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Agradecimientos Equipo de Trabajo


Sinopsis Prologò
Capítulo 1 Capítulo 2
Capítulo 3 Capítulo 4
Capítulo 5 Capítulo 6
Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10
Capítulo 11 Capítulo 12
Capítulo 13 Capítulo 14
Capítulo 15 Capítulo 16
Capítulo 17 Capítulo 18
Capítulo 19 Capítulo 20
Capítulo 21 Capìtulo 22
Capítulo 23 Capìtulo 24
Capítulo 25 Capìtulo 26
Capítulo 27 Capìtulo 28
Capítulo 29 Epilogò
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Disfruta del mundo de la lectura tal


cual todo mundo lo hace, no
escatimes en conocer y explorar
mundos nuevos, disfruta de la
alegria de compartir, de saborear
cada minuto de este gran universo.
Somos las Brujas del Aquelarre,
nuestra finalidad es mantenerte
cautivo con nuestros hechizos y no
escatimaremos en tiempo, lugares y
espacios, donde sea que nos busques
siempre nos encontraras.
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El Emperador Wray Vasteri es el gobernante del Imperio Tornian. Página | 11
Su Casa ha gobernado el Imperio desde la gran infección, que azotó
hace más de quinientos años y teme ser el último. El número de
mujeres compatibles estaba disminuyendo más rápido de lo que
nadie sabía. Si no pudieran encontrar pronto mujeres compatibles,
toda su civilización dejaría de existir. Es la razón por la que accedió
a reunirse con Liron, el Emperador del Imperio Kaliszian en el
espacio Kaliszian. Era la única razón por la que se habían cruzado
con una nave Ganglian que salía del espacio Tornian, y también era
la única razón por la que descubrió a la pequeña mujer. ¿Podría ser
ella lo que habían estado buscando?
Wray se sintió atraído por la pequeña mujer que había encontrado
golpeada y maltratada en la nave Ganglian. Se parecía a una mujer
Tornian, pero era mucho más pequeña. ¿Podría ser lo que había
estado buscando?

Kim Teel ha tenido una vida dura, al menos eso creía, hasta que sus
padres fueron asesinados de repente, luego su hermana y su cuñado
desaparecieron. A los diecinueve años, se dio cuenta de que había
sido protegida de todas las dificultades de la vida. Había sido
cuidada y amada, había llegado a esperarlo toda su vida. Estaba
terriblemente malcriada. Decidida a cambiar su manera de actuar,
Kim fue a buscar a su hermana, sólo para ser capturada por los
Ganglians y fue entonces cuando descubrió lo que le pasa a las
mujeres "desprotegidas" en el universo.

Wray y Kim están haciendo lo mismo, tratar de sobrevivir. Pero lo


que encuentran es que hay cosas más importantes que la
supervivencia. Y una vez que aprenden eso, el universo cambiara
para siempre.
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El sol de Tornia brillaba intensamente, nutriendo los exuberantes
jardines de la Casa Torino. Una suave brisa sopló, llevando consigo
la fragancia de las flores recién brotadas. Los pájaros volaron en
círculos y cantaron a las mujeres en el patio.

Kim no notó nada de eso; su atención fue captada por su hija


amamantando en su pecho. Habían pasado casi tres meses desde
que presentó a Destiny y Kim todavía estaba asombrada de que esta
preciosa criatura hubiera salido de ella.

Es tan hermosa. Pensó Kim, deslizando su nudillo por la suave piel


de la gordita mejilla de Destiny. Había heredado la hermosa piel
bronce de su marido junto con su grueso cabello negro. Sólo cuando
el sol lo reflejaba, se veían los destellos rojos que había heredado de
su madre.

Destiny era puramente Vasteri... hasta que abrió los ojos y miró a su
madre con los mismos ojos de Kim. Wray había estado exaltado
cuando sus ojos cambiaron del gris Vasteri que tenía en su
presentación a los verdes ojos de Kim.

Al principio, Kim estaba preocupada de que Wray se molestara,


pero debió pensarlo mejor.

La pequeña hija de Wray ya tenía al Emperador de todos los


Universos Civilizados envuelto alrededor de su pequeño dedo.
Cuando sonreía a su marido, su pecho se hinchaba el doble de lo
normal, pero cuando lloraba... él miraba con pánico a Kim y
llamaba al sanador.
Cada hombre que entraba en contacto con ella reaccionó de la
misma manera, no es que Wray permitiera que muchos se acercaran
a su hija. Ya era un hombre sobreprotector, y Kim no podía
imaginar cómo sería cuando Destiny llegara a la adolescencia.
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Sonriendo suavemente a su hija, Kim dejó que sus pensamientos se


remontaran a cuando era adolescente.... a cómo había cambiado su
vida.
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Kim yacía quieta en el frío suelo del armario donde el bastardo
apestoso la había metido, la oscuridad apremiando en su contra.
¿Cómo había llegado su vida a esto? Claro, había hecho algunas
cosas estúpidas en su vida, había estado fatal con su hermana mayor,
no había apreciado a sus padres hasta que se habían ido, pero en
realidad, ¿significaba eso que se lo merecía? Con el frío
adormecedor que se filtraba profundamente en sus huesos, estaba
lista para darse por vencida y pensar en su corta vida.
Había sido una niña típica, exigente, egoísta, dando por sentado
todas las cosas que sus padres le habían proporcionado. El auto, el
celular, la cama, la comida, el calor. ¡Oh Dios! Lo que daría por
estar caliente una vez más.
Un conductor borracho, en un día de verano perfecto, se lo había
llevado todo. Sus padres habían muerto, y él se había ido sin un
rasguño. Dieciséis y huérfana. Su hermana mayor, Jennifer, había
intentado reemplazarlos, pero Kim no quería nada de eso. Jennifer
siempre había sido la niña buena, la hija perfecta.
—¿Por qué no puedes ser más como Jennifer? — Su madre decía.
—Jennifer nunca habría hecho eso —. Su padre diría.
No es que haya sido descuidada o maltratada. Oh, pensó que lo
había sido, cuando le quitaron su teléfono celular o no le dieron el
dinero para la gasolina. Lo sabía mejor ahora; en realidad, lo supo
desde hacía bastante tiempo, pero esto había sido necesario para que
el asunto se aclarara.
Los tribunales la obligaron a quedarse con Jennifer y su esposo
Todd, hasta que cumplió dieciocho años, hizo de la vida un infierno
para todos ellos. Así que a los dieciocho años Kim soltó toda su ira
y dolor, soltando palabras tan hirientes hacia su hermana que incluso Página | 15
aquí, en este lugar, con todo lo que le había pasado, la avergonzaban.
Le había tomado casi seis meses de vivir sola, de creer que era una
adulta, para finalmente darse cuenta de que realmente era una
mocosa malcriada y egoísta como su cuñado la había llamado. No
fue la única que perdió a sus padres. Jennifer también los había
perdido, pero Jen no dejó que eso la quebrara. En vez de eso, había
intentado ayudar a Kim.
Fue ese día cuando Kim creció y se enderezó. La vida no es justa.
Tampoco es fácil, pero es tan mala como tú lo permites. Como tú
creas que es, lo será. Su madre siempre le había dicho eso, pero no
le había creído. Todavía tenía a Jennifer y Todd, e iba a hacer todo
lo que estuviera en su poder para hacerles ver que había cambiado.
Había corrido a su apartamento queriendo disculparse, para
pedirles perdón, pero estaba vacío. Una vecina finalmente le dijo
que habían ido a un retiro de fin de semana con un grupo de viejos
amigos de la universidad de Todd y que no volverían hasta el lunes.
Kim no había querido esperar tanto tiempo, así que llamó al celular
de Jen, pero fue directo al buzón de voz.
Kim se había disculpado. Le había rogado a Jen que la llamara,
diciéndole que la amaba y que no quería perder la única familia que
le quedaba.... Jennifer nunca devolvió la llamada. No fue hasta que
todo el grupo "guerreros de fin de semana", no se presentó a trabajar
el lunes que alguien se preocupó.
Se había completado una búsqueda masiva en el área donde se
suponía que estaban, pero lo único que encontraron fue el teléfono
celular de Jennifer, con el correo de voz de Kim todavía sin ser
escuchado.
¿Cómo carajos desaparecen una docena de personas?
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Seis meses después, frustrada por la falta de resultados, Kim había
subido a esa montaña olvidada por Dios, hasta el lugar donde habían
encontrado el teléfono de Jen. Por qué alguien iría voluntariamente
allí, Kim no tenía ni idea. Era una chica de ciudad de pies a cabeza,
salvaje significaba el zoológico y rudo significaba que tenías que usar
un baño en un festival de música al aire libre.
El destello del pelaje en los árboles la había asustado al principio.
¿Qué fue eso? ¿Venado? ¿Ardilla? No tenía ni idea. Luego se oyó
un extraño silbido y finalmente el hedor. ¡Zorrillo! Ewwww!
Mientras retrocedía lentamente, el hedor sólo se había hecho más
fuerte, girando, encontró.... ¿Pie Grande? No, no es lo
suficientemente alto.... ese fue su último pensamiento antes de que
la criatura levantara su peludo puño y la noqueara.
Kim se había despertado en una habitación fría y poco iluminada y
no tenía ni idea de dónde estaba. Cuando la puerta se abrió y la
misma cosa peluda entró, no sabía lo que quería, no podía entender
lo que le estaba silbando. Sin embargo, se había enterado con
suficiente rapidez cuando la arrojó al suelo de metal, usó sus garras
para destrozar su ropa y la violó.
Había luchado, oh Dios, cómo había luchado, pero esos estúpidos
videos de kickboxing/dancing/exercising no le habían hecho ningún
bien. Sólo cabreó al bastardo sibilante cuando finalmente logró
pegarle en la nariz. Clavó sus garras más profundamente y luego
pareció sonreír cuando gritó de dolor.
El bastardo apestoso había seguido lastimándola. La violó tantas
veces que había perdido la cuenta, a veces dejaba que otros
extraterrestres peludos la vieran, pero nunca les permitía tocarla.
Uno lo intentó una vez, y el bastardo apestoso lo destripó en su cara.
No le había llevado mucho tiempo darse cuenta de que estaba en
una especie de nave alienígena y que ahora estaba realmente sola. Página | 17

Nadie en la Tierra iba a buscarla. A nadie le iba a importar lo que


le pasara. Su cuerpo estaba negro, azul y ensangrentado, y no podía
aguantar más. Era hora de rendirse.
Gruñidos repentinamente cubrieron el silbido-chasquido, se habían
hecho cada vez más fuertes y llamaron su atención durante un
momento. Gruñidos, eso era algo nuevo. Le recordaba a su perro,
Warrior. Sus padres le habían estado prometiendo uno durante
años y, finalmente, para su décimo cumpleaños, les hizo cumplir su
promesa.
Habían ido a un refugio público que recientemente había
desmantelado una granja de cachorros. Pero no fue uno de los
cachorros el que capturó su corazón. Había sido el perro gigante,
escondido en la parte de atrás, enjaulado solo.
Fue descubierto en la misma granja, y nadie sabía qué hacer con él.
Parecía que los dueños habían estado criando perros de pelea junto
con los Shih Tzu, y habían estado usando Warrior para
engendrarlos. Warrior pesaba ciento veinte libras de músculo sólido
cubierto con piel oscura, su gruñido era feroz y tenía la boca llena
de dientes afilados. Todos estaban aterrorizados, todos menos Kim.
Tal vez fue porque nunca había sido lastimada en su vida, tal vez fue
por su edad, pero por alguna razón sabía que nunca la lastimaría.
Antes de que alguien pudiera detenerla, había abierto su jaula, entró
y se sentó, esperando que se le acercara.
Los trabajadores y sus padres se habían vuelto locos. Estaban
seguros de que la atacaría y la mataría. En vez de eso, gruñó y rugió
contra ella, chasqueando los dientes. Daria dos pasos en su
dirección y luego retrocedería rápidamente, su inmenso cuerpo
temblando. Cuando extendía la mano, se estremecía, como si
esperara que lo golpeara, y cuando entendió que no lo haría, se Página | 18
acercaba un poco más, olfateando su mano.
Kim miró esos oscuros ojos grises y vió la verdad. Estaba asustado.
Ese perro enorme tenía miedo, de que le hiciera daño. Le
prometido en ese momento que estaría a salvo a su lado. Que no
volvería a sufrir nunca más. Le lamió la mano en respuesta. Cuando
lo acarició, rodó sobre su espalda, rogándole silenciosamente que le
rascara la barriga y entonces se dio cuenta de que eso era todo lo
que quería... que alguien lo cuidara, lo viera, lo amara, y Kim lo
había hecho.
Sus padres no sabían qué hacer. Warrior no era el perro que habían
planeado. Era... bueno... enorme pero no podían discutir con lo que
habían visto, por alguna razón se suponía que Kim quería este perro.
Kim no se había dado cuenta hasta ahora de cuánto la querían sus
padres para permitirle traer a Warrior a casa.
Durante los siguientes cuatro años, Warrior nunca se apartó de su
lado. Dormía en su cama. Se colocaba a sus pie en la mesa para
cenar y se sentaba en los escalones delanteros, todos los días, con
lluvia o sol, esperando a que llegara a casa de la escuela. Fue así
como la salvó. Fue por eso que murió.
Uno de los niños más grandes del vecindario estaba mostrando su
auto nuevo y no había visto la señal de la parada del autobús escolar.
Warrior había saltado la valla y la había empujado fuera del camino
de un coche a toda velocidad. Había muerto en sus brazos. Fue lo
último que vio.
¿Era a Warrior al que estaba escuchando? Le gustaba eso. Su
Warrior, viniendo a salvarla por última vez. Ciegamente extendió la
mano y golpeó débilmente la pared, haciéndole saber dónde estaba.
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∞∞∞∞∞
Wray tiró el mapa sobre su escritorio, y luego se reclinó en su silla
corriendo con las manos cansadas sobre su cara. Qué viaje
desperdiciado. Esperaba que la reunión con Liron, el Emperador
del Imperio Kaliszian, produjera mejores resultados. Los Kaliszians
habían estado en guerra con los Ratak durante más de tres años. Los
Ratak estaban tratando de reclamar varios planetas Kaliszians cerca
de su frontera. Esos planetas eran ricos en recursos minerales que
los Kaliszians necesitaban desesperadamente para sostener su
civilización.
Desde la gran infección, muchas especies han estado al borde de la
extinción, incluyendo las civilizaciones de Tornians y Kaliszians,
pero por diferentes razones. Para los Kaliszians, la infección se había
centrado en su capacidad de producir suficientes alimentos para
mantener a su población. La mayoría de sus plantas portadoras de
alimentos habían perecido, y ninguna vegetación trasplantada
sobrevivía. Debido a esto, los Kaliszians dependían del Imperio
Tornian para alimentar a su gente, intercambiando su vasto
suministro de minerales por alimentos.
Para los Tornians había afectado a sus mujeres, causando que
produjeran más y más hombres. Al principio se había celebrado, ya
que eran una raza guerrera, pero pronto se hizo evidente que había
un problema. Ahora los hombres superan en número a las mujeres,
doscientos a una, y si no se encontraban pronto mujeres compatibles
para la reproducción, todos morirían.
Por eso tenía tantas esperanzas en esta reunión. El Imperio Ratak
estaba al otro lado del Imperio Kaliszian, y había rumores de que
habían encontrado una nueva especie, una que podría reproducirse
con éxito con un guerrero Tornian. Wray esperaba que, debido a la Página | 20
guerra, Liron supiera si esos rumores eran ciertos. Liron había
insinuado tanto cuando insistió en que deberían reunirse
personalmente para tratar asuntos de gran importancia. Era la única
razón por la que Wray había viajado tan lejos de su Imperio.
Después de una gran cantidad de rodeos, Liron finalmente admitió
que no sabía si los rumores eran ciertos, que había querido reunirse
con Wray para discutir las dificultades que estaba teniendo con Lord
Reeve para mantener un flujo constante de alimentos para su
pueblo. Wray apenas había controlado su rabia ante el engaño de
Liron, aunque lo entendía. Quería llamar la atención de Wray sin
alertar a Lord Reeve.
Bueno, la tenía y pronto Lord Reeve también la tendría. Wray le
haría saber personalmente a Reeve su disgusto por su manejo con
los Kaliszians. Un suministro constante de alimentos era vital para
ambos Imperios, ya que sin eso, los Kaliszians sufrirían y a cambio,
detendrían los envíos de los cristales de poder que los Tornians
necesitaban junto con las joyas que sus mujeres demandaban.
El sonido de su comunicador sacó a Wray de sus oscuros
pensamientos.
—¿Sí? — Preguntó.
—Señor, hemos detectado una nave Ganglian saliendo del espacio
Tornian.
—¿Seguimos en el espacio Kaliszian?
—Apenas.
—Intercéptela, Capitán —. Wray ordenó y se dirigió al centro de
mando.
—Sí, señor.
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Wray odiaba a los Ganglians. Se habían convertido en una especie
vil sin lealtad ni honor. Vivían del dolor de los demás. Ellos
prosperaban con eso. Capturaban especies más pequeñas y débiles,
las esclavizaban y las torturaban. Los hombres que sobrevivían eran
vendidos para trabajar en las minas y las mujeres... bueno, las pocas
que sobreviven, las vendían a casas de placer o a coleccionistas
privados.
Enfurecía a Wray la forma en que maltrataban a las mujeres. Ellas
eran el recurso más valioso en todos los universos conocidos.
Aunque no pudieran salvar su raza, podrían salvar a otra, ya que no
solo los Tornians estaban buscando mujeres compatibles.
—Señor, se niegan a detenerse, declarando que no tenemos
autoridad.
—Muéstrales nuestra autoridad, Capitán —. Wray ordenó entrando
en la sala de mando.
—Con mucho gusto, Majestad —. El Capitán Veron sonrió a su
Emperador. Siempre estaba listo para una buena pelea, no es que
los Ganglians les dieran una. Eran unos cobardes.
Apuntando a los motores de los Ganglians, Veron envió un disparo
y observó el temblor de la nave antes de detenerse. —Autoridad
demostrada, señor. Soporte vital intacto. Estamos preparando un
transbordador para el embarque.
—Bien hecho, Veron —. Wray sonrió a su viejo amigo y capitán.
—Gracias, señor.
Wray siguió a sus hombres cuando salieron del transbordador. El
hedor lo golpeó primero. Había olvidado lo mal que olían los
Ganglians. Al aire libre, eran apenas tolerables; en una nave cerrada,
eran abrumadores. Página | 22

La explosión de un aturdidor hizo que todos se agacharan en shock.


¿Los Ganglians se resistían? Los Ganglians nunca se resistieron.
Especialmente a los Tornians, ya que eran los guerreros más
temidos en todos los universos conocidos y por una buena razón.
No sólo su tamaño intimidaba, ya que la mayoría eran dos metros
de músculo sólido, sino también su reputación. Eran conocidos por
ser mortales y brutales cuando se trataba de la batalla.
—Algo no está bien, Veron —. Wray dijo.
—Estoy de acuerdo. Tiene que volver a la nave Searcher, Majestad
— Veron asintió a dos de los guerreros que estaban con ellos.
—No —Wray le dijo enfadado, sabía que Veron sólo estaba haciendo
su trabajo, protegiendo a su Emperador, pero no se escabulliría a la
primera señal de problemas. Era el Emperador Wray Vasteri, y no
se apresuraba a salir corriendo por nadie.
—Emperador.
—¡Basta, Capitán! Averigüemos qué es lo que esconden.
Suspirando pesadamente, Veron asintió. —Sí, Majestad, manténgase
cerca. Grim me cortará la cabeza si algo te pasa.
Wray sonrió ante la referencia de Veron sobre su hermano. Ya que
estaba en lo cierto. Grim le cortaría la cabeza a Veron si Wray
muriera. Grim no tenía absolutamente ningún deseo de convertirse
en Emperador. Todo lo que quería era que lo dejaran solo en Luda
para poder entrenar a sus guerreros.
La batalla no fue larga ni brutal, decepcionante para todos. Los
Ganglians dispararon y corrieron, hasta que los que quedaban
fueron acorralados en el centro de mando de la nave. Una vez
dentro, encontraron sólo cinco Ganglians restantes, incluyendo uno Página | 23
que llevaba el collar de Capitán.
—¿Qué encontraste? — Wray le pregunto a Veron.
—Hay esclavos en la bodega de carga, todos hombres Jerboaians —.
Veron le informó.
—La esclavitud es ilegal, Ganglian —. Los ojos de Wray eran duros
cuando miraba al hombre más pequeño.
—No tienes autoridad aquí, Tornian —. El Capitán siseó. —Este es el
espacio Kaliszian. Morirás por este insulto.
—No moriré, escoria Ganglian. Soy el Emperador Wray Vasteri, y
tú has pasado por mi espacio con esclavos. Si hubieras llevado
mujeres, te castigaría con la muerte. En su lugar, tu carga será
liberada. Tu nave será tomada y pagarás por tus crímenes minando
para los Kaliszians —. Wray se inclinó, agarrando al capitán por la
garganta, levantándolo de sus pies. —Dime Ganglian, ¿por qué te
resististe? ¿Por qué tantos eligieron morir?
—Nadie eligió morir —. El capitán le siseó, arañando frenéticamente
la mano de Wray. —Los asesinaste, escoria Tornian. Se sabrá que
atacaste sin razón —. Un golpe sordo hizo que el capitán soltara un
chillido agudo, y la criatura peluda palideció.
Los ojos de Wray se entrecerraron ante la reacción y dejaron caer al
hombre, sus ojos escudriñando el área. Estaban en el centro de
mando de la nave Ganglian. Contenía únicamente consolas de
control, comunicaciones y navegación. ¿De dónde pudo haber
salido ese sonido?
—¡Dejarás mi nave! — El Capitán de los Ganglians empezó a exigir,
sin necesidad de girar el puño de Wray, lo golpeó en la garganta y
lo silenció. Avanzando más cerca de la consola de comunicaciones,
lo escuchó de nuevo, pero esta vez más débil. Agachado, arrancó la Página | 24
cubierta insegura de una escotilla de acceso y rugió.
Todos los hombres de la sala saltaron al sonido de la ira del
Emperador, ya que era el más controlado de la Casa Vasteri,
escuchar que se desataba era algo que rara vez se oía.
—Señor —. Veron se puso rápidamente a su lado.
—¡Consigue un Sanador! ¡Búscalo ahora! — Wray ordenó al mismo
tiempo que sacaba cuidadosamente lo que había encontrado.
Wray recostó suavemente a la pequeña mujer sobre la cubierta, sus
ojos rápidamente evaluando sus heridas. Estaba golpeada y
magullada, y no tenía ninguna ropa. Era obvio que había sido
maltratada, los fuertes moretones y la piel desgarrada de sus muslos
eran un testimonio de ello.
Sus ojos volaron hacia el Capitán Ganglian, que se encogió al ver su
muerte. Levantándose, Wray desenvainó su espada.
—¡Tú hiciste esto! ¡A una mujer! — Antes de que el capitán pudiera
chillar, la espada de Wray le abrió el estomago. —¡Sufre y muere! —
Wray ordenó pasando al siguiente Ganglian. Un débil gemido le
detuvo, llamando su atención sobre la mujer. —Termina esto —.
Ordenó a Veron.
Volviendo a la mujer, Wray cayó de rodillas, cuidadosamente
cepillando el grueso y opaco cabello que cubría su cara para revelar
el dolor que llenaba los ojos esmeralda. Se sorprendió cuando en
lugar de encogerse por su tacto, levantó los dedos rasgados y
ensangrentados a la mejilla y le susurró algo que no podía entender.
Fue entonces cuando entendió todo el horror de lo que le había
sucedido. No sólo había sido abusada, sino que se le había negado
el programa de aprendizaje. Ni siquiera había entendido a sus
captores. La luz en los ojos que sostenían los suyos empezó a Página | 25
desvanecerse, y su mano cayó, dejando una mancha ensangrentada
en su lugar.
—¡Traigan la unidad de recuperación portátil! ¡Ahora! ¡Y un
educador! — Ordenó.

∞∞∞∞∞
Kim miró a la hermosa criatura que gruñía a su alrededor. —Warrior
—. Susurró, levantándose para tocarlo. Entonces, así se vería
Warrior si hubiera sido humano; fuerte, poderoso, dominante. Su
largo y grueso cabello desprendido sobre un rostro angular. Dios le
había dejado conservar los hermosos ojos grises y oscuros, que le
habían encantado y los enormes músculos que la habían protegido,
cubriéndolos todos con una hermosa piel de bronce. Sintiendo que
la última de sus fuerzas se desvanecía, dejó caer su mano. Al menos
no estaba sola. Warrior estaba a su lado.
∞∞∞∞∞
Wray rugió cuando la mujer cerró los ojos. —¡Corre, necesitamos la
unidad de recuperación! — Ordenó.
—Señor, no sabemos de qué especie es. Podría matarla.
—No importará porque morirá de todas formas.
Wray esperó varios minutos tensos mientras la unidad la escaneaba.
Esa unidad estaba destinada a la batalla. Rápidamente podía sanar
las heridas más peligrosas para la vida de un guerrero, hasta que
llegará a una unidad de recuperación profunda. Nunca fue hecha
para alguien tan pequeño. Si se negara a tratarla... la unidad corrió
arriba y abajo de su cuerpo varias veces antes de activarse y comenzó
a concentrarse en su mitad inferior, revelando dónde estaban las Página | 26
heridas más graves.
—Señor —. Veron se arrodilló a su lado, sosteniendo al educador. —
Está programado sólo con el lenguaje.
—Será suficiente por ahora —. Tomando el dispositivo, Wray lo
colocó cuidadosamente sobre los ojos de la mujer y luego lo activó.
Con sólo programado el lenguaje, no tardaría mucho. —Entra en su
sistema de navegación, Veron. Quiero saber de dónde vienen.
—Sí, señor —. Con una última mirada a la pequeña mujer, Veron se
levantó.
Al ver un escalofrío en su pequeño cuerpo, Wray se dio cuenta de
que la frialdad de su tacto no era normal para ella. Los Ganglians
con su piel gruesa mantenían sus naves frescas. No molestaba a los
Tornians porque sus cuerpos podían compensarlo; aparentemente,
los suyos no podían. Moviéndose, Wray se quitó la camisa, dándole
todo el calor que pudo mientras ocultaba su cuerpo de las miradas
curiosas de sus guerreros.
Después de varios minutos más de que la unidad se moviera arriba
y abajo de la mujer, se apagó, señalando que había hecho todo lo
que pudo. Cualquier otra curación tendría que ser hecha en la nave.
Al retirar al educador, Wray levantó cuidadosamente a la mujer
inconsciente en sus brazos, preocupado de lastimarla. En vez de eso,
se acercó más a su desnuda piel, buscando instintivamente su calor.
Al mirarla, Wray sintió que algo cambiaba en su interior.
Las mujeres Tornians no buscaban el consuelo de un hombre; no
presionaban contra ellos. No, a menos que fuera durante las uniones
e incluso en ese momento era sólo para buscar su propio alivio. Lo
que hizo esta mujer, incluso sin saberlo, sacó a relucir todos los
instintos protectores de Wray.
—Señor. Han borrado su historial de navegación —. El comentario Página | 27

de Veron sacó la mirada de Wray de la mujer.


—¿Qué? —Preguntó Wray.
—Iniciaron una limpieza de su historial de navegación tan pronto
como abordamos —. Veron dijo.
—¿Puedes detenerla?
—Ya está hecho, señor, pero la mayor parte se ha ido.
—¿Por qué harían eso? — preguntó Wray, frunciendo el ceño. —
¿Qué más esconden?
—Haré un escaneo completo de todos sus sistemas, entrevistaré a los
hombres en la bodega para ver lo que saben —. Veron se detuvo. —
También enviaron una transmisión a otra nave Ganglian una vez que
se dieron cuenta de que habían sido detectados.
Ambos sabían que era un comportamiento extremadamente inusual
para los Ganglians. No acudían en ayuda mutua, no a menos que se
les pagara por adelantado, e incluso entonces, no era una garantía.
El más mínimo aliento acariciando su pecho, le recordó que
también tenía algo más importante que hacer.
—Averigua qué está pasando, Veron. La llevaré de vuelta a Searcher.
—Sí, señor —. Veron vio a su Emperador llevarse a la pequeña mujer.
Dudaba de que sobreviviera; solo los más fuertes podían cuando se
exponían a los Ganglians, y no parecía fuerte. Despidiéndolo,
regresó a su tarea asignada.
Abotonando su camisa, los dedos de Wray se detuvieron cuando
rozaron la curva de un pecho suave y lleno. Los pechos de las
mujeres Tornians no eran tan blandos o grandes, estos llenarían sus
manos, serían generosos. Wray agitó la cabeza... No debería estar Página | 28
teniendo esos pensamientos. No sobre alguien que había sido tan
severamente abusada. Era probable que nunca se recuperara del
abuso, que nunca permitiera que un hombre la volviera a tocar.
Rápidamente terminó su tarea y la aseguró en su asiento.
—Vete —. Ordenó al piloto.
Tomando su asiento, Wray encontró sus ojos volviendo a la mujer.
Ya el negro y el azul de los golpes se estaban desvaneciendo, dejando
atrás un color marrón grisáceo que le hizo preguntarse si era su color
natural. Los Tornians venían en muchos colores, cada uno era una
designación de su linaje. Wray mismo era un bronce profundo,
representando a la Casa Vasteri. Él y su hermano Grim y la primera
descendencia masculina de Wray, Tora, fueron los únicos que
quedaron para representar a su Casa. Su hijo menor, Van, había
muerto hace casi cinco años en un accidente de transporte. Iba a ser
el segundo de Tora, el futuro Rey de Luda, al igual que su hermano
Grim era de Wray. Van habría sido el único hombre en el que Tora
siempre podría confiar. Ahora Tora no tendría a nadie, porque
después de la muerte de su Emperatriz Adana, Wray había decidido
no tomar una nueva mujer.
Muchas mujeres se le habían acercado después de la muerte de
Adana, porque ser Emperatriz era ser la mujer más poderosa del
Imperio. Incluso Risa, que no tenía ni dieciocho años, se le había
acercado. Había rechazado a todas, algo que solo un Emperador
podía hacer porque ningún hombre rechazaba la oferta de una
mujer de unirse, ya que necesitaba la descendencia que le
proporcionaría.
Había sido la costumbre de los Tornians durante siglos. Un hombre
atraía a una mujer por lo que podía proporcionarle. A cambio, le
proporcionaba descendencia, preferiblemente femenina, lo que
aumentaba su posición y el estatus del hombre. Los hombres sólo Página | 29
mantenían su posición, pues tenían suficientes hombres. Una vez
hecho esto, buscaba otro para unirse, tomando todo lo que le habían
dado, dejando atrás a su descendencia.
Era la forma de vida de todas las mujeres Tornians, todas excepto la
Emperatriz, ya que solo sería del Emperador, proporcionándole
descendencia solo a él, asegurando la línea Imperial. Adana le había
dado a Wray dos hombres aptos y dignos y, tras su muerte, sintió
que otros merecían la oportunidad de continuar con su linaje. Ahora
se preguntaba si había hecho lo correcto.
Desde que tomó esa decisión, la Asamblea consideró a Grim "no
apto" tras un ataque de un grupo de guerreros, y aunque ninguno de
ellos había sobrevivido, Grim había resultado gravemente herido,
dejando cicatrices en la cara y el cuerpo. Debido a eso, ninguna
mujer de Tornian se uniría a él, creyendo que sería incapaz de
protegerla. Mujeres estúpidas. Su hermano era el guerrero más
fuerte y feroz de todo el Imperio. Ninguna mujer bajo su protección
sería dañada. Sin embargo, sin que nadie estuviera dispuesto a darle
descendencia, Grim no podía mantener su posición, y Wray no
podía hacer nada al respecto.
Entonces Van había muerto...
Wray fue sacudido de sus oscuros pensamientos cuando el
transbordador de repente se tambaleó de lado, sus luces
parpadeando mientras sonaban las alarmas de impacto. —¡Que está
pasando! — Exigió irrumpiendo en la cabina del piloto.
—¡Una nave desconocida nos está disparando, Majestad! — El
guerrero trabajó frenéticamente con los controles dañados,
intentando estabilizar el transbordador. —La nave está devolviendo
el fuego, pero...— Sus palabras fueron cortadas cuando el Página | 30
transbordador recibió otro golpe, lanzando a Wray fuera de la
cabina.
Luchando por recuperar el equilibrio, los ojos de Wray buscaron
inmediatamente a la mujer y aun estaba inconsciente y segura en su
asiento. Agarrando los soportes superiores, Wray se abrió camino
de vuelta a la cabina. Dentro, encontró al guerrero muerto y el
transbordador cayendo indefenso hacia un pequeño planeta.
Deslizándose en el segundo asiento del piloto, Wray intentó
recuperar el control del transbordador, pero casi todos los controles
habían sido destruidos. Con el planeta ante sus ojos, hizo lo único
que le quedaba por hacer. Apuntando la nariz del transbordador
hacia el planeta, rezó a la Diosa para que pudiera frenarlo lo
suficiente como para aterrizar sin matarlos.
Página | 31
Wray se recostó contra la pared y cerró los ojos. Habían pasado dos
largos días desde que se estrellaron en el Pontus, un viejo planeta
minero del Imperio Kaliszian, y la mujer aún no se había
despertado.
Apenas los había sacado del transbordador antes de que explotara.
Su plan original había sido permanecer cerca de los escombros
haciendo más fácil para Veron rescatarlos, pero una tormenta se
estaba gestando en el horizonte y apenas había llegado a esta cueva
antes que se desatara.
Al principio, no sabía cómo cuidar a la mujer, y nunca lo había
hecho antes. Si Adana había necesitado cuidados, iba al Sanador, no
a él. Rápidamente se dio cuenta de que tenía que hacer algo o
perecería, la había acomodado en su regazo y cuidadosamente la
había abrazado, compartiendo su calidez. Inmediatamente había
respondido a su contacto presionándose más cerca, igual que lo
había hecho en la nave de los Ganglians.
Cuando amaneció, la tormenta aún se agitaba y la mujer seguía
inconsciente. Sabiendo que necesitaban nutrirse, abrió el paquete
de supervivencia que había agarrado antes de dejar el transbordador
y se sorprendió al descubrir que sólo contenía dos paquetes de
nutrición líquida. Debían ser cinco junto con una unidad de
recuperación portátil. Asumió que la unidad había desaparecido
porque la habían usado en la nave de los Ganglians; las bolsas eran
otra historia. Deberían haber estado allí, estaban destinadas a
mantener a un guerrero gravemente herido hasta que llegara la
ayuda.
Sabiendo que no podía hacer nada al respecto, poco a poco trató de
darle de comer del primer paquete, pero en lugar de tragarlo, el
líquido había salido de su boca. Gruñó, su frustración y ella
respondió tragando. Rápidamente descubrió que cuanto más le Página | 32
hablaba, más le permitía cuidarla.
Así que Wray habló... y habló... hasta que estuvo casi ronco. Le
contó sobre la infección que había cambiado su mundo. Sobre
cómo buscaban en todos los universos conocidos a mujeres
compatibles. Le dijo lo enfurecido que estaba por lo que los
Ganglians le habían hecho. Le dijo que si fuera suya, nunca habría
sucedido, habría sido protegida, apreciada.
Wray se asombró de la sensación de libertad que encontró al
contarle estas cosas, cosas que no le había dicho a ninguna otra
criatura viviente, ni siquiera a Grim. No importaba que luego no
recordara lo que decía, sólo importaba que se lo dijera. Le contó
sobre la culpa que siempre había sentido al saber que todas las
mujeres de Tornians querían unirse a él, todo por la posibilidad de
un nacimiento imperial cuando había otros, como su hermano, que
eran igual de dignos. Le dijo cómo le afectó no ser capaz de darle a
su hermano la justicia que se merecía después de su ataque. Cómo
tendria que despojarlo de su título si ninguna mujer le daba
descendencia.
Admitió que esa había sido la verdadera razón por la que se había
negado a tomar a otra Emperatriz. Esperaba que elijieran a Grim en
su lugar. Le dijo que temía no poder salvar a su pueblo. Estaban
muriendo más rápido de lo que nadie sabía y le preocupaba lo que
pasaría cuando se enteraran. ¿Sacrificarían su honor por la
supervivencia, como lo hicieron los Ganglians? A pesar de todo,
había permanecido en silencio, su única respuesta fue acurrucarse
más cerca mientras las temperaturas bajaban.
Cuando Wray le dio toda el agua que contenía el paquete, se vio
obligado a envolverla en la delgada manta de supervivencia y
acostarla en el suelo duro, para recolectar más. Siguiendo a los
luciferinas que se aferraban a las paredes, se adentró más en la Página | 33
cueva, usando su luz para encontrar el agua que tenía que estar allí
para sustentarlas. Se sorprendió cuando encontró no una, sino dos
piscinas, una con vapor que salía suavemente de ella y otra que
corría clara y fresca. Explicaba la multitud de luciferinas que
florecían aquí.
Cuando regresó, descubrió que a pesar de la manta de
supervivencia, estaba acurrucada en una pelota, temblando y
llorando. Wray la arrastró hasta sus brazos e inmediatamente se
calmó.
Fue entonces cuando descubrió su verdadero color. Sus lágrimas
habían dejado caminos blancos corriendo por su cara. Wray
inmediatamente la llevó a la piscina de agua caliente y la limpió.
Lo que el agua reveló le había conmocionado. Su piel era tan pálida
como los pétalos de la flor de luna y tenía un aspecto tan frágil que
temía que su tacto la dañara. Su mano había temblado cuando frotó
cuidadosamente la fina arena de la piscina sobre su piel, quitando la
suciedad y el polvo de sus suaves y llenos pechos, donde permaneció
más tiempo del que debería, pero eran tan suaves. Llenaron su
mano como ningún otro lo habían hecho, sus polvorientos pezones
se tensaron al tocarlos, rogándole que los succionara. Su cabeza
había bajado antes de darse cuenta, logro detenerse por muy poco
de probar el tentador bocado. Forzado a alejarse, continuó
limpiándola.
Su cintura... sus manos la atravesaban fácilmente, sus dedos
tocándose, era tan pequeña. Sus muslos, curados por la unidad de
recuperación, eran largos y firmes, pero todavía blandos y
generosos. Los de Adana habían sido más largos, pero mucho más
firmes, no había duda de que le parecía más atractiva. Se preguntó
qué se sentiría estar entre ellos, incrustarse en su interior. ¿Sería Página | 34
suave y generosa por dentro también?
Se obligó a no quedarse mucho tiempo limpiando la protuberancia
de la mujer, sin permitirse pellizcarla ni frotarla. Sólo quería ver si
se hinchaba con la necesidad. Se movió en sus brazos entonces,
como si su mero contacto la excitara, lo cual era imposible, ninguna
mujer se excitaba simplemente por el contacto de un hombre.
Sin embargo, no había sido capaz de evitar probar la abertura de la
mujer, sólo para descubrir lo pequeña y estrecha que era en realidad.
Solo permitió que la punta de su dedo más pequeño entrase en su
interior, pero había sido suficiente. Era suave y cálida, tan pequeña
y apretada. ¿Cómo había sobrevivido a los Ganglians? Ante ese
pensamiento, Wray se puso tenso, su ira volviendo y como si lo
sintiese, gimió. Inmediatamente recuperó el control.
Limpiando su cabello, vio con asombro como el marrón apagado y
sin vida se alejaba, revelando un cabello del color del fuego viviente.
¿Fue por eso que los Ganglians se la llevaron? ¿Por su color? Nunca
antes había visto un cabello así. Había leído sobre ello en las
historias de los antiguos, pero siempre había creído que era un mito.
Cada especie conocida tenía algún rasgo que los identificaba. Para
los Tornians, era el color de su cabello, ya que aunque el tono de su
piel podía variar, su cabello siempre era negro. Los Ganglians
siempre estaban completamente cubiertos de pelo y tenían un olor
ofensivo. Mientras que los Kaliszians eran similares a los Tornians,
sólo tenían una franja gruesa de cabello que corría a lo largo del
centro de sus cabezas. Su posición en la sociedad se manifestaban
según lo logros que tejían en ella. ¿Era lo mismo para su especie,
todos tenían cabello de llama y ojos verdes o algo más los unía?
Después de asegurarse de que su cabello estaba limpio, eliminó toda
partícula de suciedad Ganglians. Wray salió del cálido pozo de agua, Página | 35

secándola rápidamente y cubriéndola de nuevo con su camisa antes


de hacer algo que sería imperdonable.
Volviendo a la cueva exterior, se sentó sujetándola firmemente en
su regazo y trató de ignorar el latido de su polla, trató de ignorar su
deseo de unirse, de liberarse en su interior y que hiciera raíces.
¿Lo sería? ¿Sería compatible? Su tamaño decía que no, pero no
descubrió nada realmente diferente entre ella y las mujeres
Tornians cuando la limpió. De hecho, si su supervivencia era un
indicio, era más resistente que una mujer Tornians. ¿Podría ser la
que salvará a su gente o sería la que finalmente los destrozaría?
Enfadado consigo mismo, Wray dejó caer su cabeza hacia atrás,
golpeándola contra la pared. Diosa, era un bastardo egoísta. No hace
dos días, esta mujer estaba siendo abusada por los Ganglians y aquí
estaba preguntándose si podría unirse con uno de sus guerreros...
no... ¡No con uno de sus guerreros, sino con él! Realmente era
egoísta porque tenía descendencia, existían otros que la necesitarían
más.
Wray se obligó a relajarse cuando comenzó a gemir. Cómo parecía
percibir cuando estaba molesto, no lo sabía. Tal vez era la tensión
de sus músculos, o el bajo gruñido que no había sido incapaz de
contener, tal vez era sólo la forma de ser de su especie. Desearía
poder hablarle y averiguarlo.
Hablar con ella.... Wray agitó la cabeza con incredulidad. Los
hombres Tornians no hablaban con sus mujeres, no como lo hacían
con los hombres. Conversar con una mujer, consistía en decirle al
hombre lo que quería y el hombre le dirá que lo obtendrá. Eso será
lo más lejos que llegué.
Si, él y Adana habían “hablado” más, pero eso fue solo porque era
su Emperatriz y nunca lo abandonaría. Algo le dijo que esta mujer Página | 36

exigiría más. Esta vez, cuando Wray inclinó la cabeza hacia atrás, fue
para descansar, mientras se aseguraba de que la mujer estuviera
segura en sus brazos.
∞∞∞∞∞
Kim no quería irse. No sabía dónde estaba, pero sabía que era mejor
que dónde había estado. Esta oscuridad era diferente.... era cálida y
reconfortante, se sentía segura aquí. La otra había sido... No... No
quería volver allí. Se quedaría aquí, donde cada toque era suave,
cada palabra era tierna y cada sonido era... ¿un ronquido?
Frunciendo el ceño, intentó ignorar el sonido, pero éste se hacía
cada vez más fuerte. ¿Qué era eso? ¿Por qué no se detenía? La
sacudió de la seguridad de la oscuridad, despertando su mente y sus
sentidos, por lo que se dio cuenta de que estaba recostada sobre algo
que, aunque duro, seguía siendo cálido y generoso. Se movía,
palpitaba, olía... bien, nada como apestoso... Kim instantáneamente
se despertó y se congeló mientras todo volvía rápidamente a ella. No
quería que el bastardo apestoso supiera que estaba despierta. Si lo
supiera, la lastimaría de nuevo. De repente se dio cuenta de que no
era el bastardo apestoso sosteniéndola, nunca la sostuvo, sólo la
había violado.
Cuidadosamente, levantó la cabeza y vio... qué... quién... quién... era
este.... El estruendo que la había despertado provenía de un pecho
macizo que estaba cubierto de tantos músculos que se abultaron a
pesar de que el tipo estaba dormido. Mirando hacia la parte alta de
su cuerpo, encontró hombros anchos y brazos gruesos musculosos
que actualmente estaban envueltos a su alrededor, sosteniéndola
firmemente en su regazo.
Tratando de no entrar en pánico, sus ojos continuaron su viaje hacia
arriba y descubrieron los rasgos inusuales de un hombre. Su cabeza Página | 37

estaba inclinada hacia atrás contra la pared, sus ojos estaban cerrados
y su boca ligeramente abierta, mostrando largos dientes blancos, y
estaba roncando.
Le parecía familiar por alguna razón. ¿Por qué? Haciendo a un lado
la posibilidad, cuidadosamente se apartó un poco y sus brazos se
estrecharon instantáneamente a su alrededor mientras sus
ronquidos se convertían en un bajo gruñido.
Y gritó.
∞∞∞∞∞
Wray se despertó oyendo el grito de la mujer. ¿Qué estaba mal? Sus
brazos se apretaron inmediatamente para protegerla mientras se
colocaba de pie, sus ojos volando alrededor de la cueva, buscando
la amenaza. De repente fue como si estuviera sosteniendo un
Termagant salvaje en sus brazos mientras le daban patadas,
mordiscos y arañazos.
Sorprendido por su ataque, Wray la liberó instantáneamente y luego
se encogió de hombros mientras aterrizaba sobre su trasero, con
fuerza. Bajando la mano para ayudarla, volvió a gritar y se arrastró
hacia atrás para alejarse, sus ojos nunca lo abandonaron. No se
detuvo hasta que chocó contra una pared donde rápidamente se
puso de pie.
—Tranquila, pequeña —. Dijo en voz baja y levantó las manos de una
manera no amenazante mientras rezaba a la Diosa para que el
educador trabajara.
—¡Aléjate de mí! — La mujer ordenó.
—No quiero hacerte daño —. Le dijo, agradecido de que pudieran
entenderse.
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—Sí, claro —. Dijo sarcásticamente, sus ojos moviéndose
rápidamente alrededor de la cueva, buscando más amenazas.
—Te digo la verdad —. Wray frunció el ceño cuando no le creyó
inmediatamente. —Estamos solos aquí, nadie te hará daño —. Vio
como sus ojos se movían una vez más hacia la abertura de la cueva,
y luego en su dirección, cuando se puso tensa, supo exactamente lo
que iba a hacer.
—¡No! — Gritó moviéndose para interceptarla.
∞∞∞∞∞
Los ojos de Kim nunca abandonaron al gran hombre mientras se
alejaba. Cuando chocó contra una pared, se puso en pie de un salto,
absorbiendo frenéticamente lo que la rodeaba. Parecía estar en
algún tipo de cueva.
¿Cómo demonios había llegado hasta aquí? Se preguntó mientras
sus ojos volaban hacia el hombre que la estaba frunciendo el ceño.
A su derecha parecía haber una entrada. No sabía lo que había
afuera, pero sabía que tenía que salir, que tenía que escapar, que era
la única manera de sobrevivir y quería hacerlo. Bastardo apestoso
podía haber sido más grande y más fuerte que ella, pero este tipo....
este tipo hizo que bastardo apestoso pareciera insignificante... nunca
sobreviviría a que la violara nuevamente. Afuera estaba su única
esperanza. Decisión tomada, corrió por la libertad.
∞∞∞∞∞
Wray se sorprendió por su velocidad y la atrapó a pocos metros de
la entrada, tirándola con fuerza contra su pecho.
—¡No! — Gritó de nuevo. —Perecerás si te vas.
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—¡Déjame ir! — Gritó, luchando contra su agarre, pero encontró sus
brazos atrapados contra sus costados para que no pudiera arañarlo
y con su espalda contra su pecho, no podía morderlo.
—¡No! No permitiré que te hagas daño —. Cuando continuó
luchando, la sacudió un poco. —¡Cálmate! ¡Mira! — Se giró para que
pudiera ver a través de la abertura.
Kim se calmó, sus ojos abriéndose de par en par ante lo que vio.
Afuera, había una espeluznante luz marrón amarillenta, que parecía
estar llena de lo que parecía ser polvo que soplaba y brillaba.
—Es una tormenta de tierra Pontus —. Le dijo en voz baja, su
profunda voz retumbando contra su espalda. —Aquí el Pontus
contiene Alme. Puede ser mortal si se inhala demasiado. Ha estado
soplando durante dos días.
—¿Dos días? — Susurró Kim, mirándole.
—Sí. Apenas pude traernos aquí antes de que comensará —. Wray se
encontró atrapado en su mirada verde.
—¿Somos sólo nosotros?
—Sí —. La vio observar fijamente hacia la tormenta y se preguntó en
qué estaba pensando.
Kim observó el polvo que soplaba por varios momentos más,
tratando de decidir si podía creerle. No se veía tan mal, pero había
mucho de eso. Luego estaban las piezas más grandes que pasaban
volando de vez en cuando, las que realmente dolerían si la
golpeaban y podía ver cómo la respiración podía ser un problema.
Tenía razón. No sobrevivirá mucho tiempo.
—Puedes soltarme —. Dijo en voz baja, retorciéndose en sus brazos.
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Wray frunció el ceño. No quería dejarla ir. Le gustaba cómo se
sentía en sus brazos, contra su cuerpo. No quería que intentara huir
de nuevo, porque si lo hacía, saldría lastimada y no podía permitirlo.
Girando para ubicarse entre ella y la entrada, la dejó deslizarse
lentamente por su cuerpo, soltándola sólo cuando estaba firme
sobre sus pies.
Kim rápidamente se alejó varios pasos y se dio cuenta de que
instantáneamente echaba de menos su calidez. Volviéndose, lo
observó de cerca y se dio cuenta de que él estaba haciendo lo
mismo. También podía ver que estaba preocupado de que huyera
hacia la tormenta. ¿Por qué?
—¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Y cómo diablos llegué aquí? — Kim
empezó a dispararle preguntas.
—Soy Wray. Estás en Pontus y te traje a esta cueva después de que
nos estrelláramos.
La boca de Kim se abrió y luego se cerró mientras intentaba procesar
lo que decía. Finalmente, se decidió por lo único que entendió
inmediatamente. —¿Nos estrellamos?
—Sí. Nuestro transbodador fue atacado cuando te trasladabámos de
la nave Ganglian al Searcher.
—¡Nosotros! ¡Dijiste que sólo éramos los dos! — Sus ojos volaron
inmediatamente hacia atrás, preparándose para un ataque.
—No están aquí. Mi guerrero murió en el ataque.
—¿Está muerto?
—Sí. Tuve que dejarlo en el transbordador.
Kim lo miró durante varios minutos y se sorprendió al darse cuenta
de que le creía. Alguien que él conocía había muerto mientras la
salvaba. —Lo siento. Página | 41

Wray se sorprendió de que se preocupara por la muerte de un


guerrero. Los hombres eran prescindibles. Las mujeres no lo eran.
—Tuvo una muerte honorable —, le informó, —Protegiendo a una
mujer. La Diosa le dará la bienvenida con brazos amorosos.
—Dijiste que me estabas transportando.
—Sí, nuestra unidad de recuperación portátil pudo curar la mayoría
de tus heridas, pero quería asegurarme, así que quería llevarte a la
unidad de recuperación profunda del Searcher.
—¿Quién eres tú? — Preguntó de nuevo.
—Soy Wray Vasteri. Soy un guerrero Tornian —. No le dijo que
también era el Emperador. Las cosas serían más fáciles si lo hiciera,
pero por alguna razón quería ver como reaccionaría ante Wray, no
al Emperador.
—Tornian...
—Sí. ¿Qué eres? — Wray finalmente pudo hacer la pregunta que
quería que le respondieran desde que la vio por primera vez.
—Yo....generalmente nos llamamos Humanos.
—¿Humanos? — Wray nunca había oído hablar de ellos. —¿Qué
quieres decir en general?
—Yo... bueno, todos somos Humanos, pero como vivimos en
diferentes países, normalmente nos identificamos por eso.
Wray sólo la miró, mientras asimilaba lo que decía, que no era el
estilo Tornian.
Sí, describirían el área específica de la que procedían, pero lo
primero y más importante es que eran Tornian. Página | 42

—¿Te llamas Wray?


—Sí, ¿y tú eres? —, hizo la siguiente pregunta que quería saber.
—Mi nombre es Kim, Kim Teel.
—Kimkimteel —. Repitió.
—¡No! — La fuerza de su negación le sorprendió. —Escucha. Mi
nombre, mi primer nombre es Kim, como el tuyo es Wray. Mi
apellido es Teel, como el tuyo, es Vasteri. ¿Entiendes?
Wray no apreciaba que le hablara como si fuera un guerrero sin
entrenamiento y gruñó su desagrado.
—¡No me gruñas! — Kim pisoteó. —¡No es mi culpa que te hayas
equivocado!
Wray la miró en estado de shock. Nadie le hablaba así al
Emperador... pero espera, no sabía que era el Emperador. ¿No era
eso lo que quería? ¿Para descubrir cómo lo vería?
—Me disculpo... Kim —.El nombre extranjero de alguna manera se
sintió bien cruzando sus labios. —No quise molestarte. Nunca había
conocido a un.... Humano antes.
—¿No lo has hecho? — Preguntó, sin saber si debía estar contenta o
triste por eso.
—No. ¿De qué planeta hablas?
—¿Hablar? — Le tomó un momento darse cuenta de que le estaba
pidiendo. —La Tierra. Llamamos a nuestro planeta Tierra.
—La Tierra.... — Wray pensó en el nombre, buscó en su memoria y
no pudo encontrar nada que se le acercara. Estaba a punto de
interrogarla más cuando una ráfaga de viento especialmente fuerte
entró en la cueva. —Tenemos que volver a donde estábamos. Nos Página | 43
protegerá de la tormenta —. Se dirigió hacia ella, señalando hacia
donde habían estado.
Kim rápidamente dio un paso atrás, manteniendo su distancia e
intentó decidir lo que debía hacer. ¿Le creía? ¿Confiaria en él?
—Por favor, Kim —. Wray se sorprendió de lo mucho que le dolía
que se apartara de su lado y descubrió que no estaba por encima de
mendigar, no si eso la mantenía a salvo. —Por eso elegí este lugar.
Nos protege de lo peor de la tormenta. Nunca te haría daño.
Poco a poco, Kim se dio cuenta de que no tenía otra opción que
confiar... al menos por ahora y se movió más profundo en la cueva.
—Hay comida en la bolsa junto a la roca —. La voz profunda de Wray
interrumpió sus pensamientos.
—¿Comida? — Los ojos de Kim se dirigieron inmediatamente hacia
la bolsa. No podía recordar la última vez que había comido, ni
tampoco su estómago, que retumbaba fuerte.
—Sí, son sólo barras nutritivas, pero es algo —. Wray oyó el ruido de
su estómago y sabía que tenía que estar hambrienta.
Mirándolo de cerca, Kim se acercó lentamente a la bolsa, aún sin
saber hasta qué punto podía confiar. Los calambres en el estómago
la hicieron tomar rápidamente la bolsa, sacando un paquete
envuelto en papel aluminio.
—Siéntate, Kim —. Wray hizo un gesto a la roca y vio como la barra
se le escapaba de la mano cuando dio un paso hacia su dirección. —
No te haré daño —. Trató de tranquilizarla. —Por favor, siéntate, aún
te estás recuperando del ataque Ganglian y estás débil por el hambre
—. Poco a poco tomo la barra, se la ofreció y luego dio varios pasos
atrás.
—¿Ganglian? — Preguntó, pero lentamente se sentó, sus nudillos Página | 44

blancos alrededor de la barra. —Ya dijiste esa palabra antes.


—Sí, son la especie con la que te encontramos. Rómpelo por arriba
—. Wray hizo un gesto hacia la barra, que sostenía con tanta fuerza
y observó en silencio mientras luchaba con ella. —Déjame ayudar —
. Dijo en voz baja y extendió su mano, pero no se acercó, sabiendo
que necesitaba acercarse por su propia voluntad.
Kim lo miró, su mente corriendo. ¿La devolvería?
Lo había hecho antes.
No lo conocía realmente.
Pero confiaba en él.
¿Por qué?
Wray miraba cada pensamiento mientras pasaba por su cara. Diosa,
tenía una cara tan expresiva. Se dio cuenta de que tenía miedo, sabía
que tenía que estar confundida y, sin embargo, no se rompió. Le
hizo querer acercarse a su lado, le hizo querer consolarla y
protegerla aún más, pero sabía que no podía, todavía no.
—Todo saldrá bien, Kim —. Dijo en voz baja. —Te prometo que te
la devolveré y mientras comes, te diré lo que sé —. Vio cuando tomó
su decisión y muy lentamente, puso la barra en su mano extendida
antes de mover rápidamente la suya.
—Esto puede ser difícil a veces —. Dijo, tratando de aliviar su miedo
mientras ocultaba su alivio de que le permitiría ayudarla.
Rápidamente abrió el envoltorio y el olor le retumbó el estómago,
recordándole que no había tomado ningún alimento desde que se
estrellaron. Ignorándolo, le devolvió la barra. Era un hombre. Sus
necesidades siempre serían secundarias a las de una mujer.
Kim observó en silencio mientras abría fácilmente el paquete, Página | 45

escuchaba el ruido de su estómago antes de devolvérselo. Poco a


poco le quitó la barra ya desenvuelta. —¿Cuándo comiste por última
vez? — Se encontró a sí misma preguntando.
—Eso no tiene importancia —. Wray dijo despectivamente. —Come
—. Señaló a la barra, para su sorpresa en lugar de hacer lo que le
ordenó, rompió la barra en dos, sosteniéndole la mitad. ¿Por qué
haría eso? —Eso es para ti —. Se lo dijo bruscamente.
—Compartiremos —. Dijo y por primera vez Wray vislumbró lo que
la había ayudado a sobrevivir a los Ganglians.... testarudez. Poco a
poco, asegurándose de no asustarla, tomó la barra.
—Gracias.
Asintiendo, Kim se obligó a tomar sólo un pequeño mordisco de su
mitad, ignorando el impulso de meterlo todo de una vez. Era un
poco seco, un poco salado, pero también un poco dulce a la manera
del tocino de arce. Nada le ha sabido tan bien.
—Ganglian es el nombre de la especie con la que te encontramos —
. Se lo dijo mientras comían.
—¿Esos apestosos y peludos bastardos se llaman Ganglians? — Kim
preguntó después de tragar, una regla que su madre le había
inculcado sobre no hablar con la boca llena todavía funcionaba,
incluso aquí.
—Sí —. Wray no pudo evitar sonreír ante su precisa descripción de
los Ganglians. Se desvaneció rápidamente cuando recordó por qué
era tan precisa. —Hay agua en el contenedor de al lado —. Señaló
hacia la roca y a la bolsa que había rellenado. Wray la observaba de
cerca mientras comía; le preocupaba que no pudiera tolerar la
comida Tornian. Las barras de nutrientes no eran conocidas por su
sabor, sino por la supervivencia que le ofrece a un guerrero en Página | 46
condiciones extremas. Nunca había oído que una mujer las comiera.
Ojos verdes miraron de él al contenedor en el suelo antes de que se
inclinara y lo recogiera. Le recordó a esas bolsas de agua recargables
que los corredores usaban en la Tierra.
Estaba a punto de decirle cómo abrirlo cuando se lo imaginó sola y
tomó un trago cauteloso. Después de varios pequeños sorbos del
líquido frío, se lo entregó.
—¿Quieres comer más? —, preguntó después de beber,
devolviéndoselo.
—¿Hay suficiente? — Preguntó esperanzada y vio a Wray dudar.
—Para ti sí —, le dijo.
Kim lo miró con consideración. —¿Por qué sólo para mí?
—Eres una mujer. Soy un hombre —, dijo como si eso lo explicara
todo.
—¿Cuántas eran? —, preguntó, señalando a la bolsa que contenía las
barras.
—Seis.
Kim miró a la bolsa y contó las cinco barras que quedaban. —Dijiste
que llevamos aquí dos días.
—Eso es correcto.
—¿No has comido desde que llegamos?
—Ibas a necesitar la nutrición cuando despertaras.
—Pero tú también.
Wray la miró confundida. —Eres una mujer, tú eres lo primero.
—Pero...
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—Toma otra —, ordenó.
—Sólo si lo haces —. Kim le respondió.
—No —. Agitó la cabeza. —Lo necesitas más.
—¿Cuánto tiempo más estaremos aquí?
Wray miró hacia la entrada de la cueva y aunque no pudo ver la
tormenta, pudo oírla y frunció el ceño. —Se sabe que estas tormentas
pueden durar hasta una semana.
—¿Pero alguien vendrá?
—Sí —. Asintió con confianza. —Mi gente vendrá por nosotros.
Kim miró a las barras y pensó en lo que dijo. En otra vida, se habría
saciado y no se habría preocupado por el futuro, o por él, pero eso
fue antes de que perdiera a su familia, antes de los Ganglians.
Podrían estar aquí otros cinco días y sólo quedaban cinco barras. Su
mirada viajó a Wray; la dejaría comerlas todas si quería, sin tomar
ninguna para sí mismo. ¿Por qué? Era tan importante como ella. En
realidad, era más importante porque sola no tenía idea de cómo
sobrevivir aquí.
—Puedo esperar.
—Kim...
—Dijiste que me dirías lo que sabías.
Wray vio la terquedad volver a sus ojos y suspiró pesadamente,
sabiendo de alguna manera que no cedería.
—Estábamos saliendo del espacio Kaliszian cuando interceptamos
una nave Ganglian que salía del espacio Tornian. Cuando
abordamos la nave, se resistieron —. Vio su confusión. —Los
Ganglians nunca se resisten. Son unos cobardes sin honor. Página | 48
Prosperan con el dolor de los demás.
—Sí, me di cuenta de eso —. Dijo Kim en voz baja, recordando al
bastardo apestoso que parecía silbar felizmente cada vez que gritaba.
Temblando al recordar, se puso las rodillas contra el pecho y las
envolvió con sus brazos.
—¿Estás bien? — preguntó Wray, sin perderse su escalofrío.
—Sólo.... por favor, sigue hablando.
Wray asintió. —No siempre fueron así, los Ganglians —. Vio que lo
miraba sorprendido. —Fueron una vez una raza orgullosa y
honorable, comprometida a proteger a los más débiles que ellos
mismos. Eran buenos amigos de los Tornians.
—¿Qué los cambió? — Kim no podía dejar de preguntar.
—La gran infección afectó sus mentes, distorsionándolas hasta el
punto de que todo lo que una vez despreciaron se convirtió en lo
que más deseaban. Comenzaron a atacar a las especies más débiles
de los universos, capturándolas para poder disfrutar del dolor que
les infligían hasta que fueran vendidas. Es por eso que sus naves
están prohibidas en el Imperio Tornian.
—¿Iban a venderme? ¿Hacerme una esclava?
—Sí. Así es como sobreviven ahora. Venden los hombres que
capturan a las minas y las mujeres a casas de placer.
—Casas de placer... —Susurró.
—Sí. Sabían que sería una sentencia de muerte automática si te
encontrábamos. Es por eso que te escondieron.
—¿Por qué? — Preguntó Kim, sus ojos llenándose con el recuerdo
del horror de lo que había sobrevivido mientras miraba a Wray. — Página | 49

¿Por qué me llevaron?


—Porque eres hermosa —. Wray dijo antes de que pudiera
detenerse.
—¿Hermosa? — Kim negó con la cabeza; quizás alguna vez había
sido lo suficientemente vanidosa como para pensar que era bonita
pero hermosa... nunca. Jen era la belleza de la familia. Había
recibido la estatura de su padre, el cabello rubio pálido de su madre
y sus impresionantes ojos azules. Kim había recibido el cabello rojo
rebelde de su padre, sus ojos verdes y el cuerpo compacto de su
madre. No, nunca sería considerada bella, especialmente después
del daño que los Ganglians habían causado.
—Sí —, le dijo Wray con firmeza, —Hermosa y rara, tienes el cabello
del color del fuego.... — Su voz se apagó mientras sus ojos corrían
sobre los increíbles mechones.
—Es sólo rojo —. Kim susurró negándolo.
—Está vivo como el fuego. Tu piel es tan pálida y suave como la flor
de la luna y tus ojos....— Wray los miró profundamente al ver que
estaba conmocionada por sus palabras. —Tus ojos son del color del
gaspeite más raro. Habrían obtenido mucho en una subasta de
esclavos.
—No habría vivido tanto —. Susurró.
Las palabras apenas pronunciadas de Kim hicieron que Wray se
quedara corto. No, no lo habría hecho, habría muerto en esa
apestosa nave Ganglian y nunca habría sabido que existía una
criatura tan exquisita. Se puso en pie, gruñendo.
Kim gritó, cayendo de la roca mientras Wray se ponía en pie,
gruñendo ferozmente y sabiendo que estaba a punto de morir. No Página | 50

había forma de que pudiera defenderse.


Wray se congeló cuando Kim gritó y la vio caer de la roca, con los
ojos llenos de terror. Oh, Diosa, ¿qué había hecho? ¿Dónde estaba
su legendario control? Nunca revelaba sus emociones, nunca
permitía que los demás supieran cuando estaba molesto, pero con
esta mujer... desde el momento en que la descubrió metida en ese
compartimento, fue incapaz de controlar sus emociones. Tomando
un respiro profundo, trató de tranquilizarla.
—Lo siento, Kim —, desafortunadamente su voz salió áspera y
todavía llena de rabia, —Por favor, no tengas miedo de mí. Acabaría
con mi propia vida antes de hacerte daño.
—Tú... tú... — tartamudeó, tratando de hundirse en la pared,
ignorando las rocas que la golpeaban en la espalda.
—Estaba enfadado. No contra ti — dijo rápidamente, —Sino contra
los Ganglians, por lo que te hicieron. Nunca debio succeder —.
Wray se obligó a dar un paso atrás, dándole el espacio que
necesitaba cuando todo lo que quería era acercarse.
—¿Pueden encontrarnos aquí? — Kim preguntó encontrando que
podía respirar más fácilmente una vez que retrocedió. —¿Antes de
que tu gente lo haga?
—¿Quiénes? ¿Los Ganglians? — Wray frunció el ceño y vio que
asintió. —Kim... — su voz finalmente se suavizó cuando su rabia lo
dejó, reemplazada por la repugnancia, hacia sí mismo, por no
explicarle mejor las cosas. —Los Ganglians que te capturaron están
muertos. Nunca más te harán daño.
—M... ¿Muertos?
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—Sí. Debí explicartelo mejor.
—Pero nos estrellamos.... dijiste que nos atacaron.
—Así fue, no sé por quién todavía, pero no fueron los Ganglians que
te secuestraron, tienes mi palabra. No tienes nada que temer de
ellos. Te protegeré.
—Pero... — Kim hizo un gesto de dolor cuando una roca la golpeó
en la espalda de nuevo.
—¿Estás herida? — Wray se acercó a su lado. —¿Te han hecho daño
mis acciones?
—No, lo hice yo.
—Por mi culpa. Por favor, Kim, déjame ayudarte. No tengo una
unidad de recuperación portátil aquí, pero tal vez pueda hacer algo.
—Es sólo un moretón, tengo muchos —. Mirando las manos que
sabía estaban dañadas por defenderse de los Ganglians, se
sorprendió al descubrir que se habían curado, los moretones y los
cortes apenas eran visibles. —¿Qué? — Miró a Wray confundida.
—La unidad de recuperación portátil fue capaz de curar la peor de
tus heridas —. Wray le dijo de nuevo.
—Unidad de recuperación portátil.... me dijiste eso antes,
simplemente no me di cuenta... — Miró sus manos y luego hizo un
inventario silencioso de su cuerpo. El terrible dolor que había estado
palpitando desde el primer ataque había desaparecido. No se había
dado cuenta cuando trataba de escapar o cuando comió, casi se
sentía... normal. ¿Era eso realmente posible?
Colocándose de rodillas, levantó lentamente el dobladillo de la
camisa que llevaba puesta, preparándose para el daño que
encontraría en sus muslos; en su lugar, encontró una piel pálida con
la más tenue red de cicatrices que revelaba el trauma que había Página | 52
sufrido.
—Eso es asombroso... —Se calló, frunciendo el ceño ante el material
negro que tenía en la mano, luego miró a Wray, quien estaba vestido
sólo con pantalones y botas y se dio cuenta de que llevaba su camisa.
Literalmente se había quitado la camisa para dársela. La salvó de los
Ganglians. La salvó de correr hacia la tormenta. Había curado sus
heridas, compartió su comida y ¿qué había hecho a cambio? Trato
de huir, lo atacó, le gritó. —Lo siento... —Susurró, las lágrimas
llenando sus ojos.
—¿Por qué? — Wray se atragantó. Apenas había sido capaz de
detener su gemido al ver sus exuberantes y pálidos muslos, pero al
ver sus lágrimas se le apretó la garganta. —No tienes nada que
lamentar, pequeña. Soy el que causó esto.
—Me diste tu camisa.
—No tenías vestimenta cuando te encontré, estabas helada —. Vio
otro escalofrío correr a través de su pequeño cuerpo y se acercó con
cautela. —Lo estás de nuevo. Por favor, Kim — Extendió una mano
y le rogó a la Diosa que la tomara. —No quiero que te enfermes.
Kim miró a los ojos grises de Wray que le recordaban tanto a los de
Warrior. Le rogaban que confiara en él, que tomara su mano.
¿Podría hacerlo?
¿Era así como se había sentido Warrior cuando extendió su mano?
¿Era por eso por lo que le había llevado tanto tiempo venir a ella?
¿Confiar? No había entendido cuánto valor le había costado
acercarse, confiar en que no le haría daño. ¿Podría ser tan valiente?
—Por favor, Kim —. Wray susurró tan suavemente que tuvo que
esforzarse para oírlo, pero lo hizo y en esas palabras silenciosas
escuchó su preocupación, su angustia y su desesperación... pensaba
que era hermosa... extendiendo el brazo deslizó su pequeña mano Página | 53
en la suya.
Wray nunca se había sentido tan aliviado cuando tomó su mano.
Lentamente extendió la otra y esperó. Cuando le dio la otra mano
también, la levantó con cuidado. —¿Te has hecho daño? Cuando te
caíste —, preguntó en voz baja.
—No. Sólo fue duro —. Sus ojos nunca se apartaron de los suyos.
—Y tú eres suave.
—Gracias por la camisa —. Susurró.
—Te daría todo lo que tengo, Kim —.Wray juró y vio sus ojos
ensancharse. —Pero primero, necesito calentarte—. Contestó y
contuvo la respiración, sin saber hasta dónde llegaría su confianza.
Kim frunció un poco el ceño mientras un recuerdo nublado surgía
de la oscuridad. Se había sentido tan segura cuando estuvo allí, que
sabía que nada podía hacerle daño. Ahora se dio cuenta de que era
porque Wray la había estado abrazando, manteniéndola caliente y
segura mientras dormía. —Me gustaría mucho —. Dijo en voz baja y
se acercó a su calor.
Lentamente Wray se movió hacia atrás, manteniendo sus manos
juntas mientras se sentaba. Kim se puso a su lado y luego dudó. —
¿Kim? — Preguntó.
—Yo…— Su piel pálida comenzó a ponerse rosada. —Nunca me he
sentado en el regazo de un hombre antes, no estoy segura de
cómo...— Su voz se calló.
Wray cerró sus ojos, aliviado al oírla decir que no sabía qué hacer.
Se negó a pensar en lo cómoda que parecía en sus brazos, como si
estuviera acostumbrada a que la abrazara un hombre. La idea de
otro hombre sosteniéndola le había preocupado profundamente Página | 54
por alguna razón, pero ahora sabía que era el único... lentamente,
asegurándose de no asustarla, deslizó sus manos alrededor de su
cintura y la acomodó sobre sus muslos mientras sus brazos la
envolvían.
Kim inmediatamente sintió que estaba en casa cuando sus brazos la
rodearon con calor y excavó más profundamente en su pecho. —
¿Me contarás más?
—¿Qué te gustaría saber? — preguntó en voz baja, mirándola.
—No lo sé —. Bostezando, descubrió que estaba repentinamente
exhausta y recostó su cabeza sobre su pecho, escuchando el fuerte
latido de su corazón, por alguna razón la consoló. —¿Cómo puedes
entender todos esos silbidos y chasquidos que hacen los Ganglians?
—Conozco el lenguaje de todas las especies de los universos
conocidos. También los sabrás, ahora que te he puesto un educador.
—¿Qué hiciste qué? — Preguntó Kim, levantando los ojos cansados
hacia los suyos.
—Mientras la unidad de recuperación trabajaba, puse lo que
llamamos un educador sobre tus ojos. No causa ningún daño —.
Rápidamente la tranquilizó. —Sólo te prepara para que puedas
entender y hablar con otras especies.
—¿Hablar con ellos?
—Sí, ahora mismo estás hablando Tornian, pero si estuvieras
hablando con un Ganglian, hablarías Ganglian.
La voz de Kim se calló al darse cuenta de que lo que salía de su boca
eran gruñidos, no palabras.
—Se hace comúnmente en todos los universos y permite que
diferentes especies se comuniquen. Página | 55

—Pero dijiste que aprendiste los idiomas.


