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Carta

del Director Espiritual

Me faltaba poco más un mes para cumplir los 19 años.


Era el mes de mayo. Hacia mediados de ese mes “sentí” la
llamada de Dios, que me llevó al seguimiento de su Hijo
Jesucristo.
Tal vez un mes después, cuando mi decisión de ingresar
en la vida religiosa ya era una realidad de la que nadie
podría hacerme desdecirme, un amigo que aquel mismo año
ingresó en los Pasionistas, me habló de Santa Teresita del
Niño Jesús, monja carmelita y santa canonizada. Yo no la
conocía. Me animó a que comprase un libro titulado:
“HISTORIA DE UNA ALMA”.
Debí de comprarlo al día siguiente.
A medida que leía dicho libro, Santa Teresita se iba
metiendo en mi vida, en mi corazón, a unas profundidades
de las que nunca ha salido a pesar de los muchos años que
llevo en el monasterio.
Cuando tomé el hábito en la Trapa de San Rafael Arnáiz
era el 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar muy
venerada en toda España. A los dos años esperaba hacer la
profesión temporal ese mismo día, pero uno asuntos muy
urgentes de la Comunidad no permitieron que mi Abad
estuviera en el monasterio ese día. Mi profesión quedó
aplazada hasta el día 15, fiesta de SANTA TERESA DE
JESÚS, la reformadora del Carmelo.
A los tres años hice la Profesión Solemne ese mismo
día. De esta manera tan sencilla mi vida quedó unida para
siempre a las dos santas carmelitas: Teresa de Jesús, y
Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz.
Algo querría insinuarme el Señor, pero yo no descubrí
esa insinuación hasta hace poco.
Era una tarde del 2010 ó 2011. Estaba confesando a un
hombre o una mujer, ya no lo recuerdo, en una habitación
habilitada para esa finalidad.
Al poco de salir el penitente salí yo también, y me
encontré de cara con una monja Carmelita Descalza a la que
nunca había visto. Me salió espontánea esta exclamación:
“¡Huy! Santa Teresita”. Le pregunté cómo se llamaba y
me gustó mucho su nombre: Mariám de Jeshua.
Me pidió que la confesara. La acompañaban otras dos
carmelitas, pero no se confesaron.
Al cabo de unos meses, y por cuestiones de estudios,
apareció de nuevo por mi monasterio. Aquel día hablamos
más largo y me comunicó, con un poco de timidez, algunas
gracias que había recibido de Dios, sobre todo las que tenían
relación con apariciones de Jesús Niño.
Me sorprendieron estas apariciones, pero Mariám es una
mujer en la que uno se da cuenta enseguida de que no tiene
doblez, y que por consiguiente no engaña.
Le dije que sería bueno que escribiera todas esas cosas.
Así lo hizo, y meses más tarde me hizo llegar esos escritos.
Cuando volvimos a vernos le dije que sería bueno
cambiar cosas y suprimir otras. Lo aceptó.
Una temporada más tarde me envió un libro, que
podemos llamar definitivo.
Un libro que podría llevar el título de HISTORIA DE
UNA ALMA, como el de Santa Teresita, pero que no lo
lleva, porque tiene un mensaje central, que es una auténtica
MISIÓN y que eclipsa cualquier otro título posible.

Desde los más antiguos recuerdos de su vida, que narra


en este libro, se va descubriendo la mano de Dios.
Desde pequeñita tuvo un carácter fuerte; menos mal que
su madre era inflexible a la hora de educarla y de prohibirle
lo que ella veía que podía perjudicarla.
Las primeras gracias “sensibles” que Dios le concedió
tendían a hacerle obediente a lo que le decía su madre, para
que también lo fuera cuando Él le pidiera algo…
Tal vez se pueda decir que Dios quiso hacerla semejante
a Teresita y a Teresa.
Poco a poco las gracias van siendo más grandes, como
podrá verlo el que lea este libro. La intimidad con el Niño
Jesús es cada vez más fuerte. Ella lo explica todo muy bien.
Una vez que Dios la lleva a la humidad y disponibilidad
de Santa Teresita, aparece la gran manifestación de Jesús
que está como cuando lo bajaron de la cruz: ensangrentado y
lleno de heridas, y se recuesta sobre Mariám, de manera
semejante a cuando estaba sobre su Madre, la Virgen
Dolorosa. En esa postura y sin abrir nunca los ojos le dice
Jesús estas palabras que son una tremenda misión, semejante
a la de Santa Tersa de Ávila:

“CURA LAS LLAGAS DE MI IGLESIA”.

Todo esto no quiere decir que yo estoy asegurando que


Mariám de Jeshua sea una santa, pero si digo que, sin duda
alguna está llamada a serlo, porque, si Santa Teresita del
Niño Jesús y Santa Teresa de Jesús se santificaron fue por
voluntad expresa de Dios, pero gracias a lo bien que
cumplieron sus respectivas misiones.
Un día Mariám me pidió que fuera su director espiritual,
y acepté serlo. Ahora, después de leer este libro valiente en
el que abundan la teología, el conocimiento de la Sagrada
Escritura, fidelidad a la Iglesia y a su jerarquía; en el que se
descubre en la autora un gran conocimiento de las gracias
místicas, y una vivencia de ellas casi exagerada, pero ha sido
Dios el que se las ha regalado y ella solo las ha narrado.
Ahora, repito, deseo que este libro se publique, porque,
como va dirigido a los laicos/as, religiosos/as, sacerdotes y
monjes/as, puede ser un despertador de muchos de nosotros
que tal vez estemos un poco o un mucho adormilados, sin
darnos cuenta de la gravedad del momento actual.
La autora es muy probable que reciba muchas críticas y
hasta desprecios, pero será una buena manera de participar
de los dolores de la Virgen Dolorosa, que fue la primera que
tuvo a su Hijo muerto en su regazo y que, sin duda alguna
limpiaría la sangre que derramaban sus muchas heridas y
llagas.

Tengamos presente que, después de la Reforma de


Lutero y de sus seguidores, Dios suscitó a Santa Teresa de
Jesús y a San Juan de la Cruz que hicieron una gran reforma
dentro de la Iglesia, sin necesidad de apartarse de ella.
Cuando alguien se conoce a sí mismo empieza la
reforma por él no por los demás…
Cuando apareció el del amplio bigote: Nietzsche y,
despreciando a Dios como enemigo del hombre que no le
deja realizarse en plenitud, escribió su libro “ECCE
HOMO”, convirtiéndose en auténtico profeta, porque
siempre estará haciendo memoria de Jesucristo a quien
Pilato presentó ante el pueblo con esas palabras “ECCE
HOMO”, “AQUÍ TENÉIS AL HOMBRE”…
Nos está diciendo a todos con ese libro: “AQUÍ TENÉIS
AL HOMBRE” SIN DIOS: UN LOCO.
Frente a este hombre del amplio bigote Dios suscitó una
joven monja carmelita descalza, contemporánea suya, pero
que seguramente ninguno de los dos supieron cosa alguna
del otro y de la otra: Santa Teresa del Niño Jesús y de la
Santa Faz, que en una página admirable de su obra
“HISTORIA DE UN ALMA” dice:
“¡Oh Jesús, mi primero y único amigo, el ÚNICO a
quien yo amo!”...
Es una página maravillosa de amor al “HOMO”, al
Hombre a quien Nietzsche desprecia en su libro.
Un poco más adelante en el tiempo aparece el de las
náuseas vitales, Sartre, que también se convierte en profeta
al pronunciar la última de sus náuseas: “EL HOMBRE ES
UN SER PARA LA MUERTE”.
Frente a éste Dios suscito otro Santo, contemporáneo
suyo: San Rafael Arnáiz, joven oblato cisterciense, quien en
el segundo escrito de “MI CUADERNO”, dice estas
palabras grandiosas:
“Ansias de vida eterna… Ansias de volar a la
verdadera vida. Ansias del alma que sujeta al cuerpo, gime
por ver a Dios. Grande es el sufrimiento de vivir, cuando
en la vida solamente queda la ilusión de morir… la ilusión
de la muerte…, la esperanza de acabar para empezar…
Duro es vivir, pero todo se suaviza con la esperanza de que
todo se acaba…”
Es un escrito con el que Dios sale al paso de las náuseas
vitales de Sartre.
Y un último ejemplo de cómo Dios suscita santos en su
Iglesia que, sin ser conscientes de su misión, neutralizan la
equivocación malévola de otras personas.
Un sacerdote apellidado Loasy, muy avanzado en ideas
con relación al tiempo en que le tocó vivir, recibió varias
llamadas de atención de la Iglesia para que no escribiera ni
predicara dichas ideas. No hizo caso. Al final tuvieron que
excomulgarlo.
Cuando ya se encontraba cercano a la muerte dijo a los
que estaban cerca de él:
“No pongáis una cruz sobre mi tumba que pesa
mucho”.
Entre tanto una mujer sencilla de Nicaragua, llamada
Albertina Ramírez, contemporánea suya y fundadora de las
Siervas Misioneras de Cristo Rey, escribía estas palabras:
“Señor, quiero que tu cruz se levante firme sobre mi
tumba, que dé testimonio de que ahí reposan los despojos
de una cristiana; que la iluminen los rayos del sol y la
cubran las sombras de la noche.
Para que esté de acuerdo con mi vida quiero ser una
Cruz viviente, una Crucifixión viviente, una Crucificada
viviente por tu amor”.
En estos momentos tan trágicos de la historia del mundo
y de la Iglesia que nos ha tocado vivir, ¿por qué no puede
ser Mariám de Jeshua, la persona, incluso la santa, -(a nadie
canonizan antes de morir)- que Dios haya querido suscitar
para despertarnos a todos los miembros de la Iglesia, a fin de
que curemos sus llagas, y no tengamos que ser juzgados por
la Historia como cristianos-católicos que no supieron estar a
la altura de las circunstancias que les tocó vivir?
El Papa Francisco nos está despertando a todos y
Mariám de Jeshua también.
Como cosa curiosa se puede decir que el drama actual
del mundo y de la Iglesia es la radicalidad con que la
mayoría de los europeos y de otros países están viviendo el
“ECCE HOMO” de Nietzsche y “EL HOMBRE ES UN
SER PARA LA MUERTE” de Sartre, y el desprecio de la
Cruz de Loasy y de algunos “teólogos” posconciliares.
En el primer caso aparece con claridad el deseo de ser
como Dios: el superhombre que sin Dios acaba loco.
En el segundo, la cobardía de no aceptarse como
hombre, como creatura de Dios, y la renuncia al
cumplimiento de la misión que Dios nos haya confiado: la
náusea vital; el “comamos y vivamos que mañana
moriremos”, con la aprobación por decreto de ley de la
aberraciones más animales. Y “como el hombre es un ser
para la muerte”, cuando ésta se acerca, piden la eutanasia
para morir como han vivido: como animales.
Son incapaces de entender estas palabras del gran
teólogo Hans Urs von Balthasar: “La muerte nos concede
lo que no nos da la vida: entregarnos”.

En estas circunstancias trágicas han aparecido “teólogos


marginales” que viven al borde de la herejía o en ella, pero
que tienen bastantes seguidores del débil “colectivo
religioso”. Incluso arrastran en pos de sí a teólogos que
tenían que ser centrales, no marginales, que crean mucho
desconcierto en los simples fieles.
Otros “teólogos” o estos mismos dicen que no hay que
amar la Cruz de Cristo ni al Cristo de la Cruz; esas son cosas
de la Edad Media…
De todas estas cosas, aunque con palabras diferentes
habla la autora de este libro e intenta despertarnos de nuestro
plácido sueño, para que nos esforcemos por curar las llagas
de la Iglesia y del mundo, y para que dejemos a Cristo
seguir viviendo su vida en nuestra vida.
Aunque parezca mentira no faltan monjes/as que desean
tener vacaciones, aunque las llamen con otro nombre, y con
una afición muy grande al cine monástico. A veces no les es
suficiente con el cine comunitario y, como suelen tener un
ordenador en la celda, se dedican a ver películas en privado.
Además les gusta comer bien…
¡Qué juicio tan duro van a emitir sobre nosotros los
historiadores de la Iglesia!
Pongo ya punto final a esta carta de presentación de este
libro.
Querida hermana Mariám Joshua, si al publicarse este
libro vienen sobre ti muchas críticas, humillaciones y
desprecios… no te desanimes. Es el camino que han seguido
todos los santos. También recibirás felicitaciones, porque
muchas personas, en su desorientación, esperan libros como
éste.
Vuelvo a decir que, en lo que a mí respecta, me alegrará
mucho la publicación de este libro: “CURA LAS LLAGAS
DE MI IGLESIA”.

P. José Luís Santos Gómez


Monje OCSO
Director Espiritual

15 de septiembre de 2014
Día de Nuestra Señora de los Dolores.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ---------------------------------------------- 1
1. Motivación ---------------------------------------------------- 1
2. Objetivo -------------------------------------------------------- 3
3. Límites --------------------------------------------------------- 4
4. Metodología --------------------------------------------------- 6
5. Estructura ------------------------------------------------------ 7

CAPÍTULO I----------------------------------------------------- 9

LA PREPARACIÓN DE UN CAMINO -------------------- 9


1. Dios elige, prepara y confía una misión ------------------- 9

2. Un sueño infantil -------------------------------------------- 11


3. Un apocalipsis en pequeño --------------------------------- 13
4. Un ángel en sombra ----------------------------------------- 16
5. Primera comunión y confirmación ------------------------ 19
6. La escuela y varios años en casa--------------------------- 20
7. Grandes interrogantes de la juventud --------------------- 23
8. Reflexiones sobre la existencia de Dios ------------------ 31
9. El camino de volver a Dios --------------------------------- 37
10. Dos sueños vocacionales ----------------------------------- 42

11. El camino de la vida religiosa en una Congregación de


Vida Apostólica -------------------------------------------------- 44
12. Reflexiones sobre la vocación ----------------------------- 49
13. El peso de mis pecados ------------------------------------- 52
14. El noviciado y la primera experiencia apostólica ------- 55
15. Encuentro con el Carmelo --------------------------------- 58

16. La profesión temporal y la experiencia de las misiones 60


17.La oscuridad del espíritu ------------------------------------ 65
18. Un viaje inesperado ----------------------------------------- 68
19. Salida de la Congregación de Vida Apostólica ---------- 69
20. Permanencia en la casa de mis padres -------------------- 72

21. Argumentos teológicos sobre la vida consagrada ------- 74

CAPÍTULO II -------------------------------------------------- 77

CONSOLIDACIÓN DE UNA EXPERIENCIA DE DIOS


EN Y PARA LA IGLESIA DE HOY----------------------- 77
1. Una gracia singular ------------------------------------------ 77
2. En el Carmelo ------------------------------------------------ 80
3. Reflexión sobre la consagración religiosa ---------------- 91
4. Año 1991 al 2000 ------------------------------------------ 101

5. Año 2002 al 2005 ------------------------------------------ 106


5.2. Año 2005. Algunas bilocaciones -------------------- 109

6. Reflexiones sobre la presencia del mal ----------------- 122


7. Reflexiones sobre la Iglesia ------------------------------ 137

CAPÍTULO III ----------------------------------------------- 147

GRACIAS ECLESIALES Y SU FIN APOSTÓLICO 147


1. El poder de la oración ------------------------------------- 148
2. Presencia de las almas del purgatorio ------------------- 157
3. Una renovación de votos --------------------------------- 159
4. La gracia de Navidad-------------------------------------- 160
5. Reflexiones sobre la Encarnación ----------------------- 170
6. Visita de Jesús --------------------------------------------- 176
7. Cotidianidad del año 2008-------------------------------- 177
7.1. Pentecostés --------------------------------------------- 177
8. Cotidianidad del año 2009-------------------------------- 182
8.1. Enero de 2009 ------------------------------------------- 183
8.2. La Pascua del 2009------------------------------------- 185
9. Cotidianidad del año de 2010 ---------------------------- 193
10. Cotidianidad del año 2011-------------------------------- 196
11. Reflexiones en torno a la evangelización de la Iglesia 198

CONCLUSIÓN GENERAL ------------------------------- 230


1. La elección por parte de Dios ---------------------------- 230
2. A nivel humano, psicológico y espiritual--------------- 231
3. A nivel comunitario o social ----------------------------- 233
4. A nivel eclesial --------------------------------------------- 233
PRESENTACIÓN

El desarrollo de la vida bautismal de todo cristiano/a


dentro de la Iglesia Católica es don de Dios concedido no
sólo para quien lo vive y experimenta a Dios como amor
y misericordia de manera personal y comunitaria, sino
que esta experiencia repercute en la Iglesia entera, que
tiene por objetivo llevar a todos al conocimiento de Dios
a través de una nueva evangelización.
Entonces, ha llegado el momento de compartir con la
llaneza, seriedad y verdad al tomar conciencia que, por
gracia de Dios, mi único ideal fue, es y será buscar el
rostro de Dios. Por eso, el título de este libro lleva por
nombre: “Cura las llagas de mi Iglesia” mandato que
nos ha dado nuestro Señor Jesucristo, detallado en el
Capítulo III de esta obra, página 77 por eso, cuando me
refiero a la Iglesia la entiendo, en este tratado, como la
generación de seres humanos que vivimos en este mundo
y en este siglo, así mismo, me refiero a la Iglesia
purgante que espera de la oración de quienes
conformamos la Iglesia peregrina.
En realidad, todo el proceso de vida espiritual que se
relata desde los cuatro años edad, año 1968 hasta el año
2011, trata de la manifestación de Dios a través de la vida
cotidiana de una persona que descubre y responde a la
voluntad de Dios, cuya vida es un símbolo del desarrollo
humano y espiritual de la Iglesia. Por ello, entrego en las
manos de la Iglesia a través de todo laico, sacerdote,
religioso/a como un aporte para mis hermanos/as de
buena voluntad que necesiten tener el testimonio de una
experiencia de Dios actual en la que la fe y la razón se
unen, en la que la que Dios no es una idea salida de la
consideración mental o del raciocinio, sino una realidad y
experiencia percibida en y dentro de lo contingente de la
vida humana que, además de ser sustancial, esencial y
natural se vuelve una experiencia consciente, que tiene la
capacidad de testificar una presencia viva de lo divino, en
la que es posible “percibir a Dios” más allá de todo
concepto, idea, sensibilidad y actividad de las potencias.
Esta presencia que posibilita una unión con Dios, en
semejanza de amor, en la que dos voluntades están
conformes. De ahí que, la fe no es sólo creer lo que no
veo o no puedo tocar, no es sólo adherirme
incondicionalmente a Dios, no es sólo gustar por
experiencia las verdades eternas reveladas, sino aprender
a escucharlo en la propia interioridad, a percibir su
presencia real en los acontecimientos de la historia de la
salvación personal y universal, a dejar que Dios se
comunique en una relación de amor para concretarse en
una misión eclesial que me permite participar en el gran
proyecto de salvación que Dios tiene para la humanidad.
2 de febrero de 2014. Fiesta de la Presentación del
Señor. Día de la Vida Consagrada.
Para Gloria de Dios y el bien de su Iglesia.
Mariám de Yeshua ocd
INTRODUCCIÓN

Cuando una persona tiene una experiencia de Dios es


el desarrollo normal de vida teologal que se nos fue dada
en nuestro bautismo en la Iglesia Católica, esta vivencia
de la presencia de Dios consciente y envolvente provoca
una respuesta inevitable hacia el don de la filiación
divina, así mismo, te capacita para amar a los demás de
manera concreta sin perder tu identidad y libertad.
Es una Experiencia mediada por una gran cantidad de
condicionamientos concretos humanos, genéticos,
culturales, históricos que imprimen un estilo de ser y
estar a partir de un carácter y temperamento personal,
particular y único, de manera que se da en diversos
niveles, grados, matices y, como Dios jamás se agota,
todo lo que sucede en una experiencia de Dios siempre es
amor dinámico, es sorpresa suave y tranquila. Además,
llevan un sello de originalidad que imprime la
existencia humana de quien la vive.

1. Motivación

Un día de la vida cotidiana en mi monasterio,


realizaba la Lectio Divina en mi celda monástica.
Meditaba el siguiente pasaje: “Cuando un silencio
apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad

1
de su carrera tu palabra omnipotente se lanzó desde los
cielos, desde el trono real, cual guerrero implacable,
sobre la tierra condenada, empuñando la espada afilada
de un decreto irrevocable, y cuando se detuvo, todo lo
llenó de muerte; tocaba el cielo mientras pisaba la
tierra” (Sab 18,14-16).
Me llegó al fondo del espíritu, de tal manera que
contemplaba el misterio de la Encarnación, es decir,
cuando el Verbo de Dios baja a las entrañas de la Virgen
Santa, toma la carne humana sin dejar de ser Dios.
Juntamente con esta cita bíblica mis manos abrieron las
obras de mi madre Teresa de Jesús y leí esto:
“Si algo hallardes bueno en la orden de daros noticia de él, creed verdaderamente
que lo dijo Su Majestad por daros a vosotras contento, y lo malo que hallardes, es
dicho de mí”1.

“Por el gran deseo que tengo de ser alguna parte para ayudaros a servir a este mi
Dios y Señor, os pido que en mi nombre, cada vez que leyereis aquí, alabéis mucho a
Su Majestad y le pidáis el aumento de su Iglesia y luz para los luteranos; y para mí,
que me perdone mis pecados y me saque del purgatorio, que allá estaré quizá, por la
misericordia de Dios, cuando esto se os diere a leer si estuviere para que se vea,
después de visto de letrados. Y si algo estuviere en error, es por más no lo entender, y
en todo me sujeto a lo que tiene la santa Iglesia Católica Romana, que en esto vivo y
protesto y prometo vivir y morir. Sea Dios nuestro Señor por siempre alabado y
bendito, amén, amén”2

Guardé en mi corazón la meditación que me había


proporcionado la Lectio Divina de aquel día, me decidí a
pedir consejo a un sacerdote franciscano quien tuvo la
bondad de atenderme, le manifesté el fuego que me
invadía, la petición que con anterioridad me hicieron

1
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Moradas, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK,
Obras Completas de Teresa de Jesús, Biblioteca de Autores Cristianos, 2a ed., Madrid,
1977, Epílogo de la Moradas, 23.
2
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Moradas, en E. MADRE DIOS – O. STEGGINK, Obras
Completas de Teresa de Jesús, Epílogo de la Moradas, 24.

2
tanto mi Director Espiritual, monje trapense, y una
hermana de mi Orden Carmelita conocedora de mi
itinerario espiritual, para escribir las gracias que nuestro
Señor me había dado desde mi niñez hasta el presente,
consciente de que no eran sólo para mí sino para su
Iglesia. De este modo y con fe, me puse manos a la obra.
Este fue el proceso de motivación cuyo resultado es lo
que se sigue adelante.

2. Objetivo

Escribir no es fácil porque sin querer revelas tu


personalidad y yo siempre fui reservada en compartir mi
interioridad. Pero lo que yo vivía no podía quedar en mi
interioridad, por eso, el objetivo de estas páginas es
“Dejar un testimonio vivo a los demás de que nuestro
Dios existe, está vivo, camina en la historia junto y
dentro de nosotros y a pesar de nuestros pecados y
debilidades de nuestra naturaleza humana, actualiza los
misterios de su vida hoy y aquí en beneficio de su
Iglesia”. Por lo tanto, quisiera anotar tres objetivos
específicos que veo son imprescindibles al desarrollar
esta obra.
a) Motivar a todos/as los que lean estas páginas a una
vida de oración más intensa, profunda, pasando los
niveles de la oración vocal, la reflexión y la meditación
para crear el espacio interior que les permita conocer y
creer que el Dios Trinitario vive dentro de nosotros, de
donde mana toda fuente de apostolado eclesial, todo esto

3
a través del diálogo íntimo y afectivo con Jesucristo
Hombre y Dios.

b) Desplegar el potencial que tenemos de la


afectividad y centrarla en el Amado Jesucristo, capacidad
que ensancha la interioridad, que posibilita el estado de
contemplación y de unión espiritual amorosa con el
Señor Jesús para ser capaz de vivir la vida cotidiana con
el sabor de lo sobrenatural, o lo que sobrepasa la razón,
disponiendo las facultades internas de la memoria,
entendimiento y voluntad para asumir la cruz redentora
de manera eficaz, tangible, a nivel espiritual, físico y en
las relaciones interpersonales y concretas con el prójimo.

c) Colaborar con un granito de arena para que tantos


laicos, religiosos/as y sacerdotes se animen a no dejar los
tiempos fuertes orantes a pesar de tantas actividades
diarias que tenemos que afrontar, de tal manera que, la
vida se convierta en vida orante, es decir, que tanto en la
oración como en el trabajo, la presencia de Dios que está
dentro de nosotros nos renueve, nos convierta y guíe
nuestra manera de actuar con el prójimo, así, todo
accionar pastoral por pequeño que sea será fructífero,
oportuno y un canal de gracia y misericordia para el otro,
por lo tanto, será en bien de la humanidad, de Iglesia de
esta generación y época en que vivimos.

3. Límites

Ciertamente, la naturaleza humana es limitada ante lo


que no se ve, ante el dolor y el sufrimiento, tampoco es
4
capaz de gozar a plenitud de la presencia de Dios en esta
tierra. Lo que se nos da es dado de acuerdo a lo que
puedes resistir en tu naturaleza humana y espiritual, por
lo tanto, considero que, toda experiencia espiritual por
más alta que nos parezca es apenas un destello de todo lo
que puede y quiere hacer Dios.
Dios es mucho más de los atributos supremos que
podamos darle, su pureza no resiste el pecado y en su
misericordia se abaja, o se amolda a nuestra forma de ser,
por ello, toda experiencia de Dios es por un lado
limitada, y por otra, está en vías de crecimiento hacia lo
infinito, porque en primer lugar, Dios es inagotable y por
otro, nuestra interioridad gime y reclama la inmensidad
de Dios… Los límites aparecen cuando no se puede
explicar lo vivido, o se explica mal, o no se encuentra la
palabra exacta para relatar, pero lo bueno, lo importante
es transmitirla con sinceridad, llaneza, claridad y
humildad porque sabes que todo viene de Dios y ¡nada es
tuyo!
Otra limitación es el tiempo, en la clausura el tiempo
falta, el gran desafío es dar prioridad a los tiempos
fuertes de oración por encima de la actividad, no dejar de
lado la Lectio Divina, la lectura espiritual, la Liturgia de
las Horas; darle al trabajo manual su espacio y medida,
así como buscar siempre la manera de renovarte en la
formación integral a través del estudio. Realmente el día
se hace corto y muchas, muchas veces, hay que robar el
tiempo del descanso que, cuando es largo, el cuerpo
siente las consecuencias de las noches pasadas en vela.

5
En mi caso me he demorado alrededor de un año en
escribir esta experiencia vivida.

4. Metodología

La metodología es descriptiva y experiencial, si bien,


los hechos vividos en la cotidianidad han sido iluminados
a la luz de la Revelación para obtener su fundamento
esencial, no deja de ser eclesial y carismático, porque
Dios no hace las cosas ni se manifiesta fuera de los
parámetros que Él mismo ha puesto en su Iglesia y de
quienes la gobiernan, así como del propio carisma y
espiritualidad que recibiste, cuando el Espíritu Santo te
otorgó el don de la vida consagrada.
En ningún momento quiero confundir ni escandalizar
a nadie, por eso, todo lo que está escrito lo someto al
juicio del Magisterio de la Iglesia a través de quien me
pidió escribiera mi confesor y del sacerdote que me
impulsó a dejar por escrito algo que para mí es una
experiencia única e irrepetible y, así como lo dijo mi
madre Teresa:
“Si alguna cosa dijere que no vaya conforme a lo que tiene la santa Iglesia Católica
Romana, será por ignorancia y no por malicia. Esto se puede tener por cierto, y que
siempre estoy y estaré sujeta por la bondad de Dios, y lo he estado a ella. Sea por
siempre bendito, amén, y glorificado”.3

3
Cf. E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Moradas, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK,
Obras Completas de Teresa de Jesús, Prólogo, 4.

6
5. Estructura

El libro está desarrollado en tres capítulos: El primer


capítulo titulado “La preparación de un camino”, narra
las gracias de Dios desde los primeros recuerdos de la
niñez, hasta el año 1986 en que se efectuó mi entrada al
Carmelo. El segundo capítulo: “Consolidación de una
experiencia de Dios en y para la Iglesia de hoy” trata de
la afirmación o consolidación de la vida espiritual en la
forma en que Dios quiso manifestarse. El tercer capítulo:
“Gracias eclesiales y su fin apostólico”, trata más de las
gracias otorgadas de Dios que culminan en una acción
pastoral orante y efectiva en favor de la Iglesia a través
del trabajo concreto por la vida contemplativa. De ahí
que la realización de este libro es un aporte a la vida
laical, sacerdotal y consagrada, en particular para la vida
monástica.
Termino con una conclusión general afirmando que la
veracidad de una experiencia espiritual toca a la persona
en los niveles humanos, psicológicos, espirituales y
eclesiales.
Finalmente, tengo la esperanza que todos/as aquellos
que lean estas páginas se sientan motivados a dejarlo
todo para seguir al Hijo de Dios que habitó entre nosotros
tal como lo dice el Evangelio (cf. Jn 1, 14) y que por lo
mismo que se hizo humano, comparte nuestro mundo
lleno de la tecnología y avances científicos pero que
necesita saber por experiencia que Dios existe, nos ama,
7
nos envuelve, respeta nuestra libertad y espera nuestro sí
a ejemplo de la Madre y Virgen: “Hágase” (Lc1, 38) para
realizar grandes obras a favor del hermano/a que tienes a
tu lado, para que seas misionero/a en pos de una nueva
evangelización e implantación del Reino de Dios.
Es importante aclarar que la obra no contiene nombres
de las personas y de lugares que intervienen en la
historia, sino que se omiten por respeto y admiración. De
esta manera deseo proteger la identidad de quienes entran
como protagonistas de esta historia vocacional y no
lastimar la sensibilidad de los mismos/as en orden a
cuidar la caridad cristiana como don precioso del
Altísimo.

8
CAPÍTULO I

LA PREPARACIÓN DE UN CAMINO

En este capítulo describo los hechos desde el año 1968


en el que recuerdo las primeras gracias que Dios me
concedió, hasta el año 1986 en que entré en el Carmelo.
Son años en el que se forja la respuesta de una vocación
cristiana, laica y religiosa. Ser consciente de una elección
para mí ha sido todo un proceso. Hoy, después de
muchos años no dejo de contemplar como una gracia el
ser una niña y adolescente que participó de la historia de
nuestro tiempo y en la cual muchas/os jóvenes pueden
verse reflejados; así mismo, los relatos que me llevaron a
optar por el camino de la vida religiosa no son obra mía
sino la acción de Dios en mí. Que esto que vas a leer sea
una motivación para que tú también, querido lector,
busques tu camino en Dios, te animes a ser fiel ya que
son grandes los proyectos que el Corazón de Dios tiene
sobre nosotros.

1. Dios elige, prepara y confía una misión.

¡Qué bien lo dijo Dios por Jeremías! “Antes de haberte


formado yo en el vientre te conocía, y antes que nacieses,
9
te tenía consagrado” (Jr 1,4) y aquello de san Pablo:
“Nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo
para ser santos e inmaculados en su presencia, en el
amor” (Ef 1,4).
¡Oh Dios! ¡Qué verdad es esto de la elección de Dios!
La Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis nos habla
de la elección amorosa de Dios; innumerables son los
ejemplos que el pueblo judío nos dejó escrito. Los
Evangelios y los Apóstoles ¡otro tanto¡ Si recorremos la
historia de la Iglesia nos damos cuenta de la multitud de
santos/as que se nos ha permitido conocer.
En mi experiencia ha sido todo un proceso asimilar y
asumir esta elección de Dios. Debo confesar que fue un
camino reconocer esta elección, simplemente porque
estuve inmersa en un ambiente ni tan creyente, ni tan
pagano. Mis padres son personas sencillas, vienen de un
ambiente pobre pero honrados a carta cabal; tienen
muchos valores humanos pero también defectos y límites
como todo ser humano, y en el plano de la fe, creen en
Dios, si bien, no en profundidad.
En mi vida influyó mucho mi madre más que mi padre.
Ella era quien me guió en todo sentido, me educó en los
valores buenos, pero éstos no fueron parte de mí ser sino
en la medida que hallaba resonancia y daba respuesta a
las inquietudes e interrogantes que iban apareciendo en
mi vida. Fui una niña “común y corriente”, querida en mi
entorno, aunque sin yo entender y comprender, me sentía
algo “privilegiada”, pues captaba en el escaso
conocimiento que tenía, que yo no podía ser como los

10
demás y en mi vida ¡todo sería distinto! Era una intuición
que después se convertiría en certeza.
Más tarde, poco a poco me fueron educando en el
sentido de la pobreza, el sacrificio, el sufrimiento y la
escasez. Soy la primera de cuatro hermanas y un
hermano. Crecí hasta los nueve años sola, por esto tal
vez, siempre me sentí a pesar de la pobreza en que
vivíamos la ¡preferida en casa! y en relación a otras niñas
de mi edad sobresalía por mi vivacidad lo que me
prodigaba la acogida de las personas mayores, cualidad
que me favorecía el sentirme bien en mi entorno.

2. Un sueño infantil

Contaba, a mi parecer unos cuatro años; en esta edad


tuve un sueño, fue tan claro que jamás se me olvida.
Quiero contarlo porque aquí encuentro el origen y razón
por la que yo siempre buscaría el rostro de Jesús, el Hijo
de Dios. En aquel sueño lo vi, y hasta ahora ninguna
imagen, estampa que he visto se le parece. Hoy entiendo
perfectamente la simbología de este sueño y por ello sé
muchas cosas que están por venir y que en transcurso de
mi vida se verían realizadas.
En el sueño yo era muy niña, tal vez la misma edad
que tenía en la realidad, caminaba por la calle de una
ciudad tomada de las manos de mis padres, iba en el
centro, vestía un vestido blanco, medias y zapatos
blancos. A lo lejos vi que se acercaba un heladero en su
bicicleta, yo vi la cara de mis padres porque les pedía me
compraran el helado; no sé porque miré atrás y mi ojos
11
se fijaron en el rostro sonriente de un señor que asomado
a la ventana de una casa pequeña me llamaba con su
mano. Tenía el cabello un poco ondulado hasta los
hombros y su rostro ¡Era hermoso!
Sin pensar en nada y olvidándome del helado, me
aparté de los manos de mis padres y corriendo crucé la
calle y entré en aquella casa. No volví a ver su rostro, no
podía verlo, pues era muy alto para mí y sólo me
contenté con mirar el manto que llevaba y las sandalias
de sus pies.
Tomada de su mano avanzamos por un claustro corto en
cuya pared de lado y lado estaban pintados unos
cuadros. Sólo sé que eran cuadros pintados pero no sé lo
que había en ellos. Aquí terminó todo. Este sueño me
acompaña siempre y hoy lo entiendo perfectamente, pues
a la edad que escribo descubro la presencia de un
llamamiento, una vocación y una misión.
No tengo la pretensión de igualarme a las vocaciones
que narra la Biblia, nada de eso, ni de la vocación y
misión de los grandes santos, pero tampoco puedo dejar
de lado que en verdad Dios se manifestó a mi espíritu
infantil dejando su huella de manera imborrable.
Hoy al recordar este mensaje vocacional puedo
compararlo a la entrega que Ana hizo a Samuel en el
Templo del Señor. “Cuando lo hubo destetado, lo subió
consigo, llevando además un novillo de tres años, una
medida de harina y un odre de vino, e hizo entrar en la
casa de Yahveh, en Silo, al niño todavía muy
pequeño”(1Sm1,25). Yo considero que el Señor me hizo

12
entrar en su casa pero sin que mis padres se dieran
cuenta.
A lo largo de la vida fui aprendiendo por experiencia
que no todos los sueños hay que tomarlos en cuenta, pero
hay que considerar que algunos los hay que revelan no
sólo grandes acontecimientos sino que son verdaderos
mensajes de Dios. Con el tiempo mi espíritu sabe
exactamente cuando los sueños vienen de Dios y cuando
son frutos de nuestra fantasía. Lo que acabo de contar
para mí ha sido un auténtico llamamiento. Mi espíritu
que en ese tiempo era puro e inocente era capaz de verlo
y reconocerlo, aunque en la realidad gran tiempo pasé sin
conocerlo como lo hubiera deseado.

3. Un apocalipsis en pequeño

Lo que escribo a continuación es el hecho, el


acontecimiento, esto no fue sueño, esto era una realidad
viviente, en ese entonces tenía cinco años de edad. Sólo
años más tarde desde la oración reconocería su
simbolismo, mensaje y enseñanza. Fue así:
Hubo temblor de tierra. Recuerdo perfectamente que
salí de mi casa y me dirigía a la casa del frente, tan sólo
llegar a la puerta, la tierra temblaba, la señora al abrir
la puerta, con su mano grande hizo que me arrodillara
junto a ella justo en el umbral de su puerta.
Aquella señora rezaba angustiada y mis ojos muy
abiertos no entendía lo que sucedía. Se oían gritos,
llantos, yo comencé a rezar el padre nuestro ¡De pronto¡
13
Vi ante mis ojos ¡cómo la calle se partía en dos!, dejando
amplias grietas que no se podía pasar, al alzar la
mirada, vi un caballo y jinete muy pequeño, tendría unas
dimensiones de unos cinco centímetros. Su color era café
muy oscuro.
Era un caballo que galopaba con gallardía y un jinete
con su escudo y una espada que la mantenía alzada
mientras pasaba galopando por el aire, le seguí con mi
mirada hasta que desapareció… Volví a ver a la señora
quien rezaba con angustia. Pensé decirle lo que había
visto, pero me di cuenta que no habría visto nada pues
rezaba con los ojos cerrados. ¡Oh mi Dios una criatura
se siente tranquila en el mayor peligro del mundo!
Cuando uno no entiende las cosas, todo le parece
normal.
Bien, todo pasó y volví a casa, no recuerdo haberle
contado a mi madre, lo guardé en mi corazón hasta ahora
que lo escribo. Hoy se me viene a la mente estos
versículos del Apocalipsis, sin embargo, el color del
caballo era café oscuro. “Entonces salió otro caballo,
rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra
la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una
espada grande” (Ap 6, 4).
En mi mente de niña bien entendía que aquel jinete
que pasaba con la espada en alto era símbolo de la
devastación de la tierra que estaba pasando ese momento.
Lo entendía pero no sabía hablar ni explicar, pero esto se
me quedó grabado para siempre.

14
Evidentemente, hoy cuando leo el libro del
Apocalipsis me parece se vuelve a hacer presente esta
realidad. Entiendo su simbología o los géneros literarios
que en teología bíblica nos enseñan, además, hoy puedo
descubrir el mensaje que se me fue revelado en aquella
ocasión no sólo para mí sino para cuántos se vean
reflejados en este caminar.
El mensaje es simple pero profundo para el que tiene
fe y consiste en lo siguiente: Al cristiano de esta época le
tocará y ya lo estamos viviendo un ambiente de guerras y
sus devastaciones a todo nivel: Mundial, eclesial,
familiar, comunitario, social y personal. No voy a
describir las guerras que tú y yo sabemos y constatamos
cada día entre naciones, familias, etc., pero lo que sí me
voy a detener es que si miramos a nuestro alrededor
siempre hubo, hay y habrá jinetes dispuestos a
enfrentarse contigo, conmigo.
Este jinete dispone de todo lo necesario como son
ideas, ejemplos, razones, etc., para derribarte, tú, yo, le
vemos pasar, galopar ante nuestros ojos con gallardía,
además de mantener siempre la lanza alzada; nos parece
que tiene el poder y hace lo que quiere. Pero, lo que no
has tomado en cuenta es que el caballo y jinete eran, son
y serán siempre pequeños en relación a la grandeza de la
vocación recibida: Laica, consagrada o sacerdotal y la
misión confiada que tienes a partir del don recibido, pues
Dios está por encima de toda capacidad humana, nunca te
abatirán, porque Dios está contigo y te sacó del mundo
(cf. Jn 15,19) es más, poco durará su poder (cf. Sal
37,10).
15
Sólo tenemos que avivar y purificar nuestra fe y
confianza en Dios para vencer las fuerzas del mal que
nos acechan por todo lado y, para llenarnos de la fuerza
que vence el mal, la puerta es la oración, es decir, llegar
al contacto íntimo con Dios a través de su Hijo
Humanado en el Espíritu Santo. No hay otro camino, ¡no
te hagas ilusiones!
Mira, entonces, cómo es la misericordia de Dios que,
cuando Dios manifiesta alguna visión a alguien nunca
sale de las categorías de la Escritura, nunca la visión se
vuelve privada sino que es para los demás, de ahí que, lo
que se me fue dado a conocer es para ti y, a través de esta
simbología profunda, descubre las decisiones amorosas
que Dios tiene para tu bien, el de los tuyos y el de tu
pueblo4.

4. Un ángel en sombra

Los Ángeles, ¡qué bien me suena esto! Un mundo que


no es desconocido para mí, Nuestro Señor tuvo la bondad
de enseñarme a través del Ángel de mi Guarda la

4
Los cristianos, especialmente, necesitamos saber “cómo triunfar sobre los enemigos”
Jesucristo dijo: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!
porque así hacían sus padres con los falsos profetas” (Lc 6, 26). Como cristianos,
podemos esperar ser aborrecidos por los que no nos quieren. Jesús nos mandó que
amáramos y orásemos por nuestros enemigos “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los
que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os
persiguen” (Mt 5, 44). El apóstol Pablo nos dice: ¡Todo lo puedo con Aquel que me da
fuerzas!” y cuando vemos que Esteban asumió esa actitud de perdón, cuando puesto de
rodillas, clamó a gran voz: ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! (Hch 7, 60) sin
lugar a dudas un gran ejemplo a seguir. Cuántas veces en la vida si eres verdadero/a
cristiano/a tendrás que haber pedido perdón y dado el perdón. De esta manera es como se
enfrenta a las fuerzas apocalípticas del mal. Si no estás dispuesto a esto, entonces ¿para
qué te llamas seguidor/a de Cristo?

16
obediencia. Sí, ¡la obediencia! me gustaba desobedecer y
hacer mi voluntad, y lo que no quería, nadie me
cambiaba a no ser que me enseñaran razones y
explicaciones.
Era una mañana de sol, yo tendría unos siete u ocho
años de edad, recuerdo estar en un taller de costura, mi
madre sentada a la máquina cosía el vestuario que le
habían encomendado, cerca y de frente estaba una mesa
larga y ancha en donde mi madre tendía las telas para
cortar, señalar y planchar. Me encontraba en una
esquina de la mesa sentada sobre una silla grande y con
mi cuaderno de matemáticas sobre la mesa. Intentaba
sumar y restar los quebrados que nos daban en
matemáticas; pasaban las horas y mi madre seguramente
un poco cansada me dio la orden de ir a preparar un
café…
Yo disimulaba no haber oído, pues no quería
desacomodarme de mi puesto, sentía muy claramente la
resistencia a obedecer. Mi madre con paciencia trataba
de persuadirme con buenas razones y argumentos, uno
de ellos era muy simple: Comenzó a tronar en el cielo
como cuando va a llover y me dijo: “¿Oyes? en el cielo
pelean los ángeles buenos y los malos, ganará tu ángel
bueno si obedeces, de lo contrario, ganará el ángel
malo”. Yo estaba sorprendida e incrédula. La miré
fijamente a sus ojos que permanecían clavados en la
máquina de coser. En ese momento hubo más truenos,
pero no había señales de nubes, era el mediodía. Por
segunda vez mi madre me dijo: “¿Oyes? mira, ¡qué dura
es la pelea!..”
17
Burlándome un poco del dije: “¡A ver mamá! ¿Dónde
está el ángel? ¡Le buscaré!” Inmediatamente salí del
cuarto y al pasar hacia la cocina vi en la pared una
sombra de un ángel en plena posición de guerra, llevaba
alas, un escudo grande, una espada alzada, tenía unas
botas que al final eran abiertas parecidas a sandalias. Vi
su sombra, no lo vi en persona, por lo tanto, no vi su
rostro. Asustada sobre manera, entré corriendo a dónde
estaba mi madre y hablándole con desesperación le dije
que viniera a ver al Ángel. Mi madre se levantó
enseguida y cuando llegamos al lugar, que estaba a unos
pocos pasos, no había huellas del tal Ángel.
Mi madre no creyó nada, en realidad ya no lo vimos
más. Recuerdo que en la Biblia se nos dice: “Así habla el
Señor: “Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que
te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que
te he preparado. Respétalo y escucha su voz. No te
rebeles contra él, porque no les perdonará las
transgresiones, ya que mi Nombre está en él. Si tú
escuchas realmente su voz y haces todo lo que yo te diga,
seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus
adversarios. Entonces mi ángel irá delante de ti” (Ex
23,20-23a).
¡Ay Dios mío! Por primera vez fui consciente de la
resistencia a creer lo que me decían; antes de que pasara
lo que acabo de relatar veo claramente que afloró en mí
la incredulidad, el convencimiento de que lo que estaba
diciendo mi madre no sería nunca una realidad, si ella
quería persuadirme a que obedezca, tendría que darme
razones… Señor Jesús, el no creer fácilmente lo que no
18
se ve más allá de los sentidos externos sería un sello
imborrable en mí. ¡Cuánto has tenido que esperar! La
razón me daría mil batallas y buscar las explicaciones de
las acciones de Dios, el por qué, cómo, cuándo, me sería
un verdadero obstáculo en el desarrollo de la vida
espiritual. Hoy reconozco que lo que vi, fue una visión de
bajo nivel en la vida espiritual, porque lo vi con mis ojos
corporales, pero aun así sus efectos fueron tan grandes
que perduran hasta hoy.
En la vida cuántas veces he tenido que doblegar mi
juicio y forma de pensar y, cuando tengo que hacerlo
ante la autoridad es más costoso todavía, sin embargo,
esta experiencia me recuerda siempre el sentido de la
obediencia y que la autoridad, sea la que sea, está en el
lugar de Dios. Si esta autoridad busca sus propios
intereses, no por ello deja de actuar lo que Dios quiere y
cómo quiere. ¡Su voluntad se cumple!5

5. Primera comunión y confirmación

Todo transcurrió con normalidad, me sentía feliz,


tranquila, estaba radiante, toda de blanco, era la
admiración de mis compañeros y compañeras. A nivel
espiritual lo que sí puedo decir es que me di cuenta y
sentía que la misa era algo grandioso pero no podría
explicar.
5
Los ángeles son espíritus creados por Dios (Heb 1,14) y “deben ser siempre entendidos
dentro del marco de la fe en la creación” por lo tanto son “mediadores de la salvación
para los pueblos, las comunidades y, ocasionalmente, también para personas concretas
(Tob 5,12; Mt 18,10)” Cf. Gerhard LUDWIG MÜLLER, Dogmática, Teoría y práctica de la
teología, Barcelona, Editorial Herder, 2 2009, pág.121.

19
Hoy sí puedo conceptualizar la gracia que recibí, mi
espíritu captó la trascendencia infinita de la eucaristía y
todo lo que se desarrollaba en la misa: La palabra, las
ofrendas, la consagración, todo lo que el sacerdote hacía
servía para lo eterno. Con el tiempo esta gracia se
convertiría en la capacidad de creer firmemente que los
sacramentos me darían la confianza de la acción de Dios
en mí.
Este sentimiento frente a lo que significa la eucaristía
perdura hasta hoy; cuando estoy en la misa es la misma
captación espiritual de entonces, sólo que con más
claridad del conocimiento intelectual y la base teológica
de lo que significa el sacerdocio y la eucaristía. Así fue
todo, pero un todo que se repite diariamente en mi vida
espiritual.

