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APORTE DE APUNTES:
Echeverría es el referente del grupo que integra el Salón literario (centro de estudios fundado por Marcos Sastre), es
doctrinario en términos políticos, aunque esta doctrina no esté explícita en La cautiva ni en El Matadero (escribió otros textos
como las conferencias El dogma socialista y La ojeada retrospectiva que sí son más bien un panfleto político). En esta época la
figura de Rosas funciona como determinante dentro de la literatura: se escribe de Rosas o contra Rosas. La literatura argentina
va definiendo sus posiciones de manera paulatina y su autonomía es escasa. Aquí hay una determinación de lo político sobre
lo estético.
Los hombres del XIX (Echeverría, Alberdi, Sarmiento) van a escribir la primera literatura culta local y van a ser los que, siendo
funcionarios o solo mentores intelectuales, gobiernen el país, formarán parte de la generación liberal. Son hombres conscientes
de vivir en un país independiente, una independencia política pero no cultural y es la que se proponen construir, desde la
creación de una literatura propia. En este sentido miran hacia la Revolución de Mayo como cúmulo de ideas que los congrega.
En esta búsqueda de definición cultural, buscan elementos que constituyan una base representativa, un perfil propio del Río
de la Plata, una masa informe que pretenden ordenar. La escritura es su principal elemento en este sentido con palabras
propias de la llanura local, por ejemplo, que aparecen por primera vez en la literatura, la escritura comienza a funcionar como
instrumento o medio tecnológico para plasmar ideas, ordenarlas y divulgarlas. Trabaja el vocabulario y gesta un conjunto de
ideas sobre la nación.
Pretenden llenar eses espacio vacío que es, para ellos, la llanura pampeana (Gobernar y poblar de Alberdi), en cuanto a lo
material y lo cultural: hay que escribir el desierto para fundar el país. Esto es lo que se incrementa con Lugones y que se irá
revisando conforme a la época. Toda representación literaria es, en última instancia un artificio literario. Nos brindan un
modelo con el que comulga la mayoría.
LA CAUTIVA - ECHEVERRÍA
La cautiva aparece como el 1° poema que recibe un reconocimiento cierto como literatura propia del Río de la
Plata. Echeverría viaja durante la década del ’20, permanece en Paris y gesta la figura de un intelectual que viaja a
buscar la luz del conocimiento y lo trae al Río de la plata. Trae en términos estéticos las ideas del Romanticismo y
en términos políticos el dogma de Saint simón, las ideas socialistas. La cautiva es factible de ser reconocida dentro
de la escuela estética del Romanticismo. Antes estaban las ideas del neo-clasicismo heredado de España con poetas
como Luis Varela, que escribían en defensa de la lucha independentista; si se confrontara la marcha patriótica con
LC podría verse como se rompe con ciertos moldes escriturales, además de cambios en el vocabulario y la pérdida
del vosotros. Hay en Argentina una fuerte diglosia entre la lengua popular y la lengua que se escribe. Así que lo que
puede verse en estos textos es una búsqueda de independencia cultural fuerte aunque no siempre esto esté
explicitado en las producciones de estos autores. Se busca un paisaje local, un ámbito propio y nacional, palabras
propias del Río de la plata, etc. (no obstante, algunos restos ibéricos permanecen como el uso de “oíd”). Se trata
de describir la llanura, la Pampa, se recorta un espacio representativo de lo argentino: LC funciona como sinécdoque
del país (Sarlo), la llanura representa a un país por demás heterogéneo, se carga de significado.
Este trabajo genera un resultado casi político, pues se impone una imagen de país junto con un tipo social: el
gaucho devenido en peón rural. Esto se ve en la literatura pero también en el Estado que imprime la figura del
gaucho en la moneda nacional y en la empresa “Alpargatas” que es una especie de símbolo nacional (utiliza
imágenes de Molina Campos). E dice que “la llanura es nuestro más pingüe patrimonio”, tanto estético como
económico (ambos órdenes aparecen ligados). Este recorte del espacio nos presenta en un primer momento la idea
de espacio vacío: la primera parte de LC se llama El desierto y no la llanura o la Pampa, lo que nos sorprende porque
nuestro país está habitado (Sarlo dice que la idea de desierto es un oxímoron).
