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Holy, L. y Stuchlik, M. (1983). “Actions, norms and representations.

Foundations of
anthropological inquiry.” Cambridge University Press. Great Britain.
(Traducción Libre por Lynn Acuña Poblete)

Los datos antropológicos y la realidad social

La observación participante es sin duda uno de los más importantes términos del bagaje
conceptual de la antropología social. Conlleva la imagen de una investigación llevada a
cabo directamente entre las personas que uno está estudiando, usualmente por una
extensión considerable de tiempo, cuidadosamente observando y documentando minuto a
minuto su vida diaria.
“Haber estado allí” y “haber visto esto y aquello hacerse” es la garantía ultima de
veracidad y exactitud de cualquier información divulgada acerca de esas personas. Si
fuera habitual publicar, o de otra forma poner en disposición, no sólo los documentos y
monografías resultantes de la investigación sino también las notas de campo y los
registros de los datos, pronto surgiría que la “observación participante” es un término que
agrupa un amplio rango de formas en que por ejemplo, la tribu X subsiste por cultivo de
rotación. Tal vez asumamos que esta información no ha sido obtenida por el investigador
participando de cualquiera de las rotaciones de suelos: el trabajo de campo usualmente no
es tan largo como para eso. Lo que presumiblemente se piense es que el antropólogo notó
la distribución de suelos cultivados en ese período, observó indicios de cultivos más o
menos recientes en otros sectores de la tierra, le fue dicho por los aldeanos que ellos han
cultivado esos sectores, y posiblemente que después de algún tiempo lo limpiarían y
cultivarían tierra sin usar. Cuando un antropólogo describe la familia en la sociedad Y
que tiene una estructura autoritaria, con el padre a la cabeza, él nuevamente habrá
derivado esto desde un número de más datos específicos de sus notas de campo: observó
instancias de padres comportándose en una forma que podría llamarse autoritaria,
descripciones de lo que los padres hacen o ordenan hacer, y posiblemente opiniones de
las personas sobre como la familia debería ser o está organizada. Algunos de estos datos
fueron obtenidos, indudablemente, a través de las observaciones: algunas de ellas,
igualmente sin duda, llegaron al antropólogo en la forma de opiniones expresadas, juicios
de valor, etc. A menos que entendamos la “observación participante” en un sentido
simplista de “estar en el lugar”, estos últimos ejemplos pueden ser difícilmente el
resultado de ello.
Decir que la tribu X tiene cultivo de rotación, o que la tribu Y tiene una estructura
autoritaria es transmitir información, pero estrictamente hablando no es dar información,
a no ser que podamos especificar a qué información se refiere. En el primer caso se puede
hacer lo siguiente: podemos decir que el “cultivo de rotación” se refiere a un patrón, o
secuencia, de un proceso que se puede observar. En el segundo caso la tarea es más
difícil: ¿la estructura autoritaria se refiere a un patrón de actos autoritarios de padres, al
conjunto de órdenes que cualquier padre puede dar, o a un número de opiniones
expresadas? Sugerimos que el procedimiento antropológico se refiere
indiscriminadamente a las tres; incluye estas tres y otros tipos de datos, y las diferencias
entre ellos son anuladas al ponerlas todas bajo el mismo titulo: resultados de la
observación participante.

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En este capítulo, pretendemos discutir las diferencias entre los tipos de datos y
preguntar por su referencia. Más específicamente, deseamos discutir dos asuntos. El
primero es que las diferencias en los datos no son meramente la consecuencia de
diferentes técnicas de recolección de datos o de las formas en que la información viene al
conocimiento del observador, sino la consecuencia de su referencia a diferentes niveles o
dominios de la realidad social. En otras palabras, las diferencias en los datos a menudo
connotan la diferencia existencial entre niveles o dominios de realidad. Sin embargo, la
realidad social no puede ser concebida como un sistema unitario. El segundo es que el
hecho de que la realidad social ha sido concebida de esta forma generalmente ha llevado
a su representación errada y a la formulación incorrecta de problemas y a los
procedimientos que los solucionan. Las aparentemente simples y no problemáticas
técnicas como la observación participante, o incluso el trabajo de campo, han jugado un
rol importante en esto.
La ultima discusión de importancia sobre la naturaleza de los datos y su uso
apropiado en la antropología social tuvo lugar en la década de 1960, con el desarrollo del
análisis situacional o el método del caso extendido (Gluckman 1961, y Van Velsen 1967).
La mas temprana, y en ese entonces predominante, posición puede ser mejor
caracterizada por una muy conocida cita de Radcliffe-Brown, que describe el
procedimiento de la ciencia al no estar relacionada con lo particular, lo único, sino sólo
con lo general, con tipos, con eventos que se repiten. Las relaciones reales de Tom, Dick
y Harry o la conducta de Jack y Jill tal vez puedan aterrizar en nuestros libros de notas de
campo y quizás pueden proveer ilustraciones de una descripción general. Pero lo que
necesitamos para los propósitos científicos es un registro de la forma de la estructura
(Radcliffe-Brown 1952:192)

Desde su punto de vista, los datos particulares, o de cualquier tipo, son para ser
usados como base para una descripción generalizada, esta descripción se traduce como la
estructura y eventualmente es ilustrada por datos particulares aptamente escogidos. En
una escala muy pequeña, este es exactamente el proceso por el cual la familia ya
mencionada de la sociedad Y llega a ser presentada con una estructura autoritaria. Los
practicantes del método de caso extendido particularmente criticaron esta forma de
manejar datos concretos. Señalaron que los datos de hechos reales no eran usados de
forma alguna: eran meras ilustraciones para el esquema estructural divisado por los
antropólogos.
Para los analistas situacionales, los datos particulares, las interacciones reales, los
casos observados eran algo que debía estar sujeto a análisis. La regularidad en los
patrones, la estructura, solo debían ser señalados directamente de estos casos y además
ser demostrados por ellos (Gluckman 1961:10-11). De esta forma, el estilo de análisis que
este acercamiento propuso fue considerablemente diferente del que fue sostenido por el
enfoque anterior. Sin embargo, las criticas, completamente justificadas tal como estaban
no llegaron lo suficientemente lejos y el estilo de análisis del caso extendido no resolvió
el problema central. El paso desde la estructura a los hechos reales había sido uno
importante, pero permítanos considerar lo que significó en términos más prácticos. El
análisis de un caso particular hecho por un antropólogo generalmente se extiende por un
periodo considerable de tiempo, comenzando mucho antes de que vaya a campo (Mitchell
1956:95) y evoluciona durante su estadía allí. Sus datos sobre el caso son de esta forma

