Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
LA VIOLENCIA: NATURALEZA Y
ALCANCES
L a naturaleza social de la condición humana se puso en tela de juicio por la violencia que en el siglo
XX aniquiló, de forma sistemática, la vida humana en la tierra en las denominadas “fábricas de
muerte” o “campos de concentración”.[1] Si el ser humano fuera social por naturaleza, afirma Arendt,
buscaría mecanismos de acción política que garantizaran una vida digna.[2] Sin embargo, se puede
constatar que el Estado es artificial; vivir-juntos no es fruto de pura espontaneidad sino de consensos
deliberativos de inclusión y participación política.[3] Si la condición social del ser humano es
artificial entonces también lo es, en igual medida, los mecanismos de violencia social. La naturaleza
social de la violencia humana es instrumental por las herramientas que se utilizan para devastar, en
un principio, el potencial destructor del oponente;[4] sin embargo, la Segunda Guerra mundial fue
más allá; se convirtió en la posibilidad del exterminio de la existencia humana. La Guerra Total,
tensión política gubernamental luego de Hiroshima y Nagasaki, refleja los alcances de destrucción
masiva que detentan los gobiernos actualmente.[5] La amenaza de una guerra nuclear es fruto de la
estupidez humana; porque no solo significa una guerra a escala global, sino que equivaldría al
exterminio de todo lo que existe.
Cabe resaltar que en la historia bélica de la humanidad hay una correspondencia directamente
proporcional entre el desarrollo instrumental de la guerra con el progreso científico. El
surgimiento de instrumentos como la brújula, medios de transporte, el desarrollo de las
telecomunicaciones, el surgimiento de Internet, las expediciones espaciales, el conocimiento de
la anatomía humana, estudios psicológicos, entre otros, tienen como telón de fondo el desarrollo
potencial instrumental de la violencia.[6] La ciencia es el ámbito en que el horror puede cobrar su
máxima expresión: el cálculo siniestro de la aniquilación [7].
El cuerpo humano tras Auswitch dejo de ser simplemente la forma de existir y paso a ser un
objeto-cosa del sistema de producción bélico. Se arrasó sistemáticamente, con técnicas de
destrucción masiva, la vida de muchos seres humanos. El discurso humanístico de la modernidad
quedó derogado por la fuerza embelesadora del discurso Totalitario.[8] Nunca antes había
faltado tanto el sentido común como en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.[9] Herederos
de un patrimonio cultural rico en humanidad construido ya desde la Antigüedad y consolidado
en gran medida en la modernidad, el Siglo XX se convirtió en el estallido de lo humano por los
fines utópicos de la perfección.[10]
La finalidad objetiva de la guerra es devastar el potencial destructivo del contrario, de tal forma
que una vez destruido el potencial destructor de enemigo, se da paso a la victoria y a un tiempo
de tranquilidad política.[14] La guerra según esta perspectiva sería un instrumento político de
cambio social radical que, sin embargo nunca es deseada su operativización. La legitimidad del
acto violento constituye el colmo del absurdo humano por la justificación discursiva del
Totalitarismo.[15] Si bien, la Guerra es instrumental sus fines colindan con la devastación de sus
instrumentos, es decir, no tiene sentido seguir con la Guerra cuando el contrario se queda sin
herramientas para contraatacar. Tras la victoria cruenta de la Guerra prosigue la instauración de
la nueva organización política, y el consenso social del pacto humano por la defensa de la vida.
[16] Esto es, no hay utopía en la Guerra dado que en el Terror no hay lugar para la vida social; en
este caso, la Guerra, desde el punto de vista político, sería un mal necesario, que muchos Estados
están dispuestos asumir, para sacar adelante los propósitos políticos del orden social.[17]
Pero tras esta ideología racista no estaba simplemente el hecho de diferenciar pueblos o
determinar las razas. En esta ideología subyacen principios nacionalistas a tal punto que
reemplazó en cierto modo lo que se denomina “nacionalidad política” (Arendt 149). Lo que
determinaba pertenecer al pueblo alemán era la raza y la lengua; en este caso hablar alemán y
ser nacional de Alemania era lo que determinaba la vinculación política de la persona con el
Estado.