Se ve muy clara la negación de la entidad del indio, no lo considera como población, en cambio es el que
barbariza ese espacio noble, espacio abierto cargado de misterio y de temor por no poder aprehenderlo. Hay una
comparación de la llanura con el mar: inmensos, inconmensurables, el hombre tiene pocas posibilidades de captar
ese espacio, el único que puede hacerlo es Dios. Al desierto hay que “escribirlo” y las culturas que allí existían son
orales. El texto va de la barbarie, de la toldería a la civilización; en la primera estrofa hay una mirada panorámica
del desierto (resuena LMdO de Lugones).
Es un texto que muestra intereses de una clase dominante que no está en el poder, son mentores que forman
un bloque opositor y que asumirán luego de la caída de Rosas. Se desarrollan diferentes tópicos.
El desierto: Genera problemas de carácter demográfico y político pero también de orden estético (no se ven
nada=Sarmiento). Se dificulta la percepción pero aún así es un escenario por demás atractivo para el escritor
romántico, por el misterio y hasta el temor que comporta. En las 3 primeras estrofas se muestra el escenario desde
un lugar superior, la mirada se proyecta hasta el exterior, hasta el mar: intentan ir a la ciudad, de la pampa hacia el
mar, de la barbarie hacia la civilización (recorrido que harán los viajeros argentinos como Sarmiento cuando vayan
a Europa).
El indio: Aparecen porque en este momento político la verdadera lucha se da entre Unitarios y Federales, entre
bando internos; el indio ya no importa como enemigo, no es una molestia real; aunque se podría decir que en LC el
indio es rosista (las políticas de Rosas son “amigables” con el indio)
Oxímoron: Se trata de una imagen que niega lo evidente (“el indio no existe”). Se ve una noción de naturaleza
como espacio armónico, con el silencio como signo permanente. Es importante la percepción auditiva: ese
escenario silencioso va a ser corrompido por el malón ruidoso y va a pasar a ser un lugar de mezcla y confusión,
pues el indio no tiene palabra, solo hace ruido. Cuando aparece la voz de un personaje indio esta entrecomillada,
con rasgos de la lengua española. El indio es una presencia inarmónica, aparece como un conjunto desordenado,
inorgánico (turba), una entidad colectiva sin separaciones individuales, es la masa indiferenciada sin propósitos
claros, rompe el espacio y desarticula. Cuando aparece una figura individual, cuando muere un cacique y se lo
nombra y reseña (solo a los indios de jerarquía) no se le da entidad sino como aparición fragmentaria (metáfora
visual: solo se ven sus lanzas, las crines, las cabezas). El indio es una parte más de la naturaleza, es conjunto o
fragmento pero nunca una entidad.
Hombre blanco: También se describe mediante la presentación de elementos fragmentarios, pero primero
aparece la figura individual (la mujer por ejemplo).
Perspectiva romántica: El poeta se diferencia de las perspectivas del común de la gente y plantea cómo hablar
del desierto. Contempla desde la cresta de los andes, con una mirada que va desde el centro del territorio hacia el
mar.
Cautivas. Olvidos y memoria en la Argentina – Susana Rotker
Cuerpos de la frontera. La cautiva de Esteban Echeverría. La identidad es una construcción social que se produce
a través de la palabra, de las imágenes, etc. La fundación de la literatura nacional con La cautiva de Echeverría,
poema sobre una pareja secuestrada por los indios en la frontera argentina y donde nada es lo qe parece.
La cautiva de Echeverría, con su modo de dibujar paisajes y protagonistas reproduce el gesto del creador, llena
el espacio con palabras y se carga de representación y sentido. El desierto, en el proceso de ser re-creado a través
de la palabra se lo inventa y se lo interpreta bajo una mirada selectiva.