—He aprendido muchos de ellos, pero aún hay algunaos para los
que necesitaba al educador —. Wray no le dijo que sólo lo había
usado una vez, porque los educadores podían ser corrompidos,
haciendo que la persona que los usaba hiciera cosas que de otra
manera nunca haría. Estaba en contra de la ley de Tornian, pero eso
no significaba que no hubiera quien lo intentara. Por eso Wray
confiaba en que sólo Grim programara el suyo cuando fuera
necesario. Sabía que Grim nunca le haría daño.
—Pero... — antes de que pudiera hacer su siguiente pregunta, otro
bostezo la tomó desprevenida.
—Descansa, Kim —. Wray le dijo suavemente. —Hablaremos más
una vez que hayas descansado.
Asintiendo soñolienta, Kim cerró los ojos.
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Wray dejó que sus ojos se posaran por los delicados rasgos de Kim
mientras dormía. Era la criatura más bella que había visto en su vida
y, sin embargo, parecía sorprendida cuando se lo había dicho.
Pensaba que Adana era hermosa y lo había sido, a la manera
Tornian. Había sido alta, se había acercado a su hombro y había
mantenido su largo cabello negro alejado de su cara, revelando la
fuerza de sus rasgos y la anchura de su cuerpo. Era algo que los
hombres de Tornian apreciaban porque significaba que la mujer era
capaz de soportar una unión con el hombre más grande.
Kim no era grande, era más del tamaño de un hombre joven justo
antes de que comenzara su entrenamiento guerrero y aún así
sobrevivió a un ataque de los Ganglians, algo que pocos podían
hacer, incluyendo las mujeres Tornians. ¿Cuánto tiempo la habían
retenido los Ganglians? Su mente afirmó que no pudo haber sido
más de un día, pero en su corazón.... había sido tan severamente
lastimada, tan dañada... el planeta más cercano al lugar donde
encontraron la nave Ganglian estaba a dos días del Pontus y ese
planeta que ella llamaba Tierra, nunca lo había escuchado, lo que
significaba que no se encontraba en una galaxia conocida.
Se había preocupado por su bienestar, el bienestar de un hombre,
cuando su única preocupación debería haber sido el suyo propio.
Compartió su comida. Se negó a tomar más a menos que lo hiciera
él. ¿Por qué haría eso? ¿No se daba cuenta de que las mujeres eran
más importantes que los hombres? ¿No era así en la Tierra?
Kim... un nombre tan inusual, una mujer tan inusual. Su palabra
había sido suficiente cuando le dijo que los Ganglians estaban
muertos, la palabra de Wray, no la del Emperador. Wray agitó la
cabeza; no la entendía... era tan diferente de cualquier mujer que Página | 57
hubiera conocido y no sólo en tamaño y color sino también en
espíritu. Luchó en su contra cuando se despertó, defendiéndose.
¿Había hecho lo mismo contra los Ganglians? ¿Era por eso que sus
heridas habían sido tan graves? No habría podido detener a un
Ganglian, a un Tornian tampoco, porque ambos eran más fuertes y
más grandes de lo que ella era, pero podía imaginarse que lo intentó,
podía ver que se negó a someterse. Había hecho que los Ganglians
fueran más brutales en su ataque, solo para ver cuánto dolor podían
infligir antes de que gritara.
Con cuidado, para no molestarla, hundió sus dedos en los suaves
rizos que enmarcaban su rostro, disfrutando de la forma en que se
aferraban a su mano. Hicieron eso cuando les quitó el exceso de
agua después de limpiarla. Se envolvían sensualmente alrededor de
sus dedos como si disfrutaran de su tacto.
Siguiendo su mirada hacia abajo, encontró su delicada mano,
descansando confiadamente sobre su pecho y la levantó hasta su
mejilla. Lo tocó voluntariamente con esta misma mano, acariciando
su mejilla cuando estaba en su punto más débil, como si el contacto
la hubiera calmado. Inclinando un poco la cabeza, cerró los ojos,
dejando que su toque lo calmara.
Nunca antes había tenido a alguien que lo tocara de buena gana. Un
toque que significaba que importaba, no como Emperador, sino
como hombre. Adana nunca lo había tocado así. Sólo lo tocó
durante las uniones y sólo cuando eso benefició su liberación.
Cuando terminaban, regresaba a sus aposentos. Nunca le habría
permitido que la abrazara así.
Los pensamientos de Wray fueron extraídos de los recuerdos de
Adana cuando el pulgar de Kim se movió un poco, acariciando su
mejilla, abriendo sus ojos, se encontró con unos ojos verdes
somnolientos que le miraban fijamente. Página | 58

∞∞∞∞∞
Kim había sido sacada del sueño cuando Wray levantó su mano.
Observo en un silencio aturdido cuando la sostuvo contra su mejilla.
Sus ojos se habían llenado de tanto anhelo y necesidad antes de que
se cerraran, como si nadie lo hubiera tocado de esa manera antes,
lo cual no tenía sentido. Era hermoso, alienígena o no, y no podía
pensar en ninguna mujer que no quisiera tocarlo. No querría ser
tocado.
Suavemente le paso el pulgar por la mejilla, queriendo aliviar lo que
le molestaba. Cuando sus ojos se abrieron lentamente, en vez de
anhelo, vio.... remordimiento.
∞∞∞∞∞
—No quise despertarte —. Wray le dijo, su voz llena de emoción.
Sólo necesitaba su toque. Cuando su pulgar se movió para acariciar
su labio inferior, su cuerpo recordó instantáneamente cómo se había
sentido cuando la había limpiado. Sabía que si continuaba, la
reacción de su cuerpo la haría temerle otra vez y que no podía
soportar eso. Cuidadosamente, apartó su mano. —Lo siento.
Kim lo miró confundida durante varios segundos. Pensó que
disfrutaba de su toque, después de todo, fue quien coloco su mano
en su mejilla. ¿Por qué la había retirado de repente? Sus ojos se
abrieron de par en par cuando la verdad la golpeó. ¡Oh Dios! ¡Por
supuesto! Rápidamente apartó la mirada, parpadeando
desesperadamente las lágrimas que llenaban sus ojos.
Bastardo apestoso... sabía lo que el bastardo apestoso le había
hecho... sabía para que la tenía... no, no iría allí. Le había dicho que
se había enfurecido cuando la encontró, y que habían matado a los
Ganglians por lo que habían hecho y le habían prometido que no Página | 59
volvería a ocurrir, pero eso no significaba que anhelaba que lo
tocara. ¿Por qué lo haría? Por qué lo haría alguien, después de lo
que le había pasado. Lo que vio fue su anhelo de que nunca hubiera
ocurrido. Era un buen hombre... y se merecía a alguien mejor que
ella.
—No —, dijo, su voz llena de lágrimas sin derramar. —Es mi culpa —
. Cuidadosamente, se deslizó de sus brazos y se dirigió hacia la
entrada entre las cuevas. Quería irse, quería huir, como siempre,
pero no podía. No lo haría. Le dijo a Jen en esa llamada telefónica
que había crecido que había cambiado y era hora de probarlo. Wray
no había sido más que cuidadoso y comprensivo desde que
despertó. La salvó de los Ganglians. La había salvado cuando se
estrellaron. No podía devolverle esa amabilidad esperando que la
viera como algo más de lo que era. Una víctima. No podía cambiar
lo que le había pasado, pero estaría condenada si dejaba que eso la
rompiera. Respirando hondo, se volvió hacia Wray.
∞∞∞∞∞
Los ojos de Wray siguieron a Kim mientras se alejaba. Había visto
las lágrimas que había intentado ocultar mientras se deslizaba de sus
brazos. ¿Por qué lo había hecho? ¿Se había vuelto tan egoísta, tan
malcriado como Emperador que anteponía sus deseos y
necesidades a los de una mujer? Y no cualquier mujer, ¿sino Kim?
De alguna manera, en muy poco tiempo, se había convertido en algo
precioso para sus ojos. Su fuerza y coraje combinados con su
gentileza y cuidado habían llegado a su corazón de una manera que
nadie más lo había hecho.
—Por favor, Kim. Lo siento —. Dijo, extendiendo sus brazos. —No
te volveré a tocar así. Por favor, no quiero que te enfríes, no debes Página | 60

temerme.
—Estoy bien y no te temo —. Aún así, no pudo acercarse. —Pero
entiendo lo que estás haciendo. Tampoco querría tocarme si fuera
tú.
Wray frunció el ceño ante sus palabras. Por supuesto, quería tocarla,
era hermosa y suave y... ¿por qué pensaría que no quería? —No lo
entiendo...
La pequeña sonrisa que le dio fue desgarradora en su aceptación. —
Pero yo si, así que está bien —. Miró alrededor de la cueva y se dio
cuenta de que era más grande de lo que pensaba. —¿Dijiste que
estábamos en Pontus?
—Lo estamos —.Wray dejó que sus brazos cayesen lentamente a sus
lados, observándola cuidadosamente mientras miraba a cualquier
parte menos a él. —Es un pequeño planeta minero al borde del
Imperio Kaliszian. Dime qué quisiste decir con que no quería
tocarte.
—Los Kaliscians... ¿son como los Ganglians? —, dijo en su lugar.
—No —. Wray se levantó y lentamente se acercó a su lado. —Ahora
responde a mi pregunta.
—Entonces, ¿cómo son? — Preguntó Kim, dando un paso atrás antes
de detenerse. Había terminado de dar marcha atrás.
Lentamente Wray avanzó mas cerca, sin detenerse hasta que sus
cuerpos casi se tocaron. Sus ojos miraron su cara inclinada en busca
del más mínimo indicio de miedo. En vez de eso, sacó la barbilla
con tanta obstinación que casi lo hizo sonreír. Era una cosita muy
valiente.
—Explicarás lo que quisiste decir con que no quería tocarte —. Exigió Página | 61

de nuevo en un tono que todos los guerreros obedecían.


Kim sólo lo miró. No quería explicarlo. No quería oírle decir que
sólo toleraba tocarla, que era algo que hubiera hecho por cualquiera.
Wray había llegado a significar mucho, a pesar de todo lo que le
había pasado, se dio cuenta de que le gustaba su toque. Lo
necesitaba. La hizo sentir completa de nuevo, segura; si le quitaba
eso... podría ser lo que finalmente la quebrara.
—Por favor, Kim —. La voz de Wray bajó mientras sus ojos atrapaban
su mirada.
Fue el “por favor” lo que funcionó. De alguna manera, Kim sabía
que no lo decía a menudo y como ya lo había hecho, se dio cuenta
de que no podía negárselo.
—Sólo quería decir que entiendo por qué no querrías tocarme.
Después de lo que los Ganglians... — Kim nunca llegó a terminar su
frase ya que fue levantada de sus pies y empujada contra un pecho
masculino.
Wray no podía creer la rabia que lo llenó cuando se dio cuenta de
que pensaba que no quería tocarla... pensaba que no quería que lo
tocara... todo por culpa de los Ganglians. Arrancándola de sus pies,
gruñó con enojo.
—¡Crees que no deseo tu toque! — Bajó la cara para que estuvieran
nariz con nariz. —¿Que no me gustaría que me dieras algo que
estuvieras dispuesta a darme?
—Pero tú dijiste...—, empezó.
—Que sentía haberte despertado cuando necesitabas descansar —. Se
aparto un poco. —Lo siento, dejé que mi deseo de tocarte, de sentir
tu toque sobre mí, interfiriera con lo que necesitabas.
Kim escudriñó sus ojos grises y tormentosos, tratando de decidir si Página | 62

podía creerle, pero encontró su respuesta en otra parte del cuerpo


cuando su muslo se rozó contra la protuberancia entre sus piernas.
Presionando ligeramente en su contra, la sintió crecer.
—Kim... — Wray gruñó amablemente.
—Y... realmente no te molesta que...
—¡Por supuesto que me molesta! — Wray gruñó, sus ojos brillando.
—Me enfurece que tu hombre no te protegiera, que fueras herida,
pero no afecta mi deseo por ti.
—Yo... no tengo un hombre —. Admitió y lentamente pasó sus dedos
por sus anchos hombros mirando como el calor en sus ojos se
convertía en brasas ardientes. —Realmente no te importa mi toque
—. Susurró asombrada.
—Al contrario... — Wray quería rugir de satisfacción porque ningún
hombre la había reclamado. En vez de eso, un leve gruñido vibró a
través de su pecho mientras le decía la verdad. —Lo anhelo.
Animada por sus palabras, Kim dejó que sus manos viajaran
lentamente a través de su pecho, aprendiendo cada bulto, cada
grieta, descubriendo que su piel no sólo era caliente, sino también
suave y sedosa.
—Kim... — Wray gimió.
—Sí, Wray —, preguntó, mirándolo a través de sus pestañas.
—Debes parar... eres...
—¿Soy qué?
—Estás poniendo a prueba mi control y no debes hacerlo.
—¿Por qué? — Los ojos verdes inocentes se encontraron con los
suyos.
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La mirada de Wray se volvió feroz mientras la empujaba más arriba
de su cuerpo. —Porque no quiero nada más en este momento que
unirme a ti y todavía te estás recuperando. No me arriesgaré a
hacerte daño.
—Unirte... — Kim buscó en su mente tratando de entender su
significado. Cuando finalmente lo hizo, se puso rígida, sus ojos se
abrieron de par en par con miedo y empezó a temblar. No podía...
ella...
Wray vio su miedo. ¿Cómo no iba a tenerlo después de lo que había
soportado? —Tranquila, pequeña —. Dijo suavemente: —Nunca te
forzaría.
—Yo… — Kim cerró los ojos, tragando con fuerza, —Ya lo sé. Yo... —
pero su voz seguía temblando.
—Shhh.... — Wray la tiró más cerca, tratando de consolarla. —Todo
está bien, Kim.
—Lo siento —. Dijo mientras las lágrimas volvían a llenar sus ojos. —
No puedo dejar de llorar.
—No tienes nada que lamentar, pequeña —. Wray se movió con
cuidado, acunándola en sus brazos. —Eres fuerte y has sobrevivido
a mucho, pero ahora necesitas descansar y curarte —. Sentado, la
colocó sobre su regazo una vez más. —Descansa, pequeña, que no
te pasará nada.
Kim puso su cabeza contra el pecho de Wray y trató de dormir, pero
su mente no se tranquilizó, había demasiados pensamientos,
demasiadas preguntas para las que no tenía las respuestas y cuanto
más se esforzaba por relajarse, más tensa se ponía.
—Kim... — Wray podía sentir que sus músculos se tensaban, pero no
sabía cómo ayudar. Página | 64

—Háblame, Wray —, le suplicó, con los brazos sujetos alrededor de


sus enormes bíceps como una enredadera aferrada a la única cosa
sólida de su vida. —Necesito oír tu voz.
—¿De qué quieres que hable?
—No lo sé. Lo que sea. Todo. Háblame de tu mundo.
—Mi mundo.... — Wray pensó en el Imperio Tornian, lo había
conocido toda su vida, había amado cada parte de él, pero ¿cómo
describirlo?
—¿Wray?
Unos ojos suplicantes lo miraron y le salieron las palabras. —El
Imperio Tornian contiene doce planetas principales, cada uno
gobernado por un Lord, que responde ante el Emperador, todos
excepto Luda.
—¿Luda? —, preguntó, sus ojos nunca se apartaban de los suyos.
—Sí, Luda está gobernado por un Rey. Siempre es pariente
consanguíneo del Emperador y es el siguiente en gobernar si el
Emperador muere sin descendencia masculina—. Sintió que la
tensión empezaba a salir lentamente de su cuerpo mientras le
hablaba de su mundo. —Juntos crean la Asamblea de Lords y
gobiernan el Imperio.
—¿Son todos los planetas iguales?
—No. Cada uno es especial por derecho propio. Vesta, está
gobernada por Lord Reeve, sus tierras son ricas y fértiles y pueden
cultivar casi todos los alimentos imaginables. Gran parte es
intercambiada con el Imperio Kaliszian por cristales de poder y
gemas —. Miró hacia abajo y mientras sus ojos aún estaban abiertos,
estaban empezando a cerrarse. —Betelgeuse está gobernada por Página | 65
Lord Oryon, está densamente arbolada con una gran abundancia de
vida silvestre. Muchos guerreros viajan allí para perfeccionar sus
habilidades de caza.
—El planeta en el que vivo se llama Tornian y tiene todas estas cosas,
pero también tiene vastos recursos minerales que apoyan la
tecnología de Tornian. Lord Bertos es quien supervisa esas cosas.
—¿Lord Bertos? — Kim preguntó somnolienta y se dio cuenta de
que no podía mantener los ojos abiertos. —Pensé que el Emperador
gobernaría su propio planeta.
Wray se puso tenso, y luego se dio cuenta de que no estaba
cuestionando su capacidad. —Lo hace, pero deja las preocupaciones
del día a día a Lord Bertos para poder lidiar con el resto del Imperio.
—Hmm... Eso tiene sentido, supongo —. Respondió frotando su
mejilla contra su pecho mientras se acurrucaba más profundamente
en su abrazo.
—Creo que es el lugar más hermoso de todos los universos
conocidos. El cielo es hermoso y claro, el agua pura. Hay montañas,
desiertos y algunas tierras que son tan llanas que se jura que pueden
verse por siempre. Soporta tanta vida... — Wray encontró que su
garganta se tensaba mientras hablaba de su hogar. Nunca antes había
intentado expresar estos sentimientos. Avergonzado ante este
espectáculo de emoción, miró a Kim preocupado de que pensara
menos de él por tener pensamientos tan suaves. Lo que encontró
fue que sus palabras le habían puesto una sonrisa suave en los labios
y la habían adormecido. Recostándose hacia atrás, descansó.
∞∞∞∞∞
Los ojos de Kim se abrieron lentamente y no podía creer lo que
veía. Todo era tan brillante, tan claro y nítido. Cada color era más
profundo, cada sonido más puro, mirando hacia arriba, vio... todo. Página | 66

—Increíble, ¿verdad?
Kim se volvió hacia la voz melódica y descubrió a la mujer más bella
que jamás había visto parada a pocos metros de distancia.
—Gracias —. Dijo inclinando un poco la cabeza.
—No dije nada —. Dijo Kim, frunciendo un poco el ceño.
—Pero lo pensaste.
—¿Puedes leer mis pensamientos?
—Por supuesto. Soy la Diosa.
—¿Diosa?
—He olvidado que no me conoces.
—¿No se supone que la Diosa debe recordarlo todo? — Kim
preguntó e inmediatamente deseó haber mantenido la boca cerrada
mientras unos ojos afilados penetraban los suyos. Bajando la mirada,
inclinó la cabeza.
—Muy bien. Estás aprendiendo.
—¿Aprender qué? — Preguntó Kim mientras miraba con cautela.
—El por qué te salvé.
—Creí que Wray hizo eso —. Rápidamente bajó los ojos de nuevo y
le extrañó la sonrisa de la Diosa.
Sí, ésto servirá. Pensó. —Lo hizo porque lo permití. Te di algo a lo
que aferrarte hasta que pudiera encontrarte.
—Warrior —. Kim susurró, recordando los gruñidos que había oído.
—Warrior —. La Diosa asintió de acuerdo. —Te amó y te protegió,
murió protegiéndote y sabía que si pensabas que vendría por ti,
aguantarías hasta que mi guerrero te encontrara. Página | 67

—Si sabías todo eso, ¿por qué no lo salvaste?


—Sirvió a su propósito —, dijo despectivamente.
—¡Su propósito! — Kim siseó con enojo mientras se ponía en pie. Ni
siquiera sabía que estaba sentada. —¡No era un propósito! Era una
criatura viviente que respiraba y se merece tu respeto —. Kim había
olvidado que se enfrentaba a una diosa.
—¿Me desafiarías por él? — La Diosa preguntó en voz baja y no
haciendo más que levantar una ceja, hizo que Kim afirmara con la
cabeza.
—Sí —. Kim inmediatamente se puso de pie de un salto, sus manos
apretadas.
—¿Por encima de su valía? — Preguntó.
—Sí.
—¿Incluso si eso significara tu propia muerte?
Kim sólo se detuvo un momento antes de responder. —¡Sí!
La Diosa sonrió y el universo cantó. —Lo harás —. Le dijo.
—¿Hacer? ¿Hacer qué?
—Tú serás mi nuevo comienzo. Gracias a ti, mis guerreros Tornians
finalmente se darán cuenta por qué les he negado mi bendición
durante tanto tiempo. Tú eres el principio.
—¿El principio de qué?
—De un nuevo mundo para todos —, dijo la Diosa de manera
enigmática mientras se desvanecía.

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Despertando, Kim descubrió que ya no estaba en los brazos de
Wray, sino que estaba tumbada en el duro suelo de la cueva,
envuelta en una delgada manta metálica, sola. Asustada, se sentó.
¿Dónde estaba Wray?
—¿Wray? — Gritó en voz baja pero no recibió respuesta. Poco a
poco, miró alrededor de la cueva, viendo los detalles que había
estado demasiado distraída como para darse cuenta antes.
La cueva no se parecía a ninguna que hubiera visto en la Tierra. Por
supuesto, sólo las vió en imágenes o en la televisión, pero esas cuevas
siempre habían aparecido tan oscuras y frías, con pequeñas cosas
espeluznantes y escalofriantes en ellas. Sólo de pensarlo, se le puso
la piel de gallina. Esta cueva era cálida y tenía luz. ¿De dónde venía
la luz?
De pie, se dirigió cautelosamente hacia una de las paredes. Había
algún tipo de crecimiento plumoso en ella y parecía estar emitiendo
la luz. Alargando la mano para tocarlo, su mano se detuvo cuando
el crecimiento pareció enroscarse de nuevo en sí mismo, su luz se
oscureció.
—Se llaman luciferinas.
Mirando por encima de su hombro, Kim encontró a Wray que venía
desde lo más profundo de la cueva. —¿Luciferinas?
—Sí, prosperan en las cuevas del Pontus. Viven de los restos de los
cristales de energía que una vez fueron extraídos aquí. Al hacerlo,
brillan.
—Son hermosas.
Wray inclinó un poco la cabeza y miró las luciferinas. Nunca lo
había considerado antes, pero sí, eran agradables de ver.
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—¿Son peligrosas de tocar? — preguntó Kim.
—No, pero puede dañarlas.
—Oh —. Kim los miró y se dio cuenta de que le recordaban a los
arrecifes de coral de la Tierra. Hermosos y vivos, pero si no eran
tratados con cuidado, se lastimaban fácilmente y aunque anhelaba
tocar una, bajo la mano. No dañaría a sabiendas algo que la
beneficiara.
—Siento no haber vuelto antes de que despertaras —. Dijo Wray,
acercándose, sus ojos moviéndose sobre su cuerpo, buscando
cualquier señal de daño.
—¿Dónde estabas? —, preguntó, girándose para mirarlo.
—Me desperté y necesitaba hacer mis necesidades.
—Oh —. Kim se sonrojó un poco y luego se dio cuenta que lo
necesitaba también. —Ummm, ¿dónde?
—Sigue las luciferinas, hay varias cámaras pequeñas, usé la primera
de la izquierda.
Asintiendo, empezó y luego se detuvo. —¿Hay algo de lo que deba
tener cuidado?
—¿Cuidado? — Wray frunció el ceño ante su pregunta.
—¿Animales, pequeños bichos espeluznantes? — Kim hizo
movimientos de araña con sus dedos.
—No —, Wray descubrió que tenía que esconder su sonrisa ante la
idea de que le temía a un pequeño insecto. —No tienes de qué
preocuparte. Ha habido poca vida en el Pontus desde la gran
infección.
—¿Por qué?
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—Porque aquí ya no crece nada.
—Yo.... — Kim levantó un dedo, —Mantén ese pensamiento —, dijo,
y rápidamente se adentró en la cueva. Seleccionando la segunda
cámara, entró y descubrió que Wray tenía razón, que no había ni un
solo bicho a la vista. Rápidamente se ocupó de sus necesidades y se
apresuró a regresar a Wray.
Cuando regresó, encontró que había extendido la manta plateada y
colocó una barra y la bolsa de agua en el centro. —¿Es una manta de
supervivencia? —, preguntó.
—Es lo que los guerreros usan para sobrevivir en condiciones duras.
—Para eso las usamos también en la Tierra —. Moviéndose, se sentó
de frente e hizo una mueca de dolor. —No es muy gruesa.
—Está hecha para ser almacenada en el menor espacio posible, pero
te mantendrá caliente o fresca dependiendo de las condiciones.
—Sí —. Levantando un rincón, tiró a un lado la roca sobre la que se
sentó antes de volver a asentarse, —Pero no es muy gruesa —. Dijo,
sonriendo un poco.
—Bebe, Kim —. Le devolvió la sonrisa, señalando al centro de la
manta. —Come.
De repente, Kim se dio cuenta de que estaba sedienta y cogió la
bolsa de agua, pero era tan ligera que se detuvo.
—¿Qué pasa, Kim? — preguntó Wray, frunciendo el ceño.
—No queda mucha agua, ¿no deberíamos esperar?
Las cejas de Wray se elevaron, había visto su sed y una vez más,
había considerado sus necesidades futuras en lugar de las actuales.
Era tan diferente a las mujeres Tornian.
—Hay mucha agua, Kim. Bebe. Página | 72

Kim lo miró sospechosamente. ¿Estaba diciendo eso para que


bebiera? —Está casi vacía —. Le informó.
—Hay más agua en la cámara trasera. Es la otra razón por la que las
luciferinas prosperan aquí.
Kim sólo lo miró. —¿Es la verdad? — Finalmente preguntó y vio
como su hermosa cara se oscurecía y sus enormes hombros se
endurecían. La suavidad dejó sus ojos grises. De repente se dio
cuenta de que lo había insultado. —Wray...
—¿Crees que miento? — Exigió con dureza, su respiración
haciéndose irregular. Nunca en su vida se le había acusado de algo
así.
—Yo... no lo sé. Quiero decir, no te conozco tan bien y aunque me
gustaría pensar que no me mentirías, creo que estirarías la verdad si
pensaras que me beneficiaría.
Wray la miraba fijamente, sorprendido por su observación porque
era verdad. Le habría dicho que había mucha agua si eso significaba
que podía cuidarla. De alguna manera, en muy poco tiempo había
llegado a conocerlo muy bien. —Lo habría hecho —, admitió
finalmente, relajándose lentamente, —Pero estoy diciendo la verdad.
Es por eso que las luciferinas eligieron estas cuevas para vivir.
Porque no sólo hay cristales de energía aquí, sino que hay suficiente
agua para satisfacer sus necesidades. ¿Necesitas que te muestre esta
verdad? — Wray esperó, preguntándose si confiaría en su palabra.
—No, no necesito verla. Te creo —. Levantando la bolsa, tomó varios
tragos profundos y se la dio. Cuando la agarro, alcanzó la barra. Esta
vez no tuvo problemas para abrirla. Rompiéndola por la mitad, le
dio a Wray su parte. —Entonces, ¿es ésta la única agua en el Pontus? Página | 73
—, Preguntó, mordiendo su barra, masticando lentamente, esperó su
respuesta.
—No. Hay mucha agua en el Pontus.
—Pero dijiste que poco crece aquí. ¿Por qué no crece nada si hay
mucha agua? ¿Es mala la tierra?
Wray se sorprendió con su pregunta y su interés. Sus mujeres sólo
se preocuparían por ser atendidas, no por la forma en que se les
proporciona. —No. El Pontus tiene un suelo muy fértil. Alguna vez
fue un paraíso lleno de vida y de plantas para sustentarlo. Ahora sólo
hay un área muy pequeña que todavía mantiene vida.
—¿La gran infección cambió eso? ¿Como cambiaron a los
Ganglians?
—Sí, causó la muerte de la mayoría de la vida existente en el planeta
y en todos los demás planetas Kaliszians. Plantas de otros mundos
fueron traídas, pero ninguna sobrevivió.
—¿Pero por qué?
—Porque la Diosa no lo permite. Es su manera de negar su
bendición de vida a los Kaliszians.
—La Diosa... bendición... — Susurró Kim, frunciendo el ceño
mientras su mente volvía a su sueño. Había sido un sueño....
¿verdad?
—Sí, es la Diosa de toda la vida y no está contenta con nosotros.
—Quieres decir con los Ganglians y los Kaliszians.
—Y con los Tornians —. Wray admitió.
—No lo entiendo. Si es la Diosa de toda la vida, ¿por qué lo
impediría?
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—Por algo que ocurrió hace más de 500 años.
—¿Qué pasó? —, Preguntó con curiosidad.
Suspirando pesadamente, Wray la miró. No quería decírselo.
Especialmente después de lo que le pasó a manos de los Ganglians,
pero no le mentiría. —Termina tu barra, Kim, y te lo diré.
Mirando hacia abajo, Kim se sorprendió al descubrir que sólo había
dado un mordisco. Rápidamente la terminó, y luego asintió con la
cabeza cuando Wray le dio el agua para que se lavara. Mirándolo,
esperó a que Wray empezara.
—Las antiguas leyendas cuentan cómo los guerreros Tornians una
vez salvaron a la Diosa de ser forzada a unirse con el Dios inferior
Daco cuando la robó de su pareja. Para agradecer a los guerreros,
les prometió que por cada guerrero nacido, habría una mujer
especial creada específicamente para él, una pareja.Que se uniría a
él y solo a él, complementando al guerrero como él lo haría a ella.
Juntos descubrirían lo que era verdaderamente importante y lo
tendrían para el resto de sus vidas.
—Eso suena como un matrimonio en la Tierra.
—¿Matrimonio?
—Es como llamamos cuando dos personas se enamoran y deciden
pasar el resto de sus vidas juntas.
—Eso es lo que la Diosa prometió una vez.
Kim ladeó un poco la cabeza ante las palabras de Wray. —Lo haces
sonar como si ya no prometiera eso.
—No lo hace. No desde el Emperador Lucan.
—¿Qué hizo?
Wray sólo miró a sus ojos verdes y claros que por primera vez no Página | 75
tenían miedo, ni dolor, ni temor. Cambiaría cuando supiera lo que
había hecho uno de los suyos.
—¿Wray? — Kim lo miró y vio su vacilación. ¿Qué podría haber
hecho un hombre, hace tantos años, que todavía afectaba a tantos?
—Desde el principio de los tiempos, la Casa Berto gobernó Tornian
y el Imperio Tornian. Sus guerreros fueron los primeros en
responder a la petición de ayuda de la Diosa.
—¿Y?
—Hace más de quinientos años Lucan Berto era Emperador y....—
Wray encontró su garganta apretada.
—¿Qué, Wray? — Kim susurró y encontró su mano repentinamente
en su brazo, tratando de tranquilizarlo. Los ojos que la miraron de
repente la hicieron sentir insegura de querer saberlo.
—Violó a sus jóvenes hijas, Kim.
Kim palideció y apartó su mano como si estuviera quemandose. —
Él.... — Se dio cuenta de que no podía hablar a medida que su
garganta se hacía más gruesa y sus ojos se llenaban de lágrimas. Lo
que le había pasado había sido horrible... terrible... pero tener un
padre que hiciera eso. Era la peor forma de traición, la destrucción
de la confianza más básica. Un padre siempre protegía a sus hijos,
los cuidaba, nunca les hacía daño.
—Por sus crímenes, el Emperador fue ejecutado y su familia
despojada de su derecho a volver a gobernar el Imperio Tornian. La
Asamblea de los Lords se reunió y Wyck Vasteri de la Casa Vasteri
fue elegido Emperador.
—Dime que lo hicieron sufrir —. La ferocidad del tono de Kim
sorprendió a Wray, al igual que la dureza que llenaba sus ojos Página | 76

humedos. — Al Emperador Lucan, dime que su muerte fue lenta y


dolorosa, que le hicieron sufrir tanto como lo hizo él a sus hijas.
—Lo hicieron —. Wray le aseguró y vio un nuevo lado de Kim, uno
que era más guerrero que femenino. Ella misma castigaría a Lucan
si estuviera aquí.
—Bien —, Asintió Kim. —No pudo haber sido suficiente. Nunca
podría haber sido suficiente.
—No, no podía serlo —. Wray estuvo de acuerdo y guardó silencio
durante varios minutos antes de continuar. —Se creía que nuestro
castigo apaciguaría a la Diosa... estábamos equivocados —. Dijo
cansado.
—¿Qué les hizo a los Tornians? — A Kim le dolió verle tan
desanimado.
—Hizo que más y más hombres fueran presentados —. Le dijo en
voz baja.
Kim lo miró, tratando de entender por qué era algo tan malo. Un
hombre.... un hombre en la Tierra siempre parecía querer un hijo.
—Los hombres ahora superan en número a las mujeres, doscientos
a una.
—¿Qué? — Kim rápidamente hizo las matemáticas, con doscientos a
una, habría sido una de las únicas dos niñas en su clase de
graduación.
—La Diosa decidió que como no apreciábamos su don de la vida, se
llevaría lo que la presentaba. Lo hizo lentamente. Para que
sufriéramos de la misma manera que las mujeres del Emperador.
—La gran infección. Página | 77

—Sí —, Wray asintió, —Y se extendió por los universos conocidos,


afectando a cada especie de forma diferente, pero sus efectos han
devastado a los Tornians, Ganglians y Kaliszians.
—¿Por qué ellos?
—Uno de los mejores amigos del Emperador era un Ganglian.
Vigilaba la puerta y observaba mientras las mujeres eran maltratadas.
Así que la Diosa los castigó a todos permitiéndoles encontrar su
liberación mientras infligían un gran dolor —. Wray
instantáneamente quiso retractarse de sus palabras. No había
querido recordarle lo que le había pasado con el relato de su
historia, pero vio que lo había hecho.
—Sí, lo descubrí —. Kim abrazó sus rodillas contra su pecho y
apoyándo la barbilla intentó bloquear el dolor que los Ganglian
habían causado.
—Lo siento, Kim, nunca quise decir...
—Termina —. Dijo roncamente, cerrando los ojos.
Wray cerró la distancia entre ellos, pero se detuvo antes de tocarla.
Odiaba que sus palabras descuidadas le hubieran causado dolor.
Todo esto era de dominio público para un Tornian, pero había
olvidado que no lo era para ella. —Un Kaliszian descubrió lo que
estaba ocurriendo, pero en lugar de detenerlo, usó ese conocimiento
para elaborar un nuevo tratado comercial con el Emperador,
intercambiando sus excedentes de alimentos por su silencio. Es por
eso que casi todas las plantas portadoras de alimentos en su universo
se han extinguido. Ahora deben confiar en el Imperio Tornian para
alimentar a su gente.
—¿Por qué los ayudas? ¿Por qué no los tratas como a los Ganglians?
— Kim susurró. Página | 78

Wray se esforzó por escuchar sus palabras y descubrió que se


avergonzaba de la razón. —Porque necesitamos sus cristales de
energía y las joyas que nuestras mujeres exigen para unirse.
Al abrir los ojos, Kim se dio cuenta de que Wray se había deslizado
por la manta hacia su lado, con los ojos llenos de preocupación y
arrepentimiento. Podía sentir lo mucho que le dolía por ella y de
alguna manera ayudaba a hacer retroceder el peor de los dolores.
Girando la cabeza hacia un lado, trató de entender todo lo que había
dicho.
Hace siglos, un hombre había violado a sus hijas. Había sido
castigado y muerto por sus crímenes, pero las repercusiones seguían
siendo sentidas por su pueblo y por ella, porque era la razón por la
que había sido violada. Quería ser fuerte al respecto, quería superar
lo que le había pasado, pero no podía y sus lágrimas empezaron a
fluir. Era demasiado, demasiado pronto, demasiado fresco... tal vez
siempre lo sería.
Wray observó impotente cómo las lágrimas por las que Kim había
luchado tan valientemente para contener, desbordaban sus
hermosos ojos verdes y podía sentir su dolor como si fuera el suyo
propio. —Kim... —Fue todo lo que dijo y abrió los brazos.
Kim se encontró a sí misma sumergiéndose en la comodidad y
seguridad que Wray ofrecía. Se sentía como si se estuviera
rompiendo en un millón de pedazos y no sabía cómo detenerlo. No
sabía cómo recomponerse. —Lo siento —. Susurró contra su pecho.
—No tienes nada que lamentar Kim. Tienes todo el derecho a llorar
—. Animo a Kim, sin saber de dónde venían sus palabras. Cuando
Adana se enfadaba, agradecía que se recluyera en sus habitaciones.
Pero no con Kim, con Kim quería estar ahí, quería consolarla, Página | 79
abrazarla y arreglar las cosas. —Estoy aquí, Kim, llora todo lo que
quieras. Te tengo y estás a salvo. — Le prometió mientras la acunaba
suavemente.
Wray no sabía cuánto tiempo estuvo sentado allí meciéndola,
absorbiendo su dolor mientras sus lágrimas corrían por su pecho.
Todo lo que sabía era que parecía una vida antes de que sus sollozos
disminuyeran y las lágrimas cesaran. Cuando la sintió relajarse en
sus brazos, miró hacia abajo y descubrió que había caído en un
sueño agotador.
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Kim agitó la cabeza mientras sus padres bailaban por la cocina con
su canción favorita de Neil Diamond. Eso siempre ocurría, sin
importar dónde estuvieran, sin importar lo que estuvieran haciendo,
cuando escuchaban esta canción, bailaban. Sus padres eran tan
tontos.
—¿De qué te ríes, Kimmy? —, Preguntó su padre mientras soltaba a
su madre.
—Los dos —. Dijo, sentada en un taburete junto a la isla. —¿Cuántos
años llevan haciendo eso?
—Cerca de treinta años —, Contestó, —Fue la primera canción que tu
madre y yo bailamos.
—En el baile de otoño, nuestro primer año —. Su madre dijo,
sonriendo a su padre. —Te metiste con Jerry Thomas.
—Claro que sí, ese tipo tenía dos pies izquierdos. Tenía que salvar
tus bonitos dedos.
—Mi héroe — dijo mientras su padre la hacía girar.
—Siempre, nena.
La imagen se fusionó con Jen y Todd bailando en su boda. Parecían
tan felices, tan enamorados, Jen con su vestido de novia de sirena
blanca y Todd con su esmoquin. Pronto sus padres se unieron a
ellos en la pista y bailaron.
Kim se dirigió a la pista de baile para unirse a ellos, su cita la siguió
de cerca, pero cuando se giró, no fue John quien la tomó de la mano.
Era un bastardo apestoso.
—¡No! —, Gritó, arrancándole la mano, pero solo le siseó, riéndose Página | 81

mientras sus garras destrozaban su vestido y la tiró al suelo.


Acudiendo a su familia en busca de ayuda, estaban desaparecidos,
reemplazados por dos niñas con los ojos más tristes.
—Nadie te ayuda nunca —. Dijo la mayor.
—Sólo mienten y te usan —. La más joven continuó.
—No puedes confiar en ninguno de ellos —. Dijeron juntas.
—¡No! — Kim gritó de nuevo. Se negó a pasar por esto de nuevo. O
mataba al bastardo apestoso o la mataría. Alargando la mano, le
arañó los ojos.
∞∞∞∞∞
—¡Kim! — Wray sacó sus manos de su cara, sin sentir la picadura de
las uñas rastrillando su mejilla, todo su ser enfocado en ella. —¡Kim!
Detente —, Dijo, sujetando sus manos a su pecho. —¡Despierta! —,
Dijo dándole una sacudida. —¡Despierta ahora, Kim! —, ordenó.
Los ojos que se abrieron al recibir sus órdenes eran salvajes,
imperceptibles y llenos de miedo. Le dolía el corazón verla así. —
Estoy aquí, Kim —. Le susurró. —Wray. Sólo yo. Vuelve a mí,
pequeña —. Le suplicó y observó como parpadeaba y sus ojos
lentamente comenzaron a enfocarse.
—¿Wray? —, Preguntó mirándolo instintivamente.
—Sí, pequeña. Soy yo. Estás a salvo. Lo juro. — dijo mientras la
abrazaba y la empujaba contra su pecho, acunándola. Diosa, lo
asustó.
—¿Qué pasó? —, Murmuró en su pecho.
—Tuviste una pesadilla, pequeña.
—¿Una pesadilla? — Le frunció el ceño, luego todo volvió Página | 82
rápidamente y empezó a temblar. —Soñaba con la boda de mi
hermana... Todos estaban bailando, mamá y papá, Jen y Todd. Iba
a salir a unirme a ellos, pero cuando me di vuelta no era John a mi
lado, era un bastardo apestoso.
—Está muerto, Kim. Ya no puede hacerte daño —. Le dijo mientras
tenía una mano tranquilizadora arriba y abajo de su espalda.
—Se rió de mí, Wray —, Las lágrimas llenaron sus ojos mientras lo
miraba. —Cuando me arrancó el vestido, se rió y no había nadie que
lo detuviera.
—No era real, Kim.
—Dijeron que nadie me ayudaría. Que me mentirían y me usarían.
Que no podía confiar en nadie.
—¿Quién dijo eso? —, Preguntó enfadado. Nadie le diría mentiras a
su Kim.
—Las hijas de Lucan. Se quedaron ahí paradas —, Sus ojos le rogaban
para que la ayudara a entender, —Observando. Dijeron que nadie
me ayudaría.
—Estaban equivocadas, Kim —. Negó, dándose cuenta
instantáneamente de que algún mal había intentado envenenar su
mente. No sabía cómo ni por qué y no le importaba. No lo
permitiría. —Estoy aquí. Te ayudaré.
—Yo... —Tembló mientras lo miraba, tratando de sacudirse el miedo
que la invadía. Conocía a este hombre, sabía que nunca le haría
daño. ¿Cómo? No estaba segura, pero lo sabía de la misma manera
que sabía que Warrior no le haría daño. Algunas cosas se sabían.
Algo no quería que creyera en Wray, no quería que confiara. ¿Por
qué?
—Necesitas descansar, Kim —. Wray le dijo. Página | 83

—No quiero dormir. Yo... Dios mío, ¿qué te ha pasado en la cara?—


preguntó finalmente viendo las vetas rojas y enojadas que corrían
por una mejilla.
—No es nada, pequeña —. La empujó con más firmeza hacia su
abrazo. —Puedes descansar. Estaré aquí.
—Para con eso —. Dijo y se acercó para agarrar su barbilla. Forzando
su cara hacia un lado, inspeccionó las marcas, y luego jadeó cuando
se dio cuenta de que encajaban perfectamente con sus dedos.
—Está bien, Kim —. Dijo Wray suavemente, apartando su barbilla.
—Te hice eso... —Susurró, sus ojos llenándose de lágrimas de nuevo.
—Estabas soñando. No era tu intención, lo sé, pequeña —. Wray
necesitaba que supiera que no la culpaba, que estaba bien. También
quería quitarle esa mirada devastada de la cara. —Eres muy fuerte
cuando estás molesta, pequeña. — Se encontró a sí mismo tratando
de burlarse con una sonrisa. —Tendré que recordar eso en el futuro.
—No es gracioso, Wray —. Sus ojos volaron hacia sus hermosos ojos
grises. —Estaba tratando de arrancarle los ojos al bastardo apestoso.
—Y lo habrías hecho. Pero no soy él —. Dijo queriendo asegurarse
de que supiera que nunca le haría daño de esa manera.
—Ya lo sé —. Dijo Kim en voz alta. —No te pareces en nada a un
bastardo apestoso. Tampoco te pareces en nada a Lucan.
—¿Realmente crees eso? —Preguntó en voz baja, una extraña
sensación comenzando a crecer en su pecho.
—Sí —, Lo miró y quería que supiera el resto. —Confío en ti, Wray.
—Confías en mí... — El sentimiento se expandió. Confiaba en él. Kim
confiaba en él. Wray. Por sus acciones, no por su título.
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—Por supuesto que sí —, Le miró a los ojos y le sonrió un poco. —
¿Qué tienes en esa bolsa que pueda usar en tu cara?
∞∞∞∞∞
—¿Tienes agua fría y caliente? — Kim no trató de ocultar su sorpresa
mientras miraba a Wray.
Wray asintió mientras la llevaba a la cámara. Se negó a escucharlo
cuando le aseguró que estaba bien. En vez de eso, se levantó y
registró la bolsa, tirando cosas al azar, incluyendo la baliza del
localizador. Cuando no encontró nada que sintiera que pudiera ser
útil, excepto un paño sellado, se enojó, exigiendo saber qué idiota
había empacado una bolsa de emergencia sin vendas ni
desinfectante.
Wray se había preguntado lo mismo, ya que aunque la unidad de
recuperación portátil habría reparado fácilmente su mejilla, todavía
debería haber otros suministros médicos en caso de que se hubiera
dañado. Algo estaba muy mal con este paquete y una vez que
regresaran al Searcher, planeaba inspeccionarlos todos.
Cuando fue a mojar un trapo y lo encontró aún sellado, gruñó su
frustración. Fue el sonido más excitante que Wray había oído.
—¿Es muy profundo? — Preguntó Kim, volviendo a llamar su
atención. —¿Podría bañarme y lavarme... — Preguntó Kim mientras
frenaba su rápido acercamiento a la piscina y miraba sus manos. Sus
manos pálidas, curadas y limpias. No había tierra bajo sus uñas, ni
sangre, y sabía que antes habían estado ensangrentadas. Respirando
hondo, se dio cuenta de que tampoco olía mal.
¿Cómo se le pudo pasar por alto algo así?
Lentamente se volvió hacia Wray, que de repente parecía
incómodo. —Esa unidad de recuperación tuya... ¿también limpia a
una persona? —, Preguntó, esperando estar equivocada. Página | 85

—No —. Wray dijo honestamente y vio cómo sus ojos se oscurecían


antes de volver a la piscina.
—¿Cómo me limpié? — Susurró.
—Te limpié... — Wray respondió en voz baja: —En la piscina.
—Tú.... mientras estaba.... — Tartamudeaba.
—No podría dejarte así, Kim. Una vez que descubrí cuál era tu tono
natural de piel, tuve que limpiarte. No quería... —Se calló.
—¿No querías qué?
—Que te despertaras y te encontraras cubierta de suciedad Ganglian.
—Así que lo lavaste.
—Sí.
Caminando hacia la piscina, Kim sumergió cuidadosamente los
dedos del pie, probando su temperatura, y luego se metió para que
el agua chapoteara alrededor de sus tobillos. Wray la había bañado.
Le quitó la camisa, la llevó al agua y la tocó... en todas partes. Wray
la tocó y ni siquiera lo sabía. Eliminó todas las pruebas de su ataque.
Miró hacia las débiles cicatrices que aún entrecruzaban sus dedos,
al menos tanto como pudo.
Debería estar molesta, furiosa. No tenía derecho a tocarla así. No
sin su permiso. Nadie podía.
Inclinando la cabeza hacia atrás, dejó que su mirada viajara sobre las
luciferinas que se aferraban al techo.Eran tan hermosas y a la vez tan
frágiles. Sobrevivían en condiciones duras usando lo que se les dio
y ahuyentando la oscuridad. Eran realmente increíbles. Al
observarla, parecieron brillar más por un momento.
¿Podría ser como ellas? ¿Podría sobrevivir a lo que le había pasado Página | 86

y no dejar que la derrotara? ¿Podría tomar lo que le fue dado y


prosperar con ello? Se obligo a pensar en lo que Wray había hecho
y lo comparó, como habría sido si hubiera pasado en la Tierra.
Si la hubieran encontrado inconsciente, habría sido tratada
rápidamente y llevada al hospital para un tratamiento más profundo.
Al igual que Wray y si hubiera permanecido inconsciente durante
días, una enfermera la habría bañado. No le habría molestado, se
habría considerado normal.
Pero nada de esto era “normal”. Era Wray. Alguien que le
importaba mucho y se dio cuenta de que, no era tanto que la hubiera
bañado lo que la molestaba, sino que no se lo había dicho.
—¿Por qué no me lo dijiste? —, Preguntó, mirándolo por encima del
hombro.
—¿Cómo iba a decirte que te había tocado sin tu permiso? —
preguntó Wray roncamente, sabiendo que la confianza que habían
empezado a crear había desaparecido.
—Si hubiera estado despierta, no te hubiera dejado tocarme. —Wray
no se movio, pero parecía que lo hubiera golpeado. —No habría
dejado que nadie me tocara. — Continuó, girándose para mirarlo. —
Pero era algo que había que hacerse.
Los ojos de Wray se abrieron de par en par ante sus palabras. —
Kim...
—No he terminado —. Le interrumpió y vio como se le cerraba la
boca, pero asintió. —Lo que más me molesta es que no me lo dijiste.
¿Qué más no me has dicho, Wray? Estoy completamente a tu
merced, como lo estaba con los Ganglians. No, no eres igual —. Kim
dijo al ver sus ojos brillar rápidamente. —Pero eso no cambia el
hecho de que sólo me estás diciendo lo que quieres que sepa y eso Página | 87
no está bien.
—No, no lo está y lo siento, Kim. — Wray respiró hondo e hizo algo
que nunca antes había hecho. Intentó explicar sus acciones a una
mujer. —Cuando descubrí que tu color natural no era el gris que te
cubría, tuve que quitarlo. La idea de que quedara algo de Ganglian
en ti... era inaceptable para mí. Sabía que estaba mal de mi parte
hacerlo sin tu permiso, pero no quería que nada te recordara su
abuso cuando despertaras. No me di cuenta de lo fuerte que eres.
—No soy fuerte, Wray —. Negó.
—Lo eres, Kim, has sobrevivido a algo que muy pocas mujeres lo
hacen, ni siquiera las Tornians. No sé dónde está tu Tierra, pero sé
que tiene que estar a más de dos días de distancia de donde los
encontramos.
—¿Y qué?
—Ninguna mujer ha sobrevivido más de dos días en manos de los
Ganglians. Es por eso que están prohibidos en casi todos los
universos conocidos.
—No sé cuánto tiempo me tuvieron —, dijo Kim, inclinándose para
mojar el paño que aún tenía en la mano. —Parecía una vida entera.
—Lo siento, Kim.
- No es tu culpa, Wray —, Sin querer hablar más de ello, se giró y
señaló una roca al lado de la piscina, —Siéntate, necesito limpiar esos
arañazos.
—¿Ya no estás enfadada conmigo? —Preguntó Wray, moviéndose
hacia donde señaló.
—Yo... no. Necesitabas hacerlo y lo hiciste —. Descubrió que podía
mirarlo a los ojos cuando se sentó. —Se necesita a alguien muy fuerte Página | 88

para hacer eso, Wray. Hacer lo que hay que hacer aún sabiendo que
eso molestará a alguien más. Así que gracias, por cuidar de mí —. Le
dio una pequeña sonrisa. —Ahora déjame cuidarte —. Dijo,
extendiendo la mano para limpiar los peores arañazos.
Wray se quedó absolutamente quieto mientras Kim se preocupaba
por cuidarlo. Estaba de pie sin miedo entre sus piernas, su cara una
máscara de concentración, mientras limpiaba meticulosamente cada
rasguño. Las heridas en sí mismas eran insignificantes para el modo
de pensar de Wray, pero su respuesta no lo fue. Nunca una mujer
se preocupó por él, no de esta manera. Nunca se preocupó por su
bienestar y salud, ni Adana, ni siquiera su propia madre.
El suave toque de Kim le hizo sentir deseado... necesario... incluso
valorado... algo que un hombre nunca era. El extraño sentimiento
que había empezado a crecer llenó cada fibra de su ser y se dio
cuenta de que esta mujer era suya. Lo completaba de una manera
que no entendía. ¿Podría ser este el regalo que la Diosa prometió
una vez? Si lo era, ¿cómo lograría que Kim sintiera lo mismo?
∞∞∞∞∞
—Ya está, todo hecho —.Kim dijo, inclinándose hacia atrás para
inspeccionar su mejilla, asegurándose de que no se le había pasado
nada por alto. Todavía no podía creer que le había hecho eso. Tenía
que encontrar una manera de lidiar con lo que le había pasado. No
iba a ser como las hijas de Lucan. Iba a superar esto. No dejaría que
eso controlara el resto de su vida.
—Gracias —. Wray respondió bruscamente colocando una mano en
su cadera cuando se estaba alejado de su lado. —¿Kim?
—¿Sí? — Frunció el ceño ante la vacilación de la voz de Wray. —
¿Qué pasa? Página | 89

—Nada malo —.Rápidamente la tranquilizó. —Estoy experimentando


muchos sentimientos nuevos e inusuales y no estoy seguro de cómo
expresarlos.
—Oh —. Kim frunció un poco el ceño. Expresar sus sentimientos
nunca había sido un problema. Si estaba enfadada, lo sabías.
Molesta, ten cuidado. Su madre solía decirle que tenía que aprender
a contenerse o que algún día diría algo de lo que no podría
retractarse y tenía razón. Nunca podría retractarse de sus últimas
palabras a Jen. —Bueno, mientras estés bien no pasa nada.
—¿No quieres conocer mis sentimientos? — Tal vez se parecía más
a una mujer Tornian de lo que pensaba, por alguna razón eso
molestó a Wray.
—No he dicho eso —. Negó.
—¿Así que quieres saber lo que estoy sintiendo? —. Preguntó.
—Sólo si quieres decírmelo.
—Necesito que entiendas, Kim, que en mi mundo, un hombre
moriría por proteger a una mujer, pero sin sentir nada por ella y
aunque lo hiciera, no lo expresaría.
—¿Por qué no?
—Porque un hombre aprende desde una edad temprana que
ninguna mujer vendrá a cuidarlo, ni siquiera su propia madre. Sólo
les importa lo que un hombre puede darles.
—¿Darle?
—Sí, para atraer a una mujer, un hombre no sólo debe ser apto y
digno, sino que también debe proporcionarle las cosas que desea.
Joyas, metales preciosos y tejidos raros. Sin ellos, nunca le permitirá
una unión. Página | 90

—¿Se unen a un hombre por lo que le da?


—Sí, y debe seguir manteniéndola hasta que elija a su próximo
hombre.
—¿Qué quieres decir con su “siguiente” hombre?
—Una vez que le ha presentado al hombre una descendencia sana,
toma todo lo que le ha dado y escoge a otro.
—¿Lo abandona con su hijo? — Kim no podía ocultar su sorpresa.
—Por supuesto, es la única razón por la que se une a un hombre —.
Wray vio a Kim abrir la boca y se dio cuenta de que la había
sorprendido. —¿No es así en la Tierra?
—No. Un hombre y una mujer se unen porque se aman y quieren
pasar el resto de sus vidas juntos.
—Amor... — Wray reconoció esa antigua palabra, pero no estaba
seguro de lo que significaba. ¿Eso es lo que estaba sintiendo? —¿Es
eso posible? — Wray dijo, no se dio cuenta de que había hablado en
voz alta.
—Sí, es un sentimiento... — Kim lo miró y trató de averiguar cómo
explicarle el amor. —No sé si puedo explicarlo.
—Por favor, Kim, inténtalo.
—Umm... bien entre un macho y una hembra en la Tierra... hombre
y mujer —, corrigió, —Es cuando sienten algo el uno por el otro que
no sienten por nadie más. Algo especial y fuerte —. Kim pensó en el
matrimonio de sus padres y trató de describirlo. —Mi mamá y mi
papá estuvieron casados, unidos, por más de veinticinco años, pero
en realidad se conocieron cuatro años antes, en un baile de la
escuela. Mamá siempre decía que papá era su héroe porque la salvó
de Jerry Thomas. Página | 91

—¿Tu padre salvó a tu madre de un ataque?


—No fue un ataque, sino de terminar con los dedos aplastados —,
Continuó con su mirada confusa. —Jerry Thomas era un bailarín
terrible y seguía pisándole los pies a mamá. Papá interrumpió
“Salvándola”.
—No entiendo... ¿qué es “bailar”?
Kim lo miró, luego dio un paso atrás y extendió sus manos. —
Déjame mostrarte.
Wray miró a Kim sin estar seguro de lo que quería, pero sabía que
se lo daría y que si necesitaba mostrarle este “baile”, se lo permitiría.
Confiando en ella, puso sus manos juntas y se puso de pie.
Cuando Wray puso sus manos juntas, Kim lo acercó
inmediatamente. —Pon tus manos aquí —, Dijo moviéndolas a su
cintura, —Y las mías aquí —. Puso la suya sobre sus hombros, —Y
luego movemos los pies —. Dirigió cuidadosamente sus pies y se
inclinó de lado a lado, mostrándole cómo moverse. No era como
bailaban sus padres, pero el baile lento seguía siendo un baile. —
Jerry Thomas haría esto —. Dijo y le pisó los pies.
—¿Y esto ofendió a tu madre? — Preguntó Wray, frunciendo el ceño,
le pareció insignificante.
—Ahora pisa el mío —. Dijo suavemente.
—Nunca haría eso —. Wray se sorprendió de que incluso lo sugiriera,
—Te haría daño —, y de repente entendió lo que estaba diciendo. —
Este Jerry Thomas le hizo daño a tu madre de esta manera y tu padre
lo detuvo.
—Sí.
Página | 92
—Y esto hizo que tu madre tuviera... amor por tu padre.
—Bueno, es donde empezó y a medida que se fueron conociendo
creció hasta que decidieron que querían... Unirse y pasar el resto de
sus vidas juntos.
—¿Nunca eligió a otro hombre después de presentarte? — Wray
encontró eso difícil de creer.
—Por supuesto que no. Quería quedarse con papá, el hombre que
había elegido y con sus hijos... descendientes.
—Hijos... —Preguntó suavemente, —¿Tu madre presentó más que a
ti a tu padre?
—Sí, tengo una hermana mayor, Jennifer.
—Y aún así se quedó con tu padre... — Wray no podía creerlo... tener
dos mujeres...
—Sí, lo amaba. ¿Por qué crees que tendríamos que cambiar eso?
—Tenemos tan pocas mujeres —, Comenzó.
—Me lo has dicho, Wray —. Lo interrumpió con impaciencia; al
fruncir el ceño, le dio una sonrisa tímida. —Lo siento, continúa.
—Así que cuando una mujer presenta una descendencia femenina se
vuelve aún más deseable para otros hombres. Le ofrecerán mucho
para atraerla a dejar a su actual hombre con la esperanza de que les
presente una mujer.
—Pero eso no significa...
—Siempre se va, Kim —.Se lo dijo en voz baja. —Excepto la
Emperatriz, debe permanecer con el Emperador, asegurando su
linaje.
—¿Incluso una madre? Página | 93

—Sí.
—Porque no siente nada por el hombre ni por su descendencia —.
Kim replicó, entendiendo de repente lo que Wray había estado
tratando de decirle y su corazón sufrió. No haber conocido nunca el
toque amoroso de una madre, no podía imaginarlo. Incluso cuando
había sido horrible, siempre había sabido que su madre la amaba y
que estaría ahí para ella.
—Sí —. Wray asintió.
—Lo siento, Wray —. Alargando la mano, le puso la mejilla en la
mano. —No debería ser así. Dos personas deben unirse porque se
aman. Deben cuidarse unos a otros y mutuamente. Deben ser leales
y honestos y querer pasar el resto de sus vidas juntos, no ir a buscar
a otra persona. La descendencia debe ser una extensión natural de
ese amor, no la razón de ello.
—¿Y esto es lo que tenían tu padre y tu madre?
—Sí —. Los ojos de Kim se pusieron un poco tristes cuando recordó.
—Siempre fueron tan felices juntos, por el solo hecho de estar
juntos. A veces se peleaban, no estaban de acuerdo, pero nunca se
iban a la cama enojados el uno con el otro —. Ante su aguda mirada,
corrigió. —Descansaron. Nunca descansaron juntos estando
enfadados.
—¿Descansaban juntos? ¿En la misma cama? ¿De noche?
—Sí. ¿No es así aquí? — Frunció el ceño, pensando como la sostuvo
mientras descansaba.
—No. Una vez que un hombre y una mujer terminan de unirse, la
mujer regresa a su habitación hasta que vuelvan a unirse de nuevo. Página | 94

—¿Por qué no descansan juntos?


—Porque una mujer prefiere la seguridad de sus habitaciones. La
hace sentir segura y protegida. Nunca se arriesgaría a descansar con
un hombre.
—¿Por qué tienen tanto miedo de ustedes? — Kim no lo entendió.
Wray no había sido más que amable.
—Por el Emperador Lucan.
—¡Pero eso fue hace más de quinientos años, Wray!¡Tú no eres él!
—No lo soy —. Wray se sintió aliviado de que, de entre todas las
personas, entendiera eso. —Moriríamos por protegerlas, Kim, pero
aún así nos temen. Una nunca consideraría las necesidades del
hombre antes que las suyas propias, ni siquiera las de su propia
descendencia. Una mujer nunca hubiera pensado en mí hambre.
Nunca hubiera pensado en atenderme mi mejilla como tú. Nunca
se me hubiera permitido abrazarla así —. Le dijo, apretando los
brazos alrededor de Kim, acercando su cuerpo al suyo mientras se
movían.
Mientras Wray hablaba, Kim comenzó a darse cuenta de lo que la
traición de Lucan le había hecho al pueblo de Tornian. Había
destruido más que la vida de dos jóvenes inocentes. Había destruido
la confianza básica que debe existir entre un hombre y una mujer
para que se amen de verdad y, por ello, el pueblo Tornian estaba
muriendo.
Serás mi nuevo comienzo... sonó la voz melódica a través de la
mente de Kim, sorprendiéndola tanto que saltó. No había sido un
sueño.
—¿Qué pasa, Kim? —Preguntó Wray. Página | 95

—Yo... nada —. ¿Cómo le decías a alguien que oíste a una Diosa en


tu cabeza? ¿Qué significaba que sería el principio? ¿El comienzo de
qué? Mientras lo pensaba, de repente se dio cuenta de algo más
importante... ¡estaban bailando! Mientras hablaban, Wray se había
apoderado del baile y los había movido lentamente por la cámara.
—¡Estamos bailando! — Exclamó radiante mientras sus brazos se
estrechaban alrededor de su cuello.
—¿Es eso lo que estamos haciendo? —Preguntó Wray bruscamente
mientras sus pechos llenos se rozaban contra su pecho.
—Sí, normalmente hay música, pero por lo demás, sí... Mamá y papá
solían bailar todo el tiempo. Solía avergonzarme mucho, pero
ahora...
—¿Pero ahora? —Preguntó Wray, agachando la cabeza para llamar
su atención.
—Ahora entiendo por qué lo disfrutaban tanto. Ser sostenida así... —
Kim se encontró tartamudeando de nuevo.
—Dime, Kim —. Wray ordenó suavemente, desacelerando sus pies
hasta que apenas se movían.
∞∞∞∞∞
Kim miró a Wray, la miraba tan intensamente, aquí había un
hombre en el que podía confiar, en quien podía confiar. Cuando era
una niña, le había dicho a su madre que cuando creciera, se casaría
con alguien como su padre y que sería su héroe perfecto. Su mamá
se había reído por un momento, y luego se puso seria diciéndole
que nadie era perfecto, ni siquiera su padre, y que si esperaba la
perfección, se debía preparar para la decepción. Kim no lo había
entendido entonces, pero ahora sí. Página | 96

Wray no era perfecto. A veces era brusco y autoritario y parecía muy


acostumbrado a salirse con la suya. Aún así, era gentil y
comprensivo. Se preocupaba por su bienestar, por alguien que no
conocía lo mejor que podía en circunstancias difíciles. No era el
héroe “perfecto” que le había dicho a su mamá que quería, pero se
dio cuenta de que Wray era “perfecto” para ella, con todos sus
defectos. Ahora sólo necesitaba ser tan valiente como lo había sido
Warrior y decírselo.
∞∞∞∞∞
—Por alguien a quien puedo llegar amar —. Le dijo en voz baja.
Wray sintió que todo su ser estaba todavía en las suaves palabras de
Kim. Tenía fuertes sentimientos por él... pensó que podía amarlo.
Amor, ea algo que a un hombre nunca se le daba. De repente, su
universo se llenó de canciones y el peso que había estado cargando
durante tanto tiempo se aligeró.
—Siento lo mismo, Kim —. Le dijo, juntando sus frentes. —No sé qué
haría sin ti ahora que te he encontrado.
—Bueno, no tengo planes de ir a ninguna parte sin ti, así que no
tienes de qué preocuparte —. Kim le dijo hundiendo sus dedos en
su cabello acariciando su cuero cabelludo.
—Diosa, Kim, eso se siente bien —. Wray gimió disfrutando de la
sensación de sus uñas raspando ligeramente su cuero cabelludo
hasta que de repente se detuvieron. —¿Qué pasa, Kim? — Preguntó,
retrocediendo un poco y se sorprendió al ver una pizca de miedo en
sus ojos. —¿Kim?
—No lo harás, ¿verdad? —, Preguntó mientras el pensamiento
aterrador de repente la golpeaba. —Cuando volvamos a tu nave, no Página | 97

me veré obligada a ir a ningún lado sin ti, ¿verdad? ¿No pueden


alejarme de ti?
—¡No! — Wray inmediatamente lo negó y la levantó hasta que
estuvieron cara a cara, para que pudiera ver su verdad. —Nadie
puede alejarte de mí sin tu permiso, Kim. Siempre es la elección de
la mujer sobre con quién se unirá.
—De acuerdo —. Dijo, asintiendo con la cabeza aliviada al saber que
no se separarían.
—Nuestra unión no va a ser como otras uniones, Kim —. Wray la
observó cuidadosamente asegurándose de que eso no la molestara.
Como Emperatriz, nunca se le permitiría dejarlo, pero hablaba
como Wray, un hombre, no como el Emperador.
—¿No lo será? — Sus ojos revisaron los suyos.
—No. Nuestra unión será para siempre.
—Oh, Wray... — Kim susurró, abrazando su cuello, lo besó para
hacerle saber que estaba de acuerdo.
Wray se quedó absolutamente quieto mientras Kim apretaba sus
labios contra los suyos. —¿Qué fue eso? ¿Kim? —, cuestionó sus
labios apenas se movían contra los de ella.
Kim retrocedió un poco, miró a Wray y vio que había vuelto a
confundirlo. —Besar tampoco es algo que hacen los Tornians, ¿eh?
—Besar...
—Sí, lo que acabo de hacer, poner mis labios en los tuyos.
—¿Esto es algo que haces en la Tierra?
—Sí, bastante común, en realidad.
—¿Por qué?
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—Porque es otra forma de expresar tus sentimientos —, Dijo,
dándole una sonrisa divertida, —Y porque también se siente muy
bien.
—Muéstrame —. Wray ordenó, bajando sus labios hacia los suyos,
pero antes de que pudieran tocar un fuerte pitido lo hizo mover la
cabeza.
—¿Qué es eso? — Preguntó, mirando a su alrededor.
—Es la baliza localizadora. La activé tan pronto como llegamos a la
cueva.
—¿Para qué es?
—Le permite a mi gente saber dónde estamos y que estamos bien.
Necesito responder, Kim.
—Oh —. Decepcionada, Kim aflojó el agarre cuando Wray la bajó al
suelo, pero en lugar de soltarla, la acercó y la llevó de vuelta a la
cámara exterior.
Página | 99
Kim observaba en silencio desde su roca, mientras Wray presionaba
una serie de botones en la delgada caja de forma rectangular que
descuidadamente había tirado a un lado en su búsqueda de
suministros médicos.
—¿Lo dañé? — Preguntó, mordiendo su labio inferior.
—No, pequeña —. Wray levantó la vista del localizador y al ver su
preocupación le pasó una mano tranquilizadora por la mejilla. —
Sólo les hago saber que estamos bien —. Dijo, ingresando el último
código para decirle eso a Veron y lo dejó a un lado.
—¿Vienen por nosotros ahora? — Preguntó, aún mordiéndose el
labio.
—No, pequeña. No podrán venir hasta que cese la tormenta.
—Bien.
—¿Bien? — Wray la miró confundido. No tenía sentido para él. Una
vez que Veron los encontrara, podría llevarla al Searcher, donde
Yakar podría escanearla y asegurarse de que estuviera realmente
curada. Podría descansar en una cama cómoda, comer mucho. ¿Por
qué no querría que vinieran?
—Sí... — Kim sintió que sus mejillas empezaban a calentarse con su
mirada confusa.
—¿Kim? — Wray se arrodilló a su lado. —¿Por qué no quieres que
mi gente venga por nosotros?
—No es que no quiera que vengan nunca, es que... —Se calló y se dio
cuenta de que ya no podía mirarlo, se miró las manos.
—¿Sólo que qué, Kim? — Acariciando un lado de su cara, Wray le
devolvió la mirada. —Dime. Página | 100

Kim miró a los cálidos ojos grises de Wray durante varios


momentos, y finalmente admitió. —No estoy segura de estar lista
para tratar con otras personas todavía. Me gusta estar aquí... contigo,
me siento segura. Sé que probablemente pienses que es una tontería,
pero aún no estoy lista para lidiar con el mundo exterior.
Wray la levantó de la roca y la abrazó. —No creo que sea una
tontería, Kim. Has sobrevivido a mucho. Han mostrado una gran
fuerza. Necesitas tiempo antes de tratar con más gente no es una
tontería.
—Lo siento. Sé que probablemente te gustaría volver.
—No —, Negó rápidamente, inclinando su cara hacia la suya, —lo que
me gustaría es que me mostraras más los besos.
—¿De verdad? — Preguntó esperanzada.
—Sí, pequeña. Muéstrame cómo se besan —.Cambiando de
posición, las manos de Wray rodearon su cintura y la levantaron
para que estuviera sentada en su regazo, luego la levanto para que
estuvieran cara a cara y pecho a pecho.
—¡Wray! — Kim soltó un grito de asombro riendo mientras la
levantaba. Agarrando sus hombros mientras se estabilizaba.
—¿Esta es la posición correcta? — Preguntó, sus ojos moviéndose a
través de su cara observando sus ojos brillantes antes de posarse en
sus labios.
—Sí —, Susurró suavemente, y luego se inclinó lentamente, besando
suavemente primero una de las esquinas de su boca y luego la otra.
—Kim...—Gruñó por sus bromas.
Página | 101
—Shhh —, Se calló humedeciendo sus labios antes de presionarlos
firmemente contra los de Wray. Cuando sus labios se separaron,
deslizó la lengua dentro de su boca y jadeó mientras el sabor único
de Wray explotaba sobre su lengua. Era picante y atrevido, por lo
tanto lo quería. Gimiendo, sus dedos se clavaron en sus hombros
mientras su lengua buscaba la suya.
Kim no podía creer lo bien que sabía Wray. El otro chico al que
había besado era John y ahora a Wray, definitivamente no era un
chico. Allí, en sus brazos, sabía que estaba a salvo. Allí, sabía que era
cuidada y protegida. Le dio el valor que necesitaba para dejar que
sus sentimientos la guiaran.
Lentamente frotó sus pechos contra su pecho y los sintió apretarse
con placer. Sus caderas se movían contra sus duros abdominales
inferiores y sentía que su miembro crecía entre las piernas de ella.
Debería haberla asustado, pero era Wray. Moviéndose en sus
brazos, se movió para probar otra cosa.
∞∞∞∞∞
Wray se ordenó a sí mismo quedarse absolutamente quieto mientras
Kim apretaba sus labios contra los suyos. La dejaría que lo guiara en
esa cosa llamada besar. No estaba seguro de lo que se esperaba que
hiciera, así que cuando sus labios se separaron, quiso cerrarlos, pero
entonces su lengua se deslizó dentro y su universo explotó.
Wray se encontró perdido en el cielo que era la boca de Kim. Era
el Emperador, el gobernante de su pueblo. ¿Cómo era posible que
no supiera que ese placer existía? Sabía más dulce que la baya
endémica salvaje que tanto le gustaba, pero igual de salvaje y rara.
Era fuerte y frágil, feroz y ¡oh, tan suya! Cuando se movió en sus
brazos, frotando sus exuberantes pechos contra el suyo, sintió que
su pene se hinchaba incómodamente en las limitaciones de sus Página | 102
pantalones.
Sintiendo su cambio, apretando su cabello con una mano, le inclinó
la cabeza hacia atrás y le reclamó la boca como suya. El Serai nunca
entrenó a un hombre para complacer a una mujer de esta manera y
sin embargo sabía que estaba complaciendo a Kim.
∞∞∞∞∞
Kim envolvió con sus brazos el cuello de Wray mientras tomaba el
control del beso. Para un hombre que decía que nunca había besado
antes, aprendía rápido. Gimió cuando su lengua invadió su boca
para reclamar cada parte de ella antes de envolver su lengua para
devorársela.
Sentía como si estuviera cobrando vida por primera vez, cada
terminación nerviosa hormigueaba, cada músculo se tensaba. Al
arrancarle la boca, gritó su nombre mientras jadeaba para respirar.
—¡Wray! — Gritó, incapaz de impedir que sus caderas se movieran
en su contra. Se sentía demasiado bien.
—Estoy aquí, pequeña —. Wray la tranquilizó con voz ronca,
mirándola fijamente. Sus labios estaban hinchados por sus besos,
sus mejillas enrojecidas por el deseo y sus ojos ligeramente vidriosos.
Nunca había visto algo tan hermoso. Sus manos se deslizaron hacia
abajo, deslizándose bajo su camisa, agarrando la piel desnuda de su
trasero mientras empezaba a moverse.
—Wray... ¿Qué me está pasando?
—Estás encontrando tu placer, pequeña —. Sus manos la ayudaron a
moverse contra su grueso pene, gimiendo cuando su calor y
humedad penetraron la tela. —Diosa, pequeña, te sientes tan bien.
—Wray... no sé... — Las palabras de Kim se perdieron cuando Wray Página | 103

la presionó.
—Toma lo que quieras, pequeña. Lo que necesitas. Déjame ver tu
placer. No pasará nada más a menos que lo desees. Tienes mi
palabra.
—Yo... no estoy segura de cómo... —Susurró. Kim no era ingenua,
había leído sobre los orgasmos, había escuchado a otras chicas
hablar de los suyos, pero esto es lo que era, ella y Wray y nada la
había preparado para este sentimiento. —Ayúdame, Wray —,
suplicó.
El corazón de Wray latía por la petición de Kim, pues nunca había
traído una mujer para liberarla de esta manera. Una mujer Tornian
siempre se acostaba con el hombre entre las piernas. Sólo usaba sus
pulgares para revelar la protuberancia para que su boca pudiera
llevarla a su liberación. Sólo entonces su canal se lubricaba con la
humedad necesaria para que tomara a un hombre, pero sabía que
eso no era lo que Kim le estaba pidiendo.
Inclinando sus caderas, la abrió más ampliamente para que sus
pulgares pudieran deslizarse sobre su protuberancia, acariciándola
cuidadosamente mientras se movía hacia arriba y hacia abajo en su
miembro cubierto. —¿Es esto lo que necesitas, pequeña?—
Preguntó, sus ojos ardiendo en los suyos.
—Sí. Oh Dios, Wray, no te detengas. Por favor, no pares —. La
cabeza de Kim cayó hacia atrás mientras los pulgares de Wray
continuaban frotando su clítoris. Se movió en círculos cada vez más
estrechos, alternando entre suaves y firmes, lentos y rápidos
mientras sus caderas se movían en su contra. Podía sentir algo
construyéndose con cada toque, cada golpe, algo que era nuevo,
brillante y maravilloso y todo lo que tenía que hacer era alcanzarlo,
pero permanecía fuera de su alcance y quería sollozar su frustración. Página | 104

Wray miró atentamente a Kim mientras la deleitaba con sus


pulgares. Nunca había visto a una mujer reaccionar así a un simple
toque. Tampoco había sido capaz de ver la expresión de una mujer
mientras buscaba su liberación, y fue hermoso. Kim era hermosa.
No le ocultaba nada, le dejaba ver su necesidad, le dejaba escuchar
su placer y le hacía sentir poderoso, como si no hubiera nada que
no pudiera hacer y por eso sabía exactamente lo que estaba
necesitando. Mientras su pulgar seguía complaciendo su
protuberancia, lentamente deslizó uno de sus dedos en ese canal
caliente y apretado que apenas había explorado antes y encontró que
ya estaba resbaladiza con sus propios jugos, pero su canal se puso
tenso ante la intrusión.
Preocupado por haberla asustado, se echó para atrás y se quedó
inmóvil cuando lloriqueó en negación. Buscando en los ojos verdes
y anchos que le atravesaban, no encontró miedo, sólo necesidad.
Lentamente se apretó contra su canal, girando un poco y sintió como
su canal convulsionaba a su alrededor.
Kim jadeó cuando el dedo de Wray se deslizó por primera vez en
su interior, su cuerpo se puso tenso ante la intrusión, pero no le
había dolido, no la asustó, en realidad se sintió increíble. Cuando
empezó a alejarse, lloriqueó en negación. Lo quería de vuelta, lo
quería más profundo, lo necesitaba más profundo. Mirándole
fijamente a los ojos, le rogó en silencio que no la dejara, que la
ayudara. De alguna manera escuchó su súplica y regresó para darle
lo que quería y más. Pronto no pudo aguantar más y gritó mientras
se aferraba a la única cosa en la que confiaba mientras su mundo
explotaba. —¡Wray!
∞∞∞∞∞
Página | 105
Wray envolvió con sus brazos el tembloroso cuerpo de Kim
mientras se desplomaba contra su pecho. Nunca había recibido una
bendición tan grande como la que Kim le había dado al permitirle
ser el primero en complacerla. No importaba en absoluto que no
hubiera logrado su propia liberación. Kim era lo único que
importaba. Sabía que aún tenía temores, todos válidos después de
lo que habían hecho los Ganglians y lo que le deparaba el futuro.
Pero los había vencido todos, confiando en él y eso valía la pena.
Kim se derrumbó contra el pecho de Wray tratando de recuperar
el aliento mientras su mundo comenzaba a reformarse lentamente.
Nada en su vida la había preparado para los sentimientos que
acababa de experimentar con Wray. No en las historias que otras
chicas habían contado sobre sus hazañas. No en esas tontas historias
románticas que leyó en secreto. Las que palidecían en comparación
con la realidad de Wray.
Para poder experimentar algo tan asombroso, tan hermoso después
de toda la fealdad...Wray le había demostrado que podía superar
sus miedos. Pasando sus manos por su pecho, se inclinó hacia atrás
y miró a sus hermosos ojos grises. —Gracias —. Susurró.
—Nunca me agradezcas, pequeña. Fue un honor para mí —. Wray le
dijo, capturando sus labios para un beso duro.
—Nunca supe que podría ser así —. Dijo cuando sus labios se
rozaron. —Fue increíble.
—Yo tampoco —. Wray admitió.
—¿No lo sabias? — Kim se echó hacia atrás, frunciendo un poco el
ceño. —Pero pensé...
—¿Pensar qué, pequeña?
Página | 106
—Bueno... quiero decir... eres guapo. No puedo ser la primera mujer
que has... — Kim se calló de repente y se dio cuenta de que no quería
pensar en Wray con otra mujer.
—¿Complacido? No, pequeña, pero tú eres la primera —, Sujetando
suave la mejilla para que no mirara para otro lado, — A la que se
lo he hecho así, en esta manera. El Serai nunca nos enseñó esto.
—¿El Serai?
—Los Serai son criaturas animadas hechas de las arenas de Creata —
. Wray le dijo. —Simulan a las mujeres Tornians y se usan para
entrenar a los hombres en cómo complacerlas. Una vez hecho esto,
al hombre se le permite encontrar su liberación.
—Su liberación... — Kim frunció el ceño y de repente se dio cuenta
de que el pene de Wray seguía estando duro como una roca entre
ellos. —¡Oh Dios, Wray! No acabaste... — ¿Cómo es posible que no
se diera cuenta?
—Está bien, Kim —. La tranquilizó.
—No, no lo está... Necesitas que...
—Necesito que descanses —. Detuvo las manos que se movían por
su pecho. —Estaré bien.
—Pero Wray...
—No Kim, aunque no hay nada que prefiera hacer que unirme a ti,
es demasiado pronto. Cuando estés lista, nos uniremos y sucederá
de forma tan natural como esto —. Wray la movió en sus brazos,
acunándola en su regazo. —Ahora quiero que descanses.
—¿Siempre eres tan mandón? — Preguntó, acomodándose en sus
brazos, sorprendida al descubrir que estaba cansada.
—Yo... sí, supongo que sí.
Página | 107
—Bueno, eso tendrá que cambiar —. Le dijo, después de frotar su
mejilla contra su pecho, se quedó dormida.
Página | 108
Kim nadó en la piscina, dejando que el agua la envolviera en su
calor. Se sentía de maravilla, sobre todo después de pensar que no
volvería a tener calor. Se había despertado cuando las luciferinas
estaban empezando a iluminarse, señalando el comienzo de otro
día. Wray estaba durmiendo tan profundamente que no quiso
despertarlo. Sabía que estaba cansado aunque lo negara. También
había sobrevivido mucho, con el accidente del transbordador y
teniendo que cuidarla. Que no hubiera resultado herido era un
milagro.
Cuidadosamente, se deslizo de sus brazos y fue a hacer sus
necesidades, pero en vez de regresar, el agua la había llamado.
Siempre había sido así con el agua. Le encantaba, le encantaba lo
libre que se sentía en ella, le encantaba cómo la abrazaba. Cada
verano que crecía, prácticamente había vivido en la alberca hasta que
finalmente sus padres instalaron una en su patio trasero para que se
quedara en casa.
A Warrior también le había encantado. Se tumbaba a un lado,
mirándola nadar hasta que se calentaba demasiado, y luego saltaba
y se enfriaba. Había enloquecido a su padre cuando encontró a
Warrior en la piscina porque tan pronto como Warrior lo veía, salía
y se sacudía a su lado. Se había convertido en un juego entre ellos
dos. Papá llegaba del trabajo y trataba de llegar a la casa antes de que
Warrior lo empapara. Nunca lo logró. Kim sonrió al recuerdo.
Había tantos buenos momentos y recuerdos felices. ¿Cómo pudo
olvidarlos? Ella había estado tan devastada después de la muerte de
Warrior que bloqueó todo lo que había sido bueno y justo cuando
las cosas habían empezado a mejorar, sus padres habían sido
asesinados...
Suspirando pesadamente, Kim se puso de espaldas y cerró los ojos,
sabiendo que la flotabilidad del agua la mantendría en pie. Deseaba Página | 109

poder regresar y revivir esos días. Habría hecho muchas cosas de


manera diferente.
—Kim.
Al oír su nombre, Kim se dio la vuelta y encontró a Wray de pie en
el borde de la piscina, con las manos en las caderas. No parecía
contento.
—Hola —. Dijo sonriéndole.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Wray a través de los dientes
apretados. Cuando se despertó y encontró que no estaba, entró en
pánico, pensando que de alguna manera se la habían quitado. La
razón había vuelto rápidamente, pero no había calmado el frenético
latido de su corazón. Necesitaba encontrarla; necesitaba
tranquilizarse, saber que estaba a salvo. Al encontrarla flotando
inocentemente en la piscina, con el cabello suelto a su alrededor y
los pechos sobresaliendo, su cuerpo reaccionó instantáneamente.
—Estoy nadando —. Dijo, moviéndose sobre el agua.
—Puedo ver eso —. Podía ver todo gracias al agua cristalina. —¿Por
qué? —, Preguntó, forzando sus ojos hacia su rostro.
—Um... ¿porque quería? —Dijo Kim, levantándole una ceja
interrogativa.
—¿Por qué no me despertaste?
—Estabas durmiendo —, Dijo como si eso lo explicara todo.
—Eso no importa —.Dijo a través de los dientes apretados. —
Deberías haberme despertado. ¡Algo podría haberte pasado!
—¿Nadando? — El tono de Kim le hizo saber que pensaba que su
comentario era ridículo. —No en esta vida —. Dijo y luego Página | 110

desapareció bajo la superficie nadando por el fondo hasta que sus


pulmones la obligaron a subir a tomar aire.
Esperando que Wray estuviera todavía en el borde de la piscina, se
sorprendió cuando fue sacada del agua y tirada contra un pecho que
se elevaba.
—¡Wray! — Exclamó. No podía creer que se había metido en la
piscina completamente vestido, pero con una mirada a su cara
pálida, le hizo saber que estaba muy molesto. —Wray... —Repitió
en voz baja, sus ojos buscando los suyo. —¿Qué pasa?
—¡Podrías haberte ahogado! — Gruñó, saliendo corriendo de la
piscina.
—Soy buena nadadora, Wray —. Dijo, intentando tranquilizarle.
—Eso no importa —. Irracionalmente se negó a detenerse hasta que
llegó a la roca donde había dejado su camisa. —Podrías haber
quedado atrapada.
Kim frunció el ceño mientras la ponía de pie, pero no la soltó. No
había manera de que pudiera haber quedado “atrapada” en la
piscina, no había nada para “atraparla”. ¿De qué hablaba Wray?
¿De quién estaba hablando?
—Wray... estoy bien —. Dijo, poniendo una mano tranquilizadora en
su pecho. —Estoy bien.
—¡No volverás a meterte en el agua sin mí! — Ordenó con una voz
dura y fría que nunca había oído antes. —¿Me entiendes? — Cuando
sólo lo miró, le dio una fuerte sacudida. —¡No perderé a nadie más,
Kim!
—¿A quién perdiste, Wray? — Kim preguntó en voz baja y de repente
se dio cuenta de que por eso estaba actuando de esta manera. Página | 111

Alguien que le importaba a Wray había muerto... en el agua.