El pensamiento racial se difundió por toda Europa tras el auge del romanticismo político que
influyó en la separación sistemática de los pueblos por medio de la lengua (Cfr. Arendt 150).[18]
Está noción diferenciadora no tenía la finalidad de excluir o discriminar las personas; sino de
exaltar la cultura alemana que, en el Siglo XIX tuvo un gran desarrollo en el pensamiento
filosófico, político y las artes. El concepto articulador que surgió tras las marcadas diferencias
culturales entre los pueblos fue el de humanidad en la que quedaba incluida toda persona, sin
distinción de raza, sexo, nacionalidad, orientación religiosa; con los mismos derechos y deberes
de cualquier hombre o mujer de la tierra. Los principios de igualdad, libertad y fraternidad
promulgados tras la Revolución Francesa fueron los que constituyeron la caída de la monarquía y
desarrollo del capitalismo industrial en Europa.[19] Pero es claro que la fuente revolucionaria de
transformación social y política surgió en Norteamérica con la independencia de la dominación
británica.[20] Al considerarse todos de igual condición, los que patentaban el poder político
empezaron a buscar estrategias de distinción social centradas en las diferencias físicas entre los
pueblos (Arendt 156), es decir, siendo todos iguales ante el Estado, la diferencia entre pueblos
está en la raza.[21]
Se despertó un interés político en desconfiar de toda doctrina que defendiera la unidad de los
pueblos. Algunos consideraban que siendo “la Biblia un libro de mentiras piadosas” todo
argumento sobre el origen común de los pueblos carecía de comprobación. Se instituye el
“poligenismo”. Si todos no compartimos la misma génesis social, surge la idea de que existen
razas superiores e inferiores (Cfr. Arendt 157) entre los pueblos.[22]
“El darwinismo ofreció dos importantes conceptos para la discusión política: la lucha por la
existencia, con la afirmación optimista sobre la necesaria y automática «supervivencia de los más
aptos», y las posibilidades indefinidas que parecían existir en la evolución del hombre a partir de
la vida animal y que iniciaron la nueva «ciencia» de la eugenesia”[23] (Arendt 158). La lucha por la
conservación de la especie y la supervivencia del más fuerte fueron los argumentos que
favorecieron la concepción de una raza superior que estaba por encima de las demás con total
derecho de aniquilación sistemática.[24] El más apto, desde el punto de vista de la raza, tenía
derecho de dominación sobre el otro. De esta manera se entiende cómo el pensamiento racial se
configuró como el arma política más poderosa del siglo XX. El derecho a existir no era
simplemente algo adquirido por ser humano sino por la superioridad de la raza.
Si en el siglo XIX lo que constituía la unidad de una nación era el lenguaje porque todos hablaban
una lengua común, en el siglo XX los lazos de unidad nacional se tejieron con la sangre. La sangre,
la raza, la identidad cultural, la genealogía familiar fueron los elementos que determinaron la
calidad, superioridad y el derecho a la subsistencia de una raza sobre otras. No fue en vano que la
ideología nazi expandiera el racismo con el fin de imponer su imperio en todo el mundo.
La incidencia del pensamiento racial en el orden político del siglo XX fue significativa, según
Hannah Arendt; sin embargo, no produjo nuevas categorías para la comprensión de la política,
sino que se convirtió en su detrimento.[25] La violencia racial fue la herramienta de dominación
política mejor desarrollada sobre el cuerpo humano con el fin de alcanzar los objetivos políticos,
económicos expansionistas de Alemania.
La influencia del pensamiento racial en el orden político constituyó la herramienta por el cual se
determinaba la perfección racial del ser humano. Con el pensamiento racial se desarrollaron
algunas estrategias políticas como la extradición, la aglomeración inhumana en campos de
concentración para los fines políticos de la Guerra, el desarrollo de la investigación científica del
cuerpo humano y la deshumanización del hombre por la inferioridad de su raza. “El pensamiento
racial, demostró ser una poderosa ayuda para el racismo”[26] (Arendt 162) que contribuyó al
desarrollo exponencial de los instrumentos de violencia masiva.
La violencia es un tema interdisciplinar, es decir, puede ser analizado desde varias perspectivas
de comprensión. Solo se puede tener una comprensión clara de los diferentes hechos violentos
de la historia de la humanidad, sí nos acercamos a la cosmovisión social, política, ideológica del
hecho violento; puede ser que un acto hoy sea catalogado como violento y antes no lo era, esto
por las circunstancias históricas de la sociedad.[27] (Cfr. Crettiez 11-12) “La violencia es el fruto a la
vez de un contexto y de una lucha de poder”[28] (Id). Dentro de un Estado se puede reconocer
dos fuerzas de violencia: (1) la que ejerce el mismo Estado para el mantenimiento del control y el
orden, cuya fuerza es legítima porque procura la defensa de la vida; y otra que opera en contra
del Estado que es ilegítima porque no salvaguarda el bien común de todos los ciudadanos.
