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UNIDAD III

Revolución clínica: la llegada de la psicopatología y el


psicoanálisis

Aparición de la Psicopatología en el campo Psiquiátrico. La subversión del psicoanálisis.


Del paradigma de “enfermedades mentales” al de “Estructuras Psicopatológicas”:
principales exponentes, ideas, innovaciones y superaciones. Implicancia de una visión
“estructural”. K. Jaspers: la reivindicación de la psicopatología desde la fenomenología. La
corriente psico-dinámica. El grupo de las esquizofrenias de J. Bleuler. E. Minkowski: una
visión estructural. Hipótesis etiológicas o “trastornos fundamentales”. Oposición Neurosis-
Psicosis. Esbozos psicoterapéuticos. Las influencias de S. Freud en los psicopatólogos y
psiquiatras de época. Implicancias del binomio Neurosis-Psicosis.
Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

INTRODUCCIÓN

Una particularidad del paradigma anterior, fue la proliferación de entidades


patológicas o “enfermedades mentales”, como lo indica su nombre. Vimos como, entre
la escuela alemana y francesa, se alternaban descripciones y precisiones, dando un
enorme campo de tipologías mediante múltiples nosologías y agrupamientos. Pasados
los años, tanta diversidad se volvió engorrosa y fue criticada, al igual que se criticó el
valor otorgado a la noción de localización cerebral, de la mano de las incidencias que
el psicoanálisis significó para la época. Todavía hoy quedan resabios de ésta lógica
clasificatoria multiplicada, como enseñan algunos manuales psiquiátricos
contemporáneos (DSM – V o CIE 10). Los efectos son notables también: confusión
teórica, abuso de diagnósticos no especificados, falta de precisión clínica,
homogeneización del sujeto, clausura de la singularidad, predominio farmacológico,
etc. Por otro lado, la teoría de las localizaciones cerebrales fue perdiendo validez en la
medida en que el progreso de los estudios no pudo revelar lesiones precisas para cada
enfermedad específica. Tras décadas de intentar hallar el fundamento de la patología
mental en las alteraciones del cerebro de los alienados, se llegó gradualmente a
comprender que por más importantes que fueran esas lesiones, no podían bastar para
explicar la enorme diversidad y los matices tan sutiles de los fenómenos psíquicos de
los alienados. “A partir de entonces, comenzamos a buscar en la psicología los medios
para suplir la insuficiencia de la anatomía patológica” dirá Falret.

Así, el ocaso del paradigma de las enfermedades mentales abre las puertas a las
hipótesis psicológicas que ya habían sido asomadas por Freud y su tesis sobre el
inconsciente psíquico. La hipótesis freudiana sobre las neurosis y -luego- psicosis
apelaba a la existencia de un proceso metapsicológico sin apoyatura orgánica
conocida y que Freud intentó precisar a lo largo de toda su obra. La “meta-psicología”
(meta significa “más allá de”) se utiliza en psicoanálisis para designar la parte de la
doctrina freudiana más teórica y especulativa, aquella que trata de explicar el
funcionamiento mental, la personalidad y la conducta en base a principios generales
que, a menudo, se han construido como hipótesis necesarias antes que como
sistematizaciones basadas en observaciones empíricas. Así pues, hablar de
metapsicología en psicoanálisis es hablar de modelos teóricos que no están
directamente vinculados a una experiencia práctica o a una observación clínica; es
hablar de las hipótesis y teorías con las que el creador del psicoanálisis quiere
significar, por un lado, su innovadora concepción acerca de la existencia de una
causalidad psíquica, y por otro, su particular forma de entender y explicar los
fenómenos psíquicos. Esta explicación ha de tener en cuenta tres aspectos
fundamentales: el dinámico -cuáles son las fuerzas que intervienen en la aparición y

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perspectiva clínica

desarrollo de tales fenómenos: mecanismos de defensa, conflicto psíquico, etc.-; el


topográfico -en qué sistema psíquico ocurre (consciente, pre-consciente, inconsciente
/ yo, superyó, ello)- y el económico -qué ocurre a nivel de la distribución y equilibrio
de la energía pulsional, complejos afectivos, líbido, pulsión, etc.-.

A pesar de haber llegado a su fin en la tercera década del siglo XX, el marco de
pensamiento de la psiquiatría del Segundo Paradigma no desapareció por completo. El
paradigma siguiente heredó muchos de sus elementos constitutivos y persiste hasta la
actualidad, sobre todo en el uso que se hace del término "enfermedad mental", muy
difícil de desterrar. La Nueva Ley Nacional de Salud Mental de 2010 propone
sustituirlo por el de "padecimiento mental", pero este cambio fue fuertemente
resistido, sobre todo entre los médicos que en parte se niegan a dejar de hablar de
enfermedad mental. Aun cuando la tesis lesional de la enfermedad mental ya no se
sostenga para todas las afecciones, mucha de la semiología a la que éste supuesto dio
lugar se considera válida y de utilidad. Con respecto al método es importante señalar
que las innovaciones introducidas en el método clínico condujeron a un cambio en la
relación médico-paciente, tendiente a profundizar la objetivación del supuesto
enfermo. El dispositivo de esta clínica -la mostración de enfermos- pone de manifiesto
que allí el sujeto queda reducido a ser el objeto de la mirada del médico, que es quien
detenta el saber. Estos son sentidos aún hoy difíciles de desterrar.

La influencia del psicoanálisis y la llegada de las hipótesis psicopatológicas

Por ésta época entonces, se comienza a plantear la necesidad de pensar a los


fenómenos humanos no a partir de la asociación de elementos, sino como verdaderas
estructuras, en las que la introducción de un nuevo elemento modifica todo el
conjunto y se comprueba entonces que “el todo es mucho más que la suma de las
partes”. Esta tesis había sido demostrada por la teoría de la Gestalt con respecto a la
percepción y se impuso también en otras disciplinas, a partir de la lingüística
estructural de Ferdinand de Saussure, la neurología globalista de Goldstein y Jackson;
y la antropología estructural de Lévi-Strauss. Esta forma de pensamiento, aplicada a la
patología mental produce una crítica del proceder semiológico del paradigma anterior
-muy ligado a la identificación de signos que permitan predecir el curso de la
enfermedad- para proponer hipótesis de los procesos patológicos unitarios que
subyacerían a los índices semiológicos. Se trata entonces de un momento de la
producción de conocimiento en psiquiatría en el que comienzan a aparecer hipótesis
propiamente psico-patológicas, es decir, la psique en su funcionalidad siendo causa de
trastornos que son independientes de cualquier causa orgánica - si bien pueden estar
relacionados algunos-, fuertemente influenciadas por el psicoanálisis. Las principales

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concepciones de este paradigma hallan expresión en las propuestas sobre la Spaltung


o escisión como proceso patológico propio de la esquizofrenia en Bleuler y en las
corrientes fenomenológicas, sobre todo en la psicopatología de Jaspers; ambas
cuestiones abordadas en esta unidad. Encontramos en ellos, la inclusión de
formulaciones psicopatológicas que exceden a los desarrollos de la semiología
psiquiátrica del paradigma de las enfermedades mentales y critican la tesis del
paralelismo psicofísico, ambos teñidos por las ideas freudianas que veremos en
detalle hacia el final.

En este período, la psiquiatría organiza su campo a partir de la noción de un proceso


patológico que permitiría explicar el padecer mental. Estos aportes decantan en la
oposición estructural entre neurosis y psicosis, como una clave del diagnóstico
diferencial, aportado desde el psicoanálisis. Estas categorías permiten designar todas
las organizaciones mórbidas que no pudieran explicarse por un defecto congénito,
lesiones cerebrales discernibles o la incidencia de factores exógenos.

Este tercer paradigma introduce de esta manera, una de las novedades más
importantes de este período: la inclusión de una causalidad psíquica y de la
psicogénesis entre los factores etiológicos y patogénicos. En este marco paradigmático
la psicopatología tiene un carácter predominante, mientras la psiquiatría clínica
queda ubicada como una disciplina médica necesaria, pero sobre todo práctica, sin
demasiada profundidad conceptual. Todos los autores de este paradigma conciben a la
psicopatología como una disciplina diferenciada aunque complementaria de la
semiología psiquiátrica.

J. Bleuler y “las esquizofrenias”

Bleuler se inscribe en la corriente psicodinámica alemana, la cual es el resultado del


impacto de la teoría, el método, la investigación y la terapia psicoanalítica de Sigmund
Freud sobre la psiquiatría. Esencialmente esa tendencia psicodinámica puede ser
definida como el progreso de la investigación psiquiátrica desde una etapa descriptiva
a una explicativa. Esta corriente entonces, representa el impacto de las teorías
freudianas en la comprensión de los fenómenos psíquicos especialmente desde el
papel de la afectividad. La corriente psicodinámica comenzó a tomar impulso desde
1900, y se caracteriza por otorgar importancia a la dinámica psíquica como un área
autónoma.

Considerará la distorsión de la realidad en la esquizofrenia, que da cuenta de las ideas


delirantes, las modificaciones sensoriales y los trastornos de la memoria, pudiendo

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explicarse por la pregnancia de complejos afectivos de fuerte carga emocional. En su


libro “La Demencia Precoz. El grupo de las esquizofrenias” de 1911, Bleuler cuestiona la
definición de Kraepelin y centra su crítica en dos puntos: la idea de un comienzo
temprano, “precoz”, y el inevitable deterioro progresivo que culmina en “demencia”.
Sostiene en cambio que algunos casos se recuperan y mejoran notablemente. De esta
manera, Bleuler ataca directamente la nominación de Kraepelin, al situar que no
siempre ésta aparecía a temprana edad y que no en todos los casos culminaba en
demencia. Ni demencia ni precoz, Bleuler advierte la importancia de cambiar el
nombre de esta afección, ya que el elegido por Kraepelin no permitía nombrar a la
enfermedad sino que sólo nombra un conjunto de síntomas, pero no al verdadero
proceso patológico de la enfermedad, vale decir, al mecanismo de la enfermedad.

El nombre que propone Bleuler es “esquizofrenia”, e incluso da un paso más: no


habla de la esquizofrenia en singular, sino que propone “el grupo de las
esquizofrenias”, atendiendo a la variedad clínica que comprende la entidad: se trata de
un grupo amplio de enfermedades que incluye cuadros muy diversos entre sí. Bleuler
da entonces su propia definición, entendiendo que el complejo sintomático actúa
como un todo: “Con el término `demencia precoz´ o `esquizofrenia´ designamos a un
grupo de psicosis cuyo curso es a veces crónico y a veces está marcado por ataques
intermitentes y que puede detenerse o retroceder en cualquier etapa, pero que no
permite una completa restitución integral. La enfermedad se caracteriza por un tipo
específico de alteración del pensamiento, los sentimientos y la relación con el mundo
exterior, que en ninguna otra parte aparece bajo esta forma particular (Bleuler, 1911:
15). ¿De qué forma se trata? De la “esquicia”, la fragmentación, la división, la
“spaltung”, el desdoblamiento de las funciones psíquicas. La esquizo-frenia (esquizo
(spaltung): disociar, desdoblar, escindir, y frenia: entendimiento, razón, mente) es un
término que no parte de la descripción de la enfermedad (como “demencia precoz”),
sino del mecanismo y su efecto: la escisión de la mente.

El autor retoma de Freud la idea del papel de la afectividad en la patología mental y


formula el concepto de “complejo afectivo”: representaciones mentales cargadas de
un cierto montante energético muy fuerte, que influyen en las operaciones psíquicas.
Si bien dicha influencia es comprobable aún en las personas sanas, supone que ante
un proceso mórbido orgánico como lo es el de la esquizofrenia, la mente del enfermo
“reacciona” de acuerdo a sus complejos (se empieza a poner en juego la singularidad y
la historia del sujeto) y la fuerza de la afectividad arrasa con la de la razón, mas
estática. Estos complejos cargados afectivamente van a imantar ahora el curso de las
asociaciones, que se han disgregado por el proceso esquizofrénico, haciéndolas
aparecer más caóticas. Así, la personalidad pierde su unidad interior y las

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perspectiva clínica

asociaciones quedan a merced de complejos afectivamente cargados, que no logran


integrarse para obtener un resultado unificado, sino que dominan a la personalidad y
segregan a otros sectores del pensamiento. Estos “complejos afectivos” vienen a ser
cadenas de representaciones con un determinado tono afectivo que al dominar
sucesivamente la personalidad, comprometía su unidad. La razón ayuda a que las
ideas y representaciones tengan una unidad y coherencia. Si se dejan esas
representaciones libradas a la fuerza de los “complejos afectivos”, tendremos
fenómenos patológicos más desorganizados y caóticos. En breve veremos esto cuando
veamos los trastornos de las asociaciones.

