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Marina Andino

C.I: 45102392
Segundo año historia
Cerp del este, 2018
Prof: Federico Frontan

“El malestar en la cultura”


Sigmund Freud
Introducción:

El texto escogido para trabajar, pertenece a Freud (1856-1939), el cual lo publicó


en 1930. ​Sigmund Freud, además de ser médico psiquiatra o científico, está
considerado hoy como el filósofo y pensador que más ha influido en el siglo XX en el
conocimiento de la condición humana y de su psicología.

Desarrollo:

Freud comienza el prólogo de su libro, adelantando sobre el tema de fondo: la


felicidad. Con respecto a esto señala “Uno no puede apartar de sí la impresión de
que los seres humanos suelen aplicar falsos deseos; poder, exitos y riqueza en lo
que pretendan para sí y lo que admiran en otros, menospreciando los verdaderos
valores de la vida. Más en un juicio universal de esa índole, uno corre peligro de
olvidar las variedades del mundo humano y su vida anímica”.
No podemos negar que la felicidad es lo que busca alcanzar u obtener todo ser
humano, no necesitamos ir más lejos que nuestro entorno, las personas que nos
rodean, suelen desear a los demás que “sean felices” e incluso cuando obtienen
algo nuevo, ya sea una casa, un auto, o consiguen trabajo, su estado se reduce a
“estoy feliz”. Pero si nos detenemos un poco en esta parte del texto, la primer
pregunta que se nos puede venir a la mente es ¿què es la felicidad?,
personalmente podría dar mi opinión al respecto y si indago a las personas que
están a mi lado en este momento, su respuesta puede que no sea igual.
Para algunos la felicidad puede estar en la riqueza, para otros en la familia, en la
salud y esto va a depender de la subjetividad de cada individuo. Pero como lo
plantea Freud no se le puede dar una respuesta a la ligera a esta pregunta, porque
hay que tener en cuenta la variedad del mundo humano y de la vida anímica de
cada individuo, que está abierta a un sin fin de posibilidades.
Continuando con el desarrollo del texto, otro de los temas salientes y al que le
brinda especial atención es a la religión, analiza a la misma como una mera ilusión
ya que, según el autor los creyentes creen vivir una sensación de “eternidad”, un
sentimiento “oceánico”, y para él, no hay otro sentimiento más que el que nosotros
mismos tenemos.
La vida anímica de los humanos según sigmund Freud ; “​Que en la vida anímica no
puede sepultarse nada de lo que una vez se formó, que todos se conserva de algún
modo y puede ser traído a la luz de nuevo en circunstancias apropiadas, por
ejemplo en virtud de una regresión de suficiente alcance​”, Si lo analizamos desde
los deseos que tuvimos a lo largo de nuestra vida,algunos ya cumplidos otros
permanecen reprimidos, se puede ejemplificar a la vida a anímica en el anhelo de
cumplir esos deseos.

Al volver a la religiosidad del hombre, donde èl se representa en un padre de


grandiosa envergadura. Haciendo referencia a Dios, evidentemente, lo considera
una entidad del Super-yo. La religión hace creer al hombre que necesita de un ser
superior que lo guíe, escuche sus necesidades, que les de un premio y un castigo
por su conducta. Todo esto es infantil​, la hipótesis de Dios padre es tan ingenua que
no puede más que producir tristeza que gran parte de la humanidad se haya
acogido a tal idea para soportar la carga de la vida. Nada en este mundo nos puede
hacer pensar que existe un ser todopoderoso y benevolente que nos resguarda
frente la adversidad. Más bien el sufrimiento se presenta de continuo sin causa, de
manera azarosa, sufriendo su imperio tanto el pobre como el rico, el bueno como el
malvado. Dios es un lenitivo, un sueño ingenuo en el que hemos creído para huir de
la cruel y sufriente realidad en la que vivimos.

