la sentía
cada vez más fragmentaria. Gran susceptibilidad, y enfatiza al decir:
“por todo lloraba”. En forma continua tenía regurgitaciones. La
facultativa estimó conveniente derivarla al servicio de psiquiatría de su
obra social.
El psiquiatra coordinador de dicha área asistencial optó por asimilarla
al equipo formado por la Dra. A. M. R. (médica psiquiatra, matrícula
ilegible) y la Lic. C. L. (psicóloga, mat. nº 37).
Con la profesional psiquiatra tiene evaluaciones cada 15 días,
mientras que con la profesional psicóloga hace una psicoterapia de
frecuencia semanal, con la modalidad “cara a cara”.
Medicada con lamotrigina 25 mgs. (un antiepiléptico), 2 compr./día;
paroxetina 20 mgs. (un antidepresivo), 1,5 compr./día; alprazolam 0,5
mg. (un ansiolítico), 3 compr./día, y risperidona 1 mg. (un antipsicótico),
1 compr./día.
Un esquema poco claro y “light”, no muy pertinente con un
“trastorno de ansiedad generalizada”, tal cual lo plantea el código F41.1
de la Clasificación Internacional de Enfermedades, capítulo V (F), o sea,
el CIE 10 de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Tal como se
expone en una constancia extendida horas antes, el mismo día de este
examen, firmado por la Dra. V. H. (médica psiquiatra, mat. nº 13), quien
expresa que la paciente se atiende por consultorios externos y que
presenta síntomas agudos del cuadro codificado.
Lo extraño es que la examinada ya estaba en uso de licencia hasta el
13 del corriente, y 96 horas antes de concurrir a ser evaluada por su
médica habitual, se hace examinar por otra profesional, cuyo turno se lo
consiguió días antes su psicoterapeuta, por entender aquella que la
paciente debía anticipar el ajuste de su esquema psicotrópico. Lo
sorprendente es que el ajuste es mínimo: solo medio comprimido más
del antidepresivo y un comprimido más del antiepiléptico, mientras que
el alprazolam, fármaco específico de los cuadros ansiosos, queda en su
discreta posología previa.
Por otra parte, en esta nueva constancia que presentó la examinada
al momento de su evaluación, se prorroga su licencia por 7 días más. Se
considera que ello tendría que haberlo hecho la médica asistencial y no
alguien que eventualmente ve a la paciente quizás por primera vez.
Parece poco serio y tiene cierto aspecto de deplorable oportunismo.
Ahondando ya en la vida de la examinada, informa que nació en un
pueblo de la Prov. de Buenos Aires conocido como Ranelagh. Al poco
tiempo, sus padres se radicaron en Ezeiza, luego en Ciudad Evita, y
finalmente, cuando ella tenía 5 o 6 años, fueron a vivir a Villa
Insuperable, lugares todos, sitos en la citada provincia.
Refiere que su infancia fue muy feliz, pues tanto sus padres como sus
hermanos eran muy cariñosos.
Completó la escolaridad primaria y también los estudios secundarios.
Posteriormente estudió un año enfermería en el Hospital Churruca de
esta capital.
Contaba 20 años de edad cuando inicia un concubinato con su actual
marido, que en ese entonces tenía 24 años. Sigue viviendo en Villa
Insuperable. Años después tuvo dos hijos, un varón, que actualmente
tiene 17 años, y una niña de 11. Tuvo en total 22 años de convivencia
informal, y hace 12 años se casó con su pareja.
Inicialmente, trabajó como vendedora de zapatos, pero la casa cerró.
Luego se desempeñó vendiendo ropa deportiva, pero dejó la actividad
cuando con su conviviente deciden fabricar zapatos. Con cierto orgullo
declara que llegaron a producir 70 pares de zapatos por día. No
obstante, por razones económicas, debieron posteriormente abandonar
el emprendimiento. Un intento similar con el padre de su concubino no
tuvo mejor fortuna, en este caso, vendiendo “zapatos de dama”. Volvió
entonces a laborar como vendedora en diversas zapaterías. Pero éstas,
por obligada reducción de personal, la despidieron por haber sido la
última en incorporarse al personal en relación de dependencia.
Su pareja comenzó a trabajar como mecánico de autos, en lo que
hace a herrería. Y ella empezó a cubrir suplencias en las encargadurías
de edificios que albergaban consorcios de copropietarios.
Siguiendo este proceso, hace 15 años se incorporó como encargada
titular con vivienda en el edificio en el que presta servicios para su
mantenimiento al consorcio que lo ocupa.
Menciona que sus problemas con los propietarios del consorcio
comenzaron hace alrededor de tres años. Señala que los antiguos
dueños eran gente mayor con la cual nunca había tenido conflictos. Pero
estos, que la trataban con sumo afecto, fueron falleciendo, y los nuevos
propietarios, mucho más jóvenes, le impusieron nuevas y diversas
exigencias a través del libro de órdenes.
Además, una de las unidades del consorcio entró “en obra”, y ello
llevó un año de duración. Como las tareas de los albañiles, pintores,
plomeros, electricistas, etc., ocasionaban muchos trastornos por el
ruido, el uso de los ascensores para el traslado de escombros o
materiales, los propietarios iniciaron una serie de reclamos y protestas
en forma directa contra los operarios o por medio del administrador.
Menciona que gradualmente dichas quejas se derivaron a su persona,
y que entonces empezaron a atosigarla con demandas de todo tipo.
Refiere que a partir de entonces su vida se tornó en un calvario por
las constantes reprimendas, hostigamiento verbal y disconformidad con
sus prestaciones cotidianas.
Empezó con las dificultades para dormir, para concentrarse. No podía
focalizar su atención para hacer crucigramas (algo que siempre le había
gustado).
Particularmente su sueño se volvió angustiante. La acosaban
pesadillas en las que se veía perseguida o rodeada por imágenes de
muertos, en las que ella era el centro de la escena. No podía respirar, se
asfixiaba, como si fuesen apneas nocturnas (interrupción brusca de la
actividad respiratoria por breves instantes y de variada etiología). Según
su marido, durante las pesadillas le reaparecían los temblores que
desaparecían al dormirse. Asimismo, se despertaba por las apneas y con
el recuerdo de las pesadillas.
Incluso –comenta– le costaba comer. Sentía –dice con énfasis-
“puntadas en el estómago”. Por ello, quizás –agrega– efectuaba sus
evacuaciones intestinales cada dos días.
Se fue “aislando” de todos sus conocidos (llama la atención cómo
alguien de vocabulario bastante limitado, utilice términos propios del
discurso psicológico). No sale a la calle si no es acompañada. No
concurre a reuniones. Su sexualidad conyugal es nula desde hace tres
meses. Durante el año previo era mensual. Y más atrás aún era solo
quincenal. La desaparición de sus deseos libidinosos fue progresiva y
permanente.
No mira televisión, no lee diarios ni revistas. Nunca concurre a un
cine.
De los 15 a los 18 años de edad practicó karate y otras artes
marciales. Luego durante un tiempo hizo yoga. Actualmente, su vida es
totalmente sedentaria.
Hasta fines de 2008 celebró en forma íntima, solo con su cónyuge e
hijos, cumpleaños, Navidad y Año Nuevo. El presente año ya omitió el
festejo de los cumpleaños.
Aclara con energía que no tiene síntomas de climaterio. Señala que
sus menstruaciones son copiosas y que duran 5 días.
En su actual vida cotidiana, en la que todos los días son similares, se
despierta a alrededor de las 7:00 horas, pero le cuesta levantarse y lo
hace habitualmente entre las 10 y las 12:00 horas. Se esfuerza por
bañarse. Suele no comer (lo que incluiría desayuno y almuerzo). Quizás
solo algunos mates. Y se va a la cama de nuevo. Allí se queda hasta las
16:00 horas. Entonces come algo, para luego esforzarse lavando la
vajilla usada. Después pone las prendas usadas en el lavarropas.
Generalmente come después sola, pocas veces con la familia. “Y eso es
todo”, dice finalmente desafiante. Las últimas horas del día no hace
nada y se acuesta corrientemente a las 23:00 horas.
Agrega que antes de enfermarse solía levantarse a las 6:30 horas de
la mañana. Baño, desayuno con marido y luego trabajo de 7 a 12:00
horas. Almuerzo con hijos. Luego trámites para la familia. Merienda otra
vez con hijos, para luego trabajar de 17 a 20:00 horas. Cena con familia.
Limpiar la cocina y preparar todo para el día siguiente. Y después a
dormir.
A continuación vuelve a hablar de su temblor, el que a veces le
impide respirar y que hasta se marea. Incluso –puntualiza– se pone a
temblar al ver a los propietarios del consorcio. No alcanza a discernir si
dicho temblor es por miedo.
Desde Platón, el psiquismo es concebido como la conjunción de tres
esferas centradas por un yo: la esfera cognitiva, destinada a conocer; la
afectiva, a sentir; y la volitiva, a ejecutar.
Por ello, ahora remiténdonos a la evaluación de lo semiológico, puede
decirse que el examen de la esfera cognitiva no permitió detectar
desniveles en la sensopercepción (ausencia incluso de rasgos de
despersonalización y desrealización), aspectos ideativos en cuanto a
asociación de ideas, juicio, pensamiento e imaginación dentro de
parámetros normales. Sus aspectos vinculados a prosexia (atención) y
aptitud para concentrarse (posibilidad de mantener focalizada su
atención sobre un tema específico por un cierto tiempo), no
evidenciaron desvíos notorios de la media previsible para su edad. En
cuanto a su perfil mnésico (memoria), tampoco expuso trastornos
amnésicos lacunares vinculados a diversos momentos de su historia. Su
discurso no fue disártrico (dificultad para articular las palabras), ni
anómico (trastorno en la sustantivación objetal); por el contrario, fue