Vemos que el “desdoblamiento” o “disociación” de las funciones psíquicas sustituye a


los criterios kraepelinianos de demencia y precocidad. Por otro lado, empezar a hablar
teóricamente de “complejos afectivos” o “escisión de la razón”, conlleva un
corrimiento de lo únicamente orgánico para pasar a lo que va más allá, a lo psíquico
en su especificidad, con sus reglas y particularidades.

Los complejos afectivos intervienen en la regulación, la dirección y la perturbación de


lo psíquico a través de los mecanismos puestos en juego de condensación y
desplazamiento -conceptos psicoanalíticos freudianos retomados particularmente por
Bleuler-, dando lugar a la constelación de factores psicógenos característicos de la
enfermedad. Empecemos a rescatar la importancia del concepto de reacción
propuesto por el autor, ya que se puede derivar de ello una concepción activa del
sujeto, que no queda simplemente a merced del proceso mórbido, sino que
“reacciona” ante él con sus singularidades, es decir, con su medio y experiencia de
vida. Esto no quiere decir que sea consciente o tenga voluntad de mostrar esa
particularidad, pero sí que está implicado activamente en ello.

Este desdoblamiento de las funciones psíquicas sería la consecuencia de un proceso


orgánico, un proceso cerebral. Por ende, la esquizofrenia es para Bleuler una afección
fisiógena orgánica con una superestructura psicógena. Las elaboraciones de
Bleuler inauguran una nueva forma de entender la patología mental a partir de
cuestionar el paralelismo psicofísico (segundo paradigma). Ya no se tratará para el
autor de una causalidad física-orgánica que produce síntomas psíquicos, como antes,
sino que, aunque haya una lesión orgánica, se genera una “super-estructura
psicógena”, es decir que se superpone a esa afección y genera síntomas propiamente
psicógenos, mentales, psíquicos, independientemente de lo orgánico. Se opone a la
tendencia antigua que buscaba establecer correlaciones estáticas entre los síntomas y
las lesiones, conforme al espíritu de la medicina anatomo-clínica del siglo pasado.
Bleuler incluye un orden de causación que no es solamente orgánico, sino que

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perspectiva clínica

contempla como factores a los acontecimientos, la situación vital y afectiva del


enfermo y sus reacciones ante los procesos patológicos: factores psíquicos. Esta
concepción marca una ruptura con el paradigma de entidades clínicas
psicopatológicas.

Bleuler complejiza la dimensión causal de la esquizofrenia, al proponer una etiología


orgánica y una patogenia psicológica. Hay en su concepción una distancia, un hiato,
entre la causa orgánica (el proceso que está en el origen de los síntomas) y las
manifestaciones del cuadro clínico que son en parte su efecto. Este intervalo separa a
la causa orgánica de sus efectos psicopatológicos, es decir de sus manifestaciones
sintomáticas. La causa puede ser o no orgánica, pero lo que empieza a importar es el
mecanismo, el trastorno fundamental que genera los síntomas psíquicos psicóticos
que nada tenían que ver directamente con la posible lesión orgánica, sino que
respondían a otras leyes psicodinámicas.

Como delimita Napolitano, a diferencia de Kraepelin, Bleuler le otorga especial


importancia al criterio psicopatológico en dos niveles: descriptivo y dinámico. A
nivel descriptivo, retoma los desarrollos del asociacionismo, en tanto supone que las
ideas se organizan jerárquicamente en función de una representación-fin a la que se
articulan ideas subordinadas. Es decir que las representaciones mentales se mueven
por asociaciones: hay una idea desde la cual se articulan otras; es una manera de
concebir los procesos mentales. A esto agrega una peculiar lectura dinámica de los
mecanismos freudianos para describir la dinámica de los fenómenos psicopatológicos
y jerarquiza así la importancia causal de los nombrados complejos afectivos. De esta
forma, se separa del proceder de Kraepelin, quien se valía de un criterio
psicopatológico descriptivo, pero que no contemplaba la dinámica psíquica. Es
psicodinámica su visión, porque empieza a ver el interjuego psíquico
independientemente de las causas cerebrales u orgánicas, ya sea en la salud como en
la enfermedad. Hay conflictos, complejos afectivos, representaciones, que tienen una
energía psíquica y desde la cual se pueden emprender intentos de comprender las
enfermedades mentales.

Entonces no se trataba sólo de una variación terminológica sino de una nueva mirada
más penetrante de la esquizofrenia en la que la evolución y la sintomatología más
evidente pasaban ambas a un segundo plano respecto a ciertos trastornos o síntomas
fundamentales. Al contrario que Kraepelin, Bleuler pretende no quedarse con lo
superficial y determinar así lo que llamara síntomas fundamentales -no siempre
fácilmente captables por la observación directa- que están presentes en este grupo de
psicosis. Bleuler describió dos órdenes sintomáticos: los síntomas fundamentales

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perspectiva clínica

son aquellos específicos de la esquizofrenia, se encuentran en todos los casos, en todas


las formas clínicas y en todos los períodos de la enfermedad. Son por lo tanto síntomas
permanentes y patognomónicos de la enfermedad, la definen y nos orientan respecto
a que se trata de la esquizofrenia y no de otra afección. Los síntomas accesorios, en
cambio, no son síntomas cardinales de la enfermedad, sino que pueden estar
presentes o no. La distinción entre síntomas fundamentales y accesorios se realiza en
función de definir el diagnóstico.

Con los síntomas accesorios estamos muy familiarizados en la clínica, y fueron el


objeto exclusivo de la semiología kraepeliniana: alucinaciones, ideas delirantes,
perturbaciones accesorias de la memoria, pérdida de las fronteras temporales y
espaciales, trastornos del lenguaje y de la escritura, síntomas somáticos “que sugieren
que la enfermedad se basa en una alteración del cerebro más fundamental, o quizás
sobre una alteración de todo el organismo”, dirá Bleuler.

Ahora bien, mayores son las complicaciones con las que se topa el autor a la hora de
matizar los síntomas fundamentales, y es por esta razón que intentaremos detallar
bien sus apreciaciones; no se trata ya de expresiones observables, sino de conceptos
teóricos más o menos arraigados en la meta-psicología, lo psico-dinámico y la
fenomenología, en clara relación con el psicoanálisis1. Es decir, que se profundizan
hipótesis sobre un funcionamiento psíquico independiente de lo orgánico observable.

Para ello, Bleuler propone que justamente la “escisión” o “esquicia” es la perturbación


que está en la base de la distribución de los síntomas. Se trata de la pérdida del poder
regulador de la síntesis consciente y de la instancia directriz de la personalidad, que se
encuentra en el fundamento de las perturbaciones asociativas características de esta
enfermedad. Estas perturbaciones asociativas de los pensamientos son consecuencia
directa y necesaria del proceso patológico predisponente y son fundamentales para el
diagnóstico.

1
Un reparo sobre el psicoanálisis y Bleuler: Bleuler toma conceptos de la teoría psicoanalítica para el
análisis de los lazos asociativos de las ideas que se ven afectados, y marca que esto no ocurre de
cualquier modo: son los mecanismos de condensación y desplazamiento los que estarían en juego allí;
procesos que Freud utilizó para describir el proceso de producción de los sueños. Ahora bien, las
nociones de “complejos” y de “mecanismos” le permiten a Bleuler comprender el sentido de algunos
síntomas de la esquizofrenia, pero se trata de una reinterpretación de los conceptos freudianos
despojada de toda etiología sexual. Mientras que en la teoría de Freud esos mecanismos psíquicos
tienen un valor causal, Bleuler sólo los utiliza en un sentido meramente descriptivo. Bleuler nunca
aceptó el papel de la etiología sexual en la esquizofrenia y si bien recurrió a los mecanismos freudianos,
es importante tener en cuenta que la hipótesis etiológica de Bleuler sobre la esquizofrenia sigue siendo
orgánica.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

En clara ruptura con el paradigma de las enfermedades mentales y el paralelismo


psicofísico afirma Bleuler que “la gran mayoría de los síntomas manifiestos de esta
enfermedad se derivan de factores y mecanismos psicológicos”: es la primera vez que
se pondera lo puramente psíquico produciendo efectos patológicos psíquicos. Los
síntomas fisiológicos, de causa orgánica, son primarios e indican la persistencia o la
evolución del proceso morboso. Los síntomas psicógenos son reacciones
secundarias a los primeros, que persisten mientras opera la causa orgánica y
provocan los síntomas psíquicos. Asistimos así al surgimiento en el campo de la
psiquiatría de otro orden de causalidad heterogéneo al orgánico: las causas psíquicas.
Ahora existen síntomas cuya causa es psíquica y están constituidos por la reacción de
la psique ante un proceso patológico que se sigue localizando, no obstante, en lo
orgánico. Estos desarrollos, fuertemente influidos por las innovadoras ideas de Freud,
contribuyen a poner en jaque las concepciones organicistas del segundo paradigma y
conducen a la constitución de un pensamiento propiamente psicopatológico que no
soslaya los factores orgánicos en la etiología, pero que incluye también las causas
psíquicas. Veremos más adelante cómo el psicoanálisis que inspiró estas
concepciones, es aun mas transgresor al proponer el orden psíquico en la etiología, en
la patogenia y en los síntomas.

Descripción de la esquizofrenia según Bleuler

Siguiendo el criterio de los síntomas fundamentales, Bleuler determina que son


construidos por 3 órdenes de fenómenos: trastornos de las asociaciones, los trastornos
afectivos y el autismo. El trastorno fundamental o mecanismo generador de síntomas
(rombo en la figura) es la escisión como vimos, y produce determinados síntomas en 3
órdenes según el autor. Priorizaremos los primeros a los fines de no extendernos
demasiado y ser los más relevantes.

Trastorno de las
asociaciones

Trastornos
Autismo
afectivos

DISOCIACIÓN
(“spaltung”)

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

¿En qué consistían los trastornos de las asociaciones? Se refieren a una perturbación
particular del curso del pensamiento caracterizada por un relajamiento de las
asociaciones habituales y la primacía de los complejos afectivos. Las asociaciones
pierden su continuidad: se interrumpen o fluyen excesivamente. Indicaba que los
enfermos operan con ideas y conceptos que no tienen relación, o en todo caso, es muy
lábil; las asociaciones ilógicas están vehiculadas por condensaciones y
desplazamientos de ideas, produciendo el efecto de incoherencia formal del
contenido; las “obstrucciones” y las “privaciones del pensamiento” caracterizan
también el curso del pensamiento esquizofrénico, donde el sujeto se queda mudo
mientras venía hablando de alguna temática. Se producen asociaciones que resultan
extrañas: asociaciones ilógicas, extravagantes, por el sonido o condensación de
asociaciones (“ayer vi una vaca… una vaca… vaca-ciones necesito yo, si señor” dice un
paciente de Bleuler). Algunos ejemplos que recopiló Bleuler son pacientes que dicen:
"Las montañas delineadas en las dilataciones del oxígeno son hermosas"; "El orgullo
suizo debe estar justificado. Salu K.… yo soy la monja. Si eso basta, todavía eres de él.
Ese es un bravo caballero, tómalo como esposo. Carolina, bien lo sabes, aunque tú eres
mi señor, fuiste sólo un sueño." Vemos que son fenómenos psíquicos del orden de
ideas y pensamiento que están afectados cuantitativamente por una carga afectiva que
perturba el orden lógico.

En el caso de la condensación de asociaciones, dos ideas sin relación entre sí pueden


contraerse en una sola por acción de los complejos y funcionar al modo de “palabras-
percheros”, de las que se "cuelgan" varias asociaciones. Por ejemplo, una paciente que
llama al escarabajo "pájaro-escarabajo", porque antes se le mostró un pájaro.

