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Chloe
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Chloe
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Han pasado días, pero he sido paciente. Cruzo los brazos sobre el pecho y me
recargo de la pared, esperando.
Hoy volveré a ver a mi hembra.
El sacarle información a los guardias y a otros prisioneros ha sido un trabajo
lento. He hecho un montón de promesas, e incluso me comprometí a asesinar a un
rival para obtener detalles de mi pequeña hembra. Pagaré cualquier precio. No me
importa cuanto sea.
Mientras espero, repaso mentalmente los detalles que he podido averiguar. No
ha sido fácil. Noku ha mostrado interés en ella, y eso hace que algunos prisioneros
teman hablar. El teniente ssethri es conocido por su cruel temperamento y su humor
volátil, lo que hace que algunos de los más cobardes guarden silencio en deferencia a
él. También es difícil sobornar desde máxima seguridad, aunque no es imposible. Le
digo a Dremmigan lo que quiero. Dremmigan se lo pasa al guardia con el que tiene
tratos. El guardia se lo pasa a un prisionero en los campos de trabajo y por ahí se va.
Con cada persona, se acumula otro favor, se debe algo más.
Y no me importa una kef. Haré lo que sea necesario.
Por la cadena de chismes, me enteré que se llama Kloo-ee. Es una humana, una
salvaje de un planeta clase D, y se vio envuelta en un peligroso incidente que resultó
en varias tapaderas gubernamentales. Lo que yo creo es que la compraron por su
coño. He escuchado de esclavos traídos de planetas exóticos y prohibidos,
comprados y vendidos para tales depravaciones. Parece que alguien obtuvo más de
lo que creía al comprarla.
Me agrada. Va con mi lado peligroso.
También me enteré que Noku tiene los ojos puestos en ella, lo que hace que me
hierva la sangre de frustración y se me agite la cola. Ella no está a salvo con él. Otras
hembras han tratado de evitarlo y han terminado muertas o lastimadas. Sé que Noku
tiene suficiente influencia en la prisión como para que alguien intente detenerlo si
decide que Kloo-ee le pertenece. Y dado que la enviaron aquí para desaparecerla,
está incluso menos segura que la mayoría.
Por eso necesito hacer todo lo que pueda para hacerle saber que está segura.
Que la estoy protegiendo.
A través de mis conexiones, me entero de que la hembra humana ha salido de
las barracas de las mujeres dos veces en la semana, ambas veces para limpiar
drenajes atascados en otras partes de la prisión. Es un problema fácil de recrear. Me
paso la mayor parte de la guardia nocturna rascando cuidadosamente la argamasa
alrededor de los bordes de la reja de drenaje en la esquina que generosamente
llamamos “lavabo” de nuestra celda. No importa que pueda ser controlada
remotamente a través de un panel cuando puedo sencillamente arrancarlo todo de
cuajo. Cuando logro levantarla, arranco una manga de mi uniforme y la meto dentro
del tubo, reemplazando la tapa. El agua no tarda mucho en desbordarse, y hago que
Cthorn le notifique a un guardia en la mañana.
Entonces, solo queda esperar.
‒Esto es pura kef, Jutari ‒gruñe Ast. Me echa una mirada fulminante, pero no se
levanta. –Tengo que orinar.
‒Puedes aguantar ‒le dije con voz calmada, mirando atentamente por la pared
de vidrio de nuestra celda, buscando un rostro en particular. –No orinarás donde
pondrá las manos mi hembra.
Deja escapar un gruñido y empieza a pasearse. Voy a decirle que se detenga
cuando nuestros collares zumban y un fuerte choque eléctrico me recorre. Caigo al
suelo, inmóvil. Dremmigan, Ast y Cthorn caen a mí alrededor. Sabía que esto estaba
por pasar, pero no hace que el dolor sea más fácil de aguantar. La piel se me pone de
gallina y tengo que apretar los dientes para soportarlo.
Por ella, vale la pena.
Un momento más tarde, el vidrio se retracta, desapareciendo en la pared. Noku
entra, con su bastón en la mano.
–Quédense donde están, prisioneros. Estamos aquí para hacer reparaciones en
su miserable celda de kef.
Logro abrir los ojos, enfocando la mirada en el maldito ssethri. Desde que llegué
a la prisión, he ocultado mi tolerancia al collar y al bastón. Duele terriblemente, por
supuesto, como si me quemara las venas, pero no me inmoviliza como a los demás.
Puedo soportarlo mejor por mi enorme tamaño. Claro, si los guardias se enteraran, le
subirían la potencia, así que lo he mantenido en secreto. Supongo que me será de
utilidad en algún momento.
Como ahora. Logro voltear lentamente la cabeza para mirar a Noku entrar a la
celda con la pequeña humana pisándole los talones. El guardia es tan arrogante que
ni siquiera me mira. Simplemente señala la reja cubierta de mierda en la esquina.
–Tu trabajo, pequeña humana. A menos que quieras negociar.
Y entonces le acaricia el cabello, el bastardo. La ira me hace hervir la sangre al
verlo.
Kloo-ee se aparta de él.
–Trabajaré ‒su lenguaje no me suena familiar, hasta que el traductor en mi oído
lo interpreta. –Lenguaje Humano de la Tierra, variante Inglés.
Ella mira a su alrededor nerviosamente, y su mirada se detiene en mí. Nuestros
ojos se encuentran y los de ella se ensanchan sorprendidos al reconocerme.
