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La posesión
El artículo 896 del Código Civil señala: “La posesión es el ejercicio de hecho de uno o más
poderes inherentes a la propiedad”[1]. Como se puede advertir de la cita, la posesión se define
como un concepto derivado de la propiedad y que se ejerce como tal, en consecuencia, siguiendo
al profesor GONZALES BARRÓN, se debe de suponer lo siguiente:
a) No basta el poder de hecho sobre algún bien. […] b) Es necesario que este poder de hecho sea
ejercicio en forma análoga o como haría un propietario. […] c) Para determinan si el poder de
hecho se ejerce como propietario o como arrendatario ES NECESARIO CONOCER LA
“CAUSA DE LA POSESIÓN O EL ANIMUS”, no hay forma de diferenciar una posesión de la
otra , y esto es claramente el animus domini a que se refiere el art. 896 C.C., cuando habla de
poder inherente al de la propiedad (…)”[2]. Es decir, la posesión se deriva de la propiedad.
No cabe duda que, en el derecho moderno, la posesión se coloca o está en una posición especial,
pues, en ella se parte de la idea de que ha de presumirse que existe coincidencia entre el hecho de
estar ejercitando un derecho y el derecho de los signos de recognoscibilidad de su existencia y de
sus características. Por ello, cierta doctrina afirma que la posesión es un interés jurídicamente
protegido y con ello abre el debate si es o no un derecho.
En la tesis de Ihering, el mencionado autor señala que “La posesión es un derecho real perfecto,
autónomo e independiente. El poseedor es protegido por que es titular de un derecho, como
cualquier otro titular. Nada de apariencia, sino rigurosa realidad. No hay engaño, no hay
apariencia de realidad. No es que el poseedor aparente otra cosa (por ejemplo propietario,
usufructuario, arrendatario, etc.) sino que exhiben un poder propio inherente a la titularidad de su
derecho”[3]. Respecto a la teoría objetiva con Ihering como su representante, criticando a
Savigny, manifiesta que, tanto en la detentación o tenencia como en la posesión del bien, están
presentes el corpus como el animus domini; pero es el ordenamiento jurídico, de acuerdo a las
cuestiones prácticas y por seguridad jurídica, quien se encarga de regular ciertas situaciones como
posesión en sentido estricto.
4. ¿Los contratos de transferencia de posesión, son títulos para demandar el mejor derecho
a la posesión?
Conocemos que, mediante la tradición o traditio, y la forma de adquisición originaria se adquiere
la posesión. Así al transmitirse la posesión, esto va a implicar que el transferente se desprende de
su posesión que tenía sobre el bien para cederlo o transmitirlo al adquirente, el cual va a “adquirir”
este derecho a poseer el bien. La traditio es un modo válido de transmisión de la posesión, es
decir, cuando se cumple con los requisitos de ley (artículos 901, 902 y 903 del Código Civil).
La tradición extingue el poder fáctico sobre el bien para que el otro (adquirente) pueda poseer,
por ello es que en la usucapión se sumarán los plazos posesorios de tradens con los del accipiens,
ya que la posesión misma no se ha extinguido.
Ahora bien, en la realidad práctica existen un sinnúmero de contratos que lo que se transfiere es
únicamente la “posesión”, la cual a mi entender, puede ser objeto de traspaso, en mérito a lo que
señala el artículo 1351 del Código Civil, siempre y cuando el fin perseguido, sea la usucapión,
atendiendo a lo que dispone el artículo 898[15] del Código Civil, que refiere a la suma de plazos
posesorios, para adquirir por usucapión la propiedad.
Lo cuestionable es que con el señalado contrato y muchos de similar contenido –por el objeto del
mismo– se pretenden que el Poder Judicial declaren el mejor derecho a la posesión, cuando ello
es irrazonable y jurídicamente imposible, pues con el señalado contrato si es que se ha efectuado
la traditio, a lo mucho lo que tiene el adquirente es la posesión de hecho del bien, pues no se tiene
el derecho, ya que el derecho a la posesión y no “derecho de posesión” nacen de otros títulos,
pues no olvidemos que la posesión es el uso o disfrute de un bien, siendo que los títulos que
otorgan el derecho a la posesión son por ejemplo, el de: PROPIETARIO, USUFRUCTUARIO,
ARRENDATARIO, COMODATARIO; títulos que dan derecho a la posesión.