Estos trastornos en las asociaciones producen una disgregación respecto a la


representación fin: las asociaciones aparecen interrumpidas en su hilo y pierden
continuidad. Habitualmente, la representación-fin es aquella que está en la base de la
cadena asociativa en el pensamiento lógico. No pensamos utilizando ideas aisladas,
sino que recurrimos a una compleja jerarquía de ideas compuesta por objetivos
menores que se subordinan a la idea del objetivo final. En la esquizofrenia, según
Bleuler, se pierde esa jerarquía, esa dirección que ejerce la representación fin.
Encontramos entonces una especie de asociación liberada de la jerarquía de ideas y de
la representación fin, donde cada complejo se manifiesta de forma autónoma, sin
integración suficiente, imantando el hilo de las asociaciones. Así, ante la pregunta "¿En
qué se parecen una manzana y una pera?", una paciente responde: "Amarilla y roja,
son gigantes. Naranja para el invierno. Manzana roja si se pudre se tira. Ciruela. Me

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perspectiva clínica

gustan las ciruelas". Nótese la diferencia para concebir las psicosis que hay entre leer
estos síntomas como productos de una enfermedad en particular, que tienen un
mecanismo psicológico particular (la escisión) y que produce efectos sobre las
asociaciones mentales, y la caracterización de una “idiotez” que además es adquirida,
como planteaba Pinel hacía tiempo atrás.

Con respecto a los síntomas fundamentales presentes en la esfera afectiva, Bleuler


sitúa un significativo deterioro emocional, que en los casos más severos se evidencia
en que el paciente deja de manifestar emociones y se muestra completamente
indiferente. Es notable una tendencia al retraimiento y a apartarse de los demás. La
indiferencia es el rasgo más acentuado, junto a la ausencia de respuesta afectiva. Los
pacientes parecen autómatas y se muestran indiferentes incluso ante situaciones que
tocan sus propios. La rigidez afectiva caracteriza el cuadro con frecuencia: “parece
como si toda la mímica estuviera teñida del mismo color. Estas personas parecen reír
y llorar con el mismo tono de voz” decía Bleuler. Los trastornos de la afectividad se
manifiestan también en la ambivalencia, en la que dos sentimientos opuestos se
presentan frente a la misma idea. Cabe destacar que la ambivalencia no es sólo
afectiva, sino que suele presentarse también en la voluntad y en la esfera intelectual.
Respecto al otro síntoma fundamental, el autismo, Bleuler describe la prevalencia del
repliegue sobre sí mismo, la importancia de la vida interior por sobre la de relación y
la no influencia del ambiente en sus estados. El autismo responde a una perturbación
en la relación entre el mundo interno y el mundo externo, pero que no es usada en el
sentido que usualmente conocemos hoy.

Para concluir, revisemos ahora las formas clínicas de la esquizofrenia. Bleuler retoma
la distinción inicial de Kraepelin -hebefrenia, catatonía, demencia paranoides- y
propone cuatro subgrupos dentro de la esquizofrenia: la forma paranoide -en la que
las alucinaciones y las ideas delirantes dominan el cuadro-; la catatonía,
caracterizada por síntomas de estupor, mutismo, estereotipia, obediencia automática,
rigidez muscular o posturas forzadas durante períodos largos de tiempo; la
hebefrenia, en la que predominan las alucinaciones y la desorganización en el
lenguaje. A estas tres formas clásicas agrega la esquizofrenia simple, en la que sólo
aparecen los síntomas básicos específicos.

Bleuler aclara, sin embargo, que a pesar de esta distinción “todas las formas clínicas
que hemos reunido bajo el nombre de esquizofrenia constituyen realmente una misma
y única enfermedad”. Empieza a verse en él un vestigio de un orden estructural, de ver
a la esquizofrenia como un todo organizado, y no un mero conjunto de síntomas. El

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perspectiva clínica

grupo de las esquizofrenias conforma entonces una variedad clínica que presenta
síntomas comunes y factores semejantes en su evolución y su etiología.

Bleuler y la Paranoia

Las críticas sobre la conceptualización “kraepeliana” de Paranoia tampoco se hicieron


esperar, de las cuales Bleuler fue un partícipe notorio. No nos extenderemos
demasiado en ellas y en cómo la conceptualiza, sino en su particular visión sobre el
mecanismo y la proliferación del concepto de “reacción”, en la lógica de una visión
psicodinámica sobre las enfermedades mentales.

Bleuler considera que en un acto psíquico intervienen cualidades que no pueden


separarse. Un proceso afectivo no podrá ser separado de otro proceso intelectual, es
una abstracción. Por eso define la afectividad como una reacción general de toda la
psique, que tiene efectos además sobre una multitud de funciones corporales.
Definirá, por ejemplo, la fuerza conmutadora del afecto, que entraña la influencia de la
afectividad sobre el curso de las ideas que, subjetiva y objetivamente, se manifiesta en
el pensamiento y en la conducta de la persona. La influencia del afecto –fuerza
conmutadora- sobre la conexión de los contenidos en la asociación de las ideas, sea
inhibidora o fomentadora, opera de modo tal que todas aquellas asociaciones que se
opongan a una dirección emprendida por el psiquismo, serán reprimidas por los
afectos y al mismo tiempo serán fomentadas las asociaciones que armonicen con una
tal dirección. De esta influencia se desprende que los afectos tienden a imponerse en la
vida psíquica y en este movimiento, arrastrar a la psique en su totalidad en una
dirección determinada que se corona en la conducta. Lo “normal” sería que la lógica
domine a los afectos para tener un pensamiento ordenado; vale decir, que se tengan
controlados los “complejos afectivos”. Es una clara valoración psicodinámica sobre el
funcionamiento mental que pone en claro articulaciones no aprehensibles
directamente, sino apreciables por los efectos.

La paranoia sería entonces, una reacción delirante basada en una acción catatímica2
de los afectos, cuya finalidad consiste en rechazar la realidad insufrible, imputando la
culpabilidad y responsabilidad a otro; por eso se proyecta una realidad insufrible (de
la cual es sujeto es parte, ya veremos cómo) y se adjudica a otros bajo el tinte que ya
venimos describiendo con la escuela alemana y francesa: el otro “me persigue”, “me
perjudica”, “está enamorado de mí”, etc. Sin embargo, no deja de recobrar aspectos

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Deformación de la realidad por influencia de la afectividad en estados emocionales intensos

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perspectiva clínica

esenciales de la definición clásica kraepeliniana en lo que respecta al delirio como


síntoma cardinal. Empieza a esbozarse entonces a la Paranoia como una reacción
afectiva ante una vivencia.

Bleuler sigue más bien fiel a las dos variedades clínicas de la paranoia: delirio
interpretativo y delirio de querulancia. No obstante, los desarrollos de Bleuler
comienzan a cuestionar que la paranoia constituya una afección únicamente del juicio
y del intelecto, para incorporar el valor causal de los afectos. Sin dudas, esta tesis del
valor causal de la afectividad introduce una enorme complejización a nivel de los
factores que se consideran causales y que excede ampliamente a la tesis etiológica de
Kraepelin, quien sostenía el paralelismo psicofísico propio del paradigma de las
enfermedades mentales. En adelante, las nuevas propuestas no retroceden con
respecto a esta pluralización de factores causales propia del tercer paradigma.

Bleuler intenta delimitar el camino afectivo de la asociación, señalando que el


pensamiento es el resultado de la colaboración de dos principios: por un lado, la
lógica, a la que estamos habituados a contemplar y que introduce caminos hacia una
finalidad, y por otro lado, la afectividad, que determina la finalidad misma. De modo
que la afectividad introduce en la vida psíquica una finalidad, una orientación,
mientras la lógica aportaría los medios, los instrumentos necesarios. La afectividad a
partir de sus mecanismos de intervención, representa el elemento activo en la vida
anímica, en tanto aporta la fuerza sobre las reflexiones lógicas, que posibilitará los
actos y la voluntad.

Así Bleuler conecta el sistema delirante con la afectividad, partiendo de la hipótesis


de que el delirio se origina en cierta disposición que entraña la acción catatímica de
los afectos. Osea que los estados afectivos son efecto secundario de las ideas
delirantes. En la génesis del delirio de la paranoia, se encuentra la influencia
patológica que ejercen sobre el pensamiento los complejos afectivos representativos
cargados de afecto que significan de alguna manera el conflicto interno del sujeto (tal
como vimos para la Esquizofrenia).

Hace un momento mencioné que “el sujeto era parte”. Esto es así porque (tal como se
empezó a halar al final de la obra de Kraepelin y a al comienzo de la de Clérambault
sobre el carácter3; recuerden la unidad anterior), el individuo paranoico se

3
Recordemos como vimos en la unidad anterior, que Clérambault tomaba al carácter como la suma del
total de las emociones cotidianas mínimas, llevadas al estado habitual, cuya cualidad está prefijada para
toda la vida”. La Paranoia sería pensada como un conjunto infinito de rasgos de carácter, tales como la

13
Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

caracteriza para Bleuler por tener la ambición de ser o de producir algo sobresaliente,
pero no es capaz de lograr esa finalidad debido a una insuficiencia de energía. Así,
sucede un desfasaje entre el sujeto del querer (lo que sería el “yo”) como el complejo
afectivo actual de los procesos psíquicos, y la energía como elemento dinámico que
posibilitaría la ejecución. Vemos como esta predisposición psicodinámica del sujeto,
entra en la dialéctica con los conceptos de “reacción”, de “complejos afectivos”: todos
conceptos que indican la fuerza de lo psíquico independientemente de lo orgánico en
la producción de síntomas y enfermedades.

Bleuler sostiene que la paranoia implica la existencia de un sistema delirante


producido por la acción del mecanismo catatímico en una psique en todo lo demás
normal. Este mecanismo se activa a partir de un conflicto que se conecta con
circunstancias externas que solo producen su efecto patológico al ponerse en
conexión con sentimientos de inferioridad del sujeto –dificultad interna como la
señalada más arriba-, no reconocidos por serles insoportables. La fuerza conmutadora
de los complejos que mantiene y refuerza la formación delirante, también se
encuentra en la esquizofrenia; la diferencia entre ambas estaría más que nada en la
intensidad de los afectos y la manifestación de síntomas que difieren, dado que
compartirían la formación delirante catatímica (que tiene similitudes con el
Automatismo Mental de Clérambault). La Paranoia aparece como una enfermedad
incurable con un sistema delirante organizado a base de auto-referencias patológicas
e ilusiones del recuerdo, correspondiendo conceptualmente con la afectividad con una
intensa fuerza conmutadora a la que se suman vivas aspiraciones con poca capacidad
de realización. Propone el siguiente esquema:

desconfianza, la envidia, los celos, la irritabilidad y emotividad diversas, la morosidad y la hostilidad


fundamental con o sin brutalidad.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

La teoría de Bleuler se opuso a la de la época porque propuso una teoría del afecto que
intervine en la organización psíquica determinando la modalidad de la reacción a
situaciones que combinan causas internas, personales del sujeto, redefinidas en
términos psicogenéticos, con exigencias vitales: reacción paranoica. Esto inspiró a
otros psiquiatras contemporáneos a seguir la misma línea psicodinámica. Por ejemplo,
Kretschmer introduce el delirio de relación sensitivo, al proponer que la paranoia es
una reacción con tres determinantes: el carácter del sujeto (particularmente sensitivo,
susceptible, vulnerable, débil); la vivencia (experiencia vivida que le revela al sujeto
su insuficiencia, una frustración); y el medio social (constelaciones relacionales). La
evolución favorable o benigna confirmaría así la psicogénesis de la enfermedad que
tiene su origen en la acción acumulativa de vivencias típicas sobre una disposición de
carácter particular y un medio social característico.

Ante la crisis del paralelismo psicofísico y su imposibilidad de demostrar una base


orgánica en todas las enfermedades mentales, empieza a ganar importancia en este
período de entreguerras la explicación del surgimiento de los síntomas a partir de
factores psicógenos. Junto con esto, así como en el paradigma anterior había
predominado el interés por el estudio de la paranoia, en este nuevo período se arriba
al apogeo de la esquizofrenia, principalmente a partir de los desarrollos de Bleuler.
Vamos a abocarnos en este contexto a los aportes de Jaspers en Alemania y de
Minkowski en Francia.

Karl Jaspers y la psicopatología fenomenológica

El alemán Karl Jaspers estudió medicina y luego se dedicó a la psiquiatría y a la


filosofía. Se inscribe también en la corriente psicodinámica alemana y es el fundador
de la Psicopatología como un campo autónomo. En 1913, publica “Psicopatología
General”, bajo el objetivo de fundar la psicopatología como disciplina autónoma de la
psiquiatría. Allí define a la psiquiatría como una profesión práctica, caracterizada por
el arte y la pericia que se dirige a la curación y tratamiento de casos particulares. Por
el contrario, la psicopatología se conforma como una ciencia teórica, un saber
sistemático, transmisible, demostrable y comunicable en conceptos y reglas generales.