pleno de fluidez coherente. No expuso tampoco desórdenes referidos a
lucidez de conciencia (incluyendo conciencia de situación, de aspectos
mórbidos y de orientación auto y alopsíquica, o sea, témporoespacial).
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, no se
observaron enlentecimientos psicomotores. Se detectaron pseudorasgos
hipobúlicos (de voluntad presuntamente disminuida) en lo referido a
deseos y decisiones, como también en lo atinente a lo recreativo y
social. Expuso, en lo que atañe a trabajar, que ve esto como algo
ambiguo, que no aclaró si le agradaría poder hacerlo, pero dejando
como sugerencia que lo percibe ahora fuera de sus posibilidades por su
deterioro actual.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron rasgos de un
trastorno hipertímico en el polo del displacer (exaltación emocional de
carácter penoso) con manifestaciones paradojalmente ansiosas y
depresivas excitadas. Señala que sus sentimientos respecto de los
suyos, en lo actual, no variaron en lo más mínimo, consecuentemente a
las penurias que en estos momentos estima padecer, hipotéticas
penurias que repercuten simultáneamente sobre sus familiares, algo en
lo que la examinada no parece reparar.
Revisando a continuación la signosintomatología que expuso la Sra.
C., cabe explorar algunos de los elementos que proporcionó en su
peculiar externalización de padecimientos.
Veamos lo referido al temblor. Un llamativo signo de carácter
generalizado, abarcando extremidad cefálica, tronco y ambos miembros
superiores e inferiores.
El temblor es un trastorno extrapiramidal que implica un movimiento
rítmico y regular de todo o parte de la estructura corporal, ausente
durante la mayor parte del sueño.
Pero en este caso en particular, la magnitud del temblor, signo que
no es propio del “trastorno por ansiedad generalizada”, similar al que se
presentaría en un síndrome febril de 40 grados centígrados para arriba
de la escala Celsius, hace conjeturar en una magnificación o creación de
un signo, que de ser auténtico, tendría que estar acompañado por
castañeteo de dientes, algo que en ningún momento apareció durante
la evaluación.
Las manifestaciones de temblor pueden ser de reposo en la
enfermedad de Parkinson o de tipo postural o intencional. Y el temblor
fisiológico puede determinarse por frío o miedo. Se incrementa por
estrés, fatiga, alteraciones endócrinas o por drogas.
Pero en la alteración endócrina, eventualmente hipertiroidismo,
habría exoftalmia (ojos saltones), y aquí eso tampoco se advertía. Como
tampoco estaba presente el cortejo sintomático de los otros posibles
cuadros.
Del mismo modo, no pudo advertirse la presencia de diaforesis
(perspiración de grado mayor o menor en las palmas de las manos) al
estrechárselas en el saludo inicial y en la despedida, diaforesis
prototípica en los cuadros de ansiedad.
Otra señal insólita quedó evidenciada en la falta de xerostomía
(sequedad de boca), característico de quienes sufren ansiedad. La Sra.
C. no pidió beber un poco de agua a lo largo de las dos horas de la
entrevista. Es común observar que quienes padecen ansiedad llevan
una pequeña botellita con agua cuando están fuera de su domicilio, y
más aún cuando estarán expuestas a alguna clase de examen.
Tampoco expresó, en esas dos horas, deseos de ir al baño para
orinar. Y la micción imperiosa es otro rasgo de las situaciones de
ansiedad.
Por otra parte, la examinada manifestó haber sufrido, en diversos
instantes, de taquipnea (respiración de frecuencia acelerada). Ello se
infiere de su mención de no poder respirar en algunas ocasiones.
Entonces, dado que la Sra. C. no es asmática, puede suponerse que
hacía referencia a lo que se denomina “disnea sine materia”. O sea, un
problema provocado por alcalosis respiratoria, manifestación que
constituye uno de los prolegómenos del llamado “panic attack”, propio
de la crisis de angustia. Ante esa manifestación, uno de los
entrevistadores le solicitó que diera más detalles de esa disvaliosa
circunstancia. Pero la examinada no mencionó sensación de hormigueo
en las mejillas, reacción tetaniforme en los miembros superiores o
eventualmente un signo de Trousseau (manos en garra). Su reacción,
por el contrario, fue de exasperado enojo, acusando a los profesionales
que la estaban evaluando de estar simplemente juzgándola, profiriendo
sus palabras en forma contestataria y desafiante. Evidentemente, los
pseudoepisodios de ahogo eran aparentemente meras fabulaciones.
Incluso, hasta llegó a mencionar que tuvo mareos, sin especificar sus
características, para diferenciarlo de un eventual síndrome vertiginoso
de tipo menor. No se la indagó al respecto para evitar alguna respuesta
rondante con el “ex abrupto”. Dado que a medida que avanzaba la
evaluación, la examinada parecía exteriorizar menor tolerancia en la
recepción de las preguntas. Es conveniente consignar que tampoco el
mareo configura como parte del espectro signosintomatológico de la
ansiedad generalizada.
También llama la atención que cuando uno de quienes suscriben la
llamó por teléfono a su domicilio para requerirle algunos datos
adicionales, la examinada recalcó cómo la cuidaba su familia, poniendo
como ejemplo que la madre, que supuestamente la había acompañado
al consultorio (pues nunca la dejaban salir sola), luego, cuando estaba
siendo evaluada, la llamó dos veces para saber cuando salía.
Curiosamente, cuando se la recibió en la puerta de calle, estaba sola, no
había nadie con ella, cuando lo corriente es que, si alguien acompaña a
quien debe examinarse, dicha persona solicite poder esperar el final de
la entrevista en la sala de espera. En esta singular situación, la
preocupada mamá ni siquiera acompañó a su hija hasta el momento en
que se la admitiera en el edificio.
Todo lo antedicho posibilita que los evaluadores estimen que ha
habido una sobreactuación por parte de la examinada. Tal vez esta
vehiculice un desorden menor de ansiedad, pero no el cuadro que
pretende externalizar.
Su historial laborativo plantea un inestable desempeño hasta los 27
años, momento en que pasa a prestar servicios en el consorcio. Ese
período previo sugiere poca fortuna o ineptitud. Solo se cuenta con los
dichos de la interesada como referencia.
El consorcio no le tomó examen preocupacional, como es habitual en
las empresas, examen que incluye una evaluación psicotécnica.
Un consorcio que según sus propias palabras estaba integrado por
gente mayor, obviamente, una población básicamente geronte, no está
alertada por razones etarias en el cumplimiento adecuado de las
obligaciones diarias de un encargado del edificio. Por ello, en razón del
cambio gradual en la composición del grupo de los propietarios, cuando
empezaron a aparecer nuevos consorcistas más jóvenes,
paulatinamente se empezó a solicitar una prestación laborativa más
simétrica con lo indicado en el libro de órdenes.
Naturalmente el cambio a alguien acostumbrado durante años a
trabajar informalmente sin mayores requerimientos, no fue de su
agrado, y la vivida como nueva y displacentera situación conformó lo
que se asumió erróneamente como una agresógena circunstancia.
La Sra. C. tradujo el tener que aceptar una rutina laborativa corriente
como un factor enfermante, es decir, como una noxa (agente mórbido),
y en consecuencia puso en escena, consciente o inconscientemente (lo
que le daría cierto parentesco con la neurosis de renta), una gama de
signos y síntomas, algunos contradictorios, que podrían encuadrarse
dentro del ámbito de lo facticio (fingimiento o producción de lo ya
señalado).
La simulación de enfermedad mental ocupa uno de los capítulos más
importantes de la psiquiatría legal.
Simular es aparentar algo que no existe. Médicamente, es un fraude
que consiste en asemejar, producir o identificar signos o síntomas
patológicos, síndromes e incluso enfermedades, con un fin utilitario para
el simulador. Desde lo psiquiátrico, es una superchería que tiende a
aparentar mediante lenguaje, mímica, actitud o acciones, un estado
psicopatológico inexistente, con finalidad interesada. En el ámbito
penal, para lograr inimputabilidad o atenuación; en el civil, para obtener
indemnización por accidente de tránsito; en lo laboral, para lograr
indemnización por accidente de trabajo o reconocimiento de
enfermedad-accidente; en lo castrense, para rehuir el servicio militar
obligatorio o en prisioneros de guerra, para fugar.
Intervienen conciencia y voluntad.
Existen varios tipos de simulación. La total o verdadera, la
sobresimulación, la metasimulación, la presimulación, la
retrosimulación, la postsimulación, la disimulación y la hipersimulación,
que es la que se presume presente en el caso que convoca a quienes
suscriben. Se exagera el engaño en determinados momentos,
especialmente en las evaluaciones ante expertos, en las pericias o ante
el juez. Es uno de los tipos generales de simulación más corrientes.
Hay abundante bibliografía al respecto. Pero podría mencionarse al
respecto una obra monumental: “Psiquiatría legal y forense”, del
eminente Prof. Dr. Santiago Delgado Bueno de la Audiencia Provincial de
Santa Cruz de Tenerife, y distinguidos colaboradores (Ed. Colex, Madrid,
1994, vol. I, caps. 46, 47 y 48, págs. 1383 a 1481).
En resumen, quienes suscriben estiman que la Sra. C. sobreactúa un
desorden psicológico de grado mucho menor.
Se completará entonces su estudio con un perfil instrumental.
Informe médico psiquiátrico legal sobre la Sra. M. C. M.

