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DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES
1
CARRARA, Programa, §§ 3355 a 3361.
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DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD
1
QUINTANO RIPOLLES, ANTONIO, La falsedad documental, Reus, Madrid, 1952,
p. 78.
2
MAGGIORE, op. cit., 111, pp. 508 y 509, nota 3.
3 COUSIÑO, LUIS, La falsificación de instrnmento privado, Santiago, 1954, p. 11.
4 LABATUT, op. cit., 11, p. 84.
s ANTON y RODRIGUEZ, op. cit., 11, p. 135.
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DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD
Sección Primera
FALSIFICACION DE MONEDA,
VALORES Y SIGNOS DE AUTENTIFICACION
Comprende esta sección los delitos del párrafo 1 ("De la moneda fal-
sa"), del párrafo 2 ("De la falsificación de documentos de crédito del
Estado, de las Municipalidades, de los establecimientos públicos, socie-
dades anónimas o Bancos de emisión legalmente autorizados") y del
párrafo 3 ("De la falsificación de sellos, punzones, matrices, marcas, pa-
pel sellado, timbres, estampillas, etc.").
FALSIFICACIÓN DE MONEDA
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cación en sentido lato, ya que como observa LABATIIT1 "se está atribu-
yendo origen estatal a piezas monetarias que en realidad no lo tienen".
La autenticidad deriva tanto de la sustancia intrínseca como del origen
auténtico. Eso sí que no hay aquí perjuicio económico para quien even-
tualmente reciba tales especies monetarias.
b) La del inciso segundo, que consiste en fabricar moneda de peso
o ley inferiores a los legales. No habló aquí la ley de la materia, pero
ello está implícito en la voz "ley", que no designa sino la relación o
proporción entre el metal fino y la liga, que conjuntamente constituyen
la materialidad de la moneda. La penalidad es mayor en este caso, puesto
que además de lesionarse la fe pública se atenta contra el patrimonio
de quien recibe una moneda de valor intrínseco inferior al verdadero.
No hay requisitos especiales en cuanto al sujeto activo. No hay su-
jeto pasivo (aunque alguien reciba efectivamente la moneda, perjudi-
cándose). Es importante, sí, hacer notar la exigencia de un elemento
típico implícito. En los delitos de falsificación, la doctrina distingue dos
variedades: la imitatio veri o imitación de lo verdadero, y la mutatio
veri o alteración de lo verdadero. Aquí nos encontramos frente a la pri-
mera variedad de comisión: se imita lo verdadero. Y la fabricación re-
quiere además un elemento de carácter objetivo: el éxito artístico, esto
es, que el producto resultante realmente imite al verdadero en forma
que pueda pasar por éste. Esto es lo que CARRARA llama la expendibi-
lidad,2 cuya concurrencia debe apreciarse prácticamente en cada caso.
Se trata de la idoneidad o aptitud para engañar. Es posible que la mo-
neda haya sido efectivamente recibida por alguien, y que sin embargo
no sea expendible (v. gr., la ha recibido un ciego, o se ha entregado
dentro de una bolsa cerrada). Si la moneda falsa no es expendible, no
se comete este delito. Así lo señala el Art. 171: "Si la falsificación o cer-
cenamiento fueren tan ostensibles que cualquiera pueda notarlos y co-
nocerlos a la simple vista, los que fabricaren ... la moneda así falsificada ...
se reputarán reos de engaño y serán castigados por este delito con las
penas que se establecen en el párrafo respectivo". Por "cualquiera" debe
entenderse, naturalmente, una persona adulta normal de escasa cultura
que esté en condiciones de apreciar por sus sentidos la apariencia de
la moneda. La referencia al "engaño" alude, según en su oportunidad
se señaló, al delito del Art. 473 ("otros engaños"). Este requisito de la
expendibilidad o idoneidad es común para todas las figuras del párra-
fo. Además de su situación sistemática, al término del párrafo, el texto
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del Art. 171 se refiere a los que fabricaren, cercenaren, expendieren, in-
trodujeren o circularen la moneda falsificada o cercenada, con lo que
cubre todas las hipótesis del delito.
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Más aún, la referencia de la penalidad nos indica que este delito se co-
mete sólo por quienes no son los autores de la falsificación o cercena-
miento, porque si la realizan estos mismos, para ellos es sólo una
conducta de agotamiento de su delito anterior, no punible independien-
temente de éste (principio de consunción).
