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1)_ El país vivía una oligarquía política dominada por el

fraude electoral ; el control sobre los cargos del gobierno y el


poder gubernamental y del PAN concentrado en la autoridad del
presidente. A su vez mantenía la restricción de los derechos
políticos a los sectores más amplios de la población.
En l9l0 se sucedieron presidentes que no tenían autoridad
real ya que dependían del Partido Autonomista Nacional.
La revolución de 1890 solo había logrado desplazar a un
sector de la oligarquía y remplazarla por otro. Frente a esta
situación , la Unión Cívica se fragmento en dos líneas opuestas:
la Unión Cívica Nacional liderada por Bartolomé Mitre y la Unión
Cívica Radical conducida por Leandro N. Alem. La primera
estaba de acuerdo con el gobierno y sus dirigentes y partidarios
ocuparon cargos del Estado.
En cambio la Unión Cívica Radical se orientó a la
intransigencia, fundamentando en que el gobierno debía ser
devuelto al pueblo a fin de que este lo reconstituya conforme a
la voluntad nacional. Se debatió entre participar o no en las
elecciones; si bien obtuvieron algunas victorias, cuando Hipólito
Yrigoyen asumió como jefe de la UCR decidieron abstenerse.
La UCR adoptó como base de su organización institucional el
sistema de convenciones, permitiendo la incorporación de un
sector de la población que no podía participar de ella . Además
buscó comunicarse con la población y logró interesar a una
parte de los centros urbanos que no se interesaba por la política.
Como respuesta a la oposición, Roca impulsó la sanción
de una nueva ley electoral que permitió el funcionamiento de
una minoría opositora, sin poner en riesgo el mantenimiento del
sistema de gobierno oligárquico; se fijó los 18 años como límite
de edad para votar, creó el patrón cívico y estableció el control
de los sufragios pero no concedió el voto secreto.
Los radicales construyeron una organización partidaria más
abierta que la de sus adversarios ya que buscó nuevas formas
de comunicación con la población y así logró la adhesión de las
clases medias urbanas , los hijos de los inmigrantes, los
chacareros del litoral, sectores minoritarios de la elite
bonaerense y la burguesía comercial rosarina que aspiraban
democratizar la vida política mediante sufragio universal y
secreto.
Frente a las amenazas de la UCR en 1912, siendo
presidente Roque Sáenz Peña, se impulsaron dos leyes: la
confección de un nuevo padrón electoral incluyendo al resto del
país y establecer el voto secreto y obligatorio y el sufragio
universal.
En los años siguientes los radicales comenzaron a
participar de las elecciones y el radicalismo se convirtió en el
movimiento más poderoso del país.

2)_ En 1916 el voto se vuelve accesible a todos los ciudadanos


sin importar su condición económico; hecho al que
anteriormente no podían acceder, por ser exclusivo de la
oligarquía .El radicalismo es reconocido como partido político
moderno del país ya que se presenta en las primeras elecciones
democráticas argentinas y gana, siendo elegido Hipólito
Yrigoyen. Además, desde un principio contaba con estatutos y
objetivos bien definidos. Era la Unión Cívica porque su meta es
la honestidad y Radical porque rechaza inflexiblemente las
negociaciones con la oligarquía que detentaba el poder.
Desde ese entonces la UCR gobernó al país en 5
oportunidades
Yrigoyen (1916-22) Alvear (22-28) Yrigoyen (28-30) Arturo U.
Illia (63-66) y Alfonsín (83-89).

