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Flory Kruger

Trazos entre el síntoma y el inconsciente. - 1a ed. - Buenos Aires:


Instituto Clínico de Buenos Aires, 2012.

120 p. ; 21x14 cm. -


(Cuadernos del Instituto Clínico de Buenos Aires / Graciela Brodsky; 15)

ISBN 978-987-25352-4-7

1. Psicoanálisis.
CDD 150.195

CUADERNOS DEL ICdeBA N° 15


Publicación del Instituto Clínico de Buenos Aires
Miembro de la Red Internacional del Instituto del Campo Freudiano

Créditos edición digital


Directora responsable de la publicación: Graciela Brodsky
Responsable de las publicaciones del ICdeBA: Beatriz Udenio

Créditos edición en papel


Director de la Colección: Ernesto Salvador Sinatra
Secretaría editorial: Roxana Cozza, Mónica Lax y Guillermo López
Director responsable de la publicación: Leonardo Gorostiza

Imagen de tapa: Modo melancólico de Carolina Antoniadis

1° edición, Abril de 2012, Cuadernos del IcdeBA ISBN 978-987-25352-4-7


Registro de la propiedad intelectual en trámite
Queda hecho el depósito que previene la Ley 11723
Impreso en Buenos Aires, Argentina
Diseño e impresión: ROLTA, Ecuador 334 – C1214ACD
Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Diseño y armado versión digital

INSTITUTO CLÍNICO
de BUENOS AIRES
enseñanza e investigación
en p s i c o a n á l i s i s
Trazos entre el síntoma y el inconsciente
Flory Kruger

ÍNDICE

Prólogo

I. Formación del cuerpo y constitución del yo

II. El inconsciente estructurado como un lenguaje

III. El síntoma analítico

IV. La trayectoria del síntoma en la cura

V. Entrevistas preliminares

VI. Articulación entre el síntoma y el cuerpo

VII. El inconsciente

VIII. Los cuatro momentos en la concepción del inconsciente en


Lacan

Cuadro didáctico

Bibliografía

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Trazos entre el síntoma y el inconsciente
Flory Kruger

PRÓLOGO
Esta publicación recoge las clases dictadas durante el año 2011 del curso propedéutico corres-
pondiente a los fundamentos del psicoanálisis. Mi elección fue la del síntoma y el inconsciente,
dos conceptos fundamentales cuando de la clínica se trata, teniendo en cuenta que ésa era la
orientación que me interesaba; el síntoma, porque permite decidir tanto el comienzo de un
análisis como su resolución, el inconsciente, en la medida en que acompaña al síntoma en este
recorrido. Mi objetivo estuvo dirigido a señalar los cambios que se fueron produciendo a lo
largo de la enseñanza de Lacan, desde el énfasis en lo simbólico de la primera época, hasta la
orientación hacia lo real de su última enseñanza. Investigación y búsqueda de Lacan para cer-
nir un real que se esfuma al ritmo de la semblantización que la civilización actual provoca. Es
en ese punto donde Lacan volverá a introducir el concepto de síntoma. Así como la lógica que
orienta su primera enseñanza es la de la producción de nuevas significaciones partiendo de la
cadena significante, al final se abre otra perspectiva en el campo del lenguaje, el protagonis-
mo de la letra, que tiene que ver con la regulación del goce. Es con la letra que se construye el
sinthôme a partir de una extracción del inconsciente. Por eso señalamos que un análisis va del
significante a la letra. Este fue el recorrido seguido durante el trabajo del año, orientado funda-
mentalmente a señalar las consecuencias de esta nueva perspectiva tanto en el síntoma como
en el inconsciente. Una nueva definición del síntoma, ya no como mensaje dirigido al Otro y
ofrecido a la interpretación, sino como un modo de gozar del inconsciente. Del mismo modo,
ubicamos al inconsciente estructurado como un len guaje, para concluir a partir de la inclusión
de la cifra de goce, con el inconsciente como un enjambre de S1 solos. Cada uno de los temas
que fuimos desarrollando tuvo su articulación con el texto de Freud, muchas veces velado por
los lectores de Lacan, pretendiendo de este modo, renovar una lectura de Freud que no olvida
a Lacan. Me acompañaron en este recorrido como colaboradores docentes y responsables de
los talleres de discusión: Celeste Viñal, Débora Rabinovich, Enrique Prego y Kuky Mildiner, a
quienes agradezco especialmente, porque fue gracias a su insistencia, que decidí la publicación
de este libro.

Flory Kruger
Febrero de 2012

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I
FORMACIÓN DEL CUERPO Y
CONSTITUCIÓN DEL YO

Para comenzar, vamos a tomar al menos dos reuniones teóricas y dos talleres para dar un
marco general al tema que luego trabajaremos durante el año, el síntoma y el inconsciente, de
modo tal, que cuando usemos algunos conceptos centrales de la enseñanza de Lacan, poda-
mos compartir un lenguaje en común sabiendo de lo que estamos hablando, por ejemplo: qué
entendemos por los tres registros de Lacan, real, imaginario y simbólico; qué decimos cuando
hablamos del yo y sus diferencias con el sujeto; qué es un significante; qué diferencia encontra-
mos con la letra; qué es el lenguaje; la palabra; el gran Otro; el pequeño otro, en fin, este marco
nos permitirá comenzar con nuestro tema específico de otra manera. También, vamos a tratar
de ubicar los conceptos en los diferentes momentos de su enseñanza, ya que Lacan no dice lo
mismo siempre, no es que se desdice, sino que va afinando cada vez más sus instrumentos
teóricos a la luz de sus nuevos desarrollos teóricos.

Trataremos también de sostenernos en las referencias freudianas que vayamos necesitando,


teniendo en cuenta que Lacan se dijo freudiano y que sus intentos siempre fueron los de ser fiel
a sus desarrollos. Sabemos, que toda su primera época estuvo dirigida a discutir y cuestionar
la lectura que, según su modo de ver, desvirtuaba a Freud. Entonces, trabajaremos muy cerca
de Freud ubicando en su obra las referencias que Lacan toma.

Ustedes saben que uno de los conceptos más polémicos que Lacan utiliza para corregir a los
post-freudianos es el concepto de yo. El yo, es retomado por la corriente de los psicoanalistas
del yo que hicieron de él una interpretación muy diferente de la que hace Lacan, tan diferente,
que ordena la dirección de la cura hacia otro puerto. Imaginemos, que el final de un análisis
está pensado como el fortalecimiento del yo, teniendo en cuenta que nos encontramos con la
presencia de un yo débil, es lo que sostienen los analistas del yo, en cambio, según Lacan, el
yo es una instancia de desconocimiento, por lo tanto, lejos estamos de pensar la dirección de la
cura orientados hacia su fortalecimiento. Entonces, ya que comenzamos dando este ejemplo,
vamos a empezar ubicando el yo en la enseñanza de Lacan y sus diferencias con el sujeto. Tam-
bién veremos hoy los tres registros y fundamentalmente, el registro imaginario y simbólico, a
través de uno de los primeros esquemas de Lacan el esquema lambda (L).

En la introducción de uno de sus primeros trabajos titulado “De nuestros antecedentes”1,Lacan


nos dice que su teoría del yo se fundamenta en dos elementos de la teorización freudiana del
yo: la imagen del propio cuerpo y la teoría de las identificaciones.

1- Lacan, J., “De nuestros antecedentes”, Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 1998, pág. 50.

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Vamos a retomar brevemente los desarrollos de Freud alrededor del tema del cuerpo y la cons-
titución del yo. Ustedes recordarán que según Freud, el yo se constituye secundariamente. En
primer lugar, Freud ubica la fase autoerótica caracterizada por las pulsiones parciales que se
satisfacen anárquicamente. Allí, viene a agregarse un nuevo acto psíquico que da lugar a la fase
narcisista, en la cual se pasa del plural de las pulsiones al singular de la libido. El objeto total y
único es el cuerpo que es tomado como el primer objeto de amor.

Otra noción que comparte la misma característica que la de la constitución del yo, es la noción
de realidad. Freud define la realidad de modo totalmente diferente a como se la usa vulgar-
mente. Para Freud, la realidad no es eso que está siempre ahí, sino que al igual que el yo, se
construye. El sujeto tiene que construir la realidad y si tiene que construirla es porque no es
un dato que está de entrada. Eso lleva a pensar que la realidad puede perderse. Freud trabaja
esto en el texto: “Pérdida de la realidad en la neurosis y psicosis”2. Allí, se ve claramente cómo
la realidad puede perderse, precisamente porque no es un dato original de la constitución del
sujeto.

Valiéndonos de esta manera de pensar la realidad, decimos que el cuerpo es una realidad. Si la
realidad, al igual que el yo, se construye a partir de un nuevo acto psíquico, entonces la noción
de realidad es diferente de lo real, la realidad es una representación. Señalamos aquí una pri-
mera diferencia entre real y realidad, lo real lacaniano como registro, no es la realidad.

La noción de realidad implica la representación del mundo pero también del cuerpo, en la
medida en que el cuerpo también forma parte de ella; el cuerpo es otro de los objetos que están
en el mundo; o sea que Freud marca una equivalencia entre la representación del cuerpo y la
representación del mundo. El cuerpo, el yo, es el primer objeto que surge como objeto total.
Eso es el narcisismo. Es necesario destacar entonces, que la constitución del cuerpo como rea-
lidad, dado que requiere de un nuevo acto psíquico para constituirse, no es primaria sino que
es secundaria, insisto en este punto, cuerpo y realidad, no están dados desde un comienzo sino
que requieren constituirse. El yo, está presentado en Freud, como la constitución de un nuevo
objeto, como un objeto que puede ser investido libidinalmente.

Pensar al yo como objeto de la libido en el narcisismo, es marcar fuertemente una oposición


entre sujeto y yo. Se tiende habitualmente, a pensar al yo del lado del sujeto y esto confunde las
cosas. Al yo, debemos ubicarlo del lado del objeto y no del sujeto.

El otro concepto que necesitamos para acompañar esta forma de presentar al yo, es el de iden-
tificación.

Al comienzo de su enseñanza la identificación aparece como transitoria en Freud, como forma


de significar, por ejemplo un síntoma, y así poder establecer una similitud con el otro. El ejem-
plo bien conocido por ustedes es la tos de Dora que Freud interpreta como identificación al Sr.
K.

2- Freud, S., “La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”, Vol. XIX, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1980,
pág. 189

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Más adelante, a la altura de su texto: “El yo y el ello”,3 la identificación ya no está presentada


como transitoria sino como constitutiva y constituyente.

A ese nuevo acto psíquico del cual habla Freud en “Introducción del narcisismo”4 no lo llama
identificación. Freud no lo presenta así en su trabajo. El que piensa la identificación vinculada
a la formación del yo es Lacan, pero no Freud.

En este punto, debemos ubicar la relación entre la teoría del narcisismo freudiana y los desarro-
llos de Lacan alrededor del estadio del espejo.

Lacan sostiene que es por identificación a la imagen de un otro que el sujeto adquiere un yo; es
porque el otro tiene un cuerpo y yo soy como el otro, que yo tengo un cuerpo.

El estadio en el espejo es el invento que Lacan produce a partir de su lectura de la teoría del
narcisismo de Freud. En el estadio del espejo está volcada la teoría del narcisismo, esto es, la
forma en que Freud piensa, a esta altura, la constitución del yo, en el sentido de un yo corporal.

Vamos a retomar entonces, brevemente, ese trabajo para dejar señaladas las articulaciones que
Lacan presenta.

“El estadio en el espejo...”5 es una intervención que hizo Lacan en un congreso en Zurich en el
año 1949.

Es a través de este trabajo que Lacan hace su entrada al psicoanálisis.

En la época en que Lacan desarrolla este trabajo, definía la identificación, como la transforma-
ción que sufre el sujeto por la asunción de una imagen.

Debemos aclarar que la identificación de la que hablamos es una identificación imaginaria, o


sea, que la identificación constitutiva del yo, del cuerpo, es una identificación imaginaria.

Lacan parte de la observación del comportamiento del niño. Se vale de elementos que toma de
la psicología animal, de la etología y los compara con la fisiología humana.

¿QUÉ ES EL ESTADIO EN EL ESPEJO?


Es el interés lúdico que el niño, entre los 6 y los 18 meses expresa frente a su imagen reflejada
en el espejo. El niño reconoce su imagen y se interesa por ella; esto es un observable. No sólo
se interesa por su imagen, sino que además expresa júbilo frente a esa captación imaginaria.
Fíjense que vamos incluyendo algunas diferencias que los tres registros de Lacan nos permiten.

3- Freud, S., “El yo y el ello”, Vol. XIX, Obras completas, op. cit., pág. 3.
4- Freud, S., “Introducción del narcisismo”, Vol. XIV, Obras completas, op. cit., pág. 65.
5- Lacan, J., “El estadio en el espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalíti-
ca”, Escritos 1, op. cit., pág. 86.

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Entonces, este efecto de interés y alegría que experimenta el niño es imaginario, porque parte
de una imagen y tiene que ver con la completud allí reflejada que, según Lacan, contrasta con
su inacabamiento a nivel fisiológico, con su discordancia intraorgánica.

La asunción de dicha imagen entonces, brinda una unidad ortopédica a la incoordinación mo-
tora que caracteriza al cachorro humano (esta es la forma que Lacan usa para llamar al niño en
el momento de su nacimiento).

Esa imagen reflejada en el espejo, da al sujeto una primera imagen alienada, totalizante, pre-
matura de unidad.

¿Qué quiere decir que el yo es una imagen alienada? Quiere decir que el sujeto se experimenta
como yo en el lugar del otro, a partir de la imagen del otro, fuera de él.

Desde esta perspectiva, el yo está formado por identificación al otro, nace alienado creyendo
ser quien no es. Por lo tanto, podemos decir que el concepto de cuerpo, en psicoanálisis, en
tanto cuerpo constituido por una identificación a la imagen del otro, es imaginario. Esto figura
en el “Cuadro didáctico” al final del libro (pág. 111) en la primera columna, sería el primer
momento de Lacan.

Esta construcción del cuerpo como superficie entera no es el resultado de una maduración bio-
lógica, sino que es algo que le viene desde afuera, es el producto de una identificación con una
forma que le viene del otro.

Esta imagen anticipada muestra la articulación propia de la temporalidad en Lacan. Ustedes


saben que Lacan piensa el tiempo, en relación al psicoanálisis, como tiempo lógico y no crono-
lógico, una forma de explicarlo es la anticipación-retroacción.

Esto quiere decir, que la totalización de la imagen del propio cuerpo que constituye la forma-
ción del yo, esa gestalt, esa unidad, se anticipa al inacabamiento corporal, o sea, hay totalización,
hay formación del yo, antes de que el niño esté fisiológicamente constituido como tal. Podemos
decir entonces, que el tiempo de la constitución del yo va de la insuficiencia a la anticipación.

La unificación de la imagen es la que se define por retroacción, el despedazamiento, o sea, que


la vivencia de despedazamiento es segunda, y se introduce a partir de la completud.

La identificación aquí es muy importante, ya que es la que le permite al sujeto hacer frente a la
prematuración biológica. Es una identificación dual, entre dos yo, alienante y es lo que Lacan
toma como modelo del narcisismo freudiano.

Es importante ubicar al Lacan del estadio del espejo como preestructuralista, fíjense con qué
categorías piensa la formación del cuerpo y la constitución del yo. En el estadio del espejo
piensa todavía la maduración en términos biológicos, la compara con la etología, la toma de la
embriología y describe la evolución de las distintas funciones desde un punto de vista biológi-
co. Más adelante comprobará que lo que había pensado como biológico en ese momento, es en
verdad, un efecto del lenguaje.

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Es necesario entonces, distinguir dos momentos diferentes en los desarrollos de Lacan, un pri-
E.E
IMAGINARIO
mer momento que coincide con este trabajo sobre el estadio del espejo, en donde lo imaginario
1 MOMENTO está antes que lo simbólico. Lacan ubica la imagen del cuerpo, imagen de la cual el sujeto se
enamora como primera. Lo imaginario sería casi como un efecto de lo biológico. Es importante
señalar que lo más característico de este imaginario es el despliegue de la agresividad, de la
competencia y de la rivalidad que es propia de la relación dual. Si tuviéramos que decirlo en
una frase podríamos expresarlo de la siguiente manera: “o yo o el otro”.

AGRESIVIDAD Entonces, decimos que la teoría del estadio del espejo va acompañada de la teoría de la agre-
IMAGINARIA sividad y esto es importante dejarlo bien señalado. Lacan define la agresividad como propia
de la relación especular, de la relación de yo a yo, y de la rivalidad que de ella surge. En este
sentido, marca una diferencia con la teoría de Melanie Klein que ubica la agresividad como
expresión de la pulsión de muerte. Para Lacan, el fundamento de la agresividad es la identifi-
cación narcisista y la estructura del yo como tal.

Lacan habla de “desgarramiento original del hombre”, es su manera de traducir el estadio del
espejo, es la fórmula del narcisismo humano.

En el estadio del espejo presenta al desgarramiento como paranoico. La paranoia, entendida


como la relación al otro sobre la base de la agresión. Define la relación al otro como una rela-
ción agresiva. Por eso, presenta el estadio del espejo como la paranoia original del hombre. Es
el hombre dividido por el semejante, por el otro, de modo tal que se siente agredido o agresor
con respecto al otro y a sí mismo.

Podemos decir que el yo del estadio en el espejo es un yo agredido o agresor. La agresión es la


relación fundamental del yo, por lo tanto la paranoia está vinculada a lo propio del yo humano.

¿Dónde ubicar lo simbólico a esta altura? Lo simbólico queda representado en este momento
por el Edipo, y cumpliendo una función simbólica de pacificación. Lo simbólico está pensado
como el lugar posible de pacificación frente a esa agresividad imaginaria.

Esto no se va a sostener así en Lacan. Más adelante, en un segundo momento de su enseñanza,


lo imaginario pasa a ser efecto de la estructura simbólica que lo antecede. Por lo tanto, a la ima-
gen especular hay que pensarla sostenida por la estructura del lenguaje, no podría ser de otra
manera, ya que lo simbólico está siempre presente, lo simbólico determinando lo imaginario.

Desde este segundo momento ya no podemos sostener la identificación imaginaria del yo al


semejante sin la inclusión de la función del gran Otro, sin la inclusión de una identificación
previa al Otro que posibilita la posterior identificación de yo a yo. Cuando hablamos del gran
Otro hablamos de la presencia del lenguaje, es el Otro de la palabra y el lenguaje, si el orden
simbólico, el lenguaje, antecede al sujeto, está antes, entonces es el orden simbólico lo que po-
sibilita que la imagen se constituya.

Así, el amor al propio cuerpo queda intermediado por el Otro. Esto es lo que nos permite afir-
mar que la imagen narcisista está sostenida por lo simbólico.

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Si la anticipación de la imagen unificada que constituye al cuerpo es un efecto del lenguaje,


podemos pensar que lo que determina el paso de una fase a la otra, descripta por Freud, me
2 EFECT0S refiero a la fase autoerótica, narcisista y objetal, también tiene que ser pensado como un dato de
DEL estructura y por lo tanto, determinado por el lenguaje y no por ninguna maduración biológica
LENGUAJE del organismo.

Es necesario distinguir dos efectos diferentes del lenguaje, el primero es el efecto de fragmen-
tación. Este efecto se produce sobre el organismo ya que no hay aún un cuerpo constituido.
Recuerden que el cuerpo se constituye secundariamente.

Tengan en cuenta que el organismo biológico tiene una unidad propia que pierde por efecto del
significante. El significante fragmenta y corta al cuerpo biológico, es por eso que decimos que
el significante mortifica el cuerpo.

Lacan dice que el sujeto es ese ser enfermo de lenguaje, el significante enferma y es el cuerpo
como superficie el que recibe la marca significante. Es el significante el que distingue órganos
en el cuerpo y les da una función. Lo podemos ejemplificar con el concepto de pulsiones par-
ciales de Freud, tanto las pulsiones parciales como las zonas erógenas dan cuenta del corte, de
la fragmentación en el cuerpo por obra del significante.

Hablamos de la representación del cuerpo y no del cuerpo biológico del organismo. Decir re-
presentación del cuerpo, es incluir la dimensión de la palabra, del lenguaje que está en juego.

Es importante destacar que los efectos del lenguaje se van a manifestar de distinta manera en
las diferentes estructuras subjetivas. Los efectos de fragmentación corporal son típicos en la
histeria y en la esquizofrenia, no así en la neurosis obsesiva. Podemos tomar como ejemplo
el caso freudiano Isabel de R., ¿se acuerdan, verdad? Es una paciente histérica que él describe
en sus primeros trabajos. Isabel no podía caminar. Sufría de una parálisis, la astasia-abasia.
Lo cierto es que caminar era acercarse a su cuñado del cual estaba enamorada desde siempre.
Su hermana muere y el camino queda posibilitado para ella. Es allí donde se ve impedida de
avanzar, de caminar. Fíjense que no se trataba de ninguna afección orgánica, sino que los signi-
ficantes eran los que habían dividido, marcado su cuerpo con una parálisis.

En el caso de la esquizofrenia es común encontrarse con la vivencia de un cuerpo despedaza-


do, son los efectos de la descomposición imaginaria que se produce en la psicosis; sin duda es
diferente la vivencia en la histeria que en la esquizofrenia, pero en ambas se hace presente este
efecto del significante sobre el cuerpo. De cualquier manera, no se define una esquizofrenia
desde esta vivencia ya que pueden aparecer sensaciones de cuerpo fragmentado en alguien
sin necesidad de que su diagnóstico sea el de una esquizofrenia. A veces, ciertos momentos de
despersonalización en la vida de un sujeto pueden provocar este tipo de vivencias.

El segundo efecto del lenguaje, es el de unificación y es el que veíamos operando en el narcisis-


mo, o en la anticipación del cuerpo como imagen total del estadio del espejo, es la producción
de esta figura unitaria que tiene que ver con la totalidad.

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Para que esta totalidad se produzca es necesario que el objeto de la pulsión funcione como un
objeto perdido. No hay constitución del cuerpo sin pérdida del objeto, me refiero al objeto de la
pulsión; la condición de constitución del cuerpo es la pérdida del objeto.

¿Por qué es importante esa pérdida del objeto? Porque esto es lo que motorizará el deseo huma-
OBJETO no. El deseo funcionará siempre intentando encontrar el objeto perdido. Es interesante darse
CAUSA DE
cuenta que ese objeto no es como la zanahoria del burro, no es el objeto que está en la meta del
DESEO
deseo sino que ese objeto está en la raíz del deseo, es el objeto que causa el deseo, que lo pone
OBJETO A
en marcha, es el objeto como causa y no como finalidad.

Entonces con el concepto de yo, podemos decir que los fundamentos de la teoría del yo son el
narcisismo y la negación. Lacan vincula estos dos conceptos para definir al yo como instancia
YO COMO de desconocimiento, desconocimiento de su propio despedazamiento, de su propia insuficien-
DESCONO cia. O sea, que el yo no es una pulsión que se dirige al mundo exterior para conocerlo a través
CIMIENTO de la percepción-conciencia, sino que es esa instancia en la que el sujeto que habla, no enfrenta
la verdad. Podemos concluir entonces, que la esencia fenomenológica del yo es la negación.

Fíjense que esta manera de definir al yo está en las antípodas de los que lo definen como un yo
de síntesis, como aquella instancia a fortalecer para curar al sujeto. Para Lacan, el yo es la parte
del sujeto que se resiste a enfrentar su verdad, que se escuda detrás de su completud, para no
enfrentar lo que es intrínseco a sí mismo, que es el despedazamiento, la castración.

Vamos a presentar uno de los primeros esquemas de Lacan que nos va a servir para visualizar
lo que venimos desarrollando, y nos va a venir bien, para ubicar los dos registros que ocuparon
gran parte de sus primeros desarrollos teóricos, el registro imaginario y el registro simbólico.

Los esquemas son sustitutos del discurso, tienen varias lecturas, o sea que son para ser leídos,
son la representación espacial de funciones y sus relaciones.

El esquema lambda es el primer esquema que da Lacan de lo que es la estructura del discurso,
aunque también se lo puede aplicar al sujeto en análisis.

Lo presenta en El Seminario 2, “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”.6

Ustedes saben que los tres registros: imaginario, simbólico y real, son una creación de Lacan,
no encontramos esto en Freud. Esto es lo que lo llevó a decir, en Caracas, en el año 1980: “Mis
tres no son los suyos”, refiriéndose a Freud.