—Van... — Wray dijo, bajándola lentamente, —Mi descendencia.
—Descendencia... — Kim se calló. Wray tenía descendencia...
¿Cómo era posible? Tendría que tener una mujer para tener
descendencia... eso significa que... Wray tenía una mujer.
Palideciendo, Kim quitó sus brazos de su agarre y se alejó. Oh Dios,
había besado a un hombre casado. Dejó que un hombre casado la
tocara. De repente se dio cuenta de que estaba empapada y desnuda.
Desnuda frente a un hombre casado. Agarrando su camisa, se dio la
vuelta y se la puso.
—Kim... — Wray la había visto pálida antes de alejarse. Sabía que
había sido duro, pero verla bajo el agua le había traído recuerdos
dolorosos.
Kim se mantuvo de espaldas mientras sus dedos temblaban con los
botones de su camisa. Tirando de su cabello que goteaba debajo de
la camisa, le escurrió el agua, sin notar la forma en que las luciferinas
se atenuaban ligeramente en respuesta a su angustia.
—Tu descendencia se ahogó —. Forzó las palabras más allá de los
labios rígidos.
—Hace cuatro años —. Wray reconoció haber recordado ese terrible
día. —El transporte que lo trasladaba fue arrastrado desde un puente
durante una tormenta. Se ahogó antes de que pudieran sacarlo —.
No le dijo que Tora había estado en el mismo transporte. No le dijo
que los guardias asignados a ellos habían elegido rescatar a Tora
primero porque era el sucesor de Wray, dejando que su hermano
menor se las arreglara solo hasta que pudieran regresar. No
regresaron a tiempo.
—Lo siento mucho, Wray —. Kim se encontró volviéndose hacia él Página | 112

y la tristeza en sus ojos hizo que le doliera el corazón. Había amado


de verdad a su hijo. —¿Cuántos años tenía?
—Diez.
—Su madre debe haber tenido el corazón roto —. Kim sabía lo que
Wray le había dicho sobre las mujeres Tornians, pero aún así le
resultaba difícil creer que no sentían nada por su descendencia.
—Adana murió poco después de presentar a Van —. Wray le dijo,
pensando en su Emperatriz. ¿Se le habría roto el corazón con la
muerte de Van, como parecía pensar Kim, o no le habría importado
dado que cumplió con su deber? Mirando a Kim, pudo ver que
estaba realmente afectada porque había perdido un hijo. Van le
importaba aunque nunca lo había conocido. Si Van hubiera sido
suyo, le habría roto el corazón.
—Yo... — Kim no sabía qué decir, no sabía cómo se sentía. Por un
lado, lamentaba la muerte de Adana. Wray tenía que haberse
preocupado por su compañera. Por otro lado, se sintió aliviada de
que no esté todavía en su vida. Lágrimas de vergüenza llenaron los
ojos de Kim ante sus pensamientos egoístas. Wray había perdido
una mujer, había perdido un hijo y todo en lo que podía pensar era
en cómo le afectaba. No había cambiado en absoluto.
Wray deseaba poder retractarse de sus palabras y acciones. No
quería hablarle tan duramente, no quería hablarle de Van. No
hablaba de él. No con Grim. Ni siquiera con Tora.
Se había sentido orgulloso cuando Adana lo había elegido como su
hombre, pero también sabía que tenía más que ver con que fuera
Emperador que con que fuera un hombre digno. Kim lo veía como
un hombre digno, pero sus acciones no eran las de uno. ¿Lo Página | 113
perdonaría?
—Lo siento, Kim —. Dijo, moviéndose cautelosamente a su lado. —
No debí actuar así. No debí hablarte así.
—Tenías miedo de que me ahogara.
—Sí, pero eso no es excusa para lo que hice.
—¿Qué hiciste, Wray?
—Te toqué con rabia. Te sacudí —. Wray sintió crecer su vergüenza.
—Te he disgustado.
—No es por eso que estoy molesta, Wray.
—¿No?
—No, estoy molesta porque perdiste a tu descendencia porque
perdiste a tu mujer... y porque estoy aliviada.
—¿Qué quieres decir? — Wray la miró sorprendido.
—Siento que hayas perdido a tu hijo, Wray. No puedo imaginar lo
terrible que debe haber sido para ti. Es algo que nunca quiero
experimentar, pero también lloro porque me alivia no tener que
competir con una de tus mujeres... y eso me avergüenza. Si te amara
de verdad, querría que fueras feliz aunque no fuera conmigo.
Wray no sabía qué decir. Nunca una mujer se le había expresado
así. Que le gustaría que fuera feliz, sin importar con quién estuviera.
No sólo fue sorprendente, sino también inaudito. Una mujer
siempre esperaba ser el centro de la vida de un hombre, aunque no
permanecieran juntos. Esperaba que fuera amable en todo
momento. Nunca podía alzarle la voz, especialmente con ira, o se
enfadaría y se aislaría, pero esas cosas no habían enfadado a Kim.
Lo que la molestó fue que la encontrara carente en comparación
con Adana. Página | 114

—Kim...— Wray la envolvió con sus brazos, acercándola de nuevo.


—Significas mucho más para mí de lo que Adana nunca lo hizo. ¿No
lo sabes? — Doblando sus rodillas para poder mirarla a los ojos,
continuó. —¿Te he fallado al no hacerte entender lo importante que
eres para mí? ¿Cuánto significas para mí? Si lo hice, la vergüenza es
mía, no tuya.
—Sé lo que me has dicho, Wray, es sólo que...
—¿Sólo que qué, pequeña?
—Tu mundo es tan diferente al mío que a veces me cuesta creerlo,
como una madre abandonando a su hijo. No es que no ocurra en la
Tierra y no es que no haya mujeres que estén con un hombre por
lo que puede darle, pero no es la norma y no es como crecí. Incluso
cuando era terrible con mis padres, ellos nunca me abandonaron,
nunca dejaron de amarme. Siempre supe que estarían ahí para mí,
que me mantendrían a salvo... y luego se fueron.
—¿Qué les pasó, Kim?— Wray preguntó y la sintió tensa en sus
brazos.
—Murieron —, Susurró, —En un accidente de auto... accidente de
transporte —. Corrigió. —Se habían ido por el fin de semana y en el
camino de regreso otro transporte los golpeó y murieron
instantáneamente.
—Lo siento, Kim.
—Yo también... las cosas habían empezado a mejorar de nuevo,
finalmente estaba superando la pérdida de Warrior y luego se
habían ido.
—¿Warrior? — Wray cuestionó el afecto que sentía por otro hombre Página | 115

en su voz. —Dijiste que no tenías un hombre.


—No, no lo tengo. No lo tenía —. Kim le frunció el ceño. —Warrior
era mi perro, Wray.
—¿Perro? —, Preguntó.
—Sí. Una mascota —. Cuando todavía la miraba confundida, lo
intentó de nuevo. —¿Un animal que vivía conmigo?
—¿Un haiwan? — Wray preguntó y Kim buscó en su mente y
descubrió que esa era la palabra Tornian para mascota.
—Sí, un haiwan. Lo conseguí por mi décimo cumpleaños y lo
nombré Warrior porque había sobrevivido a mucho.
—No lo entiendo —.Pensaba mal de los haiwanes que había
conocido. La mayoría eran muy pequeños y tímidos y sólo
sobrevivían cuando se les cuidaba atentamente. No eran como los
guerreros.
—La gente que tuvo Warrior antes, lo usó como perro de pelea.
—Perro de pelea...
—Sí. Le hacían pelear con otros perros, para poder apostar a cuál de
ellos ganaría. Warrior siempre ganaba. Así que también lo usaron
como semental, esperando que su descendencia hiciera lo mismo.
—Nosotros también tenemos tales animales, pero nunca serían
usados como un haiwan, son demasiado grandes y mortales.
—Ese era Warrior. Era masivo, fuerte y mortal y eso es todo lo que
veían cuando lo miraban, lo que estaba afuera. Vi lo que había
dentro; vi lo gentil que podía ser, lo cariñoso que era. Todo lo que
quería era que alguien lo amara y aceptara por lo que era y lo hice. Página | 116

—¿Tu padre permitió que una criatura así se acercara a ti? — Wray
no pudo ocultar su sorpresa.
—Realmente no tuvo elección. Sabía que Warrior estaba marcado
desde el momento en que lo vi y no lo iba a dejar—. Le dio una
pequeña sonrisa. —Puedo ser terca a veces.
—¿De verdad? — Wray se encontró a sí mismo sonriéndole. —No
me había dado cuenta de eso.
—Sí, claro, así que de todos modos Warrior vino a casa con nosotros
y la vida era genial... —La sonrisa dejó sus labios mientras
continuaba, —Hasta que murió.
—Lo siento, Kim.
—Yo también. Murió en mis brazos... después de salvarme la vida —
. Ojos devastados lo miraron mientras recordaba ese día. —Estaba
cruzando la calle, casi llegando a casa cuando un... transporte que
iba demasiado rápido bajó por la calle. Me quedé paralizada. Me
quedé ahí parada en medio de la calle viendo cómo me caía encima
y luego Warrior estaba allí —. Podía ver todo lo que sucedía de
nuevo en su mente. —Me empujo y el transporte le dio a él en vez
de a mí. La fuerza del golpe lo tumbó a mitad de la cuadra. Todavía
puedo oírlo. El sonido que hizo cuando lo golpeó... Me arrastré
hacia él de rodillas, gritando todo el camino. Cuando llegué a su
lado.... me miró, con los ojos llenos de tanto amor, a pesar de que
su cuerpo estaba roto y me lamió la cara. Lamió mis lágrimas como
si no pudiera soportar verlas... y luego murió.
Wray secó suavemente las lágrimas que habían caído por las mejillas
de Kim mientras le hablaba de su mascota y descubrió que no le
gustaban más de lo que le gustaba a Warrior. No le pertenecían.
Nunca debería estar triste, nunca debería experimentar la pérdida y Página | 117
haría de eso su misión para asegurarse de que no volviera a suceder.
—Era verdaderamente digno del título Warrior —. Le dijo.
—Sí. Lo era —. Susurró y se sumergió en la comodidad del abrazo
de Wray.
Página | 118
Los nudillos de Wray estaban blancos mientras agarraba la parte
superior de la entrada de la cueva, mirando a la furiosa tormenta.
Después de regresar a la cámara, habían comido y Kim se había
quedado dormida en sus brazos, emocionalmente exhausta. No le
gustaba la facilidad con la que se cansaba y esperaba que la tormenta
disminuyera. En cambio, parecía estar ganando fuerza. Le había
dicho que tormentas como ésta podían durar hasta una semana,
pero en realidad, nunca había conocido una. Le había dicho eso
antes de llegar a conocerla, diciéndole lo que le habría dicho a una
mujer Tornian para que se sintiera agradecida cuando el tiempo de
espera fuera más corto. Ahora pensó que podría tener razón.
Sabía que Kim estaba preocupada por lo que enfrentaría una vez
que se fueran de aquí, preocupaciones que entendía, pero quería
llevarla al Searcher. Quería llevarla a la unidad de recuperación
profunda para poder estar seguro de que estaba realmente curada.
Quería poder alimentarla hasta que se llenara. Quería que
descansara en su cama, no en una delgada manta de supervivencia,
en un suelo frío y duro.
Quería verla en su casa, rodeada de su belleza y comodidad. Quería
verla vistiendo el color de su Casa y saber que estaba segura y
protegida. Quería unirse a ella... para hacerla suya... para siempre.
Quería hacer todas estas cosas, pero no podía hacer nada hasta que
la tormenta terminara.
Suaves manos deslizándose alrededor de su cintura trajeron su
mente de vuelta al presente. Viajaron por su pecho mientras los
besos calientes se apretaban contra su espalda.
—¿Por qué no estás descansando? — Preguntó, cubriendo una de sus
manos con la suya.
—Te extrañé —. Murmuró contra su espalda.
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Alcanzando un brazo hacia atrás, la empujó a su lado. —No he
estado fuera mucho tiempo —. Dijo, besando la parte superior de su
cabeza.
—Aún así te extrañé —. Miró hacia la tormenta —¿Qué te hace mirar
hacia la tormenta? ¿Pasa algo malo?
—No. Estaba pensando en lo hermosa que te verás en mi Casa.
—¿Tu Casa? —, Le preguntó, mirándolo.
—Sí, en el planeta Tornian.
—No me había dado cuenta... — Kim frunció un poco el ceño. ¿Por
qué no se había dado cuenta?
—¿Dónde creías que viviríamos? — Le preguntó devolviendo el ceño
fruncido.
—Pensé que viviríamos en el Searcher —. Le dijo honestamente. —
Supongo que debería haberme dado cuenta de que tendrías que
tener un hogar en alguna parte ya que tenías a Adana y a Van.
—Lo hago, se llama Torino, Casa Torino y creo que serás muy feliz
allí. Hay habitaciones llenas de cosas bonitas para que las disfrutes.
Tiene jardines por los que se puede pasear...
—Quieres decir “nosotros”. Jardines en los que podemos caminar.
—Si eso es lo que deseas —. Wray sonrió, disfrutando de la idea de
caminar juntos por los jardines, especialmente por la noche, con la
luz de la luna de Tornian brillando sobre ella. Sería tan hermosa. —
Lo disfrutaría mucho —. Inclinándose, capturó su boca para un beso
duro.
—Cuéntame más sobre tu Casa —. Kim alentó a que se acurrucara
más cerca. Página | 120

—Nuestra Casa —. Wray corrigió y recibió una brillante sonrisa a


cambio.
—Nuestra Casa —. Estuvo de acuerdo. —Me gustaría eso. Me gustaría
tener un hogar de nuevo —. La sonrisa de Kim se oscureció un poco
mientras pensaba en su casa.
—Siento no saber dónde está tu Tierra, Kim —. Wray le dijo, girando
para bloquear una ráfaga de viento repentina. —¿Lo harías? —, Le
preguntó mientras la alejaba de la entrada, —¿Regresar si pudieras?
—No —. Contestó inmediatamente. —No queda nadie para mí allí.
—¿Qué hay de tu hermana? ¿Jen?
—Ella y Todd desaparecieron hace seis meses, por eso me
encontraron los Ganglians.
—¿Qué quieres decir?
Kim suspiró pesadamente mientras frotaba sus manos sobre su
pecho, consolándose con su sólida presencia. Sabía que tenía que
contarle lo que había pasado. Cómo había llegado hasta aquí.
Necesitaban ser honestos el uno con el otro si iban a hacer que esto
funcionara.
—Acababa de cumplir dieciséis años cuando mamá y papá murieron.
En la Tierra, no se te considera un adulto hasta los 18 años. No se
me permitía vivir sola, tenía que tener un tutor. Mamá y papá ya
habían arreglado que si algo les pasaba, Jen sería mi tutora. Todd no
estaba contento con eso.
—Este Todd, ¿Es el que se unió a tu hermana? ¿Del que hablaste
antes?
—Sí. Era el marido de Jen.
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—¿Por qué no estaría contento de asumir la responsabilidad por ti?
Es un honor para un hombre que se le pida que cuide de una joven
mujer. Es una forma de medir su valor.
—Quizá en Tornian, pero no tanto en la Tierra. Todd y Jen tenían
planes... sueños... Jen se había graduado de la escuela de cocina y
había pasado los últimos dos años trabajando para otras personas.
Ella y Todd habían escatimado y ahorrado para poder viajar por el
mundo y experimentar diferentes culturas y comidas. La muerte de
mis padres cambió eso.
—Eso no fue tu culpa, Kim.
—No, pero mi actitud sí. Verás, Todd y yo nunca nos habíamos
llevado bien. Siempre pensé que era un imbécil arrogante y él
pensaba que era una mocosa malcriada —. Kim se encogió de
hombros. —Resulta que ambos teníamos razón.
—No, Kim... — Wray lo negó inmediatamente.
—Sí, Wray. Todd tenía razón sobre mí. Estaba malcriada. No quería
ir a vivir con ellos y me aseguré de que lo supieran. No me quería
allí y se aseguró de que me enterara. Luchamos todo el tiempo y la
pobre Jen se quedó haciendo de pacificadora entre el hombre que
amaba y la hermana de la que se sentía responsable —. Kim se
encontró perdida en el pasado mientras pensaba en lo que su
hermana había soportado.
—Kim...
La preocupación de Wray la trajo de vuelta al presente. —Lo siento.
Así que en mi cumpleaños número dieciocho, Todd y yo nos
metimos en una discusión de nuevo y Jen trató de calmar las cosas,
pero esta vez no tenía que escuchar. Tenía dieciocho años y me creía Página | 122
más sabía que ella y eso es exactamente lo que le dije, pero no fui
muy amable al respecto —. Kim sintió que la vergüenza de sus
acciones la llenaba de nuevo. —Para cuando terminé, Jen estaba
llorando y me fui.
—Me tomó casi seis meses admitir finalmente que estaba equivocada
—. Kim miró a Wray, pero en vez de ver decepción, vio
comprensión. —Fui a su apartamento para decirle lo mucho que lo
sentía, pero no estaban allí. Un vecino finalmente me dijo que se
habían ido de viaje y que volverían en unos días. No quería esperar,
así que intenté llamar a Jen. Nunca contestó y nunca regresaron.
—¿Qué les pasó?
—Nadie lo sabe. Cientos de personas salieron a buscarlos y a las otras
diez personas que estaban con ellos, pero nunca los encontraron.
Después de seis meses, no pude soportarlo más, así que fui a
buscarlos. Así es como el bastardo apestoso me encontró. Estaba
buscando a Jen.
—¿Fuiste a buscarlos tú sola? — Wray no intentó ocultar su ira.
—Era mi hermana —. Kim lo miró desafiante. —No sé si puedes
entender lo que eso significa, pero ya había perdido a mis padres,
no iba a perderla a ella también, no sin una pelea —. Escapándose
de sus brazos, Kim se acercó y miró la tormenta. Se arremolinaba
tan salvajemente... estaba tan fuera de control... le recordaba su vida.
¿Terminaría el caos alguna vez?
Wray abrió la boca para discutir y luego la cerró porque sí entendía.
Si Grim hubiera desaparecido, nada en el universo le habría
impedido buscar a su hermano. ¿Podría culpar a Kim por ser tan
leal a su hermana?
—Sé que están muertos —. Sin saber a dónde se había ido el
pensamiento de Wray, Kim finalmente expresó la verdad, no había Página | 123

querido enfrentarla. —Tienen que estarlo. Es la única forma en que


Jen me habría dejado.
—Lo siento Kim —. Wray la tiró lentamente a sus brazos, dándole la
oportunidad de protestar si así lo deseaba. —Lo entiendo —. Le dijo.
—Estaría perdido sin mi hermano, Grim.
Kim lo miró, sorprendida. —¿Tienes un hermano? Pensé que habías
dicho que la mujer siempre se iba.
—Lo hace, pero a veces la mujer permanece lo suficiente para
presentar una segunda cría antes de que sea atraída por otro —. Esto
no es lo que pasó con la madre de Wray, pero no estaba listo para
confesárselo, todavía no.
—Así que entiendes por qué fui a buscarla.
—Sí, lo entiendo, Kim, pero eso no cambia el hecho de que no
deberías haber ido sola. Casi mueres por eso.
—Bueno, ¡no es como si supiera que había extraterrestres apestosos
y peludos ahí fuera a los que les gustaba secuestrar mujeres y
torturarlas! Lo peor que pensé que podría pasar es que arruinaría
mis zapatos.
—¿Qué? — Wray la miró confundida, sin entender sus palabras.
—Soy una chica de ciudad, Wray. Esto... —Agitó su mano alrededor
de la cueva, —No es a lo que estoy acostumbrada.
—Chica de ciudad...
—Chica de ciudad. Crecí en un lugar donde vivía mucha gente. Las
llamamos ciudades. Es a lo que estoy acostumbrada, no a esto —.
Señaló alrededor de la cueva.
—¿Esto es extraño para ti? — Wray no pudo ocultar su sorpresa. Página | 124

—Por supuesto que lo es.


—Pero no te has quejado... ni una vez.
—¿Habría cambiado algo? —, Preguntó.
—No, pero...
—Supongo que una mujer Tornian se habría quejado.
—Sí —. Estuvo de acuerdo. —Sobre la falta de comida, la falta de
privacidad. Sobre no poder salir.
—Pero eso no es culpa tuya. Nos trajiste aquí con vida.
—Eso no le importaría a una mujer Tornian. Esperaría que un
hombre satisfaga todas sus necesidades, no importa cuán
irrazonables sean, donde quiera que estuvieran, cuando quiera que
lo exija. Si no lo hiciera, lo consideraría no apto y lo dejaría.
—Eso es una locura, Wray. ¡Sin mencionar lo mal que esta todo eso!
Ni siquiera soy tan egoísta o terca.
—No eres ninguna de los dos, Kim. Este Todd puede haber pensado
eso, pero estaba equivocado. Debería haber puesto tus necesidades
antes que las suyas. Me parece que el egoísta era Todd.
Página | 125
—¿Wray? — Preguntó Kim suavemente, mirando al techo mientras
sus dedos corrían distraídamente por su pecho, acariciando cada
músculo abultado, explorando cada grieta profunda. Juntos se
acostaron sobre la manta de supervivencia envueltos en los brazos
del otro mientras la oscuridad se asentaba.
—¿Qué, mi Kim? — Las palabras de Wray resonaban bajo en su
oído.
—¿Cómo saben las luciferinas que hay que atenuarse cuando el sol
se pone?
Wray frunció el ceño ante la pregunta. —No lo sé —, Le dijo mirando
las plantas. —Nunca oí que hicieran esto. Las luciferinas son únicas
en el Pontus, pero incluso aquí, son raras.
—Oh —, Dijo, sus dedos seguían su exploración mientras hablaba. —
Es triste que algo tan hermoso sólo pueda ser visto por unos pocos.
Las echaré de menos cuando nos vayamos.
—Me las llevaría con nosotros si pudiera, Kim.
—Gracias —. Inclinó la cabeza hacia su rostro, dándole una sonrisa
amable. —Pero si sólo puedo tomar una cosa de este lugar, entonces
prefiero llevarte a ti.
—Diosa, Kim —, Susurró Wray, sus dedos hundiéndose en su
cabello mientras la levantaba para darle un beso suave. ¿Cómo había
sobrevivido antes de ella?
—Hmm, eso está bien —. Dijo sonriéndole sólo para que la
sorprendieran cuando bostezaba. —No entiendo cómo puedo seguir
cansada. Todo lo que hago es dormir.
—Eso es porque has pasado por mucho, Kim. Tu cuerpo está Página | 126

haciendo lo que tiene que hacer para sanar. Debes dejarlo.


—No debería llevar tanto tiempo, no después de que me curaras.
Dijiste que los Ganglians no me tuvieron por más de dos días.
Hemos estado aquí más tiempo que eso, así que no debería seguir
sintiéndome así —. Dijo malhumorada.
—No dije eso, Kim — Wray dijo y la levantó para que se acostaran
sobre su pecho, sus piernas entre las suyas mientras sus brazos la
rodeaban, envolviéndola en su calidez. —Dije que ninguna mujer
Tornian se había recuperado después de dos días a manos de los
Ganglians. No sé cuánto tiempo te tuvieron porque no sé dónde está
la Tierra. Los Ganglians iniciaron una eliminación de su historia de
navegación tan pronto como los interceptamos.
—¿Por qué harían eso? — Kim se apoyó en su pecho y le miró.
—No lo sé y ninguno de los otros prisioneros era de la Tierra.
—Otros prisioneros... Oh Dios, ¿había otros? — Kim susurró,
horrorizada ante la idea de que alguien más pasara por lo mismo.
—Hombres, Kim. Eran todos hombres —. Rápidamente le dijo,
sabiendo lo que estaba pensando.
—Oh —. Susurró. —Bien. Eso es bueno, supongo.
—Lo es y no lo es. Eran Jerboaians y no sé dónde los capturaron los
Ganglians. Si lo hiciera, podría tener una idea de dónde está la
Tierra y por qué los Ganglians quieren mantener su ubicación en
secreto.
—Ojalá pudiera ayudar, pero no sé dónde está la Tierra... todo lo
que sé es que hay nueve planetas en nuestro sistema solar, que la
Tierra es la tercera más cercana al sol y que se llama el planeta azul.
No sé cuánto tiempo estuve en esa maldita nave. El bastardo Página | 127
apestoso no era muy hablador, al menos no que pudiera entender.
Solo venía cuando quería violarme, de lo contrario me dejaba sola.
—No pienses en ello, Kim —. Los brazos de Wray se apretaron a su
alrededor, no quería que volviera a pensar en ese momento. Se
había acabado y había sobrevivido. La ubicación de la Tierra no era
tan importante para él como lo era la felicidad de Kim.
Pronto se recuperaría por completo y podrían unirse. Wray trató de
controlar la respuesta de su cuerpo al pensar en eso. Sabía que sería
increíble, sabía que esa experiencia lo llevaría a necesitar más de una
ocasión...
Más de una liberación... El cuerpo de Wray se endureció cuando
de repente se le ocurrió un pensamiento. Oh, querida Diosa, ¿cómo
podría pensar en preguntar eso? Lo que tendría que recordar...
Kim estaba casi dormida; el latido constante del corazón de Wray,
asegurándole que estaba a salvo. Cuando ese ritmo constante
cambió a un golpeteo rápido, la despertó. Levantando la cabeza,
encontró una expresión ilegible en la cara de Wray.
—¿Qué pasa, Wray?
—Yo… — Wray encontró que no podía hablar. No quería hacer la
pregunta, se dio cuenta de que no quería saberlo.
—¿Qué? — Cuando Wray aún no hablaba, Kim se levantó, apoyándo
los antebrazos en el pecho para mirarlo. —Por favor, dime, Wray —
. Sus ojos le suplicaron.
Wray no quería decirle lo que sabía. Era su responsabilidad como
hombre protegerla, era su honor cuidarla y nunca había querido
hacer eso más que con ella. Se había dado cuenta de que por eso la
Diosa lo había creado, para cuidar a esta mujer, pero ¿podría Página | 128
hacerlo si continuaba ocultándole cosas?
—Podría haber una forma de averiguar cuánto tiempo te tuvieron los
Ganglians —. Finalmente se lo dijo.
Kim le frunció el ceño, podía ver el dolor y el arrepentimiento en
sus ojos, pero no lo entendía. Si había una manera de que supiera
cuánto tiempo la tuvieron los Ganglians, ¿por qué no se lo dijo? —
Esto no me va a gustar, ¿verdad? —, Se dio cuenta de repente.
—Yo... no importa, Kim —. Le dijo, con los brazos apretados a su
alrededor. —Necesitas descansar —.Trató de hacerla retroceder,
pero en vez de eso se alejó poniéndose de rodillas entre sus piernas.
—¡Deja de hacer eso! No necesito descansar. Necesito saber la
verdad.
—Kim.
—¿Es algo que un Tornian sabría? ¿Un Kaliszian? —, Exigió.
—Sí —. Admitió a regañadientes. Sentado, la abrazó y la mantuvo
cerca.
Kim se dio cuenta de que esto no le iba a gustar... se dio cuenta por
lo tenso que se había puesto Wray y por lo mucho que estaba
tratando de protegerla. Respirando hondo, reforzó su coraje y habló.
—Dime.
Los ojos de Wray nunca la abandonaron mientras veía a Kim tomar
su decisión. Vio su miedo; vio su duda y finalmente su resolución.
Diosa, nunca había visto que una mujer pudiera ser tan fuerte y sabía
que tenía que ser igual de fuerte si iba a ayudarla a superar esto.
—Los hombres Ganglians sólo pueden encontrar su liberación una
vez al día —. Se obligó a decir, y luego palideció cuando recordó Página | 129

cuántos hombres habían estado a bordo de ese barco. Si todos ellos


hubieran...
—Fue sólo uno —. Kim le dijo, sabiendo de alguna manera adónde
había ido su mente. —El del collar blanco. A veces dejaba que los
demás vieran, pero nunca se les permitía tocarme.
—El Capitán —. Wray gruñó y cerró los ojos en silencio agradeciendo
a la Diosa por lo que no había sufrido, mientras maldijo al Capitán
por lo que había hecho.
—Si tú lo dices —. Dijo y sintió que el frío entumecedor de huesos se
filtraba en su interior de nuevo mientras era absorbida hasta ese
momento con el bastardo apestoso. —Él fue quien me encontró
cuando fui a buscar a Jen —. Susurró. —Y luego...
—No pienses en ello, Kim —. Wray gruñó, acercándola, no le gustó
lo quieta que se había puesto, lo distante que estaba. Era como si ya
no estuviera aqui. —No volverá a pasarte nunca más. Tienes mi
palabra.
—Perdí la cuenta después de diez —. Continuó como si no hubiera
hablado, sus ojos viajando sobre los dedos extendidos sobre su
pecho, —Bastardo apestoso mordía un dedo diferente cada vez
que... — se quedó absorta observando distraídamente las cicatrices
que apenas eran visibles en ellos, sin darse cuenta de cómo se
tensaban los músculos de Wray aún más. —Cuando se le acabaron
los dedos, me mordió en... otros lugares... Creo que sólo un par de
veces más, pero no puedo estar segura. Para entonces me dolía tanto
que no me importaba, sólo quería que terminara.
—Kim...
—Si no fuera por Warrior, me habría rendido —.Admitió con la
misma voz sin emoción.
Página | 130
—¿Warrior? —Wray frunció el ceño al ver que no le gustaba lo pálida
que se había vuelto, lo fría que se sentía y ahora no tenía sentido.
—Lo escuché —. Susurró. —Después de que el bastardo apestoso me
metió en ese armario. Estaba tan oscuro ahí dentro y tenía tanto frío.
Estaba tan malherida que lo oí... lo oí gruñir —. Kim no se dio cuenta
de que la vida había vuelto a su voz mientras hablaba de su mascota,
lo llena que estaba de amor, pero Wray sí. —Fue el gruñido que usó
lo que asustó a todos, a todos menos a mí, porque sabía que era su
costumbre. Estaba enfadado y frustrado, pero no iba a hacerme
daño, nunca me había hecho daño, iba a salvarme... iba a llevarme
a casa y quería irme.
—Kim... — Fue todo lo que Wray pudo decir cuando la presionó
contra su pecho. Podía darse cuenta de que sus recuerdos la atraían,
la absorbían, la alejaban de su lado y no sabía cómo traerla de vuelta.
—Y entonces te vi... — El fuerte latido del corazón de Wray hizo que
la mirada de Kim se elevara a la suya. Hizo que lo viera. —Eras tan
feroz, tan guapo. Me gruñiste... — Kim descubrió una sonrisa
rizando los bordes de su boca en el recuerdo. —Te miré y sabía que
estaba a salvo, sabía que estaba en casa... me salvaste Wray, fuiste tú,
no Warrior.
Las palabras de Kim tranquilizaron el alma de Wray al recordar
cómo la había encontrado, amontonada en un pequeño gabinete, su
cuerpo tan dañado y maltratado y aún así le había tocado la mejilla.
Se acurrucó confiadamente en sus brazos. No lo había entendido
entonces, pero lo hizo ahora. Silenciosamente agradeció a Warrior
por permitirle salvarla, ya que su vida no tendría sentido sin ella.
—Te amo, Kim —. Wray se encontró a sí mismo diciendo las
antiguas palabras que siempre pensó que eran un mito. Ahora se dio
cuenta de que eran verdaderas, sólo se necesitaba la mujer adecuada
para que un hombre las sintiera. Página | 131

—También te amo, Wray —. Le dijo y sintió el calor de su amor


llenándola, ahuyentando el frío. —Puedo sobrevivir a lo que me pasó
mientras estés conmigo.
—Lo estaré, Kim —. Wray le dijo bruscamente. —Siempre —. Se
inclinó, y capturó sus labios en un suave beso, sellando su palabra.
Kim se hundió en el beso de Wray, dejando que el conocimiento
de su amor la rodeara. Sabía que todavía había obstáculos que tenían
que superar. Iban a haber malentendidos que tendrían que resolver,
pero mientras estuvieran juntos, sabía que podían hacerlo. Tal vez
la Diosa tenía razón, tal vez este era un nuevo comienzo... para
ambos y sabía exactamente cómo quería empezarlo.
—¿Wray? —Susurró contra sus labios, renuente a romper el
contacto.
—¿Qué, mi Kim? —, Preguntó, mordisqueando sus labios.
—Muéstrame cómo complaces a una mujer Tornian.
—¿Qué? — Wray se alejó, sorprendido por lo que estaba pidiendo.
—Quiero que me muestres cómo complaces a una mujer Tornian.
Quiero que me muestres cómo puedo complacerte.
—No, Kim —. Inmediatamente se negó. —Es demasiado pronto.
—No, no lo es. No cuando somos nosotros —. Dijo, poniéndose de
rodillas. —Necesito saber que puedo ser una mujer en el sentido más
verdadero de la palabra, que lo que bastardo apestoso hizo, no
destruyó eso, porque si lo hizo, entonces ganará, y no se lo permitiré.
No dejaré que controle mi vida ni que controle mi futuro. No va a
sacar lo mejor de Kim Teel.
—Kim... — Wray puso una mano suave pero decidida sobre su
mejilla, manteniéndola firme mientras la miraba fijamente a los ojos. Página | 132

Necesitaba saber que realmente quería esto. Que entendía lo que


significaría.
—Por favor, Wray, quiero esto, te quiero a ti. Quiero crear
maravillosos recuerdos de ti y de mí... juntos.
Sabiendo que no podía negarle nada, especialmente cuando era algo
que también deseaba, le dijo.
—Una mujer entra en la habitación de descanso de un hombre
usando sólo una cubierta suelta que permite ver su forma —. La
observó mientras seguía un dedo a lo largo del borde de su camisa,
dejándola viajar por la profunda V de sus pechos.
—¿Lo hace? — Kim susurró en voz baja.
—Lo hace y luego te permite abrirla —. Sus ojos nunca abandonaron
los suyo, ya que sus dedos liberaron hábilmente los botones de su
camisa.
—¿Qué pasa entonces?
—Entonces, si la mujer sigue estando de acuerdo, se le quita la
cubierta. Muy lentamente, para que pueda detenerlo si quiere—, le
quitó la camisa de los hombros y la bajó por los brazos, dejándola
acumularse alrededor de sus piernas. —Diosa, eres hermosa, Kim —
. Susurró reverentemente, sus ojos viajando sobre su exuberante
forma.
Su mano tembló mientras su nudillo rozaba la pesada parte inferior
de un pálido pecho. Ahuecando todo su peso en su mano, cerró sus
dedos alrededor, apretando ligeramente mientras hacía rodar el
pezón y observó cómo se tensaba en respuesta.
—¡Wray! — Kim dio un grito ahogado cuando el placer explotó a
través de su cuerpo. Página | 133

—¿Te gusta eso, pequeña? —Preguntó, ya sabiendo la respuesta.


—Dios, sí. Por favor, Wray, el otro.
Wray le dio voluntariamente a su otro seno la misma atención
intensa. Su respuesta fue impresionante. Se había inclinado hacia
atrás, exponiendo las elegantes líneas de su largo cuello. Sus alientos
venían en pequeños jadeos mientras le daba placer. Inclinándose
hacia delante, presionó un beso sobre su corazón que latía
rápidamente.
—Luego se recuesta y se presenta ante el hombre para ser
complacida —. Dijo y sintió que su corazón perdía un latido.
Poco a poco Kim levantó la cara para mirarlo, sus ojos oscuros de
deseo. —¿Sí? —, susurró.
—Sí —. Contestó Wray, sus ojos nunca la abandonaron. Dependería
de ella si llevaran esto más allá. Siempre sería su elección.
Los ojos de Kim buscaron los de Wray, preguntándose si era lo
suficientemente valiente como para hacer lo que estaba sugiriendo.
¿Podría hacerlo? Nunca se había unido a un hombre, ni siquiera
antes del bastardo apestoso, aunque no contaba. Nunca quiso
hacerlo. Sabía que sus amigas habían pensado que eso era raro, pero
nunca había pasado la etapa de las caricias intensas y ahora sabía por
qué. Había estado esperando a Wray.
En sus brazos sabía que estaba a salvo, sabía que si quería detenerse,
Wray no la obligaría, entendería. La amaba. Este enorme y
maravilloso hombre, que podía tener cualquier mujer que quisiera,
la amaba, incluso sabiendo lo que le había pasado, incluso con todas
sus faltas... era todo lo que necesitaba saber para poder recostarse,
confiando en que la mantendría a salvo. Página | 134

Wray se calmó mientras esperaba que Kim decidiera si


continuarían o no. Ya le había permitido tocarla como ninguna otra
mujer lo había hecho. Ya le había enseñado tanto... le había dado
tanto con sus suaves toques y besos que podía esperar tanto tiempo
como le tomara estar cómoda para unirse.
Cuando parecía que se estaba alejando, sus manos se movieron
instantáneamente hacia su espalda. Cuando continuó recostándose,
sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de lo que eso
significaba.
—Kim...
—Muéstrame, Wray —, Susurró.
Cambiando rápidamente, Wray tomo la camisa entre ellos y la tiró
detrás. Levantándose sobre sus rodillas, terminó de bajarla a su
improvisada cama.
Apoyando un codo a cada lado de su cabeza, dejó que su mirada
bajara por su cuerpo y perdió el aliento. Era una diosa. Su pelo rojo
fuego se extendió a su alrededor, la lámina perfecta para su forma
pálida y exuberante, mientras sus ojos verdes y adormecidos le
miraban fijamente. Nada en todos los universos conocidos era tan
hermoso como su Kim.
Inclinándose para besarla, Wray descubrió por primera vez lo que
se sentía tener una mujer suave y dispuesta debajo de él, y se calmó.
Cerrando los ojos, saboreó la sensación de ser verdaderamente
confiable para una mujer, no sólo tolerado y sintió que sus ojos se
humedecían.
Cuando sintió el suave toque de Kim, lentamente abrió los ojos y la
encontró observándolo preocupada. Inclinándose para que su Página | 135

pecho presionara firmemente contra el suyo, capturó sus labios con


un hambre que sabía que ella entendería.
Necesitó de todo su control para terminar el beso. Se había vuelto
adicto a besarla, pero ahora mismo no se trataba de su placer, sino
de Kim. Recorriendo sus labios a lo largo de su mandíbula, siguió la
curva de su cuello y sintió el rápido latido de su pulso. Era tan suave,
tan vulnerable como ahora, pero sabía que era el deseo lo que hacía
que su pulso se acelerara, no el miedo.
Continuando su exploración, se deslizó más abajo para que su boca
pudiera indagar en sus hermosos pechos. Poco a poco fue subiendo
por la generosa pendiente de un pecho, deteniéndose justo antes de
llegar a la cima. El “por favor, Wray” de Kim era todo el aliento que
necesitaba para completar su viaje, reclamando la cima aspirándola
profundamente en el hueco de su boca.
Diosa, qué maravilloso fue sentir que le respondía de esta manera,
saber que no sólo disfrutaba de lo que estaba haciendo sino que
quería más. Lamiendo y besando su camino a través de su amplio
pecho, Wray se aseguró de no fallar ni un centímetro antes de subir
a su otra cima, dándole la misma atención que a su gemela.
Con el voto silencioso de regresar, Wray pudo finalmente obligarse
a abandonar esta zona recién descubierta y seguir su viaje hacia lo
más familiar.
Besándole el estómago tembloroso, sus brazos lentamente
levantaron una larga y pálida pierna sobre cada hombro, abriéndola
hacia él.
Esta no era la forma en que había complacido a Adana. Solo se
presentaba en el borde de su cama, abriéndose de tal manera que
tocara lo menos posible de su cuerpo.
Eso no es lo que quería con Kim. Quería que cubriera cada parte Página | 136

de su cuerpo. Lo necesitaba. Anhelaba su toque, lo quería en cada


parte de su cuerpo, como lo deseaba en cada parte de ella.
Cuidadosamente sus pulgares se movieron a través de los sedosos
rizos que ocultaban sus secretos femeninos y se sorprendió al
descubrir que ya estaban empapados con sus jugos. Al separarlas,
encontró el nódulo de la mujer, regordete y reluciente, rogándole
que lo probara. Confiado en su habilidad para complacerla de esta
manera, bajó su boca sólo para que se estremeciera con el toque
desconocido.
—Tranquila, pequeña —, Susurró suavemente, su aliento caliente
bañando el área sensible mientras la miraba, —No más de lo que
estás dispuesta a dar, mi palabra —. Sintiéndola relajarse lentamente,
su boca volvió a su nudo y descubrió como sabe el cielo. Era dulce
y suculenta... hermosa y valiente... era Kim.
Mientras su lengua se arremolinaba alrededor de su nudo,
lentamente hundió un grueso dedo en su canal caliente. Cuando
gimió y levantó sus caderas en silencio pidiendo más, se deslizó en
un segundo dedo e inmediatamente sintió como su apretado canal
se suavizó a su alrededor, aceptando la intrusión.
Poco a poco, metió y sacó los dedos de su hábil canal descubriendo
y explotando todos esos lugares secretos que le brindaban placer. Su
boca y su lengua lamieron y chuparon el nódulo hasta que se hinchó
y engordó, listo para ser arrancado.
—Wray... — Kim gritó mientras sus dedos frotaban ese punto
especial que no sabía que tenía.
Al levantar la cabeza, Wray pudo ver lo cerca que estaba de
encontrar su placer. —Déjalo ir, Kim —. Ordenó bruscamente
mientras sus dedos frotaban de nuevo ese punto especial y le
pellizcaban ligeramente el nudo. —Muéstrame cuánto te complace. Página | 137

—¡Wray! — Kim gritó mientras cada parte de su cuerpo respondía a


sus órdenes y explotaba.
Kim yacía boca arriba, jadeando mientras miraba las estrellas. Dios
mío, me hizo ver las estrellas, pensó. Poco a poco comenzó a darse
cuenta de que no eran las estrellas lo que estaba viendo, sino las
luciferinas, que brillaban a medida que las réplicas de su liberación
viajaban a través de su sistema.
Le preocupaba no poder hacerlo, abrirse completamente a un
hombre y lo había hecho. Se había abierto a Wray y descubrió que
podía hacer cualquier cosa. Era su fuerza. La hizo sentir hermosa.
Era como si nada malo la hubiera tocado y no lo hiciera nunca más.
Era tan gentil y a la vez tan fuerte. Siempre fue honesto, haciéndole
saber cuánto la deseaba, pero que nunca la forzaría.
Cuando la acostó y la rodeó con su inmenso cuerpo, debería estar
aterrorizada, pero no lo estaba. En cambio, se sentía segura y
protegida. En sus brazos, sabía que nunca le haría daño.
Wray lentamente se abrió paso por el cuerpo de Kim, disfrutando
de lo suave y flexible que se había vuelto con su liberación mientras
disfrutaba del hecho que era el hombre que se lo había dado. Era
todo lo que siempre había esperado en una mujer pero nunca había
pensado que era posible. Al elevarse por encima de ella, sabía que
ahora la haría suya por completo...
Kim se quedó sin aliento cuando sintió que Wray se movía por su
cuerpo. Su piel desnuda se sentía tan bien que se rozó y frotó contra
su cuerpo. Todo lo que hacía se sentía bien. Cuando sintió que algo
se movía entre sus muslos, se puso rígida. Cuando presionó más
fuerte, se encontró lloriqueando.
—Kim... — La voz de Wray tenía sus ojos buscando en su rostro. —
Está bien, mi Kim —. Dijo y ella sintió que la presión disminuía Página | 138

mientras se movía rápidamente hacia su lado, asegurándose de no


tocarla.
—¿Wray? — Le miró confundida, y de repente se dio cuenta de lo
que había pasado. ¡Cómo pudo ser tan estúpida! —¡Oh Dios! ¡Lo
siento mucho, Wray!
—No tienes nada que lamentar, Kim —. Wray dijo. Se negó a hacerle
saber lo decepcionado que estaba de que no estuviera lista para
unirse, lo difícil que fue alejarse.
—Sí, quiero —. Dijo sentándose. —No sé por qué actué así. Sabía que
esperabas...
—Nada. No esperaba nada —. Le dijo, alejándose un poco más. —Te
dije que no tomaría nada que no estuvieras dispuesta a dar y lo dije
en serio. Todavía no te ha recuperado del todo. Estuvo mal de mi
parte presionarte.
—No me presionaste, Wray. Fui yo quien te presionó. Realmente
pensé que estaba lista, que podía manejarlo —. Kim no podía creer
que le había hecho eso y le puso una mano apenada en la espalda
ya que se había dado la vuelta.
—¡No! —, dijo con dureza, alejándose. —No estoy completamente en
control de mí mismo.
—Yo… — La voz de Kim se le quedó atrapada, incapaz de ocultar el
daño que le había causado su estremecimiento, pero después de un
momento lo miró, realmente lo miró. Miraba hacia otro lado, con
la cabeza gacha, los hombros encorvados. Tenía la espalda
resbaladiza por el sudor y las manos apretadas sobre los muslos.
Todo su cuerpo temblaba... y por más impresionante que fuera, no
era lo que la dejaba sin habla. Lo que la dejó sin habla fue el tamaño
de su miembro moviéndose con enojo a tiempo con su respiración Página | 139
irregular.
Despreocupada por su desnudez, Kim se movió de modo que
estaba frente a frente, sus rodillas tocando las suyas y esperando que
la mirara. Cuando no lo hizo, puso una suave mano sobre su puño.
—Lo siento.
—No tienes nada que lamentar, pequeña —. Dijo a través de los
dientes apretados.
—Sí, si tengo. Yo…
—Era demasiado pronto, Kim y lo sabía. Es mi responsabilidad
cuidarte y no lo hice.
—No diría eso —. Agachó la cabeza, tratando de llamar su atención.
—Diría que me “cuidaste” muy bien. De hecho, me encantó la forma
en que “cuidaste” de mí. ¿Me dejarás cuidarte ahora?
—¿Qué? — Las palabras de Kim sorprendieron a Wray lo suficiente
para levantar la mirara. —Te asustaste...
—Lo hice —, Contesto, —Pero hay otras maneras, Wray —. Sus ojos
se movieron hacia su aún hinchado pene.
—¿Qué quieres decir, Kim? — Preguntó, frunciendo el ceño. ¿Qué
otra manera, además de unirse, había para que una mujer ayudara a
un hombre a recibir su liberación?
—Déjame mostrarte —. Dijo y lentamente extendió la mano, apenas
rozando la hinchada y oscura cabeza mientras bajaba sus dedos por
su pene antes de deslizarse por la parte inferior para hacer el viaje
de vuelta. Se sorprendió al descubrir lo blando que era. Esperaba
que su piel fuera tan áspera y dura como parecía, en vez de eso era
como tocar terciopelo caliente.
—¿Está bien, Wray? — Preguntó, su voz volviéndose ronca mientras Página | 140

su pulgar lentamente daba vueltas alrededor de la ancha cabeza de


su miembro, capturando varias gotas grandes de pre-semen que se
habían filtrado. Observo como sus ojos se abrían de par en par
mientras se llevaba el pulgar a la boca, probando su esencia por
primera vez.
Kim cerró los ojos y se encontró gimiendo mientras su sabor se
asentaba en su lengua. Sabía cómo las trufas de chocolate negro con
miel que su madre siempre hacía para las fiestas, ligeramente fuertes,
ligeramente dulces, un poco amargas pero suaves en su lengua. —
¿Me ayudarás?
Con su tímido toque inicial, todo el ser de Wray se había detenido.
¿Iba a tocarlo como lo hacía un hombre para hacer sus necesidades?
Las mujeres Tornian nunca tocaban a un hombre de esta manera.
Gracias a la Diosa, no era Tornian.
Sus manos eran tan suaves, se sentían tan maravillosas, se sentían tan
diferentes a las suyas mientras se deslizaban sobre su duro y
palpitante pene que lo hacían llorar de placer. Mientras lo exploraba
lentamente, descubrió que tenía que recurrir a su entrenamiento de
guerrero para no tomar el control de su mano y le mostrara cómo
complacerle. Pero cuando tomó su semilla en su boca, la saboreó y
le pidió que le ayudara a complacerlo, sabía que no sería posible.
Absorbiendo un aliento andrajoso, cuidadosamente cerró su gran
mano callosa alrededor de la suya, mucho más pequeña, más suave
y apretó, mostrándole cómo complacerle mientras la movía hacia
arriba y hacia abajo por su polla. Le mostró dónde era sensible,
dónde le gustaba más duro. Sabía que no iba a durar mucho. Su
toque ya tenía la presión en sus pelotas creciendo a un nivel casi
insoportable. Incrementando la velocidad de sus golpes, sus caderas
se clavaron desesperadamente en su mano. —¡Kim! — Gritó Página | 141
cuando la presión finalmente rompió su control y explotó.
Página | 142

Los ojos de Kim viajaron sobre Wray mientras regresaba de revisar


la tormenta disfrutando la manera en que su impresionante
abdomen se flexionaba con cada paso seguro que daba. Maldición,
el hombre estaba muy bien.
Los últimos días habían sido increíbles para Kim. Claro, el sabor de
las barras nutritivas estaba empezando aburrirla, pero en realidad la
llenaron, algo que sabía que no estaban haciendo por Wray. Una
barra estaba destinada a mantener a un guerrero durante un día, no
media barra, pero aún así intentó que se comiera todo una barra
cada día.
Durante el día hablaban, bueno, Kim hablaba. Wray se sentaba allí
escuchando atentamente como si cada palabra que decía fuera
preciosa. Nunca había conocido a un hombre que la hubiera
escuchado antes, ni siquiera a su propio padre. Wray quería conocer
sus pensamientos y sentimientos. Parecía absorberlos como si
estuviera hambriento de su atención.
Cuando le contó cómo Warrior empapaba a su padre, se rio, una
profunda carcajada que la hizo sonreír. Era algo que no creía que
hacía a menudo y decidió que haría todo lo posible para asegurarse
de que lo hiciera más a menudo.
Durante las noches, Wray la abrazaba, rodeándola de su calor y
protección. Cuando las pesadillas llegaban, le besaba las lágrimas, le
decía que la amaba y le prometía que estaba a salvo.
No podía creer lo protector que era, especialmente aquí donde no
había amenazas. A menos que tuviera que hacer sus necesidades,
siempre estaba cerca, ya fuera sosteniéndola en su regazo o
tocándola de alguna manera, especialmente en el cabello. Le gustaba Página | 143
jugar con sus rizos mientras hablaban. Era algo que en el pasado la
habría irritado. Ahora la hacía sentir muy querida.
—Por fin está terminando —.Dijo Wray, moviéndose hacia su lado.
—¿Has comido?
—Te estaba esperando —. Dijo y abrió su última barra entregándole
la mitad.
Wray la despidió con un gesto. —Come tú —, Ordenó.
Kim le miró exasperada y dejó caer las dos mitades de nuevo en la
bolsa.
—¿Qué estás haciendo? — Wray exigió enfadado, metiendo la mano
en la bolsa para sacar la barra. —¡Tienes que comer!
—¡Y tú también! — Kim le devolvió.
—No durará mucho —. Dijo, sujetando ambas mitades hacia ella.
—¡Entonces no hay razón para que no puedas comer también!
—¡Diosa, Kim! — Wray cerró los ojos gruñendo su frustración. —¿No
lo entiendes? Necesito que comas. Necesito al menos intentar
cuidarte —. Lo estaba matando, y sentía que no le proporcionaba lo
suficiente. No es que se haya quejado, pero sabía que tenía que tener
hambre. No importaba cuántas veces lo intentó, no importaba
cuántos argumentos válidos hizo, se negó a comer a menos que él
también lo hiciera. Ayer incluso se negó a dar un mordisco hasta
que él lo hizo. Su Kim era terca.
—Estás cuidando de mí —. Kim le dijo apretando suavemente un
bíceps tenso. —Soy más pequeña que tú, Wray. No necesito tanta
comida. Media barra es más que suficiente para mí —. Sabía que
estaba luchando con lo que veía como su fracaso de cuidarla, pero Página | 144
estaba equivocado. —Y necesitas cuidarte a ti también. Eres tan
importante como yo, Wray.
—¿Alguna vez te he dicho que eres una mujer muy testaruda, mi
Kim? — Preguntó mientras cubría su mano con la suya y sintió el
calor de sus palabras extenderse por su pecho.
—Ummm... déjame pensar... —Se golpeó el mentón con un dedo. —
Una docena de veces al día.
—Necesitaré aumentar ese número —. Le dijo, mientras se burlaba a
medias, y le entregaba su parte de la barra.
—Siento haberte hecho esto más difícil, Wray —. Kim le dijo
suavemente, bajando la barra sin dar un mordisco. Descubrió que
tenía que luchar contra las lágrimas que de repente le llenaban los
ojos. ¿Estaba siendo testaruda? Como solía serlo, sin una buena
razón. Todo lo que sabía era que le dolía pensar que él se quedaría
sin nada cuando podía evitarlo.
Wray frunció el ceño ante las palabras de Kim y creció cuando bajó
la barra sin dar un mordisco. —No has hecho eso, pequeña —. Le
dijo acercándose más. Pasando una mano suave por su mejilla,
levantó su mirada hacia la suya. —En todo caso, me lo has puesto
demasiado fácil, pequeña —. Ante su mirada de sorpresa, continuó.
—No te has quejado, Kim. Ni una sola vez. No me has pedido cosas
que no podría darte.
—¿Qué bien habría hecho eso? — Preguntó.
—Es lo que una mujer Tornian habría hecho —. Señaló hacia la barra
que estaba en su mano. —Come, Kim. Por favor —. Suplicó. —Me
hará sentir mejor verte comer.
Kim suspiró, sabía que estaba usando sus sentimientos para lograr Página | 145

que hiciera lo que quería, pero aún así le dio un mordisco.


Wray miró a Kim mientras comía, asegurándose de que terminara
la barra. Estaba luchando con la idea de no ser capaz de cuidarla
adecuadamente. Estaba luchando con el hecho de que parecía
preocuparse tanto por él que se pondría en riesgo, por cuidarlo.
Había hecho lo mismo por su hermana y aún así lo enfureció.
Nunca debería haberlo hecho.
No parecía entender que importaba más que él y no porque fuera
una mujer, sino porque era su mujer. Quería que estuviera segura,
protegida y provista en todo momento. Quería ver su sonrisa, quería
oírla reír y ver sus ojos llenos de felicidad, no con el miedo que sus
pesadillas traían. Quería todas estas cosas para su Kim. ¿Podría
proporcionárselo?
Su tiempo junto aquí estaba llegando rápidamente a su fin y todavía
había tantas cosas que necesitaba decirle. Kim había sido
completamente abierta y honesta, respondiendo a todas sus
preguntas. Él no había sido honesto. La distraía o no decía toda la
verdad cuando le hacía una pregunta. Ni siquiera sabía que era el
Emperador.
¿Cómo reaccionaría una vez que supiera que se lo había ocultado?
Se había enfadado cuando no le dijo que la había limpiado. ¿Eso
también la molestaría?
Luego estaba la cuestión de cómo reaccionaría su pueblo si no podía
presentar descendencia. Un hombre que se uniera a una mujer que
no podía presentar descendencia o que presentaba descendencia no
apta era forzado a perder su posición ya que no habría ningún
hombre que lo reemplazara. Wray nunca había entendido por qué
un hombre haría eso voluntariamente, pues eso terminaba con su
línea, pero desde que encontró a Kim, lo entendió porque aunque Página | 146
no tuviera a Tora, Wray habría elegido a Kim.
También estaba la cuestión de dónde venía. ¿Por qué los Ganglians
habían borrado toda la historial de navegación de su planeta? Era
una pregunta que la Asamblea de los Lords querría que se
contestara.
Necesitaba empezar a preparar a Kim para todo eso y necesitaba
empezar con admitir quién era realmente.
—Kim... —Comenzó para ser interrumpido cuando el localizador
empezó a sonar, moviéndose hacia el aparato, apretó varios botones
y fue recompensado con estática.
—¿Por qué está haciendo eso? —Preguntó Kim, moviéndose para
mirar el localizador.
—Es Veron tratando de comunicarse conmigo.
—¿Puedes hablar con esa cosa? Pensé que sólo enviaba una señal.
—Hace las dos cosas —. Wray le dijo frunciendo el ceño ante el
dispositivo. —La tormenta nos impidió comunicarnos con el
Searcher, pero ahora que se está aclarando deberíamos poder oírlos
—. Moviéndose hacia la entrada de la cueva, Wray se dio cuenta de
que la tormenta se había disipado por completo y presionó varios
botones.
—Veron. ¿Dónde, en nombre de la Diosa, estás? — Preguntó.
—Majes...ar... — Al escuchar la voz de Veron, Wray se dio cuenta de
que la tormenta no era lo único que interfería con la recepción del
localizador. Los acantilados irregulares que rodean la cueva y los
cristales de energía restantes también lo estaban. Necesitaba alejarse
de ellos, al darse la vuelta, se dio cuenta de que Kim le había seguido
fuera y que ahora estaba mirando fijamente al paisaje estéril que Página | 147
tenía ante sus ojos.
—Guau —, Dijo, moviéndose cuidadosamente hacia adelante
mientras sus ojos viajaban sobre el paisaje alienígena que en realidad
no tenía un aspecto tan extraterrestre. La cueva a la que la había
llevado Wray estaba situada dentro de un estrecho cañón con
paredes escarpadas y una afilada V en su abertura. Detrás había un
valle marrón. No el marrón rico que se ve después de que un
granjero haya labrado un campo fértil, sino el marrón de una tierra
que se ha quedado dormida a finales del otoño, ya que toda la vida
que contiene espera sobrevivir hasta la primavera.
—Como dije, ya no hay vida en el Pontus.
Kim caminó con cuidado sobre el terreno rocoso, preocupada de
que pudiera cortarse los pies descalzos, pero en cambio descubrió
que la tormenta había suavizado sus bordes. En la desembocadura
del cañón, se sorprendió al ver el empinado descenso hacia el fondo
del valle.
—¿Cómo te las arreglaste para subirme hasta aquí? — Preguntó,
volviéndose hacia Wray.
—No fue tan difícil, Kim. No eres pesada.
—¿No soy pesada? — Kim no podía creer que había dicho eso.
Claro, no era demasiado grande, pero con 1,65 metros y 140 libras,
tampoco era exactamente ligera, especialmente no en esa pendiente
tan empinada.
—No, no lo eres —. Los ojos de Wray escudriñaron el valle que había
debajo de ellos. Veron ya debería haber aterrizado, pero no vio
ninguna prueba de eso. —Necesito llegar a un terreno más alto, Kim.
Estas paredes y los cristales están interfiriendo para que pueda Página | 148
comunicarme con Veron —. Se acercó a una pared y se agarró a una
roca probando si aguantaría su peso.
Kim miró incrédulo hacia la pared. —¡¿Vas a escalar la pared?!
—Es el camino más rápido —. Dijo todavía miraba hacia arriba.
—Si quieres romperte el cuello.
Caminando hacia ella, la rodeó con sus brazos. —Estaré bien, Kim
—. Le dijo. —Quiero que vuelvas a la cueva y me esperes.
—Como si eso fuera a pasar —. Le respondió.
—Kim...
—No voy a volver a esa cueva mientras tú escalas ese acantilado. Me
volveré loca preguntándome si te caíste.
—No voy a caer —. Le dijo, insultado que pensara tal cosa. —Ahora
te ordeno...
—Ordenas... ¿quién te crees que eres? ¿El maldito Emperador?
Puede que te ame, pero eso no significa que me des ordenes Wray.
—Yo... — La estática le impidió de nuevo decirle que sí, que era el
Emperador. —Necesito llegar a un lugar donde pueda comunicarme
con Veron, Kim —. Le dijo frustrado. —Te juro que no me pasará
nada, ahora, por favor, vuelve a la cueva.
—No —, Le dijo y levantó un dedo para que no hablara, —Pero lo
haré cuando llegues a la cima.
—Kim...
—Necesito saber que lo lograste, Wray. Me va a volver loca no
saberlo.
Wray suspiró pesadamente y se acercó para enmarcar su rostro en
sus manos. —¿Esperarás en la cueva a que vuelva? — Preguntó, sus Página | 149

ojos buscando los suyos.


—Si quieres que lo haga.
—Lo hago. Necesito saber que tú también estás a salvo, mi Kim.
—Muy bien, tan pronto como llegues a la cima, entraré y esperaré.
—No tardaré mucho —. Le dijo y con un beso fuerte se acercó a la
pared.
Kim esperó con la respiración contenida mientras Wray escalaba las
paredes del acantilado haciendo que pareciera fácil. Una vez que
llegó al borde, se puso de pie y miró hacia su dirección con una
sonrisa arrogante.
—Presumido —. Kim murmuró para sí misma, pero le dio una
sonrisa y lo saludo, luego se volvió hacia la cueva.
Wray se encontró sonriendo mientras veía a Kim entrar en la cueva.
El acantilado no había sido una subida difícil, menos de cuarenta
pies, y sin embargo Kim se había preocupado. El pensamiento lo
llenó de calidez, que alguien se preocupara por él... tendría que
tomar medidas para evitarlo, es decir, no quería preocuparla. No
quería que su Kim se preocupara por nada nunca más.
Su sonrisa se desvaneció mientras miraba el valle y podía ver dónde
se había estrellado el transbordador. Podría haberla perdido en ese
choque, un choque, realmente no había pensado que sobrevivirían.
La Diosa debe haber estado vigilándolos.
—¡Majestad!
Al girar Wray encontró a Veron acercándose rápidamente. —¡En
nombre de la Diosa, qué está haciendo ahí atrás, Capitán! —
Preguntó Wray enfadado. —¡El transbordador está en esa dirección!
— Apuntó en la dirección opuesta. Página | 150

—Sí, Majestad —. Veron contestó inmediatamente. —Pero la baliza


de localización indicaba que estabas en algún lugar de esta zona, así
que enviamos el grupo de rescate aquí.
—Envía un grupo de recuperación al transbordador.
—¿De recuperación, Majestad?
—Sí, el guerrero Damir está ahora en manos de la Diosa.
—Entiendo, Señor. Haré que envíen un grupo inmediatamente. ¿Y
la mujer? — Veron sintió que tenía que preguntar. Cuando el
transbordador de Wray se hundió, Veron pensó que lo había
perdido. Pensó que su Emperador y amigo se había ido. Cuando el
localizador se había activado con el código del Emperador
declarando que habían sobrevivido al accidente, agradeció a la Diosa
por su misericordia, pero entonces la tormenta se había negado a
terminar y su preocupación había vuelto a crecer.
Dos hombres confinados con una mujer maltratada por los
Ganglians... se estremeció al pensar por lo que estaban pasando,
pero al enterarse ahora de que sólo era el Emperador... Diosa, no
podía pensar en un castigo peor, así que se sorprendió de las
siguientes palabras del Emperador.
—Kim está bien, está en la cueva. Tenemos que recuperarla para que
pueda llevarla al Searcher y a la unidad de recuperación profunda.
—¿Kim? — Veron frunció el ceño ante el extraño nombre.
—Es su nombre. ¡Kim Teel y es mía! — Wray le gruñó.
—¿Tuya? — Veron no pudo ocultar su sorpresa. Wray había dicho
que nunca tomaría a otra mujer tras la muerte de su Emperatriz,
pero ahora estaba reclamando a esta mujer, una mujer de una
especie desconocida y de la que se había abusado. —¿Por qué? ¿Te Página | 151
has unido? —, Preguntó en voz baja.
—¡No! — Wray vio la conmoción y la incredulidad de su amigo y,
aunque lo entendió, no le gustó. —Todavía se está recuperando de
los Ganglians pero no lo dudes, Veron, ¡es mía! Ahora vamos a
buscarla, está sola.
—El otro equipo de búsqueda ya debería estar en la cueva.
—¿Qué? — Wray había empezado a alejarse, pero se giró, haciendo
que Veron tropezara sorprendido.
—Sabíamos que sólo había dos cuevas en esta zona donde podrías
haberte refugiado. Cuando el localizador no pudo darnos tu
ubicación exacta, nos dividimos en dos equipos. Uno en la
superficie. Uno abajo. Somos el equipo de la superficie.
—¡Contáctalos! ¡Ahora! — Wray ordenó. —¡Infórmales, que no
deben entrar en la cueva!
—Sí, Señor —. Pero Veron le hablaba a un espacio vacío, porque
Wray ya estaba al otro lado del acantilado.
Kim dobló la manta de supervivencia y la guardó en la bolsa vacía.
De pie, miró alrededor de la cueva. Descubrió que no quería irse.
Quería quedarse aquí. Con Wray. No quería enfrentarse a lo que
fuera, no quería lidiar con las miradas que sabía que iba a recibir.
Todo el mundo iba a saber lo que le había pasado, lo que los
Ganglians le habían hecho... ¿cómo iba a manejar eso?
Poco a poco se sentó sobre lo que había llegado a considerar como
“su” roca y se puso a pensar en ello. ¿Realmente le importaba? ¿Lo
qué la gente, que no conocía, pensaba de ella? No es como si lo que
pasó fuera culpa suya, pero aún así... Todavía tenía pesadillas, aún
no se había unido a Wray. ¿Podría realmente dejarlo atrás? ¿Podría
realmente seguir adelante y vivir una vida plena y feliz con Wray? Página | 152
¿Podría convertirse en una mujer total y completa? ¿Una que Wray
pudiera amar y de la que pudiera estar orgulloso? No la víctima que
había encontrado. No estaba segura. Iba a ser tan difícil...
—La vida no siempre es fácil, Kimberly —, Pudo escuchar la dulce
voz de su madre diciendo. —Pero es tan mala como tú la dejas ser,
como tú crees que es. No dejes que algo malo se lleve todo lo bueno
de tu vida, si lo haces, el mal gana.
Kim no podía dejar que eso pasara. El bastardo apestoso ya le había
quitado bastante. No le dejaría llevarse a Wray también. Superaría
lo que le había pasado. Llevaría tiempo y nunca sería la persona que
había sido antes, pero eso no era tan malo. Tomaría lo que le había
pasado y aprendería de ello. Wray creía en ella y creía en Wray,
juntos podían hacer cualquier cosa.
¿Y si no pueden tener hijos juntos? ¿Qué pasa entonces? Le había
dicho lo importante que era, pero ya había perdido a Van. ¿Al
menos quería más hijos? ¿Por qué no había hecho estas preguntas
antes?
—Bueno, ¿Qué tenemos aquí? — Los ojos de Kim se movieron para
encontrar dos hombres muy grandes entrando en la cueva y ninguno
de ellos era Wray.
—¿Quién eres tú? — Preguntó Kim, de pie mientras miraba de un
hombre rojo a otro. Obviamente eran Tornians. Wray le había
dicho que los Tornians venían en muchos colores, pero que todos
tenían el mismo pelo negro largo. Estos dos no eran tan grandes
como Wray pero eso no los hacía pequeños de ninguna manera.
¿Por qué estaban aquí? ¿Dónde estaba Wray?
—Somos el guerrero Gyula —, dijo el mayor de los dos, — Y el
guerrero Fala —. Señaló al más pequeño. —Estamos aquí por el Página | 153

Emperador.
—¿El Emperador? — Kim les dio una mirada confusa. —El
Emperador no está aquí —. ¿Por qué pensarían que estaba?
—Pero tú estás... — Gyula gruñó y dio un paso en su dirección.
Kim inmediatamente retrocedió uno. No le gustaba la forma en que
la miraba.
—Y no tienes a ningún hombre protegiéndote —. Dijo Fala mientras
se dirigía hacia ella, sus ojos corriendo sobre sus piernas desnudas.
—Sí, lo tengo. Tengo a Wray —.Dijo Kim, tratando de mantener la
calma. Eran guerreros Tornians. Protegían a las mujeres. No les
hacían daño.
—Tus mentiras apestan —. Gyula escupió moviéndose hacia un lado.
—El Emperador ha jurado que nunca tomaría otra mujer e incluso
si lo hiciera, nunca consideraría unirse a una mujer como tú — Kim
podía escuchar fácilmente el asco en su voz.
—Las mujeres como tú sólo sirven para atender a un hombre cuando
las mujeres dignas no están disponibles —. Fala dijo flanqueando su
otro lado.
—¿Como yo? — Preguntó Kim, retrocediendo con su corazón
latiendo con fuerza. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Dónde estaba
Wray?
—Una que no puede seguir la línea de un guerrero Tornian —. Dijo
Gyula, mirándola como si fuera estúpida. —La Diosa sólo te creó
para que sus benditos guerreros te usaran a su voluntad y te usaré
ahora —, declaró mientras se abalanzó sobre Kim.
Kim intentó apartarse, pero Gyula era más rápido de lo que parecía
y su apretón agarró fuertemente su brazo mientras la tiraba al suelo. Página | 154

—¡La tendré primero! — Fala argumentó, empujando a Gyula a un


lado antes de caerle encima.
—¡Wray! — Kim gritó antes de que se le quitara el aliento. No podía
pasar por esto otra vez. ¡No podía!
Wray saltó los últimos tres metros aterrizando sobre sus pies, sus
manos y pecho cortados y sangrando por su imprudente descenso
por las paredes del acantilado. Su mente había corrido todo el
camino hacia abajo. Nunca debería haber escalado ese acantilado,
nunca debería haber dejado a Kim. Debió haber esperado a que
Veron lo encontrara, pero quería que Kim estuviera en el Searcher,
para poder cuidarla adecuadamente. ¿En qué había estado
pensando para dejarla desprotegida? Había tanto que no había
explicado todavía, tanto que ella aún no sabía. Si sus guerreros la
encontraban, no había forma de saber lo que podrían hacer.
Escuchando su grito de terror lo hizo entrar corriendo en la cueva
para defender a su Kim.
—¡No! — Kim trató de gritar, pero no se oyó nada mientras luchaba
contra el peso opresivo que tenía encima, alargo la mano y rastrillo
sus uñas por la cara de Fala. Inmediatamente retrocedió rugiendo
de dolor y sorpresa.
—Te atreves... — acusó y levantó el puño para golpearla cuando otro
rugido llenó la sala. Ambos hombres se pusieron en pie de un salto
y desenvainaron sus espadas mientras se volvían para enfrentarse a
la desconocida amenaza.
Wray se metió en la cueva y sus ojos buscaron frenéticamente a Kim.
Encontrarla acostada boca arriba, con los ojos llenos de miedo, lo
enfureció. Su mirada se volvió hacia los dos guerreros que estaban a
su lado, sus espadas desenvainadas. Wray avanzó sobre ellos. Página | 155

Kim se escabulló de los hombres cuando se dieron la vuelta y


desenvainaron sus espadas. No sabía qué había causado que la
soltaran, pero no iba a esperar para averiguarlo. Saltando a sus pies,
mantuvo sus ojos fijos en sus espaldas mientras se preparaba para
correr alrededor de ellos. Si podía salir de la cueva, podía encontrar
a Wray y la protegería.
Mientras sus ojos se movían hacia su ruta de escape, su corazón se
detuvo. Wray avanzaba hacia los dos hombres, su enorme pecho
cubierto de sudor y sangre, sus ojos negros de ira. Nunca había
presenciado un espectáculo tan hermoso en su vida ni tan aterrador,
porque sus manos estaban vacías. ¡Oh, Dios, Wray iba a morir!
Entonces, para su sorpresa, tan pronto como los guerreros vieron a
Wray, dejaron caer sus espadas y cayeron de rodillas, bajando sus
cabezas.
—¡Majestad! — Dijeron al unísono.
¿Majestad? La mandíbula de Kim se quedó en estado de shock.
¿Por qué demonios llamaban así a Wray?
—¡En el nombre de la Diosa, ¿qué creen que están haciendo?! —
Wray rugió, empujando a los dos hombres a un lado para llegar a
Kim. Sus ojos inmediatamente se llenaron de miedo, los nuevos
rasguños que corrían por sus piernas, los moretones que se
formaban en sus brazos, la forma en que su camisa estaba
parcialmente rota, la sangre que goteaba de sus dedos.
—¿Estás herida, pequeña? — Susurró bruscamente, deteniéndose a
pocos centímetros. Quería abrazarla, pero no estaba seguro de que
se lo permitiera.
—No. Llegaste a tiempo —. Susurró temblorosamente y Wray sintió Página | 156

como se le levantaba un peso del pecho.