Me recuerda. Eso me produce un fogonazo de placer y lujuria que parece incluso
sobrepasar el dolor de los toque eléctricos que me mantienen inmóvil en el suelo.
Está tan cerca que puedo ver el vibrante color castaño de sus ojos, sus largas
pestañas oscuras, la delicada curva de su mandíbula, y la sombra de sus pezones bajo
el ajustado uniforme de prisión.
‒No pueden hacerte daño, pequeña humana ‒le dice Noku. –Los tengo
atrapados. Te advierto que te haré lo mismo si no te pones a trabajar ‒vuelve a
acariciarle el cabello. –No me obligues a ser cruel, pequeña. Te preferiría… dispuesta.
Ella se estremece, dándome la espalda y apartándose de la mano de Noku. Es
más pequeña de lo que recordaba, dudo que me llegue al hombro. Solo la hace más
frágil de lo que anticipé, y la necesidad de protegerla amenaza con salírseme por los
poros.
Si ese ssethri se atreve a tocarla otra vez voy a hacerlo polvo, bastón o no.
Kloo-ee se arrodilla junto al drenaje y espera pacientemente a que Noku ingrese
el código de apertura en su datapad. Un siseo y entonces ella levanta la reja. Su
naricita se arruga al sentir el olor, y yo me hago un recordatorio mental de moler a
Ast a golpes si se atrevió a usar el drenaje mientras dormía. Ella se arremanga el
uniforme e introduce la mano, su rostro impasible mientras saca un montón de
suciedad y la deja caer en el suelo.
Noku da un paso atrás con un siseo amenazante.
‒¡No tan cerca!
‒Disculpa ‒dice ella, pero a mí me divierte la sutil rebelión. La pequeña humana
tiene chispa. Vuelve a meter la mano, sacado varios pedazos de suciedad. Kloo-ee
guardia silencio mientras trabaja, pero me mira de reojo cada vez que puede. Le
causo curiosidad. Eso me gusta.
Le toca meter la mano más profunda, haciendo que casi tenga que pegar la
mejilla al sucio suelo. Entonces frunce el ceño, dando un fuerte jalón y sacando algo
que cae pesadamente al suelo con un ruido como de chapoteo.
–Encontré el tapón.
Noku toma el material con la punta de su bastón y entonces mira alrededor de la
celda. Su mirada se fija en mí y en mi uniforme, al que le falta una manga.
–Así que fue a propósito ‒sisea rabiosamente. ‒¿Acaso fue solo para poder
echarle otro vistazo a mi pequeña humana, Jutari? No creas que no sé quién eres.
Logro sonreír descaradamente, haciéndolo parecer más duro de lo que
realmente es. Ssethri bastardo.
Se inclina sobre mí, sus ojos como cuentas brillando de ira.
–Es mía, prisionero. No lo olvides. Puedo hacerle lo que se me venga en gana. Si
quiero arrastrarla desnuda frente a todos ustedes, puedo hacerlo. Si quiero
llevármela a la cama, puedo hacerlo. Si quiero hacerle la vida miserable, también
puedo hacerlo.
Entonces, con un gesto casual, golpea la mejilla de la humana con el bastón.
Kloo-ee se desploma en el suelo con un chillido.
Un gruñido animal amenaza con escapar de mi garganta. No puedo detener el
golpe que ya le dio; aunque me rompa el corazón, pero si la vuelve a tocar, lo haré
pedazos. No me importa que pueda freírme el cerebro con su collar o su bastón. No
volverá a tocar a mi hembra.
‒Mía ‒sisea el ssethri. ‒¿Crees que puedes tocar lo que es mío? ¿Qué te daría la
espalda y te dejaría violarla? ‒me muestra sus pequeños y patéticos colmillos. –Ese
placer será solo mío.
¿Cree que la violaré? Ese idiota. Yo rendiría culto a su cuerpo.
‒He visto como la miras ‒me dice Noku. Se me acerca y baja la voz hasta que es
solo un susurro. –He escuchado los rumores en la prisión, que la quieres para ti. No
te servirá de nada. ¿Quieres que grabe la primera vez que me la folle? Podrás ver
como la penetro con mi escamoso pene.
Me toma toda mi fuerza de voluntad no responderle. Destripar a Noku no me
servirá de nada ahora. Debo esperar el momento indicado.
Aunque me destruya por dentro el no poder ayudarla en este momento.
Noku se endereza. Mira a Kloo-ee de soslayo.
–De pie, pequeña humana. Cierra la reja del drenaje y ponte de pie.
Ella se levanta con calma, aunque tiene un delgado y rojo verdugón en la mejilla
que me llena de ira. Pienso en que ventajas tendría si ataco a Noku ahora. Si le parto
el delgado cuello y lo destrozo contra la pared… ¿y luego qué? ¿Esperar a que vengan
más guardias con bastones y armas a atacarme?
No, debo esperar al momento indicado, aunque me destruya.
***
Chloe
***
Jutari
‒Viene un guardia ‒murmura alguien. –Noku.
Aunque no me levanto, todo mi cuerpo se tensa al escuchar el odiado nombre.
Es ese quien toca a mi hembra. Quién la amenaza.
Es quien va a morir.
Me fuerzo a permanecer tranquilo, sentado contra la pared cerca del vidrio. Me
volteo calmadamente, como si no me interesara Noku. No es bueno mostrar
demasiado interés.
