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Universidad de Costa Rica

Escuela de filosofía
Historia del pensamiento costarricense
Jessick Smith Corao B56904

Primer ensayo: crítica a la idea de paz como constituyente de la identidad


nacional costarricense
Introducción:
La idea de que Costa Rica es un país de paz se ha mantenido vigente con
mucho arraigo en la identidad de la persona costarricense, incluso dicha idea ha
sido sostenida por intelectuales costarricenses, como por ejemplo Constantino
Lascaris en su texto El Costarricense. En dicho texto el autor afirma: “que Costa Rica
es un país pacífico, es cierto. Antes de la colonia, durante la colonia y después de la colonia,
los costarricenses se han manifestado como una población pacífica” (Lascaris, 1975, p.
437). Por otra parte, el Himno Nacional, cuya letra fue escrita por José María
Zeledón Brenes, proclama que “viva siempre el trabajo y la paz”; frase que se
escucha cantada con mucha fuerza y estima cuando hay un partido de la selección
nacional de futbol costarricense, pero que, dependiendo de los resultados del juego,
puede ser ignorada debido a la realización de ciertos actos que se consideran como
contrarios a la paz.
En el presente ensayo se criticará la idea de paz como constituyente de la
identidad nacional costarricense, idea que presenta al país como pacífico en
plenitud, donde el poblador en general es pura vida y como también, debido que el
imaginario de identidad nacional costarricense traté de crear márgenes para poder
definir al poblador, no todos los pobladores somos iguales, o si se quiere, igualiticos.
Para poder realizar óptimamente dicha crítica a la idea de paz en el imaginario de
identidad nacional, será pertinente indagar en las diversas propuestas de autores
sobre cómo y para qué se originó tal identidad nacional y cómo esta puede verse
contrastada con lo que se puede considerar como la realidad nacional. Entre los
autores a estudiar se encuentran: Iván Molina Jiménez, Carlos Sojo Obando, Erika
Gólcher, en conjunto con ideas de pensadores como Constantino Lascaris y Pio
Víquez.
Recurrir a posturas de distintos autores que están separados cronológicamente
de manera no tan amplia, pero considerable, permite comprender cómo la idea de
paz en la identidad nacional se ha sostenido en las épocas e incluso cómo se ha
ido perpetuando a través de la historia de Costa Rica, considerando las épocas de
finales de siglo XIX como principales tiempos de impulso de la identidad nacional y
los tiempos contemporáneos como referentes actuales para contemplar si tal
identidad se mantiene vigente. No será muy mencionado el periodo de la mitad del
siglo XX, que resulta relevante para el tema, pero por cuestiones de delimitación no
será abordado a profundidad. También existe la posibilidad de una consolidación de
identidad nacional previa al Estado Liberal, puede pensarse en los orígenes de tal
identidad a partir del periodo colonial, sin embargo, hacer un registro histórico de
cómo se ha ido constituyendo la identidad nacional costarricense es una tarea
ardua, la cual requiere de esfuerzos superiores a los que se necesitan para redactar
un ensayo.
Sobre la identidad nacional:
Antes de poder desarrollar ideas sobre el concepto de paz en la identidad
nacional, primero hay que definir qué es tal identidad y cómo es concebida, puesto
que como sucede con otros conceptos, hay diferentes interpretaciones y maneras
de entender a la identidad nacional. Las diversas propuestas que se van a exponer
harán más fácil la comprensión de la identidad nacional, qué conlleva esta y por qué
se da este acontecimiento, de que exista una identidad socialmente compartida, o
al menos que se tiene de la intención de que sea compartida, porque no
necesariamente todo costarricense se puede sentir identificado con tal identidad, o
tiene que ser como tal identidad indica que los costarricenses sean.
Una definición de identidad nacional que resulta pertinente para el presente
trabajo es la que expone Maritza Montero (1984) en su texto Ideología, alienación e
identidad nacional, en su texto la autora propone que la identidad nacional es “ el
conjunto de significaciones y representaciones relativamente permanentes a través del
tiempo que permiten a los miembros de un grupo social que comparten una historia y un
territorio común, así como otros elementos socioculturales, tales como un lenguaje, una
religión, costumbres e instituciones sociales, reconocerse como relacionados los unos con
los otros biográficamente” (pp. 76-77). Un detalle importante a observar en la
definición recién dada es que, de los rasgos compartidos en una población no
necesariamente se concluye que sea una población igual, sin diferencias entre las
personas. Efectivamente la identidad nacional presenta las características que “se
deben compartir para formar parte de la población”, esto mismo también lo afirma
Montero en su obra anteriormente citada (1984, p. 77). Podría entenderse que se
busca unificar los rasgos de una población para atribuirlos a sus pobladores para
poder identificarlos o definirlos como parte de un grupo de iguales, pero tales
características no son suficientes para poder lograr igualar a toda una población.