6. La escuela y varios años en casa

¡Qué buenos recuerdos tengo de esta etapa! Siempre


fui la más pequeña en edad y estatura de todas las
compañeras. En casa, antes de entrar al primer grado,
tenía ansias de ir a la escuela, veía pasar por la ventana
de mi casa a otras niñas, con su mandil blanco, rumbo a
la escuela, yo quería ir con ellas.
Mi madre me enseñaba las primeras letras y oraciones;
recuerdo que a media noche o de madrugada le
despertaba a mi madre exigiéndole que cogiera el libro y

20
me enseñara, ¡Ah, no se negó nunca! Después me volvía
a dormir.
Debí importunar tanto para que me enviara a la
escuela que mi madre cansada de oírme consiguió la
ayuda de una profesora que me puso sólo de oyente, a
primer grado, con la esperanza de que se me pasara las
ganas y como no entendería nada me volvería a casa.
Nuestro Señor me dio inteligencia, era la primera del
grado y sabía tanto cuánto y mejor que las demás… La
profesora estuvo en problemas porque cuando se legalizó
la matrícula y quisieron que fuera a primer grado, yo no
quise y, fui al segundo grado como era y debía ser para
mí. ¿Cómo arreglaron papeles de matrícula? nunca lo
supe, lo cierto es que fui adelante como las demás.
Un día me pasaron al pizarrón y no obstante yo saber,
no pude escribir “burro”, llegué a casa en un solo llanto,
al contarle a mi madre lo ocurrido me enseñó y explicó
que esta palabra se escribía con b grande; no recuerdo
que volvería a sucederme tal cosa. Estos años fueron
agradables; como no tenía hermanos/as me iba a la casa
de las compañeras a jugar, saltar y cansada llegaba a mi
casa, luego, mi madre me ocupaba en los deberes, la
lectura y me enseñaba a cocinar, poco a poco quiso
enseñarme la costura pero para mí la aguja era un
instrumento inservible.
Pasaron los años de una manera tranquila, a los siete u
ocho años gocé mucho al ser consciente de mi primer
trabajo fuera de casa. Sí, era un trabajo para mí, consistía
en levantarme temprano, ir a comprar la leche y pan para

21
una señora rica que vivía a unas cinco cuadras de mi
casa, luego venía, tomaba café, me ponía el uniforme y
me iba a la escuela que estaba al frente de mi casa.
Era un orgullo para mí, terminado el mes, la señora me
daba una funda plástica mediana llena de monedas, me
sentía feliz llevando el dinero para darle a mi madre. Me
sentía importante, útil, y con lo poco que yo tenía se
podría comprar el arroz y muchos huevos…
Cuando mi padre estaba en casa pasaba todo el tiempo
con él, le acompañaba a limpiar el carro viejo que tenía y
como mi padre, me metía debajo del carro para pasarle
las herramientas. Cuando salía a trabajar algunas veces
me llevó consigo y otras, me sentaba en sus piernas
mientras manejaba el auto y con mis manos pequeñas
dominaba el volante, a mí me parecía que lo hacía todo.
¡Qué risa! me sentía manejar un carro grande. Cuando
llegábamos a casa comía con papá.
A mis ocho años, no faltó la ocasión en que me daría
unos buenos correazos que hasta ahora me acuerdo
debido a mi rebeldía y reacciones de ira, la acción
realizada de tirarle un par de medias provocó me diera
tres correazos tan buenos, cuyo castigo me serviría para
toda la vida. ¡Gracias a Dios mis padres supieron
corregirme a tiempo!
En fin, nada extraordinario se dio en esta época, fuera
de lo que queda anotado anteriormente, así pasé al
colegio y sin mayores esfuerzos, di los exámenes de
ingreso y salí aprobada. Me matriculé en el mejor colegio
de entonces, laico, la alegría invadía mi ser, pues no
22
sabía lo que me esperaba. En este colegio estuve hasta el
tercer curso, para el cuarto me tocaba escoger una carrera
y no me gustaba nada de lo que había en el colegio y, con
una decisión firme me pasé a otro colegio que en aquel
año se abría para cursar las “Humanidades Modernas”, es
decir, se daba paso a las jóvenes que querían seguir
química y biología, física y matemáticas; así como
sociales.

7. Grandes interrogantes de la juventud

Desde los 12 a los 17 años, fue una época más bien


fría. Todo parecía tranquilo en los tres primeros años de
secundaria, los tres últimos si aparentemente fueron los
mejores, debo confesar que en mi interior había una
profunda “crisis de fe”. Al recordar esta etapa y al
describirla hoy, me doy cuenta que lo que yo vivía era un
símbolo de la profunda crisis de fe en que la que vivía
sumergida la mayor parte de la humanidad. ¿Por qué
digo esto? Porque hoy tengo conciencia que mi vida
espiritual es un reflejo de lo que pasa la Iglesia y la
humanidad de hoy. Esto, tal vez se entienda mejor al
final, después de hacer una síntesis general de todo lo
que va escrito en este libro. Sólo me adelanto a decir que
quien vive en Cristo y por Cristo, todo lo que pasa la
persona en esta tierra es una continuación de la vivencia
de Cristo en el mundo…
Al volver a mirar de forma retrospectiva, puedo
valorar mejor lo que en esta época de los años antes de
1980 se vivía, era una fuerte crisis mundial. A nivel de

23
Iglesia se notaba una marcada disminución en el aprecio
a los sacramentos de iniciación cristiana por parte de los
fieles, la jerarquía de la iglesia declaraba que sus
estructuras estaban lejos de la realidad cotidiana de los
creyentes y naturalmente, el abandono de los fieles de la
Iglesia católica alimentaba y consolidaba a las sectas
protestantes que deseaban dar respuesta a los grandes
interrogantes de la persona.
Estas circunstancias marcaron mucho mi existencia
pues al estar en un colegio laico fui testigo de cómo
muchas de mis compañeras se pasaron a otra religión.
Yo no entendía, muchas veces fui invitada y sin entender
mayor cosa yo también fui por este camino, me alejé de
la Iglesia y di paso a lo que hoy llamaríamos el
escepticismo, porque nada constituiría para mí como una
verdad objetiva, me acostumbré a la duda y la
desconfianza que ganó terreno en mi vida práctica, así
mismo, el relativismo alcanzó un gran potencial en mi
vida porque desde aquel entonces, nada sería duradero
para mí, todo era pasajero y todo dependía de las
personas y sus circunstancias.
El primer cuestionamiento que me planteaba era sobre
la existencia de Dios; me preguntaba: ¿Quién era Dios?
Si lo hay ¿Dónde está? Con las clases que recibía de
Ética, Lógica y Literatura despertaron en mí mayor
inquietud por estas preguntas. En mi casa recibía el
ejemplo de ser buenos, pero hablar de Dios no era lo
común y si alguna vez se hablaba de Él, no era el
fundamento de mi vida.

24
Sin embargo, mi madre se preocupaba en gran manera
para que yo no me desviara en tomar caminos opuestos
cuyo resultado fuera escoger amigos, compañeros que no
me convenía. Lo hacía a base del diálogo y la reflexión y,
en el transcurso de exponer mis razones, me daba cuenta
de la poca sensibilidad que tenía frente a los problemas
de los demás, el mundo de la razón minaba mi espíritu, y
la influencia del ambiente mundano me alejaba de los
valores como la fidelidad; mi interés se centraba en soñar
tener todas las comodidades para ser feliz y superarme yo
sin importarme el otro…
La síntesis mental que yo hacía entre lo que me decía
mi madre y lo que aprendía en el colegio, tanto por
medio del estudio como de la experiencia entre
compañeras, me creaba muchas confusiones, preguntas,
decisiones, formas de ver las cosas y la vida. Era una
lucha por conseguir mi propia identidad, mi grado de
libertad interior, la claridad de lo que quería y sería en la
vida, la orientación que debería seguir. Dios quiso que
ninguna persona me acompañara en este estado
espiritual, ahora debo decir que sólo Dios guiaba mi
camino que, aunque con muchas preguntas, era sereno y
sin angustias mayores.
Por esta razón, muchas veces en la biblioteca del
colegio mis manos sacaban el libro de los grandes
filósofos del mundo griego; cuando me ponía a leer, algo
entendía intelectualmente hallando empatía en las
grandes definiciones de los valores morales que
Aristóteles hacía sobre el tema de la virtud, el hábito, la
valentía, la constancia, el uso positivo de la razón; me
25
fascinaba la defensa de la capacidad intelectiva,
contemplativa para alcanzar el Bien Supremo de un Dios
que debía existir y que ordenaba el mundo con suma
perfección.
Desde entonces me dije: Si ellos a través de su
Filosofía conocieron la existencia de un Dios, debe
existir un “Dios Eterno” que aunque yo no lo conozca,
existe. Esta conclusión a la que llegué me bastó… Dios
me cortó el camino porque cuando quería pasarme en la
biblioteca del colegio el tiempo de los recreos, siempre,
algo me impedía y ya no podía disfrutar de esas lecturas.
Fue increíble lo que estas lecturas me ayudaron; entendí
que debía ser buena por mí misma, buscar el bien de los
demás como un alto ideal humano. Para mí la razón
jugaba un papel importante, en adelante, aprendí que lo
que no se podía comprobar a nivel de ciencia no serviría
para nada, y todo aquello que no podía ser explicado por
medio de los argumentos de la razón tampoco serviría a
mis ideales…pero en la hondura del ser estas lecturas
dejaban en mí el sinsabor de los idealismos, de la ficción
y la duda, de si sería cierto, pues con mi intelecto agudo
sospechaba que el gran aporte que estos filósofos han
dado a la ciencia no era el todo; constataba el vacío de
ese no sé qué, cuando no está Dios. Más tarde cuando
estudié la Filosofía entendí lo lejos que me encontraba
entonces de entender al Dios de Jesucristo y éste hecho
carne como uno de nosotros.
La segunda crisis que tuve es la “crisis de valores”.
Me preguntaba: ¿Por qué existe la maldad, el pecado? A
la verdad nunca encontré una respuesta, pero crecí
26
tratando de asimilar los valores humanos a través de la
lectura de algunas obras literarias que obligatoriamente
me exigía el año quinto de colegio. Fueron las siguientes:
a) “La Divina Comedia” de Dante Alighieri el poeta
italiano de 1265; el recorrido del paraíso, purgatorio e
infierno me dejaron escéptica.
b) “La vida es sueño” de Pedro Calderón de la Barca
poeta español de 1600, con el tema central de
la libertad frente al destino, la posibilidad de cambiar el
destino, la libertad para cambiar de comportamiento, y la
actitud de perdón del personaje Basilio con Segismundo,
fueron realidades que se grabaron en mí.
c) “Cumandá” de Juan León Mera, poeta del siglo
XIX y de 1877; recuerdo que ésta me gustó, me
identificada con el alma guerrera de los aborígenes frente
a la conquista española y el amor entrañable de Carlos y
Cumandá. Esta obra literaria me hizo meditar mucho
sobre la caducidad del amor humano.
Las lecturas de este talante literario me dejaron gran
enseñanza. Cuando entregaba a la profesora de Literatura
el ensayo sobre la obra leída, nunca salí seleccionada,
pues mi trabajo en relación a otros debía ser bien pobre,
pero tampoco me sacaba una mala nota, me sentía
contenta e interiormente estas obras literarias pusieron
las bases éticas y morales que necesitaba pero sólo a
nivel humano, intelectual, ¡qué lejos estaba yo de
conocer a Jesucristo y de actuar por su amor! Siempre
tuve el deseo de estudiar en un colegio religioso, pero las
posibilidades económicas de mis padres no dieron lugar,
27
pues todos eran pensionados. Dios es infinitamente sabio
y sólo Él sabe cómo lleva a las personas para el
cumplimiento de sus designios.
Llegué al sexto año de colegio y tuve la enorme
satisfacción de graduarme. Nunca fui muy buena alumna,
me contentaba con los promedios básicos para no perder
la beca de estudios y no perder el año de estudio. En este
último año gocé estando en los laboratorios médicos, me
sentía ya un médico y aprendí tanto que hasta hoy me
sirven aquellos conocimientos adquiridos.
Llegó el paseo de fin de año. Mi madre como siempre
no quería mandarme, ante mi insistencia por fin accedió.
Nos fuimos a un puerto de mar. Éramos unas treinta
estudiantes. ¡Oh Dios mío, lo que puede ocurrir en estos
paseos! De todas las aventuras recuerdo un baile que
tuvimos con los chicos marineros que nos habían
conocido el día anterior en el puerto en donde estaban
estacionados las flotas pesqueras y las flotas de guerrea
marítima.
Eran las siete de la noche y empezamos a bailar.
Recuerdo que un chico me sacó a bailar, me apretaba
tanto que comencé a asustarme. Se acabó la pieza y
animé a dos de mis compañeras a salir de allí e irnos al
lugar donde estábamos hospedadas.
Así lo hicimos, llegamos a casa y después de reírnos
tanto nos quedamos dormidas. No sé a qué hora llegaron
las demás, pero se supo después que hubo lamentos y no
tenían buena cara. No me atreví a preguntar a nadie, pero
la profesora que estaba con nosotras como responsable
28
del grupo estaba muy preocupada. Tampoco pregunté
pero al otro día regresamos a nuestro colegio. Todo pasó,
más tarde comprendí el peligro en que me había metido,
pero afortunadamente Dios me salvó de caer en la redes
de aquellos chicos que buscaban el placer sin importarles
nada.
A los pocos días caí enferma con fiebre. Mi madre se
pasaba junto a mi cama dándome la medicina y
poniéndome paños de agua fría en mi cabeza a causa de
la fiebre que me inundaba. Nunca olvidaré la ternura de
mi madre y lo que me decía: “Ya ves, esto es lo que
querías”. Me atrasé en exámenes y en la monografía
final que tenía que presentar. Por primera vez pedí ayuda
a un amigo que vivía en otro apartamento de la casa que
arrendábamos. Fue también una gran experiencia, aquel
joven que andaba interesado por mí, no se hizo de rogar e
inmediatamente hizo el trabajo.
Aquel trabajo cuando lo vi no era a mi satisfacción
pero, no tenía otro remedio que entregarlo a la tutora;
cuando lo presenté me mandaron a repetir. Con todo,
aquel joven se encariñó tanto que ya no quería apartarse
de mí. Aquí actuó Dios. Me fui de vacaciones a la costa
donde vivía una abuela de parte de mi madre, al regreso
de las vacaciones encontré que mis padres ya no vivían
donde les había dejado sino en una nueva casa que era
propia y estaba ya en construcción. Recuerdo las
penalidades sufridas porque la casa al estar en
construcción no tenía luz, agua, etc. Pero estábamos
contentos porque era ya una casa propia, todo valía la

29
pena, dentro de poco gozaríamos de las comodidades,
sólo teníamos que esperar y trabajar.
Grande fue mi alegría al contar con una casa propia,
pero grande fue mi pena de no volverle a ver a este joven
que le consideraba un gran amigo, aunque me sentía libre
de poder conocer a otros jóvenes que también llegarían a
ser mis amigos y alguno de ellos, por qué no, la persona
con la cual formaría un matrimonio. No le volví a ver
más en mi vida, pero estas experiencias me dejaron gran
enseñanza en mi interior, a la vez, que mi madre no dejó
de hacerme ver, a base de la reflexión, lo que había
pasado, llegando a la conclusión que Dios me había
guardado y ayudado y que esa ayuda de Dios sería por
algo y para algo.
Para entonces las crisis por las que había pasado y
había mencionado anteriormente ya no se hacían sentir,
palpitaba en mi la inquietud por el futuro, que por cierto,
me parecía viable, real, afortunado y sensato.
Entonces me preguntaba: ¿Qué debo ser y hacer? La
respuesta vendría muy pronto. Comencé a recordar el
sueño de la infancia en que me daba cuenta que era Jesús
el que me llamaba y la experiencia del Ángel. Me decía:
Quiero ser médico. Sí, eso era, me matriculé en la
Facultad de Medicina. Estaba contenta y el resto de mis
vacaciones me pasé estudiando los libros de medicina.
¿Qué hubiera sido de mí? Evidentemente hubiera sido
una mujer que insertada en el mundo de la medicina y de
la política, hubiera defendido la libertad, la razón, los
derechos del ser humano, pero sin contar con el Dios de

30
la vida y de la historia. Estaba plenamente convencida
que éste era mi camino, lo quería con todas mis fuerzas;
mi padre se sentía orgulloso de mí, me ayudaba a
conseguir los libros de medicina y me llevaba en su carro
para comprar fragmentos humanos que me serviría para
el estudio. Al recordar esta etapa, sonrío ligeramente
porque me doy cuenta que la falta de formación cristiana
que tenía no permitía conocer lo básico que la Iglesia nos
enseña para que nuestra razón pueda conocer a Dios.

8. Reflexiones sobre la existencia de Dios

Yo sé que a muchos hermanos/as en la etapa de su


juventud, o tal vez, toda su vida se preguntan sobre la
existencia de Dios. A mí me pasó igual, por eso, me
atrevo a sintetizar los principales fundamentos de la
existencia de Dios con la esperanza de provocarles a una
reflexión sincera que les acerque a Dios. No voy a entrar
en argumentos filosóficos que ese no es el fin, sino desde
el punto de vista del cristiano. Desde la experiencia les
digo que yo tampoco lo sabía en mi juventud, y cuando
conocí los elementos básicos de cómo conocer a Dios, mi
razón, mi intelecto y por tanto, mi espíritu halló
descanso. Pero el presupuesto básico es creer, sin fe, no
lograremos salir de la ignorancia y de las tinieblas.
Entonces:
En el corazón de toda persona humana hay el deseo de
Dios, del Absoluto, de un Ser Supremo, por eso somos
religiosos. Quisiera que leas y medites estos párrafos que
escribo a continuación, según una síntesis de Santo

31
Tomás de Aquino, porque son las pruebas más
tradicionales para demostrar la existencia de Dios y verás
que la razón tiene argumentos convincentes. El artículo
13 nos habla de que Dios existe, así tenemos:

1) “Se puede demostrarlo por cinco vías: el movimiento, la causalidad eficiente, la


relación de necesidad y contingencia, los grados de perfección de los seres, y el
gobierno del mundo.

2) Por el movimiento, pues:

A) Es cierto, y consta por los sentidos, que muchos se mueven en el mundo; B)Todo
lo que se mueve, es movido por otro, como se comprende si se considera que: a)
nada se mueve sino en cuanto está en potencia respecto de aquello hacia lo que
se dirige;1) por cuanto mover es hacer pasar algo de la potencia al acto, y
causar el paso de una a otro es exclusivo de lo que está en acto; 2)mover
requiere estar en acto;3)es imposible estar a la vez en acto y en potencia respecto
de lo mismo; 4) lo estaría quien se moviera a sí propio; C) Si todo lo que se mueve
es movido por otro, el movimiento no puede tener como primera fuente sino a
quien lo produzca sin moverse, o sea, un primer motor inmóvil.

3) Por la causalidad eficiente, pues:

A) En este mundo sensible hay orden entre las causas eficientes; B) Como, si algo
fuera su propia causa, sería anterior a sí misma, nadie puede ser causa de sí
propio; C) Si nadie puede ser causa de sí mismo, es necesaria una causa que de
nadie sea efecto, o sea una primera causa eficiente.

4) Por la relación de necesidad y contingencia, pues:

A) Vemos entre las cosas unas que se producen y se destruyen; B) Tales cosas
pueden existir o no existir; C) Como hubo un tiempo en que no existía aquello
respecto de lo que hay la posibilidad de que no exista, lo contingente no ha
existido siempre; D) Nada empieza a existir sino en virtud de algo que ya existe;
E) La existencia de algo supone, por tanto, la de alguien que siempre ha
existido un ser necesario.

5) Por los grados de perfección de las cosas, pues:

A) Las cualidades de ellas pertenecen a diverso grado, a grado más o menos alto;
B) El grado de una cualidad se considera más o menos alto por su proximidad
a lo máximo; C)Como lo que es máxima verdad es máxima entidad, lo máximo
con relación a lo cual se gradúan las cualidades de los seres, consistirá en el
supremo ser; D)Lo máximo en un género es causa de lo que en él existe; E)Por
consiguiente, hay un ser que reúne las cualidades e grado máximo y que es
causa de las cualidades de los otros seres.

32
6) Por el gobierno del mundo, pues:

A) Quienes carecen de conocimiento, obran por un fin como se comprende


observando su regularidad. B) Lo carente de conocimiento no tiende a un fin que
entienda y conozca; C) Luego, existe un ser inteligente que dirige las cosas
naturales a su fin”6.

Las “pruebas de la existencia de Dios” según Santo


Tomás es evidente que participa del concepto griego
como una realidad eterna e inmutable, pero también
nosotros/as no hemos de dejar de lado la concepción de
la historia como historia de salvación en la que se afirma
que el Verbo se hace carne, por lo tanto, entra en la
historia y el tiempo. Desde esta perspectiva entendemos
lo anterior como argumentos convincentes que facilitan
conocer las verdades de fe y de la Iglesia; tienen su punto
de partida en la creación que abarca el mundo material y
la persona humana. No basta aplicar la inteligencia a
través de un recto proceso discursivo de la razón sino que
se requiere una rectitud moral de cara a Dios.
Si hablamos de la creación nos referimos al mundo
material en su movimiento, devenir, contingencia, orden
y belleza, nos habla de que el origen y fin del universo es
Dios (cf. Sb 13,19). El principio que siempre hemos
escuchado: “No hay efecto sin causa” o bien “Todo ser
que comienza a existir tiene una causa de sí” nos permite
entender que el mundo no apareció por sí mismo, hay un
ser que le dio y mantiene en su existencia y esta causa
primera y Ser es Dios. Por lo tanto, todos los seres
6
SANTO TOMÁS DE AQUINO (S.), Síntesis de Filosofía Tomista, Dr. Ramiro Borja y Borja,
Madrid, Librería Espiritual, 1989. Primera parte, Cuestión dos, Artículo XIII, pág. 10-11.

33
contingentes, es decir, todo lo que existe no pueden darse
la existencia en sí mismo sino por otro, aparecen, duran
poco y luego desaparecen, de ahí que puede o no haber
existido, ser o no ser; en cambio a Dios, nada ni nadie le
da el ser, Él es el eterno, el ser necesario, el Absoluto.
El orden del universo es admirable “Pues lo que de
Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se
lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la
creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través
de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma
que son inexcusables” (cf. Rm 1,19, 20). Se requiere una
inteligencia ordenadora, y precisa, por lo tanto es absurdo
asegurar que el azar, la casualidad y el desorden para
alcanzar el fin que se propone la armonía del universo.
Esta inteligencia suprema es Dios.
Así mismo, el ser humano a través de sus sentidos
interiores que son las facultades intelectuales, percibe
signos de que no es sólo materia, sino que lleva en sí la
semilla de la inmortalidad. Lleva en sí una ley moral que
es superior al hombre, entendida esta ley como el
conjunto de los preceptos que descubre en su conciencia
para distinguir el bien del mal, para obrar el bien y evitar
el mal; entonces no puede haber ley moral sin un
legislador Supremo que supere al hombre, sea para todos
y lea su conciencia. Este es Dios.
Por esta razón la persona se da cuenta que la razón no
puede oponerse a la fe; es por la fe que la persona acoge
la revelación y le hace capaz de entrar en contacto y
comunión con Dios, encuentra que su origen y fin radica

34
en Dios, por lo tanto, Dios es la causa primera y el fin
último de todo. Hemos sido creados por Dios y para
Dios, por ende, a mi parecer, sólo existe un llamamiento
a una altísima dignidad a establecer una comunión con
Dios, a través de un diálogo con Él. Reconocer con
libertad el amor de Dios y entregarse al Creador es la
fuente de nuestra plenitud en esta vida y en la vida
eterna. Si no hay este presupuesto cristiano, la persona
tardará más tiempo en buscar y encontrar a Dios. Cuando
el corazón y la mente y la voluntad de la persona acogen
y se somete a su Creador, encuentra la verdadera libertad,
la verdad y el camino de su existencia7.
Acoger la revelación de Dios en Cristo quiere decir
que reconocemos a Jesucristo en los sucesos de la vida,
muerte y resurrección; penetramos en su misterio cuando
acogemos al Dios histórico en la dinámica interna de la
historia humana, dentro de la contingencia y la
temporalidad, sin que por ello perdamos la dimensión de
su esencia infinita como Ser subsistente, sin oponerse a la
inmanencia y trascendencia de Dios. Por esto, toda
experiencia de Dios cristiana y católica es una
experiencia de la historia de Jesús de Nazareth, en su
humanidad, como lugar para conocer al Padre y
experimentar en Él al Verbo hecho carne en su realidad
divina, trascendente, inmanente, como Hijo de Dios. Por
eso a nuestro Señor nada de lo humano le es ajeno,
comparte con nosotros/as la cotidianidad de la vida. Él
está junto a nosotros, con nosotros y en nosotros. Nos

7
Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Biblioteca de Autores Cristianos, 2a ed.,
Madrid, 1977,31-35.

35
llama a una continua humanización y divinización por
semejanza de amor que consiste en el gran don de la
Filiación divina.
Hoy llevo un dolor en el alma cuando la realidad del
ateísmo se hace presente con más fuerza. Se dice que hay
ateos en diferentes grados y formas de pensamiento; para
ellos el fondo de todo es que no creen en un Ser
Supremo, atacan al cristianismo como herederos del
racionalismo de Descartes, Nietsche, Feuerbach, Marx,
Freud, etc., permitiendo que el hombre sea el soberano
del mundo y de la historia sin contar con Dios. En
verdad, me atrevo a decir que ateos radicales no los hay,
porque la persona humana al estar en la plena conciencia
de sus facultades, al ver la armonía del universo no puede
dejar de despertar en su intimidad la idea de un Ser
Supremo.
Lo que creo es que existen ateos que mantienen su
postura por una convicción sectaria que niega la
existencia de Dios como fruto de una educación
secularista y materialista, otras personas que viven como
si Dios no existiera, tan indiferentes y con actitudes
paganas; finalmente hay ateos que se mueven por valores
humanos que están dentro de la línea del Evangelio. Con
todo, cuando la persona no tiene a Dios en su vida
siempre le faltará a la razón de su existencia, el sentido y
la plenitud de la vida, porque la caducidad del tiempo, la
contingencia de los seres será una frustración intolerable
que le llevará a la desesperación y a perderse en la propia
nada de la existencia.

36
Estas verdades las llegué a entender mucho tiempo
después, pero daba gracias a Dios porque en medio de la
obscuridad mental Dios me guiaba con un fuego en el
corazón. Bien, espero que las reflexiones anteriores
ayuden al lector/a a unificar la razón y la fe, sean una
fuente de motivación para profundizar en la doctrina de
la Iglesia Católica y afianzar nuestro testimonio de
cristianos. Antes de pasar al relato de cómo desistí de ir a
la universidad para irme al convento, tengo que decir lo
que va a continuación porque influyeron en gran medida
en mi opción vocacional.

9. El camino de volver a Dios

Mi vida espiritual no tenía consistencia, se reducía el


ir a misa de vez en cuando. Al llegar el tiempo de los
exámenes en el colegio, ahí sí me daba tiempo para ir a la
Iglesia de san Francisco, me arrodillaba delante de una
cruz en la que estaba pegada una oración al Espíritu
Santo; recuerdo que se decía que quien rezaba aquella
oración por tres días seguidos conseguiría lo que
pedía…Entonces, en aquellas ocasiones iba tres días
seguidos y como tantos otros estudiantes salía con la
seguridad interior de que siempre me iría bien.
Efectivamente, no me quedaba aplazada ni suspensa
en las materias, pero tampoco era buena alumna. Mi
promedio del año alcanzaba a los diecisiete y máximo a
dieciocho sobre veinte. Con este puntaje no perdía la
beca de estudios que me fue concedida para que tuviera
asegurado los estudios secundarios y universitarios con la

37
carrera que quisiera escoger en cualquier país del mundo,
pues así el Gobierno Nacional lo tenía legislado.
La beca de estudios fue una gran ayuda en cuanto a lo
económico. Nunca me faltó nada de lo que necesitaba
para estudiar. Me acercaba cada mes al Instituto
Internacional de Becas y por medio del Banco me
extendían un cheque que me alcanzaba para el pago de la
matrícula y la compra de varios textos de estudio. Poco a
poco fui consciente de la ayuda que el Gobierno
Nacional concedía para muchos estudiantes, a esto se
sumaba la ayuda que mis padres me daban, así como lo
poco que ganaba del trabajo que yo realizaba en un
farmacia vendiendo las medicinas y algunas veces
atreviéndome a recetar según había aprendido…
El trabajo fue para mí una fuente de grandes
satisfacciones. Como adolescente fui a trabajar a una
farmacia del barrio donde vivíamos. Me pasaba las tardes
de los días de la semana, así como el sábado y domingo
por la mañana. ¡Oh Dios cuánto me ayudó la farmacia a
todo nivel! En lo humano aprendí a coordinar el estudio y
el trabajo, me enseñaron cómo se utilizaban las
medicinas: Antibióticos, desinflamantes, analgésicos. Me
di cuenta que tenía que ser servicial, adelantarme a las
necesidades de la señora dueña del negocio, es así como
a media tarde le tenía preparado un café.
Poco a poco me fui ganando la confianza hasta que
llegó a prestarme los libros de medicina que ella tenía. Si,
mis lecturas en casa era leer libros de medicina, mi
intención era prepararme para la universidad en dónde

38
iría a estudiar medicina general y después especializarme
en cardiología en algún país extranjero.
En este ritmo de vida ¡tenía todo el tiempo ocupado!
El colegio, el trabajo, las labores dentro de casa. No me
faltaron ocasiones para que mis amigas me invitaran a
bailes… ¡Dios mío los bailes! Me emocionaba, pero
cuando pedía el permiso a mi madre, ella se negaba
rotundamente y no había potencia humana para que diga
sí. Con enojo y refunfuñando me quedaba sin tener el
gusto de irme a la fiesta. Hoy al recordar aquellas
circunstancias ¡cómo le alabo a Dios que me libró de
tantos peligros! Quizá hubiese caído fácilmente por mí
misma o impulsada por otros/as.
Dios siempre da la gracia de estado a los padres; en mi
caso fue mi madre, ella me guiaba en lo que me
convenía, lo cierto es que cuando tenía que irme a casa
de las compañeras para estudiar y hacer deberes nunca
me negó, aunque claro está, no me faltaron las
recomendaciones para que estuviera despierta frente a
cualquier engaño que me podría sobrevenir de la malicia
de las compañeras, que tal vez para esos momentos, ya
no tenían nada que perder.
Aquí veo la gracia de Dios porque siempre me
acordaba del Ángel que vi cuando no quería obedecer a
la edad de siete años. Debo confesar que tan sólo este
recuerdo inclinaba mi voluntad a aceptar la negación
contundente de mi madre, el carácter fuerte, orgulloso y
primario que yo tenía era una gran dificultad para que me

39
doblegara fácilmente, ¡porque lo que quería, lo hacía de
inmediato!
Así llegué al quinto año de estudio ¡Sorpresa! En éste
año una profesora del colegio en donde estudiaba, con el
consentimiento de mi madre, me llevaba todos los días al
colegio en su carro, tanto de ida como de venida, pues
resulta que vivía a la vuelta de mi casa y yo hasta
entonces, no lo sabía.
Al principio me resulto buenísimo, pero con el pasar
de los meses me resultaba una completa mortificación ya
que no iba en el bus del colegio como todas, no tenía la
posibilidad de ir y venir en el colectivo de línea como
otras. Recuerdo que me preguntaba. ¿Por qué tenía que
ser yo diferente? Lamentablemente no entendía que era
una gracia de Dios.
¡Oh Dios! Ya se puede adivinar los designios que
nuestro Dios tenía sobre mí, sin saberlo, o más bien, sin
tomar conciencia del cuidado pastoral de que Jesucristo
me prodigaba, me lamentaba interiormente el no poder
darme a los gustos juveniles lícitos de aquel tiempo como
cualquiera joven tenía, aunque ese disgusto nunca llegué
a manifestarle a mi madre, pues entendía que ella estaría
más tranquila confiándome a la tutela de la profesora.
Hoy, al escribir esta etapa, qué bien resuenan en mí las
palabras de nuestro Señor por medio del profeta Isaías
que dice: “Yo Yahvé soy tu guardián. A su tiempo la
regaré. Para que no se la castigue, de noche y de día la
guardaré” (Is 27, 3). Señor Jesús, éste es el mal de las/os
jóvenes mundanos/as, no saber descubrir tu voluntad en
40
medio de lo que nos disgusta, nos parece que la
posibilidad de satisfacer los deseos juveniles aunque sean
lícitos y sanos nos lleva a buscar la felicidad, nos parece
que no hay más y que los adultos con sus exigencias en
lugar de hacernos un beneficio, nos molestan.
Sí, así es la naturaleza humana, pero mi experiencia
espiritual de esta etapa radica en que muy lentamente iba
asimilando que debía haber de por medio una elección
divina, pues cuántas chicas a mi edad habían pasado
experiencias que les habían destrozada el alma, su
dignidad y habían sido abandonadas a la soledad, a la
angustia y al dolor.
Al tomar conciencia de lo anterior, al sentirme ya toda
una mujer, tenía claro mi ideal: Ser médico, me
especializaría en el extranjero en cardiología, me veía
vestida toda de blanco caminando por los pasillos largos
de un hospital y operando el corazón una y otra vez.
¿Tenía talento para esto? Estaba convencida que lo tenía
¿El dinero? contaba con la beca de estudios, confiaba en
mí misma. ¿Casarme? ¡Claro que sí! En el camino
encontraría la persona justa; de los chicos que eran mis
amigos ¡no me convenía ninguno!
Comencé a gustar de la música clásica y romántica, y
¡de pronto! En las noches, comencé a escuchar
serenatas… Mi madre se reía al ver que yo no me
inmutaba, pues la verdad no sabía que eran para mí. Con
el paso del tiempo me di cuenta que eran para mí, pero
¡qué pena! No me llamaba la atención.

41
En este estado de cosas comencé a ir por mí misma
todos los domingos a misa, fijé mi atención en el grupo
parroquial, me pidieron realizar las lecturas en el ambón
dentro de la Eucaristía, ¡esto ya me gustó! Frecuenté la
confesión semanal y la comunión cada domingo. Me
sentí diferente, ¡Era yo misma, pero me sentía otra! Lo
hermoso fue que descubrí que mi padre también iba los
domingos a misa desde hace mucho tiempo y nadie sabía
en casa… Mi madre lo tenía por descreído y por lo tanto,
pensaba que nunca iba a misa. Esta presencia de papá me
confirmó en la opción tomada de ir a la misa, desde
entonces, ya no la dejaría.

10. Dos sueños vocacionales

Cursaba el quinto año de colegio y, al retornar a


practicar los sacramentos de la Eucaristía y
Reconciliación, tuve un sueño, para mí fue muy
importante por el mensaje que descubriría más tarde.
Era de noche, no conocía el lugar pero me daba la
impresión que estaba en un patio de tierra y en la mitad
había una hoguera con llamas encendidas; una monja
vestida con hábito café y velo negro alimentaba con leña
la hoguera que permanecía con las llamas que despedían
gran luz de sí. Yo estaba cerca de ella y veía lo que hacía
pero nunca pude ver su rostro. Esto fue todo.
Este sueño me hizo pensar mucho en su significado y
desde entonces buscaba religiosas con hábito café,
pensaba que tal vez yo podría estar cerca de aquella
monja. Al poco tiempo soñé:
42
Un convento en cuya huerta había flores, se me fue
indicado el camino por dónde debía ir para llegar a
aquel convento.
En días sucesivos como mi padre trabajaba en su carro
como taxista, un día a la hora del almuerzo contó que
había llevado a unas monjitas al convento, yo enseguida
le dije que me llevara a ese convento, mi padre me dijo
que no se acordaba el camino, entonces le dije que yo lo
llevaría. Así fue, llegamos al convento de vida
apostólica, ¡coincidencia! Eran las mismas religiosas con
las cuales se había educado mi madre, la reconocieron y
acogieron inmediatamente.
Al ver el lugar me parecía el mismo que me fue
enseñado en el sueño, pero no encontré el jardín y las
flores que había visto. Las hermanas no vestían el hábito
café, sino algo gris, pero al ver el cuadro de la religiosa
que llamaban la madre Fundadora vestida de un hábito
café, y velo negro, me dije: “Es ella”…
Pasé el día con ellas y al leer la vida del padre
fundador, que había sido terciario franciscano me
encantó y me dije: “Yo quiero vivir así: Pobre, sin nada,
amar sólo a Dios” y en mi ímpetu de juventud les dije a
las hermanas que me recibieran. Me contestaron:
“Bueno, pero antes acaba el curso, es decir, queremos
que te gradúes”.
Yo sentí pena, pero dije que así lo haría, por quedar
bien ante ellas pero en mi interior yo mentía ¡Ni riesgos!
¡No volvería nunca más! Yo ya cumplí, dije que me
recibieran y ellas no me aceptaron. Salí pronto con la
43
decisión de nunca más volver…Ése no era mi camino.
Ya podía seguir lo que siempre he querido, ¡Ser médico!
Me faltaba un año, me graduaría e iría a la Universidad y
por fin, me iría al extranjero a especializarme en
cardiología.
Desde entonces no tendría nada que me detuviera ni
nada que lamentarme, pues veía mi camino libre…
¿Libre? No sabía lo que decía, pronto se acabarían mis
sueños juveniles pero mundanos y Dios me tomaría para
nunca más soltarme. Lo que sigue adelante es la obra de
Dios. Cuando Dios quiere, todo lo hace bien, sólo más
tarde se entiende desde la dimensión de fe. “Y sabemos
que para los que aman a Dios todas las cosas les ayudan
a bien” (Rm 8,28).

11. El camino de la vida religiosa en una


Congregación de Vida Apostólica

Esta primera etapa de la vida religiosa contiene


algunos acontecimientos relevantes que siempre los he
considerado “gracias especiales” y son el soporte de la
vida espiritual que más adelante se desarrolla en mí.
Era el año 1981, mes de agosto. Me sentía responsable
de mi hermana menor que cursaba el tercer grado de
escuela. En todas las escuelas del barrio no la querían
recibir, decían que no tenían cupo. Sólo nos quedaba
como última tabla de salvación la escuela de los
Sagrados Corazones.

44
Años atrás me dije que ¡nunca volvería a ver a aquellas
hermanas! Pues al año siguiente fui con mi madre a
pedirles un cupo de matrícula para mi hermana, me tocó
ir con humildad, a solicitarles un favor y en atención a mi
madre que fue ex alumna de las Hermanas de los
Sagrados corazones, mi hermanita menor pudo continuar
los estudios. La aceptaron inmediatamente y el problema
se solucionó.
Pero, aquella hermana que nos recibió se acordó que
yo pasé un día con ellas hace un año atrás y me preguntó
si quería ser religiosa. Inmediatamente respondí que yo
primero estudiaría medicina y luego entraría a la
comunidad. ¡Así estaba yo, muy segura, arrogante y
soberbia en mi corazón! Aquella hermana se compadeció
de mí y sin esperar nada me hizo una señal de la cruz en
mi frente y me dijo: “Esas son puras ilusiones”. En ese
momento sentí que todo se derrumbaba, vi muy claro que
yo no debía seguir el camino que tenía decidido. ¡Sentí
como si el piso se me hubiera hundido! Me di cuenta de
la llamada de Dios y sentí su elección, por lo tanto, sentí
miedo de seguir aquel camino religioso, sentí ira. Sí,
tenía coraje con todos, pero también con Dios. ¿Por qué
me quitaba aquello que había deseado? ¿Por qué me
llamaba a mí y no a otras? ¿Por qué tenía que ser ahora y
no después? Hoy, cuando recuerdo este momento
después de 32 años, me parece que Dios me derribó del
caballo de mis pretensiones como lo hizo con san Pablo.
(cf. Hch9, 1-9).
Era el mediodía, el sol brillaba y su calor abrasador
me extenuaba. Me despedí inmediatamente de aquella
45
monja y junto a mi madre cogimos el bus que nos
llevaría a casa. En el transcurso del mismo no dije
ninguna palabra, el enojo que llevaba en mí hizo que
toda la gente me pareciera extraña.
Al bajar del bus y comenzar a caminar unas dos
cuadras hacia la casa, sin anticipaciones de la
naturaleza, en segundos se nubló el cielo y antes de que
llegara a casa cayó un aguacero intenso, casi no alcancé
a cerrar la puerta. Era tan fuerte la lluvia que llamó mi
atención y mirando por la ventana de la casa me di
cuenta que unos pocos metros alrededor de ella cayó la
lluvia, lo demás estaba seco y el sol brillaba. ¡Me quedé
sorprendida! Entre el enojo y lo que acababa de
constatar en la naturaleza me quebré en llanto. Lloré
mucho porque ¡todo se me había cambiado! En mi
interior, sentía la fuerza de dejarlo todo y empezar a
caminar por el camino de la vida religiosa.
Mi madre me respetó con su silencio y al mirarnos las
dos nos abrazamos profundamente y juntas lloramos, yo
debía dejar a mis padres, deseos, ilusiones, hermanos,
carrera y ella debía hablar con mi padre para que me
dejara partir en la hora señalada.
Soy consciente que todo este actuar de la gracia no
duró mucho tiempo y cuando mi voluntad se doblegó, a
la par, cesó la lluvia y el sol brilló como suele ser
después de la tormenta. Todo me parecía nuevo, salí al
jardín y una gota de agua en una rosa reflejaba los
destellos del sol. Miré al cielo, en realidad no conocía a
Dios, pero sabía que existía; no conocía lo que era la

46
vida religiosa, pero ése era mi camino. Mi espíritu tenía
paz y lo incierto del futuro no me inquietó, el miedo a lo
desconocido no disminuyó la decisión tomada.
En un instante me di cuenta que sólo los 16 años había
pasado con los míos, las faenas de la casa, la experiencia
de la pobreza, el estudio, el vivir del trabajo, la amistad
de mis compañeras de colegio, la orientación y consejos
de mi madre con respecto a llevar una vida futura, todo
tenía sentido… Era una historia personal, única,
irrepetible, la mía fue así. Dios se manifiesta a cada
persona como lo necesita y sólo Dios sabe cómo, cuándo
y porqué. Me sentí llamada, elegida y amada: “Pero
vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación
santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de
Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable
luz” (1P 2, 9).
Volví donde aquella monja quien me puso en contacto
con la Provincial de la Congregación de Vida Apostólica.
Llegado el día vino a casa, hablaron con mis padres y
convinimos el día de mi entrada en esta comunidad. Fue
en septiembre del año 1981, me faltaría un mes y poco
más para cumplir mis 17 años. Aquel día entré y me
parecía que daba cumplimiento a lo que Dios quería.
Mis padres aceptaron mi decisión con la esperanza que
después de haber experimentado un poco de tiempo
saldría y podría estudiar la medicina que tanto
anhelaba…Encontré dos compañeras que estaban en mi
misma etapa. Comencé a ser fiel a la oración diaria, a
cumplir con mis tareas, a querer ser buena. Jesús

47
Sacramentado era todo para mí, le decía a Jesucristo con
un amor cada vez más sincero y total que le amaba. Las
ocasiones mortificantes de la convivencia, la oposición
de pensamiento y pareceres que conlleva la vida
comunitaria no se hicieron esperar. ¡Cuántas veces tenía
que callar! ¡Y otras, cuántas veces me tenía que
arrepentir de hablar!
Parece difícil que en una comunidad, en las que todas
estamos por el mismo ideal, se diera la mala
interpretación de las palabras y de las acciones, las
mentiras, las exageraciones, las sospechas. Todo estaba
por venir y mi ser: Cuerpo y espíritu ¡sufría lo indecible!
La habitación que me habían asignado era testigo de
cuánto Dios iba purificando a la persona que pretendía
seguirlo, entonces yo no lo sabía… En medio del silencio
de la noche, abría la ventana y miraba al cielo estrellado,
la incertidumbre del futuro apretaba mi espíritu, me
preguntaba: ¿Por qué Dios me elegía? ¿Qué podrá hacer
Dios conmigo? ¿Para qué serviría yo en esta tierra?
¿Porqué aquí en esta Congregación y no en otra parte?
En medio de estos interrogantes me volvía a dormir…
En este ritmo pasé algunos meses sin encontrar una
respuesta, sin poder decírselo a nadie, pues yo mismo no
podría explicar lo que me pasaba. Los problemas que me
venían de parte de mis compañeras eran sufrimientos,
pero no constituiría lo esencial del sufrimiento que
llevaba en el fondo de mi ser, mientras tanto, me
esforzaba por acoplarme al ritmo que se llevaba en la
casa de formación y a las exigencias de la maestra de
formación de aquel entonces.
48
La visita mensual que realizaban mis padres ya no era
algo primordial, me sentía totalmente de otro mundo, los
anhelos que ellos me presentaban de que vuelva a casa y
siguiera la carrera de medicina ya no cobraban
importancia dentro de mí, pero confieso que cuando me
venía la tentación o la incertidumbre tenaz de no saber el
futuro que me deparaba, muchas veces miraba la maleta
vacía que la tenía encima del armario y alguna que otra
vez me dije: “Mañana, apenas aclare el día, me iré a
casa y enseguida me pondré a estudiar lo que yo
quiero”… Ese día nunca llegó, nuestro Señor se encargó
de irme quitando el apetito por la vida mundana…

12. Reflexiones sobre la vocación

¡Qué hermoso es la vocación! Después de muchos


años de vivir una determinada vocación, me permito
escribir unas pequeñas reflexiones que me parece pueden
ayudar a los que están inquietos por acertar en el camino
de búsqueda de Dios. Muchas veces no caminamos
porque nos falta el conocimiento básico para ordenar
nuestras ideas, emociones y sentimientos y por ende,
nuestras acciones no tienen un objetivo concreto, claro y
sobrenatural. Ciertamente, hay personas que, tal vez, no
necesiten de un conocimiento teológico y práctico sino
que gozan de una gracia infusa y su relación con el Señor
es vital, innata; sin embargo, la mayoría de la personas
necesitamos de un proceso, necesitamos aprender, volver
una y otra vez sobre los fundamentos bíblicos de nuestra
vocación.

49
a) Toda cristiano/a es vocacionado/a porque es
llamado por Dios a una vida íntima con Él; por eso
partimos desde el punto de vista que hay personas que
percibieron ese especial llamado, así nos enseña la
Biblia. Recordemos a través del Antiguo Testamento lo
que hizo con Abraham (cf. Gn 12,1), Moisés (cf. Ex.
3,10) Amós (cf. Am.7,15), Isaías (cf. Is 6,9) Jeremías (cf.
Jer1,7). En general podemos ver que son un llamado que
Dios dirige a una persona para realizar una obra
particular a favor de su pueblo. La vocación penetra en la
persona de tal modo que modifica la existencia, no sólo
en lo externo sino también en lo interno. El llamado de
Dios exige una respuesta que a veces es inmediata (cf.
Gn 12,4); (cf. Is 6,8); pero otras veces la persona se
siente lleno de miedo y trata de escaparse (cf. Ex 4,10);
(cf.Jr 1,6). Pero también debemos saber que la vocación
también se dirige a todo un pueblo y Dios pone de por
medio la Alianza, la Ley y los Profetas (cf. Dt 4,1; 5,1;
6,4) (cf. Is 1,10) (cf. Jer2,11). Finalmente, la respuesta
que Dios espera será el compromiso del corazón y de
toda la vida. (cf. Ex 19,8) (cf. Jer24, 24).
b) En el Nuevo Testamento Jesús elige a los doce (cf.
Mc 3,13; 18,22) (cf. Lc 9,57-62). Su predicación consiste
en llamarnos a vivir una vida nueva a todos pero son
pocos los que le siguen porque la mayoría permanecen
sordos (cf. Mt 22,1-6).
c) Para los primeros cristianos el descubrimiento más
fundamental y entusiasmador es que nos llama a todos y
a cada uno por su nombre. Saberse llamados
personalmente por el Señor para entrar en el Reino, para
50
ser hijos de Dios era para ellos una fuente permanente de
acción de gracias y de compromiso apostólico.
d) Desde este punto de vista toda la Iglesia es llamada,
escogida por Dios, por eso el Evangelio es la Buena
Noticia dirigido a ti, a mí, al Hermano/a para acoger la
gracia y la alegría misma de Dios. Nuestra actitud es
siempre de escucha, de acogida, de respuesta en la fe, de
agradecimiento y de amor. En conclusión, cuando hay un
llamado, el Señor Jesucristo nos invita a estar con Él para
vivir en intimidad (cf. Mc 3,14), a estar unidos a Él
incondicionalmente e identificados (cf. Gál 2,20), luego a
aceptarle y obedecer sus exigencias de amor dejarnos
sanar las heridas que llevamos (cf. Mc 6, 8-9), compartir
su camino de crucifixión (cf. Mc8,34-3), realidades que
sólo se pueden asumir en la intimidad través de la
oración profunda, intensa, ardiente, para después ser
enviados a predicar con el ejemplo, el testimonio, la
palabra, y sanar el cuerpo y el alma de los hermanos/as.
Sí, es hermoso saber, entender, comprender y vivir
que la iniciativa fue de Dios, por lo tanto la misión que
me confía la tiene que conducir Dios, las mediaciones las
suscita Dios y los frutos son de Dios. En definitiva
estamos ante un Dios que me habla hoy y aquí, que me
ama, que cuenta conmigo, que es fiel y que espera mi
respuesta amorosa y confiada. ¿Qué diremos de la
muchedumbre de personas santas reconocidas o no por la
Iglesia en la historia de la humanidad? Cada uno de ellos/
han testimoniado que Dios los amó, por eso estuvieron
capacitados para amar a la generación de su época y
trabajar por el Reino de Dios en su tiempo.
51
A lo largo de estos años también aprendí que seguir
al Maestro es una vocación que libera de la angustia, del
sinsentido de la vida, del dolor de no sentirse amados/as,
de la amargura, de la tristeza existencial y nos llama a la
fiesta innata, que nace de la profundidad del corazón al
comenzar a gustar ya en esta vida la salvación que
provoca la Alianza sellada desde el Bautismo. Esta
invitación a la fiesta, a la alegría es porque Dios en la
persona del Verbo Encarnado se nos ha manifestado y
nos llama al banquete nupcial (cf. Mt 25,1-13; 22,1-10) y
seguir al Cordero cantando el cántico nuevo (cf. Ap5, 9).

