R.J.

Rice

fundamentos
de geomorfología

1983

PARANINFO

MADRID
 La meteorización se puede definir como la respuesta de los

27 materiales rocosos, que en un principio se encontraban en

La meteorización y la cobertera
meteorizada
equilibrio con las condiciones de la litosfera, a las diferentes
condiciones existentes en la superficie de la Tierra. En esencia se
trata de una forma de metamorfismo, puesto que las rocas se
adaptan a cambios de temperatura y presión en presencia de
líquidos y gases en circulación. A la larga, se puede establecer un
nuevo equilibrio sin que los productos de meteorización
experimenten más que pequeñas alteraciones físicas o químicas.
Existen también, sin embargo, gran número de ciclos complejos de
meteorización, a través de los cuales puede pasar el material antes
de alcanzar tal estado, y entretanto, el material que no ha sido
alterado por completo, ha emigrado por lo general vertiente
abajo por efecto de la gravedad. Esta movilidad del manto
superficial tiene el efecto de exponer la roca no alterada a los
procesos de meteorización.
Se pueden distinguir dos tipos básicos de meteorización, el
mecánico y el químico. El primero se refiere a aquellos procesos
que llevan consigo desintegración o pulverización de la roca
original, el segundo a los que suponen la descomposición o
alteración química. Hay que hacer notar, que el material rocoso
rara vez se ve afectado por uno de estos procesos exclusivamente,
sino que por lo general se ve sometido a varios procesos
interactivos, tendentes a producir una desintegración y
descomposición concurrentes. Aunque por lo general es más
intensa la meteorización mecánica en unos ambientes, y la
meteorización química en otros, esto es sólo una indicación de su
importancia relativa y no implica que la otra esté ausente por com-
pleto.

METEORIZACIÓN MECÁNICA

Se pueden reconocer cuatro grandes fuentes de esfuerzos que dan

lugar a la fragmentación de las rocas: dilatación, expansión térmica,
crecimiento de cristales y la actividad orgánica.