Aun así, me toma toda mi fuerza de voluntad no levantarme de un salto cuando
aparece el guardia ssethri, con una pequeña figura inconsciente sobre los hombros.
Me doy cuenta que viene hacia nosotros cuando mi collar zumba y me inmoviliza
contra el suelo, junto a todos los demás en la celda.
Noku entra, y lanza el pequeño cuerpo de Kloo-ee en el suelo.
‒¿Querías violarla? Aquí la tienes. Enséñale una lección ‒gruñe. –Úsala bien y
duro.
Y entonces se marcha.
El vidrio regresa a su lugar entre un suspiro y el siguiente, y hay una pausa tensa
entre todos los ocupantes de la celda. Cthorn es el primero en levantarse, y da un
paso hacia la figura inconsciente de Kloo-ee.
‒No ‒le advierto en tono amenazante.
Él se congela dónde está y se agacha, observándome.
Todos me observan.
Miro a los guardias, pero ellos están ocupados mirando a Noku marcharse. Me
acerco a Kloo-ee y la volteo. Tiene marcas del bastón en el rostro y el cuello. Tiene el
rostro hinchado por la paliza, y puedo ver moretones adicionales a través del
material ligero de su uniforme.
La molió a golpes.
La rabia me hace arder la cabeza. Haré que Noku pague por esto. Lo desollaré
vivo y le haré tragar su piel de kef. Tratar así a una hembra es imperdonable. Tratar
así a mi hembra se merece una muerte lenta y dolorosa.
La tomo en brazos cuidadosamente y la acuno contra mi pecho. Mientras lo
hago, miro por encima de mi hombro.
–Es mía. Nadie la tocará, solo yo. Arrancaré de un mordisco cualquier mano que
intente tocarla. ¿Entendido?
Silencio.
‒¿No vas a compartir? ‒se queja alguien en la parte de atrás.
‒Los messahka no comparten ‒dice Dremmigan con un resoplido divertido. –Usa
la mano ‒me mira con curiosidad, pero no dice nada.
Mejor que me crean avaro. Es preferible a que crean que me importa esta
hembra. Noku la lanzó aquí para que la hiciéramos pedazos. Claramente la odia, y
sospecho que ella lo rechazó. Si ese es el caso, voy a tener que aparentar que la uso
con violencia para satisfacer su necesidad de venganza.
Pero primero mi hembra tiene que despertar para poder curar sus heridas y
dejarle claro que está a salvo conmigo.
Me retiro a una de las esquinas traseras de la celda, de espaldas al vidrio.
Debería desnudarla para ver qué tan graves son sus heridas, pero sé que se asustará
si despierta desnuda conmigo. Aunque quizás su miedo lo haga más convincente.
Pero no puedo hacerlo. No puedo hacerle daño a mi hembra. Y soy lo
suficientemente fuerte para protegerla de los otros en la celda, así que eso no
importa. Ellos no me preocupan. Me preocupa que los guardias me la quiten.
Mientras la tenga entre mis brazos, puedo protegerla.
Si está con Noku, no puedo ayudarla.
Acaricio su rostro amoratado, su delicada boca, sus largas pestañas. Es la cosa
más hermosa que he visto, incluso ahora. Su cabello se siente sedoso contra mi piel y
es curiosamente suave por todas partes, sin nada de armadura natural. Muy suave,
mi hembra. Eso solo me hace querer protegerla más. Recorro con suavidad la curva
de su oreja, mirando con desagrado el bulboso traductor plateado que alguien le
pego descuidadamente. Quién sea que lo hizo fue demasiado tacaño para ponerle el
chip que usan la mayoría de las razas que viajan por el espacio. Fueron esclavistas,
supongo. En lo que salgamos de aquí, lo repararé. Ella merece algo mejor que esa
cosa horrible guindándole de la cabeza.
Ella merece algo mucho mejor que todo esto.
‒¿Qué harás con ella, Jutari? ‒me pregunta Ast, estremeciéndose. Tiene los ojos
fijos en mi hembra, y se lleva la mano a la entrepierna.
‒Lo que me dé la gana ‒le gruño. –Y más te vale que no te masturbes pensando
en ella.
Se detiene, alzando ambas manos al aire.
–No. Jamás lo haría.
‒Lo mismo va para todos ‒digo, fulminando con la mirada al resto. –Nadie la
toca. Si le llega a caer una sola gota de semen que no sea el mío, le arrancaré el pene
al culpable y se lo haré tragar.
Alguien ahoga un quejido. Otro se aparta. Bien. Saben que puedo cumplir mis
amenazas. He matado al menos tres hombres desde mi llegada a Haven. Fácilmente
puedo matar unos más.
Solo tienen que mirar mal a mi hembra, y los mataré.
Capítulo 4
Chloe
Todo me duele.
Dejo escapar un quejido bajo al sentir el dolor latiente. Los recuerdos llegan al
mismo tiempo que el dolor: Noku, golpeándome una y otra vez con su bastón
eléctrico. Pateándome cuando colapso en el elevador. Gritándome porque no le abro
las piernas voluntariamente.
Y entonces, nada.
Hay un peso cálido junto a mí, y el aliento de alguien me acaricia el cuello. Me
congelo, temiendo abrir los ojos. ¿Quién es? ¿Irita? ¿Noku? ¿Algo peor? ¿Qué me
pasó mientras estuve inconsciente? Hago un catálogo mental de mis heridas; todo
duele, pero no siento dolor en mi vagina, así que no creo que me hayan violado.
