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Fuente: Leask, Nigel. 1992. “Chapter 3. ‘Murdering One’s Double’; Thomas De Quincey and S. T.
Coleridge. Autobiography, Opium, and Empire in ‘Confessions of an English Opium-Eater’ and
‘Biographia Literaria’”. En British Romantic Writers and the East: Anxieties of Empire, 1a edición en
rústica, 170–228. Cambridge Studies in Romanticism. Cambridge: Cambridge University Press.
El resumen ha sido elaborado, colectivamente, como material didáctico, en el marco del seminario
“Droga, crimen y medios: la ‘literatura’ del ‘English Opium-Eater’ en el siglo diecinueve” (2019).
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INTRODUCCIÓN (JL)
Leask parte de subrayar el hecho de que Confessions haya sido poco trabajado en la bibliografía
reciente a pesar de la posición crítica respecto del idealismo romántico que presenta esa obra, la cual
coincide con la agenda deconstructiva de los estudios sobre romanticismo inglés en ese momento
(1993). Sugiere que esa desatención tal vez se deba a la relación del texto con la droga. Si bien la
cultura de la droga en los sesenta llevó a revalorizar el estudio de la relación entre droga y literatura,
eso se habría reflejado sólo débilmente en los estudios románticos. A su vez, la renovación del interés
en el tema de la droga se apoyaba en una serie de estereotipos marcados.
Ante este estado de cosas, el propósito de su capítulo es revisar Confessions como texto inaugural de
la literatura drogada. La hipótesis central es que De Quincey representó “los placeres y dolores del
opio sobre su sistema nervioso sensorial como una metáfora [...] de los efectos de la fase imperialista
del desarrollo del capitalismo sobre el cuerpo político”.
El capítulo está estructurado en 12 partes, sin contar la “Introducción”. En las primeras Leask repone
información sobre las teorías y discusiones médicas que cabe ligar con Confessions y elabora una
perspectiva sobre la relación que la obra guarda con Coleridge, centralmente con Biographia Literaria,
introduciendo análisis puntuales del texto en ese marco. En la segunda parte del capítulo, trabaja
estratégicamente con pasajes de “The Pleasures of Opium” y “The Pains of Opium” para elaborar la
lectura a partir de su hipótesis sobre el lazo alteración narcótica del sistema nervioso individual y el
cuerpo político del imperio británico.
Leask sostiene que el verdadero protagonista de Confessions es el opio. Si bien el título del texto
parece evocar a las confesiones de San Agustín o de Rousseau, se trata de un texto “impersonal,
sobrenatural y farmacéutico”.
La primera edición de Confessions habría tenido el objetivo domesticar el láudano exótico, vinculado
con el orientalismo inglés, para hacer posible la figura del English opium-eater. Sin embargo, en su
versión ampliada de 1856, Confessions serás rellenada por un extenso material autobiográfico y el
verdadero protagonista del relato será corrido del centro para darle lugar al autor y a su vida personal.
Entre la primera edición y su versión final, los lectores contemporáneos tendieron a leer Confessions
como un texto médico que exponía los perjuicios y efectos terapéuticos del opio. Este hecho trajo
múltiples debates en el mundo médico, doctores y cirujanos opinaron, escribieron y criticaron
Confessions no sólo a nivel técnico sino también literario. Algunas personas experimentaron con el
opio por influencia de la obra. Por este motivo fue tildada de “mala influencia”, hecho que llevó al autor
a prometer un redención en el texto donde enfatizaría más los trastornos que acarrea el consumo de
láudano. De Quincey nunca llevó a cabo esta tarea, reforzando así la idea positiva del consumo de
opio.
Por último, se menciona una polémica que tenía como principal referente a Thomas Trotter y su obra
An Essay on Drunkenness (1804), el primer texto médico que refiere a la intoxicación por alcohol y
drogas como una patología y que cuestiona su uso médico. Trotter sostenía que la adicción a las
drogas era indestructible, opinión que De Quincey niega efusivamente en Confessions, así como
también que el opio fuera tan nocivo como la ingesta de alcohol. Sin embargo, De Quincey parece
haber creído la teoría de Trotter de que este tipo de adicciones eran capaces de provocar la combustión
espontánea del cuerpo.
JOHN BROWN Y EL DEBA TE ACERCA DEL USO TE RAPÉUTICO DEL OPIO (SH)
En este apartado, Leask desarrolla la relación de Coleridge y De Quincey con el opio, cómo plasman
sus experiencias con esta droga en sus respectivas biografías y cómo De Quincey evalúa la memoria
de Coleridge. En un primer momento, Leask explica que Coleridge tuvo la intención de “ahorrarles a
los jóvenes el mal camino” y proclamó que su sistema filosófico y moral estaba basado en la voluntad;
su estética, en la imaginación; y su sistema político, en principios fijos.
