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La Verdad y lo Verdadero en la Psicología del Testimonio. (M.

Ramos, 2017)

La Verdad y lo Verdadero en la Psicología del Testimonio: un “sable


chino de dos puntas”.
Sujeto del Derecho y Sujeto del Psicoanálisis.

Mónica Ramos.

“A los niños se los abandona en el lugar más tenebroso del camino y, en muchos casos, se los
deja librados a su propia suerte: la mala suerte de haber dejado ya su infancia”.

Carlos Skliar, Pedagogías de las diferencias. 2017.

Introducción.
Ya en la antigua civilización griega la verdad mostraba distintos aspectos a través de los
cuales darse a conocer. Entre quien dice y los hechos, la verdad genera diferentes vínculos. Si
un testimonio da cuenta de una verdad, los procesos que hacen a las formas racionales de la
prueba y la retórica sobre un relato dan lugar al “conocimiento por testimonio”. Así, surge una
nueva forma del descubrimiento judicial de la verdad.
Con el resurgimiento de la indagación, esta pasa a conformarse con un modelo extrajudicial
que procura el establecimiento de la verdad por un proceso racional: una forma de saber-
poder.
Siglos después, el auge del conocimiento científico recrea modelos que desde la psicología
experimental proponen dar cuenta de la aparición de la verdad.
Diferenciado de la credibilidad del testigo y a través de la aplicación de determinados criterios
de realidad, la psicología del testimonio permitiría evaluar la credibilidad del relato verbal de
acuerdo al grado de exactitud que la memoria del dicente tenga sobre un suceso puntual.

¿Cuál es el escenario – un otro escenario – posible en el que un Sujeto se despliega al evocar


un evento? ¿Es posible que, en tanto requerida esta área de la psicología para delinear una
verdad, se encuentre con lo verdadero? Y en tal sentido, con la mirada del Sujeto ¿se podría
dar cuenta solo de una realidad objetiva?
Preguntas que, incluso convocados al ámbito interdisciplinar con un saber diferenciado como
es el jurídico en busca de una verdad, no debería hacernos olvidar frente a qué Sujeto nos
hallamos y desde qué complejo ideativo recibimos respuestas que no siempre serán lo que
determinado saber procura indagar.
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Desarrollo.
La psicología en el ámbito de lo jurídico.

La historia de la relación entre la psicología y el derecho no es tan añeja, y generalmente ha


sido más de vínculo débil quizás porque a la primera siempre parece haberle costado un poco
más encontrar su facultad en este dúo.

Sobral, en su Manual de Psicología Jurídica (Sobral, J. Arce, R. Prieto, A, 1994) advierte ya


que, aun siendo dos discursos diferentes, con búsquedas, medios y objetivos tan disímiles,
terminan encontrándose, en tanto la psicología considera a un sujeto en particular para unas
corrientes, en lo singular también otras, en su comportamiento observacional más cerca de
otras líneas de pensamiento; y el derecho será esa institución, esa producción de cultura
encargada de regular tales comportamientos y las relaciones entre los individuos. Derecho que
como ciencia cobra un sentido – en esta relación – en tanto en esta función, asegura el acceso
al derecho de todos por igual y no quedar sujetos a la fuerza del fuerte por sobre el débil
(Freud, 1996).

La psicología jurídica es un concepto cambiante, en construcción, que como rama de la


psicología puede pensarse ramificándose en tres líneas (López.):

- Psicología del derecho: que estudia los componentes psicológicos del derecho. estudia
temáticas como la edad de responsabilidad penal, la mirada sobre el castigo, etc.
- Psicología en el derecho: estudia las normas como estímulos sociales que generan
determinadas conductas. Las leyes se basan en supuestos sobre el funcionamiento de
la conducta.
- Psicología para el derecho: la psicología obrando como auxiliar del derecho,
informándole sobre hechos sociales.