Los tres registros deben ser presentados al mismo tiempo. Al final de su enseñanza Lacan pre-
senta los registros a partir de una figura topológica llamada el nudo borromeo. Este nudo pone
en evidencia la función del al menos tres, esto quiere decir que se necesitan mutuamente, sino
no hay anudamiento. Los tres registros son un instrumento conceptual que le permite a Lacan
una lectura del texto de Freud y también una reformulación de la clínica psicoanalítica.

6- Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 1992.

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VARIACION Lacan fue modificando la conceptualización de los tres registros a lo largo de su enseñanza,
EN LOS sobre todo, fue imprimiendo diferentes énfasis de cada uno de ellos.
REGISTROS
Al comienzo, fue el auge del registro simbólico y sus efectos sobre el imaginario, el registro real
no estaba incluido, es más, lo definía como lo que quedaba por fuera de la experiencia analítica.

Podemos decir que lo real, en lo que desarrollamos acerca del estadio del espejo, queda exclui-
do por el imaginario. El yo, la gestalt, la imagen de totalidad que lo representa, desconoce su
origen despedazado.

Lo real es la fragmentación, lo imaginario es el yo, que se constituye alienado en el otro.

Pero todo este aparato se sostiene desde una dimensión simbólica. Es porque hay una matriz
simbólica que sostiene esta experiencia que el yo puede constituirse con estas características de
desconocimiento de lo real y como efecto de estructura.

A esta altura, lo imaginario se reduce para Lacan, a los efectos de la imagen, a la relación dual,
especular, decíamos recién, donde se despliega la tensión agresiva.

Lacan extiende luego la concepción del registro imaginario cuando cruza el psicoanálisis con
la lingüística. A partir de allí, todo lo que es pensado como significación, es imaginario. Enton-
ces, lo imaginario es lo especular más todo lo que es significación. Así como el elemento de lo
imaginario es la imagen o la significación, el elemento de lo simbólico es el significante. Lacan
ubica un lugar en relación a lo simbólico, el lugar del Otro, se escribe A con mayúscula. Este
lugar puede estar ocupado por distintos personajes en la vida de un sujeto. El Otro está más
allá de la relación de yo a yo, de la relación dual, de la relación que describíamos de agresividad
que se expresa como “o yo o el otro”. Al sujeto hay que ubicarlo en el registro simbólico, como
sujeto del inconsciente y marcar bien la diferencia con el yo, que es imaginario. Entonces, el yo
en lo imaginario, es el sujeto en lo simbólico.

Tanto el yo (a), el sujeto (S), como el otro (a´) están representados en el esquema lambda (L). La
estructura del esquema L es de cuatro términos:

El vector a-----a’ representa el eje imaginario, el vector S-----A representa el eje simbólico. Uste-
des pueden observar que el yo y el sujeto pertenecen a órdenes diferentes, están representados
en ejes diferentes.

Con el esquema L, Lacan pasa de una estructura dual a una estructura cuaternaria y lo hace
porque sostiene que se necesita una estructura cuatripartita para conceptualizar al sujeto de la
experiencia analítica.

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El eje imaginario a-----a’ inscribe la dialéctica especular y además funciona como muro del
lenguaje, como lo que hace obstáculo al advenimiento del orden simbólico representado por el
vector S-----A.

El Otro es el lugar simbólico por excelencia, es el lugar que representa la legalidad en general
primera
y eso lo hace garante de la verdad del sujeto.
concepcion
de Otro En sus primeros desarrollos Lacan piensa el Otro como el que puede ordenar la competencia y
rivalidad que surgen de la relación imaginaria, de la relación de yo a yo.

El Otro, en tanto representante de la ley, pacífica, ocupa el lugar de ruptura de la dualidad ima-
ginaria. Oficia de tercero pacificando la agresividad mortífera propia de la relación especular.

El Otro determina al sujeto. Para Lacan el sujeto no quiere decir aquel que está frente al objeto,
aquel que manipula al objeto, quiere decir de acuerdo a la definición de significante, lo que está
sujetado, determinado por el significante.

Si decimos que la estructura determina el efecto, podemos decir que el Otro determina al sujeto.

El sujeto no es entonces, lo que está frente al objeto, no es la personalidad sino que es el lugar
donde se produce un efecto de estructura. En términos freudianos, esta estructura está referida
al Edipo.

El esquema L refleja la relación de determinación entre la estructura y el efecto, o entre el Otro


y el sujeto y esta relación es inconsciente.

Esta relación inconciente en el nivel de lo simbólico, nos evoca una fórmula de Lacan: “El in-
conciente es el discurso del Otro”. Esta fórmula quiere decir que el sujeto que habla está en una
relación de determinación con algo que tiene que ver con el orden simbólico como tal.

Entonces la S, es el sujeto del inconsciente, que es tomado, no en su totalidad, como aparece el


yo, sino en su abertura. El sujeto no accede directamente al Otro sino que lo hace a través de un
rodeo por la imagen especular. Hay momentos en que este rodeo no se produce, por ejemplo
frente a un lapsus. Ahí tenemos, en ese momento puntual, una relación entre el sujeto y el Otro
directo, sin mediación del yo.

El sujeto se sostiene en ese objeto imaginario, se aferra a él en los momentos de desvanecimien-


to, en la medida en que ese objeto le da cuerpo al sujeto.

Para Lacan, lo determinante es el lugar del Otro, por lo tanto, un análisis debe proceder desde
este lugar para poder operar sobre el S, sujeto del inconsciente.

Ubicamos este movimiento en el eje simbólico, en cambio, en el eje imaginario a------a’ ubicare-
mos la resistencia al paso de la palabra.

Lacan hace una crítica a las concepciones del yo, ya que considera que un análisis debe ir más
allá del narcisismo, más allá de los ideales. El proceso analítico es impensable en términos de

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puro narcisismo. El análisis que se sostiene de esta concepción desconoce lo que tiene que ver
con la verdad de todo sujeto, que es la castración.

Definimos al eje a-----a’ como resistencia a la palabra, quiere decir que podríamos llamar la cara
significante de la palabra, donde la palabra no se significa a sí misma. En cambio, la palabra
en tanto signo, sí se significa a sí misma y el diccionario es su prueba más contundente. El dic-
cionario dice lo que una palabra significa, no lo que significa esa palabra en relación a otra, el
diccionario dice del valor universal de las palabras, en cambio, las palabras pronunciadas en
el recorrido de un análisis dirán del valor particular que adquieren para el sujeto, aunque no
YO tenga nada que ver con el significado abrochado a ellas que figura en el diccionario.
SUJETO
El yo, pivote del eje imaginario, utiliza al lenguaje como instrumento para comunicarse, para
trasmitir lo que quiere decir. El sujeto en cambio, es hablado, es dicho por el significante. Es en
este sentido que Lacan dice que el sujeto es lo que representa un significante para otro signifi-
cante y no para otro sujeto.

Por eso Lacan formulará la recomendación de “cuídense de comprender”, es decir, de mante-


ner un diálogo que refuerce la resistencia del discurso pleno de sentido que es el discurso yoico.

Pleno de sentido, quiere decir que ambos sabemos de lo que se está hablando; cuando eso ocu-
rre, el sujeto del inconsciente está obturado.

En conclusión, tenemos una cara imaginaria que, como ya dijimos, no es solamente la de la


imagen del espejo sino lo que hemos llamado: comunicación, sentido, significación, acuerdo,
voluntad de decir; y una cara simbólica que se hace presente a través de ciertos puntos privile-
giados del discurso, como son las formaciones del inconsciente.

Para el psicoanálisis, no se trata de encontrar el discurso latente

a partir del discurso manifiesto, sino de apuntar a la fragilización del discurso manifiesto, para
hacer posible la emergencia de otro discurso que Lacan llamará, el discurso del Otro.

14 de abril de 2011

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II
EL INCONSCIENTE ESTRUCTURADO
COMO UN LENGUAJE

Seguiremos con los conceptos introductorios mínimos que nos permitirán el marco necesario
para desarrollar tanto el tema del síntoma como el del inconsciente.

Nos detendremos en la secuencia que va del significante a la letra que, como ustedes saben, se
trata de dos momentos diferentes en la enseñanza de Lacan, no porque no nombre la letra en
su primera época, sino porque cambia el sentido que le da a la misma. Al principio la letra es
un puro simbólico, al final, la letra sigue siendo simbólico pero mordiendo lo real, un simbólico
sin Otro.
DIF Trataremos de entender la diferencia que hace Lacan entre definir al inconsciente estructurado
DEFICION como un lenguaje, que es como lo define en “La instancia de la letra en el inconsciente o la ra-
DE INC zón desde Freud”,1 del modo en que lo define en la última época: el inconsciente está hecho de
“lalengua”, definición que encontrarán en Aún del año 72.2

Comencemos entonces por preguntarnos: ¿qué es un significante? En primer lugar, hay que
decir que es un concepto que Lacan retoma de la lingüística. Según lo explicado la clase pasada,
Lacan le dio prioridad al orden simbólico como determinante, para lo cual cruza al psicoanáli-
sis con la lingüística y se refiere centralmente a los desarrollos de Saussure alrededor del signo.

¿POR QUÉ LACAN LE DA PRIORIDAD AL LENGUAJE?


Es su forma de interpretar a Freud. Si nos detenemos en el modo en que Freud piensa la pul-
sión, veremos que Lacan tiene buenas razones para vincular la pulsión freudiana con el lengua-
je, recuerden que para Freud la pulsión se presenta articulada con formas gramaticales, como
por ejemplo: pegar-ser pegado, comer-ser comido, etc.

Si la pulsión responde a una gramática, es porque tiene que ver con la estructura del lenguaje,
eso por un lado, pero recuerden cómo Freud piensa el síntoma; el síntoma para Freud es un
mensaje, de modo tal que también el síntoma es definido usando la estructura del lenguaje. El
síntoma es un mensaje a descifrar y es precisamente esto lo que lo hace interpretable.

1- Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, op. cit., pág. 473.
2- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1992, pág. 166.

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SINTOMA MENSAJE, GRAMATICA PULSION


Si el síntoma es interpretable es porque tiene estructura de lenguaje, por lo tanto, cuando Lacan
se acerca a la lingüística lo hace sostenido en este énfasis freudiano tanto respecto del síntoma
como mensaje, como de la gramática de la pulsión.
LO INTERPRE De modo que, tanto el síntoma como las formaciones del inconsciente, por el solo hecho de ser
TABLE TIENE interpretables, tienen que ver con la estructura del lenguaje. Recuerden el modo en que Freud
QUE VERCONpensaba el sueño, lo que le importaba no era precisamente la imagen onírica, sino que lo que
LA ESTRUCT
retenía fundamentalmente era su valor significante, que no tiene nada que ver con la significa-
DEL LENGU
ción. Decir, como lo dice Freud, que el sueño se lee como un jeroglífico, es decir, que la imagen
no vale como figura sino como letra, como letra a descifrar y esto hay que pensarlo del lado de
la escritura.

Pero vayamos por partes, vamos a ver cómo Lacan se vale de la lingüística para ubicar la
diferencia entre significante y significado; tengan en cuenta que su intención es la de dejar al
significado por fuera, poniendo en primer lugar al significante, destacando su valor.

¿Qué dice la lingüística respecto del significante? Dice que la estructura del significante está
sometida a una doble condición:

“…el de reducirse a elementos diferenciales últimos y componerlos según las leyes de


un orden cerrado”.3

Las dos puntuaciones que recorta Lacan de la lingüística son fundamentales: están los elemen-
tos diferenciales últimos y su composición, es decir, su articulación, que debe seguir ciertas
leyes que son de un orden cerrado. ¿Por qué? Precisamente, porque tienen una pertinencia
específica y no pueden ser sustituidas por otras de otro orden, es decir, de otra estructura.

Esta referencia a los elementos diferenciales últimos corresponde a lo que se conoce como el
principio diacrítico de Saussure y que fue llevado a su extremo por la escuela de Praga de la
ELEMENTOS cual formaba parte Jakobson. Los elementos diferenciales últimos para la lingüística, son los
DIFERENCI fonemas. Se los comento como dato secundario, porque lo que le interesa a Lacan no es el
ALES problema de qué es un fonema ya que desde el punto de vista psicoanalítico, lo importante
no es si el significante es el fonema, una palabra o una frase, lo importante para Lacan es que
mantenga en su fundamento el principio diacrítico de Saussure, es decir, el de ser “elementos
diferenciales últimos”.

¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que un significante es lo que los otros significantes no son.
Para poder ser definido necesita tener particularidades, rasgos que le son propios, rasgos o
particularidades que él tiene y los otros no. Esto nos lleva a concluir que la definición del signi-
ficante implica tanto la positividad como la negatividad. Es decir, la positividad surge a partir
de la definición de lo que los otros significantes no son, entonces la identidad del significante
se configura sobre el fondo de la negatividad.

3- Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, op. cit., pág. 481.

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En este sentido, lo que caracteriza a un significante es precisamente el rasgo diferencial que él


tiene y que lo hace incomparable con los otros. Entonces, cuando Lacan habla de elementos
diferenciales últimos indica precisamente esto, un significante es lo que los otros no son, de lo
cual se deduce algo fundamental, que nos servirá para compararlo con la letra al final de su
enseñanza: los significantes no pueden definirse sin tener a su lado un conjunto de significantes
que puedan ser diferenciados de cada significante que intentamos definir. Por eso, Lacan habla
en este punto de elementos diferenciales y por otro lado, de sistema sincrónico.

¿QUÉ QUIERE DECIR SISTEMA Y QUÉ QUIERE DECIR SINCRÓNICO?


Sistema es un término que Lacan toma de Saussure y que reemplaza por el término estructu-
ra. Sincrónico quiere decir coexistente, que los elementos existen todos al mismo tiempo, que
existen todos a la vez.

El rasgo de que el sistema esté dado, esté completo de entrada, es lo que caracteriza al sistema
significante de una lengua en su sincronía. La sincronía implica simplemente, la existencia si-
multanea del conjunto de todos los significantes de una lengua con la característica de ser sus
elementos diferenciales últimos.

Ahora bien, ¿cómo aplicar todo esto al psicoanálisis?

La unidad significante para el psicoanálisis que vale para la experiencia analítica, concretamen-
te para la asociación libre, es particular, no necesariamente tiene que cumplir con alguna de las
unidades lingüísticas, puede ser un fonema, puede ser una palabra, puede ser una frase, puede
incluso ser una sesión entera.

Esto implica que los analistas no tienen unidades preestablecidas para interpretar, sino que
aquello que se vuelve unidad significante será particular de cada sujeto, todo dependerá del
caso y variará en cada caso.

Entonces, a nivel del psicoanálisis, si no hay unidades que equivalen a las estructuras lingüís-
ticas, lo que encontramos son significantes que se componen según las leyes cerradas que son
propias de esta estructura de lenguaje y estas leyes son las leyes del inconsciente.

Recuerden que Lacan dice que “el inconsciente está estructurado ‘como’ un lenguaje”.4 Esta
definición demuestra claramente que cuando se trata del inconsciente estamos en la escritura.
Cuando dice “como” ya esta introduciendo una dimensión metafórica en la definición, es equi-
valente a decir, por ejemplo, que un hombre es fuerte como un toro.

Decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje no es lo mismo que decir, el in-
consciente es un lenguaje.

4- Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 200.

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Entonces ¿cuál es el “como” que caracterizó la experiencia freudiana, cuál es el “como” que
descubrió Freud?

Freud lo llamó proceso primario y tiene como leyes del orden cerrado las dos leyes propias del
METAFORA
METONIMIA
proceso primario que son la condensación y el desplazamiento. Lacan llamará respectivamente
CONDENSACION a la condensación, metáfora y al desplazamiento, metonimia.
DESPLAZAMIENTO
Entonces, estas son las leyes del lenguaje: metáfora y metonimia, son las formas fundamenta-
les de combinación del significante a nivel del inconsciente, que equivalen respectivamente a
lo que Freud llamó condensación y desplazamiento. El título del escrito que trabajarán en los
talleres es: “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”.5

Es importante destacar lo que Miller aclara en su seminario Los signos del goce6 respecto de este
escrito, dice que toda la enseñanza de Lacan fue juzgada a partir de este texto, donde el “objeto
a”, el goce, el fantasma, no figuraban aún en sus desarrollos, por lo tanto, en el año 1981, 1982,
se vio en la obligación de decir que la enseñanza de Lacan no se reducía a “La instancia de la
letra…”

En este texto Lacan introduce la metáfora y la metonimia, presenta allí las fórmulas de ambas y
lo que podemos observar es que se basan en el significante. En este texto del año 1957, el signi-
SIGNIFICANTE ficante aún no se distingue de la letra, es más, aquí la letra aparece como un tipo de significante,
LETRA
ESCRITOS DE
pero lo que me interesa destacar de lo que dice Miller es el hecho de que “La instancia de la
LACAN letra…” viene a complementar un escrito anterior, año 1953, “Función y campo de la palabra y
del lenguaje”,7 en la medida en que allí el énfasis estaba puesto en la palabra y el fin de análisis
estaba pensado como el advenimiento de una palabra verdadera, entonces, “La instancia de la
letra...” viene a agregarle a la función de la palabra la instancia de la escritura. Pueden ver el
“Cuadro didáctico” al final del libro.

Lacan propone no reducir el campo del lenguaje solamente a la función de la palabra, dando
énfasis de este modo al escrito. Esto anticipa la inclusión del “signo” que va a introducir en “Te-
levisión”, 8muchos años más tarde, el signo tal como lo incorpora Lacan es lo suficientemente
amplio como para abarcar a la letra y al significante a la vez.

Lo que podemos ir adelantando, es que el significante es el signo en tanto efecto de sentido,


mientras que la letra es el signo en tanto efecto de goce, de modo tal que el significante pone en
juego al Otro, mientras que la letra es autista, es sin Otro, el goce excluye al Otro.

Entonces, la importancia de “La instancia de la letra…” hay que pensarla en perspectiva, ha-
ciendo una lectura retroactiva, desde la última axiomática de Lacan iluminando este aspecto
de la escritura, teniendo en cuenta que cuando habla al final de su enseñanza del sinthôme, su
nueva teoría sobre el síntoma, supone que el inconsciente escribe; el énfasis está puesto en la
función de la escritura.

5- Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, op. cit.
6- Miller, J.-A., Los signos del goce, Paidós, Buenos Aires, 1998.
7- Lacan, J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, op. cit.
8- Lacan, J., Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión, Anagrama, Buenos Aires, 1997.

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Pero vayamos por partes ¿qué quiere decir instancia de la letra? Hay una alusión clara a la ins-
tancia en el sentido de la instancia psíquica freudiana, pero también, instancia alude a lo que
insiste, y alude a lo judicial. Se dice primera o segunda instancia cuando apelamos en un juicio.
Pero, no es el término instancia el que me interesa subrayar, sino el término letra.

Lacan define la letra en este escrito del siguiente modo: “...es la estructura esencialmente loca-
lizada del significante”.9
1 VERSION
DE LETRA
EN LACAN
Fíjense que agrega la localización, por lo tanto cuando define la letra, la define desde la posi-
ción.

Si los significantes son unidades diferenciales que valen por su diferencia con otros significan-
tes, su valor de significación solo lo adquirirá por la posición y el lugar que ocupen al combi-
narse según la metáfora y la metonimia. Esto equivale a decir que el significante en sí no tiene
valor propio de significación, su único valor es el de ser diferente de otros significantes. Ahora
bien, cuando se combina con otros significantes, en ese momento, adquiere por su estructura
localizada, el valor de letra.

La letra es pues, el significante en su combinatoria particular, si el significante deviene letra es


porque podemos leerlo y descifrarlo, ese es el valor que tiene para el psicoanálisis.

Decíamos que los significantes valen por su diferencia, en “La instancia de la letra...”, Lacan se
vale del ejemplo freudiano conocido por todos ustedes, el fort-da, el juego que hacía el nieto de
Freud con un carretel para representar la presencia y ausencia de su madre, fíjense que es un
ejemplo claro de diferencia fonemática. Fort en relación con un da y da con el fort, designando el
circuito de la presencia ausencia de ese Otro fundamental que es para el niño, la madre.

Hay que tener claro que el ir y venir materno se destaca sobre un fondo donde ya al niño se le
habla, por eso el niño puede realizar el juego, además Lacan lo toma para mostrar cómo por
acción del lenguaje el niño llega a ser sujeto.

Recuerden, que decir sujeto para Lacan no es decir yo, no es decir persona ni personalidad, ni
individuo. Es sujeto porque está sujeto, en el sentido de estar atado, sujetado, preso.

Cuando el ser viviente adquiere la palabra, deviene ser hablante, es decir, sujeto y esto es por-
que está sujetado a la estructura del lenguaje, la estructura del lenguaje lo ha capturado y lo ha
SUJETO AL vuelto prisionero, en tanto tal, lo ha producido como sujeto.
LENGUAJE

Esto quiere decir que no hay sujeto, no hay ser hablante que no esté sometido a la estructura
simbólica. El sujeto no es sino el producto de ese inconsciente que está estructurado como un
lenguaje, no es un dato primero, es un efecto. El sujeto es de este modo, esclavo de la estructura.
Lacan dice que es ese ser enfermo de lenguaje, porque el significante lo mortifica.

Volviendo a “La instancia de la letra...”, Lacan se refiere al signo saussureano porque se vale de
la distinción entre significante y significado:

9- Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, op. cit., pp. 475 y 481.

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Lacan da vuelta el algoritmo de Saussure poniendo en el numerador la S mayúscula, o sea al


significante, y en el denominador la s minúscula.

Esta inversión da cuenta de la primacía del significante sobre el significado. Para Lacan el signi-
ficante es el que crea la significación, por lo tanto, no hay nada que pueda ser el sentido propio
de un término. El sentido propio se opone al sentido figurado o metafórico. Por ejemplo, yo
puedo decir: “el toro es un animal”, pero también puedo decir “este hombre es fuerte como un
toro”, y aquí el toro expresa fortaleza y no remite al animal, entonces, para Lacan toda signifi-
cación es de entrada metafórica, porque para él, no existe un sentido propio, no hay un sentido
único para los significantes.

El significante preexiste a los significados y en su combinatoria los crea.

Cuando Lacan se vale de este algoritmo, distingue dos registros diferentes, el registro simbó-
lico representado por el significante y el registro imaginario, representado por el significado.

Lo primero que hay que saber es que el significante es el que produce efectos de significación
y lo hace a partir de vincularse a otro significante, no al significado que está por debajo de la
barra.

Llamamos a la relación de significante a significante, cadena significante y la simbolizamos


como:

S1, S2, Sn….

Lacan lo compara con la definición de signo de Peirce que dice que: “El signo representa algo
para alguien”.10

Lacan usa esta definición para oponerle la definición del significante: “El significante es lo que
representa al sujeto para otro significante”.11

Fíjense que utiliza también la representación como lo hace Peirce, pero en lugar de ser para
alguien es para otro significante, pone en primer plano la articulación significante.

En su definición de significante el sujeto no es el que protagoniza el discurso sino que es efec-


to del lenguaje, el sujeto es hablado por el significante, los significantes hablan del sujeto, en

10- Peirce, Ch. S., Obra lógico-semiótica, Armando Sercovich, Madrid: Taurus, 1987.
11- Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, op. cit., pág. 20.

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cambio los signos según Peirce, se dirigen a las personas, se dirigen a alguien; es una diferencia
muy importante.

Un ejemplo de signo al estilo Peirce son las señales de tránsito, todos sabemos cuál es la de
“prohibido estacionar”, o la de “prohibido girar a la izquierda”, o la de “Escuela” u “Hospital”,
etc. Se trata de una convención inventada para que alguien la pueda leer.

Tanto el significante como la palabra están incluidos en la lengua, en cambio el signo no está
dado en la lengua, es una convención que se usa para representar algo para alguien.

No nos detendremos más en este tema ya que ustedes lo retomaran en el próximo taller, ahora
daremos un salto para avanzar hasta el final de la enseñanza de Lacan y observar cómo retoma
70 estos conceptos 20 años más tarde.

Lacan coloca otro significante para nombrar lo que en la primera época llamaba la estructura
del lenguaje, introduce: “lalengua” todo junto; sería otro aspecto de lo simbólico que desarrolla
alrededor de los años 70.

Introduce aquí una nueva axiomática donde se plantea que lo primero ya no es el verbo, sino
el goce.