Por otro lado sostenemos que el mejor derecho a la posesión,como pretensión, sí es viable pero
teniendo título como los señalados de propiedad, usufructuario, arrendatario y comodatario.
Imaginemos que A, en condición de propietario da en usufructo a B el bien inmueble “X”, pero
sucede que en fecha posterior y dentro del plazo del contrato de usufructo A arrienda el mismo
bien “X” a C, y este va y despoja a B; es lógico pensar que B al haber sido desalojado pretenderá
una acción de interdicto de recobrar o desalojo por ocupación precaria, pero al actuarse el mismo
nos daríamos con la sorpresa que C tiene un título que ampare la posesión; dicho de otro modo,
ambos tendrían título que ampare su posesión, en ese sentido, sería viable recurrir en un mejor
derecho a la posesión, pues tanto el usufructo como el arrendamiento otorgan el use y disfrute del
bien, es decir otorgan el derecho a la posesión.
La posesión civilísima:
Se llama posesión civilísima a un modo especial de adquisición de la posesión que se da en la
sucesión universal, de manera que el heredero es poseedor, adquiere la posesión, desde el
momento del fallecimiento del causante, aunque no haya “tomado posesión” materialmente de las
cosas, y por lo tanto no hay ninguna interrupción entre la posesión que tenía el causante y la que
tiene su sucesor. Esta especialidad se recoge en el art. 440 CC: “La posesión de los bienes
hereditarios se entiende transmitida al heredero sin interrupción y desde el momento de la muerte
del causante, en el caso de que llegue a adirse la herencia. El que válidamente repudia una herencia
se entiende que no la ha poseído en ningún momento”. Por lo tanto: el heredero (sucesor a título
universal), en el caso de que acepte la herencia, resulta investido de la cualidad de poseedor, y
consiguientemente, de las acciones que tutelan la posesión, desde el primer momento, sin
necesidad de que por autoridad alguna se le confiera la posesión ni deaprehensión material de la
cosa.
https://www.iberley.es/temas/adquisicion-posesion-60207
Posesión civilísima.
La posesión de los bienes hereditarios se entiende trasmitida al heredero sin interrupción y desde
el momento de la muerte del causante, en el caso de que llegue a aceptar la herencia. El que
repudia válidamente una herencia se entiende que no la ha poseído en ningún momento.
Concordancias: Artículos 610, 944 y 955 del Código Civil de Puerto Rico (1930).
Comentario
El Artículo 369 vigente recoge la idea de la posesión civilísima, inspirada en el Artículo 724 del
Código Civil francés, no en el sentido de consistir en un poder efectivo sobre la cosa, sino en estar
establecida por el Derecho civil. La adquisición se produce por mero ministerio de ley. Los
principales efectos derivados de la transmisión hereditaria de la posesión son: 1) Como el
heredero queda investido de poseedor, puede hacerse cargo de los bienes y derechos integrantes
de la herencia, si bien cuando existiere algún detentador de alguno de esos bienes que se resistiera
a su entrega habrá de estarse a lo dispuesto en el Artículo 370, que prohíbe el apoderamiento con
violencia aun al propietario. 2) El heredero está asistido de las acciones interdictales de retener y
de recobrar, tanto si la inquietación o el despojo han tenido lugar antes del a muerte del causante,
como si se han producido después, siempre que no haya transcurrido un año. 3) La usucapión
iniciada por el causante beneficiará al heredero desde el momento de la apertura de la sucesión,
sin necesidad de ningún acto de apoderamiento material. 4) El heredero está legitimado para el
ejercicio de la acción de desahucio. En cambio no está legitimado para el ejercicio de la acción
reivindicatoria, que requiere la prueba de un título singular de adquisición, que sólo surge con la
partición.
La frase “adirse a” no es de uso común ni en la lengua popular ni en la culta. Fue sustituida por
el vocablo “aceptar”.
El sucesor por título hereditario no sufre las consecuencias de una posesión viciosa de su causante,
si no se demuestra que conocía los vicios que la afectaban o que no posee de forma pacífica y
pública; pero los efectos de la posesión de buena fe no le aprovechan sino desde la fecha de la
muerte del causante.