Un ámbito de la psicología jurídica es el abordaje del abuso sexual de los menores como un
caso específico de maltrato infantil.

El maltrato infantil resulta de una disfunción social pero también un delito perpetrado a un
menor por parte de quien debería velar por su seguridad y protección, un adulto que en
muchos casos podría ser un adulto de referencia.
Existen diferentes modalidades de maltrato:
1) Maltrato físico;
2) Negligencia o abandono físico;
3) Abuso sexual;
4) Maltrato psicológico;
5) Explotación;
6) Maltrato institucional;
7) Otros.
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Respecto del abuso sexual, la Organización Mundial de la Salud (1986) especifica el abuso
sexual infantil (ASÍ) como la situación en la cual “… un niño es víctima de un adulto, o de
una persona… (…) … mayor que él, con fines de satisfacción sexual…” para el adulto.
El abuso sexual en niños implica de por sí la generación de uno de los traumas más relevantes
y que imprimen consecuencias altamente negativas para la personalidad del sujeto.

Referirse a las temáticas que considera la victimología y el lugar de la víctima en lo referido


al lugar que ocupa en ella la víctima, supone interrogarse sobre las diferentes dimensiones del
problema. Implica reconocerlo en la sociedad actual, pero también en las anteriores de las que
somos consecuencia, los mecanismos de inclusión y exclusión que la atraviesan y que
producen en diferentes espacios del sistema, sujetos vulnerados en sus derechos.

Testimonio y Psicología del testimonio. Sobre la credibilidad del testimonio


infantil. Conceptualización.

Entendemos la Psicología del Testimonio como un camino “… al estudio de los procesos


implicados en la diferencia entre realidad percibida y realidad imaginada” (Miotto,
Victimología Forense. Módulo Víctimas de abuso sexual, 2014). Para su concreción, supone
atender los procesos de la memoria de testigos y /o víctimas, de la misma manera que todo
factor que de alguna manera pueda influir en la fidelidad de sus testimonios. Tal fidelidad
estará en relación con la exactitud, cantidad y relevancia de los sucesos que se aporten.

La psicología del testimonio no es solo de injerencia penal, también en lo civil (disputas en


familias, guarda y custodia de los hijos) donde era necesario establecer la credibilidad de los
menores.
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Así como Foucault hablaba de las implicancias del aporte del testigo a través de su
testimonio, encontramos en este recurso que trae la psicología del testimonio la narración de
quien tiene conocimiento directo de los hechos. En este sentido, importa también definir el
testimonio como el “… aporte narrativo de la información que acerca de determinado suceso
conoce una persona porque ha observado o ha participado directamente en el mismo” (Miotto,
Victimología Forense. Módulo Víctimas de abuso sexual, 2014).

Diversos autores indican la necesidad de que el profesional esté atento al discernimiento de


los recuerdos provenientes de sucesos internos de aquellos provenientes de otros externos
(Johnson y Raye, 1981, citado en (Miotto, Victimología Forense. Módulo Víctimas de abuso
sexual, 2014). Así, será en este sentido que la concepción de la memoria como el complejo
procesos de adquisición, retención y recuerdo cobra gran importancia. La percepción,
clasificación y organización de la información a la que se ha estado expuesto y de qué manera
esto se almacena en la memoria a largo plazo; el tiempo transcurrido y la evocación de los
recuerdos, debe ser factores todos a tener en cuenta por el profesional pertinente. Por supuesto
que tampoco deberá quedar afuera de estas consideraciones la etapa vital por la que atraviesa
el niño tanto al momento de vivenciar los sucesos como al evocarlos.

Tanto el contenido con sus estructuraciones generales y específicas, las motivaciones que
involucra, las características del hecho que se narra, son criterios de realidad a considerarse al
momento del análisis de la veracidad del testimonio, de la misma forma que la preservación
del material también hace a la validación del material que surge de la figura del testigo.
Importante es destacar que lo inverso de estas premisas no implica de por sí la existencia de la
mentira como creación del testigo. Muchos factores pueden influir en la transmisión de una
falsedad, pero de antemano debe considerarse que no se trata de un método para la detección
de mentira – verdad, sino que estamos frente a un dispositivo que permite indagar en la
credibilidad que un testimonio pueda ofrecer.