Me gusta dar un ejemplo de lo que entiendo es el goce de la lengua. Le regalé a mi nieto un


librito de cuentos en francés, pensando en las ilustraciones que eran muy divertidas. Su mamá
se lo empezó a leer y a partir de esa lectura (por supuesto el niño no entendía nada de lo que
allí decía, no entendía su contenido, tenía apenas dos años) solo se encantaba con ese librito
que resultaba ser el preferido de su biblioteca infantil y cuando alguien iba a visitarlo, sacaba
su librito y pedía que se lo leyeran. Verán ustedes que no se trata del sentido en juego, sino del
goce que obtiene por el sonido de las palabras mismas. En este ejemplo se ve claramente que
ante todo, lo primero es el goce.

Podemos decir que sobre ese goce vendrá a desplegarse la estructura del lenguaje como una
elucubración de saber sobre la lengua, eso quiere decir que cuando hablamos, no solo hay un
soporte material en juego, sino que también, nos encontramos con un goce en juego.
goce
Cuando Lacan ubica al goce como primero, redefine los términos, ya que advierte que el sig-
del
nificante porta goce. Entonces, empieza a pensar otro estatuto del significante, ya no se trata
significante
del significante que presentó en “La instancia de la letra...”, del que venimos hablando -signi-
ficante que no puede sino unirse a otro significante, S1, S2, cadena significante donde ubicamos
la producción de una significación- sino que se trata de un significante que porta goce y que es
solo, es el S1 solo.

El binomio que venimos estudiando, significante–significado queda sustituido por otro bino-
mio, signo–sentido.

Este signo que introduce Lacan ahora, no es el signo saussureano, se trata de una redefinición
del signo en la medida en que Lacan advierte que el significante sirve para portar el goce.

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El signo a esta altura es el significante solo, ya no es un significante que representa al sujeto


para otro significante, sino que es lo que sirve para el goce, el énfasis está en el aspecto del goce
y no en el hecho mismo de hablar. Lo que Lacan advierte, es que hablando el sujeto goza.

Para señalar esta particularidad de que el sujeto al hablar goza, introduce otro término que es
el parlêtre. El parlêtre es entonces el sujeto más el cuerpo gozante.

Cuando introduce la letra al final de su enseñanza, no se refiere a la comunicación (ésa es la pri-


mera concepción de letra, la que introduce en “La instancia de la letra...”). Vimos que cuando
se trata de la comunicación, era importante la inclusión del Otro. El sujeto se dirige al Otro del
lenguaje, en cambio, cuando introduce esta nueva concepción de la letra, es sin Otro, se trata de
la presencia de un goce que no se dirige al Otro, se trata más bien, de un goce autista, sin Otro.

¿Qué podemos subrayar de todo este desarrollo para nuestro campo del psicoanálisis? ¿En qué
nos toca toda esta complejidad teórica?, ¿qué incidencias tiene para la clínica?

En primer lugar, hay que decir que sigue el esfuerzo de Lacan por superar la teoría de la comu-
nicación, por avanzar en el sentido del sin sentido.

Primero deshace el signo saussureano, esto es, no trabaja con un sentido abrochado a la pala-
bra, un significado fijo, como podría darlo el diccionario, separa significante de significado, a
cada palabra no le corresponde un sentido fijo, por eso, coloca en la barra de separación entre
numerador y denominador a la represión. Son los significantes entre sí los que hacen cadena
produciendo una significación que es particular a ese encadenamiento, desprendido de la sig-
nificación habitual o corriente.

Este primer movimiento tiene consecuencias importantes para la clínica, sobre todo para la
interpretación. Por ejemplo, “perfume” en el discurso de una paciente, puede remitir a madre
alcohólica, en su cadena asociativa, y desprenderse completamente del sentido común o de
diccionario que tiene la palabra “perfume”. Es un ejemplo de una paciente que no podía usar
perfumes, en sus asociaciones llegó a construir la causa última que lo producía, buen olor, mal
olor, cuerpo que despide olor nauseabundo, explosión de un quiste, operación, rechazo de su
propio cuerpo por el hombre, rechazo del cuerpo materno alcoholizado.

O sea, que si nos quedamos con el sentido literal de la palabra “perfume”, nos perdemos el
recorrido asociativo que nos conduce en el análisis al sentido particular que este significante
adquiere para ella.

No hay sentido común para el psicoanálisis, hay si ustedes quieren, un sentido figurado a par-
tir del significante. Hay que poder desprender de la palabra la realidad que se le pega, “perfu-
me” no es el frasco con líquido que contiene un buen olor, es otra cosa, por eso esta mujer no
puede usarlo, no puede ponerse perfume, porque en su vía asociativa es ponerse encima a su
madre alcoholizada, imagen que recuerda como horrorosa.

Cuando Lacan desarma el signo saussureano, deja al significado afuera de la cadena, son los
significantes en su articulación los que producen efectos de significación. Uno de esos efectos

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es el sujeto mismo, por eso decimos que el sujeto es intersticial, está entre significantes produ-
cido por ellos. Insisto, el sujeto es efecto, efecto de la cadena significante.

Decimos también que el significante no se significa a sí mismo, adolece del principio de identi-
dad, siempre necesita de otro significante para lograr significación, en cambio, la letra es idén-
tica a sí misma. Cuando estamos a nivel del significante contamos con la repetición, y ustedes
saben que la repetición siempre, por definición, demanda lo nuevo, aunque el significante se
repita su repetición va a incluir nuevas significaciones. Fíjense, si digo: “una madre es una ma-
dre”, estoy usando la repetición pero el sentido que surge es nuevo y distinto que si yo digo:
“una madre” solamente, hay un énfasis particular que adquiere esa repetición y que podría
enfatizarla aún más con una nueva repetición: “una madre es una madre, madre”.

Eso no pasa con la letra, en ella se cumple el principio de identidad. Por ejemplo: “rata” en el
caso del hombre de las ratas, es idéntica a sí misma, no hay ningún deslizamiento más que se
pueda hacer, por eso decimos que la letra no hace cadena, es sola; Lacan dice “hay Uno”, que
también quiere decir que es sin el Otro.

El concepto de cifra está relacionado con el concepto de signo y letra de la última enseñanza,
sobre todo porque trabajaremos síntoma e inconsciente y la cifra tiene que ver con el modo en
que trabaja el inconsciente. El inconsciente cifra los signos aislados que lo constituyen.

El inconsciente, su materialidad, es la de estar formado por signos aislados, por lo tanto, no


hay significaciones a nivel del inconsciente. Este modo de pensarlo, va en contra de creer que
el inconsciente es una bolsa de significaciones que el sujeto tiene que recuperar, esos signos
que no se encadenan, que no producen significación, sirven para contabilizar el goce; ésta es la
explicación que podemos dar cuando hablamos del inconsciente cifra. Es el inconsciente que
contabiliza el goce, es el aspecto del inconsciente vinculado al goce. Entonces el inconsciente
contabiliza y cifra goce, pero al mismo tiempo el inconsciente goza al cifrar.

Ustedes se preguntarán: ¿dónde queda todo lo que dijimos al comienzo cuando hablamos de
la cadena significante?, ¿cómo pensar el inconsciente hecho de signos que portan goce sin in-
cluir el inconsciente que alberga las formaciones del inconsciente: lapsus, chistes, sueños, etc.?,
¿dónde ubicamos los efectos de significación provocados por la cadena significante?

La cuestión se resuelve si pensamos en dos inconscientes. Seguramente ustedes habrán oído


hablar del inconsciente real y del inconsciente transferencial. Podríamos decir que el incons-
ciente tiene estas dos caras y que el análisis transcurre o se nutre, fundamentalmente del in-
consciente transferencial.

Cuando una persona inicia un análisis, lo que ocurre es que se pone en ejercicio el inconsciente
transferencial. Eso no quiere decir que antes del análisis no había, lo que digo, es que antes de
comenzar un análisis el inconsciente transferencial estaba quieto, el análisis lo pone en movi-
miento a través de la cadena: significante, metáfora y metonimia y direccionalidad al Otro. Es
el momento en que pensamos al síntoma como mensaje dirigido al Otro.

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Pero también, ese inconsciente transferencial se nutre del inconsciente real, es la cara de goce
del inconsciente, es ahí donde ubicamos la cifra de goce, no sólo se nutre, sino que el análisis
va tras la búsqueda del inconsciente real. Recuerden que Lacan en la última época define el
análisis como orientado por lo real y al síntoma, como goce.

Cuando hablamos del inconsciente transferencial, ponemos en juego la cara simbólica del sín-
toma, es el síntoma como metáfora, el síntoma como mensaje, pero la orientación es hacia el
síntoma en su cara real, o sea, hacia el goce del síntoma.

Lacan dice que el análisis se orienta del significante a la letra. Fíjense que el movimiento que
le imprime al análisis es el de ir de la movilidad del significante a la fijeza de la letra. Cuando
decimos fijeza de la letra nos estamos refiriendo a la localización de un goce, entonces, cuando
podemos localizarlo, cuando podemos lograr una sujeción del sujeto a su letra de goce, entien-
do que estamos en un final de análisis.

Ustedes saben que Lacan inventa un significante para hablar del síntoma al final del análisis,
me refiero al sinthôme.

¿Qué es el sinthôme? Es el resto incurable del síntoma que deja de estar al servicio del displacer
para ubicarse del lado del placer, es aquello que le permite al sujeto hacer algo distinto con eso
que solo le traía sufrimiento, Lacan dice: “que es el saber hacer con…”

El final del análisis, entonces, es cuando se ha podido aislar una letra de goce del inconsciente
real, a la cual el sujeto se identifica y es lo que Lacan llama sinthôme.

No se preocupen si no entienden demasiado todo este período oscuro de Lacan, hoy, solo se
trata de hacer una presentación del tema porque todo nuestro Propedéutico girará alrededor
de estos conceptos. Intentaremos ir dándoles forma, tratando de entenderlos, entonces, tomen
esta clase como un pantallazo, como una introducción de los conceptos, como una forma de
empezar a familiarizarse con ellos.

26 de mayo de 2010

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III
EL SÍNTOMA ANALÍTICO

Empezaremos por el segundo módulo que lleva por título “El síntoma”, donde intentaremos
explicar: qué es un síntoma, sus diferencias en los desarrollos de Freud y de Lacan y sus impli-
cancias para la dirección de la cura. Entonces, comencemos metiéndonos de lleno en el tema.

El psicoanálisis ha realizado a lo largo de su historia una larga, minuciosa y especial, cons-


trucción del síntoma, lo cual nos permite hoy hablar del síntoma analítico.

Cuando hago esta aclaración y digo “construcción del síntoma”, ya dejo claro que el síntoma
analítico no es igual al síntoma en el sentido común del término. Si vamos al médico a con-
tarle que algo nos duele, por ejemplo, la cabeza, decimos que nuestro síntoma es el dolor de
cabeza, cuando vamos al analista con el mismo dolor de cabeza, no será eso lo que se localice
como el síntoma analítico.

Comparando la clínica psicoanalítica con la clínica; psiquiátrica, podemos decir que la clí-
nica psiquiátrica de hoy ha cambiado mucho respecto de épocas anteriores. Antes era una
disciplina de la observación que pretendía ser objetiva y que fundamentalmente, llegaba a
descubrir y clasificar nuevas entidades clínicas; recuerden por ejemplo a Kraepelin que intro-
duce nuevas clasificaciones como la demencia precoz y la parafrenia; a Serieux y Capgras con
el delirio de reivindicación; Kalbhaum, la paranoia; Hecker, la hebefrenia; De Clérambault, las
psicosis pasionales; Pinel, Esquirol con su concepto de alucinación, etc.

En cambio, la clínica de nuestra época es casi exclusivamente una clínica de la medicación,


es decir, una clínica que busca aliviar las afecciones del paciente a partir de los posibles efec-
tos de los medicamentos. Frente a esta clínica actual, desde el psicoanálisis, respondemos
con la clínica del significante. Lacan decía que el psicoanálisis era una clínica porque supone
un lecho sobre el cual se acuesta el paciente y se le propone que hable.

Entonces, el síntoma de la clínica psiquiátrica no es el síntoma de la clínica analítica. El síntoma


para el psicoanálisis es un síntoma hablado por el paciente, y si logramos que a partir de ese
relato y de la respuesta del analista, obtener un síntoma analítico, se transforma en un síntoma
hablante. Se vuelve hablante a partir de encontrar un destinatario, al encontrar a un Otro a
quien dirigírselo. Por eso decimos que en el síntoma analítico está el analista, el analista con su
interpretación promueve la construcción del síntoma. El analista tiene que interpretar, si no, no
hay construcción del síntoma analítico y si no hay síntoma, no hay entrada en análisis.

En la psiquiatría actual no se habla, o bien, solo se habla para que el psiquiatra pueda llegar a
un diagnóstico y ubicar la medicación adecuada. Fíjense todos los avances que describe hoy la
ciencia para ubicar en el cerebro los centros que dirigen distintos afectos, como por ejemplo:
el humor, la depresión, la angustia, etc. En la medida en que esto se logre imponer, solo hará

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falta una determinación específica en el cerebro para ubicar la medicación correspondiente y


listo.

El trabajo analítico nos manda por otro camino, nos enseña que es necesario lograr una trans-
formación de los síntomas, algo así como una purificación.

Por eso les decía que el síntoma analítico no va de suyo, hay que construirlo, no es algo dado,
por eso decimos “construcción del síntoma”.

Un elemento fundamental para la construcción del síntoma es la interpretación. ¿Por qué?


Porque el trabajo interpretativo provoca una elaboración de saber lo que va posibilitando una
reducción del sentido de los síntomas, y por lo tanto, un cambio en la economía del goce vin-
culado a ellos, el goce se transforma, provocando cambios en el modo de gozar de cada uno.

Entonces, vamos a desarrollar los pasos y los tiempos de esa construcción, para lo cual, ten-
dremos que comenzar por Freud ya que fue el inventor del síntoma analítico.

En el encuentro de Freud con el inconsciente, el síntoma ha tenido distintos lugares, diferentes


énfasis a lo largo de su trayectoria y ha tenido dos acompañantes que atraviesan también,
la mayor parte de la enseñanza de Lacan, me refiero a la repetición y al displacer, por consi-
guiente, señalaremos esta intersección: síntoma, repetición, displacer.

Si hablamos de repetición, es ineludible la referencia freudiana al texto del año 1914: “Recuer-
do, repetición, elaboración”1. Allí encontrarán la famosa frase que dio pie al desarrollo del
acting out: “Se repite para no recordar”.

¿Cómo iluminar esta frase en relación a este texto?

El significante en alemán utilizado por Freud es agieren, que quiere decir acción, entonces, se
actúa en lugar de recordar, lo cual da cuenta del lugar central que tenía para Freud el recuer-
do como instrumento fundamental para el levantamiento del síntoma. El recuerdo toca otro
tema importante para los primeros desarrollos de Freud, me refiero al concepto de trauma.
Freud creía que lo que se evitaba recordar era el hecho traumático. Se le suponía al paciente
una intención inconsciente para evitar el recuerdo; en su lugar, la acción, como si hubiera una
intención inconsciente de actuar en lugar de recordar.

Pero el recuerdo también encontró un límite para Freud, es allí donde inventó la construcción.
Entonces, donde Freud descubre el límite del recuerdo, se abre el tema de la construcción, con
lo cual debemos señalar también, una relación entre el síntoma, el recuerdo y la construcción.

La transmisión que nos deja Freud en ese texto es de cierto optimismo; es la creencia en el
recuerdo como camino para la desaparición del síntoma, pero también, para dejar de repetir.

Freud nos hace creer que recordando, el síntoma y la repetición se levantan.

1- Freud, S., “Recordar, repetir y reelaborar”, Vol. XII, Obras completas, op. cit.

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O sea, que tenemos una respuesta contundente en Freud: vía el recuerdo se levanta el síntoma,
la repetición y, por lo tanto, cesa el displacer. Una vez develado el trauma, se levanta el sínto-
ma.

Les advierto que esta es la versión optimista de Freud, esta versión pronto encontrará obstácu-
los insalvables que lo llevarán a ordenar las cosas de otro modo.

Un segundo momento freudiano, lo ubicamos en torno a la relación síntoma-fantasía. El ejem-


plo típico es el síntoma de la afonía en Dora, que se interpreta como una fantasía de felatio.
Freud considera que una vez develado el fantasma, el síntoma se levanta.

Esto nos permite registrar, percibir, la presencia fundamental del fantasma en la constitución
del síntoma.

Recuerden el fantasma descubierto por Freud en torno a las histéricas, fantasma de abuso
sexual por parte de un adulto, fantasma que Freud pensaba primero, como experiencias trau-
máticas no recordadas.

Entonces podemos señalar:

1. causalidad traumática en la constitución del síntoma


2. causalidad fantasmática en la constitución del síntoma

Un tercer tiempo a destacar es la relectura de los dos primeros sobre el fondo de un encuentro
pleno entre el síntoma y la pulsión.

Señalo un texto central en Freud con relación a este enfoque: “Inhibición, síntoma y angustia”,2
del año 1926.

Muchas cosas aquí han cambiado, el recuerdo como instrumento inapelable ha sido afectado
severamente por lo que Freud llamó, la represión primaria.

La represión primaria, según Freud, es la marca de lo imposible a recordar. Como se podrán


imaginar, si el síntoma tiene que ver con la represión y la represión primaria es imposible de
recordar, entonces el recuerdo como tal, ya no será válido para el levantamiento del síntoma.

Hay un concepto muy usado por los post-freudianos en torno al recuerdo que es el insigth.
¿Qué es el insigth a la luz de lo imposible a recordar?

Es la ilusión de los analistas de poder desconocer la castración, es creer que se puede escapar
a la castración.

Cuando Freud teoriza la represión primaria como lo imposible a levantar, separa al síntoma
de la represión y deja a la represión como ley del inconsciente junto con la pulsión de muerte.
La represión deja de ser un mecanismo referido solo a la producción del síntoma para pasar a
ser una ley del aparato psíquico.

2- Freud, S., “Inhibición, síntoma y angustia”, Vol. XX, Obras completas, op. cit.

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Este enfoque queda desarrollado en un texto muy importante de Freud: “Más allá del princi-
pio del placer”,3 texto metapsicológico fundamental.

Si conocen bien el recorrido freudiano podrán advertir que comienza su desarrollo alrededor
del síntoma de una manera muy optimista pero concluye no precisamente con optimismo
sino todo lo contrario, con pesimismo, podríamos decir que con un pesimismo eficaz, útil, que
es el que nos conduce al concepto de satisfacción pero vinculada a lo imposible.

Entonces, el vínculo con lo imposible conlleva una satisfacción, es una bisagra que a mi gusto,
une a Freud con Lacan. Es lo que Lacan denominó “goce”.

Lacan se ocupó precisamente de avanzar más allá de los puntos de imposible que encontró
Freud, por ejemplo: el ombligo del sueño, la roca viva de la castración, la pulsión de muerte, el
masoquismo primordial y, finalmente, la RTN (reacción terapéutica negativa).

Lacan, como ustedes bien saben (porque fue lo que estuvimos viendo en las dos primeras
clases introductorias), utilizó en los comienzos de su enseñanza, un instrumento fundamen-
tal para leer a Freud que es la lingüística y de la mano de la lingüística le dio entrada, en el
campo del psicoanálisis, al discurso.

Con estos elementos de la lingüística, el síntoma se transforma con Lacan en un síntoma de


discurso, o sea que hablar de psicoanálisis lacaniano, es hablar de una conjugación íntima
entre síntoma y discurso.

Sus consecuencias son extremas, y digo extremas porque a partir de esta conjugación ninguno
de nosotros encontrará su síntoma en ningún libro, ninguno de nosotros podrá decir: “éste es
mi síntoma”, si no se ha analizado, y ninguno de nosotros podrá decir “éste es mi síntoma”, si
no se ha analizado en la orientación de Lacan.

Se trata pues, del síntoma dicho.

Este síntoma dicho, lo encontraremos en un primer abordaje de la enseñanza de Lacan bajo


distintos nombres: formalización del síntoma, síntoma bajo transferencia, significante del sín-
toma, síntoma en la entrada en análisis.

Ahora bien, cuando Lacan retoma a Freud en los comienzos de su enseñanza hace un recorte
del síntoma, tal como lo había definido Freud, lo deja de lado, me refiero a su cara de satisfac-
ción. Ese síntoma que conceptualizó Lacan aplicándole la lingüística, lo que llamamos síntoma
como mensaje –mensaje porque está dirigido al analista– es el síntoma que ha olvidado la
pulsión, es decir, ha olvidado aquello que lo hace incurable, éste fue el optimismo lacaniano.

Vemos entonces que no solo Freud tuvo su época optimista, quizá por ser el inventor del
psicoanálisis se lo podemos aceptar y comprender, estaba en curso su descubrimiento; en
cambio Lacan cuando deja de lado la pulsión, podríamos pensar que deja de lado un aspecto
fundamental del descubrimiento freudiano. No creo que se trate de un olvido, parece más

3- Freud, S., “Más allá del principio del placer”, Vol. XVIII, Obras completas, op. cit.

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bien un énfasis que tuvo su retorno a Freud en contraposición con los desvíos producidos por
los post-freudianos, con los que se tuvo que enfrentar en su época.

La pulsión, tal como Freud la desarrolló por ejemplo, cuando habló del principio de nirvana,
del impulso a cero, del empuje a lo inanimado, será lo que Lacan llamará lo real.

De la mano de la pulsión, de lo real, de la cara de satisfacción del síntoma, encontraremos la


ubicación del goce en Lacan, concepto que también sufrió cambios desde sus inicios hasta
su final.

Ustedes van a poder comprobar, cuando tengan una lectura general de la enseñanza de Lacan
que, tanto el síntoma como el fantasma, no ocupan un lugar relevante, no tienen un tratamien-
to recortado como lo estamos haciendo nosotros.

Este énfasis, este recorte, es la lectura que hace Miller de Lacan, es lo que llamamos la Orien-
tación Lacaniana, así llamamos al curso que da Miller todos los años desde hace muchos años,
muchos de los cuales ya están en nuestras bibliotecas porque ya están publicados. Miller es
quien establece todos los seminarios de Lacan, porque así lo ha querido Lacan, y es el que
ordena su obra de esta manera, es el que interpreta a Lacan, es el que nos ayuda a entender la
complejidad de su enseñanza, lo cual introduce consecuencias clínicas importantes. El hecho
de destacar y ubicar las categorías de síntoma y fantasma, nos lleva a ordenar de manera par-
ticular la lógica de la cura.

El síntoma del comienzo de un análisis es un síntoma regido por el displacer y por la repeti-
ción.

Ustedes saben que Lacan terminó hablando del sinthôme y específicamente al final del análisis,
de la identificación al síntoma. Por eso, con Miller, decimos que la lógica de una cura va del sín-
toma al fantasma y retorno, porque al final nos encontramos nuevamente con el síntoma pero
con un síntoma que ha cambiado radicalmente su sentido respecto del síntoma a la entrada, de
ese síntoma que llamamos mensaje dirigido al Otro. El sinthôme al final de un análisis es un
síntoma que tiene otra escritura. Ya no estará regido por el principio del displacer, sino que
será un síntoma que se sustituye a la ecuación freudiana de la heterosexualidad.

¿Por qué digo esto?

Porque Freud se manejó con claves universales de la relación con el otro sexo y creyó en la
complementación sexual, sin duda de la mano del falo.

Lacan, que siempre parte de los imposibles freudianos, en este punto dirá: no hay relación
sexual, si la hubiera, todo análisis debería conducir al buen encuentro entre el hombre y la
mujer.

En lugar de estos encuentros Lacan propone encuentros sintomáticos que no son universales
sino particulares, son encuentros de cada uno con el otro sexo, o no, con el mismo sexo, con un
objeto, en fin, con el mundo.

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Desde esta forma de pensar las cosas, se sustituye la fórmula de la media naranja por la fór-
mula del partenaire síntoma.

¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que el encuentro entre personas es secundario a las for-
mas de goce, el goce es primero y es el que comanda la elección del partenaire.

En este punto Lacan desarrolló las fórmulas de la sexuación.

Volviendo al síntoma, hay que decir que si el síntoma es relevante para el comienzo de un
análisis es necesario oponer síntoma a carácter, síntoma a la neurosis, síntoma al yo y darle su
verdadero estatuto, su estatuto necesario.

Decir que el síntoma es condición de un análisis, excluye toda formulación que ubique al
psicoanálisis para todo el mundo, que considere que como el análisis no hace mal, todo aquel
que quiera hacerlo, por qué no, adelante.

