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1.

2 Tipo de sociedad a que aspira El Salvador, según el marco legal


Al cierre del año 1992 finalizo el conflicto armado más reciente y cruento vivido en El
Salvador contemporáneo. Este fenómeno heredaba sendas lecciones y desafíos que
debían ser enfrentados casi de inmediato, si se aspiraba a construir una sociedad
democrática, sustentable y sostenible. En este período se reconoció la importancia de
favorecer el desarrollo de la infraestructura y la producción material, dado que ambas
habían colapsado o se encontraban en franco deterioro. Sin embargo, la sociedad
salvadoreña también tenía otros déficits, especialmente, los vinculados a los derechos
ciudadanos y en especial, al derecho a la educación. Se trataba de deudas históricas,
agudizadas por la guerra y que ahora debían resolverse con el aporte de todos los sectores
sociales, económicos y políticos. El Salvador entró en una importante transformación que
tomaba como base la necesidad de reducir la brecha social, consolidar la paz, construir la
democracia y participar con posibilidades de éxito en el nuevo mundo globalizado. Se decía
entonces sobre la necesidad de:
“Atender con urgencia la pobreza extendida en el país. La mitad de la población salvadoreña
vive en condiciones de pobreza y el 10 por ciento vive en condiciones de pobreza extrema.
En las zonas rurales, el 56 por ciento de los hogares vive en condiciones de pobreza y el
14 por ciento en pobreza extrema. Entre la población que vive en condiciones de pobreza,
los índices educativos son más bajos y los niños de estos hogares tienen menos
probabilidad de asistir a las escuelas.”
Por lo tanto, la sociedad salvadoreña está en constante cambio y trasformación y por
consiguiente demandando una educación que se adapte a los nuevos contextos sociales,
culturales, científicos, tecnológicos y políticos, sean estos nacionales e internacionales. Al
referirse al tipo de sociedad adecuada que aspira la población salvadoreña hace referencia
precisamente a una sociedad democrática, es decir una forma de organización social que
le atribuya la titularidad del poder al conjunto de la sociedad.
En sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las
decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación
directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes.
Es decir, una sociedad libre, democrática justa y en paz, que se asiente en unos valores,
derechos y principios, no manipulables, no negociables y válidos para todos. Y aunque a lo
largo de la historia se han hecho esfuerzos, es fácil mirar hacia alrededor y observar que
lastimosamente ese ideal de sociedad democrática quizá está bastante lejos de llegar a ser
una realidad, y es que en este punto es válido hablar de la poca voluntad política de los
dirigentes por contribuir a que esto sea así, ya que aunque existan leyes, acuerdos, pactos
los cuales El Salvador ha firmado y ratificado, los frutos no se evidencias de manera
abundante como debería ser, lo cual definitivamente es preocupante.
Ya que cualquier desviación por parte de los ordenamientos jurídicos, de los sistemas
políticos o de los Estados en este terreno coloca a la sociedad en una mala posición. Es
necesario mencionar que la sociedad para crecer necesita una ética que se fundamenta en
la verdad del hombre y reclama el concepto mismo de persona como sujeto trascendente
de derechos fundamentales.
1.3 Factores de exclusión social y educativa en El Salvador, desde la condición y el
contexto de vida del estudiante.
La problemática de las carencias sociales o privaciones básicas puede abordarse a partir
de diferentes enfoques analíticos, los cuales inciden en la manera de entender y buscar
soluciones a dicha problemática. Generalmente la problemática de carencias ha sido
abordada desde la perspectiva o enfoque de la pobreza.
La perspectiva de la pobreza se caracteriza, en general, por establecer un umbral de gastos
mínimos necesarios que se considera debe ser alcanzado por las personas –y sus hogares-
para que puedan llevar un nivel de vida socialmente aceptable. Todas aquellas personas
que no logren alcanzar dicho umbral son consideradas entonces como pobres.
Debido a que las privaciones sociales básicas se han constituido como un problema de gran
alcance y profundidad, se requiere una perspectiva de análisis de carácter holístico que
permita no solamente identificar a las personas en situación de pobreza, sino que avance
hacia una visión integral del problema, tomando en cuenta los principales factores
causantes y condicionantes de este.
Lo anterior se logra mejor al abordar el problema de las carencias sociales mediante el
enfoque la exclusión social, ya que esta perspectiva permite estudiar el problema dentro de
un marco estructural que brinda mayor poder explicativo. Así, al hablar de exclusión social
se hace énfasis en entender el fenómeno de carencias sociales como un problema de
carencia de poder.
Mora y Pérez (2006) expresan que la “carencia de poder conlleva a plantearse la
