Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Subsecretaría de Educación.
Dirección General de Cultura y Educación. Provincia de Buenos Aires.
La juventud en la escuela.
Al revisar los discursos vigentes sobre las y los jóvenes encontramos una serie de
representaciones sobre la juventud, sobre el joven, que lo definen a partir del ser
en sí mismo. No es una definición relacional sino esencial. Se parte de una
comparación con perspectiva adultocéntrica, la definición se hace por diferencia
de grado en relación al parámetro elegido, lo que lleva a establecer características
desde la falta, las ausencias y la negación y son atribuidas al sujeto joven como
parte esencial de su ser. Esta construcción comparativa adultocéntrica hace
perder de vista la construcción social de la condición juvenil, queda oculto bajo el
manto de la naturalidad del fenómeno que estas concepciones son discursos
altamente ideologizados y con perspectiva gravemente discriminadora. Su
afirmación es una cuestión de naturaleza: se es joven de tal manera, y cuando se
es joven se es inseguro, incompleto, peligroso, “lo que es en su propia naturaleza,
en razón de su constitución, de sus rasgos de carácter o de sus variedades
patológicas” (Foucault, 1993:262).
Discurso naturalista
Es aquel que define al joven o a la juventud como una etapa natural,
como una etapa centrada en lo biológico, en la naturaleza, como una
etapa universal (lo natural es universal), como si hubiese existido desde
siempre y de la misma manera, por lo que corresponde a la naturaleza
biológica de los individuos.
Discurso psicologista
Aquí se hace referencia al discurso psicológico sino psicologista. Es la
mirada sobre la juventud como momento de confusión, como un proceso
psicológico particular que debe resolver casi individualmente y que de
todos modos lo va a resolver, porque como todo esto es una etapa, sí o sí
se les va a pasar. Es la presentación del joven como adolescente, este es
el término con el que se van a referir a los jóvenes en el discurso
psicologista (también en el psicológico pero no debemos confundir), como
aquel que adolece de algo, como dolencia, como sufrimiento
(acompañado por muchas referencias al discurso médico, al modelo de la
medicalización)2.
2
En este texto casi no se usará en el término adolescencia, no quiero generar –me parece que no tiene sentido-, una disputa de términos ¿cuál vale
más? ¿cuál vale menos? Simplemente aclaro ya que esto tiene que ver con las trayectorias de formación. En el campo de los estudios sociológicos y
antropológicos se utiliza más el término juventud y adolescencia es utilizado en el campo de la psicología y de la educación. Pero no hay que ser
ingenuos con el uso, no hay que meterse en la discusión de términos a fondo pero tampoco hay que ser ingenuos sino que hay que tener presente que
“adolescentes” no esté cargado de concepciones estigmatizantes (que también pueden aparecer en el uso de juventud por supuesto). Así se verá que
generalmente hablo de juventud y no de adolescentes, y que además nombro juventudes, en plural. Esta es otra cuestión que creo importante, aunque
parezca que las ciencias sociales están en la cosa de la palabrita que nos agotan, le seguimos poniendo plural, o a barra o. Pero es importante la
cuestión ya que al ser tan fuerte el modelo de homogeneización de la mirada sobre la juventud vale la pena hacer fuerza en un plural para incorporar
permanentemente la heterogeneidad.
Para entender mejor cómo funciona el pánico moral conviene describir el
modelo original llamado discreto: existe primero un evento dramático (Ej.
enfrentamiento entre grupos), esto genera inquietud pública, se produce
una sensibilización sobre el tema a través de una campaña de
emprendimiento moral y entonces se produce una acción de control
cultural. Esta mecánica funcionó en los tempranos ´60 en Inglaterra, pero
una década después la secuencia estaba totalmente alterada, y es este
modo el que llega a nuestros días y opera tan eficazmente en nuestra
sociedad: primero se produce una sensibilización sobre el tema a través
de un emprendimiento moral, esto genera inquietud pública, se organizan
acciones de control cultural, se identifican eventos dramáticos o, mejor
dicho, se construyen eventos como dramáticos y esto por lo tanto va a
justificar el cuarto paso que consiste en una acción intensificada de
control cultural (CCCS Mugging Group, 1975 en Hall y Jefferson, 2000).
Discurso culturalista
Se trata de mirar a la juventud como una cultura, una cultura aparte de los
otros grupos de edad de la sociedad, como si un grupo de edad pudiera
construir una cultura por sí mismo, cuando un aspecto fundante de lo
cultural es su necesidad y capacidad de ser trasmitido y reproducido en
las generaciones siguientes. Ubico en este discurso el muy de moda
término de “tribu juvenil” sobre el que volveremos más adelante.