Dilatación.— Con una densidad media de unos 2,7 g por cm-3, la pre-
sión confinante ejercida por la columna del material suprayacente
sobre un bloque de roca situado a gran profundidad es enorme. Al
erosionarse por efecto de la denudación la parte superior de la co-
lumna, esta presión disminuye, y el bloque se puede adaptar a esta
falta de carga por medio de una expansión hacia arriba. La manifes-
tación más clara suele ser el desarrollo de un sistema de diaclasas
muy próximas entre sí. En muchos frentes de canteras, se puede ver
como la roca a pocos metros de la superficie del suelo se divide en
PARTE CAPITULO innumerables bloques paralelepipédicos de pequeño tamaño, míen-
tras que el mismo material en profundidad mantiene su aspecto masivo
con unas pocas diaclasas ampliamente espaciadas. La relajación de la
presión es un fenómeno muy conocido por los canteros, ya que* a veces
esto lleva a rupturas de tipo explosivo en los frentes recién abiertos. El valor
real de dilatación se ha medido comparando las dimensiones de un bloque,
mientras permanece en su lugar en la base de la pared de una profunda
cantera con las dimensiones adquiridas una vez que ha sido extraído. Se ha
podido detectar que los bloques de granito en una cantera en Georgia,
experimentan una expansión lineal de hasta 0,1 por ciento. En ocasiones, los
cantos de basalto extraídos del fondo oceánico profundo "estallan" o se
fracturan poco después de haber salido a la superficie.
Las formas de dilatación natural más notables, se encuentran en zonas
de rocas ígneas masivas en las que el diaclasado paralelo a la superficie
origina en ocasiones, lajamientos notablemente regulares. Esto es
particularmente espectacular en la Sierra Nevada de California (Fig. 7-1),
donde las lajas concéntricas pueden tener en la superficie un espesor de no
más de 0,1 m; sin embargo, las rocas en profundidad son suficientemente
masivas como para formar escarpadas paredes a lo largo de la artesa glaciar
del Yosemite, de cientos de metros de altura. Las estructuras producidas por
la relajación de la presión, no se limitan tan solo a las rocas ígneas, ni
necesariamente tienen que provenir de una pérdida de carga vertical. Las
características cicatrices en las rocas de las paredes de los cañones en el
árido S-W de Estados Unidos, se han atribuido a la caída de rocas contro-
lada por las diaclasas que se desarrollaron a causa de la expansión lateral en
los estratos sedimentarios masivos. Parece razonable deducir, que allí donde
se desarrollan estructuras "estratificadas" paralelas a la superficie del
suelo, éstas pueden tender perfectamente a perpetuar las formas
topográficas existentes. Sin embargo, la importancia principal de los
sistemas de ciaclasas, radica en el hecho de que otros agentes de
meteorización pueden penetrar profundamente en la roca.
Expansión térmica,— La idea de la expansión y contracción de origen
térmico como mecanismo de fracturación de las rocas, tiene una larga
historia. Muchos de los primeros exploradores de las regiones desérticas
comentaban ya acerca del gran número de cantos fracturados que
encontraban en la superficie e, incluso algunos de ellos afirmaban que la
fracturación iba acompañada de un ruido parecido al disparo de un rifle. La
abundancia de cantos fracturados se atribuía generalmente, a los fuertes
cambios de temperatura de los desiertos, quizá acentuados por la falta de
vegetación y cobertera de suelo que proporcionase protección a los rayos
directos del sol. También se aludía a la escasa conductividad térmica de la
mayor parte de los materiales rocosos; se pensaba que ésto daba lugar a
una fina corteza
superficial que se calentaba y enfriaba mucho más intensamente que
el interior del canto. Finalmente, se creía que los distintos coeficien-
tes de expansión térmica de los diferentes minerales de la roca po-
drían ser capaces de provocar esfuerzos desintegradores.
Ya en 1915 Tarr expresó sus dudas acerca de la validez de algunas
de las afirmaciones más extravagantes. Experimentando con bloques
de granito, calculó que los esfuerzos debidos al calentamiento pro-
ducido por el sol eran notablemente menores que la resistencia elás-
tica de las rocas. Posteriores experimentos realizados por diversos in-
vestigadores han fracasado, todos ellos, en su intento de demostrar
la fragmentación como debida únicamente a cambios térmicos. El
experimento más conocido de termoclástia, es el realizado por Griggs,
quien calentó y enfrió un cubo de granito 89.400 veces a temperatu-
ras que fluctuaban entre 30° y 140°C. Si cada ciclo de temperatura
se supone que corresponde a un solo día, esto equivale a casi 245
años de meteorización térmica. A pesar de ésto, al final del experi-
mento, Griggs no pudo detectar ningún deterioro significativo en la
estructura de la roca. Aunque no se puede dudar de la validez general
de muchas pruebas de laboratorio parecidas a ésta, sin embargo, éstas
no cuentan con la observación directa de que las superficies desérticas
a menudo se encuentran más o menos cubiertas de cantos
fragmentados. De tal manera, o bien el factor que provoca la desin-
tegración es otro proceso diferente, o las pruebas de laboratorio no
reproducen en algún punto esencial las condiciones naturales de la
superficie de las zonas desérticas. Ollier ha señalado que las muestras
calentadas en un horno no están en absoluto confinadas, mientras
que en la mayoría de los cantos y bloques rocosos observados en el
campo, la mitad inferior de éstos, sí que lo está por efecto del ente-
rramiento parcial que presenta; ésto se supone que podría proporcio-
nar esfuerzos "extra" desintegradores. Otros investigadores han afir-
mado, que las alteraciones químicas deben de provocar un debilita-
miento general de la roca antes de su ruptura térmica final; citan ex-
perimentos posteriores de Griggs en los que él demostró que si el en-
friamiento de los bloques de granito se realiza en un ambiente de aire
húmedo en vez de en uno de aire seco, se produce una desintegración
más rápida de los mismos. Este argumento se opone al hecho de que
algunos de los cantos fracturados del desierto, están compuestos por
materiales como el pedernal, que no son muy susceptibles a una alte-
ración química anterior. No se ha probado todavía la importancia de
la termoclástia como un mecanismo de meteorización, pero posterio-
res estudios podrían arrojar más luz sobre el problema. Por ejemplo,
se pueden usar termopares para medir las temperaturas de las rocas
en el campo. De esta forma ya se han registrado temperaturas super-
ficiales de 75°C, con unos intervalos diurnos de 40°C y gradientes
de temperatura que sobrepasan 1°C por 20 mm. Quizá el problema
más difícil de solucionar es calcular el efecto potencial de la rotura
por fatiga de larga duración. Otras dos fuentes de calor que podrían
contribuir a una ruptura térmica son el fuego y los rayos, pero de nuevo
nos encontramos con que resulta enormemente difícil obtener4 un cálculo
cuantitativo de su importancia.
Crecimiento de cristales.— Se sabe que el crecimiento de sóidos cris-
talinos extraños dentro de una roca, produce fuertes esfuerzos dis-