A partir de esto analiza con más precisión sobre la felicidad; “​¿Que es lo que los
seres humanos mismos dejan de discernir, por su conducta como fin, y propósito de
su vida? ¿ qué es lo que exigen de ella, lo que en ella quieren alcanzar?. No es
difícil acertar con la respuesta. Quieren alcanzar la felicidad y mantenerla”​ . Afirma
Freud que todos los seres humanos aspiramos a la felicidad y la alcanzamos de dos
maneras: por un lado somos felices cuando experimentamos sensaciones
intensamente placenteras y por otro cuando evitamos un dolor que nos aflige. La
primera forma de felicidad sería la genuina, la que nos permite decir que hemos
alcanzado un estado mejor que el habitual y que por lo tanto nos hace felices; sin
embargo, este tipo de felicidad siempre es puntual y presupone, la mayoría de las
veces, una infelicidad previa. Este modo de felicidad positiva se alcanza tras un
estado de insatisfacción y el placer que encontramos en este nuevo estado
satisfecho es puntual ya que una vez obtenido no se presenta más. Por ejemplo,
ganamos un premio en la lotería y eso nos hace feliz, durante un tiempo
experimentamos la vivencia de poseer una cantidad de dinero que antes no
poseíamos pero ¿qué pasa posteriormente? Que el sujeto se habitúa a ese estado y
lo vivencia como “normal”, por tanto la felicidad asociado a él disminuye
considerablemente. La felicidad está limitada por nuestra propia constitución mental
mientras que el dolor es mucho más fácil de experimentarlo ya que supone una
pérdida puntual de estabilidad o alejamiento de una ganancia, situación que
cotidianamente podemos experimentar desde que nos despertamos del propio
sueño para ocuparnos de nuestras labores.

Para Freud “la felicidad son aquellas necesidades retenidas como alto grado de
éxtasis de ligero bienestar, es que al fin todo sufrimiento es solo sensación. No
subsiste sino mientras lo sentimos, y solo lo sentimos a consecuencia de cierto
dispositivos de nuestro organismo” La felicidad como el dolor es pura sensibilidad no
es otra cosa más que eso. El sufrimiento nos agota y acosa por todos lados,
indiferentemente de los feliz que creamos ser la muerte siempre acecha las
ganancias efímera de nuestra dicha. En sociedad solo podemos permitirnos las
pequeñas satisfacciones que están regladas por el mismo entorno pero postula
Freud que la felicidad de estos pequeños placeres socialmente admitidos es nimia si
se compara con la satisfacción de los impulsos indómitos. Es decir, que
generalmente el ser humano se satisface más con lo no permitido que con lo que se
permite, de aquí la seducción que ejerce lo perverso o lo prohibido.

Hemos encontrado diferentes paliativos para nuestro sufrimiento pero ninguno se


muestra verdaderamente eficaz. Por ejemplo, la contemplación estética aleja al
sujeto durante unos instantes del flujo del sufrimiento pero esta opción está a la
disposición de unos pocos y solo puede ser usada durante un corto intervalo de
tiempo. Otros “motivadores” de ayer y hoy subrayan la fuerza del amor para
hacernos felices ; sin embargo, jamás somos tan proclives al dolor que cuando
amamos ya que la pérdida del ser amado o la pérdida de su amor nos proporcionan
una angustia que no sufrimos si no padecemos esta inclinación afectiva. Por otro
lado, el amor desaparece, se atenúa y muere por lo que, como el arte, es un
paliativo momentáneo y engañoso frente al dolor.

Afirma Freud que hay que buscar la felicidad en la belleza, porque la belleza es algo
sensible y no es la religión; ​“la religión perjudica este juego de eleccion y adaptación
imponiendo a todos por igual su camino para conseguir dicha y protegerse del
sufrimiento. Su técnica consiste en deprimir el valor de la vida y en desfigurar de
manera delirante la imagen del mundo real, lo cual presupone el anonadamiento de
la inteligencia​”. Esto es vivir en un infantilismo psíquico.

En el capítulo tres de la obra, plantea las tres fuentes del dolor: la supremacía de la
Naturaleza, la caducidad de nuestro organismo y la insuficiencia de nuestros
métodos para regular las relaciones sociales ya sea en la familia, el estado o en la
sociedad.

