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Así pues, cuando el Derecho se concibe como mezcla de Justicia y de fuerza, con la
balanza y su espada en su blasón, parece que la fuerza de la espada sea la fuerza del Derecho, es
decir, su fuente, de donde nace. Pero, no tarda en revelarse el equívoco entre la fuerza que el
Derecho produce y la fuerza que produce al Derecho; la primera es el trabajo del mecanismo, no
la energía que la hace mover. En un determinado momento, la cadena de la fuerza se rompe; es
decir, que no se logra encontrar ni un primero que haga justicia, ni un primero al que se le haga
esa justicia. Hay, al cabo, un justiciero que impone justicia sin que ningún hombre le conceda el
poder. Es decir, el Derecho tiene su raíz en la obediencia.
Ahora bien, los juristas, no conocían ninguna diferencia entre Derecho y ley. En efecto,
los dos conceptos tienen un elemento común que ya he mencionada anteriormente: la idea de
ligar. No obstante, sabemos que Derecho es un concepto exclusivamente Jurídico, no se puede
decir lo mismo de la ley, debido a que no solamente los juristas sino también las Ciencias
Naturales emplean la misma palabra ley.
Por lo anterior, el problema que debe ser examinado en lo que a ley se refiere, concierne a
la relación entre ley jurídica y ley natural; así entonces, la ley natural se identifica con la
causalidad: basta la existencia de un primer hombre, para que haya la existencia del segundo
hombre. Por otro lado, la ley jurídica se identifica con la finalidad, debido a que esta ley jurídica
ha sido creada por el hombre. Sin embargo, si tenemos en cuenta la estructura, la ley jurídica y la
ley natural se asemejan tanto como dos gotas de agua. Cuando el naturalista dice: puesto que el
hombre nació debe morir, es lo mismo que si el jurista declara: puesto que un hombre mató a
otro hombre, debe ser matado; hay en una como en otra un prius y un post, y como se ve, la ley
expresa el vínculo entre ellos. Así, tanto una como otra ley representa a la vez, lo que es y debe
ser.
Asimismo, luego de haber conocido la ley, ahora el hecho debe atraer la atención. El
hecho en sí mismo es una especie de isla misteriosa en el reino del Derecho. Para entender que es
el hecho, es prudente hacer una comparación y una oposición: hecho y cosa; ley y hecho
respectivamente. Así pues, cosa y hecho, son dos aspectos de un mismo concepto que pueden
formularse con la palabra objeto; un objeto entonces puede observarse inmóvil o en movimiento.
Así, al comparar hecho con cosa se formula crudamente una diferencia entre los términos: hecho
es la cosa que se mueve y cosa el hecho cuando está inmóvil.
Análogamente, esta lucha entre el hecho y la ley nos lleva a referirnos al juicio. Como
vimos, el Derecho es lucha y entre el hecho y la ley, no se limita a esta lucha, sino que se
extiende a su superación. En ese sentido, la función del juicio es esencialmente la de unir, a
través del presente, es decir, la ley, el pasado al futuro, es decir, el hecho. Así, el Derecho
verdaderamente culmina en el juicio, no solamente porque sin juicio no podría la ley obrar sino,
porque solo en el juicio puede componerse la lucha de la ley y el hecho.
Siendo así, se preguntarán que tiene que ver el Derecho, la ley, el juicio, la sanción, el
deber y el hecho con el arte. Así, el Arte se junta a la naturaleza para enriquecer el mundo. Y
enriquecer el mundo es la tarea del hombre. El legislador, como el pintor con sus cuadros o el
escultor con sus estatuas, ejecuta esta tarea con sus leyes. Por tanto, cuando examinamos la ley y
el hecho, fueron los conceptos de la representación y de la interpretación los que nos llevaron a
descubrir esta analogía entre el legislador o el juez y, más que el pintor, el músico o el exégeta de
sus melodías. Luego, tratando de penetrar el secreto del juicio y de la sanción y, por tanto, de
eliminar la corteza para desnudar la médula del Derecho, se abrió cada vez más claramente a
nuestros ojos la maravilla del amor. Entonces he aquí el Derecho como Arte; son estos dos
conceptos, Derecho y Arte una de las formas que toma el amor para obrar entre los hombres.