—Ven aquí, pequeña —. Dijo abriendo sus brazos y agradeció a la
Diosa cuando se zambulló en ellos.
—¡Señor! ¡Nuestras disculpas! — Fala habló atrayendo la atención de
Wray de Kim. —Sabemos que no debimos dejar de buscarlo, pero
cuando nos topamos con esta mujer... nos distrajo con su obvia
voluntad de unirse a los hombres.
—¡¿Qué?! — Kim no pudo detener su grito de asombro cuando se
echó hacia atrás en los brazos de Wray para mirar al hombre que
aún estaba de rodillas.
Wray ignoró el grito ahogado de Kim, sin dejar de mirar a los
hombres. —¿Culparan a una mujer por no cumplir con su deber? —
Preguntó.
—¡Señor! Ha sido...
—¡Silencio!
—¡Majestad! — Wray se giró para enfrentarse a la nueva amenaza y
encontró a Veron y a varios otros guerreros llenando la cueva.
Veron evaluó rápidamente la situación. La mujer que creía que no
sobreviviría, estaba en los brazos del Emperador y los dos guerreros
que había enviado a buscar la entrada de la cueva inferior, estaban
arrodillados ante un Emperador enfurecido.
—Majestad, ¿Qué agravio ha ocurrido para que el guerrero Fala y
Gyula estén recibiendo su ira?
—Han atacado a mi mujer —. Wray gruñó, sus ojos mirando los
profundos arañazos que corrían por las mejillas de Fala, los arañazos
que sabía que venían de Kim defendiéndose.
—¿Su mujer? — El color de Gyula se desvaneció a un rosa apagado Página | 157

cuando levantó los ojos cautelosos hacia Wray. —¡Pero, señor, no


lleva su olor!
—Señor —, Veron respiró hondo y olió para verificar lo que sus
guerreros decían. Ganglian. —Aún no te has unido a esta mujer. Fala
y Gyula no han violado ninguna ley con sus... atenciones hacia ella.
Los ojos de Kim volvieron a Wray. ¿Qué estaba diciendo este
hombre? ¿Cómo es posible que no se haya quebrantado ninguna
ley? Sabía que Wray iba a corregir al hombre por la forma en que
su cuerpo comenzó a temblar... entonces todo sobre Wray se
detuvo.
—Tiene razón, Capitán —.Dijo Wray, su voz tan fuertemente
controlada como su cuerpo. No le gustó lo que dijo su capitán, pero
dijo la verdad. No había forma de que Fala y Gyula pudieran saber
que Kim era suya. Aún no se había unido para que llevara su olor y
sin él, estaba desprotegida.
—¿Qué quiere decir con que no se ha quebrantado ninguna ley? —
Preguntó, dando un paso atrás mientras buscaba en los ojos de
Wray. —Me atacaron. Me habrían violado si no los hubieras
detenido. ¿Cómo es que eso no viola una ley? — Un silencio
absoluto saludó su pregunta sin que ningún hombre estuviera
dispuesto a responderla. —¡Respóndeme, maldita sea! — Kim
ordenó con un tono tan regio como el de una Emperatriz.
—Sólo las mujeres Tornians están protegidas del abuso de los
hombres Tornians —. Una voz profunda finalmente respondió a la
demanda de Kim y sus ojos volaron hacia el hombre que hablaba.
—Todas las demás están en peligro.
De pie justo dentro de la entrada de la cueva había un hombre que
nunca había visto Kim. No era tan alto como Wray, pero no era Página | 158

mucho más bajo. Era tan musculoso como Wray pero con un tono
de piel más cercano al de Kim que el de un Tornian. Podría haberlo
confundido con un ser humano si no fuera por sus ojos brillantes y
la amplia franja de cabello negro que corría por el centro de su
cabeza con hilos de cuentas extendiéndose. Debía ser un Kaliszian.
—¿Qué quieres decir con “en peligro”? —, Preguntó.
—Las mujeres desprotegidas y no Tornians se consideran
disponibles para cualquier guerrero Tornian bajo nuestra ley.
—¿Qué? — Los ojos de Kim volaron hacia Wray sabiendo que el
hombre tenía que estar equivocado, pero vio la verdad en sus ojos.
—¿Les permites violar a quien quieran y no los castigas? — Kim no
trató de ocultar su conmoción o su dolor a Wray.
—¡Nunca he abusado de una mujer! — Fala gruñó a Kim.
—¡¿En serio?! — Kim sintió que su ira comenzaba a acumularse
mientras miraba a Fala. —¡¿Y cómo llamas a lo que ibas a hacerme?!
—, Respondió.
—No eres Tornian y por lo tanto no eres más que una vasija que la
Diosa ha creado para que sus benditos guerreros la usen hasta que
se presente una mujer compatible. No es un abuso usar una vasija.
La boca de Kim se abrió y cerró con la diatriba del guerrero. No
estaba segura que era lo que más la escandalizaba de que realmente
parecía creer lo que decía o que nadie lo corregía.
—No es posible que estés de acuerdo —. Kim exigió sus ojos
volvieran a Wray.
—No es algo por lo que debas preocuparte Kim —. Wray miró con
ira a Fala. —Una vez que estemos en el Searcher, te lo explicaré y lo Página | 159

entenderás.
—¿Entender? ¿Qué hay que entender, Majestad? — Kim le
preguntó, haciéndole saber que sabía que le había mentido. —Tus
guerreros no son más que un grupo de violadores, no mejor que los
Ganglians.
—¡Cómo te atreves a insultarme, mujer despreciable!— Fala se puso
en pie, enfurecido. Esta mujer no sólo había estropeado su cara, no
sólo lo había puesto de rodillas ante su Emperador, sino que ahora
había insultado su valía diciendo que era igual a un Ganglian. Eso
no lo toleraría y se dirigió en su dirección.
—A menos que desees unirte a la Diosa este día, Fala, yo no me
movería —. Las palabras silenciosas de Wray congelaron a Fala,
pues estaban llenas de una furia apenas controlada que tenía a todos
los hombres en la habitación tensos, esperando a que explotara. —
¡Fuera! ¡Los dos! ¡Ahora! — Wray ordenó.
Kim observó cómo los hombres salían corriendo hacia la entrada de
la cueva por orden del Emperador, pero no sin antes echarle un
vistazo y decirle que le harían pagar por ello.
Kim miró al hombre de piel clara durante varios minutos,
evaluándolo. Había sido el único dispuesto a decirle lo que estaba
pasando. El único dispuesto a decirle la verdad.
—¿Quién eres tú? — Preguntó.
—Soy el General Treyvon Rayner.
—Eres Kaliszian.
—Sí —. Asintió.
La mirada desilusionada de Kim volvió a Wray, que la observaba Página | 160
atentamente mientras hablaba con Rayner. Todavía no podía creer
que dejara ir a esos hombres después de lo que le habían hecho,
después de lo que le habían dicho.
Le había dicho que los hombres de Tornian tenían honor, que eran
dignos. ¿Cómo lo que hicieron Fala y Gyula? Desde el momento en
que se despertó, Wray empezó a abrirse camino hasta su corazón
roto. Había empezado a curar todo el daño causado por los
Ganglians con su atención, con su cuidado y con su comprensión.
Ahora se dio cuenta de que todo era mentira.
La había hecho creer que era solo un hombre, un guerrero como
cualquier otro, nada especial, al menos no más allá de lo que sentía
por él, pero era más, era el Emperador. Su paciencia y cariño habían
tocado algo en ella que había pensado que los Ganglians habían
matado... sus sueños. Su sueño de que alguien pudiera amarla
incluso con todas sus faltas y fracasos y Wray parecía capaz de
hacerlo. Cuando dudó de sí misma, él le dio su creencia. Cuando su
fuerza había fallado, le había dado la suya. Cuando lloraba, la
abrazaba.
Entonces, ¿qué se suponía que debía hacer ahora que él apoyaba a
todos los que habían intentado destruirla?
Wray miraba a Kim con atención mientras cada uno de sus
pensamientos viajaba por su cara. Sabía que estaba molesta, sabía
que no entendía por qué no había matado a Fala y a Gyula por
atacarla. Había tanto que debería haberle dicho antes de que llegara
Veron, pero no lo había hecho, no había querido que nada
interrumpiera su tiempo juntos.
Le había dado tanto de buena gana. Más de lo que imaginaba con
su cariño, con su tacto suave y con sus besos. Nunca antes había
experimentado ninguno de ellos y no quería que terminaran. Ahora
podía ver que había cometido un error. Página | 161

Kim había confiado en él para que le dijera lo que necesitaba saber


para sobrevivir en su universo y le había fallado. Le había dicho
cómo se sentía cuando no le había dicho que la había limpiado y no
la había escuchado.
—Kim.
—Todo el tiempo que pasamos juntos fue una mentira —, Susurró
Kim, con los ojos llenos de traición y dolor, —De principio a fin.
Cada toque... cada palabra... Soy una tonta. Te creí cuando dijiste
que tus hombres tenían honor porque me dijiste que lo tenían.
¿Dónde está el honor en lo que pasó hoy aquí, Wray? — Señaló las
marcas en la tierra dejadas por su lucha con Fala y Gyula. —¿Dónde
está el honor en mentir sobre quién eres, Su Majestad?
—Kim... — Wray dio un paso adelante.
—¡No! — Kim ordenó con dureza, dando un paso atrás. —¿Tratas a
las mujeres de la misma manera que los Tornians? — Preguntó su
mirada volviendo a Rayner.
Los ojos del general Rayner viajaron sobre la pequeña mujer que
no sólo se enfrentó al Emperador, sino que se atrevió a desafiarlo.
Nunca había visto algo así, ni en el color de su piel ni en su cabello.
Era obvio que no era Tornian, especialmente después de la forma
en que los guerreros la habían atacado, pero ¿qué era?
—No —. Se dio cuenta de que aún no había respondido a su pregunta
cuando le levantó una ceja. ¿Cómo es posible? Se paró ante él una
cosita con ropa que no era propia, cubierta de tierra con su cabello
desordenado a su alrededor y aún así logró parecer real. —Los
Kaliszians tienen más que suficientes mujeres para satisfacer a
nuestros hombres. No necesitamos forzar nuestra atención en una.
—Sin embargo, se lo permiten a los Tornians, en su propio espacio. Página | 162

Rayner se puso rígido ante su insulto implícito. —Si hubiera llegado


primero, no lo habría permitido. Ofrezco mis disculpas en nombre
del Emperador Liron.
—¿Quién es ese?
—Es el Emperador del Imperio Kaliszian. Cuando nos informaron
que el Searcher había sido atacado y que el transbordador que
transportaba al Emperador Vasteri se había estrellado en el Pontus,
me envió aquí para ayudar en la búsqueda.
—Vasteri... — Kim se dio cuenta de que Wray le había dicho que era
el Emperador, si había estado escuchando. Había anunciado que
era Wray Vasteri y más tarde le dijo que Wyck Vasteri había sido
nombrado Emperador. Sólo que no había puesto los dos juntos.
—Y te doy las gracias —. Wray asintió al hombre. —Ahora tenemos
que llevar a Kim al Searcher.
—Emperador Vasteri —. El hombre asintió.
—No —. Kim dijo volviendo a Wray. —No voy a ir contigo.
—¿Qué? — Los ojos de Wray se fijaron en los de Kim y su corazón
se estrechó cuando los ojos que se encontraron con los suyos no
tenían el calor, no tenían ninguna de las atenciones que siempre
habían estado ahí.
—Me quedo aquí. Donde no se me considera un “recipiente” para
ser usado a capricho de un hombre, donde no soy algo considerado
“indigno” de proteger —. Kim escupió y vio a Wray pálido cuando
sus palabras le golpearon.
—Si ese es tu deseo, entonces tendrás la protección del Imperio
Kaliszian, mi palabra —. Rayner respondió. Página | 163

—Gracias —. Dijo Kim, apartando los ojos de Wray aunque su


corazón protestaba. Intentó sonreírle a Rayner, pero se dio cuenta
de que no era capaz de hacerlo.
—¡No! — Rugió Wray. Las palabras de Kim lo habían congelado en
su lugar con un dolor que nunca antes había experimentado. No
podía creer realmente que la consideraba “indigna” de protección,
que no la protegería con su vida, pero su fácil aceptación de la
promesa de otro hombre le dijo que sí lo hizo. Había perdido su
confianza. Su amor. Esto no lo permitiría. No podía permitirlo y
sobrevivir. Era suya y no se detendría ante nada para retenerla. —No
le concederá refugio, General. Si lo haces, tu gente pagará el precio.
La cabeza de Kim se giró ante la fría crueldad de la voz de Wray y
descubrió que sus ojos eran igual de duros y fríos. Se había ido el
gentil y cariñoso hombre que había llegado a conocer, antes de que
se levantara un despiadado Emperador.
—¿Me amenazas? — El general le gruñó.
—Te lo juro —. Wray le dijo con una voz mortal y silenciosa. —Si le
concedes refugio a Kim, detendré todos los transportes de comida
al Imperio Kaliszian.
Un aturdido silencio llenó la cueva ante la declaración del
Emperador e incluso las luciferinas parecieron quedarse
conmocionadas.
—¡No puedes hacer eso! — Rayner negó horrorizado.
—Soy Wray Vasteri, Emperador del Imperio Tornian, Protector de
los planetas civilizados. Controlo lo que sale de mi Imperio.
Controlo a quién apoyamos.
—Mi pueblo morirá de hambre... Página | 164

—Es tu elección.
Kim vio a Rayner mirar desde Wray hacia ella. Sus ojos estaban
llenos de ira y arrepentimiento y sabía lo que iba a decir.
—Lo siento, pero no puedo ofrecerte refugio. No puedo ponerte por
delante de las necesidades de mi propia gente.
Mirando a los ojos del General, Kim pudo ver que realmente se
arrepentía de tener que rechazarla, pero también vio su
determinación. No la salvaría.
—Veo por qué la Diosa sigue negando su bendición a los Kaliszians.
No eres diferente a tu antepasado, anteponiendo tus propios deseos
a los de un inocente —. Las tranquilas palabras de Kim hicieron que
el General se estremeciera, ya que su verdad era más profunda que
la de cualquier espada Tornian.
—Ven, Kim —. Dijo Wray, moviéndose para tomar su brazo.
—¡No me toques! — Kim aparto su brazo, alejándose de él. —¡Jamás!
¡Tú, Emperador Wray Vasteri, mereces todo lo que la Diosa ha
hecho a tu pueblo! — Volviéndose, fue a pasar por su lado.
La mandíbula de Wray se apretó contra su insulto y todos los
hombres esperaban que la golpeara, en vez de eso, se paró frente a
ella haciendo que lo mirara con sorpresa. —Tal vez sí, pero no te
perderé, Kim —. Le dijo en voz baja tan llena de dolor que Kim lo
sintió en su alma. —Significas demasiado para mí —. Poco a poco se
apartó a un lado y le permitió pasar.
Rayner se puso tenso cuando el Emperador se paró frente a la
pequeña mujer, deteniéndola. Sabía que sus palabras habían herido
al Emperador tan profundamente como lo hicieron con él, ya que
eran la verdad. Una verdad que ningún hombre podía negar, pero Página | 165
que se las dijera a él era una cosa, que se las dijera al Emperador...
¿tenía un deseo de muerte? Pero no había mostrado ningún temor
al enfrentarse al hombre más poderoso de los universos conocidos,
su única reacción fue que sus brillantes ojos verdes se oscurecieran
antes de que el Emperador la dejase pasar. Rayner descubrió que
no podía dejarla ir. No de esta manera.
Wray se giró y siguió a Kim porque no importaba lo que dijera, no
importaba cuánto merecía su desdén, era suya y se aseguraría de que
estuviera protegida. Cuando Rayner se puso delante, haciéndola
tropezar, inmediatamente la estabilizó.
—No puedo dejar que te vayas —, Dijo Rayner moviendo su mano
hacia el cuchillo envainado en su antebrazo, ignorando el bajo
gruñido del Emperador. —No hasta que haya hecho lo que pueda
para protegerte —. Sus dedos rápidamente quitaron la vaina y se lo
presento. —No es mucho, pero podrás protegerte a ti misma —.A
Rayner le resultaba difícil mantener contacto visual, mientras ella lo
miraba fijamente.
Para su sorpresa, en vez de alcanzar el cuchillo, lentamente levantó
su brazo y se la extendió. Cuidadosamente, colocó la vaina en la
parte superior de su brazo, encontrando que tenía que envolver las
correas alrededor de sus brazos varias veces antes de que le quedara
bien.
—Ojalá pudiera hacer más.
Kim buscó la mirada de Rayner. Fue el primer hombre, además de
Wray, que realmente intentó ayudarla. No tenía que hacerlo. No la
conocía en absoluto. No necesitaba ni quería nada de ella. No era
como su antepasado y ahora se avergonzaba de las palabras que
había dicho.
—Gracias —. Dijo en voz baja. —Rezaré a la Diosa para que te bendiga Página | 166

a ti y a tu pueblo.
Página | 167

Kim se detuvo en la cima de los acantilados mientras miraba a través


del valle hacia lo que suponía que era un transbordador. A su lado
estaban los enredados restos de otra nave, ennegrecidos y
parcialmente cubiertos de arena y suciedad. ¿Cómo pudo Wray
sacarla de ahí? Mirando por encima de su hombro, encontró a Wray
directamente a su espalda, sus ojos sobre ella, no en los escombros.
—Déjame cargarte, Kim —. Le volvió a preguntar Wray, sus ojos
suplicándole.
En vez de responder, se giró y se dirigió hacia el transbordador.
Gruñendo su frustración, Wray siguió observando impotente
mientras se abría paso con cuidado por el fondo del valle.
Mientras se acercaban, Wray se movió a su lado, ignorando su
furiosa mirada. Quería que sus guerreros supieran que estaba bajo
su protección, no habría más hombres pensando que estaba
disponible.
Kim se puso rígida junto a Wray y de repente todos los hombres se
volvieron para mirarla. Su mano se movió y quiso agarrar la espada
de su brazo, pero se negó a dejar que estos hombres vieran que la
intimidaban. Devolviendo sus miradas, vio asombro en algunos ojos
y curiosidad en otros, aparentemente no estaban acostumbrados a
que una mujer los mirara a los ojos.
Wray observó a sus guerreros cuidadosamente mientras Kim se
mantenía firme ante ellos. Una mujer Tornian se habría movido
detrás de su hombre, escondiéndose de tantas miradas... a menos
que estuviera tratando de atraer a un nuevo hombre para unirse.
Wray frunció el ceño al pensar en ello. Aunque sabía que esto no
era lo que Kim estaba haciendo, sus guerreros no lo sabían.
—Esta es Kim Teel —, Anunció en voz alta, —No está tratando de Página | 168

atraer a uno de ustedes —. Ignoró el grito de asombro de Kim y


continuó. —Está bajo mi protección y será tratada como tal o el
infractor recibirá mi sentencia —. La mirada de Wray recorrió el
grupo asegurándose de que lo entendieran. —Ven, Kim —, Le puso
una mano en la parte baja de la espalda, —Vamos a subirte al
trasbordador.
Kim se puso rígida cuando Wray la tocó. Quería alejarse de él, pero
de alguna manera sabía que si lo hacía lo avergonzaría a los ojos de
sus guerreros e incluso después de todas sus mentiras se dio cuenta
de que no podía hacerle eso. Cuando avanzaron, los hombres se
separaron, cada uno poniendo una mano sobre su pecho en una
especie de saludo al pasar.
Cerca de la entrada del transbordador, Kim vio a cuatro hombres
parados a un lado, cada uno sosteniendo la esquina de una bolsa
negra rectangular. Kim se detuvo en su camino cuando de repente
se dio cuenta de lo que... no, a quién, a quién llevaban.
Wray frunció el ceño a Kim cuando de repente se detuvo,
preguntándose qué le pasaba. Cuando sus ojos siguieron hacia
donde su mirada estaba detenida, se maldijo en silencio. No debería
haber visto eso. —Kim...
—Ese es tu guerrero que murió —. Dijo en voz baja.
—Sí, el guerrero Damir —. Le informó. —Ven, Kim —, Dijo, tratando
de guiarla, —No necesitas preocuparte... —Se calló cuando Kim se
alejó, pero en vez de entrar al transbordador se dirigió hacia los
guerreros que llevaban el cuerpo del guerrero Damir.
Kim se acercó lentamente a los cuatro hombres, pero sus ojos
permanecieron en el cuerpo del guerrero Damir. Ahí estaban los
restos de un hombre que había dado su vida para salvar la suya. No
importaba si era su intención o no, murió y se merecía su respeto. Página | 169
Poniendo una mano reverente sobre la bolsa, Kim bajó la cabeza y
rezó una silenciosa oración por el guerrero caído. —Gracias —.
Susurró en voz baja.
Los cuatro hombres se miraron unos a otros y lugo al Emperador,
inseguros de cómo responder cuando la mujer se les acercase. El
Emperador acababa de decir que no estaba buscando unirse con
ninguno y que su mirada no estaba sobre ellos, pero aún así se
acercó. ¿Por qué?
Entonces, para su conmoción y la de todos los hombres que estaban
allí, se detuvo y puso una mano sobre la bolsa que contenía los restos
de su compañero guerrero e inclinó la cabeza.
Wray se movió con Kim mientras se acercaba a los guerreros. Vio
su confusión mientras miraban hacia él en busca de guía, su apenas
perceptible movimiento de cabeza les dijo que permanecieran
donde estaban.
Wray conocía a Kim. Sabía que era una mujer cariñosa, pero incluso
se sorprendió cuando puso una mano sobre el cuerpo de Damir e
inclinó la cabeza para reconocer el sacrificio de Damir. Que una
mujer hiciera algo así era algo inaudito. Estaba reconociendo el valor
de Damir, para que todos lo vieran, su nombre ahora seguiría vivo,
aunque su linaje no lo hiciera, en las historias que se contarían sobre
este día. Todo por su culpa.
—Kim —, Wray se fue a través de su garganta apretada de repente. —
Subamos a bordo.
—Después del Guerrero Damir —. Dijo, volviéndose hacia Wray y
vio su determinación en eso. ¿Entendía el honor adicional que le
estaba dando a Damir? Un hombre que nunca había conocido. —
Murió salvándonos, Wray —. Dijo en voz baja. —Se merece nuestro Página | 170
respeto.
Wray miró fijamente a los ojos verdes y solemnes de Kim, no
porque no estuviera de acuerdo, sino porque era la primera vez
desde que salieron de la cueva que estaban abiertos para él. No
estaban llenos de ira o traición y quería mantenerlos así.
—Lo merece —. Wray finalmente accedió y asintió con la cabeza a
los guerreros, le puso una mano en la cintura, atrayéndola hacia su
cuerpo y permitió que Damir entrara antes que el Emperador y la
Emperatriz.
Wray guió a Kim a través del transbordador y la detuvo con una
mano suave en la cintura cuando los guerreros llevaron a Damir a la
parte trasera del transbordador. —Se asegurarán de que sea tratado
con el respeto y el honor que merece Kim —. Le dijo mientra la
dirigía en la dirección opuesta.
Kim dudó cuando el pasillo se abrió hacia un área de asientos vacíos.
No era tan grande, le recordaba la sección de primera clase de los
aviones que su familia utilizaba cuando se iban de viaje. Siempre se
preguntó qué se sentiría al estar en esos asientos anchos. La suave
presión sobre la mano de Wray en su espalda la hizo moverse,
guiándola a la primera fila.
—Siéntate, Kim, y te enseñaré a usar el arnés.
Volviéndose para ver el dispositivo que era básicamente un cinturón
de seguridad, Kim estaba a punto de decirle que podía manejarlo
cuando un grupo de hombres entraron a la cabina, incluyendo a Fala
y Gyula. Inmediatamente se puso rígida.
Wray frunció el ceño cuando Kim se puso rígida. Finalmente había
empezado a suavizarse. Estaba dejando que la tocara de nuevo.
¿Qué había cambiado eso? Volteando su cabeza, encontró a Fala y
a Gyula moviéndose para tomar sus asientos detrás de ellos. Página | 171

—¡Fuera! — Rugió.
La orden del Emperador, junto con su rugido, hizo que todos los
hombres se congelaran. ¿Qué estaba pasando? ¿Con quién estaba
hablando?
—Majestad... —Veron comenzó, sólo para encontrarse empujado a
un lado mientras Wray avanzaba sobre Gyula y Fala.
—Se apartarán de mi vista. Si vuelvo a verlos cerca de la Emperatriz,
acabaré con vuestras vidas. Con o sin ley. ¿Me entienden?
—¡Pero Majestad, somos parte de su Guardia!— Fala protestó
estúpidamente.
—¡No lo son! Sólo los hombres aptos y dignos sirven al Emperador.
¡Los hombres aptos y dignos nunca atacan a una mujer, Tornian o
no! Serán escoltados desde el Seacher en cuanto lleguemos a Vesta.
Lord Reeve puede decidir cómo manejar la desgracia que han traído
a sus casas. ¡Ahora váyanse antes de que los mate!
El profundo gruñido amenazador del Emperador hizo que Fala y
Gyula se tropezaran mientras salían corriendo de la cabina. Ninguno
dudaba de que el Emperador acabaría con sus vidas sin vacilar.
Wray esperó hasta que los hombres se fueron antes de volver con
Kim. Poniendo una mano gentil en su mejilla, inclinó su cara hacia
la suya. —Nunca te harán daño de nuevo, Kim, mi palabra.
Kim asintió lentamente, incapaz de hablar. No podía creer lo que
Wray acababa de hacer. No lo entendió. ¿Por qué los castigaría por
molestarla, pero no por atacarla?
—Ven, Kim. Siéntate —. Le dijo y la ayudó cuidadosamente a Página | 172

sentarse, y luego le aseguró el cinturón cuando vio que le temblaban


los dedos. —Dígale al piloto que estamos listos, Capitán —. Wray
ordenó a Veron y luego se sentó.
—Sí, Majestad —.Veron respondió. Notificó al piloto y luego se sentó
junto a su Emperador. No podía creer lo que acababa de presenciar.
El Emperador acababa de despedir a dos de sus Guardias porque
sus presencias molestaban a una mujer. Concedido, sus acciones
previas contribuyeron a ello, pero para declarar que los consideraba
impropios e indignos de sus posiciones, frente al resto de la
Guardia... para devolverlos a su Casa en desgracia... vivirían
avergonzados para siempre y ninguna mujer se uniría a ellos por esa
causa.
Kim cerró los ojos y apretó los dedos alrededor de los apoyabrazos
mientras los motores del transbordador rugían. No era tan diferente
de despegar en un avión, excepto que aquí se subía directamente
antes de que se disparara hacia adelante. Se encontró queriendo
tomar la mano de Wray. Sabía que su tacto la consolaría, siempre lo
hizo y casi se acercó antes de recordar que estaba enfadada con él...
que le había mentido.
¿Qué significaba eso? Que había olvidado que estaba enfadada. Le
mintió. No había castigado a Fala y Gyula por atacarla, pero los
había echado. Estaba tan confundida y de repente tan cansada,
inclinando la cabeza hacia atrás que cerró los ojos.
Wray sabía que Veron quería conversar, pero lo ignoró mientras
veía a Kim cerrar los ojos e inclinar la cabeza hacia atrás. Sabía que
nunca había estado en un transbordador antes, al menos no
consciente y que tenía que estar asustada, pero no se volvió hacia él.
No lo buscó como lo había hecho en la cueva. ¿Podría lo que había
empezado como un engaño inocente, destruir su confianza en él? Página | 173
Era algo que no había considerado antes. Se engañó a si mismo
creyendo que estaría tan encantada de ser la Emperatriz que no
cuestionaría el engaño. Una mujer Tornian no... Kim no era
Tornian.
—Majestad —. Veron intentó por tercera vez apartar la atención del
Emperador de la mujer. ¿Qué clase de control tenía sobre él para
que ignorara a su Capitán? —¡Majestad!
—¿Qué pasa, Capitán? — Wray exigió con sus ojos aun mirando a
Kim.
—Pensé que querrías saber quién nos atacó y qué descubrimos en la
nave Ganglian.
Sabiendo que necesitaba saber lo que había pasado si iba a proteger
a Kim, Wray le quitó los ojos de encima. —Dime —. Preguntó.
—La segunda nave era Zaludian.
—¿Zaludian? ¿Por qué en el nombre de la Diosa vendrían en ayuda
de los Ganglians?
—No lo sé, Majestad, pero lo hicieron. Atacaron tanto a la nave
Ganglian como al Searcher. Searcher pudo defenderse de ambos
mientras dañaba la nave Zaludian. Una vez que eso sucedió, los
Zaludian interrumpieron su ataque y huyeron. No los perseguimos.
—¡¿Por qué no?! — Preguntó Wray enfadado.
—Por tu culpa —. Veron respondió honestamente. —Consideré que
la recuperación del Emperador era más importante que la de los
Zaluds. Envié un mensaje al Emperador Liron solicitando su ayuda
para localizar a los Zaludians mientras nos concentrábamos en
recuperarle. La nave del general Rayner fue una de las dos que
respondieron a nuestro llamado. Vino a ayudarnos mientras el otro Página | 174
iba tras los Zaludians.
—¿Los encontraron?
—Sí, Señor, pero se resistieron y la nave fue destruida.
—¿No hubo sobrevivientes?
—No Señor.
Wray se quedó en silencio durante varios minutos pensando en lo
que Veron le había dicho. Los Zaluds eran una raza de carroñeros
que recorrían los universos conocidos en busca de recursos
descartados que pudieran utilizar y vender. No ayudaban a nadie. —
¿Hubo algún daño en el Searcher?
—Menor, Señor. La única pérdida de vidas fue la del guerrero Damir
—. Veron hizo una pausa antes de continuar. —Los Zaludians
parecían estar apuntando al transbordador
—Eso no tiene sentido. No podían saber que estaba en él y aunque
lo supieran, no tenemos ninguna disputa con ellos.
—No, Señor.
—¿Pudiste conseguir algo del sistema de navegación Ganglian?
—Sólo en los últimos días. Parece que sólo entraron en el espacio
Tornian porque interceptaron una llamada de socorro enviada por
una nave Jerboaian. Parece que sus motores se habían
sobrecalentado. Los Ganglians bloquearon su señal, capturaron a la
tripulación y destruyeron la nave. Los hombres dijeron que habían
estado en la nave menos de dos días.
—¿Dónde fueron interceptados?
—A lo largo del borde exterior del Imperio, no lejos de Luda.
—¿Cuántos?
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—Menos de una docena, Señor.
Wray frunció el ceño. Los Jerboaians eran una especie pequeña y
tímida que normalmente vivía en comunidades subterráneas muy
unidas. Sólo viajaba cuando eran contratados por planetas con
yacimientos minerales sin explotar para excavar túneles y, a cambio,
se les permitía construir sus comunidades en los túneles que dejaban
atrás.
—Contactaste a Grim —. Cuando Veron no contestó
inmediatamente, Wray le miró con atención. —Capitán.
—No inmediatamente, Señor.
—¡Por qué no! — Preguntó Wray.
—Señor... Sabía que una vez que me pusiera en contacto, se
preocuparía más por ti que por la nave Jerboaian y pediría
respuestas que no podía darle. Cuando se hizo evidente que la
tormenta no iba a disiparse rápidamente, se lo notifiqué.
—¿Y su respuesta?
—Estaba furioso... conmigo... por ponerte en peligro —. Veron le dijo
a regañadientes y Wray se encontró sonriendo.
—Te maldijo, ¿verdad?
—Sí. Dijo que espera que obtenga una mujer que no se preocupe
tanto por su propia protección como por la del Emperador —.Dijo
Veron, moviendo la cabeza con asco.
—Sí, puedo verlo haciendo eso —.Dijo Wray, riendo y pensando en
Kim. Era una mujer en muchos sentidos. Lo que creía que debía
temer, no lo hizo y lo que temía, tenía derecho a hacerlo. Su sonrisa
se desvaneció al pensar en esos temores. Era su responsabilidad Página | 176
asegurarse de que no tuviera ninguno y no podía hacerlo si no
confiaba en él.
Adana había confiado para que la protegiera porque era el
Emperador, pero ni siquiera pudo protegerla de un pájaro que dejo
caer una baya venenosa en su plato mientras estaba de excursión.
Kim había confiado en él porque era Wray y la pérdida de esa
confianza le pesaba mucho.
Mirándola, encontró sus ojos puestos en él mientras escuchaba
atentamente su conversación con Veron. El transbordador tembló
ligeramente cuando disparó sus propulsores para aterrizar en el
Searcher y los ojos de Kim se abrieron de par en par.
—Está bien, Kim —.Dijo mientras colocaba una mano suave en el
brazo. —Estamos aterrizando.
—¿Aterrizando? —Preguntó en voz baja, luego se puso rígida y aparto
el brazo cuando se dio cuenta de que todos los hombres del
transbordador la miraban fijamente.
—En el Searcher —. Wray le dijo mientras miraba a sus guerreros
que rápidamente bajaron los ojos. —Una vez que lo hayamos hecho,
te llevaré al médico para que el sanador Yakar pueda examinarte.
—Estoy bien —. Le dijo.
—Necesitas la unidad de reparación profunda, Kim. Quiero
asegurarme de que te has curado adecuadamente.
—Lo que quiera no importa, Su Majestad —.Kim dijo con rigidez y
se encontró queriendo acobardarse ante la herida que llenaba los
ojos de Wray antes de que se quedaran en blanco.
—Verás a Yakar, Kim —. Ordenó mientras soltaba el arnés y se Página | 177

colocaba de pie, su voz tan dura y rígida como su cuerpo se había


vuelto. —Aunque tenga que llevarte allí pateando y gritando.
Kim rápidamente se olvidó de los otros hombres y desabrochó su
propio arnés para pararse y clavar un dedo en el pecho de Wray. —
No te atreverías —. Siseó.
—Pruébame —. Wray gruñó bajando su cabeza para que pudiera ver
la determinación en sus ojos.
Los ojos de Kim se abrieron de par en par al darse cuenta de que
Wray realmente la sacaría de aquí si no se iba voluntariamente.
¿Qué le había pasado a su gentil guerrero?
¿Qué le había pasado a su cariñosa mujer? Las palabras silenciosas
susurraban a través de la mente de Kim.
—Bien —. Dijo en voz baja. —Pero no me tocara.
—Nadie te tocara, Kim —. Le afirmo, asegurándose de que todos los
hombres le oyeran y retrocedió, dejándola pasar. —Nadie más que
yo —. Dijo sólo para sus oídos.
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A Kim no le gustaba el sanador Yakar. No le caía nada bien. Era la


forma en que la miraba, como si fuera un bicho que le gustaría
diseccionar antes de dirigir su atención a Wray.
—Majestad, está herido —. Los ojos de Yakar viajaron sobre los
arañazos que aún arruinaban su mejilla.
—Estoy bien. La Emperatriz Kim necesita la unidad de reparación
profunda.
—¿Kim? — Yakar le miró interrogativamente.
—Sí —, Wray le hizo un gesto. —Es mi Emperatriz.
—A mí me parece que está bien, señor —. Dijo Yakar
despectivamente. —Por otro lado, usted necesita tratamiento o
puede ser considerado tan indigno como su hermano.
—¿Qué acabas de decir? — Preguntó Wray con voz engañosamente
baja.
—Yo... mis disculpas, señor —. Yakar palideció ante la ira en la cara
del Emperador. —No quise ser irrespetuoso con el Rey Grim. Es
sólo que no quiero que también tenga cicatrices.
Kim miró de Wray a Yakar y algo de lo que Wray le había dicho en
la cueva encajó en su lugar.
Grim.
El hermano de Wray.
Rey Grim.
El Rey de Luda.
Siempre un pariente de sangre del Emperador.
Página | 179
Wray le había dicho la verdad. Pero sólo en parte.
—¿Qué le pasa a tu hermano? — preguntó Kim.
—No hay nada malo con Grim —. Wray gruñó tan enfadado que
Yakar se encogió. Kim no lo hizo.
—Entonces, ¿por qué lo considera indigno? —, dijo, ignorando el
jadeo de Yakar. —Dijiste que Fala y Gyula eran indignos. ¿Tu
hermano es como ellos? — Kim se negó a dejar de hacer sus
preguntas, incluso cuando la cara de Wray se oscureció con cada
pregunta.
—¡Grim no se parece en nada a Fala y Gyula! — Wray rectificando a
través de dientes apretados. —¡Es el hombre más valiente, fuerte y
digno que conozco! Nunca atacaría o abusaría de una mujer.
—¿Entonces por qué se le considera indigno? — Preguntó Kim. No
iba a dejar pasar esto. Ya no podía aceptar la palabra de Wray, no
después de todo lo que le ocultó.
—Porque tiene cicatrices —. Wray escupió y esperó a que Kim dijera
que ahora entendía y estaba de acuerdo con Yakar, pero en vez de
eso frunció el ceño.
—¿Y qué? —, preguntó.
—Las mujeres Tornains creen que porque tiene cicatrices no podrá
protegerlas y se rehúsan a considerarlo para unirse.
—Significa que no tendrá descendencia.
—Sí.
—Tus mujeres están muy mal, Wray.
—No puedo discutir eso, Kim —. Wray dijo y encontró que su enojo
se alejaba de su fácil aceptación de Grim.
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—¿Por qué tiene cicatrices? — preguntó Kim, mirando sus dedos.
—Fue atacado en su camino para encontrarse con una mujer. Los
atacantes murieron y él resultó gravemente herido.
—Pero si él —, Kim señaló al Sanador. —Puede curar lo que te hice,
¿por qué tiene cicatrices Grim?
—¡Tú hiciste eso! — Exclamó Yakar, pero Wray le ignoró.
—Estos —, señaló Wray a su rostro, —y estos —, dijo, tomando sus
manos, —Son fácilmente tratados por la unidad de reparación
profunda. Las heridas de Grim fueron causadas por una hoja
Tornian. Deja un residuo que las unidades de reparación no pueden
quitar y por lo tanto deja cicatrices.
—Oh.
—Vamos a llevarte a la unidad de reparaciones, Kim —. Dijo Wray
en voz baja.
—Después de que tu cara esté curada.
—Kim...
—Te hice eso a ti, Wray, y quiero que se cure. No entraré en la
unidad de reparación hasta que esté hecho.
—El Emperador no necesita la unidad de reparación profunda —.
Yakar le dijo con voz fría que pensaba que era estúpida. —Una
unidad portátil reparará el daño que ha causado.
—Entonces hazlo —. Kim le lanzó una mirada de enfado, su voz tan
fría como la de él.
—Consigue la unidad, Yakar —. Wray ordenó. —Me gustaría que esto
se hiciera para que Kim pueda ser tratada.
—Sí, Majestad.
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Kim observó como Yakar lentamente pasó un extraño dispositivo
sobre los arañazos en la cara de Wray durante varios minutos y
desaparecieron.
—Hecho, Majestad —. Dijo Yakar y dejó el dispositivo a un lado antes
de volverse hacia Kim, sus fríos ojos corriendo sobre su cuerpo. —
Quítese las cubiertas —. Ordenó.
—Eso no va pasar —. Kim dijo y dio un rápido paso atrás cuando la
alcanzó.
—No la toques, Yakar —. El bajo orden de Wray hizo que el Sanador
se congelara inmediatamente.
—Pero señor, necesito examinarla físicamente. Aunque parece ser
similar a nuestras mujeres, no lo sabemos con seguridad. Un
examen físico es la única forma de saber si puede reproducirse con
éxito con uno de nuestros hombres.
—Reproducirse con éxito... —, siseó Kim.
—¡Eso no importa, Yakar, y no la tocarás! — dijo Wray, agarrando al
Sanador cuando volvió a intentar alcanzar a Kim.
—¡Pero, señor!
—Prepara la unidad de reparación profunda y luego vete —. Wray
ordenó.
—Pero su Majestad...
—¡Ahora, Yakar!
—Sí, señor.
Wray miró en silencio a Kim mientras Yakar preparaba la unidad
de reparación profunda y luego se fue. Sabía que las palabras del
Sanador la habían molestado. Sabía que iba a tener preguntas,
preguntas que iba a tener que responder honestamente, si no quería Página | 182
perderla.
—No es necesario que estés desnuda para que la unidad de
reparación funcione, Kim.
—¿Entonces por qué Yakar lo exigió?
—Eres una especie con la que nunca se ha encontrado antes.
Deseaba inspeccionarte visualmente.
—¡Puede tomar su “inspección visual” y metérsela por el trasero! —
Kim escupió con enojo.
—Lo siento, Kim. Debería haberme dado cuenta de que lo
consideraría necesario.
—No va suceder.
—No, no lo hará. Seré el único que podrá ver la belleza de tu forma
desnuda.
Kim se quedó en silencio durante varios segundos, sorprendida por
sus palabras y luego agitó la cabeza. —No te entiendo, Wray... — Kim
se alejó varios pasos antes de volverse hacia su dirección. —Permites
que Fala y Gyula me ataquen, pero te niegas a que un Sanador me
vea.
—¡No lo permití! — Wray negó vehementemente.
—¡Los dejaste ir! — Kim le respondió. —¡Dijiste que no hicieron nada
malo!
—¡No lo hice! ¡Dije que no violaron ninguna ley! ¡Soy el Emperador!
¡Más que ningún otro, debo seguir la ley!
—¿Cómo puede ser ley que tus hombres puedan violar a la mujer
que quieran? ¿En qué se diferencia eso de lo que hizo Lucan?
—Es una ley antigua que ha sido corrompida hasta el punto de que
ahora es una farsa de lo que una vez fue. Página | 183

—¿Entonces por qué no te has deshecho de eso?


—Porque hasta ahora no me había dado cuenta que se usaba de esta
manera —. Wray dijo pasando una mano desanimada por su cabello.
—Para cualquier hombre Tornian, y mucho menos para los de mi
guardia, pensar que tienen derecho a abusar de una mujer...
cualquier mujer es inaceptable.
—¿De qué trata esta ley, Wray?
—Nació antes del reinado de Lucan, cuando las mujeres eran
abundantes y nuestros hombres podían tener crías de cualquier
especie. Comenzó como una ley que protegía a una mujer y a su
descendencia. Hacía que un hombre asumiera la responsabilidad de
cualquier mujer con la que se uniera y que le presentara
descendencia.
—Eso parece algo bueno, un hombre debe ser responsable de su
descendencia y de la mujer que se la dio.
—Sí, era una buena ley, pero después de la gran infección las mujeres
que no eran Tornians no pudieron presentar descendencia apta y la
ley fue cambiada.
—¿Qué hace que la descendencia sea apta? — preguntó Kim.
—Casi todas las crías presentadas por mujeres no Tornians carecían
de vida y las que viven se consideran a menudo no aptas porque no
pueden funcionar en nuestra sociedad. Ellos son... — Wray miró al
techo buscando las palabras. —No puedo expresarlo correctamente,
Kim, no de una manera que tú puedas entender, pero un hombre
debe tener una descendencia adecuada para continuar su línea. Una
que puede ser productiva de alguna manera. Si su descendencia no
puede hacer esto, es considerado “no apta”. Página | 184

—Y la mayoría de la descendencia no Tornian no es capaz de hacer


esto.
—No, no lo son.
—¿Qué cambió la ley, Wray?
—Se cambió de modo que un Tornian sólo es responsable de una
mujer Tornian y su descendencia.
—¿Por qué harían eso?
—Porque necesitábamos un hijo en forma. Nunca se tuvo la
intención de permitir que un hombre abusara de mujeres no
Tornian. Sólo lo hacía no responsable de la descendencia no apta,
permitiéndole unirse a una mujer Tornian.
—Pero lo hace, lo permite.
—Sí, y trabajaremos para corregir la ley una vez que volvamos a
Tornia —. Colocó un suave dedo sobre sus labios cuando abrió la
boca. —No puedo cambiar una ley, Kim. No funciona de esa
manera. Debe presentarse ante la Asamblea de los Lores y debe
someterse a votación. No sé si estás acostumbrada a eso...
—Es así en la mayor parte de la Tierra, nadie puede cambiar una ley.
—Entonces lo entiendes. Ahora, ¿podrías dejar que la unidad de
reparaciones profundas te atienda? Mi palabra de que no te hará
daño.
—Me siento bien.
—Por favor, Kim... — Wray suplicó. —Quiero estar seguro. La unidad
de reparación portátil que usé en la nave Ganglian no podía hacer
mucho. Si algo te pasara ahora que te he encontrado, no sé qué
haría. Página | 185

Kim miró en silencio a Wray durante varios segundos, y luego


asintió. —De acuerdo —. Observó el alivio instantáneo que llenaba la
cara de Wray antes de que la llevara a lo que parecía una cama alta.
—Esta es la unidad de reparación profunda, Kim —. Wray hizo un
gesto a la cama. —Todo lo que tienes que hacer es acostarte y la
parte superior se cerrará.
—¿Se cierra? — De repente, Kim no estaba segura de querer hacerlo.
—Sí, pero no por completo —. Wray rápidamente la tranquilizó. —
Podrás verme a través de la tapa si lo deseas y puedes hablar. ¿Me
dejarás ayudarte a hacerlo?
—Yo... sí —. Kim asintió con la cabeza y las manos de Wray le
rodearon rápidamente la cintura y la subieron a la cama.
—Todo lo que tienes que hacer es recostarte, Kim. La unidad hará
el resto.
—¿Te quedarás conmigo? — Sus ojos le suplicaron en silencio.
—Por supuesto —. Wray dijo. —No te voy a dejar, Kim.
Asintiendo, se recostó.
Kim yacía en la unidad, mirando a través de la cubierta de cristal a
Wray, quien, fiel a su palabra, nunca se apartó de su lado. La unidad
tarareó suavemente y pudo ver luces de diferentes colores
moviéndose arriba y abajo de la cubierta, pero no sintió nada.
—¿Funciona? —, preguntó.
—Sí, Kim —. Wray dijo mientras sus ojos se movían hacia algo que
ella no podía ver.
—Pero no siento nada.
Página | 186
—Confía en mí, está trabajando —. Le dijo.
—¿Puedo? — preguntó en voz baja y vio cómo sus ojos le respondían
confundidos. —Me has mentido, Wray. Repetidamente. ¿Cómo se
supone que voy a confiar en ti ahora?
El corazón de Wray se desanimó ante las palabras de Kim. Sabía
que había dañado su confianza al no decirle que era el Emperador
y luego otra vez por no castigar a Fala y Gyula, pero ¿la había
perdido completamente?
—Puedes, Kim, pregúntame cualquier cosa y te responderé
honestamente.
—¿Cómo se supone que voy a saber qué preguntarte, Wray? No
conozco tu mundo. No sé sobre qué me mentiste. Estúpidamente
creí todo lo que me dijiste.
—No eres estúpida, Kim —. Wray negó inmediatamente. —Ya
estabas lidiando con ser tomada por los Ganglians y no sabías nada
del mundo en el que te habían metido. Me aproveché de eso
diciéndote sólo lo que quería que supieras. Nunca volveré a hacer
eso.
—¿Me dirás la verdad, aunque te haga quedar mal?
—Sí.
—¿Está Adana realmente muerta? — Kim hizo la pregunta que más
le molestaba. ¿Su reacción inicial fue correcta?
—¡Por supuesto! — Wray no podía creer que pensara que mentiría
sobre eso. —¡Diosa, Kim! ¡No te mentiría sobre eso! Adana murió
hace casi catorce años. Estaba de excursión e ingirió una baya Skua.
Son venenosas—. Wray se lo dijo antes de que pudiera preguntar. —
Murió en pocos minutos.
—¿Y Van? — Se obligó a preguntar, negándose a dejar que su obvio Página | 187

dolor la detuviera. Había dejado que la distrajera antes y no había


hecho las preguntas que debería haber hecho.
—Era también la verdad... pero no toda la verdad —. Admitió.
—¿Cuál es toda la verdad?
—Van no estaba solo cuando su transporte fue arrastrado por ese
puente. Su hermano mayor, Tora, estaba con él.
—¿Tuviste dos hijos varones... ambos de Adana? — Kim susurró.
—Sí. Tora era casi tres años mayor que Van. Estaban regresando de
la región de Etruria cuando ocurrió el accidente. El guardia que
viajaba con ellos decidió salvar primero a Tora, a pesar de que Tora
protestó, y quería volver por Van. El transporte fue arrastrado antes
de que pudieran regresar.
—¿Tora presenció eso?
—Sí, y se culpa por la muerte de su hermano.
—¿Por qué? No había nada que pudiera haber hecho para evitarlo.
—Se culpa a sí mismo porque es mi primer varón, lo que significa
que es el futuro emperador del Imperio Tornian. Por eso el Guardia
lo rescató primero, aunque protestó. Tora siempre ha sido un
nadador más fuerte que Van y cree que podría haber sobrevivido si
Van hubiera sido el primero.
—¿Lo habría hecho?
—No. Se necesitaron tres hombres Tornians adultos para poner a
salvo a Tora, a los trece años Tora nunca habría sobrevivido.
—Y no quiere creer eso.
Página | 188
—No.
Kim estaba a punto de hacer otra pregunta cuando la cubierta de la
unidad comenzó a levantarse, señalando que había terminado.
Sentada, se miró las manos, las débiles cicatrices habían
desaparecido, reemplazadas por una piel perfectamente lisa y pálida.
—Guau.
—La unidad no encontró ningún otro daño, Kim —. Wray le dijo,
aliviada por los hallazgos. —Ven, déjame llevarte a nuestras
habitaciones para que puedas limpiarte y comer. Podemos hablar
más allí —. Con su lento asentimiento, Wray la levantó de la cama.
Página | 189
Kim inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, dejando que el
agua de la unidad de limpieza fluyera por su espalda, empapando su
cabello. Wray le había enseñado cómo operarla, y luego se marchó
para poder pedir comida.
Se había sorprendido de lo desolada que era la habitación de Wray.
La sala de estar principal, lo que llamaba la zona común, contenía
un gran sofá, varias sillas y una mesa llena de papeles. No contenía
ningún color, no tenía alfombras ni almohadas para suavizar las
asperezas. No tenía nada de lo que hubiera esperado de la
habitación del Emperador y la estancia de descanso no había sido
diferente, conteniendo solo una gran cama y una sola silla.
Así que cuando Wray la había llevado a la cámara de limpieza, se
había preparado para que fuera igual de austera, pero el agua estaba
caliente y había mucha y, por el momento, eso era todo lo que le
importaba. Necesitaba tiempo para digerir todo lo que había pasado.
Su confianza en Wray había sido severamente sacudida, algo que no
había pensado que fuera posible después de la forma en que la había
cuidado, después de lo gentil y comprensivo que había sido. Pero le
había mentido sobre quién era realmente y si pudiera mentirle sobre
algo tan básico, ¿sobre qué más le mentiría?
A menos que vayas a ser perfecta, Kimmy, no puedes esperar que
alguien más lo sea. Recordó que su madre le dijo una vez, después
de que una amiga no cumpliera una promesa. —Puede que haya una
razón por la que Sara no pudo venir, había dicho su madre y si la
hubo, Sarah se había caído de su bicicleta y se rompió el brazo.
¿Podría Wray tener una razón tan válida para no decirle que era el
Emperador?
Sólo había una manera de averiguarlo. Saliendo de la unidad de
limpieza, se quedó helada, sus ojos viajando hacia el mostrador Página | 190

donde estaba una limpia camisa azul real. Sus ojos se dirigieron a la
puerta cerrada. Wray había pensado en traerle una camisa limpia,
sabiendo que no querría usar la camisa con la que la habían atacado.
Le había dicho algunas cosas muy hirientes en esa cueva, cosas que
ambos sabían que eran falsas y aún así se aseguró de que estuviera
atendida.
Eso tenía que significar algo... ¿no es así?... necesitaba averiguarlo.
Wray se sentó en el escritorio que había limpiado. Varias bandejas
de comida lo ocupaban, ya que había pedido un poco de todo, sin
saber qué le gustaría a Kim y esperó. No podía perderla, no podía.
Su estancia en la cueva le había mostrado lo diferente que podía ser
su vida cuando amaba a la mujer con quien se uniría, cuando ella lo
amaba también. En las duras condiciones de esa cueva, descubrió
una felicidad que no sabía que era posible. Había aprendido que
algo tan simple como un toque podía transmitir tanto ya fuera con
una mano o con un par de labios y sabía que no quería vivir sin eso
ahora.
Kim era una criatura increíble. Había sido terriblemente maltratada,
pero no había dejado que la rompiera ni que la destruyera, como
fuera ocurrido con una mujer Tornian. Había luchado contra los
Ganglians, había luchado contra sus temores e incluso había luchado
en su contra cuando pensaba que estaba equivocado y lo estaba.
Debería haberle dicho inmediatamente quién era cuando se
despertó. Debería haber admitido su engaño cuando se molestó
porque no le dijo que la había limpiado pero no lo había hecho.
Se había engañado a sí mismo creyendo que no le importaría... su
mentira... porque no había querido parecer menos a sus ojos. Ahora
se veía peor. Ahora cuestionaba todo lo que decía y hacía.
Tenía que corregir eso. ¡Lo corregiría! Incluso si le tomaba el resto Página | 191

de su vida.
El sonido de la puerta de la sala de limpieza al abrirse se escuchó
cuando Wray se puso de pie. Empezó a moverse hacia su lado, pero
la vista de ella vistiendo el color de su casa lo hizo detenerse. Diosa,
nunca había visto nada más hermoso que su Kim. Llevaba el color
de su casa como si hubiera nacido para ello.
Kim dejo que sus ojos pasaran por encima de Wray mientras se
movía hacia su dirección. Se había cambiado mientras estaba en la
unidad de limpieza. Ahora llevaba pantalones negros limpios, botas
brillantes y una camisa del mismo color que la suya, pero en él estaba
estirada sobre sus enormes hombros y conseguía cubrir su hermoso
pecho.
—Kim...— empezó a decirle lo hermosa que se veía cuando la puerta
exterior se abrió y Veron entró. Kim dio un asombroso paso atrás.
—Majestad, tengo noticias... —empezó Veron.
— ¡¿Le di permiso para entrar, Capitán?! — .Exigió Wray, odiando
la forma en que Kim se encogió de miedo.
—Yo… —. Veron le dio a Wray una mirada de sorpresa. Nunca antes
había necesitado permiso para entrar en las habitaciones del
Emperador. De repente, vio a la pequeña mujer de la que el
Emperador parecía tan enamorado, encogerse de miedo. — Mis
disculpas, Majestad, no sabía que la mujer estaría con usted.
— Kim —. Wray le gruñó a Veron. —No es una mujer, Capitán, es
su Emperatriz, y se dirigirá a ella como tal o sufrirá mi ira.
Kim maldijo en silencio por dejar que el miedo la hiciera dar un
paso atrás. ¡Maldita sea! No iba a tener miedo cada vez que un
hombre entrara en la habitación. No lo había hecho cuando estaba
en la Tierra y aunque sabía que lo vivido la cambiaría para siempre, Página | 192
no dejaría que eso la gobernara. No era la hija de Lucan.
A punto de dar un paso adelante, las palabras de Wray la detuvieron
y lo miró con sorpresa. Ya lo había dicho antes... que era su
Emperatriz... pero no le había creído realmente. No podía querer
en serio hacerla su Emperatriz... ¿o sí? Sólo era Kim Teel... una
chica de la Tierra. Una que, hasta hace unas semanas, ni siquiera
sabía que había vida en otros planetas. ¿Una que nunca había oído
hablar de un pueblo llamado Tornians y que ahora quería que
estuviera a su lado y ayudara a gobernarlos? ¿Había perdido la
cabeza?
Veron estaba igual de sorprendido. Wray no podía querer tomar a
una no Tornian como su Emperatriz...
¿Podía?
¿Y si no podía presentar descendencia?
¿Y si la descendencia no era apta?
¿Qué le pasaría a Tora, si presentara un hombre en forma?
Habían pasado cientos de años desde que un Emperador se había
llevado a una segunda Emperatriz y eso solo había sido porque la
primera Emperatriz había muerto antes de darle hombres. Si esta
mujer pudiera presentar hombres en forma, podría destrozar la Casa
Vasteri.
Wray vio cómo la incredulidad se extendía por la cara de su amigo.
Sabía lo que estaba pensando. Lo que le preocupaba, pero lo haría
funcionar porque no iba a renunciar a Kim. Primero nombraría a
Tora Emperador.
— Kim —. Wray se volvió hacia ella, le tendió la mano y esperó.
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Kim lo miró durante un largo momento, y de repente se dio cuenta
de lo que quería. Le estaba pidiendo, al tender esa mano, que
reconociese que era su Emperatriz.
¿Podría?
¿Podría tomar esa mano cuando todavía había tantas preguntas sin
respuesta entre ellos?
¿No podría vivir si lo avergonzaba delante de uno de sus guerreros?
Sabía que nunca podría hacerle eso a Wray. No importaba lo que
aún se interponía entre ellos, lentamente deslizó su mano en la suya.
Wray quería rugir cuando Kim metió su mano en la suya. Quería
ignorar a Veron y tomar a Kim a sus brazos. Sabía lo que le había
costado poner su mano en la suya. El valor que había tomado,
especialmente con tanto que aún quedaba por resolver entre ellos,
pero lo había hecho y eso le daba esperanza. Esperaba que pudiera
perdonarlo y aceptarlo como su hombre.
— Kim —, Wray la acercó mientras se volvía hacia Veron, —Este es
el Capitán Veron. No sólo es uno de mis capitanes, sino también un
consejero y amigo de confianza.
— Capitán —. Kim reconoció al hombre, asintiéndole con la cabeza.
No se dio cuenta de lo real que le parecía, de pie en la camisa del
Emperador. Era una Emperatriz.
— Veron, te presento a mi Emperatriz, Kim Teel. Es la única mujer
a la que he amado y a la única a la que nunca renunciaré.
— M... Majestad —. Veron tartamudeaba, tratando de ocultar su
sorpresa. A los hombres nunca se les permitía dirigirse directamente
a la mujer de otro hombre, ni siquiera a la Emperatriz. Para Wray,
permitirle hacerlo era un gran honor. Poniendo un brazo sobre su Página | 194
pecho, se inclinó.
— Dijiste que tenías noticias —. dijo Wray, llamando la atención de
Veron.
— Sí, señor —, Veron instantáneamente reacciono. — El general
Rayner ha encontrado pruebas de que los Zaludians han estado
minando ilegalmente en Pontus.
— Lo que explicaría por qué querían a los Jerboaians.
— Sí, señor, y por qué vendrían a ayudar a los Ganglians, si les
suministraran mineros.
— ¿Rayner se quedará a investigar?
— Sí, Majestad.
— Bien, notifíquele que quiero que me mantenga informado. Este
es ahora un asunto personal que concierne al Emperador.
—Sí, Majestad.
Wray estaba a punto de continuar cuando el estómago de Kim
gruñó suavemente recordándole que aún no la había alimentado. —
Eso es todo por ahora, Capitán. Ponga rumbo a Vesta.
—Sí, Majestad—. Con un brazo sobre el pecho, Veron se inclinó y
salió de la habitación.
Después de Veron, Wray presionó varios botones en el panel de
control al lado de la puerta y luego se volvió mirándola. — La puerta
está sellada, Kim, nadie podrá entrar sin permiso.
— Gracias.— Dijo en voz baja.
— No hay necesidad de agradecerme. Es un gran honor para mí
protegerte. Ven —dijo, llevándola a la mesa—. — Hice que trajeran
comida para ti. Página | 195

Kim ocupo la silla que Wray había sacado para ella y miró los platos
desbordantes de comida que tenía al frente. Nada le parecía familiar
y empezó a desear tener una barra de nutrientes, al menos conocía
su sabor. Respirando hondo, buscó lo que podría ser una tira de
tocino.
— Eso es un rashtar —. le dijo, mirando como tomaba un pequeño
bocado y masticaba.
— No está mal —. Dijo. — Sabe como a tocino de la Tierra.
—¿Eso es bueno? — preguntó Wray.
— Sí. Me gusta el tocino. ¿Qué es eso? — preguntó, señalando una
pequeña cosa redondeada de color púrpura con manchas negras. Le
recordaba a una ciruela, bueno, una ciruela de aspecto extraño.
— Eso se llama mansikka, es dulce y jugosa.
Tomando un pequeño bocado, Kim tarareó su placer, sorprendida
al descubrir que sabía a fresa, su fruta favorita.
— Te gusta la mansikka—. dijo Wray, afirmando lo obvio.
— Mucho—. Dijo, metiéndose el resto en la boca.
— Me aseguraré de que siempre lo tengas.
Sentada, Kim lo observó en silencio durante varios segundos y
descubrió que quería respuestas más que comida. — ¿Por qué
mentiste, Wray? —, preguntó en voz baja.
Wray aspiró con un aliento agudo. Lo había pillado desprevenido.
Esperaba tener más tiempo para encontrar la mejor manera de
explicárselo. Debería haberlo sabido mejor. Su Kim afrontaba las
cosas de frente. Era fuerte y valiente y necesitaba ser igual de valiente Página | 196
para decirle la verdad.
— Te mentí porque quería saber cómo reaccionarías ante mí. — Dijo
observando su expresión de cerca.
— No lo entiendo — Dijo Kim, frunciendo un poco el ceño.
—Te he dicho cómo los hombres Tornians atraen a las mujeres,
Kim.
—Por lo que pueden darles.
—Sí. Hay hombres en forma y dignos que trabajan toda su vida y
nunca atraen a una mujer.
— Como tu hermano, Grim.
— Sí, como Grim. Nunca tuve que hacerlo —. Wray tuvo que
forzarse a no apartar la mirada mientras admitía su vergüenza.
— ¿Qué? — Kim frunció el ceño. —No lo entiendo. ¿Nunca tuviste
qué?
— Tratar de atraer a una mujer—. respondió. —Nunca tuve que
preocuparme por ello. Nunca tuve que preocuparme de que mi
línea terminara... porque era el Emperador. Podría estar
severamente marcado como Grim y una mujer aún se uniría a mí...
porque soy el Emperador.
— Te trataron diferente—. Kim finalmente lo entendió. — Por tu
posición.
—Sí—. Admitió a regañadientes: — Todo el mundo ha sabido
siempre quién era... lo que era... tú no lo sabías... y quería saber...
— Cómo se sentiría ser tratado como cualquier otro hombre—.
Terminó suavemente.
— Sí—. Wray asintió, — así que me aproveché de tu ignorancia y
mentí. Lo siento, Kim. Página | 197

Kim se levantó de la mesa y comenzó a caminar, pensando en lo


que Wray le había dicho. Toda su vida había sentido que vivía a la
sombra de su hermana. Sí, sus padres la habían amado, pero todo
lo que hicieron había sido compararla con Jen, nunca simplemente
aceptándola. Ahora Wray le decía que había sentido lo mismo, sólo
que la sombra en la que vivía era la del Emperador, una posición,
no una persona.
¿Qué era peor? ¿Nunca estar a la altura de una persona ideal o del
propio ideal? Girando, miró a Wray. ¿Podría realmente culparlo
por querer, por una vez, ser tratado como los demás?
— ¿Cómo se sintió, Wray?—, preguntó en voz baja, sentada en el
borde del sofá.
— Maravilloso... Terrible... Asombroso... Frustrante...— Se
desahogó.
— ¿De verdad? —. Kim encontró sus labios temblorosos. — Todo
eso.
— Sí—. Wray se puso en pie y lentamente se acercó a su lado. — Me
hablaste, Kim. A mí, no al Emperador y eso me confundió. Incluso
me gritaste un par de veces—. Vio el asombro cruzar su cara. —
Nunca nadie me había gritado antes y aunque eso me frustró,
descubrí que me gustaba. Me trataste como si importara, como si
fuera un hombre digno porque era Wray... y eso fue increíble.
— Eres digno, Wray —. Kim se dio cuenta de que no le gustaba que
lo dudara. —Me salvaste de los Ganglians. ¡Tú! No el Emperador.
''Emperador'' es sólo un título. No significa nada si el hombre que lo
sostiene no es apto y digno... y tú lo eres, Wray.
—¿De verdad crees eso, Kim?— preguntó Wray vacilantemente
sentado a su lado. —Incluso después de que te mentí. Página | 198

—Sí, pero...—. dijo deteniéndolo antes de que la abrazara, —eso no


significa que estés fuera de peligro.
— ¿Fuera de peligro...? —. Wray frunció el ceño, sin entender sus
palabras.
— Significa que aún estoy molesta contigo. Tuviste más que
suficiente tiempo en la cueva para decirme la verdad.
— Lo sé —. Admitió, inclinando un poco la cabeza. — Estaba a punto
de hacerlo cuando el localizador se encendió.
— ¿Eso es todo, Wray?— Kim preguntó mirándolo fijamente. —
¿Hay algo más sobre lo que has mentido?
—No, Kim, lo juro. Si pudiera volver atrás, lo cambiaría. Ahora sé
que no te habría importado, pero no lo sabía entonces.
Kim lo estudió en silencio durante varios minutos. — Nunca más,
Wray. No sobreviviré si lo haces. Necesito poder confiar en ti, creer
en ti, si no puedo...
— Puedes, Kim—, levantó una mano para ahuecar su mejilla
tiernamente. —Mi palabra. Nunca te volveré a mentir.
Los ojos de Kim continuaron buscando los suyos y vieron la verdad
en sus ojos. — De acuerdo —. Dijo y cubrió su mano con la suya,
dándole un apretón tranquilizador.
Wray agradeció a la Diosa por sus bendiciones mientras levantaba a
Kim en sus brazos y la colocaba en su regazo. — Juro que siempre te
diré la verdad, Kim. Te quiero. No puedo imaginarme pasar ni un
momento de mi vida sin ti—. Le susurró en el cabello.
—También te amo —. Contestó acurrucada en sus brazos, el único
lugar donde siempre se sintió segura. — ¿Wray? Página | 199

— ¿Qué, mi Kim?
— No lo habrías hecho, ¿verdad? —, preguntó, inclinando la cabeza
para mirarlo.
—¿Hecho qué? — Wray le preguntó rozando las sienes con sus
labios.
— No realizar los envíos de comida a los Kaliszians.
—Sí, lo habría hecho —. Se lo dijo sin rodeos.
— ¡Wray! — Kim empujó contra su pecho pero sólo pudo retroceder
muy poco, sus brazos apretados a su alrededor para mantenerla en
su lugar.
— Te estoy diciendo la verdad, Kim —, dijo, sus ojos se negaron a
dejarla mirar hacia otro lado, — tal como juré que lo haría. No dejaré
que nada nos separe. No dejaré que nadie te aleje de mí. Me
destruiría.
Kim abrió la boca para discutir, y luego se calló al ver que no podía.
Hizo lo que le pidió que hiciera. Le había dicho la verdad, si no le
gustaba no era el punto.
— Yo... bien, pero creo que estabas siendo un poco extremista, pero
tampoco dejaré que nada ni nadie nos separe —. Frotando sus manos
sobre su camisa, se encontró frunciendo el ceño de nuevo.
—¿Qué pasa, Kim? — preguntó Wray, preocupado.
— Nada, creo que me gusta más cuando soy la única que lleva camisa
—. Sus ojos se movieron hacia los suyos mientras sus manos se
deslizaban bajo el material para tocar su piel. — Me gustó tocarte.
— Diosa, Kim—. Gimiendo, Wray hundió sus dedos en su cabello y Página | 200

la inclinó para que sus labios pudieran capturar los de ella.