La nación es una estrategia narrativa, unos y otros se lanzan al acto de escribir la nación (unitarios/federales,
Rosas y letrados). Cada bando propone diferencias culturales e identificaciones de clase, raza, género: cada bando
recurre a la escritura como instrumento performativo.
La génesis de la nacionalidad argentina luego de la Independencia está obsesionada, luego de la Independencia,
por la idea de civilización versus barbarie y la de llenar/crear con palabras. El capitulo reflexiona sobre los
encubrimientos del lenguaje: “esto es así como lo digo, no importa como eso era antes que yo lo contara”. Escribir,
repetir, tiene le sentido de lo performativo: un acto cultural, una perspectiva crítica, una intervención política. La
escritura es una forma de construcción/transmisión cultural de la memoria social.
El grupo de letrados a lo largo del siglo XIX funda la literautra nacional: la representación de la identidad.
Facundo o El matadero y La cautiva: fuerza genésica de esos textos.
Identidad y lenguaje. Lo que se deja afuera del orden de la palabra queda al margen del firmamento de la
identidad, de la cultura. Aquello de lo que no se habla se pierde, la memoria colectiva existe a fuerza de relatos. El
lenguaje manipula y construye, hablando silencia.
En el principio fue el enemigo. En la formación de las culturas nacionales se encuentra un mecanismo
primigenio: es un esquema de enfrentamientos. Para definir quién soy, me defino por oposición al otro, al enemigo,
al que venzo silenciándolo. El binomio representativo es Sarmiento/Rosas: civilización/violencia,
educación/salvajismo presidnecia/dictadura. La figura que ordena el pensamiento del siglo XIX es Juan Manuel de
Rosas. La dictadura de Rosas es el contexto de la escritura del poema La cautiva. Se trata de una literatura escrita
como polémica en contra de (Rosas, gauchos, federales, indígenas, negros, cautivas).
Es una suerte de enfrentamiento supremo de voluntades entre bandos: a la literatura solo parece importarle
cuál proyecto se impondrá no solo sobre el otro, sino sobre la realidad entera.
Inevitablemente Rosas. La Expedición del Desierto de 1833 se llevó a cabo bajo el comando de Juan Facundo
Quiroga y significó la reafirmación de Rosas como único líder fuerte capaz de unir sectores, controlar otros y ahcer
prosperar los intereses de los terratenientes1. Echeverría escribe La Cautiva tratando de cuestionar esta expedición
poniendo en escena el salvajismo de los malones que Rosas no solo no derrota sino que los encarna.
Echeverría toma el malón para hacer una alegoría de la barbarie actual: lso protagonitas Brián y María, al igual
que el legante unitario capturado por las hordas en “El Matadero”, son la avanzada delproyecto civilizador que
sucumbe víctima de la jauría desatada. Tanto en este texto como en El Matadero, los protagonistas encarnan el
modelo blanco civilizado que los unitarios tratan de imponer; en ambas tectos se feminiza el discurso masculina
como forma de resistencia “civilizada” ante la barbarie. En ambos textos, la muerte de los protagonisas no se
produce directamente por mano de lso enemigos, sino coo consecuencia de sus hábitos salvajes. EL unitario en EM
muere casi por orgulo, sin poder resistir la violencia de las ofensas de las que se ve objeto, mientras que en LC los
héroes mueren durante su huida a través del desierto, cuado ya no están entre lso indios. La alegoría de la
imposibilidad de coexistir con el Otro es clara: la coexistencia lleva ala muerte. Civilización o barbarie.
El poema y el desierto. La enorme acogida de LC: su mérito fue encontrar elementos dignos de ser poetizados
en lo que se creía una naturaleza desolada y una materia humana despreciable. Lo que maravillaba a la generación
del ’37 era ña incorporación del paisaje. La cautiva funda una literatura nacional que emprende una práctica
discursiva anclada en el espacio. El paisaje vacío que clama ser poseido, el límite entre la civilización y la barbarie :
más que tropos son la fundación de la gran literatura argentina del siglo XIX. Desierto no quiere decir tierra seca o
estéril, sino campo abierto y fértil: es la pampa inmensa, el vacío que debe ser llenado con palabras y a la vez debe
ser poseído militarmente: riqueza y literatura nacional.