De la misma manera que frente a una evaluación psicodiagnóstica no solo tomamos en


consideración lo puramente enunciativo, situaciones que van desde síntomas que hayan
surgido desde los hechos, que se den a ver en las entrevistas, etc., nos pueden hablar de la
disociación del niño que puede afectar sus declaraciones, incluso impedirlas, fragmentarlas,
distorsionarlas. Como vemos, se nos presenta restringido un poco por lo abarcativo y en mi
criterio, por lo brumador que puede resultar en estos casos la dimensión del concepto de
verdad, por lo que empieza a mostrarse la noción de verosimilitud (me gusta pensarlo como
“lo verdadero”) como importante de recuperar frente a la escucha del relato.

Verdades y formas de lo jurídico.

En La verdad y las formas jurídicas, Foucault (Foucault M. , 1978) va narrando las formas en
las que surgen los dominios de saber en los distintos tiempos sociales, conformando un
conglomerado de significativos a partir de los cuales tendrá lugar una verdad y una
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subjetividad a la que se refiera. Cada tiempo irá conformando y estableciendo sus formatos de
verdad y sus subjetividades. El modo, la metodología y las estrategias utilizadas para buscar
esa verdad en el interior de las prácticas judiciales también darán cuenta de los nuevos y
diferentes modos de dar lugar (o no) a nuevas subjetividades. Así, buscando dar cuenta de los
tipos de reglamentos judiciales, Foucault revisa la tragedia de Edipo Rey donde da cuenta de
una distinta forma de conocimiento de la verdad. La aparición del pastor que puede traer luz a
la resolución de un litigio. Alguien proveniente de un sector más bajo dentro del grupo social
se transforma en un portador de un fragmento de verdad. Lo que lo hace poseedor de ello es,
justamente, lo que ha visto, lo que ha vivido, lo que guarda en su recuerdo. Y con ello hace
ingresar su testimonio en medio de la resolución que se espera. Con ello es que el testigo se
presenta. Con lo que le otorga un poder para oponer a quienes quieran desmentirlo. Lo que ha
visto y recuerda le da el poder de dar a conocer la verdad. Para Foucault esto recupera el
poder y el derecho de un hombre común, del pueblo, de juzgar incluso, al poderoso. Es su
saber el que sostiene al pastor frente a lo que tiene para decir sobre los hechos. La verdad
puede así oponerse al poder. La forma en que esto se llevará acabo implica la confección y el
seguimiento de un proceso que permita poner sobre la mesa esa verdad, bajo el formato de
una estructura racional en la cual se despliegan las pruebas. Pruebas que para darán origen a
una producción de verdad, a las reglas y formas en su organización, pero también al desarrollo
del modo más adecuado de transmitir, a la retórica que las sistematice. No solo un
ordenamiento en un sistema racional y científico de las pruebas, sino también un
conocimiento en cómo dar a conocer los hechos. En el seno de esa retórica tendrá nacimiento
una nueva forma de conocimiento: el conocimiento por testimonio, por recuerdos, a través de
la indagación. Y a partir del pastor que trae su fragmento de los hechos.
Así, esa construcción del saber-poder empieza a mostrarse como ese espacio donde, a través
de su análisis, puede clarificar las relaciones entre las pugnas de conocimiento y las fuerzas
económico-políticas.

Cientificismo, determinismo, aplicación del “consenso social”: momento del


Positivismo, una cosmovisión.