Discurso sociologista
Es aquel que representa al joven como víctima: él es producto de todo lo
que pasa en la sociedad y lo social es presentado como “supra humano”,
más allá de las personas, por lo tanto como sujeto nada puede hacer. La
explicación está puesta en el afuera. El joven es una víctima de la
globalización, de la sociedad moderna, del posmodernismo, de los medios
de comunicación, del sistema escolar que no funciona, de los malos
profesores.
Estos discursos provocan una única mirada sobre el joven, pero son utilizados
estratégicamente -o políticamente- según hablemos de ricos o de pobres, según
sea la clase o sector de clase será el estereotipo a fijar. Se encontrarán discursos
naturalistas, psicologistas y culturalistas ligados a juventud de clase media y alta y
discursos de patología social y pánico moral muy ligados a sectores de baja renta.
3 El siguiente punteo es una síntesis de traducción personal de Hall y Jefferson, 2000, pp.17-21.
1. La aparición de un mercado, un consumo y una industria orientado a los
jóvenes,
2. El incremento de los medios masivos y el nexo entre estos y la cultura
juvenil. Es importante aquí la idea de que cada vez más y más personas se
ven comprendidas en un proceso de uniformación cultural.
3. El hiatus de la experiencia social que se precipita por la guerra.
Generalmente los argumentos hablan de los efectos disruptivos de la
guerra en los chicos que nacieron en ese período - ausencia de los padres,
evacuaciones y otras interrupciones de la vida familiar, violencia- y eso
como responsable de la “nueva” delincuencia juvenil de los 50, tipificada por
los Teds, como los precursores de una tendencia más general de la
violencia en la Cultura Juvenil.
4. Cambios en la esfera de la educación, principalmente por dos pivotes de
desarrollo. Por un lado “la educación secundaria para todos”, que implicó
escuelas específicas para este grupo de edad, previo a la guerra no había
escuelas específicas, se recibía la educación secundaria en las escuelas
elementales. Este cambio interesa porque crea las condiciones para la
emergencia específica de una “sociedad de adolescentes”. Por otro lado, la
masiva extensión de la educación superior.
5. Último conjunto de cambios, pero no menos importante, es el arribo de un
estilo distintivo para todo el grupo, la ropa y la música-rock unen sin
ninguna duda a esta generación más joven.
En los `90 se visualizan todos los discursos a los que hicimos referencia antes, y
sigue apareciendo cuando se habla de política y juventud una referencia
permanente a la juventud politizada de los `70 y su alto grado de participación en
la arena pública. Esto complica la visibilización de las prácticas políticas actuales
de los jóvenes, porque se busca política en clave de los `70 y estamos en otra
época, se busca política en clave de partidos políticos 4, y la política tiene hoy otros
sentidos y otros espacios, por lo que ese discurso funciona como obturador (al
igual que los descriptos anteriormente), como obstáculo epistemológico para la
interpretación, como anteojeras para la mirada. Junto a esta idealización positiva
4 Es ya clásico decir que los jóvenes actualmente no participan en política. Este discurso del sentido común es refrendado por investigaciones científicas que dan cuenta del bajo interés de los jóvenes por participar de partidos políticos. Pero aquí
hay una confusión de términos y cuestiones: Primero, lo político no se restringe a las estructuras partidarias, Segundo estas estructuras –y desde hace varias décadas- no tienen una organización que propicie la participación real, activa, protagónica,
los partidos políticos argentinos no son organizaciones con democracia real, son en su mayoría, autoritarios, verticalistas
y corruptos, valores que no están bien vistos por las nuevas generaciones (el estudio de las
organizaciones juveniles demuestra que hay una búsqueda de horizontalidad y participación activa). Tercero, ningún otro grupo de edad de nuestra sociedad tiene más participación que los jóvenes, la participación no es
trasparencia,
entonces una cuestión “de edad” sino de contexto histórico. Cuando se generan hechos políticos los jóvenes están presentes estuvieron en diciembre de 2001, están en los movimientos de desocupados.
:
no podemos dejar de nombrar otro sentido que se presenta como continuación
fáctica del primero: el “no te metás”. Esto debería ser el aprendizaje histórico de
las generaciones futuras: la participación política está ligada, en hechos y
palabras, a la muerte, a la desaparición, a la pérdida, a la derrota, al dolor. Todas
situaciones que los humanos queremos evitar, así que lo mejor, es que no te
metas. El Nunca Más no fue solo interpretado como el fin de los secuestros y
torturas, sino también como el nunca más lo intentes.