1Desacreditar el éxito obtenido por la expedición de Rosas al desierto parece haber sido una constante en el discurso de lso letrados
enemigos. Sarmiento afirmaba que lo úmico logrado por Rosas fue desbaratar algunos todos de indios y hacer presa a alguna chusma.
LC sintetiza temas apenas esbozados hasta entonces. El discurso del espacio se construye sobre la noción de
límite y el lugar del margen: lo periférico inestable (la frontera) sirve a un discurso de centro fuerte (la ciudad).
Una geografía de papel, Si la frontera interna es la esencia misma de lo escribible, cuando se la escribe se lo
hace eliminándola como tal, dibujándola como vacío, como desierto que espera ser alcanzado por la palabra y el
progreso (antes de Una excursión… ningún texto era realmente un texto de viaje a la frontera y, por lo tanto, textos
de encuentro entre culturas).. El desierto como el lugar de lo abyecto. Lo abyecto es la frontera, el mestizaje, la
barbarie, el descontrol, el cuerpo sexualizado, lo Otro. Y allí, entre un lado y otro de la frontera, el cortocircuito
incontrolable: el malón. En cuanto al diseó de los espacios: el desierto será lo de afuera (lo negativo) y lo de adentro
será el proyecto urbano moderno (lo positivo). El desierto es inventado como paisaje y será poblado por enemigos
salvajes. Mientras los contemporáneos de Echeverría celebran la aparición de La Cautiva por su capacidad de
retratar el paisaje nacional, aparece la paradoja: ese espacio no es real. Echeverría mitifica el desierto como yermo
estéril, exaltando solo sus aspectos negativos.
El equívoco como canon. Funda varias tradiciones de la literatura argentina: la cita europea como marco de los
relatos, el paisaje textual más que el real, el imperativo de llenar los vacíos del espacio, volver culta la gauchesca,
mostrar al bárbaro en el extremo del horror. Hace esto a través de una cadena de equívocos:
El verdadero cautivo no es María sino Brian: el título del poema es una confusión y además los indios cautivaban a mujeres
y niños y no tanto a hombres.
Brian es un soldado majestuoso y heroico y esto es extraño porque quienes iban a la guerra eran vagos y gauchos en
conflicto con la ley.
El nombre de Brian también es confuso por su resonancia inglesa.
María organiza el rescate de Brian con una fuerza varonil sobrenatural; aparece como madre protectora del debilitado
marido.
María no resiste la muerte del hijo que ya había sido anunciada previamente a la muerte de Brian y del que solo se acordó
al morir este: incongruencia narrativa.
María es un ángel.
El equívoco es el verdadero espacio de lo fundante, una literatura que lee mal y es mal leída y deja de lado al cuerpo de la
cautiva misma, no le describe, no la dice.
El cuerpo de la cautiva. Contradictorio o no, el ángel del texto, extrapolado desde el texto hasta el espacio de
la realidad histórica, era una de las muchas mujeres que acompañaban a la tropa. María es una fortinera o una
cuartelera, esposa de un soldado, una dama de salón no se casaría con un soldado destinado a la frontera.
Esta versátil y heroica mujer, sin cuya presencia y la de otras como ella se desmoralizaba la tropa, está
totalmente ausente del poema. En el poema la cautiva es otro tópico literario, ni siquiera se alude a su cuerpo: al
comienzo del poema es una sombra que asesina, actúa y habla, pero tan solo una sombra. Que Echeverría deje de
lado a la cautiva misma es lo más revelador del poema. Porque una cosa es ridiculizar al otro/enemigo y otra es
enfrentar lo innombrable, lo indecible, lo inclasificable: la cautiva es uno de los nuestros que ha dejado de serlo.
Solo si ella no tiene el estigma de la violada puede haber relato. María debe seguir siendo una de las nuestras clara
para el proyecto nacional, y no una cautiva en todo el sentido de la palabra.