Ubicar al síntoma como central en los comienzos de un análisis, significa que querer anali-
zarse no es razón suficiente, hay que encontrar el síntoma previo que pueda dar lugar a
un análisis. Hay un síntoma previo que hay que precisar, y esto es necesario no solo para el
analista, sino también, para el sujeto mismo.

Por eso Lacan dirá en El Seminario 10, La angustia,4 que es condición del síntoma, forma parte
de su naturaleza, que el sujeto lo reconozca como tal.

Esto significa que no es suficiente que el analista o el mundo entero consideren que un sujeto
tiene un síntoma cuando él no lo percibe.

Coherentemente con esta posición, nacen las entrevistas preliminares que son los encuentros
con un analista que interroga ya no al yo, sino al inconsciente, acerca de la demanda de análi-
sis, porque hay que decir que no todo pedido de análisis es una demanda de análisis, hay
que demostrarlo, para eso están las entrevistas preliminares.

En la Universidad de Yale, Lacan deja bien claro que cuando alguien viene a consultarlo di-
ciéndole que quiere conocerse mejor, lo hecha, es ahí donde habla de la entrada en análisis
como el franqueamiento de un umbral, como algo que se debe atravesar y en ese sentido
son las entrevistas preliminares las que introduce como necesarias.

Entrevistas preliminares es diferente a contrato analítico. El contrato analítico se hace con las
partes sanas del yo, como para Lacan eso no existe, porque todo el yo está enfermo, podría-
mos decir, enfermo de desconocimiento, entonces, el único contrato válido es con el incons-
ciente y el nombre de este contrato es: síntoma analítico.

Pero volvamos un poco a Freud. Ustedes tienen como bibliografía para el próximo taller las
dos conferencias de Freud sobre el síntoma. Me gustaría ubicarlas para que cuando ustedes
las lean tengan un marco posible para su comprensión.

4- Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 1992.

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La Conferencia 17 se llama “El sentido de los síntomas”5 y la Conferencia 23, “Los caminos de
formación del síntoma”.6

Es interesante destacar que fueron dirigidas a un público que no tenía nada que ver con el
psicoanálisis, se trataba de un público no-analista, más bien ingenuo, con buena voluntad, tal
como señala Freud, pero en absoluto erudito. Freud se propone dar estas conferencias con el
motivo de informar sobre su teoría del inconsciente, por eso, se trata de conferencias de di-
vulgación, de exposición de sus descubrimientos.

Estas conferencias se dictaron por espacio de dos años, 1916 y 1917, las dos que trabajarán us-
tedes se ubican durante el segundo año.

Durante el primer año, Freud se había ocupado de los sueños, de los actos fallidos, dos ejem-
plos claros de lo que puede ser interpretable, y es lo que a él le interesa comunicar a su público.

El segundo ciclo de conferencias, donde se enmarcan estas dos, trata de los síntomas neuróti-
cos, las neurosis de transferencia, como él las llamaba en aquella época: neurosis de angustia,
histeria de conversión y neurosis obsesiva. Freud dice que ya no se trata de una introducción
sino del psicoanálisis mismo.

El año en que fueron dictadas, 1917, era un momento especial en los desarrollos de su ense-
ñanza; estaba cercano a un momento de viraje de la teoría freudiana que fue en el 20 cuando
escribió “Más allá del principio del placer”.

Hasta ese momento Freud contaba con el inconsciente, con el aparato psíquico y con la pri-
mera teoría pulsional (pulsiones del yo y pulsiones sexuales).

La tríada conceptual que podemos señalar es:


1. la fijación libidinal
2. la regresión al autoerotismo
3. la elección narcisista de objeto.

Todavía no escribió “Más allá del principio del placer” ni “El yo y el ello”, ni “Psicología de las
masas…”

Quería comentarles lo que dijo Lacan en el año 1975, oportunidad en que dio una conferencia
en Ginebra sobre el síntoma.7 Allí dice lo siguiente:

“Lean un poco la introducción al psicoanálisis, las vorlesungen de Freud. Hay dos capítulos
sobre el síntoma. Uno se llama ´Sobre los caminos de formación del síntoma´, es el capítulo 23 y
se percatarán luego que hay un capítulo 17 que se llama ´El sentido de los síntomas´. Si Freud
aportó algo es eso. Que los síntomas tienen un sentido y que solo se interpretan correctamente
-correctamente quiere decir que el sujeto deje caer uno de sus cabos- en función de sus primeras

5- Freud, S., “Conferencias de introducción al psicoanálisis”, Vol. XVI, Obras completas, op. cit., pág. 235.
6- Ídem, pág. 326.
7- Lacan, J., Intervenciones y textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1998, pág. 126.

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experiencias, a saber, en la medida en que encuentre lo que hoy llamará, por no poder decir al
respecto nada más ni nada mejor, la realidad sexual”.

Inmediatamente Lacan presenta un desacuerdo con Freud:

“Freud insistió mucho al respecto. Creyó poder enfatizar especialmente el término autoerotismo,
en la medida en que el niño descubre primero esa realidad sexual en su propio cuerpo. Me permi-
to -eso no ocurre todos los días- no estar de acuerdo y no estar de acuerdo en nombre de la obra
de Freud mismo”.

Lacan toma luego el caso Juanito y explica cómo el falo introduce un goce extraño que irrum-
pe en la economía autoerótica de Juanito. Lacan explica la introducción del wiwimacher en su
circuito.

Para Lacan, el síntoma de Juanito entra dentro de lo que él dice acerca de ciertos seres: “...el
encuentro con su propia erección no es autoerótico en lo más mínimo, es lo más hetero que
hay”.8

Lacan se remite al síntoma fóbico porque ejemplifica el goce como siendo siempre hetero.

Volviendo a Freud, podemos decir que la secuencia de estas dos conferencias va del sentido al
goce en el síntoma.

La vertiente subrayada en cada una de ellas es diferente, incluso los casos presentados en am-
bas son diferentes; en la 17 presenta dos síntomas obsesivos, en la 23, solo se refiere al síntoma
histérico.

En la 17 enfatiza el sentido y prácticamente no menciona el problema libidinal, en cambio en


la 23 enfatiza la vertiente de fijación libidinal, aquí se trata de la libido, de la satisfacción, es
decir, del goce.

Recordemos que la secuencia sentido-goce es el camino que sigue Lacan en su enseñanza, el


binario que va del sentido al goce.

La Conferencia 17 se basa en lo que Freud había desarrollado en el primer ciclo, año 1916, pero
ahora aplicado a los síntomas. Todo lo que venía diciendo de los sueños y de los actos fallidos,
vale para los síntomas: que son interpretables.

Entre la 17 y la 23, Freud introduce lo pulsional, la libido, lo sexual y, fundamentalmente, la


dimensión perversa de lo sexual.

Pero en la Conferencia 23, Freud se dirige de lleno a lo pulsional que para él se reduce a lo
sexual, y trata de vincular ambas vertientes, la del descubrimiento del inconsciente, es decir,
la del inconsciente definido por la interpretación y el hallazgo de la sexualidad infantil.

8- Ídem, pág. 128.

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La preocupación de Freud es descubrir qué es lo que se opone a lo sexual y llega a la conclu-


sión, de que lo que se opone a lo sexual es la realidad exterior, la realidad externa se opone al
desarrollo pulsional.

Sin embargo, descubre que hay algo interno que también se opone a lo sexual y estas son las
pulsiones del yo. Entonces, por un lado, la realidad exterior y, por el otro, las pulsiones del
yo, ambas se oponen al desarrollo pulsional.

Estos son los argumentos que preparan, que introducen la segunda tópica freudiana: yo,
ello y superyó. Hasta ahora Freud consideraba que los tres eran: consciente, preconsciente e
inconsciente.

La segunda tópica aparece a posteriori de estas conferencias. Hasta aquí, lo que se le presenta
a Freud es el dualismo inconsciente–libido y es precisamente este dualismo lo que constituye
la raíz de la separación entre ambas tópicas.

En esta secuencia que va de una a la otra, trata de vincular las dos vertientes de su obra:

a) la del descubrimiento del inconsciente, la de los fenómenos interpretables, la del incons-


ciente definido por la interpretación.

b) la vertiente pulsional, la del descubrimiento de la sexualidad infantil y del carácter perverso


de la sexualidad.

¿Por qué me interesa incluir estas conferencias? Porque ustedes van a poder situar como punto
de partida las dos dimensiones necesarias para considerar el concepto de síntoma tanto en
Freud como en Lacan.

Por un lado, la dimensión significante del síntoma, el síntoma como un símbolo mnémico,
un sustituto ligado en tanto tal, al lenguaje, lo que llamamos el síntoma como mensaje.

Por otro lado, la dimensión de goce del síntoma, en tanto que el síntoma permite una satisfac-
ción pulsional que llamamos goce del síntoma.

Estas dos vertientes son las que intentaron articular tanto Freud como Lacan en relación al
síntoma.

A Freud, el síntoma se le presenta desde el comienzo como un enigma a partir del cual des-
cubrirá no solo el inconsciente, sino todos los demás conceptos que constituyen el andamiaje
teórico del psicoanálisis.

Freud parte de suponerle un sentido al síntoma, un sentido que puede ser interpretado si-
guiendo los caminos del inconsciente y sus operaciones de desplazamiento y condensación, así
lo consideró durante un tiempo, lo veíamos al comienzo de la reunión de hoy, época optimista
de Freud, hasta que tiempo después, cuando se topó con la reacción terapéutica negativa
(RTN) y la compulsión a la repetición, tuvo que modificar su optimismo para ubicar allí un
tope a la interpretación.

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Si bien es cierto que Freud se encontró con la RTN avanzados sus desarrollos teóricos, pode-
mos ubicar un antecedente de este concepto en los primeros textos sobre las neurosis actuales.

En 1895 Freud escribe “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determina-


do síndrome en calidad de neurosis de angustia”.9 Allí, propone dos tipos de síntomas:
los síntomas de tipo somático (donde no nos encontramos con el mecanismo psíquico de la
sustitución de una representación por otra) y los síntomas de las neuropsicosis (donde sí en-
contramos el mecanismo de la sustitución, por eso los llama neuropsicosis de defensa). Estos
son los síntomas interpretables y Freud los distingue de los síntomas somáticos que no lo son.

Freud avanza con esta problemática preguntándose por el origen somático o psíquico de los
síntomas. En esa época sostiene que al comienzo hay una causa somática y que luego viene
a agregarse lo psíquico.

Freud también se refiere a un autoerotismo puro, mecánico, al cual viene a ligarse poste-
riormente una fantasía, esa fantasía se correspondería con el sentido o la significación. En la
ligadura ubica al acto masturbatorio.

Para Freud, el acto mecánico previo a la ligadura, puede constituirse en la base de lo que luego
será la facilitación somática en los síntomas histéricos.

Entonces, hay un núcleo del síntoma que escapa al desciframiento, hay una zona no interpreta-
ble del síntoma y es esta problemática la que retoma Lacan en la última enseñanza y es lo que
le permite definir al síntoma como un modo de gozar del inconsciente o sea, no se presenta
como efecto del trabajo inconsciente sino como algo anterior. Fíjense, que no lo piensa como
una formación del inconsciente, sino como lo que lo pone a trabajar.

Freud, decíamos, intenta una articulación entre estas dos ver- tientes que no solo se expresan
en el síntoma, sino que serán dos ejes que caracterizarán toda su obra; entonces, vemos cómo
hace un esfuerzo teórico para articular el sentido con la satisfacción.

Miller dice que tenemos que distinguir “Sinn” de “Bedeutung”. Sinn quiere decir, sentido,
bedeutung quiere decir significación o referencia.10

Sinn es efecto de sentido, lo que se determina a partir del significado.

La bedeutung tiene que ver con lo real.

Aplicando esta diferencia a las dos conferencias, la 17 tiene que ver con el sinn, con el sentido
de los síntomas, mientras que la 23 es la bedeutung del síntoma, porque Freud demuestra que
la referencia al síntoma pasa por el fantasma. Si bien no identifica fantasma con real, dice que
el fantasma es como un velo fundamental antes de lo que es verdaderamente real, la fijación.

9- Freud, S., “Primeras publicaciones psicoanalíticas”, Vol. III, Obras completas, op. cit., pág. 85.
10- Miller, J.-A., Seminario de Barcelona sobre “Die wege der symptombildung”, Freudiana 19, Publicación de la Escuela Europea de
Psicoanálisis de Cataluña, 1997.

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Miller hace un comentario respecto del título mismo de la Conferencia 23, “Los caminos de
formación del síntoma”; toma el concepto de wege y de bildung, que quieren decir, camino y
formación.

Relaciona camino con libido, siendo que la que camina es la libido y de ahí toma sentido el tér-
mino fijación, o sea, un detenimiento en el camino.

Por un lado, hay una vocación errante de la libido que es la expresión de la plasticidad de las
pulsiones parciales, la capacidad que tienen las pulsiones de cambiar de objeto, de encontrar
sustitutos en su camino, y justamente uno de los destinos de la libido puede ser el síntoma,
pero ustedes saben que hay otros destinos posibles de la libido, por ejemplo, la sublimación,
van a ver que la Conferencia termina precisamente con un comentario acerca del arte.

Entonces podemos decir que la libido se puede sintomatizar o sublimar.

Porque si bien toda la teoría de Freud alrededor del síntoma supone una satisfacción, esta
satisfacción se puede sustituir por otra.

En esta sustitución, ambas, la original y la secundaria, son buenas, no importa el objeto, lo que
importa es la satisfacción obtenida, y en ese sentido, una es tan buena como la otra.

En conclusión, podemos decir entonces que la Conferencia 23 es un estudio acerca de los mo-
dos de gozar.

Fíjense cómo define Freud al síntoma, a pesar de su fenomenología de sufrimiento es: una
modalidad de la satisfacción libidinal.

Freud elabora su concepto de síntoma en la dimensión temporal, en términos de desarrollo,


regresión y fijación. De este modo, presenta la libido como teniendo un pasado y una memo-
ria, además incluye la dimensión de la historia.

Con la inclusión de la historia, aparece el problema de la diferencia entre la verdad y la exac-


titud.

Freud incluye las vivencias infantiles como teniendo una importancia central, tanto que justi-
fica en ellas una fijación. Si la libido regresa es porque algo la atrae, eso que atrae, con Lacan lo
pensamos como un más de goce, como un plus de gozar. Puede ser fantasmático o traumático,
pero no cabe duda que es atractivo sea como sea y allí ubica un punto de fijación que atrae, que
provoca la regresión de la libido.

Van a ver entonces cómo toda la teoría de Freud alrededor del síntoma supone una satisfac-
ción. Es más, Freud define al síntoma como una modalidad de la satisfacción libidinal. Algo
así como: “tú eres feliz en tu sufrimiento”.

Esto es precisamente, lo que da lugar a un análisis, porque el único sentido que podría tener
una cura, es la disminución del precio del sufrimiento para acceder a algo de lo que la satis-
facción pulsional provoca cuando se ve interceptada.

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Freud trata de que ese camino sea menos costoso en sufrimiento. Cuando este sufrimiento
se produce es porque estamos frente a un conflicto, el conflicto aparece cuando la satisfacción
pulsional no encuentra vía libre, cuando entra en conflicto con otra instancia que obliga a que
la libido cambie de dirección.

Freud ubica en ese lugar a la realidad exterior, también en las dos conferencias van a ver que
ubica como motor del conflicto, al yo y sus leyes, más adelante, pondrá al superyó y final-
mente, a la pulsión de muerte.

Para Freud el conflicto es central, lo encontramos en la definición misma de síntoma, recuer-


den que lo define como una solución de compromiso entre dos fuerzas opuestas, entre dos
fuerzas en conflicto.

En Lacan también nos encontramos con una clínica del conflicto, sobre todo, antes de la inclu-
sión de la teoría de los nudos. Por ejemplo, cuando opone imaginario y simbólico, hablamos
de una clínica del conflicto, después la oposición simbólico y real, cuando incluye al objeto a
como lo que resiste a lo simbólico, en esa tensión también hay conflicto, en cambio, con los
nudos, no hay tensión, hay solidaridad entre las distintas dimensiones.

Podemos decir que Lacan con su teoría de los nudos, piensa al síntoma sin la idea del conflic-
to. La clínica de los nudos se trata de una clínica del anudamiento y no de la oposición, una clí-
nica de los arreglos que permiten la satisfacción y que conducen al goce; por supuesto que hay
dificultad pero no hay conflicto, la estructura de los nudos no permite hacer surgir el conflicto.

8 de junio de 2011

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IV
LA TRAYECTORIA DEL SÍNTOMA EN LA CURA

En la reunión anterior comenzamos con el módulo del síntoma, señalamos las diferencias que
hay entre el síntoma para la psiquiatría y para el psicoanálisis; luego dejamos subrayada una
intersección entre el síntoma, la repetición y el displacer, sostenidos en la afirmación freudiana:
“se repite para no recordar”.

Ubicamos al recuerdo como tema fundamental en la primera teoría freudiana del trauma, para
pasar luego al segundo momento freudiano cuando relaciona el síntoma con la fantasía; tam-
bién ubicamos la cara de satisfacción del síntoma, la cara pulsional por un lado y la cara signi-
ficante por el otro, o sea el síntoma como mensaje dirigido al otro.

Esa diferencia dio lugar al último trabajo de los talleres con las dos conferencias de Freud la
17,1 donde lo que se pone en primer lugar es la dimensión significante del síntoma (el síntoma
como mensaje, por lo tanto, interpretable) y la 232 donde Freud introduce lo pulsional, la libido,
lo sexual, la cara de satisfacción del síntoma, lo que con Lacan llamamos el goce del síntoma.

Hoy, vamos a trabajar el síntoma desde la perspectiva clínica, el síntoma a la entrada en aná-
lisis. Algo dijimos en la reunión pasada respecto de las entrevistas preliminares, por lo menos
dejamos bien señaladas, las diferencias con el contrato analítico.

Hablar del síntoma a la entrada en análisis, es decir que el síntoma tiene una diacronía, esto
significa que hay un tiempo de trabajo entre analista y paciente que permite la producción del
síntoma, en la medida en que el síntoma, tal como el paciente lo presenta, no es el síntoma
analítico, o sea que el síntoma analítico es una producción, pero además, es una condición ne-
cesaria para comenzar un análisis.

Como decía Lacan,3 se trata de una demanda verdadera, aquella que empuja al paciente a hacer
un trabajo en relación con la verdad del síntoma.

Muchos pedidos de entrevista no desembocan en un análisis, puedo darles un par de ejemplos


de ello. Recuerdo a una mujer que me consultó en tres oportunidades diferentes. Lo interesante
era que no quería iniciar un análisis, sino solucionar algún dato puntual, lo quería resolver e
irse. En un primer momento, se trataba de un amor, la duda era: me caso o no me caso. La ma-
dre jugaba un papel fundamental en esta indecisión. Una vez esclarecido el tema, se fue. Volvió
a los dos años a raíz de la muerte de su madre, con quien ella tenía una relación muy cercana
y dependiente, ya era madre de un niño, su muerte la había dejado muy triste y tuvo necesi-
dad de volver a verme. Cuando pasó el momento álgido del duelo, se fue, y algunos años más

1- Freud, S., “Conferencias de introducción al psicoanálisis”, Vol. XVI, Obras completas, op. cit.
2- Ídem.
3- Lacan, J., Conferencia en la Universidad de Yale, 24 de noviembre de 1975, inédito.

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tarde volvió. En esta tercera oportunidad, se trataba nuevamente de un amor pero distinto del
primero, un amor que interfería en la paz de su matrimonio y que irrumpió fuertemente en su
vida, desestabilizándola. Recién en esta oportunidad logró establecer una demanda verdadera
y estuvo varios años en análisis. Esto demuestra que sin la decisión del paciente, es difícil lo-
grar el sostenimiento de un análisis, por eso Lacan decía que él no forzaba a nadie a hacer un
análisis.

El año pasado estuvo viniendo un hombre joven de 28 años, profesional, mandado por su
madre, quien me había conocido en una reunión social y que consideró que yo podía ser un
buen referente para su hijo que no encontraba alojamiento en ningún análisis. Ella creía que
él debía hacer un tratamiento. Se trataba de una familia que no era de Buenos Aires, pero su
hijo estudió aquí y ahora, trabajaba en la Capital. Sus padres viajaban periódicamente a verlo
y en uno de sus viajes fue donde me conocieron. El me llamó y me vino a ver. Después de la
tercera entrevista dejó un mensaje diciendo que con estas tres entrevistas estaba conforme, que
no vendría más por ahora. Entonces lo llamé y le dije que venga una vez más para poder cerrar
personalmente esta secuencia, ya que considero útil cerrar este espacio de otra manera que
telefónicamente.

Aceptó venir sin problemas y fue interesante ubicar dónde estaba la demanda. Era evidente
que la demanda no era suya, ya que todo indicaba que la que me había elegido era su madre
y no él. De todos modos, mi interés estaba dirigido a cerrar esta secuencia no del lado del
fracaso, sino del lado de una puerta abierta. Había recogido tres cuestiones muy puntuales
que le habían servido a partir de esas entrevistas y según él, lo habían hecho pensar muchas
cosas, pero fundamentalmente, lo habían tranquilizado, con eso le alcanzaba por ahora. Una
de ellas tenía que ver con el encierro, distintos episodios así lo indicaban, sobre todo en sus
relaciones amorosas: rápidamente se sentía encerrado razón por la cual no resistía más que un
corto tiempo. Estaba impedido de realizar viajes largos, también por un tema claustrofóbico, no
podía estar mucho tiempo en un ómnibus, avión o coche, comenzaba a sentir una falta de aire
que lo llevaba a necesitar salir rápidamente al exterior, en fin, yo le agregué a esos episodios
los distintos analistas que había consultado sin éxito, serie que cerraba yo misma después de
tres entrevistas. Entonces mi objetivo era dejarle la puerta abierta, aclarándole que en ningún
momento había pensado aún en un análisis, y que mi propuesta había sido tener una serie de
entrevistas y que prefería que este espacio le quedara del lado de lo posible y no del lado del
fracaso. Se fue bastante contento y supongo que no lo volveré a ver más.

Bueno, decíamos entonces que hay una diacronía del síntoma. En la diacronía del síntoma ubi-
camos un primer momento de formalización, lo que llamamos la envoltura formal del síntoma,
luego viene el trabajo de agotar todas las formas posibles, de tratar esa envoltura formal. Este
trabajo, se acompaña con la caída sucesiva de las identificaciones y finalmente, ubicamos la
identificación al síntoma al final del análisis.

Hoy vamos a comenzar por darle un marco al tema de la entrada en análisis.

Freud le dio un nombre al síntoma previo a la entrada en análisis, lo llamó “síntoma primiti-
vo”. Luego el síntoma primitivo pasará a ser el síntoma propiamente analítico. O sea que ya en

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Freud mismo podemos ubicar esta diferencia entre lo que es un síntoma primitivo y un sínto-
ma propiamente analítico, síntoma que posibilita la entrada en análisis.

Desde Freud, el síntoma primitivo es el síntoma en estado natural. Es el síntoma sin la trans-
formación que implica llevarlo al análisis. Entonces tenemos al síntoma natural en oposición a
lo que sería el síntoma artificial.

Este significante “artificial” tiene todo su peso para Freud, precisamente porque propone, como
estatuto nuevo del síntoma, lo que va a llamar una neurosis artificial.

Lacan lo dice claramente cuando lo compara con el acting out, el síntoma no es un llamado al
Otro, se basta a sí mismo, o sea que no está en su naturaleza misma el tener que ser interpreta-
do. El síntoma se basta a sí mismo porque en su esencia es goce, no requiere del Otro.

Entonces, para poder interpretarlo se tiene que dirigir al Otro. Hay una transformación que
tiene que producirse en el síntoma para dar lugar a un análisis: el agregado de la transferencia,
solo así podrá ser interpretado.

En verdad, esto representa toda una discusión entre los analistas,

¿qué es primero, la interpretación o la transferencia? Según Freud, solo se puede interpretar a


partir de la instalación de la transferencia, pero muchas veces, una interpretación del analista
es lo que posibilita la instalación de la transferencia. Hay que tener presente que cuando ha-
blamos de transferencia tenemos que poder distinguir distintos modos, como lo hace Lacan,
la transferencia imaginaria de la transferencia simbólica, una es en relación con la persona del
analista, la otra es en relación con el saber. Para Lacan la primera es obstáculo, en cambio la
segunda, es motor de la cura, por lo tanto, hay que poder definir bien si se trata de un amor al
analista o se trata de un amor al saber.