Entrevisté a la Sra. M. C. M., de nacionalidad argentina y estado civil


viuda, de 58 años de edad (nacida el 18/1/53), DNI 33333, los días
9/XI/11, 1/II/12 y 6/II/12, durante aproximadamente 4 horas, en la sede
de mi consultorio particular.
Se presentó siempre puntualmente, sobria y pulcramente vestida,
con actitud colaboradora y gestualidad moderada.
Efectué una entrevista semiestructurada sobre personalidad y
aspectos fenomenológicos vitales, matices psicoevolutivos prevalentes,
pesquisando síntomas psíquicos actuales con abordaje semiológico y
rastreo de psicodinamismos.
La examinada, que en su primera entrevista vino acompañada por su
actual pareja, expuso un relato caracterizado por diversas situaciones
conflictivas.
Durante su adolescencia fue espectadora de un vínculo parental
pleno de reyertas, y en el que su rol era ignorado o ausente en la
temática cotidiana.
Su intento de suicidio y consecuente internación es viable pensar en
un desgarrador llamado histérico a que su identidad asumiese un lugar
objetivable en la estructura familiar primaria.
Su casamiento a los 21 años con alguien portador de una
personalidad extremadamente obsesiva, pasó de ser lo que ella suponía
una entrada a un mundo de calma, sin embargo, por el contrario, fue el
ingreso a una convivencia tormentosa con alguien que en algunos
momentos llegó a golpearla.
Encontraba consuelo en los hijos que ella y su cónyuge habían
engendrado. Quedó embarazada a los tres meses de iniciar su
nupcialidad. Primero nació una niña y al año tuvo un varón.
Tras diversos vaivenes económicos y diferencias afectivas cada vez
más pronunciadas, acuerda con su marido la separación de ambos.
Tiempo después su ex consorte fallece por un infarto masivo de
miocardio.
Con solo 34 años se encontró sola y con dos hijos. Sus
responsabilidades la agobiaban pero no la hacían detenerse.
Se desempeñó en diversos campos laborativos, aunque en su
mayoría vinculados con lo artesanal.
Se recibió de profesora nacional de cerámica en 1995, y luego hizo
un año en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, en arte y cultura.
Durante el año 1996 se inició como docente, asumiendo el cargo de
profesora en educación plástica.
Tenía una nueva pareja, sin convivencia desde 1995, con un
ingeniero. Una relación que con algunos altibajos se mantiene desde
hace 17 años.
Posteriormente, las dificultades anímicas de sus hijos incidieron en
ella. Sentía el peso de su compromiso filial.
El alcoholismo apareció entonces en su vida (a veces vodka). Era su
forma de escapar de la realidad. Siempre tuvo propensión al mismo,
aunque durante cinco años estuvo más dependiente. Concurrió un
período a Alcohólicos Anónimos, pero luego desistió. Y aún ahora, cada
tanto necesita ingerirlo.
Durante el año 2001 hizo una crisis emocional efectuándose lesiones
cortantes menores en sus antebrazos, y configurando un ritual al
manchar con sangre una escultura de su taller.
Intervino el Hospital Durand y posteriormente la derivaron a la Clínica
Santa Rosa. Se diagnosticó el “raptus” como “crisis psicótica”. Y de allí
nacieron tres vertientes nosográficas: esquizofrenia, depresión mayor y
bipolaridad.
Fue medicada con risperidona, quetiapina, lamotrigina, clonazepam,
etcétera.
A partir de su externación de la clínica y prosiguiendo su control
psiquiátrico y psicológico, se le posibilitó reintegrarse a la docencia pero
con tareas pasivas.
Se había iniciado como profesora en la ESB n° 21, sita en el Km. 35
de la Ruta 3 (Virrey del Pino) y en la ESB n° 130, próxima a aquella. Al
consignársele tareas pasivas se le ordenó que las cumplimente solo en
la Escuela 21.
En las mencionadas tareas pasivas no se le asignó ningún tipo de
actividad, quizás con la finalidad solidaria de beneficiar su contención
psicológica. Pero ello, paradojalmente, obró durante años como impulsor
de un repliegue psíquico que la fue encapsulando progresivamente
respecto a la cotidianidad.
La llamada “crisis psicótica” de 2001, probablemente haya sido una
presentificación de su crisis pseudosuicida acaecida en su adolescencia.
Es decir, una nueva manifestación histeriforme.
Por ello, los psicotrópicos instituidos en 2001 son opinables y, hasta
en cierto grado, contradictorios.
Su pareja y los hijos de ella, orfebre la mujer y realizador de tatuajes
el varón, procuraron, especialmente la hija, reanimar su torturado
psiquismo.
Frecuentes olvidos, apatía, abulia, desesperanza, ansiedad, angustia,
temores, raciocinio desordenado, etc., la llevaron ante la presencia de
quien suscribe.
Si bien su discurso fue bastante fluido, se caracterizó cierta
inseguridad, una secuenciación poco prolija y fragmentada de sus ideas,
lo que obligó al examinador a efectuarle varias llamadas telefónicas
para coordinar los datos rescatados, en la búsqueda artesanal de
información.
Resumiendo la recolección de vectores y emergentes a lo largo de los
encuentros presenciales y telefónicos, puede decirse:
Prosopográficamente, impresionó como una señora agradable y algo
inquieta. Los demás datos se dieron en el 2° párrafo de este informe.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva no posibilitó
detectar desniveles en la sensopercepción, pero sí en aspectos
ideativos, curso y contenido del pensamiento, juicio y raciocinio. Cierta
bradipsiquia, ideación paralógica y leves aspectos simplistas de
pensamiento concreto. Sus matices vinculados a prosexia (atención) y
aptitud para concentrarse, evidencian desvíos de la media previsible
para su edad. En cuanto a su perfil mnésico (memoria), no parecería el
propio de una persona de su nivel etario (la presencia de parafasias
sustantivan lo referido). No expone significativamente trastornos
referidos a lucidez de conciencia (incluyendo conciencia de situación, de
aspectos mórbidos y de orientación auto y alopsíquica).
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observa
absoluta normalidad. Sí se detectan rasgos hipobúlicos en lo referido a
deseos y decisiones, como también en lo atinente a lo recreativo y
social; matices propios de un síndrome apato-abúlico.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron notorios rasgos de
un trastorno hipertímico en el polo del displacer (exaltación emocional
de carácter penoso) con manifestaciones visiblemente ansiosas. Señala,
asimismo, la exacerbación de sus miedos que asumen equivalencias
fóbicas.
La falta de asimetrías conceptuales permitió descartar
semiológicamente eventual simulación de enfermedad mental.
Personalidad de base conforme a la exposición discursiva, y a la
evaluación sintomatológica, manifiesta y subjetiva de la examinada, es
la de sustantivar patrones ansiosofóbicos, de depresividad y con
deterioro cognitivo.
En lo que atañe al vínculo con su pareja (la forma de ser de aquel es
alexitímica), en los últimos tres años, el vínculo ha tomado
características de rutina, por lo que la relación se ha empobrecido, y así,
su futuro es poco auspicioso.
Su hija, en cambio, es su mayor apoyo, y la visita de continuo,
empero, curiosamente, es como si ello tampoco le importara mucho;
como si tuviese tendencia a la anhedonia.
Para complementar el examen psiquiátrico legal, ordené un
electroencefalograma con activación intensa, una resonancia magnética
nuclear de cerebro sin gadolineo y una evaluación funcional
neurocognitiva.
Tanto el EEG como la RMN fueron realizadas en ENERI de la Clínica
Sagrada Familia, mientras que la evaluación funcional cognitiva se llevó
a cabo en el Departamento de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
El EEG solo señala “ausencia de signos comiciales”.
La RMN destaca como lo más significativo: “pequeñas imágenes
aisladas subcorticales y periventriculares a nivel frontal, inespecíficas,
de probable origen gliótico. Aracnoidocele selar. Engrosamiento
perimetral de la mucosa de ambos senos maxilares, de probable
naturaleza inflamatoria”.
No se ve isquemia prefrontal, pero la invaginación de la aracnoides
sobre la silla turca requiere la consulta e investigación de un neurólogo.
En cuanto a la evaluación funcional neurocognitiva, presenta
información relevante.
Se sintetiza en un concepto de eventual evolución severa,
“disfunción atencional-ejecutiva”.
La atención o prosexia, como ya se dijo “ut supra”, no es compatible
con los niveles previsibles para su rango etario. Consecuentemente, su
aptitud para concentrarse, o sea, focalizar su atención y mantenerla el
tiempo necesario sobre un algo especial, está asimismo aminorada.
Ello ya de por sí implica un deterioro cognitivo, deterioro incluso
verificado en la última entrevista a la examinada, en que se le
administró un test de Folstein. Y pese a que esta prueba ya se la había
instrumentado en oportunidades anteriores, tuvo no obstante un
desempeño que la incluye en la franja del deterioro.
Obviamente, lo externalizado por la examinada compromete sus
funciones ejecutivas.
Así entonces, se pudo observar un trastorno cognitivo deficitario en
las funciones ejecutivas de la examinada (posibilidad de cambio
sucesivo de estrategias, o sea, lo que el DSM-IV-TR dice: trastornos en la
planificación, organización, secuenciación y abstracción), en el cálculo
(acalculia) y en las praxias constructivas.
Planificación – programa general, atinadamente organizado.
Organización – aptitud para hacer o reformar algo apuntando a un fin
determinado y coordinando los medios.
Secuenciación – aptitud para establecer una serie o sucesión de
casos que guardan entre si cierta relación.
Abstracción – capacidad de separar por medio de una operación
intelectual las cualidades de un objeto para considerarlas aisladamente
o para considerar el mismo objeto en su esencia o noción.
Fue evidente que tuvo cierta dificultad para realizar cálculos
(acalculia). No tuvo falla en las praxias constructivas y en las de tipo
ideatorio (cuando se le requirieron acciones secuenciales para
cumplimentar una orden elemental) y para ejecutar un movimiento
aprendido (apraxias).
Praxia – capacidad para dibujar o construir bi o tridimensionalmente
(formas u objetos).
La evaluación funcional neurocognitiva menciona también que la
examinada padece una depresión severa. Implementando el inventario
de depresión de Beck se llega a esa conclusión (BDI: 36 “depresión
severa”).
Sorprendentemente, nunca se le prescribieron antidepresivos.
El examen psiquiátrico legal detectó tristeza, desaliento,
desesperanza y un acentuado descenso de su autoestima, con las
apariciones periódicas de angustia, ansiedad, pánico, fobias, etc., con
un trasfondo de amnesias, razonamientos paralógicos y desorden
conductual.
Toda constelación sintomática que se mantiene por espacio de más
de un año, tiende a cristalizar en la subjetividad del sujeto. En medicina
legal se estima que dichas manifestaciones se hacen permanentes.
La Sra. M. sufre su florida patología mental desde hace varios años,
por lo que es viable inferir que su cuadro ha asumido características
crónicas y probablemente irreversibles.
La prescripción de venlafaxina, por su acción dual, puede atenuar un
tanto sus padecimientos, y la incorporación a su esquema terapéutico
de memantina y rivastigmina podrá lentificar o detener el deterioro
cognitivo, pero no superarlo, dado que dicho deterioro, en razón del
tiempo de evolución, ya ha coagulado en su psiquismo.
Todo lo expresado precedentemente hace factible que este
profesional indique una licencia para la examinada, considerando que
ella está incluida en lo normado en el listado de “enfermedades
crónicas”, mencionado en el art. 144 del Estatuto del Docente (decreto
reglamentario 688/93). O sea, por “déficit de esfera cognitiva
irreversible”. Dicha licencia debe extenderse taxativamente hasta el 31
de diciembre del corriente año.
Durante el transcurso de 2012 asistiré a la examinada
profesionalmente. Y en enero de 2013 se le ordenará una nueva
evaluación funcional neurocognitiva.
Lo expuesto, configura el cierre de la evaluación psiquiátrico legal de
la Sra. M. C. M.
Informe psiquiátrico legal sobre el Sr. M. A. T.

Quien suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista,


matrícula nacional nro. 38.691, inscripto en la AFIP con CUIT nro. 20-
1111111-8, cuya condición frente al IVA es la de monotributista, con
domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, se presenta ante el asesor médico de la Sra.
M. C. V. (presidente de DHW S.A. [Hipólito Yrigoyen 15231, 3° piso, de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires]) para elevar el pertinente informe
por el que fuera oportunamente convocado.

I. Convocatoria

La presidente de DHW acuerda con quien suscribe la realización, el


día 14/XI/05 a las 18:00 horas, de un examen psiquiátrico jurídico al Sr.
M. A. T., en el consultorio de medicina legal perteneciente a la
Universidad Maimónides (Talcahuano 469, 7° piso, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires), para verificar si la sintomatología que aduce para
justificar sus pedidos de licencia por enfermedad psiquiátrica se ajusta a
una realidad objetiva o no, entregándole posteriormente un informe con
sus correspondientes conclusiones.

