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INTRODUCCIÓN
Así, el ocaso del paradigma de las enfermedades mentales abre las puertas a las
hipótesis psicológicas que ya habían sido asomadas por Freud y su tesis sobre el
inconsciente psíquico. La hipótesis freudiana sobre las neurosis y -luego- psicosis
apelaba a la existencia de un proceso metapsicológico sin apoyatura orgánica
conocida y que Freud intentó precisar a lo largo de toda su obra. La “meta-psicología”
(meta significa “más allá de”) se utiliza en psicoanálisis para designar la parte de la
doctrina freudiana más teórica y especulativa, aquella que trata de explicar el
funcionamiento mental, la personalidad y la conducta en base a principios generales
que, a menudo, se han construido como hipótesis necesarias antes que como
sistematizaciones basadas en observaciones empíricas. Así pues, hablar de
metapsicología en psicoanálisis es hablar de modelos teóricos que no están
directamente vinculados a una experiencia práctica o a una observación clínica; es
hablar de las hipótesis y teorías con las que el creador del psicoanálisis quiere
significar, por un lado, su innovadora concepción acerca de la existencia de una
causalidad psíquica, y por otro, su particular forma de entender y explicar los
fenómenos psíquicos. Esta explicación ha de tener en cuenta tres aspectos
fundamentales: el dinámico -cuáles son las fuerzas que intervienen en la aparición y
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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica
A pesar de haber llegado a su fin en la tercera década del siglo XX, el marco de
pensamiento de la psiquiatría del Segundo Paradigma no desapareció por completo. El
paradigma siguiente heredó muchos de sus elementos constitutivos y persiste hasta la
actualidad, sobre todo en el uso que se hace del término "enfermedad mental", muy
difícil de desterrar. La Nueva Ley Nacional de Salud Mental de 2010 propone
sustituirlo por el de "padecimiento mental", pero este cambio fue fuertemente
resistido, sobre todo entre los médicos que en parte se niegan a dejar de hablar de
enfermedad mental. Aun cuando la tesis lesional de la enfermedad mental ya no se
sostenga para todas las afecciones, mucha de la semiología a la que éste supuesto dio
lugar se considera válida y de utilidad. Con respecto al método es importante señalar
que las innovaciones introducidas en el método clínico condujeron a un cambio en la
relación médico-paciente, tendiente a profundizar la objetivación del supuesto
enfermo. El dispositivo de esta clínica -la mostración de enfermos- pone de manifiesto
que allí el sujeto queda reducido a ser el objeto de la mirada del médico, que es quien
detenta el saber. Estos son sentidos aún hoy difíciles de desterrar.
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perspectiva clínica
Este tercer paradigma introduce de esta manera, una de las novedades más
importantes de este período: la inclusión de una causalidad psíquica y de la
psicogénesis entre los factores etiológicos y patogénicos. En este marco paradigmático
la psicopatología tiene un carácter predominante, mientras la psiquiatría clínica
queda ubicada como una disciplina médica necesaria, pero sobre todo práctica, sin
demasiada profundidad conceptual. Todos los autores de este paradigma conciben a la
psicopatología como una disciplina diferenciada aunque complementaria de la
semiología psiquiátrica.
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perspectiva clínica
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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica
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perspectiva clínica
Entonces no se trataba sólo de una variación terminológica sino de una nueva mirada
más penetrante de la esquizofrenia en la que la evolución y la sintomatología más
evidente pasaban ambas a un segundo plano respecto a ciertos trastornos o síntomas
fundamentales. Al contrario que Kraepelin, Bleuler pretende no quedarse con lo
superficial y determinar así lo que llamara síntomas fundamentales -no siempre
fácilmente captables por la observación directa- que están presentes en este grupo de
psicosis. Bleuler describió dos órdenes sintomáticos: los síntomas fundamentales
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Ahora bien, mayores son las complicaciones con las que se topa el autor a la hora de
matizar los síntomas fundamentales, y es por esta razón que intentaremos detallar
bien sus apreciaciones; no se trata ya de expresiones observables, sino de conceptos
teóricos más o menos arraigados en la meta-psicología, lo psico-dinámico y la
fenomenología, en clara relación con el psicoanálisis1. Es decir, que se profundizan
hipótesis sobre un funcionamiento psíquico independiente de lo orgánico observable.