3)_ Primera presidencia radical


La primera presidencia radical, que ocupó al doctor Hipólito
Yrigoyen desde el 12 de octubre de 1916 hasta acabar el
período en 1922, fue también la primera legítima desde el punto
de vista electoral. Una vez en el poder, el radicalismo encaró los
problemas del país con un enfoque diferente al que había
imperado durante el "régimen". Su política fue emancipadora.
Las cuestiones fundamentales que afrontó en 1916 el gobierno
de Yrigoyen fueron:
1º Una legislación social que atendiera a las relaciones del
trabajador con las relaciones del trabajador con el sistema
económico.
2º La transformación y consolidación del sistema económico
nacional.
3º La reforma educativa, que se derivó del movimiento
autónomo de la Reforma Universitaria.
En materia de legislación, el radicalismo se propuso
complementar la gran conquista civil del pueblo, que era el voto
libre, con el logro de condiciones económicas justas en la
retribución del trabajo. A poco de asumir el cargo dijo Yrigoyen:
"La política económica es la piedra angular en que reposa la
prosperidad bien entendida de los pueblos más adelantados. No
hay, pues, deber más imperativo a todo gobierno que el de
afrontar la construcción económica del Estado." La Unión Cívica
Radical no pretendió instalar en el poder a una clase social
determinada, traspasando a ella los privilegios de que habían
gozado hasta entonces los conservadores. Trató de hacer
justicia para que, según las palabras de Yrigoyen, "bajo la
bóveda del cielo argentino no haya un solo desamparado."
Durante la primera presidencia radical se encararon los
siguientes problemas básicos en materia de legislación obrera:
salario mínimo de empleados y obreros, y jornada máxima de
trabajo, bregando para que las ventas alcanzasen a los
trabajadores de todo el país y no solo a los de la Capital
Federal. Los salarios se duplicaron de 1916 a 1922, pasando de
$3, 50 a 7. - de promedio, manteniéndose a la vez estacionario
el valor adquisitivo de la moneda. Se implantó la jornada de 8
horas en lugar de 9 o más, se quintuplicaron las inversiones en
obras públicas del Estado, y el monto de las indemnizaciones de
trabajo alcanzó a más de cuatro veces su valor anterior.1 En
1919, el presidente presentó al Congreso Nacional proyectos
sobre contratos colectivos y arbitraje obrero. Sin embargo,
Yrigoyen calificó las ventajas obtenidas de "miserable aumento
en la remuneración de todos los trabajadores de la República", y
en 1921 presentó al Congreso su plan legislativo más
importante. El código del Trabajo, proyecto que tiene como
fundamento "las condiciones básicas de la justicia social", y para
el cual "se han tenido en cuenta, junto a los derechos
reconocidos al capital, las justas y legítimas aspiraciones de los
que, sin otro patrimonio que el trabajo diario, aportan sus
esfuerzos decididos y eficaces a la obra del progreso del país."

La estrategia política del gobierno


"En 1916 los efectos de la inflación sobre los consumidores
urbanos llevaron al gobierno radical a una posición bastante
difícil. Su propósito era poner fin a las tensiones políticas entre
la élite y los sectores urbanos y consolidar su posición en el
electorado, en un momento en que, a causa de la inflación, los
intereses de ambos grupos eran agudamente divergentes. El
gobierno no podía evitar que los terratenientes sacaran
provecho del auge generado por la guerra en lo tocante a los
productos primario. Por otro lado, si no intentaba al menos
mitigar los efectos de la inflación, corría el riesgo de perder los
vínculos que había establecido con los grupos urbanos, lo cual
dejaría la vía libre a competidores, como el PS, más
expresamente ligados a dichos grupos. Era menester, pues,
encontrar algún modo de apaciguar a los grupos urbanos sin
enajenarse a la vez las simpatías de la élite.
En lo atinente a los grupos urbanos, se descubrió que la única
forma factible de lograrlo era aumentar la cantidad de cargos
burocráticos y profesionales
La Reforma Universitaria de 1918 es el hecho que más asociado
ha quedado a los logros del gobierno radical en favor de la clase
media. Más tarde dicha Reforma, repercutiría enormemente en
los movimientos universitarios de toda Latinoamérica; sus
orígenes, empero, fueron los prosaicos conflictos que tuvieron
lugar a comienzos de siglo entre la élite criolla y los nuevos
grupos de clase media en torno al acceso a las universidades, y,
más allá de éstas, a las profesiones liberales urbanas. De
manera que la Reforma Universitaria estuvo íntimamente
vinculada al fenómeno general de la tensión social entre los
grupos de clase media, producto de la restricción al crecimiento
industrial en la economía primario-exportadora.
En 1918, primero en la Universidad de Córdoba y luego en otras
Casas de Altos Estudios, hubo una sucesión de huelgas
estudiantiles, algunas de las cuales alcanzaron violentas
proporciones. Su objetivo era que se modificaran los planes de
estudio y se pusiera fin a la influencia escolástica y clerical en la
educación superior. Los reformadores presentaron sus ideas en
términos de una filosofía de la educación y la sociedad
marcadamente distinta de la del pasado, popularizando por vez
primera la democracia educativa y la participación de los
estudiantes en el gobierno de las Universidades.Aunque el
gobierno radical se encontró en un estado de irremediable
confusión cuando intentó satisfacer los objetivos más
metafísicos de los estudiantes, lo cierto es que tomó medidas
positivas en respuesta a sus demandas más concretas. Tras
prolongadas negociaciones entre los funcionarios y los líderes
universitarios, se simplificaron los criterios de ingreso y los
planes de estudio sufrieron importantes modificaciones; pero el
paso más trascendente que dio el gobierno fue la creación de
nuevas universidades que ampliaron las posibilidades de los
grupos de clase media de recibir educación superior.

