~%o se ha insistido en la "Razón especulativa", que la "Razón

ctica" se ha visto relegada al olvido. Así, hoy se considera

ensamiento político de i(ant y su meditación sobre la his­

. ia como reflexiones de ultima hora sin mayor relación con

', bra crítica central. La recopilación aquí editada bajo el tí­

tulo Fiíosofia de la nistoria va encaminada a mostrar hasta qué

orgánico punto la reflexión sobre la historia se articula en la

totalidad de la FilosoFía kantiana.

A través de textos como "iQué es la ilustración'?", "Idea de

una historia universal en sentido cosm

opolita","Si el género
humano se haila en progreso constante hac!a mejor', el lector

e stará en co n d ic iones de p o n d e rar las p r o f ecías de e st e

Nevvton del mundo histó~.ico, adelantado descubridor de la

razón histórica y de las leyes o priori del mundo histórico.

Eugenio ímaz Fue el traductor, anotador v sagaz prologuista de esta

Filosafia de la I",istoria donde la autonomía de la ley rescata para el
hombre el centro de la creación.
 j QUE ES L ,A ELUS2'RACIONP
zp8g

La ilustración es lu liberación de/ hombr~

c/e se cm/pable incapacidad'. La incapac
idad sig­
nifica la imposibilidad de servirse de su inte­
ligencia sin la guía de otro. E sta incapacidad
es culpable. porque su causa no reside en la
falta de inteligencia sino de decisión y valor
para servirse por sí mismo de ella sin la tutela
de otro. Saposaudef ¡T en el valor de ser­
virte de tu propiu razón~ : he aquí el lema de
la ilustración.
La pereza y la cobardía son causa de que
una tan gran parte de loshombres continúe a
gusto en su estado de pupilo, a pesar de que
hacetiempo la Naturaleza los liberótambién
de ajena
tutela (nateraliter m@j orenees) ; lo
son de que se haga tan fácil para otros erigirse en
tutores. Es tan cómodo no estar emancipado~
Tengo a mi disposición un libro que me pres­
ta su inteligencia, un cura de almas que me
ofrece su conciencia,, un médico que me prescri­
be las dietas, etc., etc., así que no necesito moles­
tarme. Sipuedo pagar no me hace falta,pensar:
y a habrá otros que tomen a su cargo, en m i
nombre, tan fastidiosa tarea. L o s t utores, que
tan bondadosamente se han arrogado este ofi­
cio, cuidan muy bien que la gran mayoría de
los hombres (y no digamos que todo el sexo
bello) considere el paso de la emancipación, ade­
más de muy difícil, en extremo peligroso. Des­
pués de entontecer sus animales domésticos y
procurar cuidadosamente que no se salgan del
camino trillado donde los metieron, les mues­
tran los peligros que les amenazarían caso de
aventurarse a salir de él. Pero estos peligros no
son tan graves pues, con unas cuantas caídas,
aprendería.
n a caminar solitos; ahora que, lec­
ciones de esa naturaleza, espantan y le curan a
cua,lq«iera La.s ganas de nuevos ensayos.
Es, pues, difícil para, cada hombre en par­
ticula,r lograr salir de esa incapacidad, conver­
t ida casi en segunda, naturaleza. L e h a co­
brado afición y se siente realmente incapaz de
servirse de su propia. razón, porque nunca se
le permitió intentar la aventura. P r incipios y
fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso,
o más bien abuso, racional de sus dotes na­
turales, hacen veces de Ligaduras que ]e suje­
tan a ese estado. Q u i en se desprendiera de
ellas apenas si se atrevería a dar un salto inse­
guro para sa1var una pequeña zanja, pues no
está acostumbrado a los movimientos desem­
barazados. Por esta razón, pocos son los que,
con propio esfuerzo de su espíritu, han Logra­
do superar esa, incapacidad y proseguir, sin em­
bargo, con paso firme.
Pero ya es más fácil que el publico se ilus­
tre por sí mismo y hasta, si se le deja en li­
bertad, casi inevitable. Porque siempre se en­
contraránalgunos que piensen por propia cuen­
ta, hasta entre los establecidos tutores del gran
montón, quienes, después de haber arrojado de
sí el yugo de Ia, tutela, difundirán el espíritu
Je una estimación racional del propio valer de
cada hombre y de su vocación a, pensar por sí
mismo. Pero aquí ocurre algo particular: el
público, que aquellos personajes uncieron con
este yugo, les unce a ellos mismos cuando son
incitados a,l efecto por algunos de los tutores
incapaces por completo de toda ilustración; que
así resulta de perjudicial inculcar prejuicios,
porque acaban vengándose en aquellos que fue­
ron sus sembradores o sus cultiva.dores. Por
esta, sola razón el público sólo poco a poco llega