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Un reparo sobre el psicoanálisis y Bleuler: Bleuler toma conceptos de la teoría psicoanalítica para el
análisis de los lazos asociativos de las ideas que se ven afectados, y marca que esto no ocurre de
cualquier modo: son los mecanismos de condensación y desplazamiento los que estarían en juego allí;
procesos que Freud utilizó para describir el proceso de producción de los sueños. Ahora bien, las
nociones de “complejos” y de “mecanismos” le permiten a Bleuler comprender el sentido de algunos
síntomas de la esquizofrenia, pero se trata de una reinterpretación de los conceptos freudianos
despojada de toda etiología sexual. Mientras que en la teoría de Freud esos mecanismos psíquicos
tienen un valor causal, Bleuler sólo los utiliza en un sentido meramente descriptivo. Bleuler nunca
aceptó el papel de la etiología sexual en la esquizofrenia y si bien recurrió a los mecanismos freudianos,
es importante tener en cuenta que la hipótesis etiológica de Bleuler sobre la esquizofrenia sigue siendo
orgánica.
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Trastorno de las
asociaciones
Trastornos
Autismo
afectivos
DISOCIACIÓN
(“spaltung”)
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¿En qué consistían los trastornos de las asociaciones? Se refieren a una perturbación
particular del curso del pensamiento caracterizada por un relajamiento de las
asociaciones habituales y la primacía de los complejos afectivos. Las asociaciones
pierden su continuidad: se interrumpen o fluyen excesivamente. Indicaba que los
enfermos operan con ideas y conceptos que no tienen relación, o en todo caso, es muy
lábil; las asociaciones ilógicas están vehiculadas por condensaciones y
desplazamientos de ideas, produciendo el efecto de incoherencia formal del
contenido; las “obstrucciones” y las “privaciones del pensamiento” caracterizan
también el curso del pensamiento esquizofrénico, donde el sujeto se queda mudo
mientras venía hablando de alguna temática. Se producen asociaciones que resultan
extrañas: asociaciones ilógicas, extravagantes, por el sonido o condensación de
asociaciones (“ayer vi una vaca… una vaca… vaca-ciones necesito yo, si señor” dice un
paciente de Bleuler). Algunos ejemplos que recopiló Bleuler son pacientes que dicen:
"Las montañas delineadas en las dilataciones del oxígeno son hermosas"; "El orgullo
suizo debe estar justificado. Salu K.… yo soy la monja. Si eso basta, todavía eres de él.
Ese es un bravo caballero, tómalo como esposo. Carolina, bien lo sabes, aunque tú eres
mi señor, fuiste sólo un sueño." Vemos que son fenómenos psíquicos del orden de
ideas y pensamiento que están afectados cuantitativamente por una carga afectiva que
perturba el orden lógico.
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gustan las ciruelas". Nótese la diferencia para concebir las psicosis que hay entre leer
estos síntomas como productos de una enfermedad en particular, que tienen un
mecanismo psicológico particular (la escisión) y que produce efectos sobre las
asociaciones mentales, y la caracterización de una “idiotez” que además es adquirida,
como planteaba Pinel hacía tiempo atrás.
Para concluir, revisemos ahora las formas clínicas de la esquizofrenia. Bleuler retoma
la distinción inicial de Kraepelin -hebefrenia, catatonía, demencia paranoides- y
propone cuatro subgrupos dentro de la esquizofrenia: la forma paranoide -en la que
las alucinaciones y las ideas delirantes dominan el cuadro-; la catatonía,
caracterizada por síntomas de estupor, mutismo, estereotipia, obediencia automática,
rigidez muscular o posturas forzadas durante períodos largos de tiempo; la
hebefrenia, en la que predominan las alucinaciones y la desorganización en el
lenguaje. A estas tres formas clásicas agrega la esquizofrenia simple, en la que sólo
aparecen los síntomas básicos específicos.
Bleuler aclara, sin embargo, que a pesar de esta distinción “todas las formas clínicas
que hemos reunido bajo el nombre de esquizofrenia constituyen realmente una misma
y única enfermedad”. Empieza a verse en él un vestigio de un orden estructural, de ver
a la esquizofrenia como un todo organizado, y no un mero conjunto de síntomas. El
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grupo de las esquizofrenias conforma entonces una variedad clínica que presenta
síntomas comunes y factores semejantes en su evolución y su etiología.