Los dedos de Kim sujetaron los hombros de Wray mientras se
hundía en el beso, dejando que su bálsamo curativo aliviara todas
las heridas y los malentendidos del día. Esto era lo que importaba.
Ella y Wray. El resto lo descubrirían... juntos...
— Te deseo, Wray—. Kim susurró contra sus labios. — Quiero
unirme a ti— .Mirándole a los ojos, vio cómo ardían de deseo y
necesidad.
— ¿Estás segura, mi Kim?— Preguntó bruscamente, sabiendo que
esta vez no podría detenerse. La deseaba demasiado.
— Lo estoy, pero hay una cosa que tengo que hacer primero— , dijo
y giró, de modo que se puso a horcajadas sobre su regazo.
— ¿Qué podrías necesitar hacer? — Wray preguntó, gimiendo al
sentir su calor contra su pene en crecimiento.
— Necesito disculparme, Wray—. Dijo, sintiendo la rigidez de su
miembro.
— ¿Qué?— Wray se apartó un poco. Nada de lo que podría haber
dicho le hubiera conmocionado más. Las mujeres no se
disculpaban, al menos las mujeres Tornians no lo hacían.
— Te dije cosas terribles en la cueva, cosas que no eran ciertas.
Tiendo a hacer eso cuando estoy molesta. Hablo sin pensar. Lo hice
con Jen y lo hice de nuevo contigo diciendo que te merecías lo que
la Diosa te había hecho a ti y a tu gente.
— Sí, Kim.
— No, no lo mereces. Especialmente tú Wray, no te pareces en nada
a Lucan—. Enmarcando su cara con sus manos, se negó a dejar que
mirara para otro lado. — Sé quién eres, Wray. Lucan eligió abusar Página | 201

de sus mujeres. Sabía que violaba la ley y no le importaba, pensó


que no se aplicaba a él. Los Ganglians y los Kaliszians eligieron
ignorar lo malo que estaban haciendo. Eligieron ignorar la ley—. Kim
tuvo que respirar hondo para continuar.
— No ignoraste la ley, Wray. Podrías haber matado a Fala y a Gyula
por atacarme. Nadie te habría detenido. Quería que lo hicieras—,
Kim se avergonzaba de admitirlo, — y me habría equivocado porque,
aunque lo que hicieron estuvo mal, no infringieron la ley y lo sabías.
— Kim...
— Déjame terminar—. Esperó hasta que asintió para continuar. —Sé
que arreglarás la ley, Wray. No por mí, sino porque eres un hombre
apto y digno que no quiere que ninguna mujer sufra como lo
hicieron por culpa de Lucan. Puede que no siempre me gusten tus
decisiones, Wray, pero alguien tiene que tomar las decisiones
difíciles y estoy orgullosa de saber que serás esa persona porque creo
en ti. Realmente te importa y quieres hacer las cosas bien para tu
gente.
— Diosa, Kim—. Wray dejó caer su cabeza en el cuello de ella,
abrumado por la convicción que tenía en él. — ¿Qué hice para
merecerte?
Kim levantó la cabeza de su hombro, asegurándose de ver la verdad
en sus ojos.
— Existes, Wray, y eso es más que suficiente
Wray sintió que sus ojos se llenaban de humedad ante las palabras
de Kim. Diosa, ¿alguna vez un hombre ha sido tan amado? ¿Se le
había dicho alguna vez que el mero hecho de existir era suficiente
para merecer amor? No lo sabía, pero sabía que nunca haría nada Página | 202
para perderlo.
— Existo para ti, Kim. Me haces merecedor. Sólo tú—. Deslizando
sus brazos bajo su delicioso trasero, Wray se puso de pie y la llevó a
su cuarto de descanso.
Kim miró a Wray mientras la bajaba lentamente sobre la cama, sus
brazos y piernas se habían enrollado a su alrededor mientras la
llevaba, manteniéndolo cerca. Sus labios plantando pequeños besos
sobre su pecho. Lo quería cerca, necesitaba sentirlo contra su
cuerpo y vio que él sentía lo mismo. Que este hombre
increíblemente fuerte podría necesitar a su humilde Kim.
El pecho de Wray presionaba contra los pechos de Kim mientras la
acostaba suavemente sobre la cama, sus codos a cada lado de su
cuerpo evitaban que la aplastara. Su largo y hermoso cabello
enmarcaba su pálida piel en una manta de fuego oscuro. Sus ojos
esmeralda estaban llenos de deseo y necesidad. Inclinado hacia
abajo, capturó sus exuberantes labios para satisfacer esa necesidad.
¿Cómo pudo haberse unido a una mujer antes sin besarse?
Besar se había convertido en una extensión natural de sus
sentimientos por Kim ahora, tal como lo era tocarla. Condujo su
deseo más alto y eso hizo que complacerla fuera más importante
que alcanzar el suyo propio, y tenía la intención de darle mucho
placer.
Envolviendo su lengua juntas, la succionó en su boca y probó la
dulce fruta mansikka que acababa de comer. Sabía que nunca
volvería a comerla sin pensar en este momento.
Ignorando su protesta, se alejó de su sabrosa boca y trazó un rastro
a lo largo de su cuello, mordisqueando el palpitante pulso que
encontró en su base antes de golpear con su lengua la pequeña
herida. Página | 203

—Wray...—Kim metió los dedos en su cabello tratando de devolver


su boca a la suya. Quería sus besos, quería todo y molía sus caderas
en su contra, rogando por ello. — Por favor.
— No pequeña—. Le dijo y apoyó sus caderas contra la cama, usando
sus músculos abdominales para separar sus cuerpos. — Quiero verlo
todo—. Sus manos fueron a la camisa de usaba. — Quiero complacer
cada parte de ti, entonces nos uniremos—. Le dijo y agarró las manos
que lo alcanzaron y las colocó a cada lado de su cabeza. — Se quedan
aquí— .Ordenó mirándola fijamente hasta que finalmente asintió.
¡Diosa, no había nada más hermoso que su Kim! Pensó mientras sus
ojos se daban un festín por la recompensa revelada al abrir su
camisa.
Reverentemente, sus grandes y ásperas manos le ahuecaron los
pechos, haciéndolos rodar de modo que sus pezones se volvieron
altos y tensos picos que rogaban por sus labios. Capturando a uno,
lo succionó profundamente en su boca y escuchó su jadeo mientras
se arqueaba, ofreciéndole aún más. Mordiendo suavemente, pasó
su lengua por el pezón distendido y fue recompensado con un
gemido. Al soltarlo con un chasquido, dejó el pezón ya hinchado
para dar a su gemelo el mismo placer.
La espalda de Kim se arqueó, sus manos en puño al lado de su
cabeza mientras Wray devoraba sus pechos. Quería arrancarle la
boca, el placer tan intenso que apenas podía soportarlo, incluso
cuando quería acercarlo y ofrecerle más. Cada tirón de su boca iba
directo a su vientre, haciendo que se tensara y convulsionara,
queriendo algo que la llenara.
— Wray...— suplicó.
Página | 204
— Shhh...—Wray amonestó suavemente, su cálido aliento bañando
su húmedo pezón, haciendo que se tensara aún más. Una sonrisa de
absoluta satisfacción cruzó la cara de Wray antes de que se deslizara
más abajo por su cuerpo, forzando sus piernas a soltar sus caderas
para que pudiera rendir igual tributo al resto de su increíble cuerpo.
Sus dientes mordieron su delicada caja torácica mientras sus manos
acariciaban la generosa curva de su cintura. Poco a poco pasó su
lengua por su abdomen sintiendo su temblor, deteniéndose sólo
para sumergirse en la sexy hendidura de su ombligo. Con cada
caricia, los sonidos del placer de Kim crecían, pero sus manos
permanecían donde las había colocado.
Deslizándose más abajo para que sus rodillas descansaran en el
suelo, Wray se encontró en un territorio conocido pero
inexplorado. En esta área, se le había enseñado cómo satisfacer a
una mujer, se le había enseñado lo que le traería la máxima cantidad
de placer en el menor tiempo posible, permitiéndole entonces
encontrar su propia liberación, pero eso no era lo que quería con
Kim...
No se trataba de satisfacer una necesidad o de crear descendencia.
Esto era sobre ellos... Kim y él... uniéndose. Se trataba de
convertirse en uno en el sentido más verdadero de la palabra. La
forma en que la Diosa siempre había querido que fuera y que no
podía ser apresurada.
En esto, no permitiría que Kim lo apresurara. En esto, sería el
maestro, así como le había enseñado a besar, le enseñaría lo
hermosa que puede ser la unión y luego juntos descubrirían el
paraíso.
Levantando primero una pierna y luego la otra, las cubrió sobre sus
hombros, abriendo toda su belleza a su mirada apreciativa. Diosa, Página | 205

ya estaba resplandeciente e hinchada, su nudo femenino


asomándose a través de sus suaves rizos.
Usando sus pulgares, cuidadosamente separó esos rizos, revelando
una exquisitez de color rosa oscuro que le rogó que los probara.
Bajando su boca, apretó su lengua contra su abertura, deslizándola
hacia adelante y hacia atrás, y sintió su apretamiento en respuesta
antes de soltarle su dulce néctar.
— Wray...— gritó Kim, sus caderas contra su boca.
Ignorando sus súplicas, Wray bebió hasta saciarse, incapaz de
resistir más, recorrió la corta distancia hasta su palpitante clítoris.
Lentamente su lengua rodeó la preciosa gema, burlándose antes de
aferrarse, succionándola a su boca.
— ¡Wray!—, gritó Kim. — Por favor, Wray.
Sabiendo lo que necesitaba, Wray lentamente deslizó un grueso
dedo en su interior y sintió como sus músculos se agarraban a él.
Diosa, estaba tan apretada, tan caliente y suave que su pene trató de
liberarse de sus pantalones. Poco a poco empezó a retirar su dedo y
la oyó gemir en negación.
Mientras su boca seguía trabajando su clítoris, Wray levantó los ojos
y descubrió que se había levantado sobre sus codos para observarlo
atentamente. Nunca rompió el contacto visual, deslizó un segundo
dedo en su apretada vaina y vio cómo sus ojos se oscurecían. Su
pecho se levantó y cayó en unos patrones desiguales mientras
extendía los dedos, estirándola mientras frotaba ese punto especial
que había descubierto antes.
Sintió como sus talones se clavaban en su espalda cuando sus
músculos empezaron a temblar y succionó más fuerte en su clítoris, Página | 206

haciendo que sus caderas empezaran a bombear contra su boca.


Envolviendo un brazo alrededor de esas caderas salvajes, Wray la
sujetó, y luego deslizó un tercer dedo grueso justo cuando la mordió
ligeramente en su clítoris. La combinación hizo que su espalda se
arqueara de la cama y su liberación explotó a través de su cuerpo
mientras gritaba.
— ¡Wray!
Página | 207

Kim se desplomó de nuevo en la cama, su pecho temblando


mientras intentaba recuperar el aliento. Diosa, las cosas que su
hombre podría hacerle, nunca se cansaría de eso. Cada vez que
Wray la tocaba, donde la tocaba, le daba placer, la hacía sentir
especial.
Todo su ser todavía hormigueaba y palpitaba, pero quería más.
Quería a Wray, todo él. Cada vez que estaban juntos, Wray se
aseguraba de que estuviera complacida pero se negaba a unirse, no
esta vez, esta vez sabría lo que realmente se sentía ser una mujer.
Abriendo los ojos, se levantó sobre sus codos para decirle a Wray y
descubrió que estaba de pie desnudo entre sus piernas todavía
abiertas. Su hinchado eje se balanceaba pesadamente entre sus
piernas, pre—semen surgiendo de su hendidura, sus ojos estaban casi
negros por el deseo, su mandíbula apretada por la necesidad
contenida. Levantando sus piernas, las envolvió alrededor de sus
caderas, acercándolo más.
— ¿Estás segura, mi Kim?—. preguntó por última vez, su voz tan
áspera que apenas era perceptible.
— Sí. Ámame, Wray. Únete a mí. Hazme tuya.
Las palabras de Kim hicieron que Wray gruñera, mientras deslizaba
su pene a lo largo de su abertura, cubriéndola con sus jugos y su
pre—semen agarrando sus caderas, las levantó alineando su
miembro con su abertura.
— Eres mía, Kim —. Afirmó, y con un empuje poco profundo
incrustó la cabeza de su pene dentro de la suavidad de Kim.
— ¡Sí, Wray!—. Kim gritó con las piernas apretadas a su alrededor
tratando de acercarlo. Página | 208

—¡No!— Wray ordenó mientras se dejaba caer sobre su cuerpo,


inmovilizándola en la cama. — No me apurarás en esto, Kim. He
esperado demasiado tiempo por ti —. Inclinándose hacia su rostro,
capturó su boca, deslizando su lengua más profundo para un beso
intenso mientras presionaba más en su interior y sentía su ardiente
sedosidad aceptándolo. Al retirarse, siguió adelante una y otra vez
hasta que lo aceptó todo.
— ¡Diosa, Kim!— Exclamó arrancando su boca de la suya, nunca en
su vida había sentido algo tan bueno como a Kim rodeando su
palpitante polla.
—Más Wray... por favor...— Kim suplicó meciendo las caderas en
su contra y el control de Wray se rompió.
Apoyándose en sus codos, Wray casi salió de la caliente envoltura
de Kim antes de volver a la carga, acomodándose en un ritmo rápido
y duro que aceptó con facilidad.
— ¡Sí, Wray!—. Kim gritó ante las nuevas sensaciones que Wray
estaba creando en su interior, moviendo sus caderas para
encontrarse con las suyas. Sintió que sus músculos internos se
tensaban de nuevo a medida que la presión se acumulaba, iba a
correrse nuevamente.
Todo el ser de Wray estaba enfocado en el placer que Kim le daba,
en la forma en que sus respuestas conducían su propio placer hacia
arriba, que lo hacía entrar más profundamente en ella. Su canal se
apretó alrededor de su polla, agarrándolo como si no quisiera dejarla
ir. Sabía que no iba a durar mucho más, ya que la presión en sus
pelotas aumentaba a un nivel insoportable.
— ¡Wray!
Página | 209
El grito de Kim fue la única advertencia de Wray cuando su canal
se apretó ferozmente en su contra, sus caderas se elevaron y sus
piernas se cerraron a su alrededor, forzándolo a entrar en una
profundidad imposible. Era demasiado para su control.
— ¡Mía!—.Wray rugió, su liberación explotó a través de su cuerpo y
la llenó con su semilla.
Kim yacía jadeando en la cama, sus brazos alrededor del cuello de
Wray mientras apoyaban su frente juntos. Nunca imaginó que
podría ser así, este sentimiento de unidad que sabía que sólo
experimentaría con Wray. Todo tenía sentido ahora. Todas esas
miraditas, esos pequeños toques que sus padres se daban el uno al
otro. Siempre había parecido que tenían un secreto y lo tenían.
Tenían esto. Este sentimiento asombroso entre ellos, esta unión,
este conocimiento de que estaban completos.
Finalmente entendió lo que Jen había tratado de explicarle la noche
de su cumpleaños número dieciocho. Jen había dicho que había
sido mejor para sus padres que murieran juntos... Kim no había
estado de acuerdo... ahora lo entendía. Habría destruido a uno el
estar sin el otro.
Wray se apoyó en sus codos para evitar aplastar a Kim mientras
apoyaba sus frentes juntos. ¿Qué acababa de pasar? Nunca había
experimentado una liberación tan intensa; había sido como si todo
su ser hubiera intentado fusionarse con el de ella. Diosa, ha sido
increíble. ¿Pero qué había pasado cuando estaba dentro de Kim?
¿Realmente había encontrado su liberación por segunda vez?
— ¿Kim?—. Levantó la cabeza y la miró fijamente, mirando sus
labios, hinchados por sus besos y la mirada satisfecha en los ojos que
se abrían.
— ¿Hmm? Página | 210

—¿Qué acaba de pasar?


— ¿Qué quieres decir?
— ¿Has vuelto a correrte?
— Oh, sí. — Dijo sonriendo.
—¿Es eso normal para una mujer humana?— Preguntó tímidamente.
— Correrse cuando un hombre todavía está en su interior?
— Yo…— Kim le frunció el ceño. — Uh... bueno, sí... o eso me han
dicho... Quiero decir no lo sabía personalmente, pero es lo que la
gente dice. Lo que he leído. ¿Las mujeres Tornians no lo hacen?
—No— Wray observó cómo sus palabras causaban que la satisfacción
se fuera de sus ojos. — Sólo encuentran su liberación cuando un
hombre usa su boca con ellas.
— Oh—. De repente, Kim, incómoda, se movió debajo suyo y miró
hacia otro lado. — Lo siento—. Dijo. — No me di cuenta de que
estaba mal.
— ¡No, Kim! ¡Diosa, no!— Agarrando su barbilla, Wray forzó su
mirada hacia él. — ¡No estuvo mal! Me pareció increíble. Más que
asombroso. Sólo me sorprendió, eso es todo. Saber que podías
encontrar tu liberación mientras estaba dentro de ti... Sentir que te
aprietas a mí alrededor. Escuchar lo mucho que te gustaba tenerme
dentro de ti— . Sólo de pensarlo, el miembro de Wray se endureció
de nuevo. — Diosa, Kim, nunca he tenido una experiencia tan
increíble.
—¿En serio?—, preguntó, moviendo tímidamente sus caderas
mientras sentía que su pene se endurecía de nuevo en su interior.
— De verdad. Ahora quédate quieta—. Dijo bruscamente.
Página | 211
— ¿Por qué?
— Porque cuando haces eso, me hace querer liberarme dentro de ti
otra vez.
— Y eso es malo porque...
Wray la miró sorprendida. — ¿Permitirías eso? ¿No me harás
esperar hasta que hayas descansado?
— Eso es lo que una mujer Tornian te haría hacer, ¿no es así? ¿Lo
qué te hizo hacer Adana?—. Kim se encontró empujando contra el
pecho de Wray, tratando de escapar. — No soy Tornian, ¡maldita
sea! Soy Kim —. ¡Estaba cansada de que siempre la compararan con
ellas!
— Sé quién eres, Kim—. Wray dijo y se dio cuenta de que había
hablado en voz alta. — Y estoy agradecido de que no seas Tornian.
— ¿Lo estás?
— Sí.
— Entonces bésame, Wray. Ámame—. Susurró, moviendo sus
caderas sugestivamente.
— ¿Estás segura, mi Kim?—, preguntó Wray mientras sus caderas
comenzaban a empujar lentamente.
— Sí... lo estoy, Wray, esto se siente tan bien... no pares.
— Nunca, Kim. Nunca me detendré—. Y con eso, Wray le mostró a
Kim cómo planeaba amarla, por el resto de sus vidas.
Las luces bajas del cuarto de descanso acariciaban suavemente la
piel de Kim, especialmente el brazo y la pierna que había arrojado
sobre Wray mientras dormía. Con cuidado Wray levantó una gruesa
manta a su alrededor, lamentablemente cubriendo su brillante piel. Página | 212
Necesitaría aumentar la temperatura de sus habitaciones. No quería
que se enfriara.
Deslizando un gentil dedo por su mejilla, Wray se sorprendió de
que esta hermosa criatura lo amara. Era todo lo que él no se había
dado cuenta de que una mujer debería ser. Podía ser tan fuerte y,
sin embargo, era dulce y cariñosa. Podía ser exigente, pero no
egoísta, no como sus mujeres. Y era la mujer más terca que había
conocido cuando se trataba de defender lo que creía que era
correcto y creía en él.
No la decepcionaría.
En dos días llegarían a Vesta, donde se ocuparía de Lord Reeve y
del lío que había causado con los Kaliszians y luego se la llevaría a
casa. A casa, a Tornian. No podía esperar a verla en su casa, no
podía esperar a verla rodeada de su belleza y comodidad. Ya no se
vería obligada a prescindir de ella, a usar sólo sus camisas. Quería
verla con hermosas vestiduras, quería verla caminar por sus jardines,
quería verla acostada en su cama sin usar nada en absoluto. Diosa,
nunca la dejaría escapar de esto.
La llevaría ante la Cámara de los Lores y la proclamaría Tornian.
Algo que rara vez se hacía. No había pensado que sería necesario.
Como su Emperatriz, Kim debería tener toda la protección que
necesitara, pero las palabras de Fala y Gyula le hicieron
replanteárselo. Podría haber otros que pensaran como ellos y Wray
no se arriesgaría. No con Kim. Proclamarla Tornian le daría todos
los derechos y protecciones que cualquier otra mujer Tornian
tendría.
Los brazos de Wray se tensaron por el simple hecho de pensar que
estaba en riesgo, lo que hizo que Kim gimiera suavemente mientras Página | 213

dormía. Obligándose a relajarse, Wray permitió que el sueño lo


reclamara.
Página | 214
— ¿Me vas a dejar?—. Kim no podía ocultar su conmoción o miedo
mientras miraba a Wray. Durante los dos últimos días, apenas la
había perdido de vista, sólo cuando había insistido en ir sola a la sala
de limpieza para hacer sus necesidades. Se habían besado y tocado,
se habían reído y amado. Se había sentido como una princesa
mimada, no espera... una Emperatriz.
Wray le había dado de comer de su mano una asombrosa variedad
de alimentos extraños, cada uno más diferente que el anterior. La
mayoría de las cosas le gustaban, pero algunas, para diversión de
Wray, las escupía y ponía caras graciosas.
Ahora quería dejarla.
— Es sólo por un tiempo, Kim. Necesito ir a la superficie y tratar con
Lord Reeve. Una vez que nos ocupemos de eso, podemos continuar
a Tornian.
Wray le había dicho por qué tenían que parar en Vesta. Le explicó
que la única razón por la que había regresado del Imperio Kaliszian
era que el Emperador Liron había querido reunirse para discutir el
fracaso de Lord Reeve a la hora de mantener el flujo constante de
alimentos que eran tan vitales para los Kaliszians. También admitió
que no era la razón que Liron le había dado para la reunión y que
si lo hubiera sabido, habría enviado a Veron para que se ocupara de
la queja, pero que la posibilidad de información sobre mujeres
compatibles había hecho que Wray se reuniera personalmente.
No había entendido por qué los ojos de Kim se habían oscurecido
cuando se lo dijo. Por qué se había vuelto extremadamente callada.
Cuando le preguntó, se negó a decírselo. Debería haberla
presionado más, pero en vez de eso le dijo que iba a salir a la
superficie y eso la molestó más.
— Vas a dejarme—. Dijo de nuevo y se volvió hacia él para envolver Página | 215

sus brazos alrededor de su cintura. Diosa, no podía creer que se


sintiera así, como si estuviera siendo abandonada, pero lo estaba.
Wray se había convertido en su roca, su piedra angular. La hizo reír,
la abrazó cuando llegaron las pesadillas y besó sus lágrimas. Era la
única cosa en todos los universos en la que confiaba completamente.
Sin él, estaba perdida.
— Por menos de un día, Kim. Volveré antes de que te acuestes a
descansar por la noche—. A Wray no le había gustado la forma en
que se apartó de él, no le había gustado cómo sus brazos se habían
apretado a su alrededor. — Que viajaras conmigo no sería...
— Normal para una mujer Tornian—. Terminó por él. — Por
supuesto que no—. Kim dijo al pasar una mano por su cabello y de
repente el cansancio que no podía controlar se asentó sobre ella de
nuevo. — Creo que me voy a acostar. Te veré cuando vuelvas.
Wray vio a Kim alejarse de él y le dolió el corazón. Había visto el
miedo que había llenado sus ojos cuando se había dado la vuelta.
¿No sabía que nunca la dejaría desprotegida? Planeaba que Veron
se quedara para protegerla, para disgusto del capitán.
No había forma de que pudiera llevarla a Vesta. ¿Qué haría allí?
Actualmente no había ninguna Dama en la Casa Reeve, por lo que
no habría ninguna mujer con la que hablar y por eso tendría que
quedarse a su lado. Eso sería una distracción para los hombres de la
casa de Lord Reeve.
‘‘La modista sigue ahí’’. Las palabras susurraron a través de su
mente.
Frunciendo el ceño, se le ocurrió algo nuevo.
Si se llevaba a Kim, podrían quedarse en la Casa Reeve durante
varios días. Podría descansar en un entorno más cómodo que el que
le proporcionó en el Searcher y luego podría llegar a Tornian Página | 216

descansada y en las cubiertas de una Emperatriz en vez de en una


de sus camisas. Sabía que le molestaba usarlos, especialmente
cuando había otros hombres presentes. Era obvio en la forma en
que tiraba y jalaba cada vez que un guerrero entraba en su habitación
para discutir algo con él. Encontraría una razón y rápidamente
abandonaría la habitación.
Lo que estaba considerando nunca se había hecho antes. Un
hombre rara vez permitía que su mujer viajara con él y nunca a una
casa sin una mujer. Les daba a los otros hombres la oportunidad de
atraerla.
Les permitían viajar a una Casa donde había una mujer para que
pudieran entremezclarse y todas las mujeres viajaban a Tornian
cuando se convocaba la Asamblea, a pesar de que no tenía
Emperatriz.
¿Acaso no era el Emperador?
¿No podría cambiar las reglas?
Kim no quería que la dejaran sola.
No quería dejarla sola.
Era para su beneficio reunirse con la modista y que le hicieran las
vestimentas, y eso era todo lo que le importaba a Wray.
Lord Reeve solo tendría que ajustar su Casa a las necesidades del
Emperador y la Emperatriz.
Al trasladarse a su comitiva, Wray notificó a Veron del cambio de
planes y le dijo que informara a Lord Reeve. Volviéndose, fue a
informar a Kim.
Kim se acostó en la cama de espaldas a la puerta y trató de dormirse, Página | 217

pero no llegó. Comprendió por qué Wray la estaba dejando atrás,


de la misma manera que comprendió que no la estaba dejando atrás.
Habría momentos en que se separarían. Lo sabía. Wray era un
hombre importante con un trabajo importante y grandes
responsabilidades. Necesitaba entender que... no se sentía segura
aquí... no sin Wray. Quizás era estúpido, después de todo estaba
rodeada por los guerreros de Wray, guerreros que él decía que eran
aptos y dignos, pero no podía evitarlo. No estaba preparada para
confiar en ellos, no estaba preparada para separarse de Wray, quizás
nunca lo estaría.
Con la excepción de Fala y Gyula, todos los hombres que había visto
la habían tratado con respeto. En realidad, después de una rápida
mirada en su dirección, la habían desestimado como si no estuviera
allí, y aunque lo apreciaba ya que sólo llevaba puesta la camisa de
gran tamaño de Wray, también le molestaba. Esas miradas rápidas
habían sido tan valoradas... y ahora entendía por qué. Todos se
habían estado preguntando si sería "compatible" con Wray.
Al escuchar que la puerta de la cámara se abría, dejó de tratar de
dormir y se dio la vuelta para ver a Wray caminar a su dirección.
Al entrar en su cámara de descanso, Wray se dio cuenta de que si
no fuera por la incompetencia de Reeve, el Searcher nunca habría
estado allí para interceptar la nave de los Ganglians. Nunca habría
encontrado a Kim. En realidad estaba en deuda con Lord Reeve y
por eso, el castigo de Lord Reeve no sería tan severo como Wray
había previsto originalmente. Pero habría consecuencias porque no
importaba lo que Wray hubiera dicho, los Kaliszians y los Tornians
se necesitaban mutuamente si querían sobrevivir a la gran infección.
Sentado en la cama junto a Kim, le pasó el dorso de la mano por la
mejilla. — Siento haberte molestado, Kim. Página | 218

— No es tu culpa. Todavía estoy bastante mal por lo que me hicieron


los Ganglians y a veces me molestan cosas que no deberían.
—¿No deberías estar molesta cuando no puedo estar contigo?
—No así. Sé que hay cosas que tienes que hacer, Wray. Deberes que
necesita cumplir. Este es uno de ellos. No es como si mi presencia
importara.
— A mí sí, Kim.
—Lo sé— Levantándose, coloco su mano contra la suya. —Sé que te
importo, Wray, y estaré bien aquí sola. Necesito acostumbrarme.
—¿Acostumbrarte a qué?— preguntó Wray, frunciendo el ceño.
—Estar sola.
—¿Por qué crees que estarás sola, mi Kim?
Kim se dio cuenta de que estaba sonriendo un poco ante el cariño
de Wray, lo decía cada vez más y le gustaba, le gustaba saber que era
suya.
— Como dije, Wray, tienes deberes que cumplir, lugares a los que
ir. Hay guerreros con los que tienes que reunirte. No puedo estar
contigo cuando haces esas cosas. No es algo que hacen sus mujeres
y sólo te causará problemas si lo permites. Así que pasaré mucho
tiempo en nuestra habitación... sola.
— ¿Qué problemas crees que podrías causar, Kim?
— No soy Tornian, Wray, y eso es importante. Tendrás hombres
que me vean exactamente igual que Fala y Gyula—. El gruñido de
enojo de Wray la hizo apretarle el brazo de manera tranquilizadora.
— Así son las cosas hasta que cambies la ley, pero eso no cambiará Página | 219
lo que la gente cree y luego está esa otra cosa...
—¿Qué otra cosa?—. Wray exigió no le gustaba la forma en que sus
ojos se oscurecían.
— Eso de que buscas mujeres compatibles. Por lo que me has dicho,
las posibilidades de que pueda darte hijos son escasas. ¿Qué pasa si
no puedo? ¿Te verás forzado a enviarme lejos?
Los ojos de Wray se horrorizaron ante las palabras de Kim, ante lo
que sus palabras le habían hecho creer.
—¡No! ¡Diosa, no, Kim!—. Colocándola en su regazo, la abrazó con
fuerza. —¡Tú eres mía! Nada nos separará. La descendencia no
importa. Somos compatibles. Tú y yo—. Respirando hondo, se
obligó a calmarse para poder explicar lo que no podía antes.
—Te diré la verdad, Kim. Normalmente, cuando un hombre se
queda con una mujer que no puede presentar descendencia apta, se
ve obligado a renunciar a su puesto. No. —, Wray la cortó
rápidamente, — porque es visto como no apto pero porque sin
descendencia su línea de sangre terminará. Eso no se aplica a mí
porque tengo a Tora y es apto. Será el futuro Emperador, así que
no importa si tenemos descendencia. En cuanto a no ser Tornian...
lo serás una vez que te presente a la Asamblea de los Lores.
—¿Qué?— Kim preguntó y le miró de forma confusa.
— Está dentro del poder del Emperador declarar a alguien que
considere digno Tornian.
—¿Puedes hacer eso?
—Sí, mi Kim—. Le dijo cuándo le daba una sonrisa amable. —Te
dará la protección de la Ley Tornian. Ningún hombre se atrevería a
hacerte daño, porque eso significaría su muerte. Te daría la libertad
de ir a donde quieras dentro de Tornian y sentirte segur. Página | 220

—¿No te molestaría si no pudiera darte más hijos?


—No. Todo lo que quiero eres tú, Kim. Si la Diosa eligiera
bendecirnos con descendencia masculina, los amaría tanto como te
amo a ti.
—¿Y si nos bendijera con una mujer?— Kim se había referido a la
pregunta como una broma, pero la mirada de Wray la hizo
lamentarlo. —Wray...
—La Diosa no ha permitido que una mujer sea presentada a un
Emperador desde Lucan.
—¿Qué?
— Ya no nos considera lo suficientemente dignos para cuidar de una.
— Te equivocas, Wray—. Kim lo negó vehementemente. — Lo eres.
— Si lo soy es sólo por ti, mi Kim. Ahora—, Wray forzó sus oscuros
pensamientos. —¿Te gustaría ir conmigo a Vesta?
—¿Qué?— Kim no trató de ocultar su sorpresa.
— No quiero dejarte, Kim. Hay una modista en Vesta que puede
hacer cubiertas femeninas—. Dijo deslizando su mano por su muslo
debajo de la camisa. —No es que lo prefiera, pero sé que tú lo harías.
—¿Qué son las cubiertas ''femeninas'', Wray?— Preguntó Kim,
moviéndose para darle a su mano más acceso.
—Tela que cubre casi todo el cuerpo —. Le dijo mientras su mano se
movía hacia la unión de sus muslos.
— ¿De verdad?—. Kim cuestionó suavemente abriéndose un poco
más. — ¿Quieres que me cubra?
—De otros... Sí—. Gruñó deslizando un dedo en su interior mientras
su pulgar rodeaba su nudillo. — De mí... nunca. Página | 221

Girando, Wray la empujó de vuelta a la cama, su boca cubriendo la


de ella. De alguna manera, en instantes, Wray los tenía a ambos
desnudos.
Kim envolvió con entusiasmo sus piernas alrededor de la cintura de
Wray, sus talones presionando su buen trasero y lo hundió más
profundamente. Diosa, nada se había sentido tan bien como Wray
amándola. Con cada toque le mostraba lo especial que era para él,
lo importante que era. Siempre se aseguraba de que encontrase
placer en sus uniones, nunca tomando las suyas antes que las de ella.
Sabiendo esto, Kim levantó las caderas, apretando y retorciéndose
en la forma en que había descubierto, enloquecía a Wray y fue
instantáneamente recompensada por un leve gruñido a medida que
se adentraba más en su interior.
Kim se abrió aún más a Wray, dándole todo lo que era porque él
era todo para ella. La aceptó incluso después de lo que los Ganglians
habían hecho, aceptó sus defectos e incluso aceptó el hecho de que
nunca podría ser capaz de darle descendencia. Le importaba. Ella,
y quería darle todo lo que necesitaba.
Todo su ser comenzó a apretarse a medida que se acercaba su
liberación junto con un extraño hormigueo en lo profundo de su
vientre. Necesitaba a Wray, lo necesitaba ahora.
—¡Wray!— gritó, arqueándose mientras su orgasmo explotaba a
través de su ser. Sus músculos vaginales se apretaron fuertemente en
el pene de Wray mientras convulsionaba a su alrededor.
— ¡Kim!— Wray rugió cuando lo apretó. Exigiéndole todo de él y se
lo dio. Con un último y profundo empujón, la llenó con su corazón,
su alma y su semilla.
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Kim presionó la frente contra el cristal de la ventana del


transbordador, tratando de ver mejor el paisaje que tenía debajo.
Vesta era increíble. Nunca se había dado cuenta de que había tantos
tonos de color, verdes, morados, rojos y marrones. Wray le había
explicado que los marrones eran tierras recientemente cosechadas
que se les permitía descansar y recuperarse mientras que los otros
colores eran cultivos en diferentes etapas de crecimiento. Le
recordó el hermoso edredón de retazos que había cubierto su cama
en casa. El que había hecho su abuela.
—Es hermoso, Wray—. Dijo, volviéndose hacia él.
— Lo es—. Estuvo de acuerdo, pero estaba mirando a Kim, no el
paisaje. Sus ojos estaban claros y brillaban de emoción y felicidad.
Le había preocupado que pudiese estar asustada, viajando a otro
nuevo y extraño lugar, rodeada de hombres que apenas conocía
pero parecía que se lo estaba tomando con calma.
Antes de que dejaran el Searcher, había llamado a los guerreros que
viajarían con ellos y les había presentado a su nueva Emperatriz.
Tradicionalmente, esto nunca se habría hecho, una mujer, incluso
la Emperatriz, no tenía contacto directo con ningún otro hombre
que no fuese aquel con el que se unió. Si un hombre estaba allí para
protegerla, significaba que aún tenía que adquirir los medios
necesarios para atraerla, por lo tanto, no significaba nada para ella.
Kim ya había demostrado a través de sus acciones con Damir que
no sería su camino y se había corrido la voz a través del Searcher del
respeto que le había dado a un hombre que no conocía. Sin saberlo
se ganó su respeto y por eso, no tenía ninguna duda de que la
protegerían, Tornian o no, pero ella no estaba al tanto. Por eso los
había convocado, sabiendo que eso le mostraría que no eran como Página | 224
Fala y Gyula.
Aunque sabía que estaba incómoda, estaba orgullosa a su lado y
reconoció a cada guerrero con un asentimiento de cabeza mientras
se los presentaba. Fue otra acción que una mujer Tornian nunca
habría hecho, consolidando su compromiso. Lo había visto en los
ojos de todos los guerreros.
—¿Vamos a aterrizar pronto?— La pregunta suave de Kim le
devolvió sus pensamientos.
—Sí—. Dijo con una sonrisa. — Aterrizaremos en los terrenos de la
Casa Vestoria y luego iremos directamente al interior. Desde allí
seremos escoltados a nuestras habitaciones. Una vez que estés
instalada y segura, me reuniré con Lord Reeve.
—¿No me reuniré con él?— Preguntó.
—¿Querrías hacerlo?— Wray frunció el ceño. ¿Por qué querría
conocer al hombre? Las mujeres sólo pedían reunirse con un Señor
si estaban interesadas en unirse a él. Sabía que Kim no lo estaba,
pero aún así...
— ¿No se espera que lo haga?— Kim le devolvió el ceño fruncido. —
Quiero decir, si soy tu Emperatriz, ¿no se supone que debo
encontrarme con tus Señores?— Esto era algo que no habían
discutido. Cuáles serían sus deberes reales como su Emperatriz.
—¿Es así en la Tierra?
— Sí, al menos por lo que he visto. Todavía tenemos algunos Reyes,
Señores e incluso un Emperador, pero ellos sólo gobiernan un país,
no un mundo o un universo. Sus esposas...— la mirada de Wray le
dijo que no entendía la palabra. — La mujer con la que se han
unido—, dijo y esperó a que asintiera. — Normalmente viaja con su
hombre, está a su lado cuando son recibidos por sus anfitriones. Página | 225
Algunas incluso están involucradas en sus reuniones.
—¿No tiene nada que ver con que se interese por el otro hombre?
—¡No!— Kim lo negó inmediatamente.—¿Por qué estaría interesada
en el otro hombre? Está ahí para ayudar y apoyar a su hombre... a
menos que sea ella quien esté a cargo.
— ¡¿Qué?!— Wray no era el único varón que la miraba en estado de
shock. — Las mujeres mandan.
— En varios países, sí. Si es de la Casa gobernante y no del hombre,
ella gobierna. ¿Nunca han tenido eso en el Imperio Tornian?
—Sólo en la antigüedad—. Wray admitió en silencio.
— ¿Tienes tantas mujeres en tu planeta?— Una voz aturdida a su
espalda hizo que Kim se girara en su asiento para encontrar doce
pares de ojos haciendo la misma pregunta que el guerrero de piel
verde.
— Eres Jaqua, ¿no?— Preguntó y vio la sorpresa que le causó.
— Sí, Emperatriz—. Jaqua no podía creer que recordara su nombre.
— La respuesta a tu pregunta es sí— dijo Kim, respondiendo. — En
la Tierra hay muchas mujeres.
Wray se dio la vuelta y gruñó a Jaqua por atreverse a hablar
directamente con Kim. Jaqua rápidamente bajó los ojos.
— ¿Por qué gruñes a Jaqua, Wray?— Kim le miró confundida.
Wray se salvó de responder cuando el transbordador giró
bruscamente, haciendo que Kim se quedara pálida y boquiabierta.
— Está bien, Kim—. Wray tomó su mano para tranquilizarla. —Nos
estamos volviendo para aterrizar. Página | 226

— ¿No nos estrellaremos?— Los ojos que hace unos momentos


estaban claros y brillantes ahora estaban nublados por el miedo.
—¡No! De verdad, Kim. Esto es normal.
Kim cerró los ojos por un momento y forzó a su corazón a calmarse.
Wray dijo que esto es normal. No estaba preocupado. Los guerreros
que estaban con ellos no parecían preocupados. Al apretarle la
mano, abrió los ojos y le hizo ver que pudo calmarse.
— De acuerdo—. Dijo en voz baja, y le dio una pequeña sonrisa.
Cuando la escotilla se abrió, el olor hizo que Kim se detuviera. Era
el dulce olor de la hierba recién cortada que siempre había colgado
en el aire después de que su padre la hubiera cortado. Era tan
familiar que sintió que se le llenaban los ojos.
—¿Kim?—. Wray la miró preocupada cuando se congeló en la
escotilla del transbordador. Sus guerreros habían salido primero
formando un frente protector alrededor de la escotilla del
transbordador. Wray los había seguido, y luego se giró para ayudarla
a bajar sólo para conmocionarse cuando las lágrimas llenaron sus
ojos.
— Huele como en casa—. Susurró.
— ¿Vivías donde las cosas crecían?
—Sólo hierba—. Susurró. —Y no de esta manera—. Sus ojos viajaron
sobre la vasta extensión de un verde tan oscuro que casi era púrpura
que yacía frente a ella. Justo encima de la colina, pudo ver lo que
parecía ser un gran castillo y detrás, montañas. — Pero huele igual.
— ¿Deseas regresar al Searcher?— preguntó Wray. No era lo que
quería, pero si esto era demasiado para ella... Página | 227

— No—. Kim negó inmediatamente, sus ojos encontraron los suyos


y respiró tranquilamente. — No. Quiero quedarme contigo. Sólo me
sorprendió. No me di cuenta de que podría oler igual—. Le extendió
la mano sabiendo que Wray la tomaría.
— ¡Emperador Wray!— Un grito los hizo girar a los dos.
Los ojos de Kim se dirigieron al grupo de hombres que se acercaban
al trasbordador, un hombre alto y rojo frente a los demás. Tenía el
pelo negro como Wray, pero ahí es donde terminan las similitudes.
Este hombre era más pequeño que Wray, sus músculos no eran tan
definidos y, por supuesto, no era del hermoso bronce que era Wray.
— Lord Reeve— . Wray respondió y sus guerreros se separaron un
poco, permitiendo a Reeve ver al Emperador.
— Señor, ¿a qué debo este honor inesperado?— preguntó Reeve.
—¿No le informaron que llegaría?— Los ojos de Wray observaron
de cerca a Reeve sabiendo que Veron lo había contactado más de
una vez.
— Sí. Por supuesto que me contactaron, señor, pero no me
informaron del por qué—. Los ojos de Reeve le dispararon a Veron,
su descontento visible fácilmente. — No sabía que habías salido de
Tornian.
— ¿Y quién te mantendría al tanto de esas cosas, Lord Reeve?
— ¡Nadie, señor!— Reeve tragó duro al darse cuenta de lo que había
insinuado. — Es sólo que...
— ¿Sólo qué, Lord Reeve?
— Es sólo que si hubiera sabido de tus planes, me habría asegurado
de que Tora estuviera disponible para saludarte.
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— Como planeo estar aquí por varios días, podrás arreglarlo.
— Yo... sí, señor.
— ¿La modista? —. Preguntó Wray.
— Está esperando su convocatoria, señor —. Reeve le dijo.
— Bien. Ahora deseo que la Emperatriz se instale en nuestras
habitaciones. Después hablaremos de lo que me ha traído aquí.
— Emperatriz...— La voz de Reeve se calló cuando los guerreros del
Emperador se separaron aún más, revelando a la pequeña mujer al
lado del Emperador. Reeve frunció profundamente el ceño, su
confusión fácilmente visible, mientras sus ojos viajaban sobre la
extraña mujer que tenía al frente.
Era pequeña, diminuta, con el pelo color fuego y la piel pálida.
Obviamente no era Tornian, lo que hacía imposible que fuera la
Emperatriz, lo que significaba que era utilizable. Tan pequeña como
era, ¿sería capaz de tomar a un hombre Tornian? Descubrió que
quería averiguarlo.
— Sí, es mi Emperatriz. Emperatriz Kim—. Las palabras de Wray
llevaron los pensamientos de Reeve al presente.
— Pero...
— Pero qué, Lord Reeve—preguntó Wray, su voz mortalmente
silenciosa.
— Yo…— Reeve no había sido Señor durante tantos años sin saber
cuándo guardar su silencio. — Nada, señor.
— Entonces muestra tu respeto a tu Emperatriz —. Wray ordenó.
— Sí, señor —. Con una mano sobre su pecho, Reeve se inclinó un
poco ante la ''Emperatriz'', y los hombres que tenía detrás le
siguieron. Página | 229

— Ahora nos llevarás a las habitaciones que nos preparaste—. Wray


ordenó.
— ¿Yo?—. La voz de Reeve crujió un poco ante la petición del
Emperador. Quería que él... un Señor... actuará como un varón de
una línea de sangre insignificante y lo escoltara a su habitación.
— Sí, Lord Reeve. Tú—. Wray sabía que acababa de insultar a Reeve
y no le importaba. Había visto cómo la mirada de Reeve había
pasado por encima de Kim. Fala y Gyula la habían mirado de la
misma manera. Wray no lo toleraría. Puede que no sea capaz de
castigarlos bajo la ley, pero podría desahogar su desagrado con Lord
Reeve.
Kim se puso rígida, sus dedos clavados en el brazo de Wray mientras
observaba silenciosamente cómo la piel de Lord Reeve se oscurecía
hasta volverse casi morada. Sabía que él no quería inclinarse, para
"respetarla" como Wray lo había dicho. Sus ojos no le habían
ocultado nada, ni su incredulidad ante las palabras de Wray o la
lujuria al pasar por encima de su cuerpo. Era la misma mirada que
Fala y Gyula le habían dado. Ahora sabía dónde lo habían
aprendido.
Wray sintió la mordedura de los dedos de Kim mientras se clavaban
en su brazo. Sabía que la respuesta de Reeve la había disgustado y
no dejaría que eso pasara.
—¡Reeve! —. Wray rugió, su mano izquierda moviéndose hacia su
espada.
— ¡Por supuesto, señor! De inmediato —. Girando sobre su talón,
Reeve hizo a un lado a los guerreros que estaban detrás de él,
rápidamente liderando el camino.
Kim observó cómo las largas piernas de Lord Reeve se tragaban Página | 230

rápidamente el suelo entre el transbordador y Casa Reeve y supo


que estaría corriendo para seguirle el ritmo.
— No, Kim—. Wray dijo en voz baja y mirando hacia arriba, vio que
sabía lo que estaba pensando. — No tenemos prisa. Es un día cálido.
Disfrutémoslo.
— Hace buen tiempo —. Kim dijo, sonriéndole, agradecida de que
lo entendiera. — Nunca pensé que volvería a ver el sol. Llegar a sentir
su calor de nuevo—. Inclinando la cara hacia arriba, lo absorbió. —
Se siente maravilloso.
— Entonces nos tomaremos todo el tiempo que quieras.
— Pero Lord Reeve te está esperando —. Dijo y miró hacia la
elevación donde Reeve se había detenido con impaciencia.
— No es más que un Señor. Eres la Emperatriz. Tus deseos se
anteponen a los de él —. Cubriéndole la mano con la suya, la
condujo lentamente hacia Reeve.
Reeve estaba en la entrada de su Casa y en silencio se enfureció al
ver al Emperador y a la mujer caminar lentamente hacia él. ¡Parecían
estar hablando! ¿Qué podría tener que decirle? ¿Por qué actuaría
como si estuviera interesado en algo que tuviera que decir? Las
mujeres como ella eran buenas para una sola cosa, y eso era aliviar
a un hombre. Las mujeres Tornians no eran mucho mejores, pero
al menos podían proporcionar descendencia. Esta...
Cuando el Capitán Veron se puso en contacto ayer para hacerle
saber que el Emperador iba a llegar, se sorprendió. Aunque no tenía
a nadie en Turín que lo mantuviera informado de los movimientos
del Emperador, Lord Bertos lo hizo y mantuvo a Reeve informado.
Se había vuelto a poner en contacto con él hacía menos de una hora
y le informó que el Emperador planeaba quedarse en Vesta durante Página | 231

un largo periodo de tiempo. El capitán Veron le había ordenado que


tuviera habitaciones preparadas y que el sastre estuviera disponible
a petición del emperador. No dijo nada sobre una mujer.
Wray había dicho que era su Emperatriz.
¡Imposible!
Sólo una mujer Tornian podía ser Emperatriz. Una que fuera capaz
de presentar descendencia apta... Reeve se puso rígido cuando se le
ocurrió un pensamiento.
No...
No era posible...
Sus ojos se entrecerraron, mientras miraba a la mujer bajo una luz
diferente. Si el Emperador hubiera descubierto finalmente una
especie con la que pudiera reproducirse con éxito, arruinaría todo
lo que Reeve y Bertos habían estado haciendo.
Tenía que averiguar...
Tenía que informar a Bertos.
Página | 232
Lord Reeve se encontró de pie ante el Emperador y se forzó a no
cambiar su peso de pie a pie bajo la intensidad de la mirada del
Emperador. Desde que su Manno gobernó no se había sentido tan
impotente en su propia Casa. Reeve había estado paseando por la
sala donde gobernaba Vesta.
Tan pronto como dejó al Emperador, Reeve había intentado
contactar con Bertos en Tornian, pero le habían dicho que no estaba
disponible. Enfurecido, dejó un mensaje para que Bertos se pusiera
en contacto inmediatamente, y luego comenzó a caminar.
Si esta mujer fuera verdaderamente criable, no tendrían ninguna
posibilidad de eliminar a Wray. Sustituyéndolo por el que era el
verdadero Emperador. El que descendía directamente de Lucan.
Bertos. Y Reeve estaría a su lado.
Ahora que el Emperador estaba aquí... ¿podría ser que descubriese
su plan para eliminarlo? ¿Ya se había deshecho de Bertos? ¿Fue
por eso por lo que estaba "no disponible"?
Reeve aún estaba pensando en la posibilidad, cuando de repente el
Emperador abrió las puertas de la habitación y entró como si fuese
suya. Sin mirar en dirección a Reeve, Wray cruzó la cámara y se
sentó en el lugar reservado para los que gobernaban Vesta.
— Estoy listo para escuchar su explicación, Lord Reeve.
— Mi explicación...—Preguntó Reeve lentamente, intentando
mantener la calma. — ¿Sobre qué, señor?
— Por la que estoy aquí.
— Yo... pero señor... no tengo ni idea de por qué está aquí.
— No lo sabes... —. Wray le levantó una ceja interrogativa.
— No, señor.
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— ¿Cómo están las cosechas, Lord Reeve? —. preguntó Wray.
— ¿Las cosechas? — Reeve frunció el ceño, totalmente confundido.
— Están bien, señor. No hay problemas.
— ¿Está seguro, Lord Reeve?— preguntó Wray deliberadamente.
—¡Por supuesto, estoy seguro!— Reeve respondió inmediatamente y
sintió que su temperamento se elevaba al ser interrogado. Sabía
cómo dirigir su planeta. —Si hubiese un problema, lo habría
denunciado a la Asamblea de los Lores, como exige la ley.
— Entonces explícame, Lord Reeve—, dijo Wray con una voz
aparentemente tranquila. —Por qué tuve que ir personalmente al
Imperio Kaliszian y reunirme con el Emperador Liron para
descubrir que uno de mis Señores está fallando en su obligación.
Una obligación que juré personalmente nunca se rompería—. La voz
de Wray se elevó al mismo tiempo que él, su furia llenando la
habitación. — ¡Usted... Lord Reeve... no está manteniendo el
suministro constante de alimentos al pueblo Kaliszian y no lo ha
reportado!
— Yo…—. Reeve sabía que estaba en serios problemas. Hace varios
meses, su mujer se había ido a Join con otro hombre llevando
consigo una gran cantidad de recursos de Reeve. Dejando sólo un
vástago hombre que dudaba que sobreviviera. Necesitaba atraer a
otra mujer rápidamente y la única manera de hacerlo era
restaurando los recursos de su casa.
Para ello, había estado desviando los suministros de alimentos que
deberían haber ido a los Kaliszians y vendiéndolos a los que estaban
lo suficientemente desesperados como para pagar su exorbitante
precio. No esperaba que Liron se diera cuenta. Y mucho menos, Página | 234
que se pusiera en contacto personalmente con Wray.
— No conozco ningún problema con las entregas a los Kaliszians,
Majestad —. Dijo Reeve, mintiendo entre dientes.
— ¿En serio? ¿Estás diciendo que no sabes lo que está pasando en
tu propio planeta?
— ¡No! ¡Por supuesto, sé lo que está pasando aquí! Lo que estoy
diciendo es que no se me ha informado que haya problemas con
ninguno de los envíos... hasta ahora.
— ¿No es usted el responsable de asegurarse de que esos envíos se
realicen?
— ¡Por supuesto! ¡Y lo he hecho! ¡Lo hicieron! El problema debe
estar en el extremo Kaliszian.
— ¿Está acusando al Emperador Liron de matar de hambre a su
propio pueblo? ¿De mentirme a mí?
— No, Majestad, pero hay mucho que ganar si alguien desvía los
cargamentos para sus propios fines.
— Explica —. Wray ordenó.
— Señor, por lo que me han dicho, hay problemas dentro del
Imperio Kaliszian con la distribución justa de alimentos. Hay
quienes sienten que no están recibiendo su parte. Ha creado un
ambiente en el que algunos están dispuestos a robar los suministros
de alimentos para poder venderlos por cantidades extremas.
— ¿Quién te está diciendo eso, Lord Reeve?
— Nadie, Majestad, como he dicho, sólo he oído rumores. Si hubiera
tenido alguna evidencia, te la habría reportado.
— Así que me estás diciendo aquí, a mí, que los cargamentos que
salen de Vesta van llenos. Página | 235

— ¡Sí, señor! Cada embarque es inspeccionado por uno de mis


capitanes antes de salir de Vesta como es requerido por la Ley
Tornian. Está documentado.
— Y sus capitanes jurarán por esto.
— Sí, señor.
— Quiero verlos, Lord Reeve.
— ¿A mis capitanes?
— Sí. Que los traigan inmediatamente.
—Sí, Majestad —. Contestó Reeve y con una leve reverencia salió
rápidamente de la habitación.
∞∞∞∞∞
Kim se quedó mirando a través de una gran ventana, contemplando
cómo las sombras se alargaban con la puesta del sol. Wray se había
ido por varias horas y había pasado ese tiempo explorando sus
habitaciones. Las doce. En realidad, se les había dado un ala entera
de tres pisos, un ala que sorprendentemente había estado
mayormente vacía, sus habitaciones oscuras y frías.
¿Dónde estaban los muebles? ¿Las alfombras para cubrir los pisos
de piedra? La cueva tenía un ambiente más cálido y acogedor que
estas habitaciones.
Al menos su habitación de descanso había sido cálida y confortable.
No había sido llenada con el lujo que pensó que un Emperador en
la Tierra habría tenido, pero sí tenía grandes alfombras que cubrían
los pisos fríos y en su centro estaba la cama más grande que jamás
había visto, llena de almohadas de felpa y gruesas mantas.
Se había encendido un fuego en la gran chimenea, calentando las Página | 236

piedras para dar más calor a la habitación a medida que el sol bajaba.
Volviéndose desde la ventana, se sentó en el sofá de gran tamaño
frente al fuego.
Bien, pensó, demasiado grande para mí, y se encontró sonriendo.
Parecía que todo en este extraño mundo nuevo era demasiado
grande. Sabía que eventualmente se adaptaría a todo esto, pero
ahora mismo estaba cansada. Levantó las piernas, las enrolló debajo
de ella e inclinó la cabeza hacia atrás.
∞∞∞∞∞

— Te estás adaptando bien, pequeña—. La voz melódica hizo que


Kim se volviera para encontrarse de nuevo en presencia de la Diosa.
— No tenía muchas opciones, ahora sí—. Contestó, enfrentándose a
la Diosa.
—Todo el mundo tiene una opción. Podrías haber respondido de
forma diferente a lo que te ha ocurrido.
—Lo que me ocurrió... una forma tan bonita de decirlo.
— ¿Prefieres que entre en detalles? Describa cada segundo de tu
tiempo con los Ganglians?
— ¡No! —. Kim negó, palideciendo ante la idea de revivirlo.
— Bien, porque no deseo revivirlo más que tú.
— ¿Por qué lo revivirías?
—¿Crees que porque soy una Diosa no siento lo que otras mujeres
sienten? ¿Que no lo he experimentado yo misma? —. El mundo a
su alrededor se oscureció con la ira y el dolor de la Diosa.
— Daco...— Kim susurró, sus ojos buscando a la Diosa. — Wray dijo Página | 237

que los guerreros de la Casa Berto te salvaron antes de que te vieras


obligada a unirte a él.
La voz de la Diosa no dijo nada.
Sus ojos lo decían todo.
Kim instintivamente se acercó, poniendo una mano comprensiva en
el brazo de la Diosa, y de repente se dio cuenta de que ella y esta
asombrosa criatura tenían mucho en común. — Si no llegaron a
tiempo, ¿por qué los bendijiste? —, preguntó en voz baja.
— Porque no fue su culpa—, dijo la Diosa cubriendo la mano de Kim
con la suya propia, — hicieron lo que pudieron. Igual que tu hombre.
Hay en todas las especies los que destruirían lo que no pueden tener
y hay quienes tratan de impedirlo. Aquellos que merecen todas las
bendiciones que puedo darles.
— Pero se las quitaste—. Kim se lo recordó. — Por eso me violaron,
porque tú los hiciste disfrutar con ello.
— Sí —. El arrepentimiento llenó los ojos de la Diosa. — Estaba
enfadada... estaba... apresurada en mi venganza.
Kim abrió la boca para estar de acuerdo, para culpar a la Diosa.
Poco a poco la cerró. ¿Cuántas veces había hablado sin pensar? ¿A
cuántos había lastimado por sus acciones? No tenía el poder de
afectar a toda una especie, pero había afectado a la gente que amaba
y eso, para ella, era peor. La gente a la que amas debe ser a la que
nunca lastimes, ni de palabra ni de obra.
— Entonces corrígelo—. Kim susurró.
— No puedo.
— ¿Por qué?
Página | 238
— Porque fue causado por la forma en que el Emperador trataba a
sus mujeres en ese entonces. Sólo puede ser corregido por la forma
en que el Emperador trata a su mujer ahora. Por cómo te trata Wray.
— Pero...
∞∞∞∞∞
— Kim...— Wray se sentó a su lado en el sofá y le frotó suavemente
la pierna. — Kim—. Dijo, intentando despertarla de nuevo. No le
gustaba que no se despertara. Nunca durmió así.
Estaba seguro cuando la dejó, de que sus guerreros serían capaces
de protegerla... de cualquier cosa. Le había asegurado que estaría a
salvo. Ahora...
— ¿Wray? ¿Qué pasa?— preguntó Kim refunfuñando.
Su dulce voz hizo que sus ojos volasen de vuelta a los suyos,
encontrándolos llenos de preocupación. — ¿Estás bien?— Preguntó
bruscamente.
— Por supuesto que sí—. Cambiando, se sentó. —¿Por qué no iba a
estarlo? Dejaste a casi todos tus guerreros atrás para protegerme.
— No te despertabas —. Levantándola en su regazo, la abrazó y la
acercó. —Estaba preocupado —. Admitió enterrado su cara en el
cuello.
— Lo siento—. Dijo, sus dedos deslizándose en su cabello. — Estaba
pensando sobre el día y debo haberme quedado dormida.
— Necesitas descansar más, mi Kim —. Se echó hacia atrás para
meterle un mechón de cabello detrás de la oreja. — Debí traer a
Yakar con nosotros para que pudiera monitorearte.
— ¡No!—. Kim se puso tiesa de inmediato. —¡No quiero a ese hombre Página | 239

cerca de mí!
— Kim...
—¡No, Wray! No me gusta...
— Nunca te haría daño, Kim. Es un Sanador y tú eres su Emperatriz.
— No me importa. No quiero que me toque. No puedo explicarte
por qué. Es sólo lo que siento.
Wray la estudió en silencio durante varios minutos, y luego asintió
lentamente. — Si así es como te sientes, mi Kim, entonces así será...
mientras estés bien.
—Lo estoy, Wray. Lo juro—. Kim esperó a que le asintiera con la
cabeza antes de acurrucarse más profundamente en sus brazos. —
Así que dime qué descubriste sobre los envíos de comida.
— Reeve dice que estaban llenos cuando se fueron de Vesta —. Wray
se sorprendió de lo natural que le parecía compartir esto con ella.
— ¿Y lo estaban?
— Es lo que sus capitanes afirman.
— Eso no significa que sea verdad.
Wray la miró sorprendida de que se diera cuenta de eso. — No, pero
lo prometen. Reeve está recibiendo la documentación. Ha sugerido
que los propios Kaliszians están robando los suministros para
obtener ganancias.
— ¿Es eso posible?— Kim pensó en el general Rayner y no podía
verlo haciendo tal cosa.
— Todo es posible.
Página | 240
— Entonces, ¿qué vas a hacer?
— Aún no lo sé. Tengo a Veron investigando más.
Kim miró silenciosamente al fuego durante varios minutos
pensando en su siguiente pregunta. —¿Wray?
— ¿Sí, mi Kim?
—Reeve dijo que Tora estaba en Vesta.
— Lo está —. Wray dijo entonces contestó su pregunta no formulada.
— Cuando un hombre alcanza cierta edad, su Manno lo enviará a un
guerrero que ha demostrado ser apto y digno para ser entrenado.
Una vez que haya completado ese entrenamiento, servirá a ese
guerrero y a su Señor durante cinco años. Después de eso, es libre
de ofrecer sus servicios a quien quiera. Todos los hombres hacen
esto. Todos los hombres, excepto el futuro Emperador.
— Se le trata de forma diferente.
— Sí. Viaja y entrena durante un tiempo en cada una de las doce
Casas del Imperio Tornian. Le da una mejor comprensión de la
gente y de los lugares que algún día gobernará. Su último año de
entrenamiento es siempre en Luda y es el Rey de Luda al que servirá
hasta los veinticinco años o hasta que, como yo, sea coronado
Emperador.
— ¿Te convertiste en Emperador antes de cumplir veinticinco
años?— Kim se echó hacia atrás para mirarlo con sorpresa.
—Sí. Mi Manno fue asesinado durante una cacería en Betelgeuse.
— Lo siento, Wray.
— Fue... inesperado. El hermano de sangre de mi Manno, el Rey
Rask de Luda, me ayudó a guiarme hasta su muerte. Entonces mi
hermano de sangre, Grim, tomó su lugar. Página | 241

— Te preocupas mucho por tu hermano.


— Sí.
— Y por tu hijo, tu primer hombre, Tora.
— Por supuesto.
—¿Podré conocerlo?
—¿Querrías hacerlo?— Wray la miró con sorpresa.
—¿Por qué no lo haría?— Dijo Kim, confundido.
—Es mi primer hijo varón... de otra mujer.
—Lo sé.
—La mayoría de las mujeres evitan a los hijos de otras mujeres.
—Pero no soy la mayoría de las mujeres, Wray.
—No, Kim, no lo eres y te lo agradezco—. Inclinándose, le dio un
beso fuerte. —Cuando llegue Tora, me gustaría mucho
presentártelo.
Página | 242
Los ojos de Kim se abrieron de par en par, sorprendida, cuando el
sastre entró en su habitación. No fue su apariencia lo que la
sorprendió. Aunque debería haberlo hecho. No todos los días veía
a un hombre con la piel de color ónix, los ojos azulados y el
cabello color arco iris que fluía sobre sus hombros.
No.
Lo que la sorprendió fue que detrás del hombre alto había una
mujer. La primera que Kim había visto desde que fue sacada de la
Tierra y era tan llamativa como el hombre, excepto que tenía trenzas
largas y delgadas en todos los colores. Debería haber parecido
ridículo... pero en ella, parecía... correcto.
— ¿Necesita un sastre, Majestad?— Preguntó el hombre con una voz
que era tan profunda como la reverencia que le dio a Wray. La
mujer hizo lo mismo en silencio.
— Sí, para la Emperatriz—. dijo Wray, haciendo un gesto para que el
hombre se levantara.
— ¿La Emperatriz?— El hombre no pudo ocultar su asombro y sus
ojos volaron inmediatamente hacia Kim y luego frunció el ceño ante
lo que vio. Seguramente, el Emperador no se refería a esta extraña
y pequeña mujer a su lado...
— Sí —. Wray gruñó amenazadoramente. No le gustaba la forma en
que el sastre miraba a Kim. No le gustaba cómo todos los hombres
miraban a Kim como si fuera extraña. Era suya y tendría su respeto.
— Es la Emperatriz Kim, su Emperatriz —, los ojos de Wray eran tan
fríos como su voz. — Necesita vestimentas y tú las crearás. ¿Qué
materiales has traído?
— He traído todo lo que está disponible en la Casa Reeve, Majestad
— Los ojos del hombre volvieron rápidamente a Wray y se dio Página | 243

cuenta de que había enfurecido al Emperador, algo que nadie quería


hacer, especialmente un Auyangian. —Pero no estoy seguro de que
nada de esto sea adecuado para una Emperatriz, señor.
— ¿Por qué no? — Wray preguntó.
— Porque la mujer de Lord Reeve dejó muy poco material adecuado
para las necesidades de una mujer.
— ¿Por qué no lo ha reemplazado Lord Reeve?— Preguntó Wray.
—No lo sabría, Majestad.
— Wray—. Kim pone una mano calmante en su brazo. —Estoy segura
de que cualquier cosa que tenga estará bien. Tiene que ser mejor de
lo que tengo, que no es nada.
— Eres la Emperatriz—. Wray gruñó. —Te mereces lo mejor que el
Imperio tiene para ofrecer.
— Y lo tengo—. Dijo apretándole el brazo. — Te tengo a ti.
La boca del sastre se abrió ante las palabras de Kim. ¿No había oído
lo que creía haber oído? ¿Lo había hecho? No, era imposible.
Ninguna mujer Tornian consideraba que su hombre era lo mejor
que el Imperio tenía para ofrecer, ni siquiera el Emperador.
Wray sintió que su garganta se tensaba con las palabras de Kim.
Siempre le había expresado sus sentimientos, pero siempre había
sido en privado. Que lo haga ahora, a pesar de que sólo fuera en
presencia de un sastre de Auyangian...
— Hay un perno que podría servir —. Una suave voz femenina habló.
— Creo que Lady Estee lo dejó atrás por error— Tres pares de ojos
se volvieron hacia la mujer.
— ¡Caitir!— El sastre giró hacia la mujer más pequeña. Página | 244

—¿Cuál es el material?— Preguntó Kim, dando un paso adelante,


deteniendo la discusión antes de que comenzara, entre el sastre y la
mujer.
— Es Himroo, majestad—. dijo Caitir, inclinándose. — ¿Si me
permite? — hizo un gesto detrás de ella y esperó permiso para
moverse.
— Por favor—. Kim dijo y la siguió mientras se dirigía a la mesa de la
habitación exterior que había sido apilada con la tela que habían
traído. —Cuéntame más sobre la tela.
—Himroo está hecha a mano en Aurangabad, Majestad — Dijo
Caitir, buscando el perno que quería. —A un hábil artesano le lleva
mucho tiempo tejerla, lo que la hace muy codiciada.
—¿Qué te hace pensar que Lady Estee lo dejó por error?— Kim
preguntó, y vio a Caitir dudar y mirar por encima de su hombro al
hombre. — Por favor, Caitir... ¿me lo dirás?
Lentamente, Caitir asintió. —Como dije, Emperatriz, la tela Himroo,
especialmente en este color, es la más buscada, pero ninguna mujer,
ni siquiera la Dama Estee, podría tener nada hecho de esta tela.
Habría intentado ocultarla... esperando.
Los ojos de Kim se abrieron de par en par, cuando Caitir se volvió
para revelar un trozo de la tela azul más impresionante, y cuando
Caitir dejó de hablar, Kim la miró. — ¿Esperando qué?
—Yo... hum...— Los ojos de Caitir se dirigieron al Emperador.
—Es el color de la Casa Vasteri, Kim—. Wray se puso a su lado
mirando la tela. ¿Cómo ha podido Reeve conseguirla? La Casa
Vasteri siempre tuvo la primera opción de esta tela, especialmente
en este color. Aunque Wray no tenía ninguna mujer que necesitara Página | 245
la tela, había continuado asegurando su suministro para la futura
mujer de Tora.
—¿Y eso significa?— Kim miró interrogativamente a Wray.
— Que sólo la Emperatriz puede llevarlo—. Wray le dijo.
—Así que estaba guardando esto esperando unirse a ti— Kim le echó
un vistazo.
— Sí — Dijo Wray, asintiendo.
—Entonces es bueno que lo haya dejado atrás, porque nunca podrá
usarla.
—Eso es verdad, mi Kim—. Wray dijo, y luego miró el material. —
Harás que esto se vea hermoso.
— Quieres decir que me hará lucir hermosa.
— No, mi Kim—.Wray coloca una mano firme debajo de la barbilla,
asegurándose de que lo miraba. — Nada en todos los universos
conocidos podría realzar tu belleza. Tú realzas la belleza de todo lo
demás.
— Wray...— Kim encontró que sus ojos se llenaban con las sinceras
palabras de Wray.
— Sólo digo la verdad, Kim—. Sus ojos se suavizaron mientras su
pulgar secaba suavemente la lágrima que había escapado de su ojo.
— Ahora déjanos hacer tus cubiertas.
Kim se sorprendió del poco tiempo que le tomó a Caitir y a su tío
Jael obtener las medidas que necesitaban una vez que sacaron la
herramienta de mano. Había pensado que tendría que quitarse la
camisa, pero Wray rápidamente explicó que el dispositivo `''vería''
por debajo para obtener las medidas adecuadas. También tuvo que
explicarle por qué Caitir dejó de escanearla una vez que llegó a sus Página | 246
caderas, especialmente después de que vio el material parecido al
jeans.
— Tus cubiertas llegarán al suelo desde aquí.— Dijo tocando
suavemente sus caderas.
— ¿Pero qué hay de los jeans?—
— ¿Jeans?— Wray la frunció el ceño. — ¿Qué son los ''jeans''?
— Son como tus pantalones— Kim hizo un gesto a sus piernas. —
Hecho de un material como este— Pasó su mano por el perno de
material.
— ¿Quieres usar pantalones? —Wray no intentó ocultar su
confusión. —¿Cómo un hombre?
—No como un hombre, como una mujer— Kim no entendía por qué
parecía molestarle. — ¿Qué tiene de malo que una mujer lleve
pantalones? Solía usarlos todo el tiempo en casa. Son cómodos.
—Expondrá tu forma...—, comenzó Wray.
—¿Y esto no lo hace?— Kim exigió haciendo un gesto a su camisa y
a sus piernas desnudas. —Los pantalones cubrirían completamente
mis piernas.
—También lo harán tus nuevas cubiertas.
—¿Esperas que use cubiertas largas todo el tiempo?
—Es lo que usan todas las mujeres—. Wray le dijo, señalando a Caitir.
La mirada de Kim fue de Caitir al perno de tela y finalmente de
vuelta a Wray y se dio cuenta de que sus mejillas se habían
oscurecido. — Realmente te molesta la idea de que lleve pantalones.
— Yo... sí.— Wray finalmente admitió. Página | 247

Kim pasó su mano con ansia por el perno de material que estaba
causando tanta polémica. Necesitaba recordar que ya no estaba en
la Tierra y que las mujeres aquí se vestían diferente. Necesitaba
adaptarse.
— Está bien—. La mano de Kim se desprendió del perno y le dio a
Wray una pequeña sonrisa antes de volverse hacia Caitir. —¿Cuándo
crees que tendrás la cubierta hecha?—
— Yo…— Caitir tartamudeaba, estaba sorprendida por lo que
acababa de presenciar entre el Emperador y la Emperatriz. ¿Por qué
esta mujer no se había enfadado cuando el Emperador no había
cedido a sus demandas? ¿Por qué se había rendido en su lugar?
— ¡Caitir!— dijo Jael rápidamente.
— Podemos volver mañana después de la comida de mediodía para
las últimas pruebas, Majestad—. Dijo Caitir.
—¿De verdad?— Kim no trató de ocultar su sorpresa. — ¿Tan
pronto?
—Sí, majestad, cubiertas como estas, sin adornos no tardarán mucho.
—¿Qué quieres decir "sin adornos"?— preguntó Kim, frunciendo el
ceño.
—Yo... bueno...— Caitir se encontró tartamudeando de nuevo.
—Las mujeres llevan las joyas que reciben de sus uniones cosidas en
sus cubiertas, mostrando así su valor para que todos las vean.
—Su valor... como su capacidad de presentar descendencia
adecuada.
—Sí.
Página | 248
∞∞∞∞∞
—¿Qué te preocupa, mi Kim?— preguntó Wray más tarde esa
noche. Había estado demasiado callada desde que Caitir y Jael se
fueron. La última comida había sido servida y aunque había comido,
sólo lo hizo porque se había asegurado de ello.
Descubrió que extrañaba sus divertidos comentarios y
observaciones sobre cosas que daba por sentadas. Tenía tantos
pensamientos e ideas extrañas.
Besar había sido una de esas cosas extrañas y ahora no podía ver su
vida sin ello.
La idea de que las mujeres usaran pantalones era igual de extraña,
¿pero era algo que debía reconsiderar? Había estado tan
emocionada cuando habló de ellos... hasta que vio lo molesto que
se había puesto.
Consideró sus sentimientos y decidió que eran más importantes que
los suyos. ¿Por qué no había hecho lo mismo?
Ahora estaba acurrucada en sus brazos mientras se sentaban en el
sofá ante un fuego rugiente. Sus dedos se movían distraídamente a
lo largo de sus abdominales mientras miraba el fuego.
—¿Qué?—, preguntó, mirándolo.
—Algo te está molestando. Dímelo.
—No es nada, Wray—. Al estirarse, besó su barbilla, y luego se sentó
para mirar fijamente al fuego.
—No es nada, mi Kim—. Wray no estuvo de acuerdo. —Estás
demasiado callada... no querías comer... Es por los... jeans—. Se
encontró a sí mismo intentando recordar la palabra que había usado.
— No — Poniendo una mano sobre su estómago, se alejó un poco, Página | 249

para que él pudiera ver la verdad en sus ojos. — No son importantes,


Wray.
— Para ti lo eran.
—Sólo porque me recordaban a la Tierra y a mi hogar, pero la Tierra
ya no es mi hogar. El hogar es donde quiera que estés.
—Diosa, Kim—. Wray se ahogó mientras se inclinaba para capturar
sus labios y darle un beso fuerte. ¿Alguna vez un hombre ha sido
tan amado?
Kim se hundió en el beso, su lengua envolviéndose alrededor de la
suya, dejando que las sensaciones que se estaban construyendo
ahuyentaran sus preguntas y dudas. Wray tenía razón, algo la
molestaba, pero no era nada que fuera a poder cambiar, al menos
no todavía y no iba a dejar que eso afectara su tiempo juntos. Sin
romper el beso, Kim se sentó a horcajadas sobre él mientras sus
dedos se ponían a trabajar en su camisa. Rápidamente la tenía
abierta, permitiendo que sus manos tuvieran acceso total a la piel
caliente de su pecho. Lentamente subió sus dedos sobre cada
músculo sorprendente hasta que llegó a los sombríos discos firmes
de su pecho. Suavemente rastrilló sus uñas a través de ellos de la
forma en que descubrió que le gustaba y sintió temblar todo su
cuerpo.
De repente, su boca se puso celosa de sus manos y Kim abandonó
su boca para colocar besos calientes a lo largo de su mandíbula y por
el cuello hasta que llegó a su enorme pecho. Con cada arrastre de
su lengua, disfrutaba de su sabor único hasta que finalmente llegó al
punto donde aún tocaban sus dedos.
La cabeza de Wray cayó hacia atrás cuando la boca de Kim se
enganchó. Nunca se cansaba de lo que sentía al tener su boca sobre Página | 250

él. De cómo se sentía, tener sus manos moviéndose sobre su cuerpo


como si no hubiera nada que quisiera tocar más que a él. Corriendo
sus manos a lo largo de la suave piel de sus muslos, las llenó con la
suave y exuberante carne de su culo y la empujó contra su palpitante
pene.
Diosa, necesitaba estar en su interior.
— Kim...— Gimió y finalmente soltó su otro pezón para mirarlo con
los ojos cargados de deseo.
Al relajarse, Kim lo miró mientras sus manos se deslizaban entre
ellos, acariciando su abultada carne envuelta en sus pantalones antes
de abrirlos para acariciarlo desde la raíz hasta la punta. Sabía que
nunca se cansaría de esto, de tocar a Wray así. Era tan masivo, tan
poderoso; no le costaría ningún esfuerzo hacerle daño, pero
temblaba en sus manos como si fuera ella la poderosa.
Levantándose de rodillas, Kim lo colocó en su entrada que ya estaba
empapada de necesidad y lo llevó profundamente dentro de su
cuerpo, dejándolo llenar todos esos lugares vacíos en su interior,
llevándola a su casa.
— ¡Kim!—Wray rugió en protesta, mientras sus caderas se elevaban,
incrustándose aún más dentro. Aún no la había complacido.
Todavía no le había dado la liberación que se merecía antes, pero
aún así entró en ella.
Ignorando su protesta, Kim se agarró de los hombros y se apoyó en
él. Necesitaba esto, lo necesitaba a él. Algo muy dentro de ella se
estaba levantando, llenándola con la fuerza y la confianza que no
había tenido antes. El amor y la paciencia de Wray se lo habían
dado, le habían permitido sanar y convertirse en la mujer que estaba
destinada a ser. La mujer que necesitaba que fuera. Una Emperatriz. Página | 251
Todo lo que tenía que hacer era aceptarlo... tomar lo que siempre
había sido suyo... Wray.
— ¡Wray!— Kim protestó cuando sus dedos apretaron sus caderas,
deteniendo sus movimientos.
— Aún no te he dado tu placer, Kim.
— Lo encontraremos, juntos, Wray. Tócame. Tócame como sólo tú
puedes.
Los ojos de Wray se fijaron en los suyos, buscando y sabiendo lo
que quería. Lentamente sus pulgares abrieron aún más sus sedosos
pliegues, pellizcando suavemente su ya hinchado nudo erecto y
viendo como su cabeza caía hacia atrás mientras sus paredes se
apretaban alrededor de su polla en respuesta.
— Sí, Wray...— alentó con un gemido. —Más...— Suplicó.
Respondiendo a su súplica, las caderas de Wray golpeaban, sus
pulgares continuaron acariciando su ya hinchado nudo. Se inclinó
hacia adelante para succionar un pecho profundamente en su boca,
su lengua acariciando su pezón mientras continuaba acariciando su
nudo.
Kim se encontró jadeando con todas las sensaciones que Wray
estaba creando. Sus dedos se clavaron profundamente en su cabello
mientras su espalda se arqueaba, animándole a tomar más y así lo
hizo. Tomó todo lo que ella tenía para dar...
Su corazón...
Su cuerpo...
Su alma...
Luego él le dio los suyos.
Página | 252
—¡Wray!—gritó mientras cada fibra de su cuerpo se estrechaba hasta
un pequeño punto, y luego explotó hacia el exterior mientras su
orgasmo los envolvía a ambos.
— ¡Kim!— El rugido de Wray siguiendo a Kim cuando se sumergió
por última vez, su liberación explotando a través de su cuerpo y
bañando su vientre con su semilla.
∞∞∞∞∞
Reeve agarró su comunicador en cuanto empezó a sonar. — Reeve.
— ¿Qué es tan importante?— Preguntó Bertos.
—¿Sabes dónde está el Emperador?— Preguntó Reeve.
—¿Qué quieres decir?— preguntó Bertos. —Está en Luda, reunido
con Grim.
—No. Él. No. Esta.— Reeve escupió. —¡Está aquí! En Vesta!
—¡Qué!— Bertos no podía ocultar su sorpresa.
—¡El Emperador está en Vesta!— El aturdido silencio saludó la
declaración de Reeve. — Y hay más.
—¡¿Qué?!— Preguntó Bertos.
—Tiene una mujer con él. Una a la que está llamando su Emperatriz.
—¡¡¡¡¿¿¿Qué???!!!!!—Gritó Bertos. — ¡Imposible! ¡Lo sabría!
— La he conocido yo mismo y Bertos... no es Tornian.
—¡Idiota!—La ira de Bertos era evidente. Reeve se preocupó por un
momento.
— No puede ser Emperatriz a menos que sea Tornian.
Página | 253
— A menos que sea compatible para la crianza...
— Imposible...— Sin embargo, Bertos había perdido algo de su
certeza.
— Pero si lo es y si está puede dar descendencia, arruinará todos
nuestros planes.
— ¡No!— La ira de Bertos explotó a través del comunicador. ¡Esto
no puede estar pasando! ¡No cuando estaban tan cerca! ¡Cómo no
me enteré de que el Emperador no estaba en Luda! Espera... ¿por
qué estaba en Vesta?
—¿Por qué está el Emperador en Vesta?— Preguntó Bertos con voz
engañosamente suave.
Un silencio incómodo saludó su pregunta.
—¡Reeve!—Preguntó impaciente Bertos. —¿Por qué está el
Emperador en Vesta?
La mente de Reeve estaba corriendo mientras intentaba averiguar
cómo iba a contarle a Bertos sobre su acortamiento de los
suministros de alimentos a los Kaliszians. Sabía que lo enfurecería y
un Bertos furioso, podría ser mortal. De repente se dio cuenta de
que no tenía que decirle la ''verdad'' y todavía podía culpar a Bertos.
— Está aquí, en vez de estar en Luda como pensabas, porque estaba
en el Imperio Kaliszian reunido con el Emperador Liron.
— ¡Qué!
— Parece que hay Kaliszians ayudándose a sí mismos con los
suministros de comida que estamos enviando. Me están culpando a
mí. El Emperador vino a investigar.
—¿Y tú lo haces?— preguntó Bertos. Página | 254

— ¿Hacer qué?— Reeve cuestionó a la defensiva.