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conformados por una variada forma de colección de información, consistente de los
reportes de eventos pasados de los informantes, sus propias observaciones de eventos
presentes, los reportes de los informantes y las justificaciones de eventos presentes, etc.
Todos estos datos le informan, más o menos de la misma forma, acerca del caso visto
como un patrón de eventos, y en última instancia acerca de la forma de vida o la
estructura social. Las diferencias en los datos aún son tratados como incidentales: en otras
palabras, los “datos” siguen siendo un concepto unitario, la suma total de información
obtenida acerca de un caso particular y a través de él, la estructura social concebida
igualmente de forma unitaria.
Por supuesto, toda la discusión era acerca del problema de la referencia.
Refiriéndonos a los análisis antropológicos en general, más que análisis situacionales en
particular, Leach sucintamente trajo la pregunta de “hasta qué punto el concepto del
antropólogo de estructura social se refiere a un conjunto de ideas o a un conjunto de
hechos empíricos” (Leach 1961a:5). Permítasenos examinar esta pregunta con la ayuda
de un ejemplo concreto: la estructura de linaje segmentario. La cantidad de trabajo de
campo que la estructura de linaje segmentario ha estimulado y la prominencia que ha
logrado en escritos teóricos y metodológicos claramente indican que su formulacion ha
sido considerado una de los mas importantes logros de la antropología social. Parece
justificada, entonces, usarla como “estudio de caso”.
Entonces, cuando un antropólogo concluye que una sociedad tiene una estructura
de linaje segmentario, ¿a qué se refiere él con eso? Parece ser que existe un grado
considerable de consenso en cuanto a que se refiere a un conjunto de nociones manejadas
por los miembros de esa sociedad, o, en términos de Leach, a un conjunto de ideas.
Evans-Pritchard sostiene esto cuando menciona que el principio de segmentación y
oposición entre segmentos “puede ser declarado en términos hipotéticos por los propios
Nuer” (Evans-Pritchard 1940:143). Fortes expresa la misma visión cuando afirma que el
paradigma del sistema de linaje de los Tallensi “esta en el ojo de la mente de cada nativo
bien informado cuando discute la estructura de su sociedad y toma parte de asuntos
públicos” (Fortes 1945:30). Similarmente, Southall considera el concepto de estructura de
linaje segmentario como parte de un “sistema de proyección” de los nativos. (Southall
1953:32). Hablando acerca de los Nuer, los Tiv y los Beduinos, Lewis señala que la
“ideología política-jurisdiccional está incomprometidamente en una ideología de
descendencia” (Lewis 1965:97). El clarifica lo que esta ideología esta destinada a ser
citando a Middleton y Tait: “segmentos co-ordenados que han llegado a existir como
resultado de la segmentación son considerados como complementarios y formalmente
iguales” (Middleton y Tait 1958:7). El hecho de que la descendencia o el principio de
linaje sean considerados como ideología indica que es tomada para ser una noción
portada por los actores; es una parte de su universo conceptual. Esta visión es expresada
por los propios Middleton y Tait (Ibíd.: 76). Peters (1967) enfáticamente presenta el
concepto de la estructura de linaje segmentario como el modelo folk Beduino y Salzman
(1978a) y Seddon (1979) hablan acerca de ello como la ideología del actor.
Hasta ahora, no hay problema. La estructura de linaje segmentario es un conjunto
de nociones que los miembros de algunas sociedades llevan consigo acerca de la
organización adecuada de sus relaciones sociales. Los tienen en “el ojo de su mente” y
son capaces de contarle al antropólogo acerca de ellas, incluso discutirlas en términos
hipotéticos. Sin embargo, un número considerable de antropólogos presentan el sistema

