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UNIVERSIDAD DEL SALVADOR

Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales

Escuela de Letras

Entre bailes y costuras: la condición femenina decimonónica

Obligación Académica: Literatura Argentina I

Profesoras: Dra. Alicia Sisca

Lcda. María Elena Cincunegui

Dra. Marina L. Guidotti

Mgtr. Santiago Espora Vázquez

Alumna: Bastos Gonzalez, Agustina

Tipo de trabajo: Ensayo

Turno: Noche

Fecha de entrega: 15 de julio de 2019


Eduarda Mansilla fue una de las mujeres representativas de la intelectualidad

argentina de fines del siglo XIX que supo comprometerse con la realidad

política, social y cultural de la época. Resulta importante destacar los tipos de

discursos en los que se ha visto implicada como ser cuentos, novelas cortas,

canciones y gran variedad de artículos periodísticos. Ahora bien, las temáticas

que abordó no dejan de llamar la atención, si tenemos en cuenta la libertad que

tuvo para referirse a aquellos tópicos que eran de sumo interés para la

sociedad del momento. Mansilla escribió sobre política, economía, costumbres,

moda, música, entre otras cosas; es que su recorrido de mundo, junto a su

reconocimiento social y prosa fluida, contribuyeron a la travesía por los

aspectos característicos de la época citada. Sin embargo, entre todos los

temas tratados, uno recurrente y, por cierto, llamativo es la confluencia entre el

ámbito doméstico, laboral y sociocultural de las mujeres argentinas de fin de

siglo. Particularmente centraremos la atención en la importancia que Eduarda

presta a la moda y a la costura como elementos destacados en los espacios

mencionados. A partir del análisis de dos artículos periodísticos, escritos entre

1879 y 1883 y recopilados por la Doctora Marina Guidotti en su trabajo Escritos

periodísticos completos (1860-1892), se intentará demostrar que, así como las

mujeres tenían un lugar fundamental al interior de cada hogar, también podían

tener un espacio valioso en los círculos laborales y socioculturales de la

Argentina de entonces. Para ello, resulta fundamental tener en cuenta las

descripciones y comparaciones con culturas extranjeras y las influencias

recibidas de los países en que vivió: Francia, Inglaterra y Estados Unidos.

Eduarda destaca en sus artículos cuestiones que se relacionan con la vida


pública y privada que no son más que situaciones que describen el clima de

una época, como así también la propia construcción psicológica de la autora.

Antes de comenzar, es importante mencionar la dualidad que se presenta a los

ojos del lector moderno. En los artículos a trabajar, como también en varias de

sus composiciones, Mansilla nos sumerge en el ámbito privado de las señoras

de las altas clases Europeas y nacionales, pero no olvida el resto de los

estratos sociales. Tiene plena consciencia de su posición, pero no por ello

descarta al resto de la sociedad. Este movimiento pendular es el que debemos

tener en cuenta para poder comprender la relación que se intentará establecer.

El arte de embellecer: la cuestión pública.

Hacia 1879 Mansilla publica, en El Nacional, un interesante artículo que

denominó «El gran baile del Progreso» donde es posible apreciar ciertas

cuestiones importantes que dan cuenta de la vida pública de la elite argentina y

particularmente, de las mujeres de aquel entonces. Para comenzar, es

necesario hacer hincapié en el conocimiento de la cultura clásica que tenía

nuestra escritora y cómo, a partir de este bagaje, logra relacionar los lujos de

las deidades romanas con los de las mujeres argentinas de elite. Esto da

cuenta, por un lado, de la formación académica que supo tener; por el otro,

retrata escenas, a modo de cuadro de costumbres, que reflejan las

circunstancias de gala y lujo que esta porción de la sociedad atravesaba. Es

así que, tras un breve repaso por los tópicos renacentistas, Mansilla introduce

al lector en un mundo clásico de comparaciones que justifica de antemano la

visión de belleza que expondrá en lo sucesivo.