Bleuler y la Paranoia
La paranoia sería entonces, una reacción delirante basada en una acción catatímica2
de los afectos, cuya finalidad consiste en rechazar la realidad insufrible, imputando la
culpabilidad y responsabilidad a otro; por eso se proyecta una realidad insufrible (de
la cual es sujeto es parte, ya veremos cómo) y se adjudica a otros bajo el tinte que ya
venimos describiendo con la escuela alemana y francesa: el otro “me persigue”, “me
perjudica”, “está enamorado de mí”, etc. Sin embargo, no deja de recobrar aspectos
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Deformación de la realidad por influencia de la afectividad en estados emocionales intensos
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Bleuler sigue más bien fiel a las dos variedades clínicas de la paranoia: delirio
interpretativo y delirio de querulancia. No obstante, los desarrollos de Bleuler
comienzan a cuestionar que la paranoia constituya una afección únicamente del juicio
y del intelecto, para incorporar el valor causal de los afectos. Sin dudas, esta tesis del
valor causal de la afectividad introduce una enorme complejización a nivel de los
factores que se consideran causales y que excede ampliamente a la tesis etiológica de
Kraepelin, quien sostenía el paralelismo psicofísico propio del paradigma de las
enfermedades mentales. En adelante, las nuevas propuestas no retroceden con
respecto a esta pluralización de factores causales propia del tercer paradigma.
Hace un momento mencioné que “el sujeto era parte”. Esto es así porque (tal como se
empezó a halar al final de la obra de Kraepelin y a al comienzo de la de Clérambault
sobre el carácter3; recuerden la unidad anterior), el individuo paranoico se
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Recordemos como vimos en la unidad anterior, que Clérambault tomaba al carácter como la suma del
total de las emociones cotidianas mínimas, llevadas al estado habitual, cuya cualidad está prefijada para
toda la vida”. La Paranoia sería pensada como un conjunto infinito de rasgos de carácter, tales como la
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caracteriza para Bleuler por tener la ambición de ser o de producir algo sobresaliente,
pero no es capaz de lograr esa finalidad debido a una insuficiencia de energía. Así,
sucede un desfasaje entre el sujeto del querer (lo que sería el “yo”) como el complejo
afectivo actual de los procesos psíquicos, y la energía como elemento dinámico que
posibilitaría la ejecución. Vemos como esta predisposición psicodinámica del sujeto,
entra en la dialéctica con los conceptos de “reacción”, de “complejos afectivos”: todos
conceptos que indican la fuerza de lo psíquico independientemente de lo orgánico en
la producción de síntomas y enfermedades.
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La teoría de Bleuler se opuso a la de la época porque propuso una teoría del afecto que
intervine en la organización psíquica determinando la modalidad de la reacción a
situaciones que combinan causas internas, personales del sujeto, redefinidas en
términos psicogenéticos, con exigencias vitales: reacción paranoica. Esto inspiró a
otros psiquiatras contemporáneos a seguir la misma línea psicodinámica. Por ejemplo,
Kretschmer introduce el delirio de relación sensitivo, al proponer que la paranoia es
una reacción con tres determinantes: el carácter del sujeto (particularmente sensitivo,
susceptible, vulnerable, débil); la vivencia (experiencia vivida que le revela al sujeto
su insuficiencia, una frustración); y el medio social (constelaciones relacionales). La
evolución favorable o benigna confirmaría así la psicogénesis de la enfermedad que
tiene su origen en la acción acumulativa de vivencias típicas sobre una disposición de
carácter particular y un medio social característico.
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Esa obra pretendió ser una crítica conceptual sistemática al discurso psiquiátrico,
cuyo eje fundamental era el cuestionamiento del paralelismo psicofísico. Como
hemos visto, el paralelismo psicofísico sostenía la dependencia de lo psíquico en
relación a lo orgánico; la causa -comprobable o no- era orgánica, mientras que lo
mental, era su efecto. Jaspers cuestiona fervientemente esta concepción psiquiátrica y
considera que no existe una relación de subordinación de lo psíquico a lo físico, sino
una relación de reciprocidad y co-dependencia, (no un “paralelismo”) en tanto el
cuerpo y el alma constituyen una unión indisociable. Distanciándose de tal
paralelismo y criticándolo, Jaspers plantea que la psicopatología estudia lo psíquico
hasta los límites de la conciencia, pero en esos límites no puede hallar absolutamente
ningún proceso físico que corresponda directamente a fenómenos tales como las ideas
delirantes o las alucinaciones. La psicopatología se ocupará entonces de la
investigación de los problemas, de los conceptos y relaciones desde los fenómenos
psicopatológicos mismos. En este contexto, Jaspers plantea que el objeto de la
psicopatología es el acontecer psíquico patológico consciente. Se estudia qué y cómo
experimentan los seres humanos, su vivenciar y las condiciones y causas de las que
depende. El objeto de la psicopatología son los procesos psíquicos reales, sus
condiciones, causas y consecuencias.