Eso espero.
‒Puedo sentir que despiertas ‒murmura una voz baja en mi oído. –No te
levantes todavía o tendremos que montar un espectáculo.
¿Un espectáculo? Quizás mi cerebro está revuelto por la golpiza, pero no sé
quién es o de qué habla. Me humedezco los labios, pero me duele. Están hinchados y
uno me arde.
–Eh… ¿quién eres?
‒Sav Jutari Bakhtavis ‒responde la voz. –Pero puedes llamarme Jutari.
Jutari. El enorme tipo azul. Abro los ojos de golpe y puedo ver por el rabillo del
ojo algo de piel azul, y siento un brazo rodeándome el torso.
¿Qué… qué hago aquí, con él?
–No… no lo entiendo ‒admito luego de un momento. ‒¿Cómo llegué aquí?
‒Noku te tiró acá. Dijo que te usáramos.
Tiemblo al escuchar eso, recordando la ira de Noku, su peste metálica, los
dolorosos golpes del bastón. ¿Me… me lanzó con los prisioneros de máxima
seguridad? ¿Solo porque no me acosté con él?
¿Dijo que me usaran?
Puedes aceptar que te folle por las buenas, o esperar a que una docena lo haga
por las malas.
Quiere que me maten. Me siento tan asustada que podría desmayarme.
Jutari siente mi terror.
–No te haré daño, pero tengo que fingir que te poseo delante de los otros. Solo
sígueme la corriente, ¿sí? Y si tienes que llorar, llora. Lo hará más creíble.
‒Vaya, gracias.
Me sorprendo un poco cuando agarra el cuello de mi uniforme y lo desgarra
para descubrir mis pechos. Ahogo un grito y trato de detenerlo, pero él aparta mis
manos. ¿Qué mierdas pasa? Empiezo a caer en pánico.
Él gruñe en voz alta y esconde el rostro en mi cuello.
–Lo siento ‒susurra lo más bajo posible. –Tengo que hacer que se vea real.
Ódiame luego, si quieres.
¿Esto es parte de su plan? ¡Detesto este plan! Vuelvo a gritar cuando destroza
mi uniforme hasta la entrepierna. No puedo evitar el sollozo que se me sale de la
garganta. Cuando dijo que tenía que hacerlo ver real, no me imaginaba esto.
‒¿Qué haces, Jutari? ‒pregunta una voz a un costado.
El enorme macho azul que me cubre con su cuerpo gruñe, sus cuernos brillando
como armas letales al voltearse. –Apártate, Ast.
‒Entiendo ‒el otro macho se aparta, y cuando lo hace puedo escuchar más
murmullos. Todos nos miran.
Dios. Es una pesadilla. Quiero cerrar los ojos, pero no me atrevo. Solo miro
aterrada al macho sobre mí.
Jutari me mira a los ojos mientras se desabrocha el uniforme. Hay una pequeña
conmoción, y él vuelve a gruñir, enseñando sus filosos colmillos. Voltea, mirando por
encima de su hombro.
‒¿Acaso dije que alguien podía mirar?
Hay un sutil tono de amenaza en su voz que me hace estremecer. Los demás en
la celda se retuercen un poco y entonces, silencio. Jutari suelta un gruñido
aprobatorio y acomoda sus caderas sobre las mías.
Siento el calor de su piel contra mí y caigo en cuenta de que está desnudo.
Cristo. Y hay algo duro presionándose contra mi vagina que no es… anatomía
humana. Chillo de terror y le golpeo un hombro, pero él vuelve a apartar mi mano
como si no fuera nada.
–Lucha si quieres ‒me dice en voz alta. –Solo me excita más.
‒Te odio por hacerme esto ‒le digo.
Él gruñe y agarra mis piernas desnudas, rodeándose la cintura con ellas. Mi
uniforme está completamente desgarrado ahora, dejándome desnuda bajo él. Pero
su cuerpo está estratégicamente colocado sobre mí, y cuando se acomoda entre mis
piernas, quedo prácticamente cubierta por una enorme capa de musculo azul.
Un segundo más tarde, él vuelve a gruñir y sus caderas se frotan contra las mías.
Ahogo un grito, asustada. Sentí su miembro apretarse contra mi muslo, pero no
me está penetrando. Aterrada, espero que se acomode, ajustándose para poder
penetrarme profundamente y violarme. Si se arregla, y la próxima vez que se frota
contra mí lo único que siento es la tela de su pantalón.
Está… evitando deliberadamente penetrarme. Como dijo, es solo un espectáculo
para los demás en la celda.
Ahogo otro sollozo, esta vez de alivio.
‒Llora todo lo que quieras ‒me dice, y vuelve a frotarse contra mí. Me azota con
sus caderas, lo suficientemente fuerte como para que se me estremezcan las piernas
y se bamboleen mis senos. Nuestros cuerpos hacen unos ruidosos chasquidos al
encontrarse, y hace mucho silencio en la celda. Estoy mortificada y horrorizada de
que haya llegado a esto.
Sobre mí, Jutari deja escapar otro largo gruñido, apretándose con fuerza contra
mis caderas como estuviese acabando adentro. Siento como se colorean mis mejillas
cuando colapsa sobre mí, aferrándose a mis piernas como si estuviese determinado a
mantenerme enrollada alrededor de él.