Los dioses del Olimpo amaron el lujo: Juno la altiva no desdeñaba los brillantes
atavíos, Minerva la modesta y severa hija de Júpiter, llevaba reluciente casco y
escudo bruñido (…), Vénus misma, la madre de los amores, poseía un cinto
brillante en el cual hallábanse condensados con magia sobrenatural, que á
comprender no llega la humana fantasía, las galas, los encantos que solo puede
ostentar la divinidad (Mansilla, 2015, p. 321).

Concluido el paralelismo, comienza objetivamente con la descripción de los

bailes del Club El Progreso. Este ámbito resulta fundamental si tenemos en

cuenta que es una de las máximas expresiones de lo que significaba la

sociedad argentina de elite de aquel entonces; allí se respiraban ideas

políticas, sociales y culturales que se plasmaban en música, bailes, letras y

lujos. En su transitar por estos eventos es que Eduarda forma y expone sus

ideas en cuanto al ideal de belleza femenina y como consecuencia de ello,

encontramos en el artículo una exposición precisa acerca de la cuestión pública

de la mujer. Aquí es necesario pensar en dos puntos importantes: por un lado,

encontramos declaraciones referidas a las razones del embellecimiento

femenino y sus consecuencias. Por el otro, una invitación al género a disfrutar

de la belleza y la juventud, antes de que el tiempo se acabe.

Mansilla declara que la mujer busca embellecerse no para que los hombres la

admiren, sino para que sean las mujeres quienes puedan compartir este placer.

No es una cuestión de moda, ya que de forma intuitiva la mujer sabe las leyes

de la estética (Mansilla, 2015), sino que resuelta ser una suerte de

colaboración entre pares. Las mujeres desarrollan el arte de embellecerse con

un objetivo claro: empoderar al género. De ninguna manera esto tiene que ver

con la seducción masculina. En apariencia, este pensamiento resulta

anacrónico, sin embargo tuvo lugar a fines del siglo XIX.

Las mujeres se embellecen cuando quieren (…). Diré mas, las mujeres cobran
belleza las unas de las otras; hay en un conjunto de mujeres hermosas como un
fluido invisible que se desprende de las unas para embellecer á las otras (…). Y
en las grandes reuniones femeninas el poder de la irradiación es inmenso
(Mansilla, 2015, 322).
Ahora bien, nuestra escritora es absolutamente consciente de la fugacidad del

tiempo, de la decadencia del cuerpo y de las obligaciones civiles que tiene una

mujer como parte de la sociedad. Por ello, valiéndose de los tópicos clásicos

tempus fugit, carpe diem y collige, virgo, rosas, no pierde oportunidad de invitar

a las mujeres, a sus mujeres porteñas, a disfrutar de la vida, de la juventud, de

las noches de baile y de la cultura. Luego, vendrá el matrimonio y con ello la

vida privada.

El arte doméstico: la cuestión privada

En el extremo opuesto de la vida pública encontramos la privada, Eduarda

supo encontrar un hilo conductor entre ambas. Nos habla de la mujer de la

casa, de la mujer maternal que tiene el deber de cuidar y educar a sus hijos,

por sobre todas las cosas. En su artículo publicado hacia 1883 en La Nación,

«Educación de la mujer», podemos presenciar la comparación que establece

con la mujer norteamericana que no posee, según su mirada, la misma

naturaleza. Nos dice en relación a un libro escrito por un médico americano:

“Me llaman muchas veces á casas de ricos magnates, para asistir á una dama
que se halla á punto de ser madre, y cuando pido tijeras ó trapos, me ofrecen
encajes (…)”.
Tal cosa, por suerte, no es aplicable á nuestras mujeres; que tienen el instinto de
la maternidad mas desarrollado que las yankees, y lo llamo instinto
espresamente, pues en este caso lo es (Mansilla, 2015, p.620).