ruptivos. Se pueden distinguir dos tipos de crecimiento de cristales el
debido a la congelación del agua, y el,debido a la precipitación de
sólidos a partir de una disolución. Aunque el primero es, sin duda, el más
importante, últimamente se le está atribuyendo una importancia creciente al
segundo como otra posible causa de los esfuerzos que producen rupturas en
las áreas desérticas.
El agua tiene la propiedad poco común de alcanzar su máxima densidad
a los 3.98°C. Por encima y por debajo de dicha temperatura, su densidad
desciende por debajo del valor normal de 1 g por cm"3. Alcanza los 0,9998
a los 0°C y disminuye a 0,917 al transformarse en hielo. Este cambio de
agua en hielo produce una expansión en volumen por encima del 9 por
ciento, pero la temperatura a la que tiene lugar varía según la presión
confinante; por cada aumento de 100 Kgf cm -2 *, la temperatura a la que
se forma el hielo disminuye alrededor de 1°C. El ejemplo más conocido de
la fuerza que se produce al helarse, es la ruptura de las cañerías de agua de
las casas. Debido a que el aire se enfría por debajo de 0°C, parte del agua
de las cañerías comienza a helarse, aumentando en volumen al hacerlo. Esto
aumenta la presión sobre el agua residual, que permanece líquida hasta
que la temperatura baja lo suficiente como para que ésta se hiele a esta
mayor presión. En la práctica, las cañerías de cobre de las casas sucumben
ante los esfuerzos que resultan de las tempera^ turas que soportan solo
unos grados por debajo de 0°C. En teoría, a -22°C se podría ejercer en las
paredes confinantes de la diaclasa de una roca una presión de 2.100 Kgf
cm"2; si la presión excediera este valor, la estructura molecular del hielo
cambiaría formando un empaquetamiento más denso, lo cual provocaría
un incremento de la densidad y una disminución de volumen. Presiones tan
elevadas no suelen ser normales, y de no ser por alguna otra razón,
cualquier masa de hielo confinada sería extruída de la diaclasa. Los
cálculos sobre las presiones máximas que se pueden generar en las fisuras
de las rocas varían considerablemente, pero se han dado valores de hasta
150Kgfcm" 2 .
* 107 N m-2. Ver Apéndice A.
* A este proceso se le denomina también gelivación, gelifracción y crioclastia.
(N.delT.)
En la práctica, la situación es mucho más compleja que lo que in-
dica el análisis anterior. La mayor parte del agua de una roca porosa
de grano fino no se encuentra localizada en amplias fisuras que salen
directamente a la atmósfera, sino en finas películas estrechamente
unidas que no se convierten en hielo, aunque la temperatura baje
bastante por debajo del punto de congelación. A temperaturas por
debajo de cero grados, el agua puede migrar a través de espacios po-
rosos más finos a cristales de hielo que crecen en las cavidades ma-
yores de la roca. Estos y otros factores de fracturación por la hela-
da* pueden ser estudiados sistemáticamente en el laboratorio. Así,
por ejemplo, se han utilizado cámaras frigoríficas especialmente di-
señadas, para examinar los efectos de los diferentes cambios de tem-
peratura en diversas muestras de roca. Igualmente se han reproduci-
do distintos ambientes continentales y marinos, empleando los deno-
minados ciclos siberianos de -30° a +15°C y los ciclos islándicos de
-7° a +6°C. Mientras que cada ciclo islándico se ha programado para
que tenga lugar en 1 día, el ciclo siberiano, por lo general, compren-
de aproximadamente unos 4 días. Varios investigadores comenzaron
experimentando con muestras de rocas húmedas y secas, pero aban-
donaron éstas últimas cuando se vio claramente que no eran afecta-
das en absoluto por los cambios de temperatura. En Suecia, Wiman,
sometió una colección de rocas, que incluían pizarras, micasquisto,
granito, cuarcita, y gneiss a 36 ciclos islándicos y a 9 ciclos siberia-
nos, y al final del experimento, descubrió que el peso de los produc-
tos de alteración, expresado en porcentajes con relación al peso de la
muestra original, abarcaba desde 1,16 por ciento para las pizarras
sometidas a ciclos islándicos, hasta 0,007 por ciento para la cuarcita
sometida a ciclos siberianos. Las condiciones islándicas ejercían un
mayor efecto que las siberianas en todos los tipos de rocas, mientras
que para intervalos de temperatura idénticos, las rocas de mayor po-
rosidad tendían a producir mayores cantidades de detritos. En los la-
boratorios del Centro de Geomorfología de Caen se han llevado a
cabo complicados experimentos sobre materiales representativos
procedentes del N-W de Francia, así como con muestras de otras
partes de Europa (Fig. 7-2). Se ha comprobado que muchas calizas
son muy susceptibles a la acción de las heladas. La Creta en particu-
lar, se fragmentó por completo después de 100 ciclos islándicos o
siberianos, mientras que algunos basaltos y otras rocas ígneas de gra-
Fig. 7-1.— tajamiento por pérdida de carga, desarrollado en la superficie de las I rocas
ígneas de Sierra Nevada, California, análogo a los planos de estratificación. Es
interesante comparar esta estratificación superficial con la roca sin diaclasas más
profundas de similar composición sobre las que se han desarrollado las enormes
paredes verticales del cercano valle de Yosemite que se ilustran en las Figs. 12-1 y
12-2.
no fino permanecieron sin alterar después de 300 ciclos. Todos
estos experimentos de laboratorio confirman la efectividad general
de los procesos de hielo-deshielo. Parece que la frecuencia con que la
temperatura sobrepasa el punto de congelación, tiene mayor impor-
tancia que el valor absoluto que ésta llegue a alcanzar, sí bien para
que sea realmente efectiva, la temperatura tiene que estar por debajo
de 0°C, durante varias horas en cada ciclo. La litología influye en el
carácter de los productos de alteración; las rocas porosas se rompen
con facilidad en numerosos fragmentos pequeños, mientras que rocas
densas, impermeables, se abren tan sólo a lo largo de las diaclasas,
cuyo espaciado determina en gran manera el tamaño de los detritus
resultantes.
En las diaclasas y espacios porosos de las rocas pueden precipitar
una gran variedad de sales solubles. En este caso, es poco probable
que la fuerza que se ejerce sobre las paredes confinantes se deba úni-
camente a simples incrementos de volumen, ya que los esfuerzos pro-
vocados directamente por la cristalización son pequeños y, en general,
proceden de la evaporación. De cualquier manera, la importancia de la
cristalización salina ha sido reconocida por los ingenieros y arquitectos
preocupados por la durabilidad de los materiales empleados en la
construcción. Asimismo el deterioro de las fachadas de muchos
monumentos históricos se atribuye actualmente a esta forma de
meteorización. Parece ser que el esfuerzo necesario proviene de la
fuerza de la cristalización. Un cristal en crecimiento puede seguir
adicionando material a su estructura, incluso aunque se encuentre
sometido a presión por las paredes que lo limitan. El principal factor
que controla este proceso, parece ser el grado de sobresaturación de la
solución que le rodea. Así por ejemplo, Evans mantiene que con un 1