13. El peso de mis pecados

Sí, la vida mundana ya no me interesaba pero el


recuerdo de mis pecados atormentaba mi mente, mi
corazón y mi espíritu. Se clavaron en mi ser las palabras
del salmo 50 “Contra ti, contra ti solo pequé, lo malo
pequé Señor pequé, cometí la maldad que aborreces, en
tus ojos cometí” (Sal 50, 6) “Mira que nací culpable,
pecador me concibió mi madre” (Sal 50, 7); entonces el
santo rey David fue para mí de gran devoción.
En la confesión me parecía que decía todos mis
pecados, pero conforme pasaba el tiempo, se hilaba fino
y a mi parecer, era yo tan pecadora que no tendría perdón
de Dios, no merecía que Dios se acordara de mí y el
cielo, como el estado de estar y gozar de Dios, no lo
merecía.
En medio de tanta aflicción, recuerdo que un día, a eso
de las tres de la tarde, estaba expuesto el Santísimo en la
52
custodia destinada para la adoración, estábamos todas las
personas que habitábamos la casa de formación, en total
las cinco personas: La maestra, una hermana que se
ocupaba de la cocina, y las tres formandas. Yo era
todavía postulante pues llevaba mi ropa de seglar... lo
que calculo que todavía no eran los seis meses que tenía
que pasar para ser novicia.
Estaba arrodillada, en mi puesto de la banca inicial de
la capilla, miraba la hostia y sabiendo por fe que Jesús, el
Señor, estaba allí, le decía todas las iniquidades con que
le había ofendido. Me daba cuenta que otras personas
habrían pecado más que yo, pero en realidad yo también
le había ofendido mucho y así me había llamado. De
pronto sentí que en la parte superior de mi cerebro se me
representó lo que ahora voy a narrar. Hoy entiendo
perfectamente lo que sucedió, era una visión imaginaria
en la que se contemplaba una escena tan clara, mucho
más que verlo con los ojos corporales. También entendí
el significado del mismo y lo que venía a futuro. Era así:
Vi a una niña de unos cinco años, con un vestido de
encaje blanco, medias blancas y zapatos blancos, su
cabello era rizado y le caía suavemente por su espalda,
era una linda niña, se encontraba en una habitación
austera, pobre, el piso era de madera y al final de la
habitación había una puerta que tenía vidrio, y a la vez,
una puerta adicional que se cerraba para tapar los
vidrios de aquella puerta.
La niña tenía en sus manos una escoba grande, más
de la mitad mango de la escoba le pasaba en altura, pues

53
la niña era más pequeña. La pieza estaba limpia pero la
niña barría… Cuando miró a la puerta vio un ojo muy
grande, con pestañas grandes que atisbaba por la
abertura que quedaba entre las dos hojas de la puerta.
No tenía miedo, pero la habitación tenía unos rayos de
sol tan intensos y transparentes que iluminaba a la niña.
Ella miró hacia la claraboya en cuyo instante se dio
cuenta que estaba vestida de blanco.
Esto sucedió en pocos segundos, como dije era una
visión imaginaria, pero mi ser no iba a soportar tal
manifestación y después que acabó la visión me
desmayé… fui llevada a la habitación en donde me
dieron a oler un poco de colonia, fui la preocupación de
todas las de la casa. Me preguntaban lo que me había
pasado… Yo me di cuenta que no debía decirlo, es más,
no podía decirlo, no me salía, además ¡no creerían nunca!
Aquello que había visto lo comprendía perfectamente,
era de Dios, yo no me la había construido, era para mí.
Entendí que yo tenía el alma limpia, que Dios me
iluminaba, que debía ser humilde, pero que el maligno
me perseguiría sin lograr hacer presa de mí. ¡Esto era
todo! Desde entonces volví a sonreír, una alegría y paz
comenzó a inundarme fruto del saber que estaba con
Dios, que Jesús se había acordado de mí y me había
enseñado lo que otros no me sabían decir y afirmar.
Cuando Dios quiere Él se hace el Maestro y nos enseña
directamente sin intervenciones humanas.
Cobré ánimo para asumir las exigencias en el camino
de la formación, pero las exigencias de mis compañeras

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hacia mí se estaban volviendo una cruz y a pesar que en
mi espíritu volvió a nacer la alegría no dejaba de sufrir al
experimentar la vida comunitaria. En realidad creo que
mi forma de ser les molestaba y me hacían sentir menos
porque ellas había estudiado en un colegio de la misma
congregación y estaban más adelantadas en el camino del
conocimiento de Dios, mientras que yo me eduqué en un
colegio laico y por lo mismo, me faltaba conocimiento
doctrinal y saber muchas cosas de Dios.

14. El noviciado y la primera experiencia apostólica

En fin, llegó el tiempo de pasar al noviciado y me


entusiasmaba vestir el uniforme plomo que se llevaba.
Para ese día vinieron los familiares de las tres formandas
la ceremonia. Ese día me parece que yo comencé una
nueva vida, estaba muy contenta. Sí, finalmente ya no
volvería a casa, quizá algún día sólo de visita. La vida
comunitaria fue más crítica y para mí ¡era una verdadera
lucha por perseverar en el camino escogido! Aquí Dios
se manifestó y me dio a conocer lo que era de su agrado.
Era un domingo, estaba en oración en la capilla, no
estaba expuesto el Santísimo como la primera vez, yo
miraba al Sagrario y ¡de pronto! ¡Otra vez tuve una
visión imaginaria!
Vi a Jesucristo que caminaba con la cruz, llevaba una
túnica roja y un manto azul, a su alrededor habían
mucha gente, yo lo venía venir encorvado, y al acercarse
levantó sus ojos y me miró. ¡Esto fue todo! Entendí lo
que debía hacer: Llevar la cruz que en este momento
55
tenía de la vida comunitaria. Ya no me desmayé, mi
cuerpo soportó como si nada, no había nadie en la
capilla y todo pasó desapercibido gracias a Dios.
Nadie supo nada, pero yo salí de aquella capilla
decidida a luchar, debía llevar la cruz pero yo tenía que
seguir adelante y no iba a permitir que mis dos
compañeras estropearan mi vocación. Desde entonces,
asumí el sufrimiento con entereza, pero a la vez,
comencé a poner un alto a la forma de molestar de mis
compañeras. Poco a poco se fue cambiando la relación,
me respetaban pero no por eso logré desarrollar todo el
potencial que llevaba en mí, hasta que me enviaron a un
colegio que tenía la Congregación a realizar el año de
experiencia en el apostolado directo con los/as alumnas
de escuela y bachillerato, requisito previo para realizar la
profesión temporal.
Estuve un año el aquel colegio, descubrí muchas dotes
para la docencia, pero nunca me gustó ser maestra… y el
manejo con los adolescentes me resultaba ágil, positivo,
pero trabajar con los niños de la escuela era un verdadero
tormento… Esta experiencia dio lugar a preguntarme si
¿yo estaba dispuesta a asumir el que toda mi vida pasaría
dedicada a la educación en los distintos colegios que
tenía la Congregación? Mi respuesta personal e interior
fue un no rotundo. Estaría en la educación hasta que
pueda ir a las misiones de por vida. Sí, esto lo pediría
cuando profese, mientras tanto, haría bien a todos
aquellos chicos y chicas que estaban a mi cargo. Me tocó
dar clases de religión, matemáticas y dibujo. Me reía

56
porque en el colegio jamás fui buena alumna para las
matemáticas…
Fue tan positiva esta experiencia que aprendí a no
dejar la oración por más actividad que tuviera. La Iglesia
parroquial era parte del colegio y el sacerdote, un hombre
de origen francés, bueno y experimentado, me confío
cuidar a Jesús Sacramentado; esto me ayudó mucho
porque en pretexto de que tenía que arreglar la iglesia me
pasaba muchas horas de oración, especialmente los
viernes que el sacerdote exponía al Santísimo, los
sábados y domingos que no había clase.
Muchas veces quise hablar con aquel sacerdote, amigo
de la comunidad, se le veía un hombre de oración, a
pesar de ser diocesano quería ser monje y nunca le
recibieron por la edad, había sido viudo y luego se hizo
sacerdote.
¡Qué cosas tiene la vida! Cuando lo buscaba para
hablar, nunca tenía tiempo y siempre me evitaba, sólo
con el tiempo me dijo que no quería que le hablara
porque “él sabía que le diría y le pediría que me llevara a
unas monjas de clausura y no quería sentirse responsable
de mí, que yo tenía mis propios pies y que si quería, allá
iría”. ¿Cómo lo sabía? fue mi pregunta. Nunca me lo dijo
pero cuando me despedí de él para regresarme a la casa
de formación me dijo: “Estoy muy edificado de su
persona como religiosa y tienes una alma
contemplativa” ¡Oh! Lo que me dijo no fue sorpresa para
mí, sí, era verdad, ¡estaba en mi centro!

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Nunca tuve problemas con aquellas hermanas aunque
algunas tenían un carácter difícil, todo me parecía nuevo,
fácil, ligero…. Bueno, terminó la experiencia y volví a la
casa de formación dela Congregación para prepararme
para los votos temporales.

15. Encuentro con el Carmelo

Por el año 1982 tuvimos los ejercicios espirituales con


un padre carmelita. Recuerdo que fue un tiempo de
ejercicios estupendo, entendí muchas cosas de la vida
espiritual y al finalizar nos invitó a una misa de acción de
gracias por el centenario de santa Teresa de Jesús en el
Carmelo. ¡Allá fuimos! Había un centenar de
religiosas/os de todas las congregaciones.
Al finalizar la misa nos dio la sorpresa, ¡entrar en
clausura! Aquellas religiosas se agolparon en la puerta
reglar queriendo entrar, entonces, ante la imposibilidad
de no poder entrar, mi hermana de comunidad y yo nos
agachamos lo más que pudimos y ¡en un empujón que
hicieron estuvimos dentro!
¡Ay Dios mío! Vi por primera vez el Carmelo, toqué
las manos de una religiosa anciana, sus ojos eran grandes
detrás de los cristales de sus lentes gruesos, me miraban
llenos de alegría. Esto fue impactante para mí. A
continuación, había una religiosa joven, al darle la mano
las sentí ásperas como si fueran las manos de un albañil:
¿Qué era esto?... Inundada de paz, llena de admiración
comencé a contemplar los claustros de madera, limpios,
extremadamente limpios, sus paredes pintadas de blanco
58
reflejaban una sobriedad señorial. En el recorrido
llegamos a una habitación pequeña, sólo había una cama
bien tendida y una cruz de madera sin Cristo.
¡Dios bendito! Me dije: ¡Esto es lo que yo quiero! ¡Así
quiero vivir! ¿Por qué Dios no me trajo aquí? ¿Por qué
yo no conocía antes? Al bajar la grada ya para salir me
encontré con una monja de mediana edad, su rostro
transmitía una paz profunda, sus mejillas eran muy
rosadas y su porte dignísimo. Le dije:
“Madre ¡Usted me recibiría aquí? ”Sonriente me
contestó:
“Claro, venga a verme”. Salí feliz, con la esperanza
de que algún día debería volver.
Mientras tanto, recuerdo que al acercarse la profesión
temporal, la Congregación de Vida Apostólica nos
prepararon con mucho cariño en todo sentido: Humano,
espiritual, doctrinal. Todo iba confirmando mi vocación,
es decir, mi seguimiento al Maestro Jesucristo, pero
estaba en duda mi perseverancia en la Congregación. No
debía continuar allí sino ir al Carmelo.
Fue tan difícil la lucha interior que comenzó a
inundarme que les dije al confesor y a la maestra de
novicias el deseo de ir al Carmelo. Ninguno me creyó, no
me dieron importancia y se concentraron en la
preparación para la toma de votos temporales. Estas
dudas del espíritu son muy sufrientes. No había duda, yo
había nacido para consagrarme a Dios pero quería algo
más radical ¡la clausura! En realidad no sabía lo que era

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pero luché por realizar un discernimiento fuerte, claro y
preciso. No lo conseguí.

16. La profesión temporal y la experiencia de las


misiones

Llegó el día de la profesión, fuimos tres, fue el día de


la Encarnación del Verbo del año 1983.Yo estaba muy
concentrada en la ceremonia, nada me parecía tan
hermoso que entregarme a Jesucristo para ¡siempre,
siempre!
En esta misa sucedió ¡algo significativo! Traíamos en
nuestras manos una veladora pequeña que le pusimos en
el altar, era símbolo de nuestra vocación; en el transcurso
de la Eucaristía una se apagó, era de una hermana yo me
dije: ¡Oh! Ella no perseverará en el camino, la otra estaba
completamente encendida era la de mi otra hermana y me
daba alegría porque era una señal de perseverancia, en
cambio la mía no se apagó, pero tampoco alzaba su
llama, entendí que yo seguiría en el amor a nuestro
Señor, pero no en aquella Congregación. Andando el
tiempo todo se cumplió… Aquel día me entregué para
siempre y el Cantar de los Cantares era mi libro favorito,
especialmente esta frase: “Mi amado es mío y yo de mi
amado” (Cant 2,16).
Al fin profesa, me destinaron a una comunidad nueva
que tenía un colegio de élite, sería profesora de cuarto y
quinto grado. ¡Dios mío! era para mí un martirio dar
clases pero no me atrevía a decir que no me gustaba.
Cada mañana al mirar por la ventana la formación de las
60
alumnas pequeñas y grandes me acordaba de mis años de
escuela y colegio y me decía a mí misma cuán importante
es la educación, dar buenos principios, moldear el
espíritu, dar buenos conocimientos para que la gente
tuviera valores para defenderse en la vida, sus padres les
enviaban al colegio religioso porque deseaban una buena
educación católica.
Si, Dios me había elegido para trabajar en esta porción
de la viña del Señor; sin embargo, yo no era para ése
apostolado. Me daba cuenta que el carisma de la
congregación me encantaba, ¡más el apostolado no!Yo
podría vivir ése mismo carisma consagrada de lleno a las
misiones, catequizando a los indígenas, campesinos,
había confusión en mí.
Poco a poco llegué a entender que todo lo que yo
hacía y sería ¡era una completa misión! No dependía del
lugar, ni de la forma de apostolado, toda labor sería
consecuencia de mi unión con Jesucristo. ¡Qué se me
daba a mí hacer tal o cual cosa! Todo sería juzgado por el
amor con que hacía las cosas y por la rectitud de
intención, sólo por Jesús y no buscar el figurar, ser más,
sobresalir…
Esta gracia me dio Jesús, cuando los días domingos
mientras las demás hermanas visitaban a sus familias o se
iban a cumplir con diversos compromisos de las
invitaciones de las alumnas, yo me escapaba toda la
mañana y tarde a la capilla de la escuela, allí a solas con
el Señor, me quedaba en oración; nadie llegó a
preguntarme dónde pasaba, pues para la hora de la

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comida y del acto de la comunidad en la noche siempre
estaba.
Cuánto me ayudó esta experiencia oracional. Jesús era
todo para mí y estaba dispuesta a ser toda mi vida
educadora, maestra de escuela o colegio con tal de
seguir a mi Señor en el apostolado que él quisiera.
Cuando llegaba los feriados de semana santa y
vacaciones era feliz, me gustaba ir a misiones. Así lo
hice. La Congregación tenía misiones en lugares algo
lejanos. Realizaban una misa de envío, nos daban un
copón de hostias consagradas y en un bus nos iban
dejando en los diversos lugares de campesinos.
Llevaba conmigo sólo mis pequeñas cosas personales
y un sleeping. ¡Las misiones! Sí, era lo que soñaba. ¡Me
entregaba de lleno! Iba con Jesús misionero y aquellas
palabras del Evangelio resonaban en mí: “Yo estoy con
ustedes todos los días hasta que se termine este mundo”
(Mt 28,20). “Vayan por todo el mundo y prediquen mi
Evangelio a toda creatura” (Mc 16,15) y ayudada de
los/as animadoras de las comunidades realizaba mi
trabajo. Lunes, martes y miércoles santo, visitaba a los
enfermos, desvalidos, ancianos a quienes les llevaba la
comunión; a los que eran considerados por la comunidad
como pecadores, me gustaba hablar con ellos con la
pretensión de convertirlos.
El Jueves Santo tenía la celebración de la palabra y el
Santísimo quedaba expuesto hasta las once de la noche,
muy pocas personas asistían, los demás se congregaban
en el bosque cercano a la Iglesia para escenificar el

62
prendimiento de Jesús. La gente vibraba y algunos
lloraban. Terminado este acto todos se iban a sus casas
aunque tuvieran que caminar largas distancias.
El Viernes Santo a la una de la tarde la gente
comenzaba a reunirse en la Iglesia, allí, después de
reflexionar la Palabra de Dios hacíamos el Viacrucis por
los lugares determinados que la comunidad había
dispuesto para las estaciones. Este Viacrucis les
conmovía. Se terminaba a eso de la cinco de la tarde y la
gente quedaba satisfecha.
El sábado Santo para ellos era un día de silencio,
honraban a la Virgen, se reunían en la Iglesia a rezar el
rosario y a contemplar los siete dolores de la Virgen,
pero, a eso de la siete de la noche, la Iglesia estaba llena,
se trataba de celebrar la Vigilia Pascual. Se realizaba la
celebración de la Palabra; los fieles campesinos le daban
mucha seriedad e importancia. Se pedían perdón en
público. Además de dar el perdón tenían que ser
perdonados por toda comunidad. Realmente se veía cómo
actuaba Dios. Se terminaba a las once y media de la
noche y aquellos hijos de Dios comenzaban una nueva
vida.
Así, Dios me iba formando. Cuánto aprendí de
aquellos/as ancianos/as quienes en medio de la pobreza
extrema y la enfermedad nos les permitía levantarse de
su lecho, estaban encogidos por la artritis y apenas
tapados con una manta, mientras, un riachuelo pasaba por
debajo de su cama. Veía en su rostro forjado por el
sufrimiento un signo de esperanza, de acción de gracias a

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Dios porque les mantenía con vida; la confianza y la fe
en Dios eran tan fuertes en ellos que su rostro transmitía
paz y alegría. Todo esto era una lección práctica para mí,
mientras tanto yo lo tenía todo y, sin embargo, me faltaba
la confianza en Dios.
El cuestionamiento era tal que no dejaba de ponerme
debajo de un árbol y al contemplar la llanura de los
sembrados y, en la noche, el cielo estrellado, mi espíritu
clamaba a Dios. Se me venía a la mente la vida pública
de Jesús, cuando se retiraba a orar, cuando al contemplar
Jerusalén, sus ojos derramaron lágrimas: “¡Si conocieras
también tú en este día lo que te lleva la paz!; sin
embargo, ahora está oculto a tus ojos. Porque vendrán
días sobre ti en que no sólo te rodearán tus enemigos con
vallas, y te cercarán y te estrecharán por todas partes,
sino que te aplastarán contra el suelo a ti y a tus hijos
que están dentro de ti y no dejarán en ti piedra sobre
piedra, porque no has conocido el tiempo de la visita que
se te ha hecho”(Lc 19, 41-44).
Me sumergía en estos pensamientos y mi espíritu
ligeramente captaba lo que podría haber sentido Jesús,
cuando su pueblo se cerraba a la gracia de Dios y la
predicación del Reino terminaría en la cruz.
En verdad no podía hacer otra cosa. Las chicas,
animadoras de las comunidades campesinas que me
acompañaban no entendían el porqué de mi oración y
compadecidas me llenaban de detalles, de comida y
estaban dispuestas a todo lo que les dijera, especialmente
me enseñaban con la sencillez y humildad que se

64
contraponía siempre a mi vanidad y orgullo, al amor
propio y al ejemplo de algunas religiosas que ostentaban
una burguesía dentro de la vida consagrada, por lo tanto,
no querían ensuciarse ni ir a las misiones.
El domingo de resurrección a eso de las nueve de la
mañana la Iglesia estaba llena. La pequeña misionera se
despedía de todos/as. Algunos manifestaban su pena,
otros me animaban a regresar para el año entrante, otros
querían que me quedara a vivir con ellos y para los que
siempre dominaban la comunidad por su aparente
autoridad y dinero, la misionera era un estorbo, pues
ellos querían que nadie les cuestionara sus actos de
opresión con los más débiles.
Terminada las misiones, especialmente la última del
año 1985, tuve el presentimiento de que nunca más
volvería a ver a todas las personas pobres que había
conocido y desde la ventana del bus mi corazón les
agradecía todo cuánto me habían enseñado. Sólo Dios les
recompensaría por lo que hicieron conmigo porque lo
habían hecho con el mismo Dios (cf. Mt 25, 45).

17. La oscuridad del espíritu

Otra vez me incorporé al trabajo del colegio. Mi ser


humano y espiritual se iba formando con una claridad de
pensamiento y de corazón, pero a pesar de esta aparente
claridad, nuestro Señor Jesús me hizo ver la oscuridad en
que se hallaba mi espíritu. Fue así:

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Era un domingo y por la tarde me fui a la capilla de la
comunidad, estuve largo rato, le pedía me ayudara a ver
con claridad si debía permanecer en la congregación o
si debía pedir mi admisión al Carmelo.
Sin recibir respuesta de mi Señor quise levantarme del
asiento en donde estaba realizando mi oración para ir a
continuar con mis trabajos. En ése instante tuve la
experiencia de entrar en mí misma, en mi interior, no
sabría explicar cómo sucedió esto, pero la verdad es que
vi mi interior como un túnel oscuro, en el que se veía un
rayo de luz parecido a las descargas eléctricas, antes de
venir el relámpago, que hace gran ruido y da mucho
esplendor. Digamos que esa luz que provoca la descarga
eléctrica se mantenía pero no alumbraba el túnel, es
decir, mi interior… ¡Sorprendida¡ Me volví a sentar y
claro, salí de mi interior y volví a la normalidad.
Esta experiencia me fue confirmada más tarde cuando
estuve en el Carmelo y mi madre Teresa lo dice muy bien
así:
“Antes que pase adelante, os quiero decir que consideréis qué será ver este castillo
tan resplandeciente y hermoso, esta perla oriental, este árbol de vida que está
plantado en las mismas aguas vivas de la vida, que es Dios, cuando cae en un pecado
mortal: no hay tinieblas más tenebrosas, ni cosa tan oscura y negra, que no lo esté
mucho más. No queráis más saber de que, con estarse el mismo sol que le daba tanto
resplandor y hermosura todavía en el centro de su alma, es como si allí no estuviese
para participar de El, con ser tan capaz para gozar de Su Majestad como el cristal
para resplandecer en él el sol. Ninguna cosa le aprovecha; y de aquí viene que todas
las buenas obras que hiciere, estando así en pecado mortal, son de ningún fruto para
alcanzar gloria; porque no procediendo de aquel principio, que es Dios, de donde
nuestra virtud es virtud, y apartándonos de El, no puede ser agradable a sus ojos;
pues, en fin, el intento de quien hace un pecado mortal no es contentarle, sino hacer

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placer al demonio, que como es las mismas tinieblas, así la pobre alma queda hecha
una misma tiniebla”8

En realidad, si bien no estaba en pecado mortal, mi


espíritu era tiniebla. Fijé mis ojos en el Sagrario
preguntando al Señor qué me quería decir. Después de un
instante entendí que si yo seguía en la Congregación que
tanto amaba, mi espíritu no hallaría la luz que necesitaba
y, en tal oscuridad, jamás volvería a ver aquel rostro de
Jesús que a mis cuatro años de edad se me dio a conocer.
A pesar de esta experiencia no me decidía a entrar en el
Carmelo; comencé a buscar un director espiritual, a
confesarme muy a menudo, a cumplir con mis trabajos
con mayor perfección.
Encontré un fraile capuchino en la Iglesia a dónde
íbamos a misa todos los días a la Eucaristía; por un
tiempo tuvo la paciencia de confesarme a menudo y me
absolvía cuántas veces creía haber pecado, hasta que un
día le hallaron muerto en su habitación. Entonces sentí el
abandono de un padre espiritual.
En su lugar busqué otro padre entre los capuchinos,
tampoco recuerdo su nombre, pues sólo una vez dialogué
con él, no sé cómo lo conocí, lo cierto es que en una
ocasión con el permiso de la superiora de mi comunidad
viajé larga distancia sólo para hablar con él, mi decisión
de entrar en el Carmelo dependería de lo que este padre
me aconsejara.
¡Oh Dios! Cuando le conté mi inquietud de entrar en
el Carmelo me desanimó completamente, me dijo que yo
8
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Libro de las Moradas, en E. MADRE DE DIOS – O.
STEGGINK, Obras Completas de Teresa de Jesús, Moradas I, cap. 1,2.

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no podría, que debía quedarme donde estaba. Yo acepté y
me volví tranquila, no volvería a ocuparme de esto ¡todo
era una tentación y nada más!
A los pocos días estando en misa, le decía que por qué
no se me quitaba este deseo, recordaba lo que santa
Teresita dijo: “Dios nunca da deseos que no puedan
convertirse en realidad” 9 .Comenzó un año de larga
agonía interior, un verdadero tormento espiritual. Me
preguntaba a mí misma: ¿Estaba dispuesta a permanecer
toda mi vida con esta agonía?

18. Un viaje inesperado

Por esas fechas teníamos un curso de formación en


otro país, en la casa madre de la Congregación y la
Provincial de entonces nos llevó a un Carmelo, donde
una religiosa de mi Congregación se había pasado al
Carmelo después de haber hecho los votos perpetuos.
Entramos al locutorio, después de unos momentos llegó
muy contenta, estaba ayudando en la cocina, en su rostro
se notaba que era feliz. Yo permanecí todo el tiempo en
silencio y me dije: “Yo también iré al Carmelo y muy
pronto”…
Al día siguiente nos trasladamos a otra comunidad de
la Congregación y por un mes frecuentamos al
Universidad Javeriana. Durante ese tiempo el grupo de
junioras debíamos estudiar fuerte la teología de la vida
consagrada. Así lo hicimos y fue una hermosa
9
Manuel ORDÓÑEZ VILLARROEL ocd., Cartas, en Manuel ORDÓÑEZ VILLARROEL ocd.,
Obras Completas Teresa de Lisieux, Burgos, Ediciones Monte Carmelo 31998, pág.555.

68
experiencia, pues en este estudio me dieron las bases
inconmovibles para defender siempre la calidad de mi
consagración.
Después de esta experiencia en la casa madre de la
Congregación y de la universidad regresé a mi
comunidad para dedicarme al apostolado; estábamos en
pleno centenario de la madre fundadora de la
Congregación. El colegio y la escuela era llena de
actividades docentes, las hermanas casi no tenían tiempo
para rezar. Cuando yo intentaba orar, me sacaban de la
capilla, no podía orar a mis anchas, sin embargo, no
dejaba la oración aunque me criticaban.

19. Salida de la Congregación de Vida Apostólica

En fin, pasaba el tiempo hasta que llegó la solemnidad


del “CopursCrhisti”, era un domingo dentro del Tiempo
Ordinario del año 1985. No había nadie en la capilla de la
comunidad y estaba en mi oración. Aquel día le pregunté
al Señor un poco molesta, que me dijera lo que debía
hacer, ¡si quedarme o irme al Carmelo! Yo veía que,
continuar con esa angustia no era para mí, se debía
arreglar ¡de una vez por todas!
Transcurrido un poco de tiempo de la oración salí
determinada a luchar contra todo lo que se me pondría
delante para ingresar en el Carmelo, si después de hacer
lo que dependiera de mí no podría, entonces la voluntad
de Dios será que me quede en la Congregación de Vida
Apostólica. Así fue, llamé por teléfono al monasterio
para establecer una cita con la priora, quien muy
69
afablemente me atendería cuando yo tuviera la
oportunidad de viajar.
Cuando llegué a la entrevista me atendieron dos
monjas: la Madre Priora y la Madre Supriora y Maestra
de novicias de aquel tiempo; después de un largo diálogo
me dijeron que sí me recibirían, pero que tenía que
caducarse el tiempo de los votos temporales. Aquellas
monjas me hablaron de Dios, cómo la carmelita tenía que
venir al monasterio sólo por Dios porque al final de la
vida sólo Dios contaba. Yo percibía el talante espiritual
de aquellas monjas, eran diferentes, estaban concentradas
en Dios y para ellas Jesucristo era la razón de su
existencia. Quedé encantada, absorta, compaginaba con
su mentalidad, sí, yo también sería como ellas, pero tenía
que esperar.
Mientras llegaba el tiempo de terminarse el segundo
año de votos temporales yo seguiría en la comunidad
dedicada a mi trabajo de la educación con la esperanza de
que pronto llegaría el día en que me tocaría entrar al
Carmelo.
Por fin, llegó el tiempo de renovar los votos y yo me
resistía, no quería renovar los votos porque esto
significaba dilatar mi entrada al Carmelo; no obstante, la
superiora de la comunidad donde me encontraba me
envió tres días a la casa de retiros, me fui con todo el
amor. Permanecí allí los tres días en completo silencio y
oración. La capilla tenía pintada la escena de la
crucifixión del Señor ante la cual oré con intensidad
teniendo la fuerza necesaria para decidir ir al Carmelo.

70
A mi vuelta a la comunidad le dije la Superiora que
sólo renovaría hasta julio y luego me iba a mi casa. Entre
sollozos de algunas hermanas renové los votos el 25 de
marzo de 1986; todas respetaron mi decisión y esperé
hasta julio, pues no podía dejar a medio año a las
estudiantes que tenía a mi cargo.
Llegó el 15 de julio y en entregué las notas de las
alumnas, todo en regla y el 16 de julio, Solemnidad de la
Virgen del Carmen me despedía para siempre de mis
Hermanas de esta querida Congregación de Vida
Apostólica; las llevaba en el corazón, estaba agradecida
de todo lo que me habían enseñado y preparado para el
Carmelo, ellas, tal vez, no comprendían, tenían dolor,
pero más tarde serían felices. Mi madre viajó el día
anterior y como siempre, me acompañó en momentos
cruciales y determinantes de mi vida, tampoco mi padre
comprendía mi decisión de salir de aquella amada
Congregación.
Cuánto debo agradecer a aquellas hermanas que con
cariño me recibieron, me enseñaron el amor a Jesucristo
a la Virgen y a san José. Muchas me apreciaron
muchísimo, confiaron en mí, me ayudaron en los
primeros pasos del apostolado activo. Me prepararon a
nivel integral, sin lamentarse de lo que tuvieron que
gastar económicamente. Nunca tuve roces comunitarios
con ellas y llevo en el corazón gratos recuerdos de
muchas de ellas que en varios momentos me aconsejaron,
me ayudaron en la docencia y en las misiones.

71
Llegué a mi casa paterna, estaba contenta, llevaba el
hábito de la Congregación como una concesión
indulgente de la Provincial de entonces.
Al día siguiente fui al Carmelo con mi madre para
hacerme presente. Las madres me tomaron la medida del
nuevo hábito carmelita y tendría que esperar una semana
para completar el ajuar; mientras tanto yo permanecería
en casa.

20. Permanencia en la casa de mis padres

A mis padres les costaba mucho que yo entrara al


Carmelo, tenían resistencia, sobre todo mi madre.
Cuando pasó al locutorio para conocer a la Priora y
Maestra de aquel entonces quedó edificada de la acogida
y espiritualidad pero, quedó desencantada porque una de
ellas se llevaba la mano a la cabeza casi todo el tiempo
porque algo la picaba. Este simple acto le valió para salir
deprimida y con una pena grande de que yo entrara allí.
Pero nuestro Señor consoló su espíritu a través de una
visión que me fue contada después con todo detalle. Fue
así:
Salíamos del locutorio del Carmelo y mientras yo
ponía el candado buscando la llave apropiada de la
puerta del locutorio, mi madre vio la puerta reglar
abierta, ella se acercó porque había tres monjas que la
llamaban. Al llegar a la puerta las tres monjas despedían
un resplandor grande y una de ellas tenía una canasta.
Mi madre se fijó en que todas tres estaban relucientes

72
con su hábito café y un delantal que llevaban puesto, la
mostraron gran bondad.
Cuando yo me di la vuelta la encontré que venía de
aquella puerta reglar que estaba cerrada hacia la puerta
principal, nos juntamos las dos y salimos al mismo
tiempo. Por el camino me preguntó si yo había visto a
tres monjas que estaban en la puerta reglar, le dije que
no. Le pregunté: ¿Qué pasó? No tuve respuesta, desvió
la conversación y nos fuimos a casa.
Permanecer en casa durante la semana me fue difícil
porque veía el sufrimiento de mis padres que no
acababan de comprender el por qué yo salía de una
congregación de vida apostólica y ahora quería ir a la
clausura. Mi madre lloraba algunas veces pero respetaba
mi decisión y estaba dispuesta a ayudarme una vez más.
Cómo dar gracias a Dios por los beneficios recibidos
en esta etapa de vida, Dios era el autor de esta historia y
yo no había tomado conciencia radical de que Aquel que
me había dado la vida, me llamaba a una relación más
íntima con Él y quería hacer de mí un instrumento
afinado para tocar las notas sublimes que saldrían de su
Corazón en beneficio de todos aquellos/as que pondría en
mi camino.
Yo me preguntaba: ¿Qué podría hacer Dios conmigo?,
pues me consideraba poca cosa, llena de pecados, sin la
instrucción necesaria en las cosas de Dios, llena de
defectos, nada espiritual… Le decía: “Señor no te fíes de
mí, mira que no sé nada, no puedo nada, no soy nada”.
¡No, no era una invención! ¡No era copiado!¡Era mi
73
realidad…! Debo decir que el Señor callaba, no tenía la
capacidad para percibirlo, oírle, ni para darme cuenta de
cuál era su voluntad… ¡Aquí termina esta etapa! ¡Dios
sea glorificado y bendecido por siempre!

21. Argumentos teológicos sobre la vida


consagrada

Para esta época me daba cuenta que antes de gozar de


una vocación religiosa yo era consciente de una vocación
humana y cristiana. En definitiva, todos tenemos un
proyecto de existencia, un programa de vida que reclama
de cada uno lo que tiene que ser. Es una misión propia,
personal, intransferible donde nos jugamos nuestro ser y
realización como hombres y mujeres a través del amor.
Para lograr el crecimiento integral de nuestro ser, es
necesario conocer los valores, motivaciones,
inconsistencias en áreas como la personal que abarcan la
parte física, afectiva, intelectual, volitiva, ética y moral;
en el área comunitaria que tocan las relaciones
interpersonales y sociales, en el área trascendental que
reclama de nosotros/as una formación teológica,
testimonial, vivencial y comprometida con el prójimo.
Este camino hacia la madurez integral, entendido,
como la capacidad adquirida por la educación de
desempeñar acertadamente y en forma habitual funciones
humanas, que respondan al sentido verdadero de la vida y
hagan crecer al sujeto hacia una mayor conciencia de
libertad y responsabilidad es un proceso, tenemos que
aprender a tener conciencia de nosotros mismos y, a

74
través de la reflexión, meditación y la contemplación
llegar a adquirir la actitud crítica, realista, libre y
responsable de los valores evangélicos para dar paso a la
madurez cristiana, es decir, a la adhesión profunda a la
persona de Jesucristo. De ahí que, toda vocación religiosa
supone el encuentro de dos libertades, la de Dios y la de
la persona. Por eso, la vocación es una inspiración, una
moción interior, es iniciativa de Dios.
Las disposiciones naturales, las influencias
socioculturales, las ciencias humanas y la teología
facilitan el conocimiento o la verificación de una
vocación religiosa, porque es una llamada que brota de lo
más profundo del ser en donde resuena la voz de Dios;
esta llamada es definitiva, irreversible, permanente y
resultante de un diálogo entre Dios y la persona que se
convierte en una historia de amor.
En la vocación religiosa siempre hay una dimensión
personal y eclesial. Es personal porque es una
experiencia en la que nadie puede responder por mí,
entraña la certeza de una irrupción en mi vida personal de
una manera fuerte que me saca de la situación en que
vivía. Esta experiencia implica toda la vida, además
existe un cambio interior y la conciencia de una misión
(cf. Jer 1,1-9). Tiene una dimensión eclesial porque se da
en, desde y para la Iglesia; esto quiere decir que, el
llamamiento divino percibido como un instinto interior o
conciencia clara, es verificado por los legítimos ministros
de la Iglesia para seguir el mismo estado de castidad,
pobreza y obediencia del Hijo de Dios en la tierra y todas
las gracias humanas, cristianas y de naturaleza son
75
puestas al servicio de la vocación y de la misión a la cual
Dios me llama. En conclusión seguir a Cristo es ser
llamado por Cristo, para vivir con Cristo y trabajar por
Cristo en la misión.

76
CAPÍTULO II

CONSOLIDACIÓN DE UNA EXPERIENCIA DE

DIOS EN Y PARA LA IGLESIA DE HOY

Esta etapa de la vida va desde el año 1986, es decir:


Desde mi entrada en el Carmelo hasta el año 2005, años
en que se consolida la vida espiritual. Dios se manifiesta
a través de la vida ordinaria. Comienzo con la narración
de una gracia singular eclesial porque lo que viene
después todo cobra sentido desde esta perspectiva, pues
todo lo que hace Dios no es de mi propiedad sino para su
Iglesia.

1. Una gracia singular

Era un 12 de diciembre del año 2005, la Iglesia


celebraba a la Virgen de Guadalupe, Patrona de América
Latina, era media mañana. Estaba en un pequeño
oratorio, al entrar por la puerta principal se divisa en el
centro el Sagrario, al lado derecho la imagen de la Virgen
con el Niño, al lado izquierdo la imagen del Sagrado
Corazón de Jesús. Se nota una pequeña lámpara
encendida, aunque la luz de la mañana ingresa por
77
la claraboya, ésta es más intensa que la lámpara que
parece no estar encendida.
Hay movimiento en el monasterio, todas están
ocupadas en sus quehaceres pero con seguridad de que
muchas estarán ofreciéndole al Señor su labor; en verdad,
no me acuerdo el porqué yo debía estar en esas horas de
la mañana disponiéndome a la oración, tal vez, me dieron
permiso para levantarme un poco tarde y no hice la
oración de la mañana junto con la comunidad. Lo cierto
es que me arrodillé en la alfombra que cubría la mayor
parte del piso de la pequeña capilla. Allí debí permanecer
por largo tiempo.
Al revivir este momento me doy cuenta que en mi
interior tenía la necesidad de gritarle al Señor que
iluminara mi camino y le dije: “Señor qué quieres que
haga” “Dímelo…”; a esta expresión me senté en el suelo
alfombrado, de lado. De pronto, vi a Jesucristo
recostado de tal manera que su cabeza y parte del tórax
permanecía sobre mi regazo y lo demás del cuerpo se
tendía sobre el suelo alfombrado. Sus ojos
permanecieron todo el tiempo cerrados.
Me sentí como María, la Madre Virgen. Sobrecogida
interior y exteriormente escuché estas palabras:
“Cura las llagas de mi Iglesia”.
Quedé espantada, sin nada que decir, mi
entendimiento parece que estuvo paralizado. Luego
parecía tener en mis manos una esponja y comencé a
quitar la sangre de su rostro. No duró mucho, pero

78
quedé por un lado sin entender lo que podría significar,
y por otro me daba perfecta cuenta del gran misterio que
comenzaba a intuir. No salía de mi asombro…
En los días y años sucesivos estas palabras han
marcado mis acciones. Me preguntaba: ¿Cómo voy a
curar las llagas de la Iglesia; yo monja de clausura que,
por ser de clausura, no debería contar con un apostolado
directo? ¿Qué puedo decir o hacer? Con el tiempo
entendí aquello del profeta Isaías: “De pie a la cabeza no
hay en él cosa sana: golpes, magulladuras, heridas
frescas, ni cerradas, ni vendadas, ni ablandadas con
aceite” (Is 1,6) Sí, esto era exactamente, Jesucristo tenía
las llagas frescas, no estaban vendadas ni ablandadas con
aceite.
Se trataba de una misión, hoy y aquí; me daba cuenta
que a partir de esta gracia tomaba sentido todo el proceso
de vida espiritual desde mi niñez hasta ese año 2005 y
todo lo que tenía que suceder desde este año en adelante,
que por cierto, sólo Dios sabe cómo continuará su obra.
En concreto se me clarificaba que el don que yo recibía
era: “Ser como María, la Virgen Madre, y limpiar las
llagas del Cuerpo de Cristo”; como ella, tendría que
limpiar las llagas de su Hijo, especialmente cuando lo
tenga en mis brazos, en mi interior y en el prójimo. ¡Dios
mío! ¡Qué misión! Hice un acto de abandono profundo,
pero ¿cómo sería esto? Dios me iría mostrando el
camino…
El misterio de la participación de la Virgen Madre
Dolorosa en la pasión y muerte de su Hijo es

79
probablemente el acontecimiento evangélico que más me
ha llegado al manifestarse en esta gracia que acabo de
relatar. En Mc15, 45-46, nos relata el Evangelista que fue
descolgado de la cruz y envuelto en una sábana. Ahí
estaba María, la Virgen y Madre y detrás de ella todas las
personas laicos o consagrados/as que podríamos ser y
estar como María. ¿Qué haría la Virgen en este
momento? A cada uno le tiene que hablar el Espíritu de
Jesucristo. En mi caso se me dio el conocer las llagas de
Cristo en su Iglesia. En ese momento me preguntaba:
¿Cómo curar las llagas de su Iglesia? ¡No lo sabía! Más,
ahora me atrevo a considerar que además de llamarme a
una profunda intimidad con Él me invitaba a no
quedarme en la intimidad sino a mirar por su Iglesia. Sí,
la Iglesia era una vez más la confirmación de un carisma
carmelitano. Ahora voy a compartirles todo lo que
nuestro Señor me fue regalando hasta consolidar su obra
de una manera silenciosa pero eficaz.

2. En el Carmelo

Llegó cierto día del mes de julio del año 1986, a las 10
de la mañana estaba tocando la puerta reglar del
Carmelo. Me acompañaban mi padre, mi madre y una
hermana. Cuando la puerta se abrió, vi a todas las monjas
con un rostro alegre, me despedí de mis padres
recibiendo su bendición, besé el crucifijo que me fue
presentado y a pesar del llanto de mi padre, la puerta se
cerró detrás de mí. Después de saludar a todas me
llevaron a la celda monástica del noviciado, me vistieron
el hábito de sayal y mis pies calzaban unas alpargatas,
80
¡estaba feliz! Inmediatamente me condujeron al locutorio
y vi a mis padres por la reja. Conversamos un poco y se
despidieron para venir el mes siguiente a la vista familiar.
Por fin en el Carmelo, sentía que era una continuación
de mi vida religiosa. Encontré la acogida de las
hermanas, yo era última de un grupo de varias
formandas. La Maestra de entonces, me entendió muy
bien desde el principio. Cuánto le debo agradecer su
testimonio de vida y la influencia de su espiritualidad.
Pronto me adapté a las costumbres del Carmelo, a la
Liturgia, a las ceremonias, a la forma de tratarse entre
hermanas, a las mortificaciones; me gustaba la
organización de vida, el valor y respeto a un horario que
conjugaba admirablemente la vida de silencio, soledad,
trabajo y oración. La formación era más bien oral de
parte de la priora y maestra, no teníamos acceso a ningún
estudio como los que ahora se cuenta.
Cuando cometíamos una falta teníamos que ir a pedir
perdón a la priora a la cual siempre le llamábamos
“Nuestra Madre”, besar el suelo y esperar allí hasta que
nos mandara levantarse. Era un ambiente excelente.
Seguían entrando vocaciones y aunque algunas salían, la
mayoría se quedaba. Poco a poco fui tomando confianza
y cuando tenía algún problema espiritual o familiar no
tenía ningún recelo de acudir a la priora quien con
sabiduría, experiencia y amor me instruía, animaba,
consolaba y corregía. Hoy todo es diferente…

81
2.1. Teresa de Jesús y Juan de la Cruz
Comencé a adaptarme a todo, me sumergí en la lectura
y estudio de los santos padres Teresa de Jesús y Juan de
la Cruz. Mi espíritu resonaba positivamente con todas sus
enseñanzas, mi espíritu hallaba el alimento que
necesitaba a todo nivel: Humano, espiritual, cristiana,
doctrinal y carismático. Realizaba con prontitud el
trabajo encomendado y sacaba el tiempo de donde no lo
hay para estudiar una y otra vez a mi madre Teresa y a
mi padre Juan. Su lectura siempre me resultaba sabrosa,
el lenguaje de mi madre Teresa me resultaba
comprensible, claro, directo, no necesitaba de estudios
preparatorios para entenderla. Para mí era la madre, la
que enseñaría a Juan de la Cruz lo esencial del Carmelo.
Leer a Teresa era ser como ella: Madre y amiga, fuerte
y suave, firme y misericordiosa, de ánimo despierto,
vivo, pero prudente y veraz, humilde y sabia, de trato
llano y directo, afable y conversable para hablar de Dios
y con fundamento, callar pero hablar a tiempo. Descubrí
que mi personalidad compaginaba con ella, la
comprendía, la admiraba y me sentía contenta por ser
parte del Carmelo.
Leer sus obras era conversar con ella, me dejaba
enseñar y me familiaricé hasta el punto de juzgarlo todo
a partir de sus criterios. Empecé a tener un poco de
miedo por lo que entendía de sus escritos mientras que
otras de mis compañeras de noviciado no alcanzaban a
reconocer, a entender y hasta se aburrían. Poco a poco
me fui dando cuenta de los valores de la comunidad y de

82
sus falencias, pero era mucho lo de teresiano que se vivía
en el ambiente, las falencias venían más bien del modo
de ser de cada monja que trabajaban en la vida interior,
unas más, otras menos, o nada, en su deseo por agradar a
Dios. La claridad de mente, la madurez y experiencia de
la priora conducía a la comunidad por caminos de paz, de
fraternidad, de corrección, de criterios teresianos y
deseos de santidad en beneficio de la Iglesia, del mundo
y de los sacerdotes…
La lectura de las obras de mi padre Juan de la Cruz me
abría el horizonte de la renuncia por amor a todo con tal
de encontrar al Verbo de Dios que debía estar en mi
interior, me instruía en la dureza de las noches y
purificaciones del sentido y del espíritu pero me animaba
a asumir que el camino espiritual no era nada fácil, debía
tener paciencia, debía perseverar en la cruz y estar
dispuesta a no ver a Dios en este mundo. Leer a Juan era
poner los pies en la tierra y suspirar por el Amado en esta
vida que se hace corta.
2.2. Años de formación
Nada me fue difícil y me concentré con la capacidad
de ir adquiriendo lo que me enseñaba la maestra, la
priora y la comunidad entera. En el día en que la Iglesia
celebraba una Solemnidad del Señor fue la misa de toma
de hábito. Con el rito formal me di cuenta de la inmensa
misericordia que Dios me había hecho al traerme a su
casa. Pasaron dos años de noviciado, los tres años de
profesión simple y todo parecía normal, ordinario, pero

83
era intensa la labor de asimilación del espíritu y el
carisma de la Orden.
Fue una fase en donde leí todos los santos de Carmelo,
el tiempo pasó serenamente, no tuve crisis mayores, me
llevaba con todas y aunque en la vida ordinaria no
faltaban pequeños roces de la vida comunitaria, esto no
era un obstáculo para mi entrega al Señor.
Experimentaba el ritmo de horario de la comunidad:
Oración, trabajo manual, descanso. En aquel tiempo era
escaso el estudio y se estaba muy lejos de un estudio
sistemático y ordenado. Todo se reducía a la vivencia de
las virtudes y a la profundidad de la oración. Me tocó
una maestra que valoró mis capacidades humanas y
espirituales y esto permitió que yo me desarrollara
completamente en todo nivel; me sentí valorada por
dentro, aunque en lo exterior siempre viviría la sorpresa
de los mismos oficios, tareas y circunstancias.
2.3. Una celda particular
Por aquellos años, gustaba ampliamente de la soledad
en la celda, allí oraba, leía y descansaba los tiempos
señalados por la regla del Carmelo. Cuando me pasaron a
otra celda me entusiasmé porque según la tradición allí
murió una monja de velo blanco, conversa, es decir,
conversa, que murió con fama de santidad; dicen que
tenía un carácter muy fuerte, con el tiempo llegó a
dominarse tanto que transmitía una dulzura nada usual.
Cuando murió esta hermanita de velo blanco, su
confesor reveló algunas gracias que le hacía nuestro

84
Señor; entre ellas tuvo la gracia de verle muchas veces en
su celda antes de ir a rezar la hora de sexta; dulcemente
le pedía que no se apareciera a esa hora porque se
atrasaba al coro y la priora se molestaba… Testimonios
dicen que en realidad se atrasaba y por lo mismo, tenía
que arrodillarse en medio del refectorio, pedir perdón y
esperar hasta que la priora le dijera que se levante.
Pues en aquella celda vivía yo. Cuando me vi por
primera vez con una escoba en las manos me acordé de
aquella visión de niña cuando me veía vestida de blanco
y con una escoba en las manos que Dios me prodigó
cuando era postulante en la congregación de vida activa,
todo era exactamente igual, sólo que estaba vestida de
café, como carmelita. Sentí un gozo grande y en aquella
celda permanecía recogida en medio del silencio tanto
cuánto los oficios del convento me permitían.
2.4. Nuevas gracias de consolidación espiritual
En esta celda tuve dos experiencias que están dentro
de la consolidación del camino espiritual por el cual Dios
me llevaba, a la verdad, en aquel entonces, yo no
esperaba nada de parte de Dios, me contentaba con estar
simplemente en el Carmelo, de esforzarme por tenerle
contento a nuestro Señor, de hacer lo me tocaba en los
oficios de comunidad y sin preocupaciones mayores mi
vida era tranquila. Sin embargo, con lo que narraré a
continuación comencé a preguntarme: ¿Qué quería Dios
de mí? ¿No era suficiente haber entrado en el Carmelo y
haber hecho una renuncia total a todo? Si para leer las
obras de mi madre Teresa y Juan era muy ágil, para

85
comprender lo que Dios me pediría era muy lenta e
incrédula. No me sería fácil y Dios tendría que luchar
conmigo.
2.5. La llamada del Ángel
La primera gracia que yo considero me fue dada
durante este tiempo se trataba de la siguiente: Tenía el
oficio de campanera, es decir, tenía que tocar la campana
según se iba desarrollando el horario del convento:
Laudes, Eucaristía, la hora canónica de Sexta, fin de
recreo, Nona, lectura espiritual, trabajo manual, Vísperas,
Oficio de Lecturas y Completas.
No tenía que atrasarme, había que estar pendiente y en
las horas de recogimiento que teníamos a mediodía y a la
noche, no podía recostarme en la cama porque había el
peligro de quedarme dormida y pasarme de la hora; esto
significaba pedir perdón en el capítulo de culpas que se
tenía cada sábado de cada semana y esto de pedir perdón
costaba a la naturaleza humana.
Bueno, recuerdo que en este oficio, a la hora del
descanso del mediodía me invadía el cansancio y el
sueño. Entonces en voz alta le pedí a mi Ángel de la
Guarda que me hiciera despertar cinco minutos antes de
tocar la campana. Me dormí profundamente y cinco
minutos antes de la hora, oí que me llamaban por mi
nombre: “¡Era una voz dulce!… Yo desperté, me di
cuenta que era el Ángel pero me dejé caer nuevamente
sobre la tarima o cama y no obedecí.