Procedencia: Artículo 371 del Código Civil de Puerto Rico (1930).
Concordancias: Artículo 369, 1841 y 1860 del Código Civil de Puerto Rico (1930).
Comentario
La regla del Artículo 371 vigente establece una excepción a la inmutabilidad de la mala fe que es
admitida sin reparos. Sin embargo, se ha identificado un error en el precepto porque se aplica un
mismo principio a casos muy distintos. El artículo se refiere al vicio que supondría la mala fe pero
no a otros vicios que también pueden afectar la posesión.
Si la posesión del causante fuera viciosa, la del heredero deja de serlo, desde el momento de la
transmisión hereditaria, si el heredero no fue partícipe en el vicio ni era conciente de él. Por
posesión viciosa debe entenderse la posesión de mala fe y la posesión afectada por los vicios de
violencia y clandestinidad. En cuanto a lo primero, buena o mala fe –la aplicación de la regla
parece muy clara, puesto que depende de un estado de conocimiento o de conciencia. El heredero
no sufre las consecuencias de la posesión viciosa de su causante si, además de no tener
conocimiento de los vicios, a partir del fallecimiento de aquél ha poseído en forma pacífica y
pública. Por esta razón se ha añadido la frase “o que no posee de forma pacífica y pública” en la
primera parte de la oración. Como dice Rams Albesa: “Así, una posesión clandestina, lo seguirá
siendo si el poseedor se comporta de ese modo. No se trata en este caso de una cuestión de
conocimiento de nada, sino de comportamiento. Si quien no conocía la clandestinidad de la
posesión, continúa poseyendo de esa manera, no parece propio que por el mero desconocimiento
se convierta la posesión de ese tipo en otro que no es.”
http://www.oslpr.org/v2/PDFS/Borrador%20Codigo%20Civil%20Updated/3-
%20Libro%20Tercero-Derechos%20Reales/LibroUnited/3-%20Libro%20Tercero-
Derechos%20Reales.pdf
3. Según su naturaleza
Tiene su fundamento legal en el artículo 781 del Código Civil Venezolano vigente, el cual
dispone, en su encabezado, que “La posesión continúa de derecho en la persona del sucesor a
título universal.”, disposición que es ratificada por el artículo 995, ejusdem, el cual establece en
su encabezado que “La posesión de los bienes del de cujus pasa de derecho a la persona del
heredero, sin necesidad de toma de posesión material.”
Las características que se desprenden de este tipo de posesión son las siguientes:
Partiendo del precepto jurídico contenido en el artículo 782 del Código Civil Venezolano
vigente, el cual reza que “Quien encontrándose por más de un año en la posesión legítima
de un inmueble, de un derecho real, o de una universalidad de muebles, es perturbado en
ella, puede, dentro del año, a contar desde la perturbación, pedir que se le mantenga en
dicha posesión.”, la posesión legítima produce como efecto inmediato el tener una
protección jurídica más eficaz, por lo que el interdicto de amparo está consagrado
especialmente para defenderla.
El efecto de mayor relevancia jurídica es el de conducir a la adquisición del derecho real
correspondiente, por efecto de la usucapión (prescripción veintenal, artículo 1977
C.C.V.).
Concede el derecho de exigir indemnización por mejoras y reparaciones realizadas sobre
el bien poseído, siempre que ellas existan para el momento de la reivindicación.
http://derechocivil2ula.blogspot.com/2013/04/unidad-ii-tema-n-6-analisis-de-los.html
“1. La adquisición de alguna participación social por sucesión hereditaria confiere al heredero o
legatario la condición de socio.
2. No obstante lo dispuesto en el apartado anterior, los estatutos podrán establecer a favor de los
socios sobrevivientes, y, en su defecto, a favor de la sociedad, un derecho de adquisición de las
participaciones del socio fallecido, apreciadas en el valor razonable que tuvieren el día del
fallecimiento del socio, cuyo precio se pagará al contado. La valoración se regirá por lo dispuesto
en esta Ley para los casos de separación de socios y el derecho de adquisición habrá de ejercitarse
en el plazo máximo de tres meses a contar desde la comunicación a la sociedad de la adquisición
hereditaria”.