por ciento de sobresaturación la calcita podría cristalizar contra una
presión de unos 10 Kgf/cm2.
Se han realizado un gran número de experimentos para comprobar
la validez de la cristalización de la sal como fuerza destructiva (Fig. 7-
3). Ya en 1828, Brard sumergió varias rocas en una disolución de
SO4Na2 y descubrió que después de someterlas a varios ciclos de
humedecimiento y desecación, la mayor parte de los materiales
comenzaron a dar muestras de desintegración. Más recientemente
Pedro, ha hecho experimentos con esferas de granito que introdujo
previamente en agua o en disoluciones de sulfates, nitratos, carbona-tos
y cloruros. Cada esfera luego se secó en un horno a 80°C y el ciclo se
repitió más de 100 veces; el material detrítico que se produjo por estas
disoluciones fue siempre mucho mayor que el producido por el agua
sola. Actualmente parece evidente que un factor importante en la
meteorización de los sillares de los edificios urbanos, es la gran
concentración de S02 en la atmósfera de las ciudades. Esto acidula el
agua de lluvia y hace posible que las construcciones con caliza sean
particularmente propensas a la corrosión. Tras una compleja secuencia
de reacciones químicas, el yeso (SO4Ca2H20) cristaliza por debajo de la
superficie, desprendiendo constantemente finas escamas de roca.
La energía potencial de la cristalización salina está fuera de duda,
pero la frecuencia con que este proceso puede llevarse a cabo en con-
diciones naturales es ya algo más discutible. El desarrollo de los prin-
cipales esfuerzos requiere una alta sobresaturación, lo que implica
una rápida evaporación y la falta de suelo protector y cubierta de
vegetación. Estas condiciones se dan en regiones desérticas y posible-
mente en las costas. Hoy día parece probable que la cristalización sa-
lina, al menos en zonas áridas, constituye un tipo de meteorización
mecánica que no ha sido valorada totalmente en el pasado. Algunos
investigadores mantienen asimismo, que las sales precipitadas, debido a
sus coeficientes de dilatación térmica superiores a los de la mayoría de
las rocas, pueden contribuir de forma importante a la frac-
turación de las mismas al dilatarse bajo el intenso calor diurno de las
áreas desérticas.
Actividad orgánica.— Se sabe que las raíces de las plantas en creci-
miento, en situaciones favorables pueden actuar como cuñas abriendo
las diaclasas de las rocas. Debido a que la celulosa de las paredes de
la célula es más fuerte que muchos metales y que los sistemas de
raíces alcanzan profundidades de decenas de metros, se podría su-
poner que éste es un factor importante de desintegración física. En
la práctica, sin embargo, es difícil determinar la fuerza real ejercida
^por las raíces, puesto que éstas, muy a menudo, siguen aberturas ya
iniciadas por algún otro agente. Para determinar la acción global que
desempeñan las raíces, es necesario tener en cuenta dos acciones
contrapuestas. Por un lado, éstas actúan como agente estabilizador
al unir todos los materiales meteorizados, retardando de esta manera
la exposición de la roca fresca. Por otro, en ocasiones, tienen un
efecto destructivo como cuando los grandes árboles son derribados.
Los animales contribuyen poco a la fragmentación directa de las
rocas, pero tienen un importante papel al alterar los detritos ya pro -
ducidos, aumentando de esta manera la eficacia de otros procesos
de meteorización.
Además de las formas de meteorización mecánicas ya expuestas,
se han sugerido algunas otras, pero sin pruebas de su efectividad en
ambientes naturales. Una de las más interesantes es la adherencia
coloidal, ya que se sabe que la gelatina desecada en un recipiente
puede provocar el desprendimiento de pequeñas escamas de cristal.
Al parecer esta adherencia constituye una posible forma de desinte-
gración de la roca, puesto que una importante fracción de material
orgánico existente en el suelo se encuentra en forma coloidal. Sin
embargo, no se ha demostrado aún su importancia en el campo y es
posible que, si bien sea efectivo en materiales que dan formas cónca-
vas, no surta efecto sobre las formas convexas de los típicos granos
de roca.
METEORIZACIÓN QUÍMICA
Consideraciones generales.— En el estudio de la meteorización
mecánica hemos podido identificar cuatro grandes procesos,
relacionándolos con los distintos medios climáticos y con las
propiedades de las rocas, tales como la porosidad y el diaclasado
Los procesos químicos constituyen un conjunto mucho más
complejo y resulta imposible expresar en unas pocas páginas, la
enorme cantidad de interacciones químicas que podemos encontrar
en cualquiera de los campos de investigación. De tal manera,
concentraremos la atención única-
mente en algunos de los procesos más básicos. Antes de entrar en su
exposición sería de gran utilidad analizar, en primer lugar, algunas de
las propiedades de las rocas que influyen sobre los procesos de altera-
ción química y, en segundo lugar, la naturaleza del gran reactivo que
es el agua de lluvia.
Más del 98 por ciento de la corteza terrestre está compuesto por
ocho elementos únicamente. El más abundante de ellos con mucho,
es el oxígeno, el cual constituye, en peso, casi la mitad del total,
seguido del silicio, que viene a ser algo más de una cuarta parte. Los
otros seis elementos en orden descendente de abundancia son el
aluminio, hierro, calcio, sodio, potasio y magnesio. En lo que respec-
ta al volumen, casi toda la corteza está compuesta de aniones de
oxígeno unidos a cationes metálicos en forma de óxidos. El óxido
más importante que aparece en forma mineral es la s ílice (SiO2 ),
más conocido como cuarzo; otros óxidos minerales incluyen la
alúmina (AI2 O 3 ) y la hematites (Fe 2 0O 3 ). Una gran proporción de
los dos elementos más comunes están enlazados en forma de tetrae-
dros de silicato (SI0 4) (Fig. 7-10). Estos constituyen los bloques ele-
mentales básicos que componen no sólo la mayor parte de los mine/a- minerales de arcilla y micas, calcita y dolomita. No obstante, la apa-
les encontrados en las rocas ígneas, sino también los del grupo aparen- rente simplicidad que se desprende de esta afirmación es bastante en-
temente muy diferente de los minerales de arcilla. La inmensa variedad, gañosa. Existen muchos tipos distintos de feldespatos y minerales de
de los silicatos provienen de diferentes uniones entre los tetraedros, arcilla y todos ellos sufren alteraciones químicas diferentes. Además,
de los distintos elementos existentes entre ellos, y de la sustitución de la facilidad de alteración de una roca no depende únicamente de su
algunos de los iones de silicio por aluminio. Todos estos factores influ- composición mineralógica. Debido a que el reactivo principal es el
yen en la susceptibilidad de los minerales a la alteración química, ya agua de lluvia de percolación,el grado de penetración del agua es una
que los principales procesos de meteorización llevan consigo la desin- propiedad de gran importancia. Una medida de este grado la da la
tegración de la red de los tetraedros y la remoción de los cationes porosidad, cuyos valores van desde menos de 1 por ciento en la ma-