¿Será acertado entonces comparar a la identidad nacional con una estereotipación
de una población o incluso una mitificación del comportamiento de la sociedad de
un país?
Tal vez hablar de la identidad nacional como un mito sea exagerado e incluso
inoportuno, sin embargo pensar a tal identidad como un estereotipo puede ser
comprensible si se trata de cómo las poblaciones definen a sus diferentes. La
identificación de una población para enmarcar un límite entre poblaciones,
excluyendo así a quién no comparta las características necesarias para ser
entendido como parte del grupo. Sin embargo, tales rasgos no son necesariamente
universales en la población, pese a que se le atribuya a todo miembro del grupo.
Efectivamente en Costa Rica no todas las personas son pura vida, algunos realizan
actos contrarios a la vida, como por ejemplo matar, incluso si el asesinato es
causado por insuficiencia de dinero para satisfacer necesidades vitales para una
vida óptima, entonces no todo resulta tan pura vida.
Otra propuesta sobre la identidad nacional es la que ofrece Erika Gólcher
(1993), la autora propone que hay dos maneras de comprender tal identidad, la
primera es la identidad nacional objetiva, tal concepción propone que se construye
una identidad nacional a partir de hechos, estos pueden ser compartir un territorio,
hablar una misma lengua, desarrollar una cultura y compartir una misma religión
(Gólcher, 1993, p. 92). Puede pensarse que ninguno de estos elementos
constituyentes puede en realidad llegar a construir por sí solos una identidad
nacional, bien es cierto que sí pueden llegar a constituir semejanzas entre
participantes de una religión o hablantes de una misma lengua. Efectivamente si se
podría pensar en que tales rasgos antes mencionados pueden crear un sentimiento
de identificación en un grupo poblacional no tan grande como una nación, ejemplo
de esto puede ser una región con su cultura distinta o poblaciones indígenas
costarricenses, las cuales pertenecen al país, pero no parecen asociarse al
imaginario de identidad nacional. Podría pensarse incluso que, según esta
concepción de identidad nacional, la identidad misma es excluyente incluso entre
los propios pobladores del país.
La segunda concepción de la identidad nacional es la concepción subjetiva.
Gólcher define a la identidad nacional subjetiva de la siguiente manera: “ es el
producto de un estado de conciencia común a todos los miembros que componen un grupo
determinado y que de manera voluntaria deciden compartir una identificación con objetivos
comunes, objetivos que los llevan a manifestar serias diferencias con otros grupos
similares” (1993, p. 92). Esta concepción de la identidad nacional puede ser más
apta para comprender la consolidación de tal identidad, es la persona quien decide
compartir la identificación con el grupo social, el individuo opta por diferenciarse
adoptando una identidad que se le propone a partir de la existencia de una
población. Cabe resaltar que las concepciones objetiva y subjetiva de la identidad
nacional no se contradicen o contraponen necesariamente, pueden entenderse
inclusive como correspondientes e incluso interdependientes.
Gólcher (1993), afirma lo siguiente:
La identidad nacional no puede devenir únicamente de elementos
objetivos como el compartir una misma lengua, raza o religión, que son
elementos esenciales en la formaci6n de una identidad; sino que estos
elementos para cumplir su papel de identificadores deben venir
acompañados de un sentimiento de misión, de unión, de una
conciencia nacional de pertenencia. (p. 93).
Teniendo ya estos supuestos para comprender a la identidad nacional,
entendiendo qué es lo que se propone con tal identidad y cómo esta se constituye,
se puede entender cuál es el fin de esta: consolidar una identidad que permita
identificar y diferenciar a una población determinada de otras poblaciones a partir
de rasgos que impulsan la identidad nacional a partir de semejanzas aparentes que
existen en una población. Ahora bien ¿toda una nación puede tener una identidad?
Aparentemente pensar en una única identidad para un país resulta un tanto
problemático, puesto que la diversidad cultural impide pensar en una identidad
consolidada por las características que se han venido mencionando. Se puede
pensar en que la presencia de una población permite más el hecho de que una
población sea diversa en características en vez de pensar en semejanzas
universales de la población. Observando los distintos sectores de Costa Rica, se
puede observar que hay mucha diversidad cultural, la cual podría permitir distintas
identidades sociales en el país, en vez de solamente crear una única identidad
nacional. Los rasgos culturales observables en lugares como Salitre no se pueden
considerar semejantes al modus vivendi que existe en el centro de la capital del
país.