— ¿Acortar los suministros?
— ¡Por supuesto que no! ¿Por qué iba a hacer eso? Llamaría la
atención que no necesitamos ahora mismo.
— Eso es correcto, así que si descubro que sí lo estás haciendo, estaré
muy disgustado.
Todos sabían que desagradar a Bertos nunca era algo bueno.
— Como he dicho, está en el extremo Kaliszian— Reeve se alegró de
que Bertos no pudiera ver el sudor corriendo por su cuello. —¡Lo
que quiero saber es por qué no sabías que estaba fuera del
Imperio!— Dijo Reeve, intentando desviar la atención de Bertos. —
Si lo hubiéramos sabido, podríamos haberle expulsado.
—¡No!— Bertos lo negó inmediatamente. —Aún no es el momento.
Todavía no tenemos suficiente apoyo en la Asamblea.
—¡Cómo no puedes! Eres descendiente directo del Emperador
original.
—Sí, pero algunos todavía dudan de mí. Necesito poder
demostrarles que puedo darles lo que necesitan.
—¿Cómo lo harás?
—Tengo un plan. Esto es lo que quiero que hagas con la mujer...
Página | 255

Kim se giró lentamente para sentir el vestido que fluía a su alrededor


mientras entraba en la habitación exterior. Caitir y Jael habían
llegado poco después de la comida del mediodía, como lo habían
prometido, cargados con múltiples vestidos.
— Es encantador, Caitir— Kim le dijo luego miró a Wray en busca
de su opinión y se sorprendió por la tormenta de emoción que se
desató en sus ojos. — ¿Wray?
Wray se movió a su lado, sus ojos lentamente viajando sobre su
cuerpo, ahora completamente cubierto con el azul de la Casa
Vasteri. Se había recogido el cabello en una especie de trenza
mientras Caitir y ella estaban en la habitación de descanso
colocándose la cubierta. Hizo que se viera majestuosa, pero se dio
cuenta de que extrañaba verla fluir de forma larga y libre. También
extrañaba la belleza de sus piernas desnudas.
— Te ves hermosa, mi Kim—, le dijo suavemente acariciando su
mejilla. —Más bella que cualquier Emperatriz.
La sinceridad de la voz de Wray hacía que los ojos de Kim se
llenaran. Puede que no se sintiera totalmente cómoda con el nuevo
papel y el nuevo mundo en el que había sido empujada, pero sabía
que cuando Wray la miraba así, encontraría una manera de sentirse
cómoda.
— Gracias— Susurró, besándole la palma de la mano.
— Te estoy diciendo la verdad, mi Kim—. Recordando que no
estaban solos, Wray dejó caer su mano y se volvió hacia Jael. —
Gracias por hacerlo tan rápido.
— Fue un honor hacer cubiertas para su Emperatriz, señor, y ahora Página | 256

que estamos seguros del ajuste final y la longitud podremos terminar


el resto.
— Me gustaría que éste se terminara de inmediato. La Emperatriz se
reunirá con mi primogénito más tarde y necesitará algo adecuado.
—Por supuesto, Majestad, el dobladillo es todo lo que queda en esta
cubierta. No tomará mucho tiempo.
—Majestad—.Veron entró en la habitación y esperó a que el
Emperador le reconociera.
—¿Qué pasa, Capitán?— Wray pregunto.
—Lord Reeve y...— se detuvo, mirando a Kim, —y los otros te están
esperando en la habitación de gobierno.
— Estaré allí en breve— dijo Wray secamente.
— Sí, Majestad— Volteando Veron abandonó la habitación.
— ¿Se puede terminar aquí?— Kim preguntó y caminó hacia Jael.
Comprendió que Wray estaba acostumbrado a tomar el control de...
bueno, todo y que las mujeres de Tornian no se dirigían
directamente a un hombre, pero estas eran sus coberturas y tenía
algo que decir en lo que estaba sucediendo aquí hoy. También la
involucraba.
— Yo…— Los ojos de Jael se abrieron de par en par mientras
caminaba hacia él. No podía quedarse aquí con ella a solas.
— Kim...— Wray comenzó.
—¿Qué?— Preguntó.
—Jael no puede quedarse aquí contigo, Kim—. Wray pasó una mano
frustrada por su cabello. —Y necesito irme.
Página | 257
—Pero Caitir puede. ¿Verdad?— Kim miró a Caitir y vio que había
sorprendido a la mujer. —Sabes cómo terminar el vestido, ¿verdad,
Caitir?
—Yo...— Los ojos de Caitir volaron a Jael en busca de guía.
—Así es, Emperatriz—. Jael admitió cuidadosamente. —Pero...
—¿Pero qué?— Kim frunció el ceño, mirando de Jael a Caitir, y
cuando ninguno de los dos habló, miró frustrada a Wray.
— Kim, mujeres de Auyangian...— Wray luchó con lo que tenía que
decir.
— ¿Las mujeres auyangianas qué?— Preguntó Kim.
—Se consideran disponibles cuando no están en presencia de su
protector— Caitir finalmente le contestó en voz baja.
—Disponible...— Kim frunció el ceño, esperando haber
malinterpretado lo que Caitir estaba diciendo, pero la mirada en sus
ojos le dijo que no lo había hecho. —Bueno, eso no será un
problema aquí. Verdad Wray—, exigió Kim, mirando fijamente a
Wray. —Porque tus guerreros son aptos y dignos. Tus guerreros
protegen a las mujeres. Nunca abusan de ellas.
— No lo hacen, mi Kim—. Wray la tranquilizó y luego miró a Jael. —
Jael, no le pasará nada a Caitir si se queda con mi Emperatriz, mi
voto.
— Os creo, señor—, le dijo Jael nervioso y se obligó a mirar al
Emperador a los ojos. —Pero la elección debe ser de Caitir.
Wray miró fijamente al hombre de Auyangian y descubrió que
admiraba su valentía. Pocos le hablarían así; especialmente no le
darían a la mujer una opción.
— Por supuesto que lo es—. dijo Wray y volvió su mirada hacia Caitir. Página | 258

Caitir no podía creer lo que estaba pasando. ¿La Emperatriz quería


que se quedara? ¿El Emperador prometió que estaría protegida?
¿Una auyangiana?
—¿Caitir?— Jael dijo en voz baja, cuando no habló.
— Me quedaré— Caitir respondió rápidamente, mirando de Wray a
Jael. —¿Volverás por mí cuando sea el momento?
— Por supuesto— Jael respondió inmediatamente.
— Maravilloso— Dijo Kim, sonriendo. — ¿Cuándo llegará Tora?
— Poco antes de la última comida— Wray le informó.
—¿Comerá con nosotros?— preguntó Kim.
—Si eso es lo que quieres.
— Bueno, creo que también depende de lo que tú y Tora quieran.
— Me encantaría que compartieras la última comida con nosotros,
Kim. Estoy seguro de que Tora sentirá lo mismo.
— ¿Estás seguro?— Preguntó y Wray escuchó su duda.
— Lo estoy, Kim —. Wray le pasó una mano tranquilizadora por la
mejilla.
Caitir estaba ante la Emperatriz, insegura de lo que debía hacer. Jael
y el Emperador se habían marchado hace unos momentos y ahora
estaba sola con esta pequeña y extraña mujer. Nunca antes había
visto a una Tornian como ella.
— Eso es porque no soy una—. Kim dijo y Caitir palideció cuando se
dio cuenta de que había expresado sus pensamientos.
— Emperatriz... mis más profundas disculpas—. Caitir se arrodilló,
inclinó la cabeza y rezó a la Diosa para que la Emperatriz no retirara Página | 259

su protección.
— ¿Por qué?— Kim preguntó y se sorprendió cuando Caitir cayó de
rodillas. —¿Qué estás haciendo?
—Por favor, Emperatriz... No quise ofenderla.
— Por supuesto que no lo hiciste y no estoy ofendida, por eso. No
soy Tornian—. Kim bajó la mano. — Por favor, Caitir. Por favor,
levántate.
Caitir levantó los ojos hacia la Emperatriz y no encontró ira, solo
una honesta confusión y miró a la mano extendida. Poco a poco se
acercó y la tomó.
Kim sonrió mientras ayudaba a Caitir a levantarse. No estaba segura
de lo que acababa de pasar, no estaba segura de por qué había
pasado, pero se aseguraría de que no volviera a pasar.
— ¿No eres Tornian?— Preguntó Caitir con indecisión.
— No. Soy de un planeta llamado Tierra. Supongo que me llamarías
Terrícola.
—Terrícola... Nunca he oído hablar de ellos antes.
— Lo sé. Nadie lo ha hecho. ¿Por qué pensaste que tus palabras me
molestarían?
—No fue respetuoso. Mujeres... Las mujeres Tornians nunca
permitirían que alguien como yo hablara de ellas como lo hice. Se
enfadarían y me castigarían... o algo peor.
— ¿Peor?— Kim frunció el ceño.
— Me exigiría que la dejara... sola... sin protección.
— Ya veo— Kim le dio la espalda a Caitir, su enojo por las mujeres Página | 260
Tornian estaba creciendo. El que hicieran tal cosa, sabiendo lo que
iba a pasar, la enfermó. —¿Te ha pasado eso antes? ¿Aquí en Vesta?
¿Con Lady Estee?
—No, Jael nunca me habría dejado sola con Lady Estee. Nunca lo
habría permitido. Lord Reeve estuvo con nosotros en todo
momento. Para ella, incluso hablar conmigo habría sido
considerado un insulto. La habría molestado. Si eso sucediera...
— Entiendo— Kim la cortó y se volvió para mirarla. — Quiero que
entiendas algo, Caitir. Eso nunca pasará conmigo. No soy Tornian
y me niego a comportarme como ellos. Aprecio mucho que seas
sincera conmigo. Todavía hay mucho de este mundo que no
conozco—. Kim vio que no le creía. — No me crees.
— Yo... por supuesto que sí, Emperatriz.
— No, pero supongo que puedo entenderlo—. Kim le dio una
pequeña sonrisa. — No nos conocemos. Todo lo que sé es que tu
nombre es Caitir, que es tan hermoso como tú. Que eres Auyangian,
lo que se supone que significa algo para mí, y que el nombre de tu
tío es Jael. Oh, y que eres una muy talentosa modista.
— Yo... ¿nunca has oído hablar de los Auyangians?— Caitir no pudo
ocultar su sorpresa.
—No—. Kim se sentó e hizo un gesto a Caitir para que hiciera lo
mismo. —Así como tú nunca has oído hablar de los Terrícolas,
nunca he oído hablar de los Auyangians. Así que dime lo que todos
piensan que debería saber.
— Yo...— Caitir se sentó lentamente tratando de decidir qué decir.
—Por favor, Caitir, la verdad—. Preguntó Kim y Caitir asintió
lentamente.
Página | 261
Esta extraña mujer parecía honestamente desconcertada en cuanto
a por qué se pensaba tan poco de las mujeres de Auyangian. Era la
Emperatriz, pero la consideraba bella... y talentosa... ¿Habían
terminado los universos?
— Auyang es un lugar muy hostil—, comenzó Caitir. —Donde la vida
es dura y para muchos corta. Para sobrevivir allí hay que hacer
grandes sacrificios... sobre todo por las mujeres—. Cuando la
Emperatriz no dijo nada, solo escuchó atentamente, continuó Caitir.
— Las familias con múltiples mujeres a menudo venden las extras a
casas de placer para que el resto de la familia pueda sobrevivir.
— ¡Extras!— Kim estaba contenta de estar sentada, de lo contrario
sus rodillas se habrían rendido.
—Sí, es una práctica común, especialmente si una mujer está débil o
enferma. Son vendidas, disminuyendo así la presión sobre los
recursos de la familia.
—¿Te vendieron?
—No, aunque lo hubiera sido si no fuera por mi tío. Mi madre no
sobrevivió para presentarme y yo estaba muy enferma. Mi Manno
decidió que sería un desperdicio de recursos preciosos continuar
apoyándome.
—¿Cuántos años tenías?— preguntó Kim, horrorizada.
—Ocho—. Dijo simplemente Caitir.
—¡Ocho! ¿Tu Manno iba a vender a una niña de ocho años a una
casa de placer?
—Sí, pero mi tío me compró antes de que pudiera hacerlo.
— Tu tío te compró...
— Era la única forma en que podía protegerme—. Dijo Caitir, Página | 262
frunciendo el ceño a Kim.
—Jael era el hermano de mi madre. Dejó Auyang a una edad muy
temprana, pero juró que volvería por ella. Como no pudo salvarla,
decidió salvarme a mí. Me compró a mi Manno y me enseñó a hacer
coberturas.
— Te trató como si fueras suya.
— No, me trató mejor que eso. Me trató como si yo importara.
— ¡Por supuesto que importas!— Kim se inclinó y apretó la mano de
Caitir —Todo el mundo importa Caitir. No importa si son hombres
o mujeres. No importa de qué color son o de dónde vienen. Lo que
importa es que intenten vivir una vida digna y en forma de la que
puedan estar orgullosos.
— ¿Eso es lo que haces?
— Lo estoy intentando. No soy perfecta. He cometido muchos
errores, pero estoy tratando de aprender de ellos para no volver a
cometerlos. Ya era bastante difícil en la Tierra, donde conocía las
reglas. Aquí...— La voz de Kim se calló al pensar en todos los errores
que había cometido hasta ahora.
— No he oído hablar de... errores... majestad.
— La forma en que lo dices, me hace pensar que has oído algo.
— Yo...
— Por favor, Caitir— Los ojos de Kim le suplicaron.
— Se habla del gran honor que le diste al guerrero Damir en el
Ponto.
—¿Gran honor? No sé de qué estás hablando, Caitir— Kim frunció
el ceño. ¿Qué había hecho? Página | 263

—Pusiste tu mano en su cuerpo. Inclinaste la cabeza ante él. Seguiste


su cuerpo hasta el transbordador—. Con cada frase, el tono de Caitir
se hacía más intenso.
—Bueno, sí, pero cualquiera habría hecho eso.
— No una mujer Tornian—. Caitir insistió. — Una mujer Tornian
nunca habría tocado a Damir. Nunca habría inclinado la cabeza,
reconociendo su sacrificio. Habría sentido que era indigno de ella.
Una mujer Tornian nunca habría permitido que el cuerpo de Damir
fuera transportado en el mismo transbordador que ella. Habría
exigido que lo dejaran atrás—. Caitir vio como los ojos de la
Emperatriz se abrían de par en par mientras hablaba. —Tus acciones
hacen que todos los hombres se pregunten sobre la mujer que el
Emperador ha reclamado. Preguntándose y esperando el mismo
honor.
— ¿Quieren morir en un accidente de transbordador?
—Quieren ser considerados tan dignos por una mujer que lo muestre
frente a otros hombres.
— Oh— Kim dijo en voz baja, todavía le costaba creer cómo las
mujeres de Tornian trataban a sus hombres y cómo la mayoría de
los hombres trataban a sus mujeres.
— Es algo que no se hace, ni siquiera entre un hombre y una mujer
que se han unido.
—No debería ser así.
—Podrías cambiar eso.
‘‘Tú eres el principio’’.
Las palabras de la Diosa pasaron por su mente y Kim finalmente Página | 264
comenzó a creer. —Tal vez tengas razón.
∞∞∞∞∞
—¡¿Qué hiciste qué?! —.Preguntó Reeve.
— No es Tornian. No había ningún hombre protegiéndola. Aún se
podía oler que se había unido a los Ganglians. Así que actuamos en
consecuencia. No había razón para que creyéramos que estaba bajo
su protección. Y mucho menos debajo de él— Fala sonrió con
suficiencia al encontrarse a sí mismo humorístico.
— ¿Y por eso, el Emperador te sacó de su Guardia?— Reeve no
podía creerlo. Fala y Gyula no habían hecho nada malo.
— Sí, mi Señor—. dijo Fala.
∞∞∞∞∞
El estado de ánimo de la Sala de Gobierno de Vesta era tenso
cuando entró Wray. Fala y Gyula se pararon ante un enojado Lord
Reeve, que estaba sentado en la silla del Señor. Se levantó cuando
Wray y su Guardia entraron en la habitación, apartándose a
regañadientes para que el Emperador pudiese tomar el control.
Veron se puso de pie al lado de su Emperador, con la mano en la
empuñadura de su espada mientras sus ojos miraban la habitación
buscando posibles amenazas. Sabía que se había corrido la voz de
que el Emperador les había quitado la guardia y estaban enfadados
por el insulto a su Casa. Al no encontrar ninguna amenaza inmediata
de los guardias que le miraban fijamente, los ojos de Veron se
posaron en el motivo de esta reunión.
Fala y Gyula.
— Majestad, estoy confundido—. Reeve habló primero.
— ¿Qué te confunde, Lord Reeve?—. preguntó Wray con frialdad.
Página | 265
— He hablado con el Guerrero Fala y el Guerrero Gyula y no puedo
encontrar ninguna razón, por las declaraciones que han hecho, para
que no sólo los quiten de su Guardia sino que los devuelvan a Vesta
en desgracia.
—¿Sientes que tú, Lord Reeve, tienes algo que decir sobre a quién
elijo para mi Guardia?
—Por supuesto que no, Majestad, pero que sean removidos de esa
manera le hace mal a mi Casa.
—No me importa cómo se refleja en su Casa, Lord Reeve. ¡No
tendré ningún guerrero sirviendo a la Casa Vasteri que considere
incapaz e indigno!
—¡¿Incapaz?!— Reeve no pudo ocultar su sorpresa. — ¡¿Indigno?!
¡Señor! ¿Qué podría haberte hecho creer una mentira tan descarada
sobre dos de los mejores guerreros entrenados en Vesta?
Los pechos de Fala y Gyula se hincharon ante el halago de su Señor.
— ¡Si estos dos son tus mejores, Lord Reeve, entonces quizás tengo
al Señor equivocado gobernando a Vesta!
La boca de Reeve se abrió ante la implícita amenaza del Emperador.
El Emperador no podía hacer que lo removieran sin el acuerdo total
de la Asamblea y Bertos nunca permitiría que eso ocurriera, pero
que hablara de ello... Aquí... Delante de la propia guardia de Reeve.
Pondría la duda en la mente de cada guerrero, si deberían servirle.
Wray sabía que sus palabras afectarían a los guerreros de Reeve.
Vesta era un planeta importante, rico en recursos. Era un lugar
donde un guerrero que servía bien a su Señor, podía adquirir los
medios para atraer a una mujer. Que el Emperador amenazase con
expulsar al Señor significaba que ellos también serían expulsados.
—Dos guerreros entrenados aquí. Por ti. Atacaron a una mujer que Página | 266

sabían que estaba bajo mi protección—. Wray dejó que esa


afirmación colgara en el aire y vio a todos los hombres de la sala
endurecerse, sus ojos volando hacia Fala y Gyula.
— ¡Qué?!—Reeve se giró enfurecido porque Fala y Gyula no le
habían informado de ello.
— ¡Mi Señor!— Fala se adelantó para defender su caso ante su
Señor—. ¡No es Tornian! ¡No nos informaron que estaba bajo la
protección del Emperador!
— Dime, Fala—, dijo Wray con voz aparentemente equilibrada. —
¿Qué órdenes te dieron cuando te colocaron en Ponto?
—Teníamos que buscarte después de que se hundiera tu
trasbordador.
—¿Sólo a mí?
—A ti, al guerrero Damir y a la mujer que encontraste en la nave
Ganglian—. Contestó Fala.
—¿Y por qué la llevaba allí?
—Para más tratamiento.
— Así que rescaté a una mujer, la llevé personalmente al Searcher
para que la trataran y eso no fue suficiente para que supieras que
estaba bajo mi protección.
—No, Majestad—. Fala admitió.
— ¿Eres estúpido entonces?— Wray preguntó y luego miró a Reeve.
—¿Es la ignorancia y la falta de un proceso de pensamiento básico
algo que enseñas aquí en Vesta, Lord Reeve?— Wray ignoró el
oscuro color que cruzó las mejillas de Reeve ante su insulto. Página | 267

—¡Todas las mujeres que viajan con cualquier hombre están bajo su
protección!
— ¡Pero no tenía ningún hombre con ella!— Gyula protestó.
— Estás diciendo que aunque sabías que viajaba conmigo, que
porque no estaba a su lado, te daba derecho a abusar de ella.
— Señor, no es Tornian. La ley establece claramente que un hombre
puede satisfacer sus necesidades con cualquier mujer no Tornian sin
consecuencias—. Reeve habló, defendiendo a sus guerreros.
—¡La Ley establece que el hombre no tiene ninguna responsabilidad
por la descendencia que proviene de la unión consensuada con una
mujer no Tornian! ¡No te da permiso para abusar de una mujer!
—Señor, la Ley ha sido interpretada de esta manera durante años—
Contestó Reeve enfadado.
— Algo que acabo de descubrir. Por algunos hombres—, Wray se
paró, sus ojos viajando a través de la habitación asegurándose de que
todos lo entendieran. — Usar una Ley que debía proteger, de tal
manera va en contra de todo lo que el Imperio Tornian representa,
y no será tolerado. Se corregirá cuando regrese a Tornian.
—Eso puede ser, majestad—. Reeve habló, negándose a retroceder.
Quería que este insulto fuera retirado de su casa. — El guerrero Fala
y el guerrero Gyula no han cometido ningún crimen bajo el actual
entendimiento de la Ley y por lo tanto no deben ser removidos de
su Guardia, especialmente debido a una mujer no Tornian.
—Una cuyo olor reveló que estaba dispuesta a unirse a cualquier
hombre—. Gyula sonrió con suficiencia.
— ¿Qué?—. Wray gruñó bajo.
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— Estaba cubierta de hedor Ganglian—. Gyula miró a su Señor y lo
vio asentir que entendía lo que quería decir. —No había alguna razón
válida que pudiéramos usar que no nos permitiera tocarla.
— ¡Permitir— Wray se adelantó y agarró a Gyula por el cuello antes
de que nadie se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.
— ¡Fue capturada por los Ganglians!— Wray apretó la garganta de
Gyula hasta que sus ojos empezaron a abultarse.
— ¡Sobrevivió a abusos masivos!— Wray lo levantó de sus pies.
—¡Es mi Emperatriz elegida, y le darás tu respeto o morirás!— Wray
rugió y lanzó a Gyula al otro lado de la habitación.
— ¡Cualquier hombre—, Wray declaró, su pecho temblaba, —que no
la respete sufrirá mi ira!
El silencio absoluto reinó en la sala tras la declaración del
Emperador. La guardia de Lord Reeve se miraba fijamente entre sí
en una conmocionada confusión. ¿Mataría el Emperador a un
Tornian por su trato a una mujer no Tornian?
La guardia del Emperador no compartía su confusión. Habían sido
testigos de la compasión de su nueva Emperatriz y que cuido de uno
de los suyos. Habían sido testigos de cómo interactuaba con el
Emperador. Él la había declarado su Emperatriz y eso era suficiente
para que ellos la defendieran; que Fala y Gyula no entendieran eso,
sólo demostraba que el Emperador estaba en lo cierto al quitarlos
de su guardia.
— ¡Majestad!— Reeve comenzó.
— ¡Silencio, Lord Reeve! ¡Fala y Gyula viven sólo porque la Ley los
protege, pero no tendré ningún hombre sirviéndome a mí o al
Imperio que haya demostrado con sus palabras y hechos que no
valora a una mujer! ¡No importa de qué especie sea! ¡No importa si Página | 269
puede presentar descendencia adecuada o no! ¡Las mujeres son el
regalo más precioso que la Diosa podría darnos y las trataremos
como tales!
Para cuando el Emperador terminó, no había ningún hombre que
dudara de la ira del Emperador. O lo qué pasaría con el siguiente
hombre que actuara, como Fala y Gyula. Nerviosamente observaron
al Emperador salir de la habitación.
Página | 270
Caitir inmediatamente se puso de pie e inclinó la cabeza cuando
Wray entró en la habitación. No estaba segura de que lo había
enfurecido, pero no quería hacer nada para que se lo dirigiera.
Encontrarla no solo sentada con su Emperatriz, sino que hablando
podría enfurecerle aún más.
Kim frunció el ceño a Caitir. ¿Por qué había saltado de repente?
Habían estado hablando de sus coberturas. Caitir le había estado
informando de la variedad de materiales que tendría a su disposición
una vez que llegara a Tornian, explicándole cuáles eran los más
adecuados. La llegada de Wray había terminado repentinamente la
conversación.
— ¿Wray?— Levantándose Kim fue a su lado y colocó una mano en
su brazo. — ¿Pasa algo malo?
—No, mi Kim—. dijo Wray, respirando profunda y tranquilamente.
No permitiría que su ira contra Reeve, Fala y Gyula tocara la cosa
más preciosa de su vida. —Sólo un desacuerdo durante una reunión.
—Oh. ¿Puedo ayudar en algo?— Preguntó.
—Creo que lo tengo bajo control, pero gracias—. Wray levantó la
mano hacia sus labios y la besó. — Ahora dime qué has estado
haciendo mientras estuve fuera.
—Oh, Wray—, Kim le sonrió, con los ojos llenos de emoción. —Caitir
y yo hemos tenido la conversación más maravillosa sobre coberturas
mientras ajustaba ésta—. Dio un paso atrás para que pudiera ver que
ya no se arrastraba por el suelo. —Y me estaba contando sobre todos
los maravillosos materiales que estarán disponibles para mí en
Tornian, cuáles serán los mejores para cada estación.
Wray miró a la mujer de Auyangian que estaba de pie en silencio,
con la cabeza inclinada y Wray se dio cuenta de algo sorprendente Página | 271

y no halagador. Si no hubiera sido por Kim, y por la forma en que


Fala y Gyula la habían tratado, nunca habría entendido el miedo de
Caitir a estar lejos de Jael. Sinceramente, no la habría considerado
en absoluto porque no era Tornian. Parecía que los guerreros de
Reeve no eran los únicos que necesitaban reajustar la forma en que
veían a las mujeres no Tornian.
— Te agradezco, Caitir, por quedarte con mi Emperatriz y ayudarla
a entender lo que necesitará—. De repente se le ocurrió una idea que
le hizo inclinar la cabeza a un lado.
— ¿Están tú y Jael sirviendo a alguna mujer aquí en Vesta, Caitir?
La cabeza de Caitir se levantó y sus ojos volaron hacia el Emperador,
no sólo porque le había dado las gracias, lo cual era inaudito, sino
por la pregunta que le había hecho.
— Yo... no Señor... desde que Lady Estee se fue. Ahora sólo
trabajamos en cubiertas masculinas.
— ¿Te gustaría convertirte en la modista de la Emperatriz?
—¡¿Qué?!— Caitir dio un paso atrás, incapaz de ocultar su sorpresa.
—Junto con Jael, por supuesto—. Wray rápidamente la tranquilizó.
—Los dos son unos talentosos modistas y...— Wray miró la cara
radiante de Kim y supo que estaba tomando la decisión correcta. —
A mi Kim le gusta pasar tiempo contigo. Su especie es muy social y
sé lo difícil que ha sido para ella no tener mujeres con las que hablar.
—Yo…— Caitir no podía creerlo. Todo lo que creía que iba a
molestar al Emperador, hablar con la Emperatriz, sentarse a su lado
y conversar con ella, ¿es lo que él quería que hiciera?
—Señor—. Veron entró en la habitación. —El sastre Jael ha regresado Página | 272

por Caitir.
—Hágale pasar, capitán—. Wray ordenó.
—Sí, Majestad—. Haciendo una reverencia, Veron salió de la
habitación.
∞∞∞∞∞
Jael trató de ocultar su preocupación cuando no encontró a Caitir
en la habitación exterior. ¿Dónde podría estar? ¿Por qué no estaba
aquí?
— El Emperador desea que te unas a él en la habitación de
descanso—. Veron informó a Jael, su expresión no reveló nada.
Asintiendo con la cabeza, Jael siguió al Capitán del Emperador a la
habitación de descanso preocupado por lo que estaba a punto de
encontrar.
—Sastre Jael, por favor, pasa—. El Emperador hizo un gesto a una
silla al entrar, pero los ojos de Jael se dirigieron inmediatamente a
Caitir, que estaba sentada en el sofá junto a la Emperatriz. —
Siéntate—. Ordenó el Emperador.
Poco a poco Jael hizo lo que le ordenó el Emperador, pero sus ojos
permanecieron en Caitir buscando la más mínima señal de si había
sido lastimada. Lo que encontró lo confundió. Los ojos de Caitir
estaban llenos de lágrimas... pero las arrojó brillantes... esperanzada.
—Sastre Jael, me gustaría que tú y...— Wray se detuvo,
preguntándose cómo debería llamar a Caitir.
—Lady Caitir—. Kim le proveyó.
—¿Qué?— Wray se volvió hacia ella con los ojos sorprendidos.
—En la Tierra, una mujer que sirve a una Reina se llama Dama de Página | 273
Honor.
—Kim, aquí, una Dama es siempre la mujer unida a un Señor.—
Wray le informó.
—¿Y quién dice que Caitir no lo será algún día?— Kim le respondió.
—Eso nunca pasaría, Emperatriz, porque ningún hombre digno se
uniría a mí—. Dijo en voz baja Caitir.
—Entonces son tontos, Caitir—. Kim enloqueció. —Porque eres más
que digna.
—No entiendes, majestad...— empezó Caitir.
—Sí, Lady Caitir, y la habilidad de una mujer para producir
descendencia nunca debe ser el factor decisivo en su valía. ¿Debería,
Wray? —. Kim le preguntó, mirándole fijamente.
—No, mi Kim, nunca debería serlo—. Estuvo de acuerdo,
escandalizando a los otros dos hombres en la habitación. —Así que,
Sastre Jael—. Los ojos de Wray volvieron a Jael y al sujeto en
cuestión. —¿Estarían usted y Lady Caitir dispuestos a viajar a
Tornian como ayudantes personales de la Emperatriz?
—¡Yo... Majestad, estaría en deuda con usted!— Jael tartamudeaba
con su mente girando. ¡Ser el Sastre de la Emperatriz! Nunca antes
habían concedido tal honor a un Auyangian.
—No, Jael, soy yo quien está en deuda contigo— Wray miró al
hombre a los ojos y Jael vio que decía la verdad. —La Emperatriz
Kim es lo más importante en el universo para mí, pero es nueva en
nuestras costumbres y cualquiera que pueda ayudarla con esta
transición tiene mi gratitud. Lady Caitir ya ha demostrado su
habilidad para hacer esto y espero que tú también lo hagas.
—Sería un honor servir a los dos, Majestad.
Página | 274
—Bien. Veron— Wray miró a su capitán, quien no le dio ninguna
pista de la sorpresa que su emperador acababa de darle. — Haz los
arreglos.
— Por supuesto, Majestad—. Contestó Veron, inclinándose un poco.
— ¡Esto es maravilloso!— Kim no intentó contener su emoción
mientras se inclinaba para abrazar a Caitir. Iba a tener a alguien más
con quien hablar, una mujer, alguien que la ayudaría a entender la
vida en Tornian como sólo una mujer podría hacerlo.
Caitir se encontró abrazando a la Emperatriz. ¿Cómo había
cambiado el universo, tan drásticamente, en tan poco tiempo?
¿Todo por una pequeña mujer?
∞∞∞∞∞
—Gracias, Wray— Con las manos apoyadas en su pecho, Kim se
estiró sobre los dedos de los pies para besarlo.
—¿Por qué, mi Kim?— preguntó Wray, agarrando su cintura para
mantener sus labios contra los suyos.
— Por entender—. Dijo, deslizando sus manos alrededor de su cuello
mientras lo besaba de nuevo.
—¿Qué entendí, Kim?— Wray pasó sus manos por los costados hasta
llegar y agarrar su trasero, la levantó contra su pene en crecimiento.
— Eso…— Kim perdió el hilo de pensamiento cuando la lengua de
Wray se deslizó por su labio inferior. Gimiendo, envolvió sus labios
alrededor de su lengua y la succionó en su boca.
Dedos hundidos en el exuberante trasero de Kim, la levantaron del
suelo, su boca atacando a la de ella. Diosa, era tan suave. Gruñendo
Wray se acercó a su cama con la intención de satisfacer las
necesidades de ambos. Página | 275

— ¡Manno!
Wray se quedó inmóvil ante el sonido de la voz de Tora resonando
a través de la puerta abierta de su habitación de descanso. Había
olvidado que Tora se reuniría con ellos para la última comida y, por
cierto, Kim se estaba poniendo rígida en sus brazos, al parecer
también lo había olvidado.
— Wray...— susurró, horrorizada ante la idea de que Tora caminara
hacia ellos y enterró su cara en su pecho. ¿Cómo pudo olvidar que
venía Tora?
—¡Saldremos en un minuto, Tora!— Wray gritó mientras bajaba
lentamente los pies de Kim al suelo. —Estará bien, mi Kim—. Dijo
deslizando un nudillo tranquilizador a lo largo de su mejilla.
∞∞∞∞∞
¿Nosotros? Tora pensó para sí mismo deteniéndose en la
habitación exterior, confundido. Había estado al otro lado de Vesta
cuando recibió la noticia de que su Manno había llegado y quería
verlo. Inmediatamente abordó un trasbordador porque cuando el
Emperador te convoca, vas, Manno o no. Ahora lo tenía esperando
en la habitación exterior. ¿Por qué? Nunca había hecho eso antes.
Especialmente no cuando han sido sólo ellos... pero dijo "nosotros".
¿Podría ser Veron? Si era así, ¿por qué no pudo unirse a ellos?
Caminó hacia la ventana y miró hacia los oscuros terrenos de Casa
Reeve. Solo llevaba aquí tres meses, pero sabía que debido a la
importancia de Vesta necesitaría quedarse más tiempo del que tenía
con los otros Señores. No estaba contento con eso. No le gustaba
estar aquí. No le gustaba la forma en que los guerreros de Reeve
trataban a los que no eran guerreros, pero no era su lugar corregirlo.
Todavía no. Su propósito aquí era aprender, y lo estaba haciendo, Página | 276
estaba aprendiendo lo que no quería ser.
Esperaba que, después de su año de entrenamiento, pudiera viajar
a Luda y completar su entrenamiento con Grim. Sabía que allí, el
hermano de sangre de su Manno, no le daría ninguna concesión
sobre quién era y tampoco lo harían sus guerreros.
Grim le exigiría que entrenara más duro que cualquier otro hombre
allí, y Tora le daría la bienvenida, porque sólo en Betelgeuse con
Lord Oryon de la Casa Rigel, no se le había dado un trato especial.
Lord Oryon le había hecho ganar cada palabra de alabanza que
recibía. No había querido irse.
—¡Tora!
La voz de su Manno hizo que Tora se girara desde la ventana, una
sonrisa apareciendo en su cara mientras su Manno se movía hacia
él, dándole un rápido abrazo.
—Manno—. Tora respondió abrazándolo.
—Te ves bien, Tora. ¿Lo estás?— Los ojos de Wray escudriñaron a
su descendencia. Recordó lo que era ser enviado a las Casas, ser
tratado de manera diferente, nunca ser visto como uno de ellos.
Como un verdadero Guerrero Tornian.
—Estoy bien, Manno—. Tora le dijo, negándose a compartir sus
problemas. Algún día sería Emperador y eso significaba que tendría
que manejar sus problemas solo, porque ser Emperador era estar
solo, especialmente para él, ya que Van se había ido.
—Eso parece—. Los ojos de Wray continuaron evaluándolo. Habían
pasado casi seis meses desde que vio a Tora. Había estado en
Betelgeuse entonces y parecía más... contento allí. —¿Me lo dirías si
tienes problemas? Página | 277

—Por supuesto, Manno— Tora le mentía fácilmente, sabiendo que


cualquier interferencia de su Manno le haría parecer débil y muchos
ya lo consideraban así. Gracias a su fracaso en salvar a Van.
—Bien. Tu entrenamiento va bien entonces—. Wray preguntó.
—Estoy aprendiendo mucho aquí en Vesta—. Dijo Tora
evasivamente.
—Bien.
—¿Puedo preguntarle Manno? ¿Por qué estás aquí?
—Parece que hay algún problema con el suministro de comida que
deja Vesta para el Imperio Kaliszian.
—¡¿Qué?!— Tora no pudo ocultar su sorpresa. Esos suministros eran
vitales para los Kaliszians.
—¿Has visto algo inusual?
—No, pero no he estado involucrado en la carga de los envíos. Sólo
he estado supervisando las cosechas.
—Lord Reeve dice que los suministros desaparecen después de que
las naves Kaliszian dejan Vesta.
—Es posible, pero ¿por qué harían eso sus guerreros?
—Reeve afirma que podrían revenderlos por unos créditos extremos.
—¡Ningún hombre apto haría algo así!
—No serían hombres aptos ahora, ¿verdad?— dijo Wray, levantando
una ceja.
— ¿Wray?— La vacilante pregunta lo hizo girar para encontrar a Kim
observándolos con una sonrisa nerviosa en los labios. Página | 278

—Kim... lo siento—. Wray se movió rápidamente a su lado.


— No hay nada que lamentar, Wray. Estabas hablando con tu hijo...
descendiente—. Kim le dio una sonrisa de autocrítica. —
Eventualmente me acostumbraré a todas estas diferencias.
—Lo estás haciendo bien, mi Kim—. Wray le dijo, frotando sus
manos en forma tranquilizadoras arriba y abajo por sus brazos. —Mi
mundo es extraño para ti y ya has aprendido mucho en muy poco
tiempo.
—Sé que odio ser estúpida.
—¡No digas eso!— Wray le dio una pequeña sacudida enfadado. —
No eres estúpida y no toleraré que nadie diga que lo eres. Ni siquiera
a ti.
Kim se acercó y coloco una mano calmante en su mejilla. —No quise
decir exactamente eso, Wray. Sólo quería decir que a veces cometo
errores que siento que no debería cometer.
—No son errores, mi Kim, son sólo las palabras de tu mundo.
Significan lo mismo y los encuentros más cálidos, más cariñosos,
que nuestras palabras.
Tora se quedó helado mientras su Manno hablaba con la pequeña
y extraña mujer. ¿De dónde había salido? ¿Por qué estaba aquí?
Más importante aún, ¿Por qué su Manno la estaba tocando con tanta
familiaridad? ¿Por qué lo permitía?
Se sorprendió aún más cuando los ojos verdes se volvieron
repentinamente y lo miraron directamente. Había una calidez en
ellos que nunca antes había visto en el ojo de una mujer.
—¿Me presentarás a tu descendencia?—, preguntó, mirando hacia Página | 279

atrás a su Manno.
—Por supuesto— dijo Wray, volviéndose para que ambos se
encontraran de frente a Tora. —Kim, te presento a mi primer hijo
varón y futuro emperador, Tora Vasteri.
—Es un placer conocerte por fin, Tora— Kim dijo mientras seguía
sonriendo.
—Tora, ella es Kim Teel, del planeta Tierra. Es tu Emperatriz.
—¿Qué?— Las palabras salieron de Tora al tiempo que sus ojos
volaban hacia su Manno. —¿Qué has dicho?
—He tomado a Kim como mi Emperatriz y ha aceptado—. Wray
dijo, ignorando el pequeño resoplido de Kim y continuó mirando
fijamente a Tora, con los ojos fijos. —Le mostrarás tu respeto.
La sonrisa de Kim comenzó a desvanecerse ante las palabras de
Wray y el continuo silencio de Tora.
—Wray...— Kim comenzó.
—¡Tora!— Rugió Wray.
Finalmente, Tora puso un brazo sobre su pecho y se inclinó. —
Emperatriz—, dijo con firmeza.
Kim no se perdió la forma cómo Tora la llamó Emperatriz cuando
ella le había llamado Tora. Aparentemente, no quería que fueran
amigos. ¿De verdad podría culparlo? Esto tenía que ser un shock.
Wray tampoco se lo perdió por la forma en que su pecho empezó
a retumbar.
Un golpe en la puerta exterior impidió que hiciera erupción.
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—¡Entra!— Ordenó Wray, sus ojos aún mirando a Tora.
A su orden, las puertas se abrieron y Veron acompañó a varios
sirvientes a la habitación llevando bandejas de comida.
— En la mesa de allá, por favor—. Kim ordenó, señalando a la gran
mesa mientras Wray y Tora continuaban mirándose fijamente.
— Sí, Majestad—. Veron hizo un gesto a los sirvientes, pero sus ojos
se movieron de su Emperador a su Príncipe. Veron nunca los había
visto mirarse así.
— Eso es todo, Capitán—. Dijo Kim, ignorando su mirada de
sorpresa mientras lo despedía.
—Haga lo que su Emperatriz le ha ordenado, Capitán—. Wray le
dijo, con los ojos en Tora.
—Sí, Majestad—.Veron respondió rápidamente y con una profunda
reverencia, rápidamente siguió a los sirvientes fuera de la habitación,
cerrando las puertas.
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— Muy bien chicos, es suficiente— Kim dijo mientras Wray y Tora
continuaban mirándose fijamente. Nadie dudaría nunca de que eran
Manno y descendiente. Se paraban de la misma manera, fruncían el
ceño de la misma manera, ponían la mandíbula de la misma manera
obstinada. Incluso cruzaron los brazos sobre el pecho de la misma
manera. La única diferencia entre ellos era que Wray era más
grande, su pecho más masivo que el de Tora, pero pensó que no
sería cierto por mucho más tiempo. Especialmente cuando dos
pares de ojos se volvieron hacia ella con la misma incredulidad.
— No me miren así—. Dijo. — La comida se enfría y tengo hambre—
Al darles la espalda, Kim se acercó a la mesa y se sentó. No era así
como quería que fuera su primera reunión con Tora, pero ¿qué
había sido como quería desde la muerte de sus padres?
Mirando los platos desbordantes, se dio cuenta de que una vez más
estaban llenos de alimentos que no reconocía. Deteniendo el pesado
suspiro que quería escapar, se acercó a lo que parecía ser un pastelito
relleno de carne.
— No te gustará eso, mi Kim—. dijo Wray, deteniendo su mano
mientras se sentaba a su lado. —La carne está muy sazonada con una
hierba que la mayoría encuentra muy fuerte.
—¿Entonces por qué está en la bandeja?— Preguntó, frunciendo el
ceño.
—Porque el cocinero de Lord Reeve descubrió que me gustaba—.
Tora contestó lentamente sentándose al frente.
—Ya veo—. Kim dijo mirando los otros alimentos en la bandeja. —
Eso significaría que estos son todos tus favoritos— Dijo, rodeando
con su dedo todos los objetos de la bandeja.
— Sí—. Tora estuvo de acuerdo. Página | 282

—Entonces aquí tienes, disfrútalo—. Kim deslizó la bandeja hacia él,


luego miró la segunda bandeja, que también estaba llena de extraños
brebajes y la deslizó hacia Wray. — Así que estos deben ser tus
favoritos. Y esto—, tomó la tercera bandeja que contenía una simple
selección de frutas, verduras y algo de carne. Las mismas cosas que
les habían servido la noche anterior. — Debe ser para la ''extraña''
nueva mujer del Emperador.
Kim no sabía por qué estaba tan alterada, pero lo estaba. Sabía que
esto no iba a ser fácil. Debería haber estado más preparada para que
Tora no la aceptara inmediatamente. No lo habría hecho, si la
situación hubiera sido al revés, pero lo esperaba. Estaba cansada de
que todos la miraran como si tuviera dos cabezas y secretamente
esperara que Tora se pareciera más a Wray que a los otros hombres
que había conocido. Estaba equivocada.
— No eres extraña, mi Kim—. Wray inmediatamente negó y
suavemente le puso una caricia en la mejilla, así que tuvo que
mirarlo.
— En tu mundo lo soy—. Susurró, parpadeando rápidamente las
lágrimas que llenaban sus ojos.
— Entonces es mi mundo el que tiene la culpa, Kim, porque eres
absolutamente perfecta.
—Nadie es perfecto, Wray—. Discutía suavemente.
—Lo eres— La defendió incluso contra sí misma. — Eres perfecta
para mí.
—¿Así que seremos extraños juntos?— Preguntó, una pequeña
sonrisa en sus labios.
— Sí, porque así es como estamos, Kim. Juntos. Mi voto más
solemne. No dejaré que nada ni nadie nos separe—. Inclinándose Página | 283

sobre él, capturó sus labios, sellando sus palabras.


Tora miró a su Manno con incredulidad. ¿Qué estaba diciendo?
¿Qué clase de poder tenía esta mujer sobre él para que le diera su
voto más solemne? Ese voto reservado sólo para las ocasiones más
graves o importantes. Significaba que el Emperador haría lo que
fuese necesario para mantenerlo, incluso perdería su propia vida si
fuera necesario. Nunca se le daba a una mujer. Especialmente no
una mujer no Tornian. ¿Y por qué su Manno presionaba su boca
contra la de la mujer así?
Kim se sumergió en el beso de Wray y dejó que aliviara el dolor que
Tora había causado sin saberlo... Tora... Retrocediendo, su mirada
voló hacia la descendencia de Wray y vio a un joven muy
confundido... mirándolos fijamente.
A Wray no le gustaba que Kim se alejara. Especialmente no le
gustaba la forma en que su mirada se dirigía inmediatamente a Tora.
Sabía que no era porque estaba interesada en su descendencia, pero
Tora no.
— Tora...— Comenzó, sólo para ser cortado por un golpe en la
puerta. —¡Entra!—, ordenó impaciente.
—Siento interrumpir, Majestad, pero el Rey Grim está en el
comunicador y solicita hablar con usted.
—Dile que me pondré en contacto más tarde—. Wray dijo a Veron.
—Dice que es urgente, señor—. Veron presionó.
—Manno... es Grim—. Tora no podía ocultar su incredulidad de que
su Manno no se levantó inmediatamente para ver lo que Grim
quería. Si Grim decía que era urgente, entonces debía serlo.
— Wray—. Kim coloco una mano en su brazo. —Es tu hermano. Página | 284

Debe ser importante para decir que es urgente—. Dijo mientras le


daba a su brazo un apretón tranquilizador. —Ve. Averigua qué
necesita. Estaré bien aquí con Tora—. Volvió su mirada hacia el
hombre más joven, cuyo choque era evidente. —¿Verdad, Tora?—,
desafió.
—Yo...— Tora tartamudeó, sus ojos volando hacia su Manno en
busca de guía. Nunca se le ha permitido estar solo con una mujer. —
Sí, por supuesto, pero...
—La protegerás con tu vida, Tora— ordenó Wray, levantándose de
su silla. —¡Es tu Emperatriz!
—Sí, Manno— Tora contestó inmediatamente. Por supuesto que
protegería a la mujer. Todos los hombres dignos protegían a las
mujeres.
Con un fuerte guiño a Tora, Wray pasó un último y gentil dedo por
la mejilla de Kim, y luego se obligó a seguir a Veron fuera de la
habitación.
Los ojos de Kim siguieron a Wray cuando se fue y supo que era algo
a lo que iba a tener que acostumbrarse. Wray estaría de vuelta. Con
un fuerte suspiro, volvió a prestar atención a la bandeja que tenía
delante y descubrió que su apetito se había ido con Wray. De hecho,
sentía un poco de náuseas por todos los olores extraños. Empujando
la bandeja, cerró los ojos y se reclinó en su silla.
—Mi Manno querría que comieras—. La voz vacilante de Tora hizo
que sus ojos se abrieran.
—De repente no tengo hambre—. Dijo señalando a su bandeja. —
Adelante, cómete lo tuyo.
Tora puso una leve mueca de dolor y apartó su bandeja también. —
Si bien es cierto, me gusta la carne sazonada, el cocinero de Lord Página | 285

Reeve aún no ha descubierto las cantidades adecuadas para usar.


—Así de mal, ¿eh?— Kim encontró que su humor volvía.
—Sí.
—¿Y las otras cosas?— Señaló a los otros objetos de su bandeja.
—Otra vez, casi incomible.
—Sin embargo, me habrías dejado comerlo.
—Sí—, Tora se vio obligado a admitirlo y luego trató de justificarlo.
—Para ti puede saber bien.
— Porque soy extraña para ti.
—Sí—. Dijo Tora, asintiendo.
—Tal vez Wray tenga razón y no soy quien es extraña, sino tú.
—Dudoso—. Dijo Tora, cruzando los brazos sobre su pecho y
apoyándose en su silla.
—¿Por qué dices eso?
— Porque soy Tornian—. Dijo como si eso lo explicara todo.
—¿Y qué?
—¿Y qué?— Las cejas de Tora se hundieron. —¿Qué quieres decir
con... y qué?
— Sólo lo que dije. ¿Qué te hace pensar que ser Tonian te hace tan
especial? ¿Tan especial que no puede significar que no sean ustedes
los extraños? En mi mundo, definitivamente serías extraño. No
tenemos guerreros de casi dos metros que traten a las mujeres como
si fueran cosas. En mi mundo, las mujeres no están escondidas.
Podemos ir a donde queramos, cuando queramos y hablar con
quién queramos. Nuestras vidas no giran alrededor de nuestra Página | 286
habilidad para producir descendencia y todas las mujeres son
igualmente importantes—. Kim encontró que su voz se elevaba
mientras lo hacía. —¡Así que tal vez es tu sociedad la que es extraña,
Tora! Extraña e incorrecta.
Tora se sorprendió, no sólo por sus palabras, sino también por su
absoluta creencia en ellas. Lo que decía no era posible. No había un
mundo como el que describió en todos los universos conocidos. Es
cierto que no todas las especies mantienen a sus mujeres tan aisladas
como los Tornians, pero todas protegen a sus mujeres. Nunca se les
permite ir a donde quisieran. Cuando ellas quisieran. Eran
demasiado importantes para su supervivencia.
— ¿De qué mundo afirmas que vienes?— Preguntó.
— No afirmo, soy—. Kim contestó enfadada. —Vengo de un planeta
llamado Tierra.
—Nunca he oído hablar de él.
— ¿Qué?— preguntó Kim con sarcasmo. —Alguien tan grande e
importante como tú. Un Tornian, ¿no ha oído hablar de la Tierra?
—Conozco cada planeta en los universos conocidos— declaró Tora.
—En serio... ¿qué te dice eso, Tora?— preguntó Kim.
Tora se quedó en silencio durante varios segundos antes de levantar
las cejas. —Eso no es posible.
—No dejes que te moleste—. Kim dijo al darse cuenta de que no
estaba siendo razonable. —Wray tampoco había oído hablar de mi
planeta antes. Aparentemente sólo los Ganglians lo han hecho.
—Los Ganglians...— gruñó Tora, su aversión por ellos se notaba Página | 287

fácilmente.
—Sí, me secuestraron de la Tierra. Wray me encontró en una de sus
naves después de que el Searcher los interceptara—. Vio a Tora
palidecer cuando se dio cuenta de lo que eso significaba para ella y
su actitud hacia él empezó a suavizarse.
— Ellos...—. Tora encontró que tenía que aclararse la garganta.
—Sí—. La voz de Kim se quebró, pero se forzó a continuar. —
Abusaron de mí hasta el punto de que habría muerto si Wray no
me hubiera encontrado cuando lo hizo.
—¿Los mató?—. preguntó Tora.
—Sí.
—¡Bien! Los Ganglians son escoria. Abusarán de cualquier mujer
que encuentren. El universo sería un lugar mejor sin ellos.
—No voy a discutir eso, pero no son los únicos que abusan de las
mujeres.
—¿Qué quieres decir?
—Dos Tornian me atacaron en Pontus—. Kim dijo y vio cómo la
incredulidad cruzaba por su cara. — Habrían abusado de mí si Wray
no los hubiera detenido. Todo porque no soy Tornian.
—¡Eso no es posible! Sólo los guerreros viajan con el Emperador y
él sólo elige al más apto y digno para servirle. Nunca abusarían de
una mujer. Mi Manno no lo toleraría.
—Y no lo hizo. Por eso ya no son miembros de su guardia.
—¿Los despidió en vez de acabar con ellos?— Tora no pudo ocultar
su sorpresa.
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—No pudo matarlos porque su ley dice que no cometieron ningún
crimen.
—¡Imposible! Nuestra ley establece claramente que ningún hombre
puede dañar o abusar de una mujer. Si lo hace, su vida está acabada.
—Sólo si abusa de una mujer Tornian, Tora. Eso es lo que dice tu
Ley. Todas las demás mujeres corren el riesgo de sufrir abusos. A
las mujeres como yo.
—Ésas no eran las verdaderas intenciones de la Ley.
—Eso no importa. Lo que importa es lo que dice y por eso Wray no
pudo matar a Fala o a Gyula.
—¿Los guerreros Fala y Gyula? ¿Eran ellos?
—Sí.
—Pero fueron entrenados aquí. En Vesta. Por Lord Reeve.
—Sí.
Los ojos de Tora se abrieron de par en par en conmoción. No había
oído nada de esto. Fala y Gyula fueron tenidos en la más alta estima
por Vesta. Fueron ofrecidos como ejemplos a jóvenes varones que
esperaban convertirse en guerreros como dos de los mejores que se
han producido en Vesta. Para que vuelvan en desgracia...
—Ya los conoces—. Kim observó las emociones que cruzaban por la
cara de Tora.
—Si, a ambos—. Tora admitió de mala gana.
—Ya veo.
—Me cuesta creer que harían algo así.
—Créelo—. Kim dijo y se levantó para mirar por la ventana Página | 289
abrazándose mientras miraba hacia la noche. Parecía que había
tormenta en las montañas si esos destellos de luz significaban
relámpagos. — Incluso se justificaron a sí mismos diciendo que,
como podían olerme a Ganglian, debía estar dispuesta a unirme a
cualquier hombre. No les importaba que fuera forzada. No
importaba que hubiera estado con Wray durante casi una semana.
Lo único que les importaba era que no era Tornian y Wray no
estaba cerca.
—¿Mi Manno te dejó desprotegida?—. No podía creerlo.
—Wray había escalado un acantilado para poder contactar con
Veron. Solo se había ido, tal vez quince minutos cuando llegaron...
buscándonos—. Se volvió para mirarlo.
—¿Sabían que estabas con el Emperador y aún así te atacaron?
—Sí.
Tora reflexionó sobre lo que dijo. Cada guerrero sabía que cualquier
mujer que viajase con el Emperador estaba bajo su protección,
Tornian o no. Lo que Fala y Gyula habían hecho fue imperdonable.
—Mi Manno debería haberlos matado de todos modos.
—Exactamente lo que pienso—. Kim estuvo de acuerdo. —Pero como
el Emperador Wray, de todos los pueblos, tiene que mantener la
Ley. Bien o mal. Esté de acuerdo o no y de acuerdo con su ley, no
cometieron ningún crimen. Es la única razón por la que están vivos.
—Todavía debería haberlos matado por el deshonor que les trajeron
a todos los hombres Tornian.
—Un Emperador no puede pensar así, Tora. No puede darse el lujo
de hacer lo que quiera. Sus decisiones afectan a millones. Tienes
que entenderlo porque algún día serás Emperador y lo que quieres
hacer no siempre va a ser lo que tienes que hacer. Página | 290

Tora se levantó de su silla para mirarla con incredulidad. Ella, una


mujer, le estaba dando una conferencia sobre lo que algún día serían
sus responsabilidades. ¿Tratándolo como si fuera un hombre joven?
Las mujeres rara vez hablaban con un hombre. Nunca le dieron un
sermón y ella pensó que no era extraña.
—¿Y ahora qué?— preguntó Kim, exasperada.
—¿Sientes que estás en posición de sermonearme?
—Bueno, aparentemente alguien necesita hacerlo. Todos los demás
te atienden en vez de decirte la dura y fría verdad.
—Yo...— Tora estaba cansado de que esta mujer lo sorprendiera, de
que le hiciera cuestionar cosas que nunca antes había cuestionado.
Como un Guerrero Tornian abusando de una mujer. —Tienes
razón, pero eres una mujer. ¿Por qué te preocupas por esas cosas?
—¿Por qué no iba a estarlo?— Kim inclinó la cabeza
interrogativamente hacia un lado. —Voy a tener que vivir en este
mundo ahora. ¿Por qué no iba a estarlo?
—Las mujeres no se preocupan...
—¡Mujeres Tornians!— Kim lo interrumpió. —Nunca me confundas
con una de ellas, Tora. Sé que puedo ser una perra, pero nunca he
sido como ellas. Me uno a un hombre porque lo amo. No por las
cosas que me da. Hay una palabra para mujeres así en la Tierra y no
soy una de ellas.
—Nunca se te permitirá unirte a ningún otro hombre, ni siquiera si
lo amas—. Tora le devolvió el disparo, enfatizando la antigua palabra.
—Ahora eres la Emperatriz. Tu responsabilidad es del Emperador.
—¡Por supuesto que sí! De eso es de lo que estaba hablando. Wray. Página | 291

Es el único hombre con el que quiero unirme.


—Tu descendencia nunca me reemplazará—. Tora le informó, sus
ojos fijos en los de ella.
—Por supuesto que no lo harán—. Kim le frunció el ceño. —¿Por qué
crees que lo harían? Eres el primogénito de Wray.
—Cuando una mujer se une al Emperador espera que su
descendencia gobierne el Imperio Tornian.
—Mira, Tora—, dijo Kim, pasando una mano cansada por su cabello.
—Ni siquiera estoy seguro de que tu Manno y yo podamos tener hijos
juntos, y si podemos, eso no significa que te reemplacen.
—Si no puedes producir descendencia, ¿por qué mi Manno
escogería unirse a ti?
— Porque la amo—. Contestó Wray, entrando a la habitación.
Página | 292

La cabeza de Kim se inclinó hacia el sonido de la voz de Wray, sus


ojos escudriñando. Al encontrarlo, la tensión que no se había dado
cuenta que había estado acumulando desde que se fue, desapareció.
— Estás de vuelta—. Susurró, sus palabras haciendo que sus labios
temblasen de emoción.
—Por supuesto que sí—. Le aseguró, moviéndose directamente hacia
ella, envolviéndola en la seguridad de sus brazos. —Te dije que
volvería.
—Lo sé—. Dijo mientras enterraba su cara en su pecho, sus brazos
rodeando su cintura. —Solo te echaba de menos.
—¿Estás bien?— Preguntó, sus ojos dirigiéndose a Tora. ¿Tora le
había hecho daño?
—Estoy bien— Dijo, poniendo su barbilla sobre su pecho para
mirarle. —Tora fue un perfecto caballero. Sólo estábamos hablando.
—¿Sobre qué?— preguntó Wray.
— Acerca de ti. Yo. Lo que sucede ahora. Tora está preocupado de
que si somos capaces de producir descendencia lo reemplace como
tu primera descendencia.
—¿Qué?— Los ojos de Wray volaron hacia Tora con incredulidad,
pero pudo ver que Kim hablaba con veracidad por la mirada en los
ojos de Tora.
—Le dije que era ridículo, pero creo que necesita oírlo de ti—. Dijo
Kim en voz baja.
—Tora, siempre serás mi primera descendencia y algún día
Emperador. ¿Por qué pensarías tal cosa?—. preguntó Wray, Página | 293

confundido.
El silencio fue la única respuesta de Tora.
— Creo que tiene algo que ver con lo que pasó con Van— Dijo Kim
en voz baja.
—¿Qué?— Wray la miró sorprendida. —¿Por qué tendría eso algo
que ver con que Tora piense que lo reemplazaría como mi primera
descendencia?
—Porque es mi culpa que Van muriera—.Contestó Tora. —Le fallé a
él... y a ti.
—¡Tú no hiciste tal cosa!— Wray inmediatamente negó.
—Sólo estaba allí por mi culpa. Era mi responsabilidad. ¡Mía! Un
hermano apto y digno nunca habría permitido que le hicieran
daño... nunca habría permitido que lo dejaran atrás... para morir.
Wray soltó lentamente a Kim y se dirigió a Tora, agarrando uno de
sus hombros con mano firme para que no pudiera apartarse. —La
culpa siempre ha sido mía, Tora. No tuya—. Se dio cuenta de que
Tora no le creía y no sabía cómo convencerle.
—Wray me dijo que los guerreros que estaban contigo, ignoraron tus
protestas—.dijo Kim en voz baja, moviéndose hacia el lado de Wray.
—Podría haberles ordenado que me dejaran—. Tora dijo.
—Nunca habrían seguido esa orden, Tora—. Wray le informó,
apretando su hombro. —Eres mi primera descendencia. Su futuro
Emperador. Tu supervivencia es siempre la prioridad. Así ha sido
desde los inicios del Imperio.
—Entonces debería haber vuelto por él— Tora contestó enfadado,
con la voz rota. Página | 294

—Entonces ambos se habrían perdido— Dijo Kim en voz baja.


—¡No me importa!— Tora atacó, quitándole el control a su Manno.
—Al menos habría sido una muerte honorable y no tendría que vivir
con esta vergüenza.
De repente, Kim entendió... que era culpa... Tora estaba lleno de
culpa por lo que había pasado.
Lo que había hecho.
Lo que no había hecho.
Kim lo entendió perfectamente.
—Tora...— Wray comenzó cuando Kim le cortó el paso.
—¿De verdad eres tan egoísta, Tora?— Preguntó Kim, poniéndose
delante de Wray. —¿Es realmente todo sobre ti?
—¡Cómo te atreves!— Tora dio un paso amenazador hacia ella,
esperando que se alejara, para esconderse detrás de su Manno.
Todas las mujeres huyen ante un hombre enojado, en vez de eso se
quedó de pie, sacando su pequeña barbilla.
—Me atrevo porque es la verdad—. Kim le devolvió sus palabras. —
Eras un hombre joven, atrapado en circunstancias fuera de tu
control y tienes que vivir con las decisiones que otros tomaron.
Puedes quedarte ahí y enfurecerte porque no te gusta, pero... qué
pena, qué triste... así es la vida y no siempre es justa—. Kim se detuvo
e inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado. — Sabes, no fuiste el
único que perdió a Van... Wray también, y era su Manno. ¿Alguna
vez te detuviste a pensar en lo que le hizo? Lo que le habría hecho
si los hubiera perdido a los dos.
— Habría tomado a otra Emperatriz y nos habría reemplazado. ¡Tal
como lo está haciendo ahora!— Tora dijo. Página | 295

—Sabes, Tora—, Kim se inclinó hacia su dirección. —¡Eres un idiota!


Quería que me gustaras porque eres la descendencia de Wray, pero
no creo que lo hagas. Nunca he tenido hijos, pero incluso sé que no
son ''reemplazables''. Cada uno es especial a su manera. ¿Alguna vez
pensaste en el dolor que causó que tu Manno perdiera a Van?—
Preguntó y vio que sus ojos se abrían de par en par. — He visto el
dolor en los ojos de Wray cuando habla de la perdida de Van, de
cómo casi te pierde a ti. Era tan fuerte y afilada como el día en que
ocurrió. Todavía le atormenta que no estuviera allí para protegerlos
a los dos.
— Kim tiene razón, Tora—. Dijo Wray en voz baja, sus ojos
penetrando en los de Tora. —El fracaso siempre ha sido mío. La
vergüenza. Nunca tuyo.
Tora miró fijamente a su Manno y por primera vez vio su dolor.
Nunca habían hablado de Van y Tora había pensado que era porque
su Manno le culpaba. Ahora vio que era porque se culpaba a sí
mismo.
—Entiendo lo que es perder a un hermano, Tora—. Kim dijo en voz
baja y apartó los ojos de su Manno hacia Kim y vio en sus ojos todo
el dolor que sentía. —Sentir que es tu culpa... Perdí a mi hermana
mayor, Jen, no hace mucho. Tuvimos una pelea. Fue mi culpa y
luego ella se fue. Nunca tuve la oportunidad de retractarme de las
palabras hirientes que dije. Nunca llegué a decirle cuánto la amaba.
Lo único que puedo hacer ahora es tratar de honrar su memoria no
volviendo a cometer esos errores—. La voz de Kim se rompió y sintió
la suave mano de Wray en su brazo, dándole en silencio su apoyo.
—No puedes retroceder, Tora—, se obligó a seguir adelante. —No
importa cuánto quieras. No puedes cambiar lo que pasó en ese río. Página | 296

Sólo puedes seguir adelante como Van hubiera querido que lo


hicieras y vivir tu vida lo mejor posible. Lo deshonras cuestionando
el sacrificio que hizo. Dio su vida por su futuro Emperador... por su
hermano. Sólo los guerreros más dignos y más aptos pueden hacer
eso. Hónralo, Tora, porque si la situación fuera al revés, ¿no sería
eso lo que querrías que hiciera?
∞∞∞∞∞
Ambos hombres se quedaron sin palabras después del discurso
apasionado de Kim, pero por razones diferentes.
Wray agradeció silenciosamente a la Diosa por traer a esta
asombrosa mujer a su vida, pues lo entendía como nadie más lo
hacía. Nadie entendía que seguía afligido por Van, que eso le
atormentaba. Los hombres no debían llorar por aquellos que
perdieron... sí, recordarlos... sí... pero llorar... eso era para las
mujeres... no es que haya visto a una hacerlo.
Le gustaría creer que Adana habría llorado por Van, pero no podía
estar seguro. Una vez que le había entregado a Van, ya no se interesó
por él. Pero Van se había abierto camino en el corazón de Wray
con las pequeñas bromas que le gustaba hacer a los Guerreros de
Wray, especialmente a Veron. Siempre esperaba hasta justo antes
de que el guerrero entrara en el centro de mando de Wray. Todavía
recordaba la vez que Veron metió la mano en su bolsillo y sacó a un
muñeco Kele. Veron había actuado como si supiera que estaba allí
todo el tiempo, pero Wray lo sabía mejor.
Tora se quedó callado porque... bueno, estaba aturdido. Esta
mujer... parecía entender la pérdida y el dolor. ¿Cómo es posible?
Era una mujer. Nunca les hicieron daño. Nunca tuvo que
sacrificarse. Si un hombre les fallaba de alguna manera, elegían a Página | 297
otro para reemplazarlo. Sin embargo, Kim se había mantenido al
lado de su Manno, incluso después de que sus propios guerreros la
hubieran atacado.
Entendió su dolor, incluso después de que los Ganglians... cuando
él apenas le había mostrado el respeto que merecía. Sintió crecer su
vergüenza y no tuvo nada que ver con Van.
Wray observó las emociones que corrían por la cara de Tora y
entendió cada una de ellas. Tora nunca había sabido que una mujer
podía ser cariñosa o comprensiva. Wray tampoco, no hasta Kim.
Les estaba mostrando a todos ellos que su mundo podía ser
diferente. Debería ser diferente. Iba a llevar algún tiempo, pero sabía
que juntos podían superar cualquier cosa.
Wray acercó a Kim, envolviéndola en sus brazos. Nunca antes se
había sentido tan orgulloso. Esta mujer suya... era increíble. Lo
amaba, con sus defectos y todo eso. Y le importaba su descendencia.
Wray sabía que Tora se sentía culpable por la muerte de Van, pero
nunca supo que profundo era. Nunca supo cuánto se culpaba Tora.
Tenía sólo doce años en ese momento. La culpa nunca fue suya.
Kim le había hecho ver eso, y los dos eran mejores por ello.
Pero le había costado, podía verlo... le había hecho recordar las
cosas que no podía cambiar, las cosas que le pasaron a su hermana.
Necesitaba aliviar su dolor ahora, igual como lo había hecho con el
suyo.
—Ven, mi Kim. Necesitas descansar— Wray le dijo.
—Necesita comer primero— Tora le informó en voz baja, con los
ojos fijos en Kim.
—¿Qué?— Wray miró las bandejas y vio que aún estaban llenas. —Se
suponía que ibas a comer mientras no estaba—. Miró con Página | 298

preocupación a Kim. —¿Por qué no comiste, mi Kim?


—No tenía hambre y luego Tora y yo empezamos a hablar. Sabes,
no estuviste fuera tanto tiempo, Wray—. Podía ver que su respuesta
no le satisfacía. —¿Qué quería tu hermano?— Preguntó, tratando de
distraerlo.
—Te lo diré después de que comas— dijo Wray, poniendo una mano
en su cintura, guiándola hacia la mesa. —Se lo diré a los dos.
—Wray...— Kim trató de protestar. Todavía no estaba segura de que
su estómago lo aceptara.
—No, Kim—. Dijo enfadado. —No pude asegurar que estuvieras bien
cuidada en Pontus. ¡Lo haré ahora!
Suspirando pesadamente, Kim dejó que la llevara de vuelta a la
mesa. Entendió su enojo, sabía que todavía le frustraba que hubiera
tan poco que comer en el Pontus. Necesitaba dejar que la cuidara
ahora.
—Muy bien. Bien, pero los dos comerán también.
Kim se sorprendió de lo bien que estuvo la comida después de eso.
Wray y Tora hablaron. Los escuchó. Incluso se rio un par de veces
ante algunas de las historias que Wray contaba.
Probó un poco de cada plato y estuvo de acuerdo en que el cocinero
de Reeve había sazonado la carne en exceso y que no le gustaba,
aunque la masa estaba buena. Se dio cuenta de que le gustaban más
los artículos de la bandeja de Wray. Era como la comida que Jen
solía hacer. Simple pero sabroso. El pensamiento hizo que su mano
se quedara quieta, ya que una sensación de nostalgia la abrumaba.
—¿Qué pasa, Kim?— preguntó Wray, sabiendo instantáneamente
que algo la había molestado. Página | 299

—Estaba pensando en Jen—. Kim dijo con lágrimas en los ojos


mientras lo miraba. —Sobre cómo habría preparado esto. Lo habría
hecho increíblemente bien.
—¿Tu Manno realmente tenía dos mujeres?— Preguntó Tora
tentativamente.
—Sí—.Dijo Kim, forzando las lágrimas para responder a Tora. —No
es tan poco común en la Tierra—. Kim no se perdió la mirada de
sorpresa que Tora le envió a su Manno. —Era mayor que yo por
cinco años. Era una chef entrenada, le encantaba tomar los
alimentos crudos como estos—, señaló Kim a su bandeja, —y
convertirlos en cosas maravillosas. Iba a abrir un restaurante con su
marido y luego mis padres murieron y tuvo que cuidar de mí.
Cuando desaparecieron, estaba devastada.
—¿Qué les pasó?— preguntó Tora.
—No lo sé. Sólo sé que están muertos.
—No lo sabes con seguridad, Kim—. Wray dijo mientras la levantaba
hacia su regazo como siempre lo hacía cuando estaban en la cueva.
Sabiendo que necesitaba que la abrazaran tanto como él a ella. Fue
algo increíble... el tacto. Nunca se dio cuenta de lo importante que
era hasta Kim. Nunca había entendido lo reconfortante que podía
ser. Ahora no podría vivir sin eso. —Ya podrían haber sido
encontrados.
—No, Wray, gracias por decir eso, pero no—. Kim puso su cabeza
sobre su pecho, dejando que el latido constante de su corazón
aliviara su dolor. —Jen nunca me habría abandonado así, no importa
cuánto lo mereciera.
—No te lo merecías, Kim. Nada de eso—. Wray le dijo mientras se
inclinaba, presionando su mejilla contra la parte superior de su Página | 300

cabeza.
—Quizá... sólo desearía saber qué pasó. La echo de menos—.
Susurró Kim, abrazándolo más cerca.
—Lo sabes Kim, si pudiera, te la devolvería.
—Sé que Wray lo haría, igual que traería a Van para ti Tora, si
pudiera—. Los ojos de Kim se dirigieron a Tora, que estaba sentado,
mirándolos en silencio.
—¿Qué necesitaba Grim?— Preguntó finalmente Tora.
—Encontraron los restos de la nave Jerboaian—. Antes de que Tora
pudiera preguntar, Wray le contó rápidamente cómo habían
encontrado hombres Jerboaians en la nave Ganglian.
—¿Por eso era tan urgente?— Tora no pudo mantener la
incredulidad fuera de su voz y Wray le frunció el ceño y luego miró
a Kim.
—No quieres hablar de ello delante de mí—. Kim dijo, ni siquiera
tuvo que mirar a Wray para saber que tenía razón. Presionando
contra su pecho, se soltó de sus brazos.
—Kim...
—Está bien Wray.— Dijo Kim, inclinándose para besarle suavemente
en los labios. —Estoy cansada, así que me voy a la cama. Tú y Tora
pueden quedarse despiertos y hablar de todas esas cosas que los
hombres hablan y que no quieren que las mujeres escuchen—. Le
sonrió un poco, y luego miro a Tora. —Fue un placer conocerte,
Tora. Al menos para mí. Estoy segura de que no te sientes así,
pero...— Kim se encogió de hombros.
—Kim, estoy seguro de que Tora ha estado encantado de conocerte.
¿No es así, Tora? Página | 301

—Wray para—. Kim coloco sus dedos sobre sus labios. —No puedes
decirle a Tora que me acepte y que sea verdad. Va a tomar tiempo
y trabajo. Es hora de que nos des a los dos ese tiempo y esperemos
que lleguemos al punto en el que podamos ser amigos—.
Reemplazando sus dedos con sus labios, le dio un último beso. —
Despiértame cuando vengas a la cama—. Susurró, y luego los dejó
solos.
∞∞∞∞∞
Tora vio a Kim irse con el ceño fruncido. ¿Realmente acababa de
decir que le gustaría que fuéramos ''amigos''? ¿Cómo es posible? Los
hombres y las mujeres nunca eran "amigos".
—No se parece en nada a nuestras mujeres Tora— Wray dijo a su
descendencia en voz baja. —Ella es más. Más amorosa. Más
comprensiva. Es todo lo que siempre he querido pero no sabía que
era posible. Me hace... completo.
Tora no podía creer que fuera su Manno el que hablaba así. No
podía creer que un hombre hablara así. Sí, todas las mujeres
merecían ser tratadas con respeto, Tornian o no, pero para hacerlos
sentirse ''completos''. ¿Cómo es posible?
—Sé que no lo entiendes—.Wray se levantó de su silla para caminar
hacia la ventana, tratando de organizar sus pensamientos mientras
observaba los destellos de los relámpagos en la distancia. — Si un
hombre hubiera venido a mí diciendo lo que acabo de decir,
tampoco lo entendería. No podría, porque aún no había
experimentado a Kim. Espero que la Diosa te bendiga con una
mujer como mi Kim.
—¿Incluso si no te da hijos?— Tora no pudo evitar preguntar.
Página | 302
—Incluso entonces. Ella es más importante para mí—. Dijo Wray,
volviéndose hacia Tora.
Tora se sentó en silencio observando a su Manno durante varios
minutos. Finalmente, dijo la verdad. —La Asamblea nunca la
aceptará como su Emperatriz. No es Tornian.
—Será Tornian una vez que la haya declarado así.
—¡Qué!— La silla de Tora cayó al suelo mientras estaba de pie. —
Pero...
—Está en mi poder como Emperador declarar a cualquiera que
considere digno de ser Tornian—. Wray le dijo.
—Sí, pero no se ha hecho en siglos y nunca con una mujer—. Tora
respondió.
—Nada lo impide—. Wray le dijo con firmeza. —Será mi Emperatriz.
Tora reconoció esa mirada en la cara de su Manno. Significaba que
ya había tomado su decisión y que el tiempo de discusión había
terminado. También significaba que Tora tendría que decidir si iba
a apoyarla.
¿Podría?
¿Podría no hacerlo?
Este era su Manno y nunca había conocido a un hombre más apto
o más digno. Nunca decidía las cosas por capricho. Siempre había
gobernado justamente y con el mejor interés de su pueblo en el
corazón. No se llevó a una nueva Emperatriz después de la muerte
de la madre de Tora para que otros pudieran tener descendencia.
Ahora había encontrado una mujer que, según él, lo hacía
''completo''.
Unirse a ella no le quitó a ningún otro hombre la oportunidad de Página | 303

tener descendencia adecuada y si tuviera descendencia, nunca


tomaría su lugar.
¿Era su derecho negar a su Manno esto?
— Si esa es tu decisión, entonces sabes que la apoyaré— Tora le dijo.
—Entonces, ¿sólo fueron los restos que encontró Grim?— preguntó
Tora, cambiando de tema.