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de linaje segmentario, implícita o explícitamente, también como una representación de
procesos sociales continuos, o en conceptos de Leach como un conjunto de hechos
empíricos. Los actores no solo portan y discuten estas nociones, sino que también los
ponen de manifiesto en su conducta, organizan sus relaciones sociales y sus actividades
en términos de una estructura social segmentaria. Esto esta tácitamente implicado en
todas las clasificaciones que lo distinguen como un sistema político específico (Fortes y
Evans-Pritchard 1940; Middleton y Tait 1958). La visión de que el concepto del sistema
de linaje segmentario se refiere a procesos sociales reales ha sido suscrito por, con
derechos, por Gellner (1969:62-3), y recientemente también por Salzman (1978a) quien
argumenta que incluso en sociedades donde los dictados de la estructura de linaje
segmentario no siempre son seguidos por la conducta, la ideología del linaje puede sin
embargo ser vista como con efecto constreñidor sobre la conducta. Algunos antropólogos,
notablemente Fortes, han ido incluso más lejos y postulado una relación directa entre la
estructura de linaje segmentario y procesos sociales observables. Haciendo referencia a
los Tallensi, él dice que “la sociedad Tale está construida alrededor del sistema de
linaje…Es el esqueleto de su estructura social, el armazón huesudo que modela su
política corporal; guía su vida económica y moldea sus ideas rituales y valores” (Fortes
1945:30). Los Nuer, los Tallensi y los Tiv “…tal vez se diga que hay que pensar
agnáticamente acerca de las relaciones sociales como los Romanos y los Chinos… El
paradigma de la descendencia patrilineal no es solo un medio para imaginar su estructura
social; es su guía fundamental para la conducta y creencias en todas las áreas de su vida
social” (Fortes 1969: 290-1).
El muy conocido argumento de Sahlins de que el sistema de linaje segmentario es
una organización de expansión depredadora y un medio social de intrusión y competición
en un nicho ecológico ya ocupado ni siquiera tiene sentido si no estuviera derivado
directamente de la asunción de que el sistema de linaje segmentario involucra un proceso
social continuo. Sahlins mantiene explícitamente que la sociabilidad segmentaria es un
mecanismo relevante del proceso político en los sistemas de linaje segmentario,
“operando automáticamente para determinar el nivel de la acción colectiva política”
(Sahlins 1961:332).
De este modo, podemos distinguir dos posiciones en cuanto a la referencia de la
estructura de linaje segmentario. Para algunos de los antropólogos mencionados
anteriormente, se refiere exclusivamente a un conjunto de ideas, ideologías, mitos, o
simplemente una serie de ideas. Para otros, se refiere simultáneamente a un conjunto de
nociones y el patrón de los procesos sociales, de la forma en que los miembros de una
sociedad organizan sus actividades. La primera posición se enfrenta a un problema
ciertamente interesante: no estamos negando que el conjunto de nociones llamado
estructura de linaje segmentario exista; ya que existe para los miembros de una sociedad,
es su realidad social. Por otro lado, este conjunto de nociones no es manifestado en
procesos sociales, en la organización de sus actividades. Ya que los procesos sociales, o
las actividades de los miembros de una sociedad, existen igualmente innegablemente y
son también realidad social, es necesario distinguir dos tipos diferentes de realidad social
que no tienen que estar directamente relacionados. A no ser que el observador este
preparado para otorgar a ambos el mismo nivel de hecho o de realidad, debe otorgar a
uno de ellos prioridad ontológica. Este es un problema que discutiremos ampliamente
mas adelante; en este contexto sería sólo una divagación. Sin embargo, es importante

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notar que la postulación de dos niveles o dominios de la realidad social es directamente
necesario al definir la estructura de linaje segmentario como un conjunto de ideas,
ideología o mito.
Este problema no existe para la segunda posición. La estructura del linaje
segmentario es simplemente una forma de la sociedad manifestado tanto en las nociones
del actor como en los procesos sociales. Sin embargo, esta posición conlleva problemas
considerables por sí misma. De un acercamiento, aparece que la visión de que la
estructura de linaje social es una representación de procesos sociales empíricos
observables no esta tan bien fundamentada. Por ejemplo, la mayoría de los casos
históricos disponibles de hostilidades entre las secciones tribales Nuer y sus alianzas
políticas (Evans-Pritchard 1940:144-5,229-30; Howell 1954:19-20) indican que la
oposición entre secciones tribales no es tan equilibrada como la presentación
paradigmática de Evans-Pritchard pretendió ser (Holy 1979b para una discusión más
detallada) esto ha sido reconocido, con un cierto alcance, por el mismo Evans-Pritchard
en la admisión de que las hostilidades y alianzas entre las secciones tribales no eran ni tan
regulares ni simples como fueron le fueron explicadas y como él afirmo que fueron
(Evans-Pritchard 1940:144); también admitió que “las actualidades políticas son confusas
y conflictivas. Son confusas porque no siempre están, incluso en un contexto político, de
acuerdo con valores políticos, aunque tienden a conformarlos, y porque las ataduras
sociales de diferente tipo operan en el mismo campo, algunas veces fortaleciéndolas y
algunas veces yendo al contrario de ellas” (Evans-Pritchard 1940:138).
Hay otros numerosos casos donde una lectura cuidadosa de las descripciones de
situaciones reales revela desacuerdos del equilibrio manifestado y la oposición de
segmentos, pero la evidencia de los Nuer debería ser suficiente para establecer el
problema.
Es en este contexto que la pregunta original de Leach obtiene su fuerza crítica, Sin
embargo, la crítica de Leach no es la única. Varios antropólogos han nivelado los
comentarios críticos al concepto de la estructura de linaje segmentario, y la noción de
estructura tal como es representada en general. La mayor deficiencia es vista
específicamente en el hecho de que la distinción entre “un conjunto de ideas” y “un
conjunto de hecho empíricos” no es hecha clara y consistentemente. Como consecuencia
de ello, la relación entre las formas estructurales y la conducta real es postulada como no
problemática y así es efectivamente removida del análisis. Smith argumenta que la
“debilidad del estudio y teoría del linaje…ha sido errar en tomar la ideología como
realidad, y no mirar detrás para encontrar categorías mas abstractas de acción, en
términos de los cuales son explicados y su constitución determinada”. (Smith 1956:65).
Schneider criticó el modelo estructural por sus “fallas para distinguir claramente el
segmento como una entidad conceptual y su contraparte como grupo” (Schneider
1965:75). Buchler y Selby señalaron que el modelo elimina “la posibilidad de establecer
las reglas de correspondencia que conectan constructos teóricos con los sistemas de
conducta…Esto se debe a una preocupación exclusiva por las obligaciones del sistema
jural que estructura el armazón básico real” (Buchler y Selby 1868:102). Barth criticó el
modelo por “buscar explicación demasiado exclusiva en el lado conceptual de la
dicotomía” entre el segmento como una entidad conceptual y su contraparte como grupo
(Barth 1966:6) Holy ha llegado a la conclusión de que el uso del modelo de linaje
segmentario fue “el responsable último por la negligencia en importantes áreas de