86
Desde esta vez nunca más volvió a despertarme
aunque le pedía perdón, pero a pesar de esto, sentía que
él no me volvería a llamar… Esta experiencia me enseñó
la docilidad intelectual y espiritual que debemos tener
con nuestro Ángel de la Guarda.
2.6. Experiencia de desdoblamiento espiritual
En una segunda ocasión, a esa misma hora del
recogimiento del mediodía, me recosté un poco pensando
en que la vida del Carmelo era suave pero también
difícil, pues se necesitaba mucha fortaleza ante el
sufrimiento que aparecía por todo lado: La comunidad, la
familia y uno mismo; si no tengo dificultades por este
lado, el dolor del espíritu se centraba en los sufrimientos
del mundo, los sacerdotes de la Iglesia. En conclusión el
sufrimiento no se apartaría jamás del ser humano.
Al poco tiempo estando consciente de mí misma, por
primera vez, experimenté lo que significa un
desdoblamiento de espíritu, es decir, mi espíritu sale de
mí y mi cuerpo quedaba sobre la cama. Mi espíritu era el
que tenía las facultades como si estuviera toda entera,
veía, oía, pensaba, iba y venía, veía la puerta y salía por
ella sin necesidad de abrirla. No dejaba de
sorprenderme esto… cuando empecé a razonar cómo es
esto, sin necesitar de mí querer o voluntad volvía a mi
cuerpo. Al unirse otra vez con el cuerpo me pasaba todo
cansancio, me sentía animada y ligera como si hubiera
descansado mucho tiempo y gozara de buena salud…
¡Por este tiempo fue la única vez en que yo fui
consciente! Digo la única vez, porque de manera
87
inconsciente entiendo son muchas las veces, porque de
esto, dan testimonio otras personas y yo no lo sé… Esto
será narrado más adelante según llegue el momento.
2.7. El Corazón de Jesús
De lo que concierne a otras gracias, narro lo que
llamo la gracia del “Corazón de Jesús”. Generalmente
tenemos la Eucaristía a las siete de la mañana.
Era el mes de junio del año 1987, la fecha no
recuerdo, pero fue después que se terminó la misa.
Estuvimos los diez minutos en acción de gracia; en este
momento que es tan sagrado para las carmelitas, estaba
dándole gracias por la comunión recibida, de pronto, vi
un Sagrario abierto en el que salía un corazón vivo,
parecía encendido. Esto fue todo.
Yo lo tomé con normalidad y entendía que nuestro
Señor me llamaba a confiar más en su Corazón. Desde
entonces, mi devoción por el Corazón de Jesús se
encendió más vivamente. Así lo hice y esto sirvió como
una preparación continua mientras esperaba la profesión
temporal.
En esta época nunca miré atrás, nunca deseé volver a
la Congregación de donde había salido, todas las
incertidumbres, inquietudes, preguntas habían quedado
atrás. Todos los meses mi familia venía a visitarme y al
contarme sus penas, hallaban en mí consuelo y
comprensión.
En mi oración diaria nunca faltaban las intenciones y
necesidades de mi familia y puedo decir que nuestro
88
Señor cumplió su promesa; hoy todos tienen una
profesión con que defenderse en la vida y no necesitaron
de mí. ¿Qué hubiera sido si al quedarme en casa yo me
hubiera hecho cargo de ellos? No, en esto Dios me dio
fuerza y claridad y quien se hizo cargo de ellos fue
nuestro Dios en su infinita misericordia y generosidad.
2.8. Después de la profesión simple
Fueron tres años de consolidación espiritual y llegó el
tiempo de hacer la profesión simple. Durante los tres
años de profesión simple nada extraordinario sucedió, la
vida fue normal, serena, fue tiempo de trabajo interior en
los defectos, superación de los roces comunitarios,
aprendí el manejo de los diferentes oficios de la
comunidad, conocía más a las hermanas en sus diferentes
temperamentos, algunos me resultaban difíciles, pero
sentía que yo no podía quedarme en estas dificultades,
estaba llamada a algo más que no podía entender,
discernir, aclarar, menos explicarlo.
2.9. Monja profesa solemne en el Carmelo
Por fin, mi Profesión Solemne se realizóen una
Eucaristía en la que presidía un cardenal con fama de
santidad. Grande fue mi alegría al consentir que tan gran
eminencia me daba la Profesión Solemne; su presencia
me motivaba a la santidad de vida, la sencillez y el deseo
de estudiar para servir a mi comunidad y a la Iglesia. Se
inició la Eucaristía y para mí era el comienzo de una
nueva etapa de vida, no podía vislumbrar lo que Dios me
tenía preparado en el futuro. La presencia de mis padres,
hermanos y algunas hermanas de la Congregación de
89
Vida Apostólica de la cual había salido eran los testigos
de mi entrega.
En el momento de postrarme en el suelo y al canto de
las letanías sentía que mi entrega al Señor era
incondicional, se realizaba una ruptura con lo que había
vivido antes y a la vez era la continuación de una
consagración ya realizada años atrás. Llegó el momento
de recitar la fórmula de profesión, las lágrimas me
inundaban de puro gozo y contento, esto me dificultaba
recitarlo de corrido, por lo que lo hacía muy despacio.
Era muy consciente de lo que Dios había hecho
conmigo, de lo que me estaba comprometiendo y contaba
con mi debilidad, pero ésta era mi vocación. Estaría
dispuesta a sufrir, pero el Señor Jesús lo era todo para mí.
La Fórmula de consagración que la escribí y firmé con
mi propia sangre en una estampa fue puesta en el altar.
¡Me unía para siempre con Jesucristo! Todo el resto de la
ceremonia transcurrió como prescribe el rito de
consagración de vírgenes.
Al final de la misa quise recuperar la estampa en
donde estaba escrita la fórmula de profesión, entonces,
ante las instancias que yo le hacía al Cardenal para que
me devolviera, nunca quiso entregármela: Me dijo: “Lo
que se pone en el altar no se le retira luego” Ante esto
callé y me dije: “Pues Dios ha tomado mi ofrenda para
siempre y no tengo derecho a reclamarlo”. Después de
algunos años, en el 2005, volví a escribirla con mi propia
sangre a partir de la gracia recibida en la que el Señor me
dijo: “Cura las llagas de mi Iglesia”.

90
2.10. Enfermedades
Al poco tiempo de profesar me llegaron las
enfermedades: Me dolían intensamente los talones, ya no
podía usar las alpargatas y por prescripción médica me
compraron zapatos en los que tenía que usar una plantilla
ortopédica. Largo tiempo lo usé hasta que volví a usar las
sandalias normales. Después enfermaba con gripes
frecuentes, tenía sinusitis, así mismo, fue largo el
tratamiento y muchos antibióticos me afectaban el
estómago. Poco a poco me fui recuperando y aunque
estas enfermedades en ocasiones eran motivo para
humillarme, para ser criticada, en otras, experimenté la
solicitud de la Priora.
Esta experiencia de las enfermedades me enseñaba
muchas cosas a nivel humano y espiritual. Cuando otras
pasaran lo mismo u otras enfermedades yo tendría que
comprender, no juzgarlas, ser humana, pero también
enseñarles a no ser objeto de cuidados excesivos, a no
llamar la atención, a no dejar la Liturgia, la oración y los
oficios que me encomendaban tanto cuanto me permitía
el estado de enfermedad o de recuperación de la salud.

3. Reflexión sobre la consagración religiosa

En este apartado me permito escribir todo aquello que


entiendo sobre la grandeza de la consagración bautismal
y religiosa, conocimientos que a lo largo de muchos años
asimilados desde el estudio y la oración me ayudaron a
valorar mi propia vocación y a vislumbrar el alcance del
misterio. Deseo de todo corazón que puedan disfrutar a
91
través de una apretada síntesis del tema y para que,
cuando se entreguen a Dios a través de un rito de
consagración recibido por la Iglesia, lo hagan con mucho
amor y consciencia. Espero les anime y sigan adelante en
la respuesta del propio llamamiento divino.
La palabra consagración viene del latín consecratio,
que significa acción de consagrar, es decir, hacer sagrado
a algo o a alguien. Dedicar con ardor y entusiasmo algo a
un determinado fin. Puede tener un doble sentido: Activo
y pasivo. Expresa tanto la acción de consagrar como el
hecho de ser consagrado. Consagrar, en sentido
teológico, es lo mismo que: Santificar, divinizar,
sacralizar o sacrificar. Todos estos términos implican
relacionarse directamente con Dios, ser introducido en la
esfera de lo sagrado, de lo absoluto, de lo divino o de lo
santo, es decir, en el ámbito de la Divinidad, por tanto,
consagrar de parte de Dios es tomar plena posesión,
reservarse especialmente, invadir y penetrar con la propia
santidad, admitir a la intimidad personal, relacionar
profundamente consigo mismo, transformar por dentro,
renovar interiormente y, sobre todo, configurar a alguien
con Jesucristo, que es el Consagrado.
Por parte del hombre, consagrarse es entregarse a
Dios, dejarse poseer libremente por Él, acoger
activamente la acción santificadora de Dios, darse a Él
sin reservas, en respuesta a la auto donación de Dios y
bajo el impulso de su gracia.
Ningún valor que se entrega a Dios, o del que Dios
toma posesión, queda destruido, al contrario, queda

92
mejorado y ennoblecido, porque se salva en Dios mucho
mejor que en sí mismo. Por ejemplo, sacrificar o
consagrar a Dios nuestra libertad o nuestro amor, lejos de
ser una negación, es una verdadera afirmación de esos
mismos valores humanos. Convertir nuestra libertad y
nuestro amor en propiedad inmediata y total de Dios es la
mejor manera de salvarlos en cuanto amor y libertad.
Dejarse poseer por Dios es la suprema manera de ser
libres y de amar, ya que Dios crea y fortalece nuestra
libertad y nuestro amor en la misma medida en que nos
dejamos poseer por él.

Todo cristiano es consagrado a Dios por el Bautismo


por la regeneración y la unción del Espíritu Santo, cuyo
acto genera un proceso en que morimos a las raíces del
pecado, por lo que es una real inserción en Cristo y en su
misterio de muerte y resurrección, nos concede el don
filial de ser Hijos de Dios, Hermanos de Jesucristo, nos
capacita el dinamismo de la vida teologal, en una
palabra, quedamos hechos hijos de Dios por gracia, lo
que Jesucristo lo es por naturaleza.
Todo es gracia para hacerle de nuevo visible y
presente en el mundo en esta doble dimensión de su
existencia en su identidad y misión. ¿Cuál es el misterio
que nos permite entrar en el ámbito de lo divino? Es el
misterio de la Encarnación porque se hizo como
nosotros, nos comunica su propia vida, nos da la
Filiación divina, nos incorpora a su Cuerpo Místico, nos
abre o dispone a la salvación, a la remisión de los
pecados, nos permite hacer eficaz la salvación y el

93
testimonio profético. La consagración no significa ser
segregado del mundo sino identificarse con Cristo, entrar
en el ámbito sagrado, en la dinámica de Cristo que se
entrega al Padre Dios (cf. 2Cor 1,21-22).
La consagración en sentido teológico, implica y es una
relación estrictamente personal, de tú a Tú, con Dios. Es
sólo aplicable a la persona, porque sólo ella puede
relacionarse de manera íntima, entrañable y formal con
Dios. Es una real transformación de la persona, una
configuración verdadera con Cristo, una santificación. La
persona queda referida de manera nueva e intrínseca a
Dios, invadida por la santidad de Dios, transida de
divinidad, poseída por el mismo Dios y transformada en
él, sin que ella pierda su propia individualidad.
La persona consagrada se relaciona de forma
inmediata, es decir, sin mediaciones y sin intermediarios,
con Dios. Por eso, la consagración religiosa tiene un
valor y un sentido teologal y no sólo teológico. Se trata
configurarse con el Consagrado en su modo histórico de
vivir para Dios y la humanidad. Cristo es la
personificación de toda consagración, Él agota, resume,
condensa, concentra, es el punto de referencia para
nuestro modo de vivir. Pero, los que hemos sido
llamados a la profesión de los Consejos nos consagramos
más íntimamente al servicio divino, y estamos liberados
de todo impedimento que aparta del fervor de la
caridad 10 . La consagración en la vida religiosa no se

10
Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre “La renovación de la vida
religiosa” Perfectae Caritatis, 5 de octubre de 1965, 1.

94
distingue de la consagración bautismal sino que es una
ratificación de la misma. El religioso/a dispone de
determinados medios para vivir el Bautismo con mayor
coherencia y profundidad. Tenemos que ser conscientes
de que existe un llamado que parte de la iniciativa de
Dios, por lo tanto, hay una respuesta de fe que nos
permite adherirnos a Cristo, a ligar nuestra propia vida a
la del Maestro con la capacidad que nos da el Espíritu
para despojarnos del hombre viejo y caminar en el
seguimiento de Jesús, Dios y Hombre.
Es así como nuestra consagración religiosa es una
representación sacramental en la Iglesia de Cristo virgen,
pobre y obediente. Cuando digo sacramento, me refiero a
su presentación visible, es decir, Cristo al estar presente
de manera invisible nos pide a nosotros nuestro ser y
actuar para revivir su presencia, su modo de vivir en el
tiempo y en la historia para hacerse visible. Cuánto más
íntima, personal y total sea la relación con Dios, más
intensa será nuestra consagración y esto es un proceso de
cristificación. Desde este fondo, con los votos, lo que le
entregamos a Dios son las fuerzas de amar, el deseo de
poseer, y la libre facultad de organizar la vida por
voluntad propia. La consagración no destruye las raíces
de nuestro ser, sino que las potencia porque lo que se
entrega a Dios no se pierde sino que se perfecciona. (cf.
Hb 2,5-13) (cf. Flp. 2,7-8).
Sí, la vida religiosa profundiza mucho más la
consagración bautismal, la persona se convierte en un
testigo de la fe, es decir, acepta la persona de Jesucristo y
se compromete con la causa del Renio, por su fe intensa,
95
tiene la capacidad de desprenderse de los bienes visibles,
dignos de aprecio en este mundo, por los bienes futuros
que el Evangelio nos propone.
La motivación para renunciar con radicalidad de
manera positiva lo bueno que Dios ha creado radica en el
amor a Alguien, a un Absoluto a quien el religioso/a se
entrega. De esta manera se convierte en signo
escatológico que afecta las relaciones íntimas del ser
humano, a sus intereses y aspiraciones egocéntricas para
hacer suya la causa de Jesús. Por eso, opta por los pobres,
descubre a Dios presente en la historia, en los
acontecimientos, estimulando a seguir toda iniciativa
constructiva o a rechazar todo aquello que no tiene el
sabor del Evangelio y se opone a la justicia, a la paz y a
la caridad. Este trabajo y lucha constante por parte de los
que somos consagrados/as indica que el reino de Dios
está vivo y presente.
Ciertamente, ésta es la labor de todo cristiano/a pero
el consagrado/a debe ser el especialista para trasformar la
sociedad, por eso, necesitamos de una intensa vida de
oración que nos permita dialogar con Dios y vivir en una
atmósfera de una presencia amorosa en medio del barullo
de la vida cotidiana. Esta experiencia de Dios exige no
sólo imitar las palabras y gestos de Jesús, sino
compenetrarse con Él para reproducir sus mismos
criterios, actitudes y sentimientos; se trata de reproducir
el misterio pascual, el proceso de morir y nacer de nuevo
(cf. Rm 6,5), exige metanoia o conversión del corazón,
para identificarme con la misión de Cristo dentro de la
Iglesia para recuperar la verdadera imagen de Dios en mí
96
y el hermano (cf. Col 3,10). Dentro de este contexto, la
profesión de los Consejos Evangélicos por los votos de
pobreza, castidad y obediencia se suman a la
consagración bautismal, es una consagración peculiar,
son la expresión de esa entrega radical al Padre por
Jesucristo en el Espíritu. Son una actitud interior de
entrega total e incondicional por amor al Señor y porque
exige totalidad requiere perpetuidad desde los niveles de
la conciencia y de las intenciones del corazón. De ahí que
el religioso no sólo quita, remueve, aniquila y reorienta
todo lo que se opone a la caridad sino todo aquello que
impide la perfección entendida esta como la pureza del
amor o del corazón.
Por los votos se le entrega a Dios la capacidad de amar
y ser amado/a (afectividad - castidad), la capacidad de
programar en libertad mi propia existencia (obediencia) y
la capacidad de organizar mis propios bienes y mi vida
(pobreza). Son capacidades que tocan las raíces del ser,
por esto la vida religiosa es una vocación dada por Dios y
se constituye en un estado de oblación, sacerdotal y
litúrgico que acrecienta la santidad de la Iglesia.
De esta manera, la vocación religiosa o sacerdotal se
convierte en experiencia de fe, se entiende desde la fe y
es representación sacramental de Cristo pobre, virgen y
obediente. Somos signos porque esta sacramentalidad
requiere visibilidad, realismo y eficacia, consiste en
presentar de nuevo, perpetuar, renovar, prolongar,
actualizar el género de vida vivido por Cristo presente en
la humanidad, el que propuso a sus discípulos, el que
siguió su Madre, expresado en la valoración de la vida
97
comunitaria, en la claridad mental y de corazón en lo que
se refiere a una identidad religiosa y en su misión
evangelizadora.
Esta vivencia religiosa es enriquecida con un carisma
propio. ¡Oh sí! Hablar de carisma es un hermoso tema
que me apasiona. Trataré de sintetizarlo desde mi propia
experiencia. Algunos años tenía una confusión mental
pero pronto pude tener claridad de mente y corazón
cuyas bases han guiado mi vida. Es sencillo pero claro:
La Iglesia goza de distintas formas, estilos de vida
religiosa que desean ir en seguimiento e imitación del
Maestro Jesús. Cada Instituto tiene su modo peculiar,
espíritu, propósito, inspiración, intención, índole,
identidad, naturaleza o lo que llamamos carisma.
Aclaremos: Dios elige y llama a una persona, le da una
vocación y misión, por lo tanto, el Espíritu le capacita
con talentos, dones, cualidades para responder a ella.
Este don asumido, cualificado, enriquecido por el
Espíritu Santo es elevado a la categoría de carisma cuyas
características son la espontaneidad, el vigor y la
fortaleza, audacia en las iniciativas, constancia en la
pruebas, docilidad al Espíritu, sumisión a la autoridad
aún en pruebas y tensiones, recta independencia, libertad
frente a todo legalismo, novedad y entusiasmo,
adaptación y flexibilidad, se conserva dentro de la
Iglesia, está en comunión con la doctrina de la Iglesia y
sus pastores.
Estos dones se convierten en una experiencia humana,
espiritual y apostólica a través de un proceso pedagógico

98
que utiliza Dios. Me atrevo a decir que esa inspiración
carismática aterriza, se concentra, se alimenta de una
verdadera experiencia de algún o algunos misterios de la
vida de Cristo. Es decir, por ejemplo, la persona
experimenta como don, el misterio del misterio pascual
de Cristo, he visto con mis propios ojos, no se cansan de
estudiar, meditar, orar, profundizar, asimilar este misterio
en su vida; la cotidianidad de la vida les habla de todo
este misterio, a esto se añade que Dios les concede
gracias especiales de contemplación y nace la misión,
ven a su alrededor las necesidades de los más pobres,
intuyen, detectan una determinada urgencia en la Iglesia
y en la sociedad, saben la manera concreta de responder.
Por eso de la contemplación de un misterio de Cristo
nacen diversas obras apostólicas que llevan el sello de la
experiencia fundacional y que sus seguidores lo
perpetúan en las generaciones venideras. Un carisma
cuando es una verdadera experiencia de Dios no se
pierde en el tiempo, es siempre actual, fresco, originario.
Un/a consagrado/a además de tener el carisma de la vida
religiosa o sacerdotal descubre su propio carisma dentro
del camino de la vida religiosa o el camino del
sacerdocio y se verá que aquella vocación realiza a la
persona, está contenta, vive centrada en Cristo, no tiene
dudas sobre su identidad y las exigencias de la vocación,
no se permite lujos, actitudes, decisiones que desdicen de
su opción. Es maravilloso vivir así, feliz, las dificultades,
problemas, los hay, pero no logran derribarle sino que
son verdaderos desafíos para trabajar por el Reino. Bien,

99
no puedo dejar de citar este párrafo que es digno de
meditarlo:
“Ante todo, han de tener en cuenta los miembros de cada Instituto que por la
profesión de los consejos evangélicos han respondido al llamamiento divino para que
no sólo estén muertos al pecado, sino que, renunciando al mundo, vivan únicamente
para Dios. En efecto, han dedicado su vida entera al divino servicio, lo que constituye
una realidad, una especial consagración, que radica íntimamente en el bautismo y la
realiza más plenamente. Considérense, además, dedicados al servicio de la Iglesia, ya
que ella recibió esta donación que de sí mismos hicieron. Este servicio de Dios debe
estimular y fomentar en ellos el ejercicio de las virtudes, principalmente de la
humildad y obediencia, de la fortaleza y de la castidad, por las cuales se participa en
el anonadamiento de Cristo y a su vida mediante el espíritu. En consecuencia, los
religiosos, fieles a su profesión, abandonando todas las cosas por El, sigan a Cristo
como lo único necesario, escuchando su palabra y dedicándose con solicitud a las
cosas que le atañen. Por esto, los miembros de cualquier Instituto, buscando sólo, y
sobre todo, a Dios, deben unir la contemplación, por la que se unen a El con la mente
y con el corazón, al amor apostólico, con el que se han de esforzar por asociarse a la
obra de la Redención y por extender el Reino de Dios11.

Vivir los votos significa dar mi vida a Dios en


“sacrificio vivo” para que Él haga su voluntad en vez de
la mía de manera voluntaria, libre y continua. “Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que
presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rm
12,1). Dios quiere que le dé mi vida, no porque tenga que
hacerlo, sino porque le amo y deseo servirle. Sacrificio
vivo quiere decir que Él desea que yo viva para Él. Me
consagro al Señor, para hacer su voluntad dondequiera
que esté, en la escuela, en el hogar, en el trabajo, en el
monasterio o en cualquier parte que me envíe. Dios es
quien decide lo que quiere que yo haga y dónde quiere
que le sirva, y lo que El escoja para mí seguramente será

11
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre “La renovación de la vida religiosa”
Perfectae Caritatis, 5.

100
lo mejor (cf. Lev 27,28). Ya no me pertenezco (cf. 1Cor
6,10-20) (cf. Rm 14,8).
En conclusión: Ser religioso/a es vivir intensamente la
consagración de toda la persona como un desposorio con
Dios a través del dinamismo de la vida teologal, dentro
de la Iglesia y en comunidad, e insertos en la realidad de
hoy, para ser signos proféticos de los valores del
Evangelio y de los bienes futuros.
Bueno, hasta aquí mis reflexiones, ahora continuemos
en los relatos que forman parte del proceso de
consolidación de la vocación que recibí.

4. Año 1991 al 2000

Durante estos años fue tiempo de un trabajo intenso a


nivel de monjas de vida monástica. Mucho fue lo que
aprendí acerca de la vida interior de las monjas, sus
problemas internos, familiares, sus deseos de santidad,
sus experiencias de Dios. Tuve la oportunidad de
compartir con tantas monjas que me enseñaron lo
esencial del carisma, a la vez, que me sentía conmovida
por su espíritu de fe que en varias ocasiones eran un
ejemplo viviente. Cuando me compartían sus problemas
sin importarles mis años de juventud y tal vez, mi falta de
experiencia a todo nivel, lo hacían con todo el cariño
para que yo aprendiera, sea fuerte ante las dificultades,
confiara siempre en el Señor Jesús, su Madre la Virgen y
san José. Cuánto debo agradecer a estas madres y

101
hermanas que fueron el instrumento de gracia que
Dios utilizó para que yo tuviera el ánimo de perseverar
en medio de las noches oscuras de la vida.
4.1. Reunión de monjas
En este ritmo de circunstancias participé por primera
vez en un encuentro de monjas en el año 1991. Los
Superiores de la Orden nos pedían un estudio de las
Constituciones recién aprobadas por la Sagrada
Congregación. Allí tuve la gracia de conocer a monjas de
otros conventos y sus nombres que años atrás me
parecían lejanos ahora cobraban rostro particular. Eran
mis hermanas y tendría que aprender a amarlas y a
trabajar por ellas, no entendía cómo, pero así empezó a
suceder.
Poco a poco me fueron confiando diversas
responsabilidades que me permitieron conocer los
diferentes monasterios con sus dones y con sus carencias,
traté con muchas hermanas y descubrí en ellas tanta
riqueza, pero también tantas falencias; conocí a muchos
padres de la Orden, tuve la dicha de recibir admirables
consejos, propuestas, siempre encontré una palabra de
aliento en mis crisis, desánimos, nunca me negaron una
orientación que necesitaba y cada cual, uno más que otro,
me llenaban de material de formación para que leyera y
estudiara…Yo no me hacía de rogar, asimilaba con
prontitud las cosas, comencé a vislumbrar el futuro de los
monasterios, de las hermanas, tuve elementos para
discernir y manejar mi propia vida y claridad para
orientar la vida de mis hermanas. Ya no se trataba de

102
moverme en el círculo pequeño de mi monasterio sino
que mi mirada, formación, experiencia se iba cuajando
para el servicio de los demás monasterios de la Orden y
de la vida monástica y de otras Órdenes religiosas.
4.2. Presencia del mal
En el año 1996 me venían unas crisis espirituales
profundas, no podía decir nada a nadie y mi único
refugio era la oración. Sí, muchas veces después de haber
rezado Completas para luego tomar el descanso de la
noche, yo no dormía lo suficiente, no porque no tenía
sueño sino que necesitaba orar, es así como abría la
ventana que daba a la huerta del monasterio y miraba el
cielo estrellado, luego me postraba con los brazos en cruz
y oraba, oraba, esto calmaba mi espíritu. En este tiempo
siempre tuve la intuición que Dios me confiaba una
misión, pero no lograba entender ¡qué era! Sólo Dios lo
sabía…Llegaba al día siguiente y tenía que cumplir con
los oficios encargados, muchas veces me quedaba
trabajando los Boletines, cartas, mensajes, etc. Me
acostaba muy tarde, avanzada la noche, porque el día no
me alcanzaba…
En una de estas noches, por primera vez, sentí la
presencia del mal. Debía ser las once de la noche y un
poco más; estaba escribiendo en el computador, de
pronto, alguien estaba atrás mío, no me atrevía a volver
mi mirada, sin embargo, no era una presencia buena, me
daba escalofrío y el miedo comenzó a invadirme.
Inmediatamente apagué el computador y comencé a
deslizarme por la pared de aquella oficina hacia la celda

103
en donde descansaba, ventajosamente estaba al lado de
la oficina dondetrabajaba, por lo que no me quedó
mucho trecho por caminar, así llegué a la celda y me
acosté inmediatamente. Al día siguiente me preguntaba
en la oración ¿Por qué esta presencia? No obtuve
respuesta, pero a menudo me quedaba trabajando en la
misma actividad y no volvió a suceder en adelante, al
menos gran tiempo…
En este ritmo entre la observancia y las actividades del
monasterio,las responsabilidades de la formación y como
secretaria de la Federación pasé hasta el año 1999, año en
que me pidieron fuera a ayudar en una fundación nueva
de un monasterio en cierto lugar de Sudamérica, asumido
por la Federación de Carmelitas.
4.3. Una fundación
Se inició una fundación en el año 2000, año del
jubileo12. Con los permisos de la comunidad acompañé a
dos monjas que se ofrecieron para esta fundación. Fue
una experiencia muy positiva porque tuvimos la ilusión
de que el carisma teresiano podía renovarse en toda su
frescura dejando atrás tantas cosas que eran inamovibles
en los monasterios en donde habíamos estado.
Igualmente, la experiencia de la fraternidad era altamente
positiva entre las tres hermanas fundadoras, para mí era
una gracia de Dios porque tenía la oportunidad de poner

12
Gran Jubileo decretado y celebrado bajo el papado de Juan Pablo II. Comenzó el tercer
milenio y fue una gran oportunidad para celebrar el misterio de la Encarnación, es decir, el
hecho de que Dios se haya hecho hombre por cada uno de nosotros, porque nos ama y
desea participarnos de su vida divina.

104
en juego todo un bagaje de conocimiento que tenía y
soñar con una fraternidad más auténtica.
Una fundación nueva, ¡qué bien sonaba! Se añadieron
al grupo fundador cuatro monjas de otros monasterios
diferentes. Al poco tiempo, comenzó a verse la diferencia
de mentalidad que teníamos entre monasterios y de otra
nación. Se trataba de no implantar las costumbres y
tradiciones que estábamos viviendo en nuestros
monasterios, sino que debíamos crear una estructura
nueva a través del diálogo y el discernimiento. Este
proceso no fue fácil y con el tiempo fue el origen de
muchas tensiones.
La Presidenta de la Federación junto con el Asistente
Religioso de aquel entonces, hacían continuas visitas al
monasterio recién fundado y se podía dar solución y
orientación a las dificultades de mentalidad que iban
surgiendo entre las hermanas profesas solemnes y las
algunas jóvenes formandas que iban quedando. En la
última visita que hicieron tanto la Presidenta de la
Federación como el Asistente Religioso me nombraron
priora de la comunidad con 36 años, este nombramiento
me daba la oportunidad de avanzar en los ideales que nos
habíamos fijado: Trabajar por una verdadera experiencia
de Dios en todas las hermanas, crear un ambiente
fraterno altamente positivo y no escatimar esfuerzos para
una buena formación de aquellas jóvenes. En este clima
de intensa labor formativa y oracional estuve algunos
años.

105
5. Año 2002 al 2005

Estos años tuve que pasar por diversas pruebas


personales, interiores, comunitarias y familiares. Dios en
infinita misericordia fortaleció mi espíritu con gracias
especiales que me darían la luz necesaria para resolver
varios problemas, el discernimiento para optar e intentar
siempre acertar con la voluntad de Dios, la capacidad
para soportar la humillación, para probar la tenacidad de
mis defectos, para valorar a las otras personas y ejercitar
el espíritu de fe frente a la autoridad. Todo este
sufrimiento fue una gracia de purificación y de
maduración humana, cristiana y espiritual. Por eso me
atrevo a decir que, si alguien tiene muchos trabajos
interiores y exteriores no se desanime, Dios le dará en el
momento oportuno lo que necesita para cubrir sus
necesidades materiales y espirituales. Sólo tenemos que
confiar en su Divina Providencia.
5.1. Trabajos exteriores e interiores
En estos años tuve que afrontar el nombramiento de
Presidenta de la Federación, un oficio que requería de
ciertas cualidades para animar a los monasterios en sus
programas de formación. Me costaba asumir este cargo
no sólo porque me sentía pequeña sino porque mi salud
era frágil, pues días antes me operaron de urgencia de
apendicitis. Desde entonces, tenía que compaginar el
oficio de Priora del monasterio naciente y Presidenta a la
vez. Como las circunstancias internas de la comunidad
recién fundada no eran apropiadas, decidí pedirle a
nuestro Señor Jesús volver a mi comunidad de origen. Sí,
106
algunas noches me quedé en el coro, a oscuras y mi
oración era: “Señor hazme volver a mi comunidad de
origen”. La ocasión se dio de una manera sufriente e
inesperada. Tuve que enfrentarme a las críticas, al recha-
zo, a la incomprensión, a los prejuicios de varias
hermanas y hermanos de la Orden, a la depresión, a la
humillación. Todo esto me dejó heridas en el alma…
Terminado el período anterior, llegó la Asamblea de la
Federación en agosto de 2004 y estaba tan convencida
que en caso de reelección no volvería a aceptar tal
servicio de Presidenta para un nuevo período desde el
2004 al 2007.Para aquella Asamblea vino el Padre
General de la Orden en esta época; las monjas volvieron
a elegirme, yo acabé llorando en aquella ocasión sin
querer aceptarlo. Aquel General me llamó aparte y
después de escuchar las razones fundadas que tenía me
dijo: “Hermana obediencia eclesial” ¡Oh Dios! Estas
palabras quebrantaron mi voluntad y sin ni siquiera decir
sí, me proclamaron y confirmaron la reelección. ¿Qué
decir de esto? Dios iba construyendo su obra. ¿Qué podía
hacer? Nada de nada, humildemente obedecer y seguir
adelante confiando en el Señor. Visitaba los monasterios
y el diálogo con las monjas siempre me ayudó a
descubrir la obra de Dios a través de sus vidas, en todas
encontré una enorme riqueza espiritual, me enseñaron a
sufrir en silencio.
Nuevamente la enfermedad vino a mis 39 años, me
operaron del vientre, una operación realizada por la parte
exterior y por tres meses no debía bajar gradas y tardé
otros tres en recuperarme… En este tiempo de
107
recuperación me pasaba en oración, leía mucho y me
sirvió para interiorizar las experiencias anteriores,
encontrarme conmigo misma y vislumbrar el futuro que
estaba en las manos de Dios.
Las hermanas de comunidad me cuidaron, no se
lamentaron del dinero gastado; por mi parte, todo le
ofrecía a Dios por su Iglesia: Los dolores corporales, los
actos de humildad que tenía que hacer para pedir un
favor a las hermanas, el no exigir más de la cuenta, el
comprender a mis hermanas que algunas veces no se
acordaban de mis necesidades de enferma por el trabajo
que tenían que afrontar, incluyendo el oficio que yo debía
hacer y que amablemente me reemplazaban. A veces
tenía que ser paciente conmigo misma para aceptar mi
pobreza, debilidad y pequeñez, de esta manera, no me
afectaban los inconvenientes que yo debía producir en las
hermanas de comunidad.
Una vez recuperada de la operación comencé con las
ayuda de las hermanas de los otros monasterios a
programar los encuentros anuales de formación cuyas
experiencias permitían el encuentro fraterno, la
comunión, la animación vocacional. También nuestro
Señor me concedió acercarme a sus problemas
comunitarios y espirituales, de esta manera, comencé a
tocar las llagas de Cristo en sus almas. El respeto y
delicadeza con que debía tocarlas tenía que irlos
aprendiendo poco a poco, necesitaba una caridad
inmensa, compasión, pero también firmeza en las
decisiones. Muchas veces tuve que orar intensamente sus
problemas, pedir consejo y solucionar los problemas con
108
la ayuda de las prioras, de ellas mismas y de sus propias
comunidades. El ejercicio de ser Presidenta, Secretaria o
Consejera al servicio de una Federación era una escuela
constante para mí, un medio de renovación y un campo
de apostolado directo dentro de la vida contemplativa.
5.2. Año 2005. Algunas bilocaciones
Era septiembre de 2005. Una noche estaba
descansando en mi cama, de pronto, en contra de mi
voluntad, aunque me agarraba del colchón para no irme,
fui trasladada en espíritu, mi cuerpo estaba en la cama.
Digo fui en espíritu, a una capilla, allí había un
sacerdote en oración, me puse a su lado y tuve
conocimiento de la clase de oración que hacía y lo que
pedía, era como escuchar con mis oídos interiores más
claros que como si fuera con mis oídos corporales. La
voz del corazón, se escucha perfectamente. A pesar de
que era solo mi espíritu me sentí completa, en toda mi
integridad, personalidad, grado de conocimiento, ¡era
toda yo! Después de un largo tiempo que no sabré decir
cuánto transcurrió, pero era largo, en espíritu volví
hacia mi cuerpo y uniéndome a mi ser volví a la
normalidad.
¡Qué experiencia! No sabía lo que me pasaba, hoy
puedo decir que era una bilocación. La unidad de mi ser,
es decir, la unidad de mi cuerpo y espíritu era muy clara
para mi intelecto y conocimiento. No dejaba de darme
cuenta de la celda donde estaba, que era de noche y que
la luz de la habitación estaba encendida; también estaba
toda entera en aquella capilla, en la que se hallaba sólo el

109
sacerdote, orando de rodillas en una de las bancas;
también era de noche y yo estaba a su lado. Esta forma
de bilocación se da aun cuando uno no quiera, se es
llevado a donde sólo Dios quiere, se ve y oye sólo lo que
Dios quiere, no estaba al libre albedrío de mi propia
voluntad, no se pierde identidad ni se siente incompleto.
¿Cómo se puede explicar esto? Desde la fe es una gracia
en la cual Dios habilita el cuerpo y las capacidades
humanas, no son buscadas, ni trabajadas, no son procesos
adquiridos, simplemente se es llevado y nada más… no
depende del deseo, ni de la voluntad propia.
Al analizar en mi mente y corazón el fundamento de
esta experiencia en la Sagrada Escritura algo que
confirmara lo que me sucedió, estando en oración
recordé lo que la Escritura relata acerca de Felipe cuando
bautizó al eunuco (cf. Hch. 8, 29). No pretendo decir que
esta experiencia fue de esta tonalidad, intensidad, no,
pero fue algo parecido. Quedé en paz y me pareció algo
posible y normal. Desde entonces, entiendo a muchos
santos que tuvieron estas experiencias de manera casi
continua, habitual. Sí, entendía muchas cosas espirituales
y en la oración diaria pedía por este sacerdote y por todos
aquellos que estaban en dificultad, una vez más ratifiqué
mi apostolado no solo de carmelita sino el mío personal:
“Orar por los sacerdotes” los buenos, los que están
enfermos, los que están en noches oscuras, los que
anhelan la santidad.
Con el pasar de los años éste sería el sacerdote que se
convertiría en el ángel espiritual que Dios me daría. Digo
espiritual porque desde aquella ocasión comencé a
110
percibir su presencia espiritual, debía pasarle lo mismo
que a mí, es decir, mientras él estaría en sus quehaceres
de manera íntegra, estaría a nivel espiritual también de
manera íntegra para cuidarme y defenderme de los
asaltos del demonio. Más adelante relato lo que sucedió,
quizá lo que yo experimenté en aquella ocasión era una
preparación para la fase siguiente.
Dios me hizo conocer quién era el ángel que me daba,
no de manera física sino en la forma como lo he narrado
antes. Yo conocía su presencia, entonces ya no era
llevada, sino que él venía a dónde mí. Mientras más
estaba en oración, más lo percibía en el coro, en el
refectorio, en el recreo con las monjas, si no lo sentía a
mi lado, lo percibía en los espacios del monasterio, por
los claustros. Cuando eran largos los tiempos en que no
lo percibía a mi lado, lo encontraba en oración frente al
Sagrario. Muchas noches fue mi guardián junto a la
cabecera de mi cama.
No entendía el por qué permanecía como vigilante, no
salía de mi asombro ni encontraba respuesta a mis
preguntas, sólo me fortalecía la comprensión de lo que yo
experimenté al ser llevada a otro sitio sin quererlo y el
pasaje de Felipe que he anotado antes. Hasta que
comenzó otra etapa en mi vida. Pasaba el tiempo y
después de las experiencias anteriores mi espíritu estaba
muy sensible a lo espiritual, a las presencias buenas y
malas y es así como experimenté lo siguiente:

111
5.3. Presencia del mal
Era de día, más o menos a las diez y media de la
mañana. Me encontraba en la celda, estaba sentada en
una silla pequeña y tenía en mis manos una canasta de
labor, cosía unos escapularios pequeños. Interiormente
me encontraba en una paz profunda, sentía el gozo de
estar a solas con Dios sólo. No puedo decir cómo fue,
pero yo estaba en la celda y al mismo tiempo me
encontraba caminando por el claustro principal del
monasterio. Me dirigía hacia el torno principal en donde
se encuentra la puerta reglar que suele abrirse para el
paso de la gente cuando es necesario.
Vi a un hombre vestido de negro, con una capa
grande y negra que cruzaba el umbral de la puerta
principal del monasterio y comenzó a caminar por el
claustro. A lo que dio el paso alzó su capa negra y con su
mirada parecía abarcar todo el monasterio. Caminaba
con una gallardía impresionante. Cuando me vio en la
esquina de ese mismo claustro, bajo la capa, yo apresuré
el paso porque quería ver su rostro, pero se escondió
detrás de la segunda columna principal que se encuentra
en el claustro. Me detuve extrañada y entendí
perfectamente que era un espíritu malévolo, le vi porque
yo también estaba en espíritu, igualmente era consciente
que me había quedado en la celda. Cuando se
encuentran entre espíritus se pueden ver mutuamente.
Enseguida me encontré íntegramente en la celda, quise
bajar en persona hacia el claustro, pero me detuve, no
me hacía falta...

112
Me preguntaba: ¿Qué quería Dios enseñarme? ¿Por
qué entraba el demonio en el monasterio? La repuesta es
muy simple. El demonio levanta sus legiones contra las
personas que quieren seguir a Cristo Jesús. Entra en la
medida en que le dejamos, es decir, le dejamos cuando
por falta de oración, prima en nuestro espíritu los frutos
de la carne: Egoísmos, el deseo de poder, envidias,
celos... Cuando la persona está en ambiente orante el
demonio no puede entrar, la fuerza del Espíritu de Dios
es como una muralla impenetrable, la tentación y los
engaños son descubiertos con facilidad. Entonces, el
demonio se esconde y se acobarda ante la humildad, la
cruz, la pureza de conciencia y el espíritu de oración.
Estas son nuestras armas invencibles. Y en los
monasterios, en los conventos de vida apostólica, entre
los sacerdotes y los laicos siempre Dios suscita personas
a quienes el demonio no puede hacer frente. En nuestras
manos está este poder siempre y cuando Dios lo permita
para el bien de su Iglesia. También debo decir que Dios
otorga estas bilocaciones cuando Él las quiere y tanto
cuanto son necesarias para el bien del prójimo.
5.4. Una monja en agonía
Recuerdo que una monja del monasterio estaba en
agonía larga, por eso pasábamos las noches en vela, por
turnos. Una de estas noches, era tanto el cansancio que
yo tenía que subí a la celda a descansar un poco pero me
daba mucha pena no quedarme en vela pues tal vez a la
agonizante le quedaba poco tiempo. Me acosté y
enseguida entré en el sueño profundo. Más la sorpresa
era que mi cuerpo descansaba pero mi espíritu estaba
113
frente a su cama tal como si me hubiera quedado en
persona. La veía agonizar, sufría con ella; después de
unas horas mis hermanas llamaron a la puerta de mi
celda porque todo parecía llegada la hora de dar su
alma al Creador. Me despertaron, bajamos en seguida,
pero no, todavía le faltaba tiempo. Lo que me llamó la
atención era que yo sabía, tenía conciencia de todo lo
que sucedía, tenía conocimiento de lo que hacían mis
hermanas, lo había visto y oído. Me daba cuenta que
mientras yo dormía también estaba con la agonizante,
pero las demás hermanas no me veían.
Evidentemente, a nivel psicológico debe haber
diversas explicaciones, la misma preocupación o el deseo
de compartir el grado de sufrimiento de la agonizante
disponen las facultades superiores de la persona para dar
paso a estos fenómenos que no es común. No obstante,
estoy convencida que, cuando sobre estas facultades
actúa la gracia, el querer de Dios, estas capacidades o
facultades mentales y espirituales en una persona se
vuelven dones, gracias dadas para una necesidad
concreta. Hay otras ocasiones quizá con las mismas
circunstancias, y no son dadas, por más disposición de
las facultades mentales y espirituales de la persona
porque, no dependen de un trabajo intelectual por
adquirir estas capacidades. ¿Cómo se da esto? Que lo
expliquen quien pueda explicar.
5.5. Visita inesperada
En el mes de septiembre de 2005, estaba en mi celda
monacal, me acosté a eso de las 11 de la noche.

114
Instantáneamente percibí de manera intelectual como un
hombre vestido con un hábito café, ya anciano, muy
venerable entraba en la celda y me dijo: “Hermana
vengo a visitarla” No veía nada con mis ojos corporales,
pero mi intelecto veía mucho mejor que con los ojos
corporales. No respondí y comencé a estremecerme. Me
preguntaba: ¿Quién era? ¿Por qué venía? ¿Por qué me
pregunta? Luego, se acabó todo. Después de una media
hora comenzó un olor a podrido en la celda, era como si
los caños de los baños estuvieran al descubierto. Era tan
fuerte el olor que comenzó a dolerme el estómago y la
cabeza provocándome nausea. En este estado de cosas
tomé el colchón, las cobijas y salí de la celda; entré en
una habitación grande dispuesta para oficina, estaba a
pocos pasos de mi celda, allí se encontraba una alfombra
y unos sillones…
Me acomodé en el suelo y pude respirar pues ya no
percibía el olor a podrido. ¡Pero sorpresa! Aquel fraile o
monje venerable estaba en el sillón sentado. Me di
cuenta que tenía la misión de protegerme aquella noche
del asalto del enemigo. Entendía que su visita anterior
era quizá para prevenirme de algo, pero yo no pude
captarlo. Entendido esto ya no tenía miedo, me dormí
tranquila; al despertarme al día siguiente ya no estaba.
Siempre me quedó el interrogante de que quién era,
nunca llegué a saber, más entiendo que todo lo dispuso
Dios para mi bien.

115
5.6. Presencia del mal
Este año fue importante por las gracias que Dios me
otorgara, así mismo, me fortalecí ante los ataques
frontales del maligno; digo frontales, porque antes me
atacaba desde las enfermedades producto de las
influencias del mal y me atormentaba sin darme cuenta.
Otra cosa es la enfermedad orgánica. ¿Cómo desde las
enfermedades producto de la influencia del mal? Era
extraño, por ejemplo: Estaba trabajando en las labores
domésticas del monasterio como: Cocinar, lavar, barrer
etc., y sin más, comenzaba a sentir desmayo, dolor de
cabeza, necesitaba pedir permiso para recostarme un
poco. Otras veces, estaba en la oficina despachando
asuntos importantes de monjas y frailes y no podía
continuar porque sin anuncio de dolor corporal, me
invadía la falta de ánimo a nivel corporal. Si me tomaban
la presión arterial, me encontraban baja y necesariamente
tenían que darme alguna comida de sal y descansar un
poco. Esto retrasaba mi trabajo y mi debilidad física me
impedía responder con prontitud a mis trabajos del
monasterio. En este año comencé a darme cuenta de este
hecho, a raíz de lo que voy a narrar.
Era el mediodía y había llevado el computador a
trabajar en la celda por lo cual aprovechaba los tiempos
de siesta y recogimiento para adelantar el trabajo de
escritura como cartas, contestar correos electrónicos,
escribir conferencias, etc. ¡De repente! una presencia
maligna se paró en el umbral de mi puerta y me
observaba; estaba inmóvil, no sé qué esperaba, al darme
cuenta le pregunté:
116
“¿Por qué vienes?”
Me contestó: “¡Me enviaron!”

Me sentí estremecida y no me atreví a preguntar nada


más, pues recordé que no hay que entablar diálogos con
el maligno. Enseguida tomé el agua bendita y rocié la
puerta, se fue como lo esperaba, pero quedé con dolor de
cabeza y la fatiga en el cuerpo que no me podía valer.
Reflexioné y como eran los mismos síntomas ya
conocidos me dije: “Es hora de pelear contra este
sinvergüenza”. Me sentí tan agradecida por mi ángel
sacerdote porque una vez más me ratificaba que su
presencia espiritual, vigilante, cercana, era para
protegerme del maligno.

Recuerdo que en otra ocasión de este mismo año, era


ya el descanso de la noche; estaba en mi cama con el
propósito de dormir, pues eran más de las diez y media.
De improviso, un bulto negro entró en la celda y se
quedó parado en el umbral de la puerta. A la par percibí
a mi ángel sacerdote sentado en la silla pequeña que
solía ponerle junto a la cabecera de mi cama.

Cuando este bulto negro dio un paso, el ángel


sacerdote se puso en pie, listo para defenderme. Yo
estaba a la expectativa y me incorporé un poco de mi
cama, tenía miedo y el agua bendita no estaba junto a mí
en el pequeño velador de noche. El atrevimiento del
maligno fue tal que se lanzó hacia mí, pero el ángel se
interpuso y en una lucha entre espíritus en la que el
maligno salió disparado. Me dejé caer sobre mi cama y
117
lo único que dije fue: “Gracias, no volveré a cuestionar
tu presencia como mi ángel y sacerdote”. Esta fue una
de las tantas veces en que el ángel sacerdote impuso sus
manos sobre mi cabeza. Después de un rato de meditar
sobre el hecho me quedé dormida.