La conducta misma consiste en obrar de acuerdo con los falsifica-
dores para: 1) Emitir la moneda falsa; es ponerla en circulación como
verdadera, aunque no haya sido precisamente aceptada por alguien en
particular (v. gr., echándola en una alcancía pública, como indica so-
LER),1 o 2) Introducirla en la República, lo que supone que la moneda
se ha fabricado en el exterior. Debe recordarse que estos delitos caen
siempre bajo el imperio de la ley penal chilena, aunque se cometan en
el extranjero, en virtud del principio real o de defensa, consagrado le-
gislativamente en el Art. 6° N° 5° del Código Orgánico de Tribunales. La
introducción en la República sólo exige la entrada material de la mone-
da falsa, y no requiere su efectiva emisión o expendición. Eso sí que,
tratándose de una figura con pluralidad de hipótesis equivalentes, no
debe pensarse en ver reiteración de delitos en la conducta que consiste
en introducir primero la moneda y luego emitirla.
LABATUT2 opina que, como la ley se refiere aquí a la moneda "falsi-
ficada o cercenada", ha dejado fuera a la moneda "fabricada", y que la
punibilidad de estas conductas con relación a dicha moneda debería
sancionarse de conformidad al Art. 15 N° 1°. Discrepamos de ambas afir-
maciones. De la última, en virtud de las consideraciones más arriba ex-
puestas, por las cuales estimamos que aquí no hay coautoría de
falsificación, sino una conducta autónoma. De la primera, porque la
moneda "fabricada" también es moneda "falsificada" en sentido amplio,
según se desprende con claridad del epígrafe del párrafo ("De la mo-
neda falsa") y del Art. 171, que se refiere a los que "fabricaren, cercena-
ren, etc." la moneda así "falsificada o cercenada". De modo que el
Art. 167, al mencionar la moneda "falsificada", comprende también la
"fabricada" indebidamente.
b) Circulación maliciosa sin concierto. Se refiere a esta conduc-
ta el Art. 168, que la sanciona con pena inferior al caso precedente. La
conducta consiste en procurarse a sabiendas moneda falsificada o cer-
cenada y ponerla en circulación. Se diferencia fundamentalmente de la
hipótesis anterior en que aquí está ausente el concierto con los falsifi-
cadores. La conducta resulta ser de "doble acto": en una primera parte,
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SOLER, op. cit., V, p. 288.
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a) Los bonos emitidos por el Estado. Los bonos son títulos repre-
sentativos de la deuda pública. Dejó testimonio la Comisión Redactora
(sesión 39) de comprender aquí tanto los bonos de la deuda interna
como los de la deuda externa.
b) Los cupones de intereses correspondientes a dichos bonos. Los
bonos son títulos de una deuda que se sirve periódicamente mediante
la cancelación de cuotas correspondientes al pago de intereses y de amor-
tización. Estos intereses se cobran mediante la presentación de cupo-
nes, trozos de papel adheridos a los títulos y que se desprenden de
ellos para canjearlos por dinero a la fecha de los vencimientos corres-
pondientes.
e) Los billetes de Banco al portador, cuya emisión estuviere auto-
rizada por una ley de la República. La forma de redacción de esta dis-
posición resulta un tanto anticuada hoy día, ya que desde 1925 la
exclusividad de la emisión de billetes pertenece al Banco Central de
Chile.
La ley considera la falsificación de esta clase de valores tan grave
como la de moneda metálica; aun más, puesto que la penalidad es más
elevada. Se trata de especies valiosas en sí mismas, no por su materiali-
dad, pero sí por su significación y efectos, y que se equiparan a la mo-
neda desde este punto de vista. Los billetes de banco tienen curso
forzoso, y en este sentido son propiamente la moneda nacional hoy día,
desde la Ley 13.305 sin respaldo metálico alguno; esto es, la moneda-
papel debe recibirse por imperativo legal, y no por representar valor
en oro o plata. Los otros valores no tienen tan vasta circulación, pero
su falsificación pone en peligro el tesoro público y las finanzas priva-
das, ya que por disposiciones legales son recibidos a la par por su va-
lor nominal, en cancelación de muchas obligaciones tributarias y de otro
carácter por las Tesorerías de la República, y son considerados "valores
realizables de primera clase" en numerosas disposiciones legales que
reglamentan la inversión obligatoria de ciertos fondos.