a ilustrarse. Mediante una revolución acaso se
Logre derrocar el despotismo personal y acabar
con la opresión económica o política, pero nunca
se consigue la verdadera reforma de la manera
de pensar; sino que, nuevas prejuicios, en lu­ de interés público en las que es necesario cier­
gar de los antiguos, servirán de riendas para to automatismo, por cuya virtud algunos miem­
conducir al gran tropel. bros de Ia comunidad tienen que comportarse
pasivamente para, mediante una unanimidad ar­
Para estailustraaón no se requiere más que
tificial, poder ser dirigidos por el Gobierno
una cosa, libertad; y Ia m ás inocente entre to­
hacia los Fines públicos o, por lo menos, impe­
das las que llevan ese nombre, a saber: libertad
didos en su perturbación. En este caso no cabe
de hacer uso péb1ico de su razón íntegramente.
razonar, sirio que hay que obedecer. Pero en
Mas oigo exclamar por todas partes: ~Nada de
la medida en que esta parte de la máquina se
razones)El oficial dice: ~no razones,y haz la considera como miembro de un ser común total
instrucción~ El hmcionario de Hacienda: ~na­
y hasta de la sociedad cosmopolita de los hom­
da de razonamientosf, ¡a pagar~ El. reveren­
bres, por lo t anto, en calidad de ~e s t ro qu e
do: ~no razones y cree~ (sólo un señor en el
se dirige a un pública par escrito haciendo uso
mundo dice:rumorad todo lo que queráisy sa­
de su razón, puede razonar sin que por ello
bre lo que queráis pero ~obedeced[ } Aquí nos
padezcan Iosnegocios en los que le correspon­
encontramos por doquier con una hmitación de
de, en parte,Ia consideración de miembro pa­
la libertad. Pero jqué limitación es obstáculo
sivo. Por eso, seria muy perturbador que un
a la ilustración> jY cuál, por el contrario, es­
oficial que recibe una orden de sus superiores
tímulo~ Contesto: el uso público de su razón
se pusieraa argumentar en el cuartel sobre la
le debe estar permitido a todo el mundo y es­
pertinencia o utilidad de Ia orden: tiene que
to es lo único que puede traer ilustración a los
obedecer. Pero no se le puede prohibir con jus­
hombres; su uso p ri v ad se podrá limitar a
- ticia que, en calidad de entendido, haga obser­
menudo ceñidamente, sin que por ello se retra­
vacianes .obre las &Alas que descubre en el ser­
se en gran medida la marcha de la ilustración.
vicio militar y las exponga al juicio de sus lec­
Entiendo par usa público aquel que, en cali­
tores. El ciudadano no se puede negar a contri­
dad demuestro,se puede hacer de la propia ra­
zón ante el gran público del mundo de lecto­ buir con los impuestos que le corresponden; y
res. Por uso privado entiendo el que ese mismo hasta una crítica indiscreta de esos impuestos,
personaje puede hacer en su calidad de fun­ cuando tiene que pagarlos, puede- ser castigada
cionari.Ahora bien; existen muchas empresas por escandalosa (pues podría provocar la resis­
tencia general ). Pero ese mismo sujeto actúa
sin perjuicio de su caber de ciudadano si, en
calidad de experto, expresa públicamente su
pensamiento sobre Ia inadecuación o injusticia
de Ias gabelas. Del mismo modo, el clérigo
está obligado a enseñar Ia doctrina y a predi­
car con arreglo al credo de Ia I glesia a que
sirve, pues fué aceptado con esa condición. Pero
como doctor tiene la plena Libertad y hasta el
deber de comunicar al público sus ideas bien
probadas e intencionadas acerca de las deficien­
cias que encuentra en aquel credo, así como el
de dar a conocer sus propuestas de reforma de
la religión y de Ia Iglesia. Nada hay en esto que
pueda pesar sobre su conciencia. Porque lo
que enseña en función de su cargo, en calidad
de ministro de la Iglesia, Io presenta. como algo
a cuyo respecto no goza,de libertad para, ex­
poner lo que bien le parezca, pues ha sido co­
locado para enseñar según Ias prescripciones y
en el nombre de otro. D i r á : nuestra Igle­
sia enseña esto o lo o t ro ; estos son Ios argu­
mentos de que se sirve. D e d u ce, en l a oca­
sión, todas Ias ventajas prácticas para su fe­
ligresía de principios que, si bien él no suscri­
biría con entera convicción, puede obligarse a
predicar porque no es imposible del todo que
contengan oculta la verdad o que, en el peor
de los casos, nada impliquen que contradiga
a la religión interior. P ues de creer que no
es este el caso, entonces sí que no podría ejer­
cer el cargo con arreglo a su conciencia; ten­
drá que renunciar. P o r I o t a nto, el uso que
de su razón hace un clérigo ante su feligresía,