El cuerpo como frontera. En esta escritura de la nación no hay contagio entre grupos que se enfrentan y
cohabitan en la frontera interna, o más bien, no debe haberlo, solo certezas. La “gente decente” mantenía la
jerarquía racial cuidadosamente establecida desde la colonia. La figura de la cautiva (que engendra criollos) no tenía
cabida dentro de este proyecto nacional, estaba contaminada por su contacto con los indios.
Pero no bastaba con esto, también debía morir casi enseguida. De este modo liberaba a la civilización de la
amenaza de su regreso contaminado. Resiste hasta el final por el honor de su pueblo, pero es lo suficientemente
vulnerable para que luego los “civilizados” quisieran tomar venganza.
EL MATADERO – ECHEVERRÍA
APUNTES:
Hay que considerar las condiciones de escritura del texto: a las apuradas, desde el pánico, desde la impresión de ver a esas
masas prepotentes siguiendo a Rosas; vocabulario soez, grosero, producto de la urgencia. Aparece la risa, lo grotesco (tetas,
achuras, barro y sangre, animalización, cuerpos desnudos). Nos hace acordar a La refalosa de Ascasubi: se describen los
métodos de tortura como un baile folclórico alegre y movedizo (grotesco; risa, sarcasmo y tortura van de la mano).
En el principio aparece un discurso irónico sobre la Iglesia y el Gobierno: están en tiempo de cuaresma y ayunan además
por la falta de carne. El pueblo se muestra atontado por la Iglesia, culpan a los unitarios herejes por provocar la ira de Dios. El
matadero reúne todo lo inmundo, deforme, enormemente feo dentro de la pequeña clase proletaria. Tiene dos momentos: el
del discurso, la descripción y el de la historia, la acción de los personajes en la que el narrador se oculta. El punto de inflexión
es la huida del toro y la muerte del niño que aceleran el ritmo del cuento.
El mundo del otro es puro cuerpo, es desnudez. El unitario lleva ropa, habla con un lenguaje florido y estos son envoltorios
de la civilización; además es un personaje más bien quieto, casi inmóvil.
Letras y divisas. Ensayos sobre literatura y rosismo – Cristina Iglesias
Mártires o libres: un dilema estético. Las víctimas de la cultura en El matadero de Echeverría y sus reescrituras
El matadero es el primer cuento. Su constitución en texto fundacional es, en realidad, una construcción de la
crítica argentina del siglo XX: El matadero no fue publicado en vida de Echeverría. Escrito probablemente entre
1838 y 1840, fue descubierto po Juan María Gutiérrez y puesto en circulación en 1871, en la Revista del Río de la
Plata. Recién desde 1950 se le adjudica un género ficcional. La crítica vuelve a él porque el texto funciona como
génesis, parece contener en potencia todas las preguntas sobre la literatura nacional. Por ejemplo, Piglia ha leído
EM como lacontracara atroz de la primera página del Facundo: ambas serían versiones del enfrentamiento entre
civilización y barbarie; solo que en Sarmiento el héroe unitario, que es el propio Sarmiento, salva su cuerpo con el
exilio, mientrs que en el relato de Echeverría el héroe, en vez de huir y exiliarse, se acerca a los suburbios, se interna
en territorio enemigo. Viñas ha escrito que la literatura argentina emerge alrededor de la violación como metáfora.
Pueblo y artista: la violencia de la escritura de los otros. En El matadero el pueblo es sordo, ciego y sobre todo
dócil ante los mandamientos de los federales. EM se propone representar al pueblo en un moemnto
particularmente crítico ya que el sistema impugnado por los intelectuales por dictatorial y represivo se atribuye las
marcas de lo popular. Artista y pueblo están brutalmente distanciados y el narrador hace un reproche mediante la
ironía: no hay peor pueblo que el que no quiere escuchar la palabra ilustrada y salvadora de los opositores de Rosas.