problemática de las privaciones en otros términos, el de las desigualdades”. Existe pues
exclusión social porque existen desigualdades que se derivan de las relaciones de poder
existentes.
A su vez, la exclusión social permite tener en cuenta que las carencias sociales se
encuentran íntimamente relacionadas con los procesos de configuración y consolidación de
los modelos de acumulación (Mora y Pérez, 2006). Esto es así, ya que, en dichos modelos
hacen prevalecer las relaciones desiguales de poder, en cuanto estas les son funcionales.
Por lo que la exclusión social resulta ser una perspectiva de análisis alternativa a la de
pobreza, que permite abordar el problema de las carencias sociales desde un enfoque
histórico-estructural.
La exclusión social se constituye como un fenómeno histórico estructural, y en ese sentido
se encuentra íntimamente relacionado a los procesos de configuración y consolidación de
los modelos económicos (Mora y Pérez, 2006). Se dice lo anterior, ya que, dichos modelos
al generar las condiciones necesarias para su funcionamiento, utilizan a su favor las
relaciones desiguales de poder existentes (Mora y Pérez, 2006). En otras palabras, estas
desigualdades son funcionales a los modelos de acumulación que las hacen prevalecer. De
acuerdo con lo antes mencionado, es posible decir entonces que la dinámica de
funcionamiento del modelo económico actual ha incidido en la perpetuación de la exclusión
social, en cuanto se vuelve conveniente la existencia de las desigualdades que le dan origen
a esta problemática
Por Lo tanto una de las manifestaciones es la desigualdad que es expresada en la injusta
de ingresos y conocimientos que, a su vez conlleva a la escasa calidad de servicios, la poca
participación política por parte de la ciudadanía y así como la poca participación en el
crecimiento económico del país y, como consecuencia, conlleva a la exclusión social.
La exclusión social en El Salvador abarca la mayor parte de familias con su raíz en las
estructuras económicas concentradoras que provienen históricamente de privilegios y
prácticas desleales. Algunas familias que poseen algún poder económico (clase alta)
excluyen mayormente a las familias con escasos recursos y a la clase media privándoles
de uno de sus derechos más importantes: la educación.
En el ámbito educativo, de acuerdo con datos del Ministerio de educación (MINED) hasta
el año 2005 había un poco más de 1,801 alumnos matriculados desde parvularia hasta el
nivel medio acumulado los alumnos del sector público y privado.
En El Salvador, “existen alrededor de 691,689 personas de 10 años en adelante que no
saben ni leer ni escribir; con una tasa de analfabetismo del 14.1 % “Lemús (2016) citando
a DYGESTIC (2008), que en su mayoría son más mujeres que hombres.
La exclusión educativa en su mayor expresión genera las siguientes problemáticas:
discapacidad, trabajo infantil, violencia, delincuencia, explotación sexual comercial entre
otras.
Existen factores externos e internos de la exclusión educativa los cuales son: poca inversión
en alimentación, salud física y mental, y vivienda, que a su vez da auge a la pobreza
extrema y relativa; la migración interna externa, violencia entre otros.
La exclusión en la escuela se da por: falta de praxis en la atención a la diversidad (incluye
metodología y evaluación), criterios de admisión en la escuela, insuficiencia de recursos
por partes del estado. Por otra parte, la familia también forma parte del círculo de exclusión
mediante la negación de la educación a sus hijos o hijas, (ya sea por sexo o pobreza
económica) maltrato infantil y explotación laboral y sexual.
Algunas de las consecuencias de la exclusión son: retraso en el desarrollo psicomotriz,
poca comunicación de emociones y sentimientos, limitaciones en la comunicación
interpersonal y el desarrollo del pensamiento de discriminación, el cual significa tratar
desfavorablemente a causa de prejuicios a una persona por pertenecer a una categoría
social distinta.
El Salvador no ha desarrollado un sistema favorable para fomentar la equidad y
convivencia, por esa misma razón se ve más afecta la educación en aquellas escuelas que
se ubican en zonas rurales y marginales, cuando hay deficiencia en materiales y recurso
de personal y económico. En el país aún persisten instituciones del área público y privado
que excluyen alumnos por género o condición económica.
Una de las partes más importantes para tratar de evitar esta exclusión es el Estado el cual
de los estudios realizados el porcentaje del PIB destinado a la educación es del 2,86% y
del cual de los gastos del gobierno destinados a la educación es de un 16.8%.
La apuesta del gobierno del país es de contar con una población sana y educada, además,
que tenga la capacidad y las oportunidades adecuadas para desarrollar plenamente sus
potencialidades, por medio del programa de seguridad ciudadana y convivencia social el
cual genere políticas de inclusión educativa para así poder reducir los índices de
analfabetismo, pobreza, desigualdad y sobre todo la exclusión educativa.