situados entre ellos. yoría de las rocas ígneas a más del 15 por ciento en algunas areniscas.
Los intentos de exponer en tablas la resistencia relativa de los mi- La porosidad, asimismo, da una idea aproximada del área superficial
nerales primarios que forman las rocas, se han basado tanto en obser- de una roca en la que puede haber una mayor actividad química. A
vaciones de campo como de laboratorio (Tabla 7-1). En general, pue- igualdad de volumen, las rocas de grano más fino ofrecen por lo ge-
de decirse que los minerales que cristalizan a las temperaturas más neral un área superficial mayor que las de grano grueso, por lo que
altas durante el enfriamiento del magma, son los menos resistentes tienden a meteorizarse más rápidamente; por ejemplo, los feldespa-
a la meteorización química, y los que se forman posteriormente los tos tenderán a alterarse más rápidamente en una arenisca fina
más resistentes. En un estudio de detalle pueden observarse muchas arcósica que en un granito de textura gruesa. Una consecuencia
variaciones a partir de este modelo básico, puesto que otros factores, importante de este proceso es que los elementos liberados pueden
tales como la composición del agua del suelo, ejercen también una participar en posteriores reacciones químicas. Una segunda medida de
gran influencia. Por otra parte, cuando se estudian los tipos generales la penetrabilidad del agua la da la permeabilidad. La importancia de
de meteorización, es de vital importancia que el geomorfólogo re- los recorridos seguidos por el agua de percolación, se puede ver
cuerde que, aunque las rocas sedimentarias comprenden menos del 5 claramente en el desarrollo del modelado kárstico en zonas calizas.
por ciento del volumen total de la corteza, sus afloramientos cubren Estos recorridos constituyen un factor importante en la
aproximadamente el 75 por ciento de la superficie continental del meteorización esferoidal, en la cual la descomposición química se
globo. Partiendo de esta última cifra, se ha calculado que el 85 por concentra en las intersecciones de los planos de diaclasa.
ciento del material expuesto a la meteorización está formado en rea- El agua de lluvia está muy lejos de ser el agua pura que a menudo
lidad por cuatro grandes grupos de minerales: feldespatos, cuarzo, nos imaginamos. Actúa como portador del oxígeno y dióxido de car-
bono atmosférico disueltos y, cuando se analiza, se observa que
E presenta una composición química sorprendentemente compleja:
s sales procedentes del mar, óxido nitroso producido por los relámpa-
t Olivino Plagioclasa Ca++ gos y disuelto dando ácido nítrico, dióxido de azufre, formado por
a
b
Augita la combustión de los carburantes sulfurosos y disuelto, formando
i ácido sulfúrico, estos y muchos otros componentes comunes confie-
l
i Hornblenda ren al agua de lluvia la posibilidad de atacar a las rocas de infinitas
d maneras. Una vez que el agua se ha infiltrado por debajo de la super-
a Biotita ficie, su composición se modifica aún más como consecuencia de
d Plagioclasa Na+
las reacciones que tienen lugar con las fracciones minerales y orgáni-
c cas del suelo.
r Feldespato K+
e I El agua pura que se filtra a través de una roca puede dar lugar a
c
Moscovita tres importantes procesos químicos: disolución, hidratación e hidró-
i
e I lisis. Debido al dióxido de carbono y oxígeno disueltos, el agua de
n Cuarzo lluvia generalmente puede originar otros dos procesos: carbonatación
t y oxidación. Las influencias biológicas en la capa de suelo son tan
e
importantes, que necesitan ser explicadas como un sexto proceso
independiente. Aunque cada uno de ellos será tratado por separado,
Tabla 7-1.— Susceptibilidad de iferentes minerales comunes a la meteoriza-
ción química (según Goldich, J. Geol, 1938).
es necesario señalar que es muy raro que ninguno de estos
procesos se produzca aislado; su efectividad es en gran parte
el resultado de las interacciones entre ellos.
Disolución.— Por lo general, las rocas expuestas en superficie
no son solubles en agua, si bien la halita o sal de roca
constituye una excepción (ocalmente significativa. La gran
importancia de la disolución radica en su papel de transporte
de los productos de otros procesos de meteorización, ya que si
éstos no son transportados, pueden alterar de forma lenta o
radicalmente toda la secuencia de descomposición de la roca.
Muchas disoluciones dependen de factores externos para su
mantenimiento. Por ejemplo, la solubilidad del hierro ferroso y
el manganeso aumenta rápidamente en condiciones
ligeramente acidas, pero es necesario un pH de 4 o menos para
que la alúmina sea soluble. Esto viene a explicar por qué el
residuo de meteorización de la misma roca puede variar
ampliamente en diferentes sitios. Una importancia análoga
revisten los cambios en las propiedades de la disolución
debidos a la precipitación durante su recorrido a través del
suelo y de la cobertera meteorizada.
Hidratación.— Se ha descrito a la hidratación como el
proceso precursor de todas las alteraciones químicas más
profundas. Muchos minerales diferentes pueden incorporar
agua a su estructura molecular. Esto incluye no sólo a los que
se encuentran por lo general en las rocas ígneas, sino también
a muchos de los constituyentes de las rocas sedimentarias. Por
ejemplo, la hematites se puede convertir en limonita, y del
mismo modo muchos minerales de la arcilla aumentan
enormemente su volumen al hidratarse. Esta propiedad de
hincha-miento al entrar en combinación con el agua es uno de
los aspectos más importantes de la hidratación. Se cree que
constituye una de las principales causas de la desintegración de
las rocas ígneas de grano grueso, las cuales se rompen como
consecuencia de la expansión progresiva de sus minerales
hidratados.
Hidrólisis.— Los experimentos clásicos sobre la meteorización
de los minerales silicatados y en particular de los
feldespatos, los realizó el francés Daubrée en el siglo XIX.
Puso 3 Kg de ortosa en agua y agitó la mezcla durante 200
horas. Al terminar descubrió que el agua había adquirido una
apariencia lechosa y que la superficie de los feldespatos
estaba alterada. Posteriores análisis mostraron q ue e| agua
contenía 2,52 g de K 20 en disolución, junto con una fina sus-
pensión de minerales de arcilla. La química del proceso es
extremadamente compleja, pero se puede representar
aproximadamente por la siguiente reacción:
2KAISi3O8 + 2H2 O ----» AI2Si2O5 (OH)4 + K2 O + 4SiO2
Ortosa + Agua ------- Caolinita + Oxido de + sílice soluble o
potasio "ácido silícico"
soluble
Se puede ver que la reacción lleva consigo una destrucción prácti-
camente completa de la red silicatada original, junto con la remoción
del ion potasio. La reordenación de los iones de silicio y aluminio
puede admitir más agua y el producto final es el mineral de arcilla
hidratado, conocido como caolinita. Otra parte de la sílice puede ser
evacuada en disolución. Esta descomposición de la ortosa viene a
ilustrar una reacción química con agua que afecta a muchos otros
minerales silicatados. Los feldespatos ricos en sodio y calcio se des-