Así pues, en 1922 estos grupos habían llegado a ocupar una


posición política muy diferente de la que tenían en el período
oligárquico; ahora estaban plena y directamente envueltos en
las actividades del Estado y se habían transformado en uno de
sus principales beneficiarios. Si se exceptúan episodios
espectaculares como el de la Reforma Universitaria, este
cambio tuvo lugar en forma gradual, sin serios choques que
pusieran en peligro la estabilidad del nuevo sistema político. En
gran medida, lo que estaba ocurriendo era un efecto previsible
de la ampliación del sufragio en 1912. Al conceder esto, la élite
se había declarado dispuesta a aceptar una extensión del papel
político de la clase media como artilugio para conquistarlo. Los
problemas que planteó el nuevo sistema sólo salieron a relucir al
término del período de Yrigoyen, en la depresión de postguerra
iniciada en 1921. Hasta entonces los terratenientes
aprovecharon el auge de las exportaciones y sus concesiones
materiales a los grupos de clase media por lo general se
hicieron a expensas de otros sectores sociales".
La readopción de los mecanismos tradicionales de patronazgo
político y sus consecuencias de largo plazo sobre las pautas del
gasto público pasaron a ser, a la postre, el rasgo primordial de
las relaciones entre la clase media urbana y la élite
conservadora, así como la condición básica para que los
radicales pudieran conservar el apoyo de la clase media. Por
supuesto, el uso de tales expedientes no significó que todos los
votantes nativos de clase media obtuvieran un cargo público; los
cargos eran utilizados fundamentalmente para establecer o
mantener el nexo entre el gobierno y los comités del partido y, a
su vez, éstos últimos operaban como principal dispositivo para la
movilización del electorado, recurriendo a menudo a técnicos
más convencionales.
Sin embargo, este sistema de patronazgo no surgió de la noche
a la mañana. El principal problema inmediato en 1916 era que
cualquier aumento del gasto público para expandir la burocracia
hubiera exigido un aumento de los impuestos, y como el sistema
impositivo no había siso modificado en lo más mínimo, dicho
aumento repercutiría en los propios sectores urbanos. El grueso
de las recaudaciones del Estado provenían de los aranceles
aduaneros, de los artículos importados, y por lo tanto se
cargaban al consumidor. La única forma concebible de modificar
esta situación habría sido un impuesto a la tierra; pero fijar dicho
impuesto no era fácil para el radicalismo: habría constituido un
ataque directo a la élite terrateniente, y, aparte de otras
consideraciones habría puesto en peligro su propia naturaleza
de coalición. Ahora bien: tampoco resultaba muy fácil
incrementar los aranceles aduaneros siendo ya tan altos los
precios de los bienes importados. Antes de 1919, cuando las
importaciones y las recomendaciones fiscales comenzaron a
mejorar, el gobierno se mostró poco dispuesto a incrementar el
gasto público en un monto significativo y hasta cierto punto
podía justificarlo invocando alguno de los principios que había
defendido cuando estaba en la oposición. Con anterioridad a
1916 los radicales habían afirmado -aunque pocos les creyeron,
y menos aún las clases medias urbanas- que una vez en el
poder acabarían con el sistema de favoritismos oficiales, como
parte del programa de "reorganización moral" que habían
emprendido. En consecuencia, el sistema de patronazgo tardó
en desarrollarse. La mayoría de las personas nombradas por
administraciones anteriores, al menos en el plano nacional,
fueron dejadas en sus puestos.
En lugar de eso, en sus dos primeros años de gobierno los
radicales trataron de promover en el congreso una serie de
reformas moderadas tendientes sobre todo a favorecer a los
arrendatarios rurales. Se propuso la creación de un banco
agrario para contribuir a los planes de colonización y se intentó
fijar un impuesto temporario a las exportaciones agropecuarias
con el fin de llevar alivio a los granjeros que atravesaban
momentos de penuria así como desarrollar un plan de obras
públicas que permitiera hacer frente al problema de la
desocupación urbana. Otro proyecto legislativo tendría a la
compra de barcos mercantes que pudieran reducir los costos de
flete en las travesías trasatlánticas.
Estas medidas deben interpretarse como una tentativa de
consolidar el control sobre los sectores rurales de la región
pampeana y adquirirlo en las provincias de Buenos Aires,
Córdoba y Entre Ríos. Esto fue también, a todas luces, el motivo
por el cual la oposición conservadora se negó a considerar
dichas medidas"