Sin embargo, siguiendo a Henry Crabb Robinson, se explica que Biographia Literaria fue recibida como
una “exculpación” y como una muestra de “egotismo enfermo” que no cumplía las pretensiones de
Coleridge. También se retoman las críticas de John Wilson, amigo de De Quincey, en Blackwood’s
Magazine, en la que denunció que la biografía no cumplía con las aspiraciones del poeta, y sostenía
que en lugar de componer sus memorias, debería haber hecho una generalización de sus experiencias
para generar una reflexión filosófica.
De Quincey construyó en Confessions una posición distinta a la de Coleridge. No niega ni mitiga su
excesivo consumo de opio y además le reconoce su carácter hedónico, contrario a Coleridge, que
critica esta postura y se distancia de “la clase de comedores de opio”. Niega categóricamente el relato
patológico del genio, y sostiene que los verdaderos hombres de genio se caracterizan por la "cordura
de la mente".
En este apartado, el autor establece la relación entre Confessions y Biographia Literaria. Si bien el
texto de Coleridge no se discute dentro de la obra de De Quincey, Leask señala que su composición
estructural y su desarrollo temático tienen una relación parasitaria con Biographia, desde la narrativa
autobiográfica del principio de Confessions hasta las imágenes fragmentadas de los sueños que
concluyen la obra y se proponen como el objetivo de ella.
Leask considera la afirmación de la admiración que De Quincey tiene por Coleridge pero postula un
dimensión polémica para esta relación. El parasitismo de De Quincey se sostiene sobre el constante
desafío a su “maestro” y a su “obra”. Si De Quincey advierte el “plagio” de Coleridge a Schelling y
critica el contenido de Biographia, Leask se apoya en la afirmación de John Beer de que la obra de
De Quincey es una “lenta recreación de la carrera” de Coleridge para sugerir la idea de un “paradójico
plagio del plagiador”.
Leask establece otros puntos de relación para describir la relación “parasitaria”: las diferencias en la
representación de la autoridad, el tipo de relaciones sociales que los dos autores proponen y su
vinculación con la adicción al opio- especialmente para sugerir la patologización de los juicios de De
Quincey y la sugerencia de una posible infección venérea.
En el caso de la representación de la autoridad institucional, para Leask, si Coleridge presenta una
figura del tutor positivamente para su formación, como una figura de autoridad “antiautoritaria”, De
Quincey por el contrario reniega de los tutores incompetentes o negligentes que descuidaron su salud
y su formación a tal punto de hacerlos responsables de su propio desorden nervioso y de su
enfermedad.
Leask concluye este apartado señalando que el objetivo principal de los relatos autobiográficos de la
calle Oxford y de Anne durante los primeros años en Londres es proveer un “repertorio de imágenes”
para los sueños posteriores y, en ese sentido, demostrar una “continuidad” sostenida por las narrativas
parasitarias de la adicción y del desarrollo de una posible sífilis. Ese “principio” organizador de su vida,
según Leask, choca nuevamente con modelos románticos como el de Wordsworth.
Falta
En este apartado, el autor toma la escena con el prestamista en Confessions para explorar el
alineamiento político de De Quincey con respecto a los valores aristocráticos, los principios morales y
el comercio y el flujo de capital. A pesar de sus declaraciones, De Quincey será crítico del
conservadurismo Tory que representan Wordsworth y Coleridge, que defendían una perspectiva
trascendental y aristocrática, desdeñosa del nacionalismo popular y el liberalismo de mercado. De
Quincey, además, demuestra un interés por la economía política, y articula una metáfora organicista
en relación con los flujos de capital que funcionarían en el cuerpo de la sociedad como el flujo de
simpatías en una red nerviosa. De Quincey celebra el coche-correo, los trenes y el telégrafo; puesto
que extienden esta red de intercambios que favorece la buena salud del cuerpo político nacional.
En el artículo “Oráculos Paganos” (3/1842), De Quincey especula acerca de cómo los templos de la
antigua Grecia, construidos como fortalezas, se habrían lentamente transmutado en bancos, que
acumulaban el excedente, daban créditos y tendrían así el rol social de tender puentes y
comunicaciones entre intereses remotos. Este sería el germen que se extendió y que vendría a
reemplazar en la sociedad moderna el sistema aristocrático y sus instituciones ya perimidas.