constituye un sesoprivado; porque se trata siem­
pre de un ejercicio doméstico, aunque la au­
diencia sea muy grande; y, en este respecto,
no es, como sacerdote, libre, ni debe serlo, pues­
to que ministra un mandato ajeno. P ero en ca­
lidad de doctor que se dirige por medio de sus
escritos al público propiamente dicho, es de­
cir, al mundo, como clérigo, por consiguiente,
que hace un eso péblk o de su razón, disfruta
de una libertad ilimitada para, servirse de su
propiarazón y hablar en nombre propio. Por­
que pensar que Ios tutores espirituales del pue­
blo tengan que ser, a su vez, pupilos, represen­
ta un absurdo que aboca en una eternización
de todos Ios absurdos.
Pero ~no es posible que una sociedad. de
clérigos, algo así como una asociación eclesiás­
tica o una. muy reverendaclases {como se sue­
le denominar entre los holandeses} pueda com­
prometerse por juramento a guardar un deter­
minado credo para, de ese modo, asegurar una
suprema, tutela sobre cada uno de sus miem­
bros y, a través de ellos, sobre el puebIo, y
para eternizarla, si se quiere> Respondo: es
completamente imposible. Un convenio seme­
jante, que significaría descartar para siempre to­
da ilustración ulterior del género humano, es
nulo e inexistente; y ya puede ser conFirmado
por lapotestad soberana, por el Congreso, o por
l as más solemnes capitulaciones de paz. U n a
generación no puede obligarse y juramentarse
a colocar a lasiguiente en una situación tal que
ie sea imposible ampliar sus conocimientos (pre­
suntamente circunstanciales}, depurarlos del
error y, en general, avanzar en el estado de
su ilustración. C onstituiría esto un crimen con­
tra la naturaleza humana, cuyo destino primor­
dial radica precisam
ente en este progreso. Por
esta razón, la posteridad tiene derecho a re­
pudiar esa dase de acuerdos como celebrados
de manera abusiva y criminal. La pi e dra de
toque de todo lo que puede decidirse como ley
para un pueblo, se halla en esta interrogación
~es que un pueblo hubierapodid,o imponerse
a si mismo esta ley> Podría ser posible, en es­
pera de algo meJor, por un corto tiempo cir­
cunscrito,con el objeto de procurar un cierto
orden; perodejando libertad a Ios ciudadanos,
y especialmente a los clérigos, de exponer pú­
blicamente, esto es, por escrito, sus observacio­
nes sobre las deficiencias que encuentran en dicha
ordenación, manteniéndose mientras tanto e1
orden establecido hasta que la comprensión de
Iíaa
tales asuntos se haya difundido tanto y de tal
manera que seaposible, mediante un acuerdo
iogrado por votos (aunque no por unanimidad) ¡
elevar hasta el trono una propuesta para pro­
teger a aquellas comunidades que hubieran coin­
cidido en la necesidad, a tenor de su opinión
más ilustrada, de una reforma religiosa, sin im­
pedir, claro está, a IoS que así lo quisieren, Se­
guir con Io antiguo. Pero es completam.ente ilíci­
to ponerse de acuerdo ni tan siquiera por el pla­
zo de una generación,sobre una constitución re­
ligiosa inconmovible, que nadie podría poner en
tela de juicio públicamente, ya que con ello se
destruiría todo un período en la marcha de Ia
humanidad hacia su mejoramiento, período que,
de ese modo, resultaría no sólo estéril sino ne­
fasto para la posteridad. Puede un hombre,
por lo que incumbe a su propia persona, pero
sólo por un cierto tiempo, eludir Ia ilustración
en aquellas materias a cuyo conocimiento está
obligado; pero la simple y pura renuncia, aun­
que sea por su propia persona, y no digamos
por la posteridad, significa tanto como violar
y pisotear los sagrados derechos del hombre. Y
lo que ni un pueblo puede acordar por y para
sí mismo, menos podrá hacerlo un monarca en
nombre de aquél, porque toda su autoridad le­
gisladora descansa precisamente en que asume
la voluntad entera del pueblo en la suya pro­
piz. Si no pretende otra cosa, sino que todo me­
joramiento real o presunto sea compatible con el
orden ciudadano,no podrá menas de permitir a
sus subditos que dispongan por sí mismas en
aquelloque crean necesario para la salvación de
sus almas; porque no es ésta cuestión que Ie im­
porte, y sí la de evitar que unos a otros se impi­
dan con violencia buscar aquella salvación por
e l hbre uso de todas sus potencias. Y h a r á
agravio a Iz majestad de su persona si en ello
se mezcla hasta el punto de someter a su ins­
pección gubernamental aquellos escritos en los
que sus sííbditas tratan de decantar sus creencias,