4)_ Hipólito Yrigoyen ha sido, sin duda, "sacralizado" por la


posteridad política. Se lo señala como un hombre austero, de
pocas o ninguna palabra, silencioso, metido en su "cueva" -por
algo era apodado el Peludo-, de escasos bienes y de romántica
conducta cívica. Sin negar tales virtudes, dos hechos
constituyen manchas reprobables en su gestión: el "unicato", o
sea el carácter de un gobierno que exigía pleitesía provincial de
los gobernadores y, con mucha frecuencia, intervino las
provincias de gobiernos no adictos, y la llamada "Semana
Trágica" (en enero de 1919), circunstancia en la que una huelga
de los obreros metalúrgicos de Vasena dio lugar a una dura
represión policial, de los que el pueblo llamaba "los cosacos".
La huelga de Vasena
El 2 de diciembre de 1918 unos 2.500 obreros de la importante
empresa metalúrgica se declaraban en huelga. Exigían
aumentos de salario -entre un 20 y un 40%, jornadas de ocho
horas, primas para el trabajo en domingos y horas extras,
abolición del trabajo a destajo y reincorporación de los
compañeros despedidos a causa de sus actividades gremiales.
Los directivos no recibieron a la comisión de huelga e hicieron
caso omiso de los escritos que les enviaron, procedieron en
cambio a contratar algunos crumiros con los que lograron
mantener cierta actividad en los talleres. Para evitar que los
interceptaran los huelguistas, los proveyeron de armas, y
reclutaron a demás numerosos matones para "proteger los
bienes de la empresa". Entre estos elementos y los huelguistas
se suscitaban incidentes cada vez más frecuentes y violentos,
sobre todo en el trayecto recorrido por los carros que
transportaban materiales desde los depósitos ubicados en Santo
Domingo y Pepirí hasta los talleres de Cochabamba y Rioja.
Presionado por los influyentes empresarios, el gobierno
proporcionó fuerzas policiales para custodiar esos convoyes y
en uno de los habituales tiroteos murió un cabo de policía. "La
restricciones y prohibiciones a la policía para proceder con
energía aun en el caso de ser injuriada o atacada a pedradas, y
la conducta insolentemente provocativa de los especulativos
turiferarios del obrerismo -opina un funcionario policial de
aquella época- fueron engendrando un fuerte encono y una
cólera sorda en los hombres de la repartición, que se desbordó
en la semana trágica, implacable, inexorable, vengativa. Estos
sentimientos no faltaron, probablemente, en los sucesos del 7
de enero.
Esa tarde, 6 chatas que salían de los depósitos eran seguidas
por gran número de huelguistas, que acompañados de sus
mujeres y de sus hijos reclamaban a los carreros que
abandonaron su papel de rompehuelgas. La caravana pasó
frente a la escuela situada en la esquina de Alcorta y Pepirí,
donde desde algunos días antes habían quedado acantonados
veinte bomberos armados y diez "cosacos" de la guardia de
seguridad. Se inició entonces un violento tiroteo, de origen
incierto -ya que huelguistas y uniformados se achacaron
mutuamente la agresión-, que duró más de una hora. La llegada
de tropas de refuerzo que establecieron una línea de tiradores
de seis cuadras y patrullaron intensamente toda la zona puso fin
al incidente. Un obrero apareció muerto a sablazos en medio de
la calle y otros cuatro fueron víctimas de los disparos -algunos
en el interior de su propia casa-; entre veinte y cuarenta heridos
escaparon con vida y no hubo detenciones. Las fuerzas
armadas no registraron más que un herido leve. "Esto quiere
decir, sencillamente, -concluía La Vanguardia el 9/1/1919-, que
no ha habido tal combate entre los huelguistas y las fuerzas
policiales sino una cobarde y criminal asechanza tendiente a
sofocar la huelga por el terror".