15
Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

Su objeto de estudio es el vivenciar psíquico patológico, limitado a las fronteras de la


conciencia. Este autor pertenece a la corriente fenomenológica, por lo tanto, aborda
los temas referentes al vivenciar psíquico como fenómenos evidentes de la conciencia,
que pueden ser captados a través de la empatía, del ponerse en el lugar del otro, del
co-vivenciar. La corriente fenomenológica es una escuela filosófica que da una
explicación del los hechos, expresiones del ser y de la consciencia por el análisis de
los fenómenos observables: se basa en la observación de los “fenómenos”, y por eso es
“fenomenología”.

Esa obra pretendió ser una crítica conceptual sistemática al discurso psiquiátrico,
cuyo eje fundamental era el cuestionamiento del paralelismo psicofísico. Como
hemos visto, el paralelismo psicofísico sostenía la dependencia de lo psíquico en
relación a lo orgánico; la causa -comprobable o no- era orgánica, mientras que lo
mental, era su efecto. Jaspers cuestiona fervientemente esta concepción psiquiátrica y
considera que no existe una relación de subordinación de lo psíquico a lo físico, sino
una relación de reciprocidad y co-dependencia, (no un “paralelismo”) en tanto el
cuerpo y el alma constituyen una unión indisociable. Distanciándose de tal
paralelismo y criticándolo, Jaspers plantea que la psicopatología estudia lo psíquico
hasta los límites de la conciencia, pero en esos límites no puede hallar absolutamente
ningún proceso físico que corresponda directamente a fenómenos tales como las ideas
delirantes o las alucinaciones. La psicopatología se ocupará entonces de la
investigación de los problemas, de los conceptos y relaciones desde los fenómenos
psicopatológicos mismos. En este contexto, Jaspers plantea que el objeto de la
psicopatología es el acontecer psíquico patológico consciente. Se estudia qué y cómo
experimentan los seres humanos, su vivenciar y las condiciones y causas de las que
depende. El objeto de la psicopatología son los procesos psíquicos reales, sus
condiciones, causas y consecuencias.

Al igual que Bleuler, va a hablar de “reacción” para concebir las enfermedades


mentales. La reacción es una facultad dinámica que tiene la psique, en estados
normales y también patológicos, hacia la generación de equilibrio mental cuando algo
desestabiliza el orden. Es una visión que, por la época, sigue tomando un modelo
“homeostático” de la salud, como un equilibrio armónico a mantener. El contenido de
la mayoría de las reacciones vivenciales patológicas está en relación comprensible
con el acontecimiento que las origina, hay un sentido; es decir, que se puede llegar a
conocer la causa porque se indaga en los fenómenos de los cuales el sujeto es
consciente y se genera una relación de sentido entre el acontecimiento o vivencia, y la
reacción. Aquí entran a jugar la personalidad singular del sujeto y el acontecimiento
de un modo dialéctico. Jaspers dice que en la interacción con el medio, lo psíquico

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

desarrolla una disposición individual. En los desarrollos anormales de la


personalidad, se trata de una disposición individual alejada del término medio de la
norma. Lo patológico está dado en parte por la ruptura, pero fundamentalmente por
esta predisposición anormal modelada por la disposición individual (su historia, sus
vivencias, sus afectos).

Un ejemplo básico, desde lo no-patológico para ver cómo piensa el acceso a los
fenómenos Jaspers. Si una persona se larga a llorar desconsoladamente porque se le
rompe una taza, puede parecernos extraño, incomprensible, raro. Ahora bien, si uno
indaga, pregunta, busca el sentido de tal manifestación (llanto) en la predisposición del
sujeto, puede encontrar que esa taza era de la abuela y era el último objeto que
quedaba de ella. Así, se accede a la intersección entre el acontecimiento (taza que se
rompe) y la reacción del sujeto (llanto desconsolado), en base a su personalidad
predispuesta. Otro ejemplo puede ser sentir celos (reacción) al enterarse de una
infidelidad (vivencia), después de haber pasado otras veces por una situación así.

Un ejemplo patológico, puede ser ver un sujeto que se corta mínimamente la punta de
un dedo, le sangra y automáticamente se empieza a lavar con muchísima agua,
exageradamente, mientras se agita y transpira. Si se hace una búsqueda de sentido
partiendo del fenómeno, se verá que en este caso, se trataba de una reacción (lavado
compulsivo de manos) que fue determinada por dos cosas: un acontecimiento
desencadenante (cortare mínimamente el dedo) y una predisposición por la
personalidad: desde que tuvo que tener a su hermano en brazos desangrándose hasta
la muerte, el sujeto generó un gran rechazo a tener sangre encima. Vemos como se
llega a un sentido que determina el síntoma, partiendo del efecto de un
acontecimiento y la personalidad singular actuando siempre en conjunto.

Su método fenomenológico se basa en una visión del fenómeno “desde adentro”, es


decir, desde la empatía, captando cómo lo psíquico surge desde lo psíquico; se basa en
la búsqueda del sentido: la relación entre una reacción y una vivencia/acontecimiento.
Son casi siempre episodios patológicos compresibles, que se pueden acceder a la
conciencia. Este modelo es llevado para indagar las patologías: las características
patológicas pueden ser abordadas para acceder a su sentido, pero como partimos de
los fenómenos, es decir, de lo que vemos, solo quedamos en el plano de la consciencia,
en el plano de lo que el sujeto puede explicar: lo comprensible.

Ahora bien, venimos diciendo que los fenómenos patológicos, estas reacciones, son
“casi siempre” comprensibles, dado que este sistema funcionó aplicado para ciertas
enfermedades mentales, pero cuando nos encontramos frente a una psicosis sucede

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

que no se puede comprender esa cadena de sentido. Esto porque irrumpe algo en la
vida psíquica del psicótico, la cual no deja rastrear la relación de sentido, y así nos
topamos con los límites de la comprensión y la conciencia. Hay una experimentación
repentina, sentida por el sujeto de un modo radical, disruptivo, y no permite trazar un
sentido con nada de su experiencia. Ante esto no se puede comprender, sino intentar
explicar, mediante hipótesis psicopatológicas: construcciones imaginarias teóricas
para intentar dar cuenta del mecanismo. Esto sucede cuando la reacción no se adecúa
a la vivencia: no podemos comprender porque el sujeto se comporta así.

Aquí nos adentramos en la conceptualización de Jaspers sobre las psicosis: aparecen


en el sujeto fenómenos “inmotivados”, según sus propias reglas, que no permiten ser
captados por la comprensión del profesional. Vemos que Jaspers acentúa
primeramente el carácter de “ruptura” en la vida psíquica del sujeto: aparece algo
nuevo que rompe el curso de la vida del sujeto, es un antes y un después (también se
asimila mucho al “Automatismo Mental” de Clérambault). También se caracteriza por
la ausencia de una causa vivencial, es decir, no se halla una vivencia que haya podido
dar nacimiento a estos fenómenos. Por lo cual, Jaspers opta por llamar a este conjunto
de síntomas que irrumpen súbitamente en la psicosis “complejo sintomático de la vida
psíquica loca”. Noten que el término también incorpora la palabra “complejos” (como
Bleuler) y justamente Jaspers hablara de “complejos paranoides” y “complejos
esquizofrénicos”. Este complejo se desprenderá de un entramado que comienza con
una vivencia, pero no como las de otras patologías o aún con las vivencias en la salud
normal. Se tratará de una vivencia delirante que no se halla en conexión con ningún
sentido comprensible4.

¿Qué es el delirio para Jaspers? “Es una transformación en la vasta conciencia de la


realidad”, dirá. Es un fenómeno que consiste en la transformación de la experiencia y
del pensamiento, de la conciencia de la realidad. En la base del delirio, se encuentra
esta vivencia que decíamos que irrumpe la vida del sujeto, la cual llamará vivencia
delirante primaria (VDP), que consisten en la primera irrupción de una nueva
significación percibida por el sujeto como cambio en el ambiente: percibe que el
mundo comienza a tener un significado distinto. Aparecen en los psicóticos
sensaciones, sentimientos vivaces, disposiciones de ánimo. La percepción puede ser
correcta, pero la significación no. Similar a lo que veíamos con Sérieux y Capgrás,
vemos que las funciones psicológicas y perceptivas están bien, pero hay una

4
Después de 1913 los psiquiatras suizos y alemanes de orientación psicoanalítica criticarían la
partición propuesta por Jaspers entre "lo comprensible" y "lo explicable", afirmando que el delirio
psicótico debe ser considerado plenamente accesible tanto al entendimiento como al tratamiento
analítico

18
Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

interpretación delirante. Jaspers no hace tanto hincapié en la interpretación, sino que


habla de la significación porque dice que siempre se hace en base a la historia personal
del sujeto. Sería un “nuevo sentido” que provoca un cambio radical en la personalidad.

La vivencia delirante es la significación alterada de la realidad. No se trata, pues, de


una mera interpretación de la realidad percibida, "sino que es experimentada
directamente la significación en la percepción completamente normal e inalterada de
los sentidos. Esto quiere decir que no se trata de que el sujeto de repente tenga una
idea o un sentimiento extraño, que podía parecer una confusión. Por ejemplo, ¿quién
no ha sentido alguna vez que lo seguían en la calle o que dijeron su nombre cuando no
había nadie? Estos fenómenos también nos irrumpen, también son “interpretaciones”,
pero tienen un carácter transitorio y ligado a cómo percibimos la realidad en ese
momento, sin que por eso nuestras funciones mentales y sensitivas (audición, visión,
razón) estén dañadas. Además puede haber un sentido comprensible: creí que me
perseguían, porque tengo miedo a la inseguridad.

Pero en psicosis, se trata no solo de interpretar de una determinada manera sino de


experimentarlo, de sentirlo, de vivirlo de un modo tal que es una irrupción que marca
un antes y un después. Son fenómenos automáticos e incomprensibles. Según el
"material sensorial" con que se experimenta esta significación, se habla
de interpretaciones delirantes, representaciones delirantes, recuerdos delirantes,
cogniciones delirantes, etc. Para Jaspers, estos fenómenos son "incomprensibles", pues
son "inmediatos", "primarios", es decir, "no pueden ser seguidos psicológicamente
más atrás" e implican un cambio en la personalidad o "conjunto individualmente
distinto y característico de las relaciones comprensibles de la vida psíquica".

Estas VDP inmotivadas y pueden ser entonces de diferentes órdenes: interpretaciones


delirantes (la percepción está bien, pero falla el entendimiento: ver un auto rojo, pero
creer que lo está persiguiendo); recuerdos delirantes (los hechos del pasado tienen
una nueva significación: “cuando era chico me caí en una laguna…ahora sé que eso
significa que puedo respirar bajo el agua”); también cogniciones delirantes (cuando el
sujeto toma conocimiento de sucesos mundiales que en realidad no vivenció, pero los
vive como acontecimientos propios: “la segunda guerra fue por mi culpa”, “esas
mujeres que leen la Biblia están leyendo sobre mí”).

Todo tiene para ellos una nueva significación. Y aquí es valioso recuperar que, como
toda vivencia subjetiva de significaciones, no hay ninguna ocurrencia delirante
“universal” o que compartan todos los psicóticos: cada uno tiene su propio entramado

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

delirante, por más que algunos contenidos puedan repetirse. Se pondera la historia
vivencial propia de cada sujeto.