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investigación entre los procesos políticos reales y las nociones acerca de ellos, que
existen en las sociedades que han sido clasificadas como poseedoras del sistema de linaje
segmentario” (Holy 1979a: 19).
Aunque de alguna manera diferente en contenido, todos estos y similares críticas
apuntan a lo mismo: la visión tras la crítica está cometiendo un serio error al considerar la
estructura de linaje segmentario al referirse indiscriminadamente al conjunto de nociones
del actor y sus actividades reales. La pregunta surge de cómo es posible que incluso en el
reconocimiento de las discrepancias arriba mencionadas, por ejemplo del hecho de que
las actividades de base no siempre están estructuradas en términos del modelo
segmentario, no ha detenido la idea de que la estructura expresa o incorpora la conducta.
Desde nuestro punto de vista, esto ocurre porque el fin último de tales investigaciones ha
sido formular una estructura holística de la sociedad como su descripción final y como la
explicación de lo que sea que esté pasando en ella. El análisis no ha sido orientado hacia
lo que los miembros de la sociedad hacen y por qué lo hacen, sino a como la sociedad
esta estructurada. La estructura tiene que ser, por supuesto, dilucidada de los datos, pero,
con el mismo fin, los datos son vistos como referencia de la estructura
indiscriminadamente. Incluso una mirada precipitada a cualquier monografía nos
mostrará que los datos comprenden conducta observada real, las generalizaciones del
analista, las recolecciones de los informantes sobre eventos pasados, sus afirmaciones
sobre lo que debería hacerse o lo que usualmente se hace, etc. La demanda por la
formulación de la estructura social da la ilusión de que todos estos distintos datos son
datos sobre ella, que modelos construidos sobre la base de distintos tipos de datos son
coincidentes y que un tipo de datos es inadecuada para sustituir a otro; eventos
observados, eventos reconstruidos por los informantes, eventos reconstruidos por el
analista, afirmaciones sobre normas jurídicas son consideradas como informantes de la
misma cosa.
Esta ilusión, que un tipo de datos es un substituto adecuado de otros, ha persistido
no sólo a pesar del número de críticas específicas sino también a pesar del hecho de que
se junten los datos, esas deficiencias fueron reconocidas mucho tiempo atrás. Por
ejemplo, a comienzos de la década de 1930 La Piere llevo a cabo una instructiva
investigación acerca de actitudes raciales en la Costa Oeste de los Estados Unidos (La
Piere 1934). Durante la primera parte de su investigación, La Piere visitó, acompañado de
una pareja joven china, un número de hoteles, restaurantes y moteles de la Costa Oeste.
Del total de 251 locales visitados, fueron rechazados en solo uno. El segundo escenario
de investigación, llevado a cabo un tiempo considerable después, consistió en enviar un
cuestionario con la pregunta: “¿aceptaría a miembros de raza China como huéspedes en
su establecimiento?” De 274 cuestionarios enviados y devueltos, 226 contestaron la
pregunta negativamente. Esto significa que la mayoría de los establecimientos que ya
habían aceptado una pareja china como huéspedes afirmo que no los aceptarían.
La Piere ofrece dos explicaciones para la abismal diferencia entre las actitudes
que recogió a través de los cuestionarios y las acciones que observó en el primer
escenario. El primero no nos concierne en este contexto. Se refiere, brevemente, a que
cuando se contesta un cuestionario, el gerente está rechazando una entrada hipotética a
cualquiera que luzca como un estereotipo de un “miembro de la raza china”. Cuando se
enfrenta a dos jóvenes que se visten con ropa occidental y hablan inglés sin acento, no
conecta esa imagen con el estereotipo. En otras palabras, sus características

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“occidentales” son tomadas más en cuenta para su definición que sus características
“chinas”. La segunda explicación, que es de interés directo para nuestro caso, está, en una
forma, implicada en la primera: cuando se responde un cuestionario, se le pide al gerente
que describa lo usual, lo apropiado o la manera normal de actuar en una situación descrita
de forma general; cuando se enfrenta con huéspedes reales, debe actuar de forma
especifica en una situación especifica. Estas dos situaciones son considerablemente
diferentes, y el conocimiento invocado para resolverlas será diferente. Lo que sea que
digan las personas sobre lo que sus acciones son o serán no pueden ser tomadas como
equivalentes de lo que sea que sus acciones serán realmente, o como una predicción de
que dicha acción realmente tomará lugar:

Sentado en mi escritorio en California puedo predecir con un alto grado de certidumbre lo


que un hombre de negocios “promedio” en una ciudad promedio del Mediano Oeste
responderá a la pregunta “¿Se comprometería a un encuentro sexual con una prostituta en
un burdel de Paris?” Ninguno podría predecir lo que realmente haría si por mala fortuna
se encuentra a si mismo cara a cara con la situación en cuestión (La Piere 1934:236).

Si se responde negativamente, el hombre de negocios esta diciéndonos lo que es


apropiado, lo ideal o la conducta esperada para el tipo de hombre que él es en esa
situación.
Tal vez parecería que estamos extendiendo un punto demasiado obvio y tal vez
trivial. Después de todo, mucho antes de que incluso vaya al campo, cualquier
antropólogo en sus comienzos sabe que puede obtener datos en dos formas distintas:
observando lo que se está haciendo, y preguntando a las personas o escuchándolas hablar,
o, para ponerlo en términos mas generales, hay dos categorías amplias de datos: las
afirmaciones verbales de los miembros de la sociedad y su conducta observada. También
sabe que la información contenida en una categoría de datos es a menudo diferente de los
comprendidos en otra, por ejemplo, la gente dice a menudo que hacen tal y cual y pueden
ser vistos haciendo otra cosa. Estamos de acuerdo en que el punto es obvio, pero no es
trivial: su trivialidad es el resultado del hecho de que su importancia es negada en la
mayoría de los procedimientos analíticos de la antropología.
La literatura antropológica está llena de descripciones sobre las diferencias entre
lo que la gente dice que hace (que han hecho, harán) y lo que el antropólogo observa
como sus actividades. Tales casos son por lo general cuidadosamente documentados,
analizados, y explicados. Sin embargo, el análisis y la explicación usualmente comienzan
desde las premisas de que tales diferencias no deberían existir, que constituyen una
discrepancia, o al menos una inconsistencia. Lo que se explica o lo que se considera
como problema constituye la discrepancia. Donde no hay diferencia entre las
afirmaciones verbales de la gente y su conducta observada, no existen problemas y no se
necesita análisis.
Lo que tenemos en mente puede ser mostrado a través de un estudio de cualquier
sociedad uxorilocal. Una sociedad es clasificada como uxorilocal usando como base las
afirmaciones verbales de que tal residencia es ideal, apropiada o usual, y de la
observación de algunos, posiblemente de las parejas casadas que viven de hecho
uxorilocalmente. Al mismo tiempo, sería tal vez difícil encontrar una sociedad uxorilocal
donde todas las parejas casadas fueran realmente uxorilocales; siempre hay un cierto,