II. Cronograma

El profesional encomendado para realizar el examen recibe al sujeto


a evaluar en el citado consultorio, el día y hora consignados, mediante
carta documento del 09/XI/05.
El Sr. T. vino acompañado por su cónyuge, Sra. M. C. R., y por su
médico psiquiatra asistencial, Dr. S. L., mat. nac. nro. 0000, de la planta
profesional del “B. C.”, cuyo director es el Dr. E. K.
No se aceptó que el facultativo mencionado asistiera al examen,
dado que se trataba de una evaluación psiquiátrica desde la óptica
laborativa, y no de una peritación civil, en donde aquel podría
presenciar el examen con carácter de consultor técnico.
Tras una hora y media, aproximadamente, de entrevista con abordaje
semiológico y rastreo de psicodinamismos, pesquisando en forma
concomitante aspectos preexistentes y actuales de personalidad, como
así también devenir fenomenológico e incidencia de eventual
conflictividad laboral en su hipotética vertiente causal o de posible
maximización por etiología concausal (una situación premórbida puede
agravar una contingencia ulterior), el examinado y sus acompañantes
se retiran, consensuando responder a cualquier pregunta adicional que
el examinador pudiese formularle eventualmente por teléfono.

III. Datos de filiación


El examinado tiene 35 años (nació el 5/XII/69), es de nacionalidad
argentina y de estado civil casado.
Se identifica con DNI.

IV. Antecedentes heredo-familiares

Su padre falleció el 22/X/04, a los 85 años, afectado por una


neumonía. Previamente le habían amputado el miembro inferior
izquierdo (aunque el examinado no da detalles al respecto). La
progenitora, de 71 años de edad, vive y es sana desde la óptica
somatofuncional. No tiene hermanos.
Tiene referencias que su padre, durante la adolescencia del mismo,
padeció a lo largo de cinco años de un cuadro depresivo. Su madre
también tiene frecuentes situaciones depresivas por las cuales hace
irregularmente tratamientos psicoterapéuticos, pero es reacia a persistir
en ellos.
Niega antecedentes de etilismo y de drogadependencia entre sus
familiares.

V. Antecedentes personales

Refiere que nació de parto distócico (intervención cesárea), con doble


cordón y bajo índice de oxigenación.
Locuela (habla inicial) y deambulación de presencia y evolución
normales.
Padeció las enfermedades infantiles comunes, las que no tuvieron
complicaciones ni le dejaron secuelas. No obstante, consecuentemente
a su hipoxia neonatal, padeció un cuadro disrítmico, caracterizado por
cefaleas, tratado con Saceryl (la forma pediátrica de un anticomicial que
ha dejado de usarse), medicación que mantuvo hasta la prepubertad, en
que dejaron de administrársela por haber mejorado.
De adulto, solo padeció mononucleosis infecciosa, la que transcurrió
sin consecuencias significativas.
Nunca le efectuaron intervenciones quirúrgicas. Solo sufrió una
pequeña fractura en la última falange del dedo meñique (no recuerda si
el izquierdo o el derecho), cuando en su adolescencia un automóvil, al
dar marcha atrás, atropelló su bicicleta.
Niega haber padecido enfermedades neuropsiquiátricas. Tampoco
admite ingerir bebidas alcohólicas, fumar tabaco o estar aquejado por
alguna drogadependencia.

VI. Estado actual

Refiere experimentar una gran astenia generalizada (cansancio


psicofísico). Trastornos del sueño (dificultades de conciliación) con
“despertares malos” a las 9 o 10 horas de la mañana. Crisis de llanto al
despertar y sin deseos de levantarse. Menciona que le cuesta remontar
la mañana. Durante un tiempo lo afectaron frecuentes ataques de
pánico, aunque admite que ahora se siente algo mejor en ese aspecto

VII. Relato de los hechos causales de su cuadro según el


examinado

Menciona que hasta septiembre/04 no tuvo inconvenientes, pero que


a partir de octubre de ese año comenzó a sufrir trastornos atípicos en
sus miembros inferiores, que no podría definir con precisión. No eran
calambres, ni dolores, ni cosquilleos, aunque experimentaba sacudidas
en estos que lo hacían a veces despertar sobresaltado. Incluso su
esposa le dijo que en ocasiones, estando dormido, la golpeaba con los
pies. Aparentemente, padecía el llamado “síndrome de las piernas
inquietas”. Al mismo tiempo empezaron a afectarlo frecuentes
migrañas.
Para esa misma época fallecieron unos tíos de su cónyuge y también
su padre, tras una penosa agonía. La decisión relativa a la amputación
del miembro inferior izquierdo de su progenitor, acaecida en fecha
anterior, debió ser tomada por el examinado, pues su madre no quiso
expedirse al respecto.
Su depresivo y angustiado estado de ánimo, sus algias migrañosas,
el problema de sus miembros inferiores y la irrupción de perturbadores
mareos, lo llevan a consultar con el Dr. G. O. B, especialista en
otoneurooftalmología, quien –dice– le efectuó una serie de estudios
cerebrales.
Refiere que aquel le comentó que tiene “frontalización” y “focos
irritativos”, y le sugiere no someterse a estímulos audiovisuales
intensos. Lo medica con olanzapina (“Midax”) 5 mgs./día, un
antipsicótico utilizado en esquizofrenia, delirios crónicos diversos, manía
aguda y trastornos bipolares. Y asimismo con topiramato (solo menciona
la monodroga y no el específico comercial, aunque quizás fue medicado
en este caso directamente de esa manera) 50 mgs./día, un
antiepiléptico utilizado como coadyuvante en tratamientos comiciales.
Ambos medicamentos –comenta– lo mejoran sensiblemente.
La indicación de evitar estimulación audiovisual –agrega– lo llevaron
a trabajar pasivamente en su casa durante tres meses (de enero a
marzo/05). Configuraría lo que podría llamarse una etapa de tutela
médica predominantemente neurológica de su patología.

VIII. Entrevista semiestructurada

Comienza abril/05 y el llanto matinal se agudiza en medida tal que su


esposa acude a los servicios de AMSA, y los médicos que lo asisten le
aplican diazepam inyectable (“Valium”). Queda sedado, y una neuróloga
que interviene en su evaluación decide entonces derivarlo al área
psiquiátrica. De esta forma es como llega a ponerse en contacto con el
Dr. E. K.
Dicho profesional lo examinó, y tras su evaluación psiquiátrica, lo
puso bajo la asistencia del Dr. S. L., quien en lo práctico recién empezó
a asistirlo cuando fue internado posteriormente.
Entonces, reaparecieron y se acentuaron los ataques de pánico, lo
envolvía un miedo feroz a todas las cosas, ansiedad y fobias se
entremezclaban, su cabeza “iba a mil por hora”, según refiere
(presumible reverberación de sus contenidos mentales en forma
obsesiva).
Tuvo dos internaciones psiquiátricas en la Clínica Santa Rosana, sita
en el barrio de Almagro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Una
del 3 al 7/IV/05, y la otra, desde el 3 al 6/V/05. Y pudo –aclara– tener
una tercera meses después, que pudo evitarse mediante el tratamiento
psicotrópico.
Sus crisis emocionales eran muy seguidas y por ello los cambios en
su esquema medicamentoso eran constantes. Podría afirmarse –
puntualiza– que le cambiaban sus fármacos cada 15 días.
Le administraron zuclopentinxol (“Clopixol”) en gotas e inyectable, un
antipsicótico, que no le gustaba porque lo hacía sentirse “tonto” (sic).
También le dieron quetiapina (“Seroquel”), otro antipsicótico, que como
el anterior, tiene indicación prevalente en la esquizofrenia aguda y
crónica. Asimismo, le administraron venlafaxina (“Elafax”), un
antidepresivo, y clonazepam (no menciona específico comercial), un
ansiolítico y antiepiléptico; y otros psicotrópicos más, cuyo nombre no
recuerda.
Nunca le efectuaron psicodiagnósticos, y desde hace dos meses
efectúa un tratamiento psicoterapéutico con una psicóloga, la Lic. M. A.
M., con la que tiene sesiones dos veces por semana. Al Dr. L. lo ve una
vez por mes, pero inicialmente también lo veía dos veces por semana.
Prosiguiendo el rastreo de su sintomatología, el rastrillaje no
posibilita detectar ideación suicida, aunque enfatiza en torno a que
quiere concluir con sus problemas. Dado que su esposa trabaja, durante
un período, mientras estuvo solo en su casa, tenía a su lado la presencia
de “acompañantes terapéuticos”. Actualmente, siguen cuidándolo en
esos momentos dos personas, aunque no son profesionales.
En diversas ocasiones tuvo arrebatos de irritabilidad, coincidentes
con períodos de insomnio conciliar. Llamativamente –refiere– mejoró un
tanto ese trastorno cuando le administraron clonidina (no estipula la
denominación comercial, que en esta medicación es solo de
laboratorio). Lo singular radica en que la monodroga mencionada es
solo de acciones antihipertensivas.
Con su esposa mantiene un buen diálogo, aunque experimenta en lo
libidinal una casi completa apatía y anhedonia (incapacidad de disfrutar
de las cosas agradables y de sentir placer).
Respecto de su madre, su vinculación con ella no es buena, pues la
vio eludiendo comprometerse en decisiones durante los momentos
terminales de su padre. Mantiene, en cambio, una aceptable relación
con otros familiares. Con sus vecinos no tiene trato alguno.
No mira televisión, no lee diarios ni ninguna publicación y no escucha
radio. Tampoco suele concurrir a cines o teatros. En parte, por
prescripción médica, y en parte, porque no tiene deseos de hacerlo.
Solo en algunas ocasiones sale al atardecer a caminar un poco con la
esposa. Tiene algunos amigos que ocasionalmente lo visitan.
Le gusta la música, pero no la escucha, pues percibe que le hace mal,
dado que lo pone en contacto con sus aspectos emotivos.
Nunca practicó deportes y, obviamente, actualmente tampoco. Le
aconsejaron hacer natación pero –aclara– no tiene interés en practicarla.
Formula que también le administraron valproato de magnesio
(“Exibral”), otro antiepiléptico y también antirecurrencial (para cuadros
bipolares maníaco depresivos o depresivos recurrentes). Nunca –señala–
le aplicaron terapia electroconvulsiva.
Confiesa que percibe como un “estancamiento” en los resultados del
enfoque curativo que están instrumentando con él. Experimenta al
respecto cierto desaliento y desesperanza.
No tolera estar solo, ello lo amedrenta y lo pone muy mal. Por eso –
dice– necesita siempre estar acompañado.
No teme a la oscuridad, ni a la noche, ni a las alturas, ni viajar en
subterráneo, pero sí teme encontrarse en medio de una muchedumbre
(aspecto característico de la agorafobia).
Tiene gran preocupación por su futuro, al que ve sombrío.
Respecto del abordaje semiológico, pudo advertirse que en lo
prosopográfico su presentación y apariencia es sobria, con gesticulación
adecuada y disposición colaboradora.
Desde la esfera de lo cognitivo, no se pudieron detectar desniveles
en la sensopercepción, aspectos ideativos, curso y contenido del
pensamiento, juicio y raciocinio. Solo en lo que atañe a prosexia
(atención) se lo observa algo distraído, lo que también incide sobre su
concentración (aptitud para focalizar su atención por un tiempo más o
menos extenso en un tema determinado). Por el contrario, pareció
adherirse monotemáticamente a tópicos de su interés con cierta
obsesividad. En lo referente a aspectos mnésicos (memoria), se
autoevalúa como “con lapsus fecuentes” en los que olvida hechos
cotidianos. No se advierten trastornos en cuanto a lucidez de conciencia
(incluyendo conciencia de situación, circunstancia que está viviendo en
ese momento), de aspectos mórbidos (relativos a enfermedad que
puede estar padeciendo) y de orientación auto (de identidad) y
alopsíquica (de espacio y temporalidad).
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de los
parámetros de la acción implícita de carácter cuantitativo, no se
detectan desórdenes, salvo una ligera hipobulia (desean, quieren, pero
no pueden). Tampoco se observan alteraciones cualitativas y/o de
acción explícita, salvo también una discreta compulsividad (generadora
de un estado de angustia, resultante de la oposición de dos fuerzas
contrarias, lo que da margen a las neurosis fóbico-obsesivas). Se
evidenció asimismo moderado aplanamiento en cuanto a deseos y
decisiones vinculados con lo voluntario recreativo y social. Externaliza
además un muy pesimista compromiso con sus expectativas laborales.
Agrega que tiene ganas de sentirse bien, pero que no experimenta
tener energías para lograrlo. Hasta le cuesta concretar pequeñas tareas
(llevar, por ejemplo, la mascota al veterinario para que la bañen).
Por último, en la esfera afectiva, se advirtieron rasgos de un trastorno
hipertímico en el polo del displacer (exaltación emocional de carácter
penoso), con manifestaciones ansiosas y/o depresivas, que quedaron
objetivadas a través de un discurso por momentos vacilante y
tembloroso, aunque sin llegar a la espasmofemia (tartamudeo), pese a
que tuvo instantes verborrágicos (catarata de palabras sin solución de
continuidad).
El profesional, por otra parte, indagó en torno a qué entendía el
examinado por “ataque de pánico”. Hizo entonces referencia a “tener
sensación de falta de aire, sentir miedo, padecer angustia y
taquicardia”. A “angustia” la definió como “sentir dolor en el estómago
y tener accesos de llanto”, y a “taquicardia”, como “una aceleración del
corazón”.
El examinado agregó también otros comentarios: “No sé que hacer a
veces con mi vida”; “me siento disperso”; “hay días en que tengo un
desgano que ni yo soporto”.
En resumen, el examinado expuso un cortejo sintomático compatible
con alguien que ostenta moderadas a severas manifestaciones
neuropsíquicas, emergentes concausalmente de su problemática
existencial (duelo patológico), circunstancia esta que ha dejado en él un
importante grado de impronta, estructurada sobre una patología
neuropsiquiátrica previa, sumando rasgos de personalidad
preexistentes.