Otro ejemplo pero ahora tomando como eje el tiempo individual -la biografía- es lo
que podemos llamar “la añoranza del tiempo pasado” o la perspectiva de “todo
tiempo pasado fue mejor”. Consiste en un discurso adulto donde su propia
juventud es vista como tiempo ideal, su generación joven como ejemplo, como
parámetro desde el cual se compara al resto de las generaciones de jóvenes -
principalmente la actual- a la que muchas veces pertenecen sus hijos y casi
siempre sus alumnos. Este discurso también es adultocéntrico, en una actitud de
conmiseración no se les pide a los jóvenes comportarse como adultos, no, se
acepta que hay otras conductas, pero la clave es que la forma adecuada de ser
joven, lo ideal y correcto, es la experiencia juvenil del que hoy es adulto; así el
adulto se muestra no sólo como parámetro de adultez sino como parámetro de
juventud. El dicho común: los jóvenes de ahora no son como los de antes, con
tono de nostalgia del pasado y castigo del presente muestra eficazmente este
sentido o como decía una pintada en las calles de mi ciudad: futuros eran los de
antes.
Estos tres términos aparecen en la redacción del trayecto formativo para el que
me convocaron, y no los puedo dejar pasar. Son tres nociones fundacionales del
conocimiento antropológico, han sido utilizados para narrar la historia de la
disciplina y marcan diferentes perspectivas de análisis por lo que me detendré a
decir algunas cosas acerca de ellos.
En primer lugar, ¿por qué digo que la antropología se los apropia o construye su
historia en función de estos tres términos? Porque la antropología se desarrolla
concretamente en la aparición de estas nociones y sería bueno no confundirlos.
Conocer sus opuestos y ver a qué discursos sobre juventud quedan asociados y/o
qué prácticas legitiman. Son tres formas de mirar al otro, son modos de
construcción de la otredad (Boivin y otros, 1999).
Diferencia / Semejanza
Para nuestro tema el caso más claro es la perspectiva adultocéntrica que permea
las relaciones intergeneracionales en nuestra sociedad, el adulto como parámetro
positivo,
Otro discurso que remite a la construcción del otro por la diferencia es el de “tribus
juveniles”, que contiene una fuerte carga evolucionista (aunque como veremos a
continuación también es típico de la construcción por la diversidad) y remite los
agrupamientos juveniles a un tipo de organización social de “menor” valor en el
“desarrollo de las sociedades”, la tribu es en el imaginario hegemónico la
organización de los salvajes y los bárbaros, por lo tanto los jóvenes quedan
vinculados a “esos estadios previos de la civilización”, el antepasado primitivo.
Nuevamente los jóvenes como seres no completos, en proceso de ser, y estas
representaciones articulándose maravillosamente en el sentido común (no en su
autor original5) al discurso del joven como individuo peligroso, a la mirada desde la
patología social y el pánico moral. Civilización o barbarie.
5 Maffesoli, 1998.
tratar al otro como otro étnico, otra cultura. Los jóvenes de nuestra sociedad como
capaces por sí solos de construir una cultura separada, distinta, de la de los otros
grupos de edad. Esto no sólo es imposible ya que toda cultura implica transmisión
y relaciones generacionales sino que su consecuencia es una mirada sólo puesta
en la diferenciación y en la distinción, y no en lo que hay de común, en los puntos
de contacto, por lo que lleva al extrañamiento, el alejamiento y la no comprensión.
En un ámbito como la escuela, donde la relación empática entre las personas de
distintos grupos de edad es indispensable, esta mirada extrema acarrea
desconfianza y falta de reconocimiento y por ende dificultad o imposibilidad de
comunicarse.
Diversidad / Uni-versidad
Desigualdad / Igualdad
7 Plantear una clase como si fuera una raza, para profundizar en esta temática recomiendo Margulis, M., Urresti, M. y otros La segregación negada. Buenos Aires: Biblos. 2002.
decir negro y decir pobre son casi sinónimos, y valga la aclaración de los que no
quieren verse racistas: no negro de piel, negro de alma (¿?).
Existe un uso diverso y expandido del término cultura. Esto puede llevar como
marcamos anteriormente a discursos culturalistas, a pensar que “cualquier cosa”
es una cultura, a exotizar o “etnizar”, etc.. La disciplina antropológica fue la que
definió el concepto de cultura, pero no uno sino que para cada momento en la
teoría antropológica hubo algunos conceptos. Hoy continúa la variabilidad, pero
propongo acordar en el siguiente,
Los estudios de juventud con relación a la escuela media muestran que para la
mayoría de los jóvenes la escuela es un lugar importante, está muy presente en
sus vidas y tiene varios sentidos. Uno de los primeros es la escuela como el lugar
para hacerse amigos, y esto que a veces hace poner caras raras a los docentes,
visto desde la escuela como constructora de juventud nos hace decir que sigue
funcionando como espacio de encuentro entre pares, es un tiempo-espacio
importantísimo en la sociabilidad juvenil. Aquí se practica no sólo la relación con
los pares generacionales, sino con otras generaciones (además de relaciones de
género y otras relaciones que están presentes en la institución).