Veamos para terminar cómo evoluciona la psicosis desde la aparición de esta vivencia
delirante primaria. Las vivencias, se experimentan, se “viven”, valga la redundancia.
Dijimos que se le presentan a los psicóticos como una imposición a nivel de todo su
cuerpo, si bien pueden primordialmente sensoriales, representacionales, cognitivas,
etc. Por lo que sobre estas vivencias delirantes primarias se fundarán las ideas
delirantes (secundarias), que son reflexiones sobre tales vivencias: son productos
secundarios. Por ejemplo, ante la vivencia de ver el auto rojo y creer que lo persiguen,
ahora aparecerán ideas: me persiguen porque soy un sujeto importante, porque quieren
robarme algo, porque el gobierno está contra mí, etc. Son falsos juicios sobre la
realidad, que no se encuentran alterados en su aspecto formal, sino que son extraños
por el contenido mismo y por la certeza absoluta con que las sostienen los sujetos: no
se los puede persuadir de que están equivocados. Vemos también que el carácter de
reacción y construcción del psicótico se aclara: construye ideas delirantes, a raíz de
una vivencia primaria, un punto de inflexión que no puede entender. Las ideas
delirantes se van a caracterizar por la certeza absoluta con la que las afirma el sujeto,
porque no son influenciables por la experiencia y porque no se derivan de ninguna
vivencia con las que haya relaciones de sentido. Cuando el sujeto nos cuenta en la
conversación de sus ideas de ser perseguido o que se le fragmenta el cuerpo, son
productos secundarios que él creó (sin saber que los creó). Es una propuesta también
psicodinámica: lo psíquico engendrando lo psíquico. Y así, se entiende que el delirio
tiene un “sentido”. Si uno escucha decir aisladamente, sincrónicamente, “me persiguen
del gobierno para robarme mi perro”, puede parecer sin-sentido, incomprensible.
Pero en cuanto vemos que esas ideas se desprenden de una vivencia inexplicable para
el sujeto, de la cual entrama su formación delirante, se ve que hay una lógica, una
dinámica, un “sentido en el sin-sentido” del sujeto psicótico; se pueden establecer
ciertas secuencias. Además habrá que escuchar no solo lo que dice, sino cómo lo dice:
las ideas delirantes son casi imposibles de corromper, no se los puede hacer cambiar
de opinión por obvio que nos parezca que nadie quiere robarle el perro al sujeto.

Por eso luego de la VDP y las ideas delirantes, la formación final será la elaboración
del delirio, con las características que venimos viendo: un intento del sujeto por poner
en relación de coherencia las ideas con las restantes percepciones y darle una
sistematización. Es “el esfuerzo del enfermo por comprenderse” dice Jaspers. No se
comprende por qué el sujeto delira, pero sí se comprende que alguien con un delirio
paranoico, crea que lo están siguiendo. El circuito es el siguiente:

20
Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

Vivencia delirante Ideas Elaboración


primaria (VDP) Delirantes delirante/ Delirio

Otro ejemplo; el sujeto que dice “estoy preocupado porque soy Napoleón y tengo que
rescatar al mundo” y ante la búsqueda de sentido le preguntamos “¿Por decís qué sos
Napoleón?” O “¿Salvar al mundo de quién?”, el sujeto contesta: “soy Napoleón porque
me lo dijo la Virgen y tengo que salvar al mundo de los agentes del FBI que nos
siguen”. Vemos aquí que es un enunciado, una significación, que escapa a toda
comprensión posible desde un marco “normal”, y evidencia un entramado delirante
singular del psicótico, que no se puede desatar con la simple búsqueda de sentido para
que el sujeto tome contacto con la realidad: porque el sujeto mismo vive en su
realidad. Recordemos: la realidad es la significación de las cosas. Ahora bien,
sabiendo que el delirante se cree Napoleón, entendemos por qué llora así, al enterarse,
por ejemplo, que se prendió fuego la Catedral de Notre Dame. Repito, no
comprendemos por qué el sujeto delira, pero sí entendemos como se ordenan sus
ideas delirantes: el sujeto vive y piensa una realidad propia. La diferencia entre un
delirio y una intuición normal es que en el delirio existe, como ya se mencionó, la
certeza de la realidad es más potente que cualquier convicción normal. Según Jaspers,
los signos que se consideran propios del delirio son:

• Inverosimilitud del contenido.


• Certeza subjetiva (certeza absoluta).
• Impermeabilidad a la experiencia y las refutaciones lógicas.
• Incorregibilidad.
.

Hacia lo estructural

Para ir concluyendo con el tercer paradigma en la historia de la psiquiatría,


retomaremos los desarrollos del psiquiatra polaco Eugene Minkowski, al subrayar sus
aportes acerca del trastorno fundamental y las modalidades de compensación en la
esquizofrenia entendida como estructura psicopatológica. Revisaremos la
descripción sintomática que realiza al situar el “geometrismo” y el "racionalismo”
mórbidos como propios de la esquizofrenia. De esta forma, si bien en un inicio la
delimitación de la esquizofrenia como verdadera enfermedad estuvo signada por la
relevancia de sus aspectos deficitarios, los aportes de la fenomenología nos acercan
una lectura posible de sus modalidades compensatorias. No se desestima las

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

afecciones, pero se ponderan también los esfuerzos subjetivos del sujeto por generar
con su enfermedad un funcionamiento más humanizado. Minkowski inicia su
recorrido en un momento de expansión del psicoanálisis freudiano, del que recibió
gran incidencia.

La esquizofrenia como estructura psicopatológica

Como venimos viendo, el psicoanálisis fue produciendo una subversión al infiltrare por
diversos autores en la Psiquiatría quiénes además empiezan a pensar en la
Psicopatología como otra arista para comprender los fenómenos mentales. Así, la
medicina psiquiátrica empieza a relegarse en ésta época en pos de otras lecturas que
tienen marcos teóricos distintos: la metapsicología del psicoanálisis, la fenomenología
de la psicopatología. Esto abre un nuevo campo se concepciones sobre las
enfermedades, los mecanismos y los estados mentales, así como relecturas sobre el
sujeto psicótico, por ser corrientes críticas respecto a la semiología psiquiátrica
clásica. Se oponen al carácter excesivamente fragmentario del análisis focalizado en
síntomas concebidos como índices de procesos patológicos de fundamento orgánico;
también critican cierta concepción “atomista” de lo mental que deja en un segundo
plano el análisis del funcionamiento de un sujeto desde una perspectiva más holística
e integradora; y fundamentalmente, estas corrientes critican la teoría de la
constitución (ligado exclusivamente a lo orgánico y al paralelismo psicofísico), al
reivindicar la importancia de la historia individual, el valor de los acontecimientos
vividos y considerar a la psicopatología a partir de la noción de estructura.

Ahora bien. La noción de estructura fue introducida en la historia de la psicología por


la teoría de la Gestalt o “teoría de la forma”, cuyos referentes (Koffka, Kohler,
Wertheimer) demostraron inicialmente con sus estudios sobre la percepción humana
que la misma no respondía a la noción clásica de la asociación de elementos más
simples en unidades más complejas (perspectiva asociacionista), sino que funcionaba
como una totalidad organizada, cuyos elementos pueden definirse únicamente en sus
relaciones de interdependencia. "El todo es mucho más que la suma de las partes" fue
el slogan célebre de la Gestalt que habría de incidir en la re-conceptualización de la
psicopatología.

Un ejemplo clásico de la gestalt:

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

A pesar de que las figuras negras son simples círculos con cortes en blanco que
individualmente pueden no decirnos nada, si las tomamos en conjunto se alcanza a
percibir claramente un cubo dado por la interconexión de todas las partes y el
contraste entre la figura y el fondo. Si bien son “signos dispares”, no se tratara de una
colección o mera asociación entre ellos (como entendió la psiquiatría clásica), sino de
su interconexión. Volcándonos en la psicopatología entonces, la personalidad de un
sujeto se encuentra organizada por la interrelación del conjunto de elementos, y la
estructura sería lo que subyace a cada una de las manifestaciones. Las figuras son los
síntomas, el fondo es la estructura. Incluso también por ésta época (A. Gelb y K.
Goldstein) se empezó a concebir de un modo globalista a la Neurología, afirmando que
el cerebro funciona como una totalidad articulada: la teoría de las localizaciones
cerebrales declinaba y esta concepción globalista afirmaba que el cerebro funciona
como una estructura en la que los efectos de una lesión, repercuten en la globalidad de
su funcionamiento.

Si bien estos autores críticos vistos que empiezan a aparecer rescatan los aportes de la
semiología psiquiátrica, al mismo tiempo buscan complementarla con un análisis
psicopatológico, entendiendo por psicopatología “una disciplina que trascienda el
análisis descriptivo, y llegue a determinar aquello que lo condiciona, el trastorno
fundamental, la perturbación generadora, que no depende de facultades o funciones
alteradas, sino que contempla la totalidad del funcionamiento psíquico del paciente”.
Vemos que más que preocuparse por la causa (facultades o funciones alterados), se
preocupan por el trastorno fundamental que provoca los cambios en el
funcionamiento psíquico. Volveremos sobre esto.

Eugene Minkowski: la fenomenología y la estructura

Minkowski, representante de la corriente fenomenológica de la psicopatología en el


período de entreguerras, produjo una transformación en el campo de las psicosis al
introducir la noción de esquizofrenia de Bleuler en la psiquiatría francesa y tomar
desarrollos de la noción estructural para ampliarlo a las patologías mentales,

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

fundamentalmente las psicosis. Como discípulo de Bleuler, Minkowski recuperó


algunos de sus aportes clínicos y etiopatogénicos, y al mismo tiempo cuestionó su
enfoque atomista y asociacionista, por perder de vista la organización estructural de la
patología. Criticó de toda concepción fragmentaria del hombre, sosteniendo que lo
esencial para su conocimiento reside en considerarlo a través de la noción de
totalidad. Tal perspectiva fenomenológica y estructural implica la descripción de
estructuras fundamentales de la patología mental, entendida como un todo
organizado a partir de una alteración generadora o “trastorno fundamental”, que
condiciona la semiología, es decir, todo síntoma visto por el médico. El dirá que “el
síntoma extrae su sentido del fondo mental del que surge. La naturaleza y la
significación de los fenómenos psicopáticos no pueden ser buscados únicamente en las
perturbaciones de las funciones aisladas: ellas dependen aún más de fenómenos
fundamentales a los que dichas perturbaciones se refieren directamente; permiten
sondear un trastorno subyacente mucho más profundo, que se refiere a la personalidad
toda, afectada en su estructura y en su modo de existencia, de la que estas
perturbaciones sólo serían la expresión, un revestimiento”. Ese “fondo mental” es la
estructura patológica que determina los síntomas.

A diferencia de los psiquiatras clásicos, Minkowski no se interesa por la etiología en


términos anátomo-patológicos, sino por el proceso (dinámico) que está a la base de las
manifestaciones psicopatológicas. Se trata entonces, más allá de la perspectiva causal,
de buscar los “fenómenos fundamentales”, el trastorno generador. Es decir, que mas
allá de cuál sea la causa (orgánica, psicógena, tóxica, hereditaria, etc.), el no cree que
sea lo importante de discernir, sino centrarse en de dónde provienen los trastornos
mentales, desde qué mecanismos, que claramente parecen tener una providencia
puramente psíquica. La fenomenología nos invita a prestar atención a los fenómenos a
fin de precisar sus rasgos fundamentales: “antes de conocer el origen, queremos saber
en qué consisten esos fenómenos, cuáles son sus elementos que, cada uno en su
especificidad, aportan a la estructura general de la existencia”. La fenomenología se
ubica así, de entrada, “del otro lado” de la perspectiva causal.

Esquizofrenia según Minkowski


Desde esta propuesta, el autor aborda el estudio de la patología mental, especialmente
de la esquizofrenia, en la que se propone encontrar un signo patognomónico5, que sea
simultáneamente un dato de la semiología que tenga significación a nivel de este
proceso patológico global. Si bien formula críticas a la psiquiatría clásica, Minkowski
no abandona la importancia de la semiología, sino que la considera como parte del
proceso diagnóstico. El diagnóstico semiológico (síntomas y signos del enfermo)
5
Signo o síntoma que es específico de cierta enfermedad

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

debe estar acompañado entonces, según el autor, de un “diagnóstico ideo-afectivo”,


que tenga en cuenta el papel de los conflictos en la historia singular del enfermo, y de
un “diagnóstico estructural”, que permita situar el trastorno fundamental generador
de los síntomas. Vemos que es una perspectiva mucho mas holística y global. Al igual
que con Jaspers y Bleuler, se pondera la historia subjetiva.