Estos hechos provocaron en los medios obreros una enorme


indignación, que la prensa anarquista se encargó de acicatear:
"sin falta, trabajadores, vengad este crimen. Dinamita hace falta
ahora más que nunca. Estos no puede quedar en silencio. íNo!
Y mil veces íNo! El pueblo no se ha de dejar matar como mansa
bestia. Incendiad, destruid sin miramientos obreros; íVengaos,
hermanos!". (La Protesta 8/1/1919). "El crimen de las fuerzas
policiales embriagadas por el gobierno y por Vasena clama el
estallido revolucionario. Espantemos las gallinas, camaradas, y
manos a la obra . . .".(Idem, 9/1/1919). Estamos ya en el clima
de la semana trágica.
subtitulo1 ------ La jornada del 9 de enero Todas las
organizaciones obreras manifestaron su protesta. La Sociedad
de Resistencia Metalúrgicos Unidos fue más lejos, proclamando
la huelga general, y los mismo hicieron al otro día la FORA (5º
C.) y muchas federaciones de oficio. Los piquetes que
recorrieron las calles en la mañana del 9 terminaron por
imponerla a toda la ciudad. "Los comercios y las fábricas
cerraron sus puertas, el tráfico fue suspendido totalmente, y en
medio de la curiosidad y la sorpresa del vecindario recorrieron
las calles, enarbolando banderas rojas y negras, las comisiones
de huelguistas"(La Prensa, 10/1/1919).
Las delegaciones gremiales y una enorme multitud en la que
abundaban las mujeres y los niños, se iba reuniendo alrededor
de los locales donde eran veladas las víctimas: el de los
metalúrgicos, en Avda. Alcorta, y el centro socialista de la calle
Loria. Hacia la una de la tarde, el enorme cortejo -estimado por
fuentes obreras en 200.000 personas- se puso lentamente en
movimiento tras los ataúdes, conducidos a pulso y cubiertos por
banderas rojas. Una vanguardia de 150 hombres armados
precedía la columna.
Al acercarse a los talleres de Vasena los disparos que desde allí
se realizaban provocaron corridas y escenas de pánico entre los
manifestantes, exacerbando la excitación general. Mientras
algunos grupos se desprendían, sembrando la violencia por las
calles adyacentes, otros se sumaban a los que desde la mañana
sitiaban los talleres y se tiroteaban con sus ocupantes. El resto
siguió la marcha, uniéndose con los que esperaban el paso de la
columna de la calle Loria. La creciente agitación de los
manifestantes se iba transmitiendo a los barrios que
atravesaban en su largo trayecto hacia la Chacarita. Numerosos
incidentes, tiros, alarmas y corridas, mantenían la tensión y
fragmentaban la marcha. Los grupos más exaltados se armaban
saqueando las armerías, otros prendían fuego a los tranvías
abandonados en las calles.
Al pasar por Corrientes y Yatay estalló un nuevo tiroteo: algunos
señalaron que los disparos provenían del colegio anexo a la
iglesia ubicada en esa cuadra. Entonces "la muchedumbre,
dando muestras en sus exteriorizaciones de gritos y ademanes
de gran irritación, prendía fuego a un colegio y parte de la
capilla. Otros que habían conseguido penetrar en el interior,
arrojaban al aire hechas pedazos las imágenes y cuantos
objetos de uso religioso o privado encontraban a su paso Los
sacerdotes que ocupaban el establecimiento se defendían
entretanto del asalto y, parapeteando adonde aún no habían
llegado los asaltantes, hacían fuego contra estos y contra los
que pretendían continuar perpetrando en el local"(La Prensa
10/01/1919).
La llegada de una dotación de bomberos, que desde las
ventanas del edificio hicieron cerradas descargas sobre la
multitud, terminó por dispersarla produciendo numerosas
víctimas.
El resto de la columna -que ocupaba aún tres cuadras-
continuaba su accidentado recorrido desbordante de furia,
incendiando coches y tranvías, un camión de bomberos y los
vagones de un tren que intentó cortar su paso. Al llegar al
cementerio se encontró con un destacamento del ejército y gran
cantidad de policías-que por órdenes expresas se habían
mantenido hasta entonces alejados de la manifestación-.
Cuando se pronunciaban los primeros discursos comenzaron
nuevamente los disparos, que dejaron un tendal de muertos y
pusieron en fuga a los últimos manifestantes.
Mientras la marcha del cortejo se convertía en el eje móvil de la
agitación, otro foco de graves disturbios se localizaba alrededor
de los talleres Vasena. Desde la mañana habían sido rodeados
por nutridos grupos de obreros, y sus pedradas-contestadas por
armas de fuego- iniciaron un combate que duró todo el día, los
sitiadores trataron de voltear los portones de la fábrica, y al no
lograrlo comenzaron a prenderles fuego. En el interior del
edificio se encontraba el director-gerente Alfredo Vasena con
otros miembros del directorio y una delegación de la Asociación
Nacional del Trabajo -(ajena) añadía la prensa obrera-
encabezada por el presidente de la Bolsa de Comercio. Los
empresarios encerrados pidieron protección al ministro del
Interior y al de Guerra, y uno de ellos, súbdito británico, solicitó
la intervención del embajador de su país. Hacia las tres de la
tarde llegó finalmente el recién designado jefe de policía, Elpidio
González, figura prominente del radicalismo. Este intentó
arengar a los huelguistas, que reaccionaron violentamente,
incendiando incluso el coche en que viajaba. La llegada de más
de 100 bomberos armados, reforzados por policías y "cosacos"
y de un piquete de soldados de infantería con una
ametralladora, desencadenó finalmente una batalla campal que
se prolongó hasta la noche, dejando -según fuentes policiales-
un saldo de 24 muertos y 60 heridos. Como episodios
semejantes se multiplicaban por todas partes, ante la
imposibilidad de controlar la situación y temiendo que los hechos
respondieran a un complot revolucionario, el gobierno dispuso el
acuartelamiento de todas las fuerzas represivas, dejando
prácticamente las calles en poder de los obreros. Un diario de
esa tarde llegaba "al triste convencimiento de que no tenemos
gobierno" y de que "el poder, pues, está en la huelga, no en el
gobierno" (El Diario 9/1/1919).