En su política económica se opone entonces, fundamentalmente, a los “Lake Poets”, quienes
mantenían una postura conservadora y anti-burguesa, y veían el flujo comercial del capital como una
fuerza perturbadora de los valores nacionales, y denunciaban la economía del crédito como inmoral.
Para De Quincey, que se basaba en David Ricardo, la economía política era una ciencia pura, y
orgánica en tanto que entiende el cuerpo social como un todo interconectado.
Leask toma una escena de "The Pleasures of Opium" en Confessions para sostener que la
representación de los trabajadores revela allí una ideología reaccionaria: la identificación entre los
trabajadores urbanos y el “Opium-Eater” en sus paseos nocturnos debe leerse como neutralización
del potencial revolucionario y jacobino de los pobres ante un público lector burgués.
De Quincey estaría adoptando en el texto una posición uniformista -de acuerdo con un término aplicado
por un crítico a la representación de los trabajadores en Wordsworth- para representar a la clase
trabajadora de Londres. En el caso de Wordsworth, el poeta se identificaba, para legitimar su práctica
simbólica, con los trabajadores rurales en la escena de producción; De Quincey, en cambio, se alinea
con los trabajadores urbanos en la escena de consumo, de placer y de ocio. Esto se ve en los pasajes
sobre los "placeres" de los sábados, cuando el autobiógrafo recuerda cómo, drogado, se mezclaba
con los obreros que gastaban su salario en "luxuries" durante su noche libre.
Esta escena de gasto produce una Londres muy diferente de, por ejemplo, la Londres de Engels en
The Condition of the Working Class in England: las penurias de la producción se resuelven en el
uniformismo del consumo, lo cual puede pensarse como un mensaje de tranquilidad dirigido al lector
burgués.
La representación del obrero como un pueblo "filosófico" que usa su salario para intoxicarse es una
figura que opera contra el impulso jacobino de rebelión que De Quincey atribuyó, en otros textos, a la
masa urbana pobre. Se podría reconocer por ello, en los pasajes sobre los placeres de los sábados,
un "odio de clase", aunque complicado por la identificación del autor con las víctimas y su propia
inclusión en una trama de venganza contra el poder dominante.
En cualquier caso, el opio servía para armonizar las disonancias y remediar los efectos negativos de
la división social, una posición inusual en la época, ya que la salud pública se asociaba a la moderación,
no a los excesos de consumo. La dependencia de la droga se podría leer, en este sentido, como "el
paradigma de la fetichización de la mercancía que convierte la alienación y la expropiación en la
felicidad vicaria del deseo insaciable" (205). De Quincey sería una suerte “sicofante del capital” (el
término que Marx aplica a la figura del economista). Si la virtud cívica significaba para los pobres un
impulso de rebelión, el paradigma consumista del opio, como religión del pueblo, anulaba esa misma
voluntad.
Leask comienza este apartado afirmando que “en las Confessions de De Quincey la intermediación del
opio es un simulacro material de la intermediación de la imaginación en Biografía de Coleridge”.
Sin embargo, el efecto narrativo de ambos es bastante diferente. El opio tiene características tanto
estéticas como anestésicas: por cinco chelines, el come-opio puede seguir viendo el dolor del mundo
y el propio, aunque ya no pueda sentirlos. La experiencia es estetizada, se vuelve un “placer intelectual
elaborado”.
La sección de Londres en Confesiones termina con un pasaje sobre Liverpool. La vista de esta ciudad
bajo la ensoñación del opio remite a Wordsworth. Sin embargo, a diferencia de este, De Quincey no
esconde o niega la realidad social sino que la revela de una forma anestesiada. Liverpool aparece
representada fuera del centro, sus dolores aparecen rezagados pero no del todo olvidados.
Según Leask, para poder recuperar aquellos elementos que no se mencionan en el texto, es necesario
recurrir a la historia material de Liverpool, que fue a la vez entrepôt imperial, uno de los principales
puertos importadores de opio turco y una de las ciudades que más se enriquecieron por el comercio
de esclavos. Lo que sugiere Leask es que Liverpool sustituye a Londres como sinécdoque del poder
imperial británico en la narrativa de De Quincey. La retórica de este desplazamiento funciona de
acuerdo con la estructura propuesta por John Barrell como “esto, eso y lo otro”.
