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Resumen
El presente artículo pretende profundizar en un aspecto concreto de la relación de
intertextualidad existente entre el teatro rural de Lorca y la narrativa del premio
Nobel colombiano Gabriel García Márquez: el de la construcción de personajes
femeninos. Para ello contrastaremos la caracterización de algunos de los más
famosos personajes femeninos de la obra de ambos autores. Con ello demostra-
remos que las similitudes entre dichos personajes no son casuales sino que, por
el contrario, están motivadas por una intención común a ambos autores: ambos
pretenden realizar una denuncia clara y abierta de las actitudes retrógradas de
algunas mujeres de sus respectivos mundos.
Abstract
This article aims to look into one particular aspect of the intertextuality between
Lorca’s rural drama and the narrative written by the Colombian Nobel Prize winner
Gabriel García Márquez: the construction of female characters. For that purpose,
we will compare the characterization of some of the best-known women characters
in the works written by these two authors in order to prove that the smilarities
in their characters are not fortuitous. They are the result of a common intention:
both authors want to openly condemn the retrogressive attitudes of some women
in their respective worlds.
No cabe la menor duda de que la mujer es el eje central de las obras de García
Lorca. Esa preponderancia de los personajes femeninos es claramente reconocida
tanto por la crítica como por el público respecto a la obra del autor granadino. Y
es que el teatro de Lorca está indisolublemente ligado en el imaginario popular
a sus figuras femeninas, desde Doña Rosita la soltera hasta Mariana Pineda y la
Novia, y sobre todo, Yerma y Bernarda Alba. Y también muchas de sus propias
declaraciones respecto a su teatro han contribuido a cimentar esta identificación
entre la mujer y el teatro de Lorca. Por ejemplo, éstas que, aunque referidas a Doña
Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, valen igualmente para expresar la intención
de varias otras de sus obras, como Bodas de sangre, Yerma o La casa de Bernarda Alba:
BHS 93.2 (2016) doi:10.3828/bhs.2016.13
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O estas otras en las cuales dice que la obra es ‘el drama profundo de la solte-
rona andaluza y española en general. España es el país de las solteras decentes,
de las mujeres puras, sacrificadas por el ambiente social que las rodea’ (García
Lorca 1997: 619), y que es ‘el drama de la cursilería española, del ansia de gozar
que las mujeres han de reprimir por fuerza en lo más hondo de su entraña
enfebrecida’ (1997: 620–21).
Sin embargo, en la obra del gran escritor colombiano Gabriel García Márquez
la gente recuerda tanto a los personajes masculinos como el coronel Aureliano
Buendía o Florentino Ariza como a los femeninos como Úrsula Iguarán o a
Fermina Daza, lo cual injustamente ensombrece un poco la trascendencia de
los personajes femeninos en las novelas del premio Nobel colombiano. Y es que,
en realidad, las mujeres han tenido siempre una importancia fundamental para
García Márquez, quien ha declarado en más de una ocasión sentir una predilec-
ción especial por ellas. En sus propias palabras:
Creo que la esencia de mi modo de ser y de pensar se la debo en realidad a las
mujeres de la familia y a las muchas de la servidumbre que pastorearon mi infancia.
[…] En todo caso, pienso que mi intimidad con la servidumbre pudo ser el origen
de un hilo de comunicación secreta que creo tener con las mujeres, y que a lo
largo de la vida me ha permitido sentirme más cómodo y seguro entre ellas que
entre hombres. También de allí puede venir mi convicción de que son ellas las que
sostienen el mundo, mientras los hombres lo desordenamos con nuestra brutalidad
histórica. (García Márquez 2002: 86–89)
Como se puede apreciar, el argumento que describe en esta nota está a medio
camino entre La casa de Bernarda Alba y la que luego sería su novela más famosa,
Cien años de soledad, ya que conjuga elementos de los argumentos de ambas obras.
Pero sobre todo, y más importante aún, en esta nota afirma claramente la identi-
ficación que él encuentra entre las ‘mujeres patéticas’ y solteronas del teatro de
Lorca y las de ‘cualquier pueblo de la Costa Atlántica’ de Colombia.