Volvamos a Freud.

Desde Freud lo que vemos es que se debe sustituir una neurosis natural por una neurosis arti-
ficial a la que llama neurosis de transferencia.

Esta sustitución puede realizarse, siempre que se produzca una metamorfosis a nivel de los
síntomas.

¿En qué consiste esta metamorfosis a nivel del síntoma, según Freud?

Es cuando en el centro del síntoma queda ubicado el analista como objeto. Los síntomas apun-
tan al analista y éste se encuentra en el centro de los síntomas. Lo que se produce es una actua-
lización de los mismos en relación con el analista. El analista funciona como una evocación de
las figuras del pasado.

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Ustedes conocerán la metáfora que utiliza Freud entre el ejercicio del tratamiento psicoanalítico
y el juego del ajedrez.

En el texto que tendrán que trabajar en el próximo taller: “Sobre la iniciación del tratamiento”4
del año 1913, empieza planteando que en el ajedrez, las aperturas y los finales pueden estipu-
larse y formalizarse, no así la infinita variedad de movimientos que siguen a la apertura.

A iguales limitaciones nos enfrentamos en la dirección de la cura. Freud habla de la posibilidad


de una formalización del síntoma comparándola con la formalización que se necesita en el jue-
go del ajedrez. Tanto el comienzo como el final, son dos momentos que pueden ser formaliza-
dos. Podemos agregar algo más, que tiene toda su importancia: será la forma en que se defina
el final de análisis lo que determinará la forma del comienzo.

En este mismo texto Freud se refiere a lo que llama tratamiento de prueba.

Es en el tratamiento de prueba o período de prueba donde acepta por algunas semanas a un


paciente para comprobar si efectivamente puede ser o no analizado, si es apto para el análisis.

Durante este ensayo las reglas son las de un análisis pero con el cuidado de que las intervencio-
nes del analista deben ser las necesarias para que el paciente siga hablando.

No dice nada allí de la interpretación del analista, pero sí de una intervención ordenadora de
las entrevistas. Este período de ensayo tiene para Freud fundamentalmente, una función diag-
nóstica. Se entiende claramente el por qué, ya que deja por fuera del tratamiento psicoanalítico
a la psicosis.

Esa fue la pelea con los suizos. Ellos utilizaban el método psicoanalítico con los psicóticos ob-
teniendo resultados catastróficos. Para Freud la psicosis, lo que él llamaba en ese momento, las
“psiconeurosis narcisistas”, quedaban por fuera del tratamiento psicoanalítico. Él, reservaba el
psicoanálisis como un método posible en las psiconeurosis de transferencia.

Ustedes saben que Freud fue modificando su nosología a lo largo de su obra. En la época de
los escritos técnicos, la clasificación que sostiene es la de psiconeurosis de transferencia, por un
lado, y psiconeurosis narcisistas, por el otro. Dentro de las psiconeurosis narcisistas están los
cuadros que luego quedarán delimitados como las psicosis y dentro de las neurosis de transfe-
rencia están la histeria, la neurosis obsesiva y la fobia.

Entonces la función que tenían esas semanas o período de prueba, era precisamente, el poder
detectar un diagnóstico en función de saber si la persona que consultaba era o no analizable.
Pero fundamentalmente, el objetivo de las mismas era el de establecer la transferencia para
poder dar lugar al comienzo del tratamiento.

Transferencia, decía Freud, como motor y obstáculo.

4- Freud, S., “Sobre la iniciación del tratamiento”, Vol. XII, Obras completas, op. cit.

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Un lugar para ubicar la transferencia como motor es el concepto de analista como parte del
síntoma. Lo podrán leer en el texto que tienen para los talleres.

Más adelante en el año 1914, en “Recordar, repetir y reelaborar”5

Freud va a homologar el concepto de transferencia con el de repetición.

Señalo esto porque justamente Lacan en El Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis,6 intenta separar este abrochamiento freudiano entre transferencia y repetición.

En “Recordar, repetir y reelaborar”, Freud dice que la transferencia es una pieza de la repe-
tición y la repetición es la transferencia del pasado olvidado. O sea, que ubica a la repetición
como una forma del recuerdo.

La transferencia como repetición actualiza la enfermedad y la pone en el centro de la cura. Por


lo tanto, no hay que tratar a la enfermedad como un episodio histórico, sino con su poder de
actualidad ya que el enfermo lo vive como algo real, objetivo y actual. Esta actualidad es la que
se debe remitir al pasado.

Aquí es donde presenta la neurosis artificial a la que llama “neurosis de transferencia” y la


define como necesaria para la cura.

Respecto de la neurosis de transferencia es importante diferenciar dos momentos en la con-


ceptualización freudiana: un primer momento, donde pensaba que esta neurosis artificial con-
ducía a la curación y un segundo momento, donde comprueba que no es tan fácil sortear la
enfermedad.

Después de los años 20, con “Más allá del principio del placer”7 comienzan a plantearse los
inconvenientes.

Coincide con los desarrollos acerca de la reacción terapéutica negativa y con los límites estruc-
turales que se le plantean respecto de la finalización de los análisis. Aparece en Freud el límite
que le impone lo incurable.

El fracaso aparece en su experiencia, sin embargo, sigue sosteniendo que la neurosis de trans-
ferencia es el único campo en donde se debe jugar el tratamiento.

Las razones del tropiezo en la curación no están contempladas desde el procedimiento, sino
que Freud las atribuye a las resistencias.

Sostiene hasta el final el rol esencial de la neurosis de transferencia como procedimiento para
la cura.

5- Freud, S., “Recordar, repetir y reelaborar”, Vol. XII, Obras completas, op. cit.
6- Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992.
7- Freud, S., “Más allá del principio del placer”, Vol. XVIII, Obras completas, op. cit.

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Si el síntoma se transforma y el analista ocupa el centro de esta neurosis de transferencia, en-


tonces el analista es parte del síntoma mismo.

Veamos cómo son las cosas para Lacan.

Lacan profundiza el concepto de síntoma que desarrolla Freud, pero también, es necesario de-
cir que lo transforma, sobre todo, en el período final de su enseñanza.

Para ordenar el concepto de síntoma en Lacan es necesario ubicar dos períodos.

En el primer período señalaremos a su vez, dos momentos al inicio de su enseñanza:

1 - Lacan empezó a pensar el síntoma en la línea freudiana, como una formación del incons-
ciente, en la serie de los actos fallidos, de los sueños y de los lapsus. Al ser formación del in-
consciente, el síntoma es efecto del trabajo del inconsciente.

Para Lacan, el síntoma es producto de la concatenación del significante, por lo tanto, es un


mensaje y si es un mensaje se trata de descifrarlo. Pensarlo así, nos orienta hacia el síntoma
como teniendo un sentido a descifrar, solo podremos encontrar el sentido oculto por la vía de
la interpretación.

Desde este punto de vista, el síntoma se resuelve por entero en un análisis del lenguaje.

En este primer momento, definimos al síntoma como el significante de un significado repri-


mido por la conciencia del sujeto. Es la definición que encontrarán en “Función y campo de la
palabra y el lenguaje”.8 Es la época de la confianza en el sentido del síntoma, algo quiere decir,
es un fenómeno articulado al sentido a partir de que los significantes hacen cadena.

Lacan aquí es bien freudiano, recuerden las conferencias de introducción al psicoanálisis, la


número 17, donde Freud enfatiza la vertiente del sentido y prácticamente no menciona el pro-
blema libidinal que sí está retomado en la Conferencia 23. Freud intenta una articulación entre
los dos ejes que caracterizan su obra, hace un esfuerzo teórico para articular el sentido a la sa-
tisfacción.

Este síntoma que quiere decir algo, es el que ubicamos con Lacan en el comienzo de una cura,
es el síntoma que demanda algo del Otro, es el síntoma como mensaje.

2 - El segundo momento de este primer período, lo ubicamos contemporáneo a “La instancia


de la letra…”9

8- Lacan, J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, op. cit., pág. 270.
9- Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud“, Escritos 1, op. cit., pág. 248.

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Aquí, introduce la definición del síntoma como metáfora, entonces ya no es el significante de


un significado reprimido, sino que es la sustitución de un significante enigmático del trauma
sexual por otro significante, de ahí la noción de metáfora. Este significante traumático es repre-
sentante del displacer por eso se traduce como goce.

El segundo período que mencionamos es: cuando introduce la pulsión en relación al síntoma,
la cara de satisfacción, o mejor dicho, el goce del síntoma. Fíjense que Freud hizo el camino
inverso al de Lacan empezó por la pulsión y terminó por el sentido, en cambio

Lacan empezó con el mensaje o la metáfora y terminó con el goce.

También Lacan advirtió que aquel síntoma que definimos como metáfora o mensaje, con el
desciframiento y la interpretación que se producen a lo largo de un análisis, se va levantando,
va cediendo; sin embargo, queda un resto, un núcleo real que se opone a la envoltura formal, a
lo que llamamos síntoma como metáfora, este núcleo real es ininterpretable y queda allí resis-
tente, reacio al desciframiento.

Es lo que Freud llamaba RTN (reacción terapéutica negativa) que de alguna manera resiste a la
interpretación.

Este núcleo no interpretable será lo que dará lugar al síntoma al final del análisis. Es la produc-
ción o el advenimiento de un significante excluido de la cadena, significante solo, que llama-
mos letra y que coincide con la conceptualización del sinthôme, invento de Lacan para hablar
de la identificación al síntoma al final del análisis.

Nos vamos a detener ahora en la diacronía del síntoma pero en relación con la experiencia
analítica.

Señalamos ya un primer momento de formalización del síntoma analítico, lo que llamamos la


envoltura formal.

Luego, en un segundo momento, a lo largo de la cura, se deberá avanzar en el tratamiento del


síntoma. ¿De qué modo? Se trata de recorrer los diferentes modos en que se manifiestan los
nexos entre la envoltura formal, su cara simbólica y el núcleo real del goce que encierra como
satisfacción pulsional. El ejemplo que podemos dar es el del Hombre de las Ratas, cuando
Freud analiza todas las combinaciones posibles de ese significante “ratas” y lo asocia con los
otros significantes de la historia del sujeto que lo conducen al erotismo anal.

Entonces, la lógica de la cura, consistirá en desarrollar todas las permutaciones posibles de un


número limitado de significantes que constituyen su envoltura simbólica. El número es limita-
do, porque el significante encuentra su tope, una imposibilidad en su nexo con lo real del goce
encerrado en el síntoma. Luego de agotar todas las formas posibles de imposibilidades, puede
constatarse la presencia de un resto siempre irreductible, digamos, incurable.

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3- Finalmente, el síntoma se destaca por el lugar que viene a ocupar al final de la cura, como
saldo de la experiencia. Es el concepto de identificación al síntoma, lo que tiene que ver con un
saber hacer con el resto.

Indiqué a grandes rasgos la trayectoria del síntoma en la cura, pero volvamos al comienzo.

Recuerdan que les había mencionado las conferencias que dio Lacan en Yale, EEUU. Allí habla
de muchas cosas pero se refiere también a lo que para él es una demanda de análisis, ¿cómo
hacer para que una demanda se constituya en una demanda de verdad?

El paciente llega casi siempre con una queja, con un sufrimiento del que quiere ser liberado.
Sin embargo, este tipo de demanda no se constituye aún en una verdadera demanda. Lacan en
Yale plantea la entrada en análisis como el franqueamiento de un umbral. ¿A partir de qué? A
partir de una demanda que él llama verdadera y la describe como una demanda que fuerce al
paciente a desembarazarse del síntoma. “Es preciso que algo empuje”, dirá.

El acento está puesto en la demanda pero en tanto ella es elevada a la dignidad de ser de ver-
dad, y una demanda de verdad está autentificada por el hecho de empujar a hacer un trabajo
en relación con la verdad del síntoma.

Entonces, en el inicio del análisis tenemos que obtener la precipitación del síntoma a partir de
una verdadera demanda. Podemos decir que una verdadera demanda, una demanda analítica,
se consigue cuando en esos malestares, el paciente capta la presencia de un cuerpo extraño
que le es propio y con una dimensión del sinsentido que lo cuestiona. Así es como se articula
una demanda, un llamado al saber supuesto en el Otro, encarnado en el analista para que le
restituya el sentido.

Es el momento en el cual el síntoma se formaliza en la transferencia. Al situarse como deman-


da, se constituye en un mensaje dirigido al Otro, acentuándose su materialidad significante.

Este desarrollo está sostenido en el algoritmo lacaniano que todos conocemos como Sujeto su-
puesto Saber (SsS), concepto ordenador que permite pasar de los efectos a la estructura.

El SsS es la definición de la estructura significante de la transferencia que permite poner a la


transferencia en relación al saber y no a los sentimientos que sería la vertiente fenoménica.

Recordemos que Freud definía al síntoma como la satisfacción degradada de la pulsión por la
vía de sus sustitutos. Estos sustitutos son los que Miller llama la envoltura formal del síntoma,
es decir, la materialidad significante que es su cara simbólica y, por otro lado, encontramos la
satisfacción pulsional que es la materialidad gozante del síntoma, ese núcleo real que el signi-
ficante nunca alcanza a reducir. Cuando esa satisfacción pulsional no encuentra sustitutos que
la degraden, es el momento del llamado, el momento donde el sujeto formula una demanda al
Otro buscando que se le restituya el estatuto simbólico al síntoma.

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Decíamos que para Lacan el mejor modo de lograr una entrada en análisis es a través de lo que
él llamó las entrevistas preliminares. En el saber del psicoanalista dice: “No hay entrada posi-
ble en análisis sin entrevistas preliminares”.10

Pero ¿para qué le sirven a Lacan las entrevistas preliminares? Por un lado, para establecer un
diagnóstico, no será la misma respuesta si se trata de una psicosis que de una neurosis, por lo
tanto, una de las funciones de las entrevistas preliminares será el establecimiento de un diag-
nóstico, pero además, y en relación con lo que venimos desarrollando, es el lugar para poner a
trabajar la transferencia, es decir, el acto analítico está allí presente, como causa que produce un
efecto: el empuje al trabajo de la transferencia.

Lacan modifica y completa el concepto de transferencia, con el algoritmo que mencionamos


recién del SsS.

En “La proposición del 9 del octubre...” dice: “…el Sujeto supuesto Saber es para nosotros el
pivote desde el que se articula todo lo tocante a la transferencia”.11

Allí mismo lo llama “el constituyente ternario” a partir del cual, podría desarrollarse la expe-
riencia analítica, los otros dos son el analista y el analizante, a quien denomina partenaires.

Vamos a desarrollar el algoritmo tal cual él lo hace en este texto, teniendo en cuenta que se trata
de una doble suposición:

1. la suposición de un sujeto
2. la suposición de un saber.

Lacan ubica por encima de la barra la S como significante de la transferencia, es decir, “de un
sujeto”. Subrayo esto: llama al significante de la transferencia, significante de un sujeto; a este
significante lo pone en relación de implicación con un significante cualquiera, que es el del
analista. Este significante del analista se caracteriza por no saber nada, ¿de qué?, del saber su-
puesto que es lo que aparece por debajo de la barra, entre paréntesis. Debajo de la barra pone
también la s minúscula que representa al sujeto, pero dice: “reducido al patrón de suposición
del primer significante”.

O sea que en el primer significante hay una suposición de sujeto, (primera suposición anuncia-
da), que es lo que aparece por debajo de la barra como s minúscula. Lo que escribe entre parén-
tesis es “el saber supuesto presente de los significantes del inconsciente”. Segunda suposición
anunciada, suposición de un saber. Saber del cual, decíamos, nada sabe el analista que está en
Sq.

10- Lacan, J., 2 de diciembre 1971, “El saber del psicoanalista, 1”, charlas de J. Lacan en Ste. Anne, Sesgo 2, Enapsi, Editorial de
Acción Psicoanalítica, Buenos Aires, pág. 29.
11- Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967.Sobre el psicoanálisis de la Escuela”, Momentos cruciales de la experiencia analí-
tica, Manantial, Buenos Aires, 1992.

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Lacan dice que el Sq no tiene nada que ver con las s que están entre paréntesis (quizá por eso
lo escribe fuera de la barra), no tiene nada que ver con el saber supuesto, solo puede hallarlos
por encuentro.

Esta es la matriz estructural del matema de la transferencia. Me parece útil presentarlo así,
porque muestra claramente cómo las explicaciones que escuchamos muchas veces de lo que
es el SsS se deslizan a una suerte de imaginario, a una forma intuitiva de explicación que hace
perder el sentido esencial que Lacan le quiso dar a este algoritmo. Fíjense que justamente su
intento es de formalización y no de personalización.

A partir de este algoritmo ya no resulta tan fácil decir que el SsS es el analista al que el anali-
zante le atribuye un saber y que el analista no se lo debe creer. Desplegado de este modo, el SsS
queda del lado de la producción de un saber como saber inconsciente, el énfasis está puesto en
el saber como sustantivo y no como verbo, no es un sujeto supuesto que sabe, sino que al saber
se le supone un sujeto.

Desde la fórmula del algoritmo de la transferencia podemos decir que el tiempo de las entre-
vistas preliminares es necesario para la producción de un significante que represente al sujeto
para otro significante. El síntoma que el paciente trae al análisis es también un significante,
pero este significante no representa a un sujeto, sino que supone a un sujeto, es un significante
que se le torna extraño al sujeto razón por la cual, consulta. El trabajo entonces es el de transfor-
mar ese significante extraño en un significante que sea producto del trabajo de desciframiento.
Solo si el síntoma es descifrable produce una significación de SsS. Cuando el significante se
pone en relación con el saber, podemos hablar de un sujeto representado por un significante
para otro significante. Fíjense que estoy haciendo una diferencia entre suposición de sujeto y
representación de sujeto.

Valiéndonos de esta distinción podemos ordenar otra, la diferencia entre pedido de análisis y
demanda de análisis.

El pedido de análisis sería el tiempo que corresponde a la queja, lo que se despliega en las en-
trevistas preliminares, en cambio, la demanda de análisis estaría vinculada al sujeto enfrentado
a su falta de saber, ahí recién hablamos del significante de la transferencia.

Podemos decir que es la falta de saber lo que construye la demanda y esto hace a la estructura
de la transferencia, por lo tanto, el tiempo de las entrevistas preliminares, es un tiempo de es-
pera referido al saber.

Desde esta perspectiva, podemos afirmar que en el principio de un análisis está la transferencia
y que ésta construye la demanda.

Cuando el síntoma es un sin sentido, este sin sentido del significante es lo que llama al Otro.
Este es el primer paso, aquí ubicamos la transferencia y el pedido de análisis, el significante
enigmático del síntoma llama al Otro.

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El segundo paso, es el de las entrevistas preliminares, donde se debe volver analizable el sín-
toma, donde se debe producir un significante que represente al sujeto para otro significante,
donde el analista debe ubicar el significante de la transferencia.

Vamos a dejar acá por hoy, seguiremos con este tema en la próxima reunión.

13 de julio de 2011

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Trazos entre el síntoma y el inconsciente
Flory Kruger

V
ENTREVISTAS PRELIMINARES

Seguiremos hoy con el síntoma a la entrada en análisis. Ustedes trabajaron tanto el texto de
Freud como la “Proposición del 9 de octubre”1 donde Lacan presenta la fórmula de la transfe-
rencia. En nuestra última reunión estuvimos ubicando el valor de las entrevistas preliminares,
esta práctica eminentemente lacaniana, da lugar, entre otras cosas, a constituir un síntoma bajo
transferencia. A partir de lo que estuvimos trabajando, podemos sintetizar la función de las
entrevistas preliminares, teniendo en cuenta que no hay patrón de comienzo, que es el tiempo
que se toma el analista para dar por iniciado el tratamiento. Voy a dejar 5 puntos señalados
respecto de las entrevistas preliminares:

1. Función diagnóstica.
2. Formalización de la demanda.
3. Construcción de un síntoma analítico. Significante de la transferencia.
4. Se trata de un acto analítico.
5. Se debe obtener una rectificación subjetiva.

Lacan nos muestra, a partir del algoritmo de transferencia, que el Sujeto Supuesto saber no es
una persona, sino que es una función que tiene que ver con el saber. En este sentido, podemos
decir que es la falta de saber lo que construye la demanda, y esto hace a la estructura de la
transferencia. Por lo tanto, el tiempo de las entrevistas preliminares, es un tiempo de espera
referido al saber, pero también, es el tiempo de la construcción del síntoma analítico propio
de cada uno, sin olvidar que es el tiempo necesario para hacer al menos una presunción diag-
nóstica.

Lo que queda claro, es que la transferencia al principio del análisis es la que construye la de-
manda.

Cuando el síntoma es un sin sentido, este sin sentido del significante es lo que llama al Otro.

Entonces, señalamos un primer momento de pedido de análisis donde el significante enigmá-


tico del síntoma llama al Otro.

El segundo momento, es el de las entrevistas preliminares donde se debe volver analizable el


síntoma, se debe producir un significante que represente al sujeto para otro significante y el
analista debe ubicar al significante de la transferencia.

1- Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967. Sobre el psicoanálisis de la Escuela”, Momentos cruciales de la experiencia analí-
tica, op. cit.

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En este sentido, señalamos una suerte de atravesamiento, Lacan dice, hay que atravesar el
umbral a partir del cual el paso es al inconsciente, viene luego el despliegue de un análisis en
la diacronía del síntoma, y tendremos al final, la identificación al síntoma.

Lo que buscamos obtener es lo que Lacan llama una rectificación subjetiva. ¿Qué es una rectifi-
cación subjetiva?

Es cuando registramos un cambio en la posición subjetiva del analizante, cuando por ejemplo
se puede advertir que el paciente pasa de la queja a la pregunta, cuando ya no dice que el
mundo entero es el responsable de sus males sino que se pregunta “¿qué responsabilidad
tengo en esto que me pasa?”.

Las entrevistas preliminares son una manera de hacer que impone Lacan, por lo tanto, se trata
de una práctica común en el campo lacaniano, pero fundamentalmente, se trata de una ética.

La práctica de las entrevistas preliminares, no tiene sentido por fuera de lo que consideramos
un acto analítico.

Las entrevistas preliminares son un patrón lacaniano, un rasgo diferencial a las curas analíti-
cas tradicionales. Dice JAM (Jacques- Alain Miller) que es nuestro modo de dar la bienvenida
al paciente, significa que el comienzo está aplazado hasta el momento en que el analista con-
sidere autorizar la demanda de análisis, avalarla, pero de acuerdo a razones muy precisas. Si
estas razones no son claras, no se debe avalar la demanda. No hay un tiempo standard para
ellas, depende de cada caso, puede durar semanas, meses y a veces años, lo cual da como resul-
tado la forma de preliminar permanente.

Ustedes van a trabajar en el próximo taller el artículo de Miller sobre las entrevistas prelimi-
nares donde verán los diferentes momentos que ubica en relación con la entrada en análisis,
ese trabajo complementará y completará también, lo que venimos trabajando hasta ahora
respecto de la entrada en análisis.

Verán los tres pasos que propone:

1. La avaluación clínica. Siempre pensé que era un error tipográfico y que se trataba de
la evaluación clínica, pero luego me di cuenta que es una palabra que viene de avalar y
no de evaluar.
2. La localización subjetiva.
3. La introducción al inconsciente.
En el taller recorrerán con todo detalle cada uno de estos tres pasos que Miller desa-
rrolla en su seminario.

Ustedes se preguntarán por qué si este Propedéutico lleva por título: “Conceptos fundamen-
tales del psicoanálisis”, yo elegí hablar del síntoma y del inconsciente. Es cierto que tengo un
cierto gusto por los temas clínicos, pero además, cuando decimos síntoma nos estamos refi-
riendo a un concepto que es central, sobre todo cuando hablamos de la lógica de la cura, recién

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lo mencionábamos en referencia a la entrada en análisis, hay una lógica de la cura y el síntoma


es la plataforma de esa lógica.

¿Cómo vamos pensando el síntoma a esta altura?

Estamos pensando al síntoma como una materialidad significante que envuelve a su vez a una
materialidad gozante. Es en esa materialidad gozante donde se satisface la pulsión. La cara
simbólica es la que provee los sustitutos en los cuales se satisface la pulsión. El goce de la pul-
sión es la cara R (real) del síntoma.

Entonces ¿cuál es el trabajo que debe realizar el analista?