La Sentencia del Tribunal Supremo de 21 de octubre de 2010 sostiene que la condición de socio
de una sociedad mercantil no se transmite al legitimario del socio fallecido.
Rechaza el Tribunal Supremo legitimación de los legitimarios de un socio fallecido para ejercitar
la acción de retracto prevista en los estatutos a favor del socio en caso de transmisión de las
participaciones sociales, negando que lo legitimarios, como miembros de la comunidad
hereditaria, tengan la condición de socio. Según el Tribunal Supremo:
2º Los legitimarios como tales no están autorizados para ejercer las acciones que corresponden
a la sociedad, puesto que si bien forman parte de la comunidad hereditaria, ello no les atribuye
la cualidad de socios.
3º Este argumento se confirma por lo dicho por los legitimarios recurridos en las alegaciones,
que consideran que se reconoce la procedencia de las acciones a favor de la herencia de D.
Diego , "que a su vez trae causa y presupone necesariamente la admisión de la solicitud de
reintegración a dicha herencia yacente de las acciones cuya titularidad les legitima para ejercer
dicho retracto", lo cual significa que ellos mismos reconocían que no podían ejercitarlas porque
no ostentaban la calidad de socio requerida para el ejercicio del retracto social).
Del caso particular del legado de acciones o participaciones sociales me ocupo después.
Respecto del derecho de adquisición preferente que contempla el número dos de la norma,
la remisión, en cuanto a la valoración de las participaciones sociales, a las reglas de la
separación de socios, supone que sea de aplicación el sistema del artículo 353.1 TRLSC, y a falta
de acuerdo, el valor sea fijado "por un experto independiente, designado por el registrador
mercantil del domicilio social a solicitud de la sociedad o de cualquiera de los socios titulares de
las participaciones o de las acciones objeto de valoración". La Sentencia del Tribunal Supremo
de 18 de mayo de 2012 se refiere a la naturaleza de la actividad de este experto independiente
nombrado por el registrador mercantil, rechazando que sea un verdadero árbitro y que su decisión
sea un laudo arbitral, calificándolo de "arbitrador legal" y considerando que cabe la revisión
judicial del valor fijado por el mismo. Rechaza esta sentencia, además, que el que los herederos
hubieran fijado un valor en la escritura de adjudicación de herencia inferior al que resultó de la
valoración del experto independiente, pueda considerarse como acto propio que les impida
impugnar judicialmente el establecido por aquel a efectos de un derecho de adquisición
preferente.
Es posible una cláusula estatutaria que establezca como regla general que la adquisición
hereditaria de una participación social confiere la condición de socio y a continuación prevea un
derecho de adquisición preferente a favor de los socios sobrevivientes. Este derecho actúa como
un derecho de rescate de una participación que se transmite por título sucesorio desde el momento
de la muerte del causante (Resolución DGRN de 18 de abril de 2000).
En principio, si atendemos al Código Civil, podríamos concluir que los artículos 440, 882 y 885
son de aplicación a este legado. En consecuencia, el legatario adquirirá la propiedad de la acción
o partición desde la muerte del causante (o desde la delación), sin necesidad de previa aceptación,
pero no podrá tomar posesión por sí mismo de la cosa legada, debiendo pedir su entrega o posesión
al heredero o albacea, pasando la posesión civilísima de las acciones o participaciones, desde la
muerte del causante, a sus herederos.
El régimen de la necesaria entrega de la posesión a los legatarios es general para toda clase de
legados y no solo para los que implican posesión real de un bien. Así lo demuestra el artículo 870
del Código Civil, que en el legado de un crédito personal del causante contra tercero, dispone que
el heredero cumplirá con ceder al legatario "todas las acciones que pudieran competirle contra el
deudor", lo que implica que, incluso en el caso del créditos personales, no susceptibles en sentido
propio de posesión, el heredero tiene el "control" de la ejecución del crédito, y debe ceder esas
acciones de reclamación al legatario, y, lógicamente, debe entenderse que hasta que dicha cesión
se produzca el legatario no podrá reclamar el crédito del tercero.
Pero lo cierto es que el propio artículo 110 TRLSC, en su número 2, prevé que los estatutos
establezcan a favor de los socios sobrevivientes o de la propia sociedad un derecho de adquisición
preferente de las participaciones sociales, a ejercitar en el plazo máximo de tres meses desde la
muerte del causante, y no parece que el resultado del ejercicio de este derecho de adquisición
preferente se condicione a requisito alguno.