Desde esta perspectiva fenomenológica, Minkowski aborda el estudio del cuadro al


que consagra su texto de 1927, La esquizofrenia. Tomando el término propuesto por
Bleuler –de quien es discípulo- para su denominación, Minkowski emprende un
abordaje psicopatológico que corre del centro a la dimensión etiológica y clínico-
evolutiva para interesarse por el proceso, el análisis psicológico y el comportamiento
singular del sujeto. Elabora su concepción de una alteración fundamental de la
esquizofrenia en términos de una “pérdida del contacto vital con la realidad”: una
perturbación esencial que no pretende nombrar la alteración de una función aislada,
sino un “eclipse subjetivo general” que se produce a partir de cierto encuentro con el
ambiente6. El “contacto vital con la realidad” refiere, según el autor, al dinamismo de
la vida del ser humano, a cierta dimensión de lo vivido que escapa al pensamiento
racional porque depende de los “factores irracionales de la vida”, de los impulsos
vitales. Este contacto vital es situado en relación a lo esencial de la personalidad
viviente en sus relaciones con el ambiente, concerniente al dinamismo de nuestra
vida. El “contacto vital” con la realidad, es básicamente lo que nos hace vivir y
relacionarnos afectivamente, no desde la razón, sino desde la dinámica afectiva
psíquica. En la esquizofrenia, lo deficitario sería este factor dinámico y pragmático: se
pierde esta cualidad. Es un signo patognomónico del cual dependen todas las otras
manifestaciones, que llevan la marca de este trastorno general. Es un signo único y
propio de la esquizofrenia, que indica que se está ante una estructura psicótica
esquizofrénica y no ante otra patología. Es una lógica de relacionar el
fenómeno/síntoma con la estructura: nos enseña a reconocer la forma, la
manifestación, partiendo de la estructura a través de síntomas. En breve retomaremos
esto. Hay que acentuar aquí la palabra vital ya que lo que lo que el esquizofrénico
pierde no es la posibilidad de un simple contacto sensorial con el ambiente, sino la
dinámica de dichos contactos, es decir todo lo que funda el carácter vivo de la relación
al otro: relacionarse, hablar, comunicarse, experimentar afectivamente, discutir,
pensar con otros, preguntar, interesarse, aburrirse, disfrutar, etc.

En tal alteración de “pérdida del contacto vital con la realidad”, converge lo que
Bleuler había concebido como “autismo”. Lo que para Bleuler es el autismo tal como

6
Al igual que Jaspers y Bleuler, hay un sentido de reacción por el encuentro entre una personalidad y
un acontecimiento en el ambiente.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

vimos (efecto del trastorno generador que para Bleuler es la disociación), para
Minkowski es esta “pérdida del contacto vital con la realidad”, que además es el
trastorno generador de todos los demás síntomas. Si retoman el gráfico de Bleuler, la
pérdida del contacto vital con la realidad, pasaría a ocupar el rombo en tanto
trastorno generador de los síntomas. Repito, no debe entenderse al “trastorno
generador” como la causa de la enfermedad, sino como la causa de los síntomas. Aquí
ya no les interesa tanto la causa (sea orgánica, cerebral, endógena, exógena), sino ver
cómo se genera y evolucionan los síntomas psicogenéticamente, a partir del puro
dinamismo de la psique.

La pérdida de contacto vital con la realidad está para Minkowski en la base del
relajamiento asociativo y de los consecuentes síntomas propios de la esquizofrenia.
He aquí un ejemplo muy gráfico que da el autor de esta pérdida del contacto vital con
la realidad que resulta fundamental en la esquizofrenia, de un caso clínico propio:

“Todo está inmovilizado en torno a mí. Las cosas se presentan en forma aislada, cada una
para sí, sin evocar nada. Algunas cosas que deberían formar un recuerdo, evocar una
inmensidad de pensamientos, dar una descripción, permanecen aisladas. Son más bien
comprendidas que experimentadas. Tengo mi juicio, pero me falta el instinto de la vida. Ya no
logro dar mi actividad de una manera lo bastante vívida. Ya no puedo pasar de los
sentimientos dulces a los sentimientos tensos y, sin embargo, no estamos hechos para vivir en
el mismo tema. En torno a mí hay una fijeza absoluta. Tengo aún menos movilidad para el
porvenir que para el presente y el pasado. Veo el porvenir como una repetición del pasado”.
(Minkowski, 1927).

Minkowski dice: "Después de Kraepelin, ni la noción de demencia precoz, ni la de


esquizofrenia implican la idea de incurabilidad". Piensa que en psiquiatría "nuestros
conceptos nosológicos pueden tener valor terapéutico por ellos mismos" y las
nociones fundamentales psiquiátricas deben tomar la dirección de una psiquiatría
psicoterapéutica. ¿Cuál es la incidencia y la importancia en Minkowski al concebir la
esquizofrenia de modo estructural? A nivel de los síntomas y las afecciones, coincide
con las descripciones de Kraepelin y también con las de Bleuler (trastorno de ideas, en
los afectos, etc.). Pero a diferencia de la perspectiva de Kraepelin, que pone el acento
en el estatuto demencial y deficitario de esta entidad, Minkowski sostiene que al
observar todos los aspectos de la esquizofrenia, aparecen mecanismos
compensatorios o “compensaciones esquizofrénicas”, donde la inteligencia
contribuye a los mismos. En esto es innovador. La perturbación esencial no aparece en
el plano intelectual, la razón (lo estático), sino en la dimensión instintiva o dinámica
(instintiva en el sentido de la dinámica del vivir y relacionarse, ese impulso vital), que
implica el contacto vital con la realidad. Al no encontrarse perturbada de manera

26
Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

primaria, la dimensión intelectual podría compensar el déficit en el dinamismo por


vivir, en algunos casos.

Para ello el sujeto recurre a criterios que en condiciones normales pertenecen al


campo de la lógica y de las matemáticas, pero que, en estas condiciones patológicas,
los llevan a incurrir en el absurdo y bizarro. Se injertan en el proceso desintegrativo
de la personalidad, encajando en la forma mórbida de la esquizofrenia En la
esquizofrenia el equilibrio se rompe entonces a favor de lo “intelectual” y en
detrimento del instinto vital. "El loco "desrazona" mucho menos de lo que se piensa,
quizás no desrazona nunca", dice Minkowski. Privado de la facultad de asimilar todo
lo que es movimiento, duración, tiende a construir su comportamiento desde criterios
provenientes de la lógica y las matemáticas, aplicándolos no obstante de un modo
extraño.

Vemos que es un sujeto atravesado por una patología, pero que, al igual que venimos
viendo, pone en juego manifestaciones reactivas: esas compensaciones son medidas
de defensa, que no obstante, son reacciones que llevarán la marca de la pérdida
(contacto vital con la realidad). Serán compensaciones fallidas, accidentales, bizarras,
con la única finalidad de adquirir cierto aspecto más humano. Recuerda también a
Jaspers cuando hablaba del “esfuerzo por comprenderse” del sujeto.

¿En qué consisten estas compensaciones esquizofrénicas? Esta relación perturbada


entre las dimensiones instintiva e intelectual implica para este autor el surgimiento de
dos fenómenos característicos del pensamiento esquizofrénico, que actuarían como
compensaciones de esta pérdida del contacto vital con la realidad: el racionalismo y
el geometrismo mórbido.

Ejemplos de racionalismo mórbido son: realizar gimnasia y enumerar los movimientos


realizados o enumerar las partes del cuerpo; una paciente que hace 10 sombreros por
día y los usa en momentos específicos del día; un paciente que no deja de hacer
preguntas, pero esa actitud interrogativa no es por interés sino porque se ensueñan
viendo la cantidad de veces que preguntan. Ejemplos de geometrismo mórbido, son
cuando el paciente determina el valor de los acometimientos según la dimensión
geométrica: así, podrá decir exageradamente que una mesa es enormemente más
hermosa que un árbol; o pasar días enteros ordenando objetos por su forma; o un
paciente que se mira al espejo hasta obtener una posición de simetría absoluta para su
cuerpo y también investiga la diferencia entre meter las manos en bolsillo rectos o
bolsillos perpendiculares.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

Vemos que son actividades muy ligadas a la razón lógica y matemática, pero en virtud
de que están sobre un “trasfondo patológico” particular, vale decir, una estructura
psicótica, toman una forma fallida, rara, absurda. No es tanto la actividad, sino el uso
extremo, la energía con la que lo hacen además. Se trata en ambos casos de formas
puras de la inteligencia que implican un uso abusivo del orden espacial, para tratar de
compensar el déficit del orden dinámico o instintivo, producto de la pérdida del
contacto vital con la realidad. Ante la perturbación del dinamismo, el sujeto se
encuentra sometido en su pensamiento y en sus acciones, a criterios rígidos de la
lógica y de la matemática y así la dinámica de la vida mental se rigidiza en rutinas y
procedimientos que deben cumplirse al detalle y que pueden confundirse con
ceremoniales de un neurótico obsesivo. ¿Recuerdan que hace un rato hablé de
relacionar el fenómeno (la forma manifiesta) con la estructura? Bueno, vemos que, por
ejemplo, un ritual de contar hasta el cansancio las baldosas de una casa, puede ser un
síntoma que haga un neurótico obsesivo como también un esquizofrénico. Pero si se
llega a delimitar la base estructural, se podrá comprender a qué responde ese
síntoma (una neurosis o una psicosis) y desde allí comprenderlo mejor y,
fundamentalmente, ejercer una ayuda psicoterapéutica acorde. Ya no basta con un
inventario de muchísimos signos clínicos como en el segundo paradigma, sino que se
tratará de ir más profundo: hay que ir a lo que subyace a los síntomas y los define,
dado que la alteración no concierne a una facultad determinada, sino a todo el
psiquismo. No se limita a ser un déficit, sino que es una fuerza dinámica.

Vemos entonces que Minkowski va más allá de una concepción deficitaria de la


psicosis, en tanto identifica ciertos mecanismos de compensación, que se activan ante
el proceso disociativo. En sus palabras, dice que “compensar quiere decir balancear
una pérdida con una ganancia, un mal con un bien. La compensación desborda de este
modo lo patológico; no todo mal ni toda pérdida son de naturaleza mórbida”. Sin
embargo, tal compensación puede llevarse al extremo de resultar exagerada hasta el
absurdo, de manera tal que puede tornarse ella misma fuente de padecimiento. Así,
Minkowski destaca que esta compensación de la falta de contacto vital puede
hipertrofiarse, dificultando aún más las relaciones con los demás. Aun así,
diferenciándose del pesimismo de Kraepelin con respecto al tratamiento de la
demencia precoz, Minkowski desarrolla una terapéutica posible para la esquizofrenia,
basada en el supuesto de la posibilidad de restitución de la pérdida del contacto vital
con la realidad, a partir de la relación del paciente con la figura del médico.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

S. Freud y el lugar del psicoanálisis

Terminaremos esta unidad arribando finalmente al psicoanálisis, que ha atravesado


todo este paradigma. Nos detendremos finalmente en él porque la doctrina freudiana
contemporánea a los desarrollos de los autores fenomenológicos y psicodinámicos
que vimos, fue un factor influyente en su teorización y, fundamentalmente, por otra
razón: es desde el psicoanálisis freudiano que proviene la diferenciación y oposición
entre Neurosis y Psicosis (desde 1910), dándole un estatuto finalmente autónomo que
inaugura nuevos sentidos en torno a la psicoterapia posible de psicóticos Desde la
concepción psicodinámica de Bleuler, la visión fenoménica de Jaspers y la apuesta
estructural de Minkowski, encontramos también influencias que han tocado al
psicoanálisis retributivamente, dado que Freud no desestimó jamás los trabajos en
psiquiatría y psicopatología. Veremos por qué se vuelve tan importante y tan
trascendental la inauguración freudiana de una división y autonomización de las
psicosis, que parte desde el psicoanálisis e impacta en la psiquiatría y psicopatología
también.

Psicosis y Neurosis en Freud

La oposición excluyente neurosis-psicosis, es una característica y una especificidad de


la psicopatología freudiana. Si bien existieron siempre como conceptos en la
psiquiatría pre-freudiana, era una distinción como formas clínicas, a veces vagas,
porque no era una distinción excluyente: algunas psicosis eran simultáneamente
neurosis. Incluso el término Neurosis tiene hoy un sentido muy distinto –gracias a
Freud- del que antiguamente se usó7. Freud fue el rimero en formular la neurosis y
psicosis como oposición, sosteniendo no sólo que se trata de entidades clínicas
heterogéneas donde los mecanismos de formación e los síntomas difieren
esencialmente, sino que son excluyentes entre sí.

La obra inicial de Freud se inscribe en el movimiento psicopatológico que venimos


describiendo. La psiquiatría clásica dominada por el método descriptivo y rechazaba

7
El término “neurosis” fue propuesto por el médico escocés William Cullen en 1769 en referencia a los
trastornos sensoriales y motores causados por enfermedades localizables del sistema nervioso.
Significa “enfermedad de los nervios” (derivado del griego nêuron ‘nervio’ con el sufijo -sis ‘estado
irregular’, ‘enfermedad’) en el sentido orgánico. Desde Freud y su estudio desde 1880, la neurosis
cambió a conocerse como una afección psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un
conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y que constituyen compromisos
entre el deseo y la defensa. En psicología clínica, se usa para designar trastornos mentales que
distorsionan el pensamiento racional y el funcionamiento social, familiar y laboral adecuado de las
personas, tomando la versión del psicoanálisis y no la versión orgánica de Cullen.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

persistentemente el intento de elaborar teorías o hipótesis psicopatológicas, cuestión


que fue retomada por Bleuler y Jaspers, como vimos. Esta corriente psicopatológica
psicodinámica se propuso trascender el límite impuesto al método descriptivo de la
psiquiatría clásica para formular hipótesis explicativas sobre el origen y mecanismos
de las diferentes entidades clínicas que o se redujeran al supuesto de una etiología
orgánica.