Los tiempos positivistas incipientes contando a partir de las primeras décadas de 1800, dan
ingreso al pináculo del conocimiento científico, y por ende, a la existencia de una verdad que
se presenta como irrefutable.
Este centro del conocimiento de las regularidades cumplidas por los fenómenos, y del
conocimiento que arroja la empiria con la neutralidad que se adjudican la ciencia y sus
transmisores, trae una paradoja en sí misma: con la finalidad de conocer cada rincón de esos
hechos considerados como naturales, dados, en términos de Álvaro Pires, el hecho bruto
(Pires, 1995), de verificar la repetición de tales regularidades, es justamente ello lo que escapa
a su conocimiento. Enfocado este conocimiento científico en las características de quien lleva
adelante los comportamientos y que explicaría el porqué de su existencia, desconoce la causa
y la verdad de los hechos para sí poder dar cátedra del sujeto mismo que lo lleva adelante. En
cualquiera de sus versiones ya sea como damnificado o como generador del hecho que lo
lleva al litigio. Ambas partes, ambos sujetos, siendo el foco para la verificación y explicación
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del hecho bruto necesitan ser lo suficientemente “escrutados” para dar conocimiento a las
causas del hecho. El conocimiento originado en el positivismo termina desconociendo su
propio objeto de búsqueda enunciado para saber de cada rincón de esos sujetos. Ya sea porque
su biografía “explique” su proceder delictivo, anómico o (más que en la otra vereda creo que
explica mejor pensarlo en la otra esquina de la misma mano) porque hallemos esas causas en
la pollera corta de la joven que volviendo de madrugada a su casa encuentra un destino no
querido, en el diferente curso de sus facultades mentales frente a una problemática
intrafamiliar que otorga un lugar al abuso en cualquiera de sus formas, por ejemplo. Foucault
propone diferenciar y entrar en consideración respecto de lo que nosotros podemos pensar
como nuestro quehacer profesional en esta área. Durante la lectura de un tramo de un
expediente judicial durante su conferencia, Foucault incorpora las risas que se generaron entre
los asistentes para dar cuenta de los distintos discursos que intervienen en la práctica
interdisciplinaria en el ámbito de lo jurídico-psiquiátrico-psicológico. Un discurso que define
el porvenir de los sujetos, desde la constitución de un poder de vida o muerte, constituido en
su discurso de verdad científica, producto de la institución científica, cuyo status se lo otorga
la “verdad absoluta” que describe y valida empíricamente, a partir de su propagador calificado
con las mismas virtudes de la verdad que porta. Un cientificismo que puede encontrar aliado a
un rol técnico del que necesitamos como profesionales mirar con dos pares de ojos. De esa
manera, el discurso cientificista genera “discursos que pueden matar, discursos de verdad y
discursos (…) que dan risa” (Foucault M. , 1975) en alusión a las risas del auditorio. Un
discurso que construye verdad, y una subjetividad, ya no desde la mirada sobre los hechos
sino desde la biografía del sujeto en sí. Incluso del que para el antiguo derecho griego podía
dar batalla con el conocimiento de su propio testimonio.

El Sujeto. Los otros escenarios.

Pensar en “los sujetos” involucrados en esta dinámica entre el derecho y el psicoanálisis no es


solo una cuestión de conceptos diferenciados, sino que remite a una distinción que da cuenta
de una exigencia desde lo ético y político. La conflictiva jurídica se enmarca en una escena
donde la controversia entre los individuos respecto de aquellos bienes tutelados, de las cosas
jurídicas, lo que ubica al derecho en ese, su terreno, desde el plano de lo simbólico. Cuando
un hecho determinado atenta contra el lazo social, aquel que es posible cuando son cedidas
porciones de libertad a cambio de protección y bien-administración de tales renuncias, la
institución del derecho es convocada a restablecer ese equilibrio des-calibrado. La
compensación de la pérdida generada, desde lo civil. O la cuantificación de una pena en
términos de condena, en lo penal respondiendo al caos que su delito generó al privar en el
otro. Ante el desorden ocasionado, la reparación se produciría por medio de un ordenamiento
proporcional, aritméticamente calculado a través de una suerte de equivalencia simbólica
(Chaumon, 2004). Pero no todo es validable, medible, ni desde el conocimiento científico ni
desde la compensación propuesta por la institución del derecho. Por inconmensurable, algo
escapa a ser totalmente ponderable. Algo queda fuera de la operación exacta. Desde lo penal,
el delito excede en todo la ponderación atribuida desde el derecho. La singularidad de “otro”
sujeto vemos surgir en ese inconmensurable de su pérdida.
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Pero no por no inabarcable, lo inconmensurable deja de existir. Mucho menos, porque no