Con relación a los billetes de banco de curso legal, el Art. 64 de la
Ley 18.840, Orgánica Constitucional del Banco Central de Chile, contie-
ne una figura delictiva consistente en "fabricar o hacer circular objetos
cuya forma se asemeje a billetes de curso legal, de manera que sea fá-
cil su aceptación en lugar de los verdaderos". Es la misma conducta
prevista en el Art. 172 del Código, pero restringida a los billetes de cur-
so legal. Se exige el mismo requisito de expendibilidad o éxito artísti-
co, a que ya nos hemos referido, y que el Código contempla en el
Art. 179, en relación con los billetes de banco. El Art. 172 sigue vigente
respecto de los otros documentos que allí contempla, lo mismo que los
artículos siguientes. La figura del Art. 64 de la Ley Orgánica del Banco
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DEL RIO, op. cit., 111, p. 132.
2
LABATUT, op. cit., 11, p. 89.
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guno de los destinos expresados en los Arts. 180 y 181, hiciere de ellos
una aplicación o uso perjudicial a los derechos e intereses del Estado,
de una autoridad cualquiera o de un particular. El Art. 188 establece una
figura similar, relativa a los que se han procurado los referidos objetos
verdaderos que pertenezcan a países extranjeros e hicieren de ellos en
Chile un uso perjudicial a los derechos o intereses de dichos países,
autoridades o particulares.
Esta conducta se parece un tanto a la falsificación de moneda metá-
lica consistente en "fabricar" moneda igual a la legítima, ya que formal-
mente hablando los objetos que se fabriquen con los instrumentos
auténticos no se diferenciarán en nada de los genuinos. Su única false-
dad no estribará en un elemento material, sino en uno jurídico, abstrac-
to: no emanar verdaderamente de la única autoridad legítimamente
autorizada para fabricarlos. Este delito, a diferencia de todas las demás
falsificaciones referidas al concepto de fe pública, no es meramente for-
mal, sino que es un delito material, de resultado; un delito de lesión y
no de peligro. Ello, porque no basta con procurarse los instrumentos
auténticos (sin perjuicio de que ello pudiera constituir otro delito, como
un hurto, dado el caso), ni tampoco con usarlos (aunque en este caso,
si hay propósito de perjudicar, de ordinario ya habrá tentativa), sino que
el delito se consuma con el perjuicio que se causa con dicho uso, sea
al Estado, sea a una autoridad, sea a un particular.
La otra figura de falsedad por uso indebido está en el Art. 183, inci-
so 2°, que sanciona el hecho de hacer uso del papel sellado o estampi-
llas falsas, habiéndoselos procurado a sabiendas. No se trata de la emisión
de tales objetos, sancionada separadamente y con pena mayor, sino de
un simple uso. No se exige la producción de un perjuicio, pero en ver-
dad el solo hecho de emplear un papel sellado o estampillas falsas, a
menos que la autoridad competente los rechace en su oportunidad, sig-
nificará un perjuicio para el Estado o la respectiva repartición.
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Sección Segunda
FALSEDADES DOCUMENTALES
PROBLEMAS PRELIMINARES
1
SOLER, op. cit., V, p. 305, nota 6.
Véase
2 MEZGER, Libro de Estudio, 11, p. 300.
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1
Véase sobre esta y otras definiciones, y acerca de la evolución histórica de estos
delitos, MALINVERNI, ALESSANDRO, Teoría del falso documenta/e, Giuffré Editor, Mi-
lán, 1958. En especial, pp. 16, 17, nota 30.
2
Véase SOLER, op. cit., V, p. 305, nota 6.
3 Véase SOLER, op. cit., V, p. 305, nota 6, y MAGGIORE, op. cit., III, p. 545, nota 28.
4 Véase MALINVERNI, op. cit., p. 15, nota 28.
5 SOLER, op. cit., V, p. 305.
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VIADA, op. cit., II, p. 386.
2 CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 225.
3 QUINTANO RIPOLLES, La falsedad, p. 87.
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Véase LABATUT, op. cit., II, p. 94.
2
SOLER, op. cit., V, pp. 309 y ss.