El texto problematiza una disyuntiva dramática para la palabra esclarecedora de los ilustrados: a quién hablar si
nadie quiere oír, para quién escribir si el pueblo no nos leerá. El dolor y la frustración que la distancia entre pueblo
y artista produce, están también en el origen de la furia del texto.
EM es un relato sobre la violencia de los cuerpos que apuesta a producir con las palabras el efecto de violentar
al lector, del mismo modo que las acciones violentan al héroe unitario. Estos son los dos niveles de violencia que
operan en el texto. Una del orden de las acciones y de las palabras dirigidas al unitario: palabras que lo humillan, lo
vejan, lo violan y que violentan al lector como espectador. Otra, la de las palabras que sólo se dirigen al lector.
Es violento leer tanto la vejación del unitario como la frase “Ahí se mete el sebo en las tetas la tía”. El relato
narra con un lenguaje nuevo una naturalidad también nueva en la literatura argentina. Esta frase es la apertura
hacia otro mundo, el intento de narrarlo desde sus propios códigos.
Echeverría enfrenta el problema de la representación del pueblo con varias estrategias convergentes. Una de
ellas consiste en elegir el matadero del Alto como borde, como ejemplo de la presencia ubicua del régimen rosista.
Hay en la escritura un procedimiento de sobremarcado: de entre la chusma resaltan los carniceros; de entre los
carniceros, Matasiete y el Juez de un matadero convertido ya en pequeña república con leyes y delitos propios. El
juez es también caudillo de los carniceros y ejerce el poder por delegación de Rosas.
Otra estrategia consiste en instalar carteles en el espacio bárbaro, como los que, escritos en rojo dicen “Viva la
federación, viva el restaurador…”. Pero lo que estos letreros dicen no es suficiente por sí mismo: el texto elige
la sobreescritura, la explicación del sentido de los carteles y los nombres propios. Aquí, EM puede leerse como una
serie de letreros negros, llenos de saberes útiles, de avisos al lector –a cargo del narrador-. El texto desata así un
combate entre letreros: letreros rojos, federales, que se concentran en vivas y mueran, y letreros de la razón, en
negro sobre blanco, que guían al lector, logrando que no se confunda, que no se mezcle. El letrero es la indicación
más clara del temor a la indiferenciación, y produce con la palabra una distanciación de la cosa que permite su
reconocimiento. La cosa tiene un nombre pero el letrero la escribe, la subraya, la sobrenombra. Frente a la sordera
y la ceguera del lector, Echeverría elige, por el contrario, la sobreescritura, los letreros que señalen al delito y al
delicuente.
Otra clara elección del cuento es una fuerte e infranqueable delimitación de zonas: un ejemplo rotundo es la
construcción de la escena final. En ella, el unitario habla desde un lenguaje “elevado” hasta lo insostenible, para
subrayar el carácter bajo del lenguaje de los sayones. Ni siquiera en la brutalidad carnal de la escena final pueden
acercarse los dos mundos. El escenario del crimen contiene elementos de ambos mundos.
Finalmente, Echeverría pone en movimiento el manejo eficaz de una lente que se acerca y se distancia de su
objetivo de acuerdo con las necesidades del relato. Puteadas, bolas de carne, cuajos de sangre, pelotas de barro se
arrojan sobre los cuerpos y sobre el lector, con el único justificativo de que la perspectiva se torne más brutal a
medida que el narrador se acerque. Estos excesos son, no obstante, limitados con el croquis de la localidad. Hacer
el croquis significa delimitar la zona de lo in-mundo, aislarla, para poder narrarla con intensidad, pero sin desbordes,
para que no se contamine el otro lado. Ya no se trata solo de reproducir un diálogo entre ellos, sino también de que
el texto pueda ponerlos exactamente en su lugar, en el lugar de la pequeña clase proletaria. Este enunciado provoca
distancia científica: los miro, así son los otros, pequeños y precisamente por eso puedo clasificarlos, darles este
nombre genérico que los haga diminutos y observables. El enunciado contiene, impide el desborde, el contagio de
la carnalidad.
Pequeños asesinatos republicanos. Un toro desbocado en medio del matadero desboca el lenguaje del texto.