1.4 Exclusión social.


La exclusión social es un proceso que afecta a millones de personas en todo el mundo,
tanto en los países en vías de desarrollo como en las prosperas sociedades occidentales.
La sociedad de la información en la que estamos inmersos está demostrando una triple
diferencia social. Por un lado, la seguridad de los privilegiados con trabajo fijo y pleno
disfrute de sus derechos individuales y sociales.
Se trata de un fenómeno que no solo tiene que ver con la pobreza y en que cualquier
momento puede abatirse sobre las personas.

El concepto de exclusión implica un proceso de separación entre grupos distintos entre si y


supuestamente homogéneos dentro de si mismos. Pero esta separación no están simple,
la exclusión también incorpora una valoración diferencial entre estos grupos ya que uno es
considerado mejor que el otro y esto conlleva a comportamientos diferenciales con uno u
otro grupo lo que instaura diferencias en el acceso a oportunidades y beneficios.

Según Velaz de Medrano (2002) la exclusión es un proceso de apartamiento de los ámbitos


sociales propios de la comunidad en la que se vive, que conduce a una pérdida de
autonomía para conseguir los recursos necesarios para vivir, integrarse y participar en la
sociedad de la forma parte.
En ocasiones tiene mucho que ver con la percepción y el sentimiento que muchas personas
experimentan de no ser valoradas ni tenidas en cuenta en la sociedad por lo que son. Hoy
sabemos que, en muchos casos, esa exclusión social se anticipa o se prepara en procesos
de exclusión educativa, que como aquella, tiene múltiples caras:
 Falta de acceso a los sistemas  Fracaso escolar
educativos  Maltrato entre iguales por abuso
 Escolarización segregada en de poder
dispositivos especiales  Desafecto.
 Educación de segunda, para los  Etc.
más desfavorecidos

1.5 Exclusión educativa.

La exclusión educativa, sea cual sea su origen –condiciones socioeconómicas,


características raciales, capacidades de aprendizaje, etc.- ha coexistido a la par con la
historia de la educación en nuestro país. Aun cuando hay cierta equidad en el sentido
estricto del derecho –todos pueden participar, cualquiera puede tener acceso a la
enseñanza básica-, en términos reales no existe tal justicia natural ya que las circunstancias
o condiciones de los grupos sociales son diferentes, varían de un colectivo a otro.

Diversos estudios han demostrado (Cordero, 1998; Sánchez, 1983; SEP, 2000) que dos
tipos de espacios como el urbano y el rural, por ejemplo, tienen modos distintos de organizar
sus actividades socioeconómicas, su vida y por ende, su sistema educativo, lo que
repercute ya sea positiva o negativamente, según el caso, en la formación integral de los
alumnos. En términos de los estudiantes procedentes del campo, frecuentemente enfrentan
problemas varios de deserción, rezago y pérdida de identidad, entre otros, al momento de
ingresar al sistema de educación superior, y eso si logran hacerlo.

En la educación superior, la inequidad es tan evidente que mientras en la población urbana


de mediano ingreso, el 80% de los jóvenes tiene acceso a la educación superior, en la
población rural sólo el 3% puede aspirar a ella, pero sólo el 1% ingresa a instituciones de
educación superior y menos del 0.2% egresan y se titulan (ANUIES, 2002).

Así, esta exclusión educativa, se convierte en exclusión social, toda vez que los individuos
son privados del acceso al sistema, y por ende, de la posibilidad de disfrutar de ciertos
bienes y recursos esenciales para vivir con dignidad o para aspirar a mejores condiciones
de vida. Y viceversa: aquellos jóvenes que son excluidos de las posibilidades de
participación social, suelen serlo también de la educación, ya que quienes carecen de una
preparación profesional útil para la vida en común, difícilmente logran su inserción al
mercado laboral; satisfacen pobremente las necesidades sociales y/o con mucho trabajo
pueden alcanzar sus aspiraciones personales.

Y esta imposibilidad y/o dificultad que enfrentan algunas personas de integrarse a la


sociedad y de participar en la vida comunitaria, constituyen verdaderos obstáculos para
lograr el desarrollo humano. Sen establece que “… una persona excluida sería, entonces,
la que no es libre para acometer aquellas actividades importantes que cualquier persona
desearía elegir” (en Escudero, 2006), y se considera que la vía más rápida y efectiva para
obtener dichos logros esenciales en la vida –y para la vida- es la educación.