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Un ejemplo básico, desde lo no-patológico para ver cómo piensa el acceso a los
fenómenos Jaspers. Si una persona se larga a llorar desconsoladamente porque se le
rompe una taza, puede parecernos extraño, incomprensible, raro. Ahora bien, si uno
indaga, pregunta, busca el sentido de tal manifestación (llanto) en la predisposición del
sujeto, puede encontrar que esa taza era de la abuela y era el último objeto que
quedaba de ella. Así, se accede a la intersección entre el acontecimiento (taza que se
rompe) y la reacción del sujeto (llanto desconsolado), en base a su personalidad
predispuesta. Otro ejemplo puede ser sentir celos (reacción) al enterarse de una
infidelidad (vivencia), después de haber pasado otras veces por una situación así.
Un ejemplo patológico, puede ser ver un sujeto que se corta mínimamente la punta de
un dedo, le sangra y automáticamente se empieza a lavar con muchísima agua,
exageradamente, mientras se agita y transpira. Si se hace una búsqueda de sentido
partiendo del fenómeno, se verá que en este caso, se trataba de una reacción (lavado
compulsivo de manos) que fue determinada por dos cosas: un acontecimiento
desencadenante (cortare mínimamente el dedo) y una predisposición por la
personalidad: desde que tuvo que tener a su hermano en brazos desangrándose hasta
la muerte, el sujeto generó un gran rechazo a tener sangre encima. Vemos como se
llega a un sentido que determina el síntoma, partiendo del efecto de un
acontecimiento y la personalidad singular actuando siempre en conjunto.
Ahora bien, venimos diciendo que los fenómenos patológicos, estas reacciones, son
“casi siempre” comprensibles, dado que este sistema funcionó aplicado para ciertas
enfermedades mentales, pero cuando nos encontramos frente a una psicosis sucede
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que no se puede comprender esa cadena de sentido. Esto porque irrumpe algo en la
vida psíquica del psicótico, la cual no deja rastrear la relación de sentido, y así nos
topamos con los límites de la comprensión y la conciencia. Hay una experimentación
repentina, sentida por el sujeto de un modo radical, disruptivo, y no permite trazar un
sentido con nada de su experiencia. Ante esto no se puede comprender, sino intentar
explicar, mediante hipótesis psicopatológicas: construcciones imaginarias teóricas
para intentar dar cuenta del mecanismo. Esto sucede cuando la reacción no se adecúa
a la vivencia: no podemos comprender porque el sujeto se comporta así.
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Después de 1913 los psiquiatras suizos y alemanes de orientación psicoanalítica criticarían la
partición propuesta por Jaspers entre "lo comprensible" y "lo explicable", afirmando que el delirio
psicótico debe ser considerado plenamente accesible tanto al entendimiento como al tratamiento
analítico
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Todo tiene para ellos una nueva significación. Y aquí es valioso recuperar que, como
toda vivencia subjetiva de significaciones, no hay ninguna ocurrencia delirante
“universal” o que compartan todos los psicóticos: cada uno tiene su propio entramado
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delirante, por más que algunos contenidos puedan repetirse. Se pondera la historia
vivencial propia de cada sujeto.
Veamos para terminar cómo evoluciona la psicosis desde la aparición de esta vivencia
delirante primaria. Las vivencias, se experimentan, se “viven”, valga la redundancia.
Dijimos que se le presentan a los psicóticos como una imposición a nivel de todo su
cuerpo, si bien pueden primordialmente sensoriales, representacionales, cognitivas,
etc. Por lo que sobre estas vivencias delirantes primarias se fundarán las ideas
delirantes (secundarias), que son reflexiones sobre tales vivencias: son productos
secundarios. Por ejemplo, ante la vivencia de ver el auto rojo y creer que lo persiguen,
ahora aparecerán ideas: me persiguen porque soy un sujeto importante, porque quieren
robarme algo, porque el gobierno está contra mí, etc. Son falsos juicios sobre la
realidad, que no se encuentran alterados en su aspecto formal, sino que son extraños
por el contenido mismo y por la certeza absoluta con que las sostienen los sujetos: no
se los puede persuadir de que están equivocados. Vemos también que el carácter de
reacción y construcción del psicótico se aclara: construye ideas delirantes, a raíz de
una vivencia primaria, un punto de inflexión que no puede entender. Las ideas
delirantes se van a caracterizar por la certeza absoluta con la que las afirma el sujeto,
porque no son influenciables por la experiencia y porque no se derivan de ninguna
vivencia con las que haya relaciones de sentido. Cuando el sujeto nos cuenta en la
conversación de sus ideas de ser perseguido o que se le fragmenta el cuerpo, son
productos secundarios que él creó (sin saber que los creó). Es una propuesta también
psicodinámica: lo psíquico engendrando lo psíquico. Y así, se entiende que el delirio
tiene un “sentido”. Si uno escucha decir aisladamente, sincrónicamente, “me persiguen
del gobierno para robarme mi perro”, puede parecer sin-sentido, incomprensible.