A continuación vamos a ver cómo esas mujeres patéticas de Lorca encuentran
su identificación en algunos de los personajes femeninos más recordados de la
obra de García Márquez. Empezaremos centrándonos sobre todo en el personaje
femenino por antonomasia del teatro de Lorca, y desde luego el más influyente
en la literatura posterior: Bernarda Alba.
Ya en el cuento de García Márquez ‘En este pueblo no hay ladrones’, escrito
en 1962 e integrado en el volumen Los funerales de la Mamá Grande, hay reminis-
cencias de Bernarda Alba en el personaje de la vieja que vive encerrada en su casa
por años y años, tal como se encierran las mujeres de Lorca tras la muerte del
marido de Bernarda. Además, al igual que hace Bernarda con Pepe el Romano,
esta anciana también dispara con una escopeta a un joven que encarna un nuevo,
maleducado y agresivo, orden social: en el caso de la anciana el muchacho quiere
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1 Véase en La casa de Bernarda Alba expresiones como ‘Aquí se hace lo que yo mando’ (García
Lorca 1993: 129) o ‘No os hagáis ilusiones de que vais a poder conmigo. ¡Hasta que salga
de esta casa con los pies delante mandaré en lo mío y en lo vuestro!’ (1993: 144); y en
Cien años de soledad véase por ejemplo cuando Úrsula depone a Arcadio como caudillo de
Macondo, ‘Antes de abandonar el cuartel, soltó a los presos del cepo. A partir de entonces
fue ella quien mandó en el pueblo. Restableció la misa dominical, suspendió el uso de los
brazaletes rojos y descalificó los bandos atrabiliarios’ (García Márquez 2004: 124).
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para que nadie le viera los golpes, y la vistió de rojo encendido para que no se imagi-
naran que le iba guardando luto al amante secreto. (García Márquez 1993: 94)
Otra clara similitud entre Bernarda Alba y Pura Vicario es que las dos tratan
de ‘enterrar a sus hijas en vida’, Bernarda, en primer lugar, encerrándolas a
todas en la casa a guardar el luto durante muchos años:
En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle.
Hacemos cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en
casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Mientras, podéis empezar a bordar el ajuar.
En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis cortar sábanas y embozos.
Magdalena puede bordarlas. (García Lorca 1993: 129)
Luego cuando grita ‘Pero todavía no soy anciana y tengo cinco cadenas para
vosotras y esta casa levantada por mi padre para que ni las hierbas se enteren
de mi desolación’ (García Lorca 1993: 167), y por último, cuando tras la muerte
de Adela exclama ‘Nos hundiremos todas en un mar de luto’ (199). Por su parte,
Pura Vicario lo hace llevándose a su hija a una aldea abrasada por la sal del Caribe
(García Márquez 1993: 100), y así el narrador hablando de Ángela nos dice:
Su madre, de una vejez mal entendida, me recibió como a un fantasma difícil. Se
negó a hablar del pasado, y tuve que conformarme para esta crónica con algunas
frases sueltas de sus conversaciones con mi madre, y otras pocas rescatadas de mis
recuerdos. Había hecho más que lo posible para que Ángela se muriera en vida, pero
la misma hija le malogró los propósitos, porque nunca hizo ningún misterio de su
desventura. (García Márquez 1993: 101–102)
2 Véase en Cien años de soledad cuando Fernanda dice a la monja que le lleva al hijo de Meme: –
Diremos que lo encontramos flotando en la canastilla –sonrió. –No se lo creerá nadie –dijo
la monja. –Si se lo creyeron a las Sagradas Escrituras –replicó Fernanda–, no veo por qué
no han de creérmelo a mí (García Márquez 2004: 330).
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se pueda acercar a ellas. Los hombres de aquí no son de su clase. ¿Es que quieres
que las entregue a cualquier gañan?’ (García Lorca 1993: 134), y más adelante
vuelve a exclamar:
Mi sangre no se junta con la de los Humanas mientras yo viva. Su padre fue gañán.
LA PONCIA: ¡Y así te va a ti con esos humos!