Como ya tenía conciencia de la forma de trabajar el


maligno, comencé a prevenir mi falta de fuerzas en el
cuerpo. Pedí permiso para tener la medicina que tenía
para estos casos y antes de que se desarrollara el dolor de
cabeza, el desmayo, me tomaba la medicina, bajaba a la
cocina y tomaba una taza de caldo salado y caliente,
rociaba el agua bendita, me ponía el aceite exorcizado en
mi cabeza recitando oración de exorcismo y ¡sorpresa!
Los malestares comenzaron a declinar por sí solos.
Actualmente se distinguir perfectamente cuando el
malestar es por las influencias del maligno y hasta el
presente han disminuido notablemente…
5.7. Visita de la enfermedad
A pesar de que ya estaba entrenada para diferenciar la
enfermedad por las influencias malignas y lo que es una
enfermedad orgánica, esta vez me tocó afrontar una vez
más la realidad de la enfermedad orgánica…
Mi salud se quebrantó desde mayo a agosto de 2005 a
causa de una grave intoxicación con químicos. Al caer en
una grave intoxicación, la priora de ese tiempo se ocupó
con solicitud para que yo fuera atendida debidamente;
hubo personas fuera y dentro del monasterio que me
atendieron con competencia. El fondo alérgico congénito

118
que tenía y que hasta entonces no lo sabía, apareció con
toda dureza y mi proceso de enfermedad fue difícil de
superar, cualquier cosa como el jabón en polvo, los
líquidos químicos de limpieza, olores de perfumes, el
olor de la pintura de pared, etc., me hacía daño, la
reacción de mi organismo quedó tan sensible que se
manifestaba en dolores de cabeza, baja de presión y
algunas veces necesitaba oxígeno. Me salieron unas
ampollas en las manos a causa de la soriasis que además,
de estar vendadas, tenían que ser curadas todos los días
con agua de manzanilla, una pomada y mucha paciencia
para desintoxicar el organismo.
Recuerdo que en una ocasión, mientras la comunidad
rezaba yo estaba en la celda, en ese momento yo me iba
de este mundo, es decir, entré en el espacio, sentí que
flotaba, me parecía atravesar un túnel lleno de luz.
Cuando yo me decidía a caminar hacia el extremo
opuesto de túnel lleno de luz oí una voz muy lejana que
me decía:
“¡Hermana, hermana, regrese, no se vaya!”.
Esa voz perturbaba mi camino, me di cuenta que me
estaba muriendo, no quería volver, por fin estaba en
camino de lo que siempre había querido, irme pronto, me
decía a mí misma: “No me llamen… ¿Para qué quieren
que vuelva? Y en contra de mi voluntad, con una rapidez
que no es de este mundo, volví a mi cuerpo, y otra vez a
vivir.
Aquella experiencia me enseñó varias cosas como: La
facilidad con que se desprende lo que llamamos alma o

119
espíritu del cuerpo; ciertamente, el cuerpo queda en la
tierra de manera visible sometido al tiempo y a la
historia. El espíritu no tiene peso, se eleva sin dificultad,
es ágil, piensa, se da cuenta, reflexiona, porque la
personalidad de la persona está de manera integral, no
nos debe extrañar pues nuestra condición espiritual es
inmortal y ya nos enseñó Jesús que seremos semejantes a
Él. Esto me sirvió para entender intelectualmente la
presencia de los espíritus buenos y malos, pero ante todo
las propiedades humanas y divinas, a nuestra manera de
hablar, del Espíritu de Jesús Resucitado.
Cuando me vi de nuevo en mi cama, consciente, viva
y con oxígeno, tuve un gran dolor porque no se me había
concedido irme para siempre, tendría que seguir en el
batallar de la vida terrestre. Por un momento sentí
impaciencia, pero en la voluntad de Dios no había
llegado el momento. Entonces pregunté: ¿Si las
hermanas estaban en el coro: ¿Cómo acertó la hermana a
venir justo en este momento en que parecía me iba de
este mundo? Todo quedó en el misterio… Médicamente
se comprendía lo ocurrido, simplemente, hubo una baja
de presión, tan baja que me estaba muriendo, por eso
entré ya en el espacio, si no me ponían oxígeno me
dormía para siempre.
Este hecho permitió que me sumergiera en otro
mundo, el espiritual, era una llamada a trascendencia. La
enfermedad era una pequeña prueba que yo necesitaba
para en algo, llevar la cruz junto con Jesucristo. Mi
interés espiritual estaba en configurarme con Cristo
crucificado. No por ello dejaba de sufrir interiormente al
120
verme inutilizada para el trabajo de la comunidad y, el
demonio comenzó a hacer de las suyas, pero en este
tiempo yo no tenía la claridad intelectual para descubrir
sus engaños no ya desde las influencias del mal que me
atacaban en la salud sino a través en la verdaderas
intrigas exteriores. Ahora que escribo estos hechos debo
decir que el Señor me guardó de las intrigas demoníacas
que quería destruirme a toda costa. El Señor estuvo
conmigo de la manera cómo sólo Él sabe hacerlo en
medio del silencio. Recuerdo lo que nuestro Dios nos
dice por Isaías: “Si pasas por las aguas, yo estoy contigo,
si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no
te quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy
Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador” (cf. Is
43, 1-8).
5.8. Oración profunda
Era a fines del mes de noviembre de 2005. Recuerdo
que después del rezo de Completas era hora de ir a
dormir, pero yo no podía hacerlo, tenía mucho trabajo
que realizar por lo que me quedé en la oficina de trabajo
que estaba a pocos pasos de nuestra celda.
Progresivamente sentí ganas de orar, era urgente,
necesitaba pedirle a Dios por mí misma, espiritualmente
me sentía insegura, vacilante, necesitaba orar para
encontrar la confianza en Dios que sólo la oración puede
dar. Es así como dejé mi trabajo sobre la mesa, me
aseguré que la puerta de la oficina estuviera cerrada y
me tendí en el suelo con los brazos en cruz. Comencé a
orar desde las profundidades del corazón. Le decía:

121
“Dios mío, ¿qué quieres que haga?
“Ya no veo motivo de seguir viviendo en esta tierra”.
“Te necesito, llévame contigo, ya está cumplida mi
misión, llévame, llévame Señor”.
“¿No ves que ya no puedo hacer nada?”
Las lágrimas me invadían y la agonía interior era una
oración. Fue entonces cuando una voz que no era la mía,
pero salía desde mi interior me dijo:
“Quiero continuar mi vida en la tuya”.
Me quedé inmóvil. ¡Era Jesucristo, estaba dentro de
mí! Pero, ¿qué era esto de continuar mi vida en la
tuya? Parecía entender y no entender, trataba de
negarme a mí misma. Sin embargo, la certeza de la
experiencia no puede sufrir engaño.
Desde entonces, siempre lo tengo presente y me decía:
¿Cómo será esto? Me parecía demasiado grande para mí.
¿A mí? ¿En mí? ¡Oh no! ¡Esta gracia no era sólo para mí,
esto es lo que quiere para su Iglesia! Pero aun así me
costó convencerme a mí misma que lo que escuché
aquella noche era una verdadera misión. Con las gracias
que recibí y que relato más adelante, lo comprendí
exactamente. Desde entonces, nunca más le volví a decir
que me llevara de este mundo. La hora de mi muerte será
cuándo mi Amado Jesucristo lo quiera.

6. Reflexiones sobre la presencia del mal

Tratar este tema es importante y delicado a la vez,


pero intentaré hacerlo a base de todo lo que he
122
comprendido y conocido hasta hoy. Creo que será un
aporte para todos aquellos que dudan de la presencia del
demonio y de aquellos que no quieren creer en el
infierno. Me da mucha aflicción y por experiencia les
digo que la época actual se caracteriza por el olvido
parcial o total de la figura del diablo que, de esta manera,
obtiene sus éxitos más importantes. Donde no hay fe o se
disminuye, aparece la superstición, porque la persona
necesita de un ser superior y si en la persona el Ser
Supremo que es Dios no halla eco en su vida espiritual
necesariamente se refugia en las prácticas ocultas.
Si la humanidad pierde el sentido del pecado, es casi
seguro que aparezca la idea de que el aborto y el divorcio
sean una conquista de la civilización y no un pecado
mortal. Pienso en los niños y jóvenes que son los más
vulnerables para las posesiones diabólicas, pues es obvio
que el diablo se esconde detrás de prácticas como el
ocultismo y la magia, la invocación a los muertos, los
hechizos, la música rock satánica, sesiones de
espiritismo, las falsas creencias en las reencarnaciones,
etc., y los jóvenes se ven arrastrados por la curiosidad y
las males amistades, resultado de todo esto es que el
demonio no actúa sólo con la posesión sino también con
el acoso, la obsesión y la infestación de los lugares
físicos.
Bien, no voy a hablar de casos de posesiones, pues no
soy competente para esto, pero lo que más me importa
ahora es explicar un poco la existencia de este ángel
caído pero que no puede actuar más allá de lo que le
permite Dios. Lo que escribo no es para caer en la
123
obsesión, pero tampoco desentendernos de tal manera
que no contemos con esta realidad malévola que nos
acecha y está como “león rugiente, buscando a quien
devorar” (1P 5,8). Hay que tomar en cuenta que nos
busca, quiere devorarnos y lo hará en la medida que nos
acercamos al mundo de la oscuridad y de las tinieblas, es
decir, cuando domina el pecado en todas sus formas.
Daimōn (δαίμων) es una palabra del griego antiguo
para “espíritu” o “poder divino”. Demonio también es un
sinónimo de diablo y proviene del verbo griego
διαβάλλωη, que significa, entre otras cosas: Calumniar,
falsear, mentir. A través del latín, el término griego dio
origen al español “diablo”. En la tradición cristiana,
Lucifer significa: Portador de luz, representa al ángel
caído, ejemplo de belleza y sabiduría a quien la soberbia
condujo a los infiernos, transformándose en Satanás.
Hay que tomar en cuenta que este ángel fue un ser
personal creado, al pervertir su libertad, pervierte la
trascendencia de su voluntad, se aleja de Dios y se aparta
del fin que debía alcanzar que es el amor de Dios, ante
esta decisión de no servir a Dios, se implican
negativamente en la historia de la humanidad, por lo
tanto, su auto perversión de la voluntad se dirige contra
Dios y las criaturas cuya salvación quiere Dios. Se hace
“señor del mundo” (Jn 14,30), con poder sobre el pecado
y la muerte (Heb 2,14)13

13
Cf. Gerhard LUDWIG MÜLLER, Dogmática, Teoría y práctica de la teología, Barcelona,
Editorial Herder, 2 2009, pág.123.

124
Son los señores de la condenación que se manifiesta
en la enfermedad, las discordias, pero yo me atrevo a
decir que estos malos espíritus han sido vencidos en
primer lugar por Cristo y no tienen dominio sobre la
persona que permanece en la verdad, es decir, no se deja
llevar por la mentira en todas sus formas. Hay que
aprender que el diablo no puede habitar en quien tiene
una limpieza de conciencia, de ahí que no puede penetrar
en la autonomía personal y la ética del hombre, por ello
no hay que echar la culpa de todo al demonio, sino tener
cuidado de uno mismo y estar atento a los frutos que da
nuestra mente y corazón: Los frutos de la carne o del
espíritu. La Biblia en el Antiguo Testamento nos indica
el estado privilegiado que tenía Lucifer y la razón de su
caída:
“Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: Así dice el Señor
Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En
Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu
manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita,
esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados
desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho
yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste
perfecto en tu conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti
iniquidad. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has
pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín
protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se ha pagado de tu belleza,
has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra,
te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas por la
inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo
el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de
todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti.
Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre.” (Ez 28.12).

Puede apreciarse en este texto que en un mismo


mensaje tiene doble destinatario: Va dirigido a Satanás
pero también a un engreído rey humano, el rey de Tiro.
Puede resumirse que Lucifer era un ángel muy hermoso
125
que por soberbia se rebeló contra Dios, queriendo ser
como él, y fue denigrado como castigo, junto con el
ejército de ángeles rebeldes que arrastró consigo, siendo
desde ese momento reconocido como un Ángel caído.
Desde su rebelión es denominado “adversario o satanás”,
dicha caída se relata en varios pasajes de la Biblia:
“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán
abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el
bien y el mal”(Gn.3, 4-5). En otras citas tenemos: “Por
haberse estirado en su altura levantando su copa hasta
las nubes, y haberse engreído su corazón por su
grandeza” (Ez 31). “Tu esplendor ha caído en el Seol...
¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo
de la Aurora?...Te decías en tu corazón: el cielo
escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi
trono...Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al
Altísimo “(Is 14). “Y dijo el Señor a Satán: ¿De dónde
vienes tú? Y respondió Satán: He dado la vuelta por la
tierra” (Job 1,7; 2,2).
En el Nuevo Testamento tenemos estas citas
importantes que confirman la presencia del mal y que
éste en tiempos de Jesús, estaba siendo juzgado (cf. Jn
16,11), pero aún no había ocurrido lo fundamental. Jesús
explica que el Reino de Dios tiene como fin contrarrestar
“la autoridad y poder de Satanás”. Eso fue lo
determinante. “... la sangre del Cordero” determinó que
no tenga más lugar en el cielo. (cf. Ap 12, 8,11). Luego,
la acción de arrojarlo por tierra es efectuada por el
arcángel Miguel con sus ángeles. Las implicaciones de

126
ese hecho se describen en (cf. Ap. 12, 7-11). “Alegraos,
¡oh cielos, y los que moráis en ellos! ¡Ay de los
moradores de la tierra y del mar! Porque el diablo ha
descendido a vosotros, teniendo grande ira...” (Ap.
12,12).
Entonces, ya podemos estar seguros que el mayor
pecado del ángel Lucifer fue la soberbia, de ahí que los
seres humanos no estamos exentos de este pecado.
“...No sea que llevado del orgullo venga a caer en la misma condenación en que cayó
el diablo (1 Tm 3). “El que obra la justicia es justo; quien peca es del Diablo, porque el
Diablo es pecador desde el principio (1Jn 3). Dios no perdonó a los ángeles pecadores,
sino que, precipitados en el infierno, los entregó a las prisiones tenebrosas en espera del
juicio (2 P 2). “Dios creó al hombre para la incorrupción y le hizo a imagen de Su propio
ser. Mas por la envidia del diablo entró la muerte al mundo y la experimentan los que le
pertenecen” (Sb 2). “Yo veía a Satanás cayendo del cielo como un rayo” (Lc 10). “Su cola
arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las lanzó sobre la tierra” (Ap 12,4).
“Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. El Dragón y sus ángeles combatieron,
pero no pudieron prevalecer y no hubo puesto para ellos en el cielo. Y fue precipitado el
gran Dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el seductor del mundo
entero, y sus ángeles fueron precipitados con él” (Ap 12, 7-10).

Bien, anoté una cantidad de citas para que vean que


esta realidad diabólica existe, ahora esta presencia del
mal en la vida espiritual del cristiano en general y más
aún dentro de la vida consagrada y sacerdotal es
verdaderamente fuerte, pero a la vez, imperceptible y
engañosa. Ser conscientes de esto nos permitirá en
primer lugar no tenerle miedo; recuerdo que a este
respecto mi madre Teresa decía que el demonio es como
la mosca.
“Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es, y sé que lo es, y que con sus
esclavos los demonios y de ello no hay que dudar, pues es fe -, siendo yo sierva de
este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? ¿Por qué no he de tener yo
fortaleza para combatirme con todo el infierno? Tomaba una cruz en la mano y
parecía verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me vi otra en breve tiempo, que no
temiera tomarme con ellos a brazos, que me parecía fácilmente con aquella cruz los

127
venciera a todos; y así dije: Ahora venid todos, que siendo sierva del Señor, yo quiero
ver qué me podéis hacer”.

“Es sin duda que me parecía me habían miedo, porque yo quedé sosegada, y tan sin
temor de todos ellos, que se me quitaron todos los miedos que solía tener, hasta
hoy: porque aunque algunas veces los vía, como diré después, no les he habido más
casi miedo, antes me parecía ellos me le habían a mí. Me quedó un señorío contra
ellos, bien dado del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas. Me
parecen tan cobardes que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza.

No saben estos enemigos derecho acometer, sino a quien ven que se les rinde, o
cuando lo permite Dios para más bien de sus siervos, que los tienten y atormenten.
Rogamos a Su Majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos
puede venir mayor daño de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues es ello
así. Que espantados nos traían estos demonios, porque nos queremos nosotros
espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites; que entonces, juntos
ellos con nosotros mismos, que nos somos contrarios, amando y queriendo lo que
hemos de aborrecer, mucho daño nos harán; porque con nuestras mismas armas les
hacemos que peleen contra nosotros, puniendo en sus manos con las que nos hemos
de defender.

Ésta es la gran lástima. Mas si todo lo aborrecemos por Dios y nos abrazamos con la
cruz y tratamos servirle de verdad, huye él de estas verdades como de pestilencia. Es
amigo de mentiras y la misma mentira; no hará pacto con quien anda en verdad.
Cuando él ve oscurecido el entendimiento, ayuda lindamente a que se quiebren los
ojos; porque si a uno ve ya ciego en poner su descanso en cosas vanas, y tan vanas
que parecen las de este mundo cosa de juego de niños, ya él ve que éste es niño, pues
trata como tal, y se atreve a luchar con él una y muchas veces.

Ruego al Señor que no sea yo de éstos, sino que me favorezca Su Majestad para
entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite
lo que es deleite, y no todo al revés; ¡y una higa para todos los demonios!, que ellos
me temerán a mí. No entiendo estos miedos: ¡demonio, demonio!, donde podemos
decir: ¡Dios, Dios! y hacerle temblar. Sí, que ya sabemos que no se puede menear si
el Señor no lo permite. ¿Qué es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que
tan grande le tienen al demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y
estos otros, en especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años
de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir ¡Bendito sea el
Señor, que tan de veras me ha ayudado!”14.

Después de lo anterior quiero escribir acerca de los


engaños más sutiles que el demonio nos juega dentro de
la vida laical, religiosa y sacerdotal. A este respecto, por
14
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Vida, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Obras
Completas de Teresa de Jesús, cap. 25,20-22.

128
experiencia, debo decir los engaños de los cuales somos
víctimas y que para quienes se vean en circunstancias
parecidas estén sobre aviso y bueno, nada se aprende si
uno mismo no lo vive. El demonio tiene diversas formas
de atacar, diré algunas que he llegado a comprender y por
si a alguien le sirve:
a) Para una inmensa mayoría el demonio no tiene casi
ningún trabajo, permanece ocioso porque todo lo tiene a
su disposición, es decir, hay personas que su natural es
vivir en pecado y el mayor triunfo es no hacerles sentir ni
una pizca de remordimiento, todo les parece está
permitido y es normal. Para ellos aunque se dan cuenta
que Dios existe no cuenta para nada. La corrupción
mental, de sentimientos, y de conducta les lleva a ser
instrumentos de satanás. (cf. Ap 2,9) Por estas personas
hay siempre que orar y entregarlas a Dios para que en su
infinita misericordia les conceda lo que cada uno necesita
para la salvación eterna.
b) El demonio trabaja muchísimo cuando una persona
comienza acercarse a Dios, le mantiene en lucha
constante, la duda y la incredulidad. No faltarán personas
que con razonamientos filosóficos, bíblicos y teológicos
equivocados tratarán de echar abajo su débil creencia en
el Dios viviente y en su Hijo Jesucristo, en la Madre de
Dios, en los santos, en la Tradición de la Iglesia y hasta
se atreven a desfigurar el Magisterio de la Iglesia.
Recuerdo a un hermano judío que no cree en Jesucristo,
pues al dialogar con él revela el pensamiento judío. No
aceptan a Jesucristo como el Mesías, tienen sus
argumentos en contra de la Trinidad, del nacimiento de
129
Jesús de una madre virgen, para ellos en los Evangelios
hay aberraciones frente a la Torah, versiones diferentes y
aumentos incorrectos fruto de la diversidad de
traducciones y afirmaciones teológicas nacidas del
protestantismo, los signos cristianos como la cruz son de
origen pagano, etc.
Muchos hermanos del islam tienen una conducta
buena y un alto nivel moral que muchos católicos no lo
tienen; con el Corán en la mano dicen que Jesús es un
profeta, fue creado por Dios, pero no es Dios, no hay
pruebas de la resurrección simplemente porque nadie lo
mató. ¿Y qué decir de las sectas que se aprovechan de la
infelicidad de tantos cristianos para aumentar su dinero
manipulando la Palabra de Dios según su libre
interpretación? ¿Qué decir de las personas que dicen
aceptar a Jesucristo pero no su Iglesia y sus sacramentos
por culpa del mal testimonio de los que nos calificamos
creyentes?
La confusión personal, consecuencia de la falta de
preparación teológica y bíblica en la Iglesia católica,
junto con la asechanza del demonio que no le dejará salir
de este estado, no le permite reconocer la acción de Dios
en su vida, su amor y misericordia a través de Jesucristo
en el Espíritu Santo. El demonio no descansará hasta
debilitar su fe, hacerle perder el sentido de la vida, a
buscar en los bienes temporales y el dinero la razón de
vivir y por último, a mantenerle en el sufrimiento interno
que se vuelve insoportable sin hallar la paz que sólo Dios
puede dar.

130
c) Si la persona cristiana opta por la vida consagrada o
el sacerdocio reúne a todo el infierno en su contra. Las
artimañas del demonio en el camino tiene muchos
matices que desembocan en la mediocridad y la pérdida
del primer amor (cf. Ap. 2,4). Los ataques del mal
empiezan disfrazándose, es decir, siempre te presenta al
parecer cosas buenas y espirituales para ti mismo y los
demás pero cuyos frutos están enfermos porque no
contienen la verdad, no se utilizan los valores cristianos y
menos, religiosos; se impone la ley, la norma por encima
de la persona y de la caridad cristiana. Cada religioso/a
será instrumento del mal en la medida que esté débil en
la oración profunda. Digo, oración profunda, porque la
oración se puede hacer de manera superficial, obligatoria,
mal hecha, sin trascendencia, sin compromiso.
Permanecer en este estado de superficialidad espiritual es
presa fácil para que en el interior del consagrado/a
aparezca las actitudes egoístas, envidiosas, celosas, en
una palabra los frutos de la carne (cf. Gál 5,22-25). No
hay mejor discernimiento que éste para cualquier
situación personal, comunitaria, sacerdotal, pastoral.
d) El demonio sabe cuál es nuestro lado flaco o débil,
por ejemplo: Cuando una persona tiene vacíos afectivos
en su niñez, sin darse cuenta, su personalidad es
absorbente, acaparadora, por eso le gusta competir, no le
gusta que otra persona tenga, haga, sienta, pase por lo
que ella no ha pasado. Por un lado quiere mostrarse
buena, amable, sin estos defectos, pero por otro, siempre
le buscará al hermano/a algo que no esté del todo
conforme. Se vuelve exigente con el hermano/a porque

131
esto le da seguridad, poder y dominio en su ambiente y
su espacio. Este estado espiritual es el terreno propio para
que el demonio haga enredos entre los hermanos/as. La
calumnia, la difamación, la mentira, la hipocresía es el
pan de cada día. ¿Por qué pasa esto en personas que se
supone están en la vida cristiana, consagrada, religiosa o
ministerial para amar a Dios y trabajar por la Iglesia?
Simplemente porque la persona no acaba de sanar sus
heridas, reconocer sus engaños, caídas y pecados, no
hace la Lectio Divina que transforma, no ora en
profundidad, por lo tanto su nivel de fe y vida espiritual
es baja, mediocre, incrédula, por lo tanto también sus
acciones son testimonio.
¿Cómo salvarse de asechanzas del mal? Hay diversos
caminos según el amor salvador de Dios, Él es el
Creador, el infinito, el amoroso y nadie le puede decir
cómo llamar y convertir a sus hijos. ¿Quién puede
codificarlos de alguna manera? Pero lo que se ve es una
línea general: Dios siempre sale al encuentro del pecador,
lo espera, no necesita preparaciones de ninguna clase, no
necesita que la persona tenga estudios previos, etc. Él se
manifiesta cuándo y cómo quiere. La fuerza de tal
experiencia convierte la vida, le da un nuevo sentido y la
consecuencia normal es llevar su mensaje por todo el
mundo.
Para otros, para el común de los mortales también
podemos decir que hay una manera fácil de liberarnos del
demonio. En primer lugar es vital reconocer su propia
historia, sanarla por los medios que Dios ha puesto a
nuestro alcance como son el acompañamiento con una
132
padre o madre espiritual de verdad, no de aquellos que no
saben guiar a las almas, la confesión frecuente, sincera,
con verdadero propósito de enmienda ayuda mucho, a
veces las herramientas psicológicas ayudan tanto cuánto
tenga la capacidad de asimilar, pero ante todo, lo que
sana es la oración profunda que arranca del corazón de
Dios la sanación, la libertad, la alegría, la razón de vivir.
Esta disposición interior permite que la acción de Dios
sea transformante, es terreno apto para un encuentro
experiencial con Jesucristo, para sentirse amado por el
Dios Vivo, entonces su conducta dará un buen
testimonio.
Los hermanos/as que por cualquier razón no hacen o
no han hecho este proceso no es porque Dios no lo
quiera, sino que no lo buscan de verdad, no se disponen
en el espíritu. Dios está deseoso de darnos la gracia en
abundancia, quiere que seamos felices, que estemos
tranquilos. Cuando en las familias, las comunidades, las
fraternidades, etc., tenemos estos hermanos/as que no han
hecho camino, o en otras palabras no maduran en la vida
espiritual, hacen que la convivencia sea muy difícil,
sufriente, un calvario, un purgatorio. El tiempo de espera
para que estos miembros maduren en el espíritu, se
sanen, se conviertan, son tiempos difíciles porque sufren
y hacen sufrir.
La Providencia a veces nos regala hermanos/as que
sufren alguna enfermedad psicológica diagnosticada por
los expertos como: Esquizofrenia, neurosis, paranoia, etc.
Con estos hermanos/as si no se percibió a tiempo en los
niveles de formación, hay que cargar con ellos/as, son
133
instrumentos Dios para hacernos practicar la paciencia, la
misericordia, la caridad, pero también nos revelan
nuestra incoherencia de vida, porque al molestarnos, al
exigirnos que les demos atención más de lo que necesita
una persona normal hacen despertar el poco amor con
que obramos por Dios. Esta realidad si somos humildes
nos tiene que llevar a reconocer una y otra vez que
obramos con virtud no por mis propios esfuerzos sino
porque Dios actúa en mí.
e) En la vida sacerdotal específicamente, de lo que yo
he observado y vivido de cerca debo decir que para el
demonio no sólo reúne al infierno si no que él mismo en
persona se encarga de este trabajo. Lo primero les
debilita en la oración profunda, ganado este terreno lo
demás es fácil: Disminuye la motivación sincera por la
cual se decidieron a seguirle al Señor, la eucaristía lo
celebran mecánicamente, no les gusta confesar a los
fieles, desprecian el agua bendita, no rezan el Oficio
Divino y la vida comunitaria se vuelve sin sentido. Les
afecta enormemente las críticas, calumnias,
murmuraciones de la gente, pero los alaga las
invitaciones mundanas, el cine, la televisión, los bailes, y
las chicas que las hay sin escrúpulos de nada se prestan
para todo. La promesa de continencia y el voto de
castidad se vuelve insoportable. Sumergidos en esta
pendiente son pocos los que se pueden detener en el
camino de precipitación. ¿Qué hacer? Rezar y orar por
ellos. Dios les ampara cuando son verdaderos elegidos y
Él hace cosas grandes para su Iglesia por su medio. Si

134
esto no funciona hay que entregarlos al Corazón de Dios
pues sólo el Señor sabe cuál es el camino de su salvación.
Les contaré algo que me sucedió ahora que escribo
acerca de los sacerdotes. Yo apreciaba mucho a un
sacerdote de cierta Orden, era inteligente, se ganó la
confianza de las religiosas ancianas y jóvenes, les
aconsejaba con sabiduría. Pasó pocos años y se comenzó
a notar la diferencia, a las religiosas nos huía, su mirada
ya no era como antes limpia, sincera. Ya no le gustaba
celebrar la misa, cuando lo hacía era corriendo, siempre
apurado; los problemas que se presentaban en la vida
religiosa y comunitaria para él eran niñerías,
generalmente se le veía lleno de compromisos como
invitaciones a cenar, poco se quedaba en el convento, la
mayor parte pasaba fuera, y los actos comunitarios ya no
tenían importancia.
Como yo lo conocía me impactaba la trasformación
de este sacerdote de mal en peor. Me decidí a orar por
él. Al poco tiempo se me fue revelado en un sueño el
estado de su espíritu. Era un cadáver, no podía moverse,
estaba cubierto de tierra, sólo su mente parecía tener
vida, me acerqué a ver su rostro y era el sacerdote por el
cual yo oraba, abrió sus ojos y me miró, no tenía ánimo
de pedir auxilio. Compadecida lo desenterré y lo tomé en
mis brazos con la intención de llevarme al convento. Esto
fue todo.
Entendí perfectamente de lo que se trataba, este
sacerdote estaba en pecado pero aun había la posibilidad
de volver a Dios. Le pedí a Dios me diera la oportunidad

135
de decirle, pasaron los meses hasta que llegó la ocasión.
No le conté el sueño, sino que le dije claramente que
estaba en pecado y que aun podía volver a Dios y ser fiel.
Él me miró a los ojos, aceptó su estado y nada más…
Pasó un año y recibí la noticia que se había enredado con
una mujer de la cual iba a tener un hijo. Inmediatamente
lo llamé por teléfono, le pedí el favor que saliera de su
Orden, no podía vivir una doble vida. ¿Pedirle yo? Él ya
lo tenía pensado… Pasaron varios años hasta que le llegó
la dispensa de su ministerio por parte de la Sagrada
Congregación. Al cabo de varios años me decía: “Lo que
tú decías era verdad”. “Tuve vocación y no la supe
cultivar”. En realidad quien tiene vocación hace lo
imposible por cultivar y guardar su seguimiento al
Maestro, no se mete en ocasiones, saber decir no, cuando
es no, porque la fuerza del amor a Jesucristo y su Reino
no le da ocasión de enrolarse en la mundanidad, la fama,
el orgullo.
¡Oh cristianos! Es hora de despertar, de prepararse, de
estudiar los fundamentos teológicos y bíblicos para que
la ceguera que tenemos no nos conduzca al abismo, para
que no dejemos la verdadera Iglesia de Jesucristo. En
este campo todos/as podemos prestarnos el servicio de la
oración en favor mutuo. ¿No crees en el poder de la
oración? En sólo tu oración tuya o mía tampoco yo lo
creo, pero la oración hecha con Jesucristo en el Espíritu
Santo penetra los cielos y Dios nos la pide, la quiere, en
nosotros/as está. Entonces, piensa que Jesús también oró
durante su vida oculta, en la vida pública, en la montaña,
de madrugada, a solas, rezó por sus apóstoles, por Pedro

136
que lo iba a negar, por sus propios enemigos; en el huerto
de los olivos oró por sí mismo y todas las generaciones.
Esta oración y el amor al Padre lo capacitó para asumir la
pasión con dignidad, serenidad, paz enseñándonos que en
medio del dolor, del sufrimiento moral y físico Dios no
nos abandona, nos sigue amando y prepara nuestra
morada eterna. Ya ven, el principal oficio del mal es
apartarnos de la oración, del conocimiento de las
Escrituras. Entonces, no nos quejemos de la vaciedad de
nuestra vida, de la superficialidad, de la mediocridad, de
la falta de testimonio y de santidad en nuestros días.
Bueno seguiré relatando lo que me sucedió en adelante.

7. Reflexiones sobre la Iglesia

La gracia narrada al inicio de este Capítulo II finaliza


esta etapa de vida. No voy a repetirla otra vez, pero debo
decir que, a partir de esta gracia eclesial, en lo que sigue
del año 2006 se fragua la experiencia de Dios como don
para los demás, porque el Señor me concedió gracias que
yo las llamo “eclesiales” por la repercusión que hicieron
en mí. “Hay diversidad de carismas, pero un solo
Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo
Señor. Hay diversidad de actividades, pero un solo Dios
que las activa todas. A cada cual se le concede un don
del espíritu para el bien común” (1 Cor12, 4 y ss).
Muchas veces me preguntaba: ¿Cómo siendo monja
de clausura voy a evangelizar? La respuesta no se hacía
esperar. Mi manera de evangelizar será como la de
María, decir a cada paso, a cada acontecimiento, a cada

137
situación de la vida el “Hágase tu voluntad” (Lc1, 38).
Esta experiencia abrió mi Espíritu al meditar día tras día
cómo la Virgen sostenía a los Apóstoles, a las mujeres
que le acompañaban, a la Iglesia naciente. ¿Qué diremos
ahora cómo acompaña a la Iglesia a lo largo de la historia
hasta nuestros días? Una de las distintas formas de
acompañar hoy a la Iglesia es suscitar personas: Laicas,
religiosas/as, sacerdotes que trabajen por el Reino de
Dios. Allí donde estemos, de acuerdo a la forma y estilo
de vida que llevemos, hemos de ser santos/as. No hay
otra opción.
Por ese entonces, tenía mucha conciencia de la
realidad o contexto en donde me desenvolvía a nivel
comunitario, de Iglesia y del mundo actual que me
rodeaba. Es verdad, me siento elegida por Dios con una
elección de amor: “El Dios de toda gracia, el que os ha
llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves
sufrimientos, os restablecerá, afianzará, robustecerá y os
consolidará” (1P 5,10.) Esta certeza me permite
traspasar los umbrales de la resistencia psicológica,
humana y espiritual para dar paso al triunfo de la gracia
ante un llamado que Dios me hace. Me cambió el rumbo
de mi vida, me dio la capacidad de dejar lo que es común
y que todos los mortales consideran bueno, hermoso y
noble para consagrarme a la búsqueda de una nueva
experiencia cristiana para encontrar al Dios de la vida
que se manifestó en su Hijo Jesucristo.
Deseo compartir con el lector/a las reflexiones que por
entonces me ayudaba a profundizar el misterio de la

138
Iglesia: Su origen, proceso y Jesucristo como la
centralidad del universo. Así tenemos:
a) La Iglesia empieza desde la creación del mundo, y
Dios ante el caos que ocasionó el pecado prepara
remotamente la fundación de la Iglesia con el llamado a
Abraham, a quien le promete que será padre de un gran
pueblo (cf. Gen. 12, 2; 15, 5-6). Este gran pueblo
simboliza a la Iglesia. Dios convoca al ser humano para
restaurar esa intimidad con Él a través de la fundación de
los apóstoles con Jesucristo, que es la Iglesia. La palabra
“Iglesia” viene del latín ecclesia, y ésta del verbo
ekklesía, que quiere decir asamblea, congregación. Más
adelante, Dios elige al pueblo de Israel como pueblo de
Dios para irlos educando, para revelárseles poco a poco y
prepararlos a fin de formar la Iglesia (cf. Ex 19, 5-6) (cf.
Dt 7, 6). Israel es el símbolo de la reunión de todas las
futuras naciones en la Iglesia. Pero rompe la alianza con
Dios y entonces los profetas anuncian una Alianza nueva
y eterna que será instituida por Jesucristo (cf. Jer 31, 31-
34; Is 55, 3).
b) Jesucristo viene a la tierra a instituir esta nueva
Alianza entre Dios y los hombres y funda su Reino, que
es la Iglesia. Desde ese momento se restablece la unión
entre Dios y los hombres, se restablece el orden planeado
por Dios desde el principio. En la Iglesia, mediante los
sacramentos instituidos por Cristo, cada persona es capaz
de estar unida íntimamente a Dios por la vida de la
gracia. El momento culminante de la fundación de la
Iglesia se lleva a cabo en Pentecostés, cuando Dios envía
al Espíritu Santo para que actúe dentro de la Iglesia a
139
través de sus miembros. Suena un poco increíble, pero
eso es la Iglesia: Una sociedad formada por personas
unidas íntimamente con Dios, personas que forman un
solo cuerpo entre sí, pues Dios habita en cada una de
ellas; personas que actúan en nombre de Dios, pues el
Espíritu Santo actúa a través de ellas. El Reino de Cristo,
Dios y el hombre unidos por toda la eternidad.
c) Cuando vi a Jesucristo lleno de heridas y me dijo
“Cura las llagas de mi Iglesia” entendí que la Iglesia
era su Cuerpo Místico. Entiendo que está formado por
miembros diversos entre sí; entonces, lo que hagas dentro
de la Iglesia afecta a todo el cuerpo en general. Si haces
obras buenas, la Iglesia entera se fortalece, en cambio, si
algún miembro pierde la vida de gracia, la Iglesia entera
se debilita. Desde esta perspectiva encontramos:
 Miembros sanos: Son aquellos que viven unidos a
Dios por la vida de la gracia y hacen crecer esa unión a
través de los sacramentos. Cumplen con su función a
través del testimonio y el apostolado. Son ojos que ven,
oídos que oyen, piernas que caminan y manos que
escriben.
 También encontramos miembros atrofiados: Son
aquellos que están ahí porque no han perdido la vida de
gracia, pero que no trabajan ni se preocupan por
fortalecerse, ni hacen algo para que la Iglesia crezca y se
fortalezca. Son todos aquellos cristianos que se
conforman con “no pecar” y se olvidan de hacer el bien.
 Existen también en la Iglesia miembros débiles: Son
aquellos llenos de buenos propósitos que nunca llevan a
140
cabo porque su fuerza de voluntad no les alcanza. Tienen
grandes planes, son piernas que quieren correr pero que
se niegan porque les falta la fuerza.
 La Iglesia también tiene miembros enfermos,
heridos y pisoteados: Son aquellos cristianos que
conviven con los pecados veniales todos los días. Su
unión con Dios es muy débil; son incapaces de trabajar
en las virtudes porque están enfermos. Son como unos
pulmones con cáncer, una rodilla con el menisco roto o
una espalda con la columna desviada. El dolor que
causan estas enfermedades los incapacita para desarrollar
su función: los pulmones duelen al respirar, la rodilla
duele al caminar y la espalda es incapaz de cargar peso.
 Los miembros amputados: Son aquellos que han
perdido la unión con Dios debido al pecado mortal. Así
como quien ha sufrido la amputación de una pierna o un
brazo dice que sigue “sintiendo” su pierna o su brazo, de
la misma manera en la Iglesia se “siente” la ausencia de
esos miembros que la han abandonado por el pecado
mortal. Hay otros miembros a los que podríamos llamar
miembros desertores o mutilados: Son aquellos que, al
ver problemas o errores dentro de la Iglesia, deciden
abandonarla y unirse a grupos sectarios. Son débiles; en
vez de defender y fortalecer el Cuerpo al que pertenecen,
prefieren huir e irse a otro lugar donde se requiera menos
esfuerzos. Todo cristiano creyente y que tiene fe no
necesita se le demuestre con la autoridad de la Sagrada
Escritura, la Tradición y el Magisterio porque lo relatado
en párrafos anteriores es tan evidente. Orar esta
experiencia significa para mí contemplar al Fundador de
141
esta Iglesia en muchos puntos concretos que voy a decir
en adelante, tales como:
d) No se puede entender y aceptar en fe y amor a
Cristo fuera del misterio de la pasión, crucifixión, y
resurrección. Debemos creer que Jesucristo ha resucitado
de entre los muertos como el Salvador, el Mesías, el Hijo
de Dios. Decir que resucitó significa que Jesús es el
principio de un mundo definitivo, nuevo y escatológico,
es decir, la resurrección de Jesús no es sólo un suceso
personal, sino que en el suceso de Jesús está inserto el
suceso mío, tuyo y de toda la humanidad y de la
creación, por eso, tanto la creación como cada persona
lleva en sí la semilla de la esperanza, del triunfo, de la
inmortalidad, de la plenitud que es la salvación dada por
Cristo.
e) La vida humana del Jesús histórico no termina
cuando muere en la cruz sino que es el mismo Jesús el
que, al desaparecer los condicionamientos espacio –
temporales, su amor incondicional, dinámico, salvador,
vivo, real, llega a cada persona y realidad creada. Su
capacidad de amor, de comunicación y encuentro se
vuelve sin límites, es universal, eterno. Como es amor
infinito la persona humana que todavía vive en la
dimensión del tiempo y el espacio se comunica y une a
través del amor de manera singlar, personal, espiritual,
única. Comunicarse con Jesús Resucitado tiene
consecuencias cósmicas, colectivas, universales, es decir,
nunca, la relación con Jesús Resucitado será intimista,
egoísta, si hay verdadera experiencia es inevitable dejar
de lado la presencia del hermano que sufre en cualquier
142
grado o condición. No se puede dejar de lado la Iglesia
que peregrina y batalla entre el bien y el mal, por lo tanto
Jesucristo es reconocido como la Cabeza del Cuerpo
Místico.
f) Jesucristo, por tanto, no se aleja de la tierra ni
abandona a sus seguidores (cf. Hch 1, 9-11). Sigue
presente en su dimensión trascendente, lleno de poder y
de amor pero que nuestra naturaleza humana no está en
capacidad de verlo cara a cara, por eso, tras la nube, la
sombra que le oculta (cf. Lc 1,35) hay que buscarlo en fe
(cf. Ex 13,21) convencidos/as que oculto en la nube está
presente por siempre aquí y ahora (cf. Mt 28,20). La
misión salvífica que Dios Padre le encomienda a Cristo,
en el Espíritu Santo está presente, se actualiza y se
perpetúa cuando su Iglesia proclama la doctrina, da
testimonio incluso con el martirio, cuando celebra el
bautismo, confirma, cena, perdona, ora; sigue
desempeñando en su Iglesia su misterio real, profético y
sacerdotal etc.15 Por eso cuando Jesucristo quiere, en el
lugar que quiere, al modo que quiere, se deja sentir,
experimentar, percibir por la persona que le busca. Digo,
deja percibir su presencia muy dentro del espíritu
humano, de tal manera que su presencia aunque está
envuelta en la nube de la fe, deja huellas en el alma que
saborea la actualización de su misterio que Él quiera
darnos como don: Puede ser el misterio de su Infancia, de
su vida oculta en Nazarteh, de su Pasión, etc.

15
GerhardMULLER LUDWING,Dogmáctica, Teoría y práctica de la teología, Barcelona,
Herder, 22009, pág. 307.

143
g) La Virgen María y su Hijo serán la base
fundamental para que la Iglesia cumpla su misión hasta
el fin de los tiempos que es dar a conocer y amar a
Jesucristo Hombre y Dios: “Jesús los eligió para que
estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3,
14), “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena
Nueva a toda la creación” (Mc 16,15), “Como el Padre
me envío a mí, así los envío yo también a ustedes.” (Jn
20,21), “Serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaría y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8),
“Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído”
(Hch 4,20), “El me ha enviado para evangelizar a los
abatidos y sanar a los de quebrantado corazón; para
anunciar la libertad a los cautivos y la liberación a los
encarcelados” (Is 61, 1).
h) Curar las llagas de la Iglesia significa ante todo
dejar que Cristo viva en mí. Es decir, que mis ojos sean
sus ojos, mi mirada ya no es mía sino suya, mis manos
son sus manos, mis pies son sus pies. Recuerdo ahora
esta experiencia, me sucedió una sola vez y era así:
“Hubo la misa de la siete de la mañana, comulgué,
nada parecía suceder, en la acción de gracias le pedía
que se quedara conmigo y juntos realizaríamos las
acciones del día. Después del desayuno estaba de pie en
el umbral de la habitación de una hermana a la cual
había ido a buscarla para preguntarle acerca de unos
papeles. Mientras la esperaba vi pasar a otra hermana
por el frente del claustro y en ese momento sentí que mis
ojos eran los de Jesús, su mirada no era la mía, era la de
Jesús. Fui consciente de esto, sentí en mi ser una
144
presencia nueva, no era yo, sino que era Jesús el que
vivía en mí. Confieso que además que me sorprendía tuve
un poco de miedo porque al mirar a la hermana, Jesús
escrudiñaba su corazón, si por una parte la amaba, por
otra, su corazón no estaba del todo con Jesús y se me dio
a conocer el enojo de Jesús sobre ella.
Ciertamente me duró un instante pero esto me enseñó
que Cristo quiere, nos pide, y lo hace en la medida que le
dejamos ese gran misterio de “continuar mi vida en la
tuya” y es lo que dice san Pablo: “ No soy quien vive, es
Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Nuestro hoy y el
futuro del mundo, de cada persona son iluminados por su
presencia. Él es “el que vive” (Ap 1, 18), “Aquel que es,
que era y que va a venir” (Ap1, 4). Ante Él debe doblarse
toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y
toda lengua debe proclamar que Él es el Señor (cf. Flp 2,
10-11).
i) El amor de María jamás cambió, amó a su Hijo más
que criatura alguna sobre la tierra. Y María volvió a
ponerle ya no en el pesebre sino en el sepulcro como el
paso previo para la resurrección. Con la resurrección la
Iglesia y la nueva misión de María cobra nueva
continuidad. Ella y su Hijo serán la base fundamental
para que la Iglesia cumpla su misión hasta el fin de los
tiempos que es dar a conocer y amar a Jesucristo Hombre
y Dios: “Jesús los eligió para que estuvieran con Él y
para enviarlos a predicar” (Mc 3, 14), “Vayan por todo
el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación”
(Mc 16,15), “Como el Padre me envío a mí, así los envío
yo también a ustedes” (Jn 20,21), “Serán mis testigos en
145
Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los
confines de la tierra” (Hch 1,8), “Nosotros no podemos
callar lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20), “El me ha
enviado para evangelizar a los abatidos y sanar a los de
quebrantado corazón; para anunciar la libertad a los
cautivos y la liberación a los encarcelados” (Is 61, 1).
Entonces: ¿Qué hemos de ser y hacer? Es muy simple:
Conocer, testimoniar, dar a conocer, es decir evangelizar:
Como miembro de la Iglesia, lo primero que debes hacer
es conocerla: Su origen, sus enseñanzas, sus reglas, su
finalidad… ¡Suena muy lógico! Pero hay miles de
católicos que no tienen idea de dónde están y por eso se
dejan engañar por tantas sectas.
El segundo paso es cumplir con tu misión específica
dentro de la Iglesia, ponte a trabajar para cumplir con tu
función en el Cuerpo Místico de Cristo. De nada sirven
los miembros atrofiados o enfermos. Es más, muchas
veces son un estorbo. Trabaja por fortalecer tu unión con
la cabeza, que es Cristo, a través de los sacramentos;
trabaja por fortalecerte como miembro con el ejercicio
diario de las virtudes; cumple con tu función sabiendo
que eres indispensable e insustituible. Nadie va a cumplir
tu misión dentro de la Iglesia, pues cada quien tiene una
función distinta. El tercer paso es dar a conocer las
enseñanzas de la Iglesia a los demás. Dar a conocer a
todos los que encuentres en tu camino la necesidad que la
Iglesia tiene de ellos. Concientizar en todos los cristianos
de que ellos son la Iglesia y de que es necesario que
conozcan sus enseñanzas y su doctrina.

146
Capítulo III

GRACIAS ECLESIALES Y SU FIN APOSTÓLICO

Esta etapa de la vida va desde finales del año 2006


hasta el año 2011 y, cuando miro este etapa de la vida,
necesariamente tengo que hablar de la experiencia del
Señor como un camino de la oración, entendida ésta
como un “trato de amistad” con nuestro Señor Jesucristo
para transformarnos en Él16.
Las experiencias que escribiré a continuación me
hicieron descubrir, cómo el cristiano además de estar
presente con toda la atención de sus sentidos exteriores, e
inmerso en la realidad del mundo visible que le rodea,
puede estar con la atención interior, espiritual, que recoge
los sentidos exteriores e interiores, para tener con el
Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, la unión espiritual,
cotidiana y amorosa y de voluntad con Él, con su divino
querer, la caridad para con el prójimo en todo

16
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Vida, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Obras
Completas de Teresa de Jesús, 8,5 “…que no es otra cosa oración mental, a mi parecer,
sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos
ama”.

147
momento y a todo nivel de vida, mientras vivimos en el
hoy de esta peregrinación por este mundo. El Señor me
fue enseñando poco a poco cómo tenía que estar atenta a
las realidades invisibles por medio de la fe.
Seguiré con el relato de las gracias eclesiales que el
Señor me concedió en estos años, digo eclesiales, porque
estoy convencida que no son sólo para mí, sino para
todos aquellos/as que lean estas páginas, por eso me
decidí a escribir ese libro y para que se apresuren a amar
a Nuestro Señor tal cómo Él nos pide.