ya sez, porque estime su propia opinión como
la mejor,en cuyo caso se expone al reproche:
Cuesur roe est supra g ramáticos,ya porque
rebaje a tal grado su poder soberano que am­
pare dentro de su Estado el despotismo espiri­
tual de algunos tiranos contra el resto de sus
subditos.
Si ahora, nos preguntamos: ~es que vivimos
en una época ihuAada> Ia respuesta será: no,
pero sí en unz época de ilustración. Fa l t a t o­
davía mucho para que, tal como están Ias co­
sas y considerados Ios hombres en conjunta, se
hallen en situación, ni tan siquiera en disposi­
ción de servirse con seguridad y provecho de su
propia razón en materia de religión. Pero aho­
ra es cuando se Ies ha abierto el campo para
trabajar libremente en. este empeño, y percibi­
mos inequívocas señales de que van disminu.­
yendo poco a poco Ios obstáculos a la ilustra­
ción generalo superación, por los hambres, de
su merecida tutela. En este aspecto nuestra
época es Ia época de Ia Ilustración o la época
de Fed'era co.
Un príncipe que no conidera indigno d
sí declarar que reconoce como un deber no pres­
cribir nado a, los hombres en materia de reli­
gión y que desea abandonarlas a su libertad,
que rechaza, por consiguiente, hasta ese preten­
cioso sustantivo de to l erancia, es un pr í n cipe
ilustrado y merece que el mundo y la poste­
ridad,agradecidos, le encomien coma aquel que
rompió el primero, por Io que toca al Gobier­
no, las ligzduras de la tutela y dejó en liber­
tad a cada uno para que se sirviera de su pro­
pia razón en Ias cuestiones que atañen a su con­
ciencia. Baja él, clérigos dignísimos, sin men­
gua de su deber ministerial, pueden, en su cali­
dad de doctores, someter libre y publicamente al
examen del mundo aquellos juicios y opiniones
suyos que se desvíen, aquí o allá, del credo re­
conocido; y con mayor razón losque no están
limitados por ningún
deber deoficio. Este es­
píritu de libertad se expande también por fue­
ra, aun en aquellos países donde. tiene que lu­
char con Ios obstáculos externos que Ie levanta
uo. Gobierno que equivoca su misión. Porque
este único ejemplo nos aclara cómo en régi­
men de libertad nada hay que temer por la
tranquilidad pública y la unidad, del ser co­
mún. Los h ombres poco a poco se van des­
bastando espontáneamente, siempre que no se
trate de mantenerlos, de manera artificial, en
estado de rudeza.
He tratado del punto principal de la ilus­
tración, a saber, la emancipación de Los hom­
bres de su merecida tutela, en especial por
lo que se refiere a cuestiones de religión; pues
en lo que atañe a Ias ciencias y las artes los
que mandan ningún interés tienen en ejercer
tutela sobre sus sííbditos y, por otra parte, hay
que considerar que esa tutela religiosa es, entre
todas,la más funesta y deshonrosa. Pero el
criterio de un j efe de Estado que favorece es­
ta libertad va todavía más lejosy comprende
que tampoco en Io que respecta a la leg~slación
hay peligro porque los súbitos hagan uso pm
bledo de su razó~, y expongan libremente al
mundo sus ideas sobre una mejor disposición
de aquella,haciendo una franca Crítica de lo
existente; también en esto disponemos de un
brilb,nte ejemplo, pues ningún monarca se anti­
cipó alque nosotros veneramos.
Pero sólo aquel que, esdarecido, no teme a
las sombras, pero dispone de un numeroso y
disciplinado ejército para garantizar Ia tranqui­
Lidad pública, puede decir lo que no osaría
un Estado Libre: ~razoeud todo lo g@e qwarók
curso de Las cosas humanas; pues ocurre que,
si contemplamos este curso con amplitud, Lo en­
contramos siempre lleno de paradojas. Un
grado mayor de Libertad ciudadana parece que
b eneficia la libertad espiritual del p b l
e ga, al mismo tiempo, límites infranqueables;
mientras que un grado menor le procura el ám­
ito necesariopara que pueda desenvolverse
con arreglo a todas sus facultades. Porque ocu­
rre que cuando La Naturaleza ha logrado des­
arroHar,bajo esta dura cáscara, esa semiHa que
cuida con máxima ternura, a saber, la incLina­
ción y oficiodel libre pensar del hombre 7 el
hecho
h repercutepoco a poco en elsentir del~ue­
o (con lo cual éste se va hacierido cada vez
más capaz de la libertad de obrar) y hasta ea
los principios del Gobierno, que encuentra ya
compatibledar al hombre, que es algo más que
una máquina, un trato digno de él.*
+ En el No s &'sero semand de Bs7sehiegB el Ig 8 e
Sept., leo hoy, go, e1 anuncio de 1a Resiste Mensual de
Serles de este mismo mes, que publica la respuesta que a