Además, si entendemos que son los herederos los titulares de la posesión civilísima de las
participaciones sociales, habrá que encuadrar esta posesión en el régimen de la legislación
societaria, y en esta se prevé que sea el titular de la acción el que ejercite derechos sociales como
el de voto, aunque sean poseídas por un tercero a título de usufructuario, salvo disposición en
contra de los estatutos, y si un poseedor a título de usufructuario no es titular del derecho de voto,
no existe razón para pensar que el que tiene una simple posesión civilísima pueda ejercitarlo.
Otra norma a tener en cuenta es el artículo 188.5 del RRM ("Cuando así se establezca en los
estatutos sociales, de acuerdo con la legislación civil aplicable, corresponderá al socio titular o,
en su caso, a sus causahabientes, el ejercicio de los derechos sociales. De la misma forma, los
estatutos podrán establecer, de conformidad con la legislación civil aplicable, la designación de
un representante para el ejercicio de los derechos sociales constante la comunidad hereditaria si
así fue establecido en el título sucesorio"), introducido por el Real Decreto 171/2007, de 9 de
febrero, sobre protocolo familiar, en cuanto pretende abordar ciertos problemas derivados de la
transmisión mortis causa de las participaciones sociales (o de su pertenencia a una comunidad
conyugal) y el ejercicio de los derechos sociales, permitiendo a los estatutos contener previsiones
al respecto, siempre que no contradigan la legislación civil. No obstante, al margen de que una
previsión estatutaria abordase esta materia del legado de participaciones sociales y el ejercicio de
los derechos del socio, no resuelve dicha norma directamente la cuestión planteada a falta de tal
disposición.
En este sentido se pronuncia expresamente el derecho catalán. El artículo 427-33 del Libro IV del
Código Civil de Cataluña dispone: "Legado de acciones y participaciones sociales.
Pero todo ello sobre la base de que se trate de un verdadero legado de cosa cierta y determinada,
lo que precisará la determinación concreta de las participaciones o acciones legadas. Isidoro Lora-
Tamayo Rodríguez ("Casos prácticos de derecho de sucesiones -adaptados al programa de
notarías-". Memento experto. Francis Lefebre. 2015), plantea el caso del legado genérico de un
número de las acciones de las que era titular el causante en la sociedad, sin ser todas ellas y sin
concretar estas, considerando que, al ser el legado genérico y hasta que se produzca la
especificación, no puede considerarse socio al legatario, siendo correcta la intervención en la junta
de los herederos. Sin embargo, si el objeto del legado estuviera especificado o fueran la totalidad
de las acciones o participaciones del causante, para el referido autor, debe considerarse al legatario
como el legitimario para asistir a la junta general, aunque no haya precedido entrega por los
herederos o no haya existido una aceptación expresa del legatario.
La sentencia comienza por tratar la cuestión de la atribución de la propiedad de las acciones a los
legatarios, al considerar el legado de cosa específica, y el alcance de la obligación de entrega de
los legatarios. Dice la sentencia:
"Conforme a lo dispuesto en el art. 882 Cc, cuando el legado es de cosa específica y determinada,
propia del testador, como aquí sucede, el legatario adquiere su propiedad desde que aquel muere.
La falta de posesión del legatario se explica por la adquisición de la posesión civilísima de la
herencia que el art. 440 Cc otorga al heredero desde la apertura de la sucesión en el caso de que
acepte la herencia, quedando obligado a la transmisión de su posesión. Por ello el art. 885 Cc
dispone que el legatario debe pedir la entrega y posesión de la cosa legada al heredero o al
albacea, cuando éste se halle autorizado para darla. En consecuencia, por efecto del legado
surgen en favor del legatario o legatarios dos derechos: el de propiedad de la cosa legada -que
no forma parte del caudal hereditario- y legitima al legatario para el ejercicio de todas las
acciones - incluida la reivindicatoria- que antes correspondían al causante, y el de crédito contra
el gravado destinado a obtener el traspaso posesorio. Incluso la afectación de derechos de los
legitimarios -lo que no es el casorequeriría deshacer el traspaso de la propiedad de la cosa
legada. El legatario, en consecuencia, adquiere desde el fallecimiento del causante y en el estado
en que se halle la cosa en dicho instante - art. 883 Cc -. La transferencia posesoria que contempla
el art. 885 Cc. no afecta a la propiedad de la cosa -no es una traditio precisa para adquirir la
propiedad-, puesto que ésta ya la ostenta el legatario con anterioridad, ni convierte al heredero,
mientras no se produzca, en poseedor a título de dueño, puesto que solo es continuador de la
posesión del causante como poseedor de cosa ajena, quedando sus facultades reducidas a la
protección de la situación posesoria. La distinción entre adquisición de la propiedad y entrega
de la posesión a los efectos previstos en el art. 885 Cc. se ha puesto de manifiesto, entre otras,
en la citada Sentencia del Tribunal Supremo de 21 de abril de 2003".