La represión
En la mañana del 10 la ciudad seguía paralizada y los
huelguistas parecían dominar la situación: los escasos vehículos
que circulaban exhibían "permisos" otorgados por la FORA (9º
C.); los canillitas sólo vendían La Vanguardia y La Protesta;
grupos de obreros recorrían las panaderías fijando los precios
máximos y confiscando la mercadería donde encontraban
resistencia. En los barrios obreros -señala un cronista- se
improvisaban mítines "para dar rienda suelta a la verba
revolucionaria". "Parecía -comenta otro- que todo el mundo
aguardaba la producción de algo que debía suceder".
Pero mientras tanto se iba concentrando un formidable aparato
represivo: a las fuerzas policiales, del escuadrón de seguridad y
los bomberos armados, se habían sumado ya las tropas de la 1ª.
y 11ª. División del Ejército, y en Dársena Norte atracaban los
acorazados Belgrano y Garibaldi desembarcando sus efectivos.
Dellepiane contó pronto con más de diez mil hombres
perfectamente equipados.
Cuando aparecieron las primeras patrullas por las calles
céntricas fueron recibidas con vítores y aplausos. No ocurría lo
mismos en los barrios obreros: "se nos hacía fuego desde varios
lugares a la vez -recuerda un inspector de policía destacado en
La Boca-: desde lo alto de las azoteas, por las ventanas abiertas
de las casas de madera, y aún desde los zaguanes . Pensé que
la revolución, que adjudicáramos a un sector circunstancial de la
población, tomaba las graves proporciones de una insurrección
armada de todo el pueblo".
Por todas partes se levantaban barricadas con adoquines
arrancados de la calle y otros elementos. Sus ocupantes las
defendían tenazmente, y cuando después de violentos
combates eran desalojados por las tropas, se refugiaban en
otras para reanudar la lucha desde allí.
Muchas calles se convirtieron en verdaderos campos de batalla
pero las tropas se imponían y comenzaban a practicar
numerosas detenciones; para liberar a sus compañeros, muchos
grupos se lanzaron al asalto de las comisarías. No todos esos
ataques, sin embargo, fueron reales: el pánico policial -agravado
por la constante tensión, la falta de sueño y los alarmantes
rumores- protagonizó numerosos incidentes. Ante la más
mínima sospecha las comisarías comenzaban a vomitar fuego
por sus cuatro costados, aterrorizando a los vecinos y
contribuyendo a la confusión general. El caso más grave ocurrió
en el propio Departamento Central de Policía, convertido en
cuartel general de las fuerzas represivas. En medio de un caos
total, sus ocupantes se balearon entre sí y acribillaron a las
viviendas circundantes durante más de media hora, hasta que
llegó Dellepiane y logró poner fin al pandemonium. Algo
parecido ocurrió en el Correo Central, y ambos "asaltos" fueron
publicitados como pruebas de la peligrosidad del movimiento y
de su intención de tomar el poder. Hacia la tarde las fuerzas
represivas controlaban ya la situación. Por las calles del centro
aparecían las primeras manifestaciones "patrióticas", mientras
que las guardias blancas comenzaban la "caza del ruso" en los
barrios proletarios.