caiga en el terreno de acción del derecho. En definitiva, ese accionar no se trata de la puesta
en equivalencias, sino de ponderar. Desde mediados de 1700 el joven jurista italiano, marqués
Cesare de Beccaria ya pensó la penología propia del Iluminismo como una proporción (entre
otras características) al daño que el delito ocasionaba en el orden social. Pero me atrevo a
enunciar que ya tal proporcionalidad no es completud. Frente a la lógica punitiva medieval
postulaba que era el tiempo de “la máxima felicidad para la mayor cantidad de personas”
(Beccaria, 1764). No en un sentido romántico, rococó de augurar felicidad a la humanidad,
sino que como reflexión y crítica al sistema jurídico penal, la mayor felicidad dividida en el
mayor número de individuos tendría que ser el punto central adonde se dirija la acción de la
sociedad.

Ya Freud decía que el psicoanálisis se ocupa de lo que no anda, de lo que marcha contrariado
con lo que desde nuestros anhelos esperamos. Bien vale entonces encontrar aquí la contracara
de la lógica en la que se ubica la ética del psicoanálisis. Es en este reverso donde podremos
empezar a pensar al sujeto del psicoanálisis, porque es en esos tropiezos de la subjetividad por
donde puede emerger. Como plantea el psicoanalista Frank Chaumon, donde el derecho se
ocupa de lo medible y proporcional, el psicoanálisis se entretendrá con la “no-proporción”. De
la regulación de las relaciones entre los hombres a cargo de la institución derecho, el
psicoanálisis atenderá la “no-relación”. En el quiebre del orden social que genera el delito
podremos encontrar una suerte de similitud entre estas dos miradas. Es ese quiebre quien
convoca a ambos. Al derecho, como regenerador del orden frente al caos. Al psicoanálisis,
desde la existencia del no-sentido en el que irrumpe la subjetividad.

Prueba de ello es de qué manera y cuando ambas disciplinas ver aparecer al sujeto. Un sujeto
del derecho y de derecho. Por un lado, el sujeto que ha sido instituido por el texto del
Derecho. Si somos precisos, en el aspecto jurídico, deberíamos referirnos en su lugar, a la
personalidad jurídica. Allí, una acción jurídica que instala a ese sujeto en una función
específica. Será entonces el Sujeto del derecho, ese sujeto que es dicho por – y a partir de – el
texto jurídico. Desde allí, ese individuo – Sujeto del Derecho será el mismo que veremos
actuar como autor o como damnificado de un acto jurídico. Es decir, un sujeto que viene al
lugar que el texto jurídico ya le tiene preparado. Su posibilidad de existencia es en tanto lugar
ya asignado. Y, por otro lado, el Sujeto del Psicoanálisis, o lo que referiremos como Sujeto
del Inconsciente. F. Chaumon encuentra cierta vinculación entre ambos en tanto el sujeto del
inconsciente también “…resulta de una inscripción, de un texto que precede su venida al
mundo” (Chaumon, 2004, pág. 78).

Pero la diferencia fundamental radica no en el texto como la escena que aloja un sujeto. Hay
el sujeto en tanto el sujeto del psicoanálisis es en la medida en que lo que su efecto dice es
siempre en un après coup; es allí donde/cuando hay el sujeto. Es decir, no hay un lugar, un
texto que a priori aloje un sujeto, sino que tal ubicación será siempre retrospectivo.