La existencia de lo que se entiende como identidad nacional evidentemente trae
consigo varios problemas, ¿Cómo se llega a constituir tal identidad? ¿A partir de
qué época se empieza a desarrollar este fenómeno? ¿Tal identidad es producto de
la sociedad por sí misma o es algo impuesto por jerarquías sociales, o si se quiere,
políticas? ¿El único fin de la identidad nacional es crear distinción entre poblaciones
o hay fines implícitos en esta? Más cuestiones pueden surgir a partir de la reflexión
sobre la identidad nacional. Puede incluso pensarse a la identidad nacional como
un acto de intolerancia ante la diversidad cultural y étnica presente en una nación,
la intención de querer considerar a los costarricense igualiticos presenta consigo un
rechazo a la diversidad cultural e intelectual, se busque que el costarricense sea
igual, no admitiendo las diferencias étnicas, culturales y de pensamiento.

Sobre la consolidación de la identidad nacional en Costa Rica:


El tiempo en que se ha venido consolidando la identidad nacional costarricense
no se puede comprender como breve, pensar en que tal identidad se dio en una
década o menos no puede ser una idea certera, pues Costa Rica ha ido teniendo
cambios profundos a través de su historia, y pese a esto, la identidad nacional ha
es producto de un proceso de tiempo largo. Como se mencionó anteriormente, la
identidad nacional se forma a partir de la aceptación de ciertos rasgos como la
cultura, una lengua y la religión, fenómenos los cuales no se consolidan tampoco
en poco tiempo. Otra característica de la identidad nacional señalada por Montero
(1984) es que la identidad nacional se mantiene constante en el tiempo, es decir no
varía mucho.
Pío Víquez, periodista Liberal de finales del siglo XIX en nuestro país, señala
que “nosotros los ticos somos iguales y apenas hay matices de altanerías personalísimas
que distinguen a los que gastan color de España de los que llevan tez cobriza más o menos
clara” (1979, p. 221). La idea del costarricense como igual viene a ser sostenida no
solamente desde el siglo presente y el anterior, en siglo XIX también participa de la
consolidación de la identidad nacional costarricense. Los rasgos anteriormente
mencionados (cultura, territorio, religión) pueden ser claves para entender a la
identidad nacional, pero también puede haber otros acontecimientos que influyan
en la consolidación de esta, dichos acontecimientos pueden ser la migración
urbanística, el avance e incremento económico, entre otros.
La urbanización de San José en el siglo XIX parece formar parte importante
para la consolidación de la identidad nacional costarricense, Iván Molina (2002),
considera a las reformas liberales del decenio de 1880 como acontecimiento
importante para el surgimiento de dicha identidad. Dichas reformas buscaban
resolver el conflicto de distinción y oposición entre campo-ciudad, se pensaba
resolver dicha oposición a partir de “civilizar a las culturas populares: convertir a los de
abajo en ciudadanos alfabetizados, identificados con la disciplina laboral y sexual, la
higiene, la ciencia y la patria” (Molina, 2002, p. 16). Hubo apoyo por parte de
intelectuales costarricenses para que dichas reformas se llevaran a cabo, dicho
grupo de intelectuales se hacían conocer como “el Olimpo”, nombre bastante
sugerente para poder notar indicios de soberbia y superioridad sobre los pobladores
iletrados (Molina, 2002, p. 16). La consolidación de una identidad nacional en el
siglo XIX resultó clave para fines políticos, “la comunidad nacional imaginada por las
cúpulas políticas e intelectuales suponía, más allá de las diferencias sociales y culturales,
la igualdad de sus miembros, un condicionante que a largo plazo jugó a favor de la
integración política de los sectores populares” (Molina, 2002, p. 17). Dichas reformas
liberales lograron la centralización política y cultural, logrando así identificar la
identidad de la cultura de Costa Rica con la josefina (Molina, 2002, p. 17).
Por otra parte, también está la idea de que Costa Rica nace de España, existe
el pensamiento de una Costa Rica identificada con Europa. Dicha concepción de
Costa Rica como producto europeo también influyó para dar inicio a las reformas
liberales que buscan la “igualdad de la población”, podría pensarse en una influencia
de la modernidad europea. Tratar de hacer a Costa Rica como nación europea
destacó mayormente la diferenciación entre la burguesía con indicios de
europeísmo y las zonas rurales ajenas a dichas transformaciones (Molina, 2002, p.