"Fijada la titularidad de las acciones, que corresponde desde el fallecimiento de D. Juan Pablo
a los legatarios de las mismas, hemos de referirnos al ejercicio de los derechos de socio.
Conforme a lo dispuesto en el art. 48 TRLSA, aplicable en el momento de celebración de la Junta
cuyos acuerdos se impugnan, la condición de socio y los derechos reconocidos en la Ley y en los
Estatutos se atribuyen al titular legítimo de las acciones, y entre los referidos derechos se
encuentra el de asistencia y voto en las juntas generales y el de impugnar los acuerdos sociales.
Incluso en los casos de constitución de derechos reales la cualidad de socio y el ejercicio de los
derechos corresponde al propietario - arts. 67 y 72 TRLSA-".
"Por otra parte las participaciones sociales, como bienes patrimoniales, forman parte de la
herencia y su transmisión mortis causa se verifica de acuerdo con las normas del derecho
sucesorio. El testamento no es título suficiente para justificar el dominio y ha de probarse que
los bienes pertenecían al testador al tiempo de su muerte, pero aun en el supuesto de que las
participaciones sociales formaran parte del patrimonio del testador cuando dispuso de ellas,
porque en la liquidación de la sociedad postmatrimonial se adjudiquen al testador, para que la
apelante pudiera adquirir la condición de socio con plena efectividad frente a la sociedad
limitada se haría necesario la entrega de legado. El legatario no puede ocupar por su propia
autoridad la cosa legada, sino que debe pedir su entrega y posesión al heredero o al albacea,
cuando éste se halle autorizado para darla (art. 855 CC ), y previamente a ello y siendo varios
los herederos ha de estarse a la partición de la herencia".
Siguiendo esta tesis, habría que considerar las participaciones integradas en la comunidad
hereditaria hasta su entrega, aplicándose la regla de que los miembros de la comunidad hereditaria
nombren un representante por mayoría para el ejercicio de los derechos del socio (artículo 126
TRLSC y 398 del Código Civil), a menos que exista un administrador de la herencia con
facultades de ejercicio de los derechos de socio, como puede ser un albacea que tenga dichas
facultades de administración o, incluso, el albacea universal.
III) Transmisión forzosa: Se regula con detalle en el artículo 109 T.R. 2010 y se aplica no sólo
al embargo, sino también a la prenda. La doctrina destaca que es un precepto imperativo que
establece un derecho de adquisición preferente en favor de los socios y, en su defecto, de la
sociedad (si los Estatutos lo prevén), en virtud del cual pueden subrogarse en el lugar del
rematante.
http://www.iurisprudente.com/2017/01/las-participaciones-sociales.html
Nos plantearemos ahora si el régimen previsto visto para el legado de cosa cierta y determinada
(imposibilidad de que el legatario tome posesión por sí mismo de lo legado y necesidad de entrega
por el heredero o albacea facultado, del que me ocupo en la siguiente entrada del blog: "La
adquisición y entrega de legado ...") es aplicable al legado de acciones o participaciones sociales
en una sociedad de capital, o si la regulación propia de la legislación societaria, que como especial
deberá entenderse preferente, introduce alguna excepción a la regla general.