BERNARDA: Los tengo porque puedo tenerlos. Y tú no los tienes porque sabes muy
bien cuál es tu origen. (García Lorca 1993: 170)
3 No en vano, cuando al final de Cien años de soledad el último Aureliano está leyendo en los
pergaminos de Melquíades la historia de la familia se nos dice que: ‘Aureliano lo reconoció,
persiguió los caminos ocultos de su descendencia, y encontró el instante de su propia concep-
ción entre los alacranes y las mariposas amarillas de un baño crepuscular, donde un menes-
tral saciaba su lujuria con una mujer que se le entregaba por rebeldía’ (2004: 509). En clara
referencia a Meme Buendía y su rebeldía contra su madre, Fernanda del Carpio.
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5 Todo ese capítulo del libro está dedicado a las ideas de García Márquez sobre las mujeres y
a la importancia que éstas han tenido en su vida y obra. Véase Mendoza y García Márquez
1994: 135–143.
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arriba, para García Márquez en Colombia las madres al estar inmersas en una
sociedad dominada por unos valores esencialmente machistas, y como princi-
pales educadoras en el seno de la familia, eran las que transmitían a sus hijos e
hijas esos valores más arcaicos, contribuyendo en ese sentido a la perpetuación
de ese machismo tanto o más que los propios hombres.
En definitiva, García Márquez se identifica con la manera que tiene Lorca de
llevar a cabo esa denuncia del machismo en las sociedades hispánicas más rurales
y encuentra, en cierto modo, un modelo en el que inspirarse. Pero, como ocurre
siempre con el narrador colombiano, éste no se deja subsumir por el modelo
de Lorca, sino que, haciendo gala de su enorme talento creativo, construye una
serie de personajes como Pura Vicario, Fernanda del Carpio o Úrsula Iguarán
con, al menos, tanta entidad propia como los de aquel, personajes que se han
quedado en el imaginario colectivo como antes lo hicieron los de Lorca. Y lo que
es mucho más importante, la coincidencia de intenciones con Federico García
Lorca respecto a la denuncia de las injusticias sociales nos dice mucho sobre la
verdadera personalidad que se esconde detrás del mito en que se ha convertido
el ‘genio de las letras’ Gabriel García Márquez.
Obras citadas
Aguilar Piñal, Francisco, 1986. ‘La honra en el teatro de García Lorca’, Revista de Literatura, 48.96:
447–54.
García Lorca, Federico, 1986. Bodas de sangre, ed. de Allen Josephs y Juan Caballero (Madrid:
Cátedra Letras Hispánicas).
—, 1993. La casa de Bernarda Alba, ed. de Allen Josephs y Juan Caballero (Madrid: Cátedra Letras
Hispánicas).
—, 1997. Obras completas III. Prosa, ed. de Miguel García-Posadas (Barcelona: Círculo de Lectores
y Galaxia Gutenberg).
García Márquez, Gabriel, 1993. Crónica de una muerte anunciada (Barcelona: Plaza y Janés).
—, 2002. Vivir para contarla (Barcelona: Mondadori).
—, 2004. Cien años de soledad (Madrid: Biblioteca García Márquez, Barcelona: Mondadori y RBA).
García Ramos, Juan-Manuel, 1989. Guías de lectura. Cien años de soledad (Madrid: Editorial
Alhambra).
Gilard, Jacques, 1991. Gabriel García Márquez. Obra periodística. Vol. I, Textos costeños (Madrid:
Mondadori).
Mendoza, Plinio Apuleyo, y Gabriel García Márquez, 1994. El olor de la guayaba (Barcelona:
Mondadori).
Pizarro, Ana, 1992. ‘De la ficción a la historia Cien años de soledad’, en ‘Para que mis amigos me
quieran más’. Homenaje a Gabriel García Márquez. Testimonios sobre su vida. Ensayos sobre su obra,
ed. Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá: Siglo del Hombre Editores), pp. 188–203.
Rubia Barcia, José, 1975. ‘El realismo mágico de La casa de Bernarda Alba’, en Federico García Lorca.
El escritor y la crítica, ed. Ildefonso-Manuel Gil (Madrid: Taurus Ediciones, S.A.), pp. 383–403.
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