componen de forma muy parecida, del mismo modo que lo hacen
minerales mucho menos próximos tales como el olivino, augita y
hornblenda. Sin embargo, en todos estos casos, en condiciones natu-
rales, los cambios químicos se suelen ver acelerados como consecuen-
cia de la impureza del agua y, en particular por la presencia de C02
disuelto.
Carbonatación.— El CO2 atmosférico disuelto convierte el agua de
lluvia en ácido carbónico muy débil con un pH medio de 6. Cuando
el agua se filtra subterráneamente, una gran cantidad de CO2 proce-
dente del aire del suelo, que es más rico en este gas que el aire libre de
la atmósfera, se disuelve rápidamente en el agua. Los experimentos
realizados por Daubrée y por muchos otros investigadores posteriores,
han demostrado que la descomposición de la ortosa se ve acelerada
en gran manera al ser atacado el mineral por agua enriquecida en
CO2. La aceleración de la reacción parece que se debe, a la rápida
ionización del ácido carbónico en iones hidrógeno y bicarbonato. La
meteorización de la ortosa en dichas circunstancias, se puede
representar de forma aproximada en la siguiente reacción:
2KAISi3O8 + 2H2O + CO2 ---» AI2Si2 O5 (OH4) + CO3 K2 + 4SiO2
Ortosa + Agua + Dióxido Caolinita + Cabonato + Sílice
de carbono potásico soluble
En lo esencial, el proceso se parece en gran manera al ya descrito
para el agua pura. La estructura silicatada de la ortosa se descompo-
ne con la liberación del ion potasio y el producto final es un mineral
de arcilla, junto con residuos solubles. La meteorización de los otros
grupos principales de feldespatos da como resultado, asimismo, el
desarrollo de minerales de arcilla, pero con la liberación de COaNa2
a partir de los minerales ricos en sodio y (C0 3H)2Ca procedente de
los minerales ricos en calcio. Mientras que el sodio y el calcio son eli-
minados fácilmente y pasan a formar parte de la carga en disolución
de las corrientes, la mayor parte del potasio tiende a ser absorbido
por las arcillas coloidales para pasar a ser utilizado finalmente por las
plantas.
El agua enriquecida con C0 2 ataca a muchos otros silicatos. El
olivino, por ejemplo, puede ser disuelto casi por completo a lo largo
de una serie de reacciones que se puedan representar de forma simplifi-
cada en la siguiente ecuación:
Mg2 Si04 + 2H2 O + 4CO2 ------------- 2 (CO3 H)2 Mg + SiO2
Bicarbonato + Sílice soluble
Olivino + Agua + Dióxido de carbono
magnésico
Sin embargo, el ejemplo más conocido de alteración química pro-
ducida por agua carbonatada es el de la disolución de la caliza. El
carbonato cálcico sólo es ligeramente soluble en agua pura, pero en
presencia del ácido carbónico experimenta la siguiente reacción:
CaC03 + C03 H2 -> Ca++ + 2(C03 H)-
Así los iones de calcio y bicarbonato se pueden perder en la diso-
lución, dejando tras ellos impurezas que se acumulan en forma de un
residuo superficial característico; en muchas áreas, éste contiene una
considerable proporción de hierro, que se oxida para formar el mate-
rial rojo brillante conocido como terra rossa. El volumen de carbonato
cálcico disuelto que puede ser transportado por el agua, varía
enormemente con la cantidad de C0 2 disuelto. El mantenimiento
del equilibrio entre la baja presión de C0 2 del aire de una cueva y el
existente en el aire del suelo, constituye la principal causa de la pre-
cipitación en forma de estalactitas y estalagmitas. Reacciones pareci-
das a nivel del suelo pueden dar como resultado la formación de in-
crustaciones tobáceas.
Oxidación.— Actualmente para el químico moderno, el término oxi-
dación tiene un significado mucho más amplio que el original de
combinación química con el oxígeno, pero es en este sentido como
todavía se aplica este término cuando se habla de meteorización. La
combinación con el oxígeno disuelto en agua, es uno de los fenóme-
nos de meteorización que se observan con más frecuencia y es parti-
cularmente evidente en el caso de ese elemento casi omnipresente
que es el hierro. El hierro es un componente de muchos de los
minerales comunes que forman "las rocas, tales como la biotita,
augita y horn-blenda y, que al ser liberado por alguno de los otros
procesos químicos, se oxida rápidamente pasando al estado férrico
en forma de he-
matites o su equivalente hidratado, limonita. Es en esta forma
férrica en la que el hierro tiñe muchos suelos con los
rojos, marrones o amarillos característicos.
Influencias biológicas.— Los agentes biológicos afectan a la
meteorización química, ya sea en las velocidades de los
procesos descritos anteriormente o, produciendo reacciones
de naturaleza específicamente bioquímica. En la primera de
estas categorías entran los distintos controles que ejerce la
vegetación en la cantidad y calidad del agua de percolación.
La cubierta vegetal regula la cantidad de precipitación que
llega al suelo por medio de la intercepción y, mediante la
producción de humus, influye en la velocidad de despla-
zamiento del agua a través de los horizontes del suelo. Los
efectos sobre la calidad del agua presentan una importancia
aún mayor. El más importante lo constituye el suministro de
C02 que ya se ha mencionado anteriormente al explicar la
carbonatación. Las bacterias oxidantes, que descomponen los
residuos orgánicos, junto con la respiración de las raíces de las
plantas, elevan por lo general la concentración de C0 2 en el
aire del suelo entre un 0,2 y 2,0 por ciento, cifra que
ocasionalmente se eleva hasta un 10 por ciento. Incluso el
más bajo de estos valores representa un incremento de seis
veces su valor en comparación con la concentración
atmosférica media. La concentración de C02 en el aire del
suelo varía según un cierto número de factores. Uno de ellos
es la temperatura, ya que la acción bacteriana disminuye
rápidamente cuando la temperatura del suelo baja por debajo
de 10°C; otro es el contenido en agua, ya que la actividad
orgánica disminuye de forma significativa cuando la humedad
está por debajo del 10 por ciento. Otros factores incluyen la
aireación del suelo y la cubierta vegetal, de manera que el
efecto global conforma un modelo complejo de variaciones
estacionales y regionales en la concentración de CO2 disuelto.
Este a su vez tiene consecuencias importantes para la
solubilidad de productos de alteración; tales como los
compuestos de hierro y aluminio.
Uno de los agentes más dinámicos en el cambio, tanto en la
cantidad como en la calidad del agua de percolación, ha sido
el Hombre. Al talar la vegetación natural, al cubrir grandes
áreas urbanas con superficies impermeables y al drenar
artificialmente la tierra de cultivo, el hombre ha modificado el
movimiento del agua a través de los metros superiores en
grandes áreas de la superficie de la Tierra. A la vez la
composición del agua se ha visto alterada por una lista
interminable de actividades. La emisión de sustancias a la
atmósfera, el arado del campo y la recolección de las
cosechas, la aplicación de fertilizantes, todo esto ha afectado
al carácter del agua de percolación. Aunque las actividades
del Hombre raramente provocan el dramático impacto de la
erosión del suelo en los Estados Unidos durante los años