Pero en cuanto vemos que esas ideas se desprenden de una vivencia inexplicable para
el sujeto, de la cual entrama su formación delirante, se ve que hay una lógica, una
dinámica, un “sentido en el sin-sentido” del sujeto psicótico; se pueden establecer
ciertas secuencias. Además habrá que escuchar no solo lo que dice, sino cómo lo dice:
las ideas delirantes son casi imposibles de corromper, no se los puede hacer cambiar
de opinión por obvio que nos parezca que nadie quiere robarle el perro al sujeto.
Por eso luego de la VDP y las ideas delirantes, la formación final será la elaboración
del delirio, con las características que venimos viendo: un intento del sujeto por poner
en relación de coherencia las ideas con las restantes percepciones y darle una
sistematización. Es “el esfuerzo del enfermo por comprenderse” dice Jaspers. No se
comprende por qué el sujeto delira, pero sí se comprende que alguien con un delirio
paranoico, crea que lo están siguiendo. El circuito es el siguiente:
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Otro ejemplo; el sujeto que dice “estoy preocupado porque soy Napoleón y tengo que
rescatar al mundo” y ante la búsqueda de sentido le preguntamos “¿Por decís qué sos
Napoleón?” O “¿Salvar al mundo de quién?”, el sujeto contesta: “soy Napoleón porque
me lo dijo la Virgen y tengo que salvar al mundo de los agentes del FBI que nos
siguen”. Vemos aquí que es un enunciado, una significación, que escapa a toda
comprensión posible desde un marco “normal”, y evidencia un entramado delirante
singular del psicótico, que no se puede desatar con la simple búsqueda de sentido para
que el sujeto tome contacto con la realidad: porque el sujeto mismo vive en su
realidad. Recordemos: la realidad es la significación de las cosas. Ahora bien,
sabiendo que el delirante se cree Napoleón, entendemos por qué llora así, al enterarse,
por ejemplo, que se prendió fuego la Catedral de Notre Dame. Repito, no
comprendemos por qué el sujeto delira, pero sí entendemos como se ordenan sus
ideas delirantes: el sujeto vive y piensa una realidad propia. La diferencia entre un
delirio y una intuición normal es que en el delirio existe, como ya se mencionó, la
certeza de la realidad es más potente que cualquier convicción normal. Según Jaspers,
los signos que se consideran propios del delirio son:
Hacia lo estructural
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afecciones, pero se ponderan también los esfuerzos subjetivos del sujeto por generar
con su enfermedad un funcionamiento más humanizado. Minkowski inicia su
recorrido en un momento de expansión del psicoanálisis freudiano, del que recibió
gran incidencia.
Como venimos viendo, el psicoanálisis fue produciendo una subversión al infiltrare por
diversos autores en la Psiquiatría quiénes además empiezan a pensar en la
Psicopatología como otra arista para comprender los fenómenos mentales. Así, la
medicina psiquiátrica empieza a relegarse en ésta época en pos de otras lecturas que
tienen marcos teóricos distintos: la metapsicología del psicoanálisis, la fenomenología
de la psicopatología. Esto abre un nuevo campo se concepciones sobre las
enfermedades, los mecanismos y los estados mentales, así como relecturas sobre el
sujeto psicótico, por ser corrientes críticas respecto a la semiología psiquiátrica
clásica. Se oponen al carácter excesivamente fragmentario del análisis focalizado en
síntomas concebidos como índices de procesos patológicos de fundamento orgánico;
también critican cierta concepción “atomista” de lo mental que deja en un segundo
plano el análisis del funcionamiento de un sujeto desde una perspectiva más holística
e integradora; y fundamentalmente, estas corrientes critican la teoría de la
constitución (ligado exclusivamente a lo orgánico y al paralelismo psicofísico), al
reivindicar la importancia de la historia individual, el valor de los acontecimientos
vividos y considerar a la psicopatología a partir de la noción de estructura.
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A pesar de que las figuras negras son simples círculos con cortes en blanco que
individualmente pueden no decirnos nada, si las tomamos en conjunto se alcanza a
percibir claramente un cubo dado por la interconexión de todas las partes y el
contraste entre la figura y el fondo. Si bien son “signos dispares”, no se tratara de una
colección o mera asociación entre ellos (como entendió la psiquiatría clásica), sino de
su interconexión. Volcándonos en la psicopatología entonces, la personalidad de un
sujeto se encuentra organizada por la interrelación del conjunto de elementos, y la
estructura sería lo que subyace a cada una de las manifestaciones. Las figuras son los
síntomas, el fondo es la estructura. Incluso también por ésta época (A. Gelb y K.