De aquí que en años recientes el tema de la exclusión educativa haya adquirido especial
relevancia, toda vez que se ha identificado que no se circunscribe a casos individuales o
aislados, sino que son resultado de esta interacción que se postula entre el contexto social
y el individuo que pretende ingresar a un centro educativo, en cualquier nivel de estudios.
En palabras de R. Castell (2004): La exclusión responde a un determinado orden racional
que no es arbitrario ni accidental. Está inscrita y obedece a sistemas de valores y códigos
que constituyen un determinado tipo de sociedad que utiliza, entre otras cosas, para
protegerse de quienes, por las razones que fueren, no se adaptan a ella.

De hecho puede afirmarse que los individuos no nacen siendo excluidos; sin embargo, sí
puede ocurrir que desde el momento en que nacen, su seno familiar presente condiciones
de marginación y, por lo tanto, el nuevo ser sea propenso a ella. Pero la exclusión social se
va agudizando o tomando nuevos matices a medida que el sujeto se va insertando en su
entorno social y económico el cual, por su inherente condición dinámica y cambiante, se
vuelve cada vez más difícil e impredecible.
Y este “orden natural” se transfiere en consecuencia a los espacios educativos, donde la
enseñanza homologada como lo es la mexicana, aquélla que no distingue diferencias, y
que ignora orígenes, desigualdades e inequidades, es la más común. De hecho, el sistema
escolar a nivel nacional está plagado de obstáculos para aquel estudiante que no posee los
derechos de un ciudadano común y corriente, o que es distinto de alguna manera, a
aquéllos miembros de la comunidad en la cual se desenvuelve.

Un ejemplo de dichos obstáculos es el Examen General de Ingreso a la Licenciatura


(EXANI), el cual no está diseñado para distinguir estas cualidades especiales de los
alumnos, toda vez que este examen nacional determina el ingreso de los estudiantes al
nivel superior, sin importar origen, condiciones, etc., y sin ofrecer posibilidades de una
enseñanza preparatoria y/o de “poner a la altura” a los aspirantes para lograr el mismo nivel
de condiciones.

Otra de las dificultades que suelen enfrentar los estudiantes procedentes de otros contextos
o de otras culturas al momento de querer ingresar al sistema educativo, es que la propia
comunidad académica –léase investigadores, docentes, alumnos-, por razones de
ignorancia o indiferencia (inclusive ambas), es incapaz de reconocer, aceptar y/o valorar
las diferencias culturales entre sus miembros, propiciando la aparición y manifestación de
actitudes de discriminación o bien, problemas de identidad.

Entonces, lo que se requiere instaurar en todo el sistema educativo nacional, es una política
de inclusión que trate de superar las barreras y conflictos sociales desde un punto de vista
sistémico, es decir, abordando simultáneamente los diversos aspectos relacionados con los
problemas de exclusión ya que se trata de un conjunto de factores heterogéneos que, al
mismo tiempo, se relacionan entre sí. Se deben diseñar directrices de Compensación y a
un mismo tiempo de Afirmación para lograr la inclusión.

Se considera que, si no se aborda el problema de la exclusión social y, por ende, de la


inclusión educativa a través de todos los elementos en conjunto que intervienen en ellas,
se corre el riesgo de continuar ejecutando acciones que lejos de integrar, contribuyan a
perpetuar el patrón de exclusión tradicional. A continuación se presentan algunas medidas
tomadas por los distintos gobiernos del mundo, dirigidas a la integración de las múltiples
identidades y culturas que convergen no sólo en los espacios sociales sino, y sobre todo,
en aquellos lugares que constituyen los medios de expresión, diálogo, conocimiento y
aceptación del individuo por excelencia: las instituciones educativas.

Esto, con la intención de favorecer la reflexión en torno a las estrategias que podrían
adaptarse o servir de base para el diseño de políticas nacionales (que a nivel internacional
se han denominado políticas de Compensación y de Acción Afirmativa) que garanticen la
igualdad de oportunidades en el acceso educativo, la nivelación de las condiciones
socioculturales y económicas de los individuos, su rescate identitario y el reconocimiento
de sus respectivas culturas, entre otros aspectos, los cuales constituyen hoy en día los
principales obstáculos para el logro de una educación intercultural e inclusiva que
demandan las sociedades contemporáneas.

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