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las oficinas de todas clases, que con arreglo a su institución los expi-
den". Puede observarse que si bien para PACHECO el concepto de "do-
cumento público" puede estimarse coincidente con el civilista, en cambio
el "documento oficial" tiene un claro sentido administrativo, y a ambas
clases de documentos se refiere el Código Penal. Por lo demás, la ex-
presión "documento oficial" no puede encontrarse definida en el dere-
cho privado, ya que es propia del derecho público. Ahora bien, en
nuestro Código Penal el epígrafe del respectivo párrafo ya no se refiere
a la falsificación de documentos "públicos u oficiales", sino a los docu-
mentos "públicos o auténticos", pero el texto de las disposiciones sus-
tantivas mismas no ha sido alterado, y ellas se refieren tanto a los
documentos públicos en un sentido civilista como a los documentos ofi-
ciales. Prueba de ello es que el Art. 193 sanciona a quienes cometieren
falsedad "ocultando ... cualquier documento oficial". Ahora bien, si una
manera de cometer falsificación de documento público es ocultando
un documento oficial, no cabe duda de ue la expresión "documento
público" en el epígrafe del párrafo 4 y en e texto e sus disposiciones
es am lía com rende tanto los documentos ue son úblicos ara el
erecho rivado, como os ocumentos amados "oficia cam-
Para los efectos penales, el documento público debe, ante todo, ser
un documento en el sentido ya explicado. En seguida, debe estar dota-
do, según se ha hecho presente al tratar del bien jurídico protegido, de
ciertos efectos jurídicos de general obligatoriedad (uno de los cuales puede
ser la aptitud probatoria). Pero estos efectos jurídicos obligatorios sólo se
los atribuye la ley a los documentos que han sido emitidos por el Estado,
es decir, aquellos a cuya formación o custodia concurre un funcionario
público por mandato de la ley. En seguida, esto aparece todavía más pre-
cisado por el texto del Art. 193, que considera como sujeto activo prima-
rio de estos delitos al empleado público que abusa de su oficio. En
consecuencia, la intervención del empleado público debe ser ordenada
por la ley y desempeñada del modo que ésta indica. En suma, documen-
to público, para los efectos penales es todo documento a cuya fgrma-
cióñ o custodia debe concurrir un fimdonario público obrando en
ae
Sil caracter tal y en el cumplimiento de sus funciones legales.
Por exclusión, documento privadO sera todo aguel gue, cumplien-
do con la definición general de documento, no sea público. parte de
es as os g es a egonas, e o 1go se re 1ere en ispos1c1ones par-
ticulares a ciertas clases de documentos que no son sino especies de
los grandes géneros anteriores: los partes telegráficos, los documentos
mercantiles, los pasaportes, portes de armas y certificados. A ellos nos
referiremos al tratar en particular de los delitos que de ellos tratan.
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LABATIIT, op. cit., 11, p. 99.
2
CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 223.
3 QUINTANO RIPOLLES, La falsedad, p. 180.
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CARRARA, Programa,§§ 3655, nota 1, y 3697, nota l.
2 QUINTANO RIPOLLES, La falsedad, p. 186.
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LABATUT, op. cit., II, p. 98.
2 Conf. CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 222, texto y nota.
3 LABATUT, op. cit., 11, p. 99.
4 LABATUT, op. cit., II, p. 99.
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CARRARA, Programa, § 3704.