Lo considerable de esta condición es que no solo corresponde a un ideal

instaurado socialmente, sino que, para nuestra escritora, esta cuestión natural

no imposibilita el frecuentar otros ámbitos. Describe la maternidad como un

regalo, pero no es ella impedimento para que la mujer pueda transitar caminos

alternos. En otro de sus artículos, escrito en La gaceta musical, «Confidencias

musicales» Eduarda trata la conjunción de las obligaciones maternales con la

vida sociocultural:
Seria menester el don de la ubicuidad, y sobre todo, no ser madre de hijos como
dice aquí la gente sencilla, sin saber la belleza de tal redundancia, para poder
asistir al colosal concierto del Cuarteto (…).
Una tregua; un instante; consagrado á mis deberes maternales y luego en álas
de la fantasía penetraremos juntas en un recinto encantado (Mansilla, 2015, p.
339).

Aunque estemos escribiendo estas líneas en el siglo XXI, no podemos dejar de

resaltar lo revolucionario que resulta este pensamiento en el momento en que

es concebido, Mansilla tiene plena consciencia de los espacios alternativos que

puede ocupar el género, incluso en sus momentos de ocio y placer. De la

misma forma encontramos referencias a la importancia que tiene el trabajo

como sustento en la vida económica de las mujeres. En este punto es

necesario detallar algunas cuestiones importantes ya que los escritos pueden

resultar controversiales o por lo menos faltos de lógica, si no nos ubicamos en

el contexto en el que tuvieron lugar y los leemos bajo las ideas feministas de

nuestra época.

Eduarda hace una exposición detallada del valor que tiene el arte de la costura

en la vida privada de las mujeres, como sustento, como distracción, como

medio que favorece a la focalización de pensamientos. Aquí es donde

encontramos el costado más social de Mansilla ya que no solo establece y

revaloriza la costura como arte, sino que además le quita la cuestión de

correspondencia al género femenino y, al mismo tiempo, la eleva al carácter de

oficio.

Soy una gran partidaria de la costura, no lo niego, y creo que la aguja y la tijera
no tienen por que cederle el paso ni al pincel ni al buril. El trabajo de una muger
de nuestros días es algo tan artístico, o tan complicado como lo es la
composición de un bello cuadro (Mansilla, 2015, p. 622).

En el aspecto económico, se establece la comparación con la industria

parisina, con el objetivo de revalorizar la labor de las costureras en nuestro

país:
No es del todo exacto, igualmente, que la costura se pague tan mal. Hoy la
costurera, la grande faiseuse, como dice el parisiense, es una de las mujeres
que más ganan con su trabajo; otro tanto digo de las grandes modistas de
sobreros y flores (…).
En cuanto a las costuras blancas, hacen vivir aquí a muchas familias. (Mansilla,
2015, p.621).

En cuanto a lo relacionado exclusivamente a la cuestión de género, Mansilla

acorta estas distancias con la referencia a su propio padre y al ejército Inglés:

Es tan recomendada la utilidad de ocupar las manos, que en el ejército inglés,


los oficiales, para distraer sus ocios, bordan ellos mismos sus chinelas y hacen
otras muchas labores; y de seguro que no podrá tachárselo de afeminados a los
robustos horse guards (…).Mi padre, el General Mansilla, me cortó mi primer
traje de muñeca, y enjuagó de esa suerte mis lágrimas, que corrían sin motivo
aparente: quizá fuera el despecho de no poder hacerlo yo misma (Mansilla,
2015, p.622).

Aquí es necesario abrir un apartado para, por un lado, mencionar la relevancia

que dio nuestra escritora a la industria de la moda y por el otro, encontrar el

contacto entre la vida privada de costuras y la vida pública de lujos y belleza.

Esta dualidad no deja de estar directamente relacionada con los círculos

sociales en los que la escritora se desplazó; a partir de ellos es que logró

reconocer que la industria referida es la consecuencia del trabajo de hombres y

mujeres que contribuyen, en el mejor de los casos, ideológicamente y, en los

menos favorecidos, como fuerza de trabajo, a la estabilidad de la producción.