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posiblemente alto porcentaje de parejas residiendo bajo otra forma. Permítasenos
imaginar una sociedad con 75% de las parejas residen uxorilocalmente y el 25% de
parejas residiendo no uxorilocalmente. Lo que es invariablemente visto como un
problema es la existencia de este 25% de matrimonios no uxorilocales, porque
constituyen una discrepancia entre lo que se dice y lo que se hace. La explicación
usualmente consiste en encontrar influencias contingentes, ya sea en cada caso particular
o en términos generales. El punto importante es que el 75% de parejas con residencia
uxorilocal no constituyen un problema, simplemente porque en su caso no hay diferencia
entre lo que se dice y lo que puede ser observado. Su residencia es explicada por la
existencia de la norma. Por ende, aunque técnicamente se hace o puede ser hecha la
distinción entre afirmaciones verbales y acciones observadas, se vuelve trivial y
completamente fuera de lugar en el nivel explicatorio: las afirmaciones verbales son
tomadas como descripciones de lo que realmente pasa y el problema emerge sólo cuando
esto no se cumple.
Permítanos exagerar en el argumento e imagine una sociedad cuyos miembros
profesan la uxorilocalidad como la forma apropiada de residencia tras el matrimonio pero
nunca residen uxorilocalmente: claramente, las afirmaciones verbales serían entonces
descripciones de ningún caso real. En todo caso, es improbable que tal sociedad pueda ser
encontrada, pero en un ejemplo real de la sociedad Lapps nos ayudará a argumentar
también: “Noté la misma discrepancia en las afirmaciones sobre el cambio de residencia
ante el matrimonio. Los Lapp afirman invariablemente que en el matrimonio, la mujer
debería unirse a la tribu de su esposo pero un análisis de todos los matrimonios muestra
que casi un medio de los hombres se une a la tribu de su esposa y permanece ahí”
(Pehrson 1964:292).
Si este es el caso, una afirmación verbal tiene una oportunidad más o menos igual
de ser descriptiva de acciones observadas y de estar en discrepancia con ellos. En base a
esto, Pehrson llega a una extraordinaria conclusión de que los Lapp no tienen una regla
para la residencia postmatrimonial. Lo que los Lapps “invariablemente dicen” no puede
ser considerado como regla porque no describen con suficiencia lo que se les puede ver
hacer. Dejando a un lado la pregunta terminológica de que si las afirmaciones deberían
ser llamadas reglas o de algún otro nombre apropiado, claramente los Lapp dicen que las
mujeres deben unirse a sus esposos. E igualmente claro, este es un dato para el
antropólogo, sin importar si todas, algunas o ninguna mujer se unen a sus esposos.
Obviamente, no le informa sobre lo que los Lapps realmente hacen; de la misma forma en
que la respuesta negativa del hombre de negocios del ejemplo anteriormente mencionado
del autor La Piere, le informa acerca de actitudes, acerca de las nociones sobre la
propiedad, normalidad, etc. Todas estas, aunque no necesariamente aparente en la
conducta observable, son sin embargo un fenómeno social existente.
Ya que la regla de la virilocalidad ha sido invariablemente afirmada por los
Lapps, sigue que incluso los esposos que se unieron a sus mujeres lo afirman. Si no puede
describir adecuadamente o explicar esta conducta, difícilmente puede describir o explicar
la conducta de parejas virilocales. Esto puede ser parafraseado de la siguiente forma: si la
existencia de la regla de virilocalidad puede ser acompañada por, ya sea instancias reales
de virilocalidad o instancias reales de uxorilocalidad, entonces, si queremos registrar
adecuadamente cualquiera de la dos, algunos otros elementos deben ser añadidos (Holy
1974:112-15). Este ejemplo debería ser suficiente para mostrar que la premisa de la