Goldstein) se empezó a concebir de un modo globalista a la Neurología, afirmando que
el cerebro funciona como una totalidad articulada: la teoría de las localizaciones
cerebrales declinaba y esta concepción globalista afirmaba que el cerebro funciona
como una estructura en la que los efectos de una lesión, repercuten en la globalidad de
su funcionamiento.
Si bien estos autores críticos vistos que empiezan a aparecer rescatan los aportes de la
semiología psiquiátrica, al mismo tiempo buscan complementarla con un análisis
psicopatológico, entendiendo por psicopatología “una disciplina que trascienda el
análisis descriptivo, y llegue a determinar aquello que lo condiciona, el trastorno
fundamental, la perturbación generadora, que no depende de facultades o funciones
alteradas, sino que contempla la totalidad del funcionamiento psíquico del paciente”.
Vemos que más que preocuparse por la causa (facultades o funciones alterados), se
preocupan por el trastorno fundamental que provoca los cambios en el
funcionamiento psíquico. Volveremos sobre esto.
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En tal alteración de “pérdida del contacto vital con la realidad”, converge lo que
Bleuler había concebido como “autismo”. Lo que para Bleuler es el autismo tal como
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Al igual que Jaspers y Bleuler, hay un sentido de reacción por el encuentro entre una personalidad y
un acontecimiento en el ambiente.
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vimos (efecto del trastorno generador que para Bleuler es la disociación), para
Minkowski es esta “pérdida del contacto vital con la realidad”, que además es el
trastorno generador de todos los demás síntomas. Si retoman el gráfico de Bleuler, la
pérdida del contacto vital con la realidad, pasaría a ocupar el rombo en tanto
trastorno generador de los síntomas. Repito, no debe entenderse al “trastorno
generador” como la causa de la enfermedad, sino como la causa de los síntomas. Aquí
ya no les interesa tanto la causa (sea orgánica, cerebral, endógena, exógena), sino ver
cómo se genera y evolucionan los síntomas psicogenéticamente, a partir del puro
dinamismo de la psique.
La pérdida de contacto vital con la realidad está para Minkowski en la base del
relajamiento asociativo y de los consecuentes síntomas propios de la esquizofrenia.
He aquí un ejemplo muy gráfico que da el autor de esta pérdida del contacto vital con
la realidad que resulta fundamental en la esquizofrenia, de un caso clínico propio:
“Todo está inmovilizado en torno a mí. Las cosas se presentan en forma aislada, cada una
para sí, sin evocar nada. Algunas cosas que deberían formar un recuerdo, evocar una
inmensidad de pensamientos, dar una descripción, permanecen aisladas. Son más bien
comprendidas que experimentadas. Tengo mi juicio, pero me falta el instinto de la vida. Ya no
logro dar mi actividad de una manera lo bastante vívida. Ya no puedo pasar de los
sentimientos dulces a los sentimientos tensos y, sin embargo, no estamos hechos para vivir en
el mismo tema. En torno a mí hay una fijeza absoluta. Tengo aún menos movilidad para el
porvenir que para el presente y el pasado. Veo el porvenir como una repetición del pasado”.
(Minkowski, 1927).
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Vemos que es un sujeto atravesado por una patología, pero que, al igual que venimos
viendo, pone en juego manifestaciones reactivas: esas compensaciones son medidas
de defensa, que no obstante, son reacciones que llevarán la marca de la pérdida
(contacto vital con la realidad). Serán compensaciones fallidas, accidentales, bizarras,
con la única finalidad de adquirir cierto aspecto más humano. Recuerda también a
Jaspers cuando hablaba del “esfuerzo por comprenderse” del sujeto.
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Vemos que son actividades muy ligadas a la razón lógica y matemática, pero en virtud
de que están sobre un “trasfondo patológico” particular, vale decir, una estructura
psicótica, toman una forma fallida, rara, absurda. No es tanto la actividad, sino el uso
extremo, la energía con la que lo hacen además. Se trata en ambos casos de formas
puras de la inteligencia que implican un uso abusivo del orden espacial, para tratar de
compensar el déficit del orden dinámico o instintivo, producto de la pérdida del
contacto vital con la realidad. Ante la perturbación del dinamismo, el sujeto se
encuentra sometido en su pensamiento y en sus acciones, a criterios rígidos de la
lógica y de la matemática y así la dinámica de la vida mental se rigidiza en rutinas y
procedimientos que deben cumplirse al detalle y que pueden confundirse con
ceremoniales de un neurótico obsesivo. ¿Recuerdan que hace un rato hablé de
relacionar el fenómeno (la forma manifiesta) con la estructura? Bueno, vemos que, por
ejemplo, un ritual de contar hasta el cansancio las baldosas de una casa, puede ser un
síntoma que haga un neurótico obsesivo como también un esquizofrénico. Pero si se
llega a delimitar la base estructural, se podrá comprender a qué responde ese
síntoma (una neurosis o una psicosis) y desde allí comprenderlo mejor y,
fundamentalmente, ejercer una ayuda psicoterapéutica acorde. Ya no basta con un
inventario de muchísimos signos clínicos como en el segundo paradigma, sino que se
tratará de ir más profundo: hay que ir a lo que subyace a los síntomas y los define,
dado que la alteración no concierne a una facultad determinada, sino a todo el
psiquismo. No se limita a ser un déficit, sino que es una fuerza dinámica.