En principio, si atendemos al Código Civil, podríamos concluir que los artículos 440, 882 y 885
son de aplicación a este legado. En consecuencia, el legatario adquirirá la propiedad de la acción
o partición desde la muerte del causante (o desde la delación), sin necesidad de previa aceptación,
pero no podrá tomar posesión por sí mismo de la cosa legada, debiendo pedir su entrega o posesión
al heredero o albacea, pasando la posesión civilísima de las acciones o participaciones, desde la
muerte del causante, a sus herederos.
El régimen de la necesaria entrega de la posesión a los legatarios es general para toda clase de
legados y no solo para los que implican posesión real de un bien. Así lo demuestra el artículo 870
del Código Civil, que en el legado de un crédito personal del causante contra tercero, dispone que
el heredero cumplirá con ceder al legatario "todas las acciones que pudieran competirle contra el
deudor", lo que implica que, incluso en el caso del créditos personales, no susceptibles en sentido
propio de posesión, el heredero tiene el "control" de la ejecución del crédito, y debe ceder esas
acciones de reclamación al legatario, y, lógicamente, debe entenderse que hasta que dicha cesión
se produzca el legatario no podrá reclamar el crédito del tercero.
Pero lo cierto es que el propio artículo 110 TRLSC, en su número 2, prevé que los estatutos
establezcan a favor de los socios sobrevivientes o de la propia sociedad un derecho de adquisición
preferente de las participaciones sociales, a ejercitar en el plazo máximo de tres meses desde la
muerte del causante, y no parece que el resultado del ejercicio de este derecho de adquisición
preferente se condicione a requisito alguno.
Además, si entendemos que son los herederos los titulares de la posesión civilísima de las
participaciones sociales, habrá que encuadrar esta posesión en el régimen de la legislación
societaria, y en esta se prevé que sea el titular de la acción el que ejercite derechos sociales como
el de voto, aunque sean poseídas por un tercero a título de usufructuario, salvo disposición en
contra de los estatutos, y si un poseedor a título de usufructuario no es titular del derecho de voto,
no existe razón para pensar que el que tiene una simple posesión civilísima pueda ejercitarlo.
Otra norma a tener en cuenta es el artículo 188.5 del RRM ("Cuando así se establezca en los
estatutos sociales, de acuerdo con la legislación civil aplicable, corresponderá al socio titular o,
en su caso, a sus causahabientes, el ejercicio de los derechos sociales. De la misma forma, los
estatutos podrán establecer, de conformidad con la legislación civil aplicable, la designación de
un representante para el ejercicio de los derechos sociales constante la comunidad hereditaria si
así fue establecido en el título sucesorio"), introducido por el Real Decreto 171/2007, de 9 de
febrero, sobre protocolo familiar, en cuanto pretende abordar ciertos problemas derivados de la
transmisión mortis causa de las participaciones sociales (o de su pertenencia a una comunidad
conyugal) y el ejercicio de los derechos sociales, permitiendo a los estatutos contener previsiones
al respecto, siempre que no contradigan la legislación civil. No obstante, al margen de que una
previsión estatutaria abordase esta materia del legado de participaciones sociales y el ejercicio de
los derechos del socio, no resuelve dicha norma directamente la cuestión planteada a falta de tal
disposición.
En este sentido se pronuncia expresamente el derecho catalán. El artículo 427-33 del Libro IV del
Código Civil de Cataluña dispone: "Legado de acciones y participaciones sociales.
Pero todo ello sobre la base de que se trate de un verdadero legado de cosa cierta y determinada,
lo que precisará la determinación concreta de las participaciones o acciones legadas. Isidoro Lora-
Tamayo Rodríguez ("Casos prácticos de derecho de sucesiones -adaptados al programa de
notarías-". Memento experto. Francis Lefebre. 2015), plantea el caso del legado genérico de un
número de las acciones de las que era titular el causante en la sociedad, sin ser todas ellas y sin
concretar estas, considerando que, al ser el legado genérico y hasta que se produzca la
especificación, no puede considerarse socio al legatario, siendo correcta la intervención en la junta
de los herederos. Sin embargo, si el objeto del legado estuviera especificado o fueran la totalidad
de las acciones o participaciones del causante, para el referido autor, debe considerarse al legatario
como el legitimario para asistir a la junta general, aunque no haya precedido entrega por los
herederos o no haya existido una aceptación expresa del legatario.
http://www.iurisprudente.com/2017/01/las-participaciones-sociales.html