Freud se incluye en esta corriente por su creación del término “mecanismo de


defensa”, para denominar un mecanismo psíquico que opera en la vida anímica y es
fundamental para comprender las enfermedades mentales. Así, la defensa viene a ser
un conjunto de operaciones psíquicas, cuya finalidad consiste en reducir o suprimir
toda modificación susceptible de poner en peligro la integridad y constancia del
sujeto. La defensa afectaría a la excitación interna (denominada “pulsión” en la
metapsicología freudiana) y a las representaciones (recuerdos, fantasías) que ella
comporta, en una determinada situación capaz de desencadenar esta excitación por
producirse displacenteramente para la psique (mejor dicho, para el “yo”) del sujeto.
Vemos que los “complejos afectivos” de Bleuler o las “reacciones vivenciales
patológicas” de Jaspers, tienen una clara influencia en esta delimitación freudiana de
un mecanismo psíquico reactivo, que opera psicógenamente: a nivel de las
representaciones y los afectos, sin que sea posible explicarlo por causas orgánicas.

La defensa interviene para resolver un conflicto psíquico suscitado por una


representación inconciliable con el yo, displacentera, que se introduce en él a partir de
una vivencia traumática de índole sexual. El mecanismo de la represión aparta a la
representación de la conciencia, dando lugar a la formación de un grupo psíquico
separado, verdadero cuerpo extraño interno, que actúa como agente provocador y
como causa patógena permanente (será el descubrimiento del Inconsciente).
Estos mecanismos de defensa, como estrategias psicológicas inconscientes puestas en
juego por el yo para hacer frente a la realidad no son un patrimonio de las patologías.
En la vida “normal” así como en la “patológica” Freud descubrirá que la psiquis hace
uso de estos mecanismos para mantener un equilibrio, una situación no displacentera
para el sujeto. Pero un mecanismo de defensa del yo deviene patológico cuando su uso
persistente conduce a un comportamiento tal que la salud física y/o mental del
individuo se ve afectada desfavorablemente.

Me interesa que registren sencillamente esto: Freud introduce un proceso, un


mecanismo psíquico preciso, que se produce de un modo no-consciente (que luego
llamará finalmente inconsciente), que opera sobre representaciones y afectos, y que si
bien puede lograr un equilibrio psíquico, también puede terminar produciendo

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

síntomas psíquicos (no poder dejar de pensar en ideas; presentación involuntaria de


imágenes; dudas constantes; alucinaciones) y físicos (parálisis de partes del cuerpo;
afonías). También descubrirá que muy frecuentemente se trata de escenas y
representaciones que remiten a una etiología sexual e infantil. La defensa permite
colegir un proceso metapsicológico por el cual se abordan representaciones que
aparecen como inconciliables y el sujeto responde de diferente forma para
resguardarse. Veremos cómo se determina este mecanismo para la implicancia de
una psicosis en oposición a una neurosis.

Se atribuye 3 momentos en la obra de Freud en la oposición Neurosis-Psicosis. La


primer nosología (1894-1911) que trazará Freud inicialmente, será entre aquellas
patologías en que opera un mecanismo psíquico, y aquellas que no. Lo paradójico es
que en este momento Neurosis y Psicosis están juntas en el mismo grupo,
precisamente llamado “Psiconeurosis de Defensa”, las cuales son patologías fruto de
un mecanismo psíquico, frente a las “Neurosis Actuales”, las cuales son fruto de un
problema actual con las representaciones y los afectos, donde en la solución media un
mecanismo. Así, quedan conformados los dos grupos donde se ubican las diferentes
entidades clínicas:

NEUROSIS ACTUALES PSICONEUROSIS DE DEFENSA


No opera mecanismo psíquico en la Opera mecanismo psíquico en la
producción de síntomas: es producto producción de síntomas: la defensa opera
directo de prácticas nocivas sexuales sobre representaciones (recuerdos
actuales. pasados) y afectos.
Tipos clínicos Tipos clínicos
- Neurastenia - Histeria Se separa la
- Neurosis de Angustia -Neurosis Obsesiva representación y el
- Fobia afecto displacenteros
para el sujeto.
-Psicosis Se elimina la
Alucinatoria representación, el
-Psicosis afecto y un sector
Paranoica de la realidad.

Vemos en el cuadro como quedan bajo el mismo grupo la psicosis alucinatoria y la


paranoia (psicosis que Freud veía en la época), no obstante, trazamos una distinción a
la interna de ese grupo. Freud ya advertirá en este momento que la defensa de la
psicosis, en comparación al de la neurosis obsesiva o la neurosis histérica, es “mucho

31
Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

mas energética, dado que conlleva un desasimiento de la realidad objetiva”. Mientras


que el mecanismo de las demás neuropsicosis permite al sujeto deshacerse de la
representación inconciliable y tener síntomas a nivel de las ideas/representaciones o
el cuerpo, en las psicosis es más radical el mecanismo defensivo, dado que se elimina
más exitosamente esa representación inconciliable pero con el simultáneo
desasimiento de un sector de la realidad objetiva, un desentenderse de la realidad. Por
ejemplo, en la histeria se divorcia la representación/recuerdo insoportable, del afecto
y este ultimo termina por producir como síntoma una parálisis o trastorno en una
parte del cuerpo que se relaciona con esa imagen; en la neurosis obsesiva, también se
separan la representación y el afecto, y como síntoma se genera un recuerdo
hipersensitivo o imagen que aparece de repente, del cual no se puede dejar de pensar
obsesivamente. Pero en las psicosis, se da una defensa más categórica: se elimina la
representación, el afecto y con ello, un importante contacto con la realidad. Por lo que
si bien comparten primeramente un grupo homogéneo, Freud ve en las psicosis
(psicosis alucinatoria y paranoia) un resultado más complicado que los otros síntomas
neuróticos.

En un segundo momento, hacia 1914, produce una diferenciación y oposición entre


psiconeurosis de transferencia y psiconeurosis narcisistas. Sumándose a la primera
advertencia que había hecho sobre la defensa en las psicosis, en este momento se
percata de que los efectos terapéuticos con los psicóticos son muy difíciles de lograr;
el método del tratamiento psicoanalítico con Paranoia (que es lo que
fundamentalmente estudia allí) es inútil. Es más, hasta parecería no solo no funcionar
como con la histeria o la neurosis obsesiva, sino que además empeoraba el estado en
los paranoicos.

En esta época Freud conceptualiza su terapéutica, donde el lugar de la transferencia es


fundamental. La transferencia es el proceso que sucede entre el analista y el paciente,
dentro de un tratamiento analítico, en virtud del cual los deseos inconscientes del
paciente se actualizan sobre el analista dentro de un determinado tipo de alianza
terapéutica establecida entre ellos. Es una especie de repetición de escenas,
sentimientos, ideas, prototipos infantiles, vivida como un marcado sentimiento de
actualidad: lo que experimenta, cree, piensa o siente del analista, suele ser lo que se
experimentó, pensó o sintió sobre otra persona. En base a esto, Freud podía
vislumbrar cuando un paciente neurótico estaba actuando (inconscientemente) ante
él como en realidad debería de haberlo hecho con otra persona cercana, emprender
una interpretación y de allí recuperar ese recuerdo o imagen que la defensa había
hecho desaparecer. Ahora bien, esto no era posible con los psicóticos: no lograban

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

ponerse en esta transferencia con el analista por lo cual nada se recordaba: no había
sobre qué trabajar.

Freud determinará que esa defensa que arrasó con la representación y con el contacto
con la realidad, produjo que la energía, esa catectización (“libidinización”) que estaba
sobre el mundo, se vuelva sobre el mismo sujeto, (su auto-estima, o mejor dicho, su
“yo”) de un modo tal que no pueda volver a ser emprendida a otros objetos8 y sujetos.
La “energía vital” que hablaba Minkowski; la “libido”, según Freud, se encontraba toda
puesta introvertidamente en el yo del sujeto psicótico, y por eso le era imposible
ponerse en transferencia con el analista, dado que implicaría una relación, una alianza
entre dos. Por eso las llamara psiconeurosis “narcisistas”.

NEUROSIS DE TRANSFERENCIA NEUROSIS NARCISISTAS


(Neurosis) (Psicosis)
- Histeria - Paranoia
- Neurosis Obsesiva - Esquizofrenia
- Fobias - Melancolía

Vemos que esta primera diferenciación y oposición entre neurosis y psicosis, es


siguiendo un criterio terapéutico: la introversión de la libido en el yo, impide la
investidura de objetos y personas, por lo tato Freud deduce que el proceso patológico
de desasimiento en las psicosis es un factor que impide la relación de transferencia
para la cura. Es en este momento donde Freud tomará a Kraepelin y a Bleuler para
ponderar sus descripciones y caracterizaciones psicopatológicas. En las neurosis, el
método psicoanalítico resuelve el síntoma; en las psicosis, por el contrario, los
incrementa y hasta desencadena: son dos direcciones de la cura contrarias. Así Freud
es pionero al introducir no solo la semiología (que comparte con la psiquiatría), no
solo el registro psicopatológico (que comparte con la corriente psicodinámica y
fenomenológica) sino que se especifica en introducir el registro terapéutico. Esta
oposición y esta apuesta terapéutica será una gran influencia para Bleuler, Jaspers y
Minkowski fundamentalmente. La psiquiatría clásica intentaba definir el fenómeno de
las enfermedades mentales como si el psiquiatra que se ocupa de ellas fuese
indiferente. El psicoanálisis propone que el analista no es ajeno a su objeto, es otra
nueva ética. Así Freud no se apoya en criterios semiológicos (descripción de síntomas)
sino en terapéuticos.

8
“Objeto” en psicoanálisis no refiere a lo que conocemos usualmente como objetos, sino que implica
cualquier cosa que pueda ser cede de la energía libidinal de la psique: una persona, una idea, una fantasía,
una actividad, etc.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

En cuanto a las psicosis (denominadas psiconeurosis narcisistas aquí) distingue el


proceso psicótico en dos fases: la primera, silenciosa, es presentada como efecto de
este retiro de las cargas de la libido sobre el mundo, el desasimiento de los objetos y
personas amadas, que resultan redirigidas e introvertidas al yo. Aquí cabría lo que
definió Bleuler como el momento donde aparecen los trastornos de la asociación,
Minkowski con la pérdida del contacto vital con la realidad o Jaspers con “vivencia
delirante primaria” y el consecuente “complejo sintomático de la vida psíquica loca”.
Estas conceptualizaciones no son equivalentes entre sí y no son homologables en lo
que teoriza Freud. Se trata de ver cómo, desde diferentes perspectivas, se describen
fenómenos psicóticos pero ya no en un sentido tan descriptivo como la escuela
francesa y la alemana, sino que se apunta a vislumbrar el mecanismo, el sentido, el
impacto subjetivo en el sujeto.

La segunda fase, es la de de retorno y construcción de la realidad que presenta


diferencias según la forma de psicosis: alucinatoria en la esquizofrenia y delirante en
la paranoia. Freud advierte que hay una construcción en las psicosis, que vuelve
activo y reactivo (recordar “reacción”) al sujeto frente a lo que le pasa, y que además
tiene una razón de ser fundamental con su historia particular. También recuerden a
Jaspers cuando decía que de repente, con la VDP, “todo tiene para ellos una nueva
significación”: es desde esa nueva significación que se emprenderá la construcción del
delirio; una construcción hecha en base a su historia personal. Lo que nos parece más
patológico y bizarro, es en realidad el esfuerzo del sujeto por restituirse una realidad,
un marco acorde a sus experiencias y pensamientos (delirantes), una actitud activa y
que lo implica (aunque pueda no ser consciente de ella). Lo que nos parece más
patológico, es en realidad el proceso más sano del sujeto en el intento de no perder
contacto con la realidad, pero a costas de que eta realidad sea delirante, ajena a la que
el resto entendería.