IX. Presunción diagnóstica

Desde la entrevista semiestructurada con abordaje semiológico y


rastreo de psicodinamismos, pesquisando en forma concomitante
aspectos preexistentes y actuales de personalidad, como asimismo
devenir fenomenológico e incidencia de eventual tácito conflicto laboral,
con su maximización de la etiología concausal vinculable con la
personalidad de base, y teniendo en cuenta también, la gravitación de
un duelo patológico, puede estimarse que el examinado padece un
“trastorno depresivo mayor recurrente”, conjuntamente con un
“trastorno de ansiedad generalizada” y un “trastorno de angustia con
agorafobia”, compatibles todos con los cuadros tipificados por el
“Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (DSM-IV-
TR) de la Asociación Americana de Psiquiatría (WPA) y los expuestos en
“Trastornos mentales y del comportamiento” (CIE 10) de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), como [296.3] y F33, más [300.02] y F41.1,
más [300.21] y F40.01, respectivamente. Cuadros de ponderación
moderada y de etiología decididamente concausal.

X. Consideraciones psiquiátrico legales

Por todo lo expuesto “ut supra” se estima que el examinado, desde la


óptica psiquiátrico legal y con una relación concausal respecto a las
circunstancias ya referidas, padece manifestaciones neuropsiquiátricas,
resultantes de sus dramáticas circunstancias vitales, eventualidades
que han dejado en él un moderado grado de impronta, estructurada
sobre una patología neuropsíquica previa y subyacente y sobre rasgos
de personalidad preexistentes.
El profesional descartó un eventual trastorno facticio, ya sea a
predominio psicológico, físico o de ambas vertientes, incluso de tipo no
especificado, porque en los trastornos facticios hay una ausencia de
incentivos externos para el comportamiento.
Asimismo, se descartaron, a través de la instrumentación
semiológica, los diversos tipos de simulación (total o verdadera,
sobresimulación, metasimulación, hipersimulación, retrosimulación,
presimulación, postsimulación, disimulación).
El 15/XI/05 se conversó telefónicamente con el Dr. G. O. B., quien
admitió haber efectuado una tomografía eléctrica cerebral el 11/XI/04 al
Sr. T. en su instituto de neurofisiología otooftalmológica. Como
conclusiones, adujo que el paciente portaba “desorganización eléctrica
cerebral con focos irritativos temporales profundos, responsable del
síndrome de piernas inquietas que ostentaba”. Asimismo, detectó
“manifestaciones disfuncionales en el área cerebral 10 de Brodman
(área frontal límbica), con focos de baja frecuencia (lo que suele
observarse en sujetos con bipolaridad y tendencia a la psicosis)”. Del
mismo modo, el doppler extracraneal no reveló datos significativos a
nivel de las arterias supratrocleares, pese al concurso también de
pruebas posturográficas, pero sí lo hizo el mapeo cerebral
(electroencefalograma digital), que expuso “irritación en ambas zonas
temporales, lo que compromete al aporte cognitivo témporoparietal”.
La posturografía o estabilometría estudia el equilibrio postural
durante el movimiento y la bipedestación. Combina pruebas estáticas y
dinámicas.
Quien suscribe estima que los diagnósticos brindados en diversas
constancias por el Dr. L. aminoran la eventual gravedad del cuadro. El
Sr. T. está medicado con antipsicóticos, antiepilépticos, antidepresivos y
ansiolíticos. No se puede dimensionar la magnitud del cuadro, pues está
parcialmente compensado. Su pronóstico es notoriamente reservado.
Incluso las constancias del Dr. B. hablan de una disritmia cerebral
descompensada. Y sus estudios plantean eventual tendencia a la
bipolaridad y a la psicosis, con incluso compromiso cognitivo.
Los cuadros paroxísticos cerebrales no posibilitan que sus portadores
trabajen frente a monitores de computación, que vean televisión o que
se expongan a superficies brillantes o a luces estroboscópicas, como
tampoco a estímulos sonoros y agudos.
Aún cuando dichos pacientes estuviesen perfectamente
compensados con medicación y disponiendo de adecuados protectores
instrumentales, ello no impediría un descenso en su aptitud cognitiva
resultante de estar bajo los efectos de la citada medicación.

XI. Conclusiones
De la evaluación psiquiátrico legal efectuada oportunamente al Sr. M.
A. T., el profesional encomendado extrae las siguientes conclusiones:
El examinado es portador quizás desde su infancia del cuadro
neuropsiquiátrico que actualmente lo aqueja en forma ostensible.
La dramática muerte de su padre contextuada en una penosa agonía,
enfermo terminal al que en un momento tuvo que tomar la decisión de
hacerle efectuar una amputación, operó como detonante para que el
duelo consecuente asumiese características patológicas, duelo entonces
que posibilitó externalizar la patología subyacente que ya vehiculizaba
en forma subclínica su infortunado portador.
Indudablemente, la muerte del progenitor deflagró la constelación
sintomática, pero ello habría igualmente ocurrido quizás en otro
momento evolutivo ante la eventual irrupción de otra noxa (agente
traumático) imprevisible.
Informe psiquiátrico legal sobre el Sr. L. E. G. solicitado por él
mismo al Prof. Dr. René Raúl Ugarte y realizado en su
consultorio particular en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Fecha: 16/6/2014
Horario: 16:00 a 18:00 horas
Evaluación:

I. Preámbulo

Quien suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, matrícula nacional nro.
38,691, médico psiquiatra y legista, doctorado y especialista
universitario en psicología clínica, especialista en medicina del trabajo y
postgraduado en criminología, expone “infra” los considerandos de su
evaluación.

II. Inicio

La persona a examinar se presentó a las 16:00 horas en el


consultorio sito en la calle Avellaneda 135, 1º piso, dpto. “B”, de esta
capital, con absoluta puntualidad.
Se identifica con DNI declarando nacionalidad argentina y estado civil
casado. Nacido el 3/10/55, por lo que actualmente cuenta con 58 años
de edad.
Domiciliado en la calle Mao Tse-tung 1012 de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.

III. Relato inicial

Refiere que a la fecha se encuentra sin trabajar. Fue desvinculado de


Río Orinoco S. R. L. (empresa que fabrica y vende surtidores y
compresores de gas natural comprimido) por decisión de la parte
empleadora hace dos años.

IV. Documentación médica

El interesado no presenta documentación médica relativa a su salud


mental.

V. Perfil clínico

a) Antecedentes heredo-familiares

Refiere que su padre falleció a los 48 años de un paro cardíaco,


aunque había tenido previamente infartos de miocardio con edema
pulmonar. Su madre vive y goza de una salud aceptable, pese a sus 87
años.
Tiene un hermano menor, de 56 años, que vive en Río de Janeiro
desde hace 30 años y que presume que está sano, con el cual su familia
mantiene un diálogo escueto, solo cuando aquel tiene apremios
económicos.
Niega antecedentes neuropsiquiátricos entre sus ascendientes.
Niega, asimismo, entre sus antecesores, la presencia de alcoholismo
crónico y de drogadependencia.

b) Antecedentes personales

Menciona que nació de parto distócico (con fórceps), pero a término.


Con peso corriente. Accedió al habla y a la deambulación sin
particularidades. Controló a edad común los esfínteres. Sufrió, como
enfermedades infantiles, hepatitis A y B, que le dejaron secuelas
hepáticas que no lo invalidan, pero que sí lo obligan a mantener un
tratamiento.
De adulto padeció una angina cardíaca a los 39 años que lo llevó a
estar internado en la Clínica Bazterrica durante una semana. No refiere
haber sufrido intervenciones quirúrgicas, fracturas ósteoarticulares o
accidentes de tránsito.
Se le diagnosticó leucemia mieloide crónica en el año 2004. A la
fecha está medicado con imatinib 400 mg. (“Glivec”), con una posología
de 400 mg./día. Al principio fue tratado con Interferón SC.
Actualmente no fuma, pero sí fumó hasta 1995. Ingiere bebidas
alcohólicas moderadamente (una copa de vino en las comidas). Nunca
dependió de ningún estupefaciente.