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El término “neurosis” fue propuesto por el médico escocés William Cullen en 1769 en referencia a los
trastornos sensoriales y motores causados por enfermedades localizables del sistema nervioso.
Significa “enfermedad de los nervios” (derivado del griego nêuron ‘nervio’ con el sufijo -sis ‘estado
irregular’, ‘enfermedad’) en el sentido orgánico. Desde Freud y su estudio desde 1880, la neurosis
cambió a conocerse como una afección psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un
conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y que constituyen compromisos
entre el deseo y la defensa. En psicología clínica, se usa para designar trastornos mentales que
distorsionan el pensamiento racional y el funcionamiento social, familiar y laboral adecuado de las
personas, tomando la versión del psicoanálisis y no la versión orgánica de Cullen.
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ponerse en esta transferencia con el analista por lo cual nada se recordaba: no había
sobre qué trabajar.
Freud determinará que esa defensa que arrasó con la representación y con el contacto
con la realidad, produjo que la energía, esa catectización (“libidinización”) que estaba
sobre el mundo, se vuelva sobre el mismo sujeto, (su auto-estima, o mejor dicho, su
“yo”) de un modo tal que no pueda volver a ser emprendida a otros objetos8 y sujetos.
La “energía vital” que hablaba Minkowski; la “libido”, según Freud, se encontraba toda
puesta introvertidamente en el yo del sujeto psicótico, y por eso le era imposible
ponerse en transferencia con el analista, dado que implicaría una relación, una alianza
entre dos. Por eso las llamara psiconeurosis “narcisistas”.
8
“Objeto” en psicoanálisis no refiere a lo que conocemos usualmente como objetos, sino que implica
cualquier cosa que pueda ser cede de la energía libidinal de la psique: una persona, una idea, una fantasía,
una actividad, etc.
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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica
Es fundamental entonces ver cómo Freud llegó a discernir una diferencia fundamental
en la generación de síntomas psicóticos, que hace de las psicosis un campo particular
que se opone a las neurosis y precisa de una apreciación propia. La determinación de
que el psicoanálisis como método terapéutico resulta fútil para el tratamiento de las
psicosis, se mantuvo hasta el fin de su obra y será un punto de recapitulación de
Jacques Lacan años después. No obstante, sí pudo emprender estudios
metasicológicos que asentaron las bases de los fenómenos psicóticos desde una
perspectiva psicógena metapsicológica y asentar una diferenciación (que puede ser
leída también en clave estructural) entre neurosis y psicosis.
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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica
Hacia el fin de su obra, Freud escribió dos breves artículos9 donde si bien se siguen
distinguiendo y oponiendo Neurosis y Psicosis, pasa a ser menos tajante en algunos
aspectos clave. Fundamentalmente, Freud retomará las primeras cuestiones que
abordó inicialmente: el tema de la pérdida de la realidad. Dirá entonces, que al fin y al
cabo, en ambas patologías se produce una relativa “pérdida de la realidad” desde
cierta perspectiva. Por ejemplo, un obsesivo enajenado en su ritual de lavarse
compulsivamente las manos, también está viviendo “en su realidad”, aunque no sea
tan radicalmente como un paranoico inmerso en un delirio. Esto no implica
homologarlas, sino matizar un poco la cuestión de la pérdida de la realidad. Ambas
parten de una etiología común: el apremio de la realidad frustra el cumplimiento de
una pulsión. Ahora bien, la diferencia está en el efecto patógeno diferencial, en cómo
reacciona el yo: se somete al mundo exterior y hace síntoma en base a su realidad
interna (neurosis) o se revela ante la realidad externa (compartida socialmente) y
queda librado a la expresión de las pulsiones más desatadas, promoviendo una
proliferación más caótica (psicosis).
