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METRO DE MEDELLÍN

Daniela Parra Floriano

Durante la década de los 70, Medellín, ciudad capital del departamento de Antioquia,
sufre un crecimiento poblacional pasando de ser un pueblo a una ciudad en pocos años,
sin embargo, no contaba con proyectos o instituciones que gestionaran un desarrollo de
planificación para la ciudad. Este crecimiento en la población de la ciudad antioqueña
correspondió al desplazamiento de familias campesinas por violencia política en áreas
rurales, a la búsqueda de oportunidades de empleo, estudio y de mejor calidad de vida,
entre otros motivos.

El desarrollo de la ciudad como una urbe cada vez más grande se manifestó en distintas
construcciones y obras públicas. La implementación de planes viales para integrar la
ciudad como la vía paralela al río, la carrera 80, y la construcción de la Avenida Oriental
que, más que integrar, dividió el centro. Con todo este avance, Medellín se convierte en
un “centro” comercial e industrial, el cual “pedía a gritos” sistemas de transporte que
abasteciera todo este desarrollo.

Por lo anterior, se genera una propuesta de un sistema de transporte masivo que


satisficiera las necesidades de la ciudad y que además, fuera una innovación en todo el
país: el Metro de Medellín. No obstante, fue una propuesta que no fue considerada sino
hasta los inicios de la década de los 80, luego de la creación de la Empresa de Transporte
Masivo del valle de Aburra (ETMVA), la cual le da “voz” al proyecto pero no obtuvieron
el apoyo del gobierno puesto que Colombia se encontraba enfrentando una crisis
económica y social de gran importancia.

Por parte de la capital antioqueña, los años 80 fue un periodo en el que florecieron
problemáticas que despertaron la atención del gobierno y el miedo de los ciudadanos,
tales como: auge del narcotráfico, surgimiento del sicariato, nacimiento de los grupos de
autodefensas, aumento progresivo de las violencias (secuestro, extorsión, homicidios,
masacres, magnicidios, ataques con explosivos, fronteras invisibles), aumento desmedido
de la población, crecimiento del índice de desempleo, ampliación del cinturón de
pobreza, debilidad institucional y corrupción.

Finalmente, en 1983, ETMVA logra obtener la aprobación y apoyo para el proyecto del
Metro de Medellín por parte de la gobernación nacional, a pesar de las inconsistencias
presentes en todo su planteamiento de costos de presupuestos para el proyecto, en la
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pobre argumentación de ser un proyecto autocosteable y demás problemas, que hacían de


la propuesta una cuestión poco seria. Por esto, se concluye que dicha autorización y
aprobación de este “mega” proyecto fue producto de una serie de intereses políticos y
económicos, en donde no les interesaron las problemáticas futuras que implicaban
desarrollar una obra de tal magnitud, con poca planeación tanto financiera como técnica.

En febrero de 1983, se abre la “Licitación Pública Internacional Llave en mano” para el


Metro de Medellín, cerrándola en julio con aproximadamente 11 pliegos de firmas
internacionales, las cuales fueron estudiadas y finalmente en noviembre se dictamina, por
parte de ETMVA, que:
- El consorcio Hispano Alemán, METROMED, tendría el contrato del
proyecto.
- El grupo de obras civiles, ENTRECANALES y TAVORA S.A, la firma
CONSTRUCCIONES Y CONTRATAS S.A y DICKERHOFF & Widmann.
- El grupo electromecánico, la firma alemana MAN, SIEMENS y ATEINSA.
Se inician las obras por parte del consorcio METROMED, pero poco después empezaron
a surgir las adversidades que todo proyecto gestionado por corrupción trae consigo. A
finales de 1989 el Consorcio Hispano Alemán decidió parar la construcción por falta de
dinero. Alegaba trabas para la importación de material y maquinaria y el incremento de
los gastos por el cambio de trazado; los gastos financieros estimados ascendían a
US$1.949 millones, de los cuales solo están financiados US$1.223,4 millones, es decir un
déficit de US$725,7 millones, hasta que definitivamente se declaró la caducidad del
contrato generando un conflicto de marca mayor.
“Había muchas discusiones con el consorcio que se quejaba por los problemas de
seguridad. Yo les decía que si no habían leído un periódico antes de haber firmado el
contrato, que si pensaban que venían para Suiza”, recuerda Alberto Valencia Ramírez,
gerente del Metro entre 1993 y 1998, que anota, “la gente no creía que la obra se
terminara, les estorbaban las pilonas en el centro. Había mucho escepticismo”.
Tales circunstancias obligó a la gobernación nacional a tomar medidas ya que la empresa
quedó sin dinero, por lo cual la financiación la terminó gestionando la Nación
Colombiana. Por ello, fue posible que se lograra culminar el proyecto del Metro de
Medellín, en noviembre de 1995 se pone en funcionamiento el Metro entre Niquía y el
Poblado, después de 12 años del inicio de las construcciones.
El Metro de Medellín es un orgullo para la comunidad antioqueña pues ni siquiera la
capital colombiana cuenta con un sistema de transporte como ese, sin embargo, es
necesario también que todos entendamos lo con conllevo lograr terminar este proyecto
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que desde sus inicios estuvo tan ultrajado por la corrupción y el desinterés social de unos
pocos: al terminar la obra se estimó que su costo fue dos veces más que el valor
inicialmente proyectada, cuenta que fue cubierta por bancos pero que el Gobierno tiene
que responder. ¿Cómo pagará el Gobierno cerca de US$3.000 millones (costo
aproximado final del Metro de Medellín)? Lo pagaremos todos. Todos los colombianos.
Para saldar la deuda con el Gobierno Nacional la región empeñó la sobretasa a la gasolina
y el impuesto al tabaco y al cigarrillo hasta 2083.
Es por lo anterior que toda esta historia es importante tenerla presente, que todos los
ciudadanos colombianos seamos conscientes que no podemos seguir permitiendo que la
corrupción siga presentándose en nuestras políticas, que es necesario escoger bien
nuestros representantes políticos para que gestionen y administren de la mejor manera los
recursos del país. No es posible que, a pesar de todo lo que ha tenido que pasar el pueblo
colombiano: terrorismo, narcotráfico, años de temor y desesperanza como lo fueron los
años 80 y 90, y que poco a poco hemos superado toda esa violencia, sigamos permitiendo
la corrupción de la misma manera que hace 50 años. Tenemos que cambiar esta vaina,
porque si no lo hacemos nosotros mismos, aquellos corruptos no lo harán por nosotros.

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