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ALFABETIZACIÓN EN BOLIVIA:

“LUCHA POR LA IGUALDAD DESDE LA EDUCACIÓN”

Noel Aguirre Ledezma

Que una persona sea analfabeta no es ninguna casualidad. Es la expresión de políticas de gobierno de
otrora que constantemente negaron los derechos y la dignidad de las personas, principalmente de las
poblaciones excluidas.

Este panorama, en Bolivia, fue parte de la Colonia y República, desde su fundación hasta hace unos
años. Es la expresión de opciones que favorecieron a reducidos grupos poblacionales que detentaron
el poder económico y político en desmedro de las y los olvidados como mujeres, indígenas,
originarios, campesinos y obreros.

Por ello, la mayoría de la población, casi el 90%, en el año 1825, estuvo ausente del proceso
constituyente fundador de la República de Bolivia. De manera interesada se sostenía que “se hacía
pueblo con ciudadanos libres” (Irurozqui Marta, 1999), puesto que los “iletrados” no eran capaces de
emitir un voto independiente y bien pensado. Así, no sólo se negó el derecho a leer y escribir sino que
el analfabetismo fue un pretexto para impedir el ejercicio de los derechos fundamentales de gran
parte de la población.

De igual manera no es ninguna casualidad que, en las primeras décadas del siglo pasado, Avelino
Siñani, un indígena aymara, un día tras otro, haya caminado varios kilómetros desde Warisata hasta
Huarina para aprender a leer y escribir clandestinamente. Sin embargo, como muchos hechos en la
historia, esos “aprendizajes clandestinos” y una clara convicción emancipadora le motivaron a crear
la Escuela Ayllu de Warisata, su pueblo natal. Avelino Siñani, como muchas y muchos de sus
hermanos indígenas, tuvo que formarse clandestinamente y cuando tuvo la osadía de crear
oportunidades de educación para su comunidad fue objeto de persecución y represión (Portugal-
Ramírez Mario, 2017).

Avelino Siñani es parte de esa historia de indígenas que eran castigados y “que sus miembros eran
mutilados y reventados sus ojos” (Larson Brooke, 2007) porque se atrevían a leer y escribir. Entonces,
“los aymaras optaron por dotarse de escuelas clandestinas para aprender a leer y escribir, requisitos
indispensables para la defensa legal de la propiedad comunal de la tierra contra los hacendados. Las
escuelas clandestinas funcionaban de noche y a la luz de velas para evitar que los patrones pudieran
detectarlas y castigar a quienes osaban instruirse en el alfabeto. Para los miembros de la comunidad,
leer implicaba acceder al contenido de los documentos legales y, por consiguiente, evitar los engaños
de abogados y estafadores que favorecían la usurpación de tierras comunales a través de triquiñuelas
jurídicas.”(Elortegui Maider, 2016). Visto desde otra perspectiva, el analfabetismo, motivó que
indígenas, originarios y campesinos conviertan la lectura y escritura en un mecanismo de liberación,
rebelión y lucha por sus derechos.

Por otro lado, prejuicios y actitudes discriminatorias también son causa y efecto del analfabetismo.
Machismo, creencia que el rol de la mujer está reducida a la procreación y al cuidado de la familia,
reducidos ingresos en las familias, migración forzada, creencia de que sólo se estudia cuando se
encuentra en “edad escolar”, falta de reconocimiento de los derechos de las personas, familias
desestructuradas, entre otros aspectos, también inciden en la problemática del analfabetismo.

Ese es el caso de Juana, una señora de pollera de 60 años que vive en una zona periurbana de El Alto,
con emoción y consternación relata su testimonio de vida acerca de las razones por la que no estudió:
“Yo no pude estudiar cuando era niña, mi papá me decía que las mujeres eran para la cocina, para
atender al marido y a sus hijos, para pastear ovejas, llamas y vacas… Siempre me repetía que si
aprendía a leer y escribir sería para mandar cartitas a mis ¨gallos¨ (chicos, pareja, etc.)… Pasados los
años, cuando me casé, esta vez le dije a mi esposo que quería estudiar, él con carcajadas, me dijo
¨cómo pues tan vieja puedes estudiar, cuando tus pies están prácticamente en la puerta del
cementerio¨. Lloré de rabia y a pesar de todo decidí inscribirme en un grupo de alfabetización… Ahora
ya se leer”.

Por su parte, María, mujer de 24 años que vive en una zona suburbana de la ciudad de Oruro, madre
de dos niñas, inmigrante de un pueblo ubicado a 6 horas de viaje, relata: “El principal problema por el
que no pude estudiar fue el problema económico de mi familia, mis padres se vieron obligados a
tomar la dura decisión de darme en adopción a los ocho años de edad a una familia de la ciudad para
que ellos me hicieran estudiar y a cambio yo tenía que servirles en todos los quehaceres de su casa,…
pero lo único que recibí fueron exigencias de trabajo y trabajo, maltratos verbales y ningún apoyo
para estudiar… El trato con mi familia no se cumplió, por eso tuve que buscar otras alternativas de
trabajo, hasta que ahora comienzo a aprender y estudiar…”

Entonces, debe quedar absolutamente establecido que las y los bolivianos no fueron analfabetos
porque no supieron aprovechar oportunidades ni por falta de voluntad. El impedir o restringir la
posibilidad de leer y escribir de gran parte de la población principalmente tuvo motivos de “control
político”, no en vano se dice “indio letrado es indio alzado”. El analfabetismo es la expresión de
injustas estructuras sociales, económicas, políticas y culturales que nos dejó el Colonialismo y la
República. Está íntimamente ligado a las condiciones de pobreza de la población. El analfabetismo no
sólo es un asunto educativo, es estructural.

Por eso, no es casualidad que, Evo Morales Ayma, cuando inició su campaña para las elecciones
generales del año 2005, con convicción propia, a pregunta de un periodista extranjero sobre “¿para
qué quiere ser Presidente?” afirmó: “Quiero ser Presidente para erradicar el analfabetismo”.

En la actualidad, septiembre del 2019, ese propósito prácticamente se ha cumplido, la tasa de


analfabetismo es del 2,3%, la más baja de nuestra historia. Bolivia es un “Estado libre de
analfabetismo”. Desde la alfabetización construye equidad, igualdad, restituye la dignidad y los
derechos de población que en periodos anteriores fue ignorado; es un ejemplo en el contexto
latinoamericano y ha cumplido con creces acuerdos internacionales.

Eso tampoco es una casualidad.

Septiembre, 2019

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