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congruencia necesaria o no problemática entre lo que la gente dice y lo que hacen es
inválida.
Nos parece que el punto entre las diferencias en los datos no es, por lo tanto,
trivial a menos que sea abordad así por los procedimientos de investigación. La diferencia
entre las afirmaciones verbales de los actores (ya sean sus expresiones espontáneas o
respuestas a las preguntas del antropólogo) y la propia observación del antropólogo sobre
su conducta no es meramente una diferencia casual en la forma por la cual la información
llega al antropólogo. Como sugerimos en el comienzo de este capítulo, connota una
diferencia entre las áreas o dominios de la realidad social que se estudia. En los términos
más simples posibles, uno de estos dominios está formado por las nociones o ideas que
las personas llevan, y que pueden afirmar verbalmente, y el otro por las acciones que
llevan a cabo realmente.
Hemos tratado de mostrar a través de ejemplos que un gran número de
explicaciones antropológicas, al no hacer consistentemente la distinción entre estas
categorías de datos, confluyen los dominios de realidad o los tratan como homólogos
directos. En otras palabras, un gran número de explicaciones antropológicas representan
la realidad social como un sistema unitario o estructura que consiste indiscriminadamente
por las nociones y las acciones observables. Los modelos explicatorios de la estructura
social, o modelos de sistema, son usados como dispositivos de atajos heurísticos para
“pintar” y organizar datos complejos” (Whyte 1977:77) Cuando se toma esta posición, el
mismo status adscrito a datos cualitativamente diferentes, por ejemplo, se asumen que
informan acerca de la misma cosa y pueden fácilmente sustituirse entre ellos.
Hasta ahora, nos hemos enfocado en mostrar que la diferencia entre las dos
categorías principales de datos, que pueden ser simplemente llamados afirmaciones
verbales y conducta observada, incorporan o connotan diferencias esenciales entre las
áreas o dominios de la realidad social, y que los antropólogos que en la práctica ignoran
estas diferencias están presentado modelos distorsionados de la realidad social y están
definiendo problemas y procedimientos para la resolución de ellos de forma incorrecta.
La pregunta que asalta es de cómo es posible, en vista del hecho de que las diferencias
entre los tipos de datos pertenecen a un conocimiento común y las discrepancias entre las
afirmaciones verbales y la conducta observada son numerosas y bien documentadas en la
literatura antropológica, a fin de ignorar todo el problema y para mantener, para el
propósito del análisis y la explicación, la dicotomía simple entre datos sin diferenciar y
realidad social sin diferenciar. Nos parece que esto puede ser rastreado hasta tres
diferentes pero interdependientes raíces.
La primera de éstas se basa en una concepción general determinista del hombre:
uno de sus dogmas es que la conducta de las personas puede ser explicada
apropiadamente sólo como el resultado de fuerzas externas a ellos. En las ciencias
sociales, la versión más ampliamente aceptada de esto es la máxima durkheimiana sobre
los hechos sociales como un ente externo a los individuos y con poder coercitivo sobre
ellos. Por ejemplo, las normas son vistas como modelos que tiene una relación directa a
las acciones. Son prescripciones de acciones concretas con fuerza propia y compelente
para convocar acciones (para una elaboración de este punto véase Stuchlik 1977a:11 ff)
Sin embargo, ya que son prescripciones, algo que tiene la fuerza para convocar acciones,
son tomadas también como descripciones de lo que realmente ocurre. Una vez que
hayamos establecido, por ejemplo, que una sociedad practica endogamia por grupo de

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descendencia, tomando como base lo que nos han dicho sobre los arreglos matrimoniales
(lo que son, lo que deberían ser, etc.) lo tratamos como si fuera endógamo en el sentido
conductual, como si todos realmente se casaran dentro de su grupo de descendencia.
Incluso si es sabido que los matrimonios muchas personas son exógamos, esto es un
hecho incidental que no debilita el hecho de que esta sociedad es endógama. En términos
generales, el concebir las normas (o hechos sociales) de esta manera lleva a considerar un
conjunto de ideas jurídicas que describirían un conjunto de acciones modeladas, o al
menos como homólogas de ellas. Ya que las normas determinan las acciones, también
explican las acciones: la conducta disconforme realmente no importa porque el resto de la
estructura social se ha asumido como interdependiente con la regla – y por lo tanto con la
práctica – de endogamia. También, ya que cualquier individuo particular está
determinado de esta forma, las acciones concretas no son problemáticas. Las acciones
individuales no son vistas como abordables por las ciencias sociales de todos modos: las
ciencias sociales se encargan con totalidades sociales. Las preguntas que hacemos son,
como señalamos anteriormente, del tipo “¿Porqué es una sociedad endógama?”, o “¿Qué
función tiene la endogamia en esta o aquella sociedad particular?
La segunda raíz yace en la noción de que la clasificación, basada en la
comparación, es la tarea última de la antropología. La idea de que siendo clasificadas
apropiadamente, las sociedades, o las “formas de la estructura”, también serán, de alguna
forma, explicadas, yace detrás de mucha literatura teórica en la antropología social:
permítasenos mencionar como un ejemplo A natural science of society de Radcliffe-
Brown (1957). A pesar de los comentarios altamente críticos (por ejemplo Leach 1961b),
el entusiasmo clasificatorio, aunque posteriormente a menudo disfrazado bajo la noción
de comparación, aún se mantiene firme. Déjenos volver al ejemplo mencionado
previamente de la sociedad endógama: la categoría de sociedades endógamas comprende
sociedades en las cuales algunas personas han sido vistas contrayendo matrimonio dentro
de sus grupos de descendencia, sociedades en la que algunos miembros han expresado la
visión de que esta es una forma apropiada de arreglo marital, etc. Estos son obviamente
casos distintos. Sin embargo, como clasificación el término está diseñado para referirse al
hecho de que la sociedad como totalidad es endógama y, en última instancia, a la realidad
conductual asumida, es decir, a sociedades donde los hombres pueden realmente casarse
con mujeres de su propio grupo de descendencia. La estructura endógama, o modelo, de
tal sociedad está construida para el propósito de clasificación y experimentación, es decir,
comparación (o en los términos de Leach, coleccionar mariposas; Leach (1961b:2), y no
para registrar lo que las personas están haciendo realmente. Esto obliga algunas
demandas desagradables:

Por ejemplo, la etnografía nos impele a afirmar que una sociedad tiene linajes,
considerando que tal vez tenga ciertos valores para los linajes y tendencias para
aproximar lo que concebimos por una organización de linaje… El concepto se ve
fortalecido cuando la sociedad es comparada con otras sociedades que tienen ideologías
diferentes sobre linajes pero con las que se agrupan debido a una reducción adicional de
los criterios tipológicos y un crecimiento amorfo en las definiciones… En lo mejor, las
unidades interrelacionadas en la mayoría de los análisis funcionales son normas; en los
análisis comparativos, son los modelos construidos sobre las normas. Este es un problema

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viejo y familiar en antropología ante el cual nos quitamos el sombrero al ir haciendo
exactamente lo que se anteriormente se ha dicho (Murphy 1972:59-60).