VI. Entrevista semiestructurada sobre factores etiológicos,


fenoménicos y psicopatológicos preexistentes, aspectos
evolutivos a partir de inicio del evento mórbido referido, rasgos
previos y posteriores de personalidad, y pesquisando asimismo
síntomas psíquicos actuales con abordaje semiológico y rastreo
de psicodinamismos

Inicialmente hace referencia al “bajón” anímico que generó en él su


despido de la empresa en que se había desempeñado durante 20 años.
Un lugar laboral de configuración familiar al que ayudó a crecer. Vivía su
vínculo con la misma dentro de un encuadre afectivo.
Su despido fue absolutamente legal y prolijo, no obstante lo cual no
pudo evitar la profunda tristeza y desasosiego que lo invadió. Una
sensación de impotencia e incertidumbre. Ser portador de una grave
enfermedad crónica, sentirse un anciano decrépito, pese a tener solo
una madurez etaria, le fue incorporando gradual y progresivamente una
pirotécnica sintomatología de depresión asfixiante y vulnerabilidad.
Dificultades para conciliar el sueño, de creciente intensidad. Dormir
discontinuado, despertares prematuros, y la aparición reiterativa de
ensueños sombríos que, sin asumir el carácter de pesadillas, lo hacían
reiniciar el día con una vivencia penosa de pesimismo y derrota.
Días largos y estériles con un leve alivio vespertino, quizás por la
multiestimulación de la caótica contextualidad social de su entorno,
aunque siempre reprimiendo una pertinaz somnolencia diurna.
Su personalidad, siempre afable y solidaria, se había vuelto huraña y
evitativa, con un repliegue en el intercambio con sus amistades.
Ideas penosas, autoinculpación de todos sus pesares, mirada de su
escena protagónica con una minimización taxativa de su autoestima.
Accesos de llanto en sus momentos de soledad. Buscó evitar de
todas las formas que su cónyuge pesquizase su dramática subjetividad.
Saliendo de los avatares de su compleja mismidad, quien firma
intentó explorar otras vertientes de su mundo pretérito y de su
cotidianidad.
Señala que tuvo una infancia y adolescencia “normales”, con “mucha
exigencia por parte de sus padres en el estudio”. Finalizando su
adolescencia, falleció su padre y debió hacerse cargo de todas las
responsabilidades familiares, dado que su progenitora solo operaba
como “ama de casa”, viviendo de la exigua pensión que le dejó el
marido y del sueldo aportado como empleado bancario por el
examinado.
Estudios cursados: primarios secundarios y universitarios. Se recibió
en 1981 de contador público en la Universidad de Buenos Aires. Fue una
época “muy difícil” para quien se evalúa. Se le hacía muy esforzado
estudiar y trabajar simultáneamente. No le quedaba mucho tiempo para
preparar sus exámenes. Su hermano menor no podía colaborar porque
al no haber en ese momento completado aún sus estudios secundarios,
no lograba conseguir trabajo.
En ese entonces, después de graduado en la universidad, a veces
jugó al fútbol y practicó gimnasia. Ello se disipó después.
Se casó en 1981, es decir, hace 33 años. Tuvo 3 hijos. La mayor, una
nena que trágicamente murió a los 3 años (hoy tendría 32 años) por un
tumor cerebral. Otra hija de 29 años, casada, que tiene su casa. Y un
hijo varón de 27 años, licenciado en diseño gráfico, que vive en su casa
y trabaja con la madre.
Dicho hijo con la progenitora diseñó butacas para niños pequeños
que se ubican en el asiento posterior de los automóviles. Los venden
con mucho éxito a través de Internet.
La muerte de la primera hija determinó que el examinado y su
esposa se marginaran de sus amigos y conocidos. A su cónyuge le
sobrevinieron ataques de pánico, y ello los alejó de cines, teatros e
incluso de reuniones festivas.
Su exilio social se acentuó después del despido. Casi no mira
televisión. No lee revistas ni libros, y diarios únicamente los fines de
semana.
Considera la amistad algo muy importante. Por ello, la gente le es
ahora indiferente. Con sus vecinos solo intercambia saludos cuando los
ve.
No tiene hobbies ni curiosidad por nada, y siente como si hubiera
perdido placer por todo; una verdadera anhedonia que lo distancia del
goce. Su libido descendió en forma total.
En su vida cotidiana, las horas transcurren completamente vacías. Su
esposa y su hijo quieren interesarlo por su negocio de ventas por
Internet, pero no siente voluntad para intentarlo. Un atroz desgano lo
aplasta.
Experimenta como una falta de fuerzas para emprender algo. Una
astenia mental y física que lo agobia y que lo hace sentirse
desmoronado.
Por otra parte, se siente responsable de la situación de vulnerabilidad
en que ha puesto a su familia, especialmente a su cónyuge.
Nunca vivió en un lugar estable. En sus 33 años de matrimonio se
mudó siete veces. Es como si hubiese ido buscando con su gente un
continuo anonimato.
Prosopográficamente, el examinado impresionó como un hombre de
edad madura, vestido adecuadamente y con sobriedad. Gestualidad
moderada y disposición colaboradora.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva no permitió
detectar desniveles en la sensopercepción, aspectos ideativos, curso y
contenido del pensamiento, juicio y raciocinio, aunque se notó cierta
bradipsiquia (lentitud ideativa). Sus aspectos vinculados a prosexia
(atención) y aptitud para concentrarse evidenciaron estar por debajo de
los parámetros corrientes para su rango etario. En cuanto a su perfil
mnésico (memoria), está algo restringido en cuanto al propio de una
persona de su adultez. No expone trastornos referidos a lucidez de
conciencia (incluyendo conciencia de situación, de aspectos mórbidos y
de orientación auto y alopsíquica témporo-espacial).
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observa
absoluta normalidad. Pero se advierte, desde la óptica cualitativa, cierta
apatía y abulia en lo que concierne a futuridad. Casi como una
resignación anticipada, pero como si lo disruptivo estuviera contenido, y
exponiendo, asimismo, un enlentecimiento psicomotor como un freno
subyacente.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron acentuados rasgos
de un trastorno hipertímico en el polo del displacer (hipertrofia
emocional de carácter penoso), de connotaciones ansiosas y depresivas.
Estas últimas, excediendo el límite de lo reactivo. Pese a ello mantiene
el nivel óptimo de sus afectos y vivencia los sentimientos de los otros
hacia él.
En resumen, el examinado expone matices sintomatológicos
vinculados a su personalidad y vertientes concausales en lo
etiopatogénico.
Cabe consignar algunas aclaraciones necesarias.
Se considera mayoritariamente que el abordaje semiológico es la
mejor manera de evitar el fraguado de síntomas y la fabulación de
instancias mórbidas.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción
diagnóstica. El perito debe basarse para emitir su diagnóstico en el
abordaje clínico integral y en la confrontación de los puntos críticos de
la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Es necesario exponer la opinión del experto sobre los
psicodiagnósticos. Se los prescribe solo por rutina, pero dándoles un
carácter referente y no vinculante.
Así por ejemplo, el eminente catedrático de la Universidad
Complutense de Madrid, Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, de
renombre universal, en sus “Fundamentos de la psiquiatría actual” (4ª
ed., Paz Montalvo, Madrid, 1979, tomo I, pág. 170) dice: “Si cotejamos el
valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los
clínicos llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el
enfermo mental representa la tónica exploratoria más segura y
completa, cuyo material debe elaborarse después adecuadamente con
el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. A ello agregando luego:
“A los tests en la clínica psiquiátrica les corresponde la posición
jerárquica de pruebas exploratorias complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M.
Palem y otros, entre los más destacados autores de la psiquiatría
europea, y asimismo, ya en el año 2002, el Prof. Dr. Joaquín Santo
Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de Madrid, y en el
2005 el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de
Medicina de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA), sostienen
asimismo la preeminencia fundamental de la clínica, postura masiva de
la psiquiatría occidental desde 1990.
Un neurólogo de valía no se basa en un simple electroencefalograma
para diagnosticar un trastorno netamente comicial (epiléptico). Se
fundamenta básicamente en su minucioso rastrillaje neurosemiológico.
No es posible someterse a la subjetividad que impera en las
interpretaciones psicodiagnósticas. Debe primar el rigor científico. Un
sujeto emitirá respuestas diferentes si la batería psicodiagnóstica se
administra estando el mismo en ayunas, hambriento, con exiguo
descanso previo o en plena digestión de una suculenta comida. Y si el
examen lo toman dos o más profesionales, sus informes pueden diferir
entre sí.
Se estimó necesario hacer conocer estas consideraciones.
Visiblemente, el Sr. G. es portador de un severo trastorno del estado
de ánimo. Podría inferirse de que lo afecta un episodio depresivo mayor,
que se inició como una distimia emergente de la lamentable
circunstancia de ver truncada su trayectoria laboral.
Luchó para que la empresa creciera y se consolidara como líder en el
mercado local y luego puso todo su empeño para que se expandiera a
nivel internacional. Su desvinculación lo hizo sentirse como herido
visceralmente.
Desde 1974 hasta 1993 trabajó durante 19 años en 4 empresas:
Banco H, Banco Argentino, Ek S. A. y Grupo Arslanián. Finalmente recaló
en Río Orinoco S. R. L. donde prestó servicios a lo largo de 20 años
hasta la fecha de su despido en 2012. Es decir, en sus 39 años de
trabajo, más de la mitad los brindó a su última empleadora. Y con ella
fue con la que estableció el mayor vínculo afectivo.
Siempre fue eficiente en su prestación laboral. Puntual y con un
ausentismo exiguo. Faltó solamente por exámenes universitarios, por
alguna que otra enfermedad inculpable, o cuando debía hacerse
estudios por su patología leucémica.
Siempre creyó que los trastornos emocionales que desde su despido
lo afectan eran consecuentes al padecimiento de su leucemia mieloide
crónica. Nunca pensó que los síntomas que le habían aparecido podían
tener origen en la esfera de su psiquismo.
Pero su esposa y su hijo lo indujeron a consultar en forma
especializada al respecto. Y así fue como, por recomendaciones
recibidas, consultó con una distinguida profesional, la licenciada en
psicología S. H., quien, tras tomar conocimiento de la patología del Sr.
G., estimó que el cuadro sustantivado por aquel era más compatible que
lo asumiera un profesional médico especialista en psiquiatría y medicina
legal. Y de esta forma el citado consultante llegó a la evaluación
programada con quien suscribe.
La patología que aqueja al examinado nunca ha sido tratada, y puede
inferirse que la importante sintomatología que vehiculiza ya ha
cristalizado en su esfera psíquica. Dicho desarrollo depresivo
objetivamente ya ha dejado improntas de incapacidad en el psiquismo
del examinado. Considerando que se trata de un “trastorno depresivo
mayor – episodio único”, tipificado por el CIE 10 F32.x, y por el DSM-IV-
TR (296.2x), dichas huellas pueden estimarse en un 35 % de la total
obrera (conforme al “Baremo general para el fuero civil” de Altube y
Rinaldi), estimando la etiología en un 25 % por el despido y en un 10 %
por la personalidad de base y los factores fenoménicos preexistentes y
sobrevinientes.
Naturalmente, un tratamiento adecuado minimizará un tanto el
padecimiento del examinado, pero el cambio en su subjetividad
perdurará para siempre. Lo que ha coagulado supera ampliamente las
manifestaciones de un duelo patológico.
Y al respecto se hace referencia a la concepción sobre daño biológico
de la brillante jurista, actual integrante de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, Dra. Elena Highton de Nolasco, quien la tomó de la
doctrina italiana.
Al respecto, afirma que dicho daño es la incompletividad o diferencia
del organismo humano, es lo que pesa, refiriéndose a un eventual
estado anterior a un infortunio hipotético. La totalidad física ha sido
violada.
Desde que es daño lo que altera la integridad física, por más que la
curación y la readaptación sea más o menos completa, no podrá
devolverse al organismo alterado la situación de incolumidad anterior al
posible siniestro, constituyendo ello el perjuicio reparable.
El suscripto articuló la magnífica elucubración sobre daño en la
esfera física sobre daño en la esfera mental.
El psiquismo del examinado ha sido vulnerado y quizás mediante un
tratamiento compatible pueda superarse en parte la vivencia del
padecimiento que se sufre, pero siempre quedará la impronta del daño
sufrido. Su psiquismo ya no es el mismo, es algo distinto o talvez
diferente.