1. El poder de la oración.

A finales de octubre de 2006 tenía una angustia grande


en mi corazón. Aquella noche en la celda de un
monasterio que estaba de paso, decidí dialogar con
nuestro Señor Jesucristo desde la oración pidiéndole que
remediara la situación comunitaria que vivíamos por la
presencia de unas jóvenes que supuestamente tenían
vocación religiosa, pero que su conducta no compaginaba
con la opción tomada. Arrodillada en aquella celda le
dije:
“Señor, ¿cuándo vas a actuar en la comunidad con tu
poder para que cese todo sufrimiento que se va haciendo
insoportable?
De repente, sentí a mi Señor que estaba allí conmigo.
Era adulto, tenía en sus manos un cuaderno en el cual
estaba anotando mis peticiones. Me sorprendí y le dije:

148
“Sí Señor, son tus hijas, tú las amas y quieres que
sean felices, más tú sabes todo lo que pasa la
comunidad; todas las hermanas parecen están de
acuerdo y no se dan cuenta que, si aquellas jóvenes se
quedan, la comunidad será un desastre”.
El Señor anotaba y me dijo:
¿Qué más quieres?
“Ah Señor, también cura mis heridas, haz justicia con
quién tú amas y trabaja por ti” ¡Que se vea la verdad!
Mira por mis padres y hermanos que ellos te conozcan,
tengan el pan de cada día, el trabajo y la salud. Y para
mí, Señor, que yo te sea fiel, tú sabes que nada me
interesa, sólo quiero que tú estés contento, enséñame tu
voluntad y yo la haré”.
El Señor me dijo:
“Lo haré” y desapareció.
Yo quedé en paz, contenta; al día siguiente tuve que
trabajar con las monjas y frailes de otros países y todo
me era llevadero. Pasó el tiempo, como seis meses y se
acercaba la profesión solemne de una de las jóvenes, yo
no veía indicios de que se cumpliría las promesas del
Señor. Con todo, fui a la capilla y le dije.
“Señor tú me dijiste que sacarías a aquellas jóvenes y
no haces nada”.
No esperé nada y salí de la capilla enfadada y
diciéndome a mí misma que lo que había sucedido
tiempo atrás era pura fantasía. Llegó el día de la votación
149
y después de dialogar nadie vio viable que profesara, yo
me quedé con la boca abierta y convinieron darle un
tiempo más. Le notificaron y ella respondió que no, que
se iría. Entonces, fui a la capilla y canté el “Te Deum”.
Al poco tiempo se fue también la otra joven y la
comunidad quedó herida pero en paz. Yo quedé con un
agradecimiento profundo a nuestro Señor. Esta
experiencia afirmó mi fe y confianza en el Señor.
Aquello de “Todo lo que pidáis en la oración, creed que
ya lo habéis recibido y lo obtendréis” estaba cumplido
(cf. Mc 11, 24). Desde la experiencia vale la pena decir
que para que el Señor nos oiga es necesario prepararnos
de la siguiente manera:
a) Tenemos que purificarnos delante del Señor, se
trata de pedirle perdón por nuestros pecados y sentirnos
humildes y pobres; este sentimiento sincero permite la
rectitud de intención frente a tal o cual situación por la
que estoy orando, tenemos que buscar ante todo que Dios
sea glorificado. Esto no se improvisa, requiere tiempo
para purificar la mente y el corazón de los que oramos.
Ya lo dijo el Señor: “Y cuando os pongáis de pie para
orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que
también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone
vuestras ofensas” (Mc 11, 25).
b) Importa mucho pedir al Señor discernimiento para
saber cuál es la petición correcta que debemos elevar al
Señor. ¿De qué se trata el problema? Puede ser: Sanación
interior de heridas y recuerdos de la persona; de una
enfermedad física o psicológica o problemas de perdón
de la persona por la cual oramos. ¿Cómo darnos cuenta?
150
Simplemente hay que observar su conducta, sus gestos,
sus ideales, sus opciones. Generalmente, al analizar
desde Dios la conducta del hermano/a nos encontramos
con que algo no encaja en la opción vocacional. Esto es
muy simple y práctico.
c) Nuestro corazón tiene que estar muy puro con
relación al hermano/a, consiste en aumentar el amor
fraterno, esto quiere decir no tener venganzas,
resentimientos, envidias; es necesario aceptar las
consecuencias de las ofensas: Prejuicios, maltrato verbal,
indiferencia, críticas destructivas, falta de
reconocimiento, persecución, marginación, etc.
Generalmente las decisiones personales y comunitarias
de aquellos/as que no quieren vivir las exigencias de una
vocación laical, religiosa o sacerdotal, se orientan a la
búsqueda de intereses personales; en una palabra, en su
espíritu prima la mentalidad y actitudes humanas
rastreras que se asemejan a las actitudes y
comportamientos mundanos.
No hay que revelarse con Dios frente a los tiempos y
situaciones difíciles, tensionantes, que hacen sufrir, sino
humildemente aceptar la Cruz del Salvador y recurrir a la
oración; no hay que gastar el tiempo quejándose con
otros hermanos/as que poco o nada entienden, a veces ni
les interesa tu sufrimiento, o simplemente no saben qué
decirte o cómo aconsejarte. En cambio Dios sí sabe lo
que nos conviene y sólo nos dirá lo que debemos hacer,
cómo y cuándo. Digo aceptar la cruz porque a nadie le
gusta que hablen mal de nuestra persona, del prójimo.
Pero si hay hermanos/as que lo hacen, nos están haciendo
151
un gran favor y es permitir que la imagen que tenemos de
nosotros/as mismas/os se evapore dejando al desnudo la
pobreza y debilidad propia de ser humanos/as, etc. Y si
no pensamos en Jesucristo, que también Él pasó por lo
mismo, aun cuando era inocente, no tendremos la
fortaleza suficiente para asumir el sufrimiento y de todas
maneras nosotros/as también, de alguna manera, hemos
pecado.
En definitiva, sea cual sean las circunstancias
exteriores laicales, conventuales, sacerdotales y
monacales, ante la falta de oración profunda, el
hermano/a que me hace sufrir está revelando que sufre y
se siente frustrado/a en su interior. Dolerse de este
sufrimiento es disponer nuestro interior para perdonarle
las ofensas que nos ha hecho y para que la oración que
elevamos al Señor entre en los planes del Señor. ¿Qué
diremos si en lugar de que el hermano/a nos haga sufrir
somos nosotros/as lo/as que hacemos sufrir? No hay
lugar a duda que la respuesta viene por sí sola: Me falta
encuentro íntimo con Dios y quizá sanar heridas,
perdonar, reconciliarme con mi propia historia y hasta
con Dios.
Es necesario y urgente orar por mí mismo/a y por el
hermano/a, pues nadie quien ora por el que le ha
ofendido, puede anidar en su corazón otro sentimiento
contrario a la compasión por encontrarle en estado
vulnerable y de bajo nivel espiritual. Sí, me atrevo a decir
que su nivel espiritual es bajo porque se deja arrastrar por
sentimientos egoístas y murmuradores, si no fuera así, no
nos haría la vida imposible, su espíritu estaría
152
concentrado/a en tenerle contento a Jesucristo y no
perdería la energía física y mental pensando en nosotros
para hacernos daño con su lengua y buscando la ocasión
de hacernos sentir mal. Tenemos que perseverar en la
conciencia de que nosotros/as somos siervos /as inútiles,
somos instrumentos o canales de gracias para el
hermano/a. ¿Por qué muchas veces pedimos en la oración
y no lo conseguimos? Por la experiencia es fácil entender
lo que dice san Juan de la Cruz:
“Llámale Amado para más moverle e inclinarle a su ruego, porque, cuando Dios
es amado, con grande facilidad acude a las peticiones de su amante. Y así lo dice
él por san Juan (15, 17), diciendo: Si permaneciéredes en mí, todo lo que
quisiéredes pediréis, y hacerse ha. De donde entonces le puede el alma de verdad
llamar Amado, cuando ella está entera con él, no teniendo su corazón asido a
alguna cosa fuera de él; y así, de ordinario trae su pensamiento en él. Que, por
falta de esto, dijo Dalila a Sansón (Jue. 16, 15) que cómo podía él decir que la
amaba, pues su ánimo no estaba con ella. En el cual ánimo se incluye el
pensamiento y la afección. De donde algunos llaman al Esposo Amado, y no es
Amado de veras, porque no tienen entero con él su corazón; y así, su petición no
es en la presencia de Dios de tanto valor; por lo cual no alcanzan luego su
petición, hasta que, continuando la oración, vengan a tener su ánimo más
continuo con Dios, y el corazón con él más entero con afección de amor; porque
de Dios no se alcanza nada si no es por amor”17.

Entonces, aceptar al prójimo significa comprender que


el hermano/a, no actúa por malicia, sino porque le falta
sentirse amada por Dios, por lo tanto, le falta la
experiencia de Dios que es amor y misericordia, además,
necesita sentirse amada/o por mí, por ti. Este camino de
experiencia de Dios en la persona del hermano/a que te
ofende, o a su vez, de tu camino, nadie lo va hacer en su
lugar o en tu lugar, tiene y tienes que recorrer la persona
de manera particular, individual y para esto se necesita
17
Crisógono DE JESÚS – Matías del NIÑO JESÚS, Cántico Espiritual, en Crisógono DE JESÚS
– Matías del NIÑO JESÚS, Vida y Obras de San Juan de la Cruz, Biblioteca de Autores
Cristianos, 5aed., Madrid, 1964, Cántico Espiritual B, Canción 1,13 pág. 633-634.

153
creer en la existencia de la Trinidad dentro de nosotros/as
mismos/as.
Somos morada de Dios, debemos pedir los dones de
Dios con fe y humildad, pedir perdón de los pecados y
perdonar las ofensas del prójimo. Estas son las
disposiciones más eficaces para comenzar o seguir el
camino de la santificación o madurez cristiana, religiosa
o sacerdotal guiados especialmente por el Espíritu Santo
(cf. Jn 20,22) (Hch 2,4). Un camino que no es fácil ni
cómodo, exige crucifixión y exigencia de la práctica de
las virtudes “Fue conducido por el Espíritu al desierto
para ser tentado allí por el diablo durante cuarenta
días” (Lc4,2). La gran señal que la persona tiene cuando
comienza un camino de madurez es el cambio progresivo
que se opera en el interior de la persona, en otras
palabras, se logra lo que parecía difícil de adquirir tanto
en las situaciones internas como en las externas.
d) Un medio importantísimo para mantenernos en
calma frente a estos tiempos turbulentos y no devolver
con la misma moneda es la práctica de la Lectio Divina.
Sí, en ambiente orante tenemos que reconocer nuestros
pecados, flaquezas, máscaras, invenciones, miedos,
angustias y defensas. Entonces, hemos de preguntarle al
Señor: ¿Qué quiere de mi hoy y aquí? La Palabra de Dios
nos contesta, los versículos de la Biblia son claros,
oportunos, eficaces, operantes, consoladores, actuales,
hablan de lo que se tiene que hacer, cómo, cuándo, se
sabe lo que va a ocurrir, nos prepara para el momento
crucial, nos devuelve la alegría de vivir, la esperanza y el
sentido de la vida.
154
En definitiva, se trata de acoger la esencia y sustancia
de la Palabra de Dios. Este movimiento del corazón una
y otra vez, nos purifica de nuestros sentimientos egoístas
y Dios nos prepara para dar y recibir el perdón. La ofensa
se vuelve gracia, oportunidad de la vida para madurar en
el interior, desafío para luchar; en una palabra, es la
escalera para caminar en santidad y transfiguración con
el Capitán del amor que es Jesús y el perdón que nos da
Jesús.
e) La Lectio Divina es una preparación para
introducirnos en el ejercicio de la oración en sus
diversos grados, formas, niveles, o moradas que pone en
juego la actividad de nuestras facultades naturales y
potencias sobrenaturales; se trata de establecer la amistad
con Dios que encienda el corazón en el amor al Señor
Jesucristo, no por mis propias fuerzas sino porque el
Espíritu ora en mí. Esta oración contemplativa, aumenta
la confianza en el Señor y la intimidad con Jesucristo
Humanado, por eso, la oración es eficaz, es oída,
cumplida, porque la voluntad humana es una sola con la
voluntad divina y la voluntad divina no puede querer
buscar nada que no sea la unidad, la caridad, el beneficio
del otro/a. Quienes oran así alcanzan no sólo lo que piden
sino que saborean la dulzura de lo que significan estas
palabras de Dios:

“Ahora, así dice Yahvé tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel”. “No temas que yo te
he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy
contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama
prenderá en ti. Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto
por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar, dado que eres precioso a mis ojos,

155
eres estimado, y yo te amo. Pondré la humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago de tu
vida. No temas, que yo estoy contigo; desde Oriente haré volver tu raza, y desde Poniente
te reuniré. Diré al Norte: “Dámelos”; y al Sur: “No los retengas”, Traeré a mis hijos de
lejos, y a mis hijas de los confines de la tierra; a todos los que se llamen por mi nombre, a
los que para mi gloria creé, plasmé e hice”(cf. Is 43, 1-7).

¿Qué decir ante la ternura de Dios que penetra hasta


los huesos? Las heridas de las que hablamos quedan
atrás, ya no necesito perdonar, en el fondo lo que
descubrimos es que quien ofende necesita amor y quien
cree ser ofendido necesita amor. Por tanto, tenemos que
dar tiempo a la oración, a esos tiempos fuertes, intensos
de oración, algunas veces serán largos, otros cortos, tal
vez de madrugada…
Tenemos que estar atentos/as porque en el trajín de
cada día Dios confirmará lo que te hizo sentir en la
oración, clarificará los procedimientos para solucionar
los problemas, enviará la personas necesarias y suscitará
los acontecimientos, situaciones que tú necesitas para
colaborar en su plan de salvación. La mente está tan
despejada para captar las señales de la voluntad divina, el
corazón está capacitado para no dar importancia excesiva
a lo que no vale la pena, a vivir con simplicidad sin
buscar aparecer, figurar, sin el agobio por mantener una
buena imagen ante los demás.
Estarás más fuerte para sufrir, pero por el Reino, y no
hacer de pequeñas cosas grandes cruces que, lejos de ser
fuentes santificadoras, revelan comportamientos
infantiles que no dejan de llamar la atención a quienes
verdaderamente viven una vida espiritual a fondo, sino
más bien permanecer ocultos y orantes en estado de

156
simplicidad espiritual y de inmolación por la Iglesia de
Jesucristo.
Bien, después de haberme explayado en este asunto
continuaré las gracias con que Dios me fue educando en
el amor divino.

2. Presencia de las almas del purgatorio

Fue un momento impresionante. Recuerdo el día 2 de


noviembre del año 2006, día de todos los Difuntos.
Transcurrió el día normal como suele ser un día en la
clausura de un monasterio. Me quedé hasta altas horas de
noche trabajando en el computador. Eran las dos la
mañana y estaba redactando una carta de recomendación
para una hermana de cierto monasterio que tenía que
mandar por correo electrónico.
Estaba muy concentrada en el trabajo escribiendo en
el ordenador de cara a la pared, mientras detrás de mí
había un gran espacio porque la oficina en donde
trabajaba era amplia. Pronto me sobrecogí, a nivel
físico, intelectual y espiritual y vi a nivel intelectual, ya
que con mis ojos no veía nada, una gran multitud de
almas del purgatorio; se me dio a conocer que eran las
almas de varones y mujeres, no había en ese grupo las
almas de religiosos y sacerdotes.
A los dos lados del grupo estaban dos Ángeles que les
resguardaban. ¿Qué querían, por qué se presentaban?
No entendía, miré hacia atrás pero con mis ojos físicos
no vi nada, todo me era representado a nivel intelectual
157
y espiritual. Permanecieron allí sin decir nada, sólo se
percibía su presencia.
Entonces, apagué el ordenador y bastante
sobrecogida fui a la celda y me acosté. Vi que salieron
atrás mío, pero me llevé la sorpresa que no se atrevieron
a entrar en la celda monástica. Oí cantar alrededor del
claustro, era una música suave, fina, delicada, pero no
entendía ni una palabra. Me dio un temblor, me tapé con
las mantas o cobijas y después de largo tiempo de pensar
en ellas me dormí.
Al día siguiente, al levantarme, recordaba el hecho y
me dije: “Imaginaciones mías”, pero cuando salí de la
celda se impregnó en mi espíritu la misma percepción de
la noche anterior, ellas, las almas, estaban en procesión
alrededor del claustro, pero no oía ninguna música. Al
bajar al coro para cantar las Laudes de la Solemnidad
de Todos los Santos me di cuenta que todos los escaños
del coro fueron ocupados por las almas y el coro
monacal estaba lleno de Ángeles que cantaban con
nosotras la Liturgia. Me sentí feliz, las lágrimas me
inundaban. Comprendí todo y aprendí que las almas del
purgatorio y los ángeles juntan sus voces para alabar al
Señor. Pasada la Alabanza Divina cesó todo.
Ahora que escribo se me renueva esta experiencia, por
eso hay que estar siempre en la Alabanza Divina y en
comunidad, aunque estemos pocos/as; es nuestro primer
oficio como religiosos/as, monjes/as. Lo que
comenzamos en la tierra lo seguiremos haciendo en la
eternidad. Dios se complace en la alabanza de la tierra,

158
del cielo y de las almas del purgatorio. Entendí que toda
obra de caridad que nosotros, los vivos, hacemos en
beneficio de los difuntos y las almitas del purgatorio es
grato a Dios, especialmente la oración18 (cf. 2M12,46).
Desde entonces, nunca más se volvió a repetir.

3. Una renovación de votos

Los días transcurren entre diversos acontecimientos no


muy relevantes pero en los que nuestro Señor va
escribiendo una historia. Así el 6 de agosto del 2007
renové mis votos de consagración religiosa. Fue intensa,
la disposición interior plena de la que gozaba en aquel
momento, el grado de conciencia del desarrollo de la
gracia iniciada en el bautismo hasta ese momento, de
haber dejado todo por seguir al Señor a través de la vida
consagrada y religiosa me permitía saborear la paz que
da el Señor, así, me parecía tener los mismos
sentimientos que tuve el día de mi profesión solemne;
quizá renovaba mis votos con mayor madurez de vida
espiritual. Aquel día recibí la promesa del Señor a partir
de la Lectio Divinaen el libro del Cantar de los Cantares;
aquellas palabras que dice: “Antes que sople la brisa,
antes de que huyan las sombras iré al monte de la mirra,
a la colina del incienso” (Cant4, 6) se grabaron en mi
corazón como el fuego. Entendí que para mí, el soplo de
la brisa es el atardecer de la vida, y las sombras el avance
de la noche, es decir, cuando ya estaré terminando mi
peregrinación en esta tierra. Antes de que mis ojos se
18
Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Biblioteca de Autores Cristianos, 2a ed.,
Madrid, 1977 1030- 1032.

159
cierren a este mundo, mi Señor vendrá tal como lo anhela
mi espíritu y para ello estaré en el monte, es decir, mi
espíritu elevado sobre todas las cosas y criaturas terrenas,
porque en la soledad del monte, de los afectos, el Señor
que es Hombre, indicado por la mirra y Dios simbolizado
en el incienso se manifestará y vendrá. Todo esto fue
para mí la confirmación del misterio de la Encarnación.
Con esta certidumbre fijada en mi mente y en mi corazón
renovaba mis votos de una manera profunda, más
consciente que antes, más plena. Fue algo extraordinario
y Jesús estaba contento.

4. La gracia de Navidad

Llegó el 24 de diciembre de 2007 era la misa de


Navidad que en comunidad vieron conveniente se
realizaría a las nueve de la noche, celebró un sacerdote
secular. Aquella noche me sentía con un nivel de
conciencia más profundo acerca de misterio de la
Encarnación y de la Natividad por lo que me sentía bien
a nivel espiritual, psíquico y físico. Aunque tenía tal
conciencia, como digo, no me encontraba en oración,
aquella noche de Navidad estuve en la celda monástica
entretenida en asuntos triviales que ahora no recuerdo.
Tocaron para la misa y bajé con el tiempo justo para
empezar el canto de entrada.
Todo transcurría tranquilo, llegó la comunión, me
acerqué al comulgatorio a recibir el Cuerpo de Cristo;
cuando regresé a mi puesto tomé mi cuaderno de cantos
y nada más al abrirlo fue cuando empecé a percibir algo

160
extraño, me llamó la atención y después de un instante
me di cuenta que era la presencia del Niño Jesús, lo
sentía como un niño que me abrazaba por el cuello,
como un niño abraza a su madre, reposaba en mi
hombro izquierdo con su cara pegada a mi hombro en
actitud de querer dormir.
Para mí fue impactante, poco a poco fui tomando
conciencia del hecho, no dejaba de extrañarme, no salía
de mi sorpresa, a la vez, que lo tomaba con normalidad,
acogida y amor en el sentido que no quise llamar la
atención de las demás hermanas que ya estaban
cantando. Las lágrimas comenzaron a inundarme, el
silencio interior me invadía, traté al máximo que no me
descubrieran que estaba llorando.
Terminó la misa y en el corto espacio de diez minutos
que tenemos para la acción de gracias después de la
comunión, me sumergí en la presencia que me invadía.
Pensaba en la Virgen cuando lo llevaba en sus brazos,
mientras que yo trataba de adorarlo como lo que es “El
Hijo de Dios y de la Virgen María”. No se puede
explicar la magnitud de tal misterio. Comencé a hablarle
interiormente, las lágrimas no me dejaban y el Niño
Jesús permanecía en aquella postura que mencioné
antes. Se podía percibir su tamaño, su actitud, su
personalidad, su ternura, me transmitía confianza y mi
espíritu absorbía todo como una esponja en el agua.
Aproveché para pedirle por la Iglesia, la Patria, la
comunidad, también por el sacerdote, es decir, el ángel
que me cuidaba espiritualmente a quien percibía

161
arrodillado y juntas las manos en oración frente a mí,
pero no por mí, sino porque el Niño Jesús estaba allí
conmigo. Cuando le pedí por el sacerdote, el Niño se
levantó un tanto de mi hombro, se viró y lo bendijo y
luego volvió a su postura anterior.
Finalizó la acción de gracias y el ruido de la música
de los villancicos sonaba en la Iglesia y en el coro donde
rezamos. Después, el canto de los villancicos con
panderetas que las monjas entonaban en homenaje a la
imagen del Niño que teníamos en la alfombra y en el
centro del coro, no era impedimento alguno para seguir
percibiendo la presencia del Niño tal como lo sentía en
ese momento.
Luego fuimos al refectorio o comedor y todas nos
dimos el abrazo, los regalos de navidad en cada puesto
nos esperaban. La algarabía de aquella noche es única
en el año. El Niño sin decir palabra, sin inmutarse de
nada estaba atento a todo, escuchaba todo. Por fin
acabó el acto comunitario y subí a la celda, necesitaba
estar a solas, me puse en oración, el sueño no me
llegaba, hasta que por fin con aquella presencia me
dormí profundamente.
Al otro día mientras recordaba en mi mente lo
sucedido, la certeza de la presencia de Jesús Niño iba en
aumento ¡Entendía tantas cosas! Como: El silencio
interior, el cómo María llevaba en su interior, en el
corazón y las entrañas al Hijo de Dios, cómo ahora cada
persona buena, que está en gracia de Dios lleva en las
profundidades del espíritu al Hijo de Dios y de María. El

162
está dentro, quieto, escondido, descansa, duerme, está
atento a todo, se siente seguro, acogido y amado. Es
difícil explicar esta experiencia y transmitirla…
Donde está el Hijo de Dios está el Padre y el Espíritu,
aunque se haga sentir más una de las tres personas en
particular. De todos modos es la presencia de la
Santísima Trinidad, Dios está en la profundidad del ser,
de la persona, aunque ésta por sus pecados no tenga la
oportunidad de ser consciente de esta presencia. Y si la
persona está en gracia de Dios, es decir, en pureza de
conciencia, tendrá mejores posibilidades de percibir esta
presencia. Sin embargo, es necesario saber que esta
capacidad o disposición interior de percibir o no percibir
la presencia divina es una gracia de Dios, otorgada según
el querer, el tiempo, el lugar, la circunstancia que Dios
tiene preparado para enseñar o confirmar una misión
dada. Dios se manifiesta de la manera y forma como Él
lo quiere, por lo tanto, no podemos forzar su voluntad,
insistir, ni pedir, ni exigir, porque entonces se esconde
más y parece se aleja más. Esto no quiere decir que se lo
deje de buscar, llamar, amar. Entender esta manera de
relacionarse con Dios es entrar en el completo abandono,
sumisión a sus disposiciones, a aceptar y asumir vivir de
la fe y, saber acogerlo, cuando decide manifestarse…
El valor teológico de esta afirmación de que Dios vive
dentro de nosotros/as es una verdad de fe divina y
católica. El testimonio de la Sagrada Escritura es claro y
contundente. La gracia de navidad relatada anteriormente
me confirmaba que era de Dios, pues dice la Escritura:
“Si alguno me ama... mi Padre le amará y vendremos a
163
él y en él haremos mansión” (Jn 14,23). “Dios es
caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios, y
Dios en él” (1Jn 4,16). “¿No sabéis que sois templos de
Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” “El
templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros”
(1Cor 3,16-17). “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis
recibido de Dios?” (1Cor 6,19). “Vosotros sois templo
de Dios vivo” (2Cor 6,16). “Guarda el buen depósito
por la virtud del Espíritu Santo, que mora en nosotros”
(2Tim 1,14). También me acordaba lo que nuestro padre
Juan de la Cruz dice en sus escritos:
“¡Oh, pues, alma hermosísima entre todas las criaturas, que tanto deseas saber el
lugar donde está tu Amado, para buscarle y unirte con él! Ya se te dice que tú misma
eres el aposento donde él mora y el retrete y escondrijo donde está escondido; que es
cosa de grande contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza está
tan cerca de ti, que esté en ti, o, por mejor decir, tú no puedas estar sin él. Catá, dice
el Esposo (Lc 17, 21), que el reino de Dios está dentro de vosotros. Y su siervo el
apóstol san Pablo (2 Cor 6, 16): Vosotros, dice, sois templo de Dios”. “Grande
contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma, aunque esté en
pecado mortal, cuánto menos de la que está en gracia. ¿Qué más quieres, ¡oh alma!, y
qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu
satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma?
Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le
desea, ahí le adora, y no le vayas a buscar fuera de ti, porque te distraerás y cansarás
y no le hallarás ni gozarás más cierto, ni más presto, ni más cerca que dentro de ti.
Sólo hay una cosa, que, aunque está dentro de ti, está escondido. Pero gran cosa es
saber el lugar donde está escondido para buscarle allí a lo cierto. Y esto es lo que tú
también aquí, alma, pides cuando con afecto de amor dices: ¿Adónde te
escondiste?”19

A lo largo del tiempo entiendo la magnitud de esta


gracia, que considero no es sólo para mí sino para ti
querido lector/a. Por eso me atrevo a reflexionar sobre

19
Crisógono DE JESÚS–Matías del NIÑO JESÚS, Cántico Espiritual, en Crisógono DE JESÚS–
Matías del NIÑO JESÚS, Vida y Obras de San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual B,
Canción 1,7-8, pág. 479.

164
algunos puntos importantes y básicos de nuestra doctrina
católica:
a) Debemos tener claro que el sacramento del
Bautismo nos introduce en la “intimidad de la vida
trinitaria”, somos hijos adoptivos, podemos llamarle
Padre a Dios y estamos en la capacidad de vivir la vida
del Espíritu a través de la caridad dentro de la Iglesia20.
b) En el Bautismo recibimos la Gracia santificante
entendida como un don permanente y habitual, un auxilio
gratuito de Dios, un favor, disposición interior estable, es
más, yo le llamaría la capacidad, la habilidad que Dios
nos da para responder a su proyecto salvador que tiene
sobre mí, sobre ti y sobre la humanidad, con la dignidad
de ser su hijo/a y como tal, nos hace partícipes de su
naturaleza divina, por lo tanto, nos invita a las riquezas
de la vida divina21. Si no creemos en esta gracia dada por
Dios con la fuerza, el ardor que se necesita, estaremos
perdidos, confundidos o privados de los beneficios que
nos trae la vida teologal, cuya consecuencia será el
sufrimiento de la vida sin sentido salvador, el aumento
del vacío existencial y la ausencia o privación para
realizar un camino de justificación o santidad. Dejamos a
un lado la invitación a la vida de comunión y amistad con
Dios, es decir, a la vida sobrenatural que sobrepasa las
capacidades de la memoria, entendimiento y voluntad de
la persona para que Dios pueda revelarse y darse a sí
mismo.
20
Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 1997.
21
Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 1996.

165
c) Debo decir, en mi experiencia, que el Bautismo es
una semilla que hay que darle tiempo a que germine,
crezca y se desarrolle. Por lo tanto, se requiere de una
preparación interior para que yo, tú, podamos acoger la
gracia, ser consciente de esas mismas gracias y poderlas
transmitir. Quiero compartir contigo, querido lector/a, lo
que a mí me ayudó inmensamente, pues cuando yo
meditaba los contenidos de la teología católica acerca de
la presencia de Dios, desde la oración, se afianzaba mi fe
a nivel intelectual, pero a partir de la experiencia de la
presencia de Dios en el interior del alma, del espíritu, de
la persona, de la creatura, como quieras llamarlo, la
verdad que proclama la Escritura, la Tradición y el
Magisterio de la Iglesia, se vuelve experiencia, es una
encarnación de un misterio en la medida que la persona
es capaz de experimentarlo.
Por eso, creo que es bueno recordarlo aquí. Siempre
me gustó y ayudó lo que santo Tomás de Aquino dejó
escrito en la Suma Teológica: “Dios está en todas partes
por potencia, en cuanto que todos están sometidos a su
poder. Está por presencia, en cuanto que todo está
patente y como desnudo a sus ojos. Y está por esencia, en
cuanto está en todos como causa de su ser”. Este
pensamiento me fortalecía cuando, a veces, parece
desmayaba mi fe y me preguntaba: ¿Dónde está Dios?
Otro presupuesto importante para mí fue: Dios es
inmenso u omnipresente; nos enseñan la doctrina de la
Iglesia que Dios vive en todas las criaturas y en todos los
lugares “No cabes en el cielo ni en lo más alto del cielo”
(1Re 8,27) y “¿Adónde iré lejos de tu aliento? ¿Adónde
166
escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás Tú; si
me acuesto en el abismo, allí te encuentro; se vuelo hasta
el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del
mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu
derecha” (Sal 139,7) y, por el atributo de su ubicuidad,
Dios no circunscribe su presencia a ningún lugar
determinado, pues su presencia, después de la creación,
es actual en todas las personas, cosas y lugares. “¿Soy yo
un Dios sólo de cerca, oráculo del Señor, y no soy Dios
de lejos? Porque uno se esconda en su escondrijo, ¿no lo
voy a ver yo? Oráculo del Señor, ¿No lleno yo el cielo y
la tierra? Oráculo del Señor” (Jer 23,24). “Pues en él
vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 27).
Dios, por su presencia trascendente e inmanente está
en todas las cosas, y es todo en todos y, siendo
infinitamente lejano, es también lo infinitamente cercano
e íntimo porque la presencia del Principio Supremo está
en el centro del ser y en el mismo corazón de las cosas.
Su presencia sólo es percibida por la inteligencia,
iluminada por la fe, o mejor, por el ojo del corazón.
d) Es importante tener conciencia de las sucesivas
gracias actuales, sacramentales y especiales o
carismáticas que Dios nos concede en el camino de
santificación no sólo por la experiencia sino por la fe que
nos da la certeza de que Dios actúa en el proceso de
nuestra vida y de nuestra historia. Esta consciencia de la
actuación de Dios nos tiene que llevar al discernimiento
de los frutos buenos que suscita el Espíritu Santo en el
corazón de la persona, es decir, a constatar el grado de
transformación interior y para con el prójimo.
167
La Escritura nos dice que por los frutos los conoceréis
(cf. Mt 7, 15-20), la paz del alma, la tranquilidad y
serenidad de espíritu no se pueden comparar. Así mismo,
en la relación con el prójimo el mayor fruto que se da es
el saber servir con humildad, sin buscar nuestra gloria
sino la Gloria de Dios, no buscar nuestros intereses
personales, sino entender lo que Dios quiere para el
hermano/a y hacerlo a través de los medios que el mismo
Dios nos concede.
e) Recuerdo que estos pensamientos me ayudaban
poderosamente, pero siempre me preguntaba: ¿Cómo
será esa presencia dentro de mí? Sabía que debía ser otra
la presencia que se llama por gracia y se refiere a la
Inhabitación Trinitaria en la que Dios está como Padre y
como Amigo; la presencia personal o hipostática, que
sólo se da en la naturaleza humana de Cristo y la
presencia eucarística en el Santísimo Sacramento.
Confieso que mucho tiempo atrás, esta verdad de la
Inhabitación eran en mí sólo ideas, pero cuando lo
experimenté puedo decir lo que dejé escrito
anteriormente: Él está dentro de mí, allí, quieto,
escondido, descansa, duerme, está atento a todo, se siente
seguro, acogido y amado. Y si está dentro de mí, ¿Por
qué no puede estarlo dentro de ti?
f) Evidentemente, este camino es un proceso que
nunca se da de la noche a la mañana, hay que aprender,
practicar y arriesgarse, por eso, es tan importante el
auxilio de la gracia que nos hace capaces de conocer,
querer y hacer lo que Dios quiere para colaborar en su
plan de salvación de los otros y embellecer la Iglesia con
168
las gracias dadas que confirman las verdades eternas y
que se actualizan en cada miembro del Cuerpo de Cristo.
Por mi parte, desde que tengo claro lo anterior, a través
de lo que Dios me dio a experimentar, puedo dar fe y
confirmar que lo que tantas veces relata mi madre
Teresa, en sus escritos, sobre todo en el Libro de las
Moradas, es verdad ¡Jesús lo llena todo, lo es todo! Sólo
mencionaré una cita para testimonio del mismo:
“Pues consideremos que este castillo tiene como he dicho muchas moradas, unas en
lo alto, otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la
más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el
alma”22

“¿Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que
no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con El,
ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá. Ni ha
menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no
extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a padre,
pedirle como a padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo
que no es digna de ser su hija”23.

A mí se me manifestó como un Niño pequeño, muy


pequeño, el Hijo de Dios y de María. Por lo tanto,
también está dentro de ti. ¿Por qué Dios te va a negar
esta experiencia en tu vida si te ama tanto? Déjalo que se
manifiesta como Él quiera. Si lo hizo conmigo ¿Por qué
no lo va hacer contigo? Cuando lo experimentes,
entonces, será el momento en que toda tu vida cambia, se
transforma y te encuentras en la capacidad de amar.
¡Ánimo!, sigue adelante, ora, pero sé paciente no es
cuando tú quieres sino cuando Dios quiere y esto basta.

22
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Moradas, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK,
Obras Completas de Teresa de Jesús, Moradas II, cap. 1, 3.
23
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Camino de Perfección, en E. MADRE DE DIOS – O.
STEGGINK, Obras Completas de Teresa de Jesús, cap. 28, 2.

169
5. Reflexiones sobre la Encarnación

Después de preguntarme muchas veces, desde la


oración, el por qué nuestro Señor se me manifestaba en el
misterio de su infancia, comencé a repasar con mucho
amor y detenimiento lo que nos enseña la santa madre
Iglesia acerca de los misterios de Cristo y de su Iglesia;
me encontré que lo que había estudiado en mis primeros
años de vida religiosa era de enorme riqueza, pero mi
espíritu en ese entonces no podía captar lo que hoy
necesitaba buscar y sustentar mi experiencia de Dios para
dar razón a lo que experimentaba en mí. Desde entonces,
debo decir que pasaron ocho años, para que asimilara los
contenidos teológicos desde el estudio, la oración y el
testimonio de la propia experiencia. Por eso, estoy
convencida que toda experiencia de Dios tiene su
fundamentación y sustento en la Escritura, la Tradición y
el Magisterio de la Iglesia.
Al fin, me atrevo, a mi parecer, a dejar por escrito
algunas reflexiones que me ayudaron enormemente a
comprender la acción de Dios en mí, a fundamentar mi
propia experiencia, y ahora a dar testimonio de que las
gracias de Dios que se reciben no se pueden callar,
porque forman parte de la acción salvadora que Dios
tiene para la redención del género humano.
La experiencia de la presencia de Jesús Niño dentro de
mi espíritu me enseñó a valorar la doctrina de nuestra
Madre la Iglesia. Considero que es necesario entender la
doctrina teológica que ayuda a comprender la grandeza
de sus gracias y a tener como una gran merced lo que
170
Dios nos da para el bien nuestro y el de su Iglesia. Creo
que podré sintetizar, según se me ha dado a entender, en
las siguientes enseñanzas teológicas:
a) Todo el Antiguo Testamento es una preparación del
momento cumbre de la entrada de Dios en el tiempo y en
la historia. El sentido del Pueblo Elegido sólo se
descubre plenamente a la luz de este momento: Los
Patriarcas, los Reyes y Jueces, los Profetas y Sacerdotes
que aparecen a lo largo de la Historia de la Salvación
tienen un solo fin: Crear, afianzar y preparar un Pueblo
en el que Dios se va a hacer presente. Desde el primer
momento Dios le advierte de esta verdad: “Enemistad
pondré entre ti y la mujer y entre tu linaje y su linaje: él
te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar”
(Gen 3, 15). Así “Al llegar la plenitud de los tiempos,
envió Dios a su Hijo, nacido de Mujer, nacido bajo la
ley” (Gal 4, 4) y aunque “muchas veces y de muchos
modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por
medio de los profetas, en estos últimos tiempos nos ha
hablado por medio del Hijo” (Hb 1, 1-2).
b) El Hijo de Dios, Segunda Persona de la Santísima
Trinidad se encarnó en las entrañas de la Virgen “Y aquel
Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y vimos
su gloria, gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia
y de verdad” (Jn 1,14-18). La Encarnación es un
profundo misterio que está por encima de nuestra
comprensión y que debemos aceptar por la fe. Cristo es
pues Dios y hombre verdadero, dos naturalezas, divina y
humana en una sola persona. Dios desde toda la
eternidad, hombre desde la Encarnación; tiene un cuerpo
171
que es real (cf. Lc 24,39), sujeto al dolor, a las
necesidades y a la muerte, su alma es como la nuestra,
pero en Cristo es un espíritu perfectísimo en sus
facultades naturales y dones sobrenaturales, su alma fue
creada por Dios para animar su cuerpo. Entre sus
facultades naturales, el entendimiento gozaba del
conocimiento infuso, infundido por Dios de manera
directa sin necesidad de imágenes y raciocinio, la
beatífica por la contemplación de la esencia divina; las
dos como consecuencia de su unión con el Verbo Eterno
y, el conocimiento adquirido por medio de los sentidos y
la razón, por lo que necesitaba de tiempo para aprender.
Por ejemplo: Las Escrituras, el oficio de carpintero, etc.
Su voluntad humana fue perfectísima dotada de poder,
santidad y libertad (cf. Jn 10,18), además, tenía la
perfección de la impecabilidad, es decir, no podía pecar
ni sentir inclinación al mal y, la integridad, porque no
había en Él concupiscencia, todo estaba en armonía con
la razón puesto que no tenía el pecado original. Entre los
dones sobrenaturales brillaba la plenitud de la gracia, de
la virtud y de los dones del Espíritu Santo (cf. Jn 1,
14,16).
c) Estas dos naturalezas unidas es lo que llamamos la
Unión Hipostática que nos enseña la Teología, es decir,
dos naturalezas que se unen pero que no se confunden ni
se contradicen. Siempre me impactó esas palabras del
profeta Baruc: “Este es nuestro Dios, ningún otro es
comparable a él. El descubrió el camino entero de la
ciencia, y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su
amado. Después apareció en la tierra, y convivió entre

172
los hombres” (Ba 3, 32-.38). Las promesas de Dios
llegan a cumplimiento, de modo sorprendente e
impensable en la Encarnación. El designio de Dios sobre
la vida se realiza en la humanidad plena de un hombre,
Jesús de Nazaret, en quien el Verbo de la Vida (cf. 1Jn
1.1) asume la debilidad humana para rescatarla de la
muerte y hacerla participe del amor divino. En la
Constitución pastoral Gaudium et spes hay una frase
clave, de máxima trascendencia: “El Hijo de Dios con su
encarnación se ha unido en cierto modo con todo
hombre” 24 . Desde entonces, la historia humana, es la
historia de Dios, que se hace presente al hombre y le
llama a la comunión con Él; por eso, el misterio de la
Encarnación, como una luz, ilumina la vida del hombre y
le descubre el sentido de su existencia. En definitiva se
trata de entrar en la comunicación de vida de Cristo.
“El Verbo se encarnó para hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1, 4):
“Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del
hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la
filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios” (San Ireneo de Lyon, Adversus
haereses, 3, 19, 1). “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios” (San
Atanasio de Alejandría, De Incarnatione, 54, 3: PG 25, 192B). Unigenitus [...] Dei
Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostra massumpsit, ut
homines deo faceret factus homo (“El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos
partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho
hombre, hiciera dioses a los hombres”) (Santo Tomás de Aquino, Oficio de la
festividad del Corpus, Of. de Maitines, primer Nocturno, Lectrua I).25

Ciertamente, para el cristiano de hoy y con mayor


razón para el consagrado/a, para el sacerdote, vivir los
misterios de la vida de Cristo es saber por experiencia
espiritual que los misterios de la Encarnación y de la

24
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, CONSTITUCIÓN sobre “La Iglesia en el mundo actual”
Gaudium et Spes, 7 de diciembre de 1965, 22,2. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 521.
25
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 460.

173
Pascua iluminan toda la vida terrena de Cristo26. “Todo
lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el día
en que fue llevado al cielo” (Hch 1, 1-2) hay que verlo a
la luz de los misterios de Navidad y de Pascua. El
Catecismo desarrolla tres rasgos fundamentales que hay
en esta “sacramentalidad” de la vida de Jesús:
a) “Toda la vida de Cristo es Revelación del Padre:
sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos,
su manera de ser y de hablar” 27 . Por eso, es tan
importante meditar con atención la vida de Jesús,
embeberse de los menores detalles, de las escenas, de los
gestos y palabras de Jesús. Todo en la vida de Jesús se
convierte así en el cumplimiento de su palabra: “El que
me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,9).
b) “Toda la vida de Cristo es Misterio de Redención”.
La Redención nos viene ante todo por la sangre de la
cruz, pero este misterio está actuando en toda la vida de
Cristo (cf. Ef 1,7); (cf. Col 1,13-14); (cf.1P 1,18-19)”28.
Su pobreza, su obediencia, su hambre y su sed, sus
lágrimas por el amigo, sus noches de oración, su
compasión por el hombre, todo en su vida tiene fuerza
redentora. Por eso, redime y salva también la comunión
con su vida. Por eso Él salva a través de la Iglesia.
c) “Toda la vida de Cristo es Misterio de
Recapitulación. Todo lo que Jesús hizo, dijo y sufrió tuvo
como finalidad restablecer al hombre caído en su

26
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 512.
27
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 516.
28
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 517.

174
vocación primera”29“Él es también la cabeza del cuerpo,
que es la Iglesia” (Col 1,18).
Pero ¿Cómo se convertirá la vida de Jesús en nuestra
vida? ¿Cómo lograremos participar en esa vida de Jesús?
Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él
y que Él lo viva en nosotros. Estamos llamados a no ser
más que una sola cosa con Él; nos hace comulgar, en
cuanto miembros de su Cuerpo, en lo que Él vivió en su
carne por nosotros y como modelo nuestro”:
“Debemos continuar y cumplir en nosotros los estados y misterios de Jesús, y pedirle
con frecuencia que los realice y lleve a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia... Porque
el Hijo de Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y continuar sus
misterios en nosotros y en toda su Iglesia por las gracias que Él quiere comunicarnos y
por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos misterios. Y por este medio
quiere cumplirlos en nosotros» (San Juan Eudes, Tractatus de regno Iesu”)30.

d) Ahora, querido lector/a puedes comprender un poco


por qué a mí se manifestó, se hizo percibir como un
infante de pañales o de un niño de tres, cuatro, cinco
años, o adulto. Sí, así lo percibía dentro de mí,
especialmente después de la comunión, o fuera de mí, o
junto a mí, o viviendo dentro de mí. Es impresionante
meditar sobre este misterio, pues El Verbo eterno no se
unió a una persona sino a la naturaleza humana, por eso,
el Verbo es una única persona y sus acciones son únicas,
y toda palabra, acción, pensamiento de Jesucristo en la
tierra tuvo un valor inmenso, divino, porque eran las
acciones del Verbo. Por eso en la Eucaristía y en el cielo
su divinidad permanece unida a su cuerpo y a su alma.
De ahí que, cuando nosotros comulgamos entra Dios en
nuestro ser en todo su esplendor de la Divinidad y
29
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 518.
30
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA 521.

175
Humanidad. Cuando unimos nuestros pensamientos,
palabras y obras a los pensamientos, palabras y obras del
Hombre Dios, Jesucristo, las cubrimos con su Sangre
Redentora y las ofrecemos al Padre Dios en unión con
Jesucristo, nuestra vida sirve para la gloria de Dios, para
salvar a otras personas del pecado, santificar a los justos,
expiar la ofensa, conseguir conversiones, etc., son actos
salvadores, no porque yo, tú seamos capaz de hacerlo,
sino porque es Dios, Jesucristo, el que actúa en mí, en ti.
De esta manera cobra sentido la oblación, la
inmolación, el ser víctima de amor que no es otra cosa
que dejarse en la manos de Dios y permitir que Dios
continúe su vida de misterio actualizado en mí, en ti. Este
estado no es cuestión de inteligencia ni razonamientos, es
cuestión de amor puro a Jesucristo y su Reino. La
experiencia de Jesús Infante te enseña la espiritualidad de
la confianza, de la pureza, del abandono en las manos de
Dios, de la sencillez, sobre todo de la humildad. Hasta
aquí las reflexiones, ahora sigamos con los relatos de la
vida diaria.

6. Visita de Jesús

El 23 de enero de 2008 me encontraba con la garganta


tan afectada, la gripe me obligó a guardar reposo. Era
jueves y la comunidad además de cantar las Vísperas en
el coro exponen el Santísimo. El ángel sacerdote estaba
junto a mi cama. Me familiaricé tanto con esta presencia
que solía ponerle una silla pequeña junto a la cabecera
de la cama. Aquella tarde sentí, percibí que casi pude

176
ver. Venía nuestro Señor pero adulto, con mucha
majestad, entraba a mi celda y aquel ángel sacerdote se
postró en su presencia, entonces, una vez levantado se
acercaron a mi cama. No sé decir lo que hablaban, esto
no me fue dado a conocer pero era de mi conocimiento
que el ángel sacerdote le rendía cuentas de su cuidado
para conmigo. Jesús lo abrazaba. Yo estaba tan
sorprendida pero a la vez serena. Así estuvieron un rato
y Jesús se marchó mientras que el ángel sacerdote
continúo con su misión de vigilante y guardia.

7. Cotidianidad del año 2008

Dos fueron las gracias importantes, yo diría


extraordinarias que Dios me dio en este año, me dejaron
una huella profunda y que las comparto con sencillez
porque considero que toda gracia dada por nuestro Señor
a una carmelita no es sólo para ella sino para toda
persona de buena voluntad, porque su vida está inmolada
y ofrecida al Padre, por Cristo en el Espíritu Santo.
7.1. Pentecostés
Todo transcurría en forma normal pero creo que con la
gracia de Dios yo me veía cambiada interiormente,
meditando las gracias recibidas anteriormente,
frecuentando los sacramentos y perseverando en la
oración, hasta que llegó Pentecostés, el 10 de mayo de
2008. Iniciamos las Primeras Vísperas de Pentecostés y
como yo era la organista estaba absorta en las partituras
de música.

177
De improviso, sentí a una persona vestida de blanco
detrás de mí un tanto a mi lado derecho, aunque mis ojos
estaban fijos en la partitura de los salmos cantados de la
Liturgia me parecía verlo. No era mi Jesús, pero era
como Él, era muy amoroso, tierno, infundía un santo
temor, confianza, seguridad, paz; me parecía ver su
rostro. Es otra clase de mirar, pues no se ve con los ojos
humanos, terrenales, se ve desde el interior, no estaba
resplandeciente, pero su semblante es tranquilo, tenía un
recogimiento fuerte, amable… no había miedo.
Nadie me lo dijo pero conocí que era el Espíritu Santo
en persona. Su presencia es suave, tan suave que puedes
hacer las cosas con mucha normalidad. ¿Por qué estaba
allí? ¿Qué debía entender? Tenía temor en mi mente y en
mi corazón, pues recordaba aquello de que no hay que
despreciarlo porque cuando ve un desdén se va. Así fue
todo el tiempo de la Liturgia. A mi lado izquierdo estaba
el ángel sacerdote que seguía la Liturgia. Todo me
parecía normal.
Finalizado el tiempo de la Liturgia seguimos con la
oración en comunidad que es personal. Me arrodillé
ayudada del pequeño banquillo que tenemos las
carmelitas, junto al escaño que me toca, puse mi cabeza
en el duro brazo del escaño y recogida interiormente
invocaba al Espíritu Santo que por primera vez se hacía
sentir, lo conocía, lo percibía, tenía la certidumbre
interior de que era el fuego del Amor que mana del Padre
y del Hijo.

178
Estando así, sentí una mano que acariciaba mi
cabeza, pensé que era la hermana que estaba delante de
mí y que tal vez necesitaba algo y me estaba llamando,
alcé mi cabeza pero no había nadie, bajé mi cabeza y ya
no sentía la dureza del brazo de escaño donde estaba
apoyada mi cabeza sino que me parecía que mi cabeza
estaba apoyada en las piernas de una persona. Me dejé
llevar, entendía perfectamente que era la persona del
Espíritu Santo. Después de un rato todo pasó.
No puedo olvidar, hasta ahora que escribo no lo he
vuelto sentir, ni a percibir, ni a verlo, pero su mirada me
acompaña. Esta experiencia me dejó una devoción más
profunda al Espíritu Santo. Para mí es una persona
delicada, amorosa, suave… Aquel día le entregaba a la
humanidad, a la Iglesia entera con sus sufrimientos, le
pedí la conversión de nosotros los pecadores, y la gracia
de saber reconocerle como nuestro único Santificador.
Pasaron los meses y las tinieblas en mi espíritu
comenzaron a abrazarme sin piedad. Dios da regalos, da
gracias tales que a la mente humana le es imposible
entender, parecen inconcebibles, pero las noches de mí
espíritu, fueron una agonía en la que me parecía que las
gracias recibidas eran un invento mío, tal vez, una alta
sensibilidad del espíritu. ¿Quién podría creerme? ¿Para
qué yo necesitaba de estas experiencias? Me acordaba
lo que mi madre Teresa dejó escrito, ella dice que Dios
da gracias, para fortalecernos en medio de la prueba.
Dios da a cada persona lo que necesita, por tanto, yo era
un alma pequeña y débil que necesitaba aumentar mi fe,
confiar en el Señor, fortalecer mi espíritu para soportar
179
las batallas de la vida. Sí, Dios me amaba tanto, y ya que
criatura humana no había quien cuidara de mí lo hacia mi
Señor de una manera directa. Ya Teresa nos había dicho
y era verdad.
“…, y son de tal suerte, que si no les diese aquel
manjar de gustos no se podrían sufrir. Y está claro
que, pues lo es que a los que Dios mucho quiere lleva
por camino de trabajos, y mientras más los ama,
mayores, no hay por qué creer que tiene aborrecidos
los contemplativos, pues por su boca los alaba y tiene
por amigos”31.
El día de mi aniversario de mi profesión solemne fui a
confesarme con mi Director espiritual, sacerdote
salesiano, autorizado y psicólogo. Le abrí mi corazón y
experiencias, con toda verdad y su respuesta fue. “Abre
las puertas al Espíritu, ¡Dios puede hacer lo que
quiera!”. Me sentí en paz, rebosaba de agradecimiento al
Señor y desde entonces, no tendría otra cosa, otro oficio,
que abrirme al Espíritu. Entonces, todos los años, en la
solemnidad de Pentecostés, para mí sería en adelante, un
aniversario más de esta gracia recibida. Recodaba
siempre la Palabra de Dios por medio del profeta
Jeremías 18,1-6, que hallaba resonancia en mi interior:
“Lo mismo que el barro en las manos del alfarero, así
sois vosotros en mi mano, casa de Israel”. La presencia
del Espíritu anhelaba mi ser, lo extrañaba, pero aquella

31
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Camino, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK,
Obras Completas de Teresa de Jesús, cap.18, 1.