En términos de este autor, el sujeto será siempre justamente allí donde no se lo espera, con lo
cual recién entonces podemos llegar a la afirmación de que hay el Sujeto.
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Silvia Bleichmar (Bleichmar, 2000) ha reflexionado sobre la vulnerabilidad, la víctima. En


este sentido, aporta la noción de una metapsicología de los procesos traumáticos. Desde el
abordaje psicológico, la consideración del desmantelamiento de las resistencias y las defensas
en los sujetos vulnerabilizados han sufrido una suerte de estallido por acción de lo traumático,
donde se hace necesario restaurar algo de esa subjetividad estallada. Este quebrantamiento
ocurre a nivel de la autopreservación y la autoconservación, siendo dos aspectos propios y
necesarios para la organización yoica. Esto es, se ven afectados los procesos identificatorios, a
la vez que impacta también en el rompimiento de este lazo entre ambos niveles, de manera
que el sujeto se encuentra que lo traumático lo pone frente a la ruptura del par conocido-
desconocido. No cuenta necesariamente con el recurso de la palabra – en tanto lo traumático
no deja lugar a la acción de la representación que permite la organización de ese transitar por
el efecto siniestro. Así, aquello acontecido no es recordado sino que en su lugar lo presencia
constantemente, en tanto permanece fijado al episodio. Bleichmar acuña el concepto de
simbolización de transición para pensar un pasaje del sujeto a través del cual pueda
restablecer esta conmoción en su subjetividad a la manera de un puente que repare al sujeto,
allí donde algo dejó un hiato, un vacío en su psiquismo, dejándolo expuesto a la pura vivencia
de angustia o a la compulsión.

Conclusiones.
En la problemática contemplada se muestra la complejidad de la temática. Desde nuestra
formación, encontramos en el psicoanálisis el planteo de una nueva escena para el sujeto. Su
terreno no es el de lo jurídico. Lacan nos habla de irrealizar y humanizar. También podemos
pensarlo para el sujeto que ha sido vulnerado (no se hace aquí referencia a quien es
“vulnerable” en tanto, como otros autores se adopta aquí el supuesto de que, quien es
“vulnerable” está anclado en una situación que lo ata y expone a vivencias de vulnerabilidad,
quitando responsabilidad a quien lo ha llevado a ese atasco. En lugar de ello, un sujeto
“vulnerabilizado” mueve a esa mirada a quien suele quedar invisibilizado: al adulto que puso
al niño a expensas de la procura de su propia satisfacción). Aquí, la inclusión de la realidad
psíquica ante el crimen que lo victimiza despliega un entramado que poco tiene que ver con el
de las concepciones científico-criminológicas positivistas, en relación a una verdad absoluta,
donde la búsqueda de un testimonio puede dejar por fuera la indefensión a la que el psiquismo
de un niño queda expuesto.

El riesgo que aquí sobrevuela es que la función de la esfera jurídica se agote en esta búsqueda
de la verdad. Aun cuando no es de incumbencia del ámbito jurídico, el paso del psicólogo
forense sí tendrá que tener como horizonte, rescatar la subjetividad y lo que aparece como
verdadero para el sujeto. Poder reconocer que no se trata solo de verdades y razones, ni de
que en esa búsqueda de verdad en pos de “reparar” algo del individuo, perdamos de vista al
sujeto y lo que es verdadero para él. Esto es, pasar de lo particular de la individualidad y su
verdad, a lo singular del sujeto y lo verdadero. El rescate del sujeto no debería dejarlo a este
por fuera de la tarea.
La Verdad y lo Verdadero en la Psicología del Testimonio. (M. Ramos, 2017)

