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“Bajo los principios homeopáticos cualquier potencia puede ser requerida en cada caso. Es
tan ilógico esperar a curar todos los casos con dos o tres potencias, así como se esperaría
curar todos los casos con dos o tres remedios. En uno u otro caso, aquellos que siguen tal
curso están gobernados más por el amor a la comodidad y sus prejuicios, que por su deseo
de eficiencia. La elección de la dosis es tanto una parte integrante del proceso de hacer una
prescripción homeopática como el de seleccionar el remedio y frecuentemente igual de
importante. Un remedio bien seleccionado puede fallar totalmente, o incluso hacer daño,
debido a una dosis equivocada. Tanto la dosis como el remedio deben ser ajustadas a las
necesidades del paciente” (Close, Roberts, Wright, & Blackie, 1986, pág. 90).
Las potencias se dividen en bajas, medias y altas. “Se consideran bajas potencias desde la
Tintura Madre (Q) hasta la 12 C.; las potencias medianas serían la 30 y la 200; dejando
como altas potencias de 1M hacia arriba” (Gunavante, 2001, pág. 203). En la escala
cincuentamilesimal (LM), las bajas son las menores de 0/6, las medias 0/6 y 0/12, y las
altas de la 0/30 hacia arriba. Esta clasificación de las LM se deduce de la siguiente relación
que hace Sánchez Ortega sobre las dos escalas:
“Se ha podido establecer una relación aproximada entre la 0/6 y 200 a 1000 C.; 0/30 y la
1000 a 10M C.; 0/60 y la 10M y 25M C.; 0/90 y la 25M y 50M C.; 0/180 y la 50M y 100M
C.; 0/360 y la 100M y 1MM C.; dependiendo siempre de la susceptibilidad del individuo”
(Alcover, 1985, pág. 16).
“Cuando más intenso es el síntoma, más alta la potencia. Cuando más considerables sean
las lesiones, menos alta la potencia. Cuando más álgido sea el padecimiento, más frecuente
la administración del remedio. Cuanto más crónico y lentas las reacciones, más el tiempo
de espera de la acción del remedio. Cuando más profunda la patología, menos alta la
potencia inicial; y cuando más crónica sean las perturbaciones, más alta debe ser la dosis.
Pero estas reglas prácticamente se olvidan o se deben olvidar ante la idiosincrasia de cada
enfermo, todo dependerá de la percepción” (Sánchez, 2003, pág. 226).
Esa idiosincrasia o manera especial de reaccionar de cada individuo, lo es para todas las
cosas, “pero muy especialmente debemos percibirla en lo que se refiere a la forma de
reaccionar a los medicamentos. Hay pacientes que informarán luego, que ellos son muy
sensibles a tales o cuales fármacos, o bien, a los medicamentos homeopáticos” (Sánchez,
2003, pág. 226). También se puede percibir en su forma de ser: si es sensible a toda
emoción, si se ofende fácilmente, si tiende a ser irascible o es pasional; “en fin, esa
susceptibilidad del carácter nos servirá un tanto para elegir la dosis” (Sánchez, 2003, pág.
227). Stuar Close añade:
“Las personas que están acostumbradas a trabajos largos y severos fuera de casa, que
duermen poco y cuya comida es ordinaria, son menos susceptibles. Las personas expuestas
a la continua influencia de drogas, tales como trabajadores y distribuidores de tabaco,
destiladores y elaboradores de cerveza, así como todos los relacionados con la industria del
licor y el tabaco, boticarios, perfumeros, trabajadores químicos, etcétera, frecuentemente
poseen poca susceptibilidad a las medicinas… Los idiotas, imbéciles y los sordos y mudos,
tienen como regla un bajo grado de susceptibilidad” (Close, Roberts, Wright, & Blackie,
1986, pág. 99).
Cuando los pacientes son habitualmente intoxicados por una substancia cruda, como regla
general no se aconseja darla en potencia muy baja, sino que es mejor dar un antídoto en
potencia alta.
En general, las enfermedades agudas responden bien a las potencias altas, específicamente
de remedios agudos. Cuando están indicadas las potencias altas de medicamentos crónicos
y de acción profunda en condiciones agudas, estas pueden ser peligrosas.
En los pacientes débiles, la fuerza vital puede fácilmente ser abrumada. El mayor peligro
aquí es la repetición. Los pacientes robustos, cuando se enferman en forma aguda,
soportarán la repetición de las potencias altas hasta que se inicie la reacción favorable,
aunque el ideal es la dosis única. Los niños aceptan las potencias altas particularmente bien
y, en general, los ancianos requieren potencias medianas, excepto para la eutanasia.
Debe tenerse mucho cuidado en la selección de las potencias de ciertos remedios de acción
muy profunda en casos crónicos serios. Por ejemplo, Kali Carbonicum en la gota;
Sulphur, Silicea, Tuberculinum o Phosphorus en la Tuberculosis; Psorinum en el asma; y
Arsenicum y Lachesis en muchas condiciones.
En casos crónicos incurables, a menos que la vitalidad sea muy buena y la patología aún no
demasiado extrema, las potencias bajas o medianas son adecuadas, y usualmente el
simillimum de acción profunda debe evitarse y dar un paliativo” (Close, Roberts, Wright, &
Blackie, 1986, págs. 83-89).
Para determinar cuál escala de preparación del medicamento dar, ya sea centesimal o
cincuentamilesimal (LM), son útiles las conclusiones después de muchos años de
experiencia que aporta Sánchez Ortega en la aplicación de la cincuentamilesimal, como:
1. Las cincuentamilésimales producen efectos más fugaces aunque igual de profundos que
las centesimales, según equivalencias.
3. Convienen a pacientes con mayor sensibilidad a estas potencias, que no responden a las
centesimales o son demasiado sensibles a su acción. (Alcover, 1985, págs. 16-17)
Referencias
Close, S., Roberts, H., Wright, E., & Blackie, M. (1986). La Clínica Homeopática. México
D. F.: Offsali-G.