El pueblo compite en la obscenidad y en las puteadas; es la única competencia posible, la brutalidad de los cuerpos,
la brutalidad del lenguaje (cita textual la escena del toro y del degollamiento del niño). En esta escena hay dos
novedades: el toro desbocado y el niño degollado. Sin embargo, son absorbidas por la rutina de una faena que
consiste en matar.
Un niño pobre, un niño proletario, un espécimen, uno –diferenciado del genérico pequeña clase proletaria-
obtiene la muerte como el niño proletario de Lamborghini. Este es un degüello del destino: un muchacho degollado
por el lazo –no por mano humana-, degollado por la mano del destino, inexorable como la que aguarda a cada niño
proletario a la vuelta de cada esquina. Ese carácter inexorable hace exclamar al narrador de Lamborghini, que usa
por primera vez la primera persona: “Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar
proletario”.
Pero más que el final, importa la agonía previa: “Desde este ángulo de agonía la muerte de un niño proletario
es un hecho perfectamente lógico y natural. Es un hecho perfecto. “, escribe Lamborghini en los 70, años en que
los poetas y narradores también intentaban representar al pueblo. Este hecho perfecto, desde el punto de vista de
la representación literaria, es lo que Echeverría logra en la frase más hermosa del relato. En su texto, lo que
convierte en perfecta la muerte del niño proletario es la ausencia de agonía. Un niño proletario que muere tan
bellamente es, después de todo, preservado, en un instante fugaz, de sufrir la vida inmunda del matadero.
Iglesia propone leer el texto de Lamborghini como la inversión de los crímenes de El matadero. Allí, un niño
proletario es violado por tres niños burgueses y ahorcado en un lugar que le pertenece, en el barrio precario de los
desocupados. Nuevamente hay un cruce de fronteras: como en El matadero, en el pasaje del toro y del unitario,
cuando el joven burgués es violado y muerto por más de tres groseros federales. El unitario cruza el límite, alardea
con los letreros de su cuerpo, está gritando su diferencia, paseándola en un sitio en el que no puede hacerlo, está
mostrándose como unitario frente al pueblo federal que no perdona. En EM , la violencia y la vejación son
absolutamente gratuitas desde la lógica de la guerra. La única justificación posible es la necesidad de que un bando
no ocupe el espacio del otro. Tanto en El matadero como en El niño proletario, los muertos son víctimas de su
cultura. Ambos resultan víctimas de las señales explícitas de sus culturas que los hacen reconocibles cuando se
mueven de lugar. Ambos textos trabajan la violencia como crímenes impunes sobre víctimas de la cultura. No hay
castigo. Solo la literatura se hace cargo del desastre.
Echeverría y el lugar de la ficción (prólogo de La Argentina en pedazos) – Ricardo Piglia
El origen. La historia de la narrativa argentina empieza dos veces: en El matadero (1838-1940, inédito hasta
1870) y en la primera página del Facundo (1845). Doble comienzo para una misma historia. Los dos textos narran
lo smimo y nuestra literatura se abre con una escena de violencia contada dos veces. Son dos versiones de una
confrontación. En ese enfrentamiento se anudan significaciones diferentes que se centran en la fórmula central
acuñada por Sarmiento: la lucha entre la civilización y la barbarie.
La primera página del Facundo: ofrece una anécdota cómica y patética: un hombre que se exilia, escribe en
francés una consigna política. Abandona su lengua materna así como abandona su patria. Ese hombre con el cuerpo
marcado por la violencia deja también su marca: escribe para no ser entendido. La oposición entre civilización y
barbarie se cristaliza entre quienes pueden y quienes no pueden leer esa frase: el uso del francés es contenido
político. Este relato es la historia de un triunfo: los bárbaros son incapaces de descifrar las palabras. Esa frase la
traduce libremente y nacionaliza como: “Bárbaros, las ideas no se matan”
El lenguaje y el cuerpo. La historia que cuenta El matadero es como la contracara atroz del mismo tema. La
misma confrontación es narrada de modo paranoico. En lugar de exiliarse, el unitario se acerca a los suburbios, se
interna en territorio enemigo. Si en el relato que inicia el Facundo todo el poder está puesto en el uso simbólico del
lenguaje extranjero y la violencia sobre los cuerpos es lo que ha quedado atrás, aquí todo está centrado en el cuerpo
y el lenguaje (marcado por la violencia) acompaña y representa los acontecimientos. La escisión de los mundos
enfrentados toca también al lenguaje (lenguaje engolado “extranjero” del unitario/lenguaje bajo y popular de los
carniceros).