∞∞∞∞∞
Wray vio la lucha de Tora en su cara. Lo vio pensar
cuidadosamente, y en ese momento vio el hombre apto y digno en
el que se estaba convirtiendo su descendencia. Estaba
cuestionando... no sólo aceptando... incluso con su Manno. Era lo
que necesitaba hacer, para convertirse en un buen Emperador.
— No—. dijo Wray, apartándose de la ventana, dando una palmada
en el hombro de Tora antes de inclinarse en la silla a su derecha. —
Encontró pruebas de que no era la primera nave que los Ganglians
habían destruido. Aparentemente han estado en esto por algún
tiempo.
—¿Por qué? ¿Qué posible razón podrían tener para sacar a los
hombres y mujeres Jerboaian de un planeta desconocido?
—No lo sé, pero Grim ha notificado al General Rayner sobre lo que
ha encontrado y Rayner planea investigarlo más a fondo en el lado
de Kaliszian mientras que Grim planea monitorear el área que los
Ganglians parecen estar usando más de cerca.
—Y no querías que la mu...— Tora se detuvo cuando vio oscurecerse
los ojos de su Manno. Si iba a aceptar realmente la decisión de su Página | 304

padre, necesitaba empezar ahora y darle a Kim el respeto que quería


para su propia Emperatriz. —¿Kim supiera esto?
—No. No sé si lo ha considerado, pero es posible que los Ganglians
también hayan capturado a su hermana. Kim fue secuestrada en la
misma zona de donde desapareció su hermana.
—¿Por qué no le dices tus sospechas?— preguntó Tora.
—Kim estaba apenas viva cuando la encontré Tora, lo más que
podemos decir es que los Ganglians la tuvieron durante casi dos
semanas—. Wray vio a Tora palidecer cuando finalmente se dio
cuenta de la cantidad de abuso que Kim había sobrevivido. —Jen
lleva desaparecida más de seis meses. Las posibilidades de que esté
viva...
—Es cero, nadie sobrevive tanto tiempo con los Ganglians.
—No y no quiero que Kim se imagine el abuso que sufrió su
hermana. Se culpará a sí misma.
—¿Por qué? No había nada que pudiera haber hecho para evitarlo
—¿Eso te detuvo? ¿Con Van?— preguntó Wray.
—No—. Susurró Tora. Finalmente, lo que Kim había estado tratando
de decirle quedó claro y un poco de la culpa que había estado
cargando se le escapó.
Página | 305
—¿Quieres que la agarremos y la vendamos a una casa de placer?—
Preguntó Gyula, frunciendo el ceño a Lord Reeve. Habían sido
convocados a sus aposentos privados y ahora estaba sentado frente
a él con Fala.
Reeve lo había estado pensando desde que habló con Bertos.
Quería a la mujer muerta. Quería que Reeve hiciera parecer que ella
se había quitado la vida por lo sucedido con los Ganglians, pero
Bertos nunca la había visto. Una casa de placer pagaría un precio
exorbitante por la mujer y Reeve lo necesitaba. Podría morir allí,
Reeve se beneficiaría y nadie se daría cuenta.
— Sí. No podemos permitir que alguien como ella manche el título
de Emperatriz ni por un momento.
—¡El Emperador nos matará!— exclamó Fala, el más inteligente de
los dos.
—Nunca sabrá que fuiste tú. Haré que parezca que Veron, su capitán
de mayor confianza, se la ha llevado y lo persigues, demostrando al
Emperador que eres un guerrero apto y digno.
—¿Qué ganamos nosotros?— Preguntó Fala.
Los ojos de Reeve se endurecieron al mirar a Fala. —¿No es
suficiente con que vuelvas a estar en la guardia del Emperador?
¿Que todos sepan qué son hombres aptos y dignos?
—No—. dijo Fala.
—Fala...— Gyula miró preocupado a su amigo desde Reeve.
—Nos arriesgamos, Gyula. Nosotros somos los que moriremos si nos
atrapan—. dijo Fala y la mandíbula de Gyula se cerró, sus ojos
volviendo a Reeve.
—¿Qué es lo que quieres?— Preguntó Reeve. Página | 306

—Primero, la mitad de la paga que recibirás en la casa de placer.


—¡Qué!— Reeve se levantó furioso de su silla. Necesitaba todo lo que
obtendría.
—¡La mitad!— Fala le gritó no intimidado en absoluto por su Señor,
nunca lo había sido. Reeve nunca habría sobrevivido si no hubiera
sido un descendiente de un Señor.
Reeve se sentó lentamente. —De acuerdo.
—Segundo—, Fala siguió sabiendo que ya lo tenía. —Cada uno de
nosotros tiene un turno en su ruta.
—Mientras no la dañes, no me importa. Si bajas su valor, sale de tu
mitad.
—De acuerdo.
∞∞∞∞∞
Wray estaba de pie a un lado de la cama mirando a Kim mientras
descansaba. Diosa, la única manera de que esta vista se volviera más
bella era si estuviera en su cama, en sus aposentos en Tornian.
Cuando de repente se sacudió y gritó, se movió instantáneamente a
su lado.
—Kim—. Dijo, inclinándose suavemente sobre su brazo. —Kim.
Despierta—. La rodeó con sus brazos mientras se sacudía de repente
gritando. Las pesadillas llegaban todas las noches y no se lo esperaba
menos esta noche, especialmente no después de su conversación
con Tora... pero había esperado. Esperaba que algún día la Diosa
se las llevara.
—Estoy aquí, Kim. Estoy aquí—. Le susurró al oído mientras la
empujaba a sus brazos. Página | 307

—¿Wray?— El miedo y la incertidumbre en su voz rompieron el


corazón de Wray.
—Estoy aquí, Kim. Estás a salvo.
—Estaba soñando... con Jen...— Kim levantó sus ojos nublados hacia
los suyos. —Me gritaba para que la ayudara y le di la espalda.
—Nunca harías eso, mi Kim—, le aseguró Wray, —y yo tampoco. Es
sólo Daco jugando con tus miedos.
—¿Daco? ¿Quién es Daco?— Preguntó, respirando con dificultad
mientras intentaba dejar ir el miedo causado por la pesadilla. Sabía
que estaba a salvo. Estaba con Wray.
—Daco es el Dios inferior que robó a la Diosa de su pareja.
¿Recuerdas?
—Sí, los Guerreros de la Casa Berto la salvaron antes de que se viera
forzada a unirse.
—Sí. Es el Dios de la destrucción y el dolor. Le gusta usar los miedos
e inseguridades de uno contra ellos
—El material de las pesadillas.
—Sí. Nada le gustaría más que destruirte, Kim. Su objetivo es tomar
todo lo que es bueno y brillante y hacerlo oscuro y terrible.
—Como hizo con el Emperador Lucan—. Dijo suavemente
metiéndose en su pecho.
—¿Qué?— preguntó Wray, mirándola fijamente. —¿Por qué piensas
eso?
—No sé, me parece apropiado, ¿no crees? La línea de Lucan
impidió que Daco abusara de la diosa. ¿Qué mejor manera de Página | 308

vengarse que hacer que su guerrero más favorecido cometa el


mismo crimen?
—Yo…— Wray la miró sorprendida. Nunca lo había considerado
antes. ¿Podría ser cierto lo que creía? Eso explicaría muchas cosas.
Hubo un tiempo en que el Emperador Lucan era considerado un
gran Emperador. Había terminado muchas guerras, había acercado
a todas las especies, pero todo eso había sido olvidado cuando sus
crímenes habían sido revelados. —Nunca consideré eso.
—Hmm—. Kim levantó la mano deslizándose bajo la camisa de Wray
para frotarle el pecho. —¿Así que tú y Tora terminaron de discutir
lo que no debería saber?— Preguntó, apretando su pezón
juguetonamente.
—Sí —. La voz de Wray se atascó en su travesura. —Entonces, va ser
así, ¿no?— Preguntó, girando, así estaba acostado debajo de ella en
la cama. Si quería jugar, la dejaba jugar. Cualquier cosa para alejar la
oscuridad que había estado en sus ojos cuando la había despertado
de su pesadilla.
—Va a ser exactamente así—. Kim le dijo mientras se sentaba a
horcajadas sobre sus caderas, arrancándole la camisa por los brazos,
sabiendo que le permitía dejar atascado sus brazos a los lados. —Te
he extrañado todo el día—. Dijo, inclinándose para besarle el pecho.
—He querido tocarte... besarte... amarte...— su voz se apagaba
mientras su lengua bajaba por su pecho hasta sus abdominales
apretados.
—Entonces hazlo, Kim—. dijo Wray, gimiendo mientras le mordía
los abdominales.
—Lo haré—. Le dijo. —Esta noche me llevo lo que quiero. Lo que
siempre querré. Tú, Wray—. Sacó su boca de su tentadora piel para Página | 309

que pudiera ver la verdad en sus ojos. Era lo que le importaba. Sólo
él.
Soltando su camisa, sus manos se acercaron a sus pantalones,
acariciando su ya duro miembro, varias veces antes de que
finalmente abriera sus abultados pantalones, permitiendo que salte
a sus manos en espera.
Kim sabía que nunca se cansaría de esto... de tocar a Wray así,
especialmente esta noche. De alguna manera, sabía que ella
necesitaba estar en control, necesitaba sentir que había algo en su
nueva vida que podía controlar y dejó que fuera a él.
Sólo un hombre, confiado en quien era, confiado en la mujer por
encima de él, podía hacer tal cosa. Kim se aseguraría de que nunca
le diera motivos para arrepentirse.
— Levanta las caderas, mi amor—. Susurró, su aliento caliente
bañando su pene con su húmedo calor. Cuando lo hizo, le bajó
rápidamente los pantalones, raspando suavemente con las uñas
sobre su piel a medida que avanzaba, haciéndole temblar.
— Kim...— Wray gruñó amablemente.
—¿Qué, Wray?—, preguntó, su boca a un centímetro de distancia de
la punta de su pene hinchado.
—Bésame—. Suplicó. Inclinándose beso la punta de su miembro
antes de abrir la boca para llevarlo adentro.
—¡Diosa, Kim!— Wray gritó, sus caderas empujando hacia ella,
ahogándola antes de que envolviera ambas manos alrededor de la
base de su polla, así podía controlar la profundidad de sus empujes.
De vuelta en control, giró su lengua alrededor de su pene, como si Página | 310

fuera un cono de helado goteando, del que no quería perder ni una


gota. Y no lo hizo. Sabía demasiado bien. Finalmente regresó a la
punta que lamió el pre—semen que estaba comenzando a salir.
—¡No más, Kim!— Exigió Wray. Finalmente, liberando sus manos
de la camisa, se sentó. Aferrándose a la oscura cubierta que tenía, la
arrancó, forzando su boca a alejarse de su placer. —¡Necesito estar
dentro de ti!— Dijo, agarrando sus caderas, la levantó y colocó su
abertura sobre la cabeza palpitante de su pene, sus brazos
temblando.
Los ojos de Wray se fijaron en los de ella y Kim sabía que estaba
esperando su permiso. Que le dijera que estaba bien, que tomara el
control y al hacerlo él se lo devolvió.
—Te necesito dentro de mí, Wray—. Dijo, apoyando sus manos
sobre su pecho mientras la bajaba lentamente, empalándola sobre
su engorrosa polla. —Sí—.Gruñó con la cabeza hacia atrás ante las
sensaciones que la llenaban.
Wray sabía que nunca vería nada tan hermoso como su Kim,
encontrando su placer. Tomándolo, de él. El roce de un pecho
exuberante contra su mejilla, hizo que su boca se agarrara a su duro
pezón, haciéndolo más profundo.
—¡Wray!— Kim gritó, su vientre contrayéndose a su alrededor
mientras devoraba su pecho, todo el tiempo moviéndola arriba y
abajo de su pene, golpeando ese punto dulce una y otra vez. —¡Más,
Wray! ¡Diosa más!— Gritó mientras envolvía sus brazos alrededor
de su cabeza, tirando hacia su otro pecho que le rogaba que le
prestara atención.
Wray devoró inmediatamente lo que ofreció. Se deleitaba como si
fuera su última comida y sabía que ningún Dios había festejado Página | 311

también. Agarrándola de las caderas, la sostuvo, deteniendo sus


movimientos, sabiendo que estaba demasiado cerca de perder el
control y negándose a venirse sin ella.
Deslizando sus pulgares, los movió a lo largo de la línea donde se
unieron, gloriándose en la sensación y encontró su nudo apretado.
Tomando esa preciosa joya de una manera que sabía que la volvía
loca, la empujaba hacia abajo por una última vez, presionando su
pene directamente en ese lugar tan sensible y explotando, los envió
a ambos al paraíso.
Página | 312
—Tora—, el sonido de su nombre al ser llamado hizo que Tora
frenara sus pasos mientras cruzaba el recinto a la mañana siguiente.
Girando, encontró a Thangavelu yendo hacia su encuentro.
Thangavelu fue uno de los pocos guerreros de Vesta que trató a
Tora de la misma manera que cualquier otro hombre en
entrenamiento y Tora lo agradeció.
—Guerrero Thangavelu—. Tora reconoció.
—No sabía que habías vuelto de las cosechas.
—El Emperador solicitó mi presencia—. Tora respondió.
—Ahhhh... Así que lo has oído.
—¿Oído?— preguntó Tora.
—Acerca de que el Emperador quitó erróneamente a Fala y Gyula
de su guardia.
—El Emperador raramente se equivoca—.Tora dijo sin evasiva.
—En esto lo está. No había motivo para quitarlos.
—¿Necesita un motivo?— preguntó Tora.
— Wray sí. Es un Emperador justo y equitativo. No hace nada por
capricho, nada que infrinja la ley.
—Entonces ahí está tu respuesta y la razón por la que Fala y Gyula
están vivos—. Tora dijo.
Thangavelu se quedó en silencio durante varios momentos
frunciendo el ceño a Tora. Le gustaba este hombre joven. Estaba
apto y era digno, como la línea de la que descendía. Un día sería un
Emperador al que Thangavelu estaría orgulloso de servir, como lo
fue su Manno. A Thangavelu le gustaba pensar que tenía un
pequeño papel en eso. Página | 313

No era uno de los guerreros favoritos de Lord Reeve. Nunca había


estado dispuesto a participar en el juego, como tantos otros, para
ganar el favor de su Señor. Thangavelu pensó que su trabajo y su
habilidad debían hablar por sí mismos. La única razón por la que
aún estaba aquí era porque Lord Reeve necesitaba su habilidad para
enseñar esgrima a los jóvenes hombres y Tora era uno de sus
mejores estudiantes. Sin embargo, sabía que su tiempo aquí estaba
terminando. Todos en Vesta sabían que Lord Reeve necesitaba
fondos para atraer a otra mujer y el servicio de Thangavelu llegó a
un alto precio, uno que Reeve ya no podía permitirse. Por lo tanto,
Thangavelu pronto estaría buscando un nuevo Señor.
—Estás diciendo que el Emperador tenía un motivo...
—Acabas de decir que no hace nada sin eso, así que, ¿qué piensas?
—Si esto es cierto, entonces tienes que informar a tu Manno para
que esté más atento con esta mujer.
—¡Es la Emperatriz, y te dirigirás a ella como tal!— Dijo Tora y
Thangavelu se dio cuenta de que Tora era más alto que él. Podía
argumentar que ningún no Tornian había sido nunca Emperatriz,
pero podía ver en los ojos del Príncipe que no sería bien recibido.
—No quise ofender, pero necesita entender...— Thangavelu miró a
su alrededor, asegurándose de que estaban solos y bajó la voz antes
de continuar. —Que aquí en Vesta, está en riesgo extremo. Fala y
Gyula están muy bien vistos y si ella es la causa de su desgracia...
—Ellos causaron su propia desgracia—. Tora escupió. —Con sus
propias acciones.
—Ellos no lo ven de esa manera, y tampoco muchos otros. Necesita
que la mantengan cerca. Página | 314

—Transmitiré tus preocupaciones a mi Manno—. Tora se giró y


luego se detuvo, mirando hacia atrás por encima de su hombro. —
Gracias Thangavelu, esto no se olvidará—. Dijo, luego continuó por
todo el recinto con una nueva urgencia en su paso.
∞∞∞∞∞
Kim se detuvo para mirar al sol, dejando que el calor calentara su
cara. Sonriendo, se miró los dedos de los pies. Sus dedos desnudos,
que la observaban a través de la hierba de color púrpura. Estaba
afuera... afuera bajo el sol y se sintió maravillosa.
Volviéndose, encontró a Caitir mirándola en silencio, una expresión
de desconcierto en su cara.
—Parece que ha pasado una eternidad desde que estuve afuera al
aire libre— Dijo encogiéndose de hombros.
—¿No te gustan los viajes espaciales?—Preguntó en voz baja Caitir.
—No. En realidad no—. dijo Kim, moviendo la cabeza.
—Entiendo—. Caitir miró a los tres guardias que les seguían.
Mantuvieron su distancia, pero sus ojos estaban constantemente
escudriñando en busca de amenazas. Sabía que la Emperatriz y el
Emperador habían discutido sobre que dieran este paseo. El
Emperador había planeado acompañar a la Emperatriz, pero recibió
una petición de Lord Reeve en el último minuto y quería que ella
esperase. La Emperatriz no había querido. Insistió en que
necesitaba salir de Casa Reeve por un tiempo. Finalmente, el
Emperador había accedido, pero solo después de que aceptase que
Caitir y tres de sus guerreros les acompañasen.
Caitir no podía entender por qué la Emperatriz necesitaba estar
afuera. En Auyang, las condiciones externas eran tan duras que la Página | 315

mayoría sólo se aventuraba a salir cuando era absolutamente


necesario. Era un hábito que Caitir aún no había roto, incluso en un
lugar como Vesta, se sentía más segura dentro de las paredes que en
el exterior. Aparentemente, esto no era aplicable a la Emperatriz.
— Esto te parece una tontería—. Las palabras de Kim hicieron que
los ojos de Caitir volvieran a su rostro.
—Inusual—. Caitir corrigió. —Una Emperatriz nunca es tonta.
—Por supuesto que sí. Solo no le digas que lo es—. La sonrisa de
Kim hizo que Caitir sonriera suavemente. —Sólo necesitaba salir de
allí—, Kim señaló a Casa Reeve, —por un tiempo. Desde que me
sacaron de la Tierra he estado restringida. Primero por los
Ganglians, luego en el Pontus por la tormenta, en el Searcher y
ahora en nuestras habitaciones aquí en Vesta. Sólo necesito un poco
de espacio para moverme y sentir...
—Sentir...—Preguntó Caitir.
—Como si pudiera respirar—, admitió finalmente Kim. —Como si no
fuera una prisionera. Estoy acostumbrada a poder ir y venir a mi
antojo y ahora no puedo. Va a costar un poco acostumbrarse a eso.
—Ni siquiera en Tornian podrías...—Buscó las palabras que había
dicho la Emperatriz. —Ir y venir a tu antojo.
—Lo sé, pero Wray dijo que allí hay jardines seguros en los que
puedo estar sin que me sigan— Kim miró con impaciencia a los
guardias que estaban detrás de ellas.
—He oído que es así y que han puesto esto—, señaló Caitir a la zona
en la que se encontraban, —en vergüenza—. Caitir captó la mirada de
Kim hacia los guardias. —Están aquí para protegerte.
—Lo sé—. Kim dijo y empezó a caminar de nuevo. Página | 316

—Lo hace porque se preocupa por ti—. Dijo en voz baja Caitir. —
Profundamente.
—También lo sé.
—Es muy inusual.
—¿Qué?— preguntó Kim, enlazando su brazo con el de Caitir
mientras caminaban.
—Un hombre que se preocupa por una mujer. Incluso el
Emperador.
Kim le levantó una ceja. —¿No hay ninguna mujer Tornian que se
haya quedado con un solo hombre?— Kim vio a Caitir dudar. —
¿Caitir?—, dijo.
—Sólo he oído hablar de una, pero es una anomalía.
—¿Por qué?
—Porque su hombre no ha tenido que despojar a su planeta de todos
sus recursos, para que ella se quede con él. Le ha dado cuatro hijos
varones. Todos aptos y dignos.
—Y eso te parece extraño— Kim dijo.
—Sí. Como dije, es una anomalía.
—En la Tierra no lo seria.
—¿Qué quieres decir?— Preguntó Caitir.
—Quiero decir que en la Tierra es común, incluso esperado, que
una mujer se quede con el hombre con el que tiene descendencia.
—¿Siempre?
Página | 317
—No. No siempre, pero la mayoría de las veces lo hacen. Tenemos
mujeres que son como las Tornians, pero no son comunes. La
mayoría de las mujeres quieren estar con sus hijos. Quieren
quedarse con el hombre que...— Kim buscó la palabra. —Los
engendró. Mis padres lo hicieron.
—¿Tus... padres... esos son los que te engendraron?
—Sí. Mi madre y mi padre... Manno. Estuvieron juntos casi
veinticinco años antes de morir... juntos.
—Lord Oryon y Lady Isis han estado juntos por lo menos el mismo
tiempo.
— De modo que los hombres de Tornians puedan preocuparse por
una mujer y viceversa.
—Como dije, es raro
—¿Qué hay de los hombres de Auyangian?— preguntó Kim al entrar
en una parte más boscosa del jardín.
—¿Qué pasa con ellos?— Preguntó Caitir, mirando el bosque con
cautela. Uno nunca sabía lo que había en ellos.
—¿Tienen sentimientos por sus mujeres?
—No—. Dijo secamente Caitir.
Mirando a su nueva amiga Kim se dio cuenta de que su pregunta le
había dolido. —Lo siento, Caitir, no debí preguntar.
Caitir suspiró pesadamente. —Soy quien lo siente. Olvido que no
estás familiarizada con nuestros muchos mundos y sólo preguntas
para poder entenderlo mejor, no para herir.
—¿Por qué alguien querría hacerte daño? Página | 318

—Porque soy Auyangian—. Dijo simplemente.


—Pero tú eres mujer. Los Tornians necesitan mujeres.
—Necesitan mujeres que puedan presentar descendencia adecuada.
La mayoría de las descendientes que las mujeres Auyangian
presentan a hombres no Auyangian no sobreviven. Así ha sido desde
el Emperador Lucan.
—Lo siento—. Dijo Kim en voz baja.
—No es tu culpa. Es la voluntad de la Diosa.
—Tal vez ella está tratando de cambiar eso.
—Eso sería dudoso.
—¿Por qué dices eso, Caitir?
—Porque lo que pasó nunca puede ser cambiado.
—No, no puedes cambiar el pasado, pero tampoco puedes vivir en
él. No puedes castigar al hijo por los pecados de sus padres.
—La mayoría lo hace.
—Entonces están equivocados.
Un gruñido seguido por el sonido de algo golpeando el suelo hizo
que Kim se girara para ver a uno de los guardias en el suelo mientras
los otros dos estaban alcanzando sus cuellos antes de seguirlo
lentamente.
El jadeo de Caitir hizo que los ojos de Kim volaran hacia su amiga
para ver un pequeño dardo saliendo de su cuello, su mano
desesperadamente tratando de quitárselo antes de que sus ojos se
posaran en la parte de atrás de su cabeza y se desplomara. Página | 319

Kim la alcanzó justo cuando sentía un pinchazo en el brazo, mirando


hacia abajo, encontró un dardo y sintió que sus rodillas se
desplomaban mientras su visión se oscurecía.
—Wray...— intentó gritar, pero sólo estaba en su mente.
∞∞∞∞∞
—¡¿Esta es la información 'vital' que creías que necesitaba ver
inmediatamente, Lord Reeve?!— Wray exigió tirando el informe al
suelo.
—¡Es vital, señor!— Reeve dijo entre dientes apretados, sus ojos
viajaban hacia los informes que había pasado la noche fabricando
sobre los envíos de alimentos. —Prueba que las naves estaban llenas
cuando dejaron Vesta. Que son los Kaliszians los que les están
acortando la ruta.
—Sus registros no concuerdan con estos Lord Reeve.
—No lo harían si estuvieran mintiendo, majestad.
—¿Está diciendo que el Emperador Liron me llamaría para
informarme de algo sobre lo que estaba mintiendo? ¡Por qué!
—No estoy diciendo eso majestad. No tengo conocimiento de que el
Emperador Liron haría tal cosa, pero quizás alguien por debajo de
él lo haga. Alguien en quien confía y que nunca consideraría. Un
miembro de la familia tal vez.
—¿Hay alguien de quien sospechas?— preguntó Wray, sin revelar
ninguno de sus pensamientos.
—He oído que el General Rayner ha tomado un interés especial en
los suministros de comida, aunque no sean parte de sus deberes.
—General Rayner...— El tono de Wray no dejaba lugar a su
incredulidad. —¿Acusa al primo del Emperador, al General Página | 320

encargado de asegurar las defensas de su Imperio?


—No acuso a nadie, majestad. Sólo estoy diciendo lo que he oído—
.Contestó Reeve.
—Ya veo.
—Majestad—. Veron tenía los ojos fijos en Wray, dejando que Reeve
mirara a su Capitán entrando en la habitación. Ambos se perdieron
la sacudida de Reeve al verlo.
—Capitán—. Wray dijo.
—Tengo la información que pediste sobre los paquetes de
supervivencia—. Veron dijo.
—¿Paquetes de supervivencia?— Preguntó Reeve, frunciendo el ceño
sin entender el cambio de tema.
Wray ignoró a Reeve y habló con Veron. —Proceda, Capitán.
—Después de una inspección minuciosa de todos los paquetes de
supervivencia a bordo del Searcher, se descubrió que casi todos los
paquetes son deficientes de alguna manera.
—¿Todos?— Wray gruñó enfadado.
—Sí, majestad. Ninguno estaba tan incompleto como el paquete que
tenías en Pontus, pero ninguno tenía todos los suministros
necesarios. Faltaba la mitad de las unidades portátiles de reparación.
—¡Qué!— Wray se puso en pie furioso. ¡Esas unidades eran
absolutamente esenciales para la supervivencia de un guerrero
herido! —Supuse que el de mi mochila había desaparecido porque
se usó para tratar a Kim en la nave Ganglian—. Wray dijo.
— No majestad, ese vino de un paquete diferente, de hecho, toda esa
bolsa fue llevada de la sala de control de los Ganglians. Página | 321

Wray gruñó, su disgusto. La unidad debería haber estado allí. ¿Y si


Kim o el mismo hubiera resultado heridos en el accidente... en la
superficie... podría haberla perdido.
—¿Quién está a cargo de inspeccionar esos paquetes, Capitán?—
Wray gruñó. Les cortaría la cabeza.
— Los guerreros Fala y Gyula Majestad—. Veron dijo y vio la boca
de Reeve abrirse en shock.
—Fala y Gyula...— La voz de Wray se hizo más grave mientras sus
ojos se clavaban en Reeve. —Dos guerreros entrenados por ti, Lord
Reeve. ¿Exactamente para qué los estás entrenando?
—¡Majestad!— Reeve tartamudeó. ¿Qué habían hecho esos dos
idiotas ahora? Ya había puesto en marcha sus planes, por ahora la
Emperatriz debería estar en sus manos y en camino a la casa de
placer. Necesitaba que Fala y Gyula volvieran a la guardia del
Emperador para poder saber dónde estaba en todo momento. Era
evidente que eran incompetentes. Si estuvieron robando suministros
de supervivencia y fueran lo suficientemente estúpidos como para
ser descubiertos, Wray nunca los aceptaría de nuevo.
—¿Dónde está la prueba del Capitán Veron?— Preguntó Reeve.
—¿Cuestionas el honor de mi capitán?— preguntó Wray en voz baja.
— No majestad, pero está cuestionando el honor de dos de los míos.
—Un honor que ya han demostrado que no poseen—. Wray gruñó a
Reeve. —Quiero que los encuentres y los hagas comparecer ante mí
para responder a estos cargos.
—Yo... Sí, Majestad—. Reeve dijo, pero no se movió. Necesitaba Página | 322

pensar en una manera de darle más tiempo a Fala y Gyula y de alejar


a Veron del Emperador para que su plan funcionara.
—¡Ahora Lord Reeve!— El rugido de Wray resonó en las paredes.
—¡Sí, Majestad!— Reeve se sonrojó al saber que sus guerreros habían
oído al Emperador hablarle así; con una rígida reverencia, salió
rápidamente de la habitación.
∞∞∞∞∞
Los ojos de Tora miraron cuidadosamente el área, buscando
amenazas, antes de inclinarse para poder voltear el guerrero caído.
Se sorprendió al ver la insignia del Emperador en su pecho. Sus
ojos volaron rápidamente hacia los otros dos y los reconoció. Estos
guerreros eran de la guardia de su Manno.
¿Qué estaba pasando?
¿Dónde estaba su Manno?
Buscando su comunicador, rápidamente contactó a Veron.
∞∞∞∞∞
Veron frunció el ceño cuando sonó su comunicador. Lo estableció
para que sólo se recibieran las llamadas de mayor prioridad, las de
la familia real.
—Veron—. Contestó con impaciencia.
—¿Dónde está el Emperador?
La demanda de Tora hizo que Veron frunciera el ceño. —Frente a
mí, en la Sala de Gobierno de Lord Reeve—. Veron sabía que Tora
no habría preguntado sin razón y de repente cada instinto que tenía,
se puso en alerta máxima. —¿Por qué? Página | 323

—Tres de los guardias del Emperador están caídos en el jardín—


Tora le informó.
—¿El jardín?— Los ojos de Veron volaron instantáneamente hacia
Wray, quien había escuchado cada palabra.
Wray le quitó el comunicador a Veron. —¡La Emperatriz está en el
jardín, Tora! ¡Encuéntrala! ¡Estoy en camino!— Wray dejó caer el
comunicador y miró a su capitán. —¡Llama a todos los guerreros del
planeta!— Wray ordenó corriendo hacia la puerta.
—¡Sí, señor!— Veron respondió instantáneamente.
—¡Activen todas las defensas planetarias!— Wray rugió a Reeve, que
acababa de regresar a la habitación, empujándolo a un lado. —
¡Ninguna nave sale de la superficie! ¡La Emperatriz será encontrada!
∞∞∞∞∞
Tora se quedó helado ante las palabras de su Manno. ¿Kim estuvo
aquí? ¿Sola? ¿Era esto lo que preocupaba a Thangavelu? ¿Por qué
permitieron que se llevaran a Kim? Sus ojos volvieron a los caídos
guerreros. No, no lo permitieron... inclinándose sacó uno de los
dardos y olfateó.
Veneno de Skua. El mismo veneno que había acabado con su
madre. Era de acción rápida y mortal. Estos guerreros estaban ahora
en manos de la Diosa.
¿Y Kim?
Levantándose, sus ojos buscaron huellas en el suelo. Lord Oryon le
había enseñado bien y lo que había sucedido era fácil de ver.
Aquí es donde la Emperatriz y otra habían caído.
Página | 324
Había huellas de dos hombres y las marcas que dejaron cuando
levantaron los cuerpos del suelo.
¿Por qué? ¿Por qué tomarlas si estaban muertas?
No lo harían.
Si hubiesen querido a la Emperatriz muerta, la habrían dado con el
veneno skua y la habrían dejado.
Se la habían llevado... ¿por qué?
Tora palideció ante la posibilidad. Rápidamente desenvainó su
espada y siguió el rastro.
Página | 325

Kim se despertó lentamente y se encontró acostada en un ricón, en


el suelo frío y húmedo, con el brazo dolorido y la cabeza palpitando.
Estaba a punto de gritar cuando escuchó voces... Voces masculinas.
—¿Por qué trajiste a la otra?— El primero dijo.
—Es Auyangian—. Dijo el segundo. —¿Sabes cuánto pagarán las casas
de placer por ella? Especialmente una que no ha sido tocada.
—¿Y va a estar intacta?
—No por nosotros—. La sonrisa sarcástica se podía escuchar en su
voz. —Las mujeres de Auyangian son conocidas por su habilidad de
tomar dos hombres al mismo tiempo. Creo que deberíamos
demostrar este talento a la Emperatriz, entonces entenderá
exactamente lo que le vamos a hacer, especialmente después de lo
que pasó en la cueva.
Kim se sintió fría al darse cuenta de que eran Fala y Gyula a los que
estaba escuchando y de repente todo volvió a su memoria. Había
estado caminando por el jardín con Caitir... estaban hablando de
violar a Caitir.
—Emperatriz mi culo— Gyula escupió. —No hay forma de que
permita que esa perra se convierta en mi Emperatriz.
—Estoy de acuerdo—. Contestó Fala. —Pero primero tenemos que
encontrar un lugar para cruzar el rio. La tormenta de anoche en las
montañas ha hecho que el lugar original sea demasiado profundo y
peligroso. Luego las llevaremos a la nave que nos espera y una vez
que despeguemos, podremos divertirnos—. Kim podía oír la lujuria
en la voz de Fala. — Ve a explorar el río y mientras me aseguraré de
que nuestro rastro esté cubierto, no es que alguien venga a buscarlos,
todavía no. Página | 326

Mientras las voces se desvanecían, Kim se obligó a permanecer


perfectamente quieta. Cuando estuvo segura de que se habían ido,
abrió los ojos.
Estaba en algún lugar del bosque. Podía oír el agua corriendo a lo
lejos, pero no tenía ni idea de dónde estaba. Moviéndose para
sentarse, encontró sus manos y sus pies atados, volteándose,
encontró a Caitir a su lado, despierta, con los ojos llenos de terror.
—Todo saldrá bien, Caitir—. Kim susurró y esperaba estar diciendo
la verdad.
—Estamos perdidas—. Susurró Caitir, sus ojos llenos de lágrimas. —
Nadie llegará a tiempo. Estamos demasiado lejos de los guardias.
—Entonces tenemos que darles el tiempo— Kim se negó a ceder ante
su miedo. Había llegado demasiado lejos, había sobrevivido a
demasiada cosas, para rendirse ahora.
—¿Puedes sentarte?
— Sí, ¿pero de qué servirá eso?
—Sólo hazlo, Caitir—. Kim ordenó mientras luchaba ella misma. —
En silencio.
Caitir hizo lo que se le ordenó.
—Ahora busca debajo de mi manga.
—¿Qué?— Caitir la miró confundida.
—Tengo un cuchillo Caitir—. Kim susurró impaciente. —Está atado
a la parte inferior de mi brazo. Agárralo.
Caitir no podía creerlo. ¿Una mujer llevando un cuchillo?
Página | 327
—Date prisa. Antes de que vuelvan.
Las palabras de Kim hicieron que Caitir se moviera. Mientras
agarraba el cuchillo, se rompió una ramita y lo dejó caer, apenas
fallado por un poco el pie desnudo de la Emperatriz. Ambas
mujeres se quedaron paralizadas y escucharon atentamente. Al no
oír nada más, Kim agarró el cuchillo y comenzó a cortar las cuerdas
que ataban los tobillos de Caitir.
—¿Qué estás haciendo?— Caitir la miró en estado de shock.
—Escúchame, Caitir—. Kim dijo mientras continuaba trabajando en
las ataduras. —¿Sabes dónde estamos?
Caitir miró a su alrededor, orientándose. —Umm... sí—. Susurró.
—Y ya conoces el camino de vuelta a Casa Reeve, de vuelta a Wray.
—Sí.
—Bien—. Después de liberar los tobillos de Caitir, Kim comenzó a
trabajar en las cuerdas alrededor de sus muñecas. —Ahora, una vez
que te libere, quiero que corras a por ayuda.
—¿Qué?— Caitir no se acordó de bajar la voz.
—No sé dónde estamos, Caitir—. Kim le dijo con impaciencia. —No
sé dónde está la ayuda. Tú sí—. Los ojos de Kim se fijaron en Caitir.
—Tienes que ir a buscar a Wray y contarle lo que pasó. Donde estoy.
Es la única manera.
—¡No! Te matarán.
—No de inmediato, no lo harán—. Kim dijo, negándose a mostrarle
a Caitir lo asustada que estaba. —Fala y Gyula van a querer divertirse
primero. Eso nos da tiempo, tiempo para que escapes y consigas
ayuda. Página | 328

—No, no dejaré que te sacrifiques.


—No tengo planes de ''sacrificarme''—.Kim le dijo cuando finalmente
liberó las manos de Caitir y se puso a trabajar por sus propios
tobillos. —Planeo huir. Ahora, ¿hacia dónde están los guardias?
—Por ahí... por ahí—. Tartamudeó Caitir, señalando hacia atrás.
—Entonces voy a correr hacia allá—. Kim hizo un gesto a su
izquierda, no en la dirección opuesta, pero con el ángulo alejado del
camino que Caitir necesitaría. —Voy a gritar como una maldita
asesina para que Fala y Gyula me sigan. Quiero que esperes hasta
que sepas que es seguro y luego corras por ayuda.
—Pero...
—No hay peros Caitir. Si te atrapan, ambas estamos muertas. Ya lo
sabes.
—Pero si te atrapan...
—No lo harán—. Kim esperaba estar diciendo la verdad. Liberando
sus pies, Kim se levantó y estaba a punto de devolverle el cuchillo a
Caitir para liberar sus manos cuando se escucharon los
inconfundibles sonidos de pisadas que se movían hacia ellas.
—Vete—. Kim ordenó y agarrando el cuchillo salió corriendo,
haciendo todo el ruido que pudo mientras gritaba.
—¡¡¡¡¡WRAY!!!!!
Fala se quedó helado ante el grito de la mujer, sus ojos captando un
destello púrpura que se movía rápidamente a través del bosque a su
derecha. ¡No! No podía ser posible! ¡Cómo se había liberado la
pequeña perra! Página | 329

Inmediatamente cambió de dirección y se estrelló contra el exceso


de crecimiento después de ella.
∞∞∞∞∞
Caitir se quedó agachada y observó como el gran guerrero se lanzaba
tras la Emperatriz. ¿Qué iba a hacer?
Toda su vida tuvo que estar escondida, había tenido miedo de su
padre y de otros hombres. Sólo su tío la había tratado con
amabilidad, como si fuera importante, pero sabía que era sólo por
su madre.
Hasta la Emperatriz. Miró a Caitir y vio a alguien que importaba,
alguien que tenía valor para sí misma. Veía a Caitir como un igual,
incluso alguien por quien arriesgar su vida. ¿Iba a pagarle
escondiéndose?
¡No! Haría lo que su Emperatriz y amiga le había dicho y encontraría
al Emperador. Levantándose la falda, Caitir corrió.

∞∞∞∞∞
Tora se congeló ante el grito de la mujer, su cabeza moviéndose
hacia el sonido, sus ojos entrecerrados mientras escudriñaban el
área. ¿De dónde venía? Concentrándose en el último sonido, se
movió rápida pero silenciosamente a través del bosque. El sonido
de alguien atravesando la maleza hacia su dirección le hizo levantar
su espada, listo para atacar.
Caitir patinó hasta detenerse, cayendo en su trasero, frente a la
espada levantada del guerrero, su corazón roto porque sabía que
había fracasado.
—¿Dónde está la Emperatriz?— Preguntó Tora. —¡¿Quién eres tú?! Página | 330

—Yo... soy Caitir. La modista de la Emperatriz—. Caitir


tartamudeaba. —Corrió hacia allá—. Caitir señaló con un dedo
tembloroso hacia el rio.
—¿Por qué no están juntas?— Preguntó Tora.
—Me envió por ayuda. Sabía que si nos atrapaban a los dos
estaríamos acabadas.
—¿Quién?— Preguntó Tora.
—Los llamaba Fa... Fala y Gyula.
Tora se puso rígido ante los nombres. Eran los mismos que la
habían atacado antes.
—¡Vete!— Tora ordenó empujándola por donde debía seguir. —
Encuentra al Emperador y dile lo que me has dicho.
—¿Vas a ir tras ellos?— Preguntó Caitir esperanzada.
—Sí.
—¡Por favor! ¡Por favor, salva a la Emperatriz!— Caitir suplicó. —Es
una buena mujer y planean usarla como si fuera una Auyangian.
Tora palideció, y luego se enfureció, entendiendo lo que quería
decir. —¡Vete!— ordenó y luego corrió hacia la Emperatriz.
∞∞∞∞∞
Kim corrió a ciegas por el bosque. ¿En qué había estado pensando?
Se preguntó a sí misma, mientras otra espina le perforaba el pie. No
sabía nada de intentar evadir a los guerreros. Era una chica de
ciudad. Todo lo que sabía era que quería sobrevivir. Quería estar
con Wray.
—¿Adónde crees que vas?— Preguntó Gyula, saliendo de detrás de Página | 331

un árbol para agarrarla por la cintura, golpeando su espalda contra


su pecho.
—¡No!— Kim gritó el cuchillo cayendo al suelo.
—¡Sí!— Dijo Gyula y le puso una gran mano alrededor de su cuello,
apretando. —Pagarás por lo que nos hiciste.
—¡Lo que hice!— Kim chilló, negándose a retroceder, mientras le
arañaba la mano tratando de aliviar la presión. —¡No hice nada!
¡Ustedes son los que me atacaron!
—¡Eres una mujer! ¡No Tornian! ¡Te honramos usando tu cuerpo!
—¡Honrar mi culo!— Kim le devolvió sus palabras. —¡No eres mejor
que los Ganglians!
—¡Cómo te atreves!— Gyula rugió apretando tan fuerte que estuvo a
punto de desmayarse.
—¡Suéltala!— Ordenó Tora, saliendo de los árboles, con su espada
levantada.
—Un paso más cerca y le romperé el cuello—. Gyula dijo,
asegurándose de que Kim se mantuviera entre él y la espada de
Tora.
—Suéltala ahora y te concederé una muerte rápida—. Tora ordenó.
—No, creo que eres muy joven príncipe—. Gyula dijo, y luego sonrió.
—¡Tora! ¡Detrás de ti!— Kim gritó cuando vio a Fala levantando su
espada.
Tora se giró, apenas bloqueando la espada de Fala a tiempo, el
poder tras el golpe del guerrero, más grande y fuerte, haciendo que
tropezase hacia atrás.
— Hoy es un día histórico—. Dijo Fala, moviendo su espada con la Página | 332

mano, haciendo círculos arrogantes. —Un Príncipe y una Emperatriz


están a punto de morir y la Casa Vasteri caerá— De nuevo, Fala se
balanceó y sus años de entrenamiento hicieron que Tora volviera a
tropezar.
—¡Sólo hazlo, Fala!— Gritó Gyula. —Deja de jugar con él.
—Pero deseo jugar con él—. Fala dijo dando a Gyula una mirada de
enfado. —Se cree más digno que nosotros porque es Vasteri. Hoy
descubrirá que no es diferente a ningún otro hombre.
∞∞∞∞∞
Kim no podía creer lo que estaba viendo. ¡Tora la estaba
defendiendo! Al menos lo intentaba, pero Fala era un hombre
plenamente maduro donde Tora seguía en crecimiento. No podía
dejar que se sacrificara por ella. Wray estaría devastado si lo
perdiera. Tenía que hacer algo... ¿pero qué? Tal vez no sea una
buena idea.
Flácida en los brazos de Gyula, Kim sintió que se le aflojaba la mano,
pensando que se había desmayado. Sabiendo que sólo tendría una
oportunidad, dejó caer su barbilla sobre su pecho, luego la lanzó
hacia atrás con todas sus fuerzas y sintió el satisfactorio crujido de la
nariz de Gyula cediendo.
—¡Argggg!— Gyula gritó y dejó caer a Kim para agarrar su nariz.
El grito de Gyula hizo que los ojos de Fala se movieran hacia su
amigo por un momento y eso fue todo lo que Tora necesitaba.
Levantando su espada, Tora atacó al hombre más grande y fuerte,
dejando que su pequeño tamaño y rapidez funcionasen a su favor.
Primero le cortó el brazo donde tenía Fala la espada, y luego le cortó
el pecho, tomándolo por sorpresa.
Fala se tambaleó hacia atrás, mirando hacia su pecho en shock. Página | 333

¿Cómo un hombre que aún no había visto dieciocho años había


podido extraer su sangre y mucha? Agarrando su espada con más
fuerza, Fala contraatacó, pero encontró que su agarre se resbalaba
bajo el deslizamiento de su sangre que cubría la empuñadura de su
espada.
Tora mostró al hombre tanta misericordia como le había mostrado
a Kim, golpeando como le habían enseñado su Manno y su tío. Cada
golpe de su espada cortando más profundo, sacando más y más
sangre hasta que Fala luchó por mantenerse en pie. Un corte
especialmente profundo en la parte posterior de una pierna hizo que
Fala cayera sobre una rodilla.
∞∞∞∞∞
Gyula ignoró la sangre que brotaba de su nariz y observó con
fascinación atónita cómo Tora derribaba a Fala. ¿Cómo era posible?
Fala era un guerrero astuto. Nadie lo había vencido y aún así Tora
lo estaba haciendo.
Gyula necesitaba salvarse a sí mismo. Sus ojos miraron a la mujer
que era la causa de todos sus problemas y la encontró alejándose de
él. Sus ojos se fijaron en la batalla que se estaba librando ante ellos.
∞∞∞∞∞
Kim ignoró el estruendoso impacto de su trasero al golpear el suelo
y clavó sus talones en el mismo, alejándose de Gyula lo mejor que
pudo con las manos atadas. Sus ojos se movieron de Gyula a la
batalla entre Tora y Fala.
Después de los golpes iniciales de Fala, Tora se estaba fortaleciendo,
luchando contra el hombre más grande y sabía que estaba
vislumbrando al guerrero en el que se convertiría algún día. En el
guerrero, que su Manno actualmente era. Página | 334

De repente sintió el peso de la mirada de Gyula y se dio cuenta de


que había cometido un error costoso. Debió haber huido mientras
Gyula estaba ocupado con la pelea, ahora su atención estaba puesta
en ella.
Retorciéndose, sus dedos se clavaron en la suciedad húmeda
mientras luchaba en ponerse de pie y sintió cómo su mano se
enroscaba alrededor de su cuchillo. Rezando a la Diosa por la
seguridad de Tora, se fue corriendo.
Página | 335
La mente de Wray estaba agitada, su corazón latiendo con fuerza,
mientras corría a través de los jardines de Casa Reeve, su guardia
apenas capaz de mantener el ritmo. ¿Cómo ha podido pasar esto?
¿Por qué la había dejado ir sin él? Ella era su universo y había fallado
en protegerla... otra vez. Si se hubiera ido...
¡No! Se negó a permitirse pensar eso. La diosa no podía ser tan
cruel... no cuando la acababa de encontrar. En vez de eso, dejó que
su ira lo llenara, que fortaleciera su brazo y aumentara sus sentidos.
Hoy no era el Emperador.
Hoy era un Guerrero Tornian, protegiendo a su mujer y nada se
interpondría para que destruya a quienquiera que tratara de hacerle
daño.
Cuando se acercó a los guardias que había enviado para proteger a
Kim, se detuvo lo suficiente como para recuperar una de sus espadas
y luego siguió el rastro dejado por aquellos que se habían llevado a
su Kim. Al borde de la zona boscosa, levantó su espada, escuchando
a alguien correr hacia su posición. Cuando Caitir de repente salió
tropezando, bajó su espada, apenas atrapándola mientras caía al
suelo. Su bata estaba hecha jirones y desgarrada, su respiración
errática. Los arañazos estropearon su oscura piel y sus ojos se
abrieron de par en par con el miedo.
—¡Emperador!— Caitir jadeó.
—¿Dónde está la Emperatriz?— Preguntó Wray, apenas recordando
mantener su agarre suave.
—Nos separamos para que no pudieran atraparnos a las dos—. Caitir
dijo. —Corrió hacia el rio.
—¿Quiénes son ellos?— Preguntó Wray.
Página | 336
—Fala y Gyula—. Respondió. —Nos drogaron y planeaban llevarnos
a una nave al otro lado del rio. Otro guerrero...— Caitir tuvo que
hacer una pausa para recuperar el aliento.
—¡Qué! ¡Otro guerrero qué!— Wray le dio una pequeña sacudida.
—Otro guerrero vino. Él... me envió a buscarte... para contarte lo
que pasó mientras iba tras la Emperatriz.
—Tora...
—Sí, Majestad.
—Llévala a mis aposentos. Protégela como si fuera tuya—. Los ojos
de Wray eran duros mientras miraba al guerrero vestido con los
colores de Reeve. —Si algo malo le pasa a esta mujer el pago será tu
vida y la vida de todo lo que conoces. ¡¿Me entiendes?!
—¡Sí, Majestad!— El hombre dijo inmediatamente, sus ojos
dirigiéndose a Caitir.
—Ven—, el hombre extendió su mano para ayudarla a levantarse. —
Mi voto, no te pasará nada malo.
Un débil grito hizo que todos los hombres se tensaran, tratando de
localizar de dónde venía. Wray no tenía tal problema, dejó que sus
instintos le guiaran, sabiendo que nunca le fallarían, no cuando se
trataba de Kim. Metiéndose en el bosque, fue a buscar a su
Emperatriz.
∞∞∞∞∞
Kim se metió debajo de otra rama baja, esperando que retrasara a
Gyula, y en vez de eso lo oyó estrellarse contra ella, tal como lo había
hecho con todas las demás que le había puesto en su camino. La
estaba alcanzando y demasiado rápido, se estaba quedando sin Página | 337
tiempo y sin espacio. Cuando los árboles cedieron repentinamente
a las orillas del rio, supo que se había acabado.
Girando para enfrentarse a Gyula, levantó el cuchillo que el General
Rayner le había dado en el Pontus y apuntó a Gyula.
—¿De verdad crees que esa cosita me detendrá?— Preguntó Gyula,
sacando su espada mucho más grande y larga.
—Te detuve antes—, señaló a su nariz que aún sangraba. —Te
detendré de nuevo—. Dijo con toda la valentía que pudo reunir.
—¡Tuviste suerte!—Gyula negó con enojo.
—Correcto. ¿Afortunada como Tora?—. Kim lo incitó, con la
esperanza de conseguir tiempo suficiente para que alguien la
ayudara. —Tal vez soy mejor que tú, Gyula. Más hábil.
El rio sería su último recurso. Rápidamente lo miró por encima de
su hombro. No le había mentido a Wray. Era una excelente
nadadora, pero la corriente de este rio parecía rápida y nunca había
nadado con un vestido largo antes... o con las manos atadas... no lo
esperaba, pero se negó a dejar que Gyula abusara de ella. Esta vez
sabía que no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir.
—Veremos quién es el afortunado ahora, ¿no?— Gyula se mofó
mientras levantaba su espada, dando un paso hacia su dirección.
Kim sabía que no tenía la fuerza para bloquear el golpe de Gyula.
Sabía que sólo le quedaba un lugar a donde ir, pero mientras se
preparaba para saltar al rio, captó el destello del movimiento en los
árboles.
De repente Wray estaba allí. Bloqueando la espada de Gyula.
∞∞∞∞∞
Los ojos de Gyula se abrieron de par en par en conmoción cuando Página | 338
su espada fue desviada. Girando, se encontró a sí mismo
enfrentándose a... ¡El Emperador!
Retrocediendo, Gyula reevaluó rápidamente su posición. El duro y
frío infierno que se desataba en los ojos del Emperador le dijo que
no recibiría misericordia. Mirando hacia atrás, Gyula vio a más
guerreros del Emperador llenando la zona y supo que no
encontraría ayuda allí. Decidiendo que si hoy fuera el día en que se
encontrara con la Diosa, se llevaría al Emperador con él.
Con los hombros en alto, Gyula atacó.
∞∞∞∞∞
Wray vio como primero la sorpresa, luego la aceptación, y
finalmente la resolución mortal se asentó sobre la cara de Gyula y le
dio la bienvenida. Quería esta batalla. Quería infligir el mayor dolor
posible al hombre que se atreviera a hacer daño a su Kim. Sólo se
había permitido la más mínima mirada en su dirección antes de
centrar toda su atención en Gyula, pero ya había tenido suficiente
para que viera sus arañazos, sus moretones y su miedo. Gyula
sufriría por todos y cada uno de ellos.
—¡Protejan a la Emperatriz!— Ordenó y se puso delante de Kim,
atacó.
∞∞∞∞∞
Cada guerrero que entraba en la zona obedecía la orden del
Emperador y se colocaba delante de la Emperatriz, poniéndose
entre ella y la batalla que estaba a punto de estallar. Nadie había visto
antes a su Emperador así y no podían quitarle los ojos de encima.
Sí, sabían que el Emperador era un guerrero feroz. No podía ser de
la Casa Vasteri y no serlo. Estaba arraigado en ellos. Página | 339

Sí, sabían que entrenaba todos los días para mantener sus
habilidades, pero habían pasado décadas desde que había visto una
batalla y eso había hecho pensar a algunos que sus habilidades no
estarían presentes en una batalla "real".
Estaban equivocados.
Gyula, uno de los guerreros más fuertes del Imperio, carecía de la
mente aguda necesaria para convertirse en un gran guerrero. Fala
tenía eso. Por eso hacían una pareja tan peligrosa. Lo que uno no
tenía, lo tenía el otro.
El Emperador tenía la fuerza y la inteligencia en combinación con
su habilidad y rabia y nunca habría un arma más letal que Wray
Vasteri.
Muy pronto, Gyula estaba cayendo bajo la embestida del
Emperador y de repente se dio cuenta de que se encontraría solo
con la Diosa.
—¡La Diosa nunca te aceptará, Gyula!— Wray gritó fríamente: —¡Sólo
honra a los que son dignos y tú no lo eres! No, hoy conocerás a
Daco, porque como él, tienes un alma negra y ningún concepto de
honor—. La hoja de Wray cortó profundamente, moviéndose a
través de la parte inferior del abdomen de Gyula, derramando sus
órganos internos.
Con un grito, Gyula cayó de rodillas, retorciéndose de dolor. —
¡Piedad!— Le suplicó al Emperador que había querido matar. —
Acaba conmigo.
—¡Sufre Gyula!— Wray respondió mientras ponía un pie en el
hombro de Gyula, empujando para que cayera al suelo. —¡Te dará
algo de qué hablar cuando conozcas al Emperador Lucan!—
Dándole la espalda a Gyula, los ojos de Wray buscaron a Kim y la Página | 340
encontraron... desaparecida.
∞∞∞∞∞
—¡Esto no puede ser!— Gritó Fala, mientras otro de los golpes de
Tora aterrizaba, cortando el brazo de su espada.
—Si puede ser—. Tora respondió golpeando de nuevo. —Hoy vas a
Daco, el único Dios, lo suficientemente depravado como para
aceptarte.
—¡No!— Fala negó. —Voy a la Diosa.
—¡Nunca!— Tora lo prometió. —¡Te pudrirás con Lucan y todos los
demás hombres que nos han traído esta plaga!— Con esa declaración
final, Tora cortó la cabeza de Fala y observó cómo rebotaba por el
suelo, pareciendo que quería alejarse tanto de Fala como lo hizo
Tora.
El sonido de los pasos que venían detrás de él hizo que Tora
levantara su espada que goteaba, preparada para defenderse de
nuevo. Esperaba encontrar a Gyula, en cambio encontró a Veron y
a varios otros guerreros entrando en la zona.
—¿Por qué estás aquí?—, preguntó. —Deberías estar buscando a la
Emperatriz.
—Estábamos siguiendo al Emperador. ¿No pasó por aquí?
— No—. El sonido del choque de espadas hizo que todos ellos
corrieran hacia el rio.
∞∞∞∞∞
Kim observó con horror cómo Wray luchaba con Gyula. Esto era
lo que quería en la cueva, pero ahora... viendo la forma brutal en
que Wray atacó a Gyula, deseaba que no estuviera ocurriendo. No Página | 341

cuando ponía a Wray en peligro. El solo hecho de pensar que le


hicieran daño la aterrorizaba.
Los Guerreros se pararon en su frente, bloqueando su visión de la
carnicería que estaba ocurriendo. Kim no estaba segura si estaba
agradecida o no. Podía oír el choque de espadas, los gruñidos y
quejidos que venían de Wray y Gyula y su imaginación llenaba los
espacios en blanco. El sonido de los pasos que subían corriendo por
detrás hizo que Kim se girara, lista para defender la espalda de
Wray, si fuera necesario.
Al encontrar a Tora y a Veron corriendo hacia ella, se relajó y
respirando profundamente dio un paso atrás. De repente, el suelo
cedió y antes de que pudiera gritar, estaba bajo el agua.
∞∞∞∞∞
Tora corrió a la zona, sin saber lo que encontraría. Al ver que Kim
estaba ilesa, la preocupación de que llegara demasiado tarde
desapareció, pero al igual que eso lo hizo, Kim también.
—¡No!— Gritó mientras ella caía en el agua que se movía
rápidamente. Dejando caer su espada, Tora inmediatamente se
lanzó en su busca.
∞∞∞∞∞
Kim pateó frenéticamente hacia la superficie, queriendo salir de la
oscuridad de tinta que la rodeaba. Rompiendo la superficie, intentó
quitarse el pelo de la cara. Pateando y dando vueltas en el agua,
intentó no entrar en pánico cuando se dio cuenta de lo lejos que
estaba del orilla.
La corriente era más fuerte y rápida de lo que pensaba. Sabía que si
luchaba en contra, nunca sobreviviría. En vez de eso, necesitaba Página | 342

trabajar con ella, dejándola que la llevara rio abajo mientras se dirigía
hacia el banco.
Rodando de lado, Kim pateó con la corriente y se inclinó hacia la
orilla del rio. Extendió sus manos, aún atadas, hacia delante y tiró,
tratando de hacer un golpe de ariete con una sola mano, mientras
mantenía la cabeza por encima del agua. No era como se lo
enseñaron, pero tenía que ser así.
También fue más difícil de lo que esperaba. Su cubierta empapada
de agua seguía envolviéndose alrededor de sus piernas, tratando de
hundirla. Muy pronto, su cuerpo comenzó a enfriarse y a cansarse.
Los efectos de la droga que le habían dado, su desesperada carrera
por el bosque, sin mencionar su temor de que Wray pudiera estar
herido, le habían hecho mella en sus fuerzas. Una fuerza que
acababa de empezar a recuperar desde el ataque Ganglian.
De repente se sintió como si alguien o algo la hubiera golpeado por
detrás. Se le agarró la ropa y la hundió.
Girando y retorciéndose bajo del agua Kim trató de orientarse, trató
de entender lo que estaba pasando y trató de no entrar en pánico.
Pero estaba tan oscuro... Tan frío... Podía sentirse arrastrada más y
más profundamente en las oscuras profundidades del rio. Sus
manos quedaron repentinamente libres y sus dedos entumecidos
arañaron desesperadamente la superficie, pero en vano, entonces,
tan repentinamente como se había enganchado, quedó libre, pero
¿de qué le sirvió eso? No sabía por dónde estaba la superficie.
No podía ver. Sus pulmones estaban ardiendo. Era más fría de lo
que había imaginado, incluso en esa maldita nave Granglian. Sentía
que su vida se le escapaba y que no podía hacer nada al respecto.
¡Wray! gritó en silencio. Página | 343

∞∞∞∞∞
Wray apartó los ojos de los guerreros en busca de Kim. ¿Adónde
pudo haber ido? ¿Por qué no pudo encontrarla?
—¡Majestad!— La llamada de Veron hizo girar a Wray para encontrar
a su capitán corriendo por la orilla del rio. —¡Se cayó!
El corazón de Wray se detuvo ante las palabras de Veron.
¡No!
¡El rio no! No podía perder a nadie más por su agarre mortal.
Corriendo hacia el borde, sus ojos miraron frenéticamente la
superficie, buscando a su amor. Finalmente, un destello rojo en el
agua turbia llamó su atención y la vio, luchando por mantener su
cabeza por encima del agua.
No muy lejos, vio otra cabeza, esta tan oscura como su propia piel.
¡Tora!
∞∞∞∞∞
Los ojos de Tora nunca abandonaron a Kim mientras nadaba hacia
ella con fuertes y poderosos brazadas. Dejó que la fuerza de la
corriente le ayudara. Estaba cerca cuando Kim desapareció
repentinamente bajo el agua oscura como si algo la hubiera
absorbido. Tora se negó a perder a Kim también así que la
persiguió.
Se adentró cada vez más en las oscuras profundidades del río
buscándola frenéticamente. No volvería a fallar. No dejaría que otro
miembro de su familia muriera en un río. Sus pulmones empezaron
a arder, pero se negó a abandonar su búsqueda, finalmente, cuando Página | 344
pensó que había fracasado, sintió el roce de cabello contra su mano
y lo apretó desesperadamente. Siguiéndolo, encontró parte de la
cobertura de Kim. Agarrándolo, dio unas patadas para subir a la
superficie justo cuando su visión empezó a oscurecerse.
Rompiendo la superficie, los pulmones de Tora aspiraron el aire
vivificante antes de girar a Kim, que no respondía, sobre su espalda.
Envolviéndola con un brazo bien sujeto, se dirigió hacia la orilla.

∞∞∞∞∞
Wray no pudo hacer otra cosa que observar con horror cómo Kim
y Tora desaparecían bajo la superficie del río. El dolor que lo llenó
casi lo hace caer de rodillas.
¡Tora! ¡Su primogénito!
¡¡¡Kim!!! ¡¡¡Su amor!!!
Sintió que su corazón tartamudeaba y sabía que estaba a punto de
detenerse porque no podía sobrevivir sin ella ahora.
Cuando salieron a la superficie, su alivio no tenía límites, pero duró
poco cuando se dio cuenta de que Kim no se movía.
Saltando por encima del borde, Wray se deslizó por la orilla,
ignorando los gritos de sus guerreros y se adentró en el río. Los
alcanzó justo cuando Tora comenzó a vacilar y le quitó a Kim.
Veron estaba allí al instante apoyando a Tora, asegurándose de que
él también llegara a la orilla.
Wray recostó cuidadosamente a Kim y, aunque aceptó la ayuda de
sus guerreros para subir a la orilla, se negó a que alguien se la quitara.
¡Era suya!
Presionando sus manos contra su pecho, forzó el agua de sus Página | 345

pulmones y rezó a la Diosa.


¡Por favor, gloriosa! ¡Por favor! No me quites a esta mujer. La
necesito. Haré cualquier cosa... cualquier cosa que me pidas .
Suplicó.
''¿Cualquier cosa Emperador?'' Mientras la pregunta que le llenaba
la cabeza le sorprendió, no dejó que eso le impidiera bombear sobre
el pecho de Kim.
''¡Cualquier cosa!'' Respondió.
''¿Jura amarla y protegerla, ya sea que te dé descendencia apta o no?''
''Sí,'' gritó Wray en respuesta.
"Que así sea, pero ten presente Emperador... si me fallas, mi ira no
tendrá límites''
Si le fallo a Kim, nada de lo que hagas importará.
Su respuesta, le hizo hacer una pausa a la Diosa. Buena respuesta,
Emperador.
∞∞∞∞∞
Kim estaba a la deriva. Abrigada en una oscuridad que no tenía
dolor, ni frío, ni miedo. No había... nada.
Nada es bueno.
"¿Lo es? '' Una voz cuestionada.
"Sí". Su respuesta fue instantánea y supo que había disgustado a la
"voz".
"¿Qué hay de tu Guerrero?'' Preguntó.
Página | 346
¿'Guerrero'? Kim frunció el ceño tratando de entender la pregunta.
"¿Qué guerrero?''
"¿Lo has olvidado tan fácilmente? Tal vez no seas la mujer adecuada
para mi nuevo comienzo''.
"Nuevo comienzo..." Algo que Kim tenía en mente. La oscuridad
que intentaba retenerla comenzó a desvanecerse y en su lugar
estaban los recuerdos... los sentimientos. Los buenos... Los malos...
Los feos…
"Sí". De alguna manera, Kim sabía que era la Diosa la que le hablaba.
''Tienes que recordarlo todo. Acéptalo todo. Antes de que puedas
volver... con él."
¿'Él'? De repente, Kim fue empujada hacia la luz y todo regresó de
inmediato.
"¡Wray! " Su mente gritó.
"Sí. Pero no estoy segura de que sea para ti. "
"¡Es mío!'' Kim se atrevió a gruñirle a la Diosa que se apareció.
—¿Crees que eres lo suficientemente digna para uno de mis mejores
hijos? ¿Para él?
—No —. La respuesta de Kim fue instantánea y sincera, sus ojos se
oscurecieron, pero se negó a retroceder. — No lo soy y nunca lo seré,
pero ninguna otra mujer lo amará tanto como yo. Ninguna otra lo
entenderá como yo. Ninguna mujer Tornian lo pondrá primero,
como lo haré yo.
—Tienen sus razones.
—¡No con Wray, no la tienen!— Kim le respondió.
—En esto tienes razón—. La Diosa se detuvo y podrían haber durado Página | 347
un momento o un milenio mientras sus ojos se fijaban en los de
Kim. —¿Estás lista para ser mi comienzo? Aceptar lo que debe ser.
Sin importar lo que sea eso?
—Puedo aceptar cualquier cosa mientras tenga a Wray.
Lentamente la Diosa se inclinó hacia adelante, tocando con una
mano el pecho de Kim. Sintió al instante que la vida fluía a través de
su cuerpo.
La vida que no se había dado cuenta de que le faltaba.
—Entonces vive y hazlo bien, hija.
Página | 348
Veron y todos los demás guerreros observaban en silencio mientras
el Emperador intentaba frenéticamente forzar el agua de los
pulmones de la Emperatriz, intentaba hacerla respirar de nuevo,
pero pocos creían que era posible.
Era una mujer tan pequeña y frágil y el río era poderoso y peligroso.
Había guerreros adultos que no podían sobrevivir, no después de la
tormenta, que habían tenido la noche anterior, no cuando
arrastraron a uno a sus oscuras profundidades.
Se susurró que después de una tormenta el Dios Daco puede
levantarse de esas negras profundidades, y puede empujar a los
desprevenidos hacia ellas, robarles la vida y forzarlos a servirle...
para siempre.
Tora pudo haberla sacado de las garras de Daco, pero no había
forma de que sobreviviera.
Veron estaba a punto de dar un paso al frente, a punto de forzar a
su Emperador y amigo a enfrentar la desagradable verdad... su
Emperatriz estaba ahora en manos de la Diosa. Al dar ese paso, la
espalda de la Emperatriz se levantó del suelo y respiró
desesperadamente.
∞∞∞∞∞
Wray se deslizó rápidamente detrás de Kim, apoyándola mientras
la inclinaba hacia adelante para que pudiera expulsar el agua que
obstruía sus pulmones. Finalmente, después de varios minutos de
tos fuerte, se desplomó contra él, pálida y exhausta.
—Kim—. Susurró, pasando un gentil dedo por debajo de su barbilla
para inclinar su cara hacia su rostro y vio como sus ojos se abrían de
par en par.
—Wray...— susurró, su mano llegando a tocar su mejilla, luego su Página | 349

mano se apartó, sus ojos se volvieron hacia atrás y se puso flácida en


sus brazos.
— ¡Consigan un Sanador!— Wray rugió agarrando a Kim en sus
brazos y regresó a la Casa Reeve. —¡Ahora!
∞∞∞∞∞
Caitir saltó cuando la puerta de la habitación del Emperador rebotó
repentinamente en la pared, el Emperador entraba corriendo,
acunando a la Emperatriz contra su pecho.
—Oh no—. Gritó su mano cubriéndose la boca mientras sus ojos
rápidamente se adentraban en la pálida piel de la Emperatriz y en
las sucias coberturas húmedas.
El río...
Caitir se movió rápidamente, pero apenas consiguió abrir la puerta
de la habitación de descanso antes de que el Emperador la
atravesara. Se dirigió directamente a la cama y cuidadosamente dejó
a la Emperatriz encima.
—¿Dónde está Yakar?— Rugió a los hombres que le seguían.
—Se está transportando a la superficie mientras hablamos, señor.—
Veron le dijo.
Wray gruñó su disgusto antes de prestarle toda su atención a Kim.
Mientras el Emperador hablaba, Caitir se había movido
cautelosamente hacia la Emperatriz. No le gustaba lo azul que se
veía la Emperatriz. Extendiendo la mano para tocarla, Caitir
encontró su muñeca repentinamente capturada por el poderoso
agarre del Emperador.
—Yo... no quiero hacer daño, señor—. Tartamudeaba. —Sólo iba a
tomarle la temperatura. Parece muy fría. Página | 350

—El río la arrastró a sus aguas profundas—. Wray admitió con voz
torturada y lentamente soltó la muñeca de Caitir.
—Las aguas profundas...— Los ojos de Caitir se abrieron de par en
par con el miedo porque entendía lo que eso significaba. Poniendo
una mano cuidadosa en el brazo de Kim, Caitir no podía creer lo
fría que estaba. —¡Necesita que la calienten! ¡Inmediatamente!—
declaró Caitir. —Hay que quitar estas cubiertas—. Sus manos se
dirigieron inmediatamente a los cordones que sostenían el vestido.
—¡Atrás!— Wray ordenó con dureza. —Pero majestad...— Caitir
empezó, y luego saltó hacia atrás, mientras el Emperador sacaba una
espada de su cintura.
Pero en vez de atacarla, como Caitir pensó que haría, el Emperador
atravesó la cubierta de la Emperatriz haciendo un corte a lo largo de
su cubierta.
—¡Fuera!— Wray rugió sobre su hombro ante los guerreros que
estaban allí mirando. No permitiría que ningún otro hombre viera
la belleza que era su Kim. —Caitir—, dijo, sus manos se dirigían a su
camisa. —Ve a empezar la unidad de limpieza—. Inmediatamente se
apresuró a hacer sus órdenes.
∞∞∞∞∞
Dentro de la cámara de limpieza, Caitir inmediatamente puso la
unidad en alto y el vapor comenzó a llenar el espacio. Luego
encontró paños y jabones limpios para la Emperatriz y luego la ropa
para secar que se necesitaría después. Girándose, fue a ayudar al
Emperador solo para congelarse cuando entró en la sala,
completamente desnudo, la Emperatriz acunada en sus brazos. Ni
siquiera le echó un vistazo mientras pasaba.
—¡Déjanos!— Wray ordenó entrando en la unidad, dándole a Caitir Página | 351

una vista completa y sin obstrucciones de su precioso trasero.