‒Lo siento ‒susurra contra mi cuello. –Tengo que fingir que te poseo o si no todo
los que están aquí querrán un pedazo de ti.
‒Entiendo ‒le susurro. Trato de empujarle los hombros, para hacerlo ver más
creíble.
Él me palmea el muslo.
–Compórtate, o solo conseguirás un segundo round.
Chillo alarmada y alguien se ríe en la distancia, lo que me horroriza todavía más.
No hay privacidad aquí. Me encerraron junto a un montón de asesinos y violadores;
lo peor de lo peor, y todos esperarán tener un turno conmigo a menos que Jutari
pueda salvarme. Empiezo a caer en pánico.
Él agarra un mechón de mi cabello, echándome la cabeza para atrás.
–Cálmate ‒habla con calma, pero su tono no es tan bajo como antes, y me
pregunto si este es el verdadero Jutari o el violador que pretende ser. Supongo que
no importa. Tener un ataque de pánico en esta celda no me ayudará. Trago saliva y
asiento.
‒Me perteneces ‒me dice en el mismo tono, todavía agarrándome el cabello de
manera que estoy obligada a mirarlo a los ojos. –Si miras a otro macho en esta celda,
le arrancaré el pene. Si alguno te toca, solo tienes que decirme y lo tendré muerto en
menos de una hora. Le perteneces a Jutari y solamente a Jutari. Tu coño es mío.
¿Entendido?
Qué barbárico. Asiento.
‒Dilo ‒me exige.
‒Le pertenezco a Jutari y solamente a Jutari.
‒¿Y?
‒Y mi coño es tuyo ‒lo miro con una mezcla de asombro y terror.
‒Bien ‒él bosteza y me palmea un seno. Me sorprendo al sentir mi pezón
endurecerse bajo su mano. Cristo, ¿acaso eso que siento es excitación, a pesar de
todo? Eso es retorcido…
Pero… no puedo negar que está allí. Debe ser la adrenalina. Ciertamente no es
porque una docena de cachondos violadores en potencia me miran, esperando tener
una oportunidad. Ugh.
Las cosas en la celda se aquietan. Jutari no parece tener prisa de quitárseme de
encima, y luego de unos minutos empieza a acariciar mi muslo desnudo. Me mira con
una posesiva calma que hace que mi estómago se haga nudos, y ocasionalmente se
endereza para gruñirle a los demás en caso de que estén mirando. Está dejando claro
que no permitirá que nadie sienta placer a costa mía.
Es algo dulce… pero espero que pueda cumplir sus amenazas. ¿Y si todos se
rebelan a la vez? Me violaran en grupo.
Alguien más debe estar pensando en lo mismo, porque una mano sacude el
enorme hombro de Jutari.
–Comparte ese coñito, amigo. Detestaríamos tener que quitártelo.
Jutari vuelve a gruñir amenazante.
‒¿No dije que es mía? ¿No lo he dejado claro desde que llegó?
¿De veras? Me sorprende escucharlo, pero me recuerda que Irita me comentó
que él buscaba información sobre mí. Eso llegó a oídos de Noku y es por eso que
estaba enfurecido conmigo. Como si yo hubiese pedido algo de esto. No debería
sentirme feliz de escucharlo, pero no puedo evitar sentir un ligero placer al
enterarme que Jutari me marcó como suya desde el momento en que me vio.
Creo que tengo síndrome de Estocolmo.
‒Solo creo que deberías compartir, es todo ‒dice el alienígena verde. Su voz es
profunda y aterradora, y su piel está cubierta de verrugas como un sapo. Me mira
con pavorosos ojos ávidos, y se relame con su larga lengua negra. –A todos nos
gustaría probar.
Jutari se levanta, lanzándome su uniforme.
–Cúbrete. Ese coño es solo mío, ¿entendido?
Solo asiento, agarrando la ropa y tapándome.
Él se yergue por completo, tronándose el cuello. Da lentamente un paso hacia
adelante.
El alienígena verde se echa para atrás, vacilante. Mira a su alrededor, pero
ninguno de los otros se levanta a apoyarlo.
–Jutari ‒empieza, delicadamente. ‒Solo queremos jugar con ella un rati…
Un puñetazo lo hace tragarse el resto de su frase, tan rápido que no lo puedo
seguir. Ahogo un grito. Jutari taclea al tipo verde contra una de la paredes y le muele
el rostro a puñetazos. El tipo verde trata de quitárselo de encima, y una de sus
manazas se estrella contra el pecho de Jutari. Se escucha un ruidoso chasquido, y el
tipo verde chilla de dolor, agarrándose la mano obviamente fracturada. Eso no
detiene a Jutari. El enorme demonio azul vuelve a atraparlo contra la pared y
descarga sus puños contra su cabeza una, y otra, y otra vez, es un espectáculo de
brutalidad salvaje. Estoy completamente en shock. ¿Cómo puede ser tan gentil
conmigo y tan despiadado con los demás?
El tipo verde se desploma en el suelo, y aun así Jutari no se detiene. La sangre
vuela por todas partes, cayendo sobre su piel azul, pero eso no parece calmarlo.
Estoy tan fascinada por la pelea que no noto a otro alienígena aproximándoseme
lentamente. Un tentáculo me roza el hombro de camino a mis pechos, y suelto un
alarido de horror, apartándolo a manotazos cuando intenta hacerme caer de rodillas.