Es fundamental entonces ver cómo Freud llegó a discernir una diferencia fundamental
en la generación de síntomas psicóticos, que hace de las psicosis un campo particular
que se opone a las neurosis y precisa de una apreciación propia. La determinación de
que el psicoanálisis como método terapéutico resulta fútil para el tratamiento de las
psicosis, se mantuvo hasta el fin de su obra y será un punto de recapitulación de
Jacques Lacan años después. No obstante, sí pudo emprender estudios
metasicológicos que asentaron las bases de los fenómenos psicóticos desde una
perspectiva psicógena metapsicológica y asentar una diferenciación (que puede ser
leída también en clave estructural) entre neurosis y psicosis.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

Hacia el fin de su obra, Freud escribió dos breves artículos9 donde si bien se siguen
distinguiendo y oponiendo Neurosis y Psicosis, pasa a ser menos tajante en algunos
aspectos clave. Fundamentalmente, Freud retomará las primeras cuestiones que
abordó inicialmente: el tema de la pérdida de la realidad. Dirá entonces, que al fin y al
cabo, en ambas patologías se produce una relativa “pérdida de la realidad” desde
cierta perspectiva. Por ejemplo, un obsesivo enajenado en su ritual de lavarse
compulsivamente las manos, también está viviendo “en su realidad”, aunque no sea
tan radicalmente como un paranoico inmerso en un delirio. Esto no implica
homologarlas, sino matizar un poco la cuestión de la pérdida de la realidad. Ambas
parten de una etiología común: el apremio de la realidad frustra el cumplimiento de
una pulsión. Ahora bien, la diferencia está en el efecto patógeno diferencial, en cómo
reacciona el yo: se somete al mundo exterior y hace síntoma en base a su realidad
interna (neurosis) o se revela ante la realidad externa (compartida socialmente) y
queda librado a la expresión de las pulsiones más desatadas, promoviendo una
proliferación más caótica (psicosis).

La psicosis se caracteriza como dijimos, por esta desmentida de la realidad, y la


posterior reconstrucción delirante (no hay “síntoma” como en Neurosis) que toma la
función restitutiva de hacer la vida ideo-afectiva mas organizada y coherente, por más
extraña e irreal que nos parezca. El síntoma neurótico y el delirio psicótico son dos
formas de reparar o solucionar el conflicto, en eso también se asemejan; no obstante,
la reconstrucción delirante puede implicar complicaciones mayores dado que se está
ante una desmentida de la realidad compartida por el resto. Volviendo al anterior
ejemplo, un sujeto que se tiene que lavar compulsivamente las manos nos parecerá
extraño, pero es socialmente más aceptado que un delirante que cree ser perseguido.
Habrá que ver, en todo caso, cómo socialmente se valoran ciertas manifestaciones
patológicas y cómo se valoran otras. Ya no pasa por el arreglo singular patológico que
pueda hacer un sujeto, con lo que puede, sino de la valoración que como sociedad
hacemos de ello. Se asemejan entonces en tanto en ambas, neurosis y psicosis, hay un
intento de sustituir una realidad indeseada por otra más acorde al deseo, solo que con
diversos resultados.

Veamos una última precisión sobre la implicación de la terapia analítica, que nos
enseñe sobre la ética psicoanalítica, teniendo en cuenta la importancia de la relación
transferencial y los resultados disímiles que le dio a Freud en relación a la Psicosis. De
un modo genérico, el psicoanálisis emplea exclusivamente "síntoma" para referir el
malestar que aqueja a un sujeto. Pero en psicoanálisis, a diferencia de la psiquiatría y
la psicología clínica -ambas basadas en una clínica de la observación—, el síntoma sólo
9
“Neurosis y Psicosis” y “La pérdida de la realidad en Neurosis y Psicosis”; ambos de 1924.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

existe si es dicho por el paciente, pues es el discurso que éste desgrana ante el analista
el que constituye propiamente la clínica psicoanalítica; naturalmente, para que el
síntoma así definido llegue a constituirse se precisa la creencia del paciente en su
síntoma, ya que sin ella no hay propiamente un análisis. Hay una fundamental
diferencia entre esta modalidad de la clínica y aquellas otras prácticas en las que es el
terapeuta quien observa, nombra, clasifica y rubrica que determinada manifestación
constituye una alteración patológica, es decir, un síntoma. La psicopatología
psiquiátrica ha elaborado un buen número de propuestas tendientes a clasificar los
síntomas, pero todas ellas se asientan en el “juicio objetivo” del clínico, desestimando
no sólo la palabra del paciente, sino la propia implicación del clínico en el síntoma que
le es relatado. Así, por ejemplo, Bleuler estableció en su monografía sobre las
esquizofrenias las diferencias entre "síntomas primarios" y "secundarios" en ese tipo
de psicosis, coligiendo final mente que los primeros obedecen a un proceso orgánico
("el trastorno cerebral determina los síntomas primarios") y los segundos son en
parte funciones psíquicas que operan en condiciones alteradas, y en parte los
resultados de intentos de adaptación (compensaciones), más o menos exitosos, a las
perturbaciones primarias; la articulación de ambos proporciona teóricamente el
concepto de enfermedad. En esta misma línea, aunque recurriendo a la capacidad de
comprensión del fenomenólogo, Jaspers pretendió distinguir las ideas comprensibles
que hallan en su base fenómenos afectivos, acontecimientos conmocionantes u
ofensivos, sentimientos de culpa, etc., de las ideas delirantes que se le antojan
incomprensibles, razón por la cual colige que no pueden ser seguidos
psicológicamente hasta su origen. Pero sea por el camino de la especulación etiológica
o por el laberinto de la comprensión, estas apreciaciones tienen en común el hecho de
atribuir al clínico la potestad de determinar la existencia y variedades de los síntomas.
Bien distinta es la concepción del síntoma sostenida por el psicoanálisis: "Si el síntoma
analítico está constituido en la experiencia analítica, en la que el paciente dirige su
discurso hacia el analista, éste es parte del síntoma, está implicado en su función", dirá
J. A. Miller un psicoanalista muy reconocido. De allí la importancia dada a la
transferencia y la inauguración de una clínica y una ética que presta atención no solo a
la historia del sujeto, sino a lo que el sujeto mismo dice de ella, cómo lo dice cómo se
implica, cómo se mueve para recordar y actualizarla.

Implicancias del binomio Neurosis-Psicosis.

Entonces, son sumamente importantes las dos resoluciones de Freud: la oposición y la


semejanza entre Neurosis y Psicosis, dependiendo desde la visión en que se la haga. Si
hablamos de criterios terapéuticos, curas, intervenciones analíticas, interpretación
de fenómenos o indagación estructural, se vuelve de capital importancia distinguirlas,
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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

dado que no es ético, fructífero ni recomendable, abordar una psicosis como si fuese
una neurosis. Las psicosis ameritan una intervención y un seguimiento particular, al
igual que la neurosis: allí la diferencia diagnóstica estructural, es sumamente
necesaria. De aquí reside también la apuesta de Minkowski de tener un diagnóstico
estructural, de fundarse en la estructura de una patología para guiar el pronóstico y el
tratamiento: es una decisión ética y técnica, pensando en la cura del sujeto.

Ahora bien, si se quiere jerarquizar o ponderar “cual es mas patológica” o “que


enfermedad es más grave”, “en cual se pierde más”, o cualquier comparación
tendiente a suponer una como “más deseable” que la otra, debe recordarse que
comparten un núcleo común y esto hace que la gravedad de una neurosis o una
psicosis no pueda ser determinada por la enfermedad, sino por el enfermo. Es decir,
depende de cada caso particular: puede haber sujetos psicóticos muy
descompensados, al igual que un sujeto neurótico obsesivo o histérico puede volverse
totalmente intolerable para su entorno y estar en un altísimo sufrimiento psíquico. La
fórmula de “el psicótico está loco porque vive en una realidad ajena y bizarra” es
puesta en duda al comparar con sujetos neuróticos que por tener síntomas muy
agudos y sostenidos en el tiempo, terminan por tener conductas y estilos de vida que
del mismo modo podrían ser catalogados como “alejados de la realidad compartida”.

Como vimos en la unidad I, los binomios no son “buenos” o “malos” en sí, sino que se
trata del uso que se haga de ellos, fruto de la tradición occidental que nos atraviesa
que nos empuja siempre a polarizar las cosas. Si queremos hablar de normalidad,
“locura”, gravedad, etc., el binomio se vuelve inútil porque “las psicosis” no nos dicen
nada: nos lo dicen los psicóticos, en todo caso; los sujetos atravesados por su situación
singular. No obstante, esto no implica negar que haya diferencias entre ambas
estructuras. Para ello es fundamental diferenciar y oponerlas, teniendo en cuenta que
es un panorama a tener aclarado para emprender un tratamiento o abordaje. Les dejo
esta hermosa cita de Freud sobre estas últimas cuestiones:

“Llamamos “normal” o “sana” a una conducta que aúna determinados rasgos


de ambas reacciones: que, como la neurosis, no desmiente la realidad, pero,
como las psicosis, se empeña en modificarla”.

S. Freud

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

CONCLUSIONES

Esta unidad es extensa; sé que tiene mucha información y cuestiones que requieren
un proceso y un tiempo para que puedan interiorizarlas. Motivo por el cual no añadí
bibliografía primaria, textos de los autores o recopilaciones. Intenté sincréticamente
condensar las innovaciones y aportes del tercer paradigma para que haya un terreno
elaborado para las unidades que se nos vienen.

No es la intención que se queden con toda la compleja teorización de Bleuler, Jaspers,


Minkowski, Freud. Sí me interesa que rastreen y articulen los puntos en común y el
espíritu que los aúna hacia una redefinición del campo de las psicosis y los esbozos
iniciales sobre la posibilidad terapéutica. Del mismo modo, dado que el curso presente
se trata sobre Salud Mental, que se pondere cómo es desde este momento donde se
empieza a dar autonomía a lo psíquico, a los fenómenos mentales
independientemente de lo orgánico y las teorizaciones que permiten una apertura
científica y ética. Cada vez más alejados de las versiones organicistas, se empieza a
pondera la historia singular del sujeto, el contacto con el ambiente, los
acontecimientos y su relación con la predisposición de la personalidad, la psiquis que
genera efectos en todo el cuerpo, el valor de las representaciones y los afectos, el
ímpetu del padeciente mental por comprenderse y por generar reconstrucciones que
lo hagan estar en un marco mas “vivible”, la función delirante, etc.

Bibliografía primaria utilizada para la confección de la ficha:

 Bleuler, E. (1915) Paranoia. En Afectividad, sugestibilidad, paranoia. Madrid:


Morata, 1942, p. 87-141
 Bleuler, E. (1908) Demencia Precoz. El grupo de las esquizofrenias. Buenos
Aires: Hormé. Introducción General, p. 9-17, Sección I, p. 20-23; p. 104; Sección
X, p. 361-366.
 De Battista, J. (Coord.) (2018) Aportes interdisciplinarios en Psicopatología.
Tomo I: Clínica de las psicosis en la psiquiatría clásica. La Plata: EDULP (en
prensa), 2018. Material de circulación interna de la cátedra de Psicopatología I
(UNLP).
 Freud, S. (1924). Neurosis y psicosis. En Obras Completas. Tomo XIX. Amorrortu:
Buenos Aires, 1993.
 Freud, S. (1924) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis. En Obras
Completas. Tomo XIX. Amorrortu: Buenos Aires, 1993.

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Las Psicosis en el paradigma de la Salud Mental: Una aproximación histórica desde una
perspectiva clínica

 Freud, S. (1911). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia


(Dementia paranoides) descrito autobiográficamente. En Obras Completas, T.
XII. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1998.
 Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. En Obras Completas, T. XIV.
Buenos Aires: Amorrortu editores, 2000. Apartado I y II.
 Jaspers, K. (1913) Psicopatología General. Buenos Aires: Beta, p. 15 a 25, 44-45,
351-356, 445-449, 803-805.
 Minkowski, Binswanger, Boss. Perspectivas fenomenológicas en Psicopatología
Presentaciones de Napolitano, Carbone, Piazze, De Battista, Sauvagnat y
Birch)
 Napolitano G. (2008) El nacimiento de la psicopatología en el campo de la
Psiquiatría. Ed. De la Campana. La Plata
 Napolitano, G. (coordinadora) (2002) El debate sobre la paranoia en la primera
mitad del siglo XX. Ed de la Campana.

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