En otras palabras, con lo que finalizamos es con un modelo que no tiene asidero
real: la realidad social presumiblemente representada ha sido tan generalizada y
distorsionada que no hay nada, a no ser posiblemente una muy vaga “sociedad”, a la cual
podamos señalar específicamente y decir esto es un modelo de tal y cual.
La tercera raíz es un poco más difícil de nombrar, pero subyace a todo el
trasfondo histórico y filosófico de las ciencias sociales. Ellas comenzaron a emerger
como ciencias en un tiempo cuando la única idea imaginable de ciencia era aquella
representada por las ciencias naturales y exactas. La “cientificidad” de cualquier
disciplina particular era, por lo tanto, medible por su similitud o no a ellas. Esto era así a
tal grado que se aplicó incluso a la filosofía: ‘…cuando Austin, Ayer, y Ryle fueron
presionados para definir su metodología filosófica, de una forma u otra todos se refirieron
a la Ciencia Natural. Austin, por ejemplo, enfatizó que en la forma en la cuál se debía
proceder en filosofía es “comme en Physique ou en sciences naturelles” e incluso dijo
que: “Il n’y a pas d’ autre manière de precéder” ’ (Mezaros 1966:319).
Para las ciencias sociales, este acercamiento de “ciencia natural de la sociedad” no
es, sin embargo, algo que pertenece al pasado. Como Giddens ha recientemente señalado,
“El deseo de establecer una ciencia natural de la sociedad, que poseería la misma suerte
de estructura lógica y perseguiría los mismos logros que las ciencias de la naturaleza
probablemente persiste, al menos en el mundo de habla inglesa como el punto de vista
dominante en la actualidad” (Giddens 1976:13).
Sin embargo, si las ciencias sociales debía emular las ciencias de la naturaleza, o,
para ser más exactos, si debía ser construida por en las mismas líneas, también necesitaría
un sujeto tan real y de hecho como el del las ciencias naturales, consistente en fenómenos
que existen “ahí” en el mundo. Además, debía ser accesible para el observador
básicamente de la misma forma: la observación participante era vista como algo dado al
investigador algo así como sentido-datos, es decir, información acerca del mundo social
colectada a través de las experiencias sensoriales. Las relaciones que no se pueden
observar eran concebidas como no problemáticas debido al arreglo apropiado que seguía
de los fenómenos observables. O, para ponerlo de otra forma, los fenómenos observables,
a través del arreglo apropiado, revelaban “una forma de la realidad social” (Radcliffe-
Brown 1952:4). Esta “visión de la estructura social como un puzzle” (Levi-Strauss
(1960:52) hizo posible ver la estructura social como algún tipo de realidad empírica. Ya
que estaba tan preconcebido desde el principio, todos los datos colectados por el
investigador, sin importar si fueron observados o de forma verbal, necesariamente se
refería a la estructura social. Cómo se referían a ella no era importante, lo importante era
la realidad tras de ella.
La proposición de que las ciencias de la sociedad son cualitativamente diferentes
de las ciencias de la naturaleza ha sido tratada muchas veces. Se argumenta usualmente
desde la proposición de que los fenómenos humanos o sociales son inherentemente
significativos mientras que los fenómenos de la naturaleza no los son: consecuentemente,
los procedimientos para el estudio de lo último no son válidos para el estudio de lo
primero. No estamos interesados directamente en comparar directamente las ciencias
sociales con la de la naturaleza; sin embargo, nos parece que la mayoría de los problemas

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mostrados a través de los ejemplos de este capítulo son producto del hecho que los
antropólogos tratan de seguir procedimientos apropiados para las ciencias naturales. Al
negar las diferencias cualitativas de los datos y al considerar toda la información como
parte de una forma de la sociedad, o estructura, que existe más allá de actores
individuales, están atribuyendo a esta realidad un status existencial similar al de los
fenómenos naturales. El término unificador de “observación” cubre, como tratamos de
mostrar, un amplio rango de formas por las cuales los datos son posibles de obtener: estas
formas indican las diferencias entre los datos, y las diferencias en los datos son una
manifestación de la diferencia de fenómenos a los que se refieren. Permítanos, por lo
tanto, re-examinar el concepto de observación.
Anteriormente indicamos que la “observación” en el uso normal antropológico
designa dos formas de obtener los datos: capturando las afirmaciones verbales de los
actores y observar su conducta real. En pos de la simplicidad, hemos tratado las
afirmaciones verbales y la conducta observable como dos claras y no controversiales
categorías que se refieren a, primero, las nociones de los actores, o realidad nocional, y la
otra a sus acciones, o realidad conductual1. Al hacer esto, hemos considerado
provisionalmente la observación, modificando el sentido estricto de la palabra, como un
procedimiento no problemático y la observabilidad como una propiedad no problemática
de las acciones. Si así fuera, los procedimientos normales antropológicos serían
adecuados y nuestros comentarios de los ejemplos serían inválidos. De hecho, las dos
categorías de datos no están separadas tan separadas: la observabilidad es una cualidad
problemática, y “hacer una afirmación verbal” es en un sentido una acción observable.
Consecuentemente, la clarificación conceptual se hace necesaria en este punto.
Observación en el sentido técnico restringido significa percepción a través de los
sentidos: estrictamente hablando, en el campo de la ciencia social sólo hay un fenómeno
que puede ser observado: una acción específica de un individuo concreto, ya sea un acto
físico o un acto de habla. E incluso esta afirmación debe ser calificada: lo que podemos
observar directamente son movimientos físicos. Un simple movimiento físico no es, por
sí sólo, una acción: es constituido como una acción porque tiene un significado. Un
visitante hipotético de Marte posiblemente no puede observar la acción de cobrar un
cheque: lo que él puede observar es un hombre empujando un pedazo de papel a través
del mostrador en una dirección, y otro hombre empujando varios trozos de papel en la
dirección opuesta. El mismo movimiento físico puede tener muchos significados adjuntos
en él (Anscombe 1957:40) y así con muchas acciones diferentes. Para poder “observar”
una acción, las personas deben conocer su significado, y al conocer el significado,
cualquier “observador” debe poseer un criterio preexistente para atribuirle significado.
Aplicar tal criterio a un movimiento observable obviamente no es observación
sino un proceso de pensamiento. Por lo tanto, incluso una simple acción no llega a las
personas sólo a través de la percepción sensorial, sino a través de la percepción sensorial
y un proceso de pensamiento al mismo tiempo. (Gorman 1977:60). En consecuencia, la
observabilidad no es una propiedad absoluta de la acción. Sin embargo, las personas no
se comportan de forma aislada sino con y hacia los demás, lo que es posible solo si otros
pueden, en general, no sólo ver los movimientos físicos sino también comprender su
significado, en base a los criterios que comparten con ejecutante. De otra forma sería
imposible para ellos comportarse con y hacia otros y la vida social no podría existir.
1
El profe. Berhó se refirió a esta categoría como realidad “accional”.