Me ataca mientras Jutari está distraído.
Una exclamación de ira resuena en la celda, y el alienígena es apartado de un
empujón. Veo como Jutari lo agarra por el tentáculo; que le sale de la cara, y lo lanza
al otro lado de la habitación. El tentáculo se rompe soltando un chorro de baba, y la
criatura colapsa en el suelo, agarrándose el rostro.
Jutari ni siquiera está sudando. Está manchado de sangre, pero ninguna es suya.
Se limpia la mejilla con el dorso de la mano, mirando la mancha con frialdad antes de
voltearse a ver a los demás. Está completamente desnudo, su cola yendo de un lado
para otro como la de un gato molesto, sobre un firme trasero azul.
‒¿Alguien más quiere pelear? ‒silencio. ‒¿Alguien más cree que debería
compartir?
Silencio absoluto. Nadie lo mira; y tampoco a mí.
Jutari gruñe, complacido. Se vuelve a voltear hacia mí y obtengo una mirada
frontal completa de todo su equipamiento. Su enorme pecho musculoso está
cubierto de placas, lo que no había notado cuando lo tuve, eh, encima. Sus brazos
parecen estar cubiertos de las mismas placas naturales, y puedo ver otras parecidas
en sus muslos y en su frente. Creí que serían simplemente formas callosas, pero a
juzgar por el crujido de la mano del tipo verde, son alguna clase de armadura natural.
También está fantásticamente en forma; no hay ni una onza de grasa en su cuerpo, y
sus muslos son enormes y definidos. Sus abdominales están tan definidos que
podrías verlos incluso en la oscuridad. Pero lo más sorprendente es lo que cuelga
entre sus piernas.
Quizás sea porque soy una humana, pero jamás esperé que un pene alienígena
se viera tan… distinto. Jutari es un tipo grande, de por lo menos tres metros, sin
contar los cuernos y su enorme pene va a juego. No está circuncidado, pero no es
eso lo que me mantiene mirándolo. Tampoco es su impresionante grosor.
Tiene formaciones como las de su frente y brazos por todo el pene, pero algo me
dice que esas se sienten distintas al tacto, y me estremezco de solo verlas.
Pero eso no es lo más raro de todo. Tiene una dura protuberancia, como del
tamaño de un pulgar en la parte superior de la base del pene. Jamás había visto algo
así, y no tengo ni idea de para qué sirve. No puedo dejar de mirarlo.
Jutari pretende no notar como lo miro y se arrodilla a mi lado, empujándome
gentilmente hacia el suelo.
–Abre las piernas ‒me ordena.
Ahogo un suspiro, apretando el uniforme contra mí al acostarme. Jutari vuelve a
“montarme”, y esta vez noto que tiene la piel suave como el terciopelo y comienza a
simular sexo, rodeando su cintura con mis piernas otra vez.
Esta vez, cuando termina, nadie se acerca a pedir turno.
***
Jutari
***
Jutari
***
A mitad de la noche, escucho voces fuera de la celda.
‒¿Qué hace una hembra en máxima seguridad con los demás prisioneros?
Hay un siseo que me pone los pelos de punta. Conozco ese sonido.
–Esa hembra es una prisionera con mal comportamiento, de un planeta
primitivo. Solo responde a la violencia. Está siendo castigada en este momento.
Me fuerzo a enderezarme, contemplando desde mi esquina mientras Noku y
otro oficial uniformado se detienen frente al vidrio. Noto con interés que Noku se ve
distinto. Sus escamas están pulidas y el uniforme que lleva parece nuevo, no como el
que usa normalmente. El muy bastardo seguramente no se esfuerza en nada
normalmente. El otro tipo; un szzt, mira con desdén a sus alrededores, obviamente
no muy complacido. Le cuelgan grandes medallas del uniforme, y está firme mientras
anota en un datapad sus observaciones.
‒¿Y qué es exactamente esa cosa? ‒pregunta el comandante, señalando a Chloe.
–Es horrenda.
‒Humana. Una raza asquerosa ‒dice Noku. –Es una prisionera política y ha sido
enviada aquí para que nos encarguemos discretamente de ella.
El szzt hace una mueca desagradable.
‒¿Y solo responden a la violencia?
‒Es correcto ‒le asegura Noku. –Cómo puede ver, se ha integrado
perfectamente con sus compañeros de máxima. Cuando haya sido suficiente el
castigo, será regresada a las barracas femeninas ‒le da la espalda a la celda y sigue
por el pasillo. –Por aquí tenemos a nuestro caudillo Angariano.
Pero el comandante se queda atrás, aun estudiando a Chloe con el ceño
fruncido.
Le rodeo las caderas con la mano, tratando de verme lo más amenazante
posible. Es mía.
‒¿Le molesta algo, Comandante? ‒pregunta Noku, en el tono más solicito que le
he escuchado usar. ‒¿Desea que la saque de allí?
Enseño los dientes. Si tratan de quitármela.
‒No, no es eso ‒el comandante mira de soslayo a Noku. –Estoy al corriente que
las hembras en esta prisión intercambian favores sexuales por comodidades con los
guardias. Es un mal necesario que elijo pasar por alto para mantener a todos
contentos. Pero… esta cosa. Esta humana. Puede tener enfermedades.