16). De ahí que se buscará una igualdad en la población, los sectores rurales no
van acorde a la Costa Rica que se piensa como europea, al ser los pobladores
rurales ajenos a la conducta de vida europea, se tiene que buscar la manera de
hacerlos iguales, si son costarricenses tienen que reflejar la imagen europea que se
quiere para la nación.
Es relevante mencionar que la influencia liberal de finales de siglo XIX fue el
impulsador de la consolidación de la identidad nacional costarricense, pero no fue
tal influencia la que dio como concluso dicho proceso de consolidación, el asunto
continúa. Iván Molina (2010) señala dos ejemplos que señalan que tal identidad
nacional se ha mantenido durante el transcurso del tiempo, pese a los cambios
culturales y urbanos que sufrió Costa Rica a mitad del siglo XX. El primer ejemplo
señalado por Molina es la portada del periódico La Nación del día 21 de febrero de
1999, en dicha portada se lee la frase “ticos hacía el 2000”, que es el título de un
artículo que contiene opiniones de la población costarricense en relación con el
advenimiento del siglo XVI, lo que se quiere rescatar del asunto no son las
opiniones, sino la imagen que se le adjunta a tal título, en la foto se observan
personas de distintos trasfondos sociales, sin embargo todos son blancos. Molina
afirma que “la composición étnica de La Nación, en la que están ausentes los ticos de
origen afrocaribeño, asiático, indígena y mulato, hubiera tranquilizado a Clodomiro Picado”
(2010, p. 1). La mención que hace Molina a Clodomiro Picado permite introducir el
segundo ejemplo, Molina adjunta una carta escrita por Clodomiro Picado a Ricardo
Fernández Guardia en donde menciona lo siguiente:
Molina (2010) incluye en su texto lo siguiente que afirma Clodomiro Picado:
¡Nuestra sangre se ennegrece!, y de seguir así, del crisol no
saldrá un grano de oro, sino un pedazo de carbón. Puede que aún sea
tiempo de rescatar nuestro patrimonio sanguíneo europeo que es lo
que posiblemente nos ha salvado hasta ahora de caer en sistemas de
africana catadura, ya sea en lo político o ya, en aficiones que remedan
el arte o la distinción, en tristes formas ridículas. (p, 2).
La influencia de la idea de que Costa Rica es un producto de España en la
identidad que buscaba consolidar los liberales en la población se ha perpetuado, los
ejemplos anteriormente mencionados parecen demostrarlo. “La preocupación de
Picado en 1939 y la foto de La Nación de 1999 son dos expresiones claras y directas de la
identidad nacional configurada por los políticos e intelectuales liberales en la Costa Rica de
fines del siglo XIX” (Molina, 2010, p. 2). Carlos Sojo también muestra una posición
similar a la de Molina, sobre la identidad “blanca” de Costa Rica, resultado del
proceso de la consolidación de la identidad nacional y no como resultado de la
observación de la población. “La historia ha informado extensamente sobre el decurso
de la construcción social de esta condición étnica definida como blanca, como un proceso
más o menos contemporáneo con la formación de la república liberal, entre los 70 del siglo
XIX y los 20 del siglo XX” (Sojo, 2013, p. 5).
¿Es igual la población de Costa Rica? Tal pregunta se puede responder con un
no, Costa Rica no tiene una población 100% igual, ni en apariencia, ni en
costumbres ni en comportamiento individual y social. Promover discursos que
busquen la igualdad negando la existencia del otro parece resultar más conflictivo
que pacificador, pues existe el rechazo a las diferencias y sobre todo, el rechazo a
las raíces originarias del país, pues Costa Rica no es un país de Europa, aunque tal
vez a algunos en otro tiempo escuchar esto hubiese sido motivo de escándalo. No
parece pacifica la idea de que la igualdad se alcanza negando o ignorando al
diferente, tal conducta puede ser considerada como etnofobia, pues se niega como
costarricense al no blanco, algo que parece curioso, pues la blancura costarricense
no se asemeja mucho a la europea.

El país de paz:
Los autores que se han ido citando a lo largo del presente texto señalan a la
idea de paz como constituyente de la identidad nacional costarricense. La cita de
Constantino Lascaris realizada al inicio del texto es un ejemplo de lo dicho, Molina
menciona que “la imagen de una república agrícola, igualitaria, pacífica y blanca […] es
una construcción cultural que se resiste a desaparecer” (2010, p. 2), la paz también se
reafirma como constituyente de la identidad nacional durante el arranque de lo que
se considera como Estado Benefactor.