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cerse notar que él llama falsedad ideológica a "una mentira dicha por
la parte ante el oficial público", y a continuación 1 agrega que tal clase
de falsedad no es punible como falsedad documental, sino a título
de estelionato (defraudación). A pesar de la diferente terminología, co-
incide en la idea expuesta. Así también MEZGER, 2 SCHONKE, FRANK. SO-
LER3 considera que es posible que un particular cometa esta forma de
falsedad, pero el texto de la ley argentina se refiere al que "insertare o
hiciere insertar en un instrumento público declaraciones falsas", de tal
modo que expresamente se refiere al caso del particular que "hace in-
sertar" declaraciones falsas, lo que entre nosotros no ocurre. Y de to-
dos modos, aun en la ley argentina, la declaración falsa debe versar
sobre "un hecho que el documento deba probar", y como el documen-
to ordinariamente no sirve de prueba de la verdad sustancial de lo afir-
mado, sino únicamente del tenor de las declaraciones, tal exigencia
excluiría la mayor parte de los casos de simples declaraciones mentiro-
sas. Por excepción, es posible que un texto legal determinado obligue
a los particulares a ser veraces en cuanto al contenido de las declara-
ciones que formulan cuando tienen que concurrir a la formación de un
documento público, y, en tal caso, como se encuentran bajo el deber
jurídico de decir la verdad, pueden ser sancionados como autores de
falsedad ideológica si mienten. Tal es, v. gr., el caso de la Ley 4.808,
Art. 27, sobre Registro Civil, que sanciona al que en escritura pública
suministrare maliciosamente datos falsos sobre un estado civil, con la
pena que el Código Penal aplica al que faltare a la verdad en la narra-
ción de hechos sustanciales en documentos públicos. Otro caso se en-
cuentra en el Art. 59 de la Ley 18.840, Orgánica Constitucional del Banco
Central de Chile, donde se sanciona (aunque no con remisión al Códi-
go Penal) al que incurriere en falsedad maliciosa en los documentos
que acompañare en sus actuaciones con el Banco Central o en las ope-
raciones de cambios internacionales regidas por dicha ley.
Sin embargo, el Art. 194 comete otra inexactitud, esta vez por defec-
to. Ya hemos hecho alusión a la posibilidad de falsificación de un docu-
mento público por forjamiento o fabricación, esto es, la creación
íntegra de un documento que no tiene ningún elemento genuino. Esta
hipótesis no se encuentra enumerada en el Art. 193, lo que es lógico, ya
que no puede ocurrir cuando el autor de la falsificación es el propio
funcionario público encargado por la ley de la emisión o autorización
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CARRARA, Programa, § 3705.
2
MEZGER, Libro de Estudio, 11, p. 311.
3 SOLER, op. cit., V, pp. 335 y ss.
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Conf. LABATIIT, op. cit., II, p. 103.
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sujeto activo puede ser cualquiera persona, y respecto del cual valen
todas las consideraciones precedentes relativas al uso malicioso del do-
cumento público falsificado.
A esta materia se refiere el párrafo 5 del título IV, en los Arts. 197 y 198,
bajo el epígrafe "De la falsificación de instrumentos privados", termino-
logía, según se ha dicho, adoptada para conformarse a la del Código
Civil. El concepto de "documento privado" ya ha sido tratado más arri-
ba. Por lo demás, en el texto mismo del Art. 197, inciso zo, el Código
vuelve a emplear la voz "documentos" en vez de "instrumentos".
De conformidad con lo expuesto precedentemente, no es preciso
que el documento privado esté firmado para que tenga la calidad de
tal; por lo demás, incluso en materia civil (Arts. 1704, 1705, 1711 del
Código del ramo), hay casos en que tal firma no es necesaria, y en ma-
teria procesal (Arts. 477 y siguientes del Código de Procedimiento Pe-
nal), "documento privado" puede ser cualquier papel.
De acuerdo con el Art. 197, el delito consiste en cometer en instru-
mento privado algunas de las falsedades designadas en el Art. 193, con
perjuicio de tercero. Se eleva la penalidad si tales falsedades se hubieren
cometido en letras de cambio u otra clase de documentos mercantiles.
No es tampoco aquí exacta la remisión al Art. 193 por lo que toca a
las posibles formas de comisión del delito. Por las mismas razones que
anotamos en relación con la falsedad cometida por particular en docu-
mento público, no son admisibles las formas ideológicas de falsifica-
ción. Quienes extienden u otorgan documentos privados pueden mentir
en ellos sin que la ley los sancione por esa sola circunstancia; no están
jurídicamente obligados a decir la verdad, y lo que ellos afirmen no es-
tará dotado de fe pública ni de fuerza probatoria. En cambio, la hipóte-
sis del forjarniento, que se echa de menos en el Art. 194, no es concebible
aquí, ya que el forjamiento es una forma de falsedad por imitatio veri,
imitación de un modelo, de una forma verdadera. En materia de docu-
mentos privados no hay "modelo", es decir, no hay "formas auténticas",
solemnidades legales que imitar. Un documento privado enteramente
fabricado por alguien, o es materialmente falso (v. gr., porque se ha
imitado letra, firma o rúbrica de alguien) o es ideológicamente falso (por-
que se afirman mentiras), y entonces no es punible como falsificación,
aunque pudiera ser otro delito (estafa, injuria, etc.). En cuanto a la fal-
sedad por ocultación, tampoco se da en estos casos, ya que el texto del
Art. 193 N° 8° se refiere a los documentos públicos, y respecto de la
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COUSIÑO, La falsificación, pp. 23 a 36 y 51 a 57.