En sus propias palabras:

La moda (…) es un tirano que ha reinado en todos los tiempos. Tiene tantos
adeptos!
Yo, quizás porque soy mujer, pienso que la moda y el lujo son esponentes de
civilización, y que el embellecimiento de la mujer es, ha sido y será mientras ella
reine, y reinará siempre, una ley natural (Mansilla, 2015,p. 622).

Esta reflexión trae consigo una crítica a la sociedad lujosa y está directamente

relacionada con el estado de alienación que se sufre al intentar seguir o

pertenecer a las tendencias que rigen. Esto no solo refiere a la vestimenta, sino

también a las necesidades artístico-elegantes que supone la vida de elite: «La

moda rige y despotiza, no solo en lo relativo á los trajes, sino por lo que
respecta al conjunto de necesidades artístico-elegantes que constituyen el

agrado y el confort de nuestro modo de vivir actual» (Mansilla, 2015, p. 623).

Conclusiones

Si entendemos el contexto en que Eduarda tuvo que desenvolverse no

podemos evitar pensar en una sociedad que se encontraba aun en formación,

donde las ideas de progreso eran centrales, tanto en la toma de decisiones

como en los debates sociales. Pero, a los ojos de las líneas escritas y

siguiendo las ideas expuestas por Bonnie Frederick, en su trabajo La pluma y

la aguja: Las escritoras de la generación del ´80 (1993): «El progreso también

incluía una reforma en cuanto al estado de la mujer ». Las escritoras del

ochenta que fueron contemporáneas de Eduarda, compartían esta necesidad

de educación y de oportunidades fuera del ámbito doméstico. Mansilla trazó

una línea que tuvo su origen en el seno familiar, en la vida doméstica, pero que

luego se desplegó en el ámbito más culto, para las mujeres de clase, y en el

socioeconómico, para las de menores recursos. Ahora bien, caeríamos en el

mismo silencio que enfrentaron en aquel entonces si no aprovechamos estas

líneas para hacer mención a por lo menos un ejemplo de mujer que compartió

el pensamiento de Eduarda. Silvia Fernández, poeta argentina nacida en 1857,

plasmó en su poema La pluma y la aguja la misma imagen de unificación entre

la labor intelectual del género femenino con la doméstica: «Que aguja y pluma,

igualmente, / Sónle utensilios queridos: / Si uno sirve a sus vestidos, / el otro

sirve a su mente» (Frederick, 1993, p. 39).

Con lo expuesto es posible validar la idea planteada al inicio de estas páginas

que relaciona y revaloriza el espacio de la mujer en el ámbito cultural, con el


lujo y la belleza que implica; en el privado, con sus quehaceres domésticos y

maternales; y socioeconómico, si nos referimos a las oportunidades que

pueden brindar los oficios femeninos. Lo realmente importante es contar hoy

con los escritos donde se plasmaron visiones de época, ideas de género,

aportes culturales y sociales. Hoy, que tenemos permanentemente ejemplos de

mujeres que ocupan el espacio público y el privado con menos inconvenientes

que en aquel entonces, resulta importante traer del recuerdo a aquellas

mujeres que, como Eduarda, comenzaron a formar una consciencia social

femenina. Al tiempo que se hicieron un lugar en las letras, plasmaron una

sociedad de época, incentivaron al género a disfrutar de la belleza y del ocio,

realizaron sus tareas domésticas, criaron hijos, perpetuaron oficios y pensaron

en la retribución salarial que de ello era posible obtener. En palabras de

Eduarda: «Sin la aguja y sin un poco de cultura intelectual ¿qué harían esas

madres?» (Mansilla, 2015, p. 624).

Referencias Bibliográficas
Frederick, B. (Comp.). (1993). La pluma y la aguja: las escritoras de la Generación del

´80. Buenos Aires: Feminaria.

Mansilla de García, E. (2015). Escritos periodísticos completos 1860-1892. Buenos

Aires: Corregidor.

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