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Encima de formar parte de una dieta, la semilla es utilizada como un elemento medicinal
y/o ritual, es decir, que la planta se ve involucrada en una interacción más trascendente
con las comunidades tradicionales, adquiriendo ésta un significado espiritual. En este
sentido, el maíz también pertenece a una dinámica ritual. Por ejemplo, en el imperio Inca
se desarrollaba el Capacocha, ritual que consistía en realizar ofrendas de reconocimiento
al ancestro inca Mama Huaco, quien proporcionó al imperio Incaico el primer maíz. Por
tanto, el maíz no solo formaba parte de la dieta de esta cultura, sino que también es
participe de festividades religiosas.
En general, la arqueología clásica tiene un modo poco eficiente de distinguir entre plantas
actuales y plantas utilizadas en los asentamientos prehistóricos, ya que, considera que la
gama de plantas domesticadas que se consumen hoy en día son representativas de las
que fueron usadas en la prehistoria, siendo que el grado de vegetales en el pasado pudo
ser mucho más diverso que el actual, y esto da cuenta del nulo conocimiento de la
diversidad de semillas que existen en el mundo. Por ende, es necesario que la
arqueología discuta explícitamente sus limitaciones y sesgos de los datos botánicos
recogidos de cualquier sitio arqueológico; se debe prestar más atención a las prácticas o
actividades asociadas a cada planta; y, es indispensable definir con precisión la
importancia económica de los recursos vegetales representados en un sitio arqueológico.
Es importante destacar, que el trabajo arqueológico se debe hacer por y para los pueblos
indígenas. De este modo, la participación indígena en investigaciones arqueológicas
resulta en una relación de mutuo aprendizaje y soporte. En la actualidad, muchas
comunidades dependen del cultivo de plantas y su diversidad para subsistir, pero sus
técnicas originales han sido sustituidas por monocultivos más controlados, costosos, y
que no dan abasto para la dieta de las poblaciones. Es por ello, que los pueblos indígenas
presionan por el retorno de sus alimentos, sus cultivos y conocimientos tradicionales que
son claves para manejar la botánica. Por tanto, la revitalización cultural de los pueblos
indígenas en todo el mundo está conectada a la recuperación de sus tierras y prácticas
agrícolas tradicionales (Rossen 2014), con el fin de volver a utilizar las plantas como
alimento, medicina o como parte de un ritual.