‒Podría ‒concuerda Noku. Enfoca su mirada penetrante en mí en lugar de Chloe,
aunque solo puedo imaginarme lo mucho que quiere mirarla. Es demasiado
codicioso, ese oficial ssethri. Querrá tenerla de vuelta.
‒¿No la han tocado, verdad? ¿Los demás guardias? ‒la expresión en su rostro
indica que eso claramente le desagradaría.
‒Por supuesto que no. Como dice, podría traer enfermedades ‒Noku suena
ofendido. –Es una criatura realmente desagradable.
Su respuesta me divierte y enfurece a la vez. Si tan solo el Comandante supiera
lo que Noku se propone. Chloe no es ninguna criatura grotesca.
Es mía.
Quizás es porque soy un bastardo rebelde o porque soy el más acérrimo
defensor de Chloe, pero el escuchar a Noku mentir tan alegremente me llena de ira.
Deslizo una mano entre sus muslos, buscando el parche de rulos que cubre su coño.
Acaricio sus labios inferiores con los dedos. Tiene un pequeño bultito allí que rocé
accidentalmente antes y la hizo volverse loca en mis brazos, así que lo tocaré otra
vez a ver si responde igual.
Chloe despierta con un gemido, aferrándose a mí.
‒Maldita sea, ahí van de nuevo ‒se queja alguien en voz alta. –Humana de kef,
anda a dormir.
Continuo acariciando a Chloe mientras sus piernas se abren para mí. Está medio
dormida, apretando su cuerpo contra el mío mientras juego con su coño. Se
humedece de inmediato, y mi pene se erecta al notarlo. Miro al vidrio, lleno de
satisfacción al ver que Noku me mira tocar a su hembra.
Que escucha sus gemidos de placer.
El oficial le habla a Noku, pero dudo que esté escuchando algo. Mira fijamente a
Chloe mientras ella se estremece bajo mis caricias.
‒¡Jutari! ‒gime ella, aferrándose a mi cuello. ‒¿Qué… ?
‒Di que eres mía, Chloe ‒le digo mientras sigo acariciando ese capullo de
nervios. Y le sonrío con suficiencia a Noku. Déjalo que me mire complacer a su
hembra. Que mire como se aferra a mí y me demanda que la posea, cuando se negó
a tocarlo a él.
Que sepa que Sav Jutari Bakhtavis tomó lo que él codiciaba.
Capítulo 6
Jutari
***
Chloe
***
***
Me arrastro por las colinas. Es bueno que estemos cubiertos del grueso polvo
rojo de los campos; nos camufla de las inevitables patrullas que deben estar saliendo
a buscarnos. Estoy exhausto y me duele todo el cuerpo, pero continuo adelante, mi
paso tan apresurado como puedo con los dos pesos muertos que arrastro. Necesito
una cueva para detenerme y que mi frágil Chloe pueda descansar. Cuando caiga la
noche podemos seguir viajando a un mejor lugar para contactar a Kivian. De
momento, mi prioridad es alejarnos.
Los riscos cerca de la prisión son rocosos y prometedores, pero están muy cerca.
Sin importar que haya una cueva allí, nos encontrarán de inmediato. Lo más seguro
es seguir moviéndonos.
Luego de un rato, Dremmigan suelta un gruñido. Suelto el cuello de su uniforme,
ofreciéndole una mano para que se levante.
–No me dejaste ‒gruñe temblorosamente. –Estoy sorprendido.
‒Teníamos un trato ‒le dijo. Le ofrezco el saco como una muestra de confianza,
aunque no confíe en lo absoluto en él y él lo toma, echándoselo a los hombros.
‒Eso dolió más de lo que esperaba ‒admite él, rotando un hombro y dando un
tambaleante paso adelante. ‒¿Tu hembra lo soportó?
‒Sí, pero sigue inconsciente ‒la acomodo mejor, escondiendo su rostro contra
mi cuello. –Es más pequeña que nosotros. Puede que le lleve un rato despertar ‒no
quiero ni considerar que no despierte.
Dremmigan asiente lentamente.
–Puedo caminar, ¿a dónde vamos?
‒Buscamos refugio. Cualquiera servirá ‒señalo un risco distante, cerca de una de
las chimeneas siempre en funcionamiento. –Pensé que podríamos ir hacia allá hasta
que caiga la noche. Será más fácil movernos en la oscuridad.
Él asiente y se frota el antebrazo.
‒¿Y los rastreadores?
‒Los saqué.
‒Me alegra que se te ocurriera.
Entonces no queda más que decir. Nos miramos largamente, pensativos.
Pensamos lo mismo; calculamos por cuánto tiempo más podemos confiar en el otro.
No he llegado tan lejos para dejar que Dremmigan lo arruine todo.
Yo todavía tengo el cuchillo.
Así que volteo hacia el risco distante y continuo caminado.
***
Chloe.
Estoy viva.
Es lo primero que pienso al despertar. Oh, claro, todo me duele y me siento
como un enorme pedazo de pollo frito, pero estoy viva. Me siento lentamente,
sosteniéndome la cabeza mientras trato de ver mis alrededores.
–Mmm… ¿Jutari?
‒Aquí ‒un enorme y familiar cuerpo azul se mueve junto a mí, tapando la poca
luz que entra en la cueva. Por lo menos creo que es una cueva. Está oscuro y se me
dificulta ver. Una mano acaricia mi mejilla y me ponen algo en las manos. –Bébete
esto.