La verdad de la ficción. Hay una diferencia clave entre El matadero y el comienzo del Facundo. En Sarmiento, se
trata de un relato verdadero, de una autobiografía, mientras en El matadero se trata de pura ficción, y por su misma
condición ficticia pudo hacer entrar el mundo de los “bárbaros”, darles lugar y hacerlos hablar. La ficción como tal
nace, en el país, en el intento de representar el mundo del enemigo, del distinto, del otro (sea quien sea el otro).
Esa representación supone y exige la ficción. Para narrar a su grupo y a su clase desde adentro, para narrar el mundo
de la civilización, el gran género es la autobiografía (género narrativo que nace con Sarmiento). La clase se cuenta
a sí misma bajo la forma de la autobiografía y cuenta al otro con la ficción. Todo lo que hay de imaginación literaria
en el Facundo viene del intento de hacer entrar el mundo de Quiroga y los bárbaros. Sarmiento hace ficción pero
la encubre y la disfraza en el discurso verdadero de la autobiografía o del relato histórico.
Un texto inédito. En El matadero está el origen de la prosa de ficción en la Argentina. Pero ese origen es oscuro y
retardado (publicado póstumamente). Podemos pensar que Echeverría no lo publicó en vida justamente porque
era ficción y la ficción no tenía lugar en la literatura argentina tal como la concebían Echeverría y Sarmiento. La
ficción aparecía como antagónica con un uso político de la literatura.
Una opción. El Facundo empieza donde termina El matadero. La importancia de esos dos relatos reside en que
entre los dos plantean una opción fundamental frente a la violencia política y el poder: el exilio (con que se abre
el Facundo) o la muerte (con la que se cierra El matadero).
Salón literario
1) Juan María Gutiérrez: Fisonomía del saber español: cuál deba ser entre nosotros
Por poco que meditemos sobre los elementos que constituyen un pueblo civilizado, veremos que las
ciencias, la literatura y el arte existen a la par de la religión, de las formas gubernativas; de la industria, en fin, y del comercio,
que fortalecen y dan vigor al cuerpo social. Aquellas son como el pensamiento y el juicio; estos como el brazo y la fuerza
física.
La conquista cortó el hilo del desenvolvimiento intelectual americano y la ciencia y la literatura española fueron desde
entonces nuestra ciencia y nuestra literatura.
Por inclinación y por necesidad he leído los clásicos españoles, y mi alma ha salido de entre tanto volumen, vacía y sin
conservar recuerdo alguno, ni rastro de sacudimientos profundos.
Nula, pues, la ciencia y la literatura española, debemos nosotros divorciarnos completamente de ellas y emanciparnos
a este respecto de las tradiciones peninsulares, como supimos hacerlo en política, cuando nos proclamamos libres.
Si hemos de tener una literatura que sea nacional, que represente nuestras costumbres y nuestra naturaleza, así como
nuestros lagos y anchos ríos sólo reflejan en sus aguas las estrellas de nuestro hemisferio.
Antes de ser sabios y eruditos, civilicémonos, empapémonos del saber que ofrece la Europa culta y experimentada.
El genio de la poesía. Si la poesía es una necesidad de los pueblos adelantados y viejos, es una planta que nace
espontáneamente en el seno de las sociedades que empiezan a formarse.
Yo pido al cielo que bendiga la simiente del árbol que hoy se planta, y lo levante sobre los cedros. Que a su sombra
llegue a descansar la juventud venidera…