Hay que ir paso a paso, agotando todas las formas posibles que tiene el significante en
relación con ese real que envuelve al síntoma. Se va haciendo un trabajo con esa serie de sig-
nificantes y lo que se encuentra, es que siempre hay una imposibilidad, después de todas las
combinaciones significantes posibles donde lo real de la pulsión se satisface degradadamente,
siempre queda un resto.

La pregunta que surge entonces es: ¿qué hacer con ese resto?

¿Qué ofrece el psicoanálisis respecto de ese resto producto del trabajo desplegado en la lógica
de la cura?

Ahí entra a jugar lo que Lacan llama la identificación al síntoma. Ustedes saben que la iden-
tificación al síntoma es saber hacer algo

con el síntoma, savoir y faire, dice Lacan. Es la época pragmática de la enseñanza de Lacan, es
la última época, cuando define al síntoma como real.

Por lo tanto, nuestra preocupación como analistas es el destino de lo que se escapa. Estamos
del lado de la falta y no de la completud, por lo tanto, el final del análisis tiene que ver con
hacer algo con lo que falta.

El síntoma es la vía adecuada para acceder a la realidad del inconsciente, para hacer hablar
a la verdad del sujeto.

¿Por qué decimos que el síntoma analítico es único?

Cuando hablamos del síntoma analítico estamos hablando de algo singular, del síntoma de
cada sujeto, en comparación con lo que llamamos síntomas típicos.

En psicoanálisis tenemos síntomas típicos, son los que podemos agrupar según las estructuras
subjetivas, por ejemplo, los síntomas histéricos o los síntomas obsesivos.

Es común escuchar hablar de los síntomas en el cuerpo cuando se trata de la histeria, es fre-
cuente que puedan aparecer ciertos malestares orgánicos: disnea, opresión en el pecho, dolor

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de cabeza, en fin, estos síntomas corporales se acompañan de una modalidad del deseo que
es la insatisfacción.

La insatisfacción es la característica del deseo histérico.

En el caso de la neurosis obsesiva, la localización del síntoma es a nivel de los pensamientos,


la tortura del obsesivo pasa por las dudas que se le juegan pensando y repensando la acción
que no se decide a realizar, la famosa procastinación del obsesivo. Finalmente, consigue
imposibilitar su deseo, recuerden que el deseo que caracteriza al obsesivo es el deseo como
imposible.

En estos síntomas típicos también reconocemos una satisfacción. Hay un goce en el síntoma
pero el modo en que cada uno goza no puede ser generalizable, como sí lo son los síntomas
típicos de cada neurosis. En el síntoma analítico se ve la particularidad del modo con que cada
uno goza siguiendo las marcas de su propia historización.

Entonces decimos que los modos de goce responden a una cierta historización que tiene que
ver con el sujeto y eso es singular, no es universalizable como lo son los tipos de síntomas, es
lo que Lacan dice en RSI,2 cuando define al síntoma como un modo de gozar del inconsciente
en tanto que el inconsciente lo determina.

El síntoma construido en la experiencia analítica es el que nos permitirá el trabajo de un aná-


lisis, ese síntoma que en la diacronía de la cura llamamos síntoma bajo transferencia.

El síntoma bajo transferencia es una construcción.

Se trata de hacer un llamado a la interpretación del Otro en busca de un sentido ya que el sín-
toma se le manifiesta como un malestar al haberse resquebrajado su envoltura significante, le
provoca malestar porque aparece la pulsión al desnudo, sin sentido.

Cuando se dirige al Otro busca que se le restituya el sentido, el valor simbólico.

Por supuesto que la respuesta del analista será diversa, pero sirviéndose de la transferencia
conducirá la cura para que el sujeto pueda encontrar la forma de saber hacer algo con eso.

Resumiendo entonces, ¿cómo es la diacronía del síntoma en la lógica de la cura?

En primer lugar, el síntoma se pone en forma bajo transferencia; en segundo lugar, se pasa
al tratamiento de las imposibilidades que van surgiendo del significante en su relación con lo
real de la pulsión y finalmente, la identificación al síntoma.

Este síntoma del final del análisis es lo más singular del sujeto.

Hemos nombrado lo universal cuando mencionamos los síntomas típicos, histéricos, obsesi-
vos, etc.; lo particular, cuando describimos la particularidad dentro de lo universal, o sea, la

2- Lacan, J., Clase del 21 de enero de 1975, Seminario 22, “RSI”, inédito.

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forma que adopta en cada sujeto y, por último, lo singular, que es el síntoma único, incom-
parable e irrepetible.

Les voy a presentar un ejemplo muy lindo donde ustedes van a poder observar estas diferen-
cias entre lo universal, lo particular y lo singular.

Se trata de un caso clínico de una presentación de enfermos realizada en el Borda en el servicio


26. Fue un caso que trabajamos con un grupo de colegas y que presentamos en un Encuentro
Americano hace algunos años.

Era un paciente de 43 años que tuvo dos internaciones y que ahora sigue un tratamiento am-
bulatorio psicoanalítico y también psiquiátrico con medicación.

En la entrevista el paciente comienza diciendo: “soy esquizofrénico”.

Cuando el analista le pregunta si acuerda con ese diagnóstico, responde que no está de acuer-
do, agregando que “no es tampoco la locura”; que es “otra cosa” e inmediatamente solicita
un pizarrón.

Dibuja dos trazos curvos que se interceptan en un punto, diciendo que la línea hacia la iz-
quierda es “la rayadura” y la de la derecha es “la enfermedad”. “Eso es lo que yo tengo en la
cabeza, no sé ni qué es, eso es lo último que tengo en la cabeza, me curé pero me quedó eso
en la cabeza”.

Ante una pregunta del entrevistador, aclara que no sabe si eso tiene nombre.

En diferentes oportunidades a lo largo de la entrevista se refiere a esa “rayadura” que tiene en


la cabeza.

En la entrevista, va diferenciando por un lado, lo que no existe: la psi, la mente, las ideas, la
memoria, el pensamiento, la forma de pensar y, por el otro, lo que existe. Existe en su cabeza
una especie de forma que denomina endofrenia, aclarando: “endo, por dentro”.

Se nota que este sujeto se resiste a incluirse en el universal de la esquizofrenia, y sin embargo,
reivindica una particularidad: “endofrenia”.

La esquizofrenia como lo universal y la endofrenia como lo particular se presentan como una


oposición significante en el plano simbólico.

Lo singular, en cambio, es esa “cicatriz-trazo” que dejó la particularidad de la endofrenia. Es


ese resto que queda inscripto en su cuerpo como letra y que podríamos reconocer como el he-
redero del lenguaje de órgano, cuerpo desarmado, desarticulado, despedazado, condensador
de goce.

Lo singular como venimos diciendo, es su trazado en el pizarrón, este trazo de alguna mane-
ra es un mapeo de su mente, ilustra lo que él tiene y le queda luego de haberse curado. La

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“cicatriz-trazo”, le produce un alivio subjetivo, que reconoce como su curación. Constatamos


allí una estabilización que le permite trabajar, circular, establecer lazos.

Interesante definición de una cura, podríamos decir que este sujeto es lacaniano, en tanto
siempre queda un resto luego de una cura, resto ineliminable, con el cual hay que saber hacer
allí, saber desembrollarse con ese resto de real que nos queda en el síntoma.

El saber hacer es propio de cada sujeto, por lo tanto singular, único, con lo cual este sujeto
con su trazado en el pizarrón nos está mostrando su manera singular y única de arreglárselas
con ese resto que quedó de su esquizofrenia.

En conclusión, respecto de la diacronía del síntoma en la cura, dijimos que el síntoma tiene que
ver con el trabajo interpretativo y con cierta búsqueda de ir reduciendo poco a poco la envol-
tura formal que fue necesario producir para la entrada en análisis.

Entonces cuando hablamos de la diacronía del síntoma, nos estamos refiriendo a este recorrido
que presentamos hoy, una persona consulta en un momento puntual de encuentro con lo real
sin mediación, frente a lo cual, intenta toda suerte de explicaciones para encubrir la fisura que
dejó al desnudo un real. La cara imaginaria del síntoma es ésta, la que intenta encubrir esa fi-
sura con explicaciones de todo tipo, a veces las explicaciones lo calman, otras no, por lo tanto,
consulta a un analista y es a través de las entrevistas preliminares que se accede a lo simbólico
del síntoma, lo que llamamos la formalización del síntoma bajo transferencia (envoltura formal
del síntoma).

El síntoma en análisis permite el trabajo de su interpretación hasta lograr, más allá de la


envoltura formal, un nuevo encuentro con lo real del síntoma, que es lo que llamamos su nú-
cleo de goce irreductible.

Entonces, construimos una cara simbólica para luego destituirla y acceder a un real, pero
diferente del real del comienzo.

Vemos cómo la salida remite a la entrada; se ha atravesado el largo camino del análisis, desde
el no saber que da cuenta del síntoma que no llama al Otro, hasta la institución de un saber
en el Otro y en el sujeto, para llegar finalmente, a un síntoma sin el Otro, al que Lacan llamó
sinthôme.

Al sinthôme lo ubicamos en el último tramo de la enseñanza de Lacan a partir de una afirma-


ción: “hay Uno”, decir que hay uno es dejar claro que es sin el Otro.

Uno de los articuladores que interesan para pensar el sinthôme, es precisamente esta afirmación
de que hay Uno solo sin Otro, es decir, hay un significante.

Se pasa con este nuevo enfoque a el Uno o el S1 disjunto del S2. Hay Uno solo, separado del
Otro. O lo que es igual: el significante no está reducido a su articulación con otro significante.

Ubicamos con Lacan al sinthôme en el Uno, en cambio alojamos al inconsciente en el Otro.

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El “hay Uno” nos lleva a considerar que, desde esta perspectiva, al no tener articulación con
el Otro, se presenta como un elemento del lenguaje que no sirve para comunicar, entonces
nos preguntamos para qué sirve y la respuesta es clara, sirve para gozar. En efecto, en primer
lugar, el sujeto hablando goza.

O sea que la última enseñanza de Lacan está orientada hacia lo real y sostenida en el modo de
gozar de cada uno.

En verdad, cuando partimos de este axioma ya no hablamos de lenguaje, que está reservado a
la estructura que implica el vínculo entre S1 y S2, sino que hablamos de “lalengua” todo junto.

¿Qué quiere decir “lalengua” todo junto?, justamente, que implica al significante desvinculado
del Otro y como medio de goce.

Entonces en esta “lalengua” se encarna el Uno, el S1 sin el Otro. “Lalengua” entonces está he-
cha de una serie de S1. Como no hacen conjunto Lacan se refiere a un enjambre (essaim) de S1.

Para abordar el tema del sinthôme nos estamos refiriendo al Uno y a “lalengua”.

Con el sinthôme hemos dicho que el Uno se encarna en “lalengua”. Al plantear que “se en-
carna” hacemos referencia al cuerpo.

Con “lalengua” podemos decir que hay un cuerpo que habla y goza y que, además, no se
encuentra ligado al Otro. Aquí la palabra es tomada como un modo de satisfacción específico
del cuerpo hablante.

Miller, en su seminario Los signos del goce,3 afirma que el sinthôme es un compuesto entre sínto-
ma y fantasma.

En el síntoma hay una satisfacción, lo podemos comprobar en nuestra experiencia, si bien el


instrumento de la interpretación está al servicio de reducir el sufrimiento del síntoma, muchas
veces vemos que se hace presente un goce que resiste.

Pero la satisfacción de la pulsión también habita en el interior del fantasma. Recuerden la fór-
mula del fantasma, el sujeto en relación con el objeto:

Por eso con Lacan decimos que el sujeto no goza sino de sus fantasmas.

3- Miller, J.-A., Los signos del goce, op. cit.

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Justamente, el goce es lo que tienen en común síntoma y fantasma, esta distinción es cues-
tionada y superada con el término sinthôme. Entonces sinthôme, es la suma entre síntoma y
fantasma de la mano del goce que ambos comparten.

Dijimos que para gozar se requiere de un cuerpo. Se trata de un cuerpo que, por más que
hable, no está ligado al Otro, sino que sólo se vincula con su goce, su goce Uno.

En la próxima reunión terminaremos con el módulo del síntoma haciendo un recorrido por
el tema del cuerpo y el síntoma, pero para finalizar hoy lo que quiero que les quede claro es
que el sinthôme tiene que ver con el modo en que cada uno llega a saber “cómo hacer con él”,
Lacan dice “saber hacer con…” “saber desembrollarse” es el goce pero en su cara de placer y
no de displacer, como lo era al comienzo del análisis.

24 de agosto de 2011

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VI
ARTICULACIÓN ENTRE
EL SÍNTOMA Y EL CUERPO

Hoy vamos a comenzar con la última parte de este segundo módulo: la articulación entre el
síntoma y el cuerpo.

Ustedes se preguntarán por qué introducimos el cuerpo cuando hablamos del síntoma. La res-
puesta la da Miller cuando dice:

“Para tener síntomas es preciso ‘tener un cuerpo’, no, ‘ser un cuerpo’ y para identificar-
se con el síntoma se necesita tener un psicoanalista”.1

El cuerpo de cada uno forma parte de lo que podríamos llamar el “uno mismo”, la identidad
de cada uno. Sería complicado presentarse sin un cuerpo, sería un fenómeno psicótico casi
alucinatorio decir que no tenemos un cuerpo, que somos sin el cuerpo, “aquí estoy” y no tengo
cuerpo que me encarne. Cuando uno ve venir un cuerpo, lo refiere a tal o cual persona, si es
conocida aún más, decimos “se trata de fulano de tal”. O sea, que el cuerpo forma parte de la
naturaleza de las cosas.

Pero esta naturalidad con la que podríamos identificar lo que es un cuerpo, no lo es tanto en el
campo del psicoanálisis, no es tan sencillo definir qué es un cuerpo.

Si seguimos las afirmaciones de Lacan, la cosa se nos complica hasta un nivel tal que uno no
puede decir tan claramente qué es un cuerpo, o bien, qué función cumple el cuerpo para el ser
humano.

Podríamos decir: yo soy un cuerpo. De ese modo, uniríamos cuerpo a identidad, pero para La-
can no es tan así, en realidad Lacan separa identidad de cuerpo y nos dice que no soy un cuerpo
sino que tengo un cuerpo.

O sea, que para Lacan el ser va para un lado y el cuerpo va para el otro.

Otra pregunta que nos podríamos formular es si tenemos un cuerpo desde que nacemos o si el
cuerpo se adquiere después.

La respuesta que da el sentido común es: nacemos con un cuerpo, es más, decimos “es nena”,
“es varón”, antes todavía de su nacimiento. Con el avance de la tecnología sabemos incluso el
sexo del bebe aún dentro de la panza de la madre y eso se sabe, entre otras cosas, porque se ve
un cuerpo. Según Lacan, al cuerpo hay que adquirirlo. Ustedes recordarán bien cómo lo piensa

1- Miller, J.-A., cap. XXI, La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003, pág. 372.

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en los primeros tiempos de su enseñanza, lo trabajamos en nuestro primer módulo introducto-


rio, al cuerpo lo adquirimos por identificación a una imagen.

Con relación al estadio del espejo, el cuerpo son dos cosas diferentes, por un lado es una imagen
unificada, total, por el otro, es un cuerpo despedazado. Uno se ve, el otro permanece oculto.

Me gusta pensar que en esa articulación entre completud y despedazamiento se ubica el sínto-
ma, como lo que de lo velado reaparece.

Lacan dice en RSI que hay varios cuerpos: un cuerpo imaginario, la imagen; un cuerpo simbó-
lico y ahí habla de la estructura del lenguaje; y hay un cuerpo real pero dice que no sabe cómo
definirlo.

Cuando nos referimos al cuerpo imaginario constatamos –y esto lo vemos en la clínica con fre-
cuencia– que hay una distancia entre nosotros y nuestro cuerpo, por ejemplo, el mismo cuerpo
puede a veces hacernos sentir horribles o todo lo contrario. Esa distancia entre el sujeto y su
cuerpo es un tema central de todo análisis, no se trata de la verdad objetiva, tampoco de ningún
criterio estético, sino de la posición que cada uno tiene respecto de su propio cuerpo.

Esto toca un tema de mucha actualidad, el de las cirugías estéticas, donde percibimos fuerte-
mente el cruce entre el cuerpo y el síntoma. Se ve cómo se instala la preocupación por el propio
cuerpo y hasta qué punto se localiza allí el síntoma central de un sujeto.

Entonces, vamos a hacer un recorrido en Lacan ubicando en los distintos momentos de su ense-
ñanza el tema del cuerpo, teniendo en cuenta que cuando menciona el primer trazo que marca
el cuerpo del sujeto, se refiere a Freud.

Desde muy temprano Freud descubrió que las primeras experiencias en la vida de un sujeto
dejan huellas, esas huellas, marcan tanto al sujeto como a su cuerpo.

En “El proyecto de una psicología para neurólogos”,2 explica cómo la primera experiencia de
satisfacción deja un trazo indeleble, una huella imborrable. Freud lo llamó einzug, es lo que
Lacan tradujo como “trazo unario”, es la primera huella donde se alojará la identificación del
sujeto.

Podemos decir que nuestra huella, nuestro camino en la formación psicoanalítica, va desde lo
unario de la identificación de la que nos habla Freud hasta lo uniano del goce del síntoma que
nos habla Lacan en su última enseñanza, es el camino que intentamos marcar todo el tiempo en
nuestro Propedéutico: la orientación hacia lo real.

Señalamos el privilegio de lo simbólico al comienzo de los desarrollos de Lacan, el valor central


otorgado al significante y su articulación a otro significante, época donde define al inconsciente
estructurado como un lenguaje.

2- Freud, S., “Proyecto de psicología”, Vol. I, Obras completas, op. cit., pág. 323.

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Miller hace una diferencia entre la orientación del análisis hacia la ficción y la orientación del
análisis hacia lo real.3 La orientación hacia la ficción, resulta de la articulación significante, y lo
que busca, son los efectos de verdad. El paciente construye en el análisis una ficción, el analista
lo orienta como para que lo haga, una ficción que tiene que satisfacerlo, algo así como hacerse
el artífice de su vida, por eso pone al análisis del lado de la creación, del lado del arte y no de
la ciencia. En cambio, cuando incluye el goce, cuando incluye lo uniano, esto cambia y la direc-
ción de la cura toma una orientación hacia lo real. Cuando esto ocurre, lo que se encuentra en
primer lugar es el síntoma y no el inconsciente.

Es lo que van a trabajar en el próximo taller, en el capítulo IV de Miller de El partenaire-síntoma,


el lugar central que adquiere el síntoma, precisamente por su permanencia. Entonces, van a
ver cómo el problema que se le plantea a Lacan es por el sentido de los síntomas, en la medida
en que la orientación por lo real va en contra del sentido, con lo cual, si el síntoma es lo real de
la experiencia analítica estamos en problemas, ya que Lacan venía sosteniendo que el síntoma
se resuelve por entero en un análisis de lenguaje. Entonces, se abre al final de su enseñanza la
problemática de la pulsión, pero volvamos a Freud y el cuerpo.

Freud siguió las huellas del inconsciente, las huellas del sentido sexual y pensó que esas pistas
eran las más seguras para aliviar el padecimiento del síntoma. Con Lacan constatamos que
esas huellas del inconsciente, finalmente nos conducen a lo innombrable y a sus resonancias.
Porque hay huellas que se borran, pero también, hay huellas que no se borran nunca y es en lo
imborrable donde se anudará la ficción con lo real.

En el síntoma se anuda la ficción, el semblante y lo real, o lo que es igual, lo imaginario, lo


simbólico y lo real. Podemos decir que el significante y el goce se anudan, de la misma manera
que se anudan las palabras y el cuerpo, se enlazan de una manera particular en cada uno de
nosotros. Allí donde la palabra se enlaza con el cuerpo queda una marca, es la huella signifi-
cante que marca el cuerpo para constituir un síntoma. Eso muestra cómo el significante marca
el cuerpo, de modo tal que no podemos dejar de señalar que hay un camino en la enseñanza
de Lacan por el que se articulan el cuerpo y el síntoma. Recordemos que para Lacan el síntoma
queda definido como “un acontecimiento del cuerpo”.

Vamos a ordenar cuatro momentos en la enseñanza de Lacan respecto de la relación cuerpo,


significante, síntoma.

En el primer momento, Lacan afirma que el significante mortifica al cuerpo.

Lacan comienza su enseñanza separando el cuerpo del organismo. En la constitución del suje-
to, el encuentro con el lenguaje provoca la pérdida del cuerpo, el cual retorna como cuerpo des-
pedazado. El cuerpo unificado, solo será recuperado por la vía de una imagen, por lo tanto, la
imagen del cuerpo es el saldo de esta primera operación constitutiva del sujeto, donde cuerpo
se separa del organismo. El cuerpo no solo ha perdido totalidad sino que se ha vuelto insustan-
cial, el primer cuerpo es una imagen y la ubicamos a nivel del registro imaginario. La imagen
le ofrece al niño la posibilidad de reconocerse y de identificarse con una imagen ortopédica de

3- Miller, J.-A., cap. IV, El partenaire- síntoma, Paidós, Buenos Aires, 2008, pág. 73.

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totalidad, así nos explica Lacan la diferencia entre la constitución del yo y sus diferencias con
el no-yo.

Entonces, la primera aparición del cuerpo en Lacan va del cuerpo fragmentado, a la imagen del
cuerpo como totalidad, va de la sustancialidad orgánica a la insustancialidad de la imagen. En
esta imagen, ubicamos una precaria primera identidad.

El estadio del espejo, es cuando el niño puede reconocerse como totalidad en la imagen del
espejo, ahí podemos hablar del goce del cuerpo.

Es necesario hacer una diferencia entre el goce del cuerpo y el goce fálico, el goce del cuerpo es
un goce que abarca la totalidad del cuerpo, en cambio el goce fálico es ubicable, cernible, es un
goce cerrado en sí mismo, es el goce privilegiado de un órgano determinado.

Lacan dice provocativamente que el goce fálico está fuera del cuerpo.

El goce del cuerpo, coincidente con el estadio del espejo, es un goce a nivel de la imagen, es la
época donde Lacan considera el goce en el registro imaginario.

¿Por qué Lacan le da tanta preeminencia a la imagen del cuerpo propio?

Miller dice que tiene que ver con la suposición de una falta, con la suposición de un agujero
que la imagen del propio cuerpo viene a colmar, a tapar. Si no fuera así, no se podría entender
el por qué de la importancia que tiene para los seres humanos la imagen de su propio cuerpo,
solo si viene a tapar una falta esencial.

Es importante señalar que esta lectura responde al lugar central que Lacan le da al comienzo
de su enseñanza al registro simbólico, como recién les decía, para Lacan lo simbólico tiene una
autonomía propia y es jerárquicamente superior a los otros dos, es el que determina a los otros
dos. Precisamente, es la autonomía de lo simbólico lo que le permite ordenar el estatuto del yo
y del cuerpo articulados al sujeto de la palabra, le es posible considerar al inconsciente como un
capítulo censurado de la historia y al síntoma como una emergencia de la verdad.

Fíjense que ya vamos ubicando también el último punto de nuestro programa, el inconsciente,
aquí mencionamos el modo en que Lacan lo piensa al comienzo de su enseñanza, como un
capítulo censurado de la historia.

Si el inconsciente es un capítulo censurado de la historia, entonces la verdad del sujeto se pue-


de volver a encontrar y se la encuentra escrita en otra parte:

”…en los monumentos y esto es mi cuerpo, es decir, el núcleo histérico de la neurosis”.4

4- Lacan, J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, op. cit., pág. 249.

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Aquí el cuerpo no es solo una imagen, es también un monumento y un monumento es la evo-


cación de una ausencia, es la evocación de un cuerpo ausente, ya que casi siempre, un monu-
mento alude a una sepultura.

Creo que queda bastante claro por qué la evocación del cuerpo queda asociada a la sepultura,
en la primera enseñanza de Lacan la muerte juega un papel central, hablar de cuerpo simbólico
es mencionar la muerte de la cosa.

El cuerpo del sujeto de la palabra es el monumento de un cuerpo viviente que ha sido mortifi-
cado por el significante.

Es la época estructuralista de Lacan, es pensar la estructura y sus efectos para luego tratar de
ubicar cómo el ser viviente, el organismo, el cuerpo, la libido, son tomados por la estructura,
siendo la estructura, el orden simbólico.