180
experiencia tan viva como lo que narré antes no volvió a
repetirse más.
Las noches espirituales seguían adelante, fue un
tiempo difícil para mí, vivía situaciones críticas y
tensionantes; yo sólo sabía concentrarme en la oración.
El recuerdo de las gracias recibidas eran lejanas, sólo la
Palabra de Dios confortaba mi espíritu, me alentaba y me
llenaba de sabiduría. Las citas de (Ecle 43,27) dice: “Él
lo es todo” “Él es más grande que todas su obras” (Ecle
43,28) y a los piadosos nos da sabiduría (cf. Ecle 43,33)
Pero mucho más hermosos es aquello de: “Porque los
montes se correrán y las colinas se moverán, más mi
amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se
moverá. Dice Yahvé, que tiene compasión de ti” (Is
54,10). “Porque tu esposo es tu hacedor, Yahvé Sebaot
su nombre y el que te rescata, el santo de Israel, Dios de
toda la tierra se llama.” (Is 54,5-6). En estos pasajes se
fundamentaba mi oración diaria y adquiría las luces
necesarias para conducir mi propia vida según lo que
entendía en la mente y el corazón lo que sería la voluntad
de Dios hoy y aquí.
7.2. Las reliquias de santa Teresita
El agosto de 2008 llegaron las reliquias de Teresita
del Niño Jesús a mi monasterio. Grandes fueron los
ajetreos de preparación, dentro y fuera del monasterio.
Pasamos la noche en vigilia. Recuerdo que yo estaba en
la Iglesia sentada junto al ambón; de pronto, sentí la
presencia de una mujer de alto nivel espiritual, no vi a
nadie, no vi su rostro, sólo sentí su presencia suave,

181
dulce, estaba a mi lado izquierdo, no me dijo nada,
tampoco duró mucho, pero conocía que era Teresita. Sí,
entendí que cuando hay en las casas, monasterios,
conventos las reliquias de los santos, no son sólo sus
huesos, como muchos/as llegan hasta portarse
incrédulos, se ríen de los demás. ¡No! Yo doy testimonio
que es el espíritu del santo o la santa la que se encuentra
en aquel lugar.
Percibir en la mente y en el espíritu tal presencia no es
lo común y corriente, es una gracia, no adquirida, no
buscada, no inventada, sino dada, ¡por eso es gracia! Le
pedía a Teresita ser como ella: Amar a Jesucristo y su
Iglesia, y bajar como ella para seguir haciendo el bien
sobre la tierra. Es hermoso, como experiencia, sentir a los
santos como sus hermanos/as. Ellos/as interceden por
nosotros.

8. Cotidianidad del año 2009

Este año transcurrió entre la presencia del Niño Jesús;


pasa el tiempo, los meses y el misterio de María y José
en Nazareth se vuelve a repetir, pero en la Nazareth de la
vida cotidiana dentro de la vida consagrada y religiosa,
monástica y carmelita. Me explicaré en la medida que
Dios dispone mi pensamiento, actitud y comprensión
para profundizar en el desarrollo del misterio.
Despertarse físicamente con la percepción de la presencia
de que hay un Ángel de la Guarda y un ángel sacerdote,
que te ha pasado cuidando toda la noche, la reacción
primera es: En verdad hay ángeles, aquellos seres

182
espirituales que Dios envía en el camino para que nos
cuiden y, no sólo esto, hay un ser terrenal pero en
presencia espiritual que ha permanecido sentado al lado
de la cama mientras tú duermes.
¡Ay, Dios! comencé a preguntarme: ¿Por qué me
sucedía esto? Entender que mi Ángel de la Guarda que
estaba allí siempre, no me era difícil, me parecía normal,
mas entender por qué una persona humana, temporal, en
estado espiritual, permanecía como guardián junto a mí,
me era difícil y comenzaba a preguntarme en el silencio
de mí misma. Poco a poco comencé a entender después
de haberle pedido a nuestro Señor me diera luz.
Sí, era sacerdote y sucedió que muchas veces me
imponía las manos sobre mi cabeza, esta imposición de
manos era en estado espiritual; este gesto significaba
para mí que me guardaba del asalto del enemigo.
Eran comunes este tipo de experiencias que, temiendo
estar equivocada me fui otra vez donde el Director
espiritual, salesiano, para darle cuenta del desarrollo de
mi vida espiritual, era al comenzar el Adviento de aquel
año. Una vez más, aquel sacerdote me confirmó en la
docilidad ante la obra de Dios.
8.1. Enero de 2009
Estábamos en oración y me tocó rezar el rosario.
Sentí que Jesús Niño salía del Sagrario, quería que lo
abrazara. Al día siguiente, en el tiempo fijado para la
oración salí del coro para cumplir con el oficio de

183
limpieza que tenía asignado, al regresar me di cuenta
que todas las monjas habían salido, entonces le dije:
“Jesús ninguna monja está” y Él me dijo:
“Casi siempre me dejan solo”.

Tuve una enorme tristeza, por eso he luchado tanto, a


lo largo de los años hasta el presente, en defender a toda
costa el tiempo orante, si las demás salen yo me quedo,
trato de no llenarme de oficios en el momento de la
oración, y si terminan la oración antes de la hora, procuro
quedarme un rato más. Así pasábamos día tras día. Era el
28 de enero en que le decía al Señor en oración.
“Señor tú ves que yo renuncié a todas las cosas
porque aunque son buenas, no son Tú, y mi espíritu
suspira por Ti ¡Dígnate mostrarme tu presencia! Mi
Jesús comprendo que mi condición terrena no sufre la
pureza de tu presencia, por ello has grabado en mis
entrañas un don, un misterio de fe que es llevarte
dentro de mí como Ñiño, un misterio que tiene
semblantes plateados y como tal, está encubierto32, el
oro de la fe será descubierto en la eternidad cuyos
rayos caerán sobre la humanidad a favor de tu Iglesia
porque es tu mismo Cuerpo. Ahora puedo decir: ¡Oh
cristalina fuente! ¡Oh fe que me permites poseer los
tesoros de la gracia que me has confiado para el bien
de mis hermanos/as por generaciones sin fin! Ha sido
tu voluntad y nada más que tu divino querer, tus dones

32
Cf. CRISÓGONODE JESÚS – M. DEL NIÑO JESÚS, Cántico Espiritual B en CRISÓGONO DE
JESÚS – M. DEL NIÑO JESÚS Obras Completas de San Juan de la Cruz, canción 12, pág.
698.

184
son irrevocables. Todo es tuyo, dame la sabiduría que
necesito para saber transmitirlo a los demás y a tu
Iglesia”33.
8.2. La Pascua del 2009
El período de la cuaresma lo pasé meditando la pasión,
muerte y resurrección. No dejaba de admirarme del amor
y de su misericordia: ¡Oh Dios! ¡Qué amor el tuyo! mi
espíritu se abisma frente al amor que nos das.
Comprendo tantas cosas y te doy gracias, sólo puedo
decirte que te amo. Tú sabes la profundidad de mi
entrega y todo lo que dispongas sé que sale de tu
Corazón. Gracias te doy por todas las gracias que has
derramado en la humanidad en todos los tiempos.
Gracias señor por cada santo/a a quien te has revelado
para edificación nuestra. En este tiempo de cuaresma
quisiera estar a tu lado, consolarte y acompañarte como
la Virgen Santa. Llegó entonces la Vigilia Pascual del
año 2009. En esta celebración pascual pasó lo siguiente:
Empezaba la consagración del pan y del vino. ¡Nunca
me imaginé que se podía hacer lo que voy a relatar a
continuación!: ¡Me quedé sorprendida! Mi ángel
sacerdote en espíritu, penetró en el sacerdote que
celebraba, como un ligera nubecilla que se funde con la
persona, pasó el momento de la consagración y luego
salió así como había entrado y se puso junto a mí. Lo
que había presenciado era motivo de mi oración. ¿Cómo
se podría hacer esto? Bien reconocía que eso no es por
las fuerzas humanas sino don de Dios. Si yo lo relato a
33
Esta oración la tenía escrita en mi diario particular.

185
alguien ¿quién puede creerme? Sólo quien tiene el don
de la bilocación o trilocación y lo ha experimentado lo
puede entender, mientras tanto, solo quedará en
palabras, como algo que no puede ser, sin embargo, todo
es posible para el que cree y ama a Dios.
8.3. Presencia fuerte del Niño Jesús
A partir del 23 de agosto, otra vez, comencé a percibir
fuertemente a mi Niño Jesús tan pequeño como un niño
de brazos. No veo su rostro, pero sé que es Él. Está
constantemente en mi brazo izquierdo, lo mira todo,
observa todo, pero siempre permanece en silencio. Otras
veces, sale de mis brazos y camina por los alrededores
de la mesa del refectorio si estamos en él, en la celda si
estoy en ella o se acuesta en mi cama; mientras rezamos
las horas litúrgicas en el coro lo hacemos los dos juntos
y está muy despierto. Está en el recreo de la comunidad,
si tengo que ir al locutorio va conmigo, si tenemos que
tratar con la gente está presente. Cuando tengo que
manejar el carro o salir a la calle por diligencias que no
se pueden realizar por medio de otras persona, una veces
descansa en mi brazo con su carita pegada a mi hombro,
otras lo está en mi brazo y hombro derecho, otras, va
mirando la carretera.
Esta experiencia es inédita, mientras lo narro lo
vuelvo a vivir y pienso en la Virgen María cuando ella lo
tendría en sus brazos, caminaban, rezaban, dormían…
sí, olvido decir que dormimos juntos, muchas veces,
como una madre duerme con su hijo pequeño. Es muy
tierno, cariñoso. Así pasamos el 24 de agosto, día de la

186
Reforma Teresiana. Oh sí, me olvidaba decir que aquel
día fui a confesarme y el Niño estaba atento y mientras el
sacerdote me aconsejaba el Niño lo miraba, aprobaba lo
que me decía, pero otros consejos al Niño no le hacían
gracia. Así yo sabía si tal o cual sacerdote era agradable
o no a su corazón. Cuando está contento no se cansa de
correr por los claustros del monasterio.
A veces me envolvía el temor de experimentar lo que
acabo de escribir. Yo misma a base de mi razonamiento
me decía que me estaba volviendo loca, y comenzaba a
ponerme en crisis, pero por más esfuerzo que hacía por
dudar no podía conseguirlo. Es tan clara la experiencia
que no se puede dudar. Entonces leía la Escritura del
Cantar de los Cantares y las quintas, sexta y séptimas
moradas de mi madre Teresa de Jesús.
Muchos pasajes de la Biblia confirmaban mi
experiencia. Escribiré algunas citas que pueden ayudar a
comprender este tipo de experiencias: “Amor mío…
Bolsita de mirra es mi amado para mí, que reposa entre
mis senos. Racimo de alheña es mi amado para mí, en la
viñas de Engadí” (Cant. 1, 9,13-14). Recuerdo que en
esta cita bíblica que me salió en la Lectio Divina mi
espíritu halló paz cuando mi Niño dormía en mi regazo.
Los pasajes de Isaías confirmaban una y otra vez la
compañía de mi Niño. “Tú Israel, siervo mío, Jacob, a
quien yo elegí, Yo te tomé del confín de la tierra, te llamé
de remotas regiones, y te dije: “Siervo mío eres tú te he
elegido y no te he rechazado”, No temas que contigo
estoy yo, no receles que yo soy tu Dios” (Is 41,8-10). Y

187
mi madre Teresa ya lo dejó escrito aunque ella lo
experimentaba de manera, algo diferente.
“Pareceros ha, hermanas, que está dicho tanto en este camino espiritual, que no es
posible quedar nada por decir. Harto desatino sería pensar esto; pues la grandeza de
Dios no tiene término, tampoco le tendrán sus obras. ¿Quién acabará de contar sus
misericordias y grandezas? Es imposible, y así no os espantéis de lo que está dicho y
se dijere, porque es una cifra de lo que hay que contar de Dios. Harta misericordia
nos hace que haya comunicado estas cosas a personas que las podamos venir a saber,
para que mientras más supiéremos que se comunica con las criaturas, más
alabaremos su grandeza y nos esforzaremos a no tener en poco almas con que tanto
se deleita el Señor, pues cada una de nosotras la tiene, sino que como no las
preciamos como merece criatura hecha a la imagen de Dios, así no entendemos los
grandes secretos que están en ella. Plega a Su Majestad, si es servido, menee la pluma
y me dé a entender cómo yo os diga algo de lo mucho que hay que decir y da Dios a
entender a quién mete en esta morada. Harto lo he suplicado a Su Majestad, pues
sabe que mi intento es que no estén ocultas sus misericordias, para que más sea
alabado y glorificado su nombre”34.

“La primera vez que Dios hace esta merced quiere Su Majestad mostrarse al alma por
visión imaginaria de su sacratísima Humanidad, para que lo entienda bien y no esté
ignorante de que recibe tan soberano don. A otras personas será por otra forma, a
ésta de quien hablamos, se le representó el Señor, acabando de comulgar, con forma
de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de resucitado, y le dijo que
ya era tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas, y El tendría cuidado de las
suyas, y otras palabras que son más para sentir que para decir”35.

¡Cómo me consoló estas citas de Teresa! Sobre todo


esta: “A otras personas será por otra forma” con esta
frase Teresa dejó la puerta abierta para diversas formas
como Dios quiera manifestarse en su Humanidad y
Divinidad. A mí se me ha manifestado como Jesús Niño,
sin dejar de hacerlo de forma adulta; sin embargo, debo
decir que esto es poco para las grandezas de Dios. Yo sé
que hay muchas personas que tienen el don de percibir,
oír y ver a Jesús en su condición humana - divina y
34
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Moradas, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK,
Obras Completas de Teresa de Jesús, Moradas VII, cap. 1,1.
35
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Moradas, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK,
Obras Completas de Teresa de Jesús, Moradas VII, cap. 2,1b.

188
entender la manera cómo andaba por los caminos de
Israel, en su pasión, de manera resucitada… Por eso, lo
mío aunque reconozco que es puro don de Dios, es nada
en comparación a lo que Dios hace con los que le aman.
El 25 de agosto de aquel año la presencia de mi Niño
Jesús era muy fuerte. Como dije antes, llevaba a mi Niño
pequeño bien despierto. Fuimos a la Eucaristía de aquel
día y después de comulgar se ha unido con mi Niño de la
Hostia Sagrada y se ha vuelto más pequeño, como un
niño de pañales pero estaba dormido. Yo no puedo decir
que son dos niños, es uno sólo, pero evidentemente, el
Niño que llevo en mis brazos o en mi interior es el mismo
Jesús, sólo que en diversa presencia, por eso, se unió con
la presencia eucarística y se forma uno sólo.
Así estaba todo el día. En la oración de la tarde lo
desperté y, saliendo de mis brazos se fue por cada monja
que estaba en el coro, no se detuvo, y vino luego a mí
con mucho frío, lo consolé, se bajó de mis brazos y se
puso a orar arrodillado delante de mí. En el rezo de
Completas estuvo a mi lado como si rezara junto con
nosotras. Y nada más ver la estampa de la Virgen que
tenía en el Breviario el Niño dijo señalando con su dedo,
muy contento:
“Mi mamá”. En mi interior le dije:
“Y la mía también”.
Colocó su brazo pequeño alrededor de mi cuello y
terminado el rezo de Completas nos fuimos a dormir
como dije antes.

189
8.4. Presencia del Niño en la comunión.
Este día jueves 27 de agosto de 2009 el Niño pasó
conmigo en todo momento. Noté que al recibir la
comunión permaneció en mi interior, pero de pie, con los
brazos extendidos hacia arriba en actitud de oración. Así
permaneció mucho tiempo, como me distraía por realizar
los oficios del monasterio no reparaba algunas veces
cómo estaba el Niño pero, cuando volvía en mí, lo veía
con sus brazos extendidos hacia lo alto. Después de la
cena que tenemos a eso de la siete de la noche por fin,
bajó sus brazos y se recostó en mi hombro izquierdo pero
estaba activo y despierto. Fuimos al recreo y veía con
nosotras las noticias, fuera de esto, cuando las monjas se
entretienen en otras cosas se disgusta. En el
recogimiento de la noche yo oraba intensamente, quería
imitarle en la oración como Él lo hacía…“Padre mira a
tu Divino Hijo y el Hijo de María que ora en mi interior
e intercede por la humanidad y dame la gracia de
cumplir con tu voluntad”.
8.5. Caminando por la ciudad
Era el martes 8 de septiembre de 2009 tuve que salir
en el carro rumbo a la clínica porque estaba operaba
una hermana. El Niño Jesús estaba como de cuatro años,
iba en el asiento de atrás, yo le llamaba, le decía que se
iba a caer. Es gracioso, inquieto y espontáneo. Cuando
llegamos a la clínica, me estacioné en el parqueadero,
abrí la puerta del carro y lo tomé en mis brazos, allí
pasó todo el tiempo; cuando le ayudaba a la hermana
que estaba operada para ir al baño y se quejaba del

190
dolor, el Niño agitaba su mano y se compadecía de ella.
Bueno, permaneció así hasta que llegamos a la noche al
monasterio. Jesús Niño dormía en mi regazo. ¡Es todo!
¡Así de simple! ¡Es maravilloso! ¡Él lo llena todo…!
8.6. Ausencia intermitente del Niño Jesús
Era domingo 20 de septiembre de 2009, mi Niño Jesús
no está, lo busco y no lo encuentro, lo llamo y no viene.
Estoy en la celda y no está, entonces me pongo a escribir
al computador, ¡de pronto! lo percibo pasar, se acerca
acompañado de mi ángel sacerdote… ¡Ah! ¡Con que
había estado con él! ¡Bueno! Y le digo:
¿Por qué no vienes mi Niño?
Nada más oírlo corre hacia mí, luego, se suelta
inmediatamente, corre hacia el ángel sacerdote y se van
los dos juntos.
¡Niño, no te vayas! ¡Espera! ¡Ven!
Es inútil, no hace caso, se va, no se le puede detener y
desaparece. Comienzo a pensar y reflexionar cómo habrá
sido la Virgen María cuando Jesús ya empezaba a
caminar, a correr, a saltar, estaría unos momentos con
María y otros con José y seguramente ya después pasaba
mucho tiempo con José pues le enseñaría la carpintería…
Hubo un Congreso internacional al cual tuve que
asistir en octubre del año 2009 sobre el tema “mística y
profecía” me afianzó en las diversas experiencias que iba
viviendo. Sí, en aquel congreso tuve la oportunidad de
hablar con un padre carmelita y contarle lo que vivía. El
191
padre con gran admiración me respondió que era un
camino de Dios, que por lo que él conocía había algunas
monjas que tenían un camino parecido pero ninguna tan
fuerte como yo, para él era tan normal lo que me sucedía.
Esto me abrió el espíritu, sí, era un carmelita el que me lo
decía…Le di gracias a Dios de la obra espiritual que Él
como Dios había hecho en este padre carmelita, pues
hasta el momento no había encontrado un carmelita que
entendiera a pesar de la grande doctrina que tenemos en
nuestros santos fundadores de la Orden. Este
acontecimiento me abrió más al Espíritu Santo y mi vida
espiritual se consolidó increíblemente.
Después de aquel congreso y de la reunión entre
frailes y monjas salimos el 28 de octubre rumbo a
nuestros monasterios y recuerdo que al regreso, en el
avión, era tan evidente, tan clara y tangible la presencia
de mi Niño en mi regazo. Yo era muy feliz, su presencia
me confortaba. Llegué al monasterio y al cruzar la
puerta reglar desapareció la presencia del Niño Jesús.
¿Dónde estaba? ¿A dónde se fue? No lo sabría decir.
¿Se metió en mi interior? No… entonces no tenía más
remedio que resignarme a la ausencia y esperar hasta el
momento en que voluntariamente Él vendría.
Era el 1 de noviembre, Solemnidad de todos los
Santos, lo volví a sentir al final del día, durmió conmigo,
fuimos a rezar al día siguiente y estuvo todo el tiempo
del 2 de noviembre. No hacía más que pedirle por la paz
del mundo, de la Iglesia, por el santo padre, por sus
sacerdotes. Todo se desarrollaba en calma, después de
los ejercicios espirituales realizados del 30 de noviembre
192
al 4 de diciembre del 2009, mi vida interior era plena.
Mi Niño lo llenaba todo. No se puede decir otra cosa.
Una experiencia era sentirlo dentro de mí, en la
hondura de mi espíritu, otra forma de presencia era
cuando comulgaba pues estaba en su Humanidad y
Divinidad y me parecía ser la misma presencia cuando
estaba expuesto el Santísimo; otra forma de presencia,
cuando lo sentía en mis brazos y ahora cuando yo le
llamaba no era fácil que venga. Intuí por entonces que tal
vez, muy pronto, ya no vendría a través de las presencias
que he nombrado por lo que no debía agarrarme o
apegarme a ellas, debía dejarlo libre y recordando a mi
padre san Juan de la Cruz en algún momento, debería
desprenderme y sólo en la fe buscarlo… y eso ocurrió tal
como lo diré después. Con todo, su presencia me
fortalecía inmensamente. Vibraba en el espíritu y las
diversas pruebas por las que tenía que pasar a nivel
personal, comunitario y familiar eran con paz y
tranquilidad. Para finales de diciembre de 2009, la
presencia de mi Niño era intermitente, es decir, ya no
estaba a toda hora y en todo momento sino que lo sentía
y percibía esporádicamente.

9. Cotidianidad del año de 2010

También el año de 2010 fue lleno de experiencias


fuertes en las que Dios Niño se hacía sentir y percibir.
Cuánto bien me hace leer la vida de María, aquí
encuentro tantas cosas con respecto al Niño Jesús que
ahora ya no tengo miedo, ni duda, sí, mi Señor, el Verbo

193
Encarnado está conmigo y su relación con Dios y mi
Señor y la Virgen aumentan en mí el amor a las
hermanas, especialmente a aquellas que no me caen bien,
me nace la ternura y la compasión.
En fin, en el tiempo litúrgico del Adviento la presencia
del Niño no fue percibida de manera intermitente, pero el
3 de enero en que la Iglesia celebró la “Epifanía del
Señor” diré lo que paso:
Grande fue mi gozo porque mi Niño se hizo presente
antes y después de la comunión, estaba dentro de mí, era
tan claro, tan intenso que jamás lo pondría en duda. ¡Ah!
ahí aproveché para pedirle por la Iglesia, los sacerdotes,
para ofrecerle todo y hacerlo todo por El.
Llegamos a la Cuaresma del año 2010 y el miércoles
de ceniza empezábamos un curso de formación en un
monasterio de la Orden. Nunca lo olvidaré aquella noche;
después de dialogar con varias monjas me fui a descansar
y, al poco tiempo, cuando ya me encontraba en mi cama
vino mi Niño Jesús: Le dije:
¿Niño mío de dónde vienes? Su respuesta fue clara:
“Vengo recorriendo el mundo y están pecando”.
Grande fue mi dolor y buscando que lo consolara se
abrazó a mí. Me pasé gran tiempo de la noche orando. Su
presencia era indescriptible, no se puede dudar, es muy
clara. En mi interior le pedía que tuviera misericordia del
mundo. Pero a la vez sentía que vendrían grandes
pruebas para la humanidad. A veces tenía miedo y mi
petición era Señor ten misericordia. A los pocos días

194
comenzaron los desastres naturales, recuerdo uno por
medio oriente, me enteraba al ver las noticias.
El 18 de marzo de 2010, día de nuestro padre San
José: Esta experiencia fue muy evidente. Rezamos las
primeras Vísperas de san José. A la noche empezaba a
querer conciliar el sueño, cuando de repente mi cama se
movía y, debajo me parecía que dos personas luchaban
tenazmente, se daban golpes. Tomando conciencia, me
dije no son personas, son espíritus. Me levanté
inmediatamente y comencé a echar agua exorcizada por
debajo de la cama, especialmente en la esquina superior,
sentí que uno de ellos salió velozmente y el otro quedó, el
otro era el ángel sacerdotal que todo agotado se ponía
en oración. Después de un rato de oración me dormí
profundamente. Desde aquella vez hasta el momento
nunca más ha sucedido esta experiencia.
Vino la Semana Santa y Pascua del año 2010, fueron
días de lucha, tuve que vivir en un clima de fe. Mi Niño
no vino, no se hizo sentir, si algo le percibí, fue muy
leve, casi nada, tampoco al ángel sacerdote le sentí, ha
sido una aridez total.
Llegó el tiempo de Adviento y Navidad: El día de
Reyes, 6 de enero de 2011, estuvo como un niño de cinco
a seis años; salimos las monjas fuera de la capilla para
realizar la procesión hasta el refectorio, el Niño iba
delante, muy recogido, me daba mucha ternura, sólo el
tiempo que duró la procesión pude percibirlo y allí
acabó todo.

195
10. Cotidianidad del año 2011

A pesar de que ya me había dado al dolor, es decir,


que ya no tenía la esperanza de contar con el gozo de la
presencia del Niño Jesús, para las fiestas del Carmen del
16 de julio fue un día hermoso, sentía un ambiente de
cielo, de algo sobrenatural, percibía a mi Niño y a mi
ángel sacerdote que estaban circulando por todo el
convento, pero nada más. En la Eucaristía solemne yo
lloraba pues un gozo interior me invadía y sentía en mí el
amor a la Virgen, ella me daba al Niño, el mismo que se
venía haciéndose sentir y estaba presente en mí.
Días después estaba haciendo las cuentas del Servicio
de Rentas Internas, de improviso, mi Niño venía
corriendo, pasó por debajo de la mesa alta que tenía
llena de papeles, se subió y largo rato pasó junto
conmigo mirando la pantalla del computador en donde
estaban los registros de las facturas. Después se fue
como si alguien le llamara y no supe más.
Del 20 al 24 de julio tuvimos las cuarenta horas, pasé
todo el tiempo que podía delante de Jesús
Sacramentado. En la última Eucaristía después de la
comunión vi a mi Niño Jesús hacerse muy chiquito y se
quedó escondido en el fondo de mi espíritu, de mí ser.
Permaneció dormido todo el tiempo hasta el día
siguiente. Estando dormida, por la noche, también lo
sentía y al darme la vuelta en mi cama también Él se
movía. ¡Qué misterio! El que no lo vive no lo puede
creer, pero es así, ¡Es increíble! pero pasa así. Esta
experiencia me permite entender aquello de que Dios
196
descansa en nosotros, es Dios y humano, es el Hijo de la
Virgen, el que se hizo como nosotros. Yo entiendo aquí
que se hace sentir más en su humanidad para que
nosotros podamos amarle y sentirle. ¿Quién puede creer
esto? Tal vez aquel/lla que tenga experiencias similares
pero que se hacen difíciles de explicar.
Bueno, no quiero decir con esto que lo que yo he
vivido sea lo último. Dios hace lo que quiere, como
quiere y cuando quiere, nadie le puede disputar porque
sus gracias no parten de los méritos que se pueden hacer
ante Dios, sino que tienen su origen en el amor y
misericordia de Dios y al Él vuelven después de haber
cumplido su misión. ¡Pasan las cosas porque Él lo quiere
y esto nos debe bastar! La razón no alcanza a escudriñar
el por qué y el para qué, aquí sólo basta el abandono y la
pureza de la fe.
Señor: ¿Qué pasa? ¿Ya no vienes? Ahora sólo la fe y
la experiencia de lo vivido me sostenía y esta fe era
oscura para mí ¡Ay Dios! La purificación a nivel de las
potencias internas de la memoria, el entendimiento y la
voluntad era fuerte, la ausencia del Niño me hacía
padecer interiormente, no se puede comparar estos
sufrimientos con los demás sufrimientos que nos pueden
rodear: Desprecios, indiferencias, problemas familiares,
etc. Todo es poco en relación a la prueba de la ausencia.
Desde entonces, tuve que asumir con valentía esta nueva
etapa de la vida. El Señor me había fortalecido y quizás
ya no eran tan necesarias las presencias espirituales
fuertes de mi Niño Jesús así como de mi ángel
sacerdotal. La confianza en el Señor, lo que había
197
aprendido a través de las gracias narradas anteriormente
fortalecían mi espíritu. Intuía que comenzaba una misión
fuerte, contemplativa, a la vez, que me esforcé por
asumir con paz la ausencia Dios. Dios volvería a
manifestarse cómo, cuándo y a la manera que Él quiera
hacerlo.

11. Reflexiones en torno a la evangelización de la


Iglesia

La palabra evangelista viene del griego koiné


εὐαγγέλιον que significa noticia, mensaje, portador de
buenas noticias. Se conoce como evangelización el acto
de predicar el Evangelio de Jesús, es decir, de difundir el
cristianismo. La misión de la Evangelización, comenzó
con Jesús mismo. Lo mismo que él había sido enviado
por el Padre, envía a sus discípulos y a toda la Iglesia,
comprometiéndoles en el movimiento mismo de esa
misión, para que continúe el ofrecimiento de la Buena
Nueva en el corazón de las personas para construir
progresivamente el Reino de Dios. “Y Jesús se acercó y
les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo
y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Amén” (Mt 28,18-20).
También debo aclarar que no voy a hacer un análisis
social, político, económico y religioso de la sociedad

198
actual, pero sí anotaré lo que me parece más relevante en
el tema que me preocupa. Sólo te digo, amable lector/a
que si quieres saber cuáles son los dolores de la
humanidad hoy, no tienes más que acercarte al mundo de
las noticias mundiales, del país o de la Iglesia y verás
cómo Cristo sigue el camino de su pasión en los
miembros que sufren, los deseos y aspiraciones
profundas de las personas de la sociedad actual que se
ven plasmados en el esfuerzo a favor de la paz, la
justicia, los derechos humanos, la ecología; las voces que
se elevan desde la opresión, la marginación, la pobreza
extrema, el clamor de los sin voz. Ahora empecemos a
desglosar la forma de apostolado en la vida laical, en la
vida sacerdotal, religiosa y monástica, cuyos criterios
muy bien se pueden aplicar a toda persona creyente que
sinceramente busca a Dios.
a) La misión de los laicos. Nosotros/as los laicos al
sentirnos Iglesia, nos vemos en la necesidad de llevar a
cabo esta tarea evangelizadora; nos lo manda Jesucristo y
nos enseña la Iglesia a través de muchos documentos que
nos señalan el camino, medio eficaz para sacar el fuego
devorador a amor a Jesús que llevamos en las entrañas y
el corazón. Tenemos el ejemplo en los primeros
discípulos (Mt 5,13) (Mt 13, 31-47) (Mc 3,14) (Mt
28,19). En la primera comunidad establecida en Jerusalén
(Hch 2,14-16) (Hch 3,12-26) (Hch 5,12-16). De ahí que,
quien ama a Cristo se siente comprometido/a a prolongar
la misión de Cristo y hacerla visible en la historia de los
hombres.

199
San Pablo nos expresa muy bien en qué consiste esta
buena noticia, cuando afirma: “Pues no me avergüenzo
del Evangelio, que es fuerza de Dios para que se salve
todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es.
Porque en él se manifiesta la fuerza salvadora de Dios a
través de una fe en continuo crecimiento, como dice la
Escritura quien alcance la salvación por la fe, ese
vivirá” (Rom 1,16-17).
El Concilio Vaticano II recordó que “La Iglesia,
enviada por Dios a las gentes para ser “el sacramento
universal de la salvación”, obedeciendo el mandato de
su Fundador (cf. Mc, 16,15), por exigencias íntimas de su
misma catolicidad, se esfuerza en anunciar el Evangelio a
todos los hombres” 36 . El documento “Evangelii
Nuntiandi” de 1975 concibe la evangelización como la
“dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más
profunda”37.
La evangelización es el proceso total mediante el cual
la Iglesia, movida por el Espíritu para anunciar al mundo
el Evangelio del Reino de Dios, da testimonio entre los
hombres de la nueva manera de ser y de vivir que él
inaugura, educa en la fe a los que se convierten al
Evangelio del Reino, celebra, mediante los sacramentos
la presencia del Señor Jesús y el don del Espíritu
impregna y transforma con su fuerza todo el orden
temporal. La Buena Noticia no consiste puramente en un
mensaje intelectual, sino que es un acontecimiento
36
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre “La actividad misionera de la Iglesia”
Ad Gentes, 7 de diciembre de 1965,1.
37
PABLO IV, Exhortación Apostólica, sobre “la evangelización en el mundo
contemporáneo” Evangelii Nuntiandi, 8 de diciembre de 1975. 14.

200
salvífico; fuerza de Dios para salvar a todo el que cree.
Esta fuerza de Dios se manifiesta en Jesús de Nazaret, en
sus palabras, en sus signos, en su muerte y resurrección,
pues el Evangelio es la persona misma de Jesucristo que
se identifica con el Reino. En una palabra se trata de
“Dar a la acción pastoral un impulso nuevo, capaz de
crear tiempos nuevos de evangelización, en una Iglesia
todavía más arraigada en la fuerza y en el poder de
Pentecostés”38.
La misión de nuestros hermanos laicos/a está en
trabajar por la necesaria transformación de la sociedad,
en la renovación social basada en la visión y los valores
del Evangelio. Esta renovación es una tarea de la que son
los artífices principales, esenciales y artífices más activos
de la evangelización. Cuando el laico/a tiene clara su
identidad se compromete a poner en orden su vida
personal y de familia, sus relaciones con los demás, se
acerca a los sacramentos y se compromete en la tarea
evangelizadora de la Iglesia que opta por los pobres.
Como desea y debe ejercer sus funciones de profeta, rey
y sacerdote, la Iglesia le debe dar los medios precisos
para llevar a cabo con éxito su tarea.
¿Cuáles son estos medios? Los hay muchos pero
anotaré los más importantes: La Iglesia se esfuerza y se
esforzará siempre para ayudarle en una formación
completa en la doctrina social de la Iglesia, estará abierta
al diálogo constante con el clero y los religiosos/as
38
PABLO IV, Exhortación Apostólica, sobre “la evangelización en el mundo
contemporáneo” Evangelii Nuntiandi, 2.

201
relativo a las materias sociales y culturales, pero ante
todo, se le pide al laico/a el testimonio de fe cristiana en
el matrimonio, en la vida familiar, o en su opción por el
celibato, sin ser religiosos/as. En este sentido cuando la
vida familiar es sana y floreciente, hay un fuerte sentido
de comunidad y solidaridad. La Iglesia entonces, surge
donde se construye la familia formada en Cristo Jesús a
través de la acción santificadora del Espíritu Santo, ésta
tendrá el valor de hacer frente y lucha a los efectos
devastadores del secularismo y de la legislación
socialista negativa que trastornan el significado de la
familia, propicia la inestabilidad y la fragmentación del
matrimonio, de la vida humana en todas sus formas.
El laico al ejercer con su iniciativa encuentra el tiempo
y recursos para aliviar el sufrimiento, trabaja con todos
los sectores de la sociedad, los pobres, los excluidos y los
desechados de la sociedad, busca de soluciones a los
problemas de la pobreza, refuerza la unidad de la
familia, combate la explotación de los seres humanos en
todas sus formas, no se involucra en las manifestaciones
de muerte como el terrorismo, el aborto, la
homosexualidad, la eutanasia, la violencia; trata de
eliminar las causas sociales y culturales de las estructuras
de injusticia y corrupción consciente de que Dios en su
infinita bondad le dio las capacidades humanas y
espirituales para hacer presente el Reino de los cielos en
este mundo.
b) En la vida sacerdotal. El mundo que fue creado por
Dios nos fue confiado, pero a pesar de todo lo bueno que
hay y existe, no podemos negar que vivimos en un
202
mundo inestable, en la familia, en el trabajo, en la
educación, la salud, en las situaciones políticas, la
secularización, el gnosticismo, el ateísmo, en sus varias
formas, están reduciendo cada vez más el espacio de lo
sagrado, aniquilando el contenido del mensaje cristiano.
Los hombres de las técnicas y del bienestar, la gente
caracterizada por la fiebre del aparentar, experimentan
una extrema pobreza espiritual. La mayoría de seres
humanos son víctimas de una grave angustia existencial y
se manifiestan incapaces de resolver los problemas de
fondo de la vida espiritual, familiar y social. Si
quisiéramos interrogar la cultura más difundida, nos
daríamos cuenta de que está dominada e impregnada de
la duda sistemática y de la sospecha de todo lo que se
refiere a la fe, la razón, la religión, la ley natural, etc.
Bueno, no sigamos más, que ya todos/as sabemos de
las características de nuestra época, quizá estamos
acostumbrados a la crítica pero no hacemos nada por dar
soluciones concretas. En este contexto, la vida y el
ministerio del sacerdote secular o religioso adquieren
importancia decisiva y urgente actualidad aunque
experimenten la marginación, el desprecio de la gente,
que le consideren raro, anticuado, tradicional, pasado de
moda. Evidentemente significa lo contrario, la vocación
del sacerdote es actual e importante.
Bien, en medio de este mundo, el sacerdote secular o
religioso que es consciente de su vocación, que tiene una
escala de valores evangélicos y su ideal es la entrega total
a Jesucristo, el consagrado del Padre, son muy
entregados a la misión evangelizadora. ¡En medio de la

203
locura de la sociedad actual dan testimonio de Jesucristo!
El sacerdote debe proclamar al mundo el mensaje eterno
de Cristo, en su pureza y radicalidad; no debe rebajar el
mensaje, sino, más bien, confortar a la gente por medio
de la fuerza liberadora de Cristo presente en la Escritura
y los Sacramentos. Todos sienten la necesidad de
reformas en el campo social, económico, político; todos
desean la justicia, la solidaridad, el bien común; sin
embargo, todo será inútil si no cambia el corazón del
hombre, de tantos hombres, que renueven por su parte, la
sociedad.
Esta es la función del sacerdote, llegar a cambiar el
corazón humano, con el poder del Espíritu, por eso el
sacerdote se inserta en la vida, en la vida común de los
hombres, aunque tenga que ser perseguido, calumniado,
tenga que ir a la cárcel y pagar condenas siendo inocente,
pero no debe ceder a los conformismos y a los
compromisos de la sociedad. Esta fuerza le viene de lo
alto, de Dios que es fiel y sólo Él afianzará y le guardará
del maligno (cf. 2 Ts 3,3). “Vosotros sois la sal de la
tierra, vosotros sois la luz del mundo”. El mismo Jesús
indica la consecuencia de este olvido: “Si la sal se hace
insípida, ¿cómo se preservará el mundo de la
corrupción?” (cf. Mt 5,13-14).
Ante un mundo anémico de oración y de adoración,
el sacerdote es en primer lugar el hombre de la oración,
de la adoración, del culto, de la celebración de los santos
misterios, el sacerdote debe hablar de Dios y de las
realidades eternas y, para poderlo hacer con credibilidad,
debe ser apasionadamente creyente, estar limpio de

204
pecado, ser el hombre de la caridad que responde a las
exigencias de la sociedad, haciéndose voz de quien no
tiene voz: Los pequeños, los pobres, los ancianos, los
oprimidos, marginados. No se pertenece a sí mismo sino
a los demás, no vive para sí y no busca lo que es suyo.
Busca lo que es de Cristo, lo que es de sus hermanos.
Comparte las alegrías y los dolores de todos, sin
distinción de edad, categoría social, procedencia política,
práctica religiosa. Él es el guía de la porción del Pueblo,
que le ha sido confiada como pastor de una comunidad
formada por personas que cada una tiene un nombre, su
historia, su destino, su secreto de conciencia, porque sabe
por experiencia la alta dignidad del ser humano y es
responsable del crecimiento cristiano de cada fiel y de
todo su pueblo.
Ningún don más precioso se puede regalar a una
comunidad sino un sacerdote según el corazón de Cristo,
de ahí que, cada laico, consagrado, debe implorar con la
oración a Dios que nos dé sacerdotes santos para
conducir a su pueblo. Entonces: Reza por ellos, ámalos,
defiéndelos, ayúdalos, corrígeles con amor, extiende tu
mano con misericordia para rescatarlos de los vicios, del
peligro o del maligno. No los critiques o juzgues, sino
que haz algo por ellos porque entonces, lo harás con el
mismo Dios. Esto es evangelizar, colaborar en el
proyecto salvador de Dios.
c) En la vida consagrada. Lo he visto por experiencia
que, la persona que ama a Jesucristo y a su Iglesia sabe
descubrir las necesidades concretas de sus
destinatarios/as que son aquellos que nunca han oído
205
hablar de Jesucristo, aquellos que han recibido la fe y que
permanecen en contacto con el Evangelio a los cuales la
Iglesia debe profundizar, consolidar, alimentar y hacer
cada vez más madura la fe de aquellos que se llaman
fieles o creyentes. Aquellos que son cristianos pero que
no son practicantes de la vida cristiana, es decir, no han
renegado formalmente de su bautismo, pero están
totalmente al margen del mismo y no lo viven. La
ausencia de práctica religiosa se encuentra en los adultos
y en los jóvenes, en la élite y en la masa, en las antiguas
y en las jóvenes Iglesias... La acción evangelizadora de la
Iglesia no puede ignorarlos ni desentenderse de ellos;
debe buscar constantemente los medios y el lenguaje
adecuado para proponerles la revelación de Dios y la fe
en Jesucristo.
Descubrir estos destinarios/as para evangelizar en la
vida consagrada y sacerdotal significa facilitarles los
medios y auxilios para que cada hermano/a progrese en
el camino de la conversión y la liberación interior y se
opere una transformación positiva en su vida, es decir,
para que la persona conozca a Dios, crea en Él, lo acepte
como su Salvador y trabaje por su propia salvación
eterna y del prójimo, aceptando las exigencias radicales
del Reino y los valores evangélicos como norma de vida.
Es real esta transformación interior cuando la fuerza del
Evangelio toca, y moldea: Los criterios de juicio, los
valores éticos y las opciones que nacen de estas
decisiones, cuando los centros de interés amparan la vida,
la libertad, la caridad, cuando las líneas de pensamiento y
las fuentes de inspiración radican en el Evangelio y se

206
hacen aptas para transformar las estructuras sociales. Es
evidente que este camino de conversión y transformación
es un largo proceso en el que se necesita una decisión
personal, ser dóciles a la gracia y tener la osadía, la
fuerza para llevar a cabo las obras apostólicas de acuerdo
a su vocación y estilo de vida de manera concreta, sin
importarles las críticas de quienes quisieran hacer lo que
tú haces pero que no han recorrido tu itinerario de vida
humana, cristiana y espiritual.
En este camino de evangelizar no estamos solos/as,
contamos con la actuación del Espíritu, que le conduce a
la verdad plena en medio de los dolores y sufrimientos de
la humanidad. Dios nos ayude con nuestro servicio a
crear, formar y alimentar a personas y comunidades
maduras en la fe y dar respuesta a la nueva situación que
vivimos, provocada por los cambios sociales y culturales
de la modernidad.
Por tanto, evangelizar hoy es: Anunciar a Jesucristo en
su vida, muerte y su resurrección, su gracia, salvación y
buena noticia, porque libera de todas las esclavitudes
humanas. Se da a conocer con palabras y signos; por eso,
el mayor signo cristiano, religioso o sacerdotal es el
testimonio de vida que incluye la proclamación de lo que
se ha visto y oído: La acción de Dios manifestada en
Cristo. De ahí que, quien se esfuerza por ser consciente
de una verdadera experiencia de Jesucristo presente
dentro se sí y actuante en la historia de hoy, podrá
comunicar lo que Dios ha hecho conmigo y contigo y, si
Dios ha actuado conmigo tal como lo has leído en las

207
páginas anteriores, mucho más lo podrá hacer contigo si
le buscas y amas con corazón sincero.
d) En la vida monástica. Debo decir que para los
consagrados religiosos, sacerdotes, monjes o monjas que
pertenecemos exclusivamente a una vida monástica
estamos llamados/as a una misión importante y consiste
en cuidar los valores esenciales carismáticos. Hoy en día
tenemos necesidad de relacionar el carisma con la
identidad vocacional y con la misión asignada por Dios a
cada uno en la Iglesia; interesa mucho que desde el
principio se conozca el carisma de cada Orden religiosa a
la que se pertenece, se debe asimilar en profundidad y
vivirlo desde el período de su iniciación en la dimensión
misionera activa o contemplativa. La comprensión del
carisma supone tener claras algunas nociones generales
sobre el mismo y conocer los rasgos con que se
manifiesta en cada Orden y Congregación, además,
debemos tener la capacidad de actualizarlo en nuestro
tiempo sin dejar de lado la esencialidad del mismo, lo
que no es negociable, lo que no se puede prescindir. Yo
me atrevería a decir que hay tres dimensiones que se
debe cultivar: La dimensión de espiritualidad, comunión
y formación.
En la dimensión de espiritualidad encierra los valores
de la oración, la Liturgia, la Eucaristía, el sacramento de
la Reconciliación, la práctica de la Lectio Divina, la
lectura espiritual, la Eucaristía y la Reconciliación son
valores que no se pueden dejar de lado, sin este
alimento cotidiano se pierde el sentido de la vida.
Conozco comunidades que no dan importancia a la
208
Liturgia, no están actualizadas con las normas de la
Iglesia, rezan como quiera, bostezan en medio del rezo,
se nota a los miembros cansados; a veces no rezan por
motivos triviales como por ejemplo: Dan primacía a las
visitas de los laicos u otras personas allegadas a la
comunidad. Con flojera alargan los recreos o encuentros
de comunidad sin dar importancia al tiempo establecido
por el horario monástico con el único argumento de que
hay que compartir. Ante tal situación se va dejando de
lado el tiempo de silencio en la celda monástica, incluso
se ha llegado a pensar que mientras más tiempo estés por
fuera, más servicial eres. Si se pasa el tiempo litúrgico de
rezar la hora canónica fácilmente se deja de rezar. ¡Oh
Dios mío! ¡Qué tergiversación de los valores! Recuerdo
que una monja de cierta Orden me decía: “Hermana,
siento mucho decirle pero es la Abadesa la que propicia
esto, qué más se le puede pedir, apenas tiene tiempo para
rezar, y si llega al coro, siempre llega atrasada”…
El agobio del trabajo no les permite rezar en
comunidad, recuerdo a otra monja que me decía:
“Hermana, tengo que atender a las cocina del
restaurant, por eso no puedo ir al rezo de comunidad en
el coro y rezar aparte, me da pereza o no tengo tiempo”.
El tiempo fuerte de la oración es ocupado en diversos
oficios como el atender a personas seglares, familias,
apremia el trabajo manual como el coser los ornamentos,
la pastelería, la panadería, el hacer velas, los
medicamentos; hasta la limpieza del jardín, les quita el
tiempo de estar frente a Jesús Sacramentado. ¡Que el
trabajo es orar! No lo dudo, pero necesitamos los

209
tiempos fuertes para estar con el Señor Jesús, de lo
contrario, se va secando nuestra vida. Otro ejemplo:
“Hermana: Nosotras no tenemos tiempo para hacer la
lectura espiritual y el tiempo de la oraciones ocupado
para ir a terminar el trabajo pendiente porque tenemos
que entregar las obras, por lo tanto es imposible contar
con el tiempo de la tarde para la formación
permanente”…
No será en todos los monasterios, pero de lo que
conozco, en muchos debo decir, ¡Cuánto ha bajado el
nivel de vida espiritual en los monasterios! Es
impresionante… ¿Es que acaso no hay conciencia que el
primer oficio del monje/a es rezar, orar? Si no lo es,
entonces: ¿Para qué vino? Otra monja me decía:
“Hermana: Tenemos que trabajar para comer” Yo
recordaba lo que dice Jesús: “Buscad primeramente el
Reino de Dios y su Justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas” (Mt 6,33) y mi madre Teresa nos dice:
“No penséis, hermanas mías, que por no andar a contentar a los del mundo os ha de
faltar de comer, yo os aseguro. Jamás por artificios humanos pretendáis sustentaros,
que moriréis de hambre, y con razón. Los ojos en vuestro esposo; él os ha de
sustentar. Contento él, aunque no quieran, os darán de comer los menos vuestros
devotos, como lo habéis visto por experiencia. Si haciendo vosotras esto muriereis de
hambre, ¡bienaventuradas las monjas de San José! Esto no se os olvide, por amor del
Señor. Pues dejáis la renta, dejad el cuidado de la comida; si no, todo va perdido. Los
que quiere el Señor que la tengan, tengan enhorabuena esos cuidados, que es mucha
razón, pues es su llamamiento; mas nosotras, hermanas, es disparate”39.

No estoy en contra del trabajo, de ninguna manera,


hay que trabajar, pero en la vida monástica tiene que
tener su lugar y el trabajo nunca puede invadir las horas
de Alabanza y tiempos fuertes de oración que el
39
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Camino de Perfección, en E. MADRE DE DIOS – O.
STEGGINK, Obras Completas de Teresa de Jesús, cap. 2,1.