—Bendita sea la Diosa—. Susurró Caitir, y luego se sonrojó saliendo
corriendo de la habitación.
∞∞∞∞∞
Al entrar en la habitación de reposo, Caitir vio el estado de suciedad
de la sábana, la cubierta arruinada e inmediatamente se puso a
trabajar para deshacerse de ellos. La Emperatriz necesitaría sábanas
limpias y muchas más mantas cuando el Emperador acabase de
limpiarla.
Con un montón de sábanas sucias, salió de la habitación y las
empujó a los brazos del hombre más cercano.
Resulta que era Veron.
—Estas necesitan ser removidas. Hay que traer sabanas limpias, junto
con mantas gruesas—. Ordenó.
—¿Crees que puedes darme órdenes, mujer?— Veron le gruñó.
Cualquier otro día Caitir se habría acobardado de miedo ante el gran
hombre que le gruñía.
Hoy no.
Hoy, no se acobardó ante nadie. Su Emperatriz estaba necesitada y
se ocuparía de ello.
—¡Sí!—, le devolvió el gruñido, sin romper nunca el contacto visual
con el hombre que sabía que era el Capitán del Emperador. —La
Emperatriz necesitará una cama limpia una vez que el Emperador
haya terminado de limpiarla. Necesitará mantas para mantenerla
caliente. ¿Vas a negarle estas cosas?— preguntó, levantando una ceja.
—¿Debería volver allí y decirle al Emperador que se niega, Capitán? Página | 352

¡Veron no podía creerlo! Esta mujer, esta mujer de Auyangian se


atrevía a enfrentarlo. ¡Él! ¿Cómo puede ser esto? Pero también sabía
que decía la verdad. El Emperador se enfurecería si estas cosas no
estuvieran bien preparadas para su Emperatriz.
Para sorpresa de todos los hombres que estaban allí, en lugar de que
Veron desgarrara a la mujer, se volvió y empujó las sábanas sucias a
los brazos de uno de los guerreros de Lord Reeve.
—¡Toma esto!— Veron ordenó. —¡Deshazte de ellos y trae unos
limpios aquí en los próximos cinco minutos o verás el final de mi
espada!
El guerrero palideció ante las palabras de Veron, y luego se sonrojó
ante la servil tarea que se le había asignado. Este no era el trabajo
para un guerrero de una casa tan digna.
Aún así, se giró sobre su talón y salió corriendo de la habitación, ya
que sabía que el Capitán del Emperador no hacía amenazas inútiles.
—¿Hay algo más que la Emperatriz vaya a necesitar?— Preguntó
Veron, volviéndose hacia Caitir.
—Un sanador y la bendición de la Diosa—. Caitir le dijo, sus ojos
llenos de preocupación mientras miraba hacia la habitación de
descanso.
∞∞∞∞∞
Wray agarró con seguridad a Kim mientras entraba en la unidad de
limpieza, sin querer tener la más mínima oportunidad de que saliera
de su agarre. No se había dado cuenta de lo fría que estaba, hasta
que Caitir se lo señaló. Recordó lo fría que había estado cuando la
encontró en la nave Ganglian. Recordó cómo le había encantado el
calor de la piscina en Pontus. Página | 353

Girando, dejó que el agua corriera a través de su pelo y bajara por


su espalda, calentándola mientras agarraba el paño y lentamente
comenzó a limpiarla.
∞∞∞∞∞
Kim se despertó lentamente con el sonido del agua corriente y la
sensación de las manos de Wray moviéndose sobre su cuerpo...
—Hmm... ¿No hablamos de esto, de limpiarme cuando no estoy
despierta?— Quería que sus palabras salieran juguetonas, en vez de
eso sonaban más como un graznido. ¿Por qué fue eso?
— ¿Kim?
La incertidumbre en la voz de Wray la hizo abrir los ojos. Por alguna
razón estaban en la unidad de limpieza y los ojos de Wray estaban
llenos de preocupación. ¿Por qué?
—¿Por qué me estás limpiando?— Susurró con una sensación de
miedo que la llenaba.
—¿No te acuerdas?— preguntó Wray cuidadosamente.
—¿Recordar? ¿Recordar qué?— Y de repente, todo volvió a su
memoria. Fala. Gyula. El ataque. Tora luchando contra Fala. Wray
luchando contra Gyula. Cayendo al río, esa oscura, fría... no, ella no
pensaría en eso. En vez de eso, empujó contra el pecho de Wray,
inclinándose hacia atrás para que sus ojos pudieran escanearlo,
buscando la más mínima herida.
—¿Estás herido?—, Kim preguntó.
—Estoy bien, Kim—. La tranquilizó.
—Tora...— Preguntó. —¿Tora está bien? Estaba luchando contra
Fala.
Página | 354
—También está bien Kim.
—¿Y Caitir?— Continuó presionando.
—Está en la habitación exterior. A salvo— Wray le aseguró y volvió a
acercarse a ella.
—Los guardias—, preguntó, empezando a relajarse. Cuando Wray
permaneció en silencio, lo miró. — ¿Wray?
—Están en manos de la Diosa, mi Kim—. Le dijo, lamentando
instantáneamente su honestidad cuando ella palideció.
—¿Qué?—, susurró débilmente. —¿Todos ellos?
—Sí. Los dardos usados en ellos estaban llenos de veneno Skua.
Estaban muertos antes de caer al suelo—. Wray le dijo, agradeciendo
en silencio a la Diosa que no había veneno en el dardo que usaron
con ella.
—¿Por qué?— Kim sintió que sus ojos se llenaban. —¿Por qué Fala y
Gyula harían tal cosa? Eran sus compañeros guerreros.
Wray no tenía ni idea de qué decirle porque no lo sabía. Por lo
tanto, se acercó a ella y la dejó llorar. Llorar por los guerreros que
han perdido la vida. Diosa, no había otra mujer como ella en todos
los universos y era suya.
A partir de ahora, su misión en la vida sería asegurarse de que nunca,
nunca más fuera lastimada, ni de palabra ni de obra. Nunca le fallaría
de nuevo.
—Esto no fue tu culpa Wray—. Susurró Kim, su cabeza aún
descansando sobre su pecho. Podía sentir la tensión en él y sabía
que se estaba culpando a sí mismo.
—¡Lo es!— Declaró. —¡Porque eres mía! ¡Confiada a mí por la misma Página | 355

Diosa y no te protegí!
—No es así—. Kim se negó, retrocediendo para mirarlo a través del
vapor. —Mi presencia aquí es una prueba de eso.
—¡Te caíste en el río Kim y ni siquiera me di cuenta!
— En ese momento peleabas con Gyula—, le recordó.
—No lo estaría si lo hubiera matado en Pontus como querías—. Le
dijo con enojo.
—No— Dijo con firmeza. —Eso habría estado mal.
—Eso no importa, no si eso significaba que estabas a salvo.
—No digas eso. Nunca digas eso Wray porque importa—. Kim
ahuecó sus mejillas, haciéndole mirarla y en sus ojos, vio el dolor y
la culpa, por lo que no había sido capaz de prevenir. —Si hubieras
podido hacer eso, no serías diferente de Fala y Gyula, que usaron
una ley para algo para lo que nunca fue hecha. Te habría hecho
como Lucan, que pensó que estaba por encima de la Ley sólo
porque era el Emperador. ¡Eso no es lo que eres! Eres un hombre
honorable Wray, uno que encaja a la perfección y porque lo eres, el
título de 'Emperador' significa algo otra vez, algo bueno. Es una de
las razones por las que te quiero.
—Todavía...— Wray descubrió que no podía continuar.
—¿Te amo?— Kim terminó la pregunta y le miró con ira. —¡Por
supuesto que sí! No hay nada en todos los universos conocidos que
pueda cambiar eso! Ciertamente no una pequeña zambullida en el
río.
—¡No fue una pequeña zambullida Kim!— Wray gruñó negándose a
dejarla jugar con lo que le había pasado sólo para aliviar su culpa. Página | 356

—Lo sé Wray —admitió—, pero eso no cambia el hecho de que te


quiero y siempre te querré. Tú haces que todo lo que tengo que
hacer para estar contigo sea soportable. Nunca habría sobrevivido,
no habría querido hacerlo si no fuera por ti.
—Diosa Kim...— Wray gruñó y capturó sus labios para un beso
profundo. Sus palabras... nunca se cansaría de que le diera sus
palabras... incluso cuando no estaba de acuerdo con ellas... pero
estas... estas... estas las guardaría en su corazón para siempre.
Kim se perdió en el beso. Necesitaba esto, necesitaba sentir a Wray
en su contra, alejando el frío y la oscuridad, como lo había hecho
con los Ganglians. Como lo hizo cuando tuvo una pesadilla. Wray
era el único que podía hacer eso. Sus manos recorrían su pecho y
se habrían deslizado entre ellos cuando él se alejó, deteniéndola.
—Wray...
—No Kim. Ahora no. Has pasado por mucho y ahora necesito
cuidarte.
Kim había abierto la boca para discutir, pero sus palabras la
detuvieron, al igual que la fatiga que repentinamente regresó y de
mala gana aceptó. —¿Después?
—Mi voto—. Lo prometió.
Wray mantuvo a Kim en la unidad de limpieza hasta que su cabello
brillaba y cada mota de suciedad de río había sido removida de su
cuerpo. Inspeccionó cuidadosamente cada rasguño, cada moretón y
maldijo en silencio por haber dejado morir a Gyula con demasiada
facilidad.
Sólo después de que Kim le asegurara repetidamente que
finalmente estaba caliente, Wray le permitió salir de la unidad. Página | 357

Luego procedió a secarla con los paños gruesos hasta que su piel
estuviera rosada y su cabello seco. Finalmente la envolvió en uno y
la llevó a la habitación de reposo.
Página | 358

—No—. dijo Kim, mirando furiosa a Wray.


—Kim—. Wray estaba en el límite de paciencia. Cuando la llevó de
vuelta a la habitación de descanso, estaba casi dormida, exhausta por
su terrible experiencia. La acostó, cubriéndola con mantas y le dio
la sonrisa más amorosa mientras dejaba que su cabeza se hundiera
en las almohadas, luego vio a Yakar... ahora estaban en un punto
muerto.
—¡No Wray!— Kim se sentó, recordando sólo en el último minuto
que estaba desnuda bajo la manta y la agarró en el último minuto. —
No me toca. No me mira. No me escanea. ¡Nada!— Su brazo se
redujo para enfatizar el No. sus ojos se dispararon con enojo al
Sanador. No había olvidado cómo la había tratado antes. Cómo la
miraba o sus palabras. Estaría condenada si le dejara acercarse a ella
ahora.
—Majestad, tengo algo que la calmará—. Yakar dijo con esa voz
''superior'' suya. —Puedo examinarla entonces.
—¡No acabas de oír lo que dije Yakar!— Preguntó Kim, su voz
crujiendo mientras su ira crecía. —¡No me tocarás! ¡Y no hables de
mí como si no estuviera en la maldita habitación! No necesito
calmarme—, gritó con voz aún más alta. —¡Inténtalo y serás tú quien
necesite la unidad de reparación!
Yakar la miró asombrado, luego sus ojos se endurecieron y metió la
mano en su bolsa.
—¡Wray!— Sus ojos le dispararon hacia él.
—Guárdalo, Yakar—. Wray ordenó sus ojos nunca dejaron a Kim.
—¿Señor?
Página | 359
—¡Dije que... lo... guardaras! La Emperatriz no desea ser tratada por
ti, así que no la tratarás. Caitir, búscale unas cubiertas.
—Pero señor, soy el Sanador Imperial.
—No para la Emperatriz.
—Pero señor... necesita ser tratada. Podría estar gravemente dañada.
—Te haré mucho daño si sigues hablando así de mí—. Dijo Kim,
haciendo su mejor imitación de un gruñido de Wray, sorprendiendo
a Yakar lo suficiente como para saltar.
—Emperador...— Yakar lo intentó de nuevo.
—Hay otro Sanador— .La voz vacilante tenía las tres cabezas girando
para encontrar a Caitir de pie justo detrás de la puerta.
—¿Qué Caitir?— Preguntó Kim, su voz tranquila mientras miraba a
su amiga.
—Hay otro Sanador que puede que encuentres aceptable,
Emperatriz—. Dijo Caitir, sus ojos pasando rápidamente de los
duros ojos de Yakar a los interrogativos de Kim.
—¡Imposible!— dijo Yakar. —Lo sabría. ¡Conozco a todos los
Sanadores!
Los ojos de Caitir se movieron incómodos hacia Yakar.
—Ignóralo, Caitir—. Kim dijo, mirando con enojo al Sanador y luego
le hizo un gesto para que se acercara. —Háblame
Vigilando de cerca a Yakar, Caitir se acercó a la cama y a la
Emperatriz. —Su nombre es Curador, Emperatriz. Es bastante
viejo...
—¡Curador!— Yakar no intentó ocultar su disgusto. —¡No ha sido un Página | 360

Sanador activo desde que estaba en mi entrenamiento!— Yakar se


volvió hacia el Emperador. —Señor, no puede estar considerando
esto.
—¡Silencio!— Wray ordenó, mirando fijamente a Yakar y la boca de
Yakar se cerró.
—¿Caitir?— Kim le dio una mirada alentadora.
— Es muy viejo Emperatriz, pero es... amable. Vive justo fuera de las
paredes y trata a aquellos que el Sanador de Lord Reeve se niega.
—¿Cómo que... se niega?— Kim preguntó y vio que los ojos de Caitir
se dirigían a Wray.
—Responde a tu Emperatriz, Caitir—. Wray ordenó frunciendo el
ceño.
—Sí, Emperador—. Caitir miró a Kim. —El Sanador de Lord Reeve
sólo trata a los miembros de Casa Reeve. A los que no son
miembros los rechaza.
—Aquellos como tú y Jael—.Kim continúo.
—Sí, Majestad—. Dijo Caitir, bajando los ojos.
—¿Te ha tratado?— preguntó Kim.
—Sí—. Caitir dijo, levantando los ojos hacia Kim pero en esa simple
palabra, Kim escuchó mucho. Escuchó la confianza de Caitir y su
creencia en este hombre. Algo que Kim nunca pensó que fuera
posible. Si Caitir podía confiar en él, Kim también.
—Envíenlo a buscar—. Kim dijo mirando a Wray.
—¿Dejarás que te examine?— Wray preguntó sin tratar de ocultar su
esperanza o su sorpresa.
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—Mientras te quedes conmigo, sí—. Kim dijo.
—No estaría en ningún otro lugar—. Respondió.
—¡Emperador! —Yakar comenzó, pero con una mirada, Wray lo
silenció.
—¡Veron!— El rugido de Wray, tenía a su capitán corriendo. —Hay
un Sanador llamado Curador. Vive fuera de las paredes.
Encuéntrenlo. Tráelo aquí. Tratará a la Emperatriz.
—Sí, Majestad—. Veron respondió, e inmediatamente se fue para
cumplir la orden de su Emperador.
—¡Señor!— Yakar lo intentó de nuevo, tenía que hacerle entender. —
Curador no está calificado para tratar a un miembro de Casa Reeve
y mucho menos a Casa Torino.
—Esa no es tu decisión, Yakar. La Emperatriz decide quién la trata
y tú no lo eres.
—Pero señor... es una mujer—. Yakar escupió la palabra como si
fuera una enfermedad que podría contagiarse.
—¡Vete Yakar!— Wray ordenó enojado, cansado de la actitud del
hombre hacia Kim. —Mientras puedas.
Yakar palideció ante la amenaza del Emperador y, con una mirada
enfadada, miró a Caitir y a Kim, saliendo de la habitación.
∞∞∞∞∞
Curador pisoteó airadamente los pasillos de la Casa Reeve escoltado
por cuatro, cuatro guerreros, ¡como si fuera un hombre indigno! Y
todavía no sabía por qué había sido convocado.
No había respeto entre él y Lord Reeve. Curador pensaba que era Página | 362

una plaga en lo que una vez fue una Casa honorable, pero habia
pensado que también lo fue el Manno de Lord Reeve. Por lo tanto,
no era una sorpresa.
Curador había sido un confidente y amigo del Manno de Lord
Reeve, el Manno de Lord Shan y su Sanador de confianza. Shan
había sido un hombre apto y digno, pero su primogénito... era tan
idiota que le dio a su primogénito el nombre de su casa, Lord Reeve.
¡Idiota!
—Por aquí—. Dijo uno de los guerreros, señalando hacia los
aposentos de invitados en vez de hacia las habitaciones de Lord
Reeve.
Curador ya estaba harto y se detuvo en medio del pasillo. —¿Adónde
me llevan?— Exigió y miró con disgusto al guerrero que corrió hacia
su espalda.
—No importa—, empezó uno de los guerreros de Lord Reeve,
mirando enfadado al viejo hombre.
—El Emperador exige tu presencia—, Veron interrumpió y Curador
finalmente echó un buen vistazo a las insignias en el pecho de ese
guerrero. ¡Era la insignia del Emperador!
—¿El Emperador está aquí? ¿En Vesta? ¿Necesita un Sanador?—
Curador estaba conmocionado. ¿Cómo es que no lo había oído?
—Sí, y está esperando— Veron le dijo.
—¡Entonces muévete!— Curador ordenó empujando a los guerreros
delante de él a un lado. —¿Qué haces ahí parado?— Preguntó.
Veron no podía creer el descaro de este anciano Sanador, pero no
dijo nada. A alguien que había vivido tanto tiempo le mostraría Página | 363

respeto. Incluso si Veron no estaba seguro que lo mereciera.


¿Estaba seguro el Emperador de que quería que este hombre tratase
a la Emperatriz?
Curador ignoró a los guerreros que estaban en la habitación exterior
y se dirigió directamente a la puerta cerrada de la habitación de
descanso. Su paso no mostraba nada de su edad mientras abría la
puerta.
∞∞∞∞∞
Kim se sorprendió con la aparición del Sanador Curador. Caitir
había dicho que era viejo y aunque su piel roja parecía estar
ligeramente descolorida y su rostro era una masa de arrugas, aún así
se mantenía erguido y orgulloso, su cabello aún era negro como el
azabache, aunque parecía estar adelgazando.
—Me necesita, señor— Dijo Curador, inclinándose un poco y en su
voz, Kim finalmente oyó su edad. Era áspera y retumbaba como si
hubiera caído sobre rocas ásperas y finalmente se hubiera
desgastado.
—Yo no—. Wray corrigió. —Mi Emperatriz necesita tratamiento.
—¿Emperatriz?— Curador tampoco había oído eso y sus ojos
volaron hacia las dos mujeres de la habitación. La que estaba de pie,
la reconoció como Caitir, obviamente no era la Emperatriz, por lo
que volvió los ojos hacia la mujer que estaba en la cama y ni siquiera
intentó enmascarar su asombro.
—Hola—. Kim dijo en voz baja y mientras sentía los ojos de Curador
que corrían sobre cuerpo, absorbiendo todo a la vez, no sintió
ningún desprecio o insulto, como había sentido con Yakar.
—Hola—. Curador respondió sin pensar. Página | 364

—Necesita ser tratada, Curador—. Wray dijo su paciencia había


terminado. —¡Ahora!— Ordenó.
Por orden del Emperador, Curador inmediatamente se dirigió hacia
la cama, sacando su unidad de reparación, y luego se detuvo para
mirar realmente a la mujer. Al principio, pensó que era una Tornian
muy joven y, por un momento, pensó que Wray estaba siguiendo el
camino del emperador Lucan, pero ahora podía ver que no era
Tornian en absoluto.
—No eres Tornian—. Dijo conmocionado. No podría ser la
Emperatriz a menos que fuera Tornian.
—No—. Dijo Kim en voz baja, encontrándose directamente con su
mirada. —No lo soy.
—¿De qué especie eres?— Preguntó, ignorando el protocolo que
decía que debía dirigir su pregunta al Emperador. Era demasiado
viejo para preocuparse por el protocolo.
—Humano—. Kim dijo.
—Nunca había oído hablar de los de tu clase antes—. Dijo
bruscamente, y luego sus ojos se abrieron de par en par y dispararon
al Emperador. —Ha encontrado mujeres compatibles...— Susurró,
sabiendo que esa podría ser la única razón por la que la tomaría
como Emperatriz.
—¡Eso no importa!— Wray gruñó. —¡Trátala!
—¡Pero, Señor! No sé si tal tratamiento le haría daño a ella o a la
descendencia que lleva.
—No estoy embarazada— Kim le dijo en voz baja.
Página | 365
—¿Qué?— Curador miro a Kim. —Qué... ¿qué es eso?
—Con descendencia—. Kim respondió. —En la Tierra, decimos que
la mujer está embarazada. No lo estoy y es dudoso que lo esté alguna
vez—. Kim miró a Wray con pesar.
—Te dije que eso no importa Kim—. dijo Wray, moviéndose para
sentarse a su lado en la cama, suavemente ahuecando su mejilla. —
Sólo te quiero a ti—. Mirando fijamente a Curador, continuó. —Kim
fue sacada de su mundo natal por los Ganglians. Fue tratada con la
unidad de reparación profunda. No causó ningún daño. ¡Ahora
trátala!
—¡Los Ganglians!— Curador escupió la palabra y luego miró
aturdido y se dio cuenta de lo que eso significaba. Entendió lo que
el Emperador no estaba diciendo. ¿Cómo pudo alguien tan
pequeño, de aspecto tan frágil, sobrevivir a eso?
—Soy más fuerte de lo que parezco—. Kim dijo, viendo el horror que
llenaba los ojos de Curador y la simpatía. No había visto ninguno de
los dos en ojos de Yakar.
—Tendrías que serlo—. Curador dijo, encontrando que estaba
empezando a respetar a esta pequeña mujer. Levantando su escáner,
comenzó. —¿En qué puedo ayudarla, Emperatriz?
—Se cayó al río— Wray habló por ella. —No respiró durante varios
minutos.
—¡Qué!— Curador casi deja caer el escáner.
—¿No estaba respirando?— preguntó Kim, mirando sorprendida a
Wray. —No me dijiste eso.
—No me gusta pensar en ello, pequeña—. Wray dijo colocando un
suave nudillo en la mejilla. Página | 366

—¿Por qué se le permitió acercarse al río después de la tormenta de


anoche?— Curador exigió sus ojos llenos de condenación. Todas las
mujeres deben ser protegidas de cualquier daño en lo que a él
respecta. Tornian o no. Que no estuviera protegida era un insulto
para todos los hombres.
—Me persiguieron hasta allí—. Kim habló tratando de detener la
batalla que se avecinaba entre los dos hombres.
—¿Perseguida?— Los ojos confundidos de Curador volvieron a ella.
—¿Perseguida por quién?
—Fala y Gyula.
—¡Fala y Gyula!— Escupió Curador, su expresión endureciéndose. —
Dos hombres indignos, como nunca conocerán.
—Si te sentías así por ellos, ¿por qué no lo denunciaste cuando se
presentaron a mi guardia?— Preguntó Wray.
—¿Quién habría prestado atención a la opinión de un viejo Sanador
que su Lord ni siquiera reconoce?— Curador contraatacó
negándose a retroceder. —Sólo consideras la opinión del Lord. No
va a decirte la verdad. Quiere que su casa esté representada en
Torino.
Wray guardó silencio y consideró lo que Curador había dicho. No
estaba equivocado. Wray confiaba en que sus Lores le dijeran
quiénes eran los más dignos. Sabía que algunos exagerarían la
calificación de un guerrero... pero para mentir abiertamente... nunca
lo había considerado. —Tal vez tengas razón, pero eso ya no importa
porque ya no son una amenaza.
—¿Los has enviado a Daco?
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—Sí.
—Bien—. Curador volvió a prestar atención a Kim, quien había
estado siguiendo la conversación con los ojos muy abiertos y su
expresión se suavizó. —¿Dónde te duele, jovencita?
Kim le sonrió un poco, le gustó cómo se enfrentó a Wray, pero fue
respetuoso y se dio cuenta de por qué le gustaba tanto a Caitir. —Me
duele un poco la garganta—. Dijo.
—Hmm.— Curador la miró fijamente mientras corría la unidad sobre
el área y se dio cuenta de que su garganta tenía que ser más que un
''pequeño" dolor. —Veamos si puedo arreglar eso.
Sólo tomó unos segundos para que la crudeza en la garganta de Kim
desapareciera y le sonrió a Curador. —Así está mucho mejor.
Gracias—. Dijo su voz había vuelto a la normalidad.
—De nada, Emperatriz—. dijo Curador, dándole una mirada firme.
—Tuviste mucha suerte de que el agua estuviera tan fría.
Kim asintió, entendiendo lo que estaba diciendo. La frialdad del
agua había ralentizado la necesidad de oxígeno de su cuerpo y le
había permitido vivir.
El curador siguió adelante, hablando a medida que avanzaba. —
Ahora voy a escanear al resto de tu cuerpo para asegurarme de que
no hay nada más.
Kim tomó la mano de Wray, mirando en silencio a Curador
mientras la escudriñaba. De vez en cuando, hacía ruido y ajustaba el
escáner. Empezaba a recordarle a un oso de peluche grande, áspero
y viejo.
—¿Alguno de sus descendientes es Sanador?— Kim preguntó en voz
baja y los ojos de Curador se dirigieron a los suyos. Página | 368

—¿Qué?—, preguntó.
—Tu descendencia. ¿También son Sanadores?
—No tengo descendencia—. Curador le dijo bruscamente.
—Yo... pero ¿por qué?
—Porque nunca fui capaz de atraer a una mujer—. Curador le dijo
poco después que sus ojos se endurecieron antes de que regresaran
al escáner, pero no antes de que Kim viera el destello de dolor, que
intento esconder.
No quería hacerle daño. Había estado tratando de hacerle un
cumplido. Era un hombre cálido y cariñoso bajo su exterior áspero.
Nunca habría considerado que una mujer no lo escogería.
Alargando la mano, le agarró suavemente la muñeca.
—Lo siento—. Dijo, esperando que le creyera. —Soy nueva en este
mundo y aún tengo mucho que aprender. Nunca quise decir... has
sido muy amable conmigo y simplemente asumí...
Curador miró a la mujer y vio el honesto arrepentimiento que había
en ella. No había estado tratando astutamente de insultarlo, como lo
haría una mujer Tornian. No había estado cuestionando su valor.
Realmente creía que era digno y lo suficientemente apto para tener
descendencia. Se le apretó la garganta al pensarlo.
—Es lo mejor—. Forzó las palabras más allá de sus labios. Es lo que
siempre se había dicho a sí mismo. —Dudo que hubiera sido un
buen Manno.
—No lo sé—. La respuesta de Kim fue inmediata. —Si puedes ser tan
cuidadoso con alguien que acabas de conocer, entonces serías
maravilloso con tu propia descendencia.
—Yo... gracias Emperatriz—. Curador dijo y sintió que su piel se Página | 369

oscurecía al volver a mirar a su escáner.


Wray observó en silencio el intercambio entre Kim y Curador, se
dio cuenta de que Kim lo había sorprendido y encantado al viejo
hombre con su honestidad y cariño. Así como también tuvo a sus
guerreros con su tratamiento hacia Damir. Ninguno de ellos estaba
acostumbrado a que una mujer actuara de esta manera, pero se
sentía bien.
—¿Tienes hambre, Kim?— preguntó Wray de repente, dándose
cuenta de lo tarde que era.
—Un poco—. Dijo.
—Caitir—, Wray miró a Caitir, que aún estaba de pie junto a la cama.
—¿Podrías por favor informar a Veron de que la Emperatriz necesita
comida?
—Sólo líquidos—. Curador intervino. —Algo de la sopa de sicina del
cocinero sería lo mejor. No demasiado caliente y varias rebanadas
de pan rebozadas en conservas de mansikka—. Ordenó frunciendo
el ceño ante su escáner.
Caitir miró al Emperador, quien asintió antes de responder. —
Enseguida—. Dijo y empezó a alejarse rápidamente cuando la voz
del Emperador la detuvo.
—Encuentra una cubierta para ella primero—. Dijo. Si su Kim iba a
comer, quería que estuviera bien cubierta.
Caitir rápidamente hizo lo que le pidió el Emperador y ayudó a la
Emperatriz a cubrirse, y luego salió corriendo de la habitación.
—¿Dijiste que la Emperatriz había sido escaneada y tratada antes?—
Los ojos de Curador se dirigieron a Wray. Página | 370

—Sí.
—¿Y no había nada inusual en los escáneres?— Preguntó.
—No. Yakar lo habría mencionado si hubiera existido. ¿Por qué?—
Preguntó Wray.
—¿Puedo verlos?— Preguntó Curador en lugar de responder.
Wray miró fijamente al Sanador durante varios momentos
preguntándose qué es lo que no estaba diciendo.
—Por favor, Señor, sería de gran ayuda.
—¿Pasa algo malo?— preguntó Kim.
—No Emperatriz. Me gustaría hacer una comparación para estar
seguro— Le dijo suavemente.
—Yakar—. Wray dijo hablando por su comunicador. —Ven aquí y
trae tu escáner.
En cuestión de segundos, Yakar atravesó la puerta con una
expresión petulante en la cara. —Sabía que entraría en razón, Señor.
Curador vio como la Emperatriz se ponía rígida mientras Yakar se
acercaba. Ni siquiera trató de ocultar su aversión por el hombre.
—Dale a Curador tu escáner—. Wray ordenó.
—¿Qué?— Yakar lo miró atónito.
—¡¿Eres un hombre sordo?!— Preguntó Curador mientras se giraba
cogiendo el escáner de la mano de Yakar. Después de apretar unos
cuantos botones, la devolvió. —Ahora vete. No permitiré que
molestes a la Emperatriz—. Curador dijo, y luego dirigió su atención
a su propio escáner.
—Yo... qué... Tú...— Yakar estaba aturdido no solo porque no estaba Página | 371

tratando a la Emperatriz, sino porque este... hombre pensó que


podía ordenarle que se fuera.
—Sí Yakar, vete—. Kim ni siquiera trató de ocultar lo mucho que
estaba disfrutando de la forma en que Curador lo estaba tratando.
Yakar miró a la Emperatriz y vio su sonrisa. ¡Una sonrisita! ¿Se
estaba riendo de él? Sintió crecer su ira. Quien se cree esta pequeña
mujer, que no era Tornian, que era. Era el Sanador Imperial.
Wray observó el intercambio entre Kim y Yakar y supo que algo
tenía que cambiar aquí. Kim nunca aceptaría a Yakar, así que habría
que encontrar a otro Sanador. No la pondría en peligro. Vio a Kim
sonreírle a Curador y se dio cuenta de que la decisión ya había sido
tomada.
—Emperador—. La voz de Yakar devolvió los ojos de Wray a él.
—Puedes irte Yakar.
—Pero...
—¡Vete!— Rugió Wray. Había terminado de tratar con este hombre.
—Sí, Señor.
Los ojos de Curador pasaron del Emperador a la Emperatriz sin
poder creer lo que el escáner le decía.
—¿Qué pasa Curador?— preguntó Kim, apretando con más fuerza
la mano de Wray. —¿Qué pasa?
—¿Dijiste que Yakar discutió estos escáneres contigo?— Curador
dirigió su pregunta a Wray. —¿Que no encontró nada inusual?
—Sí—. Wray dijo.
Página | 372
—¿Algún daño causado por los Ganglians fue reparado?
—Sí—. Wray volvió a responder.
—Y no había evidencia de que la hubieran procreado.— Curador se
encogió un poco al escuchar sus palabras y el grito ahogado de Kim.
—Perdona Emperatriz—. Dijo mientras la miraba.
—Yo…— Los ojos sorprendidos de Kim volaron hacia Wray. —
Nunca pensé... nunca lo consideré posible...— Sus ojos se llenaron
de lágrimas. —¿Estás diciendo que...
—¡No!— Curador lo negó al instante, dándose cuenta de lo que
pensaba.—¡No Emperatriz! ¡Por supuesto que no! Justo lo contrario.
—¡Entonces por qué lo preguntaste!— Wray exigió no le gustaba lo
pálida que se había vuelto Kim.
—Porque quería asegurarme de que Yakar te lo había contado todo—
. Curador volvió sus ojos gentiles y atentos a Kim. —En todos mis
años, nunca he encontrado otra especie tan similar a la nuestra. Los
Kaliszians están muy cerca y aún así no podemos unirnos a ellos con
éxito.
—Eso no es verdad—. Kim le contestó con voz temblorosa. —Puedes
unirte con éxito con uno, Curador. Simplemente no eres capaz de
tener descendencia.
Curador le levantó una ceja, dándose cuenta de que tenía razón.
Para los Tornians una unión exitosa significaba la presentación
exitosa de una descendencia digna y apta. No era necesariamente lo
mismo.
—Tienes razón Emperatriz y mirando los escaneos que hizo Yakar,
debería haberse dado cuenta de que había muchas posibilidades de
que tú y el Emperador tuvieran descendencia.
—¿Así como podríamos tener descendencia con los Kaliszians, Página | 373

Curador?— Wray devolvió con enojo. No le gustaba cómo le daba


esperanzas a Kim. —Eso no significa que lo hagamos y no me
importa. Todo lo que quiero es a Kim.
—Entiendo eso Emperador, pero las cosas han cambiado.
—¿Qué quieres decir?— Preguntó Wray.
—Según el escáner que acabo de hacer, la Emperatriz lleva una
descendencia. Su descendencia.
Las palabras de Curador fueron recibidas con absoluto silencio
mientras Kim y Wray lo miraban. Curador no pudo evitar reírse de
las expresiones aturdidas de sus rostros.
—Felicitaciones—. Dijo.
—No hay duda de que...— Kim miró con temor a Curador
preocupado por lo que había dicho antes.
—Es del Emperador, Emperatriz. Mil disculpas, por haberte hecho
dudar por un momento. Intentaba asegurarle que no era posible, no
lo contrario. No has estado con descendencia mucho tiempo, una
semana como mucho.
—¿Wray?— Kim lo miró y encontró sus ojos fijos en ella.
Wray no podía creerlo. ¿Su Kim estaba con descendencia? Quería
rugir hasta las estrellas, pero entonces otro pensamiento le golpeó.
—¿Está en riesgo?— Wray exigió a Curador sus ojos nunca
abandonaron a Kim.
—Siempre hay un riesgo, Señor—. Curador le dijo, frunciendo el
ceño. —Sobre todo porque es la primera cría entre un Tornian y un
Humano—. Curador ahora entendía la preocupación de su
Emperador, no era porque no le importara, sino porque le Página | 374
importaba mucho. —Necesitará ser monitoreada de cerca ya que es
mucho más pequeña que nuestras mujeres, pero por lo demás no
veo razón para que ella y su descendencia no estén en buenas
condiciones.
—Nos acompañará a Tornian—. Wray declaró, no se molestó en
preguntar. —Serás el Sanador Personal de la Emperatriz.
—Sería un honor para mí, Emperador—. Dijo Curador, haciéndole
una pequeña reverencia. —¿Pero qué hay del Sanador Yakar?
—A la Emperatriz no le agrada él—, dijo Wray mirando a Kim. —Así
que no la tratará.
—Gracias Wray— Kim dijo, inclinándose para besarlo,
sorprendiendo a Curador.
—No necesitas agradecerme por cuidarte, mi Kim. Tu felicidad es lo
único que importa.
—No se lo tomará muy bien—. Curador advirtió en voz baja.
—Tendrá que adaptarse— Wray dijo despectivamente.
—Sí, Señor—. Curador dijo y encontró una sonrisa en su rostro. —
Esta noticia se celebrará en todo el Imperio.
—Wray...— dijo Kim, sus ojos se volvieron inciertos.
—¿Qué pasa, mi Kim?— preguntó Wray, frunciendo el ceño. —¿Te
sientes mal?— Miro a Curador con los ojos preocupados.
—No. Sólo...
—¿Qué pasa mi Kim?— Wray se acercó la mano a su mejilla. —
Puedes contarme cualquier cosa. Ya lo sabes.
Respirando hondo, Kim lo soltó. —No quiero que nadie se entere
de que he concebido. Todavía no. Página | 375

—¿Qué?— Wray la miró confundida. —¿Por qué?


—Yo…— Kim lo miró, sin saber cómo explicarlo. —Sólo quiero que
algo sea nuestro... al menos por un tiempo. Ya ha habido tantas
preguntas, tantas miradas extrañas. Cuando esto salga a la luz... ni
siquiera sabemos si será saludable... apto.
—Mi escáner muestra que la descendencia no tiene defectos,
Emperatriz.
—¿Puedes decir eso? ¿Ya?— Preguntó Kim, con los ojos muy
abiertos.
—Sí, Emperatriz—. Dijo Curador, sonriendo indulgentemente.
—Todavía no quieres que nadie lo sepa—. Los ojos de Wray nunca
dejaron a Kim y podía decir que tenía razón. —Quieres tiempo para
adaptarte.
—Sí. ¿Está bien?— Le dio una mirada suplicante. —¿Estoy pidiendo
demasiado? Sé lo que esto significa para ti... para tu gente.
—A nuestra gente y no, no me estás pidiendo demasiado a mi Kim.
Nunca es demasiado si es lo que te hace feliz.
Curador miró a la pareja en la cama, en estado de shock.
¿Realmente querían mantener esto en secreto?
Necesitaban encontrar el mundo natal de la Emperatriz. Necesitaba
ver si había más mujeres disponibles porque no tenía duda de que
esta era la primera de muchas uniones exitosas.
Sin embargo, al mirarlos, vio algo que nunca antes había visto entre
un hombre y una mujer... verdadero afecto y cariño... se hablaban
entre ellos, no entre sí. Discutieron cosas y... se tocaron. Nunca
había visto esto antes y al verlo ahora, se dio cuenta de que no era Página | 376
su lugar cuestionar su decisión. Su lugar era asegurarse de que la
Emperatriz y sus descendientes permaneciesen sanos.
Página | 377

Reeve caminó alrededor del cuerpo de Gyula, su cara sin expresión


revelando nada de la ira que le llenaba. ¿Cómo era posible? Dos de
sus mejores guerreros estaban muertos. Gyula yacía a sus pies,
destripado por el Emperador. Llegó justo cuando Gyula le rogaba
al Emperador que terminara, avergonzando a todos los guerreros de
la Casa Reeve... porque los hombres aptos y dignos nunca rogaban.
Los guerreros del Emperador habían seguido inmediatamente al
Emperador tras la llamada de Tora de que había guerreros caídos.
Reeve había retenido su guadia. Ahora vio que había sido un error.
Si sus guerreros hubieran estado presentes, habrían podido ayudar,
si no a Gyula, a Fala.
Cómo Tora fue capaz de decapitar a Fala, Reeve nunca lo sabrá.
Otros eran más hábiles con la espada que Fala, pero Fala nunca
luchaba limpio y por eso nunca había sido derrotado. Tora aún no
tenía dieciocho años, no había forma de que pudiera derrotarlo, no
tenía sentido.
Se volvió y vio a Tora trepando por la orilla. Reeve frunciendo el
ceño se acercó, dejando a Gyula mientras yacía.
—Tora, ¿está todo bien?— Preguntó, forzando la cantidad justa de
preocupación en su voz.
—Por supuesto Lord Reeve—. Tora respondió y Reeve lo vio meter
algo en su bolsillo. —La Emperatriz está a salvo y los...— miró a
Gyula, — indignos de ser llamados 'Guerreros' ya no lo son.
—Sí— Dijo Reeve a través de dientes apretados.
—Espero que el Emperador exija un informe completo sobre cómo
su seguridad no protegió a la Emperatriz.
Página | 378
—¿Qué?— preguntó Reeve, asombrado.
—Querrá saber cómo los hombres que él consideraba incapaces
pudieron acceder a los terrenos de la Casa Reeve cuando la
Emperatriz estaba presente. ¿Cómo es posible que una nave pudiera
aterrizar sin ser detectada al otro lado del río? Estoy seguro de que
ya tienes guerreros dignos investigando esto, sabiendo que tan
pronto como la Emperatriz esté segura y calmada, el Emperador
exigirá respuestas.
—Sí, por supuesto—. Reeve dijo su mente estaba corriendo. —Tengo
lo mejor de mis hombres ya trabajando en ello.
—Pensé que este era uno de tus mejores—. Dijo Tora, señalando a
Gyula.
—En un tiempo pudo haberlo sido. No sé qué pudo haber sucedido
para que actuara así—. Reeve mentía fácilmente.
—Yo tampoco, Lord Reeve—. Dijo Tora, sus ojos sin revelar ninguno
de sus pensamientos. —Porque cualquier hombre que actúe como
estos, o los que los toleran, no tienen lugar en este Imperio—. Dijo
Tora y entregó su apenas disimulada amenaza pasando a Reeve y
dirigiéndose hacia donde se encontraba su Manno.
∞∞∞∞∞
Cruzando los terrenos abiertos de la Casa Reeve, Tora encontró a
los guerreros de su Manno atendiendo a los tres guardias caídos.
—¿Los están llevando al trasbordador?— Preguntó Tora,
inclinándose para ayudar con uno.
—Sí, príncipe Tora—. Dijo el guerrero.
—Deben recibir el máximo respeto—. Dijo Tora.
—Por supuesto, murieron defendiendo a nuestra Emperatriz. No Página | 379
querría que fuera de otra manera—. El guerrero miró a Tora como
si debiera haberse dado cuenta de eso.
—Bien—. Dijo Tora, escondiendo su sorpresa. No se había dado
cuenta de que Kim ya había causado ese tipo de impresión en los
guerreros de su Manno. Una vez que los hombres estaban listos para
ser transportados, Tora procedió a las habitaciones de su Manno.
∞∞∞∞∞
Veron levantó una ceja a Tora cuando finalmente entró a las
habitaciones de su Manno. Veron había supuesto que fue a
limpiarse, pero estaba tan sucio como cuando lo dejó en el río, un
poco más seco pero aún sucio.—¿Dónde has estado?— Cuestionó.
Tora levantó su propia ceja ante la pregunta. —Necesitaba ocuparme
de algunas cosas—. Le dijo a Veron. —¿La Emperatriz?— preguntó,
sus ojos moviéndose hacia la puerta cerrada.
—Actualmente está siendo tratada.
Tora frunció el ceño; literalmente se había topado con Yakar justo
a las afueras del Ala. El Sanador había estado murmurando para sí
mismo sin reconocer a Tora mientras continuaba. —¿Por quién?
—Sanador Curador—. Veron le informó. —A la Emperatriz no le
gusta Yakar y se negó a permitirle que la tratara.
—¿Qué?
—Fue bastante... vocal... en expresar lo que haría si él la tocara.
Tora se encontró sonriendo por eso. Había estado recibiendo las
palabras de Kim anoche y entendió lo que Veron estaba diciendo
tan delicadamente. —¿No has recibido ninguna noticia?— Preguntó,
sus ojos moviéndose hacia la puerta cerrada. Página | 380

—No.
Mientras hablaban, la puerta de la habitación de reposo se abrió y
Caitir salió cerrándola detrás de ella. Viendo la habitación llena de
guerreros del Emperador, se detuvo.
—¿Qué pasa, Lady Caitir?— preguntó Veron, ignorando las
impresionantes miradas en la cara de Tora y de todos los demás
guerreros. —Es como la Emperatriz ha exigido que la llamemos. Dijo
que se asegurara de que todos lo oyeran.
—Necesito ir a la cocina a preparar una comida especial para la
Emperatriz—. Dijo.
— Guerrero Acton. Guerrero Dov. Acompañarán a Lady Caitir a las
cocinas. Asegúrate de que no tenga problemas para obtener lo que
la Emperatriz necesita.
—Sí, Capitán—. Los dos respondieron inmediatamente y mirando a
Caitir asintió antes de seguirla fuera por la puerta.
—¿De verdad le dio el título?— Preguntó Tora cuando la puerta se
cerró.
—Sí. Lady Caitir y su tío, Jael, son ahora los vestidores oficiales de la
Emperatriz. Nos acompañarán hasta Tornian.
—La Casa Torino ya tiene un vestidor.
—Y continuará para el Emperador, pero la Emperatriz se ha
encariñado mucho con Lady Caitir.
Tora le miró confundido. ¿Una mujer a la que le gusta otra? ¿Era
eso posible? Entonces se dio cuenta de que con Kim todo era
posible.
Sobrevivió a los Ganglians más tiempo que cualquier otra mujer. Página | 381

Sobrevivió a un aterrizaje forzoso en el Pontus.


Había sobrevivido a los repetidos ataques de Fala y Gyula. Se había
defendido.
Había sobrevivido al río.
Sí, era muy posible que le gustara otra mujer.
Tora miró a la puerta cerrada de la habitación de reposo.
Normalmente nunca pensaría en entrar cuando la Emperatriz estaba
allí, pero entonces la Emperatriz nunca estuvo en la habitación de
descanso del Emperador. Había cosas que necesitaba decirle a su
Manno y aún tenía algo que devolverle a la Emperatriz. Tomando
su decisión, Tora se dirigió a la puerta y llamó a la puerta.
Wray miró impaciente a la puerta. ¿Quién se atrevería a llamar a la
puerta de su habitación de descanso?
—Adelante—. La dulce voz de Kim tenía la cabeza girando hacia ella.
—¿Qué?—, preguntó, mirándole con una expresión interrogativa.
—Necesitas descansar, no necesitas...
—¡Tora!— El tono excitado de Kim hizo que su cabeza girara en la
otra dirección para ver a su primogénito entrar en la habitación.
—Emperatriz—. Dijo Tora, inclinándose.
Kim sintió que se le llenaban los ojos al correr por encima de Tora
y ver cómo se veía desaliñado. Wray le había dicho que estaba bien,
pero podía admitir que seguía preocupada. Nunca habría podido
perdonarse a sí misma si Fala le hubiera hecho daño mientras huía.
—Lo siento mucho—. La voz de Kim se rompió mientras hablaba y
los ojos de los tres hombres volaron hacia su rostro. ¿Por qué lo Página | 382

lamentaría?
—Kim...— Wray empezó antes de que Tora lo interrumpiera.
—¿Por qué Emperatriz?— Preguntó Tora, confundido.
—Te dejé... Me escapé...— Kim no podía creer que hubiera hecho
eso. —Eres el primogénito de Wray y te abandoné.
Los tres hombres la miraron en estado de shock. ¿Qué estaba
diciendo? ¿Pensó que debería haberse quedado y defender a Tora?
¿Una mujer? No era su lugar.
—Hiciste lo que debías— Wray le dijo con enojo. ¿Cómo pudo
considerar que debería haberse quedado?
—No lo hiciste, Emperatriz—. Tora interrumpió entrando en la
habitación, cerrando la puerta. —No habría sabido que Fala estaba
atacándome si no me hubieras avisado— Tora miró avergonzado a
su Manno. —Luego lo distrajiste atacando a Gyula... me dio la
ventaja.
—Corrí...—, susurró Kim.
—Como deberías haberlo hecho. ¿De qué me habría servido acabar
con Fala si Gyula te hubiera acabado a ti?
—Kim...— El tono torturado de Wray la hizo mirarlo. —Tora tiene
razón. Hiciste exactamente lo correcto.
—¿De verdad?— Pidió que le asegurara que no estaba molesto por
haber dejado a Tora.
—De verdad— Le dijo mientras la acercaba.
Kim se acurrucó en el abrazo de Wray. No se había dado cuenta de
que eso la molestaba hasta que vio a Tora. No se había dado cuenta
de la profundidad de su vergüenza. Los hombres de Tornian vivían Página | 383

sus vidas por la creencia de que debían ser dignos y aptos... que
tenían honor. Kim podía entenderlo. Pensó que las mujeres
deberían tener la misma cantidad. Para que la encuentren carente...
Sus ojos finalmente volvieron a Tora, asimilando el estado de su
uniforme.
—¿Qué te pasó?—, preguntó, frunciendo el ceño.
—¿Qué quieres decir?— Tora respondió, mirando su sucio uniforme
—Eres un desastre. Eso no pudo haber sido causado por Fala.
—No...— Tora la miró confundida. —El río causó esto.
—¿El río?
—Kim—. Wray colocó una mano suave debajo de su barbilla,
inclinando su cara hacia la suya. —Tora te vio caer al río. Entró tras
de ti.
—¡Qué!— Kim volvió a mirar sorprendida a Tora. —¿Fuiste al río?
¿Detrás mío?
—Por supuesto—, Dijo Tora, pero empezó a arrastrar los pies,
avergonzado. —Tú eres la Emperatriz.
—¡Y tú eres el futuro Emperador!—, Exclamó, saliendo de los brazos
de Wray. —¡¿En qué estabas pensando?! ¡Arriesgándote así! De
todos los estúpidos...
—¿Me estás reprendiendo por salvarte?— Tora no podía creerlo.
—Yo...— Kim no sabía qué decir.
—Tora hizo lo que debía, Kim—. Wray dijo suavemente. —Eres la
Emperatriz. Es lo que cualquier hombre habría hecho si hubiera
presenciado lo que pasó.
—Pero Wray... es tu hijo... para que se arriesgue... por mí. Página | 384

—No pude salvar a mi hermano...— Tora dijo encontrando su


garganta apretada mientras hablaba. —Era un hermano increíble,
nunca se molestó por ser el segundo descendiente. Siempre deseó
estar ahí para apoyarme—. Tora la miró fijamente. —Lo había
olvidado. Le habrías gustado mucho, te habría visto como socia en
sus pequeñas travesuras.
—¿Jugaba bromas?— preguntó Kim, mirando a Wray.
—Sí—. Wray dijo. —Incluso conmigo—. Vio a Kim sonreír y se
preguntó si debería estar preocupado.
—Me recordaste eso, cómo vivía, en qué creía, no cómo murió. Por
eso sé que me perdona por no poder salvarlo porque él sabía que
no podía, pero no me perdonaría por no salvarte cuando podía.
—Tora...— Kim encontró que sus ojos se llenaban de nuevo.
— Tiene razón, mi Kim—. dijo Wray, acercándola. —Tora hizo lo
que cualquier hombre apto y digno haría por su Emperatriz.
Acéptalo.
—Está bien—. Kim dijo en voz baja antes de volver los ojos hacia
Curador, quien había permanecido en silencio durante todo el
intercambio. — Pero sólo una vez que Curador lo escanee para
asegurarse de que no se ha hecho daño.
—¡Estoy bien!— Tora empezó a protestar, pero la mirada de su
Manno le hizo cerrar la mandíbula. —Por supuesto, Majestad— Dijo
con firmeza.
—Saben—. Dijo Kim, incapaz de detener la sonrisa que se formaba
en los labios. —Creo que podría acostumbrarme a este asunto de la
Emperatriz.
∞∞∞∞∞ Página | 385

Reeve no prestó atención a los guerreros del Emperador cuando le


pasaron con los cuerpos de los guerreros que Fala y Gyula que
habían asesinado. Terminaron con el veneno que Reeve les había
dado. Tenía cosas más importantes de las que preocuparse, cosas
como cómo iba a explicar todo esto no sólo al Emperador sino
también a Bertos.
Doblando una esquina, chocó con Yakar.
—¡Mira por dónde vas!— Reeve ordenó empujando al Sanador a un
lado.
—¡Mira por dónde vas!— Yakar devolvió con ira. Ya había tenido
suficiente de aquellos que pensaban que eran mejores que él. Era
un Sanador.
Reeve estaba a punto de regañar un poco más al hombre cuando se
dio cuenta de quién estaba tan enfadado.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no estás con el Emperador?
¿Se ha ido?— Preguntó Reeve, apenas manteniendo la esperanza
fuera de su voz. Eso resolvería todos sus problemas.
—¡No!— Yakar mordió el anzuelo. —Esa mujer se ha negado a que
la trate. ¡Yo! ¡El curandero más buscado de todo el Imperio!
—Entonces, ¿quién la está tratando?
—¡Curador!— Escupió.
—¡Curador! ¿Cómo es posible que supiera de él?— Preguntó Reeve.
—Esa mujer de Auyangian le dijo. Dijo que era amable—. Yakar se
mofó. —Como si las mujeres necesitan bondad. Sólo necesitan
calmarse y permanecer en esa condición.
Los ojos de Reeve se volvieron hacia Yakar, mientras seguía Página | 386

mirando al Sanador Imperial. Nunca se había dado cuenta de que


sus puntos de vista sobre las mujeres eran tan similares. Se
preguntó...
—Pero una vez que regreses a Torino será tuya para calmarla.
—No— Yakar dijo con su ira en aumento. —Oí al Emperador decirle
a Curador que sería el Sanador personal de la Emperatriz.
—¡Qué! ¡No puede quitárselo a Vesta sin mi aprobación!
—Como si te negaras. Es el Emperador y eso es lo que quiere su
Emperatriz. También se llevan a los dos costureros de Auyangian.
—¡No!— Reeve se giró y se pasó una mano frustrada por su cabello.
Necesitaba a esos dos si quería atraer a otra mujer. Lady Estee había
delirado sobre la habilidad de la mujer y se había corrido la voz.
Tampoco había podido probarla.
—Esa mujer es una amenaza—. Yakar declaró. —Será la desaparición
de nuestra forma de vida.
—Estoy de acuerdo—.Dijo Reeve, mirando a Yakar bajo una nueva
luz. —Ven, Sanador Yakar. Vayamos a mis aposentos privados.
Tenemos mucho de qué hablar.
∞∞∞∞∞
—Está bien, Emperatriz. Unos cuantos golpes y moretones que he
tratado. No hay daño permanente y una vez limpio, eliminando el
hedor del río, volverá a la normalidad.
—¡¿Acabas de decir que apesto?!— Exigió Tora totalmente ofendido.
—Sí—. Curador dijo sonriendo. —¿Qué? Un príncipe no puede
apestar?
Tora miró a su Manno y vio sus labios temblando. ¡Temblando!
¡Pensaba que esto era gracioso! Página | 387

—Me preguntaba de dónde venía ese olor— Wray finalmente dijo.


—Podría haber venido de Kim—. Tora escupió sin darse cuenta de
que la había llamado por su nombre.
—Me he duchado—. Kim le dijo enfadada y luego sonrió. —Es todo
tuyo, Tora.
—Entonces quitaré mi presencia ofensiva— Tora dijo, aún no podía
creer que alguien tuviera el descaro de decir que apestaba. Al girarse,
sintió el peso del objeto en su bolsillo y se detuvo. Volviendo atrás,
lo sacó.
—Creo que esto te pertenece— .Dijo y le extendió la espada, con la
empuñadura enjoyada primero.
—¡Mi cuchillo!— Exclamó Kim, extendiéndose ansiosamente para
tomarlo. —Gracias Tora. Pensé que lo había perdido en el río.
—Estaba a lo largo de la orilla donde te caíste— Le dijo y sintió que
sus mejillas se oscurecían ante su sincero agradecimiento. —¿Cómo
conseguiste una espada de la Familia Real de Kaliszian?
—El General Rayner me lo dio en Pontus. Kim frunció el ceño. —
¿Es un miembro de la Familia Real de Kaliszian?—, preguntó,
mirando a Wray.
—Primo del Emperador. Son tan cercanos como hermanos—. Wray
respondió y se dio cuenta de que tenía una deuda con Rayner que
nunca podría pagar. Si no le hubiera dado a Kim esa espada, no
habría podido liberarse. Sí, tenía una deuda.
—Oh. Así que insulté al hermano del Emperador Liron.
—Sí—. Wray dijo simplemente.
—¡Insultaste al General Rayner y te dio una espada!— Tora miró de Página | 388
Kim a su Manno y supo que había una historia allí, pero vio en los
ojos de su Manno que tendría que esperar.
—Sí. Tendré que disculparme—. Kim dijo mirando a Wray.
—No Kim. Tenías razón en lo que dijiste y la culpa fue mía, por eso
Rayner te dio la espada. Ahora quiero que descanses hasta que Caitir
regrese con tu comida.
Kim estaba a punto de tirarse del cabello. —¡Estoy bien!—, dijo por
enésima vez. Durante los últimos dos días, Wray se había negado a
dejarla salir de la cama, alegando que necesitaba descansar de su
"calvario". Y Curador no fue de ayuda.
Aparentemente, las mujeres de Tornian se aíslan una vez que
concebían y no permitían que ningún hombre se le acercara hasta
después de que ''presentara'' a su descendencia. Wray le informó
que el hombre rendiría tributos a otra mujer, generalmente
presentada a su mujer y esta la ayudaría en el proceso.
Kim no podía creerlo. Rápidamente le informó a Wray que no haría
nada de eso. No se estaba ''aislando'' a sí misma. Se quedaba a su
lado y en su cama.
El alivio en su cara la había sorprendido. ¿De verdad había pensado
que no dejaría que se le acercara? ¿Que se negaría a unirse a él hasta
después de que naciera el bebé? Rápidamente disipó esa posibilidad
la noche anterior, pero todavía se negaba a dejarla salir de la cama.
—Estás con mi descendencia Kim—. Wray se desplomó, ya que
estaban solo los tres en la habitación. —Necesitas descansar.
—¡Estoy embarazada! ¡No estoy enferma! No hay ninguna razón para
que me quede en la cama.
—Pero...
Página | 389
—No soy una mujer Tornian Wray. No voy a actuar como tal ahora—
. Arrancando las sábanas, se deslizó fuera de la cama.
—¡Curador!— Wray buscó la ayuda del Sanador.
—Señor, la he escaneado todos los días, no hay nada que indique
que deba permanecer en la cama.
—¡Diosa!— dijo Wray, volviéndose. Quería estrangular a Curador.
—Bien—. Kim dijo. —Está decidido—. Caminando hacia Wray, le
puso una mano tranquilizadora en el brazo. —Wray—. Esperó a que
él la mirara. —Te juro que estoy bien. En el momento en que crea
que algo anda mal, te lo diré.
—No en un minuto. En el primer segundo—. Dijo Wray, su voz
ronca. —No puedo perderte, mi Kim.
—Segundo—. Estuvo de acuerdo.
Finalmente asintiendo, Wray abrazó su futuro.
∞∞∞∞∞
—Ya es hora Kim—. Wray le dijo a la mañana siguiente. Había
terminado todas sus reuniones con Reeve, había obtenido sus
respuestas, no satisfactorias, pero sí respuestas sobre cómo Fala y
Gyula habían sido capaces de secuestrar a la Emperatriz.
Ahora quería que su Kim se estableciera en la Casa Torino,
presentarla a la Asamblea de los Lores y hacer que la declararen
Tornian. Llevaba a su descendencia y quería que tuviera toda la
protección de la Ley.
—Estoy lista—. Kim dijo, acercándose a él. Sabía que estaba
preocupado por su seguridad y tuvo que admitir que no le gustaba
mucho Vesta, Lord Reeve o sus guerreros. Los evitó todo lo que
pudo y había estado agradecida cuando Wray hizo traer a más de Página | 390
sus guerreros del Searcher para protegerla. Al entrar en la habitación
exterior, Kim encontró a Tora esperando.
—Emperatriz—. Dijo Tora y luego cruzando un brazo sobre su pecho
se inclinó.
—Solo Kim, Tora—. Le dijo. —Mi nombre es Kim. Por favor,
llámame así.
Tora miró a su Manno que se encogió de hombros y le dijo a Tora
que era su decisión.
—En privado entonces... Kim.
—¿Por qué sólo en privado?— preguntó Kim, frunciendo el ceño. —
Si vamos a ser una familia, ¿por qué el título?
—Los hombres no pueden dirigirse directamente a la Kim de otro
hombre—. Wray le dijo: —No directamente, y nunca se les permite
estar lo suficientemente familiarizados como para usar sólo su
nombre.
—Pero hablo con hombres todo el tiempo— Kim dijo mirando de
Wray a Tora.
—Sí—. Tora habló antes de que su Manno pudiera. —Pero tú eres...
única— .Dijo, intentando evitar que le temblasen los labios.
—¿Acabas de llamarme educadamente extraña, Tora?
—¿Quién, yo?— Preguntó Tora demasiado inocente. —Nunca haría
algo así... Kim.
Wray disfrutó de las bromas entre su primogénito y Kim. Se sintió
bien que se tomaran el pelo el uno al otro. Todavía no le habían
dicho a Tora acerca de la condición de Kim y se preguntaba si
debían hacerlo. Página | 391

—Depende de ti—. La declaración de Kim hizo que Wray la mirara.


Se alejó de Tora y puso una mano sobre el lugar, donde su
descendencia descansaba diciéndole que sabía lo que él estaba
pensando.
—¿Estarías... cómoda si Tora lo supiera?
—Él, de entre todas las personas, tiene derecho a saber—. Dijo Kim
en voz baja.
—¿Saber qué?— preguntó Tora, mirando desde su Manno a Kim.
—Cuando Curador la examinó, descubrió que Kim lleva
descendencia—. Wray le dijo a Tora con su brazo rodeaba a Kim y
la acercaba mientras observaba la reacción de Tora.
—¿Qué?— Los ojos de Tora se abrieron de par en par y luego se
dirigieron a la mano de Kim, que aún descansaba protectora sobre
su estómago.
—Estoy con descendencia—. Kim dijo.
—Pero... pensé que no sería posible...
—Parece que estábamos equivocados y que la Diosa ha decidido
bendecirnos.
—¿Desde cuándo lo sabes?
—Como dije, Curador fue quien lo descubrió cuando escaneó a
Kim.
—¿Yakar no lo notó en el Searcher?— A Tora le resultó difícil de
creer.
—Entonces no estaba con descendencia—. Kim respondió en voz
baja y sintió que sus mejillas empezaban a ponerse rosadas. —Tu Página | 392

Manno y yo aún no nos habíamos unido.


—Así que es...
—¡Es mi descendencia!— Wray le dijo con voz dura. Nadie lo
dudaría, especialmente su propia descendencia.
—¿Estará apto?— Tora hizo la pregunta que Kim sabía que todos se
estarían preguntando cuando se enteraran.
—Curador no ha encontrado problemas que indiquen lo contrario.
—Va a necesitar tu apoyo, Tora—. Kim le dijo suavemente y sintió
que sus ojos se llenaban al pensar en lo que su hijo iba a tener que
tolerar. —Incluso más de lo que lo hizo Van.
—¿Qué quieres decir?— Preguntó Tora. ¿Por qué necesitaría su
descendencia su apoyo?
—Sé, por lo que se ha dicho, que si tu Manno se hubiera llevado a
otra Emperatriz... una mujer Tornian, habría habido un conflicto
entre tú y su descendencia.
Tora no dijo nada, solo asintió con fuerza.
—Conflicto porque algunos podrían querer apoyarlo como
Emperador en vez de a ti, aunque seas el primogénito de Wray.
—También sería su primogénito, sólo que de otra mujer.
—Sí... pero nadie va a hacer eso con este niño.— dijo Kim con
tristeza. —Porque no soy Tornian y por lo tanto él no lo será.
Muchos van a rechazarlo, por eso digo que necesitará el apoyo y la
aceptación de su hermano mayor, el futuro emperador, si quiere
sobrevivir.
—¡Será Tornian!— Wray negó con enojo. —¡Es mi hijo!
Página | 393
—Wray—. Kim se dio la vuelta poniendo una mano calmante en su
pecho. —Será mitad Tornian mitad Humano. Eso lo hará diferente.
Tu gente no parece tolerar eso muy bien. La gente es diferente.
—¿Qué quieres decir? Cada casa es diferente y las toleramos todas.
—De cada Casa Tornian, Wray. He visto cómo hasta tus guerreros
miran a Caitir y Jael porque no son Tornian. Me mirarían de la
misma manera si no fuera por ti. Los Kaliszians son tus aliados, pero
hay quienes los ven como menos, porque tienen que depender de ti
para alimentarse.
Wray abrió la boca y luego la cerró. No estaba equivocada y no le
gustó.
—Nuestro hijo va a ser visto de la misma manera... por mi culpa.
Pensarán que es pequeño y débil... por mi culpa. Tú y yo no
podemos hacer nada al respecto... porque sólo Tora puede.
—¿Qué?— Tora la miró atónito. —¿Yo? ¿Qué puedo hacer que mi
Manno no pueda?
—Puedes aceptarlo como tu verdadero hermano, igual que hiciste
con Van—. Kim dijo. —Demostrará a los demás que es apto y que es
digno de ser un Vasteri.
—¿Y si no lo es?— Tora no pudo detener las palabras, e
inmediatamente se arrepintió por la mirada devastada que colocó en
la cara de Kim antes de que se diera la vuelta, para enterrarla en el
pecho de su Manno.
—¡Él lo será!— Wray gruñó a Tora y luego bajó la cabeza para
repetirlo en la oreja de Kim. —Él lo será Kim. Curador no ha
encontrado problemas y la Diosa no permitiría nada más. No
después de todo por lo que has pasado. Página | 394

—Hemos pasado Wray—. Kim levantó los ojos tristes pero


decididos. —Hemos pasado y tienes razón—. Se volvió hacia Tora.
—La decisión, por supuesto, será tuya—. Dijo con frialdad. —Nadie
puede obligarte a aceptarlo. Lo sé mejor que nadie.
Tora descubrió que no le gustaba que usara ese tono frío cuando
hablaba con él. Antes, incluso cuando no se lo merecía, su voz estaba
llena de calidez y cariño. Sus palabras irreflexivas habían causado
esto y necesitaba corregirlo.
—Mis disculpas Kim. No quise preocuparte por la salud de tu
descendencia. Sólo estaba... sorprendido. Después de toda la fuerza
y el coraje que has demostrado, no puedo creer que ningún vástago
presentado por ti, no estaría apto y sería digno, especialmente
cuando se combina con la Casa Vasteri. Cambiará nuestro universo.
—Será un nuevo comienzo—, Kim se encontró pronunciando las
palabras de la Diosa. —¿Pero su hermano mayor le dará su apoyo?
Tora sabía que cualquier cosa que dijera ahora afectaría toda su vida.
Él de todos los hombres sabía lo que era ser tratado de manera
diferente, todo debido a un accidente de nacimiento. Sin embargo,
Kim tenía razón, la forma en que tratará a este hombre haría que su
tratamiento fuera leve. ¿Podría darle la espalda? Sintió como se le
apretaba el pecho al pensarlo. Sería como darle la espalda a Van.
Van...
Van vería todo esto como una gran experiencia nueva. Alguien
nuevo para jugar con sus pequeños trucos. Le habría dado
fácilmente la bienvenida a la Casa Vasteri y le habría protegido con
su vida si fuera necesario, como lo había hecho con Tora. ¿Podría
Tora hacer menos?
—Tendrá mi apoyo— Tora respondió. —No porque sea tu hijo, sino Página | 395

porque será mi hermano. Mi segundo. Todos sabrán esto. Mi


voto.— Tora declaró y luego volvió a cruzar su brazo por su pecho y
se inclinó.
Wray escuchó mientras su primogénito hablaba y sintió que su
orgullo crecía. Tora se estaba convirtiendo en un buen joven
hombre, mostrando todos los rasgos que un día le ayudarían a guiar
a su pueblo.
—Gracias Tora—. Dijo Kim, su voz otra vez llena de calidez, aunque
un poco llorosa.
—No es necesario dar las gracias—. Tora miró a su Manno. — Sabes
que esto causará grandes especulaciones cuando lo anuncies a la
Asamblea.
—Aún no lo anunciaremos—. Wray dijo. —A partir de ahora sólo
Kim, Curador, tú y yo lo sabemos.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Kim desea un tiempo para adaptarse. Para sentirse cómoda en
nuestra casa y con nuestra gente antes de que se les diga.
—Podría enfadar a algunos. Estás ocultando que se han encontrado
mujeres compatibles.
—Sí, pero eso será manejado cuando llegue el momento. Ahora
mismo, lo único que importa es asegurarme de que Kim esté a salvo
y feliz.
—¿Te causará problemas Wray?— Kim le miró con preocupación.
—Si no quiero anunciar que estoy con descendencia.
—No Kim—. Wray le echó una mirada a Tora diciéndole que se
callara y lo vio asentir con la cabeza. —No lo hará. Página | 396

—¿Estás seguro?
—Sí.
—¿Tora?— Kim volvió los ojos hacia él en busca de confirmación.
—Es a discreción del Emperador cuando anunciar que la Emperatriz
ha concebido— Tora dijo pero no añadió que ningún emperador
había esperado antes.
—Está bien entonces.
∞∞∞∞∞
Kim se sentó en el transbordador y se alegró de dejar finalmente a
Vesta. Lord Reeve no paraba de decir que sentía mucho lo que le
había pasado aquí. Sobre cómo rezaba para que no mantuviera lo
que Fala y Gyula habían hecho, por su cuenta, en contra de su Casa.
Kim no había creído ni una palabra de lo que dijo. Sus palabras
nunca coincidieron con la mirada de sus ojos. Sus ojos dijeron que
la hacía responsable de todo lo que había pasado.
Volviéndose, sonrió a Caitir y Jael, que estaban sentados varias filas
detrás. Ambos ojos se llenaron de emoción y un poco de miedo.
Kim podía identificarse. Los dos iban a un lugar nuevo y extraño.
Viendo el asiento vacío junto a ellos, frunció el ceño. ¿Dónde estaba
Curador?
Mirando hacia atrás, hacia la escotilla del transbordador, vio a Wray
mirar a Veron con atención antes de que sus ojos la encontraran.
Veron había hecho a Wray a un lado, justo cuando estaban entrando
en el transbordador, Kim había procedido a tomar su asiento, pero
ahora se preguntaba si debería haberlo hecho.
— Dile al piloto que despegue—. Wray le dijo a Veron que luego se
acercó y se sentó al lado de Kim. Página | 397

— ¿Wray?—, preguntó, frunciendo el ceño cuando se acercó para


conectar su cinturón de seguridad.
—¿Sí?—, preguntó.
—No podemos irnos, Curador aún no ha llegado—. Los ojos que se
encontraron con los suyos le apretaban el estómago.
—Curador no viajará a Tornian— Dijo.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir? Lo necesito Wray.
—Kim—. Wray enmarcó su cara con sus manos, sosteniéndola firme.
Sabía lo mucho que le gustaba el curandero anciano, sabía que esto
iba a devastarla. —Curador está ahora en manos de la Diosa.
—¿Qué?
—Cuando no llegó a tiempo, Veron fue a buscarlo. Lo encontró en
su habitación de descanso. Se fue a la Diosa durante su descanso.
—Yo... qué...
—Lo siento Kim.
—¿Veron está seguro?— Preguntó Kim, sus ojos comenzando a
llenarse.
—Sí, mi Kim.
—Yo…
—Señor, acabo de enterarme de lo que pasó con Curador— Yakar
se acercó a Wray, sus ojos viajando sobre Kim. —¿Quiere que calme
a la Emperatriz?
Wray sintió que Kim se ponía rígida al instante. —¡Aléjate de mí!—, Página | 398

le escupió a Yakar.
—No Yakar—. Wray dijo inmediatamente. —La Emperatriz no
necesita que la calmen.
—Con todo respeto, Emperador, parece que sí.
—¿Te atreves a cuestionarme?— Wray se levantó y se elevó sobre el
Sanador. —¡Te atreves a decirme cómo tratar con mi Emperatriz!
—Señor, como su Sanador, es mi deber asegurarme de que esté bien
cuidada.
—¡Nunca serás mi Sanador, Yakar!— Kim se desabrochó el cinturón
de seguridad y se levantó para confrontar al hombre. —¡Nunca!
¡Ahora sal de mi vista!— Todos los hombres presentes se
endurecieron ante la orden de la Emperatriz, sus ojos moviéndose
hacia Yakar, preguntándose si obedecería, preguntándose si el
Emperador la apoyaría.
—La Emperatriz te dio una orden, Yakar—. Wray gruñó, sus ojos
duros. —Obedece o muere en mi espada—. Wray agarró la
empuñadura de la espada que había estado llevando desde el
secuestro de Kim.
—Yo... Sí, Majestad—. Yakar tartamudeaba, retrocediendo. Esto no
iba como lo habían planeado. Wray esperó hasta que Yakar salió
del transbordador, sabiendo que estaría en el siguiente antes de
volver con Kim.
—Siéntate Kim—. Dijo, ayudándola a volver a abrocharse el cinturón
cuando lo hizo.
—No se acercara a mí Wray. No confío en él.
Página | 399
—Lo sé, Kim. Encontraremos otro Sanador.
—Prométeme Wray. Prométeme que no me tocará.
—Mi voto Kim—. Le dijo, con los ojos bien abiertos. —No te tocará.
—Está bien—. Dijo finalmente se estaba relajando en su asiento. —
¿Tenemos que quedarnos? ¿Para atender a Curador?— Preguntó
sus pensamientos volviendo al viejo y malhumorado Sanador. —No
tenía familia que se ocupara de él.
Wray sintió como su corazón se contraía y su orgullo por su
Emperatriz se expandía aún más. Que se preocupara por Curador
de esta manera, que se preocupara por cómo se le cuidaba en la
muerte, era algo que decía mucho sobre el tipo de Emperatriz que
sería. Y todos los hombres presentes se dieron cuenta.
—Los guerreros de Lord Reeve se encargarán de ello, Kim.
—¿Harán lo suficiente?
—Los hombres que ha tratado se encargarán de ello, Emperatriz.—
La voz lírica de Caitir hacía que cada cabeza girara en su dirección.
— Curador ayudó a muchos cuando otros no lo hicieron, le darán el
honor que se merece.
— Está bien— Dijo Kim, asintiendo a Caitir antes de volver a mirar a
Wray.
—Vamos a casa— dijo tomando su mano, miró hacia adelante;
sabiendo que podía enfrentar cualquier desafío que se le presentara
mientras Wray estuviera a su lado.
Página | 400

Los pensamientos de Kim volvieron al presente cuando Destiny


soltó su pecho. Mirando hacia abajo, encontró a su hija dormida con
el más leve goteo que corría por su barbilla.
—Por fin te saciaste, ¿verdad, pequeña?— Kim susurró, inclinándose
hacia abajo para acariciar la parte superior de su cabeza mientras
arreglaba su blusa. Tomando la tela de su hombro, limpió la barbilla
de Destiny.
—¿Está dormida?— La voz profunda la hizo levantar la cabeza para
encontrar a Wray entrando al jardín.
—Apenas—. Dijo, inclinando su cara mientras él se inclinaba para
besarla.
—Esperaba volver antes de que lo hiciera.
—Entonces nunca se habría dormido— Kim dijo sonriendo. —Es una
niña de Manno.
—Lo es, ¿verdad?— Wray dijo y Kim puso los ojos en blanco
mientras una gran sonrisa le atravesaba la cara.
—Como si hubiera alguna duda, la forma en que la mimas.
—Es mía. Por supuesto, voy a malcriarla.
—Recuerda que será adolescente y comenzara a mirar a los hombres
jóvenes.
—¡Eso nunca va a pasar!— Wray rugió y su negación tuvo a Destiny
sacudiéndose en los brazos de Kim, frunciendo sus pequeños labios
antes de acurrucarse más profundamente, en los brazos de su madre
y volver a sus sueños.
—Tienes unos años para prepararte, te lo advierto, si todo lo que
tiene que hacer es llorar y le das lo que quiere, eso es lo que Página | 401

esperará.
—No hay nada que pueda querer que no le dé.
Kim agitó la cabeza. —No digas que no te lo advertí—. Luego cambió
de tema. —¿Qué tenía que decirte Callen?— Su mirada se agudizó
cuando en lugar de responder Wray se sentó a su lado. —Wray.
—No quiero disgustarte, mi Kim, pero sé que querrás saberlo.
—¿Saber qué?
—Lord Callen y Tora han estado trabajando para resolver todos los
problemas de Vesta causados por Reeve.
—Sí. ¿Qué han encontrado?— Kim sabía que Callen estaba
investigando cuidadosamente a los guerreros que Reeve había
dejado atrás cuando vino a Tornian para la ceremonia de unión de
las Mujeres de la Tierra. A varios, Callen había considerado
indignos de su nueva Casa, la Casa Nizer.
—Curador—. dijo Wray, mirándola atentamente.
—¿Curador?— Kim le frunció el ceño, y luego miró a Destiny. Aún
echaba de menos a ese hombre, aunque sólo lo conoció por unos
días. Sabía que su embarazo habría sido menos estresante para
ambos, si hubiera estado con ella y le hubiera encantado a Destiny.
—Después de algunos comentarios hechos por varios guerreros que
Callen consideraba dignos, empezó a dudar de que Curador
falleciera naturalmente mientras dormía, como Reeve nos informó.
—¿Qué?— Kim susurró.
Wray observó silenciosamente a su Kim procesar lo que decía. Lo
que significaba y ante sus ojos, se convirtió de la mujer suave y
cariñosa que sabía que era, en la Emperatriz que quería respuestas.
Desde la llegada de las otras mujeres, Kim se ha convertido en una Página | 402

gran mujer. Contar con el apoyo de esas mujeres, siendo capaz de


interactuar con ellas, le había dado la confianza que necesitaba para
ser la Emperatriz.
—¡Dime!— Preguntó.
—Varios hombres comentaron que escucharon a Reeve y Yakar
hablando de que no podían permitir que Curador fuera tu Sanador.
—Terminaron con él por mi culpa.— Kim susurró.
—No Kim—. Wray se inclinó, para tomar su mano. —Acabaron con
él porque eran indignos.
—Pero...
—¡No!— Wray se negó a dejarla pensar eso. —Curador nunca querría
que pensaras eso. Era un hombre verdaderamente apto y digno. Un
Sanador que impactó muchas vidas. Honraremos eso y nos
aseguraremos de que todos los demás también lo sepan.
—Le habría encantado Destiny...— Dijo, volviendo a la suave y
cariñosa mujer que conocía.
—Lo habría hecho y nosotros le hablaremos de él.
—Sí.— Kim susurró, mirando a su hija noto que estaba despierta. —
Bueno, hola, mi hermosa niña—. Dijo sonriendo.
Destiny la miró y luego sus ojos se dirigieron a su Manno y comenzó
a menearse en los brazos de Kim, extendiendo la mano hacia su
Manno.
Wray se inclinó inmediatamente, respondiendo a la petición de su
hija de que la levantara por encima de su cabeza. Le hizo cosquillas
suavemente y fue recompensado con una risa burbujeante.
— Recuerda lo que pasó la última vez que hiciste eso después de que Página | 403

comió—. Kim advirtió, sonriendo.


Wray lo hizo y rápidamente bajó a Destiny a sus brazos. No tenía
ningún deseo de volver a encontrar su rostro cubierto con la comida
de su hija. —No le harías eso a tu Manno ahora, ¿verdad, Destiny?—
. La arrulló.
Destiny le respondió con un feliz eructo de bebé lleno de burbujas
y Wray se dio cuenta de que acababa de perderse una repetición.
Le quitó la tela a Kim y le limpió la boca a Destiny.
—¿Tienes que volver pronto?— preguntó Kim, viéndolo atender a su
hija.
—No. El General Rayner llegará después de la última comida,
¿recuerdas? Hasta entonces, soy todo tuyo.
—¿De verdad?— Los ojos de Kim comenzaron a brillar al pensar en
lo que podían hacer con ese tiempo.
—De verdad—.Wray dijo, sus ojos estaban llenos de promesas.
Levantándose Kim extendió su mano. —Llevemos a nuestra hija a
dar un paseo por los jardines—, dijo. —Después de eso, estará lista
para su siesta y nosotros también podemos tomar una.
Mirando a su Kim, Wray sabía que, a diferencia de Destiny, su
"siesta" implicaría poco o nada de sueño. Levantándose, metió a
Destiny con seguridad en un brazo, envolvió a su Kim con el otro y
los llevó al jardín.
Muy por encima, la Diosa miró al Emperador y a la Emperatriz y
sonrió. Había elegido bien. Pronto la gran infección ya no existirá y
su error será corregido.
—Ven.... Página | 404

Al apartar la mirada de la escena de abajo, la Diosa se volvió hacia


su pareja, el único ser que había amado.
—Ven—. Dijo otra vez, extendiendo la mano. —Vayamos también a
dormir la siesta.
Los labios de la Diosa temblaron ante la promesa en los ojos de su
pareja y tomó su mano. Realmente iba a disfrutar de esta "siesta".

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