Afirma Gólcher (1993):
La democracia y la paz se convierten en los elementos ejes
sobre los cuales el Estado benefactor va a centrar su elemento de
cohesi6n en torno a la identidad nacional. El discurso oficial basa la
identidad nacional alrededor de estos dos conceptos y se transmite
continuamente la perfección del sistema democrático vigente y la
paz económica y social que se disfruta. Ambos conceptos fueron
reforzados con un hecho clave, como lo fue la abolición del ejército
nacional y podemos decir que es sobre ellos que se ha sustentado
la identidad nacional costarricense hasta el presente. (p. 97).
La idea de paz se entiende entonces como inmutable a través de la historia de
Costa Rica, país donde se “quiere” que viva siempre el trabajo y la paz. El hecho de
que el país no tenga ejército ha servido incluso para alarde de que la nación
costarricense es pacifica, sin embargo algunas veces suceden actos que permiten
cuestionar tal manera de imaginar a la población costarricense. Así también Gólcher
menciona que el ideal de paz en la identidad nacional costarricense desarrolla una
noción de superioridad de Costa Rica con respecto a otras naciones
Afirma Gólcher:
Es notorio que, en este proceso de reafirmaci6n de los
elementos de paz y democracia, se reforzara un tercer elemento que
estuvo presente en la identidad nacional desde los primeros años de
vida independiente; el sentimiento de superioridad sobre otras
sociedades; ya no solo sobre los otros países del Istmo
Centroamericano, sino también sobre América Latina. (1993, p. 97).
Ahora bien, ¿es Costa Rica un país pacífico? La paz parece perderse con forme
avanza el tiempo en el país, el temor a los asaltos o al acoso callejero son
acontecimientos que perturban la tranquilidad de muchas personas comúnmente.
Problemas en los estadios de futbol terminan trágicamente con lesiones graves,
también acontece el suicidio infantil, corrupción sobre empresas cementeras, se
puede continuar nombrando actos que perturban aquello que se entiende como paz.
Puede que Costa Rica no sea el país más violento de América Latina, pero
pensar en la paz como constituyente de la identidad nacional no resulta ser el acto
más sincero que se puede realizar. Pensar en la población costarricense como pura
vida, o siempre con actitud de respeto ante la paz. Desde una perspectiva de índole
más filosófico se puede iniciar el cuestionamiento de si realmente existe algo como
la paz, si tal condición se puede dar en la sociedad humana. Tal cuestión no resulta
del todo pertinente en el presente texto, sin embargo es un problema que puede ser
comprendido a partir de cómo la paz constituye un imaginario de identidad nacional,
y no que es algo que se viva realmente en las calles de Costa Rica.
Conclusiones:
Considerando a la identidad nacional costarricense como producto de un
proyecto político fundamentado en la herencia europea que impulsa a la
desigualdad, se puede comprender cómo uno de los constituyentes de tal identidad
(la paz) resulta ser un agregado más en esas características que no resultar ser del
todo ciertas en la población costarricense, en conjunto con la blancura y la igualdad
en general que se ha tratado de imponer a partir de la identidad nacional. La
igualdad que se ha tratado de imponer a partir del Estado liberal de finales de siglo
XIX parece promover más la desigualdad a partir de la negación del otro, acto que
no se podría considerar como pacífico debido a su rechazo a las diferencias.
Para buscar una mejora en la sociedad costarricense hay que reconocer los
problemas, posiblemente no se puede solucionar lo que no se conoce, negar las
diferencias y problemas no es parte de la solución. Reconocer las diferencias y
problemas puede hacer que la paz en Costa Rica sea más posible que tratando de
convencer a la población de que el país ya es igual y pacífico.

Bibliografía:
Gólcher, E. (1993). Reflexiones en torno a la identidad nacional costarricense.
Anuario de Estudios Centroamericanos. 19 (2), pp. 91-99.
Lascaris, C. (1975). El costarricense. San José: Editorial Universitaria
Centroamericana.
Molina, I. (2002). Costarricense por dicha. San José: Editorial UCR.
Molina, I. (2010). Identidad nacional y cambio cultural en Costa Rica durante la
segunda mitad del siglo XX. San José: Editorial UCR.
Montero, M. (1984). Ideología, alienación e identidad nacional. Caracas:
Ediciones de la biblioteca de la Universidad Central de Venezuela.
Sojo, C. (2013). Igualiticos: la construcción social de la desigualdad en Costa
Rica. San José: EUNED.
Víquez, P. (1979). El pensamiento liberal, Antología. San José: Editorial UCR.

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