ia cuestión tratada por mí ofrece el senor Mendelssohn.
No ha llegado todavía a mis manos; de lo contrario, hu­
biera reservado esta respuesta mía, que ahora queda como
una prueba de hastaqué punto el azar puede traer con­
sigo una comcidencia de ideas.
E DEA D E U N A H I S T O RI A U N I V E R SAL E N
SEÃTIDO COSMOPOLITA+
rp8g
Cualquiera, sea el concepto que, en un plano
metafisico, tengamos de la libertad de la moles­
tad, sus manifestacionesfenoménicas, las accio­
nes humanas, se hallan determinadas, lo mismo
que los demás fenómenos naturales, por las le­
yes generales de la. Naturaleza. L a h istoria,
que se ocupa de la narración de estos fenóme­
nos, nos hace concebir la.esperanza, a pesar de
que las causas de los mismos pueden yacer pro­
fundamente ocultas, de que, si elh contem
elpla
juego de Jalibertad humana en grande, podrá
descubriren él un curso reguIar, a la manera
Un pasaje de las gacetillas del ejemplar doce del
Gochnisclun Gel, Ze itung (Gaceta académica de Gotha)
de este año, sin duda tomados de mi conversación con
un docto compañero de viaje, me obligan a publicar esta
a claración sin l a q u e aquél no t endría. ningun sentido
comprensible.
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