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4. FAlSEDAD POR uso. El Art. 198, en una figura muy semejante a la del
Art. 196, sanciona a los que maliciosamente hicieren uso de los instru-
mentos falsos a que se refiere el artículo anterior, sancionándolos como
si fueren autores de la falsedad. Sobre el particular debemos reiterar lo
ya dicho respecto de la falsedad por uso en materia de documentos
públicos. Esta figura también exige la concurrencia del perjuicio, ya que
"los instrumentos falsos a que se refiere el artículo anterior" son los ins-
trumentos falsos que causan perjuicio a tercero. Por lo demás, no ten-
dría sentido exigir la concurrencia del perjuicio en la figura principal y
que intrínsecamente parece más grave, como es la falsificación misma,
y prescindir de tal exigencia tratándose de una conducta marginal y pos-
terior, como es el mero uso del documento falso.
La posible concurrencia con la estafa se resuelve de idéntica mane-
ra que en el caso anterior: el uso malicioso no sería más que una "de-
fraudación mediante uso de documento falsificado", especial en relación
con las estafas.
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Conf. LABATIIT, op. cit., II, p. 108.
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Sección Tercera
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FALSO TESTIMONIO
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petente, prestación del juramento, etc.) es incluso esencial para que pue-
da configurarse el delito. La Comisión Redactora probablemente pensó
que los términos "falso testimonio" eran suficiente caracterización del
delito, y por lo tanto no describió la acción punible, sino que, al igual
que su modelo español, sólo reglamentó la penalidad de la misma aten-
diendo a diversas hipótesis, en los Arts. 206 a 210 inclusive.
Sobre la base de los términos "falso" y "testimonio", podríamos in-
tentar una descripción de la conducta, diciendo que es la del "testigo"
que "miente". CARRARA considera en el fondo estos mismos elementos,
cuando define el delito como "la afirmación de lo falso o la negación
de lo verdadero emitida a sabiendas en daño -aun meramente posible-
de otro, por quien depone en juicio legítimamente como testigo". 1
El primer problema típico es la determinación del sujeto activo. No
cabe duda alguna respecto del testigo, pero existen dudas respecto de
otras personas, que también tienen por misión cooperar con la adminis-
tración de justicia, y que prestan generalmente juramento antes de des-
envolver su actuación, como el perito y el intérprete, y aun respecto
de las mismas partes, que a veces también prestan declaración de modo
semejante a los testigos, y bajo juramento (absolución de posiciones).
La expresión "testimonio", literalmente entendida, sólo comprendería las
declaraciones que formulan los testigos propiamente tales, pero también
podría interpretarse tal expresión en sentido extensivo, para incluir las
deposiciones de las demás personas ya indicadas, que en un alcance
más amplio son también testimonios. Aunque dentro de un concepto
de protección a la administración de justicia parecería lógico incluir como
sujetos activos a los peritos y a los intérpretes (aunque no a las partes),
nos parece que la interpretación literal es la que debe prevalecer en este
caso, pues aparte del término mismo "testimonio", el Art. 208, al esta-
blecer la penalidad del testigo en determinada hipótesis, señala: "Se apli-
cará la misma (pena) al testigo falso", indicando así a éste como el sujeto
activo del delito. Por lo demás, los Arts. 206 y 207 discurren sobre la
base de que el testimonio se ha prestado a favor o en contra del reo, en
tanto que el perito y el intérprete, en principio, no prestan declaración
ni a favor ni en contra del reo; no son testigos de cargo ni de descargo.
Además, el Art. 212 sanciona la presentación de testigos falsos en jui-
cio, sin mencionar al perito ni al intérprete.
La Comisión Redactora durante la discusión empleó de continuo los
términos "falso testimonio" y "perjurio" como equivalentes, de modo que
al encontrarse referencias en las actas donde se usan aquellos términos,
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CARRARA, Programa, § 944.