Entre tanto, el C.F. de la FORA (9º C.) realizaba consultas con


delegados de algunos gremios y resolvía reducir al mínimo las
condiciones para el levantamiento de la huelga: aceptación de la
demanda de los obreros de Vasena, liberación de los presos
sociales y prescindencia del gobierno en el conflicto que
sostenían los marítimos.
Una comisión transmitió esas condiciones al Jefe de Policía. Al
día siguiente -sábado 11- Yrigoyen se entrevistó con A. Vasena y
poco después Elpidio González anunciaba la aceptación de la
demanda de la FORA. La asamblea de delegados reunida por el
C.F. resolvió entonces levantar la huelga general, haciendo un
llamado para que "la misma unión mantenida durante el
grandioso movimiento sea mantenida al volver al trabajo".
Pero esa exhortación sólo sería escuchada parcialmente.
Muchos consideraban que era por lo menos oportuno el
levantamiento de la huelga a cambio de tan ínfimas concesiones
en momentos en que estaba en su apogeo y mientras se
practicaba una sangrienta represión. Otros acusaban a los
dirigentes sindicales de traición, negándoles el derecho a
liquidar un movimiento que no habían iniciado.
La FORA (5ºC) resolvió continuar la huelga por tiempo
indeterminado: "A las iras populares" -dice su declaración- no es
posible ponerles plazo: hacerlo es traicionar al pueblo que lucha.
Se hace un llamado a la acción: " Revindicáos proletarios! Viva
la huelga general revolucionaria!" También seguían en huelga
-aunque por motivos particulares- los marítimos y los
ferroviarios, a los que se sumaron los tranviarios, que obtuvieron
la solidaridad de carreros y choferes. La circulación continuaba
entonces paralizada, dificultando la reanudación de otras
actividades. Se agravaban los problemas de abasto, ya que no
llegaba leche, verduras ni hortalizas; tampoco había matanza y
frente a las panaderías se formaban largas colas. En las
desoladas calles las basuras seguían sin recoger. Los tiroteos
mientras tanto no cesaban, y los allanamientos de locales y
domicilios provocaban frecuentes enfrentamientos entre obreros
y policías. Las razzias "patrióticas" que mantenían el terror
blanco en los barrios obreros contribuían a la perduración del
ambiente de violencia.
Había, además, oscuras maniobras dentro del gobierno:
mientras Dellepiane aseguraba a una delegación de la FORA
(5ºC) que cesaría la represión, fuerzas policiales allanaban los
locales anarquistas y detenían a sus ocupantes. Denunciando
esas intrigas, el general anunció su intención de renunciar.
A todo esto el gobierno no cumplía con su promesa de liberar a
los presos y una delegción de la FORA (9ºC) se entrevistó con
Yrigoyen para reclamarlo. En los días siguientes los detenidos
fueron recuperando su libertad y se permitió la reapertura de los
locales sindicales. Así, lenta y parcialmente, la situación se fue
normalizando en la ciudad.
Pero mientras tanto la agitación se había extendido al interior:
en muchas localidades las reacciones de protesta tomaban la
forma de huelga general; en otras eran la solidaridad con
marítimos o ferroviarios la que paralizaba la actividad. Santa Fe
y Córdoba fueron las provincias más afectadas por estos
movimientos, y sus gobernadores solicitaron el envío de tropas
para dominarlos. La situación llegó a ser también bastante grave
en Buenos Aires y Mendoza y tuvo repercusiones en Entre Ríos,
Santiago, Tucumán y Salta. Ante esta multiplicación de los
conflictos, el gobierno debió convocar a las reservas y Diputados
aprobó el estado de sitio. Las medidas resultaron sin embargo
innecesarias: el 15 los ferroviarios levantaron su huelga y desde
entonces también el interior se fue apaciguando poco a poco.
Así se extinguió finalmente el movimiento, dejando-según
fuentes obreras-un saldo de 700 muertos y 4000 heridos.

5)_ La expansión urbana


Entre 1900 y 1914, Buenos Aires se extendió de tal manera que
debe haber batido uno de los records de expansión de este
siglo. La ciudad de Buenos Aires, que según Charles Darwin,
era en 1834 "la mejor trazada del mundo", incrementó entre
1869 y 1914 en un 742 por ciento su cantidad de habitantes y
alrededor de un 733 por ciento sus unidades de vivienda. Claro
que expandirse es más fácil que hacerlo bien. Pero Buenos
Aires lo hizo o, mejor dicho, sus habitantes lo lograron de un
forma admirable. Una prueba de ello surge de la sencilla
observación de que si los inmigrantes comenzaron a llegar
masivamente durante la década de 1880 y lo siguieron haciendo
y cada vez más durante las tres décadas subsiguientes, hasta
pasar con creces el millón, no fue precisamente para venir a vivir
en condiciones comparativamente peores de las reinantes en
sus países europeos de origen. Así es que en esta ciudad, en
los años que van de 1904 a 1914 se construyen algo más de 31
m2 promedio por año por habitante que se agrega. Construcción
sólida, si las hay, ya que entre 1887 y 1914, el 94 por ciento de
los edificios es de ladrillo, en 1909 el 65 por ciento de las casas
tienen cloacas instaladas, el porcentaje de casas con agua
corriente es de 80 por ciento en 1904 y de 99 por ciento en
1914, la población que habita en conventillos pasa del 25 por
ciento del total a fines del siglo XIX a menos del 10 por ciento en
las cercanías de 1914. Los conventillos decrecen no sólo en
porcentaje sobre el total de edificios sino en números absolutos.
Mientras la población aumenta, acompañada de cerca por el
crecimiento de la edificación, los propietarios de inmuebles en la
ciudad crecen aún más.

Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928)


Asumió sus funciones de presidente el 12 de octubre de 1922.
El gobierno de Alvear se desarrollo en un clima tranquilo y de
relativo orden progreso, producto del término de la crisis
mundial de posguerra , que trajo la reapertura de mercados
europeos, y en la Argentina el aumento del comercio interior y
exterior en base a las exportaciones agrícolas y ganaderas.
Alvear continuó la política sostenida por el radicalismo tratando
de establecer una administración honrada y eficaz.
Entre las iniciativas más destacadas del período se cuentan :
Creación de la dirección general de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales e instalación de la destilería fiscal de La Plata.
Creación de cajas de jubilaciones (para empleados bancarios y
maestros primarios.
Se reglamento el trabajo de las mujeres y menores; se
estableció el pago de los salarios en moneda nacional y no en
vales.
Establecimiento de un nuevo régimen de entidades
cooperativas.
Creación de la primera fabrica de aviones en Córdoba.
Adquisición de los primeros submarinos.
Apoyo a las manifestaciones culturales. Adquisición del teatro
Cervantes y creación de la Casa del Teatro.
Represión a los trusts.
Desenvolvimiento económico
El nuevo presidente trató de orientar su gobierno en un clima de
armonía social. Él manifestó que su gobierno se orientaría
dentro del juego normal de los intereses a veces contrapuestos,
que luchan por el mejoramiento propio que a todos perjudican.

División del Radicalismo


Alvear siguió una línea de política que no tardó en producir la
división del partido radical. La mayoría siguió bajo la dirección
de Yrigoyen, y otros apoyaron al presidente bajo el nombre de
radicales "antipersonalistas" (contrarios a los sistemas
personales sujetos a las directivas de los comités). Cuando se
aproximó término del mandato se produjo una lucha entre las
dos fracciones del radicalismo y luego de una intensa campaña
proselitista antipersonalista y de formar un frente único con los
conservadores proclamaron la fórmula Leopoldo Melo- Vicente
Gallo, pero en las elecciones de abril de 1928 se impuso el
binomio Yrigoyen- F. Beiró , quien murió y fue reemplazado por
Martínez.

Segunda presidencia de Yrigoyen (1928-1930)


Cuando llegó al poder era ya un hombre anciano (77 años) con
la salud resentida y sus propios partidarios lo presumían
debilitado en su capacidad de acción. La opinión publica
observó que el gobierno no respondía a los grandes problemas
que atentaban a la República Argentina.
Yrigoyen estaba rodeado de un círculo de obsecuentes que
deseaban sacar provecho y riquezas de la función pública. En
1929 se inició en E.E.U.U. la gran crisis mundial que culminó
con una quiebra general de los valores de la bolsa; los efectos
de esto llegaron a nuestro país en la época en que Yrigoyen era
combatido por la oposición. El desequilibrio no tardó en
reagravarse, los gastos públicos aumentaron. la moneda se
desvalorizó. el desorden imperó en la administración pública y
lamiseria hizo estragos en las clases humildes; los trámites
administrativos no se resolvían y el Senado (con la mayoría
opositora) postergaba la solución de problema surgentes.
Gracias a esto Yrigoyen perdió su prestigio y el malestar
trascendió hasta las FuerzasArmadas.

La Revolución
El 6 de septiembre de 1930 estalló la revolución dirigida por el
Teniente General José Félix Uriburu con la colaboración de las
Fuerzas Armadas y un núcleo de civiles opositores.
El movimiento militar triunfó fácilmente y las tropas rebeldes
ocuparon la Casa de Gobierno, la Corte Suprema de Justicia de
la Nación en una acordada emitida el día 10 de septiembre,
reconoció a las nuevas autoridades como un gobierno de Facto
y dió validez a sus actos .

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