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Aunque puede haber algunos malentendidos y malas interpretaciones, las personas
entienden sus acciones en el curso de la vida diaria, es decir, atribuyen significados a
movimientos físicos más o menos automáticamente y sin problemas. Así que, incluso si
la “observabilidad” no es una propiedad absoluta de la acción, en la practica de la vida
social las acciones se consideran observables; la “observabilidad” se convierte en una
propiedad del sentido común. En la medida en que los miembros de una sociedad
observan sus acciones sin problemas, estas acciones pueden ser consideradas como
observables por el antropólogo.
El significado de una acción consiste en el impacto que el actor hace o trata de
hacer en el medio físico y/o social al cambiar o mantener el estado actual de las cosas. El
status existencial de una acción es constituido por tres elementos: tiene una locación en el
tiempo y el espacio, es decir, es único e irrepetible y una vez ejecutado deja de existir; es
ejecutado por un individuo; y al mismo tiempo hace o trata de hacer un impacto
observable en el mundo. Estos tres elementos también connotan su status epistemológico:
están disponibles para el investigador directamente, como un evento, a través de la
observación. Claramente, ningún enfoque que no tome en cuenta seriamente este nivel de
realidad, es decir, lo que los actores realmente hacen, en el sentido del impacto que hacen
o tratan de hacer en el mundo, y que no representan consistentemente este nivel de
realidad en sus modelos de explicación, puede pretender dar cuenta adecuadamente de la
vida social.
Ya que la vida social existe, lo que entre otras cosas significa que las personas
pueden atribuir significados a las acciones de los demás y a las suyas propias sin ningún
gran problema, esto presupone la existencia de acciones en otro nivel: como modelos,
planes, “planos”, esquemas, (Cheal 1980:40) para las acciones en las mentes de las
personas. Estos modelos existen, las personas los llevan, sin importar si la acción
correspondiente se está llevando a cabo o no. Ellos son perdurables y no están
relacionados a una acción particular localizada en el tiempo y espacio, sino a una clase de
acción. Tales modelos no son de ninguna forma aceptable observables. Sin embargo le
pueden decir al observador que ellos existen y lo que son. Si alguien se está casando,
podemos observarlo como un evento; también se nos puede decir cómo casarnos o cómo
la gente se casa, incluso si no observamos el evento en ese momento: esta afirmación
verbal no se refiere a un matrimonio particular sino a un modelo de matrimonio.
El status es existencial de tales modelos es claramente diferente del de las
acciones. Son llevadas por los actores, pero al ser llevadas por ellos no están haciendo o
tratando de hacer un impacto en el mundo: llevar un modelo de acción no es “hacer” o
“tratando de hacer” algo. Además perduran en el tiempo: no desaparecen después de que
la acción ha sido ejecutada. Tales modelos forman parte del conocimiento de un
individuo y son parte de la vida social en tanto son compartidos por los individuos. Tanto
en los terrenos existenciales y epistemológicos ellos forman un área o dominio de la
realidad diferente de aquel formado por las acciones.
Sin embargo, los modelos simples de acciones forman sólo una pequeña parte de
aquella área de la realidad. Las personas no sólo ejecutan acciones que tienen
significados para ellas y otros, también se ejecutan en condiciones concretas, tanto social
como físicamente. Estas condiciones deben ser conocidas. A pesar del conocimiento de
ellas, nuevamente ellas consisten en constructos mentales y modelos: no simples
descripciones de acciones, sino nociones más complejas acerca de las relaciones entre

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acciones, representaciones de partes del mundo físico y social, nociones acerca de lo
normal, ideal, etc. Mientras que un simple modelo de acción puede responder a la
pregunta “¿Cómo se sabe que tal evento es un matrimonio?” hay otros modelos
complejos de cómo el matrimonio se relaciona con otros eventos de la vida, por qué uno
debería casarse, con quién es apropiado casarse y porqué, etc. Nuevamente, ningunos de
estos constructos o nociones son observables. Sin embargo, en el mismo sentido del caso
de las acciones, ningún enfoque puede olvidar este nivel de la realidad y seguir dando
cuenta de la vida social de forma aceptable.
Así, parece que hay buenas razones para aceptar un punto aparentemente trivial,
esto es, que hay dos formas por las cuales el antropólogo obtiene sus datos, a través de
observar lo que la gente hace y escuchando lo que dicen, ya que tiene una importancia
metodológica considerable. Lo que está disponible para él de distintas formas son datos
que se refieren a distintas áreas o dominios de la realidad social, es decir, categorías de
cosas que existen en distintos sentidos. Mantendremos la terminología de nociones y
acciones, o realidad nocional y realidad conductual, para estas dos áreas. Nos parece que
su diferencia, aunque se ha reconocido, no ha sido tomada en cuenta por los antropólogos
lo suficiente, posiblemente no tanto en el proceso de recolección de datos, sino
decididamente en los procedimientos analíticos y explicativos y en la formulación de
modelos explicativos de la vida social. En los siguientes capítulos tratamos de apuntar
consecuencias importantes que trae el reconocimiento de las diferencias en los datos, o,
más exactamente la concepción no unitaria de la vida social.

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