210
contemplativo/a hace en nombre de toda la Iglesia. Si en
el fondo del nosotros/as mismos/as pensamos que nos va
a faltar el pan, estamos negando la Providencia de Dios.
Es hora de despertar y retomar nuestro camino de
espiritualidad con responsabilidad; trabajar el tiempo
señalo y cuidar los tiempos orantes, de esta manera, la
vida se vuelve oración y la oración invade la vida.
Cuando en mis años de vida religiosa me ha tocado
hablar sobre este tema siempre les digo que cuando en un
matrimonio, los esposos se pasan todo el tiempo
trabajando y no tienen tiempo para el diálogo, para estar
en intimidad con la familia, aquel matrimonio no
sobrevivirá, lo mismo, en la vida consagrada, sino
cultivamos la intimidad amorosa con el Señor nuestro
compromiso de estar con Él se debilitará y, tarde o
temprano, la vida se halla sin sentido.
“Una atención particular merecen la vida monástica femenina y la clausura de las
monjas, por la gran estima que la comunidad cristiana siente hacia este género de
vida, que es signo de la unión exclusiva de la Iglesia-Esposa con su Señor,
profundamente amado. En efecto, la vida de las monjas de clausura, ocupadas
principalmente en la oración, en la ascesis y en el progreso ferviente de la vida
espiritual, no es otra cosa que un viaje a la Jerusalén celestial y una anticipación de
la Iglesia escatológica, abismada en la posesión y contemplación de Dios. A la luz de
esta vocación y misión eclesial, la clausura responde a la exigencia, sentida como
prioritaria, de estar con el Señor”40.

“Hay una forma de oración que nos estimula particularmente a la entrega


evangelizadora y nos motiva a buscar el bien de los demás es: la intercesión. Miremos
por un momento el interior de un gran evangelizador como san Pablo, para percibir
cómo era su oración. Estaba llena de seres humanos: “En todas mis oraciones
siempre pido con alegría por todos vosotros porque os llevo dentro de mi corazón”
(Flp 1, 4,7). Así descubrimos que interceder no nos aparta de la verdadera
contemplación, porque la contemplación que deja fuera a los demás es un engaño”41

40
JUANPABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal, sobre “la vida consagrada y su
misión en la Iglesia y el mundo” Vita Consecrata, 25 de marzo de 1996, 59a.
41
FRANCISCO, Exhortación Apostólica, sobre “el anuncio del evangelio en el mundo actual”
Evangelii Gaudium, 24 de noviembre de 2013, 281.

211
Es urgente retomar los valores esenciales de nuestra
vida monástica; el primer oficio es la Liturgia de
alabanza, el estar con el Señor para que nuestra vocación,
consagración y misión de cada monje/a sea un aporte a la
nueva evangelización de la Iglesia. La tarea principal de
la Iglesia, el mayor desafío es la actividad misionera, en
el caso de los monjes/as lo es a través de la oración de
intercesión y de la inmolación de la propia vida, pues
“toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca
por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva
una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad
ante las necesidades de los demás”42.
En definitiva, la vida monástica lleva sobre sí la gran
responsabilidad tal como nos enseña la tradición
monástica y las disposiciones de la Iglesia; los monjes
estamos llamados de modo especial a continuar en la
Iglesia la oración de Cristo, tanto en la celebración de la
Santa Misa y del Oficio Divino, como en las demás
formas de oración, la cual debe impregnar toda nuestra
vida para un mejor servicio a la actividad misionera de la
Iglesia. No debemos aflojar en el silencio, la soledad,
medios para profundizar la intimidad con el Señor por la
lectura orante de la Escritura, la frecuencia de los
sacramentos, de otra manera, nuestra vida interior se
vuelve vacía, no hay esperanza, ni alegría, ni paz, ni
sosiego frente al conflicto y la confusión mental
espiritual y comunitaria.

42
FRANCISCO, Exhortación Apostólica, sobre “el anuncio del evangelio en el mundo actual”
Evangelii Gaudium, 9.

212
En la dimensión de comunión es fácil comprender que
la vida fraterna es esencialísima, la santidad radica en la
práctica de la caridad con todos/as. ¡Oh Dios! Así como
hay ambientes de monasterios fraternos, caritativos,
hombres y mujeres que saben a lo que vinieron, que
buscan sinceramente a Dios, en el que cada monje/a con
su alto nivel de oración y compromiso construyen un
ambiente de cielo como lo puede haber en esta tierra,
entonces ser monje/a es la mayor dicha y la vida de la
comunidad es un lugar donde descansa Dios porque hay
amor de los unos/as por los otros/as.
En cambio, hay ambientes en donde el demonio
parece domina la mente y las acciones de los
monjes/as… ¡Qué miserias humanas! ¡Pareciera que en
los monasterios no se dan estas mundanidades! Pero todo
esto nos indica el bajo nivel de espiritualidad, de oración
y de búsqueda del Señor. Cuando el corazón está
enfermo pronto aparecerá los frutos de la carne y la vida
comunitaria se hace sufriente e insoportable. Las guerras
silenciosas o descubiertas entre hermanos/as, los
resentimientos, la extrema susceptibilidad, las
competencias por conseguir la buena imagen y aprecio de
los demás, las pequeñas encubiertas y sutiles venganzas,
las alianzas con el abad, abadesa, prior/a, superior/a para
que les deje hacer lo que quieren y les conviene como el
aprovecharse de los bienes de la comunidad para
socorrer a sus familias, la manipulación de los
súbditos/as hacia la autoridad, las luchas de poder, los
esfuerzos por aparecer bien y que no se deteriore la
buena imagen que se han construido, las competencias

213
por parecer buenos/as, los esfuerzos por mantener las
amistades con los laicos y conseguir regalos halagadores
para sentirse queridos/as, las envidias y la murmuración
del hermano/a que le hace sombra, porque realiza algún
trabajo que hace tiempo el otro monje/a anhela y no tiene
oportunidad de que se le encomienden, y ni qué decir
sobre las exigencias en la alimentación, en la salud, en
los hábitos, en los privilegios a los cuales están
acostumbrados/as, etc.
A este respecto he conocido monjas que han
renunciado a una fortuna dada en herencia por amor a la
pobreza de nuestro Señor y en comunidad nunca hicieron
alarde de nada, nunca se quejaron de la comida, vestido,
de las incomodidades del monasterio, mientras que he
conocido monjas que han venido de familias pobres que
apenas tenían para sobrevivir, por la misma pobreza no
alcanzaron a ir o a terminar la escuela y a la larga son las
más exigentes e intransigentes.
Hay otras que por su carácter y temperamento de
estilo normativo, perfeccionista y no trabajado hacen
difícil la vida comunitaria. Recuerdo a una joven teóloga
que entró en cierta Orden, en sus años de formación ya se
veía lo complicada que iba a ser en la vida de
comunidad; pasaba el tiempo y a varias hermanas, por
turno, les quitaba la palabra por años… Fue el dolor de
cabeza de las Abadesas. Una monja mayor me contaba de
viva voz, que les decía refiriéndose a la comunidad:
“Ustedes son santas o tontas, porque yo no la aguanto
más”. Pasaron algunos años y la tuvieron que mandar a
la fuerza. Sí, no nos espantemos que estas miserias son
214
de gente que no tiene vocación, el problema está cuando
los encargados/as de la formación y de los Superiores
Mayores no tienen el talento suficiente para discernir y
seleccionar a tiempo a los candidatos/as y mientras llega
la hora de Dios la comunidad sufre sin consuelo y son los
instrumentos vivos que permiten practicar la paciencia de
Job.
¿Qué hacer? Es sencillo reavivar la motivación
vocacional, hay que preguntar a las monjas/es y
preguntarse uno mismo muchas veces: ¿Para qué vine a
la vida religiosa? Si quiero hacer mi voluntad, disponer
de bienes, y dar mi afectividad a otra persona y no a
Dios, entonces: ¿Para qué prometí comprometerme con
los votos religiosos? Aquí hay mucho que decir, cada
uno/a examine su conciencia. No me atrevo a juzgar
tantos casos que se oyen de dependencias afectivas frente
a la autoridad u otros/as hermanos/as e incluso seglares y
sacerdotes. La clave está en que cuando el corazón no
está ocupado por el amor a Jesucristo, cuando no arde
por el proyecto de salvación que tiene Dios para con la
humanidad, fácilmente lo llenan el amor de la criaturas y,
mientras la persona consagrada, en ese caso el monje/a
no tiene experiencia de la limitación, la fragilidad, la
volubilidad, carencia, engaño, fantasía, de amor de
criaturas no podrá romper las ataduras mundanas y no
podrá volar hacia Cristo en libertad…
Hay que ser conscientes que estas miserias y muchas
más no dejarán nunca de existir y la perseverancia del
monje/a consiste en trascender sus propias miserias y la
de los demás para configurarse con Cristo en su pasión,
215
muerte y resurrección. Después de todo, a pesar de la
cruz y el sufrimiento que puede padecer el monje/a no
hay nada ni nadie como el Señor Jesús. Lo que sí es
cierto es que las vocaciones no llegan o no perseveran
cuando no hay un ambiente de caridad, cuando en lugar
de fervor hay languidez, cuando no hay esfuerzo por
vivir la fraternidad. Es fácil echar la culpa a los demás y
no ser consciente de los complejos, traumas, envidias y
egoísmos, pero el Señor nos invita a mirar la viga que
llevamos en el nuestro ojo (cf. Mt 7, 3-5). Lo mejor es
callar y trabajar en la virtud, corregirse uno mismo antes
que corregir a los demás, mantener la conciencia limpia y
vivir en paz.
En la dimensión de formación. Hay que procurar
practicar lo que se estudia. Todo conocimiento que no
ayuda a amar a Dios es perdido. Muchos problemas
comunitarios y de la pérdida de los valores esenciales del
carisma son por falta de una formación sólida que
garantice la calidad del discernimiento. En mi trabajo con
la vida consagrada debo hacer una pequeña diferencia
entre la vida apostólica activa y la vida monástica. Con
esto quiero decir que dentro de la vida apostólica activa
es lícito y normal muchas actividades como ir de paseo,
ir a invitaciones de personas laicales, usar la ropa
adecuada y elegante, etc., medios que son a propósito
porque su evangelización se realiza en medio de ámbitos
señalados como la educación, las misiones, las
parroquias, pueden pasar vacaciones cada cierto tiempo
en la familia, etc. Todas estas actividades son aprobadas
por sus Leyes y Constituciones.

216
En lo que sigue me refiero específicamente a la vida
monástica que es fundamentalmente una escuela de vida
contemplativa. Para el monje/a el ejercicio de la oración
y ésta contemplativa es el modo más adecuado para
llegar al conocimiento y a la unión con Dios. Un
conocimiento en fe y por obra del amor, con todo el
fervor de una vivísima esperanza. El ideal monástico
está, pues, en la búsqueda de Dios y de sólo Dios de
manera directa. A Dios en sí mismo y por Cristo Jesús,
que es el mediador entre Dios y los hombres.
“Los Institutos puramente contemplativos..., por mucho que urja la necesidad del
apostolado activo, ocupan siempre una parte preeminente en el cuerpo místico de
Cristo, en que todos los miembros no tienen la misma función (Rm 12, 4)...Enriquecen
al pueblo de Dios con frutos espléndidos de santidad, arrastran con su ejemplo y
dilatan las obras apostólicas con una fecundidad misteriosa... Son el honor de la
Iglesia y torrente de gracias celestiales”43.

Y el Decreto “Ad gentes”: “Los Institutos de vida contemplativa tienen una


importancia singular en la conversión de las almas con sus oraciones, obras de
penitencia y tribulaciones, porque es Dios quien, por la oración, envía operarios a su
mies, abre las almas de los no cristianos para escuchar el evangelio y fecunda la
palabra de salvación en sus corazones”44.

Debemos reconocer que ser monjes/as para vivir en un


claustro es un don, un carisma, una gracia que, además
de todo lo hermoso que es estar y vivir sólo para Dios,
requiere asumir las exigencias propias de esta vocación.
Debo decir por experiencia y conocimiento general de la
vida claustral que, actualmente estamos asistiendo a una
decadencia de los valores monásticos porque se constata
la falta de una formación sólida que permita discernir lo
esencial de lo superfluo, lo esencial de lo que es añadido
43
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre “La renovación de la vida religiosa”
Perfectae Caritatis, 7.
44
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre “La actividad misionera de la Iglesia”
Ad Gentes, 40.

217
por el tiempo; la ambigüedad de criterios, la costumbre
de la corrupción se va haciendo normal dentro de los
monasterios. Por ejemplo: No se respeta el silencio
exterior que consiste en no hablar más que las horas
señaladas por la Regla, ahora se habla en todo momento
y en todo sitio. No hay respeto a un horario comunitario
que compagina admirablemente los tiempos de oración,
trabajo, estudio y el compartir con los hermanos/as, no se
valora la celda monástica como el lugar y el medio de
intimidad con el Señor. El uso de los medios de
comunicación como la televisión se vuelve cada vez más
corriente. Recuerdo que en una comunidad se dieron al
vicio justificado: Festejar el cumpleaños de cada monja
con una buena comida, buena bebida y una buena
película, ¡tenga o no tenga un mensaje para la vida
monástica, eso no importa! Lo importante es distraerse,
reírse, ver al chavo, capulina, a veces películas con
escenas de violencia o amoríos.
Recuerdo a una monja de una Orden religiosa cuyo
nombre no lo digo por caridad, decía: “Hermana usted
sabe bien que a mí no me gustan las películas” La otra le
contestaba: “En cambio a nosotras sí”. Y otras decían:
“Pone en boca de todas lo que ella piensa, cuando le
gusta se queda al compartir con la comunidad, de lo
contario se hace la enferma y se va a acostar pronto, sin
embargo, nosotras tenemos que cargar con el peso del
trabajo”.
Sí, todo les viene bien porque “supuestamente” están
centrados/as en su vocación; llega el mundial del futbol
y he visto a los miembros de muchos monasterios frente
218
a la pantalla del televisor. En una palabra se ha
introducido en la vida monacal el “cine monástico”. Con
respecto al internet ni qué decir, están al tanto de toda
noticia porque en el internet hay de todo y habla todo.
Entonces, ¿de qué silencio interior estamos hablando?
Cada uno responda por sí mismo/a.
El valor de la ascesis, mortificación y penitencia va
perdiendo color porque se ve y se nota como en el
quejarse por la comida, se oyen expresiones como: ¡A mí
eso no me gusta esto!, ¡Lo mismo y lo mismo!
Arrugando la frente dicen: ¡Qué feo está! ¡Como lo que
más me gusta! ¡Tal día es solemnidad en la Iglesia,
entonces nos tienen que comprar pan bueno y helados!
¡Pues claro, cómo vamos a comer el pan hecho en casa
que además que ya tiene varios días está un poco duro!
¡Dios mío! Yo me interrogo: Si estuvieran en sus
casas de familia que son pobres ni siquiera pan duro lo
tendrían, hay tantos/as que se mueren de hambre, roban
porque no tienen qué comer y usted monje /a se da el lujo
de decir: ¡No quiero! ¡No me gusta! Con la idea de que
es mejor practicar la virtud a nivel interior y que los
signos exteriores como la penitencia y el ayuno muchos
religiosos/as, monjes/as de hoy ya no valoran la ascesis,
no son tomados en cuenta y no sirven. ¿Cómo formar a la
nueva generación y demostrarles que los signos
exteriores del ayuno, la ascesis, la mortificación y la
penitencia ayudan a la vivencia interior de la virtud en
favor del prójimo? Me parece ser un reto y un desafío
para la vida monástica, hoy.

219
En el tema de la clausura está muy deteriorada, poco o
nada usan los lugares apropiados para recibir a la gente
como los locutorios, ¡no importa! Ellos tienen entrada
libre por los espacios del monasterio, penetran hasta las
habitaciones de las monjes/as, se pasa el tiempo en
conversaciones de todo tipo. El argumento consiste en
acoger a la gente, enseñarles, llevarles una palabra de
aliento. Si son muy amigos comen con la comunidad
monástica porque les hacen pasar al comedor o
refectorio. Si tenemos que rezar la hora canónica, ¡pues
lo dejamos! Estamos con la gente, hay que atenderlos y a
esperar buenamente que se vayan. Si la comunidad está
cansada por los trabajos internos del monasterio piden los
permisos necesarios y se van de vacaciones nada menos
y nada más que a la playa, o a su vez, a alguna finca de
los bienhechores que amablemente no faltan en sus
invitaciones o en sus buenas intenciones, pero que casi o
nada, saben de las exigencias de nuestra vida monástica.
Hay otro tema y es que los monjes/as van de
vacaciones a las familias, les parece normal, humano,
caridad. No me refiero cuando el monje o la monja tiene
que ir porque su madre o su padre están muy enfermos o
al borde de la muerte, sino, repito, de vacaciones. No
falta quien dice que observar las exigencias de la vida
monástica son cosas antiguas, les parece obsoleto,
entonces yo me pregunto: ¿Para qué continúan en la
forma de vida que escogieron? No será mejor que sean
honestos/as y opten por otra forma de vida que les llene
los vacíos afectivos que tienen antes que llenarlo en la

220
vida monástica a costa de menguar, allanar, alienar los
valores y exigencias carismáticas?
“Al elegir un espacio circunscrito como lugar de vida, las claustrales participan en el
anonadamiento de Cristo mediante una pobreza radical que se manifiesta en la
renuncia no sólo de las cosas, sino también del “espacio”, de los contactos externos,
de tantos bienes de la creación. Este modo singular de ofrecer el “cuerpo” las
introduce de manera más sensible en el misterio eucarístico. Se ofrecen con Jesús por
la salvación del mundo. Su ofrecimiento, además del aspecto de sacrificio y de
expiación, adquiere la dimensión de la acción de gracias al Padre, participando de la
acción de gracias del Hijo predilecto”45

Los superiores/as, abades o abadesas, propician estos


momentos de encuentro en nombre del humanismo de la
vida religiosa, ni siquiera se cuestionan, se interrogan y
¡ay del súbdito/a que se atreva a cuestionarles! Porque
entonces, no se cansan de hablar mal de los hermanos/as
con las personas que consideran importantes para cubrir
su imagen, su figura, para decir que tal o cual persona no
les apoya, son obstáculo y lo que es peor, tratan de
mantenerle a distancia, mandarle lejos o simplemente
ignorarlos, de tal manera que son miembros que no
sirven para nada. Pero cuando encuentran personas que
les apoyan en sus pequeñas o grandes corrupciones no
escatiman esfuerzos para solventar sus necesidades,
hablan muy bien de ellos, y pobre de aquel o aquella que
se atreve a hablar en contra del hermano/a, amiga del
abad o abadesa porque les amparan pese a constatar los
errores que cometen.
¡Oh Dios! ¡Cuánto tendrán que dar cuenta Dios sobre
el rebaño confiado! Y lo que digo es poco frente a la
crisis y dura realidad que se vive hoy a nivel general de
45
JUANPABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal, sobre “la vida consagrada y su
misión en la Iglesia y el mundo” Vita Consecrata, 59b.

221
la vida monástica. Estas líneas quieren ser un llamado a
recobrar la identidad, consagración y misión de la vida
consagrada, religiosa y especialmente monástica. Que
Dios nos ayude a ser la sal y la luz en este mundo (cf.
Mt, 5,13-16).
Bueno, después del escrito anterior acerca de los
criterios de la evangelización y de las realidades
analizadas anteriormente, quiero compartir a grandes
rasgos cómo Dios me concedió y me sigue concediendo
ser instrumento de evangelización en medio de la vida
monástica, contemplativa. Si estas páginas llega a leer
algún monje/a espero sean una motivación constante para
que continúe en el apostolado de su vida escondida en
Cristo y si las circunstancias le son adversas no se
desanime, pues su función es ser profeta con la oración
perseverante, el ejemplo, el signo, la palabra y si no es
escuchado/a, Dios le dará la oportunidad de hacerlo con
la pluma, pero nunca deje de proclamar que Dios nos
ama, perdona, y busca un corazón puro, sin doblez, pero
también nos exige calidad de vida, además, que la Iglesia
y el mundo tiene derecho a que tú monje/a le sirvas con
la santidad de vida aun cuando a los demás no les
interesa nada de nada.
e) Testimonio de mi experiencia de apostolado
contemplativo y monástico. En mi caso me ayudó mucho
la calidad de la formación intelectual y vivencial que
aprendí en el hogar, el ejemplo de mis padres y de la
familia que me rodeó. Cuando entré al monasterio me ha
sostenido siempre la sinceridad en la motivación
vocacional: Buscar el rostro de Dios, el ejemplo de las
222
monjas mayores que encontré en la comunidad fueron
determinantes para mí. Doy gracias a Dios por ello, sin
embargo, me atrevería a decir que no son determinantes
porque la calidad de la vida se la hace cada día, con la
clase de opciones y decisiones que vamos tomando.
Estoy convencida que si en el cristiano/a, religioso/a o
sacerdote se va fraguando en el interior una vida
espiritual sólida, como he anotado, muchas veces a través
de las páginas de este libro, en el que he insistido en el
encuentro íntimo con Jesucristo, Hijo de Dios es tan
normal, natural y evidente trabajar por en la expansión
del Reino.
Dios me concedió la gracia de descubrir el valor
inmenso de la oración como un camino de amistad, tal
como lo dice mi madre Teresa de Jesús, “No es otra cosa
oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas
veces tratando a solas con quien sabemos nos
ama” 46 pero que se hace experiencia personal en la
medida que se vive las circunstancias, situaciones, gozos
y dolores de cada día.
Debo agradecer a nuestro Señor que poco a poco me
enseñó el poder de la oración, sí, ninguna oración se
pierde, es inútil, o vuelve vacía. El principio fundamental
es conocer, creer y saber que Dios me ama, nos ama, y
como tal es Padre, Madre, Amigo, Compañero, Esposo,
Redentor, Salvador, Santificador. Como me ama, siempre
quiere mi propio bien, ya que por mí se encarnó, vivió
esta vida humana, padeció, murió y resucitó. ¿Qué más
46
E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Vida, en E. MADRE DE DIOS – O. STEGGINK, Obras
Completas de Teresa de Jesús, cap. 5,8.

223
prueba de amor quiero? ¿Sabes en realidad lo que
significa estos términos y la profundidad de misterio que
llevan en sí? Bien, ésta es la base, el principio, la esencia
de todo el edificio espiritual. Entonces, como te dije
antes, poco a poco fui entendiendo, por eso, tuve la dicha
de experimentar:
 Que Dios sanaba las heridas de mi historia personal,
lo que antes me parecía una tragedia se me volvió don y
gracia. Asumí con paz la condición de pobreza en que
nací, las limitaciones y dones de mis padres, la escasez
económica que experimente en el hogar, sin embargo,
nunca me faltó nada.
 Asumí mi condición personal, mi estatura pequeña,
enfermiza, mi temperamento y carácter fuerte que me
daba la posibilidad de practicar la decisión, tenacidad y
claridad mental pero también este carácter me daba
conflictos de testarudez y la oportunidad para imponer mi
voluntad.
 La experiencia de limitación y pobreza me llevaron
a comprender a los demás, especialmente en la vida de
comunidad, a intentar una y otra vez a no juzgar sino a
mirar el lado bueno del prójimo y a sacar de los mayores
males algo positivo. Dios me dio el don de percibir la
amargura, la ira, y la negatividad del prójimo y cuando
estas asechanzas caían sobre mí, al principio era motivo
de mucho sufrimiento, ahora paso de largo, tomo
distancia, pero a la vez, oro por el hermano/a; esta
práctica mantiene mi corazón libre del odio, rencor o

224
resentimiento, esto no quiere decir que no sienta dolor y
sufrimiento.
 Con el andar del tiempo me di cuenta que en la vida
de comunidad es mejor no abrir la boca, no aconsejar, no
predicar, sino dar ejemplo, mostrar lo contrario con la
virtud, las veces que nuestro Señor nos concede salir
avante de las situaciones conflictivas, porque hay y habrá
muchas veces que nos es necesario comer el pan de la
humillación y del sufrimiento para purificarnos.
 Aprendí a ofrecer todo lo que he vivido en el día:
Gozos, sufrimientos, reprensiones, humillaciones,
enfermedades etc. Me esforcé siempre por realizar mis
acciones unidas a lo que vivió y pasó nuestro Buen Jesús
en su vida mortal y en su pasión; hay que cubrirlas con su
Sangre Preciosa, unirlas a su corazón y nada es perdido,
todo sirve por las intenciones que Jesús y María tienen
sobre la humanidad, la Iglesia, los cristianos, sus
sacerdotes. Por eso digo que el apostolado del
contemplativo/a es “la inmolación de la propia vida
unida a Jesucristo por el Reino”.
Jesús cuando redimió en plenitud al mundo con su
Sangre lo hizo con su dolor y muerte en la cruz. Redimió
al mundo en el caminar de su historia temporal y en la
zona de los muertos, es decir, en el más allá. El Señor
Jesús Resucitado necesita nuestra vida, la mía, la tuya y
la de todos aquellos/as a los que puedas evangelizar para
continuar su misión, su evangelización y redención aquí
y ahora. Desde esta perspectiva, el apostolado de la vida
contemplativa no es sentimentalismo, ni se funda en la

225
devoción reflejada en muchas oraciones vocales o
novenas, sino que es realidad en donde nuestro Señor
vuelve a encarnarse en nuestra historia para llevarnos al
Padre. Quien sonríe incrédulo ante este tipo de
apostolado es porque no ha comprendido nada… Yo soy
testigo de la eficacia de este apostolado y la prueba
mayor es todo lo que va relatado en este libro.
 Además, de esta forma cotidiana de apostolado Dios
me concedió el ministerio del acompañamiento espiritual
a muchas religiosas de vida contemplativa de mi propia
Orden y otras Órdenes Religiosas. Sobre todo tuve que
aprender a escucharlas con paciencia. Muchas veces me
sentí impotente para remediar sus heridas, pero como el
dinamismo de la oración abarca todo aquello que no se
puede hacer, aprendí a consolar a la hermana desde la
propia experiencia en la vida de oración y de la vida de
comunidad, también aprendí a guardar las confidencias
con respeto y, sólo con el pasar el tiempo se podía
contemplar en el rostro de las hermanas una acción de
gracias por haberlas escuchado con el corazón, sin
juzgarlas, cuando más necesitaban. El ministerio de ser
madres espirituales en la vida monástica es un don que
Dios nos da, nos pide, nos permite ejercitar y con
humildad tenemos que recuperar y ejercitar dentro y
fuera de nuestras comunidades para sanar las heridas del
alma en compañía de Jesús y María.
 El otro ministerio que Dios me dio para colaborar en
la extensión del Reino es buscar formación continua, por
ello, me dio la oportunidad de estudiar Teología y no
sólo tener en mis manos los principios eficaces para dar
226
razón de mi fe, sino para seguir ejercitando con mayor
calidad el ministerio del acompañamiento espiritual con
la razón, la Teología, las escritura de las páginas de este
libro y la propia experiencia de Dios que, por su gracia y
en razón de la extensión de su Reino, ha querido que yo
sea un instrumento en sus manos para dar a conocer que
el Señor Jesús vive dentro de nosotros/as, continúa su
misión por medio de nosotros/as, ama a su Iglesia y su
deleite es estar con los hijos de los hombres porque
“Entre los hombres asentó su cimiento eterno y con su
descendencia se mantendrá fiel”( Eclo. 1,15).
Bien, a ti querido hermano/a que has realizado la
lectura de estas páginas, termino con estas palabras que
me salen del corazón: Mira, Dios eligió y preparó un
pueblo para manifestarse, todo lo que sucedió en este
pueblo de Israel fue un símbolo de la venida de Cristo
que se hizo presente en las entrañas de María Virgen, Él
vino a esta tierra y nos enseñó cómo debemos vivir y lo
que nos espera en la eternidad. Dejó a su Iglesia y a sus
sucesores la potestad de administrar sus gracias y
sacramentos para nuestra salvación. Dios es fiel y Él nos
fortalecerá y guardará del maligno (cf. 2Ts 3,3) para que
termine nuestra peregrinación en esta tierra, mientras
tanto te quiere hacer participar de su proyecto de
salvación y por eso te pide que le permitas “continuar su
vida en la tuya” de acuerdo a la vocación y estilo de vida
que te dio. Gasta tu vida en conocerle, amarle y servirle
en el prójimo, aquí encontrarás el sentido de tu vida y la
felicidad que se puede alcanzar en esta tierra. La clave
para la paz interior consiste en querer, descubrir, y hacer

227
la voluntad del Padre Dios en tu vida como lo hizo
Jesucristo en el Espíritu Santo.
Querido hermano/a la vida es breve y tenemos que
prepararnos para el encuentro con Dios cara a cara
¿Estamos listos para dar el paso a la eternidad? “En la
casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera,
yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,
vosotros también estéis” (Jn 14,2).La plenitud de vida en
el aquí y ahora se vive por fe.
La dimensión espiritual de la eternidad comenzó el día
que decidimos creer en Jesús y poner nuestra confianza
en Él así como los Apóstoles que sólo después de verlo
resucitado entendieron y desde entonces la resurrección
se convirtió en la piedra angular de su predicación. Pablo
les decía a los Corintios: “Y si Cristo no resucitó, vana es
entonces nuestra predicación, vana es también vuestra
fe” (1 Co 15,14). Y en su segunda carta a estos hermanos
añadió: “Pues sabemos que aquel que resucitó al Señor
Jesús nos resucitará también a nosotros con él y nos
llevará junto con ustedes a su presencia” (2 Co 4,14).
Termino esta obra confiando en María, la Virgen y
Madre que recorre el camino de la historia junto a
nosotros/as. Ella que fue siempre fiel, cuando le asaltó la
incertidumbre, cuando las cosas se le hacían
complicadas, nos enseñó a confiar. Que la Madre nos
instruya con decisión y firmeza a pronunciar aquel
bienaventurado “Hágase”, del que viene nuestra salud, y

228
nos acompañe en una verdadera experiencia orante del
Dios vivo que vive dentro de nosotros/as para ser testigos
de su Reino el tiempo y la eternidad. Amén.

229
CONCLUSIÓN GENERAL

Teniendo como base principal, el misterio de la


elección divina que se refiere a una vocación, sea esta
laical, religiosa o sacerdotal explicaré brevemente la
conclusión de los tres niveles en cuales la experiencia
orante repercute en la persona, por eso, la conclusión
general tendrá cuatro puntos. Toda experiencia espiritual
por más pequeña que sea implica tres niveles de manera
integral, uniforme y profunda: A nivel humano,
psicológico y espiritual entendido esto como la persona
capaz de comprenderse y aceptase a sí misma para ser
feliz en la medida que se puede en esta tierra asumiendo
la cruz. A nivel comunitario o social en donde se verifica
la caridad con el prójimo y a nivel eclesial, como el
ambiente donde vivo sea la familia, el trabajo, la
comunidad religiosa, parroquial, etc. A nivel eclesial, es
decir, toca el trabajo de la nueva evangelización dentro
de la Iglesia, aceptando la autoridad de Pedro y quienes
le representan. Si no tomamos en cuenta lo que va a
continuación no se podrá crecer en la capacidad de
respuesta a Dios. Entonces:

1. La elección por parte de Dios

La plenitud de vida espiritual e integral a partir de la


conciencia de una experiencia del Dios vivo, de cualquier
230
persona, que es llamada por Dios, radica en el misterio de
la elección que Dios le hace, así como cuando Dios eligió
a Israel para que fuera un “Pueblo santo” (Dt 7,6; 14,2),
por pura misericordia. Desde esta perspectiva, no dejo de
alabar a Dios por tantos bienes dados a la humanidad
desde la creación del mundo en orden a preparar al ser
humano a gozar de su propia dignidad en comunión con
la Trinidad que le creó.
La conciencia de la elección de amor por parte de
Dios hacia mí, me facilitó volver mis ojos hacia el
misterio de la Encarnación y Nacimiento del Hijo de
Dios ¡misterio tan inmenso¡ no sólo como un hecho
histórico sucedido hace dos mil años, sino un misterio
que se actualiza hoy y aquí y en mí, de diversa forma,
pero que al fin es la conciencia de un Dios amor que
perpetúa el misterio de su humanidad dentro de la
interioridad del justo donde sólo mora Dios.
Dicho de otra manera, Dios mora dentro de las
profundidades del espíritu humano, en este proceso
necesariamente participa nuestro cuerpo que nos
configura en la historia, en el espacio y el tiempo. Esta
experiencia demuestra que nuestro Dios no deja de
sorprendernos en cada época de la historia, sin que se
agoten las formas cómo quiere manifestarse a quien le
ama.

2. A nivel humano, psicológico y espiritual

Fruto de la experiencia espiritual, la persona madura


en lo interior, el terreno está dispuesto para qué las
231
semillas hagan brotar las virtudes humanas, éticas,
morales, todas las que tú quieras nombrar ya que no
tienen límite en su crecimiento. La intensidad de la
experiencia de Dios permite que las virtudes nazcan si no
las hay, se consoliden si existen, agudicen su potencial
por medio de la acción del Espíritu Santo para volverse
dones; por lo tanto, no son para mí, son para ayudar, o
colaborar con Dios en beneficio del prójimo.
De esta manera, a partir de este proceso, la persona
que lleva en sí la experiencia de lo sobrenatural se
estabiliza en todo su ser, su mente es clara, vivaz, aguda,
con una inteligencia viva, amplia visión, su porte es
sereno, paciente consigo misma y con Dios. Está en la
capacidad de desprenderse de todo lo creado porque son
cosas caducas y transitorias. Se someten a la voluntad de
Dios hasta en los más mínimos detalles y Dios asume el
control de los pensamientos, sentimientos, decisiones y
del desarrollo de los acontecimientos. La gran dicha que
se experimenta es que Dios está pendiente de ti, te ama y
aunque otros procuren hacerte daño no podrán porque
Dios es tu Defensor. Una persona que camina así se dice
que es espiritual, con solidez interior.
En mi caso, la experiencia vivida y ahora transmitida,
me dio crecimiento humano, psicológico y espiritual,
digo crecimiento pues entiendo que no tiene límite,
porque la experiencia de Dios tampoco tiene un límite,
por lo tanto, me considero pequeña, he dado algunos
pasos, espero más porque espero abundancia de dones de
parte de mi Dios. “Gratis habéis recibido, dadlo gratis”
(Mt10, 8). La clave está en tomar conciencia de lo que he
232
recibido. Sólo después de comprender que no tengo nada
mío, puedo dar lo que tengo con autenticidad.

3. A nivel comunitario o social

La experiencia de Dios permite que quien la vive sea


capaz de que todo lo que al prójimo le puedas decir,
ayudar, colaborar, se convierte en canal de gracia y de
amor para el hermano/a. A partir de mi experiencia
vivida me permito decir que toda experiencia de Dios se
constituye un don para los demás, para aquellos que
quieran, a nadie se le impone, están allí para que cada
uno tome lo que le viene bien.
Esto no quita que experimentes el cansancio, las faltas
involuntarias, tu limitación física e intelectual y aún el
pecado, pero la confianza en el Dios que te ama y que se
te ha manifestado sobrepasa tu impotencia, elevas tu
corazón y a ¡caminar! Porque lo que le importa al Señor
no son las caídas sino el amor con que te levantes. No
necesitamos ser ricos/as en virtudes, sino todo lo contario
necesitamos sentirnos pobres, no sabemos nada, no
podemos nada, no somos nada, esta actitud a Jesucristo
le agrada sobre manera, de tal forma que le dejamos
hacer en nosotros el oficio de Salvador y Redentor. Esto
es todo.

4. A nivel eclesial

Se trata de desplegar las fuerzas físicas y espirituales


en un trabajo pastoral en el ambiente que Dios te da. Hay
233
muchas formas, cada uno sabe dónde y cómo. En mi
caso, Dios quiso concederme la gracia de trabajar a nivel
de monjas/es de vida contemplativa para intentar curar
las llagas de aquellos/as que buscan algo de Dios para
crecer en su vocación y misión dentro de la Iglesia y, en
nombre de la humanidad, ser curados.
Así, las llagas de la humanidad son fáciles de
contemplar para aquel/lla que tiene un mínimo de
conocimiento sobre la libertad humana y la condición del
pecado que reina en todas partes. Más, las llagas de la
Iglesia actual permanecen abiertas y expuestas a la
contaminación exterior o interior. La conciencia de que
estamos enfermos y necesitamos de Dios nos permite ser
dóciles a sufrir el dolor de la cruz redentora para limpiar
y derramar el aceite del Espíritu y sanar lo que Dios
quiere, cuándo y cómo Dios lo quiere, no como yo me
imagino y a mí me parece.
Me preguntarán: ¿De qué llagas hablas en concreto?
Son tan fáciles de localizarlas y no necesito ciencia
alguna para darme cuenta. En síntesis, además de todo lo
que has leído en este libro te diría que la Iglesia de hoy
tiene llagas a nivel de memoria, pensamiento y voluntad.
¡Oh Iglesia santa la única memoria que debe existir en ti
son las enseñanzas de tu Maestro, el Hijo de Dios para
que no pierdas el camino del amor, la verdad que te hace
libre y la vida que te da plenitud y madurez en tus
criterios, decisiones y mentalidad!
¿Qué me dices cuándo surgen en ti el deseo de cometer
los mismos errores y herejías de años atrás y que fueron

234
defendidas por hombres y mujeres santos/as? ¿Qué me
dices cuando te aferras a la espiritualidad del pasado que
no te lanza a crecer en el espíritu de Dios, fruto de
tradicionalismos e involucionas sectoristas, dando lugar
a la división, el escándalo, la inoperancia de la fe,
tratando de abrazar en tu seno la ambigüedad de una vida
que no es acorde con la vida bautismal, laical,
consagrada y sacerdotal? ¿No te duele acaso que muchos
de tus hermanos/as bajan al infierno y que la sangre de
Cristo no fue suficiente para dar la verdadera vida a
quienes esperaban de tu testimonio para llegar a conocer,
amar a servir a quien les creó de la nada?
Continuemos: ¿Qué piensas de las muchas formas o
corrientes de pensamiento que te afanas por hacer
prevalecer aún a sabiendas que no estás de acuerdo con
la Tradición y Magisterio de tu Madre la Iglesia?
Oscurecido el entendimiento, no me asustas que tu
voluntad esté nublada, turbada, débil, sin el ánimo que tu
Dios espera de ti para que la defiendas de las garras del
maligno. ¿Qué has hecho con los dones que Dios te ha
dado para el bien de la misma? ¿Por qué permaneces
tranquilo/a diciéndote a ti mismo que eso no es obra tuya
y tú no tienes parte en las decisiones de cada uno?
Lo que leíste en estas páginas te servirá, si tú lo quieres
para conocer un poco más a Jesucristo,
independientemente a qué confesión de fe pertenezcas, y
yo escribí independientemente a qué grupo pertenezcas.
¡Ya ves! Como te habrás dado cuenta, soy monja, ¡Piensa
lo que quieras!, pero la verdad es que tú y yo y todos no

235
podemos ser, existir, y ser lo que somos sino no estamos
vinculados/as a la Iglesia de Cristo...
No, no vamos a discutir sobre la Jerarquía de la
Iglesia; la Iglesia de la que hablo somos tu y yo y
todos/as aquellos/as seres humanos que ves, oyes y pasan
a tu lado…sí, aunque no sean bautizados, aunque no
crean en nada, aunque se confiesen agnósticos, ateos, y
contarios a la fe católica. Y si eres religioso, laico,
sacerdote, quizá seas el más incrédulo y resistente como
yo lo estuve por largo tiempo, y si eres una persona de fe
y ves con el corazón, entonces, podrán entender aquello
que no se puede explicar y darás crédito a lo invisible
que sólo se capta con el corazón y supera la razón.
Bueno, dejemos ya de hacer preguntas y toquemos las
llagas de la Iglesia con profundo respeto y cariño, porque
sabes, éstas son las llagas del Cuerpo de Cristo cuando
bajó de la Cruz. ¡Sí, son éstas! y ya te puedes imaginar
que fue el discípulo Juan, símbolo de todo sacerdote, la
Magdalena y otros/as que estuvieron allí símbolos del
laicado de la Iglesia, pero sobre todo estuvo María, la
elegida, la Madre, la Virgen quien con indecible amor de
madre limpiaría las llagas del Hijo.
Los Evangelios no lo dicen explícitamente pero es
natural suponer que así fue, pues Jesús fue descolgado de
la cruz por José de Arimatea y envuelto en una sábana.
(cf. Mc.15, 45-46) ¡Oh María, no hay lengua humana que
pueda explicar tu dolor y penetrar este misterio! ¡El Hijo
salido de tus entrañas, bajaba a las entrañas de la tierra y

236
a las entrañas de la región de los que viven sin vivir y
mueren sin morir!
Sólo una última cosa: Para perseverar en el ejercicio de
esta misión mientras tengamos aliento de vida no nos
queda más que acogernos a la oración profunda, la
pureza del corazón y el abandono a su voluntad. Explico
desde lo que el Señor me ha enseñado a lo largo de estos
años.
a) La oración profunda, es decir, orar con intensidad,
no se trata de fuerzas físicas sino de la intensidad del
amor a Jesucristo y a su Reino. Para esto es necesario que
el interior esté habitado por la presencia de Dios que
alegra toda la persona (cf. Is 9,2). Esta presencia no es
intelectual sino experiencial. Dios habita dentro, esto ya
nos lo enseñaron santos como Agustín, Teresa, Juan de la
Cruz, sor Isabel de la Trinidad. Pero una cosa es saberlo
por lo que me dijeron, porque dejaron escrito, otra es
haberlo vivido, constatado, experimentado yo, y luego,
no sólo confirmar lo que ya antes otros lo dijeron sino
que ahora me toca a mí testimoniarlo sin miedo.
Aquí está la falencia de la mayoría de los bautizados
porque no creemos, así me pasaba a mí, hasta que no
tuve esta experiencia. Lo que yo dejo escrito es tan poco
en relación a lo que Dios ha dado y dará a muchos/as si
se abren a su gracia. “El Reino de Dios está entre
nosotros…” (Lc.17, 20-21) tal y como nos dice el
Maestro, se hace efectiva si comprendemos que
Jesucristo mismo es el Reino de Dios en persona. En mi
caso comencé a sentirme habitada por Jesús Niño,

237
chiquito, pero que es el Dios creador, redentor, salvador
y santificador. Donde está el Verbo de Dios humanado
ahí están los tres, es decir la Trinidad. Entonces, con esta
experiencia todas las acciones, pensamientos,
sentimientos son realizados en compañía de esta
presencia que es testigo de lo que hablas, haces y piensas.
b) El otro presupuesto es la pureza de conciencia, del
corazón, estar sin pecado venial, evitando a toda costa las
faltas voluntarias, para buscar en cada momento lo que
más agrada a Jesucristo. Pero cuando dominan las faltas
voluntarias la presencia disminuye y hasta se pierde. Otra
cosa distinta es cuando se esconde para que lo
busquemos con más intensidad o quiere mantenernos en
el ámbito de la fe.
c) Resultado de esta experiencia es el abandono total
en las manos y el corazón de Dios. Se trata de estar
contento con lo que Dios dispone en nuestra vida aunque
no lo entendamos. Sí, así de simple… Este camino no es
fácil hacerlo realidad, ser coherente y consecuente con lo
que se predica. La persona lucha por su independencia,
se revela, reclama, pregunta, la razón se impone una y
otra vez, pero al fin triunfa la gracia, se cumple la
promesa del Señor y, aquí es donde se asume las
circunstancias que nos envuelven con la forma y método
que Dios tiene para hacerlo según su misericordia y no
según nuestros criterios humanos, limitados y mezquinos.
El Señor espera, es paciente y Él mejor que nadie sabe
cómo dispone las cosas, personas, acontecimientos. Hay
que dejarlo hacer y la paz no se hace esperar.

238
Bueno, en el transcurso de todos estos años fui
entendiendo poco a poco, me costó en primer lugar
aceptar lo que me estaba pasando, es decir, acoger con
humildad que se me confiaba una misión que era la
gracia continuadora de tantos y tantas personas que aman
a Jesucristo, yo no sería ni la primera ni la última, pero
mi vida tenía un nuevo sentido para vivir, para luchar
cada día, para superar las molestias del prójimo, para
tener la fortaleza suficiente para sufrir la crítica
destructiva, los sinsabores de la vida comunitaria, para
ser profeta en medio del contexto en que vivo; me daría
la capacidad de mantenerme siempre anhelante por
resguardar los valores esenciales de la vida consagrada y
carmelita. Dentro de este contexto la narración de lo que
sigue adelante son confirmaciones de lo que nuestro
Señor ha ido disponiendo para que yo colaborara en la
construcción de su Iglesia.
Cómo dar gracias a Dios por los beneficios recibidos
en esta etapa de vida, Dios era el autor de esta historia y
yo no había tomado conciencia radical de Aquel que me
había dado la vida, me llamaba a una relación más íntima
con Él y quería hacer de mí un instrumento afinado para
tocar las notas sublimes que saldrían de su Corazón en
beneficio de todos aquellos/as que pondría en mi camino.
¡Aquí termina esta etapa! ¡Dios sea glorificado y
bendecido por siempre!
No sé lo que vendrá después, de todos modos será una
nueva etapa a partir del 2012 hasta el fin de mis días.
Acontecimientos que Dios los tiene grabados en su
corazón y que a mí me tocará descubrir su voluntad en el
239
desarrollo de los mismos. Aquí termina la historia del
amor de Dios para conmigo desde el año 1964 al 2011
¡Ahora vivo solo de la fe! y aunque mis días pasan con
tranquilidad la ausencia de Jesucristo en cualquiera de las
formas de presencias narradas anteriormente no se han
vuelto a manifestar. La fe como don, con todo lo que
llena de realismo y crudeza me sostiene en el camino de
mi vida consagrada. En la vida no es el hecho de que no
existan los problemas que a la larga, son fuente de
madurez y humanidad, sino es el hecho de que en medio
de ellos aprendamos a amar a los otros como a nosotros
mismos y a descubrir que el Señor Jesús camina con
nosotros.
Todo lo que te he contado en las páginas que has leído
guárdalo en tu corazón porque sabes, actualmente, ya no
tengo nada, por más oración que tenga, no viene Jesús
Niño, ni adulto, por más pureza de conciencia, no se deja
sentir o percibir. Sólo vivo de la fe y muchas veces es
como si nunca hubiera tenido tales gracias.
Pero lo que sí te puedo decir es que nada de lo humano
le es ajeno al Verbo Encarnado. Encuentra su dicha en
convivir con la persona humana, encuentra su delicia en
realizar su obra de santificación en el espíritu humano.
Todo lo que la Trinidad hace y dice es un don no sólo
para quien lo recibe sino para la Iglesia entera, por eso,
no puedo callarme lo que Dios me ha dado, sino que la
extiendo como una semilla en el jardín de su Iglesia, para
que muchas personas religiosas, sacerdotes y seglares se
animen a creerle al Señor que está vivo y que nos lo dio
la Virgen María, se dejen amar y no tengan reparos en
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trabajar por la Iglesia peregrina y purgante, todo, siempre
bajo la autoridad del Magisterio de la Iglesia presente en
sus Obispos y sacerdotes. Por eso este escrito es
sometido al juicio de mi madre la Iglesia.
Aquí termina estas páginas, te he compartido lo que
Dios me dio para ti. Te digo que no quiero complicarme
la vida como antes, pues la vida espiritual se vuelve más
simple en la medida en que uno es consciente que todo
pasa, que sólo Dios queda como lo único Absoluto y es la
razón de ser y existir.
El secreto de la santidad dentro de la vocación a la que
hemos sido llamados/as sea esta laical, consagrado/a o
sacerdotal es tener alto la intensidad del amor a
Jesucristo que abarca y hace libre la voluntad, la
memoria y entendimiento. No hay libertad más noble y
más pura. Esta capacidad de amor ilimitada que Dios
mismo ha puesto en nuestros corazones nos permite
fusionarnos con el amor divino, entrar en su divino
querer, hacer su voluntad, y volar alto hasta la cumbre de
la santidad aprovechando lo cotidiano, las cosas
pequeñas. Lo que se necesita es amor y pureza de
intención, hacerlo por sólo Dios.
Pido a Dios que me dé y nos dé semillas de amor,
entendimiento, valor, fe, fuerza, paz interior y así poder
lograr la santidad de vida a la cual somos llamados/as
para que Dios sea conocido, amado y glorificado en sus
obras. Dios te bendiga y hasta ¡vernos en el cielo! Tú
hermana que, aunque no te conozca rezo por ti y ahora tú
reza por mí.

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“Nada te turbe, ¿Ves la gloria del mundo?
Nada te espante, Es gloria vana;
Todo se pasa, Nada tiene de estable,
Dios no se muda. Todo se pasa.
La paciencia Aspira a lo celeste,
Todo lo alcanza; Que siempre dura;
Quien a Dios tiene Fiel y rico en promesas,
Nada le falta: Dios no se muda.
Sólo Dios basta. Ámala cual merece
Eleva el pensamiento, Bondad inmensa;
Al cielo sube, Pero no hay amor fino
Por nada te acongojes, Sin la paciencia.
Nada te turbe. Confianza y fe viva
A Jesucristo sigue Mantenga el alma,
Con pecho grande, Que quien cree y espera
Y, venga lo que venga, Todo lo alcanza.
Nada te espante. Del infierno acosado
Aunque se viere,
Burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
Cruces, desgracias;
Siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
Id, dichas vanas;
Aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta”.
(Poesía de santa Teresa de Jesús)

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Bibliografía
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Vaticano, 1992.

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contemporáneo" Evangellii Nuntiandi. Editado por Conferencia Episcopal. Vol.
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