30, ésto, sin embargo, no debe permitir que se ignore su
influencia más sutil, pero extremadamente más penetrante.
Dos importantes reacciones de meteorización que parecen
ser sobre todo de naturaleza bioquímica, son la reducción y la
quelación. Muchas bacterias anaerobias obtienen parte de su
oxígeno por reducción del hierro de la forma férrica a la
ferrosa, y en circunstancias más extremas de la forma ferrosa
al metal mismo. Una consecuencia es que se producen
compuestos ferrosos que son mucho más solubles en agua que
los férricos originales; ésta es una de las formas principales en
las que se puede movilizar y remover el hierro del suelo. La
quelación lleva consigo la unión de cationes metálicos con la
molécula de hidrocarburo y es un proceso fundamental en el
mantenimiento de la vida de las plantas. Las raíces están
rodeadas por una concentración de iones de hidrógeno que se
pueden intercambiar con los cationes en los minerales
adyacentes; de esta manera los cationes metálicos son
absorbidos por las plantas por la quelación. El compuesto de
coordinación resultante, como se le llama, es soluble en di-
solventes orgánicos pero no en agua. Los liquenes pueden
actuar de forma parecida, obteniendo los elementos esenciales
a partir de las rocas en las que crecen hasta que la capa
superficial queda prácticamente descompuesta en su totalidad.
CONTROLES CLIMÁTICOS
En las páginas anteriores hemos hecho referencia
frecuentemente a los efectos del clima y la vegetación sobre la
naturaleza de los procesos de meteorización. Por otra parte,
la ¡dea de que la influencia de la cobertera vegetal constituye
a menudo una expresión indirecta del control que ejercen los
climas, ha llevado a varios investigadores a buscar una
definición más precisa de la relación existente entre el clima y
la meteorización. El modelo más conocido es el de Peltier,
que partió de un cierto número de suposiciones simplificadas.
La primera de ellas es que la meteorización mecánica se debe
casi en su totalidad a la actividad hielo-deshielo, la segunda es
que la meteorización química depende hasta tal punto de la
presencia de agua que su intensidad es una función directa de
la precipitación. Basándose en que hay regiones que pueden
ser demasiado cálidas y demasiado frías para que el proceso
hielo-deshielo fuese efectivo, intentó identificar los regímenes
climáticos en los que la temperatura sobrepasa con
frecuencia el punto de congelación. La hipótesis mantenida
más tarde de que las temperaturas altas y la presencia de una
gruesa capa de vegetación podían provocar una aceleración
de la meteorización, le llevó a definir regímenes en los que él
creía que tales condiciones eran las predominantes. Basándose
en ésto, pudo determinar una se-
rie de regímenes climáticos caracterizados por unas combinaciones
determinadas de meteorización mecánica y química (Fig. 7-4). Pro-
bablemente la mayoría de los investigadores estarán de acuerdo, en
que la importancia relativa de los diversos procesos de meteorización
varía de una región a otra, y que el diagrama de Peltier ofrece al me-
nos una guía aproximada de estas variaciones.
En un análisis algo diferente, el ruso Strakhov ha resaltado recien-
temente la interacción mutua del clima y el relieve. Según él, por lo
general, la meteorización química es mucho más importante que la
mecánica. Esto es mucho más patente en condiciones de gran hume-
dad, alta temperatura y abundante vegetación, por lo que los valores
máximos de la meteorización química se registran en la zona tropi-
cal. Un área de máximos secundarios es la de latitudes templadas hú-
medas, si bien en estas zonas la velocidad de alteración es veinte ve-
ces menor que la de las zonas tropicales. Únicamente en los desiertos
y en las latitudes más septentrionales la meteorización mecánica,
ocasionada por los factores climáticos, alcanza valores relativamente
importantes. Sin embargo, un factor adicional en el que Strakhov
insiste es el levantamiento tectónico. Según él, al incrementarse la
amplitud del relieve, la denudación mecánica en forma de erosión
hídrica superficial puede ser tan intensa, que al final llegue a anular
todo proceso de meteorización química. Como es lógico, sin embar-
go, para que esta circunstancia se produzca en las zonas tropicales
húmedas es necesario que éstas experimenten un levantamiento
excepcionalmente rápido; en latitudes templadas se puede lograr más
fácilmente.
FORMAS DE METEORIZACIÓN
El modelado del sustrato rocoso da una serie de formas superficia-
les características, cuya configuración se debe principalmente a los
procesos de meteorización. Dentro de éstos se pueden distinguir dos
grupos, los que se originan a nivel del suelo y los que en un principio
se desarrollan subterráneamente pero sufren una exhumación poste-
rior. A menudo es muy difícil distinguir entre los dos y el estudio de
muchas de estas formas ha acarreado una larga serie de conflictos en-
tre las hipótesis de origen superficial y por exhumación.
Hoyos de meteorización.— Las depresiones a pequeña escala conoci-
das como hoyos de meteorización son muy abundantes. Se pueden
observar en superficies horizontales en una gran variedad de ambien-
tes climáticos, que van desde la parte ártica del Canadá al África
tropical. Se pueden desarrollar en muchos tipos de rocas diferentes,
pero tienden a ser particularmente importantes en granitos y en
rocas ígneas ácidas similares. Por lo general, su diámetro viene a ser
de un metro aproximadamente y pueden alcanzar profundidades
desde 0,1 a más de 0,75 m. Aunque estas superficies salpicadas de
hoyos se revelan a menudo solamente cuando la capa de suelo ha
sido denudada por la erosión, no hay duda de que las formas se
pueden desarrollar también en un ambiente puramente subáereo.
Una depresión inicial poco profunda, da lugar a la formación de
un charco, y por debajo del mismo la roca permanece regularmente
humedecida. Esto trae consigo hidratación e hidrólisis, con la consi-
guiente eliminación de los productos solubles por percolación. Nor-
malmente, los hoyos de meteorización suelen secarse ocasionalmente
y estos períodos de desecación, pueden ser fundamentales para
permitir la movilización de los residuos insolubles por la acción del
viento.
Karren (Lapiaz).— La superficie rocosa de un afloramiento de calizas
puede presentar depresiones poco profundas, muy parecidas a los
hoyos de meteorización descritos anteriormente. Estas depresiones,
que sin duda se originan por disolución, constituyen un tipo dentro
de un gran grupo de micromodelado en calizas conocidas por el tér-
mino alemán "Karren". Esta palabra incluye formas que abarcan
desde pequeños surcos de unos pocos milímetros de profundidad,
hasta las grandes grietas que localmente pueden alcanzar varios me-
tros de profundidad. Todos estos se forman por meteorización por
disolución, pero algunos de ellos parecen formarse en la superficie y
otros, por debajo de una ligera capa de suelo o material superficial.
Se han propuesto clasificaciones muy elaboradas de los Karren, si
bien existen cuatro tipos que parecen ser los más frecuentes.