Ante las dos primeras causas del sufrimiento poco se puede hacer, aún cuando la
ciencia avance y permite cierto control sobre la Naturaleza o mejore nuestras
expectativas de salud, la necesidad de la muerte y la supremacía de la Naturaleza
seguirán existiendo. Es decir nuestros instintos naturales humanos son altamente
complejos y siempre están abiertos a un sin numero de posibilidades, así como la
naturaleza misma. Se detiene Freud a analizar el tercer motivo de nuestro
sufrimiento: nuestra incapacidad de regular las relaciones sociales para nuestra
propia satisfacción; y en este punto encuentra una tesis inquietante: que la cultura
lejos de facilitar la felicidad del individuo la coarta. A principios del siglo pasado aún
tenía en mente el enorme progreso tecnológico que se había producido hacía poco
tiempo: mejoramiento de los medios de transporte, disminución de la mortalidad
infantil, producción masiva de alimentos, etc. Pero estos avances, ¿implican una
felicidad objetiva para el individuo? La prolongación de la vida es una prolongación
de nuestro sufrimiento y la gente, habituada a vivir largos años ya no lo ve como
algo en sí mismo satisfactorio, sin embargo, la muerte de un menor o un
fallecimiento temprano se convierten en dramas por su carácter menos habitual. El
progreso tecnológico nos ha permitido vivir más cómodos pero no más felices.
La civilización ocurre cuando el colectivo es capaz de dirigir sus fuerzas en una
misma dirección y constituir el “Derecho” que puede enfrentarse al individuo violenta
e impunemente. Por tanto, lo que constituye la base de la civilización es esta
imposición sobre la satisfacción individual.

La represión y la imposición impersonal de normas sobre el individuo son la base de


toda cultura, es por tanto lógico que en su germen se encuentre la frustración. es
preciso reprimir nuestra voluntad para convivir en sociedad pero también que
existen innumerables normas de carácter coercitivo que el sujeto adopta porque así
le vienen dadas. En cualquier caso, el conflicto entre la satisfacción individual y la
colectiva es en sí mismo irresoluble y, por tanto, la cultura necesariamente es
restrictiva. La frustración de nuestros impulsos individuales, primarios y más
genuinos es la consecuencia lógica de la imposición de cualquier sistema civilizado.

No podemos entender la razón por la cual las normas que nosotros mismos hemos
creado, no habrían más de protegernos y beneficiarnos a todos. Según Freud Gran
parte de la culpa le corresponde a la cultura, evidentemente, vivir dentro de una
sociedad genera conflictos, bajo una entidad que llamamos Estado, que es una
entidad del Superyó, que genera y promulga leyes. Algunas nos benefician, otras
nos perjudican. Cuando faltamos a una de ellas recibimos un castigo, y si hacemos
algo bien recibimos un premio. He aquí qe el hombre tiene que reprimir sus
impulsos individuales para que la satisfacción sea de todos los seres humanos, que
conforman una comunidad. La felicidad humana es subjetiva está regida por la
cultura: ​“el resorte de las actividades humanas es alcanzar dos metas confluyentes,
la utilidad y la ganancia del placer​”. Dos características tiene una sociedad: orden y
limpieza, dos exigencias esenciales.

Para evitar la destrucción del todo social el sistema impone un amor generalizado
entre los miembros que los cohesionan. Este amor intergrupal es lo que mantiene
los vínculos solidarios y permiten hablar propiamente de sociedad; este amor
abstracto, sin duda, provee al sujeto de satisfacciones puntuales pero no es un
afecto tan genuino como el amor sexual impulsivo que se ve restringido por la
civilización. Es más, el amor intergrupal, al percibirse como demasiado abstracto,
fomenta que el sujeto se identifique en un pequeño grupo dentro de la misma
sociedad, el ejemplo más frecuente es la familia o la camarilla ideológica, religiosa,
etc. La cohesión con este pequeño grupo es más intensa ya que es concreta y se
manifiesta, en muchas ocasiones, como beligerancia hacia el gran grupo. Es esta la
razón por la que todo orden homogéneo está siempre amenazado por la ruptura ya
que pequeños grupúsculos dentro de la sociedad compiten en su contra.