La Segunda Guerra Mundial, posterior al análisis de la cultura de Sigmund Freud, dan constancia
de la fuerza irracional del terror. No podemos aceptar simplemente que el ser humano es
violento por naturaleza como un estado primitivo de la humanidad. El adoctrinamiento social es
capaz de convencernos de cualquier cosa y convertirlo en el motor ideológico que gestiona la
cultura. El Totalitarismo se valió de la fórmula social ideológica que falsea la conciencia,
desaparece la inquietud de sí, da cabida al exceso del cálculo e incita a la desaparición del
pensamiento reflexivo por la fuerza evidente del pensamiento calculador.[32] La desaparición
del pensamiento reflexivo llevó a que el ser humano perdiera de vista las consecuencias humanas
de aniquilación sistemática de la guerra.[33]
Si antes había estrategias de Guerra ahora con mayor razón, en la era tecnológica de precisión
matemática, la Guerra se convirtió en la forma de producción exponencial económica que
algunos países poseen como principal ingreso de recursos. Hay países productores de armas,
otros países que gastan las armas en la Guerra y campos estériles de pruebas atómicas.
La incertidumbre va de la mano con la insensibilidad ante el dolor humano porque allí donde hay
vacilación fortuita del sufrimiento se padece el dolor en la soledad de la miseria humana, donde
la mirada indiferente del otro pasa desapercibida ante la situación sufriente del doliente. El dolor,
aunque subjetivo, representa el carácter más objetivo de la existencia humana porque es la
característica más clara de la finitud y la vulnerabilidad.[37] La violencia genera dolor y
sufrimiento porque afecta la estructura teleológica de la existencia humana: la consecución de la
felicidad, la libertad y la responsabilidad. El sentido de la vida cobra mayor importancia en
situaciones límite de degradación humana principalmente si las condiciones de vida están al
asecho del cálculo violento de la máquina de guerra.[38] Ya no se acaba con el enemigo sino con
el género humano, con la humanidad del otro, contra la dignidad de la persona.
El ser humano en la guerra no tiene rostro porque se ha fundido en la colectividad del bando; la
individualidad queda anulada por los fines utópicos de la Paz Total y el dolor no es más que la
consecuencia humana del terror irracional. Se entiende por Guerra Total el operativo bélico
racional del cálculo matemático que causa pavor y permanente conflicto cuya modalidad
específica es la del Estado suicida. Y por Paz Total el reinado del terror por la amenaza acuciante
de la Guerra. “Paz y guerra se identifican: ambas son sistemas de ruinas y ambas se han vuelto
obligatoriamente prospectivas.”[39] Tanto la guerra como la paz se han gestionado por la fuerza
bélica de la máquina, que en resumidas cuentas es la expresión más clara del cálculo
instrumental de potencial de destrucción masiva.
“A partir de aquí se entiende mejor por qué al ser idénticos los objetivos perseguidos a través de
esta forma de paz sin precedentes y a través de la guerra, los avanzados programas tecnológicos
de paz y de guerra tienden a recubrirse; se entiende mejor, también por qué merma la diferencia
entre el sistema de unificación mundial, derivado del statu quo nuclear, y el desarrollo del gran
mercado.”[40]
La guerra parece ser el escenario colectivo de incremento del capital porque se impulsa de
manera descontrolada la producción de artefactos bélicos para la consecución de la paz. La
privatización de la paz mundial a cargo de las fuerzas armadas es la ironía más notable en los
últimos años. Se pretende alcanzar la paz por medio de la guerra; es como querer lograr la
victoria a expensas de la derrota. La paz no será fruto de la guerra y menos en los tiempos en que
la racionalidad del terror penetra la conciencia de la persona hasta corroer el pensamiento
reflexivo y resignadamente se acepta el dolor de la mutilación.[41] Aunque la muerte es
connatural a la existencia humana y es fuente de sentido,[42] el exceso de muerte en la
producción cinematográfica, la exaltación bélica en los sistemas de información nacional y
mundial, hacen que la muerte pierda su misterio y se convierta en rutinaria, cotidiana, morbosa,
carente de significado.[43]
CONCLUSIONES
No obstante, tampoco podemos ignorar el hecho de que la crítica no es suficiente, pues si así lo
fuera el EZLN y grupos similares ya no tendrían por qué estar resistiendo. Tienen cierta razón
quienes dicen que la misma crítica es parte del poder, pues aspira a criticar al poder para que
este cambie. Pero éste sigue teniendo el monopolio de la violencia, y tal monopolio no lo cederá.
Aunque Montemayor aspiraba a eso, lo cierto es que fue consciente de que eso difícilmente
ocurriría. No obstante, el punto a su favor fue que confió en el sujeto como agente de cambio en
un tiempo en el que muchas teorías afirmaban que el sujeto y la posibilidad de cambio se habían
terminado. Montemayor entendió, a diferencia de otros, que los cambios requieren de un sujeto
crítico, y es por eso que su obra continua tan vigente como cuando la escribió.
BIBLIOGRAFÍA
59 REVISTA ÍCARO