De este modo, ser un opiófago es disfrutar de los lujos provenientes de condiciones de producción
dolorosas y lejanas, pero que pueden ser representadas por una visión distante del entrepôt de
Liverpool. De Quincey se identifica con los trabajadores de la ciudad en tanto opiófagos, pero también
en tanto hombres y mujeres ingleses que se ven amenazados por la violencia de los pueblos sometidos
al imperialismo británico y de los cuales depende, a la vez, su propio consumo. Así, el proletariado
inglés deja de ser “eso” y pasa a ser un “esto” respecto del “otro” oriental.
El apartado gira en torno del famoso episodio de Confessions en que De Quincey se encuentra con el
malayo en su vivienda de Grasmere. Este encuentro sirve como punto de partida para analizar la
mirada de Occidente (De Quincey/el imperio Británico) frente al Otro (el malayo/Oriente).
Primeramente, para llevar a cabo este propósito, se recuperan algunos relatos sobre los estereotipos
racistas que existían en la época sobre los orientales, entre los cuales se incluye el que el propio De
Quincey realiza sobre su visitante. Sin embargo, esta violencia frente a la otredad queda en un segundo
plano porque, de aquí en adelante, De Quincey, encarnando al imperialismo, asume una “misión
civilizadora” al intentar “regalarle” al malayo ciertas virtudes de la cultura occidental.
Por un lado, están la literatura y la lengua griega, las cuales se representan como una forma de
posesión, de poder y de legitimidad frente a las “lenguas bárbaras”. Este avance “civilizatorio” es el
que finalmente posibilita la real construcción de grandes imperios y anula las naciones bárbaras,
carentes de imaginación y de literatura.
Pero, por otro lado, el regalo que también le suministra De Quincey al malayo es una dosis de opio
(siguiendo la presunción de que, por ser oriental, es un “opium-eater”) en cantidades supuestamente
excesivas, lo cual, se sugiere, podría ser una tentativa de asesinato para resguardar y proteger el
espacio inglés frente a la amenaza del Otro.
Sin embargo, aquí el foco se ubica, según la argumentación de Leask, en la supervivencia del malayo
y la falta de culpabilidad que demuestra De Quincey. Esta situación se explica debido a que el sistema
nervioso de los orientales es más resistente que el de los ingleses, por lo cual, el opio pudo no haber
afectado al malayo de la forma que estaba prevista por su supuesto envenenador.
En los dos apartados finales del capítulo, Leask comenta "The Pains of Opium", en particular pasajes
de los sueños, apoyándose en la idea de que "The Pleasures of Opium" ya ha socavado el "principio
de soberanía" de Coleridge y que "The Pains" desarrolla una consecuencia de ello: "el simulacro de
autoridad (cancelada) de la Voluntad que se descubre literalmente petrificada, objetivada en la imagen
de un Oriente respecto del cual había reclamado el derecho de expropiación" (215). En este apartado
relaciona esta lógica recuperando otros textos de De Quincey en los que se manifiesta el miedo de ser
dominado por el Otro como justificativo para la realización de acciones violentas y militares. El
escenario histórico en que esta lógica se despliega más claramente es la guerra del opio con China,
sobre la cual De Quincey escribió en la prensa. Los sueños de Confessions y el episodio del malayo
ofrecerían una versión material de lo que se plantea en esos textos posteriores. En ellos, los chinos
son representados contradictoriamente como un pueblo sin voluntad, y que por lo tanto puede sorportar
el poder del opio, y como un pueblo que realiza un acto de voluntad, cuando confisca el cargamento
inglés de opio, y que debe ser reprimido por ello. Esta última consideración responde a que la
expansión del mercado capitalista se ha transformado en un derecho humano al acceso a los
beneficios de la civilización, que nada debería obstaculizar.
Este apartado final considera dos episodios de los sueños, el de Piranesi y el del malayo, en el marco
de una crítica ideológica del imperialismo. En cuanto al primer sueño, Leask subraya la lógica del doble,
según la cual matar al otro es matarse a uno mismo. Esta misma lógica estaría funcionando en relación
con el otro oriental. Lo que une al yo con el otro en un juego de dobles y contagios es la cuestión de la
"dependencia", que Leask usa libremente para referirla al plano psicológico, al político y al económico.
Lo que lee detrás de estas representaciones es una "anxiety" y un "fear" del sujeto, que surge de la
propia situación imperial. Ese miedo o fobia es el de saberse, finalmente, igual al otro que se rechaza.
Si el sueño de Piranesi es un sueño de repetición, donde todos los sujetos de la serie quedan igualados
(Piranesi, Coleridge, De Quincey), el de malayo es de petrificación. El contenido ideológico de la
dominación imperialista, de este modo, se proyecta y materializa en Oriente; el sujeto onírico es
sometido a una orientalización por la que ve amenazada su identidad inglesa.