VII. Conclusiones

El Sr. L. E. G. es, a la fecha, el desafortunado portador de una grave


patología con dos vertientes. Una, biológica: su leucemia mieloide
crónica; y la otra, psíquica: su trastorno depresivo mayor, “aggiornado”
también con matices de cronicidad.
Informe de A. M. F. referente a las conclusiones sobre su
evaluación psiquiátrico legal con carácter de interconsulta,
solicitada por ella misma al Prof. Dr. René Raúl Ugarte en su
consultorio particular en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Fecha: 5/6/2014
Horario: 16:00 a 18:00 horas
Modalidad de examen

I. Preámbulo

Quien suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, matrícula nacional nro.
38,691, médico psiquiatra y legista, doctorado y especialista
universitario en psicología clínica, especialista en medicina del trabajo y
postgraduado en criminología, ex prof. de psiquiatría forense y de
antropología a nivel de postgrado en la Universidad de Buenos Aires,
presidente del Capítulo de Salud Mental y Ley de la Asociación
Argentina de Salud Mental (AASM – dependiente de la World Federation
for Mental Health [WFMH]), y ex cosecretario de la Sección Neurociencia
del Cono Sur en la Asociación Psiquiátrica de la América Latina (APAL),
expone “infra” los considerandos de su evaluación.

II. Inicio

La persona a examinar se presentó a las 16:00 horas, en el


consultorio sito en la calle Avellaneda 135, 1º piso, dpto. “B”, de esta
capital, con absoluta puntualidad
Se identifica con DNI, declarando nacionalidad argentina y estado
civil soltera. Nacida el 8/9/59, por lo que actualmente cuenta con 54
años de edad.
Domiciliada en la calle Leticia 749, 1º piso, dpto. “c” de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.

III. Relato inicial

Refiere que a la fecha se encuentra en licencia laboral de causa


médica. Dice trabajar en el Banco de la Provincia de La Pampa, sucursal
sita en Bacacay y Nazca de esta ciudad, en la que presta servicios como
ayudante de firma.
Menciona que el facultativo médico laboral de la institución le niega
el alta médica, impidiendo así su reincorporación al trabajo. Argumenta
que está polimedicada y que además solicita reducción de la jornada
laborativa.
Señala que en este último mes mejoró muchísimo y que por ello su
médico asistencial redujo su ingesta de psicotrópicos, y que además
tampoco considera necesaria su reducción horaria, y al respecto exhibe
una serie de constancias secuencialmente ordenadas.
Agrega que el Banco de La Pampa fue su primero y único trabajo, y
que nunca tuvo llamadas de atención, ni sumarios ni apercibimientos.
Ingresó al mismo en octubre de 1979. En agosto de 1980 la
trasladaron a la sucursal La Plata. En 1998 pasó a la casa central. No
recuerda el año en que la pasaron a la sucursal Plaza de Mayo. Recuerda
que años después la enviaron a la sucursal Abasto y que finalmente
recaló en Flores.
Admite haber tenido ausencias episódicas por enfermedades
corrientes y licencias más largas por trastornos depresivos y de
ansiedad.
No fue una persona conflictiva salvo esporádicos desencuentros
administrativos o gremiales.

IV. Documentación médica

La interesada presenta un control de tratamiento y tres constancias


médicas.
El control de tratamiento expone “trastorno de ansiedad
generalizada“, y “trastorno del estado de ánimo crónico recidivante”.
Fechado el 5/5/04 y firmado por el Dr. M. A. C., médico psiquiatra,
matrícula nacional nro. 81.
La primera constancia repite los mismos diagnósticos y está fechada
el 26/3/14. La firma la Dra. A. M. F., especialista en psiquiatría y
matrícula nacional nro. 90.
La segunda constancia insiste con los mismos diagnósticos y está
fechada el 5/5/14. La firma el Dr. C, quien ya había contestado en su
momento el control de tratamiento.
En estos tres primeros documentos se usa el vocablo “crónico”, no
presente en las tipificaciones expuestas: ni en el CIE 10 de la OMS ni en
el DSM-IV-TR de la WPA.
Recién en su última constancia, el Dr. C. plantea la remisión total de
ambos cuadros, refiriéndose en forma correcta al TAG, aunque hablando
en forma inespecífica del desorden depresivo, aunque bien codificado
conforme al DSM-IV-TR.
Ya no se plantea reducción horaria ni marginación del público. Es un
alta laboral que no posibilita objeciones científicas ni legales.

V. Perfil clínico

a) Antecedentes heredo-familiares

Refiere que sus progenitores no están vivos. Su padre falleció a los 77


años, a causa de un “cáncer en aparato digestivo”. Su madre, tras
padecer un accidente de tránsito que le produjo múltiples lesiones,
murió prematuramente a los 27 años.
Sus hermanos por parte de padre gozan de buena salud, pues su
progenitor, después de ocho años de viudez, volvió a casarse en 1970.
Niega antecedentes neuropsiquiátricos entre sus ascendientes, pero
admite que su progenitor padecía depresiones, como también que un tío
materno sufrió esquizofrenia
Niega asimismo, entre sus antecesores, la presencia de alcoholismo
crónico y de drogodependencia.

b) Antecedentes personales

Menciona que nació de parto eutócico (normal), a término, con peso


corriente. Accedió al habla y a la deambulación sin particularidades.
Controló a edad común los esfínteres. Sufrió, como enfermedad infantil,
la rubéola, sin complicaciones ni secuelas.
Accidente automovilístico a los 2 años y 6 meses sin mayores
consecuencias.
Amigdalectomizada a los 5 años.
Menarca a los 12 años. Sin enfermedades infecto-contagiosas
importantes de adulta.
No tuvo abortos espontáneos ni inducidos.
Fractura ósea al caminar en el pie izquierdo, de la que se recuperó
perfectamente.
Menopausia a los 49 años, con la sintomatología climatérica
corriente.
Fuma unos pocos cigarrillos diarios, no ingiere bebidas alcohólicas ni
tampoco nunca dependió de ningún estupefaciente.

VI. Entrevista semiestructurada sobre factores etiológicos,


fenoménicos y psicopatológicos preexistentes, aspectos
evolutivos a partir de inicio del evento mórbido referido, rasgos
previos y posteriores de personalidad, y pesquisando asimismo
síntomas psíquicos actuales con abordaje semiológico y rastreo
de psicodinamismos