George Canguilhem (Canguilhem, 1956) en su Conferencia en el Collège philosophique


refiere que siendo la psicología una ciencia de la subjetividad, el profesional psi debe estar
advertido de los rumbos que su ejercicio puede tomar. El autor da cuenta del tránsito por las
ideas que orientan las prácticas profesionales, a la vez que las identifica a través de los
diferentes tiempos históricos. Canguilhem postula entonces que la consideración de la
psicología como útil, donde actúa como herramienta en favor del hombre cede su lugar a un
tiempo instrumentalista. Del utilitarismo, donde el hombre se sirve de la utilidad de los
recursos, ha llegado a convertirse él mismo en una herramienta. Ya no es el hombre quien se
sirve de las herramientas, sino que ahora el hombre mismo se ha transformado en un
instrumento. Instrumento para otro hombre. Este instrumentalismo ya no toma al hombre
como fin, sino que es el medio para otro hombre: “instrumento de todo instrumento”.
Instrumento de otra ambición (que no es la propia) que busca ver al hombre como… nuevo
instrumento para otro hombre. ¿Qué es lo que lleva al psicólogo a ubicarse en ese lugar en el
instrumentalismo, buscando en otros hombres, también instrumento?

“Entonces si el psicólogo no toma [profundiza] su proyecto de psicología en una idea del


hombre ¿cree poder legitimarlo por su comportamiento de utilización del hombre?”
(Canguilhem, 1956, pág. 13) ¿Cómo vemos aparecer esto en la práctica misma del psicólogo?
El hombre considerado como instrumento no da cuenta del profesional, sino del técnico. Rol
este último que remite el autor a la mera confección de informes, de generación de datos
particulares, individuales. Lejos de la singularidad, de lo subjetivo. Desaparece el profesional
para erigirse el técnico, el que supone además poseer un saber sobre las situaciones a evaluar
y/o a registrar desde la diagnosis. Se hace visible desde la postura técnica el ejercicio de un
tutelaje que confisca el lugar del sujeto, postura que desde una superioridad puede conocer
por su formación aquello que el otro “necesita” y del modo “adecuado” en el que lo hace.
Pero sin poder advertir ni preguntarse por aquello a lo cual responde con su práctica. ¿Quién
lo orienta?, ¿quién mide al medidor?

Si la práctica del psicólogo solo ve en un niño, en este caso, un proceso psicodiagnóstico, un


informe, este rol técnico al que se abandona el profesional es proveedor de nuevas “historias
tristes” como aquellas de las que nos hablaba Erving Goffman (Goffman, 2009). Al decir del
pedagogo Carlos Skliar (Skliar, 2017), hay biografías que terminan transformándose en
biografías que narran la historia de una infancia afectada. Pero, trágicamente, “llevado” de la
mano del psicólogo. Desde esa tutela que le da un lugar de saber, se instituye en protector,
salvador del niño. Una vez más, Skliar lo refleja muy bien: “La infancia pierde sus pasos en
nombre de la contención, del peligro, del miedo. Pierde sus pasos y en vez del cuidado llega
el abandono” (Skliar, 2017, pág. 68). Una antigua frase reza que en el nombre del amor, de la
protección, se han llevado adelante las peores decisiones.
La Verdad y lo Verdadero en la Psicología del Testimonio. (M. Ramos, 2017)

Bibliografía
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Beccaria, C. (1764). De los delitos y las penas. Madrid: Alianza.

Bleichmar, S. (2000). Sostener los paradigmas desprendiéndose del lastre. Una propuesta respecto al
futuro del psicoanálisis. Aperturas psicoanalíticas(6).

Canguilhem, G. (1956). Qué es la psicología? París: CBC, UBA.

Chaumon, F. (2004). La ley, el sujeto y el goce. Lacan y el campo jurídico. Buenos Aires: Ediciones
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Presses de l´universités.

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Sobral, J. Arce, R. Prieto, A. (1994). Manual de psicología jurídica. Barcelona: Paidós.

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