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Adela Cortina
Luego de revisar la conferencia ofrecida por Adela Cortina en 2014 al Fórum
Larramendi para presentar su libro “¿Para qué sirve realmente la ética?”, me
permití sacar algunos extractos centrales a su planteamiento y hacer este corto
vídeo.
Aunque la conferencia en total -no sólo las dos partes enlazadas en los contenidos
de la Unidad I del curso- dure aproximadamente dos horas, concentré mi atención
en los asuntos centrales del planteamiento teórico de Adela Cortina frente a la
ética, puesto que a partir de la segunda parte de su discurso empieza a buscar
maneras de ejemplificar y acercar a la práctica sus presupuestos.
Por otra parte, cuando aborda los contenidos morales, la pensadora plantea que
éstos “han sido diferentes a lo largo de la historia y que son diferentes en distintas
culturas”, es decir, que hacen parte de nuestro aprendizaje social en el contexto
en el que nos desenvolvemos. Al respecto, asegura que “todos tenemos una
estructura moral, sólo que después desarrollamos distintos lenguajes morales
según el lugar en el que se nace, según el lugar en el que se socializa, según lo
que se aprende en una determinada cultura […] el lenguaje moral se aprende en
la sociedad en la que uno vive”, agregando que “así como la estructura moral de
los seres humanos es biológica, esos contenidos morales vienen siempre del lugar
que nacemos, de las tradiciones, de las religiones, de la filosofía, de la literatura”.
trato de aprender que este hombre juguetón que me provoca es el mismo
hombre serio que habla de dinero con tanta gravedad que ya ni siquiera
me ve y el mismo hombre paciente que me brinda consejo en los malos
momentos y el mismo hombre irascible que da un portazo cuando sale de
casa. Muchas veces he deseado que el hombre juguetón sea más serio y
que el hombre serio sea menos serio y que el hombre paciente sea más
juguetón. En cuanto al hombre irascible, es un extraño para mí y no me
parece que sea incorrecto detestarlo. Ahora estoy aprendiendo que si le
digo palabras crueles al hombre iracundo cuando sale de casa, al mismo
tiempo lastimo a los otros, a los que no quiero lastimar, al hombre
juguetón que me provoca, al hombre serio que habla de dinero y al hombre
paciente que brinda consejo. Sin embargo, miro al hombre paciente, por
ejemplo, el que más quisiera proteger de mis palabras más crueles, y
aunque me digo que él y los otros son el mismo hombre, sólo puedo creer
que dirigí esas palabras, no a él, sino al otro, mi enemigo, aquel que
merecía toda mi ira.
Lydia Davis
Dr. Tovar