‒¿Dónde estamos? ‒pregunto mientras abro el sello del saquito de agua. Cielos,
sabe mejor de lo que esperaba. Debo haber estado desmayada largo tiempo porque
me trago todo rápidamente y sigo sedienta.
‒Estamos cerca de una de las chimeneas que circulan los químicos a la
atmosfera, tomándonos un respiro. Ahora que es de noche, podemos movernos otra
vez ‒Jutari me acaricia la mejilla otra vez. ‒¿Cómo te sientes?
‒Estoy bien ‒miento. Lo menos que quiero es moverme, pero no tengo otra
opción. Así que lo soportaré. ‒¿Estamos… ? ¿Logramos salir todos?
‒Drem está afuera.
Ah. No estoy segura de como sentirme al respecto. Se siente mal desearle la
muerte, pero no puedo dejar de pensar en la advertencia de Irita. No quiero que
lleguemos tan lejos solo para ser apuñalados por la espalda. Me levanto lentamente,
tomando la mano que él me ofrece para equilibrarme.
‒¿Estás bien? ¿Cómo logramos escapar?
‒El toque del cerco es solo un poco más fuerte que los collares. Jamás me han
afectado como a los demás, por eso los cargué a ti y a Dremmigan a través de la
barrera mientras estaban desmayados.
‒¿Hiciste eso por nosotros? ‒se me hace un nudo de gratitud en la garganta. –
Gracias, Jutari. ¿Estás bien? ‒me preocupo cuando se me acerca. No se ve bien. Se
ve… exhausto. Tiene unas profundas ojeras y sus hombros se ven caídos. Cuando me
abraza, me doy cuenta de que huele a ozono y piel quemada, y le acaricio la espalda
mientras me abraza.
‒Estoy bien.
‒No te ves bien ‒susurro en voz baja, porque no quiero que Drem me oiga.
Él se ríe ligeramente.
–Bien, estoy hecho kef. No he dormido mucho estos últimos días.
‒¿Por qué no?
La boca de Jutari se estremece, y acuna mi mentón en su mano.
–Tenía una dulce hembra a la que proteger de los otros en mi celda.
Oh. No había caído en cuenta. Me siento como una verdadera mierda por no
darme cuenta antes.
‒¿Hiciste eso por mí?
‒Por supuesto ‒responde él, como si fuese lo más natural del mundo. –Estoy
cansado y mataría por una siesta, pero no es una opción en este momento.
Necesitamos alejarnos lo suficiente de aquí. Vinimos a la chimenea a buscar algunas
partes para hacer un faro, pero Kivian no podrá aterrizar aquí. No con toda la niebla
que produce esta cosa. Necesitamos una mejor locación, a preferencia muy lejos de
la prisión.
‒Bien ‒le respondo, no muy convencida, pero si eso es lo que él cree
conveniente, confío en él. Sabe mejor como sobrevivir aquí. ‒¿Quién es Kivian?
‒Un compañero pirata de confianza ‒me acaricia el cabello y luego roza mi
mejilla con los nudillos. –Se sorprenderá que me haya asentado.
‒Nadie está más sorprendida que yo ‒le respondo secamente, pero con humor.
Es cierto: jamás creí encontrar a alguien en una prisión intergaláctica… y estoy
ansiosa de ver cómo será la vida cuando seamos solo Jutari y yo en una situación
normal. Una en la que podamos hablar y reírnos y disfrutar de la compañía del otro
sin preocuparnos de la presencia de los demás. Una en la que podamos aprender del
otro. Una en la que podamos pasar el día en la cama sin alguien más mirando.
Sí, todo eso suena excelente. Suena como una ilusión, pero me da algo a lo que
aferrarme.
Me he resignado al hecho de que jamás regresaré a casa. Jamás volveré a la
Tierra. Está claro que mi planeta está fuera del alcance y es algo desconocido para la
mayoría de los alienígenas que he conocido, y los que se enteran de dónde vengo me
miran con recelo. A menos de que Jutari quiera arriesgarse, no regresaré a mi
sistema solar. No volveré a ver los cielos azules de la Tierra ni a abrazar a mis amigos.
Eso lo he sabido por largo rato.
No me duele tanto ahora que tengo a Jutari. Ya no me siento tan terriblemente
sola. Froto su brazo con entusiasmo, tratando de animarlo.
–Bien, ¿cuál es el plan? ¿Y en que puedo ayudar?
Sus ojos brillan y creo que está complacido.
–El plan es marcharnos ahora que es de noche. Tendremos que cruzar una gran
explanada de terreno rocoso. No será fácil. Te puedo cargar si estás muy cansada.
‒Estoy bien ‒le aseguro, revisando mi respirador. Estoy cansada, sedienta y
hambrienta, pero imagino que él también lo está. No tiene sentido quejarse, y no
quiero hacerlo sentir que debe cargarme. Quiero ayudar. ‒¿Qué hay de las
provisiones? Dijiste que necesitábamos construir un faro, ¿tenemos todo lo
necesario? ¿Deberíamos agarrar repuestos ya que estamos aquí?
Jutari asiente.
–Buena idea. Agarraremos algunos cables y tarjetas madre extra antes de
marcharnos.
‒Ya era hora ‒dice Drem desde la entrada. Su voz es tan monocorde como
siempre, pero hay algo que me hace estremecerme. No me gusta. No confío en él.
Algo en él me pone los nervios de punta, más que este escape de prisión.
***
Jutari