El hombre es un ser agresivo en sí mismo, afirma Freud, la agresividad entre


individuos y entre los diferentes grupos debe ser reprimida para mantener esa
cohesión. ¿Cómo logra esto una sociedad dada? La primera medida es proyectando
la agresividad hacia otras sociedades, la frustración que padece el individuo
civilizado no se dirige hacia la sociedad en la que vive sino que se orienta hacia otro
grupo humano vecino al que percibe como causa de su sufrimiento. La guerra entre
sociedades es el ejemplo más obvio de ello.

La guerra civil es una actividad de cohesionadora por tanto se incluiría dentro de la


violencia intergrupal. El hombre civilizado, por tanto, no se ve protegido por la
sociedad contra los riesgos de sufrir violencia sino que esa violencia se pauta y
organiza en guerras o violencia intersocial (asesinatos, riñas y en último extremo
guerras civiles). Sin embargo, la mayor parte del tiempo, al menos en nuestras
actuales sociedades civilizadas esta violencia queda inexpresada por el individuo
concreto ¿a dónde se ha dirigido? Freud concluye que la violencia que el individuo
no puede expresar libremente hacia el exterior se ha trasladado hacia sí mismo. La
culpa, los sentimientos neuróticos, la baja autoestima, el estrés o la depresión son
fruto de esa agresividad que el sujeto, ante la imposibilidad de exteriorizar la,
internaliza hacia sí.

En el capítulo IV; Freud realiza una breve cronología histórica del desarrollo
humano. Del hombre solitario al hombre social, más por una necesidad de
satisfacción genital. El amor designa el vínculo entre varón y mujer que fundan una
familia sobre la base de sus necesidades genitales. Tambien se da ese nombre a
sus sentimientos positivos entre padre e hijos y hermanos. Este es un amor indiviso
que se llama tambien ternura.

Por una parte el amor se contrapone a los intereses de la cultura, por la otra, la
cultura amenaza al amor con sensibles limitaciones.

En el capítulo V: Freud se opone a las máximas cristianas “amarás a tu prójimo


como a ti mismo​” “​Ama a tu enemigo”​ , aquí el autor señala que nadie puede amar al
prójimo de una manera universal. Resulta imposible pensar en amar a alguien a
quien no conozco ni siquiera mínimamente. Tampoco es posible amar a nuestros
enemigos, quienes nos han hecho algún mal.

Al respecto cita a Heine “​Yo tengo las intenciones más pacíficas. Mis deseos son;
una modesta choza con techo de paja, pero un buen lecho, buena comida, leche y
pan muy frescos; frente a la entana, flores y algunos hermosos árboles a mi puerta;
y si el buen Dios quiere hacerme completamente dichoso, que me de alegría de que
esso árboles cuelgan seis o siete de mis enemigos. De todo corazón les perdonaré
muertos, todas las iniquidades que me hicieron en la vida… si; uno debe perdonar a
sus enemigos, pero no antes de que sean ahorcados​”.

El hombre tiene como instinto natural la lucha y la competencia. La cultura y la


sociedad siempre nos limita algo que no es esencial. Al respecto señala: “ Por
consiguiente sería injusto reprochar a la cultura su propósito de excluir la lucha y la
competencia del quehacer humano. Ellos son sin duda indispensables, pero la
condición de oponente no coincide necesariamente con la de enemigo; sólo deviene
tal cuando se la tienen como pretexto y se hace abuso de ella”​.

Conclusión:

Si bien este ensayo fue escrito en 1930, no deja de sorprender la similitud de las
observaciones del autor con las que experimentamos dia a dia.

Existe un antagonismo entre los instintos del individuo y la represión que impone la
cultura. La cultura vela por la comunidad, protege al hombre de la destrucción, a
costa de la libertad individual y genera culpa, sufrimiento y malestar al individuo.