Veamos una última precisión sobre la implicación de la terapia analítica, que nos
enseñe sobre la ética psicoanalítica, teniendo en cuenta la importancia de la relación
transferencial y los resultados disímiles que le dio a Freud en relación a la Psicosis. De
un modo genérico, el psicoanálisis emplea exclusivamente "síntoma" para referir el
malestar que aqueja a un sujeto. Pero en psicoanálisis, a diferencia de la psiquiatría y
la psicología clínica -ambas basadas en una clínica de la observación—, el síntoma sólo
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“Neurosis y Psicosis” y “La pérdida de la realidad en Neurosis y Psicosis”; ambos de 1924.
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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica
existe si es dicho por el paciente, pues es el discurso que éste desgrana ante el analista
el que constituye propiamente la clínica psicoanalítica; naturalmente, para que el
síntoma así definido llegue a constituirse se precisa la creencia del paciente en su
síntoma, ya que sin ella no hay propiamente un análisis. Hay una fundamental
diferencia entre esta modalidad de la clínica y aquellas otras prácticas en las que es el
terapeuta quien observa, nombra, clasifica y rubrica que determinada manifestación
constituye una alteración patológica, es decir, un síntoma. La psicopatología
psiquiátrica ha elaborado un buen número de propuestas tendientes a clasificar los
síntomas, pero todas ellas se asientan en el “juicio objetivo” del clínico, desestimando
no sólo la palabra del paciente, sino la propia implicación del clínico en el síntoma que
le es relatado. Así, por ejemplo, Bleuler estableció en su monografía sobre las
esquizofrenias las diferencias entre "síntomas primarios" y "secundarios" en ese tipo
de psicosis, coligiendo final mente que los primeros obedecen a un proceso orgánico
("el trastorno cerebral determina los síntomas primarios") y los segundos son en
parte funciones psíquicas que operan en condiciones alteradas, y en parte los
resultados de intentos de adaptación (compensaciones), más o menos exitosos, a las
perturbaciones primarias; la articulación de ambos proporciona teóricamente el
concepto de enfermedad. En esta misma línea, aunque recurriendo a la capacidad de
comprensión del fenomenólogo, Jaspers pretendió distinguir las ideas comprensibles
que hallan en su base fenómenos afectivos, acontecimientos conmocionantes u
ofensivos, sentimientos de culpa, etc., de las ideas delirantes que se le antojan
incomprensibles, razón por la cual colige que no pueden ser seguidos
psicológicamente hasta su origen. Pero sea por el camino de la especulación etiológica
o por el laberinto de la comprensión, estas apreciaciones tienen en común el hecho de
atribuir al clínico la potestad de determinar la existencia y variedades de los síntomas.
Bien distinta es la concepción del síntoma sostenida por el psicoanálisis: "Si el síntoma
analítico está constituido en la experiencia analítica, en la que el paciente dirige su
discurso hacia el analista, éste es parte del síntoma, está implicado en su función", dirá
J. A. Miller un psicoanalista muy reconocido. De allí la importancia dada a la
transferencia y la inauguración de una clínica y una ética que presta atención no solo a
la historia del sujeto, sino a lo que el sujeto mismo dice de ella, cómo lo dice cómo se
implica, cómo se mueve para recordar y actualizarla.
dado que no es ético, fructífero ni recomendable, abordar una psicosis como si fuese
una neurosis. Las psicosis ameritan una intervención y un seguimiento particular, al
igual que la neurosis: allí la diferencia diagnóstica estructural, es sumamente
necesaria. De aquí reside también la apuesta de Minkowski de tener un diagnóstico
estructural, de fundarse en la estructura de una patología para guiar el pronóstico y el
tratamiento: es una decisión ética y técnica, pensando en la cura del sujeto.
Como vimos en la unidad I, los binomios no son “buenos” o “malos” en sí, sino que se
trata del uso que se haga de ellos, fruto de la tradición occidental que nos atraviesa
que nos empuja siempre a polarizar las cosas. Si queremos hablar de normalidad,
“locura”, gravedad, etc., el binomio se vuelve inútil porque “las psicosis” no nos dicen
nada: nos lo dicen los psicóticos, en todo caso; los sujetos atravesados por su situación
singular. No obstante, esto no implica negar que haya diferencias entre ambas
estructuras. Para ello es fundamental diferenciar y oponerlas, teniendo en cuenta que
es un panorama a tener aclarado para emprender un tratamiento o abordaje. Les dejo
esta hermosa cita de Freud sobre estas últimas cuestiones:
S. Freud
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perspectiva clínica
CONCLUSIONES
Esta unidad es extensa; sé que tiene mucha información y cuestiones que requieren
un proceso y un tiempo para que puedan interiorizarlas. Motivo por el cual no añadí
bibliografía primaria, textos de los autores o recopilaciones. Intenté sincréticamente
condensar las innovaciones y aportes del tercer paradigma para que haya un terreno
elaborado para las unidades que se nos vienen.
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