El primer efecto de la estructura es un efecto de desvitalización generalizada.

El cuerpo como monumento es correlativo de plantear al sujeto como muerto por la opera-
ción del lenguaje. Recuerden cómo define Lacan en esa época al sujeto, lo hace recurriendo a
Heiddegger, “como ser para la muerte”.

Digamos que el hombre para ser, paga un precio alto, pierde el organismo por incidencia del
encuentro con el lenguaje pero logra tener acceso al lenguaje, puede por ese mismo hecho,
hablar. Entonces para que el hombre pueda ser, para que pueda hablar, tiene que caer bajo el
golpe del significante. “El hombre habla porque el símbolo lo ha hecho hombre”, dice Lacan.5
Es el momento conceptual sostenido en la definición: el símbolo es la muerte de la cosa.

En esta primera época de su enseñanza, se ve con claridad el poder que le adjudica al signi-
ficante, el significante es una máquina de mortificación y de anulación del goce. También, es
muy importante el estatuto que le da a la libido freudiana. La libido es relegada a lo imaginario,
el sujeto nace mortificado y su deseo se desliza inalcanzable por la articulación significante, el
deseo es metonímico. Por efecto del significante, la vida ha quedado desdoblada, por un lado
quedó la vida biológica reservada al organismo, por el otro lado, quedó la vida del sujeto, que
es la vida estrictamente significante.

¿Cuál es la concepción de la cura en este momento?

Piensa la cura como el encuentro de una palabra verdadera, tanto la palabra como la verdad,
ocupan un lugar central en la dirección de la cura. El cuerpo vuelto monumento logrará ser
reanimado por la verdad de la palabra en su articulación con el síntoma. El síntoma es ente-
ramente significante. La operación analítica, en este momento, es un ejercicio de lenguaje que
puede resolver por entero el enigma del síntoma.

5- Lacan, J., “Psicoanálisis y estructura de la personalidad. Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache”, Escritos 2, Siglo
XXI, Buenos Aires, 1975, pág. 627.

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En el segundo momento, Lacan identifica al cuerpo con el falo. El texto de referencia es “La
significación del falo”,6 donde el falo simbólico toma un lugar privilegiado para presentar la
negativización de la carne. El cuerpo ha sido introducido en ese escrito como falo, es lo que
Lacan escribió –fi mientras que el falo simbólico φ, es el significante metafórico tanto del goce
como de la castración. Es por la operatoria de la metáfora paterna que se encuentra en la es-
tructura; su función es la de otorgarle un estatuto significante al cuerpo. El falo simbólico es el
significante especial que busca atraer sobre sí la investidura libidinal. J.-A. Miller señala que
Lacan trataba de pulverizar, por medio del significante, la libido freudiana, reduciendo la libi-
do a la dialéctica del deseo, siendo el falo el operador de esa reducción.

El tercer momento, tiene que ver con la aparición del objeto a. Lo ubicamos alrededor del Semi-
nario 11. El cuerpo y la libido pasarán a ser puestos en relación con las operaciones de alienación
y separación. La operación del Otro sobre el organismo produce la extracción de una porción.
En esa porción Lacan ubica la libido a la que llama de un modo particular: “órgano incorpo-
ral”. El cuerpo por su parte, se queda sin libido. La libido incorporal que se desprende por la
operación de alienación, es el trozo que se lleva lo vital del cuerpo, así el cuerpo del sujeto es
aquí un desierto de goce. Lacan tiene que inventar una segunda operación para la constitución
del sujeto, que como ustedes conocen bien, es la operación de separación. La alienación signi-
ficante, es la marca, la mortificación, la desvitalización que introduce el golpe del significante,
aquí Lacan coloca un resto, que es el objeto a, a partir de lo cual, la relación del sujeto con su
cuerpo pasa por el objeto a. Entonces, el efecto del significante que trae como consecuencia la
pérdida de goce, deja abierto el camino de su recuperación a través de la aparición del objeto
a. El objeto a viene a completar al sujeto del cuerpo mortificado y eso hace al fundamento del
fantasma. Resumiendo, en este tercer momento, se introduce el objeto a como resto no tomado
por el significante, como lo que hace juntura entre el sujeto y su cuerpo. Es también a partir de
ese resto que se hace posible retomar algo de lo no desvitalizado del cuerpo.

El goce que en un primer tiempo había sido excluido del cuerpo, retorna aquí de una forma
elemental, retorna bajo el elemento que constituye el objeto a.

El efecto mortificante del significante conlleva una pérdida de goce, pero algo se recupera a
través del objeto a como plus de gozar. El objeto a viene a completar al sujeto del cuerpo morti-
ficado, fíjense que tenemos así la fórmula del fantasma: . El objeto a es el resto no tomado
por el significante y hace de nexo entre sujeto y cuerpo.

El cuarto momento, coincide con la última enseñanza de Lacan cuando introduce el concepto
de cuerpo vivificado. El significante ya no es mortificador del cuerpo, sino que es causa de
goce, ahora vivifica el cuerpo. Como decíamos, el significante mortifica al cuerpo, lo desvita-
liza, ahora tenemos lo contrario, el significante se hace cuerpo, Miller lo llama corporización.
No se trata de pensar cómo el cuerpo se vuelve significante sino cómo el significante se vuelve
cuerpo, cómo el significante se incorpora. El significante, en contacto con el cuerpo, lo afecta
de un goce que será el núcleo del síntoma. Es sobre la marca que deja el significante sobre el
cuerpo que se construirá el síntoma, eso muestra claramente como no hay sujeto sin síntoma,

6- Lacan, J., “La significación del falo”, Escritos 2, op. cit., pág. 665.

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sobre esa marca se dará cuerpo a la neurosis. Cuando la incidencia del significante mortifica el
cuerpo, lo que tenemos es el fantasma, cuando la incidencia del significante vivifica el cuerpo,
lo que tenemos es el síntoma.

En la última época, cuando Lacan introduce el concepto de goce en relación con el cuerpo, hace
un giro respecto de los desarrollos en torno del sujeto y el Otro, ahora comienza a hablar del
parlêtre. Es el cuestionamiento del concepto de sujeto mortificado por el significante, falta en
ser, cuerpo muerto, ahora hace entrada el cuerpo vivo, el hablante ser, parlêtre, es el sujeto más
el cuerpo, esto es, el sujeto más la sustancia gozante. Ahora se trata de la letra y no del signi-
ficante. Al final de su enseñanza, Lacan termina homologando cuerpo y goce. En la primera
época había una antinomia entre el significante y el goce, ahora dice que para gozar se necesita
un cuerpo.

Hemos hecho un recorrido rápido por la obra de Lacan ubicando en los diferentes momentos
la articulación entre síntoma y cuerpo, les dejo una cita de Miller de “Piezas sueltas” que toma
centralmente esta articulación:

“En el análisis, el sujeto se alivia en la medida en que aprende a leer el acontecimiento


propio del cuerpo. Aunque debemos reconocer que siempre se tropieza con algo de lo
ilegible”.7

28 de septiembre de 2011

7- Miller, J.-A., Clase del 9 de febrero de 2005, “Piezas sueltas”, curso inédito.

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VII
EL INCONSCIENTE

Comenzamos hoy con el último punto del programa, “el inconsciente”.

Ustedes se preguntarán por qué tratándose de conceptos fundamentales, la elección fue la


de estos dos conceptos, síntoma e inconsciente. En realidad, Freud mismo puso al síntoma en
serie con lo que llamamos las formaciones del inconsciente, de esta forma nos quedan encade-
nados, pero lo llamativo es que cuando nos explica las características de estas formaciones, el
síntoma estaría un poco por fuera de ese hallazgo, a pesar de lo cual, lo conserva en la serie.

¿Cómo entendemos lo que es el inconsciente? Hay que decir que el psicoanálisis se construye a
partir de él. El psicoanálisis es el descubrimiento de un saber, que no es igual que decir que es
un saber sobre el objeto de su descubrimiento. La palabra saber en el campo del psicoanálisis
no es lo contrario de falta de cultura, o de falta de discernimiento, sin embargo no podemos
evitar designar al saber como algo que puede faltar. Afirmar que me falta un saber es afirmar
primero, que hay un saber y segundo, que no dispongo de él. También podríamos suponer que
si no tengo ese saber es porque otro lo tiene, pero si detenemos nuestra afirmación de que hay
saber y no lo ubicamos en otro, podríamos concluir que hay un saber no sabido.

Este es el descubrimiento de Freud, hay un saber no sabido y decidió llamarlo inconsciente,


ahora bien, si además de afirmar que me falta un saber se lo adjudico a otro suponiendo que el
otro lo tiene, entonces estamos frente al Sujeto supuesto Saber que es una de las condiciones
necesarias para el despliegue de un análisis.

Desde sus primeros trabajos Freud comienza a desplegar el concepto de inconsciente. En La in-
terpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con el inconsciente,
en todos ellos aparece el inconsciente que tiene la característica de ser un inconsciente que se
nutre de palabras y que da lugar a lo que conocemos como: las formaciones del inconsciente.

Si ustedes recuerdan los ejemplos que nos presenta Freud, sin duda son ejemplos de lenguaje,
por eso la respuesta que encuentra para trabajar con ellos es: la asociación libre.

A este inconsciente cuya estructura es de palabras lo vamos a llamar: inconsciente como saber,
o inconsciente como memoria. Es el inconsciente que se presenta como tropiezo, como puede
ser el caso de un lapsus o de un chiste, que tiene una aparición fugaz, momentánea, para vol-
ver a desaparecer.

Así pensado, el inconsciente es del orden de un efecto, de un efecto que da cuenta de la


presencia de una instancia diferente a la de la conciencia, en la medida en que escapa a la
voluntad, tanto, que provoca perplejidad y sorpresa al yo que lo registra desde su conciencia.

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El valor de tropiezo que encontramos en las formaciones: lapsus, actos fallidos, chiste, sueños,
se presenta bajo la forma de una falla, de una fisura.

En la frase pronunciada, algo viene a tropezar, Freud registra, escucha y puede darles un
sentido particular a los hechos, no los piensa como un error del paciente, sino que advierte que
introducen una presencia distinta de la conciencia. Así presenta el concepto de inconsciente.

Freud se da cuenta que en esos tropiezos algo diferente exige su realización.

Eso que encuentra sorprende al sujeto mismo, porque lo sobrepasa en su propio decir, lo supe-
ra en la intención de sus enunciados, pero a su vez, tiene el valor de un encuentro invalorable.

Ese hallazgo, cuando se presenta, es un re-hallazgo y además está siempre dispuesto a escabu-
llirse, instaurando la dimensión de la pérdida.

Hay otro descubrimiento que hace Freud, que nos va a permitir hablar de un rasgo distinto
del inconsciente que es la sexualidad infantil. Freud encuentra detrás de cada uno de estos
tropiezos, detrás de cada una de estas manifestaciones, un contenido sexual que es indestruc-
tible.

Este descubrimiento no tiene tanto que ver con la palabra o con el significante si lo pensamos
desde Lacan, sino que esta relacionado con la pulsión, es el descubrimiento de que lo que está
por detrás del deseo de un ser humano, es una fuerza que esta vinculada con un objeto que
ha perdido y que no volverá a encontrar nunca.

Esta dimensión del inconsciente por el lado de la pulsión, tiene más que ver con una diná-
mica del inconsciente, no es tanto lo estructural, como recién veíamos, ese inconsciente que se
nutre de palabras, sino que se trata de otro aspecto que contempla la satisfacción, esta cara
de satisfacción que desde Lacan nombramos como goce.

Esto nos permite definir al inconsciente desde dos perspectivas diferentes: 1) un inconsciente
estructural, producto de la represión, donde de lo que se trata es del recuerdo de lo olvidado y,
2) un inconsciente dinámico, que se refiere a este aspecto de la satisfacción que Freud nombra:
“experiencia de satisfacción” y que incluye desde muy temprano en sus trabajos.

Cuando Lacan retoma a Freud, deja en segundo lugar el concepto de satisfacción, no se


ocupa del inconsciente que llamamos dinámico, no se orienta por la pulsión sino que pone
el énfasis en el inconsciente como estructura. Es la época de la primacía de lo simbólico.

Al final de su enseñanza, cuando la orientación es por lo real pondrá en el centro el tema del
goce, retomando de ese modo, la cuestión de la satisfacción freudiana.

Este binario referido al concepto de inconsciente nos evoca inmediatamente otro binario que
está muy presente en estos tiempos y es la diferencia que hace Miller entre el inconsciente
transferencial y el inconsciente real. Sería interesante avanzar encontrando diferencias y seme-
janzas entre los dos binomios, pero creo que podríamos muy bien usar esta distinción freudia-
na para sostener lo que Miller desarrolló sobre estos conceptos.

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Volviendo a Freud les decía que, por un lado nos presenta al inconsciente como estructura,
como memoria, que es el de las formaciones del inconsciente, integrado por el conjunto de
huellas permanentes, y por el otro, el inconsciente como satisfacción, como deseo, que no deja
de estar ligado o en relación con el inconsciente como memoria. Está ligado en la medida en
que no alcanza con la memoria si es que no se articula con algo que la ponga en marcha y lo
que la pone en marcha en la primera época de Freud, es el placer. Podríamos decir entonces
que la unión entre el inconsciente y el principio del placer, es el inconsciente como deseo.

Ahora bien, para darnos una idea de la permanencia del deseo y su lazo con el inconsciente,
Freud inventa la primera experiencia de satisfacción.

La idea de Freud es muy simple, distingue dos tiempos para explicar el mítico nacimiento
del deseo, el tiempo uno, es el surgimiento de una excitación interna, puede ser una necesidad
alimenticia o sexual. Como sabemos, el aumento de la excitación es signo de displacer, enton-
ces, este displacer va a dejar una huella mnémica, luego gracias a una intervención exterior,
esto es, a un objeto, se va a producir la satisfacción.

Esta experiencia de satisfacción está asociada a una percepción que es la del objeto satisfac-
torio. Esta percepción se inscribe como estructura. De esa inscripción tendremos una imagen
mnémica del objeto satisfactorio. Freud nos dice que esto es el deseo. O sea que el deseo para
Freud va del displacer al placer.

Hay tres términos: excitación, objeto y satisfacción, los tres dejan su huella y en un segundo
momento, cuando vuelve a aparecer la excitación se da el movimiento que va de las huellas
del displacer a las huellas del objeto satisfactorio.

Así podemos entender por qué Freud dice que el deseo busca la identidad de percepción, y lo
más interesante que quería destacar, es que Freud introduce en relación con esto el concepto
de repetición, como la que busca repetir la percepción del objeto satisfactorio.

Algunas reflexiones desde Lacan, en primer lugar, el inconsciente como memoria es el incons-
ciente como saber, porque una memoria está constituida por significantes y en ese sentido pue-
de decirse que se trata de un saber, la articulación significante, la cadena significante produce
un saber.

En segundo lugar, el modelo que acabamos de presentar, es un modelo que va de la tyché al


automaton, la primera experiencia de encuentro con el objeto es contingente, es un verdadero
encuentro al modo de la tyché, en cambio a partir de allí se instaura el automaton, la repetición
de lo mismo. En tercer lugar, Freud presenta como inaugural la satisfacción, el goce y a partir
del goce introduce el deseo. Para Freud lo primero es el goce, que es lo que encontramos al final
en la enseñanza de Lacan. Recuerden que Lacan sostenía que lo primero era el verbo, recién al
final coincide con Freud poniendo en primer lugar al goce o la satisfacción.

Como todo lo primario en Freud, esta primera experiencia de satisfacción es mítica, ¿para qué
la inventa? La inventa para decirnos que el inconsciente está habitado por un deseo cuya
finalidad primordial es recuperar una satisfacción supuestamente original, por lo tanto, si la

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tiene que recuperar es porque está perdida. Vemos, desde muy temprano en Freud la idea de
que el inconsciente está movido por una especie de objetivo regresivo, de recuperación de
una identidad de percepción primera que fue placentera.

El inconsciente es una memoria cuyo núcleo rodea una percepción de satisfacción, el aparato
procura repetir el placer original.

Freud observa que la inscripción de esa huella es placentera como displacentera, en la me-
dida en que parte de una experiencia displacentera, por lo tanto, desde un primer momento,
Freud describe junto al placer una experiencia paralela que es de sufrimiento.

¿Qué hace Freud con el sufrimiento? dice que todo acontecimiento penoso engendra una
repulsión y a esta repulsión la llama “defensa primaria”. Entonces, tenemos por un lado una
atracción hacia el acontecimiento placentero, hacia el encuentro con el objeto de satisfacción y
por otro, una repulsión de lo doloroso.

Hasta 1920, año del “Más allá del principio del placer”,1 el inconsciente trabajaba en pro del
placer, a partir de este texto las cosas empiezan a cambiar.

Lo que trata de demostrar es que a pesar de que hay situaciones que son displacenteras,
ninguna de ellas supone una objeción al principio del placer. Sin embargo, encuentra al menos
dos ejemplos que sí llevan a objetar el principio del placer: la neurosis traumática y la neurosis
de transferencia, sobre todo cuando la transferencia toma el sesgo de la Reacción Terapéutica
Negativa (RTN).

Con estos dos ejemplos Freud llega a cuestionar su teoría de los sueños como realización de
deseos, ya que la mayoría de los sueños que aparecen en el contexto de un análisis, bajo
transferencia, no obedecen según él, a un deseo sino más bien, a la compulsión de repetición.
Más adelante agrega a esta lista, el juego de los niños, el fort-da y la neurosis de destino.

Por primera vez, Freud, valiéndose de un dato de su experiencia, considera que la repetición
se impone al objetivo del placer, le gana al placer. Hasta acá, lo que Freud venía señalando
es que el principio del placer era superado o modificado por el de realidad pero esto no
constituía una objeción al principio del placer, el principio de realidad era un principio del
placer domesticado.

En cambio, en este trabajo dice algo distinto, dice que el automatismo de repetición se impone
a ambos principios, al de realidad y al del placer.

Por primera vez Freud separa el retorno de lo reprimido del objetivo de placer. En un principio
relaciona el retorno de lo reprimido con la compulsión de repetición y por lo tanto, lo desvin-
cula del placer.

1- Freud, S., “Más allá del principio del placer”, Vol. XVIII, Obras completas, op. cit.

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Hasta aquí, el retorno de lo reprimido tenía que ver con repetir una experiencia de placer,
mientras que ahora al vincularla con una compulsión, no importa ni el placer ni el displacer,
lo que importa es la repetición como sustantivo, repetir sin saber a qué apunta, la repetición se
le impone a Freud con un carácter automático.

Una segunda cuestión, es que Freud le adjudica la compulsión de repetición a la pulsión, la


refiere a la pulsión y adquiere tal valor que casi podríamos decir, expulsa al deseo que encon-
trábamos en la experiencia de satisfacción.

Freud deduce, a partir de este desarrollo, que la pulsión apuntaría a restaurar un estado
anterior, y decir esto es diferente que decir que se trata de recuperar una huella. Cuando
hablábamos de experiencia de satisfacción decíamos que el deseo seguía una huella, cuando
habla de restaurar un estado anterior, ni siquiera dice si esto es posible.

Entonces es claro el punto de inflexión que representa este texto, Freud afirma la prioridad de
la compulsión de repetición sobre los objetivos homeostáticos del placer y la liga a la natura-
leza misma de las pulsiones.

Fíjense cómo define lo que es una pulsión, dice que es el esfuerzom inherente a lo orgánico vivo
de reproducción de un estado anterior, es la exteriorización de la inercia en la vida orgánica.

En lugar de vincular la pulsión al desarrollo, ahora la piensa como la expresión de la natura-


leza conservadora del ser vivo.

Todas las pulsiones quieren reproducir un estado anterior, buscan lo regresivo.

Si todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico por razones internas, entonces la meta de toda
vida es la muerte. Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo. Entonces la pulsión es regresar a
lo inanimado. Es la razón por la cual decimos que en “Más allá del principio del placer” Freud
modifica su teoría de las pulsiones. Hasta este momento la oposición de la libido era: 1- pul-
siones sexuales, pulsiones de autoconservación. A partir de “Más allá del principio del placer”
es: pulsiones de vida, pulsiones de muerte, Eros y Tánatos.

“Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis”,2 es una conferencia que dio Freud
en inglés en el año 1912; no la confundan con “Lo inconsciente” que es un trabajo más tardío,
del año 1915, incluido en los textos sobre la metapsicología.

Es un texto muy breve, donde empieza diciendo que pretende exponer en pocas palabras y
con la mayor claridad posible el sentido que tiene para el psicoanálisis, y solo para el psicoa-
nálisis, el término inconsciente; lo cual nos permite entender que su intención es diferenciar
el valor psicoanalítico de la palabra inconsciente de los valores que circulan en otros discursos,
incluso en el interior mismo de los discursos que pueden sostener otros analistas. Parte del
hecho de que cualquier elemento psíquico, una idea, una representación, puede estar presente
en la conciencia, puede desaparecer de ella en otro momento, puede volver a aparecer más

2- Freud, S., “Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis”, Vol. XII, Obras completas, op. cit.

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tarde sin modificaciones y sin haber sido objeto de una percepción nueva sino, simplemente
regresando desde el recuerdo.

Esto lo lleva a suponer que cuando estuvo ausente de la conciencia no dejaba de estar presen-
te en algún lado del aparato psíquico, entonces a la existencia de esta representación no pre-
sente en la conciencia, podría perfectamente darle el nombre de representación inconsciente.

Freud dice que se trata de una representación latente, una idea latente, que en verdad, es el
primer sentido que le da a la palabra inconsciente.

Freud apela al experimento de la sugestión post hipnótica para demostrarlo.

Se puede hipnotizar a una persona, darle una orden, por ejemplo que después de diez minutos
de despertar de su sueño, sin importar lo que este haciendo, tiene que ir a la puerta de calle y
abrirla. La persona se despierta, y en el tiempo indicado aparece en su conciencia la idea que le
introdujo el hipnotizador, pero no sólo la idea, sino también, el acto de realizarlo, va a la puerta
y la abre. Durante esos 10 minutos no sólo hay que suponer que esa idea estuvo latente y que
en algún momento retorna a la conciencia, sino que además esa idea es eficaz, en la medida en
que ha tenido sus efectos.

Pero con este ejemplo a Freud se le agrega una complicación ¿por qué se hizo consciente esta
idea pero no se hizo consciente la otra idea que es el mandato hecho por el hipnotizador?
La orden permaneció no consciente, hay una idea inconsciente que se ha hecho consciente en
algún momento y hay una idea inconsciente que no se ha vuelto consciente, pero sin embargo
se muestra eficaz, entonces acá tenemos un segundo sentido de la palabra inconsciente.

El primero: latente, porque en un cierto momento podía hacerse consciente, el segundo: no


puede hacerse consciente, no puede ingresar en la conciencia a pesar de lo cual, revela su
eficacia; una idea puede volver, la otra no.

Freud no tiene demasiados argumentos para justificar esto, en realidad, lo describe y lo ex-
plica por el lado de que esta idea o representación que no retorna, que no puede hacerse
consciente, se encuentra en el camino con una fuerza que tiene una acción activa que impide
ese acceso. A esta fuerza podemos llamarla defensa, resistencia, represión, según los momen-
tos freudianos, pero es algo que separa lo consciente de lo inconsciente, y esto introduce un
tercer sentido de lo inconsciente y es el hecho de que esta representación inconsciente que
no accede a la conciencia tiene que estar situada en alguna localidad psíquica que no es la
conciencia, es el tercer sentido de lo inconsciente, la concepción tópica.

Entonces hay una concepción descriptiva, una dinámica y una tópica del inconsciente, 1) idea
latente versus idea inconsciente que no accede a la conciencia, 2) la fuerza que lo impide y 3)
el lugar donde se ubica la idea inconsciente.

De todos modos, y llegado a este punto, Freud dice que ninguno de estos sentidos responde a
la originalidad más radical de su descubrimiento, que es definir al inconsciente teniendo una
legalidad, el inconsciente esta sometido a leyes que lo gobiernan.

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Hasta aquí el inconsciente era un atributo, una cualidad que se le adjudicaba a una idea o
representación, a partir de aquí el inconsciente es el nombre de una legalidad descubierta, es
un orden legal, lo pensamos como ley.

Al inconsciente como orden legal lo encontramos tempranamente en Lacan, en El Seminario 2,3


nos presenta un ejemplo precioso que nos permite disponer de un soporte intuitivo para
definir al inconsciente como orden legal y al mismo tiempo nos permite tener una represen-
tación de lo que puede ser un pensamiento sin pensador, o sea, un saber sin sujeto que sabe.