Según Freud, las generaciones futuras podrían ser educadas por “hombres
intelectualmente superiores”: hombres con un profundo conocimiento de las
necesidades de la vida y que supieran dominar sus propios deseos instintivos: “Es
preciso … educar una capa superior de hombres dotados de pensamiento
independiente, inaccesibles a la intimidación … a los cuales corresponda la
dirección de las masas dependiente.

Los abusos de los poderes del Estado y la censura del pensamiento por la Iglesia,
de ningún modo pueden favorecer esta educación. La situación ideal sería,
naturalmente, la de una comunidad de hombres que hubieran sometido su vida
instintiva a la dictadura de la razón, Pero con toda probabilidad esto es una
esperanza utópica Podemos preguntarnos … ¿de dónde habrán de surgir aquellos
hombres superiores, prudentes y desinteresados que hayan de actuar como
conductores de las masas y educadores de las generaciones futuras?
Probablemente cierto tanto por ciento de la Humanidad permanecerá siempre
asocial, a consecuencia de una disposición patológica o de una exagerada energía
de los instintos. Pero si se consigue reducir a una minoría la actual mayoría hostil a
la cultura, se habrá alcanzado mucho, quizá todo lo posible”

Muchos hombres sólo obedecen las prohibiciones culturales bajo presión de la


coerción externa: “Infinitos hombres civilizados, que retrocedieron temerosos ante el
homicidio o el incesto, no se privan de satisfacer su codicia, sus impulsos agresivos
y sus caprichos sexuales, ni de perjudicar a sus semejantes con la mentira, el fraude
y la calumnia, cuando pueden hacerlo sin castigo, y así viene sucediendo, desde
siempre, en todas las civilizaciones”.

La civilización actual deja insatisfecha a la mayoría. Las clases sociales oprimidas


sienten una gran hostilidad contra la cultura: “una cultura que deja insatisfecho a un
núcleo tan considerable de sus partícipes y los incita a la rebelión no puede durar
mucho tiempo, ni tampoco lo merece”.

Entonces, si el hombre debe limitarse a lo que la cultura le ha impuesto y ha


demostrado que es lo que está bien y lo que no, a tal punto de mover a las masas
en el mismo camino, ¿encontrará este hombre civilizado de tal manera la verdadera
felicidad?, a partir de aquí podemos basarnos en el texto que trabajamos
anteriormente, y reflexionar sobre porque nosotros mismos nos discriminamos y
ayudamos en este proceso que deja por fuera a los que son diferentes.

Esta cultura invita a reprimir lo que pensamos y sentimos por miedo a ser juzgados
por el otro, entonces tenemos dos caminos, o nos adaptamos a ella y actuamos de
acuerdo a sus normas, u optamos por terminar con dicho sufrimiento como lo hace
mucha gente a diario. Pero tambien hay otro camino que no es nombrado ni
marcado cotidianamente, pero que e muy importante, se trata de poner nuestro
grano de arena para intentar modificar de a poco esta sociedad.

Me permito trasladarse al aula, en donde elegí pasar mi vida, y estoy trabajando


para cumplir ese objetivo, pero no con el fin de ir a repetir lo que dictan los libros,
sino a darle lugar a los individuos que muchas veces quedan por fuera de la
sociedad, porque viven en un contexto diferente o débil o porque optan por vivir la
vida de manera diferente a la que está impuesta.

Culturalmente hay normas que hay que obedecer y eso no se discute pero porque
estas mismas normas dejan por fuera a gran parte de la sociedad si se supone que
son para regular las relaciones y para facilitar la convivencia. Permítanme discrepar
pero creo que no está funcionando, hay parte de la sociedad que no está siendo
amparada y que es constantemente juzgada, está en nosotros trabajar eso, aportar
desde la educación en mi caso que es lo que escogí, y enseñarles a los alumnos
que hay cosas que se pueden mejorar y que van más allá de cumplir las normas
que debemos acatar. Y la felicidad material es limitada, en cambio hay otra felicidad
que es infinita y que se basa en el amor, la pasión y el respeto, por nosotros y hacia
los demás.

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