Moderate chemical
with frost action

20

200
150 100 50

Precipitación anual (cm). Fig. 7-4.—

Regímenes de meteorización climática definidos por Peltier.

Chemical weathering: Meteorización química. Frost action: Acción de la helada. Moderate chemical with frost action: Química
Mean annual temperature (C°): Temperatura Insignificant: Insignificante. moderada con acción de la helada.
media anual (C°). Strong Chemical: Química fuerte. Slight mechanical: Mecánica débil.
Strong: Fuerte. Moderate Chemical: Química moderada. Modeate mechanical: Mecánica moderada.
Moderate: Moderada. Very slight weathering of any kind: Meteorización de Strong mechanical: Mecánica fuerte.
Weak: Débil. cualquier tipo muy débil. Weathering regions: Regiones de meteorización.

(a) RilIenkarren (lapiaz en regueros con crestas agudas): Son acanala-

duras o surcos muy profundos que forman a menudo unas marcas
rnuy numerosas en los afloramientos calizos de gran inclinación. Son
formas típicas de disolución producidas por pequeños regueros de
agua y se pueden desarrollar en calizas desnudas en el espacio de
unos pocos años.
(b) Rinnenkarren (lápiz en surcos): Son hendiduras mucho más gran
des y profundas, que pueden llegar a alcanzar medio metro de pro
fundidad. Los surcos individuales se pueden seguir durante decenas
de metros en algunas superficies calcáreas apropiadas y, después de
una fuerte precipitación, suelen circular por ellas pequeños riachue
los de corriente rápida.
(c) Rundkarren (lapiaz en regueros con crestas redondeadas): Como
su nombre indica, son formas constituidas por bloques redondeados
que se desarrollan inicialmente por debajo de una capa de suelo. En
muchas áreas de exhumación activa se puede observar la aparición
gradual de superficies superiores redondeadas por debajo del material
suprayacente. Las depresiones existentes entre ellas muestran una
concordancia mucho menor en pendiente y dirección que en el caso
de los Karren formados en superficie; éstos se deben a la acción del
agua de percolación más que a la del agua de flujo libre.
(d) Kluftkarren (lapiaz estructural): Estos son los rasgos que en In
glaterra se describen frecuentemente como grikes, debido al nombre
local que se utiliza en el condado de North Yorkshire, donde apare
cen muy bien desarrollados en las mesetas de calizas del Carbonífero.
Están controlados casi en su totalidad por la estructura de la roca y
son esencialmente diaclasas ensanchadas por efecto de la disolución,
hasta que la grieta alcanza finalmente una profundidad de varios me
tros. Aunque la disolución en algunos casos se produce directamente
en la superficie, también se ha admitido la posibilidad de que tengan
un origen doble, ya que existen indicios de que algunas grietas se ini
ciaron debajo de una capa del suelo y actualmente se están ensan
chando, debido al crecimiento de los Rillenkarren en sus paredes.
Tors.— El origen de los tors ha sido siempre objeto de una contro-
versia especialmente intensa. Constituyen pequeñas prominencias
residuales compuestas por material rocoso que se elevan bruscamente
por encima del área que las rodea. Son particularmente característi-
cas en áreas de rocas graníticas, si bien no se encuentran limitadas a
ellas. Se pueden distinguir tres grupos de teorías sobre su origen; las
dos primeras se basan en los procesos de meteorización, pero la ter-
cera las atribuye al efecto del flujo del agua superficial. Según la pri-
mera hipótesis, serían el resultado de una profunda descomposición
química seguida de una exhumación. Esta idea ha sido defendida re-
cientemente por Linton. Para este autor la estructura constituye un
factor de gran influencia en la evolución de los tors, ya que, según se
ha podido comprobar, las zonas de rocas masivas han resultado ser
mucho más resistentes a la descomposición química que las zonas
intermedias de rocas con gran densidad de diaclasas (Fig. 7-5). Según
él estarían relacionadas con una fase prolongada de meteorízación,
posiblemente bajo un clima tropical húmedo, en la cual la descom-
posición llega a una profundidad de al menos decenas de metros en
las zonas menos resistentes. Como consecuencia del levantamiento
tectónico o de cualquier otra causa de erosión acelerada, los detritus
alterados se eliminan dejando los bloques con diaclasas ampliamente
espaciadas como restos levantados.Un punto de apoyo para esta hi-
pótesis lo constituye el irregular frente de meteorización observado
ocasionalmente en cortes profundos, a veces con grandes grupos de
bolos residuales, sin alterar que pueden constituir futuros tors. Un
factor que puede complicar la interpretación de tales cortes, es la
alteración hidrotermal de las rocas ígneas en una etapa final de su
emplazamiento original; puede ser difícil llegar a distinguir la des-
composición de este tipo de la que se debe a la meteorización at-
mosférica. La segunda hipótesis, mantenida por muchos investigado-
res familiarizados con ambientes árticos, es que este tipo de formas
existentes en la cima de las colinas se puede producir también por las
facturaciones intensas provocadas por las heladas, idea ésta que se
trata más ampliamente en el capítulo 14. El tercer punto de vista es
el de King, quien afirma que muchos de los rasgos conocidos como
tors y atribuidos a procesos de meteorización, no son más que relie-
ves residuales asociados a una etapa tardía en el desarrollo de las su-
perficies de erosión subaéreas. Según él, este sería ciertamente el ori-
gen de muchos rasgos de este tipo en África.
Parece que los tors pueden ilustrar muy bien los problemas que
surgen de los "procesos convergentes" esto es, procesos muy diferen-
tes que, sin embargo, dan lugar a resultados finales muy parecidos.
Si las formas son idénticas, entonces estas por sí mismas no nos dan
ninguna indicación de su origen. No obstante, podemos suponer que
las nuevas investigaciones que se realicen nos revelarán los caracteres
morfológicos sistemáticos que nos permitan la clasificación en fun-
ción de la génesis. Todo el problema se simplificaría enormemente si
se diera por sentado la constancia de las zonas climáticas. Sin embar-
go, durante el pasado geológico reciente se han podido detectar fluc-
tuaciones climáticas tan grandes, que un área puede haber experi-
mentado condiciones que van desde periglaciares hasta de ambiente
templado húmedo; es posible, por ejemplo, que algunos grupos de
tors de las Islas Británicas se hayan iniciado, como consecuencia de
una alteración profunda durante los períodos interglaciares cálidos
y hayan sufrido luego una exhumación por efecto de un rápido
movimiento de masas durante los episodios glaciares fríos.
Llanuras grabadas (Etchplains).— Ciertos autores suponen que la
me-teorización química a una escala mucho mayor, podría explicar la
evolución del modelado en latitudes tropicales y subtropicales. Se-
gún ellos, durante las fases de estabilidad tectónica, la meteorización
química puede producir una profunda alteración en áreas muy ex-
tensas en regiones cálidas y húmedas. Cuando este equilibrio se rom-
pe y se inicia una nueva fase de erosión, el primer resultado es la de-
nudación de la débil capa alterada, dando lugar a la formación de
una "llanura grabada". El relieve de esta llanura reflejaría la distinta
resistencia de las rocas a la descomposición química profunda, más
que los procesos causantes de la exhumación.
Regolith
Original surface level: Nivel de super-
ficie original.
Fig. 7-5.— Etapas en la evolución de los tors originados por efecto de la meteo-
rización química profunda (según Linton, 1955): (A) Forma inicial; (B) Me-
teorización profunda; (C) Denudación del regolito.
Joint system in rock: Sistema de diaclasas en la roca.
Regolith: Regolito.
PROPIEDADES FÍSICAS DE LA COBERTERA METEORIZADA
Uno de los principales puntos de interés del geomorfólogo, lo
constituyen las características físicas de la capa de meteorización
que recubre el modelado. Casi todo el material movilizado de un área
de drenaje debe pasar a través de esta fase y su desarrollo y moviliza-
ción, es una parte integral de la evolución de las vertientes, que será
tratada en detalle en el capítulo 8. Sin embargo, antes de proceder a
examinar la manera en que la cobertera meteorizada o regolito res-
ponde a las fuerzas que actúan sobre él en una vertiente, es impor-
tante observar algunas de sus propiedades físicas y los métodos con
los que pueden ser estudiados.
Potencia y Zonas de Meteorización.— La potencia del regolito varía
desde cero a muchos metros. En la mayor parte de la superficie te-
rrestre es de 1 a 2 metros, pero ocasionalmente en algunos puntos se
han registrado valores superiores a los 100 m. Muchos de estos valo-
res máximos se encuentran en áreas tropicales, de acuerdo con la
creencia generalizada de que la alteración química es probablemente
más efectiva bajo condiciones de mayor calor y humedad. El carácter
del regolito varía también sustancialmente con la profundidad. En
las proximidades de la superficie, la materia mineral se halla íntima-
mente mezclada con el material orgánico formando el suelo. A medi-
da que se profundiza la relación entre material orgánico y mineral
va disminuyendo, pudiéndose distinguir por debajo del suelo una se-
gunda capa compuesta en su mayor parte por material rocoso meteo-
rizado. A mayor profundidad se pasa a la roca sin alterar. Los límites
entre estas capas pueden ser brusco^ o graduales. Así por ejemplo, a
menudo se puede identificar una zona intermedia por encima de la
roca sin alterar en la que el material, si bien se encuentra totalmente
descompuesto, conserva aún claros rasgos de su estructura original
(Fig. 7-6). Cuando éstos rasgos no han sido perturbados, pueden
constituir una guía importante para saber hasta donde ha llegado el
movimiento de masas, que se opone a la meteorización. Cuando el
regolito es muy profundo, la capa basal suele ser por lo general de
una potencia excepcional, y algunos investigadores han propuesto
establecer una nueva subdivisión admitiendo la existencia de otra
zona cerca de la base, caracterizada por bolos residuales. Es evidente
que cualquier valoración de las propiedades globales del regolito
debe de tener en cuenta estas variaciones en profundidad.
Capacidad de infiltración.— La velocidad máxima de percolación
del agua admitida por el regolito se conoce como su capacidad de in-
filtración. Esto es un parámetro de extraordinaria importancia, ya que
es el principal factor que condiciona el que el agua de lluvia penetre