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tigos que no declaran bajo juramento, y hay, por otra parte, ciertas de-
claraciones juramentadas que no constituyen testimonio, respecto de los
cuales surgiría la duda. Entre nosotros, el punto parece estar resuelto
merced al desdoblamiento del delito en dos formas: el falso testimonio
y el perjurio. El primero consiste esencialmente en faltar a la verdad
cuando se declara como testigo; el segundo, en faltar a la verdad cuan-
do se declara bajo juramento, pero no en calidad de testigo. Ya hemos
visto cómo la Comisión Redactora dejó expresa constancia (sesión 45)
de que en los preceptos relativos al falso testimonio se entendía san-
cionar también a los testigos que por diversas razones no estaban obli-
gados a declarar bajo juramento y, al mismo tiempo, se dijo excluir de
estas disposiciones a los que deponen en causa propia, aunque lo hagan
bajo juramento. De este modo, dentro del delito de falso testimonio pro-
piamente tal, el núcleo del delito consiste en faltar a la verdad cuando se
declara como testigo, sea que ello se haga bajo juramento o no.
La tipicidad de este delito aparece todavía precisada por la exigen-
cia de los siguientes extremos:
a) Validez formal del testimonio. Ello significa que debe prestar-
se ante la autoridad competente y con las formalidades del caso (ante
juez o ministro de fe). Si se prescinde de las formalidades que la ley
exige, el testimonio será de todos modos nulo, y aunque se haya afir-
mado una falsedad, no constituirá este delito. De este modo, si la ley
exige (como ocurre de ordinario) que se juramente al testigo, y tal prác-
tica se omite, no habrá falso testimonio. Pero ello no significa que la
esencia del delito radique en la falta al juramento, sino que el juramen-
to se presenta como un requisito de validez formal del testimonio, para
que jurídicamente pueda ser tenido por tal, sea verdadero o falso.
b) Materia sustancial. No es preciso que la declaración falsa cause
perjuicio o beneficio, ni que pueda causarlo. Bastará, como señala so-
LER, 1 que la declaración pueda contribuir, positiva o negativamente, a la
formación del juicio del juez. Por lo tanto, será requisito necesario que
la falsedad recaiga sobre extremos sustanciales de la declaración, sobre
aquellos que constituyen esencialmente su contenido. 2 Es el mismo cri-
terio presente en materia de falsedades documentales: sólo la falsedad
que altere o varíe el sentido de lo afirmado puede tener relevancia pe-
nal. En cuanto a la declaración que recae sobre las circunstancias gene-
rales de identificación del testigo (identidad, profesión, domicilio, etc.),
estimamos que ella no es susceptible de constituir falso testimonio, ya
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1
QUINTANO RIPOLLES, Compendio, ll, p. 139, nota 8.
2 SOLER, op. cit., V, p. 228.
3 GROIZARD, op. cit., lll, p. 993.
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1
Véase al respecto Parte General, Tomo 11, p. 63.
2
PACHECO, op. cit., 11, p. 333.
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PERJURIO
De este delito se ocupa tan sólo el Art. 210, que sanciona al que ante la
autoridad o sus agentes perjurare. En su sentido natural y obvio, el tér-
mino "perjurar" indica jurar en falso, mentir bajo juramento. De este
modo, si el perjurio se produce ante la autoridad judicial, declarando
como testigo, surge un concurso aparente de leyes entre el falso testi-
monio y el perjurio, que se resuelve en favor del falso testimonio, tanto
por especialidad como por consunción. El perjurio es un delito residual
o subsidiario, que comprende todos los casos en que se miente a una
autoridad bajo juramento, salvo aquellos en que se declara como testigo.
Objetivamente hablando, el perjurio presenta semejanza con el fal-
so testimonio, en el sentido de que debe faltarse a la verdad en puntos
sustanciales y en materias que le consten a la persona que declara. Ade-
más, debe prestarse juramento; el juramento debe estar establecido como
1 Véase lo dicho sobre este mismo punto a propósito del delito de sodomía, don-
de la ley emplea el circunloquio "el que se hiciere reo" del delito de sodomía. Véase
este mismo tomo, p. 74.
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1
LABATUT, op. cit., II, p. 115.
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1
SCHWEITZER, MIGUEL, El delito de acusación o denuncia calumniosa, en Revis-
ta de Ciencias Penales, Tomo III, 1937, p. 357.
2 LABATUT, op. cit., II, p. 116.
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1
LABATUT, op. cit., 11, p. 121.
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