Aporta que vivió con sus padres biológicos hasta los dos años y
medio. Luego fue llevada a vivir con sus abuelos maternos. En 1965
falleció el abuelo, y quedó entonces con la abuela hasta 1998. Desde
esa fecha pasó a vivir sola por su traslado bancario desde La Plata a
Buenos Aires.
Comenta que presenció sola la muerte por un infarto masivo de
miocardio desencadenado en su abuelo materno. Así quedó con su
abuela y un hijo de aquella (su tío esquizofrénico). Dicha abuela nunca
pudo elaborar el duelo por la muerte de su hija (su madre biológica).
Tuvo una infancia y adolescencia con buenos y malos momentos. Su
padre tenía una difícil relación vincular con su abuela materna.
No obstante, hubo paseos, salidas y veraneos en familia (la por aquel
entonces su pequeña familia).
Hubo buenos tratos y se generaron amistades familiares.
Estudios cursados: primarios secundarios y terciarios. Hizo la
tecnicatura superior en comunicación psicofísica. También incursionó en
magisterio, psicología clínica y psicología social. Pero todas estas
carreras quedaron incompletas.
En cuanto a su recreación, mira televisión, va a cines y teatros, lee
revistas o eventualmente libros. Tiene pocos amigos pero leales, a los
que visita y la visitan. Su vida social se extiende a sus vecinos, con los
que mantiene un buen diálogo.
No tiene hobbies. Tampoco practica deportes.
Rastreando en torno a su vida afectiva como mujer, se encuentra lo
siguiente.
Su primer novio lo tuvo de los 17 a los 24 años. Mantuvo otra relación
desde los 25 a los 28 años. Desde los 29 a los 31 sostuvo una
convivencia, pero decidió romperla porque su pareja era un alcohólico
empedernido. Él buscaba superar su adicción y ella lo ayudaba todo lo
que podía, hasta que no pudo más. Tras varios años de soledad volvió a
relacionarse con un señor casado. Esto duró de sus 40 a sus 45 años.
Actualmente, desde hace unos años, se vincula escuetamente con una
pareja fugaz cada 15 días.
En su vida cotidiana, refiere que se levanta a hora prudente, toma
mate, desayuna, toma su medicación, arregla su cuarto mientras
escucha el noticiero radial, sale a hacer sus compras, luego almuerza, a
veces duerme una pequeña siesta, revisa su correo electrónico, también
el contestador de su teléfono, vuelve a tomar mate, escucha música y
baila sola. Al llegar la noche ingiere su comida nocturna, habla por
teléfono con sus amistades y con alguna de ellas, a veces sale a dar una
vuelta.
Dice luego que actualmente su humor es estable, puede tener
circunstancialmente algún ligero “bajón”, pero vuelve a “su eje
rápidamente”.
Ahora duerme con más facilidad. Antes demoraba un tiempo en
conciliar el sueño.
“De vez en cuando” –acota– va a la oficina a visitar sus compañeros
de trabajo y compartir al mismo tiempo unos mates con ellos.
Dice sentirse tranquila; en ocasiones, un poco ansiosa por lo que
“está atravesando en lo laboral”, y –agrega– “si no me reintegran, me
cortan el sueldo, que es mi único ingreso, y esto me preocupa”.
Prosopográficamente, la examinada impresionó como una mujer
agradable, de edad media y vestida con informalidad, pero sobriamente.
Gestualidad moderada y disposición colaboradora.
En lo semiológico, el examen de la esfera cognitiva no permitió
detectar desniveles en la sensopercepción, aspectos ideativos, curso y
contenido del pensamiento, juicio y raciocinio. Sus aspectos vinculados
a prosexia (atención) y aptitud para concentrarse evidenciaron estar
dentro de los parámetros corrientes para su rango etario (“puedo
mantener la atención en algo mientras no me genere aburrimiento”). En
cuanto a su perfil mnésico (memoria), no está restringido en cuanto al
propio de una persona de su adultez. Sus pequeñas dudas en algunas
fechas son consecuentes a los psicotrópicos que le administraban en
esos momentos. No expone tampoco trastornos referidos a lucidez de
conciencia (incluyendo conciencia de situación, de aspectos mórbidos y
de orientación auto y alopsíquica [témporo-espacial]).
En la esfera de la actividad vinculada a lo volitivo, dentro de las
alteraciones de la acción implícita de carácter cuantitativo, se observa
absoluta normalidad. Hay real compromiso en lo que atañe a estrategias
de futuridad. Tiene voluntad para el trabajo. Es muy activa en su
subjetividad. Puntualiza: “tengo muchas ganas de trabajar, sé que me
haría muy bien, porque necesito ocuparme de lo que sé”.
Por último, en la esfera afectiva, se pesquisaron moderados rasgos
de un trastorno hipertímico en el polo del displacer (hipertrofia
emocional de carácter penoso), de connotaciones ansiosas. Mantiene el
nivel óptimo de sus afectos y vivencia los sentimientos de los otros
hacia ella. Es decir, su capacidad afectiva se mantiene inalterable.
Señala con énfasis: “siento que hay gente que me quiere, me ven muy
humana, me aceptan tal como soy y me respetan”.
“Mi padre” –dice finalmente— “estuvo bastante ausente en mi vida”.
En resumen, la examinada expone matices sintomatológicos
vinculados a su personalidad y vertientes concausales en lo
etiopatogénico.
No debe olvidarse que la examinada aprobó un examen
preocupacional, en los que es habitual consignar un perfil clínico médico
laboral y una evaluación psicotécnica.
Del mismo modo, cuando hay licencias vinculadas con el psiquismo,
es corriente que las empresas soliciten el auxilio que les representa la
administración de los llamados psicodiagnósticos.
Cabe consignar algunas aclaraciones necesarias.
Se considera mayoritariamente que el abordaje semiológico es la
mejor manera de evitar el fraguado de síntomas y la fabulación de
instancias mórbidas.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción
diagnóstica. El perito debe basarse, para emitir su diagnóstico, en el
abordaje clínico integral y en la confrontación de los puntos críticos de
la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Es necesario exponer la opinión del experto sobre los
psicodiagnósticos. Se los prescribe solo por rutina, pero dándoles un
carácter referente y no vinculante.
Así por ejemplo, el eminente catedrático de la Universidad
Complutense de Madrid, Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, de
renombre universal, en sus “Fundamentos de la psiquiatría actual” (4ª
ed., Paz Montalvo, Madrid, 1979, tomo I, pág. 170) dice: “Si cotejamos el
valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los
clínicos llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el
enfermo mental representa la tónica exploratoria más segura y
completa, cuyo material debe elaborarse después adecuadamente con
el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. A ello agregando luego:
“A los tests en la clínica psiquiátrica les corresponde la posición
jerárquica de pruebas exploratorias complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M.
Palem y otros, entre los más destacados autores de la psiquiatría
europea, y asimismo, ya en el año 2002, el Prof. Dr. Joaquín Santo
Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de Madrid, y en el
2005 el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de
Medicina de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA), sostienen
asimismo la preeminencia fundamental de la clínica, postura masiva de
la psiquiatría occidental desde 1990.
Un neurólogo de valía no se basa en un simple electroencefalograma
para diagnosticar un trastorno netamente comicial (epiléptico). Se
fundamenta básicamente en su minucioso rastrillaje neurosemiológico.
No es posible someterse a la subjetividad que impera en las
interpretaciones psicodiagnósticas. Debe primar el rigor científico. Un
sujeto emitirá respuestas diferentes si la batería psicodiagnóstica se
administra estando el mismo en ayunas, hambriento, con exiguo
descanso previo o en plena digestión de una suculenta comida. Y si el
examen lo toman dos o más profesionales, sus informes pueden diferir
entre sí.
Se estimó necesario hacer conocer estas consideraciones.
Una personalidad algo ansiosa, proclive por su historia personal en
alguna circunstancia a salidas distímicas, o sea, a las antiguamente
llamadas manifestaciones de depresividad reactiva. Pero al momento de
esta evaluación se encuentra perfectamente eutímica.
Su medicación no obstaculiza su desempeño óptimo. Y no debe ser
diferente de la que se autoadministran un alto porcentaje de agentes
públicos y privados de todas las jerarquías en el desempeño de sus
funciones.
La subjetividad de la examinada vehiculiza los altibajos de su
existencia. Y nadie está exento, a menos que sea una personalidad
disocial, a excluirse de la gravitación endogámica y cultural.

VII. Conclusiones

La Srta. A. M. F. se encuentra, a la fecha, en condiciones de retomar


su prestación laborativa en el Banco de la Provincia de La Pampa, en su
horario corriente y en las tareas que le conciernen habitualmente.
Breve informe adicional

El 13 del corriente entrevisté en mi consultorio durante una hora y


media al Sr. C. C. C., DNI nro. 99.999.999, de nacionalidad paraguaya y
estado civil de convivencia en concubinato.
El mencionado presta servicios en el Casino sito en Ciudad Madero.
Actualmente, su situación laboral es de “reserva de puesto”, por haber
concluido el plazo de un año de licencia médica.
Mi misión fue avalar, desde la óptica psiquiátrico legal, el diagnóstico
y tratamientos prescriptos por el distinguido docente del Dpto. de Salud
Mental de la Universidad de Buenos Aires, Dr. Roberto Sivak, al paciente
mencionado “ut supra”. Como así también lo aportado por la conocida
Lic. en psicología, Susana S. Holand, Especializada en el área forense
y/o jurídica, revisar los demás elementos que me acercara el comitente,
y verificar lo puntual con mi propio abordaje profesional.
Indudablemente, el Sr. C. padece un trastorno depresivo y ansioso,
de grado moderado a severo, e indicadores de un desorden por estrés
postraumático, asociado a estresores laborales.
El término estrés fue acuñado por el fisiólogo austríaco canadiense
Hans Selye en el año 1926, quien lo presentó en el año 1950 en su
trabajo “Síndrome general de adaptación”. Hacía referencia al ajuste
psiconeuroendocrinológico del sujeto frente a la pléyade de estímulos
de su entorno. Surge espontánea y naturalmente por el simple hecho de
vivir lo que se vive. Pero gradualmente se fueron diferenciando dos tipos
de estrés: el llamado estrés positivo o eustrés, y el definido como estrés
negativo o distrés. El llamado “distrés laboral” está calificado por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) como epidemia mundial y se lo
considera como un trastorno adaptativo crónico.
Los denominados “estresores laborales” son los que transformaron el
estrés laborativo normal de quien trabaja, en un distrés patológico,
sustantivando el enraizamiento de un trastorno por estrés
postraumático.
Es muy común que las aseguradoras de riesgos de trabajo (ART)
impugnen todo aquello que pueda merecer el calificativo de
“enfermedad-accidente”, si la patología que se procura incluir no se
encuentra reconocida en sus vetustos fundamentos normativos, y por
más que sostenga lo pretendido toda la nosografía y jurisprudencia
internacional.
Así, respecto al baremo del decreto 659/96, reglamentario de la ley
23.557, puede informarse que el cuadro que afecta al Sr. C. abarca
diversos ítems de dicho baremo. Hay un desarrollo vivencial anormal
neurótico con manifestaciones depresivas, fóbicas obsesivas y
psicosomáticas, acompañadas de gran ansiedad. Manifestaciones de
grado IV. Todas esas expresiones mórbidas configuran el llamado “estrés
laboral crónico”, aunque el mencionado listado no tipifique así tal
asociación patológica.
El baremo de referencia es un instrumento anticuado, que peca por
defecto, así como antes el baremo de la Dirección de Reconocimientos
Médicos pecaba por exceso. El baremo de las ART vehiculiza diversos
errores. Llama “reacción” a lo que es un “desarrollo”. Se olvida de Karl
Jaspers. Al “trastorno por estrés postraumático” le da una evolución de
3 a 6 meses sin secuelas. Parece ignorar que a 27 años de la Guerra de
Malvinas todavía hay veteranos que padecen ese desorden y por el que
muchos se han suicidado. Y que lo mismo ocurrió con los ex
combatientes de Vietnam.
Las patologías del paciente son permanentes (y no le interesa lucrar
con ellas a través de una eventual incapacidad dictaminada), aunque
las mismas serían vistas como “accidente de trabajo” o “accidente
laboral” por los tribunales superiores de justicia del País Vasco, por los
de Castilla y León y por los de Cataluña.
El hecho que quien suscribe haga una referencia internacional, no
invalida la referencia. La eminente Dra. Elena Highton de Nolasco, que
honra con su presencia la Corte Suprema Nacional, introdujo en la
jurisprudencia argentina el concepto de “daño biológico”, al que tomó
de la jurisprudencia italiana. Todo esto lleva al responsable de la
presente, a afirmar que en Argentina también hay jurisprudencia
respecto al estrés laboral prolongado.
Vaya como ejemplo la causa radicada en San Carlos de Bariloche, en
la que la Cámara Laboral, a través de sus magistrados, los Dres. Juan
Lagomarsino, Ariel Asuad y Carlos María Salaberry, falla a favor de la
Lic. en psicología Alicia Maldonado en su “litis” contra la Obra Social
Provincial Horizonte por “estrés laboral”, revocando la decisión de la
Comisión Médica n° 9, y ordenando en la sentencia que la ART cubra
todas las prestaciones requeridas por el cuadro de la damnificada.
El Dr. Víctor Hugo Álvarez Chávez, en su texto “Mobbing, estrés y
acoso en el ámbito del trabajo” (Ed. García Alonso, Buenos Aires, 2009),
hace referencia a jurisprudencia nacional favorable al “estrés laboral”,
que para operar como distrés, tiene que ser prolongado. Abarca la
referencia desde las páginas 191 a 199. En el mismo volumen, quien
suscribe, es autor de los capítulos sobre mobbing y sus aspectos médico
legales y pericia psiquiátrica.
Creo que con lo expuesto precedentemente queda suficientemente
aclarado que el Sr. C. padece de una enfermedad –accidente, patología
que no vehiculizaba al ser declarado apto en su examen preocupacional.
El Sr. C. solo aspira a recuperarse en forma aceptable, tener su alta
médica y poder retomar su prestación de servicios.

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