¿Cómo es posible que haya una memoria sin sujeto que recuerde? Esto es muy freudiano,
recuerden que Freud decía que las histéricas sufrían de reminiscencias, lo cual quería decir
precisamente que repetían en el síntoma lo que su memoria no alcanzaba a recordar.

Vamos al ejemplo que nos cuenta Lacan en el capítulo XV “¿Par o impar? Más allá de la
intersubjetividad”.4

Supongamos que tiramos una moneda al aire y vamos anotando el resultado de cada una de
las jugadas con el signo (+) si sale cara, con el signo (–) si sale ceca. Nos quedaría constituida
una serie de símbolos así:

+ + - + + + - - - + +

Nada cambiaría si en vez de suponer que los significados de (+) y de (–) fueran cara–ceca, o
presencia–ausencia, o gano–pierdo, o cualquier otro. Siempre se podría afirmar que no hay
nada en el hecho de ser cara que obligue a que haya salido cara. En este sentido podemos
decir que el resultado de las jugadas que se rigen por el azar, es arbitrario. Arbitrario, quiere
decir que no hay nada en el hecho de ser cara que vuelva necesario que salga cara, no hay nada
en la sustancia de la cara que explique la necesariedad de su aparición.

Ahora, con la ayuda de una convención que se llama ley de Markov, vamos agrupar de
tres en tres la serie de los símbolos aquí presentado.

Analicemos cómo se presenta esta convención:

3- Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, op. cit.
4- Lacan, J., cap. XV, “¿Par o impar? Más allá de la intersubjetividad”, El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica, op. cit., pág. 275.

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Aplicamos esta convención a la serie de los más y los menos que resultó de las tiradas al azar
y obtendremos la siguiente serie:

1 2 2 2 3 3 3 2 2 2 2 2 2 2 1 2 3 2 2 3

Con la ayuda de esta convención, obtuvimos ahora una segunda serie compuesta por los
símbolos 1, 2 y 3 y podemos reconocer que esta segunda serie, es una lectura realizada de la
primera serie azarosa con la ayuda de esta convención.

Sin embargo, es posible descubrir que la sucesión de los símbolos que componen esta se-
gunda serie ya no es arbitraria, aquí ya podemos identificar que hay un orden de sucesión
en las posibilidades de aparición o no de los símbolos, dicho de otro modo, esta serie cumple

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una legalidad, está sometida a una ley; por ejemplo: dada una serie de dos (2) que arranca a
partir de un uno (1) esa serie de dos se interrumpirá por un 1 o por un 3 de acuerdo al número
par o impar de los dos, si el número de dos es par, repite el antecedente, si es impar, se alterna
con el otro.

Cuando la aparición de los símbolos ya no es azarosa sino que sigue una ley, tenemos enton-
ces la inclusión de la categoría de lo necesario, por ejemplo, si el numero de 2 es impar y el
antecedente es 1, necesariamente el que vendrá será un 3, esto quiere decir que el signo (+)
que determina que salga el 3 es del orden de lo necesario, si bien ese signo era arbitrario en la
primera serie, ahora con la inclusión de la segunda, se vuelve necesario.

Hay que señalar que el cumplimiento de esta ley no destruye el azar de lo real, pues podemos
seguir lanzando la moneda que seguirá cayendo azarosamente sobre alguna de las dos caras
pero, al introducir la segunda serie le estamos dando una sintaxis al azar, le estamos incluyen-
do una determinación a posteriori.

Podríamos decir que ese signo más se anticipa a su propia determinación, que llega en retardo.
Esta relación compleja entre azar y determinación es lo que Freud llamó: la historia, y la
examina explícitamente en el último capítulo de la psicopatología de la vida cotidiana.

Lo que le interesa demostrar a Lacan es que hay posibilidades e imposibilidades de sucesión.


Lo que se comprueba es que en algo que creíamos totalmente contingente y azaroso, hay una
ley.

Para Lacan esto es una sintaxis y para que esta sintaxis funcione, tiene que haber al menos
dos valores diferentes. A partir de esta comprobación demuestra que hay cosas que pueden
aparecer pero otras que jamás aparecerán. Y esto ocurre así porque estamos sometidos a una
ley de determinación simbólica.

Partiendo de acá, la asociación libre que es sobre la que descansa la técnica analítica, está de-
terminada simbólicamente. Esto quiere decir que no hay azar en nada de lo que el sujeto
diga, porque el azar está sujeto a leyes, está determinado simbólicamente.

Freud llama inconsciente justamente a esta memoria, para la que no hace falta imaginar un
sujeto que recuerda.

Pero además, este encadenamiento legal según el cual los símbolos parecen saber el camino
de su retorno a la serie en el momento preciso, esta insistencia legal de los símbolos, es lo
que en un sentido estricto se puede llamar saber, un saber que no necesita ser sabido por un
sujeto, es lo que Freud descubrió con el nombre de inconsciente. Por eso presenté, al comienzo
de esta reunión, al psicoanálisis como el descubrimiento de un saber antes que como un
saber sobre el objeto de su descubrimiento.

26 de octubre de 2011

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Trazos entre el síntoma y el inconsciente
Flory Kruger

VIII
LOS CUATRO MOMENTOS EN LA CONCEPCIÓN
DEL INCONSCIENTE EN LACAN

Hoy es nuestro último encuentro del año, dijimos que lo dedicaríamos a completar lo que ve-
níamos trabajando acerca del concepto del inconsciente.

Dimos una vuelta por los desarrollos de Freud, distinguimos dos perspectivas diferentes: un
inconsciente estructural, producto de la represión y un inconsciente dinámico, que tiene más
que ver con la pulsión y que Freud lo refiere a la experiencia de satisfacción. Desarrollamos con
cierto detalle el modo en que Freud ubica, alrededor de la primera experiencia de satisfacción,
el surgimiento del deseo, vinculado a la búsqueda del objeto de la satisfacción perdido, lo cual
nos permitió decir que el deseo en Freud va del displacer al placer, y lo que posibilita esta bús-
queda es la repetición, ya que el deseo busca repetir la percepción del objeto de la satisfacción
perdido.

También fuimos paso a paso mostrando cómo primero la repetición estaba al servicio del placer
para luego terminar separándola del placer y vinculándola con una compulsión que está más
allá del principio del placer o del displacer, ya que se presenta con un carácter automático. Es
así como termina vinculándola, en tanto compulsión, a la pulsión.

Concluimos con Freud señalando que la originalidad más radical de su descubrimiento era
definir al inconsciente teniendo una legalidad. Es un dato importante, ya que cambia la idea de
que el inconsciente es un atributo o una cualidad que se le adjudica a una idea o representación,
de este modo, el inconsciente es un orden legal.

Esto nos permitió desplegar lo que Lacan trabaja en El Seminario 2, cuando presenta al incons-
ciente como una memoria. Ubicamos con cierto detalle el ejemplo del par e impar, lo que nos
permitió ver con claridad que el inconsciente, a pesar de funcionar azarosamente, está deter-
minado por leyes que posibilitan la aparición o no de determinados signos, algo así como la
comprobación de que hay un saber en el inconsciente que no necesita ser sabido por el sujeto
para que opere. Por eso decíamos que el inconsciente es el descubrimiento de un saber no
sabido. A partir de un juego de azar, tirando una moneda que puede salir cara o ceca, que da
un resultado totalmente contingente y azaroso, comprobamos la existencia de una ley que la
determina la serie.

Para Lacan esto es una sintaxis y para que esta sintaxis funcione tiene que haber al menos dos
valores diferentes. A partir de esta comprobación demuestra que hay cosas que pueden apare-
cer, como otras que jamás aparecerán y es así, porque estamos sometidos a una ley de determi-
nación simbólica. Esto nos muestra que no hay azar en nada de lo que el sujeto diga, porque el
azar está sujeto a leyes, está determinado simbólicamente.

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Hasta acá llegamos la vez pasada.

En este ejemplo que Lacan despliega en El Seminario 2, retoma la concepción freudiana del in-
consciente como memoria, como saber no sabido; interroga las formaciones del inconsciente y
en verdad se pregunta por el agente de ese tropiezo o falla que aparece sin que el yo lo pueda
manejar. Lo que obtiene como respuesta, es la existencia del sujeto, de este modo introduce al
sujeto del inconsciente. El sujeto del inconsciente es el agente de esta falla, es una suposición a
partir del tropiezo que produce efectos que el yo no puede entender.

Podríamos decir que en ese “no entiendo” del yo está la suposición del sujeto del inconsciente.

Vamos a ubicar cuatro momentos diferentes en Lacan respecto de su concepción del incons-
ciente.

Hay una primera definición que introduce antes de acercarse a la lingüística: “el inconsciente
como un capítulo censurado de la historia”. El texto de referencia es “Función y campo de la
palabra y el lenguaje”1, dice:

“El inconsciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual que
falta a la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso conscien-
te…”

y un poco más adelante agrega:

“…el inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocu-
pado por un embuste: es el capítulo censurado. Pero la verdad puede volverse a encon-
trar, lo más a menudo ya está escrita en otra parte”.2

En un segundo momento, dice que el inconsciente está estructurado como un lenguaje.

En un tercer momento, encuentra al inconsciente como agujero.3

Finalmente, un cuarto momento, donde define:

“…el inconsciente está hecho de ‘lalengua’, el inconsciente como una elucubración de


saber sobre ‘lalengua’”.4

La definición del inconsciente estructurado como un lenguaje, pertenece a una época de Lacan
coincidente con la preponderancia del orden simbólico, donde piensa al psicoanálisis a partir
de la lingüística.

En esta época los significantes del inconsciente hacen red y se ordenan según las leyes del len-
guaje que son la metáfora y la metonimia, además, hacen cadena de modo tal, que se necesita
más de un significante para que, por retroacción, provoque efectos de significación.

1- Lacan, J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, op. cit., pág. 248.
2- Ídem, pág. 249.
3- Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit.
4- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, op. cit., pág. 166.

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Esto quiere decir que en el inconsciente hay significantes que juegan entre sí, produciendo efec-
tos que el yo no puede calcular.

A esto Lacan le agrega el agente de esa producción o falla: el sujeto. Lacan nos habla del sujeto
del inconsciente. El sujeto del inconsciente, es el agente de una discontinuidad en la que algo se
manifiesta, algo que escapa a la conciencia, a la voluntad del querer decir o del querer hacer. En
este sentido es del orden de lo indeterminado. Su indeterminación tiene que ver con el hecho
de que no se trata del ser sino de un querer ser, quiere aparecer, quiere manifestarse pero solo
aparece en las fallas, por eso Lacan dice que su estatuto no es óntico sino ético.

Esta concepción del inconsciente del lado del lenguaje se complementa con una forma de pen-
sar la interpretación por la vía significante. Entonces, el trabajo de interpretación por la vía
significante se sostiene de la concepción del inconsciente estructurado como un lenguaje. Es lo
que Lacan llama la producción de un saber por la vía del desciframiento.

El trabajo de desciframiento se hace con los pensamientos, es la traducción de pensamientos.


Esto nos permite decir que hay un trabajo de pensamiento, y es lo que Freud descubre cuando
estudia los sueños. Allí descubre que el inconsciente trabaja, y a este trabajo lo llama conden-
sación y desplazamiento, son los dos mecanismos que Lacan nombrará: metáfora y metonimia.

Este trabajo de desciframiento es lo que Lacan llamó, el inconsciente como saber. Pero hay otro
aspecto del inconsciente que Lacan comienza a considerar.

¿Recuerdan el inconsciente dinámico que distinguimos con Freud cuando nos referimos a la
satisfacción de la pulsión? Si bien Lacan no lo enfatizó en esta época, vemos cómo empieza a
introducir la dimensión del más allá del significante, lo que en términos freudianos sería la raíz
sexual como indestructible. Lacan comienza a ubicar la dimensión del objeto, el registro de lo
real, y el modo singular de satisfacción que se juega para el sujeto: el goce.

La interpretación no alcanza cuando se refiere al más allá del orden simbólico. Cuando se trata
de apuntar al objeto de la pulsión, Lacan introduce el acto. En un análisis entonces, se trata de
la interpretación y el acto.

La interpretación apunta a la cadena significante, mientras que el acto apunta al objeto. Para
poder trabajar algo del orden del objeto, se trata de reducir las interpretaciones significantes y
operar con el acto.

Llegamos así al Seminario 11, tercera escansión señalada al comienzo. Allí, Lacan dice, que la
noción de inconsciente que manejó Freud no se parece a nada de lo que hasta ese momento se
definió como tal. El inconsciente freudiano no es aquello que no es lo consciente, tampoco se
trata de las profundidades que no están en la superficie de la conciencia, sino que se iguala al
sujeto barrado, lo homologa a algo que tiene que ver con el sujeto:

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“…eso habla y eso funciona de manera tan elaborada como a nivel de lo consciente, el
cual pierde así lo que parecía ser privilegio suyo”.5

Aquí introduce el valor del Uno, pero lo distingue del uno de la totalidad, para decir que se tra-
ta del Uno de la ranura, del rasgo, de la ruptura, por lo tanto, queda asociado no precisamente
a la totalidad sino, a la falta.

Lacan dirá que así como el grito no surge sobre el fondo del silencio, sino que hace surgir el
silencio, así la ranura, la ruptura, hace surgir la ausencia, la falta.

Lacan enfatiza en El Seminario 11, el aspecto de cierre del inconsciente. En ese sentido dirá que
el inconsciente se mostrará una segunda vez, pero como cierre. Por eso usa como metáfora la
leyenda de Eurídice y Orfeo.

El inconsciente nuestro es como Eurídice, se pierde dos veces. Lo enfatizado es el inconsciente


del lado de la falta.6

El inconsciente es del orden de lo no realizado, es la ranura por donde sale algo por un instante
para luego cerrarse nuevamente, es algo evanescente.

En el capítulo 10, retoma el tema y dice que el inconsciente no se puede separar de la presencia
del analista. La presencia del analista, es una manifestación del inconsciente y vuelve a señalar
el movimiento del sujeto, por el cual se abre para volver a cerrarse, en lo que llama: una pulsa-
ción temporal.

Luego lo define como los efectos de la palabra sobre el sujeto, en el nivel en que el sujeto se
constituye por los efectos del significante. Dichos efectos son radicalmente primarios y el esta-
tuto del sujeto esta determinado por ellos.7 Este énfasis en el significante es lo que sostiene la
definición central que da de la transferencia en El Seminario 11, la del SsS como pivote.

En ese Seminario, Lacan da dos definiciones de la transferencia; una vinculada al SsS y la otra
como la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente.

J.-A. Miller retoma estas dos definiciones de la transferencia y las relaciona con las operaciones
de alienación–separación, que, como ustedes saben, son las dos operaciones constitutivas del
sujeto, el sujeto se constituye alienado al significante para luego separarse y en esa operación
se sustrae el objeto.

Según Miller, en cierto sentido, en la oposición entre alienación y separación Lacan opone dos
estados del sujeto en la cura.

Por un lado, ubica el momento de apertura del inconsciente, el de la alienación, donde si bien
hay represión, nos encontramos justamente con las formaciones del inconsciente, y después el
momento de cierre, que es el de la separación.

5- Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., pág. 32.
6- Ídem, pp. 32 y 33.
7- Ídem, pág. 132.

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En el momento de la separación, el objeto viene a ocupar el lugar del no sentido, y en lugar de


interpretar las formaciones del inconsciente, el objeto obtura esta apertura.

En esta construcción que hace Lacan en el 64, es posible leer una doctrina de la cura. Por un
lado, aparecen las formaciones del inconsciente y allí uno puede interpretar, descifrar, etc. Des-
pués, aparece algo que impide la interpretación, allí ubica al objeto libidinal que funciona como
un tapón. Son dos momentos alternativos de la cura.

Cuando Lacan define la transferencia como la puesta en acto de la realidad del inconsciente,
trata a la transferencia del lado de la separación.

Recordemos lo que dice Lacan en relación con esto: si se dice que ese es el momento de la trans-
ferencia, esto quiere decir que la transferencia es el momento donde concierne a la pulsión en
tanto que ella representa la sexualidad en el inconsciente –y la sexualidad viene del campo del
Otro.

Si llamamos a esto, la transferencia, si situamos la transferencia a este nivel, podemos decir


inmediatamente que la transferencia es la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente.

La transferencia es el momento que viene a taponar la apertura del inconsciente, un objeto libi-
dinal, por ejemplo, la representación del analista mismo.

Esta es la transferencia de separación, la transferencia correspondiente al momento de la sepa-


ración.

Por el contrario, cuando Lacan hace otra construcción, también en El Seminario 11, definiendo
la transferencia a partir del SsS, en ese caso, se refiere a la alienación. Si uno sitúa la transfe-
rencia en el momento de la alienación-recuerden el significante de la transferencia en relación
con un significante cualquiera- esto es un S1 en relación a un S2, entonces la transferencia no es
tanto un fenómeno libidinal, ni un fenómeno pulsional, sino que es producto de la articulación
significante.

¿Qué quiere decir Lacan cuando dice que al comienzo del análisis está la transferencia? Quiere
decir que al comienzo del análisis no está el inconsciente. Está ese significante enigmático que
provoca el traumatismo y que hay que descifrar. Pero para descifrarlo, hace falta la relación
con el analista. En ese encuentro podemos hablar de un inconsciente trabajando en el descifra-
miento. El algoritmo de la transferencia es el producto de ese trabajo, sostenido en el SsS como
pivote.

Es la puesta en acto del desciframiento significante, dice J.-A. Miller, jugando con la otra defini-
ción de la transferencia como puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente. Esta última
definición es la que menos cuenta en este seminario.

En cambio, el algoritmo de la transferencia no es tapón del inconsciente, al contrario, es lo que


pone al inconsciente al trabajo de la interpretación y esto no es repetición.

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Esta distinción evoca la que encontramos en Freud, entre transferencia como motor y como
obstáculo.

Llegamos al final, tanto de nuestro seminario como del modo en que Lacan define al incons-
ciente, entonces, cuarto momento, lo define como una elucubración de saber sobre “lalengua”.8

Aquí el inconsciente no será pensado como una red de significantes que producen significa-
ción, sino que se trata de un enjambre de S1. Ya no hablamos de S1 en relación con S2, cadena
significante que produce significación, sino de S1 solos. Un enjambre, en francés essaim, un
conjunto de significantes que no forman cadena, desconectados entre sí.

Como podemos observar, es otro modo de concebir al inconsciente. En esta última época cobra
preponderancia la letra.

La letra, como ya lo habíamos introducido en la segunda reunión del año, es diferente al signi-
ficante. El significante requiere de otro significante para su significación, necesita de la repeti-
ción, en cambio la letra, es idéntica a sí misma.

Entonces, el inconsciente esta formado por signos aislados, por lo tanto, no hay significaciones
a nivel del inconsciente. La pregunta que surge es ¿para qué sirven esos signos? Sirven para go-
zar. El inconsciente en esta época cifra y contabiliza goce, pero al mismo tiempo goza al cifrar.

Concluimos señalando que hay dos estatutos del inconsciente: un inconsciente que tiene que
ver con las formaciones del inconsciente, con la cadena significante, con la represión, con una
memoria simbólica; a este inconsciente lo vamos a llamar: transferencial; pero, hay otro incons-
ciente que tiene que ver con la cifra de goce y que vamos a llamarlo: real.

El inconsciente transferencial se pone en funcionamiento al comienzo de un análisis, por su-


puesto que se nutre del inconsciente real, que es la cara real del síntoma, pero el recorrido de
un análisis tiene como objetivo el inconsciente real.

Entendemos por qué se dice que el análisis va del significante a la letra, de la movilidad del
significante a la fijeza de la letra. El final del análisis tiene que ver con la posibilidad de que
cada analizante pueda obtener la localización de un goce. Decimos que se trata de lograr una
sujeción del sujeto a su letra de goce.

El final del análisis es cuando el sujeto pudo aislar una letra de goce del inconsciente real con
la cual el sujeto se identifica, es lo que Lacan llamó sinthôme.

De este modo hemos completado los cuatro momentos anunciados sobre el inconsciente. Lo
que me resta decirles es que Lacan, a lo largo de toda su enseñanza, se vale de la lógica. La ló-
gica, es lo que hizo posible la formalización del psicoanálisis. Se puede seguir toda la obra de
Lacan siguiendo el hilo de la misma, si bien es cierto que va cambiando, es una lógica al fin. La
lógica trabaja con significantes, y este es el punto de convergencia con el psicoanálisis. Decir

8- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, op. cit., pág. 165.

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que trabaja con significantes es reconocer que se desentiende del sentido, tanto la lógica como
el psicoanálisis tienen una orientación asemántica.

La lógica opera con una estructura lingüístico-formal, trabaja con axiomas, con proposiciones,
con letras y plantea la relación que existe entre ellas, se interesa por la forma correcta de las de-
ducciones, o sea, califica el razonamiento que se hace a partir de las articulaciones significantes.

Puede desprenderse de la adecuación entre la palabra y la cosa, entre el significante y la cosa,


puede desprenderse de la relación con la verdad.

¿Cómo definimos lo que es verdad? Una forma de definir la verdad es cuando hay una adecua-
ción entre la palabra y la cosa. Este concepto de verdad es el modo popular de pensarla. Pero el
psicoanálisis nos ha enseñado otro enfoque de la verdad.

Decimos que algo es verdadero para el sujeto aunque eso no haya ocurrido, aunque quede a
nivel de su fantasma y no tenga una adecuación con la realidad.

Encontramos otra coincidencia entre la lógica y el psicoanálisis, en ambas disciplinas hay una
pérdida del referente. Por ejemplo, en términos del inconsciente, algo puede ser verdadero y
falso al mismo tiempo. Recuerden que Freud decía que el inconsciente no responde al principio
de “no contradicción”.

Tanto la lógica como el psicoanálisis operan con el significante, pero fue Lacan el que desarrolló
la lógica del significante con una característica particular: el conjunto de los significantes no es
un conjunto completo, muy por el contrario, se trata de un conjunto incompleto, en la medida
en que el significante no captura el todo.

La lógica nos enfrenta con el problema de la verdad en el discurso del paciente. Si el referente
está perdido, la anécdota que cuenta el paciente pierde peso de verdad, por lo tanto, más que
la anécdota, nos interesa la estructura. Pasar la anécdota a un nivel lógico es avanzar más allá
del sentido.

En esta intersección entre la lógica y el psicoanálisis, hay que reconocer dos pérdidas, la pérdi-
da del referente y la pérdida del sentido.

Para finalizar, les dejo un cuadro que armé con fines exclusivamente didácticos, donde Uds.
podrán ubicar lo que fuimos desarrollando a lo largo de este año, tanto a nivel del síntoma
como a nivel del inconsciente. También encontrarán algunos conceptos como el sujeto, el yo, el
falo o el padre, que, ubicados de este modo, dan una visión general de la enseñanza de Lacan
dividida en tres períodos de diez años cada uno: 1) preestructuralista, 2) estructuralista, 3)
post estructuralista o pragmático. Esta división es un forzamiento, ya que entre el segundo y el
tercero, podríamos incluir otro período más, pero, salvando ese detalle, el cuadro permite una
visualización de tipo sinóptica sobre el trabajo que realizamos este año.

23 de noviembre de 2011

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CUADRO DIDÁCTICO

Años 40 - 50 50 - 60 70 →
Post- estructuralista
Período Pre-estructuralista Estructuralista
pragmático

Registro Imaginario Simbólico Real


Estructurado como un
lenguaje Hecho de la lengua
Inconsciente Reservorio de imagos Como la una
Es el discurso del
equivocación
Otro
Sujeto Falta en ser Parlêtre:
Yo - otro
Yo Sujeto/ Otro sujeto + goce

La letra
Palabra- significante
S1 solo, significante
Soporte La imagen Cadena significante del goce

S1 → S2 Enjambre de S1
(essaim)
Unidad,
Síntoma fragmentación y Síntoma como metáfora Sinthôme
aspecto paranoico
φ imaginario φ Significante fálico:
φ Significante del
Falo Imago del cuerpo señala los efectos de
goce
fragmentado significación

Père- versión
Metáfora paterna
Padre Imago paterna El padre que toma
El padre como función
a una mujer como
simbólica
causa de su deseo
Asumir su ser para la
Identificación al
Fin del muerte
Soy Eso síntoma
psicoanálisis Atravesamiento del
Savoir y faire
fantasma

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