La escuela constituye para ellos un espacio muy valorado ya que les abre
tanto la oportunidad de construir relaciones entre pares en una
cotidianeidad protegida –la institución escolar- como la esperanza de
obtener aquellas competencias y habilidades que les ayudarán a
insertarse como sujetos no marginados en nuestra sociedad. El ser
estudiantes les permite sentirse desempeñando un rol y mantener la
esperanza de un futuro distinto, a diferencia de aquellos jóvenes que han
desertado del sistema escolar (Cerdá y otros, p.133)
¿Qué pasa con los estudios cuando centran la mirada en el discurso que la
escuela tiene de los jóvenes la escuela? En la mayoría de los casos encontramos
que la escuela sólo le exige al joven en su ubicación de alumno. La escuela exige
a este sujeto sólo como alumno, no como joven. Generalmente las características
8 En los materiales anexos se encontrará un texto del autor catalán Carles Feixa, que plantea entender la cultura juvenil a través de la metáfora del reloj de arena, su
propuesta teórica está basada en los desarrollos de estudios culturales sobre juventud de la década del ´70 en Inglaterra, en el marco de l Centro de Estudios en Cultura
Contemporánea de la Escuela de Birmingham.
9 Se recomienda el trabajo de Rodrigo Parra Sandoval, investigador colombiano que ha realizado una caracterización de las instituciones educativas de su país que resulta pertinente para pensar nuestra
realidad, su escrito propone pensar las instituciones educativas insertas en tres fracturas: fáustica, pedagógica y bifronte. Ver bibliografía.
o los diacríticos juveniles intentan ser ocultados, se los prohíbe o se castiga: uso
de uniforme, no aros, no tatuajes a la vista, no remeras con inscripciones de
bandas musicales o camisetas de fútbol, etc.
Aparece con mucha fuerza la mirada del deber ser: los alumnos como posibles
transgresores de las normas y/o sin valores propios. La idea de trabajar con
adolescentes que por el hecho de serlo son conflictivos e irresponsables lleva a
una sobrevaloración de la norma para controlar la conducta (Sandoval, 1998), lo
que Duschatzky y Corea (2002) describen como el discurso de la resistencia, la
resistencia adulta no como enfrentamiento sino como abroquelarse en
concepciones cerradas, rigidizarse, utilizar más la normatividad, más el
autoritarismo, a este fenómeno se lo conoce también con el nombre de adultismo,
Para mirar a los jóvenes en las instituciones educativas dentro de una matriz
compleja hay que detenerse en todas las relaciones sociales en las que están
implicados como sujetos y analizar, en esos espacios de relaciones de poder, las
múltiples formas que adquiere la subordinación. A modo de ejemplos:
Lo que se ha consolidado como legítimo funciona como el punto a partir del cual
se hace la comparación al estilo del modelo de la diferencia de grado. Por
ejemplo, para las relaciones raciales en nuestra sociedad se ha instalado como
polo positivo el blanco y como polo negativo el negro, el blanco ligado al prestigio,
el negro al estigma. Y así podría tomarse cada una de las relaciones enumeradas
(y pensar otras) como claves para entrar al análisis de las relaciones dentro de las
instituciones.
Hay un conflicto entonces entre el discurso que proclama la autonomía del sujeto
juvenil y las prácticas donde el joven en situación de subordinación es interpelado
desde la heteronomía. Para el caso de la institución escolar esto se lee como una
estereotipación normalizante del joven estudiante: lo único que se le pide al joven
en la escuela es que se presente y se comporte como un “chico normal”, lo cual en
el discurso dominante es sinónimo de un buen alumno, tranquilo, estudioso,
obediente. Varios investigadores han dado cuenta de esta tensión,
hay una tensión que fluctúa ente la lógica de la escuela y los profesores, que
buscan que el ser joven sólo sea buen estudiante, y los estudiantes que
buscan desplegar su ser joven en el sistema escolar. El ser joven
concentrado, masivo, espacial y temporalmente en el colegio, desborda el
deber ser de estudiante impuesto por la cultura escolar. La contención a esta
naturaleza activa del ser joven, se hace por la norma y disciplina, centrando
externamente allí el principal conflicto entre los jóvenes alumnos y la escuela.
(...) La cultura escolar subvalora a sus estudiantes en cuanto a su capacidad
de potenciar procesos formativos, ya que los ve como destinatarios de
acciones educativa que sólo pueden ser guiadas por sus docentes (Oyarzún,
2000:10,18)
¿Y el otro legítimo?
Esta brecha entre el deber ser institucional y la aceptación del otro se potencia al
imbricarse en la brecha generacional promoviendo bloqueos generacionales,
Noviembre 2004
Para profundizar en la dinámica generacional se adjunta en materiales anexos un texto de Margaret Mead acerca de los tipos de culturas que se generan según sea el
10